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Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
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Book Queen :: Biblioteca :: Lecturas
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Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Saludos, iniciamos la primera lectura del año.
Las dejo en manos de @berny_girl
The Outskirts
T.M. Frazier
Sawyer quiere una vida propia.
Finn quiere olvidar que alguna vez tuvo una.
Después de una tragedia, Finn Hollis se escapa al pantano para estar solo. Es decir, hasta que Sawyer Dixon aparece, toda inocencia ABRASADORA, afirmando que es dueña de la tierra a menos de quince metros de su puerta principal.
Sawyer se mete bajo su PIEL, ¿pero aún peor?
Ella lo hace ANHELAR cosas.
Cosas que Finn no ha pensado en mucho tiempo.
Finn QUIERE que Sawyer se vaya. Casi tanto como la quiere en su CAMA.
El pantano está a punto de ponerse mucho MÁS CALIENTE...
Maga- Mensajes : 3549
Fecha de inscripción : 26/01/2016
Edad : 37
Localización : en mi mundo
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
yiany- Mensajes : 1938
Fecha de inscripción : 23/01/2018
Edad : 41
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Bienvenidas a todas a la primera, espero de que muchas Lecturas que tendremos este año... Esta lectura cuenta con 41 capítulos, los cuales no son tan largo, por lo que publicaremos 3 capítulos diarios, iniciaremos mañana la publicaciones, pero hoy publicare el Prologo correspondiente.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
El miedo y el amor son muy parecidos.
Ambos hacen que tu corazón se acelere y tu cuerpo tiemble.
Te hacen estremecer y anticipar.
Te vuelven frenética con los pensamientos que te consumen.
Abrazar el miedo es lo mismo que abrazar el amor.
Duele.
Termina.
Todo está perdido.
Todo puede ser encontrado de nuevo.
Ambos hacen que tu corazón se acelere y tu cuerpo tiemble.
Te hacen estremecer y anticipar.
Te vuelven frenética con los pensamientos que te consumen.
Abrazar el miedo es lo mismo que abrazar el amor.
Duele.
Termina.
Todo está perdido.
Todo puede ser encontrado de nuevo.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Prologo
Finn
Puedes decir mucho sobre tu vida por los sonidos a tu alrededor. Es malditamente espantoso lo rápido que pueden cambiar sin previo aviso.
Un día es el estruendo y las ovaciones de una multitud en el juego local. El choque de las botellas de cerveza. Coqueta risa femenina.
Al día siguiente es el sonido de una radio apagándose apresuradamente.
Jadeos
El ruido sordo embotado que nunca podrás deshacer de tus pesadillas.
Los gritos son seguidos por lo peor de todo.
Silencio.
Si escuchas muy atentamente, podrás escuchar algo más. Algo más. Un sonido tan distintivo que no puede ser confundido con nada más que lo que es.
El sonido de tu propio corazón rompiéndose.
Un día es el estruendo y las ovaciones de una multitud en el juego local. El choque de las botellas de cerveza. Coqueta risa femenina.
Al día siguiente es el sonido de una radio apagándose apresuradamente.
Jadeos
El ruido sordo embotado que nunca podrás deshacer de tus pesadillas.
Los gritos son seguidos por lo peor de todo.
Silencio.
Si escuchas muy atentamente, podrás escuchar algo más. Algo más. Un sonido tan distintivo que no puede ser confundido con nada más que lo que es.
El sonido de tu propio corazón rompiéndose.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias Berny, empezamos, el prólogo deja la intriga, algo horrible le pasó...
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Así parece...Yani escribió:Gracias Berny, empezamos, el prólogo deja la intriga, algo horrible le pasó...
Sinceramente no se que nos espera esta lectura, voy ir avanzando los capítulos con usted, espero nos sorprenda para bien.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Guau. Empezamos con toda. Ya quiero saber q ráyos le pasó para cambiar su vida del amor al miedo. Debió ser algo verdaderamente traumatico
yiany- Mensajes : 1938
Fecha de inscripción : 23/01/2018
Edad : 41
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Estoy igual que ustedes chicas, con deseos de saber que le pasó a Finn. A ver que hizo que su corazón se rompiera
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Que buenisimo esta muero por seguir la lectura
yanet- Mensajes : 170
Fecha de inscripción : 04/01/2020
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias, me uno! El prólogo muy misterioso.... Veamos como sigue
Tatine- Mensajes : 1561
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 1
Sawyer
No lloré.
Ni una sola lágrima.
¿Qué clase de persona no llora en el funeral de su propia madre?
No sé por qué me estaba haciendo la pregunta cuando la respuesta era relativamente obvia.
Estaba sin lágrimas.
Al igual que mi madre lo había estado.
Lo que sí hice fue fijarme en cuánto Madre hubiera odiado todo el servicio. Los hombres se sentaron en el frente mientras las mujeres estaban de pie en la parte de atrás, como era la costumbre de nuestra iglesia.
Todos estaban vestidos de negro.
Madre detestaba el negro.
—La familia es la razón por la que Dios nos puso aquí en esta tierra. La familia puede construirnos y la familia puede derrumbarnos. Es un día triste cuando perdemos a un miembro de nuestra propia comunidad, una madre. Una esposa. Uno de los hijos devotos de Dios —proclamó el reverendo Desmond.
Tantas veces como él se había encontrado con mi madre a lo largo de los años, no sabía nada de ella. Lo cual tenía sentido porque en realidad él nunca había hablado con ella. Padre siempre hablaba en nombre de nuestra “familia”, mientras que Madre y yo estábamos detrás de él, obedientemente, con la cabeza inclinada y las manos dobladas. Ojos al suelo.
Y era porque él no conocía a mi madre que el sermón del Reverendo era genérico en el mejor de los casos.
Frío.
Sin datos personales de ningún tipo.
Lo que el Reverendo dijo fue que mi madre estaba donde siempre estaba destinada a estar. Feliz y segura en los brazos de nuestro Señor y Salvador.
Un estallido de risa incontenible salió de mi boca y cuando cabezas giraron en mi dirección, lo disimulé como un sollozo de dolor. Lo cual, aunque mejor que la risa, era también inaceptable.
Sin incluso al levantar la vista pude sentir la furia de mi padre desde la fila delantera, pero mi arrebato no pudo haber sido retenido. La hipocresía era hilarante.
¿Segura en los brazos de nuestro Señor y Salvador?
La Iglesia de la Luz de Dios creía que el suicidio compra un billete de ida al infierno. Claro, todos lo pasaron como si fuera un accidente, pero yo sabía la verdad.
Madre no fue accidentalmente golpeada por un auto.
Ella a propósito caminó delante del tráfico ese día.
Mi padre tampoco sabía, no le importaba, o simplemente no reconocía la posibilidad que no fuera un accidente. Pero no me sorprendió. Tenía una manera de creer lo que quería y esperar que otros creyeran lo mismo. Incluso si todo era mentira.
Incluso si esas mentiras eran sobre sí mismo.
Como el que él es un respetable ciudadano.
Un líder en la iglesia.
Un marido y un padre dedicado y cariñoso.
Un hombre de Dios.
Padre desempeñaba bien el papel. Se veía igual que un viudo en la agonía de la pena con la cabeza inclinada. Cuando en realidad, probablemente estaba tratando de no quedarse dormido después de tomar una gran porción de una nueva botella de whisky esa mañana.
—Ella era una mujer obediente... —continuó el Reverendo su sermón de medias verdades.
¿Obediente? ¿Eso era lo mejor que se le podía ocurrir? ¿Obediente?
Mi cabeza giró en su sermón.
Toda la verdad era que mi madre, Caroline Dixon, era alguien que rara vez sonreía. Vivía bajo un techo gobernado por el miedo constante. Rara vez salía de la casa. Se disculpaba mucho y a menudo. Si alguien estaba llevando un control actualizado, “lo siento” fue la frase que ella dijo más a menudo durante su vida, e incluso entonces, solo lo dijo en un susurro apenas audible al suelo.
Una realización me golpeó tan duro que sentí como si hubiera sido pateada en el estómago. Me doblé y tropecé hacia atrás, murmurando disculpas a las mujeres que había golpeado en quien esperanzadamente pensaban que estaba teniendo algún tipo de ataque causado por mi dolor abrumador.
Padre miró hacia atrás, y aunque para cualquier otra persona él parecía compresivo cuando me lanzó una sonrisa triste, yo sabía mejor y podía ver la furia formándose detrás de sus ojos fríos. No había forma que mis arrebatos quedaran impunes.
Seguí caminando hacia atrás hasta que estaba libre de la carpa y de la multitud. Me dejé caer al suelo y me deslicé todo el camino hasta que mi espalda estaba plana sobre la hierba y la parte superior de mi cabeza se presionó contra una lápida de granito brillante.
La revelación que estaba teniendo resultaría ser el pensamiento que lanzó mil barcos. Ese día mi vida fue cambiada para siempre, bajando por un camino del que no habría vuelta atrás.
Si seguía viviendo como estaba. De la misma manera que Madre había vivido. Servil. Sumisa. Abusada. Maltratada. Entonces aquel sermón, esas mismas palabras genéricas y mentiras acerca de una vida que nunca vivió, serían pronunciados en otro funeral algún día.
El mío.
Ni una sola lágrima.
¿Qué clase de persona no llora en el funeral de su propia madre?
No sé por qué me estaba haciendo la pregunta cuando la respuesta era relativamente obvia.
Estaba sin lágrimas.
Al igual que mi madre lo había estado.
Lo que sí hice fue fijarme en cuánto Madre hubiera odiado todo el servicio. Los hombres se sentaron en el frente mientras las mujeres estaban de pie en la parte de atrás, como era la costumbre de nuestra iglesia.
Todos estaban vestidos de negro.
Madre detestaba el negro.
—La familia es la razón por la que Dios nos puso aquí en esta tierra. La familia puede construirnos y la familia puede derrumbarnos. Es un día triste cuando perdemos a un miembro de nuestra propia comunidad, una madre. Una esposa. Uno de los hijos devotos de Dios —proclamó el reverendo Desmond.
Tantas veces como él se había encontrado con mi madre a lo largo de los años, no sabía nada de ella. Lo cual tenía sentido porque en realidad él nunca había hablado con ella. Padre siempre hablaba en nombre de nuestra “familia”, mientras que Madre y yo estábamos detrás de él, obedientemente, con la cabeza inclinada y las manos dobladas. Ojos al suelo.
Y era porque él no conocía a mi madre que el sermón del Reverendo era genérico en el mejor de los casos.
Frío.
Sin datos personales de ningún tipo.
Lo que el Reverendo dijo fue que mi madre estaba donde siempre estaba destinada a estar. Feliz y segura en los brazos de nuestro Señor y Salvador.
Un estallido de risa incontenible salió de mi boca y cuando cabezas giraron en mi dirección, lo disimulé como un sollozo de dolor. Lo cual, aunque mejor que la risa, era también inaceptable.
Sin incluso al levantar la vista pude sentir la furia de mi padre desde la fila delantera, pero mi arrebato no pudo haber sido retenido. La hipocresía era hilarante.
¿Segura en los brazos de nuestro Señor y Salvador?
La Iglesia de la Luz de Dios creía que el suicidio compra un billete de ida al infierno. Claro, todos lo pasaron como si fuera un accidente, pero yo sabía la verdad.
Madre no fue accidentalmente golpeada por un auto.
Ella a propósito caminó delante del tráfico ese día.
Mi padre tampoco sabía, no le importaba, o simplemente no reconocía la posibilidad que no fuera un accidente. Pero no me sorprendió. Tenía una manera de creer lo que quería y esperar que otros creyeran lo mismo. Incluso si todo era mentira.
Incluso si esas mentiras eran sobre sí mismo.
Como el que él es un respetable ciudadano.
Un líder en la iglesia.
Un marido y un padre dedicado y cariñoso.
Un hombre de Dios.
Padre desempeñaba bien el papel. Se veía igual que un viudo en la agonía de la pena con la cabeza inclinada. Cuando en realidad, probablemente estaba tratando de no quedarse dormido después de tomar una gran porción de una nueva botella de whisky esa mañana.
—Ella era una mujer obediente... —continuó el Reverendo su sermón de medias verdades.
¿Obediente? ¿Eso era lo mejor que se le podía ocurrir? ¿Obediente?
Mi cabeza giró en su sermón.
Toda la verdad era que mi madre, Caroline Dixon, era alguien que rara vez sonreía. Vivía bajo un techo gobernado por el miedo constante. Rara vez salía de la casa. Se disculpaba mucho y a menudo. Si alguien estaba llevando un control actualizado, “lo siento” fue la frase que ella dijo más a menudo durante su vida, e incluso entonces, solo lo dijo en un susurro apenas audible al suelo.
Una realización me golpeó tan duro que sentí como si hubiera sido pateada en el estómago. Me doblé y tropecé hacia atrás, murmurando disculpas a las mujeres que había golpeado en quien esperanzadamente pensaban que estaba teniendo algún tipo de ataque causado por mi dolor abrumador.
Padre miró hacia atrás, y aunque para cualquier otra persona él parecía compresivo cuando me lanzó una sonrisa triste, yo sabía mejor y podía ver la furia formándose detrás de sus ojos fríos. No había forma que mis arrebatos quedaran impunes.
Seguí caminando hacia atrás hasta que estaba libre de la carpa y de la multitud. Me dejé caer al suelo y me deslicé todo el camino hasta que mi espalda estaba plana sobre la hierba y la parte superior de mi cabeza se presionó contra una lápida de granito brillante.
La revelación que estaba teniendo resultaría ser el pensamiento que lanzó mil barcos. Ese día mi vida fue cambiada para siempre, bajando por un camino del que no habría vuelta atrás.
Si seguía viviendo como estaba. De la misma manera que Madre había vivido. Servil. Sumisa. Abusada. Maltratada. Entonces aquel sermón, esas mismas palabras genéricas y mentiras acerca de una vida que nunca vivió, serían pronunciados en otro funeral algún día.
El mío.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 2
Sawyer
Descansar era la subestimación del siglo.
Mi rodilla izquierda se balanceaba tan rápido que era un borrón bajo la falda vaquera negra. Me senté al borde de mi cama golpeteando el talón de tal manera que estaba segura que si permanecía allí el tiempo suficiente haría un agujero y caería hasta el primer piso.
Descansar no estaba permitido en esta casa.
Tampoco estaba llevando ningún artículo de ropa que mostrase más de un tobillo o un codo, teléfonos móviles o cualquier acceso a internet que no hubiese sido usado para sus propósitos aprobados previamente.
El funeral de Madre fue hace horas. Padre estaba atendiendo la reunión posterior al servicio, al que solo se le permitía acudir a los hombres.
Vi mi reflejo en el pequeño espejo sobre la cómoda. Mi cabello debe haber sido marrón con un tono de rojo cuando el de mi madre había sido un luminoso tono de rubio, pero bajo el asqueroso número de pecas que pasaban por el puente de mi nariz y mis mejillas, no había duda que era el rostro de ella el que me devolvía la mirada.
Apreté mis cutículas y bajé la mirada a mis manos, girándolas e inspeccionando cada lado.
También tenía las manos de ella.
Y ya que la quietud era mi enemigo, me levanté y paseé por mi pequeña y simple habitación. La única imagen sobre mi cama en la pared blanca, era una pequeña imagen de la Virgen María sosteniendo al niño Jesús.
Mi padre había sugerido que manejase mi dolor rezando, y si eso no funcionaba, algún viejo trabajo duro. Como limpiar.
Limpiar.
En realidad, había sugerido eso para llegar a superar la muerte de mi madre… debería limpiar.
La sugerencia fue el verdadero problema. No lo era el dolor. Poco sabía mi padre lo que yo había experimentado. Me sentía adormecida. Frustrada. Enfadada.
Pero el dolor llegaba tarde y había decidido que iba a mantener las luces encendidas y esperaría a que llegase.
En todo mi caminar alrededor de la habitación, logré tirar un lapicero de mi escritorio. Me arrodillé en el suelo y comencé a recogerlos. Alcanzando bajo la cama para llegar a uno que había rodado, allí debajo mi mano se encontró con algo duro.
Bajo una rápida inspección, descubrí que era una caja.
Una caja que yo no había puesto allí.
Sacando la caja, me senté y la dejé sobre mi regazo. Era una vieja caja de zapatos. Rosa decolorada con letras. Había un gran sobre, de la clase donde envías grandes documentos, atado con cintas y mi nombre escrito en la apresurada letra de mi madre sobre la cima.
La primera página de la gruesa pila que saqué del sobre era una carta. Mientras la leía para mí, era su voz la que escuchaba.
Sawyer,
Mi hermosa niña.
Hay tanto que desearía haberte contado.
A pesar de todo, aún te convertiste una joven mujer amable, inteligente y capaz. Tienes mucho que ofrecerle a este mundo. Más de lo que sabes.
En mi vida he aprendido que hay dos clases de personas. Los débiles y los fuertes. Esos que realmente son fuertes, animan a otros para hacerlos sentir igual de fuertes. Esos que son débiles se dedican a hacer que los demás se sientan tan inútiles como ellos. Rodéate de fuertes.
Enamórate de alguien fuerte.
Comparte tu vida con alguien que vaya a hacer que te enfrentes a las tormentas, no que te escondas de ellas.
Nunca seré capaz de perdonarme por no ser capaz de darte la vida que mereces, pero tienes que saber que te amé con todo mi corazón, y al final estuviste TÚ y solo tú en mi mente. Eres el mayor regalo que he recibido jamás. Solo acepta a esos en tu vida que te hagan sentir del mismo modo.
Estoy esperando que el contenido de esta caja pueda ayudarte a llegar a conocerme mejor, y quizás a lo largo del camino, aprendas más sobre ti misma. Toma mis secretos y hazlos tuyos.
Te quiero, mi dulce niña, y seguiré amándote hasta el fin de la eternidad.
Hiciste que cada día insoportable en esta tierra mereciese la pena cada simple segundo y más.
Lo siento mucho.
Mamá.
Cualquier otra persona probablemente estaría llorando después de leer una carta de su madre muerta recientemente, pero yo estaba demasiado confusa.
Demasiado enfadada.
Cómo se atreve a decirme que sea valiente. ¡Cómo se atreve a escribirme una carta en lugar de permanecer alrededor el tiempo suficiente para decirme esas cosas en persona!
Dejé la carta a un lado.
La caja de zapatos estaba cubierta de pegatinas y garabatos completados con las íes puntuadas con corazoncitos y las os con caritas sonrientes.
—¿Qué estabas tramando, mamá? —me pregunté en voz alta. Esa pregunta aumentó cuando llegué a una fotografía Polaroid de una vieja y oxidada camioneta remolcando una pequeña casa rodante. Por lo que sabía, mamá ni siquiera tenía licencia de conducir. Nunca la había visto detrás del volante.
Rusty y Blue 1995 era lo que había escrito debajo con su letra con tinta negra desgastada.
Dentro de la caja había un juego de llaves con varias llaves de varios tamaños y colores y otra nota de mamá.
Encontrarás a Rusty y Blue en Storage Queen, almacén número 23. Sé buena con ellos.
En la caja también había un delicado collar de oro con un colgante de un girasol. La joyería que no era de naturaleza religiosa estaba estrictamente prohibida. ¿Cuánto tiempo había tenido mi madre el collar y cómo lo escondió, junto con el almacén lleno de vehículos, de mi padre?
¿Para MÍ?
Dejé la caja y aparté la carta de la cima de la pila, revelando el documento detrás de ella y otro secreto bien guardado.
Era una escritura, concediéndome el fideicomiso de Bobcat Holdings, un trozo de tierra en una ciudad llamada Outskirts.
¿Outskirts?
Madre nunca lo había mencionado. Lo habría recordado. Tampoco iba a ningún lado ella sola y solo viajaba cuando era con mi padre para los viajes de servicio de ayuda durante el verano.
A pesar de las muchas preguntas que tenía, no había tiempo para considerarlas todas porque los faros iluminaron la ventana de mi habitación cuando un auto llegó al camino de entrada. Volví a meter los papeles en el sobre y volví a meter la caja bajo la cama.
Corrí escaleras abajo justo a tiempo para encontrarme con la diaria mirada de desaprobación y odio de mi padre, que estaba atravesando la puerta que conectaba el garaje con la lavandería.
Silenciosamente pasé a su lado hacia la cocina, con la mirada en el suelo. Sus fuertes pasos siguiéndome de cerca.
Me ocupé preparándole la cena mientras Padre abría el frigorífico para tomar una cerveza, pero decidiendo otra cosa, cerró la puerta de golpe y en cambio tomó una botella de Wild Turkey del armario.
Las noches de whiskey nunca eran buenas noches.
Olí el licor incluso antes que hubiese abierto la botella, porque como de costumbre, ya había estado bebiendo.
¿Cuándo NO ha estado bebiendo? Las palabras susurradas de mi madre unas semanas antes pasaron por mi mente.
Debía haberme reído en voz alta.
—¿Qué es tan gracioso? —espetó Padre, llenando más de la mitad de un vaso con el líquido ámbar.
—Nada, señor —respondí, con una vida de falsa educación practicada. Saqué pollo del congelador y unas patatas del refrigerador—. Solo estaba terminando mis oraciones.
—Las oraciones se suponen que sean dichas de rodillas frente a Dios, no en la cocina —reprendió, dejando un grueso sobre del banco en la encimera antes de irse al salón junto a la cocina—. Necesito que lleves el depósito al banco a primera hora de la mañana.
—Sí, señor. —Una idea que se había estado formando en mi cabeza estaba empezando a tener más y más sentido. Una idea que había comenzado a tomar forma por primera vez en el funeral de mi madre y luego cuando descubrí esa caja arriba. Ahora mirando el sobre en la encimera, se había deslizado al centro de mi mente y se había aferrado. Ya no era solo una idea.
Era un plan.
Padre golpeó el vaso con la mesa y mi columna se estremeció. Intenté hacer la cena e ignorar la furia que sentía hirviendo a su alrededor cuando se levantó de la silla y volvió tambaleándose a la cocina, pero era imposible ignorarlo una vez que tenía esa mirada en sus ojos. No había salida de lo que iba a venir.
No importaba lo que yo hubiese dicho.
No importaba lo que hiciese o no.
Siempre era lo mismo.
—No olvidé tu estallido de antes. Tienes que estar callada en público a no ser que te hablen. Solo porque tu madre ya no esté aquí no cambia las reglas. No mis reglas y no las reglas de Dios. —Padre permaneció detrás de mí y oí el sonido que más odiaba en el mundo. La hebilla de su cinturón sonando mientras se lo quitaba. Chasqueó la piel en el aire, una advertencia de lo que iba a venir. Me apoyé con los antebrazos en la encimera, como había hecho cientos de veces antes.
—El Señor no tolera esa clase de insubordinación, y tampoco yo —masculló, bajando el cinturón sobre mi espalda baja, el golpe se sintió como una pequeña punzada al principio antes de convertirse en una lenta quemazón, haciéndose más y más caliente mientras él sacaba la furia que sentía contra el mundo sobre mí. Golpe tras golpe.
Afortunadamente, yo no estaba allí.
Después del primer golpe, no sentí dolor. Mi mente se centró en la carta de mi madre. Las llaves. La escritura de unas tierras que nunca supe que poseía y dejó para mí.
Me encontré sonriendo a través del dolor.
Padre me pegó por última vez, me empujó por los hombros y me hizo caer al suelo. Aterricé sobre las manos y las rodillas sobre el suelo de la cocina, enfrentando los armarios.
—Ten la comida en la mesa en veinte minutos —exigió, como un rey ordenando a uno de sus sirvientes. Lanzó su cinturón al suelo—. Recógelo.
Volvió al salón, llevándose con él cualquier satisfacción enfermiza que conseguía al disciplinarme. No importa cuántas veces escuché cómo el Señor requería la frecuente disciplina de las mujeres a lo largo de mi vida, nunca lo había creído.
Nunca creí nada de ello.
Puse las manos en la encimera y usé el apoyo para levantarme. Tomé el grueso sobre del banco y, de repente, me sentí muy aplastada con un sentimiento con el que no era familiar, que debe haber venido con mi reciente desafío.
Poder.
Me temblaban los hombros, y me puse de espaldas al salón, tapándome la boca para evitar que se escapase algún sonido, pero de nuevo, fue demasiado tarde.
—Deja de sollozar. Ella se ha ido. No hay nada que podamos hacer por ello más que rezar —gritó mi padre desde el salón.
No sabía que en realidad no estaba llorando.
Especialmente, desde que estaba demasiado ocupada riéndome.
Mi rodilla izquierda se balanceaba tan rápido que era un borrón bajo la falda vaquera negra. Me senté al borde de mi cama golpeteando el talón de tal manera que estaba segura que si permanecía allí el tiempo suficiente haría un agujero y caería hasta el primer piso.
Descansar no estaba permitido en esta casa.
Tampoco estaba llevando ningún artículo de ropa que mostrase más de un tobillo o un codo, teléfonos móviles o cualquier acceso a internet que no hubiese sido usado para sus propósitos aprobados previamente.
El funeral de Madre fue hace horas. Padre estaba atendiendo la reunión posterior al servicio, al que solo se le permitía acudir a los hombres.
Vi mi reflejo en el pequeño espejo sobre la cómoda. Mi cabello debe haber sido marrón con un tono de rojo cuando el de mi madre había sido un luminoso tono de rubio, pero bajo el asqueroso número de pecas que pasaban por el puente de mi nariz y mis mejillas, no había duda que era el rostro de ella el que me devolvía la mirada.
Apreté mis cutículas y bajé la mirada a mis manos, girándolas e inspeccionando cada lado.
También tenía las manos de ella.
Y ya que la quietud era mi enemigo, me levanté y paseé por mi pequeña y simple habitación. La única imagen sobre mi cama en la pared blanca, era una pequeña imagen de la Virgen María sosteniendo al niño Jesús.
Mi padre había sugerido que manejase mi dolor rezando, y si eso no funcionaba, algún viejo trabajo duro. Como limpiar.
Limpiar.
En realidad, había sugerido eso para llegar a superar la muerte de mi madre… debería limpiar.
La sugerencia fue el verdadero problema. No lo era el dolor. Poco sabía mi padre lo que yo había experimentado. Me sentía adormecida. Frustrada. Enfadada.
Pero el dolor llegaba tarde y había decidido que iba a mantener las luces encendidas y esperaría a que llegase.
En todo mi caminar alrededor de la habitación, logré tirar un lapicero de mi escritorio. Me arrodillé en el suelo y comencé a recogerlos. Alcanzando bajo la cama para llegar a uno que había rodado, allí debajo mi mano se encontró con algo duro.
Bajo una rápida inspección, descubrí que era una caja.
Una caja que yo no había puesto allí.
Sacando la caja, me senté y la dejé sobre mi regazo. Era una vieja caja de zapatos. Rosa decolorada con letras. Había un gran sobre, de la clase donde envías grandes documentos, atado con cintas y mi nombre escrito en la apresurada letra de mi madre sobre la cima.
La primera página de la gruesa pila que saqué del sobre era una carta. Mientras la leía para mí, era su voz la que escuchaba.
Sawyer,
Mi hermosa niña.
Hay tanto que desearía haberte contado.
A pesar de todo, aún te convertiste una joven mujer amable, inteligente y capaz. Tienes mucho que ofrecerle a este mundo. Más de lo que sabes.
En mi vida he aprendido que hay dos clases de personas. Los débiles y los fuertes. Esos que realmente son fuertes, animan a otros para hacerlos sentir igual de fuertes. Esos que son débiles se dedican a hacer que los demás se sientan tan inútiles como ellos. Rodéate de fuertes.
Enamórate de alguien fuerte.
Comparte tu vida con alguien que vaya a hacer que te enfrentes a las tormentas, no que te escondas de ellas.
Nunca seré capaz de perdonarme por no ser capaz de darte la vida que mereces, pero tienes que saber que te amé con todo mi corazón, y al final estuviste TÚ y solo tú en mi mente. Eres el mayor regalo que he recibido jamás. Solo acepta a esos en tu vida que te hagan sentir del mismo modo.
Estoy esperando que el contenido de esta caja pueda ayudarte a llegar a conocerme mejor, y quizás a lo largo del camino, aprendas más sobre ti misma. Toma mis secretos y hazlos tuyos.
Te quiero, mi dulce niña, y seguiré amándote hasta el fin de la eternidad.
Hiciste que cada día insoportable en esta tierra mereciese la pena cada simple segundo y más.
Lo siento mucho.
Mamá.
Cualquier otra persona probablemente estaría llorando después de leer una carta de su madre muerta recientemente, pero yo estaba demasiado confusa.
Demasiado enfadada.
Cómo se atreve a decirme que sea valiente. ¡Cómo se atreve a escribirme una carta en lugar de permanecer alrededor el tiempo suficiente para decirme esas cosas en persona!
Dejé la carta a un lado.
La caja de zapatos estaba cubierta de pegatinas y garabatos completados con las íes puntuadas con corazoncitos y las os con caritas sonrientes.
—¿Qué estabas tramando, mamá? —me pregunté en voz alta. Esa pregunta aumentó cuando llegué a una fotografía Polaroid de una vieja y oxidada camioneta remolcando una pequeña casa rodante. Por lo que sabía, mamá ni siquiera tenía licencia de conducir. Nunca la había visto detrás del volante.
Rusty y Blue 1995 era lo que había escrito debajo con su letra con tinta negra desgastada.
Dentro de la caja había un juego de llaves con varias llaves de varios tamaños y colores y otra nota de mamá.
Encontrarás a Rusty y Blue en Storage Queen, almacén número 23. Sé buena con ellos.
En la caja también había un delicado collar de oro con un colgante de un girasol. La joyería que no era de naturaleza religiosa estaba estrictamente prohibida. ¿Cuánto tiempo había tenido mi madre el collar y cómo lo escondió, junto con el almacén lleno de vehículos, de mi padre?
¿Para MÍ?
Dejé la caja y aparté la carta de la cima de la pila, revelando el documento detrás de ella y otro secreto bien guardado.
Era una escritura, concediéndome el fideicomiso de Bobcat Holdings, un trozo de tierra en una ciudad llamada Outskirts.
¿Outskirts?
Madre nunca lo había mencionado. Lo habría recordado. Tampoco iba a ningún lado ella sola y solo viajaba cuando era con mi padre para los viajes de servicio de ayuda durante el verano.
A pesar de las muchas preguntas que tenía, no había tiempo para considerarlas todas porque los faros iluminaron la ventana de mi habitación cuando un auto llegó al camino de entrada. Volví a meter los papeles en el sobre y volví a meter la caja bajo la cama.
Corrí escaleras abajo justo a tiempo para encontrarme con la diaria mirada de desaprobación y odio de mi padre, que estaba atravesando la puerta que conectaba el garaje con la lavandería.
Silenciosamente pasé a su lado hacia la cocina, con la mirada en el suelo. Sus fuertes pasos siguiéndome de cerca.
Me ocupé preparándole la cena mientras Padre abría el frigorífico para tomar una cerveza, pero decidiendo otra cosa, cerró la puerta de golpe y en cambio tomó una botella de Wild Turkey del armario.
Las noches de whiskey nunca eran buenas noches.
Olí el licor incluso antes que hubiese abierto la botella, porque como de costumbre, ya había estado bebiendo.
¿Cuándo NO ha estado bebiendo? Las palabras susurradas de mi madre unas semanas antes pasaron por mi mente.
Debía haberme reído en voz alta.
—¿Qué es tan gracioso? —espetó Padre, llenando más de la mitad de un vaso con el líquido ámbar.
—Nada, señor —respondí, con una vida de falsa educación practicada. Saqué pollo del congelador y unas patatas del refrigerador—. Solo estaba terminando mis oraciones.
—Las oraciones se suponen que sean dichas de rodillas frente a Dios, no en la cocina —reprendió, dejando un grueso sobre del banco en la encimera antes de irse al salón junto a la cocina—. Necesito que lleves el depósito al banco a primera hora de la mañana.
—Sí, señor. —Una idea que se había estado formando en mi cabeza estaba empezando a tener más y más sentido. Una idea que había comenzado a tomar forma por primera vez en el funeral de mi madre y luego cuando descubrí esa caja arriba. Ahora mirando el sobre en la encimera, se había deslizado al centro de mi mente y se había aferrado. Ya no era solo una idea.
Era un plan.
Padre golpeó el vaso con la mesa y mi columna se estremeció. Intenté hacer la cena e ignorar la furia que sentía hirviendo a su alrededor cuando se levantó de la silla y volvió tambaleándose a la cocina, pero era imposible ignorarlo una vez que tenía esa mirada en sus ojos. No había salida de lo que iba a venir.
No importaba lo que yo hubiese dicho.
No importaba lo que hiciese o no.
Siempre era lo mismo.
—No olvidé tu estallido de antes. Tienes que estar callada en público a no ser que te hablen. Solo porque tu madre ya no esté aquí no cambia las reglas. No mis reglas y no las reglas de Dios. —Padre permaneció detrás de mí y oí el sonido que más odiaba en el mundo. La hebilla de su cinturón sonando mientras se lo quitaba. Chasqueó la piel en el aire, una advertencia de lo que iba a venir. Me apoyé con los antebrazos en la encimera, como había hecho cientos de veces antes.
—El Señor no tolera esa clase de insubordinación, y tampoco yo —masculló, bajando el cinturón sobre mi espalda baja, el golpe se sintió como una pequeña punzada al principio antes de convertirse en una lenta quemazón, haciéndose más y más caliente mientras él sacaba la furia que sentía contra el mundo sobre mí. Golpe tras golpe.
Afortunadamente, yo no estaba allí.
Después del primer golpe, no sentí dolor. Mi mente se centró en la carta de mi madre. Las llaves. La escritura de unas tierras que nunca supe que poseía y dejó para mí.
Me encontré sonriendo a través del dolor.
Padre me pegó por última vez, me empujó por los hombros y me hizo caer al suelo. Aterricé sobre las manos y las rodillas sobre el suelo de la cocina, enfrentando los armarios.
—Ten la comida en la mesa en veinte minutos —exigió, como un rey ordenando a uno de sus sirvientes. Lanzó su cinturón al suelo—. Recógelo.
Volvió al salón, llevándose con él cualquier satisfacción enfermiza que conseguía al disciplinarme. No importa cuántas veces escuché cómo el Señor requería la frecuente disciplina de las mujeres a lo largo de mi vida, nunca lo había creído.
Nunca creí nada de ello.
Puse las manos en la encimera y usé el apoyo para levantarme. Tomé el grueso sobre del banco y, de repente, me sentí muy aplastada con un sentimiento con el que no era familiar, que debe haber venido con mi reciente desafío.
Poder.
Me temblaban los hombros, y me puse de espaldas al salón, tapándome la boca para evitar que se escapase algún sonido, pero de nuevo, fue demasiado tarde.
—Deja de sollozar. Ella se ha ido. No hay nada que podamos hacer por ello más que rezar —gritó mi padre desde el salón.
No sabía que en realidad no estaba llorando.
Especialmente, desde que estaba demasiado ocupada riéndome.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 3
Sawyer
Era mi cumpleaños.
Mientras que la mayoría de mujeres que cumplían veintiún años (fuera de la iglesia, por supuesto) habría salido a celebrar semejante hito con amigos y familia, mis planes no habían involucrado regalos o fiestas.
Los míos involucraban algo mucho más diferente.
Escapar.
Rusty y Blue habían estado exactamente donde había dicho mi madre que estarían en el almacén. Me llevó una gran búsqueda encontrarlos, y fue hecho en su mayoría mientras mi padre estaba atendiendo el servicio de hombres y pensaba que yo estaba en el centro de mujeres ayudando a preparar la comida para después del servicio.
Rusty y Blue eran… viejos. De todos modos, cuando giré la llave por primera vez y Rusty rugió a la vida chillé de alegría. Después de una semana aprendiendo a conducir con un auto manual en el estacionamiento, todavía no era genial, pero podía manejarlo.
No tenía tiempo para mejorarlo.
La puerta de entrada se cerró de golpe, mi espalda se estremeció con conciencia no bienvenida.
Él estaba temprano en casa.
—¡Baja aquí, Sawyer! —gritó Padre con su profunda voz—. El depósito de la semana pasada nunca se hizo—. Lo escuché abrir y cerrar los armarios en la cocina, removiendo los objetos.
Instintivamente me quedé quieta, como si mi falta de movimiento pudiese hacerle pensar que no estaba realmente allí. El corazón me latía tan fuerte y tan alto que tenía miedo que él fuese a oírlo a través de la puerta cerrada de mi habitación. Aguanté la respiración unos cuantos latidos. La sangre rugía en mis oídos, quemándolos como si las paredes de mi habitación estuviesen ardiendo.
—¡Sé que estás ahí arriba! ¡Respóndeme, chica! —gritó Padre. Está vez escuché que pronunciaba mal las palabras. Sus fuertes pasos golpearon las escaleras. El olor a licor viajó bajo mi puerta justo mientras llegaba al rellano—. Una vez que recuerdes dónde dejaste el dinero de la iglesia vas a enfrentar el castigo más duro de tu vida.
Piensa que lo perdí.
Puse gruesas gomas alrededor de la vieja caja de zapatos rosa en todas direcciones y la metí en mi mochila.
La manilla de la puerta se movió y mis dedos se volvieron torpes mientras intentaba cerrar la cremallera de la bolsa sin estropear la caja. Cuando finalmente cedió y fui capaz de cerrarla completamente, me puse la mochila a los hombros.
Lo que sonó como un puño chocó con la puerta. Dos veces. El tercer golpe llegó con el sonido de la madera crujiendo.
—¡Sawyer abre la puta puerta jodidamente ahora!
Corriendo hacia la ventana, levanté lentamente la gruesa ventana con un gruñido. Estaba sentada al borde con mis piernas colgando hacia fuera cuando la puerta salió de los goznes y cayó de un golpe seco en la habitación.
—¿Dónde crees que vas? —gritó Padre. Hubo un ligero tropiezo en su paso y sabía que estaba más allá de su usual borrachera de la semana cuando se tambaleó hacia mi cómoda, haciendo que los marcos de las fotografías cayesen al suelo.
Bajé los pies al tejado. Estaba inclinado, así que para no caer del pequeño espacio, caminé de lado y me deslicé hacia la parte trasera de la casa.
Cuando alcancé el borde, suspiré de alivio cuando vi que la escalera que había colocado bajo la esquina del alero todavía estaba allí.
La alcé y la bajé al suelo, los músculos de mis brazos temblando por el peso de la escalera de metal.
Hubo una conmoción detrás de mí, seguido del sonido de las botas de mi padre deslizándose por las tablillas.
No había tiempo para comprobar la estabilidad de la escalera. Tembló cada vez que ponía un pie en cada peldaño. Padre se tambaleó hacia mí, alcanzando el borde del tejado mientras yo solo estaba en la mitad de la escalera.
Bajó la mirada y con sus ojos negros brillando a la luz de la luna pateó la cima de la escalera, haciendo que cayese de espaldas en la hierba y el pesado metal cayese sobre mí.
Cuando choqué con el suelo, el aire escapó de mis pulmones. Afortunadamente, la mochila me había protegido de sufrir alguna herida de mayor gravedad. Aparte de quedarme sin respiración, estaba amoratada y golpeada, pero de una pieza.
—Estás dejando todo lo que has conocido. No sobrevivirás ahí fuera y yo no iré a buscarte. Estarás muerta para mí, Sawyer. ¡Muerta! —Padre se tambaleó ligeramente y luego perdió el equilibrio completamente. Sacudió las manos en el aire mientras intentaba recuperar el equilibrio, pero no sirvió de nada. Comenzó a caer.
Estaba temblando con la adrenalina cuando me puse de pie. Levantándome justo a tiempo cuando él cayó justo donde lo hice yo.
Apenas pude registrar el sonido de los huesos chocando por encima del corazón martilleando en mis oídos.
Padre gimió de dolor y se sujetó la pierna, que estaba curvada en un ángulo poco natural.
Ayuda, obedece y sirve a tu padre.
Nunca más.
Me giré y sin la preocupación de él persiguiéndome me dirigí tranquilamente a la valla de atrás.
—¡Que te jodan! —rugió detrás de mí—. No te atrevas a volver aquí. ¡Te pudrirás en las profundidades del infierno por esto!
—No te preocupes, no volveré jamás —grité con un tono calmado que incluso me sorprendió. Me arriesgué a mirar atrás y observé cómo intentaba levantarse, solo para caerse de nuevo cuando su pierna no cooperaba.
Puede que Padre quisiese decir lo que dijo en serio, aunque no era cierto. Puede que él hubiese pensado que no tenía intención de venir detrás de mí, pero de nuevo, yo lo sabía mejor. Golpeé mi bolsillo, el que contenía la escritura.
Una pena que nunca fuese a encontrarme.
Levanté mi larga falda y comencé a subir la alta valla. En la cima, me detuve.
Cuando Padre me vio mirándolo retorciéndose en la hierba, se quedó en silencio. Por un momento, estuvimos atrapados en una guerra de palabras sin decir. Hubo un tiempo para las palabras. Hubo un tiempo en el que había sentido simpatía por él. Un tiempo donde habría corrido a su lado sin pedírmelo.
Ese tiempo se había ido hace mucho.
—Ayúdame —suplicó Padre.
Aparté la mirada de la suya y bajé al otro lado de la valla.
—¡Sawyeeeeer! —Sus gritos hicieron eco a través del callejón una y otra vez. La furia que momentáneamente había dejado a un lado para pedirme ayuda, estaba plenamente de vuelta.
Siempre lo estaba.
La puerta de Rusty chirrió cuando la abrí y entré, lanzando mi mochila al asiento de pasajero. Meterlo a él y a Blue en el callejón fue una especie de milagro. Ahora estaba allí, encendiendo el motor. El fuerte sonido afortunadamente amortiguando los gritos de mi padre.
No era estúpida. Sabía que todavía podría oírle. Ningún motor sería jamás lo suficientemente fuerte para enmascararlo completamente. Ninguna distancia entre nosotros lo silenciaría realmente.
Pero de todos modos, iba a intentarlo.
Dejé salir un largo suspiro contenido. Sostenido durante veintiún años, y llevé la camioneta a la carretera. Conduje en la noche. Antes de girar en la carretera que me llevaría a la autopista, miré por el espejo retrovisor y susurré las últimas palabras que le diría al hombre que se había convertido en un monstruo.
—Adiós, Padre.
Mientras que la mayoría de mujeres que cumplían veintiún años (fuera de la iglesia, por supuesto) habría salido a celebrar semejante hito con amigos y familia, mis planes no habían involucrado regalos o fiestas.
Los míos involucraban algo mucho más diferente.
Escapar.
Rusty y Blue habían estado exactamente donde había dicho mi madre que estarían en el almacén. Me llevó una gran búsqueda encontrarlos, y fue hecho en su mayoría mientras mi padre estaba atendiendo el servicio de hombres y pensaba que yo estaba en el centro de mujeres ayudando a preparar la comida para después del servicio.
Rusty y Blue eran… viejos. De todos modos, cuando giré la llave por primera vez y Rusty rugió a la vida chillé de alegría. Después de una semana aprendiendo a conducir con un auto manual en el estacionamiento, todavía no era genial, pero podía manejarlo.
No tenía tiempo para mejorarlo.
La puerta de entrada se cerró de golpe, mi espalda se estremeció con conciencia no bienvenida.
Él estaba temprano en casa.
—¡Baja aquí, Sawyer! —gritó Padre con su profunda voz—. El depósito de la semana pasada nunca se hizo—. Lo escuché abrir y cerrar los armarios en la cocina, removiendo los objetos.
Instintivamente me quedé quieta, como si mi falta de movimiento pudiese hacerle pensar que no estaba realmente allí. El corazón me latía tan fuerte y tan alto que tenía miedo que él fuese a oírlo a través de la puerta cerrada de mi habitación. Aguanté la respiración unos cuantos latidos. La sangre rugía en mis oídos, quemándolos como si las paredes de mi habitación estuviesen ardiendo.
—¡Sé que estás ahí arriba! ¡Respóndeme, chica! —gritó Padre. Está vez escuché que pronunciaba mal las palabras. Sus fuertes pasos golpearon las escaleras. El olor a licor viajó bajo mi puerta justo mientras llegaba al rellano—. Una vez que recuerdes dónde dejaste el dinero de la iglesia vas a enfrentar el castigo más duro de tu vida.
Piensa que lo perdí.
Puse gruesas gomas alrededor de la vieja caja de zapatos rosa en todas direcciones y la metí en mi mochila.
La manilla de la puerta se movió y mis dedos se volvieron torpes mientras intentaba cerrar la cremallera de la bolsa sin estropear la caja. Cuando finalmente cedió y fui capaz de cerrarla completamente, me puse la mochila a los hombros.
Lo que sonó como un puño chocó con la puerta. Dos veces. El tercer golpe llegó con el sonido de la madera crujiendo.
—¡Sawyer abre la puta puerta jodidamente ahora!
Corriendo hacia la ventana, levanté lentamente la gruesa ventana con un gruñido. Estaba sentada al borde con mis piernas colgando hacia fuera cuando la puerta salió de los goznes y cayó de un golpe seco en la habitación.
—¿Dónde crees que vas? —gritó Padre. Hubo un ligero tropiezo en su paso y sabía que estaba más allá de su usual borrachera de la semana cuando se tambaleó hacia mi cómoda, haciendo que los marcos de las fotografías cayesen al suelo.
Bajé los pies al tejado. Estaba inclinado, así que para no caer del pequeño espacio, caminé de lado y me deslicé hacia la parte trasera de la casa.
Cuando alcancé el borde, suspiré de alivio cuando vi que la escalera que había colocado bajo la esquina del alero todavía estaba allí.
La alcé y la bajé al suelo, los músculos de mis brazos temblando por el peso de la escalera de metal.
Hubo una conmoción detrás de mí, seguido del sonido de las botas de mi padre deslizándose por las tablillas.
No había tiempo para comprobar la estabilidad de la escalera. Tembló cada vez que ponía un pie en cada peldaño. Padre se tambaleó hacia mí, alcanzando el borde del tejado mientras yo solo estaba en la mitad de la escalera.
Bajó la mirada y con sus ojos negros brillando a la luz de la luna pateó la cima de la escalera, haciendo que cayese de espaldas en la hierba y el pesado metal cayese sobre mí.
Cuando choqué con el suelo, el aire escapó de mis pulmones. Afortunadamente, la mochila me había protegido de sufrir alguna herida de mayor gravedad. Aparte de quedarme sin respiración, estaba amoratada y golpeada, pero de una pieza.
—Estás dejando todo lo que has conocido. No sobrevivirás ahí fuera y yo no iré a buscarte. Estarás muerta para mí, Sawyer. ¡Muerta! —Padre se tambaleó ligeramente y luego perdió el equilibrio completamente. Sacudió las manos en el aire mientras intentaba recuperar el equilibrio, pero no sirvió de nada. Comenzó a caer.
Estaba temblando con la adrenalina cuando me puse de pie. Levantándome justo a tiempo cuando él cayó justo donde lo hice yo.
Apenas pude registrar el sonido de los huesos chocando por encima del corazón martilleando en mis oídos.
Padre gimió de dolor y se sujetó la pierna, que estaba curvada en un ángulo poco natural.
Ayuda, obedece y sirve a tu padre.
Nunca más.
Me giré y sin la preocupación de él persiguiéndome me dirigí tranquilamente a la valla de atrás.
—¡Que te jodan! —rugió detrás de mí—. No te atrevas a volver aquí. ¡Te pudrirás en las profundidades del infierno por esto!
—No te preocupes, no volveré jamás —grité con un tono calmado que incluso me sorprendió. Me arriesgué a mirar atrás y observé cómo intentaba levantarse, solo para caerse de nuevo cuando su pierna no cooperaba.
Puede que Padre quisiese decir lo que dijo en serio, aunque no era cierto. Puede que él hubiese pensado que no tenía intención de venir detrás de mí, pero de nuevo, yo lo sabía mejor. Golpeé mi bolsillo, el que contenía la escritura.
Una pena que nunca fuese a encontrarme.
Levanté mi larga falda y comencé a subir la alta valla. En la cima, me detuve.
Cuando Padre me vio mirándolo retorciéndose en la hierba, se quedó en silencio. Por un momento, estuvimos atrapados en una guerra de palabras sin decir. Hubo un tiempo para las palabras. Hubo un tiempo en el que había sentido simpatía por él. Un tiempo donde habría corrido a su lado sin pedírmelo.
Ese tiempo se había ido hace mucho.
—Ayúdame —suplicó Padre.
Aparté la mirada de la suya y bajé al otro lado de la valla.
—¡Sawyeeeeer! —Sus gritos hicieron eco a través del callejón una y otra vez. La furia que momentáneamente había dejado a un lado para pedirme ayuda, estaba plenamente de vuelta.
Siempre lo estaba.
La puerta de Rusty chirrió cuando la abrí y entré, lanzando mi mochila al asiento de pasajero. Meterlo a él y a Blue en el callejón fue una especie de milagro. Ahora estaba allí, encendiendo el motor. El fuerte sonido afortunadamente amortiguando los gritos de mi padre.
No era estúpida. Sabía que todavía podría oírle. Ningún motor sería jamás lo suficientemente fuerte para enmascararlo completamente. Ninguna distancia entre nosotros lo silenciaría realmente.
Pero de todos modos, iba a intentarlo.
Dejé salir un largo suspiro contenido. Sostenido durante veintiún años, y llevé la camioneta a la carretera. Conduje en la noche. Antes de girar en la carretera que me llevaría a la autopista, miré por el espejo retrovisor y susurré las últimas palabras que le diría al hombre que se había convertido en un monstruo.
—Adiós, Padre.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Pobre chica, no quiero imaginar la desgracia de vida que tuvieron ella y su madre con ese señor machista.
Al menos su madre dejo algo para que ella pudiera salir de esa carcel y escapar de ese golpeador, que se buscó a pulso que ella lo dejase allí tirado.
Espero que no tengamos que leer otra cosa del señor.
Al menos su madre dejo algo para que ella pudiera salir de esa carcel y escapar de ese golpeador, que se buscó a pulso que ella lo dejase allí tirado.
Espero que no tengamos que leer otra cosa del señor.
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias, nose porqué me lo imaginé todo el último capi como una película, que bueno que huyó de ahí o sino hubiera terminado como su mamá
Tatine- Mensajes : 1561
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias!!! Estos fanatismos religiosos enloquecen a las personas... qué bueno que pudo escapar, que la madre se suicidó pero antes le dejó una vía de escape...con razón que la sinopsis dice que Sawyer quiere una vida propia, ahora va a empezar a vivir...
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 4
Finn
—No puedo creer que hayan pasado dos años —dije, sintiendo los efectos del whisky mientras calentaba mi piel y embotaba mis sentidos.
Perfecto.
—Dos años sin ti —continué—. Dos años pensando en ti todos los días.
Me reí.
—Dos años de estar aquí hablando conmigo mismo y fingiendo que todavía estás aquí.
»Oh, lo siento, Jackie. —Me di cuenta de la insidia en mis propias palabras. Estaba muy lejos del punto de dar una mierda porque había bebido demasiado.
Dos años más allá del punto, para ser exactos.
—No te ofrecí ninguna —continué—. ¿Te acuerdas de esto? —Le señalé la etiqueta—. Esta cosa aquí es la mierda que solíamos beber después de un partido. ¿Lo recuerdas? Es la mierda más barata que Donna vende en el Go-Mart, pero nos la vendía por tres veces el precio porque éramos menores de edad. Es una estafa. —Me reí, recordando cómo Jackie era experta en hacer que la gente hiciera su pedido por ella. Puede haber llegado a un precio, pero siempre conseguía tener hecho el trabajo de una manera u otra.
Abrí la botella y vertí una generosa cantidad de la bebida barata por el tobogán viendo girar alrededor y alrededor del plástico cubierto de grafiti hasta que oí que escapaba en el hormigón de la piscina vacía abajo.
—Bebe. —Levanté en el aire la botella y bebí el último contenido en varios tragos grandes.
Mis ojos se humedecieron y mi garganta ardió. Tosí y el whisky goteó por mi barbilla. Lo limpié con el dorso de mi mano.
—Supongo que el whisky nunca fue para ser tragado —dije con una risa—. Pero eso nunca nos detuvo, ¿verdad?
Tiré la botella vacía en el aire y la vi girar alrededor y alrededor y alrededor hasta que la mitad superior de mi cuerpo estuvo girando para seguirla. El sonido de un vidrio que se rompía resonó alrededor cuando cayó al suelo cinco pisos más abajo.
—Sabes. Malditamente te odio —dije, resoplando con fuerza. El tiempo debió haber cambiado porque el aire se hizo más grueso y húmedo que cuando había llegado por primera vez—. Se suponía que debíamos hacer... se suponía que debíamos hacer mucho más de lo que teníamos.
Encendí un cigarrillo.
»Josh me dijo hace un tiempo que no te lloré adecuadamente. —Me rasqué la frente con el pulgar—. Está mal, ¿sabes? Todo lo que siento es pena. Lo único que hice mal en todo este proceso es recuperarte. Superarte. Parece que no puedo envolver mi cabeza en ese concepto. Josh puede tener el nombre de un hombre, pero es toda mujer y es contenida y cosas que no voy a conseguir ser ni a veinte metros.
Golpeé mi puño cerrado contra mi pecho, gruñendo mis frustraciones.
—Sabes, me duele mucho. —Mi voz se volvió áspera. Me aclaré la garganta.
»Aún duele tanto como hace dos años. Si estuvieras aquí ahora mismo... —Podía sentir el dolor en mi pecho ante el sonido de mis palabras—. No importa —murmuré—. Porque no estás aquí.
Mi corazón emitió unos cuantos latidos irregulares y tosí. Después que se calmó a un ritmo regular di una larga calada del cigarrillo y soplé el humo en el espacio vacío a mi lado. Era el lugar de Jackie. Que es donde debería estar sentada.
Si no fuera por mí, todavía podría estarlo.
Levanté mi cigarrillo.
—No es la mierda que solía obtener de Miller, pero hace el trabajo.
Suspiré.
—Sabes, no lo he visto en mucho tiempo. Ni a Josh. Después de morir, no pude enfrentarlos. Me dieron el espacio que quería y ahora hay este gran cráter entre los tres. Puedo verlos en el otro lado, pero para llegar a ellos tendría que entrar y ver lo que está allí al final de todo. —Sacudí la cabeza—. No estoy listo. No sé si alguna vez lo estaré. Me recuerdan cómo las cosas nunca volverán a ser iguales. Fue demasiado jodido perderte. No puedo tener más recordatorios que no estás aquí —expliqué.
Mis ojos se mojaron. Debo haber estado soplando el humo demasiado cerca de mi rostro.
—Todos los edificios de esta maldita ciudad. Cada camino de vuelta. Cada pedazo de musgo y cada canción me recuerdan que no estás aquí.
»Debería haber sido yo. —Empecé a ponerme de pie y me colgué en la barandilla de apoyo—. No es jodidamente justo. —La barandilla cedió y de repente estaba mirando hacia abajo cinco pisos en el suelo, cayendo hacia adelante.
En el fondo, vi a Jackie sonriéndome. Cabello rubio perfecto y sonrisa a juego. Me estaba saludando.
Esperándome.
Jackie desapareció cuando fui arrastrado de regreso a la plataforma con tanta fuerza que aterricé encima de la persona que me había jalado.
—¿Jackie? —pregunté en mi estado confundido, borracho, drogado, y algo delirante.
Me empujaron y luego me levantaron del suelo. Mi brazo fue levantado a través de un conjunto de hombros anchos que me ayudaron a bajar los escalones de metal, mientras una voz profunda murmuraba cada grosería que existía.
—Jackie, ¿eres tú? —pregunté, incapaz de concentrarme en el rostro de la persona mientras el fondo de los árboles y el pantano giraban alrededor de nosotros—. ¿Has estado ejercitándote?
—Jackie está muerta, chico. Ha estado así desde hace mucho tiempo —gritó la voz seria.
—Si lo sé. Pero todavía le hablo... —hipé—… a veces.
—Es bueno saber que estás hablando con alguien en estos días. ¿Por qué no intentas concentrarte en la gente que aún respira? Podría hacerte algún bien. —No pude ubicar su familiar voz.
Por otra parte, no podía ubicar nada, incluyendo un pie delante del otro. Tropecé, pero me sostuvieron en posición vertical y me instaron a seguir avanzando.
—De acuerdo, Jackie. Será lo que sea que digas. —Me arrastré cuando fui metido en un vehículo.
No sabía si era un auto o una camioneta. Podría haber sido un autobús escolar por todo lo que mi cerebro embriagado sabía. Todo lo que quería hacer era dormir. Mis ojos se volvían más y más pesados bajo el peso de mi borrachera.
—Te amo, Jackie. Siempre lo he hecho. Siempre lo haréééééééééé.
—Mantente fuera del maldito parque acuático o también terminarás muerto —dijo la voz, encendiendo el motor—. Entonces habrá mucha más gente que se sienta de la manera que lo haces ahora. Como si se hubieran quedado atrás.
—Nooooo, no pueden sentirse de esa manera —discutí.
—¿Oh sí, estrella de rock? ¿Por qué es eso exactamente?
—Porque ya estoy muerto —expliqué, aunque el punto de tener algún sentido había pasado hace mucho tiempo cuando dejé caer mi cabeza contra la ventana y cerré los ojos.
—Puedes intentar fingir que estás muerto todo lo que quieras, chico, pero no estás engañando a nadie. —Sentí la picadura de una bofetada contra mi mejilla y perezosamente golpeé el aire en represalia—. Es mejor que empieces a actuar de esa manera.
Me desperté en el asiento del conductor de mi Bronco con el cinturón de seguridad atado como si hubiera pasado las últimas horas de pie junto a los altavoces en un concierto de death metal... durante el solo de batería.
Todavía estaba oscuro y estaba estacionado frente a la casa en la que no había vivido durante años.
—¿Cómo carajos llegué aquí? —Me quejé, encendiendo el motor.
Era el último lugar en el que quería estar.
Revisé el reloj. Eran las diez de la noche. Vagamente recordé ir al parque de agua temprano en el día.
Jackie.
El recuerdo de por qué fui allí me golpeó como un martillo al corazón. El aniversario de su muerte.
Encendí la radio para ahogar los recuerdos que siempre llegaban cuando pensaba en ella. Encendí un cigarrillo y saqué el Bronco del estacionamiento.
Acababa de girar sobre la carretera, todavía en un estado Jackie-aturdido e inducido por el alcohol cuando casi no vi la casa rodante en medio de la carretera.
Ni a la chica.
Me estaba mirando fijamente mientras me acercaba cada vez más con una expresión de pánico en su rostro. Probablemente se estaba preguntando por qué no me detenía.
Tenía un buen punto.
Apreté los frenos, o al menos pensé que lo hice.
Mi cerebro fue lento al enviarle el mensaje a mi pie. Cuando finalmente cooperó, la parada fue repentina. Los frenos chillaron mientras metal rozaba contra metal. Tiré del volante y mi camioneta se volvió hacia los lados y empezó a girar.
Miré hacia arriba a través del techo abierto a las estrellas girando sobre mí. Me pregunté si esta sería la noche en la que finalmente podría dejar de extrañar a Jackie.
Porque había una posibilidad real de volver a verla pronto.
Perfecto.
—Dos años sin ti —continué—. Dos años pensando en ti todos los días.
Me reí.
—Dos años de estar aquí hablando conmigo mismo y fingiendo que todavía estás aquí.
»Oh, lo siento, Jackie. —Me di cuenta de la insidia en mis propias palabras. Estaba muy lejos del punto de dar una mierda porque había bebido demasiado.
Dos años más allá del punto, para ser exactos.
—No te ofrecí ninguna —continué—. ¿Te acuerdas de esto? —Le señalé la etiqueta—. Esta cosa aquí es la mierda que solíamos beber después de un partido. ¿Lo recuerdas? Es la mierda más barata que Donna vende en el Go-Mart, pero nos la vendía por tres veces el precio porque éramos menores de edad. Es una estafa. —Me reí, recordando cómo Jackie era experta en hacer que la gente hiciera su pedido por ella. Puede haber llegado a un precio, pero siempre conseguía tener hecho el trabajo de una manera u otra.
Abrí la botella y vertí una generosa cantidad de la bebida barata por el tobogán viendo girar alrededor y alrededor del plástico cubierto de grafiti hasta que oí que escapaba en el hormigón de la piscina vacía abajo.
—Bebe. —Levanté en el aire la botella y bebí el último contenido en varios tragos grandes.
Mis ojos se humedecieron y mi garganta ardió. Tosí y el whisky goteó por mi barbilla. Lo limpié con el dorso de mi mano.
—Supongo que el whisky nunca fue para ser tragado —dije con una risa—. Pero eso nunca nos detuvo, ¿verdad?
Tiré la botella vacía en el aire y la vi girar alrededor y alrededor y alrededor hasta que la mitad superior de mi cuerpo estuvo girando para seguirla. El sonido de un vidrio que se rompía resonó alrededor cuando cayó al suelo cinco pisos más abajo.
—Sabes. Malditamente te odio —dije, resoplando con fuerza. El tiempo debió haber cambiado porque el aire se hizo más grueso y húmedo que cuando había llegado por primera vez—. Se suponía que debíamos hacer... se suponía que debíamos hacer mucho más de lo que teníamos.
Encendí un cigarrillo.
»Josh me dijo hace un tiempo que no te lloré adecuadamente. —Me rasqué la frente con el pulgar—. Está mal, ¿sabes? Todo lo que siento es pena. Lo único que hice mal en todo este proceso es recuperarte. Superarte. Parece que no puedo envolver mi cabeza en ese concepto. Josh puede tener el nombre de un hombre, pero es toda mujer y es contenida y cosas que no voy a conseguir ser ni a veinte metros.
Golpeé mi puño cerrado contra mi pecho, gruñendo mis frustraciones.
—Sabes, me duele mucho. —Mi voz se volvió áspera. Me aclaré la garganta.
»Aún duele tanto como hace dos años. Si estuvieras aquí ahora mismo... —Podía sentir el dolor en mi pecho ante el sonido de mis palabras—. No importa —murmuré—. Porque no estás aquí.
Mi corazón emitió unos cuantos latidos irregulares y tosí. Después que se calmó a un ritmo regular di una larga calada del cigarrillo y soplé el humo en el espacio vacío a mi lado. Era el lugar de Jackie. Que es donde debería estar sentada.
Si no fuera por mí, todavía podría estarlo.
Levanté mi cigarrillo.
—No es la mierda que solía obtener de Miller, pero hace el trabajo.
Suspiré.
—Sabes, no lo he visto en mucho tiempo. Ni a Josh. Después de morir, no pude enfrentarlos. Me dieron el espacio que quería y ahora hay este gran cráter entre los tres. Puedo verlos en el otro lado, pero para llegar a ellos tendría que entrar y ver lo que está allí al final de todo. —Sacudí la cabeza—. No estoy listo. No sé si alguna vez lo estaré. Me recuerdan cómo las cosas nunca volverán a ser iguales. Fue demasiado jodido perderte. No puedo tener más recordatorios que no estás aquí —expliqué.
Mis ojos se mojaron. Debo haber estado soplando el humo demasiado cerca de mi rostro.
—Todos los edificios de esta maldita ciudad. Cada camino de vuelta. Cada pedazo de musgo y cada canción me recuerdan que no estás aquí.
»Debería haber sido yo. —Empecé a ponerme de pie y me colgué en la barandilla de apoyo—. No es jodidamente justo. —La barandilla cedió y de repente estaba mirando hacia abajo cinco pisos en el suelo, cayendo hacia adelante.
En el fondo, vi a Jackie sonriéndome. Cabello rubio perfecto y sonrisa a juego. Me estaba saludando.
Esperándome.
Jackie desapareció cuando fui arrastrado de regreso a la plataforma con tanta fuerza que aterricé encima de la persona que me había jalado.
—¿Jackie? —pregunté en mi estado confundido, borracho, drogado, y algo delirante.
Me empujaron y luego me levantaron del suelo. Mi brazo fue levantado a través de un conjunto de hombros anchos que me ayudaron a bajar los escalones de metal, mientras una voz profunda murmuraba cada grosería que existía.
—Jackie, ¿eres tú? —pregunté, incapaz de concentrarme en el rostro de la persona mientras el fondo de los árboles y el pantano giraban alrededor de nosotros—. ¿Has estado ejercitándote?
—Jackie está muerta, chico. Ha estado así desde hace mucho tiempo —gritó la voz seria.
—Si lo sé. Pero todavía le hablo... —hipé—… a veces.
—Es bueno saber que estás hablando con alguien en estos días. ¿Por qué no intentas concentrarte en la gente que aún respira? Podría hacerte algún bien. —No pude ubicar su familiar voz.
Por otra parte, no podía ubicar nada, incluyendo un pie delante del otro. Tropecé, pero me sostuvieron en posición vertical y me instaron a seguir avanzando.
—De acuerdo, Jackie. Será lo que sea que digas. —Me arrastré cuando fui metido en un vehículo.
No sabía si era un auto o una camioneta. Podría haber sido un autobús escolar por todo lo que mi cerebro embriagado sabía. Todo lo que quería hacer era dormir. Mis ojos se volvían más y más pesados bajo el peso de mi borrachera.
—Te amo, Jackie. Siempre lo he hecho. Siempre lo haréééééééééé.
—Mantente fuera del maldito parque acuático o también terminarás muerto —dijo la voz, encendiendo el motor—. Entonces habrá mucha más gente que se sienta de la manera que lo haces ahora. Como si se hubieran quedado atrás.
—Nooooo, no pueden sentirse de esa manera —discutí.
—¿Oh sí, estrella de rock? ¿Por qué es eso exactamente?
—Porque ya estoy muerto —expliqué, aunque el punto de tener algún sentido había pasado hace mucho tiempo cuando dejé caer mi cabeza contra la ventana y cerré los ojos.
—Puedes intentar fingir que estás muerto todo lo que quieras, chico, pero no estás engañando a nadie. —Sentí la picadura de una bofetada contra mi mejilla y perezosamente golpeé el aire en represalia—. Es mejor que empieces a actuar de esa manera.
Me desperté en el asiento del conductor de mi Bronco con el cinturón de seguridad atado como si hubiera pasado las últimas horas de pie junto a los altavoces en un concierto de death metal... durante el solo de batería.
Todavía estaba oscuro y estaba estacionado frente a la casa en la que no había vivido durante años.
—¿Cómo carajos llegué aquí? —Me quejé, encendiendo el motor.
Era el último lugar en el que quería estar.
Revisé el reloj. Eran las diez de la noche. Vagamente recordé ir al parque de agua temprano en el día.
Jackie.
El recuerdo de por qué fui allí me golpeó como un martillo al corazón. El aniversario de su muerte.
Encendí la radio para ahogar los recuerdos que siempre llegaban cuando pensaba en ella. Encendí un cigarrillo y saqué el Bronco del estacionamiento.
Acababa de girar sobre la carretera, todavía en un estado Jackie-aturdido e inducido por el alcohol cuando casi no vi la casa rodante en medio de la carretera.
Ni a la chica.
Me estaba mirando fijamente mientras me acercaba cada vez más con una expresión de pánico en su rostro. Probablemente se estaba preguntando por qué no me detenía.
Tenía un buen punto.
Apreté los frenos, o al menos pensé que lo hice.
Mi cerebro fue lento al enviarle el mensaje a mi pie. Cuando finalmente cooperó, la parada fue repentina. Los frenos chillaron mientras metal rozaba contra metal. Tiré del volante y mi camioneta se volvió hacia los lados y empezó a girar.
Miré hacia arriba a través del techo abierto a las estrellas girando sobre mí. Me pregunté si esta sería la noche en la que finalmente podría dejar de extrañar a Jackie.
Porque había una posibilidad real de volver a verla pronto.
berny_girl- Mensajes : 2842
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Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 5
Sawyer
La autopista se hacía cada vez más pequeña hasta que estaba segura que iba a desaparecer. El pavimento liso del alquitrán era ahora un agujero de pote acribillado y mezclado con las secciones de sólo tierra o roca. Mi trasero me dolía por todos los altibajos.
Pasé por una rampa de salida que parecía como si hubiera sido arrancada pero nunca terminada. A pocos metros de la carretera, el pavimento roto se volvía tierra con alta maleza crecida. Las barricadas amarillas brillantes, la mayoría abolladas, bloqueaban el camino de la carretera principal.
¿Era la salida?
No había rastro, pero sabía que tenía que acercarme.
También sabía que estaba un poco perdida.
La ciudad de Outskirts era apenas un punto en el viejo mapa descolorido de la guantera. Estaba ubicado en la parte superior de la punta de los Everglades y justo en medio de las dos costas de Florida. Había estado conduciendo durante dos días, pero cuando mis ojos se volvieron pesados, mi espíritu creció con determinación.
Presioné el acelerador para aumentar mi velocidad a algo por encima del nivel de una abuela, pero no sucedió nada.
El único otro automóvil en la autopista pasó a mi lado y no era porque estuviera acelerando, sino porque estaba disminuyendo la velocidad.
Camino abajo.
El sonido de algo explotando surgió de debajo de la capucha que me hizo gritar de sorpresa. El humo blanco llenó el aire nocturno como una mini nube de hongos.
—¡No! ¡No! ¡No! —le grité a nadie mientras Rusty, que tenía el nombre apropiado, chisporroteaba y tosía.
Las luces del salpicadero se apagaron de repente y Rusty la camioneta, rodó triste y dramáticamente hasta detenerse en medio de la desierta carretera.
—Ahora no. Por favor. Haré lo que quieras. Te mantendré en la sombra. Te lavaré todos los días. Te cantaré por la noche. Por favor, por favor, no te detengas ahora. —Prometí todo eso y todo en lo que pude pensar para mantenerlo vivo, pero con un último estruendo final de muerte, tanto mi corazón como mi estómago se hundieron junto con cualquier esperanza que tuviera de espontáneo renacimiento.
Rusty ya no estaba.
Rechiné los dientes y golpeé mi puño en el volante, siseando cuando el lado de mi mano vibró con dolor hasta mi codo.
—¡Ay! —grité como si realmente me hubiera golpeado también.
Saltando a la carretera, pateé la puerta del lado del conductor varias veces, que respondió parcialmente cayendo de sus bisagras. Trozos de pintura descolorida y óxido cayeron sobre el asfalto agrietado. Con un último gruñido de frustración, me volví para encarar la carretera oscura y vacía. Me dejé caer al suelo y me incliné contra el desgastado neumático delantero, dejando caer mi cabeza entre mis rodillas.
—¿Qué diablos hago ahora? —murmuré mientras una nube oscura rodaba sobre las estrellas, convirtiendo la noche de oscura a negra.
—¿Qué hay de ti, Blue? ¿Vas a renunciar a mí también? —le pregunté a la casa rodante que estaba enganchado a Rusty.
El revestimiento metálico de Blue era blanco en las partes superior e inferior. Una raya azul se desvanecía corriendo por el centro que separaba el blanco. Era gruesa y horizontal, del mismo ancho que la altura de la única ventanilla.
Cuando lo vi por primera vez, pensé que mi mamá la había llamado Blue debido a la raya. Estaba equivocada. En el interior, las paredes, los pequeños gabinetes sobre el colchón, la diminuta estufa, e incluso las encimeras y el baño de composta eran todos de color azul bebé. Incluso el roto linóleo que cubría los pisos era blanco y azul a cuadros.
Todo había empezado tan bien. Cuando había rescatado a Rusty y a Blue de la cárcel de unidades de almacenamiento, encontré que estaban completamente equipados. Mantas, comida enlatada, litros de agua en el área de almacenamiento en la parte trasera que solo se podía abrir desde el exterior. Un tanque de agua completo para la zona de mini-baño/ducha.
Hubo un montón de planificación y esfuerzo para tener esto listo para mí, pero por mi vida todavía no podía entender cómo mamá había logrado hacerlo todo sola.
De repente, el pavimento vibró, advirtiendo de un vehículo que se aproximaba. Me paré y miré por la negra carretera en ambas direcciones.
Nada.
Sin embargo, el eco de un motor cortó el silencio, el retumbar cada vez más fuerte, pero todavía no podía ver nada.
Cuando el camión se hizo visible, era demasiado tarde.
Pasé por una rampa de salida que parecía como si hubiera sido arrancada pero nunca terminada. A pocos metros de la carretera, el pavimento roto se volvía tierra con alta maleza crecida. Las barricadas amarillas brillantes, la mayoría abolladas, bloqueaban el camino de la carretera principal.
¿Era la salida?
No había rastro, pero sabía que tenía que acercarme.
También sabía que estaba un poco perdida.
La ciudad de Outskirts era apenas un punto en el viejo mapa descolorido de la guantera. Estaba ubicado en la parte superior de la punta de los Everglades y justo en medio de las dos costas de Florida. Había estado conduciendo durante dos días, pero cuando mis ojos se volvieron pesados, mi espíritu creció con determinación.
Presioné el acelerador para aumentar mi velocidad a algo por encima del nivel de una abuela, pero no sucedió nada.
El único otro automóvil en la autopista pasó a mi lado y no era porque estuviera acelerando, sino porque estaba disminuyendo la velocidad.
Camino abajo.
El sonido de algo explotando surgió de debajo de la capucha que me hizo gritar de sorpresa. El humo blanco llenó el aire nocturno como una mini nube de hongos.
—¡No! ¡No! ¡No! —le grité a nadie mientras Rusty, que tenía el nombre apropiado, chisporroteaba y tosía.
Las luces del salpicadero se apagaron de repente y Rusty la camioneta, rodó triste y dramáticamente hasta detenerse en medio de la desierta carretera.
—Ahora no. Por favor. Haré lo que quieras. Te mantendré en la sombra. Te lavaré todos los días. Te cantaré por la noche. Por favor, por favor, no te detengas ahora. —Prometí todo eso y todo en lo que pude pensar para mantenerlo vivo, pero con un último estruendo final de muerte, tanto mi corazón como mi estómago se hundieron junto con cualquier esperanza que tuviera de espontáneo renacimiento.
Rusty ya no estaba.
Rechiné los dientes y golpeé mi puño en el volante, siseando cuando el lado de mi mano vibró con dolor hasta mi codo.
—¡Ay! —grité como si realmente me hubiera golpeado también.
Saltando a la carretera, pateé la puerta del lado del conductor varias veces, que respondió parcialmente cayendo de sus bisagras. Trozos de pintura descolorida y óxido cayeron sobre el asfalto agrietado. Con un último gruñido de frustración, me volví para encarar la carretera oscura y vacía. Me dejé caer al suelo y me incliné contra el desgastado neumático delantero, dejando caer mi cabeza entre mis rodillas.
—¿Qué diablos hago ahora? —murmuré mientras una nube oscura rodaba sobre las estrellas, convirtiendo la noche de oscura a negra.
—¿Qué hay de ti, Blue? ¿Vas a renunciar a mí también? —le pregunté a la casa rodante que estaba enganchado a Rusty.
El revestimiento metálico de Blue era blanco en las partes superior e inferior. Una raya azul se desvanecía corriendo por el centro que separaba el blanco. Era gruesa y horizontal, del mismo ancho que la altura de la única ventanilla.
Cuando lo vi por primera vez, pensé que mi mamá la había llamado Blue debido a la raya. Estaba equivocada. En el interior, las paredes, los pequeños gabinetes sobre el colchón, la diminuta estufa, e incluso las encimeras y el baño de composta eran todos de color azul bebé. Incluso el roto linóleo que cubría los pisos era blanco y azul a cuadros.
Todo había empezado tan bien. Cuando había rescatado a Rusty y a Blue de la cárcel de unidades de almacenamiento, encontré que estaban completamente equipados. Mantas, comida enlatada, litros de agua en el área de almacenamiento en la parte trasera que solo se podía abrir desde el exterior. Un tanque de agua completo para la zona de mini-baño/ducha.
Hubo un montón de planificación y esfuerzo para tener esto listo para mí, pero por mi vida todavía no podía entender cómo mamá había logrado hacerlo todo sola.
De repente, el pavimento vibró, advirtiendo de un vehículo que se aproximaba. Me paré y miré por la negra carretera en ambas direcciones.
Nada.
Sin embargo, el eco de un motor cortó el silencio, el retumbar cada vez más fuerte, pero todavía no podía ver nada.
Cuando el camión se hizo visible, era demasiado tarde.
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Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 6
Sawyer
El sonido de frenos chirriando llenó el aire de la noche. El olor a caucho quemado invadió mi nariz. Metal contra metal sonó contra el suelo mientras la SUV de modelo más viejo se coleaba sobre ambos carriles de la carretera, cruzando la medianera antes de finalmente girar de costado, y derrapar hasta detenerse apenas a algunos metros de donde estaba.
—¿Qué diablos? —gruñó la voz de un hombre, sonando tan confusa como yo me sentía.
Los faros se encendieron de repente y también lo hizo otra hilera de luces mucho más brillantes unidas a una barra por encima de su parabrisas, cegándome con una luz blanca y brillante.
—¡Así que ahora enciendes tus luces! —grité, cubriéndome los ojos.
Salí de la luz y cuando pude mirar de nuevo vi a un hombre moviéndose en su asiento. La camioneta era una Ford modelo antiguo sin puertas ni techo y era alta con neumáticos gruesos grandes de más de la mitad del tamaño de mi cuerpo.
Fue entonces que olí algo familiar.
Whisky.
Empujé hacia abajo el miedo que subía por mi garganta desde mi estómago y cuadré los hombros justo a tiempo para que la enorme sombra de un hombre se acercara, sus pasos una serie de golpes lentos y pesados contra la carretera quebrada.
—¿Por qué estabas en el medio del camino? —preguntó una voz grave.
Cuando el hombre salió hacia la luz, esperé que el diablo mismo fuera el que emergiera de las sombras, pero no era a quién me estaba enfrentando.
El hombre era por lo menos medio metro más alto que mi metro sesenta. Llevaba jeans negros ajustados en la parte baja de la cintura y una camiseta blanca estirada sobre su amplio pecho. Tampoco tenía mangas, revelando sus musculosos bíceps. La tela delgada también mostraba hileras de músculos en su torso que se hacían más pequeños a medida que se arrastraban en la forma de una V que desaparecía en sus jeans.
Mis mejillas se calentaron cuando me di cuenta que había estado mirándolo y quité mi mirada de su cuerpo. Llevaba una gorra negra de béisbol que le tapaba los ojos. Una barba de unos pocos días cubría su mandíbula cuadrada.
Nos quedamos allí un momento. Sin hablar. Me aclaré la garganta. Él miró de mi casa rodante a mí como si estuviera simplemente dándose cuenta que estaba allí. Me miró de arriba abajo lentamente, y luego cruzó los brazos sobre su pecho, doblando sus bíceps.
—¿Estás bien? —preguntó con impaciencia.
—Sí, estoy bien, pero...
—Bien —dijo, volviéndose abruptamente y regresando a su vehículo—. Mantente alejada del camino.
Pisoteo sobre el suelo.
—¡Bueno, tal vez me hubieras visto si no estuvieras conduciendo con las luces apagadas!
¡Qué arrogancia! ¡Él fue quien casi me atropelló!
—¿Vas a dejarme aquí? —grité detrás de él mientras ponía en marcha la camioneta. Él pasó delante de mí antes de cruzar la medianera en un obvio giro en U ilegal. Sus neumáticos giraban. La tierra y el barro se elevaron hasta las llantas antes que la camioneta arrancara violentamente hacia la carretera.
—¡Podrías haberme matado! —grité.
—Todos tenemos que morirnos en algún momento —dijo, alzando la voz por encima del motor. Subió el volumen de su radio. Un hombre cantando sobre una autopista del infierno salía de los altavoces. Mientras se alejaba, la música, los ecos de sus grandes neumáticos y los ojos rojos de sus luces traseras se desvanecieron hasta que hacía un buen rato que se habían ido y una vez más fuimos solo yo y la carretera.
Sin tener un teléfono, mi única opción era esperar a que otro auto pasara. Miré por el oscuro y vacío camino en ambas direcciones.
Iba a pasar algún tiempo.
Era una camioneta enorme.
Una camioneta policial enorme.
¿Papá habría llamado a la policía?
Era tan inexperta en hacer algo ilegal que ni siquiera sabía si debería haber estado nerviosa o no porque no tenía idea de cómo funcionaba realmente el proceso de ser capturada.
—Parece que te has metido en apuros. —Sonó una voz femenina. Una alta mujer policía de piel oscura y rizos suaves y naturales que enmarcaban su rostro se acercó a mí sosteniendo una linterna. La movió hacia mí y hacia la casa rodante. Después hacia mí y a la camioneta.
Después solo a mí.
—Se estropeó y casi fui sacada de la carretera por un hombre en un Ford negro —dije, tratando de mantener mi tono lo más casual posible, aunque mi pulso estaba acelerado.
—¿Era una Bronco? —preguntó, bajando la luz.
—Podría haber sido.
Por mi suposición, la oficial no era mucho mayor que yo sin embargo era varios centímetros más alta.
—¿De dónde vienes? —preguntó, viendo mi ropa y dándome una mirada que me decía que si mentía podría olerlo en el aire.
Moví mis manos por mi larga falda.
—De ninguna parte a la que quiera volver —dije honestamente.
Me dio un breve asentimiento.
—¿Dónde demonios intentas ir en este pedazo de mierda? —preguntó, golpeando el parachoques de Rusty.
Sentí la necesidad de defenderlo, después de todo, no era su culpa que estuviera encerrado en el depósito por... no importa cuánto tiempo estuvo ahí.
—Mi mamá posee un terreno...—comencé—. Quiero decir, tengo un terreno por aquí.
Ella levantó la linterna a la ventana de la casa rodante y miró dentro.
—¿Ubicación?
—Esa es la cosa, en realidad nunca he estado allí y creo que estoy un poco perdida, no he visto una sola señal ni una salida marcada, pero estoy pensando que no puedo estar demasiado lejos.
—¿Tienes una dirección? —preguntó, enfundando su linterna.
Saqué el papel plegado de mi bolsillo trasero y se lo di. Lo agarró con uñas perfectamente cuidadas y afiladas en largas puntas blancas.
Una gran sonrisa se dibujó en su rostro revelando unos dientes perfectamente rectos y blancos.
—Vamos, desenganchemos este pedazo de mierda de la otra mierda e iremos a tus tierras. Regresaré y remolcaré tu camioneta cuando termine mi turno.
—No tienes que hacer todo eso. Puedo pedir una grúa, si puedo usar tu teléfono—le dije.
Ella me ignoró y comenzó a desenganchar a Blue de Rusty.
—El servicio de grúa más cercano está en el condado de Albrahma, por lo menos a una hora en auto hacia el norte. Cuando reciben una llamada por un remolque ¿sabes lo que hacen? —No esperó a que respondiera—. Me llaman a mí. Entonces, ¿por qué no nos ahorramos tiempo y me dejas hacer lo que voy a terminar haciendo de todos modos?
—Está bien. —Estuve de acuerdo como si hubiera otra opción.
Me dijo que volviera a la camioneta y que la pusiera en neutro. Hice lo que dijo y juntas la empujamos fuera de la carretera lo suficiente para que los neumáticos estuvieran en el césped sin enviarlos hacia la empinada zanja.
Entonces puso una cinta amarilla de neón alrededor y sobre Rusty varias veces.
—¿Escena del crimen? —pregunté, leyendo las palabras.
—¿Quieres a alguien metiéndose con tu camioneta? —preguntó, apoyando las manos en su cinturón.
Negué.
—Bien entonces. Por el momento. Es una escena del crimen. —Me guiñó un ojo—. ¿Tienes un nombre o simplemente te llamo chica perdida?
—Sawyer —le ofrecí.
—Soy la oficial Hugo, pero las únicas personas que me llaman así son... bueno, nadie me llama así. Puedes llamarme Josh.
—¿Josh? —le pregunté curiosa, siguiéndola a su camioneta. Me tomó un tiempo subirme la falda y meterme dentro.
—Es la abreviatura de Joshwanda —murmuró ella, cerrando la puerta—. Es tribal. De la madre patria.
—Eso es... único.
Josh estalló en una sonrisa y se pegó en la rodilla.
—Solo estoy bromeando, pero deberías haber visto tu rostro. ¿Madre patria? Chica, soy de Georgia, pero Outskirts ha sido mi casa desde antes que llegara a la pubertad. Mi verdadero nombre es Brittany, pero de regreso en la secundaria, fue sugerido por mis amigos que Brittany era demasiado femenino para mí, así que empezaron a llamarme Josh. Se me quedó. Ahora así es cómo todo el mundo me llama. Incluyendo mis propios padres.
Josh miró detrás de su asiento y fue de la camioneta a mi casa rodante con experta precisión. Me rechazó cuando intenté salir y ayudarla a engancharlo y volvió en menos de dos minutos.
Josh se detuvo en la carretera que iba en dirección contraria a la que me dirigía. Miré en el espejo lateral y esperé que Rusty estuviera bien allí afuera solo toda la noche.
—No te preocupes. Volveré por él en un momento. Gary tiene un taller en la ciudad. Saldrá y te dirá qué es lo que tiene. —Miró por su espejo retrovisor—. Aunque esa cosa podría necesitar un poco de Jesús para ponerlo en marcha de nuevo.
—O un montón de dinero —respondí.
—Sí, eso también. —Estuvo de acuerdo—. Entonces, ¿qué te trae por estos lares? No tenemos demasiados recién llegados en estas partes.
—¿Honestamente? —Me reí de lo absurdo de mi situación—. No estoy cien por ciento segura. Creo que simplemente voy a intentar entender las cosas a medida que avance.
—¿Qué tipo de cosas hay que entender?
Miré por la ventana al cielo y a la ahora brillante luna llena.
—Todas las cosas.
El paseo se quedó en un cómodo silencio mientras salíamos de la autopista hacia un camino de tierra detrás de la rampa que había visto antes y que había sido bloqueada.
—Gracias —dije, rompiendo el silencio—. Si no hubieras venido, no sé cuánto tiempo habría estado esperando ahí.
—No tienes que darme las gracias. Resulta que estabas en mi lugar favorito para la siesta. Esta es la mayor emoción que he visto en semanas. Mierda, soy quien debería estar agradeciéndote.
Pasamos por un espacio en medio de maleza de solo un par de autos de ancho. Detrás de eso había un claro en forma de óvalo con árboles en todos los lados.
Una casa de campo rectangular que necesitaba tantas reparaciones como Rusty, apareció en el otro lado. El porche parecía destartalado y lo mismo era el techo que parecía estar cayéndose en el medio. Arbustos e higueras con musgo español rodeando la casa por ambos lados, curvándose sobre el techo como una mano a punto de golpear el suelo.
Estacionada de costado en la tierra frente a los escalones del porche estaba una Ford oscura.
Una bronco oscura.
—¡Esa es la camioneta! —exclamé.
—Sí. —Josh suspiró, sin parecer sorprendida. Retorció los labios y me lanzó una sonrisa triste—. Eso es lo que me imaginaba.
—¿Lo conoces? —pregunté.
Asintió.
—Finn Hollis. Y sí, lo conozco. Bueno, SOLÍA conocerlo.
—Pero ¿ya no?
Ella sacudió la cabeza.
—No desde hace muuuccho tiempo.
Una luz brillaba detrás de las finas cortinas sin detectarse movimiento desde adentro. No fue sino hasta que salí de la camioneta que sentí que estaba siendo vigilada.
Ese sentimiento continuó durante los veinte minutos que me llevó encontrar un lugar en el terreno que no estuviera cubierto ni de agua, ni de barro, ni de espesos árboles y malezas.
Por fin nos acomodamos en un espacio entre dos grandes árboles donde el suelo estaba todavía húmedo, pero no bajo agua como parecía estar el resto. Una pequeña lagartija marrón correteó por la puerta de mi casa rodante y Josh la aplastó.
—Echaré otro vistazo a la propiedad a la luz del día —dijo, subiendo a su camioneta y cerrando la puerta. Bajó la ventanilla y miró hacia mí—. Si podemos encontrar una sección seca entonces la moveré de nuevo por ti.
—Gracias de nuevo —dije.
Josh echó un vistazo a la cabaña que había al otro lado del camino.
—Si Finn te da algún problema, házmelo saber. —Como si estuviera enojada por sus propias palabras se inclinó fuera de la ventana y dirigió su grito hacia la cabaña—. ¡Porque volveré y le pegaré un tiro a su trasero ermitaño!
Se sentó de nuevo.
—Mierda —maldijo.
—¿Qué pasa? —pregunté, estirando mi cuello desde el suelo.
—Por mucho que ese hombre necesite un buen grito en ocasiones, me doy cuenta que hoy no es el día para estar gritando.
—¿Por qué?
Josh sonrió.
—No te preocupes por eso. Hazte un favor y asegúrate de mantener las ventanas y puertas cerradas por la noche. Los mosquitos de aquí son lo suficientemente grandes como para llevarte.
Con eso, se fue, dejándome a solas con mi casa rodante, el sonido de los mosquitos antes mencionados zumbando, el ocasional profundo croar de una rana y un vecino nuevo muy misterioso y muy enojado.
Abrí la puerta de mi casa rodante y tenía un pie adentro cuando miré hacia la cabaña al otro lado del camino. Las cortinas se balanceaban suavemente ya que soplaba una suave brisa. De repente una gran sombra llenó la ventana, bloqueando la luz. Se volvió y se detuvo frente a la ventana, observándome a través de las delgadas cortinas.
Un estremecimiento de cuerpo entero estalló desde la base de mi columna. El mismo tipo de escalofrío que siempre había experimentado cuando el auto de mi padre se detenía en el camino de entrada.
La sensación que me decía que las cosas iban a ir muy, muy mal.
Y como siempre, estaba en lo correcto.
—¿Qué diablos? —gruñó la voz de un hombre, sonando tan confusa como yo me sentía.
Los faros se encendieron de repente y también lo hizo otra hilera de luces mucho más brillantes unidas a una barra por encima de su parabrisas, cegándome con una luz blanca y brillante.
—¡Así que ahora enciendes tus luces! —grité, cubriéndome los ojos.
Salí de la luz y cuando pude mirar de nuevo vi a un hombre moviéndose en su asiento. La camioneta era una Ford modelo antiguo sin puertas ni techo y era alta con neumáticos gruesos grandes de más de la mitad del tamaño de mi cuerpo.
Fue entonces que olí algo familiar.
Whisky.
Empujé hacia abajo el miedo que subía por mi garganta desde mi estómago y cuadré los hombros justo a tiempo para que la enorme sombra de un hombre se acercara, sus pasos una serie de golpes lentos y pesados contra la carretera quebrada.
—¿Por qué estabas en el medio del camino? —preguntó una voz grave.
Cuando el hombre salió hacia la luz, esperé que el diablo mismo fuera el que emergiera de las sombras, pero no era a quién me estaba enfrentando.
El hombre era por lo menos medio metro más alto que mi metro sesenta. Llevaba jeans negros ajustados en la parte baja de la cintura y una camiseta blanca estirada sobre su amplio pecho. Tampoco tenía mangas, revelando sus musculosos bíceps. La tela delgada también mostraba hileras de músculos en su torso que se hacían más pequeños a medida que se arrastraban en la forma de una V que desaparecía en sus jeans.
Mis mejillas se calentaron cuando me di cuenta que había estado mirándolo y quité mi mirada de su cuerpo. Llevaba una gorra negra de béisbol que le tapaba los ojos. Una barba de unos pocos días cubría su mandíbula cuadrada.
Nos quedamos allí un momento. Sin hablar. Me aclaré la garganta. Él miró de mi casa rodante a mí como si estuviera simplemente dándose cuenta que estaba allí. Me miró de arriba abajo lentamente, y luego cruzó los brazos sobre su pecho, doblando sus bíceps.
—¿Estás bien? —preguntó con impaciencia.
—Sí, estoy bien, pero...
—Bien —dijo, volviéndose abruptamente y regresando a su vehículo—. Mantente alejada del camino.
Pisoteo sobre el suelo.
—¡Bueno, tal vez me hubieras visto si no estuvieras conduciendo con las luces apagadas!
¡Qué arrogancia! ¡Él fue quien casi me atropelló!
—¿Vas a dejarme aquí? —grité detrás de él mientras ponía en marcha la camioneta. Él pasó delante de mí antes de cruzar la medianera en un obvio giro en U ilegal. Sus neumáticos giraban. La tierra y el barro se elevaron hasta las llantas antes que la camioneta arrancara violentamente hacia la carretera.
—¡Podrías haberme matado! —grité.
—Todos tenemos que morirnos en algún momento —dijo, alzando la voz por encima del motor. Subió el volumen de su radio. Un hombre cantando sobre una autopista del infierno salía de los altavoces. Mientras se alejaba, la música, los ecos de sus grandes neumáticos y los ojos rojos de sus luces traseras se desvanecieron hasta que hacía un buen rato que se habían ido y una vez más fuimos solo yo y la carretera.
Sin tener un teléfono, mi única opción era esperar a que otro auto pasara. Miré por el oscuro y vacío camino en ambas direcciones.
Iba a pasar algún tiempo.
***
Después de lo que parecieron horas, un par de luces aparecieron en la distancia. Un rayo casi tangible de luz brillando en la oscura carretera. De repente, tanto los árboles como el pavimento se iluminaron en remolinos azules y rojos.Era una camioneta enorme.
Una camioneta policial enorme.
¿Papá habría llamado a la policía?
Era tan inexperta en hacer algo ilegal que ni siquiera sabía si debería haber estado nerviosa o no porque no tenía idea de cómo funcionaba realmente el proceso de ser capturada.
—Parece que te has metido en apuros. —Sonó una voz femenina. Una alta mujer policía de piel oscura y rizos suaves y naturales que enmarcaban su rostro se acercó a mí sosteniendo una linterna. La movió hacia mí y hacia la casa rodante. Después hacia mí y a la camioneta.
Después solo a mí.
—Se estropeó y casi fui sacada de la carretera por un hombre en un Ford negro —dije, tratando de mantener mi tono lo más casual posible, aunque mi pulso estaba acelerado.
—¿Era una Bronco? —preguntó, bajando la luz.
—Podría haber sido.
Por mi suposición, la oficial no era mucho mayor que yo sin embargo era varios centímetros más alta.
—¿De dónde vienes? —preguntó, viendo mi ropa y dándome una mirada que me decía que si mentía podría olerlo en el aire.
Moví mis manos por mi larga falda.
—De ninguna parte a la que quiera volver —dije honestamente.
Me dio un breve asentimiento.
—¿Dónde demonios intentas ir en este pedazo de mierda? —preguntó, golpeando el parachoques de Rusty.
Sentí la necesidad de defenderlo, después de todo, no era su culpa que estuviera encerrado en el depósito por... no importa cuánto tiempo estuvo ahí.
—Mi mamá posee un terreno...—comencé—. Quiero decir, tengo un terreno por aquí.
Ella levantó la linterna a la ventana de la casa rodante y miró dentro.
—¿Ubicación?
—Esa es la cosa, en realidad nunca he estado allí y creo que estoy un poco perdida, no he visto una sola señal ni una salida marcada, pero estoy pensando que no puedo estar demasiado lejos.
—¿Tienes una dirección? —preguntó, enfundando su linterna.
Saqué el papel plegado de mi bolsillo trasero y se lo di. Lo agarró con uñas perfectamente cuidadas y afiladas en largas puntas blancas.
Una gran sonrisa se dibujó en su rostro revelando unos dientes perfectamente rectos y blancos.
—Vamos, desenganchemos este pedazo de mierda de la otra mierda e iremos a tus tierras. Regresaré y remolcaré tu camioneta cuando termine mi turno.
—No tienes que hacer todo eso. Puedo pedir una grúa, si puedo usar tu teléfono—le dije.
Ella me ignoró y comenzó a desenganchar a Blue de Rusty.
—El servicio de grúa más cercano está en el condado de Albrahma, por lo menos a una hora en auto hacia el norte. Cuando reciben una llamada por un remolque ¿sabes lo que hacen? —No esperó a que respondiera—. Me llaman a mí. Entonces, ¿por qué no nos ahorramos tiempo y me dejas hacer lo que voy a terminar haciendo de todos modos?
—Está bien. —Estuve de acuerdo como si hubiera otra opción.
Me dijo que volviera a la camioneta y que la pusiera en neutro. Hice lo que dijo y juntas la empujamos fuera de la carretera lo suficiente para que los neumáticos estuvieran en el césped sin enviarlos hacia la empinada zanja.
Entonces puso una cinta amarilla de neón alrededor y sobre Rusty varias veces.
—¿Escena del crimen? —pregunté, leyendo las palabras.
—¿Quieres a alguien metiéndose con tu camioneta? —preguntó, apoyando las manos en su cinturón.
Negué.
—Bien entonces. Por el momento. Es una escena del crimen. —Me guiñó un ojo—. ¿Tienes un nombre o simplemente te llamo chica perdida?
—Sawyer —le ofrecí.
—Soy la oficial Hugo, pero las únicas personas que me llaman así son... bueno, nadie me llama así. Puedes llamarme Josh.
—¿Josh? —le pregunté curiosa, siguiéndola a su camioneta. Me tomó un tiempo subirme la falda y meterme dentro.
—Es la abreviatura de Joshwanda —murmuró ella, cerrando la puerta—. Es tribal. De la madre patria.
—Eso es... único.
Josh estalló en una sonrisa y se pegó en la rodilla.
—Solo estoy bromeando, pero deberías haber visto tu rostro. ¿Madre patria? Chica, soy de Georgia, pero Outskirts ha sido mi casa desde antes que llegara a la pubertad. Mi verdadero nombre es Brittany, pero de regreso en la secundaria, fue sugerido por mis amigos que Brittany era demasiado femenino para mí, así que empezaron a llamarme Josh. Se me quedó. Ahora así es cómo todo el mundo me llama. Incluyendo mis propios padres.
Josh miró detrás de su asiento y fue de la camioneta a mi casa rodante con experta precisión. Me rechazó cuando intenté salir y ayudarla a engancharlo y volvió en menos de dos minutos.
Josh se detuvo en la carretera que iba en dirección contraria a la que me dirigía. Miré en el espejo lateral y esperé que Rusty estuviera bien allí afuera solo toda la noche.
—No te preocupes. Volveré por él en un momento. Gary tiene un taller en la ciudad. Saldrá y te dirá qué es lo que tiene. —Miró por su espejo retrovisor—. Aunque esa cosa podría necesitar un poco de Jesús para ponerlo en marcha de nuevo.
—O un montón de dinero —respondí.
—Sí, eso también. —Estuvo de acuerdo—. Entonces, ¿qué te trae por estos lares? No tenemos demasiados recién llegados en estas partes.
—¿Honestamente? —Me reí de lo absurdo de mi situación—. No estoy cien por ciento segura. Creo que simplemente voy a intentar entender las cosas a medida que avance.
—¿Qué tipo de cosas hay que entender?
Miré por la ventana al cielo y a la ahora brillante luna llena.
—Todas las cosas.
El paseo se quedó en un cómodo silencio mientras salíamos de la autopista hacia un camino de tierra detrás de la rampa que había visto antes y que había sido bloqueada.
—Gracias —dije, rompiendo el silencio—. Si no hubieras venido, no sé cuánto tiempo habría estado esperando ahí.
—No tienes que darme las gracias. Resulta que estabas en mi lugar favorito para la siesta. Esta es la mayor emoción que he visto en semanas. Mierda, soy quien debería estar agradeciéndote.
Pasamos por un espacio en medio de maleza de solo un par de autos de ancho. Detrás de eso había un claro en forma de óvalo con árboles en todos los lados.
Una casa de campo rectangular que necesitaba tantas reparaciones como Rusty, apareció en el otro lado. El porche parecía destartalado y lo mismo era el techo que parecía estar cayéndose en el medio. Arbustos e higueras con musgo español rodeando la casa por ambos lados, curvándose sobre el techo como una mano a punto de golpear el suelo.
Estacionada de costado en la tierra frente a los escalones del porche estaba una Ford oscura.
Una bronco oscura.
—¡Esa es la camioneta! —exclamé.
—Sí. —Josh suspiró, sin parecer sorprendida. Retorció los labios y me lanzó una sonrisa triste—. Eso es lo que me imaginaba.
—¿Lo conoces? —pregunté.
Asintió.
—Finn Hollis. Y sí, lo conozco. Bueno, SOLÍA conocerlo.
—Pero ¿ya no?
Ella sacudió la cabeza.
—No desde hace muuuccho tiempo.
Una luz brillaba detrás de las finas cortinas sin detectarse movimiento desde adentro. No fue sino hasta que salí de la camioneta que sentí que estaba siendo vigilada.
Ese sentimiento continuó durante los veinte minutos que me llevó encontrar un lugar en el terreno que no estuviera cubierto ni de agua, ni de barro, ni de espesos árboles y malezas.
Por fin nos acomodamos en un espacio entre dos grandes árboles donde el suelo estaba todavía húmedo, pero no bajo agua como parecía estar el resto. Una pequeña lagartija marrón correteó por la puerta de mi casa rodante y Josh la aplastó.
—Echaré otro vistazo a la propiedad a la luz del día —dijo, subiendo a su camioneta y cerrando la puerta. Bajó la ventanilla y miró hacia mí—. Si podemos encontrar una sección seca entonces la moveré de nuevo por ti.
—Gracias de nuevo —dije.
Josh echó un vistazo a la cabaña que había al otro lado del camino.
—Si Finn te da algún problema, házmelo saber. —Como si estuviera enojada por sus propias palabras se inclinó fuera de la ventana y dirigió su grito hacia la cabaña—. ¡Porque volveré y le pegaré un tiro a su trasero ermitaño!
Se sentó de nuevo.
—Mierda —maldijo.
—¿Qué pasa? —pregunté, estirando mi cuello desde el suelo.
—Por mucho que ese hombre necesite un buen grito en ocasiones, me doy cuenta que hoy no es el día para estar gritando.
—¿Por qué?
Josh sonrió.
—No te preocupes por eso. Hazte un favor y asegúrate de mantener las ventanas y puertas cerradas por la noche. Los mosquitos de aquí son lo suficientemente grandes como para llevarte.
Con eso, se fue, dejándome a solas con mi casa rodante, el sonido de los mosquitos antes mencionados zumbando, el ocasional profundo croar de una rana y un vecino nuevo muy misterioso y muy enojado.
Abrí la puerta de mi casa rodante y tenía un pie adentro cuando miré hacia la cabaña al otro lado del camino. Las cortinas se balanceaban suavemente ya que soplaba una suave brisa. De repente una gran sombra llenó la ventana, bloqueando la luz. Se volvió y se detuvo frente a la ventana, observándome a través de las delgadas cortinas.
Un estremecimiento de cuerpo entero estalló desde la base de mi columna. El mismo tipo de escalofrío que siempre había experimentado cuando el auto de mi padre se detenía en el camino de entrada.
La sensación que me decía que las cosas iban a ir muy, muy mal.
Y como siempre, estaba en lo correcto.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias!!!! Siempre que los personajes se van a otro lugar o escapan no puedo dejar de pensar en cómo harán para mantenerse...ahora Sawyer tiene un techo, la casa rodante pero necesita un trabajo, qué conseguirá...
Finn tuvo una gran pérdida, su novia por lo que parece... cómo habrá sido, por qué se culpa...y resultó ser un idiota, casi la atropella y después la deja abandonada en medio de la nada, sin ofrecerle ayuda, que imbécil.
Finn tuvo una gran pérdida, su novia por lo que parece... cómo habrá sido, por qué se culpa...y resultó ser un idiota, casi la atropella y después la deja abandonada en medio de la nada, sin ofrecerle ayuda, que imbécil.
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias, asi que Josh era la amiga de Finn.... Veamos cómo se comporta cuando sepa que las tierras en donde vive son de la chica que dejó votada en la carretera
Tatine- Mensajes : 1561
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Anagoi- Mensajes : 172
Fecha de inscripción : 02/02/2018
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Será que Jackie la que menciona Finn era su novia, o algún familiar? Lo que es seguro es que era alguien muy cercano por todo lo que sufre. El chico necesita un escarmiento, me imagino que era un tipo bien agradable.
Me agradó Josh, espero se haga amiga de Sawyer y la pueda seguir ayudando.
Me agradó Josh, espero se haga amiga de Sawyer y la pueda seguir ayudando.
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
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