Lectura #1 Septiembre 2017

guauuuu  me gusta

Aquí voy me apunto. ..

oh!!! no sabía que era de vampiros... 

Wooww! Suena muy interesante definitivamente la voy a esperar

Me anoto! Gracias!

Gracias

analuteca escribió:oh!!! no sabía que era de vampiros... 

Pues, que te diré,  en Gr. Tiene etiqueta de Vampiros

Maneme escribió:guauuuu  me gusta

Me alegra que te guste!
Espero leerte en esta lectura

Vela escribió:Aquí voy me apunto. ..

Bienvenida Vela corazón lindo! !

iamcatwomanx escribió:Wooww! Suena muy interesante definitivamente la voy a esperar

Gracia por unirte ya espera será corta mañana iniciamos

carolbarr escribió:Me anoto! Gracias!

Gracias a ti por unirte!!
Sé que Qué te gustará le lectura

Gabriela Dancuart escribió:Gracias

Bienvenida! !!

Me anoto

Tenia muchas ganas de leerlo lo tenia en ingles y por lo mismo nunca lo pude leer.

Isa escribió:Me anoto

Gracias, sabia que podia contar contigo IsaBella

micafp_2530 escribió:

Me gusta !!

Cuentas conmigo

Estoy ansiosa por comenzar a leer...

Mica Gracias y Bienvenida!!

mariateresa escribió:Tenia muchas ganas de leerlo lo tenia en ingles y por lo mismo nunca lo pude leer.

Pues ya no lo pospongas, espero leerte en esta quincena y lo mas importante que te guste !!

Danni
El terror de morir había desaparecido… ahora oraba por ello.

Su daga… como uñas tamborileando lenta y precisa por mi cuello hasta la parte inferior de mi barbilla. Él acaricio el área sensible con la yema de su dedo luego empujo su pulgar hacia arriba entre la curva del hueso de la mandíbula. Se forzó en mi boca cerrada y mordí con fuerza mi lengua. La sangre comenzó a acumularse en mi boca y no podía tragar con la presión.

Inhale y exhale frenéticamente por la nariz. Iba a ahogarme con mi propia sangre. Iba a morir.

—Inclina tu cabeza —ordenó.

La presión aumentó y gire la cabeza, exponiendo el lado de mi cuello. Movió su pulgar y rápidamente y escupí la sangre. Restos escurrieron de las esquinas de mi boca y hacia mi barbilla

—Hermosa —ronroneo él, luego curvo su mano alrededor de la parte posterior de mi cuello y lo levanto ligeramente. Apreté mis manos en puños, esperando el familiar dolor. Me negaba a gritar, eso no haría la diferencia de todas formas, nadie estaba rescatándome de este monstruo.

Apreté los ojos cerrados mientras se inclinaba sobre mí, el olor de regaliz negro inundando mis fosas nasales. Siseo y sonó cono el lento roce de una cremallera siendo deshecha. Me tense y contuve la respiración justo antes que sus colmillos perforaran mi cuello.
 
Lloraba en silencio mientras yacía inmóvil, incapaz de rechazarlo, congelada en la pesadilla que se había convertido en realidad. Sus labios estaban fríos contra mi piel mientras, él succionaba el calor de mi sangre. Cada jalón drenando mi fuerza hasta que mis manos se aflojaron y mis uñas incrustadas en mis palmas, se liberaron.

Su lengua se sacudió por encima de mi cuello y levanto su cabeza.

—Mí azucarada, Danielle.

Su voz era una melodía tranquila, como si un pincel atravesara un lienzo fresco blanco, barriendo, rítmico y sutil. Odiaba la forma en que era cautivador, como lo comparaba con algo que me amaba, pero no tenía ningún control sobre ello.

Yacía flácida mientras los grilletes eran liberados y heladas manos, como el pescado agarraban mis brazos arrastrándome por el húmedo, sucio suelo en la celda. Mi refugio. Lejos de él. Lejos de la tortura.

El monstruo me lanzo dentro y aterrice sobre mis rodillas luego colapse sobre mi costado. La puerta cerrada con llave.

Pisadas.

Metal triturado. Cliqueando.
La jaula se levantó del suelo, balanceándose adelante y atrás, mientras maniobraba hacia arriba hasta unirse al lado de las otras dos jaulas.

Estaba tan helada. Infinitos escalofríos que hacían doler mis músculos de forma constante tratando de proveer calor a mi cuerpo. Mi garganta estaba seca y ronca de tanto gritar, como si una hoja de afeitar había raspado la carne.

—Jesús —A pocos pies de distancia escuche la familiar voz engravada, Balen, mi único consuelo aquí. Las tuberías oxidadas sobrecargadas gimieron mientras el continuo rocío de agua rociaba dentro de la jaula—. Cristo lo siento.

Tomo demasiada energía moverse, pero abrí mis ojos para mirarlo. Mi vecino prisionero agarro los barrotes, nudillos blancos. Su tenso cuerpo como un resorte, acumulo tanta tensión que parecía listo para romperse. Su pierna colgaba en un ángulo extraño, destrozada por el martillo con el cual lo torturaron.

A pesar de su destrozado cuerpo, era hermoso. Tatuajes contorneados en las colinas y valles de sus brazos musculosos y torso. Atrape la imagen de un tigre en
 
su espalda baja que era tan complejo que parecía vivo. Pero fueron sus ojos lo que me cautivaron. Verde brillante, penetrante y duro, llenos de un inquietante tormento. Cuando estaba enojado, el verde se oscurecía y parecía casi negro.

—No te atrevas a darte por vencida.

Ya lo estaba. Nunca pensé que lo haría en un principio, pero ahora…

—¡Mírame! —Escuche lo que sonó como su puño golpeando las barras de metal—. Mi.ra.me.

Su tono era furioso, y sin embargo, no estaba asustada de él. ¿Cómo podría estarlo? Era todo lo que tenía en este lugar.

Nuestras miradas se encontraron y la tensión de su mandíbula se suavizo.

—Necesitas beber, Danni. Acércate.

Agua. Cerré mis ojos e imagine sosteniendo un vaso de agua fresca y tragándola; el líquido deslizándose por mi garganta, cubriendo la dura sequedad. Nunca había pensado sobre las botellas de agua que a diario había consumido, pero ahora… ahora era en todo lo que pensaba.

—No permitiré que mueras, maldición. —Su voz era áspera y abrupta y sin embargo para mí era relajante.

Intrépido. Eso es lo que él era. Nunca grito cuando lo torturaron, nunca se rompió. Yo quería eso. Para ser valiente de nuevo. Pero él me había aspirado.

Me arrastre por el suelo de metal y coloque mis manos en los barrotes, ahuecándolas juntas. Cerré los ojos, temerosa que él no fuera capaz de alcanzarme en este momento.

Pero cuando la fresca saturación golpeo mi piel, lágrimas se agruparon en mis ojos. El agua goteaba a través de las grietas de mis dejos y rápidamente una sacudida me trajo de vuelta, temerosa de perder una sola gota de agua que él me ofrecía.

Lamí mis palmas, la humedad adhiriéndose en mi garganta… aterciopelada.

Extendí la mano de nuevo y esta vez abrí los ojos. Recogió el agua de la llovizna en lo alto de su jaula. Era un ligero rocío y tardo agonizantes minutos reunir un pequeño puñado.
 
Repetimos el proceso cinco veces, hasta que mis brazos resistieron levantarse por más tiempo.

—Gracias —susurre.

Se sentó y se apoyó contra las barras, pierna doblada y su brazo descansando sobre ella; despreocupado, indiferente y sin embargo todo en su expresión lo contradecía.

—Maldita sea, Danni, necesitas bloquear tu mente de tu cuerpo. Apágala como te dije. —Sonaba furioso, pero sabía que estaba preocupado—. Sepáralos. No le permitas ganar.

Era demasiado tarde para eso. Él ya había ganada la batalla.

—Danni.

Me acurruque sobre mi costado en una bola, rodillas, barbilla y brazos envueltos alrededor, tratando de proporcionarme algún tipo de calidez.

Entonces cerré mis ojos y recé por que la oscuridad me tomara.

Pensé que le escuche decir algo más, pero ya estaba deslizándome en el vacío.
No importaba de todos modos. Nada lo hacía.




Entraba y salía del sueño, dolor mezclado con el terror de escuchar el ruido metálico de mi jaula bajando. Numerosas ocasiones, me sacudí despertando por los gritos de alguien siendo torturado.

—Pequeña. —Desperté a la profunda voz masculina—. Despierta.

Cadenas se sacudieron y mi jaula comenzó a bajar. No. Dios, no. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿días, minutos, horas? no tenía idea del tiempo, solo la constatación que el monstruo estaba viniendo a buscarme.

—Danni. —Lentamente le echo un vistazo. Está de pie con las manos agarrando las barras, los ojos pesados y determinados—. Te voy a sacar. Encontrare una manera, maldita sea.

—No otra vez… —murmuro en una neblina de sorpresa.
 
—¡Jesús! —Se arrastró en las barras, si rostro apretado con frustración—. No le des lo que quiere. Mierda, no puedes ceder, no tienes idea lo que haría con nosotros
—dijo, con voz entrecortada.

—Balen —susurre su nombre, pero no podía verlo más mientras mi jaula bajaba hasta que se asentó en el suelo. La puerta se desbloquea luego se abre de golpe. Manos frías agarran mis antebrazos, arrastrándome por el húmedo suelo hacia la mesa de acero. Sonido metálico resonando, y el cruel metal sujetando alrededor de los tobillos y muñecas. Inhalaba aire mientras mis abrasiones frotaban contra las restricciones.

Entonces… el familiar sonido de sus pisadas.

Mi cuerpo comenzó a temblar al reconocer el andar, lento y preciso. Luego el olor a regaliz negro inundó el aire y mi garganta se apretó, reflejos haciéndome revolver el estómago.

Apretando mis ojos cerrados, rezaba por despertar de la pesadilla. De estar de vuelta en casa, en mi apartamento quejándome de lavar ropa. Haría cualquier cosa para abrir los ojos y tener una habitación llena de ropa sucia para lavar.

Los pasos se detienen y entonces sus afiladas uñas se arrastran por mi clavícula hasta mi cuello.

—Maravillosa. Piel como de una paloma. Pronto te convertirás en mi esclava, impaciente por hacer lo que yo quiera y rogando por mí sangre. —Sus dedos se presionaban en el moretón en mi garganta—. Y luego él —Mira hacia las jaulas—, te vera convirtiéndote en mía.

Tiro contra los grilletes, mis ojos abiertos vuelan mientras un destello de desafío se reaviva.

—Jodete.

Se ríe entre dientes.

—Me preguntaba si había alejado ese feroz espíritu. Bebe de mí y esto terminará. —Corre una uña a través de su muñeca y sangre rosada salé a la superficie. Lo sostiene a pulgadas de distancia de mi boca—. Bebe, Danielle.

Miro sus ojos, ignorando el señuelo que pondría fin a esto.

—Es Danni, imbécil —. Eso es todo lo que queda, la última rebelión. Agarra mi barbilla e inclina mi cabeza a un lado.
 
—Soy muy paciente, Danni.

Escucho el familiar siseo y mi cuerpo se tensa, piernas y muñecas tirando de las restricciones mientras un grito desgarra mi garganta.

Se burla de mi lucha, apretando su agarre en mi barbilla.

Fue entonces que escuche su voz desde arriba. Esa profunda, fuerte voz que vivía en el infierno conmigo.

—Ryszard. Para. Jesús, malditamente lo hare. —Su voz sonaba macilenta, derrotada.

Las heladas manos dejaron mi cuerpo.

Me quede temblando, incapaz de descifrar lo que estaba pasando a mi alrededor, excepto la voz reconfortante de Balen flotando en mi mente.

“No más dolor, pequeña. Nuca más. Te lo juro. Nuca más.”

Danni
Dos años después.

Miré hacia el retrato del hombre, ojos verdes, como una hoja que había consumido una abundante cantidad de lluvia. Su barbilla afilada y angular, labios gruesos, y una nariz con una ligera desviación en el puente. Parecía arrogante, confiado y definitivamente orgulloso. Había pintado su húmedo cabello oscuro, gotas de agua pegadas a los extremos de los mechones, las cuales colgaban a pulgadas por debajo de sus orejas. Una gota descansaba sobre su mejilla como si estuviera llorando.

—Danni, tienes de dejar de hacer esto —dijo Anstice—. No es… maldición, no es saludable.

Este era el mejor hasta ahora. Creo que realmente capturé su dolor esta vez. Las esquinas externas de sus ojos curvados y tristeza, penetraban mientras miraba directamente hacia ti desde cada dirección. Solo y atormentado, como si algo horrible le hubiera pasado… un alma atormentada.

—Este es —dije, mirando la pintura. Froté mis brazos, aliviando la familiar piel de gallina que se levantaba cada vez que lo miraba—. Es el de mis sueños.

Mi mejor amiga suspiró.

—Dijiste eso la última vez y la vez anterior y la vez anterior a esa. ¿Has pintado qué… veinte, treinta retratos de este tipo?

Me encogí de hombros. Sí, y qué. Había perdido la cuenta. Él vivía en mis sueños cada noche, llevándome a pintarlo una y otra vez. Era como un mosquito
 
zumbando en mi oído, y no importaba qué, no podía espantarlo. Lo absurdo de ello era que el maldito mosquito se había convertido en un amigo cercano.

Corrí mis dedos a través del lienzo, tocando ligeramente sus labios divididos. Era real. Lo había conocido, hablé con él una vez. Alguna vez conocí el sonido de su voz, un profundo barítono con un toque de ronquez.

—Él estaba allí. Y no comiences conmigo, Anstice. — Señalé la pintura—. Este tipo tuvo algo que ver con mi secuestro. —Estaba en la forma en que sus ojos me miraban, diciéndome que sentía mi dolor, que conocía lo que había estado atravesando. En mis sueños, este hermoso hombre me hablaba, estiraba sus manos y trataba de salvarme de la sombra negra que me torturaba. Hubiera sabido si él fuera el responsable, ¿no? Estaba dibujándolo y sentía una sensación de calma cada vez que miraba el retrato. Incluso si mi memoria estaba lavada, mi cuerpo lo sabía.

—Danni. —Anstice puso su mano sobre mi hombro y lo apretó—. Tienes que detener esto. Está empeorando.

Anstice odiaba mis retratos. Cuando vio el primero hace dos años, había parecido enferma del estómago, su tez palideció hasta un blanco translucido y sus ojos se ampliaron con horror. Incluso entonces, evitaba las pinturas por completo. Su excusa era que el hombre se veía espeluznante y la asustaba.

Él era amenazante y cruel con esos omniscientes ojos. Pero era la fuerza sin miedos que vi en él lo que me daba la determinación para hacerle frente a otro día. Por otra parte, me recordaba la frustración de vivir con un agujero negro en mi mente.

Nunca fui de las que se sentaba en silencio y tomaban lo que la vida les lanzaba. En su lugar, luchaba por lo que quería. Y yo quería conocerlo. No, era más que eso. Tenía que saber quién era tanto como mis pulmones necesitaban su próximo aliento.

Pero eso estaba destrozándome. Cada vez que lo miraba, otra pieza de mí se rompía.

Me zafé de la mano de Anstice y avancé hacia la puerta frontal.

—Tengo que recordar, joder. —Giré el cartel de Abierto a Cerrado y bloqueé la puerta de la galería de arte, la cual había llamado Danielle´s—. No tienes idea de lo que es despertarte en el medio de la noche, congelada, sintiendo como si manos sudorosas están sobre mi cuerpo y luego hay agua goteando…constantemente despertando con el goteo del grifo, pero no es eso. Sé que no lo es porque lo reviso, maldita sea. Y sigo revisándolo. —Pateo una caja sin abrir de materiales de arte—. Ya ni siquiera puedo ir a una cita sin el miedo a que mi secuestrador vuelva por mí.
 
—Eso toma tiempo. —La voz de Anstice era suave, y cuando la miré. Vi lágrimas en sus ojos.

—¿Tiempo? ¿estás bromeando? han pasado dos años, joder. Vivo como una ermitaña. Yo. El espíritu libre con un tatuaje en su trasero. No me gusta que los hombres me toquen. El regaliz negro me enferma del estómago, pero antes del secuestro, lo comía en la camioneta. Odio cualquier tipo de confinamiento y… — Me dirigí hacia el retrato—. ¡Y te odio! —Golpeé mi puño a través de la mitad del lienzo.

Anstice se quedó boquiabierta.

Lancé la arruinada pintura a través de la habitación. Aterrizó boca arriba en el suelo, los vividos ojos verdes mirándome con una omnipresente mirada como si el bastardo supiera que estaba jodida por completo.

Di un ruidoso, frustrado gruñido, y pisoteé hacia las latas de pintura y recogí una. La llevé hacia el lienzo, abriendo la tapa, incliné mi mano y dejé que la brillante pintura roja se deslizara sobre el borde y aterrizara sobre los ojos. —Allí. Ahora mantente malditamente fuera de mi cabeza.

La puerta trasera se abrió, luego se cerró de golpe contra el frio viento.

Levanté la mirada para ver a Keir. Era el tipo de chico que notabas, mierda, cuando entraba en una habitación era como si se volviera suya. Asintió hacia mí y luego miró el lienzo destrozado. Su mandíbula se apretó y las oscuras cejas bajaron sobre sus ojos. No dijo nada, aunque fue y puso su brazo alrededor de la cintura de Anstice, arrastrándola cerca su lado.

Llevé la lata de pintura hacia el armario, abrí las puertas de golpe y comencé a lanzar fuera cada retrato del hombre. Atravesé con mi pie cada una de ellas y luego vertí la pintura sobre los atormentados ojos.

Tenía que lograr sacar a este tipo de mi cabeza antes que arruinara mi vida. Todo lo que hacía era pensar en él, lo soñaba, y me preguntaba si existía. Mierda, incluso había ido a hipnosis para intentar borrarlo de mi mente, pero todo eso logró intensificar mi conciencia de él.

Derramé lo último de la brillante pintura roja sobre el último lienzo antes de dejar que la lata se deslizara de mi mano. Rebotó en el piso de madera y rodó de costado hasta quedarse debajo de un caballete. Miré alrededor hacia la pintura esparcida en el suelo y los numerosos lienzos dañados. Incontables horas de trabajo destruidas en minutos.
 
Una risita escapó, y luego otra y otra hasta que estaba riendo histéricamente. Me reí hasta que mis hombros y estómago dolieron. Se sentía bien reír de nuevo, aunque no fuera porque encontraba esto divertido. Más bien, era lo opuesto.

Dios, estaba volviéndome loca. Terminaría como mi padre después de todo, sentada sola en la oscuridad, incapaz de discernir qué era real.

—Te quedaras en nuestra casa esta noche —dijo Keir. Anstice asintió.
—No deberías estar sola.

Dejé de reír. ¿Qué había hecho? Había convertido cada cuadro en lo que parecía un baño de sangre de locura. Golpeé mi frente ligeramente con la palma de mi mano.

—Yo… chicos, gracias, pero parece que tengo que hacer un poco de limpieza antes de abrir mañana. No quieren que los clientes piensen que lo que me volví loca o algo por el estilo. —Talvez había matado a un maldito mosquito. Era momento de dejarlo ir y empezar a vivir de nuevo.

El tono de Keir fue firme e inflexible.

—Insisto.

—Oh, tira esa basura de insistir a alguien más, Keir. Eso no va conmigo. — Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza.

Me gustaba Keir, pero el tipo tenía una cosa con tener el control. Si yo fuera Anstice, le habría golpeado en la mandíbula unas cuantas veces amenazándolo con dejarlo sí el continuara insistiendo u ordenándolo. Pero ella normalmente lo tenía a su forma. Cuando el temperamento de Anstice flameaba, y ella era pelirroja, Keir conseguía su pequeña sonrisa y él se tranquilizaría. Esto era algo lindo, considerando que no había nada lindo con Keir y sus seis pies de masa de músculos tatuados.

—Tuve una crisis. Es mi derecho.

—Bueno, ayudaremos a limpiar —dijo Anstice.

Negué con mi cabeza y el lápiz se deslizó de mi cabello. Mis rizos almendrados cayeron curvándose alrededor de mis hombros. Recogí el lápiz y torcí mi cabello arriba nuevamente.
 
—No, estoy bien. Necesito un tiempo a solas. Únicamente destruí mis pinturas favoritas y vertí pintura roja sobre todo el piso de la galería. —Keir abrió la boca y me le quedé viendo fijamente—. No digas otra palabra, Keir. Me caes bien, casi siempre, pero te patearé el trasero de ser necesario.

Anstice sonrió, no dudando reír ante la absurda idea.

—Llámame mañana, ¿está bien? Y la cena sigue en pie. —Anstice dudó, mirando a Keir como si ellos estuvieran mentalmente comunicándose. Me molestaba que ellos hicieran eso, tan conectados de sangre que sabían lo que el otro quería decir sin palabras dichas—. Queremos que conozcas a alguien. Un buen amigo.

Me detuve a la mitad de recoger un bastidor, pero me enderecé y miré hacia ella.

—Una cita a ciegas, y terminó nuestra amistad.

—No, no. No es eso. Waleron solamente es alguien con quien tú puedes… hablar.

—¿Un doctor para la cabeza? ¿quieres que vea a un doctor para la cabeza nuevamente? —Maldije bajo mi respiración varias veces. Los doctores habían hecho mierda por mi padre, y justo después de mi secuestro, había visto a varios terapeutas en el hospital. Todo lo que conseguí de las terapias fueron más preguntas de lo que me pasaba.

—Él no es un psiquiatra —dijo Anstice—. Solamente es alguien que puede estar disponible para ayudar con lo que estás pasando. —Anstice alzó su barbilla—. No estoy tomando un no por respuesta. Ya no sales. Todo lo que haces es trabajar y sentarte aquí hibernando. Así que el sábado después de que cierres, espero verte en nuestra casa.

Si me rehusaba, ella estaría aquí cada noche hasta que estuviera de acuerdo, y eso no estaba sucediendo. Espacio y soledad se habían convertido en mis dos mejores amigas.

—Bien, iré. Pero dile a los chicos que tomen un paseo. Ellos me molestaron la última vez.

—El coqueteo de Jedrik es inofensivo. Y le gustas —dijo Anstice.

—Sí, bueno, dile que deje su encantador culo fuera de la puerta o lo haré por él.
—La última vez que salí a cenar, los chicos de treinta y tantos, Hack y Jedrik, eran chicos considerando que hacen bromas de ida y vuelta como niños de diez años;
 
habían luchado para conseguir que saliera con ellos en una cita. Ellos en realidad habían hecho una apuesta de cien dólares. Todavía no puedo entender que incluso vivan allí con Anstice y Keir. No es como si Keir necesitaba el dinero de la renta. Demonios, viven en una mansión en la parte más lujosa de la ciudad.

—Me encargaré de eso—dijo Keir, luego puso su mano sobre la parte baja de la espalda de Anstice y se dirigieron a la puerta.

A pesar de que estaba feliz de que Anstice había encontrado el amor de su vida, esto también trajo con ello una barrera entre nosotras. Habíamos crecido juntas, amigas desde el primer momento que no conocimos en el patio de juegos del segundo grado. Anstice había estado llorando sobre un pájaro lesionado y algunos niños de quinto grado estaban molestándola. Me acerqué al pequeño instigador, quien estaba haciendo la mayor parte de alboroto, y le golpeé en la mandíbula. Cayó de culo y comenzó a llorar. Anstice y yo habíamos sido amigas desde entonces.

Pero algo había cambiado desde el “episodio”, que es como nos referimos a mi secuestro. Anstice estaba sospechosa, y se rehusaba a hablar sobre lo que había pasado, y parecía retraída. Algo había cambiado.

Mayormente, me sentía desilusionada conmigo misma. Yo siempre había sido un espíritu libre. Ahora me sentía atrapada. Lo más gracioso era, ni siquiera recordaba los días que había estado en cautiverio. Los doctores dijeron que era normal, una forma de proteger mi mente de algo tan traumático. Pero mi mente estaba nevada de destellos de sonidos y olores que me recordaban el horror al que sobreviví.

Se me puso la piel de gallina y pasé mis manos por mis brazos. Ahora siempre estaba fría. Era una bizarra sensación, como si hubiera estado a temperaturas bajo cero, constantemente temblando, y mi cuerpo incapaz de mantenerse tibio.

Ya habían pasado dos años desde que estuve íntimamente con alguien. Nada de salvajes encuentros sexuales, sin aventuras eróticas, sin citas. Y con seguridad no para relaciones. El recuerdo del cerebro de mi padre salpicado sobre su escritorio de caoba estaba lo suficientemente vivido para terminar cualquier vínculo antes siquiera de apuntar sobre una aventura amorosa.

Siempre había sido muy audaz al acercarme a un tipo que consideraba atractivo, ya sea en una tienda de supermercado, un bar, un parque, o en el banco. Sí pensaba que era un tipo lindo lo invitaba a salir.

El rechazo venía con el territorio, pero nunca me molestó. Ahora, si veo un tipo al que me siento atraída, camino al otro lado del camino. Interiormente, era un
 
tornado de emociones, rasgando, jalando y empujando en varias direcciones. No podía entender qué demonios estaba mal conmigo.

Después de ser dada de alta del hospital, comencé a obsesionarme con el hombre en mis pinturas. Era como si él estuviera rogándome que descubra quien era. Pensaba que pintarlo lo habría sacarlo de mi sistema —en lugar de eso, intensificaba la urgencia de pintarlo una y otra vez. La desesperación era más fuerte después de la puesta de sol, manteniéndome despierta para mirar su imagen colgada sobre mi cama. Algunas noches, me sentaba en el filo de la cama con las piernas cruzadas, mirándolo fijamente como si esperara a que él diga algo.

Loco. Mierda, eso era lo que era. Completamente loco.

Agarré un nuevo bastidor de mi armario y lo apoyé en el caballete. Encendí el estéreo y estalló “Lips of An Angel” de Hinder. Sacando el lápiz de mi cabello, comencé a trazar. Mi mano se movía con precisión, sabiendo que estaba dibujando, habiéndolo hecho repetidamente. Ignoré la pintura roja secándose en el piso, los bastidores arruinados, y la promesa de dejar de pensar en él. El zumbido en mi cabeza comenzó a cantar la canción familiar.

Ahhhh dos Capitulos es una tortura!!

Danni logro ser liberada pro el, que sacrifico para su libertad?

Quiero saber más!!!

por que no recuerda nada y solo a el