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Lectura de Trilogía: Prodigy-Marie Lu #2

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Mensaje por yiniva Vie 11 Mayo - 10:07

JUNE


0545  HORAS. VENECIA.
DÍA  UNO  COMO  UN  MIEMBRO  OFICIAL  DE  LOS  PATRIOTAS.
 
Decidí no estar en la habitación durante la cirugía; Tess, por supuesto, se quedó para asistir al médico. La imagen de Day acostada inconsciente en la mesa, su rostro pálido y vacío, la cabeza girada noventa grados hacia el techo, me recordaría demasiado la noche en que me había encorvado sobre el cuerpo muerto de Metias en el callejón del hospital. Prefería no dejar ver a los Patriotas mis debilidades. Así que me mantuve lejos, sentada sola en uno de los sofás en la habitación principal.
También mantuve mi distancia para realmente pensar sobre el plan de Razor para mí: Voy a ser arrestada por los soldados de la República.
Voy a encontrar una manera de tener una audiencia privada con el Elector, y entonces voy a ganar su confianza.
Voy a decirle acerca de la conspiración de un falso asesinato que llevará a un completo perdón de todos mis crímenes contra la República.
Luego lo voy a atraer a su asesinato real.
 
Ese es mi rol. Pensar en eso es una cosa; lograrlo es otra. Estudio mis manos y me pregunto si estoy lista para tener sangre en ellas, si estoy lista para matar a alguien.
¿Qué era lo que me había dicho Metias? “Pocas personas matan alguna vez por las razones correctas, June.” Pero entonces recuerdo lo que Day dijo en el baño.


“Deshacerse de la persona a cargo de todo este elaborado sistema parece un pequeño precio a pagar por el inicio de una revolución. ¿No te parece?”
La República me quitó a Metias. Pienso en las Pruebas, las mentiras sobre las muertes de mis padres. Las pestes planificadas. Desde este lujoso edificio puedo ver el estadio de Pruebas de Vegas detrás de los rascacielos, brillando, en la distancia. Pocas personas matan por las razones correctas, pero si alguna razón es la correcta, debe ser esta.
¿Cierto?
 
Mis manos tiemblan ligeramente. Las estabilizo.
 
Ahora el apartamento está en silencio. Razor se ha ido nuevamente (salió a las 0332 en uniforme completo), y Kaeden está dormitando en el otro extremo del sofá. Si dejara caer un alfiler en el piso de mármol aquí, el sonido probablemente lastimaría mis oídos. Después de un rato, giro mi atención a la pequeña pantalla en la pared. Está en silencio, pero aún así observo el familiar ciclo de noticias. Advertencias de inundación, advertencias de tormenta. Horarios de llegadas y partidas de dirigibles. Victorias contra las Colonias a lo largo del frente de guerra. A veces me pregunto si la República inventa esas victorias también, y si en realidad estamos ganando o perdiendo la guerra. Los titulares ruedan. Hay incluso un anuncio público advirtiendo que cualquier ciudadano atrapado con un mechón rojo en su cabello será arrestado en el lugar.
El ciclo de las noticias termina abruptamente. Me enderezo cuando veo las siguientes imágenes: El nuevo Elector está a punto de dar su primer discurso en vivo al público.
Dudo, luego miro a Kaeden. Ella parece estar durmiendo muy profundamente. Me levanto, cruzo la habitación con pies ligeros, y luego muevo un dedo a través del monitor para subir el volumen.
El sonido es poco, pero suficiente para que escuche. Observo como Anden (o más bien, el Elector Primo) entra con gracia hacia el pódium. Asiente a la lluvia normal de reporteros designados por el gobierno frente a él. Se ve exactamente como lo recuerdo, una versión más joven de su padre, con gafas más delgadas y una inclinación regia de su barbilla, vestido de manera impecable en un formal uniforme dorado, con adornos negros con dobles filas de brillantes botones.
—Ahora es tiempo de gran cambio. Nuestra resolución está siendo puesta a prueba más que nunca, y la guerra con nuestro enemigo ha alcanzado su clímax —dice él. Habla como si su padre no hubiera muerto, como si él siempre hubiera sido nuestro Elector Primo—. Hemos ganado nuestras últimas tres batallas en el frente de guerra e incautamos tres de las ciudades sureñas de las Colonias. Estamos a punto de la victoria, y no será mucho antes de que la República se expanda al borde del Océano Atlántico. Es nuestro destino manifiesto.
Continúa, asegurando a las personas de nuestra fuerza militar y prometiendo más tarde anuncios acerca de cambios que quiere implementar; quién sabe cuánto de esto es verdad. Vuelvo a estudiar su cara. Su voz no es diferente de la su padre, pero me encuentro atraída a la sinceridad en ella. Veinte años de edad. Tal vez él en verdad cree lo que está diciendo, o tal vez sólo hace un buen trabajo al esconder sus dudas. Me pregunto cómo se siente sobre la muerte de su padre, y cómo es capaz, en una conferencias de prensa como ésta, mantenerse lo suficientemente tranquilo para interpretar su rol. Sin duda el Congreso está ansioso por manipular a tan joven nuevo Elector, de tratar de dirigir el espectáculo detrás de escenas y empujarlo alrededor como una pieza de ajedrez. Basado en lo que Razor dijo, ellos deben estar en conflicto diariamente. Anden podría estar tan hambriento de poder como su padre lo estaba si se rehusara a escuchar al Senado por completo.
¿Cuáles son exactamente las diferencias entre Anden y su padre? ¿Cómo creo que debería ser la República… y para el caso, cómo pienso yo que debería ser?


Silencio la pantalla otra vez y me alejo. No insistiré demasiado en quién es Anden. No puedo pensar en él como si fuera una persona real; una persona que tengo que matar.
Finalmente, al entrar los primeros rayos de amanecer en la habitación, Tess sale del dormitorio con las noticas de que Day está despierto y alerta.
—Está en buena forma —le dice a Kaeden—. Ahora está sentado, y debería ser capaz de caminar en unas horas. —Entonces me ve y su sonrisa desaparece—. Um. Puedes verlo si quieres.
Kaeden entreabre un ojo, y se encoge de hombros, luego vuelve a dormirse. Le doy a Tess la sonrisa más amable que puedo lograr, luego tomo una respiración profunda y me dirijo a la habitación.
Day está apoyado con almohadas y cubierto hasta su pecho con una gruesa manta. Debe estar cansado, pero aún así guiña cuando me ve entrar, un gesto que hace a mi corazón saltar. Su cabello se extiende alrededor de él en un brillante círculo. Algunos sujeta papeles doblados yacen en su regazo (tomados de las cajas de suministros en la esquina; supongo que se levantó). Aparentemente está en medio de hacer algo con ellos. Dejo escapar un suspiro de alivio cuando puedo ver que no tiene dolor.
—Hola —le digo—. Me alegra ver que estás vivo.


—Me alegra ver que estoy vivo también —responde él. Sus ojos me siguen al sentarme junto a él en la cama—. ¿Me perdí algo mientras estaba fuera?
—Sí. Te perdiste escuchar a Kaeden roncar en el sofá. Para alguien que siempre está evadiendo la ley, la chica seguro es ruidosa al dormir.
Day se ríe un poco. Me maravillo ante su gran espíritu, algo que no he visto mucho las últimas semanas. Mi mirada vaga a donde la manta cubre la pierna sanando.
—¿Cómo está?
 
Day mueve a un lado la manta. Debajo, hay placas de suave metal (hierro y titanio) donde su herida había estado. El médico también reemplazó su rodilla mala con una artificial, y ahora un buen tercio de su pierna es metálica. Me recuerda a uno de esos soldados que vienen de un frente de guerra, con sus manos sintéticas y brazos y piernas, metal donde solía haber piel. El médico debe estar familiarizado con heridas de guerra. Sin duda las conexiones en la oficina de Razor ayudan a obtener algo tan caro como los bálsamos curativos que debió usar en Day. Extiendo mi palma abierta, y él pone la suya en la mía.


—¿Cómo se siente?
 
Day sacude su cabeza incrédulo.
 
—No siento nada. Completamente ligero y sin dolor. —Una traviesa sonrisa cruza su rostro—. Ahora podrás ver realmente cómo puedo correr un edificio, cariño. Ni siquiera una rodilla herida para retenerme, ¿bien? Qué buen regalo de cumpleaños.
—¿Cumpleaños? No sabía. Feliz cumpleaños atrasado —digo con una sonrisa. Mis ojos van a los sujetapapeles esparcidos a lo largo de su regazo—. ¿Qué estás haciendo?
—Oh. —Day recoge una de las cosas que está haciendo, algo que parece un círculo de metal—. Sólo pasando el tiempo. —Sostiene el círculo hacia la luz, y luego toma mi mano. Lo presiona en mi palma—. Un regalo para ti.
Lo estudio más de cerca. Está hecho de cuatro sujetapapeles desdoblados cuidadosamente entrelazados alrededor de otro en una espiral, y juntos de extremo a extremo para así formar un pequeño anillo. Simple y pulcro. Artístico, incluso. Puedo ver amor y cuidado en los giros del metal, las pequeños dobleces donde los dedos de Day trabajaron en el alambre una y otra vez hasta formar las curvas correctas. Él lo hizo para mí. Lo empujo en mi dedo y lo deslizo sin esfuerzo. Hermoso. Estoy avergonzada, halagada hasta el silencio. No puedo recordar la última vez que alguien en realidad hizo
algo para mí por su cuenta.
 
Day parece decepcionado por mi reacción, pero lo esconde detrás de una risa despreocupada.
—Sé que ustedes, la gente rica, tienen sus extravagantes tradiciones, pero en los sectores pobres, los compromisos y gestos de afecto normalmente van así.
¿Compromisos? Mi corazón aletea en mi pecho. No puedo evitar sonreír.
 
—¿Con anillos de sujetapapeles?
 
Oh, no. Lo hice como una pregunta de honesta curiosidad, pero no me di cuenta que soné sarcástica hasta que mis palabras habían salido de mi boca.
Day se sonroja un poco; inmediatamente estoy enojada conmigo misma por arruinarlo de nuevo.
     
—Con algo hecho a mano —me corrige después de un latido. Él está mirando abajo, claramente avergonzado, y me siento horrible por haberlo desencadenado—. Lo siento, luce estúpido —dice en voz baja—. Me gustaría poder hacer algo más bonito para ti.
—No, no —le interrumpí, tratando de arreglar lo que acabo de decir—. Realmente me gusta. —Paso mis dedos por el pequeño anillo, manteniendo los ojos fijos en este para no tener que mirar a los ojos de Day. ¿Asume que no creo que sea lo suficientemente bueno? Di algo, June. Cualquier cosa. Mis detalles surgen burbujeando—. Sin chapado, cableado de acero galvanizado. Este es un buen material, sabes. Más resistente que los de aleación, aún flexible, y no se oxida. Es…
Me detengo cuando veo la mirada devastada de Day.
 
—Me gusta —repito. Respuesta idiota, June. Por qué no le das un puñetazo en la cara mientras estás en ello. Me vuelvo aún más nerviosa cuando recuerdo que en realidad lo he golpeado en la cara antes. Romántico.
—De nada —dice, metiendo un par de sujetapapeles sin doblar en sus bolsillos.
 
Hay una larga pausa. No estoy segura de qué quería que respondiera, pero probablemente no era una lista de las propiedades físicas de un sujetapapeles. De repente insegura de mí misma, me acerco y descanso mi cabeza en el pecho de Day. Él toma una respiración rápida, como si lo hubiera tomado por sorpresa, y luego él coloca
su brazo suavemente alrededor de mí. Así, eso está mejor. Cierro mis ojos. Una de sus manos cepilla mi cabello, enviando escalofríos por mis brazos, y me permito disfrutar de un pequeño momento de fantasía: me lo imagino pasando un dedo a lo largo de mi mandíbula, acercando su rostro hacia el mío.
Day se inclina sobre mi oído.
 
—¿Cómo te sientes sobre el plan? —susurra.
 
Me encojo de hombros, empujando mi decepción lejos. Estúpido de mí por fantasear acerca de besar a Day en un momento como este.
—¿Alguien te ha dicho lo que se supone tienes que hacer?
 
—No. Pero estoy seguro de que va a haber algún tipo de difusión nacional para decirle al país que todavía estoy vivo. Se supone que debo crear problemas, ¿verdad? ¿Llevar a las personas a un frenesí? —Day se ríe secamente, pero su rostro no se ve divertido—. Lo que sea que me lleve a Eden, supongo.
 
—Supongo —digo.
 
Él me endereza entonces, para que lo enfrente.
 
—No sé si nos dejarán comunicamos entre nosotros —dice. Su voz baja tanto que apenas puedo oírlo—. El plan suena bien, pero si algo sale mal…
—Van a mantener estrecha vigilancia sobre mí, estoy segura —lo interrumpo—. Razor es un oficial de la República. Puede encontrar una manera de sacarme si empieza a desmoronarse. En cuanto a las comunicaciones… —Me muerdo el labio, pensando—. Voy a dar con algo.
Day toca mi barbilla, acercándome hasta que su nariz roza la mía.
 
—Si algo sale mal, si cambias de opinión, si necesitas ayuda, envía una señal, ¿me oyes? Sus palabras envían escalofríos por mi cuello.
—Está bien —susurro.
 
Day me da un sutil asentimiento, y luego se aleja e inclina hacia atrás contra las almohadas. Dejo escapar el aliento.
—¿Estás lista? —pregunta. Hay mucho más en su oración, puedo notarlo, pero no lo dice. ¿Estás lista para matar al elector?


Le doy una sonrisa forzada.
 
—Tanto como puedo estarlo.
 
Nos quedamos así por un largo tiempo, hasta que la luz filtrándose por las ventanas es brillante y escuchamos el juramento oficial matutino resonando a través de la ciudad. Finalmente, escucho la puerta principal abrirse y cerrarse, y luego la voz de Razor. Pasos se acercan a la habitación, y Razor se asoma mientras me enderezo y me siento.
—¿Cómo está esa pierna tuya? —pregunta a Day. Su rostro está tan tranquilo como siempre, sus ojos inexpresivos detrás de sus gafas.
Day asiente.
 
—Bien.
 
—Excelente. —Razor sonríe con simpatía—. Espero que haya tenido suficiente tiempo con su chico, señorita Iparis. Nos vamos en una hora.
 
—Pensé que el médico quería que descansara por… —comienza a decir Day.


—Lo siento —responde Razor mientras se aleja—. Tenemos un dirigible que alcanzar. No empujes la pierna muy fuerte todavía.


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Mensaje por yiniva Vie 11 Mayo - 14:13

me dan tanta pena estos dos porque a pesar de contar con el apoyo de los patriotas yo siento que están solos, Razor ni siquiera dejo que Day se reponga bien y ya lo manda a la misión.


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Mensaje por mariateresa Vie 11 Mayo - 17:24

No se @yiniva siento que todo es muy simple y que va haber alguna trampa. Pienso que Anden si quiere hacer las cosas bien y lo quieren matar por eso,  no se necesito leer mas me tiene toda confundida estos capis.
Gracias guapa!!


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Mensaje por yiniva Sáb 12 Mayo - 17:14

DAY

Los Patriotas me disfrazan antes de salir.
 
Kaede me corta el cabello para que caiga justo debajo de mis hombros, luego tiñe las hebras rubio platino a un rojo parduzco oscuro. Ella usa algún tipo de aerosol para hacerlo, algo que pueden eliminar con un limpiador especial si tienen que retirar el color. Razor me da un par de lentes de contacto de color marrón que ocultan por completo el brillante azul de mis ojos. Sólo yo puedo decir que es artificial; todavía puedo ver las diminutas, motas pequeñas de color púrpura que salpican mis irises. Estos contactos son un lujo en sí —los ricos tontos las usan para cambiar su color de ojos— por diversión. Me habrían venido muy bien en las calles si hubiera tenido acceso a ellos. Kaede añade una cicatriz sintética a mi mejilla, y luego termina mi disfraz con un uniforme de la fuerza aérea de primer año; un traje negro completo con rayas rojas a lo largo de cada pierna del pantalón.
Por último, me dota de un pequeño auricular de color carne y micrófono: el primero integrado discretamente en mi oreja, el segundo dentro de mi mejilla.
El mismo Razor se engalana con un tradicional uniforme oficial de la República. Kaede lleva un impecable atuendo de aviador: un traje negro con rayas laterales de plata envueltas alrededor de las dos mangas, guantes cóndor blancos a juego, y gafas de piloto. Ella no es una piloto de los Patriotas por nada; según Razor, puede maniobrar un split-S en el aire mejor que nadie que jamás haya visto.
Kaede no debería tener problemas para pasar por un piloto caza de la República.
 
Tess ya se ha ido, se la llevaron hace media hora por un soldado que Razor dice es otro Patriota. Tess es demasiado joven para pasar por un soldado de cualquier nivel, por lo que meterla en el Dynasty RS significa vestirla en una simple camisa de cuello y pantalones marrones, el atuendo de los trabajadores que operan cientos de las estufas de los dirigibles.
Y luego está June.
 
June mira en silencio mi transformación desde el sofá. Ella no ha dicho mucho desde nuestra última conversación sobre mi cama de recuperación. Mientras que el resto de nosotros tenemos nuestros diferentes atuendos, June va sin cambios; sin maquillaje, con los ojos todavía oscuros y penetrantes, con su cabello todavía recogido en esa coleta brillante. Ella está vestida con el simple uniforme de cadete que Razor nos dio anoche. De hecho, June no se ve muy diferente de la foto en su identificación militar. Es la única de nosotros que no está equipada con un micrófono y un auricular, por razones obvias. Trato de captar su mirada un par de veces mientras Kaede trabaja en mi apariencia.
 
Menos de una hora más tarde, nos dirigimos hacia la avenida principal de Vegas en el jeep oficial de Razor. Pasamos varias de las primeras pirámides: el muelle de la Alejandría, el Luxor, el Cairo, la Esfinge. Todas llevan el nombre de una antigua civilización pre-República, o por lo menos eso es lo que nos enseñaron antes cuando la República en realidad me dejó estar en la escuela. Se ven diferentes durante el día, con sus luces brillantes apagadas y bordes sin luz, surgiendo como sepulcros negros gigantes en el medio del desierto. Soldados se apresuran dentro y fuera de sus entradas. Es bueno ver tanta actividad; mientras más, mejor para nosotros mezclarnos. Voy con nuestros propios uniformes de nuevo. Pulido y auténtico. No puedo acostumbrarme a él, a pesar de que June y yo técnicamente hemos estado pasando como soldados por semana. El cuello rasguña mi cuello, y las mangas se sienten demasiado rígidas. No sé cómo June soportaba llevar estas cosas todo el tiempo. ¿A ella, al menos, le gusta cómo se ve en mí? Mis hombros se ven un poco más amplios.
—Deja de tirar de tu uniforme —susurra June cuando me ve jugando con los bordes de la chaqueta militar—. Estás arruinando su alineación.
Es lo más que le he oído decir en una hora.
 
—Estás igual de nerviosa —le respondo.
 
June vacila, luego se vuelve de nuevo. Su mandíbula está apretada como si estuviera evitando soltar algo impulsivamente.
—Sólo trato de ayudar —murmura.
 
Después de un rato, me acerco a apretar su mano una vez. Ella aprieta en respuesta.


Finalmente, llegamos al Faraón, el muelle de aterrizaje donde el Dynasty RS está descansando. Razor nos introduce, y a continuación nos detiene en posición de firmes. Sólo June cae fuera de lugar, deteniéndose junto a Razor y de cara a un lado de la calle. La observo discretamente.
Un segundo más tarde, otro soldado se funde entre la multitud y asiente a Razor, luego a June, quien endereza los hombros, se une detrás del soldado, y desaparece entre la multitud de la calle. Fuera de vista, así como así. Exhalo, abatido por su repentina ausencia.
No voy a verla de nuevo hasta que todo esto acabe. Si todo va bien. No pienses así. Va a ir bien.
 
Nos dirigimos hacia el interior con las mareas de otros soldados entrando y saliendo del Faraón. El interior es enorme; más allá de la entrada principal, el techo se extiende todo el camino hasta la cima de la pirámide y termina con la base del Dynasty RS, donde puedo ver pequeñas figuras que suben a través de un laberinto de rampas y pasarelas. Filas de puertas acuarteladas se alinean en cada nivel de los lados de la pirámide. Largas marquesinas de texto corren a través de cada pared con un ataque sin fin de horas de salida y llegada. Ascensores diagonales corren a lo largo de cada uno de los cuatro bordes principales de la pirámide.
Aquí, Razor nos deja atrás. Un segundo está caminando por delante, y al siguiente toma un giro brusco entre la multitud y se funde con el mar de uniformes. Kaede sigue caminando sin dudarlo, pero se desacelera lo suficiente para así quedar uno al lado del otro. Apenas puedo ver sus labios moverse, pero su voz se repite con clara nitidez desde mi auricular.
—Razor abordará el Dynasty con los otros oficiales, pero no podemos ir hasta allí con los soldados o nos pedirán identificación. Así que colarnos furtivamente es nuestra segunda mejor opción…
Mis ojos se alzan hasta la base del dirigible, detallando a lo largo de los rincones y grietas que recubren sus lados. Pienso en el momento en que irrumpí en un dirigible en tierra y robé las dos bolsas de comida enlatada. O la vez que me escabullí en un dirigible más pequeño en el lago de Los Ángeles por la inundación de sus motores. Para ambos casos, hubo una manera fácil de conseguir entrar sin ser detectado.
—Conductos de basura —murmuro de vuelta a través de mi propio micrófono. Kaede me da una rápida sonrisa en aprobación.


—Hablas como un verdadero corredor.
 
Nos abrimos paso entre la multitud hasta llegar a un terminal de ascensores en una de las esquinas de la pirámide. Aquí nos mezclamos con el pequeño grupo de conductos frente a la puerta del ascensor. Kaede enciende su micro para tener una pequeña charla conmigo, y yo soy cuidadoso de no hacer contacto visual con los demás soldados. Muchos de ellos son más jóvenes de lo que había imaginado, incluso cerca de mi edad, y varios ya tienen lesiones permanentes: piernas de metales como la mía, una oreja menos, una mano cubierta de cicatrices de quemaduras. Levanto la vista de nuevo al Dynasty, esta vez el tiempo suficiente para observar todas las aberturas de los conductos de basura a lo largo de un lado del casco. Si vamos a sumergirnos en este dirigible, vamos a tener que hacerlo rápido.
 
Pronto llega el ascensor. Tomamos el paseo nauseabundo por el lado diagonal de la pirámide, y luego esperamos en la parte superior mientras todos los demás salen. Salimos de últimos. A medida que los otros se dispersan a cada lado del pasillo superior que conduce hacia las rampas de entrada del dirigible, Kaede se vuelve hacia mí.
—Un piso más para nosotros —dice ella, señalando a un conjunto más reducido de escaleras al final del pasillo que conduce hasta el techo en el interior de la pirámide. Lo estudio en silencio. Ella tiene razón. Estas escaleras van directo hacia el techo (y probablemente conducirá hasta la azotea), y a lo largo de este techo hay laberintos de andamios metálicos entrecruzados y vigas de soporte. Desde aquí, la parte de atrás del dirigible atracado proyecta una sombra en el techo que envuelve esta parte de él en la oscuridad. Si podemos saltar desde la mitad de este último tramo de escaleras y subir a ese lío de vigas de metal, podemos hacer nuestro camino hacia el dirigible sin ser detectados en las sombras y subir por el lado oscuro del casco. Además, las salidas de aire son ruidosas así de cerca. Eso, junto con el ruido y el bullicio de la base, debería enmascarar los sonidos que hagamos.
Aquí está la esperanza que mi nueva pierna aguante. Piso en ella dos veces para probarla. No me duele, pero hay un poco de presión en mi carne donde se encuentra con el metal, como si no se ha fusionado todavía totalmente.
Sin embargo, no puedo evitar sonreír.
 
—Esto va a ser divertido, ¿no? —digo. Ya casi estoy de vuelta en mi elemento, al menos por un rato, allá donde estoy en mi mejor momento.
Nos dirigimos hacia las escaleras oscuras, y luego cada uno de nosotros toma el pequeño salto hacia arriba en el andamio y se sube a las vigas. Kaede va de primero. Le cuesta un poco con el brazo vendado, pero se las arregla para conseguir una buena adherencia después de un intento fallido. Entonces es mi turno. Me giro sin esfuerzo hacia las vigas y entretejo mi cuerpo en las sombras. La pierna va bien hasta ahora. Kaede me mira con aprobación.
—Me siento muy bien —le susurro.
 
—Puedo ver eso.
 
Viajamos en silencio. Mi colgante sobresale de mi camisa un par de veces y tengo que meterlo de nuevo. A veces miro hacia abajo o hacia el dirigible; el suelo de la base de aterrizaje está lleno de cadetes de todos los rangos, y ahora que la mayor parte de la tripulación anterior del Dynasty ha rotado fuera de la nave, los nuevos están empezando a formar largas colas en las rampas de entrada. Veo que cada uno pasa a través de una rápida inspección, verificación de identidad, y un escáner de cuerpo. Muy por debajo de nosotros, más cadetes se acumulan cerca de las puertas del ascensor.
De pronto me detengo.
 
—¿Cuál es el problema? —espeta Kaede.
 
Levanto un dedo. Mis ojos están fijos en el suelo, congelados en una figura familiar que está cortando su camino a través de la multitud.
Thomas.
 
Este imbécil nos ha seguido todo el camino desde Los Ángeles. Se detiene de vez en cuando a inspeccionar lo que parecen ser soldados al azar. Con él está un perro tan blanco que destaca como un faro desde esta altura. Me froto los ojos para asegurarme de que no estoy alucinando. Sí, todavía está allí. Sigue entretejiendo su camino a través de la multitud, con una mano en la pistola en la cintura, la otra sosteniendo la correa en el enorme pastor blanco. Una pequeña línea de soldados le siguen. Mis miembros se tornan entumecidos durante un instante, y de repente todo lo que veo es Thomas levantando su pistola y apuntando a mi madre, Thomas golpeándome en una sala de interrogatorios en la Intendencia de Batalla. Mi visión nada en rojo.
Kaede se da cuenta de lo que sostiene mi atención y vuelve la cabeza hacia abajo a la planta baja también. Su voz me devuelve al momento.
—Él está aquí por June —susurra—. Sigue moviéndote.
 
Inmediatamente empiezo a gatear de nuevo, a pesar que todo mi cuerpo está temblando.


—¿June? —susurro en respuesta. Puedo sentir mi ira en aumento—. ¿Ustedes lo
pusieron, de todas las personas, en el camino de June?
 
—Fue por una buena razón.
 
—¿Y cuál es esa?
 
Kaede suspira con impaciencia.
 
—Thomas no le hará daño.
 
Mantén la calma, mantén la calma, mantén la calma. Me obligo a seguir adelante. Sin más remedio que confiar en Kaede ahora. Ojos hacia adelante. No dejes de moverte. Mis manos tiemblan y lucho por estabilizarlas, por empujar hacia abajo mi odio. El pensamiento de Thomas poniendo sus manos en June es más de lo que puedo soportar. Si me concentro en eso ahora, no voy a ser capaz de concentrarme en otra cosa.
Mantén. La. Calma.
 
Debajo de nosotros, la patrulla de Thomas sigue abriéndose paso a través de las masas. Él se está moviendo gradualmente hacia los ascensores.
Llegamos al casco de la nave. Desde aquí, puedo ver la línea de soldados esperando para entrar a través de las rampas. Es entonces cuando escucho el primer ladrido del pastor blanco. Thomas y sus soldados están ahora reunidos en uno de los terminales de ascensores. El mismo que hemos pasado. El perro está ladrando sin cesar, con la nariz apuntando a la puerta del ascensor, meneando la cola. Ojos hacia adelante. No dejes de moverte.
Miro hacia abajo al nivel del suelo. Thomas ha presionado fuertemente contra lo que debe ser su auricular. Él permanece allí de pie por un minuto, como si tratara de entender algo que está escuchando. Entonces, de repente, les grita a sus hombres y empiezan a partir lejos de los ascensores. De nuevo entre la multitud de soldados.
Deben de haber encontrado a June.
 
Nos abrimos paso a través de las sombras del techo de la pirámide hasta que nos encaramamos lo suficientemente cerca del lado oscuro del casco de la nave. Se extiende una buena docena de metros lejos de nosotros, con sólo una escalera de metal única que corre verticalmente por un lado de la parte superior de la cubierta de la nave. Kaede reajusta su equilibrio sobre las vigas de metal, y luego se vuelve hacia mí.


—Has el primer salto —dice ella—. Eres mejor.
 
Hora de moverse. Kaede se desplaza lo suficiente así puedo tener un buen ángulo del dirigible. Me equilibro, me preparo, espero que mi pierna se mantenga intacta y entonces doy un salto gigante. Mi cuerpo choca contra los barrotes de la escalera con un golpe seco y aprieto mis dientes para no chillar. El dolor recorre mi pierna curada.
Espero unos segundos, dejando que la tensión desaparezca antes de empezar a escalar de nuevo. No puedo ver a la patrulla más desde esta parte trasera, pero eso significa — afortunadamente— que ellos tampoco pueden vernos a nosotros. Mejor aún, espero que se hayan ido. Detrás de mí escucho a Kaede dar su propio salto y golpear la escalera varios pies por debajo de mí.
 
Finalmente, llego a la apertura del conducto de basura. Me lanzo desde la escalera; mis manos agarran el lado del conducto y mis brazos me balancean justo hacia la oscuridad. Hay otra sacudida de dolor, pero la pierna aún late con renovada energía, fuerte por primera vez desde hace mucho tiempo. Me sacudo el polvo y me pongo en pie. La primera cosa que noto dentro del conducto es el aire frío. Ellos deben mantener el interior del dirigible frío para el lanzamiento.
Momentos después, Kaede se balancea dentro también. Ella hace una mueca, frotándose a lo largo de su todavía brazo herido, luego me empuja por el pecho.
—No te pares de esa forma en medio de una escalada —espeta—. Siempre mantente en movimiento. No podemos darnos el lujo de que seas impulsivo.
—Entonces no me des una razón para ser impulsivo —le espeto de vuelta—. ¿Por qué no me habías dicho que Thomas venía por June?
—Conozco tu historia con el capitán —me responde Kaede. Ella entrecierra los ojos en la oscuridad, luego hace señas para empezar a escalar el conducto—. Y Razor pensó que no te haría ningún bien preocuparte con ello por adelantado.
Estoy listo para contraatacarla en respuesta, pero Kaede me lanza una mirada de advertencia. Con esfuerzo, me las arreglo para tragarme mi ira. Me recuerdo por qué estoy aquí. Esto es por Eden. Si Razor piensa que June está más segura bajo la vigilancia de Thomas, que así sea. Pero, ¿qué van a hacer con June una vez que la tengan? ¿Qué pasa si algo va mal, y el Congreso o los tribunales hacen algo que Razor no hubiese planeado? ¿Cómo puede estar tan seguro de que todo marchará sin problemas?
Kaede y yo hacemos nuestro camino por el conducto hasta llegar a los niveles más bajos del Dynasty.


Nos mantenemos escondidos detrás del hueco de la escalera en una solitaria sala de máquinas hasta el despegue, cuando los pistones de vapor vuelven a la vida y sentimos la presión del ascenso del dirigible a través de nuestros pies mientras se eleva libre desde la base de lanzamiento. Escucho cables gigantes soltándose de los lados de la nave y el rugido de aplausos de la tripulación desde la base alentando otro exitoso despegue.
Después de que pasa una hora y media, cuando mi enfado finalmente tuvo tiempo de enfriarse, salimos del hueco de la escalera.
—Vamos por aquí —murmura Kaede mientras llegamos a una pequeña habitación con dos caminos: uno conduce a las máquinas y el otro nos conduce directamente a las plantas inferiores—. Algunas veces ellos hacen inspecciones sorpresas en los accesos de la plataforma de base. Puede ser que tengamos menos problemas en la sala de máquinas. —Ella hace una pausa, presiona una mano en su oreja y frunce el ceño en señal de concentración.
 
—¿Qué pasa?
 
—Parece que Razor está dentro —responde ella.
 
Mi pierna se resiente un poco de dolor a medida que continuamos, y me encuentro caminando con una leve cojera.
Nos dirigimos a otra escalera que conduce a las salas de máquinas, chocando con un par de soldados en el camino, hasta que llegamos a una planta marcada con un “6”, donde las escaleras terminan. Paseamos a lo largo del pasillo por un momento antes de detenernos en una puerta estrecha. Un letrero dice: SALAS DE MÁQUINAS A, B, C, D.
Un solo guardia espera en la puerta. Levanta la vista, nos ve y se pone derecho.
 
—¿Qué quieren ustedes dos? —murmura. Intercambiamos saludos.
—Hemos sido enviados aquí para ver a alguien —miente Kaede—. A un personal de la sala de máquinas.
—¿Sí? ¿A quién? —Mira de reojo a Kaede en desacuerdo—. Eres un piloto, ¿no es así? Deberías estar en la cubierta superior. Están haciendo inspecciones.
Kaede está lista para protestar, pero la interrumpo y pongo cara tímida. Digo la única cosa que creo que no me va a cuestionar.


—Muy bien, de soldado a soldado —murmuro hacia el guardia, echando una mirada de reojo a Kaede—. Nosotros, eh… estábamos a la caza de un buen sitio para… tu sabes. Pensamos que la sala de máquinas serviría. —Le guiño justificándome—. He estado intentando conseguir un beso de esta chica por semanas. Con operación de rodilla incluida en el camino. —Me detengo y le hago una demostración exagerada de mi cojera para él.
El guardia de repente sonríe y deja escapar una carcajada de sorpresa como si estuviera encantado de tener un papel en algo pícaro.
—Ah, ya veo —dice, mirando con simpatía mi pierna—. Ella es una hermosura. —Me rio con él, mientras Kaede entra en el juego poniendo sus ojos en blanco.
—Como dijiste —le dice Kaede al guardia mientras él abre la puerta para nosotros—, voy tarde para las inspecciones. Seremos rápidos; estaremos de vuelta en la cubierta superior en 5 minutos.
—Buena suerte, pobres diablos —nos dice mientras entramos. Intercambiamos un vago saludo con él.


—Tenía realmente una buena historia para contarle —me susurra Kaede mientras nos vamos—. Sin embargo, bien cubierto por tu parte. ¿Has pensado en eso tú solo? —Ella sonríe furtivamente y me mira de la cabeza a los pies—. Lástima que me quedé atrapada con un compañero tan feo.
Levanto las manos en actitud defensiva.
 
—Lástima que me quedé atrapada con una mentirosa.
 
Caminamos a lo largo de un pasillo cilíndrico bañado por una tenue luz roja. Incluso aquí, las pantallas planas proyectan una serie de noticias y actualizaciones del dirigible. Están mostrando una lista de adónde se dirigen todos los dirigibles activos de la República, acompañadas de sus fechas y horarios. Aparentemente doce están en el aire en este momento. Al pasar por una de las pantallas, mis ojos echan un vistazo al Dynasty RS.
 
 NAVE  DE  LA  REPÚBLICA  DYNASTY  /  SALIDA:  0851  HORA  OCEÁNICA ESTÁNDAR,    01.13    DESDE    MUELLE    FARAÓN,    LAS    VEGAS,    NV    / LLEGADA:   1704   HORA   FRONTERIZA   ESTÁNDAR,   01.13   A   MUELLE BLACKWELL,  LAMAR,  CO.


 
Lamar. Vamos de camino a una ciudad en el frente de guerra al norte. Un paso más cerca de Eden, me recuerdo a mí mismo. June estará bien. Esta misión acabará pronto.
La primera habitación en la que entramos es enorme; hileras e hileras de calderas gigantes y respiraderos silbantes, con decenas de trabajadores operando en cada uno. Algunos están comprobando las temperaturas, mientras otros están vertiendo algo parecido a carbón blanco dentro de hornos. Todos ellos están vestidos con los mismos atuendos que Tess tenía puesto antes de que nos dejará en Venecia. Nos apresuramos a lo largo de una de las hileras de calderas hasta que atravesamos la siguiente puerta. Una escalera más. Y entonces salimos en la cubierta inferior del Dynasty.
 
Este dirigible es enorme. Había estado en dirigibles antes, por supuesto. Cuando tenía trece años, me metí en la cubierta de vuelo del Pacífica RS y robé combustible de tres aviones de combate F-170, luego lo vendí en el mercado negro por un buen precio. Pero nunca antes había estado en uno de este tamaño. Kaede nos guía fuera de la puerta de la escalera y hacia una pasarela metálica que muestra una vista de todos las plantas por encima de nosotros. Los soldados están por todas partes.
Caminamos con ellos, con cuidado de controlar nuestras expresiones faciales. Aquí en la planta baja, varias formaciones de tropas realizan inspecciones. Las puertas están alineadas en el pasillo, y entre cada cuatro puertas hay una pantalla plana mostrando noticias. El retrato del nuevo Elector cuelga encima de cada pantalla. Se mueven rápido, ¿no?
La oficina de Razor es una de la media docena que hay en la misma pared de la cubierta cuatro, con un sello plateado de la República incrustado en su puerta. Kaede golpea dos veces. Cuando ella escucha la voz de Razor llamándonos para entrar, nos apresura dentro, después cierra la puerta cuidadosamente detrás de ella y se pone en posición firme. Sigo su ejemplo. Nuestras botas resuenan sobre el duro piso de madera. Algo en la habitación huele como a jazmín, y mientras me fijo en las ornamentadas y esféricas lámparas de pared, en el retrato del Elector en la pared del fondo, me doy cuenta de lo frío que está aquí.
Razor se pone de pie detrás de su escritorio con las manos en la espalda, todo sofisticado en su uniforme formal de comandante, hablando a una mujer vestida con un atuendo similar.
Tardo un segundo en darme cuenta que esa mujer es la comandante Jameson.


Kaede y yo nos quedamos congelados en el sitio. Después de la impresión de ver a Thomas, había asumido simplemente que si la comandante Jameson estaba en algún lugar de Vegas, sería en el muelle piramidal, monitorizando el progreso de sus capitanes. Nunca pensé que ella estaría en la nave. ¿Por qué estaba yendo ella al frente de guerra?
Razor asiente en nuestra dirección mientras que ambos le saludamos.
 
—Descansen —nos dice a nosotros, luego vuelve su atención a la comandante Jameson. A mi lado, puedo sentir la tensión de Kaede. Mis instintos callejeros se activan de inmediato. Si Kaede está ansiosa, significa que los Patriotas no habían planeado que la comandante Jameson estuviera aquí. Mis ojos se mueven hacia la cerradura de la puerta; me imagino girando sobre mis talones, echando la puerta abajo, y oscilando sobre la barandilla del balcón hacia la cubierta inferior. El diseño de la nave aparece en mi mente como un mapa tridimensional. Necesito estar preparado para salir huyendo si ella me reconoce. Tener mi ruta de escape lista.
 
—Me han aconsejado mantener mis ojos abiertos —le dice la comandante Jameson a Razor. Él parece completamente imperturbable; sus hombros están relajados, y muestra una sencilla sonrisa—. Y tú también deberías, DeSoto. Si notas algo extraño, ven a mí. Estaré lista.
—Por supuesto. —Razor inclina su cabeza respetuosamente hacia la comandante Jameson, aún incluso cuando las insignias de su uniforme indican que él es su superior—. Todo lo mejor para ti, y para Los Ángeles.
Intercambian un cordial saludo. Luego la comandante Jameson comienza a caminar hacia la puerta. Me esfuerzo por permanecer quieto, pero cada uno de mis músculos está gritándome que escape.
La comandante Jameson me pasa, y espero tranquilamente mientras me examina de la cabeza a los pies. Por el rabillo del ojo, puedo ver las duras líneas de su rostro y la estrecha línea escarlata de sus labios. Detrás de su expresión hay una gélida nada: una completa falta de emociones que inyecta miedo y odio en mi sangre. Después noto que su mano está vendada. Aún herida de cuando me había mantenido cautivo en la Intendencia de Batalla, cuando le había mordido hasta casi alcanzar el hueso.
Ella sabe quién soy, pienso. Una gota de sudor se escurre por mi espalda. Ella lo debe saber.


Incluso con un breve vistazo, ella puede ver a través de mi disfraz, este cabello corto oscuro y la cicatriz sintética y contactos marrones. Espero a que dé la voz de alarma. Mis botas inclinándose contra el suelo, preparadas para correr. Mi pierna curada palpita.
Pero el instante pasa, y la mirada de la comandante Jameson gira hacia otro lado mientras llega a la puerta. Doy un paso atrás del precipicio.
—Tu uniforme está arrugado, soldado —me dice con repugnancia—. Si yo fuera el comandante DeSoto, te daría una docena de vueltas como castigo.
Se aleja, camina a través de la puerta y desaparece. Kaede cierra la puerta otra vez; sus hombros se encorvan, y la escucho dejar escapar un suspiro.
—Buena esa —le dice a Razor mientras se deja caer en el sofá de la oficina. Su voz desprende sarcasmo.
Razor me invita a que me siente también.
 
—Tenemos que darte las gracias, Kaede —dice él—. Por el disfraz de primera clase de nuestro joven amigo. —Kaede sonríe por su cumplido—. Pido perdón por la inesperada sorpresa. La comandante Jameson se ha enterado de la detención de June. Ella quiso subir a bordo de la nave para ver si algo más pasaba. —Se sienta detrás de su escritorio—. Ella va a tomar un avión de vuelta a Vegas ahora mismo.
Me siento débil. Mientras descanso en el sofá junto a Kaede, no puedo dejar de echarle un vistazo a las ventanas en caso de que la comandante Jameson vuelva por algo. Las ventanas están hechas de vidrio esmerilado. ¿Puede alguien abajo vernos aquí arriba?
Kaede ya relajada ahora, está charlando hasta por los codos con Razor sobre nuestros próximos pasos. A qué hora aterrizamos, cuándo deberíamos reagruparnos en Lamar, si los soldados señuelo de la capital están en su sitio o no. Pero yo sólo me siento y pienso acerca de la expresión de la comandante Jameson. De todos los oficiales de la República que me he cruzado, excepto quizás por Chian, solo los ojos de la comandante Jameson pueden congelarme hasta detener mi corazón. Lucho por desvanecer los recuerdos de como ella ordenó la muerte de mi madre… y la ejecución de John. Si Thomas tiene a June bajo arresto, ¿qué le hará la comandante Jameson a ella? ¿Puede Razor mantenerla protegida realmente? Cierro mis ojos e intento mandar un pensamiento silencioso a June.
Permanece a salvo. Quiero verte de nuevo cuando todo esto haya terminado.


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Mensaje por mariateresa Dom 13 Mayo - 12:43

Todo estoe pone los pelos de punta...todo me da muy mala espina..
Gracias por el capi


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Mensaje por yiniva Dom 13 Mayo - 19:16

Maria Teresita me pasa lo mismo, esa es gente muy poderosa y no me creo que no quieran lastimar a June


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Mensaje por yiniva Dom 13 Mayo - 19:24

JUNE


No me atrevo a mirar otra vez a Day antes de dejarlo atrás. A medida que el Patriota de Razor me aleja de la entrada principal de la pirámide Faraón, mantengo mi rostro apartado firmemente de él. Es lo mejor, me digo. Si la misión sale bien, sólo será una breve separación.
 
Las preocupaciones de Day sobre mi bienestar están golpeándome realmente ahora. El plan de Razor para mí suena bien, pero algo podría salir mal. ¿Qué pasaría si, en lugar de llevarme a ver al Elector, me disparan al instante que me encuentren? O podrían atarme al revés en una sala de interrogatorios y golpearme hasta dejarme sin sentido. Lo he visto suceder muchas veces. Podría estar muerta antes de que acabe el día, mucho antes de que el Elector se entere que he sido encontrada. Un millón de cosas podrían salir mal.
Por eso tengo que concentrarme, me recuerdo a mí misma. Y no puedo hacer eso si miro a los ojos de Day.
Ahora el Patriota me guía dentro de la pirámide y por una estrecha pasarela que bordea un lado de una pared. Es ruidoso y caótico aquí. Cientos de soldados se arremolinan alrededor de la planta baja.
Razor me había dicho que me iban a poner en una de las habitaciones vacías del cuartel en la primera planta, donde pretendería haberme estado escondiendo antes de tratar de colarme a bordo del Dynasty RS. Cuando soldados de la República derriben la puerta y vengan a mí, yo tengo que supuestamente huir de ellos. Darles todo lo que tengo.
Mis pasos se aceleran hasta coincidir con mi guía. Ahora llegamos al final del pasillo, donde una puerta asegurada (un metro y medio de ancho, tres metros de alto) se aleja de la planta principal y en los pasillos de la primera planta de los cuarteles. El guía desliza la tarjeta a través de la puerta. Esta emite un pitido, luego parpadea verde y se abre.
—Ponte a luchar cuando vengan a por ti —me dice el Patriota con una voz que apenas escucho. Su aspecto no es diferente de cualquiera de los otros soldados aquí, con el cabello peinado hacia atrás y un uniforme negro—. Asegúrate de que ellos crean que no quieres ser atrapada. Estabas tratando de entrar cerca de Denver. ¿De acuerdo?
Asiento.
 
Su atención se aparta de mí. Estudia el pasillo, inclinando la cabeza para inspeccionar el techo. Una fila de cámaras de seguridad se alinean en este pasillo, ocho en total, una mirando hacia el frente de cada puerta acuartelada.
Antes de que prosigamos hasta el final en la sala, el guía saca una navaja y la utiliza para desprender uno de los botones brillantes que recubren su chaqueta. Entonces él mismo se apoya contra la puerta, presiona un pie contra cada lado del marco de la puerta, y salta.
 
Echo un vistazo por el pasillo. No hay otros soldados aquí en este momento, pero ¿y si
de pronto uno gira en la esquina? No es ninguna sorpresa si me capturan aquí (ese es nuestro objetivo, después de todo), pero, ¿qué pasa con mi guía?
Él llega hasta la primera cámara de seguridad, a continuación, utiliza el cuchillo para raspar un poco de la capa de goma protegiendo los cables de la cámara. Cuando un poco de la goma se rompe y expone los cables por debajo, envuelve sus dedos en la longitud de su manga y presiona el botón de metal contra los cables.
Una explosión silenciosa estalla en chispas. Para mi sorpresa, cada cámara de seguridad a lo largo del pasillo parpadea y se apaga.
—¿Cómo las apagaste todas con sólo un…? —empiezo a susurrar. El guía salta de nuevo hacia el suelo y me señala a que me dé prisa.
—Soy un Hacker —susurra en respuesta a medida que corremos—. He alterado los centros de mando aquí antes. Recableé las cosas un poco para nuestra conveniencia.
—Sonríe con orgullo, mostrando unos dientes muy blancos—. Pero esto no es nada. Sólo tienes que esperar hasta que te enteres de lo que hemos hecho a la Torre del Capitolio de Denver.
Impresionante. Si Metias se uniera a los Patriotas, sería un Hacker también. Si estuviera vivo.


Corremos por el pasillo hasta que nos detenemos en una de las puertas. Barraca 4-A. Aquí él saca una tarjeta y la desliza por el panel de acceso de la puerta. Esta hace clic y se abre un poco; en el interior, ocho filas de literas y taquillas se alzan en la oscuridad.
El Hacker se vuelve hacia mí.
 
—Razor quiere que esperes aquí para asegurar que los soldados correctos te capturen. Tiene una patrulla específica en mente.
Por supuesto, tiene mucho sentido. Confirma que Razor no quiere que yo sea golpeada al dejar que cualquier patrulla de la República me arreste.
—¿Quién…? —empiezo a preguntar.
 
Pero él golpea el borde de su gorra militar antes de que pueda terminar.
 
—Todos estaremos viendo tu misión desde las cámaras. Buena suerte —susurra. Luego se ha ido, corriendo por el pasillo hasta que él rodea una esquina y no puedo verlo más.

Tomó una respiración profunda. Estoy sola. Tiempo de esperar a que los soldados me arresten.
 
Camino rápidamente dentro de la habitación y cierro la puerta de la barraca. Está absolutamente oscuro aquí dentro, sin ventanas, ni siquiera una rendija de luz debajo de la puerta. Sin duda un lugar lo suficientemente creíble para mí estar escondida. No me molesto en moverme más en la habitación; ya sé cuál es su diseño: filas de literas y un baño comunal. Acabo recostándome contra la pared junto a la puerta. Mejor quedarme aquí.
Extiendo la mano en la oscuridad y encuentro el pomo de la puerta. Usando mis manos para medir, calculo cuán lejos está el pomo del suelo (un metro y siete centímetros). Esa es probablemente la cantidad de espacio entre el pomo de la puerta y la parte superior del marco de la puerta también. Vuelvo a pensar en cuando estábamos todavía de pie en el pasillo, imaginando la cantidad de espacio entre el borde superior del marco de la puerta y el techo. Debe haber sido un poco menos de dos metros.
Muy bien. Ahora todos mis datos están en su lugar. Me recuesto con la espalda contra la pared, cierro los ojos, y espero.
Doce minutos se arrastran.
 
Luego, más abajo en el pasillo fuera, escuchó el ladrido de un perro.


Mis ojos se abren de golpe. Ollie. Reconocería ese ladrido en cualquier lugar; mi perro sigue vivo. Vivo, por algún milagro. Alegría y confusión pasan sobre mí. ¿Qué diablos está haciendo aquí? Presiono el oído contra la puerta y escucho. Varios segundos más de silencio pasan. Entonces, oigo el ladrido de nuevo.
Mi pastor blanco está aquí.
 
Ahora pensamientos están corriendo por toda mi mente. La única razón por la cual Ollie estaría aquí es porque está con una patrulla; la patrulla que me está cazando. Y sólo hay un soldado que podría pensar en usar mi propio perro para olfatearme: Thomas. Las palabras del Hacker vuelven a mí. Razor quería que “los soldados correctos” me capturen. Tenía una patrulla específica en mente.
Por supuesto la patrulla —la persona— que Razor tenía en mente sería Thomas.
 
Thomas debió haber sido asignado por la comandante Jameson para localizarme. Él está usando a Ollie como ayuda. Pero de todas las patrullas por las que prefiero ser arrestada, la de Thomas clasifica de últimas en la lista. Mis manos comienzan a temblar.
Yo no quiero ver al asesino de mi hermano otra vez.

Los ladridos de Ollie crecen constantemente más fuertes. Con estos llegan los primeros sonidos de pasos y voces. Oigo la voz de Thomas en el pasillo, gritando a sus soldados. Aguanto la respiración y me recuerdo a mí misma los números que había calculado.
Están justo fuera de la puerta. Sus voces han quedado en silencio, sustituido por clics (los seguros de las armas cargadas, suena como algo de la serie M, algunos rifles edición-estándar).
Lo siguiente parece suceder en cámara lenta. La puerta cruje al abrirse y la luz se derrama en el interior. Inmediatamente hago un pequeño salto y alzo una pierna; mi pie aterriza en silencio en el pomo de la puerta cuando ésta se abre hacia mí. A medida que los soldados entran en la sala con sus armas en mano, me impulso y agarro la parte superior del marco de la puerta usando el pomo como escalón. Me elevo a mí misma. Sin hacer ruido, me poso en la parte superior de la puerta abierta como un gato.
Ellos no me ven. Es probable que no puedan ver nada excepto la oscuridad aquí dentro. Los cuento en un instante. Thomas lidera el grupo con Ollie a su lado (para mi sorpresa, Thomas no tiene su arma en mano), y detrás de él hay un grupo de cuatro soldados. Hay más soldados fuera de la habitación, pero no puedo decir cuántos.


—Ella está aquí —dice uno de ellos, con una mano presionada en su oreja—. No ha tenido la oportunidad de abordar los dirigibles todavía. El comandante DeSoto acaba de confirmar que uno de sus hombres la vio entrar.
Thomas no dice nada. Lo veo girarse para observar el cuarto oscuro. Luego su mirada se pasea por la puerta.
Nuestras miradas se encuentran.
 
Saltó y lo derribo al suelo. En un momento de furia ciega, en realidad quiero romper su cuello con mis propias manos. Sería tan fácil.
Los otros soldados claman por sus armas, pero en el caos escucho a Thomas exclamar asfixiadamente una orden.
 
—¡No disparen! ¡No disparen! —Agarra mi brazo. Casi me las arreglo para liberarme y me abalanzó a través de los soldados y por la puerta, pero un segundo soldado me derriba. Todos están sobre mí ahora, un torbellino de uniformes incautando mis brazos y arrastrándome a mis pies. Thomas sigue gritando a sus hombres que tengan cuidado.
Razor tenía razón acerca de Thomas. Querrá mantenerme con vida para la comandante Jameson.
Por último, esposan mis manos y me empujan con tanta fuerza contra el suelo, que no me puedo mover. Oigo la voz de Thomas por encima de mi cabeza.
—Me alegro de verte de nuevo, señorita Iparis. —Su voz tiembla—. Estás bajo arresto por agredir a soldados de la República, por crear una perturbación en la Intendencia de Batalla, y por abandonar tu puesto. Tienes el derecho a permanecer callada. Cualquier cosa que digas puede y será usado en tu contra en un tribunal de justicia. —Noto que no dice nada acerca de ayudar a un criminal. Todavía tiene que fingir que la República ejecutó a Day.
Me ponen de pie y me llevan de vuelta al final del pasillo. Para el momento en que estamos en la luz del sol, más que unos pocos soldados que pasaban se detienen a mirar. Los hombres de Thomas me empujan sin contemplaciones en el asiento trasero del jeep de una patrulla esperando, encadenan mis manos a la puerta, y encierran mis brazos hacia abajo con grilletes metálicos. Thomas se sienta a mi lado y apunta con su arma a mi cabeza. Ridículo. El jeep nos introduce a través de las calles.
Los otros dos soldados que se sientan delante del jeep me miran en el espejo retrovisor. Actúan como si fuera una especie de salvaje armada; y en cierto modo, supongo que eso es cierto. La ironía de todo esto me da ganas de reír. Day es un soldado de la República a bordo del Dynasty RS, y yo soy la cautiva más valiosa de la República. Hemos cambiado lugares.
Thomas trata de ignorarme mientras viajamos, pero mis ojos nunca lo dejan. Parece cansado, con sus labios pálidos y oscuros círculos bordeando sus ojos. Tiene rastros de barba en su cara, una sorpresa en sí; Thomas normalmente no se mostraría sin estar perfectamente afeitado. La comandante Jameson debe haberle dado un mal rato por dejarme escapar de la Intendencia de Batalla. Probablemente lo interrogaron.
 
Los minutos se alargan. Ninguno de los soldados habla. El que nos conduce, mantiene sus ojos firmemente en el camino, y todo lo que podemos oír es el zumbido del motor del jeep y los sonidos apagados de fuera en las calles. Juro que los otros también pueden escuchar el martilleo de mi corazón. Desde aquí puedo ver el jeep que maneja delante de nosotros, y por su ventana trasera puedo ver destellos ocasionales de pelaje blanco que me hace sentir increíblemente feliz. Ollie. Desearía que él fuera en el mismo jeep conmigo.
Finalmente, me giro hacia Thomas.
 
—Gracias por no lastimar a Ollie.
 
No espero que me conteste. Los Capitanes no hablan con los prisioneros, solía decir él. Pero para mi sorpresa, se encuentra con mi mirada. Por mí, al parecer, él está dispuesto a romper el protocolo.
—Tu perro resulto ser de utilidad.
 
Él es el perro de Metias. Mi ira empieza a crecer otra vez, pero la empujo hacia abajo. Es inútil rabiar por algo que no ayudará en mis planes. En sí, es interesante que mantuviera a Ollie con vida; pudo haberme rastreado sin él. Ollie no es un perro policía, no tiene ningún entrenamiento en el olfateo de objetivos. No pudo haber ayudado cuando ellos estaban tratando de rastrearme al otro lado del país; sólo es útil en un rango muy cercano. Lo que significa que Thomas lo mantuvo vivo por otras razones. ¿Debido a que se preocupa por mí? O… quizá aún se preocupa por Metias. Ese pensamiento me asusta. Una imagen de Thomas se desliza cuando no respondo. Luego hay otro largo silencio.
—¿A dónde me llevan?
 
—Estarás detenida en la Penitenciaría High Desert hasta después de tu interrogatorio, y entonces los tribunales decidirán a dónde iras.


Tiempo de poner el plan de Razor en marcha.
 
—Después de mi interrogatorio, puedo garantizarte que los tribunales van a mandarme a Denver.
Uno de los guardias sentados enfrente entrecierra sus ojos hacia mí, pero Thomas levanta su mano.
—Déjala hablar —dijo—. Todo lo que importa es que la entreguemos ilesa. —Entonces mira fijamente hacia mí. También se ve más flaco desde la última vez que lo vi; incluso su cabello peinado de lado, luce apagado y lacio—. Y, ¿por qué es eso?
—Tengo información que el Elector podría considerar de mucho interés.
 
La boca de Thomas se crispa; está desesperado por interrogarme ahora, por descubrir cualquier secreto que pudiera tener. Pero eso está fuera del protocolo, y él ya ha roto suficientes reglas al conversar ociosamente conmigo.
Parece decidir entre presionarme aún más.
 
—Veremos que podemos obtener de ti.
 
Entonces me doy cuenta que es un poco extraño que me mandaran a la penitenciaría de Vegas para empezar. Debería ser interrogada y juzgada en mi estado natal.
—¿Por qué estoy siendo retenida aquí? —pregunto— ¿No debería estar de camino a Los Ángeles?
Thomas mantiene sus ojos viendo al frente ahora.
 
—Cuarentena —replica. Yo frunzo el ceño.
—¿Qué, también se extendió hasta el sector Batalla?
 
Su respuesta manda un escalofrío por toda mi columna.
 
Los Ángeles está bajo cuarentena. Toda ella.

HIGH  DESERT.
SALA  416  (20  ×  12  METROS  CUADRADOS).


2224  HORAS;  MISMO  DÍA  DE  MI  CAPTURA.
 
Me senté algunos pasos separada de Thomas. Nada más que una endeble mesa nos separa… bueno, si no cuento el número de soldados parados detrás de él montando guardia. Ellos se remueven incómodos cada vez que mis ojos descansan en ellos. Me balanceo un poco en mi silla, luchando contra el agotamiento, y tintineando las cadenas que mantienen mis brazos asegurados a través de mi espalda. Mi mente está empezando a divagar; me mantengo pensando en lo que Thomas había dicho sobre Los Ángeles y su cuarentena. No hay tiempo que perder en eso ahora, me digo, pero los pensamientos no desaparecerán. Trato de imaginar la Universidad Drake marcada con los señalamientos de peste, las calles del sector Ruby atestadas con patrullas antipeste.
¿Cómo es posible? ¿Cómo podía estar la ciudad entera bajo cuarentena?
 
Hemos estado en esta habitación por seis horas y Thomas no ha llegado a ningún lado conmigo. Mis respuestas a sus preguntas nos mantienen dando círculos, y lo he estado haciendo de una forma tan sutil que no se ha dado cuenta que he estado manipulando la conversación hasta que él ha desperdiciado otra hora. Ha estado amenazando con matar a Ollie. A lo que amenacé con llevarme cualquier información que tenía a la tumba. Trató amenazándome a mí. A lo que le recordé el factor de llevarme cualquier información a la tumba. Ha intentando incluso algunos juegos mentales; ninguno de los cuales salieron remotamente bien. Simplemente seguí preguntándole por qué Los Ángeles está bajo cuarentena. Había sido entrenada en técnicas de interrogación tanto como él, y he estado contraatacando sobre él. Aún no se ha vuelto físicamente contra mí, del modo en que lo hizo con Day. (Este es otro detalle interesante. No importa lo mucho que Thomas se preocupe por mí; si sus superiores le ordenan usar la fuerza física, él lo hará. Dado que no me ha lastimado todavía, significa que la comandante Jameson le dijo que no lo hiciera. Extraño). Aun así, puedo decir que su paciencia conmigo se está agotando.
—Dígame, señorita Iparis —dice después de que nos quedamos en silencio por un momento—. ¿Qué me costará para que me digas algo útil?
Mantengo mi rostro sin expresión.
 
—Ya te lo he dicho. Te voy a cambiar una respuesta por una pregunta. Tengo información para el Elector.
—No estás en posición de negociar. Y no puedes seguir así indefinidamente. —Thomas se inclina hacia atrás en su silla y frunce el ceño. Las luces fluorescentes proyectan


largas sombras bajo sus ojos. Contra las paredes blancas sin decorar de la habitación (aparte de dos banderas de la República y el retrato del Elector), Thomas destaca siniestramente con su uniforme negro y rojo de capitán. Metias solía usar un uniforme como ese—. Sé que Day está vivo, y sabes cómo podemos encontrarlo. Hablarás después de unos días sin comida ni agua.
—No asumas lo que haré o no haré, Thomas —replico—. En cuanto a Day, pensaría que la respuesta es obvia. Si estuviera vivo, se dirigiría a rescatar a su hermano menor. Cualquier tonto podría adivinar eso.
Thomas trata de ignorar mi golpe, pero puedo ver la irritación en su cara.
 
Si está vivo, él nunca encontrará a su hermano. Esa localización es clasificada. No necesito saber adónde quiere ir Day. Necesito saber en dónde está.
—No hace ninguna diferencia. Nunca lo atraparás de todas maneras. Él no caerá en el mismo truco dos veces.
 
Thomas se cruza de brazos. ¿Fue realmente sólo hace unas cuantas semanas atrás que ambos nos sentamos juntos, cenando en un café de Los Ángeles? El pensamiento sobre Los Ángeles me recuerda las noticias de la cuarentena, y me imagino el café vacío, cubierto de notificaciones de cuarentena.
—Señorita Iparis —dice Thomas, colocando sus manos extendidas sobre la mesa—. Podemos continuar así por siempre, puedes simplemente seguir siendo sarcástica y negando con la cabeza hasta que colapses de agotamiento. No quiero lastimarte. Tienes la oportunidad de redimirte a la República. A pesar de todo lo que has hecho, recibí la palabra de mis superiores de que aún te consideran valiosa.
Entonces. La comandante Jameson estaba asegurándose de que no me lastimen durante mi interrogatorio.
—Qué amable —replico, dejando que el sarcasmo se deslice en mis palabras—. Soy más suertuda que Metias.
Thomas suspira, inclina la cabeza y se aprieta el puente de la nariz con exasperación. Se sienta de esa forma por un momento. Entonces hace señas hacia los otros soldados.
—Todos fuera —espeta.
 
Cuando los soldados nos dejan solos, se voltea hacia mí y se inclina hacia delante hasta poner sus brazos sobre la mesa.


—Siento que tengas que estar aquí —dice quedamente—. Espero que entiendas, señorita Iparis, que estoy ligado a mi deber de hacer esto.
—¿En dónde está la comandante Jameson? —replico—. Es tu titiritero, ¿no? Habría pensado que ella vendría a interrogarme también.
Thomas no se inmuta con mi burla.
 
—Está conteniendo Los Ángeles por el momento, organizando la cuarentena y reportando la situación al Congreso. Con el debido respeto, el mundo no gira alrededor de ti.
Conteniendo Los Ángeles. Las palabras me dan escalofríos.
 
—¿Las pestes están realmente tan mal en este momento? —decidí preguntar eso otra vez, manteniendo mis ojos fijos en el rostro de Thomas—. ¿La cuarentena de L.A es debido a la enfermedad?
Él sacude la cabeza.
 
—Es Clasificado.
 
—¿Cuándo será levantada? ¿Están todos los sectores en cuarentena?
 
—Deja de preguntar. Te lo dije, la ciudad entera lo está. Aún si supiera cuándo será levantada, no tendría todavía una razón para decírtelo.
Sé al instante por su expresión lo que eso significa en realidad: la comandante Jameson no me dijo lo que está pasando en la ciudad, así que no tengo idea. ¿Por qué ella necesitaría mantenerlo en la oscuridad?
—¿Qué pasó en la ciudad? —presiono, esperando poder conseguir algo más de él.
 
—Eso no es relevante a tu interrogatorio —replica Thomas, tamborileando sus dedos impacientemente contra sus brazos—. Los Ángeles ya no es de tu incumbencia, señorita Iparis.
—Es mi ciudad natal —respondo—. Crecí ahí. Metias murió ahí. Por supuesto que me concierne.
Thomas se queda en silencio. Su mano se alza para apartar su oscuro cabello lejos de su cara, y sus ojos buscan los míos. Minutos pasan.


—Así que, de eso se trata todo esto —murmura finalmente. Me pregunto si está diciendo esto porque está demasiado cansado después de pasar seis horas en esta habitación—. Señorita Iparis, lo que le pasó a su hermano…
—Sé lo que pasó —le interrumpo. Mi voz tiembla, alzándose con ira—. Tú lo mataste. Lo vendiste al estado. —Las palabras lastiman tanto que apenas soy capaz de liberarlas.
Su expresión tiembla. Deja escapar una tos y se endereza en su silla.
 
—La orden vino directamente de la comandante Jameson, y la última cosa que haría es desobedecer una orden directa de ella. Deberías conocer esta regla tan bien como yo; sin embargo, debo admitir que nunca fuiste buena siguiéndolas.
—¿Qué, entonces estuviste dispuesto a entregarlo así, porque él descubrió cómo murieron nuestros padres? Él era tu amigo, Thomas. Creciste con él. La comandante Jameson no te habría dado ni la hora del día, no estarías sentado al otro lado de esta mesa ahora mismo, si Metias no te hubiera recomendado a su patrulla. ¿O has olvidado es? —Alzo mi voz—. ¿No pudiste arriesgar ni siquiera una fracción de tu propia seguridad para ayudarlo?
 
Era una orden directa —repite Thomas—. La comandante Jameson no debe ser cuestionada. ¿Por qué no entiendes eso? Ella sabía que él hackeó la base de datos de las personas fallecidas, junto con un montón de registros del gobierno de seguridad alta. Tu hermano rompió la ley, varias veces. La comandante Jameson no podía tener un capitán muy respetado en su patrulla cometiendo crímenes bajo sus narices.
Entrecerré mis ojos.
 
—¿Y es por eso que lo mataste en un callejón oscuro, y después culpaste a Day?
¿Debido a que seguirías felizmente las órdenes de tu comandante sin pensarlo? Thomas golpea la mesa con su mano lo suficiente fuerte para hacerme saltar.
Era una orden firmada por el Estado de California —grita él—. ¿Entiendes lo que estoy diciendo? No tenía otra opción. —Sigue hablando, ahora a un ritmo más acelerado, aparentemente determinado a borrar las palabras. Un extraño brillo resplandece en sus ojos, algo que no puedo precisar totalmente. ¿Qué es?—. Soy un soldado de la República. Cuando me uní al ejército hice un juramento de obedecer las órdenes de mis superiores a todo costo. Metias hizo el mismo juramento, y lo rompió.


Hay algo extraño en la manera en que se refiere a Metias, una clase de emoción escondida que me confunde.
—El estado está arruinado. —Respiro profundo—. Y tú eres un cobarde por dejar a Metias a su merced.
Los ojos de Thomas se estrechan como si lo hubiera apuñalado. Lo examino más de cerca, pero él nota que lo estoy analizando y aparta su rostro, girándose, escondiendo su cara en sus manos.
 
Pienso en mi hermano de nuevo, esta vez repasando mis recuerdos a través de sus años pasados en la compañía de Thomas. Metias había conocido a Thomas desde que eran niños, mucho antes de que yo naciera. Cada vez que su padre, el conserje de nuestro apartamento, traía a Thomas para acompañarlo durante sus turnos de trabajo, Thomas y Metias jugaban por horas sin parar. Video juegos militares. Armas de juguete. Desde que aparecí en la imagen, recuerdo las muchas conversaciones que los dos compartían en nuestra sala de estar, y cuán seguido estaban juntos. Recuerdo el puntaje de la Prueba de Thomas: 1365.
Bueno para un niño del sector pobre, pero promedio para niños del sector Ruby. Metias fue el primero en percatarse del intenso interés de Thomas en convertirse en un soldado. Él había pasado tardes completas enseñándole a Thomas todo lo que sabía. Thomas nunca habría llegado a la Universidad Highland del sector Esmerald sin la ayuda de mi hermano.
Mi respiración se vuelve superficial cuando algo encaja. Recuerdo la manera en que la mirada de Metias permanecía en Thomas durante sus sesiones de entrenamiento. Siempre había asumido que era sólo la manera en que mi hermano analizaba la postura y desempeño de Thomas para mayor exactitud. Recuerdo cuán paciente y gentil era Metias cuando le explicaba las cosas a Thomas. La manera en que su mano tocaba el hombro de Thomas. La noche cuando había comido edame en esa cafetería con Thomas y Metias, cuando Metias dejó de seguir a Chian. La manera en que la mano de Metias algunas veces descansaba en el brazo de Thomas por un poco más de tiempo de lo debido. La conversación que tuve con mi hermano cuando él me cuidó el día de su iniciación. Cómo se había reído. No necesito novias. Tengo una hermana pequeña que cuidar. Y era verdad. Había salido con un par de chicas en la universidad, pero nunca por más de una semana, y siempre con un cortés desinterés.
Tan obvio. ¿Cómo no había visto esto antes?


Por supuesto que Metias nunca me habló de ello. Las relaciones entre oficial y subalterno están estrictamente prohibidas. Severamente castigadas. Metias había sido quien recomendó a Thomas para la patrulla de la comandante Jameson… Él debe haberlo hecho por el bien de Thomas, aun cuando él sabía que significaba que cualquier posibilidad de una relación sería imposible.
Todo esto pasa rápidamente por mis pensamientos en cuestión de segundos.
 
—Metias estaba enamorado de ti —susurro. Thomas no responde.
—¿Y bien? ¿Es verdad? Debes haberlo sabido.
 
Thomas todavía no responde. En cambio, mantiene su cabeza en sus manos y repite:
 
—Hice un juramento.
 
—Espera un minuto. No entiendo. —Me recuesto en mi silla y respiro profundo. Mis pensamientos ahora son un embrollo de confusión. El silencio de Thomas me dice mucho más de lo que él podría decir en voz alta.
 
—Metias te amaba —digo lentamente. Mis palabras están temblando—. E hizo tanto por ti. ¿Pero aun así lo entregaste? —Sacudo mi cabeza con incredulidad—. ¿Cómo pudiste?
Thomas me mira entre sus manos, un destello de confusión ilumina su cara.
 
—Nunca lo reporté.
 
Nos miramos el uno al otro por mucho tiempo. Finalmente, digo apretando los dientes:
 
—Dime qué pasó, entonces. Thomas se queda mirando el vacío.
—Los administradores de seguridad encontraron rastros que dejó detrás cuando hackeó el sistema a través de un agujero —contesta—. En la base de datos de los civiles fallecidos. Los administradores me lo reportaron primero, con la condición de que yo le pasaría el mensaje a la comandante Jameson. Siempre le había advertido a Metias sobre hackear. Traicionas a la República muchas veces, y eventualmente eres atrapado. Permanece leal, permanece fiel. Pero él nunca me escuchó. Ninguno de ustedes lo hace.


—Entonces, ¿mantuviste su secreto?
 
Thomas deja caer su cabeza en sus manos de nuevo.
 
—Primero confronté a Metias sobre ello. Me lo admitió. Le prometí que no se lo diría a nadie, pero en lo profundo de mí ser, quería hacerlo. Nunca le he escondido algo a la comandante Jameson. —Se detiene aquí por un segundo—. Resulta que mi silencio no habría hecho una diferencia. Los administradores decidieron remitirle un mensaje a la comandante Jameson de todas formas. Así es como ella se enteró. Después me hizo encargarme de Metias.
Escucho en silencio impactada. Thomas nunca había querido matar a Metias. Trato de imaginar un escenario que pueda soportar. Tal vez incluso trató de hacer que la comandante Jameson le asignara la misión a alguien más. Pero ella se negó, y él escogió hacerlo de todas formas.
Me pregunto si Metias alguna vez actuó de acuerdo a su atracción, y si Thomas le correspondió. Conociendo a Thomas, lo dudo. ¿Él también amaba a Metias? Él había tratado de besarme esa noche después de la celebración de la captura de Day.
—El baile de celebración —medito, esta vez en voz alta. No necesito explicar esa noche para que Thomas sepa de qué estoy hablando—. Cuando trataste de…
Mis palabras se van apagando mientras Thomas continúa mirando el piso, su expresión oscilando entre dolor y vacío. Finalmente, pasa una mano por su cabello y murmura:
—Me arrodillé ante Metias y lo observé morir. Mi mano estaba en ese cuchillo. Él… Espero, mareada por las palabras que está diciendo.
—Me dijo que no te lastimara —continúa Thomas—. Sus últimas palabras fueron acerca de ti. Y no lo sé. En la ejecución de Day, traté de encontrar una manera de evitar que la comandante Jameson te arrestara. Pero haces que sea muy difícil protegerte, June. Rompes tantas reglas. Como Metias. Esa noche en el baile, cuando te miré a la cara… —Su voz se quiebra—. Pensé que podía protegerte, y que la mejor manera podría ser manteniéndote cerca, tratar de ganarte. No lo sé —repite amargamente—. Incluso Metias tenía problemas cuidándote. ¿Qué oportunidad tenía yo de mantenerte a salvo?
La tarde de la ejecución de Day. ¿Thomas había estado tratando de ayudarme cuando me condujo a ver la electro-bomba en el depósito del sótano? ¿Y si la comandante Jameson estaba preparándose para arrestarme, y Thomas trató de llegar a mí primero? ¿Para qué, ayudarme a escapar? No lo entiendo.
—Sabes, sí me preocupaba por él —dice durante mi silencio. Él simula bravuconería, alguna clase de falso profesionalismo. Aun así, escucho una nota de tristeza—. Pero también soy un soldado de la República. Hice lo que tenía que hacer.
Empujo la mesa a un lado y me lanzo hacia él, aun cuando sé que estoy encadenada a mi silla. Thomas salta hacia atrás. Lucho contra mis cadenas, caigo de rodillas, y después me estiro tratando de agarrar su pierna. Cualquier cosa. Eres un enfermo. Eres tan perverso. Quiero matarlo. Nunca he querido algo tanto en toda mi vida.
No, eso no es verdad. Quiero que Metias esté vivo de nuevo.
 
Los guardias afuera deben haber escuchado la conmoción porque entran, y antes de que lo sepa soy presionada contra el suelo por varios soldados, esposada con un par extra de grilletes, y liberada de mi silla.
 
Me ponen de pie bruscamente. Pateó furiosamente, repasando una lista en mi cabeza de cada ataque que he aprendido en la escuela, tratando frenéticamente de liberarme. Thomas está tan cerca. Él sólo está a un pie de distancia.
Thomas simplemente me mira. Sus manos cuelgan a sus costados.
 
—Era la forma más compasiva de que se fuera —dice. Me hace tener arcadas saber que tiene razón, y que Metias habría sido torturado seguramente hasta morir si Thomas no lo hubiera derribado en ese callejón. Pero no me importa. Estoy cegada, sofocada por mi enojo y confusión. ¿Cómo pudo hacerle eso a alguien que amaba? ¿Cómo podría intentar justificar esto? ¿Qué está mal con él?
Después de la muerte de Metias, en las noches cuando Thomas se sentaba solo en su casa, ¿alguna vez dejaba caer su fachada? ¿Alguna vez se deshizo del soldado y dejó que el civil llorara?
Soy arrastrada fuera de la sala y por el pasillo. Mis manos tiemblan; trato de estabilizar mi respiración, de calmar mi corazón a toda marcha, de empujar a Metias de vuelta a un rincón seguro en mi mente. Una pequeña parte de mí había esperado que estuviera equivocada sobre Thomas. Que él no hubiera sido el que asesinó a mi hermano.
Para la siguiente mañana, todo rastro de emoción ha desaparecido del rostro de Thomas. Me dice que la corte de Denver ha escuchado mi solicitud de ver al Elector y ha decido transferirme a la Penitenciaría del Estado de Colorado.
Salgo hacia la capital.


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Mensaje por yiniva Lun 14 Mayo - 10:02

que sorpresa Metias enamorado de Thomas eso no lo esperaba, este capitulo me hizo dudar un poco sobre la actitud de Thomas, pensé que era un gandalla pero ya no lo creo tanto.


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Mensaje por yiniva Lun 14 Mayo - 10:12

DAY

Aterrizamos en Lamar, Colorado, en una mañana fría y lluviosa, justo a tiempo. Razor se va con su escuadrón. Kaede y yo esperamos en la oscura escalera que conduce afuera desde la entrada trasera de su oficina hasta que los sonidos en el exterior se han calmado y la mayoría de la tripulación de la nave se ha ido. Esta vez no hay guardias realizando análisis de huellas dactilares o comprobaciones de identidad, así que podemos seguir al último de los soldados directamente por la rampa de salida. Nos mezclamos perfectamente con las tropas que en realidad están aquí para luchar por la República.
Cortinas de lluvia helada golpean con fuerza la base a medida que salimos del muelle de la pirámide y entramos al formidable gris de este lugar. El cielo está completamente cubierto por agitadas nubes de tormenta. Los muelles de aterrizaje están alineados a un lado de la agrietada calle de cemento, una siniestra fila de enormes pirámides negras se extiende en cualquier dirección, resbalosas y brillantes por la lluvia. El aire huele a rancio y húmedo. Jeeps repletos de soldados conducen de ida y vuelta, salpicando barro y grava a lo largo del pavimento. Los soldados aquí tienen una amplia franja negra pintada en los ojos de una oreja a la otra. Debe ser alguna clase de loco estilo de frente de guerra. El resto de la ciudad se cierne delante de nosotros: rascacielos grises que probablemente sirven como cuarteles para los soldados, algunos nuevos con paredes lisas y ventanas de cristal tintado, otros con agujeros y desmoronándose como si hubiesen sido alimentados con una dieta constante de granadas. Unos pocos son cenizas y ruinas, a algunos de ellos sólo les queda una pared, apuntando hacia arriba como un monumento roto. No hay edificios adosados aquí, ni explanadas verdes salpicadas de rebaños de ganado.
Nos apresuramos a lo largo de la calle con los rígidos cuellos de nuestras chaquetas volteados hacia arriba en un lamentable intento por protegernos de la lluvia.


—Este lugar ha sido bombardeado, ¿no? —le murmuro a Kaede. Mis dientes castañetean con cada palabra.
Kaede abre la boca con fingida sorpresa.
 
—Vaya. Eres un genio chiflado, ¿sabes?
 
—No lo entiendo. —Estudio los desmoronados edificios que salpican el horizonte—.
¿Qué pasa aquí con el aspecto de neurosis postguerra? ¿La verdadera lucha no está ocurriendo más lejos?
Kaede se inclina hacia adelante para que los demás soldados en la calle no nos oigan.
 
—Las Colonias han estado presionando a lo largo de esta parte de la frontera desde que yo tenía, ¿qué, diecisiete años? De todas formas, por años. Ellos probablemente han alcanzado un centenar de kilómetros desde donde la República afirma que está la línea de Colorado.
 
Después de tantos años de escuchar el constante bombardeo de propaganda de la República, es chocante escuchar que alguien me diga la verdad.
—¿Qué… así que estás diciendo que las Colonias están ganando la guerra, entonces? — pregunto en voz baja.
—Han estado ganando desde hace un tiempo ya. Lo escuchaste de mí en primer lugar. Dale unos cuantos años más, chico, y las Colonias estarán justo en tu patio trasero. — Suena un poco disgustada. Tal vez hay algo de resentimiento persistente que tiene en contra de las Colonias—. Has con eso lo que quieras —murmura—. Sólo estoy aquí por el dinero.
Me quedo en silencio. Las Colonias serán los nuevos Estados Unidos. ¿Puede realmente ser posible que después de tantos años de guerra, esto finalmente pudiera llegar a su fin? Trato de imaginar un mundo sin la República: sin el Elector, las Pruebas, las pestes. Las Colonias como el vencedor. Hombre, demasiado bueno para ser verdad. Y con el potencial asesinato del Elector, todo esto podría hacerse realidad incluso antes. Estoy tentado a presionarla más sobre ello, pero Kaede me hace callar antes de que pueda comenzar, y terminamos caminando en silencio.
Hacemos un giro a varias cuadras y seguimos una doble fila de vías del ferrocarril durante lo que se siente como varios kilómetros. Finalmente, nos detenemos al llegar a una esquina lejos de los cuarteles, oscurecida por las sombras de los edificios en ruinas junto a ésta. Soldados solitarios caminan por aquí y por allá.


—Hay una tregua en la lucha en estos momentos —murmura Kaede mientras echa un vistazo por la vía—. Ha sido por unos pocos días. Pero se retomará en breve. Vas a estar tan agradecido de andar con nosotros; ninguno de estos soldados de la República tendrá el lujo de esconderse bajo tierra cuando caigan las bombas.
—¿Bajo tierra?
 
Pero la atención de Kaede está fija en un soldado caminando directamente hacia nosotros a lo largo de un lado de las vías. Parpadeó para sacar el agua de mis ojos y trato de obtener una mejor vista de él. No está vestido de forma diferente a nosotros, con una empapada chaqueta de cadete con una solapa diagonal de tela que cubre parte de los botones, y una sola raya plateada a lo largo de cada hombro. Su piel oscura está resbaladiza detrás de las capas de una lluvia torrencial, y sus cortos rizos están pegados a su cabeza. Su aliento sale en nubes blancas. Cuando se acerca, puedo ver que sus ojos son de un sorprendente gris pálido.
 
Camina sin reconocernos y le da a Kaede el gesto más sutil: dos dedos de su mano derecha extendidos en una V.
Cruzamos las vías y continuamos por varias cuadras más. Aquí los edificios están abarrotados, muy juntos, y las calles son tan estrechas que sólo dos personas pueden caber en un callejón a la vez. Esta debe haber sido una vez un área donde vivían los civiles. Muchas de las ventanas han estallado y otras están cubiertas con jirones de tela. Veo un par de sombras de personas en su interior, iluminadas por velas parpadeantes. Quien no sea un soldado en esta ciudad debe estar haciendo lo que mi padre solía hacer: cocinar, limpiar y cuidar a las tropas. Papá también debe haber vivido así en la miseria cada vez que se dirigía hacia el frente de guerra para sus períodos de servicio.
Kaede me sacude fuera de mis pensamientos al halarme abruptamente hacia uno de los estrechos y oscuros callejones.
―Muévete rápido ―susurra.
 
―Sabes con quien estás hablando, ¿cierto?
 
Me ignora, se arrodilla a lado del borde de una pared donde hay una reja de metal rayando el piso, después saca un pequeño aparato negro con su brazo bueno. Ella lo desliza rápidamente por el borde de la reja. Pasa un segundo. Después la reja se levanta del piso en dos bisagras y silenciosamente se abre, revelando un agujero negro. Está diseñado deliberadamente para estar desgastado y sucio, me doy cuenta, pero esta cosa ha sido modificada para ser una entrada secreta. Kaede se agacha y salta dentro del agujero. La imito. Mis botas salpican en el charco de agua, y la reja sobre nosotros se cierra de nuevo.
Kaede agarra mi mano y me conduce por el túnel. Huele a algo rancio aquí, como piedra antigua, lluvia y metal oxidado. Agua helada gotea desde el techo y directo a mi cabello húmedo. Viajamos solo unos pocos pies antes de girar a la izquierda, dejando que la oscuridad nos trague.
―Solían haber miles de túneles como este en casi cada frontera de la ciudad ―susurra Kaede en el silencio.
―¿Sí? ¿Para qué eran?
 
―Se dice que estos viejos túneles solían ser usados por americanos del este para tratar de escabullirse al oeste y escapar de las inundaciones. Incluso antes de que la guerra empezara. Así que cada uno de estos túneles pasa por debajo de las barricadas en el frente de batalla entre la República y las Colonias. ―Kaede hace una seña con su mano mostrando el recorrido que apenas puedo ver en la penumbra―. Después de que la guerra empezó, ambos países empezaron a usarlos para atacar, así que la República destruyó todas las entradas dentro de sus fronteras y las Colonias lo hizo en el otro lado. Los Patriotas pudieron desenterrar y reconstruir cinco túneles en secreto. Usaremos este en Lamar ―Se detiene para señalar el techo goteando―, y uno en Pierra. Una ciudad cercana.
Trato de imaginar cómo debió haber sido alguna vez, cuando no existía la República o las Colonias y un solo país cubría el medio de Norte América.
―¿Y nadie sabe que existen? Kaede suelta un bufido.
―¿Crees que estaríamos usando estos si la República supiera de ellos? Ni siquiera lo saben las Colonias. Pero son buenos para las misiones de los Patriotas.
―¿Las Colonias los patrocinan, entonces? Kaede sonríe un poco ante eso.
―¿Quién más nos daría suficiente dinero para mantener túneles como estos? Todavía no he conocido a nuestros patrocinadores por allí; Razor maneja esas relaciones. Pero el dinero sigue viniendo, así que deben estar satisfechos con el trabajo que estamos haciendo.


Caminamos por un momento sin hablar. Mis ojos se han ajustado lo suficiente a la oscuridad de modo que puedo ver como el óxido cubre los lados de los túneles. Riachuelos de agua bajan por las paredes de metal.
―¿Te alegra el que estén ganando la guerra? ―digo después de unos minutos. Con suerte ella estará dispuesta a hablar sobre las Colonias de nuevo―. Quiero decir, ¿dado que prácticamente te echaron de su país? ¿Por qué te irías en primer lugar?
Kaede se ríe amargamente. El sonido de nuestras botas chapoteando a través del agua se hace eco en todo el túnel.
―Sí, supongo que estoy feliz ―dice―. ¿Cuál es la otra alternativa? ¿Observar como la República gana? Tú dime que es mejor. Pero creciste en la República. Quién sabe qué pensabas de las Colonias. Podrías pensar que es el paraíso.
―¿Hay una razón por la que no deba hacerlo? ―contesto―. Mi padre solía contarme historias sobre las Colonias. Dijo que había ciudades completamente iluminadas por electricidad.
 
―¿Tu papá trabajó para una resistencia o algo así?
 
―No estoy seguro. Nunca lo dijo en voz alta. Sin embargo, todos asumimos que debía haber estado haciendo algo a espaldas de la República. Él traía estas… baratijas relacionadas a los Estados Unidos. Cosas antiguas para que una persona normal tuviese. Él hablaba sobre sacarnos a todos de la República algún día. ―Me detengo ahí, perdido por un momento en un viejo recuerdo. Mi colgante se siente pesado alrededor de mi cuello―. No creo que alguna vez sabré en que andaba realmente.
Kaede asiente.
 
―Bueno, crecí cerca de una de las costas en el este de las Colonias, donde rodea al Atlántico Sur. No he vuelto en años; estoy segura que el agua se ha extendido por los menos otros cuatro metros en tierra adentro. De todas formas, entré en una de las Academias de Aeronaves y me volví una de sus mejores pilotos en entrenamiento.
Si las Colonias no tienen las Pruebas, me pregunto cómo escogen a quién admitir en sus escuelas.
―Entonces, ¿qué pasó?
 
―Maté a un chico ―contesta Kaede. Lo dice como si fuera lo más natural en el mundo. En la oscuridad, se acerca a mí y mira con audacia mi rostro―. ¿Qué? Oye, no me des esa mirada… fue un accidente. Estaba celoso de que les agradara tanto a nuestros comandantes de vuelo, así que trató de empujarme del borde de nuestro dirigible. Me lastimé uno de mis ojos durante esa pelea. Lo encontré en su vestidor después y lo noqueé. ―Hace un sonido de disgusto―. Resultó que le había golpeado la cabeza muy fuerte, y nunca despertó. Mi patrocinador se retiró después de que ese pequeño incidente manchara mi reputación con las corporaciones; y no porque le maté, tampoco. ¿Quién quiere un empleado, un piloto de combate, con un ojo malo, después incluso de la cirugía? ―Deja de caminar y se señala su ojo derecho―. Era mercancía dañada. Mi precio cayó empicado. De cualquier modo, la Academia me echó después de que mi patrocinador me dejara. Es una vergüenza, honestamente. Me perdí mi último año de entrenamiento por ese maldito estafador.
No entiendo algunos de los términos que Kaede usa: corporaciones, empleados; pero decido preguntarle por ellos en otro momento. Estoy seguro que obtendré gradualmente más información acerca de las Colonias de ella. Por ahora, todavía quiero saber más acerca de la gente para la que estoy trabajando.
 
―Y después, ¿te uniste a los Patriotas?
 
Voltea su mano en un gesto indiferente y estira sus brazos hacia delante. Estoy recordando lo alta que es Kaede, como sus hombros se alinean con los míos.
―En resumidas cuentas, Razor me paga. Algunas veces incluso llego a volar. Pero estoy aquí por el dinero, chico, y siempre que siga recibiendo mi dinero, haré lo que sea que tenga que hacer para ayudar a unir a los Estados Unidos de nuevo. Si eso significa dejar que la República colapse, bien. Si eso significa que las benditas Colonias se hagan cargo, bien. Acabar con esta guerra y que los ES sigan adelante. Conseguir que la gente viva una vida normal otra vez. Eso es lo que me importa.
No puedo evitar sentirme un poco entretenido. Incluso a pesar de que Kaede intenta parecer indiferente, puedo decir que ella está orgullosa de ser una Patriota.
―Bien, parece que Tess te agrada lo suficiente ―respondo―. Así que, supongo que debes estar bien.
Kaede se ríe de verdad.
 
―Tengo que admitirlo, ella es dulce. Me alegro no haberla matarlo en ese duelo Skiz. Verás, no hay un Patriota soltero a quien no le guste ella. No olvides mostrar un poco de amor a tu pequeña amiga de vez en cuando, ¿de acuerdo? Sé que te pones caliente por June, pero Tess está loca por ti. En caso de que no lo hayas notado.
Eso hace que mi sonrisa se desvanezca un poco.


―Supongo que nunca he pensado en ella de esa manera ―murmuro.
 
―Con su pasado, ella merece algo de amor, ¿de acuerdo? Pongo mi mano en alto y paro a Kaede.
―¿Te habló de su pasado? Kaede me mira fijamente.
―Nunca te contó sus historias, ¿verdad? ―dice, desconcertada realmente.
 
―Nunca pude sacárselas. Siempre lo eludía, y después de un tiempo simplemente dejé de intentarlo.
Kaede se pone seria.
 
―Probablemente no quiere que te sientas mal por ella ―dijo finalmente―. Era la menor de cinco. Tenía nueve por aquel entonces, creo. Sus padres no podían permitirse el lujo de alimentarlos a todos, así que una noche ellos la echaron de casa cerrando la puerta y nunca la dejaron entrar de nuevo. Dijo que llamó a la puerta durante días.
No puedo decir que me sorprenda oír esto. La República es tan despreocupada cuando se trata de lidiar con huérfanos callejeros, que ninguno de nosotros tuvo una segunda oportunidad; el amor de mi familia era todo lo que tenía para aferrarme en los primeros años en la calle. Aparentemente, Tess ni siquiera tuvo eso. No me extraña que ella fuera tan pegajosa cuando la conocí por primera vez. Debo haber sido la única persona en el mundo que se preocupó por ella.
―No lo sabía ―susurro.
 
―Bien, ya lo sabes ―replica Kaede―. Quédate con ella, ustedes dos hacen una buena pareja ―eso la hace reír―. Ambos son tan optimistas. Nunca he conocido a una pareja tan “rayito de sol y arco iris” de los sectores marginales.
No respondo. Está en lo cierto, obviamente, nunca me había parado a pensarlo, pero Tess y yo somos una buena pareja. Ella entiende íntimamente de dónde vengo. Puede animarme en mis días más oscuros. Es como si viniese de un perfecto hogar feliz en vez de donde me contó Kaede. Siento una calidez relajante ante mi pensamiento, dándome cuenta de repente cuánto estoy anticipando mi encuentro con Tess otra vez. Donde ella va, yo voy, y viceversa. Guisantes en una vaina.
Entonces, está June.


Incluso pensar en su nombre hace que me cueste respirar. Estoy casi avergonzando de mi reacción. ¿Somos June y yo una buena pareja? No. Es la primera palabra que surge en mi mente.
Y, sin embargo, sigue ahí.
 
Nuestra conversación se esfuma. Algunas veces echo un vistazo por encima de mi hombro, medio esperando ver un atisbo de luz, medio no esperándolo. Si no hay luz significa que el túnel no discurre debajo de todas las rejillas de la ciudad, visible a todo el que vaya caminando arriba. El suelo aún se siente inclinado. Estamos adentrándonos cada vez más profundo bajo tierra. Me fuerzo a mí mismo a respirar aunque las paredes se estrechan, acercándose a mí. Bendito túnel. Qué no daría por estar de vuelta al exterior.
Se tarda una eternidad, pero finalmente siento a Kaede llegar a un abrupto final. El eco de nuestras botas en el agua suena diferente ahora; pienso que hemos parado enfrente de una sólida estructura de algo. Quizás una pared.
 
―Esto solía ser los restos de un búnker para fugitivos ―murmura―. Cerca de la parte trasera de este búnker el túnel continúa, justo sobre las Colonias. ―Kaede trata de abrir la puerta con un pequeño dispositivo a un lado de esta, y cuando falla, golpea sus nudillos suavemente contra ella en una complicada serie de diez u once toques―. Rocket ―llama. Esperamos, temblando.
Nada. Luego, un pequeño rectángulo oscuro en la pared se desliza abriéndose, y un par de ojos marrones amarillentos parpadea hacia nosotros.
―Hola, Kaede. El dirigible llego justo a tiempo, ¿no? ―dice la chica detrás de la pared antes de estrechar sus ojos en mí―. ¿Quién es tu amigo?
―Day ―responde Kaede―. Ahora bien, es mejor que pares esta mierda y me dejes entrar. Me estoy congelando.
―Está bien, está bien. Sólo comprobaba. ―Sus ojos me miran de arriba a abajo. Estoy sorprendido de que ella pueda ver algo en esta oscuridad. Finalmente, el pequeño rectángulo se abre. Escucho algunos pitidos y una segunda voz. La pared se desliza por completo para revelar un estrecho pasillo con una puerta en el otro extremo. Antes de que ninguno de nosotros haga un movimiento, tres personas dan un paso al frente desde detrás de la pared y apuntan sus armas hacia nuestras cabezas.


―Entren ―nos ladra uno de ellos. Es la chica que acaba de abrir la mirilla de la pared. Hacemos lo que dice. La pared se cierra detrás de nosotros―. ¿El código de esta semana? ―pregunta, masticando su chicle ruidosamente.
―Alexander Hamilton ―responde Kaede impaciente.
 
Ahora las tres pistolas están apuntándome a mí en vez de a Kaede.
 
―Day, ¿eh? ―dice la chica. Hace una gran pompa de chicle―. ¿Estás segura de eso?
 
Me toma un momento para darme cuenta que su segunda pregunta está dirigida a Kaede en vez de a mí. Kaede suspira exasperada y golpea el brazo de la chica.
, es él. Así que déjalo.
 
Las armas bajan. Dejo escapar un suspiro que no sabía que estaba aguantando. La chica que nos dejó entrar nos señala que caminemos hacia la segunda puerta, y cuando llegamos a ella, desplaza un pequeño dispositivo similar al que Kaede había pasado por el lado de la puerta. Unos cuantos pitidos más.
 
―Sigan ―nos dice ella. Luego levanta la barbilla hacia mí―. Cualquier movimiento repentino y te dispararé antes de que parpadees.
La segunda puerta se abre. El aire caliente se vierte sobre nosotros cuando entramos en una gran sala llena de gente alrededor de mesas y monitores colgados en la pared. Hay luces eléctricas en el techo; un ligero pero distintivo olor a moho y óxido flota en el aire. Debe haber veinte, o treinta personas aquí abajo, y aun así, la habitación es espaciosa.
Una gran proyección de una insignia decora la pared trasera de la sala, una que inmediatamente reconozco como la versión abreviada de la bandera oficial Patriota: una gran estrella plateada, con tres V de plata alineadas por debajo de ella. Inteligente proyectarla, me doy cuenta, así ellos pueden recogerla y moverla tan rápido como lo necesiten.
Algunos de los otros monitores muestran los horarios del dirigible que había visto cuando estaba a bordo del Dynasty. Otros muestran cámaras de seguridad; como secuencias en tiempo real de las habitaciones de los oficiales o amplias tomas de las calles de la ciudad de Lamar o vídeos de las cubiertas de los dirigibles justo en los cielos del frente de guerra. Uno incluso tiene un ciclo corto de propaganda Patriota para levantar el ánimo que me recuerda bastante a los anuncios de la República; decía: TRAER DE VUELTA LOS ESTADOS, seguido de: TIERRA DE LIBERTAD y luego: TODOS


SOMOS AMERICANOS. Incluso otros muestran vistas de la América continental llena de puntos multicolores… y dos de ellos muestran mapas del mundo.
Miro boquiabierto a este por un momento. Nunca en mi vida había visto un mapa del mundo. Ni siquiera estaba seguro de si existe alguno en la República. Pero aquí puedo ver los océanos que rodean a América del Norte, los territorios insulares hechos trozos etiquetados como AMÉRICA DEL SUR, un pequeño archipiélago llamado Islas Británicas, gigantescas masas de tierra llamadas África y Antártida, el país de China (con grupo de pequeños puntos rojos esparcidos justo en el océano alrededor del borde de esta tierra).
Este es el mundo actual, no el mundo que la República muestra a sus ciudadanos.
 
Todo el mundo en la sala me está mirando. Me alejo del mapa y espero a que Kaede diga algo. Ella sólo se encoge de hombros y me da una palmada en la espalda. Mi chaqueta mojada chapotea.
―Este es Day.
 
Todos esperan en silencio, aunque puedo ver reconocimiento en el brillo de sus ojos
cuando escuchan mi nombre. Después alguien aúlla. Esto rompe la tensión; hay un coro de risitas y carcajadas, luego la mayoría de las personas vuelven a hacer lo que estuvieran haciendo antes.
Kaede me guía a través del desorden de mesas. Un par de personas están reunidas alrededor de algún diagrama, otro grupo está desembalando cajas; otros están relajándose, viendo repeticiones de alguna telenovela de la República. Dos Patriotas sentados enfrente de un monitor en la esquina están lanzándose desafíos mientras juegan un videojuego, corriendo con una especie de criaturas de color azul puntiagudas a través de la pantalla moviéndolas con sus manos. Incluso éstas parecen personalizadas por los Patriotas, puesto que todos los objetos del juego son azules y blancos.
Un chico se ríe disimuladamente mientras paso por su lado. Él tiene un mechón de cabello rubio teñido en puntas continuación de un falso halcón, oscura piel bronceada, y una ligera extensión del mismo en sus anchos hombros corpulentos como si estuviera permanentemente listo para abalanzarse. Le falta un trozo de carne en el lóbulo de su oreja. Me doy cuenta que es la misma persona que aulló antes.
—Entonces. Tú eres el que abandonó a Tess, ¿eh? —Hay una arrogancia en él que me molesta. Me echa un vistazo con desdén—. No sé por qué una chica como ella se enganchó con un enclenque como tú. ¿Unas cuantas noches en las cárceles de la República te dejaron sin aire?
Doy un paso hacia él y sonrío alegremente.
 
—Con todo el debido respeto, no veo a la República clavando carteles de “Se Busca” con tu cara bonita en ellos.
—Cállense. —Kaede empuja entre nosotros y clava un dedo en el pecho del otro chico—. Baxter, ¿no deberías estar preparándote para la carrera de mañana por la noche?
El chico sólo gruñe y me da la espalda.
 
—Todavía no entiendo por qué estamos confiando en un amante de la República — refunfuña él.
Kaede me da un golpecito en el hombro y sigue caminando.
 
—No te preocupes por ese muchachito —me dice—. Baxter no es el mayor fan de tu chica June. Probablemente va a darte algunos problemas, así que simplemente trata de permanecer en su lado bueno, ¿sí? Vas a tener que trabajar con él. Él también es un corredor.
—¿Lo es? —digo. Yo no habría esperado que una persona tan musculosa fuese un rápido corredor; pero por otro lado, su fuerza puede ayudarlo a llegar a lugares a los que yo no puedo.
—Así es. Lo bajaste en la jerarquía de los corredores. —Kaede sonríe con suficiencia—. Y una vez echaste a perder una misión Patriota en la que él estaba. Ni siquiera te diste cuenta de ello.
—Ah, ¿sí? ¿Y qué misión era esa?
 
—El bombardear el auto del Administrador Chian, en Los Ángeles.
 
Vaya… ha pasado un largo tiempo desde que me enfrenté a Chian. Ni idea de que los Patriotas habían planeado un ataque al mismo tiempo.
—Qué trágico —contesté, revisando los rostros en la sala después de la mención de Baxter sobre Tess.
—Si estás buscando a Tess, ella llegó aquí antes que nosotros. Está con los demás médicos. —Kaede señala hacia la parte posterior de la sala, donde varias puertas se alinean en las paredes—. Probablemente en el ala médica buscando coser la herida de alguien. Es una rápida aprendiz, esa Tess.
Kaede me lleva más allá de las mesas y los demás Patriotas, luego se detiene delante del mapa del mundo.
—Apuesto a que nunca has visto nada como esto.
 
—Nop. —Estudio las masas continentales, todavía aturdido por la idea de que tantas sociedades estén funcionando más allá de las fronteras de la República. En la escuela primaria aprendimos que las partes del mundo no controladas por la República son sólo naciones destruidas que luchan por salir adelante. ¿Todas estas naciones están luchando por salir adelante? ¿O lo están haciendo bien… incluso prosperando?—. ¿Para qué necesitan mapas del mundo?
—Nuestro movimiento aquí ha generado otros similares en todo el mundo —responde Kaede, cruzando los brazos—. Dondequiera que la gente esté enojada con sus gobiernos. Es una especie de impulso moral el que lo veamos en la pared. —Cuando ve que sigo analizando el mapa con un ceño concentrado, ella pasa una mano rápida por la parte central de América del Norte—. Ahí está la República que todos conocemos y amamos. Y esas son las Colonias. —Ella apunta a una extensión de tierra más pequeña, y más destruida compartiendo la frontera oriental de la República. Estudio los círculos rojos que denotan las ciudades de las Colonias. Ciudad de Nueva York, Pittsburgh, St. Louis, Nashville. ¿Brillan como mi padre dijo?
Kaede continúa, barriendo la mano hacia el norte y hacia el sur.
 
—Canadá y México cada una guarda una estricta zona desmilitarizada entre ellas y entre la República y las Colonias. México tiene su propia porción de Patriotas. Y aquí está lo que queda de América del Sur. Todo esto solía ser un continente enorme también, sabes. Ahora están Brasil —apunta a una gran isla triangular al sur de la República—, Chile y Argentina.
Kaede alegremente señala cuales son los continentes y lo que solían ser. Lo que veo como Noruega, Francia, España, Alemania y las Islas Británicas solía ser parte de un lugar más grande llamado Europa. El resto de los pueblos de Europa, dice, huyeron a África. Mongolia y Rusia no son naciones extintas, contrario a las enseñanzas de la República. Australia solía ser una sólida masa continental. Luego están las superpotencias. China es enorme, metrópolis flotantes están construidas totalmente sobre el agua y tienen cielos permanentemente negros.


—Hai Cheng —interviene Kaede—. Ciudades del Mar. —Me entero de que África no siempre fue el próspero continente tecnológicamente avanzado que es hoy, llenado poco a poco con universidades, rascacielos y refugiados internacionales. Y la Antártida, se crea o no, una vez estuvo deshabitada y totalmente cubierta de hielo. Ahora, al igual que China y África, alberga las capitales tecnológicas del mundo y atrae a una justa porción de turistas—. La República y las Colonias tienen una tecnología tan patética en comparación —agrega Kaede—. Me gustaría visitar la Antártida algún día. Se supone que es magnífica.
Me dice que los Estados Unidos solía ser una de esas superpotencias.
 
—Luego vino la guerra —añade Kaede—, y todos sus principales pensadores literalmente huyeron a terrenos más altos. La Antártida causó la inundación, sabes. Las cosas ya iban cuesta abajo, pero luego el sol se descompuso y todo el hielo de la Antártida se fundió. Inundaciones como tú y yo ni siquiera podríamos imaginar. Millones cayeron muertos por los cambios de temperatura. Ahora eso debe haber sido un espectáculo, ¿no? Con el tiempo el sol se reinició por sí mismo, pero el clima nunca lo hizo. Toda esa agua dulce se mezcló con agua de mar y nada ha sido igual desde entonces.
 
—La República nunca habla de nada de esto. Kaede pone los ojos en blanco.
—Oh, vamos. Es la República. ¿Por qué lo harían? —Ella señala hacia un pequeño monitor en la esquina que parece estar transmitiendo titulares de noticias—. ¿Quieres ver cómo es la República desde la perspectiva de un extranjero? Ven, aquí.
Al prestar más atención a las noticias, me doy cuenta que la voz que escucho está en un idioma que no entiendo.
—Antártico —explica Kaede cuando miro inquisitivamente hacia ella—. Estamos metidos en uno de sus canales. Lee los subtítulos.
La pantalla muestra una vista aérea de un continente, con el texto REPÚBLICA DE AMÉRICA cerniéndose sobre la tierra. La voz de una mujer narra, y justo en la parte inferior de la pantalla está un cuadro de texto en desplazamiento con sus palabras traducidas:
“…para encontrar nuevas formas de negociar con este estado criminal fuertemente militarizado, sobre todo ahora que la transición del poder al nuevo Elector de la República está completa. El presidente africano Ntombi Okonjo propuso hoy un alto a la ayuda de las Naciones Unidas para la República hasta que haya suficiente evidencia de un tratado de paz entre el país aislacionista y su vecino del este…”
Aislacionista. Militarizado. Criminal. Me quedo mirando las palabras. Para mí, la República había sido retratada como el epítome del poder, una máquina militar implacable e imparable. Kaede sonríe al ver la expresión en mi rostro cuando finalmente nos aleja de los monitores.
—De repente, la República no parece tan poderosa, ¿no es así? ¿Un pequeño estado reservado y enclenque, humillándose por ayuda internacional? Te lo digo, Day; todo lo que hace falta es una generación para lavarle el cerebro a una población y convencerlos de que la realidad no existe.
 
Caminamos hacia una mesa con dos delgadas computadoras puestas en ella. El joven cerniéndose sobre una de las computadoras es el mismo hombre que le había mostrado rápidamente una seña V a Kaede en la vía del tren, el que tiene la piel oscura y los ojos claros. Kaede le da un golpecito en el hombro. Él no reacciona de inmediato. En su lugar, teclea unas cuantas líneas más en lo que sea que está en la pantalla y luego se desliza hacia una posición sentada en la mesa. Me encuentro admirando su gracia. De seguro es un corredor. Se cruza de brazos y espera pacientemente que Kaede nos presente.
—Day, este es Pascao —me dice ella—. Pascao es el líder indiscutible de los corredores… ha estado ansioso por conocerte, por decirlo suavemente.
Pascao tiende una mano hacia mí, sus ojos claros fijos intensamente en los míos. Él me da una sonrisa blanca y brillante.
—Es un placer —dice en un emocionado torrente de palabras sin aliento. Sus mejillas se sonrojan cuando le devuelvo la sonrisa—. Basta con decir que todos hemos oído mucho sobre ti. Soy tu mayor admirador. Tu mayor admirador.
No creo que nunca antes alguien haya coqueteado conmigo tan descaradamente, excepto tal vez un chico que recuerdo del sector Blueridge.
—Es bueno conocer a otro corredor —contesto, estrechando su mano—. Estoy seguro de que tomaré algunos trucos nuevos de ti.
Él me da una sonrisa diabólica cuando ve cuán nervioso luzco.
 
—Oh, te gustará lo que viene. Créeme, no te arrepentirás de unirte a nosotros… vamos a dar paso a toda una nueva era para los Estados Unidos. La República no sabrá qué la golpeó. —Se mete en una serie de gestos emocionados, primero abriendo los brazos ampliamente y luego pretendiendo desatar nudos en el aire—. Nuestros hackers pasaron las últimas semanas volviendo a cablear discretamente las cosas en la Torre del Capitolio de Denver. Ahora, todo lo que tenemos que hacer es retorcer un alambre en cualquiera de los altavoces del edificio… y bam, estamos transmitiendo a toda la República. —Da una palmada y chasquea los dedos—. Todo el mundo te escuchará. Revolucionario, ¿cierto?
Suena como una versión más elaborada de lo que hice en el callejón del diez segundo, cuando enfrenté por primera vez a June en un intento por conseguir la cura para la peste de Eden. Cuando había hecho un recableado crudo de los altavoces del callejón. Pero, ¿volver a cablear los altavoces de un edificio principal para transmitir a toda la República?
—Suena divertido —digo—. ¿Qué vamos a transmitir? Pascao parpadea hacia mí con sorpresa.
—El asesinato del Elector, por supuesto. —Sus ojos se mueven hacia Kaede, quien asiente, y luego él retira un pequeño dispositivo rectangular de su bolsillo. Lo abre—. Vamos a necesitar registrar todas las pruebas, hasta el último detalle mientras lo sacamos de su auto y metemos algunas balas en él. Los hackers estarán listos para ir a la Torre del Capitolio, donde han instalado las pantallas gigantes para transmitir el asesinato. Declararemos nuestra victoria por los altavoces a toda la República. Vamos a verlos tratar de detener eso.
El salvajismo del plan envía escalofríos por mi espina dorsal. Me recuerda la forma en que ellos habían grabado y difundido la muerte de John, mi muerte, a todo el país.
Pascao se inclina hacia mí, pone su mano contra mi oído y susurra:
 
—Esa ni siquiera es la mejor parte, Day. —Él se aleja lo suficiente como para darme otra enorme sonrisa llena de dientes—. ¿Quieres saber cuál es la mejor parte?
Me tenso.
 
—¿Cuál es?
 
Pascao se cruza de brazos con satisfacción.
 
—Razor piensa que deberías ser el que le dispare al Elector.


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Mensaje por yiniva Lun 14 Mayo - 13:37

creo que no fue para nada una sorpresa saber que Tess esta enamorada de Day, yo sigo desconfiando de todos


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Mensaje por mariateresa Lun 14 Mayo - 17:56

No me gusta nada de esto. Creo que Razor los esta manipulando para su conveniencia.
El que Merias haya estado enamorado de Thomas me tomo por sorpresa nunca me lo imagine.
Gracias Yiniva ranguitos


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Mensaje por yiniva Mar 15 Mayo - 9:43

JUNE

DENVER,  COLORADO. 1937  HORAS.
-  4.4  °C.
 
Llego a la capital en tren (estación 42 B) en medio de una tormenta de nieve, donde una multitud se ha reunido en la plataforma del tren para verme. Los vislumbro a través de mi helada ventana mientras reducimos la velocidad hasta detenernos. A pesar del frío congelante afuera, esos civiles están apretujados detrás de una malla metálica improvisada, empujándose unos a otros como si Lincoln o alguna otra estrella importante estuviera llegando. Nada menos que dos patrullas militares de
la capital empuja contra ellos. Sus gritos ensordecidos me alcanzan.
 
—¡Retrocedan! Todo el mundo muévase detrás de las barreras. ¡Detrás de las barreras! Cualquier persona con una cámara a la vista será detenida.
Es extraño. La mayoría de los civiles aquí parecen pobres. Ayudar a Day debe haberme dado una buena reputación en los sectores marginales. Froto los finos cables del anillo de sujetapapeles en mi dedo. Un hábito que he desarrollado.
Thomas camina hacia mi pasillo y se inclina sobre los asientos para hablar con los soldados sentados a mi lado.
—Llévenla a la puerta —dice—. Rápido. —Sus ojos se clavan en mí y luego sobre la ropa que estoy usando (chaleco de prisión amarillo, camiseta delgada de cuello blanco). Actúa como si la conversación que tuvimos la noche pasada en la sala de interrogatorio nunca hubiera pasado. Simplemente me concentro en mi regazo. Su
rostro me hizo sentirme enferma del estómago—. Ella tendrá frío allá afuera —le dijo a sus hombres—. Asegúrense de que tenga un abrigo.
Los soldados apuntan sus armas en mí (Modelo XM-2500, 700m de rango, ráfagas cortas, pueden disparar a través de dos láminas de cemento), después me ponen de pie. Durante el recorrido en tren, observé a estos dos soldados con tanta intensidad que sus nervios deben estar completamente disparados para este momento.
Mis manos son encadenadas juntas por grilletes con un ruido seco. Con armas como esas, un tiro y probablemente moriría por pérdida de sangre sin importar en qué lugar de mi torso me alcance la bala. Probablemente piensan que estoy planeando alguna forma de arrebatarles un arma cuando no estén prestando atención. (Una suposición ridícula, porque con los grilletes puestos no tendría forma de disparar correctamente el rifle).
 
Ahora me llevan por el pasillo hacia el final de nuestro vagón, donde cuatro soldados más esperan en la puerta abierta que nos conduce a la plataforma de la estación. Una ráfaga de viento frío nos golpea y aspiro mi aliento bruscamente. He estado cerca del frente de guerra una vez, en la época en que Metias y yo habíamos estado en una única misión juntos, pero eso había sido al oeste de Texas en el verano. Nunca había puesto un pie en una ciudad cubierta de nieve como esta.
Thomas está al frente de nuestra pequeña procesión y señala a uno de los soldados para que coloque un abrigo sobre mí. Lo tomo agradecida.
La multitud (cerca de noventa o cien personas) se queda completamente en silencio cuando ven mi brillante chaleco amarillo, y mientras hago mi camino bajando las escaleras, puedo sentir su atención quemando a través de mí como si fuera una lámpara caliente. La mayoría están temblando, pálidos y delgados con las ropas tan raídas que es imposible mantenerse caliente con este tiempo, usando zapatos desgastados con hoyos. No puedo entenderlo. A pesar del frío, están aquí afuera para verme bajar del tren; y quién sabe por cuánto tiempo han estado esperando. De pronto me siento culpable por aceptar el abrigo.
Logramos llegar al final de la plataforma y cerca de la entrada de la estación, cuando escucho a uno de los espectadores gritando. Giro antes de que los soldados puedan detenerme.
—¿Está Day con vida? —grita un chico. Probablemente es mayor que yo, apenas dejando su adolescencia, pero tan flaco y bajo que podría pasar por uno de mi edad si alguien no prestara atención a su rostro.


Levanto mi cara y sonrío. Entonces un guardia lo golpea en la cara con la culata de su rifle, y mis propios soldados me agarran de los brazos y me fuerzan a girarme. La multitud rompe en un alboroto, instantáneamente gritos llenan el aire. En medio de todo, oigo algunos gritos: ¡Day vive! ¡Day vive!
—Sigan moviéndose —gruñe Thomas. Nos empujamos a través del vestíbulo y siento el aire frío cortar abruptamente mientras la puerta se cierra tras nosotros.
No dije nada, pero mi sonrisa fue suficiente. Sí. Day está vivo. Estoy segura de que los Patriotas apreciarán mi esfuerzo en este rumor para ellos.
Nos dirigimos a través de la estación y a un trío de jeeps que están a la espera. Al salir de la estación y dirigirnos a una autopista empinada, no puedo evitar quedar boquiabierta ante la ciudad que se extiende más allá de mi ventana. Usualmente necesitas una buena razón para venir a Denver. Nadie excepto nativos civiles pueden hacerlo sin un permiso especial. El hecho de que esté aquí obteniendo un vistazo del interior de la ciudad es inusual.
 
Todo está sofocado bajo una manta blanca: pero incluso a través de la nieve se puede ver el débil perfil de la vasta y oscura pared que atrapa a Denver como un dique gigante contra una inundación. La Armadura. Leí sobre ella en la escuela primaria, por supuesto, pero verlo con mis propios ojos es algo diferente. Los rascacielos aquí son tan altos que desaparecen dentro la niebla de nubes cargadas de nieve, cada nivel de terraza está cubierto con gruesas capas de nieve, cada lado asegurado con gigantes vigas de soporte metálicos. Entre los edificios, puedo entrever un vistazo de la Torre del Capitolio. De vez en cuando veo puntos brillantes barriendo el aire y helicópteros dando vueltas a los rascacielos. En un punto, cuatro aviones de combate pasan por encima de nosotros. Me detengo a admirarlos por un momento (son Reapers X-92, dirigibles experimentales que aún no están en producción fuera de la capital; pero deben haber pasado sus pruebas de funcionamiento si los ingenieros confían en ellos como para elevarse justo sobre el centro de la ciudad de Denver). La capital es cada pedazo que la ciudad militar Vegas es, y aún más intimidante de lo que había imaginado.
La voz de Thomas me regresa a la realidad.
 
—Estamos llevándote a la Intendencia de Colburn —dice desde el asiento del copiloto del jeep—. Es una sala comedor en la Plaza Capital donde los senadores se reúnen a veces para banquetes. El Elector cena ahí frecuentemente.


¿Colburn? Por lo que he oído, es un lugar de reunión muy lujoso, especialmente considerando que originalmente estaba destinada a permanecer en la penitenciaría de Denver. Esto también debe ser nueva información para Thomas. No creo que alguna vez haya estado dentro de la capital, pero como buen soldado, no desperdicia tiempo viendo embobado el paisaje. Me encuentro ansiosa de ver cómo luce la Plaza Capital; si es tan grande como lo he imaginado.
—Desde ahí mi patrulla te dejará atrás, y pasarás a una de las patrullas del comandante DeSoto. —Las patrullas de Razor, agrego para mí misma—. El Elector se reunirá contigo en la Cámara Real de la Intendencia. Sugiero que te comportes apropiadamente.
—Gracias por el viaje —respondo, sonriendo fríamente al reflejo de Thomas en el espejo retrovisor—. Me aseguraré de darle mi mejor reverencia. —En realidad, empiezo a sentirme nerviosa. El Elector es alguien a quien me han enseñado a venerar desde mi nacimiento, alguien por el que nunca dudaría dar mi vida. Incluso en este momento, aún después de todo lo que sé de la República, todavía siento ese arraigado compromiso tratando de resurgir, una manta familiar en la que me quiero envolver.
Extraño. No me sentí de esta manera cuando supe de la muerte del Elector, o cuando vi el primer discurso televisado de Anden. Ha estado escondido hasta ahora, cuando estoy solo a unas horas de verlo en persona.
No soy la preciada prodigio que era cuando nos conocimos. ¿Qué pensará de mí?
 
INTENDECIA  DE  COLBURN, CÁMARA  DEL  COMEDOR  REAL.
 
Hay eco aquí. Me siento sola al final de una larga mesa (tres metros y medio de madera de cerezo oscuro, patas talladas a mano, oro recortado ornamentado pintado finamente con probablemente un pincel milimétrico), con mi espalda recta contra el acolchado terciopelo rojo de la silla. Lejos en la pared opuesta, una chimenea crepita, con un enorme portarretrato del nuevo Elector colgando sobre ella, y ocho lámparas de luz dorada a cada lado de la cámara. Los soldados de la patrulla de la capital están por todos lados: cincuenta y dos cubren las paredes, hombro con hombro, y seis permanecen a cada uno de mis lados en posición de firme. Aún permanece un poco frío afuera, pero aquí está lo suficientemente caliente para que los sirvientes me vistieran con un vestido ligero y botas de fino cuero. Mi cabello ha sido lavado, secado y cepillado, y cae recto y brillante hasta la mitad de mi espalda. Ha sido adornado con hilos de diminutas perlas cultivadas (fácilmente valen dos mil Billetes una pieza). Al principio las admiré con toques suaves, pero luego recordé a la gente pobre reunida en la estación del tren con su ropa raída, y saqué mis dedos de mi cabello, disgustada conmigo misma. Otro sirviente ha adherido polvo traslucido a mis párpados para que brillaran a la luz del fuego. Mi vestido, de un blanco cremoso acentuado por una tormenta de tonos grises, flota hacia abajo a mis pies en capas de gasa. El corsé interno me deja corta de aliento. Un vestido costoso, sin duda; ¿cincuenta mil Billetes?
¿Sesenta?
 
La única cosa que parece fuera de lugar en esta imagen son los pesados grilletes que unen muy tobillos y muñecas, encadenándome a la silla.
Media hora ha pasado antes de que otro soldado (usando el distintivo abrigo negro-y- rojo de la patrulla de la capital) entra en la cámara. Este sostiene la puerta abierta, en posición militar de firme, y levanta su barbilla.
 
—Nuestro glorioso Elector Primo está en el edificio —anuncia—. Por favor, levántense.
Trata de verse como si estuviera hablando con nadie en particular, pero soy la única sentada. Me empujo de mi silla y me levanto con un tintineo de mis cadenas.
Cinco minutos más pasan. Luego, cuando estoy empezando a preguntarme si alguien va a venir en absoluto, un hombre joven pasa tranquilamente a través la puerta y asiente a los soldados en la entrada. Los guardias saludan automáticamente. Yo no puedo saludar con estas manos encadenadas, y no puedo inclinarme o hacer una reverencia apropiada tampoco, así que, sólo permanezco de ese modo en que estoy y encaro al Elector.
Anden luce casi exactamente como lució la primera vez que lo conocí en el baile de celebración: alto, regio y sofisticado, su oscuro cabello ordenado, su abrigo de noche un hermoso gris carbón con doradas rayas piloto en las mangas y albardillas de oro en sus hombros. Sin embargo, sus ojos verdes parecen solemnes, y hay una muy pequeña inclinación en sus hombros, como si un nuevo peso si hubiera establecido ahí. Parece como si la muerte de su padre lo hubiera afectado después de todo.
—Siéntese, por favor —dice, alzando una mano blanca enguantada (guantes de vuelo cóndor) en mi dirección. Su voz es muy suave, pero aún se desplaza en el largo salón—. Espero haya estado cómoda, señorita Iparis.
Yo hago lo que él dice.


—Lo estoy. Gracias.
 
Una vez que el mismo Anden se ha sentado en el otro extremo de la mesa y los soldados han regresado a sus posiciones normales, él habla otra vez.
—Recibí la noticia de que ha solicitado verme en persona. Me imagino que no le importa que esté usando las ropas que le he proporcionado. —Hace una pausa por una fracción de segundo, sólo el suficiente tiempo para que una tímida sonrisa ilumine su rostro—. Pensé que quizá no quisiera tomar la cena en un uniforme de prisión.
 
Hay algo controlado en su tono que me crispa los nervios. ¿Cómo se atreve a vestirme como una muñeca?, piensa una parte indignada de mí. Al mismo tiempo, estoy impresionada por su aire de autoridad, dueño de su nuevo estatus. Llegó al poder de repente, un gran asunto en sí, y lo usa tan confiadamente que mis viejos sentimientos de lealtad presionan pesadamente en mi pecho. La incertidumbre que él tuvo hace un tiempo desapareció rápidamente. Este hombre nació para mandar. Anden parece haber desarrollado una atracción por ti, me había dicho Razor. Así que inclino mi cabeza hacia abajo y lo miro a través de mis pestañas.
—¿Por qué me estás tratando tan bien? Creí que ahora era un enemigo para el estado.
 
—Estaría avergonzado de tratar al más famoso prodigio de nuestra República como un prisionero —dice mientras cuidadosamente endereza sus tenedores, cuchillos y la copa de champaña en una alineación perfecta—. No encuentras esto desagradable, ¿o sí?
—Para nada. —Miro alrededor de la cámara otra vez, memorizando la posición de las lámparas, la decoración de la pared, la localización de cada soldado, y las armas que cargan. La elaborada elegancia de este encuentro me hace darme cuenta que Anden no ha arreglado el vestido y la cena sólo por ser coqueto. Él quiere que la noticia acerca de lo bien que me está tratando se filtre al público, pienso. Quiere que la gente sepa que el nuevo Elector está tomando buen cuidado de la salvadora de Day. Mi aversión inicial flaquea; este nuevo pensamiento me intriga. Anden debe estar muy consciente de su mala reputación pública. Tal vez, está esperando el apoyo del pueblo. Si ese es el caso, está poniendo especial cuidado en hacer algo por lo que nuestro último Elector se preocupaba poco. También me hace preguntarme: si Anden está realmente buscando la aprobación pública, ¿qué piensa de Day? Ciertamente él no se ganará a la personas anunciando una cacería humana por el criminal más famoso de la República.
Dos sirvientes traen las charolas con comida (una ensalada con fresas reales, y un exquisito vientre de puerco asado con corazones de palmito), mientras otros dos colocan servilletas de tela blanca atravesando nuestros regazos y sirven champaña en nuestras copas. Estos sirvientes son de la clase alta (caminan con la firme precisión de la élite), aunque probablemente no de la categoría que mi familia tenía.
Entonces pasa la cosa más curiosa.
 
La sirviente vertiendo la champaña de Anden trae la botella demasiado cerca de su copa. Ésta se vuelca, y el líquido se derrama por todo el mantel, luego la copa rueda fuera de la mesa y se rompe en el suelo.
La sirviente deja escapar un chillido y cae sobre sus manos y rodillas. Rizos rojos salen del moño atado detrás de su cabeza; unos cuantos mechones caen a través de su rostro. Noto lo delicadas y perfectas que son sus manos, definitivamente una chica de clase alta.
—Lo siento mucho, Elector —dice una y otra vez—. Lo siento mucho. Cambiaré el mantel de inmediato y le conseguiré una copa nueva.
No sé qué esperaba que Anden hiciera. ¿Qué la regañara? ¿Le diera una advertencia severa? ¿Frunciera el ceño, al menos? Pero para mi sorpresa, él empuja su silla hacia atrás, se levanta, y tiende la mano hacia ella. La chica parece haberse congelado. Sus ojos marrones se amplían, y sus labios tiemblan. En un movimiento Anden se inclina, le toma ambas manos en la suyas, y la levanta.
—Es sólo una copa de champaña —dice a la ligera—. No te cortes. —Anden ondea una mano hacia uno de los soldados cerca de la puerta—. Una escoba y recogedor, por favor. Gracias.
El soldado asiente rápidamente.
 
—Por supuesto, Elector.
 
Mientras la sirviente se aleja apresurada por una nueva copa y un conserje viene a barrer seguramente la rota, Anden toma su asiento de nuevo con toda la gracia de la realeza. Levanta un tenedor y un cuchillo con impecable etiqueta, y luego corta un pequeño trozo de carne de cerdo.
—Entonces dime, agente Iparis. ¿Por qué querías verme en persona? ¿Y qué pasó en la tarde de la ejecución de Day?
Sigo su ejemplo, levantando mi propio tenedor y cuchillo, y cortando mi carne. Las cadenas en mis muñecas son exactamente lo suficientemente largas para que yo coma, como si alguien se hubiera tomado la molestia de medirlas. Empujo la sorpresa del incidente de la champaña fuera de mi mente y comienzo a contar la historia que Razor inventó por mí.
—Yo ayudé a Day a escapar de su ejecución, y los Patriotas me ayudaron. Pero después de que todo terminó, no me dejaron ir. Parecía que por fin había conseguido alejarme de ellos cuando tus guardias me arrestaron.
Anden parpadea lentamente. Me pregunto si cree algo de lo que estoy diciendo.
 
—¿Has estado con los Patriotas por las últimas dos semanas? —dice después de que yo he terminado de masticar un trozo de carne de cerdo. La comida es exquisita; la carne tan tierna que prácticamente se deshace en mi boca.
—Sí.
 —Ya veo. —La voz de Anden se tensa con desconfianza. Limpia su boca con una servilleta de tela, luego baja sus cubiertos de plata y se inclina hacia atrás—. Entonces.
¿Day está vivo, 0 lo estaba cuando lo dejaste? ¿Él también está trabajando con los Patriotas?
—Cuando me fui, él lo estaba. No sé ahora.
 
—¿Por qué está trabajando con ellos, cuando él siempre los evitó en el pasado? Me encojo de hombros un poco, tratando de fingir asombro.
—Necesita ayuda para encontrar a su hermano, y está en deuda con los Patriotas por arreglar su pierna. Tenía una herida de bala infectada de… todo esto.
Anden hace una pausa el tiempo suficiente para tomar un pequeño sorbo de champaña.
—¿Por qué lo ayudaste a escapar?
 
Flexiono mi muñeca para que las esposas no dejen huellas en mi piel. Mis cadenas repiquetean sonoramente unas contra otras.
—Porque él no mató a mi hermano.
 
—Capitán Metias Iparis. —El sonido del nombre completo de mi hermano envía una ola de angustia a través de mí. ¿Sabe él cómo murió mi hermano?—. Lo siento por tu pérdida. —Anden inclina la cabeza un poco, un gesto inesperado de respeto que hace que un nudo se levante en mi garganta.


—Sabes, recuerdo leer sobre tu hermano cuando era más joven —continúa—. Leí sobre sus calificaciones en la escuela, lo bien que se desempeñó en su Prueba, y especialmente lo bueno que era con las computadoras.
Pincho una fresa, la mastico pensativamente, luego trago.
 
—Nunca supe que mi hermano tenía un admirador tan estimado.
 
—No era un admirador de él, en sí mismo, aunque sin duda era impresionante. — Anden levanta su nueva copa de champaña y bebe—. Yo era un admirador tuyo.
Recuerda, sé obvia. Hazle pensar que estás halagada. Y atraída a él. Él es guapo, claro está, así que intento enfocarme en eso. La luz de las lámparas de pared capturan los bordes ondulados de su cabello, haciéndolo brillar; su piel aceitunada tiene un resplandor cálido y dorado; sus ojos son ricos con el color de las hojas de primavera. Gradualmente siento un rubor creciendo en mis mejillas. Bien, sigue. Tiene alguna mezcla de sangre latina, pero la siempre tan ligera inclinación de sus grandes ojos y la delicadeza de su frente revelan un toque de herencia asiática. Al igual que Day. De repente, mi atención se dispersa, y todo lo que puedo ver es a mí y a Day besándonos en ese baño en Vegas. Recuerdo su pecho desnudo, su labios contra mi cuello, su intoxicante resistencia que hace a Anden palidecer en comparación. El rubor sutil en mis mejillas se intensifica en calor brillante.
El Elector inclina la cabeza a un lado y sonríe. Respiro profundo y me calmo. Gracias a Dios aun así logré conseguir la reacción que estaba buscando.
—¿Has pensado por qué la República ha sido tan indulgente, dada tu traición al estado?
—dice Anden, jugando distraídamente con su tenedor—. Cualquier otro ya habría sido ejecutado. Pero tú no. —Se endereza en su asiento—. La República ha estado observándote desde que sacaste ese perfecto mil quinientos en tu Prueba. He escuchado sobre tus calificaciones, y tu desempeño en los entrenamientos de la tarde de Drake. Varios Congresistas te nominaron para asignaciones políticas incluso antes de que terminaras tu primer año en Drake. Pero en última instancia, decidieron asignarte a las militares en cambio, debido a que tu personalidad tiene “oficial” escrito por todas partes. Eres una celebridad en los círculos internos. Tu ser declarado culpable de deslealtad sería una tremenda pérdida para la República.
¿Anden sabe la verdad de cómo mis padres y Metias fueron asesinados? ¿Que su deslealtad les costó sus vidas? ¿La República me valora tanto que está dudando ejecutarme a pesar de mi crimen reciente y los lazos familiares traidores?


—¿Cómo me viste en el campus de Drake? —digo—. No recuerdo escuchar que visitaras la universidad.
Anden corta un corazón de palmito en su plato.
 
—Oh, no. No lo habrías escuchado. Lo doy un ceño interrogante.
—¿Eras… un estudiante en Drake mientras yo estaba allí? Anden asiente.
—La administración mantuvo mi identidad en secreto. Yo tenía diecisiete años, un estudiante de segundo año, cuando viniste a Drake a los doce. Todos escuchamos mucho sobre ti, obviamente… y tus travesuras. —Sonríe ante eso, y sus ojos brillan con malicia.
El hijo del Elector había estado caminando entre el resto de nosotros en Drake, y yo ni  siquiera lo sabía. Mi pecho se hincha de orgullo al pensar en el líder de la República dándose cuenta de mí en el campus. Entonces sacudo mi cabeza, culpable por gustarme la atención.
—Bueno, espero que no todo lo que escucharas fuera malo.
 
Anden revela un hoyuelo en su mejilla izquierda cuando se ríe. Es un sonido relajante.
 
—No. No todo.
 
Incluso yo tengo que sonreír.
 
—Mis calificaciones eran buenas, pero estoy bastante segura de que la secretaria de mi decano está feliz de que ya no estaré apareciendo más en su oficina.
—¿La señorita Whitaker? —Anden niega con la cabeza. Por un momento deja caer su fachada formal, ignorando la etiqueta al encorvarse en su silla y hacer un gesto circular con su tenedor—. Había sido llamado a su oficina también, lo cual era divertido porque ella no tenía idea de quién era yo. Me había metido en problemas por cambiar los pesados rifles de práctica en el gimnasio por unos de espuma.
—¿Ese fuiste ? —exclamé. Recuerdo bien ese incidente. Primer año, clases de tiro. Los rifles de espuma habían parecido tan reales. Cuando los estudiantes se habían agachado al unísono para recoger lo que pensaban que eran armas pesadas, todos habían levantado la espuma tan fuerte que la mitad de los estudiantes se cayeron hacia atrás por la fuerza. El recuerdo me saca una risa real—. Eso fue brillante. El entrenador de tiro estaba tan enojado.
—Todo el mundo necesita meterse en problemas al menos una vez en la universidad,
¿cierto? —Anden sonríe y tamborilea los dedos en su copa de champaña—. Sin embargo, siempre parecías causar la mayoría de los problemas. ¿No fuiste obligada a dejar una de tus clases?
—Sí. Historia de la República Tres-Cero-Dos. —Intento frotar mi cuello de vergüenza momentánea, pero mis grilletes me detienen—. El estudiante de último año sentado a mi lado me dijo que no sería capaz de golpear la alarma de incendios con su arma de entrenamiento.
—Ah. Puedo ver que siempre has hecho buenas elecciones.
 
—Era una estudiante de tercero. Todavía un poco inmadura, lo admito —respondo.
 
—No estoy de acuerdo. Considerando todas las cosas, yo diría que tenías muchos más que tus años. —Sonríe, y mis mejillas se vuelven rosadas de nuevo—. Tienes el porte de alguien mucho mayor de quince años. Me alegré de conocerte por fin en el baile de celebración esa noche.
¿Realmente estoy aquí sentada, comiendo la cena y recordando los buenos viejos tiempos en la Academia con el Elector Primo? Surrealista. Estoy sorprendida por lo fácil que es hablar con él, esta discusión de cosas familiares en un momento cuando tanta extrañeza rodea mi vida, una conversación donde no puedo ofender accidentalmente a nadie con una observación de pasada relacionada a la clase social.
Entonces recuerdo por qué estoy realmente aquí. La comida en mi boca se convierte en cenizas. Todo esto es por Day. El resentimiento me inunda, a pesar de que estoy equivocada por sentirlo. ¿Lo estoy? Me pregunto si realmente estoy lista para asesinar a alguien por su bien.
Un soldado mira a través de la entrada de la cámara. Saluda a Anden, y luego se aclara la garganta incómodamente al darse cuenta de que debe haber interrumpido al Elector en el medio de nuestra conversación. Anden le da una sonrisa simpática y le indica con una mano que entre.
—Señor, el senador Baruse Kamion quiere hablar con usted —dice el soldado.
 
—Dile al senador que estoy ocupado —responde Anden—. Me pondré en contacto con él después de mi cena.


—Me temo que insistió en que hable con él ahora. Es sobre los, ah… —El soldado me considera, luego se apresura a susurrar en el oído de Anden. Sin embargo, todavía atrapo algo de ello—. Los estadios. Él quiere dar… mensaje… debería terminar su cena de inmediato.
Anden levanta una ceja.
 
—¿Es eso lo que él dijo? Bueno. Yo decidiré cuando termina mi propia cena —dice—. Entrégale ese mensaje de vuelta al senador Kamion cuando mejor te parezca. Dile que la próxima vez que el senador me envíe un mensaje impertinente, responderá directamente a mí.
El soldado saluda vigorosamente, su pecho hinchado un poco ante la idea de entregar un mensaje como este a un senador.
—Sí, señor. De inmediato.
 
—¿Cuál es tu nombre, soldado? —pregunta Anden antes de que pueda irse.
 
—Teniente Felipe Garza, señor. Anden sonríe.
—Gracias, Teniente Garza —dice—. Recordaré este favor.
 
El soldado intenta mantener una cara seria, pero puedo ver el orgullo en sus ojos y la sonrisa justo bajo la superficie. Se inclina ante Anden.
—Elector, me honra. Gracias, señor. —Luego sale.
 
Observo el intercambio con fascinación. Razor había tenido razón en una cosa: definitivamente hay tensión entre el Senado y su nuevo Elector. Pero Anden no es ningún tonto. Él ha estado en el poder por menos de una semana, y ya está haciendo exactamente lo que debería hacer: tratar de cimentar la lealtad de los militares a él. Me pregunto qué más está haciendo para ganar su confianza. El ejército de la República había sido ferozmente fiel a su padre; de hecho, esa lealtad fue probablemente lo que hizo al difunto Elector tan poderoso. Anden sabe esto, y está haciendo su movimiento tan pronto como es posible. Las quejas del Senado son inútiles contra un ejército que respalda a Anden sin cuestionarse.
Pero ellos no respaldan a Anden sin cuestionarse, me recuerdo. Está Razor, y sus hombres. Traidores en la tropa militar se están moviendo en lugar.


—Así que —Anden delicadamente corta otra rebanada de carne de cerdo—. ¿Me trajiste hasta aquí para decirme que ayudaste a escapar a un criminal?
Por un momento no hay sonido alguno excepto el tintineo del tenedor de Anden contra su plato. Las instrucciones de Razor hacen eco en mi mente; las cosas que necesito decir, el orden en que lo tengo que decir.
—No… vine aquí para decirte acerca del complot de asesinato en tu contra. Anden baja su tenedor y sostiene dos dedos delgados en dirección a los soldados.
—Déjennos.
 
—Elector, señor —comienza a decir uno de ellos—. No vamos a dejarlo solo.
 
Anden saca un arma de su cinturón (un elegante modelo negro que nunca he visto antes) y lo coloca en la mesa junto a su plato.
 
—Está bien, Capitán —dice él—. Voy a estar a salvo. Ahora, por favor, todos. Retírense.
 
La mujer que Anden llamó Capitán le hace gestos a sus soldados, y salen en silencio de la habitación. Incluso los seis guardias junto a mí se van. Estoy a solas en esta cámara con el mismo Elector, separados por tres metros y medio de madera de cerezo.
Anden apoya ambos codos en la mesa y entrelaza sus dedos.
 
—¿Viniste a advertirme?
 
—Lo hice.
 
—Pero escuché que fuiste atrapada en Vegas. ¿Por qué no te entregaste?
 
—Estaba en mi camino hacia aquí, a la capital. Quería llegar a Denver antes de entregarme, para tener una mejor oportunidad de hablar contigo. Definitivamente no tenía planeado ser arrestada por una patrulla al azar en Vegas.
—¿Y cómo te alejaste de los Patriotas? —Anden me da una mirada escéptica y vacilante—. ¿Dónde están ahora? Seguramente deben estar persiguiéndote.
Hago una pausa, bajo la mirada, y aclaro mi garganta.
 
—Salté de un tren con destino a Vegas la noche que logré escapar.
 
Anden se queda en silencio por un momento, luego pone abajo su tenedor y se toca la boca. No estoy segura si cree en mi escape o no.


—¿Y cuáles eran sus planes para ti, si es que no hubieras escapado?
 
Mantenlo vago por ahora.
 
—No conozco todos los detalles acerca de lo que tenían planeado para mí —replico—. Pero sí sé que están planeando algún tipo de ataque en una de tus paradas para aumentar la moral a lo largo del frente de guerra, y ahí es donde se supone que los ayudaría. Lamar, Westwick, y Burlington fueron los lugares mencionados. Los Patriotas tienen gente en el lugar también, Anden; gente aquí en tu círculo interno.
Sé que estoy tomando un riesgo en usar su primer nombre, pero estoy tratando de mantener nuestra nueva relación en curso. Anden no parece notarlo, él sólo se inclina sobre su plato y me estudia.
—¿Cómo sabes esto? —dice—. ¿Los Patriotas saben que lo sabes? ¿Day también está involucrado en esto?
Niego con mi cabeza.
 
—No se suponía que me enterara. No he hablado con Day desde el día en que me fui.
 
—¿Se podría decir que eres amiga de él?
 
Una pregunta un poco extraña. ¿Tal vez quiere encontrar a Day?
 
—Sí —respondo, tratando de no distraerme con los recuerdos de las manos de Day entrelazadas en mi cabello—. Él tiene sus razones para quedarse, yo tengo las mías para irme. Pero sí, eso creo.
Anden asiente su agradecimiento.
 
—Dijiste que hay gente en mi círculo interno del que necesito saber. ¿Quién? Bajo mi tenedor y me inclino sobre la mesa.
—Hay dos soldados en tu guardia personal que van a hacer un atentado. Anden palidece.
—Mis guardias son cuidadosamente escogidos para mí. Muy cuidadosamente.
 
—¿Y quién los escoge? —Cruzo mis brazos. Mi cabello cae sobre un hombro, y puedo ver las perlas brillantes por el rabillo del ojo—. No importa si me crees o no. Investiga. O estoy en lo cierto, y no estarás muerto, o estoy equivocada, y entonces yo estaré muerta.


Para mi sorpresa, Anden sale de su silla, se endereza, y camina al final de la mesa donde yo estoy. Se sienta en la silla junto a la mía y se escabulle más cerca de mí. Parpadeo mientras estudia mi rostro.
—June. —Su voz es suave, apenas un susurro—. Quiero confiar en ti… y quiero que tú confíes en mí.
Él sabe que estoy escondiendo algo. Puede ver a través de mi engaño, y quiere que yo lo sepa. Anden se apoya contra la mesa y mete sus manos en los bolsillos del pantalón.
—Cuando mi padre murió —comienza, diciendo cada palabra lentamente y en voz baja, como si estuviera introduciéndose en aguas peligrosas—, estaba completamente solo. Me senté a su lado mientras fallecía. Aun así, estoy agradecido por ello, nunca tuve esa oportunidad con mi madre. Sé cómo se siente, June, ser el único que queda.
Mi garganta se aprieta dolorosamente. Gana su confianza. Ese es mi rol, mi única razón de estar aquí.
 
—Lamento escuchar eso —susurro—. Y acerca de tu madre. Anden inclina su cabeza, aceptando mis condolencias.
—Mi madre era la Princeps del Senado. Mi padre nunca hablaba de ella… pero me alegra que estén juntos ahora.
Había escuchado rumores acerca de la última Princeps. Cómo había muerto de alguna enfermedad autoinmune después de dar a luz. Sólo el Elector puede nombrar a un líder para el Senado, así que no ha habido uno en dos décadas, no desde que la madre de Anden murió. Trato de olvidar el confort que sentí cuando hablé con él acerca de Drake, pero es más difícil de lo que pensé. Piensa en Day. Me recuerdo lo emocionado que había estado por el plan de los Patriotas, y acerca de una nueva República.
—Me alegra que tus padres estén en paz —digo—. Entiendo cómo se siente perder a tus seres queridos.
Anden contempla mis palabras con dos dedos presionados contra sus labios. Su mandíbula parece tensa e incómoda. Puede que haya tomado posesión de su cargo, pero sigue siendo un muchacho, me doy cuenta. Su padre era una figura temible, ¿pero Anden? No es lo suficientemente fuerte para mantener a su país unido por sí mismo.
De repente recuerdo las primeras noches después del asesinato de Metias, cuando lloraba hasta las altas horas antes del amanecer con el rostro sin vida de mi hermano quemando en mis pensamientos. ¿Anden también tiene las mismas noches sin dormir?


¿Cómo debe sentirse perder a un padre al que no tienes permitido llorarle en público, sin importar lo malvado que fuera? ¿Anden lo amaba?
Espero mientras él me observa, mi cena ya olvidada. Después de lo que se siente como horas, Anden baja sus manos y suspira.
—No es un secreto que había estado enfermo durante mucho tiempo. Cuando has estado esperando que un ser amado muera… por años… —Él hace una mueca visible en este momento, permitiéndome ver un dolor desnudo—. Bueno, estoy seguro que es un sentimiento diferente cuando eso llega… inesperadamente. —Me mira fijamente mientras dice la última palabra.
No estoy segura si se está refiriendo a mis padres o a Metias, quizás a ambos, pero la forma en que lo dice deja una pequeña duda en mi mente. Quiere decir que sabe lo que le pasó a mi familia. Y que lo desaprueba.
—Conozco cuál es tu experiencia con la suposición. Algunas personas piensan que envenené a mi padre, para poder tomar su lugar.
 
Es casi como si quisiera hablarme en código. Una vez asumiste que Day asesinó a tu
hermano. Que las muertes de tus padres fueron accidentes. Pero ahora sabes la verdad.
 
—Las personas de la República asume que soy su enemigo. Que soy el mismo hombre que era mi padre. Que no quiero que este país cambie. Piensan que soy un ser vacío, una marioneta que simplemente heredó un trono por la voluntad de mi padre. — Después de una breve vacilación, vuelve su mirada hacia mí con una intensidad que me quita el aliento—. No lo soy. Pero si permanezco solo… si soy el único que queda, entonces no puedo cambiar nada. Si permanezco solo, soy igual que mi padre.
No es de extrañar que quisiera esta cena conmigo. Algo revolucionario se agita en Anden. Y me necesita. No tiene el apoyo de la gente, y no tiene el del Senado. Necesita que alguien gane a la gente para él. Y las dos personas en la República con mayor poder en la gente… somos Day y yo.
El giro de la conversación me confunde. Anden no es —no parece ser— el hombre que describieron los Patriotas; una figura de adorno parado en el camino de una revolución gloriosa. Si lo que él quiere es ganarse a la gente, si Anden está diciéndome la verdad…
¿por qué los Patriotas lo querrían muerto? Tal vez me estoy perdiendo algo. Tal vez hay algo acerca de Anden que Razor sabe y que yo no.
—¿Puedo confiar en ti? —dice Anden. Su expresión se ha convertido en algo serio, con las cejas elevadas y sus ojos abiertos de par en par.


Levanto mi barbilla y encuentro su mirada. ¿Puedo yo confiar en él? No estoy segura, pero por ahora, susurro la respuesta segura.
Sí.
 
Anden se endereza y se aleja de la mesa. No puedo descifrar si me cree.
 
—Mantendremos esto entre nosotros. Les diré a mis guardias acerca de tu advertencia. Espero que encontremos a tu par de traidores. —Anden me sonríe, luego inclina la cabeza y sonríe—. Si los encontramos, June, me gustaría que volviéramos a hablar. Parece que tenemos demasiado en común. —Sus palabras hacen que mis mejillas quemen.
Y eso es todo.
 
—Por favor, termina la cena en tu tiempo libre. Mis soldados te llevarán de vuelta a tu celda cuando estés lista.
 
Murmuro un silencioso gracias. Anden se voltea y se dirige fuera de la cámara mientras los soldados vuelven, el eco de sus botas rompen el silencio que había impregnado este espacio momentos antes. Bajo mi cabeza y pretendo recoger el resto de mi comida. Hay más en Anden de lo que había pensado. Sólo ahora me doy cuenta que mi aliento sale más entrecortado de lo usual, y que mi corazón está acelerado. ¿Puedo confiar en Anden? ¿O debo confiar en Razor? Me estabilizo en el borde la mesa. Cualquiera que sea la verdad, tengo que jugar esto muy cuidadosamente.
 
Después de la cena, en vez de ser llevada a una típica celda de cárcel, soy llevada a un limpio y lujoso apartamento, una cámara alfombrada con dos puertas gruesas y una gran cama suave. No hay ventanas. Aparte de la cama, no hay muebles en la habitación en absoluto, nada para que lo tome y convierta en un arma. La única decoración es el omnipresente retrato de Anden, incrustado en el yeso de la pared. Ubico la cámara de seguridad de inmediato, está justo por encima de las puertas dobles, una pequeña perilla sutil, en el techo. Media docena de guardias permaneces listos en el exterior.
Me quedo dormida a ratos durante la noche. Los soldados rotan en turnos. Temprano en la mañana un guardia me despierta.
—Hasta ahora, todo bien —susurra ella—. Recuerda quién es el enemigo. —Entonces sale de la cámara y un nuevo guardia la sustituye.


Me visto en silencio con un camisón de terciopelo cálido, mis sentidos ahora en estado de alerta, mis manos tiemblan ligeramente. Los grilletes en mis muñecas repiquetean suavemente. No podría haber estado segura antes, pero ahora que los Patriotas están observando cada uno de mis pasos. Los soldados de Razor se están acercando lentamente a su posición. Podría ser que nunca vea al guardia de nuevo, pero ahora estudio la cara de todos los soldados a mi alrededor, preguntándome quién es leal, y quién es un Patriota.


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Mensaje por yiniva Mar 15 Mayo - 13:14

Aden no parece ser tan malo, trato bien a la sirvienta y al soldado a June también entonces que, Razor lo quiere muerto para gobernar el o que,


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Mensaje por mariateresa Mar 15 Mayo - 18:09

Lo que dije antes @yiniva creo que Razor esta haciendo todo por fines egoistas y los esta manipulando creo que Anden no es tan malo como lo pintan.
Gracias


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Mensaje por yiniva Miér 16 Mayo - 9:45

DAY

Me levanto demasiado temprano la mañana de mi octavo cumpleaños. Luz
apenas ha comenzado a filtrarse a través de nuestras ventanas, ahuyentando el azul marino y gris de una noche desapareciendo. Me siento en la cama y froto mis ojos. Un vaso medio vacío de agua se
balancea cerca del borde de la vieja mesa de noche. Nuestra única planta —una hidra que Eden arrastró a casa de algún basurero— se encuentra en la esquina, vides serpenteando a través del suelo, buscando el sol. John ronca ruidosamente en su esquina. Sus pies sobresaliendo debajo de una manta parchada y cuelgan del extremo del catre. Eden no está por ningún lugar; probablemente está con mamá.
Normalmente si me despierto demasiado temprano puedo quedarme acostado y pensar en algo calmante, como un ave o un lago, y eventualmente me relajo lo suficiente como para dormir un poco más. Pero no funciona hoy. Balanceo mis piernas sobre el costado de la cama y halo mis calcetines disparejos sobre mis pies.
Al instante en el que entro en la sala de estar, sé que algo no está bien. Mamá yace dormida en el sofá con Eden en sus brazos, la manta colocada hasta los hombros. Pero papá no está aquí. Mis ojos se mueven alrededor de la habitación. Él acaba de volver del frente de guerra anoche, y normalmente se queda en casa por al menos tres o cuatro días. Es demasiado pronto para que se haya ido.
—¿Papá? —susurro. Mamá se remueve un poco y cae en silencio otra vez.
 
Entonces escucho el débil sonido de nuestra puerta de tela mosquitera contra la madera. Mis ojos se amplían. Me apresuro a la puerta y asomo mi cabeza. Una corriente de aire frío me recibe.
—¿Papá? —susurro de nuevo.


Al principio, no hay nada allí. Entonces veo su figura emerger de las sombras. Papá.
 
Comienzo a correr; no me importa si la tierra y el pavimento me rasguñan a través de la harapienta tela de mis calcetines. La figura en las sombras camina unos pasos más, entonces me escucha y se gira. Ahora veo el cabello castaño claro de mi padre y los estrechos ojos color miel, esa débil barba en su quijada, su alto marco, su postura elegante sin esfuerzo. Mamá siempre decía que lucía como si hubiera salido de alguna fábula mongola. Rompo en una carrera.
—Papá —digo cuando lo alcanzo en las sombras. Él se arrodilla y me recoge entre sus brazos—. ¿Te vas ya?
—Lo siento, Daniel —susurra. Suena cansado—. He sido llamado de vuelta al frente de guerra.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
 
—¿Tan pronto?
 
—Tienes que volver a la casa ahora. No dejes que la policía callejera te vea causando una escena.
—Pero acabas de llegar aquí —trato de argumentar—. Tú… hoy es mi cumpleaños, y yo…
Mi padre pone una mano a cada lado de mis hombros. Sus ojos son dos advertencias, llenas de todo lo que desea poder decir en voz alta. Quiero quedarme, está tratando de decirme. Pero tengo que irme. Conoces la rutina. No hables de esto. En su lugar dice:
—Vuelve a casa, Daniel. Besa a tu madre por mí.
 
Mi voz comienza a temblar, pero me digo a mí mismo que debo ser valiente.
 
—¿Cuándo te veremos otra vez?
 
—Volveré pronto. Te amo. —Pone una mano en mi cabeza—. Mantente vigilando para cuando vuelva, ¿de acuerdo?
Asiento. Se queda conmigo por un momento, luego se levanta y se aleja. Regreso a casa.
Esa fue la última vez que lo vi.


Un día pasó. Estoy sentado solo en mi cama de Patriota asignada en una de las habitaciones con literas, estudiando el colgante alrededor de mi cuello. Mi cabello cae alrededor de mi cara, haciéndome sentir como que estoy viendo el colgante a través de un brillante velo. Antes de mi ducha más temprano, Kaede me había dado una botella de gel que quitó el color falso de mi cabello. Para la siguiente parte del plan, me había dicho ella.
Alguien toca la puerta.
 
—¿Day? —la voz suena apagada desde el otro lado de la madera. Me toma un segundo reorientarme y reconocer a Tess. Había despertado de una pesadilla sobre mi octavo cumpleaños. Aún puedo ver todo como si hubiera pasado ayer, y mis ojos se sienten rojos e hinchados por llorar. Cuando desperté, mi mente comenzó a producir imágenes de Eden atado a una camilla, gritando mientras técnicos de laboratorio le inyectan productos químicos, y John de pie con los ojos vendados ante un pelotón de soldados. Y mamá. No puedo detener todas estas benditas cosas reproduciéndose en mi cabeza, y me molesta tanto. Si encuentro a Eden, ¿entonces qué? ¿Cómo demonios me lo llevo de la República? Tengo que asumir que Razor será capaz de ayudarme a traerlo de vuelta. Y para poder traerlo de vuelta, tengo que asegurarme completamente de que Anden muera.
Mis brazos están adoloridos por pasar casi toda la mañana bajo la supervisión de Keade y Pascao, aprendiendo a disparar un arma.
—No te preocupes si fallas al Elector —dijo Pascao mientras trabajábamos en mi puntería. Pasó sus manos por mi brazo lo suficiente para hacerme sonrojar—. No importará. Habrá otros contigo que terminarán el trabajo, sin importar. Razor sólo quiere la imagen de ti apuntando un arma al Elector. ¿No es perfecto? El Elector, en el frente de guerra dando discursos para aumentar la moral a los soldados, baleado con cientos de tropas en los alrededores. ¡Oh, la ironía! —Pascao luego me dio una de sus típicas sonrisas—. El héroe del pueblo mata al tirano. Qué historia será.
Sí. Qué historia, ciertamente.
 
—¿Day? —dice Tess de detrás de la puerta—. ¿Estás ahí? Razor quiere hablar contigo.
—Oh, cierto. Ella todavía está ahí, llamándome.
 
—Sí, puedes entrar —respondo. Tess asoma su cabeza dentro.
—Hola —dice ella—. ¿Cuánto tiempo has estado aquí?


Sé bueno con ella, me había dicho Kaede. Ustedes dos hacen una buena pareja. Lanzo a Tess una pequeña sonrisa a modo de saludo.
—Ni idea —respondo—. Estaba descansando un poco. Un par de horas, ¿tal vez?
 
—Razor está preguntando por ti en la sala principal. Están corriendo una transmisión en vivo de June. Pensé que podrías…
¿Transmisión en vivo? Ella debió lograrlo. Ella aún está bien. Salto a mis pies. Por fin, una actualización de June; la idea de volver a verla, incluso sí es en una cámara de seguridad granulosa, me marea con anticipación.
—Ya salgo.
 
Al dirigirnos por el corto pasillo hacia la sala principal, un número de otros Patriotas saludan a Tess. Ella sonríe cada vez, intercambiando bromas ligeras y ríe como si los conociera desde siempre. Dos chicos le dan palmadas bondadosas en su hombro.
 
—Dense prisa, chicos. No quiero seguir haciendo esperar a Razor. —Ambos nos giramos para ver a Kaede pasarnos trotando en dirección a la sala principal. Hace una pausa para colocar su brazo alrededor del cuello de Tess, entonces despeina su cabello cariñosamente y planta un beso juguetón en su mejilla—. Lo juro, eres la más lenta del grupo, cariño.
Tess se ríe y la empuja. Kaede guiña de vuelta antes de retomar su paso, desapareciendo alrededor de la esquina dentro de la habitación principal. Miro, un poco sorprendido por la demostración de afecto de Kaede. No es algo que esperara de ella. Nunca había pensado en ello antes, pero ahora me doy cuenta cuán buena es Tess formando nuevos lazos ; siento que los Patriotas se sienten cómodos a su alrededor, la misma comodidad que siempre sentí con ella en las calles. Esa es su fortaleza, sin duda. Ella sana. Es reconfortante.
Luego Baxter nos pasa. Tess baja la mirada cuando él roza su brazo, y me doy cuenta de él dándole un breve asentimiento antes de fulminarme con la mirada. Cuando está fuera del alcance del oído, me inclino a Tess.
—¿Cuál es su problema? —susurro.
 
Ella se encoge de hombros y roza mi brazo con su mano.
 
—No le hagas caso —responde ella, repitiendo lo que Kaede había dicho cuando llegué al túnel—. Tiene cambios de humor.


Dímelo a mí, pienso oscuramente.
 
—Si te da un mal rato, házmelo saber —murmuro. Tess se encoge de hombros otra vez.
—Está bien, Day. Puedo manejarlo.
 
De repente me siento un poco estúpido, ofreciendo mi ayuda como un arrogante caballero de brillante armadura cuando Tess probablemente tiene decenas de nuevos amigos con ganas de ayudarla. Cuando ella puede ayudarse a sí misma.
Para el momento en que llegamos a la sala principal, una pequeña multitud se ha reunido frente a una de las pantallas de pared más grandes, donde imágenes de una cinta de seguridad está reproduciéndose. Razor está cerca del frente de la multitud con sus brazos casualmente cruzados, mientras Pascao y Kaede están junto a él. Me ven y hacen señas para que me acerque.
 
—Day —dice Razor, dándome una palmada en el hombro. Kaede me da un rápido asentimiento en señal de saludo—. Me alegra verte aquí. ¿Estás bien? He oído que has estado un poco decaído esta mañana.
Su preocupación en realidad es un poco agradable; me recuerda a la forma en que mi padre solía hablar conmigo.
—Estoy bien —respondo—. Sólo cansado por el viaje.
 
—Comprensible. Fue un vuelo agotador. —Hace un gesto a la pantalla—. Nuestros hackers nos consiguieron imágenes de June. El audio está separado, pero podrás escucharlo pronto. Pensé que te gustaría ver el vídeo sin importar.
Mis ojos están pegados a la pantalla. Las imágenes son nítidas y coloridas, como si estuviéramos flotando justo en la esquina de la habitación. Veo una cámara adornada con una mesa elegantemente decorada y soldados alineados en las paredes. El joven Elector está sentado en un extremo de la mesa. June se sienta en el otro, vistiendo un vestido precioso que hace a mi corazón acelerarse. Cuando yo había sido el prisionero de la República, me habían golpeado a palos y me tiraron en una celda sucia. El encarcelamiento de June parece más como unas vacaciones. Estoy aliviado por ella, pero al mismo tiempo, estoy un poco amargado. Incluso después de traicionar a la República, las personas con el pedigrí de June se mantienen a flote, mientras que la gente como yo, sufren.
Todo el mundo me observa mirar a June.


—Me alegro de que le esté yendo bien —digo a la pantalla. Ya disgustado conmigo mismo por insistir en tan malos pensamientos.
—Inteligente de su parte comenzar hablar con el Elector de sus años universitarios en Drake —dice Razor, resumiendo el audio mientras se reproduce el vídeo—. Ella plantó la historia. Ellos van hacerla tomar una prueba de detector de mentiras después, me imagino, y tendremos un camino directo a Anden si es lo suficientemente buena como para pasarlo. Nuestra siguiente fase mañana por la noche debería funcionar sin problemas.
Si es lo suficientemente buena como para pasarlo. Un vínculo temprano.
 
—Bien —respondo, tratando de no dejar que mi rostro traicione mis pensamientos. Pero mientras las imágenes continúan, y veo a Anden ordenar salir a los soldados de la cámara, siento un nudo apretar mi garganta. Este tipo es toda sofisticación, poder y autoridad. Se inclina para decirle algo a June, y se ríen y beben champaña. Puedo imaginarlos juntos. Ellos hacen buena pareja.
 
—Ella está haciendo un buen trabajo —dice Tess, metiendo su cabello detrás de sus orejas—. El Elector está completamente pendiente de ella. Quiero discutir esto, pero Pascao interviene brillantemente.
—Tess tiene toda la razón… ¿ven ese brillo en sus ojos? Ese es un hombre atraído allí, puedo decir eso. Él está cayendo por nuestra chica. Lo tendrá enganchado por completo en un par de días.
Razor asiente, pero su entusiasmo es más moderado.
 
—Es cierto —dice—. Pero tendremos que asegurarnos de que Anden no se meta en la cabeza de June también. Es un político nato. Encontraré una manera de hablar con June.
Me alegro de que Razor hable de sentido y prudencia en un momento como este, pero tengo que alejarme de la pantalla ahora. Nunca consideré la idea de que él podría ser capaz de entrar en la cabeza de June.
Los comentarios de todos se desvanecen a medida que dejo de escuchar. Tess tiene razón, por supuesto; puedo ver el deseo en el rostro del Elector. Se levanta ahora y camina hacia donde June está sentada encadenada a la silla, luego se inclina cerca para hablar con ella. Me estremezco. ¿Cómo podría alguien resistirse a June? Ella es perfecta en muchos sentidos. Entonces, me doy cuenta que no estoy molesto por la atracción de Anden a ella; él va a morir pronto, ¿cierto? Lo que me enferma es que June no se ve como si estuviera fingiendo su risa en este vídeo. Casi parece estar pasando un buen momento. Ella está a la par con hombres como él: aristócratas. Hechos para la vida de la clase alta de la República. ¿Cómo puede ser feliz con alguien como yo, alguien con nada más que un puñado de sujetapapeles en sus bolsillos? Me doy vuelta y me alejo de la multitud. He visto todo lo que quería ver.
—¡Espera!
 
Miro sobre mi hombro para ver a Tess corriendo tras de mí, con el cabello volando en su rostro. Derrapa hasta caminar junto a mí.
—¿Estás bien? —pregunta, estudiando mi expresión mientras nos dirigimos por el pasillo hacia mi habitación.
—Voy a estarlo —respondo—. ¿Por qué no lo estaría? Todo va justo... a la perfección.
—Le doy una sonrisa tensa.
 
—Está bien. Lo sé. Sólo quiero asegurarme. —Tess me da una sonrisa con hoyuelos, y me ablando de nuevo con ella.
—Estoy bien, prima. En serio. Estás a salvo, estoy a salvo, los Patriotas están en camino, y me ayudarán a encontrar a Eden. Eso es todo lo que puedo pedir.
Tess se ilumina ante mis palabras, y sus labios se curvan en una sonrisa burlona.
 
—Ha habido algunos chismes sobre ti, sabes. Levanto mis cejas juguetonamente.
—¿En serio? ¿Qué clase de chismes?
 
—Rumores de que estás vivo y también se están extendiendo como un reguero de pólvora, es todo de lo que están hablando. Tu nombre está pintado en espray en las paredes de todo el país, incluso sobre los retratos del Elector en algunos lugares.
¿Puedes creerlo? Están apareciendo protestas todas partes. Todos están gritando tu nombre. —La energía de Tess mengua un poco—. Incluso las personas en cuarentena en Los Ángeles. Supongo que toda la ciudad está en cuarentena ahora.
—¿Han sellado Los Ángeles? —Esto me toma por sorpresa. Nos enteramos que los sectores gemas están cercados, pero nunca escuché de una cuarentena tan grande—.
¿Por qué? ¿Pestes?


—No por las pestes. —Los ojos de Tess se abren con emoción—. Por los disturbios. La República está transmitiéndolo oficialmente como una cuarentena por peste, pero la verdad es que toda la ciudad está rebelándose contra el nuevo Elector. Se están extendiendo los rumores de que el Elector te está cazando con todo lo que tiene, y algunos Patriotas están diciendo a la gente que Anden fue quien ordenó… eh… quien ordenó a tu familia… —Tess duda, volviéndose de color rojo brillante—. De todos modos, los Patriotas están tratando de hacer quedar mal a Anden, peor que su padre. Razor dice que las protestas en L.A son una gran oportunidad para nosotros. La capital ha tenido que llamar a miles de tropas adicionales.
—Una gran oportunidad —repito, recordando que la República había reducido la última protesta en Los Ángeles.
 
-Sí, y es todo gracias a ti, Day. Tú lo provocaste, o, al menos, el rumor de que estás vivo lo hizo. Están inspirados por tu escape, y enojados por la forma en que estás siendo tratado. Tú pareces la única cosa que la República no puede controlar. Todo el mundo está pendiente de ti, Day. Están esperando tu próximo movimiento.
Trago, no atreviéndome a creerlo. Eso no puede ser posible; la República nunca dejaría que las rebeliones llegaran tan fuera de control en una de las ciudades más grandes del país. ¿Cierto? ¿Están las personas realmente abrumando al ejército local allí? ¿Y se están rebelando por mi causa? Están esperando tu próximo movimiento. Pero demonios si siquiera supiera lo que se supone que debo hacer. Sólo estoy tratando de encontrar a mi hermano, eso es todo… eso es todo. Sacudo mi cabeza, forzando abajo a una repentina corriente de miedo. Quería tener poder para luchar, ¿no? Eso era lo que estaba tratando de hacer todos estos años, ¿cierto? Ahora me están entregando el poder a mí... pero no sé qué hacer con él.
—Sí, claro —logro contestar—. ¿Estás bromeando? Soy sólo un callejero de Los Ángeles.
—Sí. Uno famoso. —La sonrisa contagiosa de Tess al instante ilumina mi estado de ánimo. Me da un codazo en el brazo cuando llegamos a la puerta de mi habitación. Entramos—. Vamos, Day. ¿No recuerdas por qué terminaron reclutándote los Patriotas en primer lugar? Razor dijo que podrías llegar a ser tan poderoso como el nuevo Elector mismo. Todo el mundo en el país sabe quién eres. Y a la mayoría realmente le gustas. Algo para estar orgullosos, ¿no?
Sólo camino a mi cama y me siento. Ni siquiera me doy cuenta enseguida que Tess se sienta junto a mí.


Ella se pone seria ante mi silencio.
 
—¿De verdad te preocupas por esta, no? —dice ella, alisando las sábanas sobre la cama con una mano—. Ella no es como las chicas con las que solías perder el tiempo en Lake.
—¿Qué? —respondo, confundido por un segundo. Tess piensa que todavía estoy meditando sobre el enamoramiento de Anden con June. Las mejillas de Tess se están volviendo rosadas ahora, y de repente me siento incómodamente cálido sentado solo con ella, sus grandes ojos fijados en mí, su enamoramiento inconfundible. Siempre he sido suave al manejar a las chicas a las que les he gustado, pero eran extrañas. Chicas que pasaron por mi vida sin consecuencias. Tess es diferente. No sé qué hacer con la idea de que podríamos ser más que amigos—. Bueno, ¿qué quieres que diga? — pregunto. Me quiero golpear tan pronto como las palabras salen de mi boca.
—Deja de preocuparte, estoy segura que ella estará bien —dice la última palabra con un repentino veneno, entonces se queda callada de nuevo. Sí, definitivamente dije la cosa equivocada.
 
—No me uní a los Patriotas porque quería, sabes. —Tess se levanta de la cama y se cierne por encima de mí, su espalda rígida, sus manos abriéndose y cerrándose—. Me uní a los Patriotas por ti. Porque estaba preocupada por ti después de que June te llevó y arrestó. Pensé que podría convencerlos de salvarte, pero no tengo el poder de negociación que tiene June. Ella puede hacerte lo que quiera, y tú aún la recibirías de vuelta. Puede hacer lo que quiera a la República, y ellos también la recibirían de vuelta.
—Tess levanta su voz—. Siempre que June necesita algo, consigue resultados, pero mis necesidades no valen ni un cubo de sangre de cerdo. Tal vez si yo fuera la querida de la República, te preocuparías por también.
Sus palabras cortaron profundo.
 
—Eso no es cierto —digo, levantándome y sujetando sus manos—. ¿Cómo puedes incluso decir eso? Hemos crecido en las calles juntos. ¿Tienes idea de lo que eso significa para mí?
Ella frunce sus labios fuertemente y mira hacia arriba, tratando de no llorar.
 
—Day —comienza de nuevo—, ¿alguna vez te has preguntado por qué te gusta tanto June? Quiero decir, bueno, dado como fuiste arrestado y todo…
Niego con la cabeza.
 
—¿Qué quieres decir?


Ella toma una respiración profunda.
 
—He oído hablar de esto antes en alguna parte, en las pantallas gigantes o algo así, donde estaban hablando de prisioneros de las Colonias. Acerca de cómo víctimas de secuestro se enamoraban de sus captores.
Frunzo el ceño. La Tess que conozco está desapareciendo en una nube de sospechas y pensamientos oscuros.
—¿Crees que me gusta June porque ella me arrestó? ¿De verdad crees que estoy tan mal de la cabeza?
—¿Day? —dice Tess con cuidado—. June te entregó. Dejo caer las manos de Tess.
—No quiero hablar de esto.
 
Tess sacude su cabeza con tristeza, sus ojos brillantes con las lágrimas contenidas.
 
—Ella mató a tu madre, Day.
 
Doy un paso atrás de Tess. Me siento como si hubiera sido abofeteado en la cara.
 
Ella no lo hizo —digo.
 
—Bien podría haberlo hecho —susurra Tess.
 
Puedo sentir mis defensas levantándose de nuevo, encerrándome.
 
—Te olvidas de que ella también me ayudó a escapar. Ella me salvó. Mira, estás…
 
—Yo te he salvado decenas de veces. Pero si yo te entregara, y tu familia muriera por ello, ¿me perdonarías?
Trago duramente.
 
—Tess, te perdonaría casi cualquier cosa.
 
—¿Incluso si fuera responsable de la muerte de tu madre? No, no creo que lo hicieras.
—Ella fija su mirada en la mía. Su voz lleva un toque de dureza ahora, armada con un borde de acero—. Eso es lo que quiero decir. Tratas a June diferente.
—Eso no significa que no me preocupo por ti. Tess ignora mi respuesta y continúa.


—Si tuvieras que elegir entre salvarme a mí o a June, y no tienes tiempo que perder…
¿qué harías?
 
Puedo sentir mi cara volverse roja al crecer mi frustración.
 
—¿A quién salvarías? —Tess utiliza una manga para limpiar su cara y espera mi respuesta.
Suspiro con impaciencia. Sólo dile la bendita verdad.
 
—A ti, ¿de acuerdo? Te salvaría a ti.
 
Ella se ablanda, y en ese momento la fealdad de los celos y el odio se calma. Todo lo que se necesita es un poco de dulzura para que Tess se vuelva un ángel.
—¿Por qué?
 
—No lo sé. —Paso una mano a través de mi cabello, incapaz de averiguar por qué no puedo tomar control de esta conversación—. Porque June no necesitaría mi ayuda.
Estúpido, tan estúpido. Casi no pude haber dicho algo peor. Las palabras salen antes de que me pueda detener, y ahora es demasiado tarde para retractarme. Esa ni siquiera es la razón real. Salvaría a Tess porque es Tess, porque no puedo soportar imaginar que algo le pase. Pero no tengo tiempo de explicar eso. Tess se gira y se aleja de mí.
—Gracias por tu lástima —dice.
 
Me apresuro hacia ella, pero cuando tomo su mano, se aleja.
 
—Lo siento. Eso no es lo que quise decir. No te tengo lástima. Tess, yo…
 
—Está bien —dice bruscamente—. Es sólo la verdad, ¿no? Bueno, te reunirás con June lo suficientemente pronto. Si ella decide no volver a la República. —Sabe cuán frías son sus palabras, pero no trata de endulzarlas—. Sabes, Baxter piensa que vas a traicionarnos. Por eso es que no le agradas. Ha tratado de convencerme de eso desde que me uní al principio. No lo sé… quizás tiene razón.
Ella me deja solo en el pasillo. La culpa se desliza a través de mi piel, abriendo venas al avanzar. Una parte de mí está enojado: quiero defender a June, y decirle a Tess todas las cosas a las que June ha renunciado por mí. Pero… ¿estará Tess en lo cierto? ¿Estoy engañándome a mí mismo?


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Mensaje por yiniva Miér 16 Mayo - 12:42

salieron los celos de Tess, solo espero que no le cause problemas a Day y a June, por rencorosa.


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Mensaje por Celemg Jue 17 Mayo - 4:22

1: June aun no me konvence, es komo si todo el tiempo intentara konvencerse a ella misma de ke ya no juega para la republika, y lamenta no poder volver, lo ke me hace pensar ke si hizo lo ke hizo porke se enamoro de day o porke realmente sabe ke la republika es turbia.
2: Razor no me inspira konfianza y me suena a malvado.. Kaede sigue siendo igualita de prepotente, sera ke Tess podra irse kon Day?
Ya maniana sigo poniendome al dia


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Mensaje por yiniva Jue 17 Mayo - 9:37

JUNE

Anoche tuve una pesadilla. Soñé que Anden perdonaba a Day por todos sus crímenes. Luego vi a los Patriotas arrastrando a Day dentro de una calle oscura y poniéndole una bala en el pecho. Razor se giró hacia mí y dijo:
—Su castigo, señorita Iparis, por trabajar con el elector.
 
Me desperté bañada en sudor, temblando incontrolablemente.
 
Un día y noche (más específicamente veintitrés horas) pasan antes de ver al Elector de nuevo. Esta vez me encuentro con él en una sala de detección de mentiras.
Mientras los guardias me llevaban por el pasillo hacia un conjunto de jeeps esperando fuera, pienso en todas las cosas que he aprendido en Drake acerca de cómo trabajan los detectores de mentira. El examinador va a tratar de intimidarme, van a usar mis debilidades en mi contra. Usarán la muerte de Metias, o a mis padres, o tal vez incluso a Ollie. Desde luego, usarán a Day. Así que me concentro en el pasillo por el que estamos caminando, pensando en cada uno de mis puntos débiles en cambio, y a continuación, presiono cada uno profundamente en el fondo de mi mente. Los silencio.
Conducimos a través de la capital por varias cuadras. Esta vez veo la ciudad cubierta con el resplandor medio gris de una mañana nevada, soldados y trabajadores apresurándose por las aceras a través de los puntos de luz que proyectan las farolas en el pavimento resbaladizo. Las pantallas gigantes aquí son enormes, algunas sobrepasando las quince plantas, y los altavoces revistiendo los edificios son más nuevos que los de L.A; no hacen crujir la voz del locutor. Pasamos la Torre del Capitolio. Estudio sus paredes resbaladizas, cómo las placas de vidrio protegen cada balcón para que así cualquiera dando un discurso esté debidamente protegido. El antiguo Elector una vez había sido atacado de esa manera, antes de que el vidrio subiera; alguien había intentado disparar contra él en el piso cuarenta. La República había sido veloz en poner las barreras después de eso. Las pantallas gigantes de la Torre tienen marcas de humedad distorsionando las imágenes en sus pantallas, pero aun así puedo leer algunos de los titulares a medida que los pasamos.
Uno conocido llama mi atención.
 
DANIEL  ALTAN  WING  EJECUTADO  EL  26  DE  DICIEMBRE  POR  EL PELOTÓN  DE  FUSILAMIENTO
 
¿Por qué siguen emitiendo eso, cuando todos los otros titulares de la misma época hace mucho que han dado paso a noticias más recientes? Tal vez están tratando de convencer a la gente de que es verdad.
Otro apareció.
 
EL  ELECTOR  ANUNCIA  LA  PRIMERA  LEY  DEL  NUEVO  AÑO  HOY  EN  LA TORRE  DEL  CAPITOLIO  EN  DENVER
 
Quiero detenerme y leer este titular de nuevo, pero el auto acelera y luego el viaje ha terminado. Se abre la puerta del auto. Los soldados agarran mis brazos y me sacan. Estoy inmediatamente ensordecida por los gritos de la multitud de curiosos y decenas de reporteros de prensa federales haciendo clic en las pequeñas pantallas cuadradas de sus cámaras apuntadas hacia mí. Cuando me fijo en las personas que nos rodean, me doy cuenta de que además de los que están aquí sólo para verme, hay otros. Una gran cantidad de otros. Están protestando en las calles, gritando insultos sobre el Elector, y siendo arrastrados por la policía. Varios ondean pancartas sobre sus cabezas, incluso mientras los guardias se los llevan.
¡June Iparis es inocente! dice uno.
 
¿Dónde está Day? dice otro.
 
Uno de los guardias me da un codazo para que siga adelante.
 
—No hay nada para que veas —chasquea, apresurándome por una larga serie de escalones y dentro del gigante pasillo de un edificio del gobierno. Detrás de nosotros, el ruido de afuera se desvanece en el eco de nuestros pasos. Noventa y dos segundos más tarde, nos detenemos ante un conjunto de amplias puertas de vidrio. Luego alguien escanea una tarjeta delgada (alrededor de siete por doce centímetros de tamaño, negra, con un reflejo brilloso y un logotipo dorado del sello de la República en una esquina) a través de la pantalla de entrada, y entramos.


La sala de detección de mentiras es cilíndrica, con un bajo techo abovedado y doce columnas plateadas que recubren la pared redondeada. Los guardias me sujetan de pie en una máquina que ciñe mis brazos y muñecas con bandas de metal, y presionan nodos de metal frío (catorce de ellos) en mi cuello, mejillas y frente, mis palmas de las manos, tobillos y pies. Hay tantos soldados aquí… veinte en total. Seis de ellos son el equipo de examinación, con brazaletes blancos y tonos color verde transparente. Las puertas son de cristal perfectamente claro (están impresas con un débil símbolo de un círculo cortado por la mitad, lo que significa que es vidrio a prueba de balas en un único sentido, por lo que si de alguna manera me libero, los soldados fuera de la sala podrían dispararme a través del cristal, pero yo no sería capaz de disparar hacia ellos o romperlo). Fuera de la sala, veo a Anden de pie con dos senadores y veinticuatro guardias más. Se ve infeliz, y está enfrascado en una conversación con los senadores, quienes tratan de ocultar su descontento con falsas sonrisas obedientes.
 
—Señorita Iparis —dice la examinadora principal. Sus ojos son de un verde muy pálido, su cabello rubio, su piel de porcelana blanca. Ella examina mi rostro con calma antes de pulsar un pequeño aparato negro que sostiene en su mano derecha—. Mi nombre es Dra. Sadhwani. Vamos a hacerle una serie de preguntas. Como usted es una ex-agente de la República, estoy segura de que entiende tan bien como yo lo capaces que son estas máquinas. Captaremos hasta la más pequeña contracción de movimiento de su parte. El más leve temblor de sus manos. Le aconsejo fuertemente que nos diga la verdad.
Sus palabras son sólo exageraciones previas, está tratando de convencerme de la potencia total de este dispositivo de detección de mentiras. Piensa que mientras más le tema, más reacción mostraré. Me encuentro con sus ojos. Toma respiraciones lentas y normales. Ojos relajados, boca recta.
—Me parece muy bien —le respondo—. No tengo nada que ocultar.
 
La doctora se entretiene estudiando los nodos pegados a mi piel, a continuación, las proyecciones de mi rostro, que probablemente están siendo transmitidas alrededor de la habitación detrás de mí. Sus propios ojos están lanzando miradas como dardos nerviosamente a su alrededor, y pequeñas gotas de sudor están salpicando la parte superior de su frente. Probablemente ella nunca antes puso a prueba a un enemigo del estado tan conocido, y mucho menos frente a alguien tan importante como el Elector.
Como era de esperar, la Dra. Sadhwani comienza con preguntas sencillas, irrelevantes.
 
—¿Su nombre es June Iparis?


—Sí.
 
—¿Cuándo es su cumpleaños?
 
—11 de Julio.
 
—¿Y su edad?
 
—Quince años, cinco meses, y veintiocho días. —Mi tono permanece plano y sin emociones. Cada vez que respondo, me detengo unos segundos y dejo que mi respiración se vuelva menos profunda, lo que a su vez hace que mi corazón lata más rápido. Si están midiendo mis signos vitales, entonces dejémoslos ver fluctuaciones durante las preguntas de control. Eso hará que sea más difícil decir cuándo estoy mintiendo en realidad.
—¿A qué escuela primaria asistió?
 
—Harion Gold.
 
—¿Y después de eso?

-Sea específica —le respondo.
 
La Dra. Sadhwani retrocede ligeramente, luego se recupera.
 
—Muy bien, señorita Iparis —dice, esta vez con irritación en su voz—. ¿A qué escuela secundaria asistió después de Harion Gold?
Enfrento a la audiencia mirándome detrás del vidrio. Los senadores evitan mi mirada, fingiendo fascinación por los cables serpenteando a mi alrededor, pero Anden me mira sin vacilación.
—Harion High.
 
—¿Por cuánto tiempo?
 
—Dos años.
 
—Y luego...
 
Dejé que mi temperamento aflorara, de esa forma ellos podrían pensar que estoy teniendo problemas controlando mis emociones, (y mis resultados del examen).


—Y luego me pasé tres años en la Universidad de Drake —chasqueé—. Me aceptaron cuando tenía doce y me gradué cuando tenía quince años, porque era así de buena.
¿Responde eso a su pregunta? Ahora me odia.
—Sí —dice, con los dientes apretados.
 
—Bien. Entonces prosiga.
 
La examinadora frunce sus labios y mira hacia abajo a su dispositivo negro, así no tiene que encontrar mis ojos.
—¿Ha mentido alguna vez antes? —pregunta.
 
Está pasando a preguntas más complicadas. Acelero mi respiración otra vez.
 
—Sí.
 
—¿Ha mentido a algún militar o funcionario del gobierno?
 
—Sí.
 
Justo después de responder a esta pregunta, veo una extraña serie de destellos en los bordes de mi visión. Parpadeo dos veces. Desaparecen, y la habitación vuelve a enfocarse. Vacilo por un segundo, pero cuando la Dra. Sadhwani se da cuenta de esto y escribe algo en su dispositivo, me obligo a regresar a la mente en blanco.
—¿Alguna vez ha mentido a alguno de sus profesores de Drake?
 
—No.
 
—¿Alguna vez ha mentido a su hermano?
 
De repente, la habitación se desvanece. Una imagen brillante la reemplaza, una familiar sala de estar bañada en la cálida luz de la tarde entra en foco, y un perrito blanco duerme junto a mis pies. Un adolescente alto, de cabello oscuro se sienta a mi lado, con los brazos cruzados. Es Metias. Frunce el ceño y se inclina hacia adelante, con los codos apoyados en las rodillas.
—¿Alguna vez me has mentido, June?
 
Parpadeo en estado de shock ante la escena. Todo esto es falso, me digo. El detector de mentiras está conjurando ilusiones que están diseñadas para hacerme caer. Había oído hablar de dispositivos como éste siendo utilizados cerca del frente de guerra, donde una máquina puede simular secuencias para jugar con tu mente copiando la capacidad del cerebro para crear sueños vívidos. Pero Metias luce tan real, es como si pudiera extender la mano y meter su oscuro cabello detrás de sus orejas, o sentir mi pequeña mano en la suya grande. Casi puedo creer que estoy justo ahí en la habitación con él. Cierro los ojos, pero la imagen se queda incrustada en mi mente, brillante como la luz del día.
—Sí —digo. Es la verdad. Los ojos de Metias se agrandan con asombro y tristeza, y luego se desvanece junto con Ollie y el resto del apartamento. Estoy de regreso en el centro de la gris habitación de detección de mentiras, de pie ante la Dra. Sadhwani mientras toma más notas. Me da un gesto de aprobación por responder correctamente. Trato de calmar mis manos mientras éstas permanecen apretadas y temblando en mis costados.
—Muy bien —murmura un momento después. Mis palabras suenan tan frías como el hielo.
—¿Planea utilizar a mi hermano contra mí en el resto de estas preguntas?

Aparta la mirada de sus notas.
 
—¿Viste a tu hermano? —Parece más relajada ahora, y el sudor de su frente se ha desvanecido.
Así que. Ellos no pueden controlar lo que aparece en las visiones, y no pueden ver lo que veo. Sin embargo, son capaces de accionar algo que obliga a estas memorias a emerger a la superficie. Mantengo mi cabeza en alto y los ojos en la doctora.
—Sí.
 
Las preguntas continúan.
 
¿Qué grado se adelantó durante su tiempo en Drake? Segundo año.
 
¿Cuántas advertencias de conducta recibió cuando estaba en Drake? Dieciocho.
 
Antes de la muerte de su hermano, ¿había tenido pensamientos negativos acerca de la República? No.
Y así sucesivamente. Ella está tratando de insensibilizar mi cerebro, me doy cuenta, para hacerme bajar la guardia de modo que será capaz de ver una reacción física cuando pregunte algo relevante. Dos veces más veo a Metias. Cada vez que sucede, tomo una respiración profunda y me obligo a mantenerla durante varios segundos.


Ellos me interrogan sobre cómo me escapé de los Patriotas, para qué era la misión de bombardeo. Repito lo que le había dicho a Anden en nuestra cena. Hasta el momento, todo bien. El detector dice que he dicho la verdad.
—¿Day está vivo?
 
Y entonces Day se materializa en frente de mí. Está de pie a pocos metros de distancia, con los ojos azules tan reflectantes que me veo en ellos. Una sonrisa fácil ilumina su rostro cuando me ve. De repente, sufro por él, tanto que siento que estoy cayendo. Él no es real. Todo esto es una simulación. Mantengo mi respiración acompasada.
—Sí.
 
—¿Por qué ayudó a escapar a Day, cuando sabía que él es buscado por tantos crímenes en contra de la República? ¿Podría tener sentimientos por él?
Una pregunta peligrosa. Endurezco mi corazón contra ella.
 
—No. Simplemente no quería que muera a mis manos por un crimen que no cometió.
 
La doctora hace una pausa en su toma de notas para elevar una ceja.
 
—Se arriesgó muchísimo por alguien que apenas conoce. Entrecierro mis ojos.
Eso no dice mucho sobre su carácter. Tal vez debería esperar hasta que alguien esté a punto de ser ejecutado por un error que usted cometió.
Ella no responde al ácido en mis palabras. La ilusión de Day se desvanece. Recibo algunas preguntas más de control irrelevantes, entonces:
—¿Están usted y Day asociados a los Patriotas?
 
Day aparece otra vez. Esta vez se inclina lo suficientemente cerca para que su cabello roce, ligero como la seda, contra mis mejillas. Tira de mí hacia él en un largo beso. La escena se desvanece, reemplazada abruptamente por una noche de tormenta y Day luchando a través de la lluvia, la sangre goteando de su pierna y dejando una estela tras de sí. Se deja caer sobre sus rodillas delante de Razor antes de que toda la escena desaparezca de nuevo. Lucho por mantener la voz firme.
—Yo lo estaba.
 
—¿Va a haber un intento de asesinato contra nuestro glorioso Elector?


No necesito mentir en este caso. Dejo que mi mirada se desvíe hacia Anden, quien asiente hacia mí, en lo que supongo que es ánimo.
—Sí.
 
—¿Y son conscientes los Patriotas de que usted sabe acerca de sus planes de asesinato?
—No, no lo son.
 
La Dra. Sadhwani mira a sus compañeros, y después de varios segundos asiente y se vuelve hacia mí. El detector dice que he dicho la verdad.
—¿Hay soldados cerca del Elector que pueden apoyar esta tentativa de asesinato?
 
—Sí.
 
Varios segundos más de silencio mientras comprueba con sus colegas mi respuesta. Una vez más, asiente. Esta vez, se da la vuelta para hacer frente a Anden y sus senadores.

—Está diciendo la verdad. Anden asiente en respuesta.
—Bien —dice, con la voz amortiguada por el cristal—. Continúe, por favor. —Los senadores mantienen sus brazos cruzados y los labios apretados.
Las preguntas de la Dra. Sadhwani son incesantes, ahogándome en su torrente sin fin.
 
¿Cuándo tendrá lugar el atentado? En la ruta del Elector planeada a la ciudad del frente de guerra de Lamar, Colorado.
¿Sabes dónde estará a salvo el Elector? Sí.
 
¿Dónde debería ir en su lugar? A una ciudad fronteriza diferente.
 
¿Day va a ser parte de este intento de asesinato? Sí.
 
¿Por qué está involucrado? Él está en deuda con los Patriotas por arreglar su pierna lesionada.
—Lamar —murmura la Dra. Sadhwani mientras escribe más notas en su dispositivo negro—. Supongo que el Elector modificará su ruta.
Otra parte del plan cae en su lugar.


Las preguntas finalmente llegan a su fin. La Dra. Sadhwani se aparta de mí para hablar con las demás, mientras yo dejo escapar una exhalación y me hundo en contra de la máquina detectora. He estado aquí exactamente por dos horas y cinco minutos. Mis ojos se encuentran con los de Anden. Él todavía está parado cerca de las puertas de vidrio, rodeado a ambos lados por soldados, con los brazos cruzados con fuerza sobre el pecho.
—Esperen —dice él. Los examinadores hacen una pausa en sus deliberaciones para darle un vistazo a su Elector—. Tengo una última pregunta para nuestra invitada.
La Dra. Sadhwani parpadea y hace un gesto hacia mí.
 
—Por supuesto, Elector. Por favor.
 
Anden se acerca más al cristal que nos separa.
 
—¿Por qué me estás ayudando?
 
Empujo mis hombros hacia atrás y encuentro sus ojos.
 
—Porque quiero ser perdonada.
 
—¿Es usted leal a la República?
 
Una mezcla final de recuerdos se hace patente. Me veo a mí misma tomada de la mano de mi hermano en las calles de nuestro sector Ruby, nuestros brazos en alto en señal de saludo a las pantallas gigantes mientras recitamos el juramento. Ahí está el rostro de Metias, su sonrisa y también su tensa mirada de preocupación en la última noche que lo vi. Veo las banderas de la República en el funeral de mi hermano. Las secretas anotaciones en línea de Metias desplazándose más allá de mis ojos: sus palabras de advertencia, su ira contra la República. Veo a Thomas apuntando su arma a la madre de Day; veo su cabeza rebotando hacia atrás por el impacto de la bala. Ella se desploma. Es mi culpa. Veo a Thomas agarrándose la cabeza en la sala de interrogatorios, torturado, cegadoramente obediente, atrapado para siempre en lo que hizo.
Ya no soy leal. ¿Sigo siendo leal? Estoy justo aquí en la capital de la República, ayudando a los Patriotas a asesinar al nuevo Elector. Un hombre al que una vez le prometí mi lealtad. Voy a matarlo, y luego voy a huir. Sé que el detector de mentiras va a revelar mi traición… estoy distraída, consumida por el conflicto de tener que hacer las cosas bien con Day, pero odiando dejar la República a merced de los Patriotas.


Un escalofrío me recorre. Son sólo imágenes. Sólo recuerdos. Me quedo en silencio hasta que los latidos de mi corazón se estabilizan. Cierro los ojos, respiro hondo y los abro de nuevo.
—Sí —digo—. Soy leal a la República.
 
Espero que el detector de mentiras destelle en rojo, que pite, que revele que estoy mintiendo. Pero la máquina está en silencio. La Dra. Sadhwani mantiene la cabeza gacha y escribe en su bloc de notas.
—Ella está diciendo la verdad —dice finalmente la Dra. Sadhwani.
 
He pasado. No puedo creerlo. La máquina dice que estoy diciendo la verdad. Pero es sólo una máquina.
 
Más tarde esa noche, me siento en el borde de la cama con la cabeza entre las manos. Los grilletes todavía cuelgan de mis muñecas, pero por lo demás estoy libre para moverme. Sin embargo, todavía puedo oír los sonidos de una ocasional conversación amortiguada fuera de mi habitación. Esos guardias siguen ahí.
Estoy tan cansada. No debería estarlo, técnicamente, ya que no he hecho nada de esfuerzo físico desde que fui arrestada. Pero las preguntas de la Dra. Sadhwani giran en mi mente y se combinan con las cosas que Thomas me había dicho, persiguiéndome hasta que tengo que agarrarme la cabeza en un intento por evitar el dolor de cabeza. En algún lugar ahí fuera, el gobierno está debatiendo si deberían o no perdonarme. Estoy temblando un poco, a pesar de que sé que la habitación es cálida.
Clásicos signos de una próxima enfermedad, pienso oscuramente. Tal vez es la peste. La ironía de eso envía un dejo de tristeza —y de miedo— a través de mí. Pero estoy vacunada. Es probable que sólo sea un resfriado… después de todo, Metias siempre había dicho que yo era un poco sensible a los cambios en el clima.
Metias. Ahora que estoy sola, me permito preocuparme. Mi última respuesta durante la prueba del detector de mentiras debería haber lanzado una señal de alerta. Pero no lo hizo. ¿Significa eso que sigo siendo fiel a la República, sin ni siquiera ser consciente de ello? En algún lugar, en el fondo, la máquina pudo sentir mis dudas acerca de llevar a cabo el asesinato.
Pero si decido no jugar mi papel, ¿qué pasará con Day? Necesitaré una manera de ponerme en contacto con él sin que Razor lo averigüe. ¿Y luego qué? Day ciertamente no va a ver al Elector de la manera en que yo lo veo. Y además, no tengo ningún plan de respaldo. Piensa, June. Tengo que conseguir una alternativa que nos mantendrá a todos vivos.
Si quieres rebelarte, me había dicho Metias, rebélate desde el interior del sistema. Sigo afligiéndome por su recuerdo, aunque mis temblores hacen que sea difícil concentrarme.
De repente escucho un alboroto fuera de la puerta. Ahí está el sonido de tacones resonando secamente al juntarse, el signo revelador de un funcionario viniendo a verme. Espero en silencio. El pomo de la puerta finalmente gira. Anden entra.
—Elector, señor, ¿está seguro de que no quiere algunos guardias con usted…?
 
Anden simplemente sacude la cabeza y agita una mano a los soldados fuera de la puerta.
 
—Por favor, no se preocupen —dice—. Me gustaría hablar en privado con la señorita Iparis. Sólo será un minuto. —Sus palabras me recuerdan las que dije cuando había visitado a Day en su celda en la Intendencia de Batalla.
El soldado le da a Anden un saludo rápido y cierra la puerta, dejándonos solos. Levanto la mirada desde donde estoy sentada en el borde de mi cama. Los grilletes que están atados a mis manos tintinean en el silencio. El Elector no está en su habitual atuendo formal; en cambio, lleva un largo abrigo negro con una raya roja que pasa por la parte delantera, y el resto de su ropa es elegantemente sencilla (camisa negra de cuello, chaleco oscuro con seis botones brillantes, pantalones negros, botas negras de piloto). Su cabello está brillante y pulcramente peinado. Una solitaria arma de fuego cuelga de su cintura, pero no será capaz de sacarla lo suficientemente rápido como para matarme si decidiera atacarlo. Él realmente está tratando de mostrar su fe en mí.
Razor me había dicho que si era capaz de encontrar un momento en el que pudiera asesinar a Anden por mi cuenta, debería hacerlo. Aprovechar la oportunidad. Pero ahora aquí está él, inesperadamente vulnerable ante mí, y no hago ni un sólo gesto. Además, si trato de matarlo aquí, no hay ninguna posibilidad de que veré de nuevo a Day… o de sobrevivir.
Anden se sienta a mi lado, con cuidado de dejar cierta distancia entre nosotros. De repente me siento avergonzada por mi apariencia: encorvada y fatigada, con el cabello despeinado y en ropa de dormir, sentada al lado del apuesto príncipe de la República.


Pero aun así me enderezo e inclino la cabeza con tanta gracia como puedo. Soy June Iparis, me recuerdo a mí misma. No voy a dejarlo ver el caos que estoy sintiendo.
—Quería dejarte saber que tenías razón —comienza él. Hay una cordialidad genuina en su voz—. Dos soldados de mi guardia desaparecieron esta tarde. Se escaparon.
Los dos señuelos Patriotas han escapado, como estaba previsto. Suspiro y le doy una ensayada mirada de alivio, por si acaso Razor está mirando.
—¿Dónde están ahora?
 
—No estamos seguros. Los exploradores están tratando de seguirles la pista. —Anden frota sus manos enguantadas por un momento—. El comandante DeSoto ha instaurado una nueva rotación de soldados que nos acompañarán.
Razor. Él está poniendo sus propios soldados en su lugar, avanzando gradualmente para el asesinato.
 
—Me gustaría darte las gracias por tu ayuda, June —continúa Anden—. Quiero pedirte disculpas por la prueba con el detector de mentiras a la que tuviste que someterte. Sé que debe haber sido desagradable para ti, pero era necesario. En cualquier caso, estoy agradecido por tus respuestas sinceras. Te quedarás aquí con nosotros durante unos días más, hasta que estemos seguros de que ha pasado el peligro de los planes de los Patriotas. Es posible que todavía tengamos algunas preguntas para ti. Después de eso, encontraremos la manera de integrarte de nuevo a las filas de la República.
—Gracias —digo, a pesar de que la palabra es completamente falsa. Anden se inclina.
—Quise decir lo que dije en nuestra cena —susurra, con palabras apresuradas y su boca apenas moviéndose. Está nervioso. Una repentina paranoia se apodera de mí, me toco los labios con un dedo y le doy una mirada mordaz. Sus ojos se ensanchan, pero no se asusta. Él toca suavemente mi barbilla, luego me hala hacia él como si fuera a besarme. Detiene sus labios justo al lado de los míos, dejándolos descansar ligeramente sobre la piel de mi mejilla inferior. Un hormigueo corre por mi espalda y junto con eso, una corriente subterránea de culpa.
—Así las cámaras no lo captarán —susurra. Esta es una mejor manera de hablar en privado; si un guardia fuera a asomar la cabeza por la puerta, parecería como si Anden estuviera robándome un beso en vez de susurrar conmigo. Un rumor más seguro para que se extienda. Y los Patriotas simplemente pensarían que estoy siguiendo con sus planes.
El aliento de Anden es cálido contra mi piel.
 
—Necesito tu ayuda —murmura—. Si fueras perdonada de todos los crímenes contra la República y puesta en libertad, ¿serías capaz de ponerte en contacto con Day? ¿O tu relación con él ha acabado ahora que no estás con los Patriotas?
Me muerdo el labio. La forma en que Anden dice relación hace que suene como si él pensara que una vez hubo algo entre Day y yo. Una vez.
—¿Por qué quieres que me comunique con él? —pregunto.
 
Sus palabras tienen una tranquila urgencia dominante que me pone la piel de gallina.
 
—Tú y Day son las personas más célebres de la República. Si puedo formar una alianza con ustedes dos, puedo ganarme a la gente. Entonces, en lugar de sofocar rebeliones y tratar de evitar que las cosas se caigan a pedazos, puedo concentrarme en implementar los cambios que este país necesita.
Me siento mareada. Esto es repentino, sorprendente, y por un momento ni siquiera puedo pensar en una buena respuesta. Anden está corriendo un riesgo enorme al hablarme así. Trago, con mi mejilla todavía ardiendo por su proximidad. Me muevo un poco de modo que pueda ver sus ojos.
—¿Por qué deberíamos confiar en ti? —digo, mi voz firme—. ¿Qué te hace pensar que Day quiere ayudarte?
Los ojos de Anden están claros, con un propósito.
 
—Voy a cambiar la República, y voy a comenzar liberando al hermano de Day.
 
Mi boca se seca. De repente, me gustaría que estuviéramos hablando lo suficientemente alto como para que Day escuche.
—¿Vas a liberar a Eden?
 
—Él nunca debería haber sido capturado en primer lugar. Voy a ponerlo en libertad junto con cualquier otro que esté siendo utilizado a lo largo del frente de guerra.
—¿Dónde está él? —susurro—. ¿Cuándo vas a…?


—Eden ha estado viajando a lo largo del frente de guerra durante las últimas semanas. Mi padre se lo ha llevado, junto con otra docena de personas, como parte de su nueva iniciativa de guerra. Básicamente están siendo utilizados como armas biológicas vivientes. —El rostro de Anden se oscurece—. Voy a detener este demente circo. Mañana saldrá mi orden: Eden será sacado del frente de guerra y atendido en la capital.
Esto es nuevo. Esto lo cambia todo.
 
Tengo que encontrar una manera de decirle a Day sobre la liberación de Eden, antes de que él y los Patriotas maten a la única persona con el poder de liberarlo. ¿Cuál es la mejor manera de comunicarse con él? Los Patriotas deben estar vigilando todos mis movimientos desde las cámaras, pienso, dejando que mi mente gire. Necesitaré hacerle una señal. El rostro de Day aparece en mis pensamientos y quiero correr hacia él. Deseo tanto contarle la buena noticia.
 
¿Es una buena noticia? Mi lado práctico tira de mí, advirtiéndome que tome esto lentamente. Anden podría estar mintiendo, y todo esto podría ser una trampa. Pero si fuera sólo otro intento de arrestar a Day, entonces, ¿por qué no amenazaría con matar a Eden? Eso sacaría a Day de su escondite. En cambio, está dejando ir a Eden.
Anden espera pacientemente a través de mi silencio.
 
—Necesito que Day confíe en mí —murmura.
 
Pongo mis brazos alrededor de su cuello y muevo mis labios a su oreja. Huele a madera de sándalo y lana limpia.
—Voy a tener que encontrar una manera de ponerme en contacto con él, y convencerlo. Pero si dejas en libertad a su hermano, él confiará en ti —susurro en respuesta.
—Voy a ganar tu confianza también. Quiero que tengas fe en mí. Tengo fe en ti. He tenido fe en ti durante mucho tiempo. —Se queda en silencio por un segundo. Su respiración se ha acelerado, y sus ojos cambiaron abruptamente. Ese sentido de distante autoridad ha desaparecido, y en este momento él es sólo un joven, un ser humano, y la electricidad entre nosotros es demasiada. En un instante, gira su rostro y sus labios se encuentran con los míos.
Cierro los ojos. Es tan ligero. Apenas allí, pero no puedo dejar de desear un poco más. Con Day, hay un fuego y un hambre entre nosotros, incluso ira, una profunda desesperación y necesidad. Con Anden, sin embargo, el beso es todo delicadeza y gracia refinada, modales aristocráticos, poder y elegancia. El placer y la vergüenza se
arrastran a través de mí. ¿Day puede ver esto a través de las cámaras? El pensamiento me apuñala.
Dura unos meros segundos, luego Anden se aleja. Dejo escapar un suspiro, abro los ojos, y permito que el resto de la habitación vuelva a enfocarse. Él ha pasado bastante tiempo aquí… mucho más y los guardias afuera podrían empezar a preocuparse.
—Lamento molestarte —dice él, inclinando la cabeza un poco antes de levantarse y enderezar su abrigo. Ha retrocedido al refugio de la formalidad, pero hay una ligera incomodidad en su postura, y una leve sonrisa en las comisuras de sus labios—. Descansa un poco. Hablaremos mañana.
 
Una vez que se ha ido y la habitación ha vuelto a caer en un silencio espeso, me acurruco con mis rodillas en mi barbilla. Mis labios queman por su contacto. Dejo que mi mente se envuelva alrededor de lo que Anden me acaba de decir, y mis dedos pasan repetidamente sobre el anillo de sujetapapeles en mi mano. Los Patriotas habían querido que Day y yo nos uniéramos a ellos en el asesinato de este joven Elector. Asesinándolo, según ellos, estaríamos alimentando el fuego de una revolución que nos liberaría de la República. Que podríamos traer de vuelta la gloria de los antiguos Estados Unidos. Pero, ¿qué significa eso realmente? ¿Qué tienen los Estados Unidos que Anden no pueda darle a la República? ¿Libertad? ¿Paz? ¿Prosperidad? ¿Se convertirá la República en un país lleno de rascacielos hermosamente iluminados y de sectores limpios y pudientes? Los Patriotas le habían prometido a Day que iban a encontrar a su hermano y nos ayudarían a escapar a las Colonias. Pero si Anden puede hacer todas estas cosas con el apoyo adecuado y la determinación correcta, si no tenemos que huir a las Colonias, entonces, ¿cuál es la finalidad de este asesinato? Anden no es ni remotamente parecido a su padre. De hecho, su primer acto oficial como Elector es deshacer algo que su padre había puesto en marcha: va a la liberar a Eden, tal vez incluso detendrá los experimentos de peste. Si lo mantenemos en el poder, ¿él cambiará la República para mejor? ¿No será él el catalizador que Metias había deseado en sus desafiantes apuntes en los diarios?
Hay un problema más grande alrededor del cual no puedo envolver mi cabeza. Razor debe saber, en algún nivel, que Anden no es un dictador como lo era su padre. Después de todo, Razor tiene un rango lo suficientemente alto como para escuchar los rumores de la naturaleza rebelde de Anden. Nos había dicho a Day y a mí que al Congreso no le gustaba Anden… pero nunca nos dijo por qué estaban discrepando.
¿Por qué él iba a querer matar a un joven Elector que podría ayudar a los Patriotas a establecer una nueva República?


Sin embargo, en medio de mis pensamientos agitados, uno queda claro.
 
Sé con certeza dónde yacen ahora mis lealtades. No voy a ayudar a Razor a asesinar al Elector. Pero tengo que advertir a Day, de modo que no siga adelante con los planes de los Patriotas.
Necesito una señal.
 
Entonces me doy cuenta de que podría haber una manera de hacerlo, siempre y cuando él esté viendo imágenes de mí junto con el resto de los Patriotas. No sabrá por qué lo estoy haciendo, pero es mejor que nada. Bajo mi cabeza un poco, luego levanto la mano con el anillo de sujetapapeles de Day en él y presiono dos dedos contra un lado de mi frente. Nuestra señal acordada cuando llegamos por primera vez a las calles de Las Vegas.
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Mensaje por yiniva Jue 17 Mayo - 13:42

ya le cayo el 20 a June, sabe que Anden sera bueno para calmar toda la revuelta, solo espero que Day reciba el mensaje, si no adiós Eden y adiós Anden


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Mensaje por mariateresa Jue 17 Mayo - 18:49

Yiniva ojala Day vea la señal y se puedan comunicar. Sabia que Anden no era malo el quiere lo mejor para el pais.
Gracias


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Mensaje por Celemg Vie 18 Mayo - 4:07

3: Mmmm no me konvence Razor y mucho menos su plan, y tampoko me konvence June, temo ke en kualkier segundo kristiko se vire a lo veleta y traicione a Day
4: Kreo ke Day esta en lo cierto y ke Tess esta kompletamente enamorada de el.. Pero es apenas una ninia y el le dice prima, lo kual le rekalko varias veces en una konversacion... No se si June lo traicione o no, pero es algo ke tambien he pensado yyyy ademas el hecho de ke ella deba vinkularse kon Anden.. mmm.. no me da buena espina
5: Mmmm.. June esta siendo demasiado grosera kon Day, lo haga a proposito o no.. y sigue sin cerrarme ke a kada rato piense en la republika komo aun siendo parte...
Maniana seguire, algun dia las alkanzare jajaja


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Mensaje por yiniva Vie 18 Mayo - 9:39

DAY

Mas tarde esa noche, me dirijo a la sala principal de conferencias y me uno a los otros para escuchar sobre la próxima fase de la misión. Razor está de vuelta  otra  vez.  Cuatro  Patriotas  continúan  trabajando  en  un grupo pequeño en un rincón de la sala, la mayoría hackers por lo que puedo decir, analizando cómo están montados los altavoces en un edificio u otro. Estoy empezando a reconocer a algunos de ellos: uno de los hackers es calvo y constituido como un tanque, aunque un poco bajo; otro tiene una nariz gigante situada entre ojos de media luna en una cara muy delgada; una tercera es una chica a la que le falta un ojo. Casi todos tienen una cicatriz de algún tipo. Mi atención se desvía a Razor, quien está dirigiéndose a la multitud en el frente de la sala, su figura perfilada a la luz de todas las pantallas de mapa del mundo detrás de él. Estiro mi cuello para ver si puedo atrapar a Tess deambulando con los otros, para llevarla a un lado y tratar de disculparme. Sin embargo, cuando por fin alcanzo a verla, está parada con algunos otros médicos en formación, sosteniendo algún tipo de hierba verde en su palma y explicando pacientemente cómo usarla. O eso creo. Decido guardar mi disculpa para más tarde. No parece como que ella me necesite en este momento. El pensamiento me pone triste y extrañamente incómodo.
—¡Day! —Tess finalmente me nota. Le doy un saludo rápido en respuesta.
 
Ella se dirige hacia mí, entonces saca dos píldoras y un pequeño rollo de vendajes limpios de su bolsillo. Los mete en mis manos.
—Mantente a salvo esta noche, ¿de acuerdo? —dice sin aliento, fijándome con una mirada firme. No hay señal de la tensión de antes entre nosotros—. Sé cómo te pones cuando tu adrenalina está bombeando. No hagas nada demasiado loco. —Tess asiente hacia las píldoras azules en mi mano—. Te calentarán si está demasiado frío allá afuera.


Actúa con la edad suficiente para ser mi cuidadora, lo juro. La preocupación de Tess deja una sensación cálida en mi estómago.
—Gracias, prima —respondo, metiendo sus regalos en mis propios bolsillos—. Oye, yo…
Ella detiene mi disculpa con una mano en mi brazo. Sus ojos están tan abiertos ampliamente como siempre, tan reconfortante que me encuentro deseando que pudiera venir conmigo.
—Lo que sea. Sólo… prométeme que tendrás cuidado.
 
Tan rápida para perdonar, a pesar de todo. ¿Me había dicho esas cosas antes en el calor del momento? ¿Sigue enojada? Me inclino y le doy un breve abrazo.
—Lo prometo. Y también mantente a salvo. —Me aprieta la cintura en respuesta, y luego se dirige a reunirse a los otros médicos jóvenes antes de que pueda intentar mi disculpa de nuevo.
 
Después de que ella se ha ido, vuelvo mi atención otra vez a Razor. Él señala un vídeo borroso que muestra alguna calle cerca de las vías del tren de Lamar que Kaede y yo pasamos antes. Un par de soldados corren a través de la pantalla, sus cuellos levantados contra el aguanieve cayendo, cada uno de ellos comiendo empanadas humeantes. Mi boca se hace agua a la vista. La comida enlatada de los Patriotas es un lujo, pero, hombre, lo que no daría yo por un pastel de carne caliente.
—En primer lugar, me gustaría asegurarle a todos que nuestros planes van por buen camino —dice—. Nuestra agente se ha reunido exitosamente con el Elector y le contó sobre nuestro plan del asesinato señuelo. —Circunda un área de la pantalla con su dedo—. Originalmente, el Elector había planeado visitar San Angelo en su gira para levantar la moral, luego dirigirse aquí, a Lamar. Ahora se dice que vendrá a Pierra en cambio. Algunos de nuestros soldados estarán acompañando al Elector en lugar de su tropa original. —Los ojos de Razor pasan sobre mí, luego hace un gesto a la pantalla y se queda en silencio.
Un vídeo reemplaza la escena borrosa de la vía del tren de Lamar; estamos viendo imágenes de un dormitorio. Lo primero que noto es una figura delgada sentada en el borde de una cama, con las rodillas metidas bajo su barbilla. ¿June? Pero la habitación es de las buenas —ciertamente no parece una celda de prisión para mí— y la cama se ve suave y con una capa gruesa de mantas por las que yo hubiera matado por tener de vuelta en Lake.


Alguien agarra mi brazo.
 
—Hola. Ahí estás, campeón. —Pascao se detiene a mi lado, con esa sonrisa permanentemente alegre plasmada en toda su cara y esos ojos grises pálidos pulsando con emoción.
—Hola —respondo, dándole un rápido asentimiento en saludo antes de volver mi atención a la pantalla. Razor ha empezado a darle al grupo un panorama general de la siguiente fase de los planes, pero Pascao tira de mi manga de nuevo.
—Tú, yo, y algunos de los otros corredores vamos a salir en un par de horas. —Sus ojos parpadean hacía el vídeo antes de volver a mí—. Escucha. Razor quería que le diera a mi equipo un resumen más específico del que está entregándole al grupo. Acabo de informar a Baxter y a Jordan.
Apenas estoy prestándole atención a Pascao ya, porque ahora puedo decir que la pequeña figura en la cama es June. Debe ser ella, con la forma en que empuja su cabello detrás de sus hombros y analiza la habitación con una mirada extensa. Está vestida con ropa de dormir de aspecto bastante acogedora, pero está temblando como
si la habitación estuviera fría. ¿Este elegante dormitorio es realmente su celda? Las palabras de Tess vuelven a mí.
Day, ¿lo has olvidado? June mató a tu madre.
 
Pascao tira de mi brazo de nuevo y me obliga a enfrentarlo, luego me lleva a la parte posterior del grupo.
Escucha, Day —susurra de nuevo—. Hay un envío entrando a Lamar esta noche, por tren. Tendrá vagones cargados de armas, equipo, comida, y todo lo demás para los soldados en el frente de guerra, junto con todo un conjunto de equipos de laboratorio. Vamos a robar algunos suministros y a destruir un vagón lleno de granadas en ello. Ésa es nuestra misión esta noche.
Ahora June está hablando con el guardia cerca de la puerta, pero apenas puedo oírla. Razor ha terminado de dirigirse a la habitación y ha caído en conversación profunda con otros dos Patriotas, ambos de ellos señalando de vez en cuando hacia la pantalla, luego estirando algo en sus palmas.
—¿Cuál es el punto de estallar un vagón cargado de granadas? —pregunto.
 
—Esta misión es el asesinato señuelo. El Elector estaba programado originalmente para venir aquí a Lamar, al menos antes de que June tuviera una charla con él. Nuestra misión esta noche debería convencer al Elector, si no está convencido ya, de que June estaba diciéndole la verdad. Además, será una buena oportunidad para robar unas cuantas granadas. —Pascao frota sus manos con un regocijo casi maníaco—. Mmmm. Nitroglicerina. —Yo levanto una ceja—. Yo y otros tres corredores vamos a hacer el trabajo del tren, pero necesitaremos un corredor especial para distraer a los soldados y guardias.
—¿Qué quieres decir con, especial?
 
—Lo que quiero decir —dice Pascao enfáticamente—, es que éste es el por qué Razor decidió reclutarte, Day. Esta es nuestra primera oportunidad para mostrarle a la República que estás vivo. Es por eso que Kaede te hizo quitar el tinte de cabello. Cuando se corra la voz de que fuiste visto en Lamar, destruyendo un tren de la República, la gente se va a volver loca. ¿El pequeño criminal notorio de la República, sigue en pie incluso después del intento del gobierno para ejecutarlo? Si eso no despierta el sentido de rebelión de la gente, nada lo hará. Eso es lo que estamos buscando:  el  caos.  Para  cuando  hayamos  terminado,  el  público  estará  tan
entusiasmado sobre ti que estarán salivando por revolución. Es la atmósfera perfecta para el asesinato del Elector.
 
El entusiasmo de Pascao me hace sonreír un poco. ¿Meterme con la República? Esto es lo que nací para hacer.
—Dame más detalles —digo, moviendo mi mano en un gesto insinuante.
 
Pascao revisa para asegurarse de que Razor sigue repasando los planes con los otros, entonces me guiña el ojo.
—Nuestro equipo va a desenganchar el vagón de granadas a un par de kilómetros de la estación, para cuando lleguemos allí, no quiero que haya más que un puñado de soldados custodiando el tren. Ahora bien, ten cuidado. Por lo general no hay muchas tropas cerca de esas vías del tren, pero esta noche es diferente. La República estará a la caza de nosotros después de oír la advertencia de June sobre el asesinato señuelo. Estate atento por soldados adicionales. Cómpranos el tiempo que necesitamos, y asegúrate de que te vean.
—Bien. Te conseguiré tu tiempo. —Cruzo mis brazos y lo señalo—. Sólo dime a dónde tengo que ir.
Pascao sonríe y me da una palmada fuerte en la espalda.


—Genial. Eres el mejor corredor de nosotros por mucho; te desharás de esos soldados sin problemas. Encuéntrame en dos horas cerca a la entrada por donde entraste. Vamos a tener un baile. —Él chasquea los dedos—. Oh, y no te preocupes por Baxter. Sólo está resentido de que obtengas un trato especial de mí y Tess.
Tan pronto como él se aleja, mis ojos vuelven a la pantalla de vídeo y se quedan congelados en la figura de June. Mientras éste continúa reproduciéndose, trozos de la conversación de Razor con los otros Patriotas llegan a mí.
—…suficiente para escuchar lo que está pasando —está diciendo—. Ella lo tiene en posición.
 
En el vídeo, June parece estar dormitando, con sus rodillas metidas bajo la barbilla. No hay sonido en absoluto esta vez, pero no pienso mucho en ello. Entonces veo a alguien entrar a su celda, un hombre joven con cabello oscuro y un elegante abrigo negro. Es el Elector. Él se inclina y comienza a hablar con ella, pero no puedo entender lo que está diciendo. Cuando él se acerca a ella, June se tensa. Puedo sentir la sangre drenándose de mi cara. Toda la charla y el bullicio a mi alrededor se desvanece en la distancia. El Elector pone una mano bajo la barbilla de June y lleva el rostro de ella hacia el suyo. Él está tomando algo que pensaba que era sólo para mí, y siento una repentina y devastadora sensación de pérdida. Quiero arrancar los ojos del lugar, pero incluso desde la esquina de mi visión, todavía puedo verlo besándola. Parece que dura para siempre.
Miro entumecido mientras finalmente se alejan el uno del otro y el Elector sale de la habitación, dejando a June sola, acurrucada en la cama. ¿Qué está pasando por su mente en este momento? No puedo ver por más tiempo. Estoy a punto de darle la espalda, listo para seguir a Pascao fuera de la multitud y lejos de esta escena.
Pero entonces algo llama mi atención. Levanto la vista hacia el monitor. Y justo a tiempo, veo a June levantar dos dedos a su frente en nuestra señal.
 
Es pasada la medianoche cuando Pascao, yo, y otros tres corredores pintamos anchas rayas negras a través de nuestros ojos y nos metemos en uniformes del frente de guerra y gorras militares. Luego salimos de la guarida subterránea de los Patriotas por primera vez desde que llegué. Un par de soldados vagan cerca de vez en cuando, pero vemos más grupos de soldados mientras nos dirigimos más lejos de nuestro vecindario y cruzamos las vías del tren. El cielo todavía está completamente cubierto de nubes, y bajo las tenues farolas, puedo ver delgadas hojas de aguanieve cayendo. El pavimento es resbaladizo con llovizna y hielo medio derretido, y el aire huele rancio, como una mezcla de humo y moho. Tiro de mi cuello rígido más alto, trago una de las píldoras azules de Tess, y en realidad deseo que pudiera estar con ella en los húmedos barrios marginales de Los Ángeles. Toco la bomba de polvo escondida dentro de mi chaqueta, revisando dos veces que esté seca. En el fondo de mi mente, la escena entre June y el Elector se reproduce en repetición.
La señal de June era para mí. ¿Cuál parte del plan quiere ella que detenga? ¿Quiere que abandone la misión de los Patriotas y escape? Si deserto ahora, ¿qué pasará con ella? La señal podría haber significado un millón de cosas. Incluso podría significar que ella ha decidido quedarse con la República. Me sacudo el pensamiento con furia de mi mente. No, ella no haría eso. ¿Ni siquiera si el propio Elector la quisiera? ¿Eso la haría quedarse?
 
También recuerdo que el vídeo de ellos no tenía sonido en él. Todos los otros vídeos que hemos visto han tenido un sonido claro; Razor incluso insistió en asegurarse de que el volumen estuviera subido. ¿Los Patriotas lo habían quitado de éste? ¿Están ocultando algo?
Pascao nos detiene en las sombras de un callejón no lejos de la estación del tren.
 
—El tren llega en quince minutos —dice, su aliento levantándose en nubes—. Baxter, Iris, ustedes dos vengan conmigo. —La chica llamada Iris (alta y delgada, con ojos hundidos constantemente en movimientos alrededor), sonríe, pero Baxter pone mala cara y aprieta su mandíbula. Lo ignoro y trato de no pensar en lo que sea que está tratando de poner en la mente de Tess sobre mí. Pascao señala a la tercera corredora, una chica pequeña con trenzas de color cobre que sigue mirándome a escondidas—. Jordan, tú vas a identificar el vagón correcto para nosotros. —Ella le da a Pascao un pulgar en alto.
Los ojos de Pascao se mueven hacia mí.
 
—Day —susurra—. Conoces tu misión. Tiro del borde de mi gorra.
—Lo tengo, primo. —Lo que sea que June quiso decir, este no es el momento para que deje a los Patriotas atrás. Tess todavía está allí en el búnker, y no tengo idea de dónde está Eden. De ninguna manera voy a poner a ambos en peligro.
—Mantén a esos soldados ocupados, ¿sí? Has que te odien.


—Esa es mi especialidad. —Hago un gesto hacia los techos inclinados y muros desmoronados a nuestro alrededor. Para un corredor, esos techos son como toboganes gigantes suavizados por hielo. Doy un silencioso agradecimiento a Tess; la píldora azul ya está calentándome desde adentro hacia afuera, tan reconfortante como un plato de sopa caliente en una noche helada.
Pascao me da una amplia sonrisa.
 
—Bueno, entonces. Vamos a darles un buen rato.
 
Miro a los demás alejarse deprisa a lo largo de las vías del tren a través del velo de aguanieve. Entonces me adentro más en las sombras y estudio los edificios. Cada uno es viejo y acribillado con puntos de apoyo; y para hacer las cosas aún más divertidas, todos tienen vigas metálicas oxidadas cruzando sus muros. Algunos tienen plantas superiores que están completamente destruidas y abiertas al cielo nocturno. Otros tienen techos inclinados de tejas. A pesar de todo, no puedo evitar sentir una punzada de anticipación. Estos edificios son un paraíso para un corredor.
 
Me vuelvo por la calle hacia la estación del tren. Hay por lo menos dos grupos de soldados, tal vez más que no puedo ver en el otro lado. Algunos estás alineados a lo largo de las vías a la espera, sus rifles izados, las rayas negras en sus ojos brillando húmedamente en la lluvia. Levanto mi mano a mi cara y reviso mi propia raya. Entonces tiro hacia abajo mi gorra militar más apretada en mi cabeza. Hora del espectáculo.
Consigo un buen punto de apoyo en una pared y me contoneo en mi camino hacia el techo. Cada vez que meto mi pierna, mi pantorrilla roza mi implante de pierna artificial. El metal está helado, incluso a través de la tela. Varios segundos después, estoy encaramado detrás de una chimenea desmoronándose tres pisos arriba. Desde aquí puedo ver que, justo como esperaba, hay un tercer grupo de soldados en el otro lado de la estación del tren. Me abro paso al otro extremo del edificio y luego salto silenciosamente de edificio a edificio hasta que estoy en lo alto de un techo inclinado. Ahora estoy lo suficientemente cerca para ver las expresiones en los rostros de los soldados. Meto la mano en mi chaqueta, asegurándome de que mi bomba de polvo siga en su mayoría seca, y luego me agacho allí en el techo a esperar.
Unos cuantos minutos pasan.
 
Entonces me levanto, saco la bomba de polvo, y la lanzo lo más lejos de la estación del tren que puedo.


Boom. Explota en una nube gigante al momento que golpea el suelo. Al instante, el polvo se traga toda esa cuadra y corre por las calles en olas ondulantes. Escucho gritos de los soldados cerca de la estación del tren, uno de ellos grita—: ¡Allí! ¡Tres cuadras abajo! —Qué manera de declarar lo obvio, soldado. Un grupo de ellos se separa de la estación y empiezan a correr hacia donde la nube de polvo ha cubierto las calles.
Me deslizo por el techo inclinado. Las tejas se rompen aquí y allá, enviando una lluvia de neblina helada en el aire, pero a través de todo el griterío y carreras por debajo de mí, ni siquiera puedo escucharme yo mismo. El techo en sí es resbaladizo como el cristal mojado. Tomo velocidad. El aguanieve azota con más fuerza contra mis mejillas, me preparo mientras llego a la parte inferior del techo y entonces me lanzo en el aire. Desde el suelo, probablemente parezco una especie de fantasma.
Mis botas golpean el techo inclinado del edificio de al lado, éste justo al lado de la estación del tren. Los soldados que siguen allí están distraídos, mirando por la calle hacia el polvo. Hago un pequeño salto en la parte inferior de este segundo techo, y luego me agarro al lado de una farola y me deslizo por el poste hasta el suelo. Aterrizo con un crujido rápido y ahogado en las vetas de hielo del pavimento.
—¡Síganme! —le grito a los soldados. Ellos me ven por primera vez, sólo otro soldado insulso con un uniforme oscuro y una raya negra en los ojos—. Hay un ataque a uno de nuestros almacenes. Podrían ser los Patriotas finalmente mostrando sus caras. —Hago un gesto a los dos grupos que quedan—. Todos. ¡Órdenes del comandante, apúrense!
—Entonces me vuelvo sobre mis talones y comienzo a correr lejos de ellos.
 
Efectivamente, el sonido de sus botas golpeando pronto me sigue. De ninguna manera estos soldados se atreverían a correr el riesgo de desobedecer a su comandante, incluso si eso significa dejar la estación momentáneamente sin vigilancia. A veces tienes que amar la férrea disciplina de la República.
Sigo corriendo.
 
Cuando he llevado a los soldados cuatro o cinco cuadras hacia abajo, más allá de la nube de polvo y varios almacenes, de repente me desvío por un pasillo estrecho. Antes de que puedan girar la esquina, corro directo hacia uno de los muros del callejón, y cuando estoy a varios metros de distancia, salto y pateo contra el ladrillo. Mis manos salen disparadas. Me agarro a la cornisa del segundo piso y es sólo cuestión de un momento saltar a ella. Mis pies aterrizan sólidamente en la cornisa.
Para el momento en que los soldados se han apresurado en el mismo callejón, yo me he fundido en la grieta sombreada de una ventana del segundo piso. Escucho a los primeros detenerse, luego sus exclamaciones desconcertadas. Ahora es un momento tan bueno como cualquiera, pienso. Levanto mi mano y me quito la gorra, dejando suelto mi cabello rubio platinado. Uno de los soldados gira la cabeza hacia arriba lo suficientemente rápido para verme salir como un rayo de la grieta en la ventana y dar vuelta a la esquina desde la cornisa del segundo piso.
—¿Viste eso? —grita alguien con incredulidad—. ¿Ese era Day? —Mientras atasco mis pies en los espacios de viejos ladrillos y me impulso hasta el tercer piso, los tonos de los soldados van de confundidos hasta enojados. Alguien grita a los otros que me disparen. Yo sólo aprieto los dientes y salto al tercer piso.
 
Las primeras balas rebotan en la pared. Una golpea a centímetros de mi mano. No me detengo, en lugar de eso me lanzo hacia el piso superior y me balanceo sobre la inclinada azotea en un movimiento. Más chispas iluminan los ladrillos debajo de mí. Lejos en la distancia veo la estación, el tren ha llegado, medio escondido tras el vapor, y está estacionado desatendido a excepción de varios soldados que han bajado del tren mismo.
Correteo por el techo y me deslizo por la otra mitad, luego tomo otro salto volando al siguiente techo. Abajo, algunos soldados han empezado a precipitarse hacia el tren. Tal vez, finalmente se dieron cuenta de que esto era una distracción. Mis ojos dejan la estación sólo cuando estoy volando hacia otro techo.
Dos cuadras de distancia.
 
Entonces, una explosión. Una brillante, furiosa nube se enrolla más allá de las vías del tren, y aun así mi punto de ventaja en el techo se estremece. El impacto me hace perder el equilibrio y caigo de rodillas. Esa es la explosión que Pascao había mencionado. Asimilo el infierno por un momento, considerándolo. Muchos de los soldados estarán dirigiéndose hacia allá, es peligroso, pero si mi trabajo es dejar que la República sepa que estoy vivo, mejor me aseguro de ser visto por tanta gente como sea posible.
Me obligo a levantarme de nuevo y correr más rápido, embutiendo mi cabello de nuevo dentro de mi gorra mientras lo hago. Los soldados abajo se han dividido en dos grupos: uno arrancando hacia la explosión, el otro continúa rastreándome.
De pronto, derrapo al detenerme. Los soldados se precipitan justo delante del edificio en el que estoy. Sin perder otro segundo, me deslizo por el techo y me balanceo por el borde del canal. Golpeo un punto de apoyo. Uno después de otro. Salto hacia el pavimento. Los soldados probablemente acaban de darse cuenta que me perdieron, pero ya estoy mezclándome con las sombras en el piso. Ahora estoy corriendo a un ritmo constante a lo largo de la calle como si fuera sólo otro soldado más. Me dirijo hacia el tren.
El aguanieve está cayendo con más fuerza. El incendio causado por la explosión ilumina el cielo nocturno, y estoy lo suficientemente cerca del tren para escuchar gritos y pies golpeando. ¿Pascao y los otros lograron salir ilesos? Acelero mis pasos. Otros soldados se materializan a través del aguanieve, y caigo suavemente en la fila con ellos mientras trotamos por un lado del tren. Se apresuran hacia el fuego.
—¿Qué pasó? —le grita uno de ellos a otro.
 
—No lo sé… oí que una chispa encendió la carga.
 
—¡Eso es imposible! Todos los vagones están cubiertos...
 
—Que   alguien  contacte   al   comandante   DeSoto.   Los               Patriotas hicieron    su movimiento… manden un informe al Elector… ellos están…
 
Ellos continuaron y perdí la última parte de ese enunciado. Gradualmente bajé de velocidad hasta que estoy al final de la fila, entonces me precipito lejos por la pequeña abertura entre dos vagones. Todos los soldados que puedo ver aún se dirigen a las llamas. Otros están en el área donde detoné la bomba de polvo, y los otros que estaban persiguiéndome probablemente siguen aturdidos, barriendo las calles por las que había estado corriendo. Esperé hasta que tuve la certeza de que no había nadie más cerca de mí. Entonces, me deslicé entre los vagones y corrí a lo largo del lado opuesto de las vías donde los otros soldados estaban. Dejo mi cabello suelto otra vez. Ahora sólo necesito escoger el momento correcto para hacer mi gran entrada.
Hay pequeñas marcas en cada vagón que paso. Carbón. Armas de seguimiento. Municiones. Comida. Estoy tentado a detenerme en este último, pero eso es sólo la parte de Lake en mí hablando. Me recuerdo que ya no estoy hurgando en las calles y que los Patriotas tienen una despensa completa en su base. Me fuerzo a seguir adelante. Más marcas. Más suministros de guerra.
Entonces paso una marca que me obliga a detenerme. Un escalofrío recorre mis brazos y piernas. Rápidamente troto de regreso para ver el vagón marcado de nuevo, sólo en caso de que lo haya imaginado.
Nop. Ahí está, resaltada en el metal. La única que reconocería en donde fuera.
 
Las tres X alineadas. Mi mente gira; veo el símbolo rojo pintado con espray marcando la puerta de mi madre, las patrullas antipeste avanzando de casa en casa en Lake, Eden siendo alejado. No hay forma de que este símbolo signifique alguna otra cosa que el hecho de que mi hermano, o algo relacionado a él, está en este tren. Todo mi interés en el plan de los Patriotas sale de mi cabeza. Eden podría estar aquí.
Puedo notar que las dos puertas corredizas del vagón están bloqueadas, así que retrocedo algunos pasos, luego corro hacia ellas. Cuando estoy lo suficientemente cerca, salto, tomo tres rápidos pasos contra el costado del vagón, agarro la punta del borde superior del este, y me impulso hacia arriba.
Hay un sello metálico circular en el medio del techo de este vagón que probablemente es usado para acceder al interior. Me arrastro sobre él, paso mis dedos a lo largo de los bordes, y encuentro cuatro circuitos electrónicos manteniendo el sello cerrado. Fervientemente los desencajo. Los soldados deberían estar regresando en cualquier segundo. Presiono contra el sello con toda la fuerza que tengo. Se desliza abriendo una grieta, sólo lo suficiente para saltar dentro.
 
Aterrizo con un ruido sordo. Está demasiado oscuro, así que no puedo ver nada al principio. Extiendo mis manos y toco lo que parece ser una superficie redonda de cristal. Lentamente empiezo a reconocer mis alrededores.
Estoy parado frente a un cilindro de cristal casi tan alto y ancho como el vagón, con una tapa de metal liso en la parte superior e inferior. Emite un muy ligero brillo azul. Dentro, una pequeña figura está recostada en el piso, con tubos saliendo de uno de sus brazos, sé al momento que es un niño. Su cabello es corto y limpio y un lío de rizos suaves, y está vestido con un overol blanco que lo hace destacarse contra la oscuridad.
Un fuerte zumbido en mis oídos bloquea a todo y a todos. Es Eden. Es Eden. Debe ser él. He ganado el premio mayor; no puedo creer mi suerte. Él está justo aquí, lo he encontrado a la mitad de la nada, en toda la inmensidad de la República, en una descabellada coincidencia. Puedo sacarlo. Podemos escapar a las Colonias aún más pronto de lo que pensé posible. Podemos escapar esta noche.
Me precipito hacia el contenedor y estrello mi puño contra el cristal, medio esperando que estalle aun cuando puedo decir que tiene como un pie de grueso y es casi seguro a prueba de balas. Por un instante no sé si puede escucharlo. Pero entonces sus ojos se abren. Dan vueltas de un modo raro, desenfocados antes de tratar de quedarse en mí.
Me toma un largo momento procesar el hecho de que este niño no es Eden.
 
Un sabor amargo de decepción arde en mi lengua. Es tan pequeño, tan cercano a la edad de mi hermano, que no puedo evitar abrumarme al imaginarme el rostro de Eden.


¿Existen otros que también han sido marcados con cepas poco comunes de la peste?
Bueno, por supuesto que los habría. ¿Por qué sería Eden el único en todo el país?
 
El niño y yo sólo nos miramos por un tiempo. Creo que puede verme, pero no puede fijar su vista; continúa entrecerrando sus ojos de una manera que me recuerda la miopía de Tess. Eden. Recuerdo la forma en que los irises de sus ojos sangraban por la peste… por la forma en que este niño está tratando de evaluarme, puedo decir que él está casi ciego. Un síntoma que mi hermano probablemente también tiene.
Repentinamente sale de su trance y gatea hacia mí lo más rápido que puede. Presiona ambas manos sobre el cristal. Sus ojos son pálidos, café opaco, no el espeluznante negro que Eden tenía la última vez lo vi, pero la mitad inferior de sus irises están de un púrpura oscuro con sangre. ¿Quiere decir eso que el niño, como Eden, está mejorando, porque la sangre está drenándose, o peor, porque la sangre está drenándose hacia dentro? Los irises de Eden habían estado completamente llenos de sangre la última vez que lo vi.
 
—¿Quién está ahí? —dice él. El cristal ensordece su voz. Aún no puede enfocarse en mí, incluso estando cerca.
Me sacudo de mi trance también.
 
—Un amigo —respondo roncamente—. Voy a sacarte de ahí. —Con eso sus ojos se abren; la esperanza florece en su pequeña cara. Mis manos recorren el cristal buscando por algo, lo que sea, que pueda abrir el bendito cilindro—. ¿Cómo operas esta cosa? ¿Es seguro?
El chico golpea frenéticamente contra el cristal. Él está aterrado.
 
—¡Ayúdame, por favor! —exclama con su voz temblando—. ¡Sácame, por favor, sácame de aquí!
Sus palabras rompen mi corazón. ¿Es esto lo que Eden está haciendo, aterrado y ciego, esperando en algún vagón oscuro para que lo salve? Tengo que sacar a este niño. Me estabilizo contra el cilindro.
—Tienes que calmarte, niño. ¿De acuerdo? No te asustes. ¿Cuál es tu nombre? ¿De qué ciudad es tu familia?
Lágrimas han empezado a deslizarse por el rostro del niño.


—Mi nombre es Sam Vatanchi, mi familia está en Helena, Montana. —Sacude su cabeza vigorosamente—. Ellos no saben a dónde fui. ¿Puedes decirles que quiero ir a casa?
¿Puedes…?
 
No, no puedo. Estoy tan malditamente impotente. Quiero golpear directamente hacia los lados metálicos del vagón.
—Haré lo que pueda. ¿Cómo abres este cilindro? —le pregunto otra vez—. ¿Es seguro
abrirlo?
 
El niño apunta frenéticamente hacia el otro lado del cilindro. Puedo decir que está esforzándose por esconder su miedo.
—Bien, bien. —Se detiene un momento intentando pensar—. Um, es seguro. Creo. Hay algo ahí en lo que escriben —responde él—. Puedo oír unos pitidos y luego el tubo se abre.
 
Corro hacia donde está señalando. ¿Es mi imaginación o puedo oír el débil sonido de botas golpeando el pavimento?
—Es alguna clase de pantalla de cristal —digo. La palabra CERRADO aparece en color rojo a lo largo de ella. Me volteo hacia el niño y toco el cristal. Sus ojos giran hacia el sonido—. ¿Hay alguna contraseña? ¿Cómo la introducen?
—¡No lo sé! —El niño alza sus manos, sus palabras cortando en un sollozo—. Por favor, sólo…
Maldición, me recuerda demasiado a Eden. Sus lágrimas hacen que mis ojos se llenen de agua.
—Vamos —lo convenzo, luchando por mantener mis palabras fuertes. Tengo que estar en control—. Piensa. ¿Hay algún otro modo de abrir esto, además del teclado?
Él sacude la cabeza.
 
—No lo sé. ¡No lo sé!
 
Ya puedo imaginar lo que Eden diría, si fuera este chico. Habría dicho algo técnico, pensando como el pequeño ingeniero que es. Algo así como: ¿Tienes algún objeto afilado? ¡Trata de encontrar el dispositivo manual!
Fortalécete. Saco el cuchillo que siempre está en mi cinturón. He visto a Eden desarmar artefactos antes y reconfigurar todo el cableado interno y paneles de circuitos. Tal vez debería intentar la misma cosa.


Coloco la hojilla contra la pequeña abertura recorriendo todo el borde del teclado y cuidadosamente aplico presión. Cuando nada sucede, presiono más fuerte hasta que la hoja se dobla. No ayuda en nada.
—Está muy apretado —murmuro. Si tan sólo June estuviera aquí. Ella probablemente descubriría cómo funciona esta cosa en medio segundo. El niño y yo compartimos un breve momento de silencio. Su barbilla cae hasta su pecho y sus ojos se cierran; él sabe que no hay manera de abrirlo.
Necesito rescatarlo. Necesito salvar a Eden. Eso me hace querer gritar.
 
No es mi imaginación; oigo a los soldados acercándose. Deben estar revisando los compartimentos.
—Habla conmigo, Sam —digo—. ¿Aún estás enfermo? ¿Qué te están haciendo? El niño limpia su nariz. La luz de esperanza ya se ha desvanecido de su cara.
—¿Quién eres?
 
—Alguien que quiere ayudar —susurro—. Mientras más me digas, más fácil será para mí arreglar esto.
—Ya no estoy enfermo —responde Sam rápidamente, sabe que estamos quedándonos sin tiempo—, pero dicen que tengo algo en mi sangre. Los llaman un virus latente. —Se detiene a pensar—. Me dan medicina para evitar que me enferme otra vez. —Se frota sus ojos ciegos, sin palabras rogándome que lo salve—. Cada vez que el tren se detiene, me toman una muestra de sangre.
—¿Alguna idea de en qué ciudades has estado?
 
—No sé… oí el nombre de Bismarck una vez… —El niño se pausa mientras piensa—. Y
¿Yankton?
 
Ambas son ciudades frentes de guerra en Dakota. Pienso en el transporte que están usando para él. Probablemente mantiene el ambiente estéril, así las personas pueden entrar y tomar la muestra de sangre, luego mezclarla con lo que sea que active el virus latente. Los tubos en sus brazos quizás sólo sean para alimentarlo.
Mi mejor conjetura es que lo están usando como un arma biológica contra las Colonias. Ha sido convertido en una rata de laboratorio. Justo como Eden. El pensamiento de mi hermano siendo transportado alrededor así amenaza con ahogarme.
—¿Adónde te llevarán después? —demando.


—¡No lo sé! Sólo… ¡quiero ir a casa!
 
En algún lugar en el frente de guerra. Sólo puedo imaginar cuántos otros desfilaron dentro y fuera del frente de guerra. Me imagino a Eden acurrucado en uno de estos trenes. El niño ha empezado a gemir otra vez, pero me fuerzo a detenerlo.
—Escúchame, ¿conoces a un chico llamado Eden? ¿Has oído mencionar ese nombre en algún lado?
Sus chillidos son más ruidosos.
 
—¡No… yo no… sé quién…!
 
No puedo demorarme más. De alguna manera me las arreglo para desplazar mis ojos lejos del niño y correr a las puertas corredizas. Los pasos de los soldados son más fuertes en este momento, no pueden estar más allá de cinco o seis vagones. Doy un vistazo atrás hacia el niño.
—Lo siento. Tengo que irme. —Me mata decir esas palabras.
 
El niño empieza a llorar otra vez. Sus manos golpean contra el grueso cristal.
 
—¡No! —Su voz se quiebra—. Te dije todo lo que sé, ¡por favor no me dejes aquí!
 
No puedo soportar escucharlo más. Me fuerzo a pararme al lado de los seguros de una puerta corrediza y acercarme lo suficiente al techo del vagón para agarrar el borde superior del sello circular. Me halo hacia arriba al aire nocturno otra vez, de regreso al aguanieve que pica mis ojos y fustiga hielo contra mi cara, y lucho por recomponer mi compostura. Estoy tan avergonzado de mí mismo. Este chico me ha dado toda la ayuda que podía, y ¿así es como le pago? ¿Corriendo por mi vida?
Los soldados están inspeccionando los vagones a quince metros. Deslizo el sello de nuevo en su lugar y me contoneo pegado contra el techo hasta que he alcanzado el borde. Me balanceo hacia abajo y aterrizo en el suelo.
Pascao se materializa de entre las sombras, sus ojos gris pálido brillando en la oscuridad. Debe haber estado buscándome.
—¿Por qué demonios estás aquí? —murmura—. Deberías de haber hecho una escena cerca de la explosión, ¿sí? ¿Dónde estabas?
No estoy de humor para jugar limpio.


Ahora no —digo bruscamente y empiezo a correr al lado de Pascao. Tiempo de regresar a nuestro túnel bajo suelo. Todo pasa zumbando en una niebla surrealista.
Pascao abre su boca para decir algo más, duda cuando ve mi rostro, y decide dejarlo pasar.
—Er… —empieza otra vez, esta vez más tranquilamente—, bueno, lo hiciste bastante bien. Probablemente ya se extendió la voz de que estás vivo, aún sin todo el extra de los fuegos artificiales. Tu carrera arriba en los techos fue bastante sorprendente. Veremos mañana en la mañana cómo el público reacciona a tu aparición aquí. — Cuando no respondo, el muerde su labio, y lo deja así.
 
No tengo más opción que esperar hasta que Razor termine con el asesinato antes de que me ayuden a rescatar a Eden. Una marea de ira sobre el joven Elector se desata en mí. Te odio. Te odio con todo lo que tengo, y juro que voy a poner una bala en ti en la primera oportunidad que tenga. Por primera vez desde que me uní a los Patriotas, me encuentro emocionado por el asesinato. Voy a hacer todo para asegurarme de que la República nunca toque a mi hermano de nuevo.
Entre el caos del incendio ardiendo y los gritos de las tropas, nos deslizamos hacia el otro lado de la ciudad y de regreso a la noche.


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Mensaje por Maga Vie 18 Mayo - 12:02

RECUERDEN QUE AL PARTICIPAR EN LAS TRES LECTURAS GANARAN ESTA MEDALLA ESPECIAL 

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Mensaje por yiniva Vie 18 Mayo - 13:12

Siento que usan a Day como Katnis de los juegos del hambre, el ya mas o menos tiene una idea de lo que hacen al encontrar al niño, me dio cosita que lo dejara pero no tenia opción, ahora esta decidido a matar a Anden, la falta de comunicación entre Day y June me preocupa


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Mensaje por mariateresa Dom 20 Mayo - 6:14

A mi igual Yiniva falta la comunicacion entre ellos para que se den cuenta que Anden no es el monstro que pintan.
Quiero que pillen las segundas intenciones de Razor por que creo que las tiene.
Pobre niño me dio mucha pena.
Gracias por el capi


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