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Lectura Mayo 2018
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Book Queen :: Biblioteca :: Lecturas
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Lectura Mayo 2018
Hola chicas gracias como siempre por participar en la lecturas del club.
Este mes tuvimos muy buenas propuestas.
Así que esta historia me gustó. Espero que la disfruten.
Su espectacular moderadora es @Yani
Maga- Mensajes : 3549
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berny_girl- Mensajes : 2842
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Maga- Mensajes : 3549
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Re: Lectura Mayo 2018
Muscle Memory by Stylo Fantone
Sinopsis
Sus labios, la forma en que se siente, cómo ella se mueve contra mí. Su voz cuando se ríe, sus ojos cuando llora. Su alma conectada a la mía, para bien o para mal, para toda la eternidad. No recuerdo. Un rostro en blanco. Irreconocible. La oscuridad y la niebla impenetrable, día tras día tras día. ¿Quién soy? Y para el caso, ¿quién es ella? No puedo recordar. Dos lados a la misma moneda, uno quiere recordar, y el otro quiere permanecer olvidado. ¿Qué lado ganará? ¿Puede él confiar en que su corazón lo llevará de nuevo a ella? ¿O se quedará perdida en la niebla para siempre? Tal vez nunca lo recuerde. Advertencia: Presenta temas para adultos.
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura Mayo 2018
Cronograma
27/5: Capítulo 21
28/5: Capítulo 22
29/5: Capítulo 23
30/5: Capítulo 24/ Epílogo.
31/5: Comentarios
Última edición por Yani el Sáb 26 Mayo - 20:33, editado 3 veces
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura Mayo 2018
ohhh...Muscle memory!!! me gusto esa historia aunque por ahi quería golpear a alguien pero en fin...jijii...que la disfruten!!!
Que tu boca no calle lo que tu corazón siente....
Que tus sentimientos no sean una mentira....
julietmo- Mensajes : 1356
Fecha de inscripción : 01/10/2014
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Emotica G. W- Mensajes : 2737
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Celemg- Mensajes : 330
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Re: Lectura Mayo 2018
Me uno!
svenkok- Mensajes : 444
Fecha de inscripción : 21/08/2017
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Re: Lectura Mayo 2018
1
Él no podía recordar. Era zurdo y hablaba un español bastante tolerable. Sabía cómo afeitarse apropiadamente y podía hablar de la mayoría de los promedios de bateo de los Yankees de Nueva York. Sabía que su comida favorita en todo el mundo era la auténtica comida mexicana y estaba seguro de que había estado en Praga en algún momento.
No lo recuerdo.
Podía recordar su primer día en el hospital. Había estado muy soleado afuera y las persianas estaban levantadas. Había parpadeado rápidamente ante la deslumbrante luz, y luego miró alrededor de la habitación vacía. Era una habitación compartida, pero las cortinas estaban retiradas, exponiendo una cama vacía a su lado. Había una televisión en la esquina, y junto a él había un mando a distancia atado a la cama. Encontró el botón de la estación de enfermeras y lo pulsó. Un momento después, una mujer joven con ropa quirúrgica bastante desgastada entró en la habitación.
—Hola —dijo con voz temblorosa. Su rostro estaba lleno de sorpresa, pero respiró hondo y continuó—. Lo siento, pero esperaba que pudieras decirme qué estoy haciendo aquí, y...
—Voy a buscar al doctor, de inmediato —interrumpió, saliendo de la habitación. Ya estaba corriendo por el pasillo cuando finalmente terminó su frase.
—... ¿quién soy?
La primera semana fue dura. Y no duro como el primer día de escuela, o un mal día en el trabajo. Más bien duro como “quiero gritar hasta que mi alma comience a sangrar”. No podía recordar su nombre. No podía recordar cómo había terminado en el hospital, o incluso dónde estuvo antes… no podía recordar dónde creció, a sus padres, su hogar, sus amigos, nada. Era una niebla impenetrable.
Así que, por supuesto, para él era un misterio cómo se había fracturado el cráneo y se había roto el húmero.
—¿Qué? —exclamó. Una gran enfermera estaba sentada en la silla junto a su cama, recortando cupones de un periódico. Estaba en su descanso, pero le había tomado simpatía y a menudo entraba para hacerle compañía.
Porque sabe lo asustado que estoy cuando estoy solo.
—Mmm… —respondió, retorciendo las tijeras en su mano—. Podrías haber muerto. Estabas esperando el tren L en la avenida Bedford cuando caíste de la plataforma, cayendo casi seis metros de cabeza. Te abriste el cráneo contra las vías y te rompiste el brazo. Tienes suerte de que no pasara un tren. Causaste un gran problema, cerraron las líneas durante un par de horas.
—¿Yo solo... me caí? —preguntó, palpando la parte posterior de su cráneo. Estirándose apenas sobre su cuello y arqueándose por arriba hacia su oreja derecho había una cicatriz que se sentía perversa. Se encogió de hombros.
—Probablemente estabas drogado. Podría decir que casi tienes suerte, de cierta forma, apuesto a que no sentiste nada.
Otra cosa que había olvidado: era adicto a las drogas. O al menos, eso es lo que le dijeron. No podía recordar. Tenía una marca en el interior de un brazo. Se la había hecho muy joven, le habían dicho, y en circunstancias normales habría sanado y nunca habría sabido que estaba allí. Mientras estaba inconsciente, una infección había provocado que se abriera y se volviera dolorosa, fea y roja. Ahora era una cicatriz permanente, y aparentemente era de una aguja.
—No lo entiendo. ¿Cómo no puedo recordar el consumir drogas? ¿No debería estar sintiendo la abstinencia o algo así? —cuestionó, rascándose la cicatriz.
—Estuviste inconsciente por más de dos semanas, cariño. Te desintoxicaste mientras estabas inconsciente, lo cual, créeme, te hace uno de los afortunados.
—¿Sabes qué drogas consumía?
—Eso es algo de lo que debes hablar con tus médicos.
Pero no le gustaba hablar con sus médicos. Ya era bastante extraño no saber su propio nombre, pero ser tratado como un expediente, un número, era peor. La mayoría de ellos simplemente se paseaba por su habitación y miraba una carpeta y le contaba cosas que no entendía.
—No te preocupes —comentó la amable enfermera mientras se ponía de pie—. Todo volverá a ti, Jon.
Jon. No era su nombre. Bien, supuso que podría serlo, Jon era un nombre bastante popular en los Estados Unidos. Lo prefería sin la H, así que lo deletreaba así cuando necesitaba firmar algo. Con toda honestidad, Jon no habría sido su primera opción, si hubiera tenido algo que decir. Pero no lo había hecho... no había tenido consigo una identificado cuando lo trajeron al hospital, ni siquiera una cartera. Así que durante las dos semanas que había estado inconsciente, todo el mundo se había referido a él como John, porque era el nombre que aparecía en sus expedientes médicos.
John Doe, caso número 438643.
Sonrió a modo de despedida mientras la enfermera salía de la habitación. Luego se movió en la cama. Encendió la televisión. Se rascó el área alrededor de la cicatriz en su cabeza, luego siseó cuando golpeó una grapa. Tuvo que usar su mano derecha para rascarse, su brazo izquierdo estaba en un cabestrillo desde el cuello hasta el puño, estabilizando la fractura. Los médicos le dijeron que solo tenía que usarlo un par de semanas más, pero le estaba volviendo loco.
Un par de semanas más, ¿dónde estaré entonces? ¿A dónde envías a alguien como yo?
Él hizo esa pregunta a uno de sus médicos después, el día en que subió varias plantas para un chequeo.
—Quiero decir, no sé si tengo un apartamento. E incluso si lo hago, no sé dónde queda —indicó mientras la neuróloga observaba las radiografías—. Los policías tomaron mis huellas dactilares, pero no apareció nada. Ninguna muestra de ADN coincide, tampoco. Supongo que eso significa que no era un criminal, lo cual es bueno. Pero casi me gustaría serlo, porque no saber nada es una mierda. ¿Dónde se supone que debo ir cuando me echen?
—No «echamos a la gente», señor Doe —respondió la doctora, girándose para mirarlo. Era una mujer muy pequeña y sorprendentemente joven—. Su trabajador social, el de los servicios sociales, le ayudará con su transición. Puede llamarlos en cualquier momento y hacerles este tipo de preguntas.
Sin embargo, su trabajador social no podía responder a todas sus preguntas. Pensó en la enfermera con la que había hablado antes.
—Oiga, he querido preguntar. ¿En qué clase de drogas estaba?
La doctora Anand arqueó las cejas.
—Bueno, estuviste recibiendo morfina para el dolor, pero lo detuvieron, estoy bastante segura. Ahora solo recibes co-codamol, una serie de antibióticos, también algunos...
—No lo que tomo ahora, eso lo sé. Me dijeron que era un drogadicto antes de venir aquí, pero no puedo recordarlo. Mi expediente del laboratorio debería decir lo que estaba tomando, ¿verdad? —preguntó.
Ella miró a su alrededor, luego vio su archivo y lo recogió. Después de revisar algunas páginas, lo miró.
—Cuando usted fue admitido en la sala de emergencias, estaba muy por encima del límite legal de alcohol. También tenía marihuana en su sistema, oxicodona, cocaína, éxtasis y anfetamina —dijo con voz rápida. Jon se quedó boquiabierto.
—¿Todo eso? ¿Cómo estoy vivo?
—El cuerpo humano puede sorprendentemente manejar mucho. Sin embargo, no es una buena mezcla; el alcohol es un depresivo, y esa cantidad mezclada con tantos estimulantes, bueno... casi es algo bueno que se cayera, probablemente salvó su vida.
—¿Eso es bueno?
No, no lo fue. Fue muy deprimente. Era un drogadicto que había caído en las vías del tren. También era claramente un perdedor, porque nadie parecía estar buscándolo. Nadie había aparecido en el hospital preguntando por él. Un equipo de noticias locales lo había entrevistado, pero nada.
Tal vez me arrojé en esas pistas, esperando que llegara un tren.
La doctora Anand pareció leer su mente y cerró su expediente con un chasquido, luego le sonrió.
—Tal vez habías estado en una fiesta salvaje —le ofreció, moviéndose por lo que estuvo detrás de su silla de ruedas. Podía caminar perfectamente bien, pero debido a su lesión en la cabeza, el personal del hospital insistía en que usara la silla. Normalmente, un enfermero o una enfermera lo llevaban de y hacia los lugares, así que se sorprendió cuando la doctora agarró las manillas y comenzó a empujarlo.
—No lo creo. Uno de los policías me mostró una foto de mí mismo, desde que me trajeron por primera vez.
Basado en la foto, Jon había sido una fiesta salvaje por sí mismo. El hombre en la imagen era ajeno a él. Tenía un grueso cabello castaño, que había sido retorcido en largas y apretadas rastas. Muy bohemio, suponía. Había estado sin afeitar y se veía sucio. Su ropa estaba sucia. Todavía estaban colgando en el armario en su habitación del hospital, pero evitaba tocarlas. Basándose en la forma en que se veía en la foto y el estado de esas ropas, casi pensó que tal vez había sido un indigente.
La persona que veía en el espejo —Jon— parecía completamente diferente. Le habían afeitado la cabeza, así como su rostro, antes de que fuera a cirugía para hacer frente a su desagradable fractura de cráneo, y en las tres semanas que habían pasado desde entonces, había crecido un grueso rastrojo por todo su cuero cabelludo. También había sido aseado a fondo mientras estaba inconsciente, y con la ayuda de una silla y una bolsa de plástico para su brazo, se duchaba con regularidad, y continuaba afeitándose el rostro. Tenía ojos verdegris que se destacaban resueltamente contra su piel olivácea y cabello oscuro. Todo eso combinado le daba una apariencia muy llamativa, suponía.
Jesús, ni siquiera sé de qué nacionalidad soy. ¿Puertorriqueño? ¿Tal vez afroamericano? ¿Italiano? ¿Griego?
—Entonces, piensa en esto como un nuevo comienzo, Jon —apremió la doctora Anand mientras bajaban un par de niveles en un ascensor—. El hombre que me trajeron hace tres semanas parecía un completo desastre. Pero el hombre sentado frente a mí ahora mismo, parece bastante inteligente. Haz algo con eso, asegúrate de no ir por el mismo camino.
Pensó en esas palabras mucho después de que ella lo dejó en su habitación. Por supuesto que tenía razón. Sabía que tenía suerte en cierto modo. Había llegado a la desintoxicación sin estar consciente de ninguno de los síntomas de abstinencia, y si se había quedado sin hogar, ahora dormía en una cama caliente todas las noches.
También sabía que después de su pequeño lugar en las noticias, alguien había creado una página de financiación comunitaria para él. Completos desconocidos estaban donando dinero al Fondo John Doe y ya tenía casi diez mil dólares a su nombre inventado. El espacio en las noticias era un bono doble, en realidad. La estación de televisión se ofreció a pagar la mayoría de sus facturas médicas. Al principio se había negado a hacer espacios en televisión, la idea de estar en cámara lo había puesto nervioso. Pero cuando una cadena finalmente dijo que pagaría sus cuentas a cambio de una exclusiva, no vio cómo podría posiblemente rechazarlo. Sesenta minutos de sudor durante una entrevista valió la pena para liberarse de la presión de las facturas sobre su espalda.
Sin embargo, la vida seguía dando miedo. No saber quién eres, de dónde venía o qué haría consigo mismo, era horrible. Lo despertaba en medio de la noche con un sudor frío. Se encontraría a sí mismo buscando a alguien, pero ¿a quién? Alguien que al parecer se había acostado sobre su lado izquierdo, pero no podía recordarlo. ¿Una mujer? ¿Un hombre? Jon Doe encontraba a algunas de las enfermeras bastante atractivas, pero quién sabía de Amigo X, el vagabundo que solía ser en una vida pasada.
Pero la doctora Anand tenía razón. Tomaría el dinero donado y haría algo bueno con él. Conseguiría un apartamento. Obtendría un trabajo real. Conseguiría una vida.
Será aterrador, pero tiene que ser mejor que lo que estaba haciendo antes.
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura Mayo 2018
Antes
—¡Oye! Quienquiera que estuviera gritando, tuvo que repetirlo un par de veces antes de que se diera cuenta de que lo estaban llamando a él. Se dio la vuelta y terminó de encender su cigarrillo, luego entrecerró los ojos a través del humo.
—¿Me hablas a mí? —preguntó. Vio cómo una morena de aspecto burbujeante se apresuraba hacia él.
—Sí, sí, hola —jadeó cuando finalmente se detuvo.
—¿Te conozco? —continuó, soplando una ráfaga de humo sobre su cabeza. Era mucho más baja que él. Era bastante alto, pero ella solo le llegaba al centro de su pecho.
—No. Soy Delaney —respondió, pasando los dedos por su espeso cabello. Tenía una enorme cantidad de cabello, y todo era ondulado y grueso, como si quisiera enroscarse, pero no podía decidirlo.
—Bien por ti.
Era atractiva, le concedía eso, pero no la conocía, y tenía la señal de "buena chica" exudando de ella en oleadas. No se metía con chicas buenas, ni con gente perdiendo su tiempo. Lo que fuera que ella quisiera, no le interesaba.
—Está bien. —Ella se encogió de hombros y continuó—. Um, estabas en la fiesta de Crash esta noche.
Eso lo sorprendió un poco. ¿Qué había estado haciendo una chica como ella en Crash?
—Sí, lo estaba.
—Sí, te vi salir.
—Mira. —Suspiró, sacudiendo la ceniza a sus pies—. ¿Esto va a alguna parte? Tengo que tomar un tren.
—Es solo que... —Parecía nerviosa. Jugueteó con un mechón de su cabello, y sus grandes ojos azules miraron a todos lados, menos a él—. Está bien, voy a ser sincera contigo. Solo he vivido aquí por unos meses, así que no sé cómo funciona esto.
—Jesucristo —murmuró él, frotándose los párpados con la mano libre—. ¿Cómo funciona qué?
—Escuché que tenías —dijo, inclinándose hacia él y hablando en voz baja. Sus cejas se elevaron.
¿Esta chica va en serio?
—¿Tenía?
—Sí.
—¿Qué? ¿Una polla?
Sus mejillas se volvieron de un tono débil de rosa, pero a su favor, no retrocedió.
—Esperaba algo más emocionante —respondió ella.
Estoy casi impresionado.
—Qué es lo que quieres. No soy policía, así que solo dilo. —Suspiró.
—Coca. He oído que tenías coca, pero antes de poder pedirte un poco, saliste de la fiesta —espetó.
Él se rio a carcajadas.
—¿Quieres algo de coca? ¿Alguna vez has visto drogas en la vida real? — preguntó, mirándola deliberadamente. El rubor en su rostro se hizo más fuerte, pero todavía se mantuvo en su lugar.
—¿Alguna vez has visto un cepillo para el cabello en la vida real? — preguntó, mirando fijamente su desordenada cabellera. Era muy parecido al de ella, grueso, natural y un poco ondulado. No lograba obligarse a ir a una barbería, por lo que había crecido hasta sus hombros.
—Está bien, tipo duro —dijo, y se acercó a ella antes de apagar su cigarrillo en la cuneta—. Digamos que tengo algo. ¿Qué me vas a dar por eso?
—No sé, ¿cuánto dinero quieres? —preguntó.
Ella era realmente muy atractiva. Tenía un rostro angelical con labios oscuros; podía decir que parecían más naturales en una gran sonrisa. Sus ojos azules contrastaban con su piel de porcelana y cabello oscuro. Llevaba un pantalón vaquero ajustado, Chucks y una delgada camiseta sin mangas. Era solo principios de marzo, pero Nueva York estaba teniendo una ola de calor muy inusual. Las chaquetas no eran necesarias esa noche. Dejó que sus ojos vagaran por su cuerpo. Sus caderas eran redondeadas y sus pechos altos y firmes.
—Tal vez no quiero dinero —respondió él.
Ella resopló.
—Bueno, podría patearte en las bolas un par de veces, luego revisar tus bolsillos. ¿Te parece bien?
—Perverso.
—Mira, ¿me vas a vender o qué, idiota? —preguntó con voz impaciente.
—Oye, no tengo que hacer una mierda, no soy yo el que busca drogas — dijo rápidamente—. Así que, si quieres drogarte, es mejor que aprendas cómo funcionan las cosas por aquí.
—Ilumíname. ¿Cómo funcionan las cosas por aquí?
—Significa que, si digo que tienes que chuparme la polla por una dosis, eso es lo que vas a hacer.
Ella le dio una bofetada en el rostro, fuerte. Sintió la picadura mucho después de que ella había empezado a caminar hacia la fiesta.
—¡Chúpate eso, limpia culos! —gritó ella, sosteniendo su dedo medio en el aire.
Se frotó la mejilla con la mano y se dio cuenta de que estaba sonriendo.
Maldición. Ella me gusta.
Su sonrisa se convirtió en una sonrisa completa y comenzó a caminar detrás de ella.
—¡Oye! —gritó.
Ella lo ignoró, así que corrió para seguirle el paso.
—Vete —soltó cuando él llegó a su lado.
—Empecemos de nuevo. ¿Cuál era tu nombre otra vez? —preguntó, ya había olvidado su presentación.
—Perra que te rociará con gas pimienta —respondió ella, y estuvo un poco sorprendido cuando ella comenzó a buscar su bolsillo trasero. Se habían detenido en la puerta principal de la fiesta, así que él la agarró del brazo y la apartó suavemente.
—En serio. Lo siento, fui un idiota. De Verdad. Ten piedad de mí, no estoy bien.
—Eso es obvio. —Ella bufó, apartando el brazo.
—Mira, te daré la coca —afirmó él—. Solo dime tu nombre de nuevo, no estaba prestando atención la primera vez.
Ella lo miró fijamente a través de sus párpados entrecerrados por un momento, luego dejó escapar un profundo suspiro.
—Delaney —respondió ella.
—Delaney. Inusual.
—Dame la coca.
—¿No quieres saber mi nombre?
—En verdad, no. Droga, por favor.
Me gustaba mucho.
—Jayson —ofreció, tomando la mano de ella en la suya, obligándola a estrechársela—. Jayson Fairbanks.
—Encantada de conocerte. Coca. Ahora. En mi mano —replicó ella, extendiendo su mano libre, con la palma hacia arriba.
—Sabes, Delaney —jadeó su nombre mientras tomaba su otra mano. Ella lo fulminó con la mirada ante su sonrisa, pero no la soltó—. Creo que tú y yo seremos buenos, buenos amigos.
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura Mayo 2018
Ahí les dejo los capítulos, me dicen qué piensan de la vida qué llevaba antes, es obvio que no era la mejor, y parece que Delaney estaba en la misma...no entiendo qué habrá pasado con ellos, por qué ahora no tiene a nadie que lo esté buscando...
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura Mayo 2018
Me está gustando, si llevaba una vida loca, pero consumes lo que vendes? todo al mismo tiempo? No lo creo.. Y porque nadie lo busca?
Gracias!
Gracias!
carolbarr- Mensajes : 383
Fecha de inscripción : 28/08/2015
Edad : 47
Re: Lectura Mayo 2018
2
Cosas que sé respecto a mí:
Parece que tengo entre 24 y 28 años
En algún momento del tiempo, más probablemente cuando era joven, me rompí la pierna. Todavía tengo una cicatriz.
Tengo cuatro amalgamas, todas en los molares. Lo más probable es que las hicieran cuando era joven.
Tengo cuatro tatuajes: uno en la parte interna de mi antebrazo izquierdo, cerca de mi codo. Uno en la parte superior de mi pulgar derecho. Uno en mi espalda, debajo de mi cuello. Uno en mi costilla derecha, justo debajo de mi músculo pectoral. Nadie los reconoce o de qué tienda de tatuajes salieron. Ninguno parece ser nuevo.
Caí, salté, o me empujaron, en una plataforma del metro en Brooklyn el 31 de octubre. Estaba esperando el tren L en la estación de Beadford Avenue (aunque no sé si venía de alguna parte, o iba hacia algún lugar, o qué estaba haciendo en Brooklyn)
Me llevaron a la sala de emergencias de NYU Langone-Cobble Hill en Brooklyn directamente después del accidente. No pudieron proporcionar la atención médica que necesitaban mis lesiones. Debido a las vacaciones, todos los hospitales afiliados y circundantes estaban superpoblados y/o no podían proporcionar la atención médica que necesitaba.
El 1 de noviembre, fui trasladado al Lenox Hill Hospital de Nueva York, porque era el hospital más cercano con una cama disponible y un equipo de neurología listo para tomar mi caso de inmediato.
El 16 de noviembre, me desperté. No tengo prácticamente ningún recuerdo de nada antes de ese día, excepto por cosas básicas como comer, caminar, escribir, leer, hablar, etc.
El 29 de noviembre, me dijeron que sería dado de alta dentro de unos días. No tengo identidad. No hay tarjeta de seguro social, y no hay posibilidad de conseguir una nueva, lo que significa que no hay trabajo. No tengo nombre, ni certificado de nacimiento, ni puntuación de crédito, ni referencias. NO TENGO IDENTIDAD.
El 30 de noviembre, me di cuenta de que estaba total y completamente jodido.
—No estás jodido —suspiró la señora Sloan.
Jon había descubierto que, a ciertos pacientes, el hospital asignaba trabajadores sociales para ayudar con sus casos. Jon era uno de esos pacientes. Ella era la encargada de mantener su expediente médico organizado y ayudarlo a entenderlo. También le ayudaba a programar reuniones con diferentes médicos y especialistas, así como a ponerlo en contacto con un abogado pro-bono para ayudarle a entender sus derechos y lo que podía hacer con respecto a su situación.
La reunión no había ido muy bien.
—Explícame cómo no estoy jodido, Sloany —le espetó, arrojando un archivo lleno de papeles sobre su cama—. El Gobierno de los Estados Unidos no me dará un nuevo número de seguro social porque técnicamente ya tengo uno. No es su problema que no pueda recordarlo. Sin ese número, no puedo conseguir un trabajo. ¡Ni siquiera puedo obtener una jodida I.D.! Entonces, ¿qué diablos debo hacer? ¡Me harán salir de aquí dentro de un par de días! ¿Cómo voy a sobrevivir?
—Tu caso es único, Jon —explicó en su tono de voz tranquilo. Supuso que fue así como Sloany había conseguido su trabajo. Tenía una voz muy suave que combinaba con su aspecto muy calmado. Era gruesa y curvilínea, siempre llevaba trajes de pantalón a medida o faldas profesionales con tacones. Su cabello rubio a menudo era arreglado en algún tipo de recogido o moño, pero ese día en particular lo había dejado suelto. Sus cálidos ojos color avellana solían sonreírle, sin insinuar jamás el afilado ingenio y la insolencia que se escondían detrás de ellos.
—Sí. Amnesia es jodidamente única —masculló.
—No, no lo es. Mucha gente sufre de amnesia retrógrada después de un trauma cerebral, pero por lo general, con el tiempo, recuerdan. La amnesia casi siempre es temporal. Lo que te hace único es que tus recuerdos no han dado señales de regresar. A pesar de lo que las películas y los libros nos quieren hacer creer, no es una ocurrencia común. Podrías recuperar tus recuerdos mañana o nunca. Simplemente no lo sabemos, y entonces... sí, el Gobierno de los Estados Unidos no puede ayudarte.
—¿Ves? Jodido —No —insistió ella—. Tienes suerte de que te hayan enviado aquí. Lenox Hill es un gran hospital, y mucha gente aquí quiere verte bien, y nadie más que yo. Tengo algunos planes para ti, y quiero repasarlos hoy.
—Oh, bueno —gimió él, dejándose caer en su silla. Se pasó la mano por la cabeza, rascándose el cabello cada vez más grueso, pero evitando su cicatriz.
—Bueno. Te estás recuperando bien, como sabes. Espectacular, incluso. Deberías ser capaz de usar tu brazo la próxima semana más o menos. Tu cabeza está bien. Así que realmente, no hay razón para que no puedas trabajar — aseguró, abriendo una carpeta gruesa que había colocado en su regazo.
—Excepto por todo esa parte de “no tengo una maldita identidad" —farfulló. Ella chasqueó su lengua.
—Esa actitud no te lleva a ninguna parte, Jon. Debes de haber sido una mierda molesta en tu última vida. Él le hacía pasar ratos difíciles, pero realmente le agradaba Sloany.
—No lo dudo. —Se rio entre dientes.
—Ahora, esto es un poco loco, y no según las reglas en absoluto. Tuve que pedir algunos favores, y tal vez tengamos que hacer algunas cosas en tu archivo, pero creo que puedo llevarte a Benson House —le dijo mientras se ponía unos anteojos de lectura.
—¿Qué es Benson House?
—Es una casa de reinserción.
—¿Una qué?
—Técnicamente, es un centro residencial de recuperación, pero seamos honestos, nadie los llama así, todo el mundo lo llama casa de reinserción. Es donde ponen a prisioneros en probatoria y drogadictos en recuperación antes de su completa liberación. Una especie de reintroducción a la sociedad —explicó.
—Quieres meterme en una casa con un grupo de criminales —aclaró. Ella se encogió de hombros.
—Mejor que dormir en las calles. Tienes razón, no hay nada que pueda hacer con relación a conseguirte trabajo, y eso suele ser un requisito para la casa. Pero también puedes ser voluntario, así que eso es lo que haremos. Debes hacer al menos quince horas a la semana para mantener tu habitación. El desayuno y la cena son servidos en la casa, y tendrás quehaceres asignados que necesitas cumplir. Hay un toque de queda, y no se permiten mujeres. Si rompes cualquier regla, incluso una vez, te pueden echar, y no habrá nada que pueda hacer por ti en ese caso —dijo.
Dios, sonaba horrible. Estaba describiendo un edificio de mierda en ruinas, completo con un techo con goteras y luces parpadeantes. Un oficial de libertad condicional irrumpiendo en las habitaciones aleatoriamente, registrando a la gente y buscando drogas en los colchones. ¿Un toque de queda? ¿¡Quehaceres!?
¿Prefieres dormir en las calles?
—¿Cuánto tiempo tengo que quedarme allí? —Suspiró, frotándose los párpados con las yemas de los dedos.
—Honestamente, no tengo ni idea, pero estaré allí contigo todo el tiempo, y sabes que puedes llamarme de día y de noche. Voy a pelear por ti, Jon, incluso si eso significa llamar a la oficina de Seguro Social cada maldito día. Y tengo otras ideas; podríamos volver a involucrar a los medios, siempre tienen interés en una historia loca como la tuya. El poder de la prensa y todo eso —dijo, sonando emocionada.
Jon frunció el ceño y se giró para mirar por la ventana. No le gustaba nada su idea. El único evento noticioso que había hecho, lo había hecho sentir como un fenómeno de circo. Tenía cartas de fanáticos llenas de todo tipo de cosas extrañas. Mujeres que querían follarlo. Hombres que querían follarlo. Le daban escalofríos. Pero también le había conseguido diez mil dólares y que se hicieran cargo de su deuda médica, así que, si tenía que pasar por todo de nuevo, supuso que podía lidiar con eso.
—Suena estupendo, Sloany. Eres impresionante, ¿sabes? —preguntó, mirándola.
—Obvio. Entonces, tengo tarea para ti, muchacho. Quiero que pienses en lo que te gusta hacer. ¿Crees que eres bueno con tus manos? ¿Recuerdas algo sobre el trabajo con autos? ¿Cosas de construcción? ¿Qué pasa con la comida, puedes cocinar? ¿Puedes limpiar? ¿Eres bueno en matemáticas? ¿Puedes hacer contabilidad? Computadoras, entrada de datos, nada en absoluto. Puedes ayudarnos a ubicarte en algún lugar para el trabajo voluntario, y luego más adelante, ayudarnos a luchar por conseguir un trabajo.
—Puedo hacerlo. Voy a empezar a hacer una lista.
—¿Hay algo que quieras que haga?
—Sí —respondió él, y empezó a masticar distraídamente los lados de su pulgar—. Me preguntaba… ¿el sitio web del fondo comunitario? ¿El dinero que toda esa gente donó? Quieren entregármelo, pero necesito una cuenta bancaria, pero...
—Pero no puedes conseguir una cuenta bancaria. —Terminó por él—. He pensado en eso y tengo una sugerencia. Deberías conseguir un testaferro, o, posiblemente, darle a alguien un poder legal para representarte, pero con capacidad limitada. Podrían abrir cuentas bancarias y administrar dinero para ti, pero debe ser alguien de tu confianza.
—Alguien en quien confíe, eso es gracioso. Las únicas personas que conozco son las que están en este hospital, tú, y ese tipo abogado —resopló. Podía notar que ella estaba luchando por no sonreír.
—Estaría feliz de hacerlo por ti, pero quiero que realmente pienses en ello. Tal vez hay una enfermera o un médico con quien te volvieras cercano, no quiero que parezca que estoy tratando de manejar toda tu vida —puntualizó.
—Pero estás manejando mi vida, y gracias a Dios, porque sabes que yo la conduciría directamente al suelo. Por favor, tiene sentido. Te veré todo el tiempo, al menos hasta que recupere mi memoria. Si alguna vez la recupero. Si no te importa, eso es. Supongo que probablemente tendrás muchos casos tristes pidiendo tu ayuda —le dijo.
—Ohhhh, ¿es esto una fiesta de compasión lo que escucho? Eres casi lindo cuando estás siendo patético —bromeó mientras se levantaba—. Por supuesto que lo haré por ti. Voy a revisar todo lo que hay que hacer y te daré todas las opciones, ¿de acuerdo? Y otra vez, trata de no preocuparte. Estresarte por todo eso, además de tus lesiones y encima con tu condición, solo empeora las cosas. No vas a estar sin hogar, no lo permitiré. Las cosas van a mejorar —le aseguró mientras preparaba todos sus papeles.
—Sigue diciendo eso. No estoy seguro de si alguna vez lo creeré —afirmó, ahora mordiendo la uña de su índice.
—Créelo, hazlo, suéñalo, lo que sea. Inserta el lema soleado aquí —dijo. Cuando tuvo todas sus cosas juntas, se quitó las gafas y miró alrededor de la habitación, luego suspiró.
—¿Qué? —preguntó.
—La próxima vez que te vea, será para llevarte a tu nuevo hogar — respondió, caminando hacia él.
—Dios mío, mi nuevo hogar es una casa de reinserción.
—Deja de quejarte, ingrato. Y para eso —soltó ella, y él se sorprendió cuando le dio una palmada alejando su mano de la boca—. Morderte las uñas es un hábito desagradable. Jon miró a Sloany mientras salía de la habitación. Luego agarró el papel que había estado escribiendo antes, antes de que ella lo interrumpiera.
Tengo al menos un hábito: me muerdo las uñas.
Cosas que sé respecto a mí:
Parece que tengo entre 24 y 28 años
En algún momento del tiempo, más probablemente cuando era joven, me rompí la pierna. Todavía tengo una cicatriz.
Tengo cuatro amalgamas, todas en los molares. Lo más probable es que las hicieran cuando era joven.
Tengo cuatro tatuajes: uno en la parte interna de mi antebrazo izquierdo, cerca de mi codo. Uno en la parte superior de mi pulgar derecho. Uno en mi espalda, debajo de mi cuello. Uno en mi costilla derecha, justo debajo de mi músculo pectoral. Nadie los reconoce o de qué tienda de tatuajes salieron. Ninguno parece ser nuevo.
Caí, salté, o me empujaron, en una plataforma del metro en Brooklyn el 31 de octubre. Estaba esperando el tren L en la estación de Beadford Avenue (aunque no sé si venía de alguna parte, o iba hacia algún lugar, o qué estaba haciendo en Brooklyn)
Me llevaron a la sala de emergencias de NYU Langone-Cobble Hill en Brooklyn directamente después del accidente. No pudieron proporcionar la atención médica que necesitaban mis lesiones. Debido a las vacaciones, todos los hospitales afiliados y circundantes estaban superpoblados y/o no podían proporcionar la atención médica que necesitaba.
El 1 de noviembre, fui trasladado al Lenox Hill Hospital de Nueva York, porque era el hospital más cercano con una cama disponible y un equipo de neurología listo para tomar mi caso de inmediato.
El 16 de noviembre, me desperté. No tengo prácticamente ningún recuerdo de nada antes de ese día, excepto por cosas básicas como comer, caminar, escribir, leer, hablar, etc.
El 29 de noviembre, me dijeron que sería dado de alta dentro de unos días. No tengo identidad. No hay tarjeta de seguro social, y no hay posibilidad de conseguir una nueva, lo que significa que no hay trabajo. No tengo nombre, ni certificado de nacimiento, ni puntuación de crédito, ni referencias. NO TENGO IDENTIDAD.
El 30 de noviembre, me di cuenta de que estaba total y completamente jodido.
—No estás jodido —suspiró la señora Sloan.
Jon había descubierto que, a ciertos pacientes, el hospital asignaba trabajadores sociales para ayudar con sus casos. Jon era uno de esos pacientes. Ella era la encargada de mantener su expediente médico organizado y ayudarlo a entenderlo. También le ayudaba a programar reuniones con diferentes médicos y especialistas, así como a ponerlo en contacto con un abogado pro-bono para ayudarle a entender sus derechos y lo que podía hacer con respecto a su situación.
La reunión no había ido muy bien.
—Explícame cómo no estoy jodido, Sloany —le espetó, arrojando un archivo lleno de papeles sobre su cama—. El Gobierno de los Estados Unidos no me dará un nuevo número de seguro social porque técnicamente ya tengo uno. No es su problema que no pueda recordarlo. Sin ese número, no puedo conseguir un trabajo. ¡Ni siquiera puedo obtener una jodida I.D.! Entonces, ¿qué diablos debo hacer? ¡Me harán salir de aquí dentro de un par de días! ¿Cómo voy a sobrevivir?
—Tu caso es único, Jon —explicó en su tono de voz tranquilo. Supuso que fue así como Sloany había conseguido su trabajo. Tenía una voz muy suave que combinaba con su aspecto muy calmado. Era gruesa y curvilínea, siempre llevaba trajes de pantalón a medida o faldas profesionales con tacones. Su cabello rubio a menudo era arreglado en algún tipo de recogido o moño, pero ese día en particular lo había dejado suelto. Sus cálidos ojos color avellana solían sonreírle, sin insinuar jamás el afilado ingenio y la insolencia que se escondían detrás de ellos.
—Sí. Amnesia es jodidamente única —masculló.
—No, no lo es. Mucha gente sufre de amnesia retrógrada después de un trauma cerebral, pero por lo general, con el tiempo, recuerdan. La amnesia casi siempre es temporal. Lo que te hace único es que tus recuerdos no han dado señales de regresar. A pesar de lo que las películas y los libros nos quieren hacer creer, no es una ocurrencia común. Podrías recuperar tus recuerdos mañana o nunca. Simplemente no lo sabemos, y entonces... sí, el Gobierno de los Estados Unidos no puede ayudarte.
—¿Ves? Jodido —No —insistió ella—. Tienes suerte de que te hayan enviado aquí. Lenox Hill es un gran hospital, y mucha gente aquí quiere verte bien, y nadie más que yo. Tengo algunos planes para ti, y quiero repasarlos hoy.
—Oh, bueno —gimió él, dejándose caer en su silla. Se pasó la mano por la cabeza, rascándose el cabello cada vez más grueso, pero evitando su cicatriz.
—Bueno. Te estás recuperando bien, como sabes. Espectacular, incluso. Deberías ser capaz de usar tu brazo la próxima semana más o menos. Tu cabeza está bien. Así que realmente, no hay razón para que no puedas trabajar — aseguró, abriendo una carpeta gruesa que había colocado en su regazo.
—Excepto por todo esa parte de “no tengo una maldita identidad" —farfulló. Ella chasqueó su lengua.
—Esa actitud no te lleva a ninguna parte, Jon. Debes de haber sido una mierda molesta en tu última vida. Él le hacía pasar ratos difíciles, pero realmente le agradaba Sloany.
—No lo dudo. —Se rio entre dientes.
—Ahora, esto es un poco loco, y no según las reglas en absoluto. Tuve que pedir algunos favores, y tal vez tengamos que hacer algunas cosas en tu archivo, pero creo que puedo llevarte a Benson House —le dijo mientras se ponía unos anteojos de lectura.
—¿Qué es Benson House?
—Es una casa de reinserción.
—¿Una qué?
—Técnicamente, es un centro residencial de recuperación, pero seamos honestos, nadie los llama así, todo el mundo lo llama casa de reinserción. Es donde ponen a prisioneros en probatoria y drogadictos en recuperación antes de su completa liberación. Una especie de reintroducción a la sociedad —explicó.
—Quieres meterme en una casa con un grupo de criminales —aclaró. Ella se encogió de hombros.
—Mejor que dormir en las calles. Tienes razón, no hay nada que pueda hacer con relación a conseguirte trabajo, y eso suele ser un requisito para la casa. Pero también puedes ser voluntario, así que eso es lo que haremos. Debes hacer al menos quince horas a la semana para mantener tu habitación. El desayuno y la cena son servidos en la casa, y tendrás quehaceres asignados que necesitas cumplir. Hay un toque de queda, y no se permiten mujeres. Si rompes cualquier regla, incluso una vez, te pueden echar, y no habrá nada que pueda hacer por ti en ese caso —dijo.
Dios, sonaba horrible. Estaba describiendo un edificio de mierda en ruinas, completo con un techo con goteras y luces parpadeantes. Un oficial de libertad condicional irrumpiendo en las habitaciones aleatoriamente, registrando a la gente y buscando drogas en los colchones. ¿Un toque de queda? ¿¡Quehaceres!?
¿Prefieres dormir en las calles?
—¿Cuánto tiempo tengo que quedarme allí? —Suspiró, frotándose los párpados con las yemas de los dedos.
—Honestamente, no tengo ni idea, pero estaré allí contigo todo el tiempo, y sabes que puedes llamarme de día y de noche. Voy a pelear por ti, Jon, incluso si eso significa llamar a la oficina de Seguro Social cada maldito día. Y tengo otras ideas; podríamos volver a involucrar a los medios, siempre tienen interés en una historia loca como la tuya. El poder de la prensa y todo eso —dijo, sonando emocionada.
Jon frunció el ceño y se giró para mirar por la ventana. No le gustaba nada su idea. El único evento noticioso que había hecho, lo había hecho sentir como un fenómeno de circo. Tenía cartas de fanáticos llenas de todo tipo de cosas extrañas. Mujeres que querían follarlo. Hombres que querían follarlo. Le daban escalofríos. Pero también le había conseguido diez mil dólares y que se hicieran cargo de su deuda médica, así que, si tenía que pasar por todo de nuevo, supuso que podía lidiar con eso.
—Suena estupendo, Sloany. Eres impresionante, ¿sabes? —preguntó, mirándola.
—Obvio. Entonces, tengo tarea para ti, muchacho. Quiero que pienses en lo que te gusta hacer. ¿Crees que eres bueno con tus manos? ¿Recuerdas algo sobre el trabajo con autos? ¿Cosas de construcción? ¿Qué pasa con la comida, puedes cocinar? ¿Puedes limpiar? ¿Eres bueno en matemáticas? ¿Puedes hacer contabilidad? Computadoras, entrada de datos, nada en absoluto. Puedes ayudarnos a ubicarte en algún lugar para el trabajo voluntario, y luego más adelante, ayudarnos a luchar por conseguir un trabajo.
—Puedo hacerlo. Voy a empezar a hacer una lista.
—¿Hay algo que quieras que haga?
—Sí —respondió él, y empezó a masticar distraídamente los lados de su pulgar—. Me preguntaba… ¿el sitio web del fondo comunitario? ¿El dinero que toda esa gente donó? Quieren entregármelo, pero necesito una cuenta bancaria, pero...
—Pero no puedes conseguir una cuenta bancaria. —Terminó por él—. He pensado en eso y tengo una sugerencia. Deberías conseguir un testaferro, o, posiblemente, darle a alguien un poder legal para representarte, pero con capacidad limitada. Podrían abrir cuentas bancarias y administrar dinero para ti, pero debe ser alguien de tu confianza.
—Alguien en quien confíe, eso es gracioso. Las únicas personas que conozco son las que están en este hospital, tú, y ese tipo abogado —resopló. Podía notar que ella estaba luchando por no sonreír.
—Estaría feliz de hacerlo por ti, pero quiero que realmente pienses en ello. Tal vez hay una enfermera o un médico con quien te volvieras cercano, no quiero que parezca que estoy tratando de manejar toda tu vida —puntualizó.
—Pero estás manejando mi vida, y gracias a Dios, porque sabes que yo la conduciría directamente al suelo. Por favor, tiene sentido. Te veré todo el tiempo, al menos hasta que recupere mi memoria. Si alguna vez la recupero. Si no te importa, eso es. Supongo que probablemente tendrás muchos casos tristes pidiendo tu ayuda —le dijo.
—Ohhhh, ¿es esto una fiesta de compasión lo que escucho? Eres casi lindo cuando estás siendo patético —bromeó mientras se levantaba—. Por supuesto que lo haré por ti. Voy a revisar todo lo que hay que hacer y te daré todas las opciones, ¿de acuerdo? Y otra vez, trata de no preocuparte. Estresarte por todo eso, además de tus lesiones y encima con tu condición, solo empeora las cosas. No vas a estar sin hogar, no lo permitiré. Las cosas van a mejorar —le aseguró mientras preparaba todos sus papeles.
—Sigue diciendo eso. No estoy seguro de si alguna vez lo creeré —afirmó, ahora mordiendo la uña de su índice.
—Créelo, hazlo, suéñalo, lo que sea. Inserta el lema soleado aquí —dijo. Cuando tuvo todas sus cosas juntas, se quitó las gafas y miró alrededor de la habitación, luego suspiró.
—¿Qué? —preguntó.
—La próxima vez que te vea, será para llevarte a tu nuevo hogar — respondió, caminando hacia él.
—Dios mío, mi nuevo hogar es una casa de reinserción.
—Deja de quejarte, ingrato. Y para eso —soltó ella, y él se sorprendió cuando le dio una palmada alejando su mano de la boca—. Morderte las uñas es un hábito desagradable. Jon miró a Sloany mientras salía de la habitación. Luego agarró el papel que había estado escribiendo antes, antes de que ella lo interrumpiera.
Tengo al menos un hábito: me muerdo las uñas.
Yani- Mensajes : 5497
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Re: Lectura Mayo 2018
Antes
Jayson Fairbanks subió corriendo las escaleras, con las manos metidas en los bolsillos. El clima inusualmente cálido de principios de marzo había desaparecido. Mediados de abril era lluvioso y desagradable. Salió de la estación de metro y entrecerró los ojos mientras miraba a su alrededor. —Jay.
Se giró al oír el sonido de su nombre, y luego sonrió.
Delaney Carter se apresuraba hacia él. Estaba abrigada como si fuera al polo norte, con una chaqueta con capucha forrada de piel. Tenía lo que parecía una caja de aparejos acolchada colgada a su costado, con una correa de bolso de mensajero sosteniéndola cruzada sobre su cuerpo. Con cautela y de puntillas fue alrededor de un charco y luego se detuvo junto a él.
—Hola. —Saludó él, finalmente sacando las manos de sus bolsillos y tirando del cuello de su chaqueta en posición vertical, tratando de mantener la humedad a raya.
—No creí que en serio aparecieras. —Se rio—. Habría dejado mi mierda en la escuela.
Delaney iba a la escuela de belleza. Ella era originaria de Connecticut, pero Brooklyn siempre le había parecido "cool" y le gustaba el maquillaje. Así que un par de meses después de su vigésimo primer cumpleaños, se había mudado a la gran ciudad y todavía tenía que mirar hacia atrás.
En realidad, era muy buena en eso, por lo que Jay podía decir al mirar el maquillaje que hacía sobre sí misma. Tal como ese día lucía como una chica pin up de los 50, con labios rojo cereza y alas enormes a los lados de sus ojos. Otros días, casi podía parecer una Kardashian. A veces incluso tenía colores salvajes sobre sus párpados y tonos neón en sus labios.
Ella siempre se veía hermosa, pero si él era honesto, realmente su mejor aspecto era sin nada de maquillaje en absoluto.
—¿Por qué creías que no aparecería? —preguntó, juntando sus manos y soplando en ellas. Empezó a caminar y él le siguió el paso.
—Me has plantado las últimas tres veces —le recordó.
Correcto. La última vez había sido legítimo, se había demorado en su trabajo. Se habían molestado con él por llegar tarde y estar drogado en el trabajo. Se había vuelto loco porque le estaban haciendo perder una cita con Delaney. Le preguntaron qué era más importante, si su trabajo, o un pedazo de culo.
Había renunciado al trabajo, pero cuando llegó al bar en el que se suponía que debía encontrarse con ella, se había ido hacía mucho tiempo.
Sin embargo, no tenía ninguna excusa para las otras dos veces. Se había puesto malditamente drogado, y simplemente lo había olvidado.
No ese día, sin embargo. Algo respecto a esta chica, era especial. Él no quería dejarla escapar, así que estaba tratando de ser un buen tipo para variar. Tal vez no era un gran tipo, pero al menos era mejor de lo que era antes, así que se había presentado para su cita de la tarde totalmente limpio y sobrio.
Bueno, por ahora, de todos modos.
A pesar de que habían hablado mucho por teléfono y se habían enviado un montón de mensajes, solo habían concretado algunas citas desde que se conocieron. Ella se hacía la difícil, había tenido que extorsionar a una de sus amigas para conseguir su número. Luego, entre los horarios de ambos, había sido difícil encontrar tiempos para reunirse. Ambos vivían en Brooklyn, pero no muy cerca. En el mes y medio desde que se conocieron, solo habían salido unas, quizás tres veces en total.
Tres veces eran suficiente, sin embargo. Se casaría con esta chica algún día. Ella era sexy, divertida, no toleraba ninguna mierda, y le gustaba ir de fiesta. A Jay le encantaba ir de fiesta. Había tenido miedo al principio porque, después de las primeras presentaciones, parecía tan limpia y sana. Ahora sabía que esa solo era una fachada. Podía beber como un pez y maldecir como un marinero. Era increíble.
—Entonces, ¿dónde quieres comer? —preguntó, alejándose de él para que no tuviera que caminar a través de un montón de aguanieve.
—Oye, me invitaste a salir, así que tú eliges —señaló. Ella se rio de él, pero no le importó. Le encantaba el sonido de su risa. Era casi como si estuviera cantando.
—Sí, pero no pensé que vinieras. No sé, ¿te gusta la comida tailandesa? — preguntó.
—Realmente no.
—¿Sushi? O hay un gran lugar coreano junto a mi apartamento.
Su apartamento, hmmm. Todavía no había ido allí, ni siquiera conocía su dirección. Sabía que vivía cerca de su escuela. Tal vez si iban a la comida coreana, después podían ir a su apartamento y finalmente podría aliviar parte de la tensión sexual entre ellos.
—El coreano suena bien —dijo con voz inocente. Ella resopló.
—No vas a tener sexo, idiota.
Él soltó una carcajada. Otra cosa impresionante acerca de Delaney, es que era bastante psíquica. O eso, o compartían un cerebro. A menudo parecía saber exactamente lo que estaba pensando.
—Está bien, está bien, está bien. ¿Cómo te suena comer mexicano? — preguntó, dándole una mirada festiva a un letrero de restaurante a un par de tiendas por delante. Ella asintió.
—Mexicano suena genial. ¿Quieres conseguir una mesa mientras corro a casa y guardo estas cosas? —preguntó, sosteniendo su "kit de herramientas" de maquillaje.
—Si suena bien. ¿Quieres que pida bebidas? —preguntó mientras se detenían frente al restaurante. Se frotó las manos, tratando de crear fricción.
—Sí, solo pídeme una cerveza. Tan sin pretensiones. Le encantaba. A él ni siquiera le importaba que no pudiera darse el lujo de invitarla a cenar. Lo averiguaría más tarde, después de que la hiciera enamorarse de él.
—Una cerveza, en camino —dijo él a través de sus dientes que castañeaban. Ella se echó a reír de nuevo, luego se acercó a él. Le acomodó el cuello, estirándolo de nuevo, luego le abotonó la chaqueta hasta arriba.
—Nunca te viste apropiadamente para este clima —dijo ella, desenrollando una bufanda de punto que llevaba alrededor de su cuello para rodear el de él—. Me preocupas, vas a morir congelado uno de estos días.
Él la miró mientras ella ataba el material en un nudo alrededor de su garganta. Ella no lo miraba, simplemente se concentraba en lo que estaba haciendo, la esquina de su boca torcida en una sonrisa de lado.
No se detuvo a cuestionar su siguiente movimiento. Se inclinó y cubrió la distancia entre ellos, sorprendiéndola con un beso. Sin embargo, ella no se apartó, solo jadeó suavemente, luego se inclinó más cerca. No se tocaban en ningún otro lugar, solo sus labios.
Solo nuestras almas.
—Entonces una cerveza, ¿ah? —preguntó con voz rasposa cuando se apartó. Pero solo un poco, su nariz todavía rozaba la de ella.
Ella tampoco se movió. Solo lo miró con los ojos muy abiertos.
—Sí, estaré de regreso tan rápido como pueda.
—Más te vale.
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura Mayo 2018
Capítulo 1
Que aterrador despertar y no saber nada de nada…. No conocer tu nombre, quien fuiste y quien eres, agregando que no pueden encontrar tu identidad por que no tienes ningún registro…
Antes
Entonces nuestros chicos es un traficante o tiene para consumo y como es buena persona la regala… imposible, pero bueno algo es algo…
Delaney es la chica de esta historia o solo una chica que paso por su vida…
Capítulo 2
Sloany por ahora es la única que le tiene un plan de vida, aceptable que pueda manejar… pero creo que eso de la casa de reinserción no será de mucha ayuda para él.
Antes
Puede que estos dos hagan muy mala combinación, ambos les gusta las drogas, el alcohol y las fiestas… eso nunca terminal bien y probablemente sea la causa del accidente.
Que aterrador despertar y no saber nada de nada…. No conocer tu nombre, quien fuiste y quien eres, agregando que no pueden encontrar tu identidad por que no tienes ningún registro…
Antes
Entonces nuestros chicos es un traficante o tiene para consumo y como es buena persona la regala… imposible, pero bueno algo es algo…
Delaney es la chica de esta historia o solo una chica que paso por su vida…
Capítulo 2
Sloany por ahora es la única que le tiene un plan de vida, aceptable que pueda manejar… pero creo que eso de la casa de reinserción no será de mucha ayuda para él.
Antes
Puede que estos dos hagan muy mala combinación, ambos les gusta las drogas, el alcohol y las fiestas… eso nunca terminal bien y probablemente sea la causa del accidente.
berny_girl- Mensajes : 2842
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Edad : 36
Re: Lectura Mayo 2018
¡Wao! Despertar y no recordar nada debe ser desesperante. Más aun cuando cree que no era una “buena “persona y si un drogadicto. Peor aún tener que re-integrarse a una sociedad que desconoce, “al mundo” del que no recuerda nada.
Me intriga mucho Delaney… ¿tendrá ella algo que ver con el accidente.
¿Encontrara “Jon” una persona que lo apoye mientras recupera “su vida”?
¡Gracias por los capítulos!
Me intriga mucho Delaney… ¿tendrá ella algo que ver con el accidente.
¿Encontrara “Jon” una persona que lo apoye mientras recupera “su vida”?
¡Gracias por los capítulos!
Última edición por svenkok el Miér 9 Mayo - 20:23, editado 1 vez
svenkok- Mensajes : 444
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Edad : 35
Localización : Puerto Rico
Re: Lectura Mayo 2018
Ayer me olvidé del club, por eso les traje tarde los capítulos, disculpen la demora, por suerte me acordé y pude subirlos...hoy llegan más temprano.
Coincido con Berny, Delaney y Jay hacen una mala combinación, si uno de los dos no decide cortarla con las drogas no llegarán muy lejos...ya sabemos que él era adicto, tenía un cóctel de drogas en su cuerpo cuando tuvo el accidente, y Delany dónde está? Quizás lo dejó debido a su adicción...
Coincido con Berny, Delaney y Jay hacen una mala combinación, si uno de los dos no decide cortarla con las drogas no llegarán muy lejos...ya sabemos que él era adicto, tenía un cóctel de drogas en su cuerpo cuando tuvo el accidente, y Delany dónde está? Quizás lo dejó debido a su adicción...
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura Mayo 2018
3
Jon se retorció los dedos. Lo que realmente quería hacer era morderse las uñas, pero estaba tratando de romper el hábito. Pensaba que era muy injusto, ¿su cerebro no podía recordar su propio nombre, pero podía recordar que le gustaba morderse las uñas? ¿Qué era esa mierda? Y, por otro lado, Sloany le daría una bofetada si lo hacía.
—Entonces ¿crees que me gustará este lugar? —preguntó, tratando de mantener los nervios lejos de su voz. Ella lo miró y luego volvió a concentrarse en la conducción.
—Sí. Hice una visita hace un par de días. No es el Ritz, pero está bien, Jon. La gente también era amable.
Oficialmente ya no era un paciente en el hospital. La doctora Anand había afirmado que no "echaban a la gente", salvo que había sido una verdad a medias. Si una persona estaba gravemente enferma o lesionada, no, no los expulsaban. Pero si una persona estaba sana y podía defenderse por sí misma, como el señor Jon Doe, entonces el hospital los enviaba a empacar sin mirar atrás ni decir "buena suerte".
Como no conocía a nadie y no podía recordar a su familia, no había nadie a quien llamar para que lo fuese a buscar. Sloany había conseguido que le lavaran la ropa, así que se la había puesto y luego una enfermera lo llevó en la silla de ruedas hasta la salida. Sloany lo había estado esperando en el estacionamiento con su Corolla plateado.
—¿Puedo empezar a llamarte mamá? —preguntó. Ella hizo un sonido ahogado.
—¡Dios, no! ¡Jesús, Jon, probablemente solo sea diez años mayor que tú, a lo sumo! —Se encogió de hombros.
—En realidad no tengo mamá. Y tú cuidas de mí —señaló.
—Porque es mi trabajo —le recordó. Él le sonrió en respuesta.
—Vamos, admítelo. Soy tu favorito.
—No voy a admitir nada.
Sin embargo, estaba sonriendo cuando lo dijo.
Estacionó a un par de manzanas de distancia, y luego lo condujo a un edificio sin dirección. Estaba en una zona bastante agradable de Harlem. No era exclusivo, pero tampoco descuidado. Clase media sólida. Tanto la correccional Lincoln como la Edgecombe ocasionalmente enviaban ex presidiarios a la Casa Benson, ya que estaba situado en algún lugar entre los dos.
Tampoco estaba terriblemente lejos de Lenox Hill, así que podía ir a sus chequeos con facilidad. Él todavía recibía terapia física para su brazo, y los médicos y los terapeutas todavía querían verlo regularmente para revisar su amnesia.
La casa era grande y limpia, aunque un poco en mal estado. Una mujer los saludó en la puerta, sorprendiendo a Jon un poco. ¿Dónde estaba el espeluznante agente de libertad condicional? Esta mujer lucía como si fuera una madre común y corriente. Estaba en el lado pesado, con un vestido de estampado floral y un delantal, y él tuvo un deseo abrumador de abrazarla. Los condujo dentro del edificio, donde conocieron al señor Gary Tupper. Él era el director de la casa junto a la mujer, la señora Gaines. Ella aparecía cada día a las seis de la mañana y se iba a las siete, y hacía toda la comida. El señor Tupper era sorprendentemente agradable. Era mayor, probablemente de unos sesenta años, pero era un marine retirado. Tenía una sonora risa y una gran sonrisa, pero Jon estaba seguro de que el hombre podría patearle el culo seis veces un día cualquiera y no soltar ni una gota de sudor.
—Sé que no eres de ninguno de los centros de rehabilitación o prisiones — comentó Tupper mientras los llevaba arriba—. Pero espero que sigas las mismas reglas que nuestros otros habitantes. Ciertamente no serás tratado de manera diferente.
—No, señor, no querría serlo —dijo Jon rápidamente. El señor Tupper le miró con aprobación, luego asintió y abrió la cuarta puerta por el pasillo.
—Esta es tu habitación, nunca será bloqueada mientras estés aquí. Si intentas cambiar la cerradura, o bloquear la puerta de cualquier manera desde dentro, tu puerta será removida por un período de una larga semana. Si lo intentas otra vez, serás expulsado. ¿Entendido?
—Entendido.
Entraron en la habitación. Era pequeña, con una cama de tamaño completo, un tocador rayado, un fino espejo y un pequeño armario. Sin embargo, contaba con una ventana con vista hacia el jardín trasero. La señora Gaines tenía una pequeña huerta de hierbas y vegetales allí, así que en realidad era una bonita vista.
—Échale un vistazo a esta habitación tal como es ahora, siempre que no estés aquí, debería estar así, ¿de acuerdo? Si no mantienes tu habitación ordenada, perderás la puerta. Faltas repetidas originan expulsión. ¿Entendido?
—Sí.
—No se permiten armas, drogas o alcohol en esta casa. Hacemos inspecciones semanales al azar de todas las habitaciones. Si encontramos algo como cualquiera de esas cosas en tu habitación, serás expulsado inmediatamente. Si encontramos que estás tomando drogas o alcohol, dentro o fuera de la casa, serás expulsado. Si te involucras en actividades criminales, dentro o fuera de la casa, serás expulsado. ¿Entendido?
Jon sintió como si estuviera pasando por el campo de entrenamiento, pero todavía respondió:
—Sí, señor.
—El toque de queda es a las diez de la noche, estrictamente. Eso no significa diez y uno, o diez y dos. Esa puerta se cierra a las diez en punto, y si no estás dentro, tienes que encontrar otro sitio para dormir. Pásate el toque de queda una vez y perderás tu puerta y tu toque de queda cambia a las siete. Si fallas dos veces, eres expulsado.
»En la planta baja, fuera de la cocina, encontrarás nuestra tabla de tareas. Se te asignan tareas semanales. Las harás, y las harás bien. Todos los hombres aquí están obligados a tener trabajo, y me reportan con pruebas de las horas trabajadas. Tú harás lo mismo con tus horas voluntarias trabajadas. Entiendo que ya encontraste un trabajo voluntario, por lo que necesitarás que un supervisor te firme tus horas todos los días. Si no me trae las horas trabajadas o no las cumples, serás…
—Expulsado. —Terminó Jon por él—. Me aseguraré de mantenerme al día con eso.
—Lamento mucho tu situación, hijo, pero tiene que funcionar de esta manera. Si los otros chicos ven que alguien recibe un trato especial, esto se convertirá en Attica aquí. Además, la habitación y la comida no son gratis en ningún otro lugar. Si quieres comer, tienes que retribuírselo a la sociedad de alguna manera. Pero mientras sigas las reglas y hagas todo lo que se supone que debes hacer, creo que nos llevaremos bien —le dijo el señor Tupper. Jon asintió.
—Por supuesto señor.
—¡Oh! Y una cosa más —dijo el viejo veterano mientras salía de la habitación—. Absolutamente prohibida alguna mujer, ¿me oyes? Sé que es difícil para los chicos guapos como tú, pero son las reglas. La señora Gaines es la única mujer permitida en la casa bajo esa premisa, con la excepción de las oficiales de libertad condicional y trabajadoras sociales que visitan. Si eres atrapado con una mujer aquí, bueno... digamos que puedo pensar en cosas más embarazosas que hacerte que quitarte la puerta.
Con un guiño y una carcajada, el hombre salió por la puerta y lo escucharon bajar por las escaleras.
—Encantador, ¿no crees? —indagó la señora Sloan, sonriéndole a Jon. Él la miró con los ojos muy abiertos.
—Voy a morir aquí.
—¡Dios, eres un bebé! —se quejó—. ¡Quiero decir, mira! Bonita cama grande. Y oye, ¡creo que están creciendo tomates por ahí!
—¡Oh, Dios mío, ¡tomates! —exclamó Jon, presionando sus manos contra sus mejillas—. Al diablo lo que dije antes, esto es como una sucursal del cielo.
—Supongo que podría encontrarte un buen puente para dormir debajo. ¿Alguna vez has sido asaltado y golpeado por una pandilla de indigentes? Apuesto a que es muy divertido —ofreció ella. Él hizo una mueca y se sentó en el borde de la cama.
—No. —Suspiró—. No, lo siento. Realmente, es genial. No tengo nada con qué compararlo excepto donde he estado, y es mucho mejor que esto, y ciertamente mucho mejor que estar sin hogar. Son buenas personas, me acostumbraré. Gracias, honestamente.
La señora Sloan le sonrió, luego se sentó en la cama, también.
—No es para siempre, Jon —le aseguró, golpeándolo con el hombro—. Y en tres días, empiezas a ser voluntario. Será divertido, ya verás. Conseguirás socializar, y sé que muchos de los voluntarios tienen más o menos tu edad. ¿No será agradable?
—Por supuesto. Como un campamento de verano. No puedo esperar.
Mientras estaba en el hospital, había hecho lo que Sloany le había pedido. Había pensado largo y tendido en las cosas que pensaba que le podrían gustar. Los autos no despertaron mucho interés en él, pero la comida sí. Además de ser bastante elegante, tenía un apetito voraz, y veía mucho Food Network1. Así que había escrito “chef/cocinero” como una opción de trabajo.
Después de que Sloany se hiciera cargo de su tutela, le había hecho usar algunos de sus fondos donados para comprarse un teléfono celular, así como un ordenador portátil decente. Había recordado cómo funcionaba, cómo abrirlo, encenderlo y navegar por la web, pero eso era todo. Estaba bastante seguro de ser bueno viendo videos de gatos que no lo calificaban para nada, así que no había anotado computadoras.
Sin embargo, resultó ser bastante bueno en matemáticas. Algebra le parecía muy familiar, y cualquier cosa con pesos y medidas. ¿Había trabajado en un laboratorio? Lo había escrito como una posibilidad, así como contador.
Luego había escrito sus habilidades para hablar español, y el hecho de que parecía tener una obsesión con los dibujos animados. ¿Podría haber trabajado en una guardería? ¿Había sido niñero? Estaba bastante seguro de que no, porque la idea de estar cerca de niños hacía que su piel se erizara, pero lo había escrito de todos modos.
Al final resultó, que no había un gran grupo de voluntarios para contadores semi-bilingües trabajadores de laboratorio que cuidaban niños. Habían, sin embargo, muchos comedores de beneficencia y bancos de alimentos. Sloany le había conseguido trabajo en un enorme centro comunitario que trabajaba con personas sin hogar. Lo asignarían a la cocina, pero habría muchos otros trabajos que hacer y mirar si lo deseaba.
—Cállate, realmente te encantará. Tienen un gimnasio que puedes usar — le informó, sacando un folleto de su carpeta siempre presente—. Una sala de recreación, ¡mira, ping pong!"
—Hurra.
—Vendré mañana y nos iremos de compras, te conseguiremos más ropa — dijo, mirándolo. Le había conseguido un pijama y unas camisetas para que pasara la noche y el día siguiente, pero esas eran todas las prendas que tenía—. Luego, antes de que empiece tu trabajo, vendré a buscarte y podemos ir a buscarte un café y prepararte para el día.
—Suena magnífico —murmuró, apoyando los codos en las rodillas y la cabeza entre las manos.
—En serio, Jon. Junta tu mierda —masculló, dejando caer el folleto en la cama y levantándose—. Puede hacer tu mejor esfuerzo con lo que te ha sido otorgado, que es un montón de cosas impresionantes, o simplemente puedes rendirte este momento y dejarte morir. Todo porque no tienes nombre.
Jon no dijo nada mientras salía de la habitación, cerrando la puerta tras ella. Se quedó encorvado por un momento, luego se recostó en la cama. Miró fijamente al techo.
…todo porque no tienes nombre…
No era tan simple, por supuesto, pero también tenía razón. Podría haber sido mucho peor. Podía estar en las calles sin nadie que se preocupara por él, lo cual parecía ser la manera en que había sido su vida antes del accidente.
Ahora, tenía grandes doctores y una impresionante trabajadora social que cuidaba de él. Tenía completos extraños ofreciéndose a pagar cosas por él. La vida no era perfecta de ninguna manera, y probablemente no lo sería durante mucho tiempo, pero no era horrible. Él no lo tenía bajo control ahora, pero algún día, lo tendría.
Y ahora mismo, había algo que podía controlar.
Por lo menos puedo jodidamente escoger mi propio nombre.
Yani- Mensajes : 5497
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Edad : 44
Re: Lectura Mayo 2018
Antes
Jayson rondaba de habitación en habitación, mirando a través de la oscura iluminación. Casi cada bombilla en la planta superior de la casa había sido reemplazada por una de color rojo, por lo que era una mierda tratar de ver algo. Todos los rostros parecían iguales. Pero estaba seguro de que Del no estaba entre la multitud, así que se dirigió hacia abajo. A ella le gustaba jugar al escondite. Cada vez que iban a una fiesta, era solo cuestión de tiempo antes de que desapareciera. Siempre amenazaba con irse, pero nunca lo hacía. Él siempre la buscaba, y siempre la encontraba. Una vez, escondida en una ducha, hasta con el agua corriendo. Otra vez en una guarida de mala muerte, escondida detrás de un sofá, el rastro del humo de su porro en su escondite la había delatado.
El peor momento había sido cuando la había encontrado en un garaje. Otro tipo la había encontrado primero y había tratado de convencerla de que consumiera heroína. Jay había golpeado al tipo, lo que había terminado en llamadas a la policía, lo que significaba que todos se habían dispersado. Delaney lo había llamado desde su apartamento una hora después; ella había corrido a través de un montón de patios traseros, luego regresó a buscarlo, y él casi fue arrestado.
Era finales de abril y estaban de vuelta en casa de su amigo Crash. El tipo había heredado una vieja casa grande y regularmente celebraba algunas fiestas locas. Las casas a ambos lados estaban deshabitadas, así que no había vecinos que se quejaran.
Ese fin de semana, realmente fue en grande. La mayoría de las habitaciones de arriba estaban llenas de gente bailando o drogándose. Abajo no era muy diferente. Las paredes del salón habían sido cubiertas con bolsas de basura negras, luego salpicadas con líquido de varas fluorescentes. Los cuerpos bailaban y se retorcían bajo luces negras.
Pero Del no estaba allí, así que entró en la cocina. Alguien estaba tratando de hacer un queso a la parrilla, y rezó para que la casa no se incendiara. Un grupo de chicas reía cerca de la puerta de la despensa, pero inmediatamente se detuvo cuando llegó a la esquina.
Te tengo.
—Está bien. —Suspiró, levantando su mano para rastrillar los dedos por su cabello, luego detenerse. Ya no podía hacer eso: Delaney le había hecho rastas la semana anterior—. Juego terminado. Sal, Del.
—No sabemos de qué estás hablando —comentó una de las chicas, una rubia, expulsando una bocanada de humo. Le pasó un cigarro a su amiga.
—No conocemos a ningún Del —dijo la otra muchacha.
—Delaney. Ven aquí. Ahora —ordenó él.
—Ya te lo dije, no... —comenzó a decir la chica otra vez, pero fue interrumpida.
—¡No! —gritó una voz desde dentro de la despensa—. ¡No vuelvas aquí!
—¿Qué? ¿Por qué no? —preguntó, caminando hacia delante. Las chicas formaron una sólida pared delante de él.
—¡Solo… no entres aquí!
En realidad, estaba un poco nervioso. ¿Estaba drogada? ¿Estaba con alguien? ¿Estaba con un tipo? ¿Estaba herida?
—Este juego es muy lindo, pero ya hemos terminado aquí —dijo, y antes de que la brigada de amigas pudiera responder, él simplemente levantó a la chica rubia y la depositó detrás de él.
Entró en la despensa y luego se quedó de una pieza. Delaney estaba sentada en el suelo rodeada de aperitivos. Tenía una bolsa abierta de Oreos en su regazo, y una bolsa de galletas Goldfish junto a ella. Todo un tremendo banquete se dispersaba alrededor de sus pies.
—Nooooo —gimió, abrazando a los Oreos a su pecho—. ¡No quiero compartir!
Jay soltó una carcajada, luego se inclinó y la sujetó por los brazos. Ella se retorció por un momento, luego dejó que la levantara.
—¡Tan codiciosa! —bromeó, luchando con ella por conseguir las golosinas.
—¿Puedes creer que Crash tiene todo esto?! ¡Ha estado escondiéndolo de nosotros! —exclamó, finalmente ofreciéndole una galleta.
—¿Dónde encontraste todo eso?
— Estaba así al descubierto, detrás de la puerta de allí, la que tiene la cerradura.
Cerradura rota, debió querer decir. Se echó a reír de nuevo cuando tomó la bisagra colgando y el candado. Probablemente le había dado una patada a la puerta, con la esperanza de encontrar un buen escondite, pero en su lugar había encontrado el escondrijo secreto de golosinas de Crash.
—Eres horrible, ¿sabes? ¿Cuánto te has drogado? —preguntó, mirándola a los ojos. Eran claros y brillantes.
—Ni siquiera un poco —respondió—. Encontré todos estos aperitivos y fui buena.
—Sí, yo también estoy sobrio. Pero podemos arreglar eso —le aseguró, y luego comenzó a buscar en su bolsillo.
—¡No, espera! Primero, vamos a bailar —insistió ella, soltando las Oreos y agarrándolo de la mano.
—¿Qué? No, te lo dije, Del. Yo no bailo —le recordó.
—Esta noche, sí. ¡Vamos! Está oscuro aquí, ¡nadie te puede ver! —pidió, arrastrándolo hacia la sala de estar.
Algún techno remix de un éxito actual estaba sonando a través de la casa, el pesado bajo haciendo que las ventanas temblaran. Apenas podía oírse pensar, mucho menos escuchar lo que ella le decía. Pero ella estaba sonriendo y estaba feliz, así que sonrió, y estuvo feliz.
Ella se sujetó a su mano y comenzó a moverse al ritmo. Cantando las letras. Bailó cerca de él, presionando su cuerpo tentadoramente contra el suyo por un segundo, y luego se separó bailando. Rozó los hombros con otra fiestera feliz. Se rio de algún tipo perdido usando un tutú. Luego se acercó de nuevo y él pudo oler su perfume rodeándolo.
La siguiente vez que bailó contra él, le rodeó la cintura con un brazo y la abrazó.
—Eres una buena bailarina —le dijo al oído. Ella asintió, frotando sus caderas contra él.
—Lo sé —respondió ella, y se estremeció al sentir la mano de él deslizándose por su espalda, debajo de su camiseta. Solo habían estado saliendo con seriedad durante un par de semanas, y no solían pasar tiempo juntos a solas. Por lo general, ella estaba de fiesta en fiesta, o en la escuela, o en el trabajo, o drogada en el sofá de alguien y no contestaba su teléfono.
Pero esta noche, estaba muy sobrio y muy presente y pensando muy claramente.
—No quiero seguir aquí —dijo él en voz alta.
—¿Dónde más preferirías estar?
—En cualquier lugar solo contigo.
Era tan simple como eso, aparentemente. Tanto para parecer cool todas esas semanas. Ella simplemente asintió y se alejó, todavía sosteniendo su mano. Él la siguió, subiendo las escaleras detrás de ella. Ella debía tenerlo todo planeado, se dio cuenta más tarde, porque lo llevó a la única habitación vacía de la casa. El dormitorio de Crash.
Jay estaba de pie en la puerta abierta mientras ella entraba en la habitación. No estaba seguro de lo que estaba pasando, ¿estaba buscando su chaqueta? ¿Una cartera?
—¿Cuánto tardarías en hacer un movimiento? —le preguntó, su voz apenas audible sobre la música. Él rio entre dientes y se apoyó contra el marco de la puerta.
—Un tiempo. —Fue honesto. Se acercó a la cama, que era solo un colchón en el suelo, con mantas y almohadas esparcidas encima.
—¿Por qué?
—No lo sé. Tú solo... eres una buena chica, Del. No quería apresurarlo o joderlo o asustarte.
—Hmmm, tal vez me gusta rápido —insinuó, volviéndose para mirarlo.
—Gracias a Dios.
—Jay —dijo, desabrochándole los pantalones.
—¿Sí?
—Cierra la maldita puerta.
Pateó la puerta tras él y la bloqueó rápidamente antes de cruzar la habitación. Apenas había abierto el último botón antes de que se estrellara contra ella. Él sostuvo su rostro entre sus manos y la besó sin ninguna vacilación. Ella gimió y él sintió sus uñas arañarle la espalda. Luego ella estaba presionando y empujando su chaqueta y tuvo que alejarse de ella para que la tela pudiera caer al suelo.
—Dios, estaba empezando a pensar que esto nunca sucedería —gimió ella mientras presionaba todo su cuerpo contra el suyo.
—Oye, este es un mundo moderno, ya sabes. Podrías haber hecho los movimientos conmigo —señaló mientras se quitaba los zapatos.
—Lo hice, idiota. Si no lo hubiera hecho, todavía estaríamos bailando abajo —se burló, tirando de la camiseta de él.
Tropezaron alrededor de la habitación en su prisa por desnudarse. Empujando y tirando de la ropa del otro. Ella se sentó en la cómoda mientras luchaba por quitarse los pantalones ridículamente apretados. Se rio y apoyó contra un espejo hasta que finalmente logró arrancarse el material y liberarlo por sus pies.
—Dios, Del, tu cuerpo —gimió él, moviéndose para estar entre sus piernas entreabiertas. Ella estaba en ropa interior, un simple sujetador negro y bragas de algodón a juego. Era una chica pequeña, pero bien formada y proporcionada. Curvilínea y suave.
—Tu cuerpo —susurró ella, arrastrando sus dedos por el pecho y estómago de él. Su estilo de vida y genética lo mantenían magro, y sus hábitos de vida lo mantuvieron tonificado. Cuando no estaba bajo los efectos de la droga, siempre estaba caminando, corriendo, moviéndose.
—¿Seguro que quieres hacer esto aquí? Las buenas chicas por lo general no son folladas en un dormitorio al azar en una fiesta llena con drogas —bromeó, apoyando las manos en la cómoda y besando su camino a lo largo de su hombro.
—Las chicas buenas son aburridas. Me encanta ser follada en dormitorios al azar —le informó mientras tiraba de sus pantalones.
—Espera, ¿cuántas veces te han follado en…?
Fue interrumpido por la mano de ella su polla. No, definitivamente no era una chica buena, decidió. Era malditamente mala, y le encantaba. Él gimió cuando ella comenzó a acariciarlo, poniéndolo aún más duro.
—Creo que tenemos cosas más importantes de qué preocuparnos en este momento —le susurró ella al oído.
Estás jodidamente en lo cierto.
Fueron todo lenguas, dientes y labios desde entonces. No podía dejar de besarla. Quería arrastrarse dentro de ella. Hubo un montón de jadeos y susurros. Prometiéndose diferentes cosas, la mayoría de ellas de variedad sexual. Algunos de la variedad “para siempre”.
Sin embargo, él no quería correrse en el pantalón, así que finalmente le apartó la mano y le sujetó las muñecas en el espejo sobre su cabeza.
—Delaney Carter —le susurró en la boca mientras le sostenía las muñecas con solo una de sus manos—. Eres una chica mala, muy mala.
—Lo soy. —Estuvo de acuerdo, luego se estremeció cuando su mano libre aterrizó en su pecho.
—¿Qué debemos hacer al respecto? —preguntó él, moviendo su mano dentro de la copa de su sujetador y encontrando su pezón, rodándolo entre sus dedos. Sus párpados se cerraron.
—Um… —murmuró ella—. ¿Lo que quieras?
—Buena respuesta.
La mano de él continuó su viaje hacia abajo en su ropa interior, donde estaba muy caliente y húmeda. Ella debía de estar pensando en este momento mucho antes de que lo llevara al piso superior. Deslizó el trasero hasta el borde de la cómoda y envolvió las piernas alrededor de la cintura de él, dándole el mayor acceso posible.
—Oh, Dios mío —gimió ella—. Jayson. Jay.
Era la única persona que lo llamaba Jay. La única persona con la que había estado lo suficientemente cerca como para justificar un apodo. Le encantaba escucharla decirlo.
—Otra vez —susurró, deslizando un dedo dentro de ella.
—¿Qué? —preguntó ella, su aliento cayendo en su garganta.
—Di mi nombre de nuevo —insistió, ahora empujando dos dedos dentro y fuera de ella.
—Por favor, Jay—gimió ella, luchando con el agarre en sus muñecas—. Dios, me encanta esto, pero por favor...
—¿Por favor qué? —preguntó él, presionando su pulgar hacia abajo con fuerza en su núcleo. Ella gritó y se retorció, balanceando las caderas contra él.
—Dios, te deseo tanto, Jay. Por favor, no puedo soportarlo. Te necesito.
—Me tienes, nena. De todas las maneras en que me desees —le aseguró, inclinando la cabeza para recorrerle el pecho con la lengua.
—Me estoy muriendo aquí, Jay. Quiero que me folles —le rogó.
—Maldita sea, Del. Tu boca —masculló, apresurándose a cumplir con su petición. Sacó la mano de sus bragas y le soltó las muñecas.
Mientras se esforzaba por sacarle la ropa interior de algodón negro, ella empujó y tiró de su pantalón.
—No me importa. —Ella respiraba con fuerza mientras besaba y lamía su pecho—. Lo he deseado durante tanto tiempo. Desde que te conocí.
Joder, a él tampoco le importaba. Le dejó la ropa interior colgando de uno de sus tobillos y mantuvo sus piernas separadas, retrocediendo en el espacio entre ellos.
—Mentirosa, me odiaste. Me abofeteaste —se mofó, frotándole la erección entre los muslos.
—Te lo merecías, pero joder, estabas tan sexy. Y me mirabas como si fuera basura —le dijo, chupando el costado de su cuello.
—Pensé que eras una chica buena que no sabía en qué se estaba metiendo —se justificó.
—Bueno, ¿todavía piensas eso?
—No.
—¿Qué piensas de mí ahora?
—Creo que eres una chica muy traviesa que está a punto de ser follada.
Antes de que pudiera hacerlo él mismo, Delaney lo agarró por la base de su polla y fue su mano la que lo guio a casa. Ambos gimieron cuando él comenzó a deslizarse dentro de ella. Joder, ella era tan cálida y apretada, y todas las cosas buenas y correctas de este mundo.
—Oh, Dios mío, no puedo respirar —jadeó ella cuando finalmente lo introdujo profundamente. Se había echado hacia atrás y tenía sus manos en el pecho, jugando con sus pezones a través de su sujetador.
—Es mejor que aprendas a contener la respiración —indicó él, su voz se tensó con el esfuerzo que le suponía no golpearla a través de la pared.
—Oh, joder, lo haré. Ella simplemente sigue sorprendiéndome. Él se apartó, luego lentamente retrocedió. Lo mantuvo así por unos cuantos golpes, dentro y fuera. Adelante y atrás. Conociéndola de nuevo, de adentro hacia afuera. Era fantástico, pero no era suficiente para él, y claramente no era suficiente para ella.
—Más duro —gimió, arañándole el pecho con las uñas antes de inclinarse.
—¿Cómo, así? —preguntó, moviendo las caderas con más rapidez.
—Más duro —repitió. El encaje de su sujetador le hacía cosquillas, así que, con una mano, se lo arrancó y tiró torpemente de sus tirantes, apartando el material de su pecho hasta su cintura.
—Mierda, esto se siente bien —gimió él, empujando aún más y disfrutando de la sensación de sus pezones rozando su pecho desnudo.
—¡Dios, sí! —gritó ella—. No te detengas. No te detengas. Fóllame más duro.
Él siempre había dicho que ella era psíquica, que sabía lo que estaba pensando o deseando o necesitaba. Quería golpetearla contra la pared, así que pensó que ella ya debía saberlo; eso es lo que ella realmente estaba pidiendo. ¿Qué clase de caballero sería si se lo negara?
Así que empezó a follarla tan fuerte como pudo. Le clavó los dedos en los muslos mientras le sostenía las piernas tan separadas como podía. Ella gritó y gritó, sus manos agarrándolo por el cuello tan fuertemente, que podía sentir que iniciarían una llama por fricción entre ellos.
—Mierda, nena, te sientes tan jodidamente bien —siseó, mirando fijamente entre sus cuerpos para poder verlos juntos.
—Tan bueno. Esto es mejor que bueno. Esto es lo mejor —jadeó, trazando con su lengua a lo largo del labio inferior de él. Lo hizo gemir cuando las terminaciones nerviosas se incendiaron y dispararon chispas.
—Mierda, deberíamos haber hecho esto hace semanas —gimió él—. En nuestra primera cita. A la mierda, la primera vez que nos conocimos.
—Sí, sí, sí —cantó ella al ritmo de sus empujes.
Ella apartó una mano de su cuello. Él estaba mordiéndole el lóbulo de la oreja cuando volvió a sentirlo. Sus dedos, deslizándose alrededor de su polla mientras bombeaba dentro y fuera de ella. Desaparecerían por un segundo, luego lo tocarían de nuevo y luego desaparecerían de nuevo. Una y otra vez. Se dio cuenta de que estaba jugando con ella y con él, al mismo tiempo.
—Joder, vas a hacer que me corra —le advirtió. Ella soltó una risa gutural y su mano se movió.
—Quiero que lo hagas —instó ella, empujando sus caderas contra él.
—Maldita chica sucia, queriendo que me corra. —Se rio él, inclinándose lo suficiente para sujetarle una pierna. Ella jadeó y se estremeció cuando él la empujó hacia arriba, casi lo suficiente como para que estuviera tocando su pecho. Luego apoyó la parte de atrás de su pantorrilla contra su hombro.
—Santa mierda, Jay, estás tan jodidamente... profundo... —gimió, rompiendo el espejo cuando su cabeza cayó contra él.
—Tan jodidamente profundo —repitió él, besándole el borde de su pierna.
Podía sentir que empezaba. Su coño se apretaba alrededor de él, casi convulsionando. Todo el cuerpo de ella comenzó a temblar, e incluso con la débil iluminación, pudo ver un débil rubor empezar a extenderse por sus tetas. Las tomó en sus manos, apretando suavemente.
—Oh, por favor —susurró ella, clavándole las uñas—. Por favor, fóllame, me voy a correr. Jesús, Jay, me voy a correr tan jodidamente duro.
—Hazlo, hazlo, hazlo —exigió, bombeando tan fuerte como pudo. Todo el aparador se movía y temblaba, golpeando la pared detrás de ellos. Ella no podía recuperar el aliento y apretó sus manos sobre la de él, atrapando sus pechos en un apretón de muerte.
—Oh, Dios mío, Jay... Jayson... Jayson, me estoy corriendo.
Hermosas palabras que escuchar de cualquier mujer, pero viniendo de Delaney, mierda. En realidad, se sentía orgulloso de sí mismo. Como si hubiera cumplido con su deber para con Dios y su país, ahora podría morir feliz. Mientras ella gritaba y su coño se convertía en un torno alrededor de su polla, se echó hacia adelante sobre ella. Apartó las manos de su pecho y tomó uno de sus pezones entre los dientes, mordiendo. Ella gritó de nuevo y se convulsionó, sus miembros acalambrado bloqueados alrededor.
—Joder, Del. No puedo... No puedo... Voy a correrme dentro de ti — masculló, su cuerpo entero enrojecido con el de ella mientras sus caderas seguían bombeando.
Ella no respondió ni lo dejó ir, así que cuando se corrió un segundo después, estaba dentro de ella. Se estremeció, gimió y le mordió el hombro. Todos sus músculos se apretaron y cerraron juntos mientras su orgasmo lo atravesaba como una corriente eléctrica.
—Jay, Jay, Jay —susurró su nombre una y otra vez, y él se dio cuenta de que las manos de ella estaban en su cabeza, sosteniéndole cerca.
—Mierda, Delaney —jadeó por aire, girando su cabeza hacia un lado y apoyando su mejilla en el hombro abusado de ella.
—Eso fue... mejor que cualquier cosa que hubiera fantaseado —aseguró ella, todavía tratando de recuperar el aliento.
—¿Has fantaseado con nosotros? —preguntó, un poco sorprendido. Por supuesto que había fantaseado al respecto. Más de lo que era saludable. Pero por alguna razón, nunca había pensado en que pasara.
—Dios, todo el tiempo. —Ella se rio—. Voy a desgastar la ducha desmontable en mi apartamento.
—Eso es tan. Malditamente. Sexy —le informó. Ella ronroneó y frotó su cuerpo contra el suyo.
—¿Quieres saber lo que fantaseaba? ¿Qué imaginé que me hicieras? —le susurró al oído, y luego empezó a decírselo.
Él la había follado tan duro, que estaba bastante seguro de que iba a colapsar una vez que la dejara ir. Pero la sensación de su cuerpo contra el de él, y el sonido de su voz en su oído y lo que le estaba haciendo con sus palabras ...
En serio. Jodidamente se casaría con esta mujer.
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura Mayo 2018
Jon/Jay, debe sentirse solo y perdido. Que triste…
¿Dónde estará Delaney?
¿Dónde estará Delaney?
svenkok- Mensajes : 444
Fecha de inscripción : 21/08/2017
Edad : 35
Localización : Puerto Rico
Re: Lectura Mayo 2018
Sorry pero encuentro esta relación de lo más insana... Mejor solo que mal acompañado jajaja
Invitado- Invitado
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