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Lectura #2 Junio 2017

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Lectura #2 Junio 2017 - Página 4 Empty Re: Lectura #2 Junio 2017

Mensaje por micafp_2530 Lun 19 Jun - 13:10

Lectura #2 Junio 2017 - Página 4 Pizap_15

Aparte de Cox, Destripador, y Mick —quienes no habían regresado— conocí a Blue, ZZ, Chip, Bucket, Worm, Freebird, Hawk, Marsh, Danny D., Danny L., Tramp, Dimebag, Tap, Dirty y Jase. Y esos eran los nombres que yo recordaba.
De todos los que conocí, me gustaron más Cox, ZZ, y Freebird. ZZ era un noviciado de dieciocho, que creció en está vida igual que yo. También me recordó a Frankie con sus ojos de color chocolate y pelo castaño largo hasta los hombros recogido en un cola de caballo a la altura del cráneo. Era alto y delgado, con una inocencia que yo sabía que pronto le sería arrebatada.
Imaginar cómo Freebird obtuvo su nombre no fue difícil. El pelo largo, gris y negro, colgaba grasiento y pegajoso hasta la mitad de su espalda. Se estaba quedando calvo de la corronilla, pero lo disimulaba bien usando una bandana al estilo de Brett Michael. Su barba gris se era una trenza larga que caía hasta su pecho, y vestía unos vaqueros con tantos parches que yo no estaba segura de si algo del pantalón original seguía existiendo. Tenía los brazos cubiertos de tatuajes: símbolos de la paz, ying y el yang, y palabras como “libertad”, “paz” y “camino libre”. Un poco hipócrita para un motociclista que pertenece a al club de los Jinetes del Infierno, pero como sea, contaba chistes pervertidos y me hizo reír.
Las putas de la casa club no estaban ni la mitad de mal como las que constantemente acamparon en la sección principal de los Demonios en NY, la mitad de ellas eran verdaderas prostitutas. Eso no quiere decir que estas chicas no tenían sus problemas. Las más mayores querían desesperadamente ser tomadas en serio pero desde el principio cometieron el error de acostarse con la mitad del club. Ahora, se encontraban atrapadas. Ningún motociclista pondría en la parte trasera de su moto a una mujer que se ha acostado con la mitad de sus hermanos.
Mi menos favorita era una rubia oxigenada llamada Miranda. Tenía veinticinco, había abandonado la escuela, y era madre de dos niños, de padres desconocidos. Cuando le pregunté dónde se encontraban sus hijos mientras ella pasaba el rato aquí —que al parecer era todo el tiempo— me dijo que su madre tenía la custodia. Esto me disgustó. No me agradaban las madres que abandonan a sus hijos.
Le pregunté a Deuce si se acostó con ella, y arqueó una ceja, dándome una mirada perezosa.
Entonces, dijo—: Nena. —De una manera que me hizo sentir como si acabara de hacer la pregunta más ridícula.
Me enfurecí, y él se echó a reír. Lo siguiente que supe es que me lanzaba por encima de su hombro y me llevaba de vuelta a la cama.
En cuanto al resto de las chicas regulares, variaban en edades y tamaños, igual que los motociclistas a los que satisfacían. Algunas eran jóvenes, mientras que otras eran de mediana edad. También algunas eran delgadas y sin forma mientras que otras eran regordetas con muchas curvas poco favorecedoras. La mayoría eran mujeres promedio que usaban demasiado maquillaje y poca ropa. Todas eran patéticas.
Todas excepto Dorothy, una pequeña pelirroja con un montón de pecas adorables. Tenía veinticuatro, era casada y tenía una hija de siete años. Su marido era un camionero idiota que desaparecía tres semanas de cada mes. Se despertaba por la mañana, llevaba a su hija a la escuela, y luego venía directamente al club. Aparte de tener una relación exclusiva con Jase —quien no era exclusivo de ella y era casado— le pagaban para limpiar el club, preparar el desayuno y el almuerzo para los hermanos, y lavar la ropa antes de marcharse. Jase se encontraba allí cada día que ella llegaba, pasaban una o dos horas en su habitación, y luego él se iría y ella tendría que volver al trabajo. Cerca de las tres, ella iría a buscar a su hija y no volvería hasta la mañana siguiente. De vez en cuando, dejaba a su hija con su hermana en un viernes o un sábado, así ella y Jase podía pasar la noche juntos. Todo eso lo sabía porque había hecho el almuerzo para Kami y para mí, y nos pasamos la tarde hablando.
A los veinticinco años, Jase era un hombre bastante atractivo en las reservas marinas, con un corte de pelo corto y un cuerpo impresionante. Las putas del club acudían a él como moscas a la mierda, y Dorothy —bonita pero en una especie de chica-de-al-lado— lo sabía y lo aceptaba. Ella era una buena mujer. Era demasiado buena, ya que obviamente lo amaba, le aguantaba su mierda, y no tenía ningún problema con tener que aguantar más. Sólo que nunca sería su mujer, porque Jase ya tenía una.
No estaba segura de cómo me sentía acerca de Jase, sabiendo lo que sabía. Por lo que vi, él la trataba bien. Lo vi deslizando dinero en su cartera cuando ella no miraba, y lo más importante, no coquetea con otras en frente de ella, pero aún así...
Él estaba casado con una chica a la que dejó embarazada en el instituto (información obtenida de Dorothy también), y aunque puedo entender que está infeliz con su situación, debería haberlo solucionado antes de involucrarse en la vida de alguien.
Pero esto era típico. Y yo estaba acostumbrada a ello. También solía guardarme mis opiniones para mí misma.
—Tierra a Eva —dijo Dorothy con voz cantarina mientras agitaba su pequeña mano en frente de mi cara.
Sacudí mi cabeza, y ella se echó a reír.
—¿Has oído algo de lo que acabo de decir?
—No —le dije con sinceridad—. Me perdí dentro de mi cabeza.
—Siempre está perdida dentro de su cabeza —anunció Kami.
Pose mis ojos en ella. —Hablando de cabeza... ¿dónde están Cox y Destripador?
Era la hora del almuerzo, y no había visto a ninguno de ellos desde que habían arrastrado a la cama a Kami anoche.
—Durmiendo —dijo con orgullo. Dorothy y yo nos echamos a reír.
—Hablando de eso —continuó, haciendo estallar su último bocado de sándwich de jamón en la boca—. Debo ir a despertarlos. —Se deslizó del taburete y se dirigió a la cocina viéndose pequeña y bella a pesar de su falta de sueño y el ejercicio vigoroso.
—Hola, Deuce —ronroneó.
Me di la vuelta. Deuce se encontraba de pie en la puerta, con los brazos por encima de su cabeza, sus manos agarrando la parte superior del marco de la puerta, haciendo que sus músculos resaltaran y que su camisa se levantara, revelando un abdomen fabuloso. También se encontraba cubierto de grasa. De pies a cabeza.
Kami lo miraba como si fuera un delicioso helado con chocolate.
—Sé paciente con mis chicos, mujer, que tienen cosas que hacer hoy.
Se hizo a un lado para dejarla pasar y se sentó en el taburete que ella acababa de abandonar.
—Me vas a matar, nena.
Tomé un sorbo de mi café. —¿Qué?
—Ese maldito vestido, nena. Está matándome.
Miré hacia mi vestido sin tirantes. Era de color verde oscuro, prácticamente sin forma, algodón suave que colgaba ligeramente por encima de la mitad del muslo. Era sencillo, cómodo y muy yo. Y nada sexy en comparación con las ropas que mujeres como Kami usaban.
—Um... ¿en serio? Es como una bolsa grande y verde.
Entrecerró los ojos. —No, nena, no lo es.
Jase eligió ese momento para entrar en la cocina. Cruzó corriendo la habitación y se detuvo justo frente a Dorothy, fundiéndose en un abrazo apasionado, como los que se ven en las películas.
—Te extrañé, nena —gimió en su boca.
Ella se rió. —Me viste ayer.
Con sus piernas alrededor de su cintura y sus brazos alrededor de su cuello, él volvió a travesar la cocina.
—¡Eva! —gritó Dorothy—. ¿Vas a estar aquí para la barbacoa?
—Veinticuatro horas —gruñó Jase—. Nena, han pasado veinticuatro horribles horas y tú estás hablando sobre barbacoas. Este es mi momento y tienes que concentrarte en mí. Tienes que dejarme que te consiga tu propio lugar, tienes que dejar a aquel hombre, así podré verte cada vez que quiera follar y estarás malditamente concentrada. En mí. Tienes que dejarme cuidar de...
Las puertas se cerraron tras ellos, dejándonos a Deuce y a mí solos.
—Hablando de barbacoa, ¿Cuánto tiempo te quedas, nena?
Mi mirada se deslizó de nuevo a Deuce. No podría decir por su expresión si quería que me quedara o no.
—¿Nena?
—Um...
Riendo, extendió la mano y me llevó a su regazo. Sus manos alrededor de mi cintura y enterró su cara en mi cuello.
—¿Cuánto tiempo tienes? —murmuró.
—Todo el verano —susurré.
—Entonces, quédate en mi cabaña.
Oh, Dios. Él quería que me quedara todo el verano. En su cabaña.
—Estoy cómoda en el club —dije en voz baja, recuperándome de este nuevo desarrollo.
—No, nena. Sé que estás acostumbrada, pero no quiero que veas toda la mierda que los chicos siempre están haciendo.
—No me molesta.
Soltó un bufido. —Yo follando a Miranda te molesta.
—No si está en el pasado. —Entrecerré los ojos—. Está en el pasado, ¿verdad?
Soltó un bufido. —Estás aquí; está en el pasado.
Uh. No estaba segura de si esa respuesta me gustara.
—De acuerdo —dije lentamente—, entonces no me molesta.
—Nena, las mujeres de los Jinetes no frecuentan el club. Y desde luego no duermen aquí. Ya lo sabes.
¿Qué?
¡Qué!
Me dio la vuelta en su regazo, así que nos encontramos cara a cara. —¿Qué me has llamado?
Sus cejas se juntaron. —¿Nena?
—¡No! —le grité—. ¡Me llamaste una mujer! No soy una mujer, ¡soy un Demonio! ¡Nací y crecí en la vida, y no voy a estar encerrada en alguna cabaña en el medio de la nada esperando a que pases el rato conmigo!
—¿Terminaste? —preguntó uniformemente.
—¿Vas a dejarme pasar el rato aquí?
—No.
Me puse de pie. —¿No? —susurré.
—Sí, nena. No. Estarás mi casa, y voy a estar allí contigo cuando yo no esté aquí.
Lo miré boquiabierta. —¿No vas a dejar que me quede aquí, pero si dejarás a Kami?
Su expresión se endureció. —Kami es una maldita puta —dijo rotundamente—. Está encerrada en una habitación con dos de mis chicos en este momento.
—Maldito. Tú —escupí—. ¡Si yo quisiera ser tratada así, estaría en la cama de un Demonio, no en la tuya!
En un abrir y cerrar de ojos, Deuce se encontraba fuera del taburete, agarrando mis hombros.
—En primer lugar —gruñó—, no vuelvas a hablar contra mí. Nunca. Segundo, de ninguna manera dejaré que andes por aquí, así que deja de hacer tu jodido pedido. Tercero, perra, vuelve a sacar el tema de estar en la cama de alguien más y te enviaré en un avión de vuelta a Nueva York para que puedas ir directamente a follar a la cama de alguien más. Además, para tu mierda.
Mirándolo, observando las líneas alrededor de sus ojos apretándose, sus fosas nasales aleteando, los labios presionando juntos en una delgada línea blanca, y el oír la furia cruda en su voz, hizo caer mi estómago. Este Deuce que me miraba no era el que yo conocía, este era Deuce —el motociclista duro, asesino a sangre fría— furioso conmigo. Conmigo.
¿Qué había hecho?
Mis labios comenzaron a temblar, y me lo mordí.
—¿Me sientes, Eva?
Asentí con la cabeza.
—Dilo —gruñó.
Dios mío. Mi propio padre, incluso enojado conmigo, nunca me había hablado así.
—Te siento —le susurré.
Me empujó hacia la puerta. —Ve a mi puta habitación si vas a llorar. Lo último que necesito es lloronas en mi jodido club.
Mis lágrimas se desbordaron mientras empujaba a ciegas las puertas de vaivén, hacia el vestíbulo trasero más allá de la sala de dormitorios, y al final, la suite de Deuce. Hurgando en mi mochila, saqué mi tarjeta de crédito y llamé a las compañías aéreas. Me iba a casa.
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Deuce pasó las manos por el aire. Joder, ella le molestó.
¡Se había llamado a sí misma un Demonio! ¿Qué demonios pensaba Predicador criándola dentro del club? Todo el maldito circuito conocía a Eva Fox. ¿Por qué diablos había hecho Predicador esa mierda?
Cristo. Él no reorganizaría su vida por alguna puta sólo porque tenía una jodida obsesión con ella.
—Oye tú.
Se dio la vuelta y se encontró a Miranda empujando las puertas de la cocina.
—¿Quieres algo de comer, cariño? Iba a hacerme una ensalada.
—Sí —dijo bruscamente—. Quiero alguna jodida comida.
Miranda era su puta. Él no la compartía. Le dio una habitación en el club, así que tenía acceso a ella cuando quería. Desde la llegada de Eva había considerado enviarla al departamento que le rentaba.
Estaba seriamente reconsiderándolo ahora.
Agarrando la pequeña cintura de Miranda, la subió en el mostrador, delante de él, y empujó hacia abajo los tirantes de su camiseta sin mangas revelando su talla doble-D que él compró hace unos años.
—¿Lo has hecho con esa niña? —ronroneó.
—Cállate —murmuró y tomó su boca en la suya.
Después de reservar un vuelo a casa para mañana por la tarde, me sequé los ojos y me puse a buscar a Kami. La encontré en la habitación de Cox en una posición comprometedora con Cox y Destripador que yo estaba bastante segura de que me daría pesadillas por el resto de mi vida. Le dije que quería hablar con ella más tarde y cerré la puerta. Entonces, me dirigí hacia la parte delantera del almacén para decirle a Deuce que me iba. No se encontraba en la habitación principal ni en su oficina, lo que me dejaba la cocina y el baño. Revisé primero la cocina.
La espalda de Miranda se encontraba frente a mí, pero pude ver a Deuce claramente.
No iba a llorar. Nop. Sólo porque él no era el hombre que pensé, no quería decir que iba a llorar. Era culpa mía, por colocarlo en una especie de pedestal cuando en realidad él no era más que otro motociclista que miente, engaña, roba y no puede resistirse al culo de una zorra.
Levantó la vista y me vio de pie en el umbral. Si se sorprendió de verme o sintió algún tipo de culpa en absoluto, no lo demostró. Por eso, me sentí agradecida. Mis amenazantes lágrimas fueron remplazadas por la ira, fue la ira que me permitió encontrarme fijamente con su mirada.
Yo todavía seguía allí de pie, mirando, cuando la alarma de la puerta sonó.
ZZ vino volando por el pasillo delante de mí. —¡ASALTO! —gritó. Varios hermanos más lo siguieron, viéndose aterrorizados. Cox y Destripador fueron los siguientes, sin camisa y tirando de los pantalones vaqueros mientras corrían.
Me moví a un lado, apartándome de la puerta. Miranda había saltado de Deuce y tiraba de su camiseta sin mangas. Deuce caminó sin mirarme.
Miranda y yo nos miramos. —Eva —dijo en voz baja—. Voy a decirte esto porque eres una chica dulce. Deuce no es hombre de una sola mujer. Nunca lo será. Harías bien encontrarte a un buen tipo que aprecie lo hermosa que eres y no sólo de vez en cuando, sino todo el tiempo.
Era sincera, incluso parecía disculparse.
Me encogí de hombros. —No me importa mucho. Sólo vine de vacaciones de verano y quería pasar un buen rato sin mi papá y hermano respirando en mi cuello, ¿sabes?
Mentira. La mayor mentira que había dicho nunca. Sin embargo, la última cosa que quería era que una zorra de club sintiera lastima por mí. Lo creyó y se fue por el pasillo a esconderse en su habitación. Yo seguía allí de pie mirando a la nada cuando Deuce caminó hacia mí.
—La ATF5 está fuera; ¿Qué te parece si nos consigues dos minutos antes de que estallen la puerta? —dijo—. Imagino que Predicador te enseñó como hacerlo, ¿no?
—Sí —le dije.
Me entregó un llavero con muchas llaves. —Esas son de las puertas. El código es 009673.
Asentí con la cabeza. —009673 —repetí.
Se me quedó mirando.
—Ve —le dije—. Haz lo que tengas que hacer. Los detendré.
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Fuera de la puerta se encontraban agentes especiales que llevan chalecos antibalas. Detrás de ellos, SWAT salían de varios coches patrulla vestidos con uniformes de militares. También llevaban chalecos antibalas, pero a diferencia de los agentes, tenían Glocks atadas a sus muslos y rifles de asalto al hombro.
—ATF —me saludó un viejo y experimentado agente—. Le importaría abrir la puerta.
Sonreí. —¿De qué se trata esto?
Otro agente —joven, bien definido, y de buen aspecto— agitó con la mano un pedazo de papel con ira. —La autorización —ladró—. ¡Abre la maldita puerta!
—¿Puedo ver eso? —le pregunté con dulzura.
Metió el trozo de papel a través de la puerta y lo leí rápidamente. Era una búsqueda y captura, con la fecha correctamente, y firmada por un juez. En orden y legal.
Se la devolví, pero me tomé mi tiempo tecleando el código incorrecto después del código incorrecto después del código incorrecto hasta que pasó un cuarto de hora, y los agentes se cabrearon conmigo.
Tan pronto como la electricidad corrió por las puertas y quedaron desarmadas, la abrieron y el asfalto se inundó con los SWAT dirigiéndose directamente hacia el club.
—¡Las puertas delanteras están cerradas!
—¡Las puertas laterales están cerradas!
Rodé los ojos. Por supuesto, estaban cerradas. Yo no era estúpida.
—¡Ábranla a la fuerza!
—¡Esperen! —grité—. ¡No la rompan! ¡Tengo las llaves!
El agente joven se volvió para mirarme. —¡Ven aquí! —ladró.
Corrí hacia la puerta, y el agente guapo se inclinó sobre mí. —Ábrela —dijo entre dientes.
Probé la primera llave, no funcionó. A decir verdad, yo no sabía cual lo haría. Deuce no me lo dijo.
En la tercera llave, ya tenía dos agentes gritándome. Por la sexta llave, el agente guapo agarró un puñado de mi pelo y me dio un tirón.
—Dame las llaves —gruñó y las arrebató de mis manos temblorosas.
Cuando las puertas se abrieron me hice a un lado mientras la multitud entraba. Aparte de ATF, no había nadie más en la parte delantera del almacén. Me refugié en un rincón cerca del bar y miré la habitación siendo desgarrada. Sofás de cuero fueron cortados, los televisores se rompieron, y las puertas del armario fueron arrancadas de sus bisagras. Los choques, los sonidos de astillas de madera y plásticos agrietándose llegaron desde el interior de la oficina de Deuce y la cocina.
Había tanta actividad pasando a mí alrededor que no vi al agente guapo hasta que se encontraba de pie justo en frente de mí, respirando con dificultad, con la cara roja de rabia. —¿Dónde están? —gritó, enviando su saliva en mi cara.
Limpiándome mi mejilla, sacudí la cabeza. —No lo sé —dije en voz baja, porque en realidad, no lo sabía.
Me agarró del brazo y me sacudió duro. —Donde. Están.
Las lágrimas ardían en mis ojos. Los Jinetes no debían tener ninguna Reserva Federal en su nómina, o esto no pasaría.
—Por favor —le supliqué—. Realmente no lo sé.
El dolor explotó en toda mi cara. Mi boca se inundó de sangre. Su golpe aterrizó en el lado izquierdo de mi mandíbula con tal fuerza que me hizo tropezar hacia atrás contra la pared. Cerró la distancia entre nosotros y azoté la cabeza contra la pared, preparándome para otro golpe. Su puño se disparó en mi estomago y explotó mis pulmones. Me doblé agarrando mi abdomen, sintiendo náuseas y la falta de aire.
—¡Los encontramos! —Resonó una voz—. ¡En la trampilla! ¡En el sótano!
Los hermanos fueron conducidos en fila por la habitación con las manos atadas a sus espaldas. Individualmente fueron empujados contra la pared del fondo.
Deuce se encontraba directamente en el medio de la alineación, con indiferencia escaneó la habitación llena de gente. Su mirada se posó en mí —acostada de lado, sosteniendo mi estómago y tratando de respirar— se puso erguido, con la mirada ardiendo de furia. Más lágrimas inundaron mis ojos y la habitación quedó borrosa.
Reconocí la voz del agente atractivo.
—Tengo testigos que reconocen a tus chicos reuniéndose con los chicos de Curtis en Las Vegas. Sé que es un hecho que estás distribuyendo para ellos. También sé que no la has movido aún. Por lo tanto, hagamos esto fácil. Dime dónde coño has escondido las armas, delata a Curtis y yo seré amable contigo.
—No tengo ni una maldita idea de lo que estás hablando.
Sonó como la voz Cox, pero no podía estar segura.
—¿En serio? —Se burló el agente—. Rifles AK-47, pistolas AK-47, pistolas FN 5.7 milímetros y fusiles de calibre 50, desde 20 hasta 500 en total, todo esto proviene de Curtis, ¿Te está sonando alguna jodida campana?
—No. —Ese fue Deuce.
—¿Y los veinte mil gramos de cocaína, mil gramos de crack, y una libra de metanfetamina? Todas interceptadas ayer. Tiene tu obra escrita por todas partes, West.
Santa Mierda. Eso iba directamente del bolsillo de Deuce. No conocía las finanzas de los Jinetes, pero esto no le haría daño a nadie.
—¿Tienes alguna prueba de eso?
Pasaron varios latidos. —Las tendremos —fue la respuesta mordaz.
—Buena suerte con eso, idiota. —Definitivamente ZZ. Esto fue seguido por un gran silbido de aire y un familiar amordazamiento y tos. ZZ acababa de ser golpeado en el estómago.
—¿Dónde está el equipo de Davis? —gritó una voz desconocida.
—Seguimos buscando. —Fue la respuesta.
—¡Dime que alguien encontró algo!
—Aparte de unas pocas mujeres escondiéndose en las habitaciones, el lugar está limpio. Los cabrones tienen permisos para todas las armas encontradas. No hay nada aquí. Ni una maldita cosa. Ni siquiera una bolsa de diez gramos de hierba.
Si yo no tuviera tanto dolor me habría reído. ¿Quién llamaba hierbas a las hierbas? Muy gracioso.
—¿Verificaste las identificaciones de las chicas?
—De todas, excepto de una. Una de ellas es la hija de un senador y heredera de Carlson Food.
Tragué saliva. Hablaban de Kami. Si sus padres se enteraran de esto... las cosas no serían buenas para ella.
Un par de zapatos de vestir se detuvieron frente a mi rostro, y la punta de uno me dio un golpecito en la pierna. —¿Nombre? —exigió una voz de hombre.
—Eva... Fox —grazné.
Las piernas del hombre se inclinaron. Su rostro regordete con manchas rojas entró en mi campo de visión. —¿Eva Fox? —repitió lentamente—. ¿Quién es tu padre?
Esto podría ir muy mal para mí o muy bien. No sabía que, así que cuando respondí, soné muy tímida o asustada. —Damon Fox.
—Mierda —murmuró. Su brazo se deslizó alrededor de mi espalda y debajo de mi axila, y luego fui levantada y colocada en un taburete. Seguí agarrando mi estómago, sintiendo que en cualquier momento vomitaría, me dejé caer hacia delante y pose la frente sobre el mostrador.
—¿Quién fue el jodido que golpeó a la hija de Damon Fox? —demandó el rechoncho.
Todo el lugar se quedó en silencio.
—Yo. —Reconocí la voz del apuesto agente—. Ella estaba jugando con nosotros, entreteniéndonos.
—¡Maldito idiota! —gritó alguien.
Bueno, entonces esto iría bien. O se encontraban en la nómina de mi padre, o ellos le temían.
Una mano suave cayó sobre mi hombro. —¿Señorita Fox?
Volví la cabeza ligeramente. El rostro rechoncho inclinó su cabeza a la mía.
—He escrito el nombre del imbécil que la golpeó en el dorso de mi tarjeta. Déselo a Predicador; dígale lo que él hizo y te agradecería que no le dijeras a nadie más.
Definitivamente papá le pagaba. Probablemente conseguía un alto porcentaje de las ventas de las armas que se suponía iban a ser confiscadas. Probablemente enviaba la mitad de las armas que confiscaron directamente a mi padre para su redistribución.
—De acuerdo —dije en voz baja, sabiendo que yo no le diría nada a mi padre. Mi desaparición junto con una historia siendo golpeada…
Eso no me convendría. Ni para mí ni la ATF.
Su mano acarició mi espalda. —Está bien —susurró. Deslizó la tarjeta a través de la barra y se alejó.
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Deuce llevó a Eva por el pasillo hacia su dormitorio. Pateando la puerta, la cerró detrás de ellos, la depositó sobre la cama y se quedó mirando el moretón creciendo en el costado de su cara. Ya que no le dijo a su viejo dónde se encontraba, sabía que no le contaría ocurrido. Eso significaba que dependía de él sacar el agente. Esta maldita chica acababa de recibir una paliza por él y su club.
—Estoy bien —susurró—. Golpea como una niña.
Al diablo con él. Ella era perfecta. Perfecta, toda una mujer. Perfecta cara en forma de corazón, grandes ojos grises, piel y labios suaves. Tetas perfectas, piernas largas, y un estómago plano. Curvas perfectas por las que recorrer sus manos y pelo largo para agarrar.
Y él se había enfadado, dejando que su temperamento sacara lo peor de él, y lo jodió todo.
Suspirando, se sentó en la cama junto a ella. —La pelea de antes —comenzó—. Yo...
—No —susurró ella—. Lo entiendo. Fui estúpida al esperar algo de ti. Me voy mañana de todos modos.
Su pecho se apretó. Había sido demasiado duro con ella. Tenía un temperamento horrible, no podía pensar con claridad cuando se cabreaba. Añade a Eva Fox a la mezcla y su cerebro era más que un gran trozo de idiota.
—No, nena. No te marcharás.
Allí. Ahora, no se iría.
Fuego brilló en sus ojos. —Sí, Deuce, me voy. Dejaste en claro que no podía pasar el rato en el club, que no me quieres cerca de tus chicos, y me niego a ser encerrada en alguna cabaña por todo el verano. Además, Kami y yo habíamos planeado ir a Hawái después de esto.
Mentía. Podía verlo en sus ojos.
—Nena, cálmate. Puedes venir al club conmigo cuando no tenga que trabajar.
Ella resopló, luego hizo una mueca de dolor. —Lo siento, bebé. Ya he tomado mi decisión. Prácticamente sellaste el acuerdo cuando decidiste que tenía que compartirte. Mi papá estará lo suficientemente enojado cuando vuelva, estoy bastante segura de que traeré una ETS como recuerdo, lo que causaría mi encierro en un convento de monjas.
Puta mierda. Ella abriría su boca otra vez y conseguiría enojarlo.
—Mujer, si crees que voy a dejar que te vayas de aquí estás malditamente loca. Apareciste de la nada porque me querías, así que aquí me tienes. Y voy a decirte que estoy seguro que unos días no han sido suficientes. Así que, ¡termina con esa actitud porque te quedas!
Se limpió el rostro con un trapo, sin expresión alguna. —Aléjate de mí —dijo de manera uniforme—. Ahora.
Él curvó sus manos en puños. —Eva —gruñó—. Ya basta.
Ella se recostó en su lado, de espaldas a él.
Rígidamente, se bajó de la cama y se dirigió a la puerta. Le lanzó una última mirada. Ella miraba fijamente a la nada.
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Me desperté en la oscuridad cuando la cama se hundió y Deuce se deslizó a mi lado. En lugar de acurrucarse junto a mí, se quedó en el lado opuesto de la cama. No podía dejar que terminara así. No con él. El estómago me dolía, pero nada como mi cara y nada que no pudiera manejar, así que me di la vuelta y avancé lentamente hacia él.
—Oye —susurré.
Sus brazos me envolvieron. —¿Todavía estás molesta, cariño?
En lugar de responder, le di un beso. Cuando me aparté, los dos respirábamos pesadamente.
Rocé mis labios con los suyos y susurré—: ¿Quieres que sea duro o lento?
—Nena —dijo con voz ronca—. Lo quiero malditamente lento.
Por lo tanto, se lo di lentamente.
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Se despertó solo.
Deuce se dio la vuelta y golpeó el aire. Acarició a su lado un momento buscando a Eva y quedó con las manos vacías. Encendió su lámpara de noche. No se encontraba Eva. Ni su iPod en su mesita de noche. Ni Chucks por la puerta. Ni la mochila en el suelo. Su estómago se contrajo.
Se puso un par de pantalones vaqueros, se dirigió directamente a la habitación de Cox y abrió la puerta de una patada. Destripador roncaba ruidosamente, su largo cuerpo recostado sobre un sillón. Cox, acostado boca abajo en la cama, él levantó la cabeza.
—¿Prez?
Escaneó la habitación. Kami tampoco estaba.
El ardor su pecho fue dolorosamente contenible.
—¿Dónde está tu maldita perra?
Cox miró hacia la derecha, luego a la izquierda. —Mierda —murmuró—. Me pareció escuchar algo hace rato. Supuse que era Destripador otra vez. Maldición. Iba a pedirle que se casara conmigo.
—Ya estás casado, imbécil. Esto no es Utah. —Cerró la puerta y se fue por el pasillo.
Encontró a Blue sentado solo en el bar, en la oscuridad. Setenta y dos años de edad, fumaba dos cajetillas al día, y era un alcohólico violento, pero sano como un viejo de veinte años.
—¿Eva? —preguntó.
Blue se tragó de golpe un Petron. —Se fue.
Su pecho se apretó tanto que tuvo que golpear la mano sobre su corazón y frotar antes de poder volver a respirar.
—¿Cuándo?
Blue se sirvió y luego se tomó otro trago. —Ya hace dos horas.
Mierda.
MIERDA.
—Lo siento, Prez, te habría despertado y contado lo que hacía, pero ella lloraba a moco tendido. Histérica. Rogándome que le abriera la puerta. Rogándome que no te despertara. No puedo lidiar con mujeres histéricas. Me dan ganas de beber.
—Correcto —dijo aturdido.
—Dejó esto. —Blue le tendió la mano.
Tomó el trozo pequeño de papel doblado y lo abrió.
Deuce,
Lo siento.
No debería haber venido e imponerme en tu vida.
<3, Eva
P.D. Cuídate.
—¿Prez?
—¿Qué?
—Es una buena chica —dijo Blue—. Dulce, también. Conoce tu manera de andar por el club, acepto ser golpeado por ti. Te adora, también. Hubiera pensado que eras el puto Rey de Inglaterra por la forma en que te mira, y es buena para los muchachos, sin criticarlos sobre las chicas, llevándoles cervezas, hablando y bromeando con ellos, haciéndose amiga de la novia de Jase. No le agradaba mucho Miranda...
Blue bebió otro trago y soltó una risita.
—Pero no la culpo. Si yo fuera tú, hubiera hecho todo lo que pudiera para mantener a una chica como ella en mi cama.
¿Qué otra cosa podría haber hecho aparte de atarla a la cama o drogarla?
—Sí —murmuró—, demasiado tarde.
Su mano se cerró sobre la nota en un puño, aplastándola.
—Sírveme uno de esos —murmuró, tomando asiento junto a Blue.
Al diablo con Eva Fox y su rostro perfecto y sus tetas perfectas. Él tenía una vida a la cual regresar.
Por lo tanto, él regresó a sus asuntos.
Durante tres largos años vivió su vida de mierda.
Su miserable vida de mierda.
Y luego la volvió a ver.
Y miserable se convirtió en una mierda mucho peor.


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'Sra. Maddox!
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Mensaje por micafp_2530 Lun 19 Jun - 13:43

Lectura #2 Junio 2017 - Página 4 Pizap_16

Gimiendo, Frankie se derrumbó sobre mí.
—Fuera —demandé, empujándolo—. No puedo respirar.
Levantó su cabeza, gimiendo.
—Me gusta donde estás, nena. Jodidamente desnuda y debajo de mí.
Frankie era insaciable. Casi deseaba que comenzara a acostarse con otras chicas del club y me diera un descanso.
—¡Frankie! ¡No puedo respirar! ¡Fuera!
Gruñendo, se empujó unos pocos centímetros.
—Estoy tratando, nena, pero no me dejarás volver a entrar.
—¡Ahhh! —grité, empujándolo tan fuerte como pude, lo cual no fue tan fuerte, pero me las arreglé para empujarlo a un lado, así tenía la oportunidad de apartarme.
Frankie también rodó, alcanzándome. Salté hacia atrás y golpeé sus manos. Mirándolo, me dirigí al baño para vestirme.
—¿Recuérdame por qué tenemos que dormir en el club? —pregunté, poniéndome mi ropa interior y luego deslizando mi vestido de algodón sobre mi cabeza.
—Tengo una reunión esta mañana.
Recogí mi cabello y abrí el grifo. Tomé agua en mis manos para lavarme la cara.
—Entonces, ¿por qué tengo que quedarme en el club?
—No puedo dormir sin ti, nena.
Agarrando el cepillo de dientes de Frankie, le puse pasta de dientes y lo metí en mi boca.
—¿De qué va la reunión? —murmuré alrededor del cepillo de dientes.
—Un montón de clubs están teniendo problemas con Angelo Buonarroti. Parece que el idiota hizo más negocios de los que podía manejar. Las cosas se liaron y los hermanos están cabreados. Tengo que arreglar esta mierda. Tal vez Buonarroti tenga que desaparecer. Ya veremos.
Escupí, enjuagué el cepillo de dientes y lo puse de vuelta en su soporte. Después agarré mi bolsa de maquillaje y me puse a trabajar para lucir presentable.
—Iré a desayunar con Kami mientras estás trabajando.
—¿En su casa?
Me incliné hacia adelante, salpicando un corrector de ojeras bajo mis ojos.
—Probablemente.
—No me gusta ese hijo de puta con el que se casó —murmuró Frankie.
Sonreí.
—¿A quién?
Chase Henderson era un abogado de alto rango que trabajaba en una reconocida firma de abogados de la que se hizo socio a la edad de veinticinco años. Todos fuimos juntos a la preparatoria, pero él fue a Harvard mientras que Kami y yo nos quedamos en Manhattan para asistir a la universidad de Nueva York. Sus padres tenían arreglado su matrimonio desde hacía mucho tiempo. Era ridículamente de la vieja escuela, pero no era algo inaudito en su círculo. Había muchas familias políticas adineradas que todavía practicaban los matrimonios concertados.
Chase era tan extraordinariamente guapo, como un modelo de ropa interior de Calvin Klein. Ni una sola vez lo había visto sin un buen afeitado y sin trajes de diseñador. Nunca tenía un solo cabello con gel fuera de su lugar y siempre llevaba una enojada y altanera expresión. No había sido nada sencillo ni cómodo a su alrededor.
Me recordaba a una casa demasiada cara, demasiada nueva, demasiada limpia y demasiado perfecta para sentirse cómoda en ella.
Kami lo despreciaba.
Había estado engañándolo con su entrenador personal desde que llegaron a casa de su luna de miel. Él la engañó con una variedad de mujeres, ninguna de las cuales duró más de un par de semanas.
Era ridículo.
—No me gusta la forma en que te mira, nena.
Solté un bufido.
—Frankie, a ti no te gusta que me mire nadie. Punto. No te gustaban mis profesores de la universidad mirándome cuando levantaba la mano. ¿Recuerdas al profesor Reynolds? Papá tuvo que pagarle miles de dólares por la paliza que le diste. Además, Chase cree que soy una motera de mierda.
—Zorra, ¡capta la maldita idea! —gritó Frankie—. ¡El cabrón te mira como si estuviera muerto de hambre y tú fueras un jodido filete!
Dejando mi cabello suelto, puse los ojos en blanco. Hombres. Siempre tienen hambre.
—¿No tienes una reunión a la que llegar?
—Espero a tu dulce culito, entonces podré irme.
Negué con la cabeza y le sonreí.
Frankie estaba buenísimo. Cabello largo y castaño, barba desaliñada, un cuerpo hecho para el sexo y cubierto de tatuajes y sexis cicatrices. También era bueno en la cama. Una buena combinación entre atento y exigente, y no se aislaba. Esto lo sabía porque donde quiera que yo estuviera, en casa, en el club, en el supermercado, en la ducha, Frankie también estaba ahí. O en algún lugar cerca. O llamándome. O hablándome por Skype. O enviándome mensajes.
Tres años atrás, llegué a casa desde Montana y me encontré con locuras que nunca había visto antes. El club estaba alborotado, primero porque yo había estado ausente, segundo porque a Frankie perdió completamente el control y golpeaba a cualquiera que se le acercara, golpeándose a sí mismo con la culata de su arma, o golpeando su cabeza y puños contra la pared hasta logar sangrar, maldiciendo y mandándome al infierno.
Ignorando el mal temperamento de mi padre y el discurso sobre la responsabilidad, fui directamente a la habitación de Frankie y lo encontré acurrucado en un rincón, cubierto de sangre.
—Mierda —murmuré, poniéndome de rodillas a su lado—. Frankie —susurré—. Cariño, mírame.
Se movió rápido. Sus manos salieron disparadas y agarraron mis antebrazos. Arrastrándome al suelo, rodó encima de mí. Sus párpados cubiertos de sangre parpadearon hacia mí.
—Eva —dijo con voz ronca—. ¿Dónde coño has estado?
—Sólo necesitaba un respiro, cariño. Siento haberte dejado.
Ahuecó mis mejillas, pasó sus dedos por mi cabello, luego bajó hasta mis hombros, y subió y bajó por mis brazos. Antes de saberlo, sus manos estaban por todo mi cuerpo, tirando de la parte superior de mi vestido hacia abajo, dejando al descubierto mis pechos. Tomó uno en su mano y el otro en su boca.
—Mierda —suspiré—. Frankie, no…
—No esperaré más, nena —murmuró alrededor de mi pecho. Alzando sus caderas, levantó el dobladillo de mi vestido.
Traté de empujarlo.
—¡No volveré a irme! —prometí—. ¡No tenemos que hacer esto!
Frankie hundió sus dedos entre mis rodillas y abrió mis piernas. Sus caderas se lanzaron hacia adelante, forzándolas a permanecer abiertas y tiró de su cinturón. Empecé a sentir pánico.
—¡Por favor! —lloré—. ¡Por favor, no lo hagas!
—No, cariño —gruñó—. No voy permitirte que vuelvas a decirme que no nunca más. ¿Me entiendes? No vas a huir más de mí. Te dije hace mucho tiempo que eras mía y ya es hora de que te metas esa puta idea en tu cabeza.
Todo esto lo dijo mientras abría su cinturón y bajaba la cremallera de sus vaqueros. Ahora, estaba tirando de mi ropa interior hacia un lado y pude sentirlo tratando de entrar en mí.
—¡Espera! —Lloré, empujando su pecho—. ¡No lo hagas!
—¡Al diablo! —murmuró. Escupió en su palma, pasó su mano sobre mí, mojándome, y luego se echó hacia atrás, empujando adentro.
—¡Frankie! —grité, tratando de apartarme para evitar que me penetrara—. ¡PARA!
Su mano tapó mi boca; seguí gritando, pero el sonido era sordo y ronco, y nadie escuchó, pero sí Frankie y yo.
—He estado esperándote todo este puto tiempo —gruñó, empujando más fuerte, su pecho pesado arruinando mis intentos de moverlo—. No vas a detenerme más. Nunca más vas a detenerme.
Empujó. Fuerte. Y encontró apoyo. Me calmé, lágrimas en mis ojos, mirándolo fijamente. Frankie acaba de forzarse en mí, dentro de mí. Mi Frankie. Era surrealista, confuso, como un sueño o una película que recuerdas de hace mucho tiempo.
—Engancha tus tobillos alrededor de mi espalda —dijo con voz áspera. Aturdida, hice lo que me pidió. Soltó mi boca para agarrar mi trasero y empujar más fuerte. Anestesiada, escuché su piel chocando contra la mía, su pesada respiración, mi cabeza golpeando contra la pared.
—¿Cómo diablos pudiste dejarme? —gruñó—. Joder, no puedo dormir sin ti, no he dormido ni un puto día. Me has jodido, zorra. Dejaste que me jodiera.
Lo sabía. Sabía que iba a volverse loco y de todos modos lo dejé. Debí haberme dado cuenta de que esto iba a pasar, de que perdería por completo la cabeza y yo necesitaría unirme a él de una forma que él pensara que sería permanente. Dios, todo esto era por mi culpa.
—Lo siento —susurré entrecortadamente—. Dios, Frankie, lo siento tanto. No sucederá de nuevo, lo prometo.
—No me digas —dijo entre dientes—. No te gustará lo que pasará si lo haces… Eva… mierda, nena… me voy a correr… mierda…
Sus caderas se metieron en mí, golpeando mi cabeza más fuerte en la pared.
—Me vengo, nena, mierda me voy a…
Me quedé mirando el techo. No estaba tomando anticonceptivos. Necesitaría conseguir la píldora del día después. Parpadeé. ¿Todos nuestros techos de los dormitorios se ven así? No estaba segura. Hice una nota mental para comprobarlo.
—Te amo tanto, Eva —respiró Frankie.
Sequé mis lágrimas y envolví mis brazos alrededor de su cuello.
—Yo también te amo, cariño —susurré, sosteniéndolo fuerte, frotando su espalda, murmurando disculpas.
No era una mentira. Amaba a Frankie. Con todo mi corazón. Pero era el tipo equivocado de amor. Lo amaba como a un mejor amigo o un hermano mayor, y no en absoluto como a un amante. Pero él forzó su camino en la categoría amante y no había nada que pudiera hacer. Me necesitaba. No me dejaría ir, así que le di lo que necesitaba y traté de hacer lo mejor.
Eso fue hace tres años.
Tres años de estar en la parte trasera de la moto de Frankie y en la cama de Frankie, la que actualmente era mía. Mi cuarto en el club era el más grande y el mejor.
—¿A quién quieres, nena?
Terminé de cepillar mi cabello y salí del baño.
—A ti —dije.
—Por supuesto que sí.
Frankie terminó de vestirse y se sentó en la cama para ponerse sus botas. Me miró y frunció el ceño.
—Estás mostrando demasiada pierna, nena.
Solté un bufido.
—Qué va.
De repente, Frankie se puso de pie desabrochando su cinturón y alcanzándome.
—¡Jesús! —grité, luchando por alejarme de él—. ¡Concéntrate, pervertido! ¡Tienes una reunión! ¡Y yo una cita para desayunar!
Tuvo mi barriga presionada contra la pared en dos segundos. Su lengua se disparó por mi cuello.
—No me importa, nena. Ni de coña puedes caminar media desnuda frente a mí y esperar que no te toque.
—No juegas limpio —susurré.
—Cuando se trata de ti, Eva, no juego en absoluto.
Pasó cerca de una hora antes de que Frankie decidiera que ya era hora de ir a su reunión, y aun así, lo hizo a regañadientes.
Lectura #2 Junio 2017 - Página 4 Separa14

Deuce frunció el ceño a Predicador.
—No sabes de lo que estás hablando, viejo. No tengo conexiones con Angelo Buonarroti. Con su viejo sí. También con un par de sus primos, pero no con él. Si perdiste tuviste un mal trato con él no es mi problema.
—No te lo crees ni tú —gruñó Predicador—. Mis chicos han visto a los tuyos en sus jodidos muelles.
—No puedo hacer nada si mis muchachos en Queens tienen negocios aparte. Tienen familias a las que mantener.
Los oscuros ojos de Predicador se entrecerraron y los posó a su derecha donde Dog, Joe el Tuerto y Tiny estaban sentados. Al lado de Joe estaban sus chicos, Mick, Cox y Jase. Él estaba sentado al final de la mesa, justo en frente de Predicador. A su lado, en el otro lado de la mesa estaba Kickass Charlie, el presidente de la MC Notorious, y dos de sus chicos. La situación era tensa. Ningún hermano en esta habitación quería estar aquí, él y Predicador por sus propias razones personales que involucraban a la “dieciseisañera” Eva y un arma, y Charlie porque Frankie enterró a su viejo unos años atrás. Fue uno de los jodidos límites que él había sobrepasado. El viejo de Charlie fue un sucio bastardo toda su vida.
Sí, el ambiente era tenso. Incluso sin Frankie en la habitación.
La puerta de la sala de reuniones se abrió con un fuerte ruido. Sorprendidos, varios hermanos saltaron de sus sillas, empujándolas.
Frankie se paseó por la habitación, sonriendo. Estaba subiendo la cremallera de sus vaqueros, abrochando su cinturón y completamente ajeno a las armas de fuego apuntando a su cabeza.
—Siento llegar tarde —dijo a nadie en particular y se deslizó en la silla a la izquierda de Predicador.
Predicador lo fulminó con la mirada.
—¿Dónde diablos has estado?
Frankie empezó a abrir la boca cuando una taza de café cruzó la mesa, golpeándolo pecho.
Joe el Tuerto frunció el ceño al Predicador.
—¡Entra caminando aquí, haciendo muecas como un perro sucio, subiendo la cremallera de sus pantalones y tú le estás preguntando que dónde estaba! ¡Ya sabes dónde estaba, eres un jodido idiota y sabes qué hacía y con quién, porque eso es todo lo que los dos hacen siempre! ¡Azotándose el uno al otro, día y noche, sin importar que todos tengamos que oírlo! ¡Y le haces preguntas estúpidas sobre dónde ha estado sabiendo que comenzará a hablar sobre mi jodida sobrina! Y no tengo el puto estómago para esa mierda. ¡Dice una palabra más sobre coños calientes o tetas en relación a mi niña y lo envió de regreso al hospital!
Frankie sonrió.
Su estómago cayó.
Predicador suspiró.
—¿Tratas de decir que debería alejar a mi propia nena del club? No estoy seguro de poder manejarlo sin verla todo el tiempo.
Dog jadeó. Un verdadero jadeo. Como una jodida niña.
—¡Nadie alejará a Eva del club!
—¡De ninguna jodida manera! —Bramó Tiny—. ¡Ella mantiene a mi vieja a raya y hace mi colada!
—¡Maldición, es cierto! —El puño de Joe golpeó la mesa—. ¡Esa es nuestra chica! Si no tenemos a Eva aquí, ¿quién mantendría los libros al día? ¿Quién haría nuestro jodido desayuno? Si alguien tiene que irse, ¡ese tiene que ser Frankie!
Frankie aún sonreía.
—No puedes echarme. Tu niña me ama. Si no te has dado cuenta, esa es su habitación, estoy durmiendo con ella.
Dejó escapar un suspiro. No había querido venir a Nueva York, realmente no quería reunirse con Predicador ni con Charlie, especialmente no reunirse en la sede de los Demonios, y fervientemente no había querido poner los ojos en Frankie.
Y ahora que sabía que Eva estaba acostándose él… quería hacer agujeros en los cráneos de cada idiota en la habitación.
Y eso no era lo peor. Estos hombres, su padre, sus tíos, más de ciento veinte kilos, el sudoroso Tiny, todos ellos, parecían horrorizados ante la idea de que Eva se fuera del club como sus esposas lo hacían. Sin importarle que ella fuera muy consciente de la corrupción que había, probablemente habiendo visto la mayor parte, ayudando a esconderlo y después limpiándolo.
Ella incluso tenía su propia habitación. Su propia habitación. En un club de mierda. Qué. Diablos.
Su error lo golpeó como un jodido tren de carga. Él pensó que ella estaba siendo malcriada y obstinada cuando solamente le pidió seguir teniendo la vida que siempre había tenido. No había estado huyendo de él; estuvo huyendo de la jaula en que la había querido encerrarla.
—¿Crees que puedes guardar el puto drama para más tarde? —preguntó Charlie—. ¿Tal vez podamos volver a los putos negocios?
Frankie giró su cabeza y le dio a Charlie una loca mirada, una sonrisa cruel.
—Claro que sí, Chuck —dijo amablemente—. Me encantó hacer negocios con tu viejo, y también me encantara hacerlos contigo.
Las aletas de la nariz de Charlie se dilataron, pero sabiamente mantuvo la boca cerrada. El circuito entero sabía que Frankie era problemas, mataba con facilidad, y más que dispuesto a morir en un abrir y cerrar de ojos.
—De acuerdo —gruñó Predicador—. Dejemos de discutir, el tema es la jodida familia Buonarroti que está jugando con nosotros. Alguien necesita hacerle a Sal una visita, preguntarle si sabe lo que su puto niño está haciendo. Tienes la sensación de que él está…
La puerta se abrió de golpe, y de nuevo las armas fueron sacadas, mientras Eva atravesaba la habitación. Frankie se deslizó de la silla y desapareció debajo de la mesa.
—¡Te vi! —gritó—. ¡Sal de ahí abajo y dame mi bolso y mis deportivas! ¡Se suponía que me reuniría con Kami hace media hora!
Cox se enderezó en la silla.
—¿Kami? ¿Dónde está Kami?
—No sé de lo que estás hablando, nena. —Fue la respuesta amortiguada, riéndose de debajo de la mesa.
—Oh, Cristo —murmuró Predicador, pellizcándose el puente de la nariz.
—¡PAPÁ!
—Ocupado, Eva, cariño —suspiró—. ¿Podemos hacer esto más tarde?
—¡NO!
Jodido infierno. Ella era hermosa. Cabello largo y oscuro, cayendo en suaves ondas sobre sus hombros y cubriendo sus pechos. Llevaba maquillaje, más de lo que nunca vio en ella; se veía bien, la hacía parecer mayor, pero no le gustaba. No podía ver las pecas en su nariz o el rosa natural de sus mejillas. Su vestido era de algodón fino, sin tirantes y sin forma, mostrando mucha pierna, dándole una casual y sexi apariencia. Se veía muy ardiente, pero le gustaba más con sus vaqueros holgados, colgando bajo sus caderas y pequeñas camisetas que mostraban su vientre. Su mirada viajó a su cuello, a la cadena de oro que él sabía que colgaba entre sus pechos bajo su vestido.
Ella estaba tan molesta, tan centrada en Frankie, que ni siquiera lo había notado. Estaba mirándola, taladrando agujeros en su cabeza y todavía nada.
—¡Frankie, dile a Eva donde están sus cosas o no respondo!
El cuerpo del Predicador se sacudió y un grito salió de debajo de la mesa. Frankie salió, sujetando su costado y mirando al Predicador.
—Franklin Salvatore Deluva —espetó Eva—. Estoy esperando.
Poniéndose de pie, Frankie sacó un teléfono celular de su bolsillo trasero y se lo arrojó. Ella lo tomó con una mano.
—¿Dónde está el resto? —exigió, no tan enojada como había estado hace un momento.
—Las deportivas están en la nevera, nena —dijo Frankie, sonriendo.
—¿Pusiste sus deportivas en la nevera? ¿Con nuestra comida? —preguntó Dog.
—Así es.
—Mierda.
Eva comenzó a dar golpecitos con su pie descalzo.
—Bolso, Frankie, ¿dónde está mi bolso?
—¿Bolso? —Joe soltó un bufido—. ¿No te referirás a ese maldito saco de patatas en el que podría caber una familia de enanos?
Predicador, Dog, Joe, Tiny y Frankie se echaron a reír.
Cabreada, Eva se dio la vuelta, dispuesta a marcharse de la habitación. Sus ojos encontraron los suyos, y se congeló a medio giro y perdió el equilibrio. Salió disparado de su asiento, pero Cox estaba más cerca y agarró su cintura, levantándola a media caída y lo que hubiera sido una fuerte caída.
—Hola, Foxy —susurró Cox, sonriendo. Ella parpadeó hacia él.
La ayudó a enderezarse y rápidamente se alejó, mirando con recelo de regreso a Frankie.
El rostro de Frankie estaba rojo brillante, sus manos apretadas en puños y sus venas sobresaliendo de su cuello e impresionantes músculos. Parecía que todo el mundo pensaba que estaba loco.
Predicador puso los ojos en blanco.
—Frankie, sólo estaba ayudándola. Controla tu genio ahora.
No lo hizo. Sus ojos locos se mantuvieron enfocados en Cox. Cox, que nunca se había retractado ante un desafío en su vida, mantuvo la mirada de Frankie y no dio marcha atrás.
—¡FRANKLIN! —rugió Predicador.
Haciendo pucheros como un niño de cinco años, Frankie se dejó caer en su silla y cruzó los brazos sobre su pecho.
Tragando saliva y evitando cualquier contacto visual con él, Eva se volvió hacia a Frankie.
—El bolso, querido —dijo en voz baja—. Lo necesito.
Parte de la locura desapareció de los ojos de Frankie, y le sonrió.
—Microondas, nena.
Tiny rió a carcajadas en voz alta y Predicador negó con la cabeza.
—Lamento interrumpir —dijo ella, volviéndose hacia Predicador—. Te quiero papi; te quiero, tío Joe; te quiero, tío Dog, y también a ti, Tiny, con azúcar extra.
Cada uno de esos hombres se volvió líquido. Ella no era otra mocosa motera, era la mocosa motera. El pegamento que mantenía juntos a estos hombres. Eva Fox era la princesa de los Demonios Plateados.
Incluso Charlie parecía afectado. La chica era dulce y brillante. Cegó a todo hombre en la habitación.
—Te amo, cariño —le susurró a Frankie.
Su corazón se detuvo.
—Joder, sí, nena —susurró él—. Siempre.
Predicador miró hacia atrás y hacia adelante entre ellos y sonrió con orgullo.
Dado a que estaba casi seguro de perder el control, se excusó.
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—¿Está la Sra. Henderson esperándola?
Miré a la estirada mujer.
—Sí.
—Usted no está en su lista para el día, Señorita Fox, y me temo que no puedo dejarla subir. A los Henderson no les gusta ser molestados en los fines de semana.
Cerré los puños sobre el escritorio.
—¡LLÁMELA!
Con el ceño fruncido, la mujer se dio la vuelta y marcó el apartamento de Kami. O, mejor dicho, a su lujoso rascacielos de dos pisos, con vistas de Manhattan.
—Sra. Henderson, tengo aquí a una tal señorita Fox para…
La mandíbula de la mujer se aflojó y supe que Kami estaba echándole la bronca. Podía oír sus gritos a través del teléfono desde donde yo me encontraba.
La mujer colgó.
—Vamos —dijo secamente, evitando el contacto visual.
—Gracias —Me burlé.
Entré al vestíbulo con pilares románicos de Kami, di un empujón al pasar a un desconcertado Chase, quien sorprendentemente estaba en pijama de franela, y corrí a través de una serie de salas blancas, amuebladas con muebles de color blanco o gris, arte abstracto que no se parecía a nada que nunca hubiera visto antes en mi vida, excepto quizás una mancha de tinta después de estallarte una pluma, e irrumpí en el dormitorio de Kami.
Ella estaba recostada en su enorme cama con doseles de princesa y con sábanas rosas. Vestía una bata de seda también rosa pálido, con el pelo largo y rubio en una coleta, hojeando una revista de moda.
—¡Kami! —grité, arrojándome a ella—. ¡Mátame!
—Oh Dios, Evie, ¿qué te pasa, nena? ¿Frankie se volvió loco otra vez?
—No —dije en voz baja, rodando fuera de ella y en su cama—. Bueno, sí... ¿cuándo Frankie no actúa como un loco?
—No me gusta ese tipo —murmuró Chase, apareciendo en la puerta sosteniendo una botella de whisky y dos vasos.
Sostuvo el vaso hacia mí, ofreciéndome.
—Sí, por favor —susurré.
Tomé un trago rápido y le tendí el vaso para una recarga que bebí con la misma rapidez. La ardor del whisky desapareció y el calor calmante se difundió por mi estómago. Respiré hondo.
—Entré en la oficina de papá esta mañana para gritarle a Frankie, entonces vi a Deuce y tropecé, Cox me atrapó y…
—¡COX! —gritó Kami, sentándose con la espalda recta—. ¿Cox está aquí?
—¿Quién es Cox? —preguntó Chase.
—No es asunto tuyo —espetó Kami—.Dios mío, Evie, ¿preguntó por mí?
—Um… —Miré a Chase. Yo sabía que él estaba al tanto de los asuntos de Kami, tal como ella lo estaba de los de él, pero no hablaban de eso, al menos no entre sí. No sabía cómo Chase se sentiría al tener que oír hablar de eso.
Él se encogió de hombros.
—Adelante, Eva. Me importa una mierda con quien folla.
—Está bien —respiró Kami, mirando frenéticamente alrededor de la habitación, a nada en particular—. Voy a cambiarme y luego vamos directo al club.
—Uh, Kami...
—¿Qué?
—¿No has oído lo que he dicho?
—Dijiste que Cox estaba aquí.
Le di un empujón.
—¡Perra! ¡Dije que Deuce y Cox estaban allí!
—¿Quién es Deuce? —preguntó Chase, tomando un sorbo de whisky.
—¡No es asunto tuyo! —interrumpió Kami—. Dios mío, Evie, ¿qué hiciste?
—¡Nada! —Lloré, metiendo la cara en las palmas de mis manos—. ¿Qué se supone que debía hacer? ¡Frankie estaba allí! Ya sabes, ¿mi loco, sobreprotector, homicida novio, Frankie? ¡Me quedé en silencio y salí! ¡Ahora puedo gritar porque Frankie no está aquí!
—No me gusta ese tipo —murmuró Chase.
—Vete —dijo Kami entre dientes.
Ignorándola, se sentó a los pies de su cama. Kami lo miró boquiabierta.
—En serio, Chase, ¿no tienes nada mejor que hacer?
Tomó otro sorbo de whisky.
—Nop. Es sábado por la mañana. ¿Qué cojones debo hacer?
—¿Divertirte con tu secretaria de dieciocho? —dije amablemente.
Kami comenzó a reírse.
Claramente, Chase no se molestó por eso, negó con la cabeza.
—Se puso pegajosa. La despedí.
Kami resopló.
—Tiene dieciocho años, Chase, ¿qué esperabas?
—Que tuviera un poco de sentido común y se diera cuenta de que lo nuestro no iría a ninguna parte —murmuró—. No era como si no
supiera que estoy casado, no con las cinco millones de fotos tuyas en mi oficina. Fotos que veía de cerca y personalmente cuando estaba inclinándola sobre mi escritorio.
—¡Asqueroso! —gritó Kami—. ¡Debiste por lo menos haber quitado las fotos!
—No —dijo—. Me gusta mirarte mientras me estoy tirando a otras mujeres.
—Umm —dijo Kami pensativa—. A mí no me gusta mirarte nunca.
—Ah —contestó—. Así que por eso siempre tienes una almohada sobre tu cara cuando te estoy follando.
—Más o menos —dijo alegremente.
—Son tan extraños —les informé.
—Serías muy extraña si tu padre te obligara a casarte con un idiota.
Chase levantó su copa en el aire.
—Salud por eso —murmuró.
Kami rodó a su lado y acarició mi cabello fuera de la cara.
—Vámonos de compras —dijo en voz baja—. Terapia de compras. Paga Chase.
Me reí.
—No quiero gastar el dinero de Chase, Kam.
—Mi dinero es ganado legalmente —dijo Chase—. Ni una gota de sangre.
Lo fulminé con la mirada.
—Eres un abogado, Chase. Hay sangre por todos lados.
—Pervertida, Eva —murmuró con voz sedosa—. Me gusta.
Arrugué la nariz.
—Tal vez deberías tomarte una taza de café.
Él arqueó una ceja.
—Si yo aceptara mi problema con la bebida y volviera a Dios, ¿eso significaría que por fin aceptarías mi oferta y te convertirías en mi amante?
Esto es exactamente por qué Frankie odiaba a Chase.
—Dios, Chase, eres tan patético. Eva nunca follaría contigo. Demonios, la única razón por la que yo follo contigo es porque tengo que hacerlo.
—Eva follará conmigo con el tiempo —dijo Chase con pereza—. Todo el mundo tiene su precio, lo que pasa es que aún no he encontrado el suyo.
Cualquier persona normal habría encontrado eso insultante, pero este era Chase, y yo estaba acostumbrada. Así que decidí darle un poco de su propia medicina.
—Chase —ronroneé—. ¿Quieres saber por qué nunca lo conseguirás? —Deslicé mi mano a lo largo de mi cuerpo.
—Dilo —dijo Chase, mirando mi pecho.
—Porque, cariño, soy un coño salvaje, y un coño salvaje no puede ser comprado. A un coño salvaje no le gusta que le lancen cosas bonitas y se espere que a cambio haga la samba en la polla de alguien. Un coño salvaje no hace tratos. Un coño salvaje vive libre y por sí mismo y lo hace donde quiere, en una cama, en un sofá, en el capó de un coche, en una caseta de baño, o contra una pared en un callejón y se ríe a todas horas. Te conozco desde hace un tiempo, Chase. Sé que nunca has tenido un coño salvaje, y sé que nunca lo harás. Un coño salvaje no folla con pollas estiradas. Yes segurísimo que no le gustan los calzoncillos de seda.
La boca de Chase se abrió.
La risa aguda de Kami hizo eco por toda la gran habitación.
—Es hora de ir de compras —dijo ella con voz cantarina.
—Consígueme algunos calzoncillos de algodón mientras estás fuera —murmuró Chase.
—¡Consíguelos tú!
—No puedo. Voy a estar todo el día masturbándome con la hermosa imagen del coño de Eva que tan amablemente me ha proporcionado.
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A cortesía de Chase, Kami y yo pasamos el día entero de compras; Kami porque podía estar de compras durante semanas sin cansarse y yo porque no quería estar en ningún lugar cerca del club.
Alrededor de las once y después de unas copas en un bar del vecindario, el conductor de Kami nos llevó a la sede del club. Tres Harleys con matrículas de Montana seguían aparcadas delante y Kami no cabía en sí de la emoción.
Yo apenas podía con mi ansiedad.
Los encontramos en la amplia sala de estar del club con varios de mis chicos Demonio y de sus chicas. Mick tenía una prostituta en su regazo y Cox se encontraba en medio de un acalorado debate con mi primo Trey. Ni rastro de Deuce. No sabía si sentirme aliviada o molesta.
Al segundo en que entramos en la habitación, Cox bloqueó a Kami.
—Nena —se quejó—. Me dejaste en mitad de la maldita noche. No he dormido bien desde entonces.
Kami sonrió.
—¿Me necesitas para sacar el aburrimiento de ti?
Cox cruzó rápidamente el cuarto, la levantó por encima del hombro y se dirigió a la escalera.
—Cristo —murmuró Mick.
—Segundo piso —grité tras ellos—. ¡Camas vacías!
—¿Frankie? —pregunté a un Demonio llamado Split.
Él sonrió.
—Se desmayó hace un rato. Nos costó a tres de nosotros llevarlo arriba.
Le di un beso en la mejilla a Split, saludé a Trey y di la vuelta para irme.
Estaba a mitad de la escalera cuando una mano grande cayó sobre mi hombro. Rápidamente me aparté de las manos de Mick.
—No vuelvas a tocarme —dije sin alterarme.
Sus cejas se dispararon hasta la línea de su cabello.
—No pretendía nada con eso, cariño. Sólo quería disculparme por lo ocurrido la última vez que nos cruzamos. Deuce es mi presidente y mi hermano y le tengo afecto, ¿me entiendes?
—Te entiendo —espeté—. ¡Pero nada de eso cambia la forma en que me trataste cuando no sabías nada de mí! Así que ten en cuenta que estás en mi club, estos son mis chicos y si jodes a alguien te enterraré yo misma.
Él bajó la mirada hacia mí.
—Te has vuelto más fuerte, nena. El fuego quema con más ardor; la vida te está pasando factura, ¿no?
Parpadeé, y fue la cara de Deuce la que vi.
«Eres una buena chica, cariño. Una chica muy buena y dulce. Prométeme que siempre serás de está manera, ¿sí? Prométeme que sin importar lo que veas, sin importar qué mierda te ocurra, nunca permitirás que esto te amargue la vida.»
No era más fuerte, ¿verdad? Definitivamente no estaba amargada. ¿Cierto? ¿Por qué de repente sentía ganas de llorar?
—Lo que sea, Mick. Sólo quédate fuera de mi camino y no jodas a mi club.
Él sonrió.
—Te entiendo, nena. Amas al club, lo entiendo, y admiro eso en una mujer. Me he enterado de lo increíble que follas a todas horas.
Lo fulminé con la mirada.
—No soy una zorra.
—¿Tú en la cama de Frankie?
—No —le respondí—. Frankie en mi cama.
Girándome sobre mis talones, lo dejé pensando en eso.
Después de volcar mis compras en mi habitación y despojar a Frankie de sus botas y pantalones vaqueros, hice mi camino abajo. Bostezando, abrí la puerta de la cocina y busqué a tientas la luz. Se encendió.
Frotándome los ojos con las palmas de las manos, caminé a la nevera, agarré una botella de Gatorade púrpura y me giré para irme.
Se me cayó el Gatorade.
Ahí estaba Deuce, apoyándose en la pared opuest, a meros centímetros del interruptor de la luz, con los pantalones en los tobillos y las manos llenas de un pelo rubio mal decolorado de una zorra. El espacio de tres años se cerró, y regresé a la cocina de Deuce viendo a Miranda rebotando en su regazo.
—¿Qué coño? —susurré con voz ronca.
La chica levantó la cabeza; Deuce la empujó de regreso y rió con amargura.
—¿Qué coño? Sales a hurtadillas de mi cama en medio de la puta noche y saltas directamente a la de Frankie y tienes el puto descaro de preguntarme, ¡¿qué coño?!
La chica se sacudió de nuevo y otra vez la empujó de vuelta.
—Perra, si vuelves a dejar de chupármela te azotaré —amenazó.
Lo miré boquiabierta.
—Eres un cerdo —me atraganté.
—Sí.
—No, en serio, eres un puto enfermo.
—Sí, cariño, lo sé.
Furiosa, disgustada, sintiéndome extrañamente traicionada y triste, y muchas otras emociones que no pude precisar porque mi mente estaba girando salvajemente, tratando de comprender y hacer frente en lo que acaba de ver, me dirigí a la puerta. La mano de Deuce salió disparada y se enganchó alrededor de mi antebrazo y me apretó tan fuerte como un vicio.
Las lágrimas ardían en mis ojos.
—¡Déjame ir!
No.
—Esto es enfermo —le susurré.
—Sí, cariño —susurró de nuevo—. No me importa una mierda.
Me jaló hacia él y me tropecé con los pies de la chica. Deuce me tiró hacia delante y caí en su pecho, justo encima de la chica.
Mi estómago fue empujado contra la cabeza de la chica y me puse a horcajadas sobre su espalda. Adelante y atrás fui con ella mientras continuaba comiéndosela.
Nuestros labios casi estaban rozándose; Deuce respiraba con dificultad, su aliento caliente tenía un fuerte olor a ron. En realidad, su ser entero olía a ron. Como si se hubiera bañado en él.
—Gritaré —siseé.
—Adelante —replicó—. En realidad, no me importa.
Dios, en realidad no lo hacía. Sus hermosos ojos parecían vacíos. Pero yo no iba a gritar. Gritar daría lugar a Deuce muerto. Y yo lo amaba demasiado como para ser la portadora de ese golpe.
—¡Déjame ir! —murmuré—. ¡Estás borracho!
—Sííí. Por tu culpa, cariño. Te quiero tanto que debes ver como duele.
Oh Dios. El dolor y la pena tan violenta se apoderaron de mi interior y mis rodillas se doblaron. Deuce me agarró por debajo de los brazos y tiró de mí hacia arriba.
Presionó su boca contra la mía, y sopló dentro.
—Dame un jodido beso, nena —susurró.
Me atraganté con un sollozo.
—Deuce —susurré a través de mis lágrimas—. Por favor, no me hagas esto. Esto es muy, muy jodido.
—Esa es la cuestión, cariño, yo siempre he estado muy, muy jodido. Por alguna maldita razón nunca lo viste. Pero ahora lo entiendes, así que cierra la puta boca y deja que te dé un puto beso y pueda fingir que esa boca caliente alrededor de mi polla es tu dulce coñito.
—Deuce, por favor...
—Sí —susurró en mi boca—. Sigue suplicando.
—Que te jodan —murmuré.
—No, nena —rechinó los dientes. Me soltó, y sus manos se dispararon en mi pelo, agarrando puñados—. Que te jodan a ti.
Metió su lengua en mi boca y apretó su agarre en mi pelo para mantenerme en el sitio. Se corrió momentos después, gimiendo y yo me eché a llorar.
—Por favor, por favor —supliqué—. Por favor, deja que me vaya.
Sus fosas nasales se dilataron.
—¿Qué deje que te vayas? —siseó.
Me empujó hacia atrás, tropecé con las piernas de la chica y aterricé con fuerza de espalda. Deuce empujó a la chica lejos de él y se subió los pantalones vaqueros. Me miró.
—He estado tratando de dejar que te vayas, lo he estado intentando durante todos estos putos años —dijo ásperamente—. Y todavía no he encontrado la manera.
Sin palabras, lo observé caminar fuera de la cocina.
La chica, que descubrí que era Lynn, la chica favorita de mi tío Joe, se pasó el dorso de la mano por la boca y me miró.
—Moteros, Eva —resopló—. Todos están locos.
—No le digas nada a Joe —susurré.
—No te preocupes, cariño.
Escuché los sonidos reveladores de los tubos de escape de Harleys gruñendo fuertemente y luego desapareciendo en la distancia. Me pregunté si esta sería la última vez que vería a Deuce. Durante cinco años me lo pregunté.
Entonces, una noche de verano no tuve que preguntármelo más.


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Mensaje por yiniva Lun 19 Jun - 14:34

mmmm, en serio a si o mas  tonta  Eva, que esperaba al ir al buscarlo que se quedaría con ella, que sería la única pf por favor, y después está el loco de Franki que aguante el de Eva, es un enfermo obsesivo, y que onda con su papá, se supone que debe querer lo mejor para su hija, aquí es todos contra todos o que, yo ya no entiendo nada.


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Mensaje por mariateresa Lun 19 Jun - 15:19

Se dan cuenta que Deuce ya tiene 48 cuando se vuelven a encontar a este paso van a terminar juntos cuando el tenga 80 y necesite geriatrico.
Dios eva no debio haberse ido y Deuce no debio haber dejado que se fuera el loco Frankie esta para siquiatrico y los Demonios no le toman el peso a su desequilibrio ni siquiera por el bien de eva.
Gravias hermos rangos


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Mensaje por Invitado Lun 19 Jun - 15:32

me uno !!! gracias !!!
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Mensaje por micafp_2530 Lun 19 Jun - 15:50

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15-Junio --> Sinópsis y capítulo 1
16-Junio -->Capítulo 2 y 3
17-Junio --> Capítulo 4 y 5
18-Junio --> Capítulo 6
19-Junio --> Capítulo 7 y 8
20-Junio --> Capítulo 9
21-Junio --> Capítulo 10 y 11
22-Junio --> Capítulo 12
23-Junio --> Capítulo 13 y 14
24-Junio --> Capítulo 15
25-Junio --> Capítulo 16
26-Junio --> Capítulo 17
27-Junio -->Capítulo 18 y 19
28-Junio --> Capítulo 20
29-Junio --> Capítulo 21
30-Junio --> Capítulo 22 y Escenas Extras


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Mensaje por micafp_2530 Lun 19 Jun - 15:52

jymm escribió:mmmm, en serio a si o mas  tonta  Eva, que esperaba al ir al buscarlo que se quedaría con ella, que sería la única pf por favor, y después está el loco de Franki que aguante el de Eva, es un enfermo obsesivo, y que onda con su papá, se supone que debe querer lo mejor para su hija, aquí es todos contra todos o que, yo ya no entiendo nada.
Jajajaja así estaba yo también, sin entender nada....  Shocked Shocked
Pero continua hasta el final y verás que vale la pena Cool


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Mensaje por Tatine Lun 19 Jun - 22:57

Gracias
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Mensaje por micafp_2530 Mar 20 Jun - 10:26

mariateresa escribió:Se dan cuenta que Deuce ya tiene 48 cuando se vuelven a encontar a este paso van a terminar juntos cuando el tenga 80 y necesite geriatrico.
Dios Dios Dios !!!
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No puedo parar de reír con este comentario.
Sin duda tienes razón, pero es demasiadoooo gracioso XD


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Mensaje por micafp_2530 Mar 20 Jun - 10:27

PotterGirl escribió:me uno !!! gracias !!!
Bienvenida hermosa !!
Muchas gracias por unirte a nosotras  Smile Smile Smile
Esperamos tus comentarios...


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Mensaje por almita Mar 20 Jun - 12:14

Gracias
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Mensaje por Atómic_Mellark Mar 20 Jun - 17:52

Lectura #2 Junio 2017 - Página 4 5i1YIAv

Deuce apagó el motor, apoyó la punta del pie y estudió la
granja que había frente a él. Mick se detuvo a su lado.
Cinco más de sus chicos siguieron su ejemplo.
—¿Estás seguro sobre esto, Prez? —preguntó Destripador,
inclinándose hacia delante sobre el manillar.
Incluso en la oscuridad, Deuce podía ver el feo aspecto de los
cortes que desfiguraban todo el lado derecho de la cara de Destripador.
Sin el ojo derecho y el lado derecho de su boca cortada, congelaba su
cara en una fea mueca. Su pecho era peor. Todo fue cortesía de Loco
Frankie, quien se peleó con él un par de años atrás. A Frankie le
gustaba torturar antes de matar. Afortunadamente, Destripador logró
escapar antes de que el hijo de puta pudiera asesinarlo.
—¿Cómo puedes preguntar eso? —dijo Mick—. ¿Después de la
putada que te hizo?
Destripador se encogió de hombros. —No me malinterpretes,
Mickey, quiero al hijo de puta muerto más que ninguno de ustedes.
No estaba tan seguro de eso.
—Solo estoy cuidando del club. Hacemos esto, se lo hacemos a
Frankie, y estamos en guerra con Predicador. En guerra a más no
poder. Esta mierda no será fácil; será completa y jodidamente peligroso.
Miró de nuevo la casa. La música estaba a todo volumen; motos y
unas pocas camionetas cubrían el césped. A través de las ventanas
iluminadas podía ver a la gente bailando con cervezas en las manos.
Era una típica fiesta de la Sección Principal.
Pero él no estaba aquí de fiesta; estaba aquí para matar al
vicepresidente de los Demonios Plateados.
Volvió a mirar a sus hermanos. —Estamos todos de acuerdo o nos
vamos.
Tag, ZZ, Cox, Mick y Jase le dieron su visto bueno. Miró a
Destripador.
D
Página100
Destripador se quedó mirando la casa. —Tenemos los hombres
para ir en contra de Predicador. Tenemos las conexiones, el dinero, a
los Rusos, incluso tenemos a algunas de las conexiones de Predicador
para ir en su contra por el precio apropiado, así que al diablo. Vamos a
hacerlo. Ya es hora de que alguien terminé con el perro rabioso.
Deuce asintió con la cabeza hacia Cox. —Tú y yo vamos a entrar.
Tag y ZZ por la parte de atrás. Mick y Jase por en frente y
Destripador… joder, tú solo espera. Te traeré al hijo de puta directo a ti
y podrás destriparlo como el puto cerdo que es.
Destripador sonrió con su sonrisa medio deformada. —¿Estás
seguro de que sabes cómo provocar a un tipo, Prez?
Él se metió un cargador extra en la parte de atrás de sus
pantalones de cuero. —Lo intento —dijo secamente.
Agarró el brazo de Cox antes de entrar. —Recuerda, tenemos que
ser indiferentes. Frankie sabe que tenemos rencor. Haz como que estás
aquí para la fiesta. Empieza a beber, solo no te emborraches demasiado
o agarra algún coño, pero mantén un ojo en tu teléfono.
—Está hecho.
No era difícil agarrar a una mujer en una fiesta de la Sección
Principal; por lo general era gratis para todos. Pero Cox, siendo Cox—
cabeza afeitada y perforado en todas partes, cada jodido lugar, cubierto
desde el cuello hasta los tobillos con tatuajes, atraía a las mujeres en
masa. El chico ni siquiera tenía que curvar su dedo. Ellas aparecían
mágicamente de rodillas frente a él.
Entraron y se separaron. El lugar estaba lleno del todo con los
Demonios. Vio a unos pocos Demonios Rojos deambulando y una
saludable mezcla de nómadas, pero joder, la mayoría eran de Demonios.
Fue directo a la cocina, agarró una bebida, empujó a una puta
drogadicta que se había agarrado de él, y empezó a caminar alrededor,
analizando la situación general del lugar.
—Jinete —gritó una voz familiar. Una mano carnosa golpeó su
hombro.
Él se volvió y se enfrentó al gilipollas de casi doscientos kilos
cubierto de sudor.
—Tiny —dijo de manera plana.
—¿Qué haces en Virginia?
—Pasaba por aquí.
—Has tenido suerte, hermano. Aquí abundan los coños. Conseguí
azúcar, también.
Jodidos idiotas. Esnifar lo que se supone que se está vendiendo.
Jo-di-dos i-dio-tas. 
Página101
—Ve a conseguir algún coño primero. Has estado en la carretera
durante semanas. ¿Vas a estar por aquí?
Tiny golpeó su bíceps. —Córrete y ven a buscarme. Tengo un
negocio en marcha en el que podrías estar interesado.
Rodando los ojos, volvió a su camino, pasando por encima de
borrachos follados y más borrachos follando. Cuando llegó a la parte de
atrás, un pórtico cerrado que iba a lo largo de la casa, dejó de andar y
comenzó a mirar fijamente.
Apoyándose casualmente contra la pared, justo en el medio de
una larga línea de Demonios estaba el Loco Frankie. Y no, sus ojos no
se habían vuelto menos locos. Pero ahora no le importaba sobrepasar
los límites.
Tenía el pelo largo y castaño recogido atrás en una coleta,
mostrando un tatuaje de telarañas en su cuello intercalado con gruesas
y extensas cicatrices. Su barba era larga y andrajosa, y los músculos
sobresalían de la ceñida camiseta de Van Halen que vestía.
Él debía de sacarle dos centímetros a Frankie, pero
corporalmente, estaban igualados.
Y con el gilipollas estando tan loco como estaba, Deuce no estaba
seguro de quien ganaría a quien.
Frankie y sus locos ojos estaban fijos en algo al otro lado de la
habitación. Siguió su mirada.
Joder.
Una camiseta de Harley Black, el cuello cortado de forma que
dejaba al descubierto su hombro, exponiendo un nuevo tatuaje, un
colorido collage de flores. Sus pantalones eran de cuero, ajustados, y en
sus pies tenía uno brillantes Chucks plateados. Su pelo oscuro y
ondulado había crecido aun más, llegando casi hasta su culo. Había
ganado algo de peso, nada de eso malo. ¿Cuánto tiempo había pasado
desde que la había visto por última vez y se había comportado como un
jodido imbécil? ¿Cuatro años? ¿Cinco? Ella debía de tener alrededor de
treinta ahora. No los aparentaba. Si no la conociera, él pensaría que
estaba a principios de los veinte.
Él aún la quería. Joder. Tanto.
Volvió a mirar a Frankie, cuya mirada no se había movido, cuyo
cuerpo no se había movido. Cada centímetro de él estaba sólidamente
concentrado sobre Eva.
Loco. Jodido, espantoso loco.
Eva levantó la vista de su conversación con otra mujer, de más
edad, de apariencia maltratada, llevando puestos unos tacones de
stripper, definitivamente una puta de la Sección Principal, y su mirada
atrapó la de Frankie. Joder, los ojos de Frankie ardieron con posesión…
y locura.
Página102
Eva le tendió su cerveza a la mujer a su lado y se dirigió hacia
Frankie. El jodido loco nunca quitó sus ojos de ella, mirándola como un
buitre cuando está esperando a que algo muera.
Cuando lo alcanzó, su mano envolvió la muñeca de ella y la
apretó contra él. Bajó la cabeza, su boca cubriendo la suya, y la devoró,
joder. Los brazos de Eva rodearon su cuello; presionó su cuerpo contra
el de él y le devolvió el beso igual de duro.
Los miró fijamente, sus puños apretados y su pecho doliendo con
algo feroz.
Frankie apartó a Eva.
—Tengo negocios, nena —gritó sobre la música—. Espérame en
este mismo jodido lugar hasta que vuelva, o recibirás un azote que
sabes que no quieres. Y yo no quiero dártelo, pero joder, lo haré si no tú
no me escuchas.
Asintió. Ella solo asintió, joder. Frankie se alejó y desapareció por
la puerta de atrás.
Dándose la vuelta, buscó su teléfono del bolsillo y marcó a Cox. El
hermano respondió al primer timbrazo, respirando fuerte. El sonido de
piel chocando rápido contra piel llegó a través del teléfono fuerte y claro.
—¿Si?
—Tenemos problemas.
—Joder. ¿Qué es?
—Eva.
—¿Está aquí?
—Sí.
—Joder.
—Sí.
—¿Está Kami aquí?
Deuce cerró los ojos. ¿QUÉ COJONES?
—No, idiota. Kami no está aquí.
—Maldita sea.
—Cox, llama a los chicos. Que se queden con Destripador hasta
que resuelva esta mierda.
—Lo tengo.
Empujó de nuevo el teléfono en su bolsillo y se fue de la forma en
que llegó. Después de coger otra cerveza, se dirigió hacia la puerta de la
cocina. La puerta acababa de cerrarse detrás de él cuando sintió el
cañón de un arma presionado contra su sien. Sobresaltado, dejó caer
su cerveza.
Página103
—¿Qué pasa, cabrón? ¿Crees que no te vi mirándome? ¿Crees que
no sé qué estás aquí por mí? ¿Has estado esperando una oportunidad?
Supuse que no te importó una mierda que desfigurara a tu chico, pero
aquí estás, causándome problemas. Te tomó bastante tiempo.
No dijo nada. No había nada que pudiera decir que hiciera que un
hombre como Frankie diera marcha atrás. Tenía que pensar deprisa o
estaba muerto. Frankie no perdía el tiempo. Así que jugó la única carta
que tenía. Eva.
—Vi a tu mujer allí dentro, Frankie; tiene un aspecto jodidamente
bueno.
El cañón presionó más duro. —Es mi esposa y tú no deberías
estar mirándola. Las personas que la miran consiguen una muerte
rápida.
Esposa. Cristo.
Se encogió de hombros. —¿Alguna vez te habló sobre nosotros?
Frankie se tensó. —No hay una mierda que contar —gruñó.
Perfecto. Tan perfecto. El idiota ni se lo esperaría.
—La primera probada no fue tuya, chico. Esa fue toda mía, joder.
En la barbacoa de los Demonios, hace casi catorce años. Justo después
de que ella te rechazara, tuve a tu perra contra la pared, una mano en
su teta, dos dedos en su interior y la lengua empujando tan profundo
en su garganta que podía probar el latido de su corazón. A la perra le
encantó, estaba lista para entregarse y que la follara allí mismo. Ni
siquiera recordaba tu puto nombre porque estaba jadeando el mío. Su
primera follada, fue mía también. La desnudé y la follé en un callejón
bajo una lluvia torrencial; tuve su jodida «primera vez» para mí.
Frankie aspiró tanto aire que Deuce sintió que el mundo se
secaba. Hora de golpear al mamón.
Golpeó su codo contra el pecho de Frankie, simultáneamente
agarró el cañón del arma, y entonces aferró el brazo de Frankie y lo
retorció, inmovilizándolo en una llave inglesa contra el suelo. Con una
mano agarrando el antebrazo de Frankie puso su bota sobre el hombro
del hijo de puta y tiró. El cabrón ni siquiera gritó cuando su hombro se
dislocó. Ni siquiera se inmutó.
Loco. Tan jodidamente loco.
Presionando la propia arma de Frankie contra su frente, se
inclinó sobre él.
—¿Sabes por qué sé que fui el primero para ella? ¿Aparte de que
estaba más apretada que un maldito tornillo? La zorra cayó sobre sus
rodillas después de que se corriera y chupó la sangre de su propio coño
de mi polla. Ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, pero la puta lamió
mi verga hasta limpiarla y me dejó correrme en su boca. Así que no
importa cuántas veces has tomado ese viaje, porque yo poseo esa jodida 
Página104
mierda. Puedes atragantarte con eso mientras tus sesos se derraman
por todas partes.
—Si me matas —dijo Frankie silenciosamente, extrañamente
tranquilo—, matarás a Eva.
Él parpadeó.
—¿Qué?
—Eva. Yo muero, ella muere.
—¿Cómo coño sería posible eso?
Sonrió. —Como regalo de bodas la mandé matar. Yo muero, ella
muere. Juntos a mi lado en vida, juntos a mi lado en la muerte. Como
debe ser.
Él. Sólo. Le miro fijamente.
Fijamente.
No había mucho en este mundo que pudiera escandalizarle.
Había visto demasiada mierda en sus cuarenta y ocho años de vida, la
mayoría de los cuales le habían sucedido a él personalmente. Y le había
sucedido tan a menudo que cuando se encontraba con alguna mierda
no se sorprendía. Pero esto, Frankie diciéndole con total seriedad que
había contratado a quien matara a Eva, su obsesión de toda la vida, su
maldita esposa, le conmocionaba.
También le dijo que Frankie necesitaba morir. Él solo no sabía
cómo tratar con eso con la vida de Eva en juego. Aún.
Con el arma de Frankie aún apretada contra él, sacó su teléfono
móvil y llamó a Mick. Dos de sus chicos aparecieron a su lado formando
un círculo alrededor de Frankie. Mantuvo su palma en alto, diciendo
silenciosamente que no debían eliminar a Frankie.
—Levántate, idiota, joder —gruñó Destripador.
Frankie se puso en pie, su brazo colgando lánguidamente a un
lado. Les dio la espalda y se colocó de lado contra la casa. Con un tirón
y un empujón su hombro volvió a encajarse. Todo el mundo lo miró
fijamente. El hijo de puta tenía bolas de acero.
Frotándose el hombro se centró en Destripador. —Bonita cara,
basura. Si yo fuera tú me dejaría aniquilar. Ahora vas a pasarte el resto
de tu vida pareciendo Freddy Krueger.
El arma de Destripador empezó a temblar en su mano. Jase le
sujetó la muñeca y bajó su brazo.
Frankie sacudió la cabeza sonriendo. —Maricas. Llorando por
cicatrices y pareciendo niñas perdidas.
Frankie se volvió hacia él. —Así que he estado consiguiendo las
sobras de los Jinetes todos estos años. La puta al menos escogió al Prez
de la Sección Principal, joder.
Página105
Él, furioso, dio un paso hacia delante.
La mano de Mick cayó sobre su hombro y apretó. —Nos está
provocando, Prez —susurró—. El jodido loco quiere que uno de nosotros
de un paso hacia él.
Frankie agarró un cigarrillo de detrás de su oreja y sacó un
mechero de su bolsillo delantero, obviamente los siete hombres se
tensaron, listos para disparar.
Tomó unas pocas largas caladas antes de hablar otra vez.
—Sabía que no era virgen cuando la tomé por primera vez. Lloró
como una, pero no lo era. Nunca me dijo quién la forzó. He estado
intentando que se diera por vencida durante varios años. No lo hizo
porque sabe que los mataría.
Su pecho se apretó. Ella le estaba protegiendo del puto Frankie.
No sabía si sentirse insultado porque pensaba que necesitaba ser
protegido de éste mierda o hacer un maldito baile porque obviamente la
mujer aún se preocupaba por él.
—Eres jodidamente retorcido —escupió ZZ.
—No importa lo jodido o retorcido que sea —siseó Jase—.
Acabaremos con él.
Frankie les ignoró. —Ahora que sé que fuiste tú, todo tiene
sentido ahora. La puta llora en sueños, dice una mierda que no
entiendo, pero siempre agarra esa puta medalla que lleva alrededor del
cuello y se aferra a ella. Nunca pensé mucho sobre eso, pensé que la
había tenido toda su puta vida, pero tú se la diste, ¿verdad?
No dijo una palabra, pero no hacía falta. Frankie lo sabía.
—Sí —dijo Frankie—. Tienes que saber, Deuce, que esa mierda no
está bien conmigo.
Tap rió. —¿Por qué coño debería a él importarle si esa mierda está
bien contigo, jodido imbécil? Él no es el hijo de puta que tiene siete
cañones apuntándole a la puta cabeza.
Frankie, como de costumbre, no parecía preocuparse por nada
más que por Eva.
—Me imagino que va a importarle cuando le arranqué las tripas y
haga que Eva las coloque como una cadena en nuestro árbol de
Navidad.
—Sí, colega —murmuró Tap—. Eres jodidamente normal.
La cabeza de Frankie azotó hacia la izquierda y clavó su mirada
penetrante en él hasta que Tap dio un paso atrás.
—¿Prez, qué coño esperamos? —dijo Tap cautelosamente—. Solo
vamos a matarlo, joder.
Página106
Frankie sonrió. Una malvada, sádica sonrisa que envió escalofríos
por su columna.
—Su Prez no va dejar que me maten —dijo Frankie arrastrando
las palabras—. ¿Verdad, Prez?
—No —dijo rotundamente—. No lo voy a hacer.
—¡Qué mierda! —gritó Tap—. Mira la cara de tu chico.
Miró a Frankie sin sentir nada excepto odio. —Él muere, Eva
también. El cabrón colocó algún jodido paquete de muerte en ella.
—Joder —exhaló Jase.
—Entonces, no podemos matarle —dijo Destripador, sacando su
teléfono móvil—. Pero no le permitiremos irse para que pueda empezar a
decorar árboles de Navidad otro día.
—Oye, Gina, nena, es Destripador… si nena, lo sé… nena…
espera, yo… no, joder, lo lamente… NENA… sí, a través de un jodido
mensaje de texto, ¿qué cojones querías? ¿Un telegrama cantado…?
¿Cierras la puta boca y me escuchas? Te necesito para ejecutar a
Frankie Deluva y dime que lo tienes.
Frankie, pareciendo aburrido, se apoyó contra el lateral de la
casa, sonriendo a la nada.
Destripador sostuvo el teléfono apartado de su oreja y miró hacia
él. Cuando Gina dejó de gritar, volvió a poner el teléfono contra su
oreja. —Deluva, D-E-L-U-V-A… bien.
Hubo una larga pausa durante la cual Destripador empezó a
sonreír. —Jodidamente dulce… perra. Joder, ahora mismo te amo…
Otra larga pausa. —Oh, Cristo, Gina, joder, no empieces otra
vez…
Deuce agarró el teléfono y pulsó “Colgar”. —¿Te importa
compartir? —gruñó.
—La perra ha dicho que tiene órdenes de arresto pendientes por
asalto y es buscado para interrogarlo por dos casos de asesinato. Ella
está fuera, como a seis horas de aquí, así que le está pasando la oferta
a algún tipo llamado Crank. Debería estar en unos cinco minutos.
Ni en un millón de años habría pensado que estaría feliz de que
Destripador estuviera jodiéndose a una cazadora de recompensas, ya
que todo su club estaba sumergido en mierda ilegal. Sin embargo, tuvo
sus ventajas.
—Tap, a la puerta del frente. Jase, a la de atrás. Asegúrense de
que esté cerrada hasta que consigamos resolver esto. —Lo último que
necesitaban era un enfrentamiento entre Demonios y Jinetes.
—Y Destripador, deshazte de Nikki y pon a esa jodida puta pateaculos
en la parte de atrás de tu moto.
Página107
—Sí, amigo —dijo Mick—. Nikki es una puta.
Destripador se encogió de hombros. —Sí, pero tiene tetas
enormes.
ZZ se atragantó con su risa. —Joder, porque tú pagaste para que
fueran grandes.
Destripador le enseñó el dedo corazón. —Gina siempre está fuera.
Nunca sobre mí, joder. ¿Qué cojones follaría mientras tanto?
Él se rio. —¿De verdad vas a quedarte ahí y decirnos esa mierda
sobre que no follas a nadie además de a Gina y Nikki? Que puta
tontería. Incluso desde que tu cara está toda jodida las putas caen a tus
pies queriendo hacer que todas tus heriditas mejoren. Joder, veo tu
pene tanto que pensaría que soy yo quien las está follando.
—Sí, amigo, nunca guardas esa puta cosa.
Destripador miró fijamente a ZZ y éste se encogió de hombros. —
¿Qué? Estoy enfermo de verlo.
—¡Tap!
—¿Prez?
—Averigua a quién compró Frankie para el golpe de Eva. Utiliza
todo lo que tengas, a los putos Rusos, a los putos Japoneses, dinero en
efectivo y todos mis jodidos favores, no me importa una mierda, solo
encuéntralos y acaba con ellos.
—Estoy en ello —Tap sacó su móvil y se fue.
—¿Prez?
Se dio la vuelta y se encontró a Jase al lado de Eva. Ella estaba
mirando a Frankie con lágrimas en sus ojos.
Mierda.
—Ella salió —explicó Jase—, buscando a Frankie. Te oyó, Prez.
—¿Pusiste un golpe sobre mí? —susurró.
Frankie ya no sonreía más. Eva dio un paso hacia él y Cox se
interpuso entre ellos, presionando el cañón de su pistola dentro de la
garganta de Frankie. —No te acerques a él, Foxy.
—¿Por qué, bebé? —susurró—. ¿Es que no te he dado todo lo que
necesitabas?
Frankie parpadeó. —Joder, no llores, nena —dijo en voz baja—.
No intentaba herirte, solo te quería conmigo para siempre. Carajo, no
puedo dormir sin ti, y morir es dormir para siempre. No puedo dormir
para siempre sin ti.
Las lágrimas de Eva se derramaron y Frankie se tensó.
—Te amo mucho, nena —susurró Frankie—. Pensé que querrías
estar conmigo para siempre.
Página108
Dejando escapar un grito estrangulado, Eva alargó la mano hacia
él. Él se lanzó hacia adelante para agarrarla, pero ZZ fue más rápido. La
atrapó por la cintura y empezó a arrastrarla hacia atrás.
—¡No! —gritó, agitándose—. ¡Dejarme ir con él!
Viendo a Eva preocuparse y luchando, la cara de Frankie se volvió
hielo, y sus ojos se posaron a Cox. Esta mierda estaba a punto de
explotar.
—¡COX! —gritó. El jodido loco agarró la pistola, golpeó a Cox con
la culata, entonces se dejó caer de rodillas. Un rápido golpe a las bolas
de Cox y luego Frankie estuvo de pie, apuntando, no a Cox, si no así
mismo.
No pensó, solo reaccionó, se lanzó directamente a por Frankie y
rodaron.
A pesar de los golpes que Frankie le asestó en el hombro, Deuce
fue capaz de ganar la mano y logró inmovilizarlo boca abajo en el suelo.
Cox estaba tendido en el suelo, sujetándose la entrepierna,
quejándose de que no iba a poder follar otra vez. Eva estaba gritando
histéricamente y luchando violentamente, y ZZ apenas podía
controlarla. Esto era un jodido desastre.
—Voy a encontrar una manera de acabar contigo, cabrón —
susurró en el oído de Frankie.
Frankie se rió.
Y aún estaba riéndose cuando un par de faros giraron en la calle
y se dirigieron al camino de entrada.
Crank era un tipo grande. Un ex marino que no tenía problemas
en quitarle a Frankie de sus manos y esposárselas a la espalda. No era
el final que prefería, pero era mejor que nada, y mantendría a Eva a
salvo hasta que pudiera averiguar a quién contrató Frankie en su red
de locura.
Y hablando de locos…
—¡NO! —grité, luchando por liberarme mientras se llevaban a
Frankie—. ¡DIOS, NO! ¡No puedes hacer esto! ¡Él no sobrevivirá!
Frankie no podía ir a la cárcel. No duraría. No podría dormir, no
podría relacionarse con los demás; era una receta para el desastre.
—Bien —se burló Mick—. Vamos a esperar a ver si dura cinco
malditos segundos.
Página109
Sacudí la cabeza en dirección a Mick. —¡Pedazo de mierda! —
grité—. No puedes por una vez callarte tú enorme puta boca. Siempre
metiéndote en los asuntos que no tienen nada que ver contigo.
—No te pases, Eva —gruñó Deuce.
Dejé de luchar y lo miré fijamente. ¿Había perdido el juicio? Mi
marido estaba siendo enviado a su muerte, ¿y él me decía que no me
pasara? Oh, infiernos no.
Dejé escapar un grito espeluznante y retorciéndome fuera del
agarre de ZZ, me dirigí directamente hacia Deuce.
—¡Que te jodan! —grité, dándole bofetadas, puñetazos y
arañándole en cualquier parte con la que entrara en contacto—. Tú,
estúpido pedazo de mierda.
No tardó mucho en reducirme. Montándose a horcajadas sobre
mis caderas e inmovilizando mis muñecas por encima de mi cabeza, me
miró fijamente. Felizmente noté su labio hinchado, su nariz sangrante y
su mejilla arañada.
—¿Qué coño, Eva? —rugió—. ¿Descubres que tu hombre puso un
golpe sobre ti, y me estás atacando?
Yo estaba más allá de la preocupación, más allá de la furia, más
allá del daño. Me sentía tan impotente, destruida, desgarrada por las
costuras y por todas partes en el medio. Había estado cuidando de
Frankie durante tanto tiempo, y estaba tan cansada, pero no era su
culpa que estuviera enfermo, que no pudiera ver las cosas del modo en
que otras personas lo hacían.
En cuanto a Deuce, ¿quién demonios se creía que era?
—¿Quién cojones te crees que eres? —grité.
—Estoy bastante seguro de que soy el gilipollas que está
intentando salvar tu jodida vida, estúpida perra.
—¿Estúpida perra? ¡Estúpida perra! No me hagas ningún favor,
¡vete a la mierda! Nunca he necesitado tu ayuda y seguro como la
mierda que no la necesito ahora.
Ojos azules ardiendo, él bajó su cara hacia la mía. —Perra —
gruñó—, vinimos aquí a enterrar a tu puto hombre. ¿Qué coño habría
ocurrido si él no nos hubiera hablado acerca del golpe? ¿Eh?, ¿Qué,
perra? Dímelo, joder.
Reuní tanta saliva como pude y le escupí en la cara. —¡Qué te
jodan! —grité y le di un cabezazo. Mi visión nadó. Definitivamente esto
no era tan genial como parecía en las películas. Deuce pusó mis
muñecas en una sola de sus manos y pego la otra palma en mi frente
para mantener mi cabeza baja.
—¿QUÉ COÑO HAS HECHO? —rugió.
Yo estaba muy lejos de haber terminado.
Página110
—La última vez que te vi una puta de club te estaba chupando la
polla y tú estabas intentando hacerlo conmigo al mismo tiempo. La vez
anterior a esa te encontré en la cocina con una puta medio desnuda en
tu regazo solo unas pocas horas después de que me follaras. ¡Eres puta
basura, Deuce! ¡Puta basura! ¿Qué coño te hace pensar que estaría
agradecida por ninguna mierda?
Los ojos de Deuce estaban desorbitados; su cuerpo estaba
temblando con furia. Tener a un pesado asesino de sangre fría sobre ti
con una expresión de muerte debería hacer que cualquier persona
normal sintiera miedo, pero yo estaba tan lejos. La adreanlina pura es
más poderosa que cualquier droga callejera. Y yo estaba volando sobre
una jodida montaña.
Ni siquiera el frío acero del arma de Mick presionando en mi
mejilla podía hacer que me arrepintiera.
—No te pases, jodido coño —gruñó.
—Una mierda voy a hacerlo —susurré—. Joder, te desafío, tú,
estúpido, maldito pedazo de mierda. Acaba con todos los Demonios del
jodido país. ¡Adelante, estúpido, gilipollas de mierda!
—Joder, da marcha atrás, Eva —bramó Deuce.
Miré de nuevo a Deuce. —Dile que lo haga —susurré—. Pero,
permíteme cerrar los ojos primero. No quiero que tu jodida fea cara sea
la última cosa que he visto.
Las fosas nasales de Deuce se dilataron.
Y eso fue la última cosa que vi… por un rato.


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Mensaje por yiniva Mar 20 Jun - 18:32

cada día me sorprende más está lectura, Deuce queriendo salvar a Eva y ella queriéndose quedar con Frankie, Frankie será todo lo que ustedes quieran pero solo vive para Eva, para él siempre a sido ella.


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Mensaje por Dai Mar 20 Jun - 19:36

No se que relación es peor, si la de mi amor Deuce y Eva o la de Eva con el psicópata hijo de puta de Frankie. Que digo, obvio que la de Frankie, al menos Deuce no tuvo que violarla y forzarla a estar con él.
Dicho esto,  me encanta Deuce.  Es un hijo de puta, mujeriego y todo pero Dios, lo amo en especial cuando sale con su "nena" me derrto completamente jajaja. También  me gustan Cox y Ripper (me niego a decirlo en español), Jase y hawk que no lo hemos visto mucho y ZZ. Porque ZZ es AMOR.
Eva es lo máximo, Kami esta loca y como dice Deuce es una puta, pero es una demasiado genial, siempre esta con Eva. 


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Mensaje por Dai Mar 20 Jun - 19:41

jymm escribió:cada día me sorprende más está lectura, Deuce queriendo salvar a Eva y ella queriéndose quedar con Frankie, Frankie será todo lo que ustedes quieran pero solo vive para Eva, para él siempre a sido ella.

Si, pero... El violó a Eva, y la forzó a estar con él. Esta loco


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Mensaje por Tatine Mar 20 Jun - 21:06

gracias, Frankie esta re loco
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Mensaje por Veritoj.vacio Mar 20 Jun - 22:23

Primero, yo tambien pense que cuando fue a ver a Deuce ya se iba aquedar, y despues todo lo que hace Frankie y todavia lo defiende?
Aunque esta interesante la lectura sigue sin gustarme mucho el romance oscuro, de verdad no entiendo sus decisiones


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Mensaje por mariateresa Miér 21 Jun - 4:28

Gracias Ross
Eva lo que tiene es sindrome de estocolmo lo que siente Frankie no es amor es obsesion si hasta la maltrata y ella lo justifica la controla grrrr odio a frankie.
Que muera pronto


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Mensaje por micafp_2530 Miér 21 Jun - 10:21

jymm escribió:cada día me sorprende más está lectura, Deuce queriendo salvar a Eva y ella queriéndose quedar con Frankie, Frankie será todo lo que ustedes quieran pero solo vive para Eva, para él siempre a sido ella.
Aún te gusta Frankie?! En serió?!
Pero está locooo !!!
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Mensaje por micafp_2530 Miér 21 Jun - 10:43

Dai Alvarado escribió:
No se que relación es peor, si la de mi amor Deuce y Eva o la de Eva con el psicópata hijo de puta de Frankie. Que digo, obvio que la de Frankie, al menos Deuce no tuvo que violarla y forzarla a estar con él.
Dicho esto,  me encanta Deuce.  Es un hijo de puta, mujeriego y todo pero Dios, lo amo en especial cuando sale con su "nena" me derrto completamente jajaja. También  me gustan Cox y Ripper (me niego a decirlo en español), Jase y hawk que no lo hemos visto mucho y ZZ. Porque ZZ es AMOR.
Eva es lo máximo, Kami esta loca y como dice Deuce es una puta, pero es una demasiado genial, siempre esta con Eva. 
Ahhh !!! Encontré alguien de mi team !! Very Happy Very Happy Very Happy 
yo también me niego a decirle a Ripper destripador, es que ni siquiera le quedaaaa !!!!
Bueno, no sé, a mi me parece tan bonitoo  Razz Razz


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Mensaje por micafp_2530 Miér 21 Jun - 10:53

Veritoj.vacio escribió:Primero, yo tambien pense que cuando fue a ver a Deuce ya se iba aquedar, y despues todo lo que hace Frankie y todavia lo defiende?
Aunque esta interesante la lectura sigue sin gustarme mucho el romance oscuro, de verdad no entiendo sus decisiones
Tranquila Vero !! Tómalo con calma...
Yo también al principio no entendía sus decisiones, pero luego te das cuenta de muchas cosas. Y por lo menos yo, me enamoré de todos los hombrecitos moteros que salen aquí.
Razz Razz Razz


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Mensaje por micafp_2530 Miér 21 Jun - 10:58

mariateresa escribió:Gracias Ross
Eva lo que tiene es sindrome de estocolmo lo que siente Frankie no es amor es obsesion si hasta la maltrata y ella lo justifica la controla grrrr odio a frankie.
Que muera pronto
Yo también odio a Frankie, pero creo que solo está transtornado por todo lo que le tocó vivir de pequeño, creo que está enfermo y de alguna manera está pidiendo a gritos ayuda.  No  Hasta me da un poco de lastima.
Lo que no entiendo es como el papá de Eva no se da cuenta de todo lo que está sucediendo, como no le pone un alto, después de todo ella es su hija!  pale pale pale


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Mensaje por micafp_2530 Miér 21 Jun - 11:09

Buenos días !! Very Happy
Como saben, hoy nos seguiremos adentrando en esta historia, en lo personal me está gustando muchoo...
Aunque Frankie se me hace bastante psicópata.
Pero bueno, hoy leemos...
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Mensaje por micafp_2530 Miér 21 Jun - 11:26

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Deuce salió aireado de la oficina de un motel anónimo con tres llaves. Le tiró una a Mick y otra a Jase.
—¿Qué diablos? —Se quejó ZZ—. Sólo hay dos camas en la habitación.
—Te toca en el suelo —dijo Destripador.
—Jódete —espetó—. Tú y Cox deberían compartir; no es como que no compartieran todo lo demás.
Destripador sonrió.
—Los mejores dos días de mi vida.
—Hablando de Kami… —Cox miró a Eva, quien estaba desmayada en sus fríos brazos—. ¿Prez?
Él negó con la cabeza.
—Si ella despierta y está conmigo la cosa se pondrá fea. Soy el último maldito idiota al que quiere ver.
Mick maldijo.
—¿Por qué diablos no la dejamos allá?
—Amigo —dijo Jase—, ¿dejarías a una mujer inconsciente en una maldita fiesta de sexo? Podrías dejarle también un puto letrero que dijera: “Culeadas gratis para todos.”
—¿A quién diablos le importa? —gruñó Mick—. ¡La perra ni siquiera agradeció que intentáramos salvarla! ¡Debí golpearla más fuerte, así no tendríamos esta discusión!
Sabía que sus chicos discutían, pero no les prestaba atención. Él estaba mirando fijamente a Eva, colgando débilmente en los brazos de Cox, reproduciendo en su mente todo lo que le había dicho, una y otra y otra vez.
¡Eres puta basura, Deuce! ¡Puta basura! ¿Qué coño te hace pensar que te estaría agradecida por NINGUNA MIERDA?
Era Eva a quien había estado viendo, pero era su padre la voz que escuchaba.
Que maldita coincidencia. La última vez que había visto a su viejo fue la primera vez que vio a Eva. Su sangre se heló. Era el medallón de su viejo alrededor del cuello de Eva.
El imbécil aún seguía allí, arruinando su puta vida. Arruinando la relación con la única mujer que le había importado.
Sólo habían pasado unos pocos momentos juntos. Aquí y allá, algunos buenos, la mayoría dolorosos. No tenía sentido. Ellos no tenían sentido. Él debió haberla dejado ir hace mucho tiempo. Pero no pudo. Y aún no podía. Porque no quería. Porque él la amaba.
Llamó a Predicador.
—¿Sí?
—Soy Deuce.
—¿Qué mierda quieres?
—Frankie fue traicionado. Le conseguimos un boleto sólo de ida ésta noche. Lo habríamos enterrado, pero resulta que tu chico le pagó a alguien para que la mate. Si a él lo entierran, ella se va con él. ¿Sabías eso?
Silencio.
—Mierda —espetó Predicador.
—Sí. Tengo a mis chicos trabajando mis conexiones, intentan encontrar a quién contrató. No va a ser fácil; dudo que Frankie dejara pruebas en papel y los sepultureros no son exactamente comunicativos.
—¡MIERDA! —gritó Predicador. Él alejó el teléfono de su oreja y lo miró mientras Predicador maldecía y gritaba disparates y quebraba todo, así sonaba, a unos kilómetros del él. Resulta que el temperamento colérico es de familia.
—Jinete —dijo con voz áspera al teléfono—. ¿Dónde mierda está mi hija?
—La tengo conmigo. Tengo a seis de mis hombres. Ella está a salvo.
—Bien —gritó—, déjame hablar con ella.
Deuce miró a Eva. Aún estaba inconsciente.
—Está durmiendo. Y no quiero despertarla. No está muy feliz sobre lo que pasó.
Mick resopló.
—Eso es quedarse corto —añadió Cox.
—Sí —murmuró Predicador—. Ya lo creo.
—Predicador, cancelamos el golpe de Eva, y si Frankie no está enterrado en una semana, yo lo haré.
—Ya hablaremos. Por ahora Frankie está encerrado, y tengo a un asesino que encontrar. Justo ahora, sólo cuida de mi chica.
—Predicador —gruñó—. Frankie terminara bajo tierra.
—¡Es mi hijastro de quién estás hablando! ¡Este es un asunto familiar y yo voy a mantenerlo de esa manera! ¡Ahora, cállate la maldita boca y trae a mi chica a casa, o yo te voy a enterrar bajo tierra!
Predicador colgó.
Jesús. Locos. Por todas partes.
Lectura #2 Junio 2017 - Página 4 Separa15

Gruñendo, me di la vuelta, agarrándome la cabeza. ¿Dónde demonios estaba? ¿Por qué mi cabeza se sentía cómo si el Increíble Hulk hubiera bailado sobre ella?
¿Me tomé… tres cervezas? No lo suficiente como para tener una resaca de ésta magnitud.
Con una mano sosteniendo mi frente, estiré la mano en la oscuridad. Bueeeno. Estaba en una cama con mantas ásperas y baratas y un edredón de nylon.
¿Frankie y yo nos vinimos a un motel? ¿Por qué Frankie y yo vendríamos a un motel por una noche cuando allí estaba la Sección Principal donde podíamos quedarnos?
—¿Frankie? —gruñí, haciendo una mueca cuando mi propia voz resonó dolorosamente dentro de mi cráneo.
Sin respuesta.
Me moví alrededor de la cama hasta que sentí el borde. Cuidadosamente, sin sacudir mi cabeza, balanceé mis piernas por un lado hasta que encontré el suelo. Abrí un párpado. A mi izquierda, un pequeño reloj leía 2:43 am. Me acerqué lentamente y exploré alrededor hasta que encontré una lámpara.
La encendí.
Sip. Un motel. Uno de quinta, además. Las paredes de color anaranjado oscuro y edredones estampados con flores. Una alfombra que probablemente había sido nueva en los setentas y muebles que habían tenido mejores días.
Protegiendo mis ojos, me dirigí a la puerta. La cerradura con cadena no estaba puesta, así que agarré la perilla tambaleante, le di vuelta, y abrí la puerta.
Deuce y Cox se giraron sobre sus talones.
Los miré boquiabierta. Deuce dio un paso hacia mí.
Cerré la puerta de golpe y puse la cerradura con cadena.
Mierda.
MIERDA.
Ese imbécil hizo que arrestaran a Frankie y me secuestró. No, ¡Él me noqueó y luego me secuestró!
La puerta se abrió de golpe por unos centímetros, obstaculizada por la cerradura con cadena. —¡EVA!
—¡Vete al diablo! —grité, y luego me senté en el suelo agarrando mi cabeza.
Escuché la cadena romperse, y la puerta golpear la pared. Escuché pasos pesados, y luego me dejé ser levantada por un cuerpo largo y cálido y gentilmente ser colocada en la incómoda cama.
—Necesito ir al hospital —sollocé.
—¿De verdad? —preguntó Deuce—. ¿O sólo intentas alejarte nuevamente de mí?
—¡Sí y sí! —espeté—. ¡No me gusta estar con un montón de pendejos que me roban a mi esposo y luego me golpean con una pistola!
—Eva —dijo calmado—. Entiendo que estés tan cabreada. Pero, no tuve otra opción.
Resoplé. Dolía hacerlo, pero lo hice de todas maneras.
—Llegamos a la fiesta planeando vengarnos por lo que le hizo a Destripador, te vi ahí, y no supe qué coño iba a hacer. Frankie me tomó por sorpresa afuera, puso la puta arma en mi cabeza y comenzó a hablar locuras. La única manera en que podía distraerlo era decirle la única puta verdad en el mundo que lo distraería de matarme. Sabes lo que tuve que decirle, ¿verdad?
Oh, Dios.
—No —susurré.
—Sí —Me contestó—. Ahí fue cuando él decidió contarme sobre que pagó para matarte. No supe qué hacer a ese punto. Pensé que si lo dejaba irse te lastimaría por haber follado conmigo, y también sabía que si lo enterraba, tú serías la siguiente. No quería que ninguna de las dos cosas sucediera, así que aquí estamos.
—Vete —siseé.
—Lo siento, cariño. Pagué por este cuarto, y planeo hacer que mi dinero lo valga.
—Jódete —espeté.
—Más tarde —dijo—. Justo ahora voy a quitarle a una chica su sucia ropa.
Primero me quitó mis Converse, luego bajó mis pantalones, y finalmente, levantó mi camisa sobre mi cabeza, dejándome sólo en ropa interior. Sus ojos cayeron a mis pechos. Observé mientras levantaba el medallón de su padre. Lo miró fijamente, sus fosas nasales hinchándose.
—Todo es su maldita culpa —gruñó. Luego tiró con fuerza de la cadena, y se rompió.
Me senté demasiado rápido y me agarré la cabeza.
—¿Qué estás haciendo? —exclamé.
Deuce pasó rápidamente a través del cuarto. Abrió la puerta y tiró el collar.
—Deshazte de eso —gritó a alguien que no podía ver, y luego cerró la puerta de golpe—. Nunca debí dártelo —dijo rudamente.
Mi boca se abrió.
—¿Qué? —susurré.
—Me escuchaste. Has estado usando ese jodido por dieciocho años hasta ahora. Por dieciocho años, ese maldito bastardo ha estado colgando de tu cuello, y estoy harto de eso.
Las lágrimas ardían en mis ojos.
—Pero eso era mío. Tú me lo diste, y lo amaba y yo…
—Cállate —gruñó—. La Parca era un maldito y sucio bastardo a quien no le importaba a quién se follaba, golpeaba, o mataba para salirse con la suya. Nunca debí haberte dado algo que le pertenecía a él.
Mi mandíbula comenzó a temblar. ¿Qué me trataba de decir? ¿Que todo lo que pasó entre nosotros había sido un error? No podía afrontar esto ahora. No después de hoy.
Frankie siempre había tenido problemas, pero esto… pagarle a alguien para que me matara. A mí. Yo le había dado todo. A mí, mi amor, mi cuerpo, mi vida.
No podía comprenderlo. O tal vez no quería comprenderlo. O no podía. No lo sabía.
Sabía que los sentimientos de Frankie por mí habían sobrepasado el amor hace mucho tiempo, si acaso fue amor lo que alguna vez sintió. Frankie se convenció a sí mismo desde una muy temprana edad que me necesitaba para respirar. No era saludable para él, para mí, para nuestra relación, pero pensé que conseguí tenerlo bajo control. Había estado demasiado equivocada.
Y dolía demasiado.
Y ahora esto. De Deuce.
Le di la espalda y abracé mis rodillas contra mi pecho. Mis lágrimas comenzaron pequeñas, goteando por las esquinas de mis ojos y corriendo lentamente por mi nariz y mejilla, pero una vez que me deje llevar, liberé la ira y dolor, el remordimiento y la culpa reprimidos. Mis lágrimas se volvieron un torrencial chaparrón.
Sollocé incontrolablemente, con hipo, con dificultad para respirar mientras me mecía a un lado y hacia el otro y lloré y lloré hasta que mis lágrimas se secaron.
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Cuando desperté había luz afuera. No recuerdo haberme quedado dormida, y definitivamente no recordaba haberme quedado dormida en los brazos de Deuce. Me desenvolví de él y me dirigí al baño. Estaba cubierta de suciedad, mi cabello era el nido de una rata, y tenía sangre salpicada sobre mí. No mía, de Deuce. Tentativamente, sentí un lado de mi cabeza. Tenía un huevo de ganso de buen tamaño; era suave y dolía al tocarlo, pero por lo demás, me sentía bien.
Después de una larga ducha, sintiéndome atontada, me envolví en una toalla, y me dirigí de vuelta al cuarto. Deuce había tirado fuera la manta y se había dado la vuelta. Usando nada más que su bóxer, la insignia de los Jinetes del Infierno tatuada en su espalda, brillando negra contra su piel bronceada.
Él tenía que estar cerca de los cincuenta. La corta sombra de su barba era gris en su mayoría; el gris en su cabello no era tan fácilmente perceptible, pero allí estaba. Su cuerpo era tan impresionante como siempre lo había sido, fuerte en los lugares correctos, sus músculos aún grandes y tonificados. Él seguía siendo hermoso. El hombre más hermoso que había visto y sigue siendo el más idiota que había conocido.
Y aún así lo amaba. Eso nunca había cambiado.
Hice una rápida llamada a la oficina del motel y luego otra a Tiny, diciéndole cuándo y dónde recogerme. Luego me subí a la cama al lado de Deuce. Acostados en cada lado, frente a frente, me quedé mirándolo. Dios, lo extrañaba. Especialmente cuando estaba despierta en la noche, pensando sobre todo lo que pudo ser pero que nunca será. Todo giraba en torno a él. Si pudiera volver atrás en el tiempo y retractarme de lo que dije de ser su mujer, lo haría. Me habría convertido en su mujer, quedándome alejada del club, y haciendo lo que él quisiera. Siendo feliz porque lo habría tenido a él.
Pero no fue de esa manera. Y no había vuelta atrás de las decisiones que había hecho con los años.
Sin pensar, sólo sintiendo, lo empuje amablemente hasta que se dio vuelta sobre su espalda. Luego bajé su bóxer, tocándolo gentilmente primero, abrazándolo, acariciándolo, una vez más familiarizándome con su cuerpo.
Cuando se trataba de Deuce, mi cuerpo tomaba el control, mi cuerpo y mi corazón. Mi cerebro siempre estaba en vacaciones permanentes en su presencia.
Lo tomé con mi boca, y él gimió en su sueño, se movió un poco, pero siguió roncando.
Cuando estuvo grueso y listo me puse a horcajadas sobre él y lentamente lo puse dentro de mi cuerpo. Temblé mientras él se estiraba y dejó escapar un gemido estremecedor.
Sus manos fueron a mis caderas, y sus ojos se abrieron.
—Hola —susurré.
—Joder —dijo con voz ronca.
Me mordí el labio.
—¿Quieres que me detenga?
—Joder, no.
—Siento mucho, mucho lo de anoche —susurré.
—¿Eva?
—¿Qué?
—Estamos bien, nena. No necesitas explicarte.
—¿Deuce?
—¿Sí?
Apreté mi sexo alrededor del suyo.
—Te voy a coger ahora.
Él inhaló bruscamente.
—Nena. Sí.
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Acostada boca arriba, desnuda, dormida a su lado. Él pasó su mano desde su cuello hasta los risos oscuros entre sus muslos y de nuevo hacia arriba.
—No te dejaré ir ésta vez, cariño —susurró—. Te encadenaré, joder, te drogaré si tengo que hacerlo.
Era una locura, y él lo sabía; simplemente no le importaba más. Estaba harto de pensar en ella todo el tiempo, preguntándose qué hacía y si ella pensaba en él. Estaba harto de sufrir por ella. Harto de este puto juego que jugaban, encontrándose el uno al otro, follando o peleando, y luego marchándose. Él quería más. Necesitaba más.
Tomó su cadena de los Jinetes sobre su cabeza, y tratando de no molestarla, la deslizó sobre la de ella. Ella nunca debió tener el medallón de su viejo; debió tener el suyo.
Luego la atrajo más cerca, metió su cabeza bajo su barbilla, tiró su pierna sobre la de ella y se quedó dormido.
Cuando despertó, ella se había ido. De nuevo.


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Mensaje por micafp_2530 Miér 21 Jun - 11:31

Lectura #2 Junio 2017 - Página 4 Pizap_19

Durante tres semanas, había estado en casa. Durante tres semanas, estuve reuniéndome con los abogados del club y con abogados por toda la ciudad, ninguno podía sacar a Frankie tan rápido como yo quería. Durante tres semanas, le rogué a Chase que le diera un vistazo al caso de Frankie, que usara sus sucias conexiones que yo sabía tenía, que su familia tenía, que todos ellos utilizaba para serpentear su camino hacia las posiciones de poder que tenían. Durante tres semanas, Kami trató de amenazar a Chase para que tomara el caso de Frankie. Así que, durante tres semanas, había estado volviéndome loca.
Mis nervios estaban destrozados. Frankie comenzaba a perder la razón. Cada visita para verlo en Queensboro me dejaba tambaleando. Su contacto con la realidad se había vuelto inexistente; nunca lo había visto así de mal antes, y no podía hacer una maltita cosa sin ayuda legal. Necesitaba a Chase, y lo necesitaba desesperadamente.
Esa mañana cuando Kami me llamó informándome que Chase finalmente aceptó reunirse conmigo casi me caigo de la cama y prácticamente me mato a mi misma esquivando el tráfico de Manhattan para llegar al piso treinta y cinco de Martello Tower, donde estaban alojadas las oficinas legales de Fredericks, Henderson y Stonewall.
—¿Sra. Fox-Deluva?
Detuve mi ansioso pie golpeteando “Me and Bobby McGee” de Janis y tiré de mis auriculares —¿Sí?
—El Sr. Henderson la verá ahora.
Sólo había estado en la oficina de Chase una vez antes cuando él se hizo socio por primera vez y quería presumirlo. Era tan opulenta y extravagante como su casa. La oficina era enorme, con alfombra de felpa, estantes de libros de pared a pared, una acogedora área de estar, mini bar, un completo baño privado con ducha. Su escritorio estaba en el centro, roble sólido, grande e imponente con dos asientos de cuero para los clientes.
Cuando entré, Chase estaba junto a su mini bar sirviendo dos vasos de whisky. Se dio la vuelta cuando entré y se detuvo para alizar las arrugas inexistentes en su traje de raya diplomática que yo sabía que costaba más dinero que lo que la mayoría de personas gasta en autos.
—Eva —dijo arrastrando las palabras, señalando a un asiento—. Por favor, toma asiento.
Entrecerré los ojos. —Déjate de la cortesía, Chase. ¿Por qué demonios me hiciste esperar tanto tiempo?
Levantó las cejas. —Lo siento; ¿estuviste en la sala de espera mucho tiempo?
Dios. Necesitaba una buena patada en las pelotas.
—No, Chase. ¡Me hiciste esperar tres semanas solamente para hablar contigo! Qué. Demonios.
Sonrió y arrugué la nariz. Si un tiburón podía sonreír, se vería igual que Chase.
Chase me hizo un gesto para que me sentara. Cuando lo hice, me entregó un vaso de whisky. Lo tomé y lo miré boquiabierta.
—Te das cuenta de que son las nueve de la mañana, ¿cierto? ¿Y es un vaso de alcohol casi lleno?
Se sentó detrás de su escritorio. —Eva, no te refieras al Macallan Single Malt como alcohol. Cuesta setenta y cinco mil dólares la botella, pienso que merece algún respeto.
Arrugué la nariz de nuevo. —¿Pagaste setenta y cinco mil dólares por una botella de alcohol?
Levantó una ceja. —Pago por lo mejor.
Levanté ambas cejas. —Um… ¿genial?
Sonrió. —Sí, puedo decir que como siempre estás impresionada por las cosas más finas de la vida.
Puse los ojos en blanco. —Lo que sea, Chase. ¿Frankie?
Tamborileó los dedos sobre su escritorio. —Ya he revisado los extremadamente enormes archivos de Frankie con un peine de dientes fino.
Me animé. —¿Y? ¿Puedes ayudarlo?
Sonrió con su amplia sonrisa de dientes blancos y de nuevo pensé en tiburones.
—Puedo —dijo suavemente—. Estoy bastante seguro de que con la ayuda de algunos de mis socios comerciales puedo darle la medicación que obviamente necesita desde hace algún tiempo. Creo que la introducción de fármacos psiquiátricos no sólo mejorará su estancia en prisión sino que también le permitirá hablar con la policía sin intentar asesinarlos. Cuando su salud mental haya mejorado, podemos empezar a mirar los cargos en su contra.
—Por Dios —suspiré—. Gracias.
—Ah, ah, ah. —Ondeó su dedo índice hacia mí—. Aquí es donde el alcohol entra. Pensé que lo necesitarías cuando te diga el costo de mis servicios.
—El dinero no es un problema; puedes tener lo que quieras.
Su sonrisa maliciosa se extendió a sus ojos. —Como eres consciente, tengo más dinero de lo que puedo gastar en diez vidas.
Entrecerré los ojos. —¿Qué estás diciendo, Chase?
—Frankie atacó un guardia anoche, casi lo mató —continuó—, por lo que accedí a reunirme contigo hoy.
Oh, Dios.
Oh, no.
»Eva follará conmigo con el tiempo. Todo el mundo tiene su precio, lo que pasa es que aún no he encontrado el suyo«
—Chase —susurré, sintiéndome enferma—. Por favor, no…
Él levantó la mano. —Frankie está solo, Eva. En. El. Hoyo.
Mordí mi labio para evitar llorar. Frankie no sobreviviría al hoyo.
—Dios, Eva, pobrecita. Debes de estar sintiéndote bastante desesperada en este momento y dispuesta a hacer cualquier cosa para salvar al psicópata de tu marido.
Parpadeé y dos lágrimas se escaparon. —Todos tienen un precio, ¿cierto, Chase?
Sonrió. Entonces, señaló a mi vaso de whisky anormalmente alto. —Me imaginé que lo necesitarías.
—Estás enfermo —Me atraganté—. Maldito, planeaste esto; a propósito esperaste hasta que Frankie no tuviera más tiempo.
Sin inmutarse, tomó un sorbo de su bebida y asintió. —Lo hice.
—Jódete —dije ásperamente—. Pensé que eras mi amigo.
Tuvo el coraje de verse ofendido. —Somos amigos, Eva. De hecho, somos tan amigos que quiero ser quien salve al maniaco homicida con el que te casaste.
—¿Por qué? —demandé—. Soy basura motociclista, ¿no? Lo has dicho un millón de veces. Vengo del dinero sucio, y mi familia, el club, son una mancha en la sociedad. Entonces, ¿por qué demonios estás tan empeñado en follar conmigo?
Tomó otro sorbo de whisky. —Dado que has sido ajena a mis intentos para llevarte a la cama a lo largo del instituto, durante, y después de la universidad, pensé que tal vez eras una de esas mujeres que responden al ser menospreciadas. Me equivoqué. Nada funciona contigo. A menos que estés con Frankie, tienes un cinturón de castidad.
—¡Has estado comprometido con Kami desde que utilizaban pañales!
Su labio superior se curvó con disgusto. —Lo sé —se burló—. Y le hubiera dicho a mi padre que se jodiera cuando me ordenó casarme con esa vil mujer si no hubiera tenido un ojo en su más cercana y querida amiga.
—¿Es en serio? —susurré.
—Absolutamente —dijo —. Verás, cuando se trataba de con quien me iba a casar, sabía que nunca sería sobre otra cosa más que política y vínculos familiares; lo que significa que sería libre de follar a quien quisiera. Descubrí mi error muy tarde. No eres la clase de mujer que tiene una aventura con un hombre casado, ni engañarías a tu marido.
Supe entonces la verdad. Chase me acorraló en una esquina; se aseguró de cubrir cada ángulo, dejándome sin otra opción más que la que él quería.
Por primera vez en mi vida, quise matar a alguien.
—Estás equivocado, Chase —susurré—. En ambos casos. He engañado a Frankie; de hecho, he estado follando a un hombre casado por doce años ahora.
Enarcó sus cejas.
—Así que, verás —continué—, tu percepción sobre mí está seriamente malinterpretada. Es sólo que no quiero follar contigo.
Su mandíbula se apretó. —¿Qué va a hacer, Eva? —dijo—. ¿Vas a rebajarte a follar conmigo o vas a dejar a Frankie a su suerte?
Levanté mi vaso de whisky de setenta y cinco mil dólares. —Te follaré, Chase.
Mientras bebía, Chase sacó su celular del bolsillo de la chaqueta.
—Es Henderson —dijo—. Saca a Deluva del solitario ahora… sí, soy consciente de lo violento que es… también soy consciente de lo mucho que te pago… entonces asegúrate de que esté fuera de combate y restringido antes de sacarlo… no me interesa a cuantos hombres tomará el sedarlo. Sólo me interesa que lo hagan ahora… bien. Asegúrate que sea llevado directamente al centro médico, y me llamas cuando se despierte y tenga algo de control de si mismo. Enviaré a un médico y a un equipo de psicólogos para completar todo el perfil psicológico. Tú y tu equipo van a estar de acuerdo con sus conclusiones, las van a firmar y ponerles la fecha donde sea requerido y esperar mis próximas instrucciones.
Terminé mi whisky y bajé el vaso con fuerza.
—Muy bien —continuó Chase, mirándome—. ¿Voy a asumir que el guardia ha sido atendido?
Tomé una respiración profunda que no hizo nada para calmarme. Aunque mi vientre se había calentado por el whisky y mi cuerpo se había relajado, mi corazón se había alojado firmemente en mi garganta. Tal vez necesitaría la botella entera. Todos los setenta y cinco mil dólares que valía.
Como si me hubiera leído la mente, Chase empujo su vaso medio vacío a través del escritorio.
—Perfecto —dijo al teléfono—. Estaré en contacto.
Colgó y luego presionó un botón en el teléfono de la oficina.
—¿Sí, Sr. Henderson? —Se escuchó a través del altavoz.
—Cancela el resto de mi día.
—¿Disculpe? Tiene dos reuniones, una con el juez…
—Cancela el resto de mi día.
—Pero…
—Si quieres conservar tu trabajo, cancela el resto de m día.
—Sí, señor.
Apagó el intercomunicador, Chase me miró. Temblando, me di la vuelta y resoplé en el resto de su whisky.
—Eva —dijo Chase—. No necesito decirte que esto no va a ser algo de una sola vez, ¿correcto?
—¿No es lo que acabas de hacer? —pregunté sarcásticamente.
Me miró. —No va a funcionar si lo ves como una obligación.
—Oh —me burlé—. ¿Cómo debería verlo? ¿Un entrenamiento? ¿Una cita?
—Podríamos ir a algún lado —dijo en voz baja—. Tener un almuerzo primero. Tengo reservas permanentes en cualquier lugar que valga la pena en la ciudad.
Solté un bufido. —No estamos saliendo, Chase. Sólo accedí a abrir mis piernas para ti. No tienes que cortejarme.
Los ojos de por si muertos de Chase se volvieron fríos. Chase era un hombre hermoso, pero alguien… probablemente sus padres… lo habían roto repetidamente hasta que no tuvo arreglo.
—De acuerdo —dijo cruelmente—, desnúdate.
Nos miramos el uno al otro.
—Desnúdate —soltó—. Ahora, Eva.
Apretando los dientes, tiré de mi camiseta sobre mi cabeza y la arrojé a un lado. Me quité mis Converse, y luego me puse a desabrochar mis grandes vaqueros; cayeron a mis pies y los retiré de una patada. Colocando mis pulgares en mi ropa interior, la empujé hacia abajo y salí de ella.
Chase miró mi cuerpo, su rostro endureciéndose y sus ojos oscureciéndose con hambre.
—¿Dónde me quieres? —dije sarcásticamente.
—¿Dónde lo quieres? —preguntó, igual de sarcástico.
Me incliné sobre el escritorio haciendo que mis pechos se balancearan hacia adelante. Los ojos de Chase siguieron sus movimientos. Me sentía tan enojada, furiosa, loca de odio por este hombre. Un hombre que de alguna manera consideré un amigo.
Y, para mi sorpresa, estaba furiosa con Frankie.
Algo me había pasado mientras miraba a Chase… algo terrible y profundo. No sólo estaba furiosa con Frankie; odiaba a Frankie. Me había jodido tanto que ya no sabía quien diablos era yo.
Todo lo que siempre había conocido era a Frankie. Lo que Frankie quería.
Mi vida entera había girando en torno a él… y unas cuantas fantasías secretas que rara vez se daban.
Descubrirlo sólo me hizo cabrearme más.
Que Frankie se fuera a la mierda.
Que todo se fuera a la mierda.
Con un fuerte movimiento de mi mano, mandé todo lo que estaba sobre el escritorio de Chase a volar por toda la habitación. Su portátil se estrelló en la estantería, fotos enmarcadas de su boda, otras sólo de Kami, y unas cuantas de Kami y Devin, su hijo de cuatro años, volaron por la habitación y se hicieron añicos, papeles salieron volando por los aires. No estaba segura de donde terminó su teléfono.
Salté sobre el escritorio y me deslicé en el borde, directamente frente a él. Coloqué mis pies en sus muslos y abrí las piernas.
Chase inhaló a través de los dientes.
—Esto es lo que quieres, ¿no es así? —gruñí —. Quieres un coño salvaje, ¿verdad, Chase?
Agarró mis pantorrillas y me miró a la cara. —Sí —dijo entre dientes.
Y yo quería dárselo. Sólo había sido salvaje con Deuce. Quería ser salvaje. Quería ser libre. Quería que mis fantasías secretas se hicieran realidad.
—Entonces, bésame —susurré, inclinándome hacia adelante. Justo antes de que su boca encontrara la mía, me eché hacia atrás y le di una bofetada tan fuerte como pude.
Su cabeza giró hacia la derecha.
Cuando volvió hacia mí, sus fríos ojos ardían con furia.
Y eso me excitó.
Moví mi pie de su muslo sobre su abultada erección y le di una sonrisa desagradable. Acariciándolo, torcí un dedo. —Pensé que querías un coño salvaje, Chase. Si lo quieres tienes que trabajar por él.
Sus ojos se abrieron con comprensión.
—Joder… —susurró—. Lo sabía.
Me incliné hacia adelante y enganché varios dedos en medio de los botones de su camisa. —No sabes nada —siseé y tiré. Botones volaron en todas las direcciones, y salté a su regazo.
Chase y yo no tuvimos sexo, y ciertamente no hicimos el amor. Chase y yo luchamos. Lo hice trabajar por cada beso, por cada toque. Esto resultó ser perversamente excitante para mí, pero lo que realmente me lanzó sobre el borde fue lo mucho que amé ese momento final donde se las arregló para inclinarme en mi espalda lo suficiente para hacer palanca en mis piernas y forzarse a si mismo dentro de mí.
Sentí gritar a todo pulmón. —¡JODETE, FRANKIE!
Dejé de luchar entonces.
Fue entonces cuando follamos. Una enferma y depravada follada.
Chase terminó con cosas que podrían revolver el estómago de la mayoría de las personas. Me hizo hacer cosas que nunca había hecho antes, cosas que nunca había pensado ser capaz de hacer, y mucho menos capaz de disfrutar.
Y rogué por más.
Agotada y dolorida, dejé la oficina de Chase en piernas inestables con una llave de su suite en el Waldorf y una invitación a utilizar su chofer cuando quisiera.
Acababa de tocar fondo, y no me importaba. De hecho, no me importaba en absoluto.
Lectura #2 Junio 2017 - Página 4 Separa16

Acostado en su cama, Deuce miró la cabeza flotando entre sus piernas, se estremeció y tomó otro largo sorbo de whisky. No se iba a correr, quería correrse desesperadamente, pero no lo haría. Estaba ebrio, enojado y quería una liberación.
Maldita, Eva. Debió haberla dejado en esa fiesta. La perra no era suya, nunca lo fue. Siempre había sido de Frankie, y él había sido… ¿qué? ¿Una distracción de de-vez-en-cuando? ¿Una jodida broma?
Maldiciendo, empujó a Miranda fuera de él, la puso de rodillas y se hundió dentro de ella. La folló hasta que se perdió en el olvido y se desmayó, insatisfecho.
Y soñó con Eva. Siempre soñaba con Eva.


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