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Lectura Mayo 2018

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Mensaje por Yani Jue 10 Mayo - 15:44

Jon estaba tratando de jugar limpio. Había corrido detrás de la señora Sloan a lo largo de la tienda Ross "Dress for Less!2" pero cuando le había dicho que tomara lo que normalmente usaba, ambos habían caído en un incómodo silencio. Jon no sabía qué usaba normalmente. Así que intentó probarse un montón de ropa diferente que ella le ayudó a elegir, tratando de averiguar sus tallas. Salieron con un montón de polos y pantalones vaqueros, e incluso un par de zapatos. 
Luego él le permitió convencerlo para ir a un salón de belleza, donde le preguntaron qué estilo de cabello usaba normalmente su cabello. ¿Corto? ¿Largo en la parte superior? ¿Estilizado? Él no pudo contestar, así que Sloany solo les pidió que le dieran a su cabello corto algún tipo de forma, solo ordenado y recortado. Después de un viaje a una tienda por departamentos por una colonia decente, que ella escogió por su cuenta, finalmente lo llevó a Starbucks, pero lo dejó solo en el mostrador. 
—¿Qué puedo ofrecerle? 
¿Quién hubiera pensado que podría ser una pregunta tan abrumadora? Se quedó mirando impotente el enorme menú. ¿Le gustaban los lattes? ¿Americanos? ¿Espresso, o no? ¿Saborizados, o no? ¿Helados o no? El barista lo miró, así que Jon se dio por vencido y solo pidió un café regular, negro, y un bagel para sí mismo.
 Jesús, ¿me gusta el café? 
No era un gran comienzo para su primer día de "trabajo", decidió cuando se sentó. Ya estaba de mal humor, y peor aún, resultó que no le gustaba el café. Estaba sorbiendo su bebida amarga y desagradable cuando Sloany finalmente regresó del baño. 
—¿Listo para enfrentar el día? —preguntó ella con su voz suave, sonriendo a su alrededor mientras se sentaba en su asiento. 
                                                         
2 Ross Dress for Less: gran almacén de ropa, calzados y accesorios de marca con grandes descuentos.
 
—Emocionado. De nuevo, ¿dónde es que voy a trabajar? —preguntó, metiéndose un trozo de bagel en la boca. 
—El, uh... oh, aquí, el Centro Comunitario Peter Blakeman. Una señorita Katherine Beaumont será tu supervisor, ella te preparará, te dirá qué hacer y firmará tus horas —explicó Sloany. 
—¿Y qué es exactamente lo que voy a hacer? 
—Preparar comidas, ayudar en la cocina, cosas así —contestó, mirando una hoja de papel—. Estarás allí desde el mediodía hasta las tres, solo te estoy llevando temprano para que luzcas bien para todos. 
—Lo aprecio. 
—Te haré un gran éxito, Jon Doe —le aseguró. Él se aclaró la garganta. 
—Tomé una decisión sobre eso.
 —¿Qué… 
—¡Mi nombre! Pensé en lo que dijiste anoche, y sigue siendo una mierda, no recordar nada. No saber.  Pero me imagino que tal vez tener un nombre real me ayudará. Mentalmente, o lo que sea. Y John Doe acaba de sonar tan estúpido, como si lo estuvieras inventando —señaló. Ella asintió. 
—Me gusta esto ¿Que has decidido? —le preguntó. Él se alegró de que no se riera de él. 
—Estoy acostumbrado a Jon ahora, pero sin H. Y como Doe es el apellido por el que todos ya me conocen, no quería alejarme demasiado. ¿Cómo suena Jon Doherty?  —preguntó. Ella sonrió ampliamente. 
—Suena como un hombre increíblemente exitoso, inteligente y sexy como todos —le aseguró. Él rio. —Solo quieres ayudarme por mi cuerpo —bromeó. 
—Me alegro de que finalmente lo captaras —le siguió el juego, luego miró su reloj—. Bueno, vámonos señor Doherty. ¡Hagamos de usted un miembro productivo para la sociedad! 
Jon masculló, pero la siguió hasta su auto. Todavía estaba nervioso. Si apenas podía manejarse en un Starbucks, ¿cómo iba a sobrevivir hacer un trabajo real? ¿Y si entraba en la cocina, y no sabía cómo funcionaba? En su mente, podía imaginar una cocina, e imaginar cómo funcionaba, pero ponerlo en práctica podría ser algo totalmente diferente. 
El centro comunitario era un gran edificio de ladrillos con jardines bien cuidados. Una cancha de tenis se asentaba a un lado, aunque la red había sido removida y se habían colocado dos aros de baloncesto maltratados a ambos extremos. 
 

Dentro había un gimnasio, tal como Sloany había dicho, y una cancha de baloncesto adecuada. Todo estaba muy limpio y bien cuidado, pero anticuado. Por un pasillo había habitaciones con todo tipo de cosas: uno lleno de ordenadores, otro con grandes mesas de trabajo, y otro casi lleno de pared a pared con máquinas de coser. 
Al fondo del edificio había una gran cafetería, llena de mesas redondas y un montón de sillas apiladas contra la pared trasera. Largas mesas de estilo buffet estaban contra una pared diferente. A un lado se encontraba una gran cocina llena de aparatos industriales brillantes e intimidantes.
 —¿Puedo ayudarle? —preguntó una mujer mayor mientras se quitaba un par de guantes de plástico. Hizo una mueca y le dio a Jon una mirada reprobadora. 
Genial, parece que la señorita Beaumont va a ser un motín de risa. 
—Hola, hablé con su director sobre mi cliente, Jon —contestó la señora Sloan, señalándolo en la introducción—. Va a hacer trabajo voluntario con usted. Dijeron que estuviera aquí hoy al mediodía, pero quería venir temprano para conocer el lugar. 
—De acuerdo, recuerdo haber oído hablar de ti. Sígueme. —La gruñona mujer suspiró y comenzó a caminar hacia la parte trasera de la cocina. 
Jon estaba maldiciendo a cada deidad en la que pudo pensar, preguntándose qué había hecho para merecer esto. ¿Cómo había sido una persona tan horrible como para que su memoria fuera borrada y fuera puesto en un trabajo con un duende como jefe? Mantuvo la boca cerrada mientras caminaban por un pasillo y se detuvieron ante una puerta. 
—¡Katherine! —gritó el duende golpeando bruscamente—. ¡El caso de caridad está aquí! ¿Ah? Estaba confundido al principio, pero rápidamente se dio cuenta de que debía significar que la vieja gruñona no era su jefe. 
—¡Por favor, no hables así, Geraldine! —dijo una voz ligera desde el interior de la habitación, luego la puerta se abrió—. Es malvado, qué tal si te escuchan... 
Jon se quedó mirando a la mujer de la puerta, un poco sorprendido.  Parecía joven, posiblemente más joven que él. Tenía largo cabello rubio cayendo alrededor de sus hombros en ondas perfectamente arregladas y cálidos ojos marrones que le sonreían, aunque su mandíbula estaba abierta. Ella era impresionante. Como una modelo. Inmediatamente sintió la necesidad de impresionarla. Quería decir algo profesional y asegurar. 
 
—Demasiado tarde —exclamó, y luego se sintió instantáneamente avergonzado. 
Sloany tenía razón, debí haber sido una mierda terrible en mi vida pasada. 
Pero la rubia se echó a reír y se puso una mano sobre el rostro, luego salió al pasillo. La otra mujer, Geraldine, se alejó con un gruñido. 
—Lamento lo de ella. —Suspiró la chica—. Acaba de comenzar hace una semana, y tiene problemas para adaptarse. Su vida personal es un poco ruda en este momento. 
—Cariño, ¿quién no? —bromeó Sloany, y todos se rieron de nuevo—. ¿Supongo que eres Katherine Beaumont? 
—Señor, ¿dónde están mis modales? Sí, esa soy yo, creo que hablamos por teléfono —dijo Katherine, estrechando rápidamente la mano de la señora Sloan. 
—Encantada de conocerte, soy Bev Sloan, y este es el hombre del que hablamos —advirtió Sloany, volviéndose hacia él. 
—Sí, John Doe, te vi en las noticias una vez. Siento mucho que estés pasando por esto —declaró Katherine, ofreciendo su mano. La tomó suavemente en la suya, como si temiera ensuciarla o hacerle daño. 
—Oh, no, no es John Doe —corrigió rápidamente la señora Sloan—. Ahora es Jon Doherty. Jon estaba un poco avergonzado, pero Katherine parecía fluir con eso. 
—Oh, bueno, es un placer conocerlo, señor Doherty —dijo, moviendo la mano de arriba abajo. Él finalmente le sonrió. 
—A ti también, Katherine —respondió él. Ella sacudió la cabeza. 
—No Katherine, por favor. Siempre siento que estoy en problemas cuando la gente me llama Katherine. Llámame Kitty, todo el mundo lo hace —instó ella. Su sonrisa se ensanchó. 
—Bueno. Encantado de conocerte, Kitty. Ella le devolvió la sonrisa y se dio cuenta de que todavía estaban tomados de las manos. 
—A ti también, Jon.   


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Mensaje por Yani Jue 10 Mayo - 16:54

Antes 
—Quiero saberlo todo sobre ti
Jay miró su pecho. Delaney estaba tendida sobre él, dibujando círculos perezosos en su piel con la yema del dedo. Ambos estaban completamente desnudos, acostados encima de la cama de ella. Si no hubiera sido porque ella estaba hablando, habría caído desmayado. Tener relaciones sexuales todo el día puede hacerle eso a una persona. No habían dejado la cama para nada, excepto para usar el baño. Ni siquiera para fumar los porros que había traído, estaba sorprendentemente sobrio y claro para un sábado por la tarde. 
Tal vez esta chica será buena para mí. Llevarme por el camino correcto. 
—¿Como qué? ¿Específicamente? —Se rio él, pasando sus dedos por el cabello de ella.
 —De dónde vienes, cómo es tu familia. Quién fue tu primer amor, dónde fuiste a la escuela. —Enumeró ella. Él respiró profundamente y miró por la ventana abierta. Era mediados de mayo y Nueva York empezaba a calentarse de verdad. 
—Soy de Iowa. —Comenzó, y ella se echó a reír. 
—¿Tú? ¿Eres de Iowa? —preguntó. Él bajó la mirada hacia ella. 
—¿Por qué es tan difícil de creer? 
—Eres tan... exótico. No me imagino a personas como tú viviendo en Iowa.  
—Tienes una mente muy estrecha, Del —bromeó. Ella lo mordió en el pecho. 
—Cállate y explica lo que un tipo sexy como tú haría en una granja. 
—Mi madre era trabajadora migrante mexicana en una granja allí, de trigo o alguna mierda así. Mi padre era de Dinamarca, tiene títulos en agricultura y botánica o lo que sea. La granja en la que trabajaba, es enorme, como parte de una corporación. Fue contratado para ayudar con lo que sea que hicieran los botánicos en las granjas. Él la conoció y fue el final de la historia. Nunca volvió a Dinamarca, nunca dejó Iowa. Dejó de trabajar, se casaron, me tuvieron, y luego a dos chicas —explicó con prisa. 

 
—Vaya, Jay, ¡eso es bastante increíble! Danés y mexicano, ¿eh? —comentó ella, acariciándole la frente con las yemas de los dedos.
 —Sí. 
—¿Entonces qué pasó? Sigues diciendo «era» y «tenía» ¿murieron? —le preguntó. Él negó, pero no respondió de inmediato. No quería decirle la verdad. 
—No. No somos cercanos, no hemos hablado en un tiempo. Todavía están en Iowa, todavía haciendo lo suyo —respondió evasivamente.
 —¿Qué pasó? 
—Solo una mierda. 
Mierda como que él les robó dinero y joyas para pagar por su hábito.  Todo estaba en el pasado, ya no consumía anfetaminas, pero lo habían expulsado y nunca lo habían invitado a que volviera. Ni siquiera intentaban saber cómo estaba. No había visto a sus hermanas en más de cuatro años. Pero no quería que Del lo supiera. Ella sabía que él era un partidario de las drogas pesadas, pero no pensaba en sí mismo como drogadicto, y tampoco quería que ella pensara en él de esa manera. 
—Puedes decirme que no te juzgaré —le aseguró ella, y luego plantó un beso en su esternón. Él arrastró sus dedos arriba y abajo de su espina dorsal mientras miraba fijamente el techo. 
—Pero no he respondido a tus otras preguntas. —La distrajo—. La familia estaba bien creciendo, mis hermanas son revoltosas. Todos nos parecemos, la gente pensaba que éramos trillizos. Yo era bastante bueno en la escuela secundaria, obtuve buenas calificaciones y entré en el Kirkwood Community College con una beca. 
—Nunca supe que fuiste a la universidad —comentó, apoyando la mejilla contra él. 
—Sí, Jayson Fairbanks no es tan estúpido como parece. 
—Cállate. 
—Solo fui por dos años, sin embargo —continuó, volviendo a pasar los dedos por su grueso cabello—. Realmente no estaba metido en el asunto, así que abandoné. Un año más tarde, decidí trasladarme a Nueva York con un grupo de amigos. Terminamos en Brooklyn y he estado circulando por Williamsburg desde entonces. 
—Mmm —murmuró ella—. ¿Y el amor de tu vida? No has respondido a esa pregunta. Quiero saber todo sobre ella. Él extendió sus dedos por la parte de atrás de su cabeza, sosteniéndola firmemente contra su pecho.  
—Es una chica loca de Connecticut que parece una chica normal, pero folla como la chica mala del otro lado de las vías. Solo mirarla me vuelve loco y lo juro, voy a casarme con ella algún día —respondió simplemente. 
Hubo un largo silencio, pero Jay no estaba nervioso. Raras veces estaba nervioso, especialmente cuando se trataba de sus sentimientos. No podían evitarse ni controlarse, y ciertamente no podía controlar los suyos, así que ¿qué sentido tenía estar nervioso? 
Sin embargo, cuando ella se levantó y se arrastró por su cuerpo y plantó un suave beso en sus labios, su corazón se hinchó. 

—Y cuando finalmente se lo propongas, definitiva y jodidamente te dirá que sí —susurró


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Mensaje por Yani Jue 10 Mayo - 16:55

Cronograma

7/5: Capítulo 1 / Antes
8/5: Capítulo 2/ Antes
9/5: Capítulo 3/ Antes
10/5: Capítulo 4/ Antes
11/5: Capítulo 5/ Antes
12/5: Capítulo 6/ Antes
13/5: Capítulo 7/ Antes
14/5: Capítulo 8/ Antes
15/5: Capítulo 9
16/5: Capítulo 10
17/5: Capítulo 11
18/5: Capítulo 12
19/5: Capítulo 13
20/5: Capítulo 14
21/5: Capítulo 15
22/5: Capítulo 16
23/5: Capítulo 17
24/5: Capítulo 18
25/5: Capítulo 19
26/5: Capítulo 20
27/5: Capítulo 21
28/5: Capítulo 22
29/5: Capítulo 23
30/5: Capítulo 24/ Epílogo.
31/5: Comentarios


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Mensaje por svenkok Jue 10 Mayo - 20:17

¡Ahh! Estaba pegada leyendo y me quede en blanco lol quiero seguir.
 
¿Delaney, se preguntara donde esta Jay?, ¿Lo buscara, encontrara? o ¿Su familia dará con él?



Gracias por los capítulos.
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Mensaje por Yani Vie 11 Mayo - 15:13

svenkok escribió:¡Ahh! Estaba pegada leyendo y me quede en blanco lol quiero seguir.
 
¿Delaney, se preguntara donde esta Jay?, ¿Lo buscara, encontrara? o ¿Su familia dará con él?



Gracias por los capítulos.
Tengo la misma intriga Svenko, dónde está Delaney...esa Kitty no me gusta, no porque sea mala sino porque me huelo romance entre esos dos y no me gusta...tampoco me gusta el sobrenombre, cómo la van a llamar Kitty??? jajaja horrible.

Me siento abandonada, chicas, dónde están las que seguían la lectura??? scratch

Voy a subir más tarde los capítulos a ver si logran ponerse al día...


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Mensaje por Yani Vie 11 Mayo - 19:22

Las semanas pasaron y Jon se sorprendió al notar que de verdad estaba disfrutando la vida.
 Él y el tipo rudo que manejaba el albergue, Gary Tupper, se llevaban sorprendentemente bien. El señor Tupper básicamente lo tomó bajo su ala. Salían a correr en las mañanas, y en las noches iban al salón de pesas que habían acomodado en el sótano. Jon había perdido mucho peso en el hospital, pero rápidamente empezó a ponerle musculo a todo.
 Parte del peso ganado también era gracias a la señora Gaines, la extraordinaria chef en Benson House. Ella lograba hacer unas maravillosas comidas con los escasos suministros que tenían; muchos carbohidratos y proteínas, todo lo que un chico en crecimiento necesitaba. Jon ayudaba a menudo en la cocina, y de verdad le tomó gusto a su jardín. Pasaba mucho tiempo ahí afuera, quitando malas hierbas, rastrillando y aprendiendo las cosas básicas de jardinería. 
Los otros chicos de la casa tampoco eran tan malos. Un par de ellos vivían de mal humor, y hubo un incidente en el pasillo el cual dejó a Jon con un labio partido y el otro chico con una nariz rota. Una semana sin puerta fue castigo suficiente y después de esa sola pelea, se aseguró de no permitir que lo provocaran. 
El resto de los chicos, sin embargo, estaban intentando honestamente mejorar y hacer las cosas bien. Tenían noche de juegos todos los jueves. Los sábados por la noche, cuando las ganas de salir y meterse en problemas eran más fuertes, se sentaban a jugar póker en la cocina. Jugaban con pretzels y cacahuetes, pero era agradable. Una fuerte especie de camaradería se construyó en base a momentos como esos. 
Lo mejor, sin embargo, era su trabajo como voluntario. Esperaba por éste cada día, y estaba genuinamente triste cuando terminaba. A menudo trabajaba más de las tres horas para las que estaba programado, a menudo hasta casi seis, antes de recordar que tenía tareas que hacer en la casa. A veces, sin embargo, romper las reglas casi parecía valer la pena, si significaba pasar más tiempo con ella. 

 
Kitty era maravillosa. Era lista, era buena y era un alma bondadosa. Brillaba en su rostro, cualquiera que hablara con ella podía verlo. Él llegaba temprano y se quedaba hasta tarde, solo para estar en su hermosa presencia. Solo para verla por un rato más, solo para coquetear con ella un poco más. A veces podía ser un poco mandona. Un poco controladora. Tal vez incluso, se atrevería a decir, un poco esnob. Pero era la jefa, así que debía ser de esa forma en el centro comunitario. Se preguntó cómo sería afuera de su trabajo de voluntariado.
Era una de esas mujeres que siempre eran controladas, y se dio cuenta que de verdad le gustaba eso de ella. Siempre tenía su cabello y maquillaje organizados, sin importar que hora del día era o cómo se estaba sintiendo. Siempre usaba ropa bonita que complementaba su linda figura. Y siempre, siempre, usaba una pequeña cruz de oro en su cuello. 
—¿Qué pasa con ese crucifijo? Sé que estás aquí los domingos, así que sé que no vas a la iglesia —preguntó Jon un día. Ella sonrió dulcemente, pero no levantó la mirada de lo que hacía. Estaban sirviendo espagueti y albóndigas para la cena, lo que quería decir que estaban convirtiendo la carne en un millón de bolitas. 
—No tienes que ir a la iglesia para servir —replicó simplemente. 
—¿Las señoritas sureñas como tú, no van a la iglesia? —Chasqueó su lengua—. Qué diría tu madre. 
—Podrías preguntarle… está ahí. —Se rio, apuntando a la alta mujer en el otro lado de la habitación quién estaba dirigiendo a los otros trabajadores. 
Kitty y su madre podrían pasar por hermanas. El mismo cabello rubio, la misma figura, los mismos ojos cálidos, y el mismo acento sureño. El de Kitty era menos notable; había estado viviendo en Nueva York desde los once, y los años lo habían suavizado. Pero el de la señora Beaumont sonaba como si acabara de salir directo de Baton Rouge. 
—No, no, odiaría meterte en problemas. —Se rio. Le encantaba molestarla y coquetear con ella. Parecía que la ponía inquieta, como si no supiera que hacer consigo misma. Se le sonrojaban las mejillas y no lo miraba a los ojos. Pero entonces siempre lo sorprendía contestándole de inmediato.
 —¿Y qué hay de usted, señor Doherty? ¿Por qué un chico destacado como usted no está en la iglesia los domingos? —preguntó, finalmente mirándolo con una ceja levantada. 
—No sé si soy religioso —respondió con honestidad—. Por lo que sé, pude haber sido un satánico en mi última vida. O peor… pude haber practicado la Cienciología. 
—No te juzgaría si lo fueras. 

—Gracias. 
—Quiero decir, al menos no en tu rostro. 
Casi se sintió raro, hablar tan normalmente de algo tan bizarro. Ella estaba de pie al lado de un hombre con un nombre inventado. Inventado, porque no recordaba su propio nombre. Pero desde el primer día, ella se había comportado como si no importara, como si fuera solo otro aspecto de él. Como “tienes ojos verdes, mides metro noventa y dos y tienes amnesia. Pásame la limonada, por favor.” —Era asombroso. Incluso Sloany no era tan buena actuando como si él fuera normal. 
—¿Sabes que creo? —Empezó él, girándose para agarrar una toalla y limpiarse sus manos. 
—Oh, puedo sentirlo, estoy por ser iluminada —se burló, limpiándose las manos también. 
—Te ves como una niña buena, y actúas como una niña buena, pero en realidad, no lo eres ni un poco —le dijo. Ella entrecerró sus ojos juguetonamente y se llevó las manos a sus caderas.
 —Me atrapaste, Jon. No soy en absoluto una niña buena. —Llevó la broma incluso más lejos, acercándose bastante al territorio de tensión sexual cuando se le acercó. 
—Ni un poquito. No, creo que definitivamente seas una niña mala.
 Un escalofrío recorrió sus hombros después de decir esas palabras, sorprendiéndolo. Sus ojos se abrieron como platos y se sintió extraño, con una pesada sensación en el centro de su pecho. Era… familiaridad. ¿Pero por qué? Algo en esas palabras, en ese término. Niña mala. ¿Qué significaba? ¿Había dicho esas palabras antes, a alguien más? 
¡¿Qué demonios significa todo esto?! ¿Dios, de verdad era un niñero? 
—¿Qué pasa? —preguntó Kitty, notando la extraña mirada en su rostro. Él frunció el ceño y miró alrededor. 
—No lo sé, yo…
 —Se lamió los labios y luchó por explicarse—. Creo que casi recordé algo, pero se fue. 
—¡Oh no! —jadeó, luego agarró sus manos y las apretó con las de ella—. ¿Ya se fue? 
—Sí. Fue solo un segundo, más como una sensación. Probablemente no fue nada, no te preocupes. —Intentó restarle importancia. Kitty no iba a hacer eso, sin embargo, y lo sorprendió acercándolo para un abrazo. 


—Lamento mucho que pasaras por esto, Jon. —Suspiró mientras apoyaba su cabeza en su hombro—. Eres una buena persona. Ahora lo eres, y simplemente sé que lo eras antes, y no te mereces esto. Desearía poder regresarte tus recuerdos. 
—Está bien —dijo, lentamente envolviendo sus brazos alrededor de sus hombros—. Estoy construyendo nuevos contigo, y eso es casi tan bueno. 
Se quedaron de pie juntos por un segundo. Él no quería dejarla ir. Ella era tan cálida y olía maravilloso. Después de un rato ella se separó, pero solo lo suficiente para mirarlo al rostro. Mantuvo sus manos alrededor de su cintura. 
—Jon —murmuró—. ¿Vienes a pasar navidad con nosotros? 
—¿Qué? —preguntó, sorprendido de nuevo. 
—Iba a pedírtelo más tarde de todos modos. Quiero que vengas conmigo para navidad la próxima semana —insistió. 
—No, no puedo, sería raro. Sería un tipo extraño que se apareció para Navidad. No quiero incomodar a tu familia —rechazó, moviéndose de su agarre, intentando soltarse. Ella lo apretó más fuerte. 
—Mi mamá te ama, ya lo sabes, y mi papá ha estado queriendo conocerte. Nadie estará incómodo. 
—Kitty, no tengo dinero para los regalos, tendría que llegar con las manos vacías. 
Diez mil dólares en realidad no se extienden mucho cuando una persona literalmente no tenía nada a su nombre. Sloany había hecho un presupuesto para él el cual optimizaría el dinero, haciéndolo durar tanto como fuera posible, pero también significaba que era pobre. Él había planeado despilfarrar y comprarle un regalo a Kitty de todos modos, pero no podía comprar cosas para toda su familia. 
—¿De verdad crees que me importan cosas como esas? Vas a ir, eso es todo. Te quiero ahí, y ambos sabemos que no puedes decirme que no, así que bien podrías ceder ahora —le informó. 
Él la miró. Era tan buena. Como un ángel vivo. Sus ojos marrones le sonreían y cuando bajó la mirada para ver si sus labios los imitaban, no pudo evitarlo. Su cabeza bajó a ella y encontró sus labios con los suyos, queriendo probar esa sonrisa por sí mismo. 
Ella pareció sorprendida al principio y se puso tensa, lo cual lo asustó y casi lo hizo detenerse. Dios, ¿qué había estado pensando? Pero entonces se apoyó contra él y lo besó, dejando salir un suave suspiro. 
—Lo siento. —Suspiró él cuando finalmente se apartó—. No pensé, solo… 

 
Sabía que estaba por tartamudear, pero lo detuvo colocando su mano sobre su boca. 
—Definitivamente no debes preocuparte por los regalos —le dijo. Estaba confundido. 
—¿Por qué no? 
—Porque acabas de darme lo que quería de navidad.


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Mensaje por Yani Vie 11 Mayo - 19:54

Antes 
—Tengo la mejor idea —jadeó Delaney. 
Jayson asintió, enterrando sus dedos en sus caderas mientras la hacía retroceder hacia el cuarto.
 —Siempre las tienes. ¿Puede esperar hasta que terminemos? —preguntó él, bajando sus pantalones cortos por sus piernas. 
—No —dijo, succionando su labio inferior rápidamente antes de empujar su chaqueta el suelo—. Te va a encantar, es asombrosa. 
—Nada es tan asombroso como follarte —masculló, arrojando su abrigo a la cama. Al hacerlo, él perdió su agarre sobre ella y se le escapó al otro lado de la habitación, usando solo mallas negras y un pequeño par de bragas, y un suéter corto sin sujetador. 
—Hay algo que siempre he querido intentar —dijo, inclinándose sobre el tocador.
 Él inclinó su cabeza a un lado mientras se acercaba a ella. Miró a Delaney todo el tiempo. Constantemente. Pero no se había dado cuenta hasta ese momento la cantidad de peso que había perdido las últimas semanas. Era una chica bajita, tan pequeña como él era desgarbado, pero ella siempre tuvo curvas suaves y bordes redondeadas. Todavía tenía unos pechos respingones y su trasero regordete, pero estaba sorprendido de darse cuenta de lo delgada que estaba ahora. 
—Tal vez deberíamos ir a cenar —sugirió él, envolviendo sus brazos alrededor de ella desde atrás. Ella resopló y frotó su trasero contra él. 
—Oh sí, ¿con qué dinero? ¡Ajá! —exclamó, sacando una bolsita de su cajón del tocador. 
Después de perder su trabajo, él nunca pudo conseguir otro. Entre las fiestas, Delaney y ocasionalmente traficando drogas, parecía no poder encontrar tiempo para enviar currículums. Sus compañeros de apartamento lo habían echado, pero estaba bien porque él y Delaney ya habían estado hablando de mudarse juntos. Era bien entrado junio, estaban constantemente juntos, así que tenía sentido. Por lo que llevó sus escasas pertenencias a su casa en una bolsa de basura y poco más, y apenas salió de su habitación desde entonces. 
La mierda de las drogas le traían suficiente dinero para alimentarlo, y Delaney tenía su trabajo. Había dejado la escuela de belleza; ¿por qué pagar por eso cuándo puedes volverte famosa en Instagram haciendo la misma mierda?, y se había puesto a trabajar a tiempo completo. No recibía un gran pago, pero era suficiente para mantenerlos felices.
 Ese fue un buen mes. Un mes celestial. Un mes de risas, hablar y caminar absolutamente a todas partes juntos. Jay estaba muy seguro de que no había ni una parte de Brooklyn sin ver. Un mes de follar, hacer el amor y prometerse la eternidad el uno al otro. De drogarse, bailar, reírse y ser jóvenes. 
Lo juro, lo digo en serio. Voy a casarme con ella. Cuando las cosas se asienten y consiga un trabajo apropiado, voy a comprarle un anillo. 
—¿Mi provisión? —preguntó él, pasando sus manos por su cuerpo y acunando sus pechos. Ella asintió y sacudió la pequeña bolsa llena de polvo blanco. 
—Quiero que me folles —dijo—. Y cuándo esté por venirme… me des un poco. 
Eres tan jodidamente sexy —farfulló, mordiéndole el hombro. Ella gimió y echó su cabeza hacia atrás sobre su hombro.
 —Tú me haces de esta forma. —Suspiró, empujando su trasero con más fuerza contra su erección. 
—Bien, sexo y cocaína primero. Luego vamos a comprarte una hamburguesa —dijo, luego la tomó del cabello y la obligó a inclinarse sobre el tocador. 
—¿Una hamburguesa? Que pervertido —bromeó, luego gritó cuando le di una palmada en el trasero. 
—Necesitas comer, cariño —le dijo, acariciando el picor. —¿Qué estás diciendo? 
—No quiero que pierdas tus curvas —replicó, agarrando su nalga con fuerza antes de darle una palmada de nuevo. —No es posible, he sido robusta desde que nací. —Se rio. 
—Nunca te habría llamado robusta, pero ciertamente no lo eres ahora. Un poco menos de coca, y más carbohidratos, ¿bien? 
—Bien, después de esta noche. Ahora necesito que me folles. 

 
Él empezó a tirar de sus mallas, abriendo un agujero en la cadera, cuando alguien empezó a llamar a la puerta de la habitación. Ambos gruñeron y Del apoyó su cabeza en el tocador. 
—¡¿Qué?! —gritó—. ¡Estamos ocupados! 
—¡Sal de aquí, ahora mismo! —Su compañera de apartamento gritó. 
—¡No! ¡Puedes esperar hasta más tarde! —gritó Delaney en respuesta. 
—¡Ya hablamos de esto, Del! ¡Esto harta! ¡Quiero que te vayas! Delaney jadeó, luego se alejó de Jay dando pisotones. Él se estiró hacia ella muy tarde, intentando detenerla para que se pusiera algo de ropa. Sabía cómo se ponía cuando estaba enojada; su cerebro se apagaba y nada más importaba. 
—¿Qué demonios me dijiste? —exigió—. Pago mi puta renta. 
—No, no lo haces —espetó su compañera—. Llevas una semana de retraso, y te retrasaste dos semanas el mes pasado. ¡Y nunca acepté vivir con él! —La chica apuntó un dedo acusatorio hacia Jay mientras hablaba. 
—Oye, no la culpes por mí. Puedo irme —dijo, mirando la puerta. Del alzó su mano. —¡No! Jayson es mi novio y mi invitado, puedes estar aquí todo lo que le dé la jodida gana. 
—¡No, no puede, Delaney! Firmamos un contrato, ¡tú y yo! ¡No él! ¡No quiero escuchar más su sexo raro, o tener que oler la yerba, o encontrar droga en todas partes! ¡Solo vete! ¡Lárgate de aquí! —La otra chica estaba gritando. Del jadeó, luego entrecerró sus ojos. Jay reconoció esa mirada. 
Oh, mierda. Ya empieza. 
—¿Quieres que me vaya? Bien. ¡Jodidamente bien! ¡Me largo! Buena suerte encontrando a alguien más que pague estos precios, y que tolere tu estúpido trasero. No puedo tener a mi novio aquí, ¿pero tú puedes desfilar a la mitad de los Red Hook por aquí? Vete a la mierda, pedazo de basura. Jayson, toma tus cosas. 
No había como discutir con Delaney cuándo estaba peleando. La conocía mejor para intentarlo. Peleaban tan apasionadamente como hacían el amor. Recibió varias bofetadas más desde la primera en marzo, y no tenía ganas de recibir otra esa tarde. Se hizo a un lado mientras ella empezó a correr por el cuarto, metiendo ropa en una gran maleta. 
—Vamos —masculló Jay, yendo a la puerta—. No hagas que se vaya. Yo me iré. No regresaré, te lo prometo. 
—No. 
—La compañera negó—. No quiero vivir con una adicta a las píldoras y a inhalar coca. Solo váyanse. 

 
Si él pensó que había empezado antes, tristemente se había equivocado. Ella voló por la habitación y le tomó unos solidos minutos separarla de la otra chica. Cuando finalmente la levantó, Del estaba pateando y gritando, una de sus manos agarrando hebras del cabello de su compañera. 
—¡Estúpida perra! ¡Di esa mierda de nuevo, maldito pedazo de basura! ¡Estúpida zorra! 
Jay cerró la puerta de una patada y escucharon mientras la compañera se arrastraba a su propio cuarto, resoplando y llorando. Delaney estaba respirando pesadamente y tenía una marca de uñas en su mejilla que sangraba débilmente. Él frunció el ceño y pasó su pulgar sobre este. 
—Debes calmarte —susurró, y ella asintió. 
—Tienes razón. Mierda, eso fue malo. —Sí, un poco. 
—Pero no puedo quedarme aquí, Jay. No quiero quedarme con alguien como ella. Mierda, ¿qué vamos a hacer? —preguntó, mirándolo, sus grandes ojos azules abiertos tanto como podían. 
Él tomó aire y cerró sus ojos, teniendo la misma discusión de siempre consigo mismo. Delaney era muy buena para su estilo de vida. Demasiado buena para él. Debería dejarla ir. Dejarla, hacer que lo odiara, tanto que nunca lo aceptara de regreso. Hacerla querer devolverse a Connecticut y nunca pensar en Nueva York de nuevo. 
Sin embargo, la simple idea de eso, hacía que le doliese el corazón. Se sentía como si no pudiera respirar sin ella. Así que solo tendría que mejorar. Tendría que volverse digno de ella, tenía que darle la clase de vida que ella se merecía. Él sonrió y acunó su rostro en sus manos. 
—Lo resolveremos, cariño. Nos tenemos el uno al otro. 
Ella suspiró y presionó su mano sobre una de él. 
—Te amo, Jay. De verdad lo hago. Demasiado. 
—No tanto como yo te amo. 
Pasaron el resto del tiempo empacando. Las cosas de Jayson volvieron a la bolsa de basura. Delaney pudo meter su ropa y casi todas sus pertenencias en una maleta de equipaje, el bolso de lona, una mochila y un bolso de mano. Jay tomó la mochila y el bolso de lona y se quedó junto a su puerta mientras ella se vestía y salía.
 —¿Estás segura de esto? —preguntó—. Tal vez puedas hablar con ella. 
—Al diablo con eso. —Resopló, colgándose el bolso de mano—. Salgamos de aquí. a la próxima aventura. 

 
—Lo que digas, cariño. 
Atravesaron la sala de estar. La puerta de su compañera estaba entreabierta al principio, pero luego se cerró cuándo Delaney la miró. Jay abrió la puerta y salió al pasillo, pero Del se detuvo y dejó sus cosas. 
—Solo un segundo —dijo, volviendo al apartamento.
 Él se quedó ahí de pie, luego se dio cuenta que podía escuchar algo de vidrio rompiéndose. Asomó su cabeza adentro. No podía verla, sin embargo, estaba en la cocina haciendo algo. 
—¿Qué pasa? —gritó. La luz de la cocina se apagó, luego se escuchó el sonido de algo rompiéndose de nuevo.
 —¡Nada! Solo dejando un regalo de despedida —contestó, volviendo a su habitación dónde se escuchó algo romperse de nuevo. Luego fue el baño, en el cual hubo más de lo mismo. 
—En serio, Del, solo larguémonos de… 
Su voz se apagó cuando ella salió a la sala de estar. Tenía una media cubriendo una de sus manos, y por un momento él pensó que se había enloquecido. Entonces ella metió la mano envuelta en la media bajo la lámpara. Siseó un par de veces, la luz se apagó. Ella desenroscó la bombilla. Arrojó el objeto al suelo y se rompió. Pisó el vidrio bajó el tacón de su bota, luego fue hasta cada otra bombilla y repitió el acto. 
—¡Listo! —gritó—. ¡Que tengas una buena vida a oscuras, asquerosa perra! Jay se rio hasta que estuvieron a una cuadra de la casa.
 —Vamos donde Crash —sugirió después que se calmó. 
—¿Fiesta? —preguntó, mirándolo.
 —No, esta noche no, pero por lo general no le importa si uno se queda dos noches. Nos quedaremos ahí el resto de la semana mientras resolvemos esta mierda —le dijo. 
—Oh Dios mío —jadeó—. ¡Nunca lo entendí antes! 
—¿Entender qué? 
—Crash. Todos los llaman Crash, y todo el mundo se queda3 en su casa. Me siento como una idiota. 
—Al menos eres una linda idiota —ofreció, abrazándola contra su costado. Caminaron en silencio por unos segundos, luego ella habló de nuevo. 
                                                        3 Crash: Es un juego de palabras, la expresión Crash puede hacer referencia a quedarse en casa de alguien de forma ocasional. 

—Me alegra que estés aquí. Estaría perdida sin ti. —Suspiró. Él resopló. 
—Del, si no estuviera aquí, no habrías sido echada —dijo. Ella negó.
 —No es posible. Tú y yo nacimos para estar juntos, así que esto estaba destinado a suceder. Es solo un paso hacia algo más grande. 
Llegaron a casa de Crash. Siempre tendría una debilidad en el corazón de Jay. Dónde había conocido por primera vez a Delaney, donde habían tenido sexo por primera vez. Llamó a la puerta, luego se inclinó y la besó rápidamente. Él sonrió cuando vio el familiar sonrojo en sus mejillas.
 Espero que siempre sea así entre nosotros. Corazones acelerados, sangre hirviendo y manchada de amor. 
Fueron llevados al sótano, dónde yacían un par de colchones de dudosa procedencia. Por suerte, Del había pensado de antemano traer dos sábanas, así que las extendieron sobre una cama en un rincón. Se sentaron y contaron todo el efectivo que tenían entre ambos, el dinero que ella tenía en el banco, y vieron cuánta coca quedaba. 
—No es bueno, cariño —murmuró ella, apilando los billetes de un dólar juntos. 
—Pero, estará bien. Vamos, pidamos domicilio de Domino’s, tiene un especial en el momento. Comeremos pizza, llamaré a unos chicos y venderé esta droga, eso debería servirnos por un tiempo —le aseguró, jugando con su teléfono, mirando las promociones de pizza. Del asintió, luego tomó la bolsita y la abrió. Hundió la uña de su meñique, sacando una pequeña cantidad del polvo blanco. 
—Lo último para el camino. —Suspiró, luego delicadamente aspiró. 
Después hundió su meñique en el polvo, cubriéndolo con cocaína, y lo llevó a su boca, frotándolo sobre sus encías. 
Jay la miró, luego se inclinó y la besó. Estuvo sorprendida, pero abrió su boca para su lengua. Él la pasó entre sus dientes y labios, siguiendo los rastros de la cocaína.
 —Eres tan jodidamente sexy. 
—Suspiró por segunda vez esa noche, y ella puso los ojos en blanco. 
—Lo que digas, coqueto. Pide la pizza. 
Consiguieron la comida, luego decidieron salir y pasear. Fueron a un vecindario hípster exclusivo y lograron algo; un par de turistas estaban caminando por ahí, y compraron lo que quedaba de la coca por mucho más de lo que valía. Jayson sugirió que regresaran a casa de Crash y Del de hecho se emocionó. 

 
—No entiendo cómo puedes estar tan emocionada. 
—Se rio Jay, mirándola mientras daba saltitos—. Técnicamente no tienes casa. 
—Por un momento. —Se encogió de hombros, luego se puso frente a él y envolvió sus manos alrededor de su cintura, caminando hacia atrás—. Pero todavía te tengo, y honestamente eres lo único que importa. 
—El amor no paga las facturas, Del. 
—Muy pronto, no habrá facturas. El teléfono es lo único que queda. Amor es todo lo que necesitamos. 
—Oh, amor. —Suspiró—. Esa vieja moneda de cambio. Al diablo con Dios. En el amor confiamos. 
Ella dejó de moverse y él casi cayó sobre ella. Envolvió su brazo alrededor de ella mientras tropezaba a un lado, intentando mantenerla erguida. 
—Eso es hermoso, Jay. Deberías volver a escribir —le dijo. Él frunció el ceño. 
En un momento de debilidad, le había dicho lo que quería ser cuando fuera adulto. Un autor. Solía escribir todo el tiempo. Pero acababa de cumplir veinticinco la semana pasada; estaba seguro de que ya era un adulto, y no había terminado siquiera de escribir un libro. Frotó su mano derecha por la espalda de ella, pensando en la pluma estilográfica tatuada en su pulgar.
 —Tal vez algún día —replicó—. Pero hoy no. 
—Bueno, recuerda esa frase. “En el amor confiamos”, creo que es genial. Quiero recordarla para siempre —le dijo, haciéndose a un lado y pasando su brazo por el suyo, caminando a la par de él. 
—Tienes la memoria de un colibrí. Se te olvidará mañana —bromeó. Ella frunció el ceño. 
—No quiero olvidarlo. Quiero que sea parte de mí. Quiero… ¡Oh Dios mío, Jay! ¡Mira! —exclamó.
 Al final de la calle había un letrero de sándwiches que no podía leer muy bien. sobre esté un aviso parpadeante de neón, y fue capaz de leerlo sin problemas. 
Moonlight Tattoos.
 —¿Quieres hacerte un tatuaje? —preguntó.
 Ella no respondió, solo empezó a correr y arrastrarlo tras ella. 
No había como detenerla; ni siquiera diciendo que eso gastaría mucho de sus escasos ahorros. Ella solo lo ignoró y se quitó la chaqueta, mostrándole a la tatuadora dónde quería el diseño. Solo minutos después, hubo una hermosa y 
pequeña escritura a lo largo de la base de su cuello. El mismo punto dónde él tenía su tatuaje abstracto y geométrico de la tierra en su cuerpo. 
Mientras ella reía emocionada con la tatuadora, Jay se quedó de pie tras ella. Colocó sus manos a cada lado del tatuaje, mirándolo. Tanta tinta negra, prácticamente brillando contra su cálida piel. Sus palabras estaban sobre ella para siempre. Literalmente sería parte de ella para siempre.
 Exactamente cómo debería ser. 
—Oye —dijo, sorprendiendo a la mujer cuándo empezó a quitarse la camisa—. ¿Tienes tiempo para uno más?


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Mensaje por svenkok Vie 11 Mayo - 21:06

Yani escribió:
svenkok escribió:¡Ahh! Estaba pegada leyendo y me quede en blanco lol quiero seguir.
 
¿Delaney, se preguntara donde esta Jay?, ¿Lo buscara, encontrara? o ¿Su familia dará con él?



Gracias por los capítulos.
Tengo la misma intriga Svenko, dónde está Delaney...esa Kitty no me gusta, no porque sea mala sino porque me huelo romance entre esos dos y no me gusta...tampoco me gusta el sobrenombre, cómo la van a llamar Kitty??? jajaja horrible.

Me siento abandonada, chicas, dónde están las que seguían la lectura??? scratch

Voy a subir más tarde los capítulos a ver si logran ponerse al día...



¡Hola, Yani!

Tampoco me agrada mucho el apodo de Kitty.

En relación a Delaney hay algo con ella que no me agrada mucho, no sé qué es… Tal vez es la forma en que Jay la describe.

¡Gracias por el Capitulo!
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Mensaje por Yani Vie 11 Mayo - 23:22

Tampoco me gusta Delaney, es irresponsable, maleducada, mal compañera de casa, etc, etc, su vida es un desastre...y Kitty es el otro extremo, demasiado buena y amable...o sea, ninguna de las dos me gusta..
Pero Jay no es santo de mi devoción, el nuevo Jon es otro tema, ahora está centrado, a pesar de todo, creo que ese accidente terminó salvandole la vida...


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Mensaje por Yani Dom 13 Mayo - 15:26

La familia de Kitty era asombrosa. Por supuesto, ya conocía a su madre Sarah, pero nunca había conocido a su padre o sus hermanas. El señor Franklin Beaumont era un caballero grande con un espeso bigote blanco y una risa estruendosa. Era una especie de juez importante en Manhattan y Jon estaba, de alguna forma, maravillado con él. 
Las otras hermanas Beaumont, Virginia y Clarice, eran casi tan adorables como su hermana mayor; pero no tanto. Eran bonitas, educadas y un poco graciosas cuándo las conocías. Era extraño, pero seguía teniendo la molesta sensación de conocerlas. O al menos, reconocía algo en ellas. 
¿Qué es? No pude haberlas conocido antes, ¿verdad? ¿Van a la NYA, tal vez yo fui a la NYU? 
—¡Jon! ¡Ven aquí!
 Cuando Franklin gritaba, la gente escuchaba, y Jon no era diferente. Entró corriendo de la cocina para ver al hombre mayor levantando una botella de vino para el postre. Jon no había comprado un regalo para Kitty; por su insistencia, así que había usado el dinero para comprar una buena botella de vino para la cena de navidad. Lo hizo sentir como si no estuviera apareciendo con las manos completamente vacías.
 —¿Qué necesita, señor? —preguntó. El padre de Kitty se rio. 
—Te lo dije, llámame Frank, esto no es el ejército, hijo. ¿Quieres hacer los honores? —preguntó, extendiéndole la botella a Jon. 
—Oh, no, su casa, su regalo, adelante —insistió. 
Se quedaron de pie alrededor del mesón de la cocina mientras Frank tomaba un sacacorchos y se ponía a trabajar. Un cocinero pasó detrás de ellos, guardando las sobras de la cena y acomodando las tartas para el postre. 
—Entonces. No tienes memoria, eh —farfulló Frank mientras se daba la vuelta. Jon asintió. 
—Sí. Todo es… una neblina —indicó, usando la única descripción que encontró que parecía encajar. 

 
—Eso es una jodida lástima. Puedes tener una familia ahí afuera buscándote, y ni siquiera lo sabes.
 —Es cierto, pero honestamente, no deben estar esforzándose mucho. —Se rio—. Estuve en el hospital casi un mes, los diarios estaban llenos de historias sobre mí, estuve una vez en la televisión, pero nada. 
—Ellos se lo pierden, hijo. ¿Entonces Kitty me dijo que tenías unos problemas legales?
 Jon le explicó el asunto sobre su identidad, cómo no podía conseguir un nuevo número de seguridad social, y cómo en cada oportunidad, le dijeron a la señora Sloan y a él que no había nada que pudiera hacer. La mayoría de los abogados no se acercaban al caso por lo complicado que era todo, por no mencionar el hecho que Jon no podía pagarles. No le dijo a Frank cómo en los primeros días de vivir en el albergue, Jon había considerado comprar una identidad. Una ID falsa, un carnet de seguridad social falso. Eso resolvería todos sus problemas. Pero entre las reglas de Gary Tupper y la fe de Kitty en él, no lo había hecho. Lo resolvería de la forma honesta y buena, siempre y cuando pudiera. 
—Así que estoy medio atorado. —Suspiró—. Tengo un poco de dinero, pero no durará para siempre. Un tipo del diario dijo que debería escribir un libro sobre mi amnesia, dijo que hay muchos que se interesan en esa clase de cosas, pero apenas me gusta leer, ¿cómo se supone que escriba un libro? Quiero decir, lo resolveré, estoy seguro. Sloany, digo, la señora Sloan, mi trabajadora social, está empeñada en ayudarme, hará que suceda. 
Él no quería sonar como si sintiera lástima de sí mismo, o como si su vida fuera difícil. No quería que Frank, o ninguno de los Beaumont, le tuviera lástima. 
—Bueno, no quiero hacer ninguna promesa, pero Kitty te dijo a lo que me dedico, ¿verdad? —preguntó el señor Beaumont. Jon asintió.
 —Sí, dijo que era un juez de alguna clase, en el centro de la ciudad. —Así es, y conozco a muchas personas importantes, y creo que algunos de ellos estarían dispuestos a ayudarte. 
—No estoy seguro de cómo podrían, la oficina de Seguridad Social es muy estricta. 
—Les dan nuevas identidades a las personas en el Programa de Protección a Testigos, ¿verdad? ¿No crees que esos vengan con nuevos números de seguridad social? Como dije, no estoy prometiendo nada, puede que los mismos procedimientos no se apliquen en tu caso, pero puedo preguntar por ti —ofreció. 

 
Jon estaba atónito. Ni siquiera pudo pensar en cómo responder por unos minutos, solo miró boquiabierto mientras Frank sacaba el corcho del vino. Una criada empezó a sacar las copas de vino. 
—Eso sería… gracias, señor. Eso es maravilloso. Yo… lo aprecio. No tiene que hacer todo eso, apenas y me conoce —logró tartamudear al fin. Frank se rio y deslizó una copa de vino llena hacia él, luego tomó una. 
—Te diré qué… deja de llamarme señor, y consideraremos que estamos a mano —contestó, luego brindó con su copa.
 El postre pasó rápidamente. Su mente está corriendo con la idea que Frank fuera capaz de ayudarle. Apenas notó a Kitty reprendiéndolo, molestándolo para que pusiera una servilleta en su regazo, o usara los cubiertos correctos, o enderezando su cabello. Y todo su sofocamiento se olvidó por completo cuando todos se sentaron para abrir un regalo cada uno; ella se sentó en su regazo. Justo así, como si fuera la cosa más normal para ellos. Entonces para cerrar la noche casi perfecta, ella le entregó un pequeño regalo envuelto. 
Para usted, señor Doherty. 
Esperó hasta que estuvo solo en el cuarto de huéspedes antes de abrirlo. Se rio cuando sacó un brazalete de plata de la pequeña caja. Había una pieza metálica y plana en el centro de la cadena, y la miró en sus manos. Un lado decía: Jon Doherty. Harlem, New York. El otro lado: Solo en caso que lo olvides de nuevo
Un brazalete de identidad. Era tan perfecto, y tan hilarantemente extraño, que estuvo casi sorprendido que viniera de Kitty. Envolvió la cadena alrededor de su muñeca y la aseguró, luego la sostuvo frente a él. Se rio de nuevo y miró por su ventana. 
Había planeado originalmente ir a casa después de la cena. Le había tomado casi dos horas llegar ahí esta tarde, y por la forma en que la nieve había empezado a caer, supo que se tardaría más para regresar. Pero Kitty se rio y le informó que no iría a ninguna parte. Habían organizado un cuarto extra antes que siquiera llegara ahí. Se quedaría con los Beaumont toda la noche. Así que llamó a la Casa Benson y les dijo que no regresaría hasta mañana. 
Estaba en un extremo de la casa principal, en un cuarto de huéspedes rara vez usado que tenía vistas al garaje y un largo patio trasero. Kitty técnicamente todavía vivía en casa, pero se quedaba en el pequeño apartamento construido sobre el garaje. Miró a este cuando se asomó a la ventana, luego lo examinó. 
Una de las ventanas daba a la suya, y ella tenía todas las luces encendidas. Era perfectamente visible, la ventana casi brillando en la oscuridad. Estaba moviéndose lentamente hacia la ventana, con la cabeza inclinada, mirando a su derecha. Ya se había quitado su suéter tejido de navidad que tenía puesto, y mientras la observaba, lentamente empezó a quitarse la blusa, mostrando cada centímetro de piel desnuda. Deja de mirar. 
Deja de mirar ahora. No eres un pervertido. Mierda, ¿y si lo soy? ¿Y si esto es lo que me gusta? Oh Dios, soy un mirón, sé que deb… Joder, sus pechos son maravillosos.
 La blusa desapareció. Ella estaba usando un sujetador rosa pálido que empujada sus sorprendentes pechos grandes a lo alto y apretados. Ella siempre usaba ropa bonita, pero no ajustada, y no se había dado cuenta de lo impresionante que era su figura… fácilmente era una copa C, sino más. 
Entonces empezó a desabotonar sus pantalones y él olvidó cómo respirar, mucho menos se recordó de apartar la mirada. ¿Cómo podría? Sus movimientos eran lentos, casi deliberados, mientras deslizaba sus vaqueros por sus caderas y luego los bajaba, abajo, abajo, hasta sus pies. Se dobló por la cintura, sus manos tocaron el suelo, su trasero levantándose en alto. Jon empezó a sudar.
 Me pregunto cuándo fue la última vez que tuve sexo. Me pregunto si soy bueno en eso. 
No se molestó en preguntarse si era virgen. Como algunas cosas, simplemente sabía que no lo era. Era inútil, sin embargo. No iba a tener sexo esa noche, o ninguna noche pronto. No, lo que iba a hacer era levantarse y cerrar sus persianas, y luego masturbarse con sus incomodos pensamientos. 
Sin embargo, cuando se levantó para hacer justo eso, Kitty levantó la cabeza. Lo miró directamente; congelándolo en el sitio. Él estaba de pie frente a la ventana, con sus manos en la persiana. Su cuarto estaba oscuro, probablemente no podía verlo. ¿Verdad? Vio mientras sonreía lentamente, luego con cuidado ella cerró las cortinas. Eran blancas y de una tela delgada y transparente. No podía ver a través de estas, pero podía ver una silueta y un perfil con facilidad. Su pulso se aceleró cuando su sombra se quitó el sujetador y la hizo a un lado. Luego, cuando se estiró por su ropa interior, desapareció de la vista. 
¡¿Qué demonios fue eso?! 
Jon cerró sus persianas, luego se recostó en la cama. Miró al techo. Quería hacer algo, ir a alguna parte. Su sangre estaba corriendo por sus venas a un millón de kilómetros por minuto y casi pensó en llamar a Gary Tupper. Era una cosa de la Casa Benson; cualquier podía llamar a Gary en cualquier momento, día o noche, y él los ayudaría con cualquier problema que tuviera, sin importar que tan raro, malo o ilegal fuera. 
¿Cómo podría ayudar con esto? “Hola, Gary, mi pene está tan duro que podría cortar un diamante. Oh, y estoy muy seguro de que soy un pervertido”. 

 
En medio de reprenderse a sí mismo, se dio cuenta que su teléfono vibró cerca de él. Miró la mesa de noche, luego se estiró y lo tomó. ¿Quién podría estarle escribiendo? Solo cuatro personas en el planeta tenían su número, y era pasada la media noche.
 ¿Qué estás haciendo? 
Oh Dios. Kitty. ¿Cuáles eran las posibilidades? Se lamió los labios y tomó aire, luego escribió una respuesta. 
Recostado. Abrí tu regalo. Gracias.
 El brazalete fue de parte de mi familia. No has abierto el mío, todavía.
 Él miró su teléfono, como si los mensajes pudieran desaparecer si parpadeaba.
 ¿Qué quieres decir?
 Puedes venir a conseguirlo si lo quieres.
 Es tarde, ambos estamos cansados, no quiero molestarte. 
No me molesta, y no parecías cansado hace un minuto cuándo estabas mirándome.
 Mierda. Lo había visto. Apretó los dientes y golpeó su cabeza contra las almohadas un par de veces. Luego tomó aire y volvió a su teléfono. 
No fue mi intención. Tu luz estaba encendida. Lo siento mucho. 
El minuto que tardó su respuesta pareció una eternidad. 
Dejé mi luz encendida a propósito. Yo no lo siento. Ven aquí. 
Jon bajó y salió tan rápido, que olvidó ponerse zapatos. La nieve sobrepasaba sus tobillos y prácticamente la atravesó saltando, casi resbalándose y cayéndose sobre su culo cuándo llegó a sus escalones. Los subió corriendo, luego se tomó un momento cuando llegó arriba, recuperando el aire y pasándose una mano por el cabello. Luego suavemente llamó a la puerta. 
—Eso fue rápido. —Se rio cuándo abrió. No estaba desnuda, cómo había esperado, pero se veía muy bien. Estaba usando una vieja camiseta de botones de hombres con las mangas enrolladas. El dobladillo quedaba en la parte superior de sus muslos y él intentó no mirarla. 
Me pregunto si de verdad se quitó su ropa interior… 
—Bonito lugar —logró decir algo normal, caminando con sus pies descalzos sobre su alfombra mientras ella cerraba la puerta tras ellos. 
—Está bien. ¡Jon! ¿No te pusiste zapatos? —Se rio, rodeándolo. 

 
Él no le prestó atención, muy ocupado mirando su alrededor. Era un apartamento estilo loft, sin paredes verdaderas. Una acogedora cocina estaba contra una pared, y una cómoda cama tamaño Queen estaba en un rincón, al lado de la ventana por la que él había estado mirándola hace diez minutos. Estaba decorado en un estilo pintoresco y country, y una fila de pequeñas linternas de papel colgaba sobre la cocina. Esas, y un pequeño árbol de navidad en la mesa, eran las únicas luces encendidas en el apartamento. Ella las había apagado todas durante su loca carrera por el camino de entrada. 
—Este lugar es tan… tú —comentó finalmente. 
—¿Qué significa eso? —preguntó, tomando su mano y llevándolo a la cama. Una vez que se sentó, ella se puso a quitarle sus medias mojadas. Ella poseía una increíble naturaleza considerada, se había dado cuenta. Solo le gustaba cuidar de la gente, era lo que la satisfacía. 
—No lo sé. Hogareño, cálido. Agradable —describió. 
—Gracias. Era originalmente para los trabajadores de los establos, había literas aquí arriba. Pero papá vendió todos los caballos hace unos años, excepto por los de Virginia y Clarice. Cuando terminé la escuela, pensé en vivir en el centro de la ciudad, pero me gustaba mucho mi casa, pregunté si podía renovar este viejo lugar. He estado por un año aquí —le dijo. 
—¿Qué hay de ti? —preguntó—. ¿No tienes tu propio caballo? 
—Tuve una yegua por un tiempo, pero se enfermó y murió. Rompió mi corazón. No tengo ganas de ir a conseguir otro por el momento. Si quieres, sin embargo, podemos sacar los caballos de las chicas mañana y salir a montar en la nieve —ofreció. Iba a aceptar felizmente la invitación, pero se detuvo. 
—Yo… dudo que sepa cómo montar. En el hospital, dijeron que su suposición era que había nacido y sido criado en la ciudad. Dudo que hubiera muchas oportunidades de montar a caballo —contestó. Ella se encogió de hombros. 
—¿Quién sabe? Tal vez vayamos y tengas un talento innato en la silla de montar —dijo—. Tal vez eres un gran jinete y vienes de una familia de criadores de caballos. Se rio ante la idea. 
—Sí, no voy apostar dinero en eso.
 —Olvídate de los caballos, no te invité por eso —aseguró, haciendo un gesto con su mano. Todo el humor en la habitación cambió y él tomó aire. 
—¿Por qué me invitaste? ¿Tu padre va a matarme si me encuentra aquí? — preguntó. 

 
—Probablemente, pero seremos cuidadosos. Quería hacerte unas preguntas —prosiguió, y tomó su mano y la sostuvo entre las de ella, luego las apoyó en su regazo. Sobre sus muslos desnudos. 
—Intentaré responder. 
—Entonces, ¿de verdad no recuerdas nada? —preguntó.
 —No. Confía en mí, no mentiría sobre estas cosas. No es divertido —replicó. Ella asintió. 
—¿Entonces no sabes si tienes una familia ahí afuera? ¿Hermanos, hermanas, mamá y papá? 
—Bueno, asumo que tengo una mamá y un papá en alguna parte, a menos que haya aparecido espontáneamente. 
Ella se rio y soltó su mano para darle una palmada juguetona en el pecho. 
—¡Sabes qué quiero decir! Digo, cielos, quién sabe quién está ahí afuera esperándote. Tal vez una novia. Tal vez una esposa —dijo suavemente. Él le sonrió. 
—¿Estarías molesta? 
—Extremadamente. 
—Bueno. —Suspiró, mirando sus manos—. Cuando fui hospitalizado, guardaron toda mi ropa y cosas personales. Me devolvieron un collar de marihuana, dos aretes con estrellas de anarquía, y un anillo del humor que encaja en mi dedo índice. Pero ningún anillo de bodas, así que estoy seguro de que no estoy casado. Digo, vamos, ¿quién se casaría con un tipo que use un anillo del humor? 
—Oh, no lo sé, los anillos de humor son un poco sexys —replicó, mirando su regazo. Él tenía sus dedos extendidos sobre sus propios muslos, y ella empezó a pasar su índice por el dorso de su mano. —¿Sexy, eh? —logró decir en un gruñido. 
—Claro. Alguien puede estar comportándose de una forma, normal y tranquilo, pero el anillo de humor puede decirte cómo se siente en realidad. Tal vez estará negro por la tristeza o amarillo de la felicidad o… —Su voz se apagó. 
—¿O excitado? —dijo. 
Muy bien dicho, imbécil. 
—Mmmm, apuesto a que también muestra eso. Tal vez se pone rojo para mostrar que alguien está muy excitado. —Suspiró, con su cabeza aún agachada. 
—¿De qué color estaría tu anillo de humor ahora? —preguntó. 

 
Ella finalmente lo miró, y se dio cuenta de lo cerca que estaba; podía notar lo delineado que era su arco de cupido, lo dorado que se veía su cabello bajo la suave iluminación. Estaba respirando superficialmente y se inclinó tan cerca que sus narices se rozaron. 
—Un rojo cereza, brillante y caliente —susurró. 
Con amnesia o no, estaba seguro de que no nunca había escuchado algo más sexy, y Jon no perdió ni un segundo más. Cerró la brecha entre ellos y la besó con fuerza. Ella soltó un pequeño gemido, luego su mano estuvo en su cabello. Su toque era suave, pero su cicatriz todavía estaba sensible y cuándo sus uñas la rozaron, dejó salir un siseó de sorpresa. 
—Oh, lo siento —se disculpó rápidamente, retirándose. Él negó y la acercó de nuevo. 
—No lo estés, me gustó. —Suspiró, besando el borde su mandíbula. 
—Pero te lastimé. ¿Te gustó eso? —preguntó. 
—Sí. ¿No? no lo sé, se me hace difícil pensar bien —replicó. 
Eso pareció satisfacerla y sus manos fueron directo a vagar por sus amplios hombros. Él quería perderse en la sensación, el aroma y el sabor de ella, pero el momento se quedó en su cabeza por un minuto. ¿Le gustó el dolor? No mucho, por supuesto; el dolor de su brazo y su cabeza habían sido horribles. Pero sus uñas contra su piel, estuvo sorprendido al darse cuenta de que quería que lo presionara más, que de verdad las enterrara y arañara su piel, que dejara unas marcas. E incluso más sorprendente, como que quería hacerle lo mismo a ella.
 Solo tómalo con calma, amigo. Esto es básicamente tu primera vez, solo sigue la corriente. No la asustes. Tu cerebro está volviéndose loco ahora, no le prestes atención. Tienes cosas más importantes en las que pensar. 
Los tres botones superiores de su camisa estaban sueltos, solo invitando a alguien dentro. Él felizmente aceptó y deslizó su mano bajo la tela, encontrando cálidos y suaves pechos y duros pezones. 
—Te sientes tan… increíble… —Suspiró, lamiendo un camino por su clavícula. 
—¿Crees que has hecho esto antes? ¿Tener sexo? —preguntó, dejando caer su cabeza hacia atrás. 
—Sí. 
—¿Cómo lo sabes? 

 
—De la misma forma que supe que era zurdo. Solo está… ahí. Está en mi piel, está en mis músculos —explicó como mejor pudo. Luego una idea se le ocurrió y se apartó—. ¿Eres virgen? 
—No —contestó, mirándolo. Un sonrojo suave coloreó su piel bronceada— . Pero no soy la clase de chica que se acuesta con cualquiera. Yo… siempre te he deseado. Recuerdo verte en las noticias y pensar lo apuesto que eras. Y luego entraste al centro comunitario, era como si alguien me diera un regalo. Pero lo juro, no hago esto con cualquiera. No soy así. Y no sé cómo eres tampoco. Y tampoco tú. 
—Cierto —dijo, apartando su mano de su pecho. Su boca se retorció, como si quisiera fruncir el ceño—. Pero sé quién soy ahora. Soy la clase de hombre a quién le gustaría hacerte sentir muy bien. No tiene que ser ahora si no quieres, pero tal vez algún día en el futuro.
 El ceño desapareció y prácticamente cayó contra él, haciéndolo caer al colchón. 
—Quiero que sea ahora. Ahora mismo, Jon. 
Desabotonó su camisa, besando el sendero de piel mientras se abría para él. A medida que apartaba la tela, la puso sobre su espalda antes de tomar un pezón entre sus dientes. Quería hacerla gemir y sisear, quería morderla juguetonamente, pero se resistió. 
Conózcanse primero
—Eres tan jodidamente hermosa. —Suspiró, y lo sorprendió riéndose. 
—Tiene una boca sucia, señor Doherty —bromeó.
 —Me haces dar ganas de serlo. Sucio —respondió, luego abruptamente succionó con fuerza el mismo pezón. Ella jadeó. 
—Oh, Dios, más. Mucho más, Jon —insistió. Él obedeció, moviéndose para quedar sobre ella. Se quitó su propia camisa y la dejó caer al suelo. Sus ojos se abrieron como platos por un segundo, luego sintió sus dedos contra su caja torácica. 
—¿Qué significa? —preguntó. Él bajó la mirada a lo que estaba tocando, luego recordó que tenía tatuajes. —No tengo idea. —Fue honesto, inclinando su cabeza a un lado.
 Era un guion, tal vez tres centímetros, bajando por sus costillas; tal vez de cuatro de ancho en total. Estaba en latín, y un doctor le dijo que decía “En el amor confiamos”. Le explicó eso a Kitty. 
—¿Ves? Debes ser un buen hombre para hacerte algo tan romántico. —Ella suspiró sentándose y besando el tatuaje. Él frunció el ceño y apartó la mirada. 

 
—No lo sé —murmuró. 
—¿Qué hay de los otros? ¿No significan nada? —preguntó, tocando el tatuaje de su antebrazo. Era un gorrión, hecho a la antigua en una pesada tinta negra que estaba un poco desvanecida. 
—Nada. 
Bajo la articulación de su pulgar izquierdo, estirándose hacia su muñeca, era un detallado tatuaje de una pluma. El último tatuaje estaba en su espalda, justo bajo la base de su cuello. Invisible cuando estaba vestido, pero el más grande de los tatuajes. Era un círculo con muchos círculos geométricos pequeños dentro. No tenía idea qué quería decir, pero por alguna razón cuando lo miraba en el espejo, pensaba en el mundo. Lo que la mayoría podía decir, era que el que estaba en su pecho era el más nuevo. El de su brazo el más viejo. Ninguno de ellos indicaba quién era él. 
—No tengo tatuajes —mencionó ella, tomando su mano derecha y llevándola a su rostro—. Nunca he sido alguien te tenerlos. 
—Creo que, si pudiera devolver el tiempo, no me los habría hecho —dijo, luego suspiró cuándo ella paso su lengua por el tatuaje de la pluma. 
—Me alegra que los tengas. Son sexys —le dijo, luego empezó a desabotonar su pantalón. 
—¿Ves? Ahí vas de nuevo. Tan solo eres una mala… traviesa, traviesa niña —le informó, vacilando con el término. No quería repetir lo que había sentido en el centro comunitario, cuando la había llamado niña mala. 
—Creo que un tipo como tú, podría de verdad enseñarme lo que es ser traviesa —susurró, echándose hacia atrás. 
Él tomó la indirecta y lentamente le quitó las bragas de su cuerpo. Eran rosas y tenían la palabra miércoles en estas. Se rio y las dejó caer al suelo, luego fue a quitarse su propio pantalón. No llegó muy lejos antes que ella, de repente, puso sus manos sobre su pecho y apartó la mirada. 
—¿Qué pasa? —preguntó, congelándose un segundo. 
—Probablemente es tonto para alguien como tú, pero podrías… ¿apagarías las luces? —preguntó. Él sonrió y se inclinó para besarla rápidamente. 
—No es tonto. Tal vez no me gustan las luces encendidas tampoco, ¿quién sabe? Deambuló por su apartamento y apagó todo. Tuvo que tantear su camino de regreso… la única luz venía ahora de la casa principal, y apenas y daba un brillo suficiente el cual estaba concentrado en un rincón de la cama. 
—Gracias —susurró cuándo estuvo frente a ella. 

 
—No, gracias a ti. Feliz navidad, Kitty —susurró, bajando su pantalón y ropa interior antes de sacar sus pies. Inmediatamente se arrodilló sobre ella. 
Aprendieron el uno del otro en la oscuridad, los cuerpos eran como braille para sus almas. Ella se quejó, ronroneó y suspiró, todavía delicada en un momento como ese. Jon encontró que se ponía más y más duro por contenerse. Quería hundirse en ella y asegurarse que su memoria muscular no mentía sobre lo bueno que se sentía para el sexo. Pero no quería apresurarla, así que se tomó su tiempo.
 —Qué hermosa —susurró en su oído antes de lentamente bajar por su cuerpo. 
Tú eres hermoso—replicó ella, removiéndose mientras iba de un lado a otro, besando la punta de cada pecho—. Tus ojos. Siento que miran a través de mí. 
—Tal vez pueden hacerlo —susurró, besándola en su vientre. 
Solo quería hacerla sentir bien. Esa era su prioridad en su cabeza. Y mientras su cerebro no tenía ningún recuerdo para respaldar sus sentimientos, estaba muy seguro de que darle sexo oral a una mujer era una de las formas principales para hacer sentir bien a una mujer. Eso era lo que tenía en mente mientras succionaba, lamía y mordía el camino hasta su cadera, pero entonces ella lo detuvo. 
—No. Eso no, ahora no —rechazó, empujándole los hombros, urgiéndolo a subir. 
—Oh, lo siento —se disculpó rápidamente, apartándose de ella. —No lo sientas. Yo lo siento. Solo… es muy íntimo, ¿no crees? Él no pensaba que fuera más íntimo que poder uno de sus apéndices dentro de su anatomía, pero no iba a discutir algo como eso. No cuándo estaba desnuda debajo de él. 
—Está bien. Podemos hacer lo que quieras. Esto también está bien. No tenemos que hacer nada más —prometió, recostando su peso sobre ella y besando su rostro.
 —Quiero hacer más —le aseguró—. Por favor. Quiero sentirte. Quiero tener sexo contigo.
 Ciertamente quería tener sexo también, pero ahora era un poco incómodo. No quería asustarla o lastimarla, pero estaba muy seguro de que con su disposición, no podría evitarse. Así que mordió su labio inferior y la trató con cuidado. Ella abrió sus piernas para él y se acostó entre estas, paso su mano por su centro. No se atrevió a mover un dedo dentro de ella, sin embargo y cuándo sintió lo cálida y mojada que estaba, supuso que estaba lo suficientemente bien. 
—¿Estás segura? —susurró, apoyándose sobre ella. Lo miró, la luz de la luna atrapada en sus ojos, y le sonrió. Él correspondió la sonrisa, suavemente frotando se mano de arriba abajo por su muslo. 
—Estoy segura —susurró. Estaba tan apretada, casi se preguntó si estaba mintiendo sobre ser una virgen. Tuvo que entrar centímetro a centímetro. Su espalda se arqueó y gimió, luego su cuerpo se convirtió en un gran musculo tembloroso, poniéndolo tenso. Así que apoyó su pecho sobre ella y susurró en su oído.
 —Dios, te sientes tan bien, Kitty. —Suspiró—. Solo relájate. Nunca te lastimaré. 
—Lo sé —jadeó—. Sé que no lo harías. Solo eres muy… muy… 
—Está bien, no tienes que… 
—Grande. —Terminó de decir finalmente, luego gritó cuando entró otros centímetros. Él se rio y mordió su lóbulo. —Ese es un dato útil para saber de mí mismo —bromeó. Ella también se rio, relajándose por un segundo, y él disfrutó el momento. Empujó sus caderas hacia adelante y eso fue todo. Estuvo llena de él, tanto como podía estarlo. 
—Oh Dios, oh Dios, oh Dios —dijo una y otra vez, empujando su pecho. 
—¿Demasiado? —preguntó, empezando a retroceder. Sus brazos se envolvieron en su cuello y lo mantuvo en su sitio.
 —No lo suficiente —dijo, lamiéndose los labios—. Esto es maravilloso, Jon. Gracias. 
Empezó a bombear dentro de ella. Suave al principio, pero luego más rápido. Podía sentirla estirándose más, acomodando su longitud. Mojándose más, haciendo más fácil para él moverse dentro de ella. La sensación era increíble; mejor que cualquier cosa que su cerebro hubiera almacenado, de eso estaba jodidamente seguro. Él se apoyó y empezó a empujar más fuerte, agarrando uno de sus pechos en su mano. 
—Santa mierda, Kitty —masculló, echando su cabeza hacia atrás. 
—Por favor, Jon. Por favor —gimió, pasando sus manos por su pecho. 
—¿Qué? ¿Qué quieres? —preguntó, mirándola. Su cabeza estaba echada hacia atrás, su cabello rubio sedoso era como un halo alrededor de su rostro, y sus ojos estaban cerrados con fuerza.
 —Esto. Solo esto —contestó, enterrando sus manos en sus muslos. 

 
—Oh no, ¿una chica traviesa como tú? Creo que quieres más —dijo, moviendo su mano y agarrando su pierna derecha detrás de su rodilla, obligándola a subirla. A abrirla más. 
—Soy una chica traviesa —repitió después de él, sus manos ahora sobre sus pechos, pellizcando sus pezones. 
—Creo que te gusta esto —gruñó, empujando más fuerte. El sonido de sus pelvis chocando llenaba la habitación. —Así es, Jon. Dios, me encanta —gritó. 
—Claro que sí —gruñó, y empezó a bombear con determinación. Toda la cama empezó a crujir y a chirriar—. Te encanta ser follada, niña sucia.
 Eso hizo que ella levantara su cabeza, pero él no lo notó. 
—Jon, tal vez deberíamos… —empezó a decir, pero él puso su mano en el centro de su pecho, anclándola a la cama para poder empujar más fuerte. Ella dejó salir un grito de sorpresa, seguido de un gemido. 
—¿Te gusta esto? ¿Te gusta lo duro que te estoy cogiendo? ¿Cómo te estoy cogiendo como una sucia perra? 
—Basta. 
La palabra se registró instantáneamente, y fue como si le echaran agua helada. Como ser sacado de un sueño. Dejó de moverse y miró alrededor, intentando recuperar el aire. Mierda, ¿qué acababa de pasar? Era como si no hubiera estado ahí. Las cosas que había estado haciéndole, las palabras saliendo de su boca, había sido un reflejo. Justo como había dicho… la memoria muscular. Era como si hubiera entrado en trance, su cuerpo actuando en piloto automático.
 Dios, mi piloto automático tenía una boca sucia. 
—Oh Dios —jadeó, dejándola ir—. Lo siento. No sé… no sabía que iba a hacer eso.
 —Está bien —susurró, tocando sus costados—. De verdad, está bien, Jon. 
—No, no lo está. Mierda, ¿te lastimé? —preguntó, empezando a apartarse. Ella lo detuvo, irguiéndose y agarrando sus brazos, sosteniéndolo en su sitio. 
—No, en realidad no —le aseguró—. Supongo que quien sea que fueras antes, eras un poco demasiado intenso para una chica simple como yo. Está bien. 
—No está bien —espetó, deseando que dejara de decir esas palabras—. No quiero ser muy intenso. Quiero ser la clase de chico que te hace el amor, no la clase de tipo que te llama con vulgaridades e intenta romper tu cama. 

 
Ella empezó a tirar de sus brazos, obligándolo a tenderse sobre ella. Era una posición incómoda; su pene todavía estaba duro, moviéndose dentro de ella, rogando por liberarse. Rogándole para que terminara lo que había empezado.
 —Puedes ser ese tipo —susurró—. Podemos enseñarte como ser gentil. ¿Y quién sabe? Tal vez puedas enseñarme algo. Tal vez romper mi cama de vez en cuando no sea tan malo. 
Dios, era demasiado buena para él. Debería volver a su cuarto. Pero era tan suave y flexible, y todavía estaba muy duro.
 Fue gentil. Él supuso que todavía estaban haciendo el amor. Lo sostuvo tan cerca y movió sus caderas contra él, encontrándolo empujo por empuje, también. Él mantuvo todo lento y constante, besándola suavemente todo el tiempo. 
Le tomó un largo rato correrse haciéndolo de esa forma, pero pareció hacerla feliz. Tuvo su orgasmo primero, luego estuvo a mitad de otro cuándo él estaba terminando. Luego tomaron una ducha juntos y terminó el segundo orgasmo de ella con sus dedos.
 Se vistieron en la oscuridad, riendo y sonriendo. En la puerta, ella apuntó al muérdago colgando sobre ellos y él la besó. La presionó contra el umbral de la puerta, dejando a su lengua hacer una exploración profunda de su boca.
 —Será mejor que te detengas, o estaremos fuera toda la noche. —Suspiró ella.
 —Estoy bien con eso —contestó, luego la besó de nuevo, moviendo su pelvis con fuerza contra la de ella, dejándola sentir lo bien que estaba. 
—Hablo en serio. Mi papá se levanta en unas horas, y si se da cuenta que no estás en tu cuarto, estarás mirando el cañón de su arma. —Se rio, apartándolo suavemente. 
—¿Pero esto estuvo bien? —preguntó, sosteniéndola contra sus caderas. Ella asintió y besó la base de su garganta. 
—Más que bien. Esto fue fantástico. La mejor navidad del mundo —le dijo. 
—¿Puedo verte de nuevo? —Me verás mañana en el desayuno, Jon. 
—Quise decir afuera. Lejos de tu familia y el centro comunitario. 
—Puedes verme donde quieras —le dijo. Una declaración como esa merecía otro beso, y tenía su mano en sus bragas y estaba frotando su entrepierna contra su muslo cuándo ella se convirtió de nuevo en la voz de la razón. Ella lo hizo bajar las escaleras y lo observó hasta que volvió a entrar en la casa. 

 
De regreso en el cuarto de huéspedes, se recostó en la cama por un largo rato, intentando pensar para desaparecer su erección. Antes de darse cuenta qué pasaba, sin embargo, su mano había vagado por su cuerpo y estaba frotando la erección entre su pantalón. Apretó sus dientes y siseó mientras se acariciaba. Pero no estaba fantaseando sobre su ducha con Kitty, y no estaba fantaseando sobre el hermoso sexo que habían terminado teniendo tampoco. 
No, estaba fantaseando sobre cómo habían empezado. Sobre sujetarla y follarla con fuerza y diciendo todo lo que quería. 
Cuando terminó, sus brazos cayeron laxos en la cama. Miró el techo por un segundo, respirando con fuerza, cuándo se dio cuenta de algo. Estaba en el costado derecho de la cama. No en el centro, sino claramente en el lado derecho. Miró al lado izquierda, al colchón vacío a su lado. Luego estiró su brazo, apoyando su palma en el espacio. 
—¿Quién eras? —susurró—. ¿Y dónde estás ahora?


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Mensaje por Yani Dom 13 Mayo - 15:47

Antes 
Agosto fue genial. Una loca oleada de calor estaba cubriendo la ciudad, lo cual era bueno en la noche. 
Encontraron un edificio de apartamentos en el cual quedarse ilegalmente. Una buena ubicación, tanto como podía serlo un edificio abandonado, y lleno de muchas otras personas quedándose ahí sin permiso. Por alguna razón, la electricidad todavía estaba encendida. No había calefacción ni agua, pero podían conectar las cosas, y era lo suficientemente bueno para ambos. Crash les dio uno de sus colchones y lo arrastraron por toda la ciudad, riéndose con fuerza cuando lo metieron al subterráneo. 
—Creo que ser echada de mi apartamento fue bueno —comentó Delaney un día. Jayson la miró. 
Estaba sentada en el borde del colchón, completamente desnuda. Se enfocó en su tatuaje primero y sonrío. Había sanado bien, así como el suyo. Luego sus ojos vagaron por su espalda y su costado, mirando su pequeña cintura en sus brazos. Él estiró una mano y rozó su espalda. 
—¿Cómo? —preguntó, rodando sobre su costado. 
—Mira esto. Un espacioso apartamento con una vista decente, ¡renta gratis! Sin pagar servicios públicos, ni mantenimiento, vecinos callados. Es asombroso. 
—Excepto que no podemos bañarnos y nos congelaremos en el invierno; si la policía no entra al lugar primero. 
—¡Qué negativo eres! —Se rio, mirándolo sobre su hombro. Luego agarró su camiseta del suelo y se la puso—. Saldremos de aquí antes que llegue el invierno. Voy a conseguir un aumento, y tú encontrarás un trabajo.
 Que optimista. Puede que tuviera un temperamento explosivo, pero la depresión era completamente desconocida para Delaney. Siempre estaba feliz, y siempre sacaba lo mejor de nada. Amaba eso de ella.
 La amo demasiado.
 Se levantaron y caminaron por la cocina. De alguna forma habían amueblado el lugar, usando lo que encontraron gratis en esquinas de la calle y un par de hallazgos de Goodwill. Una gran mesa astillada con una pata floja estaba en el centro de la cocina, dos sillas que no hacían juego estaban a cada lado. Una vieja mini nevera estaba en un mostrador de la cocina, con uno hornillo desgastado al lado de esta. Un colchón menos el marco servía como su sofá. Del tenía un portátil, y por las noches la ponían en una caja de botellas de leche y veían viejas películas y dibujos animados. 
Fueron algunos de los mejores días de su vida. 
Ella dejó dos tazones de cereal mientras el cargaba su pipa. En su opinión, levantarse y fumar yerba estaba sobrevalorado. Después que ambos tuvieron un par de caladas, se acomodaron en el colchón y se rieron con los dibujos animados. Después Del se preparó para ir a trabajar, tarareando con una canción en su cabeza, luego salió por la puerta.
 Jay se quedó recostado unas horas, dejando que el subidón por la droga desapareciera. Usando un galón de agua, se dio un baño de vagabundo en la bañera, luego se vistió con un par de pantalones limpios y una camisa de botones. Ató su cabello, obligándolo a verse con un poco de orden, luego se miró en el espejo. Sus ojos estaban claros; el subidón de la mañana había desaparecido, lo cual era bueno. Necesitaba estar sobrio ese día. Sonrió a su reflejo, luego fue a la entrevista de trabajo. 
Era un tipo listo, casi nunca tuvo problema para ser contratado. Aparecer a las entrevistas y de verdad conservar dicho trabajo, sin embargo, era dónde empezaban los problemas. Del no parecía tener problemas para despertarse la mañana después de una noche de fiesta, pero tal vez era porque había cumplido veintidós el dos de mayo. Él había cumplido veinticinco el cinco de julio, no se recuperaba tan rápido ahora. 
Le ofrecieron un puesto en la bodega de un distribuidor de licores. Agradeció al hombre profusamente, luego corrió hasta el trabajo de Del. Abrió la puerta del restaurante y ni siquiera esperó a estar sentado, él solo caminó hasta su sección. Un minuto después ella salió apresurada. 
—¿Qué puedo… ¡hola, tú! —exclamó cuándo se dio cuenta que era él—. ¿Qué haces aquí? Jay dejó el menú que está revisando y agarró sus manos entre sí. 
—Hola, señora —dijo, usando su voz profesional—. Me gustaría pedir el bistec frito con dos huevos, y también el club sándwich con papas fritas. Un tazón de sopa para empezar, con aros de cebolla como acompañante, y bien podrías adelantarte y conseguir mi postre. Quiero sándwich de helado. 
—¿Estás loco? —Se rio, sin escribir nada—. Apenas y podemos permitirnos comprar carne de ninguna marca. Tu “desayuno” costara cincuenta dólares. 

 
—Bueno entonces, es bueno que alguien haya conseguido trabajo esta mañana, para poder pagar por… 
Su grito lo interrumpió y él dejó salir un grito de sorpresa cuando saltó sobre él. Cayó de nuevo en el asiento, tirando un montón de mezcladores y condimentos.
 —¡No puedo creerlo! Oh Dios, Jay, ¡estoy tan orgullosa! ¿No te dije que sucedería? Sabía que podrías, tenía fe en ti —dijo, abrazándolo con fuerza. 
—No podría haberlo hecho sin ti —contestó.
 Apenas y fue consciente que la gente estaba mirándolos mientras se reían, luego alguien se aclaró su garganta. Jay abrió sus ojos y el dueño estaba en el extremo de la mesa. Su rostro estaba rojo. 
—¡Delaney! —siseó el hombre—. Delaney, basta, ¡ahora! 
Jay se dio cuenta que la falda que ella tenía puesta se había levantado y todo el restaurante estaba mirando íntimamente su trasero. Ella se rio y lentamente bajó de él, enderezándose mientras lo hacía. 
—Lo siento, señor Feens. —Se rio—. Es solo que mi novio está celebrando porque consiguió un… 
—Lo siento, Delaney, pero no puedo tolerar más esto —dijo el señor Feens, alzando su mano. La sonrisa de Del se congeló. 
—¿De qué habla? —Vienes aquí cada día hecha un desastre, oliendo a marihuana y luciendo como si tuvieras una resaca. 
Del se sonrojó un poco, pero Jay pudo verla controlando sus nervios. 
—Bueno, puede que llegue así, pero soy una profesional en el trabajo — insistió. 
—Prácticamente tener sexo en una mesa es difícilmente profesional. 
—¡¿Sexo?! ¡Estaba abrazándolo! 
—Lo siento. Con tu apariencia últimamente, y el incidente con la yerba en el baño de la semana pasada, y ahora esto, simplemente no puedo ignorarlo más. Lo siento, Delaney, pero estás despedida. Podría haberse escuchado un alfiler caer. Todo el restaurante estaba en silencio. Del jadeó, miró alrededor, luego cerró la boca. 
—Muy bien, está bien. ¡Bien! despídame. Lamento haber venido diario a tiempo. Lamento haber sido amable con todos los clientes. Lamento haber sonreído ante toda su mierda. Pero más que nada, lamento no poder darle una mamada para salvar mi trabajo como hizo Jorge. 

 
Cada empleado en el sitio movió su mirada a un mesero en un rincón. La mandíbula de Jorge cayó abierta y Feens parecía a punto de explotar. 
—¡Sal de mi establecimiento, ahora! —gritó. 
—¿Su establecimiento? ¡Por favor, su esposa es la verdadera jefa y todos lo saben! ¿Escucha eso, señora Feens? —Del estaba gritando mientras se arrancaba el delantal y lo arrojaba al suelo—. Su esposo se coge a cualquier pedazo bonito de culo que entra a este lugar, ¡siempre y cuando tenga menos de veinticinco y sea hombre! 
Una mujer desaliñada apareció en la puerta de la cocina, luciendo sorprendida. Otra mesera llegó tras ella, cargando un gran bolso y una chaqueta en sus brazos. 
—Del —siseó Jay, levantándose de la mesa—. Solo vamos. 
—Oh, me voy —masculló Del, avanzando y recibiendo las cosas de la otra mesera. Ella luchó con su chaqueta mientras iba a la salida—. Lamento si mi estallido molesto a alguien. No me di cuenta de que por un pequeño vistazo de unas bragas con corazones iba a ser despedida. 
—Lo lamento —murmuró Jay y fue tras ella. Se adelantó y sostuvo la puerta abierta, pero se dio vuelta antes de salir. 
—¡Pero ya que todos han visto, chúpense esta! 
Con eso, levantó su falda y les mostró la parte delantera de su ropa interior. La gran impresión de un beso estaba sobre su entrepierna. Un hombre sentado en la barra empezó a aplaudir, y una mujer disgustada cubrió los ojos de su hijo. 
Ambos llegaron a mitad de la cuadra antes de estallar en risas. Jay se inclinó contra un edificio y ella cayó contra él. 
—¿¡Chúpense esta?! —jadeó por aire. Ella resopló, tosió e intentó respirar. 
—No lo sé. Volvió a quedar en modo desconectado. Mierda, justo cuando algo sale bien, algo sale mal. —Suspiró, su risa finalmente cediendo. Él tomó su mano y la apretó. 
—No. no dejes que esto arruine el día, es un buen día. Como dijiste, hay otros trabajos, encontrarás uno. Y el mío paga mejor que el tuyo, así que todavía estamos mejor que antes —le dijo. Ella le sonrió. 
—¿Ves? —dijo suavemente, luego se estiró y acarició sus dedos sobre su frente—. Tenemos dos partes de un todo, siempre compensándonos entre nosotros. No podríamos sobrevivir sin el otro. 
—Lo sé —contestó—. Déjame invitarte a salir. Vamos a divertirnos. 
—Pero… 

 
—No te preocupes, nada muy costoso. Tengo unas ideas. 
—Bien. 
—Tomaron el tren a Coney Island. Compraron perros calientes y cerveza, luego montaron en algunas atracciones. Delaney nunca había ido, no había estado mucho en Nueva York. Había conocido a Jay poco después de haberse mudado, y no le gustaban las cosas de turistas. Nunca había ido al Central Park, ni al Times Square, ni a Manhattan, de verdad. Ella gritó, se aferró a él y se rio más fuerte que nunca. 
Esto es mejor que cualquier droga. Está sobria ahora. Yo estoy sobrio. Esto es todo. Este es un momento. Aférrate a él. 
Mientras ella se detenía en un puesto para hacerse unos tatuajes con henna, Jay pudo escaparse. Corrió por el entablado y finalmente se metió bajo este. Quería ir mientras todavía era de día. Había visto mucha mierda durante su tiempo en Nueva York, pero incluso él no quería meterse con el bajo mundo de Coney Island de noche. 
Después de encontrar lo que estaba buscando, regresó al lado luminoso del paseo marítimo. Del había terminado su tatuaje y lo estaba buscando. Se escabulló detrás de ella y apretó sus costados, haciéndola saltar y gritar. 
—¡Me asustaste! —Se rio, dándole un golpe en el brazo—. ¿A dónde fuiste? 
—Por ahí. Vamos, juguemos algo —dijo arrastrándola al puesto más cercano. Era el viejo juego de los dardos. Darle a una X en medio de globos, consigue un premio. Bastante simple. Jay tenía una puntería decente, y había estado viniendo a Coney Island lo suficiente para saber cómo funcionaban las cosas. Golpeó suficientes globos para conseguir un premio pequeño e irse. 
—¿Puedo elegir? —preguntó Del, cerniéndose a su lado.
 —No. Sé exactamente lo que quiero —contestó, rebuscando en un montón de chucherías. Cuando encontró lo que estaba buscando, miró al tipo encargado del juego. El hombre estaba coqueteando con una chica súper joven, así que Jay se aprovechó. Agarró dos premios iguales y los metió en su bolsillo rápidamente. 
—¿Acabas de hacer lo que creo? —preguntó Del, corriendo tras él, sosteniendo una nube ridículamente grande de algodón de azúcar. 
—Sí. Vamos, apresúrate —insistió, agarrando su codo y tirando de ella. Sus cortas piernas lucharon por seguir su paso y terminó medio corriendo. 
—¿Qué fue eso? ¿Qué tomaste? —preguntó, intentando comer algodón de azúcar mientras se movía. 

 
Así no fue cómo lo imaginó. Delaney se merecía rosas y diamantes. Una pequeña casa con una cerca blanca. No podía darle esas cosas, y las posibilidades eran, que nunca podría. Pero ya le había dado su corazón y alma; lo único que le quedaba para ofrecerle eran promesas. Así que la llevó entre dos edificios y la puso contra la pared. 
—¿Hace cuánto estamos saliendo? —preguntó, con su puño en el bolsillo. Sintió el sudor aparecer en la línea de su cabello. 
—Mmmm. —Pensó para sí misma, curvando su lengua con destreza alrededor de otro trozo de azúcar—. Como… cinco meses. Casi seis. 
—Se siente como una eternidad —le dijo, y ella asintió. 
—Como la mejor época —afirmó, sonriéndole. 
—Aun así… mierda, Del. Sabes que podrías estar mejor sin mí. Eres preciosa, eres graciosa, eres tan jodidamente considerada, y eres el mejor sexo que he tenido en mi vida —dijo. Ella frunció el ceño. 
—Gracias, pero creo que lo hice bastante bien contigo. ¿Te has visto últimamente? Eres tan sexy que a veces duele. ¿Esos ojos verdes tuyos? Tengo que ver a las chicas babeando por ti todo el tiempo, y lo único que me ayuda a superarlo es saber que soy la única que puede estar contigo en la cama de noche. Por no mencionar que eres increíblemente talentoso y listo y tan sensible — expresó.
 —Aun así, no soy lo suficientemente bueno para ti, cariño.
 —Jay, basta… 
Puso un dedo en sus labios. 
—Y tampoco soy tan fuerte como para dejar que eso me detenga. Te amo, Delaney. Eres la primera cosa en que pienso en las mañanas y lo último en que pienso antes de ir a dormir. Quiero estar dentro de ti para siempre. Quiero yacer contigo y amarte y hacerte reír hasta que seamos viejos —balbuceó. No estaba seguro de si tenía sentido, pero no le importó. Estaba improvisando y sabía que a Delaney le encantaba cuando improvisaba. La conocía. Así que mientras lo miraba, con los ojos ensanchados, sacó su mano de su bolsillo y abrió su puño— . ¿Delaney Carter, te casarías conmigo? 
Ella jadeó y dos grandes lágrimas bajaron por sus mejillas. Ella puso su mano sobre la de él, delicadamente tocando los anillos que había estado aferrando. 
—Sé que no es mucho —dijo suavemente, tomando su mano y deslizando uno de sus anillos en su dedo. Era muy grande y se resbalaba, así que ajusto la barata banda de metal para que encajara—. Y no puedo siquiera prometerte que un día lo haré mejor. Pero es por ti, y solo por ti. 

 
Todavía estaba llorando mientras alzaba su mano, y por primera vez en su relación, Jay se puso nervioso. Sus ojos vagaron sobre el gran anillo en su dedo, al cristal aparentemente opaco que estaba sobre este. Luego, mientras ambos miraban el anillo, empezó a cambiar de color. Lentamente cambió a un profundo azul, con un toque de rosa en los bordes.
 —Es un anillo de humor —susurró. Él asintió.
 —Lo es, pero no sé qué significan los colores —contestó. Ella resopló y se rio, luego lloró más.
 —Azul significa amor —dijo, luego tomó aire—. Rosa significa felicidad. 
—¿Sí? —preguntó, su voz igual de suave. Ella finalmente lo miró. 
—Así es. Oh Dios mío, Jay. Sí. A todo. Siempre. A ti y a mí, para siempre — sollozó, dejando caer su algodón de azúcar y arrojándose a sus brazos. Él la cargó y la aplastó contra su pecho, enterrando su rostro en su cabello. 
—Por siempre y para siempre —susurró, conteniendo también sus lágrimas. Después de bajarla, ella puso el anillo a juego en su dedo y observaron cuando cambio a un rosa pálido. 
Corrieron de regreso al subterráneo, riéndose con fuerza y salvajemente. El tren estaba casi vacío, pero no habría importado si estaba lleno. La sostuvo contra el tubo y metió su lengua en su boca, pasó sus manos bajo su camisa. Luego caminaron a casa pegados y básicamente cayeron en la cama, dejando un rastro de ropa que llevaba a la puerta. 
Horas después se dieron tregua. Jay sentía que iba a desmayarse, y todavía tenía más regalos para ella. Ambos estaban desnudos y sentados en el sofá. Del estaba en su regazo, sus piernas envueltas en su cintura, y estaba apretando sus rastas por él. La sensación era tranquilizadora, pero no permitió que lo distrajera. 
—Nos conseguí algo para celebrar —susurró, inclinándose para besar sus pechos. 
—¿Antes de declararte? —preguntó. 
—Ajá. 
—Qué seguridad. 
—Solo muy enamorado —contestó—. Así que mientras te hacías el tatuaje de henna, fui y nos conseguí algo para festejar. 
Abrazándola contra él, se inclinó y tomó su chaqueta. Ella se rio cuando se mecieron y casi se cayeron, pero al final volvió a enderezarlo. Sostuvo el pedazo de tela y ella rebuscó en los bolsillos. Cuando sintió lo que estaba ahí, jadeó. 

 
—¡No lo hiciste!
 —Sí. 
Sacó una pequeña bolsita de coca. Desde la noche en que había ido por ella a su apartamento, no habían conseguido droga. Era muy costosa; yerba y licor eran más baratos y fáciles de conseguir, así que hicieron un acuerdo para quedarse con eso un tiempo. Pero sintió que una petición de matrimonio requería una celebración apropiada, y sabía lo mucho que le gustaba la droga. Y eso no era todo. 
—¿Qué son estas? —preguntó, sacando otra bolsa llena de pequeñas pastillas cuadradas.
 —Estas son muy divertidas —contestó, tomando la bolsa y abrieron el cierre. Sacó una de las pastillas y la sostuvo para ella. Sin preguntarlo, sin dudarlo, abrió su boca y sacó su lengua. Completa confianza. 
Maldición, si esto no es amor, no sé qué lo es.
 Puso la pequeña pastilla en su lengua.
 —¿Vas a decirme, o solo espero por el efecto? —preguntó, tomando la bolsa de coca de nuevo y oliéndolo. 
—Eso es éxtasis de primera —le informó. Ella gritó y se removió sobre él. 
—¡Cariño! ¡Siempre quise probarla! —Lo sé, por eso la compré para ti. 
—¿Puedo usar ambas? 
—Espera a que el éxtasis se desvanezca —insistió, metiendo una píldora en su boca—. Cuando empiece a desaparecer, aspiraremos un par de rayas, y volverá de inmediato. Verás las estrellas. 
—Ya lo hago —susurró, mirando a sus ojos mientras se inclinaba para besarlo—. Eso es lo que eres para mí. Una galaxia entera. 
—Nos divertiremos tanto —masculló, pasando sus manos por su espalda. 
—Por el resto de nuestras vidas. —Estuvo de acuerdo, arqueándose hacia él. 
El resto de nuestras vidas. Sonaba como la mejor vida de todas.


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Mensaje por svenkok Dom 13 Mayo - 21:01

Que intensa esa “sesión” de sexo con Kitty. Muy apresurada pero… Estoy comenzando a dudar de ella y su sinceridad. Por otra parte que bien de su papá ofrecerle ayuda a Jon. A lo mejor de esa forma pueda salir a delante y construir una “nueva” vida.

No me gusta Delaney, no se… hay algo con ella que no me cuadra.
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Mensaje por Yani Lun 14 Mayo - 18:35

Jon vio a la señora Sloan varias veces a principios de diciembre, pero luego nada durante las vacaciones de navidad. Estaban casi a mitad de enero antes que pudieran reunirse de nuevo. Estuvo sorprendido por lo mucho que la extrañó. Los chicos en el albergue y Gary Tupper eran divertidos, pero Sloany era la mejor. 
—¡Dios mío, estás tan bronceada! —exclamó, sentándose frente a ella en el pequeño café que había elegido. Ella sonrió y se pavoneó, pasándose una mano por el cabello. 
—Costa Rica es asombroso. ¿Cómo estuvieron tus vacaciones? —preguntó. Él sonrió.
 —Maravillosas. Tengo mucho que contarte. 
—Y quiero escuchar cada palabra.
 Empezó despacio, contándole las cosas oficiales. La vida en el albergue, cómo le estaba yendo ahí. Lo que estaba pasando en el centro comunitario, cómo había sido transferido a recreaciones. Ahora él y Kitty pasaban la mayor parte del tiempo organizando juego para los niños y adolescentes desfavorecido. Jugando baloncesto y bádminton. Escondiéndose en los camerinos y dándose duchas juntos a escondidas. 
—¡Parece que las cosas van muy bien, Jon! —dijo Sloany feliz. 
—La verdad sí. Y pasé la navidad con los Beaumont —añadió casualmente. Ella parpadeó sorprendida. 
—La… ¿quieres decir la familia de Kitty? —preguntó.
 —Sí, la familia de Kitty. 
—¡Bueno, eso es muy amable de su parte! Espero que te hayas divertido. 
—Oh, de verdad me divertí. 
La señora Sloan perdió su sonrisa. 
—Pareces el gato que se comió al canario. Obviamente quieres alardear sobre algo, así que solo dilo —insistió. 

 
—Es solo que Kitty y yo hemos pasado mucho tiempo juntos. Afuera del centro comunitario —le contó. 
—¿Cómo saliendo? 
—Como saliendo. 
—Eso es… bueno, Jon. Te dije que trabajar con gente de tu edad sería divertido —afirmó. Pero no sonaba bien. Normalmente era juguetona y bromeaba con él, pero su voz ahora era controlada y profesional.
 —Pensé que estarías feliz por mí —dijo. Ella asintió. 
—Lo estoy. Estoy feliz por ti, Jon. Literalmente está en mi descripción laboral. 
De repente, se molestó. Casi de forma irracional. 
—Odio cuándo dices tonterías como esas —espetó—. Me haces sentir como otro de tus casos. Un jodido número de archivo. Somos amigos, Sloany, así que cualquier cosa que quieras decir, solo dilo.
 Su estallido no la molestó en absoluto. Había tenido suficientes frente a ella, y estaba seguro de que había visto cosas peores. Ella lo miró por un segundo, luego suspiró y puso sus manos sobre la mesa, inclinándose hacia él.
 —Creo que es una mala idea —declaró simplemente. 
—¡¿Por qué?!
 —Porque sí. 
—¿Qué, porque es rica y educada, y yo literalmente no soy nadie? — preguntó. Ella resopló. 
—Ahí está esa autocompasión que tanto extrañé. Claro que no; si alguien está diciendo tonterías, eres tú. No tiene nada que ver con tu estatus. Es solo… —Su voz se apagó y apartó la mirada.
 —¿Solo qué? ¿Qué, Sloan? —exigió. 
—Quiero que tengas cuidado —declaró de nuevo, hablando en voz baja—. He lidiado con muchas mujeres como Katherine. Kitty. Las almas más bondadosas que conocerás. De hecho, casi podrías decir que son adictas a ayudar. Quieren salvar a todos. Sacarlos a rastras de las zanjas, limpiarlos y convertirlos en alguien nuevo. 
—Quiere ayudarme, ¿cómo eso es malo? —preguntó. 
—No es malo. Pero pregúntate esto, Jon… si de verdad es adicta a ayudar, y de verdad necesitas ayuda, ¿qué sucederá con la relación cuándo ya no necesites su ayuda? —le explicó. 

 
Dios, estaba molesto. Tan jodidamente molesto. Que quería montar una pataleta y arrojar cosas. Estrellar su taza de café y voltear la mesa. Decirle que lo que tenía con Kitty era de verdad y honesto y lo único bueno en su vida. Gritar que ella no tenía ni puta idea de lo que estaba diciendo. 
Decirle que he estado pensando lo mismo.
 —No sabemos si eso es cierto con ella —murmuró, aferrando el borde de la mesa con las manos.
 —No, no sabemos —aceptó la señora Sloan—. Y es una niña muy dulce, Jon. Se preocupa de verdad por ti, eso es un hecho sin importar qué. Me alegra que tengas una amiga tan buena. 
—Sí, solo no te alegra que esté follándola. 
—No, no me alegra que con el tiempo dejaran de follarse el uno al otro, y luego tendré que recoger los pedazos rotos. 
—Santa Sloan —susurró, y fue recompensado con una risa. 
—Solo ten cuidado, Jon. Podría equivocarme, pero lo he visto antes. Con hombres y mujeres. La adrenalina que viene con ayudar a alguien que de verdad lo necesita es maravillosa; mejor que cualquier droga. La caída, sin embargo, no es tan genial. De repente una persona que pensaste era asombrosa es un poco aburrida. Simple, o simplemente no es tu tipo —le advirtió.
 —¿Es eso lo que nos sucederá, Sloany? ¿Me pondré mejor y me dejarás como a un viejo hábito? —preguntó. La idea de verdad lo molestó más que perder a Kitty. 
—Nah. Niño, lo que tú y yo tenemos desafía toda lógica y razonamiento. Me temo que estaré atascada con tu trasero llorón por el resto de mi vida — bromeó. 
—Su padre está ayudándome —dijo de repente.
 —¿Disculpa? 
—El padre de Kitty; Frank Beaumont. Es un gran juez en el centro de la ciudad, y tuvo unas ideas para conseguir una identificación. Está trabajando en eso ahora —comentó. 
—Oh, Jon, ¿de verdad crees que es una buena idea. Solo sé… 
—¿Cuál es tu problema? —espetó de repente, su voz tan fuerte que varias personas los miraron. La señora Sloan cerró la boca—. No quieres que salga con nadie, no quieres que tenga sexo, no quieres que consiga ayuda. ¿Qué, quieres la gloria? ¡¿Quieres olvidar al tipo olvidado?! 

 

—No, Jon, no es eso. Si el señor Beaumont puede ayudarte, es maravilloso, espero… 
—¿Entonces qué? ¿Cuál es el problema? —Alzó sus manos. 
—Es solo… tienes que tener cuidado. Estás saliendo con su hija. ¿Qué pasa si su relación termina? —preguntó la señora Sloan. 
—¿Y qué si termina? 
—Kitty es su hija, Jon. ¿De qué lado crees que se pondrá el juez? Y salgas o no con su hija, es raro que las personas ayuden a otras por nada. ¿Estás seguro de que no te pedirá nada a cambio? ¿No le deberás nada después? —preguntó. 
Jon apretó los dientes. No quería escuchar esto, nada. Que el señor Beaumont trabajara en sus problemas de identidad era probablemente lo mejor en la vida de Jon. No podía soportar la idea de dejarlo ir. 
Necesito un nombre. Un nombre de verdad. Necesito ser alguien, Sloany, si debo de pagar cualquier cosa, ¡lo haré! 
—¡No entiendes nada! —espetó, poniéndose de pie y tomando su chaqueta—. Solo estás molesta porque estas personas pudieron ayudarme cuando tú no. Pudieron salvarme cuando no tenías ni idea de cómo hacerlo.
 —Sabes que eso no es cierto, Jon —discutió. —Vete al diablo, Sloany. Una amiga de verdad estaría feliz por mí. Salió hecho una furia, pero ella lo tomó de la muñeca. 
—No hagas esto, Jon —insistió, mirándolo—. Soy la amiga más honesta que has conseguido. Siéntate. Habla conmigo.
 Sabía que debería hacerlo. Era lo correcto. Ella era su amiga, lo sabía, solo estaba molesto. Y la rabia hervía y burbujeaba en su interior, bloqueando todo lo demás. Soltó su brazo y salió por la puerta. 
Caminó cuadras. Cuadras y cuadras, sin prestar atención a dónde estaba yendo o qué hora era. Estaba en medio de un parque cualquier cuándo su teléfono empezó a vibrar en su bolsillo trasero. Suponiendo que era Sloany, lo sacó y respondió sin mirar la pantalla. 
—Lo siento —dijo—. No sé por qué enloquecí, yo… 
—¿Jon?
 Dejó de caminar. No era la señora Sloan, era Kitty. Mierda, había olvidado que debía verse con ella. Miró su reloj. Ya había pasado por mucho la hora en que habían quedado verse.
 —Lo siento mucho —gruñó. 

 
—Jon. —Suspiró—. Esto era importante. De verdad quería que conocieras a estas personas. 
—Lo sé, lo sé. Algo sucedió, se me pasó el tiempo —se disculpó. 
—¿Qué podría haberte pasado que te hiciera olvidarte de reunirte conmigo? 
—Tuve una reunión con la señora Sloan. Ella… peleamos. Terminé gritándole y saliendo del café. Solo he estado caminando desde eso —explicó. 
—Oh, cariño, lo siento mucho. Sé lo cercanos que son. Debió haber sido difícil para ella, ahora que tienes otras personas que cuiden de ti —dijo. Él frunció el ceño. 
—No soy un perro, Kitty —masculló—. No necesito que cuiden de mí. Por lo general logró vestirme, bañarme y comer por mi cuenta. 
—No fue eso lo que quise decir. Deja de ser tan sensible, tontito. Voy a reprogramar para mañana. 
No preguntó, le dijo. Jon sabía que todavía estaba de mal humor por su pelea, y por supuesto las palabras de Sloany todavía se revolvían en su cabeza. Tomó aire y cerró los ojos. 
—Bien. Bueno, sí. Mañana, estaré ahí seguro. 
—¿Lo prometes? —Lo prometo. —Bien. Ahora para compensarlo, debes hacerme un favor —dijo, pero su voz era juguetona. 
—¿Qué? —preguntó, de inmediato en guardia. 
—Debes venir a cenar esta noche con mis padres —contestó. 
—Oh. Bien, ¿dónde? —preguntó, mirando su reloj. Esperaba que no fuera en Westchester. Debía de conseguir el permiso de Gary Tupper para quedarse fuera del albergue en la noche, lo cual siempre estaba garantizado, pero ya era tarde. Gary prefería que le avisaran con tiempo, le gustaba saber dónde estaban todos sus protegidos en cualquier momento. 
—En el centro de la ciudad —contestó. Bien. Eso era fácil para él—. En este pequeño lugar cerca al parque. 
—Suena bien. ¿A qué hora?
 —Nos veremos a las cinco para tomar algo. Y Jon. 
—Su voz adoptó cierto tono, y supo que significaba trabajo para él—. Usa algo presentable, ¿bien? 
—¿Por qué? —preguntó, arrastrando las palabras. 

 
—Porque mi papá va a llevar a sus amigos abogados, quiere que los conozcas.
 Jon gruñó. ¿Una cena en el centro de la ciudad con un montón de abogados de Manhattan? Reunirse con personas por lo general lo ponía nervioso. ¿Cómo podrías presentarte si ni siquiera te conocías? ¿Y conocer personas inteligentes y exitosas? Lo peor. 
—Por favor, Kitty 
—se quejó—. En verdad tuve un día muy difícil. No creo que esté para congraciarme. 
—No es “congraciarse”, ¡que horrible palabra! Estás haciendo nuevos amigos. ¡Y con personas muy importantes, si puedo agregar! Digo, ¿no quieres su ayuda? Debes esforzarte un poco, Jon. ¿Cómo crees que se sentirían si ni siquiera te molestas en asistir a la cena? ¿Crees que todavía querrían ayudarte? —le reprendió.
 Quiso discutir. Quiso informarle que no era un espectáculo de circo que podía desfilar alrededor de sus amigos de Upper East Side. Que si eran el tipo de personas que esperaban que todos a su alrededor dejaran sus planes para tener una cena de último minuto con ellos, entonces no, no quería su ayuda.
 Estaba siendo estúpido. Irracional. Necesitaba ayuda. También necesitaba una siesta y un coctel fuerte y… algo. No podía definir qué, exactamente. Iría a casa, se prepararía y para cuando llegara al centro de la ciudad, estaría de mejor humor. Los Beaumont habían hecho mucho por él, al menos podría ir a la cena. 
¡El mono entrenado, aquí a su disposición! 
—Tienes razón. 
—Suspiró, regresando a la calle—. Sí quiero su ayuda. Iré a casa y me organizaré, luego te escribiré cuándo vaya en camino. 
—¿Ves? Eso no fue tan difícil. Y no te preocupes. Tengo una gran sorpresa planeada para ti. Si las cosas salen bien esta noche, te lo contaré —prometió. 
Una multitud de personas salió de un edificio frente a él y casi tumbó a alguien. Dio un paso a un lado y murmuró unas disculpas, e intentó pasar, cuando de repente el olor lo golpeó. Como un golpe en el pecho. Dejó de moverse y jadeó. 
Ahí estaba de nuevo. Esa pesada sensación en su pecho. Como si estuviera nervioso o asustado, pero de verdad, era porque estaba recordando. No literalmente, los recuerdos no llegaban con la sensación. Pero sabía qué eso era; era su cuerpo recordando, incluso si su cerebro no podía. 
Kitty estaba parloteando al otro lado de la línea, pero no la escuchó. Cerró sus ojos y tomó una profunda y larga respiración. Solo siguió inhalando el aroma. Era horrible, de verdad. Tosco e incluso dolía un poco en sus pulmones. Dejó salir un suspiro. 

Humo de cigarrillo. Santa mierda, solía ser un fumador. 
—Oh Dios mío —jadeó contra el teléfono. 
—¿A dónde fuiste? ¡Pensé que habías tenido un accidente! —gritó. Él negó y trotó entre el grupo de personas, luego se inclinó contra el poste de una lámpara. 
—¡Kitty, santa mierda! ¡Solía fumar! 
—Espera, ¿qué? 
—¡Fumar! —exclamó—. Estaba caminando y este grupo de personas estaba frente a mí, y todos estaban fumando, y fue como… Dios, fue como si solo supiera. Pude sentir el humo en mis pulmones, ¡saborearlo en mi lengua! ¡Sentir el cigarro entre mis dedos! 
—Ugh. Eso es asqueroso, Jon. Fumar es un hábito horrible —le dijo. Él retrocedió y miró el teléfono por un segundo como si estuviera loca, luego lo llevó de nuevo a su oreja. 
—Kitty, no me importan una mierda los malos hábitos… recordé algo. Quiero decir, no es mucho, ¡pero es algo! ¡Solía ser un fumador! ¡Puedo recordar el fumar! —exclamó. Ella suspiró. 
—Bueno, me alegra que recordaras algo, pero desearía que no fuera un mal hábito. ¿De verdad piensas que fumabas? Dios, espero que no lo hagas de nuevo —increpó. 
—No. Digo, no planeo hacerlo. ¿No crees que esto es importante? — preguntó. 
—¡Claro que sí! Es un pequeño paso hacia tus recuerdos, es genial. Recuerda llegar ahí a las cinco en punto, ¿bien? —le recordó. 
Él murmuró algo estando de acuerdo al teléfono, luego la escuchó mandarle unos besos y colgó. Dejó caer su brazo y solo se quedó ahí de pie, mirando al otro lado de la calle a una tienda en una esquina. 
Solía fumar. Solía comprar… algo. ¿Qué marca? Dios, puedo verlo en mi mente, ¿por qué no puedo decirlo? Solía fumar. No mucho, tal vez una o dos veces al día. A veces nada.
 Era un hábito sucio y asqueroso. Terrible. Poco sano. Hacía que la gente oliera mal. Ponía sus dientes amarillos. Malgastaba el dinero. Kitty lo encontraba repulsivo, y no quería que lo él lo hiciera. 
Jon caminó a la tienda de la esquina y no se detuvo a preguntarse la marca, solo compró un paquete de Camel 99’s cómo había estado haciendo toda su vida. Se fumó cinco de camino a casa, sin toser ni una vez. Cada respiración, cada bocanada de humo, era como ser transportado a otra parte. A otra época. 

 
Pequeños pasos, Jon. Pequeños pasos de regreso al pasado.


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Mensaje por Yani Lun 14 Mayo - 18:51

Antes 
Jayson se inclinó contra la pared, mirando al otro lado de la calle. Delaney estaba ahí, mirando la vitrina. El día de finales de diciembre era lluvioso, húmedo y miserable, poniéndolo de un humor difícil. ¿No debería el sol siempre brillar sobre él? Estaba enamorado, después de todo. Por siempre y para siempre. 
Enamorado de alguien que puede conseguir algo mejor que yo. 
—¿No vas a comprarlo? —le preguntó, cuando regresó trotando hasta donde él. Ni siquiera había entrado a la tienda. 
—No. Muy costoso. Podemos ir a Goodwill y probablemente conseguir algo —le dijo. Él frunció el ceño, pero ella siguió sonriendo y agarró su mano, llevándolo por la calle. 
Jay solo había durados unas semanas en su trabajo. Por suerte, Del consiguió uno antes que Jay pudiera ser despedido, así que no eran indigentes. Pero era un trabajo de mierda como mesera en un decadente bar de desnudistas. No le gusta en absoluto, pero Del indicó lo mucho que le gustaba comer, y cómo a ambos les gustaba consumir drogas, así que alguien debía aportar dinero. Las propinas también estaban bien, así que eso lo hacía más soportable. 
Todavía estaban viviendo ilegalmente. Todavía viviendo en el suburbio. Del no se quejó ni una vez. Se iba a dormir con una sonrisa y se despertaba con una sonrisa. Jay vivía por sus sonrisas, así que intentó confiar en ella cuándo le dijo que todo estaba bien. También, nunca se quitó su anillo. Lo usaba con orgullo, ya no lo presentaba como su novio, sino como su prometido. Él solo quería morirse, ella lo hacía tan feliz.
 ¿Entonces por qué no puedes mejorar por ella? 
—Lo siento, Del. —Suspiró mientras entraban a un vecindario residencial. 
—¿Por qué? ¿Oh Dios, dejaste la leche afuera otra vez? —se quejó. 
—No. Lamento que no estemos en una casa como esta gente. Que no pueda controlar mi mierda —dijo, apuntando a los edificios alrededor. Ella estalló en risas. 

 
—Jay, este es un vecindario de mierda. La mayoría de las casas están abandonadas. No querría vivir como estas personas. Me gusta nuestra vida. Estás tú en ella —le aseguró, moviendo sus brazos. 
—Aun así. Solo… no puedo quitarme esta sensación que soy malo para ti. Si no nos hubiéramos conocido esa noche, no habrías consumido cocaína conmigo, y no habríamos salido. Nunca te habría enseñado sobre las pipas, o a despertarte y fumar, el éxtasis o la oxicodona. Probablemente estarías con un buen tipo ahora. No un imbécil como yo —replicó.
 —Basta, ahora mismo —espetó, moviéndose frente a él y deteniéndose—. Tengo noticias para ti, Jayson Fairbanks, no era una princesa viviendo en un iceberg antes que aparecieras. ¿Crees que esa fue la primera vez que me drogué? ¿Qué nunca había probado la cocaína? No. Lo habría hecho sin importar si era contigo o no. Piénsalo de esa forma, imbécil. Si no hubieras estado ahí, habría terminado haciéndolo con Crash. O peor, uno de sus asquerosos amigos. ¿Entonces dónde estaría? 
Nunca lo había pensado de esa forma, y debía admitir que no le gustaba. 
—Puedes estar mejor sin mí, cariño. Mucho mejor. A veces, creo que deberías. Ella se quedó inmóvil. 
—¿Estás terminando conmigo? —susurró. 
—No, Del. Solo creo que deberías pensar… 
—¡Estás terminando conmigo! —gritó, sorprendiendo a unas aves al lado de ellos—. Bueno, ¿adivina qué? ¡NO! ¡No puedes! ¡No acepto tu ruptura! Dijiste para siempre, así que es para siempre. Lo prometiste. Apesta ser tú, pero estamos enamorados, y así es como va a ser, así que lidia con eso.
 Estuvo sorprendido por su explosión, luego completamente atónito cuándo se dio la vuelta y empezó a correr. Había recorrido una cuadra antes que él recuperara el sentido y empezara a perseguirla. 
—¡Delaney, detente! —gritó, esforzando sus piernas.
 No estaba escuchando, pero no importaba. Él era un atleta, había estado haciéndolo toda su vida, y sus piernas eran más largas que las de ella. La alcanzó en poco tiempo. Había volteado por la acera y estaba corriendo por el carril de bicicletas cuando la alcanzó. Gritó y pateó mientras la envolvía en sus brazos desde atrás.
 —¡No puedes hacer esto! —gritó, y se dio cuenta que estaba llorando—. No puedes dejarme. ¡Te amo, Jayson! Te amo. 

 
—Shhh —susurró en su oído mientras la llevaba hasta la acera—. Cálmate. Podemos hablarlo. 
—¿Calmarme? ¡Vete a la mierda, cálmate tú! ¿Cómo te sentirías si intentara dejarte y hacerlo parecer que es por tu bien? No me toques. ¡No me toques! — gritó. 
Y eso lo rompió. La idea de no permitírsele tocar a Delaney, era completamente extraña para él. Era como si le dijeran que no podía respirar, comer o dormir. Bien podrían pedirle que no tocara su propio cuerpo. Nadie tenía esa clase de autoridad. No él, y ni siquiera ella. Ella le pertenecía. 
—Nunca digas eso —dijo, hundiéndose hasta que estuvo sentado en la acera. Ella era una bola de codos y rodillas, todavía resistiéndose a su toque—. Nunca me digas eso de nuevo. 
—¿Cómo puedes querer que me vaya? ¿Por cualquier razón? No puedo vivir sin ti, Jay —sollozó, finalmente acurrucándose contra él y agarrando su chaqueta. Se aferró a ella con fuerza. 
—Tampoco puedo vivir sin ti —dijo, luchando por respirar—. Solo tengo miedo de hacer las cosas mal, Del. Te amo demasiado, solo quería hacer lo mejor. 
—Bueno, te amo demasiado y no puedo siquiera soportar la idea de dejarte ir. Eso es amor de verdad. Eso es lo mejor —dijo, su voz llena de rabia y lágrimas. Otra ola de vergüenza y culpa lo recorrió. 
Ella cree que no la amo tanto como me ama. 
—Lo siento —susurró—. Lo siento mucho. Nunca haré algo como esto de nuevo. 
—Debes confiar en nosotros. —Soltó un hipo y jadeó—. Es verdadero. Amor de verdad. Y encontraremos una forma. Superaremos toda esta mierda, sin importar qué, porque siempre nos tendremos el uno al otro. 
—Lo siento. Tienes razón. Debería confiar en nosotros. —Suspiró, presionando sus labios contra su cabeza.
 —En el amor confiamos, ¿recuerdas? —le recordó.
 —Lo recuerdo. Recuerdo todo sobre ti. 
—Nunca me dejes —susurró, sacudiendo sus brazos. 
—Nunca. Nunca te dejaré —prometió. 
Se sentaron en la acera por un largo tiempo, solo llorando y abrazándose. El amor era algo muy extraño. Él había pensado que sabía lo que era cuando era joven, cuando había amado a sus hermanas y sus padres. Había creído que lo entendía mejor cuándo era mayor, cuando había conocido a Jenny Horowitz y ella tomó su virginidad. Y por supuesto el final de todo; las drogas. Cuando se había drogado por primera vez, había estado seguro de que así era como se sentía el verdadero amor, que no se necesitaba otro amor. 
Ahora sabía que no había tenido ni una idea. Ni la más mínima pista. Todas las otras clases de amor eran destruidas en presencia de Delaney. ¿Cómo era posible amar tanto a otro ser humano? Ni siquiera había existido en su mundo hace seis meses. Ahora era su mundo. 
Y mi corazón, mi alma y mi todo. 
—¿Dónde has estado toda mi vida? —susurró. Ella lo abrazó con fuerza por un segundo, luego se echó hacia atrás. Su rostro y ojos estaban hinchados, rojos. Se veía miserable, nunca la había visto así antes. Peleaban todo el tiempo, pero nunca lloraba, no sollozando de verdad. Nunca. Ni una vez. 
—No quiero sentirme así —resopló, aferrándose a los bordes de su chaqueta—. Por favor, Jay. Vamos a alguna parte, hagamos algo. Seamos felices.
 Él asintió y se puso en pie, luego suavemente la dejó en la acera. Se tomaron de la mano y volvieron a caminar. 
Y esa fue la noche que le presentó a Delaney la anfetamina.


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Mensaje por Yani Lun 14 Mayo - 18:57

svenkok escribió:Que intensa esa “sesión” de sexo con Kitty. Muy apresurada pero… Estoy comenzando a dudar de ella y su sinceridad. Por otra parte que bien de su papá ofrecerle ayuda a Jon. A lo mejor de esa forma pueda salir a delante y construir una “nueva” vida.

No me gusta Delaney, no se… hay algo con ella que no me cuadra.
Solo quedamos vos y yo, Svenkok!

Kitty y Jon ya fallan de entrada en el aspecto sexual, a él le gusta sucio y ella es una remilgada, de entrada no van...

Coincido con Sloany, eso de que el padre de Kitty lo ayude es un problema porque luego no podrá dejarla si quiere hacerlo y va a querer porque acá la protagonista es Delany...Por otro lado, de a poco empieza a recordar, así sea solo que fumaba pero algo es algo.

En este último capítulo del Antes hubo un intento de separación, podríamos decir, finalmente él habrá dejado a Delany por eso ella no aparece todavía??


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Mensaje por svenkok Mar 15 Mayo - 9:38

Yani escribió:
svenkok escribió:Que intensa esa “sesión” de sexo con Kitty. Muy apresurada pero… Estoy comenzando a dudar de ella y su sinceridad. Por otra parte que bien de su papá ofrecerle ayuda a Jon. A lo mejor de esa forma pueda salir a delante y construir una “nueva” vida.

No me gusta Delaney, no se… hay algo con ella que no me cuadra.
Solo quedamos vos y yo, Svenkok!

Kitty y Jon ya fallan de entrada en el aspecto sexual, a él le gusta sucio y ella es una remilgada, de entrada no van...

Coincido con Sloany, eso de que el padre de Kitty lo ayude es un problema porque luego no podrá dejarla si quiere hacerlo y va a querer porque acá la protagonista es Delany...Por otro lado, de a poco empieza a recordar, así sea solo que fumaba pero algo es algo.

En este último capítulo del Antes hubo un intento de separación, podríamos decir, finalmente él habrá dejado a Delany por eso ella no aparece todavía??



¡Hola, Yani! Tal vez los demás continúen la lectura más adelante. De lo contrario espero llegar al final de la misma.

En cuanto al encuentro sexual, ¿tal vez Kitty  tuvo una experiencia negativa anteriormente?, ¿le recordó algo?, Tal vez le gusta un poco rudo y no es capaz de admitirlo.

Referente a la opinión de Sloany, en un principio creí que tanto el juez como su hija (Kitty), no eran totalmente sinceros con Jon. Mientras continuaba la lectura y seguía la conversación entre ella y Jon, más aumento la sospecha de que Kitty no es tan sincera. No se detuvo a pedir la opinión de Jon, no le intereso el recuerdo de él. Le pidió que vistiera “presentable” como si se avergonzara de él. ¿Y porque su papá quiere presentarle a otros abogados? Eso tampoco me cuadra. 

 
¡Qué bueno que Jon recuerda trozos de su vida! Pronto podrá ver las cosas en otra perspectiva y tomar decisiones acorde a lo que más le convenga. Espero que no vuelva a las drogas

Delaney me intriga mucho. ¿Por qué su forma de ser?

 ¡Gracias por continuar con la lectura!
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Mensaje por Celemg Miér 16 Mayo - 2:38

1: Ke feo debe ser despertar sin rekordar nada... De todos modos en este kapi lo ke mas me llamo la atencion fue la falta de referencia a Jon Doe... (Aklaro ke tanto Jane o John Doe se nombra a los NN, es komo una manera de darle nombre, me lo aprendi no hace mucho, por eso me sorprendio ke no lo aklaren, puesto ke no es algo komun en paises komo el mio al menos)
Antes: Me llama la atencion ke Delaney no lo buske...
2: Debe ser horrible no saber ni sikiera lo ke te gusta, Sloany me agrada
Antes: Kreo ke son una mala kompania el uno para el otro..
3: No suena lindo la casa de reinsertacion, pero menos lindo suena no tener donde mas ir, Jon es muy sarkastiko, pero me gusta
Antes: No hay mucho ke decir, apenas si tuvieron seco kasi todo el kapi jajaj
4: Kreo ke el otro Jon de Jay ya enkontro una nueva atrakcion...
Antes: Jay tuvo una vida medio komplikada al komenzar kon su adikcion, y al parecer el y Delaney estaban muy enamorados, yo diria ke algo le paso a ella, lo kual lo lleve a meterse tanta droga y kaer a las vias o tirarse...
5: Kreo ke las kosas van demasiado rapido kon Katherine, y no se si sea algo bueno realmente
Antes: Es muy linda la parte del tatuaje, la frase me resulta medio cliche, pero en fin, kreo ke Delaney al estar kon Jay se konvirtio en un poko mas ke una adikta, y el se esta dando kuenta de ello.
6: Komo puede ser ke komo Jay keria ser autor y komo Jon no le guste leer, definitivamente el golpe le daño la kabeza jajaja
Kitty me kae inmensamente mallll.. es komo ke kiere hacerse la santa hasta kuando le ruega tener sexo, kien diria "gracias" en pleno akto, me kae mal porke al final dudo ke sea asi de buena komo kiere pintar
Tal kual dije, el kapi me dio la razon, ke siga, ke pare, ke siga.. odio a Kitty, kreo ke resultara perversa al final kuando la historia de Delaney aparezka o lo ke sea kon ella
Antes: Fue muy romantiko el kapi, diria hermoso, hasta ke la kago kon la droga! Dios! 
Luego akabo de ponerme al dia


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Mensaje por Yani Miér 16 Mayo - 8:36

Hoy subo capítulos chicas, disculpen que ayer no pude, ando a mil con el trabajo y mis hijos...subir capítulos me lleva mucho tiempo porque cuando lo pego me queda todo junto, sin división de párrafos así que tengo que ir párrafo por párrafo haciendo espacios y reponiendo cursivas, por eso a veces no tengo tiempo de hacerlo, fuera copiar y pegar solamente serían dos segundos pero no, queda todo feo así...


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Mensaje por Celemg Miér 16 Mayo - 8:38

No te preokupes, Yani! Aprovechare para leerme lo ke resta hasta ponerme al dia! Gracias!


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Mensaje por svenkok Miér 16 Mayo - 11:26

No hay problema.
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Mensaje por Yani Miér 16 Mayo - 14:31

Las cosas eran geniales. 
Las cosas eran terribles. 
Las cosas eran divertidas.
 Las cosas eran aburridas.
 En todo caso, era como si los estados de ánimo de Jon cambiaran con el clima. Algunos días estaba feliz de estar vivo y agradecido por todos los regalos que le habían sido dados. Chocaba la mano con Gary Tupper por las mañanas, ayudaba a la señora Gaines a preparar el desayuno, pasaba unas tres horas completas en el centro comunitario, luego salía con Kitty. La vida era buena.
 Otros días, sin embargo, era lo opuesto. Apenas podía salir de la cama para ir a trabajar, mucho mejor hacer algo alrededor de la casa. Medio completaba sus tareas, y perdía sus privilegios de tener una puerta más de una vez. La vida era molesta. 
Y se preocupaba por Kitty, de verdad lo hacía. Era preciosa y adorable. Ella de verdad cuidaba de él, y más importante, se preocupaba por él. Era graciosa, enérgica y brillante. Salían al cine y a cenar, veían espectáculos y salían de compras. Era muy divertido. 
A veces pasaban el fin de semana en Westchester, con él escabulléndose al apartamento del garaje en la noche, e incluso a veces en el día. Otras veces, ella lo sorprendía rentando una habitación de hotel y quedándose en la ciudad. Era asombroso, y algunas veces faltaba algo. Podía sentirlo. Como si no fuera suficiente. 
Tenían sexo todo el tiempo, y era… sexo. El sexo era asombroso. Ella se corría, él se corría, bing, bang, bum, listo. Ella había superado parte de su timidez, permitiendo las luces encendidas de vez en cuando, o encender una vela. Incluso dejó que le diera sexo oral un par de veces. El día de San Valentín, le hizo una mamada. No podía recordar haber tenido una antes, pero estaba bastante seguro de que pudo notar que ella no estaba experimentándolo en absoluto. No importó, aun así, fue asombrosa, y fue un gesto muy dulce. 

 
Justo ese era el problema, sin embargo. Un gesto dulce. Todo lo que hacían era dulce. Se tomaban de las manos, se besaban y caminaban hacia el atardecer. Él se tendía sobre ella y hacían el amor. Estaba muy seguro de que ella incluso le dijo “te amo” una vez, durante la agonía de la pasión. Él no lo mencionó después, y tampoco ella, y estuvo feliz. No estaba listo para corresponderle y no quería que las cosas fueran incómodas. 
Todo eso debió haber sido más que suficiente, pero la dulzura no lo era, al menos no para él. Era como si hubiera estado comiendo helado toda su vida, y luego alguien le diera un gran helado de yogurt y le dijera que era solo bueno. No, maldita sea, no lo era; ni siquiera se acercaba. 
Técnicamente, no podía recordar haber probado el “helado”, así que supuso que no había garantías de saber que de hecho lo experimentó. Solo podía sentirlo, y de alguna forma sabía que Kitty no era del todo lo que buscaba en una amante. Y una vez has probado algo maravilloso simplemente no puedes volver a algo simple. 
Intentó animarlo un poco. Puede que ella no fuera una persona abierta sexualmente, pero siempre lo animaba a ser honesto con ella. A contarle todo. Le pidió que intentaran diferentes posiciones, y algunas veces estaba dispuesta, pero otras veces no. Había intentado tentarla a usar palabras sucias, pero siempre era un rotundo no.
 Una vez, había metido su mano bajo su falda mientras estaban cenando. Verla venirse en la mesa lo había puesto tan duro, que había estado listo para arrastrarla al baño y follarla sobre el lavabo. Ella no quiso saber nada de eso, sin embargo, y había tenido mucha vergüenza para masturbarlo bajo la mesa. Tuvo que esperar hasta que se fueron, y para entonces, estaba muy molesto para estar interesado. 
Es solo sexo… una relación no es solo sexo. Ustedes dos tienen mucho de otras cosas. 
Era cierto. Bromeaban mucho, y hablaban durante horas. Ella lo animaba en todas las cosas, incluso podía ser un poco condescendiente a veces. Lo llevaba a todas partes, le mostraba todo, le presentaba sus amigos. 
Era agradable. Agradable. Agradable y dulce.
 —¿Cómo estás, Jon? 
Sloany se sentó frente a él e inmediatamente sacó su archivo. Había pasado cerca de un mes desde su pelea, pero ella no lo dejó pasar. Sus reuniones eran estrictamente profesionales ahora. No más bromas, ni juegos. Ella repasaba sus finanzas con él, le daba su subsidio, escuchaba cualquier problema que tuviera con el albergue, y simplemente se iba. 

 
Lo odiaba. No podía controlar su memoria ni su vida amorosa, aparentemente, pero podía tomar el control de esta situación. Empezando ahora mismo. 
—No muy bien. —Suspiró, frotando su nuca. 
—¿Oh? ¿Algún problema en la Casa Benson? —preguntó, sacando la punta de su pluma con un clic y abriendo su cuaderno. 
—No. Es algo más.
 —¿El centro comunitario? 
—No. 
—¿Has sabido algo de tu audiencia? —preguntó, refiriéndose al caso en la corte del señor Beaumont para ayudar a Jon a conseguir su seguridad social. 
—Eso está bien.
 —Si no quieres hablar sobre lo que te molesta, entiendo —dijo, cerrando su pluma y empezando a guardar las cosas—. Podemos vernos la próxima semana. 
—Es este tipo —dijo. Ella alzó sus cejas. 
—¿En el albergue? 
—Sí. Sí, se queda ahí. 
—Muy bien. ¿Has hablado con el señor Tupper sobre él? 
—No, en realidad no puedo hablar de esto con Gary. 
—¿Entonces cuál es el problema? Tal vez pueda mencionárselo al señor Tupper —se ofreció. Jon tomó aire. 
—Verás, este tipo, es un imbécil. Sensible también. Como un joven adolescente, disperso —explicó. Ella siguió mirándolo—. Y sabe que la gente hace muchas cosas buenas por él, y aun así es un imbécil. Incluso esta vez, su mejor amiga estaba intentando cuidarlo, y fue un bastardo con ella. Le dijo cómo se sentía honestamente, y él solo la atacó. Más que nada porque pensó que ella tenía razón, y eso lo molestó. 
—Vaya. Este chico sí que parece un imbécil. —Estuvo de acuerdo. 
—Créeme, no tienes ni idea. Deberías intentar vivir con él. 
—Gracias, pero he vivido en casas con problemas de peste. Ya estoy bien por un tiempo. Le sonrió.
 
—Incluso peor, es que este tipo es terrible con las palabras. Es muy estúpido para saber cómo disculparse bien, y de verdad es malo pidiendo ayuda, incluso aunque la necesita todo el tiempo. ¿Pensaba que tal vez podías ayudarle? — preguntó. Ella tomó aire y dejó salir un dramático suspiro. 
—No lo sé, Jon. Parece un caso muy pesado, y este tipo suena como un niño muy problemático. 
—Lo es. Pero creo que vale la pena. 
Ella estuvo en silencio un segundo, sus ojos considerándolo. Esperó que no lo viera muy necesitado. 
—Sí. sí, también lo creo —dijo lentamente. Tentativamente se estiró sobre la mesa hacia ella. 
—¿Amigos de nuevo? —preguntó cuándo ella se estiró para estrechar su mano. 
—Oh no, dijiste mejores amigos. No te eches para atrás ahora —reprochó. Él soltó una carcajada y la soltó. 
—Dios, te extrañé, Sloany.
 —Bien. Sabía que si me contenía lo suficiente, cederías. 
—Eres malvada. 
—Hasta la medula, niño. Ahora cuéntame de tu vida.
 Y lo hizo. Le contó todo sobre su relación con Kitty, lo genial que era y aun así cómo no lo era. No entró en detalles sobre el sexo, pero explicó de forma general cómo no era suficiente para él. Cómo era raro, pero simplemente sabía de alguna forma, que le gustaba algo más.
 —Y no tiene nada de malo —le aseguró. Las relaciones tienen altibajos, incluso para las personas con amnesia, Jon. Tal vez solo está siguiendo su curso. O tal vez necesitas superar esto y entonces estarás mejor que nunca. 
—Sí… Tal vez. Oye, quería decirte algo. Solía fumar —dijo casualmente. Su mandíbula cayó abierta. 
—Lo siento… ¿qué? Explícate —exigió. Él sonrió. Esa era la reacción que había estado esperando de Kitty cuando le dijo. 
—Estaba caminando por la calle y me encontré este grupo de fumadores y me golpeó como un mazo. Nunca había ansiado algo tanto en mi vi… bueno, te haces una idea. Fui a una tienda y compré un paquete, me fumé la mitad de la cosa y fue como si nada. No he fumado desde entonces, pero te diré, que definitivamente era un fumador —le contó la historia. Ella se inclinó sobre la mesa. 
—Creo que eso es maravilloso, Jon. Dig o, no fumes más, por el amor de Dios, pero, aun así. ¡Vaya! ¡Recuerdas algo! —exclamó. Le sonrió, luego simplemente tuvo que decirlo. 

 

—Sabes, Sloany, creo que te amo —dijo de improvisto. Ella parpadeó un par de veces, luego le restó importancia. 
—Todos dicen que me aman, ¿sabes? Cado uno de los casos tristes — bromeó. 
—Sí, pero la diferencia es que tú me amas —indicó. Ella resopló. 
—Eso no hace ninguna diferencia. Mi eterno amor por ti se mantiene completamente separado de nuestra relación profesional —le informó. Soltó una carcajada. 
—Oh, señora Sloan. En otra vida, creo que habría casado con usted.
 —Oye, nunca se sabe. A lo mejor lo hiciste.


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Mensaje por Yani Miér 16 Mayo - 14:40

Antes 
Halloween. A Jay siempre le gustó Halloween. Actuar como un tonto, ir a fiestas, las cosas aterradoras. Todo eso era asombroso, según su 
opinión. 
A Delaney le encantaba más que a él. Él se negó a disfrazarse, pero ella había creado una especie de disfraz gitano para sí misma. Su labial rojo brillante estuvo tentándolo toda la noche, solo rogándole por ser manchado en toda su boca con sus propios labios. U otras partes del cuerpo. Su falda estaba hecha de un montón de pañoletas y daba tentadores vistazos de sus muslos y caderas. Más de una vez durante la noche, pudo meter una mano dentro de la holgada tela. 
Ella había perdido su trabajo esa mañana. Había ido a casa y ambos habían tomado éxtasis para hacerla sentir mejor. Luego había follado hasta que empezó a pasar el efecto, después cada uno inhaló un par de rayas. Después ella había estado corriendo por el apartamento de mierda, armando su disfraz y parloteando. 
Jay no tenía ningún trabajo, excepto transportar ocasionalmente yerba y cocaína a cambio de más drogas. Mientras Del se preparaba, empacó unas bolsas con mercancía. Diversión portable. 
Fueron de fiesta en fiesta. A algunas estaban invitados, en otras simplemente llegaron. Tomaron tragos puros de Everclear y fumaron yerba que había sido mezclada con oxicodona. Ella había soplado aros de humo hacia su rostro, y él se carcajeó. 
Terminaron la noche donde Crash, tropezando alrededor y probando básicamente cualquier cosa que les ponían en las manos. Más éxtasis, más coca. Codeína triturada fue inhalada con vigor, e incluso más alcohol puro fue bebido. Habían estado listos para irse cuándo el viejo y bueno de Crash apareció con una aguja hipodérmica. Del ya estaba fuera, riéndose y charlando con otras chicas, así que Jay había seguido a Crash a la parte de atrás de la casa.
 —Pensé que estarías interesado, amigo mío —dijo el otro tipo. Jay asintió y se quitó la chaqueta. 

 
Había pasado mucho, mucho tiempo desde que había inyectado algo en su cuerpo. Había dejado todo eso en Iowa cuando se mudó. Pero durante la noche, una especie de depresión había caído sobre él. Ver a Delaney sonreír y ser feliz. Tan pobre y delgada. Todo era su culpa. Pero para siempre era para siempre, como a ella le gustaba decir, así que solo debía lidiar con un momento de depresión y confiar en que estarían bien. Sabía que la anfetamina ayudaría. Traería de regreso la felicidad. 
—Ha pasado un tiempo —murmuró, jugueteando con el torniquete. 
—¿Quieres esperar, hacerlo con Del? 
Era una pregunta normal. Todo el mundo sabía que no existía un Jay, si no estaba con Del; solo eran Jayson-y-Delaney. Donde estaba uno, el otro estaba. Normalmente, sería lo mismo en ese momento. Probablemente ella quería atarlo para él. Pero entonces querría probar, y eso no podía permitirlo. 
—No. Inyéctalo. Un algodón empapado en Everclear fue puesto en el interior de su codo. Le dio una palmada a su brazo, haciendo salir sus venas, mientras Crash mezclaba la anfetamina en una bolsita. Luego Jay cerró sus ojos y no se movió hasta que sintió el pinchazo en su piel. 
—¿Estás listo, amigo? —Hazlo. 
Una rápida punzada. Presión. Un momento de silencio, y luego… adrenalina. Moviéndose por todo su cuerpo. Jadeó y dejó caer su brazo, luego echó su cabeza hacia atrás. Miró al techo mientras los escalofríos se apoderaban de su piel. 
—Sí. —Se rio Crash—. Esa es una buena mierda. Feliz Halloween, hijo de puta.
 Jay se quedó inmóvil por todo el tiempo que pudo, pero luego volvió a ponerse su chaqueta. Crash le entregó una bolsa de adrenalina en polvo, la cual tomó Jay antes de salir. Del todavía estaba hablando con sus amigas, pero envolvió un brazo en su cintura y literalmente se la llevó arrastrando. 
—¡Lo siento, chicas, pero debo llevarme a esta mujer a pedir dulces! —gritó, luego la cargó y la arrojó sobre su hombro.
 —¡Jay! —gritó y se rio, aferrándose a su chaqueta mientras la llevaba cargada por la calle—. ¿Qué te ha poseído? 
—Solo tú, cariño. Solo tú. —Se rio también, luego le dio una palmada en el trasero. 

 
—Vamos, bájame, o voy a vomitar tu espalda —amenazó, luego hizo unos convincentes sonidos de arcadas. La dejó en el suelo.
 —Dios, te ves maravillosa esta noche, Del. ¿Pero no se veían igual todos? Que buena noche. Crash estaba en su punto esta noche. ¿Cuánto tiempo crees que pueda seguir? —preguntó Jay, caminando tan rápido que ella tuvo problemas para alcanzarlo. Su parada del subterráneo estaba a unas cuadras adelante y sintió que iba en cámara lenta. Quería trotar, correr, a toda velocidad, ponerse a toda marcha—. Ha estado haciendo estás fiestas locas por casi un año, los policías lo van a atrapar pronto. Apestará cuando suceda. ¿Has sido arrestada alguna vez, Del? ¡No puedo creer que jamás te lo haya preguntado! ¿Dios, qué más no sé de ti? Ella agarró abruptamente su brazo y lo hizo darse vuelta para encararla. 
—¿Qué tomaste allá? —preguntó, mirándolo al rostro. Él tragó con fuerza y miró alrededor. 
—¿Qué tomaste tú allá dentro? —preguntó en cambio. Ella lo golpeó en el hombro. 
—Hablo en serio, Jay. 
—También yo, porque no voy a compartir si no sé qué otras drogas has metido en tu sistema. Pareció sorprendida, luego lo pensó. 
—No lo sé, lo que haya tomado contigo. Un poco de oxicodona, coca. Un montón de éxtasis —mencionó las cosas. Jay asintió y sacó la bolsa de su bolsillo. 
—Deberías estar bien.
 —¿Qué tienes? 
—La anfetamina más genial que hayas probado.
 Había sido cuidadoso con Delaney y la anfetamina. No quería volverse adicto de nuevo, y no quería que ella lo usase. Era una droga divertida para parrandear, pero nada más, y estaba determinado a que fuera así para ella. Era un gusto raro, y ella apenas y podía contener la sonrisa. 
—Dios, debe serlo. Tus pupilas parecen mármol —le dijo. Él se encogió de hombros y sacó una cantidad saludable del polvo en el dorso de su mano. 
—Vamos, terminemos con esto rápido para poder ir a casa y aprovecharlo —urgió. Ella se inclinó sobre su mano y con cuidado inhaló. 
—Estoy lista, cariño. 
Donde Crash, había sido electricidad fluyendo por sus venas. Encendiendo su cuerpo. Jodidamente asombroso. Para cuando llegó al fondo de la plataforma del subterráneo, sin embargo, supo que algo no estaba bien. Se sintió atontado, como si caminara por lodo. Parpadeó e intentó aclarar su cabeza. Prácticamente era un consumidor profesional de drogas, podía adivinar qué estaba pasando. 
Tomaste una gran dosis de estimulantes sin saber su procedencia, aparte de beber tu peso en sedantes, estúpido imbécil. Mierda, ¿cuánto alcohol había bebido Del? 
Ella estaba riéndose por algo. Inclinándose contra él y riéndose. Ese sonido que tanto amaba. Le tomó dos intentos, pero logró tomar su barbilla en su mano y acercar su rostro al suyo. Cayeron contra una pared y la besó, su lengua en todas partes. 
—Quiero hacerlo —susurró contra él, jalando su camisa—. Ahora. 
—Casa —murmuró—. En casa. 
—No, ahora —se quejó, frotando su cuerpo. 
—Eres tan maravillosa. —Suspiró, deslizándose al suelo. Ella masculló.
 —No, no, no —se quejó, tirando sus muñecas—. ¡No puedes desmayarte! ¡Necesito varias partes de tu anatomía ahora!
 Logró ponerse de pie, pero casi cayó de nuevo. Del tomó todo su peso y tropezaron por la plataforma. Era una chica pequeña. Mucho más pequeña que él, que lograra mantenerlo de pie era asombroso.
 —Te amo, cariño —dijo sobre su cabeza—. Te amo más que al aire. 
—También te amo —replicó entre dientes—. Pero necesito que te endereces ahora.
 —No tengo que enderezarme. Cuando estoy contigo, puedo volar —le dijo. 
—Nada de volar. Enderezarse está bien. Por favor, Jay —rogó, empezando a jadear.
 —Mírame —susurró. 
—Cariño, necesito que… ¡CARIÑO! 
Se enderezó abruptamente, extendiendo sus brazos a los lados. Pudo sentir sus pies abandonar el suelo, supo que estaba pasando. La voz de Delaney era tan fuerte. Que debió haber estado gritando, y apenas y podía verla estirándose hacia él. Se agarró de su mano y empezó a volar. 
Ven conmigo. —Suspiró, llevándola con él.
 Y ambos estuvieron volando por el borde de la plataforma, flotando, arriba, arriba y lejos.


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Mensaje por Yani Miér 16 Mayo - 14:42

Ahí tienen, niñas, y realmente no pueden ser más irresponsables, la vida que llevaban era tan mala, el único culpable del accidente fue Jayson, que se metió de todo en el cuerpo...sin embargo, estuvieron juntos hasta el final, dónde estará Del, por qué no vino a buscarlo???


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Mensaje por svenkok Miér 16 Mayo - 16:16

"—Lo siento… ¿qué? Explícate —exigió. Él sonrió. Esa era la reacción que había estado esperando de Kitty cuando le dijo". A este extracto me refiero cuando digo que hay algo en Kitty que no me gusta. Ella no se alegró por él, no le importo.

Si, fueron muy irresponsables. Llevaban una vida de abusos. Jay no podía mantener un trabajo y a Delaney tampoco le importaba mucho.

También me pregunto que le sucedió a Delaney…

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Mensaje por Celemg Jue 17 Mayo - 0:42

7: Repito.. odio a Kitty, ke mujer desagradable y manipuladora.. la manera en ke minimiza todo de Jon, es enfermante, y kreo ke Sloany tiene razon, Kitty y Frank solo le daran problemas si no sale todo komo kieren
Antes: Kreo ke Delaney termino matandose kon las drogas o mas drogadikta ke Jon, y eso llevo a Jon a una terrible depresion
8: Amo a Sloany.. si por mi fuera la kasaria kon Jon jajajaaj.. Jon al fin se esta dando kuenta de lo insoportable de Kitty, asi sea en pokas kosillas.. la dejara, pronto la dejara.
Antes: Demasiada droga, eso jamas akaba bien... De todos modos me pregunto de Delaney murio en el akto o ke fue de ella, pero si, todo fue kulpa de Jay


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