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Lectura de Trilogía: Prodigy-Marie Lu #2

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Mensaje por yiniva Dom 20 Mayo - 18:12

JUNE


Menos de dos días antes del asesinato del Elector actual. Treinta horas para que lo detenga.
 
El sol acaba de ponerse cuando el Elector, junto con seis senadores y al menos cuatro patrullas de guardias (cuarenta y ocho soldados), abordan un tren dirigido al frente de guerra de la cuidad de Pierra. Estoy en camino con ellos también. Esta es la primera vez que estoy viajando como pasajero en lugar de un prisionero, así que esta noche estoy vestida con medias de invierno cálidas y botas de cuero suaves (sin tacones ni zapatos de acero, de modo que no puedo usarlos como armas) y una capa con capucha de lona que es de un profundo color escarlata con pasador de plata. No más cadenas. Anden incluso se asegura de que tenga guantes (de cuero suave, negro y rojo), y por primera vez desde que llegué a Denver, mis dedos no sienten frío. Mi cabello está de la forma en que siempre ha sido, limpio y seco, recogido en una coleta alta. A pesar de todo esto, mi cabeza se siente caliente y me duelen los músculos. Todas las lámparas a lo largo de la plataforma de la estación están apagadas, y nadie aparte de la unidad del Elector está a la vista. Abordamos el tren en completo silencio.
El repentino desvío de Anden desde Lamar a Pierra es probablemente algo que la mayoría de los senadores ni siquiera saben.
Mis guardias me llevan a mi propio vagón privado, un coche tan lujoso que sé que estoy aquí sólo porque Anden insistió en ello. Es dos veces más largo que los vagones normales (unos buenos novecientos metros cuadrados, con seis cortinas de terciopelo y el omnipresente retrato de Anden colgando contra la pared de la derecha). Los guardias me llevan a la mesa en medio del coche, y luego sacan un asiento para mí. Siento un extraño desapego de todo, como si nada de esto es real; es como si estuviera exactamente donde solía estar, una chica rica tomando su legítimo lugar entre la élite de la República.
—Si necesita algo, háganoslo saber —dice uno de ellos. Suena amable, pero la tensión de su mandíbula delata lo nervioso que está a mi alrededor.
No hay sonidos ya, a excepción del sutil traqueteo del tren en las vías. Trato de no centrarme directamente en los soldados, pero por el rabillo de mi ojo, los vigilo de cerca. ¿Hay Patriotas disfrazados de soldados en este tren? Si es así, ¿sospechan de mis lealtades cambiantes?
Esperamos juntos en un silencio espeso. La nieve ha comenzado a caer de nuevo, acumulándose contra las esquinas exteriores de mi ventana. Rizos de la helada blanca adornan el cristal. Me recuerda el funeral de Metias, de mi vestido blanco y el traje blanco pulido de Thomas, las lilas blancas y las alfombras blancas.
El tren toma velocidad. Me inclino en la ventana hasta que mi mejilla casi toca el vidrio frío, observando en silencio como nos acercamos inminentemente a la Armadura que rodea Denver. Incluso en la oscuridad puedo ver los túneles del tren tallados en  la Armadura; algunos de ellos están completamente sellados con compuertas de metal sólido, mientras que otros permanecen abiertos para que las cargas nocturnas pasen a través de él. Nuestro tren se precipita en uno de los túneles; supongo que los trenes que salen de la capital no tienen que detenerse para una inspección, sobre todo si el Elector lo ha aprobado. Al dejar la enorme pared de atrás, veo un tren entrante desacelerando para su inspección en un puesto de control.
Nosotros seguimos adelante, adentrándonos en la noche. Los rascacielos desgastados por la lluvia de los sectores marginales pasan más allá de las ventanas, la vista, ahora familiar, de cómo vive la gente en las afueras de una ciudad. Estoy demasiado cansada como para prestar mucha atención a los detalles. Mi mente va sobre lo que me dijo Anden la última noche, lo que me lleva de nuevo al problema interminable de cómo advertir a Anden y mantener a Day a salvo al mismo tiempo. Los Patriotas sabrán que les he traicionado si revelo el complot para asesinar a Anden antes de tiempo. Necesito sincronizar mis pasos para cualquier desviación del plan que ocurra justo antes del asesinato, cuando pueda llegar a Day fácilmente.
Me gustaría poder decirle a Anden ahora. Decirle todo, acabar de una vez. En un mundo sin Day, eso es lo que yo haría. En un mundo sin Day, muchas cosas serían diferentes. Pienso en las pesadillas que he estado teniendo, la idea obsesiva de Razor poniendo una bala en el pecho de Day. El anillo de sujetapapeles pesa en mi dedo. Una vez más, levanto dos dedos a mi frente. Si Day no entendió mi primera señal, espero que vea ésta. Los guardias no parecen pensar que estoy haciendo algo inusual; parece que sólo estoy descansando mi cabeza. Los vagones se balancean hacia un lado y una ola de vértigo se apodera de mí.
Tal vez este resfriado que he estado manifestando —si realmente es un resfriado, es decir, y no algo más grave— está empezando a afectar mi lógica. Sin embargo, no levanto una solicitud para médicos o medicamentos. La medicina inhibe el sistema inmunológico real, por lo que siempre he preferido luchar contra las enfermedades por mi cuenta (mucho para la exasperación de Metias).
¿Por qué muchos de mis pensamientos conducen de nuevo a Metias?
 
La voz agravada de un hombre me distrae de mis pensamientos errantes. Me aparto de la ventana y vuelvo a la parte interior de mi vagón. Suena como un hombre mayor. Me siento erguida en la silla y puedo ver dos figuras caminando hacia mí a través de la pequeña ventana de la puerta de mi vagón. Uno de ellos es el hombre que acababa de oír, bajo y con forma de pera, con una barba gris desaliñada y, nariz bulbosa pequeña. El otro es Anden.
Me esfuerzo por escuchar lo que están diciendo, en un primer momento, lo único que puedo oír son pedazos aislados de su conversación, pero sus palabras se agudizan a medida que se acercan a mi vagón.
—Elector, por favor, le estoy diciendo esto por su propio bien. Los actos de rebeldía se deben atender con castigos severos. Si no reacciona adecuadamente, sólo será cuestión de tiempo antes de que todo se vea inmerso en la agitación.
Anden escucha pacientemente, con las manos a la espalda y la cabeza inclinada hacia abajo, hacia el hombre.
—Gracias por su preocupación, Senador Kamion, pero mi decisión está tomada. Ahora difícilmente es hora de atender los disturbios en Los Ángeles con fuerza militar.
Mis orejas se animan ante esto. El hombre mayor extiende los brazos en un gesto de irritación.
—Empuje a la gente de nuevo en línea. Necesita eso en este momento, Elector. Demuestre su voluntad.
Anden niega con la cabeza.


—Eso llevará a la gente sobre el borde, Senador. ¿Usar fuerza letal antes de que tenga la oportunidad de dar a conocer todos los cambios que tengo en mente? No. No voy a emitir una orden como tal. Esa es mi voluntad.
El Senador se rasca su barba con irritación y pone una mano en el codo de Anden.
 
—El público ya está en pie de guerra contra ti, y tu clemencia se verá como debilidad, no sólo externamente, sino también internamente. Los administradores de Pruebas en
L.A se quejan de nuestra falta de respuesta; las protestas los han obligado a cancelar un valor de varios días de exámenes.
La boca de Anden se tensa en una línea severa.
 
—Creo que ya sabes lo que pienso de las Pruebas, Senador.
 
—Lo hago —responde el Senador malhumorado—. Esa es una discusión para otro momento. Pero si no ejecuta órdenes que nos permitan detener los disturbios, puedo garantizar que usted estará recibiendo una diatriba del Senado y las patrullas de Los Ángeles.
Anden hace una pausa para levantar una ceja.
 
—¿Es así? Lo siento. Estaba bajo la impresión de que nuestro Senado y nuestros militares entienden exactamente cuánto peso llevan mis palabras.
El Senador se limpia el sudor de la frente.
 
—Bueno, así es, por supuesto el Senado se inclinará a su gusto, señor, pero yo sólo quería decir, bueno…
—Ayúdame a convencer a los demás Senadores que este es un mal momento para nosotros arremeter en el público. —Anden se detiene para mirar al hombre y le palmea en el hombro—. No quiero hacer enemigos en el Congreso, Senador. Quiero que sus compañeros delegados y los tribunales nacionales respeten mis decisiones como lo hicieron con mi padre. El uso de fuerza letal para reprimir manifestantes sólo incitará más ira hacia el estado.
—Pero, señor…
 
Anden se detiene fuera de mi vagón.
 
—Vamos a terminar esta discusión más tarde —dice—. Estoy cansado. —A pesar de que su respuesta es amortiguada por las puertas entre nosotros, puedo oír el acero en sus palabras.


El Senador murmura algo y baja la cabeza. Cuando Anden asiente, el hombre se da la vuelta y se apresura lejos. Anden lo observa irse, luego abre la puerta de mi vagón. Los guardias le saludan.
Nos asentimos el uno al otro.
 
—He venido a entregar tus términos de liberación, June. —Anden me habla con una formalidad distante, tal vez debido a la conversación glacial que acaba de tener con el Senador. El beso que me había dado ayer por la noche se siente como una alucinación. Aún así, el verlo me da un sentido peculiar de comodidad, y me sorprendo relajándome contra la silla como si estuviera en compañía de un viejo amigo—. Ayer por la noche recibimos la noticia de que hubo un ataque en Lamar. Un tren fue destruido en una explosión; el tren en el que tenía que estar. No sé la última palabra sobre quién es el responsable, y no pudimos atrapar a ninguno de los atacantes, pero suponemos que fueron los Patriotas. Contamos con equipos cazándolos ahora mismo.
 
—Contenta de estar a la orden, Elector —le digo. Mis manos se agarran entre sí firmemente en mi regazo, recordándome la suavidad lujosa de mis guantes. ¿Debo sentirme tan segura y a salvo en este vagón de élite mientras Day está probablemente huyendo con los Patriotas?
—Si puede pensar en otros detalles, señorita Iparis, no dude en compartirlos por favor. Está de vuelta en la República ahora; eres uno de nosotros, y te doy mi palabra de que no tienes nada que temer. Una vez que lleguemos a Pierra, tu registro será borrado. Yo personalmente veré que sea reintegrada a su antiguo rango, aunque será colocada en una patrulla diferente de la ciudad. —Anden se lleva una mano a la boca y se aclara la garganta—. Yo te he recomendado para un equipo en Denver.
—Gracias —le respondo en voz baja. Anden está cayendo justo en la trampa de los Patriotas.
—Algunos Senadores creen que hemos sido demasiado generosos contigo, pero todo el mundo está de acuerdo en que tú eres nuestra mejor esperanza de localizar a los líderes de los Patriotas. —Anden se acerca más y se sienta frente a mí—. Estoy seguro de que van a tratar de atacar de nuevo, y quiero que guíes a mis hombres para interceptar los intentos futuros.
—Es usted muy amable, Elector. Me siento honrada —le respondo, bajando la cabeza en una medio reverencia—. Y si no es mucho preguntar, ¿mi perro será perdonado también?
Anden se ríe un poco.
 
—Tu perro está siendo atendido en la capital; estará esperando a tu llegada.
 
Me encuentro con los ojos de Anden y los retengo por un momento. Sus pupilas se dilatan y sus mejillas se sonrojan ligeramente.
—Puedo ver por qué el Senado no estaría contento con tu clemencia —digo finalmente—. Pero es cierto que nadie puede mantenerte más a salvo que yo. — Necesito un minuto a solas con él—. Aunque tiene que haber otra razón por la que estás siendo tan amable conmigo. ¿Cierto?
Anden traga y mira hacia su propio retrato. Mis ojos se mueven a los guardias de pie a las puertas del vagón. Como si supiera lo que estoy pensando, Anden ondea una mano a los soldados, luego apunta arriba a las cámaras en el vagón. Los soldados se van, y un momento después las luces rojas de las cámaras, parpadean hasta apagarse. Por primera vez, nadie nos está mirando. Estamos verdaderamente solos.
 
—La verdad es que —continúa Anden—, te has hecho muy popular entre el público. Si se corre la voz de que la prodigio más dotada del país está siendo condenada por traición, o incluso degradada por deslealtad, bueno, puedes ver cuán mal se reflejaría sobre la República. Y en mí. Incluso el Congreso lo sabe.
Mis manos se encogen y las recojo en mi regazo.
 
—Tu padre era del Senado y de alguna forma tú tienes diferentes códigos morales — digo, dándole vueltas a la conversación que había oído entre Andes y el Senador Kamion hace unos momentos—. O al menos eso tengo entendido.
Él sacude su cabeza y sonríe con amargura.
 
—Por decirlo suavemente.
 
—No sabía que te disgustaban tanto las Pruebas.
 
Anden asiente. No parece sorprendido de que haya escuchado su conversación.
 
—Las Pruebas son una forma anticuada de elegir lo mejor y más brillante de nuestro país.
Es raro escuchar esto saliendo de la propia boca del Elector.
 
—¿Por qué está el Senado tan concentrado en mantenerlas? ¿Cuál es su inversión en las Pruebas?


Anden se encoge de hombros.
 
—Es una larga historia. Antes, cuando la República las implantó por primera vez, eran… de alguna forma diferentes.
Me inclino hacia delante. Nunca he oído historias de la República que no fueran filtradas por las escuelas del país o por sistemas de mensajería pública; y ahora el Elector mismo me está contando una.
—¿Cómo eran diferentes? —pregunto.
 
—Mi padre era… muy carismático. —Anden de hecho suena un poco a la defensiva. Extraña respuesta.
—Estoy  segura  que  él  debe  haber  tenido  sus  maneras   —digo, intentando cuidadosamente parecer neutral.
 
Anden cruza sus piernas y se inclina hacia atrás.
 
—No me gusta en lo que la República se ha convertido —dice, pronunciando cada palabra lenta y pensativamente—. Pero no puedo decir que no entiendo por qué las cosas son así. Mi padre tuvo sus razones para hacer lo que hizo.
Frunzo el ceño. Confundida. ¿No lo acababa de escuchar discutiendo en contra de tomar medidas energéticas hacia los manifestantes?
—¿Qué quieres decir?
 
Anden abre y cierra su boca como tratando de encontrar las palabras correctas.
 
—Antes de que mi padre se hiciera el Elector, las Pruebas eran voluntarias. —Se pausa cuando me escucha contener la respiración—. Casi nadie sabe esto… fue hace mucho tiempo.
Las Pruebas fueron voluntarias una vez. La idea es completamente extraña para mí.
 
—¿Por qué las cambió? —digo.
 
—Como he dicho, es una larga historia. La mayoría de las personas nunca sabrán la verdad acerca de la formación de la República, y por buenas razones. —Pasa una mano a través de su cabello ondulado, luego apoya un codo en el alféizar de la ventana—.
¿Quieres saberla?


Qué pregunta retórica más perfecta. Detrás de las palabras de Anden hay una cierta soledad. No lo había pensado antes, pero ahora me doy cuenta que quizás yo soy una de las únicas personas con las que él ha hablado alguna vez libremente. Me inclino hacia adelante, asiento, y espero a que continúe.
—La República se formó originalmente en el medio de la peor crisis de Norte América, y del mundo de hecho, nunca antes vista —comienza—. Las inundaciones habían destruido la costa este de América, y millones de personas del este se trasladaron al oeste. Había demasiadas personas para acoger en nuestros estados. Sin trabajo. Sin comida, sin refugio. El país se había vuelto demente de miedo y pánico. Los disturbios estaban fuera de control. Los manifestantes estaban arrastrando a soldados, policías y fuerzas del orden fuera de sus coches, luego golpeándolos hasta la muerte o prendiéndoles fuego. Cada tienda fue saqueada, cada ventana rota. —Inspira hondo—. El gobierno federal intentó hacer lo que pudo para mantener el orden, pero un desastre detrás de otro lo hizo imposible. No tenían dinero para arreglar todas estas crisis. Se convirtió en la anarquía absoluta.
 
 ¿Un tiempo en que la República no tenía control sobre la población? Imposible. Me tomo un tiempo imaginarme esto, hasta que me doy cuenta que quizás Anden se está refiriendo al gobierno de los antiguos Estados Unidos.
—Entonces nuestro primer Elector se alzó en el poder. Él era un joven oficial del ejército, sólo unos años mayor de lo que yo lo soy ahora, y con ambición suficiente para ganar el apoyo de las tropas descontentas del oeste. Declaró la República como un país independiente, separado de la Unión, y puso al oeste bajo la ley marcial. Los soldados podían disparar a voluntad, y después de ver a sus camaradas torturados y asesinados en las calles, ellos tomaron nueva ventaja en su nuevo poder. Se convirtió en nosotros contra ello: los militares contra las personas. —Anden mira hacia abajo a sus brillantes mocasines como si se avergonzara—. Muchas personas fueron asesinadas antes de que los soldados fueran capaces de hacerse con el control de la República.
No puedo dejar de preguntarme qué habría pensado Metias de esto. O mis padres. ¿Lo habrían aprobado? ¿Habrían sido forzados a tomar el orden en un caos como este?
—¿Qué hay de las Colonias? —pregunto—. ¿Tomaron ventaja de todo esto?
 
—La parte este de Norte América estaba incluso peor ese tiempo. La mitad de sus tierras estaban inundadas. Cuando el primer Elector de la República selló las fronteras, su gente no tuvo a donde ir. Así que nos declararon la guerra. —Anden se endereza—. Después de todo esto, el Elector prometió no dejar nunca a la República caer de esta forma de nuevo, así que él y el Senado le dieron al ejército un nivel de poder sin precedentes, el cual se ha mantenido hasta el día de hoy. Mi padre y los Electores anteriores a él se han asegurado de que esto siga así.
Él sacude su cabeza y se frota el rostro con sus manos antes de continuar.
 
—Las Pruebas se suponían que iban a fomentar el trabajo duro y el atletismo, para producir más militares cualificados… y lo hicieron. Pero también fueron utilizadas para eliminar a los débiles; y a los rebeldes. Y gradualmente, han sido usadas también para controlar la superpoblación.
Los débiles y los rebeldes. Me estremezco. Day había entrado en la última categoría.
 
—Así que, ¿sabes qué les pasa a los niños que fallan la Prueba? —digo—. ¿Se hizo para controlar a la población?
 
—Sí. —Anden se estremece incluso cuando intenta explicarlo—. Las Pruebas tenían sentido al principio. Tenían la intención de atraer a los mejores y más aptos para unirse al ejército. Con el tiempo, se empezaron a ofrecer en todas las escuelas. Sin embargo, eso no fue suficiente para mi padre… él sólo buscaba lo mejor para sobrevivir. Cualquier otro más era, francamente, considerado un desperdicio de espacio y recursos. Mi padre siempre me dijo que las Pruebas eran absolutamente necesarias para que la República prosperara. Y él ganó un montón de apoyo en el Senado por hacer los exámenes obligatorios, especialmente después de que empezáramos a ganar más batallas por ello.
Mis manos están entrelazadas tan fuerte en mi regazo que están empezando a sentirse insensibles.
—Bueno, ¿piensas que las políticas de trabajo de tu padre funcionaron? —le pregunto en voz baja.
Anden agacha la cabeza. Busca las palabras correctas.
 
—¿Cómo puedo responder a eso? Sus políticas hicieron su trabajo. Las Pruebas hicieron a nuestro ejército más fuerte. Sin embargo, ¿eso hace que lo que él hizo fuera correcto? Pienso en ello todo el tiempo.
Me muerdo el labio, de repente entendiendo la confusión que Anden debe sentir, el amor a su padre en guerra con su visión de la República.
—Lo que es correcto es relativo, ¿cierto? —pregunto. Anden asiente.


—De alguna forma, no importa por qué empezó todo, o si fue lo correcto. La cosa es que, con el tiempo, las leyes evolucionaron y se retorcieron. Las cosas cambiaron. Al principio las Pruebas no se hacían a los niños, y no favorecían a los más fuertes. Las pestes… —Él duda en esto, luego se aleja del tema por completo—. El público está enfadado, pero el Senado tiene miedo de cambiar cosas que quizás les haga perder el control otra vez. Y para ellos, las Pruebas son una manera de reforzar el poder de la República.
Hay una profunda tristeza en el rostro de Anden. Puedo sentir la vergüenza que él siente por pertenecer a ese legado.
—Lo siento —digo en voz baja. Siento una urgente necesidad de tocar su mano, de encontrar una manera de reconfortarlo.
 
Los labios de Anden se curvan hacia arriba en una sonrisa vacilante. Puedo ver claramente su deseo, su debilidad peligrosa, la manera en la que él me desea. Si alguna vez lo dudé antes, ahora lo sé con certeza. Me giro rápidamente, medio esperando que contemplar un paisaje nevado quizás traiga algo de frescura a mis mejillas.
—Dime —murmura—. ¿Qué harías si fueras yo? ¿Cuál sería tu primera acción como el Elector de la República?
Respondo sin dudarlo.
 
—Ganarme a la gente —digo—. El Senado no tendría poder sobre ti si el público pudiera amenazarlos con la revolución. Tú necesitas a la gente de tu lado, y ellos necesitan a un líder.
Anden se inclina hacia atrás en su silla; algunas de las farolas del vagón se reflejan en su abrigo y lo rodean con un halo dorado. Algo en nuestra conversación le ha inspirado una idea; quizás es una idea que ha tenido durante un tiempo.
—Tú serías una buena Senadora, June —dice—. Serías una buena aliada de tu Elector… y el público te ama.
Mi mente empieza a girar. Podría quedarme aquí en la República y ayudar a Anden. Ser una Senadora cuando sea lo suficiente mayor. Volver a mi vida anterior. Dejar a Day con los Patriotas. Sé lo egoísta que es este pensamiento, pero no puedo detenerme. ¿Qué hay de malo en ser egoísta, de todos modos? Pienso amargamente. Podría decirle a Anden todo acerca de los planes de los Patriotas ahora mismo; sin importar si se correrá la voz a los Patriotas o si ellos harán daño a Day debido a ello; y volver a vivir una vida sana y segura, como trabajadora de élite del gobierno. Podría honrar la memoria de mi hermano cambiando al país lentamente desde dentro. ¿Podría hacerlo?
Horrible. Dejo ir esta oscura fantasía. La idea de dejar a Day atrás de esta manera, de traicionarlo completamente, de nunca envolverlo con mis brazos de nuevo, de nunca volver a verlo una vez más, me hace apretar los dientes de dolor. Cierro mis ojos por un segundo y recuerdo sus gentiles, encallecidas manos, su ferocidad apasionada. No, no podría hacerlo. Sé esto con tal certeza ciega que me asusta. Después de todo lo que hemos sacrificado ambos, seguramente merecemos una vida —o algo— juntos después de que todo esto acabe. ¿Escapar a las Colonias, o reconstruyendo a la República? Anden busca la ayuda de Day; podemos trabajar todos juntos. ¿Cómo podría soportar alejarme de esa luz al final del túnel? Necesito volver a él. Necesito contarle todo a Day.
Lo primero es lo primero. Intento formular la mejor manera de advertir a Anden ahora que finalmente estamos solos.
 
No hay mucho que pueda decir con seguridad. Decirle demasiado y él quizás pueda hacer algo que alarme a los Patriotas. Aun así, decido hacer un esfuerzo. Por lo menos, necesito que él confíe en mí sin dudarlo. Lo necesito detrás de mí cuando sabotee el desvío de los Patriotas.
—¿Crees en mí? —Esta vez rozo su mano con la mía.
 
Anden se pone rígido, pero no se aparta. Sus ojos estudian mi rostro, quizás preguntándose qué había pasado por mi mente cuando cerré mis ojos.
—A lo mejor debería hacerte la misma pregunta —me responde, con una sonrisa vacilante en sus labios.
Ambos estamos hablando en dos niveles, refiriéndonos a secretos compartidos. Asiento hacia él, esperando que se tome mis palabras en serio.
—Entonces haz lo que te diga cuando lleguemos a Pierra. ¿Me lo prometes? Todo lo que diga.
Inclina la cabeza, sus cejas fruncidas con perplejidad, entonces se encoge de hombros y asiente en señal de conformidad. Parece entender que estoy tratando de decirle algo sin hacerlo en voz alta. Cuando sea la hora de los Patriotas de actuar, espero que Anden recuerde su promesa.


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Mensaje por yiniva Dom 20 Mayo - 18:21

DAY


Yo, Pascao y los otros corredores pasamos la mitad del día sobre el suelo después del trabajo del tren, acurrucados en callejones o en techos abandonados, esquivando a los soldados que escudriñan las calles cerca de la estación. No es hasta que el sol empieza a ponerse que finalmente tenemos la oportunidad de volver, uno por uno, a los cuarteles subterráneos de los Patriotas. Ni Pascao ni yo hablamos de lo que pasó en el tren. Jordan, la tímida corredora con trenzas cobrizas, me pregunta dos veces si estoy bien. Yo simplemente no le hago caso.
 
Sí, algo está mal. No es ese el eufemismo del año.
 
Para cuando volvemos, todos están preparándose para irnos a Pierra; algunos están destruyendo documentos, mientras otros están borrando información de los ordenadores. La voz de Pascao es una distracción agradable.
—Bien hecho, Day —dice él. Está sentando en una mesa contra la pared trasera del refugio. Él abre un bolsillo de su chaqueta, donde ha guardado docenas de granadas robadas del tren. Cuidadosamente empaca cada una dentro de una caja apilada hecha de cajas vacías de huevos. Él señala el monitor a la izquierda de la pared trasera. Está mostrando imágenes de una gran plaza, donde un grupo de personas se ha reunido alrededor de algo pintado con espray contra un lado de un edificio—. Mira eso.
Leo lo que la gente ha pintado en la pared. ¡Day vive! está garabateado a lo largo del edificio al menos tres o cuatro veces. Los testigos están animados; algunos incluso están sosteniendo carteles hechos a mano con la misma frase escrita en ellos.
Si no estuviera pensando en el paradero de Eden o la señal enigmática de June o en Tess, estaría emocionado de ver lo que he provocado.


—Gracias —respondo, tal vez un poco demasiado brusco—. Me alegra que les gustara nuestra artimaña.
Pascao tararea animadamente en voz baja, ignorante de mi tono.
 
—Ve a ver si puedes ayudar a Jordan.
 
Mientras camino por el pasillo, me cruzo con Tess. Baxter está caminando a su lado; me toma un segundo darme cuenta que está tratando de poner un brazo alrededor de su cuello y murmurar algo en su oído. Tess lo aleja cuando me ve. Estoy a punto de decirle algo cuando Baxter me golpea fuerte en el hombro, lo suficientemente fuerte para hacerme retroceder un par de pasos y sacar volando mi gorra de mi cabeza. Mi cabello se viene abajo.
Baxter me sonríe satisfecho, la franja negra de soldado aun ocultando la mayor parte de su rostro.
—Haz algo de espacio —dice bruscamente—. ¿Crees que eres dueño de este lugar?
 
Aprieto mis dientes, pero los ojos tan abiertos de Tess me contienen. Él es inofensivo, me digo.
—Sólo salte de mi maldito camino —contesto fríamente, alejándome.
 
Detrás de mí escucho a Baxter murmurar algo en voz baja. Es suficiente para hacer que me detenga y lo enfrente de nuevo. Entrecierro mis ojos.
—Di eso de nuevo.
 
Él sonríe, mete sus manos en sus bolsillos, y levanta su barbilla.
 
Dije: ¿celoso de que tu chica esté puteando con el Elector?
 
Casi soy capaz de soportar eso. Casi. Pero en ese momento, Tess rompe su silencio y empuja a Baxter con ambas manos.
—Oye —dice—. Déjalo en paz, ¿de acuerdo? Ha tenido una mala noche. Baxter gruñe algo irritado. Después empuja bruscamente a Tess.
Eres una idiota por creer en este aficionado de la República, pequeña.
 
Mi rabia explota. Nunca me ha gustado pelear a puñetazos; siempre traté de mantenerme alejado de eso en las calles de Lake. Pero toda la rabia que se ha estado acumulando dentro de mí me abruma cuando veo que Baxter toca a Tess.


Me lanzo hacia adelante y lo golpeo en la quijada tan fuerte como puedo.
 
Él choca contra una de la mesas y cae al piso. Instantáneamente los otros cerca del lugar empiezan a animar y gritar, formando un círculo improvisado alrededor de nosotros dos. Antes de que Baxter pueda ponerse de pie, salto hacia él. Mi puño conecta dos veces con su rostro.
Él deja escapar un gruñido. De repente la ventaja de su peso toma el control. Él me empuja lo suficiente fuerte para lanzarme hacia un lado de un escritorio, después me levanta, agarra mi chaqueta, y me golpea contra la pared. Él me mantiene en el aire, después me deja caer y me golpea con su puño en el estómago, dejándome sin aliento.
—No eres uno de nosotros. Eres uno de ellos —sisea—. ¿Te desviaste de nuestra misión en el tren a propósito? —Siento como una rodilla me embiste en el costado—. Bueno, voy a matarte, tú maldito pedazo de mierda. Voy a despellejarte vivo.
Estoy demasiado furioso para sentir el dolor. Logro levantar una de mis piernas, después lo golpeo en el pecho tan fuerte como puedo. Desde el rabillo de mi ojo noto como algunos de los Patriotas rápidamente intercambian apuestas. Un improvisado duelo Skiz. Por un instante Baxter me recuerda a Thomas, y de repente todo lo que veo es mi antigua calle en Lake, con Thomas apuntando su arma a mi madre y los soldados arrastrando a John hacia un jeep esperando. Atando a Eden a esa camilla de laboratorio. Arrestando a June. Lastimando a Tess. Mi visión se vuelve roja. Arremeto contra él de nuevo y me muevo hacia su cara.
Pero Baxter está listo para mí. Él golpea mi brazo fuera del camino y se lanza contra mí con todo su peso. Mi espalda choca fuertemente contra el suelo. Baxter sonríe, después me agarra del cuello y se prepara para golpearme en un lado de mi cara.
De repente me deja ir. Respiro profundo cuando su peso deja mi pecho, después agarro mi cabeza mientras uno de mis dolores de cabeza estalla a gran escala de agonía. En algún lado encima de mí puedo escuchar a Tess, luego a Pascao gritándole a Baxter que se aleje. Todos están hablando a la vez. Uno… dos… tres… cuento los números en mi cabeza, esperando que este pequeño ejercicio me distraiga del dolor. Solía ser mucho más fácil mantener a raya estos dolores de cabeza. Tal vez Baxter me golpeó en la cabeza y ni siquiera lo sé.
—¿Estás bien? —Ahora las manos de Tess están en mi brazo y poniéndome de pie.
 
Todavía estoy mareado por mi dolor de cabeza, pero la rabia ha pasado. De repente soy consciente del abrasador dolor en mi costado.


—Bien —respondo con voz ronca, inspeccionando su cara—. ¿Él te lastimó? —Baxter me está fulminando con la mirada desde donde Pascao está tratando de disuadirlo. Ya los otros alrededor de nosotros han vuelto a sus tareas, probablemente decepcionados de que la pelea no durara mucho. Me pregunto quién han decidido que es el ganador.
—Estoy bien —dice Tess. Ella pasa una mano a toda prisa por su cabello corto—. No te preocupes.
—¡Tess! —grita Pascao—. Ve si Day necesita vendas. Estamos bajo horario por aquí.
 
Tess me guía por el corredor y lejos de la sala común. Entramos en una de las habitaciones con literas que ha sido convertida en un hospital improvisado, después cierra la puerta. Estamos rodeados por estanterías llenas con variedad de botellas de píldoras y cajas de vendas. Hay una mesa en el medio del cuarto, dejando sólo un espacio angosto para caminar. Ahora me apoyo contra la mesa mientras Tess se sube sus mangas.
—¿Te duele algo? —pregunta.
 
—Estoy bien —repito. Pero en el momento que digo eso, me doblo del dolor y agarro
mi costado—. Bueno, tal vez un poco machacado.
 
—Déjame ver —dice Tess firmemente. Hace a un lado mi mano, después desabotona mi camisa. No es como si Tess nunca me hubiera visto sin camisa (he perdido la cuenta del número de veces que ha tenido que vendarme), pero ahora hay una incomodidad que cuelga entre nosotros. Sus mejillas se tornan de un rosa brillante mientras pasa su mano por mi pecho, a lo largo de mi estómago, después presiona sus dedos contra mis costados.
Inhalo bruscamente cuando ella toca un lugar sensible.
 
—Sí, ahí es donde su rodilla me golpeó. Tess examina mi rostro.
—¿Tienes nauseas?
 
—No.
 
—No debiste haber hecho eso —dice mientras trabaja—. Di “ah.” —Abro mi boca. Ella lleva un pañuelo a mi nariz, inspecciona mis dos oídos, y después sale por un momento. Ella vuelve con un paquete de hielo—. Toma. Pon esto en el lugar.
Hago lo que me dice.


—Te has vuelto muy profesional.
 
—He aprendido mucho de los Patriotas —contesta Tess. Cuando deja de inspeccionar mi pecho lo suficiente para mirarme, ella sostiene mi mirada con la suya—. A Baxter no le gusta tu… atracción a una ex soldado de la República —murmura—. Pero no dejes que te moleste, ¿está bien? No tiene punto conseguir que te maten.
Recuerdo el brazo alrededor del cuello de Tess; mi temperamento estalla de nuevo, y de repente siento la necesidad de cuidar a Tess de la manera en que lo hacía en las calles.
—Oye, prima —digo suavemente—. Realmente lamento lo que te dije. Sobre… ya sabes.
El sonrojo de Tess se intensifica.
 
Lucho por encontrar las palabras adecuadas.
 
—No necesitas que te cuide —digo con una risa avergonzada, después le doy un golpecito a su nariz—. Quiero decir, probablemente te has preocupado por mí unas mil veces. Siempre he necesitado más de tu ayuda de la que tú has necesitado la mía.
Tess se acerca y baja su mirada tímidamente, un gesto que me ayuda a olvidar mis problemas.
Algunas veces se me olvida cuán agradable es la dedicación constante de Tess, una roca en la que siempre podía apoyarme durante los peores momentos. Aun cuando nuestros días en Lake fueron una lucha, ahora mismo parecen mucho más simples. Me encuentro deseando poder volver a eso, compartiendo trozos de comida y cualquier otra cosa que podíamos aprovechar. Si June estuviera aquí, ¿qué habría pasado? Ella probablemente habría atacado a Baxter por sí misma. Y probablemente habría hecho un mejor trabajo que yo, justo como en todo lo demás. No me habría necesitado en absoluto.
La mano de Tess permanece en mi pecho, pero ella ya no está buscando moretones. Me vuelvo consciente de cuán cerca está. Sus ojos deambulan de nuevo hacia los míos, grandes y de un marrón líquido… y a diferencia de los de June, tan fáciles de leer. La imagen de June besando al Elector aparece en mi mente de nuevo, un recuerdo que retuerce mi estómago como un cuchillo. Antes de que pueda pensar en algo más, Tess se inclina hacia adelante y presiona sus labios contra los míos. Mi mente está en blanco, completamente retirada. Un breve estremecimiento me recorre.


En mi aturdimiento, la dejo perdurar.
 
Después me alejo. Mis palmas empiezan a sudar frío. ¿Qué fue eso? Debí haber venido esto y detenerme ahí mismo. Pongo mis manos en sus hombros. Cuando veo el dolor en sus ojos, me doy cuenta de cuán grande es el error que he cometido.
—No puedo, Tess. Tess resopla irritada.
—¿Qué, ahora estás casado con June?
 
—No. Yo sólo… —Mis palabras salen revoloteando, tristes e impotentes—. Lo siento. No debí haber hecho eso; al menos, no ahora.
—¿Qué hay del hecho que June está besando al Elector? ¿Qué hay de eso? ¿Realmente vas a serle tan leal a alguien que ni siquiera tienes?
June, siempre June. La odio por un momento, y me pregunto si todo habría sido mejor si nunca nos hubiéramos conocido.
—Esto no es sobre June —le digo—. June está interpretando un papel, Tess. —Me alejo de Tess hasta que estamos separados por unos cuantos centímetros—. No estoy listo para que esto pase entre nosotros. Eres mi mejor amiga; no quiero confundirte cuando ni siquiera yo sé qué estoy haciendo.
Tess levanta sus manos indignada.
 
—Besas a chicas al azar en la calle sin pensarlo dos veces. Pero ni siquiera…
 
—No eres una chica al azar en la calle —digo bruscamente—. Eres Tess.
 
Sus ojos se mueven rápidamente hacia mí y se desquita con su labio, mordiéndolo tan fuerte que sangra.
—No te entiendo, Day. —Cada palabra me golpea con una fuerza moderada—. No te entiendo para nada, pero voy a tratar de ayudarte de todas formas. ¿Realmente no puedes ver cómo tu preciosa June ha cambiado tu vida?
Cierro mis ojos y presiono ambas manos contra mis sienes.
 
—Detente.
 
—Crees que estás enamorado de una chica que has conocido por menos de un mes, una chica que… ¿que es responsable de la muerte de tu madre? ¿De la de John?


Lo que me ha dicho resuena en el búnker.
 
—Maldita sea, Tess. No fue su culpa…
 
¿No lo fue? —escupe Tess—. Day, ¡le dispararon a tu madre debido a June! ¿Pero actúas como si la amaras? No he hecho nada excepto ayudarte; he estado a tu lado siempre desde el día que nos conocimos. ¿Crees que estoy siendo infantil? Bueno, no me importa. Nunca he dicho nada sobre las otras chicas con las que has estado, pero no puedo soportar verte escoger a una chica que no ha hecho nada más que lastimarte.
¿Siquiera June se ha disculpado por lo que pasó, ha tenido que esforzarse para lograr tu perdón? ¿Qué te pasa? —Ante mi silencio, ella pone una mano en mi brazo—. ¿Bueno, la amas? —dice en voz más baja—. ¿Ella te ama?
¿Amarla? Se lo había dicho en el baño de Vegas, y lo había dicho en serio. Pero ella no me respondió, ¿cierto? Tal vez ella nunca sintió lo mismo; tal vez sólo estoy engañándome.
—No lo sé, ¿de acuerdo? —contesto. Mis palabras suenan como si estuviera más enojado de lo que realmente estoy.
Tess está temblando. Ahora ella asiente, silenciosamente quita el paquete de hielo de mi costado, y abotona mi camisa. El abismo entre nosotros se ensancha. Me pregunto si alguna vez seré capaz de llegar al otro lado de nuevo.
—Deberías estar bien —dice ella con una voz monótona mientras me da la espalda. Ella se detiene frente a la puerta, dándome la espalda—. Confía en mí, Day. Estoy diciendo esto por tu bien. June romperá tu corazón. Ya puedo verlo. Te romperá en un millón de pedazos.


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Mensaje por yiniva Dom 20 Mayo - 20:29

Hay no, sólo le calientan más la cabeza a Day, pero es que la verdad, June si tuvo la culpa por la muerte de la madre de Day y entiendo a Tess. Ahora June y Day presiento que pelean ella por defender a Anden y Day tal vez pensando que ella sienta algo por él.


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Mensaje por yiniva Lun 21 Mayo - 10:08

JUNE


SALÓN  OLAN  DEL  TRIBUNAL  DE  PIERRA.
EN ALGÚN MOMENTO ALREDEDOR DE LAS 0900 HORAS.
-1°C  EN  EL  EXTERIOR.
 
El día finalmente ha llegado para el asesinato de Anden, y tengo tres horas antes de que los Patriotas hagan su movimiento.
La noche anterior tuve otra visita del mismo guardia que una vez me había dado un mensaje de los Patriotas.
—Buen trabajo —había susurrado ella en mi oído mientras yacía en la cama, completamente despierta—. Mañana serás perdonada por el Elector y sus Senadores, y te soltarán en la Salón Olan del Tribunal de Pierra. Ahora, escucha con atención. Cuando hayas terminado en el Salón del Tribunal, los jeeps del Elector te escoltarán de vuelta a los cuarteles principales militares de Pierra. Los Patriotas te estarán esperando a lo largo de esa ruta.
La soldado se detuvo para ver si tenía alguna pregunta. Pero sólo me quedé mirando al frente. Podía adivinar lo que los Patriotas querían que hiciera, de todos modos: ellos querían que separara a Anden de sus guardias. A continuación, los Patriotas lo arrastrarán fuera de su jeep y le dispararán. Lo grabarán, luego lo anunciarán a toda la República usando los altavoces y las pantallas gigantes de la Torre del Capitolio de Denver.
Cuando no dije nada, la soldado se aclaró la garganta y continuó con voz apresurada.

—Busca una explosión en la carretera. Cuando la oigas apresúrate, haz que Anden haga que su convoy tome una ruta diferente. Asegúrate de separar al Elector de sus guardias; dile que confíe en ti. Si has hecho tu trabajo, él te seguirá. —La soldado me sonrió brevemente—. Una vez que Anden esté separado de los otros jeeps, déjanos el resto a nosotros.
Paso el resto de esa noche en un estado espasmódico.
 
Ahora, mientras soy siendo escoltada al edificio principal del Salón del Tribunal, compruebo los tejados y callejones de los otros edificios a lo largo de la calle, en busca de los Patriotas, preguntándome si un par de ellos estarán de un brillante azul. Day estará entre los Patriotas hoy. Dentro de mis guantes negros, mis manos están frías con sudor. Incluso si él vio mi señal, ¿entenderá lo que quiero decir con ella? ¿Sabrá dejar lo que está haciendo y tomará el riesgo? Mientras me dirijo hacia la gran entrada de las habitaciones del tribunal, memorizo los nombres de las calles y locaciones fuera de lo normal: en dónde está la principal base militar, dónde el hospital Pierra se eleva en la distancia. Siento como si pudiera sentir a los Patriotas poniéndose en posición. Hay una quietud en el aire, incluso aunque los edificios aquí están cuidadosamente establecidos y las calles son estrechas; tanto soldados como civiles (la mayoría de ellos pobres y asignados a atender a las tropas) atiborran bulliciosos a lo largo de las carreteras. Algunos de los soldados uniformados en la calle nos miran más de la cuenta. Los observo cuidadosamente. Deben ser Patriotas vigilándonos. Incluso el interior del salón está lo suficientemente frío como para que mi aliento salga en forma de nube, por lo que tiemblo sin parar. (El techo tiene, por lo menos, seis metros de altura, y los pisos son de madera sintética pulida; a juzgar por el sonido de las botas contra ella. No es muy propicio para retener el calor en invierno).
—¿Cuánto tiempo nos va a tomar? —pregunto a unos de los guardias que me escoltan para sentarme al frente del salón. Mis botas (de piel cálida y a prueba de agua) hacen eco contra el piso. Me estremezco a pesar de la doble capa que tengo.
La guardia con quien hablo me da un asentimiento incómodo.
 
—No mucho, señorita Iparis —replica ella con una educación practicada—. El Elector y los Senadores están en deliberaciones finales. Probablemente va a tomar otra media hora. —Es interesante, en serio. Ya que el Elector por sí mismo me estará perdonando hoy, los guardias no están muy seguros de cómo comportarse. ¿Escoltarme como un criminal? ¿O adularme como si fuera una agente de alto rango en una de las patrullas de la capital?

La espera causa estragos. Me siento ligeramente mareada. Me han dado algo de medicina después de finalmente mencionar mis síntomas a Anden más temprano, pero no ayudó. Mi cabeza aún se siente caliente, y estoy teniendo problema en mantener la cuenta en mi cabeza.
Finalmente, cuando he contado veintiséis minutos (posiblemente fuera por tres o cuatro segundos), Anden emerge de las puertas al final de la habitación con un equipo de oficiales detrás de él. Está claro que no todos están felices; algunos Senadores se quedan atrás, sus bocas presionadas en líneas rectas. Reconozco al Senador Kamion entre ellos, el hombre con el que Anden había estado discutiendo en el tren. Su cabello grisáceo luce revuelto. Otra Senadora que recuerdo de titulares ocasionales, la Senadora O’Connor, una mujer con el cabello rojo y una boca no muy diferente a la de una rana. No conozco a los otros. Al lado de los Senadores, dos jóvenes periodistas flanquean a Anden. Uno tiene su rostro bajo, tomando nota furiosamente en un bloc de notas, mientras que el segundo se esfuerza por tener su grabadora de voz lo suficientemente cerca de Anden.
 
 Me levanto cuando llegan hasta mí. Los Senadores que discutían entre ellos guardan silencio. Anden asiente a mis guardias.
 
—June Iparis, el Congreso te ha perdonado todos los delitos contra la República con la condición de que seguirás para servir a tu país en la medida de tus capacidades.
¿Tenemos un acuerdo, señorita Iparis?
 
Asiento. Incluso este pequeño movimiento me hace marearme.
 
—Sí, Elector. —El que escribe al lado de Anden anota frenéticamente nuestras palabras. La pantalla de su bloc parpadea bajo sus dedos veloces.
Anden se da cuenta de mi decaimiento. Puede notar que mi condición no ha mejorado.
 
—Entrarás a un período de prueba que me fue aconsejado por mis Senadores, durante ese tiempo serás examinada muy de cerca hasta que todos podamos acordar que estás lista para regresar a tu trabajo. Serás asignada a las patrullas de la capital. Vamos a discutir a qué patrulla te unirás una vez que nos hayamos establecido en la base de Pierra esta tarde. —Levanta las cejas y voltea a ver a su derecha y a su izquierda—.
¿Senadores? ¿Algún comentario?
 
Ellos permanecen en silencio. Uno finalmente habla a través de un desprecio apenas disimulado.


—Entienda que usted aún no está absuelta, agente Iparis. Será vigilada en todo momento. Debe tener en cuenta que nuestra decisión es un acto de gran misericordia.
—Gracias, Elector —replico, golpeando mi cabeza con un breve saludo como haría cualquier soldado—. Gracias, Senadores.
—Gracias a ti por toda tu ayuda —dice Anden con una ligera inclinación. Mantengo mi cabeza baja, así no tengo que mirarlo a los ojos para ver la doble capa de significado en sus palabras: me está dando las gracias por la supuesta ayuda que le di para protegerlo, y la ayuda que quiere tanto de Day como de mí.
En algún lugar fuera, Day está en posición con los otros. El pensamiento me hace sentir náuseas de la ansiedad.
Los soldados comienzan a escoltar nuestro grupo de vuelta al frente de la sala de conferencias, y hacia nuestros respectivos caminos. Tomo cada paso deliberadamente, tratando duramente de mantener mi enfoque. Ahora no es momento de fallar debido a una enfermedad. Mantengo mis ojos en la entrada de la sala. Desde nuestro último viaje en tren, ésta es la única idea que se me ha ocurrido que podría funcionar. Algo para deshacerme de toda la sincronización de los Patriotas; algo que pueda hacer para prevenir que nos dirijamos de vuelta a la base principal militar de Pierra.
Espero que esto funcione. No creo poder permitirme ningún error.
 
A diez pies de la puerta, me tropiezo. Instantáneamente, me enderezo y continúo caminando, pero luego tropiezo de nuevo. Murmullos de los Senadores se levantan detrás de mí. Uno de ellos dice de golpe:
—¿Qué pasa?
 
Entonces Anden está allí, su rostro se cierne sobre mí. Dos de sus guardias saltan delante de él.
—Elector, señor —dice uno—. Por favor, quédese atrás. Nosotros nos ocuparemos de esto.
—¿Qué pasó? —pregunta Anden, primero a los soldados, y luego a mí—. ¿Estás herida?
 
No es demasiado difícil fingir que estoy a punto de desmayarme. El mundo a mi alrededor se desvanece, entonces se agudiza otra vez. Me duele la cabeza. Levanto la cabeza y hago contacto visual con Anden. Entonces me dejo colapsar en el suelo.

Exclamaciones sorprendidas resuenan a mi alrededor. Entonces mis oídos se agudizan cuando escucho la de Anden encima de todos ellos, diciendo exactamente lo que yo esperaba que dijera:
—Llévenla al hospital. Inmediatamente. —Recuerda mi último consejo hacia él, lo que le había dicho en el tren.
—Pero, Elector… —protesta el mismo guardia que le había protegido anteriormente. Anden adquiere un tono de acero.
—¿Me está cuestionando, soldado?
Fuertes manos me ayudan a volver a mis pies. Vamos a través de las puertas y volvemos a salir a la luz de una mañana nublada. Entorno los ojos en los alrededores, todavía buscando por caras sospechosas. ¿Los guardias sosteniéndome son Patriotas potencialmente encubiertos? Echo una mirada hacia ellos, pero sus expresiones están totalmente en blanco. La adrenalina está corriendo a través de mí… he hecho mi movimiento. Los Patriotas saben que me he desviado del plan, pero no saben si lo hice intencionalmente. Lo importante es que el hospital se encuentra en una ruta opuesta a la que lleva a la base Pierra, donde los patriotas están listos y esperando. Anden me va a seguir. Los Patriotas no tendrán tiempo para reajustar sus posiciones.
Y si los demás Patriotas se enteran de esto, también lo hará Day. Cierro los ojos y espero que él pueda seguir adelante en esto. Trato de enviarle un mensaje silencioso. Huye. Cuando escuches que me he desviado del plan, corre tan rápido como puedas.
Un guardia me sube en el asiento trasero de uno de los jeeps en espera. Anden y sus soldados entran en el jeep frente a nosotros. Los Senadores, perplejos e indignados, van a sus coches regulares. Tengo que forzar una sonrisa en mi rostro cuando me siento sin fuerzas en mi asiento, mirando por las ventanas. El jeep ruge a la vida y sale hacia adelante. A través del parabrisas, veo el jeep de Anden conduciéndonos lejos de la sala de conferencias.
Entonces, justo cuando estoy a punto de felicitarme por un gran plan estelar, me doy cuenta que nuestros jeeps siguen dirigiéndose a la base. No van hacia el hospital en absoluto. Mi alegría momentánea se desvanece. El miedo lo reemplaza.
Uno de mis guardias lo nota también.

—Oye, chofer —le grita al soldado que está manejando—. Camino equivocado. El hospital está al lado izquierdo de la ciudad. —Suspira—. Que alguien hable con el conductor del Elector por el micrófono. Estamos…
El conductor lo desestima con la mano, presiona una gruesa mano contra su oreja en concentración, y a continuación, nos da una mirada con el ceño fruncido.
—Negativo. Acabamos de recibir órdenes de permanecer en nuestro curso original — responde él—. El comandante DeSoto dice que el Elector quiere que, en su lugar, la señorita Iparis sea llevada al hospital después.
Me congelo. Razor le debe estar mintiendo al conductor de Anden; realmente dudo que Anden le haya dado a los conductores dicha orden. Razor sigue adelante con el plan; va a obligarnos a tomar la ruta prevista por cualquier medio que pueda.
No importa cuál sea la razón. Seguimos dirigiéndonos directamente a la base Pierra... directamente a los brazos de los Patriotas.
 
 
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Mensaje por mariateresa Lun 21 Mayo - 15:54

Yiniva que va a pasar ahora!!!

Que horror el plan de June fallo veamos si Dayentendio el mensaje.
Gracias linda por los capi


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Mensaje por yiniva Lun 21 Mayo - 17:57

Púes sí Maria Teresita, lo dicho no se puede confiar en nadie


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Mensaje por yiniva Mar 22 Mayo - 9:48

DAY

El día del asesinato del Elector por fin está aquí. Llega como un huracán inminente de cambio, prometiendo todo lo que estoy anticipando y temiendo. Anticipando: la muerte del Elector. Temiendo: la señal de June.
O tal vez es al revés.
 
Todavía no sé qué pensar de ello. Eso me deja al borde cuando de otra manera no sentiría nada, excepto una creciente sensación de entusiasmo. Toco inquietamente la empuñadura de mi navaja. Ten cuidado, June. Ese es el único pensamiento certero pasando por mi cabeza. Ten cuidado… por tu bien, y por el nuestro.
Estoy encaramado precariamente en el borde de una ventana desmoronándose en un viejo armazón de un edificio, a cuatro pisos de altura y oculto de la calle, con dos granadas y un arma metida aseguradamente en mi cinturón. Como el resto de los Patriotas, estoy vestido con un abrigo negro de la República, así desde la distancia me veo como un soldado de la República. Una raya negra pasa a través de mis ojos de nuevo. Lo único que nos distingue es una banda blanca en nuestro brazo izquierdo (en lugar del derecho). Desde aquí, puedo ver las vías del tren que pasan a lo largo de una calle vecina, cortando a Pierra por la mitad.
A mi derecha, en un pequeño callejón tres edificios más abajo, se encuentra la entrada al túnel de los Patriotas en Pierra. Su búnker subterráneo está vacío ahora. Yo estoy solo en este edificio abandonado, aunque estoy bastante seguro de que Pascao puede verme desde su posición ventajosa sobre un techo al otro lado de la calle. El golpe de mi corazón contra mis costillas probablemente puede ser escuchado a kilómetros.
Empiezo a pensar, por centésima vez, en por qué June quiere que detenga el asesinato.
¿Descubrió algo que los Patriotas me están manteniendo en secreto? ¿O hizo lo que


Tess había insinuado que podría hacer… nos traicionó? Me deshago del pensamiento tercamente.
June nunca haría eso. No después de lo que la República le hizo a su hermano.
 
Tal vez June quiere detener el asesinato porque se está enamorando del Elector. Cierro mis ojos mientras la imagen de ellos besándose aparece en mi mente. De ninguna manera. ¿La June que yo conozco sería tan sentimental?
Todos los Patriotas están en posición: corredores en los techos, preparados con explosivos; hackers a un edificio de distancia de la entrada del túnel, listos para grabar y transmitir el asesinato del Elector; luchadores situados a lo largo de la calle debajo de nosotros en atuendo de soldado o civil, listos para derribar los guardias del Elector. Tess y unos cuantos médicos están esparcidos, listos para llevar a los heridos en los túneles. Tess específicamente está escondida en la estrecha calle que bordea el lado izquierdo de mi edificio. Después del asesinato, tendremos que estar listos para escapar, y ella será a la primera que buscaré.
 
Y luego estoy yo. Según el plan, se supone que June aleje al Elector de la protección de sus guardias. Cuando veamos su jeep acelerar solo, los corredores cortarán sus rutas de escape con explosivos. Entonces yo bajaré a la calle. Después de que los Patriotas hayan arrastrado a Anden fuera de su auto, voy a dispararle.
Es media tarde, pero las nubes mantienen el mundo a mi alrededor de un gris frío y ominoso. Compruebo mi reloj. Está puesto en un temporizador para cuando se espera que el jeep del Elector venga zumbando alrededor de la esquina.
Quince minutos hasta la hora del espectáculo.
 
Estoy temblando. ¿El Elector realmente va a estar muerto en quince minutos… por mi mano? ¿Este plan realmente va a funcionar? Después de que todo haya terminado,
¿cuándo van los Patriotas a ayudarme a encontrar y rescatar a Eden? Cuando le había contado a Razor sobre ver a ese chico a bordo del tren, él me había dado una respuesta simpática y dicho que ya ha empezado a trabajar para rastrear a Eden. Todo lo que puedo hacer es creerle. Trato de imaginarme a la República en el completo caos, con el asesinato del Elector transmitido públicamente en cada pantalla gigante en la nación. Si la gente ya está en motín, sólo puedo imaginarme cómo reaccionarán cuando me vean disparándole al Elector. ¿Y luego, qué? ¿Las Colonias tomarán ventaja de la situación y entrarán en la República, irrumpiendo más allá del frente de guerra que ha mantenido las dos partes separadas por tanto tiempo?


Un nuevo gobierno. Un nuevo orden. Me estremezco con la energía acumulada.
 
Por supuesto, esto no toma en cuenta la señal de June. Trato de flexionar mis dedos; mis manos están húmedas de sudor frío. ¡Y por un demonio si sé lo que realmente va a suceder hoy!
Hay zumbidos estáticos en mi auricular, y capto algunas palabras entrecortadas de Pascao.
—…calles Orange y Echo, despejadas… —Su voz se agudiza—. ¿Day?
 
—Estoy aquí.
 
—Quince minutos —dice—. Revisión rápida. Jordan está desencadenando la primera explosión. Cuando la caravana del jeep del Elector llegue a su calle, ella lanzará su granada. June separará el auto del Elector de los otros. Yo lanzaré mi granada, luego ellos girarán por tu calle. lanzas la tuya cuando veas la caravana. Acorrala ese jeep… y luego baja al suelo. ¿Entendido?
 


 —Sí. Entendido —replico—. Sólo date prisa, maldita sea, y ponte en tu propia posición.
 
Esperar aquí me da una sensación enfermiza en el estómago, llevándome de vuelta a esa noche cuando había esperado a que las patrullas antipeste aparecieran en la puerta de mi madre. Incluso esa noche parece mejor que hoy. Mi familia estaba viva en ese entonces, y Tess y yo todavía estábamos en buenos términos. Practico tomando varias respiraciones profundas y dejándolas salir lentamente. En menos de quince minutos, voy a ver la caravana del Elector —y a June— venir por esta calle. Mis dedos recorren los bordes de la granada en mi cinturón.
Un minuto pasa, luego otro.
 
Tres minutos. Cuatro minutos. Cinco minutos. Cada uno se arrastra más lento que el anterior. Mi respiración se acelera. ¿Qué hará June? ¿Ella tiene razón? ¿Y si se equivoca? Creo que estoy listo para matar al Elector; he estado convenciéndome a mí mismo durante los últimos días, incluso emocionándome sobre ello. ¿Estoy listo para salvar su vida, a alguien en quien no puedo pensar sin sentirme furioso? ¿Estoy listo para tener su sangre en mis manos? ¿Qué sabe June que yo no sé? ¿Qué sabe ella que lo hace a él tan digno de salvar?
Ocho minutos.
 
Entonces, de repente, Pascao vuelve a encender la comunicación.


—Estén preparados. Tenemos un retraso. Me tenso.
—¿Por qué?
 
Hay una larga pausa.
 
—Algo pasa con June —dice Pascao en un susurro apurado—. Se desmayó mientras dejaban el palacio de justicia. Pero no te asustes… Razor dice que está bien. Estamos restableciendo los relojes para un retraso de dos minutos. ¿Entendido?
Me levanto un poco de mis cuclillas. Ella está haciendo su movimiento. Sé esto al instante. Algo hormiguea en la parte posterior de mi mente, un sexto sentido, advirtiéndome que cualquier cosa que yo había planeado hacerle al Elector cambiará dependiendo de lo que June haga a continuación.
—¿Por qué se desmayó? —pregunto.
 
—No lo sé. Los exploradores dicen que parece que se mareó o algo así.


—Entonces, ¿ella está de nuevo en marcha ahora?
 
—Suena como que todavía estamos avanzando.
 
¿Todavía avanzando? ¿Se había frustrado el plan de June? Me levanto, paseo por unos cuantos pasos, y luego vuelvo a mis cuclillas. Algo no está bien en este escenario. Si vamos a seguir adelante con el plan, ¿todavía voy a verla pasar en el mismo jeep como se esperaba… y contra su voluntad? ¿Los Patriotas van a saber que ella trató de desviarse? El mal presentimiento se niega a desaparecer, sin importar lo fuerte que intento ignorarlo. Algo está realmente mal.
Dos agonizantes minutos pasan. En mi ansiedad, he erosionado una gran parte de la pintura de la empuñadura de mi navaja. Mi pulgar está cubierto de escamas negras.
A varias calles de distancia, la primera granada explota. La tierra tiembla, el edificio se estremece, y una nube de polvo llueve desde el techo. El jeep del Elector debe haber hecho su aparición.
Dejo mi punto de ventaja en el alféizar de la ventana, luego me dirijo hacia el techo por el hueco de la escalera. Me mantengo bajo, con cuidado de quedarme fuera de vista. Desde aquí, tengo una mejor vista de donde el humo de la primera explosión está elevándose, y puedo escuchar los gritos sorprendidos de los soldados cerca de ello. Están a casi tres cuadras de distancia. Me aplasto sobre los azulejos rotos del techo mientras varios guardias vienen corriendo por la calle. Están gritando algo incomprensible; estoy dispuesto a apostar que están llevando refuerzos a la zona de bombardeo. Demasiado tarde. Para el momento en que ellos lleguen allí, el jeep del Elector habrá girado en la esquina que queríamos que girara.
Saco una de mis granadas y la sostengo con cautela en mi mano, recordándome cómo funciona, recordándome que si la lanzo a tiempo, iré en contra de la advertencia de June. “Es una granada de impacto,” había dicho Pascao. “Explota al segundo que golpea. Acciona la palanca de encendido. Tira de la clavija. Lanza, y prepárate.” A lo lejos, otra explosión estremece las calles y una nube acompañante se levanta. Baxter estaba a cargo de esa —ahora él está en algún lugar al nivel del suelo por ahí— escondido en un callejón.
Dos cuadras de distancia. El Elector está cada vez más cerca.
 
Una tercera explosión suena. Ésta mucho más cerca; el jeep debe estar a solo una cuadra de distancia. Me estabilizo mientras la tierra tiembla por el impacto. Mi turno se acerca. June, pienso. ¿Dónde estás? Si ella hace un movimiento repentino, ¿qué haré yo? Por mi auricular, Pascao suena urgente.
—Prepárate —dice él.
 
Y entonces veo algo que me hace olvidar todo lo que he prometido hacer por los Patriotas. La puerta del segundo jeep se abre de golpe, y sale rodando una chica con una larga cola de caballo oscura. Ella rueda un par de veces, luego se esfuerza por ponerse de pie. Levanta la mirada hacia los tejados y mueve sus manos frenéticamente en el aire.
Es June. Ella está aquí. Y no hay duda ahora de que no quiere que yo separe al Elector de sus guardias.
La voz de Pascao surge de nuevo.
 
—Mantén el rumbo —sisea—. Ignora a June… mantén el rumbo, ¿me escuchas?
 
No sé qué me invade; un estremecimiento eléctrico pasa por mi columna. No… June, no puedes detenerlo ahora, dice una parte de mí. Yo quiero al Elector muerto. Quiero recuperar a Eden.
Pero luego allí está June, agitando sus brazos en medio de una calle llena de peligros, arriesgando su vida para darme la alarma. Sea cual sea su razón, debe ser buena. Debe


serlo. ¿Qué hago? Confía en ella, dice algo muy dentro de mí. Cierro mis ojos e inclino mi cabeza.
Cada segundo que pasa ahora es un puente entre la vida y la muerte.
 
Confía en ella.
 
De repente me levanto de un salto y corro a través del techo. Pascao me grita algo enojado por el auricular. Lo ignoro. Mientras los vehículos pasan al lado del edificio en el que estoy, halo la clavija de mi granada y la lanzo lo más lejos como puedo por la cuadra. Justo en frente de donde los Patriotas quieren que vayan.
—¡Day! —grita la voz frenética de Pascao—. ¡No… qué estás…!
 
La granada golpea la calle. Me tapo los oídos y al instante soy arrojado fuera de mis pies mientras una explosión sacude la tierra. Los jeeps se detienen con un chillido frente a la explosión; el jeep del Elector intenta esquivar los escombros, pero uno de sus neumáticos estalla y lo obliga a detenerse. He bloqueado por completo la calle por la que se supone que fueran, donde los Patriotas están esperando por el Elector. Y el resto de los jeeps del Elector aún están allí, toda la caravana de ellos.
Ahora June está corriendo hacia el vehículo del Elector. Si está tratando de salvarlo, entonces no tengo tiempo que perder. Salto de nuevo a mis pies, me balanceo por el costado del techo, y me agarro a la canaleta en el borde del edificio. Luego me deslizo hacia abajo. La canaleta se desprende del edificio, haciéndome perder el equilibrio, pero me lanzo fuera de ella y agarro el borde de un alféizar cercano. Mis pies aterrizan en la cornisa del segundo piso. Salto al primer piso y ruedo.
La calle es un caos absoluto. A través de los gritos y el humo, puedo ver a los soldados de la República corriendo hacia los jeeps mientras los soldados en los otros jeeps salen apresurados para llegar al Elector. Algunos de los Patriotas de incógnito están dudando, confundidos por mi explosión a destiempo. Es demasiado tarde para separar el jeep del Elector de los demás ahora; simplemente hay demasiados soldados. Enjambres de ellos vienen por la calle. Me siento entumecido, en algunos aspectos tan desconcertado como ellos están, todavía inseguro de por qué estoy yendo en contra de todo lo que planeaba hacer.
—¡Tess! —grito. Ella está justo donde se supone que esté, congelada contra las sombras de mi edificio. Llego a ella y agarro sus hombros.
—¿Qué está pasando? —grita en respuesta, pero yo sólo le doy la vuelta.


—Entra al túnel, ¿de acuerdo? ¡No preguntes! —La apunto en dirección del búnker de los Patriotas. Donde se supone que nos esconderíamos después del asesinato. La boca de Tess está abierta de miedo crudo, pero hace lo que le digo, lanzándose a la seguridad de la sombras del edificio y desapareciendo de vista.
Otra explosión estremece la calle detrás de mí. La granada debe haber venido de uno de los otros corredores. A pesar de que no van a llevar al Elector a su ubicación planeada, están tratando de bloquear los jeeps para hacer un intento. Los Patriotas deben estar corriendo por todas partes. Ellos literalmente van a matarme por lo que hice. Tess y yo tenemos que llegar al túnel antes de que nos encuentren.
Corro hacia June cuando ella llega al jeep del Elector. Hay un hombre dentro con cabello oscuro y ondulado, y ella está gritándole mientras presiona sus manos contra su ventana. Otra explosión suena en alguna parte, obligando a June a caer de rodillas. Me lanzo sobre ella mientras restos y escombros llueven sobre nosotros desde todas las direcciones. Un bloque de cemento golpea mi hombro, haciéndome estremecer de dolor. Los Patriotas sin duda están tratando de recuperar el tiempo perdido, pero el retraso ya les ha costado muchísimo. Si se desesperan, sé que simplemente se olvidarán de emitir una verdadera matanza y volarán el jeep del Elector en su lugar. Los soldados de la República están llegando a la calle. Estoy seguro de que ya me han visto, también. Espero que Tess esté segura en el escondite.
—¡June! —Ella se ve aturdida y desconcertada, pero luego me reconoce. No hay tiempo para saludos ahora.
Una bala pasa por encima. Me agacho y escudo a June de nuevo; uno de los soldados cerca de nosotros recibe un disparo en la pierna. Por favor, por el amor de… Por favor deja que Tess logre llegar a salvo a la entrada del túnel. Me doy la vuelta y encuentro los grandes ojos del Elector a través de la ventana. Así que, este es el tipo que besó a June; es alto, guapo y rico, y va a mantener todas las leyes de su padre. Él es el niño rey que simboliza todo lo que la República es; la guerra con las Colonias que condujo a la enfermedad de Eden, las leyes que pusieron a mi familia en los barrios marginados y los llevó a sus muertes, las leyes que me enviaron a ser ejecutado porque había fallado una estúpida maldita prueba cuando tenía diez años. Este tipo es la República. Debería matarlo ahora mismo.
Pero luego pienso en June. Si June conoce una razón por la que deberíamos protegerlo de los Patriotas, y la cree lo suficiente para arriesgar su vida —y la mía— entonces voy a confiar en ella. Si me negara, estaría rompiendo los lazos con ella para siempre.
¿Puedo vivir con eso? La idea de eso me hiela hasta los huesos. Señalo por la calle hacia la explosión y hago algo que nunca pensé que haría en toda mi vida. Grito tan fuerte como puedo a los soldados:
—¡Retrocedan los jeeps! ¡Cierren con barricadas la calle! ¡Protejan al Elector! —Luego, mientras otros soldados llegan al Elector, les grito frenéticamente—: ¡Saquen al Elector de este auto! ¡Llévenlo lejos de aquí… ellos lo harán explotar!
June nos tira hacia abajo mientras otra bala golpea el suelo cerca de nosotros.
 
—Vamos —le grito. Ella me sigue. Detrás de nosotros, docenas de soldados de la República han llegado a la escena. Captamos un vistazo rápido del Elector saliendo de su jeep, luego siendo alejado rápidamente detrás de la protección de sus soldados. Las balas vuelan. ¿Acabo de ver una golpear al Elector en el pecho? No… sólo su brazo superior. Entonces desaparece, perdido detrás de un mar de soldados.
Él está a salvo. Va a lograrlo. Yo apenas puedo respirar ante la idea; no sé si debería estar feliz o furioso. Después de todo ese preámbulo, el asesinato del Elector ha fallado debido a June y a mí.
 
[size=16]¿Qué he hecho?[/size]
 
¡Ese es Day! —grita alguien—. ¡Está vivo! —Pero no me atrevo a dar la vuelta otra vez. Aprieto más la mano de June y nos movemos rápido alrededor de los escombros y el humo.
Nos topamos con nuestro primer Patriota. Baxter. Él se detiene en seco por un segundo cuando nos ve, luego agarra el brazo de June.
¡Tú! —escupe. Sin embargo, ella es demasiado rápida para él. Antes de que yo pueda llegar al arma en mi cintura, June se ha deslizado fuera de su agarre. Él se extiende por nosotros de nuevo; pero alguien más lo golpea de bruces antes de que podamos hacer otro movimiento. Me encuentro con los ojos abrasadores de Kaede.
Ella agita sus manos furiosamente hacia nosotros.
 
—¡Pónganse a salvo! —grita—. ¡Antes de que los otros los encuentren! —Hay una conmoción profunda en su rostro, ¿está aturdida de que el plan se derrumbara? ¿Sabe que tuvimos algo que ver con ello? Debe saberlo. ¿Por qué ella también está volviéndose contra los Patriotas? Luego ella se aleja corriendo. Dejo que mis ojos la sigan por un instante. Efectivamente, Anden no está en ningún lugar a la vista y los soldados de la República han comenzado a devolver los disparos hacia los techos.


Anden no está en ningún lugar a la vista, pienso de nuevo. ¿El intento de asesinato ha fracasado oficialmente?
Seguimos corriendo hasta que estamos al otro lado de la explosión. De repente hay Patriotas en todas partes; algunos están corriendo hacia los soldados y buscando una forma de dispararle al Elector, otros están huyendo por el túnel. Corremos tras nosotros.
Otra explosión sacuda la calle; alguien ha tratado en vano de detener al Elector con otra granada. Tal vez finalmente lograron hacer explotar su jeep. ¿Dónde está Razor?
¿Está a la caza de nuestra sangre ahora? Me imagino su rostro calmado y paternal encendido de rabia.
Finalmente llegamos al callejón angosto que lleva al túnel, apenas por delante de los Patriotas en nuestros talones.
Tess está allí, acurrucada en las sombras contra la pared. Quiero gritar. ¿Por qué no saltó al túnel y se dirigió al escondite?
 
—Adentro, ahora —digo—. No se suponía que me esperaras.
 
Pero ella no se mueve. En cambio se para frente a nosotros con los puños apretados, sus ojos pasando de ida y vuelta entre June y yo. Me apresuro y agarro su mano, luego tiro de ella junto a nosotros hacia una de las pequeñas rejillas metálicas que se alinean donde las paredes del callejón se encuentran con el suelo. Puedo escuchar los primeros signos de Patriotas detrás de nosotros. Por favor, ruego en silencio. Por favor permítenos ser los primeros en llegar al escondite.
—Ya vienen —dice June, sus ojos fijos en un punto por el callejón.
 
—Déjalos que intenten atraparnos. —Paso mis manos frenéticamente a través de la rejilla de metal, luego la abro.
Los Patriotas se están acercando. Demasiado cerca. Me pongo de pie.
—Apártense —les digo a Tess y June. Luego saco una segunda granada de mi cinturón, tiro de la clavija, y la lanzo hacia la apertura del callejón. Nos arrojamos al suelo y nos cubrimos las cabezas con las manos.
¡Boom! Una explosión ensordecedora. Eso debería desacelerar a los Patriotas un poco, pero ya puedo ver siluetas viniendo a través de los escombros y hacia nosotros.


June corre a la entrada abierta del túnel a mi lado. La dejo saltar de primero, luego me vuelvo hacia Tess y extiendo mi mano.
Vamos, Tess —digo—. No tenemos mucho tiempo.
 
Tess mira mi mano abierta y da un paso atrás. En ese instante, el mundo a nuestro alrededor parece congelarse. Ella no va a venir con nosotros. Hay rabia y conmoción, culpa y tristeza, envolviendo todo en su pequeño rostro delgado.
Lo intento otra vez.
 
—¡Vamos! —grito—. Por favor, Tess… No puedo dejarte aquí. Los ojos de Tess rasgan a través de mí.
—Lo siento, Day —jadea—. Pero puedo cuidar de mí misma. Así que no trates de venir tras de mí. —Luego ella aleja su mirada de mí y corre de vuelta hacia los Patriotas. ¿Está reincorporándose a ellos? La veo irse, aturdido en silencio, con mi mano todavía extendida. Los Patriotas están tan cerca ahora.
 
Las palabras de Baxter. Él había advertido a Tess todo este tiempo de que yo los traicionaría. Y lo hice. Hice exactamente lo que Baxter dijo que haría, y ahora Tess tiene que vivir con ello. La he decepcionado tanto.
June es la única que me salva.
 
—¡Day, salta! —me grita, sacándome del momento.
 
Me obligo a girarme lejos de Tess y saltar en el agujero. Mis botas chapotean en agua superficial y helada, justo cuando escucho a los primero Patriotas llegar a nosotros. June agarra mi mano.
—¡Vamos! —sisea.
 
Corremos por el túnel negro. Detrás de nosotros oigo a alguien más caer y empezar a correr tras nosotros. Luego otro. Todos están viniendo.
—¿Tienes alguna otra granada? —grita June mientras corremos. Llego a mi cinturón.
—Una. —Saco la última granada, y luego tiro de la clavija. Si usamos esta, no hay vuelta atrás. Podríamos estar atrapados aquí para siempre… pero no hay otra opción, y June lo sabe.


Grito una advertencia detrás de nosotros, y lanzo la granada. El Patriota más cercano me ve hacerlo y se detiene súbitamente. Entonces él comienza a gritarles a los demás que retrocedan. Nosotros seguimos corriendo.
La explosión nos levanta de nuestros pies y nos envía volando. Golpeo el suelo con fuerza, resbalando a través del agua helada y aguanieve por varios segundos antes de detenerme. Mi cabeza resuena, presiono mis palmas con fuerza contra mis sienes en un intento de detenerlo. Sin embargo, no funciona. Un dolor de cabeza abre mi mente con un estallido, ahogando todos mis pensamientos, y cierro los ojos con fuerza ante el dolor cegador. Uno, dos, tres…
Largos segundos pasan. Mi cabeza palpita con el impacto de miles de martillos. Lucho por respirar.
 
Entonces, misericordiosamente, comienza a desvanecerse. Abro mis ojos en la oscuridad, el suelo se ha asentado de nuevo, y aunque todavía puedo oír a la gente hablando detrás de nosotros, suenan amortiguados, como si viniera del otro lado de una gruesa puerta. Cautelosamente me pongo en una posición sentada. June está apoyada contra el costado del túnel, frotándose el brazo. Ambos estamos de frente al espacio por donde habíamos venido.
Un túnel hueco estaba allí hace sólo unos segundos, pero ahora una pila de concreto y escombros han sellado por completo la entrada.
Lo hemos logrado. Pero todo lo que siento es vacío.


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Mensaje por yiniva Mar 22 Mayo - 14:36

No puede ser Anden esta vivo por ahora ,pero Tess se quedo, todo lo que hizo Day por volver con ella y lo dejo no confió en el.


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Mensaje por mariateresa Mar 22 Mayo - 15:13

Espero que esta no sea el fin de la amistad entre Day y Tess y ella comprenda por que se truncaron los planes.
Anden salio bien librado al menos.
Gracias yiniva


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Mensaje por yiniva Miér 23 Mayo - 9:50

JUNE

Cuando tenía cinco años, Metias me llevó a ver las tumbas de nuestros padres. Era la primera vez que había estado en el lugar desde el funeral en sí. No creo que él pudiera soportar recordar lo que había sucedido. A la mayoría de los civiles de Los Ángeles, incluso un buen número de la clase alta, se les asigna un espacio de un metro cuadrado en el cementerio local de gran categoría y una sola caja de cristal opaco en el que almacenar las cenizas de un ser querido. Pero Metias les pagó a los funcionarios del cementerio y nos dieron un espacio de cuatro metros cuadrados para mamá y papá, junto con lápidas de cristal grabado. Nos quedamos allí, frente a las lápidas con nuestra ropa blanca y flores blancas. Me pasé todo el tiempo mirando a Metias. Todavía recuerdo su mandíbula apretada, su cabello cuidadosamente peinado, sus mejillas húmedas y relucientes. Sobre todo me acuerdo de sus ojos, cargados de tristeza, demasiados viejos para un chico de diecisiete años de edad.
Day se vio de esa manera cuando se enteró de la muerte de su hermano John. Y ahora, mientras nos abrimos paso a lo largo del túnel subterráneo y fuera de Pierra, tiene de nuevo esos ojos.
Pasamos cincuenta y dos minutos (¿o cincuenta y uno? No estoy segura. Mi cabeza se siente febril y ligera) corriendo a través de la humedad oscura del túnel. Durante un tiempo estuvimos escuchando gritos furiosos viniendo desde el otro lado de la montaña de cemento retorcido que nos separa de los Patriotas y los soldados de la República. Pero con el tiempo esos sonidos se desvanecieron al silencio a medida que nos precipitamos cada vez más en el túnel.

Los Patriotas probablemente tuvieron que huir de las tropas que se acercaban. Tal vez los soldados están tratando de excavar los escombros del túnel. No tenemos ni idea, así que seguimos adelante.
Está tranquilo ahora. Los únicos sonidos son nuestras respiraciones entrecortadas, nuestras botas chapoteando en los charcos fangosos poco profundos, y el goteo sin cesar de agua helada desde el techo que escurre por nuestros cuellos. Day aprieta mi mano con fuerza mientras corremos. Sus dedos están fríos y resbaladizos con humedad, pero aun así me aferro a ellos. Está tan oscuro aquí que apenas puedo ver la silueta de Day delante de mí.
¿Anden sobrevivió el asalto? Me pregunto. ¿O los Patriotas se las arreglaron para asesinarlo? El pensamiento hace que la sangre se agolpe en mis oídos. La última vez que jugué el papel de agente doble, había conseguido que alguien fuera asesinado. Anden había puesto su fe en mí, y por eso, él podría haber muerto hoy… tal vez murió. El precio que las personas parecen pagar por cruzarse en mi camino.
 
Este pensamiento desencadena otro. ¿Por qué Tess no vino con nosotros? Quiero preguntar, pero por extraño que parezca, Day no ha dicho ni una sola palabra acerca de ella desde que entramos en el túnel. Habían tenido una discusión, eso lo sé. Espero que ella esté bien. ¿Había optado por quedarse con los Patriotas?
Finalmente, Day se detiene frente a una pared. Casi me derrumbo contra él, y una repentina oleada de alivio y pánico me golpea. Debería ser capaz de correr más que esto, pero estoy agotada. ¿Es este un callejón sin salida? ¿Parte del túnel se había derrumbado sobre sí mismo, y ahora estábamos atrapados desde ambos lados?
Pero Day pone su mano sobre la superficie en la oscuridad.
 
—Podemos descansar aquí —susurra. Son las primeras palabras que ha dicho desde que llegamos aquí—. Me alojé en uno de estos en Lamar.
Razor había mencionado que los Patriotas escaparon a los túneles una vez. Day pasa la mano por el borde de la puerta donde se encuentra con la pared. Finalmente, encuentra lo que está buscando, una palanca deslizante pequeña que sobresale de una ranura delgada de treinta centímetros. Él tira de un extremo al otro. La puerta se abre con un crujido.
En un primer momento, sólo entramos en un agujero negro. Aunque no puedo ver nada, escucho atentamente cómo nuestros pasos se están haciendo eco por toda la habitación y supongo que hay un techo bajo, probablemente sólo unos pocos metros más alto que el propio túnel (dos, quizá tres metros de altura), y cuando llevo una mano a lo largo de una pared puedo decir que es recta, no curva. Una sala rectangular.
—Aquí está —murmura Day. Le oigo presionar y soltar algo, y una luz artificial inunda el espacio—. Esperemos que esté vacío.
No es una gran cámara, pero sería lo suficientemente grande como para caber veinte o treinta personas cómodamente, incluso hasta cien si estuvieran hacinados. Contra la pared del fondo hay dos puertas que conducen fuera a los pasillos oscuros. Todas las paredes tienen monitores, gruesos y toscos a lo largo de los bordes, con un diseño más tosco que los que se utilizan en la mayoría de los pasillos en la República. Me pregunto si los Patriotas instalaron estos o si son de la vieja tecnología sobrante de cuando estos túneles fueron construidos por primera vez.
 
Mientras Day se pasea por el primer salón en la parte trasera de la sala principal, su arma en mano, compruebo el segundo. Hay dos salas más pequeñas aquí, con cinco juegos de literas en cada una, y en el otro extremo de la sala hay una pequeña puerta que conduce de nuevo en la oscuridad, en un túnel sin fin. Estoy dispuesta a apostar que la sala en la que Day está también tiene una entrada al túnel. A medida que me paseo de litera en litera, paso la mano por la pared donde personas han garabateado su nombre e iniciales. Este camino es la salvación. J. D. Edward, dice uno.
La única salida es la muerte. Maria Márques, dice otro.
 
—¿Todo bien? —dice Day detrás de mí. Asiento hacia él.
—Despejado. Creo que estamos a salvo por ahora.
 
Él suspira, deja que sus hombros caigan, luego se pasa la mano con cansancio a través de su cabello enmarañado. Sólo han pasado unos días desde la última vez que lo vi, pero de alguna manera se siente como mucho más tiempo. Me acerco a él. Sus ojos se pierden por mi rostro como si se fijara en mí por primera vez. Debe tener un millón de preguntas para mí, pero él sólo levanta una mano y pone un mechón de mi cabello en su lugar. No estoy segura de si me siento mareada por la enfermedad o la emoción. Casi había olvidado cómo me hace sentir su toque. Quiero caer en la pureza que es Day, sumergirme en su sencilla sinceridad, su corazón que se encuentra abierto y golpeando a simple vista.
—Hola —murmura.
Envuelvo mis brazos alrededor de él, y nos abrazamos con fuerza el uno al otro. Cierro mis ojos, dejándome hundir contra el cuerpo de Day y el calor de su aliento en mi cuello. Sus manos rozan mi cabello y corren por mi espalda, aferrándose a mí como si tuviera miedo de dejarme ir. Él se aparta lo suficiente para mirarme a los ojos. Se inclina hacia delante como si fuera a besarme… pero luego, por alguna razón, se detiene a sí mismo, y me tira de vuelta en un abrazo. Sostenerlo es reconfortante, pero aún así.
Algo ha cambiado.
 
Nos dirigimos a la cocina (doscientos ocho metros cuadrados, a juzgar por el número de azulejos en el suelo cuadrado), excavamos por dos latas de comida y botellas de agua, nos apretamos contra los mostradores, y nos sentamos para un descanso. Day está en silencio. Espero con expectación mientras compartimos una lata de pasta ahogándose en salsa de tomate, pero todavía no pronuncia una palabra. Parece que está pensando. ¿Sobre el plan frustrado? ¿Acerca de Tess?
 
O tal vez él no está pensando en nada, sino aún está aturdido guardando silencio. Me quedo en silencio también. Preferiría no poner palabras en su boca.
—Vi tu señal de advertencia desde uno de los vídeos de la cámara de seguridad —dice finalmente después de transcurridos diecisiete minutos—. No sabía exactamente lo que querías que hiciera, pero me dio una idea en general.
Noto que no menciona el beso entre Anden y yo, aunque estoy segura de que él lo vio.
 
—Gracias. —Mi visión se oscurece por un segundo y parpadeó rápidamente para tratar de enfocar. Tal vez necesite más medicamento—. Yo… lamento haberte obligado a una situación difícil. Traté de hacer que los jeeps tomaran una ruta diferente en Pierra, pero no funcionó.
—Eso fue todo el retraso cuando colapsaste, ¿verdad? Tenía miedo de que te hubieran hecho daño.
Mastico pensativa por un momento. La comida debería saber muy bien ahora, pero no tengo hambre en absoluto. Debo decirle acerca de la libertad de Eden de inmediato, pero el tono de Day —de alguna manera como una tormenta en el horizonte— hace que me contenga. ¿Los Patriotas habían podido escuchar todas mis conversaciones con Anden?
Si es así, entonces Day podría saberlo ya.
—Razor nos ha estado mintiendo acerca de por qué quiere muerto al Elector. No sé por qué todavía, pero las cosas que nos ha dicho simplemente no cuadran. —Hago una pausa, preguntándome si Razor ya ha sido detenido por los funcionarios de la República. Si no lo está ahora, entonces lo estará pronto. La República debería saber antes de finales de hoy que Razor instruyó específicamente a los conductores del jeep a mantener el rumbo, llevando a Anden directo en la trampa.
Day se encoge de hombros y se concentra en la comida.
 
—¿Quién sabe lo que él y los Patriotas están haciendo ahora?
 
Me pregunto si él dice esto porque está pensando en Tess. La forma en que ella lo había mirado antes de que nos escapáramos en el túnel… Decido no preguntar acerca de lo que podría haber pasado entre ellos. Aun así, mi imaginación evoca una visión de ellos en el sofá juntos, tan cómodos y relajados como habían estado cuando encontramos a los Patriotas la primera vez en Vegas, Day apoyando la cabeza en el regazo de Tess. Ella inclinándose para rozar sus labios con los suyos. Mi estómago se aprieta en malestar. Pero ella no vino, me recuerdo a mí misma. ¿Qué pasó entre ellos? Me imagino a Tess discutiendo con Day sobre mí.
—Entonces —dice en un tono monótono—. Dime qué descubriste acerca del Elector que te hizo decidir que debíamos traicionar a los Patriotas.
Él no sabe nada de Eden, después de todo. Dejé el agua en la mesa y aprieto mis labios.
 
—El Elector ha liberado a tu hermano. El tenedor de Day se detiene en el aire.
—¿Qué?
 
—Anden lo dejó ir, el día después de que te di la señal. Eden se encuentra bajo protección federal en Denver. Anden odia lo que la República le hizo a tu familia… y quiere volver a ganar nuestra confianza: la tuya y la mía. —Busco la mano de Day, pero él la arrebata. Mi aliento se me escapa en un suspiro de decepción. No estaba segura de cómo iba a tomar esta noticia, pero una parte de mí esperaba que él sólo estuviera… feliz.
—Anden se opone totalmente a la política del último Elector —sigo—. Él quiere detener las Pruebas y los experimentos con pestes. —Vacilo. Day sigue mirando fijamente a la lata de pasta, tenedor en la mano, pero ya no está comiendo—. Él quiere hacer todos estos cambios radicales, pero necesita ganar el favor del público primero. Él básicamente me rogó por nuestra ayuda.
La expresión de Day tiembla.
 
—¿Eso es todo? ¿Es por eso que decidiste lanzar el plan entero de los Patriotas por la ventana? —responde con amargura—. ¿Para que el Elector pueda sobornarme a cambio de mi ayuda? Suena como una maldita broma, si me preguntas. ¿Cómo sabes que está diciendo la verdad, June? ¿En realidad te dieron pruebas de que él liberó a Eden?
Puse mi mano en su brazo. Esto es exactamente lo que temía de Day, pero tiene todo el derecho a sospechar. ¿Cómo puedo explicar el instinto que tengo sobre la personalidad de Anden, o el hecho de que yo había visto la sinceridad en sus ojos? Sé que Anden liberó al hermano de Day. Lo sé. Pero Day no estaba allí en la habitación. Él no conoce a Anden. No tiene ninguna razón para confiar en él.
—Anden es diferente. Tienes que creerme, Day. Soltó a Eden, y no sólo porque quiereB que hagamos algo por él.
Las palabras de Day son frías y distantes.
 
Dije, ¿tienes alguna prueba?
 
Suspiro, retirando mi mano de su brazo.
 
—No —lo reconozco—. No la tengo.
 
Day sale de su aturdimiento y clava su tenedor de nuevo en la lata. Lo hace con tanta fuerza que dobla el mango del tenedor.
—Te engañó. A ti, de todas las personas. La República no va a cambiar. En este momento el nuevo Elector es joven, estúpido como el infierno, y arrogante, y lo único que quiere hacer es que la gente lo tome en serio. Él va a decir cualquier cosa. Una vez que las cosas se calmen, verás su verdadera cara. Te lo garantizo. Él no es diferente de su padre; no es más que otro imbécil rico con mucho dinero y la boca llena de mentiras.
Me irrita que Day piense que soy tan crédula.
 
—¿Joven y arrogante? —Le doy a Day un leve empujón, tratando de aligerar el ambiente—. Me recuerda a alguien.
Una vez esto habría hecho reír a Day, pero ahora sólo me mira fijamente.
—Vi a un niño en Lamar —continúa—. Él tenía la edad de mi hermano. Por un momento, pensé que era Eden. Estaba siendo transportado en un tubo de cristal gigante, como una especie de experimento científico. Traté de sacarlo, pero no pude. La sangre del niño estaba siendo utilizada como un arma biológica que están tratando de lanzar en las Colonias. —Day lanza su tenedor en el fregadero—. Eso es lo que tú bonito Elector le está haciendo a mi hermano. Ahora, ¿todavía piensas que él lo dejó en libertad?
Me acerco y pongo mi mano sobre la suya.
 
—El Congreso envió a Eden al frente de guerra antes de que Anden fuera Elector. Él sólo lo dejó en libertad el otro día. Está…
Day me aparta, su expresión una mezcla de frustración y confusión. Se reajusta las mangas de su camisa de cuello hasta arriba en sus codos.
—¿Por qué crees tanto en este tipo?
 
—¿Qué quieres decir?
 
Se pone más furioso a medida que continúa.
 
—Quiero decir, la única razón por la que no destrocé la ventana del coche de tu Elector y puse un cuchillo en su garganta fue por ti. Porque sabía que debías haber tenido una buena razón. Pero ahora parece que sólo tomaste sus palabras en fe. ¿Qué pasó con toda esa lógica tuya?
No me gusta la forma en que él llama a Anden mi Elector, como si Day y yo estuviéramos todavía en lados opuestos.
—Te estoy diciendo la verdad —le digo en voz baja—. Además, la última vez que comprobé, no eras un asesino.
Day se aleja de mí y murmura algo entre dientes que no termino de entender. Cruzo los brazos.
—¿Te acuerdas cuando confié en ti, a pesar de que todos lo que conocía me decían que tú eras el enemigo? Te di el beneficio de la duda, y sacrifiqué todo por lo que yo creí. Te puedo asegurar ahora mismo que asesinar a Anden no va a resolver nada. Él es la única persona que la República realmente necesita: alguien dentro del sistema con el poder suficiente para cambiar las cosas. ¿Cómo podrías vivir contigo mismo después de matar a una persona así? Anden es bueno.
—¿Y qué si lo es? —dice Day con frialdad. Está agarrando el mostrador con tanta fuerza que sus nudillos se han vuelto blancos—. Bueno, malo, ¿qué importa? Él es el Elector.
Entrecierro mis ojos.
 
—¿De verdad crees eso?
 
Day niega con la cabeza y se ríe con amargura.
 
—Los Patriotas están tratando de iniciar una revolución. Eso es lo que este país necesita, no un nuevo Elector, sino ningún Elector. La República está destrozada sin remedio. Deja que las Colonias se encarguen.
—No sabes ni siquiera cómo son las Colonias.
 
—Sé que tienen que ser mejor que este infierno —gruñe Day.
 
Puedo notar que él no está enfadado sólo conmigo, pero está empezando a sonar infantil y esto me aleja por el camino equivocado.
—¿Sabes por qué estuve de acuerdo en ayudar a los Patriotas? —Puse una mano en su brazo, sintiendo la silueta de una cicatriz debajo de la tela. Day se tensa ante mi tacto—
. Porque quería ayudarte. Crees que todo es mi culpa, ¿cierto? Es mi culpa que estén experimentando con tu hermano. Es mi culpa que hayas tenido que dejar a los Patriotas. Es mi culpa que Tess se negara a venir.
No… —Day se detiene mientras retuerce sus manos en frustración—. No todo es tu culpa. Y Tess… Tess es definitivamente mi culpa. —Hay verdadero dolor en su rostro; en este punto, no puedo decir por quién es qué.
Han pasado tantas cosas. Siento una extraña punzada de resentimiento que hace correr la sangre a mis oídos aun cuando me avergüenza. No es justo para mí estar celosa. Después de todo, Day ha conocido a Tess durante años, mucho más de lo que me conoce, así que, ¿por qué no iba a sentirse unido a ella? Además, Tess es dulce, generosa, sanadora. Yo no lo soy. Por supuesto que sé por qué Tess lo abandonó. Es por mi culpa.
Estudio su rostro.
 
—¿Qué pasó entre tú y Tess?
 
Day fija su mirada en la pared frente a nosotros, perdido en sus pensamientos, y tengo que tocar su pie con el mío para hacerlo volver.
—Tess me besó —murmura—. Y siente que en cierto modo la traicioné… contigo.
 
Mis mejillas enrojecen. Cierro los ojos, obligando a la imagen de ellos besándose fuera de mis pensamientos. Esto es tan estúpido. ¿Cierto? Tess conoce a Day de años, ella tiene todo el derecho a darle un beso. ¿Y el Elector no me había besado también? ¿No me había gustado? Anden de repente se siente a un millón de kilómetros de distancia, como si no importara en absoluto. Lo único que puedo ver es a Day y Tess juntos. Es como un puñetazo en el estómago. Estamos en medio de una guerra. No seas ridícula.
—¿Por qué me dices eso?
 
—¿Preferirías que lo mantuviera en secreto? —Él se ve avergonzado, y frunce los labios.
No sé por qué, pero Day parece no tener ningún problema haciéndome sentir como una tonta. Intento fingir que no me molesta.
 
—Tess te perdonará. —Mis palabras, con la intención de ser reconfortantes y maduras, suenan huecas y falsas en su lugar. Pasé la prueba del detector de mentiras sin ningún problema mientras estaba bajo arresto; ¿por qué es tan difícil para mí lidiar con esto?
Después de un tiempo, dice con voz tranquila:
 
—¿Qué piensas de él? ¿En serio?
 
—Creo que es honesto —le digo, impresionada con lo tranquilo que suena. Me alegra dirigir nuestra conversación en una dirección diferente—. Ambicioso y compasivo, incluso si lo hace poco práctico. Definitivamente no es el brutal dictador que los Patriotas dicen que va a llegar a ser. Es joven, y necesita a la gente de la República de su lado. Y él va a necesitar ayuda en caso de que él vaya a cambiar las cosas.
—June, apenas nos alejamos de los Patriotas. ¿Estás tratando de decir que debemos ayudar a Anden más de lo que ya hemos hecho… que debemos seguir arriesgando nuestras vidas por este maldito extraño rico que apenas conoces? —El veneno en sus ojos cuando escupe la palabra rico me asusta, haciéndome sentir como si estuviera insultándome también.
—¿Qué tiene que ver la clase con esto? —Ahora estoy irritada también—. ¿De verdad estás diciendo que estarías encantado de verlo muerto?
—Sí. Estaría encantado de ver a Anden muerto —dice Day, con los dientes apretados—
. Y estaría feliz de ver a cada persona en su gobierno también muerta, si eso significara que puedo tener a mi familia de vuelta.
—Esto no es de ti. La muerte de Anden no arreglará las cosas —insisto. ¿Cómo puedo hacerle ver?—. No puedes envolver a todo el mundo en la misma categoría, Day. No todos los que trabajan para la República son malvados. ¿Qué hay de mí? ¿O mi hermano y padres? Hay gente buena en el gobierno; y son los que pueden encabezar los cambios permanentes de la República.
—¿Cómo puedes defender al gobierno después de todo lo que te han hecho? ¿Cómo no puedes querer ver el colapso de la República?
—Bueno, no lo sé —le digo con enojo—. Quiero ver que cambie para mejor. La República tuvo sus razones en un principio para controlar a las personas…
—Vaya. Espera un minuto. —Day levanta sus manos. Sus ojos están ahora iluminados por una rabia que nunca he visto—. Repíteme eso otra vez. Te reto. ¿La República tuvo sus razones en un principio? ¿Las acciones de la República son razonables?
—No sabes toda la historia de cómo se formó la República. Anden me dijo cómo el país comenzó a partir de la anarquía, y que las personas fueron quienes…
 —¿Así que ahora crees todo lo que él dice? ¿Estás tratando de decirme que es culpa de
la gente que la República sea de la manera que es? —Day eleva la voz—. ¿Que nosotros provocamos toda este bendito caos en nosotros mismos? ¿Esa es la justificación de por qué su gobierno tortura a los pobres?
—No, no estoy tratando de justificar eso… —De alguna manera, la historia suena mucho menos viable de lo que lo hizo cuando Anden la contaba.
—¿Y ahora crees que Anden puede arreglarnos con sus ideas imbéciles? ¿Este niño rico va a salvarnos a todos?
—¡Deja de llamarlo así! Son sus ideas las que podrían hacerlo, no su dinero. El dinero no significa nada cuando…
Day apunta un dedo hacia mí.
 
—No vuelvas a decir eso a mi cara de nuevo. El dinero lo es todo. Mis mejillas se ruborizan.
—No, no es así.
 
—Debido a que tú nunca has estado sin él.
Me estremezco. Quiero desesperadamente responder, explicar que eso no es lo que quise decir. El dinero no me define, o a Anden, o a cualquiera de nosotros. ¿Por qué no he dicho eso? ¿Por qué es Day la única persona con la que tengo problemas para hacer un argumento coherente?
—Day, por favor… —empiezo. Él salta del mostrador.
—Sabes, tal vez Tess tenía razón sobre ti.
 
—¿Perdón? —espeto en respuesta—. ¿De qué tiene razón Tess?
 
—Es posible que hayas cambiado un poco en las últimas semanas, pero en el fondo, sigues siendo un soldado de la República. Hasta la médula. Sigues siendo fiel a esos asesinos. ¿Has olvidado cómo mi madre y mi hermano murieron? ¿Has olvidado quién mató a tu familia?
 
Mi propia ira se enciende. ¿Estás negándote deliberadamente a ver las cosas desde mi punto de vista? Me bajo del mostrador para enfrentarlo.
—Yo nunca olvido nada. Estoy aquí por tu bien, he dejado todo por ti. ¿Cómo te atreves
a traer a mi familia en esto?
 
—¡has traído a mi familia en esto! —grita—. ¡En todo esto! ¡y tú querida República! —Day extiende sus brazos—. ¿Cómo te atreves a defenderlos, cómo te atreves a tratar de razonar contigo misma sobre por qué son como son? ¿Es tan fácil para ti decir eso, no es así, cuando has vivido toda tu vida en uno de sus palacios de gran categoría? Apuesto a que no serías tan rápida de aplicar tu lógica en descifrar todo si hubieras pasado tu vida excavando la basura para comer en los barrios marginados.
¿Lo harías?
 
Estoy tan furiosa y herida que estoy teniendo problemas para controlar mi respiración.
 
—Eso no es justo, Day. Yo no elegí nacer de esta forma. Nunca quise hacerle daño a tu familia…
—Bueno, lo hiciste. —Me siento temblar y desmoronarme bajo su mirada fulminante—
. dirigiste a los soldados directamente a la puerta de mi familia. Tú eres la razón por la que están muertos. —Day vuelve la espalda a mí y sale furioso de la cocina. Me quedo de pie sola en el silencio repentino, por primera vez pérdida en qué hacer. El nudo en mi garganta amenaza con asfixiarme. Mi visión nada en lágrimas.
Day piensa que estoy siendo ciegamente fiel al Elector en lugar de ser lógica. Que no me es posible estar de su lado y todavía ser leal al estado. Bueno, ¿sigo siendo fiel?
¿Acaso no había respondido a esa pregunta correctamente en la cámara del detector de mentiras? ¿Estoy celosa de Tess? ¿Celosa porque ella es una persona mejor que yo?
Y entonces, el pensamiento tan doloroso que casi no puedo soportarlo, sin importar lo enojada que sus palabras me pusieron: Tiene razón. No puedo negarlo. Yo soy la razón por la que Day perdió todo lo que le importaba.


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Mensaje por yiniva Miér 23 Mayo - 12:37

Ijole a quien darle la razón, tal vez Day esta  un poquito celoso del Elector, pero tiene razón necesitan pruebas para actuar no solo palabras e instinto, y por otro lado June le dice que matar a Anden no resolverá nada ni traerá a su familia, y cuando ella quería matar a Day que?


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Mensaje por yiniva Jue 24 Mayo - 9:59

DAY

No debí gritarle. Una cosa terrible por hacer, y lo sé.
 
Pero  en lugar de disculparme, voy alrededor del  refugio y  reviso  las habitaciones otra vez. Mis manos aún están temblorosas; mi mente está aún peleando el subidón de adrenalina. Lo había dicho; las palabras que habían estado rondando en mi cabeza por semanas. Están afuera ahora, y no hay vuelta atrás. Bueno, ¿entonces qué? Me alegra que lo sepa. Ella debería saber. Y decir que el dinero no significaba nada… esa frase sólo fluyó de su boca, natural como el agua.
Recuerdos llenan mi cabeza de todas las veces que necesitamos más, de todo lo que pudo ser mejor con más. Hubo una tarde, durante una semana particularmente mala, cuando había llegado temprano de la escuela primaria para encontrar a Eden de cuatro años hurgando en el refrigerador. Saltó cuando me vio entrar en la casa. En sus manos había una lata vacía de carne deshidratada. Había estado medio llena esa mañana, preciosas sobras de la noche anterior que mamá había cuidadosamente envuelto en papel aluminio y guardado para la cena de la noche siguiente. Cuando Eden me vio mirando la lata vacía en su mano, la dejó caer en el piso de la cocina y rompió a llorar.
—Por favor no le digas a mamá —suplicó.
 
Corrí hacia él y lo tomé en mis brazos. Sujetó mi camiseta con manos de bebé, enterrando su rostro contra mí.
—No lo haré —le susurré—. Lo prometo. —Aún puedo recordar cuán delgados eran sus brazos. Más tarde esa noche, cuando mamá y John habían finalmente llegado a casa, le dije a mamá que yo había cedido y comido las sobras de comida. Me dio una cachetada fuerte, me dijo que era lo suficiente mayor para saberlo mejor. John me dio un discurso de decepción. ¿Pero a quién le importaba? A mí no.
Cerré una puerta de golpe por enojo. ¿Alguna vez se había tenido que preocupar June acerca de robar media lata de carne deshidratada? Si ella hubiera sido pobre, ¿sería tan rápida para perdonar a la República?
El arma que los Patriotas me dieron se siente pesada en mi cinturón. El asesinato del Elector les habría dado a los Patriotas la oportunidad de derrumbar la República. Habría sido la chispa que encendiera un barril de pólvora —pero debido a nosotros— debido a June, falló. ¿Y para qué? ¿Para ver a este Elector continuar y convertirse justo como su padre? Quiero reírme ante la idea de él liberando a Eden. Qué mentira de la República. Y ahora no estoy más cerca de salvarlo, y he perdido a Tess, estoy de vuelta al principio. Huyendo.
Esa es la historia de mi vida, ¿cierto?
 
Cuando vuelvo a la cocina media hora después, June ya no está allí. Probablemente está fuera en uno de los pasillos, haciendo notas mentales para sí misma sobre cada bendita grieta en la pared.
 
Abro los cajones de la cocina, vaciando uno de los sacos de estopa, y comienzo a ordenar montones de cada tipo de comida en él. Arroz. Maíz. Papas y sopas de hongos. Tres cajas de galletas. (Cuán lindo; todo se va al infierno, pero al menos aún puedo llenar mi estómago). Tomo varias botellas de agua para cada uno y luego cierro el saco. Suficiente por ahora. Pronto tendremos que estar de camino otra vez, y quién sabe cuánto tiempo estaremos a lo largo del resto de este túnel o cuándo llegaremos a otro refugio. Tenemos que seguir adelante dentro de las Colonias. Quizás estén dispuestas a ayudarnos cuando lleguemos al otro lado. Pero entonces, puede que tengamos que mantener un perfil bajo. Nosotros arruinamos el asesinato que las Colonias estaban patrocinando. Suspiro profundamente, deseando tener más tiempo de charlar con Kaede, para conseguir sacar todas sus historias sobre vivir en el otro lado del frente de guerra.
¿Cómo se convirtieron nuestros planes en tal desastre?
 
Suena un ligero golpe en la puerta abierta de la cocina, me doy vuelta para ver a June de pie ahí con sus brazos cruzado. Desabotonó su abrigo de la República, y el cuello de la camisa y chaleco debajo lucen arrugado. Sus mejillas están más ruborizadas de lo normal, y sus ojos están rojos, como si hubiera estado llorando.


—Los circuitos eléctricos aquí no están alimentados por la República —dice ella. Si había derramado algunas lágrimas, seguro como el infierno que no las escuché en su voz—. Sus cables corren a través del otro lado del túnel, la parte que no hemos cubierto aún.
Vuelvo a apilar las latas.
 
—¿Y? —murmuro.
 
—Eso quiere decir que deben de obtener su electricidad de las Colonias, ¿cierto?
 
—Supongo. Tiene sentido, ¿sí? —Enderezo mi espalda y halo los dos sacos de estopa que he preparado y cerrado ajustadamente—. Bueno, al menos quiere decir que el túnel nos guiará a la superficie en algún lugar, con suerte dentro de las Colonias. Cuando estemos listos para irnos podemos sólo seguir los cables. Probablemente deberíamos descansar primero.
 
Estoy a punto de salir de la cocina y pasar junto a June cuando se aclara la garganta y habla.
—Oye… ¿los Patriotas te enseñaron algo acerca de pelear mientras estuviste con ellos? Sacudo mi cabeza.
—No. ¿Por qué?
 
June se gira para enfrentarme. La entrada de la cocina es lo suficientemente estrecha para que sus hombros rocen los míos, levantando piel de gallina en mis brazos. Me molesta que aún tenga ese efecto en mí, a pesar de todo.
—Mientras estábamos entrando en el túnel noté que tú estabas balanceándote hacia los Patriotas desde tus brazos… pero eso no es muy efectivo. Deberías balancearte desde tus piernas y caderas.
Su crítica crispa mis nervios, a pesar de que está dándola en un tono extrañamente titubeante.
—No quiero hacer esto ahora mismo.
 
—¿Cuándo lo vamos a hacer si no ahora? —June se inclina contra el marco de la puerta y apunta hacia la entrada del refugio—. ¿Qué si nos encontramos con algunos soldados?
Suspiro y levanto mis manos por un segundo.


—Si ésta es tu manera de disculparte después de una pelea, entonces realmente apestas en esto. Escucha. Lo siento, me enojé antes. —Vacilo, recordando mis palabras. No lo siento. Pero decirle eso ahora no ayudará en nada—. Sólo dame unos minutos, y me sentiré mejor.
—Vamos, Day. ¿Qué pasará cuando encuentres a Eden y necesites protegerlo? —Ella está tratando de disculparse, en su propia sutil manera. Bueno. Al menos lo está intentando, sin importar cuán terrible sea para eso. La fulmino con la mirada por unos segundos.
—Está bien —digo finalmente—. Muéstrame algunos movimientos, soldado. ¿Qué tienes bajo las mangas?
June me da una pequeña sonrisa, luego me lleva hasta el centro de la habitación principal del refugio. Se para junto a mí.
—¿Alguna vez leíste El Arte de la Guerra de Duncain?
 
—¿Parece que he tenido tiempo libre en mi vida para leer? Ella me ignora, e inmediatamente me siento mal por decirlo.
—Bueno, ya eres ligero de pies y tienes un balance perfecto —continúa—. Pero no utilizas esas fortalezas cuando atacas. Es como si entraras en pánico. Olvidas todo sobre tu ventaja de velocidad y tu centro de masa.
—¿Mi centro de qué? —comienzo a decir, pero sólo golpea la parte exterior de mi pierna con su bota.
—Permanece en las puntas de tus pies y mantén tus piernas separadas al ancho de tus hombros —continúa ella—. Pretende que estás parado en los rieles de un tren con un pie hacia adelante.
Estoy un poco sorprendido. June ha estado observando mis ataques de cerca, a pesar de que normalmente pasan cuando toda clase de caos está pasando alrededor de nosotros. Y tiene razón. Ni siquiera me había dado cuenta que todos mis instintos de balance salen por la ventada cuando trato de pelear. Hago lo que ella dice.
—Bien. ¿Ahora qué?
 
—Bueno, mantén tu barbilla hacia abajo, para empezar. —Toca mis manos, luego las levanta de modo que un puño queda cerca al lado de mi mejilla y el otro cuelga frente a mi rostro. Sus manos corren a lo largo de mis brazos, comprobando mi postura. Mi piel cosquillea—. La mayoría de las personas se inclinan hacia atrás y mantienen su barbilla alta y sobresalida —dice ella, su rostro cerca junto al mío. Golpea mi barbilla una vez—. Eso es lo que tú haces también. Y sólo sirve para pedir un knock-out.
Trato de enfocarme en mi propia postura poniendo mis dos puños en alto.
 
—¿Cómo das puñetazos?
 
June toca suavemente la punta de mi barbilla, luego el borde de mi frente.
 
—Recuerda, es todo sobre cuán exacto puedes golpear a alguien, no cuán duro. Serás capaz de noquear a alguien mucho más grande que tú si los atrapas en los puntos correctos.
 
Antes de darme cuenta, media hora ha pasado. June me enseña una táctica tras otra: mantener mi hombro en alto para proteger mi barbilla, atrapar a mi oponente con la guardia baja con movimientos falsos, golpes por encima de la cabeza, golpes bajo, inclinándome hacia atrás y adelante con patadas, a saltar fuera del camino con velocidad. Apuntar a los lugares vulnerables: ojos, cuello y así sucesivamente. Me lanzo con todo lo que tengo. Cuando trato de tomarla por sorpresa, ella se desliza fuera de mi agarre como agua entre las rocas, fluido y constantemente en movimiento, y si parpadeo, ella está detrás de mí y retorciendo mi brazo detrás de mi espalda.
Al final, June me hace tropezar y me sujeta al suelo. Sus manos empujan mis muñecas abajo.
—¿Ves? —dice—. Te engañé. Siempre estás mirando los ojos de tu oponente, pero eso te da una mala visión periférica. Si quieres seguir mis brazos y piernas, tienes que enfocarte en mi pecho.
Alzo una ceja ante eso.
 
—No digas más. —Mis ojos se mueven hacia abajo.
 
June se ríe, luego se pone un poco roja. Nos detenemos ahí por un instante, sus manos aun sosteniendo abajo mis brazos, sus piernas a través de mi estómago, ambos respirando pesadamente. Ahora entiendo por qué sugirió el combate improvisado; estoy cansado, y el ejercicio ha drenado mi enojo. A pesar de que ella no lo dice, puedo ver su disculpa llanamente en su rostro, la trágica inclinación de sus cejas y el ligero temblor de palabras sin decir en sus labios. La visión finalmente me ablanda, aunque sólo un poco. Aún no lamento lo que le dije antes, de verdad, pero tampoco estoy siendo justo. Lo que sea que perdí, June ha perdido igualmente. Ella solía ser rica, entonces lo arrojó lejos para salvar mi vida. Jugó su parte en la muerte de mi familia, pero… paso una mano por mi cabello, sintiéndome culpable ahora. No puedo culparla por todo. Y no puedo estar solo en un momento como este, sin aliados, nadie a quien recurrir.
Ella se balancea.
 
Me apoyo en mis codos.
 
—¿Estás bien?
 
Sacude su cabeza, frunce el ceño, y trata de quitarle importancia.
 
—Bien. Creo que pesqué un virus o algo. Nada grave.
 
La estudio bajo la luz artificial. Ahora que presto más atención al color de su rostro, puedo ver que está más pálida de lo normal, y que sus mejillas lucen sonrojadas porque su piel luce tan demacrada. Me siento más erguido, forzándola a deslizarse a un lado. Entonces presiono una mano en su frente. Inmediatamente la alejo.
 
—Hombre, estás ardiendo.
 
June comienza a protestar, pero como nuestra sesión de entrenamiento la ha debilitado, se balancea otra vez y se estabiliza a sí misma con un brazo.
—Estaré bien —murmura—. Deberíamos estar yéndonos, de cualquier forma.
 
Y aquí he estado enojado con ella, olvidando todo lo que ha pasado. El imbécil del año. Pongo uno de mis brazos alrededor de su espalda y envuelvo el otro debajo de sus rodillas, luego la levanto. Se desploma contra mi pecho, el calor de su frente sorprendente contra mi fresca piel.
—Necesitas descansar.
 
La llevo dentro de una de las habitaciones con literas, saco sus botas, la acuesto cuidadosamente en una cama, y la cubro con las mantas. Ella parpadea hacia mí.
—No quise decir lo que dije antes. —Sus ojos están aturdidos, pero la emoción aún está ahí—. Sobre el dinero. Y… yo no…
—Deja de hablar. —Aliso mechones de cabello de su frente. ¿Y si atrapó algo serio mientras estaba bajo arresto? ¿La peste de un virus…? Pero ella es de clase alta. Debería tener vacunas. Espero—. Voy a encontrarte algo de medicina, ¿está bien? Sólo cierra tus ojos. —June sacude su cabeza, frustrada, pero no trata de discutir.


Después de revolver todo el refugio, finalmente me las arreglo para encontrar una botella sin abrir de aspirina y regreso a la cama de June con ella. Se toma un par de píldoras. Cuando empieza a temblar, tomo dos mantas más de las otras camas en la habitación y la cubro con ellas, pero no parece ayudar.
—Está bien. Me las arreglaré —susurra justo cuando estoy buscando más mantas—. No importara cuán altas las apiles, sólo necesito que mi fiebre se desate. —Ella duda, entonces alcanza mi mano—. ¿Puedes quedarte aquí?
La debilidad de su voz me preocupa más que nada. Me subo a la cama, me acuesto a su lado por encima de las mantas, y la acerco a mí. June sonríe un poco, luego cierra los ojos. La sensación de las curvas de su cuerpo contra el mío envía una calidez fluyendo a través de mí. Nunca he pensado en describir su belleza como delicada, porque delicada no es una palabra que se ajuste a June… pero aquí, ahora que está enferma, me doy cuenta de cuán frágil puede ser. Mejillas rosadas. Pequeños labios suaves contra grandes ojos cerrados circundados con la curva de sus oscuras pestañas. No me gusta verla así de delicada. La tensión de nuestra discusión perdura en el fondo de mi mente, pero por ahora tengo que olvidarlo. Pelear sólo nos ralentizará. Más tarde nos ocuparemos de los problemas entre nosotros. Poco a poco, ambos nos quedamos dormidos.
 
Algo me sacude fuera de mi sueño. Un pitido. Escucho un rato, tratando de identificar su ubicación a través de mi aturdimiento, y luego me arrastro fuera de la cama sin despertar a June. Antes de salir de la habitación, me inclino para tocarle la frente de nuevo. Aún no está mejor. El sudor perla su frente, la fiebre debe haberse desatado al menos una vez, pero ella está tan caliente como siempre.
Cuando sigo el pitido hasta la cocina, veo un pequeño faro intermitente encima de la puerta por la que habíamos llegado al refugio. Palabras destellan por debajo de éste en un luminoso rojo amenazante.
ACERCAMIENTO  —  122  METROS

 Un miedo helado se apodera de mí. Alguien debe estar viniendo por el túnel hacia el refugio: los Patriotas, tal vez, o soldados de la República. No puedo decidir cuál sería peor. Giro sobre mis talones y me apresuro a donde había apilado nuestros sacos de estopa con alimentos y agua, luego saco algunas latas de uno de ellos. Cuando el saco se aligera lo suficiente, paso mis brazos a través de las dos cuerdas del saco como si fuese una mochila y después corro a la cama de June. Ella se remueve con un suave gemido.
—Oye —susurro, tratando de parecer sereno y tranquilizador. Me agacho y le acaricio el cabello—. Es hora de irse. Ven aquí. —Empujo las mantas a un lado, manteniendo una para envolverla alrededor de ella, empujo sus botas en sus pies, y la levanto en mis brazos. Ella lucha por un momento, como si pensara que se está cayendo, pero sólo la aferro con más fuerza—. Tranquila —murmuro contra su cabello—. Te tengo.
Se calma en mis brazos, medio inconsciente.
 
Salimos del refugio y nos dirigimos de nuevo hacia la oscuridad del túnel, mis botas chapoteando en los charcos y el barro. La respiración de June es superficial y rápida, caliente por la fiebre. Detrás de nosotros, la alarma se escucha cada vez menos a medida que rodeamos numerosas curvas, y luego se desvanece a un zumbido suave. Casi esperaba oír pasos viniendo detrás de nosotros, pero pronto el zumbido de la alarma también se atenúa, y nos deja para viajar en silencio. Para mí, se siente como que han pasado horas, aunque June murmura que “han pasado cuarenta y dos minutos y treinta y tres segundos”. Seguimos caminando arduamente.
Este tramo de túnel es mucho más largo que el primero, y poco iluminado con ocasionales lámparas parpadeando. En algún momento me detengo y finalmente me desplomo en el suelo en una parte seca, bebiendo agua y sopas enlatadas (por lo menos, creo que es sopa; no puedo ver mucho en esta oscuridad, así que sólo quito la tapa de la primera lata que agarro). June está temblando otra vez, lo que no es ninguna sorpresa. Hace frío aquí abajo, lo suficientemente frío como para que vea las tenues nubes de mi aliento. Envuelvo la manta más estrechamente alrededor de June, reviso su frente una vez más, y luego trato de darle de comer un poco de sopa. Ella lo rechaza.
—No tengo hambre —murmura. Cuando ella mueve la cabeza en mi pecho, siento el calor de su frente a través de mi camisa.
Le aprieto la mano. Mis brazos están tan entumecidos que incluso esto parece difícil.
 
—Está bien. Pero vas a tomar un poco de agua, ¿de acuerdo?
 
—Bien. —June se acurruca más cerca de mí y descansa su cabeza en mi regazo. Me gustaría poder encontrar una manera para mantenerla caliente—. ¿Todavía nos siguen?
Entorno los ojos hacia las profundidades negras por las que vinimos.


—No —miento—. Los perdimos hace mucho tiempo. Relájate y no te preocupes, pero trata de mantenerte despierta.
June asiente. Ella juguetea con algo en su mano, y cuando miro más de cerca, me doy cuenta que es el anillo de sujetapapeles. Lo frota como si pudiera darle fuerza.
—Ayúdame. Cuéntame un cuento. —Tiene los ojos medio cerrados ahora, aunque puedo decir que está luchando por mantenerlos abiertos. Ella está hablando en voz tan baja que tengo que inclinarme sobre su boca para oírla.
—¿Qué clase de cuento? —respondo, decidido a evitar que se pierda en la inconsciencia.
—No sé. —June inclina ligeramente la cabeza para mirarme. Después de una pausa, ella dice soñolienta—: Háblame de tu primer beso. ¿Cómo fue?
 
Su pregunta me confunde al principio: a ninguna chica que haya conocido le ha gustado que hable de otras chicas delante de ella. Pero luego me doy cuenta que esta es June, y que podría estar utilizando los celos para evitar quedarse dormida. No puedo dejar de sonreír en la oscuridad. Siempre tan estupendamente inteligente.
—Yo tenía doce años —murmuro—. La chica tenía dieciséis años. Los ojos de June se ponen más alerta.
—Debes haber sido bastante zalamero. Me encojo de hombros.
—Puede ser. Era torpe en ese entonces, casi consigo que me maten unas cuantas veces. De todos modos, ella estaba trabajando con su padre en un muelle en Lake, y me sorprendió tratando de contrabandear comida fuera de sus cajas. Le convencí de que no me delatara, y como parte de nuestro trato, ella me condujo a un callejón trasero cerca del agua.
June intenta reír, pero sale como un ataque de tos.
 
—¿Y ella te besó ahí? Sonrío.
—Podrías decir que sí.


Ella se las arregla para alzar una ceja curiosa ante mi corta respuesta, lo cual tomo como una buena señal.
Por lo menos ella está despierta ahora. Me inclino más a ella y pongo mis labios junto a su oreja. Mi respiración agita suaves mechones de su cabello.
—La primera vez que te vi, cuando entraste en ese ring de Skiz contra Kaede, pensé que eras la chica más hermosa que había visto nunca. Podría haberte mirado por siempre. La primera vez que te besé… —Ese recuerdo me domina ahora, tomándome por sorpresa. Recuerdo cada detalle de él, casi lo suficiente para alejar las imágenes persistentes del Elector empujando a June hacia él—. Bueno, muy bien podría haber sido mi primer beso.
Incluso en la oscuridad, veo indicios de una sonrisa arrastrarse en su rostro.
 
—Sí. Eres un zalamero.
 
Le doy una mirada herida.
 
—Cariño, ¿alguna vez te mentiría?
 
—No lo intentes. Puedo ver a través de ti. Le dedico una risa baja.
—Muy bien.
 
Nuestras palabras suenan ligeras y casi sin preocupaciones, pero ambos podemos sentir la tensión detrás de ellas. El esfuerzo de tratar de olvidar, de empujar todo a un lado. La consecuencia de lo que ninguno de nosotros puede nunca recuperar.
Nos detenemos allí durante unos minutos más. Entonces envuelvo nuestras pertenencias, levantándola cuidadosamente, y continuando por el túnel. Mis brazos están temblando ahora, y cada respiración que tomo suena entrecortada. No hay signos de ningún refugio por delante. A pesar de la humedad del túnel y el frío, estoy sudando como si estuviéramos a mediados de verano en Los Ángeles; mis descansos se hacen cada vez más frecuente, hasta que finalmente me detengo en otro tramo seco del túnel y colapso en la pared.
—Sólo tomemos un descanso rápido —le aseguro a June cuando le doy un poco de agua—. Creo que estamos casi allí.
Justo como dijo antes, puede ver a través de mi mentira.


—No podemos ir más lejos —dice ella con voz débil—. Vamos a descansar. No vas a durar una hora más de esta forma.
Descarto sus palabras.
 
—Este túnel tiene que terminar en alguna parte. Debemos haber ido justo debajo del frente de guerra a estas alturas, lo que significa que ya estamos en tierras de las Colonias. —Hago una pausa; la realización me golpea a la vez que mis palabras salen, enviando un escalofrío por mi espalda.
Tierras de las Colonias.
 
Como si fuera una señal, un sonido viene de algún lugar más allá del túnel, en algún lugar muy por encima de nosotros. Me quedo en silencio. Escuchamos por un tiempo, y pronto el sonido vuelve: un murmullo, zumbidos apagados a través de la tierra, viniendo de algún objeto masivo.
—¿Eso es un dirigible ahí fuera? —pregunta June.
 
El sonido se desvanece a lo lejos, pero no antes de traer una brisa helada en el túnel. Miro hacia arriba. Había estado demasiado cansado para notarlo antes, pero ahora puedo distinguir un diminuto trozo rectangular de luz. Una salida a la superficie. De hecho, hay varias de ellas recubriendo el techo en intervalos esporádicos; es probable que hayamos estado pasándolos por un buen rato. Me obligo de nuevo a ponerme de pie y me estiro para correr mi dedo por el borde de esa rendija. Liso, de metal congelado. Le doy un empujón tentativo.
Se mueve. Empujo más fuerte en el metal y comienzo a deslizarlo hacia un lado. Aunque puedo decir que es de noche afuera, la luz que entra en el túnel es más de lo que hemos estado recibiendo durante las últimas horas, y en realidad me encuentro entrecerrando los ojos. Me toma un segundo en darme cuenta que algo frío y ligero está cayendo suavemente sobre mi cara. Lo aplasto, confundido por un segundo, hasta que me doy cuenta de que son —creo— copos de nieve. Mi ritmo cardíaco se acelera. Cuando he deslizado el metal de la rendija hasta el tope, me quito la chaqueta militar de la República. No es divertido recibir un disparo por parte de soldados justo cuando hemos llegado a la tierra prometida.
Cuando me he despojado de mi camisa de cuello y chaleco, me levanto de un salto y agarro los lados de la abertura, con brazos temblorosos, luego me alzo a mitad de camino para ver dónde estamos. Una especie de pasillo oscuro. Nadie alrededor. Salto de nuevo hacia abajo y tomo las manos de June, pero está empezando a quedarse dormida otra vez.
—Quédate conmigo —susurro, acopiándola entre mis brazos—. Mira a ver si puedes empujarte hacia arriba. —June desenrolla la manta. Me arrodillo y la ayudo a subirse en mis hombros. Se tambalea, respirando con dificultad, pero se las arregla para empujarse hacia la superficie. La sigo con su manta metida bajo un brazo, luego aterrizo a través del suelo con un solo golpe.
Subimos en un oscuro y estrecho callejón no muy diferente de dónde venimos, y por un segundo me pregunto si de alguna manera hemos regresado todo el camino en torno a la República de nuevo. No sería eso algo raro. Pero después de un tiempo, puedo decir que esto no es la República en absoluto. El suelo es uniforme y bien pavimentado bajo una capa irregular de nieve, y el muro está completamente cubierto con brillantes carteles coloridos de alegres soldados y niños sonrientes. En la esquina de cada cartel hay un símbolo que reconozco al cabo de unos segundos. Un pájaro dorado, como un halcón. Con un escalofrío de emoción, me doy cuenta de cuánto se asemeja al ave impreso en mi colgante.

June ha visto los carteles también. Sus ojos se ensanchan y se tornan brumosos con fiebre, su respiración aumenta en nubes tenues de vapor. Todo lo que nos rodea es lo que parece ser unos cuarteles militares, cubierto de arriba a abajo con los mismos carteles luminosos. Farolas se alinean a ambos lados de la carretera en establecidos patrones ordenados. De aquí debe ser donde el túnel y los refugios subterráneos obtienen su electricidad. Un viento frío sopla más nieve en nuestros rostros.

June de repente me agarra la mano. Ella retiene la respiración al mismo tiempo que yo.
 
—Day… por ahí. —Ella está temblando incontrolablemente contra mí, pero no puedo decir si es a causa del frío o de lo que estamos viendo.
Extendida ante nosotros, sobresaliendo a través de los espacios entre los edificios militares, hay una ciudad: altos rascacielos brillantes erigidos a través de nubes bajas y nieve delicada, y cada edificio iluminado por luces azules hermosas que se vierten desde casi todas las ventanas y todos los pisos. Aviones de combate se alinean en los tejados de los rascacielos. Todo el paisaje es radiante. Mi mano se aprieta alrededor de la de June. Simplemente nos quedamos ahí de pie, incapaces por un segundo de hacer otra cosa. Es exactamente como mi padre lo describió.
Hemos llegado a una ciudad resplandeciente en las Colonias de América.


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Mensaje por yiniva Jue 24 Mayo - 12:21

llegaron ojala que ahí los ayuden y que lo que tenga June no sea tan gave


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Mensaje por mariateresa Jue 24 Mayo - 13:57

Me disculpo por no haber pasado ayer a la lectura noe alcanzo el tiempo.

Gracias yiniva rangos.
Entiendo el escepticismo de Day respecto al Elector no cree que haya gente buena a excepción de June y el tema del dinero también es verdad June la tuvo fácil no sabe lo que es pasar hambre o no tener dinero para comprar medicinas.
Pero Day también tiene que darle una oportunidad a lo que le plantea June referente a los cambios por algún lado se tiene que empezar.


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Mensaje por yiniva Vie 25 Mayo - 9:33

JUNE

Metias siempre me había dicho que cada vez que me enfermera, pusiera toda mi resistencia.
 
Sé que hace frío, pero no puedo decir cuál es la temperatura. Sé que es de noche, pero no puedo decir qué hora es. Sé que Day y yo de alguna manera hemos logrado cruzar la frontera hacia las Colonias, pero estoy demasiado cansada para averiguar a cuál de sus estados cruzamos. El brazo de Day se envuelve firmemente alrededor de mi cintura, dándome soporte a pesar de que puedo sentirlo temblar por el esfuerzo de llevarme por tanto tiempo. Me susurra alentadoramente, animándome. Sólo un poco más, dice. Debe haber hospitales muy cerca del frente de guerra. Mis piernas están temblando por el esfuerzo de mantenerme en pie, pero me niego a desmayarme. Nos arrastramos a través de nieve ligera, nuestra mirada fija en la ciudad iluminada ante nosotros.
Los edificios oscilan entre los cinco pisos y cientos de pisos de altura, algunos de ellos desapareciendo entre las nubes bajas. La vista es familiar en algunos aspectos y totalmente nueva en otros: Las paredes están llenas de banderas extranjeras en forma de mariposa, de color azul marino y oro; los edificios tienen diseños de arcos tallados en sus lados; y con filas de aviones de combate en cada azotea. Son modelos muy diferentes a los de la República, con una estructura de extraña ala en saeta inversa que los hace lucir como un tipo de tridente. Las alas de los jets están todas pintadas con feroces aves doradas, al igual que un símbolo que no reconozco. No es de extrañar que siempre escuchara que las Colonias tuvieran una mejor fuerza aérea que la República: estos jets son más nuevos que a los que estoy acostumbrada, considerando su colocación en las azoteas, deben ser absolutamente capaces de realizar despegues y aterrizajes en vertical sin esfuerzo. Esta ciudad de frente de guerra parece más que preparada para defenderse en sí misma.


Y la gente. Están en todos lados, tanto soldados como civiles amontonados en las calles, acurrucados bajo sus abrigos con capucha para protegerse a sí mismos de la nieve. Cuando pasan bajo el resplandor de las luces de neón, sus rostros están tintados en tonos verdes, anaranjados, y morados. Estoy demasiado exhausta para hacer un análisis adecuado de ellos, pero lo único que noto es que toda su ropa: botas, pantalones, camisetas, abrigos; tiene una variedad de emblemas y palabras en ellos. Estoy sorprendida por el gran número de anuncios en las paredes, se extienden tan lejos como el ojo puede ver, a veces agrupados tan juntos que esconden completamente las paredes detrás de ellos. Parecen promocionar cualquier cosa y todo bajo el sol, cosas que nunca he visto u oído antes. ¿Escuelas patrocinadas por corporaciones? ¿Navidad?
 
Pasamos una ventana que muestra un montón de pantallas en miniatura, cada una difundiendo noticias y vídeos. ¡VENTA! dice el escaparate. ¡30% DE DESCUENTO HASTA EL LUNES! Algunos canales difunden programas familiares, noticias del frente de guerra, conferencias políticas. LA CORPORACIÓN DESCON ANOTA OTRA VISCTORIA PARA LAS COLONIAS EN DAKOTA/FRONTERA DE MINNESOTA. ¡LOS ESCOMBROS DE LA REPÚBLICA ESTÁN DISPONIBLES PARA COMPRAR COMO RECUERDOS! Otros
transmiten películas, algo que sólo la República transmite en los teatros del sector rico. La mayoría de las pantallas están mostrando comerciales. A diferencia de la propaganda comercial de la República, es como si estos anuncios estuvieran tratando de persuadir a la población a comprar cosas. Me pregunto qué tipo de gobierno maneja un lugar como este. Tal vez ellos no tienen un gobierno en absoluto.
—Mi padre me dijo una vez que las ciudades de las Colonias son como faros resplandecientes desde muy lejos —dice Day. Sus ojos saltan de un anuncio brillantemente colorido al siguiente mientras me ayuda a través de la confusión de personas—. Es exactamente como lo describió, pero no puedo entender todos estos anuncios. ¿No son extraños?
Asiento en respuesta. En la República, los anuncios tienen exhibiciones organizadas con un estilo claro y consistente gubernamental, que sigue siendo el mismo sin importar en qué parte del país estés. Aquí, los anuncios no siguen ningún tipo de teoría del color. Son surtidos, una mezcolanza de neón y luces intermitentes. Como si no fueran hechos por ningún tipo de gobierno centralizado, sino por una serie de grupos independientes más pequeños.
Un anuncio muestra un vídeo de un oficial sonriente en uniforme. El anunciante dice: “Departamento de Policía de la Tribuna. ¿Necesita reportar un crimen? ¡Sólo necesita un depósito de 500 Billetes!” Bajo el oficial, en letra pequeña, están las palabras: EL


DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE LA TRIBUNA ES UNA FILIAL DE LA CORPORACIÓN DESCON.
Otro anuncio dice: PRÓXIMO CONTROL A NIVEL NACIONAL DEL NFE* PATROCINADO POR CLOUD—ENERO 27. ¿NECESITA ALGUNA AYUDA PARA PASAR? ¡NUEVAS PÍLDORAS DE MEDITECH JOYENCE AHORA ESTÁN DISPONIBLES EN TODAS LAS
TIENDAS! Debajo de esto, otro pequeño asterisco seguido por el texto: NFE, NIVEL DE FELICIDAD DEL EMPLEADO.
Un tercer anuncio en realidad me obliga a mirarlo dos veces. Muestra un vídeo de filas de niños, todos vestidos con la misma ropa, sonriendo con las sonrisas más grandes que haya visto en mi vida. Cuando el texto aparece, se lee: ENCUENTRA A TU HIJO, HIJA, O EMPLEADO PERFECTO. TIENDAS FRANQUICIA SWAPSHOP SON UNA FILIAL DE EMPRESAS EVERGREEN. Frunzo el ceño, perpleja. Tal vez así era cómo las Colonias hacían funcionar los orfanatos o similares. ¿Cierto?
 
A medida que avanzamos, me doy cuenta que hay una imagen sin cambiar en la esquina inferior derecha de cada anuncio. Es un símbolo gigante de un círculo dividido en cuatro cuadrantes, con un símbolo más pequeño dentro de cada uno de los cuadrantes. Debajo, en letras de molde está lo siguiente:
LAS  COLONIAS  DE  AMÉRICA CLOUD.  MEDITECH.  DESCON.  EVERGREEN
UN  ESTADO  LIBRE  ES  UN  ESTADO  CORPORATIVO
 
De repente siento el cálido aliento de Day en mi oreja.
 
—June —susurra.
 
—¿Qué pasa?
 
—Alguien nos está siguiendo.
 
Otro detalle que debería haber notado antes. He perdido la cuenta de la cantidad de cosas en las que estoy fallando en notar.
—¿Puedes ver su rostro?
 
—No. Pero a juzgar por la figura, es una chica —responde. Espero unos segundos más, luego miro hacia atrás. Nada más que un mar de Colonos. Quienquiera que fuese, ella ya había desaparecido entre la multitud.


—Probablemente sólo una falsa alarma —murmuro—. Alguna chica de las Colonias.
 
Los ojos de Day barren la calle, perplejo, luego se encoge de hombros. No me sorprendería que estuviéramos empezando a ver cosas, sobre todo entre todas estas nuevas y extrañas luces brillantes y anuncios fluorescentes.
Una persona se acerca a nosotros justo cuando volvemos nuestra atención hacia la calle. Un metro setenta, mejillas caídas, piel rosada bronceada, unos cuantos mechones de cabello negro sobresaliendo de una pesada capa para nieve, una tableta plana en la mano. Ella tiene una bufanda envuelta firmemente alrededor de su cuello (lana sintética, a juzgar por la textura uniforme), y pequeños cristales de hielo se aferran a la tela debajo de su barbilla, donde su respiración se ha congelado. Su manga tiene las palabras Supervisor de Calle cosidas en ella, justo encima de otro extraño símbolo.
 
—No se están mostrando. ¿Corporación? —murmura hacia nosotros. Sus ojos permanecen fijos en la tableta, la cual tiene una imagen como de un mapa y burbujas moviéndose en ella. Cada burbuja parece corresponder a una persona en la calle. Debe querer decir que no aparecemos en ella. Entonces me doy cuenta que hay varias personas como ella registrando la calle, todos con el mismo abrigo azul oscuro.
—¿Corporación? —repite con impaciencia.
 
Day está a punto de responder cuando lo detengo.
 
—Meditech —dejo escapar, recordando los cuatro nombres de los anuncios que hemos visto.
La mujer se detiene para darle a nuestra ropa (camisas de cuello sucias, pantalones negros y botas) una mirada de desaprobación.
—Deben ser nuevos —añade para sí misma, tecleando algo en su tableta—. Están muy lejos de donde se supone que deberían estar, entonces. No sé si aún no han recibido sus orientaciones, pero Meditech les descontará mucho si llegan tarde. —Entonces nos da una falsa sonrisa y se lanza a una rutina extrañamente alegre—. Estoy patrocinada por Corporación Cloud. ¡Pásense por la Plaza Central de la Tribuna para comprar nuestra nueva línea de pan! —Su boca vuelve a adoptar la línea hosca que tenía antes, y se aleja apresuradamente. Veo que detiene a una persona más adelante en la calle, haciendo la misma representación.
—Hay algo raro en esta ciudad —le susurro a Day mientras forcejeamos para seguir. El agarre de Day en mí se tensa y se torna más firme.


—Es por eso que no le pregunté en dónde estaba el hospital más cercano —responde. Otra oleada de mareo me golpea—. Aguanta. Ya se nos ocurrirá algo.
Trato de responder, pero ahora apenas puedo ver a dónde voy. Day me dice algo, pero no puedo entender ni una palabra; suena como si estuviera bajo el agua.
—¿Qué has dicho? —El mundo está girando ahora. Mis rodillas se doblan.
—Dije, que tal vez… detenernos… hospital…
 
Me siento caer, y mis brazos y piernas se envuelven a mi alrededor a modo de protección, y en algún lugar por encima de mí los hermosos ojos azules de Day me sostienen. Pone sus manos en mis hombros, pero se siente como si estuviera a un millón de kilómetros a distancia. Trato de hablar, pero mi boca se siente como si estuviera llena de arena. Me hundo en la oscuridad.
 
Un destello dorado y gris. La mano fría de alguien contra mi frente. Extiendo mi mano para tocarla, pero al instante en que mis dedos rozan contra la piel, la mano se aleja. No puedo dejar de temblar, es increíblemente frío aquí.
Cuando por fin consigo abrir los ojos, me encuentro acostada en un simple catre blanco con la cabeza en el regazo de Day, y él tiene uno de sus brazos envuelto alrededor de mi cintura. Un momento después, me doy cuenta que él está viendo a otra persona —a otras tres personas— de pie en la habitación con nosotros. (Ellos están usando los uniformes distintivos del frente de guerra de los soldados de las Colonias: chaquetas militares de la armada con botones dorados y hombreras, con franjas color dorado y blanco a lo largo del borde inferior y el distintivo halcón dorado bordado en cada manga.) Niego con la cabeza. Un desglose bastante genérico. Estoy tan lenta en este momento.
—A través de los túneles —dice Day. Las luces en el techo me ciegan. No las había visto allí antes.
—¿Cuánto tiempo han estado en las Colonias? —pregunta uno de los otros hombres. Su acento suena extraño. Tiene un bigote delgado y endeble, cabello grasiento, y la iluminación le da una tez enfermiza—. Es mejor que seas honesto, muchacho. DesCon no tolera a los mentirosos.
—Acabamos de llegar esta noche —responde Day.


—¿Y de dónde vienen? ¿Trabajan para los Patriotas?
 
Incluso en mi bruma, sé que esa es una pregunta peligrosa. No van a estar felices si se enteran de que somos nosotros los que boicoteamos sus planes para el Elector. Tal vez ni siquiera saben lo que ocurrió aún. Razor dijo que informaban a las Colonias sólo esporádicamente.
Day también se da cuenta que la pregunta es peligrosa, porque la evade.
 
—Hemos venido aquí solos. —Hace una pausa, y luego lo oigo hablar con un dejo de impaciencia—. Por favor, está ardiendo de fiebre. Llévennos a un hospital, y les diré lo que quieran. No he venido hasta aquí para verla morir en una estación de policía.
—El Hospital te va a costar, hijo —responde el hombre.
 
Day tienta uno de mis bolsillos y saca nuestro pequeño fajo de Billetes. Noto que su arma se ha ido, probablemente confiscada.
—Tenemos cuatro mil Billetes de la República…
 
Los soldados lo interrumpen con risitas.
 
—Muchacho, cuatro mil Billetes de la República no te comprarán un plato de sopa — dice uno de ellos—. Además, ambos van a esperar aquí hasta que nuestro comandante aparezca. Entonces, serán enviados a nuestro recinto de prisioneros de guerra para los interrogatorios estándar.
Recinto de prisioneros de guerra. Por alguna razón esto desencadena el recuerdo de cuando Metias me llevó en una misión hace más de un año, cuando habíamos rastreado a ese prisionero de guerra de las Colonias a través de la profundidad de los estados de la República y fue asesinado en la Ciudad de Yellowstone. Recuerdo la sangre en el suelo, absorbido por el uniforme de la marina de ese soldado. Un momento de pánico se apodera de mí y extiendo mi mano para agarrar el colgante de Day. Los otros hombres de la sala hacen un ruido de sobresalto. Escucho varios clics metálicos.
El brazo de Day se aprieta protectoramente a mi alrededor.
 
—Tranquila —susurra.
 
—¿Cómo se llama la chica? Day se vuelve a los hombres.
—Sarah —miente él—. No es una amenaza, sólo está realmente enferma.


Los hombres dicen algo que hace enojar a Day, pero mi mundo se está convirtiendo en un caos salvaje de colores otra vez, y me hundo en un delirante sueño a medias. Escucho ruidosas voces, luego el sonido de una pesada puerta oscilando, y entonces nada por un largo tiempo. A veces creo que veo a Metias de pie en la esquina de la barraca, mirándome. Otras veces él cambia a Thomas, y no puedo decidir si debería sentir enojo o desconsuelo ante la visión de él. A veces reconozco las manos de Day contra las mías. Me dice que me relaje, que todo estará bien. Las visiones desaparecen.
Después de lo que parecen horas, comienzo a escuchar débiles fragmentos rotos de conversación.
—¿… de la República?
 
—Sí.
 
—¿Tú eres Day?
 
—Ese soy yo.
 
Algunos sonidos amortiguados, luego expresiones de incredulidad.
 
—No, lo reconozco —sigue diciendo alguien—. Lo reconozco, lo reconozco. Es él.
 
Más ruido amortiguado. Luego siento a Day levantarse, y colapso sola en las frías sábanas debajo de mí. Se lo han llevado a algún lugar. Se lo han llevado lejos.
Quiero aferrarme a este pensamiento, pero mi delirio febril se hace cargo y vuelvo a la negra deriva.
 
Estoy en mi apartamento en el sector Ruby, mi cabeza en una almohada húmeda de sudor, mi cuerpo cubierto por una manta fina y bañada por la luz dorada del sol de la tarde filtrándose por las ventanas. Ollie duerme cerca, sus enormes patas de perrito descansando perezosamente sobre las frías baldosas de mármol. Me doy cuenta de que esto no tiene ningún sentido, porque casi tengo dieciséis años y Ollie debería tener nueve. Debo estar soñando.
Una toalla húmeda toca mi frente, levanto la mirada para ver a Metias sentado a mi lado, colocando cuidadosamente la toalla para que el agua no gotee en mis ojos.
—Hola, bichito —dice con una sonrisa.
—¿No vas a llegar tarde para algo? —susurro. Hay una sensación molesta en mi estómago de que Metias no debería estar aquí. Como si se le hiciera tarde para algo.
Pero mi hermano sólo sacude su cabeza, haciendo que varios mechones de cabello oscuro caigan en su rostro. El sol ilumina sus ojos con destellos dorados.
—Bueno, no puedo sólo dejarte sola aquí, ¿verdad? —Se ríe, y el sonido me llena de tanta felicidad que creo que podría estallar—. Enfréntalo, estás atrapada conmigo. Ahora come tu sopa. No me importa lo asquerosa que pienses que sea.
Tomo un sorbo. Juro que casi puedo saborearla.
 
—¿De verdad vas a quedarte aquí conmigo? Metias se inclina y besa mi frente.
—Por siempre y para siempre, niña, hasta que estés enferma y cansada de verme.
 
Sonrío.
 
—Tú siempre estás cuidando de mí. ¿Cuándo tendrás tiempo para Thomas? Metias vacila ante mis palabras, y luego se ríe.
—No puedo mantener nada en secreto contigo aquí, ¿verdad?
 
—Podrías haberme dicho lo de ustedes, sabes. —Las palabras son dolorosas para mí decirlas, pero no estoy del todo segura de por qué. Siento que me estoy olvidando de algo importante—. No le he dicho a nadie. ¿Estabas preocupado que la comandante Jameson se enterara de Thomas y tú, y los dividiera en diferentes patrullas?
Metias baja la cabeza y sus hombros caen.
 
—Nunca tuve una verdadera razón para tocar el tema.
 
—¿Lo amas?
 
Recuerdo que estoy soñando, y lo que sea que Metias pudiera decir son simplemente mis propios pensamientos proyectados en su imagen. Aún así, me duele cuando mira hacia abajo y responde con un leve asentimiento de cabeza.
—Pensé que lo hacía —responde. Apenas lo puedo escuchar.
 
—Lo siento mucho —susurro. Encuentra mi mirada, con los ojos llenos de lágrimas.


Trato de alcanzarlo y envolver mis brazos alrededor de su cuello. Pero entonces, la escena cambia, la luz se desvanece, y de repente estoy acostada en una habitación revestida de tenue luz en una cama que no es mía. Metias desaparece. Quien está cuidando de mí en su lugar es Day, su rostro enmarcado por cabello del color de la luz, sus manos reajustando la toalla en mi frente, sus ojos estudiando intensamente los míos.
—Hola, Sarah —dice él. Está usando el nombre falso que inventó para mí—. No te preocupes, estás a salvo.
Parpadeo ante el cambio repentino de escena.
 
—¿A salvo?
 
—La policía de las Colonias nos recogieron. Nos trajeron a un pequeño hospital después de que se enteraran de quién soy. Supongo que todos han oído hablar de mí por aquí, y está funcionando para nuestro beneficio. —Day me da una sonrisa avergonzada.
 
Pero esta vez estoy muy decepcionada de ver a Day, tan amargamente triste de que he
perdido a Metias en las aguas poco profundas de mis sueños una vez más, que tengo que morderme los labios para no llorar. Mis brazos se sienten tan débiles. Probablemente no podría haberlos envuelto alrededor del cuello de mi hermano de todos modos, y como no lo hice, no pude evitar que Metias se fuera flotando.
La sonrisa de Day se desvanece, él siente mi dolor. Se inclina y toca mi mejilla con una mano. Su rostro está tan cerca, radiante bajo el suave resplandor de la noche. Me levanto un poco con la poca fuerza que tengo y lo dejo que me abrace.
—Oh, Day —susurro entre su cabello, mi voz entrecortada por todos los sollozos que he estado guardando—. Realmente lo echo de menos. Lo extraño tanto. Y lo siento tanto, lo siento mucho por todo. —Lo repito una y otra vez, las palabras que le dije a Metias en mi sueño y las palabras que le diré a Day por el resto de mi vida.
Day me abraza más fuerte. Su mano roza mi cabello, y me mece suavemente como si fuera una niña. Me aferro a él desesperadamente, incapaz de recuperar el aliento, ahogándome en mi fiebre, y dolor, y vacío.
Metias se ha ido de nuevo. Siempre se va.


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Mensaje por yiniva Sáb 26 Mayo - 13:10

parece que llegaron a un mejor lugar


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Mensaje por yiniva Sáb 26 Mayo - 16:31

DAY

Le toma a June una media hora para finalmente volver a dormir, cargada con cualquier droga que la enfermera de las Colonias le inyectó en el brazo. Ella había estado llorando por su hermano otra vez, y fue así como había caído en un agujero y se acurrucó sobre sí misma, con el corazón desgarrado a la vista de todos. Aquellos fuertes ojos oscuros de ella, ahora, tenían una expresión sólo… rota. Me estremezco. Por supuesto, sé exactamente lo que se siente al perder a un hermano mayor. Veo como sus ojos danzan por detrás de sus párpados cerrados, probablemente en la profundidad de otra pesadilla de la que no puedo ayudarla a salir. Así que simplemente hago lo que ella siempre hace para mí: le acaricio el cabello y la beso en su frente húmeda, en las mejillas y sus labios. No parece ayudar, pero lo hago de todos modos.
 
El hospital es relativamente tranquilo, pero escucho algunos sonidos formando un manto de ruido blanco por encima de mi cabeza: Hay un leve zumbido procedente de las luces del techo, y una especie de tenue revuelo en las calles exteriores. Al igual que en la República, una pantalla montada en la pared emite un flujo de noticias del frente de guerra. A diferencia de la República, las noticias están salpicadas de anuncios de la forma en que las calles afuera habían estado, por cosas que no comprendo. Dejo de ver después de un tiempo. Sigo pensando en la forma en que mi madre consoló a Eden cuando llegó la peste por primera vez, en cómo le susurró palabras tranquilizadoras y tocó su rostro con sus pobres manos vendadas, cómo John iría a la cama con un tazón de sopa.
Lo siento mucho por todo, había dicho June.
 
Varios minutos más tarde, un soldado abre la puerta de nuestra habitación en el hospital y se acerca a mí.


Es la misma soldado que se había dado cuenta de quién era y nos había entregado a este hospital de veinte pisos. Ella se detiene frente a mí y me da una rápida reverencia. Como si yo fuera un oficial o algo así. De igual forma es sorprendente el hecho de que ella es el único soldado en la habitación con nosotros.
Estos tipos no deben vernos a mí ni a June como amenazas. No hay esposas, ni siquiera un guardia vigilando la puerta. ¿Saben que somos los que boicotearon el asesinato del Elector? Si están patrocinando a los Patriotas, están obligados a averiguarlo tarde o temprano. Tal vez ellos no saben que trabajamos para los Patriotas en absoluto. Razor nos había añadido bastante tarde en el juego.
 
—Tu amiga está estable, ¿supongo? —Sus ojos se fijan en June. Yo sólo asiento. Mejor si aquí nadie se da cuenta de que June es la prodigio más querida de la República—. Dada su condición —añade la soldado—, ella tendrá que permanecer aquí hasta que esté lo suficientemente bien como para moverse por su cuenta. Tú eres bienvenido a quedarte con ella aquí, o la Corporación DesCon estaría encantada de patrocinar una habitación adicional para ti.
Corporación DesCon: más jerga de Colonias que no entiendo. Pero nada más lejos de mi intención que empezar a cuestionar el origen de su generosidad. Si soy lo suficientemente famoso aquí para obtener el trato de una estrella en un hospital, entonces lo tomaré por todo lo que vale.
—Gracias —le respondo—. Estoy bien quedándome aquí.
 
—Vamos a traer una cama adicional para ti —dice ella, señalando hacia el espacio vacío de la habitación—. Vendremos a verte de nuevo en la mañana.
Vuelvo a mi vigilia sobre June. Cuando el guardia no se va, miro hacia ella y levanto mis cejas. Ella se vuelve roja.
—¿Algo más que pueda hacer por ti?
 
Ella se encoge de hombros y trata de parecer indiferente.
 
—No. Es sólo… así que, eres Daniel Altan Wing, ¿eh? —Dice mi nombre como si estuviera tratando de probarlo en tamaño—. Empresas Evergreen sigue imprimiendo historias sobre ti en sus tabloides. El Rebelde de la República, el Fantasma, el Comodín; probablemente saldrán con un nuevo nombre y foto de ti todos los días. Dicen que escapaste de una cárcel de Los Ángeles por ti mismo. Oye, ¿realmente saliste con la cantante Lincoln?


La idea es tan ridícula que me tengo que reír. No sabía que los Colonos se mantienen al día con la propaganda de los cantantes designados por el gobierno de la República.
—Lincoln es un poco vieja para mí, ¿no te parece?
 
Mi risa rompe la tensión, y la soldado se ríe conmigo.
 
—Bueno, esta semana estás saliendo con ella. La semana pasada Empresas Evergreen informó que habías esquivado todas las balas de un pelotón de fusilamiento de la República y escapaste de tu ejecución. —La soldado vuelve a reír de nuevo, pero yo me quedo en silencio.
No, yo no esquivé ninguna bala. Dejé que mi hermano mayor las recibiera por mí.
 
La risa del soldado se escurre a la distancia torpemente al ver mi expresión. Se aclara la garganta.
 
—En cuanto a ese túnel del que vinieron los dos, lo hemos sellado. Tercero que hemos sellado en un mes. De vez en cuando los refugiados de la República vienen igual que lo hicieron ustedes, ya sabes, y las personas que viven en la Tribuna han llegado a cansarse realmente de tratar con ellos. A nadie le gusta que los civiles de un territorio enemigo repentinamente se establezcan en nuestra propia ciudad natal. Normalmente terminamos sacándolos a patadas de vuelta al frente de guerra. Eres un afortunado. — La soldado suspira—. En los viejos tiempos, todo esto solía ser los Estados Unidos de América. Ya lo sabes, ¿cierto?
Mi colgante del cuarto de dólar de repente se siente pesado alrededor de mi cuello.
 
—Lo sé.
 
—Bueno, ¿sabes de las inundaciones? Llegaron rápido, en menos de dos años, y acabaron con la mitad de las zonas bajas del sur. Lugares que los Republicanos como tú probablemente nunca han oído hablar. Louisiana, se ha ido. Florida, Georgia, Alabama, Mississippi, Carolinas, idos. Tan rápido que jurarías que nunca existieron en primer lugar, por lo menos si no pudieras ver todavía algunos de sus edificios asomándose a lo lejos en el océano.
—¿Y es por eso que ustedes han venido aquí?
 
—Hay más tierra en el oeste. ¿Tienes idea de cuántos refugiados hay? Luego el oeste construyó un muro para evitar que los orientales aglomeraran sus estados, desde lo alto de las Dakotas a través de Texas. —La soldado cierra el puño sobre la palma de su otra mano—. Por eso tuvimos que construir túneles para entrar. Antes solía haber miles de ellos de vuelta cuando la migración estaba en su apogeo. Después comenzó la guerra. Cuando la República comenzó a usar los túneles para lanzar ataques sorpresa contra nosotros, los sellamos todos desde fuera. La guerra ha estado sucediendo desde hace tanto tiempo que la mayoría de las personas ni siquiera recuerda que la lucha es por el terreno. Pero cuando la crecida finalmente se estableció, las cosas por aquí se estabilizaron. Y nos convertimos en las Colonias de América. —Lo dice con su pecho hinchado—. Esta guerra no va a durar mucho más tiempo; hemos estado ganando desde hace un tiempo.
Recuerdo a Kaede diciéndome que las Colonias estaban ganando la guerra cuando aterrizamos en Lamar por primera vez. No había pensado demasiado en ello en ese entonces… después de todo, ¿qué es la suposición de una persona? ¿Un rumor? Pero ahora esta soldado lo está diciendo como si fuera la verdad.
 
Ambos pausamos mientras el alboroto fuera del edificio se hace más fuerte. Inclino mi cabeza. Ha habido multitud de gente entrando y saliendo del hospital desde que llegamos aquí, pero yo no había pensado en ello. Ahora creo que he oído mi nombre.
—¿Sabes lo que está pasando ahí fuera? —pregunto—. ¿Podemos pasar a mi amiga a una habitación más tranquila?
La soldado se cruza de brazos.
 
—¿Quieres ver toda la conmoción por ti mismo? —Hace un gesto para que me levante y la siga.
El griterío del exterior ha alzando un punto atronador. Cuando la soldado abre las puertas del balcón y nos lleva hacia el aire de la noche, soy recibido por una ráfaga de viento helado y un gran coro de vítores. Las luces intermitentes me ciegan; por un segundo todo lo que puedo hacer es estar allí de pie en contra de las rejas de metal y disfrutar de la escena. Estamos a una increíblemente hora avanzada de la noche, pero debe haber cientos de personas por debajo de nuestra ventana, ajenos al suelo cubierto de nieve. Todos sus ojos se vuelven hacia mí. Muchos de ellos sostienen letreros hechos en casa.
¡Bienvenido a nuestro lado! dice uno.
 
El Fantasma Vive, dice otro.
 
Destruye la República, dice un tercero. Hay docenas de ellos. Day: ¡Nuestro Colono Honorario! ¡Bienvenido a la Tribuna, Day! ¡Nuestra casa es tu casa!


Ellos saben quién soy.
 
Ahora la soldado apunta hacia mí y sonríe para la multitud.
 
—Este es Day —grita.
 
Estalla otra ronda de aplausos. Me quedo helado donde estoy. ¿Qué se supone debes hacer cuando un montón de gente está gritando tu nombre como si estuvieran completamente dementes? No tengo ni bendita idea. Así que levanto la mano y saludo, lo cual hace que sus gritos se eleven a un tono más alto.
—Eres una celebridad aquí —me dice la soldado por encima del ruido. Ella parece estar mucho más interesada en esto que yo—. El único rebelde que la República parece no poder tener en sus manos. Confía en mí, estarás plasmado en todos los tabloides de mañana. Empresas Evergreen se va a morir por una entrevista tuya.
 
Ella sigue hablando, pero ya no estoy prestándole atención. Una de las personas que sostienen carteles ha llamado mi atención. Es una chica con una bufanda envuelta alrededor de su boca y una capucha que cubre parte de su rostro.
Pero puedo decir que es Kaede.
 
Mi cabeza se siente ligera. Al instante pienso en la parpadeante alarma roja en el búnker, advirtiéndonos a June y a mí de alguien acercándose al escondite. Recuerdo la persona que pensé que nos había estado siguiendo por las calles de las Colonias. ¿Era Kaede? ¿Significa eso que otros Patriotas están aquí también? Ella sostiene un cartel que está a punto de perderse en el mar de los demás.
El cartel dice: Tienen que volver. Ahora.


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Mensaje por yiniva Sáb 26 Mayo - 16:34

JUNE

Estoy soñando de nuevo. Estoy segura de eso porque Metias está aquí, y sé que se supone que él está muerto. Esta vez estoy lista para eso, y mantengo una rienda apretada en mis emociones.
 
Metias y yo estamos caminando en las calles de Pierra. Todo nos rodea, soldados de la República corren alrededor de escombros y explosiones, pero para los dos, todo parece callado y lento, como si estuviéramos viendo una película en extrema cámara lenta. Lluvias de polvo y metrallas de granadas rebotan inofensivamente fuera de nosotros. Me siento invencible, o invisible. Uno o lo otro, quizás ambos.
—Algo no está bien aquí —le digo a mi hermano. Mis ojos van arriba hacia los techos, luego de vuelta a las caóticas calles. ¿Dónde está Anden?
Metias me da un ceño pensativo. Camina con sus manos detrás de su espalda, elegante como cualquier capitán debe de ser, y las borlas doradas en su uniforme suenan suavemente al continuar.
—Puedo decir que esta escena está molestándote —responde él, rascando la débil barba en su barbilla. A diferencia de Thomas, él siempre había sido un poco más relajado acerca de las reglas de aseo de la milicia—. Háblame.
—Esta escena —digo, apuntando alrededor de nosotros—. Todo este plan. Algo no está bien.
Metias pasa por encima de un mantón de escombro de concreto.
 
—¿Qué no está bien?
—Él. —Apunto al techo. Por alguna razón, Razor está parado ahí a plena vista, observando todo suceder, sus brazos cruzados—. Algo no está bien sobre él.
—Bueno, bichito, razónalo —dice Metias. Cuento con mis dedos.
—Cuando entré al jeep detrás del Elector, las instrucciones del conductor fueron claras. El Elector les dijo que me llevaran al hospital.
—¿Y entonces?
 
—Entonces Razor ordenó al conductor llevarme a la ruta del asesinato de cualquier manera. Él ignoró por completo la orden del Elector. Debió decirle a Anden que yo insistí en la ruta de asesinato. Es la única manera en la que Anden habría continuado con ello.
Metias se encoje de hombros.
 
—¿Qué significa eso? ¿Que Razor simplemente quería forzar el asesinato hasta el final?


—No. Si el asesinato sucedía, todos sabrían quién ignoró la orden del Elector. Todos sabrían que Razor fue quien ordenó que los jeeps avanzaran. —Sujeté el brazo de Metias—. La República sabría que Razor trató de matar a Anden.
Metias tensa sus labios.
 
—¿Por qué Razor se pondría en tan obvio peligro? ¿Qué más fue extraño? Me giro de vuelta hacia el caos de la calle moviéndose en cámara lenta.
—Bueno, desde el comienzo, él fue capaz de traer Patriotas en su oficina en el cuartel principal en Vegas tan fácilmente. Consiguió meter y sacar a sus Patriotas de ese dirigible como si no fuera nada. Es como si él tuviera habilidades súper humanas para ocultar cosas.
—Tal vez las tiene —dice Metias—. Después de todo, tiene a las Colonias patrocinándolo, ¿cierto?
—Eso es verdad. —Paso una mano a través de mi cabello en frustración. En este estado de ensueño, mis dedos están entumecidos y no puedo sentir los mechones corriendo contra mi piel—. No tiene sentido. Debieron cancelar el asesinato. Razor no debió seguir con todo esto, no después que lo interrumpí. Deberían haber vuelto a sus cuarteles, pensar las cosas de nuevo, y después intentar otro golpe. Quizás en un mes o dos. ¿Por qué Razor pondría su posición en riesgo si el asesinato estaba en peligro de fallar?
Metias observa mientras un soldado de la República corre pasando junto a nosotros. El soldado inclina su cabeza hacia arriba donde Razor está parado en el techo y saluda.
—Si las Colonias están detrás de los Patriotas —dice mi hermano—, y saben quién es Day, ¿no debieron ustedes dos ser llevados directamente para hablar con quien sea que esté a cargo?
Me encojo de hombros. Pienso de nuevo en la vez que pasé tiempo con Anden. Sus nuevas leyes radicales, su nueva manera de pensar. Entonces recuerdo su tensión con el Congreso y los Senadores.
Y es entonces cuando el sueño se rompe. Mis ojos se abren bruscamente. He descubierto por qué Razor me molesta tanto.
 
Las Colonias no están patrocinando a Razor… de hecho, las Colonias no tiene idea de lo que traman los Patriotas. Es por eso que Razor continuó con el plan; por supuesto que él no tenía miedo de que la República averiguara que trabajaba para los Patriotas.
La República había contratado a Razor para asesinar a Anden.


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Mensaje por yiniva Dom 27 Mayo - 13:40

Por fin, empezaron a ver la luz, y ahora que? Kaede ya los encontró


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Mensaje por yiniva Dom 27 Mayo - 16:57

DAY

Después que la soldado y yo dejáramos el balcón y la multitud de personas fuera de nuestra habitación en el hospital, me aseguré de que permanecieran guardias fuera de nuestra puerta. (“En caso de que algún fan venga a irrumpir,” dijo la soldado antes de irse), luego solicité mantas adicionales y medicina para June. No quería levantarme y ver a Kaede aún de pie debajo del balcón. Poco a poco, los gritos afuera comenzaron a apagarse. Eventualmente, todo se sumió en el silencio. Ahora estábamos completamente solos, a excepción de los guardias de pie delante de nuestra puerta.
 
Todo está listo para seguir, pero permanezco inmóvil a la cabecera de June. No hay nada aquí que pueda convertir en un arma, por lo que si realmente necesitamos huir esta noche, lo único que podemos esperar es que no tengamos que luchar contra nadie. Que nadie se dé cuenta que nos hemos ido hasta la mañana.
Me levantó y camino hacia el balcón. La nieve en el suelo por debajo está completamente pisoteada y oscura con la tierra de las botas. Kaede ya no está allí, por supuesto. Me empapo del paisaje de las Colonias por un tiempo, tratando de entender una vez más la señal de Kaede.
¿Por qué Kaede me diría que regrese a la República? ¿Está tratando de atraparme o advertirme? Por otra parte, si ella quería hacernos daño, ¿por qué golpeó a Baxter y nos dejó ir en Pierra? Incluso nos había insistido en escapar antes de que los otros Patriotas pudieran llegar a nosotros. Me vuelvo hacia June, quien todavía está durmiendo. Su respiración es más uniforme ahora, y el rubor en sus mejillas es menos pronunciado que hace varias horas. Sin embargo, no me atrevo a molestarla.


Minutos transcurren. Espero a ver si Kaede lo intentará de nuevo. Después de la vertiginosa velocidad de todo lo que nos ha pasado, no estoy acostumbrado a estar atrapado aquí así. De repente hay demasiado tiempo.
Un ruido sordo resuena en contra de las puertas del balcón. Salto a mis pies. Tal vez una rama se desprendió de un árbol, o una teja cayó del techo. Espero ahora, alerta. No ocurre nada por un tiempo. Luego hay otro golpe contra el cristal.
Me levanto de la cama de June, camino hacia la puerta del balcón, y cuidadosamente echo un vistazo a través del cristal. No hay nadie allí. Mis ojos saltan hasta el piso del balcón. Allí, a plena vista, hay dos pequeñas piedras, una con una nota atada a ella.
 
Destrabo la puerta del balcón, la deslizo hacia afuera un poco, y tomó la nota de la roca. Luego cierro la puerta otra vez y abro la nota. Las palabras están garabateadas apresuradamente.
Ven  afuera.  Estoy  sola.  Emergencia.  Aquí  para  ayudar.
Tenemos  que  hablar.  —K.
 
Emergencia. Arrugo la nota en mi mano. ¿Qué piensa ella que es una emergencia? ¿No es todo una emergencia en este momento? Nos había ayudado a escapar, pero eso no quiere decir que estoy listo para confiar en ella.
Ni un minuto ha pasado antes de que una tercera roca golpee la puerta. Esta vez, el mensaje dice:
Si  no  hablas  conmigo  ahora,  te  vas  a  arrepentir.  —K.
 
Mi temperamento se eleva ante la amenaza. Kaede tiene el poder de entregarnos por arruinar los planes de los Patriotas. Me quedo donde estoy, releyendo la nota en mis manos. Tal vez sólo por unos minutos, me digo. Eso es todo. Lo suficiente para ver lo que Kaede quiere. Luego regresaré adentro.
Agarro mi abrigo, tomo una respiración profunda y doy un paso atrás a las puertas del balcón. Mis dedos silenciosamente deshacen el cerrojo. Un viento frío golpea mi cara mientras me escapo a la terraza, agachado, bloqueo las puertas del balcón y las cierro. Si alguien irrumpe para hacerle daño a June, van a tener que hacer suficiente ruido como para alertar a los guardias afuera. Saltó por el costado del balcón, me giro, y agarró la cornisa colgándome con las manos. Me bajo a mí mismo hasta que estoy colgando a mitad de camino entre la primera y segunda planta. Entonces me suelto.


Mis botas aterrizan en la nieve polvorienta con un suave crujido. Doy una última mirada al segundo piso, memorizo dónde está este edificio del hospital en la calle, entonces meto mi cabello dentro de mi abrigo y me aprieto contra la pared.
Las calles están vacías y silenciosas a esta hora. Espero contra el costado del edificio por un minuto antes de salir entre las sombras. Vamos, Kaede. Mi respiración sale en pequeñas ráfagas de vapor. Mis ojos recorren los rincones y grietas alrededor de mí, comprobando el peligro. Pero estoy solo. ¿Querías que me encontrara contigo aquí afuera? Bueno, aquí estoy.
—Habla conmigo —susurro en voz baja mientras camino a lo largo del edificio. Mi mirada busca supervisores de calles, pero no hay nadie aquí.
De pronto me detengo. Hay una sutil sombra agazapada en uno de los callejones cercanos. Me tenso.
—Sal —susurro lo suficientemente alto como para que la persona me escuche—. Sé que estás ahí.
 
Kaede se materializa de las sombras, y luego me hace señas.
 
—Camina conmigo —susurra en respuesta—. Date prisa. —Se escabulle hacia un estrecho callejón escondido detrás de una fila de arbustos cargados de nieve. Vamos por el callejón hasta el cruce con una calle más ancha, en la cual Kaede se vuelve más veloz. Me apresuro tras ella. Mis ojos buscan en cada esquina. Calibro todos los lugares donde pueda saltar hasta un piso superior en caso de que alguien intente abordarme por sorpresa. Cada pelo en mi nuca está de punta, rígido por la tensión.
Kaede ralentiza gradualmente su andar hasta que estamos juntos. Está usando los mismos pantalones y botas que tenía durante el atentado temprano en el día, pero se ha cambiado su chaqueta militar por una capa de lana y una bufanda. Su cara está limpia de la pintura negra.
—Está bien, se rápida al respecto —le digo—. No quiero dejar a June por demasiado tiempo. ¿Qué estás haciendo aquí? —me aseguro de mantener una buena distancia entre nosotros, en caso de que decida ponerse alegre con un cuchillo o algo así. Parecemos estar solos, le daré eso, pero aun así me aseguro de que permanezcamos en una calle principal en donde pueda escapar si lo necesito. Algunos trabajadores de las Colonias se apresuran pasando por delante de nosotros, iluminados por las luces de los anuncios en los edificios. Los ojos de Kaede brillan con ansiedad casi frenética, una mirada que es completamente extraña en su rostro.


—No podía subir a tu habitación —dice. La bufanda alrededor de su boca amortigua sus palabras, y se la empuja hacia abajo con impaciencia—. Los malditos guardias me escucharían. Ese es el por qué tu eres el corredor, no yo. Lo juro, no estoy aquí para hacerle daño a tu preciosa June. Si está sólo por sí misma ahí arriba, va a estar bien. Seremos rápidos.
—¿Nos seguiste a través del túnel? Kaede asiente.
—Me las arreglé para alejar suficientes escombros para pasar a través de él.
 
—¿Dónde están los otros?
 
Tira de sus guantes más apretados, sopla aire caliente en sus manos, y murmura con disgusto sobre el clima.
—No están aquí. Sólo yo. Necesitaba advertirte.
 
Una sensación de malestar se eleva en mi estómago.

—¿Sobre qué? ¿Es Tess?
 
Kaede deja lo que está haciendo para empujarme fuerte en las costillas.
 
—El asesinato fue saboteado. —Levanta las dos manos antes de que pueda interrumpirla—. Sí, sí, ya sé que ya estás al tanto de esto. Un montón de Patriotas han sido arrestados. Algunos de ellos se escaparon también, nuestra Tess lo hizo, al menos. Corrió con algunos de nuestros pilotos y corredores. Pascao y Baxter también. —Solté una maldición. Tess. Siento una obligación repentina de perseguirla, para asegurarme de que está a salvo, y entonces recuerdo lo último que me dijo. Kaede se hunde mientras seguimos caminando—. No sé dónde están ahora. Pero aquí está lo que no sabes. Yo ni siquiera lo sabía, hasta que tú y June detuvieron el asesinato. Jordan, la chica corredora, ¿te acuerdas, cierto? Descubrió toda esta información del borrador de una unidad y se lo entregó a uno de nuestros hackers. —Toma una respiración profunda, se detiene y vuelve la cabeza hacia el suelo. La fuerza habitual de su voz, se desvanece—. Day, Razor jugó con todos nosotros. Les mintió a los Patriotas, y luego los entregó a la República.
Me detengo.
 
—¿Qué?


—Razor nos dijo que las Colonias nos contrató para matar al Elector y empezar una revolución —dice Kaede—. Pero eso no es cierto. Se descubrió el día del asesinato, que el Senado de la República está patrocinando a los Patriotas. —Niega con la cabeza—.
¿Puedes creerlo? La República contrató a los Patriotas para asesinar a Anden.
 
Estoy en silencio. Aturdido. Las palabras de June se hacen eco en mi mente, cómo me había dicho que al Congreso le disgustaba su nuevo Elector, cómo pensaba que Razor estaba mintiendo. Las cosas que él nos dijo no cuadran, había dicho ella.
—Todos estábamos ciegos… a excepción de Razor —dice Kaede cuando no respondo. Empezamos a caminar de nuevo—. Los senadores quieren a Anden muerto. Pensaron que podían usarnos y echarnos la culpa también.
Mi sangre está corriendo tan rápido que apenas puedo oírme a mí mismo hablar.
 
—¿Por qué Razor vendería a los Patriotas de esa manera? ¿No ha estado con ellos durante una década? Y pensaba que el Congreso estaba tratando de no provocar una revolución.
 
Kaede desploma sus hombros y deja escapar una bocanada de vapor.
 
—Fue atrapado trabajando para los Patriotas un par de años atrás. Así que llegó a un acuerdo con el Congreso: Liderar a los Patriotas en el asesinato de Anden, el feroz joven revolucionario, y el Congreso se olvidaría de sus lazos traicioneros. Al final de todo, Razor consigue ser el nuevo Elector, y contigo y June trabajando para él, queda como el héroe del pueblo o algo así. El público pensaría que los Patriotas tomaron el gobierno, cuando en realidad es sólo la República de nuevo. Razor no quiere que los Estados Unidos sean restaurados, él sólo quiere salvarse a sí mismo. Y se unirá a cualquier lado más conveniente para lograr eso.
Cierro los ojos. Mi mundo está girando. ¿June no me había advertido acerca de Razor? Todo este tiempo, he estado trabajando para los senadores de la República. Ellos son los que quieren a Anden muerto. No es de extrañar que las Colonias no parezcan tener ninguna idea de lo que los Patriotas están haciendo. Entonces abro mis ojos.
—Pero fracasaron —digo—. Anden todavía está vivo.
 
—Anden todavía está vivo —repite Kaede—. Gracias a Dios.
 
Debería haber confiado en June desde el principio. Mi ira hacia el joven Elector se estremece y tiembla, se debilita. ¿Significa esto… que en realidad liberó a Eden? ¿Mi hermano está libre y seguro? Estudio a Kaede.


—¿Has venido hasta aquí para decirme eso? —le susurro.
 
—Sip. ¿Sabes por qué? —Se inclina más cerca, hasta que su nariz casi toca la mía—. Anden está a punto de perder el control sobre el país. La gente está así de cerca de rebelarse contra él. —Sostiene dos dedos juntos—. Si cae, vamos a tener un montón de problemas impidiendo a Razor hacerse cargo de la República. En este momento, Anden está peleando por el control de los militares, mientras que Razor y la comandante Jameson están tratando de arrebatárselo. El gobierno está a punto de partirse en dos.
—Espera… ¿la comandante Jameson? —pregunto.
 
—Había una transcripción de la conversación grabada entre ella y Razor en esa unidad.
¿Recuerdas cómo nos topamos con ella a bordo en el Dynasty RS? —responde Kaede—. Razor lo hizo sonar como que no tenía idea que estaría allí. Pero creo que ella te reconoció totalmente. Debe haber querido verte con sus propios ojos. Para saber que eras realmente una parte de los planes de Razor. —Kaede hace una mueca—. Debería haber notado algo raro en Razor. Yo estaba equivocada acerca de Anden también.
—¿Por qué te importa lo que le suceda a la República? —digo. El viento azota ráfagas de nieve desde la calle, haciéndose eco de la frialdad en mis palabras—. ¿Y por qué ahora?
—Estaba en esto por el dinero, lo admito. —Kaede niega con la cabeza y fija su boca en una línea apretada—. Pero antes que nada, no conseguí la paga, porque el plan no funcionó. En segundo lugar, no me anoté para destruir el país, para entregar todos los derechos de los civiles de la República de nuevo a otro maldito Elector. —Luego se apaga un poco, y sus ojos se ven brumosos—. No lo sé… tal vez estaba esperando que los Patriotas pudieran darme un objetivo más noble que ganar dinero. Uniendo estas dos naciones agrietadas juntas de nuevo. Eso habría estado bien.
El viento invernal se clava en mi rostro. Kaede no necesita decirme por qué vino hasta aquí a buscarme. Después de escuchar esto, sé por qué. Recuerdo lo que me dijo Tess en Lamar. Todos están mirándote a ti Day. Están esperando tu próximo movimiento. Puede que yo sea la única persona que pueda salvar a Anden ahora. Soy la única persona que la gente de la República escuchará.
Nos quedamos en silencio y nos introducimos más en las sombras cuando un par de guardias policías de las Colonias pasan cerca de nosotros. La nieve se levanta bajo sus botas. Observo hasta que desaparecen por el último callejón por el que habíamos pasado. ¿A dónde iban?


Cuando Kaede continúa andando con su bufanda cubriéndole la boca otra vez, digo:
 
—¿Qué pasa con las Colonias?
 
—¿Qué pasa con ellas? —murmura a través de la tela.
 
—¿Qué pasa con dejar que la República colapse y las Colonias se hagan con el control?
¿Qué hay con esa idea?
 
—Nunca se trató de dejar que las Colonias ganen. La finalidad de los Patriotas era de reunir a los Estados Unidos. Sin embargo eso se puede lograr. —Kaede se pausa, luego nos propone ir por una calle diferente. Andamos dos manzanas más antes de que ella se pare enfrente de una enorme fila de edificios en ruinas.
 
—¿Qué es esto? —pregunto a Kaede, pero ella no responde. Me giro hacia el edifico que hay frente a mí. Tiene unos treinta pisos o más de alto, pero se extiende sin interrupción por unas cuantas manzanas de la ciudad. Cada alguna decena de metros, pequeñas y oscuras entradas están repartidas en las plantas bajas del recinto. El agua gotea por las paredes, ventanas y los balcones destrozados, tallando feas líneas de hongos en las paredes. La estructura se extiende por la calle desde donde nosotros estamos, desde el cielo debe parecer un gigantesco bloque de cemento negro.
Me quedo boquiabierto. Después de ver las luces de los rascacielos de las Colonias, es chocante saber que un edificio como este exista. He visto complejos de la República abandonados que tenían mejor aspecto que este. Las ventanas y los pasillos se estrechan tanto que hace que la luz no llegue hasta el fondo. Echo un vistazo en una de las oscuras entradas.
Oscuridad, nada. El sonido del agua goteando y el eco de unos pasos desde el interior. De vez en cuando veo una luz parpadeante pasar, como si alguien está dentro con una linterna. Miro hacia los pisos superiores. La mayoría de las ventanas están rotas y destrozadas, o faltan por completo. Algunas de ellas están cubiertas por plásticos. Ollas viejas en los balcones recogen el agua que gotea, y muchos tienen hileras de ropa hecha jirones colgando de las cornisas.
Debe haber gente viviendo ahí. Pero la idea me hace estremecerme. Miro hacia atrás una vez a los relucientes rascacielos de la manzana anterior, luego vuelvo a mirar a esta estructura de cemento podrida.
Un tumulto al final de la calle llama nuestra atención. Aparto mi vista del complejo. Una manzana más abajo, hay una mujer de mediana edad con botas de hombre y un abrigo raído suplicando a todo pulmón a un par de hombres vestidos con pesada ropa de plástico. Ambos tienen viseras transparentes cubriendo sus rostros y largos sombreros de ala ancha en sus cabezas.
—Observa —susurra Kaede. Luego nos arrastra a una de las entradas entre dos puertas de la planta baja del complejo. Inclinamos nuestras cabezas un poco para escuchar que está pasando. Incluso a pesar de que ellos están lejos, la voz de la mujer nos llega claramente a través del tranquilo y helado aire.
—… sólo he perdido un pago este año —decía la mujer—. Puedo correr al banco a primera hora de la mañana y darles tantos Billetes como tengo…
Uno de los hombres la interrumpe.
 
—Policía DesCon, señora. No podemos investigar crímenes para clientes que han estado debiendo pagos a su policía local.
La mujer está llorando, retorciendo sus manos con tanta fuerza que siento como si fuera a sacarse la piel.
 
—Debe haber algo que puedan hacer —dice ella—. Algo que yo pueda darles o a otro departamento de policía yo…
El segundo hombre niega con la cabeza.
 
—Todos los departamentos de policía comparten la política de DesCon. ¿Quién es su empleador?
—Corporación Cloud —dice la mujer esperanzada. Como si esta información podría quizás persuadirlos para ayudarla.
—Corporación Cloud desaprueba que sus trabajadores estén fuera después de las 11:00
p.m. —Él asiente hacia el complejo—. Si no vuelve a su casa, DesCon informará sobre usted a Cloud y quizás pierda su trabajo.
—¡Pero ellos me han robado todo lo que tengo! —La mujer rompe en sollozos—. Mi puerta está completamente… completamente rota… toda mi comida y mis ropas han desaparecido. Los hombres que lo hicieron viven en mi misma planta… si ustedes por favor pueden venir conmigo, pueden atraparlos… sé en que apartamento viven…
Los dos hombres han comenzado ya a alejarse. La mujer corre detrás de ellos, suplicando su ayuda, incluso cuando siguen ignorándola.
—Pero mi casa… si ustedes no hacen nada… cómo voy a… —continúa diciendo. El hombre le vuelve a repetir la advertencia de reportarla.


Después de que se han ido, me vuelvo hacia Kaede.
 
—¿Qué ha sido eso?
 
—¿No era obvio? —responde Kaede sarcásticamente mientras damos un paso fuera de la oscuridad del edificio y volvemos a la calle.
Permanecemos en silencio. Finalmente, Kaede dice:
 
—La clase trabajadora es jodida por todos lados, ¿verdad? Mi punto es este: Las Colonias son mejores que la República en algunos aspectos. Pero créeme o no, lo contrario también es cierto. No hay tal cosa como la estúpida utopía con la que has estado fantaseando, Day. No existe. No había razón para decírtelo antes. Es una cosa que tenías que ver por ti mismo.
 
Comenzamos a regresar hacia el hospital. Dos soldados más de las Colonias pasan deprisa ante nosotros, ninguno de ellos molestándose en atraparnos. Un millón de pensamientos se acumulan en mi cabeza. Mi padre nunca debe haber puesto un pie en las Colonias; y si lo hizo, sólo fue superficial del modo en el que June y yo lo hicimos cuando llegamos por primera vez. Un nudo se forma en mi garganta.
—¿Confías en Anden? —digo después de un momento—. ¿Es digno de ser salvado?
¿Merece la pena salvar la República?
 
Kaede da unas cuantas vueltas más. Finalmente, se detiene cerca de una tienda con diminutas pantallas en sus ventanas, cada una emitiendo diferente programación de las Colonias. Kaede nos guía a una pequeña calle en el lateral de la tienda, donde la oscuridad de la noche nos rodea. Se detiene para apuntar a la programación de las pantallas del interior de la tienda. Recuerdo haber pasado una tienda como esta en nuestro camino a la ciudad.
—Las Colonias siempre muestran noticias robadas de las transmisiones de la República
—dice ella—. Ellos tienen un canal entero para eso. Este extracto de noticia ha estado repitiéndose desde el intento fallido de asesinato.
Mis ojos se pierden en los titulares de la pantalla. Al principio sólo miro fijamente, perdido en mis pensamientos dándole vueltas a los Patriotas, pero un momento después me doy cuenta que la emisión no es sobre las escaramuzas en el frente de guerra o noticias de las Colonias, son acerca del Elector de la República. Una oleada de aversión instintiva me atraviesa al ver a Anden en la pantalla. Me esfuerzo por escuchar las noticias, preguntándome cuán diferente sería la interpretación de las Colonias aobre los mismos eventos.


Un titular aparece bajo el discurso grabado de Anden. Lo leo con incredulidad.
 
ELECTOR  LIBERA  A  HERMANO  MENOR  DEL  FAMOSO  REBELDE  “DAY”; PARA  HACERLO  PÚBLICO  MAÑANA  DESDE  LA  TORRE  DEL  CAPITOLIO
 
—A partir de hoy —dice el Elector en el vídeo pre-grabado—. Eden Bataar Wing es oficialmente libre del servicio militar y, como agradecimiento a su contribución, exento de las Pruebas. Todos los demás que han sido transportados a lo largo del frente de guerra han sido devueltos a sus familias también.
Tengo que frotarme los ojos y leer los subtítulos de nuevo. Están todavía ahí. El Elector ha liberado a Eden.


De repente ya no puedo sentir el aire frío. No puedo sentir nada. Mis piernas se debilitan. Mi respiración se acompasa al latido de mi corazón. Esto no puede estar bien. El Elector está probablemente anunciando esto públicamente para poder atraerme de nuevo a la República y a su servicio. Está intentando engañarme y quedar él bien. No hay forma de que hubiera liberado a Eden —y a todos los demás, el chico que había visto en el tren— de forma voluntaria. No es posible.
¿No es posible? ¿Incluso después de todo lo que June me contó, incluso después de lo que Kaede me dijo? Incluso ahora, ¿no confío en Anden? ¿Qué pasa conmigo?
Entonces, mientras continúo mirando, el vídeo del discurso del Elector da paso a un vídeo mostrando a Eden siendo escoltado fuera del palacio de justicia, libre de grilletes y vestido con ropas que normalmente pertenecerían a un chico de una familia de élite.
Sus rizos rubios están cuidadosamente cepillados. Busca en las calles con la mirada perdida, pero está sonriendo. Empujo mi mano más profundamente en la nieve en un intento de estabilizarme a mí mismo. Eden parece saludable, bien cuidado. ¿Cuándo fue grabado esto?
Las noticias de Anden terminan, y ahora el vídeo muestra imágenes del intento de asesinato seguido de una batería de imágenes de las batallas en el frente de guerra. Los pies de fotos son tremendamente diferentes de los que había visto en la República.
EL  FALLIDO  INTENTO  DE  ASESINATO  DEL  NUEVO  ELECTOR  PRIMO  DE LA  REPÚBLICA,  EL  ÚLTIMO  SIGNO  DE  AGITACIÓN  EN  LA  REPÚBLICA.
 
El subtítulo está rodeado por una línea más pequeña en la esquina de la pantalla que dice: ESTE PROGAMA ES PRESENTADO POR EMPRESAS EVERGREEN. El ahora familiar
símbolo circular está a un lado.


—Toma tu propia decisión acerca de Anden —murmura Kaede. Se detiene para limpiar los copos de nieve de sus pestañas.
Yo estaba equivocado. La certeza de esto se asienta en mi estómago como un peso muerto, una roca de culpabilidad girando tan brutalmente por June cuando trató de explicarme todo esto en el refugio subterráneo. Las cosas tan horribles que le había dicho a ella. Pienso en los extraños e inquietantes anuncios que había visto aquí, las desmoronadas viviendas de los pobres, la decepción que siento al conocer que las Colonias no son el faro de luz que mi padre imaginaba. Su sueño de relucientes rascacielos y una vida mejor era solo eso.
Recuerdo mi sueño de lo que haría después de que toda esta guerra acabara… volver a las Colonias con June, Tess, Eden… empezar una nueva vida, dejar la República atrás. Quizás he estado intentado escapar del lugar equivocado y huir de las cosas erróneas. Pienso en todas las veces que me enfrenté a los soldados. El odio que tenía hacia Anden y hacia todos los que crecieron ricos. Luego recuerdo los barrios marginales en los que yo había crecido. Desprecio a la República, ¿no? Quiero verlos colapsados,
¿verdad? Pero sólo ahora veo la diferencia: desprecio las leyes de la República, pero amo a la República en sí. Amo a la gente. No estoy haciendo esto sólo por el Elector; estoy haciendo esto por ellos.
—¿Están los parlantes de la Torre del Capitolio todavía conectados a las pantallas gigantes? —le pregunto a Kaede.
—Hasta donde yo sé, sí —responde—. Con toda la conmoción de las últimas cuarenta y ocho horas, nadie notó la modificación en el cableado.
Mis ojos se dirigen a los tejados, donde aviones de combate están al acecho.
 
—¿Eres tan buena piloto como dices? —pregunto. Kaede se encoge de hombros y sonríe.
—Mucho mejor.
 
Lentamente, un plan empieza a formarse en mi mente.
 
Otro par de soldados de las Colonias pasan apresurados. Esta vez, una extraña sensación recorre mi nuca. Estos soldados, como los últimos, se dirigen también hacia el callejón del que habíamos venido. Me aseguro que no vienen más, entonces me apresuro hacia la oscuridad de la calle. No, no. NO ahora.
Kaede me sigue de cerca.


—¿Qué pasa? —susurra—. Te has puesto tan blanco como una jodida tormenta de nieve.
La había dejado sola y vulnerable en un lugar que una vez pensé sería nuestro refugio. La había echado a los lobos. Y si algo le pasaba a ella ahora por mi culpa… Empiezo a correr.
—Creo que se dirigen hacia el hospital —digo—. Van por June.


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Mensaje por mariateresa Dom 27 Mayo - 18:33

Hoo dios descubrió de que va todo. Veamos que pasa con kaede por que quiere que vuelva si saben que son fugitivos. Como se van a poner en contacto con anden?? Y que va a pasar en las colonias. La incertidumbre me mata @yiniva. Gracias por los capi. Rangos


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Mensaje por mariateresa Dom 27 Mayo - 19:06

Bueno ya se por que Kaede los fue a buscar. Y por fin Day abrio los ojos. Ahora que pasa con June?? Mas problemas!!!
Gracias yiniva te daras cuenta que el comentario anterior lo hice cuando publicaste el capi hoy jejejej.


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Mensaje por yiniva Lun 28 Mayo - 10:04

JUNE

Salgo de golpe de mi sueño, levanto la cabeza, y mis ojos recorren la zona. La ilusión de Metias se desvanece.
 
Estoy en una habitación de hospital, y Day no está por ningún lado. Es media noche. ¿No habíamos estado aquí antes? Tengo un vago recuerdo de Day junto a mi cama, y Day saliendo al balcón para saludar a una multitud que lo vitoreaba. Ahora él no está aquí. ¿Adónde se fue?
Tardo un segundo más, mareada como estoy, para averiguar qué me despertó. No estoy sola en la habitación. Hay media docena de soldados de las Colonias aquí. Una soldado alta con el cabello largo de color rojo iza su arma y la apunta a mí.
—¿Esa es? —pregunta ella, manteniéndome en su línea de fuego. Un soldado varón mayor asiente.
—Así es. No sabía que Day estaba escondiendo a un soldado de la República. Esta chica no es otra que June Iparis. El prodigio más reconocido de la República. La Corporación DesCon estará feliz. Este prisionero va a valer mucho dinero. —Él me da una sonrisa fría—. Ahora, mi querida. Dinos adónde se fue Day.
Dieciséis minutos han pasado. Los soldados han asegurado mis manos detrás de mi espalda con un conjunto temporal de esposas. Mi boca es amordazada. Tres de ellos se paran cerca de la puerta abierta de la habitación, mientras que los otros vigilan el balcón. Me quejo. A pesar de que mi fiebre ha desaparecido y mis articulaciones no duelen, mi cabeza todavía se siente mareada. (¿A dónde fue Day?)


Uno de los soldados habla en un auricular.
 
—Sí —dice. Una pausa, y luego—: La estamos cambiando a una celda. DesCon va a obtener una gran cantidad de buena información de éste. Enviaremos también a Day para ser interrogado una vez que logremos apoderarnos de él. —Otro soldado mantiene la puerta abierta con su bota. Están esperando a que llegue una camilla, me doy cuenta, para que así me puedan llevar. Eso probablemente significa que tengo menos de dos o tres minutos para sacarme de esta situación.
Aprieto sobre mi mordaza, forzando abajo mis náuseas, y trago. Mis pensamientos y recuerdos se están desordenando. Parpadeo, preguntándome si estoy alucinando. Los Patriotas están siendo patrocinados por la República. ¿Por qué no lo vi antes? Era tan obvio, desde el principio: los muebles elaborados en el apartamento, la facilidad con la que Razor pudo sacarnos de un lugar a otro sin ser descubierto.
 
Ahora veo al soldado seguir hablando en su auricular. ¿Cómo prevengo a Day ahora? Él debe de haber salido por las puertas del balcón… cuando regrese, me habré ido y ellos estarán aquí, listos para interrogarlo. Incluso podrían pensar que somos espías de la República. Recorro un dedo repetidamente a través de mi anillo de sujetapapeles.
El anillo de sujetapapeles.
 
Mi dedo se detiene. Entonces lo remuevo gradualmente sacando mi anillo de sujetapapeles detrás de mi espalda y tratando de desplegar sus cables de metal en espiral. Un soldado mira hacia mí, pero yo cierro los ojos y dejo escapar un suave gemido de dolor a través de mi mordaza. Él vuelve a su conversación. Dejo que mis dedos corran por el anillo en espiral y tiro de él enderezándolo. Los sujetapapeles fueron retorcidos en seis ocasiones. Yo despliego los dos primeros. Luego enderezo el resto del sujetapapel y lo doblo en lo que espero sea una forma de Z estirada. El movimiento hace que ambos brazos se me acalambren dolorosamente.
De repente, uno de los soldados del balcón deja de hablar para comprobar las calles de abajo. Permanece así durante un tiempo, sus ojos buscando. Si escuchó a Day, este debe haber desaparecido de nuevo. El soldado examina los techos, luego pierde interés y regresa de nuevo en su posición. A lo lejos del pasillo del hospital, escucho a la gente hablar y el sonido inconfundible de ruedas contra el suelo de baldosas. Están trayendo la camilla.
Tengo que darme prisa. Inserto uno, luego dos de los sujetapapeles doblados en la cerradura de mis esposas. Mis brazos me están matando, pero no tengo tiempo para descansarlos. Cautelosamente empujo uno de los cables alrededor de la cerradura, sintiéndolo rozar el interior de la cerradura hasta que finalmente llega al seguro. Giro el sujetapapel, empujando el seguro a un lado.
—DesCon está de camino con algunos respaldos —murmura uno de los soldados. Cuando él lo dice, muevo el segundo sujetapapel y escucho el pasador de la cerradura dar un pequeño y casi imperceptible clic. Dos soldados y una enfermera ruedan la camilla dentro de mi habitación, se detienen por un momento en el umbral, y luego la ruedan en mi dirección. La cerradura de mis cadenas se abre; siento que las esposas liberan mis manos con un ruido metálico suave. Un soldado clava sus ojos azules lechosos en mí y lleva sus gruesos labios en una mueca. Él se da cuenta del sutil cambio en mi expresión, y oyó el sonido del clic también. Sus ojos se clavan en mis brazos.
Si voy a abrirme paso en esto, ahora es mi única oportunidad.
 
De repente me giro hacia el costado de la cama y salto. Las cadenas caen hacia atrás en la cama y mis pies tocan el suelo. El mareo me golpea como un muro de agua, pero me las arreglo para mantenerlo a raya. El soldado con el arma apuntándome grita una advertencia, pero es demasiado lento. Pateo la camilla tan duro como puedo, esta se vuelca, derribando a un soldado con ello. Otro soldado intenta agarrarme, pero yo me agacho y logro escapar de sus garras. Mis ojos se centran en el balcón.
Pero todavía quedan tres soldados de pie allí. Se abalanzan sobre mí. Evito dos de ellos, pero el tercero me pilla por los hombros y envuelve un brazo sobre mi cuello. Él me tira hacia abajo, sacándome el aliento. Lucho desesperadamente para liberarme.
—¡Abajo! —exclama uno, mientras que otro trata de poner una nueva serie de esposas en mis muñecas. Él deja escapar un aullido cuando yo me retuerzo alrededor y hundo mis dientes profundamente en su brazo.
No hace bien. Me capturaron, me arrestaron.
 
De repente, la puerta de cristal del balcón se rompe en mil pedazos. Los soldados se giran alrededor, desconcertados. Todo está girando. En medio de gritos y pasos, veo a dos personas que entran en la habitación desde el balcón. Uno es una chica que reconozco. ¿Kaede? Pienso con incredulidad.
El otro es Day.
 
Kaede patea a un soldado en el cuello; Day arremete en el soldado que me mantiene presionada abajo y lo tira al suelo. Antes de que nadie pueda reaccionar, Day está de pie otra vez. Toma mis manos y me hala hasta ponerme de pie.


Kaede ya está en el borde del balcón.
 
—¡No les disparen! —Oigo a un soldado gritar detrás de nosotros—. ¡Son bienes valiosos!
Day nos precipita hacia el balcón, luego salta a la cornisa de la barandilla de un salto. Él y Kaede intentan mantenerme en posición vertical mientras otros dos guardias corren hacia nosotros.
Pero empiezo a hundirme de rodillas. Mi repentino estallido de energía no es rival para mi prolongada enfermedad, estoy demasiado débil. Day salta de la cornisa y se arrodilla a mi lado. Kaede deja escapar un grito, y derriba a uno de los soldados.
—¡Nos vemos allí! —grita detrás de nosotros. Luego se precipita dentro de la sala en medio de toda la confusión, lanzando a los guardias fuera de su camino. La veo deslizarse fuera de su alcance y desaparecer por el pasillo.
Day toma mis brazos, luego los envuelve alrededor de su cuello.
 
No te sueltes. —Cuando se endereza, aprieto mis piernas alrededor de él y me aferro a su espalda lo más que puedo. Se sube a la cornisa del balcón, sus botas crujiendo a través de los vidrios rotos, y salta a la saliente que se envuelve alrededor de la segunda planta. Inmediatamente entiendo a dónde vamos. Todos nos estamos dirigiendo hacia el techo, donde los aviones de combate están a la espera. Kaede está tomando las escaleras. Nosotros estamos viajando por una ruta más directa.
Bordeamos la saliente del segundo piso. Me aferro con todas mis fuerzas. Las hebras del cabello de Day rozan contra mi cara mientras él nos arrastra hasta la saliente del tercer piso. Siento su respiración agitada, sus músculos fuertes contra mi piel. Faltan dos pisos más. Un soldado intenta seguirnos, decide no hacerlo, entonces se apresura a entrar para tomar las escaleras.
Day lucha por mantener el equilibrio a medida que nos sube un piso más. Estamos casi en el techo. Los soldados comienzan a esparcirse en el piso de abajo. Puedo verlos apuntando sus armas hacia nosotros. Day aprieta los dientes y me baja en la saliente.
—Ve primero —susurra, entonces me da un impulso. Agarro la cornisa superior, reúno todas mis fuerzas, y empujo. Cuando finalmente logro pasar por encima del borde, me giro y agarro la mano de Day. Él se alza en el techo también. Mis ojos se fijan en una franja de color rojo oscuro manchando su mano. Debe haberse herido en la subida.
Me siento muy mareada.


—Tu mano —empiezo a decir, pero él sacude la cabeza, envuelve su brazo alrededor de mi cintura, y nos guía hacia el más próximo de los aviones de combate que recubre el techo. Los soldados comienzan a inundar la entrada de la puerta del techo; obtengo un buen vistazo del que corre más rápido hacia nosotros.
Kaede.


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Mensaje por yiniva Lun 28 Mayo - 10:06

DAY

Kaede no pierde el tiempo. Señala el avión de combate más cercano a nosotros y corre hasta la rampa de su cabina. Los disparos circundan. June se apoya pesadamente contra mí. Puedo sentir su fuerza desvaneciéndose, así que la tomo en brazos y la cargo cerca de mi pecho. Los soldados que han alcanzado el techo se mueven más rápido una vez que ven lo que Kaede está haciendo. Pero ella está demasiado lejos de ellos. Me apresuro hacia la rampa.
El motor del jet ruge a la vida cuando llegamos al primer escalón de la rampa, y justo debajo del avión, dos grandes tubos de escape lentamente se inclinan hacia abajo para enfrentar el suelo. Nos estamos preparando para un lanzamiento directo al cielo.
—¡Apresúrate de una maldita vez! —grita Kaede desde la cabina. Luego se agacha de nuevo fuera de vista y escupe una sarta de maldiciones.
—Déjame bajar —dice June. Ella salta de nuevo sobre sus propios pies, tropieza, y luego se endereza para tomar los dos primeros escalones. Me quedo detrás de ella, con los ojos fijos en los soldados. Están casi aquí. June llega a la parte superior de la rampa y trepa a la cabina del piloto. Me apresuro a medio camino de la rampa antes de que un soldado me agarra la pierna del pantalón y me da un tirón hacia abajo. Recuerda el equilibrio. Permanece en la punta de tus pies. Atrápalo en los lugares correctos. La lección de lucha de June se precipita en mi cabeza al mismo tiempo. Cuando el soldado se cierne sobre mí, lo esquivo, me desplazo a su costado, y lo golpeó tan duro como puedo justo debajo de su caja torácica. Se desploma sobre una rodilla. Golpe al hígado.
Otros dos soldados me alcanzan y me preparo. Pero entonces uno de ellos grita, cayendo hacia atrás fuera de la rampa con una herida de bala en el hombro. Miro hacia la cabina. June tiene el arma de Kaede y está apuntando a los soldados. Me vuelvo hacia las escaleras y salto hasta la cima, donde June ya está abrochada en el asiento del medio detrás de Kaede.
—¡Entra, ya! —espeta Kaede. Los motores dejan escapar otro rugido agudo. Detrás de mí, varios guardias han comenzado a subir los primeros escalones.
Salto a la barandilla metálica que recubre el borde de la rampa, agarro un lado de la cabina, y empujo con todas mis fuerzas. La rampa se balancea por un segundo, luego empieza a volcarse. Los soldados gritan advertencias y se arrojan fuera del camino. Para el momento que se estrella en el techo, ya estoy en el avión y hundiéndome en el último asiento. Kaede desliza la puerta de la cabina cerrándola. Siento mi estómago caer a medida que salimos disparados fuera de la azotea y por encima de los edificios. A través del cristal de la cabina, puedo ver a pilotos apresurándose dentro de los aviones en los edificios cercanos, así como al segundo estaba sobre el techo del hospital.
—Maldita sea —escupe Kaede desde el frente—. Voy a matarlos… los tengo a mi lado.
—Siento remover el escape del jet—. Sujétense. Este va a ser un vuelo salvaje.
 
Dejamos de elevarnos. Los motores crecen en un rugido ensordecedor. Entonces nos lanzamos disparados hacia adelante. El mundo se precipita hacia nosotros y la presión en mi cabeza se hace más fuerte mientras Kaede empuja el avión más y más rápido. Ella deja escapar un grito de alegría. Casi inmediatamente oigo una voz crujiendo a través de la cabina.
—Piloto, se le ordena aterrizar su avión de inmediato. —El del altavoz suena nervioso. Debe ser un avión siguiéndonos—. Abriremos fuego. Repito, aterrice de inmediato, o abriremos fuego.
—Sólo hay un jet en el aire detrás de nosotros. Arreglemos eso. Respiren hondo, chicos. —Kaede gira violentamente, y casi me quedo inconsciente por el cambio de presión.
—¿Estás bien? —le pregunto a June. Ella dice algo en respuesta, pero no puedo oírla por encima del ruido de los motores.
De repente Kaede tira del mando hacia atrás y empuja una palanca completamente hacia adelante. Mi cabeza se estrella contra el lateral de la cabina. Giramos un total de ciento ochenta grados en menos de un segundo. Veo un avión volando directamente hacia nosotros a una velocidad aterradora. Instintivamente subo mis manos.
Incluso June grita:


—Kaede, eso…
 
Kaede abre fuego. Una lluvia de ráfagas brillantes salen disparadas desde nuestro jet hacia el que está delante de nosotros. Los motores nos empujan adelante y hacia arriba. Una explosión suena detrás de nosotros, el otro avión debe de haber sido golpeado en el tanque de combustible o alcanzado por un tiro recto a través de su cabina.
—Van a tener problemas para seguirnos ahora —grita—. Estamos demasiado lejos y no van a querer cruzar el frente de guerra. Voy a impulsar este bebé al máximo, estaremos en la República en un par de minutos. —No pregunto cómo está planeando pasar por el frente de guerra sin ser derribados.
Cuando miro a través de la cabina a los imponentes edificios de las Colonias, dejo escapar un suspiro y caigo en mi asiento. Brillantes luces, rascacielos, todo lo que mi padre me había descrito en las pocas noches al año que éramos capaces de verlo. Es tan hermoso desde lejos.
 
—Entonces —dice Kaede—, no estoy simplemente quemando combustible por nada,

¿verdad? Day… ¿todavía estamos dirigiéndonos a Denver?
 
—Sí —respondo.
 
—¿Cuál es el plan? —June todavía suena débil, pero hay un propósito ardiendo detrás, la sensación de que estamos a punto de hacer algo fundamental. Puede notar que algo ha cambiado dentro de mí.
Me siento extrañamente tranquilo.
 
—Vamos camino a la Torre del Capitolio —le respondo—. Voy a anunciarle a la República mi apoyo a Anden.


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Mensaje por yiniva Lun 28 Mayo - 18:30

pff, pensé que estarían a salvo en las colonias, pero no, lo bueno que Anden dio el anuncio de que dejo libre a Eden y Day pudo verlo, ahora lucharan con el, en contra de la República y los patriotas, ya sabíamos que Razor no era de fiar


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