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Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
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Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 32
Finn
Mis amigos me miraron como si hubieran visto un fantasma y fue justo, porque en cierto modo, lo habían hecho.
Miraban acusatoriamente a Sawyer, solo que ella sonreía y fingía no sentir sus miradas inquisitivas. Fue a sacar sillas para que nos sentáramos en la mesa como si nos hubiéramos juntado los cuatro.
—Hice lasaña —dijo, mordiéndose el labio inferior—. Nunca he hecho una antes. Seguí las instrucciones de la caja. Espero que haya salido bien.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó Miller, sentándose en la pequeña mesa para cuatro personas en la nueva cubierta de Sawyer—. ¿Es esta una invitación de amigos?
Sawyer se metió un cubo de queso en la boca y extendió la mano mientras me acercaba. Una vez que nuestras manos se conectaron fue como si supiera, a pesar de todo, a pesar del aspecto de dolor y traición en los rostros de mis amigos, a pesar del daño que había causado, que todo estaría bien.
—Se llama cena —comenzó Sawyer—. Kayla me contó sobre ellas. Es la primera vez que organizo una. ¿No es emocionante? —Aplaudió y rebotó en las puntas de sus pies.
Si estaban pensando en irse, ladrar o incluso gruñir sobre las circunstancias, Sawyer prácticamente lo había hecho imposible con su emoción. No había forma que fueran a matar eso en ella. Tendrías que ser completamente desalmado para querer participar en arrancar esa sonrisa de su hermoso rostro.
Miller y Josh asintieron lentamente, ninguno apartó los ojos de mí, como si en cualquier momento fuera a empuñar un cuchillo y a tomarlos a ambos como rehenes.
—Siéntense, muchachos —dijo Sawyer, mientras se giraba hacia mí—. ¿Puedes ayudarme?
La seguí adentro dejando a Josh y a Miller en la terraza con una expresión confusa en sus rostros que sería casi cómica si mis entrañas no estuvieran agitadas.
—Estará bien —dijo Sawyer, sonriendo mientras se inclinaba y sacaba una bandeja de lasaña del horno. No pude evitar mirar la parte trasera de sus piernas y su trasero cuando su vestido se levantó. Tomó una agarradera y quitó la lámina de la parte superior. El olor más increíble se elevó con el vapor.
El color azul que llevaba hacía que su rostro y ojos se iluminaran por completo. No me dolió que fuera la chica más hermosa que había visto en mi vida. Vestida o no.
—Antes que se me olvide decirte, te ves absolutamente hermosa —dije, caminando detrás de ella y besándola en la cabeza. Se inclinó hacia atrás e inhaló mi aroma.
—Gracias. No te ves tan mal tampoco.
Se giró en mis brazos y me dio dos de los cuatro cuencos de ensalada en el mostrador.
—Realmente va a estar bien —me aseguró.
No sabía si estaba en lo cierto o no, pero después que la ayudé a ver las tormentas bajo una luz diferente, insistió en que me ayudaría con mi mayor temor.
Mis amigos.
Me reí.
—Soy un hombre maduro y tengo miedo a muerte porque tengo que disculparme por ser el pendejo más grande del mundo por más de dos años. ¿Por qué estás tan segura que me perdonarán?
—La razón por la que están tan enojados contigo es porque te quieren mucho. Sé que te perdonarán. No me has conocido por mucho tiempo pero me dejaste entrar. Los conoces casi de toda tu vida. Déjalos entrar, también. Te perdonarán.
—¿Cuándo te volviste tan sabia? —pregunté, mirando sus hermosos ojos dorados profundamente. Ojos en los que podría perderme.
Ojos en los que ya estaba perdido.
—¿Estás listo? —preguntó Sawyer, empujando la puerta con la rodilla.
—Ni siquiera un poco —murmuré, saliendo a la luz de la luna y al escrutinio de mis dos antiguos mejores amigos.
Ponemos la ensalada sobre la mesa.
—¿Puedes abrir esto por mí? —preguntó Sawyer como si no pudiera sentir la tensión a su alrededor.
—Creo que necesito decir algo —dije antes de sentarme.
—Creo que es sabio —bromeó Miller.
—Esta es la cena de inauguración de Sawyer. Creo que deberíamos disfrutarla y si están preparados, después me gustaría hablar con los dos. Si no, disfrutemos de una gran comida y vayamos por caminos separados.
—¿Mencioné que es la primera vez que hago lasaña? —intervino Sawyer.
—Huele muy bien —dijo Josh, tomando el vaso de vino que Sawyer le paso. Aparentemente de acuerdo con la oferta que acababa de hacer sin reconocerlo. Miller abrió una hielera a sus pies y tomó una cerveza. Giró la parte superior y estaba a punto de tomar un sorbo cuando se detuvo y la puso sobre la mesa, deslizándola hacia mí.
—Esto es para ti, mierda —murmuró, agarrando otra cerveza y abriéndola.
—Gracias —dije, tomando un sorbo y volviendo a bajarla.
—Deberías golpearla sobre tu jodido cráneo —murmuró Josh.
—¿Qué fue eso? —preguntó Sawyer.
Josh cambió de marcha y le sonrió a Sawyer.
—Dije que no puedo esperar a probar la lasaña. ¿Qué tipo de aderezo está en la ensalada?
Sawyer y yo nos sentamos y sonrió radiante sobre la mesa, prácticamente brillando de emoción.
—Es Bebe. Ella la hace y la vende en el mercado de agricultores en el condado de Brillhart. Dijo que se suponía que era como el aderezo de uno de esos grandes restaurantes italianos, pero nunca he estado en uno, así que no puedo comparar.
—Es mejor —le ofrecí, tomando un bocado. Bebe realmente hacía el mejor aderezo. Era ligeramente dulce con un toque picante.
Miller y Josh asintieron y nadie volvió a hablar hasta que terminaron las ensaladas y ayudé a Sawyer a cortar y servir la lasaña.
—¿No vas a probar el vino? —dijo Josh, señalando el vaso todavía lleno de Sawyer a pesar que el suyo todavía estaba lleno.
Sawyer sonrió y giró sus hombros hacia adentro.
—En realidad, nunca probé vino antes. Vi una imagen en la tienda general de una gran fiesta, tomando vino y me gustó mucho su aspecto —admitió.
Su confesión hizo que mi corazón se constriñera. Tosí en mi puño y señalé mi comida como si tuviera un poco de pasta atrapada en la garganta.
—¿Cómo es que nunca has bebido vino? —preguntó Miller. —Quiero decir, Josh me dijo que tu familia era toda de Waco y una mierda, pero ¿la gente de culto no bebe?
Hubo una explosión debajo de la mesa. La salsa de pasta en mi plato saltó.
—Auch, ¿qué demonios? —preguntó Miller, mirando a Josh.
—Está bien. Mi familia no estaba en un culto. Vivían en una sociedad común, pero son lo que llamarías... —buscó la palabra.
—¿Extremistas? —le ofrecí.
—Eso es —dijo y podía decir que no quería hablar más sobre su pasado, así que traté de pensar en algo para cambiar el tema, pero por suerte Josh estaba pensando lo mismo.
—Me encanta tu nueva casa. ¿Qué tal es ser propietaria de una casa? —preguntó Josh.
—¿Honestamente? —Sawyer miró hacia la casa—. Me gustaría no saber que Sterling fue quien me la compró.
—¿Sterling la compró para ti? —preguntó Miller, rascándose la cabeza. Él y Josh intercambiaron miradas de complicidad—. ¿Qué te hace pensar eso?
—Él... dijo que el inversionista me la había comprado. El que ha estado ayudando a toda la gente de la ciudad a conservar sus casas. Y dado que él y Finn eran los únicos allí ese día cuando... —Su voz se apagó cuando la comprensión se afianzó.
Miller le guiñó un ojo y Josh se rió entre dientes.
—Fuiste tú —dijo Sawyer, mirándome—. ¿Cómo? ¿Es tu trabajo o algo así? —Su confusión fue francamente adorable—. ¿Me compraste una casa?
Todo lo que pude hacer en respuesta fue sonreír. Mi corazón se hinchó mientras su sonrisa crecía. Inicialmente no tenía planes de contárselo, pero no podía dejar que pensara en la mierda que Sterling la había comprado y asociarla con él cada vez que la mirara.
—Finn no necesita trabajar, es el mayor propietario de tierras en tres condados. Le arrienda tierras al gobierno —dijo Miller entre bocados. Agarró otro rollo de la canasta y lo abrió por la mitad.
—¿Qué? —Sawyer quedó boquiabierta—. Pero vives en…—Miró por encima de mi hombro hacia la choza del pantano.
—Esa no es mi casa —dije, tirando de ella a mi regazo cuando se levantó de la silla.
—Es solo su escondite —dijo Josh—. Y uno pésimo. Miller y yo sabíamos dónde estabas desde el primer día.
—¿Lo hacíamos? —preguntó Miller, sonando confundido.
Josh solo negó y se rió entre dientes.
—Está bien, sabía dónde estabas —corrigió.
—Entonces, ¿ese es tu trabajo? ¿O es más una pasión? —preguntó Sawyer inocentemente. Besé su mandíbula y la sentí estremecerse en mi regazo. También sentí las miradas desde el otro lado de la mesa cuando Josh y Miller sumaron dos más dos y aprendieron de primera mano lo serio que era acerca de Sawyer.
—Mi pasión eres tú—le dije, viendo cómo sus mejillas se calentaban entre las pecas—. Tengo una empresa de administración de propiedades que maneja todo. Recibo un cheque. Y a veces uso ese cheque para invertir en otras propiedades.
—¿Me compraste una casa? —repitió Sawyer como si no pudiera creerlo—. ¿Cuándo?
—El día que la viste en el depósito de chatarra. Después de dejarte en Critter's, volví y hablé con Sterling. Preparé todo esa tarde.
—Gracias —dijo, sus ojos bailaban con asombro. Levantó la vista hacia su nueva casa como si la estuviera viendo de nuevo por primera vez.
Mi corazón se hinchó. Algo dentro de mí estaba cambiando, y por primera vez, no odié la forma en que las nuevas emociones estaban moviendo lentamente la culpa y odio cada vez más a un segundo plano. Deseaba a Sawyer. ¿Y más que eso?
Quería hacer feliz a Sawyer.
También quería hacer que se viniera. De nuevo, y de nuevo.
La visión de ella deshaciéndose en mis brazos durante la tormenta estaba dando vueltas en mi cerebro. Nunca había visto algo tan hermoso como cuando su cuerpo finalmente se soltó.
—Hablando de Sterling —comenzó Josh—. No te molestará nunca más. Puedes estar seguro de eso.
—¿Qué hiciste? —pregunté.
Josh sonrió y se echó el cabello sobre los hombros, sus brazaletes dorados se sacudieron y sus pesados pendientes se balancearon.
—Digamos que hice lo impensable. La mierda más oscura y sucia que puedes hacerle a alguien en el sur —dijo, terminando en un susurro.
—Oh, mierda —jadeó Miller, cubriendo su boca y hablando en su mano—. Le dijiste a su madre, ¿verdad?
—Seguro como la mierda lo hice. —Sonrió con orgullo—. Ella le hará algo peor que yo al encerrarlo.
—Gracias —dijo Sawyer, extendiendo la mano y apretando la de Josh.
—No tienes que agradecerme. Ahora somos familia. —Josh miró a Miller y luego a Sawyer y finalmente a mí.
—¿Verdad? —preguntó con un movimiento de su barbilla.
—Correcto.
Fue un intercambio simple. Solo dos palabras habladas. Pero con esas dos palabras, Josh me decía que podíamos seguir. Todos.
Juntos.
—¿Vas a probar eso? —Asentí hacia el vaso de vino de Sawyer.
Miró hacia su vaso y lo olió. Sabía que no había mentido sobre nunca haber probado vino cuando recogió su vaso con dos manos y se lo llevó a la boca.
Los tres la miramos atentamente.
Fue condenadamente adorable la forma en que me miró por encima del borde de su vaso como si me estuviera preguntando si lo estaba haciendo bien.
Le ofrecí un asentimiento tranquilizador.
Sawyer tomó un gran trago y se lo tragó. Hizo una mueca como si hubiera mordido algo inesperadamente amargo.
—Esto —miró su vaso e hizo una mueca—, es realmente repugnante.
Todos nos reímos, incluida Sawyer, y el sonido se extendió sobre la mesa y me golpeó justo en el pecho.
—¿Realmente nunca habías bebido vino? —preguntó Josh, sirviéndose otro vaso.
—No —dijo Sawyer, tomando otro pequeño tentativo sorbo—. Esta sería la primera vez.
—¿Oh, en serio? ¿Qué más no has hecho antes? —Miller movió las cejas sugestivamente. Josh y yo intercambiamos miradas sabias, Sawyer frunció el ceño, sin entender completamente su única clase de insinuaciones.
—Hay muchas cosas que no he hecho. Algunos días siento que no he hecho más cosas. —Se inclinó hacia adelante en su silla.
La brisa se levantó y sopló un mechón de cabello en su rostro y quedé hipnotizado por la belleza pura que era Sawyer.
Entonces, como si estuviera leyendo mi mente, metió el rizo detrás de su oreja.
—¿Qué hay en tu lista? ¿Qué te gustaría hacer? —preguntó Josh, guiando la conversación hacia la zona apta para todo público.
Sawyer se mordió el labio inferior y sus ojos se iluminaron. Miró caprichosamente las estrellas mientras pensaba en su respuesta.
—Mayormente son pequeñas cosas.
—¿Cómo qué? —pregunté. Bebí mi cerveza, mirando a Sawyer por encima de la botella.
—Bueno, me gustaría leer algún libro que desee sin pedir aprobación. Por eso desearía que la biblioteca aún estuviera abierta.
—Si lo estuviera, estoy bastante seguro que tú y Finn serían las únicas personas que irían allí —dijo Josh.
―¿Finn? —preguntó, levantando la vista hacia mí.
—¿No lo sabías? Finn ha leído como todos los libros —dijo Miller, apuñalando su tenedor en un cubo de queso.
—Al menos sabe leer —murmuró Josh.
—Sé cómo leer —argumentó Miller, señalando con el queso a Josh—. Maxim2 tiene más que solo fotos, sabes.
—¿Qué más? —pregunté, con curiosidad sobre qué más podría tener en su lista. ¿Qué más podría darle?
¿Cómo podría hacerla sonreír?
—Bueno, ahora que probé el vino… —Sawyer se rió, tomando otro sorbo y haciendo una mueca de nuevo.
—Es un gusto adquirido —le aseguró Josh.
Sonrió y aspiró aire entre dientes.
—Todo. Todo está en mi lista. Quiero probar y experimentar todo lo que la vida tiene para ofrecer. Es demasiado corta para desperdiciarla y he pasado veintiún años perdiéndomela.
—Entonces, ¿estás diciendo que quieres cometer crímenes y robar bancos? —Bromeé.
—Claro, ¿por qué no? —respondió. Sosteniendo su copa de vino sin beber.
—Nah, no creo que lo tengas dentro —dijo Miller, con su cerveza deteniéndose en sus labios.
La sonrisa de Sawyer se estaba extendiendo, dejó su copa de vino.
—Sí robé.
—¿De verdad? Oh, esto va a ser bueno. ¿Qué robaste? —preguntó Josh, sirviéndose otro vaso.
Sawyer sonrió, sacando el hoyuelo de su mejilla.
—Le robé dinero a mi padre. Técnicamente era dinero de la iglesia. Lo tomé antes de irme.
—¿Y qué? ¿Tomaste veinte dólares del plato de recolección? —Se burló Miller, eructando ruidosamente.
Josh lo pateó debajo de la mesa.
—Ay, bebé. La próxima vez que me lastimes, asegúrate de hacerlo cuando estemos desnudos.
—Prueba con diecinueve mil dólares de donaciones semanales de la iglesia —lo corrigió Sawyer, sentándose directamente en su silla.
Apreté mi agarre en el brazo de la silla y casi escupí mi cerveza.
La mesa permaneció en silencio hasta que Josh intervino.
—De ninguna manera. Estás mintiendo.
—Es verdad. Me pidió que hiciera el depósito. En cambio, lo tomé cuando me fui.
—¿Qué hiciste con el dinero? —preguntó Miller con curiosidad, pendiente de cada palabra de Sawyer.
—En el camino a las afueras, paré y doné la mitad a un centro de mujeres y niños maltratados, la otra mitad a un centro de llamadas para la prevención del suicidio. —Sawyer comenzó a reír a carcajadas a mitad de su frase, cuando terminó estaba en una risa en toda regla.
—¡Mala! —exclamó Miller, levantando su cerveza a modo de saludo antes de terminarla y dejarla sobre la mesa.
—¿Qué es tan gracioso? —le pregunté a Sawyer. Riendo con ella aunque no sabía por qué, excepto que la risa de Sawyer era contagiosa.
—Hice las donaciones en nombre de mi padre.
Entonces todos estuvimos riendo junto con ella. El sonido de la risa de Sawyer llegó directo a mi corazón, donde nada más que alegría y orgullo lo hacían latir erráticamente.
Notablemente ausente, era culpa de mi viejo amigo.
—Guau, eso es tener carácter. —Josh le dio a Sawyer un puñetazo, que devolvió torpemente.
La mirada de Sawyer atrapó la mía como si esperara escuchar mi respuesta a lo que había hecho.
—Estoy impresionado —dije.
Sonrió.
Y lo estaba. Mi inocente niña había hecho algo que tomó muchísimas agallas. Ahora que lo pienso, todo lo que hizo tomó muchísimas agallas.
Extendí la mano y agarré el brazo de su silla, deslizándola lo más cerca posible de mí. Planté un suave pero firme beso en sus regordetes labios rosados y la miré directamente a los ojos, tomando su mejilla en mi mano.
—Esa es mi chica.
Una garganta se despejó.
—Tu chica, ¿eh? —preguntó Miller, levantando las cejas.
Respondí sin romper contacto visual con Sawyer que todavía me sonreía.
—Sí. MI chica.
2 Maxim: Revista internacional para hombres, ideada y lanzada en el Reino Unido.
Miraban acusatoriamente a Sawyer, solo que ella sonreía y fingía no sentir sus miradas inquisitivas. Fue a sacar sillas para que nos sentáramos en la mesa como si nos hubiéramos juntado los cuatro.
—Hice lasaña —dijo, mordiéndose el labio inferior—. Nunca he hecho una antes. Seguí las instrucciones de la caja. Espero que haya salido bien.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó Miller, sentándose en la pequeña mesa para cuatro personas en la nueva cubierta de Sawyer—. ¿Es esta una invitación de amigos?
Sawyer se metió un cubo de queso en la boca y extendió la mano mientras me acercaba. Una vez que nuestras manos se conectaron fue como si supiera, a pesar de todo, a pesar del aspecto de dolor y traición en los rostros de mis amigos, a pesar del daño que había causado, que todo estaría bien.
—Se llama cena —comenzó Sawyer—. Kayla me contó sobre ellas. Es la primera vez que organizo una. ¿No es emocionante? —Aplaudió y rebotó en las puntas de sus pies.
Si estaban pensando en irse, ladrar o incluso gruñir sobre las circunstancias, Sawyer prácticamente lo había hecho imposible con su emoción. No había forma que fueran a matar eso en ella. Tendrías que ser completamente desalmado para querer participar en arrancar esa sonrisa de su hermoso rostro.
Miller y Josh asintieron lentamente, ninguno apartó los ojos de mí, como si en cualquier momento fuera a empuñar un cuchillo y a tomarlos a ambos como rehenes.
—Siéntense, muchachos —dijo Sawyer, mientras se giraba hacia mí—. ¿Puedes ayudarme?
La seguí adentro dejando a Josh y a Miller en la terraza con una expresión confusa en sus rostros que sería casi cómica si mis entrañas no estuvieran agitadas.
—Estará bien —dijo Sawyer, sonriendo mientras se inclinaba y sacaba una bandeja de lasaña del horno. No pude evitar mirar la parte trasera de sus piernas y su trasero cuando su vestido se levantó. Tomó una agarradera y quitó la lámina de la parte superior. El olor más increíble se elevó con el vapor.
El color azul que llevaba hacía que su rostro y ojos se iluminaran por completo. No me dolió que fuera la chica más hermosa que había visto en mi vida. Vestida o no.
—Antes que se me olvide decirte, te ves absolutamente hermosa —dije, caminando detrás de ella y besándola en la cabeza. Se inclinó hacia atrás e inhaló mi aroma.
—Gracias. No te ves tan mal tampoco.
Se giró en mis brazos y me dio dos de los cuatro cuencos de ensalada en el mostrador.
—Realmente va a estar bien —me aseguró.
No sabía si estaba en lo cierto o no, pero después que la ayudé a ver las tormentas bajo una luz diferente, insistió en que me ayudaría con mi mayor temor.
Mis amigos.
Me reí.
—Soy un hombre maduro y tengo miedo a muerte porque tengo que disculparme por ser el pendejo más grande del mundo por más de dos años. ¿Por qué estás tan segura que me perdonarán?
—La razón por la que están tan enojados contigo es porque te quieren mucho. Sé que te perdonarán. No me has conocido por mucho tiempo pero me dejaste entrar. Los conoces casi de toda tu vida. Déjalos entrar, también. Te perdonarán.
—¿Cuándo te volviste tan sabia? —pregunté, mirando sus hermosos ojos dorados profundamente. Ojos en los que podría perderme.
Ojos en los que ya estaba perdido.
—¿Estás listo? —preguntó Sawyer, empujando la puerta con la rodilla.
—Ni siquiera un poco —murmuré, saliendo a la luz de la luna y al escrutinio de mis dos antiguos mejores amigos.
Ponemos la ensalada sobre la mesa.
—¿Puedes abrir esto por mí? —preguntó Sawyer como si no pudiera sentir la tensión a su alrededor.
—Creo que necesito decir algo —dije antes de sentarme.
—Creo que es sabio —bromeó Miller.
—Esta es la cena de inauguración de Sawyer. Creo que deberíamos disfrutarla y si están preparados, después me gustaría hablar con los dos. Si no, disfrutemos de una gran comida y vayamos por caminos separados.
—¿Mencioné que es la primera vez que hago lasaña? —intervino Sawyer.
—Huele muy bien —dijo Josh, tomando el vaso de vino que Sawyer le paso. Aparentemente de acuerdo con la oferta que acababa de hacer sin reconocerlo. Miller abrió una hielera a sus pies y tomó una cerveza. Giró la parte superior y estaba a punto de tomar un sorbo cuando se detuvo y la puso sobre la mesa, deslizándola hacia mí.
—Esto es para ti, mierda —murmuró, agarrando otra cerveza y abriéndola.
—Gracias —dije, tomando un sorbo y volviendo a bajarla.
—Deberías golpearla sobre tu jodido cráneo —murmuró Josh.
—¿Qué fue eso? —preguntó Sawyer.
Josh cambió de marcha y le sonrió a Sawyer.
—Dije que no puedo esperar a probar la lasaña. ¿Qué tipo de aderezo está en la ensalada?
Sawyer y yo nos sentamos y sonrió radiante sobre la mesa, prácticamente brillando de emoción.
—Es Bebe. Ella la hace y la vende en el mercado de agricultores en el condado de Brillhart. Dijo que se suponía que era como el aderezo de uno de esos grandes restaurantes italianos, pero nunca he estado en uno, así que no puedo comparar.
—Es mejor —le ofrecí, tomando un bocado. Bebe realmente hacía el mejor aderezo. Era ligeramente dulce con un toque picante.
Miller y Josh asintieron y nadie volvió a hablar hasta que terminaron las ensaladas y ayudé a Sawyer a cortar y servir la lasaña.
—¿No vas a probar el vino? —dijo Josh, señalando el vaso todavía lleno de Sawyer a pesar que el suyo todavía estaba lleno.
Sawyer sonrió y giró sus hombros hacia adentro.
—En realidad, nunca probé vino antes. Vi una imagen en la tienda general de una gran fiesta, tomando vino y me gustó mucho su aspecto —admitió.
Su confesión hizo que mi corazón se constriñera. Tosí en mi puño y señalé mi comida como si tuviera un poco de pasta atrapada en la garganta.
—¿Cómo es que nunca has bebido vino? —preguntó Miller. —Quiero decir, Josh me dijo que tu familia era toda de Waco y una mierda, pero ¿la gente de culto no bebe?
Hubo una explosión debajo de la mesa. La salsa de pasta en mi plato saltó.
—Auch, ¿qué demonios? —preguntó Miller, mirando a Josh.
—Está bien. Mi familia no estaba en un culto. Vivían en una sociedad común, pero son lo que llamarías... —buscó la palabra.
—¿Extremistas? —le ofrecí.
—Eso es —dijo y podía decir que no quería hablar más sobre su pasado, así que traté de pensar en algo para cambiar el tema, pero por suerte Josh estaba pensando lo mismo.
—Me encanta tu nueva casa. ¿Qué tal es ser propietaria de una casa? —preguntó Josh.
—¿Honestamente? —Sawyer miró hacia la casa—. Me gustaría no saber que Sterling fue quien me la compró.
—¿Sterling la compró para ti? —preguntó Miller, rascándose la cabeza. Él y Josh intercambiaron miradas de complicidad—. ¿Qué te hace pensar eso?
—Él... dijo que el inversionista me la había comprado. El que ha estado ayudando a toda la gente de la ciudad a conservar sus casas. Y dado que él y Finn eran los únicos allí ese día cuando... —Su voz se apagó cuando la comprensión se afianzó.
Miller le guiñó un ojo y Josh se rió entre dientes.
—Fuiste tú —dijo Sawyer, mirándome—. ¿Cómo? ¿Es tu trabajo o algo así? —Su confusión fue francamente adorable—. ¿Me compraste una casa?
Todo lo que pude hacer en respuesta fue sonreír. Mi corazón se hinchó mientras su sonrisa crecía. Inicialmente no tenía planes de contárselo, pero no podía dejar que pensara en la mierda que Sterling la había comprado y asociarla con él cada vez que la mirara.
—Finn no necesita trabajar, es el mayor propietario de tierras en tres condados. Le arrienda tierras al gobierno —dijo Miller entre bocados. Agarró otro rollo de la canasta y lo abrió por la mitad.
—¿Qué? —Sawyer quedó boquiabierta—. Pero vives en…—Miró por encima de mi hombro hacia la choza del pantano.
—Esa no es mi casa —dije, tirando de ella a mi regazo cuando se levantó de la silla.
—Es solo su escondite —dijo Josh—. Y uno pésimo. Miller y yo sabíamos dónde estabas desde el primer día.
—¿Lo hacíamos? —preguntó Miller, sonando confundido.
Josh solo negó y se rió entre dientes.
—Está bien, sabía dónde estabas —corrigió.
—Entonces, ¿ese es tu trabajo? ¿O es más una pasión? —preguntó Sawyer inocentemente. Besé su mandíbula y la sentí estremecerse en mi regazo. También sentí las miradas desde el otro lado de la mesa cuando Josh y Miller sumaron dos más dos y aprendieron de primera mano lo serio que era acerca de Sawyer.
—Mi pasión eres tú—le dije, viendo cómo sus mejillas se calentaban entre las pecas—. Tengo una empresa de administración de propiedades que maneja todo. Recibo un cheque. Y a veces uso ese cheque para invertir en otras propiedades.
—¿Me compraste una casa? —repitió Sawyer como si no pudiera creerlo—. ¿Cuándo?
—El día que la viste en el depósito de chatarra. Después de dejarte en Critter's, volví y hablé con Sterling. Preparé todo esa tarde.
—Gracias —dijo, sus ojos bailaban con asombro. Levantó la vista hacia su nueva casa como si la estuviera viendo de nuevo por primera vez.
Mi corazón se hinchó. Algo dentro de mí estaba cambiando, y por primera vez, no odié la forma en que las nuevas emociones estaban moviendo lentamente la culpa y odio cada vez más a un segundo plano. Deseaba a Sawyer. ¿Y más que eso?
Quería hacer feliz a Sawyer.
También quería hacer que se viniera. De nuevo, y de nuevo.
La visión de ella deshaciéndose en mis brazos durante la tormenta estaba dando vueltas en mi cerebro. Nunca había visto algo tan hermoso como cuando su cuerpo finalmente se soltó.
—Hablando de Sterling —comenzó Josh—. No te molestará nunca más. Puedes estar seguro de eso.
—¿Qué hiciste? —pregunté.
Josh sonrió y se echó el cabello sobre los hombros, sus brazaletes dorados se sacudieron y sus pesados pendientes se balancearon.
—Digamos que hice lo impensable. La mierda más oscura y sucia que puedes hacerle a alguien en el sur —dijo, terminando en un susurro.
—Oh, mierda —jadeó Miller, cubriendo su boca y hablando en su mano—. Le dijiste a su madre, ¿verdad?
—Seguro como la mierda lo hice. —Sonrió con orgullo—. Ella le hará algo peor que yo al encerrarlo.
—Gracias —dijo Sawyer, extendiendo la mano y apretando la de Josh.
—No tienes que agradecerme. Ahora somos familia. —Josh miró a Miller y luego a Sawyer y finalmente a mí.
—¿Verdad? —preguntó con un movimiento de su barbilla.
—Correcto.
Fue un intercambio simple. Solo dos palabras habladas. Pero con esas dos palabras, Josh me decía que podíamos seguir. Todos.
Juntos.
—¿Vas a probar eso? —Asentí hacia el vaso de vino de Sawyer.
Miró hacia su vaso y lo olió. Sabía que no había mentido sobre nunca haber probado vino cuando recogió su vaso con dos manos y se lo llevó a la boca.
Los tres la miramos atentamente.
Fue condenadamente adorable la forma en que me miró por encima del borde de su vaso como si me estuviera preguntando si lo estaba haciendo bien.
Le ofrecí un asentimiento tranquilizador.
Sawyer tomó un gran trago y se lo tragó. Hizo una mueca como si hubiera mordido algo inesperadamente amargo.
—Esto —miró su vaso e hizo una mueca—, es realmente repugnante.
Todos nos reímos, incluida Sawyer, y el sonido se extendió sobre la mesa y me golpeó justo en el pecho.
—¿Realmente nunca habías bebido vino? —preguntó Josh, sirviéndose otro vaso.
—No —dijo Sawyer, tomando otro pequeño tentativo sorbo—. Esta sería la primera vez.
—¿Oh, en serio? ¿Qué más no has hecho antes? —Miller movió las cejas sugestivamente. Josh y yo intercambiamos miradas sabias, Sawyer frunció el ceño, sin entender completamente su única clase de insinuaciones.
—Hay muchas cosas que no he hecho. Algunos días siento que no he hecho más cosas. —Se inclinó hacia adelante en su silla.
La brisa se levantó y sopló un mechón de cabello en su rostro y quedé hipnotizado por la belleza pura que era Sawyer.
Entonces, como si estuviera leyendo mi mente, metió el rizo detrás de su oreja.
—¿Qué hay en tu lista? ¿Qué te gustaría hacer? —preguntó Josh, guiando la conversación hacia la zona apta para todo público.
Sawyer se mordió el labio inferior y sus ojos se iluminaron. Miró caprichosamente las estrellas mientras pensaba en su respuesta.
—Mayormente son pequeñas cosas.
—¿Cómo qué? —pregunté. Bebí mi cerveza, mirando a Sawyer por encima de la botella.
—Bueno, me gustaría leer algún libro que desee sin pedir aprobación. Por eso desearía que la biblioteca aún estuviera abierta.
—Si lo estuviera, estoy bastante seguro que tú y Finn serían las únicas personas que irían allí —dijo Josh.
―¿Finn? —preguntó, levantando la vista hacia mí.
—¿No lo sabías? Finn ha leído como todos los libros —dijo Miller, apuñalando su tenedor en un cubo de queso.
—Al menos sabe leer —murmuró Josh.
—Sé cómo leer —argumentó Miller, señalando con el queso a Josh—. Maxim2 tiene más que solo fotos, sabes.
—¿Qué más? —pregunté, con curiosidad sobre qué más podría tener en su lista. ¿Qué más podría darle?
¿Cómo podría hacerla sonreír?
—Bueno, ahora que probé el vino… —Sawyer se rió, tomando otro sorbo y haciendo una mueca de nuevo.
—Es un gusto adquirido —le aseguró Josh.
Sonrió y aspiró aire entre dientes.
—Todo. Todo está en mi lista. Quiero probar y experimentar todo lo que la vida tiene para ofrecer. Es demasiado corta para desperdiciarla y he pasado veintiún años perdiéndomela.
—Entonces, ¿estás diciendo que quieres cometer crímenes y robar bancos? —Bromeé.
—Claro, ¿por qué no? —respondió. Sosteniendo su copa de vino sin beber.
—Nah, no creo que lo tengas dentro —dijo Miller, con su cerveza deteniéndose en sus labios.
La sonrisa de Sawyer se estaba extendiendo, dejó su copa de vino.
—Sí robé.
—¿De verdad? Oh, esto va a ser bueno. ¿Qué robaste? —preguntó Josh, sirviéndose otro vaso.
Sawyer sonrió, sacando el hoyuelo de su mejilla.
—Le robé dinero a mi padre. Técnicamente era dinero de la iglesia. Lo tomé antes de irme.
—¿Y qué? ¿Tomaste veinte dólares del plato de recolección? —Se burló Miller, eructando ruidosamente.
Josh lo pateó debajo de la mesa.
—Ay, bebé. La próxima vez que me lastimes, asegúrate de hacerlo cuando estemos desnudos.
—Prueba con diecinueve mil dólares de donaciones semanales de la iglesia —lo corrigió Sawyer, sentándose directamente en su silla.
Apreté mi agarre en el brazo de la silla y casi escupí mi cerveza.
La mesa permaneció en silencio hasta que Josh intervino.
—De ninguna manera. Estás mintiendo.
—Es verdad. Me pidió que hiciera el depósito. En cambio, lo tomé cuando me fui.
—¿Qué hiciste con el dinero? —preguntó Miller con curiosidad, pendiente de cada palabra de Sawyer.
—En el camino a las afueras, paré y doné la mitad a un centro de mujeres y niños maltratados, la otra mitad a un centro de llamadas para la prevención del suicidio. —Sawyer comenzó a reír a carcajadas a mitad de su frase, cuando terminó estaba en una risa en toda regla.
—¡Mala! —exclamó Miller, levantando su cerveza a modo de saludo antes de terminarla y dejarla sobre la mesa.
—¿Qué es tan gracioso? —le pregunté a Sawyer. Riendo con ella aunque no sabía por qué, excepto que la risa de Sawyer era contagiosa.
—Hice las donaciones en nombre de mi padre.
Entonces todos estuvimos riendo junto con ella. El sonido de la risa de Sawyer llegó directo a mi corazón, donde nada más que alegría y orgullo lo hacían latir erráticamente.
Notablemente ausente, era culpa de mi viejo amigo.
—Guau, eso es tener carácter. —Josh le dio a Sawyer un puñetazo, que devolvió torpemente.
La mirada de Sawyer atrapó la mía como si esperara escuchar mi respuesta a lo que había hecho.
—Estoy impresionado —dije.
Sonrió.
Y lo estaba. Mi inocente niña había hecho algo que tomó muchísimas agallas. Ahora que lo pienso, todo lo que hizo tomó muchísimas agallas.
Extendí la mano y agarré el brazo de su silla, deslizándola lo más cerca posible de mí. Planté un suave pero firme beso en sus regordetes labios rosados y la miré directamente a los ojos, tomando su mejilla en mi mano.
—Esa es mi chica.
Una garganta se despejó.
—Tu chica, ¿eh? —preguntó Miller, levantando las cejas.
Respondí sin romper contacto visual con Sawyer que todavía me sonreía.
—Sí. MI chica.
2 Maxim: Revista internacional para hombres, ideada y lanzada en el Reino Unido.
berny_girl- Mensajes : 2842
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Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 33
Sawyer
Mi chica.
Estaba totalmente aturdida cuando me excusé para entrar y agarrar la tarta que había horneado. Cuando volví a la terraza, los tres viejos amigos se reían de algún recuerdo de su infancia y, aunque no tenía idea de qué estaban hablando, sonreí y reí junto con ellos. No recuerdo haberme divertido tanto durante una comida.
Miller seguía hablando mientras ponía una pastilla rosa en la mesa y comenzaba a triturarla con el dorso de la cuchara antes de usar un billete de un dólar enrollado para esnifar el polvo por su nariz.
Finn no parecía afectado por su comportamiento, como lo había visto mil veces antes, mientras que la mirada en el rostro de Josh era de desaprobación y molestia al ver a Miller esnifar líneas de la mesa.
—¿Qué? —preguntó Miller cuando notó que Josh lo estaba mirando.
Finn rió entre dientes y me apretó la rodilla.
Ella agitó una mano sobre el polvo sobre la mesa.
—¿Ah, esto? —preguntó Miller—. Es solo Ritalin. Es para mí TDAH3—asintió a su propia declaración y esnifó otra línea con los ojos desafiantemente pegados a los de Josh.
Josh arrebató la botella de píldoras del bolsillo de Miller. Golpeteó una uña contra la etiqueta.
—Oh sí, aquí dice aplastar tres tabletas dos veces al día y esnifar con alimentos —dijo sarcásticamente—. Al menos puedes pretender tener respeto por el hecho que soy policía.
—Sí, tan pronto puedas mostrar algo de respeto por mi profesión elegida —dijo Miller, con su nariz cubierta de polvo en el aire.
—¿Tu profesión? —cuestionó Josh.
—Sí, bueno, una de ellas de todos modos.
—¿Traficante de drogas? —intervino Josh—. ¿Te refieres a ese?
—Me gusta considerarme más un sommelier de narcóticos. —Esnifó—. No veo que le des mierda a Finn sobre fumar marihuana.
—Porque es hierba, idiota. Es legal en algunos estados. Y por favor. Recuerda una cosa, te estoy dando mierda al respecto. No te estoy arrestando por eso.
—Bueno, eso es algo bueno porque... —comenzó Miller.
—AÚN —interrumpió, inmovilizándolo en el respaldo de su silla con su mirada endurecida.
—No lo harías —susurró Miller dramáticamente, extrayendo las palabras lentamente mientras se alejaba de Josh.
—Pruébame.
Presioné mis labios para no reírme.
—Si me arrestas, interpretaré que no nos vamos a casar y tener bebés —dijo Miller.
—Hablas mucho, pero te das cuenta que nunca me has invitado a salir —anunció Josh de repente, sorprendiendo a todos en la mesa, incluido Miller, quien parecía francamente ofendido.
—¡Sí lo hice! —argumentó Miller.
Josh puso los ojos en blanco.
—Oh, por favor, invitarme tacos, tequila y anal no es invitarme a salir.
La mandíbula de Miller cayó. Sostuvo una mano sobre su pecho.
—Creo que suena como una manera perfectamente romántica de pasar la noche. Solo eres demasiado exigente.
—Tal vez lo soy. —Se encogió de hombros.
—Bueno, entonces tal vez deberías quedarte con el coño —gimió Miller.
Josh se levantó de la silla y entrecerró los ojos hacia él, manteniendo su mirada fija hasta que Miller levantó la vista y saltó cuando la encontró de pie directamente encima de él.
—¿Qué? —preguntó, moviéndose en su silla.
—Tal vez deberías dejar de ser un coño —escupió Josh. Y con eso, se fue, cruzando el claro, en dirección a la cabaña de Finn.
Miller miró de acá para allá entre Finn y yo.
—¿Qué diablos acaba de pasar? —preguntó Miller.
—Creo que acabas de ser rechazado. Otra vez —dijo Finn, abriendo una cerveza.
—Jooodeeer... Ya ofrecí tacos, sushi y anal. ¿Qué más hay? —preguntó Miller dejando caer su cabeza a sus manos.
—No, eso no es así para nada. No te rechazó —intervine.
—¿No lo hizo? —preguntaron Miller y Finn al mismo tiempo.
Negué con la cabeza.
—No.
—Entonces... ¿qué sucedió? —preguntó Miller. Tanto él como Finn se inclinaron hacia adelante en sus sillas.
Tomé un sorbo de mi cerveza y sonreí.
—Creo que simplemente te dijo que trajeras tu mejor juego.
Miller gruñó algo inaudible y siguió a Josh a la cabaña de Finn.
—Gracias por todo esto —dije, una vez que estuvimos solos—. No tenías que comprarme una casa solo para que me gustaras. Me gustaste desde el principio, incluso cuando pensé que no.
—No lo hice para que te gustara. Lo hice porque quería hacerte feliz. Quería hacerte sentir bien —dijo Finn.
—¿Por qué?
—Porque… —Giró su silla hacia la mía para que nuestras rodillas se tocaran—. Aprendí que cuando te hago sentir bien también me hace sentir bien.
Tragué con fuerza.
—¿Lo hace?
—De hecho, te mostraré...
Se inclinó hacia adelante. Nuestros labios estaban a unos centimetros de distancia, cuando un estruendo rompió el espacio entre nosotros y resonó en el claro.
—¿Eso fue... un disparo? —llamé a Finn que ya estaba corriendo hacia la cabaña.
—Quédate detrás de mí —ordenó mientras lo seguía.
Finn me lanzó una mirada de preocupación cuando llegamos al porche de la cabaña.
—Seguro como el infierno espero que no.
3 TDAH: Trastorno por déficit de atención con hiperactividad
Estaba totalmente aturdida cuando me excusé para entrar y agarrar la tarta que había horneado. Cuando volví a la terraza, los tres viejos amigos se reían de algún recuerdo de su infancia y, aunque no tenía idea de qué estaban hablando, sonreí y reí junto con ellos. No recuerdo haberme divertido tanto durante una comida.
Miller seguía hablando mientras ponía una pastilla rosa en la mesa y comenzaba a triturarla con el dorso de la cuchara antes de usar un billete de un dólar enrollado para esnifar el polvo por su nariz.
Finn no parecía afectado por su comportamiento, como lo había visto mil veces antes, mientras que la mirada en el rostro de Josh era de desaprobación y molestia al ver a Miller esnifar líneas de la mesa.
—¿Qué? —preguntó Miller cuando notó que Josh lo estaba mirando.
Finn rió entre dientes y me apretó la rodilla.
Ella agitó una mano sobre el polvo sobre la mesa.
—¿Ah, esto? —preguntó Miller—. Es solo Ritalin. Es para mí TDAH3—asintió a su propia declaración y esnifó otra línea con los ojos desafiantemente pegados a los de Josh.
Josh arrebató la botella de píldoras del bolsillo de Miller. Golpeteó una uña contra la etiqueta.
—Oh sí, aquí dice aplastar tres tabletas dos veces al día y esnifar con alimentos —dijo sarcásticamente—. Al menos puedes pretender tener respeto por el hecho que soy policía.
—Sí, tan pronto puedas mostrar algo de respeto por mi profesión elegida —dijo Miller, con su nariz cubierta de polvo en el aire.
—¿Tu profesión? —cuestionó Josh.
—Sí, bueno, una de ellas de todos modos.
—¿Traficante de drogas? —intervino Josh—. ¿Te refieres a ese?
—Me gusta considerarme más un sommelier de narcóticos. —Esnifó—. No veo que le des mierda a Finn sobre fumar marihuana.
—Porque es hierba, idiota. Es legal en algunos estados. Y por favor. Recuerda una cosa, te estoy dando mierda al respecto. No te estoy arrestando por eso.
—Bueno, eso es algo bueno porque... —comenzó Miller.
—AÚN —interrumpió, inmovilizándolo en el respaldo de su silla con su mirada endurecida.
—No lo harías —susurró Miller dramáticamente, extrayendo las palabras lentamente mientras se alejaba de Josh.
—Pruébame.
Presioné mis labios para no reírme.
—Si me arrestas, interpretaré que no nos vamos a casar y tener bebés —dijo Miller.
—Hablas mucho, pero te das cuenta que nunca me has invitado a salir —anunció Josh de repente, sorprendiendo a todos en la mesa, incluido Miller, quien parecía francamente ofendido.
—¡Sí lo hice! —argumentó Miller.
Josh puso los ojos en blanco.
—Oh, por favor, invitarme tacos, tequila y anal no es invitarme a salir.
La mandíbula de Miller cayó. Sostuvo una mano sobre su pecho.
—Creo que suena como una manera perfectamente romántica de pasar la noche. Solo eres demasiado exigente.
—Tal vez lo soy. —Se encogió de hombros.
—Bueno, entonces tal vez deberías quedarte con el coño —gimió Miller.
Josh se levantó de la silla y entrecerró los ojos hacia él, manteniendo su mirada fija hasta que Miller levantó la vista y saltó cuando la encontró de pie directamente encima de él.
—¿Qué? —preguntó, moviéndose en su silla.
—Tal vez deberías dejar de ser un coño —escupió Josh. Y con eso, se fue, cruzando el claro, en dirección a la cabaña de Finn.
Miller miró de acá para allá entre Finn y yo.
—¿Qué diablos acaba de pasar? —preguntó Miller.
—Creo que acabas de ser rechazado. Otra vez —dijo Finn, abriendo una cerveza.
—Jooodeeer... Ya ofrecí tacos, sushi y anal. ¿Qué más hay? —preguntó Miller dejando caer su cabeza a sus manos.
—No, eso no es así para nada. No te rechazó —intervine.
—¿No lo hizo? —preguntaron Miller y Finn al mismo tiempo.
Negué con la cabeza.
—No.
—Entonces... ¿qué sucedió? —preguntó Miller. Tanto él como Finn se inclinaron hacia adelante en sus sillas.
Tomé un sorbo de mi cerveza y sonreí.
—Creo que simplemente te dijo que trajeras tu mejor juego.
Miller gruñó algo inaudible y siguió a Josh a la cabaña de Finn.
—Gracias por todo esto —dije, una vez que estuvimos solos—. No tenías que comprarme una casa solo para que me gustaras. Me gustaste desde el principio, incluso cuando pensé que no.
—No lo hice para que te gustara. Lo hice porque quería hacerte feliz. Quería hacerte sentir bien —dijo Finn.
—¿Por qué?
—Porque… —Giró su silla hacia la mía para que nuestras rodillas se tocaran—. Aprendí que cuando te hago sentir bien también me hace sentir bien.
Tragué con fuerza.
—¿Lo hace?
—De hecho, te mostraré...
Se inclinó hacia adelante. Nuestros labios estaban a unos centimetros de distancia, cuando un estruendo rompió el espacio entre nosotros y resonó en el claro.
—¿Eso fue... un disparo? —llamé a Finn que ya estaba corriendo hacia la cabaña.
—Quédate detrás de mí —ordenó mientras lo seguía.
Finn me lanzó una mirada de preocupación cuando llegamos al porche de la cabaña.
—Seguro como el infierno espero que no.
3 TDAH: Trastorno por déficit de atención con hiperactividad
Última edición por berny_girl el Miér 5 Feb - 2:22, editado 1 vez
berny_girl- Mensajes : 2842
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Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias. La noche iba tan bien hasta ese disparo. Será que Josh le disparó a Miller? A propósito de Miller, no me gustó que se drogara en medio de la cena como si nada
Tatine- Mensajes : 1561
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Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias, el último POV es de Sawyer no de Finn, error del libro...tampoco me gustó lo que hizo Miller, y la relación con Josh no es sana, seguro que ella le disparó...por otro lado, me encantan Finn y Sawyer... aunque no entiendo cómo se enamoraron tan rápido, sobre todo él, pero bue...son lindos juntos
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Todo iba tan bien en la cena, tenía Miller que dañarlo, espero que no haya sido cosa que Josh le haya disparado
Me tranquiliza saber que la casa no fue sterling que la compró sino Finn
Me tranquiliza saber que la casa no fue sterling que la compró sino Finn
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Chicas únanse a la subasta de este mes, anímense.
Maga- Mensajes : 3549
Fecha de inscripción : 26/01/2016
Edad : 37
Localización : en mi mundo
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Ya sospechaba que la casa se la compro Flinn, espero que el disparo no sea contra ninguno de los cuatros que estaban reunidos.
Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
Fecha de inscripción : 05/01/2020
Edad : 61
Localización : Broward Florida
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Yani escribió:Gracias, el último POV es de Sawyer no de Finn, error del libro...tampoco me gustó lo que hizo Miller, y la relación con Josh no es sana, seguro que ella le disparó...por otro lado, me encantan Finn y Sawyer... aunque no entiendo cómo se enamoraron tan rápido, sobre todo él, pero bue...son lindos juntos
Totalmente de acuerdo el Capitulo 33 corresponde a Sawyer, aunque no fue un error del libro, fue un error mio... Sorry
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 34
Sawyer
—Jo… der —dijo Finn repentinamente. Deteniéndose tan abruptamente que me choqué justo con su espalda mientras miraba a través de la pantalla de la puerta sin hacer un movimiento para entrar.
—¿Qué? —pregunté, curiosa de qué había llamado su atención. Caminé frente a él y la escena en la cocina me hizo jadear—. Jo… der —repetí el comentario anterior de Finn con un susurro. Me tapó la boca con su gran palma, aunque creo que podría haber gritado y los dos de la cocina no me habrían escuchado, su atención únicamente el uno en el otro.
Finn se rio suavemente.
—Lo sabía —murmuró. Me llevó a un lateral de la casa, fuera de la vista. De todos modos, cuando me giré todavía podía ver a Miller y Josh claramente a través de una grieta del lateral. Estaban completamente desnudos. Josh tenía la espalda contra la encimera de la cocina, la cabeza inclinada hacia atrás, la boca totalmente abierta. Miller permanecía entre sus piernas extendidas empujándose en ella sin descanso. Los músculos de su trasero tensándose con cada empujón.
—Probablemente no deberíamos ver esto —susurré, incapaz de apartar la mirada. Di un paso atrás, directamente en el pecho de Finn.
En lugar de moverse y darme espacio para alejarme, Finn me sorprendió poniendo sus manos en mis hombros y llevándome directamente a la ventana de la sala, donde ahora teníamos asientos de primera fila para el espectáculo más sexy que hubiese visto jamás.
Tragué con fuerza y jadeé cuando Finn me rodeó los hombros con el brazo y me llevó contra él.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó, su voz baja y ronca. Rodeándome la garganta ligeramente con las manos.
—Yo… no estoy segura —respondí sin aliento, confundida por mis dos reacciones, apartarme y mirar—. Odio el hecho que mi primera reacción a esto fuera escuchar la voz de mi padre en mi cabeza diciéndome que lo que están haciendo es vergonzoso. Que mi cuerpo es una vergüenza.
Finn se tensó.
—Dilo, el sexo no es vergonzoso. Son dos personas queriendo hacer sentir bien a la otra. Darle placer. Y te diré jodidamente ahora que no hay nada de TI que sea vergonzoso. Eres hermosa, femenina, suave y tu cuerpo es algo para estar orgullosa, para disfrutar. —Pasó la mano por mi costado, calentando la piel por donde la pasaba.
Me estremecí.
—Sexo, hacer el amor, follar, como quieras llamarlo. Es normal. Natural. —Finn volvió mirar adentro—. Bueno, aparte de Josh y Miller haciéndolo. No hay nada normal cuando se refiere a esos dos —bromeó, su aliento contra mi oreja.
Me apartó el cabello del hombro y presionó los labios en mi cuello. Deslizó los labios de la base de mi cuello hasta detrás de mi oreja, y me sentí empujándome contra él. Mordió la piel entre mi cuello y hombro. Gemí cuando la sensación lanzó un disparo de placer entre mis piernas. Finn respondió agarrándome más apretadamente contra él.
—No te atrevas a permitir que tu pasado, tu padre, te haga sentir avergonzada por algo que todos pensamos. Algo que todos queremos. —Chupó la punta de mi oreja antes de hacer con la lengua el mismo camino que había hecho con los labios segundos antes.
El aire se escapó de mis pulmones y cerré los ojos, la sensación era demasiado para soportar. Mis pezones se presionaban dolorosamente contra el vestido. Mis pensamientos giraron en mi cabeza sin ningún propósito, borracha con la esencia de Finn a lluvia y jabón. Sentí que me daba un vuelco en el estómago como había hecho durante la tormenta.
De repente, sentí que nos estábamos entrometiendo en un momento privado.
—Si tienes curiosidad y quieres mirarlos, entonces hazlo —dijo Finn, como si hubiese estado leyéndome los pensamientos, me sujetó la mandíbula, y me giró el rostro para volver a observar la escena de la cocina.
Josh movió las caderas mientras Miller seguía empujando con fuerza dentro de ella. Le estaba sosteniendo las piernas hacia arriba, su bíceps flexionándose cada vez que entraba y salía de su cuerpo.
—¿No está mal mirar? —pregunté jadeante, muy consciente de la tensión en el aire a nuestro alrededor.
Finn se rio entre dientes.
—Están en mi cocina con la puerta de entrada abierta. No creo que estén intentando esconder nada en este momento. —Mantuvo los labios contra mi cuello y movió una mano al frente de mi muslo. Incluso más lentamente, comenzó a rozar la piel sensible del interior de mi pierna, provocando a la piel bajo el borde de mi vestido. Metió la nariz en mi cabello e inspiró profundamente.
—¿Alguna vez piensas en… hacerme eso a mí? —cuestioné con un susurro entrecortado.
Se quedó quieto.
—Solo cada maldito minuto desde el segundo que te vi por primera vez —gimió. Me giró, me empujó contra la pared y cubrió mis labios con los suyos. Nuestras lenguas bailaban mientras exploraba mi cuerpo con las manos, alzando mi vestido y apretándome los pechos. Se tragó mi chillido de sorpresa mientras un candente placer me traspasaba cuando me pellizcó el pezón ligeramente.
—Pienso en estar dentro de ti más de lo que pienso en nada más —confesó contra mis labios y luego mi cuello.
Se apartó, el aire caliente de la noche enfriando donde habían estado sus besos. Respiraba con rapidez y me miraba a los ojos como si estuviese a punto de devorarme.
—¿Tú piensas en ello? ¿Piensas en mí haciendo que te corras de nuevo?
—Sí. Pienso… pienso en que quiero que me hagas eso. Que nosotros hagamos eso. Juntos —confesé, incapaz de recuperar la respiración.
Finn se quedó boquiabierto. Empujó la rodilla entre mis piernas y se metió entre ellas.
—No hay vencimiento para esto —comentó, buscando en mi mirada—. Para nosotros. Esperaré por ti. Para cuando estés preparada. Necesito que lo sepas.
—Lo hago —jadeé cuando se frotó más fuerte contra mí—. ¿Pero sabes cómo te conté sobre todo lo que quería experimentar? ¿Cuando estábamos en el pantano? Bueno, me dejé una cosa fuera.
—¿Y qué sería? —cuestionó Finn. Me sonrojé de vergüenza—. Tienes que decirlo, Say. Así es cómo funciona esto. No puedo adivinarlo. No cuando se refiere a nosotros. Esto. Es demasiado importante para hacer suposiciones.
Quería meterme en un hoyo del porche, pero Finn se frotó contra mí, urgiéndome a seguir.
—Mi primera vez. Quería que fueras tú. Contigo —dije—. Te… deseo. —Las palabras apenas habían salido de mi boca cuando Finn cubrió mis labios con los suyos en un beso tan abrasador que se sintió como si me estuviese tocando en todas partes.
—Joder, eres perfecta —murmuró Finn contra mis labios—. ¿Confías en mí? —preguntó Finn. Su mirada oscura, su respiración entrecortada.
—Sí —respondí, porque era cierto.
Confiaba en él con mi cuerpo.
Y con mi corazón.
Finn suavemente volvió a empujarme contra la pared, así mi espalda estaba apoyada contra la casa. Bajó la mano y se desabotonó el jean, bajándolo para revelar su enorme erección tensándose contra el material elástico de su apretado calzoncillo negro.
Abrí los ojos de par en par ante la visión. Mi centro se apretó. No sabía cuál era su plan pero esperaba que el que fuera no doliera, pero no veía cómo eso sería posible.
Finn subió mi vestido por la cintura y se colocó de nuevo entre mis piernas, esta vez me levantó, así el calor de mi centro estaba apoyado contra su erección, solo separados por la tela de nuestra ropa interior.
Finn puso la mirada en la mía. Su aliento era mi aliento. Su necesidad era mi necesidad cuando comenzó a frotarse contra mi nudo sensible, rozando contra el calor de mis pliegues. Lo sentí empujarse contra la tela húmeda que nos separaba y gemí, tapándome la boca con la mano.
—Están un poco ocupados para escucharte, Say —se burló. Me miró a los ojos mientras me alzaba y bajaba una y otra vez, hasta que empecé a ver estrellas detrás de los párpados y se me nubló la vista. Estaba bañada en placer y mis sentidos estaban sobreexplotados. Todo lo que podía sentir, oler, ver y saborear era a Flinn.
Me ardía el cuerpo. Mi corazón estaba a punto de explotar.
La forma en que se sentía su cuerpo presionado contra el mío. La forma en que me miraba. Si el mundo llegaba a destruirse a nuestro alrededor, no lo habríamos notado o nos habría importado, porque justo en ese momento y donde estábamos, solo había dos personas que importaban.
—Córrete, Say. Eres tan jodidamente hermosa cuando te corres para mí. —Los músculos de su cuello se tensaron y justo cuando estaba a punto de alcanzar el borde, volvió a poner los labios sobre los míos para tragarse mis gritos de placer cuando estallé en sus brazos, apretándome y contrayéndome solo con la punta de su masculinidad contra mí, como si lo estuviese invitando dentro de mi cuerpo. El pensamiento me lanzó en una nueva ola de placer y me estremecí, montando cada parte de lo que Finn me había dado.
—Esa es mi chica —gimió Finn. Se tensó. Su erección se hinchó y un chorro de caliente humedad explotó entre nosotros, empapando la tela ya húmeda que nos separaba.
Finn me sostuvo contra su pecho y no hizo ningún movimiento de limpiarnos mientras recuperábamos la respiración.
Así fue, hasta que la curiosidad sacó lo mejor de mí y me encontré necesitando preguntarle algo a Finn.
—¿Cómo se sentiría si yo hiciese eso…
—Correrte, creo que la palabra que estás buscando es correrte —indicó Finn, todavía sin respiración. Besó la cima de mi cabeza.
—Correrme —repetí. Finn aguantó la respiración mientras jugaba con la palabra en mi boca—. ¿Cómo se sentiría si fuese a correrme contigo en mi interior?
Finn cerró los ojos y sentí su erección removerse entre nosotros.
—No me preguntes cosas como esa, Say.
—¿Por qué no? —cuestioné, pestañeando rápidamente.
—Porque suena demasiado bien saliendo de tu dulce boca. Y me estoy tambaleando en el borde. —Se rió—. Pero puedo decirte como se sentiría.
—¿Cómo? —pregunté.
Apartó un mechón de cabello de mis ojos, colocándolo detrás de mi oreja. Me sonrió.
—Se sentiría como el cielo.
La puerta crujió al abrirse.
Finn volvió a colocarse el pantalón, me dejó en el suelo y alisó mi vestido en un tiempo récord. Se sentó en una de las mecedoras y tiró de mí sobre él, llevándome a su regazo.
Miller apareció en el porche, pasándose las manos por el cabello y maldiciendo para sí mismo.
Finn no parecía afectado por lo que acababa de suceder entre nosotros mientras yo sabía que aparentaba que mi mundo acababa de girar una y otra vez. Despeinada. La piel sonrojada.
Intenté actuar casual, cruzando las piernas por los tobillos. Me esforcé mucho en no pensar en la sensación burbujeante que todavía me traspasaba el cuerpo.
—Hola —saludó Miller cuando nos vio, congelándose por un instante y mirándonos con curiosidad. Se puso la camiseta por la cabeza. Su cinturón colgaba flojamente del pantalón. Se aclaró la garganta y alzó la voz, asumí que para poder advertir a Josh de nuestra presencia—. ¿Llevan mucho tiempo aquí?
—No. Acabamos de llegar —respondí, aplastando los labios con culpabilidad. Evité el contacto visual con Miller y en cambio, miré hacia mi casa, sabiendo que en el momento en que nuestras miradas se encontrasen él sería capaz de ver a través de mí.
—Sí, acabamos de llegar, pensé que sería agradable sentarse en el porche y escuchar el… —Una brillante luz colgando en la esquina eligió ese momento para hacer un fuerte sonido—. El mata insectos —dijo Finn finalmente con una risa.
—¿El mata insectos? —Miller pasó la mirada entre Finn y yo—. ¿Qué está pasando realmente aquí?
—Nada —respondimos al tiempo.
Miller dejó los brazos a los costados.
—Jodidamente nos vieron, ¿no es así?
Afortunadamente Josh salió apresuradamente justo en ese momento, y no tuvimos que responder.
—No puedo esperar más. No tengo tiempo para esta mierda, Miller.
—Otra vez no —masculló Miller—. ¿Qué demonios estás pasando, Josh? Últimamente has sido más zorra de lo habitual. —Se inclinó cerca y bajó la voz, probablemente pensando que no podíamos escucharlo. Estaba equivocado—. Y esta fue la primera vez que follamos en dos días enteros. Te dije que solo teníamos que solucionar el tiempo…
Josh se giró hacia nosotros lentamente cuando se dio cuenta que estábamos allí.
—Mierda. —Se estremeció—. Tengo que irme. Una cena encantadora, Sawyer. Te veo más tarde, Finn.
Josh hizo un movimiento para irse, pero se giró y entrecerró los ojos hacia Miller.
—Y TÚ. Tú no has tenido MÁS que tiempo. Diez malditos años, para ser exactos. Y todo lo que has logrado hacer en una década es romperme el jodido corazón ocasionalmente. He terminado.
—Josh, detente. Por favor —suplicó Miller, estirando de nuevo el brazo hacia ella.
Ella se apartó de él.
—¡No! No esta vez. Lancé mi corazón cuando me enamoré de ti siendo unos niños. No voy a volver a cometer ese error. No puedo seguir esperando a que madures.
Josh se marchó en su camioneta, levantando el polvo cuando se fue.
Miller permaneció en el porche como si estuviese aturdido, boquiabierto tras ella.
Fue la primera vez que lo había visto quedarse quieto.
—Creo que la he jodido —dijo Miller para nadie en particular, mirando en blanco hacia los árboles como si todavía viera la camioneta de Josh, que hacía tiempo que se había ido.
—Seguro que se ve de ese modo —comentó Finn, moviéndome para así poder cerrarse el pantalón y bajarse la camisa para cubrir la humedad. Me levanté y arreglé el vestido mientras Finn iba hacia Miller y lo golpeaba en el hombro—. ¿Qué hiciste?
—Más bien qué no hice. —Miller me lanzó una sonrisa muy triste—. No puedo perderla. —Su voz fue ronca y entrecortada.
—Entonces no lo hagas —señaló Finn—. Lucha por ella.
—Lo haré. Tengo que recuperarla. —Abrió los ojos de par en par con su epifanía. Cuadró los hombros y enderezó la espalda.
—¿Realmente la has tenido? —preguntó Finn—. Porque sé que he estado fuera por un tiempo, pero seré honesto, ahora mismo estoy jodidamente confundido.
Miller suspiró.
—Amigo, hemos estado follando durante una década. Ella es mi CHICA —dijo a la defensiva.
Me incliné hacia su hombro.
—¿Pero Josh lo sabe?
Miller resopló.
—Por supuesto, ella… —Se detuvo y se pasó las manos por el cabello, entrelazando los dedos en la cima de la cabeza—. Mierda —maldijo.
De repente salió volando, saltando sobre la barandilla del porche.
—¡Está a punto de descubrirlo jodidamente ahora! —gritó con una reencontrada determinación—. Los veo después. ¡Realmente fue una gran cena, Sawyer! —Miller salió conduciendo, derrapando en el barro.
—¿Crees que lo que sea que esté planeando va a funcionar? —le pregunté a Finn.
Me abrazó por la cintura desde atrás, apoyando la barbilla en mi hombro.
—Apostaría que va a recibir un disparo, antes de lo que apostaría por el felices para siempre. ¿Pero qué demonios sé yo?
—Espero que estés equivocado. —Me recliné contra él.
Finn suspiró y me besó en la sien.
—Yo también lo espero.
—¿Qué? —pregunté, curiosa de qué había llamado su atención. Caminé frente a él y la escena en la cocina me hizo jadear—. Jo… der —repetí el comentario anterior de Finn con un susurro. Me tapó la boca con su gran palma, aunque creo que podría haber gritado y los dos de la cocina no me habrían escuchado, su atención únicamente el uno en el otro.
Finn se rio suavemente.
—Lo sabía —murmuró. Me llevó a un lateral de la casa, fuera de la vista. De todos modos, cuando me giré todavía podía ver a Miller y Josh claramente a través de una grieta del lateral. Estaban completamente desnudos. Josh tenía la espalda contra la encimera de la cocina, la cabeza inclinada hacia atrás, la boca totalmente abierta. Miller permanecía entre sus piernas extendidas empujándose en ella sin descanso. Los músculos de su trasero tensándose con cada empujón.
—Probablemente no deberíamos ver esto —susurré, incapaz de apartar la mirada. Di un paso atrás, directamente en el pecho de Finn.
En lugar de moverse y darme espacio para alejarme, Finn me sorprendió poniendo sus manos en mis hombros y llevándome directamente a la ventana de la sala, donde ahora teníamos asientos de primera fila para el espectáculo más sexy que hubiese visto jamás.
Tragué con fuerza y jadeé cuando Finn me rodeó los hombros con el brazo y me llevó contra él.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó, su voz baja y ronca. Rodeándome la garganta ligeramente con las manos.
—Yo… no estoy segura —respondí sin aliento, confundida por mis dos reacciones, apartarme y mirar—. Odio el hecho que mi primera reacción a esto fuera escuchar la voz de mi padre en mi cabeza diciéndome que lo que están haciendo es vergonzoso. Que mi cuerpo es una vergüenza.
Finn se tensó.
—Dilo, el sexo no es vergonzoso. Son dos personas queriendo hacer sentir bien a la otra. Darle placer. Y te diré jodidamente ahora que no hay nada de TI que sea vergonzoso. Eres hermosa, femenina, suave y tu cuerpo es algo para estar orgullosa, para disfrutar. —Pasó la mano por mi costado, calentando la piel por donde la pasaba.
Me estremecí.
—Sexo, hacer el amor, follar, como quieras llamarlo. Es normal. Natural. —Finn volvió mirar adentro—. Bueno, aparte de Josh y Miller haciéndolo. No hay nada normal cuando se refiere a esos dos —bromeó, su aliento contra mi oreja.
Me apartó el cabello del hombro y presionó los labios en mi cuello. Deslizó los labios de la base de mi cuello hasta detrás de mi oreja, y me sentí empujándome contra él. Mordió la piel entre mi cuello y hombro. Gemí cuando la sensación lanzó un disparo de placer entre mis piernas. Finn respondió agarrándome más apretadamente contra él.
—No te atrevas a permitir que tu pasado, tu padre, te haga sentir avergonzada por algo que todos pensamos. Algo que todos queremos. —Chupó la punta de mi oreja antes de hacer con la lengua el mismo camino que había hecho con los labios segundos antes.
El aire se escapó de mis pulmones y cerré los ojos, la sensación era demasiado para soportar. Mis pezones se presionaban dolorosamente contra el vestido. Mis pensamientos giraron en mi cabeza sin ningún propósito, borracha con la esencia de Finn a lluvia y jabón. Sentí que me daba un vuelco en el estómago como había hecho durante la tormenta.
De repente, sentí que nos estábamos entrometiendo en un momento privado.
—Si tienes curiosidad y quieres mirarlos, entonces hazlo —dijo Finn, como si hubiese estado leyéndome los pensamientos, me sujetó la mandíbula, y me giró el rostro para volver a observar la escena de la cocina.
Josh movió las caderas mientras Miller seguía empujando con fuerza dentro de ella. Le estaba sosteniendo las piernas hacia arriba, su bíceps flexionándose cada vez que entraba y salía de su cuerpo.
—¿No está mal mirar? —pregunté jadeante, muy consciente de la tensión en el aire a nuestro alrededor.
Finn se rio entre dientes.
—Están en mi cocina con la puerta de entrada abierta. No creo que estén intentando esconder nada en este momento. —Mantuvo los labios contra mi cuello y movió una mano al frente de mi muslo. Incluso más lentamente, comenzó a rozar la piel sensible del interior de mi pierna, provocando a la piel bajo el borde de mi vestido. Metió la nariz en mi cabello e inspiró profundamente.
—¿Alguna vez piensas en… hacerme eso a mí? —cuestioné con un susurro entrecortado.
Se quedó quieto.
—Solo cada maldito minuto desde el segundo que te vi por primera vez —gimió. Me giró, me empujó contra la pared y cubrió mis labios con los suyos. Nuestras lenguas bailaban mientras exploraba mi cuerpo con las manos, alzando mi vestido y apretándome los pechos. Se tragó mi chillido de sorpresa mientras un candente placer me traspasaba cuando me pellizcó el pezón ligeramente.
—Pienso en estar dentro de ti más de lo que pienso en nada más —confesó contra mis labios y luego mi cuello.
Se apartó, el aire caliente de la noche enfriando donde habían estado sus besos. Respiraba con rapidez y me miraba a los ojos como si estuviese a punto de devorarme.
—¿Tú piensas en ello? ¿Piensas en mí haciendo que te corras de nuevo?
—Sí. Pienso… pienso en que quiero que me hagas eso. Que nosotros hagamos eso. Juntos —confesé, incapaz de recuperar la respiración.
Finn se quedó boquiabierto. Empujó la rodilla entre mis piernas y se metió entre ellas.
—No hay vencimiento para esto —comentó, buscando en mi mirada—. Para nosotros. Esperaré por ti. Para cuando estés preparada. Necesito que lo sepas.
—Lo hago —jadeé cuando se frotó más fuerte contra mí—. ¿Pero sabes cómo te conté sobre todo lo que quería experimentar? ¿Cuando estábamos en el pantano? Bueno, me dejé una cosa fuera.
—¿Y qué sería? —cuestionó Finn. Me sonrojé de vergüenza—. Tienes que decirlo, Say. Así es cómo funciona esto. No puedo adivinarlo. No cuando se refiere a nosotros. Esto. Es demasiado importante para hacer suposiciones.
Quería meterme en un hoyo del porche, pero Finn se frotó contra mí, urgiéndome a seguir.
—Mi primera vez. Quería que fueras tú. Contigo —dije—. Te… deseo. —Las palabras apenas habían salido de mi boca cuando Finn cubrió mis labios con los suyos en un beso tan abrasador que se sintió como si me estuviese tocando en todas partes.
—Joder, eres perfecta —murmuró Finn contra mis labios—. ¿Confías en mí? —preguntó Finn. Su mirada oscura, su respiración entrecortada.
—Sí —respondí, porque era cierto.
Confiaba en él con mi cuerpo.
Y con mi corazón.
Finn suavemente volvió a empujarme contra la pared, así mi espalda estaba apoyada contra la casa. Bajó la mano y se desabotonó el jean, bajándolo para revelar su enorme erección tensándose contra el material elástico de su apretado calzoncillo negro.
Abrí los ojos de par en par ante la visión. Mi centro se apretó. No sabía cuál era su plan pero esperaba que el que fuera no doliera, pero no veía cómo eso sería posible.
Finn subió mi vestido por la cintura y se colocó de nuevo entre mis piernas, esta vez me levantó, así el calor de mi centro estaba apoyado contra su erección, solo separados por la tela de nuestra ropa interior.
Finn puso la mirada en la mía. Su aliento era mi aliento. Su necesidad era mi necesidad cuando comenzó a frotarse contra mi nudo sensible, rozando contra el calor de mis pliegues. Lo sentí empujarse contra la tela húmeda que nos separaba y gemí, tapándome la boca con la mano.
—Están un poco ocupados para escucharte, Say —se burló. Me miró a los ojos mientras me alzaba y bajaba una y otra vez, hasta que empecé a ver estrellas detrás de los párpados y se me nubló la vista. Estaba bañada en placer y mis sentidos estaban sobreexplotados. Todo lo que podía sentir, oler, ver y saborear era a Flinn.
Me ardía el cuerpo. Mi corazón estaba a punto de explotar.
La forma en que se sentía su cuerpo presionado contra el mío. La forma en que me miraba. Si el mundo llegaba a destruirse a nuestro alrededor, no lo habríamos notado o nos habría importado, porque justo en ese momento y donde estábamos, solo había dos personas que importaban.
—Córrete, Say. Eres tan jodidamente hermosa cuando te corres para mí. —Los músculos de su cuello se tensaron y justo cuando estaba a punto de alcanzar el borde, volvió a poner los labios sobre los míos para tragarse mis gritos de placer cuando estallé en sus brazos, apretándome y contrayéndome solo con la punta de su masculinidad contra mí, como si lo estuviese invitando dentro de mi cuerpo. El pensamiento me lanzó en una nueva ola de placer y me estremecí, montando cada parte de lo que Finn me había dado.
—Esa es mi chica —gimió Finn. Se tensó. Su erección se hinchó y un chorro de caliente humedad explotó entre nosotros, empapando la tela ya húmeda que nos separaba.
Finn me sostuvo contra su pecho y no hizo ningún movimiento de limpiarnos mientras recuperábamos la respiración.
Así fue, hasta que la curiosidad sacó lo mejor de mí y me encontré necesitando preguntarle algo a Finn.
—¿Cómo se sentiría si yo hiciese eso…
—Correrte, creo que la palabra que estás buscando es correrte —indicó Finn, todavía sin respiración. Besó la cima de mi cabeza.
—Correrme —repetí. Finn aguantó la respiración mientras jugaba con la palabra en mi boca—. ¿Cómo se sentiría si fuese a correrme contigo en mi interior?
Finn cerró los ojos y sentí su erección removerse entre nosotros.
—No me preguntes cosas como esa, Say.
—¿Por qué no? —cuestioné, pestañeando rápidamente.
—Porque suena demasiado bien saliendo de tu dulce boca. Y me estoy tambaleando en el borde. —Se rió—. Pero puedo decirte como se sentiría.
—¿Cómo? —pregunté.
Apartó un mechón de cabello de mis ojos, colocándolo detrás de mi oreja. Me sonrió.
—Se sentiría como el cielo.
La puerta crujió al abrirse.
Finn volvió a colocarse el pantalón, me dejó en el suelo y alisó mi vestido en un tiempo récord. Se sentó en una de las mecedoras y tiró de mí sobre él, llevándome a su regazo.
Miller apareció en el porche, pasándose las manos por el cabello y maldiciendo para sí mismo.
Finn no parecía afectado por lo que acababa de suceder entre nosotros mientras yo sabía que aparentaba que mi mundo acababa de girar una y otra vez. Despeinada. La piel sonrojada.
Intenté actuar casual, cruzando las piernas por los tobillos. Me esforcé mucho en no pensar en la sensación burbujeante que todavía me traspasaba el cuerpo.
—Hola —saludó Miller cuando nos vio, congelándose por un instante y mirándonos con curiosidad. Se puso la camiseta por la cabeza. Su cinturón colgaba flojamente del pantalón. Se aclaró la garganta y alzó la voz, asumí que para poder advertir a Josh de nuestra presencia—. ¿Llevan mucho tiempo aquí?
—No. Acabamos de llegar —respondí, aplastando los labios con culpabilidad. Evité el contacto visual con Miller y en cambio, miré hacia mi casa, sabiendo que en el momento en que nuestras miradas se encontrasen él sería capaz de ver a través de mí.
—Sí, acabamos de llegar, pensé que sería agradable sentarse en el porche y escuchar el… —Una brillante luz colgando en la esquina eligió ese momento para hacer un fuerte sonido—. El mata insectos —dijo Finn finalmente con una risa.
—¿El mata insectos? —Miller pasó la mirada entre Finn y yo—. ¿Qué está pasando realmente aquí?
—Nada —respondimos al tiempo.
Miller dejó los brazos a los costados.
—Jodidamente nos vieron, ¿no es así?
Afortunadamente Josh salió apresuradamente justo en ese momento, y no tuvimos que responder.
—No puedo esperar más. No tengo tiempo para esta mierda, Miller.
—Otra vez no —masculló Miller—. ¿Qué demonios estás pasando, Josh? Últimamente has sido más zorra de lo habitual. —Se inclinó cerca y bajó la voz, probablemente pensando que no podíamos escucharlo. Estaba equivocado—. Y esta fue la primera vez que follamos en dos días enteros. Te dije que solo teníamos que solucionar el tiempo…
Josh se giró hacia nosotros lentamente cuando se dio cuenta que estábamos allí.
—Mierda. —Se estremeció—. Tengo que irme. Una cena encantadora, Sawyer. Te veo más tarde, Finn.
Josh hizo un movimiento para irse, pero se giró y entrecerró los ojos hacia Miller.
—Y TÚ. Tú no has tenido MÁS que tiempo. Diez malditos años, para ser exactos. Y todo lo que has logrado hacer en una década es romperme el jodido corazón ocasionalmente. He terminado.
—Josh, detente. Por favor —suplicó Miller, estirando de nuevo el brazo hacia ella.
Ella se apartó de él.
—¡No! No esta vez. Lancé mi corazón cuando me enamoré de ti siendo unos niños. No voy a volver a cometer ese error. No puedo seguir esperando a que madures.
Josh se marchó en su camioneta, levantando el polvo cuando se fue.
Miller permaneció en el porche como si estuviese aturdido, boquiabierto tras ella.
Fue la primera vez que lo había visto quedarse quieto.
—Creo que la he jodido —dijo Miller para nadie en particular, mirando en blanco hacia los árboles como si todavía viera la camioneta de Josh, que hacía tiempo que se había ido.
—Seguro que se ve de ese modo —comentó Finn, moviéndome para así poder cerrarse el pantalón y bajarse la camisa para cubrir la humedad. Me levanté y arreglé el vestido mientras Finn iba hacia Miller y lo golpeaba en el hombro—. ¿Qué hiciste?
—Más bien qué no hice. —Miller me lanzó una sonrisa muy triste—. No puedo perderla. —Su voz fue ronca y entrecortada.
—Entonces no lo hagas —señaló Finn—. Lucha por ella.
—Lo haré. Tengo que recuperarla. —Abrió los ojos de par en par con su epifanía. Cuadró los hombros y enderezó la espalda.
—¿Realmente la has tenido? —preguntó Finn—. Porque sé que he estado fuera por un tiempo, pero seré honesto, ahora mismo estoy jodidamente confundido.
Miller suspiró.
—Amigo, hemos estado follando durante una década. Ella es mi CHICA —dijo a la defensiva.
Me incliné hacia su hombro.
—¿Pero Josh lo sabe?
Miller resopló.
—Por supuesto, ella… —Se detuvo y se pasó las manos por el cabello, entrelazando los dedos en la cima de la cabeza—. Mierda —maldijo.
De repente salió volando, saltando sobre la barandilla del porche.
—¡Está a punto de descubrirlo jodidamente ahora! —gritó con una reencontrada determinación—. Los veo después. ¡Realmente fue una gran cena, Sawyer! —Miller salió conduciendo, derrapando en el barro.
—¿Crees que lo que sea que esté planeando va a funcionar? —le pregunté a Finn.
Me abrazó por la cintura desde atrás, apoyando la barbilla en mi hombro.
—Apostaría que va a recibir un disparo, antes de lo que apostaría por el felices para siempre. ¿Pero qué demonios sé yo?
—Espero que estés equivocado. —Me recliné contra él.
Finn suspiró y me besó en la sien.
—Yo también lo espero.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 35
Sawyer
La niebla aumentó como el vapor saliendo del suelo, como si le estuviera haciendo una ofrenda al cielo. Una oración por la noche para que llegara la mañana una vez más. El sol respondió alzándose lentamente hasta que los rayos estallaron por detrás de los árboles más altos, bañando todo en su bendición de luz y calor.
Cambiando la oscuridad en luz una vez más.
Mientras miraba ese tipo de belleza, ese tipo de maravillosa creación era cuando no podía NO creer en algo o alguien más que un poder superior.
La iglesia no era algo en lo que tuviese planes de volver a poner un pie, pero me arrodillaría ante el altar del sonido de los pájaros cantando sus canciones de la primera hora de la mañana, el choque de un pez en el pantano detrás de la casa de Finn, el olor del musgo goteando de los árboles.
Moví la caja que estaba llevando y tomé una profunda bocanada de aire, absorbiendo todo lo que una temprana mañana tenía Outskirts para ofrecer.
—¿Qué clase de festival es este? —le pregunté a Josh, que también parecía perdida en sus propios pensamientos.
—Ya lo verás. ¿Pero acaso importa? —Josh estaba prácticamente saltando—. Hoy no tengo que llevar mi uniforme y salió el sol. Esa es una victoria para hoy. Lo tomaré.
—¿Qué hay de Mill…
Se detuvo repentinamente.
—No. No hablaremos hoy de él. No voy a permitir que me arruine esto. —Volvió a caminar de nuevo y la seguí—. ¿Finn va a venir?
Negué.
—No lo creo. Cuando mencioné el festival, me besó.
Josh arqueó una ceja.
—Esa es su forma de distraerme o cambiar de tema —aclaré—. Pero parece distraído. Ha sido protector. Más que antes. No quiere que esté sola.
—¿Tal vez solo te quiere con él?
Negué.
—No creo que sea eso, está bien si estoy contigo o Critter o incluso con Miller, pero tiene esa mirada de dolor en los ojos cada que le digo que estoy haciendo algo sola.
—Quizás tiene miedo que vayas a huir —señaló Josh—. Viniste a la ciudad como una hoja en el viento. Quizás solo tiene miedo e que también te vayas a ir de ese modo.
—Quizás… —comenté, pensando que tenía que ser más importante que eso.
—Así que…. ¿los dos han… —Josh dejó la frase sin terminar, apretando los labios.
—¿Qué? —pregunté.
—¿Los dos han…
Esperé a que terminara, pero continuó mirándome expectante. Finalmente me quitó la caja de la mano y me miró a los ojos. Habló con claridad y con total naturalidad.
—¿Finalmente Finn y tú han tenido una interacción sexual?
Me ardieron las orejas y el cuello.
—Uh… —Cambié el peso de un pie a otro, mirando a cualquier parte menos a ella.
—Tomaré eso como un no. —Comenzó a caminar de nuevo. Dejó la caja frente a una de las muchas tiendas de vendedores de Main Street—. No lo estaba preguntando para avergonzarte. —Se detuvo—. Mira, nunca he tenido una hermana y la versión de mi madre de un consejo sexual fue “mantén el pantalón puesto”. —Se rio—. Solo quería hacerte saber que si tenías alguna pregunta sobre sexo o cualquier cosa, estoy aquí para ti, como la hermana que nunca tuviste y probablemente nunca quisiste.
—Gracias —contesté, riéndome con ella. Me sentí más ligera. Josh se había convertido en algo más que solo una persona que era amable conmigo—. Ya pienso en ti como familia.
—Lo mismo digo. —Sonrió, enganchando su brazo con el mío—. Ahora apresurémonos y ayudemos a Bebe a prepararse, así podemos conseguir algo de diversión.
Las tiendas de vendedores y mesas se alineaban en Main Street por medio kilómetro en ambas direcciones. Se estaba alzando una pancarta sobre la calle. Cuando estuvo completamente desplegada me reí por lo que ponía.
—¿Festival de Outskirts por el Yeti del pantano? —pregunté, mirando a Josh.
—Sí. —Josh se encogió de hombros—. Es una tradición. La gente viene de todo el estado. La comida es genial. La cerveza está fría. Y la música normalmente no es muy horrible. —Señaló el simple escenario bloqueando el final de la calle. La calle de frente fue dejada abierta. Una pareja de ancianos ya se estaba sentando en las sillas plegables observando a los hombres colocar los instrumentos e iluminar el escenario.
No se suponía que el festival comenzara hasta dentro de una hora, pero Josh le había prometido a Bebe que la ayudaría a organizar su puesto, así que la acompañé. Bebe pareció aliviada cuando aparecimos a ayudarla y rápidamente nos puso a trabajar organizando una versión en miniatura de su tienda, completada con ropa junto con sus jabones caseros y mermeladas.
Josh se giró para guardar una caja vacía bajo la mesa del puesto de Bebe y chocó con alguien vestido con piel de pies a cabeza.
—Veo que hoy viniste a mi festival, jovencita. ¿Estás preparada para adorar a tu dios Yeti del pantano?
Josh puso los ojos en blanco y el Yeti se quitó la cabeza, revelando a un sudoroso Miller debajo.
—Maldición esta cosa da calor —comentó, limpiándose las gotas de sudor de la frente.
—La tienda de cerveza acaba de abrir —nos indicó Josh a Bebe y a mí—. Volveré enseguida. —Salió de la tienda, balanceando las caderas.
Miller la observó hasta que Bebe se aclaró la garganta.
—Uh, tengo que ir a hacer… eso… también… —Todavía estaba balbuceando cuando salió detrás de ella.
—Esos dos. —Bebe sacudió la cabeza. Desempaco un precioso vestido verde esmeralda con tirantes finos que se ataba sobre los hombros y una falda corta.
—Aquí —dijo, lanzándomelo—. Esto te quedará genial con tu cabello.
—Oh, no, no puedo —contesté, devolviéndole el vestido.
Bebe se puso la mano en la cadera.
—Me ayudará —dijo, mientras continuaba sacando ropa de una caja y colocándolas en la mesa de exposición—. Si alguien pregunta dónde lo conseguiste, lo envías aquí a verme.
Tomé un montón de folletos.
—También les entregaré esto.
—Ahora ve a cambiarte —ordenó Bebe, señalando hacia Critter’s al otro lado de la calle—. La música está a punto de comenzar. Es mi parte favorita.
Me dirigí a Critter’s y me cambié en el baño, guardando mi camisa sin mangas y pantalón corto en el armario del almacén de atrás. Bebe tenía razón. El verde del vestido veraniego hacía que mi cabello rojizo pareciera más rojo que castaño. Era entallado en la cintura y caía con vuelo, el borde terminando varios centímetros sobre mi rodilla. Incluso se veía genial acompañado de mis botas marrones. La parte de arriba mostraba un poco de escote, lo que me hizo preguntarme si debería volver a ponerme mi camisa sin mangas debajo, pero tomé una profunda respiración y le dije a esa voz que se callara. No iba a dejar que ninguna duda se interpusiese en el camino de pasármela bien en mi primer festival en una ciudad de la que me había enamorado completamente.
—Joder —dijo Finn, apareciendo en el espejo detrás de mí, vistiendo un pantalón vaquero y una apretada camiseta blanca. Me abrazó desde atrás y puso los labios detrás de mi oreja—. Te ves increíble.
Me estremecí, un calor extendiéndose por mi estómago.
Hablando de enamorarse.
—Creo que ESTO quedará perfecto con tu vestido —mencionó, colocándome un elegante collar de oro alrededor del cuello y cerrándolo por detrás bajo mi cabello. Pero no era solo un collar. Era el de mi madre. El colgante de girasol brillando.
—¡Lo encontraste! —exclamé, girándome hacia Finn y frotándolo entre los dedos.
—Esta mañana —afirmó—. Sé lo molesta que estabas cuando lo perdiste. Tomé el detector de metales de Miller y lo encontré bajo un arbusto a unos centímetros del agua. Lo limpié, me imaginé que lo preferirías sin barro.
—Gracias —dije, todavía incapaz de creer que lo tuviese de vuelta.
La energía magnética entre nosotros vibró. Separé los labios. Los ojos de Finn se oscurecieron. —Vamos a sacarte de aquí antes que evite que experimentes tu primer Festival del Yeti del Pantano —dijo, sujetándome de la mano y guiándome fuera. En el instante en que me tocó esa increíble conexión entre nosotros se hizo cargo.
—¿Vienes al festival? —indagué, quedándome boquiabierta—. No pensé que quisieras venir.
Había mucha más gente empezando a llegar, cuando salimos a la luz ya no podía ver el pavimento de la calle. Solo cuerpos. Finn se detuvo y me empujó contra él en el medio de la calle. Me besó suavemente en los labios y me miró profundamente a los ojos.
—Vine por ti.
Le sonreí, y me puse de puntillas para darle un beso en los labios.
—Gracias —susurré. Estaba tan centrada en Finn que me llevó un momento registrar los numerosos rostros de la gente a nuestro alrededor, que habían dejado lo que estaban haciendo para observarnos y susurrar entre ellos.
—¿Por qué nos están mirando? —pregunté.
—¿No has oído? —preguntó, meneando las cejas juguetonamente—. Verme a mí es más extraño que ver al Yeti del Pantano. —Sonrió, y fue una sonrisa grande y genuina, podría mirarla para siempre. El corazón me dio un vuelco en el pecho.
En el escenario había un hombre con una guitarra cantando una canción lenta. Su voz era profunda y melódica. La canción trataba sobre dejarse llevar.
—George Strait —comentó Finn cuando me vio mirando al músico. Balanceó las caderas al son de la música con sus brazos envueltos a mí alrededor y lo seguí.
—No sé exactamente cómo bailar —admití.
—No se siente de ese modo para mí —contestó, dándome un guiño. Me giró y me reí cuando me volvió a acercar a él—. Se siente como que tienes movimientos que todavía no conoces. —Sus ojos se oscurecieron—. Y para que conste, pretendo descubrirlos todos y cada uno de ellos.
Me estremecí.
Permanecimos allí en medio de la multitud bailando y riéndonos hasta que sonó una nueva canción. La mujer estaba cantando sobre ser llevada de vuelta a la iglesia.
—¿Cómo te estás tomando ahora la religión? ¿A Dios? —me preguntó.
Ya no estábamos bailando tanto como sosteniéndonos el uno al otro en medio de la calle mientras las parejas bailaban a nuestro alrededor.
—No estoy segura de en qué creo —respondí con honestidad—. Creo que lo que sea que alguien elija creer debería ser algo que le haga sentir bien. Feliz. Algo que haga su vida mejor cuando piensa en ello. No debería ser algo que te dé miedo. El terror no debería estar involucrado en la fe. Ser un humano decente solo porque estás asustado de lo que te sucederá todavía te hace mala persona, solo alguien malo fingiendo ser bueno. Debería ser… ¡Debería ser como esto! —exclamé cuando comenzó una nueva canción.
Finn miró al escenario luego de nuevo a mí.
—H.O.L.Y. de Florida Georgia Line —explicó.
—Sí. ¡Debería hacerte sentir así! —comenté mientras la música aumentaba—. La música. Bailar. Nada de lo que estaba permitido. ¿Pero cómo viví sin ello? —Cerré los ojos.
Finn se rio suavemente mientras comenzábamos a balancearnos de nuevo. A mitad de la canción había memorizado el estribillo y lo estaba cantando en voz baja.
Cuando la música terminó levanté la mirada a Finn, cuyos ojos estaban sobre mí. Tenía los labios separados. Al principio, pensé que estaba frunciendo el ceño, pero luego me levantó en sus brazos y me besó. Profundamente. Apasionadamente.
Amorosamente.
Me besó como si no estuviésemos en frente de todo el pueblo y no pudiéramos escuchar los susurros de la gente alrededor.
Cambiando la oscuridad en luz una vez más.
Mientras miraba ese tipo de belleza, ese tipo de maravillosa creación era cuando no podía NO creer en algo o alguien más que un poder superior.
La iglesia no era algo en lo que tuviese planes de volver a poner un pie, pero me arrodillaría ante el altar del sonido de los pájaros cantando sus canciones de la primera hora de la mañana, el choque de un pez en el pantano detrás de la casa de Finn, el olor del musgo goteando de los árboles.
Moví la caja que estaba llevando y tomé una profunda bocanada de aire, absorbiendo todo lo que una temprana mañana tenía Outskirts para ofrecer.
—¿Qué clase de festival es este? —le pregunté a Josh, que también parecía perdida en sus propios pensamientos.
—Ya lo verás. ¿Pero acaso importa? —Josh estaba prácticamente saltando—. Hoy no tengo que llevar mi uniforme y salió el sol. Esa es una victoria para hoy. Lo tomaré.
—¿Qué hay de Mill…
Se detuvo repentinamente.
—No. No hablaremos hoy de él. No voy a permitir que me arruine esto. —Volvió a caminar de nuevo y la seguí—. ¿Finn va a venir?
Negué.
—No lo creo. Cuando mencioné el festival, me besó.
Josh arqueó una ceja.
—Esa es su forma de distraerme o cambiar de tema —aclaré—. Pero parece distraído. Ha sido protector. Más que antes. No quiere que esté sola.
—¿Tal vez solo te quiere con él?
Negué.
—No creo que sea eso, está bien si estoy contigo o Critter o incluso con Miller, pero tiene esa mirada de dolor en los ojos cada que le digo que estoy haciendo algo sola.
—Quizás tiene miedo que vayas a huir —señaló Josh—. Viniste a la ciudad como una hoja en el viento. Quizás solo tiene miedo e que también te vayas a ir de ese modo.
—Quizás… —comenté, pensando que tenía que ser más importante que eso.
—Así que…. ¿los dos han… —Josh dejó la frase sin terminar, apretando los labios.
—¿Qué? —pregunté.
—¿Los dos han…
Esperé a que terminara, pero continuó mirándome expectante. Finalmente me quitó la caja de la mano y me miró a los ojos. Habló con claridad y con total naturalidad.
—¿Finalmente Finn y tú han tenido una interacción sexual?
Me ardieron las orejas y el cuello.
—Uh… —Cambié el peso de un pie a otro, mirando a cualquier parte menos a ella.
—Tomaré eso como un no. —Comenzó a caminar de nuevo. Dejó la caja frente a una de las muchas tiendas de vendedores de Main Street—. No lo estaba preguntando para avergonzarte. —Se detuvo—. Mira, nunca he tenido una hermana y la versión de mi madre de un consejo sexual fue “mantén el pantalón puesto”. —Se rio—. Solo quería hacerte saber que si tenías alguna pregunta sobre sexo o cualquier cosa, estoy aquí para ti, como la hermana que nunca tuviste y probablemente nunca quisiste.
—Gracias —contesté, riéndome con ella. Me sentí más ligera. Josh se había convertido en algo más que solo una persona que era amable conmigo—. Ya pienso en ti como familia.
—Lo mismo digo. —Sonrió, enganchando su brazo con el mío—. Ahora apresurémonos y ayudemos a Bebe a prepararse, así podemos conseguir algo de diversión.
Las tiendas de vendedores y mesas se alineaban en Main Street por medio kilómetro en ambas direcciones. Se estaba alzando una pancarta sobre la calle. Cuando estuvo completamente desplegada me reí por lo que ponía.
—¿Festival de Outskirts por el Yeti del pantano? —pregunté, mirando a Josh.
—Sí. —Josh se encogió de hombros—. Es una tradición. La gente viene de todo el estado. La comida es genial. La cerveza está fría. Y la música normalmente no es muy horrible. —Señaló el simple escenario bloqueando el final de la calle. La calle de frente fue dejada abierta. Una pareja de ancianos ya se estaba sentando en las sillas plegables observando a los hombres colocar los instrumentos e iluminar el escenario.
No se suponía que el festival comenzara hasta dentro de una hora, pero Josh le había prometido a Bebe que la ayudaría a organizar su puesto, así que la acompañé. Bebe pareció aliviada cuando aparecimos a ayudarla y rápidamente nos puso a trabajar organizando una versión en miniatura de su tienda, completada con ropa junto con sus jabones caseros y mermeladas.
Josh se giró para guardar una caja vacía bajo la mesa del puesto de Bebe y chocó con alguien vestido con piel de pies a cabeza.
—Veo que hoy viniste a mi festival, jovencita. ¿Estás preparada para adorar a tu dios Yeti del pantano?
Josh puso los ojos en blanco y el Yeti se quitó la cabeza, revelando a un sudoroso Miller debajo.
—Maldición esta cosa da calor —comentó, limpiándose las gotas de sudor de la frente.
—La tienda de cerveza acaba de abrir —nos indicó Josh a Bebe y a mí—. Volveré enseguida. —Salió de la tienda, balanceando las caderas.
Miller la observó hasta que Bebe se aclaró la garganta.
—Uh, tengo que ir a hacer… eso… también… —Todavía estaba balbuceando cuando salió detrás de ella.
—Esos dos. —Bebe sacudió la cabeza. Desempaco un precioso vestido verde esmeralda con tirantes finos que se ataba sobre los hombros y una falda corta.
—Aquí —dijo, lanzándomelo—. Esto te quedará genial con tu cabello.
—Oh, no, no puedo —contesté, devolviéndole el vestido.
Bebe se puso la mano en la cadera.
—Me ayudará —dijo, mientras continuaba sacando ropa de una caja y colocándolas en la mesa de exposición—. Si alguien pregunta dónde lo conseguiste, lo envías aquí a verme.
Tomé un montón de folletos.
—También les entregaré esto.
—Ahora ve a cambiarte —ordenó Bebe, señalando hacia Critter’s al otro lado de la calle—. La música está a punto de comenzar. Es mi parte favorita.
Me dirigí a Critter’s y me cambié en el baño, guardando mi camisa sin mangas y pantalón corto en el armario del almacén de atrás. Bebe tenía razón. El verde del vestido veraniego hacía que mi cabello rojizo pareciera más rojo que castaño. Era entallado en la cintura y caía con vuelo, el borde terminando varios centímetros sobre mi rodilla. Incluso se veía genial acompañado de mis botas marrones. La parte de arriba mostraba un poco de escote, lo que me hizo preguntarme si debería volver a ponerme mi camisa sin mangas debajo, pero tomé una profunda respiración y le dije a esa voz que se callara. No iba a dejar que ninguna duda se interpusiese en el camino de pasármela bien en mi primer festival en una ciudad de la que me había enamorado completamente.
—Joder —dijo Finn, apareciendo en el espejo detrás de mí, vistiendo un pantalón vaquero y una apretada camiseta blanca. Me abrazó desde atrás y puso los labios detrás de mi oreja—. Te ves increíble.
Me estremecí, un calor extendiéndose por mi estómago.
Hablando de enamorarse.
—Creo que ESTO quedará perfecto con tu vestido —mencionó, colocándome un elegante collar de oro alrededor del cuello y cerrándolo por detrás bajo mi cabello. Pero no era solo un collar. Era el de mi madre. El colgante de girasol brillando.
—¡Lo encontraste! —exclamé, girándome hacia Finn y frotándolo entre los dedos.
—Esta mañana —afirmó—. Sé lo molesta que estabas cuando lo perdiste. Tomé el detector de metales de Miller y lo encontré bajo un arbusto a unos centímetros del agua. Lo limpié, me imaginé que lo preferirías sin barro.
—Gracias —dije, todavía incapaz de creer que lo tuviese de vuelta.
La energía magnética entre nosotros vibró. Separé los labios. Los ojos de Finn se oscurecieron. —Vamos a sacarte de aquí antes que evite que experimentes tu primer Festival del Yeti del Pantano —dijo, sujetándome de la mano y guiándome fuera. En el instante en que me tocó esa increíble conexión entre nosotros se hizo cargo.
—¿Vienes al festival? —indagué, quedándome boquiabierta—. No pensé que quisieras venir.
Había mucha más gente empezando a llegar, cuando salimos a la luz ya no podía ver el pavimento de la calle. Solo cuerpos. Finn se detuvo y me empujó contra él en el medio de la calle. Me besó suavemente en los labios y me miró profundamente a los ojos.
—Vine por ti.
Le sonreí, y me puse de puntillas para darle un beso en los labios.
—Gracias —susurré. Estaba tan centrada en Finn que me llevó un momento registrar los numerosos rostros de la gente a nuestro alrededor, que habían dejado lo que estaban haciendo para observarnos y susurrar entre ellos.
—¿Por qué nos están mirando? —pregunté.
—¿No has oído? —preguntó, meneando las cejas juguetonamente—. Verme a mí es más extraño que ver al Yeti del Pantano. —Sonrió, y fue una sonrisa grande y genuina, podría mirarla para siempre. El corazón me dio un vuelco en el pecho.
En el escenario había un hombre con una guitarra cantando una canción lenta. Su voz era profunda y melódica. La canción trataba sobre dejarse llevar.
—George Strait —comentó Finn cuando me vio mirando al músico. Balanceó las caderas al son de la música con sus brazos envueltos a mí alrededor y lo seguí.
—No sé exactamente cómo bailar —admití.
—No se siente de ese modo para mí —contestó, dándome un guiño. Me giró y me reí cuando me volvió a acercar a él—. Se siente como que tienes movimientos que todavía no conoces. —Sus ojos se oscurecieron—. Y para que conste, pretendo descubrirlos todos y cada uno de ellos.
Me estremecí.
Permanecimos allí en medio de la multitud bailando y riéndonos hasta que sonó una nueva canción. La mujer estaba cantando sobre ser llevada de vuelta a la iglesia.
—¿Cómo te estás tomando ahora la religión? ¿A Dios? —me preguntó.
Ya no estábamos bailando tanto como sosteniéndonos el uno al otro en medio de la calle mientras las parejas bailaban a nuestro alrededor.
—No estoy segura de en qué creo —respondí con honestidad—. Creo que lo que sea que alguien elija creer debería ser algo que le haga sentir bien. Feliz. Algo que haga su vida mejor cuando piensa en ello. No debería ser algo que te dé miedo. El terror no debería estar involucrado en la fe. Ser un humano decente solo porque estás asustado de lo que te sucederá todavía te hace mala persona, solo alguien malo fingiendo ser bueno. Debería ser… ¡Debería ser como esto! —exclamé cuando comenzó una nueva canción.
Finn miró al escenario luego de nuevo a mí.
—H.O.L.Y. de Florida Georgia Line —explicó.
—Sí. ¡Debería hacerte sentir así! —comenté mientras la música aumentaba—. La música. Bailar. Nada de lo que estaba permitido. ¿Pero cómo viví sin ello? —Cerré los ojos.
Finn se rio suavemente mientras comenzábamos a balancearnos de nuevo. A mitad de la canción había memorizado el estribillo y lo estaba cantando en voz baja.
Cuando la música terminó levanté la mirada a Finn, cuyos ojos estaban sobre mí. Tenía los labios separados. Al principio, pensé que estaba frunciendo el ceño, pero luego me levantó en sus brazos y me besó. Profundamente. Apasionadamente.
Amorosamente.
Me besó como si no estuviésemos en frente de todo el pueblo y no pudiéramos escuchar los susurros de la gente alrededor.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias!! Se está poniendo linda la historia, espero que Miller logré que Josh lo perdone, tiene que madurar de una vez...imagino que en algún momentos se le aparecerá el padre, dijo que se iba a predicar por los pueblos así que es posible que llegue a ese
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias. Tienes razón @Yani, puede que el papá de Sawyer llegue ahí.... Miller y Josh son un caso, de verdad que Miller tiene que jugársela por ella
Tatine- Mensajes : 1561
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Bueno, me imaginaba que Josh y Miller se gustaba, pero no que tenían tanto tiempo juntos, esos son todo un personaje jajajajaja
@Yani como dices yo igual ya imagino que el padre llegará por Outskirts, solo que espero no sea por ahora. Necesitamos que Sawyer siga descubriendo las tantas cosas que se perdió
@Yani como dices yo igual ya imagino que el padre llegará por Outskirts, solo que espero no sea por ahora. Necesitamos que Sawyer siga descubriendo las tantas cosas que se perdió
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
También pienso que eventualmente el padre de Sawyer aparecerá por Outskirts, pero ella no esta sola tiene a Finn y también amigos
Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
Fecha de inscripción : 05/01/2020
Edad : 61
Localización : Broward Florida
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 36
Sawyer
Finn estaba junto al puesto de cerveza con Miller mientras yo distribuía el resto de los folletos de Bebe’s entre la multitud.
En cualquier momento que miraba en su dirección, lo encontraba hablando con Miller o con Josh, pero mirándome.
Me gustaba que me mirara. Me gustaba que me cuidara. Pero aún no podía deshacerme de la ansiedad que había estado sintiendo sobre por qué estaba siendo tan protector.
Acababa de entregar mi último folleto cuando la banda dejó de tocar y voces sin el trasfondo de los instrumentos se filtraron en el aire. Alcé la mirada al escenario para ver tanto a hombres como mujeres a cada lado del escenario de pie sobre plataformas estilo gradas.
Estaban sonriendo y aplaudiendo y cantando con una pasión y poder que nunca antes había oído.
Observé toda su actuación como si estuviera en trance. Estaba congelada. Hipnotizada por el poder y la convicción de sus voces. Un hombre de más o menos mi edad con un corte de cabello de estilo militar y perfectamente ajustados pantalones caqui, cantó con todo su corazón sobre Jesús y un gorrión mientras el resto del grupo cantaba suavemente de fondo.
No pude evitar sonreír cuando empezaron a balancearse de lado a lado. Las palmadas eran la única música de fondo mientras el joven terminaba la canción en una alta nota que atrajo la atención de toda la ciudad.
El aplauso fue alto cuando acabaron y aplaudí junto con todos los demás.
—¡Por favor, junten sus manos una vez más por el coro del centro juvenil cristiano de la ciudad! —dijo el presentador en el micrófono. Más vítores.
El hombre empezó a presentar la siguiente actuación y fui a encontrar a Finn. La multitud era incluso más numerosa que antes. Ni siquiera podía ver el puesto de cerveza más a través de todos los cuerpos bloqueando el camino.
Me volví sólo para chocar con otro cuerpo en el camino.
—Lo siento —dije, alzando la mirada para encontrar al joven que acababa de cantar.
—No hay problema. Es mi culpa. Te vi mirando la actuación. Espero que te gustara —dijo. La multitud chocó con su espalda y dio un paso adelante. Casi nos tocábamos.
Miré alrededor. Aún sin Finn.
—Lo hice. Nunca he oído música como esa antes. Realmente lo disfruté. Eres un gran cantante.
—Gracias. Soy PJ y soy el joven ministro de nuestra iglesia. Está a un par de condados de distancia, pero deberías visitarnos un domingo. Creo que te gustaría nuestro servicio.
Negué.
—Me gusta la música, pero creo que me saltaré el servicio por ahora. Gracias por la invitación, sin embargo. —Fui a pasarlo, pero la multitud me bloqueó.
PJ se inclinó más cerca. Estaba sonriendo mostrando sus dientes blancos. Colocó su mano en mi brazo y me acercó más, su agarre ligero, pero indeseado.
—Vi la manera en que nos mirabas. La manera en que me mirabas. Creo que podríamos divertirnos mucho. ¿Puedes cantar? La música es una gran parte del servicio y una gran parte de lo que hacemos en el centro cristiano de la ciudad. Cada domingo tenemos uno diferente… —PJ siguió hablando, pero desconecté. No estaba en máxima alerta, pero tampoco me sentía cómoda. Sólo quería alejarme y volver con Finn.
Miré alrededor de PJ por otra salida, pero no pude localizar una. Simplemente tendría que hacerme camino a empujones. PJ aún estaba hablando.
—Y entonces, después del pastel puedo llevarte al círculo de oración donde…
—Realmente tengo que irme —dije, alejándome una última vez e intentando empujar entre la multitud cuando me giró de nuevo por mi cintura.
PJ sonrió.
—Pero no te he contado sobre el programa juvenil aún. Extendemos la palabra de…
De repente, la multitud se separó como el mar Rojo y Finn apareció, sus fosas nasales ensanchándose.
Arrancó el agarre de PJ de mi cintura y lo empujó violentamente al suelo. Finn me rodeó posesivamente con un brazo y me guió a través de la multitud que se apartaba de su camino mientras avanzábamos. Pasamos la cabina de Bebe’s donde Miller y Josh momentáneamente dejaron de discutir para mirarnos pasar.
—Oh, mierda —murmuró Josh.
—Finn, estoy bien —dije, pero no pareció escucharme.
Estábamos lejos de la multitud cuando Finn sacó una llave y abrió la puerta principal de la biblioteca, lo cual me sorprendió, pero no me dio tiempo a preguntarle cuando tiró de mí hacia adentro, cerró la puerta y me empujó contra ella, enjaulándome con sus brazos a ambos lados de mi cabeza.
Me repasó con la mirada de la misma manera que hizo después que Sterling intentara atacarme.
—Estoy bien —le aseguré de nuevo—. Él sólo estaba hablando. La multitud dificultaba que me alejara. No tenías que hacer eso. No estaba intentando herirme.
Una vena en el cuello de Finn aún palpitaba.
—No puedo perderte. —Sujetó mi rostro con su mano.
—No vas a perderme —le aseguré viendo el dolor y la angustia en sus ojos, causando que mi propio pecho se pusiera pesado con dolor—. Pero esto no se trata realmente del cantante hablándome o queriendo mi atención, ¿no es así? —presioné.
Finn miró al suelo.
—Sólo tengo que protegerte porque…
—Entonces protégeme, pero no puedes ir por ahí empujando a todos los que me hablen al suelo —expliqué—. Y tienes que dejarme vivir. Entiendo tu necesidad de protegerme, pero no puedes evitar que viva mi vida.
—Confía en mí, no quiero evitar que vivas tu vida. Eso no es de lo que se trata.
—¿Entonces de qué se trata, Finn? —Doblé mis rodillas y me agaché bajo el brazo de Finn. Crucé la habitación y me volví para mirarlo. La luz a través de las ventanas llenas de polvo brillaba en el rostro de Finn cuando se volvió hacia mí. Parecía cansado.
Atormentado.
—No quiero asustarte. Lamento haber empujado a ese chico. Sé que no te gusta la violencia. Nunca quiero recordarte a tu padre —gruñó Finn.
Las palabras de la carta de mi madre resonaron en mi mente como si estuviera sentada allí en la biblioteca, susurrando las palabras en mi oído.
He aprendido en mi vida que hay dos tipos de personas. Los débiles y los fuertes. Aquellos que son realmente fuertes intentan levantar a otros para hacerles sentir igual de fuertes. Aquellos que son débiles hacen su mejor esfuerzo para hacer sentir a otros tan impotentes como ellos. Rodéate de los fuertes.
Enamórate del fuerte.
—¡Nunca podrías recordarme a mi padre! No sólo era un alcohólico controlador al que le gustaba usar sus puños más que sus palabras.
Finn se encogió.
—Mi padre era el diablo mismo, predicando sobre mi madre y sobre mí desde un púlpito de mentiras. Nunca ni una vez me has hecho sentir pequeña o avergonzada o asustada de ti. No te pareces en absolutamente nada a mi padre. Ni en tu peor día.
Los hombros de Finn cayeron como si estuviera aliviado de oírme decir esas palabras. Pero había más. Lo sentí llenar el espacio entre nosotros.
—Esto es sobre Jackie, ¿no es así? —pregunté.
Los ojos de Finn fueron a los míos.
—Lo es —confirmé sin que dijera una palabra—. Quieres salvarme porque aún te sientes responsable por no ser capaz de salvarla. ¿Es eso? —Me acerqué un paso, sintiéndome frustrada porque todavía se culpara.
Finn me miró con un millón de emociones detrás de sus hermosos ojos azules, cada una más desgarradora que la siguiente.
—Tengo que protegerte. —Fue todo lo que se las arregló para decir. Sus ojos se dispararon a un libro abierto sobre la mesa. Me incliné y leí el título del capítulo.
DEPRESIÓN Y GENES
CÓMO EL SUICIDIO PUEDE SER HEREDITARIO
Y POR QUÉ
Señalé al libro.
—¿Es de esto de lo que se trata? ¿Temes que vaya a suicidarme como hizo mi madre? —Di un paso adelante—. ¿Cómo hizo Jackie?
Finn se encogió.
—¡No quiero morir! Si quisiera morir, me habría quedado con mi padre hasta que bien me hubiese dado una paliza de muerte o me hubiese suicidado. Pero vine aquí. Porque quiero VIVIR.
Finn alejó la mirada, pero me puse de puntillas y tiré de él para que me enfrentara, presionando mi pecho contra el suyo.
—Te mereces alguien mejor que yo —dijo, su voz un susurro.
—Eso no es verdad —discutí—, pero incluso si lo fuera —rocé sus labios con los míos—, te elegiría.
—Sólo no quiero perderte. No creo… —Hizo una pausa y sujetó mi rostro con sus manos—. No creo que pudiera sobrevivir de nuevo.
Estábamos tan cerca que inhalábamos al otro. Sentíamos la angustia del otro. Daño. Dolor.
—No quiero que confundas tu culpa sobre lo que le pasó a Jackie con lo que sea que es esto entre nosotros —dije—. Jackie era importante para ti, Finn. Está bien hablar sobre ella. Está bien que aún la ames, pero no permitas que la manera en que te sientes por ella se confunda con la manera en que te sientes por mí porque no soy ella. Claro, he sido herida, pero no estoy deprimida. Soy más fuerte por lo que he pasado. Soy más fuerte por ti.
Las manos de Finn cayeron de mi rostro y rodaron por mis brazos.
—No soy un fantasma y no competiré con uno. No es posible. —Me retiré y di un par de pasos atrás, necesitando espacio para pensar. Para respirar.
—¿Lo que sea que esto es? —preguntó Finn, demasiado calmadamente. Demasiado calladamente. Se acercó detrás de mí, girándome y haciéndome retroceder hasta que mi culo estaba contra una mesa y no tenía más elección que elevarme y sentarme sobre ella para no ser aplastada.
—Lo que sea que esto es, hace a mi corazón latir rápido y a mi mente acelerarse —gruñó Finn—. Lo que sea que esto es, me tiene cuestionándome cómo y por qué alguien como tú llegó a mi vida. Eres hermosa, Sawyer, por dentro y por fuera. Brillas como el jodido sol. Eres inocente y cálida y brillante y todo lo bueno en este mundo. Iluminas algo en mi corazón que ha estado roto y oscuro durante mucho tiempo. —Me sujetó por la cintura y me atrajo contra él—. ¿Me siento todavía culpable por Jackie? Sí, lo hago. Pero desde que te conocí, la razón por la que me siento culpable ha cambiado.
—¿Cómo? —pregunté entrecortadamente, sintiendo el poder tanto de su cuerpo como de sus palabras mientras se presionaban contra mí.
—Nunca pude avanzar antes porque sentía que si ella no podía, entonces yo tampoco. ¿Pero ahora? Ahora me siento culpable porque… —Su nariz rozó la mía—, tanto como amé a Jackie, las cosas nunca fueron bien entre nosotros. Y podríamos habernos convertido en adultos juntos, pero nuestra relación era juvenil como mucho. Todavía dos niños que intentábamos hacer un trabajo de mierda en nuestro mejor día. —Dejó caer su frente sobre la mía—. Sé eso ahora y no es sólo porque te amo…
No es sólo porque TE AMO.
Todo el aire de mis pulmones salió con un silbido que casi pude oír. Me senté allí con mi boca abierta, mi corazón latiendo fuera de control y mis muslos temblando.
Había tanto dolor como amor en su voz antes que estrellara sus labios contra los míos.
—Sino porque te amo más.
En cualquier momento que miraba en su dirección, lo encontraba hablando con Miller o con Josh, pero mirándome.
Me gustaba que me mirara. Me gustaba que me cuidara. Pero aún no podía deshacerme de la ansiedad que había estado sintiendo sobre por qué estaba siendo tan protector.
Acababa de entregar mi último folleto cuando la banda dejó de tocar y voces sin el trasfondo de los instrumentos se filtraron en el aire. Alcé la mirada al escenario para ver tanto a hombres como mujeres a cada lado del escenario de pie sobre plataformas estilo gradas.
Estaban sonriendo y aplaudiendo y cantando con una pasión y poder que nunca antes había oído.
Observé toda su actuación como si estuviera en trance. Estaba congelada. Hipnotizada por el poder y la convicción de sus voces. Un hombre de más o menos mi edad con un corte de cabello de estilo militar y perfectamente ajustados pantalones caqui, cantó con todo su corazón sobre Jesús y un gorrión mientras el resto del grupo cantaba suavemente de fondo.
No pude evitar sonreír cuando empezaron a balancearse de lado a lado. Las palmadas eran la única música de fondo mientras el joven terminaba la canción en una alta nota que atrajo la atención de toda la ciudad.
El aplauso fue alto cuando acabaron y aplaudí junto con todos los demás.
—¡Por favor, junten sus manos una vez más por el coro del centro juvenil cristiano de la ciudad! —dijo el presentador en el micrófono. Más vítores.
El hombre empezó a presentar la siguiente actuación y fui a encontrar a Finn. La multitud era incluso más numerosa que antes. Ni siquiera podía ver el puesto de cerveza más a través de todos los cuerpos bloqueando el camino.
Me volví sólo para chocar con otro cuerpo en el camino.
—Lo siento —dije, alzando la mirada para encontrar al joven que acababa de cantar.
—No hay problema. Es mi culpa. Te vi mirando la actuación. Espero que te gustara —dijo. La multitud chocó con su espalda y dio un paso adelante. Casi nos tocábamos.
Miré alrededor. Aún sin Finn.
—Lo hice. Nunca he oído música como esa antes. Realmente lo disfruté. Eres un gran cantante.
—Gracias. Soy PJ y soy el joven ministro de nuestra iglesia. Está a un par de condados de distancia, pero deberías visitarnos un domingo. Creo que te gustaría nuestro servicio.
Negué.
—Me gusta la música, pero creo que me saltaré el servicio por ahora. Gracias por la invitación, sin embargo. —Fui a pasarlo, pero la multitud me bloqueó.
PJ se inclinó más cerca. Estaba sonriendo mostrando sus dientes blancos. Colocó su mano en mi brazo y me acercó más, su agarre ligero, pero indeseado.
—Vi la manera en que nos mirabas. La manera en que me mirabas. Creo que podríamos divertirnos mucho. ¿Puedes cantar? La música es una gran parte del servicio y una gran parte de lo que hacemos en el centro cristiano de la ciudad. Cada domingo tenemos uno diferente… —PJ siguió hablando, pero desconecté. No estaba en máxima alerta, pero tampoco me sentía cómoda. Sólo quería alejarme y volver con Finn.
Miré alrededor de PJ por otra salida, pero no pude localizar una. Simplemente tendría que hacerme camino a empujones. PJ aún estaba hablando.
—Y entonces, después del pastel puedo llevarte al círculo de oración donde…
—Realmente tengo que irme —dije, alejándome una última vez e intentando empujar entre la multitud cuando me giró de nuevo por mi cintura.
PJ sonrió.
—Pero no te he contado sobre el programa juvenil aún. Extendemos la palabra de…
De repente, la multitud se separó como el mar Rojo y Finn apareció, sus fosas nasales ensanchándose.
Arrancó el agarre de PJ de mi cintura y lo empujó violentamente al suelo. Finn me rodeó posesivamente con un brazo y me guió a través de la multitud que se apartaba de su camino mientras avanzábamos. Pasamos la cabina de Bebe’s donde Miller y Josh momentáneamente dejaron de discutir para mirarnos pasar.
—Oh, mierda —murmuró Josh.
—Finn, estoy bien —dije, pero no pareció escucharme.
Estábamos lejos de la multitud cuando Finn sacó una llave y abrió la puerta principal de la biblioteca, lo cual me sorprendió, pero no me dio tiempo a preguntarle cuando tiró de mí hacia adentro, cerró la puerta y me empujó contra ella, enjaulándome con sus brazos a ambos lados de mi cabeza.
Me repasó con la mirada de la misma manera que hizo después que Sterling intentara atacarme.
—Estoy bien —le aseguré de nuevo—. Él sólo estaba hablando. La multitud dificultaba que me alejara. No tenías que hacer eso. No estaba intentando herirme.
Una vena en el cuello de Finn aún palpitaba.
—No puedo perderte. —Sujetó mi rostro con su mano.
—No vas a perderme —le aseguré viendo el dolor y la angustia en sus ojos, causando que mi propio pecho se pusiera pesado con dolor—. Pero esto no se trata realmente del cantante hablándome o queriendo mi atención, ¿no es así? —presioné.
Finn miró al suelo.
—Sólo tengo que protegerte porque…
—Entonces protégeme, pero no puedes ir por ahí empujando a todos los que me hablen al suelo —expliqué—. Y tienes que dejarme vivir. Entiendo tu necesidad de protegerme, pero no puedes evitar que viva mi vida.
—Confía en mí, no quiero evitar que vivas tu vida. Eso no es de lo que se trata.
—¿Entonces de qué se trata, Finn? —Doblé mis rodillas y me agaché bajo el brazo de Finn. Crucé la habitación y me volví para mirarlo. La luz a través de las ventanas llenas de polvo brillaba en el rostro de Finn cuando se volvió hacia mí. Parecía cansado.
Atormentado.
—No quiero asustarte. Lamento haber empujado a ese chico. Sé que no te gusta la violencia. Nunca quiero recordarte a tu padre —gruñó Finn.
Las palabras de la carta de mi madre resonaron en mi mente como si estuviera sentada allí en la biblioteca, susurrando las palabras en mi oído.
He aprendido en mi vida que hay dos tipos de personas. Los débiles y los fuertes. Aquellos que son realmente fuertes intentan levantar a otros para hacerles sentir igual de fuertes. Aquellos que son débiles hacen su mejor esfuerzo para hacer sentir a otros tan impotentes como ellos. Rodéate de los fuertes.
Enamórate del fuerte.
—¡Nunca podrías recordarme a mi padre! No sólo era un alcohólico controlador al que le gustaba usar sus puños más que sus palabras.
Finn se encogió.
—Mi padre era el diablo mismo, predicando sobre mi madre y sobre mí desde un púlpito de mentiras. Nunca ni una vez me has hecho sentir pequeña o avergonzada o asustada de ti. No te pareces en absolutamente nada a mi padre. Ni en tu peor día.
Los hombros de Finn cayeron como si estuviera aliviado de oírme decir esas palabras. Pero había más. Lo sentí llenar el espacio entre nosotros.
—Esto es sobre Jackie, ¿no es así? —pregunté.
Los ojos de Finn fueron a los míos.
—Lo es —confirmé sin que dijera una palabra—. Quieres salvarme porque aún te sientes responsable por no ser capaz de salvarla. ¿Es eso? —Me acerqué un paso, sintiéndome frustrada porque todavía se culpara.
Finn me miró con un millón de emociones detrás de sus hermosos ojos azules, cada una más desgarradora que la siguiente.
—Tengo que protegerte. —Fue todo lo que se las arregló para decir. Sus ojos se dispararon a un libro abierto sobre la mesa. Me incliné y leí el título del capítulo.
DEPRESIÓN Y GENES
CÓMO EL SUICIDIO PUEDE SER HEREDITARIO
Y POR QUÉ
Señalé al libro.
—¿Es de esto de lo que se trata? ¿Temes que vaya a suicidarme como hizo mi madre? —Di un paso adelante—. ¿Cómo hizo Jackie?
Finn se encogió.
—¡No quiero morir! Si quisiera morir, me habría quedado con mi padre hasta que bien me hubiese dado una paliza de muerte o me hubiese suicidado. Pero vine aquí. Porque quiero VIVIR.
Finn alejó la mirada, pero me puse de puntillas y tiré de él para que me enfrentara, presionando mi pecho contra el suyo.
—Te mereces alguien mejor que yo —dijo, su voz un susurro.
—Eso no es verdad —discutí—, pero incluso si lo fuera —rocé sus labios con los míos—, te elegiría.
—Sólo no quiero perderte. No creo… —Hizo una pausa y sujetó mi rostro con sus manos—. No creo que pudiera sobrevivir de nuevo.
Estábamos tan cerca que inhalábamos al otro. Sentíamos la angustia del otro. Daño. Dolor.
—No quiero que confundas tu culpa sobre lo que le pasó a Jackie con lo que sea que es esto entre nosotros —dije—. Jackie era importante para ti, Finn. Está bien hablar sobre ella. Está bien que aún la ames, pero no permitas que la manera en que te sientes por ella se confunda con la manera en que te sientes por mí porque no soy ella. Claro, he sido herida, pero no estoy deprimida. Soy más fuerte por lo que he pasado. Soy más fuerte por ti.
Las manos de Finn cayeron de mi rostro y rodaron por mis brazos.
—No soy un fantasma y no competiré con uno. No es posible. —Me retiré y di un par de pasos atrás, necesitando espacio para pensar. Para respirar.
—¿Lo que sea que esto es? —preguntó Finn, demasiado calmadamente. Demasiado calladamente. Se acercó detrás de mí, girándome y haciéndome retroceder hasta que mi culo estaba contra una mesa y no tenía más elección que elevarme y sentarme sobre ella para no ser aplastada.
—Lo que sea que esto es, hace a mi corazón latir rápido y a mi mente acelerarse —gruñó Finn—. Lo que sea que esto es, me tiene cuestionándome cómo y por qué alguien como tú llegó a mi vida. Eres hermosa, Sawyer, por dentro y por fuera. Brillas como el jodido sol. Eres inocente y cálida y brillante y todo lo bueno en este mundo. Iluminas algo en mi corazón que ha estado roto y oscuro durante mucho tiempo. —Me sujetó por la cintura y me atrajo contra él—. ¿Me siento todavía culpable por Jackie? Sí, lo hago. Pero desde que te conocí, la razón por la que me siento culpable ha cambiado.
—¿Cómo? —pregunté entrecortadamente, sintiendo el poder tanto de su cuerpo como de sus palabras mientras se presionaban contra mí.
—Nunca pude avanzar antes porque sentía que si ella no podía, entonces yo tampoco. ¿Pero ahora? Ahora me siento culpable porque… —Su nariz rozó la mía—, tanto como amé a Jackie, las cosas nunca fueron bien entre nosotros. Y podríamos habernos convertido en adultos juntos, pero nuestra relación era juvenil como mucho. Todavía dos niños que intentábamos hacer un trabajo de mierda en nuestro mejor día. —Dejó caer su frente sobre la mía—. Sé eso ahora y no es sólo porque te amo…
No es sólo porque TE AMO.
Todo el aire de mis pulmones salió con un silbido que casi pude oír. Me senté allí con mi boca abierta, mi corazón latiendo fuera de control y mis muslos temblando.
Había tanto dolor como amor en su voz antes que estrellara sus labios contra los míos.
—Sino porque te amo más.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 37
Sawyer
Finn empujó sus caderas contra mí y tiró de mi cabeza hacia atrás con un jadeo.
—Ese jadeo es mío. Esta boca es mía. ERES. MÍA —dijo Finn con voz áspera.
Tanto como sus palabras revolvieron algo en las profundidades de mi cuerpo, algo en mi mente no se sentía bien.
—No pertenezco a nadie, Finn —discutí, respirando fuerte—. No soy una posesión. No puedo ser poseída.
—Tienes razón. No eres una posesión —dijo—. Pero sí me perteneces. Puede que no te posea como a un auto o una casa, pero eres mía. —Colocó su mano sobre su pecho y bajó su voz. Sus ojos brillaban—. De la misma manera que mis pulmones o mi corazón son míos. Eres una parte de mí, Sawyer. Y de esa manera, me perteneces.
Sentí la lucha dejarme y mi cuerpo se derritió contra el suyo.
—Dime que eres mía —dijo, sus palabras susurradas contra mi cuello. Sus dedos trazando mis muslos, subiendo mi vestido.
Mi cuerpo tarareó con conciencia. Con deseo. Con necesidad.
—Dime —exigió, pasando sus dientes por mi clavícula.
—Soy tuya. ¡Soy tuya! —admití con un grito. Levanté la cabeza de Finn para encontrar sus ojos. Necesitaba que viera la verdad en mis palabras—. Siempre he sido tuya.
Un sonido gutural vibró desde lo profundo de la garganta de Finn.
—Te necesito —gimió, sus labios descendieron sobre los míos. Su lengua buscó la entrada mientras devoraba mi boca como si la invadiera.
Reclamándola.
Poseyéndola.
Las manos de Finn estaban por todas partes, Bajo mi vestido, amasando mis pechos, luego lo levantaron por mi cabeza antes de arrojarlo al suelo.
Finn desabrochó mi sujetador y no perdió tiempo en empujarme sobre la mesa.
—Tan jodidamente hermosa —gimió antes de lamer alrededor de mis pezones. La sensación se disparó directamente entre mis piernas y me sentí humedecerme más y más mientras la necesidad se acumulaba en mi interior a un nivel totalmente nuevo.
Finn me levantó de la mesa y me bajó al suelo, tirando de mis bragas en un rápido movimiento.
Separó mis piernas con sus manos, abriéndome para sentir su rígida dureza contra mi piel sensible a través de su jean cuando se puso sobre mí y me besó profundamente. Su boca devoró mis labios, nuestras lenguas bailando juntas, uniéndose como si pertenecieran juntas. Liberó mi boca sólo para besar y lamer y chupar mi cuerpo hasta que detuvo su boca sobre la latiente necesidad entre mis temblorosos muslos.
Cada simple cosa que Finn me hacía, la sentía no sólo dentro de mi cuerpo, sino en mi mente, en mi corazón. No sólo me hacía sentir, estaba abriendo mis ojos y era como si por primera vez fuera capaz de ver claramente.
Finn lamió mi centro en la larga y lánguida caricia enviando un rayo de placer pulsando a través de mí. Fue tan poderoso que me arqueé, los músculos de mi centro pulsaron.
—Sabes increíble —gimió Finn, y esta vez, cuando sus labios conectaron con mi carne sensible, no sólo lamió, chupó. Ligeramente colocando el pulgar y el índice a cada lado de mi abertura, empujó sus dedos y cubrió mi sexo con su boca, succionando y lamiendo en un moviendo de adelante y atrás que te hizo cerrar los ojos con fuerza. Luces de colores danzaron detrás de mis párpados como un rayo, aunque no estaba corriendo de esto asustada.
Estaba corriendo hacia ello.
Hacia Finn.
Me lamió más rápido. Chupó más duro. El placer era tan intenso que no me había dado cuenta que estaba arqueando la espalda hasta que Finn alzó la mano para sujetarme abajo por mi cadera mientras continuaba enviándome más y más cerca de un borde que no sabía que existía hasta él, aun así cada vez que me hacía correrme era más intensa que la anterior.
—Eso se siente… —Me oí decir, mi voz profunda y ahumada, llena con la intensidad de todo lo que estaba sintiendo, pero no pude obligarme a terminar la frase—. Se siente…
Finn levantó la boca, dejando mis húmedos pliegues expuestos. Mi interior se contrajo ante la pérdida de contacto. Se quitó su camiseta y la tiró al suelo, exponiendo sus ridículamente definidos hombros y bíceps, sus muchas filas de abdominales esculpidos que dirigían hacia la expuesta V asomando desde los desvanecidos vaqueros que colgaban bajo en sus caderas. Sus ojos estaban centrados entre mis muslos en la humedad que había causado. Sus parpados pesados, su mirada tan intensa que me estremecí.
Mi boca se hizo agua ante la vista de él y mis dedos picaron por tocarlo. Me senté y pasé mis dedos por las muchas crestas de su torso. Finn me besó de nuevo.
—Joder, Sawyer —gimió contra mi boca, palmeando y amasando mis pechos, haciendo doler mis pezones—. Te deseo —se quejó entre besos—. Jodidamente tanto.
—Entonces tómame —exhalé.
—No tiene que ser ahora —dijo Finn, su cuello tenso—. No tiene que ser aquí. —Podía decir que estaba al límite de su control.
—Finn —dije, mirando sus ojos y no viendo culpa o tristeza como cuando lo conocí por primera vez. Sólo deseo y amor brillaban en sus hermosos ojos azules—. Soy tuya.
Finn no perdió el tiempo. Alcanzó su cinturón y lo desabrochó, así como el botón sobre su cremallera, y bajó sus vaqueros por sus firmes nalgas. Su enorme erección se liberó y la intensidad de nuestra conexión continuó creciendo. El tarareo era ahora un alto zumbido de electricidad entre nosotros.
Finn descendió sobre mí entre mis piernas. Su duro pecho contra mis suaves senos. La sensación de su cálida y suave piel rodeando su largo y duro eje presionándose contra los nervios rodeando mi abertura era una como ninguna otra. Todo mi cuerpo estaba vivo con sensación tanto por dentro como por fuera.
—Estás tan jodidamente húmeda —dijo Finn, bajando la mirada y observando mientras frotaba su grueso eje por mis relucientes pliegues. Sólo pude asentir. Finn se colocó sobre mí y bajó su mano para provocar mi abertura con sus dedos. Empujó uno largo en mi interior y salté, viendo estrellas de felicidad—. Mierda. Estás muy apretada, Say. —Mantuvo el dedo en mi interior, frotando mis paredes internas y creando un nuevo tipo de sensación que ardía dentro de mí.
—Quiero sentirte —dije, alcanzándolo y envolviendo mi mano alrededor de la suave piel de su eje—. Dentro de mí.
Finn gimió y sus ojos fueron a los míos. Retiró su dedo y se posicionó ante mi abertura, frotando entre los pliegues y enviando chispas disparándose a través de mí.
Tomó mi boca con la suya, besándome más profundo que nunca antes.
Finn se burló de mi abertura con un lento balanceo de sus caderas. No sabía cuánto más podría soportarlo sin desmayarme.
—Eres. Mía —masculló.
—¡Sí! —grité.
Las venas en su cuello se tensaron cuando empezó a empujar dentro de mí. Me besó de nuevo mientras me estiraba de dentro afuera. Al principio, era sólo una sensación ardiente que crecía mientras iba más y más profundo, pero entonces sus caderas dejaron las mías.
—Te amo, Say —susurró contra mis labios antes de arremeter y romper la barrera final separándonos, lo que se sintió como si hubiera sido cortada con un cuchillo desde dentro.
Por suerte, la sensación fue breve y en cuestión de segundos, se volvió un lento ardor.
—Lo siento —se disculpó Finn. Bajó sus labios a mi pezón y lo chupó hasta que me sentí pulsando a su alrededor.
—Yo… no sé qué estoy haciendo —dije entre pesadas respiraciones, cerrando los ojos con fuerza.
—Abre los ojos, Say —ordenó Finn.
Cuando lo hice, encontró mi mirada.
—No tienes que hacer nada. Sólo tienes que sentir. Sentirme. Sentir esto entre nosotros. —Empezó a deslizarse fuera de mí lentamente antes de volver a entrar hasta que estuvo enterrado profundo tanto como podía llegar.
Nunca me había sentido tan completa.
Mi cuerpo o mi corazón.
—Mierda —masculló Finn—. Te sientes… increíble. —Besó mis labios—. Eres increíble. —Luego se movió de nuevo. Lentamente al principio. Saliendo y volviendo a entrar, creando una ola de placer incluso más intensa con cada embestida. Mi canal se apretó a su alrededor y sus hombros se tensaron.
—Esto es todo, Say. Eres todo. —Finn empezó a embestir más duro y más rápido. No pude detener el gemido que escapó de mi boca cuando una luz cegadora de placer empezó a acumularse en mi interior, enviándome más y más cerca del borde.
Era una profundidad de placer, de amor, que nunca había sentido antes. No era sólo sexo. Se trataba de nosotros. Conectados.
Amando.
Siendo.
—¿Quieres más? —preguntó Finn, y pude decir por la aspereza en su voz y la tensión en sus hombros que le estaba tomando todo lo que tenía contenerse.
Me embistió y grité con placer, arqueando mi espalda.
—Quiero… ¡Lo quiero todo!
Con un aullido, Finn empezó a embestir más y más rápido, más y más duro hasta que estaba segura que mi cuerpo iba a combustionar espontáneamente por ser incapaz de procesar las sensaciones que estaban incendiando mi cuerpo.
Levanté mis caderas, arqueando mi espalda y encontrado embestida tras embestida porque podía no saber lo que estaba haciendo, pero sabía qué se sentía bien y para mí, Finn dentro de mí tan profundo como era posible se sentía como lo mejor.
Como si estuviera hecho para estar allí.
Era como si no importara cuán profundo estaba dentro de mí, no era suficiente.
Tenía la sensación que nunca estaría lo bastante profundo.
Finn levantó mis piernas para que mis rodillas estuvieran dobladas sobre mi pecho.
—He pensado en ti así un millar de veces desde que nos conocimos. —Entró en mí de nuevo en un ángulo que me hizo gritar sobre el sonido del trueno explotando afuera—. Eres mejor de lo que nunca imaginé. Eres todo para mí. Me hacer querer ser mejor. Me hacer mejor.
Mis ojos empezaron a picar. Lentamente se movió dentro y fuera de mí, manteniendo sus ojos fijos en los míos. Ninguno dispuesto a romper nuestra conexión. Apenas parpadeé cuando las primeras lágrimas que había derramado en años cayeron por el lado de mi rostro.
Finn se inclinó y besó mi sien, limpiando mis lágrimas con sus labios.
Con su amor.
—Cada parte de ti sabe muy bien —murmuró. Su expresión se volvió dolida—. ¿Pensé que dijiste que no llorabas?
—No durante años. Estas son lágrimas felices. Son por ti. Son para ti.
—Say —gimió, sus hombros tensándose. Su voz rasposa y profunda.
La presión en la parte baja de mi estómago empezó a desdoblarse, liberando una descarga de dicha a través de mi cuerpo mientras mi centro se contraía y el nombre de Finn escapaba de mis labios. Las lágrimas continuaron fluyendo mientras mi cuerpo hacia erupción en una bola de fuego de interminables olas de placer de las que no sabía que fuera capaz, sin embargo quería experimentar una y otra vez desde el segundo en que tomaron agarre de mi cuerpo.
De la misma manera que Finn había tomado agarre de mi corazón.
—Say, oh, mierda. ¡Say! —gritó Finn, embistiéndome más duro y más profundo. Se quedó quieto, gimiendo, corriéndose en largos chorros que sentí en las mismas profundidades de mi alma. El pulsante calor de su liberación me hizo jadear y apretarme a su alrededor, montando la última ola de mi orgasmo mientras succionaba la última gota del suyo.
Finn nos rodó, saliendo de mí despacio y ajustándome contra él. Su erección aún estaba dura, húmeda y caliente, pegajosa contra mi piel. Besó mi sien y envolvió su mano ligera pero posesivamente sobre mi garganta.
—Mía —susurró de nuevo, apretando mi garganta levemente. Un gentil recordatorio que no era necesario.
Era suya.
Lo había sabido por un largo tiempo. Mucho antes de admitírmelo.
Esa noche, Finn se aseguró que fuera un hecho que nunca fuera capaz de olvidar.
—Ese jadeo es mío. Esta boca es mía. ERES. MÍA —dijo Finn con voz áspera.
Tanto como sus palabras revolvieron algo en las profundidades de mi cuerpo, algo en mi mente no se sentía bien.
—No pertenezco a nadie, Finn —discutí, respirando fuerte—. No soy una posesión. No puedo ser poseída.
—Tienes razón. No eres una posesión —dijo—. Pero sí me perteneces. Puede que no te posea como a un auto o una casa, pero eres mía. —Colocó su mano sobre su pecho y bajó su voz. Sus ojos brillaban—. De la misma manera que mis pulmones o mi corazón son míos. Eres una parte de mí, Sawyer. Y de esa manera, me perteneces.
Sentí la lucha dejarme y mi cuerpo se derritió contra el suyo.
—Dime que eres mía —dijo, sus palabras susurradas contra mi cuello. Sus dedos trazando mis muslos, subiendo mi vestido.
Mi cuerpo tarareó con conciencia. Con deseo. Con necesidad.
—Dime —exigió, pasando sus dientes por mi clavícula.
—Soy tuya. ¡Soy tuya! —admití con un grito. Levanté la cabeza de Finn para encontrar sus ojos. Necesitaba que viera la verdad en mis palabras—. Siempre he sido tuya.
Un sonido gutural vibró desde lo profundo de la garganta de Finn.
—Te necesito —gimió, sus labios descendieron sobre los míos. Su lengua buscó la entrada mientras devoraba mi boca como si la invadiera.
Reclamándola.
Poseyéndola.
Las manos de Finn estaban por todas partes, Bajo mi vestido, amasando mis pechos, luego lo levantaron por mi cabeza antes de arrojarlo al suelo.
Finn desabrochó mi sujetador y no perdió tiempo en empujarme sobre la mesa.
—Tan jodidamente hermosa —gimió antes de lamer alrededor de mis pezones. La sensación se disparó directamente entre mis piernas y me sentí humedecerme más y más mientras la necesidad se acumulaba en mi interior a un nivel totalmente nuevo.
Finn me levantó de la mesa y me bajó al suelo, tirando de mis bragas en un rápido movimiento.
Separó mis piernas con sus manos, abriéndome para sentir su rígida dureza contra mi piel sensible a través de su jean cuando se puso sobre mí y me besó profundamente. Su boca devoró mis labios, nuestras lenguas bailando juntas, uniéndose como si pertenecieran juntas. Liberó mi boca sólo para besar y lamer y chupar mi cuerpo hasta que detuvo su boca sobre la latiente necesidad entre mis temblorosos muslos.
Cada simple cosa que Finn me hacía, la sentía no sólo dentro de mi cuerpo, sino en mi mente, en mi corazón. No sólo me hacía sentir, estaba abriendo mis ojos y era como si por primera vez fuera capaz de ver claramente.
Finn lamió mi centro en la larga y lánguida caricia enviando un rayo de placer pulsando a través de mí. Fue tan poderoso que me arqueé, los músculos de mi centro pulsaron.
—Sabes increíble —gimió Finn, y esta vez, cuando sus labios conectaron con mi carne sensible, no sólo lamió, chupó. Ligeramente colocando el pulgar y el índice a cada lado de mi abertura, empujó sus dedos y cubrió mi sexo con su boca, succionando y lamiendo en un moviendo de adelante y atrás que te hizo cerrar los ojos con fuerza. Luces de colores danzaron detrás de mis párpados como un rayo, aunque no estaba corriendo de esto asustada.
Estaba corriendo hacia ello.
Hacia Finn.
Me lamió más rápido. Chupó más duro. El placer era tan intenso que no me había dado cuenta que estaba arqueando la espalda hasta que Finn alzó la mano para sujetarme abajo por mi cadera mientras continuaba enviándome más y más cerca de un borde que no sabía que existía hasta él, aun así cada vez que me hacía correrme era más intensa que la anterior.
—Eso se siente… —Me oí decir, mi voz profunda y ahumada, llena con la intensidad de todo lo que estaba sintiendo, pero no pude obligarme a terminar la frase—. Se siente…
Finn levantó la boca, dejando mis húmedos pliegues expuestos. Mi interior se contrajo ante la pérdida de contacto. Se quitó su camiseta y la tiró al suelo, exponiendo sus ridículamente definidos hombros y bíceps, sus muchas filas de abdominales esculpidos que dirigían hacia la expuesta V asomando desde los desvanecidos vaqueros que colgaban bajo en sus caderas. Sus ojos estaban centrados entre mis muslos en la humedad que había causado. Sus parpados pesados, su mirada tan intensa que me estremecí.
Mi boca se hizo agua ante la vista de él y mis dedos picaron por tocarlo. Me senté y pasé mis dedos por las muchas crestas de su torso. Finn me besó de nuevo.
—Joder, Sawyer —gimió contra mi boca, palmeando y amasando mis pechos, haciendo doler mis pezones—. Te deseo —se quejó entre besos—. Jodidamente tanto.
—Entonces tómame —exhalé.
—No tiene que ser ahora —dijo Finn, su cuello tenso—. No tiene que ser aquí. —Podía decir que estaba al límite de su control.
—Finn —dije, mirando sus ojos y no viendo culpa o tristeza como cuando lo conocí por primera vez. Sólo deseo y amor brillaban en sus hermosos ojos azules—. Soy tuya.
Finn no perdió el tiempo. Alcanzó su cinturón y lo desabrochó, así como el botón sobre su cremallera, y bajó sus vaqueros por sus firmes nalgas. Su enorme erección se liberó y la intensidad de nuestra conexión continuó creciendo. El tarareo era ahora un alto zumbido de electricidad entre nosotros.
Finn descendió sobre mí entre mis piernas. Su duro pecho contra mis suaves senos. La sensación de su cálida y suave piel rodeando su largo y duro eje presionándose contra los nervios rodeando mi abertura era una como ninguna otra. Todo mi cuerpo estaba vivo con sensación tanto por dentro como por fuera.
—Estás tan jodidamente húmeda —dijo Finn, bajando la mirada y observando mientras frotaba su grueso eje por mis relucientes pliegues. Sólo pude asentir. Finn se colocó sobre mí y bajó su mano para provocar mi abertura con sus dedos. Empujó uno largo en mi interior y salté, viendo estrellas de felicidad—. Mierda. Estás muy apretada, Say. —Mantuvo el dedo en mi interior, frotando mis paredes internas y creando un nuevo tipo de sensación que ardía dentro de mí.
—Quiero sentirte —dije, alcanzándolo y envolviendo mi mano alrededor de la suave piel de su eje—. Dentro de mí.
Finn gimió y sus ojos fueron a los míos. Retiró su dedo y se posicionó ante mi abertura, frotando entre los pliegues y enviando chispas disparándose a través de mí.
Tomó mi boca con la suya, besándome más profundo que nunca antes.
Finn se burló de mi abertura con un lento balanceo de sus caderas. No sabía cuánto más podría soportarlo sin desmayarme.
—Eres. Mía —masculló.
—¡Sí! —grité.
Las venas en su cuello se tensaron cuando empezó a empujar dentro de mí. Me besó de nuevo mientras me estiraba de dentro afuera. Al principio, era sólo una sensación ardiente que crecía mientras iba más y más profundo, pero entonces sus caderas dejaron las mías.
—Te amo, Say —susurró contra mis labios antes de arremeter y romper la barrera final separándonos, lo que se sintió como si hubiera sido cortada con un cuchillo desde dentro.
Por suerte, la sensación fue breve y en cuestión de segundos, se volvió un lento ardor.
—Lo siento —se disculpó Finn. Bajó sus labios a mi pezón y lo chupó hasta que me sentí pulsando a su alrededor.
—Yo… no sé qué estoy haciendo —dije entre pesadas respiraciones, cerrando los ojos con fuerza.
—Abre los ojos, Say —ordenó Finn.
Cuando lo hice, encontró mi mirada.
—No tienes que hacer nada. Sólo tienes que sentir. Sentirme. Sentir esto entre nosotros. —Empezó a deslizarse fuera de mí lentamente antes de volver a entrar hasta que estuvo enterrado profundo tanto como podía llegar.
Nunca me había sentido tan completa.
Mi cuerpo o mi corazón.
—Mierda —masculló Finn—. Te sientes… increíble. —Besó mis labios—. Eres increíble. —Luego se movió de nuevo. Lentamente al principio. Saliendo y volviendo a entrar, creando una ola de placer incluso más intensa con cada embestida. Mi canal se apretó a su alrededor y sus hombros se tensaron.
—Esto es todo, Say. Eres todo. —Finn empezó a embestir más duro y más rápido. No pude detener el gemido que escapó de mi boca cuando una luz cegadora de placer empezó a acumularse en mi interior, enviándome más y más cerca del borde.
Era una profundidad de placer, de amor, que nunca había sentido antes. No era sólo sexo. Se trataba de nosotros. Conectados.
Amando.
Siendo.
—¿Quieres más? —preguntó Finn, y pude decir por la aspereza en su voz y la tensión en sus hombros que le estaba tomando todo lo que tenía contenerse.
Me embistió y grité con placer, arqueando mi espalda.
—Quiero… ¡Lo quiero todo!
Con un aullido, Finn empezó a embestir más y más rápido, más y más duro hasta que estaba segura que mi cuerpo iba a combustionar espontáneamente por ser incapaz de procesar las sensaciones que estaban incendiando mi cuerpo.
Levanté mis caderas, arqueando mi espalda y encontrado embestida tras embestida porque podía no saber lo que estaba haciendo, pero sabía qué se sentía bien y para mí, Finn dentro de mí tan profundo como era posible se sentía como lo mejor.
Como si estuviera hecho para estar allí.
Era como si no importara cuán profundo estaba dentro de mí, no era suficiente.
Tenía la sensación que nunca estaría lo bastante profundo.
Finn levantó mis piernas para que mis rodillas estuvieran dobladas sobre mi pecho.
—He pensado en ti así un millar de veces desde que nos conocimos. —Entró en mí de nuevo en un ángulo que me hizo gritar sobre el sonido del trueno explotando afuera—. Eres mejor de lo que nunca imaginé. Eres todo para mí. Me hacer querer ser mejor. Me hacer mejor.
Mis ojos empezaron a picar. Lentamente se movió dentro y fuera de mí, manteniendo sus ojos fijos en los míos. Ninguno dispuesto a romper nuestra conexión. Apenas parpadeé cuando las primeras lágrimas que había derramado en años cayeron por el lado de mi rostro.
Finn se inclinó y besó mi sien, limpiando mis lágrimas con sus labios.
Con su amor.
—Cada parte de ti sabe muy bien —murmuró. Su expresión se volvió dolida—. ¿Pensé que dijiste que no llorabas?
—No durante años. Estas son lágrimas felices. Son por ti. Son para ti.
—Say —gimió, sus hombros tensándose. Su voz rasposa y profunda.
La presión en la parte baja de mi estómago empezó a desdoblarse, liberando una descarga de dicha a través de mi cuerpo mientras mi centro se contraía y el nombre de Finn escapaba de mis labios. Las lágrimas continuaron fluyendo mientras mi cuerpo hacia erupción en una bola de fuego de interminables olas de placer de las que no sabía que fuera capaz, sin embargo quería experimentar una y otra vez desde el segundo en que tomaron agarre de mi cuerpo.
De la misma manera que Finn había tomado agarre de mi corazón.
—Say, oh, mierda. ¡Say! —gritó Finn, embistiéndome más duro y más profundo. Se quedó quieto, gimiendo, corriéndose en largos chorros que sentí en las mismas profundidades de mi alma. El pulsante calor de su liberación me hizo jadear y apretarme a su alrededor, montando la última ola de mi orgasmo mientras succionaba la última gota del suyo.
Finn nos rodó, saliendo de mí despacio y ajustándome contra él. Su erección aún estaba dura, húmeda y caliente, pegajosa contra mi piel. Besó mi sien y envolvió su mano ligera pero posesivamente sobre mi garganta.
—Mía —susurró de nuevo, apretando mi garganta levemente. Un gentil recordatorio que no era necesario.
Era suya.
Lo había sabido por un largo tiempo. Mucho antes de admitírmelo.
Esa noche, Finn se aseguró que fuera un hecho que nunca fuera capaz de olvidar.
Finn
No podía decirle en palabras cómo me sentía, así que se lo dije con mi cuerpo. La adoré con mi boca. Mis dedos.
Mi polla.
Fui su primero.
Su primer todo.
Era bueno que no estuviera planeando morir pronto porque no había duda en mi mente que después de tomar la virginidad de Sawyer en el suelo de la biblioteca, iba a ir directo al infierno.
No podía obligarme a sentirme mal sobre ello, sin embargo. No me arrepentía. Ni de un solo momento. Mi único pensamiento después de verla correrse fue cuán pronto podría hacerla correrse de nuevo.
Y otra vez.
La cosa era que después de tener a Sawyer… tomarla… TODO de ella… saltaría felizmente a la balsa de la parca y silbaría de camino a conocer al diablo.
Sawyer Dixon valía ir al infierno.
Hay momentos en tu vida, segundos incluso, cuando algo sucede que cambia todo. Te cambia. Había pasado por esos momentos. Al igual que Sawyer.
En esa biblioteca, en ese suelo, tuve uno de esos momentos.
Fue como si de repente hubiese dejado de caminar a lo largo de la misma carretera empedrada y sucia en la que había estado durante dos años y finalmente hubiera tomado una salida.
La rodeé con mis brazos y me sentí temblar.
—¿Tienes frío? —preguntó, presionando su calidez contra mi pecho, sus tetas aplastadas contra mi piel haciendo que mi polla se retorciera con excitación de nuevo.
—Sí —mentí, apenas capaz de contener el temblor en mi voz.
Un temblor que no tenía nada que ver con el frío. Hacía treinta y un grados afuera, si no más. Era más el efecto secundario de sentir cosas a las que no estaba acostumbrado.
Cosas que sólo Sawyer me había hecho sentir.
Le habría dado todo en ese suelo, incluyendo mi corazón. No era mierda, sino todo lo que tenía. Y cuando vi sus lágrimas derramarse por su hermoso rostro, tomó todo lo que tenía evitar que mis propias lágrimas cayeran, porque fue cuando supe que me había entregado todo a cambio.
Y mucho más.
No podía decirle en palabras cómo me sentía, así que se lo dije con mi cuerpo. La adoré con mi boca. Mis dedos.
Mi polla.
Fui su primero.
Su primer todo.
Era bueno que no estuviera planeando morir pronto porque no había duda en mi mente que después de tomar la virginidad de Sawyer en el suelo de la biblioteca, iba a ir directo al infierno.
No podía obligarme a sentirme mal sobre ello, sin embargo. No me arrepentía. Ni de un solo momento. Mi único pensamiento después de verla correrse fue cuán pronto podría hacerla correrse de nuevo.
Y otra vez.
La cosa era que después de tener a Sawyer… tomarla… TODO de ella… saltaría felizmente a la balsa de la parca y silbaría de camino a conocer al diablo.
Sawyer Dixon valía ir al infierno.
Hay momentos en tu vida, segundos incluso, cuando algo sucede que cambia todo. Te cambia. Había pasado por esos momentos. Al igual que Sawyer.
En esa biblioteca, en ese suelo, tuve uno de esos momentos.
Fue como si de repente hubiese dejado de caminar a lo largo de la misma carretera empedrada y sucia en la que había estado durante dos años y finalmente hubiera tomado una salida.
La rodeé con mis brazos y me sentí temblar.
—¿Tienes frío? —preguntó, presionando su calidez contra mi pecho, sus tetas aplastadas contra mi piel haciendo que mi polla se retorciera con excitación de nuevo.
—Sí —mentí, apenas capaz de contener el temblor en mi voz.
Un temblor que no tenía nada que ver con el frío. Hacía treinta y un grados afuera, si no más. Era más el efecto secundario de sentir cosas a las que no estaba acostumbrado.
Cosas que sólo Sawyer me había hecho sentir.
Le habría dado todo en ese suelo, incluyendo mi corazón. No era mierda, sino todo lo que tenía. Y cuando vi sus lágrimas derramarse por su hermoso rostro, tomó todo lo que tenía evitar que mis propias lágrimas cayeran, porque fue cuando supe que me había entregado todo a cambio.
Y mucho más.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias Berny, falta poquito?? Se viene el drama? Es una historia tan linda, me gustan los personajes, no son niños caprichosos que van y vienen...hasta que concretaron...en el piso de la biblioteca pero bueno, Finn no aguantaba más
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Gracias... Nooo, no quiero que acabe y siento que terminará mal
Tatine- Mensajes : 1561
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Si ya falta poco, es que por ahí llega el papá jajajajaja
El cantante este es otro fanatico religioso, que el papá no ande buscando a Sawyer, y como el chico la vio luego diga en que pueblo ella está
El cantante este es otro fanatico religioso, que el papá no ande buscando a Sawyer, y como el chico la vio luego diga en que pueblo ella está
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Ya se declararon su amor, y de que manera en la biblioteca.gracias por los capitulos
Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
Fecha de inscripción : 05/01/2020
Edad : 61
Localización : Broward Florida
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 38
Finn
—¿Me compraste una biblioteca? —preguntó Sawyer, con los ojos muy abiertos mientras miraba los estantes recién limpiados y abastecidos.
Había esperado hasta que mi cerebro se despejara del mejor maldito orgasmo de mi vida para darle las llaves y decirle la sorpresa.
Verla revolotear de una estantería a otra era casi tan increíble como verla deshacerse debajo de mí.
Casi.
—No realmente, yo ya la tenía. Solo pensé que ya que no estaba haciendo nada con eso, podrías quererla. Puedes manejarlo. Haz lo que quieras con ella. La ciudad tiene un presupuesto para una biblioteca este año. Puedes abrirla y convertirla en la mejor biblioteca que Outskirts haya visto o puedes mantenerla cerrada y usarla como tu propia guarida de lectura —dije, riendo nerviosamente.
Observé a Sawyer adulando inocentemente todos los libros, recorriendo con sus manos los lomos. El primer libro que sacó del estante fue un libro de cuentos de hadas. Saltó al sofá en el medio de la habitación y se dejó caer, apoyando sus piernas en el brazo.
Levanté sus pies y me senté, colocando sus piernas sobre las mías.
—Cuentos de hadas ¿eh? Sabes que no son reales —bromeé.
—Créeme, sé que la vida no es un cuento de hadas —dijo, dando vuelta el libro a la imagen de una biblioteca con una princesa y una bestia de pie en el medio—. Sin embargo, aquí estoy, en mi propia biblioteca... con mi propia bestia.
Había esperado hasta que mi cerebro se despejara del mejor maldito orgasmo de mi vida para darle las llaves y decirle la sorpresa.
Verla revolotear de una estantería a otra era casi tan increíble como verla deshacerse debajo de mí.
Casi.
—No realmente, yo ya la tenía. Solo pensé que ya que no estaba haciendo nada con eso, podrías quererla. Puedes manejarlo. Haz lo que quieras con ella. La ciudad tiene un presupuesto para una biblioteca este año. Puedes abrirla y convertirla en la mejor biblioteca que Outskirts haya visto o puedes mantenerla cerrada y usarla como tu propia guarida de lectura —dije, riendo nerviosamente.
Observé a Sawyer adulando inocentemente todos los libros, recorriendo con sus manos los lomos. El primer libro que sacó del estante fue un libro de cuentos de hadas. Saltó al sofá en el medio de la habitación y se dejó caer, apoyando sus piernas en el brazo.
Levanté sus pies y me senté, colocando sus piernas sobre las mías.
—Cuentos de hadas ¿eh? Sabes que no son reales —bromeé.
—Créeme, sé que la vida no es un cuento de hadas —dijo, dando vuelta el libro a la imagen de una biblioteca con una princesa y una bestia de pie en el medio—. Sin embargo, aquí estoy, en mi propia biblioteca... con mi propia bestia.
Sawyer
Finn sonrió.
—Bueno, bestia tiene más sentido que príncipe.
—O Yeti del pantano —agregué.
Después que recuperamos el aliento, Finn me había limpiado suavemente y nos habíamos vestido parcialmente para poder inspeccionar los libros en mi propia biblioteca.
—No, eso probablemente tiene más sentido —dijo, inclinándose para escanear el libro de cuentos de hadas en mi regazo—. ¿Has leído realmente algún cuento de hadas? Algunos de ellos son geniales. Pero muchos de ellos son raros.
Historias sobre brujas que atraen a los niños a su casa y los comen, reinas malvadas que quieren matar a una princesa inocente solo porque es bonita. Es una mierda bastante retorcida. —Finn se encogió de hombros—. Podría pensar en algo mejor que eso.
—¿Ah, sí? —pregunté, curiosa sobre a dónde iba con esto—. ¿Cómo qué?
Finn deslizó mis piernas fuera de las suyas y se acercó, agarrándome por la cintura y levantándome para que estuviera sentada en su regazo. —Había una vez un hombre —comenzó—, un ermitaño tan atrapado en su propio dolor que no podía soportar enfrentar el mundo. Entonces, la chica más fuerte y valiente que había conocido vino con su boca atrevida —me besó en la esquina de los labios—, y carne inocente y flexible —me apretó la cadera—, e hizo que el hombre quisiera cosas que no había querido en mucho, mucho tiempo.
—¿Eso es todo? —pregunté, mi voz un susurro. Mis muslos se apretaron a su alrededor por instinto y sus ojos se oscurecieron.
Finn negó con la cabeza y suavemente me empujó de su regazo al sofá.
—El hombre se dijo a sí mismo que estaba mejor sin ella —continuó Finn, deslizándose del sofá hasta que estuvo arrodillado frente a mí. Jugueteó con la pretina de mi pantalón corto y lo jaló, mis bragas bajaron de mis piernas, extendiendo mis rodillas. Se humedeció los labios al ver mi clítoris embarazosamente hinchado—. Se dijo a sí mismo que sería mejor si se fuera muy, muy lejos —dijo, su voz profunda y áspera, sus ojos oscuros y caídos—. Por un corto tiempo, incluso creyó que era cierto —dijo, inclinándose y susurrando las palabras a través de la sensible carne de mis muslos internos. Mi corazón se apretó en anticipación.
—Hasta que un día, no pudo luchar contra la necesidad de reclamarla y hacerla suya. —Me miró a los ojos mientras barría su lengua aplanada sobre mi clítoris. Me corcoveé fuera del sofá y mi libro cayó del brazo a la alfombra.
Finn se rió contra mis labios externos.
—Verás, el hombre no solo quería su increíble cuerpo. —Lametón—. Él quería su mente. —Lametón imposiblemente lento—. Su espíritu. Cada parte de ella que estaba dispuesta a dar. —Él me miró—. Y más.
—¿Qué hizo él? —pregunté, luchando contra el impulso de aplastar mis muslos contra su cabeza. Empujó sus manos sobre mis rodillas y me abrió de par en par.
Los ojos de Finn eran francamente malvados cuando miró hacia abajo entre mis piernas. Él sonrió socarronamente.
—Lo tomó.
Y entonces lo hizo.
Finn abrió ampliamente su boca y chupó mi clítoris y mis hinchados labios exteriores en su boca, rodando su lengua una y otra vez hasta que todo a mi alrededor se nubló y vi estrellas en medio de un brillante día soleado. Introdujo su lengua dentro de mi agujero y, con un movimiento ondulante, masajeó mis paredes internas.
Finn no solo me estaba probando. Me estaba devorando. Esto no era un simple acto, esto era una reclamación oral.
Una reclamación que no iba a negar porque mi núcleo se apretaba alrededor de su lengua y una presión tan grande se construía dentro de mí que cuando él metió la mano bajo mi camisa y pellizcó mi pezón al mismo tiempo que rozó ligeramente mi clítoris con sus dientes no pude aguantar más tiempo. Corrí hacia el borde sin paracaídas y sin dudarlo, salté directamente a un estallido de placer que explotó desde mi interior y no cedió hasta que hubo exprimido hasta el último fragmento de dicha de mi cuerpo.
—¿El final? —jadeé cuando finalmente pude ver de nuevo. Finn se lamió los labios, saboreando mi brillante humedad a su alrededor y me deslizó del sofá al suelo.
Él se rió en voz baja.
—No, bebé. —Se bajó el jean y acarició su largo grosor con la mano. Lentamente, de arriba abajo—. Este es solo el comienzo.
Finn tenía razón después de todo. Cualquier cosa podría ser un cuento de hadas. Y mientras tomaba mi cuerpo nuevamente, sabía que no había ninguna razón para que yo quisiera alguna vez a un príncipe.
Ya tenía mi propia bestia.
Finn sonrió.
—Bueno, bestia tiene más sentido que príncipe.
—O Yeti del pantano —agregué.
Después que recuperamos el aliento, Finn me había limpiado suavemente y nos habíamos vestido parcialmente para poder inspeccionar los libros en mi propia biblioteca.
—No, eso probablemente tiene más sentido —dijo, inclinándose para escanear el libro de cuentos de hadas en mi regazo—. ¿Has leído realmente algún cuento de hadas? Algunos de ellos son geniales. Pero muchos de ellos son raros.
Historias sobre brujas que atraen a los niños a su casa y los comen, reinas malvadas que quieren matar a una princesa inocente solo porque es bonita. Es una mierda bastante retorcida. —Finn se encogió de hombros—. Podría pensar en algo mejor que eso.
—¿Ah, sí? —pregunté, curiosa sobre a dónde iba con esto—. ¿Cómo qué?
Finn deslizó mis piernas fuera de las suyas y se acercó, agarrándome por la cintura y levantándome para que estuviera sentada en su regazo. —Había una vez un hombre —comenzó—, un ermitaño tan atrapado en su propio dolor que no podía soportar enfrentar el mundo. Entonces, la chica más fuerte y valiente que había conocido vino con su boca atrevida —me besó en la esquina de los labios—, y carne inocente y flexible —me apretó la cadera—, e hizo que el hombre quisiera cosas que no había querido en mucho, mucho tiempo.
—¿Eso es todo? —pregunté, mi voz un susurro. Mis muslos se apretaron a su alrededor por instinto y sus ojos se oscurecieron.
Finn negó con la cabeza y suavemente me empujó de su regazo al sofá.
—El hombre se dijo a sí mismo que estaba mejor sin ella —continuó Finn, deslizándose del sofá hasta que estuvo arrodillado frente a mí. Jugueteó con la pretina de mi pantalón corto y lo jaló, mis bragas bajaron de mis piernas, extendiendo mis rodillas. Se humedeció los labios al ver mi clítoris embarazosamente hinchado—. Se dijo a sí mismo que sería mejor si se fuera muy, muy lejos —dijo, su voz profunda y áspera, sus ojos oscuros y caídos—. Por un corto tiempo, incluso creyó que era cierto —dijo, inclinándose y susurrando las palabras a través de la sensible carne de mis muslos internos. Mi corazón se apretó en anticipación.
—Hasta que un día, no pudo luchar contra la necesidad de reclamarla y hacerla suya. —Me miró a los ojos mientras barría su lengua aplanada sobre mi clítoris. Me corcoveé fuera del sofá y mi libro cayó del brazo a la alfombra.
Finn se rió contra mis labios externos.
—Verás, el hombre no solo quería su increíble cuerpo. —Lametón—. Él quería su mente. —Lametón imposiblemente lento—. Su espíritu. Cada parte de ella que estaba dispuesta a dar. —Él me miró—. Y más.
—¿Qué hizo él? —pregunté, luchando contra el impulso de aplastar mis muslos contra su cabeza. Empujó sus manos sobre mis rodillas y me abrió de par en par.
Los ojos de Finn eran francamente malvados cuando miró hacia abajo entre mis piernas. Él sonrió socarronamente.
—Lo tomó.
Y entonces lo hizo.
Finn abrió ampliamente su boca y chupó mi clítoris y mis hinchados labios exteriores en su boca, rodando su lengua una y otra vez hasta que todo a mi alrededor se nubló y vi estrellas en medio de un brillante día soleado. Introdujo su lengua dentro de mi agujero y, con un movimiento ondulante, masajeó mis paredes internas.
Finn no solo me estaba probando. Me estaba devorando. Esto no era un simple acto, esto era una reclamación oral.
Una reclamación que no iba a negar porque mi núcleo se apretaba alrededor de su lengua y una presión tan grande se construía dentro de mí que cuando él metió la mano bajo mi camisa y pellizcó mi pezón al mismo tiempo que rozó ligeramente mi clítoris con sus dientes no pude aguantar más tiempo. Corrí hacia el borde sin paracaídas y sin dudarlo, salté directamente a un estallido de placer que explotó desde mi interior y no cedió hasta que hubo exprimido hasta el último fragmento de dicha de mi cuerpo.
—¿El final? —jadeé cuando finalmente pude ver de nuevo. Finn se lamió los labios, saboreando mi brillante humedad a su alrededor y me deslizó del sofá al suelo.
Él se rió en voz baja.
—No, bebé. —Se bajó el jean y acarició su largo grosor con la mano. Lentamente, de arriba abajo—. Este es solo el comienzo.
Finn tenía razón después de todo. Cualquier cosa podría ser un cuento de hadas. Y mientras tomaba mi cuerpo nuevamente, sabía que no había ninguna razón para que yo quisiera alguna vez a un príncipe.
Ya tenía mi propia bestia.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Capitulo 39
Finn
En un intento por ayudar a Sawyer a descifrar su pasado, principalmente la conexión de su madre con Outskirts, me encontré solo, recorriendo la trastienda de la biblioteca en busca de alguna evidencia que Caroline Dixon o Caroline Ellen hubiera existido en papel en esta ciudad. Había revisado un par de cientos de archivos polvorientos de cajas que se cayeron a pedazos en el momento en que quité la tapa cuando finalmente encontré un documento con el nombre de Caroline Dixon en él.
Y luego me enojé.
—¿Por qué le has estado mintiendo a Sawyer? ¿Acerca de conocer a su madre? —Herví, irrumpiendo por la puerta trasera de Critter's. Él estaba en el callejón fumando un cigarro.
—¿Hola a ti también, Finn? Es bueno verte —dijo en ese bajo barítono suyo—. Estoy bien. El negocio está genial. Gracias por preguntar.
—Podemos hacer todo eso más tarde. Primero, necesito saber por qué le has estado mintiendo a Sawyer.
Critter se apoyó contra la pared y tomó una calada de su cigarro, soplando el humo en anillos en el cielo.
—Es una larga historia. Más larga de lo que tú eres viejo.
—Necesito saberlo.
—¿Y por qué es eso? —preguntó Critter.
Le di a Critter una mirada acusadora.
—Lo juro por Dios, muchacho, si jodes a esa chica, te daré tal paliza que esta ciudad nunca ha visto. ¿Entendido? —preguntó Critter.
Las amenazas de Critter solían enojarme pero esta vez no. Me gustó que Sawyer tuviera otro protector en Critter. Él había sido como el tío enojado que nunca había querido toda mi vida.
—Bueno. Yo esperaría que lo hicieras.
Critter asintió y tendió su mano. En lugar de sacudirlo, coloqué el documento en él.
—Ahora dime por qué le has estado mintiendo a mi chica.
—Sígueme —gruñó Critter. Lo seguí a la cocina, donde nos sirvió un trago de whisky en vasos rojos—. Salud —dijo, juntamos nuestras copas y tomamos nuestros tragos.
Caminó hacia su escritorio, solo una pieza rectangular de madera en la esquina con montañas de papeles y recibos dispersos por la parte superior. Abrió un cajón, sacó un pedazo de papel amarillo y me lo entregó.
—¿Qué es esto? —pregunté.
—Esto es todo. La razón por la que le he estado mintiendo a Sawyer. La razón por la que no sabe la mitad de lo que ha estado sucediendo desde que llegó aquí.
Leí el volante varias veces para asegurarme que lo que estaba leyendo era correcto.
—Es la iglesia en la que ella creció, ¿no? —pregunté, mirando a Critter, quien bebió otro trago otra vez y entró al área del bar. Seguí y golpeé el volante sobre la barra.
—¿Qué significa todo esto? —pregunté, cada vez más frustrado.
—Significa que necesito contarte una historia sobre un hombre con el nombre de Richard Dixon. El chupapollas más bajo que alguna vez se arrastró a través de esta bola de suciedad que llamamos tierra. Esa rata bastarda es una de las cabezas de esa iglesia.
—Pero es solo una coincidencia, ¿verdad? Sawyer me dijo que su padre no sabe dónde está y que no puede encontrarla porque nunca supo sobre la tierra —dije, sabiendo bien cuando las palabras salieron de mi boca que estaba equivocado.
Critter levantó sus pobladas cejas hacia mí.
—Eso no es cierto, ¿verdad?
Critter negó con la cabeza.
—Sawyer piensa que sí. Y por ahora es mejor así. Esa chica ya ha pasado demasiado. No necesita preocuparse... a menos que llegue el momento en que necesite preocuparse.
Empecé a entrar en pánico. Sawyer estaba con Josh en su casa, pero necesitaba saber a qué nos enfrentábamos.
—Critter, tienes que darme algo. —Estaba prácticamente rogando—. Tengo que protegerla. Dime lo que sabes. No puedo luchar por ella si no sé con quién o con qué estoy luchando.
Critter suspiró.
—Conseguí esto hoy. Estaba yendo a hablar contigo esta noche —dijo, y para los estándares de Critter, era casi lo más parecido a una disculpa que alguien haya recibido.
—Richard Dixon sabe exactamente dónde está Sawyer. Probablemente supo dónde estaba antes que incluso ella llegara aquí —explicó Critter.
—¿Cómo? —pregunté, todavía sin una comprensión del ciento por ciento.
—Porque es la única forma en que él es como yo. Sabe las idas y venidas de todos a su alrededor. —Critter miró a su alrededor como si estuviera buscando algo—. Solo sé, que por ahora, tengo ojos en ese bastardo, y cuando él venga —Critter alcanzó debajo del mostrador y sacó su escopeta. Lo bombeó y el clic resonó por toda la barra vacía—. Estaremos listos para él. —Se inclinó hacia adelante en la barra—. ¿Estás dentro o fuera?
—Estoy dentro —dije, sin dudar—. Por supuesto, estoy dentro.
Critter me dio una palmada en la espalda.
—Eso es lo que esperaba que dijeras. Entonces es hora que te cuente una pequeña historia sobre un hombre llamado Richard Dixon. El hijo de puta que se hace llamar el padre de Sawyer.
—¿Por qué sigues llamándolo Richard Dixon? —pregunté, dándome cuenta que Critter hacía todo lo posible por decir su nombre en lugar de llamarlo el papá de Sawyer.
Critter colocó el arma en el mostrador.
—Porque, él no es el papá de Sawyer —chirrió.
Abrió su billetera y me entregó una foto de una mujer que lucía justo como Sawyer, excepto que tenía el cabello rubio. Estaba sonriendo a la cámara y tenía sus brazos alrededor de su panza de bebé de buen tamaño. Luego derribó al
documento que le había dado. La licencia de matrimonio que registraba a Caroline Dixon como la novia y a Critter Templeton como el novio.
Él me miró a los ojos.
—Porque yo lo soy.
Y luego me enojé.
—¿Por qué le has estado mintiendo a Sawyer? ¿Acerca de conocer a su madre? —Herví, irrumpiendo por la puerta trasera de Critter's. Él estaba en el callejón fumando un cigarro.
—¿Hola a ti también, Finn? Es bueno verte —dijo en ese bajo barítono suyo—. Estoy bien. El negocio está genial. Gracias por preguntar.
—Podemos hacer todo eso más tarde. Primero, necesito saber por qué le has estado mintiendo a Sawyer.
Critter se apoyó contra la pared y tomó una calada de su cigarro, soplando el humo en anillos en el cielo.
—Es una larga historia. Más larga de lo que tú eres viejo.
—Necesito saberlo.
—¿Y por qué es eso? —preguntó Critter.
Le di a Critter una mirada acusadora.
—Lo juro por Dios, muchacho, si jodes a esa chica, te daré tal paliza que esta ciudad nunca ha visto. ¿Entendido? —preguntó Critter.
Las amenazas de Critter solían enojarme pero esta vez no. Me gustó que Sawyer tuviera otro protector en Critter. Él había sido como el tío enojado que nunca había querido toda mi vida.
—Bueno. Yo esperaría que lo hicieras.
Critter asintió y tendió su mano. En lugar de sacudirlo, coloqué el documento en él.
—Ahora dime por qué le has estado mintiendo a mi chica.
—Sígueme —gruñó Critter. Lo seguí a la cocina, donde nos sirvió un trago de whisky en vasos rojos—. Salud —dijo, juntamos nuestras copas y tomamos nuestros tragos.
Caminó hacia su escritorio, solo una pieza rectangular de madera en la esquina con montañas de papeles y recibos dispersos por la parte superior. Abrió un cajón, sacó un pedazo de papel amarillo y me lo entregó.
—¿Qué es esto? —pregunté.
—Esto es todo. La razón por la que le he estado mintiendo a Sawyer. La razón por la que no sabe la mitad de lo que ha estado sucediendo desde que llegó aquí.
Leí el volante varias veces para asegurarme que lo que estaba leyendo era correcto.
IGLESIA DE LA LUZ DE DIOS
TIENDA DE SERVICIO
Recinto Ferial del Condado de Brillhart
Fechas por anunciar
Recuerdo que Sawyer mencionó el nombre.TIENDA DE SERVICIO
Recinto Ferial del Condado de Brillhart
Fechas por anunciar
—Es la iglesia en la que ella creció, ¿no? —pregunté, mirando a Critter, quien bebió otro trago otra vez y entró al área del bar. Seguí y golpeé el volante sobre la barra.
—¿Qué significa todo esto? —pregunté, cada vez más frustrado.
—Significa que necesito contarte una historia sobre un hombre con el nombre de Richard Dixon. El chupapollas más bajo que alguna vez se arrastró a través de esta bola de suciedad que llamamos tierra. Esa rata bastarda es una de las cabezas de esa iglesia.
—Pero es solo una coincidencia, ¿verdad? Sawyer me dijo que su padre no sabe dónde está y que no puede encontrarla porque nunca supo sobre la tierra —dije, sabiendo bien cuando las palabras salieron de mi boca que estaba equivocado.
Critter levantó sus pobladas cejas hacia mí.
—Eso no es cierto, ¿verdad?
Critter negó con la cabeza.
—Sawyer piensa que sí. Y por ahora es mejor así. Esa chica ya ha pasado demasiado. No necesita preocuparse... a menos que llegue el momento en que necesite preocuparse.
Empecé a entrar en pánico. Sawyer estaba con Josh en su casa, pero necesitaba saber a qué nos enfrentábamos.
—Critter, tienes que darme algo. —Estaba prácticamente rogando—. Tengo que protegerla. Dime lo que sabes. No puedo luchar por ella si no sé con quién o con qué estoy luchando.
Critter suspiró.
—Conseguí esto hoy. Estaba yendo a hablar contigo esta noche —dijo, y para los estándares de Critter, era casi lo más parecido a una disculpa que alguien haya recibido.
—Richard Dixon sabe exactamente dónde está Sawyer. Probablemente supo dónde estaba antes que incluso ella llegara aquí —explicó Critter.
—¿Cómo? —pregunté, todavía sin una comprensión del ciento por ciento.
—Porque es la única forma en que él es como yo. Sabe las idas y venidas de todos a su alrededor. —Critter miró a su alrededor como si estuviera buscando algo—. Solo sé, que por ahora, tengo ojos en ese bastardo, y cuando él venga —Critter alcanzó debajo del mostrador y sacó su escopeta. Lo bombeó y el clic resonó por toda la barra vacía—. Estaremos listos para él. —Se inclinó hacia adelante en la barra—. ¿Estás dentro o fuera?
—Estoy dentro —dije, sin dudar—. Por supuesto, estoy dentro.
Critter me dio una palmada en la espalda.
—Eso es lo que esperaba que dijeras. Entonces es hora que te cuente una pequeña historia sobre un hombre llamado Richard Dixon. El hijo de puta que se hace llamar el padre de Sawyer.
—¿Por qué sigues llamándolo Richard Dixon? —pregunté, dándome cuenta que Critter hacía todo lo posible por decir su nombre en lugar de llamarlo el papá de Sawyer.
Critter colocó el arma en el mostrador.
—Porque, él no es el papá de Sawyer —chirrió.
Abrió su billetera y me entregó una foto de una mujer que lucía justo como Sawyer, excepto que tenía el cabello rubio. Estaba sonriendo a la cámara y tenía sus brazos alrededor de su panza de bebé de buen tamaño. Luego derribó al
documento que le había dado. La licencia de matrimonio que registraba a Caroline Dixon como la novia y a Critter Templeton como el novio.
Él me miró a los ojos.
—Porque yo lo soy.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2020 The Outskirts-T.M. Frazier
Bueno esto si que no me lo esperaba, como que Critter es su padre ? :0 y donde estará el no padre de Sawyer? Si sabe donde está por qué lo aparece, esto no me gusta...
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
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