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Lectura Única Diciembre 2017
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Lectura Única Diciembre 2017
Chicas muchas gracias por siempre estar atentas y participar en el club de lectura.
Esta lectura navideña estará a cargo de @yiniva
Maga- Mensajes : 3549
Fecha de inscripción : 26/01/2016
Edad : 37
Localización : en mi mundo
Re: Lectura Única Diciembre 2017
Hola ahora les traigo la siguiente lectura, esperó que la disfruten. Empezamos el lunes
The Holiday Bride
Ginny Baird
Sinopsis
La camarera Lucy Wets está sin suerte en la cafetería. Una fan de las repeticiones nocturnas televisivas, siempre ha soñado con el estilo de los años cincuenta, con el felices para siempre. Pero, en realidad, ella optó por establecerse. Apenas subsistiendo con su escaso salario y cansada de estar sola, piensa en casarse con el amable, pero distraído, Mitch, mientras hace el movimiento correcto. Poco sabe que la Navidad y Santa tienen otros planes guardados…
Como papá soltero William Kinkaid tiene las manos llenas con su joven hijo adolescente y una hija de cinco años. Desde que perdió a su esposa por el cáncer hace tres años, William trabajo duro para mantener las cosas optimistas y normales para la familia como fuera posible. Después de que su hija pide un deseo especial de navidad, William queda anonadado al despertar a la mañana siguiente de navidad por encontrar una bella rubia en el sofá. La mujer no recuerda nada, y su hija cree que se la trajo Santa. ¿Podrá William resolver el misterio sobre quién es ella realmente, sin entregar su corazón?
yiniva- Mensajes : 4916
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Maga- Mensajes : 3549
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mariateresa- Mensajes : 1841
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Yani- Mensajes : 5497
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Evani- Mensajes : 252
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johanaalove- Mensajes : 240
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carolbarr- Mensajes : 383
Fecha de inscripción : 28/08/2015
Edad : 47
Re: Lectura Única Diciembre 2017
Que bonito argumento. Espero poder seguirla. Tengo la vida complicada ultimamente por un accidente de mi mama, Graciasssss
Invitado- Invitado
Anahi Ellena- Mensajes : 128
Fecha de inscripción : 10/07/2015
Edad : 35
Re: Lectura Única Diciembre 2017
Muchísimas gracias a todas por unirse, veo que se animaron muchas, ojalá la disfruten, la lectura cuenta con 11 capítulos y estaré subiendo uno por día, empezamos mañana.
: :
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
marilorem- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 29/09/2015
Edad : 55
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura Única Diciembre 2017
Yo como siempre de ultima hora me anoto solo espero de deseo de navidad poder comentar todos los dias
Isa- Mensajes : 401
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Edad : 42
citlalic_mm- Mensajes : 978
Fecha de inscripción : 04/10/2016
Edad : 41
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura Única Diciembre 2017
Hola muy buenos días, hoy empezamos la lectura y que mejor manera de hacerlo que con una linda canción navideña
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura Única Diciembre 2017
CAPÍTULO 1
Lucy subió su bandeja de camarera y serpenteó a través de la multitud en el comedor abarrotado. Decoraciones de papel navideño cubrían las paredes y acebo de plástico envueltos desde la ventanilla hasta el suelo. Los clientes se agachaban sobre las tazas de café humeantes y porciones de pastel mientras sus sobrecargados abrigos se curvaban junto a la puerta. Lucy divisó una pareja acurrucándose vertiginosamente cerca del otro, en una cabina al otro lado. Repentinamente, el hombre involucrado se deslizó de su asiento y se dejó caer sobre su rodilla. Lucy detuvo su recorrido, su corazón un ruido sordo por debajo del ruidoso parloteo. A pesar de no poder oír sus palabras, su propósito era claro mientras sacaba la caja del anillo de su bolsillo y tomaba la mano de su compañera.
—¡Oye! Fíjate, ¿quieres? —gritó Belle, casi estrellándose con ella. Belle había trabajado aquí desde siempre y sus años de experiencia estaban grabados en su rostro.
Lucy bajó su bandeja, sujetándola con su agarre. —Lo siento, Belle. No te vi venir.
Los ojos de Belle cayeron sobre la pareja feliz del otro lado de la habitación, ambos de pie ahora y envueltos en un feliz abrazo. —Tal vez si mantuvieras tus ojos en tus clientes, en lugar de los míos, estarías más consciente.
Lucy suspiró, echándole un vistazo al pequeño solitario en su mano izquierda. Era difícil no pensar en Mitch y hacer una comparación. Él ni siquiera se había molestado en preguntarle oficialmente. En su lugar, solo se encogió de hombros y dijo, Bueno, ya sabes lo que esto significa, ofreciéndole el anillo. —Trataré de ser más cuidadosa.
—Tú solo haz eso, —dijo Belle, levantando su propia bandeja y caminando más allá de ella.
Lucy tragó fuertemente, recobrándose. A pesar de que Belle se acercó bruscamente, ella no estaba del todo mal. Todo el mundo aquí estaba de mal humor para ese momento. Habían estado trabajando como locos a lo largo de toda la temporada. Aquí era víspera de navidad y los negocios no habían aflojado ni un poco.
Lucy ajustó el tonto gorro de Santa que Gus la había obligado a usar y pegó una sonrisa en su rostro. Había estado sobre sus pies diez horas y cada uno de sus músculos dolía. Uno de estos días, iba a conseguir un mejor trabajo, uno que le permitiera sentarse de vez en cuando. Por el aspecto de esta multitud, pensó, caminando arduamente a través del mar de codos y el repiqueteo de platos siendo lanzados en cubos, ese día no sería pronto.
—¡Oye! Fíjate, ¿quieres? —gritó Belle, casi estrellándose con ella. Belle había trabajado aquí desde siempre y sus años de experiencia estaban grabados en su rostro.
Lucy bajó su bandeja, sujetándola con su agarre. —Lo siento, Belle. No te vi venir.
Los ojos de Belle cayeron sobre la pareja feliz del otro lado de la habitación, ambos de pie ahora y envueltos en un feliz abrazo. —Tal vez si mantuvieras tus ojos en tus clientes, en lugar de los míos, estarías más consciente.
Lucy suspiró, echándole un vistazo al pequeño solitario en su mano izquierda. Era difícil no pensar en Mitch y hacer una comparación. Él ni siquiera se había molestado en preguntarle oficialmente. En su lugar, solo se encogió de hombros y dijo, Bueno, ya sabes lo que esto significa, ofreciéndole el anillo. —Trataré de ser más cuidadosa.
—Tú solo haz eso, —dijo Belle, levantando su propia bandeja y caminando más allá de ella.
Lucy tragó fuertemente, recobrándose. A pesar de que Belle se acercó bruscamente, ella no estaba del todo mal. Todo el mundo aquí estaba de mal humor para ese momento. Habían estado trabajando como locos a lo largo de toda la temporada. Aquí era víspera de navidad y los negocios no habían aflojado ni un poco.
Lucy ajustó el tonto gorro de Santa que Gus la había obligado a usar y pegó una sonrisa en su rostro. Había estado sobre sus pies diez horas y cada uno de sus músculos dolía. Uno de estos días, iba a conseguir un mejor trabajo, uno que le permitiera sentarse de vez en cuando. Por el aspecto de esta multitud, pensó, caminando arduamente a través del mar de codos y el repiqueteo de platos siendo lanzados en cubos, ese día no sería pronto.
:
En el otro lado de la ciudad, William Kinkaid se paraba frente a la ventana cubierta de nieve mientras su hija de cinco años decía sus plegarias. Elásticos rizos castaño se derramaban hacia adelante mientras curvaba su cabeza, sus dedos entrelazados. —Dios bendiga a papá y Justin, y a mamá en el cielo…
William sintió el familiar dolor en su pecho, justo como lo hacía cada vez que los niños mencionaban a Karen. No era que no quisiera que la recordaran. Tal vez era más que difícil para él recordarla.
—De acuerdo, corazón, —dijo cariñosamente mientras ella terminaba—. A la cama.
Carmella saltó en la cama y corrió debajo de las cobijas. —¿Santa realmente me traerá lo que pedí? —preguntó, mirándolo esperanzada con sus grandes ojos negros.
—¿Qué pediste, cariño?
—Eh-eh —dijo, sacudiendo su pequeña cabeza—. Es un secreto.
—Santa no va a traerte eso, cerebro de pelusa —dijo Justin desde la puerta.
William se dio la vuelta hacia su hijo de doce años de pie en el umbral.
—Se bueno, Justin. Y ve a la cama, también. Si no, Santa tampoco te traerá lo que pediste.
Justin se encogió de hombros y se alejó a zancadas, su faldón colgaba alrededor de los vaqueros encorvados que se envolvían flojamente en su desgarbada estructura.
William devolvió su atención a Carmella, aún esperando su respuesta. —Claro, cariño. Puedes apostarlo. Santa hará todo lo que esté en su poder para traerte lo que quieres —Carmella sonrió, instalando su cabeza en su almohada. Algo crujió debajo.
—¿Carmella? —preguntó William, inclinándose para verificar y ver de dónde venía ese sonido.
Carmella se volteó y abrazó su almohada. —Está bien, papi. No necesitas ver. La estudió, frotando su barbilla. —¿Por qué no?
—Porque solo te hará sentirte triste.
William reguló sus emociones, pensando que su preciosa niña siempre tenía una manera de leerlo. A veces, parecía que pasaba de cinco a treinta y cinco. Tal vez eso era porque pasaba la mayoría de su tiempo alrededor de mucha gente adulta.
—Tu viejo es bastante duro, sabes. —Extendió una mano, esperando que volteara su reserva secreta. ¿Qué tan malo podría ser? ¿Un manojo de dulces de bastón hurtados? William resistió una risa, manteniendo su postura de papá severo.
A regañadientes, Carmella haló un paquete de papeles de debajo de su almohada. William estaba asombrado de ver que eran propaganda, rasgada de catálogos y revistas.
—¿Qué es esto, corazón? —preguntó, siguiendo a través de ellos. Había imágenes de familias y madres con hijas, todas vestidas con la mayor costosa calidad.
Carmella parpadeó, luego dijo urgentemente. —¡Estaba viendo ropa, papi! ¡A las chicas les gusta la moda!
William frotó su barbilla, y la miró sospechosamente. —Eso he oído… —Algo sobre esto no cuadraba. No creía que la presión fuera lo aplicado para mantenerse al día con las etiquetas del jardín de niños. A pesar de que su mamá lo había advertido
repetidamente: No puedes tener a esos niños yendo alrededor como rufianes, William. Por todos los cielos, cómprales algo de ropa decente. De ahí habían venido todos los catálogos. Eran idea de su mamá completamente. A pesar de que William no creía que sus niños lucieran tan mal. Él básicamente los dejaba vestir lo que quisieran, y siempre compraban en los centros comerciales de lujo—. Bueno, si lo que quieres es moda, podemos ir a las tiendas en el momento que reabran después de navidad.
—De acuerdo —dijo con una gran sonrisa brillante.
William la besó en la cabeza y dijo buenas noches, aún sintiendo como si algo estuviera mal. Él realmente pensó que ella quería ese enorme oso de peluche blanco al que ya había nombrado Cubby. ¿No se lo había comido con los ojos cada vez que pasaban frente a la ventana de esa tienda?
Apagó la luz, mientras se acurrucaba felizmente debajo de sus cobijas. —Sé que voy a obtenerlo. Solo lo sé.
—Y estoy seguro de que lo harás, corazón —dijo, sonriendo ligeramente.
William se giró y caminó sin prisa hacia la puerta con el corazón pesado. No podría soportar decepcionar a su hija. Esperaba por el cielo que esta vez tuviera una buena navidad.
♥ ♥ ♥ :
Lucy se volteó apurada, casi estrellándose con Belle otra vez. —¡Fíjate! —gritó la mujer mayor, claramente agitada. Incluso su paciencia se estaba volviendo delgada, y Belle tenía mucha paciencia. Lucy se retiró rápidamente, pero no lo suficiente para evitar estrellar dos cafés nuevos en el frente de su uniforme. Esto es genial, simplemente súper, pensó, en el borde de las lágrimas. Su último cliente le había dado una propina rígida, todo a cuenta de alguna tostada quemada con la que ella no tenía nada que ver. Y ahora, esto.
—¡Di, Luce! —el amable cocinero mayor la llamó desde la plancha. —¿Por qué no terminas? ¡Ya has trabajado dos horas!
—¡Di, Luce! —el amable cocinero mayor la llamó desde la plancha. —¿Por qué no terminas? ¡Ya has trabajado dos horas!
Belle ofreció sujetar su bandeja mientras le daba unos toques a su mandil con un
trapo —¡Pero este lugar está repleto! —le dijo a Gus, su voz se quebró. Lucy odió que su tono la traicionara. Solo tenía treinta y uno y se suponía que era resistente. Al menos tan resistente como Belle era vieja. Le agradeció a la otra mesera y tomó de regreso la bandeja.
—Repleto o no, saldrá adelante sin ti. Ahora, ¡fuera! Considéralo una orden. —Le hizo señas a Belle para que tomara la bandeja de Lucy de vuelta y Belle suspiró con resignación.
—Claro, sí. Adelante —dijo, aceptando el desastre—. Al menos tú tienes una vida esperándote.
Lucy tragó duro, deseando que fuera verdad.
—Pero primero —comandó Gus, palmeando el mostrador—, ven, siéntate. Las mujeres no pueden vivir el estrés ellas solas.
Lucy agradecidamente tomó un taburete vacío cerca de la caja registradora, sintiendo la tensión relajarse. Ni siquiera se había dado cuenta de cuán hambrienta estaba hasta que Gus plantó una gran pila de panqueques ante ella. —Fresca mora azul. Tu favorita.
—¿Qué haría sin ti?
—Morir de hambre, muy probablemente.
Le sirvió un vaso de leche mientras levantaba su tenedor y esperaba.
—Oh no, no lo harías… —bromeó—, no me arrastrarás dentro de ese desagradable hábito tuyo.
—¿Por favor, Gus? Es navidad.
Sacó una botella de sirope de chocolate del refrigerador y lo colocó en el mostrador con un ruido sordo.
—Realmente hay un santa Claus —dijo Lucy, ávidamente destapando la botella e inclinándola. Antes de que pudiera preguntar, Gus había hecho una lata de crema batida y roseado un extenso círculo dentro de su tortita cubierta de chocolate.
—Sí, y si estás viendo, el viejo está enfermo del estómago.
—Es bueno —dijo Lucy, excavando—. Deberías probarlo. —La confección de mora azul cubierta con crema batida de chocolate se derritió en su boca como un cálido mordisco de cielo—. Mmm. Delicioso.
trapo —¡Pero este lugar está repleto! —le dijo a Gus, su voz se quebró. Lucy odió que su tono la traicionara. Solo tenía treinta y uno y se suponía que era resistente. Al menos tan resistente como Belle era vieja. Le agradeció a la otra mesera y tomó de regreso la bandeja.
—Repleto o no, saldrá adelante sin ti. Ahora, ¡fuera! Considéralo una orden. —Le hizo señas a Belle para que tomara la bandeja de Lucy de vuelta y Belle suspiró con resignación.
—Claro, sí. Adelante —dijo, aceptando el desastre—. Al menos tú tienes una vida esperándote.
Lucy tragó duro, deseando que fuera verdad.
—Pero primero —comandó Gus, palmeando el mostrador—, ven, siéntate. Las mujeres no pueden vivir el estrés ellas solas.
Lucy agradecidamente tomó un taburete vacío cerca de la caja registradora, sintiendo la tensión relajarse. Ni siquiera se había dado cuenta de cuán hambrienta estaba hasta que Gus plantó una gran pila de panqueques ante ella. —Fresca mora azul. Tu favorita.
—¿Qué haría sin ti?
—Morir de hambre, muy probablemente.
Le sirvió un vaso de leche mientras levantaba su tenedor y esperaba.
—Oh no, no lo harías… —bromeó—, no me arrastrarás dentro de ese desagradable hábito tuyo.
—¿Por favor, Gus? Es navidad.
Sacó una botella de sirope de chocolate del refrigerador y lo colocó en el mostrador con un ruido sordo.
—Realmente hay un santa Claus —dijo Lucy, ávidamente destapando la botella e inclinándola. Antes de que pudiera preguntar, Gus había hecho una lata de crema batida y roseado un extenso círculo dentro de su tortita cubierta de chocolate.
—Sí, y si estás viendo, el viejo está enfermo del estómago.
—Es bueno —dijo Lucy, excavando—. Deberías probarlo. —La confección de mora azul cubierta con crema batida de chocolate se derritió en su boca como un cálido mordisco de cielo—. Mmm. Delicioso.
—Gracias, pero le doy a Pepto-Bismol bastante trabajo.
—Actúas como si fuera la única persona del mundo que come esto.
La estudió con una mezcla de afecto y diversión. —Eso, cariño, es porque lo eres.
Su mirada se arrastró al viejo canal de televisión montado en la esquina. Había una vieja repetición en blanco y negro de uno de sus programas favoritos de los noventas, el tipo con el ideal de una familia intacta y felices mamá y papá. —Si tan solo la vida real fuera así.
—Sí, pero la vida no es un programa de televisión. La perfección como esa solo existe en…
—Lo sé, lo sé. Cuentos de hadas.
—El canal clásico está lleno de ellos. Tal vez deberías verlo menos y vivir un poco más.
—Dios sabe que lo intento.
—Así qué, ¿dónde está el hombre suertudo está noche?
—Trabajando como siempre.
—¿Haciendo dinero para el nidito de amor?
—Supongo —dijo, sabiendo que sonaba menos convincente.
—De algún modo no suenas tan emocionada.
Su mirada se enfocó de nuevo en la televisión. —Como dijiste, la perfección sólo existe en los cuentos de hadas y el canal clásico.
Gus quitó su plato vacío. —A veces sólo tienes que tomar lo que la vida te ofrece. Incluso si te da indigestión.
—Gracias, Gus —dijo con una sonrisa cansada. Se paró y agarró su abrigo del estante cercano.
—Cuando sea, niña. Ten una feliz navidad.
—Si. Tú también.
En el momento que Lucy salió a la calle, una ráfaga de aire helado golpeó justo en su cara. Se encogió alrededor de la bufanda en su cabeza y cuello, y caminó por la calle a través de la nieve cegadora. Lo que empezó como una ligera corriente se había convertido en tiras heladas cayendo del cielo pesadamente. Al menos ella y Mitch tenían planes para esta noche y podía esperar una agradable velada en el interior. Si bien Mitch no era muy romántico, le había prometido hace semanas que está noche sería especial. Tan pronto como ella terminara su turno, él estaría saliendo del suyo, así los dos podían pasar el tiempo juntos que tanto merecían.
Lucy estaba contenta de ver las luces de la oficina de Mitch brillando adelante.
Siempre era el último trabajando, aunque dijo que era por una buena causa.
Lucy presionó la puerta de vidrio pesado, envuelta en un remolino de nieve y haciendo que el timbre de la puerta tintineara. El viento aulló mientras empujó la puerta cerrada.
Mitch ni siquiera miró hacia arriba.
Lucy se acercó a donde estaba sentado y puso sus manos enguantadas en su escritorio, con las palmas hacia abajo y a cada lado de su computadora. —Um… hum — dijo inclinándose hacia delante, con la esperanza de llamar su atención.
Mitch miró sobresaltado y se quitó el lápiz apretado entre sus dientes. —Feliz y dulce navidad, Lucy —dijo, mirando la escarcha pegada a su pelo rubio miel—. ¡Pareces un maldito conejito de nieve!
—Eso es porque soy una chica llena de nieve. ¿Incluso has salido? Realmente está
fuerte.
Mitch estiró su cuello para mirar por encima del hombro de Lucy. —Eso parece
—dijo con aparente sorpresa. —Seguro que no estaba así está mañana.
—¿Ni siquiera tomaste un descanso para el almuerzo?
Mitch se inclinó hacia ella, atrapando sus manos entre las suyas. —Bebé —dijo con serios ojos marrones—. Esto es importante —. Sonó su celular y le hizo señas para que esperara.
—¡Magic Maker Mitch, a su servicio! —Dijo en la boquilla antes de destellar a Lucy una sonrisa. Ella ya conocía su rollo, prácticamente podía decirlo ella misma—.
¿Un cierre el treinta y uno? —Continúo—. No hay problema.
El corazón de Lucy dio un vuelco. —Pero Mitch, es nuestra…
Él rápidamente cubrió la boquilla para asegurarle. —Voy a tener esto resuelto antes de la seis, no hay problema.
Lucy frunció los labios, deseando poder estar segura. Con Mitch nunca lo sabría.
—Puedo hacerlo, ¡ese es mi lema! ¡A las cuatro el treinta y uno!
Terminó la llamada y se pasó una mano por su pelo marrón que siempre llevaba un corte de infante de la marina, aunque nunca estuvo en servicio. Haz que la clientela confíe en mi totalmente, le gustaba decir, como un pastel de manzana real.
—Mitch —dijo, hablando con un nudo en su garganta—. El treinta y uno de diciembre es nuestra boda.
—Claro que lo sé. —Se levantó y la tomó en sus brazos, empapada y todo—. Es precisamente por lo que estoy haciendo esto. ¡Por ti!
—¿Por mí?
—Bebé —dijo inclinando la barbilla y mirándola a los ojos—. Tienes que confiar en mí cuando te digo que esto es un gran tamal. Estamos hablando de piscinas, estrellas de cine, jugadores. Una vez hecho ese acuerdo, tendremos el doble de dinero para la casa.
—Pero ya te lo dije, no necesito una gran casa.
La apretó en sus brazos. —Lo dices porque nunca te has permitido creer que lo mereces. Pero yo lo sé mejor, ¿me escuchas? Y tengo la intención de darte, pequeña señorita, toda la felicidad que mereces.
Las mejillas de Lucy se calentaron con un color esperanzador. —¿Quieres decir que has cambiado de opinión acerca de tener hijos?
Mitch la miró con alarma. —¿Niños? Ohhh chica, Luce. ¡Estaba hablando de ti y de mí! No voy a traer esa discusión a la mesa.
—Por qué sigues evitándolo —dijo—. Es importante. Una gran cosa de la que tenemos que hablar.
—Ya lo creo y lo haremos —dijo, soltándola. —Mañana, en mi casa. ¡Pavos con todos los adornos! —Sonrió tímidamente y levantó una pila de papeles en su escritorio—
. Pero primero, tengo algunos archivos que pasar.
—¿Pero me prometiste esta noche?
—Lo sé bebé y lo siento. De verdad lo hago. Pero este trato valdrá la pena. Sólo esperas y veras.
—Sí, seguro —dijo Lucy y se resignó. Cada nuevo acuerdo era un gran tamal… o
taco… o enchilada y ella se estaba cansando de la comida mexicana. Metió las manos en los bolsillos, sintiéndose defraudada. Era su última noche buena como personas solteras y realmente esperó que la pasaran juntos—. ¿No te veré más tarde? —Preguntó con una mirada tentativa.
—Claro. Puedes apostarlo. Estoy pensando en pasar. Tan pronto como envuelva estas cosas aquí y entregue los paquetes.
Lucy miro la pila de regalos cuidadosamente envueltos. —¿Qué son?
—Algunas cosas que me dijeron que me encargara de un cliente.
Miró el reloj de la pared, pensando que nunca lograría ir a su apartamento a ese ritmo. Tal vez si lo ayudara, podría acelerar las cosas, por lo menos podrían disfrutar un vaso de ponche de huevo antes de la media noche. —¿Cuál es la dirección? Yo los llevo.
—¿Tú qué? —Preguntó con sorpresa.
—Dije que los llevo, Mitch. Sólo dime dónde y voy a dejarlos.
—¡Dios, Lucy! ¿Hablas en serio?
Ella asintió y luego hablo con voz baja. —No tengo nada que hacer.
—¡Eres la mejor! —La tomó de los hombros y le dio un gran beso en los labios. Luego garabateó una dirección en un papelito y lo metió en el paquete superior.
—No está muy lejos de aquí. En realidad, queda en tu camino.
Lucy apenas pasó quince metros cuando empezó a lamentar su decisión. Aquí hacía tanto frío como en Siberia y además la acera estaba resbaladiza. Ajustó el gran saco que contenía los paquetes en sus brazos, preguntándose qué cliente no podía hacer sus propias compras de navidad y entregarlas. Mitch realmente se iba por la borda, siempre apostando por sus frutos. Si tan sólo fuera un poco menos dedicado al trabajo y un poco más apegado a ella, sería feliz. ¿Pero de todos modos, qué era felicidad? Al igual que Gus dijo, la vida no era un cuento de hadas.
Lucy parpadeó ante el resplandor de los faros al frente. Se acercaba a un cruce y el conductor pareció que no la vio venir. Él siguió hacia el frente, obviamente no detectando la señal de alto. Lucy se había apresurado un poco, tratando de terminar su tarea, para poder llegar a casa.
Ahora ella tenía que refrenarse para evitar caminar en el camino del auto viniendo. Agarró el saco mientras sus zapatillas resbalaron contra el pavimento resbaladizo. Sus suelas patinaron como en una película de hielo, no dando tracción en absoluto. —¡Ohh, espera! —Gritó hacia el auto desviándose. Ahora ella se deslizaba más rápido y no había forma de evitarlo. Entonces, Bump, se acercó a la acera y se sintió caer hacia atrás. Unos faros traseros pasaron a medida que la parte posterior de su cabeza bajó duro. Lo último que vio Lucy era una pequeña nota revoloteando y girando lejos, mientras los cascabeles sonaban.
—Actúas como si fuera la única persona del mundo que come esto.
La estudió con una mezcla de afecto y diversión. —Eso, cariño, es porque lo eres.
Su mirada se arrastró al viejo canal de televisión montado en la esquina. Había una vieja repetición en blanco y negro de uno de sus programas favoritos de los noventas, el tipo con el ideal de una familia intacta y felices mamá y papá. —Si tan solo la vida real fuera así.
—Sí, pero la vida no es un programa de televisión. La perfección como esa solo existe en…
—Lo sé, lo sé. Cuentos de hadas.
—El canal clásico está lleno de ellos. Tal vez deberías verlo menos y vivir un poco más.
—Dios sabe que lo intento.
—Así qué, ¿dónde está el hombre suertudo está noche?
—Trabajando como siempre.
—¿Haciendo dinero para el nidito de amor?
—Supongo —dijo, sabiendo que sonaba menos convincente.
—De algún modo no suenas tan emocionada.
Su mirada se enfocó de nuevo en la televisión. —Como dijiste, la perfección sólo existe en los cuentos de hadas y el canal clásico.
Gus quitó su plato vacío. —A veces sólo tienes que tomar lo que la vida te ofrece. Incluso si te da indigestión.
—Gracias, Gus —dijo con una sonrisa cansada. Se paró y agarró su abrigo del estante cercano.
—Cuando sea, niña. Ten una feliz navidad.
—Si. Tú también.
En el momento que Lucy salió a la calle, una ráfaga de aire helado golpeó justo en su cara. Se encogió alrededor de la bufanda en su cabeza y cuello, y caminó por la calle a través de la nieve cegadora. Lo que empezó como una ligera corriente se había convertido en tiras heladas cayendo del cielo pesadamente. Al menos ella y Mitch tenían planes para esta noche y podía esperar una agradable velada en el interior. Si bien Mitch no era muy romántico, le había prometido hace semanas que está noche sería especial. Tan pronto como ella terminara su turno, él estaría saliendo del suyo, así los dos podían pasar el tiempo juntos que tanto merecían.
Lucy estaba contenta de ver las luces de la oficina de Mitch brillando adelante.
Siempre era el último trabajando, aunque dijo que era por una buena causa.
Lucy presionó la puerta de vidrio pesado, envuelta en un remolino de nieve y haciendo que el timbre de la puerta tintineara. El viento aulló mientras empujó la puerta cerrada.
Mitch ni siquiera miró hacia arriba.
Lucy se acercó a donde estaba sentado y puso sus manos enguantadas en su escritorio, con las palmas hacia abajo y a cada lado de su computadora. —Um… hum — dijo inclinándose hacia delante, con la esperanza de llamar su atención.
Mitch miró sobresaltado y se quitó el lápiz apretado entre sus dientes. —Feliz y dulce navidad, Lucy —dijo, mirando la escarcha pegada a su pelo rubio miel—. ¡Pareces un maldito conejito de nieve!
—Eso es porque soy una chica llena de nieve. ¿Incluso has salido? Realmente está
fuerte.
Mitch estiró su cuello para mirar por encima del hombro de Lucy. —Eso parece
—dijo con aparente sorpresa. —Seguro que no estaba así está mañana.
—¿Ni siquiera tomaste un descanso para el almuerzo?
Mitch se inclinó hacia ella, atrapando sus manos entre las suyas. —Bebé —dijo con serios ojos marrones—. Esto es importante —. Sonó su celular y le hizo señas para que esperara.
—¡Magic Maker Mitch, a su servicio! —Dijo en la boquilla antes de destellar a Lucy una sonrisa. Ella ya conocía su rollo, prácticamente podía decirlo ella misma—.
¿Un cierre el treinta y uno? —Continúo—. No hay problema.
El corazón de Lucy dio un vuelco. —Pero Mitch, es nuestra…
Él rápidamente cubrió la boquilla para asegurarle. —Voy a tener esto resuelto antes de la seis, no hay problema.
Lucy frunció los labios, deseando poder estar segura. Con Mitch nunca lo sabría.
—Puedo hacerlo, ¡ese es mi lema! ¡A las cuatro el treinta y uno!
Terminó la llamada y se pasó una mano por su pelo marrón que siempre llevaba un corte de infante de la marina, aunque nunca estuvo en servicio. Haz que la clientela confíe en mi totalmente, le gustaba decir, como un pastel de manzana real.
—Mitch —dijo, hablando con un nudo en su garganta—. El treinta y uno de diciembre es nuestra boda.
—Claro que lo sé. —Se levantó y la tomó en sus brazos, empapada y todo—. Es precisamente por lo que estoy haciendo esto. ¡Por ti!
—¿Por mí?
—Bebé —dijo inclinando la barbilla y mirándola a los ojos—. Tienes que confiar en mí cuando te digo que esto es un gran tamal. Estamos hablando de piscinas, estrellas de cine, jugadores. Una vez hecho ese acuerdo, tendremos el doble de dinero para la casa.
—Pero ya te lo dije, no necesito una gran casa.
La apretó en sus brazos. —Lo dices porque nunca te has permitido creer que lo mereces. Pero yo lo sé mejor, ¿me escuchas? Y tengo la intención de darte, pequeña señorita, toda la felicidad que mereces.
Las mejillas de Lucy se calentaron con un color esperanzador. —¿Quieres decir que has cambiado de opinión acerca de tener hijos?
Mitch la miró con alarma. —¿Niños? Ohhh chica, Luce. ¡Estaba hablando de ti y de mí! No voy a traer esa discusión a la mesa.
—Por qué sigues evitándolo —dijo—. Es importante. Una gran cosa de la que tenemos que hablar.
—Ya lo creo y lo haremos —dijo, soltándola. —Mañana, en mi casa. ¡Pavos con todos los adornos! —Sonrió tímidamente y levantó una pila de papeles en su escritorio—
. Pero primero, tengo algunos archivos que pasar.
—¿Pero me prometiste esta noche?
—Lo sé bebé y lo siento. De verdad lo hago. Pero este trato valdrá la pena. Sólo esperas y veras.
—Sí, seguro —dijo Lucy y se resignó. Cada nuevo acuerdo era un gran tamal… o
taco… o enchilada y ella se estaba cansando de la comida mexicana. Metió las manos en los bolsillos, sintiéndose defraudada. Era su última noche buena como personas solteras y realmente esperó que la pasaran juntos—. ¿No te veré más tarde? —Preguntó con una mirada tentativa.
—Claro. Puedes apostarlo. Estoy pensando en pasar. Tan pronto como envuelva estas cosas aquí y entregue los paquetes.
Lucy miro la pila de regalos cuidadosamente envueltos. —¿Qué son?
—Algunas cosas que me dijeron que me encargara de un cliente.
Miró el reloj de la pared, pensando que nunca lograría ir a su apartamento a ese ritmo. Tal vez si lo ayudara, podría acelerar las cosas, por lo menos podrían disfrutar un vaso de ponche de huevo antes de la media noche. —¿Cuál es la dirección? Yo los llevo.
—¿Tú qué? —Preguntó con sorpresa.
—Dije que los llevo, Mitch. Sólo dime dónde y voy a dejarlos.
—¡Dios, Lucy! ¿Hablas en serio?
Ella asintió y luego hablo con voz baja. —No tengo nada que hacer.
—¡Eres la mejor! —La tomó de los hombros y le dio un gran beso en los labios. Luego garabateó una dirección en un papelito y lo metió en el paquete superior.
—No está muy lejos de aquí. En realidad, queda en tu camino.
Lucy apenas pasó quince metros cuando empezó a lamentar su decisión. Aquí hacía tanto frío como en Siberia y además la acera estaba resbaladiza. Ajustó el gran saco que contenía los paquetes en sus brazos, preguntándose qué cliente no podía hacer sus propias compras de navidad y entregarlas. Mitch realmente se iba por la borda, siempre apostando por sus frutos. Si tan sólo fuera un poco menos dedicado al trabajo y un poco más apegado a ella, sería feliz. ¿Pero de todos modos, qué era felicidad? Al igual que Gus dijo, la vida no era un cuento de hadas.
Lucy parpadeó ante el resplandor de los faros al frente. Se acercaba a un cruce y el conductor pareció que no la vio venir. Él siguió hacia el frente, obviamente no detectando la señal de alto. Lucy se había apresurado un poco, tratando de terminar su tarea, para poder llegar a casa.
Ahora ella tenía que refrenarse para evitar caminar en el camino del auto viniendo. Agarró el saco mientras sus zapatillas resbalaron contra el pavimento resbaladizo. Sus suelas patinaron como en una película de hielo, no dando tracción en absoluto. —¡Ohh, espera! —Gritó hacia el auto desviándose. Ahora ella se deslizaba más rápido y no había forma de evitarlo. Entonces, Bump, se acercó a la acera y se sintió caer hacia atrás. Unos faros traseros pasaron a medida que la parte posterior de su cabeza bajó duro. Lo último que vio Lucy era una pequeña nota revoloteando y girando lejos, mientras los cascabeles sonaban.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura Única Diciembre 2017
Me uno...
No parece que esta noche de navidad sea buena para Lucy. Ha tenido un día difícil, luego su novio prefiere trabajar que pasar el tiempo con ella y ahora parece que ha tenido un accidente...
Algo más puede salir mal..???
Gracias @Yiniva ....
No parece que esta noche de navidad sea buena para Lucy. Ha tenido un día difícil, luego su novio prefiere trabajar que pasar el tiempo con ella y ahora parece que ha tenido un accidente...
Algo más puede salir mal..???
Gracias @Yiniva ....
"A veces nunca se aprecia el valor de un momento hasta que se convierte en un recuerdo."
adricrisuruta- Mensajes : 4353
Fecha de inscripción : 14/10/2015
Edad : 51
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