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Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley

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Mensaje por LuVelitta Dom 19 Feb - 5:35

Gracias por los capis @julietmo!! 

Me gustó saber cómo Nate comenzó desde abajo y supo aprovechar sus oportunidades y talentos. 

No solo tiene memoria eidética, si no que es bueno en todo lo que se propone!!
 Dónde consigo uno igual??  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 2633108618 Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 2699754136


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Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 Empty Re: Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley

Mensaje por julietmo Dom 19 Feb - 11:04

ajjaja...@LuVelita....yo me pregunto lo mismo donde hay uno igual!!!?????...jajajja

vaya ashora si que sabemos lago mas de nate...si que ha sido dificil su vida...pero aprovecho....

me pregunto si esto hubiera sido asi, sin el deseo de lily  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 1833188340 Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 1833188340 Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 1833188340


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Mensaje por julietmo Dom 19 Feb - 11:25

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Nate y Lily 

Años más tarde, era el mes de mayo y Nate tenía veintiocho años, Lily tenía veintidós…


Vamos muy tarde —se quejó Víctor. 
—Lo sé —respondió Nate con indiferencia, levantando la barbilla en un gesto arrogante al conductor del Rolls que los veía caminar por el concurrido pavimento turístico fuera de Harrods.

 —Tu madre nos va a despellejar vivos. Nate quiso reírse de este comentario ridículo, pero no lo hizo porque Nate McAllister rara vez se echaba a reír. 

Laura Roberts no tenía un hueso violento en su cuerpo. Tenía un temperamento feroz, pero Nate sólo lo había visto dos veces en los dieciséis años que la conocía. Y las dos veces, en el momento en que explotó, estaba agotada. 

En ambas ocasiones, duraba menos de diez minutos. Ella era la más gentil, más amable, y más ecuánime criatura que alguna vez había tenido el honor de conocer. Eso no significaba, sin embargo, que no tenía una determinación de acero cuando quería que uno de sus hijos hiciera algo que no quería hacer, rara vez se salía con la suya.

 —Lo superará una vez que vea su regalo de aniversario —observó Nate sólo para tener algo que decir. 

Sabía que Victor estaba preocupado por el regalo. 

Si no había algo que le gustara del hombre que se había convertido en su padre, y Nate pensaba eso aunque muchas personas no estaban de acuerdo, era admirarlo por su devoción a su esposa. Aunque un regalo de aniversario para Laura era un desafío. ¿Qué le dabas a una mujer que tenía todo, no quería nada y habría vivido en una choza feliz si simplemente tuviera a su marido con ella? 

—La harías feliz si le pides matrimonio a Georgia esta noche — comentó Víctor. 

Caminó junto a Victor al Rolls esperando mientras Bennett, chofer de Víctor, abría la puerta para permitirles la entrada. Nate tenía mejores cosas que hacer que estar en esta misión con Victor, muchas mejores, más presión incluso que cosas urgentes que hacer. Pero Víctor se lo había pedido y no importaba lo que Víctor pidiera, Nate cedía.

Ese era el trato en la mente de Nate (aunque no de Victor). Nate le debía a Victor su vida. Las personas miraban a los dos hombres que, obviamente, por el aspecto de sus trajes a medida, corbatas de seda elegantes, zapatos caros y relojes brillantes, sin mencionar el chofer del Rolls Royce, en realidad compraban en Harrods en lugar de visitarlo como una atracción turística. Por otra parte, a menudo las personas miraban a Nate y la mayoría de estas personas eran mujeres. Él era excepcionalmente, se podría incluso decir imposiblemente, apuesto.

 Muy alto, delgado, caderas estrechas, ancho de hombros, con una gran cantidad de pelo grueso y negro que tenía el más elemental brillo azul para que fuera interesante. Tenía rasgos fuertes, una mandíbula firme, pómulos potentes y un labio inferior sensual. También brillantes, ojos oscuros que aunque no lo sabía (y no habría importado si lo hacía), eran el tema entusiasta de muchas mujeres que conocía. Incluso iniciaban peleas, ¿eran sus ojos tan grises que eran casi negros o tan azules que eran casi negros? Después de mucha discusión, no había respuesta que se considerara aceptable por lo que la batalla se prolongaba. 

Los labios sensuales de Nate se fruncieron ante las palabras de Víctor. Sabía que Laura quería que se casara, que le diera nietos. 

Pero también estaba relativamente seguro de que no quería que lo hiciera con Georgia. 

—No le pediré a Georgia que se case conmigo —declaró Nate con firmeza.

—¿Por qué no? —preguntó Víctor y luego continuó—. Es una buena mujer. 

No era una buena mujer. Era una gata. Casi tan mala como Danielle, si eso podía atribuirse.

 Había atrapado a Georgia tirando sus píldoras anticonceptivas en el inodoro, por lo que meticulosamente había llevado condones. 

Luego la había atrapado haciendo agujeros en los condones, por lo que había dejado de tener sexo con ella por completo y comenzó el cansado proceso de deshacerse de ella. Nunca debería haber sumergido el pie en la piscina familiar. Georgia era la hija de los mejores amigos de Laura y Victor. 

Nate incluso le agradaban los padres de Georgia, los había conocido por años. 

Todos tenían grandes esperanzas pero Georgia era historia. 

Ella había trabajado duro para ganar la atención de Nate, era de piernas largas, delgadas con un hermoso pelo castaño y siempre había sido algo divertida de una forma seca y maliciosa. Por lo tanto, Nate la había recompensado por su tenaz persecución. Y ella lo había recompensado por premiarla. 

Tan bueno como fue con ella, y era bueno, no duraría toda la vida. Nate lo sabía de forma innata. Ella tenía demasiado veneno y lo mostraba con demasiada frecuencia. Nate no tenía paciencia para las mujeres venenosas, especialmente aquellas que crecían con todo, sin querer nada y que no tenían razón de ser en lo más mínimo, rudas, teniendo en cuenta la vida privilegiada que habían llevado.

 Nate no sabía lo que quería, pero fuera lo que fuese, ciertamente no era Georgia. 

Se salvó de responder a Víctor cuando vio a un joven que llevaba una sudadera con capucha gris, el gorro levantado a pesar de que era un día caluroso. El chico estaba repantigado por la acera, con la cabeza inclinada, las manos en el bolsillo delantero de la sudadera, la cabeza balanceándose de un lado a otro, en busca de su señal. La guardia de Nate, que ya estaba alerta, siempre alerta, se puso a toda marcha. Los ojos de Nate se estrecharon mientras miraba a los jóvenes y Víctor comenzó a entrar en el Rolls. 

Entonces, como esperaba, el chico corrió hacia su objetivo y Nate oyó el grito indignado de una mujer. 

—¡Oye! —gritó. Observó al chico arrebatar el bolso de la mujer, su cuerpo se tensó para la acción. Y entonces sus ojos se movieron a la mujer y, extrañamente, se quedó paralizado. 

—¡Oye! ¡Se robó mi bolso! ¡Deténganlo, robó mi bolso! —gritó. 

Nate vagamente registró que era una turista americana. También ausentemente se dio cuenta de que nadie se movió para ayudar. 

En ese breve momento en el tiempo, Nate estaba demasiado ocupado en observarla, que él mismo no movió un músculo. Era alta, muy alta. 

Y con curvas, deliciosas curvas. Tenía el cabello del color más inusual. Cabello que supo por la amplia experiencia de vivir en una casa con Laura y Danielle durante años que venía a través de las manos de un estilista supremamente talentoso y caro. 

Tenía una cara exquisita, piel perfecta y un porte que era extraordinario. 

Le habían dado un amplio espacio aun en la acera llena de gente. No porque estaba gritando, sino porque era majestuosa, radiante, elegante… Intocable. 

En un estado de estupor simplemente mirándola, el chico con su bolso corrió hacia Nate. No en un estado de estupor, ella se dio cuenta de que nadie iba a ayudarla, renunció a gritar y corrió detrás del chico. 

Ante el ruido, Víctor se alejó del auto y Nate se movió para mirar con asombro mientras ella hábil y ágilmente esquivó la multitud, sus largas piernas a la altura del chico pequeño.

 Entonces Nate vio con sorpresa, aturdido, que saltó a la espalda del ladrón con un salto grácil. 

Todo el mundo se quedó sorprendido, pero nadie levantó un dedo, excepto unos pocos que empezaron a tomar fotografías.

—¡Devuélveme mi bolso, matón! —gritó ella, envolviendo sus largas piernas alrededor de su presa, con un brazo alrededor de su cuello mientras le daba una palmada en la cabeza con la otra mano.

El ladrón se tambaleó hacia atrás y luego se balanceó con intención y la estrelló contra el costado del edificio. Su cabeza se echó hacia atrás y golpeó la piedra tan fuerte que Nate pudo oírlo desde donde se encontraba a veinte pasos de distancia. Ante el sonido, Nate salió de su estupor y se forzó a moverse. 

—Nathaniel… —llamó Victor, pero Nate no le hizo caso. A pesar del golpe, ella no había dejado de luchar y no había soltado su agarre. 

—Dame ese bo… —comenzó a gritar pero no terminó. 

El chico se dobló en medio y la volteó. Ella perdió su agarre y salió volando sobre su cabeza, cayendo de espaldas sobre el pavimento con un ruido sordo. El chico no dio ni un solo paso aunque comenzó a hacerlo. Con una pierna levantada para hacer bien su escape, Nate agarró su suéter en un puño cerrado y tiró de él hacia atrás. 

Con una violenta sacudida, Nate lo jaloneó fuera de sus pies, lo giró hacia el costado del edificio y lo soltó, estrellándolo brutalmente contra la pared de piedra al lado de una enorme vitrina. Rápidamente, la mano de Nate se colocó en la garganta del ladrón, apretándolo salvajemente y levantándolo hasta que el chico estuvo sobre las puntas de sus pies. 

—Suelta el bolso —ordenó con una voz tan fría como el hielo con un filo similar al de una navaja. El ladrón de inmediato dejó caer el bolso.

 —Yo… voy a llamar a la policía. —Su voz baja, fuertemente americana, una voz que tenía una vibración extraña en ella, tartamudeó junto a él mientras cautelosamente se inclinaba para agarrar su bolso. 

Nate notó que no se estaba moviendo con cautela debido al miedo, sino porque estaba herida.

Nate se giró para verla, su cabeza estaba inclinada a medida que rebuscaba en su bolso, luego sacó un móvil y levantó sus ojos hacia él. 

En el momento en que se encontraron con los suyos, Nate se quedó inmóvil de nuevo. 

Sus ojos eran simplemente indescriptibles. Un azul pálido insondable, ineludible, los iris estaban bordeados por un ahumado medianoche que era tan seductor que pensó por un momento que se había inclinado hacia ella, estaba muy atraído por sus ojos. Se abrieron para mirarlo casi como si lo reconociera. Un jadeo ruidoso salió del rufián. 

Nate no se movió.

 Se quedó en una inmóvil fascinación mientras ella se acercaba más. Sin apartar sus increíbles ojos de los suyos, su mano se colocó suavemente sobre el antebrazo que estaba sosteniendo al ladrón contra la pared. Cuando lo hizo, fuego se disparó por su brazo desde donde ella lo había tocado. 

—Lo estás ahogando —susurró ella. Su agarre se aflojó y ella dejó caer su mano. 

Con esfuerzo, apartó sus ojos de los suyos y dejó caer la mano sólo para agarrar un puñado del suéter del rufián en su garganta, tirando de él hacia adelante un par de centímetros y golpeándolo brutalmente de nuevo contra la pared.

 El chico gruñó de dolor. 

—Duele, ¿no? —rugió Nate y una furia diferente a cualquiera que hubiera conocido lo atravesó mientras miraba al chico.

 —Bennett ha llamado a la policía. Maldita sea, chica. ¿Estás bien? — Victor estaba a su lado, tenía su mano en el hombro de la chica y estaba inclinado hacia ella, mirándola para corroborar la respuesta a su pregunta. 

—Eso creo. Simplemente quedé sin aliento, eso es todo —respondió. 

—¿Qué estabas pensando, saltando sobre él de esta manera? Podrías haber sido lastimada —reprendió Victor porque ella no estaba del todo bien, estaba sosteniendo su cuerpo como si estuviera hecho de cristal. 

Ella no era tan hábil y ágil como lo había sido cuando volaba detrás de su asaltante. Victor deslizó su brazo alrededor de su cintura en un esfuerzo por apoyarla debido a la forma en que sostenía su cuerpo. 

—Él tomó mi bolso —respondió la pregunta de Victor. 

—Aun así, fue malditamente peligroso —continuó Victor con su suave reproche. 

—Me gusta ese bolso —respondió con un ligero acento burlón en su tono y una temblorosa y peculiar sonrisa. Siendo testigo de esa sonrisa peculiar, Nate encontró que estaba teniendo problemas para respirar.

 La cabeza de Victor se levantó hacia su sonrisa y después la apartó para mirar a Nate. O mejor dicho, le echó un vistazo a la forma en que Nate estaba viendo a la chica.

 Entonces Victor la miró a ella. Luego de regreso a Nate. Entonces tomó una rápida decisión.

 —Nathaniel, espera a la policía. Voy a llevarla a casa de Laura y a llamar a nuestro médico. 

—No, por favor, estoy bien. Me quedaré para hablar con la policía —se resistió. 

—Nathaniel los llevará a casa. Puedes hablar con ellos allá. Ven conmigo. —Victor estaba utilizando su voz sensata de no-argumentos, una voz que enviaba escalofríos en aumento por las columnas de los hombres. Ella lo ignoró por completo. 

—En realidad, no. Debería quedarme. 

—Ve con él. —La voz de Nate retumbó esta orden y la cabeza de ella se sacudió nuevamente para mirarlo. Ella lo observó por un momento y él se preguntó qué haría.

 Le tomó un momento pero asintió. Nate miró por encima de su hombro mientras Victor la metía en el Rolls y éste se alejaba hábilmente. 

No mucho después, la policía llegó. 

**************************************

Lily cuidadosamente se levantó de la decadente bañera, tomó una toalla aterciopelada y afelpada de color durazno de la barra caliente y la envolvió alrededor de su cuerpo adolorido. Laura la había obligado a tomar un caliente y perfumado baño aunque Lily se había resistido porque quería estar disponible para la policía cuando llegara. 

El médico que estuvo en la puerta de la casa en cuestión de segundos de su propia llegada, ya que Victor lo había llamado desde el automóvil y le había dicho que “llevara su culo a la casa”, le dijo que tomara algo de ibuprofeno, un largo y caliente baño, y le dijo a Laura y a Victor que mantuvieran un ojo sobre ella por un par de días.

 Lily no tenía ningún hueso roto, ninguna fisura en el cráneo, estaba bien, pero en caso de que no lo estuviera, el médico dijo que debería ser cuidada. Así que, después de una breve pero seria charla, Lily los había visto entrar en el pasillo, Laura, con el firme acuerdo de Victor, insistió en que pasara la noche con ellos en lugar de tomar el tren de regreso a Clevedon. Después insistieron en que tomara un baño. 

Sin la fuerza para resistirse a ellos, o, de hecho, la habilidad, ellos fueron muy insistentes, muy agradables pero no del tipo de personas que tomaran un no por respuesta, allí estaba ella en su mansión estilo gregoriano, en su opulento baño, que era igual de suntuoso que la habitación de invitados decorada, en la que había contado por lo menos siete diferentes, pero coordinados, tonos de durazno pálido. 

Y por fin había conocido al hombre que Fazire le había enviado. 

Lily estaba segura de ello, tan segura como estaba de que era Lily Sarah Jacobs, hija de Rebeca y Will Jacobs y una chica de Indiana nacida y criada. Y no había ninguna duda en nada de eso. 

Cuando había levantado la mirada para ver los ojos de su alto defensor, casi se había desmayado.

 Desvanecido. 

Caído al suelo en una pila inconsciente. Si él no hubiera estado enfrentando una inminente sentencia de cadena perpetua por estrangular al hombre hasta la muerte sin importar si era un desagradable ladrón de carteras, ella lo habría hecho. 

Y ahora… 

Ahora… 

¿Ahora qué?

 No sabía qué hacer. 

No podía precisamente arrojarse hacia él. Decirle que había deseado que él viniera a ella a través de su propio genio personal que acababa de pasar a vivir en casa con sus padres en un pequeño pueblo de Indiana. 

No podía seducirlo porque, ya que era virgen, ni siquiera sabría cómo. De hecho, él probablemente, tomando en cuenta lo apuesto que era (imposiblemente apuesto), no sabía que ella existía como una mujer con todas las partes correctas en los lugares adecuados y con todo el deseo que sentía por él a pesar de que sólo sabía su nombre. 

Nathaniel. 

Ese era un muy, muy buen nombre. 

—Lily, querida, la policía está aquí. —Dulce y amable, Laura estaba en la otra habitación. Lily había sido llevada a Laura inmediatamente. 

La mujer era pequeña y ligera pero agradablemente redondeada de mediana edad. Tenía una suave cabellera corta marrón oscuro que enmarcaba su rostro, elegantes manos con uñas perfectas (Lily pensaba que parecían manos de pianista, eran encantadoras) y cálidos ojos marrones. 

—¡Iré enseguida! —gritó Lily. Rápidamente se secó, envolvió la toalla alrededor de su cuerpo y rebuscó en su bolso una banda de pelo. Recogió su cabello en una cola de caballo en la parte posterior de su cabeza y entró en la habitación donde vio a Laura de pie junto a la cama, que ahora tenía una media docena de cajas brillantes descansando sobre ella. Lily se detuvo y se quedó mirando. Laura explicó: 

—Llamé a un par de tiendas. Ya que te vas a quedar, necesitas un par de cosas, por supuesto. Espero que no te importe, pero revisé las etiquetas de tu ropa y encontré tu talla. ¿Cuánto tiempo estuve en el baño?, pensó Lily con incredulidad mientras miraba las cajas. 

—No puedo. —Lily se resistió.

 —Puedes, lo harás y debes —respondió Laura en la voz de una madre a la que no te niegas. 

Lily había oído esa voz antes; su propia madre la utilizaba con frecuencia. Laura levantó la tapa de una caja y sacó una bata de seda azul plateado con mangas largas que fluían como un kimono japonés y ordenó—: 

Ponte esto. Lily soltó una risa suave y luego exclamó: 

—¡No puedo enfrentar a la policía en una bata! —Sólo tienen algunas preguntas. Les dije que no estás en condición para que te interroguen —afirmó inteligentemente entonces arrancó la tapa de otra caja y sacó un conjunto de ropa interior de satén blanco prístino bordeado con delicado encaje—. Si te hace sentirse mejor, lleva estos… y… esto. —Ella encontró y le sacudió el sujetador a juego a Lily. Lily no pudo evitarlo, tan grosero como era, y ella sabía que era grosero, siguió mirando. Hace dos horas había estado caminando por una calle de Londres con la intención de hacer un poco de compras por la ventana mientras sus escasas finanzas no permitían mucho más. 

Tenía varios días libres del trabajo en la tienda de Maxine y no le apetecía trabajar en su casa, raspando, pintando, preparando o arrastrándose ella misma bajo un lavabo con un manual de fontanero para tratar de arreglar una tubería. 

Había llegado a Londres por un pequeño día de descanso, para ir a algunos museos que eran de entrada libre y para hacer algunas compras. Ahora había entrado en la tierra de fantasía. 

—Laura tú… honestamente, en serio, no puedo. Laura se acercó a ella, presionó su palma contra la cara de Lily como la mamá de Lily hacía a veces en sus momentos tiernos (de los que había muchos), y la miró a los ojos. 

—No los hagas esperar, querida. Tan pronto termines con esto todos podremos disfrutar de nuestra tarde. 

Con eso, ella salió de la habitación y Lily, a causa del toque maternal que Laura le había dado (un toque tan familiar), rápidamente se puso la ropa interior, la bata y se detuvo de correr al baño para tomar otra toalla y envolverla alrededor de ella también. 

Cautelosamente salió de la habitación. El baño había ayudado al igual que las píldoras pero definitivamente se sentía como si hubiera dado una voltereta por encima del hombro de alguien sobre una acera de hormigón. Lily no sabía lo que estaba pensando; cargar tras un carterista excepto que era un bolso de diseñador caro que ella nunca se podría haber permitido en circunstancias normales. 

Lo había encontrado mientras merodeaba a través de una tienda de ropa vintage y lo había comprado por casi nada. Nunca sería capaz de reemplazarlo. Independientemente de eso, sus acciones fueron imprudentes.

 Podría haber sido herida o dañada de alguna otra manera si él hubiera tenido un cuchillo u otra arma. Sus padres, si es que alguna vez escuchaban esto, la matarían. Fazire comenzaría a flotar, mirar bajo su nariz de genio y menear su dedo de genio en su dirección. Nunca podría decirles. 

Con cuidado, agarrándose de la barandilla, bajó las escaleras. 

Mantuvo su cuerpo aún más rígido de lo que se sentía para no agitar cualquiera de los dolores y molestias que amenazaban. Su cabeza estaba palpitando donde había golpeado la pared, no el dolor palpitante de una de sus jaquecas intermitentes pero no era agradable tampoco.

 Estaba concentrada en sus pies golpeando cada una de las escaleras con alfombra gris paloma. 

También estaba evaluando su pedicura, mentalmente diciéndose que, incluso en Inglaterra, ya que era mayo, llegó el momento de alejarse del color del vino profundo del invierno y encontrar algo más como un rosa nacarado. Su pie golpeó el piso parqué de la entrada y fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaba sola. 

Su cabeza se levantó y allí estaba él. 

Nathaniel. 

Él estaba mirándola como cualquier héroe de novela romántica vería a la heroína. Con un hombro apoyado contra la pared y los brazos cruzados sobre su pecho. Y él era completamente hermoso de una manera cruda, poderosa, inmensamente masculina. Ellos, sin embargo, no se miraron el uno al otro con sorpresa maravillosa inducida por el amor, o al menos él no la miró de esa manera. Ella, por desgracia, estaba más que probablemente mirándolo de esa manera para su horror.

 Él estaba observándola con entrecerrados ojos escrutadores. 

Ojos que no se perdían nada. Ni… una… cosa. 

—¿Cómo te sientes? —preguntó él, su voz profunda, fuerte y enviando escalofríos a través de su piel. 

—Bien —mintió e intentó poner una sonrisa alegre. Su rostro se ensombreció. Obviamente, la sonrisa alegre no funcionó. 

—Mentirosa —dijo él en voz baja, peligrosamente, y lucía como si quisiera cometer un acto violento.

 Algo parecido a lo que hizo con el matón, golpeándolo ferozmente contra el edificio como el ladrón la había golpeado, exigiendo su castigo por ella. El solo pensamiento de ese recuerdo persiguió una emoción por su espalda. 

—Estaré bien… —vaciló, haciendo una evaluación mental de su cuerpo dolorido—, con el tiempo.

 Él la miró por un momento, sus ojos barriendo su longitud, esa mirada horrible en su rostro. Ella se sonrojó ante su mirada y entendió que estaba un poco asustada de él. Él lucía sofisticado y urbano en el exterior, llevando ese traje tan casualmente como si estuviera en pantalones vaqueros y una camiseta. En algún lugar, sin embargo, en algún lugar muy cerca de la superficie, era cualquier cosa menos sofisticado y urbano.

 Él interrumpió sus pensamientos. 

—La policía está en el salón.

 Lily estaba relativamente segura de que nunca había estado en un salón antes o no en una casa donde personas realmente vivieran. 

No conocía personas que tuvieran salones. Él se apartó de la pared y ella encontró su cuerpo tensándose en rara preparación para algo mientras él se acercaba a ella, pero sólo caminó a un lado de ella. 

Sin opción, ella lo siguió.

Él entró en una habitación y ella entró tras él. En la habitación estaban Laura, Víctor y dos agentes de policía. 

—Aquí está —anunció Laura, sonriéndole a Lily alentadoramente. El salón era precioso, decorado en suaves verdes pálidos acentuados con cornisas blancas y mobiliario majestuoso de apariencia cómoda. Nathaniel se movió para colocarse detrás y al lado de una silla de respaldo alto. Miró a Lily y luego hacia abajo, a la silla y ella entendió de alguna manera que la deseaba… no, estaba diciéndole que se sentara en la silla. Ella hizo lo que se le dijo en silencio. La entrevista, como Laura prometió, duró menos de diez minutos. 

Hicieron preguntas, tomaron notas y Laura y Víctor la miraron con amables ojos paternos. No como si los hubiera conocido horas antes, sino como si hubiera estado bajo su custodia y dedicado cuidado desde su nacimiento. Sin embargo, esta no fue la razón del porqué la entrevista fue tan corta. Aunque ella no lo vio, sabía que Nathaniel estuvo detrás de ella todo el tiempo. Y lo sabía porque lo sentía allí.

 Él no movió un músculo o hizo un ruido hasta que el policía parecía estar comprobando los hechos y haciendo las mismas preguntas otra vez. Luego, en un tono que incluso el general Patton habría obedecido con calma y sin resistencia, dijo: 

—Tienen suficiente. No discutieron o incluso objetaron, de inmediato uno de ellos dijo: 

—Bien, Sr. McAllister. 

Ellos asintieron en dirección a Nathaniel y Lily se dio cuenta de que ahora tenía su apellido, un hombre de los que aprobaba. McAllister. 

—Señor y señora Roberts. —El policía asintió a Laura y Víctor. 

Se dio cuenta que Nathaniel y los Roberts no compartían el mismo apellido y Lily se preguntó por la relación de Nathaniel con Laura y Victor porque, obviamente, no era de sangre como pensaba. Él no se parecía a Laura o Victor pero Lily pensó con seguridad que la relación era lo suficientemente profunda para lazos de sangre. Tal vez era un sobrino favorito. 

—Nos vamos —terminó el policía. No le dieron a Lily una tarjeta, pidieron que los llamara si se acordaba de algo más, sólo se fueron. Antes de que alguien pudiera decir algo, un hombre infantilmente apuesto, no-tan-alto-como-Nathaniel pero todavía alto, de pelo castaño entró. 

—¿Qué es esto? Primero la celebración del aniversario termina, ahora la policía está en la casa. ¿Qué? ¿El pasado alrevesado de Nate finalmente nos dio alcance? 

Luego se detuvo en seco y miró a Lily por alguna razón, con la boca abierta por la sorpresa. Ella no pensó mucho acerca de este nuevo hombre con la boca abierta sorprendido. En cambio se encontró pensando que no consideró en absoluto que fuera sorprendente que Nathaniel tuviera un pasado alrevesado. 

—Dios mío —susurró el hombre trayendo los pensamientos de Lily de vuelta a la habitación. 

—Este —declaró Víctor como presentación a Lily—, es mi hijo, Jeffrey. Jeffrey se adelantó, extendiendo la mano y le dijo: 

—Todo el mundo, excepto mamá y papá me llama Jeff. 

Ella levantó la mano para estrechar la suya, pero él le dio vuelta, se inclinó por la cintura y la llevó a su boca, rozando sus labios contra sus nudillos. Entonces los ojos de él fueron a los de ella. 

—¿Y quién eres tú? —preguntó y pensó que su tono era coqueto aunque ella no tenía mucha experiencia con la coquetería, o por lo menos durante los últimos cuatro años o así no había notado implacablemente que se presentara en su camino. 

—Soy Lily Jacobs —respondió. 

—No, tú no eres Lily Jacobs. Eres un ángel enviado del cielo. —La sorprendió diciendo en voz baja, sin duda con coquetería, finalmente dejando caer su mano después de sostenerla más tiempo del necesario. 

Cuando se enderezó, Lily se dio cuenta de que toda la sala cambió y pareció incluso moverse ante sus palabras. El aire se hizo tan espeso que se podía cortar con un cuchillo. Victor se tensó y sus ojos volaron hacia donde Nathaniel seguía de pie en la parte posterior de la silla. Laura se puso de pie lentamente y sus ojos se deslizaron a Lily, su mano moviéndose a su garganta en un extraño gesto de peligro inminente. Y Lily en realidad pudo sentir algo peligroso emanando de detrás de ella. 

Lily ignoró con valentía lo que estaba sucediendo y sus ojos sostuvieron los de Laura porque parecían los más seguros. 

—¿Qué celebración de aniversario? —preguntó. Laura comenzó a responder: 

—Nada, querida… 

Jeff se movió a la chimenea e interrumpió a su madre: 

—No es nada. Yo no diría que su trigésimo aniversario de boda no es nada. —Él se volvió y alegremente recargó un codo en la repisa de la chimenea. Lily jadeó y abrió la boca para hablar.

 No podía creer que habían cancelado su aniversario por ella, pero Jeff no había terminado. Sus ojos se movieron a Nathaniel y cuando lo hicieron estaban calculando. 

—Por cierto, Nate, Georgia llamó. Está muy enojada por algo. Probablemente es mejor si pones ese maldito anillo en su dedo al fin. Eso va a hacer que se calme. 

Lily cerró la boca con un chasquido. 

Él tenía una novia, una novia que sonaba muy cerca de ser una prometida 

Por supuesto. 

Por supuesto, por supuesto, por supuesto. 

Ella sabía que no podía ser real. Él nunca la habría mirado siquiera de todos modos, no a la chica sencilla, de un pequeño pueblo de Indiana Lily Jacobs. 

Incluso con su deseo de Fazire, nunca conseguiría un hombre glorioso como Nathaniel McAllister.

 Nunca. 

—Espero que no cancelaran su aniversario por mí. —Lily cubrió su decepción con palabras. 

Los ojos de Laura, que no eran tan amables en el momento sino que parecían bastante irritados, se alejaron de su hijo a Lily y de inmediato se suavizaron de nuevo. 

—Sólo lo hemos pospuesto hasta mañana. 

—¡Oh no! ¡Debe continuar! —gritó Lily. 

—Todo ha sido arreglado, Lily. No hay de qué preocuparse. —Victor irrumpió en la breve discusión, ahora descartada y luego avanzó resueltamente hacia la puerta diciendo—:

Jeffrey, me gustaría hablar contigo. 

—Oh, por el amor de Dios, ¿qué he hecho ahora? —murmuró Jeffrey, no tan en voz baja y los ojos de Laura se volvieron molestos de nuevo—. Veo, mi querido hermano, que él no quiere hablar contigo —le dijo Jeff a Nathaniel luciendo extrañamente como un niño malcriado. 

Nathaniel no pronunció una palabra, lo que pareció enfadar más a Jeff. Pero Lily se estaba preguntando cómo Nathaniel era su hermano. 

Lo de hermano tenía sentido por la forma en que Victor trataba a Nathaniel y Laura lo miraba. Pero no compartían el mismo apellido y no se parecían en nada. 

Cuando Nathaniel obviamente no se iba a rebajar en una pelea inútil de lo que parecía ser nada, Jeff comenzó a escabullirse, pero se detuvo cuando llegó a Lily. 

—No sé quién eres, pero espero ver más de ti. —Él sonrió, su juvenil buen aspecto y buen humor restaurado y parecía bastante encantador de nuevo. Ella le devolvió la sonrisa tentativamente pero de alguna manera Lily descubrió que la hacía sentirse incómoda. Por primera vez en la vida de Lily, tomó una cercana aversión inmediata a alguien. 

Después de que él salió de la habitación, Lily se volvió hacia Laura. 

—Me siento fatal. Su aniversario… —empezó. 

—De verdad, Lily, no es molestia. De hecho, me siento aliviada. Podemos tener una buena noche tranquila, sólo nosotros dos. Prefiero eso de todos modos. Estoy segura de que Nathaniel puede entretenerte mientras Víctor y yo salimos a una cena de pareja. 

Laura levantó los ojos esperanzados a Nathaniel y, aunque no quería, Lily giró en su silla para mirarlo también. Atrás quedó la violencia reprimida, en su lugar había despreocupación insulsa. 

—Debería ver a Georgia. —Él había estado apoyando su peso en su mano en el respaldo de la silla y con sus palabras, él se apartó. 

—Estoy segura de que Georgia lo entendería. Tenemos una invitada en la casa —respondió Laura. Nathaniel se acercó a Laura y Lily observó con fascinación cuando él se detuvo frente a ella y la besó en la frente de una cariñosa manera familiar. 

—Ya no vivo aquí, ¿recuerdas? —Su voz fue suave, incluso burlona, y Lily sintió que sus entrañas se derretían (sólo un poco). 

—Supongo que Jeffrey encontrará algo para que él y Lily hagan —dijo Laura como un reto y Lily no supo qué hacer con eso. 

—Estoy seguro de que lo hará —murmuró Nathaniel, volvió sus ojos, imposiblemente oscuros, hacia Lily y dijo con su voz profunda—: Lily. 

A pesar de que su voz haciendo sonar su nombre envolvió su piel como un toque suave, salió, al igual que su padre, resueltamente de la habitación. 

Y Lily podría jurar que escuchó a Laura decir la palabra, “maldición”, en voz baja.


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 Empty Re: Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley

Mensaje por julietmo Dom 19 Feb - 11:46



Nate


No puedo creer que esté haciendo esto. —La voz de Georgia sonaba resentida y enojada—. No puedo creer que haya estado de acuerdo en asistir a la fiesta de aniversario de tus padres luego de que rompiste conmigo. Repíteme, ¿por qué lo estoy haciendo? 

Nate maniobró el Maserati en un espacio de estacionamiento, levantó el freno de emergencia y apagó el motor del auto. 

Entonces se giró hacia Georgia, apoyando el antebrazo en el volante. 

—Por respeto a mis padres —respondió lo que pensaba que era obvio.

 Sus palabras fueron concisas, su paciencia se estaba agotando.

 Ella había continuado con eso desde que salieron del departamento y Nate juró nunca más enredarse con una perra malcriada y asquerosamente rica. 

—Bueno, he cambiado de parecer —dijo con aspereza—. No voy a hacerlo. 

Se volvió hacia ella. 

—Entonces, estoy seguro de que encontrarás tu propio camino a casa. Ella jadeó con sorpresa indignada como si no hubiera millones de taxis en Londres que la llevarían a salvo a su casa, y sin pensarlo, Nate terminó con ella. Salió del auto y no se molestó en ayudarla a descender como normalmente haría, una cortesía de caballeros que Laura le había enseñado años antes. 

A continuación, caminó hacia la casa de sus padres. 

Escuchó sus altos tacones repiqueteando en el pavimento a paso ligero para mantener el ritmo de sus largas zancadas. 

Él no llamó a la puerta porque no tenía que hacerlo, era su casa aunque después de todos estos años todavía encontraba ese hecho difícil de creer, y entró a la casa. 

Escuchó los sonidos de la fiesta inmediatamente, el bajo murmullo de la conversación y las risas suaves. Lily, supo, estaba en alguna parte. Laura lo había llamado para decirle que había convencido a Lily de quedarse otra noche y asistir a la fiesta.

 Su madre le explicó que Lily se había despertado dolorida y magullada y habían llamado al médico de inmediato.

 Ella, le aseguró Laura, todavía tenía el visto bueno del médico pero necesitaba tiempo para recuperarse, lo cual tratándose de Laura, estaba determinada a darle.

 También Nate tenía la sensación de que Laura estaba infundiendo un poco de drama a la situación con el fin de mantener a Lily allí, considerando que luego de que ella le contara la historia de dolor y sufrimiento de Lily, anunció que iban a salir de compras.

 Nate se preguntaba cómo habían pasado la velada anoche Lily y Jeff. No le gustaba mucho la idea de “Lily y Jeff” pero sentía que eso era más apropiado que un “Lily y Nate”. 

Nate sabía quién era, lo que era y de dónde había venido. No tuvo reparos en llevar a la cosmopolita, he-visto-todo, he-hecho-todo Georgia a su cama. 

Sin embargo, las personas como Lily Jacobs, con su dulce voz baja, perfecta piel intocable y ojos confiados, no eran como las personas como Nate. Nate McAllister no conocía a su padre. Su madre fue una borracha, drogadicta y, desde todos los puntos de vista, una ramera. 

Había sido asesinada por uno de sus muchos amantes drogadictos en un mugriento piso de un mugriento vecindario. 

Nate comenzó a robar antes de que su edad llegara a los dos dígitos y su primera forma de empleo había sido trabajar para un gánster, quien ya no lo era más, pero eso no cambiaba el hecho de que Nate había participado en una vida de crimen antes de incluso haber entrado a la adolescencia. 

Lily Jacobs era demasiado buena para él. Nate lo supo inmediatamente en su corazón. 

—¡Nate! —Era Danielle, su hermana adoptiva, viéndose exuberante en un vestido negro que, como siempre, mostraba demasiada piel. Corrió hacia él y le dio un abrazo demasiado amistoso, excesivamente largo y para nada fraternal.

 —Escuché que jugaste al héroe ayer —remarcó mientras se inclinaba lejos de él, manteniendo las manos sobre sus hombros y sus ojos, los ojos de Laura pero sin su calidez, mirándolo muy de cerca. Él no respondió. —Sigue aquí, la estadounidense —le informó Danielle y se retiró cuando él no intentó tocarla—. Deberías ver lo que está usando. Ella y mamá fueron a alguna parte esta tarde, creo que a Covent Garden o Notting Hill, ¿quién sabe? Regresaron de las compras con un montón de bolsas. Es vergonzoso, mamá de compras en Notting Hill a su edad. Oh, hola, Georgia. 

Georgia había llegado y detenido al lado de Nate, su rostro una máscara de enfado. 

Danielle, siempre calculadora, miró detenidamente a Georgia, luego regresó a Nate que a su vez parecía indiferente. 

Entonces una sonrisa satisfecha y taimada se propagó por el rostro de Danielle haciendo a sus bonitos rasgos un poco menos bonitos.

 —¿Todo está bien? —preguntó Danielle con fingida preocupación, sabiendo la respuesta. Ella había estado viendo sus relaciones atentamente por años, sabía que el tiempo de Georgia había concluido. 

—Bien —respondió Georgia bruscamente, sabiendo por mucho tiempo que Danielle se consideraba la competencia en el afecto de Nate—. ¿De qué estaban hablando?

 Danielle se cruzó de brazos, algo que provocó que una buena cantidad de escote se derramara por encima de su vestido sin tirantes. 

—Bueno, al parecer, Nate salvó a una estadounidense de un ladrón de carteras. Fue sacudida un poco, y mamá y papá están haciendo de niñeras

Entonces, pasando rápidamente de adversaria a aliada con Georgia contra una nueva enemiga, como cualquier mujer, especialmente una atractiva y definitivamente impresionante, como era considerada tanto por Danielle como Georgia, Danielle prosiguió. 

—Deberías escucharla hablar. La mitad del tiempo, no sé lo que dice, tiene un gangueo rural. Dice que es de Indiana. —Danielle dijo la palabra “Indiana” como si supiera nauseabundo—. Definitivamente una palurda. Mamá cree que ella es adorable. Personalmente, no veo dónde. 

Nate se encontró molesto… no, inmensamente molesto por las palabras de Danielle. Claramente Lily tenía un acento que no era típico del sur estadounidense pero, sin dudas, tenía una adorable y rústica entonación. Sin embargo, no era en lo más mínimo difícil de entenderla y no se conducía de ninguna manera, o forma, como una palurda. De hecho, la idea en sí era ridícula. 

—Necesito un trago —anunció, porque de repente lo necesitaba, y mucho. Danielle sorprendentemente agitó las pestañas en su dirección.

 —Yo también, sé un amor y consígueme uno, ¿quieres? Apretó la mandíbula ante la vista. 

Ella era su hermana, por todos los cielos. El concepto de algo más era simplemente vil. Como había aprendido a hacer por años de práctica, la ignoró y entró en el salón. 

Y allí vio a Lily inmediatamente. Estaba parada junto a la chimenea al lado de Jeff, alzando ligeramente la vista hacia el hermano de Nate, con sus tacones altos casi estaba a su altura y sonriendo vagamente. Su vestido no era vergonzoso. No era de alta costura pero era hermoso y le quedaba a la perfección.

 Era de seda verdad manzana y tenía una profunda V en el frente, mostrando sólo un poco, pero no una exhibición adrede, de escote. Tenía un fino volante a lo largo del cuello, el volante parecía ser lo único que sostenía el vestido a sus agraciados hombros.

 Enmarcaba su voluptuoso cuerpo perfectamente hasta caer en línea recta justo por encima de las rodillas. 

No llevaba ni una sola pieza de joyería, ni siquiera aretes, y no los necesitaba. Sus ojos chispeantes y cabello brillante, que había sido recogido y apartado de su rostro y fuera de su cuello, eran el único complemento necesario al vestido. 

Sus pies estaban cubiertos con sandalias de tacón alto de un verde más profundo que el del vestido, el tacón aguja con una atrevida correa alrededor de los tobillos y dos finas tiras cruzaban alrededor de sus dedos. 

Los dedos de los pies, notó con su agudo ojo para los detalles, ya no estaban más pintados del profundo borravino de ayer sino que ahora, de un rosa perlado e iridiscente. Ella se veía, sin considerar su sonrisa amistosa, como una princesa serena e inalcanzable. 

También, notó Nate con firme desapego, se veía bien con Jeff. Hacían una excelente pareja y Jeff evidentemente sentía lo mismo. 

—Hola, querido —silenciosamente Laura estuvo a su lado, tocando su brazo y él se giró hacia ella y se agachó para permitir que le diera un beso en su mejilla bien afeitada. 

Miró a la mujer que se había convertido en su madre, la única mujer que había sido una verdadera madre para él y sonrió con genuino placer ante su compañía. 

—¿Pasándola bien? —preguntó él. 

—Odio esto —anunció Laura con honestidad. Era una excelente anfitriona, era muy buena para socializar pero prefería mucho más estar en la compañía de su familia o en pequeñas reuniones de amigos cercanos que tener una gran fiesta—. Pero, Danielle tuvo la intención de hacer de esto algo grande así que…

 Nate leyó el resto de la declaración. Lo que Danielle quería, tanto Laura como Victor, y ahora Jeff, se lo daban. 

Era mucho más fácil que la rabieta que resultaría si no lo hacían. Nate parecía ser el único miembro de la familia que podía negarle algo a Danielle Y él hacía esto a menudo. 

—¿Cómo está Lily? —se encontró Nate preguntando y ante la dulce, sabionda sonrisa que contrajo los labios de su madre, deseó no haberlo hecho. Se volvió muy claro que sus padres estaban jugando a los casamenteros. 

—Ella está mejor, creo, aunque no lo sabría. Está decidida a ocultar cualquier rigidez o dolor. Estaba afligida por mi angustia esta mañana cuando me enteré de que apenas podía salir de la cama con todo el dolor que estaba sintiendo. Independientemente de todo eso, ella y yo hemos tenido uno de los mejores días. —Vaciló y luego se acercó, diciendo en voz tranquila—. Nathaniel, esto es muy extraño pero siento que la conozco desde hace un año en lugar de un día. Es tan abierta, tan dulce. Deberías escuchar alguna de las historias que cuenta de su familia de Indiana. Son divertidísimas, ella es divertidísima. 

Nate siguió sonriéndole a los ojos danzantes de Laura cuando se volvió para mirar a Lily. Él había estado en Estados Unidos por negocios en varias ocasiones aunque nunca fue a Indiana. Se preguntó por su familia. 

Ella claramente era de dinero. El bolso por el que peleó tan duro para mantener costó una pequeña fortuna. Él lo sabía, pagó uno para Laura por Navidad el año pasado. Por no hablar de que Lily gritaba elegancia y clase. 

—¿Cuánto tiempo estará ella aquí? —preguntó, sin mover su mirada de Lily. 

—Estoy tratando de que se quede otro día y noche sólo para asegurarme de que está bien. Está muy decidida de ir a casa —respondió Laura. 

Nate estaba sorprendido ante su respuesta. 

—¿Ha terminado sus vacaciones entonces? —preguntó él. 

—¿Perdón? —preguntó de vuelta Laura. De mala gana dejó de mirar a Lily, quien en ese instante hablaba a Jeff y al padre de Georgia, y éste parecía igual de enamorado de ella como todos los demás. Eso no era sorprendente, ella dijo algo que hizo que ambos hombres echaran sus cabezas hacia atrás y rieran. Nate se volvió hacia Laura.

 —Sus vacaciones, ¿eso hizo que ella quiera volver a Indiana? Laura lo miró con confusión por un momento y después sacudió su cabeza.

 —No, no. Lily vive aquí en Inglaterra. En algún pueblo costero en Somerset. Ella ha estado aquí por años, vino aquí para la universidad, Oxford, y decidió quedarse.

Una estadounidense en Oxford que decidió quedarse, reflexionó Nate. 

Definitivamente de dinero. Este conocimiento cimentó su resolución de mantenerse alejado de ella. Él la podía ganar, por supuesto, pero si ella llegase a descubrir su pasado ella apuntaría su linda pero culta nariz hacia él. Y eso era algo que él no podría soportar. 

—Jeff parece conquistado por ella —señaló a Laura, su resolución haciendo su tono despreocupado y su madre conociendo su cara se volvió al instante en espanto. 

—Sí —estuvo ella de acuerdo en voz baja y Nate incluso podía oír la decepción en su voz. 

—Ellos hacen una hermosa pareja —remarcó él distraídamente mientras se volvía lejos de Lily, empujándola lejos de su mente y pensando en su lugar en una bebida, una fuerte—. Espero que algo de esto venga para ti especialmente, si te gusta ella tan bien —finalizó Nate, luego se inclinó y besó la mejilla de Laura con cariño antes de partir de su ahora decepcionada compañía a buscarse un trago. 

Por las próximas dos horas, la fiesta se convirtió en una aglomeración (nadie faltaba a una fiesta de los Roberts, incluso si esta se hubo pospuesto un día, Victor era famosamente libre con su bar), Nate ni siquiera intentó esquivar a Lily. Él a menudo buscaba en esos eventos, conocidos de negocios y mujeres presionando por su atención. Después que sintió que había hecho el deber con sus padres, decidió salir afuera por un poco de paz y tranquilidad y un cigarro. Laura odiaba que él fumase, así que no lo hacía en casa y Victor trataba de que él cambiara sus cigarrillos por los que él fumaba. 

Pero tampoco en la casa. Pero Nate sentía que de alguna manera tenía que aferrarse a su vicio, sentía que eso decía algo acerca de él, acerca de cómo era. Y por lo menos, esto era legal. 

Se dirigió hacia la puerta principal y la abrió, luego se congeló al ver a Lily sentada en el escalón de la entrada. 

Él no había visto la parte de atrás de su vestido el cual estaba cortado en una profundo V fruncida exponiendo su columna vertebral y cintura de una manera que la hacía parecer a la vez vulnerable y seductora. 

Su cabello estaba recogido en un moño desordenado, accidental pero elegantemente peinado en el lugar detrás de su cabeza y rizos de cabello dorado rojizos caían en su cuello, rostro y delicada mandíbula. 

Ella se dio vuelta ante su llegada y él vio la mueca de dolor en el momento. Sus labios adelgazaron ante la vista de su dolor y pensó, no por primera vez, que nunca debió haber dejado de apretar la garganta de ese ladrón. 

Su cara registró alguna emoción ante la vista de él, algo que él no pudo leer, algo que se veía extrañamente melancólico luego él vio que ella estaba tratando de ocultarlo, no con un éxito completo, y saludándolo con un casual:

 —Hey. —Lily —saludó de vuelta, vagamente irritado. 

Él no podía volver a la casa y cerrar la puerta, eso no sería sólo descortés si no que mostraría claramente que la estaba evitando. Por lo tanto, caminó hasta la escalera de la entrada y cerró la puerta tras él. 

Se puso de pie junto a ella y apoyó su cadera contra la barandilla negro brillante de hierro forjado.

 Empujó el paquete de cigarros fuera del bolsillo de su chaqueta y tendió uno hacia ella—. ¿Te importa?

 Ella lo había observado todo el tiempo, sus increíbles ojos nunca dejándolo. Cuando cayeron hacia los cigarrillos algo brilló en ellos. 

—No deberías fumar —dijo ella en un quieto pero desaprobatorio tono. 

—Suenas como Laura —le dijo él. —Si lo hago entonces Laura tiene razón —devolvió ella, exhibiendo un poco del espíritu que él conoció el día anterior en la carrera por el bolso que le robaron. 

Ante sus palabras, él se movió para dejar el cigarrillo de vuelta en su bolsillo pero ella sacudió su cabeza y miro lejos. 

—No, no, adelante. Realmente, no me importa —mintió ella. 

Aunque, o probablemente porque sabía que a ella no le gustaría eso, encendió el cigarrillo con el encendedor de oro que Victor le dio mientras ella volvió a la posición en que estaba la primera vez que la vio, inclinándose hacia adelante y apoyando sus brazos sobre sus rodillas, sus manos agarrando la parte interna de sus codos. 

—¿Dónde está Jeff? —Algo lo obligó a preguntar incluso cundo no podía importarle menos y sus hombros se movieron hacia arriba en un cuidadoso encogimiento, pero ella no respondió. 

Ella continúo su ávida contemplación de los escalones mientras él seguía fumando y continuaba su ávida contemplación de su piel sin defectos de su encorvada espalda. Se preguntó cómo se sentía esa piel, a qué sabia y por último, se peguntó por su extraño estado de ánimo. 

—No te di las gracias —dijo ella a los escalones. —¿Perdón? Ella se volvió de nuevo, sólo su cabeza, y levantó sus ojos hacia él. —Por lo de ayer, por salvar mi… bueno, yo… por lo del carterista. No te dije gracias. Él no tenía nada que responder así que no lo hizo. 

—Gracias —susurró ella. Él levantó su barbilla ligeramente en reconocimiento de su gratitud y luchó contra su placentera reacción ante sus palabras. 

—Fue muy heroico —le dijo ella. 

—Fue apenas heroico —replicó él despectivamente. Eso puso una grieta en su estado de ánimo contemplativo y las esquinas de sus labios se movieron hacia arriba ligeramente. 

—Considerando que allí habían aproximadamente tres mil testigos y ninguno de ellos movió un dedo para ayudar, diría que eso fue heroico. 

—Diría que tres mil es un poco exagerado —devolvió, su tono ligero y débilmente burlón.

 Se encontró con que era incapaz de no responder ante su pequeña sonrisa. Sus palabras le ganaron una sonrisa plena al mismo tiempo que sus ojos se iluminaron y él estuvo momentáneamente paralizado.

—¿Es una exageración? Se sintió como tres mil personas —señaló y se inclinó hacia atrás, poniendo sus manos tras ella en la entrada y cruzando sus piernas casualmente. 

El dobladillo de su falda rodó hacia arriba de sus rodillas exponiendo más su muslo y Nate sintió que su cuerpo se calentaba ante la vista de ello

—Me siento como una artista callejera, como si tú y yo debimos haber pasado el sombrero después de haberlo hecho. Juraría que algunos incluso sacaron fotos.

 Sintió que sus labios se curvaban mientras ella cambiaba su estado de ánimo y le enseñaba su ironía. 

—Lo hicieron —le informó. 

Ella arrojó su cabeza hacia atrás y se rio suavemente, un sonido que le gustó demasiado, casi se sentía como un toque físico. 

—Gente —murmuró, la palabra estaba cargada de significado, y Nate lo encontró adorable. 

Era posible que ella no tuviera ni idea de lo que la gente podía llegar a hacer, qué tan bajo podían llegar. 

Entonces, descubrió que la deseaba, de forma inusual más que fervientemente, no es que fuera a descubrir ese horrible hecho. Ella suspiró profundamente y movió su cabeza para observar al otro lado de la calle. 

—Aunque solo conozca a unos cuantos allí dentro, debería regresar — dijo ella. 

—Sí —estuvo de acuerdo él. Definitivamente deberían regresar. Un minuto más aquí solo con ella, y se olvidaría de su firme resolución de mantenerse alejado. Olvidaría un montón de cosas. Cosas que no se había permitido olvidar en dieciséis años. 

Arrojó su cigarrillo en la cuneta y notó que el cuerpo de ella se quedaba inmóvil. Entonces hizo algo extraordinario. 

—¡Acabas de ensuciar! —acusó acaloradamente, saltando con gracia sobre sus pies, mirando la humeante colilla como si estuviera a punto a explotar y llevarse media calle con su ardiente destrucción cuando lo  hiciera. 

Entonces su mirada fulminante regresó a él. No se le ocurrió que decir en respuesta. 

Ella estaba, por supuesto, en lo correcto. 

Era también de alguna manera, más imponentemente hermosa cuando se enfadaba. 

—Fazire dice que no deberíamos ensuciar. Que los seres humanos ensucian demasiado. —Mientras hablaba, se había dado la vuelta y estaba pisando fuerte las escaleras con agitación. 

Nate observó con estupefacta fascinación mientras se dirigía directamente a la colilla de su cigarrillo y se inclinaba lentamente para sacarlo de la cuneta y lo sostuvo entre el pulgar y el índice como si fuera aborrecible, lo que de hecho, era en sus manos

—Él dice que los humanos deberían cuidar mejor de dónde viven o no lo conservaremos por mucho tiempo. —Se inclinó hacia delante y lo estrelló contra uno de los escalones, dándole más que un tentador vistazo de su escote.

 —¿Quién es Fazire? —preguntó Nate, observó mientras se enderezaba y vio el rubor de la ira en sus rosadas mejillas y se dio cuenta de que su resolución de esta noche se había desplazado un nivel considerable, luego del que se había movido tras ver su escote, y tras el nivel que se había desplazado al presenciar su sonrisa y el otro nivel que se había movido al escucharla decir “gracias”. Miraba a su alrededor en busca de un lugar para depositar el cigarrillo. 

—Es un amigo de la familia. Ayudó a criarme —explicó distraídamente. 

—Lily, dámelo —dijo Nate en voz baja y sus ojos fueron a él y se concentró.

 Había extendido su mano y ella subió los escalones, se detuvo a dos debajo del más alto, donde estaba él y luego depositó los restos del cigarrillo en la palma de su mano.

 Luego de su intento bastante vano para salvar la tierra limpiando su solitaria colilla, pareció darse cuenta muy tarde de lo extraño que era su comportamiento y sus palabras.

 Este conocimiento la hizo lucir hilarantemente mortificada.

—Creo —susurró, sin quitarle los ojos de encima—, que quizá he sido un poco grosera —dijo como si ser grosera fuera el peor de los pecados. 

—No más grosero que mi irreflexiva participación en la destrucción del planeta —dijo arrastrando las palabras, definitivamente burlándose esta vez. 

Sus ojos volaron a los suyos, y al mirarlo su disgusto se desvaneció al instante, y se rio, ni suave ni bajo, sino con ganas y era tan contagiosa que él se encontró sonriéndole. 

Y en ese momento, su resolución estuvo completamente olvidada.

 —Sí, es cierto. —Ya no estaba riendo, pero sus ojos seguían bailando—, eres definitivamente más grosero que yo. Deberías sentirte avergonzado, Nate, muy avergonzado. 

Él preguntó, antes de poder detenerse a sí mismo, antes de que pudiera empezar a pensar o a recordar todas las razones por las cuales no debería: 

—¿Te quedarás hasta mañana? 

—¿Disculpa? —Inclinó la cabeza con curiosidad, sus hermosos ojos seguían sonriendo. 

—Mañana. ¿Te quedarás con Laura y Victor otro día? 

—Yo… —Vaciló, observándolo—. No lo creo. Ya me he aprovechado demasiado. Tus, eh… padres, son muy amables pero el pescado y los invitados apestan después de tres días. 

—¿Qué? —Ya no tenía que detenerse en pensar, porque lo único que podía pensar era que no tenía idea de lo que estaba hablando.

 —Un dicho de mi abuela, que el pescado y los invitados apestan después de tres días. Su modo de decir que no debes hacer que te retiren la bienvenida cuando eres un invitado. —Subió los dos últimos peldaños, se detuvo frente a él y levantó la cabeza para mirarlo—. Lo que digo es que es hora de que me vaya a casa.

 —Solo has estado aquí dos días —le informó amablemente, sonriéndole cuando su cara se levantó. 

Algo cambió cuando ella atrapó su sonrisa y, por alguna razón, causó que el sonrojo se arrastrara hasta sus mejillas. 

—De la manera en que lo veo, es que ni siquiera conocía a Laura y a Victor cuando llegué, así que eso me debe dejar con un día menos, quizá dos. Así que ya pasó mi fecha de caducidad. —Le brindó una sonrisa peculiar y tuvo que reunir todo su esfuerzo para no arrastrarla hasta sus brazos.

 Estaba cerca, no indecorosamente cerca, pero si lo suficientemente cerca para que llenara su visión, para que sintiera el calor de su cuerpo, para que pudiera oler su sutil perfume. 

Se enderezó luego de haber estado contra la barandilla. Esto los dejó unos centímetros más cerca, pero la distancia lo suficientemente decorosa que fue una vez, ya no lo era. 

—Quédate otro día —instó, el timbre de su voz era bajo como persuasivo. Su cuerpo dio una sacudida casi imperceptible y tuvo que inclinar la cabeza más hacia atrás para mirarlo. 

—¿Por qué? —susurró, con sus ojos adorablemente desconcertados.

 Él se acercó y ella inclinó la cabeza hacia atrás. 

Esta era la forma en que se vería antes de besarla, supo, y el pensamiento lo atravesó como una bala. 

Parecía congelada, clavada en el suelo. Levantó la mano, la que no llevaba la colilla de cigarrillo, y capturó un mechón de su pelo que se había escapado hasta su cuello. 

Lo giró alrededor de su dedo y sintió su suavidad. 

—Así podré llevarte a cenar mañana por la noche —respondió en voz baja.

 Fue entonces que Nate se dio cuenta de que ella no respiraba. 

Había algo acerca de ella que le hizo comprender que estaba bajo su completo y total control. La forma en que le miraba a los ojos, se perdía en él, era, simplemente, suya para hacer lo que quisiera. Se lo comunicó con sólo una mirada, sin decir una sola palabra. Y ese conocimiento lo sorprendió. 

Que esta perfecta, inmaculada intocable criatura pudiera perderse en Nate McAllister, el chico del lado malo de la ciudad, el hijo de una prostituta. 

Tenía las inconfesables pero embriagadoras ganas de gritar su satisfacción y el igualmente fuerte deseo de enterrarse en ella, enterrar su lengua en su boca, enterrarse profundamente dentro de ella, reclamarla, poseerla, hacer algo violento y duradero que la volviera realmente suya. 

—¿Qué hay de tu prometida? —susurró.

 —No tengo prometida. 

—Tu novia entonces… ¿Cómo se llama, Georgia? 

—Georgia y yo ya no estamos juntos. 

Después de que habló, dijo sin vacilar: —Está bien.

 Le soltó el pelo, levantó la mano y pasó el dedo por la suave piel de su sien, justo delante de la oreja, hasta el punto donde la mandíbula se unía a su cuello. Sus labios temblaron. 

—Está bien, ¿qué? —preguntó en voz baja. 

—Me quedaré otra noche —respondió ella, con su voz igual de suave. 

Nate sonrió.

 Lily suspiró.


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 Empty Re: Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley

Mensaje por LuVelitta Dom 19 Feb - 18:29

Ya te digo @julietmo, reitero mi pedido, quiero uno igualito para mí!!  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 1232498007 

Me encantó cómo se conocieron, no que a Lily intentaran robarle sino el actuar de Nate, además me gusta que aunque él no lo quiera admitir, desde un principio fue todo dominante y posesivo... Si hasta sus padres se dieron cuenta e intentan actuar de casamenteros jajaj

Gracias por los capis!!


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Mensaje por eilyno Dom 19 Feb - 22:12

@LuVelitta yo tambien quiero uno
@julietmo, gracias por el capitulo. Wao toda una Karateca nuestra Lily jeje, y vaya forma de conocerce. Huelo problemas con Jeffrey por Lily? Y esa dos hienas haran de la suyas. Me encanto la actitud de Nate todo machoalfa y frio como le pudio Lily  a Fazire, eso que le paso a Lily qye nadue la ayudo y si estaban grabando da pena y lo lamentable es que es asi en la vida real y como dice el genio estamos ensuciando el mundo


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Mensaje por julietmo Lun 20 Feb - 16:57



Lily 

Nathaniel está aquí, Lily. Lily brincó. Victor había asomado su cabeza castaña por la puerta del cuarto de huéspedes y después de una mirada hacia ella, empezó a sonreír. Él abrió completamente la puerta y se enderezó en el marco. 

—Te ves adorable. 

—¿Lo hago? —Su voz sonaba dudosa y tal vez un poco atemorizada. 

—Sí, Lily, lo haces. 

—Yo… —No sabía que decir, no se consideraba a sí misma adorable. Ella nunca había sido adorable. No tenía idea de que fuera adorable. De hecho, no sabía por qué Nate la había invitado a salir en primer lugar. Locura temporal, decidió. O probablemente había pensado que ella estaba sufriendo y había sentido lástima después de que enloqueciera por el inocente paradero de una colilla de cigarrillo. Miles de personas arrojaban cientos de colillas de cigarrillos al día. Había actuado como si él hubiera participado en una serie de asesinatos. 

El pensar en ello casi la hizo morir de mortificación. 

Pero no iba a mirarle el colmillo al caballo regalado, o en este caso, al mágico caballo de Fazire, ya que la única razón por la que Nate la invitó a salir era por la magia de Fazire. La única cosa que se le ocurrió decirle a Victor fue:

 —Gracias.

Victor inclinó su cabeza y podría haber jurado que se estaba riendo de ella, no descortésmente, sin embargo. Esta era la situación más extraña en la que había estado, en toda su vida. No es que hubiera estado en muchas situaciones extrañas; ella había vivido muy protegida. Eso era, por supuesto, si no contabas el hecho de que uno de los “adultos” que participaba en su crianza era un genio real, lo que no contaba porque para ella, hasta donde sabía, era la cosa más natural del mundo.

 Pero allí estaba, quedándose con personas que apenas conocía, a pesar de sentir que los conocía de toda la vida. Se estaba aprovechando de su amabilidad, aunque su madre, y en especial su padre, —quienes creían que el respeto y los buenos modales eran prácticamente más importantes que el oxígeno— le habían enseñado a no aprovecharse de nadie. Y ella iba a una cita con su hijo a pesar de que, de algún modo, ellos la veían como una hija y estaban increíblemente orgullosos de que saliera con el alto, misterioso, guapo y popular capitán del equipo de futbol.

 Insegura de qué hacer, Lily se quedó allí. Nunca en su vida había estado en una cita. Se había vestido con uno de los atuendos que había obtenido el día anterior mientras estaba de compras con Laura. No podía permitírselo pero se enamoró de él, así que lo cargó a su tarjeta, al igual que con todo lo demás que había comprado. Si su madre supiera que había usado sus tarjetas de crédito para cosas que no eran necesarias, Becky tendría un derrame cerebral. Se puso una falda recta, tipo lápiz, del rosa más pálido audazmente estampada con bermellón y naranja alrededor del dobladillo.

 Lo combinó con una ajustada camisola de algodón color rosa y un ligero cárdigan de algodón color bermellón que dejó abierto al frente. Laura le había prestado un par de zapatos —lo que Lily no sabía era que en realidad pertenecían a Danielle y si lo hubiera sabido no los habría usado, ya que tenía la misma reacción con Danielle que con Jeffrey—, zapatillas de tacón abiertas, color rojo.

Sin la bufanda parecía haber salido de los años cincuenta. Una Chica de Rosa con más actitud. Se sentía como una idiota. No tenía idea de lo increíblemente chic que lucía. Tomó el pequeño, brillante, bolso rojo que Laura le había prestado. 

—¿Todo está bien? —Victor la miraba de cerca. 

—Yo… —empezó de nuevo y se detuvo, mirándolo esperanzadoramente. No lo conocía lo suficiente pero de alguna manera sentía que podía confiar en él—. Victor, no sé qué hacer. 

Su voz fue tan suave que se sorprendió de que la escuchara. Pero lo hizo y entró a la habitación. 

—¿Qué quieres decir? —Parecía un poco desconcertado y su rostro, usualmente controlado, lo mostraba. Ella colocó el bolso debajo de su brazo y llevó sus manos hacia arriba, sus dedos se movieron nerviosamente y luego estudió su manicura.

 —Nunca he tenido una cita —le confió a sus manos, su voz aún más suave. 

—Maldición —juró Victor—, debes estar bromeando. Levanté la cabeza y bajó las manos. —¿Parece que estoy bromeando? Se refería a su apariencia, lo que consideraba como un atuendo bizarro de Chica de Rosa, solo ella. No era, lo sabía por todas las burlas en el colegio —años y años de burlas—, delirantemente bella y nunca lo seria. Había perdido peso, no estaba ciega, podía verse a sí misma en el espejo y podía leer las etiquetas en la ropa pero, a pesar de eso, nunca había ganado seguridad. 

—¿Cuántos años tienes? 

—Victor tenía los ojos como rendijas.

 —Veintidós. 

—Maldita sea.


—Esto no está ayudando. 

—Trató de bromear pero sonó tan asustada como se sentía. 

—Debiste haber crecido en un convento, ¿me equivoco? Se sorprendió por esa respuesta pero contestó honestamente. 

—No, solo en un pequeño pueblo en Indiana. Él se acercó. 

—Es lo mismo —dijo despectivamente, su mano fue a su espalda baja y guio a su renuente cuerpo firmemente hacia la puerta—. Solo ve abajo, sonríele a Nathaniel y después de eso, lo prometo, Nathaniel se encargará del resto. 

Ella se relajó lo suficiente para permitirle que la guiara hacia el corredor. 

—¿Por qué lo llamas Nathaniel cuando todos los demás lo llaman Nate? Habían tenido muchas conversaciones acerca de Nate. Al parecer, Nate era un popular tema de conversación. En su primera noche con Jeffrey quien, pensó Lily, no era un gran admirador de Nate; al día siguiente cuando conoció a Danielle, quien habló sobre Nate demasiado y a quien parecía gustarle muchísimo más que a su hermano; en la fiesta la noche anterior donde todo el mundo quería saber dónde se encontraba Nate para así poder hablar con él; y todo el día, ese mismo día; el día que pasó con Laura y Danielle almorzando y comprando en tiendas en las que no podía permitirse ni un broche para el cabello. Lily estaba tratando de pensar en otras cosas, lo que fuera, menos en la cita que tendría con el hombre de sus sueños, el hombre de sus más ardientes deseos, el hombre del que había leído durante años en sus novelas de romance.

 El hombre cobró vida y ahora, la llevaba a cenar. Pero por mucho que lo intentó, no pudo evitar preguntar por él. 

—Nathaniel es el nombre de un caballero, un genio, un hombre de palabra y poder. Nate es solo un nombre. Y mi Nathaniel es un Nathaniel —dijo Victor con tanto orgullo que Lily no pudo evitar mirarlo y sonreírle. 

—Sabe, creo que tiene razón —le dijo y Victor sonrió ante sus palabras. 

—Él prefiere Nate, para mi eterna molestia y la de Laura —le confió Victor en un susurro travieso. En ese momento ya estaban bajando las escaleras y ella echó la cabeza hacia atrás y rio ante su comentario. Además descubrió, en ese instante, que le agradaba mucho ese hombre tan intenso. Le recordaba a su padre. Y por lo cual, siendo Lily Jacobs, se lo hizo saber (de alguna manera). 

—Es un hombre muy agradable, Victor, gracias por la gentileza que me has mostrado. Él se detuvo casi al final de la escalera, abrupta y profundamente sorprendido. Se dio la vuelta para mirarla, como si sus palabras hubieran sido audaces. 

—Yo… —Fue el turno de él de tartamudear y ella se encontró sintiéndose incomoda con su falta de control. Él parecía el tipo de hombre que necesitaba mantenerse en control todo el tiempo. Estaba confundida, sin embargo. 

Él tenía que saber que era amable, por el amor de Dios, no era como si hubiera dicho que era Superman y que pensaba que podía detener balas con los dientes. Él recuperó su autocontrol y se alegró por eso ya que, al parecer, lo necesitaba, parecía usarlo como una armadura. Después declaró: 

—Debo decir, Lily, estoy encantado de que tu bolso fuera robado. 

—¿Qué? —dijo un poco fuerte y con una risita efervescente. 

—Si eso no hubiera pasado, es posible que nunca te hubiéramos conocido —explicó, tomando su mano y dándole palmaditas en un gesto paternal que parecía totalmente fuera de lugar para él.

 —¿Qué está pasando? —Jeffrey estaba encorvado contra la pared de la entrada, con los brazos cruzados sobre su pecho, su rostro registrando su infelicidad. 

Lily y Victor terminaron de bajar las escaleras y al ver a Jeff, Lily sintió una punzada de culpa que no terminaba de entender. 

También notó que había una diferencia en cómo Jeffrey se paraba con el hombro contra la pared que cómo lo hacía Nate. La de Jeff era encorvada, despreocupada, mientras que la de Nate era una inclinación depredadora. 

—Lily y yo estábamos compartiendo un momento privado —declaró Victor, su voz, de alguna manera, apagada. 

—Lily parece estar acumulando una feria de pequeños momentos privados con los miembros de la familia en un muy corto período de tiempo —comentó Jeff. 

Algo en sus palabras escoció y la forma en que las dijo hizo increíblemente clara que esa era su intención. El rostro de Victor se volvió de piedra mientras miraba a su hijo.

 —¡Oh, Lily, te ves preciosa! —Laura estaba saliendo de la sala de estar, sin duda precedida por el casi grito de Lily y, afortunadamente, rompió el tenso momento.

 Era seguida por Nate y ante la visión de él, el escozor residual de Jeff se desvaneció y Lily contuvo el aliento. Era la primera vez que lo había visto cuando no estaba usando un traje, en lugar de eso llevaba un par de vaqueros desteñidos, un suéter negro en cuello V y botas negras. Y se veía absolutamente hermoso. 

—Va a ser difícil para ella subirse en tu motocicleta en ese atuendo. —La voz de Jeff había pasado de melancólica y polémica a jovial y vagamente arrogante.

 —¿Motocicleta? —murmuró Lily, confundida, su asombro ante la visión de Nate, derritiéndose. 

—Puedes tomar el Jaguar —ofreció Victor. 

—¿Montaste hasta aquí en una motocicleta? —Miró a Nate, la sola idea de Nate en una motocicleta era absurda. Los héroes románticos no andaban por ahí en motocicletas. Era, por supuesto, Londres, donde las motocicletas eran probablemente el mejor transporte y el más fácil, pero ella simplemente no podía creerlo y lo encontró un poco decepcionante, a pesar de que sabía que eso no era muy agradable. 

—El automóvil, desafortunadamente, estaba programado para ir al taller. Tomaremos un taxi —explicó Nate. 

—¿Una motocicleta? —repitió Lily, todavía pérdida. Jeff se apartó de la pared. —Sí, su Ducati. A Nate le gusta ir rápido, vivir peligrosamente, ese tipo de cosas.

 —Esto fue dicho de una manera cortante, pero parecía que había celos por debajo de su tono. —¿Qué es una Ducati? —Lily se giró hacia Victor, aún perpleja, pero Laura le respondió. 

—Una motocicleta, querida, y no debería montarla. Es peligroso. Le sigo diciendo que va a matarse, corriendo por ahí en una motocicleta y en ese maldito carro deportivo pero, ¿escucha a su madre? No, ciertamente no lo hace. 

Sus ojos volaron hacia Nate con deleite.

 ¡Una motocicleta! Lily descartó por completo la idea de un hombre como Nate, un hombre que lucía como Nate, un hombre que actuaba como Nate, un hombre que montaba una motocicleta —como Nate—, escuchando a su madre alguna vez. 

En todo lo que podía pensar era en su motocicleta. Su padre tenía una motocicleta; solía llevarla todo el tiempo porque se lo había suplicado. A ella le encantaba, le encantaba estar al aire libre. Le encantaba la velocidad, el peligro —aunque no había peligro real, Will siempre era muy cuidadoso y nunca tomaba riesgos, pero ella podía fingir que sí. Por lo tanto, exclamó con entusiasmo:

 —¡Me encantan las motocicletas! Se había estado diciendo a sí misma todo el día que fuera agradable, tranquila y serena. Que actuara sofisticada, como estaba segura de que Nate estaba acostumbrado, que no revelara que era sólo una chica de pueblo que estaba segura que aburriría a Nate hasta la muerte.

 Pero, ¡una motocicleta!

Ella no tenía idea de que lucía absolutamente seductora, atractiva, tan emocionada como sonaba. Se giró con los ojos brillantes hacia Nate y le preguntó: 

—¿Podemos tomar tu motocicleta? Nate, a quien veía, y Jeff, a quién no veía, la miraron, perdidos en su mirada de placer y deseo abandonado. Nate se obligó a sí mismo a salir de su aturdimiento primero. Caminó hacia ella, con una sonrisa jugando en sus sensuales labios. 

—Diría que tu falda no es adecuada para un paseo en motocicleta. Sin un atisbo de artificio o cualquier idea de la reacción que sus palabras ocasionarían, agitó su mano casualmente frente a ella y dijo: 

—No te preocupes, me la subiré. Victor se aclaró la garganta. Laura dejó caer su cabeza y sonrió hacia el piso. La boca de Jeff (que no vio) cayó abierta e inmediatamente (tampoco lo sabía Lily) decidió en silencio que odiaba a Nate aún más. Los ojos de Nate se calentaron de una manera que hizo que el vientre de Lily hiciera un curioso aleteo. 

—¿Tienes un casco extra? —preguntó, tenazmente persiguiendo su oportunidad de dar un paseo en su motocicleta mientras, obstinadamente, ignoraba el extraño aleteo en su vientre. 

—Guardo uno aquí, sí —respondió en su profunda voz. 

—Eso lo resuelve —anunció, palmeando sus manos frente a ella y uniendo sus dedos, levantando la mirada hacia él con regocijo. 

—Lily. —Su tono decía que iba a negarse y ella se inclinó hacia él.

 —Nate, ¿por favor? Mi papá tenía una moto —pronunció esto como “hoz”4 al igual que mucha gente en Indiana lo hacía—, solía llevarme todo el tiempo. Soy una buena motociclista, ya lo verás. No seré una distracción en absoluto. Lo prometo. Sus palabras fueron dichas con toda inocencia y la diversión parpadeó en los ojos de Nate mientras que Jeff murmuraba: 

—Eso sería imposible. Ella se volvió hacia Jeff. 

—En realidad no —dijo en un resoplido—, soy una muy buena pasajera, papá decía eso. 

—Y se giró nuevamente hacia Nate. Él la miraba como si fuera la criatura más fascinante que alguna vez hubiera nacido. De alguna manera, al mismo tiempo, también tenía una expresión que claramente decía que iba a decir que no. 

—Por favor —suplicó ella en un susurro y los ojos de Nate parpadearon una y otra vez y nuevamente su estómago hizo esa cosa curiosa que se sentía como una voltereta.

 —Por el amor de Dios, Nathaniel, llévala en tu motocicleta — interrumpió Victor, cediendo en su forma habitual como lo había estado haciendo con sus hijos desde que nacieron. 

—¡No! —interrumpió Laura

—. Lily, estás usando una falda — puntualizó innecesariamente. Lily simplemente siguió mirando implorante a Nate. 

—De verdad quieres montar en moto, ¿verdad? —preguntó Nate en voz baja. Asintió alegremente, percibiendo, en lugar de saber, que iba a salirse con la suya. 

—Saldremos en motocicleta —decidió Nate. 

—¡Sí! —gritó Lily, aplaudiendo frente a ella, completamente perdida en su reacción y tal vez pensaría después que lucía como una tonta inmadura, sin darse cuenta cuán cautivadora y exuberante era. 

—Jodido infierno —maldijo Jeff no-tan-bajo.

—Es suficiente, Jeffrey —cortó Victor. Lily lo ignoró, no iba a darle tiempo a Nate de cambiar de opinión, así que preguntó: 

—¿Dónde está el casco? 

—Iré por el —dijo Laura, cediendo con dignidad pero reacia.

 —Iré por mi chaqueta. —Nate siguió a su madre y mientras ella se dirigía a la cocina, él fue hacia la sala de estar. Victor extendió su brazo, con una sonrisa insolente en su rostro:

 —Y yo te presentaré a la Ducati. 

—Está bien —respiró Lily, con los ojos brillantes. Victor la llevó hacia la motocicleta, que era de una clase que nunca había visto antes (mucho mejor que la que su padre poseía), y le encantó en el momento en el que puso sus ojos en esta. Nate se unió a ellos unos minutos después. Jeff había desaparecido. 

—Usa esto —dijo Nate, sacudiendo una chaqueta negra de cuero. 

—Oh, no, úsala tú —respondió Lily, encontrándose tímida ante la idea de ponerse una pieza de su ropa. 

—Lily, si algo sucede, el cuero ofrecerá, por lo menos, un mínimo de protección. Dios sabe, que el resto de ti no estará tan protegido —explicó Nate, con la diversión y la molestia luchando por controlar su voz. —¿Piensas chocar? —preguntó, inclinando la cabeza. 

—No —respondió, con una sonrisa moviendo sus hermosos labios. La diversión ganaba, observó satisfecha. 

—¿Has chocado alguna vez? Sus oscuros ojos se movieron a los de su padre y Victor se rió entre dientes. 

—Solo ponte la chaqueta, Lily — ordenó Nate, en un tono que no permitía desobediencia.

Ella lo ignoró. 

—Has chocado antes. Nate no respondió. La risa entre dientes de Victor se convirtió en una risa suave. 

—Me pondré la chaqueta. —Decidió prudentemente.

 —Buena idea —murmuró Nate, sosteniéndola para ella, se dio vuelta y metió sus brazos dentro de las mangas. Le quedaba gigante, pero no le importaba. Usarla se sentía bien. La hizo girar, poniendo sus manos en sus hombros, y sintió que se quedaban allí (como deseaba que se quedaran allí) por el resto de su vida. El momento se esfumó y estaba frente a él otra vez. Le sorprendió que le subiera la cremallera hasta la barbilla. Inmediatamente se arrepintió de permitir que le pusieran la chaqueta. 

Ahora ella se veía realmente como una Chica de Rosa, usando esa enorme chaqueta de cuero. Su arrepentimiento se esfumó cuando levantó los ojos hacia Nate. La estaba viendo usar su chaqueta, e incluso Lily que era una inexperta, se dio cuenta de que la mirada en sus ojos era intensamente posesiva, salvaje y muy, muy peligrosa, pero en el buen sentido. Tragó. 

—Aquí está el casco. —Laura se unió a la escena. Con ganas, decidió enfocarse en su inesperada invitación, tomó el casco de las manos de Laura, dándole una sonrisa fugaz. Lily se apartó el pelo y con un movimiento experto, se puso el casco, mientras Nate se ponía el suyo y levantaba su musculosa pierna sobre la moto y Lily notó, no-del-todo distraída, cómo sus vaqueros se apretaban contras sus músculos mientas lo hacía. Su visera estaba hacia abajo y giró la cabeza hacia ella. 

Ella no lo dudó, en caso de que él cambiara de idea a último momento. Mientras la miraba, Lily se subió la falda, moviendo sus caderas y rebotando alternativamente entre una rodilla y la otra. Cuando la tuvo a la altura de sus caderas, lo suficiente para montar a horcajadas a la motocicleta, puso una pierna sobre la moto y se colocó detrás de Nate. Hizo un gesto desenfadado hacia Laura y Victor y sin pensarlo, envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Nate del mismo modo que hacía con su papá.

 —¡Estoy lista! —gritó, y su voz rebotó dentro del casco y fue silenciado por el mismo. Nate hizo una breve inclinación de cabeza, arrancó la moto con movimientos expertos, movimientos que nunca la afectaron cuando iba con su papá, pero que lucían, de algún modo, imposiblemente masculinos cuando los hizo Nate. Luego se fueron. Y sus brazos, envueltos ligeramente alrededor de su cintura, se apretaron.

 Porque Nate no conducía como solía hacerlo Will. Nate corría rápido y duro. Mientras avanzaban, sus brazos se apretaron más y más, hasta que tuvo que presionarse contra su espalda, contra la parte superior de sus muslos que se unían a los de él, y su región baja contra su trasero. No le importó. 

Lo disfrutó. Estaba viajando con Nate y eso era todo lo que importaba. Apoyó su barbilla en su hombro y amó cada minuto de ello. Llegaron a dónde se dirigían y Nate detuvo la moto y aparcó mientras Lily saltaba y se bajaba la falda. Cuando se enderezó, Nate ya se había bajado de la moto. Podía decir que la estaba viendo a través de la oscura visera, sus manos se levantaron para sacarse el casco. Ella hizo lo mismo con el suyo, sacudiendo la cabeza para mover el cabello de su rostro.

 —¡Eso fue genial! —exclamó, todavía perdida en la emoción del viaje. No tenía idea de que su sonrisa brillaba en su cara y que sus ojos estaban iluminados y despreocupados. 

Y entonces sucedió algo que jamás hubiera imaginado, planeado o soñado, ni siquiera deseado y que nunca habría sabido, ni en un millón de años, que sucedería. Con su casco colgando entre los dedos de una de sus manos, el otro brazo de Nate serpenteó, la tomó por la cintura y la atrajo hacia delante con una violencia controlada que le robó el aliento. Ella golpeó contra la pared de su cuerpo. Entonces su boca bajó hasta la de ella. Duro. Por ello, hizo un pequeño sonido de sorpresa que venía desde el fondo de su garganta.

 Mientras sintió el calor de su cuerpo filtrándose a través del cuero, con sus senos gratamente aplastados contra su duro pecho, se relajó contra él. Relajó los labios, alzó sus manos para descansarlas en sus hombros, y se presionó contra él, mientras su vientre daba voltereta tras voltereta. Él levantó la cabeza tan bruscamente como la bajó. Era la primera vez que la habían besado y no podía respirar. 

—Después de la cena, vamos a volver a mi apartamento —dijo Nate con una voz que le causó estremecimientos en su espalda y a lo largo de su piel. Ni siquiera pensó en reusarse, simplemente asintió en silencio. Él le quitó el casco de la mano, puso ambos en una sola, sosteniendo con la otra una mano de ella con firmeza, y la guió hasta el restaurante. Y por último, con una exhalación, dejó escapar el aliento.

*****

—Caminemos. 

Lily estaba en la acera mirando a Nate. El sol estaba todavía iluminando el cielo, e incluso después de todos sus años aquí, no se acostumbraba a los largos días de verano en Inglaterra. Tuvieron una cena encantadora y deliciosa, con ella hablando la mayor parte del tiempo. Nate no dijo mucho, y de todas formas, estaba nerviosa, muy nerviosa, principalmente por la perspectiva de regresar a su apartamento luego de la cena, pero también por la manera en que la miraba fijamente. 

—¿Al apartamento? —preguntó Nate, mirándola con su hermoso rostro relajado y una sonrisa jugando en sus labios. 

—No, solo una caminata. Siento la necesidad de estirar mis piernas. —Usó las palabras que Sarah a menudo decía luego de la comida, y tiró de su mano, una mano fuerte, de dedos largos, que sostenía la suya. Ya había notado sus manos, poderosas con venas marcadas y con dedos bien formados. A Lily le gustaban sus manos, pero por otra parte, a Lily ya le gustaba todo de él

—. Vamos —lo apuró. Comenzó a caminar, sintió la resistencia en el brazo cuando él no la siguió y miró atrás. Le dedicó un pequeño e invitador tirón con su cabeza y una sonrisa alentadora. Nate cedió, y comenzó a moverse hacia adelante. La sonrisa que le daba se profundizó. Él se detuvo de inmediato, tiró de su brazo y ella se tambaleó hacia atrás, giró y cayó contra él. Su brazo la rodeó y él se inclinó y rozó sus labios contra los suyos.

 Aunque fue ligero como una pluma, lo observó aturdida, y notó vagamente que sus rodillas estaban débiles. Pareció satisfecho por algo, entonces le dijo: 

—Ahora podemos dar un paseo. Salió de su aturdimiento y se puso a caminar a su lado. 

—Llevaré uno de los cascos —ofreció Lily. 

—Ya lo hago yo —respondió Nate. 

—No, de verdad… 

—Lily, yo lo llevo. —Su voz sonaba como si intentara no reírse.

 —Está bien —cedió, un tanto contrariada de que la encontrara divertida cuando no intentaba serlo.

Caminaron de la mano por la acera hasta que de repente llegaron a Hyde Park. Lily conocía a Londres bien, había estado allí muchas veces pero Hide Park —lugar que Lily amaba—, sin importarle que tan enorme fuera, siempre se superaba y lograba sorprenderla

. —Caminemos en el parque. 

—Cambió de dirección sin esperar que él respondiera o se negara y entró en el parque. Para su asombro, la siguió sin protestar. Caminaron más y se dio cuenta de que nunca había estado más contenta, tan feliz, en su toda vida. Y había tenido una vida —en su mayoría— contenta y feliz. Suspiró con placer. Después de un rato sintió que la conversación estaba en orden. No porque estuviese cómoda sino porque estaba curiosa. 

—¿Laura y Victor son tus padres? 

—Era tímida en hacerle preguntas. Había intentado un par en la cena y él no sido muy próximo con respuestas. Había contestado, por supuesto, pero no entró en ningún detalle y pareció preferir, enormemente, conseguir hablar de ella. Nate respondió: 

—En cierto modo. Ella miró por el rabillo de sus ojos.

 —¿Cómo pueden ser tus padres de cierto modo? Ella pensó que no iba a responderle, pero lo hizo. 

—Me adoptaron cuando tenía doce años. Por reflejo, su mano se apretó con este conocimiento. Todo tipo de pensamientos se agolpaban en su cabeza, en cuanto a por qué él estaba disponible para ser adoptado a la edad de los doce, ninguno de ellos era tan malo, aunque su corazón se rompiera al pensar en ellos, tanto como lo que había sucedido en realidad. 

—¿Son de la familia? —preguntó en voz baja

—¿Qué quieres decir? —Podía decir por su tono que estaba distraído y estaba pensando en otra cosa, y si supiera lo que pensaba, podría haber corrido, gritando por el parque, o se hubiera lanzado hacia él. Ella caminó, y como siempre había hecho, mirando el suelo. Él caminaba, observó ella con una mirada de reojo, mirando al frente, confiado y seguro de sí mismo. Encontró que eso le afectaba.

 —Laura y Víctor. ¿Uno de ellos es tu familia? ¿Una tía, un tío? — explicó, pensando en sus padres y cómo obviamente lo amaban y estaban, obviamente, orgullosos de él, pero él no los llamaba “mamá” o “papá”.

 —No hay relación. —Su respuesta fue corta y no invitó a más preguntas. Caminaron más en el parque. No quería hablar, lo sabía. Pero ella necesitaba hablar de ello. Él era, simplemente, suyo. Ella había deseado por él. Él no lo sabía, ni siquiera ella lo sabía muy bien en ese momento, sólo sabría más tarde, pero él era el amor de su vida. Por esas razones continuó.

 —¿Qué pasó con tus padres? —preguntó, su voz suave. Esta vez, su mano se apretó reflexivamente y ella no sabía qué hacer con ello, excepto que no podía significar nada bueno. Él dejó de caminar. Ella lo hizo también, se volvió hacia él e inclinó la cabeza para mirarlo a los ojos. 

—Lily —dijo en voz baja y la miró. A ella le gustaba la forma en que dijo su nombre, sonaba bien en sus labios. Sus ojos, tan oscuros (que no sabía, si eran de color gris o si eran azules), eran intensos. Nate siguió hablando

—. Nunca conocí a mi padre. Mi madre fue asesinada. Sus ojos se abrieron en estado de shock y su mano se disparó a su boca, sus dedos presionando contra sus labios. Lo dijo lacónicamente como si hubiera sido arrancado de él, como si nunca le hubiera dicho esas palabras a nadie en su vida. —Nate —susurró contra sus dedos, inyectó tanto sentimiento en su nombre que le sorprendió que no cobrara vida y flotara en el aire. Él continuó, todavía observándola, evaluando su reacción. 

—Conocí a Víctor. Me llevó y él y Laura me adoptaron. Fin de la historia. Y eso fue todo porque se volvió y se dirigió de nuevo al camino por el que llegaron. La caminata había terminado.

 —¿Por qué no tomaste su nombre? —Algo la hizo susurrar, no era asunto suyo y todo en él lo dijo.

 —No quiero olvidar quién soy —respondió, aunque su respuesta no tenía mucho sentido para ella. 

—¿Y quién eres? —preguntó ella, la curiosidad sacando lo mejor de ella. Y esta curiosidad la llevó, irremediablemente, fuera de la protegida, segura, resguardada burbuja en la que había residido toda su vida. Se detuvo, la detuvo con un tirón en la mano y se volvió hacia ella. 

Luego deslizó su brazo alrededor de su cintura y la llevó hacia él hasta que su cuerpo golpeó contra el calor del suyo. Entonces con la cabeza inclinada, pensó que iba a besarla de nuevo y contuvo la respiración esperando. Pero en lugar de eso, dijo más palabras de lo que le había dicho nunca antes en su corta relación. Y fueron muy, muy impactantes. Y muy, muy efectivas. 

—Soy el hombre que va a poner a tu exuberante cuerpo en la parte trasera de su moto y te llevará a su apartamento. Después voy a quitar cada pieza de ropa de ese hermoso, exuberante cuerpo. Luego voy a llevarte a mi cama y voy a memorizar, poco a poco, cada pulgada de tu piel. Entonces, voy a ver que te vengas mientras estoy dentro de ti. Ese es quien soy.

 Su boca cayó abierta.

Nunca le habían hablado de esa manera en toda su vida. Ni siquiera se imaginaba que alguien hablara así. Y no había estado desnuda delante de nadie, no de otro ser viviente desde, bueno, desde que ella podía recordar. 

—¿Lily? —llamó Nate. 

Si hubo un momento en el que ella debía correr, esconderse, huir, ese era. Pero Lily ni siquiera pensaba en escapar porque estaba demasiado ocupada mirándolo con estupefacto asombro. Se dio cuenta de que él estaba esperando su respuesta. 

—¿Sí? —susurró. 

Fue entonces cuando inclinó la cabeza para besarla. Este beso no fue duro y reaccionario. Este beso no fue ligero. Este beso fue otra cosa. 

Sus labios se posaron en ella firmemente mientras su brazo se apretó alrededor de su cintura, tirando de ella más profundo en su cuerpo. 

Su lengua salió y tocó sus labios y sin saber qué hacer, pero pensando que lo mejor era abrir los labios —un poco—, lo hizo. Él tomó ventaja, su lengua barrió en su boca y con el toque de ella, la sensación, su sabor, su vientre detuvo toda pretensión de saltos mortales y se lanzó directamente a realizar varias volteretas hacia atrás y, estaba bastante segura, una hacia delante. 

Ella gimió —no podía evitarlo, se sentía tan bien y sintió su beso no sólo en su vientre, en todas partes— y sus brazos fueron alrededor de sus hombros, sus dedos se cernieron en su cabello rizado, suave de su nuca. 

Oyó, en lo que pareció una gran distancia, cascos golpeando el suelo y otro brazo se deslizó alrededor de ella y aplastó su cuerpo. Una mano se deslizó hacia abajo, sobre su trasero.

 Ella gimió de nuevo —no podía evitarlo, la mano en su trasero se sentía muy… muy… bien y lo que sentía presionando contra su frente era incluso mejor Su lengua jugaba con la suya, bailaba, luchaba y ella le correspondía, imitando sus acciones, siguiendo el instinto, sin ser capaz de concluir algún pensamiento. 

Presionó sus caderas contra las de él, retorciéndolas por si acaso y lograr un mejor agarre porque le gustaba lo que sentía y deslizó sus dedos profundamente en su cabello, sosteniendo su cabeza contra la de ella.

 Fue el turno de él de gemir y ella lo absorbió en su boca, dándose cuenta con las rodillas débiles, cómo se sintió él cuando absorbió el de ella. Fue delicioso. Levantó la cabeza, o más bien arrancó sus labios de los de ella en lo que parecía ser un gran esfuerzo. 

Luego murmuró:

 —Joder, eres magnífica. Podría no haber sido un cumplido que todas las chicas que habían sido adictas a las novelas románticas por una década deseaban oír pero funcionó muy bien en Lily. 

—Nos vamos a casa. —Su voz era decidida y urgente. 

Lily asintió. 

Su paseo de vuelta a la moto fue más como una carrera. De hecho, a mitad de camino tiró de su mano libre y se detuvo mientras él la miró con impaciencia.

 Ella no dijo una palabra, simplemente se inclinó, se quitó los zapatos y los mantuvo colgando de sus correas con sus dedos. Cuando se enderezó, inclinó la cabeza y sonrió de manera peculiar hacia él. Y luego corrió todo el camino de regreso a su moto. 

Nate no corrió. 

Se dirigió con determinadas zancadas hechas con sus largas piernas, reduciendo la distancia y la miraba mientras corría. 

Y, a pesar de que no corría, llegó a la moto apenas unos momentos después que ella.

 Y luego se fueron a casa.


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Mensaje por julietmo Lun 20 Feb - 17:09



Nate, Lily y la concepción de Tash 


Nate casi los mató en el camino a casa. Fue pura y erótica tortura tener su dulce cuerpo presionado contra el suyo después de aquel beso.

 Una vez ahí, afortunadamente a salvo, Lily bajó primero de la moto pero él no esperó a que se quitara el casco. Agarró su mano y la arrastró detrás de él, usando su mano libre para quitarse su casco mientras daba pasos largos hacia el edificio, ignorando por completo al portero que le gritó un saludo. 

Luchó para seguirle el paso y luchó con su casco, pero se las arregló para quitárselo en el elevador. Igual que hizo antes, sacudió su cabeza y su cabello rojizo dorado voló libre sobre su rostro y cayó por su espalda mientras lo apartaba e inmediatamente inclinó la cabeza hacia él. 

Se veía asustada y emocionada, y él encontró que le gustaba esa mirada en su rostro. Mucho. El elevador llegó, sus puertas se abrieron y la empujó bruscamente adentro. La siguió, marcó el botón de su piso y mientras subían, la empujó contra la pared y se presionó contra ella. 

En el momento en que sus labios se encontraron, ella gimió y ante el pequeño sexy sonido, luchó para controlar el impulso de rasgar las ropas de su cuerpo en el elevador. 

Ella abrió la boca y él inmediatamente tomó ventaja. Todavía sabía a vino y al suculento postre de chocolate que había ordenado y comido con placer abandonado, siendo esta una primera vez para él, la mayoría de las mujeres rechazaban completamente el postre e incluso el reconocimiento que lo deseaban.

 Sus brazos se envolvieron alrededor de su cintura, bajo la chaqueta que él estuvo demasiado impaciente por obligarla a usar en su camino a casa, y se preguntó cómo ella podía resistirse al tocarlo. Sintió como si una fiebre lo hubiera superado y estaba seguro de que un solo toque haría arder la piel de ella. Las puertas del elevador se abrieron y no perdió el tiempo, arrastró su boca de la de ella, sujetó su mano y avanzó por el pasillo. 

Ella tuvo que correr para seguir su ritmo y cuando se detuvo bruscamente en su puerta, no pudo detenerse y chocó contra él. Esto la hizo reír mientras se enderezaba y la cabeza de él se balanceó para mirarla mientras soltaba su mano para colocar la llave en la cerradura. Ella sonrió con su extravagante y efectiva sonrisa y dijo: 

—Estamos apurados, ¿verdad? Abrió la puerta. 

—Malditamente cierto. Le agarró la mano y la llevó hacia adentro. Tiró su casco en la vaga dirección del sofá, arrancó el de ella de sus manos, sin darse cuenta que ella estaba viendo alrededor con curiosidad, y lo envió volando en la misma dirección. Entonces su mano se cerró sobre la de ella y se dirigió hacia el dormitorio. 

—Nate —dijo detrás de él. No contestó y su paso no vaciló. 

—Nate —le llamó, esta vez más fuerte con su mano jalando la de él. La escuchó pero siguió sin responder ni soltó su mano. Entró en su dormitorio, directamente al lado de la cama. Entonces se detuvo. 

—Nate.

Sus manos fueron directo a la chaqueta mientras sus ojos se clavaban en los de ella. 

—Sabes, Lily —su voz era más profunda de lo normal, y áspera, mientras le quitaba el suéter—, tú, metida en esa cama conmigo y es algo parecido a lo que sentí la primera vez que puse los ojos en ti, algo como la primera vez que me tocaste, algo como ese beso en el parque, nunca te voy a dejar ir. ¿Me entiendes? Sus palabras eran irracionales, incluso dementes. Pero nunca soñó que tendría una mujer como Lily.

 Nunca en sus fantasías más salvajes, que no eran muchas, Nate no era un hombre propenso a fantasías salvajes; sus deseos más fervientes, aun si hubiera tenido un deseo, aún un solo deseo de un genio de la lámpara, nunca habría esperado tener una mujer como Lily. No mientras crecía y dormía en sábanas que nunca fueron lavadas. Robando comida para poder comer. 

Viendo a su madre insertar ajugas en sus venas. Nunca había esperado a alguien tan real, tan magnifica, como Lily. 

Lily, una mujer a la que le gustaba caminar en el parque mientras le sostenían la mano; una mujer que amaba, con alegría sin igual, montar en la parte trasera de una motocicleta; una mujer que perseguía con valentía a un ladrón de carteras y se lanzaba sobre su espalda; una mujer que podía ganarse a Laura, lo cual no era difícil ya que Laura tenía un corazón blando, y a Víctor, que ciertamente no tenía un corazón blando, en cuestión de horas. Nate nunca esperó que una mujer así, como Lily, lo mirara. Al menos, no en la forma en la que ella lo hacía. Como si él fuera un conquistador de naciones, creador de mundos. Mientras lo veía ahora, su rostro envuelto en asombro. 

—¿Me entiendes? —Además de ser severa su voz, fue áspera como papel de lija. 

—Creo… que… sí…

 Eso fue suficiente para él. 

—Bien. —Sus manos fueron al dobladillo de la camisola y la pasó sobres su cabeza, obligándola a subir sus brazos con ella. Se quedó sin aliento. No llevaba sujetador y sus manos fueron a cubrir sus pechos. 

—No. —Le agarró las muñecas y forzó a sus manos detrás de la espalda, su boca bajando a la de ella en un salvaje, agresivo y húmedo beso. Cuando sintió que sus muñecas no forcejeaban mientras se relajaba en el beso, la soltó y dio un paso atrás solo lo suficiente para arrancarse la chaqueta y el suéter. Esta vez, ella se le quedó viendo el pecho con asombro.

 —Cristo, Lily —juró cuando atrapó su mirada y sus manos encontraron la cremallera de la parte posterior de su falda, mirando hacia abajo con casi la misma reverencia a sus senos turgentes. Tiró hacia abajo la cremallera y sus manos se deslizaron por la espalda, empujándola salvajemente contra ella, obligándola a arquearse, obligándola a soportar completamente su mirada.

 Entonces, completamente incapaz de detenerse y de todas formas sin desearlo, inclinó la cabeza y cerró su boca alrededor de su pezón. Ella contuvo el aliento, él lo escuchó, entonces lo liberó y luego salió salvajemente en jadeos mientras su lengua se arremolinaba alrededor de su pezón endurecido. 

—¿Qué me estás haciendo? —susurró con asombro, pasando sus manos por el cabello de él.

 No respondió. Hizo lo mismo con su otro pezón hasta que sintió que las piernas de ella se debilitaban y tuvo que soportar su peso cuando sintió que los estremecimientos fluyeron a través de ella. Luego levantó su cabeza y la dejó parada ahí mientras se sentaba en la cama, se quitaba las botas y luego sus vaqueros. 

Ella lo miró, sus ojos muy abiertos y temerosos como si nunca hubiera visto un cuerpo masculino antes en su vida. Él no le prestó atención. La empujó sobre la cama por lo que estuvo tendida a través de ésta y antes de que se acomodara se inclinó sobre ella y jaló su vestido suelto por sus piernas. 

—Nate —susurró, sus manos acunando su vientre protectoramente pero él no notó el significado de ese gesto. Simplemente hizo lo mismo con sus bragas. 

—¡Nate! —¿Qué? —gruñó, con sus manos en su trasero, levantándola y depositándola en la cama. 

—Necesito decirte algo. —Seguía respirando con dificultad, el azul medianoche se había profundizado en sus irises pero el azul puro seguía ahí. Le abrió las piernas y se acomodó entre ellas. 

—Habla rápido —dijo contra su boca y luego no le permitió que dijera una palabra. La besó. Y el beso fue todo lo que había sido en el parque.

 Fue más que magnífico, fue más que indescriptible. Su mano se deslizó entre sus cuerpos.

 Tenía que estar lista para él, si no lo estaba, la escena entera se iba a volver muy incómoda. Estaba lista, húmeda, resbaladiza y cuando su dedo se deslizó dentro de ella, increíblemente apretada. Ella jadeó contra su boca, succionando su lengua profundamente mientras su pulgar la encontraba.

 Él comenzó a hacer movimientos circulares con su pulgar al mismo tiempo que movía su dedo adentro y afuera. Cuando lo hizo, ella cabalgó duro su mano, mientras lo besaba. Las manos de ella estaban en todas partes, arrastrándose con vehemencia contra su piel, suplicándole a través de su toque que le diera la liberación que se estaba construyendo. 

—¿Qué necesitabas decirme?

 —Con su boca aún sobre la de ella; sus caderas seguían moviéndose insistentemente contra su mano. Él estaba más que listo para ella, no podía esperar mucho más tiempo. 

—¿Qué? —preguntó distraída y luego jadeó cuando su pulgar presionó y giró más fuerte

—. Oh, Dios —gimió, su cara ruborizándose hermosamente, su cuello arqueado majestuosamente y supo que ella estaba allí. Justo allí. Sus dedos se alejaron, ambas manos encontraron sus caderas y se posicionó a sí mismo con destreza. 

—Lily, mírame. Su barbilla bajó y trató de enfocarse en él. Su precioso cabello extendido sobre su cama, sus ojos azules estaban nublados, su carnosa boca estaba hinchada; estaba al borde del clímax. 

Él le había hecho eso, había hecho que su mirada luciera tan jodida e increíblemente hermosa.

 Y mientras ese conocimiento lo marcaba, Nate se condujo hacia su interior.

 Y ella gritó.

**************

El dolor, mezclándose ferozmente con el placer, la desgarró como un cuchillo. 

El cuerpo entero de Nate se quedó inmóvil.

 Él seguía profundamente en su interior y ella cerró sus ojos con vergüenza. Ahora sabría que nunca había sido tocada. Ahora, el brillo de su deseo se desvanecería, viéndola como realmente era, e independientemente de lo que impulsara su comportamiento, se desvanecería. 

—¿Lily? —llamó gentilmente. Ella giró su cabeza a un lado, el dolor estaba desvaneciéndose.

 Había sido agudo, pero su grito fue más que todo de sorpresa. 

Estuvo muy cerca de algo, algo resplandeciente y todo eso voló lejos cuando el dolor llegó.

 —Lily, mírame. Ella negó con la cabeza.

No quería abrir sus ojos, no quería ver algo en él salvo la manera en que la miró esa noche. No quería ver la repugnancia, no quería sentirlo alejándose. Aunque no se estaba alejando. Seguía profundamente en su interior y no movía un músculo. 

—Cariño, mírame. En sorpresa a la palabra de cariño, sus ojos se abrieron, su cabeza se enderezó e hizo lo que le dijo. Ella no habría estado más sorprendida de lo que vio en su apuesto rostro, a menos que cada uno de los ex presidentes de los Estado Unidos de América irrumpiera y bailara can can. Él estaba sonriendo con una de sus glamorosas sonrisas. Una llena de profunda satisfacción.

 —Nadie te ha tocado nunca, ¿verdad? —preguntó. Ella negó con la cabeza. Él continuó. 

—Has sido solamente mía. Esta no fue una pregunta, pero de todas formas, esta vez ella asintió. En todo caso, la sonrisa de él se volvió más arrogante, más pagado de sí mismo.

 —¿Por qué estás sonriendo? —susurró, sin el valor suficiente para usar toda su voz y preguntar si quizás se había vuelto un poco loco. Sus manos se movieron de sus caderas a su rostro, enmarcándolo. 

—Porque, querida Lily, nadie te ha tocado nunca —explicó, su voz un satisfecho ronroneo de terciopelo que pareció deslizarse deliciosamente contra su piel.

 —¿Eso es bueno? —preguntó ella, tentativamente. Esto, por alguna razón desconocida, hizo que el cuerpo de él temblara de la risa y ella lo sintió en todas partes.

Cuando sus ojos se enfocaron en los de ella nuevamente, estaban brillando con una luz que nunca antes había visto en los ojos de alguien. Todo su cuerpo empezó a calentarse nuevamente. —Oh, sí —respondió suavemente y luego rozó sus labios contra los de ella antes de decir—, eso es bueno. —Está bien —concedió ella—. Estaba tratando de decírtelo antes… —Lo sé. —Se movió lentamente, observándola de cerca mientras se deslizaba fuera de ella la más reducida pulgada. Cuando no se encogió de dolor, de hecho, ella pensó que se sintió bastante bien, se deslizó suavemente hacia adentro y eso definitivamente se sintió bien. 

—Estaba preocupada de no hacerlo bien —le confió cuando él se deslizó nuevamente hacia afuera, más lejos esta vez y los labios de ella se fruncieron un poco al perderlo.

 Le gustaba la sensación de tenerlo en su interior. Él estaba mirando sus labios, sus ojos imposiblemente oscuros se tornaron completamente negros. —Estabas haciéndolo definitivamente bien —le informó, su voz llena de sentido pero sus labios estaban retorciéndose como si quisiera reírse y estuviera evitándolo. 

Cuidadosamente se deslizó hacia adentro y la boca de ella se abrió en una “o” de dulce asombro ante la deliciosa sensación de él. Tomó un momento darse cuenta que su cuerpo estaba otra vez sacudiéndose de risa. 

—Deja de reírte de mí —lo reprendió y él llevó a cabo otra estocada. Su boca tocó la suya y le dijo: 

—No puedo evitarlo.

 —¡Puedes! —demandó, él se retiró completamente y ella pensó que se iba a ir pero entonces regresó, más rápido esta vez y perdió su no-tancompletamente-estado de enojo, jadeó de placer mientras las sensaciones volvían. 

Se mordió su labio, él la observó haciéndolo y perdió su cautela y cayó en un estimulante ritmo que hacía a su vientre dar volteretas. 

—Eso se siente muy bien —susurró ella, aunque se sentía más que bien. Se sentía agradable. Se sentía delicioso. Se sentía mágico.

 —Se siente jodidamente increíble. —Su voz gruñó en su oído y un hormigueo se deslizó desde su vientre como burbujas de champaña. 

—¿Es así? —seguía susurrando, moviendo sus caderas para encontrar las de él, hallando que profundizaba sus embestidas magníficamente y ella contuvo su respiración e inmediatamente decidió hacer esto cada vez que pudiera. Su lengua estaba sobre su piel justo bajo su oído y ella sintió un aleteo en su vientre, su piel erizándose y un agradable cosquilleo esparciéndose desde su oído a todas partes. 

—Estás tan apretada, tan húmeda, Lily, lo más dulce que alguna vez he tenido. Él iba más rápido y ella estaba ascendiendo cada vez más alto, yendo a ese lugar a donde la había llevado antes. 

Sus palabras tocándola en su núcleo y ella se sintió temblando en lugares que no sabía que existían. 

—Nate —susurró mientras su mano fue entre ellos y la tocó allí nuevamente

—. ¡Dios, Nate! —Esto no lo dijo en un suspiro pero si en una explosión, sus manos trepando sobre su piel, memorizando los duros músculos de su espalda como él decía que la había memorizado.

 Él empujaba dentro y fuera, llenándola completamente mientras sus dedos hacían su magia y ella levantaba sus caderas, correspondiendo sus embestidas, sintiendo cómo se construía.

 Era casi insoportable, una tortura exquisita. Él tenía razón, era dulce, hermoso y ella le permitió tomarla mientras montaba la mano de él, desesperada por ello, su cuerpo gritando por ello, la tensión esperando por lo que parecía contraer cada músculo que ella poseía. 

—Déjalo ir, cariño. —Sus palabras murmuradas bailando deliciosamente en su oído, hizo lo que le dijo incluso sin saber a lo que se estaba aferrando.

Ella gritó cuando esto la abrumó, plantando sus talones en la cama presionando hacia arriba contra él. 

Mientras el fuego la envolvía, las olas de placer ondulaban deliciosamente arriba, afuera y todo alrededor entre sus piernas, él detuvo todos los movimientos suaves, su mano moviéndose de ese lugar entre ellos nuevamente hacia sus caderas.

 Las sostuvo firmemente mientras se estrellaba dentro de ella una y otra vez y ella se satisfacía con el martilleo constante.

 Levantó su cabeza, tan lejos de la timidez que no era extraño, completamente superada por la insistente, embriagadora y palpitante pasión. Sus manos se deslizaron entre su cabello, guiando su cara a la suya y lo besó, con la boca abierta. 

Su lengua invadió su boca de la misma forma en que su cuerpo estaba invadiendo entre las piernas de ella.

 Ella persuadió, provocó, le dio la bienvenida y cuando él terminó, aceptó su exquisito y profundo gruñido contra su lengua como si este fuera un precioso regalo.

****

A Nate le gustaba dormir solo. Pocas veces llevaba a una mujer a su apartamento, era muy difícil deshacerse de ellas una vez que había terminado con ellas. 

Si él iba a los departamentos de ellas, podía irse cuando hubiera terminado. Se había mudado a este piso hace años pero había comprado recientemente un gran apartamento cerca de la oficina en un barrio aún más agradable y se mudaría a él en tan sólo unas semanas. 

Se tumbó de espaldas en la cama, la sabana casualmente arrojada sobre la parte inferior de su cuerpo, escuchando a Lily moverse tranquilamente en el baño, pero dándole su privacidad. 

Y mientras yacía allí, pensó en su nuevo apartamento, una compra que había hecho con la inversión en su mente. 

Y pensó en Lily en ese apartamento y nada acerca de las inversiones entró en su mente. Y pensó en Lily en la enorme cama nueva que fue hecha a la medida para ese apartamento y la idea de dormir solo nunca entró en su mente.

 Rodó de costado, agarró el teléfono y marcó el número de sus padres. Laura, sabía, podría preocuparse.

Por suerte, ni Jeff, Laura o Danielle contestaron. Su hermano y hermana, a diferencia de Nate, nunca se mudaron. Nunca habían pagado el alquiler, como Nate había hecho en su primer piso, o una hipoteca, como lo había hecho en este caso, ni habían comprado una bolsa de comestibles o cualquier cosa que se acercara a la autosuficiencia. En cambio, Víctor respondió. 

—Lily no va a volver esta noche —informó Nate. 

—Lo imaginé —respondió Víctor, ni siquiera intentando mantener la sonrisa orgullosa fuera de su voz. 

—Tampoco va a volver mañana. 

—¿Vuelve a Somerset? 

—No —respondió brevemente Nate.

 —También lo imaginé. Nate trató de no estar molesto por la actitud sabelotodo de su padre. Esta noche fue una buena noche. Fue la mejor noche de su vida. No se sentía con ganas de ser molestado. 

—Hijo, cuando te decides acerca de algo, por lo general no lo tomas a la ligera. Nunca lo has hecho, probablemente nunca lo harás. Te vi mirando a esa chica fuera de Harrods. 

Francamente, estoy un poco sorprendido de que te tomara tres días. Nate decidió poner fin a la conversación. 

—Buenas noches, Víctor. La diversión nunca salió de la voz de su padre cuando respondió: —Buenas noches, Nathaniel. 

—¿Con quién hablas? —Lily estaba de pie en la puerta del cuarto de baño. Cuando el sol finalmente se había escondido, Nate había encendido las luces a cada lado de la cama. 


Tenía una toalla blanca envuelta alrededor de su cuerpo y estaba frotando la punta de uno de sus pies contra la parte superior del otro. 

—Víctor —respondió, mirándola, haciendo todo lo posible, y le costó bastante, evitar salir a toda velocidad de la cama y arrastrarla de vuelta. Se veía absolutamente adorable. Y ella era suya, sólo suya, de nadie más, sólo suya. Era la única cosa buena y decente en su vida que había sido solamente suya. Ella interrumpió su agradable ensoñación. 

—Sabía eso, te oí decir el nombre de tu papá. Quise preguntar, ¿por qué? —Le dije que no ibas a volver esta noche. Sus ojos se agrandaron en estado de shock, dio un paso rápido hacia delante y se detuvo. 

—¿Hiciste qué? 

—Te quedas conmigo esta noche —dijo. 

—No puedo quedarme contigo. No puedo no volver. Si no vuelvo, ellos sabrán lo que estuvimos haciendo, lo que hicimos, quiero decir, ¡lo que hemos hecho! Él no respondió, principalmente porque ella estaba en lo cierto. Salió disparada por la habitación y empezó a agarrar su ropa del suelo. 

—Tengo que volver —anunció, doblándose para ponerse su ropa interior, el resto de su conjunto bajo el brazo

—. Ellos pusieron un techo sobre mi cabeza. Quiero decir, eres su hijo.

 —Lily, ven a la cama. Se volvió hacia él, al mismo tiempo que intentaba ponerse la camisola sobre la toalla. 

—¡No! Tienes que llevarme de vuelta. 

—No voy a llevarte de regreso. Tuvo la camisola puesta, se arrancó la toalla y la tiró sobre la cama. Esto envió la ropa bajo su brazo a volar pero agarró la falda mientras caía.  

Luego la sacudió hacia fuera y estaba claramente a punto de ponérsela e ignorarlo por completo. —Lily, si te pones esa preciosa falda, sólo voy a quitártela de nuevo. —Van a pensar que soy una sinvergüenza descarada —murmuró, sumergida en medio de la agitación. Quiso reírse, pero sintió que no era el momento. En su lugar, arrojó las sábanas de la cama y, desnudo, se acercó a ella. Todavía estaba tratando de ponerse la falda, se inclinó de nuevo y saltó alrededor, torpe en su confusión. También estaba murmurando para sí misma. —Mi madre simplemente moriría de mortificación ¡y mi abuela! Oh, no quiero ni pensarlo. Me habría repudiado. Probablemente se está revolcando en su tumba. 

—Lily. —Puso su mano en su espalda y ella se sacudió, enredó su pierna en la falda y empezó a caer hacia atrás. Sus manos se dispararon, la atraparon y la atrajo hacia su cuerpo. Ella hablaba mucho de su familia, casi todo el tiempo. En la cena le contó historias de su madre, padre, abuela y un hombre con el extraño nombre de Fazire, que obviamente adoraba. 

Cada vez que hablaba de ellos, sus ojos se iluminaban con amor. Nunca había visto nada igual, nunca había experimentado ese tipo de devoción. Nunca dejó que su corazón se derritiera lo suficiente para darse cuenta de que tenía eso de Laura y Víctor. Y lo quería, pero de Lily.

 —Nate, tienes que llevarme de regreso con tus padres —declaró, sus ojos encontrando los de él

—. Me agradan. No quiero que piensen que soy… soy… desenfrenada. 

—Estaba subrayando sus palabras con gran regularidad y Nate tuvo que morderse para contener la risa. 

—No van a pensar que eres desenfrenada. 

—Apenas podía decir la palabra sin reír. Definitivamente estaba sonriendo. Sus ojos se agrandaron más y luego se estrecharon peligrosamente. 

—Crees que esto es gracioso —acusó.

Inclinó la cabeza para besarla, pero se arqueó contra su brazo por la cintura y lo esquivó. Su mano fue entre los omóplatos y la obligó a acercarse. —Es gracioso —dijo. —Es… es… no —enunció cada palabra con cuidado y él descubrió, para su sorpresa, que le gustaba cuando estaba enfadada. Cuando su madre se enojaba, se volvía cruel, malévola y decía cosas horribles. Danielle era exactamente igual. Laura muy raramente se enojaba. Lily era completamente diferente. Lily era alegre y divertida y Nate de alguna manera supo que no podía ser malévola ni en defensa propia. —Lily, cálmate y escúchame. —¡Estoy calmada! —gritó ni un poco calmada, su arrebato la sorprendió incluso a ella y eso la suavizó. Se mordió el labio y sus ojos se deslizaron hacia un lado. Luego suspiró antes de admitir—: Bueno, tal vez no estoy calmada. Finalmente, dejó de moverse lo suficiente para que él la besara y rozó sus labios suavemente contra los suyos. Cuando tuvo su atención, le preguntó: —¿Recuerdas lo que dije cuando entramos en esta sala? Ella pensó por un segundo y luego asintió. —¿Qué dije? —preguntó. —Bueno… —evadió. La atrajo hacia sí y le recordó a pesar de que sabía que no lo había olvidado: —Te dije que si te metías en esa cama conmigo, nunca te iba a dejar ir. Lo miró fijamente, con los ojos llenos de asombro y todos los rastros de ira simplemente se desvanecieron. —¿Te acuerdas que dijera eso? —presionó. Asintió.

—¿Recuerdas que estuviste de acuerdo? Asintió de nuevo. —¿Subiste a la cama conmigo? —Bueno, medio me lanzaste a la cama, o fue algo así como que… me empujaste. Ante eso, él finalmente se permitió dejar escapar una fuerte carcajada. Ella era simplemente demasiado. Una vez que se hubo controlado, se dio cuenta de que ella se había relajado contra él y su cuerpo se había vuelto dócil. Su tono se suavizó. —Muy bien. Así que, una vez que te lancé dentro, ¿te fuiste? Ella negó con la cabeza. —¿Quieres irte ahora? Ella lo miró fijamente y él contuvo el aliento. Entonces ella suspiró y negó con la cabeza de nuevo. Dejó escapar el aliento, su alivio tan grande que tuvo problemas para lidiar con él. Así que lo puso a un lado y deslizó sus manos bajo la camisola. —Ahora, vamos a quitarte esta ropa y a volver a la cama. Tiró de la camisola hacia arriba una vez más pero esta vez los brazos de ella se acercaron a los suyos por voluntad propia. —¿Nate? —llamó Lily mientras él lanzaba su camisola a un lado. Él estaba deslizando las manos por la suave piel de su espalda y mirando la perfecta piel de sus hombros. —¿Mm? —Nada. Sus ojos se encontraron con los suyos y estaban inseguros. Él leyó incorrectamente su mente y se inclinó para rozar sus labios contra los suyos otra vez. 

—Ven a la cama. Ella suspiró nuevamente y asintió.

********

Lily siempre había dormido sola. Salvo por un par de veces en las pijamadas con su mejor amiga de la escuela elemental, Colleen. Ésta tenía una enorme cama doble y habían dormido justas allí. Eso era todo, toda su experiencia de dormir con otro ser humano. Por lo tanto, no tenía idea de cómo dormir con un hombre. Estaba presionada contra el costado de Nate, su brazo estaba debajo y envuelto alrededor de ella, sus dedos acariciando su cadera. Cuando le quitó su ropa —de nuevo— y la llevó a la cama, le hizo el amor otra vez. Bueno, no exactamente, él no había ido dentro de ella, incluso cuando se lo pidió. Le dijo que no quería lastimarla. En lugar de eso, le hizo cosas con sus manos y su lengua y la llevó a ese lugar hermoso mientras él observaba. Habría estado inmensamente avergonzada por esto, pero una vez que había tenido su cuerpo y su pulso bajo control, lo miró y él la estaba viendo como si acabara de anunciar que ella había curado el cáncer. No podía estar avergonzada cuando él la miraba así. Y luego él había tirado las mantas sobre ellos, la había metido contras su costado y pareció, que estaba encontrando eso habitual con Nate, estar feliz en completo silencio. Lily no estaba feliz. Lily estaba pensando en lo que había prometido y lo que eso significaba. 

—Um… ¿Nate? —dijo contra su hombro donde su cabeza estaba recostada y tenía una visión obstruida por la pared de su pecho. Le gustaba su pecho, era fuerte, ancho y musculoso. Le gustaba casi tanto como sus manos y ahora tenía incluso más razones para que le gustaran sus manos, incluso para amarlas. 

—¿Mm? —Ese fue un murmullo bajo que parecía venir de algún lugar profundo dentro de él. Ella descubrió que también le gustaba eso. 

—¿Qué significa no dejarme ir, um… exactamente? Sus dedos detuvieron sus caricias perezosas en su cadera y su mano se aplanó, sus dedos clavándose en ella. 

—Significa que no vas a ir a ninguna parte. —Su voz sonaba de alguna manera tensa. 

—¿Esta noche? —preguntó ella, decidiendo que lo mejor era ignorar su extraño tono. 

—Esta noche, mañana por la noche, la noche siguiente, la próxima semana. —Se detuvo, pero sólo porque terminó de hablar, no porque lo que siguiera después de la próxima semana no estuviera incluido en su declaración. Esta idea calentó su alma, pero ella era una práctica chica de Indiana. Había otras cosas a considerar. 

—Pero vivo en Somerset —le dijo. 

—Ahora vives aquí —respondió como si fuera tan fácil como eso. Su cuerpo se sacudió con atónita sorpresa ante su anunció y se levantó sobre su codo, estirándose hacia abajo al mismo tiempo para agarrar la sábana y tirar de ella hasta su pecho. Él estaba felizmente despreocupado con su —más bien maravillosa— desnudez, pero ella no. Bajó la mirada hacia él. ¿Después de una cita esperaba que se mudara con él? 

—Tengo una casa en Somerset —explicó. Los ojos de él se movieron hacia los suyos y eran ilegibles. —Iremos de visita los fines de semana. Ella jadeó.

 —¡Pero tengo un trabajo en Somerset! —le informó

—Renuncia. Ya no tienes que trabajar. Ella jadeó de nuevo, esta vez aún más sorprendida que la anterior. 

—¡He estado trabajando desde que tenía trece años! Algo cambió en sus ojos cuando ella lo miró y se dio cuenta de que lo había sorprendido de alguna manera. Ciertamente había estado trabajando desde que tenía trece años. Ni sus padres ni su abuela pensaban que los niños ociosos fueran algo bueno. Ella tuvo una ruta de reparto de periódicos que hacía cada mañana, por no mencionar que había ido a trabajar a uno de los campos de golf del amigo de su padre, recogiendo las bolas en el campo de prácticas durante todo el día del sábado. Cuando fue capaz de trabajar legalmente, había encontrado un trabajo en un restaurante de comida rápida durante un año. En Oxford, definitivamente tuvo que trabajar y sirvió pintas en un pub local. No le dijo a Nate nada de eso ni le dejó hacer comentarios sino que continuó hablando.

 —No sé cómo no trabajar. No sabría qué hacer. ¿Qué haré? Él se levantó sobre un codo y la miró, su mano moviendo el cabello desde su cuello hasta detrás de su espalda. 

—Puedes ir de compras, salir a almorzar con Laura. A ella le encantaría. —Su voz era suave y sus ojos estaban en su boca y él obviamente pensaba que esta era una respuesta satisfactoria. Por mucho que le gustara ir de compras, no podría hacerlo todos los días. No sería divertido si podía hacerlo todos los días. Y ella tenía una hipoteca, tenía cuentas de tarjetas de crédito, tenía que trabajar. 

—Necesito un trabajo —le dijo con determinación. La cabeza de él estaba descendiendo.

 —Entonces consigue un trabajo —dijo contra sus labios. Estaba presionando su espalda en la cama y ella no se resistió. No podría haberlo hecho incluso si quisiera, lo cual no quería. Él se acercó a ella y luego la besó. Su vientre estaba calentándose para un gran espectáculo de gimnasia en toda regla, podía sentirlo.

—Nate… —comenzó, esta vez mucho menos fervientemente a medida que su voz temblaba. Pero finalmente la tomó en serio. Levantó su cabeza, su voz fue baja y determinada y sus ojos estaban completamente negros. —Lily, voy a cuidar de ti. Siempre. Cualquier cosa que quieras, sólo pídelo y lo conseguiré para ti. Nunca necesitarás nada, desearás nada, no mientras estés conmigo. Me haré cargo de todo. Entonces, el tema quedó cerrado, él la besó de nuevo y cuando lo hizo, todos los pensamientos de trabajos, hipotecas y cuentas de tarjetas de crédito rápidamente salieron de su mente. Mucho más tarde aprendió cómo dormir con alguien. Nate la atrajo de nuevo contra su parte delantera, envolvió su brazo firmemente alrededor de su cintura y enterró su rostro en su cabello. Lily se quedó dormida pensando en que eso se sentía bastante agradable.


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Mensaje por wordsofthisgirl Lun 20 Feb - 19:10

Campaña por Nate en mi vida!

Ok ahora ya conocemos a Nathaniel o Nathanael en español  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 2699754136


Tuvo una infancia dura a causa de su drogalcoholica madre y desde pequeño se las ha tenido que ver solo. Sufrió maltratos a causa de los hombres buenos para nada que conseguía su madre hasta que aprendió a defenderse.
Pero  eso que le ocurrió en el pasado no le impidió seguir adelante y acaba de conocer a nuestra nuestra prota, muy bien  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 1124870976 ;
Nate es un amors, a pesar de que es un poco hosco es un personaje fuerte.

I´m in looove
Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 959896712 Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 959896712

Saliendo de Nate, Danielle es una perra y me huele que ella y georgia traerán problemas. ya sabemos porque cuando Lily pregunto por Nate, Danielle la miro mal y probablemente mintió y es un plan con la zorra de georgia e incluso con jeffrey.Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 2276979259
Me encantaron Victor y Laura, son unas completas ternuritas con corazon de oro.
Nuestra Lily es virgen OMG,

Capi 8 y 9

El termino de esa cita fue  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 3586515659 Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 3586515659

La cosa esa del deseo condujo a Nate en una desenfrenada lujuria :O

Pobre chica debio doler que  llorón
Nate escribió: ella era suya, sólo suya, de nadie más, sólo suya. Era la única cosa buena y decente en su vida que había sido solamente suya. 

Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 1124870976 Me encanta que Lily sea tan desinteresada.


Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 Club_d10Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 D8UiMj3Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 Gvr2Aht Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 2lwu3oiLectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 QCSJFdTLectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 Firma_10 Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 OhczfGX  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 2s9yaa9Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 QcHVjvg
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Mensaje por LuVelitta Lun 20 Feb - 23:09

Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 3536998001  Así como Lily fue un deseo perfecto para su madre, Nate es el deseo perfecto para Lily!!  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 3536998001


Amé estos capítulos!!


El título del capítulo... ¿Tash? Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 3381065922  Ya con esta primera vez quedó embarazada??  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 1833188340


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Mensaje por Walezuca Segundo Mar 21 Feb - 5:56

Capitulo 2 y 3
Woow esto de ser un genio es difícil, si la persona no quiere usar su deseo :/ la parte buena es que fazire ahora sabe lo que es ser un humano.
Lo malo es que se ha encariñado de la gente que lo rodea y ahora el y lily son lo único que tienen el uno para el otro Sad

Capitulo 4 y 5
Valla que vida la de nate, por lo .menos pudo seguir estudiando para hacerse una mejor vida. Creo que al final si tuvo un genio en forma de Victor. Ahora a averiguar que paso!!!


Capitulo 6 y 7.
Woow así que así se conocieron que inusual, bueno un poco, pero la parte interesante es que si es como el hombre que le pidió a fazire!! Ya lo tiene y si que esta muy aferrado a su pasado.
Jeff es un idiota provocador.

Capitulo 8 y 9
Woow que rápido se formo una relación entre nate y lily.
Víctor y Laura son buenas personas y muy inteligentes Wink
Así que lily si esta embarazada, me preguntó que le paso a nate!?!?


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Mensaje por julietmo Mar 21 Feb - 12:13

chicas es cierto muchas preguntas....

la mas importante cre...ya esta embarazada???? y si todas estamos contentas conel presonaje de Nate...pero donde queda Fazire????...él es tan lindo y quiere a Lily.....

creo que un  corazón se romperá en esta historia...  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 3184530253 Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 3184530253


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Mensaje por julietmo Mar 21 Feb - 12:57

10


El final de Lily

Lily estaba preocupada.

Cómo podía ser más feliz, estar más contenta y más en paz consigo misma de lo que jamás había estado en toda su vida, y estar tan condenadamente preocupada a la vez, no lo sabía.

Las cosas con Nate eran maravillosas... no, espléndidas... no, magníficas.

Bueno, la mayor parte del tiempo.

Él trabajaba mucho. Incluso a su edad —¡sólo tenía 28 años!— era el Vicepresidente Ejecutivo de dos divisiones de la compañía de su padre y tomaba el trabajo para su padre muy seriamente. Con mortal seriedad.

Era casi como si le debiera su vida a ese trabajo. Nate se iba antes de que Lily despertara cada mañana, y Lily se levantaba temprano, y no regresaba a casa hasta después de las ocho cada noche.

A veces, ella tenía la cena lista cuando él regresaba. Otras veces, él la llamaba durante el día para decirle que iba a llevarla a algún fabuloso restaurante —tan fabuloso, que Nate estaba poniendo a prueba los límites de su vestuario. Dos veces habían ido a cenar a casa de Víctor y Laura.

Cada noche, él le hacía el amor —y además en las mañanas—, la
mayoría de las noches más de una vez y cada vez era mejor que la última.

Ella había regresado a Clevedon la segunda mañana después de su primera noche juntos. Le había dicho que había tenido que darle a Maxine el aviso de que iba a renunciar y trabajar hasta que se cumpliera el plazo en la tienda. Él no había estado feliz pero ella se había puesto firme diciéndole la verdad, que su madre y padre jamás la perdonarían si simplemente renunciaba al trabajo y no trabajaba hasta que el plazo se cumpliera, que era mala conducta. Eventualmente, sintiendo cuán importante era para Lily porque ella lo repetía, una y otra vez, en voz cada vez más alta, él cedió. Fue la única vez que él no fue a trabajar temprano.

En su lugar, la llevó al tren y la besó en la plataforma, de una forma que hacía que ella no quisiera irse.
—He cambiado de opinión, no voy a ir —susurró ella en sus labios.
Él había sonreído contra los de ella y Lily tuvo que admitir, realmente le gustaba cuando él hacía eso.
—Ahora —murmuró él también contra sus labios y realmente le gustaba eso también—, no me importa que vayas. —La besó ligeramente y terminó—. Te veré el fin de semana. Maxine, al principio, no había estado feliz.
—¡Nunca más te voy a dar tiempo libre! —había gritado. Maxine era algo dramática, así que Lily estaba acostumbrada a sus gritos.
—Pero Maxine, acabo de renunciar —había contestado Lily con suavidad y tranquilidad.
—Háblame de él. ¿Qué te ha hecho? —demandó saber Maxine.
Maxine nunca sabido que Lily Jacobs mirara a un hombre, mucho menos que saliera con uno, mucho menos que dejara todo en su vida para mudarse a Londres por algún tipo que conocía hace tres días.
Lily contó la historia, completa, sin dejar nada afuera. Habría dejado afuera las partes de sexo, pero Maxine fue insistente en que lo quería todo.
Cuando terminó, Maxine se contradijo.
—No vas a trabajar hasta que venza el plazo. ¡Regresa a este hombre, regresa a él ahora!
—Pero, la tienda... —Se resistió Lily.

Amaba a Maxine y a esa tienda que extrañaría. Estaba escondida en un callejón adoquinado, tenía una vidriera que estaba a solo sesenta centímetros de los adoquines, la ventana llena mayormente con maceteros con hermosas flores. Ambos lados de la vieja y pequeña puerta frontal estaban flanqueados por enormes y brillantes maceteros azules que también ardían de color y que regaban suculento follaje. La tienda estaba llena de ropas divertidas e inusuales y joyas hechas por artistas locales.

Pero lo mejor, era que estaba llena todos los días con Maxine, quien era lo que su abuela llamaría, “un personaje”.

Maxine continuó con su drama.

—Olvídate de la tienda, sobrevivirá. Hemos estado hablando por una hora y sólo un cliente entró y no compró nada. —Luego se inclinó hacia adelante, sus ojos violetas bailando (Lily pensaba que Maxine se parecía un poco a Elizabeth Taylor, ojos violetas y cabello muy oscuro pero, debía ser observado cruelmente, ella era una Elizabeth Taylor en sus épocas mayores y más rollizas)—. La mayoría de las chicas nunca encuentran un hombre así, Lily. Te aferras a él, te aferras a él con todas tus fuerzas.

Maxine, sabía Lily, también leía novelas románticas. Muchas.

Así que Lily había llamado a la contestadora de Nate, había dejado un mensaje y le había dicho que estaría en casa dos semanas antes de lo esperado. Fue a su desvencijada casa e hizo lo que necesitaba hacer, empacando un par de maletas. Él le había dicho que regresarían y con frecuencia, así que ella tendría suficiente tiempo para recoger más de sus cosas. Se sintió rara dejando su casa, pero no iban a crecerle piernas y alejarse, mientras que Nate ya tenía piernas y ella nunca quería darle una razón para alejarse, y después de un tiempo, de conocerlo mejor, habían llegado a un arreglo diferente. Pero ahora Nate la quería en Londres. La quería con él y era maravilloso, apuesto y listo. Besaba fantásticamente y era incluso mejor con las manos u otra parte de su anatomía y pensaba que ella era graciosa.

Y la mirada como si pensara que ella era, bueno, como si fuera hermosa. Él era todo lo que ella había deseado tener, todo lo que había deseado que Fazire le diera.

E iba a aferrarse a él con todas sus fuerzas.

***************************

La primera semana con Nate había sido fantástica; lo único que la había opacado había sido la cena con Laura y Victor. Jeff y Danielle habían estado presentes y aunque Victor y Laura parecían complacidos de que Nate y Lily estuvieran juntos —no exactamente complacidos como locos de contentos—, no era el caso de los hermanos de Nate.

Danielle dijo cosas maliciosas sobre el atuendo de Lily y su acento, cosas que hicieron que los labios de Victor se apretaran y que Laura se ruborizara de ira, pero fue Nate quien dijo:

—Danielle, suficiente. —En una forma que todos en la mesa supieron que era suficiente y Danielle se detuvo inmediatamente, si bien algo rebeldemente.

Luego, como si eso no fuera lo suficientemente malo, después de la cena, cuando Lily regresaba del cuarto de baño, Jeff la esperaba. La arrinconó literalmente, contra la pared en un rincón, bloqueando su camino con el cuerpo para que ella no pudiera salir.

—No puedo creer que lo eligieras a él, Lily. No lo creo. ¿Sabes quién es? —Jeff estaba hablando en voz baja y rápidamente y la miraba como si fuera un jugoso filete y él un perro rabioso.

También la asustaba terriblemente.

—Jeff...

—No me importa que hayas dormido con él, no me importa que él te

haya puesto sus sucias manos encima. Tú y yo podemos comenzar de nuevo. —Ella lo miró boquiabierta y muda. No sabía que habían comenzado en absoluto—. Pero una vez que sepas quién es, qué es, de dónde vino... Lily, tienes que saber.

Lily lo interrumpió, diciendo:

—Elegí a Nate.

Ella quería alejarse de él, necesitaba alejarse. Él era repugnante, vil y ahora, aterrador en su odio. Ella no sabía de qué hablaba y no le importaba. Lily se dio cuenta de que había tenido razón la primera vez que lo conoció; no había nada agradable en él en lo absoluto. Hablaba de su hermano, por el amor de Dios.

—Lily, una vez que te diga... —continuó, acercándose a ella y levantando la mano como si fuera a tocarla.

—¡Elegí a Nate! —estalló, sin querer que él la tocara, enojada porque la arrinconara y enojado porque un hombre como Nate estuviera atascado con un consentido, mocoso hermano adoptivo como Jeff. Además estaba enojada de que Laura y Victor tuvieran un hijo como ése—. ¡Apártate! — exigió.

—Lily —dijo su nombre como un ruego.

—¡Aléjate! —repitió ella.

—Ella dijo que te alejaras.

Esto vino en una voz profunda y letal detrás de Jeff, y él giró su cabeza justo cuando la mirada de Lily se dirigió sobre el hombro de Jeff y ambos vieron a Nate.

Estaba de pie en el pasillo ni a cinco pasos de distancia, sus piernas estaban separadas y sus brazos estaban cruzados sobre su pecho. Esta no era una postura casual, esta era una postura aterradora.

Estaba a punto de atacar.

Y su rostro era horrible, incluso asesino, cuando le frunció el ceño a su hermano. Jeff no se movió y tenía su mano en la pared junto a la cabeza de Lily. Ella se agachó bajo el brazo y relativamente corrió por el pasillo hacia Nate.

Su postura no cambió, pero sus brazos se descruzaron y en el momento en que estaba a distancia de alcanzarla, un brazo se disparó y la atrajo hacia un lado de su duro cuerpo.

Ella no se resistió. Se pegó a sí misma ahí y levantó su mano para apoyarla sobre el pecho de él. Por alguna razón, estaba respirando con dificultad.

Jeff y Nate se miraron fijamente durante lo que le pareció una eternidad a Lily.

Entonces Jeff dijo:

—Deberías decirle, ya sabes.

Nate no respondió.

»No se lo digas, yo lo haré —amenazó Jeff.

De nuevo, Nate no respondió.

Los ojos de Jeff se volvieron hacia Lily.

—Es adoptado. No es un miembro de esta familia en lo absoluto.

Lily ni siquiera podía creer que la adopción de Nate era de lo que se trataba todo eso. Su ira se convirtió en una rabia tan fuerte, que estaba fuera de sí.

Lily se inclinó hacia Jeff pero no abandonó el costado de Nate.

—Lo sé, él ya me lo dijo. —Estaba satisfecha de que su voz fuera fuerte y uniforme.

—Apuesto a que no te dijo todo —dijo Jeff, era un hombre adulto pero aun sonaba como un mocoso.

Estaba bastante segura de que se refería a la madre de Nate siendo asesinada. Pero no iba a hablar de eso de nuevo. La última y única vez que Nate habló de eso, ella supo que fue doloroso. Así que en su lugar, con toda la lealtad con la que nació y creció en ella como la nieta de Sarah e hija de Will y Rebecca, y con toda la vida de vivir entre la gente de la buena ciudad de Indiana —la cual Danielle había atacado en la cena, comentarios con los que Lily seguía resentida, dijo:

—Sé todo lo que necesito saber.

Con las palabras de Lily, el brazo de Nate se tensó alrededor de su cintura y ella inclinó la cabeza para mirarlo.

—Quiero irme —exigió Lily.

Nate bajó la barbilla para mirarla y sus ojos brillaban con algo que no pudo leer. Entonces dejaron a Jeff en donde estaba parado y Nate la guio hacia el salón en donde los demás estaban sentados tomando café.

Una mirada al rosto pálido y afligido de Lily, envió a Víctor fuera de su silla. El rostro de Laura palideció. Danielle miraba, evaluando la situación inminente con lo que parecía ser deleite.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Víctor.

—Nos vamos —contestó Nate.

—Lily, te ves como si hubieras visto un fantasma. Nathaniel, llévala al cuarto, le conseguiré un trago —dijo Laura, levantándose de su silla.

—Nos vamos —repitió Nate implacable.

—¿Qué pasó? —preguntó Víctor de nuevo, esta vez con demanda en su voz.

—¿En dónde está Jeff? —preguntó Danielle dulcemente.

Tanto los ojos de Víctor como los de Laura volaron hacia el rostro de Lily y debieron de haber leído la verdad ahí porque Víctor maldijo ferozmente y no en voz baja.

—Nathaniel. —Fue el turno de Laura de convertir su voz en una súplica y el corazón de Lily se salió. Cómo sus dos hijos podrían habersalido de su dulce cuerpo era un misterio.

—Te llamaré más tarde —respondió Nate y eso fue todo, sin despedidas, nada. Se fueron.

En su camino a casa, en su elegante y vibrante Maserati, Lily encontró que a pesar de que claramente él no quería hablar sobre ello, no podía soportarlo. Y de todos modos, estaba enojada.

—Lamento decir esto sobre tu propio hermano, Nate, pero simplemente no me agrada Jeff.

Nate se quedó en silencio.

»En el primer momento en que lo conocí, no me agradó y eso nunca me ha pasado antes —continúo Lily.

Nate permaneció en silencio.

Lily siguió.

»No puedo creer que habló de esa manera. ¿Qué le pasa?

Nate guardó silencio.

Mientras Lily se había permitido liberar su enojo, encontró con que no duró mucho tiempo especialmente sin la participación de Nate y también se sumió en silencio.

No fue hasta que estuvieron en su piso y Nate se estaba preparando lo que parecía ser un trago muy grande y muy fuerte —no le ofreció uno, en ese momento él sabía que ella no bebía mucho— que volvió a hablar.

—¿Qué tanto viste antes de que llegaras?

Para su sorpresa él respondió con:

—Todo.

Lily lo miró fijamente.

—¿Lo viste acorralarme? —preguntó horrorizada.

Se tomó la bebida en un solo trago. Sin importar qué tan grande era, seguía drenando el vaso.

—¿Por qué no hiciste algo? —demandó. Estaba de pie detrás de uno de los dos sillones de cuero que se enfrentaban entre sí en la sala de estar y estaban perpendicularmente a la chimenea. Su cuerpo estaba rígido como una tabla.

Esas no eran cosas románticas de héroes. Los héroes románticos no dejarían que sus heroínas sean arrinconadas por sus malcriados hermanos adoptivos y sin levantar un dedo.

—Quería ver lo que harías —respondió Nate.

No tenía respuesta a eso. Simplemente siguió mirando. Pensó que tal vez no lo había escuchado correctamente.

Él no la estaba mirando. Se estaba sirviendo otro trago.

Sorprendentemente, rompió su silencio tenso.

—No has preguntado respecto a lo que dijo. —Su mirada fue hacia ella y estaba completamente en blanco.

—¿Qué? —Seguía recuperándose de la información de que él había dejado que Jeff la arrinconara.

—No me has pedido que explique lo que él dijo.

Lily lo miró con más fuerza, como si pudiera ser motivo de orgullo, y entonces levantó sus manos con agitación, y liberó el aliento para enfatizar qué tan molesta estaba.

Entonces comenzó a caminar de un lado a otro.

—Ya me dijiste lo que quieres que sepa. En primer lugar, no era de mi incumbencia, pero me dijiste. Si hay más, me dirás cuanto estés listo.

Nada de lo que digas o lo que él pudiera decir cambiaría lo que siento por ti...

Dejó de caminar porque escuchó el cristal pesado de su vaso golpear contra la parte superior del baúl en donde guardaba su licor y Lily, que estaba de espaldas a él y medio caminando de un lado a otro, se dio la vuelta.

Él estaba caminando directamente hacia ella.

Su rostro estaba lleno de...

Lo miró con asombro.

Ahora Nate la miraba como si fuera un filete jugoso y él no era un perro rabioso, sino un hombre hambriento al que le ofrecían un festín, un festín que era Lily.

—¿Qué te pasa? —preguntó.

Él seguía viniendo.

Ella comenzó a dar marcha atrás más rápido y entonces él la estaba alcanzando rápidamente.

—Nate, ¿qué está mal?

Él no explicó pero cuando la atrapó y la arrastró a su dormitorio, él no la empujó a la cama, la aventó en ella. Sin más palabras, le hizo el amor de una manera que nunca antes había hecho, fue fuerte, violento y posesivo. Cuando estuvo cerca del orgasmo, se detuvo, la detuvo y la hizo decir su nombre una y otra y otra vez, entonces finalmente la dejó terminar.

Fue glorioso y, ella sintió intuitivamente, de alguna manera inmensamente importante y aunque Lily se había deleitado con la primera, no entendía completamente la última.

************

El siguiente día fueron a la casa de Victor y Laura para la cena, Jeff ni Danielle estaban ahí y Lily lo encontró como una pequeña bendición.

Lily había intentado encontrar un trabajo pero no estaba teniendo mucha suerte. Maxine le estaba enviando su correo y tenía que pagar su hipoteca, sus cuentas y no tenía suficiente dinero para pagarlas.

Lo que más deseaba en el mundo era ser una escritora, vivir su vida sentada en su computadora y contando historias. Lily no había traído su computadora con ella desde Clevedon porque había pensado que ellos moverían eso después y cuando le había confiado a Nate, adormilada después de que él le había hecho el amor una tarde, sus sueños de ser una novelista, él le había dicho que no se preocupara por encontrar un trabajo y solo se enfocara en escribir.

Fácil decirlo, él no tenía recibos por pagar apilándose y nada de dinero entrando.

Él le había dicho que se haría cargo de todo pero Lily no podía pedirle dinero. Ella no era así y además, no había sido criada así. Tendría que

encontrar una forma de encargarse de sus propios problemas.

Sin embargo Nate, como estaba descubriendo, era un hombre muy
perceptivo. Él supo cuando la segunda semana estaba comenzando que algo la estaba molestando y le preguntó sobre ello.

Lily mintió. Ella lo odió pero tenía que hacerlo. No quería que nada, aparte de sus horribles hermanos, estropeara su vida ideal. Ella estaba avergonzada de haberse puesto en esa posición, especialmente con las tarjetas de crédito. Las cantidades no eran astronómicas, pero lo eran cuando no tenías dinero.

Redobló sus esfuerzos en encontrar un trabajo, cualquier trabajo. Más tarde esa segunda semana, había salido a comer con Laura y se había dado cuenta de que algo estaba mal al instante.

—Es solo algo que necesito arreglar —había respondido Lily cuando Laura preguntó.

—¿Es Nathaniel? —preguntó Laura, sus ojos gentiles.

—¡No! Claro que no, todo está bien, genial, maravilloso con Nate. Laura sonrió y después la sonrisa tembló.

—¿Es Jeff?

Sin reparo, Lily tomó la mano de la mujer y la apretó de manera tranquilizadora y simplemente sacudió su cabeza. Ellas no necesitaban

hablar de Jeff, nunca.

La sonrisa de Laura se intensificó de nuevo y después dijo:

—Lo que sea, sólo dile a Nathaniel. Él lo arreglará. Es bueno en esa clase de cosas.

Lo dijo en una manera que significaba que él era bueno en todo tipo de cosas. Lily no pudo evitarlo, abrazó a la otra mujer y Laura le regresó el abrazo con una fuerza que la sorprendió. Laura podría haber criado a dos terribles niños pero sorprendentemente, ella era una excelente madre para el que no había tenido que cargar.

Esa noche en la cama —a menos de que estuvieran en la mesa del comedor, un restaurante, o en la casa de Victor y Laura, ellos parecían siempre estar en la cama, aunque Lily no se estaba quejando— apretada contra el costado de Nate, sus brazos alrededor de su estómago, ella dijo:

—¿Tú crees que fuimos un poco apresurados?

Era una pregunta tonta, obviamente ellos habían sido un poco apresurados. Apenas se habían conocido y se mudaron juntos, o el demandó que ella se mudara con él y ella lo había hecho. Nate aún no hablaba mucho. No compartía mucho. A Lily no le importaba esto. Él hacía lo mismo con su familia, no era solo ella.

Escuchaba y se reía cuando ella contaba historias de su familia y Fazire y crecer en Indiana. Pero la mayor parte del tiempo, él estaba trabajando. La mayor parte del otro tiempo, estaban haciendo el amor. Cualquier otro tiempo que estuvieran libres, estaban comiendo para tener energías para hacer el amor. Hablar no era exactamente su fortaleza.

Ahora ella tenía problemas económicos significativos y no lo conocía lo suficiente para saber cómo abordarlo con él, pedirle su ayuda. No era que no confiara en él. Era que no quería aprovecharse de él.

Él ya estaba dándole una casa y alimentándola con grandioso estilo.

Su apartamento era fantástico, ella sabía un poco sobre bienes raíces en Londres y tenía que costar un millón, sin mencionar que le entregaban los víveres y que eran de una tienda de clase alta y tenía una señorita de limpieza que venía una vez a la semana a limpiar y lavar la ropa.

Lily ciertamente no le iba a pedir que le pagara su hipoteca. Había estado considerando preguntarle si podría buscarle un trabajo en la empresa de Víctor pero eso era demasiado raro.

Ella había comprado su casa como un grandioso acuerdo porque estaba tan acabada que apenas valía lo que había pagado por ella. Pero todavía cuando no fuera mucho, aún era una hipoteca.

Detuvo sus incesantes pensamientos y suspiró, ruidosamente. Entonces se dio cuenta de que no había respondido.

—¿Nate? —se apresuró.

Fue su turno en suspirar.

Entonces él preguntó:

—¿Apresurados en qué?

—Yo mudándome —dijo contra su pecho.

—Lily, ¿qué estás pensando?

Su cabeza se levantó, ella lo miró y él bajó su barbilla para mirarla directo a los ojos. Lo hacía todo el tiempo, mirarla directamente a los ojos.

No era un hombre que fuera incapaz de una mirada directa. A ella le gustaba eso también y a su padre definitivamente le gustaría eso de él. Will siempre decía: —Nunca confíes en un hombre que no te mire directo a los ojos.

—¿A qué te refieres?

Para su sorpresa, el respondió su primera pregunta.

—Sí, fue apresurado, acelerado, rápido, pero no fue equivocado. Tú sabes que esto es bueno, sé que esto es bueno. Esa no es tu pregunta. Por eso quisiera saber cuál es tu pregunta.

Ella le sonrió, no podía evitarlo. Él era muy astuto. Era rápido en llegar al meollo del asunto, sin ningún problema. No era la primera vez que se daba cuenta de ello.

—Ahora ella está intentando distraerme con una sonrisa —le dijo a la habitación en un tono hostigado y ella se rio de él, puso su mejilla en su pecho y abrazó su cintura.

—No es nada. No importa —susurró ella.

Y no lo hacía. Ella encontraría la manera, siempre lo hacía. Todo lo que importaba era él y que estaban juntos. Si ella lo necesitaba, como realmente su última opción, ella siempre podría pedirle su último deseo a Fazire.

—Lily.

Ella deslizó su cabeza sobre su pecho y miró el borde inferior de su mandíbula.

—¿Sí?

—¿Sabes que puedes contarme cualquier cosa, cierto?

Ella no respondió pero asintió y la mano de él se apretó dónde estaba descansando en su cadera.

Ella suspiró.

Ella lo arreglaría y todo estaría bien.

********************************

El siguiente día el correo llegó incluyendo toda la pila que le enviaba

Maxine. Había una notificación de un artículo que había enviado a una revista que iba a ser publicado. También incluía un cheque. No era mucho dinero pero cubriría la hipoteca y el pago mínimo de sus tarjetas de crédito.

Lily estaba extasiada.

—¡Sabia que todo iba a estar bien! —le dijo a la sala y dio vueltas alrededor con su excitación.

El teléfono sonó a mitad de un giro y lo tomó, a un lado de ella con felicidad Era, para su sorpresa, y deleite, Fazire.

—Fazire, oh Fazire, estoy tan contenta de que llamaras, no puedo esperar... —empezó.

Pero él la interrumpió.

—Niña Lily —dijo en una voz que ella nunca había escuchado en el despreocupado o algunas veces pomposo-sabelotodo Fazire.

Su cuerpo se congeló con su tono y cuando ella escuchó lo que él tenía para decir, se volvió de piedra.

—Estaré ahí de inmediato —le aseguró a su querido amigo cuando dejó de hablar.

Entonces colgó y se quedó congelada por lo que podría haber sido un minuto, bien podría haber sido una hora.

Entonces se puso en acción.

Ella llamó a la oficina de Nate pero su secretaria no estaba

contestando y Lily no quería dejar un mensaje, especialmente no este mensaje. Llamó al aeropuerto, sobregiró su tarjeta y compró un boleto.

Empacó todo lo que poseía porque no tenía mucho en la casa de Nate y bien podría necesitar todo lo que tenía.

Entonces llamó a Laura y, para su gran infortunio, Danielle respondió y le dijo a Lily que Laura no estaba en casa.

—¿Puedes pedirle que me llame al minuto en el que llegue? Me voy de casa de Nate en una hora. —Ella soltó un respiro y rogó—: Danielle,

realmente necesito que hagas esto, es urgente.

—No hay problema, puedo tomar un mensaje, sabes —respondió Danielle ácidamente.

Lily expreso su gratitud, suprimió su recelo y tragó sus lágrimas. Bajó el teléfono, lo levantó de nuevo y llamó nuevamente a Nate.

Aun sin respuesta en el teléfono de su trabajo. Él no tenía línea directa, todos pasaban por su secretaria y llamó de nuevo tres veces, sin respuesta cada vez.

Llamó a Maxine y le dijo lo que había pasado pero no se quedó en el teléfono mucho tiempo en caso de que Nate o Laura llamaran.

Mientras el tiempo pasaba, Lily se estaba poniendo frenética. Laura

no llamó, Lily no podía llegar a Nate y tenía que llegar a Indiana

inmediatamente. Tenía que llegar a Fazire, él no sabía qué hacer. Ni

siquiera era humano. Él estaba solo en esa laberíntica casa de piedra

caliza por primera vez sin su Becky.

Tragó la emoción que inflamaba su garganta ante el pensamiento de su madre, que llevó a pensamientos sobre su padre, y le escribió una nota a Nate. La estaba firmando cuando el intercomunicador sonó, anunciando que había alguien abajo esperando a que lo dejaran entrar.

Esperando que fuera Laura para una visita sorpresa, Lily voló al interno. Viendo que era absolutamente el día más desafortunado de su vida, y eso era atenuarlo, era Jeff.

El corazón de Lily se hundió.

—¡Lily, no cuelgues! —chilló Jeff urgentemente—. Estoy aquí para disculparme. Lo prometo. Me pasé de límite.

Ella vaciló, miró el teléfono al otro lado de la habitación por un momento, rogando por que sonara.

No lo hizo.

Su última esperanza era decirle a Jeff. Al menos a él parecía gustarle, a diferencia de Danielle, y él estaba ahí para pedir perdón. Tal vez no era el patán que ella creía que era.

—Sube, Jeff —dijo y abrió el portón.

Tenía que irse en cinco minutos. Tenía sus cosas empacadas y en la puerta y mientras esperaba por Jeff, llamó al portero para que pidiera un taxi para el aeropuerto de Heathrow.

Hubo un golpe en la puerta y Lily se movió para dejarlo pasar. Jeff vio sus cosas inmediatamente y su cabeza pasó de las maletas a ella, sus ojos brillantes.

Ella estaba muy nerviosa, intentando luchar con las lágrimas que trepaban por su garganta y su frenética necesidad de hacerle saber a Nate o Laura, la noticia.

—¿Qué está pasando Lily? —preguntó suavemente.

Ella lo miró y entonces sucedió. La presa se rompió; no podía contenerlo más. Rompió en llanto. Él la jaló en sus brazos y palmeó su espalda.

—Dime, Lily, dime lo que él ha hecho —susurró alentándola. Ella solo sacudió su cabeza y dijo en una voz rota:

—No es Nate. Son mis padres. Murieron en un accidente de avión ayer. Ambos.

Sus brazos se apretaron.

—Oh, Lily —murmuró Jeff y ella pudo jurar que realmente sonaba triste por ella.

Ella se alejó, pasando sus manos por sus mejillas manchadas de lágrimas.

—Me tengo que ir —dijo urgentemente y miró su reloj—. ¡Ahora! — chilló en pánico—. No he podido hablar con Nate o tu madre. Jeff, tienes que llamar a Nate. Decirle. Tienes que. Por favor. Dile que le llamaré después, en unos días. Prométemelo.

Su mano se levantó y tocó su mejilla donde una lágrima se estaba deslizando.

—Lo prometo —susurró.

Ella aventó sus brazos alrededor de él y lo abrazó apretadamente.

—Gracias.

Entonces tomó sus maletas y azotó la puerta para ir a casa.

A Fazire.

******************************

Jeff miró como la puerta se azotaba detrás de Lily y vio la nota en la mesa.

Calmadamente caminó hacia ella y la leyó.

Él pensó, vagamente, que era algo triste.

Después la hizo una bola y la puso en su bolsillo.

Nate, lo sabía, se iba a mudar en unos días.

Lily le acababa de decir que no llamaría en algunos días.

No había mucho tiempo.

Camino a través del apartamento de clase alta de su hermano y buscó por cualquier cosa que ella pudiera haber dejado atrás.

Encontró una botella de perfume en el buró, un par de aretes en la mesita de luz y un solo camisón, la única cosa en un cajón de otra manera vacío.

Eso era todo.

Lo metió todo en una bolsa para la basura, la cargó fuera del apartamento y la depositó en el primer basurero que encontró.

Entonces llamó a su hermana.


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Mensaje por julietmo Mar 21 Feb - 13:14

11


La “muerte” de Nate


-Creo que deberíamos hacerlo.

Nate estaba en su escritorio y Victor estaba sentado frente a él. Estaban sobre algunas cifras de un acuerdo propuesto que Víctor tenía muchas ganas de hacer. Nate estaba mirando por la ventana y se preguntaba qué le pasaba a Lily.

Estaba siendo cautelosa, reservada y había algo que no le estaba diciendo.

No quería presionarla. Después de que Jeff la acorraló, podría haber forzado a Nate a desnudar su alma sobre su pasado, pero ella le dijo que esperaría hasta que estuviera listo. A pesar de que quería obligarla a compartir con él lo que la estaba molestando, pensó que era mejor tomar su indicación y esperar hasta que estuviera lista para compartirlo.

Nate no tenía ni idea de cómo comportarse en una relación sana.

Podía hacer frente fácilmente con la disfunción, la indiferencia, la malicia y la codicia pero estaba irremediablemente fuera de su terreno con Lily.

Él sabía que ella quería más de él, pero era algo que no podía dar. No quería hacer nada que la hiciera apartarse, hacer que la luz brillante que ardía en sus ojos cada vez que ella lo miraba siquiera se atenuara, y mucho menos desapareciera.

Él había estado detrás de Lily y Jeff escuchando a Lily elegirlo, sintiendo por primera vez en su vida un orgullo feroz en sí mismo que esta magnífica criatura lo quisiera, lo eligiera. Al mismo tiempo, deseaba que Jeff le dijera, le contara lo que fuera que sabía, le dijera para que así quedara revelado.

Jeff no lo hizo, lo que era a la vez una carga continua y al mismo

tiempo un inmenso alivio.

Nate incluso albergaba pensamientos de tomarla en brazos, llevársela lejos, volver a Indiana con ella y dejar su pasado atrás para siempre. Ya no quería aferrarse a quién era, no quería destruir su vida y lo que esperaba construir con Lily.

Pero no podía hacer eso, él nunca podría irse. Le debía todo lo que era a Victor y Laura y eso venía con Jeff y Danielle.

Nate estaba existiendo en tiempo prestado cuando se trataba de Lily.

Por lo tanto, como siempre, tenía un plan.

—¿Nathaniel?

La cabeza de Nate dio la vuelta para mirar a su padre y Víctor levantó los papeles que se suponía iban a ser un recordatorio para su hijo distraído.

—No —declaró Nate rotundamente.

—¿No quieres hacerlo? —preguntó Víctor con incredulidad.

—Es demasiado riesgo.

—Ho, ho, hoooo... —Su padre sacó su último “ho” grandiosamente—. Te estás volviendo blando. —Miró a sabiendas a Nate y éste supo que se refería a Lily.

—No blando, Víctor. Ese trato es pésimo —respondió Nate con calma.

—Hace dos semanas, habrías aprobado todo esto —devolvió Victor.

—Hace dos semanas, esos papeles estaban en mi escritorio. Los leí y los tiré a la basura —regresó Nate.

Los ojos de Victor se redondearon.

—Jeff me trajo esto hace dos días.

—Jeff quiere el acuerdo y también le dije a él que no.

No se necesitaba decir más acerca de Jeff o el trato. Jeff había perdido el suficiente dinero de la empresa tomando decisiones insensatas, sin pedir consejo y sin pensar las cosas.

Nate, sin embargo, había sido la fuerza impulsora detrás de su éxito y tanto Víctor como Jeff lo sabían. Víctor fue siempre una persona despiadada a la hora de tomar riesgos pero era Nate quien evaluaba sus opciones y aconsejaba a la ruta. Víctor siempre seguía el consejo de Nate.

Éste, a su vez, nunca había estado equivocado y Víctor nunca lo había lamentado.

Además, Jeff era un tema delicado para Nate especialmente después de la cena de la otra noche y Víctor también lo sabía. Sabía lo suficientemente bien para asegurarse de que Nate no viera a Jeff en ninguna parte, ni en la casa ni en la oficina.

Victor tiró los papeles descartados en el escritorio de Nate y luego se echó hacia atrás.

—Por lo tanto, no hay trato. Hablemos de otra cosa. ¿Cómo está Lily?

Sonó el teléfono en su oficina exterior y nadie contestó. Su secretaria estaba enferma y Recursos Humanos estaba teniendo problemas para conseguir un reemplazo temporal.

Nate lo ignoró y le dijo a su padre:

—Ella está bien.

—¿Vas a casarte con ella? —preguntó Víctor.

Ante esta consulta contundente, Nate decidió dirigir su atención a la ventana de nuevo.

—Hijo, te hice una pregunta —dijo Víctor en voz baja, pero con amabilidad. Nunca era amenazante hacia Nate, ya que todavía podría serlo, y mucho. En primer lugar, Nate no respondería a la misma. En segundo lugar, Víctor tenía a Nate en demasiada estima. En tercer lugar,no era el tipo de hombre que podría ser amenazado.

—Creo que Lily necesita que las cosas vayan más lento —respondió Nate finalmente.

—Acepta mi consejo —dijo Víctor y los ojos de Nate se movieron hacia él de nuevo—, consigue que la chica se embarace. Funcionó para mí con Laura. —Después de decir esto, él sonrió con descaro.

Nate casi se estremeció al oír sus palabras, pero se contuvo.

—Víctor, has estado casado treinta años, y Jeff tiene veintiocho. —

Nate no le creía a su padre y pensó que estaba siendo deliberadamente

impactante para conseguir su punto.

—Ella lo perdió. Era un niño —anunció Víctor y Nate se quedó

aturdido por la sorpresa cuando la mandíbula de Victor se apretó. Nate

nunca había oído esta historia—. Ella dice que le tomó catorce años traerlo

de vuelta.

Ante estas palabras tranquilas, Nate se sintió como si Víctor le

hubiera golpeado en el estómago. No soltó prenda de esta reacción

extrema, sólo asintió a su padre.

Entonces, el estado de ánimo cambió, Víctor decidió ir con este.

—Laura fue lo mejor que me ha pasado. Yo era un matón, peor, y no tenía nada que hacer con ella. Yo lo sabía, Nathaniel, justo en mis huesos.

Pero nada me iba a impedir tenerla, nada. No fue lo correcto por hacer, maldición, incluso no fue la mejor cosa por hacer, pero lo hice. La embaracé y lo hice a propósito. Hubiera hecho cualquier cosa para atarla a mí.

Nate guardó silencio y mantuvo su calma exterior, pero las palabras de su padre se estrellaron contra él como martillos.

—Tú y yo, hijo, nos parecemos mucho. No conozco tu manera de procesar las cosas porque eres un testarudo mucho más inteligente que yo, pero sé cómo piensas.

Nate volvió su atención de nuevo a la ventana.

Entonces le dijo a su padre:

—Lily era virgen.

—Lo sé —respondió Víctor.

El cuerpo de Nate se quedó inmóvil ante este comentario. Victor, de alguna manera, siempre parecía saberlo todo.

A pesar de que Nate no preguntó, Víctor pasó a explicar: —Ella me confesó que eras su primera cita.

Los ojos de Nate se volvieron de nuevo a su padre ante ese fragmento de noticias. Apenas podía creerlo.

Usualmente Víctor parecía saber lo que Nate estaba pensando a pesar de que no había dicho una palabra.

—Lo sé, me impresionó también pero te juro que no estaba mintiendo.

Estaba nerviosa como un gato.

Esto hizo que Nate sonriera.

Víctor continuó.

—Suerte que tenías una moto que rompió el hielo. —Con eso, Victor le sonrió.

Extrañamente, Nate decidió que una confesión estaba bien y compartió su plan.

—Ella no ha traído a colación el tema del control de natalidad.

Víctor lo observó de cerca.

—Creo que tú no has estado buscándolo.

Nate sacudió la cabeza, eso lo hizo una vez.

Víctor sonrió.

—Pensamos igual, tú y yo, siempre lo hacemos.

Como Víctor había dicho, no era lo correcto de hacer y sin duda no era algo bueno, pero a Nate no le importaba. Si él pensaba que era probable que ella lo dejara, la habría encadenado a la cama. Embarazarla sería unirla a él de por vida. Él lo sabía, lo quería e iba a hacerlo.

Si ella estaba embarazada, no lo dejaría. La familia significaba para ella más que nada en el mundo. Ella lo había dejado perfectamente claro, no sólo en la forma en que habló de la suya propia sino en la forma en que trataba a la de él.

Cuando ella descubriera su pasado, ya fuera si él le contaba, o Jeff, o Víctor o Laura dejaban escapar algo, no sería capaz de irse. Podía irse ahora, divorciarse de él si estuvieran casados, pero nunca rompería una familia. Él, al igual que su padre, lo sabía hasta sus huesos.

El teléfono sonó de nuevo en la oficina exterior.

—¿Vas a tomar eso? —preguntó Víctor, levantándose de su silla.

—Tengo trabajo que hacer, quiero llegar temprano a casa esta noche.

—No te culpo —murmuró Víctor, levantó su mano casualmente en señal de despedida y se fue.

Nate se puso a trabajar.

No tenía idea de que su vida, por segunda vez en dos semanas, estaba a punto de ser sacudida hasta sus cimientos.

********************

Nate llegó a casa temprano. Había tenido la intensión de decirle a Lily que se iban a mudar y nunca lo había hecho. Siempre tenían mejores cosas que hacer.

Los señores de la mudanza estarían allí al día siguiente para empezar a empacar y se mudarían un día después de eso. Quiso hablarle a Lily sobre la mudanza por si ella necesitaba algo de su casa en Somerset.

Como sea, llegó a casa a un apartamento vacío.

No la había llamado para decirle que venía temprano a casa e imaginó que había salido a algún lugar. Ella estaba casi obsesionada con la idea de encontrar un trabajo. O podría estar con Laura.

Tomó el teléfono y le marcó a su madre.

—Mi querido Nathaniel, estoy tan contenta que hayas llamado. ¿Les gustaría a ti y a Lily venir a cenar la próxima semana? Nate estaba entrando a su habitación para cambiarse de ropa y se detuvo.

Entonces se congeló.

—¿Nathaniel? —lo llamó Laura cuando él no respondió.

—Lo siento, Laura, te llamaré de nuevo —murmuró Nate.

Presionó el botón sin escuchar la despedida de ella y miró detenidamente alrededor de la habitación.

Los cosméticos desordenadamente apilados de Lily no estaban sobre la cómoda. Pudo oler su perfume pero la botella se había ido.

Caminó hacia el baño.
Su cepillo de dientes y todas sus otras botellas y frascos —y Nate había notado que había un gran número de ellos, el verlos, para su sorpresa, lo hacían sentir una inusual sensación de alegría— se habían ido.

Fue de nuevo a la habitación y abrió uno de los cajones donde ella había puesto sus cosas.

Estaba vacío.

Abrió otro.

Este, también, estaba vacío.

Regresó a la sala y vio algo de correspondencia sobre la mesa. Ella tenía allí otro desorden de correspondencia remitida de su amiga Maxine.

Todo seguía abierto pero abandonado.

Nate notó que su hipoteca estaba vencida así como sus dos tarjetas de crédito. Encontró esto sorprendente y se preguntó, vagamente, por qué ella no se las dio. Él le había dicho que se haría cargo de esto, que se ocuparía de todo. No había absolutamente ningún motivo por el cual sus cuentas debieran estar atrasadas.

Había también una carta escrita en una prolija y ligeramente creativa caligrafía. Su madre, contándole a Lily de las “últimas payasadas” de Fazire y su entusiasmo por las inminentes vacaciones a Hawái.

Se sirvió un trago, se sentó en el sofá y esperó.

Después que la oscuridad había caído, fumó y bebió más, por un buen rato más. No había fumado un cigarrillo desde aquella noche frente a la puerta de la casa de sus padres. Ni siquiera había querido uno, pero ahora sí quería uno.

Ella no volvió a casa. No llamó.

No esa noche, ni la siguiente.

Los señores de la mudanza lo trasladaron y, ese día, él fue a la dirección que aparecía en la factura de su hipoteca.

La ciudad donde ella vivía era estupenda y se dio cuenta que era costosa por la cantidad de BMWs, Mercedes y Jaguares parqueados en las calles.

La casa de ella estaba justo en el paseo marítimo, podía ver desde su posición que tenía una vista del Muelle Victoria desde las ventanas de atrás. Notó con indiferencia que era una muy buena pieza de bienes raíces, una excelente ubicación. Era una casa adosada, tres plantas al nivel de la calle, pero probablemente, una más fija en el peñasco. Era una casa grande solo para Lily, también bastante imponente incluso si se veía un poco descuidada desde afuera. Ella había colocado dos enormes macetas de terracota con una gran cantidad flores, posadas a cada lado de la puerta principal.

Llamó a la puerta, mirando a su izquierda a un solar que estaba en la parte delantera de la casa. Este tenía unos suelos cerámicos y muebles de mimbre con cojines de diseños coloridos que invitaban a sentarse. No estaba de humor para notar que los muebles no eran nuevos y estaban bastante maltratados. No estaba de humor porque nadie respondió. La casa se veía desierta.

Entonces escuchó:

—¿Está buscando a Lily?

Una vecina había salido a pasear con su perro y Nate giró hacia la anciana.

—Sí, ¿está ella acá?

—Nop, se mudó, regresó a su casa escuché. Solo salió y se fue de regreso a América. Me sorprendió, parecía una chica del tipo estable. Pero ahí lo tiene. Nunca se conoce a las personas.

Ella siguió paseando a su pequeño perro y Nate la observó bajar por la pequeña calle donde estaba la casa de Lily. La observó golpear el andén que era más ancho que el camino pavimentado al salir de la calle de Lily.

La observó mientras desaparecía bajando la escarpada colina hacia el muelle.

Entonces entró al auto y condujo de vuelta a Londres.

*******************************

Tres días después de que Lily se fue, Nate se mudó a su nuevo apartamento. Ese mismo día desconectó su viejo teléfono. Su secretaria se tomó una licencia debido a una prolongada e inesperada enfermedad.

Su secretaria temporal nunca había escuchado de Lily Jacobs.

Cuando ella tomó las llamadas de la mujer, perdió la mayoría de los mensajes bajo una pila de marcados con urgente —casi todas las llamadas para Nate MacAllister parecían ser urgentes y la secretaria simplemente no pudo hacerles frente. Ella perdió un montón de mensajes en las dos semanas que Nate la aguantó, ninguno de ellos ni de lejos tan urgente como el mensaje de Lily.

Los mensajes que la secretaria temporal de Nate no perdió, Jeff los robó.

Danielle estaba inundada de placer por la abrupta y extraña salida de Lily. A tal punto que, semanas más tarde, hizo el último y desesperado intento para capturar el corazón de Nate seduciendo su cuerpo. Él había estado tan rebelde y le había dicho, en más palabras de las que él normalmente usaría, exactamente lo que pensaba de ella. Sin saberlo él, cinco minutos después de salir en su Maserati, frente a la puerta principal de la casa de sus padres después de, en cierto modo, esa dramática escena, Lily había subido las escaleras de la entrada por última vez con su querido Fazire. Este fue un momento muy infortunado, en ese momento era Lily la última persona en la tierra que Danielle Roberts quería ver. Y de cualquier forma, Danielle y su hermano se habían preparado muy bien para este momento.

Victor y Laura estaban, al principio, confusos, luego preocupados, luego los dos se enojaron por la inexplicable partida de Lily.

Sorprendentemente, por primera vez en la vida de Nate, vio el enojo de Laura volverse ira y no se disipó en cuestión de minutos. Pareció alimentarla por días, semanas, incluso, si el nombre Lily entraba en la conversación —generalmente por Jeff—, años.

Jeff también estaba muy feliz y petulante por la partida de Lily. Él sabía algo; Nate entendió esto por la forma de actuar de Jeff. Al principio estaba callado y nervioso como si esperara que lo que sea que hizo produjera un efecto indeseado, lo cual pasaba seguido con Jeff. Pero cuando esto no sucedió, su petulancia se completó y duró en los últimos años.

Nate supo que Jeff le había contado a Lily sobre su vida pasada, cómo inició su relación con el padre de Jeff, y ella huyó. Le había dicho que nada de lo que Jeff pudiera decir cambiaría lo que ella sentía por él, pero había mentido.

Nate era un buen conocedor de las personas que mentían. Esto no lesorprendió ni un poco. Una gloriosa, virgen de veintidós años de Indiana, quien probablemente vivía en una casa palaciega que se veía como una plantación —por lo menos, allí es donde Nate se la imaginaba cuando pensaba en ella, lo que fue un montón de veces durante los primeros cortos meses, pero después, como un mecanismo de defensa bien afinado, aunque no del todo, o al menos no durante las horas de luz de día— y había sido mimada y protegida toda su vida, frente a lo que fue la vida de

Nate...

Ella probablemente seguía duchándose para lavar la suciedad de él.

**************

El día en que Lily Jacobs descubrió la muerte de sus padres fue el día en que el Nate McAllister al que ella le había dado una nueva vida murió.

Él encontró nuevas mujeres, ninguna de ellas como Lily. Su padre se volvió el Presidente del Consejo mientras que Nate asumió el cargo de Director Ejecutivo. Compró un hermoso ático y ordenó una cama incluso más grande.

Y durmió en esta, las raras ocasiones en que dormía en casa, a solas —o al menos, la mayor parte del tiempo.


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Mensaje por LuVelitta Mar 21 Feb - 16:35

Por Dios!! Todo porque no contestó el teléfono y Jeff y Danielle mintieron!!
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Años?? No se van a volver a encontrar por años??
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Mensaje por eilyno Mar 21 Feb - 16:39

hay ocaciones que quisiera meter la mano dentro del libro y asfixiar a ciertos personajes, que crueldad lo de danielle y Jeff por pura envidia destrozar asi una relacion ahh y los malditos celos.

tan hermoso Nate en su papel de tarzan jejeje, no te dejare mas, te quedaras aqui, compara apartamento nuevo sin decirle. Pero que pena que por eso mal nacidos ambos esten sufriendo


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Mensaje por mariateresa Miér 22 Feb - 9:28

QUE HORROR SON UNOS MALDITOS LOS HERMANOS DE NATE COMO PUEDE HABER PERSONAS TAN INSIDIOSAS Y VENENOSAS VAN HACER AÑOS PERDIDOS LILY SOLA CON UN BEBE Y NATE SUFRIENDO POR EL ABANDONO LOS ODIO.

Y TAN AMABLES QUE SON SUS PADRES NO ME EXPLICO COMO PUDIERON CRIAR A ESE TIPO E HIJOS Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 1833188340 Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 1833188340 Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 1833188340


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Mensaje por Invitado Miér 22 Feb - 17:00

Me unoooo!!!!!  tarde pero aqui estoy, espero estar.  Tratare de ponerme al corriente Wink 
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Mensaje por Invitado Jue 23 Feb - 1:45

Ok esto fue algo sumamente intenso !!!!

No puedo separar mis comentarios por capitulos por que soy mala haciendo reseñas pero ok dire que me a parecido el libro hasta el momento .....

El primer capi de verdad estuve a punto de no seguir me parecio mmm aburrido y luego lei lo del genio y me entro la curiosidad y bueno no pare en todo el dia.
Me encanto saber la historia de 3 generaciones practicamente una mas dolorosa que la anterior, la muerte del abuelito de lily en la guerra fue triste y luego sus padres!!!!! Dios eso fue mega doloroso y ahora esto con Nate ?????  Me gusta que este el genio y que no piense pedir un deseo mas  para tenerlo con ella, realme te es su familia. Y el genio no me lo imagino es una cosa esplendorosa. 
Los papis de Nate me parecieron geniales pero no sus hijos y cielos como pueden ser tan malos y egoistas no lo entiendo. Espero que el karma se encarge de ellos definitivamente.....
Ahora pienso en mil posibilidads. Cuando llego lily y le dijo la bruja esa que habia muerto Nat no le creii y ps dicho ahora, han pasado años ????? Noooo por favor nooo eso es crueldad pura, pero no podria el genio regresar el tiempo ???? Pero si lo hace a dios al genio (tristeza total)  que sera el bebe de lily y nate ??? Una nena !!!? 

Necesito los siguientes capis y todos juntos  Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 3542598432 Lectura #2F Three Wishes-Kristen Aishley - Página 2 3542598432
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Mensaje por julietmo Jue 23 Feb - 11:14

bientodos los capis...juntos...vamos a ver....como que me pogo al día...jijiji...sorry....


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Mensaje por julietmo Jue 23 Feb - 11:25

12 


Laura y Lily


Ocho años después, Nate tiene treinta y seis años, Lily treinta y es inicios del mes de mayo… 


Laura Roberts estaba caminando por Hyde Park. Le gustaba caminar, lo hacía a menudo, mantenía sus piernas en forma —eso es lo que Víctor decía, por lo menos. Se mantenía en forma. La mantenía joven. 

Hyde Park era su lugar favorito para caminar con el club de atletismo, todos los árboles, los diferentes monumentos y estatuas aquí y allá, el Memorial de Diana, El Rincón del Orador, personas montando caballos y había muchos perros siendo paseados y bebés en cochecitos. 

Siempre había algo que ver y nunca era lo mismo. Ese soleado, hermoso, cálido día, por ejemplo, Laura vio a un hombre que parecía que llevaba kohl negro todo alrededor de sus ojos oscuros; tenía el pelo tan negro como Nathaniel pero sin el brillo azul, piel bronceada, un vientre protuberante y una barba de chivo negra y puntiaguda. 

Casi parecía, pensó Laura caprichosamente, un genio, pero en ropa de personas normales. 

Observó mientras él se detuvo y plantó los pies bien separados y se cruzó de brazos, una mueca feroz con fastidio, al igual que Yul Brenner en The King and I. Esto le daba un aspecto exacto a un genio. Con curiosidad de descubrir qué lo molestaba, Laura volvió la mirada hacia donde el hombre–genio estaba frunciendo el ceño.

 Y entonces todo su cuerpo se congeló. Lily. Laura no podía creer lo que veía y parpadeó dos veces para ver si se aclaraba la visión o si tal vez la mujer que vio era otra persona que se parecía a Lily, pero que no lo era y la mente de Laura simplemente le estaba jugando terribles, trucos horribles. Pero era Lily. Se veía casi igual, excepto que más delgada. Llevaba un par de muy descoloridos Levi y una camiseta aún más descolorida que decía “Chicago Cubs”. 

Corría hacia el hombre–genio y sonreía la misma, extraña, peculiar pero hermosa sonrisa de Lily. Excepto que diferente. 

Laura miró más de cerca a la mujer que había roto el corazón de su Nathaniel. Lily estaba pálida, ligeramente demacrada e incluso cansada. La Lily de Luz que pensó conocía tan bien se había ido. La vida, vio Laura, y sintió una satisfacción atípica al verlo, no había tratado a Lily Jacobs muy bien. Laura decidió de inmediato sacar a Lily de su mente. Ella, por supuesto, le contaría a Víctor sobre esto, pero nunca le diría ni una palabra a Nathaniel. Su hijo nunca había dejado ver la forma en que estaba destrozado por la inexplicable ida de Lily, pero Laura, como cualquier madre, lo sabía. Lily Jacobs era realmente la única persona en el mundo que Laura Roberts odiaba.

 Laura sabía todo sobre el pasado de Nathaniel, Víctor le había contado. Esa Lily le trajo tanta vida y luz a él, en realidad lo hacía reír (mucho), lo hizo tan feliz y luego le arrancó eso sin una explicación o incluso un adiós…

 Bueno, simplemente no valía la atención de Laura y definitivamente no valía la bondad de Laura.

Laura comenzó a caminar de nuevo con la esperanza de que se alejaría antes de que Lily la viera. No podía soportar hablar con ella, imaginó, esa Lily jamás se le acercaría si tuviera un solo hueso decente en su cuerpo. 

Entonces oyó el aún familiar tono de voz llamar: 

—¡Tash! Deja de perder el tiempo, muñeca. 

Laura levantó la cabeza y se congeló de nuevo. Una niña estaba corriendo hacia Lily y el extraño hombre–genio. 

La niña de Nathaniel. Laura lo supo inmediatamente. Estaba sellado en toda la niña. El mismo pelo negro azulado, los mismos —incluso a esa distancia, Laura podía decir, era la madre de Nathaniel después de todo— ojos más oscuros que negros, la misma estructura ósea, el mismo cuerpo de piernas largas, el mismo cuerpo de talle largo, excepto femenino y en forma infantil.

 De hecho, no había duda de ello, no podía negarse; la niña era hija de Nathaniel McAllister. Laura observó atónita, en silencio congelado mientras la niña corría hacia Lily y echaba los brazos alrededor de su madre. Lily se inclinó para besarle la coronilla de la cabeza y estaba hablando con ella, sonriéndole.

 Esa sonrisa no era cansada y demacrada. Se iluminó su rostro, igual que la vieja Lily. Laura no podía creerlo. No sabía qué hacer. 

Quería gritar, correr hacia adelante y arrebatar la niña de los brazos de su madre. Entonces Lily se enderezó al lado de la chica, volviéndose a guiarlos en la dirección opuesta y entonces Lily la vio. Su rostro pálido, si pudiera ser acreditado, palideció. Su boca se abrió y ella también se congeló. 

Momentos más tarde, Laura vio, con su asombro profundizándose, como el estupor de Lily se aclaró y su rostro se fundió en un aspecto de tanta felicidad abandonada, tal amor que revolvió el estómago de Laura. Y Laura miró a Lily con cada pizca de odio que sentía por la mujer, dio media vuelta y echó a correr.

*********************************

—Dios mío, Fazire, Dios mío. ¿Viste la forma en que me miró? 

Fazire estaba levitando. Ahora lo hacía por la agitación, lo sabía, no sólo cuando estaba practicando o cuando quería hacer un punto. No respondió.

 Él no podía hacerlo, Lily siguió hablando. 

—Ella vio a Tash. Ella sabe. Te dije que debería haber ido a ellos hace mucho tiempo. Ahora es demasiado tarde. Ahora…

 Dejó de hablar y empezó a caminar, o más precisamente, empezó a caminar más frenéticamente. 

Lily había estado esperando para ir a la casa de los Roberts durante años. Natasha era su nieta, querrían saber que ella existía. 

Incluso si fuera doloroso después de la muerte de Nate —esto, decidió en sus imaginaciones febriles, sucedió en su motocicleta o en su Maserati, pero no lo sabía, nunca quiso saberlo. Algo siempre se ponía en el camino. La tienda, la casa, Tash enfermándose, Lily teniendo una migraña —venían con mucha más frecuencia ahora, el estrés, dijo el médico—, no tener suficiente dinero para los billetes de tren —nunca hubo suficiente dinero—, los teléfonos cortándose, lavandería, limpieza, hacer las compras, el auto que necesitando reparación (el auto siempre necesitaba reparación). 

Debería haber escrito, pero ¿cómo dices eso en una carta? Era algo que tenía que hacer en persona. Y Lily estuvo tan enferma al principio, el embarazo no había ido bien y en el momento en que ella y Fazire decidieron echar su suerte en Clevedon, estuvo prácticamente postrada en cama.

 Hacia el final del embarazo, fue forzada a estar postrada en cama. Luego, el nacimiento no había sido bueno. 

Le tomó un año para recuperarse. Por aquel entonces las deudas habían subido, las facturas estaban vencidas y casi habían pedido su último deseo de Fazire. Pero Maxine había salvado el día. 

Maxine y la hermosa casa de piedra caliza de la abuelita Sarah con sus marcos de las ventanas de mármol italiano y sus diez hectáreas. Mientras que Lily estuvo enferma, tuvo tiempo para pensar. 

Comenzó a preguntarse por qué Laura y Víctor no se comunicaron con ella. ¿Por qué dejaron que fuera Danielle quien le dijo que Nate había muerto? ¿Por qué, cuando Lily sabía que ellos sabían que ella también perdió a sus padres, al mismo tiempo, no habían ido a ella sabiendo de la enormidad de su pérdida? Incluso sin saber sobre Tash, Lily estaba absolutamente segura de que ellos sabían que amaba Nate y que necesitaría llorar con ellos cuando su vital hombre apuesto de ensueño fue arrancado de ellos. 

No entendía y pensó, tal vez, que los había juzgado mal. En sus momentos más oscuros —de los cuales había muchos—, se dio cuenta de que habían criado a Jeffrey y Danielle, quizás ellos eran igual que sus dos hijos de sangre. Luego el tiempo pasó volando, como hace el tiempo, y se hizo demasiado tarde.

 Esta era la primera vez que Lily había estado en Londres en ocho años. Ocho años. Tenían una lúgubre habitación de hotel en una no tan buena parte de la ciudad.

 Era todo lo que podían permitirse. No importaba, sólo tenían que dormir en ella. Se suponía que el resto del tiempo Lily iba a mostrarles todos sus lugares favoritos en Londres, lo que incluía donde ella y Nate habían tomado su paseo por Hyde Park. La hija de Lily sabía todo acerca de su padre. 

detalle que Lily podía recordar, los cuales eran la mayoría de ellos, fueron contados a Tash en las historias más grandes que Lily había creado alguna vez. 

Y a medida que los años pasaban, Lily incluso inventó detalles sólo para mantener vivo a Nate de alguna forma para su querida hija. —Tengo que ir a ella —apuró Lily. Fazire la miró por encima del hombro y se cruzó de brazos.

Él, personalmente, no tenía mucha estima por estas personas Roberts.

 Cada vez que miraron a su niña–Lily, lo hicieron con odio, razón por la cual precisamente él intentó constantemente de persuadirla de contarles sobre Tash y la distraía cuando se decidía a escribirles o llamarlos. Si supieran sobre Tash, no podía imaginarse lo que harían.

 Y obviamente, los eventos de hoy exponían que, como siempre, había estado en lo correcto por completo.

 —No creo que sea sabio —declaró

—Tengo que hacerlo, ¡Tash es su nieta! —gritó Lily. —¿De qué están hablando? Tash había salido del baño y los estaba mirando con curiosidad. Lily miró a su hermosa hija, quien no tenía ni una pizca de ella o Becky, Will o Sarah, sino que era completamente de Nate.

 Tash Jacobs era una niña brillante, terriblemente brillante. Una genio, dijo su maestra, otra razón por la cual Lily no tenía dinero. Cualquier dinero sobrante lo estaba dejando apartado con la esperanza de meter a Tash en una escuela especial para niños dotados. 

Esto, creía Fazire, provenía de Lily. Esto, sabía Lily, venía de Nate.

 Tash tenía la manera exacta de llegar al meollo del asunto que tenía Nate. Con este pensamiento, Lily tomó una decisión. Le sonrió a su hija. 

—Mami tiene que ir a ver a algunos amigos. Volverá pronto. 

—Lily… —dijo Fazire en un tono urgente, de advertencia. Lily lo miró con determinación. 

—Volveré pronto. Y entonces, antes de que el genio dijera otra palabra, ella se fue.

**************************************

—Estás… bromeando… maldita sea. 

A Laura no le gustaba cuando Victor decía maldiciones. Sin embargo, si había un momento para maldecir, ahora era ese momento.

 La suerte quiso que —o no, dependiendo de cómo uno lo mire— Nate llegara a casa con Victor. 

Por lo que Laura pensó que bien podría decirles a ambos a la vez. Nate tenía que saberlo de todas maneras y bien podría salir esto de su madre. 

Y por el aspecto de las cosas, Victor no habría impartido la información con tanto cuidado como Laura lo hizo. Victor parecía a punto de explotar.

Nathaniel, sentado frente a Laura con un tobillo apoyado casualmente encima de la rodilla opuesta, parecía que felizmente podría cometer un asesinato. 

Sin embargo, lo haría de una manera muy fría y muy controlada. Una mirada a su hijo y Laura comenzó a sentir una preocupación insidiosa. Y todo tenía que ver con esa mirada alegre. Lily había estado contenta de verla. Eso puede haber sido un acto, por supuesto. 

Momentos antes ella había parecido horrorizada pero Laura, bueno, Laura estaba empezando a tener sus dudas. ¿Por qué Lily estuvo feliz de verla? En especial, si uno tenía en cuenta que la hija que ella había ocultado de todos ellos 

—Laura hizo la cuenta, entonces no pudo entenderlo y simplemente supuso— ocho años estaba de pie justo allí, la versión idéntica de Nathaniel.

 —Voy a perseguir a esa perra y retorcerle el cuello blanco y palurdo — amenazó Victor. 

—Victor, cálmate —tranquilizó Laura. 

—¡No voy a calmarme! ¡Esa es mi nieta, maldita sea! —gritó con tanta fuerza que las ventanas temblaron.

 —¿Qué está sucediendo? Laura cerró los ojos con desesperación, esto no era necesario. 

Danielle había aprovechado ese momento para entrar en la sala. Su hija finalmente se había mudado, estaba viviendo con un hombre que ni Victor ni Laura querían, pero que todos pensaban que le convenía a su hija. Sin embargo, ella venía a casa con regularidad y parecía hacerlo con un asombroso sentido cuando Nathaniel se encontraba allí. 

—Tu madre ha visto a Lily —le informó Victor a su hija y los ojos de Laura se abrieron de golpe. 

—¡Victor! —Laura no creía que fuera sabio meter a Danielle en este drama. Ni siquiera era sabio meter a Danielle en cualquier drama. Ella sola creaba suficientes dramas. 

—¿Quién? —Danielle había ido a sentarse al brazo de la silla donde Nathaniel estaba sentado. Su hijo se quedó momentáneamente inmóvil y luego se puso de pie inmediatamente y cruzó la sala. Como siempre, se mostraba perfectamente claro sin pronunciar una palabra. 

—¡Lily, Lily, Lily! —gritó Victor, indignado—. ¡Esa chica del remanso de Indiana que dejó a Nathaniel! Los ojos de Danielle se agradaron y Laura, nuevamente con su visión de madre, notó que se veía de alguna manera asustada. Entonces el timbre de la puerta sonó. 

—Voy yo. —Danielle se levantó de un salto con impaciencia. Con demasiado entusiasmo. 

—¡No! Yo me encargaré, maldita sea —gritó Victor a pesar de que esto era completamente innecesario.

 Danielle volvió a sentarse temblorosamente. Laura le quitó importancia a su hija, más tarde se encargaría de ella, y se dio la vuelta para mirar a Nathaniel. Se dio cuenta que había dominado sus rasgos pero Laura vio que seguían tensos con enojo e incredulidad.

 —No has hablado —le informó. 

—Nate nunca habla —murmuró Danielle y Laura tuvo el tiempo suficiente para lanzarle una mirada asesina a su hija antes de la explosión proveniente del vestíbulo.

 —¡Tienes un maldito descaro! —Todos escucharon a Victor gritar y en segundos, todos corrieron al vestíbulo. 

Las piernas de Nathaniel al ser más largas y ser más rápido, lo hicieron salir de la sala primero. Danielle lo siguió con Laura llegando detrás. 

Cuando Laura se detuvo en seco en la entrada, no pudo creer lo que veía. Victor tenía a Lily aferrada, sus grandes manos envueltas alrededor de sus antebrazos y la mantenía aprisionada. Ella lo estaba mirando con completo shock. 

—¡Victor, déjala ir! —gritó Laura. Entonces la cabeza de Lily se giró hacia la voz de Laura. Y vio a Nathaniel. Y entonces algo sucedió que Laura nunca pudo haberse imaginado.

 Los ojos de Lily se agrandaron, luego la expresión de su rostro se volvió graciosa, su boca quedó floja y cada músculo de su cuerpo se tensó visiblemente. 

Y entonces sus labios se juntaron y dijo, o articuló cuando ningún sonido salió: —¡Oh, Dios mío! Entonces Laura vio la cara de Lily comenzar a iluminarse. Iluminarse como había sucedido cuando Lily la había visto en el parque, pero esta vez no era una abandonada felicidad, comenzó a ser completamente gloriosa. Pero se detuvo cuando Victor le dio una violenta sacudida y su cabeza se echó hacia atrás de golpe. 

—¡Victor! ¡Déjala ir! —volvió a intentar Laura. Él lo hizo de inmediato y ella se tambaleó hacia atrás y tuvo que extender los brazos para evitar caer hacia atrás en la puerta principal.

 Consiguió recuperar el equilibrio en la jamba de la puerta.

 —¡Perra! —gritó Victor—. Saca tu estúpido y pueblerino ser de mi jodida casa y será mejor que te consigas un buen abogado porque vamos a quedarnos con esa niña, maldita sea. ¡La has tenido por ocho años y vamos a tenerla por los siguientes ocho! La cabeza de Lily se alzó de golpe y se quedó mirando a Victor con sorpresa.

 —¿Qu… qué? —susurró en una minúscula voz. 

Laura notó que Nathaniel se había cruzado de brazos sobre el pecho y estaba observando el drama como si hubiera sido puesto en escena para su diversión personal.

Y él lo encontraba insuficiente. Los ojos de Lily pasaron de Victor a Nathaniel y su rostro pálido se volvió blanco cuando sus ojos se trabaron en el hijo adoptado de Laura.

 Entones espió a Danielle y algo se filtró en su cara. Algo que simplemente fue horrible de ver.

 —Me dijiste que estaba muerto —susurró.

 —¡Fuera! —gritó Victor, dando un paso hacia adelante y la empujó a la puerta con una mano en su pecho. 

Ella dio varios pasos hacia atrás y Victor le cerró la puerta en la cara.

 —¡Victor! —gritó Laura y corrió hacia la puerta. Algo estaba mal, algo estaba muy mal. Ella lo supo, lo sintió. Su corazón estaba latiendo velozmente y tenía miedo. Tenía que ir a buscar a Lily.

 Agarró el picaporte pero Victor la apartó. 

—¡Tenemos que escuchar lo que tiene que decir! —le gritó Laura a su marido, liberó su brazo y abrió la puerta. Y no vio otra cosa que a Lily alejarse corriendo. 

Corriendo por su vida.


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Mensaje por mariateresa Jue 23 Feb - 11:47

Que impresion despues de tantos años darse cuenta que nunca estuvo muerto criar a su hija sola y el,  pobre..... todo lo que sufrieron por la maldad de unos envidiosos..
Victor ni siquiera la quiso escuchar ojala Laura lo haga entender para que se expliquen..
Gracias por el capitulo @julietmo

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Mensaje por julietmo Jue 23 Feb - 11:50

13 


Lily 


Están aquí —llamó Jane.

 —Hazlos esperar —respondió Alistair Hobbs.

 Lily estaba mirando por la ventana del cuarto de conferencias de Alistair e ignorando este intercambio entre Alistair y su asistente, Jane.

 Alistair Hobbs era el amigo de un amigo de Maxine. Era alto, delgado y con cabello y cejas pelirrojos. 

De una manera vaga —como solía ser cuando se trataba de este tipo de cosas—, Lily notó que era algo atractivo. 

Lily lo había conocido en la tienda de Maxine, lo había visto en el mercado varias veces y habían conversado. Le había pedido salir una vez, pero ella había dicho que no. 

Lily nunca había salido en una cita, jamás. Ella no tenía el tiempo o la inclinación. Alistair no pareció ofenderse con esto. Sin tener en cuenta su profesión, era un hombre muy agradable. 

Maxine se ofendió con eso, ella creía que Alistair era la bomba. Ahora, mientras Lily era su cliente, era un punto sin sentido. Alistair no podía pedirle salir de nuevo porque era su abogado. O, al menos, no podía pedirle salir por un tiempo.

 Ella no podía costearlo, por supuesto. Ella no podía costear mucho de nada. Realmente no podía costear ir cabeza a cabeza con Nate y todo el clan Roberts en una batalla por la custodia de Tash.

Lily no tenía idea de cuán ricos eran pero sabía por sus casas, autos y ropas que tenían un montón más de dinero de lo que tenía ella. Lily, Fazire y Tash habían apenas llegado a casa a Somerset cuando Víctor tuvo a bien cumplir su palabra y ella recibió una carta, entregada en la mano, de sus abogados.

 Nate, vivo y sano, pateando y respirando y aparentemente enojado, estaba yendo por la custodia completa a pesar de que Lily no tenía idea de por qué Nate debería estar enojado. Lily no tomó a su hermana, si hubiera tenido una, para librarla de su indeseado novio diciéndole que ella estaba muerta. La carta decía que él quería la custodia total y completa. Nate iba a tratar de quitarle a su hija. Lily no podía creerlo.

 No podía creer siquiera que Nate estuviera vivo y mucho menos que haría algo tan vicioso y cruel. Verdaderamente, él tenía una hija de la que no supo nada por los primeros siete años de su vida pero eso no era culpa de Lily. Apenas habían pasado días desde la humillante escena en la entrada de los Roberts con Víctor.

 El viviente, respirando Nate mirándola como… como… ella no sabía cómo.

 Como si fuera un raro animal reptante y estuviera viendo a Víctor aplastándola bajo su zapato. Lily no podía comprenderlo, ni siquiera podía arreglárselas para poner dos pensamientos juntos mucho menos el número de pensamientos que tomaría descifrar este desastre. 

¿Por qué? ¿Por qué, por qué, por qué?

 Ella cerró los ojos.

 Sabía por qué. 

Él había terminado con ella. Igual que había terminado con su novia Georgia.

 Un segundo estaban hablando de un anillo de compromiso. Al siguiente habían terminado. Lily tenía que admitir que estaba sorprendida de que hubieran durado tanto como lo hicieron.

 Lily no estaba exactamente en la liga de Nate. Ella  era una virgen sin experiencia por un lado. Por el otro, ella no era hermosa y delgada. Y otro, era una sencilla chica de Indiana y no una presumida, chica sofisticada de ciudad. Debería haberse vuelto muy aburrida, muy rápidamente. Bueno, obviamente lo había hecho. Cuando el escuchó la historia, Fazire había estado enfurecido. Estaba fuera de sí y Fazire fuera de sí era una cosa que ver.

 Contactó a todos sus amigos genios con la esperanza de un deseo caprichoso que pudiera convertir a Nate, Víctor y todos los Roberts en sabandijas e iba a hacerlo, le aseguró, flotando a apenas centímetros del techo. 

Afortunadamente o desafortunadamente, dependiendo de cómo uno lo viera, no había ningún deseo caprichoso que obtener. Nunca los hubo, la familia de Lily fue la primera en la historia de los genios en conservar sus deseos y su genio. Y Lily no iba a usar su último deseo para eso. 

Tenía batallas más grandes en sus manos.

 Mucho más grandes. 

—Lily —dijo Alistair suavemente. 

Sus ojos se abrieron, su cabeza se enderezó para mirarlo y él le estaba sonriendo amablemente. 

—¿Conoces el plan? Lily asintió. 

Ella sabía el plan. Sabía el plan pero lo odiaba. Lo odiaba con pasión. Pero haría cualquier cosa para mantener a Tash.

 Cualquier cosa para conservar a su preciosa hija. 

Lo que sea. 

Alistair sabía todo, la completa, triste, estúpida, ingenua historia. 

Lily le había dicho cada humillante detalle de su encuentro con Nate y su vida por los últimos ocho años. 

Su difícil embarazo; las cuentas; el estado de su casa cuando se habían mudado ahí, sin espacio suficiente para Fazire y Lily y mucho menos para un bebé, los segundos trabajos que tuvo que  tomar para poner un buen alumbrado y drenaje, Lily haciendo casi todo el demás trabajo de la casa por sí misma; Lily ahorrando para la escuela especial de Tash.

 Todo. 

Cuando ella hubo terminado de hablar, Alistair la miró fijamente un momento con una mirada rara en su rostro. Entonces tomó un pisapapeles de cristal de su escritorio y lo lanzó a través del cuarto.

 Lily no estaba segura de si era una conducta típica de los profesionales de las leyes pero lo dejó pasar. 

—Hazlos pasar —llamó Alistair a su asistente y entonces volvió hacia Lily—. No digas nada, Lily. Sólo déjamelo a mí.

 Lily asintió de nuevo. Había pensado en eso en sus momentos racionales, los cuales eran escasos, y no le importaba dejar a Nate tener derechos de visita aunque no estaba entusiasmada con la idea de Tash pasando una gran cantidad de tiempo con Danielle o Víctor, o, en efecto, con Jeff. Como sea, Tash necesitaba un padre y nunca esperó tener uno y ni siquiera sabía que tenía uno… aún. Para Tash, esto sería un regalo de los dioses. Lily había estado contándole a su hija historias acerca de Nate desde que nació.

 Enormes, esplendidas, adorables, pegajosas historias que hacían a Nate parecerse a cualquier príncipe en un cuento de hadas. 

Tash iba a estar extasiada cuando escuchara que Nate estaba vivo. Tash pensaba que Nate había sido un superhéroe, el líder del mundo libre y un santo en uno mismo. Esto era de hecho un bono que ninguno de ellos esperaba.

 Un bono que Lily habría deseado para que Fazire cumpliera, el cual, le informó, no haría. En efecto, ella lo había deseado, había rezado, rogado, llorado por ello casi cada día por años y años. Cuando había visto a Nate, parado, respirando, viviendo, pensó que cada sueño que tuvo de su regreso de la muerte se había hecho realidad. Había sido el momento más glorioso de su vida. 

Por cerca de dos segundos. Entonces se volvió toda una pesadilla. 

Y luego se puso peor.

Ahora iba a tener que humillarse a sí misma de nuevo. Tener toda su sórdida historia y su estúpida ingenuidad expuesta para que todos la vieran. 

Todo por Tash, su perfecta, dulce, brillante, hermosa Tash. 

Tash, en quien Lily se había apoyado en esos oscuros días. Tash que se veía igual Nate, un hecho que Lily solía pensar era un tesoro, un regalo precioso. 

Tash, quien era la única persona además de Fazire —en sus menos molestos momentos—, quien podía hacer a Lily sonreír de verdad. Tash era la única cosa hermosa que había resultado de ocho duros, muertos años. 

Alistair puso su mano en su brazo y lo apretó tranquilizadoramente. Lily se encogió de dolor con cuidado así él no la vería hacerlo.

 Los profundos, furiosos moretones que Víctor le había hecho aún estaban ahí. 

Ella no le dijo a Alistair de los moretones, después del incidente del pisapapeles, pensó que esa omisión era sensible.

 —No tienes que preocuparte, los tenemos, Lily —le prometió en un susurro. 

—Hobbs —dijo una voz detrás de ellos y Lily volvió la cabeza para ver. Jane estaba guiando a cuatro hombres, conocía a dos de ellos. Contuvo el aliento con sorpresa y miedo. 

Víctor estaba ahí, con una cara que era una máscara de furia. Y la furia de Víctor era algo de lo que asustarse, eso lo sabía muy bien. Nate también estaba ahí, usando un traje a la medida que lucía increíblemente caro. 

No era menos alto, menos apuesto, los años solo habían profundizado sus imposiblemente buenos rasgos hasta que eran casi increíblemente buenos rasgos.

 Él la estaba viendo, o más bien al punto de la mano de Alistair en su brazo, con una mirada que sólo podía ser descrita como de desprecio. Si su corazón no estuviera ya hecho piedra, lo habría hecho ante esa mirada. 

Instantáneamente, pulverizado. Fue entonces cuando Lily se entumeció. 

Nada peor podía pasarle, no después de perder a su abuela y después a sus dos padres luego, pensó, a Nate, sus sueños de un brillante futuro como una novelista de las más vendidos, viviendo con su soñado esposo héroe romántico y creando una familia juntos. Finalmente, Tash llegando y todo siendo tan difícil después de eso.

 Tan, tan, tan difícil. 

Entumecida, pensó de manera vaga, era una buena manera de estar. Alistair la guio a su asiento. Él le había explicado la rutina. Jane estaría trayendo bebidas cortésmente, distrayéndolos en una sensación de seguridad antes de que Alistair revelara su plan. 

Automáticamente, Lily le dijo a jane su preferencia por el café y estaba tan fuera de la escena, que se sorprendió cuando le sirvieron su bebida. 

Ella no la tocó. 

Alistair había arreglado que la reunión informal fuera en sus oficinas en Bristol. Había estado complacido de ganar esa pequeña batalla pero a Lily no le importaba, a pesar de que estaba feliz de no haber agregado el costo de ir a Londres. Ella iría a Sri Lanka si eso significaba conservar a Tash. Lily se había vestido cuidadosamente en un atuendo que Maxine le compró. Maxine había hecho muchísimo en los ocho años que habían pasado. Le había devuelto a Lily su trabajo. Había cuidado de Lily cuando se estaba recuperando después del nacimiento de Tash. 

Había sostenido su cabello cuando vomitó en las secuelas de una de sus mortales migrañas. Lily le debía a Maxine muchísimo más que su adorable atuendo. 

Era un traje beige con una falda pegada que llegaba justo encima de las rodillas y tenía una profunda abertura en la parte trasera y una chaqueta safari con un cinturón. Ella usaba una bufanda con manchas café y naranja brillante desenfadadamente envuelta alrededor de su cuello —envuelta por Maxine, que hacía todo desenfadadamente.

 Estaba acompañada por un par de zapatos de tacón beige con una mancha de cuero naranja en la punta. 

—Vas a dejarlos muertos —le había dicho Maxine después de ver a Lily en su traje.

Lily estaba demasiado asustada como para preocuparse de noquear a alguien. Miedo era la única emoción que le quedaba, miedo y humillación.

 El resto estaba solo… muerto. Tan muerto como pensó que estaba Nate. 

Tan muerto como todo lo que alguna vez sintió por él. Y ella había sentido todo por él. 

—¿Podemos comenzar? —estaba preguntando uno de los abogados de Nate y Lily, que había estado mirando fijamente sus manos, sintió su cabeza levantarse como si tuviera mente propia —lo que, por supuesto, tenía, pero normalmente Lily la controlaba, ahora casi todo en su vida estaba fuera de su control.

 Ella vio a Nate mirándola fríamente desde el otro lado de la mesa, de nuevo como si fuera un insecto y él fuera un biólogo preparándose para pincharla sobre un pizarrón. 

Extrañamente, ella no reaccionó a eso. Estaba más allá de la reacción. 

Él no le dijo una palabra, ni una sola. Eso no era inusual de Nate pero pudo por lo menos decir una sola palabra.

 Aunque, por la mirada en sus ojos, ella no estaba segura de que quisiera escuchar cual podría ser esa palabra.

 Los ojos de Lily barrieron la mesa. Sus dos abogados estaban sentados lado a lado. Alistair dijo que era solo espectáculo pero el hecho de que Lily apenas podía costear uno y Nate podía fácilmente traer dos la asustaba mucho. Víctor se sentó a la izquierda de Nate y le frunció el ceño con un odio que eclipsaba el de Danielle e incluso el de Laura, quien Lily pensaba no lo tenía en su naturaleza pero aparentemente lo tenía. 

Lily decidió volver a mirar sus manos. Descubrió que era su línea de pensamiento más segura en este momento. 

—Primeramente, me gustaría agradecerles por aceptar esta reunión informal. Estamos aquí para discutir un horario de visitas para Natasha Roberts McAllister Jacobs —anunció Alistair de alguna manera pomposo.

 Ante el nombre completo de Tash siendo leído en voz alta algo inmediatamente cambió en el cuarto. Lily lo sintió pero estaba demasiado entumecida como para registrarlo. 

En su lugar, levantó la cabeza para ver a Alistair mientras hablaba

 —No estamos aquí para discutir las visitas. Estamos aquí para discutir la custodia. Como sabe, el Sr. McAllister quiere la custodia completa de la niña —señaló el abogado de Nate. 

—Obviamente a mi cliente no le agrada esa idea —respondió Alistair y Lily no movió los ojos de él. 

—Por siete años, desde el nacimiento de la niña, la señorita Jacobs ocultó la existencia de la niña del padre de ella. A mi cliente, obviamente, no le agrada esa idea —respondió el abogado de Nate. 

—Ella difícilmente podría decirle que había dado a luz cuando pensaba que él estaba muerto —apuntó Alistair rápidamente.

Otro cambio vino al cuarto y la cabeza de Lily cayó de nuevo para mirar su manicura. 

Ella necesitaba uno, decidió distraídamente. Por supuesto que nunca podría costear una, pero eso no cambiaba el hecho de que lo necesitaba. 

—Eso es ridículo. Es muy aparente que el Sr. McAllister está vivo dado que está sentado en esta misma mesa —disparó de vuelta el abogado de Nate. 

Alistair respondió suave e inmediatamente: 

—Si, por supuesto, ella sabe eso ahora pero lo descubrió hace apenas unos días.

 —Esta es una defensa interesante. —El otro abogado de Nate decidió en este punto lanzar su punto de vista y lo hizo sarcásticamente. 

—Estoy de acuerdo. Se pone más interesante —comentó Alistair ausentemente mientras miraba a través de los papeles encima de la mesa tratando de encontrar algo

—Déjenme ver. Sí —su cabeza se enderezó—, aquí esta —dijo, incluso aunque no estaba mirando ni una sola hoja de papel. 

Entonces puso en marcha “el plan”. 

—Nuestra historia comienza hace ocho años cuando la señorita Jacobs estaba viviendo en Londres con el señor McAllister. Como sea, tuvo que dejar el país urgentemente debido a una emergencia familiar.

 —Considerando la defensa de “él-estaba-muerto”, estoy seguro de que esto será enormemente entretenido. —Lily no lo vio pero escuchó la risa detrás del tono del abogado de Nate, ese sería el abogado número dos o el Abogado Sarcástico.

 Sus sorprendidos ojos se movieron al hombre que, notó distraídamente, la estaba mirando con extremo disgusto.

 —Bueno, no estoy seguro de si alguien describiría el perder a ambos padres en un accidente de avión como “entretenido” —notó Alistair insulsamente.

 Fue ante este comentario que el cuarto no cambió, se inclinó en sus ejes y esa inclinación fue causada por Nate. 

Lily lo sintió, lo sintió tan seguramente que sus ojos se deslizaron hacia él contra su voluntad. 

Ya no la estaba mirando fríamente, inclinado hacia atrás en su silla arrogantemente. Su cara palideció, se había inclinado hacia delante y la estaba mirando de cualquier modo menos fríamente. Y el poder de esa intensidad meció el cuarto.

 Lily inmediatamente apartó la mirada. 

Alistair continuó: 

—La señorita Jacobs me informó que al minuto en que escuchó las noticias, trató frenéticamente de ponerse en contacto con el señor McAllister pero nadie estaba respondiendo en su oficina. Dejó un mensaje urgente con la hermana del señor McAllister, una señorita Danielle Roberts, para que la madre del señor McAllister le devolviera la llamada. Como sea, la señora Laura Roberts no regresó la llamada a la señorita Jacobs antes de que ella fuera forzada a irse para tomar el avión. La señorita Jacobs escribió y dejó una nota pero le fue garantizado por el hermano del señor McAllister, un señor Jeffrey Roberts quien había pasado para una visita, que él haría llegar las noticias al señor McAllister. 

—No había una nota. —Ese fue Víctor, Lily lo sabía, y ella vio mientras Alistair volvía la cabeza hacia ella en pregunta ante su afirmación. 

Lily asintió una vez. 

—Había una nota —afirmó Alistair valientemente. —No había una maldita nota —espetó Víctor y Lily lo miró. Él, también, estaba blanco como una sábana y ya no parecía furioso Parecía molesto y confundido tratando demasiado en fanfarronear de ello.

 Victor continuó. »Y de todos modos, cuando volvió, ella podría haber venido a la casa. No nos hemos mudado, seguimos viviendo en la misma maldita… 

—Me alegro de que lo haya mencionado, Sr. Roberts, porque Lily sí fue a su hogar. Se dio cuenta, mientras estaba en su casa en Indiana tratando de lidiar con la trágica muerte de sus padres, que estaba embarazada. Desde Indiana llamó al Sr. McAllister a su casa y a su oficina varias ocasiones. El teléfono de su casa estaba desconectado. Los mensajes dejados en su oficina no fueron devueltos. Cuando la señorita Jacobs volvió a Inglaterra para volver al Sr. McAllister, se le informó que ya no vivía en el apartamento en el que residió con él. Ella fue inmediatamente a su casa y se le fue dicho por su hija que el Sr. McAllister estaba muerto.

 Los ojos de Lily se posaron en Nate para ver su respuesta a esta noticia. Estaba sin duda muy alejado de frío, compuesto y arrogante. Frío, compuesto y arrogante era todo un recuerdo fugaz. 

—Esto es ridículo. Podría haber vuelto. Podría haber hablado con alguien más. ¿Por qué demonios Danielle Roberts le diría…? —estalló el abogado de Nate. 

—En efecto, ¿por qué? —interrumpió Alistair—. Sin embargo, es un punto discutible debido a que Lily no pudo volver. El embarazo fue complicado. La señorita Jacobs tuvo dificultades y casi perdió al bebé dos veces. No se le permitió viajar y fue obligada a permanecer en cama durante los tres últimos meses de su embarazo. 

—Después de eso… —interrumpió el abogado. 

—Después de eso, Lily estuvo recuperándose y luego lidiando con dificultades financieras significativas. El nacimiento me fue descrito por Lily y también por su obstetra, con quien hablé yo mismo ayer. El médico, en sus propias palabras, recuerda lo que él describe como ese “día horrible” como si fuera ayer. El trabajo de parto, intenso e insoportable, se prolongó durante días. Al final, en la angustia extrema por la longitud del trabajo, el bebé casi murió. Lily murió. Se le paró el corazón durante dos minutos y treinta y ocho… 

Alistair no tuvo la oportunidad de terminar su gran declaración porque Nate se levantó de su silla tan rápidamente, que ésta voló sobre sus ruedas y se disparó a través de la habitación, chocando contra la pared. 

—Sr. McAllister… —dijo Alistair a modo de advertencia, pero Nate se estaba acercando velozmente alrededor de la mesa, acercándose a ella. 

Al ver esto, Lily también saltó de su silla en estado de pánico, su entumecimiento no tan completo, y retrocedió en defensa propia mientras Nate se acercaba a ella, se acercaba a ella con largos pasos decididos. 

Retrocedió bruscamente, una mano detrás de ella, una mano en el frente, retrocediendo hasta que golpeó la pared. Antes de que supiera lo que iba a hacer, su duro pecho apareció delante de su mano, empujándola hacia atrás y su cuerpo se presionó contra el de ella. Aterrorizada y confundida por este cambio repentino, miró hacia la derecha y hacia la izquierda, a cualquier lugar para escapar, a cualquier lugar salvo a Nate. Y para su sorpresa, sus manos le atraparon el rostro, descansando una a cada lado, suavemente tratando de obligarla a mirarlo a los ojos increíblemente oscuros. 

—No lo sabía —susurró él y el dolor absoluto goteando de las primeras palabras que le dijo a ella desde que se enteró que estaba vivo, cortaron a través de su fino escudo de entumecimiento como una navaja.

 Ella intentó liberar su rostro, pero sus manos se tensaron. 

—Lily, no lo sabía —repitió, y ella atrapó sus ojos y estaban brillando oscuridad con algo que no podía leer, algo horriblemente doloroso y tuvo que alejarse de ello. 

Estaba desesperada por alejarse de ello. Necesitaba huir. Trató de mirar por encima de su hombro, pero él era demasiado alto, estaba demasiado cerca. Cosas estaban sucediendo en la habitación, estaban teniendo una conversación urgente, tal vez incluso una pelea. 

Pero todo lo que ella podía ver era a Nate. 

—Mírame —le exigió él. Ella negó con la cabeza frenéticamente contra sus manos.

—Lily, mírame. Ante sus palabras suaves, dulces, no pudo evitarlo, lo miró. Miró su increíblemente hermoso rostro. 

Y entonces, por primera vez desde que supo que estaba vivo, le habló. Pronunció las palabras que había estado diciendo en su cabeza durante días. 

—Me dijiste que nunca me dejarías ir —susurró, pero era una acusación.

 Los ojos de él se cerraron y el dolor en ellos le recorrió toda la cara y se estableció ahí como si nunca, nunca se fuera a ir

. Entonces él la sorprendió de nuevo. Dejó caer su frente en la de ella y mantuvo las manos sobre las suyas. 

Algo fuera de su control la hizo continuar. 

—Me dijiste —dijo ella con voz temblorosa—, que siempre cuidarías de mí. 

Él abrió los ojos y miró fijamente en los de ella. Estaba tan cerca que si moviera la mitad inferior de su rostro hacia delante, a menos de un centímetro, ella lo estaría besando.

 —No cuidaste de mí —murmuró, afirmando lo obvio.

 —Sr. McAllister, aléjese de mi cliente —exigió Alistair desde algún lugar cercano.

 Nate no movió ni un solo músculo.

 —¡Sr. McAllister! —espetó Alistair.

 —¡Déjelo! —gritó Victor ferozmente y luego—: Déjelos —dijo esto último con una voz que, Lily observó aturdida, estaba completamente rota. 

Alistair no iba a ser negado. 

—¡Sr. McAllister! Nate no le hizo caso, sus ojos perforando en los de ella. No podía soportarlo un segundo más, ella no podía cambiar de humor tan fácilmente.

 Algo estaba pasando, pero no tenía idea de qué. Le quedaba muy poca fuerza para luchar y tenía que concentrarse.

No era lo suficientemente fuerte, en ese momento con las manos de Nate en ella, su cuerpo caliente presionado contra el de ella, justamente como había estado deseando desde hacía años, su frente apoyada en la de ella. Simplemente no podía soportarlo. 

—Nate —dijo Lily en voz baja, suplicante—, suéltame. Él también la ignoró, por un momento. 

Entonces, tan abruptamente como cuando él la siguió, hizo lo que se le pidió y la soltó. 

Y con la misma rapidez, volvió a su silla, la enderezó contra la mesa y se sentó. Después de un momento de silencio aturdido, donde todo el mundo parecía inmóvil, toda la reunión hizo lo mismo aunque no tan rápidamente.

 Nate miró a Lily mientras ella lentamente, temblorosamente volvió al otro lado de la habitación de nuevo y reanudó el asiento que Alistair sostenía para ella. 

—¿Estás bien? —le preguntó Alistair una vez que él también se había sentado y estaba inclinándose hacia ella, observándola, su propio rostro alejado más allá del enojo y ella se alegró de que no hubieran pisapapeles en la habitación o si no habría sido un infierno para pagar.

 Ella asintió, deshecha por toda la escena y queriendo nada más que irse. Volver a casa, a Tash y Fazire, y recuperar, recargar y luchar otro día. 

Peor aún, la cabeza le estaba empezando a doler y se sentía más que un poco mareada y tuvo la terrible sensación de que una migraña estaba viniendo sobre ella. 

—Vamos a acabar con esto —le rogó, su voz tan pequeña que era diminuta. No tenía idea de que su voz había traicionado a los dos hombres en la habitación que había conocido muy poco tiempo hace muchos años, uno del que había llegado a preocuparse profundamente, uno al que había adorado más que a la vida, que ahora era nada más que sólo una mera sombra de la antigua Lily Jacobs. 

Ante sus palabras, Alistair perdió totalmente el temperamento y su cabeza se volvió de una sacudida hacia los otros.

 —Correcto. Entonces. Supongo que después de esa escena, no tengo que entrar en detalles sobre la situación financiera que se le dejó a la señorita Jacobs. No había una gran cantidad de riqueza en su familia, Lily había asistido a Oxford con una beca y había estado trabajando en bares y tiendas desde su llegada a Inglaterra. Debido al embarazo, fue incapaz de trabajar, tenía una hipoteca que estuvo sin pagarse durante meses y casi fue expulsada de su casa. No tenía derecho al Servicio Nacional de Salud por lo que el nacimiento y posterior hospitalización fueron privados y costaron una fortuna. Se vio obligada, a pesar de que no lo deseaba, a vender la casa de su familia en Indiana, pero los derechos de sucesión y un mal tipo de cambio significaron que el dinero prácticamente había desaparecido antes de llegar al país. Ella… 

El abogado de Nate interrumpió a Alistair con cansancio, sintiendo que habían perdido la ventaja de la que había estado tan seguro antes de haber entrado a la habitación. 

—Sólo dinos lo que quiere. Alistair no dudó. 

—Queremos 500.000 libras por manutención de la niña, por los últimos siete años. Queremos dos mil libras al mes a partir de ahora del Sr. McAllister. Puede ver a su hija un fin de semana al mes, dos semanas durante las vacaciones de verano y alternar las vacaciones escolares. La señorita Jacobs quiere a Natasha cada Navidad. La primera reunión del Sr. McAllister y Natasha será supervisada, ya sea por, Maxine Grant o el amigo de la familia de Lily desde hace mucho tiempo, Fazire.

 Alistair estaba imparable, estaba pidiendo más de lo que acordaron. Si Lily no hubiera estado ya nerviosa por todo lo que había sucedido, ella habría girado como un trompo con lo que actualmente estaba exigiendo. Pero fue interrumpido. 

—Déselo. —Esta fue la voz profunda y cortante de Nate, la cabeza de Lily se giró hacia él.

 Él la miraba fijamente. Mirándola con tanta intensidad que sintió sus ojos como si fueran un contacto físico en su piel.

 —¿Perdón? —preguntó Alistair, desconcertado al ser molestado en su postulación. 

—Déselo. Haga la transferencia del dinero a su cuenta para el final del día. —Al decir esto, la cabeza de Nate se movió para mirar a su abogado y estaba claro que era una orden.

 —Pero, Sr. McAllister… —soltó su abogado. 

—¿Los quinientos mil? —Alistair estaba, vio Lily, emocionado. 

—Un millón. —La cabeza de Lily se volvió a girar hacia Nate y su boca se abrió en estado de shock. 

—¿Un millón de libras? —Alistair casi estaba rebotando en su silla. 

—Sí, un millón de libras… —declaró Nate y Alistair se iba a disparar a la luna cuando Nate continuó—, por cada año que Natasha ha estado viva.

 Lily parpadeó, su conmoción tan profunda que si una estampida de búfalos hubiera irrumpido a través de la habitación, no se habría movido. Si Alistair hubiera hecho una voltereta hacia atrás de su asiento, Lily no se habría sorprendido. 

—¿Siete millones de libras? —Alistair ahora estaba, simplemente, ansioso. Lily no conocía a nadie que tuviera siete millones de libras y mucho menos que pudiera transferirlo a otra cuenta bancaria “al final del día". 

—Sí —dijo Nate rotundamente. Lily no podía mirar a Nate, sus ojos se trasladaron a Víctor y él la miraba de una manera, de una manera… De la manera que solía mirarla. 

No tuvo tiempo para procesar la mirada de Víctor porque Alistair presionó: 

—¿Está de acuerdo con el horario de visitas? 

—No —señaló Nate implacablemente. Lily, ya aturdida, se quedó tan quieta que un simple toque habría enviado una grieta a través de su cuerpo.

 Ella había sabido que era demasiado bueno para ser verdad.

 —¿Perdón? —repitió Alistair su pregunta anterior. 

—Quiero la custodia total —declaró Nate.

 Fue el turno de Lily para dispararse de la silla. Por sus palabras, toda la conmoción y entumecimiento huyeron y la lucha vino estrellándose de nuevo en ella. 

—¿Qué? —gritó. 

Nate se levantó también, aunque lentamente. Él la miró, sus ojos mirando directamente en los de ella, la expresión de su rostro cuidadosamente controlada. 

—Quiero la custodia total de mi hija —le dijo con calma.

 —¡No la puedes tener! —gritó Lily, no del todo con calma y olvidando su promesa a Alistair de no decir nada.

 —Ella va a trasladarse a Londres a vivir conmigo —declaró Nate. 

—¡No! —gritó Lily.

 Nate continuó. 

—Y tú también. 

—¿Qué? —esta vez le salió como un grito agudo. 

—¿Qué? —gritó Alistair, también saltando de su silla. Víctor, para no quedarse sentado, también se levantó. 

Sin dejar de mirar a Lily, Nate anunció:

 —Vas a mudarte a Londres. 

—No lo haré —devolvió Lily. 

—Tú y Natasha se van a mudar conmigo. Tú y yo nos vamos a casar en dos meses.

—¿Qué? —gritó Lily de nuevo.

—Esto es una locura —lanzó Alistair. 

La mirada de Nate cortó a Alistair y repitió:

 —Lily y yo nos vamos a casar. Ella y Natasha se van a mudar a Londres, mudarse conmigo.

 Lily se inclinó hacia adelante y puso sus manos sobre la mesa. Esto era demasiado, malditamente demasiado. Ella había tenido suficiente.

 —Te olvidas, traté antes y… ¡eso… no… funcionó! —arremetió Lily contra él. La expresión cuidadosamente controlada de Nate se estremeció. 

—Lily… —dijo Víctor en voz baja. Ella interrumpió cualquier cosa que Víctor fuera a decir.

 —¡No! No, no, ¡no! —Se apartó de la mesa de conferencias y miró a Alistair—. Me voy —declaró rotundamente.

 Alistair estaba apretando visiblemente sus dientes. Si hubiera un pisapapeles cerca, en ese momento ella tendría mucho gusto de entregárselo y mostrarle dónde apuntar. 

Dejó de apretar el tiempo suficiente para gruñir: 

—Ve. 

Agarró su bolso desde donde estaba situado en la mesa, se volvió y se dirigió hacia la puerta con elegancia, sin mirar atrás. Su salida se detuvo abruptamente con una mano fuerte en su brazo.

 No pudo contener una mueca de dolor cuando unos fuertes dedos se cerraron alrededor de su brazo magullado, se dio la vuelta, primero miró hacia los fuertes y largos dedos de una mano familiar, luego a Nate que estaba de pie detrás de ella.

 Él vio la mueca de dolor por su toque y algo angustioso brilló a través de sus ojos.

 —Saque su mano de mi cliente. —Furioso, Alistair caminó rápidamente hacia ellos.

Nate lo ignoró.

 —Quiero conocer a mi hija —le dijo a Lily.

 —Está bien —espetó Lily, queriendo nada más que escapar. Su cabeza estaba empezando a latir con fuerza.

 —Quiero conocerla mañana —exigió Nate. 

—¡Bien! —cortó Lily.

 —Te quiero allí —empujó. 

—¡Bien! —Lily, no digas una palabra más —advirtió Alistair a su lado.

 —Vas a estar allí mañana —ordenó Nate, lo que debería haber sido una consulta pero fue una orden.

 —¡Sí! —gritó.

 Ella habría dicho cualquier para escapar. Liberó su brazo de un tirón mientras Alistair decía su nombre bruscamente en frustración.

 Ella no le prestó atención. 

Se apartó de Nate y huyó tan rápido como sus tacones altos la llevarían.


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Mensaje por julietmo Jue 23 Feb - 11:59

14 


Nate y Victor, Nate y Laura


Durante los primeros quince minutos del viaje de regreso a Londres, los dos pasajeros en la parte trasera del Rolls Royce estaban completamente callados, cada uno perdido en sus propios pensamientos atormentados.

 Entonces el silencio fue roto. 

—Nathaniel… —comenzó Victor. 

—No —chasqueó la voz de Nate como un látigo. 

Victor contuvo la respiración por un momento. No había ni un solo hombre en la tierra al que le permitiría hablarle de esa manera, salvo Nathaniel. 

Especialmente ahora. 

Victor suspiró, miró por la ventana y en lugar de ver el ondulante pastizal, su visión se llenó con Lily.

 Jesús, jodido, Dios, pensó. 

Laura no podía decirle que no maldijera tan blasfemamente en sus pensamientos y lo más probable es que, si hubiese presenciado la pesadilla en esa sala de conferencias, ella habría dicho unas cuantas maldiciones por su cuenta. 

Al instante en que Victor entró en la sala, viendo a Lily tan cercana y personal con su abogado, luciendo tan hermosa, elegante y serena, había querido arrancarle la cabeza.

 Diez minutos más tarde había tenido el loco, repentino e inaudito impulso de ponerse de rodillas y suplicar su perdón.

Ella le había puesto a su hija Natasha, por Nathaniel.

 Había nombrado a su hija como él, Victor, le había dado a su bebé, a la bebé de Nathaniel, el apellido de Victor. Y casi había muerto haciéndolo.

 Y después de diez minutos más, Victor había estado demasiado destrozado para saber qué hacer y esa era una sensación que no había sentido durante décadas. 

Estaba destrozado porque ella estaba destrozada. Destrozado porque la brillante y vivaz chica que había entrado inocentemente en su casa ocho años antes prácticamente había sido destruida. 

Ese traje que llevaba puesto era un camuflaje, dificultando un poco ver que todo lo que había sido la gloriosa Lily estaba perdido. 
Cuanto más tiempo hablaban los abogados más se retiraba ella, más se alejaba de ellos, de cualquier persona y especialmente de Nate. Estaba tan delgada, tan pálida, que al final en realidad parecía tener dolor físico.

 Todo por culpa de los dos malcriados y miserables hijos de Victor. Él tenía la culpa de esto. Victor. Sus pecados pasados se habían vuelto en su contra. 

—Nathaniel, tenemos que hablar —lo intentó de nuevo. La cabeza de Nate se volteó lentamente de la ventana por la que estaba mirando ciegamente y sus ojos se enfocaron en Victor.

 Ante la mirada en los ojos de su hijo, inmediatamente Victor no tuvo nada que decir.

 Entonces Nate habló. 

—Ocho años —dijo. Victor cerró los ojos con dolor. 

»Ellos nos costaron ocho años —le escuchó decir a Nathaniel.

 Victor abrió los ojos de nuevo. —Me encargaré de Danielle y Jeffrey —juró.

Y con toda seguridad lo haría. Un músculo saltó en la mandíbula de Nate y él volteó la cabeza de nuevo hacia su contemplación del paisaje. 

Victor continuó.

 —Hijo, te lo juro, ellos desearán no haber nacido nunca. 

Y lo decía en serio.

 Eran sus hijos por consanguinidad pero ya no eran más sus hijos. Ni Nate ni Victor pusieron en duda ni por un segundo que Jeff y Danielle habían hecho exactamente lo que el abogado de Lily había dicho que habían hecho. 

Todo el tiempo que Laura despotricó y vociferó y Victor maldijo y gritó después que Lily desapareció, ellos no dijeron ni una palabra. 

No fue como si Lily tuviera una gran oferta para ir de compras en Milán a la que no podía resistirse y por eso abandonó a Nate.

 Estaba en su casa en Indiana llorando la pérdida de sus dos padres. Luego a los veintidós años de edad, afligida, además embarazada, regresó a Nate sólo para que le dijeran que estaba muerto. Y sus hijos lo sabían y ninguno de los dos dijo una sola palabra.

 No sólo eso, habían participado en este terrible engaño. 

Jeff probablemente tomó la nota y Danielle… Victor se deshizo de sus pensamientos. Lidiaría con ellos más tarde. 

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Victor. Nate yacía en silencio. Victor continuó.

 —Nathaniel, la viste. Ella está… 

—La vi —soltó entre dientes Nate, su voz elocuentemente expresando, sin una gran cantidad de palabras, exactamente lo que había visto y exactamente cómo le afectaba.

 —Tienes que… —comenzó Victor pero no terminó. ¿Cómo se dedicaba uno a reconstruir a una persona destruida? Victor pensaba que Nathaniel podía hacer cualquier cosa que se propusiera hacer. Él creía esto con todo su ser.

 Sin embargo, este iba a ser el desafío más grande de su hijo.

 —¿Qué vas a hacer? —volvió a preguntar Victor.

 Nate respiró hondo y luego poco a poco soltó el aire. 

Se volteó hacia Victor y lo miró directamente a los ojos.

 —Voy a reunir a mi familia de nuevo.

***************************************

Nate estaba parado frente a las ventanas de piso a techo que componían toda la pared de la gran sala de estar en su apartamento penthouse. 

Mientras bebía de un vaso que estaba lleno con dos cubos de hielo y un montón de vodka y fumaba el que sería uno de sus últimos cigarrillos —a Lily no le gustaba su hábito de fumar y él no pensaba fumar delante de su hija de siete años—, vio la puesta de sol en Londres. 

Lily había vuelto a él.

 Él trató de hacer de este su único pensamiento.

 Cualquiera de los otros pensamientos, que estaban determinados a amontonarse en su cabeza, era demasiado doloroso para soportarlo. 

Como el pálido rostro sin vida de ella, sus inquietas manos, su una vez escultural cuerpo, ahora casi demasiado delgado. Como el hecho de que su hermano y hermana habían confabulado, mentido y robado ocho años de su felicidad. 

Como su horrible voz diciendo —Vamos a acabar con esto. Como su mirada poseída cuando el abogado de Nate había sugerido que la noticia de la muerte de sus padres sería “entretenida”. Como su retirada al sentir la mano de él sobre su brazo.

 Como sus ojos, una vez expresivos, ahora en blanco miraban a través de él como si no estuviera ahí.
 

Como el hecho de que él a propósito, con gran deleite, la había embarazado, lo cual casi le causa la muerte.

 Como ella gritándole —Me dijiste que siempre cuidarías de mí. Como el hecho de que le hizo promesas a ella, promesas que no mantuvo, promesas que incluso no intento mantener.

 Como ella susurrando —Me dijiste que nunca me dejarías ir. Sobre este pensamiento final, él giró rápidamente de la ventana y lanzó el vaso de vodka a lo largo del cuarto tan salvajemente que su brazo se veía borroso.

 El vaso estalló sobre la pared del frente en el centro exacto de una exorbitantemente costosa pintura.

 Y entonces escuchó un pequeño, tenebroso sonido y su cabeza dio la vuelta. Laura estaba parada justo al frente de la puerta principal. Estaba usando una elegante falda gris paloma y una blusa azul claro. Ambas prendas estaban arrugadas y desordenadas. Su cara mostraba que había estado llorando, estaba manchada y roja, su maquillaje corrido y desgastado. 

Se veía desolada. 

Nate giró completamente hacia ella. —¿Cómo llegaste aquí? 

—Tengo una llave —explicó innecesariamente porque naturalmente él sabía que tenía una llave.

 —Eso no fue lo que quise decir, dime que no condujiste en ese estado. No le respondió por un momento y se quedaron ahí de pie, madre e hijo, la colosal distancia de la sala separándolos físicamente; algo más separándolos emocionalmente por completo.

 Luego ella sonrió pero fue una terrible, una triste sonrisa.

 —Por supuesto, mi Nathaniel, después de lo que te pasó hoy, tú te preocuparías que yo condujera. —Ella negó con la cabeza—. Tomé un taxi.

 Nathaniel no respondió; en vez de ello, se inclinó hacia una mesa cercana y apagó su cigarrillo en un cenicero de cristal.

 Laura se mantuvo observándolo y entonces dijo suavemente: —Victor llamó a los niños a la casa. Él los ha repudiando. Despidió a Jeffrey. Canceló la mesada de Danielle. Ellos dos solo tienen sus fondos fiduciarios de los cuales, Victor me dijo, ya han usado una parte considerable. 

Nathaniel guardó silencio. No había nada que decir excepto que todo esto era demasiado tarde y todos sabían ese hecho dolorosamente lo bastante bien. 

—Él hizo esto con mi bendición —susurró ella—. No puedo decir, no puedo explicar cuán apenada… Ella no terminó y él la observó tragar convulsivamente, luchando contra las lágrimas.

—Ahora tengo sólo un hijo —terminó, su voz adolorida. El dolor en su rostro era horrible, diferente a todo lo que Nate había visto antes.

 Ella estaba observándolo de cerca, esperando su reacción, pero él no se movió. 

Ella pareció llegar a una conclusión. 

Asintió lentamente y luego comenzó a marcharse. Fue entonces cuando Nate habló. 

—Y una nieta. Su cabeza giró de golpe y se quedó mirando a su hijo. Nate siguió. 

—Y, si puedo convencerla, una nuera. 

—Oh Nate. —Usó su apodo por primera vez desde que lo conocía y voló cruzando la habitación, arrojándose sobre él y rompiendo a llorar—. Soy una madre terrible —gimió en su pecho mientras sus brazos la acercaban más—, terrible. Nate la sostuvo con más fuerza. 

—No eres una madre terrible —murmuró.

—Perdí al primero, mi primer bebé varón. —Elevó sus llorosos ojos hacia él—. Le prometí a Dios que si tenía otros bebés, lo haría todo. Los haría muy felices. Les daría todo lo que ellos quisieran. ¡Y mira! ¡Mira lo que he creado! 

Escondió su cara en el pecho de él y Nate bajó su mejilla para posarla sobre la coronilla de su cabeza. No había nada que decir para aliviar su dolor, ninguna palabra mitigaría su culpa. Así que no le ofreció ninguna.

 Contra su pecho, ella balbuceó: 

—Lo supe cuando fue demasiado tarde. Supe que los había arruinado, pero no había nada que pudiera hacer. Entonces Dios me dio una segunda oportunidad. —Levantó su cabeza, moviéndolo y él la miró fijamente—, tú.

 —Laura… —Sobre eso, él no supo qué decir.

 —Quiero ir contigo mañana. Nate supo exactamente que iba a responder a eso. 

—Laura, no. Sus brazos lo apretaron fuertemente. 

—No puedes ir allí solo. No te dejaré ir solo. Y tengo que enfrentar a Lily, tengo que… —Se detuvo e inmediatamente empezó de nuevo—. Quiero conocer a mi nieta. 

Nate negó con la cabeza.

 —Lily no es… 

—Lo sé —lo interrumpió, sus cálidos ojos empezaron a llenarse de nuevas lágrimas—. Victor me contó. Nathaniel, ella tiene que saber que nosotros… —Laura dudó y entonces continuó—, tiene que saber que ya no está sola. 

—No creo… 

—Por favor —suplicó—, tengo que hacer algo. —Dijo eso último con desesperación.

Nate empezó a ceder porque sabía lo que sentía. Él sintió esa sensación cuando había escuchado que ella había muerto mientras tenía a su hija.

 La niña que él había intencionalmente sembrado en su interior y entonces la había dejado para asumirlo por su cuenta. Sin pensarlo, Nate había salido de su silla y su intensión había sido tomar a Lily y llevarla fuera de la habitación.

 Llevarla a algún lugar seguro donde él pudiera gastar cada onza de su energía, cada libra que había ganado, cada día del resto de su vida si fuera necesario, para traer de vuelta su alegría, traer de regreso a la chica que había aplaudido y gritado de placer en un paseo sobre una motocicleta, la chica quien le había confiado tan fácilmente su cuerpo y su corazón, la chica que lo había mirado con asombro. 

—Por favor —pidió Laura, llevándolo lejos de sus oscuros pensamientos. Nate usó su pulgar para secar una lágrima sobre la mejilla de su madre. 

—Ella no es la misma —le advirtió. Su cara se iluminó, no era una brillante luz pero había esperanza.

 Esta fue la primera cosa esperanzadora que había visto ese día. Quizás, la primera cosa prometedora que había visto en ocho años.

 —Tienes que estar preparada, Laura, ella no es la Lily que conociste. —Nate sintió la necesidad de asegurarse que ella entendiera lo que iba a enfrentar al día siguiente. 

Laura asintió. 

—Ella lo será. Sé que lo será. Mejorarás todo, Nathaniel. Puedes lidiar con cualquier cosa, sé que puedes. Puedes poner en orden esto también. 

Ante sus palabras, él sintió una extraña emoción en su pecho que ignoró. Y esperó que su madre tuviera razón.


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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Mensaje por julietmo Jue 23 Feb - 12:24

15


 Nate 


-Vamos temprano, vamos muy temprano. Se supone que tenemos que estar allí a las diez, ni siquiera son las nueve y media.

 Laura Roberts estaba preocupada. 

Caminaban por el paseo marítimo junto al muelle victoriano. 

Nate estaba conduciendo su Aston Martin guiando, Laura y Víctor siguiéndolo en el Rolls. Nate condujo por su cuenta.

 Tenía demasiado en su mente, no quería compañía en el viaje a Somerset, sobre todo, no la compañía de su padre, no ese día. Laura estaba consternada y Víctor se encontraba visiblemente nervioso. Victor, descubrió Nate al llegar a la casa de sus padres esa mañana, iba a venir también. Esta intención fue dicha en un tono ante el cual no se pudo negar. Nate se habría negado pero no tenía ganas de perder el precioso tiempo haciéndolo.

 Por lo tanto, Víctor se sumó al paseo.

 —Nos fuimos demasiado pronto. Deberíamos caminar por el paseo marítimo durante media hora, tomar una taza de té. Es de mala educación llegar temprano. —Se preocupó Laura, prefiriendo centrarse en su mala educación al llegar temprano que en el hecho de que estaba a punto de enfrentarse a la mujer cuya vida habían destruido por completo sus dos hijos. 

A Nate no le importaba mucho si llegaban temprano, ni le importaba si parecía grosero. 

Quería conocer a su hija y quería ver a Lily. Había perdido ocho años, y si la actitud de Lily el día anterior era un indicio de lo que le esperaba, entonces se enfrentaba a la batalla de su vida. Parqueó de inmediato en el camino de entrada, no estaba dispuesto a esperar media hora, ni tomar una taza de té de mierda que nunca bebía de todos modos.

 Caminaron por el Royal Pier Hotel y la corta calle que conducía a la terraza de Lily estuvo a pocos pasos de distancia.

 Nate reprimió el impulso de alargar sus zancadas y dejar a sus padres atrás. 

—¿Qué va a pensar la pequeña niña? ¿Qué le contó Lily de Nathaniel? ¿Qué pudo decirle? ¿Qué tipo de palabras se puede utilizar para algo como eso? ¿Cómo va a reaccionar? —bramó Víctor, sin esperar una respuesta a ninguna de sus rápidas preguntas, luego terminó con la predicción calamitosa—: Vamos a tener que encontrar un psicólogo.

 Víctor estaba empezando a sonar como Laura, pensó Nate con fastidio.

 Entonces Nate no pudo pensar en nada más, cuando estuvieron a sólo dos puertas más abajo de la casa de Lily, escuchó:

 —Papiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

 Volando hacia él, con los brazos moviéndose violentamente como un molino, con el pelo negro fluyendo hacia atrás, había una niña hermosa, su rostro iluminado con alegría, llevaba un bonito vestido de verano azul celeste. 

Una niña hermosa que se veía exactamente igual que Nate. Él se detuvo en seco porque ella no lo hizo. 

Corrió precipitadamente, la cabeza golpeando dolorosamente en su estómago, los brazos volando alrededor de sus caderas manteniéndolo en un fuerte abrazo feroz. 

Ante su contacto, Nate sintió algo apretándose en su pecho incómodamente mientras una de sus manos se establecía de forma automática en el cabello suave y oscuro de su cabeza, y la otra en su hombro. 

—Oh, Dios mío —exhaló Laura. 

—¡Tash! ¿Qué estás…? Oh. 

Los ojos de todos se volvieron hacia Lily, que había venido corriendo de la casa tras su hija.

 Se detuvo al verlos y sus labios entreabiertos quedaron abiertos en sorpresa. 

—Oh, Dios mío —exhaló Victor.

 Lily no vestía nada bonito. Estaba descalza, su cara libre de maquillaje y tenía un par de lo que parecían ser pantalones del ejército desteñidos y maltratados y la camisola lila pegada a su piel que mostraba sus delgados hombros y brazos. 

También mostraba ligeros signos de púrpura y amarillo alrededor de sus brazos, contusiones que parecían hechas por un par de manos, magulladuras que sólo podrían haber sido causadas por Víctor.

 A pesar de esto de alguna manera, para Nate, se veía inconsciente e innegablemente hermosa. 

Antes de que nadie pudiera decir otra palabra, la cabeza de Natasha se echó hacía atrás. 

La mano de Nate cayó y lo miró, los ojos oscuros de ella, sus ojos oscuros, bailando alegremente.

 —He estado esperándote toda la mañana. ¡Parece como una… eh… ternidad! ¡Pensé que nunca ibas a llegar hasta aquí! Al parecer, sin importar como Lily le dio la noticia, lo había hecho bien. La cabeza de Natasha dio la vuelta para que pudiera mirar a su madre, pero mantuvo sus brazos firmemente alrededor de las caderas de Nate.

 —Mira, mami, papi está aquí —le dijo a su madre innecesariamente.

 Al escucharla llamándolo “papi”, Nate sintió ese incómodo apretón acompañado de una tajada a través de su intestino. 

La mirada atónita de Lily se deslizó a la multitud que llegó temprano y luego su rostro se fundió en una sonrisa mientras miraba a su hija. 

—Puedo verlo, muñeca.

 Nate estaba mirando la suave sonrisa de Lily, sintiendo su cariño hacia su hija, la hija de él, la hija de los dos, cayendo sobre él cuando la cabeza de Natasha regresó de vuelta y miró a Nate.

 —Mamá me dijo anoche que ibas a venir —le informó.

—¿En serio? —murmuró Nate. Natasha asintió alegremente. 

—Sí, me dijo que se enteró de que estabas vivo y que querías conocerme enseguida. —Luego zafó sus brazos de su alrededor, los extendió a los costados y anunció—: ¡Aquí estoy!

 Nate miró con fascinación a la hermosa niña que él y Lily habían creado. 

Era, simplemente, para no creerse. Sus ojos brillaban, su corazón estaba abierto y la radiante sonrisa nunca abandonó su hermoso rostro.

 Estaba claro para cualquier persona que estaba feliz de verlo, mucho más que feliz, estaba encantada. No tenía ni idea de qué decir o hacer.

 Nunca, ni una sola vez en toda su vida había estado tan inseguro de su próximo curso de acción.

 Por suerte, Natasha no era tan indecisa. Se apoyó en él.

 —¿Quiénes son ellos? —susurró en voz alta. Nate miró a Laura y Víctor, de quienes se había, mientras veía y tocaba a su hija por primera vez en su vida, completamente olvidado. Vio que Laura tenía lágrimas brillando en sus ojos.

 Víctor estaba completamente inmóvil, con el pecho hinchado por el esfuerzo que estaba haciendo para contener las lágrimas. Nate puso su mano en la nuca de su hija. 

Le resultaba extraño, lo pequeña que era, diminuta y frágil, y sintió un impulso de protección estableciéndose en él que estaba más allá de su control, si alguna vez deseaba controlarlo, nunca lo haría. La guió más cerca de su cuerpo, se movió a su lado y fuera del camino para que pudiera ver plenamente a sus abuelos.

 La miró mientras se apoyaba confiadamente a su lado. Encontró eso extraño, esta confianza ciega, extraña y algo más, algo extraordinario. 

—Son mis padres —contestó. Los expresivos ojos de Natasha se redondearon con sorpresa y su cabeza se giró de nuevo hacia su madre y otra vez su cuerpo se quedó en contacto con Nate.

 Nate siguió la mirada de su hija y vio que Lily no se había movido pero a ella se había unido un hombre de aspecto gracioso con una mata de pelo negro, ojos negros, una barba de chivo negra puntiaguda y un estómago supremamente redondeado. 

Se puso de pie con las manos en las caderas, con los pies plantados tan lejos que parecía en peligro de volcarse y tenía una expresión en su rostro tan feroz, que le sorprendió que el hombre no hubiera convertido a Nate en piedra. 

Este, pensó Nate correctamente, debe ser Fazire.

 Los pensamientos de Nate fueron interrumpidos por su hija susurrando la palabra “Abuelos” en la dirección de su madre.

 Su voz sonaba como si alguien le hubiera otorgado una rica y sin explotar mina de diamantes como un regalo. 

Ante el sonido se detuvo la respiración de Laura, un jadeo que anunciaba lágrimas, la cabeza de Natasha se giró de nuevo.

 Como si sintiera innatamente que Laura la necesitaba, Natasha se desacopló de Nate y caminó hacia adelante y luego corrió los últimos pasos y se lanzó, por suerte con menos fuerza, a Laura.

 Sus brazos se cerraron alrededor de la cintura de Laura y proclamó: 

—¡Abuelita! 

Inmediatamente, Laura se echó a llorar y Víctor miró hacia otro lado, no estando dispuesto a acobardarse en frente de una audiencia o en absoluto, para el caso. 

Nate vio un movimiento a su lado y se volvió para ver a Lily unirse a él, de pie demasiado lejos para que la tocara.

 Estaba viendo este encuentro con una extraña expresión en su rostro benigno pero sostuvo su cuerpo rígidamente, como esperando que algo la atacara. 

Cuando Nate habría hablado, acercado a ella, llamado su atención de alguna manera, Natasha se arrancó del abrazo Laura y ahora estaba moviéndose a toda velocidad hacia Víctor y dándole uno de sus feroces abrazos con un grito de: 

—¡Abuelo! 

Victor inmediatamente se agachó y puso a la niña entre sus piernas, abrazándola tan fuerte como ella a él.

 Lily lo permitió por un momento y luego llamó a su hija: 

—Tash, cariño, entra. Estoy segura de que a tus, emm… les gustaría una taza de té. 

Natasha se alejó de Victor y lo miró directo a los ojos.

 —¿Quieres té? —le preguntó, inclinando su cabeza inquisitivamente hacia un lado.

 Victor no habló, probablemente no podía hacerlo, simplemente asintió. 

Se liberó de Victor y medio danzó, medio saltó de nuevo donde Nate, cuyas manos agarró. 

—Gran idea, mami. —Sonrió a su madre y el cuerpo de Nate se quedó inmóvil al verla. 

La sonrisa de su hija, esa sonrisa familiar, parecía ser lo único que había heredado de su madre. Tenía la extravagante y peculiar sonrisa de Lily. 

Natasha continuó: 

—¡Mientras haces el té, les enseñaré mi habitación! —Dijo esto como si fuera a deleitarlos y sorprenderlos más allá de sus fantasías más salvajes. 

Natasha empujó a Nate hacia adelante, con su mano tirando de la de él, y caminaron hacia la casa. Lily comenzó a caminar detrás de ellos, no, notó, a su lado. 

Mientras se acercaban a la casa, Fazire seguía en pie con las manos en las caderas y con una expresión feroz firmemente colocada en su rostro. 

—Ese es Fazire, nuestro amigo especial. —Natasha hizo la presentación felizmente—. Deja de fruncir el ceño, Fazire —le advirtió, su voz era mandona, cariñosa y burlona al mismo tiempo. 

Arrastró a Nate junto al otro hombre, quien no se movió ni una pulgada. 

Luego susurró—: No lo enfades, ha estado realmente de mal humor por al menos una semana.

 De eso, Nate no tenía duda. Entraron a la casa, la casa de Lily, a través del vestíbulo y una preciosa puerta de vidrio. 

Natasha lo empujó directamente hacia las escaleras mientras él miraba alrededor para tener una idea de la casa de Lily. 

—Iré por el té —murmuró Lily, caminando junto a ellos pero sin mirarlos, luego dijo con severidad, haciéndolo claramente una orden—: Fazire, puedes ayudarme. 

Laura y Victor estaban de pie en la entrada y Fazire caminó, o más bien, dio pisotones detrás de ellos. 

Cerró la puerta con un portazo y luego continuó pisoteando hasta el final del pasillo, lo que obligó a Laura y Víctor a saltar fuera de su camino, siguiendo a Lily que había desaparecido al fondo de la casa. Natasha estaba tirando de la mano de Nate, y la miró. 

Con una mirada a su rostro emocionado y expresivo, le sonrió.

Su rostro cambió de alguna manera cuando vio su sonrisa y entonces se la devolvió y dijo: 

—Mami dijo que tenías una sonrisa muy linda. Dijo que era la sonrisa más hermosa que había visto en su vida. Dijo que su estómago hacía volteretas. —Le concedió esta información sin tener idea de la enormidad de su significado o de su efecto, a pesar de que detrás de ellos Laura jadeó—. ¡Vamos! —urgió Natasha emocionada. 

Ella marchó escaleras arriba, empujándolo detrás suyo pero apenas había dado dos pasos cuando se detuvo abruptamente. Colgando por encima de la parte inferior de las escaleras vio una foto. La sala en sí estaba pintada de color beige suave con suficiente melocotón para que fuese cálida y acogedora.

 La carpintería parecía recién pintada de blanco, pero la madera de la barandilla y de las escaleras había sido barnizada y era brillante. El piso de madera también lo estaba y estos, y las escaleras, tenían una alfombra color beige. 

Esto habría sido culto y clásico, sin embargo, combinado con un juego de luces de colores, cada una rodeada por un delicado tono de durazno margarita, se tejía artísticamente a través de los carriles de la barandilla lo que daba una sensación de algo fuera de lo común. El único otro adorno de la habitación era, cada pocos pasos, una imagen en blanco y negro en el mismo marco exacto que representaba los mismos temas.

 —Mi dios —soltó Laura, mirando la primera.

En ella, Lily estaba sentada en una silla de mimbre que había sido colocada en la parte delantera de la casa.

 Lucía delgada y pálida y tenía una manta alrededor de las piernas, pero sonreía tímidamente, casi con valentía, a la cámara. Sostenía un pequeño bebé envuelto con cuidado, como si fuera frágil y como si el bebé fuera la cosa más preciosa en el mundo para ella. La siguiente foto era igual, excepto porque el bebé era más grande y Lily estaba de pie en lugar de sentada, sosteniéndolo en su delgada cadera. 

Estaba mirando a Natasha, su largo cabello detrás de su oreja y, una vez más, estaba sonriendo. En la foto, la niña estaba mirando a su madre, con su regordete brazo de bebé extendido, sus pequeños dedos tocaban la mejilla de su madre. 

La foto siguiente era más de lo mismo, esta vez Natasha era una niña pequeña y de pie y Lily estaba de cuclillas y apuntaba hacia la cámara, obviamente llamando la atención de la pequeña hacia ésta. De nuevo, Lily y también Natasha estaban sonriendo. 

Cada pocos pasos había otra y otra, ocho en total, la misma foto pero diferente. Todas eran de Lily y Natasha en poses un poco distintas, ninguna de ellas ensayada, ninguna de ellas formal y en todas sonreían. Nate notó que Lily había cortado su glorioso cabello rojo dorado del largo que solía usar cuando la conoció, que pasaba sus hombros, a la longitud que era ahora, apenas rozándolos, en algún momento cuando Natasha tenía cinco años. 

—Esas son las fotos de mi cumpleaños excepto la primera que no fue tomada realmente en mi cumpleaños porque mami no había vuelto a casa aun del hospital. Fazire las tomó. Mi abuela Becky le enseñó cómo. Ella era fotógrafa —les informó Natasha con autoridad mientras estaban en el descansillo y empujó a Nate a través de una de las cuatro puertas. 

Al entrar a la habitación de su hija, Nate estuvo momentáneamente aturdido y sin palabras. El cuarto estaba pintado del rosa más rosa que alguna vez haya visto. No sabía que tal rosa existiera. 

Pensó que el mundo sería un poco mejor si dicho rosa no existiera.

 —Bien —dijo Victor, mirando a su alrededor y luchando por decir algo—, esto es… em, rosa.

Natasha rió. 

—Lo sé. —Dejó ir la mano de Nate y comenzó a bailotear por la habitación—. Mami dijo que no podía tener el rosa que quería porque era demasiado impactante. 

Nate se encontró preguntándose qué era más impactante que el rosa al que Lily había accedido. Natasha saltó hasta un par de estante mientras Nate miraba alrededor. Había un pequeño escritorio con patas delgadas que estaba pintado de blanco, un armario a juego y una cómoda. 

En el centro de la sala, había una cama matrimonial con una colcha intensamente voluptuosa, intensamente femenina y que estaba adornada con almohadas con volantes y llena de animales de peluche. 

Al final, acurrucado en una bola, había un gato jengibre mullido que ignoró por completo su llegada y se quedó donde estaba. Natasha hizo un gesto hacia los estantes. 

—Estos son mis libros, los cuales mami solía leerme y ahora yo le leo a ella —se jactó felizmente, luego levantó la mano para apuntar a un estante más alto—, y estos son mis osos, los que me da la señorita Maxine cada año para navidad. Son osos especiales que hace especialmente para mí.

 Danzó hacia el gato y lo tomó con las manos a mitad de este. El gato, obviamente acostumbrado, dejó que su enteramente enorme y mullido cuerpo se aflojara y se doblara en su pequeña mano.

 —Esta es la señora Gunderson, mi gata —anunció Natasha—. Fazire piensa que es un nombre tonto y no lo suficientemente bueno para un animal de una raza tan digna. Mamá lo llama Gunny. La señora Gunderson no duerme conmigo porque me muevo mucho, duerme con mami. 

Natasha acunó al gato mientras los llevaba en el resto del recorrido de su cuarto que debería haber sido corto, teniendo en cuenta que no había mucho en él.

 Sin embargo, parecía empeñada en presentar cada artículo de su habitación, que tuvo el minuto más importante para ella. Entonces se detuvo, soltando al gato, que hizo una rápida escapada, poniendo sus manos en su cadera, al igual que su amigo Fazire, y miró alrededor.

—¡Bueno! —Alzó el brazo dramáticamente—. Ese es mi cuarto. 
Ahora les enseñaré el de Fazire. Amo el cuarto de Fazire. Sin tener opción, y totalmente incapaces de pararse en vista de su exuberancia, desfilaron hacia el pasillo de nuevo.

 Laura y Víctor se miraron especulativamente uno al otro y luego a Nate mientras Natasha lo guiaba tirando de su mano. Se acercó al frente de la casa y abrió la puerta de Fazire con un gesto, soltó la mano de Nate y saltó dentro de la habitación.

 Mirando alrededor notó que no era como cualquier habitación con la que se hubiese encontrado antes, especialmente una habitación de hombre.

 Estaba pintada con un profundo y oscuro berenjena y se llenaba con una enorme cama cubierta con una manta de satén la cual, en lugar de almohadas comunes, estaba repleta de un montón de esferas turquesas con botones en el medio. Extrañamente, tenía un póster de un jugador de béisbol encuadrado en una pared y una estantería totalmente cubierta de libros.

 Natasha saltó en el cobertor de satén y soltó una pregunta de la cual esperaba una sola respuesta: 

—¿No es una gran habitación? —No se supone que estés saltando en la cama, querida —dijo Laura en voz baja.

 —Oh, a mami no le molesta —respondió Natasha, todavía saltando—. O por lo menos, se ha cansado de decirnos a Fazire y a mí que lo dejemos. 

Los ojos sorprendidos de Laura se giraron hacia Nate ante la idea de un hombre grande y redondo saltando sobre la cama.

 Nate se encontró conteniendo la risa ante el sencillo anuncio incongruente de su hija y la mirada sorprendida de su madre. A diferencia de Lily, que parecía haber decaído con el trascurso de los años, perdiendo su deslumbrante alegría de vivir, Natasha estaba floreciente. 

Era burbujeante, brillante y muy, muy alegre. Nate estaba, francamente, impresionado por todo lo que Lily había creado.

 Su hija, la acogedora casa donde todos sus ocupantes tenían su propio espacio tal cual como lo querían, desbordando con la personalidad de cada uno —sin embargo, al considerar el cuarto de Fazire, Nate tenía dudas sobre la personalidad de éste. 

Fue abrumador que su diminuta y delicada Lily pudo haber hecho algo tan maravilloso en contra de todas las probabilidades. Interrumpiendo sus pensamientos, Natasha estiró las piernas y expertamente, claramente teniendo mucha práctica, aterrizó en la parte inferior luego de rebotar en la cama. —¡Ahora! ¡El cuarto de mamá! —anunció, agarrando la mano de Nate y obligándolo a salir por la puerta. 

—No creo… —comenzó a decir Laura, obviamente incómoda con la idea de entrometerse en la privacidad de Lily, pero Natasha no estaba escuchando. 

—No me gusta mucho el cuarto de mamá. Mami dice que lo arreglará, fii… nal… men… ah… te —dijo la palabra cantarina que obviamente había escuchado a menudo, mientras caminaba hasta la parte trasera de la casa. Natasha abrió otra puerta y lo arrastró dentro y casi fue como si hubiera entrado en otra casa, y no una muy bonita. 

El cuarto estaba ordenado y la cama estaba hecha. Aparte de eso, no había nada bueno en ella. 

Las paredes habían sido despojadas del empapelado pero nunca fueron arregladas con yeso o pintadas, quedaban algunos trozos del viejo papel en algunos lugares. La cama era vieja, el colchón tenía bultos y todos los muebles estaban marcados, no coincidían y estaban en mal estado. 

La puerta del armario quedaba abierta tambaleante, mostrando las ropas metidas dentro del pequeño espacio, los zapatos que estaban alineados debajo no cabían en el interior. 

Había libros apilados en las mesitas de noche y en el suelo, el cual tenía tablones viejos e inacabados tablones sin siquiera una alfombra sobre ellos para cubrirlos.

 No había fotos en las paredes o alguna decoración o adorno en la habitación. La única cosa que Nate pudo ver fue un gran marco de foto sobre un aparador maltratado, en el que la Lily que conoció hace ocho años estaba abrazando a un hombre de cabello oscuro mientras una mujer de cabello rubio blanquecino abrazaba a Lily por detrás, su cabeza apoyada en el hombro de Lily.

El gato entró paseándose, saltó ágilmente a la cama de Lily, caminó tranquilamente hasta la almohada y se acurrucó nuevamente para tomar otra siesta. 

El cuarto estaba desprovisto de personalidad, no era una habitación en la que quisieras pasar tiempo y, de alguna manera, completamente triste. 

—Ahora, ¿quieren té? —preguntó Natasha, felizmente ignorante de todo lo que el cuarto decía sobre el sacrificio de su madre, una vez más inclinando la cabeza con su pregunta y luego, sin esperar una respuesta, agarró la mano de Nate otra vez y lo sacó del cuarto. 

Cuando pasó junto a sus padres, Nate pudo ver sus propios pensamientos afligidos por lo que vio en el cuarto de Lily abiertamente expresado en los rostros de sus padres. 

—Nathaniel… —dijo Victor en voz baja mientras Natasha tiraba de él.

 Fue salvado de responder cuando Natasha giró la cabeza para mirar por encima del hombro a su padre.

 —Nathaniel —le dijo—, fui nombrada por ti. —Siguió tirando de él hacia las escaleras—. Mami dijo que “Nathaniel” es el nombre de un caballero, un buen nombre, uno fuerte. Realmente le gusta tu nombre — terminó cuando entraban al salón.

 —Tash, ¿con qué les estás llenando las cabezas? —preguntó Lily a su hija suavemente cuando entraron, una pequeña sonrisa tirando de las comisuras de sus labios.

 El salón estaba pintado de un beige suave, con tintes de amarillo brillante. El mobiliario era lindo pero obviamente barato y comprado para la comodidad y con el fin de que durara. Lily estaba de pie junto a la chimenea pareciendo fuera de lugar incluso con sus ropas casuales. 

Los intereses de Lily no se preocupaban por la durabilidad de sus muebles. Su objetivo permaneció cómodamente en habitaciones opulentas.

 Junto a ella estaba Fazire, quien tenía los pies separados pero ahora sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, y apoyados sobre su protuberante estómago. 

Todavía se veía más enojado que un toro y su cabeza estaba inclinada hacia atrás en un ángulo impropio por lo que los veía por encima de su nariz, a pesar de que apenas era tres centímetros más alto que la pequeña Laura. 

Todos se quedaron mirando entre sí y nadie habló.

 —¡Té! —dijo Lily en voz alta, sonando desesperada y pegando un salto para buscar una bandeja en una mesita frente al sofá. 

Distraídamente, Nate notó que la tetera estaba astillada. También notó que no le había hecho té, algo que no bebía, sino automáticamente, y sin decir una palabra o lanzar una mirada en su dirección, le entregó una taza de café negro.

 Eso sí lo bebía. 

La importancia de ese gesto, de su hija contándole historias sobre su madre hablando de su sonrisa y de su nombre, golpearon a Nate con la fuerza de un tren. Lily no estaba perdida como había temido, ni destrozada como parecía.

 Simplemente estaba rota.

 Y lo roto podía ser arreglado.

 La observó de cerca y entonces sonrió.

 Se había puesto un cárdigan rosa claro el cual tenía una delgada cinta lila bordada con flores pasando por un costado de los botones. Obviamente, había hecho esto para cubrir los verdugones de sus brazos. 

Afanosamente hizo el té como si su vida dependiera de ello, realizando esta tarea con sus mejores habilidades de anfitriona. Distribuyó los refrescos, tomando café para sí misma y retrocediendo para pararse junto a Fazire.

 Una vez se instaló nuevamente en su lugar, todos se miraron entre sí otra vez. El tiempo pasó y nadie habló. El silencio se volvió incómodo. Después se volvió insoportable.

 Laura miraba preocupada a Lily. Victor miraba de manera escrutadora a Fazire. Fazire, en cambio, miraba a todos. Natasha miraba expectante de un adulto a otro.

Entonces Fazire abrió la boca, aspiró una enorme bocanada de aire que debió haber evacuado el aire de la habitación y claramente estaba a punto de hablar cuando, sonando un poco histérica, Lily gritó: 

—¡Álbumes de fotos! 

La boca se Fazire se cerró con un audible castañeo de dientes y fulminó a Lily con la mirada, quien le había negado cualquier gran declaración que había estado a punto de hacer. 

—Álbumes de fotos —repitió Lily, golpeando su taza torpemente sobre la chimenea, la cual contenía también una variedad de fotos familiares enmarcadas—. Fazire toma miles de fotos. Pueden ponerse al día sobre Tash viendo las fotos de Fazire.

 —Qué adorable idea —dijo Laura suavemente pero Lily no la miraba, de hecho, Lily estaba evitando cuidadosamente mirar a cualquiera de ellos y así había sido desde que entraron en la sala.

 —Iré por ellas —ofreció Lily y prácticamente fue corriendo a la puerta. 

—Te ayudaré —dijo Nate, bajando su taza, intentando tener un momento a solas con ella, el primer momento en que estarían solos en ocho años. Lily se detuvo, se dio la vuelta y se lo quedó mirando usando una expresión de horror mezclada con un abundante temor. 

Abrió la boca para decir algo pero antes de que pudiera proferir palabra Fazire habló. 

—Yo la ayudaré —declaró Fazire, también moviéndose para depositar la taza de té. Nate se enderezó y miró al extraño hombre. 

—Dije que yo la ayudaré —señaló en un tono bajo. 

—Y yo dije que yo la ayudaré —devolvió Fazire, claramente sin leer o desear leer la mirada de advertencia de Nate.

 —Deja que Nathaniel ayude —dijo Laura entrometiéndose valientemente en la refriega creciente. 

La mirada enojada de Fazire se volvió hacia Laura. 

—Deja que papi ayude —dijo Natasha, saltando en el sofá y mirándolos a todos con sus brillantes ojos, ajena a la tensión de la sala—. A Fazire no le gusta subir las escaleras de todos modos. Por lo general, sube flotando y no puede hacerlo mientras estén todos aquí. 

Natasha se acomodó en el sofá igualmente ajena a la mirada aterrada que su madre estaba lanzando en su dirección o aquellas sorprendidas que su padre y su familia estaban dirigiendo hacia ella.

 —Bien —espetó Lily, sacándolos a todos de su aturdimiento por las extrañas palabras de la niñita. Volvió sus ojos hacia Nate y, notó, había controlado cuidadosamente sus rasgos

— ¿Nate? Sin esperar su respuesta, se giró de nuevo y salió rápidamente de la sala. 

La siguió lentamente hasta el juego de escaleras donde, notó, se detuvo a cerrar la puerta hacia su cuarto, entonces subió otro. Había varias puertas más cerradas en el pasillo siguiente y caminó dentro de un cuarto que era obviamente usado para ver televisión. Un gran sofá esquinero ocupaba la mayor parte del cómodo espacio.

 El cuarto también tenía varios juegos de estantes conectores baratos, pero estilizados en los cuales estaban alineados libros, adornos, más fotos enmarcadas y una enorme colección de álbumes fotográficos. 

Nate notó vagamente que con todo el dinero que le había pagado a su diseñador de interiores, su apartamento aun parecía frio y nada acogedor. Aun así Lily, quien no tenía dinero, creó un hogar que parecía cálido y acogedor. Ella inmediatamente caminó hacia los estantes y sacó un álbum. 

—Toma esto. —Se dio la vuelta y le extendió el álbum. 

Lo tomó reflexivamente diciendo: 

—Lily, tenemos que hablar. Tomó otro álbum y lo ignoró completamente.

 —Y este. —Le extendió el libro y lo aceptó. —Lily.

 Sacó otro álbum del estante. 

—Y este. —Lo sostuvo hacia él pero no lo tomó. Sus ojos aún estaban en los estantes, le empujó el álbum e indicó que debía tomarlo pero la ignoró. 

—Lily, tenemos que hablar —repitió.

 —Está bien, me quedaré este —decidió magnánimamente, lo puso debajo de su brazo y se dio la vuelta para agarrar otro. 

Nate caminó hacia el sofá y lanzó los álbumes sobre éste. Entonces fue hacia la puerta. 

La cerró. Firmemente. Ella se congelo, una mano lista para sacar otro álbum, y lo miró. 

—¿Qué estás haciendo? —inquirió. 

—Vamos a hablar —le dijo, dirigiéndose de nuevo hacia ella. Inteligentemente, volvió a ver el estante.

 —Alistair dice que no podemos hablar. Dice que debemos hablar a través de nuestros abogados. Me dijo que para decirme lo que sea que tengas que decir deberías hacerlo a través de él. 

Había comenzado a llenar obsesivamente sus brazos con álbumes. Nate la alcanzó, puso las manos en sus hombros, gentilmente la alejó de los estantes y entonces quitó los álbumes de sus manos y los lanzó al sofá. 

Lo hizo sin resistencia de su parte porque estaba sorprendida hasta la inmovilidad.

 La encaró. 

—Hemos terminado de hablar a través de abogados —le informó.

 —Alistair dice… —comenzó, su cuerpo poniéndose rígido como si se preparara para un ataque. 

—No me importa lo que diga Alistair —la cortó Nate. 

—Bueno, a mí sí. 

—Necesitamos hablar —repitió Nate pacientemente.

 —No tenemos nada que decir —retó Lily, saliendo de su trance de estatua y caminando hacia el sofá a recuperar los álbumes. Mientras pasaba a su lado, Nate la atrapó por un codo y la detuvo.

Ella inclinó la cabeza para mirarlo, sus ojos comenzando a arder.

 —Nate, quita tu mano de mí. 

La ignoró y mantuvo su mano donde estaba. No estaba a punto de dejar pasar esta oportunidad. Repentinamente dijo en voz baja:

 —Gracias por nombrar a Natasha por mí. 

Parpadeó hacia él. Entonces parpadeó de nuevo. Tomó ventaja de su momentánea confusión. 

—Gracias por hacerla tan adorable —murmuró suavemente.

 Su boca cayó abierta. Entonces dijo lo que había estado esperando decir por veinticuatro horas.

 —Pensé que me habías dejado. Su boca se cerró de golpe, sus ojos se cerraron y liberó su brazo. 

—No vamos a hablar de eso —anunció débilmente.

 Nate continuó: 

—Vine a casa y te habías ido, todo se había ido. Pensé que me habías dejado.

 —¿Por qué en la tierra te dejaría? —espetó, obviamente sin querer una respuesta y su cuerpo notó que había perdido el objetivo. Lo hizo dirigiéndose de nuevo al sofá pero la atrapó de nuevo y gentilmente la acerco a él.

 Sus manos se movieron hacia la mano en su brazo. 

»Nate, te pedí que no me tocaras. Estaba tratando de retorcer su brazo para liberarlo pero mantuvo su mano ahí, justo encima de su codo, muy lejos de los moretones. 

—Pensé que me habías dejado —dijo de nuevo, necesitando que lo escuchara, necesitando que lo entendiera.

—Ya dijiste eso —cortó, inclinando la cabeza hacia atrás y ahí definitivamente había fuego ahora, estaba templado por cansancio, pero estaba ahí. 

Eso complació a Nate. Lo complació mucho. 

—Jeff debe haber tomado la nota, si hubiera sabido… Lo interrumpió, haciendo un agudo, frustrado sonido en su garganta. Dándose por vencida en liberar su brazo, decidió simplemente alejar su cuerpo de él dando un paso atrás. 

Tampoco le permitió eso. Su mano se deslizó por su brazo y antes de que supiera lo que estaba haciendo, había entrelazado sus dedos y la había acercado más. 

Negó con la cabeza, su mano empujando la suya diciendo: 

—Eso no importa ahora, fue hace mucho tiempo. Se acabó. Estaba mirando el sillón, mirando los álbumes, claramente queriendo continuar con su tarea. 

Nate continuó, determinado: 

—Mi secretaria estaba enferma, tuve una empleada temporal. Ella perdió mensajes. Lily sacudió la cabeza de nuevo, igualmente determinada a ignorarlo. 

»Me mudé, nos estábamos mudando, había comprado un nuevo departamento. No te lo había mencionado porque estábamos demasiado ocupados con… —Se detuvo y entonces continuó—, otras cosas. Iba a decirte esa noche cuando llegara a casa, la noche que te fuiste.

 Trataba de liberar su mano, su cabeza ya no se sacudía pero daba tirones. Si pusiera sus manos en sus oídos en ese momento, no estaría sorprendido. Apretó su mano en la de ella

 —Si lo hubiera sabido no habría regresado tus llamadas. Ante este anuncio, sus ojos fueron hacia los de él, su cabeza dejó de moverse y su otra mano fue a su cintura.

Nate terminó: 

—Habría volado a Indiana para estar contigo. Lily, lamento lo de tus padres.

 Miró dentro de sus ojos y vio la pena pasar por ellos, ya sea que fuera por su deserción o la pérdida de sus padres o ambos, no lo sabía pero ante la vista de eso, la fuerza de eso, sintió que coincidía con algo profundo en su interior.

 Entonces sus ojos de se aclararon y los temblores se detuvieron.

 —Gracias, Nate —dijo cuidadosamente, con estudiada educación—. Ahora, ¿has terminado? 

—No —dijo con calma, mirándola de cerca. Entonces los temblores comenzaron de nuevo. 

—Bueno, yo sí —espetó—. ¡No más charla! Trató de nuevo de liberar su mano pero la apretó gentilmente pero con fuerza y ante su inesperado apretón, se inclinó en las puntas de sus pies cayendo hacia él.

 Su mano fue a su pecho para evitar la caída. Sintió donde lo tocó, quemando a través de su camisa como una marca y su otro brazo inmediatamente se cerró alrededor de su cintura.

 —¿No más charla? —preguntó, su tono, también, decepcionantemente educado. 

—Es correcto. No más charla —estuvo de acuerdo, tratando de liberarse.

 En un instante, decidió jugar un juego peligroso, tomar un riesgo, moverse diez pasos hacia la puerta antes de que la puerta enfrente fuera siquiera abierta una milésima. 

Podía, lo sabía, forzar la entrada. O podría abrirla al último minuto y dejarlo entrar. Sopesó sus opciones en pocos segundos y tomó el riesgo.

 —Correcto, Lily —respondió gentilmente—. Nunca fuimos muy buenos hablando. 

Y entonces su cabeza comenzó a descender lentamente hacia la de ella.

Mientras se acercaba, ella arqueó la espalda contra sus brazos para alejarse de él, sus ojos amplios, llenos de incredulidad. 

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Lily.

 Su mano dejó la suya y la rodeó, subiendo por su espalda para presionarse entre sus omóplatos y traerla de vuelta hacia sí. 

—Voy a besarte —respondió Nate. 

—No lo harás —espetó, su voz llena de sorpresa y enfado.

 —Sí —afirmó implacablemente—, lo haré. 

Su mano subió más arriba, se deslizó a lo largo de su cuello hacia su suave cabello para sostener la parte trasera de su cabeza. Su cuerpo hizo contacto con el suyo, sus senos rozando su pecho, sus caderas a un susurro de distancia y resistió la urgencia de aplastarla contra sí. 

—Quítame tus manos de encima —gritó. Bajó la cabeza y rozó sus labios contra los suyos. 

—No. 

Todavía luchando, demandó: 

—Déjame ir. 

—Esta vez, Lily, no te dejaré ir —dijo, contra sus labios. 

Y luego la besó. 

En el minuto en que sus labios se presionaron contra los suyos se congeló en sus brazos, no tratando de luchar sino manteniendo su cuerpo perfectamente rígido.

 Sus labios incitaban y burlaban pero no reaccionó. Se quedó quieta e inmóvil, totalmente entumecida.

 Nate no se lo creyó y no se dio por vencido. 

Pasó su lengua a través de su labio inferior, pero sus labios no se movieron. 

—Abre tu boca —demandó atrevidamente. 

Meneó la cabeza, su cabello deslizándose contra de su brazo Su otro brazo se presionó en su cintura, atrayéndola en completo contacto con su forma. 

—Lily, abre tu dulce boca. Déjame saborearte de nuevo.

 Hizo otro sonido en el fondo de su garganta, éste, áspero con alguna emoción que no pudo descifrar.

Decidió tomar esto como una buena señal. 

»¿No? —preguntó suavemente, sus labios todavía en los de ella. No se movió. 

Sin inmutarse, trató con otra táctica. Deslizó su boca por su mejilla hasta su oreja. 

»¿Sabes… —murmuró en su oído, la besó ahí y sintió como su cuerpo se convirtió en roca sólida—, que recuerdo todo? Tengo esta… habilidad — agitó su lengua contra el lóbulo de su oreja—, y nunca olvido nada. 

Mantuvo su cuerpo completamente controlado. Una mano estaba aplanada contra su pecho, presionada entre ambos.

 La otra mano estaba en su cintura poniendo presión ahí para alejarlo.

 Se movió para descansar su frente contra la suya, su nariz a lo largo de la de ella y su mano se deslizó de detrás de su cabeza para sostener su mandíbula, su pulgar acariciando su mejilla.

 —Recuerdo todo sobre ti —le dijo, mirando a sus ojos, esos extraordinarios ojos no habían cambiado, no se habían desvanecido, con sus irises azul pálido con un anillo medianoche—. Todos estos años me atormentaron, esos recuerdos. El sonido de tu voz, tu risa, el mirar tu sonrisa, la sensación de ti presionada contra mí mientras dormías. 

Ella sacudió su cabeza, su frente rodando contra la suya, ambas manos empujando contra su pecho ahora para alejarse. Sus ojos estaban llenos de miedo.

 Nate continuó:

 —Pensé que te había perdido pero nunca olvidé, no podía olvidar. Eras tan dulce, increíblemente dulce. El sabor de tu boca, el sabor de tu entrepierna, tus manos en mí, tu boca en mí, la sensación de ti debajo de mí apretándome cuando te venías.

Sus labios se separaron, conmocionada ante sus palabras, lo sabía. Y no le importó.

 »Eso es —susurró alentador y la besó otra vez, su lengua deslizándose dentro. 

Luchó por un segundo, luego se dio por vencida con un suave gemido. 

Tuvo una abrumadora sensación de triunfo cuando la mano de su pecho se deslizó hacia arriba y alrededor de su cuello, su otra mano fue alrededor de su cintura y lo sostuvo por ahí con fiereza como si nunca lo quisiera dejar ir.

Su cabeza se inclinó hacia un lado y Nate se inclinó hacia el otro y su lengua tocó la suya. Y sabía exactamente tan dulce como recordaba. 

Más dulce.

 Profundizó el beso cuando ella se inclinó hacia adelante y ajustó su cuerpo al suyo así como solía hacer, retorciéndose por acercarse más, presionarse más profundo, como queriendo ser absorbida. Sus brazos se apretaron en su cintura mientras su mano hacía lo mismo en su mandíbula, manteniendo su cabeza inclinada hacia la suya. Sintió su cuerpo endurecerse con necesidad, ocho años de necesidad, como ocho años de anhelo llenaron el beso, surgió en su forma, calentando su sangre a esa fiebre familiar que nunca sintió por nadie más. 

Una fiebre que era solo por Lily. Gruñó en su boca y ella se estremeció mientras lo aceptaba, su mano deslizándose en su cabello para mantener su cabeza hacia ella.

 El beso era desesperado y salvaje con ocho años de nostalgia y estaba completamente perdido en ella. Pero ella no estaba perdida en él. 

El beso le había probado que nada había cambiado en Lily, excepto una cosa. 

Era madre. 

Con oídos de madre y con agudos sentidos maternales. Arrancó sus labios de los suyos y se volvió con los ojos medio asombrados, medio apasionados, hacia la puerta.

Lentamente, Nate siguió su mirada. 

Y en el pasillo estaba Natasha de pie, mirándolos con sus maravillados ojos muy abiertos.

 Luego el rostro de Natasha se dividió en una exquisita y alegre sonrisa y la pequeña niña rompió en una carrera. Antes de que Lily pudiese desenredarse de sus brazos, Natasha se estrelló contra ellos, tirando sus brazos alrededor de sus cinturas y enterrando su cara en el espacio libre en medio de ellos. 

Ese momento para Nate, quien nunca había tenido un momento así en toda su vida, fue tan profundo que casi le hizo caer de rodillas.

 Pero tuvo que mantenerse de pie para ayudar a Lily y a Natasha ya que ambas estaban reclinadas hacia su cuerpo y en sus brazos. La mano que Nate tenía en el rostro de Lily cayó en la parte trasera del cuello de su hija. 

La cabeza de Lily se levantó de su sobria contemplación de Natasha, la niña todavía presionada a sus costados. Notó, cuando miró a los sorprendentes ojos azules de Lily, que había tenido tiempo para volver a estar bajo control.

 Lo miró directamente a los ojos y susurró con fiereza:

 —Esto no cambia nada. Negó con su cabeza y le sonrió, sabiendo que estaba equivocada. 

Suavemente, todavía negando con su cabeza, Nate le informó de este importante hecho: 

—Te equivocas, cariño. Lo cambia todo.


Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....



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