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Lectura de Trilogía: Champion-Marie Lu #3

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Yani
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Mensaje por Yani Sáb 7 Jul - 17:38

                         
 
Traducido por LizC Corregido por MaryJane♥
 JUNE
No me muevo, pero a través de mis párpados, medio adormilados, veo a Day sentarse en la cama a mi lado y enterrar su cara en sus brazos. Está respirando pesadamente. Siete minutos más tarde, se levanta en silencio, echa un último vistazo en mi dirección, y
desaparece a las puertas del balcón. Es tan silencioso como siempre, y si al despertar de su pesadilla no me hubiera levantado, fácilmente habría dejado mi habitación sin yo saberlo nunca.
Pero lo , y esta vez me levanto justo después de que se va. Me pongo algo de ropa, mis botas, y salgo tras él. El aire frío azota mi rostro, y la luna empapa toda la noche de un plateado oscuro.
Incluso en su estado de deterioro, sigue siendo rápido cuando quiere serlo. Para el momento en que lo alcanzo en la Union Station y lo sigo por las calles del centro de la ciudad, mi corazón late con fuerza de manera constante de la forma en que lo hace después de un entrenamiento completo. A estas alturas, ya sé a dónde va. Está volviendo a la antigua casa de su familia. Observo cuando por fin llega a la intersección de Watson y Figueroa, dobla la esquina, y se dirige dentro de una pequeña casa tapiada con una desteñida X aún pintada en su puerta.
Simplemente estar de vuelta aquí me hace marear con el recuerdo. No me puedo imaginar cuán peor debe ser para Day. Cautelosamente me dirijo a las ventanas tapiadas, luego escucho con atención por él. Entra por la puerta trasera, lo escucho revolver por el interior, sus pasos tenues y sordos, y luego se detiene en la sala. Voy de una ventana a otra hasta que finalmente encuentro una que todavía tiene una grieta entre dos de sus tablones de madera. Al principio no lo puedo ver. Pero con el tiempo lo hago.
Day está sentado en la mesa de la sala con la cabeza en sus manos. Aunque está demasiado oscuro para poder distinguir sus rasgos, puedo oírlo llorar. Su silueta tiembla con dolor, y su angustia está grabada en cada uno de sus


 
tensos músculos en su cuerpo devastado. El sonido es tan extraño que rompe mi corazón; he visto llorar a Day, pero no estoy acostumbrada a ello. No sé si alguna vez lo estaré.
Cuando llevo una mano a mi cara, me doy cuenta que las lágrimas corren por mis mejillas también.
Yo le hice esto… y porque él me ama, jamás podrá escapar realmente de ello. Recordará el destino de su familia cada vez que me vea, aunque me ame, especialmente si me ama.


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Mensaje por yiniva Dom 8 Jul - 17:11

Hay pobrecitos, yo siempre he creído que June tiene la culpa por la muerte de la madre de Day, eso es algo que siempre estará entré ellos.
Gracias Yani


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Mensaje por yiany Lun 9 Jul - 23:54

Viernes, Day: la salud de Day se está deteriorando rápidamente, y ahora con los desertores ayudando a las colonias y ese chantaje, la situación se complica, para rematar ahora Tess enfermó, espero que Day no caiga en el juego de las colonias.


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Lectura de Trilogía: Champion-Marie Lu #3 - Página 3 Empty Re: Lectura de Trilogía: Champion-Marie Lu #3

Mensaje por yiany Mar 10 Jul - 9:33

Viernes June: por fin fueron capaces de hablar de sus sentimientos claramente, por fin dejaron de suponer y empezaron a actuar en consecuencia y Lectura de Trilogía: Champion-Marie Lu #3 - Página 3 3586515659 Lectura de Trilogía: Champion-Marie Lu #3 - Página 3 3586515659


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Lectura de Trilogía: Champion-Marie Lu #3 - Página 3 Empty Re: Lectura de Trilogía: Champion-Marie Lu #3

Mensaje por yiany Mar 10 Jul - 18:36

Sábado, Day: es obvio que Day no pueda seguir adelante, su familia murió trajica e intempestivamente, esas cosas no se olvidas olvidan o superan, además no ha tenido el tiempo de hacer un verdadero duelo.

Sábado, June: es compleja la situación de ambos aquí, en especial porque June tiene razón y tiene mucha culpa en lo que pasó, pero en lugar de arrastrar sus demonios por separado, deberían apoyarse para tratar de avanzar y dejar el pasado atrás.


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Mensaje por Yani Mar 10 Jul - 20:00

   DAY
Finalmente regreso, con cara de sueño y agotado hacia la habitación de June justo antes del amanecer. Ella aún está ahí, aparentemente tranquila. No intento volver a meterme en la cama con ella; me desmorono en su sofá en su lugar y caigo en un profundo sueño sin
sueños hasta que la luz se hace más fuerte en el exterior. June es la que me agita para despertarme.
—Hola —susurra. Para mi sorpresa, no comenta cuán rojos o hinchados deben verse mis ojos. Ni siquiera parece sorprendida por despertarse y encontrarme recostado sobre su sofá en lugar de su cama. Sus ojos parecen
             intensos—. Yo he… informado a Anden sobre lo que decidiste. Dice que el equipo del laboratorio estará listo para recogerlos a ti y a Eden en dos horas,
en tu apartamento. —Suena agradecida, cansada, y vacilante.
 
—Estaré allí —murmuro. No puedo evitar mirar al vacío durante unos cuantos segundos… ahora mismo nada parece real, y me siento como si estuviera nadando en un mar de niebla donde las emociones, las imágenes, y los pensamientos estuvieran todos desenfocados. Me obligo a levantarme del sofá e ir al cuarto de baño. Allí, me desabrocho la camiseta y salpico con agua mi cara, mi pecho y mis brazos. Esta vez tengo miedo de mirarme en el espejo. No quiero ver otra vez a John mirándome, con mi propia venda apretada alrededor de sus ojos. Mis manos se están agitando tan torpemente; la herida en mi palma izquierda está otra vez abierta y sangrando, probablemente por el hecho de que sigo apretando esa mano instintivamente. ¿Me había visto June marcharme? Me estremezco cuando revivo el recuerdo de ella estando ahí fuera en la casa de mi madre, esperando al frente del escuadrón de soldados. Luego vuelvo a repasar las palabras del Canciller para mí, la situación precaria en la que June está… en la que está Tess, Eden… en la que estamos todos metidos.


 
Salpico varias veces el agua sobre mi cara y cuando eso no me ayuda entro en la ducha y me ahogo con el agua hirviendo. Pero eso no adormece las imágenes.
En el momento en que finalmente salgo del cuarto de baño, mi cabello aún húmedo y mi camisa a medio abrochar, estoy de un pálido enfermizo y temblando. June me observa tranquilamente mientras se sienta al borde de su cama, bebiendo un té de color púrpura claro. Incluso aunque sé que es inútil intentar ocultarle nada, hago un intento.
—Estoy listo —digo con una sonrisa tan genuina como puedo reunir. No se merece ver este tipo de dolor en mi rostro, y no quiero que piense que ella es la causante. Ella no es la causante, me recuerdo.
Pero June no comenta sobre eso. Me estudia con esos profundos ojos oscuros.
—Acabo de recibir una llamada de Anden —dice, pasándose una mano por su cabello incómoda—. Tienen una nueva evidencia que la comandante Jameson es la única persona responsable de pasar algunos de los secretos
              militares a las Colonias. Suena como si ella está trabajando ahora para ellos.
Bajo una marea de emociones, un pozo profundo de odio brota. Si no fuera por la comandante Jameson, quizás todo habría sido mejor entre June y yo… y quizás nuestras familias aún podrían estar vivas. No lo sé. Nunca lo sabremos. Y ahora ella está trabajando para el enemigo cuando se supone que tiene que estar muerta. Murmuro una maldición en voz baja.
—¿No hay forma exactamente de saber dónde está? ¿Está ahora mismo en la República?
—Nadie lo sabe. —June agita su cabeza—. Anden dice que están intentando ver si algo en ella puede ser rastreada, pero debe haberse cambiado de ropa hace mucho tiempo en la prisión, y el chip de rastreo de sus botas debe haber desaparecido para ahora. Se habrá asegurado de ello. —Cuando June ve la frustración en mi cara, ella gesticula con simpatía. Ambos rotos por la misma persona—. Lo sé. —Baja su taza de té y aprieta mi mano sana.
Violentos recuerdos parpadean a través de mi memoria ante su tacto; me estremezco antes de que pueda detenerme. Ella se congela. Durante un segundo, veo el profundo dolor en su expresión. Rápidamente cubro mi error besándola, intentando perderme en el gesto como lo hice anoche.


 
Pero nunca he sido un buen mentiroso, al menos no a su alrededor. Ella se aleja de mí.
—Lo siento —susurra ella.
 
—Está bien —digo apurado, e irritado conmigo mismo por arrastrar nuestras viejas heridas de nuevo a la superficie―. No es…
—Sí, lo es. —June se fuerza a encararse conmigo—. Vi a dónde fuiste anoche… te vi ahí… —Su voz se desvanece mientras baja la mirada con culpa—. Lo siento, te seguí, pero tenía que saberlo. Tenía que ver que yo era la única causante de todo el dolor en tus ojos.
Quiero asegurarle que no todo es por ella, que la amo tan desesperadamente que me aterra el sentimiento. Pero no puedo. June ve la duda en mi rostro y sabe que es una confirmación de su miedo. Se muerde su labio.
—Es mi culpa —dice, como si fuera simplemente lógica—. Y no estoy segura de que alguna vez vaya a ser capaz de ganarme tu perdón. No debería.
—No sé qué hacer. —Mis manos cuelgan a mi lado, impotentes. Imágenes             terribles de nuestro pasado se muestran rápidamente a través de mi mente…
mis mejores intentos no pueden detenerlas—. No sé cómo hacerlo.
 
Los ojos de June brillan de lágrimas acumuladas, pero se las arregla para mantenerlas sin caer. ¿Realmente puede un error destruir nuestra vida juntos?
—No creo que haya una forma —dice finalmente. Doy un paso hacia ella.
—Oye —susurro en su oído—. Estaremos bien. —No estoy seguro de si eso es cierto, pero se ve como lo mejor para decir.
June sonríe, siguiendo la corriente, pero sus ojos reflejan mi propia duda.
 
* * *
 
Es el segundo día de la promesa de las Colonias del alto al fuego.
 
El último lugar al que quiero regresar es a la planta del laboratorio del Hospital Central de Los Ángeles. Es lo suficientemente duro estar ahí y ver a Tess contenida detrás de las paredes de cristal, con productos químicos


 
siendo inyectados en su torrente sanguíneo. Ahora estaré ahí de vuelta con Eden a mi lado y tendré que lidiar con la visión de ver que le ocurra lo mismo. Cuando estamos listos para bajarnos del jeep esperando delante de nuestro apartamento provisional, me arrodillo delante de Eden y le enderezo las gafas. Me devuelve la mirada solemnemente.
―No tienes que hacer esto ―digo otra vez.
 
―Lo sé ―responde Eden. Roza mi mano impacientemente a lo lejos cuando quito las pelusas de los hombros de su chaqueta―. Estaré bien. De todas formas dijeron que no podría tomar el día entero.
Anden no puede garantizar su seguridad; solo podía prometer que tomarían todas las precauciones. Y viniendo de la boca de la República… incluso de una boca en la que había llegado a confiar a regañadientes, esa pequeña fisura de una pizca de consuelo no significa casi nada. Suspiro.
―Si cambias de opinión en cualquier momento, me avisas, ¿está bien?
 
―No te preocupes, Daniel ―dice, encogiéndose de hombros ante todo el asunto―. Estaré bien. No parece que eso asuste. Al menos vas a estar allí.
―Sí. Al menos voy a estar ahí ―repito aturdido. Lucy se queja sobre sus rubios rizos desarreglados. Más recuerdos de casa y de mamá. Cierro mis ojos e intento aclarar mis pensamientos. Luego me estiro y toco a Eden en la nariz―. Cuanto antes comiencen ―le digo―, más pronto podrán acabar.
Minutos después, un jeep militar me recoge mientras un camión médico transporta a Eden separado hacia el Hospital Central de Los Ángeles.
Él puede hacer esto, me repito mientras alcanzo la cuarta planta del laboratorio. Soy escoltado por técnicos hacia una cámara con ventanas de cristales gruesos. Y si él puede, entonces yo puedo vivir con ello. Pero aun así, mis manos están sudorosas. Las aprieto de nuevo en un intento por detener su temblor sin fin, y una punzada de dolor corre a través de mi mano herida. Eden está dentro de la cámara de vidrio. Sus pálidos rizos rubios estaban enredados y ondulados a pesar de los esfuerzos de Lucy, y ahora lleva una ropa roja quirúrgica fina para pacientes. Sus pies estaban descalzos. Un par de técnicos de laboratorios le ayudan a subirse a una cama grande y blanca, y uno de ellos enrolla las mangas de Eden para tomar su presión arterial. Eden se estremece cuando la fría goma toca su brazo.


 
―Relájate, pequeño ―dice el técnico de laboratorio, con su voz amortiguada por el cristal―. Sólo toma una respiración profunda.
Eden murmura un vago “de acuerdo” en respuesta. Se ve tan pequeño cerca de ellos. Sus pies ni siquiera tocan el suelo. Se balancean de forma perezosa mientras pierde la mirada hacia la ventana que nos separa, buscándome. Aprieto y aflojo mis manos, luego las presiono otra vez contra la ventana.
El destino de toda la República descansa sobre los hombros de mi hermano pequeño. Si mamá, John o papá estuvieran aquí, probablemente se reirían por cuán ridículo es todo esto.
―Va a estar bien ―murmura el técnico de laboratorio a mi lado en consuelo. No suena muy convencido―. Los procedimientos de hoy no deberían causarle ningún dolor. Sólo vamos a tomar algunas muestras de sangre y luego le daremos unos cuantos medicamentos. Hemos enviado algunas muestras al equipo del laboratorio de Antártida para analizarlos también.
―¿Se supone que eso me hará sentir mejor? ―le digo bruscamente―. ¿Los procedimientos de hoy no le deberían causar ningún tipo de dolor? ¿Y qué
            pasa con mañana?
El técnico del laboratorio levanta sus manos a la defensiva.
 
―Lo siento ―tartamudea―. Salió mal, no quise decir algo como eso. Tu hermano no tendrá ningún dolor, te lo prometo. Tal vez un poco de malestar, por la medicación, pero estamos tomando todas las precauciones que podemos. Yo, eh, espero que no informes sobre esto negativamente a nuestro glorioso Elector.
Así que eso es por lo que está preocupado. Que si estoy molesto, voy a ir corriendo a Anden y me quejaré. Estrecho mis ojos hacia él.
―Si no me das un motivo para que informar algo malo, entonces no lo haré.
 
El técnico de laboratorio se disculpa otra vez, pero ya no estoy prestándole atención. Mis ojos regresan de nuevo a Eden. Está preguntando a uno de los técnicos algo, aunque está hablando lo suficientemente suave de modo que no puedo escuchar. El técnico de laboratorio agita su cabeza a mi hermano. Eden traga saliva, mira hacia atrás nerviosamente en mi dirección y luego aprieta sus ojos con fuerza. Uno de los técnicos de laboratorio saca una jeringuilla, luego con mucho cuidado la inyecta en la vena del brazo de Eden.


 
Él aprieta su tensa mandíbula, pero no pronuncia ningún sonido. Un leve dolor familiar palpita en la base de mi cuello. Intento calmarme. Sacándome el estrés y desencadenar uno de mis dolores de cabeza en un momento como este no va a ayudar a Eden.
Él eligió hacer esto, me recuerdo. Me enaltezco con un orgullo repentino.
¿Cuándo había crecido Eden? Siento como si hubiese parpadeado y me lo perdí.
El técnico de laboratorio retira finalmente la jeringuilla, la cual ahora está llena con sangre. Presiona algo sobre el brazo de Eden, luego lo vendan. El segundo técnico a continuación deja caer un puñado de píldoras en la mano abierta de Eden.
―Trágatelas juntas ―le dice a mi hermano. Eden hace como dice―. Son un poco amargas… mejor que te lo quites de encima de una vez.
Eden gesticula y se atraganta un poco, pero se las arregla para bajar las píldoras con algo de agua. Luego se echa sobre la cama. El técnico gira hacia él una máquina cilíndrica. No puedo recordar cómo se llama la máquina,
              incluso aunque me lo dijeron hace menos de una hora. Lentamente lo ruedan dentro de ella, hasta que todo lo que puedo ver de Eden son las puntas de sus
pies descalzos. Lentamente desprendo mis manos de la ventana. Mi piel deja huellas sobre el cristal. Un minuto más tarde, mi corazón se retuerce en mi pecho cuando escucho a Eden llorando desde dentro de la máquina. Algo de eso debe ser doloroso. Aprieto mis dientes tan fuerte que creo que mi mandíbula puede romperse.
Al final después de lo que parece una eternidad, uno de los técnicos de laboratorio se mueve hacia mí para que entre. Inmediatamente paso por delante de ellos y entro a la cámara de cristal que está inclinada sobre el costado de Eden. Está otra vez sentado sobre uno de los bordes de la cama blanca. Cuando me escucha aproximarme, rompe en una sonrisa.
―Eso no fue tan malo ―me dice con una voz débil. Sólo le tomo la mano y la aprieto en la mía.
―Lo hiciste muy bien ―respondo―. Estoy orgulloso de ti.
 
Y lo estoy. Estoy tan orgulloso de él como nunca lo he estado de mí mismo… estoy orgulloso de él por estar levantado a mi lado.


 
Uno de los técnicos de laboratorio me muestra una pantalla en la cual se ve una vista ampliada de las células sanguíneas de Eden.
―Un buen comienzo ―nos dice―. Trabajaremos con esto e intentaremos inyectar a Tess con una cura esta noche. Si tenemos suerte, ella aguantará por otros cinco o seis días y nos dará algo con que trabajar.
Los ojos del técnico están sombríos, incluso aunque sus palabras son bastante esperanzadoras. La extraña combinación hace que un escalofrío recorra mi espalda. Agarro más fuerte la mano de Eden.
―No tenemos mucho tiempo por perder ―me susurra Eden cuando los técnicos de laboratorio nos dejan para hablar tranquilos―. Si no pueden encontrar una cura, ¿qué vamos a hacer?
―No lo sé ―admito. No es algo sobre lo que quiero pensar realmente, porque me deja sentimientos más impotentes de lo que me gusta. Si no podemos encontrar una cura, no tendremos ninguna ayuda militar internacional. Si no hay ninguna ayuda, entonces, no tendremos forma de ganar contra las Colonias. Y si las Colonias nos invaden… recuerdo lo que vi
            cuando estuve ahí fuera, y recuerdo lo que el Canciller me había ofrecido. Si eliges, podemos trabajar juntos. La gente no sabe lo que es mejor para ellos. A
veces sólo tienes que ayudarles un poco. ¿No es así?
 
Necesito encontrar una forma para entretenerles mientras trabajamos en una cura. Lo que sea para frenar a las Colonias, para darle a los antárticos una oportunidad para que vengan en nuestra ayuda.
―Simplemente tendremos que luchar ―le digo a Eden, despeinando su cabello―. Hasta que no podamos luchar más. Esa es la forma en la que siempre parece ser, ¿verdad?
―¿Por qué no puede ganar la República? ―pregunta Eden―. Siempre pensé que nuestro ejército militar era el más fuerte del mundo. Esta es la primera vez que deseo que lo fueran de verdad.
Sonrío con tristeza ante la inocencia de Eden.
 
―Las Colonias tienen aliados ―respondo―. Nosotros no. ―¿Cómo demonios le explico todo eso? ¿Cómo le digo exactamente cuán impotente me siento, aquí de pie, como una marioneta rota mientras Anden conduce a


 
su ejército a una batalla que no pueden ganar?―. Tienen un ejército mejor, y nosotros no tenemos los suficientes soldados ahí fuera.
Eden suspira. Sus pequeños hombros caen de una forma que me deja sin habla. Cierro mis ojos y me obligo a calmarme. Llorar delante de Eden en un momento como este es demasiado embarazoso.
―Es una lástima que no todos en la República sean soldados ―murmura. Abro mis ojos. Es una lástima que no todos en la República sean soldados.
Y de esa forma, sé lo que necesito hacer. Sé cómo responder ante el chantaje del Canciller y cómo detener a las Colonias. Me estoy muriendo, no tengo muchos días por delante… mi mente lentamente se quiebra, y de igual forma mi fuerza. Pero tengo la suficiente fuerza para una cosa. Tengo el suficiente tiempo para dar un último paso.
―Tal vez todo el mundo en la República puede ser un soldado ―respondo tranquilamente.


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Mensaje por Yani Mar 10 Jul - 20:01

 JUNE
 
Lo de anoche se siente como un sueño, cada último detalle de ello. Pero esta mañana resalta en completo contraste, no hay ningún error en el desagrado que sentí de Day cuando toqué su brazo, el violento estremecimiento que pasó a través de él al simple roce de
mi mano. Mi corazón todavía duele mientras dejo mi apartamento, me dirijo a un jeep estacionado que está esperando por mí. Paso la mañana con el Senado. Trato en vano de apartar mi mente de Day, pero es imposible. Una reunión en el Senado se siente tan trivial ahora mismo, las Colonias están gradualmente irrumpiendo en nuestro país con la fuerte ayuda de aliados, Antártida todavía se niega a ayudarnos, y la comandante Jameson está prófuga. Y aquí estoy yo sentada, hablando de política cuando podría estar, debería estar, afuera en el campo, haciendo para lo que estoy entrenada a hacer. ¿Qué voy a decirles a todos ellos, de todos modos? ¿Alguno de ellos incluso va a escuchar? ¿Qué vamos a hacer?
No. Necesito enfocarme. Necesito apoyar a Anden mientras él intenta, incluso aún, negociar con el Canciller, los directores ejecutivos y generales de las Colonias. Ambos sabemos que no nos llevará a ningún lugar… La única cosa que los hará ceder es una cura. E incluso entonces, podría no ser suficiente para contener a las Colonias. De todos modos. Tenemos que intentarlo. Y quizá él estará de acuerdo en ayudar a los Patriotas con sus planes, especialmente si sabe cuánto estará Day involucrado con ellos.
El solo pensamiento de Day trae de vuelta los recuerdos de anoche. Mis mejillas se calientan, y sé que no es debido al calor de Los Ángeles. Estúpido momento, me reprendo, y empujo lo de anoche fuera de mis pensamientos. Todo alrededor de mí, las usualmente ajetreadas calles de Lake están inquietantemente vacías, como si nos estuviéramos preparando para una venidera tormenta. Supongo que eso no es tan erróneo.


 
Una sensación de hormigueo repentinamente viaja por mi espalda. Me detengo por un momento, luego frunzo el ceño. ¿Qué fue eso? Las calles todavía lucen desiertas, pero una extraña premonición hace que los vellos de mi cuello se ericen. Alguien está observándome. Inmediatamente la idea se siente inverosímil, pero mientras camino, aprieto mi mandíbula y dejo mi mano descansar sobre mi pistola. Quizá estoy siendo ridícula. Quizá la advertencia que Day me ha dado, que las Colonias puedan usarme contra él o que quizá me tienen en su mira, está empezando a jugar trucos en mi mente. Aun así, no hay razón para lanzar la precaución al aire. Me inclino contra el edificio más cercano de modo que mi espalda está protegida, y llamo a Anden. Mientras más pronto llegue el jeep, mejor.
Y luego la veo. Cancelo la llamada.
 
Ella viste un buen disfraz. (Vestimenta desgastada de la República que supuestamente debería ser llevada sólo por soldados de primer año, lo que significa que luce ordinaria y fácil de ignorar; un sombrero de soldado tirado hacia abajo para cubrir su rostro, con solo unos cuantos mechones rojos asomándose bajo él). Pero incluso desde esta distancia, reconozco su rostro,
            frío y duro.
La comandante Jameson.
 
Miro casualmente lejos y pretendo rebuscar alrededor en mis bolsillos por algo, pero por dentro, mi corazón late a un furioso ritmo. Ella está aquí en Los Ángeles, lo que significa que de alguna manera logró escapar la batalla en Denver y evadir el agarre de la República. ¿Es una coincidencia muy grande que ella esté dónde estoy? ¿Quizá está aquí porque sabía que yo estaría aquí? Las Colonias. Debe haber otros ojos aquí. Mis manos tiemblan mientras me pasa por el otro lado de la calle. No da ninguna indicación de verme, pero sé que me nota. En una calle tan vacía, debería ser imposible pasar desapercibida, y no estoy disfrazada.
Cuando su espalda finalmente está vuelta hacia mí, cruzo mis brazos, ladeo mi cabeza ligeramente abajo, y llamo a Anden en el auricular otra vez.
—La vi. Ella está aquí. La comandante Jameson está en Los Ángeles.
 
Mi voz suena tan baja y como un murmullo que Anden tiene problemas para entender.
—¿La viste? —pregunta con incredulidad―. ¿Está en la misma calle que tú?


 
—Sí —susurro. Soy cuidadosa de mantener un ojo sobre la desaparecida figura de la comandante Jameson―. Puede que esté aquí intencionalmente, viendo a dónde me llevará mi jeep o quizá tratando de localizarte. —Mientras se aleja más, un abrumador deseo surge a lo largo de mí. Por primera vez en mucho tiempo, mis habilidades de agente están llamándome. Quedando atrás la política; de repente regreso al campo. Cuando ella gira una esquina, inmediatamente abandono mi lugar y empiezo a ir tras ella. ¿A dónde va?—. Está por Lake y Colorado —susurro urgentemente a Anden―. Girando al norte. Envía unos soldados aquí, pero que no le dejen saber que la están siguiendo. Quiero ver a dónde se dirige. —Antes de que Anden pueda decir algo más, finalizo la llamada.
Camino a lo largo del lado de los edificios, cuidadosa de quedarme en las sombras tanto como puedo, y tomo un atajo a través de un callejón hacia la calle donde pienso que la comandante Jameson ha ido. En lugar de echar un vistazo alrededor de la esquina y potencialmente delatarme, me apiño en el callejón y calculo cuánto tiempo ha pasado. Si ella continúa al mismo paso, y si se quedó en la calle, entonces debió haber pasado este callejón al menos hace un minuto. Cuidadosamente, me inclino hasta que puedo atrapar un
            rápido vistazo de la calle. Seguramente, ya me ha pasado, y puedo ver su
figura de espalda apresurándose lejos. Este rápido vistazo es también suficiente para decirme algo más: ella está hablando en su propio micrófono.
Desearía que Day estuviera aquí conmigo. Él sabría instantáneamente la mejor forma de viajar sin ser visto a través de éstas calles. Por un segundo contemplo llamarlo, pero para que él llegue aquí a tiempo sería demasiado trayecto.
En su lugar, sigo a la comandante Jameson. La sigo por unas buenas cuatro cuadras, hasta que entramos a una zona de Ruby que rodea Batalla, donde dos o tres bases de aeronaves se encuentran a lo largo de la calle. Ella hace un giro otra vez. Me apresuro para girar con ella, pero para el momento que miro hacia la calle, se ha ido. Quizá sabía que alguien la estaba siguiendo; después de todo, la comandante Jameson es mucho más experimentada en este tipo de rastreo que yo. Miro hacia los techos.
La voz de Anden suena en mi auricular.


 
—La perdimos —confirma él―. He dado una alarma silenciosa a las tropas allí para que la busquen y reporten inmediatamente. No pudo haber ido demasiado lejos.
—Eso es cierto —concuerdo, pero mis hombros se hunden. Ella desapareció sin ningún rastro. ¿Con quién había estado hablando en su auricular? Mis ojos escanean la calle, tratando de adivinar por qué habría venido aquí. Quizá está reclutando. El pensamiento me enerva.
—Me dirijo de vuelta —susurro finalmente en mi propio micrófono―. Si mis sospechas son correctas, entonces quizá tengamos…
Hay un silbido de aire, un cegador destello, algo explota enfrente de mis ojos. Me muevo y me lanzo instintivamente al suelo detrás de un basurero cercano. ¿Qué fue eso?
Una bala. Miro hacia la pared donde dio. Un pequeño pedazo de ladrillo falta. Alguien trató de dispararme. Mi repentino giro para regresar por donde vine debe haber sido lo único que me salvó la vida. Empiezo a realizar otra frenética llamada a Anden. Sangre corre a través de mis oídos como una
             marea de ruido, bloqueando la lógica y permitiendo al pánico entrar. Otro bala hace chispas contra el metal del basurero. No hay duda ahora que estoy
bajo un ataque.
 
Cancelo la llamada. ¿Desde dónde está disparando la comandante Jameson?
¿Hay otros con ella? ¿Tropas de las Colonias? ¿Soldados de la República que se volvieron traidores? No lo sé. No puedo decirlo. No puedo escuchar y no puedo ver…
A través de mi creciente pánico, la voz de Metias se materializa. Mantén la calma, Bichito. La lógica te salvará. Concéntrate, piensa, actúa.
Cierro mis ojos, tomando un profundo, desigual respiro, y me permito un segundo para estabilizar mi mente, para concentrarme en la voz de mi hermano. No hay tiempo para desmoronarse. Nunca he dejado que las emociones consigan lo mejor de mí, y no voy a empezar ahora. Piensa, June. No seas estúpida. Después de un año de trauma, después de meses y meses de acuerdos políticos, después de días de guerra y muerte, estoy empezando a sospechar de todo y todos. Así es cómo las Colonias pueden dividirnos… no con sus aliados o armas, sino con su propaganda. Con miedo y desesperación.
Mi pánico se aclara. La lógica regresa.


 
Primero, saco mi propia arma de su funda. Luego hago un exagerado gesto, como si estoy a punto de salir de detrás del basurero. En su lugar, me quedo donde estoy, pero mi treta es suficiente para provocar otro disparo. ¡Estallido! Rebota en la pared de ladrillos en la que mi espalda está presionada. Instantáneamente miro hacia la marca que deja y localizo de dónde pudo haber venido. (No de los techos, el ángulo no es lo suficientemente amplio. Cuarto, quizá quinto piso. No del edificio directamente enfrente de mí, sino el de la derecha al lado de este.) Miro hacia las ventanas revistiendo esos pisos. Varias se encuentran abiertas. Al principio quiero apuntar de regreso a esas ventanas, pero luego me recuerdo que quizá podría darle a alguien sin intención. En vez de eso, estudio el edificio. Luce como una emisora de radio o una sala militar, está lo suficientemente cerca de las bases aéreas que me pregunto si es de dónde los dirigibles están siendo monitoreados.
¿Cómo es que ella está involucrada con las bases aéreas? ¿Están las Colonias planeando un ataque sorpresa aquí?
Enciendo mi micrófono de nuevo.
 
—Anden —susurro después de introducir su código―. Sácame de aquí. Usa            el rastreador de mi pistola.
Pero mi llamada no tiene tiempo suficiente de llegar. Un medio segundo después, otra bala suena justo encima de mi cabeza, esta vez me estremezco y me pego bajo el basurero. Cuando abro mis ojos, me encuentro mirando directamente hacia los ojos fríos de la comandante Jameson.
Ella va por mi muñeca.
 
Me aparto del basurero antes de que pueda alcanzarme. Me giro alrededor para apuntarla con mi pistola, pero ella ya se había alejado. Su propia pistola levantada. Rápidamente puedo decir que no está apuntando para matar. ¿Por qué? La pregunta corre a través de mi mente a la velocidad de la luz. Porque las Colonias me necesitan viva… porque me necesitan para negociar.
Ella dispara; ruedo por el suelo. Una bala falla mi pierna por centímetros. Me pongo de pie y apunto hacia ella de nuevo, esta vez disparo. Fallo por un cabello. Se agacha detrás del basurero. Al mismo tiempo que trato de llamar otra vez. Tengo éxito.
—Anden —jadeo en el micrófono mientras me giro en mis pasos y corro―.
¡Sácame de aquí!


 
—Ya vamos de camino —replica Anden. Corro alrededor de una esquina justo cuando escucho otro disparo detrás de mí. Es el último. A tiempo, un jeep corre hacia mí y chirria hasta detenerse a varios metros lejos de mí. Un par de soldados salen, escudándome mientras otros dos corren por la calle hacia la comandante Jameson. Sin embargo, para este momento sé que es muy tarde para atraparla, ella debe haber corrido también. Todo ha terminado tan rápido como empezó. Me subo al jeep con la ayuda de los soldados, entonces colapso contra el asiento mientras nos alejamos. La adrenalina corre a través de mí. Todo mi cuerpo tiembla incontrolablemente.
—¿Está bien? —pregunta uno de los soldados, pero su voz suena lejana. Todo lo que puedo pensar es sobre lo que significa ese encuentro. La comandante Jameson había sabido que esperaría en esa calle por mi jeep; debió atraerme para intentar capturarme. Su presencia en las bases aéreas no fue una coincidencia. Ella está dando información a las Colonias sobre nuestras rotaciones y locaciones aquí. Probablemente también hay otros soldados de las Colonias escondiéndose entre nosotros, la comandante Jameson es una fugitiva buscada. No puede moverse alrededor tan fácilmente sin ayuda. Y con su experiencia, probablemente podría mantener a raya una cacería
            humana en pos de ella en estas calles lo suficiente para que las Colonias
arriben. Para que las Colonias arriben. Ellos han elegido su próximo blanco, y va a ser nosotros.
Sobre mi auricular, la voz de Anden viene otra vez.
 
—Estoy de camino —dice él urgentemente―. ¿Estás bien? El jeep te llevará directo a la Intendencia de Batalla, y voy a poner una guardia completa para ti…
—Ella está dándoles información sobre los puertos —respiro dentro del micrófono antes de que él pueda terminar. Mi voz tiembla mientras lo digo―. Las Colonias están por atacar Los Ángeles.


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Mensaje por yiniva Miér 11 Jul - 13:11

gracias Yani, Eden fue muy valiente, ojala que encuentren la cura pronto, se están quedando sin tiempo y Jameson esta serca


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Mensaje por mariateresa Miér 11 Jul - 17:17

Espero que a la  Jameson la atrapen pronto. El tiempo esta jugando en contra. Me desespera todo eso!!!!
Me partio el alma el que Day regresara a su antiguo hogar.
Y es verdad lo que piensa June mientras ellos esten juntos siempre va a recordar.
Gracias por los capi


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Mensaje por Yani Jue 12 Jul - 16:11

Corregido por Monicab
 
 
 DAY
 
Recibo la llamada sobre June mientras estoy sentado con Eden. Después de una mañana de experimentaciones, finalmente se ha quedado dormido. Afuera, las nubes cubren toda la ciudad en un ambiente sombrío. Bueno. No sabría cómo se sentiría si se tratara
de un día brillante y soleado, no con esta noticia de la comandante Jameson y el hecho de que ella había intentado disparar a June a la intemperie en las calles. Las nubes se adaptan a mi estado de ánimo muy bien.
Mientras espero con impaciencia a que June llegue al hospital, me paso el tiempo viendo a Tess a través del cristal de la ventana de su habitación. El equipo de laboratorio aún la rodea, monitorizando sus signos vitales, como
              un montón de benditos buitres en un espectáculo de la naturaleza vieja.
Niego con la cabeza. No debería ser tan duro con ellos. Anteriormente me dejaron ponerme un traje, sentarme en el interior junto a Tess, y sostener su mano. Ella estaba inconsciente, por supuesto, pero aún así pudo apretar sus dedos alrededor de los míos. Ella sabe que estoy aquí. Que estoy esperando a que sane.
Ahora el equipo de laboratorio parece que la están inyectando con algún tipo de fórmulas preparadas de un lote de líquido a partir de células de la sangre de Eden. No tengo ni idea de lo que pasará después. Sus rostros están ocultos detrás de máscaras de cristal reflectante, convirtiéndolos en algo ajeno. Los ojos de Tess permanecen cerrados, y su piel es de un color amarillo poco saludable.
Ella tiene el virus que las Colonias han propagado, tengo que recordarme a mí mismo. No, que la República extendió. Maldita sea esta memoria mía.
Pascao, Baxter, y los demás Patriotas permanecen acampados en el hospital también. ¿A dónde diablos más tendrían que ir, de todos modos? A medida que los minutos se alargan, Pascao se sienta a mi lado y se frota las manos.


 
—Ella está aguantando allí dentro —murmura, sus ojos demorándose en Tess—. Pero ha habido informes de otros brotes en la ciudad. Provenían principalmente de algunos refugiados. ¿Has visto las noticias en las pantallas gigantes?
Niego con la cabeza. Mi mandíbula se tensa de rabia. ¿Cuándo va a llegar June? Dijeron que estaban trayéndola hasta aquí hace más de un cuarto de hora.
—No he ido a ninguna parte, excepto a ver a mi hermano y ver a Tess.
 
Pascao suspira, frotando una mano por su rostro. Tiene cuidado de no preguntar acerca de June. Me disculpo con él por mi temperamento, pero estoy demasiado enojado para que me importe.
—Tres zonas de cuarentena han sido establecidas ahora en el centro. Si todavía estás pensando en ejecutar tu pequeño truco, tenemos que salir en los próximos días.
—Ese es todo el tiempo que necesitaremos. Si los rumores que hemos escuchado de June y el Elector son ciertos, entonces esta va a ser nuestra mejor oportunidad. —El pensamiento de partes de Los Ángeles siendo acordonadas por cuarentenas envía una oscura nostalgia incómoda a través de mí. Todo está tan mal, y estoy tan cansado. Estoy tan cansado de preocuparme por todo, por el hecho de si la gente que me importa logrará sobrevivir el día o la noche. Al mismo tiempo, no puedo dormir. Las palabras de Eden de esta mañana aún resuenan en mis pensamientos. Tal vez todo el mundo en la República puede ser un soldado. Mis dedos se deslizan a lo largo del anillo hecho de sujetapapeles que adorna mi dedo. Si June ha sido herida esta mañana, me pregunto si los últimos jirones de mi cordura habrían desaparecido. Me siento como si estoy colgando de un hilo. Supongo que eso es cierto en un sentido bastante literal… mis dolores de cabeza han sido implacables hoy, y me he acostumbrado al dolor perpetuo pulsando en la parte posterior de mi cabeza. Tan sólo unos meses, pienso. Tan sólo unos meses, como los médicos dijeron, y luego tal vez el medicamento habrá funcionado lo suficiente para poder realizarme la cirugía. Sigue aguantando.
En mi silencio, Pascao vuelve sus ojos pálidos hacia mí.


 
—Va a ser peligroso, lo que me has dicho —dice él. Parece como si estuviera pisando con cuidado—. Algunos civiles morirán. Simplemente no hay manera de evitarlo.
—No creo que tengamos otra opción —le respondo, volviéndome a su mirada—. Sin importar cuán retorcido es este país, sigue siendo su patria. Tenemos que llamarlos a la acción.
Los gritos se hacen eco desde el pasillo más allá del nuestro. Pascao y yo nos detenemos a escuchar por un segundo, y si yo no lo supiera mejor, juraría que era el Elector. Extraño. No soy exactamente el mayor fan de Anden, pero nunca le he oído perder los estribos.
Las puertas dobles al final del pasillo se abren con un golpe, de repente, los gritos llenan el pasillo. Anden entra tempestuoso con su habitual multitud de soldados, mientras June se mantiene a su lado. June.
El alivio inunda todo mi cuerpo. Me pongo de pie. Su rostro se ilumina cuando me apresuro a ella.
—Estoy bien —dice ella, restándole importancia al asunto antes de que pueda abrir la boca. Ella suena impaciente al respecto, como si se hubiera pasado todo el día convenciendo a todos los demás de la misma cosa—. Están siendo demasiado cautelosos, traerme aquí…
Me importa poco si están siendo demasiado cautelosos. La interrumpo y la llevo en un apretado abrazo. Un peso se levanta de mi pecho, y el resto de mi enojo surge a raudales.
—Tú eres el Elector —espeto a Anden—. Tú eres el maldito Elector de la República. ¿No puedes asegurarte que tu propia bendita Princeps Electo no sea asesinada por un preso que ustedes no pueden ni siquiera mantener encarcelada? ¿Qué tipo de guardaespaldas tienes, de todos modos, una manada de cadetes de primer año?
Anden me lanza una mirada peligrosa, pero para mi sorpresa, él se queda en silencio. Me alejo de June de modo que puedo sostener su rostro entre mis manos.
—Estás bien, ¿verdad? —pregunto con urgencia—. ¿Estás completamente bien?
June levanta una ceja ante mí, luego me da un beso rápido y tranquilizador.


 
Sí. Estoy completamente bien. —Ella echa una mirada por encima del hombro a Anden, pero él está hablando demasiado distraído con uno de sus soldados ahora.
—Encuéntrenme a los hombres asignados a resguardar a la Princeps Electo
—espeta al soldado. Las ojeras se alinean en la piel debajo de sus ojos, y su rostro se ve tanto demacrado como furioso—. Si la suerte no hubiera estado de nuestra parte, Jameson la habría matado. Tengo casi decidido a etiquetarlos todos como traidores. Hay un montón de espacio en el patio del pelotón de fusilamiento para todos ellos. —El soldado se pone en posición firme y se va corriendo con varios otros para hacer lo que dijo Anden. Mi propia ira se desvanece, y un escalofrío me recorre al sentir la familiaridad de su propia ira. Como si estuviera mirando a su padre.
Ahora él me enfrenta. Su voz se vuelve más tranquila.
 
—El equipo de laboratorio me dice que tu hermano ha pasado a través de su experimentación hasta ahora de forma muy valiente —dice—. Quería darte las gracias de nuevo por…
             —No nos apresuremos a conclusiones —le interrumpo con una ceja levantada—. Todo esto no ha terminado todavía. —Después de más días como el de hoy, donde Eden va a desmayarse aún más rápido con todos los
experimentos, podría no ser tan amable. Bajo mi voz, haciendo un esfuerzo para sonar civilizado de nuevo. Es un trabajo a medias—. Vamos a hablar en privado. Elector, tengo algunas ideas para ofrecerle. Con esta reciente noticia de la comandante Jameson, podríamos tener una oportunidad de despertar algo de problemas para las Colonias. Tú, yo, June, y los Patriotas.
Los ojos de Anden se oscurecen ante eso, y su boca se aprieta en un gesto incierto mientras explora su público. El gigante Pascao, con su siempre presente sonrisa no parece mejorar su estado de ánimo. Sin embargo, después de unos segundos, él asiente a sus soldados.
—Consígannos una sala de conferencias —dice—. Quiero que apaguen las cámaras de seguridad.
Sus soldados se apresuran a hacer su voluntad. A medida que nos enfilamos detrás de él, intercambio una larga mirada con June. Ella está bien, está sana y salva. Y, sin embargo, me temo que ella va a desaparecer si soy lo suficientemente descuidado como para mirar hacia otro lado. Me obligo a


 
evitar preguntarle acerca de lo sucedido hasta que estemos todos en una habitación privada, y por la expresión de su cara, ella está también esperando el momento oportuno. Mi mano duele por sostener la suya. Mantengo eso para mí también. Nuestra danza alrededor del otro siempre parece que está condenada a repetirse una y otra vez.
—Entonces —dice Anden una vez que nos hemos instalado en una habitación y su patrulla ha deshabilitado todas las cámaras. Se recuesta en una de las sillas y me examina con una mirada penetrante—. Tal vez deberíamos empezar con lo que pasó a nuestra Princeps Electo esta mañana.
June levanta la barbilla, pero sus manos tiemblan ligeramente.
 
—Vi a la comandante Jameson en el sector Ruby. Mi conjetura es que ella estaba en la zona para buscar locaciones, y ella tenía que saber en dónde estaría yo. —Me maravilla cuán estable suena June—. La seguí por un tiempo, hasta que llegamos a la zona de bases de dirigibles que limita Ruby con Batalla. Ella me atacó allí.
Incluso este breve resumen es suficiente para que me torne furioso. Anden             suspira y se pasa la mano por el cabello.
—Tenemos la sospecha de que la comandante Jameson puede haber dado algunos lugares y horarios a las Colonias sobre las bases de dirigibles de Los Ángeles. Ella también pudo haber intentado secuestrar a la señorita Iparis como poder de negociación.
—¿Eso significa que las Colonias están planeando atacar Los Ángeles? — pregunta Pascao. Yo ya sé cuál es su siguiente pensamiento—. Pero eso significaría que es verdad, Denver ha caído… —Se calla ante la expresión de Anden.
—Estamos recibiendo algunos de los primeros rumores —responde Anden—
. Dicen que las Colonias tienen una bomba que puede arrasar con toda la ciudad. La única cosa que los retiene de su uso es una prohibición internacional. Ellos no quieren forzar finalmente a la Antártida a participar, ¿o sí?
¿Desde cuándo Anden es tan sarcástico?
 
—En cualquier caso, si atacan ahora, tendremos que apurarnos a terminar la cura para mostrar a la Antártida antes de que las Colonias nos abrumen.


  Podemos defendernos contra ellos. Nos podemos defender contra ellos y
África.
 
Vacilo, y luego, expongo los pensamientos que han estado reproduciéndose en mi mente.
—Hablé con Eden esta mañana, durante su experimentación. Él me dio una idea.
—¿Y de qué se trata? —pregunta June.
 
La miro. Sigue siendo tan encantadora como siempre, pero incluso June está empezando a mostrar el estrés de esta invasión, con los hombros ligeramente encorvados. Mis ojos se vuelven de nuevo a Anden.
—Rendirse —digo.
 
Él no había esperado eso.
 
—¿Quieres que levante la bandera blanca a las Colonias?
 
—Sí, rendirse. —Bajo mi voz—. Ayer por la tarde, el Canciller de las Colonias             me hizo una oferta. Me dijo que si podía hacer que la gente de la República se levanten en apoyo a las Colonias y en contra de los soldados de la República,
se aseguraría de que Eden y yo estemos protegidos una vez que las Colonias ganen la guerra. Digamos que tú te rindes, y al mismo tiempo, yo me ofrezco a encontrarme con el Canciller para darle la respuesta a su petición, que voy a pedir a la gente que adopte a las Colonias como su nuevo gobierno. Entonces tendrás la oportunidad de atrapar a las Colonias con la guardia baja. De todos modos el Canciller ya asume que vas a rendirte un día de estos.
—Fingir una rendición está en contra de la ley internacional —murmura June para sí misma, a pesar de que me estudia con cuidado. Puedo notar que no está exactamente en contra de la idea—. No sé si los antárticos apreciarán eso, y todo el punto de esto es persuadirlos para que nos ayuden, ¿no?
Niego con la cabeza.
 
—Ellos no parecen preocuparse de que las Colonias rompan el alto al fuego sin advertirnos, respaldarnos cuando todo esto estalle. —Echo un vistazo a Anden. Él me mira de cerca, con la barbilla apoyada en la mano—. Ahora bien, tú tienes que devolver el favor, ¿cierto?


 
—¿Qué sucederá cuando tú te reúnas con el Canciller? —pregunta finalmente—. Una falsa rendición sólo puede durar cierto tiempo antes de que tengamos que actuar.
Me inclino hacia él, mi voz urgente.
 
—¿Sabes lo que me dijo Eden esta mañana? “Es una pena que no todos en la República puedan ser soldados”. Pero si pueden.
Anden se queda en silencio.
 
—Déjame marcar cada uno de los sectores de la República, algo que va a dejar que la gente sepa que no pueden simplemente tumbarse y dejar que las Colonias se hagan cargo de sus hogares, algo que va a pedir que esperen mi señal y recordarles por lo que todos estamos luchando. Entonces, cuando haga el anuncio que el Canciller de las Colonias quiere que yo haga, no voy a llamar a la gente a adoptar las Colonias. Voy a llamarlos a la acción.
—¿Y si no responden a tu llamado? —dice June. Le disparo una rápida sonrisa.
—Ten un poco de fe, cariño. Las personas me aman. A pesar de sí misma, June me devuelve la sonrisa.
Me dirijo a Anden. La seriedad reemplaza mi momentánea diversión.
 
—La gente ama la República más de lo que crees —le digo—. Más de lo que yo pensaba. ¿Sabes el número de veces que vi a los evacuados por aquí cantando canciones patrióticas de la República? ¿Sabes cuántos grafitis he visto en los últimos meses apoyándote a ti y al país? —Una nota de pasión entra en mi voz—. Las personas creen en ti. Ellos creen en nosotros. Y van a luchar por nosotros si les hacemos un llamado… ellos van a ser los que destrocen las banderas de las Colonias, en protesta frente a sus oficinas, van a convertir sus casas en trampas para soldados invasores de las Colonias. — Estrecho mis ojos—. Ellos se convertirán en un millón de versiones de mí.
Anden y yo nos miramos fijamente el uno al otro. Por último, él sonríe.
 
—Bueno —me dice June—, mientras que tú estás ocupado convirtiendo a las Colonias en los criminales más buscados, los Patriotas y yo podemos participar en tus acrobacias. Las llevaremos a nivel nacional. Si Antártida


 
protesta, la República puede decir que simplemente fueron las acciones de unos cuantos vigilantes. Si las Colonias quieren jugar sucio, entonces vamos a jugar sucio.


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Mensaje por Yani Jue 12 Jul - 17:47

                     
 
Traducido por Kellylc Corregido por MaryJane♥
 JUNE
 
1700 HORAS.
INTENDENCIA DE BATALLA. 20°C.
 
Odio las reuniones del Senado. Las odio con todo mi corazón. Es nada más que un mar de políticos discutiendo, hablando, hablando y hablando todo el tiempo cuando podría estar en las calles dándole a mi cuerpo y mente un entrenamiento saludable.
Pero después del plan que Day, Anden y yo hemos preparado, no hay más remedio que informar al Senado. Ahora me siento en la sala de juntas en la Intendencia de Batalla, mi asiento frente a Anden al otro lado de la habitación, tratando de ignorar las miradas intimidatorias de los senadores. Pocos eventos me dejan sintiéndome más como una niña que las reuniones del Senado.
Anden se dirige a su público inquieto.
 
—Los ataques contra nuestras bases en Vegas han sido frecuentes desde que Denver cayó —dice—. Hemos visto escuadrones africanos aproximarse a la ciudad. Mañana, me dirijo al encuentro con mis generales allí. —Él vacila aquí. Aguanto la respiración. Sé cuánto Anden odia la idea de expresar la derrota a cualquiera, especialmente a las Colonias. Él me mira, la señal para que yo continúe. Está tan cansado. Todos lo estamos—. Señorita Iparis —dice en voz alta—. Si hace el favor, le cedo la palabra para que pueda explicar su historia y su advertencia.
Tomo una respiración profunda. Dirigiéndome al Senado: la cosa que odio más que asistir a las reuniones del Senado, se hace aún peor por el hecho de tener que venderles una mentira.


 
—Para ahora, estoy seguro que todos ustedes han escuchado acerca de la supuesta ayuda de la comandante Jameson hacia las Colonias. En base a lo que sabemos, parece que las Colonias golpearán a Los Ángeles con un ataque sorpresa muy pronto. Si lo hacen, y los ataques en Vegas continúan, no vamos a durar por mucho tiempo. Después de hablar con Day y los Patriotas, sugerimos que la única manera de proteger nuestros civiles y la posibilidad de negociar posiblemente un tratado justo, es dar a conocer nuestra rendición a las Colonias.
Un silencio abrumador se instala. Luego, la habitación estalla en charlas. Serge es el primero en levantar su voz y desafiar a Anden.
—Con el debido respeto, Elector —dice, su voz entrecortada con irritación—, usted no discutió esto con sus otros Princeps Electos.
—No fue algo que tuve la oportunidad de discutir con ustedes hasta ahora — respondió Anden—. La señorita Iparis lo sabe porque tuvo la oportunidad de experimentarlo de primera mano.
Incluso Mariana, a menudo del lado de Anden, levanta su voz en contra de la             idea.
—Esta es una negociación peligrosa —dice. Luego habla con más calma—. Si estás haciendo esto para salvar nuestras vidas, entonces le recomiendo a usted y a la señorita Iparis que reconsideren inmediatamente. Entregar el pueblo a las Colonias no los protegerá.
Los otros senadores no muestran la misma restricción.
 
—¿Rendirnos? ¡Hemos mantenido las Colonias fuera de nuestras tierras por más de cien años!
—¿Seguramente no nos hemos debilitado aún? ¿Qué han hecho aparte de ganar temporalmente Denver?
—¡Elector, esto es algo que debería haber discutido con todos nosotros, incluso en medio de esta crisis!
Observo cómo cada voz se eleva más alto que la otra, hasta que toda la cámara se llena con el sonido de los insultos, la ira y la incredulidad. Algún odio que arrojan sobre Day. Algunos maldicen las Colonias. Algunos solicitan a Anden a reconsiderar, a pedir más ayuda internacional, a rogar a las Naciones Unidas para detener el cierre de nuestros puertos. Ruido.


 
—¡Este es un ultraje! —gruñe un senador (delgado, probablemente no más de sesenta y tres kilos, con una calva reluciente), mirándome como si yo fuera responsable de la caída de todo el país—. ¿Ciertamente no vamos a seguir directrices de una niña? ¿Y de Day? Usted debe estar bromeando. ¡Vamos a entregar al país basándonos en el asesoramiento de un maldito chico que aún debería estar en la lista de los criminales más buscado de nuestra nación!
Anden entorna los ojos.
 
—Tenga cuidado de cómo se refiere a Day, senador, antes de que las personas le den la espalda.
El senador se burla de Anden y se alza lo más alto que puede.
 
Elector —dice, con un tono exagerado y burlón—. Usted es el líder de la República de América. Usted tiene el poder sobre todo el país. Y aquí está, como rehén a las sugerencias de alguien que trató de matarlo. —Mi temperamento ha comenzado a surgir. Bajo la cabeza para no tener que mirar al senador—. En mi opinión, señor, tiene que hacer algo antes de que la totalidad de su gobierno, y toda su población, le vea como nada más que un
            cobarde, débil de carácter, negociando a trastienda, siendo presa fácil, cediendo a las demandas de una adolescente y un criminal y un equipo
variopinto de terroristas. Su padre habría…
 
Anden salta a sus pies y golpea las manos en la mesa. Instantáneamente, la cámara se torna en silencio.
—Senador —dice Anden en voz baja. El hombre mira de vuelta, pero con menos convicción de lo que hacía hace dos segundos—. Está en lo correcto acerca de una sola cosa. Como el hijo de mi padre, yo soy el Elector de la República. Yo soy la ley. Todo lo que yo decido afecta directamente quién vive o muere. —Estudio el rostro de Anden con un creciente sentimiento de preocupación. Su suave y gentil tono de voz ha desaparecido lentamente tras el velo de la oscuridad y la violencia heredada de su padre—. Haría bien en recordar lo que pasó con esos senadores que realmente tramaron mi fallido asesinato.
La cámara cae tan tranquila que siento como si pudiera escuchar las gotas de sudor que ruedan por el rostro de los senadores. Incluso Mariana y Serge han palidecido. En medio de todos ellos destaca Anden, su rostro una máscara de furia, con la mandíbula tensa, y sus ojos de una profunda tormenta creciente.


 
Se vuelve hacia mí, siento un estremecimiento eléctrico horrible correr a través de mi cuerpo, pero mantengo mi mirada firme. Yo soy la única en la cámara dispuesta a mirarlo a los ojos.
Incluso si nuestra rendición es falsa, la cual los senadores no tienen el propósito de entender, me pregunto cómo Anden se ocupará de este grupo una vez que todo haya terminado.
Tal vez no tendrá que hacerlo. Tal vez perteneceremos a un país diferente, o tal vez Anden y yo estaremos muertos.
En este momento, sentada en medio de un Senado dividido y un Elector joven luchando para mantenerlos juntos, por fin veo mi camino con claridad. Yo no pertenezco a esto. No debería estar aquí. La comprensión me golpea tan duro. Repentinamente se me hace difícil respirar.
Anden y los senadores intercambian unas cuantas palabras más tensas, pero luego todo ha terminado, y salimos en línea de la habitación, una muchedumbre intranquila. Encuentro a Anden, su uniforme rojo brillante contra el negro de los senadores, en el vestíbulo y lo llevo hacia un lado.
—Van a ceder —le digo, tratando de ofrecer tranquilidad en un mar de hostilidad—. No tienen opción.
Parece relajarse, aunque sólo sea por un segundo. Una par de simples palabras de mí son suficientes para disipar su ira.
—Lo sé, pero no quiero que no tengan otra opción. Los quiero sólidamente detrás de mí por su propia voluntad. —Suspira—. ¿Podemos hablar en privado? Tengo algo que discutir contigo.
Estudio su rostro, tratando de adivinar qué es lo que quiere decir, horrorizada. A la final, asiento con la cabeza.
—Mi apartamento está cerca.
 
Nos dirigimos en su jeep y conducimos en silencio todo el camino hasta mi rascacielos en el sector Ruby. Ahí, subimos las escaleras y entramos a mi apartamento sin decir una palabra. Ollie nos saluda, tan entusiasta como siempre. Cierro la puerta tras de mí.
El temperamento de Anden ha desaparecido hace mucho tiempo. Mira alrededor con una expresión inquieta, luego se vuelve hacia mí.


  —¿Te importa si me siento?
 
—Por favor —le respondo, tomando asiento en la mesa del comedor. El Elector Primo, ¿pidiendo permiso para sentarse?
Anden toma asiento a mi lado con toda distintiva gracia, luego se frota las sienes con manos cansadas.
—Tengo algunas buenas noticias —dice. Trata de sonreír, pero puedo ver lo pesado que es—. He hecho un trato con la Antártida.
Trago saliva fuertemente.
 
—¿Y?
 
—Ellos me han confirmado que enviarán ayuda, algunos militares de apoyo aéreo, por ahora, más terreno cubierto cuando demostremos que hemos encontrado una cura —contesta Anden—. Y accederán a tratar a Day. —Él no me mira—. En intercambio por Dakota. No tuve otra opción. Les voy a dar nuestro territorio más grande.
Mi corazón salta con una abrumadora sensación de alegría y alivio; al mismo tiempo, se hunde con simpatía hacia Anden. Lo han obligado a fragmentar el país. Renunciando a nuestro recurso más preciado; el recurso más valioso de todos. Era inevitable. Cada triunfo viene con un sacrificio.
—Gracias —le digo.
 
—No me agradezcas todavía. —Su sonrisa irónica se transforma rápidamente en una mueca—. Estamos colgando de un hilo. No sé si su ayuda llegará lo suficientemente rápido. Las palabras desde el frente de guerra es que estamos perdiendo terreno en Vegas. Si nuestros planes con esta rendición falsa fallan, si no encontramos la cura pronto, esta guerra terminará antes de que el apoyo de la Antártida llegue alguna vez.
—¿Crees que encontrar la cura hará que las Colonias se detengan? — pregunto silenciosamente.
Anden sacude su cabeza.
 
—No tenemos muchas opciones —responde—. Pero tenemos que aguantar hasta que llegue la ayuda. —Se queda en silencio por un momento—. Voy al frente de guerra en las Vegas mañana. Nuestras tropas lo necesitan.


  Justo en el fragor de la guerra. Trato de mantener la calma.
 
—¿Tus Princeps Electos también van? —pregunto—. ¿Tus senadores?
 
—Sólo mis generales se unirán a mí —responde—. Tú no vendrás, tampoco Mariana y Serge. Alguien necesita mantenerse firme en Los Ángeles.
Y aquí está el punto de lo que quiere decirme. Mi mente da vueltas sobre lo que sé que va a decir a continuación.
Anden se inclina sobre la mesa y enrosca sus dedos enguatados.
 
—Alguien necesita mantenerse firme en Los Ángeles —repite—, lo que significa que uno de mis Princeps Electos necesitará tomar mi lugar y actuar como Elector. Éste tendría que controlar el Senado, mantenerlos bajo control mientras estoy fuera con las tropas. Yo seleccionaría a esta persona, por supuesto, y el Senado lo confirmaría. —Una pequeña y triste sonrisa juega en el borde de sus labios, como si ya supiera cuál va a ser mi respuesta—. Ya he hablado individualmente con Mariana y Serge sobre esto, y ambos están ansiosos por mi nombramiento. Ahora necesito saber si también lo estás.
            Giro la cabeza y miro hacia la ventana del apartamento. La idea de convertirse en un Elector de la república —a pesar que mis posibilidades de ser elegida, palidecen en comparación de Mariana y Serge— debería emocionarme, pero
no es así.
 
Anden me observa cuidadosamente.
 
—Puedes decirme —dice finalmente—. Me doy cuenta de lo inevitable que es esta decisión, y he sentido tu molestia desde hace un tiempo. —Él me da una mirada nivelada—. Dime la verdad, June. ¿De verdad quieres ser uno de mis Princeps Electo?
Siento un extraño vacío. He estado pensando en esto por un largo tiempo, mi desinterés y cansancio con la política de la República, la disputa en el Senado, los combates entre los senadores y los Princeps Electos. Ya había pensado que esto sería difícil de decirle. Pero ahora que él está aquí, esperando mi respuesta, las palabras vienen fáciles, tranquilamente.
—Anden, sabes que el papel de Princeps Electo ha sido un gran honor para mí. Pero a medida que pasa el tiempo, puedo decir que falta algo, y ahora sé lo que es. Tú tienes la oportunidad de llevar tu ejército contra los enemigos, mientras Day y los Patriotas están luchando contra las Colonias en su propia


 
manera de guerrillas. Yo echo de menos estar en el campo, trabajando como un agente junior y confiar en mí misma. Extraño los días en que las cosas eran sencillas en lugar de política, cuando podía fácilmente detectar el camino correcto y lo que debía hacer. Yo… extraño hacer lo que mi hermano me entrenó a hacer. —Sostengo la mirada firme—. Lo siento, Anden, pero no sé si estoy hecha para ser un político. Soy un soldado. No creo que me deberías considerar como el Elector temporal en tu ausencia, y no estoy segura si debería continuar como tu Princeps Electo.
Anden busca en mis ojos.
 
—Ya veo —dice finalmente. Aunque hay una punzada de tristeza en su voz, parece concordar. Si hay una cosa que destaca en Anden, incluso más que en Day, es la comprensión de dónde yo vengo.
Un momento después, veo otra emoción en sus ojos: envidia. Él tiene envidia de que yo tengo la opción de alejarme del mundo político, que puedo referirme a otra cosa, mientras Anden deberá ser por siempre y para siempre nuestro Elector, alguien que necesita el país para apoyarse. Él nunca podrá alejarse con la conciencia limpia.
Aclara su garganta.
 
—¿Qué quieres hacer?
 
—Quiero unirme a las tropas en las calles —respondo. Estoy segura de mi decisión esta vez, emocionada por la perspectiva, que apenas puedo soportarlo—. Envíame de vuelta allí. Déjame pelear. —Subo mi tono—. Si perdemos, entonces ninguno de los Princeps Electos importará mucho de todos modos.
—-Por supuesto —dice Anden, asintiendo. Mira a su alrededor con una expresión incierta, y tras su valiente expresión puedo ver el niño rey dentro de él luchando para aguantar. Entonces nota un abrigo arrugado a los pies de mi cama. Se cierne sobre él.
Nunca me había tomado la molestia de poner el abrigo de Day en otro lado.
 
Anden finalmente ve hacia otro lado. No necesito decirle que Day ha pasado la noche aquí, ya puedo ver la comprensión en su rostro. Me sonrojo. Siempre he sido buena para ocultar mis emociones, pero esta vez estoy avergonzada que algo sobre esa noche —el calor de la piel de Day contra la mía, el toque


 
de su mano apartando el cabello de mi frente, el roce de sus labios contra mi cuello— se muestre en mis ojos.
—Bueno —dice tras una pausa prolongada. Me da una pequeña, sonrisa triste, luego se endereza—. Eres un soldado, señorita Iparis, del cabo a rabo, pero ha sido un honor verte como Princeps Electo. —El Elector de la República se inclina hacia mí—. Pase lo que pase a partir de aquí, espero que lo recuerdes.
—Anden —susurro. El recuerdo de su oscura, furiosa cara en el Senado vuelve a mí—. Cuando estés en las Vegas, prométeme que seguirás siendo tú mismo. No te conviertas en algo que no eres. ¿Por favor?
Podría no haber estado sorprendido por mi respuesta, o el abrigo de Day. Pero esto parece atraparlo con la guardia baja. Parpadea, confundido por un segundo. Luego lo comprende. Sacude su cabeza.
—Tengo que irme. Tengo que llevar a mis hombres al igual que lo hizo mi padre.
—Eso no es a lo que me refería —digo cuidadosamente.
 
Él lucha por un momento para encontrar las palabras siguientes.
 
—No es un secreto cuán cruel fue mi padre, o cuántas atrocidades cometió. Los Ensayos, las pestes…—Anden se detiene lentamente, la luz en sus ojos verdes se vuelve distante mientras rememora los recuerdos de alguien que pocos de nosotros hemos llegado a conocer—. Pero él luchó con sus hombres. Tú entiendes esto, tal vez más que nadie. Él no se quedaba atrás en una cámara del Senado, mientras que enviaba a sus tropas a morir. Cuando era joven y llevó al país a partir de un caos sin ley a la ley marcial estricta, él estuvo en la calle y frente a sus escuadrones. Luchó en el frente de guerra en sí, derribó aviones de las Colonias. —Anden hace una pausa para darme una mirada rápida—. No estoy tratando de defender lo que él hizo. Pero si él era cualquier cosa, era alguien sin temor. Él se ganó la lealtad de su ejército a través de la acción, sin embargo despiadadas… Quiero levantar la moral de nuestras tropas también, y no puedo hacerlo mientras me esconda en Los Ángeles. Yo…
—Tú no eres tu padre —le digo, sosteniendo su mirada con la mía—. Eres Anden. No tienes que seguir sus pasos; has los tuyos. Eres el Elector ahora. No tienes que ser como él.


 
Pienso en mi propia lealtad hacia el ex Elector, de todas las imágenes en vídeo de él dictando órdenes desde la cabina de un avión de combate, o al frente de los tanques en las calles. Él siempre estuvo en el frente de las líneas. Fue valiente. Ahora veo a Anden, puedo ver la misma valentía ardiendo a cada momento en sus ojos, su necesidad de afirmarse a sí mismo como un digno líder de su país. Cuando su padre era joven, tal vez él también había sido así como Anden: idealista, lleno de sueños y esperanzas, de las intenciones más nobles, valiente y determinado. ¿Cómo es posible que poco a poco se torciera en el Elector que creó una nación tan oscura? ¿Qué camino había elegido seguir? De repente, por un breve segundo, siento que entiendo la antigua República. Y sé que Anden no irá por ese mismo camino.
Anden devuelve mi mirada, como si hubiera oído mis palabras no dichas… y por primera vez en meses, veo un poco de esa nube oscura subir en sus ojos, la oscuridad que da a luz a sus momentos de ira furiosa.
Sin la sombra de su padre en el camino, él es hermoso.
 
—Voy a hacer mi mejor esfuerzo —susurra.


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Mensaje por yiany Vie 13 Jul - 9:17

Martes, Day: no hay mucho que decir, la relación Day-June es complicada en muchos aspectos, al memos June ya están diciendo lo que sienten, lo bueno y lo malo, eso es un paso en la dirección correcta; también estoy orgullosa de la madurez de Eden.


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Mensaje por yiniva Vie 13 Jul - 13:03

solo espero que el plan les funcione porque no tiene mas opciones, que bueno que June hablo con Anden, ahora sera soldado de nuevo
gracias


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Mensaje por Celemg Vie 13 Jul - 21:45

Si me esperan, ahora ke volvi a tener pc me pondre al dia


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Mensaje por yiany Lun 16 Jul - 21:11

Martes June: la comandante está en los Ángeles, WTF, y además quieren a June viva, no me gusta como suena eso.

Jueves, Day: me gustó que Day hubiera parado a Anden  en serio, que seguridad tan picha, además si se supone también estaban siguiendo a la comandante, porqué tardaron tanto en llegar los apoyos. Grrr. Lo único es que me hubiera gustado un beso más apasionado. Esperemos a ver como funciona el plan de Day.

Jueves, June: bueno ya se pusieron todas las cartas sobre la mesa, June no está hecha para la política, pero sus dotes pueden usarse en otra área


Última edición por yiany el Mar 17 Jul - 14:31, editado 1 vez


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Mensaje por Yani Mar 17 Jul - 14:15

DAY

SEGUNDA NOCHE DEL ALTO AL FUEGO DE LAS COLONIAS.
 
 
 
 
Bueno, no hay razón en volver a casa esta noche. Pascao y yo vamos a recorrer Los Ángeles, marcando puertas y muros y alertando a la gente tranquilamente para nuestra causa, y puede que también lo hagamos desde un punto central como el hospital.
Además, tenía que sentarme un rato con Eden. Una tarde de análisis de sangre no le había sentado bien; había vomitado dos veces desde que yo estaba aquí. Mientras una enfermera salía corriendo de la habitación con un cubo de la mano, yo llené un vaso de agua para mi hermano. Lo bebe de una vez.
—¿Ha habido suerte? —pregunta débilmente—. ¿Sabes si han encontrado algo ya?
—Todavía no. —Le retiro el vaso vacío y lo pongo de nuevo en una bandeja—
. Aunque lo comprobaré con ellos en un rato. Veré cómo lo llevan. Más vale que merezca la pena.
Eden suspira, cierra los ojos, y apoya su cabeza contra la pila de almohadas amontonadas en su cama.
—Estoy bien —susurra—. ¿Cómo está tu amiga? ¿Tess?
 
Tess. Aún no ha despertado, y ahora me encuentro deseando poder volver a cuando ella todavía era capaz de hacer a un lado al equipo de laboratorio. Trago con fuerza, intentando reemplazar mi imagen mental de su apariencia enfermiza con la dulce, adorable cara que he conocido durante años.
—Está dormida. El laboratorio dice que su fiebre no ha desaparecido.


 
Eden aprieta sus dientes y mira de nuevo a la pantalla que monitoriza sus vitales.
—Parece agradable —dice finalmente—. Según lo que he oído. Sonrío.
—Lo es. Después de que esto haya acabado, quizá los dos puedan salir o algo así. Se llevarían bien. —Si salimos de todo esto, agrego para mí mismo, y entonces desecho rápidamente el pensamiento. Maldita sea, cada día se hace más y más difícil mantener la compostura.
Nuestra conversación acaba después de eso, pero Eden mantiene una mano sujeta con fuerza en la mía. Sus ojos se mantienen cerrados. Después de un rato, su respiración cambia al lento ritmo del sueño, y su mano cae para descansar en la manta. Subo la manta para taparlo hasta la barbilla, lo miro durante unos segundos más, y después me levanto. Al menos él puede dormir profundamente. Yo no. Cada hora o así, durante los dos últimos días, me despierto de alguna horrible pesadilla y tengo que despejarla antes de intentar dormir de nuevo. Mi dolor de cabeza permanece conmigo, una
            constante, leve compañía, recordándome mi reloj haciendo tictac.
Abro la puerta y me escabullo tan silenciosamente como puedo. El vestíbulo está vacío salvo por unas enfermeras aquí y allá. Y Pascao. Me ha estado esperando en uno de los bancos del vestíbulo. Cuando me ve, se levanta y me dispara una breve sonrisa.
—Los otros están tomando posiciones —dice—. Tenemos alrededor de dos docenas de Corredores, en conjunto, ya fuera y marcando los sectores. Creo que nos dará tiempo a salir fuera también.
—¿Listo para provocar a la gente? —digo, medio bromeando, mientras me conduce por el vestíbulo.
—La emoción de todo esto hace que mis huesos duelan. —Pascao abre unas puertas dobles al final del vestíbulo, nos invita a entrar en una sala de espera más grande, y después en una habitación de hospital inutilizada con las luces aún apagadas. Él las enciende. Mis ojos inmediatamente se mueven hacia algo tumbado en la cama. Parecen dos trajes, oscuros con líneas grises, ambos descansando cuidadosamente encima de las estériles mantas. Al lado de los trajes hay una especie de material que se asemeja un poco a pistolas. Miro a Pascao, quien mete sus manos en los bolsillos.


 
—Mira éstos —dice en voz baja—. Cuando estábamos arrojando ideas esta tarde con Baxter y un par de soldados de la República, salieron con estos trajes para Corredores. Deberían ayudarte a ti especialmente. June dice que ella utiliza trajes y lanzadores de aire como estos para moverse rápido por la ciudad sin ser detectada. Toma. —Me pasa uno—. Ponte esto.
Frunzo el ceño ante el traje. No parece nada particularmente especial, pero decido darle a Pascao el beneficio de la duda.
—Estaré en la habitación contigua —dice Pascao y se cuelga su propio traje sobre el hombro. Empuja mi hombro según pasa—. Con éstas cosas, no deberíamos tener ningún problema cubriendo Los Ángeles esta noche.
Empiezo a advertirle que, con mis recientes dolores de cabeza y medicaciones, no estoy lo bastante fuerte para seguirle alrededor de toda la ciudad, pero él ya está saliendo por la puerta, dejándome solo en la habitación. Estudio el traje de nuevo, después desabotono mi camisa.
El traje es sorprendentemente ligero como una pluma, y me queda perfectamente desde los pies hasta mi cuello con cremallera. Lo ajusto
            perfectamente alrededor de mis codos y rodillas, después camino alrededor un rato. Para mi sorpresa, mis brazos y piernas se sienten más fuerte que
normalmente. Bastante más. Intento un salto rápido. El traje absorbe casi toda la fuerza de mi peso, y sin mucho más esfuerzo soy capaz de saltar suficientemente alto para pasar la cama. Flexiono un brazo y luego el otro. Se sienten tan fuertes como para levantar algo más pesado de lo que estoy acostumbrado durante los últimos meses. Un repentino escalofrío me atraviesa.
Puedo correr con esto.
 
Pascao llama a mi puerta, después entra con su propio traje puesto.
 
—¿Cómo se siente, niño bonito? —me pregunta, mirándome—. Te queda bien.
—¿Para qué se utilizan? —respondo, aún probando mis nuevos límites físicos.
 
—¿Para qué crees? La República usualmente los destina a sus soldados para misiones con retos físicos. Hay resortes especiales instalados cerca de las articulaciones: codos, rodillas, lo que sea. En otras palabras, te hará sentir un pequeño héroe acróbata.


 
Increíble. Ahora que Pascao lo ha mencionado, puedo sentir el leve tira y afloja de una especie de resorte a lo largo de los codos, y el ascenso sutil que le da a mis rodillas cada vez que doblo.
—Se siente bien —digo, mientras Pascao me observa con una mirada de aprobación—. Muy bien. Siento como que puedo escalar un edificio de nuevo.
—Esto es lo que estoy pensando —dice Pascao, bajando la voz de nuevo a un susurro. Su actitud desenfadada se desvanece—. Si las Colonias desembarcan sus dirigibles aquí en Los Ángeles después de que el Elector anuncie una rendición, la República tendrá a sus tropas en posición de llevar a cabo un ataque sorpresa a los dirigibles. Ellos pueden detener a un montón de ellos antes de que las Colonias siquiera se den cuenta de lo que estamos haciendo. Dirigiré a los Patriotas dentro con los equipos de la República, y cablearemos algunas de las bases de dirigibles para hacer estallar las naves que están atracadas en ellas.
—Suena como un plan. —Doblo uno de mis brazos con cautela, maravillado por la fuerza que el traje me da. Mi corazón martillea en mi pecho. Si no llevo
            a cabo este plan a la perfección, y el Canciller descubre lo que realmente estamos haciendo, entonces la República perderá la ventaja de nuestra falsa rendición. Sólo tenemos una oportunidad en esto.
 
Deslizamos abiertas las puertas de cristal de la sala del hospital y salimos al balcón. El aire frío de la noche me refresca, quitando algo de la tristeza y el estrés de los últimos días. Con este traje, me siento un poco como yo mismo de nuevo. Miro hacia los edificios.
—¿Deberíamos probar estas cosas? —pregunto a Pascao, izando el lanzador de aire en mi hombro.
Pascao sonríe, luego me arroja una lata de color rojo brillante de pintura en aerosol.
—Me quitaste las palabras de la boca.
 
Aquí vamos. Escalo hasta el primer piso tan rápido que casi pierdo mi equilibrio, y luego hago mi camino sin esfuerzo al suelo. Nos separamos, cada uno cubriendo una sección diferente de la ciudad. Mientras recorro mi sector, no puedo evitar sonreír. Soy libre de nuevo, puedo saborear el viento y tocar el cielo. En este momento, mis problemas se desvanecen y una vez más soy


 
capaz de huir de mis problemas; soy capaz de mezclarme perfectamente con el óxido y escombros de la ciudad, convirtiéndola en algo que me pertenece.
Me abro paso a través de los callejones oscuros del sector Tanagashi hasta que me encuentro con edificios relevantes, lugares donde sé que la mayoría de la gente tendrá que pasar, y entonces saco mi lata de pintura en espray. Escribo lo siguiente en la pared:
ESCÚCHENME.
Debajo de eso, dibujo la única cosa que sé que todos reconocerán como algo viniendo de mí, una raya roja pintada en la silueta de una cara.
Marco todo lo que se me ocurre. Cuando he terminado, uso el lanzador de aire para viajar a un sector vecino, y ahí, repito todo el proceso. Horas más tarde, con el cabello empapado en sudor y mis músculos doloridos, hago mi camino de regreso al Hospital Central. Pascao está esperándome afuera, con una capa de sudor sobre su propio rostro. Me da un saludo burlón.
—¿Una carrera de regreso? —pregunta, exhibiéndome una sonrisa.
             No respondo. Sólo empiezo a subir, y lo mismo hace él. La figura de Pascao es casi invisible en la oscuridad, una forma amorfa que salta y brinca cada piso con la facilidad de un Corredor natural. Me lanzo tras él. Otro piso, y luego
otro.
 
Logramos regresar al balcón que corre a lo largo del cuarto piso de la torre. En el interior se encuentra el ala del hospital que habíamos dejado. A pesar de que me he quedado sin aliento y mi cabeza está golpeando de nuevo, hice la carrera casi tan rápido como lo hizo Pascao.
—Demonios —murmuro para él, mientras ambos nos apoyamos en la barandilla agotados—. ¿Dónde estaba este equipo cuando estaba más saludable? Podría haber destruido sin ayuda a la República sin romper a sudar,
¿no?
 
Los dientes de Pascao brillan en la noche. Él examina el paisaje urbano.
 
—Tal vez sea una buena cosa que no lo tuvieras. De lo contrario no habría República que salvar.


 
—¿Vale la pena? —pregunto después de un rato, disfrutando de los vientos fríos—. ¿Estás realmente dispuesto a sacrificar tu vida por un país que no ha hecho casi nada por ti?
Pascao se queda en silencio por un momento, luego levanta un brazo y señala hacia un punto en el horizonte. Trato de descubrir lo que él quiere que vea.
—Cuando era pequeño —responde—, crecí en el sector Winter. Vi a dos de mis hermanas pequeñas fallar la Prueba. Cuando yo fui al estadio y tuve que tomar mi propia Prueba, casi fracasé también. Tropecé y caí sobre uno de los saltos físicos, sabes. Irónico, ¿no te parece? De todos modos, uno de los soldados me vio caer. Nunca olvidaré la mirada en sus ojos. Cuando me di cuenta de que nadie más me había visto, excepto él, le rogué que lo dejara pasar. Él se veía malditamente torturado, pero no registró la caída. Cuando le susurré mi agradecimiento, me dijo que recordaba a mis dos hermanas. Me dijo: «Creo que dos muertes en tu familia son suficientes». —Pascao pausa por un momento—. Siempre he odiado la República por lo que le hicieron a la gente que amaba, a todos nosotros. Pero a veces me pregunto qué pasó con ese soldado, y cómo era su vida, y por quién se preocupaba, y si sigue o no
            aún vivo. ¿Quién sabe? Tal vez ya murió. —Él se encoge de hombros ante la idea—. Si miro para otro lado y decido dejar que la República maneje su
propio negocio, y luego cae, supongo que sólo podría salir del país. Encontrar una manera de vivir en otro lugar, esconderme del gobierno. —Él me mira—. Realmente no sé por qué quiero estar en la colina con ellos ahora. Tal vez tengo un poco de fe.
Pascao quiere explicarse aún más, como si estuviera frustrado por no saber cómo poner su respuesta en las palabras adecuadas. Pero ya le entendí. Niego con la cabeza y miro hacia el sector Lake, recordando al hermano de June.
—Sí. Yo también.
 
Después de un rato, finalmente nos dirigimos de nuevo al interior del hospital. Me quito el traje y me cambio de nuevo a mi propia ropa. Se supone que el plan surta efecto a partir del anuncio de rendición de Anden. Después de eso, es todo un día a la vez. Cualquier cosa podría cambiar.
Mientras Pascao se dirige a descansar un poco, yo retrocedo mis pasos por el pasillo y de vuelta a la habitación de Eden, preguntándome si los equipos de laboratorio han enviado algún nuevo resultado para que veamos. Como si


 
leyeran mi mente, veo a algunos de ellos agrupados junto a la puerta de Eden cuando llego. Están hablando en voz baja. La serenidad que había sentido durante nuestra breve carrera nocturna se desvanece.
—¿Qué es? —pregunto. Ya puedo ver la tensión en sus ojos. Mi pecho se anuda a la vista—. Díganme qué ha pasado.
Por detrás del plástico transparente de la mascarilla, uno de los técnicos de laboratorio me dice:
—Hemos recibido algunos datos del equipo de laboratorio de la Antártida. Creemos que hemos logrado sintetizar algo de la sangre de tu hermano que casi puede actuar como una cura. Está funcionando… a cierto nivel.
¡Una cura! Una oleada de energía rompe a través de mí, dejándome mareado por el alivio. No puedo evitar que una sonrisa se derrame en mi cara.
—¿Ya le han dicho al Elector? ¿Funciona? ¿Podemos empezar a usarla en Tess? El técnico del laboratorio me detiene antes de que pueda continuar.
Casi actúa como una cura, Day —repite.
 
—¿Qué quieres decir?
 
—El equipo antártico confirmó que el virus probablemente ha mutado del original del que Eden ha desarrollado inmunidad, o que puede haber combinado su genoma con otro genoma a lo largo del camino. Las células T de tu hermano tienen la capacidad de desplazarse a lo largo de este virus agresivo; en nuestras muestras, una de las curas que hemos desarrollado parece funcionar parcialmente…
—Sí, puedo entenderlo —digo, impaciente.
 
El técnico del laboratorio me frunce el ceño, como si yo pudiera infectarlo a él
con mi actitud.
 
—Nos estamos pasando por alto algo —dice con un suspiro de indignación—
. Nos falta un componente.
 
—¿Qué quieres decir, con que estás pasando por alto algo? —exijo—. ¿Qué les falta?


 
—En alguna parte del camino, el virus que está causando nuestros actuales brotes mutó de su original virus de la plaga de la República y se combinó con otro virus. Hay algo que falta en el camino, como resultado. Creemos que puede haber mutado en las Colonias, tal vez hace bastante tiempo. Meses atrás, incluso.
Mi corazón se hunde cuando me doy cuenta de lo que están tratando de decirme.
—¿Significa eso que la cura no funcionará todavía?
 
—No es sólo que la cura funcione todavía. Es que no sabemos si alguna vez podremos conseguir que funcione. Eden no es el Paciente Cero para esta cosa. —El técnico de laboratorio suspira de nuevo—. Y a menos que podamos encontrar a la persona de la que este nuevo virus ha mutado, no estoy seguro de que alguna vez creemos una cura.


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Mensaje por Yani Mar 17 Jul - 14:17

   JUNE
Me despierto con el sonido de una sirena ululando en nuestro complejo de apartamentos. Es la alarma de ataque aéreo. Por un segundo, estoy de vuelta en Denver, sentada con Day en un pequeño café iluminado con
linternas mientras que caía el aguanieve alrededor de nosotros, escuchándole decirme que se está muriendo. Estoy de vuelta en las caóticas calles inundadas con pánico mientras que la sirena rechifla; nos sostenemos de las manos, buscando refugio, aterrorizados.
Poco a poco, mi habitación se desvanece en la realidad y la sirena continúa.
Mi corazón comienza a golpear con fuerza. Salto de la cama, hago una pausa            para consolar a un aullante Ollie, luego me apresuro para encender mi pantalla. Los titulares de las noticias resuenan, luchando contra la sirena, y
recorriendo a lo largo de la parte inferior de la pantalla hay una grave advertencia roja:
 
BUSQUEN CUBIERTA
 
 
 
Escaneo los titulares.
 
 
 
AERONAVES  ENEMIGAS  SE  ACERCAN  A  LOS  LÍMITES  DE           LOS ÁNGELES
TODAS LAS TROPAS REPÓRTENSE A SUS SEDES LOCALES ELECTOR PRIMO REALIZARÁ UN ANUNCIO DE EMERGENCIA
 
Ellos habían pronosticado que las Colonias todavía se tomarían tres días más antes de realizar un movimiento sobre Los Ángeles. Parece que están antes


 
de lo previsto y preparándose para el final de la tregua de los tres días, lo cual significa que tenemos que poner nuestro plan en acción. Cubro mis oídos de la sirena, corro hacia el balcón, y miro al horizonte. La luz de la mañana aún es débil, y el cielo nublado me dificulta ver correctamente, pero aun así, los puntos que se alinean por encima del horizonte de la montaña de California son inconfundibles. Mi aliento se queda atrapado en mi garganta.
Aeronaves. De las Colonias, Africanas, no puedo decirlo desde esta distancia, pero no existe equivocación alguna de que no se tratan de las naves de la República. Basados en su posición y velocidad, estarán cerniéndose sobre el centro de Los Ángeles antes de que la hora se acabe. Enciendo mi micrófono, luego me apresuro hacia el armario para ponerme algunas ropas. Si Anden está preparándose para hacer un anuncio pronto, entonces sin duda será la rendición. Y si ese es el caso, tendré que unirme a Day y los Patriotas tan rápido como pueda. Una falsa rendición sólo funcionará por tiempo suficiente antes de que se convierta en una real.
—¿Dónde están, chicos? —grito cuando Day aparece en la línea.
 
Su voz suena tan urgente como la mía. El eco de la sirena sonando también            sale desde su lado.
—En la habitación de hospital de Eden. ¿Ves las aeronaves?
 
Echo un vistazo de nuevo hacia el horizonte mientras acordono mis botas.
 
—Sí. Las veo. Estaré ahí pronto.
 
—Vigila el cielo. Mantente a salvo. —Él duda dos segundos—. Y apresúrate. Tenemos un problema. —Luego nuestra llamada se corta, y estoy fuera de la puerta con Ollie cerca de mi lado, galopando como el viento.
Cuando llegamos al piso de laboratorio del Hospital Central en la Torre Bank y nos dirigimos para ver a Day, Eden y los Patriotas, las sirenas se han detenido. La electricidad del sector debe haber sido apagada otra vez, y aparte de los principales edificios del gobierno como la Torre Bank, el paisaje exterior parece extrañamente negro, tragado casi entero por las sombras salpicadas de la mañana. Al final del pasillo, las pantallas muestran un podio vacío donde Anden estará en cualquier momento, preparado para dar una discurso en vivo a la nación. Ollie se queda pegado a mi lado, jadeando de angustia. Me agacho y lo acaricio varias veces y me recompensa con una lamedura en mi mano.


 
Encuentro a Day y los otros en la habitación de Eden justo cuando Anden aparece en la pantalla. Eden luce cansado y mitad consciente. Él aún tiene una intravenosa en su brazo, pero aparte de eso, no hay otros tubos o cables. Al lado de la cama, una técnico de laboratorio está escribiendo notas en una libreta.
Day y Pascao están usando lo que parecen trajes oscuros de la República destinados para misiones físicamente exigentes; es el mismo tipo de traje que había usado una vez cuando por vez primera necesité evadir a Day de la Intendencia de Batalla, cuando pasé una noche hojeando los techos de los edificios en busca de Kaede. Ambos están hablando con un técnico de laboratorio, y basados en sus expresiones, no están recibiendo buenas noticias. Quiero pedirles detalles, pero Anden ya ha andado hasta el podio, y mis palabras se desvanecen cuando dirigimos nuestra atención a la pantalla. Todo lo que escucho es el sonido de nuestra respiración y el distante zumbido siniestro de las aeronaves acercándose.
Anden luce tranquilo; y aunque sea sólo un año mayor de la primera vez que lo conocí, el peso y la gravedad en su rostro lo hacen parecer mucho más
             maduro de lo que realmente es. Solo la leve rigidez de su mandíbula revela un rastro de sus verdaderas emociones. Está vestido de un blanco sólido, con
hombreras de plata en los hombros y un sello de oro de la República fijado cerca del cuello de su abrigo militar. Detrás de él hay dos banderas: una es de la República, mientras que la otra no muestra nada, es de color blanco, carente de cualquier color. Trago con fuerza. Es una bandera que conozco bien de todos mis estudios, pero una que nunca había visto ser utilizada. Todos sabíamos que esto iba a ocurrir, habíamos planeado esto y sabemos que no es real; pero aun así, no puedo evitar sentir una profunda sensación oscura de dolor y fracaso. Como si de verdad estuviéramos entregando nuestro país a alguien más.
—Soldados de la República—comienza Anden dirigiéndose a los soldados que le rodean en la base. Como siempre, su voz es a la vez suave y demandante, tranquila pero clara—. Es con un gran pesar que hoy venga ante ustedes con este mensaje. He transmitido ya éstas mismas palabras al Canciller de las Colonias. —Hace una pausa durante un momento, como si reuniera su fuerza. Sólo puedo suponer que para él, incluso fingir tal gesto debe pesar sobre sí mucho más de lo que lo hace en mí—. La República oficialmente se ha rendido a las Colonias.


 
Silencio. La base, llena de ruido y caos hace tan solo unos pocos minutos, de repente está ahora quieta; cada soldado congelado, escuchando con incredulidad.
—Ahora estamos cesando toda actividad militar contra las Colonias — continúa Anden—, y dentro del siguiente día, nos reuniremos con los principales funcionarios de las Colonias para redactar los términos de la rendición oficial. —Hace una pausa, dejando que el peso de la información se asiente por toda la base—. Soldados, seguiremos actualizándoles con información al respecto a medida que procedamos.
Entonces se detiene la transmisión. Él no termina con: «Larga vida a la República». Un escalofrío me recorre cuando las pantallas se sustituyen con una imagen, no la bandera de la República, si no la de las Colonias.
Están haciendo un trabajo excelente en hacer que esta rendición se vea convincente. Espero que los antárticos mantengan su palabra. Espero que la ayuda esté en camino.
—Day, no tenemos mucho tiempo para hacer estallar esas bases —nos            murmura Pascao. Los tres soldados de la República que están con nosotros están preparados de manera similar, todo está listo para guiarlos hacia donde
estarán conectadas las bases aéreas—. Vas a tener que ganarnos algo de tiempo. La noticia es que las Colonias comenzarán a aterrizar sus aeronaves en nuestras bases en unas pocas horas.
Day asiente. Mientras Pascao se aparta para anunciar a toda prisa algunas instrucciones a los soldados, Day parpadea sus ojos hacia mí. En ellos, veo una tirante sensación de miedo que hace a mi estómago arremolinarse.
—Algo está mal con la cura, ¿no es así? —pregunto—. ¿Cómo se encuentra Eden?
Day suspira, pasando una mano por su cabello, y luego mira abajo hacia su hermano.
—Él está aguantando.
 
—¿Pero…?
 
—Pero el problema es que no es el Paciente Cero. Dijeron que les está faltando algo a partir de su sangre.


 
Miro al muchacho frágil en la cama de hospital. ¿Eden no es el Paciente Cero?
 
—¿Pero qué? ¿Qué les falta?
 
—Sería más fácil mostrarte que intentar explicarlo. Vamos. Esto es algo de lo que tendremos que alertar a Anden. ¿Cuál es el punto de organizar esta total rendición si no seremos capaces de obtener la ayuda de la Antártida?
Day nos lidera hacia fuera y al final del pasillo. Por un rato caminamos en un tenso silencio, hasta que finalmente nos detenemos delante de una puerta sin inscripción. Day la abre.
Entramos en una habitación llena de computadores. Un técnico de laboratorio que monitorea las pantallas se levanta cuando él nos ve, luego nos acompaña.
—¿Es hora de actualizar a la señorita Iparis?
 
—Dime lo que está pasando —respondo.
 
Nos sienta delante de un computador y pasa varios minutos cargando una pantalla. Cuando finalmente termina, veo dos comparaciones de lado a lado en algunas diapositivas de lo que supongo son células. Miro más detenidamente.
El técnico de laboratorio señala a la izquierda, la cual parece una serie de pequeñas partículas poligonales agrupadas alrededor de gran célula central. Unida a las partículas están decenas de pequeños tubos que salen de la célula.
—Esto —dice el técnico de laboratorio, rodeando la célula grande con su dedo—, es una simulación de una célula infectada que estamos tratando de atacar. La célula tiene una tonalidad roja, indicando que el virus ha arraigado dentro. Si la cura no está implicada, esta lisis celular… explotará, y morirá. Ahora, ¿ves estas pequeñas partículas alrededor de él? Esas son las simulaciones de las partículas de curación que necesitamos. Están adjuntadas a la parte exterior de la célula infectada. —Golpea dos veces la pantalla donde está la célula grande, y empieza una corta animación, mostrando las partículas agarrándose de la célula; finalmente, la célula se contrae en tamaño y el color cambia—. Ellos salvan a la célula de la explosión.


 
Mis ojos cambian a la comparación de la derecha, que también tiene una célula infectada de manera similar rodeada de pequeñas partículas. Esta vez, no veo ningún tubo uniendo las partículas.
—Esto es lo que realmente está pasando —explica el técnico de laboratorio—. Nos falta algo en nuestras partículas de curación para que se puedan adherir a los receptores de la célula. Si no desarrollamos esto, el resto de las partículas no pueden trabajar. La célula no puede entrar en contacto directo con la medicina y la célula muere.
Cruzo mis brazos e intercambio un ceño fruncido con Day, quien se encoge de hombros impotente.
—¿Cómo podemos descubrir la pieza faltante?
 
—Esa es la cosa. Nuestra suposición es que ésta particular atadura no era una parte del virus original. En otras palabras, alguien específicamente ha alterado este virus. Podemos ver rastros de ese marcador cuando etiquetamos a la célula. —Señala diminutos puntos brillantes dispersados por la superficie de la célula—. Esto podría significar, señorita Iparis, que las
            Colonias alteraron físicamente este virus. La República ciertamente no tiene registro de manipulación con este virus en específico de manera directa.
 
—Espera un minuto —interrumpe Day—. Esto es nuevo para mí. ¿Estás diciendo que las Colonias crearon esta plaga?
El técnico de laboratorio nos da una mirada sombría, luego vuelve a la pantalla.
—Posiblemente. Sin embargo, aquí esta lo curioso. Creemos que esta pieza adicional, el rasgo de atadura, vino originalmente de la República. Hay un virus similar que salió de un pequeño pueblo de Colorado. Pero los trazos nos dicen que el virus alterado vino de la Ciudad de Tribuna, la cual es una ciudad de frente de guerra sobre el lado de las Colonias. Entonces en algún sitio a lo largo de esa línea, el virus de Eden de alguna manera entró en contacto con algo más en la Ciudad de Tribuna.
Aquí es cuando las piezas del rompecabezas caen finalmente en su lugar para mí. El color se drena de mi rostro. La Ciudad de Tribuna: la ciudad en la que Day y yo irrumpimos en un principio cuando tuvimos que huir a las Colonias. Recuerdo cuando me había puesto enferma durante mi detención en la República, cuán enferma y febril había estado cuando Day nos llevó a través


 
de ese túnel subterráneo de Lamar en camino al territorio de las Colonias. Estuve una noche en un hospital de las Colonias. Ellos me habían inyectado una medicina, pero nunca consideré el hecho de podrían haberme usado con un objetivo diferente. ¿Había sido parte de un experimento sin siquiera darme cuenta? ¿Soy la que sostiene la pieza faltante del rompecabezas en mi sangre?
—Soy yo —susurro, interrumpiendo al técnico de laboratorio. Tanto él como Day me dan una mirada sorprendida.
—¿Qué quieres decir? —pregunta el técnico, pero Day permanece silencioso. Una mirada de comprensión penetra en su rostro.
—Soy yo —repito. La respuesta es tan clara que apenas puedo respirar—. Estuve en la Ciudad de Tribuna hace ocho meses. Me puse mal mientras estuve bajo arresto en Colorado. Si este otro virus del que hablabas primero se originó primero en la República y luego regresó a la Ciudad de Tribuna en las Colonias, entonces es posible que la respuesta a su rompecabezas sea yo.


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Mensaje por yiany Miér 18 Jul - 8:53

Martes, Day: ese traje está genial, creo que debería usarlo más seguido como apoyo, aunque me preocupa lo de la cura.
Martes, June: esto definitivamente no me lo esperaba, ojalá puedan usar la sangre de June para hallar las cura


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Mensaje por yiniva Miér 18 Jul - 13:13

Que mala onda que no funcione la cura, esperemos que sea verdad y que June sea la pieza que falta.


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Mensaje por Yani Jue 19 Jul - 14:04

                     
 
Traducido por Martinafab Corregido por LizC
 DAY
 
La teoría de June cambia todo.
 
Inmediatamente se une al equipo de laboratorio en una habitación de hospital por separado, donde le atan varios tubos y cables y toman una muestra de su médula ósea. Ejecutan una serie de
escáneres que la dejan viéndose nauseabunda, escáneres que ya he visto ser ejecutados en Eden. Me gustaría poder quedarme. Las pruebas de Eden terminaron, agradecidamente, pero el riesgo se ha desplazado ahora a June, y en este momento lo único que quiero hacer es quedarme aquí y hacer que todo funcione correctamente.
            Por el amor de Dios, me digo con rabia, no es como que tú estando aquí vaya a ayudar en nada. Pero cuando Pascao finalmente nos hace salir por la puerta y
del hospital para reunirnos con los demás, no puedo dejar de mirar hacia atrás.
Si la sangre de June sostiene la pieza que falta, entonces tenemos una oportunidad. Podemos contener la plaga. Podemos salvarlos a todos. Podemos salvar a Tess.
Cuando tomamos un tren desde el hospital hacia las bases aéreas en el sector Batalla con varios soldados de la República a remolque, estos pensamientos se acumulan en mi pecho hasta que apenas puedo soportar esperar. Pascao se da cuenta de mis inquietudes y sonríe.
—¿Alguna vez has estado en las bases antes? Me parece recordar verte hacer unos cuantos trucos ahí.
Sus palabras desencadenan algunos recuerdos. Cuando cumplí catorce años, irrumpí en dos aeronaves de Los Ángeles que estaban establecidas para salir al frente de guerra. Me escabullí —no muy diferente a mi truco con los Patriotas de vuelta en Las Vegas— a escondidas a través del sistema de ventilación, y luego bordeando por toda la nave sin ser detectado al abrirme


 
paso a través de sus interminables salidas de aire. Todavía estaba a medio camino a través de mi etapa de crecimiento en ese entonces; mi cuerpo era más delgado y pequeño, y no tenía ningún problema en apretujarme a través de su gran cantidad de túneles. Una vez dentro, robé tanta comida enlatada de sus cocinas como pude, luego prendí fuegos en sus salas de máquinas la cual destruyó las naves lo suficientes para al final dejarlas inutilizadas para la República por años, tal vez para siempre. Fue este truco en particular el que en primer lugar me llevó a la cima de la lista de los más buscados por la República. No fue tan mal trabajo, si lo digo de mí mismo.
Ahora pienso de vuelta en la disposición de las bases. Aparte de algunas bases aéreas en el sector Batalla, las cuatro principales bases navales en Los Ángeles ocupan una estrecha franja de tierra a lo largo de la costa oeste de la ciudad, que se encuentra entre nuestro enorme lago y el océano Pacífico. Nuestros barcos de guerra permanecen allí, sin uso en su mayor parte. Pero la razón de que los Patriotas y yo nos dirijamos allí ahora es que todos los muelles de las naves de Los Ángeles están allí también, y es ahí donde las Colonias atracarán sus naves si, cuando, traten de ocupar la ciudad después de nuestra rendición.
Es el tercer y último día del alto el fuego prometido por las Colonias. Cuando el tren acelera a través de los sectores, puedo ver grupos de civiles amontonarse alrededor de las pantallas gigantes que ahora están proyectando la rendición de Anden en repetición. La mayoría se ve afectada por la conmoción, aferrándose unos a otros. Otros están furiosos, arrojan zapatos, palancas, y rocas hacia las pantallas y rabia contra la traición de su Elector. Bien. Que permanezcan enojados, que usen esa rabia contra las Colonias. Necesito jugar mi parte pronto.
—Bien, chicos, escuchen —dice Pascao mientras nuestro tren se acerca a los puentes que conducen a las bases navales. Él extiende sus manos para mostrarnos una serie de pequeños dispositivos de metal—. Recuerden, seis por muelle. —Él señala a un pequeño gatillo rojo en el centro de cada dispositivo—. Queremos limpias explosiones contenidas, y los soldados nos señalarán los mejores lugares para plantar estas cosas. Si todo sale bien, vamos a ser capaces de inhabilitar cualquier nave de las Colonias utilizando nuestros muelles de desembarque, y una nave con una bahía de aterrizaje en mal estado es inútil. ¿De acuerdo? —Sonríe—. Al mismo tiempo, no destruyan los muelles de desembarque demasiado. Seis por muelle.


 
Aparto la mirada y miro de nuevo por la ventana, donde la primera base naval se acerca en el horizonte. Enormes bases de aterrizaje en forma de pirámide aparecen en una fila, oscuras e imponentes, y al instante pienso en la primera vez que las vi en Vegas. Mi estómago se retuerce con inquietud. Si este plan falla, si somos incapaces de contener a las Colonias y los antárticos nunca vienen a nuestro rescate, si June no es lo que necesitamos para la cura… ¿qué nos pasará? ¿Qué sucederá cuando las Colonias finalmente pongan sus manos sobre Anden, o June, o en mí? Sacudo la cabeza, forzando a las imágenes salir de mi mente. No hay tiempo para preocuparse por eso. Sucederá o no. Nosotros ya hemos elegido nuestro curso.
Cuando llegamos al primer muelle de aterrizaje de la Base Naval Uno, puedo ver suficiente de la ciudad interior para notar las diminutas motas oscuras en el cielo. Las tropas de las Colonias —aeronaves, jets, algo— se cierne cerca de las afueras de Los Ángeles, preparándose para atacar. Un bajo, monótono zumbido llena el aire, supongo que ya podemos escuchar la aproximación constante de sus naves. Mis ojos se vuelven hacia las pantallas gigantes alineadas en las calles. El anuncio de Anden continúa, acompañado con el anuncio en un rojo brillante de Busquen Cubierta recorriendo la parte inferior
            de cada pantalla.
Cuatro soldados de la República se unen a nosotros mientras nos apresuramos del jeep y hacia el interior de la pirámide base. Sigo cerca de ellos mientras nos acompañan por los ascensores hacia el techo interior que se vislumbra de la base, donde las aeronaves despegan y atracan. Todo a nuestro alrededor es el sonido ensordecedor de las botas de los soldados haciéndose eco en los pisos, corriendo a sus puestos y preparándose para despegar contra las Colonias. Me pregunto cuántas tropas se habrá visto obligado Anden a enviar a Denver o a Las Vegas en refuerzo, y sólo puedo esperar que tengamos suficiente aquí atrás para protegernos.
Esta no es Las Vegas, me recuerdo a mí mismo, tratando de no pensar en el momento en que me había dejado arrestar. Pero no ayuda. Para el momento en que he surcado nuestro camino hasta la parte superior de la base y subido un tramo de escaleras hasta la parte superior abierta de la pirámide, mi corazón late con la fuerza de una tormenta que no es todo por el ejercicio. Bueno, si esto no trae recuerdos de cuando yo empecé a trabajar para los Patriotas, no sé qué lo hará. No puedo dejar de estudiar las vigas de metal que cruzan la parte más vulnerable interior de la base, todas las pequeñas


 
partes de interbloque que se unirán con una aeronave una vez que aterrice. El traje oscuro que llevo se siente tan ligero como el aire. Es hora de plantar algunas bombas.
—¿Ven esas vigas? —Un capitán de la República nos dice a Pascao y a mí, señalando las sombras del techo en una, dos, tres grietas que parecen particularmente difíciles de alcanzar—. Provocarán un máximo daño a la nave, pero un mínimo daño a la base. Vamos a tener que golpear dos de esos tres puntos en cada una de las bases. Podríamos ser capaces de llegar a ellos por nuestra cuenta si estableciéramos nuestras grúas, pero no tenemos tiempo para eso. —Hace una pausa para darnos una sonrisa forzada. La mayoría de estos jodidos soldados todavía no parecen del todo cómodos trabajando junto a nosotros—. Bueno —dice después de una pausa incómoda—. ¿Se ve factible? ¿Son lo suficientemente rápidos?
Quiero soltarle al capitán que se ha olvidado de mi reputación, pero Pascao me detiene dejando fuera una de sus fuertes, risas brillantes.
—No tienes suficiente fe en nosotros, ¿no? —dice, codeando al capitán juguetonamente en las costillas y sonriendo ante el rubor indignado que él
            tiene de vuelta.
—Bien —responde el capitán secamente antes de pasar a los otros Patriotas y a su propia patrulla—. Rápido. No tenemos mucho tiempo. —Él nos deja con nuestro trabajo, luego comienza a dictar como plantar bombas a los otros.
Una vez que se ha ido, Pascao deja caer su sonrisa gigante y se concentra en las grietas que el capitán había señalado.
—No son fáciles de alcanzar —murmura—. ¿Seguro que estás listo para esto?
¿Estás lo suficientemente fuerte, viendo cómo te estás muriendo y todo eso?
 
Le echo una mirada fulminante, luego estudio cada una de las grietas en turnos. Pruebo mis rodillas y codos, tratando de medir la cantidad de fuerza que tengo. Pascao es un poco más alto que yo, será capaz de encargarse de las dos primeras grietas mejor, pero la tercera grieta está encajada en una posición tan ajustada que sólo sé que yo puedo llegar a ella. También puedo ver de inmediato por qué el capitán señaló ese punto. Incluso si no plantamos seis bombas a lo largo de este lado de la base, probablemente


  inhabilitaríamos cualquier aeronave con una sola bomba en ese lugar. La señalo.
—Me quedo con esa —le digo.
 
—¿Estás seguro? —Pascao entrecierra los ojos hacia ella—. No quiero verte caer hacia tu muerte en nuestra muy primera base.
Sus palabras instan una sonrisa sarcástica en mí.
 
—¿No tienes ninguna fe en mí? Pascao sonríe.
—Un poco.
 
Nos ponemos a trabajar. Doy un salto de vuelo desde el borde de las escaleras hacia la viga entrecruzando más cercana, y luego me entrelazo a mí mismo perfectamente en el laberinto de metal. Qué sensación de déjà vu. Los resortes embebidos en las articulaciones de mi traje toman un poco de tiempo en acostumbrarse, pero después de unos saltos más me adapto a ellos. Soy rápido. Muy rápido con su ayuda. En el lapso de diez minutos, he cruzado un cuarto de techo de la base y ahora estoy a corta distancia de esa grieta. Hilillos delgados de sudor corren por mi cuello, y la cabeza me pulsa con un dolor familiar. Debajo, los soldados se detienen a mirarnos incluso aún cuando todos los dispositivos electrónicos de la base continúan corriendo el anuncio de la rendición. No tienen ni una bendita idea de lo que estamos haciendo.
Me detengo en el salto definitivo y luego hago mi salto. Mi cuerpo golpea la grieta y se desliza cómodamente en ella. Instantáneamente saco la pequeña bomba, abro su clip, y la planto firmemente en su lugar. Mi dolor de cabeza me marea, pero me obligo a apartarlo.
Hecho.
 
Poco a poco hago mi camino de regreso a lo largo de las vigas. En el momento en que me oscilo hacia abajo en las escaleras de nuevo, mi corazón está golpeando de la adrenalina. Veo a Pascao a lo largo de las vigas y le doy un rápido pulgar en alto.


 
Esto es lo fácil, me recuerdo a mí mismo, mi entusiasmo da paso a una ominosa ansiedad. La parte difícil será lograr una mentira convincente para el Canciller.
Terminamos con la primera base, luego pasamos a la siguiente. En el momento en que hemos terminado con la cuarta base, mi fuerza está empezando a ceder. Si estaba completamente en mi elemento, este traje podría haberme hecho casi malditamente imparable, pero ahora, incluso con su ayuda, mis músculos duelen y mi respiración suena forzada. Cuando los soldados ahora me guían a una habitación en la base aérea y me preparan para hacer mi llamada y mi emisión, estoy silenciosamente agradecido de que no necesito correr más techos.
—¿Qué pasa si el Canciller no se lo cree? —pregunta Pascao mientras los soldados salen en fila de la sala—. Sin ánimo de ofender, chico bonito, pero no tienes exactamente la mejor reputación de mantener tus promesas.
—No lo prometí nada —le respondo—. Además, él verá mi anuncio salir por toda la República. Pensará que todo el mundo en el país verá hacerme cambiar sus lealtades para las Colonias. No va a durar. Pero nos va a comprar
             un poco de tiempo. —Silenciosamente, espero con todas mis ganas que podamos encontrar la cura definitiva antes de que las Colonias se den cuenta de lo que estamos haciendo.
 
Pascao mira hacia otro lado y por la ventana de la habitación, donde podemos ver soldados de la República terminando las últimas colocaciones de bombas en el techo de la base. Si esto no funciona, o si las Colonias se dan cuenta que la rendición es falsa antes de que tengamos tiempo de hacer algo al respecto, entonces probablemente estamos acabados.
—Entonces es momento de hacer tu llamada —murmura Pascao. Él cierra la puerta, encuentra una silla, y la aparta de una esquina. Luego se sienta conmigo a esperar.
Mis manos tiemblan ligeramente cuando hago enciendo mi micrófono y llamo al Canciller de las Colonias. Por un momento, todo lo que escucho es estática, y una parte de mí espera que de alguna manera no se pueda localizar el nombre que me llamó antes, y que de alguna manera yo no tenga forma de llegar a él. Pero entonces la estática termina, la llamada se aclara, y lo oigo conectarse. Saludo al Canciller.


 
—Soy Day. Hoy es el último día prometido al alto el fuego, ¿cierto? Le tengo una respuesta a su solicitud.
Unos segundos se arrastran. Entonces, esa metódica voz delicada surge una vez más del otro extremo.
—Señor Wing —dice el Canciller, tan educado y agradable como siempre—. Justo a tiempo. Qué encantador saber de ti.
—Estoy seguro que ya has visto el anuncio del Elector —le respondo, haciendo caso omiso de sus sutilezas.
—Lo he hecho, en efecto —responde el hombre. Oigo algún roce de papeles en el fondo—. Y ahora con tu llamada, el día de hoy promete estar lleno de buenas sorpresas. Me he estado preguntando cuándo contactarías con nosotros de nuevo. Dime, Daniel, ¿has pensado un poco en mi propuesta?
Desde el otro lado de la habitación, los pálidos ojos de Pascao se traban en los míos. Él no puede oír la conversación, pero puede ver la tensión en mi rostro.
            —Lo he hecho —contesto después de una pausa. Tengo que hacerme sonar realista y renuente, ¿cierto? Me pregunto si June lo aprobaría.
 
—¿Y qué has decidido? Recuerda, esta es absolutamente tu decisión. No te voy a obligar a hacer nada que no desees hacer.
Sí. No tengo que hacer nada… sólo tengo que esperar y observar mientras tú destruyes a la gente que quiero.
—Lo haré —otra pausa—. La República ya se ha rendido. La gente no está contenta con tu presencia, pero no quiero verlos perjudicados. No quiero ver a nadie herido. —Sé que no tengo que mencionar a June para hacer que el Canciller entienda—. Voy a hacer un anuncio para toda la ciudad. Tenemos acceso a las pantallas gigantes a través de los Patriotas. No pasará mucho tiempo antes de que el anuncio alcance todas las pantallas en toda la República. —Pongo un poco más de entusiasmo para que mi mentira suene auténtica—. ¿Eso es lo suficientemente bueno para hacer que usted mantenga sus malditas manos fuera de June?
El Canciller aplaude una vez.


 
—Hecho. Si estás dispuesto a ser nuestro… portavoz, por decirlo así, entonces te aseguro que a la señorita Iparis se le perdonarán los juicios y ejecuciones que vienen con un vuelco de poder.
Sus palabras envían un escalofrío a través de mí, recordándome que si fallamos, entonces lo que voy a hacer no va a salvar la vida de Anden. De hecho, si no lo logramos, el Canciller probablemente se dará cuenta que yo estoy detrás de todo esto también, y ahí se irían las posibilidades de seguridad de June… y probablemente de Eden también. Me aclaro la garganta. Al otro lado de la sala, el rostro de Pascao se ha vuelto duro por la tensión.
—¿Y mi hermano?
 
—No necesitas preocuparte por tu hermano. Como lo mencioné antes, no soy un tirano. No lo voy a conectar a una máquina e inyectar por completo con productos químicos y venenos… no voy a experimentar con él. Él, y tú, van a vivir una vida confortable y segura, libre de daños y preocupaciones. Esto, te lo puedo garantizar. —El tono del Canciller cambia a lo que él piensa
que es tranquilizador y amable—. Puedo oír la infelicidad en tu voz. Pero no            estoy  haciendo  nada,  excepto  lo  que  es  necesario.  Si  tu  Elector me
encarcelara, él no dudaría en ejecutarme. Así es el mundo. No soy un hombre cruel, Daniel. Recuerda, las Colonias no son responsables del sufrimiento en tu vida.
—No me llames Daniel. —Mi voz surge baja y tranquila. No soy Daniel para nadie fuera de mi familia. Soy Day. Claro y simple.
—Mis disculpas —suena realmente arrepentido—. Espero que entiendas lo que estoy diciendo, Day.
Me quedo en silencio por un momento. Incluso ahora, todavía puedo sentir la fuerza contra la República, todos los oscuros pensamientos y recuerdos que me incitan a darme la vuelta, dejar que todo se desmorone en pedazos. El Canciller me puede medir mejor de lo que hubiera pensado. Toda una vida de sufrimiento es difícil de dejar atrás. Como si ella pudiera sentir la atracción peligrosa del hechizo del Canciller, oigo la voz de June cortar a través de esta línea de pensamientos y me susurra algo. Cierro los ojos y me aferro a ella, sacando fuerzas de ella.


 
—Dime cuándo quiere que haga este anuncio —digo después de un tiempo—. Todo está cableado y listo para funcionar. Hagamos todo esto de una vez.
—Maravilloso. —El Canciller se aclara la garganta, de repente suena como un hombre metódico de nuevo—. Cuanto antes, mejor. Voy a aterrizar con mis tropas en las bases navales exteriores de Los Ángeles esta tarde. Vamos a organizar todo para que tú puedas hablar en ese momento. ¿De acuerdo?
—Hecho.
 
—Y una cosa más —añade el Canciller cuando estoy a punto de colgar. Me pongo rígido, mi lengua lista para hacer chasquear y apagar el micrófono—. Antes de que me olvide.
—¿Qué?
 
—Quiero que hagas el anuncio desde la cubierta de mi aeronave.
 
Sobresaltado, echo un vistazo a Pascao, y a pesar de que él no tiene idea de lo que acaba de decir el Canciller, frunce el ceño en la forma en que mi cara se
            ha drenado de color. ¿Desde la aeronave del Canciller? Por supuesto. ¿Cómo podríamos haber pensado que sería tan fácil de engañar? Está tomando
precauciones. Si algo va mal durante el anuncio, entonces él me tendrá en sus garras. Si hago un anuncio que no sea otra cosa más que decirle a la gente de la República que se incline ante las Colonias, podría matarme allí mismo, en la cubierta de la nave, rodeado de sus hombres.
Cuando el Canciller habla de nuevo, puedo sentir la satisfacción en su voz. Él sabe exactamente lo que está haciendo.
—Tus palabras serán más significativas si las da directamente desde una aeronave de las Colonias, ¿no te parece? —dice. Él aplaude una vez más—. Te esperaremos en la Base Naval Uno en unas horas. Estoy esperando conocerte en persona, Day.


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Mensaje por Yani Jue 19 Jul - 14:05

                     
 

 
 JUNE
 
La revelación de mi relación con esta peste cambia todos mis planes.
 
En vez de salir con los Patriotas y ayudar a Day a establecer las bases del dirigible, me quedo detrás en el hospital, dejando que los equipos de laboratorio me enganchen a las máquinas y ejecuten
una serie de pruebas en mí. Mis dagas y arma yacen en un armario cercano, para que no se interpongan en el camino de todos los cables, y sólo un cuchillo permanece escondido a lo largo de mi bota. Eden se sienta en la cama junto a mí, su piel pálida y enfermiza. Varias horas pasan, y la náusea ha comenzado a golpear.
—El primer día es el peor —me dice Eden con una sonrisa alentadora. Habla despacio, probablemente de la medicación que el equipo del laboratorio le
              dio para ayudarle a dormir—. Se pone mejor. —Él se inclina y acaricia mi mano, y me encuentro aliviada ante su compasión inocente. Así es como debe haber sido Day cuando era joven.
 
—Gracias —le respondo. No hablo del resto de mis pensamientos en voz alta, pero no puedo creer que un niño como Eden sea capaz de tolerar este tipo de pruebas durante días. Si lo hubiera sabido, habría hecho lo que Day originalmente quería y habría rechazado la petición de Anden por completo.
—¿Qué pasa si descubren que coincides? —pregunta Eden después de un tiempo. Sus ojos han comenzado a cerrarse, y su pregunta sale arrastrando las palabras.
¿Qué ocurre, en efecto? Tenemos una cura. Podemos presentar los resultados a la Antártida y demostrarles que las Colonias utilizaron deliberadamente este virus; podemos presentar a las Naciones Unidas y forzar las Colonias a retroceder. Tendremos nuestros puertos abiertos de nuevo.
—Los antárticos prometieron que ayudarían de esta manera —me decido a decir—. Podríamos ganar. Sólo, tal vez.


 
—Pero las Colonias ya están en nuestras puertas. —Eden mira hacia las ventanas, donde las aeronaves de nuestro enemigo ahora salpican el cielo. Algunas ya han atracado en nuestras bases, mientras que otras se asoman por encima. Una sombra cruzando a través de nuestro propio edificio la Torre Bank me dice que una se cierne sobre nosotros en este momento—. ¿Y si Daniel fracasa? —susurra, luchando contra el sueño.
—Sólo tenemos que jugar todo con cuidado. —Pero las palabras de Eden hace que mi mirada vague sobre el paisaje urbano también.
¿Qué pasa si Day fracasa? Me dijo mientras salía que se pondría en contacto con nosotros antes de su difusión al público. Ahora, al ver lo cerca que están las aeronaves de las Colonias, siento una inmensa sensación de frustración al no poder estar ahí con ellos. ¿Qué pasa si las Colonias se dan cuenta de que las bases de dirigibles están amañadas? ¿Y si ellos no vuelven?
Pasa otra hora. Mientras Eden cae en un profundo sueño, me quedo despierta y trato de alejar las náuseas rondando sobre mí en oleadas. Mantengo mis ojos cerrados. Eso parece ayudar.
            Debo de haberme quedado dormida, porque de repente me despierto por el sonido de nuestra puerta abriéndose. Los técnicos de laboratorio, finalmente han regresado.
 
—Señorita Iparis —dice uno de ellos, ajustando la etiqueta de su nombre MIKHAEL—. No fue una coincidencia perfecta, pero estuvo cerca, lo más cerca que hemos sido capaces de estar para desarrollar una solución. Estamos probando la cura en Tess ahora mismo. —Él es incapaz de evitar que una sonrisa cruce su rostro—. Usted era la pieza que faltaba. Justo debajo de nuestras narices.
Lo miro fijamente, sin decir una palabra. Podemos enviar resultados favorables a la Antártida, el pensamiento se abalanza a través de mi mente. Podemos pedir ayuda. Podemos detener la propagación de la peste. Tenemos una oportunidad contra las Colonias.
Los compañeros de Mikhael comienzan a desengancharme de mi maraña de cables y, a continuación, me ayudan a levantarme. Me siento lo suficientemente fuerte, pero la habitación aún se balancea. No estoy segura de si mi falta de equilibrio es de los efectos secundarios de las pruebas o la idea de que todo esto puede haber funcionado.


 
—Quiero ver a Tess —le digo a medida que comenzamos a dirigirnos en dirección a la puerta—. ¿Cuánto tarda la cura en empezar a trabajar?
—No estamos seguros —admite Mikhael al entrar en un largo pasillo—. Pero nuestras simulaciones son sólidas, y corrimos varios cultivos de laboratorio con células infectadas. Deberíamos empezar a ver la salud de Tess mejorar muy pronto.
Nos detenemos en las largas ventanas de cristal de la habitación de Tess. Ella se encuentra en un medio sueño delirante en su cama, y todos a su alrededor son técnicos de laboratorio que corren alrededor en trajes completos, monitores dictan sus signos vitales, tablas y gráficos se encuentran colgadas en las paredes. Una vía intravenosa inyectada en uno de sus brazos. Estudio su rostro, buscando alguna señal de conciencia, y no logro encontrarla.
Suena estática en mi auricular. Una llamada entrante. Frunzo el ceño, pulso una mano en mi oreja y, a continuación, hago clic en mi micrófono encendido.
Un segundo después, oigo la voz de Day.
 
—¿Estás bien? —Su primer pensamiento. Por supuesto que lo es. La estática es tan grave que casi no puedo entender lo que está diciendo.
—Estoy bien —le contesto, esperando que él me pueda oír—. Day, escúchame… hemos encontrado una cura.
No hay respuesta, sólo estática, fuerte e implacable.
 
—¿Day? —digo de nuevo, y por el otro lado escucho algunos crujidos, algo parecido a la desesperación por comunicarse conmigo. Pero no puedo conectarnos.
Inusual. La recepción de estas bandas militares suelen ser claras como el cristal. Es como si algo más está bloqueando todas nuestras frecuencias.
—¿Day? —Lo intento de nuevo.
 
Finalmente capto su voz de nuevo. Mantiene una tensión que me recuerda a cuando él había decidido alejarse de mí hace tantos meses. Envía un río de miedo por mis venas.
—Voy a dar… el anuncio a bordo de un dirigible de las Colonias… ciller no lo permitirá de ninguna otra manera…


 
A bordo de un dirigible de las Colonias. El Canciller tendría todas las cartas en ese caso, si Day tuviera que hacer un movimiento repentino, o hacer un anuncio que fuera en contra de lo que acordaron, el Canciller podría hacerlo arrestar o asesinar en el acto.
—No lo hagas —susurro automáticamente—. No tienes que ir. Hemos encontrado la cura, yo era la pieza que faltaba en el rompecabezas.
—¿June…?
 
Entonces no hay respuesta, sólo más estática. Lo intento de nuevo dos veces más antes de apagar mi micrófono en frustración.
A mi lado, puedo ver al técnico de laboratorio también tratando en vano de hacer una llamada.
Y entonces recuerdo la sombra proyectada a través del edificio en el que estamos metidos. Mi frustración se desvanece de inmediato, seguida por olas de terror y comprensión. Oh, no. Las Colonias. Están bloqueando nuestras frecuencias, han asumido el control de ellas. No había pensado que iban a hacer su movimiento tan rápido. Voy corriendo a la ventana mirando al paisaje urbano de Los Ángeles, luego giro los ojos hacia el cielo. Puedo ver el enorme dirigible de las Colonias que se cierne por encima de nosotros… y cuando miro más de cerca, me doy cuenta que los aviones más pequeños están dejando su cubierta y rodeando bajo.
Mikhael se une a mí.
 
—No podemos llegar al Elector —dice—. Parece que todas las frecuencias están cerradas.
¿Es esto en preparación para el anuncio de Day? Él está en problemas. Lo sé.
 
Justo cuando este pensamiento cruza mi mente, las puertas al final de la sala se abren. Cinco soldados entran marchando, con sus armas alzadas, y en un instante puedo ver que estos no son soldados de la República en absoluto… sino tropas de las Colonias, con sus abrigos de color azul marino y estrellas doradas. El pánico se apresura a través de mí, de la cabeza a los pies. Instintivamente me muevo hacia la habitación de Eden, pero los soldados me ven. Su líder ondea su arma hacia mí. Mi mano vuela a mi pistola atada a mi cintura… y entonces recuerdo que todas mis armas (salvo por una navaja de tobillo) yacen inútiles en la habitación de Eden.


 
—Con la rendición de la República —dice con una voz ostentosa—, todas las riendas del poder han sido transferidas a los funcionarios de las Colonias. Este es su comandante diciéndole que se haga a un lado y nos deje pasar, para que podamos realizar una búsqueda exhaustiva.
Mikhael levanta las manos y hace lo que dice el funcionario. Ellos se acercan. Los recuerdos giran en mi mente: están todas las lecciones de mis días en Drake, una corriente de maniobras que se ejecutan a través de mi cabeza a la velocidad de la luz. Las calibro cuidadosamente. Un pequeño equipo ha sido enviado aquí para llevar a cabo alguna tarea específica. Otros equipos deben estar pululando en cada uno de los pisos, pero sé que estos soldados deben haber sido enviado a nosotros por algo en particular. Me preparo, lista para una pelea. Es a mí a quien buscan.
Como si leyera mi mente, Mikhael asiente una vez a los soldados. Sus brazos se mantienen en el aire.
—¿Qué quieren?
 
El soldado responde:
 
—Un chico llamado Eden Bataar Wing.
 
Sé mejor que no debo aguantar mi respiración y revelar que Eden está en este piso, pero una oleada de miedo me atraviesa. Yo estaba equivocada. No están en pos de mí. Ellos quieren al hermano de Day. Si Day es obligado a dar el anuncio a bordo del dirigible del Canciller, solo, él estará indefenso si el Canciller decide llevarlo de rehén… y si pone las manos en Eden, él será capaz de controlarlo a cada uno de sus caprichos. Mis pensamientos se precipitan aún más. Si las Colonias verdaderamente tienen éxito en hacerse cargo de la República hoy, entonces el Canciller podría usar a Day indefinidamente como su propia arma, como un manipulador de la gente de la República, durante el tiempo que las personas sigan creyendo en Day como su héroe.
Abro la boca antes de que Mikhael pueda.
 
—Este piso sólo alberga las víctimas de la peste —le digo al soldado—. Si usted está buscando al hermano de Day, estará en un piso más alto.
El arma del soldado gira hacia mí. Se limita a entrecerrar los ojos en reconocimiento.
—Tú eres la Princeps Electo —dice—. ¿No es así? June Iparis.


 
Levanto la barbilla.
 
—Una de los Princeps Electos, sí.
 
Por un momento, creo que se podría creer lo que he dicho sobre Eden. Algunos de sus hombres incluso empiezan a reorientar hacia las escaleras. El soldado me mira por un largo tiempo, estudiando mis ojos, y luego ve por el pasillo detrás de mí, donde se encuentra la habitación de Eden. No me atrevo a estremecerme.
Frunce el ceño ante mí.
 
—Conozco tu reputación. —Antes de que se me ocurra nada más que decir para quitármelo de encima, él inclina la cabeza ante sus tropas y usa su arma para gesticular hacia el pasillo—. Hagan una búsqueda minuciosa. El niño debe estar en este piso.
Demasiado tarde para mentir ahora. Si le debo algo a Day, le debo esto. Me muevo en el espacio entre los soldados y el pasillo. Los cálculos se apresuran a través de mi cabeza. (El pasillo mide un poco más de cuatro metros de ancho… si me muevo en él, no podré evitar que los soldados me ataquen todos a la vez, así que mejor rompo a mis oponentes en dos oleadas pequeñas en lugar de una grande.)
—Tu Canciller no querrá verme muerta —miento. Mi corazón late con furia. A mi lado, el técnico de laboratorio mira con ojos inquietos, sin saber qué hacer—. Él me quiere viva, e intacta. Usted lo sabe.
—Qué grandes mentiras de una boca tan pequeña. —El soldado eleva su arma. Aguanto la respiración—. Hazte a un lado, o disparo.
Si no hubiera visto la pizca de vacilación en su rostro, habría hecho lo que pedía. No seré útil para Day o Eden si simplemente muero asesinada a tiros. Pero la pizca de incertidumbre en el soldado es todo lo que necesito. Elevo mis brazos lentamente y con cuidado. Mis ojos permanecen fijos en los suyos.
—Usted no quiere matarme —le digo. Estoy impresionada de lo firme que suena mi voz, ni una ola de temor en ella, a pesar de la adrenalina corriendo por mis venas. Mis piernas se balancean un poco, aún un toque no estacionario de los experimentos—. Su Canciller no suena como un hombre que perdona.


 
El soldado vacila otra vez. Él no sabe lo que el Canciller tiene en mente para mí. Él me tiene que dar el beneficio de la duda.
Mantenemos nuestra disputa silenciosa durante varios largos segundos. Finalmente él escupe una maldición y baja la pistola.
—Atrápenla —grita a sus soldados—. No disparen.
 
El mundo se acerca a mí a toda velocidad, todo se desvanece, excepto por el enemigo. Mis instintos patean a toda marcha.
Vamos a jugar. No tienen ni idea de con quién están tratando.
 
Me agacho en una posición de combate mientras los soldados se apresuran a mí al mismo tiempo. La estrechez del pasillo funciona al instante a mi favor: en lugar de hacer frente a cinco soldados al mismo tiempo, sólo me ocupo de dos. Me agacho al primer golpe de un soldado, saco mi cuchillo de la bota, y secciono su pantorrilla tan profundo como puedo. La hoja desgarra sin esfuerzo a través tanto de la pernera del pantalón como su tendón. Él grita.
Instantáneamente su pierna cede, llevándolo al suelo en un montón apaleado. El segundo soldado corriendo me dispara justo por encima de su camarada caído. Pateo a la cara del segundo soldado, dejándolo inconsciente, y paso por encima de su espalda para arremeter contra el tercer soldado. Él trata de golpearme. Bloqueo su golpe con un brazo, mi otra mano se dispara hacia su cara y se estrella contra su nariz tan fuerte que siento el crujir del romper los huesos. El soldado se tambalea hacia atrás una vez y cae, agarrándose la cara de dolor.
Tres abajo.
 
Mi ventaja de la sorpresa desaparece, los dos últimos soldados me toman con más cautela. Uno de ellos grita en el micrófono por refuerzos. Detrás de ellos, Mikhael comienza a escabullirse. A pesar de que no me atrevo a mirar en su dirección, sé que él debe estar moviéndose para bloquear los pasillos en el hueco de la escalera, imposibilitándoles a los soldados de las Colonias venir como un enjambre por ahí. Uno de los soldados restantes levanta su arma y apunta a mis piernas. Me lanzo contra él. Mi bota golpea el cañón de su pistola justo cuando él la dispara, enviando una bala rebotando violentamente sobre mi hombro. Una alarma resuena a través de los intercomunicadores… las escaleras de todo el edificio se bloquean, una alerta


 
ha sido enviada. Golpeo el arma de nuevo para que vuele hacia atrás, golpeando al soldado duro en la cara. Eso le aturde momentáneamente. Me giro y lo golpeo duro en la mandíbula con el codo…
…pero entonces algo me golpea duro en la parte de atrás de mi cabeza. Estrellas explotan a través de mi visión. Me tropiezo, cayendo sobre una rodilla, y lucho para balancearme a través de mi ceguera. El segundo soldado debe de haberme golpeado por detrás. Me balanceo hacia adelante otra vez, tratando lo mejor para adivinar en dónde está el soldado, pero fallo y caigo de nuevo. A través de mi visión borrosa, veo al soldado levantar la culata de su arma para golpearme otra vez en la cara. El golpe me va a noquear y dejar inconsciente. Trato en vano de rodar lejos.
El golpe no viene. Parpadeo, luchando por ponerme de pie. ¿Qué pasó? Cuando mi visión sea aclara un poco, me doy cuenta que el último soldado está tendido en el suelo y los técnicos de laboratorio corren para atarles las manos y los pies.
De repente hay gente por todas partes. De pie sobre mí está Tess, pálida, enfermiza y respirando con dificultad, sosteniendo un rifle de uno de los
            otros soldados caídos. No me había dado cuenta que había salido de su habitación.
 
Ella esboza una débil sonrisa.
 
—De nada —dice ella, extendiendo una mano para ayudarme a levantarme.
 
Le sonrío de vuelta. Ella tira de mí, temblando, a mis pies. Cuando me balanceo en piernas inciertas, me ofrece su hombro para apoyarme. Ninguna de nosotras está muy estable, pero no nos caemos.
—Señorita Iparis —jadea Mikhael a medida que se apresura a nosotros—. Nos las hemos arreglado para llegar al Elector… le hemos dicho acerca de la cura. Pero también acabamos de recibir una advertencia para evacuar la Torre Bank. Dicen que la rendición falsa terminará muy pronto y que uno de los primeros objetivos de las represalias de las Colonias será…
Un estremecimiento sacude el hospital. Todos nos congelamos donde estamos. Echo un vistazo al horizonte, al principio el temblor se sintió un poco como un terremoto, o el estruendo de una aeronave al pasar, pero el temblor se pone en marcha en intervalos cortos y regulares en lugar del fuerte rodar de una onda sísmica o el bajo y constante zumbido de las


 
aeronaves, y un instante después, me doy cuenta que las bombas de las bases del dirigible deben haber comenzado a estallar. Corro a la ventana con Tess, cuando miramos en ella unos penachos brillantes de color naranja y gris ondean desde las bases que recubren el horizonte. El pánico se apodera de mí. Day debe haber hecho su anuncio. Si sobrevivió o no, no tengo ni idea.
La rendición falsa ha terminado; el alto al fuego ha terminado. La lucha final por la República ha comenzado.


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Mensaje por yiniva Vie 20 Jul - 14:49

Parece que por fin tienen cura, pero el engaño no les duro mucho, ahora no sabemos si Day esta en las manos del Casiller o que paso con el


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Mensaje por yiany Sáb 21 Jul - 9:23

OMG, OMG, OMG no lo puedo creer, salió bien, salió mal, necesito información!!!


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Mensaje por Yani Dom 22 Jul - 14:22

                     
 
Traducción SOS por LizC Corregido por Mari NC
 
 DAY
Cuando tenía quince años, irrumpí en un banco en Los Ángeles después de que los guardias de pie en su puerta trasera no creyeran que pudiera hacerlo en diez segundos. La noche anterior, yo había hecho una lista mental detallada de la distribución de ese
banco, observando cada punto de apoyo, ventanas y cornisas, y clientes estimados en cada piso interior. Esperé hasta que sus guardias rotaran a la medianoche, y luego me metí en el sótano del edificio. Allí, puse un pequeño explosivo en la cerradura de la caja fuerte. No había manera de que pudiera irrumpir en la noche sin disparar sus alarmas… pero a la mañana siguiente, cuando los guardias se dirigieron a la bóveda para verificar el inventario, la mayoría de las alarmas guiadas por láser en todo el edificio estarían apagadas. Tomé el tiempo de mi entrada al día siguiente para coincidir. A medida que burlaba a los guardias de la entrada trasera del banco, los guardias en el interior del banco estaban abriendo la puerta de la bóveda. Y el explosivo estalló. Al mismo tiempo, me abalancé por la ventana del segundo piso del banco, luego por las escaleras, después en la bóveda a través del humo y el polvo, y me abrí paso al salir del edificio, enganchando las cadenas de líneas de espera del banco en mí y balanceándome a la planta superior. Deberías haberme visto.
Ahora, mientras camino hacia las rampas interiores de un muelle pirámide y hacia la entrada de mi primer dirigible de las Colonias, flanqueado a ambos lados por soldados de las Colonias, rememoro mi viejo truco del banco y siento la imperiosa necesidad de huir. Para girar a un lado de la nave, perder las tropas siguiéndome, y entretejer en sus respiraderos. Mis ojos barren la aeronave y tratan de trazar las mejores rutas de escape, los escondites más cercanos y puntos de apoyo más convenientes. Caminar directo de esta forma me deja sentir demasiado abierto y vulnerable. Aun así, no lo demuestro en mi cara. Cuando llego a la entrada y un par de tenientes me apresuran al interior, luego me dan una inspección minuciosamente en busca


 
de armas, sólo sonrío educadamente hacia ellos. Si el Canciller quiere verme intimidado, podría quedar decepcionado.
Los soldados no captan los pequeños discos redondos del tamaño de una moneda cosidos en mis botas. Uno es una grabadora. Si hay alguna conversación que quiero tener que usar contra las Colonias, es ésta, para ser mostrada a todo el público. Los otros son pequeños explosivos. En el exterior, en algún lugar más allá de la base del dirigible y escondidos en las sombras de los edificios, están Pascao y varios otros Patriotas.
Espero que la gente esté lista para mi señal. Espero que estén escuchando mi último paso, observando y esperando.
Es la primera vez que he estado en una aeronave que no tiene retratos del Elector colgados en sus paredes. En su lugar, hay banderas azules y doradas en forma de cola de golondrinas intercaladas entre anuncios, pantallas tan altas en las paredes que anuncian de todo, desde comida hasta electrodomésticos para el hogar. Me da una sensación incómoda de déjà vu, recordando la vez que June y yo habíamos caído en las Colonias, pero cuando
los tenientes echan un vistazo en mi dirección, sólo me encojo de hombros y             mantengo los ojos hacia abajo. Nos abrimos paso a través de los pasillos y
subimos dos tramos de escaleras antes de que finalmente me conduzcan en una gran cámara. Me quedo ahí de pie por un momento, sin saber qué hacer a continuación. Esto se ve como una especie de plataforma de observación, con una ventana de vidrio larga que me da una vista de Los Ángeles.
Un hombre solitario se encuentra junto a la ventana, la luz de la ciudad pintando su silueta en negro. Agita una mano hacia mí.
—Ah, ¡finalmente estás aquí! —exclama. Al instante reconozco la suave voz persuasiva del Canciller. Él no se parece en nada a como me lo imaginé: Es bajo y pequeño, frágil, con el cabello gris y escaso, su voz va más allá de su cuerpo. Hay un ligero encorvamiento en sus hombros, y su piel se ve delgada y translúcida en algunas áreas, como si estuviera hecho de papel y podría arrugarse si tuviera que tocarlo. No puedo evitar la sorpresa de mi cara. ¿Este es el hombre que gobierna sobre las corporaciones como DesCon, quien amenaza y obliga a toda una nación y negocia con precisión manipuladora? Un poco decepcionante, para ser honesto. Casi lo descarto antes de conseguir una buena mirada de sus ojos.


 
Y ahí es donde reconozco al Canciller con el que he hablado antes. Sus ojos calculadores, analistas, que me deducen de una manera que me hiela hasta los huesos. Algo está muy mal acerca de ellos.
Entonces me doy cuenta de qué es. Sus ojos son mecánicos, artificiales.
 
—Bueno, no te quedes ahí —dice—. Ven aquí. Disfruta de la vista conmigo, hijo. Aquí es donde vamos a hacer que hagas tu anuncio. Un lugar estratégico, ¿no es así?
Una réplica: «La vista es probablemente mejor sin todas las aeronaves de las Colonias en el camino», cuelga en la punta de mi lengua, pero me la trago con un poco de esfuerzo y hago lo que dice. Sonríe mientras me paro al lado de él, y hago mi mejor esfuerzo para no mirarlo a sus ojos falsos.
—Bueno, mírate, todo un joven y de aspecto fresco. —Él me da una palmada en la espalda—. Hiciste lo correcto, ya sabes, venir aquí. —Él mira de nuevo a Los Ángeles—. ¿Ves todo eso? ¿Cuál es el punto de permanecer fieles a eso? Eres de las Colonias ahora, y no tendrás que lidiar con las leyes retorcidas de la República nunca más. Te trataremos a ti y a tu hermano tan bien que
            pronto te preguntarás por qué dudaste alguna vez en unirte a nosotros.
Por el rabillo de mis ojos, hago nota de las posibles rutas de escape.
 
—¿Qué va a suceder con la gente de la República?
 
El Canciller golpetea sus labios en un alarde de consideración.
 
—Los senadores, por desgracia, podrían estar menos felices por todo el asunto, y en cuanto al propio Elector… bueno, sólo se puede tener un gobernante real en un país, y yo ya estoy aquí. —Él me ofrece una sonrisa que raya en la amabilidad, un sorprendente contraste con sus propias palabras—. Él y yo somos más parecidos de lo que tú podrías pensar. No somos crueles. Somos simplemente prácticos. Y ya sabes lo difícil que puede ser eso al hacer frente a los traidores.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal.
 
—¿Y la Princeps Electo? —repito—. ¿Qué hay de los Patriotas? Esto fue parte de nuestro trato, ¿recuerdas?
El Canciller asiente.


 
—Claro que me acuerdo. Day, hay cosas que aprenderás acerca de las personas y la sociedad cuando seas mayor. A veces, sólo tienes que hacer las cosas de la manera difícil. Ahora, antes de que entres en pánico, entérate que la señorita Iparis estará ilesa. Ya tenemos planes para perdonarla por tu bien, teniendo en cuenta que estarás ayudándonos en todo. Parte de nuestro trato, tal como dijiste, y yo no me retracto a mi palabra. Los otros Princeps Electos serán ejecutados junto al Elector.
Ejecutados. Así de fácil, sólo así. Tengo la sensación de náuseas en el estómago al recordar el asesinato fallido de Anden. Esta vez podría no ser tan afortunado.
—Siempre y cuando perdonen a June —me las arreglo para decir ahogadamente—, y siempre y cuando no hagan daño a los Patriotas o a mi hermano. Pero todavía no has contestado a mi primera pregunta. ¿Qué pasará con la gente de la República?
El Canciller me observa, luego se inclina más cerca.
 
—Dime, Day, ¿crees que las masas tienen derecho a tomar decisiones por            toda una nación?
Me vuelvo para mirar a la ciudad. Es una larga caída desde aquí hasta la parte inferior de la base aérea; voy a tener que encontrar una manera de frenarme.
—Las leyes que afectan a toda una nación también afectarán a las personas de esa nación, ¿no? —le contesto, provocándolo. Espero que mi grabadora recoja todo esto—. Así que, por supuesto, las personas tienen derecho a contribuir en esas decisiones.
El Canciller asiente.
 
—Una respuesta justa. Pero la justicia no gobierna naciones, Day, ¿verdad? He leído historias sobre las naciones donde a cada persona se le da un arranque de igualdad en la vida, donde cada uno aporta al bien común y nadie es más rico o más pobre que nadie. ¿Crees que ese sistema funcionó? —Sacude la cabeza—. No con la gente, Day. Eso es algo que aprenderás cuando crezcas. Las personas, por naturaleza, son injustas, indignas e intrigantes. Tienes que tener cuidado con ellos, tienes que encontrar una manera de hacerles creer que estás atendiendo a todos sus caprichos. Las masas no pueden funcionar por sí solas. Necesitan ayuda. No saben lo que es bueno para ellos. ¿Y en cuanto a lo que sucederá con el pueblo de la República? Bueno, Day, te lo


 
diré. El pueblo en su conjunto estará encantado de integrarse a nuestro sistema. Ellos sabrán todo lo que necesiten saber, y nos aseguraremos de que todos sean puestos en buen uso. Será una máquina bien engrasada.
—¿Todo lo que necesiten saber?
 
—Sí. —Él cruza las manos a la espalda y levanta el mentón—. ¿Realmente crees que las personas pueden hacer todas sus propias decisiones? Qué mundo tan aterrador. Las personas no siempre saben lo que realmente quieren. Deberías saber eso mejor que nadie, Day, con el anuncio de hace mucho tiempo en favor al Elector, y con el anuncio que nos darás hoy. —Él inclina un poco la cabeza mientras habla—. Uno hace lo que tiene que hacer.
Uno hace lo que tiene que hacer. Ecos de la filosofía del propio ex Elector de la República… ecos de algo que, sin importar el país en el que estoy, nunca parece cambiar. En la superficie, yo asiento, pero por dentro, siento una vacilación repentina de ir adelante con mi plan. Te está probando, me recuerdo a mí mismo, perdido en la lucha. Tú no eres como el Canciller. Tú luchas por el pueblo.
            Estás luchando por algo real. ¿Cierto?
Tengo que salir de aquí, antes de que él se abra paso más profundo en mi mente. Mis músculos se tensan, listos para el anuncio. Estudio la habitación desde mi visión periférica.
—Bueno —digo secamente—, vamos a terminar con esto.
 
—Más entusiasmo, mi muchacho —dice el Canciller, chasqueando la lengua en señal de desaprobación burlona, y luego me da una mirada seria—. Esperamos muy ansiosos que puedas vender tu punto de vista a la gente.
Asiento. Doy un paso adelante hacia la ventana, luego dejo que dos soldados enganchen mi micrófono a una emisora desde la aeronave. Un vídeo en vivo transparente de mí de repente aparece en el cristal. Escalofríos corren por todo mi cuerpo. Hay soldados de las Colonias por todo el lugar, y se han asegurado que si no hago mi movimiento correctamente, estaré condenándome a mí mismo y muy probablemente a todos mis seres queridos a la muerte. Esto es todo. No hay vuelta atrás desde aquí.
—Gente de la República —empiezo—. Hoy, estoy aquí con el Canciller de las Colonias, a bordo de su propia aeronave. Tengo un mensaje para todos


 
ustedes. —Mi voz suena ronca, y tengo que aclararme la garganta antes de continuar. Cuando muevo mis dedos de los pies, puedo sentir el golpe de los dos pequeños explosivos en la parte inferior de la suela de mis botas, listas para mi siguiente movimiento. Espero como el infierno que los marcadores que Pascao, los otros corredores, y yo dejamos en toda la ciudad hayan hecho su trabajo, y que las personas estén preparadas.
—Hemos pasado por muchas cosas juntos —continúo—. Pero algunas cosas han sido más duras que otras estos últimos meses en la República. Créanme, lo sé. Adaptarse a un nuevo Elector, al ver los cambios que se han venido alrededor… y como todos ustedes saben para ahora, yo no me he sentido muy bien por mi cuenta. —Mi dolor de cabeza palpita como en respuesta. Fuera de la aeronave, mi voz se hace eco a través de la ciudad desde el canal de vídeo reproduciéndose entre docenas de aeronaves de las Colonias y cientos de pantallas gigantes en Los Ángeles.
Tomo una respiración profunda, como si esta pudiera ser la última vez que hable al pueblo.
—Ustedes y yo probablemente nunca tendremos la oportunidad de            conocernos. Pero yo los conozco. Ustedes me han enseñado sobre todas las cosas buenas en mi vida, y esa es la razón por la que he luchado por mi familia
todos estos años. Espero grandes cosas para sus propios seres queridos, que puedan ir por la vida sin sufrir de la forma en que la mía lo ha hecho. —Me detengo aquí. Mis ojos se vuelven a enfrentar el Canciller, y él asiente una vez, persuadiéndome. Mi corazón late tan fuerte que apenas puedo escuchar mi propia voz.
—Las Colonias tienen mucho que ofrecer —digo, mi voz cada vez más fuerte—. Sus naves están en nuestros cielos ahora. No pasará mucho tiempo antes de ver las banderas de las Colonias surcando por encima de las escuelas de sus hijos y sobre sus hogares. Pueblo de la República, tengo un mensaje final para ustedes, antes que ustedes y yo nos digamos adiós el uno al otro.
Es la hora. Mis piernas se tensan, y mis pies se desplazan ligeramente. El Canciller observa.
—La República es débil y está rota. —Estrecho mis ojos—. Pero sigue siendo
su país. Luchen por ello. Este es su hogar, no el de ellos.


 
En el mismo momento en que veo la expresión furiosa del Canciller, corro desde donde estoy parado y pateo el cristal tan duro como puedo. Los soldados de las Colonias corren hacia mí. Mis botas golpean las ventanas, los explosivos incrustados en mis suelas dan dos breves estallidos, enviando temblores a través de mis pies. Rompiendo añicos el vidrio.
Y ahora estoy en el aire, navegando por el espacio abierto. Mis brazos se estiran y agarran el borde superior del cristal de la ventana rota. Una bala pasa rozando. Los gritos furiosos del Canciller se elevan desde el interior. Supongo que no van a intentar mantenerme vivo después de eso. Toda mi adrenalina se abalanza inundándome de calor.
Me balanceo hacia arriba y fuera en el aire de la tarde. No hay tiempo que perder. Mi gorra amenaza con volar, me cuelgo por la ventana por un segundo y trato de ajustarla más firme en mi cabeza. Lo último que necesito ahora mismo es tener mi cabello soplando alrededor como un faro para cualquier persona en el suelo. Cuando las ráfagas se calman un poco, me empujo por completo y me aferro al marco de la ventana. Miro hacia arriba, midiendo la distancia a la siguiente ventana. Entonces salto. Mis manos se
            agarran a la cornisa inferior del marco, y con dificultad, me las arreglo para elevarme. Gruño por el esfuerzo. Nunca había tenido problemas con esto
hace un año.
 
Cuando he subido a una cuarta ventana, oigo el leve sonido de algo disparándose. Entonces, la primera explosión.
Un temblor recorre muy fuerte a través de toda la aeronave, casi sacudiéndome hasta desatar mis manos, y cuando miro hacia abajo, veo una bola de color naranja y gris explotar desde donde la aeronave está acoplada a su base de la pirámide. Los Patriotas están haciendo su movimiento. Una segunda explosión sigue, esta vez la aeronave cruje ligeramente, inclinándose hacia el este. Apretando los dientes, acopio velocidad. Uno de mis pies se desliza contra el marco de una ventana al mismo tiempo que una ráfaga de viento pasa soplando, casi pierdo el equilibrio. Por un segundo, mi pierna cuelga precariamente.
—Vamos —me regaño a mí mismo—. ¿Llamas a esto una carrera? —Entonces arrojo un brazo hacia arriba tanto como puedo y me las arreglo para atrapar la siguiente ventana antes de que mis piernas cedan el paso por completo. El esfuerzo provoca un destello embotado de dolor en la parte posterior de mi


 
cabeza. Me estremezco. No, no ahora. En cualquier momento, menos ahora. Pero no sirve de nada. Siento el dolor de cabeza viniendo. Si me llega a dar en este momento, voy a tener tanto dolor que voy a caer en picado a la muerte segura. Desesperadamente, escalo rápido. Mis pies se deslizan de nuevo en la ventana superior. Me las arreglo para atraparme en el último segundo, luego agarro la cornisa de la cubierta superior cuando mi dolor de cabeza estalla con toda su fuerza.
Revienta un agudo dolor cegador. Cuelgo allí, aferrado para salvar mi vida, luchando contra la agonía que amenaza con tirarme hacia abajo. Dos explosiones más siguen la primera pareja en rápida sucesión, y ahora el dirigible cruje y gime. Trata de ponerse en marcha, disparándose fuera de la base, pero lo único que logra hacer es estremecerse. Si el Canciller pone sus manos en mí en este momento, me matará él mismo. A lo lejos, oigo el sonido de una sirena, soldados en la cubierta superior deben saber ahora que me dirijo hacia allí, y van a estar listos para mí.
Mi respiración viene en cortos jadeos. Abre los ojos, me ordeno. Tienes que abrirlos. A través de un velo de lágrimas borrosas, veo una visión de la
             cubierta superior y soldados corriendo. Sus gritos resuenan por toda la cubierta. Por un instante, pierdo mi memoria de nuevo de dónde estoy, lo
que estoy haciendo, cuál es mi misión. El desconocimiento hace que mi estómago se revuelva, y tengo que evitar vomitar. Piensa, Day. Has estado en malas situaciones antes. Mi memoria se desdibuja.
¿Qué es lo que necesito hacer aquí otra vez? Finalmente despejo mi mente: necesito una manera de deslizarme a la parte inferior de la nave. Entonces recuerdo las barandillas de la cadena de metal liso que recubren el borde de la cubierta, y mis planes originales, mis ojos giran hasta la cadena más próxima. Con un enorme esfuerzo, me estiro y la agarro. Fallo la primera vez. Los soldados me ven ahora, y varios de ellos corren en mi dirección. Aprieto los dientes y vuelvo a intentarlo.
Esta vez llego a la cadena. Me agarro con las dos manos, luego doy un tirón hacia abajo. La cadena queda libre de sus ganchos. Me lanzo a un lado de la nave… y me dejo caer. Espero que esta cadena pueda soportar mi peso. Hay un coro de chasquidos cuando la cadena se libera de los ganchos en ambos lados, enviándome abajo a una velocidad vertiginosa. El dolor en mi cabeza amenaza con debilitar mi agarre. Cuelgo con cada fragmento de fuerza que tengo. Mi cabello ondea a mi alrededor, y me doy cuenta que mi gorra debe


 
haberse caído. Bajo, bajo, y sigo cayendo. El mundo pasa delante de mí a la velocidad de la luz. A través del viento recio, mi cabeza se aclara lentamente.
De repente uno de los lados de la cadena se suelta justo cuando llego a la parte inferior de la nave. Una bocanada de aire se me escapa cuando salto a un lado. Me las arreglo para agarrar la cadena que queda con las dos manos y aferro con fuerza mientras me balanceo a lo largo de la parte inferior de la nave. La base de la pirámide está casi lo suficientemente cerca debajo de mis pies para que salte, pero voy demasiado rápido. Me columpio más cerca del lado de la nave, y luego deslizo los tacones de mis botas con fuerza contra el acero. Hay un largo chillido fuerte. Mis botas finalmente encuentran tracción, la fuerza me hace rodar de mi balanceo y me envía girando. Lucho para no perder el equilibrio. Sin embargo, antes de que pueda hacerlo, la cadena finalmente se rompe y cae en el exterior de la base de la pirámide.
El impacto me deja sin aliento. Patino contra las paredes lisas e inclinadas durante unos segundos, hasta que mis botas quedan atrapadas contra la superficie y me detienen ahí, magullado y cojo, los convencidos soldados me van a llenar de balas mientras esté acostado ahí vulnerable contra la
            pirámide. Pascao y los demás sabrán a estas alturas que he hecho uno de mis movimientos, y estarán configurando las bombas a lo largo de las bases
navales. Mejor me voy de esta cosa antes de que sea quemado a cenizas. Ese pensamiento me llena la mente y me da la fuerza para levantarme. Me deslizo por un lado lo más rápido que puedo, abajo, puedo ya ver a los soldados de las Colonias corriendo para detenerme. Una sensación de desesperanza me apuñala. No hay manera en el infierno que vaya a conseguir pasar más allá de todos ellos a tiempo. Aun así, me mantengo en movimiento. Tengo que escapar del lugar de la explosión.
Estoy varias decenas de metros de la parte inferior. Los soldados están trepando para prenderme. Me tenso, me acuclillo, y rápidamente me muevo lateralmente contra la base inclinada. No voy a lograrlo.
Al instante que esto se me cruza por la mente, las dos explosiones finales se desatan bajo el dirigible.
Un enorme estruendo por encima de mí sacude la tierra, y cuando miro detrás de mí, veo una enorme bola de fuego levantándose desde donde la aeronave se acopla con la parte superior de la base. A lo largo de la base aérea, llamas anaranjadas brotan desde todos los muelles de la única


 
pirámide. Han estallado al unísono. El resultado es absolutamente asombroso. Rápidamente miro de nuevo a los soldados que me persiguen; se han detenido, sorprendidos por lo que están presenciando. Otro estallido ensordecedor de llamas entra en erupción por encima de nosotros y los temblores golpean a todos a sus pies. Me esfuerzo por estabilizarme contra la pared inclinada. ¡Muévete, muévete, muévete! Me tambaleo deslizándome los últimos metros de la pared de la base y caigo de rodillas en el suelo. El mundo gira. Todo lo que puedo escuchar son los gritos de los soldados y el rugido de los infiernos iluminando las bases navales.
Unas manos me agarran. Lucho, pero no tengo más fuerzas. De repente me sueltan y escucho una voz familiar a mi lado. Me vuelvo sorprendido. ¿Quién es este? Pascao. Su nombre es Pascao.
Sus brillantes ojos grises se arrugan ante mí, me agarra la mano y me insta a correr.
—Me alegro de verte con vida. Vamos a mantenerlo de esa manera.


Última edición por Yani el Dom 22 Jul - 14:24, editado 1 vez


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Mensaje por Yani Dom 22 Jul - 14:23

Traducido por Kellylc Corregido por Mari NC
 
 
 JUNE
 
Desde la Torre Bank en el centro de Los Ángeles, puedo ver las columnas gigantes de fuego naranja iluminando las bases navales a través de la costa. Las explosiones son enormes, iluminando el borde del cielo con luz cegadora y haciendo eco a través del aire,
la fuerza sacudiendo las ventanas de la torre cuando volteo. Un torbellino de personal del hospital está a mí alrededor en una escena de conmoción. Los equipos de laboratorio están preparando a Tess y Eden para la evacuación.
Una llamada de Pascao entra.
 
—Tengo a Day —grita—. Nos vemos afuera.
             Mis rodillas se vuelven débiles con alivio. Está vivo. Lo logró. Me asomo a la habitación de Tess, donde está siendo asegurada a la silla de ruedas, y le doy unos pulgares en alto. Ella se ilumina incluso en su estado débil. Fuera de la torre, veo la sombra que envuelve el edificio empezando a moverse, los dirigibles de las Colonias sobrevolando la zona se dirigen lejos de nosotros para unirse a la batalla. Como si nuestras explosiones hubieran inquietado a un nido de avispas, decenas de aviones de combate de las Colonias están despegando de su cubierta así como las cubiertas de los distantes y averiados dirigibles, sus formas forman escuadrones en el cielo. Los jets de la república se unen a ellos en el aire.
De prisa, Antártida. Por favor.
 
Salgo corriendo del piso del laboratorio y bajo las escaleras hasta el vestíbulo de la Torre Bank. Hay caos dondequiera. Los soldados de la República pasan a mi lado de prisa como un borrón en movimiento, mientras que varios se reúnen en las puertas evitando que cualquiera pueda entrar.
—¡Este hospital está fuera de los límites! —ladra uno—. Traigan a los heridos a la calle, ¡estamos evacuando! —Las pantallas que recubren los pasillos muestran escenas de soldados de la República chocando con tropas de las


 
Colonias en las calles y, para mi sorpresa, los civiles de la República están empuñando todas las armas que puedan encontrar y se unen para hacer retroceder a las Colonias. El fuego arde a lo largo de los caminos. En el fondo de cada pantalla en negrita y letras amenazadoras se desplaza el texto: TODOS LOS SOLDADOS DE LA REPÚBLICA ROMPAN LA RENDICIÓN. TODOS LOS SOLDADOS DE LA REPÚBLICA ROMPAN LA RENDICIÓN. Me estremezco
en el lugar, a pesar de que esto es exactamente lo que habíamos planeado.
 
Afuera, el ruido de batalla me ensordece. Aviones de combate rugen por encima de nosotros, mientras que otros se asoman directamente sobre la Torre Bank, preparados para defender el edificio más alto de Los Ángeles si
cuando— las Colonias traten de atacar. Veo formaciones similares con respecto a otros edificios importantes del centro.
—Vamos, Day —murmuro, explorando las calles cercanas en busca de signos de su brillante cabello o los ojos claros de Pascao. Nace un temblor profundo, la tierra tiembla. Otra bola naranja explota en llamas detrás de varias filas de edificios, a continuación, un par de aviones de las Colonias pasan cerca, seguidos de cerca por un avión de la República. El sonido es tan fuerte que
              presiono las dos manos en mis oídos hasta que han pasado.
—¿June? —la voz de Pascao viene a través de mi micrófono, pero apenas puedo escucharlo—. Ya casi estamos aquí. ¿Dónde estás?
—Frente a la Torre Bank —grito por encima del ruido.
 
—Tenemos que evacuarlo —responde inmediatamente—. Conseguimos información de nuestros Hackers: Las Colonias tienen el propósito de atacar el edificio dentro de una hora…
Como si fuera una señal, un avión de combate de las Colonias ruge, y un instante después, una enorme explosión apunta a la parte más alta de la Torre Bank. Soldados a mí alrededor dejan escapar gritos de advertencia mientras el cristal cae desde el piso más alto. Salto dentro de la seguridad de la entrada del edificio. Escombros llueven en una tormenta atronadora, aplastando jeeps y rompiéndose en millones de piezas.
—¿June? —la voz de Pascao vuelve, claramente alarmado—. June, ¿estás bien?
—¡Estoy bien! —suelto de regreso—. Voy a ayudar con las evacuaciones una vez que te vea. ¡Te veo pronto! —Luego cuelgo.


 
Tres minutos más tarde, finalmente diviso a Day y Pascao tambaleándose hacia la Torre Bank contra la corriente de civiles escapando del área y soldados corriendo para defender las calles. Tropiezan entre los escombros. Corro desde la entrada hacia Day, quien está apoyándose pesadamente contra el hombro bueno de Pascao.
—¿Alguno de ustedes está herido? —pregunto.
 
—Estoy bien —responde Pascao, asintiendo hacia Day—. No estoy seguro de este chico. Pero creo que está exhausto más que nada.
Balanceo el otro brazo de Day alrededor de mi hombro. Pascao y yo lo ayudamos a entrar al vestíbulo de un edificio a varias cuadras de la Torre Bank, donde todavía tenemos una vista directa de la torre y la plaza caótica, llena de escombros que se encuentran entre los dos edificios. En el interior, filas de soldados heridos ya se encuentran refugiados, con los médicos corriendo desesperadamente entre ellos.
—Estamos despejando la torre —explico mientras ponemos cuidadosamente a Day en el suelo. Hace una mueca de dolor, a pesar de que no puedo
             encontrar alguna herida concreta en él—. No te preocupes —lo tranquilizo cuando él me mira alarmado—. Eden y Tess están siendo evacuados en estos
momentos.
 
—Y tú también deberías —añade—. La lucha acaba de empezar.
 
—Si te digo que dejes de preocuparte, ¿lo harás? Mi respuesta pone una sonrisa irónica en él.
—¿Están los de Antártida viniendo a ayudar? —pregunta Day—. ¿Le dijiste a Anden acerca de la cura?
—Cálmate —le interrumpo, luego me levanto y pongo una mano en el hombro de Pasco—. Cuídalo. Voy a volver a la torre para ayudar con las evacuaciones. Les diré que traigan a su hermano hasta aquí. —Pascao asiente rápidamente, y hecho una última mirada hacia Day antes de salir corriendo del edificio.
Un mar de personas está saliendo de la torre, junto con los soldados de la República a cada uno de sus costados. Algunos con muletas o en silla de ruedas, mientras que otros están atados a las camillas y siendo llevados por un equipo de médicos. Los soldados de la República ladran órdenes hacia


 
ellos, sus armas alzadas y sus cuerpos tensos. Me apresuro por delante de ellos y hacia la entrada, me abro paso por las escaleras. Las subo de dos en dos hasta que finalmente llego al piso del laboratorio, donde la puerta está un poco abierta y una enfermera está guiando a las personas al elevador.
Llego a la enfermera y la tomo del brazo. Ella se voltea a verme, sobresaltada.
 
—Princeps Electo —se las arregla para dejar escapar, inclinando rápidamente la cabeza—. ¿Qué está…?
—Eden Bataar Wing —digo sin aliento—. ¿Está listo para irse ya?
 
—¿El hermano de Day? —responde—. Sí-sí, está en su habitación. Nos estamos preparando para trasladarlo confortablemente. Aún necesita estar en una silla de ruedas, pero…
—¿Y Tess? ¿La chica que estaba en cuarentena?
 
—Ella está en camino a la planta baja…
 
No espero a que la enfermera termine antes de apresurarme a la sala principal del laboratorio y hacia el corredor. Al final, veo un par de médicos que ruedan a Eden. Él parece que está inconsciente, apoyado sobre una almohada pequeña entre la cabeza y la espalda de la silla, con la frente empapada de sudor.
Doy las instrucciones a los médicos sobre dónde llevarlo mientras todos nos apuramos juntos hacia el ascensor.
—Verán a Day ahí. Manténganlo con su hermano.
 
Otra explosión rasga a través del edificio forzando a la mitad de nosotros a ponernos de rodillas. Algunos de los médicos gritan. Polvo llueve desde el techo, haciendo que mis ojos lagrimeen, me desabrocho el abrigo, luego salgo de él y lo tiro hacia Eden para protegerlo.
—No el ascensor —grito, dirigiéndolos a las escaleras en su lugar—.
¿Podemos cargarlo hasta abajo?
 
Una de las enfermeras recoge cautelosamente a Eden y lo sostiene firmemente en sus brazos. Nos apresuramos a bajar las escaleras a medida que más lluvia de polvo va tras nosotros y sonidos apagados de gritos, armas y explosiones resuenan desde fuera.


 
Nos apresuramos hacia una alargada noche completamente iluminada por el fuego de la batalla. Todavía no hay ninguna llamada de Anden. Mis ojos barren los tejados cuando hacemos una pausa debajo de la entrada, otros evacuados se arremolinan alrededor de nosotros y entre los guardias de la República. Uno de los guardias me reconoce y corre, lanzando un rápido saludo antes de hablar.
—¡Princeps Electo! —grita—. Vaya al refugio adyacente, lo más rápido que pueda, nosotros vamos a enviarle un jeep que la lleve hacia el Elector.
Niego con la cabeza inmediatamente.
 
No, me quedo aquí. —Una chispa proveniente de los techos me hace levantar la vista, e instantáneamente todos nos estremecemos cuando una bala golpea en la saliente de la entrada principal. Hay pistoleros de las Colonias en los techos. Varios de los soldados de la República apuntan sus armas y abren fuego. El soldado que me había hablado antes pone una mano en mi hombro—. Entonces muévanse —grita, gesticulando salvajemente hacia nosotros.
             La enfermera sosteniendo a Eden da varios pasos hacia adelante, con los ojos aún fijos con terror en los tejados. Pongo una mano para detenerla.
 
—Aún no —digo—. Espera aquí un momento. —Ni dos segundos después que las palabras dejaran mi boca, veo una bala golpear a uno de los evacuados, la sangre salpica por todas partes, e instantáneamente las personas alrededor de él huyen, gritos resuenan en el aire. Mi corazón late fuertemente mientras miro los tejados de nuevo. Un soldado de la República finalmente atrapa a un pistolero, y veo a alguien en un uniforme de las Colonias caer desde lo alto de un edificio cercano. Aparto la mirada antes de que el cuerpo golpee el suelo, pero todavía soy sorprendida por una ola violenta de náuseas. ¿Cómo voy a mantener a Eden a salvo?
—Quédense aquí —ordeno a la enfermera que sostiene a Eden. Luego me dirijo a cuatro soldados de la República—. Cúbranme. Voy hacia allí. —Hago un gesto hacia el soldado que tiene un arma en su cinto, y él se la pasa por encima sin dudarlo.
Me muevo entre la multitud y hago mi camino hacia los edificios. Trato de imitar la gracia y el esfuerzo que tienen Day y Pascao en esta jungla urbana. Mientras las evacuaciones caóticas continúan y los soldados de los dos


 
bandos se enfrentan unos contra otros, me apresuro entre las sombras de un estrecho callejón cercano y empiezo a abrirme paso por un lado del edificio. Soy pequeña, vestida en ropas oscuras, y solitaria. No van a esperar que me dirija hacia aquí. Mi mente corre a través de todas mis lecciones de tiro al blanco. Si puedo deshacerme de ellos, voy a dar a los evacuados más posibilidades de salir en una sola pieza. Mientras pienso en esto, otro avión de las Colonias se acerca y otra enorme columna de fuego de color rojo brillante hace erupción en la Torre Bank. Un avión de la República lo sigue desde atrás, disparando a medida que avanza, mientras miro hacia delante, este se las arregla para golpear otro avión de las Colonias y encender uno de sus motores, enviándolo violentamente hacia un lado mientras una nube de humo negro sale tras él. Un rugido ensordecedor sigue, debe haber chocado a varias cuadras. Volteo a ver la torre en llamas. No tenemos mucho tiempo. Este edificio se vendrá abajo. Aprieto los dientes y hago mi camino tan rápido como puedo. Si sólo fuera tan buena corredora como Day y Pascao.
Finalmente llego a la cornisa de la planta superior. Desde aquí, tengo una buena vista de la zona de batalla debajo de mí. La Torre Bank está bajo asedio desde tierra y aire, donde cientos de los soldados de la República están
             luchando en las calles contra los soldados enemigos. Los pacientes y médicos
por igual siguen arremolinándose desde la torre y bajando la calle hacia un refugio improvisado, junto con funcionarios del gobierno de los más altos pisos, muchos de ellos cubiertos completamente por polvo blanco y sangre. Me asomo sobre la repisa superior.
No hay hombres armados aquí. Me pongo en el tejado, cuidadosamente entre las sombras. Mi mano aprieta el arma con tanta fuerza que apenas puedo sentir mis dedos. Exploro los techos de la zona de peligro que conducen hacia el refugio, hasta que por fin veo varios soldados de las Colonias agazapados en la parte superior de varios edificios vecinos, apuntando a las tropas de la República al frente de la evacuación. Hago mi camino silenciosamente hacia ellos.
Tomo al primero rápidamente, apuntando hacia él por detrás mientras me asomo sobre la cornisa superior del edificio. Es como si pudiera sentir a Metias guiando mi pistola, asegurándose de que el golpe no sea fatal. A medida que se derrumba con un grito ahogado que se pierde entre el caos, me lanzo sobre él y tomo su arma, luego la arrojo a un lado de la cubierta. Luego lo golpeo fuertemente en la cara como para dejarlo noqueado. Mis


 
ojos se posan sobre el próximo soldado. Presiono una mano contra el auricular y hago clic en el micrófono encendiéndolo.
—Dile a la enfermera que siga esperando —siseo con urgencia al guardia en la Torre Bank—. Enviaré una señal cuando sea…
No tuve oportunidad de terminar la frase. Una explosión me arroja sobre el techo. Cuando abro mis ojos y veo hacia abajo, la entrada de la calle está completamente cubierta de ceniza y polvo. ¿Bombas de humo? A través del humo y la suciedad, los evacuados corren en pánico a través del refugio y se rompen entre las líneas de los soldados de la República flanqueándolos, ignorando por completo sus gritos. Los hombres armados de las Colonias tienen visores. Ellos deben ser capaces de ver a través de todo ese humo. Disparan hacia abajo a las multitudes, dispersos en todas direcciones. Busco frenéticamente hacia la torre. ¿Dónde está Eden? Me apresuro hacia mi siguiente objetivo, tomándolo de la misma forma como el anterior. Otro hombre armado caído. Me pongo sobre mi tercer objetivo, luego maldigo en el transcurso que caigo en cuenta que mi arma se ha quedado sin municiones.
 
Estoy a punto de dirigirme hacia el tejado cuando veo unos destellos brillantes desde uno de estos. Me congelo en seco.
No muy lejos de mí en un edificio alto, la comandante Jameson se agacha en un tejado. Un escalofrío me sacude de pies a cabeza cuando veo que tiene un arma en su mano. No. No.
Ella está encontrando a los soldados de la República, una bala a la vez. Luego, mi corazón se detiene mientras ella alcanza a ver algo que despierta su interés. Le apunta a un nuevo objetivo en el suelo. Mis ojos siguen la línea de su arma. Y es cuando veo al chico con cabello rubio brillante abriéndose paso contra la corriente de la multitud y hacia la Torre Bank.
Ella está apuntando hacia Day.


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