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Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
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Book Queen :: Biblioteca :: Lecturas
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berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias!!! Por qué Sawyer rompió la foto de su madre!!!! Tendría que habérsela mostrado a cada persona de la ciudad para ver si la habían conocido...
Qué histérico es Finn, o le está encima todo el tiempo o se borra del mapa durante días, creo que ya es hora de que supere lo que le pasó y continúe con su vida...tengo la impresión de que Jackie se suicidó...
Qué histérico es Finn, o le está encima todo el tiempo o se borra del mapa durante días, creo que ya es hora de que supere lo que le pasó y continúe con su vida...tengo la impresión de que Jackie se suicidó...
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Hasta ahora estos han sido mis tres capítulos favoritos. Me está encantando el libro!!
Que mal que Sawyer rompió la foto de su madre, así Critter la hubiese visto, aunque creo que si el tiene una Finn quien quita y tiene una de la madre de Sawyer. Ya quiero saber más de su historia y como llego a casarse con el padre de Sawyer....
Finn ya si que está gustando de S, espero que se cierre mucho y pueda contarle su historia a Sawyer.
Me sorprende que el y jackie tuviesen hasta una casa. Y cada vez más me convenzo qué tal vez se suicido
Que mal que Sawyer rompió la foto de su madre, así Critter la hubiese visto, aunque creo que si el tiene una Finn quien quita y tiene una de la madre de Sawyer. Ya quiero saber más de su historia y como llego a casarse con el padre de Sawyer....
Finn ya si que está gustando de S, espero que se cierre mucho y pueda contarle su historia a Sawyer.
Me sorprende que el y jackie tuviesen hasta una casa. Y cada vez más me convenzo qué tal vez se suicido
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias. Que bien que la relación de Finn y Sawyer se está desarrollando pero creo que Finn verá a Sterling y se irá todo al carajo
Tatine- Mensajes : 1561
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
22-24 Vaya sorpresa, la madre de Sawyer estuvo en Outskirts??? Sería de donde era nativa antes de casarse??? Y dónde rayos se metió Finn?? Cuales eran esos cabos sueltos??
Y ese beso, uff que señor beso, pero porque desaparece?
Y ese beso, uff que señor beso, pero porque desaparece?
yiany- Mensajes : 1938
Fecha de inscripción : 23/01/2018
Edad : 41
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 25
Sawyer
—Finn me llamó anoche —anunció Josh, entregándome una gran taza de café con un policía de dibujos animados orinando desde lo alto de un puente.
Eran las siete de la mañana. Después de mi turno, le dije a Sterling que pasearía con él en otra ocasión y le tomé la oferta de Josh de llevarme de regreso a su casa.
—¿Lo hizo? —pregunté, animándome al oír su nombre.
—Me llamó para preguntar por ti. Quería asegurarse que te quedaras conmigo y que estabas bien.
—¿Y qué le dijiste? —pregunté, mirando mi taza.
—Le dije que estabas bien. —Josh dejó su taza y se llevó una mano a la cadera—. ¿Qué está pasando con ustedes dos?
—¿Qué quieres decir? —Tomé un sorbo de café y de inmediato lo escupí cuando Josh me dio la espalda.
—Me refiero a ustedes dos, como Finn y Sawyer. Ese hombre no me ha llamado en dos años. dos malditos años. Y yo era su mejor amiga. ¿Entonces vienes al pueblo y de repente él recuerda mi número? —Josh negó con la cabeza—. Algo sobre esto no tiene sentido.
—Tal vez solo quería asegurarse que no planeaba quedarme en su casa nuevamente —ofrecí, sabiendo que ese no era el caso.
—Nooo —cantó Josh, inclinando la cabeza hacia un lado. Ella me arrojó un pastel. Una especie de rosquilla envuelta en azúcar y canela—. No creo que haya sido eso.
Todos los pensamientos de Finn fueron momentáneamente borrados de mi mente.
—Santo infierno esto es bueno —dije con la boca llena de delicioso pastel.
—Ja —Josh se rió—. Me gusta cuando maldices.
Eso es exactamente lo que Finn había dicho.
—Déjame preguntarte esto. —Josh se apoyó los codos en el mostrador. Su túnica rosa esponjosa abierta en el cuello para exponer una camiseta que dice Miller apesta—. Sé que la cabaña del pantano solo tiene un dormitorio y una cama. Después que Miller te chequeara la otra noche, ¿dónde durmió Finn?
—En el sofá —respondí, la mentira se atascó en mi lengua al salir. Como era terrible mintiendo, cambié a la evasión. Levanté mi bolso y comencé a rebuscar el contenido como si estuviera buscando algo.
—Ajá —dijo Josh—. Claro, así fue.
—Entonces, no por cambiar el tema… —comencé.
—Pero cambiando el tema —Josh interrumpió.
—¿Qué pasa contigo y Miller? —Señalé su camisa.
Josh cerró su bata.
—Te lo dije. Él es solo Miller... —Se sirvió otra taza de café.
—Eso no responde exactamente la pregunta.
—Tampoco lo haces tú meentiiraa —cantó Josh. Me miró a los ojos y las dos estallamos en carcajadas hasta que las lágrimas se acumularon en sus ojos y me dolieron las costillas y me quemaron las mejillas.
Por primera vez en mi vida, me reí hasta que me dolió.
Eran las siete de la mañana. Después de mi turno, le dije a Sterling que pasearía con él en otra ocasión y le tomé la oferta de Josh de llevarme de regreso a su casa.
—¿Lo hizo? —pregunté, animándome al oír su nombre.
—Me llamó para preguntar por ti. Quería asegurarse que te quedaras conmigo y que estabas bien.
—¿Y qué le dijiste? —pregunté, mirando mi taza.
—Le dije que estabas bien. —Josh dejó su taza y se llevó una mano a la cadera—. ¿Qué está pasando con ustedes dos?
—¿Qué quieres decir? —Tomé un sorbo de café y de inmediato lo escupí cuando Josh me dio la espalda.
—Me refiero a ustedes dos, como Finn y Sawyer. Ese hombre no me ha llamado en dos años. dos malditos años. Y yo era su mejor amiga. ¿Entonces vienes al pueblo y de repente él recuerda mi número? —Josh negó con la cabeza—. Algo sobre esto no tiene sentido.
—Tal vez solo quería asegurarse que no planeaba quedarme en su casa nuevamente —ofrecí, sabiendo que ese no era el caso.
—Nooo —cantó Josh, inclinando la cabeza hacia un lado. Ella me arrojó un pastel. Una especie de rosquilla envuelta en azúcar y canela—. No creo que haya sido eso.
Todos los pensamientos de Finn fueron momentáneamente borrados de mi mente.
—Santo infierno esto es bueno —dije con la boca llena de delicioso pastel.
—Ja —Josh se rió—. Me gusta cuando maldices.
Eso es exactamente lo que Finn había dicho.
—Déjame preguntarte esto. —Josh se apoyó los codos en el mostrador. Su túnica rosa esponjosa abierta en el cuello para exponer una camiseta que dice Miller apesta—. Sé que la cabaña del pantano solo tiene un dormitorio y una cama. Después que Miller te chequeara la otra noche, ¿dónde durmió Finn?
—En el sofá —respondí, la mentira se atascó en mi lengua al salir. Como era terrible mintiendo, cambié a la evasión. Levanté mi bolso y comencé a rebuscar el contenido como si estuviera buscando algo.
—Ajá —dijo Josh—. Claro, así fue.
—Entonces, no por cambiar el tema… —comencé.
—Pero cambiando el tema —Josh interrumpió.
—¿Qué pasa contigo y Miller? —Señalé su camisa.
Josh cerró su bata.
—Te lo dije. Él es solo Miller... —Se sirvió otra taza de café.
—Eso no responde exactamente la pregunta.
—Tampoco lo haces tú meentiiraa —cantó Josh. Me miró a los ojos y las dos estallamos en carcajadas hasta que las lágrimas se acumularon en sus ojos y me dolieron las costillas y me quemaron las mejillas.
Por primera vez en mi vida, me reí hasta que me dolió.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 26
Sawyer
Eran solo las ocho y mi turno no empezaba hasta el mediodía. Cuando salí de donde Josh decidí que un paseo por mi nuevo pueblo era lo mejor. Había sido una habitante de Outskirts por un tiempo y apenas y conocía otras partes fuera del trabajo y la casa.
Y la casa ya no era una opción.
Ignoré el dolor en mi vientre. No quería pasar la mañana obsesionándome por lo que ya no era, sino en las posibilidades de lo que podría traer el día.
Estaba por pasar un basurero con que me topé, sin darle demasiada importancia, cuando algo llamó mi atención. Abrí la puerta de metal la cual tenía un letrero que decía ―permítete entrar―. Pasé una montaña de neumáticos y filas y filas de fregaderos de cocina, trazando una línea recta hacia mi objetivo en el extremo opuesto del basurero. Cuando llegué, suspiré y mariposas volaron en mi vientre.
Era más bonita en persona.
Era una casa. Y no CUALQUIER casa.
Era la casa.
La que había en el letrero de la ciudad. La misma blanca, con persianas azules y tejas grises. La gran diferencia era que la que había frente a mi estaba cortada a la mitad. La mitad derecha yacía ladeada en el suelo y tenía la puerta rota del frente. La mitad izquierda permanecía erguida, inclinada contra un remolque oxidado. Una delgada capa de plástico estaba sobre sus contenidos, pero estaba lo suficientemente rota para ver adentro.
—La puerta estaba abierta —dijo una profunda voz familiar. Los vellos de mi nuca se erizaron cuando las palabras lamieron mi piel como una fría brisa.
—¿Qué puerta?
Finn se acercó tanto detrás de mí que pude sentir el calor irradiando de su pecho hacia mi espalda y resistí la tentación de apoyarme en él.
—Mi puerta —dijo—. La dejé abierta para ti anoche. —Su aliento me hizo cosquillas en mi cuello—. No estabas ahí cuando llegué a casa.
—¿Debería haber estado?
—Sí.
Me sentí acalorada de una forma que un clima de treinta y dos grados no podía hacerme sentir.
—He estado quedándome donde Josh.
—Eso escuché. —Finn se paró a mi lado y tuve un buen vistazo de su apretada camisa blanca sobre sus músculos. La barba de su mentón me hizo recordar cómo se sintió contra mi piel cuándo me besó. Mi cuello. Él me miró y me atrapó observando—. ¿Te gusta lo que ves?
—Sí. —Mi respuesta fue inmediata.
Finn se rio y puso su mano sobre mi cabeza, girándome de nuevo para mirar la casa, toda la razón por la cual estaba en el basurero, para empezar. Mentalmente me preparé para una especie de comentario mordaz o para que dijera algo que me hiciera sentir más avergonzada de lo que me sentía, pero por suerte, nunca dijo nada.
—No es muy grande —dijo en cambio, observando la casa.
—Tampoco yo. —Suspiré con alivio—. Es perfecta.
Finn se acercó y tiró de la cubierta de plástico del lado derecho hasta que cedió y cayó al suelo.
—Espera, ¿puedes hacer eso? —pregunté con un grito susurrado, buscando alrededor por cualquiera que pudiera estar mirando.
—Es un basurero. No les importa si la rompes. Ya está rota —indicó Finn.
No me demoré para entrar a la casa como Finn hizo.
—Ven. —Estiró su mano. La tomé y me subió a su lado contra él, sosteniéndome por un rato antes de finalmente soltarme. Olía a cigarros y jabón.
Por dentro, estaba extasiada por saber que era diez veces más grande que mi campero, aunque todavía bastante pequeña.
—¿Qué tan grande crees que es? —pregunté.
—¿Las dos mitades juntas? —preguntó—. Probablemente alrededor de setenta y cuatro metros cuadrados. Más o menos.
No había piso, solo tablas de madera.
—Los vendedores de estas cosas por lo general esperan a conseguir un comprador antes de poner el piso. Para que quien la compre pueda elegirlo —explicó Finn como si leyera mi mente.
Las paredes eran de drywall. Tenía ventanas bordeadas de blanco y alfeizares de mármol. En la cocina había un mesón estilo isla y un gran sumidero blanco con gabinetes a juego y mostradores de mármol blanco y gris.
—Vaya —dije, admirando mis alrededores. Había un cuarto en la parte de atrás lo suficiente grande para una cama tamaño King y un baño adjunto.
—¿De verdad te gusta esta cosa? —preguntó Finn.
—No, no me gusta. —Miré alrededor—. Me encanta. —Estiré mis manos y di una vuelta. Estaba embriagada por la posibilidad de convertir esta casa en mía—. Como una mini versión de la casa que vi cuando vine por primera vez. Esa era de tres pisos con una cerca. Parecía la clase de casa donde las personas podían reír. —Me giré hacia Finn—. Donde los niños son llevados a la cama en la noche y les leen cuentos antes de dormir. Donde las cenas familiares están llenas de risa y bromas y planes para un fin de semana en lugar de un repaso de las cosas que hiciste mal ese día o cómo Dios no estaba feliz con las niñas que no obedecían sus órdenes. Quiénes mostraban mucha piel. Quiénes querían ir a la escuela de verdad en lugar de ser educadas en casa. —Me detuve cuando me di cuenta que me había desviado del tema. Finn estaba mirándome con curiosidad.
—Y no tuviste eso creciendo —dijo Finn. No era una pregunta.
Negué y pasé una mano por la encimera.
—No. ¿Y tú?
Esperé que evitara la pregunta o cambiara de tema, pero me sorprendió cuando dijo:
—Tuve eso. Mi mamá y mi papá iban a cada partido de béisbol. Mi mamá era la más ruidosa en las gradas y solía estar muy avergonzado. —Se rio mientras recordaba, pasando su mano sobre la sombra de barba en su mentón—. Y ahora pienso en lo afortunado que fui por tener a la madre más ruidosa en las gradas.
—¿Dónde están tus padres ahora?
—En las montañas de Georgia. Mamá y papá siempre hablaron sobre tener blancas navidades, así que al segundo que me gradué de la secundaria siguieron su sueño.
—¿Y tú te quedaste? ¿Por qué? —pregunté.
—Porque pertenezco aquí —respondió Finn con simplicidad—. Este es mi hogar.
—Josh dijo que te mudaste al pantano hace unos años. ¿Dónde vivías antes? —No lo miré cuándo hice la pregunta, pero pude ver todo su cuerpo tensarse de reojo. Esta vez sí evadió la pregunta. Bueno, no tanto como evadir, sino que ni siquiera intentó responderla.
—Vamos. Vamos a ver el otro lado. —Finn vino a mi lado y me levantó de la cintura, poniéndome en el suelo a unos metros por debajo. Me siguió en un fácil salto que hizo parecer sencillo con sus largas piernas y confiados movimientos. Agarró mi mano y me llevó a la otra mitad de la casa. Abrió el plástico como lo hizo con el otro lado. Cuando soltó mi mano, mantuvo la suya presionada ligeramente en mi espalda.
Cuando entramos, me sorprendí de encontrar otro cuarto, una pequeña alcoba con un escritorio empotrado, y otro baño, este era accesible desde la sala principal, la cual podría ser de un tamaño considerable si ambas mitades estuvieran unidas.
—¿Por qué está a la mitad? —pregunté, pasando mi mano sobre las paredes empolvadas y caminando de un cuarto a otro.
—Es un modelo del parque —explicó Finn, siguiéndome, pero manteniéndose unos pasos atrás.
—¿El modelo del parque? —Arrugué la nariz. Nunca había oído ese término antes—. Así que, ¿no es una casa de verdad?
—Es una casa de verdad. Solo se construye fuera del lugar, probablemente en un depósito en alguna parte, en lugar de ser construida directamente en la tierra. Tienen el mismo destino, solo que toman dos caminos diferentes para llegar ahí —dijo Finn mientras me observaba admirar la zona de ropas en el cuarto trasero—. Se entrega en el lugar en dos partes porque es muy grande para encajar en un camión de plataforma en una pieza sin bloquear la carretera.
—¿Así que PUEDE unirse de nuevo? —La emoción estaba creciendo en mi interior. Mis engranes daban vueltas.
—Así es. —Los labios de Finn se curvaron en una sonrisa retorcida que me hizo la boca agua.
No había ningún electrodoméstico y todo adentro y afuera estaba más que lleno de polvo. No tenía ni idea de cuánto tiempo había estado la casa aquí, pero era lo suficiente para que parte del laminado de los gabinetes empezara a pelarse en las esquinas.
Pero se podía salvar.
Miré de regreso a Finn y me agarré las manos entre sí. No me había dado cuenta que estaba sonriendo hasta que se acercó a mí y pasó un mechón de cabello tras mi oreja.
—Esa la primera vez que te veo sonreír —dijo; sus palabras y caricias fueron sorprendentemente suaves y tiernas.
Incliné mi cuello.
—Gracias por rescatarme la otra noche.
Finn dio un paso hacia atrás contra la pared, pero me acercó a él para que mi pecho se presionara contra su torso y su rodilla estaba entre mis piernas.
—Gracias por rescatarme —dijo, bajando sus labios a los míos.
Apenas y nos habíamos tocado cuándo una voz rompió el hechizo, deslizándose entre nosotros y separándonos.
—¿Quién está ahí? —dijo un hombre. Salí para encontrar a Sterling viniendo hacia nosotros. Una gran sonrisa con hoyuelos extendida por su rostro recién afeitado—. ¿Sawyer eres tú?
—Soy yo. Hola, Sterling. —Lo saludé con la mano.
—Ven, déjame ayudarte a salir de ahí —ofreció Sterling, agarrando mis manos y bajándome al suelo.
Finn murmuró algo en voz baja y me siguió.
—¿Finn? —preguntó Sterling, pareciendo confundido—. Vaya, no te vi ahí atrás. —Sterling apuntó de Finn a mí—. ¿Estás… con él? —preguntó con duda. No sabía si estaba preguntando si estábamos juntos o estábamos juntos, pero de cualquier forma la respuesta era un no.
Negué a la vez que Finn dijo:
—Sí. —Miró a Sterling como si lo hubiera ofendido de la peor forma.
Sterling se aclaró la garganta y se giró hacia mí.
—Te vi admirando el modelo del parque. ¿Sabías que era la del aviso? —preguntó, sonriendo más amplio que antes—. La usaron para la publicidad. Nunca construyeron ni una más, con excepción de esta, antes de explotar la burbuja. Ha estado aquí desde entonces.
—¿Trabajas aquí? —pregunté—. ¿Pensé que habías dicho que eras el dueño de la tienda de alimentos?
—Y el basurero. Y la tienda de pintura —dijo Sterling, frotándose las manos.
—Vaya —respondí.
Finn gruñó.
—¿Crees que estarías interesada en comprarla? —preguntó Sterling, moviendo su mano hacia la casa.
—¿Cuánto vale? —intervino Finn, robándome las palabras de la boca.
—Este bebé de aquí se vende por cerca de cuarenta mil dólares.
Me sentí desinflarme por dentro. Finn puso su mano en mi cuello y no estoy segura de sí era una señal de dominación o para tranquilizarme, pero de cualquier forma me gustaba que estuviera ahí.
Incluso si estaba gruñendo y quejándose más de lo que estaba hablando.
—Pero ESTA en particular —empezó Sterling, moviendo su dedo hacia la casa—. Puede ser tuya por… —Movió sus dedos en el aire como calculando algo—. MMMM… digamos siete mil dólares, más gastos de transporte. Así que alrededor de unos ocho mil quinientos. Bueno, por supuesto tienes que hacer que alguien te prepare el terreno. Eso va cerca de los tres mil grandes.
Y eso era todo. Mis cortos sueños de tener una casa se fueron.
—Gracias, Sterling. —Miré a la casa—. Tal vez algún día.
—¿Necesitas algo? —pregunté a Finn quién solo negó y me llevó a la puerta principal.
—Sawyer, no olvides que te debo ese paseo —dijo Sterling—. ¿Trabajas el fin de semana?
—El turno del almuerzo y la cena —respondí.
Finn también respondió. Apretando su agarre en mí mientras me guiaba por la puerta del basurero y me giraba en dirección opuesta a la que había venido. Detrás del basurero, estaba su bote esperando en la orilla, atado a un pequeño puerto destartalado cubierto en rines metálicos y plásticos.
—¿Viniste en bote? —pregunté.
—Puedes llegar casi a cualquier parte de este pueblo en bote —respondió—. ¿Cómo conoces a Sterling?
Miré al basurero.
—Debí haber buscado partes de auto para Rusty —dije.
—¿Rusty?
—Mi camioneta. Así la llamaba mamá —expliqué.
—Tengo que volver por aquí mañana. Buscaré —dijo Finn.
—Trabajo mañana.
—Conseguiré lo que necesites.
—Pero cómo sabes qué necesita Rus…
—Lo sé —me aseguró Finn, extendiendo su mano—. Ahora dime cómo conoces a Sterling.
Tenía dudas en subir al bote con él. Me tomé un momento para observar su apariencia. No estaba desarreglado. Parecía cansado, pero no apestaba a licor.
—¿Por qué estás dudando? —preguntó Finn con curiosidad, todavía extendiendo su mano.
—Solo…
Finn tomó mi mano.
—No he bebido nada hoy. No diré que no lo haré, porque estaría mintiéndote, pero no soy tu padre, Sawyer. No golpeo niñas o mujeres aunque he dado mi número justo de palizas a hombres quien en su mayoría se lo merecían.
—¿Y alguien a quién no? —pregunté.
—Algo así.
—¿Qué haces? ¿En qué trabajas? —pregunté de repente.
—Varias cosas. Muchas cosas sin relación. ¿Por qué? —El firme agarre de Finn en mi mano se apretó.
—Porque tal vez deberías pensar en cambiar de profesión. Lees las mentes excelente —dije, manteniendo un tono ligero.
Funcionó. Finn se rio.
Mi estómago dio un vuelco y ni siquiera estaba en el bote todavía y ya estaba sufriendo de una especie de mareo.
Subí al bote el cual se tambaleó al segundo en que puse un pie. Finn estiró su otra mano y me guio adentro. Una corriente eléctrica subió por mis brazos. Miré a Finn y nuestros ojos se encontraron. Me sostuvo por un tiempo después de haberme estabilizado.
—Nunca he estado antes en un bote —admití.
Sus cejas se alzaron como si acabara de decirle que nunca había probado la comida o respirado aire.
Finn me guio hasta el asiento que estaba adelante y desató el bote, apoyado en un poste con forma de T al lado del motor para poder guiarnos con una palanca que sobresalía de la parte superior.
—Entonces, ¿Sterling? —preguntó Finn, sin dejar ir su pregunta anterior.
Finn era una criatura complicada. No todas sus reacciones eran buenas y malas. Él no era tan cortante y tajante. Sin embargo, estuve tentada de evadir su pregunta un poco más. Una pequeña parte de mí disfrutaba de la mirada de tormento en su rostro perfecto.
Sin embargo, su ceño fruncido me dijo que sería mejor no tentar mi suerte.
—Va al bar. Le gusta hablar mucho.
—Algunas cosas nunca cambian —dijo tajantemente.
—Él es amable. —enfaticé la palabra amable.
—No es tan amable como parece —argumentó Finn, alejándonos.
—¿Por qué dices eso?
—Confía en mí —dijo—. Mantente alejada de él.
—¿Confiar en ti? ¿Cómo puedo confiar en ti si no me dices nada? —pregunté, levantando mis manos en el aire—. Y no puedes decirme qué hacer. Nadie puede. Ya no.
—¿Realmente nunca has estado en un bote antes? —preguntó Finn, cambiando de tema.
—Sí. Nunca había hecho muchas cosas antes —respondí, mirando alrededor en completo y absoluto asombro ante el agua que nos rodea—. Nunca he vivido sola en una casa de verdad. Nunca he visto una película en una sala de cine de verdad. Nunca he preparado la cena para nadie más que para mis padres, a menos que cuentes el ayudar a otras mujeres de la iglesia a hacer pasteles para vender en el mercado de agricultores. Nunca he estado en una biblioteca y simplemente me senté y leí un libro de mi elección. Sin ninguna advertencia o prohibición o aprobación. Tal vez lo haré y me sentaré allí y leeré un romance sórdido o… ¡Harry Potter! Siempre quise leer ese. Tal vez incluso trabaje en una biblioteca algún día. De esa manera puedo leer todo el día.
Los árboles que nos rodeaban se volvían más gruesos hasta que estábamos bajo un dosel de follaje con apenas indicios de los rayos del sol que asomaban haciendo que cada brecha pareciera una estrella brillante.
—Hasta que vine aquí, nunca había viajado fuera del estado. Hay muchas otras cosas que ni siquiera conozco realmente todavía —admití—. Pero lo averiguaré… y las haré todas.
—¿Es Critter tu primer trabajo? —preguntó Finn.
—Lo es —respondí alegremente.
—¿Fui tu primer beso?
Mi corazón había estado latiendo salvajemente, pero cuando hizo esa pregunta, se detuvo por completo. Fingí estar muy interesada en un par de grandes pájaros grises secando sus alas en la orilla mientras trataba de recordar cómo respirar.
—Lo fuiste.
Escuché a Finn hacer un ruido que sonó como un siseo seguido de un gruñido, pero no pude obligarme a mirarlo a la cara.
Los pájaros de la orilla eligieron ese momento para sumergirse bajo el agua y afortunadamente fue un picahielos lo suficientemente afilado como para crear un agujero en la tensión que se había formado entre nosotros.
Finn estuvo en silencio por un momento.
—Esta familia conservadora tuya, suena más como un culto, manteniéndote protegida del mundo moderno.
—Lo era y no a la vez —respondí mientras una serpiente se deslizaba en una forma de S frente al bote. La vi nadar todo el camino hasta el otro lado del canal antes de desaparecer en las cañas—. No vivimos en un campamento ni nada. En realidad vivíamos en uno de esas residencias idénticas donde todas las casas tenían el mismo aspecto, pero vivían muchos tipos diferentes de personas allí. No solo miembros de la iglesia. Sin embargo, a las mujeres rara vez se nos permitía salir en público sin un miembro masculino de la familia para que nos escoltara. Solo se me permitía salir a hacer recados simples, como ir la tienda de comestibles o al banco. Teníamos un televisor en el sótano, pero solo tenía algunos canales. Me escabullía y veía las repeticiones de un programa llamado M.A.S.H. en medio de la noche en silencio.
—M.A.S.H. —dijo Finn—. Buena elección.
Me sonrojé.
—En su mayor parte, crecer como lo hice, fue muy aburrido. Pero a medida que fui creciendo y mi padre… digamos que prefería lo aburrido a la alternativa. —dije, no queriendo desenterrar un pasado que quería mantener enterrado en lo profundo de las aguas pantanosas de mi cerebro—. Estoy aquí ahora —agregué—. Eso es todo lo que importa.
—Sí, lo estás —dijo Finn y no pude notar si lo decía de una buena manera o de mala manera.
Me reí nerviosamente.
—¿Quieres escuchar la parte loca? Ni siquiera pensé en irme. Sé que suena estúpido, pero nunca fue una opción. No podía dejar a mi mamá y sabía que nunca dejaría a mi papá, así que no se me ocurrió que debía irme hasta después que ella murió. Después que ella me lo sugirió en una carta.
—¿Dónde está tu papá ahora?
Negué con la cabeza. Una rana graznó fuertemente cerca.
—No estoy del todo segura. La iglesia viaja durante el verano. Hacen esta gran gira de carpas, viajando para correr la palabra a pequeños pueblos en todo el sureste. Él estaba planeando ir con ellos esta vez como reverendo asistente. Podría estar en cualquier lado.
Finn nos condujo entre pesados arbustos tan espesos que pensé que chocaríamos con seguridad, pero no lo hicimos, deslizándonos con precisión como si él lo hubiese hecho un millón de veces antes y conociera la ubicación de cada tocón y árbol en el pantano.
—Entonces, tomé el remolque y la camioneta que mi mamá me dejó —continué—, y me propuse encontrar mi propia vida real. Donde nadie podría decirme qué puedo hacer y con quién debería o no debería ser amiga.
Una eternidad de silencio se extendió entre nosotros.
BASIN CANAL estaba pintado con aerosol en letras mayúsculas en un letrero en la orilla con una flecha que señalaba la dirección en que íbamos.
Miré hacia Finn, cuyos ojos estaban brillando bajo la luz del sol. Él me estaba mirando, pero era más. Como si finalmente me estuviera viendo. Todo de mí.
—¿Ya la has encontrado? —preguntó.
—¿Encontrado qué?
—Una vida propia. Lo que viniste aquí a encontrar.
Mi corazón errático estaba por todos lados. Mis manos comenzaron a sudar.
—Demasiado pronto para decirlo —respondí finalmente.
Lentamente nos movimos y en un momento dado tuve que esconderme bajo una cortina de musgo cuando pasamos por debajo. El otro lado de la cortina se veía completamente diferente. El canal en el centro era lo suficientemente ancho para que dos botes se cruzasen al mismo tiempo. Vapor se elevaba del agua creando una niebla alrededor del barco.
Era hermoso.
—Esto no es como pensé que sería un pantano. Huele a lluvia y… —inhalé profundamente—. Como… hierba recién cortada.
—Eso es probablemente porque cada película que tiene lugar en un pantano es una película de terror —comentó Finn. Casi de inmediato se dio cuenta de su error y continuó sin disculparse o hacerme sentir insignificante.
—Aquí el agua se mueve mucho mejor que junto a la casa —explicó Finn—. Allá arriba, toda la materia muerta de plantas y animales se hunde en el lodo. Es por eso que hueles ese olor sulfuroso a huevo podrido. Por lo general, es peor después de una tormenta de lluvia, pero es parte de la naturaleza. Una parte de enderezar las cosas y mantener todo en movimiento.
Pasamos bajo otra cortina de musgo. Finn se sentó detrás de mí, bajando el mango del motor. Tuvo que separar sus piernas para acomodar su gran cuerpo en el banco, una rodilla a cada lado mío, sus muslos revestidos de jean rozaron contra mí con sus movimientos.
—Me encanta todo el musgo español —dije, mirando a mi alrededor. Apenas había una rama que no estuviera completamente cubierta con ello.
—En realidad no es musgo. Tampoco es español. —Finn se inclinó hacia delante así su barbilla se cernía sobre mi hombro. La base de mi columna hormigueó con reconocimiento. Señaló un árbol tan cubierto de musgo que no se podía ver un rastro de la corteza.
Tragué saliva.
—¿No es?
Finn se inclinó hacia atrás y exhalé.
—En realidad, está más relacionado con una ananá que con el musgo.
—Entonces, ¿por qué lo llaman musgo español si no es español y no es musgo? —pregunté.
—Probablemente porque la lógica del sur es un poco diferente a la mayoría. —dijo, con los ojos sumergiéndose en mis muslos, donde mi pantalón corto se habían subido.
Me di la vuelta para que no viera mis ardientes mejillas.
—Estoy aprendiendo eso.
Finn giró el bote hacia la derecha para evitar un gran tronco de árbol que parecía una rodilla que sobresalía del medio del canal.
—El musgo recordó a los franceses que vinieron aquí un par de cientos de años atrás a los conquistadores españoles con sus largas barbas, por lo que comenzaron a llamarlo Barba Española, que de alguna manera con el tiempo se convirtió en Musgo Español.
—Sabes mucho sobre el pantano.
—Debería. Crecí aquí. Además, historia fue la única clase en la escuela secundaria que no me aburrió hasta las lágrimas, así que aprendí una o dos cosas.
—No soy una gran admiradora del pasado —comenté. Cuando miré hacia atrás lo noté mirando inexpresivamente a la orilla—. Sé dónde estuve, lo suficiente como para saber que nunca volveré allí.
Cuando volví a girar, los ojos de Finn estaban nuevamente en mí hasta que algo en la orilla captó mi atención por el rabillo del ojo.
—¿Qué es eso? —pregunté, agradecida por la distracción.
—Es un tobogán de cocodrilo. —dijo Finn—. Durante los meses más calurosos, hacen estos nidos en el borde del agua para poner sus huevos. ¿Ves esas lengüetas adelante? ¿Las verdes con el aspecto de almohadilla de lirio al final?
—Ajá. —Miré hacia donde estaba apuntando desde la parte delantera del bote.
—No hay mucho que se pueda hacer con ellos más que alejarse, así que si ves a alguna de esas cosas inclinado en una sola dirección, suele ser una buena señal que tienes cocodrilos cerca. También hay otra señal que indica que están cerca. La más importante para recordar.
—¿Cuál?
—Es el jodido pantano —dijo Finn—. Por supuesto que hay cocodrilos cerca.
—Así que sabes cómo bromear —dije con sarcasmo.
Cuando pasamos por la parte trasera de una enorme casa blanca, grité.
—¡Detente! —grité y Finn aminoró la velocidad del bote—. ¡Esa es! —exclamé mientras pasábamos flotando—. Esa es la casa que vi por primera vez cuando llegué al pueblo. ¿No es asombrosa? Es como una versión mucho más grande del modelo del parque en el depósito de basura. ¿Sabes quién vive allí? —pregunté.
—Nadie que valga la pena mencionar —refunfuñó Finn.
Lo ignoré.
—Es casi bonita de una manera realmente desordenada. Casi como si ella no supiera lo hermosa que es. —Me lamenté, mirando a mí alrededor con asombro antes de volverme hacia Finn. El calor de su mirada fijada firmemente en la mía. Me mordí el labio y mi corazón comenzó a acelerarse mientras sus ojos se perdían de mis ojos a mi cuello, hacia abajo a mi camiseta, y mis pezones hormiguearon cuando pasaron por la parte delantera de mi camiseta.
—No, no creo que lo sepa —dijo Finn. Sus labios se curvaron en una sonrisa que hizo que mi pelvis se apretara y que mi piel se calentara.
Una sombra cruzó sobre el bote y la media sonrisa de Finn decayó. Su mirada se movió sobre mi cabeza. Finn redujo la velocidad del bote cuando nos acercamos al parque acuático abandonado.
—Vaya —articulé mientras pasábamos bajo tres enormes toboganes entrelazados—. Realmente puedes llegar a todas partes en el agua.
En la tierra, había altas palmeras ingeniosamente dispuestas alrededor de piscinas vacías. Paisaje destrozado rodeando las hojas de palma caídas y las malezas cubrían el suelo debajo de éstas cubriendo por lo menos unos pocos metros de los mismos troncos. Unos pocos pabellones pequeños y algunos casilleros caídos se hicieron visibles. Al letrero le faltaban letras, pero estoy bastante segura que S K SH C alguna vez decía SNACK SHACK.
El lugar era el parque acuático equivalente a un pueblo fantasma. Como cuando el viento silbaba a través del túnel del tobogán, era casi como si pudiera escuchar los ecos de la risa de los niños que alguna vez tuvieron la oportunidad de deslizarse por los toboganes retorcidos y los llantos del niño que dejó caer su cono de helado en el momento que su mamá se lo entregó en el Snack Shack.
—Se ve triste. Como si hubiera sido hecho para brindar felicidad y ahora es solo un recordatorio de lo que nunca va a ser. —Pensé en voz alta.
Finn permaneció en silencio.
—Entonces, entiendo que no te cae bien Sterling —pregunté en un intento que usara las palabras nuevamente.
La expresión de Finn permaneció ilegible. Sus labios en línea recta. Los hombros tensos.
—Quiero decir, ¿fue amigo tuyo? ¿Así como Miller y Josh lo fueron?
—Joder no —espetó.
Mi frustración estaba creciendo. Acababa de compartir tanto con él y en el transcurso de unos segundos se había cerrado por completo. Por eso hice una pregunta que sabía que no debería hacer, y presioné un botón que sabía que no debería haber presionado.
—Finn, ¿por qué ya no eres amigo de Josh y Miller?
—Déjalo —Finn dijo entre dientes, acelerando el bote. El motor zumbó fuerte, efectivamente terminando cualquier conversación adicional. Cuando llegamos a Critter's, Finn no se molestó en atar el bote. Me bajó a la orilla.
—Me dijiste que confiara en ti, pero no puedo confiar en ti si no me dices nada —dije, intentando una vez más que se abriera.
—Entonces no lo hagas —gruñó; antes de salir del muelle, agregó—: dejaré la puerta abierta. —Se deslizó de nuevo bajo una cortina de musgo. El zumbido agudo del pequeño motor fue todo lo que quedó de la presencia de Finn.
—No —susurré, frotando la piel de mis brazos de arriba abajo como si un repentino escalofrío hubiera soplado a través del aire denso y húmedo.
Cuando mi papá no estaba ebrio, todavía no era la persona más feliz del mundo. El licor para él era el combustible añadido a un fuego que ya ardía. Ayudó a convertir su irritación en una ira total que luego lo hacía arremeter. Era la razón por la que había empezado a verlo como un monstruo en lugar de un padre.
Pero con mi padre, era como un tipo de locura predecible.
La ira de Finn, por otro lado, no venía con la cortesía de una advertencia en forma de botella. Él no necesitaba alcohol para ayudar a encender sus demonios. A pesar que tenía la sensación que eran los demonios de Finn los que de algún modo lo hacían explotar.
Lo que sea que haya pasado, él TODAVÍA estaba pasando por eso y era peor de lo que había imaginado.
Necesitaba mantener mi distancia. No dejarme engañar por su beso ni ser convencida que era una buena persona para tener en mi vida porque me gustaba cómo se sentían sus brazos.
Ya lo sabía.
Lo único más peligroso que un monstruo predecible…
Era uno impredecible.
Y la casa ya no era una opción.
Ignoré el dolor en mi vientre. No quería pasar la mañana obsesionándome por lo que ya no era, sino en las posibilidades de lo que podría traer el día.
Estaba por pasar un basurero con que me topé, sin darle demasiada importancia, cuando algo llamó mi atención. Abrí la puerta de metal la cual tenía un letrero que decía ―permítete entrar―. Pasé una montaña de neumáticos y filas y filas de fregaderos de cocina, trazando una línea recta hacia mi objetivo en el extremo opuesto del basurero. Cuando llegué, suspiré y mariposas volaron en mi vientre.
Era más bonita en persona.
Era una casa. Y no CUALQUIER casa.
Era la casa.
La que había en el letrero de la ciudad. La misma blanca, con persianas azules y tejas grises. La gran diferencia era que la que había frente a mi estaba cortada a la mitad. La mitad derecha yacía ladeada en el suelo y tenía la puerta rota del frente. La mitad izquierda permanecía erguida, inclinada contra un remolque oxidado. Una delgada capa de plástico estaba sobre sus contenidos, pero estaba lo suficientemente rota para ver adentro.
—La puerta estaba abierta —dijo una profunda voz familiar. Los vellos de mi nuca se erizaron cuando las palabras lamieron mi piel como una fría brisa.
—¿Qué puerta?
Finn se acercó tanto detrás de mí que pude sentir el calor irradiando de su pecho hacia mi espalda y resistí la tentación de apoyarme en él.
—Mi puerta —dijo—. La dejé abierta para ti anoche. —Su aliento me hizo cosquillas en mi cuello—. No estabas ahí cuando llegué a casa.
—¿Debería haber estado?
—Sí.
Me sentí acalorada de una forma que un clima de treinta y dos grados no podía hacerme sentir.
—He estado quedándome donde Josh.
—Eso escuché. —Finn se paró a mi lado y tuve un buen vistazo de su apretada camisa blanca sobre sus músculos. La barba de su mentón me hizo recordar cómo se sintió contra mi piel cuándo me besó. Mi cuello. Él me miró y me atrapó observando—. ¿Te gusta lo que ves?
—Sí. —Mi respuesta fue inmediata.
Finn se rio y puso su mano sobre mi cabeza, girándome de nuevo para mirar la casa, toda la razón por la cual estaba en el basurero, para empezar. Mentalmente me preparé para una especie de comentario mordaz o para que dijera algo que me hiciera sentir más avergonzada de lo que me sentía, pero por suerte, nunca dijo nada.
—No es muy grande —dijo en cambio, observando la casa.
—Tampoco yo. —Suspiré con alivio—. Es perfecta.
Finn se acercó y tiró de la cubierta de plástico del lado derecho hasta que cedió y cayó al suelo.
—Espera, ¿puedes hacer eso? —pregunté con un grito susurrado, buscando alrededor por cualquiera que pudiera estar mirando.
—Es un basurero. No les importa si la rompes. Ya está rota —indicó Finn.
No me demoré para entrar a la casa como Finn hizo.
—Ven. —Estiró su mano. La tomé y me subió a su lado contra él, sosteniéndome por un rato antes de finalmente soltarme. Olía a cigarros y jabón.
Por dentro, estaba extasiada por saber que era diez veces más grande que mi campero, aunque todavía bastante pequeña.
—¿Qué tan grande crees que es? —pregunté.
—¿Las dos mitades juntas? —preguntó—. Probablemente alrededor de setenta y cuatro metros cuadrados. Más o menos.
No había piso, solo tablas de madera.
—Los vendedores de estas cosas por lo general esperan a conseguir un comprador antes de poner el piso. Para que quien la compre pueda elegirlo —explicó Finn como si leyera mi mente.
Las paredes eran de drywall. Tenía ventanas bordeadas de blanco y alfeizares de mármol. En la cocina había un mesón estilo isla y un gran sumidero blanco con gabinetes a juego y mostradores de mármol blanco y gris.
—Vaya —dije, admirando mis alrededores. Había un cuarto en la parte de atrás lo suficiente grande para una cama tamaño King y un baño adjunto.
—¿De verdad te gusta esta cosa? —preguntó Finn.
—No, no me gusta. —Miré alrededor—. Me encanta. —Estiré mis manos y di una vuelta. Estaba embriagada por la posibilidad de convertir esta casa en mía—. Como una mini versión de la casa que vi cuando vine por primera vez. Esa era de tres pisos con una cerca. Parecía la clase de casa donde las personas podían reír. —Me giré hacia Finn—. Donde los niños son llevados a la cama en la noche y les leen cuentos antes de dormir. Donde las cenas familiares están llenas de risa y bromas y planes para un fin de semana en lugar de un repaso de las cosas que hiciste mal ese día o cómo Dios no estaba feliz con las niñas que no obedecían sus órdenes. Quiénes mostraban mucha piel. Quiénes querían ir a la escuela de verdad en lugar de ser educadas en casa. —Me detuve cuando me di cuenta que me había desviado del tema. Finn estaba mirándome con curiosidad.
—Y no tuviste eso creciendo —dijo Finn. No era una pregunta.
Negué y pasé una mano por la encimera.
—No. ¿Y tú?
Esperé que evitara la pregunta o cambiara de tema, pero me sorprendió cuando dijo:
—Tuve eso. Mi mamá y mi papá iban a cada partido de béisbol. Mi mamá era la más ruidosa en las gradas y solía estar muy avergonzado. —Se rio mientras recordaba, pasando su mano sobre la sombra de barba en su mentón—. Y ahora pienso en lo afortunado que fui por tener a la madre más ruidosa en las gradas.
—¿Dónde están tus padres ahora?
—En las montañas de Georgia. Mamá y papá siempre hablaron sobre tener blancas navidades, así que al segundo que me gradué de la secundaria siguieron su sueño.
—¿Y tú te quedaste? ¿Por qué? —pregunté.
—Porque pertenezco aquí —respondió Finn con simplicidad—. Este es mi hogar.
—Josh dijo que te mudaste al pantano hace unos años. ¿Dónde vivías antes? —No lo miré cuándo hice la pregunta, pero pude ver todo su cuerpo tensarse de reojo. Esta vez sí evadió la pregunta. Bueno, no tanto como evadir, sino que ni siquiera intentó responderla.
—Vamos. Vamos a ver el otro lado. —Finn vino a mi lado y me levantó de la cintura, poniéndome en el suelo a unos metros por debajo. Me siguió en un fácil salto que hizo parecer sencillo con sus largas piernas y confiados movimientos. Agarró mi mano y me llevó a la otra mitad de la casa. Abrió el plástico como lo hizo con el otro lado. Cuando soltó mi mano, mantuvo la suya presionada ligeramente en mi espalda.
Cuando entramos, me sorprendí de encontrar otro cuarto, una pequeña alcoba con un escritorio empotrado, y otro baño, este era accesible desde la sala principal, la cual podría ser de un tamaño considerable si ambas mitades estuvieran unidas.
—¿Por qué está a la mitad? —pregunté, pasando mi mano sobre las paredes empolvadas y caminando de un cuarto a otro.
—Es un modelo del parque —explicó Finn, siguiéndome, pero manteniéndose unos pasos atrás.
—¿El modelo del parque? —Arrugué la nariz. Nunca había oído ese término antes—. Así que, ¿no es una casa de verdad?
—Es una casa de verdad. Solo se construye fuera del lugar, probablemente en un depósito en alguna parte, en lugar de ser construida directamente en la tierra. Tienen el mismo destino, solo que toman dos caminos diferentes para llegar ahí —dijo Finn mientras me observaba admirar la zona de ropas en el cuarto trasero—. Se entrega en el lugar en dos partes porque es muy grande para encajar en un camión de plataforma en una pieza sin bloquear la carretera.
—¿Así que PUEDE unirse de nuevo? —La emoción estaba creciendo en mi interior. Mis engranes daban vueltas.
—Así es. —Los labios de Finn se curvaron en una sonrisa retorcida que me hizo la boca agua.
No había ningún electrodoméstico y todo adentro y afuera estaba más que lleno de polvo. No tenía ni idea de cuánto tiempo había estado la casa aquí, pero era lo suficiente para que parte del laminado de los gabinetes empezara a pelarse en las esquinas.
Pero se podía salvar.
Miré de regreso a Finn y me agarré las manos entre sí. No me había dado cuenta que estaba sonriendo hasta que se acercó a mí y pasó un mechón de cabello tras mi oreja.
—Esa la primera vez que te veo sonreír —dijo; sus palabras y caricias fueron sorprendentemente suaves y tiernas.
Incliné mi cuello.
—Gracias por rescatarme la otra noche.
Finn dio un paso hacia atrás contra la pared, pero me acercó a él para que mi pecho se presionara contra su torso y su rodilla estaba entre mis piernas.
—Gracias por rescatarme —dijo, bajando sus labios a los míos.
Apenas y nos habíamos tocado cuándo una voz rompió el hechizo, deslizándose entre nosotros y separándonos.
—¿Quién está ahí? —dijo un hombre. Salí para encontrar a Sterling viniendo hacia nosotros. Una gran sonrisa con hoyuelos extendida por su rostro recién afeitado—. ¿Sawyer eres tú?
—Soy yo. Hola, Sterling. —Lo saludé con la mano.
—Ven, déjame ayudarte a salir de ahí —ofreció Sterling, agarrando mis manos y bajándome al suelo.
Finn murmuró algo en voz baja y me siguió.
—¿Finn? —preguntó Sterling, pareciendo confundido—. Vaya, no te vi ahí atrás. —Sterling apuntó de Finn a mí—. ¿Estás… con él? —preguntó con duda. No sabía si estaba preguntando si estábamos juntos o estábamos juntos, pero de cualquier forma la respuesta era un no.
Negué a la vez que Finn dijo:
—Sí. —Miró a Sterling como si lo hubiera ofendido de la peor forma.
Sterling se aclaró la garganta y se giró hacia mí.
—Te vi admirando el modelo del parque. ¿Sabías que era la del aviso? —preguntó, sonriendo más amplio que antes—. La usaron para la publicidad. Nunca construyeron ni una más, con excepción de esta, antes de explotar la burbuja. Ha estado aquí desde entonces.
—¿Trabajas aquí? —pregunté—. ¿Pensé que habías dicho que eras el dueño de la tienda de alimentos?
—Y el basurero. Y la tienda de pintura —dijo Sterling, frotándose las manos.
—Vaya —respondí.
Finn gruñó.
—¿Crees que estarías interesada en comprarla? —preguntó Sterling, moviendo su mano hacia la casa.
—¿Cuánto vale? —intervino Finn, robándome las palabras de la boca.
—Este bebé de aquí se vende por cerca de cuarenta mil dólares.
Me sentí desinflarme por dentro. Finn puso su mano en mi cuello y no estoy segura de sí era una señal de dominación o para tranquilizarme, pero de cualquier forma me gustaba que estuviera ahí.
Incluso si estaba gruñendo y quejándose más de lo que estaba hablando.
—Pero ESTA en particular —empezó Sterling, moviendo su dedo hacia la casa—. Puede ser tuya por… —Movió sus dedos en el aire como calculando algo—. MMMM… digamos siete mil dólares, más gastos de transporte. Así que alrededor de unos ocho mil quinientos. Bueno, por supuesto tienes que hacer que alguien te prepare el terreno. Eso va cerca de los tres mil grandes.
Y eso era todo. Mis cortos sueños de tener una casa se fueron.
—Gracias, Sterling. —Miré a la casa—. Tal vez algún día.
—¿Necesitas algo? —pregunté a Finn quién solo negó y me llevó a la puerta principal.
—Sawyer, no olvides que te debo ese paseo —dijo Sterling—. ¿Trabajas el fin de semana?
—El turno del almuerzo y la cena —respondí.
Finn también respondió. Apretando su agarre en mí mientras me guiaba por la puerta del basurero y me giraba en dirección opuesta a la que había venido. Detrás del basurero, estaba su bote esperando en la orilla, atado a un pequeño puerto destartalado cubierto en rines metálicos y plásticos.
—¿Viniste en bote? —pregunté.
—Puedes llegar casi a cualquier parte de este pueblo en bote —respondió—. ¿Cómo conoces a Sterling?
Miré al basurero.
—Debí haber buscado partes de auto para Rusty —dije.
—¿Rusty?
—Mi camioneta. Así la llamaba mamá —expliqué.
—Tengo que volver por aquí mañana. Buscaré —dijo Finn.
—Trabajo mañana.
—Conseguiré lo que necesites.
—Pero cómo sabes qué necesita Rus…
—Lo sé —me aseguró Finn, extendiendo su mano—. Ahora dime cómo conoces a Sterling.
Tenía dudas en subir al bote con él. Me tomé un momento para observar su apariencia. No estaba desarreglado. Parecía cansado, pero no apestaba a licor.
—¿Por qué estás dudando? —preguntó Finn con curiosidad, todavía extendiendo su mano.
—Solo…
Finn tomó mi mano.
—No he bebido nada hoy. No diré que no lo haré, porque estaría mintiéndote, pero no soy tu padre, Sawyer. No golpeo niñas o mujeres aunque he dado mi número justo de palizas a hombres quien en su mayoría se lo merecían.
—¿Y alguien a quién no? —pregunté.
—Algo así.
—¿Qué haces? ¿En qué trabajas? —pregunté de repente.
—Varias cosas. Muchas cosas sin relación. ¿Por qué? —El firme agarre de Finn en mi mano se apretó.
—Porque tal vez deberías pensar en cambiar de profesión. Lees las mentes excelente —dije, manteniendo un tono ligero.
Funcionó. Finn se rio.
Mi estómago dio un vuelco y ni siquiera estaba en el bote todavía y ya estaba sufriendo de una especie de mareo.
Subí al bote el cual se tambaleó al segundo en que puse un pie. Finn estiró su otra mano y me guio adentro. Una corriente eléctrica subió por mis brazos. Miré a Finn y nuestros ojos se encontraron. Me sostuvo por un tiempo después de haberme estabilizado.
—Nunca he estado antes en un bote —admití.
Sus cejas se alzaron como si acabara de decirle que nunca había probado la comida o respirado aire.
Finn me guio hasta el asiento que estaba adelante y desató el bote, apoyado en un poste con forma de T al lado del motor para poder guiarnos con una palanca que sobresalía de la parte superior.
—Entonces, ¿Sterling? —preguntó Finn, sin dejar ir su pregunta anterior.
Finn era una criatura complicada. No todas sus reacciones eran buenas y malas. Él no era tan cortante y tajante. Sin embargo, estuve tentada de evadir su pregunta un poco más. Una pequeña parte de mí disfrutaba de la mirada de tormento en su rostro perfecto.
Sin embargo, su ceño fruncido me dijo que sería mejor no tentar mi suerte.
—Va al bar. Le gusta hablar mucho.
—Algunas cosas nunca cambian —dijo tajantemente.
—Él es amable. —enfaticé la palabra amable.
—No es tan amable como parece —argumentó Finn, alejándonos.
—¿Por qué dices eso?
—Confía en mí —dijo—. Mantente alejada de él.
—¿Confiar en ti? ¿Cómo puedo confiar en ti si no me dices nada? —pregunté, levantando mis manos en el aire—. Y no puedes decirme qué hacer. Nadie puede. Ya no.
—¿Realmente nunca has estado en un bote antes? —preguntó Finn, cambiando de tema.
—Sí. Nunca había hecho muchas cosas antes —respondí, mirando alrededor en completo y absoluto asombro ante el agua que nos rodea—. Nunca he vivido sola en una casa de verdad. Nunca he visto una película en una sala de cine de verdad. Nunca he preparado la cena para nadie más que para mis padres, a menos que cuentes el ayudar a otras mujeres de la iglesia a hacer pasteles para vender en el mercado de agricultores. Nunca he estado en una biblioteca y simplemente me senté y leí un libro de mi elección. Sin ninguna advertencia o prohibición o aprobación. Tal vez lo haré y me sentaré allí y leeré un romance sórdido o… ¡Harry Potter! Siempre quise leer ese. Tal vez incluso trabaje en una biblioteca algún día. De esa manera puedo leer todo el día.
Los árboles que nos rodeaban se volvían más gruesos hasta que estábamos bajo un dosel de follaje con apenas indicios de los rayos del sol que asomaban haciendo que cada brecha pareciera una estrella brillante.
—Hasta que vine aquí, nunca había viajado fuera del estado. Hay muchas otras cosas que ni siquiera conozco realmente todavía —admití—. Pero lo averiguaré… y las haré todas.
—¿Es Critter tu primer trabajo? —preguntó Finn.
—Lo es —respondí alegremente.
—¿Fui tu primer beso?
Mi corazón había estado latiendo salvajemente, pero cuando hizo esa pregunta, se detuvo por completo. Fingí estar muy interesada en un par de grandes pájaros grises secando sus alas en la orilla mientras trataba de recordar cómo respirar.
—Lo fuiste.
Escuché a Finn hacer un ruido que sonó como un siseo seguido de un gruñido, pero no pude obligarme a mirarlo a la cara.
Los pájaros de la orilla eligieron ese momento para sumergirse bajo el agua y afortunadamente fue un picahielos lo suficientemente afilado como para crear un agujero en la tensión que se había formado entre nosotros.
Finn estuvo en silencio por un momento.
—Esta familia conservadora tuya, suena más como un culto, manteniéndote protegida del mundo moderno.
—Lo era y no a la vez —respondí mientras una serpiente se deslizaba en una forma de S frente al bote. La vi nadar todo el camino hasta el otro lado del canal antes de desaparecer en las cañas—. No vivimos en un campamento ni nada. En realidad vivíamos en uno de esas residencias idénticas donde todas las casas tenían el mismo aspecto, pero vivían muchos tipos diferentes de personas allí. No solo miembros de la iglesia. Sin embargo, a las mujeres rara vez se nos permitía salir en público sin un miembro masculino de la familia para que nos escoltara. Solo se me permitía salir a hacer recados simples, como ir la tienda de comestibles o al banco. Teníamos un televisor en el sótano, pero solo tenía algunos canales. Me escabullía y veía las repeticiones de un programa llamado M.A.S.H. en medio de la noche en silencio.
—M.A.S.H. —dijo Finn—. Buena elección.
Me sonrojé.
—En su mayor parte, crecer como lo hice, fue muy aburrido. Pero a medida que fui creciendo y mi padre… digamos que prefería lo aburrido a la alternativa. —dije, no queriendo desenterrar un pasado que quería mantener enterrado en lo profundo de las aguas pantanosas de mi cerebro—. Estoy aquí ahora —agregué—. Eso es todo lo que importa.
—Sí, lo estás —dijo Finn y no pude notar si lo decía de una buena manera o de mala manera.
Me reí nerviosamente.
—¿Quieres escuchar la parte loca? Ni siquiera pensé en irme. Sé que suena estúpido, pero nunca fue una opción. No podía dejar a mi mamá y sabía que nunca dejaría a mi papá, así que no se me ocurrió que debía irme hasta después que ella murió. Después que ella me lo sugirió en una carta.
—¿Dónde está tu papá ahora?
Negué con la cabeza. Una rana graznó fuertemente cerca.
—No estoy del todo segura. La iglesia viaja durante el verano. Hacen esta gran gira de carpas, viajando para correr la palabra a pequeños pueblos en todo el sureste. Él estaba planeando ir con ellos esta vez como reverendo asistente. Podría estar en cualquier lado.
Finn nos condujo entre pesados arbustos tan espesos que pensé que chocaríamos con seguridad, pero no lo hicimos, deslizándonos con precisión como si él lo hubiese hecho un millón de veces antes y conociera la ubicación de cada tocón y árbol en el pantano.
—Entonces, tomé el remolque y la camioneta que mi mamá me dejó —continué—, y me propuse encontrar mi propia vida real. Donde nadie podría decirme qué puedo hacer y con quién debería o no debería ser amiga.
Una eternidad de silencio se extendió entre nosotros.
BASIN CANAL estaba pintado con aerosol en letras mayúsculas en un letrero en la orilla con una flecha que señalaba la dirección en que íbamos.
Miré hacia Finn, cuyos ojos estaban brillando bajo la luz del sol. Él me estaba mirando, pero era más. Como si finalmente me estuviera viendo. Todo de mí.
—¿Ya la has encontrado? —preguntó.
—¿Encontrado qué?
—Una vida propia. Lo que viniste aquí a encontrar.
Mi corazón errático estaba por todos lados. Mis manos comenzaron a sudar.
—Demasiado pronto para decirlo —respondí finalmente.
Lentamente nos movimos y en un momento dado tuve que esconderme bajo una cortina de musgo cuando pasamos por debajo. El otro lado de la cortina se veía completamente diferente. El canal en el centro era lo suficientemente ancho para que dos botes se cruzasen al mismo tiempo. Vapor se elevaba del agua creando una niebla alrededor del barco.
Era hermoso.
—Esto no es como pensé que sería un pantano. Huele a lluvia y… —inhalé profundamente—. Como… hierba recién cortada.
—Eso es probablemente porque cada película que tiene lugar en un pantano es una película de terror —comentó Finn. Casi de inmediato se dio cuenta de su error y continuó sin disculparse o hacerme sentir insignificante.
—Aquí el agua se mueve mucho mejor que junto a la casa —explicó Finn—. Allá arriba, toda la materia muerta de plantas y animales se hunde en el lodo. Es por eso que hueles ese olor sulfuroso a huevo podrido. Por lo general, es peor después de una tormenta de lluvia, pero es parte de la naturaleza. Una parte de enderezar las cosas y mantener todo en movimiento.
Pasamos bajo otra cortina de musgo. Finn se sentó detrás de mí, bajando el mango del motor. Tuvo que separar sus piernas para acomodar su gran cuerpo en el banco, una rodilla a cada lado mío, sus muslos revestidos de jean rozaron contra mí con sus movimientos.
—Me encanta todo el musgo español —dije, mirando a mi alrededor. Apenas había una rama que no estuviera completamente cubierta con ello.
—En realidad no es musgo. Tampoco es español. —Finn se inclinó hacia delante así su barbilla se cernía sobre mi hombro. La base de mi columna hormigueó con reconocimiento. Señaló un árbol tan cubierto de musgo que no se podía ver un rastro de la corteza.
Tragué saliva.
—¿No es?
Finn se inclinó hacia atrás y exhalé.
—En realidad, está más relacionado con una ananá que con el musgo.
—Entonces, ¿por qué lo llaman musgo español si no es español y no es musgo? —pregunté.
—Probablemente porque la lógica del sur es un poco diferente a la mayoría. —dijo, con los ojos sumergiéndose en mis muslos, donde mi pantalón corto se habían subido.
Me di la vuelta para que no viera mis ardientes mejillas.
—Estoy aprendiendo eso.
Finn giró el bote hacia la derecha para evitar un gran tronco de árbol que parecía una rodilla que sobresalía del medio del canal.
—El musgo recordó a los franceses que vinieron aquí un par de cientos de años atrás a los conquistadores españoles con sus largas barbas, por lo que comenzaron a llamarlo Barba Española, que de alguna manera con el tiempo se convirtió en Musgo Español.
—Sabes mucho sobre el pantano.
—Debería. Crecí aquí. Además, historia fue la única clase en la escuela secundaria que no me aburrió hasta las lágrimas, así que aprendí una o dos cosas.
—No soy una gran admiradora del pasado —comenté. Cuando miré hacia atrás lo noté mirando inexpresivamente a la orilla—. Sé dónde estuve, lo suficiente como para saber que nunca volveré allí.
Cuando volví a girar, los ojos de Finn estaban nuevamente en mí hasta que algo en la orilla captó mi atención por el rabillo del ojo.
—¿Qué es eso? —pregunté, agradecida por la distracción.
—Es un tobogán de cocodrilo. —dijo Finn—. Durante los meses más calurosos, hacen estos nidos en el borde del agua para poner sus huevos. ¿Ves esas lengüetas adelante? ¿Las verdes con el aspecto de almohadilla de lirio al final?
—Ajá. —Miré hacia donde estaba apuntando desde la parte delantera del bote.
—No hay mucho que se pueda hacer con ellos más que alejarse, así que si ves a alguna de esas cosas inclinado en una sola dirección, suele ser una buena señal que tienes cocodrilos cerca. También hay otra señal que indica que están cerca. La más importante para recordar.
—¿Cuál?
—Es el jodido pantano —dijo Finn—. Por supuesto que hay cocodrilos cerca.
—Así que sabes cómo bromear —dije con sarcasmo.
Cuando pasamos por la parte trasera de una enorme casa blanca, grité.
—¡Detente! —grité y Finn aminoró la velocidad del bote—. ¡Esa es! —exclamé mientras pasábamos flotando—. Esa es la casa que vi por primera vez cuando llegué al pueblo. ¿No es asombrosa? Es como una versión mucho más grande del modelo del parque en el depósito de basura. ¿Sabes quién vive allí? —pregunté.
—Nadie que valga la pena mencionar —refunfuñó Finn.
Lo ignoré.
—Es casi bonita de una manera realmente desordenada. Casi como si ella no supiera lo hermosa que es. —Me lamenté, mirando a mí alrededor con asombro antes de volverme hacia Finn. El calor de su mirada fijada firmemente en la mía. Me mordí el labio y mi corazón comenzó a acelerarse mientras sus ojos se perdían de mis ojos a mi cuello, hacia abajo a mi camiseta, y mis pezones hormiguearon cuando pasaron por la parte delantera de mi camiseta.
—No, no creo que lo sepa —dijo Finn. Sus labios se curvaron en una sonrisa que hizo que mi pelvis se apretara y que mi piel se calentara.
Una sombra cruzó sobre el bote y la media sonrisa de Finn decayó. Su mirada se movió sobre mi cabeza. Finn redujo la velocidad del bote cuando nos acercamos al parque acuático abandonado.
—Vaya —articulé mientras pasábamos bajo tres enormes toboganes entrelazados—. Realmente puedes llegar a todas partes en el agua.
En la tierra, había altas palmeras ingeniosamente dispuestas alrededor de piscinas vacías. Paisaje destrozado rodeando las hojas de palma caídas y las malezas cubrían el suelo debajo de éstas cubriendo por lo menos unos pocos metros de los mismos troncos. Unos pocos pabellones pequeños y algunos casilleros caídos se hicieron visibles. Al letrero le faltaban letras, pero estoy bastante segura que S K SH C alguna vez decía SNACK SHACK.
El lugar era el parque acuático equivalente a un pueblo fantasma. Como cuando el viento silbaba a través del túnel del tobogán, era casi como si pudiera escuchar los ecos de la risa de los niños que alguna vez tuvieron la oportunidad de deslizarse por los toboganes retorcidos y los llantos del niño que dejó caer su cono de helado en el momento que su mamá se lo entregó en el Snack Shack.
—Se ve triste. Como si hubiera sido hecho para brindar felicidad y ahora es solo un recordatorio de lo que nunca va a ser. —Pensé en voz alta.
Finn permaneció en silencio.
—Entonces, entiendo que no te cae bien Sterling —pregunté en un intento que usara las palabras nuevamente.
La expresión de Finn permaneció ilegible. Sus labios en línea recta. Los hombros tensos.
—Quiero decir, ¿fue amigo tuyo? ¿Así como Miller y Josh lo fueron?
—Joder no —espetó.
Mi frustración estaba creciendo. Acababa de compartir tanto con él y en el transcurso de unos segundos se había cerrado por completo. Por eso hice una pregunta que sabía que no debería hacer, y presioné un botón que sabía que no debería haber presionado.
—Finn, ¿por qué ya no eres amigo de Josh y Miller?
—Déjalo —Finn dijo entre dientes, acelerando el bote. El motor zumbó fuerte, efectivamente terminando cualquier conversación adicional. Cuando llegamos a Critter's, Finn no se molestó en atar el bote. Me bajó a la orilla.
—Me dijiste que confiara en ti, pero no puedo confiar en ti si no me dices nada —dije, intentando una vez más que se abriera.
—Entonces no lo hagas —gruñó; antes de salir del muelle, agregó—: dejaré la puerta abierta. —Se deslizó de nuevo bajo una cortina de musgo. El zumbido agudo del pequeño motor fue todo lo que quedó de la presencia de Finn.
—No —susurré, frotando la piel de mis brazos de arriba abajo como si un repentino escalofrío hubiera soplado a través del aire denso y húmedo.
Cuando mi papá no estaba ebrio, todavía no era la persona más feliz del mundo. El licor para él era el combustible añadido a un fuego que ya ardía. Ayudó a convertir su irritación en una ira total que luego lo hacía arremeter. Era la razón por la que había empezado a verlo como un monstruo en lugar de un padre.
Pero con mi padre, era como un tipo de locura predecible.
La ira de Finn, por otro lado, no venía con la cortesía de una advertencia en forma de botella. Él no necesitaba alcohol para ayudar a encender sus demonios. A pesar que tenía la sensación que eran los demonios de Finn los que de algún modo lo hacían explotar.
Lo que sea que haya pasado, él TODAVÍA estaba pasando por eso y era peor de lo que había imaginado.
Necesitaba mantener mi distancia. No dejarme engañar por su beso ni ser convencida que era una buena persona para tener en mi vida porque me gustaba cómo se sentían sus brazos.
Ya lo sabía.
Lo único más peligroso que un monstruo predecible…
Era uno impredecible.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 27
Sawyer
—¿A dónde vamos exactamente? —le pregunté a Sterling que me estaba guiando en dirección opuesta al edificio de apartamentos de Josh. Agarró algo de una gran camioneta nueva y negra de aspecto brillante estacionada al costado de la carretera e hizo clic en el botón de alarma, haciendo que los faros destellaran mientras el chirrido indicaba que todo estaba cerrado—. Y si tienes una camioneta, ¿por qué estamos caminando?
—Te lo dije. Tengo una sorpresa para ti —dijo Sterling misteriosamente.
—¿Qué es?
—Sabes cómo funcionan las sorpresas, ¿no? —bromeó—. ¿Nadie te ha sorprendido antes?
—No —admití—. No muy a menudo.
Y no de buena manera.
—Bueno, seré tu primero entonces. Justo como me gusta —dijo Sterling sugestivamente, meneando las cejas—. Lo siento. Estaba bromeando. —Me tranquilizó cuando se dio cuenta de lo incómoda que su comentario me había puesto.
Cambié mi libro de un brazo a otro. Sterling rápidamente cambió de tema y arrancó el libro de mi mano.
—¿Qué estás leyendo? —preguntó, sosteniendo el libro para que pudiera leer el título a la luz de la luna—. Las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn? No es mi favorito, pero en la escuela, tuvimos que leerlo casi cada año en las diferentes clases de literatura. Debo haberlo leído mil veces. —Me lo devolvió—. ¿Tú?
—Esta será mi primera vez.
—Entonces, ¿qué está pasando contigo y Finn? —preguntó Sterling—. Él parecía un poco... protector de ti en el depósito de basura.
—Él era mi vecino antes que la tormenta destrozara mi cabaña. Él es quien me sacó de ella —le expliqué.
También tenía su lengua en mi boca y nos hemos visto desnudos.
—¿En serio? Eso es… interesante —dijo Sterling; empezó a silbar cuando nos acercamos al claro donde, justo detrás de los árboles, mi cabaña yacía como un desastre sin solución y la casa de Finn se alzaba en el borde del pantano.
Me detuve en seco.
—¿Por qué estamos aquí?
Sterling guiñó un ojo.
—Ya verás, vamos. Es parte de la sorpresa.
No me moví.
—Vamos, te prometo que te gustará —Sterling exclamó, agarrándome de la mano y arrastrándome por el claro. Me detuve de nuevo, pero esta vez sólo porque no podía creer lo que estaba viendo.
Mi casa rodante estaba de pie. Todavía torcida, pero erguida, pero era lo que estaba al lado de la cabaña lo que me dejó sin palabras. Era la casa de la chatarrería, simplemente que ya no estaba dividida por la mitad. Estaba en una sola pieza. No sólo eso, sino que estaba rodeada por una cubierta de madera de color amarillo claro que se había construido alrededor de ella.
—Ahora también tienes un pozo—dijo Sterling con orgullo, señalando algunos tubos blancos que salían del patio al lado de la casa—. Así que ahora tienes agua corriente. Un desagüe subterráneo también para que no tengas que preocuparte por el lavado de los inodoros. Ahora todo tiene un lugar donde ir.
—¿Es mía? —le pregunté en un susurro dirigiéndome lentamente a los escalones que conducen a la hermosa terraza nueva. Olía como a corte fresco de madera y pintura.
—Es toda tuya —aseguró Sterling—. Aquí, agarra. —Sacó algo de su bolsillo, supongo que era lo que había sacado de su camioneta en el camino. Lo atrapé. Era una simple llave de bronce y en el llavero, estaba mi nombre.
—¿Quien? ¿Cómo? —pregunté, volviendo hacia Sterling, que no me había dado cuenta que se había quedado justo detrás de mí. Me estrellé contra su pecho y él extendió la mano, agarrando mis hombros para estabilizarme.
—Tranquila —dijo con una sonrisa—. Podría decirte quién hizo esto por ti, pero eso sería romper el acuerdo secreto muy exclusivo con un empresario muy privado que tiende a hacer este tipo de cosas para los ciudadanos de este pueblo.
—¿Es esta la misma persona que ayudó a los padres de Josh? —le pregunté con curiosidad, todavía sin creer que estaba sosteniendo las llaves de mi propia casa en mi propia tierra.
—El mismo.
—¿Sabes quién es? —le pregunté—. Necesito saber a quién agradecer.
Sterling metió las manos en su bolsillo y se balanceó sobre sus talones. Hizo un movimiento de "cerrar la boca y tirar la llave".
Caí en cuenta entonces. Solo había dos personas que sabían cuánto amaba esa casa. Sterling y Finn y desde que Sterling fue quien me dio las llaves...
—Fuiste tú.
Sterling soltó una risita y colocó su dedo sobre sus labios en un movimiento de silencio.
—No lo puedo decir. —Él guiñó de nuevo—. ¡Ahora ve a echar un vistazo! —Me volví y subí corriendo las escaleras, el sonido de los pasos de Sterling detrás.
—¿Cuánto es el alquiler? —pregunté, recordando que Josh dijo que su familia pudo alquilarlo al inversionista que había comprado su casa a bajo costo.
—Esto no es un préstamo. No es propiedad de otra persona. Fue comprado a tu nombre. Es tuyo. Libre y listo.
—Tengo una casa —chillé—. ¡Tengo una casa!
Sterling estaba repentinamente a mi lado levantándome en el aire y haciéndome girar.
—Ahora abre la puerta —me dijo al oído. Me liberé de su agarre y puse mi llave en la cerradura.
—¿Cómo se hizo todo esto en solo unos días? —pregunté.
—Te sorprendería saber cuántos trabajadores de construcción calificados y sin trabajo todavía viven en Outskirts.
Cuando giré la llave y empujé para abrir la puerta, Sterling se acercó a mí y encendió la luz. Los armarios habían sido arreglados y ahora estaban derechos y no se estaban pelando. Los suelos de tablas de madera desnuda ahora eran de madera dura de color gris. Todo había sido limpiado y se instalaron nuevos electrodomésticos blancos, incluyendo una lavadora y secadora en la lavandería.
Un pequeño sofá amarillo, un pequeño comedorcito para cuatro personas y un colchón y somier también estaban en la casa.
Estaba en casa.
—¿Te gusta? —preguntó Sterling desde la cocina, donde estaba apoyado contra el mostrador con las piernas cruzadas en los tobillos.
—Me encanta. Dile a quien sea que hizo esto gracias. Muchísimas gracias.
—Me aseguraré de decírselo —dijo Sterling—. Pero créeme, él será feliz sabiendo que eres feliz. Y agradecida.
—Gracias —dije, entusiasmada por mi casa, pero mi garganta comenzó a secarse por la insinuación repentina de Sterling.
—Te dejaré para que disfrutes de tu nuevo lugar —dijo Sterling, apretando mis hombros—. Disfruta, Sawyer. Te veo pronto.
—¿Sterling? —le pregunté.
Él se dio vuelta nuevamente.
—Gracias —dije de nuevo.
Sonrió e hizo una profunda reverencia antes de volver a salir por la puerta con una sonrisa en su rostro.
Cuando Sterling se fue, mis hombros cayeron. Había sido tan estúpida pensando que él estaba allí por cualquier otra razón que no fuera para asegurarse que me gustaba mi regalo. Inmediatamente me sentí culpable por pensar algo malo sobre él o sus intenciones.
Descarté todo eso y corrí a mi nueva habitación y salté sobre el colchón. Grité dentro para amortiguar el sonido y lo golpeé con mis emocionados puños. Me senté y jadeé.
—Tengo una casa.
Me levanté y salté alrededor de la cocina. Miré por la ventana de la cocina hacia la cabaña. Las cortinas se movieron, pero no quería pensar en Finn y en la manera confusa que me hizo sentir. Quería disfrutar el momento así que aparté esos pensamientos y me concentré en la emoción que burbujeaba dentro de mí y disfruté el instante.
Corrí de regreso a la cama y me dejé caer sobre mi espalda. Riéndome y sintiendo una especie de alegría que nunca había sentido antes. Una clase de alegría que nunca pensé que existía.
Estaba en casa.
—Te lo dije. Tengo una sorpresa para ti —dijo Sterling misteriosamente.
—¿Qué es?
—Sabes cómo funcionan las sorpresas, ¿no? —bromeó—. ¿Nadie te ha sorprendido antes?
—No —admití—. No muy a menudo.
Y no de buena manera.
—Bueno, seré tu primero entonces. Justo como me gusta —dijo Sterling sugestivamente, meneando las cejas—. Lo siento. Estaba bromeando. —Me tranquilizó cuando se dio cuenta de lo incómoda que su comentario me había puesto.
Cambié mi libro de un brazo a otro. Sterling rápidamente cambió de tema y arrancó el libro de mi mano.
—¿Qué estás leyendo? —preguntó, sosteniendo el libro para que pudiera leer el título a la luz de la luna—. Las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn? No es mi favorito, pero en la escuela, tuvimos que leerlo casi cada año en las diferentes clases de literatura. Debo haberlo leído mil veces. —Me lo devolvió—. ¿Tú?
—Esta será mi primera vez.
—Entonces, ¿qué está pasando contigo y Finn? —preguntó Sterling—. Él parecía un poco... protector de ti en el depósito de basura.
—Él era mi vecino antes que la tormenta destrozara mi cabaña. Él es quien me sacó de ella —le expliqué.
También tenía su lengua en mi boca y nos hemos visto desnudos.
—¿En serio? Eso es… interesante —dijo Sterling; empezó a silbar cuando nos acercamos al claro donde, justo detrás de los árboles, mi cabaña yacía como un desastre sin solución y la casa de Finn se alzaba en el borde del pantano.
Me detuve en seco.
—¿Por qué estamos aquí?
Sterling guiñó un ojo.
—Ya verás, vamos. Es parte de la sorpresa.
No me moví.
—Vamos, te prometo que te gustará —Sterling exclamó, agarrándome de la mano y arrastrándome por el claro. Me detuve de nuevo, pero esta vez sólo porque no podía creer lo que estaba viendo.
Mi casa rodante estaba de pie. Todavía torcida, pero erguida, pero era lo que estaba al lado de la cabaña lo que me dejó sin palabras. Era la casa de la chatarrería, simplemente que ya no estaba dividida por la mitad. Estaba en una sola pieza. No sólo eso, sino que estaba rodeada por una cubierta de madera de color amarillo claro que se había construido alrededor de ella.
—Ahora también tienes un pozo—dijo Sterling con orgullo, señalando algunos tubos blancos que salían del patio al lado de la casa—. Así que ahora tienes agua corriente. Un desagüe subterráneo también para que no tengas que preocuparte por el lavado de los inodoros. Ahora todo tiene un lugar donde ir.
—¿Es mía? —le pregunté en un susurro dirigiéndome lentamente a los escalones que conducen a la hermosa terraza nueva. Olía como a corte fresco de madera y pintura.
—Es toda tuya —aseguró Sterling—. Aquí, agarra. —Sacó algo de su bolsillo, supongo que era lo que había sacado de su camioneta en el camino. Lo atrapé. Era una simple llave de bronce y en el llavero, estaba mi nombre.
—¿Quien? ¿Cómo? —pregunté, volviendo hacia Sterling, que no me había dado cuenta que se había quedado justo detrás de mí. Me estrellé contra su pecho y él extendió la mano, agarrando mis hombros para estabilizarme.
—Tranquila —dijo con una sonrisa—. Podría decirte quién hizo esto por ti, pero eso sería romper el acuerdo secreto muy exclusivo con un empresario muy privado que tiende a hacer este tipo de cosas para los ciudadanos de este pueblo.
—¿Es esta la misma persona que ayudó a los padres de Josh? —le pregunté con curiosidad, todavía sin creer que estaba sosteniendo las llaves de mi propia casa en mi propia tierra.
—El mismo.
—¿Sabes quién es? —le pregunté—. Necesito saber a quién agradecer.
Sterling metió las manos en su bolsillo y se balanceó sobre sus talones. Hizo un movimiento de "cerrar la boca y tirar la llave".
Caí en cuenta entonces. Solo había dos personas que sabían cuánto amaba esa casa. Sterling y Finn y desde que Sterling fue quien me dio las llaves...
—Fuiste tú.
Sterling soltó una risita y colocó su dedo sobre sus labios en un movimiento de silencio.
—No lo puedo decir. —Él guiñó de nuevo—. ¡Ahora ve a echar un vistazo! —Me volví y subí corriendo las escaleras, el sonido de los pasos de Sterling detrás.
—¿Cuánto es el alquiler? —pregunté, recordando que Josh dijo que su familia pudo alquilarlo al inversionista que había comprado su casa a bajo costo.
—Esto no es un préstamo. No es propiedad de otra persona. Fue comprado a tu nombre. Es tuyo. Libre y listo.
—Tengo una casa —chillé—. ¡Tengo una casa!
Sterling estaba repentinamente a mi lado levantándome en el aire y haciéndome girar.
—Ahora abre la puerta —me dijo al oído. Me liberé de su agarre y puse mi llave en la cerradura.
—¿Cómo se hizo todo esto en solo unos días? —pregunté.
—Te sorprendería saber cuántos trabajadores de construcción calificados y sin trabajo todavía viven en Outskirts.
Cuando giré la llave y empujé para abrir la puerta, Sterling se acercó a mí y encendió la luz. Los armarios habían sido arreglados y ahora estaban derechos y no se estaban pelando. Los suelos de tablas de madera desnuda ahora eran de madera dura de color gris. Todo había sido limpiado y se instalaron nuevos electrodomésticos blancos, incluyendo una lavadora y secadora en la lavandería.
Un pequeño sofá amarillo, un pequeño comedorcito para cuatro personas y un colchón y somier también estaban en la casa.
Estaba en casa.
—¿Te gusta? —preguntó Sterling desde la cocina, donde estaba apoyado contra el mostrador con las piernas cruzadas en los tobillos.
—Me encanta. Dile a quien sea que hizo esto gracias. Muchísimas gracias.
—Me aseguraré de decírselo —dijo Sterling—. Pero créeme, él será feliz sabiendo que eres feliz. Y agradecida.
—Gracias —dije, entusiasmada por mi casa, pero mi garganta comenzó a secarse por la insinuación repentina de Sterling.
—Te dejaré para que disfrutes de tu nuevo lugar —dijo Sterling, apretando mis hombros—. Disfruta, Sawyer. Te veo pronto.
—¿Sterling? —le pregunté.
Él se dio vuelta nuevamente.
—Gracias —dije de nuevo.
Sonrió e hizo una profunda reverencia antes de volver a salir por la puerta con una sonrisa en su rostro.
Cuando Sterling se fue, mis hombros cayeron. Había sido tan estúpida pensando que él estaba allí por cualquier otra razón que no fuera para asegurarse que me gustaba mi regalo. Inmediatamente me sentí culpable por pensar algo malo sobre él o sus intenciones.
Descarté todo eso y corrí a mi nueva habitación y salté sobre el colchón. Grité dentro para amortiguar el sonido y lo golpeé con mis emocionados puños. Me senté y jadeé.
—Tengo una casa.
Me levanté y salté alrededor de la cocina. Miré por la ventana de la cocina hacia la cabaña. Las cortinas se movieron, pero no quería pensar en Finn y en la manera confusa que me hizo sentir. Quería disfrutar el momento así que aparté esos pensamientos y me concentré en la emoción que burbujeaba dentro de mí y disfruté el instante.
Corrí de regreso a la cama y me dejé caer sobre mi espalda. Riéndome y sintiendo una especie de alegría que nunca había sentido antes. Una clase de alegría que nunca pensé que existía.
Estaba en casa.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
No me fio de Sterling... para mi que con el Jackie engañó a Finn.
Me emocioné cuando fin le dijo a Sawyer “Gracias por rescatarme” eso significó tanto para alguien tan cerrado como el, si tan solo se abriera un poquito a Sawyer
Debo decir que me gusta la actitud de Sawyer, esta muy bien que no caiga así como que en todas las ilusiones que le hacen Finn, realmente a penas lo conoce....
Me emocioné cuando fin le dijo a Sawyer “Gracias por rescatarme” eso significó tanto para alguien tan cerrado como el, si tan solo se abriera un poquito a Sawyer
Debo decir que me gusta la actitud de Sawyer, esta muy bien que no caiga así como que en todas las ilusiones que le hacen Finn, realmente a penas lo conoce....
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Creo que esa casa se la dio Flinn, y no confío en Sterling creo que es falso
Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
Fecha de inscripción : 05/01/2020
Edad : 61
Localización : Broward Florida
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 28
Sawyer
Estaba dormida cuando un golpe sonó en la puerta. No había visto a mi sombrío vecino desde que me dejó una hora después de nuestro viaje al pantano hace una semana, aun así, por alguna razón, esperaba verlo al otro lado de la puerta.
Solo que no era él.
Era Sterling.
Estaba de pie en el porche, bebiendo una botella de agua.
Algo no estaba bien.
Sus ojos no estaban enfocados. Su cabello por lo general arreglado estaba despeinado, y su camisa no estaba metida en sus pantalones.
—¿Sterling, estás bien? —pregunté.
—Estoy genial. —Arrastró las palabras, pasando a mi lado. Algo de su agua me salpicó en el proceso y rápidamente me di cuenta que no era agua.
Era vodka.
Y él no estaba bien.
Estaba ebrio.
Campanas de alarma sonaron en mi cabeza. Miré al otro lado del campo a la casa de Finn. Me quedé en la puerta, dejándola abierta.
—Deberías irte —dije, sintiéndome incomoda. Mi garganta se tensó—. Estás borracho. Estaba durmiendo.
—Pero no me has dado el recorrido completo —dijo Sterling, inclinándose hacia mí—. ¿No me vas a agradecer por la casa?
—Gracias por la casa —dije—. Ahora vete por favor.
—Ese no era el agradecimiento que esperaba —dijo Sterling sin emoción en su voz.
Cruzó la habitación y me agarró del brazo, alejándome de la puerta y cerrándola.
Mi cabeza dio vueltas. Mi corazón se aceleró. Recuerdos de mi padre mirándome de la misma forma que Sterling invadieron mi cabeza.
Me arrinconó y lo empujé, girando mi cabeza a un lado cuando se inclinó hacia mí. Olía a sudor corporal enmascarado con colonia barata.
—Vete —dije, de nuevo—. ¡Vete ahora!
Sterling solo se rio. Presionó sus delgados labios fríos contra mi cuello.
La bilis subió por mi garganta.
Su mano recorrió mi camisa y apretó mi pecho con fuerza mientras luchaba por liberarme de la prisión de su cuerpo.
Grité tan fuerte como pude y pateé hacia arriba con toda la fuerza que pude reunir. Conecté con su entrepierna y el gruñó, toda la fuerza de su peso aterrizando contra mi pecho. Él cayó al suelo, arrastrándome con él y aterrizando directamente sobre mí. Estaba segura que iba a desmayarme por no ser capaz de tomar más que respiraciones superficiales.
—Vas a pagar por eso —gruñó Sterling, cubriendo mi boca con una mano y echando su puño hacia atrás. El rostro de Sterling cambió a algo más.
A alguien más.
Alguien de quien no podía escapar sin importar que tanto lo intentara. Ni en mis sueños ni en mis pesadillas.
Solo que esto no era nada de eso.
Esto era de verdad.
—¿Qué te dije, padre? —pregunté, inclinando mi cabeza a un lado.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando estúpida?
—Te dije que nunca más. Lo lamentarás —dije. Y empecé a reírme. Con fuerza.
—Por qué demonios te ríes. ¡Te daré algo para que te rías!
La puerta se abrió de golpe, estrellándose con la pared.
Sus ojos se abrieron como platos cuando se giró para ver el gran cuerpo de Finn en el umbral de la puerta.
—Por eso —susurré mientras Finn se arrojaba a mi padre quien había cambiado de nuevo a Sterling al segundo en que Finn le puso las manos encima.
—Quítame las manos de encima —gruñó Sterling mientras Finn lo sacaba por la puerta y del porche, aterrizando a su lado. Rodó sobre este, agarrando su brazo—. ¿Estás cogiéndotela, verdad? —preguntó Sterling riéndose como un maniaco—. Me lo imaginé.
Los ojos de Finn estaban tan oscuros como nunca los había visto. Sus dedos flexionados y su pecho subía y bajaba mientras miraba con odio a Sterling en el suelo, limpiándose la sangre de la comisura de su boca.
—Así que aquí has estado escondiéndote —dijo Sterling riéndose con cierto sarcasmo—. ¿Es por ÉL qué no follas conmigo? —me preguntó. Los ojos de Finn lo siguieron hasta donde yo estaba de pie en la puerta y regresaron a él, quien estaba intentando pararse—. Me alegra haberlo sabido antes que las cosas fueran muy lejos —espetó, acercándose a Finn—. Lo último que quiero son las sobras del afamado Finn Hollis… de nuevo.
Los puños de Finn se apretaron. Me acerqué a él, colocando mi mano en la suya. Él se volteó hacia mí y miró a dónde mi mano estaba en su brazo.
—¿Estás bien?
—Estoy bien. No me lastimó.
Finn asintió tenso, bajó del porche y agarró a Sterling de la camisa con una mano y empezó a golpearlo con su otro puño cerrado. Rugió como un animal, un sonido que pude sentir en mi interior. Sangre salió de la nariz de Sterling.
Huesos rotos.
Finn lo levantó de su camisa en el aire y luego lo volvió a arrojar al suelo.
—Lárgate de aquí —dijo Finn furioso.
—Es toda tuya —dijo Sterling, tropezando y tosiendo, sangre saliendo de su nariz y labios—. La pequeña zorra tiene demasiadas de esas jodidas pecas de todos modos.
Finn dio un paso hacia Sterling y le golpeó la mandíbula. Sterling cayó de espaldas al suelo con un gruñido y gorgoteando.
—Si alguna vez intentas ponerle una mano encima… si alguna vez le hablas de nuevo… no saldrás respirando a la próxima. Te ataré a un árbol en el pantano desde el que nadie podrá escucharte gritar.
—¿Vas a matarme de la misma forma que mataste a Jackie? —jadeó Sterling—. ¿Te contó sobre ella Sawyer? ¿Te contó que mató a su prometida? —Sterling espetó mientras provocaba a Finn, a quien parecía se le saldrían los ojos de la cabeza. Su cuello estaba tenso. Sterling se rio—. Al menos conseguí una probada primero.
Finn le dio un último puño en el rostro a Sterling y todo su cuerpo quedó inmóvil. No más gorgoteos. No más gruñidos.
Finn se quedó de pie, sacó su teléfono de su bolsillo trasero y lo sostuvo contra su oído. No entendí las palabras que estaba diciendo o la persona al otro lado. Solo escuché algo que sonaba como olas en el océano en mis oídos. Una especie de estática húmeda.
No me di cuenta que estaba agachada detrás del costado de la casa hasta que Finn se acercó, guardando su teléfono.
—¿Lo… lo mataste? —pregunté, la voz temblando. Me paré y me alejé unos pasos de Finn, cuya expresión cambió de asesina a confusa.
Finn estiró su mano hacia mí y vi la sangre en sus nudillos. Cuando se dio cuenta lo que estaba mirando, alejó la mano pero era muy tarde.
Ya estaba corriendo.
Lejos de Finn. Lejos de Sterling. Lejos del pasado.
Estaba corriendo plenamente cuando todo el peso de un recuerdo se estrelló contra mí como una ola, arrastrándome y sosteniéndome profundamente bajo la superficie.
Ahogándome.
—¿Duele cuándo te pega, mami? Parece que sí.
—No. no duele. Voy a mi lugar seguro. No puede herirme ahí. Nadie puede.
—¿Cómo es tu lugar seguro?
—Es cálido y soleado. Hay aves y caimanes y toda clase de animales ahí.
—¿Cómo se llama tu lugar seguro, mami?
—Se llama Outskirts, pero ese es nuestro secreto. No puedes decirle a nadie, ni a tu padre.
—No lo haré. Lo prometo.
—Bien.
—Oye, ¿mami?
—¿Sí?
—Outskirts es un nombre tonto.
—Sí, lo es, cariño. Lo es.
—¡Caroline! —Papá la llamó desde abajo.
Mamá besó mi frente.
—No vayas —rogué.
—No te preocupes. Se acabará pronto. Te lo dije. Solo voy a mi lugar feliz.
—¿Porque no puede lastimarte ahí? ¿En Outskirts?
—Exactamente —dijo mamá, bajando de mi cama—. Tu padre no puede lastimarme cuando estoy en Outskirts.
La tormenta llegó. El trueno resonó. Sostuve la manta sobre mi cabeza, pero sin importar que tan fuerte tronara no podía ahogar los sonidos del vidrio rompiéndose. Los gemidos. Las exigencias con furia.
El chasquido del cuero contra la piel.
Los sollozos de derrota, que luego me daría cuenta, eran míos.
—¡Sawyer! ¡Sawyer! ¡Say! —Mi cuerpo tembló y parpadeé rápidamente para ver a un hombre sobre mí, su pecho subía y bajaba. Sus dedos se enterraban en mi piel. Miré alrededor de la densa zona boscosa rodeándome y de nuevo al hombre.
En mi mente, vi a Sterling. Mi padre.
Entré en pánico.
Luché.
Grité.
—¡Bájate de mí! —Pateé y sacudí mis brazos—. No dejaré que me lastimes más. ¡No dejaré que me lastimes!
Mis puños fueron atrapados en el aire, sujetos por una gran mano.
—¡Sawyer, soy yo! Soy Finn. No voy a lastimarte. —Su voz se apagó—. Nunca te lastimaría.
Lentamente abrí mis ojos y cuando finalmente se enfocaron, el rostro de Finn apareció sobre mí, pero el pánico seguía ahí, justo bajo la superficie como una olla hirviendo con una delgada tapa.
—Finn —dije—. Déjame levantarme.
Finn me observó con curiosidad mientras se levantaba de encima de mí.
—Se ha ido. —Se inclinó para pasar una mano por mi rostro, pero aparté mi rostro antes que pudiera tocarme.
Cuando intentó ayudarme a levantarme me estremecí.
—Puedo hacerlo —espeté. Finn dio un paso atrás y me dio espacio para ponerme de pie.
Tropecé y casi perdí el equilibrio. Finn me atrapó de nuevo y luché por liberarme de su agarre, pero esta vez en lugar de retroceder, me sostuvo con más fuerza, dándome vuelta y mirándome a los ojos.
—No soy él —dijo Finn, tranquilo y asertivo.
—Sé que no eres Sterling —dije, removiéndome en su agarre. Enterró sus dedos en mis brazos.
—No. No Sterling. Sabes de quién estoy hablando —dijo Finn—. No soy él.
Cerré mis ojos.
—No importa. Se acabó. —Quería desaparecer. De Finn, de mis recuerdos. Necesitaba estar sola. Pensar.
—No sé a dónde fuiste allá, pero no estabas aquí. —Me acercó con fuerza—. No soy él —gruñó, más fuerte esta vez como si intentara, meter las palabras en mi alma.
—¡Solo déjame ir! —rogué—. ¡Por favor! —No quería enfrentarlo.
Nada de esto.
—Sawyer, dilo. Dime. ¡Mírame y dímelo! —gritó Finn.
Queriendo terminar con lo que fuera que él quería, abrí mis ojos, miré a Finn y con todo lo que tenía, grité:
—¡No eres él!
Después de unos segundos de mirarnos entre Finn y yo, sentí las palabras penetrar.
—No eres él —susurré, justo cuando sentí la lucha en mi interior pasar de una luz brillante a morir apagándose.
Colapsé contra los brazos de Finn y no hice intento por escapar esta vez. Me sentí exhausta. Seca.
Finn habló contra mi cabello.
—¿Estás herida?
—No —respondí, mis dientes castañeando.
Finn retrocedió para poder mirarme, manteniendo sus manos ligeramente en mis brazos.
—¿A dónde fuiste?
Tomé aire.
—A casa. Fui a casa —respondí, sintiéndome confundida y conmocionada. Mi corazón todavía estaba acelerado y mi cabeza palpitaba.
Finn alzó una mano para apartar el cabello de mi rostro, pero se detuvo de nuevo cuando notó sus nudillos. Sus ojos se abrieron como platos y dejó caer su mano.
—Está bien —le aseguré. Me estiré y tomé su mano. Soplé aire sobre sus nudillos heridos.
—Lamento haberte asustado —dijo Finn suavemente.
—También yo.
Finn se inclinó y me levantó del suelo con un brazo detrás de mis rodillas y otro sosteniendo mi cuello. Me sostuvo contra su pecho y me cargo por el bosque y de regreso al claro.
—Cuando abrí tu puerta —empezó Finn—. Estabas riéndote. ¿Por qué?
—Porque, sabía que vendrías —dije, escuchando y sintiendo el corazón de Finn acelerarse contra mi sien—. Sabía que me salvarías.
—¿Lo sabías? —preguntó Finn, con la voz rota.
Asentí y cerré los ojos.
—Así es. Él no puede lastimarme aquí. Estoy en mi refugio.
—¿Tu refugio? —preguntó mientras nos acercábamos a mi casa.
—Outskirts. No puede lastimarme cuando estoy en Outskirts. —Suspiré profundamente mientras repetía las palabras de mi madre del pasado—. Nadie puede.
Solo que no era él.
Era Sterling.
Estaba de pie en el porche, bebiendo una botella de agua.
Algo no estaba bien.
Sus ojos no estaban enfocados. Su cabello por lo general arreglado estaba despeinado, y su camisa no estaba metida en sus pantalones.
—¿Sterling, estás bien? —pregunté.
—Estoy genial. —Arrastró las palabras, pasando a mi lado. Algo de su agua me salpicó en el proceso y rápidamente me di cuenta que no era agua.
Era vodka.
Y él no estaba bien.
Estaba ebrio.
Campanas de alarma sonaron en mi cabeza. Miré al otro lado del campo a la casa de Finn. Me quedé en la puerta, dejándola abierta.
—Deberías irte —dije, sintiéndome incomoda. Mi garganta se tensó—. Estás borracho. Estaba durmiendo.
—Pero no me has dado el recorrido completo —dijo Sterling, inclinándose hacia mí—. ¿No me vas a agradecer por la casa?
—Gracias por la casa —dije—. Ahora vete por favor.
—Ese no era el agradecimiento que esperaba —dijo Sterling sin emoción en su voz.
Cruzó la habitación y me agarró del brazo, alejándome de la puerta y cerrándola.
Mi cabeza dio vueltas. Mi corazón se aceleró. Recuerdos de mi padre mirándome de la misma forma que Sterling invadieron mi cabeza.
Me arrinconó y lo empujé, girando mi cabeza a un lado cuando se inclinó hacia mí. Olía a sudor corporal enmascarado con colonia barata.
—Vete —dije, de nuevo—. ¡Vete ahora!
Sterling solo se rio. Presionó sus delgados labios fríos contra mi cuello.
La bilis subió por mi garganta.
Su mano recorrió mi camisa y apretó mi pecho con fuerza mientras luchaba por liberarme de la prisión de su cuerpo.
Grité tan fuerte como pude y pateé hacia arriba con toda la fuerza que pude reunir. Conecté con su entrepierna y el gruñó, toda la fuerza de su peso aterrizando contra mi pecho. Él cayó al suelo, arrastrándome con él y aterrizando directamente sobre mí. Estaba segura que iba a desmayarme por no ser capaz de tomar más que respiraciones superficiales.
—Vas a pagar por eso —gruñó Sterling, cubriendo mi boca con una mano y echando su puño hacia atrás. El rostro de Sterling cambió a algo más.
A alguien más.
Alguien de quien no podía escapar sin importar que tanto lo intentara. Ni en mis sueños ni en mis pesadillas.
Solo que esto no era nada de eso.
Esto era de verdad.
—¿Qué te dije, padre? —pregunté, inclinando mi cabeza a un lado.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando estúpida?
—Te dije que nunca más. Lo lamentarás —dije. Y empecé a reírme. Con fuerza.
—Por qué demonios te ríes. ¡Te daré algo para que te rías!
La puerta se abrió de golpe, estrellándose con la pared.
Sus ojos se abrieron como platos cuando se giró para ver el gran cuerpo de Finn en el umbral de la puerta.
—Por eso —susurré mientras Finn se arrojaba a mi padre quien había cambiado de nuevo a Sterling al segundo en que Finn le puso las manos encima.
—Quítame las manos de encima —gruñó Sterling mientras Finn lo sacaba por la puerta y del porche, aterrizando a su lado. Rodó sobre este, agarrando su brazo—. ¿Estás cogiéndotela, verdad? —preguntó Sterling riéndose como un maniaco—. Me lo imaginé.
Los ojos de Finn estaban tan oscuros como nunca los había visto. Sus dedos flexionados y su pecho subía y bajaba mientras miraba con odio a Sterling en el suelo, limpiándose la sangre de la comisura de su boca.
—Así que aquí has estado escondiéndote —dijo Sterling riéndose con cierto sarcasmo—. ¿Es por ÉL qué no follas conmigo? —me preguntó. Los ojos de Finn lo siguieron hasta donde yo estaba de pie en la puerta y regresaron a él, quien estaba intentando pararse—. Me alegra haberlo sabido antes que las cosas fueran muy lejos —espetó, acercándose a Finn—. Lo último que quiero son las sobras del afamado Finn Hollis… de nuevo.
Los puños de Finn se apretaron. Me acerqué a él, colocando mi mano en la suya. Él se volteó hacia mí y miró a dónde mi mano estaba en su brazo.
—¿Estás bien?
—Estoy bien. No me lastimó.
Finn asintió tenso, bajó del porche y agarró a Sterling de la camisa con una mano y empezó a golpearlo con su otro puño cerrado. Rugió como un animal, un sonido que pude sentir en mi interior. Sangre salió de la nariz de Sterling.
Huesos rotos.
Finn lo levantó de su camisa en el aire y luego lo volvió a arrojar al suelo.
—Lárgate de aquí —dijo Finn furioso.
—Es toda tuya —dijo Sterling, tropezando y tosiendo, sangre saliendo de su nariz y labios—. La pequeña zorra tiene demasiadas de esas jodidas pecas de todos modos.
Finn dio un paso hacia Sterling y le golpeó la mandíbula. Sterling cayó de espaldas al suelo con un gruñido y gorgoteando.
—Si alguna vez intentas ponerle una mano encima… si alguna vez le hablas de nuevo… no saldrás respirando a la próxima. Te ataré a un árbol en el pantano desde el que nadie podrá escucharte gritar.
—¿Vas a matarme de la misma forma que mataste a Jackie? —jadeó Sterling—. ¿Te contó sobre ella Sawyer? ¿Te contó que mató a su prometida? —Sterling espetó mientras provocaba a Finn, a quien parecía se le saldrían los ojos de la cabeza. Su cuello estaba tenso. Sterling se rio—. Al menos conseguí una probada primero.
Finn le dio un último puño en el rostro a Sterling y todo su cuerpo quedó inmóvil. No más gorgoteos. No más gruñidos.
Finn se quedó de pie, sacó su teléfono de su bolsillo trasero y lo sostuvo contra su oído. No entendí las palabras que estaba diciendo o la persona al otro lado. Solo escuché algo que sonaba como olas en el océano en mis oídos. Una especie de estática húmeda.
No me di cuenta que estaba agachada detrás del costado de la casa hasta que Finn se acercó, guardando su teléfono.
—¿Lo… lo mataste? —pregunté, la voz temblando. Me paré y me alejé unos pasos de Finn, cuya expresión cambió de asesina a confusa.
Finn estiró su mano hacia mí y vi la sangre en sus nudillos. Cuando se dio cuenta lo que estaba mirando, alejó la mano pero era muy tarde.
Ya estaba corriendo.
Lejos de Finn. Lejos de Sterling. Lejos del pasado.
Estaba corriendo plenamente cuando todo el peso de un recuerdo se estrelló contra mí como una ola, arrastrándome y sosteniéndome profundamente bajo la superficie.
Ahogándome.
—¿Duele cuándo te pega, mami? Parece que sí.
—No. no duele. Voy a mi lugar seguro. No puede herirme ahí. Nadie puede.
—¿Cómo es tu lugar seguro?
—Es cálido y soleado. Hay aves y caimanes y toda clase de animales ahí.
—¿Cómo se llama tu lugar seguro, mami?
—Se llama Outskirts, pero ese es nuestro secreto. No puedes decirle a nadie, ni a tu padre.
—No lo haré. Lo prometo.
—Bien.
—Oye, ¿mami?
—¿Sí?
—Outskirts es un nombre tonto.
—Sí, lo es, cariño. Lo es.
—¡Caroline! —Papá la llamó desde abajo.
Mamá besó mi frente.
—No vayas —rogué.
—No te preocupes. Se acabará pronto. Te lo dije. Solo voy a mi lugar feliz.
—¿Porque no puede lastimarte ahí? ¿En Outskirts?
—Exactamente —dijo mamá, bajando de mi cama—. Tu padre no puede lastimarme cuando estoy en Outskirts.
La tormenta llegó. El trueno resonó. Sostuve la manta sobre mi cabeza, pero sin importar que tan fuerte tronara no podía ahogar los sonidos del vidrio rompiéndose. Los gemidos. Las exigencias con furia.
El chasquido del cuero contra la piel.
Los sollozos de derrota, que luego me daría cuenta, eran míos.
—¡Sawyer! ¡Sawyer! ¡Say! —Mi cuerpo tembló y parpadeé rápidamente para ver a un hombre sobre mí, su pecho subía y bajaba. Sus dedos se enterraban en mi piel. Miré alrededor de la densa zona boscosa rodeándome y de nuevo al hombre.
En mi mente, vi a Sterling. Mi padre.
Entré en pánico.
Luché.
Grité.
—¡Bájate de mí! —Pateé y sacudí mis brazos—. No dejaré que me lastimes más. ¡No dejaré que me lastimes!
Mis puños fueron atrapados en el aire, sujetos por una gran mano.
—¡Sawyer, soy yo! Soy Finn. No voy a lastimarte. —Su voz se apagó—. Nunca te lastimaría.
Lentamente abrí mis ojos y cuando finalmente se enfocaron, el rostro de Finn apareció sobre mí, pero el pánico seguía ahí, justo bajo la superficie como una olla hirviendo con una delgada tapa.
—Finn —dije—. Déjame levantarme.
Finn me observó con curiosidad mientras se levantaba de encima de mí.
—Se ha ido. —Se inclinó para pasar una mano por mi rostro, pero aparté mi rostro antes que pudiera tocarme.
Cuando intentó ayudarme a levantarme me estremecí.
—Puedo hacerlo —espeté. Finn dio un paso atrás y me dio espacio para ponerme de pie.
Tropecé y casi perdí el equilibrio. Finn me atrapó de nuevo y luché por liberarme de su agarre, pero esta vez en lugar de retroceder, me sostuvo con más fuerza, dándome vuelta y mirándome a los ojos.
—No soy él —dijo Finn, tranquilo y asertivo.
—Sé que no eres Sterling —dije, removiéndome en su agarre. Enterró sus dedos en mis brazos.
—No. No Sterling. Sabes de quién estoy hablando —dijo Finn—. No soy él.
Cerré mis ojos.
—No importa. Se acabó. —Quería desaparecer. De Finn, de mis recuerdos. Necesitaba estar sola. Pensar.
—No sé a dónde fuiste allá, pero no estabas aquí. —Me acercó con fuerza—. No soy él —gruñó, más fuerte esta vez como si intentara, meter las palabras en mi alma.
—¡Solo déjame ir! —rogué—. ¡Por favor! —No quería enfrentarlo.
Nada de esto.
—Sawyer, dilo. Dime. ¡Mírame y dímelo! —gritó Finn.
Queriendo terminar con lo que fuera que él quería, abrí mis ojos, miré a Finn y con todo lo que tenía, grité:
—¡No eres él!
Después de unos segundos de mirarnos entre Finn y yo, sentí las palabras penetrar.
—No eres él —susurré, justo cuando sentí la lucha en mi interior pasar de una luz brillante a morir apagándose.
Colapsé contra los brazos de Finn y no hice intento por escapar esta vez. Me sentí exhausta. Seca.
Finn habló contra mi cabello.
—¿Estás herida?
—No —respondí, mis dientes castañeando.
Finn retrocedió para poder mirarme, manteniendo sus manos ligeramente en mis brazos.
—¿A dónde fuiste?
Tomé aire.
—A casa. Fui a casa —respondí, sintiéndome confundida y conmocionada. Mi corazón todavía estaba acelerado y mi cabeza palpitaba.
Finn alzó una mano para apartar el cabello de mi rostro, pero se detuvo de nuevo cuando notó sus nudillos. Sus ojos se abrieron como platos y dejó caer su mano.
—Está bien —le aseguré. Me estiré y tomé su mano. Soplé aire sobre sus nudillos heridos.
—Lamento haberte asustado —dijo Finn suavemente.
—También yo.
Finn se inclinó y me levantó del suelo con un brazo detrás de mis rodillas y otro sosteniendo mi cuello. Me sostuvo contra su pecho y me cargo por el bosque y de regreso al claro.
—Cuando abrí tu puerta —empezó Finn—. Estabas riéndote. ¿Por qué?
—Porque, sabía que vendrías —dije, escuchando y sintiendo el corazón de Finn acelerarse contra mi sien—. Sabía que me salvarías.
—¿Lo sabías? —preguntó Finn, con la voz rota.
Asentí y cerré los ojos.
—Así es. Él no puede lastimarme aquí. Estoy en mi refugio.
—¿Tu refugio? —preguntó mientras nos acercábamos a mi casa.
—Outskirts. No puede lastimarme cuando estoy en Outskirts. —Suspiré profundamente mientras repetía las palabras de mi madre del pasado—. Nadie puede.
berny_girl- Mensajes : 2842
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Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 29
Finn
Ella sabía que vendría.
—Mi madre me dijo cuando era más joven que nadie podía herirla mientras estaba en Outskirts. Eso es lo que estaba recordando. Cuando estaba distraída.
—¿Le preguntaste a Critter sobre ella? —pregunté.
—Sí, le pregunté. La describí. Dijo que no la conoció.
—Tal vez tenía los cables cruzados. No hay nadie que haya estado aquí durante los últimos cincuenta años que Critter no conociera de una manera u otra. Tal vez hay un registro de ella en alguna parte en la biblioteca. Ahí es donde solían guardar todas las cosas del ayuntamiento antes que se mudara la oficina a la habitación de invitados/casa del alcalde. Preguntaré por ahí por ti.
—¿Lo harás? —preguntó Sawyer, animándose.
—Sí. ¿Pero estás segura que estás bien? —le pregunté—. Estás sorprendentemente calmada después de lo que acaba de pasar. Me estás asustando un poco.
Sawyer se rió entre dientes y apoyó su cabeza en mi hombro.
—Estoy segura. Lo prometo. —Estábamos en mi porche, sentados en el viejo columpio escuchando los bichos zumbar en la noche que de lo contrario sería silenciosa.
—Odio que hayas estado tan acostumbrada a ser golpeada que Sterling intentando asaltarte no te haya afectado como debería. —Sentí un nuevo pulso de ira elevarse a través de mí.
—También lo odio. Pero no puedo cambiar el pasado. Sólo puedo cambiar mi futuro. Y te lo dije, Sterling no me hirió. —Sawyer encontró mis ojos—. Gracias a ti.
Ojalá tuviera el tipo de fe en mí que Sawyer acababa de demostrar. Tenía fe en ella también.
Era hora que le mostrara cuánta.
Mis manos temblaron cuando saqué la foto de mi billetera y se la entregué.
—Esta es Jackie, ¿cierto? —Sawyer se sentó y examinó la foto.
Asentí.
—Es hermosa.
—Lo era —concordé.
—Cuéntame sobre ella —dijo Sawyer sin un rastro de compasión en sus ojos. Levanté sus piernas para que cubrieran mi regazo.
Pensé por un momento.
—Bueno, cuando la conocí por primera vez, ambos éramos puros codos y rodillas. Sólo un par de niños desgarbados. Ella tenía más energía que una central eléctrica. Siempre zumbando alrededor y metiéndose en algo. Sólo éramos amigos al principio. Nos divertíamos mucho. —Me reí entre dientes por los recuerdos—. Nos metíamos en un montón de problemas también. Especialmente con Josh y Miller.
Sawyer rió conmigo y el sonido fue como la mejor parte de una canción, el tipo que siempre querías cantar incluso si no sabías ninguna de las otras palabras.
—Jackie era una de esas personas que entraba en una habitación y cada cabeza giraba, y no sólo porque fuera hermosa, que lo era, sino porque tenía esta cosa sobre ella que hacía a la gente querer estar alrededor. Me hacía querer estar a su alrededor.
—La gente la orbitaba —intervino Sawyer.
—Exactamente, la orbitaba. Me gusta eso —concordé, acercando más a Sawyer—. Cuando llegamos a la escuela secundaria, nos convertimos en más que amigos. No era una persona que durmiera bien, así que solía colarse por la ventana de mi dormitorio por la noche. Decía que siempre dormía mejor conmigo, pero no creo que fuera verdad porque cuando me despertaba en mitad de la noche, siempre estaba o mirando el techo o jugando con su teléfono y paseándose por la habitación. —Suspiré y mi garganta empezó a tensarse.
»Debería haber visto las señales —continué—: acabábamos de graduarnos. Teníamos planes de mudarnos juntos. Salíamos de fiesta un montón, pero éramos adolescentes haciendo mierda adolescente. Entonces nuestra fiesta de la noche del viernes se convirtió en una fiesta de todas las noches. Cuando sugerí que lo disminuyéramos, me dejó. —Negué como si todavía no pudiera creerlo y a veces no podía—. Cuatro putos años juntos y me dejó porque ya no quería salir de fiesta como una banda de glam metal un martes por la noche. —Bajé la mirada a donde mis manos descansaban alto en los muslos de Sawyer.
Se enderezó y sus brazos rodearon mi cintura, presionando su mejilla contra mi pecho desnudo.
—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó, la luz de la luna resaltaba las pecas en sus mejillas. No siendo capaz de detenerme, me incliné y rocé mis labios contra los suyos antes de recordar que me había hecho una pregunta.
—Entonces Sterling sucedió —gruñí—. Supongo que él no tenía problema con que ella festejara porque de repente pasó de emborracharse todos los días a ser dependiente de los oxys.
Sawyer me miró con expresión confusa en su rostro.
—Analgésicos —aclaré—. Incluso vino preguntándome si podía darle algunos. Le preguntó a Miller también.
—¿Qué hiciste?
—Sugerí que fuera a rehabilitación —dije, recordando cuánto molestó a Jackie cuando había sacado el tema la primera vez. Y la segunda. Y la tercera. Y cada vez después de eso.
—¿Fue? —preguntó Sawyer, sonando esperanzada como hice yo al principio.
Suspiré y bajé la cabeza.
—No. No, no lo hizo. Entonces, hice la siguiente mejor cosa. —Sonreí ante el recuerdo.
—¿Qué fue?
—La encerré en mi casa durante una semana —dije, orgullosamente.
—No lo hiciste. —Sawyer jadeó.
—Sí. Lo haría todo de nuevo también, porque después de eso estuvo limpia. Al menos por un tiempo. Volvimos. Nos mudamos juntos y me declaré. Dijo que sí. —Mi garganta empezó a cerrarse y tosí en mi puño.
—No tienes que continuar —dijo Sawyer, sintiendo mi intranquilidad.
—Está bien —dije—. Es sólo que no he hablado de ella en un largo tiempo.
Respiré profundamente.
—Compró todas estas revistas de boda. Estaba feliz de estar planeando la boda. Ambos lo estábamos. Supongo que pasé por alto las señales por toda la emoción. No estaba durmiendo bien. Se quedaba levantada por la noche y cuando sí dormía, lo hacía todo el día. Pensé que sólo estaba agotada por estar despierta toda la noche. O que tenía mucho en su mente con la boda.
Me armé de valor para lo que estaba a punto de decir. Sawyer sintió mi inquietud y se enderezó, envolviéndome con sus brazos y piernas.
—Entonces una noche me desperté y estaba desaparecida. Algo no se sentía bien. Llamé a Josh y Miller y fuimos a buscarla. Fui el que la encontró. —Tomé una profunda bocanada reafirmante que tembló al salir—. En el parque acuático. En la parte superior del gran tobogán.
—¿Se… cayó? —preguntó Sawyer vacilantemente, sus piernas apretándose alrededor de mi cintura.
—Dejó una nota en la parte superior del tobogán. —Mi voz era ronca. Inhalé la dulce esencia de Sawyer, necesitando absorberla, sentirla más para poder continuar—. Esperó hasta que llegué allí, como si quisiera que la viera hacerlo. Quería que la viera… saltar.
—Mi madre me dijo cuando era más joven que nadie podía herirla mientras estaba en Outskirts. Eso es lo que estaba recordando. Cuando estaba distraída.
—¿Le preguntaste a Critter sobre ella? —pregunté.
—Sí, le pregunté. La describí. Dijo que no la conoció.
—Tal vez tenía los cables cruzados. No hay nadie que haya estado aquí durante los últimos cincuenta años que Critter no conociera de una manera u otra. Tal vez hay un registro de ella en alguna parte en la biblioteca. Ahí es donde solían guardar todas las cosas del ayuntamiento antes que se mudara la oficina a la habitación de invitados/casa del alcalde. Preguntaré por ahí por ti.
—¿Lo harás? —preguntó Sawyer, animándose.
—Sí. ¿Pero estás segura que estás bien? —le pregunté—. Estás sorprendentemente calmada después de lo que acaba de pasar. Me estás asustando un poco.
Sawyer se rió entre dientes y apoyó su cabeza en mi hombro.
—Estoy segura. Lo prometo. —Estábamos en mi porche, sentados en el viejo columpio escuchando los bichos zumbar en la noche que de lo contrario sería silenciosa.
—Odio que hayas estado tan acostumbrada a ser golpeada que Sterling intentando asaltarte no te haya afectado como debería. —Sentí un nuevo pulso de ira elevarse a través de mí.
—También lo odio. Pero no puedo cambiar el pasado. Sólo puedo cambiar mi futuro. Y te lo dije, Sterling no me hirió. —Sawyer encontró mis ojos—. Gracias a ti.
Ojalá tuviera el tipo de fe en mí que Sawyer acababa de demostrar. Tenía fe en ella también.
Era hora que le mostrara cuánta.
Mis manos temblaron cuando saqué la foto de mi billetera y se la entregué.
—Esta es Jackie, ¿cierto? —Sawyer se sentó y examinó la foto.
Asentí.
—Es hermosa.
—Lo era —concordé.
—Cuéntame sobre ella —dijo Sawyer sin un rastro de compasión en sus ojos. Levanté sus piernas para que cubrieran mi regazo.
Pensé por un momento.
—Bueno, cuando la conocí por primera vez, ambos éramos puros codos y rodillas. Sólo un par de niños desgarbados. Ella tenía más energía que una central eléctrica. Siempre zumbando alrededor y metiéndose en algo. Sólo éramos amigos al principio. Nos divertíamos mucho. —Me reí entre dientes por los recuerdos—. Nos metíamos en un montón de problemas también. Especialmente con Josh y Miller.
Sawyer rió conmigo y el sonido fue como la mejor parte de una canción, el tipo que siempre querías cantar incluso si no sabías ninguna de las otras palabras.
—Jackie era una de esas personas que entraba en una habitación y cada cabeza giraba, y no sólo porque fuera hermosa, que lo era, sino porque tenía esta cosa sobre ella que hacía a la gente querer estar alrededor. Me hacía querer estar a su alrededor.
—La gente la orbitaba —intervino Sawyer.
—Exactamente, la orbitaba. Me gusta eso —concordé, acercando más a Sawyer—. Cuando llegamos a la escuela secundaria, nos convertimos en más que amigos. No era una persona que durmiera bien, así que solía colarse por la ventana de mi dormitorio por la noche. Decía que siempre dormía mejor conmigo, pero no creo que fuera verdad porque cuando me despertaba en mitad de la noche, siempre estaba o mirando el techo o jugando con su teléfono y paseándose por la habitación. —Suspiré y mi garganta empezó a tensarse.
»Debería haber visto las señales —continué—: acabábamos de graduarnos. Teníamos planes de mudarnos juntos. Salíamos de fiesta un montón, pero éramos adolescentes haciendo mierda adolescente. Entonces nuestra fiesta de la noche del viernes se convirtió en una fiesta de todas las noches. Cuando sugerí que lo disminuyéramos, me dejó. —Negué como si todavía no pudiera creerlo y a veces no podía—. Cuatro putos años juntos y me dejó porque ya no quería salir de fiesta como una banda de glam metal un martes por la noche. —Bajé la mirada a donde mis manos descansaban alto en los muslos de Sawyer.
Se enderezó y sus brazos rodearon mi cintura, presionando su mejilla contra mi pecho desnudo.
—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó, la luz de la luna resaltaba las pecas en sus mejillas. No siendo capaz de detenerme, me incliné y rocé mis labios contra los suyos antes de recordar que me había hecho una pregunta.
—Entonces Sterling sucedió —gruñí—. Supongo que él no tenía problema con que ella festejara porque de repente pasó de emborracharse todos los días a ser dependiente de los oxys.
Sawyer me miró con expresión confusa en su rostro.
—Analgésicos —aclaré—. Incluso vino preguntándome si podía darle algunos. Le preguntó a Miller también.
—¿Qué hiciste?
—Sugerí que fuera a rehabilitación —dije, recordando cuánto molestó a Jackie cuando había sacado el tema la primera vez. Y la segunda. Y la tercera. Y cada vez después de eso.
—¿Fue? —preguntó Sawyer, sonando esperanzada como hice yo al principio.
Suspiré y bajé la cabeza.
—No. No, no lo hizo. Entonces, hice la siguiente mejor cosa. —Sonreí ante el recuerdo.
—¿Qué fue?
—La encerré en mi casa durante una semana —dije, orgullosamente.
—No lo hiciste. —Sawyer jadeó.
—Sí. Lo haría todo de nuevo también, porque después de eso estuvo limpia. Al menos por un tiempo. Volvimos. Nos mudamos juntos y me declaré. Dijo que sí. —Mi garganta empezó a cerrarse y tosí en mi puño.
—No tienes que continuar —dijo Sawyer, sintiendo mi intranquilidad.
—Está bien —dije—. Es sólo que no he hablado de ella en un largo tiempo.
Respiré profundamente.
—Compró todas estas revistas de boda. Estaba feliz de estar planeando la boda. Ambos lo estábamos. Supongo que pasé por alto las señales por toda la emoción. No estaba durmiendo bien. Se quedaba levantada por la noche y cuando sí dormía, lo hacía todo el día. Pensé que sólo estaba agotada por estar despierta toda la noche. O que tenía mucho en su mente con la boda.
Me armé de valor para lo que estaba a punto de decir. Sawyer sintió mi inquietud y se enderezó, envolviéndome con sus brazos y piernas.
—Entonces una noche me desperté y estaba desaparecida. Algo no se sentía bien. Llamé a Josh y Miller y fuimos a buscarla. Fui el que la encontró. —Tomé una profunda bocanada reafirmante que tembló al salir—. En el parque acuático. En la parte superior del gran tobogán.
—¿Se… cayó? —preguntó Sawyer vacilantemente, sus piernas apretándose alrededor de mi cintura.
—Dejó una nota en la parte superior del tobogán. —Mi voz era ronca. Inhalé la dulce esencia de Sawyer, necesitando absorberla, sentirla más para poder continuar—. Esperó hasta que llegué allí, como si quisiera que la viera hacerlo. Quería que la viera… saltar.
Sawyer
Finn me sostuvo más fuerte.
—¿Qué hiciste? —pregunté, mi propia voz un entrecortado suspiro. Mi corazón se rompió por él. Sentí la angustia en cada una de sus palabras como si la historia que me estaba contando fuera mía. Y en algunas maneras, podría muy bien haberlo sido.
En otras, de ninguna manera era lo mismo. No presencié el final de la vida de mi madre de la manera en que él había visto a Jackie terminar la suya. No podía ni empezar a imaginarlo.
Más y más entendí la razón para la manera en que Finn reaccionaba a las cosas. La manera en que me trató.
Estaba entendiendo a Finn.
Acarició la parte de atrás de mi cabello.
—Saltó por la parte de atrás del tobogán, el lado por el que estaba el pantano. Corrí a sumergirme en el agua donde aterrizó, pero no pude encontrarla. Miller y Josh tampoco. Pasamos horas después que oscureciera explorando cada centímetro del agua después que los equipos de búsqueda y la policía se hubieran ido. Cuando me enseñaron la nota de suicidio que habían encontrado en la parte superior del tobogán, al principio no pude creerlo. A pesar de ello, recordando su comportamiento, debería haberlo creído. Las señales estaban allí. Habían estado mucho antes de ese día. Años antes.
»Incluso después de todo eso, aún pasé semanas en mi bote buscándola. Me enloquecía la idea que de alguna manera pudiera estar viva en el pantano, pero perdida. —Negó contra mí, secando la humedad de sus lágrimas contra mi piel—. Jackie había nacido y se había criado aquí. Conocía esas aguas mejor que la mayoría. De niños, pasábamos cada hora que no estábamos en la escuela en ese pantano. Pero seguí buscando de todos modos. Así es como llegué a esto. —Finn agarró mi muñeca y gentilmente guio mis dedos para trazar la blanca cicatriz elevada sobre su ojo que iba de su ceja a la línea de su cabello—. Corrí a mi bote tan rápido sin usar un foco que ni siquiera vi la rama baja colgando. Tuve suerte que no fuera más.
Cada pared que alguna vez había construido para mantenerlo fuera, se derrumbó y mientras hablaba, un puente fue construido con acceso directo a todo lo que tenía para ofrecer.
—¿Por qué Sterling trató de hacerlo parecer como si su muerte fuera tu culpa? —pregunté.
—Me culpa por convencerla de desintoxicarse y por dejarlo para volver conmigo —explicó Finn—. Cree que si la hubiera dejado hacer lo que quería y dejado de hacerla sentir culpable sobre sus extremos altos y bajos, entonces no habría querido suicidarse.
—Es por eso que viniste aquí —dije, no era una pregunta.
—Es por eso que vine aquí —concordó Finn—. Todo me recordaba a ella. Cada persona. Sólo quería estar solo, así que vine aquí —dijo, buscando mis ojos y acunando mi rostro con su mano—. Y entonces apareciste…
—Y estropeé tus planes de ser un ermitaño gruñón que vivía en el pantano —terminé por él.
La sonrisa de Finn fue tensa al principio. Dolida.
—No, entonces apareciste. —Se inclinó y rozó con sus labios los míos. Su sonrisa creció. El dolor desapareció—. Me hiciste darme cuenta que ya no quiero estar solo.
—¿Qué hiciste? —pregunté, mi propia voz un entrecortado suspiro. Mi corazón se rompió por él. Sentí la angustia en cada una de sus palabras como si la historia que me estaba contando fuera mía. Y en algunas maneras, podría muy bien haberlo sido.
En otras, de ninguna manera era lo mismo. No presencié el final de la vida de mi madre de la manera en que él había visto a Jackie terminar la suya. No podía ni empezar a imaginarlo.
Más y más entendí la razón para la manera en que Finn reaccionaba a las cosas. La manera en que me trató.
Estaba entendiendo a Finn.
Acarició la parte de atrás de mi cabello.
—Saltó por la parte de atrás del tobogán, el lado por el que estaba el pantano. Corrí a sumergirme en el agua donde aterrizó, pero no pude encontrarla. Miller y Josh tampoco. Pasamos horas después que oscureciera explorando cada centímetro del agua después que los equipos de búsqueda y la policía se hubieran ido. Cuando me enseñaron la nota de suicidio que habían encontrado en la parte superior del tobogán, al principio no pude creerlo. A pesar de ello, recordando su comportamiento, debería haberlo creído. Las señales estaban allí. Habían estado mucho antes de ese día. Años antes.
»Incluso después de todo eso, aún pasé semanas en mi bote buscándola. Me enloquecía la idea que de alguna manera pudiera estar viva en el pantano, pero perdida. —Negó contra mí, secando la humedad de sus lágrimas contra mi piel—. Jackie había nacido y se había criado aquí. Conocía esas aguas mejor que la mayoría. De niños, pasábamos cada hora que no estábamos en la escuela en ese pantano. Pero seguí buscando de todos modos. Así es como llegué a esto. —Finn agarró mi muñeca y gentilmente guio mis dedos para trazar la blanca cicatriz elevada sobre su ojo que iba de su ceja a la línea de su cabello—. Corrí a mi bote tan rápido sin usar un foco que ni siquiera vi la rama baja colgando. Tuve suerte que no fuera más.
Cada pared que alguna vez había construido para mantenerlo fuera, se derrumbó y mientras hablaba, un puente fue construido con acceso directo a todo lo que tenía para ofrecer.
—¿Por qué Sterling trató de hacerlo parecer como si su muerte fuera tu culpa? —pregunté.
—Me culpa por convencerla de desintoxicarse y por dejarlo para volver conmigo —explicó Finn—. Cree que si la hubiera dejado hacer lo que quería y dejado de hacerla sentir culpable sobre sus extremos altos y bajos, entonces no habría querido suicidarse.
—Es por eso que viniste aquí —dije, no era una pregunta.
—Es por eso que vine aquí —concordó Finn—. Todo me recordaba a ella. Cada persona. Sólo quería estar solo, así que vine aquí —dijo, buscando mis ojos y acunando mi rostro con su mano—. Y entonces apareciste…
—Y estropeé tus planes de ser un ermitaño gruñón que vivía en el pantano —terminé por él.
La sonrisa de Finn fue tensa al principio. Dolida.
—No, entonces apareciste. —Se inclinó y rozó con sus labios los míos. Su sonrisa creció. El dolor desapareció—. Me hiciste darme cuenta que ya no quiero estar solo.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias!! Sterling me cae mal, seguro la casa de la compró Finn y él le hizo entender que fue él, y coincido con lo de Jackie y Sterling, evidentemente es el chico lindo del pueblo así que es probable que haya estado con ella...
Lo bueno es que poco a poco, Finn y Sawyer están cada vez más cerca y la vida de ella mejora día a día...
Lo bueno es que poco a poco, Finn y Sawyer están cada vez más cerca y la vida de ella mejora día a día...
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Ahora leí el resto, maldito Sterling, lindo pedazo de mierda resultó ser... así que sí tuvo una relación con Jackie, quién también lo merecía por lo que parece, eran tal para cual...solo imagino que ella debe haber sufrido una depresión muy grande, por eso su comportamiento...y al final, sí se suicidó como imaginamos
Ojalá ahora Finn logre salir adelante...tiene algo que lo motiva, al menos...
Ojalá ahora Finn logre salir adelante...tiene algo que lo motiva, al menos...
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Que idiota ese Sterling, ya sabía yo que bueno no era.
Que bueno que Finn haya ayudado a Sawyer, y que ya se haya abierto a ella, espero que más adelante podamos leer las razones de porque Jackie se suicidó.
Que bueno que Finn haya ayudado a Sawyer, y que ya se haya abierto a ella, espero que más adelante podamos leer las razones de porque Jackie se suicidó.
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
25 - 27 jajaja Josh me mata de la risa y definitivamente me gustaría conocer un poco más de esa relación que tiene con Miller.
Estoy empezando a creer que Finn tiene trastorno de personalidad, en unos momentos es tan agradable y luego vuelve a ser un idiota integral, y que es eso de "deje mi puerta abierta", como si Sawyer fuera su p**ta y tuviera que correr a sus brazos cuando abre la boca.
Estoy empezando a creer que Finn tiene trastorno de personalidad, en unos momentos es tan agradable y luego vuelve a ser un idiota integral, y que es eso de "deje mi puerta abierta", como si Sawyer fuera su p**ta y tuviera que correr a sus brazos cuando abre la boca.
yiany- Mensajes : 1938
Fecha de inscripción : 23/01/2018
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Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias. Finn no deberia culparse por Jackie, al final fue su decisión saltar..... Y como no encontraron el cuerpo estoy pensando que no está muerta y huyó
Tatine- Mensajes : 1561
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Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
28 - 30 Vaya ese Sterling olia a raro y bien pronto que sacó las uñas, menos mal Finn estaba cerca y no desaparecido como se está volviendo su costumbre, porque si no tendríamos mucho q lamentar. Lo único bueno de todo esto es q sirvió para que Finn finalmente se abriera y dejara salir eso q le estaba consumiendo, ahora puede empezar a sanar.
yiany- Mensajes : 1938
Fecha de inscripción : 23/01/2018
Edad : 41
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Sterling se dejo ver como es realmente, que bien que Flinn le diera la paliza de su vida
Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
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Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 30
Sawyer
—Oye, despiértate —dijo Finn, sacudiéndome ligeramente a la conciencia. Me senté y froté los ojos.
Agarró mi mano y me tiró fuera de la cama.—Vamos. Quiero mostrarte algo. —Me tiró por la puerta principal. Entrecerré los ojos bajo el resplandor del sol que apareció sobre los árboles.
—Tengo que vestirme —dije, somnolienta.
—Lo que tienes puesto está bien. Solo ponte unas botas.
Me lavé los dientes y puse las botas. Y también me tomé un segundo para poner mi alocado cabello de recién levantada en un moño desordenado en la parte superior de mi cabeza.
En el momento en que abrí la puerta principal, Finn se acercó a mi encuentro en la parte superior de la cubierta y se inclinó, tomándome sobre sus hombros y llevándome a su Bronco.
Levantó la mirada hacia el cielo de la madrugada.
—Se acerca la tormenta.
—Puede que no quieras seguir una carrera como meteorólogo —murmuré mirando el mismo cielo solo para ver claramente el cielo azul y libre de nubes.
—Bien. —Me llevó al Bronco como si no pasara nada. Contuve la respiración para no gemir ante la sensación de sus dedos clavándose en mi piel—. La brisa está mejorando, además, tengo este relleno en la parte posterior de mi boca que duele cuando el mal tiempo está por aparecer—. Abrió la boca y señaló algo en la parte trasera que no pude ver.
—¿De verdad?
Tal vez Finn estaba más fuera de sus cabales de lo que originalmente pensé.
—No, en realidad no, pero esta es otra forma que conozco, es un secreto, no se lo puedes decir a nadie —susurró, mirando a su alrededor para ver si alguien estaba cerca para escucharlo.
—¿Qué es eso? —le susurré.
Hizo un gesto con el dedo, me incliné sobre la consola central y extendió la mano y giró la cabeza para poder susurrarme al oído. Solo que no solo me susurró algo al oído, rozó sus labios contra el borde, su voz vibró por mi cuello, directo a mis pezones, y terminó en un latido entre mis muslos que me tuvo moviéndome y cruzando las piernas antes que incluso hubiera terminado su oración.
—El secreto es… —Su lengua rozó mi lóbulo y me alegré de estar mirando hacia adelante para que no viera mis ojos en blanco en mi cabeza. De repente, se fue y su teléfono estaba en mi regazo. Encendió el auto—. Esto —señaló hacia su teléfono que tenía el pronóstico de Outskirt de esta noche mapeado por hora en la pantalla.
—¿Tu secreto es que tu teléfono te dice? —le pregunté, sosteniéndolo.
—Sí, no le digas a nadie. Prefiero que la gente del norte, como tú, piense que es buena magia de chico del sur.
―No soy del norte. Soy de Carolina del Norte —argumenté. Me recosté en mi asiento y crucé los brazos sobre mi pecho.
Sus ojos se detuvieron y ni siquiera intentó esconder donde estaba mirando. Me retorcí en mi asiento y tiré de mi camiseta, lo cual no me ayudó porque la tela elástica solo subió más en mis muslos.
—Alrededor de aquí eso te hace prácticamente una yanqui —bromeó, inclinándose y apretando mi rodilla, lo que hizo que mi núcleo se contrajera también. Rápidamente retiró su mano, miré por la ventana y fingí ver el paisaje que pasaba para poder tener un segundo para recuperarme y esconder mi rostro, que estoy segura estaba caliente con diferentes tonos de manchas color rosa y rojo.
—Por aquí, todo es un poco diferente que en la mayoría de los lugares —logré decir finalmente sobre mi corazón latiendo rápidamente.
—¿Diferencias buenas o malas? —preguntó, sin apartar la vista del camino.
Pensé por un momento mientras un montaje jugaba en mi cabeza con todos los que había conocido desde que llegué a Outskirts. Josh, Critter, Miller, y finalmente, Finn. Mi estómago revoloteó y mi corazón se aceleró. Me mordí el labio inferior.
—Definitivamente de un buen tipo de diferente.
Finn me guiñó un ojo y, cuando llegamos a la autopista, se dirigió a la mitad, no muy lejos de donde casi me había atropellado la primera noche.
—¿Planeabas atropellarme y terminar lo que empezaste? —Bromeé.
—No esta noche de todos modos. Sin embargo, quiero mostrarte algo. Saltó y se acercó a mí para sacarme de la camioneta, llevándome al frente y colocándome sobre el capó.
—Si estamos aquí para ver pasar los autos, no podrías haber escogido un camino peor —señalé.
Finn rió y me encantó el sonido y cómo me retorcía las entrañas de una manera que hacía que todo volviera a sentirse bien. Extendió la mano y me levantó para que pudiera sentarme a su lado. La piel desnuda de su bíceps contra la mía. El calor de su muslo revestido de jean se presionó contra mi pierna descubierta.
Respiré profundamente por mi nariz para calmar mi pulso acelerado.
—¿Exactamente por qué estamos aquí?
—Esta carretera es el punto más alto del condado. La construyeron para que toda el agua corriera a las zanjas a un lado de la carretera. Y dado que esta es la tierra más plana sin árboles más adelante, es el lugar perfecto para ver entrar la tormenta. —Finn señaló hacia adelante.
Levanté la mirada lentamente solo para enfrentar una enorme nube negra que se movía en nuestra dirección. El sol naciente arrojaba sombras de enojado rojo y naranja a su alrededor. Nubes grises y delicadas colgaban debajo como tentáculos. Me quedé helada.
—No creo que quiera estar aquí —dije, saltando desde el capó.
Finn me siguió y me detuvo envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura y girándome para enfrentar la tormenta entrante. Me llevó de vuelta al frente de la Bronco. Cerré los ojos con fuerza y sacudí la cabeza.
—Para una chica que es tan intrépida a veces, seguramente eres un poco cobarde cuando se trata de tormentas. Mi objetivo es ayudarte a arreglar eso. Déjame ayudarte a arreglar eso. —Sus palabras acariciaron mi piel, calmando mis miedos y encendiendo un fuego en mi cuerpo.
—Para un chico que ha sido un ermitaño durante más de dos años, seguro eres rápido para juzgar —respondí.
—Uy, eso dolió. Aquí. —Palmeó mi pecho, justo sobre mi corazón.
—¿Y qué te hace pensar que soy valiente? —pregunté con mis ojos todavía cerrados, tratando de no sonar tan débil como me sentía.
Vaciló por un momento.
—Porque estás aquí conmigo en este momento, ¿no? —Finn presionó sus labios a un lado de mi cuello—. Ahora abre los ojos.
—No voy a superar mi miedo estando aquí de pie y viendo la Maldición Infinita dirigirse hacia mí —dije.
—¿Maldición Infinita?
—Le di un nombre de nave alienígena —expliqué.
Abrí los ojos brevemente para que Finn me mirara con una expresión de reojo.
—En Critter's, cuando los juegos terminan, pasan Star Trek en las últimas horas de la tarde —aclaré, cerrando los ojos una vez más.
Finn se rió en voz baja.
—Eso lo explica. Maldición Infinita, me gusta. Pero vamos, Say. Estaré contigo todo el tiempo. Te protegeré —dijo, rozando sus dedos contra mis brazos, enviando un escalofrío a través de mi cuerpo.
—¿Qué pasa si hay... tornados? —pregunté, susurrando la palabra tornado como si una nube fuera a escucharme y salir corriendo de los arbustos con un hacha ante la mención de su nombre—. Como la última vez.
—Haré un trato. Prometo que si llega un tornado, me arrojaré frente a él y lucharé hasta la muerte mientras escapas.
—¿Pelearías contra un tornado por mí? —pregunté, con una tonelada de falsa sinceridad—. Y dicen que la caballerosidad está muerta.
Hacer una broma fue un gran error. Se rió entre mi cuello y mi hombro. No pude evitar el estremecimiento de todo el cuerpo que estalló donde sus labios me tocaron y terminaron en otro lugar que nunca hubiera imaginado que tocarían sus labios... hasta ese momento.
—¿Confías en mí? —susurró.
—Ni siquiera un poco —mentí.
—No importa. Lo que importa es que abras los ojos. —Esta vez ambas manos cayeron de mi cintura, lentamente se deslizaron por la parte exterior de mis piernas hasta el dobladillo de mi camiseta.
—No puedo. —Me mordí el labio y traté de no gemir mientras Finn calentaba mi piel como si sus dedos estuvieran hechos de llamas.
—Abre los ojos, Say —dijo de nuevo, empujando ambas manos hacia el interior de mis piernas donde le dio un ligero apretón a la delicada carne en el interior de mis muslos.
Eso hizo el truco.
Mis ojos se abrieron de golpe y una vez más me encontré con la oscuridad de la Maldición Infinita y sus tentáculos terrestres que se dirigían directamente hacia nosotros.
—¿Qué es lo que estás tratando de hacer? —pregunté mientras una de sus manos se apretaba contra mi muslo, amarrándome en mi lugar, y la otra se deslizaba a mi camisa, tocando el delicado borde de mis bragas.
—Quiero que veas la tormenta por lo que realmente es —dijo, su voz profunda y áspera.
—¿Cómo sería eso? —Sin perder de vista la tormenta. Mi corazón aceleró a medida que se acercaba cada vez más. El miedo corrió a través de mi sangre, apagando las alarmas en mi cerebro.
—Puede ser misteriosa y amenazante al principio, pero en realidad es hermosa y solo llega al agua y da vida a todo lo que está debajo —explicó en tono tranquilo pero firme—. Mírala con nuevos ojos. Vela como algo que sana. No que daña.
Me incliné hacia atrás, presionando mi cuerpo en el de Finn mientras sus dedos se abrían paso a mis bragas y rozaban el punto más sensible de mi cuerpo. Un simple susurro de su toque sobre mi delicado paquete de terminaciones nerviosas.
Instintivamente junté mis muslos, atrapando su mano en medio.
—¿Qué divertido es eso? —preguntó Finn, arrastrando su lengua a lo largo de la parte posterior de mi cuello y separando mis muslos con su mano una vez más.
Se apoyó contra su Bronco y me llevó con él, así que mi cuerpo se inclinó ligeramente hacia el cielo. Pude ver la tormenta entrante y sentir las palpitaciones de su dureza debajo de mí. Todo mi cuerpo se calentó. El hormigueo estalló en lugares que nunca antes había sentido.
Finn comenzó a acariciarme suavemente pero con firmeza en un patrón circular. Cada vez que completaba el círculo y comenzaba de nuevo, enviaba una sacudida de placer entre mis piernas. Me sentía cada vez más húmeda y mojada. Gimió en mi oído y encendió una nueva chispa dentro de mí que suplicaba ser liberada.
—Ya vez —comenzó Finn, su voz era un sonido profundo—. Al principio, piensas que es solo esta cosa oscura que viene a apoderarse de tu vida o al menos te molesta por un tiempo.
Me habría reído, pero mi risa murió antes que pudiera sacar el sonido de mi boca porque sus dedos tomaron velocidad. Gruñí y Finn respondió jalándome más fuerte contra él.
—Pero luego te das cuenta que solo está aquí para ayudar. La lluvia alimenta al mundo, dándonos lo que necesitamos para vivir. El rayo inicia incendios naturales que queman los desechos naturales. El trueno es el sonido de la naturaleza, que nos recuerda que estamos vivos. Es como tú.
—¿Cómo? —pregunté, mi cerebro enturbiado por las sensaciones que me inundaban. Por la necesidad creciendo dolorosamente en mi estómago inferior.
Finn sonrió contra mi piel.
—Acabo de decírtelo. Me recuerdas que estoy vivo.
Con esas palabras, jugó con los labios exteriores de mi sexo, rasgándolos como cuerdas de guitarra, justo cuando una pared de lluvia aparecía a corta distancia. Me retorcí en sus manos sin saber a dónde ir o qué hacer a medida que se acercaba cada vez más.
—Mírala, Say —demandó Finn, girando mi barbilla hacia la lluvia entrante mientras giraba los dedos en diferentes etapas de lento a rápido sin un ritmo discernible, dejándome con ganas de más y preguntándome qué vendría después.
Hice lo que dijo Finn. La miré con nuevos ojos. Como algo maravilloso en lugar de algo malo. Algo para ayudar, no para lastimar. Cuando se acercó el muro de agua, me sorprendí casi por completo.
—Es bonita.
—Realmente lo es —dijo, retirando sus dedos de mis bragas abruptamente, girándome para enfrentarlo.
—La más hermosa —dijo, mirándome a los ojos y lamiendo mi humedad de sus dedos. Bajó sus labios a los míos y una vez más, su mano encontró su camino por mi camisa y a mis bragas.
Cuando cayeron las primeras gotas de lluvia, la tensión y el miedo por la tormenta se desvanecieron y la tensión de la pasión y el deseo creció y creció hasta que creí que ya no podía soportar más.
—Estás cerca. Puedo sentirlo —gruñó Finn—. Enfréntala. Enfréntate a la tormenta cuando te vengas. —Me hizo girar otra vez y reanudó sus caricias. Más y más rápido—. Dime que no tienes miedo —exigió.
—No, no puedo. —Y no sabía si era por lo que me estaba haciendo o porque, aunque podía encontrar el agua hermosa, no podía dejar de lado el miedo.
—Vamos, pensé que eras valiente —insistió Finn.
—Nunca dije eso. En realidad, dije lo contrario. Casi todo me asusta —respondí, echando la cabeza hacia atrás mientras aumentaba la presión entre mis piernas.
—Finn, no sé lo que estás haciendo. No sé…
—No tienes que saber lo que estoy haciendo —dijo—, porque yo sí.
Finn presionó su mano contra mi clítoris, enviando una sacudida de placer a través de mí.
Cuando mi cuerpo se tensó y sentí que algo estaba a punto de suceder se relajó, dejándome con ganas y jadeando.
—Todo lo que tienes que hacer es decirle a la tormenta que no tienes miedo —me mordió el borde de la oreja—, y te daré lo que quieras.
Ni siquiera podía fingir que no me afectaba. Su toque, sus palabras. Su insistencia en tratar de curarme de uno de mis mayores temores.
Me balanceé contra su mano.
—No te temo —le dije, aunque a medida que la parte más oscura de las nubes se acercaba sentí que mi pulso comenzaba a acelerarse y mi cuerpo se ponía rígido—. Ahí, lo hice.
Finn hizo una pausa en su movimiento y casi gruñí de frustración.
—Más fuerte, mucho más fuerte —dijo Finn, comenzando su tortuoso golpe sobre mi sexo una vez más.
—¡NO te temo! —grité. La intensidad de la acumulación fue casi demasiada para soportar. Necesitaba venirme. Necesitaba a Finn.
—¡Más fuerte! —gritó. Aceleró el ritmo y presionó su erección firmemente contra la apertura entre mis nalgas.
—¡¡NO TENGO MIEDO DE TIIIIII!!!!! —grité con todas mis fuerzas, contraatacándolo.
Esperaba que Finn comentara, o al menos se riera de lo fuerte que era, pero nuevamente detuvo sus dedos pero no se retiró. Miré por encima de mi hombro y lo vi observándome con ojos oscuros y las pupilas grandes y oscuras.
—¿Tienes miedo de MÍ? —preguntó Finn suavemente, meciendo sus caderas contra mí. La lluvia entró, lavando todo a nuestro alrededor, no había más camino. No más árboles. Solo nosotros, él y este fuego ardiendo entre nosotros que ni siquiera la lluvia podía apagar.
Solo pude negar.
—¿En serio? —Finn se inclinó sobre mí, meciéndose contra mí—. Porque me asustas muchísimo.
Un rayo iluminó el cielo de la madrugada y el trueno rugió y sacudió la grava bajo mis pies.
Y por una vez... no tuve miedo.
Presionó con fuerza su pulgar sobre el mismo lugar que estaba latiendo para él. Cuando el siguiente trueno rugió en el aire, yo también lo hice.
Mi cuerpo liberó aquello a lo que se había aferrado en un arrebato de placer que brotó a borbotones, uno más dichoso que el siguiente. El grito que salió de mi boca rivalizó con el mismo trueno.
Ya no era piel, carne y huesos. Solo sentía sensación y placer recorriendo mi cuerpo una y otra vez, retorciendo hasta el último músculo con su poder hasta que colapsé contra Finn quien me sostuvo para que no me cayera.
Pero fue demasiado tarde.
Ya me había caído.
Agarró mi mano y me tiró fuera de la cama.—Vamos. Quiero mostrarte algo. —Me tiró por la puerta principal. Entrecerré los ojos bajo el resplandor del sol que apareció sobre los árboles.
—Tengo que vestirme —dije, somnolienta.
—Lo que tienes puesto está bien. Solo ponte unas botas.
Me lavé los dientes y puse las botas. Y también me tomé un segundo para poner mi alocado cabello de recién levantada en un moño desordenado en la parte superior de mi cabeza.
En el momento en que abrí la puerta principal, Finn se acercó a mi encuentro en la parte superior de la cubierta y se inclinó, tomándome sobre sus hombros y llevándome a su Bronco.
Levantó la mirada hacia el cielo de la madrugada.
—Se acerca la tormenta.
—Puede que no quieras seguir una carrera como meteorólogo —murmuré mirando el mismo cielo solo para ver claramente el cielo azul y libre de nubes.
—Bien. —Me llevó al Bronco como si no pasara nada. Contuve la respiración para no gemir ante la sensación de sus dedos clavándose en mi piel—. La brisa está mejorando, además, tengo este relleno en la parte posterior de mi boca que duele cuando el mal tiempo está por aparecer—. Abrió la boca y señaló algo en la parte trasera que no pude ver.
—¿De verdad?
Tal vez Finn estaba más fuera de sus cabales de lo que originalmente pensé.
—No, en realidad no, pero esta es otra forma que conozco, es un secreto, no se lo puedes decir a nadie —susurró, mirando a su alrededor para ver si alguien estaba cerca para escucharlo.
—¿Qué es eso? —le susurré.
Hizo un gesto con el dedo, me incliné sobre la consola central y extendió la mano y giró la cabeza para poder susurrarme al oído. Solo que no solo me susurró algo al oído, rozó sus labios contra el borde, su voz vibró por mi cuello, directo a mis pezones, y terminó en un latido entre mis muslos que me tuvo moviéndome y cruzando las piernas antes que incluso hubiera terminado su oración.
—El secreto es… —Su lengua rozó mi lóbulo y me alegré de estar mirando hacia adelante para que no viera mis ojos en blanco en mi cabeza. De repente, se fue y su teléfono estaba en mi regazo. Encendió el auto—. Esto —señaló hacia su teléfono que tenía el pronóstico de Outskirt de esta noche mapeado por hora en la pantalla.
—¿Tu secreto es que tu teléfono te dice? —le pregunté, sosteniéndolo.
—Sí, no le digas a nadie. Prefiero que la gente del norte, como tú, piense que es buena magia de chico del sur.
―No soy del norte. Soy de Carolina del Norte —argumenté. Me recosté en mi asiento y crucé los brazos sobre mi pecho.
Sus ojos se detuvieron y ni siquiera intentó esconder donde estaba mirando. Me retorcí en mi asiento y tiré de mi camiseta, lo cual no me ayudó porque la tela elástica solo subió más en mis muslos.
—Alrededor de aquí eso te hace prácticamente una yanqui —bromeó, inclinándose y apretando mi rodilla, lo que hizo que mi núcleo se contrajera también. Rápidamente retiró su mano, miré por la ventana y fingí ver el paisaje que pasaba para poder tener un segundo para recuperarme y esconder mi rostro, que estoy segura estaba caliente con diferentes tonos de manchas color rosa y rojo.
—Por aquí, todo es un poco diferente que en la mayoría de los lugares —logré decir finalmente sobre mi corazón latiendo rápidamente.
—¿Diferencias buenas o malas? —preguntó, sin apartar la vista del camino.
Pensé por un momento mientras un montaje jugaba en mi cabeza con todos los que había conocido desde que llegué a Outskirts. Josh, Critter, Miller, y finalmente, Finn. Mi estómago revoloteó y mi corazón se aceleró. Me mordí el labio inferior.
—Definitivamente de un buen tipo de diferente.
Finn me guiñó un ojo y, cuando llegamos a la autopista, se dirigió a la mitad, no muy lejos de donde casi me había atropellado la primera noche.
—¿Planeabas atropellarme y terminar lo que empezaste? —Bromeé.
—No esta noche de todos modos. Sin embargo, quiero mostrarte algo. Saltó y se acercó a mí para sacarme de la camioneta, llevándome al frente y colocándome sobre el capó.
—Si estamos aquí para ver pasar los autos, no podrías haber escogido un camino peor —señalé.
Finn rió y me encantó el sonido y cómo me retorcía las entrañas de una manera que hacía que todo volviera a sentirse bien. Extendió la mano y me levantó para que pudiera sentarme a su lado. La piel desnuda de su bíceps contra la mía. El calor de su muslo revestido de jean se presionó contra mi pierna descubierta.
Respiré profundamente por mi nariz para calmar mi pulso acelerado.
—¿Exactamente por qué estamos aquí?
—Esta carretera es el punto más alto del condado. La construyeron para que toda el agua corriera a las zanjas a un lado de la carretera. Y dado que esta es la tierra más plana sin árboles más adelante, es el lugar perfecto para ver entrar la tormenta. —Finn señaló hacia adelante.
Levanté la mirada lentamente solo para enfrentar una enorme nube negra que se movía en nuestra dirección. El sol naciente arrojaba sombras de enojado rojo y naranja a su alrededor. Nubes grises y delicadas colgaban debajo como tentáculos. Me quedé helada.
—No creo que quiera estar aquí —dije, saltando desde el capó.
Finn me siguió y me detuvo envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura y girándome para enfrentar la tormenta entrante. Me llevó de vuelta al frente de la Bronco. Cerré los ojos con fuerza y sacudí la cabeza.
—Para una chica que es tan intrépida a veces, seguramente eres un poco cobarde cuando se trata de tormentas. Mi objetivo es ayudarte a arreglar eso. Déjame ayudarte a arreglar eso. —Sus palabras acariciaron mi piel, calmando mis miedos y encendiendo un fuego en mi cuerpo.
—Para un chico que ha sido un ermitaño durante más de dos años, seguro eres rápido para juzgar —respondí.
—Uy, eso dolió. Aquí. —Palmeó mi pecho, justo sobre mi corazón.
—¿Y qué te hace pensar que soy valiente? —pregunté con mis ojos todavía cerrados, tratando de no sonar tan débil como me sentía.
Vaciló por un momento.
—Porque estás aquí conmigo en este momento, ¿no? —Finn presionó sus labios a un lado de mi cuello—. Ahora abre los ojos.
—No voy a superar mi miedo estando aquí de pie y viendo la Maldición Infinita dirigirse hacia mí —dije.
—¿Maldición Infinita?
—Le di un nombre de nave alienígena —expliqué.
Abrí los ojos brevemente para que Finn me mirara con una expresión de reojo.
—En Critter's, cuando los juegos terminan, pasan Star Trek en las últimas horas de la tarde —aclaré, cerrando los ojos una vez más.
Finn se rió en voz baja.
—Eso lo explica. Maldición Infinita, me gusta. Pero vamos, Say. Estaré contigo todo el tiempo. Te protegeré —dijo, rozando sus dedos contra mis brazos, enviando un escalofrío a través de mi cuerpo.
—¿Qué pasa si hay... tornados? —pregunté, susurrando la palabra tornado como si una nube fuera a escucharme y salir corriendo de los arbustos con un hacha ante la mención de su nombre—. Como la última vez.
—Haré un trato. Prometo que si llega un tornado, me arrojaré frente a él y lucharé hasta la muerte mientras escapas.
—¿Pelearías contra un tornado por mí? —pregunté, con una tonelada de falsa sinceridad—. Y dicen que la caballerosidad está muerta.
Hacer una broma fue un gran error. Se rió entre mi cuello y mi hombro. No pude evitar el estremecimiento de todo el cuerpo que estalló donde sus labios me tocaron y terminaron en otro lugar que nunca hubiera imaginado que tocarían sus labios... hasta ese momento.
—¿Confías en mí? —susurró.
—Ni siquiera un poco —mentí.
—No importa. Lo que importa es que abras los ojos. —Esta vez ambas manos cayeron de mi cintura, lentamente se deslizaron por la parte exterior de mis piernas hasta el dobladillo de mi camiseta.
—No puedo. —Me mordí el labio y traté de no gemir mientras Finn calentaba mi piel como si sus dedos estuvieran hechos de llamas.
—Abre los ojos, Say —dijo de nuevo, empujando ambas manos hacia el interior de mis piernas donde le dio un ligero apretón a la delicada carne en el interior de mis muslos.
Eso hizo el truco.
Mis ojos se abrieron de golpe y una vez más me encontré con la oscuridad de la Maldición Infinita y sus tentáculos terrestres que se dirigían directamente hacia nosotros.
—¿Qué es lo que estás tratando de hacer? —pregunté mientras una de sus manos se apretaba contra mi muslo, amarrándome en mi lugar, y la otra se deslizaba a mi camisa, tocando el delicado borde de mis bragas.
—Quiero que veas la tormenta por lo que realmente es —dijo, su voz profunda y áspera.
—¿Cómo sería eso? —Sin perder de vista la tormenta. Mi corazón aceleró a medida que se acercaba cada vez más. El miedo corrió a través de mi sangre, apagando las alarmas en mi cerebro.
—Puede ser misteriosa y amenazante al principio, pero en realidad es hermosa y solo llega al agua y da vida a todo lo que está debajo —explicó en tono tranquilo pero firme—. Mírala con nuevos ojos. Vela como algo que sana. No que daña.
Me incliné hacia atrás, presionando mi cuerpo en el de Finn mientras sus dedos se abrían paso a mis bragas y rozaban el punto más sensible de mi cuerpo. Un simple susurro de su toque sobre mi delicado paquete de terminaciones nerviosas.
Instintivamente junté mis muslos, atrapando su mano en medio.
—¿Qué divertido es eso? —preguntó Finn, arrastrando su lengua a lo largo de la parte posterior de mi cuello y separando mis muslos con su mano una vez más.
Se apoyó contra su Bronco y me llevó con él, así que mi cuerpo se inclinó ligeramente hacia el cielo. Pude ver la tormenta entrante y sentir las palpitaciones de su dureza debajo de mí. Todo mi cuerpo se calentó. El hormigueo estalló en lugares que nunca antes había sentido.
Finn comenzó a acariciarme suavemente pero con firmeza en un patrón circular. Cada vez que completaba el círculo y comenzaba de nuevo, enviaba una sacudida de placer entre mis piernas. Me sentía cada vez más húmeda y mojada. Gimió en mi oído y encendió una nueva chispa dentro de mí que suplicaba ser liberada.
—Ya vez —comenzó Finn, su voz era un sonido profundo—. Al principio, piensas que es solo esta cosa oscura que viene a apoderarse de tu vida o al menos te molesta por un tiempo.
Me habría reído, pero mi risa murió antes que pudiera sacar el sonido de mi boca porque sus dedos tomaron velocidad. Gruñí y Finn respondió jalándome más fuerte contra él.
—Pero luego te das cuenta que solo está aquí para ayudar. La lluvia alimenta al mundo, dándonos lo que necesitamos para vivir. El rayo inicia incendios naturales que queman los desechos naturales. El trueno es el sonido de la naturaleza, que nos recuerda que estamos vivos. Es como tú.
—¿Cómo? —pregunté, mi cerebro enturbiado por las sensaciones que me inundaban. Por la necesidad creciendo dolorosamente en mi estómago inferior.
Finn sonrió contra mi piel.
—Acabo de decírtelo. Me recuerdas que estoy vivo.
Con esas palabras, jugó con los labios exteriores de mi sexo, rasgándolos como cuerdas de guitarra, justo cuando una pared de lluvia aparecía a corta distancia. Me retorcí en sus manos sin saber a dónde ir o qué hacer a medida que se acercaba cada vez más.
—Mírala, Say —demandó Finn, girando mi barbilla hacia la lluvia entrante mientras giraba los dedos en diferentes etapas de lento a rápido sin un ritmo discernible, dejándome con ganas de más y preguntándome qué vendría después.
Hice lo que dijo Finn. La miré con nuevos ojos. Como algo maravilloso en lugar de algo malo. Algo para ayudar, no para lastimar. Cuando se acercó el muro de agua, me sorprendí casi por completo.
—Es bonita.
—Realmente lo es —dijo, retirando sus dedos de mis bragas abruptamente, girándome para enfrentarlo.
—La más hermosa —dijo, mirándome a los ojos y lamiendo mi humedad de sus dedos. Bajó sus labios a los míos y una vez más, su mano encontró su camino por mi camisa y a mis bragas.
Cuando cayeron las primeras gotas de lluvia, la tensión y el miedo por la tormenta se desvanecieron y la tensión de la pasión y el deseo creció y creció hasta que creí que ya no podía soportar más.
—Estás cerca. Puedo sentirlo —gruñó Finn—. Enfréntala. Enfréntate a la tormenta cuando te vengas. —Me hizo girar otra vez y reanudó sus caricias. Más y más rápido—. Dime que no tienes miedo —exigió.
—No, no puedo. —Y no sabía si era por lo que me estaba haciendo o porque, aunque podía encontrar el agua hermosa, no podía dejar de lado el miedo.
—Vamos, pensé que eras valiente —insistió Finn.
—Nunca dije eso. En realidad, dije lo contrario. Casi todo me asusta —respondí, echando la cabeza hacia atrás mientras aumentaba la presión entre mis piernas.
—Finn, no sé lo que estás haciendo. No sé…
—No tienes que saber lo que estoy haciendo —dijo—, porque yo sí.
Finn presionó su mano contra mi clítoris, enviando una sacudida de placer a través de mí.
Cuando mi cuerpo se tensó y sentí que algo estaba a punto de suceder se relajó, dejándome con ganas y jadeando.
—Todo lo que tienes que hacer es decirle a la tormenta que no tienes miedo —me mordió el borde de la oreja—, y te daré lo que quieras.
Ni siquiera podía fingir que no me afectaba. Su toque, sus palabras. Su insistencia en tratar de curarme de uno de mis mayores temores.
Me balanceé contra su mano.
—No te temo —le dije, aunque a medida que la parte más oscura de las nubes se acercaba sentí que mi pulso comenzaba a acelerarse y mi cuerpo se ponía rígido—. Ahí, lo hice.
Finn hizo una pausa en su movimiento y casi gruñí de frustración.
—Más fuerte, mucho más fuerte —dijo Finn, comenzando su tortuoso golpe sobre mi sexo una vez más.
—¡NO te temo! —grité. La intensidad de la acumulación fue casi demasiada para soportar. Necesitaba venirme. Necesitaba a Finn.
—¡Más fuerte! —gritó. Aceleró el ritmo y presionó su erección firmemente contra la apertura entre mis nalgas.
—¡¡NO TENGO MIEDO DE TIIIIII!!!!! —grité con todas mis fuerzas, contraatacándolo.
Esperaba que Finn comentara, o al menos se riera de lo fuerte que era, pero nuevamente detuvo sus dedos pero no se retiró. Miré por encima de mi hombro y lo vi observándome con ojos oscuros y las pupilas grandes y oscuras.
—¿Tienes miedo de MÍ? —preguntó Finn suavemente, meciendo sus caderas contra mí. La lluvia entró, lavando todo a nuestro alrededor, no había más camino. No más árboles. Solo nosotros, él y este fuego ardiendo entre nosotros que ni siquiera la lluvia podía apagar.
Solo pude negar.
—¿En serio? —Finn se inclinó sobre mí, meciéndose contra mí—. Porque me asustas muchísimo.
Un rayo iluminó el cielo de la madrugada y el trueno rugió y sacudió la grava bajo mis pies.
Y por una vez... no tuve miedo.
Presionó con fuerza su pulgar sobre el mismo lugar que estaba latiendo para él. Cuando el siguiente trueno rugió en el aire, yo también lo hice.
Mi cuerpo liberó aquello a lo que se había aferrado en un arrebato de placer que brotó a borbotones, uno más dichoso que el siguiente. El grito que salió de mi boca rivalizó con el mismo trueno.
Ya no era piel, carne y huesos. Solo sentía sensación y placer recorriendo mi cuerpo una y otra vez, retorciendo hasta el último músculo con su poder hasta que colapsé contra Finn quien me sostuvo para que no me cayera.
Pero fue demasiado tarde.
Ya me había caído.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 31
Sawyer
—Eres una de las mujeres más bellas que he visto en mi vida —le dije a Josh.
Habían pasado unos días desde que Finn me sacó para enfrentar la tormenta y curar mi miedo. Ahora, era mi turno de ayudar a curar de uno de los suyos.
Finn estaba al tanto de mis planes.
Josh no lo estaba.
—No me mientas. —Josh se giró para admirarse en el espejo.
—No lo estoy haciendo —argumenté desde mi posición en la esquina de mi cama—. Mi educación me enseñó algunas cosas que ahora sé no son ciertas, pero también me enseñó a ser siempre honesta. Y, sinceramente, cuando te vi por primera vez, no pude dejar de mirar. Nunca había visto a alguien como tú.
—¿Te refieres a una persona negra? —Josh ajustó uno de sus aretes y me sonrió por encima del hombro.
—No, me refiero a alguien que puede ser tanto... femenina y masculino. Tan fuerte y robusta, pero graciosa y... y bonita. Una boca sucia llena de palabras de sabiduría —dije, doblando mis manos sobre mi regazo y esperando que no se ofendiera por mi explicación.
—Chica, mejor deja de hablar o no tendremos que salir porque me quedaré aquí y me enamoraré de ti. —Las dos nos reímos.
Miró el espejo.
—Me veo malditamente bien, ¿no? —Guiñó a su reflejo en el espejo de cuerpo entero detrás de la puerta de mi dormitorio, haciendo un giro completo para poder inspeccionar su culo por encima de su hombro. Se contoneó para poder ver el efecto completo del ajustado vestido que lo rodeaba.
Dejé caer mi cabeza en las manos.
—¿Qué? ¿Crees que es demasiado corto? —preguntó acariciando el lado de su vestido con las manos. Era la primera vez que mostraba la más mínima grieta en su muro de confianza.
—No, es perfecto. A Miller le va a encantar.
—Esto no es para él —dijo a mi reflejo en el espejo—. Solo quiero verme bien.
—Claro que no.
—¿Por qué todos los lamentos y quejidos? —preguntó, arrugando su nariz y aplicando otra capa de brillante brillo labial—. Deberías estar preparándote.
—Porque me llevaría alquilar el cuerpo de otra persona para lucir así. En serio, haces las cosas muy injustas para el resto de nosotras. —Dudé cuando movió el vestido arriba de su muslo para ajustar la funda de pistola debajo—. Y también, estoy un poco aterrada de ti.
—¿Solo un poco? —dijo—. Estoy perdiendo mi toque. Y estás tan llena de mierda. Aquí, ponte esto. —Abrió su bolso y sacó un pedazo de tela. Me la arrojó y aterrizó en mi cabeza cubriendo mis ojos. La quité y examiné el azul cobalto... que parecía una bufanda.
—¿Esto salió de tu bolso? —Miré el bolso de noche en el que acababa de meter el brillo de labios.
—Mmmhmm —tarareó—. ¿Por qué?
—Porque ni siquiera es un gran bolso. Es como un pequeño bolso. Del tipo de fantasía que llevas en la mano.
—Se llama cartera de mano. ¿Tienes algún punto, Say?
Me puse de pie y caminé hacia el espejo, sosteniendo el “vestido” frente a mí. No era mucho, pero lo admito, el color hizo maravillas para mis ojos.
—Mi punto es, si esto encaja con tu CARTERA DE MANOS, entonces ¿cómo se supone que debe cubrir estos? —Agité mi mano sobre mis pechos, que actualmente estaban cubiertos por una camiseta holgada.
Josh me dedicó una sonrisa malvada y me arrebató el vestido.
—Ese es el punto. No se supone que los cubra.
Uno momento más tarde, me duché y usé el vestido. Josh me arrojó una bata gruesa para que me la pusiera mientras ella se ocupaba de mi cabello y maquillaje. Domo las ondas naturales de mi cabello a algo mucho más ligero y más manejable que llamó “ondas playeras”. Combine el vestido con un par de sandalias negras prestadas que me rodeaban el tobillo con un delicado tacón de algunos centímetros de alto. No cedería ante los ridículos tacones de jirafa que Josh intentó que me pusiera. Me alegra que cediera a mi negativa o estoy bastante segura que estuve a nada que me agachara y los clavara a mis pies como si estuviera espantando a un caballo.
Después que Josh tardó unos minutos en aplicarme un poco de maquillaje en el rostro, me giró para mirar al espejo y me sorprendió descubrir que todavía me estaba viendo. Solo una versión brillante.
—Resalté tus ojos con un poco de pestañina y algo de delineador en las esquinas. Puse un brillo natural porque tus labios ya son tan rosados y perfectos —dijo, apoyando su barbilla en mi hombro.
—No las cubriste. —Pasé los dedos sobre mis pecas.
Josh sonrió y alisó mi cabello. Las pulseras de brazalete en su brazo tintinearon juntas.
—Soy policía, Say. —Pasó la punta de su dedo alrededor de la colección más pesada de ellas alrededor de mi ojo derecho—. ¿Cubrir estas pecas? Eso sería un maldito crimen.
—Gracias —dije suavemente.
—No me agradezcas todavía, aun no te has visto el vestido. Levántate —ordeno.
Me levanté y Josh apartó la bata de mis hombros.
—Mierda santaaaa —susurró, dando un paso atrás para darme espacio para asimilar todo.
Y lo único que pude decir cuando me encontré cara a cara con una chica que era yo, pero al mismo tiempo no, fue un eco de las palabras de Josh.
—Mierda santaaaa —susurré de regreso. Poniendo una mano sobre mi boca.
Josh se rió de mi intento de maldecir.
—Esas piernas son todo.
La tela del vestido azul cobalto era elástica y cómoda, pero apropiada, abrazando mi cintura y pechos, pero sin exprimir la vida de mí. Era de manga corta y el dobladillo estaba varios centímetros arriba de mi rodilla, mostrando mis musculosas piernas y la curva de mi trasero. Era muy femenino, pero casi como una camiseta con estilo, completa con un pequeño bolsillo justo arriba de mi pecho derecho. El escote caía en una suave V lo suficientemente baja como para ver la curva de mis pechos, pero no demasiado bajo para estarme preocupando por estar tirándolo arriba toda la noche. Me sentí... bonita, pero todavía siendo yo.
—Entonces, ¿vas a decirme qué haremos esta noche? —preguntó Josh con curiosidad mientras comenzaba a tomar los alimentos que había comprado antes del refrigerador, colocándolos en el mostrador.
—Vamos a cenar —dije, asintiendo hacia los ingredientes.
—No teníamos que arreglarnos tanto si íbamos a cenar solo nosotras dos —dijo, luciendo divertida.
—No son solo ustedes dos —dijo Miller, asomándose por la puerta principal.
—Mi actitud sigue siendo la misma —murmuró Josh.
—Gracias por invitarme —dijo Miller, entregándome un ramo de rosas silvestres. La mayoría de los tallos estaban doblados—. Para ti, madame.
—Gracias —le dije, tomando las flores—. Te ves lindo esta noche. ¿No se ve lindo Miller? —le pregunté a Josh.
—Ésta usando una camiseta —dijo rotundamente.
—Es mi camiseta elegante —explicó Miller, señalando la corbata de lazo impresa en el cuello.
—Es encantador —dije con una sonrisa—. ¿Puedes ayudarme a llevar esto afuera? —Le di a Miller una cesta de panecillos y a Josh una botella de vino. Los seguí hasta la terraza con un plato de queso que había cortado antes.
—¿Solo Somos nosotros tres? —preguntó Josh.
—No voy a mentir, estoy disfrutando completamente la proporción de chica a chico en este escenario —dijo Miller.
—Invité a Critter, pero dijo que ya tenía planes.
—Eso no respondió la pregunta —dijo Josh a sabiendas.
—No, no somos solo nosotros tres. —Puse las copas de vino sobre la mesa. Noté movimiento por el rabillo de mi ojo. Mi corazón golpeó fuerte contra mi caja torácica. Mis palmas comenzaron a sudar.
—Entonces, ¿quién más vendrá? —preguntó Miller.
Finn salió de las sombras a la luz de la luna, vistiendo una ajustada camiseta negra y pantalón oscuro bajo en sus caderas, cabello rubio peinado hacia atrás después de un baño reciente.
—Yo.
Habían pasado unos días desde que Finn me sacó para enfrentar la tormenta y curar mi miedo. Ahora, era mi turno de ayudar a curar de uno de los suyos.
Finn estaba al tanto de mis planes.
Josh no lo estaba.
—No me mientas. —Josh se giró para admirarse en el espejo.
—No lo estoy haciendo —argumenté desde mi posición en la esquina de mi cama—. Mi educación me enseñó algunas cosas que ahora sé no son ciertas, pero también me enseñó a ser siempre honesta. Y, sinceramente, cuando te vi por primera vez, no pude dejar de mirar. Nunca había visto a alguien como tú.
—¿Te refieres a una persona negra? —Josh ajustó uno de sus aretes y me sonrió por encima del hombro.
—No, me refiero a alguien que puede ser tanto... femenina y masculino. Tan fuerte y robusta, pero graciosa y... y bonita. Una boca sucia llena de palabras de sabiduría —dije, doblando mis manos sobre mi regazo y esperando que no se ofendiera por mi explicación.
—Chica, mejor deja de hablar o no tendremos que salir porque me quedaré aquí y me enamoraré de ti. —Las dos nos reímos.
Miró el espejo.
—Me veo malditamente bien, ¿no? —Guiñó a su reflejo en el espejo de cuerpo entero detrás de la puerta de mi dormitorio, haciendo un giro completo para poder inspeccionar su culo por encima de su hombro. Se contoneó para poder ver el efecto completo del ajustado vestido que lo rodeaba.
Dejé caer mi cabeza en las manos.
—¿Qué? ¿Crees que es demasiado corto? —preguntó acariciando el lado de su vestido con las manos. Era la primera vez que mostraba la más mínima grieta en su muro de confianza.
—No, es perfecto. A Miller le va a encantar.
—Esto no es para él —dijo a mi reflejo en el espejo—. Solo quiero verme bien.
—Claro que no.
—¿Por qué todos los lamentos y quejidos? —preguntó, arrugando su nariz y aplicando otra capa de brillante brillo labial—. Deberías estar preparándote.
—Porque me llevaría alquilar el cuerpo de otra persona para lucir así. En serio, haces las cosas muy injustas para el resto de nosotras. —Dudé cuando movió el vestido arriba de su muslo para ajustar la funda de pistola debajo—. Y también, estoy un poco aterrada de ti.
—¿Solo un poco? —dijo—. Estoy perdiendo mi toque. Y estás tan llena de mierda. Aquí, ponte esto. —Abrió su bolso y sacó un pedazo de tela. Me la arrojó y aterrizó en mi cabeza cubriendo mis ojos. La quité y examiné el azul cobalto... que parecía una bufanda.
—¿Esto salió de tu bolso? —Miré el bolso de noche en el que acababa de meter el brillo de labios.
—Mmmhmm —tarareó—. ¿Por qué?
—Porque ni siquiera es un gran bolso. Es como un pequeño bolso. Del tipo de fantasía que llevas en la mano.
—Se llama cartera de mano. ¿Tienes algún punto, Say?
Me puse de pie y caminé hacia el espejo, sosteniendo el “vestido” frente a mí. No era mucho, pero lo admito, el color hizo maravillas para mis ojos.
—Mi punto es, si esto encaja con tu CARTERA DE MANOS, entonces ¿cómo se supone que debe cubrir estos? —Agité mi mano sobre mis pechos, que actualmente estaban cubiertos por una camiseta holgada.
Josh me dedicó una sonrisa malvada y me arrebató el vestido.
—Ese es el punto. No se supone que los cubra.
Uno momento más tarde, me duché y usé el vestido. Josh me arrojó una bata gruesa para que me la pusiera mientras ella se ocupaba de mi cabello y maquillaje. Domo las ondas naturales de mi cabello a algo mucho más ligero y más manejable que llamó “ondas playeras”. Combine el vestido con un par de sandalias negras prestadas que me rodeaban el tobillo con un delicado tacón de algunos centímetros de alto. No cedería ante los ridículos tacones de jirafa que Josh intentó que me pusiera. Me alegra que cediera a mi negativa o estoy bastante segura que estuve a nada que me agachara y los clavara a mis pies como si estuviera espantando a un caballo.
Después que Josh tardó unos minutos en aplicarme un poco de maquillaje en el rostro, me giró para mirar al espejo y me sorprendió descubrir que todavía me estaba viendo. Solo una versión brillante.
—Resalté tus ojos con un poco de pestañina y algo de delineador en las esquinas. Puse un brillo natural porque tus labios ya son tan rosados y perfectos —dijo, apoyando su barbilla en mi hombro.
—No las cubriste. —Pasé los dedos sobre mis pecas.
Josh sonrió y alisó mi cabello. Las pulseras de brazalete en su brazo tintinearon juntas.
—Soy policía, Say. —Pasó la punta de su dedo alrededor de la colección más pesada de ellas alrededor de mi ojo derecho—. ¿Cubrir estas pecas? Eso sería un maldito crimen.
—Gracias —dije suavemente.
—No me agradezcas todavía, aun no te has visto el vestido. Levántate —ordeno.
Me levanté y Josh apartó la bata de mis hombros.
—Mierda santaaaa —susurró, dando un paso atrás para darme espacio para asimilar todo.
Y lo único que pude decir cuando me encontré cara a cara con una chica que era yo, pero al mismo tiempo no, fue un eco de las palabras de Josh.
—Mierda santaaaa —susurré de regreso. Poniendo una mano sobre mi boca.
Josh se rió de mi intento de maldecir.
—Esas piernas son todo.
La tela del vestido azul cobalto era elástica y cómoda, pero apropiada, abrazando mi cintura y pechos, pero sin exprimir la vida de mí. Era de manga corta y el dobladillo estaba varios centímetros arriba de mi rodilla, mostrando mis musculosas piernas y la curva de mi trasero. Era muy femenino, pero casi como una camiseta con estilo, completa con un pequeño bolsillo justo arriba de mi pecho derecho. El escote caía en una suave V lo suficientemente baja como para ver la curva de mis pechos, pero no demasiado bajo para estarme preocupando por estar tirándolo arriba toda la noche. Me sentí... bonita, pero todavía siendo yo.
—Entonces, ¿vas a decirme qué haremos esta noche? —preguntó Josh con curiosidad mientras comenzaba a tomar los alimentos que había comprado antes del refrigerador, colocándolos en el mostrador.
—Vamos a cenar —dije, asintiendo hacia los ingredientes.
—No teníamos que arreglarnos tanto si íbamos a cenar solo nosotras dos —dijo, luciendo divertida.
—No son solo ustedes dos —dijo Miller, asomándose por la puerta principal.
—Mi actitud sigue siendo la misma —murmuró Josh.
—Gracias por invitarme —dijo Miller, entregándome un ramo de rosas silvestres. La mayoría de los tallos estaban doblados—. Para ti, madame.
—Gracias —le dije, tomando las flores—. Te ves lindo esta noche. ¿No se ve lindo Miller? —le pregunté a Josh.
—Ésta usando una camiseta —dijo rotundamente.
—Es mi camiseta elegante —explicó Miller, señalando la corbata de lazo impresa en el cuello.
—Es encantador —dije con una sonrisa—. ¿Puedes ayudarme a llevar esto afuera? —Le di a Miller una cesta de panecillos y a Josh una botella de vino. Los seguí hasta la terraza con un plato de queso que había cortado antes.
—¿Solo Somos nosotros tres? —preguntó Josh.
—No voy a mentir, estoy disfrutando completamente la proporción de chica a chico en este escenario —dijo Miller.
—Invité a Critter, pero dijo que ya tenía planes.
—Eso no respondió la pregunta —dijo Josh a sabiendas.
—No, no somos solo nosotros tres. —Puse las copas de vino sobre la mesa. Noté movimiento por el rabillo de mi ojo. Mi corazón golpeó fuerte contra mi caja torácica. Mis palmas comenzaron a sudar.
—Entonces, ¿quién más vendrá? —preguntó Miller.
Finn salió de las sombras a la luz de la luna, vistiendo una ajustada camiseta negra y pantalón oscuro bajo en sus caderas, cabello rubio peinado hacia atrás después de un baño reciente.
—Yo.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias, ojalá que Finn se reconcilie con sus amigos. Que hot la escena de la lluvia
Tatine- Mensajes : 1561
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias!! Me gusta cómo se ayudan mutuamente, Finn a superar sus miedos y Sawyer a que Finn recupere su vida...
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Voy a empezar la lectura. Ni bien pueda, me pongo al día con ustedes...
martenu1011- Mensajes : 351
Fecha de inscripción : 05/06/2014
Edad : 41
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Flinn ya es saliendo de esa vida solitaria y Sawyer también esta superando sus traumas
Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
Fecha de inscripción : 05/01/2020
Edad : 61
Localización : Broward Florida
Página 4 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
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