Lectura Única Diciembre 2017

mañana terminamos 

William había estado pensando sobre la manera de ver de nuevo a Lucy, pero sabía que no sería justo ir allí y saludar un día antes de su boda. Sin embargo aún tenía que regresarles sus regalos. Eran los regalos de Bridget, de cualquier manera.

William miró la caja superior, con su cara sonrojándose. Bueno, no era de extrañar que Lucy no quería que viera. Hizo una pausa, preguntándose a dónde había ido su sentido de la aventura. Ni siquiera tenía cuarenta y sin embargo parecía haberse trasformado en un viejo. Algo acerca de los brillantes ojos azules de Lucy le dijo que ella podía encontrar su juventud. ¿No estuvo cerca de tomarla en sus brazos y llevarla a la cama una docena de veces? Está bien, la había llevado arriba una vez. Pero apenas se conocían en ese momento y ella estaba desmayada, lo que no parecía contar.

William se sentó en el borde de la cama, sintiéndose tonto. En realidad no había nadie desde que Karen murió. El hecho era que cuando su esposa se había ido él estuvo

detener los latidos cada vez que ella estaba cerca. Había algo en ella, no sabía qué, sólo parecía correcto. Era como si perteneciera a esta casa… y a sus brazos, pensó, mientras su cuello se puso caliente. A pesar que nunca tuvo la oportunidad de abrazarla como había anhelado hacerlo. Trató de imaginar cómo podía ser, tener una esposa y madre una vez más. Nunca creyó que había una manera de que funcionara. La persona tendría que ser muy especial. Extra especial. Para adaptarse a un gran acuerdo.

Pero, ¿por qué se estaba entreteniendo con esas cosas ridículas? Mañana, Lucy se casaba con Mitch. Esa era la vida a la que estaba destinada y decidió, mucho antes que terminará en el sofá de William. No era como que unos días con su familia la iban a hacer cambiar de opinión.

Lucy caminaba por la nieve hasta la casa de William, sus palmas estaban húmedas dentro de sus guantes de lana. Durante los últimos cuarenta y ocho horas, había estado soñando con cualquier excusa que se le ocurriera para venir. Entonces recordó los paquetes de Bridget. Claro, tenía que traerlos de vuelta y entregarlos. Después de todo, se lo prometió a Mitch.

Tal vez en el fondo ella anhelaba ver a William de nuevo. Desde que se quedó con los Kinkaids, había estado extrañamente en conflicto acerca de su próxima boda. Tal vez ir esa mañana fijaría todo bien. Había tenido unos días para ordenar sus pensamientos y distanciarse de los eventos desconcertantes que pasaron aquí, pensó, subiendo los escalones del porche.

Lucy hizo una pausa, mirando la corona de navidad hecha a mano, atada con un lazo rojo brillante y colgando en la puerta principal. Todo en esta casa estaba lleno de alegría.

¡Especialmente William! Ella levantó la vista sobresaltada cuando él abrió la puerta principal antes de que pudiera llamar. Se quedó parado, luciendo más guapo que nunca, con sus ojos marrones con sorpresa—. ¡Lucy! —dijo, con una pila de regalos de navidad.

—Los paquetes de Bridget —exclamó ella, lanzando un suspiro—. ¡Estaba viniendo por ellos!

Se escuchaban voces abajo, Justin y Carmella decidieron ir a investigar.
—Carmella, mira —susurró Justin en la parte superior de las escaleras mientras su abuelo ayudaba a Lucy con su abrigo y su papá ponía abajo la pila de paquetes.
—Guau —susurró Carmella—. Eso funcionó rápido.
Justin asintió—. Supongo que eso es lo que quieren decir con cargas inmediatas.
—¡Hey chicos! —llamó William—. ¡Bajen, tenemos compañía! Justin y Carmella sonrieron el uno al otro, bajando.
—¡Justin! Es bueno verte —dijo Lucy con una sonrisa feliz—. Y sabes, tengo algo que decirte. No estoy enojada en absoluto por tu página web.
Justin miró a Carmella, luego habló, con su voz ligeramente agrietada—. ¡Eso es genial!
—Sé que los niños sólo estaban tratando de ayudar —dijo Lucy dulcemente. Carmella sonrió de oreja a oreja.
Lucy se inclinó y le tendió los brazos a la niña—. Ven aquí.
—Vamos todos a la cocina, ¿por qué no? —dijo Emma—. Las galletas de jengibre se están haciendo.
—¡Oh, chico! —cantó Carmella.
Justin se acercó a Lucy mientras se acercaba al umbral y habló bajo, de una manera confiada—. Me alegro de verte, Luce.
Ella lo miró fijamente, con sus mejillas radiantes—. ¿Por qué, Justin?, eso es muy agradable de tu parte. Es bueno verte también.


—Pensé que el agricultor era el bueno —dijo Grant, reviviendo los momentos felices.
—Era como un caballero en su corcel —dijo Emma.
Justin tomó un sorbo de cocoa—. Me gustó el paracaidista.
—Sí, bueno, ¡pienso que papá es el mejor! —dijo Carmella, mirando a su alrededor.
Los adultos se rieron mientras Lucy bajó la cabeza con un rubor.
Miró hacia arriba, mirando a los ojos de William y su corazón dio un vuelco—. En
verdad eres el mejor de todos ellos… quiero decir, por mantener todo organizado. No sé cómo podría haberlo logrado sin ti.
—William es muy bueno organizando las cosas —dijo Emma.
—Y es un excelente proveedor —chilló Grant.
Las puntas de las orejas de William se quemaron al igual que las mejillas de Lucy.
—Sí bueno—tropezó William con sus palabras—… Lo más importante es que le dimos un lugar a Lucy cuando ella se perdió.
—Me gusta más decir confundida —dijo ella—. Estoy muy agradecida con todos ustedes. Por tomarme y hacerme sentir como en casa.
—Es increíble que esta fuera tu casa una vez —dijo Emma.
—Sí —estuvo de acuerdo—. Parece que tengo una feliz historia aquí.
—La historia tiene una manera de repetirse —dijo Grant con una mirada de complicidad.

—¿Casar? —Todo el mundo menos William gritó.
—¿William no les dijo?
Grant miró a su hijo—. No, temo que dejó ir ese pequeño detalle.
—¿En dónde es la ceremonia, querida? —preguntó amablemente Emma.
—En la vieja iglesia del norte, sobre el camino del río.
—Oh sí, sabemos dónde —dijo Emma—. Un lugar dulce.
Grant se puso de pie y con gusto palmeó el hombro de Lucy—. Claro que lo hacemos. Felicidades a los dos.
 

hola lindo jueves, pues que creen, hoy terminamos 

Lucy se quedó triste frente al espejo antes de aplicar lo último de su maquillaje. Bueno, eso era todo. El gran día había llegado. Miró su reflejo, decidiendo si se veía aceptable en un vestido de novia sencillo que había comprado en línea. Mitch nunca supuso que era de segunda mano. Lo importante es que, lo iba a usar por primera vez con él. Lucy suspiró y se puso su pesado abrigo, esperándolo en cualquier minuto.

—Hey dulzura, soy yo, Gus —dijo la voz—. No me malinterpretes aquí. Todavía estoy contento que estés caminando por el pasillo esta noche, pero todos nosotros encontramos algo en el restaurante por internet, creemos que le deberías echar un vistazo.

Momentos más tarde, Lucy se sentó frente a su computador y puso la dirección de la web que Gus le dio. La página se cargó y sus ojos se humedecieron, amenazando con desbordarse. Era evidente que esto era algo que Justin había hecho, probablemente

Mitch golpeó la puerta y ella alcanzó unos tejidos de la mesa cercana para secarse los ojos llorosos. Tenía que calmarse. El hombre que la amaba y quería estaba afuera y se preparó para quitar la distancia y llevarla en una nueva vida feliz. Ella estaría feliz,

William miró desde donde estaba sentado en el sofá y Grant le hizo un gesto hacia la cocina y fuera del alcance de los oídos de los demás.
—¿Quieres un trago, hijo? —preguntó su papá con voz ronca. William miró el vaso intacto en su mano—. Gracias, ya tengo uno.
Grant encontró su mirada—. ¿Algo más fuerte? ¿Una patada en el culo?
—¡Papá! —dijo William con sorpresa.
Grant masajeó su barbilla y miró a William detenidamente—. Sabes, hijo, nosotros los Kinkaid podremos ser muchas cosas, pero nunca unos cobardes.
—¿Cobardes?
—Basta con mirarte. Todo abatido alrededor y dándote por vencido, mientras que la mujer de tus sueños va danzando por el pasillo con otra persona.
—¡De eso se trata! Se casará con otra persona.

—Recuerda —dijo Gus, tomándola en sus brazos—. Mantente agradable y constante.
—Gracias por estar aquí, Gus.
Él se inclinó hacia ella, hablando en voz baja—. Siento que estoy caminando a tu ejecución.
—A veces hay que tomar lo que la vida te sirve —susurró—, incluso si te da indigestión.
—Cierto, aunque no le diré a Mitch que dijiste eso.
 
William miró a su padre, ofendido—. Papá, ¿me estás diciendo cobarde?
—¿Por qué? Supongo que sí. Sí.
—Ahora, sé que las cosas han sido difíciles desde… —Su papá continuó.
—¡Ve chico! —gritó Grant, mientras William corrió de la habitación—. ¡Ve por ella!
Emma y los niños lo miraron atónitos, mientras él tiró de su chaqueta y corrió
hacia a puerta. —Volveré pronto —dijo, mientras sus rostros se iluminaron en todo sonrisas.
Diez minutos más tarde, William entró por la puerta de la capilla cubierto de copos         blancos—. ¡Espera un segundo¡ —gritó—.  ¡Yo me opongo!

El sacerdote lo miró con curiosidad mientras se apresuró hacia el frente—. Me temo, joven hombre, que todavía no hemos llegado a esa parte.
Lucy se ruborizó mucho.
—¡William! —gritó con deleite desenmascarado.
—¡Tú! —declaró Mitch, no tan feliz de verlo.
Un hombre se levantó de la primera fila. Por su aspecto, parecía ser el padre de Mitch—. ¿Qué significa esto? —exigió.
—El significado de esto, señor —dijo William mientras presionaba su camino al frente—, es que algo está pasando aquí que tal vez no debería pasar.
Su madre se dirigió a él—. ¿De qué está hablando, hijo? ¿Conoces a este hombre?
—¡Yo lo hago! —gritó Lucy, casi sin aliento. Chico, era tan preciosa en vestido blanco. Igual que una imagen desde el cielo.
Mitch se giró hacia ella. —¡Hey! ¡Pensé que nada raro estaba pasando!
—No lo hacía —declaró con calma William—. Pero eso no me impide desarrollar sentimientos por Lucy. Sentimientos muy profundos.
—¿Lo hiciste? Quiero decir, ¿lo haces? —preguntó Lucy con un rubor esperanzador.
—Lo hago —dijo William, con su voz creciendo.
—¡Oh mí…!—dijo el sacerdote.
—¡Ooh, chico! —Hizo eco Gus.
Mitch se dirigió a Lucy, con una herida grabada en su voz—. Espera un minuto.
¿No puedes estar diciendo que amas a este tipo?
—Oh Mitch, estoy tan terriblemente apenada. Nunca quise que sucediera.
—¿Eso fue un sí? —preguntó el sacerdote.
—¿Lo fue, Lucy? —preguntó William, con los ojos en ella.
—Pero, Luce —Mitch se interpuso—. Nosotros… tú dijiste….
Mitch parpadeó con fuerza—. ¿Estás diciendo que me habrías engañado?
—¿Engañarte? Nunca. ¿Pero tratar de convencerte de cambiar de opinión? ¿Con el tiempo? Entonces sí, estoy segura. Y cuando me di cuenta que no podía porque realmente es así como te sientes, entonces habría echo de los dos miserables.
—Pero dijiste que yo era el único bebé que necesitabas.
—miró el número—. Trabajo —presionó responder—. ¡El mágico Mitch a su servicio!
William sonrió a Lucy y ella le sonrió de regreso.
—Todavía hay una invitación a una fiesta con tu nombre en ella —dijo.

Ella extendió la mano y le acarició la mejilla—. Lo sé. También creo.
—Entonces no lo hagas. Cásate conmigo. Sé mi esposa.
En algún lugar por encima de ellos, la música sonó.
—¿Has   oído   eso?   —preguntó ella, apartándose—. Casi sonaba cómo…
¿campanas?
—¿Regresaremos y se lo decimos a mis padres y los niños?
Ella le lanzó una sonrisa misteriosa que hizo que su corazón se disparará—. Algo me dice que ya saben.

No muy lejos, los abuelos estaban con los niños, mirando por la ventana.
—Eso es divertido —dijo Emma—. Podría jurar que escuché algo. ¿Y tú, Grant?
Él sacudió la cabeza y se quedó mirando hacia afuera—. Sólo un ligero zumbido en mis oídos.
—Bueno, yo lo escuché —dijo Carmella—. Y también sé quién era.
—¿Qué es, Justin? —preguntó la abuela.
—Es sólo demasiados videojuegos, eso es todo.
—Claro —dijo Carmella—. Pero sabes que hay un Santa porque conseguiste lo que querías.
—¿Sí? ¿Qué es eso?
—La misma cosa que yo quería —dijo con confianza.
—¿Cómo sabes tanto? —preguntó Justin.
—Le pregunté a los abuelos.
—¿Crees que ella dijo que sí? —preguntó a sus abuelos.
Emma y Grant se miraron y sonrieron—. ¿Los renos vuelan?—dijeron juntos.
 

  @adricrisuruta                           @sara_phoebe

   @Veritoj.vacio 







 

LE PIDO A DIOS QUE ESTA NAVIDAD Y AÑO NUEVO

DONDE QUIERA QUE MIREN VEAN ALEGRÍA


QUE LO QUE TOQUEN SEA AMOR


QUE LO QUE SIENTAN SEA PAZ


Y HACIA DONDE CAMINEN SEA SU FELICIDAD