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Lectura #2 PUCKED-HELENA HUNTING

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Mensaje por Maga Sáb 23 Mar - 18:21

Nueva y deliciosa lectura. Estará a cargo de @yiniva


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Con un famoso jugador de la Liga Nacional de Hockey como  
hermanastro, Violet Hall está muy familiarizada con la reputación de mujeriego con la que vienen de la mano muchas estrellas del hockey. Ella es lo suficientemente inteligente como para mantenerse alejada de esos chicos calientes y corpulentos con una resistencia inigualable. Eso es hasta que conoce al legendario capitán del equipo —Alex Waters.  
Violet no está interesada en su rostro hermoso y magullado, o sus abdominales duros. Pero cuando Alex inadvertidamente destruye la presunción previa de Violet con respecto al intelecto inferior de los jugadores de hockey, él se convierte en algo más que un cuerpo caliente  con un rostro que está a la altura. 
En lo que sólo puede considerarse como un completo lapsus de  
juicio, Violet descubre cuán bueno es Alex con el palo de hockey en sus pantalones. Pero lo que empieza como una aventura de una noche, rápidamente se convierte en algo más. La noche posterior a la magia orgásmica, Alex comienza a llamar, enviar mensajes de texto, correos electrónicos y enviar regalos extravagantes —y estrafalarios— haciendo que sea difícil ignorarlo, e incluso más difícil que no le guste.  
El problema es, que los medios muestran a Alex como un jugador,  
y Violet no quiere ser parte del juego.


Nueva Lectura en el Club BQ
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Mensaje por berny_girl Dom 24 Mar - 11:54

Me uno


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Mensaje por Yani Dom 24 Mar - 12:09

Yoooooo!!! Gracias!


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Mensaje por Loam Dom 24 Mar - 12:27

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-Tú eres mi perfección. Soy todas esas cosas por ti. -dijo sacudiendo su cabeza a lo que él consideró como una seria confusión-. Existo por ti, Nina. Este ser mortal tan precioso para el Creador del Universo que permitió mi existencia. Dime que eso no es increíble.
--Jared Ryel--


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Mensaje por Tatine Dom 24 Mar - 12:37

Me uno!
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Mensaje por yiniva Dom 24 Mar - 20:55

bienvenidas chicas
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Mensaje por Maria-D Dom 24 Mar - 22:34

Lectura #2 PUCKED-HELENA HUNTING 3510092331   ¡ Muchas gracias, Yiniva !


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Mensaje por yiniva Lun 25 Mar - 11:20

¿Qué carajo hace que la violencia sea tan candente?


1


Violet

Son las 6:51 un jueves por la mañana, y estoy a treinta segundos  de alcanzar un maravilloso orgasmo. Las mujeres de todos los lugares deberían tomar una página del manual del hombre. Sólo porque no tengo los signos evidentes de los hombres, como la erección matutina, no significa que no debería hacerme cargo de mis necesidades personales antes de ir a la ducha. Mi día siempre es mejor cuando comienzo con un trago de la botella de los orgasmos.
Estoy justo allí, tambaleándome al borde del cielo. Cada terminación nerviosa está ardiendo de la mejor manera posible. Mis músculos están apretados, mis dedos moviéndose a un ritmo salvaje, el vibrador —que Dios bendiga al maldito vibrador —está tocando el p-p-p- p-punto, y todo está a punto de ponerse felizmente en blanco.
Y ese es el momento en el que la voz estridente de mi madre rompe toda la magia orgásmica, destruyendo mi masturbación matutina. Debe haber entrado de nuevo con su llave, como es típico.
Aquí está la cuestión; No vivo con mi mamá. Me mudé hace más de cuatro años, a la maldita casa de la piscina. Técnicamente, está dentro  de la misma propiedad, pero se supone que sea mi espacio privado. Mi refugio lejos de mi loca e impresionante, aunque súper inapropiada, madre. La puerta de mi habitación se abre cuando apago el vibrador y tiro hacia arriba los cobertores. Mi vagina está furiosa. Ni siquiera puedo explicarlo. Es el equivalente femenino de bolas azules.
—¡Mamá! —Me desplomo aún más debajo del edredón—. ¿Cuántas veces tenemos que tener esta conversación?
—¡Ya deberías estar fuera de la cama! ¡Tengo algo para ti! —Agita sus manos en el aire igual que el loco muñeco inflable en la televisión. Es demasiado para ser tan temprano en mi día.
—Acabo de despertarme, literalmente. Necesito cinco minutos antes de que conversemos, ¿de acuerdo?
Sus brazos caen a los lados, sus hombros cayendo con su sonrisa, lo que me haría sentirme mal, excepto que entró en mi casa e irrumpió en mi habitación sin previo aviso. Así que todo lo que siento es frustración.
—Oh, claro. —Su desánimo es felizmente de corta duración—.
¿Qué tal si preparo una taza de café?
Mi mamá ama ser útil, y aunque estoy enojada, no quiero herir sus sentimientos a pesar de su inconveniente interrupción. —Eso sería genial. —Cualquier razón para sacarla de mi habitación es buena, pero una taza de café fresco es más que bienvenida.
Se retira y cierra la puerta, dejándome en paz. Por tres segundos contemplo el terminar lo que empecé, pero no hay forma de que me venga con mi mamá en la cocina. En vez de eso, lanzo el vibrador dentro de la mesita de noche y me detengo en el baño para lavarme las manos.
Con veintidós años, debería ser capaz de mantener cierta distancia de mi madre. Sin embargo, ella tiene muchas dificultades con el concepto de espacio personal. En mi primer año en la Universidad, lancé la idea  de mudarme a un apartamento cerca del campus. Mi mama y Sidney, mi padrastro, recientemente se habían casado. Eran peores que adolescentes vírgenes. Tuve la mala suerte de encontrarlos en posiciones comprometedoras más de una vez. La tercera vez fue mi punto límite.
Culpa y vergüenza por el daño psicológico que causó, Sidney ofreció a renovar la casa de la piscina. Acepté solo porque me ahorraba miles en renta.
Cuando conseguí mi trabajo hace unos meses, empecé a buscar un apartamento de nuevo, en parte debido a la frecuencia de las visitas no planeadas de mi madre. Siendo la siempre servicial madre, fue conmigo a la expedición y me contó historias de terror de compañeras de cuarto à la Mujer Blanca Soltera. Viendo que los únicos lugares que podía pagar eran lugares compartidos, escogí quedarme en la casa de la piscina por un poco más de tiempo. Como ya no tengo la carga de la matrícula, volver a revisar esa opción parece un buen plan.
Me seco las manos sin olor a vagina en mi camiseta cuando entro  a la cocina. Mi mamá está sentada a la mesa y ojea una de las revistas   de chismes que ama leer mientras toma una taza de café.
—Creo que hicieron que Buck se viera peor de lo que es en realidad,
¿no crees? —Voltea la revista para que pueda ver las horribles fotos de  mi hermanastro.


Tomo una taza, la lleno con el líquido celestial, y me siento en una silla frente a mi mamá. —Creo que Buck hace un trabajo decente en hacerse ver mal solo, sin ayuda de los medios.
Mi hermanastro es un puto. Estoy tentada a aplicar esa etiqueta a todos los jugadores profesionales de hockey. Es una declaración general, una generalización demasiado entusiasta y posiblemente incorrecta. Sin embargo, basándome en experiencia personal, creo que es verdad en su mayoría. Ciertamente aplica para el jugador de hockey con el que salí el año pasado. Consideré que era como Voldemort: el que no debe ser nombrado.
La tercera página de la sección de entretenimiento de la semana pasada confirma mi hipótesis. La evidencia está salpicada en toda la extensión granulada de dos páginas de Buck con su mano debajo de la falda de una mujer. En un baño público. Parece estar devorando su cara mientras la desnuda dentro de un cubículo, con la puerta abierta. Que sucio.
La foto en sí no es una sorpresa. Cientos de fotos similares pueden encontrarse en Internet. Buck ha compartido su miembro masculino con la mitad de la población femenina en Estados Unidos y probablemente algunas en Canadá. La mujer con la que lo está haciendo es el problema. No se está metiendo con una conejita de hockey. Oh no. Es la sobrina de su ex entrenador. Su nombre es Fran. Es adorable, y ahora luce como una total conejita, gracias a Buck.
En su defensa, dijo que no sabía quién era. No es inteligente y estaba ebrio, así que probablemente fue un error, no es que eso haga que el ser puto sea menos aborrecible. Este pequeño incidente es la razón detrás de su reciente cambio a los Halcones. Su regreso a Chicago significa que veré mucho más de él de nuevo.
—Bueno, creo que han hecho esto más grande de lo que es. Sidney está emocionado de tenerlo de vuelta en la ciudad. De todos modos… — Empuja un pedazo de papel hacia mí. Después de examinarlo, me doy cuenta de que es un tiquete de avión.
Lo levanto y frunzo el ceño. —¿Qué es esto? ¿Por qué tiene mi nombre en él? ¿Qué hay en Atlanta?
—¡Sorpresa! —Hace un gesto con las manos—. Es el primer juego de Buck con los Halcones.
—Mamá, no puedo…
—Vamos a ir como familia para apoyarlo. Ha tenido dos semanas difíciles.
—No es mi culpa que Buck no pueda mantener su pene dentro de sus pantalones y fuera de la sobrina de su entrenador.
—¡Violet! —Arquea las cejas y sus labios hacen una mueca como si estuviera chupando un limón—. ¡No seas tan grosera! Esto no es sobre Buck y su… —Se corta y hace un gesto hacia debajo de la mesa.
—Sí, lo es. A Buck no le importa si no voy a sus juegos.
—Se encontraba muy enojado de que no fueras a los últimos. Tal vez si hubieras ido a este… —señala la revista —, no se habría metido en tantos problemas.
—¿Me estás culpando para que vaya? —La miro por encima de la taza.
—No, en absoluto. Sólo estoy arrojando hipotétisis1. Me ahogo y toso. —¿Quieres decir hipótesis?
—Eso es lo que dije.
Corregirla no tiene sentido al igual que pelear por esto. Una vez que mi mamá decide algo, racionalizar una alternativa es como golpear tu cabeza contra una pared de titanio, doloroso e inútil. Necesito reconsiderar la situación del apartamento.
Trato de evitar ir al juego con un último esfuerzo. —Tengo que trabajar este fin de semana.
—No, no es cierto.
—¿Cómo lo sabes?
Ignora mi pregunta. —Un auto estará en la casa a las seis para recogernos.
—No salgo hasta las cinco. ¿Cómo vamos a siquiera llegar a tiempo al juego?
—El vuelo no es hasta mañana por la mañana. —Toca la  fecha en el tiquete, que no leí.
—Oh. —Tanto para encontrar una salida. Parece que voy a otro juego de hockey. Yupi.
—¡Será tan divertido! ¡Podemos ir de compras! Amor, ¡tengo que irme! ¡No quiero llegar tarde a mi clase de pilates! —Salta y se balancea hasta la puerta, a su siguiente tarea.
Después de que mamá se va, reviso la hora. Tengo media hora para alistarme. Tomando la revista de la mesa, me apresuro hacia mi mesita de noche, tomo mi vibrador y voy al baño, primero necesita una lavada, luego cambio hacia la publicidad de la leche. El sujeto de interés es un tipo follable que completamente evita su boca y riega el vaso de leche sobre su pecho. No sé por qué es tan caliente. Quiero decir, la leche no  es una bebida sexy, pero como sea.
Levanto el pie sobre el tocador y me pongo en ello mientras miro al chico pornográfico de la leche. El orgasmo que perdí temprano me lleva hasta el suelo, y la revista aterriza en mi cara. No importa. Me estoy viniendo y se siente bien.
Juego de palabras intraducible. En el original: hypotestical, hace referencia a los testículos.

La sesión de masturbación me toma más tiempo de lo esperado, así que tengo que conducir más rápido de lo normal para llegar al trabajo. Al ser una graduada reciente del programa de contabilidad de la Universidad de Illinois, obtuve un trabajo a través de mi pasantía, que Sidney obtuvo para mí. Tener un padrastro que es cazatalentos de la Liga Nacional de Hockey tiene algunas ventajas. Soy una contadora junior para una firma de Relaciones Públicas especializada en, esperen por ello, manejo financiero de deportes. Esto incluye invertir las fortunas de los jugadores de hockey profesionales. Estoy rodeada de hockey todo el tiempo.
Charlene, mi mejor amiga y colega, está sentada en el borde de mi escritorio, tomando café mientras organizo frenéticamente unos archivos.
—No puedo salir esta noche. Tengo demasiado que hacer para la cuenta de Kuntz —le digo.
—¿Me estás rechazando para quedarte trabajando hasta tarde un viernes?
—Mi mamá me está obligando a ir al juego de Buck mañana en Atlanta. Aparentemente necesitamos juntarnos como familia para apoyar su incapacidad de mantener su pene en sus pantalones.
Charlene hace una cara comprensiva. —Realmente lo arruinó esta vez, ¿no?
—No me hagas empezar. Es tan idiota. De todos modos, vamos a volar temprano en la mañana. Así que necesito estar preparada para el lunes antes de que me vaya el fin de semana.
—¿No puedes trabajar en ello mientras estás allá?
—Mi mamá quiere ir de compras, así que no estoy segura de cuanto tiempo libre tendré. Además, tengo cien páginas que terminar para el club de lectura el martes.
Charlene rueda los ojos. —Maldita Lydia. Digo que la saquemos del club.
—No puedes sacar a las personas del club de lectura.
—¿Quién lo dice? Yo era feliz leyendo obscenidades sin sentido. Voy a comprar los resúmenes.
No es tan mala idea. Aunque siendo la persona competitiva que soy, odiaría estar en la discusión del club de lectura con solo un vago entendimiento del horroroso libro que Lydia está haciendo que leamos. Sufriría si no tengo algún argumento inteligente del por qué es tan terrible.
—Probablemente llevaré el libro al juego en caso de que pueda tener algo de tiempo para leer.
—Oh, vamos Vi. Los Halcones están teniendo una temporada asesina. Estoy segura de que el juego será increíble.
—Ajá. —Estoy segura de que no se equivoca. Sin embargo, no tengo la misma emoción hacia el juego, o los jugadores, como Charlene.
Ha sido una fanática hasta la muerte de los Halcones durante toda su vida. Ve cada juego e incluso participa en esas rifas en los que creas   tu propio equipo. Como Fútbol Fantástico, pero con el hockey.
—De todas maneras —Charlene agita la mano alrededor—, ese no es el punto. El punto es que podrás codearte con los jugadores después del juego, ¿verdad? Lo que significa que conocerás a Darren Westinghouse.
—¿A quién?
Charlene hace un puchero y me da una mirada enojada. —Juega  de ala derecha con los Halcones. —Comienza a enlistar sus estadísticas; suena como bla, bla, bla. Apago todo hasta que pregunta—: ¿Le tomarías una foto si tienes la oportunidad?
—Primero que todo, Char, los jugadores de hockey no se ‘codean’, salen juntos. Segundo, planeo saltarme la mierda de la fiesta después del juego. Tengo que ponerme al día con el trabajo. —Le doy un golpecito a los archivos en mi escritorio.
—¡Que montón de mierda! —Mira alrededor para asegurarse de que nadie la está escuchando. Jimmy, cuyo cubículo está frente al mío, levanta una ceja y señala hacia el teléfono en su oreja, para que Charlene baje la voz—. Vamos Violet, tienes que ir. Por mí, ¿por favor? Sólo lo suficiente para tomar una foto. Luego puedes ir a aburrirte a tu habitación de hotel sola.
—Te enviaría a ti en mi lugar si pudiera.
No tengo problemas mirando el juego, incluso a pesar de que las reglas me evaden la mayoría del tiempo. Algunos de los chicos son sexys, pero hasta ahí llega el atractivo. Buck es el ejemplo perfecto, como también lo es el único jugador de hockey con el que he salido. No era siquiera un jugador de la NHL, solo un idiota en las ligas menores con el que salí el año pasado para que me echara una mano. Desafortunadamente, resulté ser la dueña de dicha mano. No solo era pésimo en la cama, solo porque estos chicos son fornidos no significa que tienen el equipo que haga juego, también me humilló de una manera que no seré capaz de olvidar pronto.
—Vamos Vi. Puedes disfrutar de ver, solo eso.
—Sí, porque chicos putos son tan excitantes.
—Darren no es un puto.
La apaciguo en vez de discutir con ella. —Ya veré sobre la foto. Sin garantías. —Las fiestas después de los juegos son en su mayoría comida gratis para los jugadores, complementadas por hordas de conejitas buscando el postre.
Grita y aplaude. —¡Eres la mejor!
Levanto las manos. —No prometo nada, pero lo intentaré. Charlene me convence de tomar un descanso para salir a almorzar,
y nos apresuramos hacia el bufete de todo-lo-que-puedas-comer de comida Thai. Afortunadamente, la cantidad de comida que consumo no ralentiza mi rol de la tarde.
A las nueve de la noche ya no me puedo concentrar en la pantalla de la computadora. Mi estómago está gruñendo tan fuerte que sigo revisando para asegurarme de que no es un oso el que anda vagando por la oficina.
El auto servicio de comida rápida es mi elección venenosa. Me devoro tres hamburguesas pequeñas y unas papas fritas grandes mientras conduzco a casa. Me salto el batido a regañadientes porque indigestión más el vuelo no encajan bien.
Mi madre ha dejado una nota en mi puerta recordándome que nos vamos mañana en el aeropuerto a las culo en punto de la mañana, esas son mis palabras, no las suyas. La cosa lógica de hacer sería empacar mis cosas e ir a la cama para no estar cansada en la mañana. En vez de eso, me cambio a mi camiseta y mis pantaloncillos favoritos inspirados en los comics de Marvel, me quedan tan bien, y paso los canales. Debí haberme dormido porque lo siguiente que sé es que mi mamá está de pie sobre mí.
—¡Violet! ¿Por qué aún estás durmiendo? ¡Debemos irnos en diez minutos! Perderemos el vuelo. —Su voz gritona matutina funciona como el peor tipo de alarma.
Trato de esconderme debajo de una almohada, pero me la quita.
—¡Levántate, levántate, levántate! —Toma mi brazo y tira de él, obligándome a ponerme de pie.
Debido a mi completa falta de preparación, empaco en un apuro, lanzando ropa dentro de una bolsa al azar mientras me pongo los vaqueros. Tomo el primer sostén que encuentro; es muy escandaloso, con un patrón de manchas de leopardo de color fucsia y encaje negro. No tengo tiempo para nada más, no con mamá golpeteando sus uñas en forma de garras en la puerta, merodeando como siempre. Tengo la previsión de empacar mi copia de Tom Jones para poder terminarlo para la discusión del club de lectura del martes.
Mamá me arrastra hacia el auto mientras cierro la cremallera de mi bolso, con miedo de que perdamos nuestro avión. Está exagerando totalmente. Solo tenemos que caminar a toda velocidad a través del aeropuerto para llegar a nuestra puerta de embarque.
Sidney, siendo el genial tipo que es, reserva tiquetes de primera clase. Los asientos son amplios y cómodos. Esto me permite dormirme hasta que la azafata venga ofreciendo bebidas. Pido una mimosa, es mayormente jugo de naranja, y ojeo la copia de The Hockey News que Sidney trajo. Es lo mismo de siempre. Estadísticas y más estadísticas con algunas fotos de sexys jugadores desaliñados dispersos allí.
Abandono la revista y saco mi copia de Tom Jones. Tal vez me aburra tanto que me duerma. Me enoja el tener que terminarlo para el martes. Me gusta leer. Diablos, incluso tomé un par de clases de literatura inglesa en la Universidad puramente por diversión. Podría haber disfrutado este libro si no hubiera sido seguido por historias divertidas llenas de sexo que he leído últimamente.
Después de leer el mismo párrafo veinte veces, me doy por vencida y juego juegos sin sentido en el teléfono durante el resto del vuelo.
Hay un coche esperándonos en el aeropuerto, porque así es como circula Sidney, y somos llevados con un movimiento brusco al hotel. Es  el mismo en donde se queda el equipo, por lo que será fácil escaparse de las celebraciones si los Halcones ganan.
Sin embargo, nos encontramos con un pequeño problema con el conserje del hotel. Nos reservaron una suite. Esto no era parte del trato; yo esperaba tener mi propia habitación. Me muerdo la lengua y finjo que está totalmente bien porque no quiero parecer ingrata, a pesar de que no pedí venir a este improvisado viaje en primer lugar.
Por el lado positivo, la suite es enorme. Hay una amplia sala de estar, y tengo mi propia habitación con un baño privado completo con bañera de hidromasaje. Me encierro y me quedo unas dos horas en remojo, donde una vez más trato de leer más de mi libro. Accidentalmente, se me moja la cubierta y lo pongo en la rejilla de ventilación para que se seque.
Conseguir un vestido es una aventura. Hice un trabajo de mierda empacando. Soy lo suficientemente afortunada de tener un par de pantalones vaqueros negros que ponerme. Lamentablemente, el único sostén que tengo es el fucsia, el cual combinaba con la sudadera de capucha negra que llevé en el avión. Sin embargo, estoy limpia, así que no voy a volver a usar la sudadera, y mis opciones se limitan a una camiseta de color rosa pálido o una azul con manchas en la teta. La de color rosa tendrá que servir. Me pongo la camiseta y echo un vistazo a mi reflejo en el espejo. Ah, sí, el estampado de leopardo es obviamente visible a través de la fina tela. Me cubro con un suéter ligero y veo que mi ropa es un éxito.
Las gafas se empañan en los estadios, así que me pongo lentes de contacto. También parezco mucho menos nerd sin gafas, y teniendo en cuenta que tengo que conocer a un nuevo grupo de compañeros de equipo toda esta noche, voy a utilizar toda la ayuda anti-nerd que pueda conseguir.
En el momento en el que finalmente consigo colocar los lentes de contacto en mis globos oculares, necesito tres intentos, no hay tiempo para que mi madre me asalte la cara con su paleta de sombra de ojos. Es una gran fan del azul. Siempre termino pareciéndome a alguien de una comedia de los setenta.
Armada con mi abrigo de lana y mi bolsa de mensajero, que alberga una bufanda, guantes, sombrero, mi copia semi-seca de Tom Jones, y mi teléfono, me encuentro preparada para que empiece el juego. En el último momento, compruebo mi paquete de cigarrillos. En realidad no fumo. Son mi muleta cuando quiero liberarme de situaciones sociales incómodas. Sucede mucho. He aprendido a liberar el humo lentamente para que las personas no se den cuenta de que no lo inhalo.
El estadio se encuentra lleno. Por suerte, contamos con grandes asientos, y Sidney conoce a todo el mundo, así que llegar a la primera fila no es un problema. Me instalo, apreciando el amplio espacio para las piernas y la vista sin obstáculos del hielo central. Sidney pide una ronda de cervezas mientras los Halcones toman el hielo. La mitad de la multitud estalla en aplausos a pesar de ser un partido como visitantes.
Estoy fascinada por la forma en que estos chicos se deslizan sobre la superficie peligrosamente resbaladiza con tanta facilidad. Me muero del miedo por el patinaje, al igual que algunas personas tienen miedo a las serpientes y arañas. Usar cuchillas en los pies grita peligro. Luché por dominar la postura en el yoga del perro boca abajo; no necesito cortarme una arteria en un intento de ampliar mi repertorio en deportes.
Sidney se pone de pie y bombea su puño en el aire mientras Buck patina sobre el hielo. Buck es gigantesco, como un yeti. Un enorme, pervertido y mujeriego peludo yeti. Según los comentaristas deportivos, Buck es un excelente jugador de hockey. Estoy de acuerdo, solo en base  a su salario anual. Nadie consigue esa cantidad de dinero siendo malo,  ni siquiera las prostitutas muy cualificadas.
Detrás de mí, una pandilla de chicas, cuyas faldas podrían  doblarse como diademas, sueltan risitas desagradables acerca de un tipo llamado Alex Waters. El nombre me es vagamente familiar. Mencionan una tripleta. Debe ser un jugador increíble por lograr uno de esos.
Su discusión toma un giro interesante cuando una chica trae a colación el tamaño de los penes de los miembros individuales del equipo. Supongo que obtienen sus estadísticas de la experiencia personal.
Con la caída del disco, las conversaciones de penes cesan. Los Halcones marcan un gol en los primeros tres minutos. Nunca he visto a nadie moverse tan rápido como su jugador central. Es como un relámpago rojo a través del hielo. Los Halcones mantienen fácilmente la ventaja hasta el final de la primera parte. Segundos antes de que suene  la campana, subo las escaleras como un rayo y encuentro el baño más cercano, con la esperanza de evitar las prisas. Mi vejiga se encuentra a punto de estallar, gracias a la cerveza gigante que consumí.
Por desgracia, hay una fila de mujeres que sufren la misma situación, así que tengo que apretar los dientes y hacer los ejercicios Kegel hasta que se abra un urinario. La aventura del pis lleva mucho más tiempo de lo que esperaba, y el partido ya está en la segunda parte cuando vuelvo a entrar en el estadio.


Al acercarme a mi asiento, me doy cuenta de que algo está yendo mal en el hielo. Como que, de verdad yéndose a la mierda en frente de mí. Estoy a partes iguales eufórica y horrorizada cuando un jugador golpea a otro en la barricada de plexiglás. Se estrella precipitadamente,  el casco y la rejilla salvándole la cara.
Vibrantes ojos avellana, del color del musgo cortado con un trago de bourbon, se encuentran con los míos. Es sólo un segundo y luego se ha ido de nuevo. Él y el chico Atlanta luchan por quitarse los guantes mientras agarran el jersey del otro. Los cascos golpean el hielo.
La emoción de la multitud es infecciosa. Todo el mundo está gritando, y me siento tentada a unirme, pero hay violencia, y parece mal el disfrutar de ella, por lo que mantengo los labios sellados. El concepto de mentalidad de masa tiene mucho más sentido ahora.
El chico con los ojos bonitos tiene la ventaja. El nombre Waters está escrito en grandes letras negras, a través de sus hombros. Es el número once. Este es el hombre mágico, ¿eh? Su rostro está oculto por un puño agitándose, pero admiro su tenacidad. Está dando tan buenos golpes como los está recibiendo.
Los árbitros se involucran, rompiendo la lucha e incitando a la gente al gritar sanciones. Waters parece enfadado. No tan ligeramente, tampoco; está furioso, como un loco furioso. Se desliza a través del hielo, a toda velocidad a la zona de tiempo muerto. Lanza su casco por el pequeño espacio sólo para recogerlo y hacerlo de nuevo. Un árbitro le advierte, por lo que se deja caer en el banco de mal humor.
Waters está lejos de la calma mientras el árbitro le echa la bronca. Su cara es de color rojo y los labios se mezclan en una delgada línea. Me es vagamente familiar. Incluso sudoroso y enfadado, es bastante atractivo. Me doy cuenta de por qué las mujeres detrás de mí se visten para su turno en la esquina.
Sidney fue lo suficientemente amable para conseguir otra ronda de cervezas, así que bebo la mía mientras observo a Waters. Se encuentra mirando los segundos avanzar de su penalización de cinco minutos. Examina el estadio, mirando en mi dirección, o por lo menos creo que lo hace. Mis lentes de contacto hacen que los ojos se me sequen, por lo que no puedo estar segura. Las chicas detrás de mí asumen que las está mirando y trinan como si tuvieran doce años. Pongo los ojos en blanco. Waters ladea una ceja. Oh, no, debe pensar que iba dirigido a él. Por el lado positivo, el poner los ojos en blanco me ha ayudado a aclararme visión. O algo así.
Hago un verdadero espectáculo hurgando en mi bolsa para encontrar las gotas para los ojos. En el momento en que por fin las encuentro, su atención se centra en el juego de nuevo.
La emoción parece estar terminada por ahora, así que saco mi libro. Dos párrafos, y la campana suena, quitando mi atención de la historia que estoy leyendo a medias. Waters salta la valla de la zona de tiempo muerto con el casco y los guantes. Estoy bastante impresionada con este movimiento. Yo no podría hacerlo con un par de sudaderas y una camiseta, y mucho menos con todo un conjunto de armadura.
Una mancha negra se detiene mientras el palo de Waters se estrella contra el hielo. Gira en un movimiento que a la vez es elegante y agresivo y carga hacia portero de Atlanta, bailando con el disco a medida que avanza. Echa el palo hacia atrás y golpea el disco sobre el hielo como si fuera un meteoro de goma. Va a la derecha entre las piernas del portero  y rebota en la red.
Waters ha estado en el hielo unos quince segundos.
Las prostitutas del hockey detrás de mí pierden la cabeza, gritando como banshees con sus molestos lloriqueos. El resto de la gente se pone de pie, y grita con ellas. Como yo. Parece razonable, más que mi disfrute por los rostros golpeados. El partido es de ritmo rápido y los cuerpos corren deprisa. Soy como un gato siguiendo una de esas luces laser alrededor. De repente, un brazo se estrella contra el plexiglás delante de mí. Me sobresalto, derramando cerveza en mí abrigo.
Al principio estoy inapropiadamente entusiasmada ante la posibilidad de otra pelea. En cambio, me encuentro reuniéndome con esos mismos ojos impresionantes una vez más. Juraría que Waters sonríe mientras me limpio la cerveza del pecho. Frunzo el ceño y le doy a mi teta un apretón, con qué propósito, no estoy segura. Dudo que lo vea. Es como si fuera un tirachinas, patinado tras el disco.
El equipo de Buck aplasta a Atlanta con un seis contra uno. Aplaudo y vitoreo, mi entusiasmo siendo auténtico. Lo atribuyo en parte a la cantidad de cerveza que he tomado. Una vez que los jugadores abandonan el hielo, hacemos fila para salir del estadio. Las multitudes me ponen nerviosa, por lo que quiero esperar hasta que la mayoría de la gente haya despejado el estadio, pero Sidney está ansioso por encontrar  a Buck.
—Vamos, Vi. —Arroja un brazo alrededor de mis hombros, protegiéndome de las masas.
Mi madre engancha su brazo con el mío, intercalándome entre ellos. —¿Te divertiste?
—Estuvo bien —digo mientras Sidney maniobra para abrirse paso a través de la multitud.
—¿Solo bien? Animabas con el resto. —Sidney le da mi hombro un apretón.
—¡Creo que le gustó la pelea! —le grita mi madre por encima del ruido.
—No fue sólo la pelea —respondo.
Sidney se ríe. —Finalmente te estamos convirtiendo en una fan del hockey. —Como un cazatalentos y entrenador de uno de los mejores equipos de las ligas menores, es muy respetado en la comunidad de hockey. Le proporciona importantes privilegios y algunas ventajas interesantes, como asientos de primera fila en los partidos.
El pasillo de los vestuarios huele a sudor y a equipo rancio. Me imagino que el olor en el interior es infinitamente peor, con todos los chicos sudorosos desnudos pululando, golpeándose los traseros unos a otros con toallas mojadas.
Buck deambula fuera de los vestuarios con una toalla envuelta sobre sus hombros desnudos y sus pantalones de hockey puestos,  gracias al Señor. La cantidad de piel que luce le hace parecerse a un yeti enmarañado.
Me quedo cerca de la periferia de la multitud para evitar aparecer en las fotos. Los paparazis toman fotos de Buck con su camisa de vello mientras que Sidney luce todo orgulloso y varonil a la derecha. Le preguntan a Buck algunas preguntas intensas. Sus respuestas son ordinarias; probablemente algo en lo que su agente le entrenó. Ese tipo es bien pagado con toda la porquería en la que Buck se mete.
Cuando Buck se va a los vestuarios para ducharse, salimos. El tráfico del estadio al hotel es terrible. Sidney pide una ronda de cervezas tan pronto como llegamos a la barra. Con mucho gusto acepto la bebida, mi leve zumbido habiéndose ido durante el largo trayecto en coche.
La llegada del equipo es seguida de cerca por una estampida de conejitas de hockey. Estoy rodeada de cuerpos escasamente vestidos, cálidos y de un agudo parloteo. Mientras Buck le revela a Sidney los detalles más finos del juego, como si no hubiera estado allí, busco la señal de SALIDA en rojo. Hurgando en mi bolsa, encuentro los cigarrillos y voy hacia el faro de libertad provisional, emocionada por mi respiro de malestar social. Buck se da cuenta de mi intento de fuga y me agarra el brazo.
—¿A dónde vas? —grita Buck.
Sostengo en alto el paquete de cigarrillos; tendría que gritar para que me escuchara, de lo contrario.
Arruga la nariz con disgusto. —De verdad, no debes fumar. Es malo para tu salud.
Estoy irritada por la atención que estamos recibiendo y por mi falso mal hábito, así que le disparo un insulto. —Como las enfermedades venéreas. No me has escuchado darte una conferencia por tus actos mujeriegos.
Ignora el comentario y me arrastra a la mesa de su equipo. Está cubierta de platos amontonados de comida, los cuales los chicos inhalan a un ritmo sin precedentes. Las mujeres medio vestidas revolotean alrededor como moscas de fruta cerca del vino.
Viendo que ya estoy aquí, voy a tratar de hacer bien la petición de Charlene. Todo lo que necesito hacer es averiguar quién es Westing, sea como sea su cara,  y así poder tomar una foto, fingir un dolor de cabeza,  y salir de aquí.
Encuentro un asiento vacío; las sillas a cada lado de mí están vacantes, además de una chaqueta descuidadamente arrojada a través  de la de mi derecha.
Una chica al azar se engancha a Buck antes de que pueda preguntar por el enamoramiento de Charlene. La sonrisa en su cara puede parecer amable, pero he estado alrededor suyo el tiempo suficiente como para saber que no es así. Disfruto de su creciente frustración mientras ella hace selfie tras selfie. Cuando le agarra sus testículos, me compadezco de él.
—Oye, machote, basta con la sesión de fotos de porno suave. ¡Coge una silla!
Su cabeza y la chica se vuelven en mi dirección, así como las de la mitad del equipo. Puedo haber levantado demasiado mi voz. Con la forma en la que Buck está sonriendo, debo estar del color de un tomate. Su alivio e incredulidad por la chica son bastante satisfactorios, por lo que  la incomodidad vale la pena. La puta murmura algo, y Buck se pone sombrío. —Esa es mi hermana.
Su expresión cambia de irritada a incómoda; se disculpa y se va tambaleándose sobre sus extravagantes tacones.
Buck se deja caer en el asiento al lado del mío, lanzando su brazo sobre mi silla. —Gracias por salvarme. Pensé que iba a sacarme la polla allí mismo.
Me burlo. —Lo que sea. Tu micro pene es apenas visible a simple vista. Además, no quería escucharte quejarte acerca de un brote de herpes.
Un movimiento en mi visión periférica me llama la atención mientras uno de los compañeros de equipo de Buck lleva el asiento a mi lado. Espero que no me oyera criticar el garabato de Buck.
Le echo un vistazo a la vez que un conjunto de tetas prácticamente golpea mi cara mientras una camarera coloca una copa frente a él. Parece leche. Le echo una mirada de desaprobación mientras ella se aleja. El hombre sentado a su derecha le hace una pregunta, llevando su atención lejos de mí.
Lo reconozco por la zona de tiempo muerto: Waters. Maldita sea, es tan sexy. Su cabello oscuro es corto, y tiene un travieso rastrojo. Incluso con la barba creciendo, puedo decir que ha sido bendecido con una de esas duras líneas de mandíbula.
Los nervios, la vergüenza, y la sexualidad de Waters tienen un efecto acumulativo, poniéndome sudorosa. Me quito el suéter por encima de la cabeza, sin tener en cuenta la estática, y la camiseta se queda pegada a la capa exterior de lana. Con la cara cubierta por la tela, me revuelvo para tirar de la camisa y ponerla en su sitio. El silencio en la mesa lo dice todo. Una vez que me libero del suéter, me reúno con una serie de ojos muy abiertos centrados en mi pecho. Bajo la mirada. Vale. Mi sujetador es visible a través del algodón de color rosa pálido, y ahora todo el mundo en esta mesa, incluyendo Buck, lo ha visto sin filtro por la camiseta.
Buck se inclina y susurra—: Ponte el suéter de nuevo. Me hago la tonta. —¿Por qué?
—Todo el mundo puede ver… —Hace un gesto hacia mi pecho sin mirar.
Sacudo la mano. —No es tan obvio. —Es totalmente obvio.
Me lanza una de sus miradas. Está destinada a ser mortal, pero lo hace ver estreñido. Dejo el suéter para irritarlo. Es eficaz. Su rostro se vuelve de un interesante tono de rojo.
—Necesito otra cerveza —Golpea su jarro sobre la mesa y me mira mientras se levanta y va a la barra, a pesar del jarro medio lleno de cerveza sobre la mesa.
Estoy a punto de ponerme el suéter de nuevo cuando Waters se gira hacia mí.
—Hola, soy Alex. —Es todo sonrisas y dientes blancos. Son probablemente falsos. Esos ojos son otra cosa, sin embargo, incluso con un ojo negro. Me esfuerzo por no mirarle directamente, con miedo de quedarme atrapada por su robusta y bonita cara.
—Soy Violet.
—No me di cuenta de que Butterson tenía una hermana.
Incluso su voz es familiar, de satén suave y profunda. Toma un sorbo de su bebida, dejando tras de sí un bigote de leche que rápidamente se quita. Es entonces cuando me doy cuenta de donde lo reconozco: los anuncios de leche. Dulce Señor, me he estado masturbando con él. Mi mortificación alcanza nuevas alturas, haciéndome decir algo más loco que de costumbre.
—Soy su hermanastra. Le gusta mantenerme en secreto ya que quiere ir todo Ofelia tras mi trasero. —Mis ojos se abren por mi terrible broma. Aunque, si es algo como Buck, no va a pillar la referencia.
—Butterson haría una monja de mierda, ¿eh?
Juro que ha hecho una referencia precisa a Shakespeare. Aturdida, hago contacto visual directo. O lo intento. Sus ojos siguen rebotando entre mi pecho y mi cara, así que eso es un desafío.
Normalmente, me incomodaría su flagrante mirada lujuriosa, pero pedí eso con la camiseta trasparente y el sostén ostentoso.
Muevo lejos mi propia vergüenza y  la suya ahuecando mis pechos y apretándolos. —Son bonitos para ser reales, ¿eh?
Sus ojos se disparan a los míos. Atrapado.
—Yo uh… No pretendía… No estaba…


Esta es una de las interacciones más entretenidas que he tenido con un miembro del sexo opuesto desde hace siglos. Hago un ruido como una risita y un resoplido y miro hacia otro lado.
Buck se apoya en el bar, hablando con una chica cuya falda es tan corta que es muy claro que no lleva ropa interior. Doy un codazo a Alex. Su brazo es como una roca. —Echa un vistazo a la amiga de Buck.
El momento no podía ser más perfecto. La exhibicionista  de vagina se inclina hacia adelante y da a nuestra mesa una mejor vista.
—¿Es eso…? ¿Lo que estoy mirando es su castor?
En la mitad de mi bebida, me ahogo con el trago de cerveza, escupiendo y tosiendo. Después de recuperarme, le pregunto en tono de broma—: ¿Castor? ¿Eres canadiense o algo?
Esos ojos vibrantes se mueven hacia la míos. Dios, es muy guapo.  Y está cerca. Está muy cerca. Como a centímetros de distancia, el brazo de roca rozando de cerca el mío. Incluso puedo oler su colonia o desodorante, sea lo que sea, huele delicioso.
Está en silencio por lo que parece un largo rato. O tal vez es porque estoy mirando. O porque la pregunta puede haberle dejado perplejo.
Mis experiencias con Buck, y el jugador de hockey con el que salí previamente, me llevaron a la afirmación de que los jugadores de hockey no son muy inteligentes. Soy consciente de que esto no es una verdad universal. Pero Buck sin duda refuerza mi estereotipo percibido: definitivamente no es un genio. Ni siquiera el ayudante de un científico de cohetes. Sin embargo, estoy casi segura de que Alex hizo un juego de palabras literario hace un momento. Waters podría muy bien ser una anomalía inesperada. Me intriga.
—Sí, soy canadiense.
—¿Es que todo el mundo en Canadá llama a los coños castores?
¿Así cómo los británicos los llaman conchas? —No puedo creer que le esté preguntando esto. Estoy apenas un poco entumecida; de lo contrario, me gustaría echarle la culpa a la embriaguez.
Parpadea un par de veces. —¿Dijiste “coño”?
Es posible que su casco no hubiera estado bien ajustado y sufrió una lesión en la cabeza durante la pelea. Hay un dulce moretón en el costado de su mandíbula cincelada. Su nariz está torcida con un modesto golpe de lo que me imagino es debido a múltiples golpes. No es feo, sin embargo. Es sexy, de forma jodo-con-las-personas.
—No, dije “coños”, en plural, como más de uno. —Me avergüenzo a mí misma.
Para evitar decir algo peor, me excuso para pretender fumar. Agarro mi bolsa y suéter y dejo la cerveza. En base a la mierda que sale de mi boca, no necesito añadir cualquier combustible a ese fuego.


 Buck agarra mi brazo mientras lo paso. —Oye, ¿qué pasa contigo   y Waters?
Alex se pone su chaqueta. Tal vez se va. Que pena; era divertido para hablar y agradable a la vista.
Suspiro con irritación. —Es cortesía común entablar una conversación con la persona sentada junto a ti, ¿o no te acuerdas las reglas de etiqueta social del jardín de infantes?
—¿Reglas de qué?
—Olvídalo. ¿Qué otra cosa se supone que debo hacer? ¿Ignorarlo?
Estaba siendo educada. —Y Alex es entretenido.
—Sí, bueno, no conozco mucho a estos chicos todavía y  él tiene una reputación. Ten cuidado con quien te pones amigable.
—No lo manoseaba debajo de la mesa. Hablábamos. Voy a fumar.
Dejándolo con la exhibicionista de vagina, me dirijo a la puerta. La temperatura ha bajado en la última media hora, así que me pongo mi suéter. Encontrando mis cigarros, llevo uno a mis labios y busco mi encendedor. No puedo encontrarlo.
—¿Necesitas fuego? —Levanto la cabeza de mi bolso para encontrar a Waters sosteniendo una caja de fósforos.
—¿Me estás siguiendo?
Se encoge de hombros y me da una sonrisa que podría destruir mi ropa interior. Si fuera lo suficientemente tonta como para dejarme ser afectada de tal manera. No lo soy. Parcialmente.
—Pensé que te gustaría un poco de compañía. —Abre la caja de fósforos y saca uno.
Aprieto el cigarrillo entre mis labios. Alex lo enciende y lo rodea con su mano para proteger la llama. Mira mientras inhalo, las brasas ardiendo de color naranja mientras tomo una superficial calada y toso.
—¡Mierda! —Lágrimas aparecen en mis ojos cuando el humo llega a ellos. Maldiciendo como un marinero, me tapo los ojos con mi palma.
—Tienes una boca sucia, ¿eh?
—Sólo cuando trato y fumo con mi globo ocular —digo entre toses.
Alex lanza los fósforos en una mesa y da golpecitos a mi espalda hasta que dejo de botar humo de mi pulmón. —Butterson no parece muy feliz.
Por la ventana, veo a Buck y exhibicionista de vagina. Ella no está tomando constantes selfies, por lo que a él no parece importarle que esté colgando de su brazo mientras mira en nuestra dirección. Se comporta como un imbécil colosal esta noche.
—A la mierda Buck. —Tomo una calada falsa de mi cigarrillo.


 Los hoyuelos aparecen en las mejillas de Alex cuando exhalo una nube de humo y ahogo de regreso otra tos.
—¿Fumas si quiera?
Me debato entre mentir y decidir la verdad. —En realidad no. Lo hago como una manera de escapar de situaciones sociales difíciles.
—¿Así que viniste aquí para escapar de mí?
—No eres tú en particular.
Su lengua se asoma para barrer a través de su labio inferior. Tiene una bonita boca, incluso con la división en la esquina. Recordando la forma en que tumbo al tipo de Atlanta, me hace calentarme por todas partes. Pensamientos como estos están obligados a meterme en problemas. Los jugadores de hockey son malas noticias. Especialmente los tan calientes como él.
Me mira expectante. Maldita sea. Debe haber hecho una pregunta.
Mi mente vaga como una ardilla que tomó Red Bull.
—Lo siento, ¿qué? —Sacudo la ceniza de mi cigarrillo.
—Leías durante el juego, ¿qué libro? —Suena realmente curioso y un poco ofendido.
Tom Jones. Tengo que terminarlo para mi club de lectura el martes.
Guau. Sí que sueno como una ganadora. Debe haberme observado mientras estuvo suspendido por un tiempo.
—¿Desplegándote2 en un partido de hockey? Algo así como intelectual con cerveza y violencia, ¿no es así?
Parpadeo como si hubiera sido alumbrada con una linterna. Alex sabe quien escribió Tom Jones, y usó la palabra intelectual en el contexto apropiado. Tenía razón; sí entendió mi referencia de Shakespeare. Alex Waters ha destruido por su propia cuenta mi equivocación con respecto al intelecto inferior de los jugadores de hockey, con una sola frase. De este modo, se ha convertido infinitamente en más caliente de lo que era hace cinco segundos.
—¿Has leído a Fielding? —Doy un paso más cerca. Mi voz es baja, como si hubiera cambiado al modo operadora de sexo por teléfono.
—Yo… yo… yo…
Es adorable. Lleva una expresión con la que estoy familiarizada: el pánico fusionado con el miedo. He pasado por lo mismo cuando inadvertidamente revelé mis tendencias nerds extremas. Casi todas las noches prefiero mucho más quedarme en casa acurrucada con un libro o jugando solitario que pasar el rato en un bar. De ahí el consumo de cerveza excesiva y fumar falsamente cigarrillos.

Hace juego de palabras con el apellido del autor del libro.

—Creo que la alfabetización es sexy —susurro.
—Yo también. —Sus hoyuelos hacen acto de presencia.
Tengo uno de esos raros momentos donde mi cerebro se fríe y hago algo completamente fuera de lugar. Es tan fuera de mi código de conducta personal que probablemente voy a revivir el incidente una y otra vez tratando de averiguar lo que accionó el interruptor. Por el momento, culpo a las cervezas, diferencia horaria, y sus preciosas referencias literarias.
Agarro a Waters por la camisa y llevo su cara a la mía.
Su boca es suave y cálida. La barba en su mentón rasca mi piel, y me gusta. Meto mi lengua en su boca. Bueno, eso no es cierto. La deslizo al otro lado de su labio inferior, tocando la división apenas sanada, y se abre para mí. Lo suave, cálido y húmedo se vuelve aún más suave, cálido y húmedo. Sabe como a chocolate, y más débilmente, a licor de café.
Su mano extiende un rastro caliente a lo largo de mi costado, y me jala apretadamente contra él. Es todos bordes duros y calientes, y puedo sentir… Santa… hay una masiva protuberancia presionándose contra mi estómago.
Después de muy poco tiempo para mi gusto, rompe el beso, arrastrando sus labios por mi mejilla hasta mi oído. —¿Quieres salir de aquí?
—Buck te va a matar.
—Puedo manejarlo.


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Mensaje por yiniva Lun 25 Mar - 11:28

2
 
Desearía culpar de esto a la bebida.


Violet

Escucho que dicen mi nombre a lo lejos y decido ignorarlo.
En cambio, mordisqueo el labio de Alex, más excitada de lo que debería estar debido a su voluntad de enfrentarse a Buck. Alex capta la indirecta, devolviéndome el beso. Espero que sea agresivo y duro, teniendo en cuenta su actuación en el hielo, pero la forma en que su lengua se mueve con la mía solo puede ser descrita como sensual. Este  es de lejos el mejor beso que me han dado en mi vida, lo cual es lamentable ya que es un jugador de hockey promiscuo, aunque buen lector.
Realmente no debería irme con él. Mi experiencia anterior con jugadores de hockey me dice que esto no está bien. La diferencia es que esto es una aventura. Él no me está pidiendo una cita, y yo no estoy esperando una. La canción Let’s  make  out  está  sonando  en  mi  cabeza. Quiero que sea mi himno.
—¿Qué demonios estás haciendo? —grita Buck en mi oreja.
Me encojo de miedo, separando mis labios de los de Alex. Buck es un maldito imbécil. Las pocas personas que había en el patio han dejado de hablar a causa del alto e innecesario volumen de su voz. Olvidé que nos encontrábamos en un lugar público. Voy a echarle la culpa a las cervezas que tomé antes y a mi falta de claridad gracias a la lengua de Alex en mi boca.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Buck igual de fuerte que antes, gesticulando con sus gigantes y peludas manos.
—Estoy chupándole la polla —le digo con sarcasmo. A veces me gustaría que mi boca no tuviera una conexión defectuosa con mi cerebro, permitiendo que todo salga sin filtrarse.
Alex tose, sus dedos retorciéndose en mi cadera, y la cara de Buck se vuelve de un tono rojo antinatural. Esta es  una  situación  tan extraña; la torpeza hace que continúe vomitando idioteces.
—Está bien, me atrapaste. No le chupaba la polla. Follábamos la boca del otro con la lengua. Esto se conoce también como besar, pero follar con la boca suena mucho más sucio, así que me quedo con esa expresión.
Las fosas nasales de Buck se abren. Soy una idiota. Probablemente va a matar a Alex por esto.
Buck se da por vencido con racionalizar conmigo y se vuelve hacia Alex.
—Quítale tus malditas manos de encima a mi hermana.
—Hermanastra. —No puedo evitar señalar eso.
—¡Es la misma maldita cosa!
—¡Ni de cerca! —Muevo un dedo a un lado y a otro en su cara y señalo—: No tienes ningún derecho de opinar sobre lo que hago o dónde Alex pone sus manos.
—Se lo diré a Skye —amenaza Buck, como si tuviéramos cuatro años y acabara de robarle su juguete favorito.
—Como si a ella le importara. Buck levanta una ceja.
—¡Estás bromeando? Se lo dirá a todas sus amigas.
Mierda. Tiene razón. Mi madre no va a ser capaz de mantener su boca cerrada. Me hará preguntas inapropiadas. No voy a tolerarlo.
Agarro las solapas de la chaqueta de Buck y trato de estirarme para estar cara a cara. Es como subir por una de esas paredes de roca, una gran y peluda pared de roca, así que me doy por vencida y acerco su camisa hasta que él se inclina a mi encuentro.
—Escúchame, idiota. Si le dices aunque sea una palabra de esto a mi madre, voy a hablar abiertamente de cuando nos emborrachamos y trataste de tocarme, ¿me entiendes? No estoy bromeando. Lo haré. — Buck nunca ha intentado tocarme; no a propósito, de todos modos.
—No lo harías —sisea Buck.
Lo tengo agarrado del vello, en sentido figurado, por supuesto.
Nunca me atrevería a tocar su vello.
—¿Quieres probarme? Inténtalo, no tengo nada que perder.
—Está bien, está bien. No voy a decir ni una palabra. Simplemente… ¿podemos hablar en privado? ¿Por favor? —Con sus manos levantadas en señal de rendición, mira entre Alex y yo, con pánico evidente.
Solo nosotros dos teníamos conocimiento de este incidente. De hecho, si hubiera sido honesta con él, no estaría preocupado en absoluto. Había estado borracho y fuera de guardia en ese momento. Permitirle creer que sí me tocó, aunque fuera por accidente, me da cierta ventaja en situaciones como estas.
Suelto las solapas.
—Has conseguido acabar con toda la diversión de esta noche. Me voy.
Invito a Alex a venir conmigo para molestar a Buck aún más y tal
vez seguir besándonos, pero estoy compartiendo habitación con mis padres. Los malditos están en todas partes esta noche, frustrando mis intentos de tomar malas decisiones.
Alex susurra algo en mi oído; suena como quédate. Por supuesto, puede que simplemente haya respirado por la nariz y hecho un ruido silbante que se asemeja a una palabra.
—Si quieres —dice Buck amigablemente.
Molesta e incapaz de dar marcha atrás, me dirijo a Alex.
—¿Quieres mi número?
—Claro. —Busca su teléfono en su bolsillo trasero, saca su lista de contactos y me lo entrega.
—¡No le des tu número! —La irritación de Buck mejora muy poco mi estado de ánimo.
Lo ignoro y escribo mi número en el pequeño libro negro de Waters, más que feliz de irritar a Buck en todo lo que pueda. Tan divertido como fue besarse con Alex, es poco probable que en realidad vaya a llamarme.
—Gracias por follar a mi boca —le susurro cuando le devuelvo su teléfono.
Me guiña.
—Cuando quieras.
Choco contra el hombro de Buck cuando paso, ni siquiera tiene la decencia de moverse unos centímetros, y voy hacia los ascensores. Tan decepcionada como estoy que Buck interrumpiera mi diversión, es mejor así. Alex está demasiado bueno y es demasiado buen besador para mi propio bien.
Mis padres están encerrados en su habitación, así que no tengo que participar en la charla sin sentido. A veces Sidney se pasea en ropa interior. Estoy acostumbrada a su abundante vello en el pecho, pero los calzoncillos blancos son demasiado. Tengo una sólida comprensión, muy buena frase, a decir verdad, de por qué mi madre se casó con él, más allá de su personalidad estelar.
Cruzo de puntillas la suite y pongo el seguro en mi habitación. Mi primera parada es en mi maleta. Hora de acariciar el castor. Me río, encontrando cómico el término en referencia a mis partes femeninas.
Después de volcar el contenido de mi maleta en el suelo, es evidente que me he olvidado mi consolador de viaje, junto con cada otro elemento importante. He traído un montón de calcetines extra y solo un impresionante sostén.
La sesión de besos con Alex me ha dejado toda cachonda, así que estoy obligada a utilizar mis propios malditos dedos para correrme. Ni siquiera tengo la revista con el anuncio de la leche en ella, la cual ahora sé que es Alex, para ayudarme con una imagen.
Paranoica de que alguien pudiera oírme por casualidad, me ocupo de mis asuntos en el cuarto de baño con el ventilador encendido. Tardo quince minutos en correrme. Mis adoloridas muñecas y dedos eliminan el elemento de relajación de todo el proceso. Terminado el expreso de masturbación, busco entre la pila de ropa en el suelo mi pijama, riendo después de encontrarla. No vi ésta en particular desde la escuela secundaria. Ni siquiera sabía que todavía la tenía.
No me queda tan bien como antes, pero va a tener que servir. La parte superior se aprieta contra mi pecho, como un vendaje. Los pantalones, que antes pisaba, ahora son piratas. La cinturilla me queda tan abajo que apenas cubre mi culo. Da igual. No es como si alguien fuera a verme en ellos.
La rutina nocturna habitual es la siguiente: lavarme la cara, cepillarme los dientes, quitarme las lentillas y buscar mis gafas ya que  no soy lo suficientemente inteligente como para haberlas cogido antes. Las encuentro en el suelo, entre pares de calcetines limpios y mi solitario sujetador limpio, el cual tengo que guardar para mañana. El sonido sordo de mi teléfono sonando con una llamada viene desde debajo de la pila de ropa tirada en el suelo. Probablemente sea Buck, asegurándose de que  no fui secuestrada mientras regresaba a mi habitación.
—¿Qué quieres, imbécil? ¿No has arruinado mi noche lo suficiente ya al interrumpir mi maldita sesión de besuqueo con tu caliente compañero de equipo? ¿Ahora tienes que interrumpir mi sesión de masturbación, también?
Cubro el receptor para sofocar mi risa. Las discusiones sobre masturbación ponen a Buck incómodo. Probablemente porque cree que una vez me preguntó si observarme al masturbarme era considerado incesto. Igual que cree que intentó toquetearme. Puede que haya torcido sus palabras en mi explicación de los acontecimientos.
Escucho un sonido de silbido al otro lado de la línea que me
recuerda a Darth Vader, seguido de “santa mierda”.
No es Buck.
—¿Hola?
—¿Violet?
—¿Quién es?
—Soy Alex, el caliente compañero de equipo. —Me puedo imaginar su sonrisa arrogante.
—Oh. Hola. —Bueno, esto es inesperado y bastante humillante. Aunque supongo que es consciente de lo caliente que es, así que no debe ser información nueva para él. Además, la sesión de besos de hace un rato es una clara señal de que me gusta la forma en que se ve.
Se hace el silencio. Tres segundos más tarde, tengo preparadas seis réplicas ingeniosas. Por desgracia, el momento de la inteligencia ha pasado.
—¿De verdad te estás masturbando? —Ahí está el sonido sibilante de nuevo.
—No, ya… acaricié mi castor. —Me río. Soy tan inmadura—. ¿Estás masturbándote? —La forma en que está respirando a través del teléfono lo hace sonar posible. Me gusta la visión que esto incita; apuesto a que está realmente duro.
—¿Qué? No —dice rápidamente. Casi demasiado rápido.
—¿Estás seguro? Quiero decir, ni siquiera dudaste al contestar. De hecho, ni siquiera esperaste a que terminara de hacer la pregunta. —Esto es totalmente falso—. Tal vez estás mintiendo y tienes tu mano bajo tus pantalones.
—¿Qué? No, no es cierto, te lo juro. Espera un minuto… ¿hiciste tú eso? —Su voz desciende un par de octavas. Suena intenso. Trato de imaginar la expresión de su cara a juego.
—¿Hacer qué?
—Lo que dijiste de acariciar tu castor. ¿Es cierto? Suena tan ridículo. Me río sin control.
—Jódeme —murmura Alex.
Dejo de reír. En primer lugar, porque creo que se trata de una propuesta real. En segundo lugar, porque tengo una imagen fantástica  de mí debajo de él.
—Es cierto. —Mi voz suena entrecortada y suave, cortesía de la pornografía que estoy viendo en mi cabeza.
—¿En serio? —Suena emocionado. Muy, muy emocionado.
—¿Sobre acariciar mi castor? No. Los castores son raros. No deben ser acariciados.
—¿Puedes dejar de decir “castor”? A ver, ¿qué estás haciendo en este momento?
—Bebiendo cerveza y viendo porno, ¿por qué? —Mañana estoy segura de que voy a estar debidamente avergonzada de esta conversación. Ahora mismo, estoy bien entretenida.
—Porque estoy de pie delante de la puerta de tu suite. ¿Quieres compañía?
Me siento rápidamente, la habitación da vueltas. —No lo estás.
—Lo estoy. Suite seis-cero-nueve. ¿Quieres que llame a la puerta?
—¡No! ¡No lo hagas! Espera.
Corro por la habitación y abro de un tirón la puerta de mi habitación. La sala de estar está vacía. Considero arrastrarme y rodar por el suelo por diversión pero no tengo coordinación, así que me conformo con correr. Abriendo la puerta, encuentro a Alex con su chaqueta doblada sobre un brazo y su teléfono en la oreja.
Salgo al pasillo.
—No bromeabas.
—Lindo.
Sigo su mirada. Oh, sí, ahora me acuerdo. Estoy usando un pijama del Hombre Araña diseñada para adaptarse al cuerpo de chicos pre- adolescentes. Hace frío en el pasillo y voy sin sujetador, lo cual desvía la atención hacia mis pechos. Mis pezones le rinden homenaje con claridad a través de la tela raída.
—Me olvidé mi lencería de encaje en casa. —Casi deseé poseer una, excepto porque el encaje es incómodo y poco práctico—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Ahueco mis pechos para proteger a mis pezones de una mayor molestia visual.
Sus ojos descienden por una fracción de segundo, como si mis pezones tuvieran su propio campo de fuerza, y luego regresan a mi cara.
—Yo, eh... ¿quieres pasar el rato? Me estremezco.
—Estoy con mis padres.
—Podría llevarte a mi habitación.
—Ya me iba a la cama. —Tan lamentable.
—Me lo imaginaba.
Y ahí está esa sonrisa de nuevo. Deja al descubierto esos malditos hoyuelos. El rostro golpeado y las heridas parecen elevar su nivel de hermosura.
—No voy a tener sexo contigo. —Querido Señor, mi boca necesita un censor.
Ni siquiera se inmuta.
—Eso es genial. No esperaba sexo.
—¿En serio? —Asumí que con lo de “pasar el rato” se refería claramente a “desnudarnos”.
—En serio. Promesa. —Coloca su mano sobre su corazón, sus ojos suavizándose mientras sus mejillas se ruborizan. Se ha ruborizado. Es lindo.
—Oh. Bien, entonces. Supongo que... voy a cambiarme. —Aquí estoy, aceptando ir a la habitación de un jugador de hockey extremadamente caliente en medio de la noche para no tener sexo.
Llego a la puerta y tiro de la manija. Está cerrada. Lo intento de nuevo, sabiendo que no va a funcionar. Si llamo a la puerta despertaré a mis padres. Entonces definitivamente no pasaré el rato con Alex. Quiero hacerlo, a pesar de que se trata de una escandalosa mala idea. Nada bueno puede salir de esto. Excepto tal vez otra sesión de besos.
—No tienes la llave.
—No. No la tengo.
—No necesitas cambiarte. Me gusta lo que llevas puesto. El Hombre Araña es mi favorito. —Todavía tiene una sonrisa plasmada en su rostro. Es casi tan irritante como ardiente—. Podríamos ir a recepción y pedir otra tarjeta, si estás segura de querer cambiarte.
—Estás besan... quiero decir, ¿bromeando? Quiero decir ¿qué? No. No puedo ir allí vestida así. —Tanto el lapsus Freudiano como la idea de entrar en el vestíbulo principal con un pijama de Spidey son horripilantes.
—¿Por qué no vienes a mi habitación? Podemos descansar un poco. Para cuando estés lista para volver aquí, ya habré hecho que te envíen una llave. —Me ofrece su mano.
La miro y luego a él, dudando. Podría ser el alcohol residual flotando en mi sistema, y mi falta de gratificación durante mi tiempo como concubina, pero pongo mi mano en la suya y le permito guiarme hasta el ascensor. Presiona el botón y deja caer su chaqueta sobre mis hombros. No quiero considerar con qué frecuencia hace esto. O cómo probablemente soy una de cientas.
Las puertas se abren, y me hace entrar delante de él. Todo el ascensor está rodeado de espejos, proporcionando una vista impresionante de Alex desde todos los ángulos. Yo, por el contrario, soy un completo desastre. Mi cabello debería plantearse usar seriamente un cepillo, no voy maquillada y llevo mis gafas. Intento arreglar, sin que se note, mi cabello.
—Oye. —Sus ojos son cálidos mientras acaricia mi mejilla. Sus dedos son ásperos y callosos, pero el tacto es suave, íntimo incluso—. Solo quiero pasar el rato. Lo prometo.
Quiero creerle.
—Son las dos de la mañana, Alex. Aparecer en mi habitación de hotel a altas horas de la madrugada generalmente implica un polvo asegurado.
Deja caer su mano.
—Toda la escena del bar ya ha pasado, y estoy algo alterado por el juego. Pensé que me diste tu número, y nos divertíamos, ¿no? Es bueno hablar con alguien que no esté absorto en el despliegue publicitario.
—Cierto. —Lo que sea. No me va a mantener como rehén. Siempre puedo irme si lo necesito.
—No estaba seguro de cuándo te irías. Quería intentar...
El ascensor suena. Alex entrelaza mis dedos con los suyos y caminamos por el pasillo hacia su habitación. El espacio es casi igual que la habitación de mis padres, aparte de una única puerta que lo más probable es que conduzca al dormitorio.
—Por lo general, compartimos habitaciones; pero gané una apuesta la semana pasada, así que mi compañero, Darren, tuvo que dejarme solo.
—¿Darren?
—Sí. Westinghouse. Número veintiséis. Juega en el ala derecha.
En ese momento recuerdo que se suponía que tenía que hacerle una foto. Me encontraba demasiado ocupada pegando mi lengua en la boca de Alex para hacerlo. Espero que Charlene perdone mi distracción.
—¿Comparten habitación?
—La mayor parte del tiempo.
Traer chicas a la habitación sería un reto. A menos que todos estuvieran observando o compartiendo. Reprimo un estremecimiento. Me pregunto qué tipo de apuesta ganó.
Sigo a Alex al bar, donde me prepara una bebida sin alcohol. Abre una botella de Perrier para sí mismo.
Estamos ahí, mirándonos sin decir nada hasta que la incomodidad se vuelve insoportable y hago un chasquido.
—Estoy nerviosa —digo—. No suelo hacer esto. —Pongo los ojos en blanco internamente. Que línea tan cliché.
La esquina de su boca se levanta, sus ojos encendidos con diversión.
—¿No sueles pasar el rato con la gente?
—No. No suelo seguir a famosos jugadores de hockey a sus habitaciones privadas cuando vienen a llamar a mi puerta a las dos de la mañana después de haber sido reconocido públicamente en un bar.
—¿Los jugadores de hockey suelen llamar a tu puerta en medio de la noche?
—No. Esta sería la primera vez para mí. —Me quité su chaqueta y se la entregué, ya demasiado caliente gracias a las bromas.
—Ese pijama es realmente algo a considerar.
—Creo que te gusta la visibilidad de mi pezón.
Me aparto, deseando poder detener mi boca. Apoyándome en la barra, dejo caer más cubitos de hielo en mi bebida. Una garganta se aclara detrás de mí, y recuerdo cuán bajos llevo estos pantalones. Hay una posibilidad sólida de que la mitad de mi culo se esté saliendo por la parte trasera. Me enderezo rápidamente y subo mis pantalones, casi haciendo que se me marquen mis partes íntimas contra la tela. Sin importar cómo me dé la vuelta, Alex va a conseguir una vista de algo.
Hay un sofá de felpa en el otro lado de la habitación. Voy hacia él   y me siento en la esquina, sobre mis piernas, para evitar más errores con mi guardarropa. Alex no ha dicho nada que confirme o niegue la observación de mi pijama de Spidey. De hecho, no ha dicho nada en absoluto.
Se sienta a mi lado, inclinándose hacia atrás, viéndose relajado y caliente. Entonces me jode. No en el sentido literal; no me dobla contra el brazo del sofá, deja caer mis pantalones y me llena por detrás. Pero podría hacerlo también.
¿Qué es lo que hace para desmoronar mi ya débil voluntad, aparte de su absurdamente magnífica personalidad? Alex hace exactamente lo que dijo que quería hacer: pasar el rato y hablar.
—¿Así que diriges un club de lectura? ¿Cómo es eso? —Extiende  su brazo, rozando sus dedos a lo largo de mi hombro.
No estoy segura de cómo responder a esta pregunta sin sonar demasiado como una fracasada.
—No lo dirijo, solo participo. Sobre todo es una excusa para beber vino y comer comida basura mientras se discute sobre libros obscenos. No solemos leer literatura del siglo XVI, pero hemos leído verdadera pornografía durante los últimos meses. Una chica, Lydia, estaba cansada de leer la palabra "húmedo", así que escogió una novela de Fielding. Es un poco extremo.
Alex se estremece.
—Compresible, realmente. Húmedo es una palabra terrible.
—Tan cierto. Solo debe ser usada para describir la consistencia de una torta.
—Concuerdo. —Alex sonríe, su bonita sonrisa persistente. Hace girar mi cabello entre sus dedos—. ¿Así que estudias inglés en la universidad?
—No estoy especializada. Tomé algunos cursos por diversión. ¿Qué hay sobre ti? —Mi boca está seca y cada parte de mí está caliente. Tomo un sorbo de mi bebida de pomelo.
—Me especialicé en literatura inglesa y kinesiología durante mi primer año. Tuve que dejarlo después de que me reclutaran. Me eligieron un poco tarde.
Tenía doble especialización. Mi pijama de Spidey está en riesgo de quitarse a sí mismo de mi cuerpo. —¿Cuándo fuiste reclutado?
—A mediados de mi primer año.
—¿Y aun así terminaste la carrera?
—Tardé un poco más de lo habitual, pero sí. Todavía me gustaría terminar kinesiología en algún momento, pero eso tendrá que esperar.
¿Así que no estás en literatura de ficción?
Está usando expresiones canadienses. Me estoy ruborizando por debajo de la cintura y por encima del cuello. —Soy buena en literatura. He leído a Tolstoy y a Austen y me gustaron, pero Fielding es un gran cambio partiendo de pura pornografía.
Eso me consigue otra risa y sus dedos bajan por el lado de mi cuello. —Él la vio, como el sol, incluso sin mirar.
Oh, Dios. Está citando a Tolstoy y tocándome. Estoy jodida.
Cuando estás rodeada de hombres con mentalidad deportiva cuyo repertorio de lectura no se expande más allá de Las Noticias del Hockey o de la selección de deportes del periódico, es difícil no sorprenderse por un tipo que lee libros sin dibujitos.
Un segundo está hablando, al siguiente mi cara está pegada a la suya. Su copa tintinea sobre la mesa y luego sus manos están en mí, debajo de mi camiseta, agarrando mi cintura y quemando contra mi piel ya caliente.
—Realmente esperaba volver a follar tu boca —dice Alex contra mis labios.
Me río, y luego gimo. Oh, diablos, gimo. Ha pasado un tiempo desde la última vez que fui tocada por un miembro del sexo opuesto. Con lo de un tiempo me refiero a que he sufrido la sequía de años durante los últimos seis meses. Voy a estallar fuera de mi piel por el contacto.
Recorro su mandíbula con mis dedos y los entrelazo en su cabello. Es suave, recordándome a esos anuncios de champú donde los hombres atractivos hablan efusivamente sobre su cabello súper impresionante.
Lo acerco pero no es suficiente, así que me pongo a horcajadas sobre su regazo. Esto es a la vez la mejor y la peor idea jamás pensada. Su estatus de mujeriego deja de importarme cuando me acomodo sobre el abultamiento en sus pantalones.
Las yemas de los dedos de Alex se deslizan hacia atrás y adelante bajo la cinturilla del pantalón, la cual se ha deslizado precariamente hacia abajo. Mi atención se centra en la sensación de sus manos sobre  mi piel y el calor de su boca en la mía.


Rompe el beso y sus labios se desplazan a lo largo de mi mandíbula, cálidos y húmedos sobre mi piel. —¿Esto está bien? —pregunta, metiendo sus manos por la parte de atrás de mis pantalones.
—Uh-huh.
Agarra la curva de mi culo, apretando suavemente. —¿Y esto?
Murmuro un mmm en lugar de usar palabras para evitar una no muy lejana posibilidad de poder decir algo que arruine el momento. Su labio inferior pide atención, así que le doy un mordisco y lo chupo. Nos besamos durante un largo rato, moliéndonos el uno contra el otro, sus manos en mis pantalones, mis dedos en su cabello.
Empuja mi cuerpo más cerca, moviendo sus caderas al mismo tiempo. —¿Y qué sobre esto?
Y ahí está, la fricción que he estado buscando. Se siente tan bien. Mucho mejor que mis propios dedos, porque es una maldita gran polla y todo lo que tengo que hacer es moverme en su contra. —Fóllame. —Las palabras salen en un entrecortado gemido.
Me congelo. Estoy tan hockdida3. Será mejor que haya un grupo de apoyo para las putas del hockey.
Voy a necesitarlo después de esta noche.


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Mensaje por Maga Lun 25 Mar - 17:54

Chicas les dejo la firma de la lectura.

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Spoiler:


Nueva Lectura en el Club BQ
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Mensaje por Yani Lun 25 Mar - 18:44

Gracias!!! Quiero más!!!! Directo a la accion, no se andan con vueltas...


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Mensaje por svenkok Lun 25 Mar - 19:17

Me uno!

Gracias!
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Mensaje por Tatine Lun 25 Mar - 19:38

Gracias
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Mensaje por yiniva Mar 26 Mar - 10:54

3


Bendito Disco


Violet
Alex suelta mi trasero y me observa con ojos suaves y cálidos. — Fui serio cuando dije que no tenía ninguna expectativa, ¿de acuerdo? — A pesar de su postura relajada y su confirmación, su voz es áspera; destilando sexo sobre hielo picado.
¿Es esto lo que le dice a todas las conejitas del hockey? Si es así, entiendo por qué funciona. —De acuerdo.
Decido que si permanecemos en el sofá, hay menos riesgo de quedarme completamente desnuda. La idea es carente de lógica. La primera vez que tuve sexo fue en un sillón, así que la perspectiva de que es menos peligroso que decir: oh, una gran y confortable cama, es absurda. De todos modos sigo con esto.
Alex acaricia mi trasero mientras con descaro me aplasto contra él. Al mismo tiempo, lo sostengo con fuerza del cabello así puedo mantener su boca en la mía. Demuestra ser increíblemente hábil con toda la cosa de mover las caderas. Tan lejos como esto llegue, es increíble.
El contraste de su barba áspera y la suavidad de sus labios contra mi garganta envían deliciosos temblores por mi columna vertebral.
Suelto su cabello para explorar el resto de su cuerpo. Músculos tensos se mueven bajo mi toque. El primer botón de su camisa de vestir se halla desabrochado y la corbata cuelga de su cuello. Ahora parece ser un buen momento para ponerlo más cómodo. Quiero decir, estoy en pijama y aquí se encuentra él, aún con la mayoría de su traje.
Desabrochar implica multitarea, pero soy más que capaz de desabotonarle la camisa mientras besa mi cuello.
Debajo de la elegante camisa de vestir hay una camiseta blanca estirada sobre una sólida pared de pecho. Estoy segura que no necesitaron aerógrafo en el anuncio de leche para conseguir su nivel de sensualidad.
Emocionada por averiguarlo, deslizo los dedos bajo el dobladillo, consciente de que esto es similar a la inauguración de una exposición de arte. Nunca he estado tan cerca e íntimamente con alguien de esta asombrosa condición física. Quiero deleitarme mientras revelo su divino cuerpo. Debajo del ombligo tiene un camino de vello oscuro, un camino hacia el tesoro algo cercano al oro… o a los diamantes; porque está malditamente duro ahora.
Abdominales marcados se flexionan bajo mis dedos. Levanta sus brazos, y saca la camiseta  sobre su cabeza, cuidando su labio lastimado  y la barbilla magullada. Sin importarme en esconder mi apreciación, exhalo un silbido. Tatuajes acentúan cada bíceps. El izquierdo alardea una bandera ondeante de Canadá, larga vida al patriotismo, y el derecho tiene un par de palos de hockey cruzados sobre un disco.
Puedo sentir los ojos de Alex sobre mí mientras trazo el tatuaje de hockey con la punta del dedo.
—Realmente amas el hockey, ¿verdad?
—Sí. Es lo mío. —Sus manos vagan por mis muslos, sus brazos flexionados.
—Apuesto que podrías hacer pesas conmigo.
—Es una buena propuesta.
Las puntas de sus dedos irrumpen en el dobladillo de mi camiseta.
Cuando mi cuerpo tiembla, vacila.
—¿Debo detenerme?
—No, gracias. Tengo cosquillas.
—¿Sí? —Me observa desde debajo de sus pestañas anormalmente gruesas, usando una sonrisa diabólica.
—Solo aquí —apunto a mis costillas—, y aquí. —Le indico la curva en mi rodilla.
—Seré cuidadoso.
Su mano se mueve a lo largo de mis costillas. Contengo el aire y  me aguanto una risita.
Tan pronto como agarra mi pecho, sus pulgares se deslizan sobre mis pezones. Gimo como una mujer de la calle. En realidad, es como un extravagante gemido de estrella porno. Mi rostro y mi pecho se calientan, avergonzados.
Al parecer, Alex está bien con el gemido. Aun sosteniendo mis pechos, me mira a los ojos, esperando mi aprobación para seguir adelante. Hasta ahora, con cada beso y cada caricia, me ha pedido permiso para avanzar. Lo hace infinitamente más sexy y es difícil decirle que no.
Levanto mis brazos en un silencioso asentimiento. Claro, cuando quita la camiseta, las gafas se quedan atrapadas en mi cabello. Alex lucha para liberarlas y las pone en el brazo del sofá donde permanecerán a salvo.
Y ahora ambos nos encontramos sin camisa. Alex observa mis tetas. No es un vistazo a escondidas. Las observa con descaro. Las  ahueca con las manos, las cuales son grandes; sus manos, no mis  pechos, que son de tamaño medio. Luego las hace rebotar un poco.
Es como un niño que acaba de descubrir que las gelatinas se sacuden si las tocas.
—Te dije que eran demasiado buenas para ser reales. —La manera en que me observa me inhibe, así que emito mi comentario con mucho sarcasmo.
—En realidad lo son. Son suaves —murmura, acariciando—, y firmes. —Pasa sus labios sobre mi pezón.
Por mi jadeo, eleva la mirada, quizá dándose cuenta que estoy conectada al pecho que acaricia.
—Puedo… —Hace silencio mientras saca su lengua, sin tocar mi piel.
—Por favor y gracias.
Cierra los labios alrededor de mi pezón erecto, y lo succiona con suavidad. Muerdo el interior de mi mejilla, en un esfuerzo para hacer descarrilar al sonido que se fuerza a través de mi garganta. Me las arreglo para mantenerlo solo como un gemido mientras Alex masajea un pecho  y lame el otro. No logro acallar todos los pequeños sonidos de éxtasis.
Su pequeña risa le sigue. —En verdad te gusta, ¿no?
Es bastante obvio que sí, pero suelto un demasiado en un suspiro  y me muelo contra él para acentuar mi afirmación. Mientras se encuentra absorto amando mis tetas, mis manos están en todas partes: en su cabello, sintiendo sus brazos y su pecho, avanzando debajo de la cinturilla de sus calzoncillos.
Alex realiza un gran trabajo acariciando pechos. Casi espero que haga todo el asunto de lancha motora4. Por fortuna, no lo hace. Enrolla un brazo alrededor de mi cintura y me atrae hacia él. Con mi gemido ligeramente desesperado, alza sus caderas.
Lo que voy a hacer me convertirá en una total puta del hockey. Como sea, solo por esta noche. Estoy resignada, y ansiosa, mientras intento deslizar la mano por su cinturón dentro de sus pantalones.
 
4 Acto de poner la cara entre los pechos de una mujer moviendo la cabeza y emitiendo sonidos que se asemejan al ruido del motor de una lancha.


—Podemos ir al dormitorio, si quieres. —Las manos de Alex se han deslizado hacia los pantalones de mi pijama.
—El sillón está bien.
—La cama es más cómoda. —Sus labios se mueven desde mi cuello a mi barbilla.
Estoy segura que lo es, lo cual es el problema. Sé a dónde se dirige esto. No quiero decirle que no. He visto a Alex jugar hockey; tiene una increíble resistencia. El punto es discutible, pero la negación hace que mi intento fallido de resistencia parezca menos ofensivo.
Me besa, suave y explorando. Como gomitas dejadas en el sol, me derrito a su lado. Encontrando el broche del cinturón, la deslizo a través de la hebilla.
Debe pensar que mi acción significa que estoy de acuerdo con su sugerencia. Con firmeza, agarra mi trasero y se levanta. Colocando mis piernas a su alrededor, saco con rapidez la mano de sus pantalones y lo tomo del hombro.
Esto realmente está pasando. En serio. A los veintidós, voy a tener mi primera aventura de una noche. Con un jugador de hockey, nada menos. Demasiado para el buen juicio. Oh bien, nadie es perfecto.
Alex me deja en el borde de la cama y enciende la luz. Por supuesto, es del tipo con luz. El tenue brillo magnifica las hendiduras y curvas de su cuerpo, destacando el ángulo de su barbilla y el moretón bajo su ojo izquierdo.
—No tenemos que hacer nada que no quieras.
—Lo sé. —Mi voz tiembla, la excitación y los nervios se fusionan.
Siempre he sido una monógama en serie, esperando hasta la quinta cita o más allá para dejar a un chico entrar en mis pantalones. Eliminaba la mayoría de errores potenciales. Si el sexo y el chico fueran decentes, vería hacia donde se dirigen las cosas. A veces había repeticiones, a veces no.
Sostengo la cinturilla de sus pantalones como si hubiera una olla llena de oro dentro. Dejándolo ir, me contoneo hacia la cama, dándole suficiente espacio para unirse a mí. Es una cama rey; existe un montón de espacio para juguetear. Tiene los ojos entrecerrados, y su expresión  es intensa mientras me sigue.
A tientas y con falta de coordinación, gracias a la perdida de mi función motora, peleo con el botón de sus pantalones y deslizo hacia abajo el cierre. Alex ve mis manos desaparecer en su interior. Desde su punto de vista, debe verse bien. ¿Cómo no? La mano de otra persona en tus pantalones es un triunfo. Suave piel cálida recubre el pene más erecto del planeta. Es tan sólido como carburo de tungsteno. Y existe un montón de longitud.
Necesito ver esta cosa. Empujo los pantalones sobre sus caderas, dándome espacio para explorarlo. Alex, siendo el chico servicial que es, los termina de bajar, dejándolo en un par de bóxer. Meto la mano de nuevo, y cuando por fin lo dejo en libertad, mis ojos se hallan en riesgo de salir de sus orbitas por el miedo de estímulo visual.
Primero lo primero, Alex está rasurado: no hay polla afro al estilo de los setentas ahí abajo. No es como mi castor, lleva solo un pequeño mohawk, pero Alex se encuentra pulcro y recortado. Sé que algunos chicos lo depilan para hacerlo parecer más grande. En este caso, estoy segura que no miro boquiabierta una ilusión óptica. Es enorme.
A veces algunas personas exageran sobre cuan grande es el pene  de un hombre para hacerlo parecer mejor de lo que es. Está claro que es imposible para alguien tener un pene así de grande. Este no es uno de esos casos. Alex Waters tiene una anormalidad de polla.
—¿Qué es eso? —La pregunta es tonta. Pero, honestamente, ¿qué demonios se supone que haré con esto?
Alex se ríe con nerviosismo. Como es apropiado ya que sostengo su pene, y con seguridad, no estoy cuerda.
—Quiero decir, sé que es. Es obvio. ¿Tienes algún tipo de…
desorden? Como elefantiasis de pene o ¿algo? —No dije eso en voz alta.
—No es tan grande. —Su erección se desliza en mi agarre.
No puedo dejar de mirar. Mi pulgar y dedo medio deben dejar más de dos centímetros antes de encontrarse. Los aprieto para ver si puedo acercarlos. No puedo. Lo que hace gemir a Alex, y eso, oh monstruo sagrado de los penes, es un gemido sexy. También se ríe, así que sale todo profundo y con la cosa de resoplido al final. Es lindo y adorable mientras también sexy.
Por fin, levanto la mirada para ver si va en serio. Mala idea. Sus brazos cuelgan a los lados, cabeza agachada, ojos oscuros, labios separados, pecho subiendo y bajando. Mira mi mano con intensidad. Y me siento muy feliz de que Charlene me haya convencido de hacernos manicura al principio de la semana.
Lamo mis labios, mirando su pene. No tiene circuncisión. Esta noche se encuentra llena de novedades. La manera en que su piel se arruga con cada caricia hacia la punta y cómo regresa suavemente cuando el movimiento se invierte, es fascinante. Apuesto a que es divertida para jugar cuando está blanda. Recuerdo que dijo algo que requiere una respuesta.
—Es como una polla porno. Me doy cuenta que no es que mida treinta centímetros o algo por el estilo, gracias a Dios. Sola la circunferencia es sorprendente. No hay manera… —¿He sido privada de oxígeno? ¿En serio me encuentro argumentando en contra de tener sexo y expresándolo?
En lugar de parar, continúo como la víctima de un daño cerebral que soy. —Es como una persona que viste una súper larga camisa intentando entrar en una talla pequeña. ¿Qué demonios piensas que pasará con la camisa? Las costuras se separarán, y estallarán como en Hulk. Ni siquiera puedo imaginar la tragedia si mi castor explota.
Alex me silencia con su boca, y me siento tan, tan agradecida. Quiero evitar seguir diciendo cosas estúpidas, en particular con un chico que acabo de conocer y con el que quiero tener sexo.
—Sabes —Alex acerca sus caderas otra vez—, eres malditamente genial para mi ego. Y la única explosión de vagina que espero causar es  la que se encuentra asociada a los orgasmos. —Su voz viaja sobre mi piel como malvaviscos en chocolate caliente.
Su palma cubre la mía y aleja mi mano mientras abre mis piernas.
—¿De acuerdo?
Con mi asentimiento, Alex se acomoda entre mis muslos. Solo una gastada y delgada barrera de algodón, con dibujos del Hombre Araña, protege a la tierra del castor de la invasión.
Reclama mi boca de nuevo. Como mantequilla suave, su lengua se enreda con la mía, perezosa y arrulladora. Dejo que mis manos vaguen por sus hombros y por la gran extensión de su espalda hasta su culo firme. Lo empujo hacia abajo y levanto mis caderas, y ahí está; su pene monstruoso.
Jadeo, lloriqueando mientras envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y lo acerco más. Me siento un poco temerosa por sus dimensiones, pero Alex me distrae con besos en el cuello. Continúa descendiendo hasta mi pecho.
Enredo su cabello en mis manos y saco pecho. No estoy segura para que sirva esto. No es como si fuera a meterse más teta en su boca. Pasa un par de minutos amándolos como si son hamburguesas con  queso de lujo después de haber pasado una noche de borrachera. Al mismo tiempo, me muelo con él, perdida en la sensación y en sus pequeños gemidos de aprobación.
Finalmente, suelta mi pezón y lame la punta. —¿Deseas que continúe?
Con mi asentimiento, Alex desliza su mano por mis costillas, rozando puntos delicados en el camino. Me río, mientras me encojo.
—Lo siento. —Presiona un beso bajo mi ombligo, se sienta sobre sus talones, y mis piernas caen a los lados. Con sus ojos en los míos, engancha sus dedos en la cinturilla de los pantalones del Hombre Araña—. ¿Estás segura que quieres esto?
—Totalmente.
Por un momento duda, así que deslizo el pantalón sobre mis caderas. Me ayuda a sacarlos y los arroja al suelo.
Y me encuentro desnuda frente a un chico de revista porno con un pene sobrenaturalmente largo. Así que este es un complejo de inferioridad. Interesante. Estoy segura que puedo manejarlo.


Alex recorre con sus manos mis pantorrillas y besa el punto sensible en el interior de mi rodilla. Desliza las palmas a lo largo del interior de mi muslo y se detiene a unos centímetros de donde sufro por ser tocada.
—¿Sí? —Levanta su cabeza, espera mi permiso para continuar.
No no es una opción. No con sus manos donde están o por su petición educada. Abro mis piernas como invitación. Prácticamente hiperventilo mientras recorre con lentitud mi piel sensible con el pulgar, apenas rozando mi clítoris.
Sacude la cabeza. —Ni siquiera puedo. Eres tan… —Sus ojos se traban con los míos—. ¿Esto es por mí?
Es como una lluvia torrencial al sur de mi ombligo. Me encojo de hombros. Manchas rojas del tamaño de jirafas estallan a través de mi pecho. —Parece de esa manera.
Lleva el pulgar a su boca y lo lame. Sus ojos se cierran. Vuelve la cabeza hacia mi pierna, mordiendo la cara interna de mi muslo y lamiéndola con pasión.
Deja un camino de besos húmedos en el interior de mi muslo. ¿En verdad va…? Imposible… oh sí, lo hará.
Pero no de inmediato. Oh no. Alex es el mejor para provocar. Mordisquea la unión de mis muslos, prolongando la anticipación antes de que su boca por fin llegue a mí. Ha pasado un largo tiempo desde que alguien me ha dado resucitación boca a vagina. No recuerdo que fuera  así de increíble.
—Jesús, eres… ¿te gusta? —Sus palabras suenan distorsionadas porque se halla ocupado lamiendo.
El agarre en su cabello y el movimiento de cadera debería dejar claro, de hecho, que me gusta.
Gimo un confuso Oh Dios sí, Alex para asegurar que mis sonidos de placer son tomados con contexto favorable.
Aliento caliente acaricia piel más caliente y mete con facilidad un dedo. Una intensa sensación se construye y gira en espirales. El calor sobre mí me impacta en olas, canalizado a través de mis extremidades hasta el centro de mi cuerpo. Agrega otro dedo, los empuja y alcanza el lugar paradisíaco que solo puedo llegar con mis falsos amigos plásticos.
Es un intenso incendio, que aumenta a medida que sus dedos mantienen el ritmo del trazo de su lengua y las rozaduras intencionales de sus dientes. Estoy aguantando, apenas, esperando entregarme a la sensación, desesperada porque no termine. Cuando agrega un tercer dedo, los dedos de mis pies se curvan. Calor intenso irradia por mi piel.
Maldigo, mientras mis piernas pelean por juntarse. Alex las mantiene abiertas con sus antebrazos, los dedos se mueven con rapidez hasta que me vengo, y me vengo, y me vengo un poco más.


Deja un pequeño beso en mi clítoris y sigue en línea recta por todo mi cuerpo con su boca, en el trayecto se detiene en cada pezón hasta encontrarse con mis labios.
—¿Te gustó?
—Fue… yo… tú… increíble. —Es lo más coherente que puedo decir. Llevo mi mano en medio de nosotros y tomo su pene. —¿Devuelvo el favor? idea.
Me agradece con un bufido. —Sí, no creo que ahora sea la mejor
 Por supuesto que es una buena idea; tú das, tú recibes, ¿cierto?
Levanta su billetera de la mesita de noche. La abre, y saca un cuarteto  de papel aluminio cuadrado, y abre uno con sus dientes. Parece como si tuviera un montón de condones. Dos es inteligente, en caso de que uno no sirva. Quizá le pase seguido, así que trae uno extra para estar preparado. Con un abre fácil, Alex rasga el paquete y enrolla el condón.
—Te haré sentir bien. Lo prometo.
—Tómalo con calma gatillo, hay mucho por hacer. —Señalo su pene envuelto.
Con calma, dirige una mano desde el exterior de mi rodilla hacia mi cadera.
Sus besos son dulces labios y lengua arrolladora. Con lentos movimientos tantea con la cabeza de su pene, y Alex hace varias pasadas sin prisa antes de que ambos estemos jadeando de nuevo. Apoyado en  un brazo y posando sus ojos sobre mí, se introduce en mi interior. Me entra el pánico y me tenso, bloqueándolo como si fuera una fortaleza.
—Relájate, hermosa —susurra contra mi boca. La manera en que  lo dice, caliente y necesitado, convierte mi cuerpo a líquido. Va más profundo—. Eso es, Violet.
Tiene razón; se siente muy bien. Gimo.
Cuando se detiene, aprieto mis piernas alrededor de su cintura con urgencia.
—No bromeabas —murmura, dando círculos con sus caderas pero manteniéndose profundo en mí.
—¿Con qué?
—Sobre la cosa súper pequeña.
Enlazo mis dedos en su nuca. —Es porque eres extra grande.
Relaja su espalda y se inclina hacia adelante. Ambos gemimos fuerte. —Estoy feliz que tu coño no haya explotado.
Resoplo y me río. —También yo.
Con cada empuje, me elevo para encontrarlo. De repente, todo se vuelve repentinamente intenso mientras se retira, alejándose mucho, y presiona de nuevo.
A medida que el calor y la necesidad se expanden, consumiéndome, eleva una de mis piernas, cambiando el ángulo. Gimo cuando me golpea el… botón del castor y luego me ahogo con una risa sonando como un animal moribundo.
—¿Te sientes bien? —Alex toma mi mejilla.
Es uno de los gestos más íntimos que he experimentado manteniendo sexo con cualquiera. Mis amantes anteriores, en comparación, han sido bastante inexpresivos.
—Fantástico. Continúa.
Su alivio es como una manta caliente de deseo mientras reanuda su empuje parcialmente terminado.
Ante mi insistencia va más rápido y fuerte. Como esperaba, Alex tiene una resistencia increíble. Es como el conejito de Energizer en una carrera con un pene increíble. Sin la más mínima advertencia, todo mi cuerpo se sonroja. La chispa se enciende, estallando en llamas. Tomo sus hombros mientras me vengo de nuevo, eufórica de que me esté corriendo durante el sexo, lo cual nunca pasa. El control del volumen se va, su nombre es gritado por mis labios.
Dice palabras sucias y encaja la cabeza contra mi cuello mientras bombea de forma errática, alcanzando su liberación. Agotado, Alex colapsa sobre mí.
Recorro con mis dedos su cabello húmedo, ambos respiramos con dificultad, nuestros corazones laten a toda máquina. Tan increíble como esto es, por la mañana, me sentiré dolorida.
No quiere decir que no quiera hacerlo de nuevo.


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Mensaje por yiniva Mar 26 Mar - 11:05

4


¿En qué pensaba?


Violet

Estoy acostada debajo del cuerpo pesado de Alex durante un minuto hasta que respirar se vuelve difícil. —Um, Alex... —digo sin aliento, porque estoy sin aliento.
—¡Oh, lo siento! Te estoy aplastando ¿verdad? —Se mueve con gracia a la izquierda.
—Guau. —Me deleito con músculos flojos y respiraciones completas—. Me vendría bien un cigarrillo.
Alex entiende mal mi intento de humor y se aleja, dándose la vuelta, alcanzando el teléfono en la mesilla de noche. Hay líneas rojas que atraviesan su espalda desde los hombros hasta su trasero. Las marcas de mis uñas.
—Puedo llamar al servicio de habitaciones y que te traigan un paquete. También pueden traer una llave, y así puedes irte cuando quieras.
La mortificación se desliza a través de mi bruma post-orgásmica mientras marca a recepción. Aunque no esperaba pasar la noche con él, no pensé que iba ser echada antes de que el sudor tuviera la oportunidad de secarse. Los cigarrillos parecen ser algún tipo de pago por mis servicios. Si es así, cuán terriblemente refleja mi actuación que sólo garantizo un paquete barato de cigarrillos que ni siquiera voy disfrutar porque soy una fumadora falsa.
Me deslizo de la cama, sintiéndome expuesta mientras busco mis pantalones del Hombre Araña. Sin gafas, todo a más de cinco metros de distancia es un indistinto borrón.
—Oye, ¿qué haces? —Alex se levanta y agarra mi muñeca. Se encuentra desnudo y glorioso, y yo estoy desnuda y... bueno, yo y por lo tanto auto-consciente.
—Tratando de encontrar mi ropa ya que vas a hacer que envíen una llave. —Por fin veo la mancha azul y roja bajo la mancha negra en el suelo, que deben ser los pantalones de Alex.
Cuando llego a ellos, él refuerza su control sobre mi muñeca. —
¿Qué? ¡No! ¿Crees que quiero que te vayas? No soy un idiota. Pensé que sería más fácil conseguir una llave antes de dormirnos. Colocaré una llamada despertador para ti si te quieres quedar. Quiero que te quedes.
—Se pasa una mano por el cabello despeinado debido al sexo. Si no estuviese desnudo con su monstruosa polla semi-blanda colgando, podría ser guapo. No lo es, sin embargo; es magnífico y nervioso.
Sin ninguna experiencia previa sobre una aventura de una noche, no puedo decir cuál es el protocolo en esta situación. Contra mi voluntad, quiero quedarme. En caso de que quiera volver a hacerlo.
Toma mi rostro en sus manos; sus palmas amplias y cálidas. Sus labios son suaves en los míos cuando me besa. —No te vayas, Violet. ¿Por favor?
—De acuerdo.
Se mueve más cerca, su polla sacudiéndose contra mi estómago. No puede posiblemente estar duro otra vez siendo que acaba de correrse.
—Tan dulce. —Pasa la nariz a través de mi mejilla y me besa el cuello—. Te mantendría aquí todo el fin de semana si no tuviéramos que irnos mañana.
Sus manos viajan por mis costados para descansar debajo de la curva de mis pechos. Saco mi pecho como una ofrenda y empujo mis caderas en las suyas. Juraría que su pene está más duro de lo que estaba hace unos momentos. Con sigilosas maniobras aprendidas a través de interminables batallas de Xbox con Buck, pongo una mano entre nosotros y lo palmeo. Sí, no estoy loca; tiene otra erección.
—¿Tomaste Viagra o algo así?
Alex retrocede una fracción de un centímetro, lo suficientemente lejos como para evitar poner los ojos en blanco. Debe haber sido lo incorrecto para preguntar.
—¿Cómo?
Acaricio su polla, esperando borrar la oscura mirada en su cara. Parece molesto por la sugerencia de que podría necesitar ese tipo de asistencia. Sinceramente, ¿quién se pone duro tres minutos después de tener sexo? ¿No es un mito? En mi limitada experiencia sexual, que se arraiga en la sección media alta de los dígitos individuales, nunca he tenido más de una ronda de llenar-el-orificio-del-castor en una noche.
—N-Nada. —Envuelvo los dedos alrededor de su creciente erección. Mis dedos medio y pulgar lo tocan, así que le doy un apretón suave seguido de un movimiento lento. La piel es más flexible, y es divertido deslizarse por ahí.
—¿Qué estás tratando de hacer exactamente? —Su voz es sexy,
dulce y dura; un caramelo Werther’s Original sobre un radiador.
—¿Distrayéndote al explorar el mito de la inmediata erección post sexo que pareces estar experimentando? A pesar de los potenciales efectos nocivos de tener una talla grande en un espacio extra pequeño más de una vez, no puedo evitar echarte una mano. —Le doy otra caricia para probar mi falta de autocontrol.
—El mito de… espera, ¿efectos nocivos? —Coloca una mano sobre la mía, su expresión preocupada.
Aprieto su polla mientras trato de idear una explicación inofensiva.
—Bueno, eres un mamut, así que no hace falta decir que estaré dolorida. No de mala manera. Más de una manera de una fuerte montada y satisfecha. —No creo que lo esté mejorando. Apuesto a que si pongo esa polla suya en mi boca, no podría hablar en absoluto.
—Ya veo. ¿Estás fuera de los límites ahora?
—¿Fuera de los límites? No. Definitivamente no.
—Es bueno escucharlo. Si sigues haciendo eso… —lleva nuestras palmas por su eje—, voy a estar tan duro como roca sólida en dos minutos.
—Ya estás bastante sólido.
Afortunadamente, o no tan afortunadamente, dependiendo del estado proyectado de mis partes debajo de la cintura, somos interrumpidos por un golpe en la puerta. Alex jura bajo. Planta un beso con la boca abierta al lado de mi cuello, siguiendo con los dientes. —Será el servicio de habitaciones con tu llave. No vayas a ninguna parte.
—Viendo que estoy desnuda y que bloquearás la única salida con tu divino cuerpo, no creo que pueda intentar escapar.
—Divino cuerpo, ¿eh? —Alex me da su sonrisa con un hoyuelo. Ruedo los ojos. —Como si no lo supieras ya.
Me golpea el trasero desnudo. —Eres linda. —Coge su bóxer del suelo y se lo sube por las piernas. Su semi no se esconde. Mete su mano  y hace algunos arreglos mientras se pasea fuera de la habitación. Lo miro, frotándome el culo.
Con Alex sin presentar más una distracción sensorial, me vuelvo autoconsciente de mi desnudez. Mis pantalones del Hombre Araña ayudan a ocultar la mitad inferior, pero por desgracia, mi top se encuentra en la otra habitación con mis gafas y mi teléfono.
Compruebo el baño por una bata y echo un vistazo a mi reflejo en el espejo. Parece como si criaturas del bosque se hubieran refugiado en mi cabello. Uso los dedos para alisarlo en algo parecido al orden. No funciona, así que cojo el cepillo del tocador y lo arrastro por la masa enredada. Duele, pero ayuda.
Abro la puerta para encontrar a Alex al otro lado. Hago todo el asunto de mano-en-el-corazón, jadeando como si fuese a salírseme del pecho. Sus ojos caen de mi cara. Estoy acariciándome una teta.
—Lo siento. No quise asustarte —le dice a mis senos.
Separo los dedos, así mi pezón se asoma entre ellos. Alex se mueve más cerca, rodando un solo dedo entre mis pechos y mi estómago para rodear mi ombligo. —Te pusiste los pantalones.
—Llevas bóxer.
—Cierto. —Sumergiéndose más abajo, sus dedos pasan sobre mi perplejo castor.
—Emparejé la situación.
—Puedo arreglar eso. Si es un problema para ti. —Su sonrisa es toda traviesa—. Si todavía te quedas, eso es.
—Todavía me quedo.
—Son buenas noticias.
Labios suaves y calientes están otra vez en mi cuello. Mete los dedos por mi cabello y tira suavemente, inclinando mi cabeza hacia atrás.
—¿Está bien que te desee otra vez?
—Perfectamente bien. —Miro hacia las sábanas arrugadas. —
¿Cama?
—Cama.
—Te voy a enviar la cuenta de la reparación si rompes mi castor.
Alex me muerde el hombro. —Los castores son feos. Tienes el coño más bonito que alguna he puesto en mi boca.
Es una cosa sucia que decir, y teniendo en cuenta con cuántos coños probablemente ha estado Alex de cerca e íntimamente, es un elogio significativo, moderadamente ambiguo.
Para demostrarlo, Alex me lleva a la cama y tira de mis pantalones. Cae de rodillas en el suelo, pone su cara entre mis muslos y hace que fuegos artificiales exploten con su impresionante boca. Otra vez.
No estoy segura de la cuenta exacta de orgasmos, pero para el momento que se aleja por aire, estoy temblorosa y una palabra demanda todo lo que puedo manejar. —Desnudo.
Deja caer los bóxer liberando la monstruosa polla. Lo golpea en el estómago con un ruidoso aporreo. Sofoco una risita y lo palmeo, comprobando para asegurarme de que está bien. La expresión de Alex es una mezcla de diversión y deseo mientras se une a mí en la cama, reclinado contra el desorden de las almohadas.


No hay nada entre nosotros ahora, sólo piel caliente y húmeda necesidad. Meneándome hacia atrás, deslizo las manos por sus muslos. Tengo un plan. Puede causarme un daño permanente en la mandíbula, pero fue a mi parte sur dos veces y solo es educado responder de la misma manera. Además, tengo curiosidad por ver cuánto me cabrá.
Dirijo mi dedo desde la base hasta la punta. Estiro la piel lisa y envuelvo mi mano alrededor de él, con asombro por la distancia en la que están los dedos. Levanto la vista y toco la cabeza con mis labios.
Tiene este estremecimiento espasmódico, lo que tomo como una buena señal, así que le doy una lamida de prueba.
La sedosa suavidad y leve arruga del prepucio me fascina mientras tomo más de él. No voy muy lejos, a mitad de camino a lo mejor, probablemente más como una tercera parte. Me inclino un poco y lamo alrededor de la cabeza. Alex es una gran vista; con los párpados caídos y los labios separados.
Roza el contorno de mi labio inferior donde se envuelve alrededor de su polla. —No quiero correrme en tu boca.
Soltándolo, digo—: No me importaría. —Incluso si sabe a mierda, tragarían el semen de Alex Waters. Luego lo haría de nuevo.
—Tal vez en otro momento. Prefiero estar dentro de ti cuando me venga.
Me posiciona para que lo monte a horcajadas. Estoy tan mojada. No podría estar más preparada si saltara dentro de una piscina de lubricante.
—Mierda, eso es… —A una respiración pesada le sigue un suspiro de dolor mientras alcanza un condón y lo rueda.
Levantándome de rodillas, agarro el eje absurdamente grueso y asumo la posición. Me hundo lentamente hasta que estoy tan llena de su polla que es ridículo.
Alex sostiene mis caderas mientras empiezo a moverme. Su boca está en mi cuello, mandíbula, barbilla, en mis labios. Me empujo en su pecho, y él se recuesta para dejarme montarlo. Es la sensación más deliciosa; la sensación de vacío seguido de la plenitud casi dolorosa. Probablemente estoy arruinada para la próxima polla que se cruce en mi camino. Alex es impresionante debajo de mí. Su rostro se encuentra en una concentración intensa. Un ligero brillo de sudor cubre su pecho. Su abdomen se flexiona con cada rotación de mis caderas.
—Dame esa boca, por favor.
Con una mano en mi nuca, me sostiene cerca, follando mi boca con su lengua al mismo ritmo pausado como su polla dentro de mí. Cuando jadeo por aire, me cubre la garganta y los senos con besos mojados.
—Debería decirte que estoy enamorado de tus tetas —dice mientras hace esa cosa de acariciar, otra vez.
—Puedes salir con ellas si quieres. Les gustan los sujetadores de Victoria Secret. —Medio río, medio gimo cuando chupa el pezón rudamente.
La combinación de sensaciones: él dentro de mí, como mi clítoris se frota contra su pelvis con cada cambio de nuestras caderas y sus dientes raspando mis pezones sensibles; me manda al precipicio. Se sienta, impidiendo que mis brazos temblorosos cedan. Me estoy corriendo tan fuerte que todo se pone negro y vuelve en ráfagas de gris y estrellas.
—¿Es bueno? ¿Se siente bien? Jesús, Violet, te puedo sentir corriéndote en mi polla.
Estoy cantando algo incoherente en su cuello. Con horror absoluto, me doy cuenta que estoy repitiendo la frase de Amo tu polla. La posibilidad de que accidentalmente pudiera excluir la parte de polla y profesar amor real es muy vergonzoso de profundizar. Obviamente no… lo amo, eso es. Estoy desarrollando un fuerte vínculo con su pene, sin embargo. Le muerdo el hombro para detener las palabras, gemidos porno en su lugar. Es más seguro.
Alza mi cabeza, liberando mis dientes de su piel. He dejado un chupetón gigante. De hecho, he dejado varios. Sus labios pasan sobre los míos en un beso suave. Alex susurra contra ellos: lo bien que me siento, cómo se va a correr, cómo quiere verme correrme. El orgasmo sigue, pisoteándome, se trata de una explosión sensorial como ninguna otra. Alex gime en su empuje final.
Mis ojos se abren, porque maldita sea, quiero ver su cara. Los músculos de su mandíbula se aprietan, y un temblor fino recorre su cuerpo como un terremoto de bajo nivel. Por primera vez en mi vida, puedo sentir la contracción y el pulso de un hombre dentro de mí. Voy a poner éste en el banco para futuras sesiones de masturbación.
Se echa abajo sobre el colchón, llevándome con él. —Eso fue mejor que la primera vez.
Demasiado agotada para hablar en oraciones completas, digo—: Tan impresionante. Cansada.
Se ríe suavemente, acariciándome el cabello. Pasan unos minutos, luego acomoda mi cuerpo flácido y se sale. Alex establece una alarma para mí y deja la tarjeta en la mesita de noche. Debería vestirme e irme, pero mi cuerpo no obedecerá la orden de moverse. Murmuro acerca de la necesidad de estar en mi habitación temprano, pero no estoy segura de que mis palabras tengan sentido. Apaga la luz y desliza su brazo debajo de mí, atrayéndome a su lado.
—¿Duermes conmigo?
Me desmayo con mi mejilla en su pecho y sus labios en mi sien.


Me despierto con un sobresalto. Mi lado derecho está sudado. No puedo ver el reloj en la mesilla de noche sin las gafas. El brazo de Alex es jodidamente pesado. Está envuelto a mi alrededor con su nariz en mi cabello. Levanto su brazo, toma un poco esfuerzo, y salgo con cautela de la cama. Mis muslos y mi centro duelen y mi piel se estremece con la ausencia del calor como un horno del cuerpo de Alex.
La realidad de lo que he hecho me golpea como un gancho al mentón del campeonato de lucha. Tuve sexo con uno de los compañeros de Buck. Invariablemente lo volveré a ver. En varias ocasiones. Esto fue una mala idea. Es un mujeriego del hockey, y ahora soy una puta del hockey. Experimento mucha vergüenza seguida por deseo mientras miro su cuerpo caliente recostado solo en esa cama bien utilizada. Murmura en su sueño, así que agarro mi tarjeta y pantalones del Hombre Araña y camino de puntillas a la sala de estar. Tropiezo en la oscuridad, buscando mi camisa. Se encuentra en el sofá, pero mis gafas no están en ningún lado.
Un débil pitido desde el dormitorio de Alex significa que me he quedado sin tiempo. Por un horrible segundo, me congelo. Apresuradamente me pongo mi camisa, arrebato mi teléfono de la mesa de café, corro hacia la puerta y salgo. Tomo las escaleras hasta el sexto piso.
Dentro de mi cuarto en la suite, me deslizo hacia abajo por la puerta, respirando con dificultad. Golpeo el suelo con una mueca de dolor; ya que mi centro ha estado en una épica batalla, con una polla monstruosa.
He tenido sexo increíble con Alex Waters. Dos veces. No tengo ni idea de lo jugador que es o de qué tan alto perfil es. No importa. A pesar de todo, va a ser incómodo. Pongo la cabeza en mis manos.
¿Qué diablos hice?
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Mensaje por Yani Mar 26 Mar - 14:58

Gracias!!! Y ahora, qué van a hacer?


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Mensaje por yiniva Mar 26 Mar - 16:25

Violet  es una chica muy loca, ja, ja, sabe lo que quiere


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Mensaje por Tatine Mar 26 Mar - 17:18

Gracias
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Mensaje por Maria-D Miér 27 Mar - 4:41

Lectura #2 PUCKED-HELENA HUNTING 1124870976    ¡ Muchas gracias !


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Mensaje por yiniva Miér 27 Mar - 11:00

5


Probablemente no debería haber hecho eso


Alex

El sonido más molesto del mundo penetra mi sueño. Deseo que se detenga. Quiero patear su culo por interrumpir mi sueño que incluía suaves y grandes tetas que podía usar como almohada.
El sonido no se detiene.
Abriendo mis ojos con curiosidad, reviso el reloj de la mesita de noche. Son las seis de la mañana, una hora inusual para que mi alarma suene en un día que no hay juego. Palmeo mi teléfono y detengo el ruido, luego cierro los ojos, con la esperanza de reanudar el sueño; tetas perfectas, el caliente, apretado… todo vuelve como un latigazo.
Tuve sexo con la hermana de Butterson. Hermanastra. Y en ambas ocasiones fue estelar. A menos que fuera parte de mi sueño vívido. Levanto mis dedos a mi nariz y huelo. Sí, definitivamente sucedió.
Me siento con un gemido. Todo mi cuerpo duele: mi cabeza, mi cara y, en particular, mis piernas. Grito su nombre, pero solo encuentro silencio. La puerta del baño está abierta, por lo que definitivamente no está de allí. La sala de estar es la siguiente opción lógica. Encendiendo la luz, descubro que está tan vacía como el cuarto de baño. Mi vaso de agua Perrier y su vaso de toronja y agua de soda prácticamente lleno están sobre la mesa donde los dejamos anoche. Su teléfono no está, al igual que la camisa de su pijama, y sus gafas están en el suelo junto al sofá.
Esas gafas… Cristo, son sexys. Al igual que los pijamas del Hombre
Araña. Debería ser ilegal que una mujer adulta se vea tan sexy en ropa para dormir inspirada en historietas. Es entonces cuando me doy cuenta de que se fue sin despertarme. Casi vuelvo a revisar la suite, pero está claro que se fue, lo que apesta. Decepción desinfla mi polla.
Si fuera como algunos de mis compañeros de equipo, estaría aliviado de que se fue. No lo estoy. La cosa de las conejitas no es mi juego. Eso no quiere decir que nunca he tenido una aventura de una noche con una. Solo quiere decir que ha habido muy pocas en comparación con lo que especulan los medios de comunicación. No estoy tan interesado en ser el objeto de alguien para hacerse jodidamente famosa.
Violet me parece todo lo contrario a una conejita del hockey. Leía a Fielding, de todas las cosas, durante el juego. Fue tan ofensivo como refrescante. Mientras me dirijo a la habitación, se me ocurre que puede haber intentado despertarme sin suerte. He dormido con alarmas de incendio en el pasado, y estuve despierto desde las seis de la mañana de ayer. La práctica, el juego, la pelea, el bar, y el maratón de sexo fenomenal me desgastaron.
Me dejo caer boca abajo en la cama. La almohada huele a Violet, y es suave como sus tetas. No he tocado unas tan agradables desde el primer año en la universidad.
Ruedo sobre mí mismo aun con sus gafas en mi mano, inseguro de cómo proceder. Es demasiado temprano para pasarme por su habitación y devolvérselas. Además, se está quedando con sus padres, así que eso está descartado. Me decido por llamar. Su móvil va al correo de voz, lo que no debería sorprenderme considerando la hora. El mensaje de Violet es corto y gracioso, se corta en medio de una cadena de blasfemias, por  lo que no estoy preparado para el pitido de inicio.
—Eh, hola. Oye. Soy Alex. Waters. Pasaste la noche, eh… Si. Estoy seguro de que lo recuerdas. De todos modos, dejaste tus gafas en mi cuarto. Así que las tengo. Las mantendré hasta que llames o te vea. Estaré de vuelta en Chicago en una semana y media. Espero que tengas un par extra. O tal vez uses lentes de contacto. No usabas gafas en el juego. Acerca de anoche… Yo… —La máquina pita, cortándome. Es el peor mensaje de la historia. No hay ni siquiera una opción para volver a grabar.
No llamo de nuevo, temeroso de que diré algo incluso peor. Dejo las gafas de Violet y mi móvil en la mesita de noche y cierro los ojos. Mi cabeza late con fuerza por la falta de sueño. Tan agotado como estoy, no puedo relajarme lo suficiente como para desmayarme. Tengo a Violet en el cerebro. No estoy seguro de lo que pasó entre el momento que dijo que no iba a tener sexo conmigo y el momento en que succionó su cara a la mía, pero estoy seguro que no me arrepiento de su cambio de opinión.
Dormir con la hermana de mi compañero de equipo, hermanastra o no, no es algo para sentirse orgulloso. Irónicamente, basado en los medios de comunicación, es exactamente lo que se espera de mí, y eso me golpea. Si Violet se entera de mi reputación, suponiendo que no lo ha hecho ya, puede muy bien no querer volver a hablar conmigo, no importa cuántos orgasmos le di la noche anterior. Son pensamientos como estos los que me mantienen despierto durante las siguientes dos horas, deseando que llame de vuelta para poder hablar con ella antes de que alguien más lo haga. Especialmente Butterson.
 
Mi teléfono suena en mi mesita de noche. Lo agarro, golpeó contestar y me quejo en el receptor.
—Oye, hombre. ¿Dónde estás? Nos estás retrasando.
—¿Darren? Amigo, es temprano. ¿Cuál es el problema? No nos vamos hasta… —Aparto mi teléfono para ver la hora. Es casi la una de la tarde. Se suponía que debía estar en el autobús hace veinte minutos. — Mierda. Enseguida bajo.
Me pongo un par de pantalones vaqueros y una camisa arrugada. Lanzando el resto de mi ropa en la bolsa de lona, corro alrededor de la habitación como un idiota, esperando no dejar nada importante detrás.
Parando en el baño, me echo un vistazo en el espejo. Hay un chupetón en un lado de mi cuello. No recuerdo a Violet dándome uno, pero ahí está. Ahora no hay forma de cubrir lo que pasó anoche. Yyyyyy ahora estoy duro de pensar en otras cosas que chupó. Es una pena que tengo que esforzarme para centrarme en las estadísticas de hockey así  no dejo la habitación con una masiva erección.
La última cosa que pongo en mi bolsa son las gafas de Violet; tengo cuidado de envolverlas en una camisa para que no se rayen. Me pongo  mi chaqueta, agarro mi bolsa, meto mi teléfono en mi bolsillo, y compruebo mi billetera. El elevador está vacío. Detenerse en la habitación de Violet de camino abajo no tiene sentido ya que la hora de salida pasó hace horas. Además, no ha regresado mi llamada. No me gusta cómo eso me hace sentir.
Todo el equipo ya está en autobús cuando llego. El entrenador está furioso de que haya llegado tarde porque eso jode su itinerario de paradas en nuestro camino a Tampa. El equipo me saluda con alaridos y comentarios sarcásticos. Tengo que inventar una historia por lo de anoche, por lo general estoy mejor preparado que esto.
Tomo el asiento vacío al lado de Darren. Su frente se frunce mientras olfatea. —Hueles a sexo rancio. —Darren ha sido mi compañero dentro y fuera del hielo durante los últimos años. Es plenamente consciente de que lo de anoche fue una anomalía.


Me encojo de hombros, haciéndolo pasar como si nada. Por mucho que necesitara una ducha, de una enferma manera, me alegro de que no haber tenido tiempo. Todo lo que huelo es a Violet.
Kirk aparece desde el asiento detrás de mí. —¿A quién te cogiste anoche?
—Una chica que conocí en el elevador. —Mi estómago se retuerce. No importa cómo esto se desarrolle, parezco un idiota, y ahora mismo me merezco el título.
—¿Oh sí? ¿Sólo una? ¿No una tripleta?
Darren rueda los ojos, y yo murmuro una respuesta evasiva.
A los treinta y cinco años, Kirk es uno de los jugadores de mayor edad en el equipo, y probablemente esta es su última temporada. No ha llegado a un acuerdo con eso. Ha estado cogiendo a cada chica que puede últimamente, a pesar de la alianza de boda que lleva. Es repugnante. En mis días de novato, solía pensar que era genial. Ahora es patético.
—¿No estabas jodiendo por ahí con la hermana de Butterson en el
bar?
—Es     su    hermanastra.     Solo    hablábamos.      —Quiero    darle    un puñetazo en la cara por ser tan idiota.
Llevar a Violet de regreso a mi habitación fue de mala educación.
Tendré suerte si esto no se nota en mi cara.
No hay justificación para lo que hice. No tengo una buena excusa. Esto ni siquiera está cerca de lo normal para mí. Lo máximo que hago es ligar, especialmente con la hermana de un compañero de equipo. Hasta ayer por la noche. Era serio acerca de lo de no tener expectativas. Podría haber tenido la oportunidad de resistirme si no hubiera sido la que hizo el primer movimiento, o hubiera usado algo más que esa maldita pijama.
Desafortunadamente, Butterson escucha mi intercambio con Kirk. Se levanta de un salto de su asiento y camina por el pasillo. —Vete a la mierda, amigo. Estuviste todo sobre Violet. ¿Ahora nos haces esperarte porque follabas a una conejita?
No hay manera en el infierno de que admita que me encontraba con ella anoche. —Ella me besó, no al revés. —Mi defensa verbal es débil.
—Pura mierda. La seguiste afuera. Piensa que los jugadores de hockey son basura. La próxima vez que venga a un juego, es mejor que mantengas tus manos y tu boca para ti mismo. Es una buena chica, no anda por ahí follando.
—Si tú lo dices. —Si ella fue testigo de las travesuras de Butterson, puedo entender por qué cree que todos somos basura, aunque yo diría que ayer por la noche podría haber cambiado su opinión.
Butterson me agarra por la camisa y me saca de la silla. —No estoy jugando, Capitán Idiota, Violet no es ese tipo de chica. Pierde su número.


Como capitán, no puedo tener al más nuevo de los jugadores del equipo empujándome por ahí, incluso si retroceder es lo más inteligente por hacer. —No quieres iniciar una pelea conmigo, Butterson. Especialmente sobre algo de lo que sabes absolutamente nada.
Su mandíbula se tensa. Es obvio que me quiere golpear. Su puño lentamente afloja mi camiseta. —Mantente jodidamente lejos de ella.
El entrenador baja por el pasillo, gritando para que nos enfriemos. Envía a Butterson a su asiento y lo sigo al frente para que me pueda dar un sermón. Me lo merezco, así que mantengo mi boca cerrada y lo tomo.
—Tú eres el capitán, no un imbécil novato. ¿Cómo crees que impacta al equipo si vas por ahí follando con las malditas hermanas de tus compañeros de equipo?
—Yo no…
—Ahórratelo, Waters. —El entrenador me muestra su teléfono. Una foto mía con mi lengua en la boca de Violet ocupa la pantalla.
—Mierda. —Palmeo mi cara y bajo la voz—. ¿Butterson ha visto esto?
—No se lo he mostrado, pero es sólo cuestión de tiempo antes que
lo vea. ¿Qué pasa si uno de estos ineptos hiciera esto con tu hermana?
El entrenador tiene un buen punto. Si alguien toca a Sunny, arrancaría su polla y la empujaría hacia abajo en su garganta. Es algo  que debería haber considerado antes de meterme con Violet. —Lo siento, entrenador.
—No quiero disculpas. Quiero que mantengas la mente en el juego.
—Golpea ligeramente su sien—. Estamos a mitad de la temporada, y sólo estamos dos equipos por debajo. Si seguimos como vamos, volveremos a llegar a las eliminatorias este año. Esta es una serie importante, Waters. No la jodas con tu polla.
—No sucederá de nuevo. Hablaré con Butterson y aclararé las cosas.
—Más te vale. Es un jugador sólido. Lo necesito en su punto para  el próximo juego, no fijando una venganza porque estás poniéndote atrevido con su hermana.
—Hermanastra.
El entrenador me da una mirada de desaprobación. —Como si importara.
—Lo tengo, entrenador. Lo controlaré.
Me envía afuera, moviendo la cabeza. Ignoro la mirada de Butterson mientras tomo asiento unas cuantas sillas frente a él. Cualquier conversación va a tener que tomar lugar sin testigos presentes, y tengo que averiguar que decir.
La charla del entrenador y el arrebato de Butterson ponen la noche pasada en perspectiva. La claridad puede ser una perra. Ya tenía la impresión de que Violet no era realmente el tipo de chica de una sola noche. No porque lo haya dicho, es lo que todas dicen antes de que ponerse de rodillas o sobre su espalda, sino porque realmente no parecía de ese tipo. A pesar de que prácticamente saltó sobre mí en ambas ocasiones.
Estaba nerviosa desde el principio e hilarante. Aunque no la obligué a ir a mi habitación o a tener sexo, dos veces, si no hubiera conseguido quedarse fuera de la suya, podría no haberla convencido de que fuera a la mía. En cualquier caso, lo haría de nuevo si tuviera la oportunidad. Es difícil no querer a una chica que dice que le encanta tu polla, en repetidas ocasiones, mientras se viene. Esta situación me hace la clase de idiota que no quiero ser.
En el momento en que llegamos a Tampa, todo el mundo está exhausto, por lo que la primera orden del día es registrarnos en el hotel, conseguir instalarnos, y descansar para la práctica de mañana.
Darren y yo compartimos una habitación. Nuestros alojamientos son estándar: dos camas dobles, un sofá, pantalla plana y un minibar con agua y bebidas energéticas. Darren lanza su bolsa en la cama más cercana y me da una mirada. Espero las preguntas. Nunca ha sido parte de la escena de las conejitas. Envidio su  capacidad de decir a la mierda   y que se jodan los chicos. Ojalá hubiera tenido una mentalidad  similar en el comienzo de mi carrera en la NHL.
Darren agarra dos botellas de agua del minibar y me lanza una. —
Entonces, ¿qué pasó?
Abro la tapa y bebo la mitad en dos tragos. Estoy deshidratado de las actividades de la noche anterior. —Nada.
—Claro. Un chupón gigante apareció mágicamente en tu cuello.
—Como dije, conocí a una chica en el elevador. —Normalmente sería directo con Darren, pero la situación es complicada.
Darren sacude su cabeza. —Eres un jodido idiota.
Desaparece en el cuarto de baño. No estoy seguro si en realidad sabe lo que hice o si está jugando juegos mentales. La ducha se enciende. Sus preguntas van a esperar; Darren toma duchas jodidamente largas.
Reviso mi teléfono por décima vez hoy. Tengo doce correos de mi agente, Dick. Vive a la altura de su nombre5, pero hace el trabajo. Estoy inclinado a ignorar sus correos hasta que veo uno titulado: ¡OFERTA DE APROBACIÓN, HIJO DE PUTA! Lo abro y escaneo el correo. No es en realidad una oferta, pero está cerca. Soy uno de los principales candidatos para la campaña de Sports Pro Elite. Esto es enorme. Es por lo que he estado esperando en toda mi maldita carrera. Este tipo de apoyo podría establecerme por años, y podría traer más apoyos con él.
 
5 Hace referencia al nombre de su agente, Dick, que significa idiota.

En mis días de novato, fui pasado por alto por otro patrocinador importante. Desde entonces, he estado apuntando a lo más alto para los que creían que no sería más que un calienta bancos. Dick divaga sobre alguna mierda de los solteros del año que no me importa, hasta que menciona que eso puede afectar la campaña de SPE. Haría cualquier cosa que deba hacer para ganarla. Incluso posaría en mis malditos suspensorios.
Le envío a Dick un rápido mensaje en respuesta, y establecemos una llamada telefónica para el día siguiente para negociar los detalles. Estoy bastante emocionado mientras compruebo mis llamadas perdidas.
No he sabido nada de Violet, así que decido enviarle un mensaje.

¿Cómo está el castor?
¿Recibiste mi mensaje?


Inmediatamente quiero no haberlo enviado. Quería que fuera divertido, no ofensivo. Después de unos minutos de mirar fijamente la pantalla, esperando su respuesta, busco mi iPad y utilizo el Wi-Fi del hotel. Una búsqueda de Violet Butterson resulta en nada. Me dijo lo que hace para ganarse la vida pero no donde trabaja, así que es un callejón sin salida. Momentáneamente perplejo, considero mi próximo plan de acción. Facebook es una apuesta segura. Incluso mi bisabuela de ochenta y siete años de edad tiene una cuenta. Localizo a Butterson en  mi lista de amigos, y busco a Violet en la suya. Su apellido es Hall. Una solicitud de amistad está fuera de cuestión; primero tengo que establecer contacto y tal vez volver a verla. También enfurecer más a Butterson no está dentro de mis intereses para el equipo. Puedo acosarla en su lugar. Por desgracia, sus ajustes de privacidad son altos.
La información y fotos de Butterson son accesibles. Encuentro unas pocas fotografías de ella con Sidney en lo que parece ser su trabajo. Hago una captura de pantalla para poder mirarla luego. Está obligada a tener una dirección de correo electrónico en su directorio.
Luego busco un álbum denominado Vacaciones de Verano con los Halls; se ve prometedor. Estoy en lo cierto. Contiene un montón de fotos de Violet. Son de hace un par de años. Su cara es más suave, más redonda, y su cabello es diferente. Lleva una variedad de bikinis en la mayoría de ellas: rosa y verde lima a rayas, azul pálido con volantes en  su pecho, y un conjunto blanco de encaje.
Unas mayúsculas en los comentarios llaman mi atención a otra imagen. Un mensaje de Violet para Buck lee: ¡PREPÁRATE PARA QUE PATEE TU CULO, YETI!
Hago clic en la imagen. Es una de Violet desde atrás. El lado derecho de la parte inferior del bikini está subida, así que la mitad de la mejilla de su culo está afuera. El pie de foto de Butterson dice:
¿Hambriento? Puedo ver por qué Violet podría no apreciar el humor, considerando que es su culo comiendo su bikini.
Algunos comentarios de ida y vuelta, todo en mayúsculas. Violet lanzando creativos insultos. Vuelvo al álbum y continúo pasando. El que sea que tomó estas fotos, pasó mucho tiempo centrándose en Violet. Es muy fotogénica. Hay unas cuantas de ella con Butterson. Una me parece inquietante; él la tiene colgando sobre su hombro, y su culo está en el aire con su enorme mano envuelta alrededor de la parte posterior de sus piernas. Lo que es más preocupante es que tan alta está su mano en su muslo. Tal vez él solía tener una cosa por ella. Eso explicaría su conversación en el bar.
La siguiente imagen es una foto de Violet agitándose seguida de su aterrizaje en el agua. Dispuestas en secuencia, la progresión de eventos se presenta como un libro animado. La última toma es la mejor. Violet se levanta por un lado del muelle, con una rodilla en el borde, su cabello desplegándose en una ola oscura. Su escote es excepcional. Me puedo imaginar cómo sería de caliente esa posición si yo estuviera, digamos, follándola desde atrás contra la isla de mi cocina.
Para alguien tan protector de su hermanastra, Butterson no tiene ningún reparo en compartir fotos reveladoras en un perfil altamente público. No puedo mencionárselo, o sabrá que he estado acosando a Violet.
Antes de considerar mis acciones, guardo las mejores fotos en mi iPad. ¿Mi lógica? La he visto en menos. A pesar de que la culpa me corroe, escaneo para asegurarme de que tengo las mejores. Darren sale de la ducha, así que escondo mi iPad. Mi invasión a la privacidad es vergonzosa. Todo lo que he hecho en las últimas veinticuatro horas es reprobable en muchos niveles. Estoy decepcionado de mí mismo. Pero probablemente sacaré las fotos cuando esté solo.


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Mensaje por yiniva Miér 27 Mar - 11:20

6


Alex Waters es Persistente


Violet

Mi madre se levanta junto al jodido amanecer, incluso los fines de semana. He dormido menos de dos horas después de mi salida furtiva de la habitación de Alex cuando un golpeteo en mi puerta me despierta.
—¡Arriba, Vi! ¡Es tiempo de ir de compras! ¡Visitaremos el supermercado a primera hora! —Su estridente emoción es una horrible forma de despertar.
En el reloj en la mesa de noche se lee que son las siete treinta. Un domingo por la mañana. ¿Qué diablos le pasa? —¡Vete! —Meto la cabeza bajo la almohada.
A medida que mi mente despierta, la noche anterior, o esta mañana, vuelve en un destello de orgasmos. Tuve un montón. A juzgar por el dolor de mi cintura para abajo, tampoco los olvidaré pronto.
—Tienes   veinte   minutos   para   prepararte.   Sidney   quiere   ir a
Denny’s antes de que lleguen todos al desayuno, y volaremos esta tarde.
¡Tenemos que movernos!
Mi estómago ruge, compartiendo el entusiasmo por el desayuno. No puedo discutir con ir a Denny’s. Además, mi mamá no desaparecerá; se parará afuera de mi puerta y me molestará hasta que la abra.
—Necesito media hora —digo en un bostezo.
—Si no escucho la ducha abrirse en cinco minutos, Sidney romperá tu puerta —dice alegremente.
A pesar del acuerdo, no me levanto de inmediato. En cambio, reviso mi teléfono. Tengo un correo de voz de un número desconocido. Mi estómago da una voltereta mientras tecleo la contraseña y escucho el mensaje. Es Alex. Su voz malditamente sexy despierta a mi castor desanimado. Mierda. Tiene mis lentes y quiere devolverlos. Eso parece frustrar el propósito de la aventura de una noche. Aunque, al ser compañero de equipo de Buck me asegura volverlo a ver de todos modos. Oigo el mensaje unas cuantas veces más. Ahora no es momento para llamarlo; dormí muy poco como para tomar buenas decisiones cuando se trata de Alex y su monstruosa polla mágica.
Salgo de la cama y me tambaleo al baño como un potrillo recién nacido. Mi cuerpo entero duele como si hubiera escalado una montaña con cuarenta libras atadas a la espalda y rematado con un triatlón Iron Man. Mi castor tiene su propio pulso. Hoy va a ser un día duro.
Después de una mañana de compras maratónicas con mi mamá  en tanto Sidney pasa el rato con algunos de sus amigos instructores, agarramos el vuelo en la tarde a Chicago. Metida en el bolso del asiento delantero, junto con el folleto sobre los procedimientos de evacuación del avión, hay una revista de chismes. La hojeo sin propósito, sin prestar atención al contenido hasta que me cruzo con una foto de Alex. Tiene a alguna asquerosa chica caliente envuelta alrededor de él, prácticamente montándole la pierna. Verifico la fecha de la portada; es de la semana pasada. Genial. Ahora soy el sabor de la semana.
Mi mamá agarra la revista de mi mano. —Oh, es lindo. ¿No lo conociste anoche?
—Quien sabe —me quejo—. Son todos iguales. Sólo un montón de jugadores idiotas.
—No es verdad. Buck es un encanto.
Sidney se burla. —Buck es tan encantador como un cubo de vinagre.
Para el momento que aterrizamos en Chicago, me siento exhausta. El sexo y las compras vencen a una chica. Estoy completamente a favor de ir directo a la cama, pero el auto de Charlene se encuentra estacionado en el camino de entrada detrás de mi todoterreno. Tomo mi maleta y me dirijo a la casa de la piscina en lo que Sidney carga todas las maletas de viaje de mi madre a la casa.
Charle claramente usa su llave de repuesto ya que se halla sentada en mi sofá, viendo lo más destacado del hockey.
—¿Por qué no me escribiste? ¿Qué diablos ocurre? Necesitas explicarme esto. —Charlene sostiene una impresión a todo color de dos personas besuqueándose abiertamente.
La agarro de sus manos. —¿Dónde la conseguiste? —No es una foto; es una pila entera.
—De internet, ¿de dónde más? No puedo creer que lo hicieras con Alex Waters y no te molestaras en escribirme o enviarme fotos en acción.
Me desplomo en el sofá. Mis lentes ya no parecen gran cosa, no comparados    con    esto.    Estuve    en    el    periódico    antes.    Aparecí inadvertidamente en extensiones de revistas. Hasta ahora siempre me encontré en el fondo, una imagen borrosa de forma femenina. No esta vez. Mi lengua y yo nos encontramos directamente en la boca de Alex.
El alcohol es la única manera de manejarlo. Voy directo a la licorera. Tengo dos botellas a elegir: vodka o una bebida de Sour Puss de manzana. El vodka sabe terrible al beberlo directo, al igual que el otro. Preparo tres vasos de chupito y los vierto con el licor color verde eléctrico antes de derribar dos y pasarle uno a Char.
—¿Qué en el mundo sucedió en el juego?
—Las imágenes son bastante explicitas. Follábamos nuestras bocas.
—¿Follaban sus bocas?
Sonrío a pesar del desastre de la situación. —¿Así?
—Creo que deberías tratar de aplicarlo en una conversación casual mañana. —Charlene inclina su vaso y hace una mueca cuando traga—.
¿Qué más pasó?
—Tuve sexo con él.
—Bromeas, ¿cierto? —Su sorpresa es razonable; no es algo que yo haría.
—Dos veces.
—No bromeas. —Me sostiene su vaso, así que le sirvo otro y dos más para mí—. ¿Estabas borracha?
—No tan borracha como para no saberlo mejor.
—Mierda.
—Sí.
—¿Y? ¿Son ciertos los rumores?
—¿Qué rumores? —Mi estómago se revuelve. No sé con seguridad que quiera escuchar rumores inspirados en Alex.
—Sobre sus genitales.
La discusión de las putas del hockey que escuché en relación con  el tamaño de las unidades de los hombres de los equipos se me viene a   la mente. Generalmente los rumores son un montón de basura. En esta ocasión son ciertos.
Mantengo mi rostro impasible. —Tiene el pene pequeño.
—Mentirosa. No habrías tenido sexo con él dos veces si lo tuviera pequeño. —Sus ojos se iluminan—. Es enorme, ¿verdad?
Me giro y sirvo más tragos para ignorar su emoción. —Los genitales de Alex no se discuten. No es como si fuera a volver a verlos.
—Mira, Violet, si este tipo de fotos mías aparecieran con, digamos, Darren Westinghouse, le diría a todos lo impresionante que fue en la cama, incluso si fuera una verdad a medias. —Me apunta con su dedo—
. Excepto a ti. Te diría si apestó, así que no pienses ni por un segundo que puedes quedarte los detalles.
Suspiro. —Bien. Tiene una polla monstruosa.
—Lo siento, ¿qué? —balbucea Charlene.
—Es monstruosa.
Su nariz se arruga con disgusto. —¿Quieres decir que está deforme?
—No. Quiero decir que es enorme.
—¿Qué tan grande?
—Demasiado grande.
—¿Cómo una polla de película porno?
—Exactamente.
Extiende su vaso de chupito. —Necesito otro de esos.
Aniquilamos la botella de Sour Puss mientras navegamos por internet buscando imágenes de Alex y yo follando con la boca. Hay un montón, incluyendo las miles de Alex con varias mujeres. Al parecer la extensión de la revista que encontré en el avión y las aventuras de este  fin de semana no son hechos aislados.
Alex Waters es popular entre las mujeres. Basándome en los informes de los medios, ha estado con demasiadas. Encontré un video que dura dos minutos en YouTube de él haciéndolo con varias. Mete la lengua en un montón de bocas. Alex ha salido en varios anuncios publicitarios además del de la leche. Sé con certeza que no tiene un calcetín guardado en sus calzoncillos.
En algún momento alrededor de la medianoche, suena mi teléfono. Charlene lo agarra y revisa el número. —Dice desconocido. ¿Es él?
¡Apuesto que es él!
Antes de que pueda decirle que no, contesta la llamada. Los ojos  de Char se agrandan, y cubre el receptor con la mano, gesticulando habla con él con un entusiasmo que no creo compartir.
Extiendo la mano, tomando una respiración profunda, y pongo el teléfono en mi oreja. —¿Hola?
—¿Violet?
Su voz es su propio orgasmo. —Soy yo.
—Hola.
—Hola.
Hay una larga pausa donde ninguno de los dos habla, y Charlene hace señas con las manos mientras pronuncia cosas que no puedo entender.
Alex rompe el silencio incómodo. —¿Cómo estás?
—Uh, bastante bien. ¿Y tú?
—Mejor ahora. Siento llamarte tan tarde. No te desperté, ¿cierto?
—Nop. Sólo paso el rato.
Charlene       apunta    su  entrepierna     y   hace  movimientos espasmódicos. Me giro para no comenzar a reír.
—¿Traes puesta tu pijama? —Su voz es tan baja que es casi un murmullo.
—¿Disculpa?
—Lo siento, nada. No quise preguntarte eso. Sólo salió. Perdón.
Y pensaba que era la torpe. Quizá Alex me llama borracho. Me voy por eso, bajando la voz a lo que espero sea un susurro sensual. —¿Quieres saber lo que traigo puesto?
—Sí. No. ¿Es una pregunta con trampa? Solamente si no me colgarás por decir que sí, de lo contrario no. —Es lindo, incluso siendo  un prostituto.
—Uso una tanga de encaje negro y un sujetador a juego.
Suspira por el teléfono. —¿En serio? No te tomé por una chica de encaje negro.
—No. Ni siquiera cerca. Es divertido fingir, ¿no es así? —Agradezco que no pueda ver mi rostro ahora mismo. Se siente encendido, por lo que probablemente tenga manchas—. Traigo pantalones y una camiseta. Pensaba quitarme el sujetador pronto. —No debería entretenerlo después de lo que vi en internet y en la extensión de la revista.
Charlene me golpea con una almohada. Me defiendo al tiempo que intento mantener el teléfono en mi oreja.
—¿La camiseta es ajustada?
Reviso mis tetas. —Um, supongo. Es pequeña. Si no trajera sujetador probablemente podría ver mis pezones a través de ella.
Se escucha aún más su respiración pesada al otro lado de la línea. Ruedo del sofá, corro a mi habitación y cierro la puerta para que Charlene no pueda entrar. —¿Alex?
—¿Sí?
—¿Estás masturbándote?
—Dios, no.
—Bien, eso es bueno. Creo. —No puedo creer que tenga esta conversación. Tan pronto como cuelgue, Charlene enloquecerá por lo idiota que soy—. ¿Llamaste para averiguar lo que traía puesto?
—No. Llamé para disculparme.

Qué patada en mis inexistentes bolas. Las disculpas después del sexo nunca son buenas.
Se aclara la garganta. —Estoy seguro que ya viste las fotos...
—Oh, sí, esas.
—Espero que Butterson no te moleste. Siempre hay alguien en el bar tomando fotos.
—No te preocupes. Buck tiene peores fotos. Además, hay un montón de otras fotos tuyas por ahí, así que estoy segura que éstas serán enterradas muy pronto. —Me estremezco por cómo suena, y porque lo más probable es que es cierto.
—Quería expli...
—De todas maneras, me llegó tu mensaje y el texto. Mi castor está bien, por cierto, nada que un largo baño no solucionará, y no te preocupes, tengo otros lentes, también de contacto, un montón de repuestos.
—Aun así me gustaría dejarlos cuando esté en Chicago.
—En serio no es necesario que te salgas del camino. Me los puedes enviar por correo si quieres. Puedo darte la dirección.
Vuelve a repetirlo. —Sigo prefiriendo llevarlos, si está bien contigo. La posibilidad de ver a Alex otra vez pone a mi castor todo baboso.
—Um, seguro.
—Genial. Impresionante. Te veré cuando regrese. —Suena casi acelerado.
—De acuerdo. Bueno... entonces hablamos después.
—Eso espero. Buenas noches, Violet.
Charlene aguarda al otro lado de la puerta. —¿Y? ¿Qué te dijo?
—Quiere traer mis lentes. —Aunque parte de mí se encuentra emocionada, la otra no se fía. Según los informes de la prensa, Alex Waters es un jugador, y no quiero que juegue conmigo.
 
A pesar del bajo contenido de alcohol del Sour Puss, tengo un poco de resaca a la mañana siguiente. Char y yo consumimos grandes cantidades de agua para eliminar el azúcar de nuestros sistemas y seguimos con una taza de café.
Demasiado perezosa para lidiar con mi cabello, lo tiro en una coleta alta, exponiendo las marcas en mi cuello. Tengo un chupetón. No, espera.
Tengo, déjame contarlos, cuatro chupetones. No tengo idea por qué no los noté hasta ahora, pero ahí están: débiles recordatorios de color purpura de mi fracaso de aventura de una noche.
Encuentro una bufanda infinita, la cual Charlene arregla ingeniosamente alrededor de mi cuello, es decir la enrolla dos veces, y cubre mi fechoría.
Llevando mi taza de viaje y bolsa de mensajero, abro la puerta y casi me da un infarto. Un tipo sosteniendo un ramo de flores enorme se encuentra parado en los escalones de mi entrada. Es colosal de la manera más absurda.
Sólo puedo verle los ojos y el borde de su gorro. —Entrega para Violet Hall.
—Oh. Vaya. Gracias.
Me sorprende que las florerías entreguen tan temprano. Las flores son más pesadas de lo que esperaba, y casi las dejo caer cuando me pasa el ramo. Después de que el chico de las flores se va, las pongo sobre la mesa y le echo un vistazo a la tarjeta mientras Charlene se cierne detrás de mí.
 
Me alegra que tu castor se recuperara por completo.
—Alex.
 
—¿Castor? —pregunta Charlene.
—Se refiere a mis partes de chica.
—Es medio raro, ¿no?
—Es canadiense —respondo como si lo explicara todo.
Charlene planea mi boda en nuestro viaje al trabajo. Me mantengo en silencio la mayor parte a medida que me recupero de la llamada telefónica de anoche y las flores. La caminata a mi cubículo es reveladora, recibo un montón de miradas de los chicos de la oficina. De la clase que dicen que ya no me consideran la chica nerd de contabilidad. Ahora soy la chica nerd que lo hace con jugadores de hockey. Alguien hizo un collage de las imágenes de internet y lo pegó en la pantalla de mi ordenador.
Lo arranco y contemplo la oficina por el culpable. Afortunadamente, Charlene y yo tenemos una reunión previa a la reunión de equipo con dos de los otros contadores júnior esta mañana, así que puedo evadir a la mayoría de mis colegas hasta el almuerzo. Recojo mis cosas y evito contacto visual en el camino a la sala de conferencias.
Cuando abro el portátil, llega Dean. Sólo falta Jimmy ahora. Inicio sesión en el sistema, una alerta muestra varios mensajes de correo electrónico nuevos. Cuatro están aparte de los demás; son de Alex. No recuerdo decirle donde trabajaba. Supuse que si buscaba mi nombre, no sería difícil encontrar mi dirección de correo electrónico en el sitio web de la empresa.
—Oh, Dios mío —chilla Charlene—. Primero la llamada telefónica, luego las flores, ¿ahora te está enviando correos electrónicos?
—¿Quién te está enviando un correo electrónico? —pregunta Dean. Acerco el portátil hacia mí, ocultando la pantalla. —Nadie.
—Alex Waters —dice Charlene.
Le disparo una mirada. —Estás suspendida como mi mejor amiga.
No voy a hablarte el resto del día.
—He oído que hay fotos de ustedes dos manoseándose —responde Dean.
—Sólo nos besábamos.
Charlene me corta. —¿No lo llamaste “follando con la boca”?
—Ooooh, “folla con la boca”. Eso suena sucio. —Dean tamborilea ligeramente con sus dedos su barbilla—. ¿Así que tenemos su cuenta ahora?
—¿Qué? ¡No! —Estoy consternada de que Dean pensara que podía rebajarme a tales tácticas no profesionales tan bajas para asegurar un cliente para la empresa.
—¿Por qué no? Waters es uno de los que más ganan en la liga.
Declaró casi ocho millones...
Levanto la mano. Buck hace una cantidad obscena de dinero. No quiero saber lo que Alex vale, incluso si es tan fácil como mirarlo en Internet. —¡Detente! ¡No dormí con él para obtener su cuenta!
—¿Te acostaste con él? —La mandíbula de Dean cae, su sorpresa  es comprensible.
—¡Cállate! —Pisoteo a través de la habitación y cierro la puerta—.
¿Por qué no se lo anuncias a todo el edificio, ya que no es lo suficientemente humillante tener fotos de nosotros besándonos pegadas a mi computadora?
—¿De verdad? —Dean se inclina hacia adelante—. ¿Te acostaste con Waters? ¿Es cierto el rumor?
—No voy a responder a eso.
—Así que es cierto.
—Suficiente. Tenemos una presentación que preparar. A menos que estemos cambiando el tema por el tamaño del pene de Alex, tenemos que seguir adelante.
—Sería mucho más interesante que esto. —Dean hace un gesto hacia la presentación de PowerPoint en la pantalla.
Por supuesto, Jimmy, el último miembro de nuestro equipo, llega  y tenemos que pasar por toda la cosa de nuevo, incluyendo la explicación de follar con la boca, la cual Jimmy ama tanto como lo hizo Dean. Va a ser otro largo día.
 Reviso mi teléfono cuando me excuso para ir al baño. Tengo tres mensajes de voz y varios textos. El primer correo de voz es de mi mamá. Encontró las flores. Obviamente ha estado en mi casa sin preguntar otra vez. El siguiente es un vendedor telefónico publicitando un viaje gratis y el último es de Alex. Es algo parecido a esto:
 
"Hola. Soy Alex. Quería llamarte y ver si algo llegó para ti esta mañana. Tengo un juego esta noche, pero... um... tal vez hablaremos más tarde."
 
Lo escucho cinco veces y lo guardo como hice con el primero. Sigo con los mensajes de texto.
 

Checando para ver si algo te llegó antes de q salgas para tu trabajo. J





Bueno, así que dos mensajes comprobando para ver si llegaron las flores. Raro.
Paso a los correos electrónicos.
El primero de ellos está en blanco. El segundo se lee:
Para: Violet Violet?
 
El tercero dice:
 
Para: Violet
Si esta eres tú, la palabra clave es otra palabra para....
El cuarto dice:
Para: Violet
Lo siento si te ofendí con el correo anterior. Me di cuenta de que es tu email del trabajo y fue probablemente de mal gusto. También lo siento por el mensaje en la tarjeta. Trataba de sonar gracioso, podría haber dicho algo mucho mejor.
Alex
PD: Por favor, no me bloquees de tu lista de contactos en tu correo.
El correo electrónico es completamente ridículo. Por mucho que su persistencia me irrite, me está empezando a gustar su tono torpe y sus comentarios inadecuados. Sobre todo viniendo de un hombre que parece tan seguro de sí mismo en el hielo, y en la cama. Freno las cálidas mariposas en mi estómago. Sigue siendo un jugador.
Me freno de responder hasta que estoy en casa desde el trabajo. Escribo y vuelvo a escribir un mensaje cincuenta veces antes de quedarme con esto:
 
Me llegaron las flores, hermosas pero innecesarias, grxs
 
Debato el añadir un emoticón sonriente y decido no hacerlo. Después de presionar enviar, tengo remordimientos. No es el texto más amable, pero estoy desgarrada. Más allá de ser bueno en la cama y que posee la capacidad de leer por encima de un nivel de quinto grado, su personaje de los medios de comunicación no es uno que me guste. Sobre todo con la gran cantidad de fotos que he visto de él con varias mujeres.
No quiero obviar las vibras positivas porque en realidad, como que me gusta. Si no me hubiera llamado o enviado mensajes de texto o enviado flores o correos electrónicos, lo etiquetaría como otro pendejo porque es exactamente lo que me esperaba. Salvo que ha hecho todas estas cosas que contradicen mis suposiciones. ¿Cómo una aventura de una noche consigue volverse tan complicada?
Debería terminar Tom Jones ya que mi club de lectura se reúne mañana. Sin embargo, los Hawks juegan esta noche, así que la  lectura no es mi primera prioridad. Llevo mi libro conmigo, me acurruco en un rincón del sofá. Lo miraría en la pantalla plana HD de setenta pulgadas de mis padres, pero mi mamá sigue haciendo preguntas relacionadas con Alex que no estoy interesada en contestar. A veces se olvida que es mi madre, y se vuelve raro.
Hacia el final del primer período los Hawks están perdiendo por un gol. No hay anotaciones en el segundo período y los jugadores se están poniendo un poco violentos. Alex termina con una penalización de dos minutos en el comienzo del tercer período. La cámara se acerca a él. Tiene la mandíbula apretada y luce lívido mientras entra en el banco de espera. Su rodilla rebota a mil por hora como si estuviera apenas logrando contener su frustración. Apuesto a que el sexo con él cuando está así, sacado de quicio, es increíble. Me lo imagino siendo intenso, dominando, y poseyendo.
Cuando Alex regresa al hielo, finalmente se enmienda y hace un gol, empatando el partido. Agresivo y concentrado, está claramente determinado a no decepcionar a su equipo porque perdió los estribos. Los Hawks marcan otro gol en los últimos minutos del juego y ganan por uno. Según los comentaristas deportivos, es un partido importante que le da  a los Hawks la ventaja de seguir adelante, por lo que el entusiasmo del equipo es comprensible.
Alex está nervioso durante su entrevista con el comentarista deportivo; tal vez porque el marcador final está demasiado cerca. Se frota un lado de su cuello, su disgusto sobre su sanción obvia. Me doy cuenta del chupetón color rosado-púrpura oscuro, que coincide con varios de los míos. Se pone en ángulos en la cámara como si tratara de ocultarlos. Recuerdo que le di uno en el hombro, pero después de lo que he descubierto en mi investigación, no puedo estar segura de si éste es mío.
Me subo a la cama con el chupetón en mi mente. Es todo en lo que puedo centrarme mientras me muevo y doy vueltas, tratando desesperadamente de conseguir que mi cerebro se apague y me deje ya dormir. Cuando la cúspide de la tierra de  los sueños hace que mis ojos  se cierren, mi teléfono vibra, indicando un texto. Suspiro y agarro el dispositivo de mi mesita de noche, muy consciente de que no quiero que sea Charlene.
Mi estómago hace una rara voltereta cuando resulta ser de Alex, en respuesta a mi texto anterior dándole las gracias por las flores.
 

No tan hermosas como tú J

 
Espero exactamente cuatro minutos para responder, para no parecer demasiado ansiosa.
 

Encantador. Las rojas son mis favoritas. Felicitaciones x la victoria de sta noche.



Vibra menos de un minuto después.
Jugué como la mierda.
 Sonrío. Está a la pesca de elogios.
 Enojón. Pero t recuperast.
 
Soy honrada con un emoticono de guiño y otro mensaje.
 Q mal q no stás aquí para celebrar conmigo:)
 
Mientras mi mitad inferior se excita toda, no dejo de reconocer que podría fácilmente llevarse a cualquier grupie y follarla sin sentido. No debí responder lo suficientemente rápido, ya que llega otro mensaje.
 

Espera una entrega mñn. Buenas noches, hermosa.

 
Le envió un último mensaje en respuesta, mi incertidumbre es tan penetrante como mi emoción. Si sigue así, va a empezar a gustarme más de lo que ya lo hace.
La semana pasa con entregas diarias de parte de Alex. Recibo la colección completa de las obras de Tom Fielding con una nota sugiriéndome que las leerá para mí para que no me muera de aburrimiento. Me río y le envió un mensaje. Me devuelve la llamada durante mi reunión del club de lectura. La dejo ir al buzón de voz en lugar de responder. Las mariposas en mi estómago me desconciertan.
Al día siguiente me envía una memoria USB con una recopilación de los álbumes de una banda de la que nunca había escuchado, llamada The Tragically Hip, son canadienses, como Alex. Se encuentra acompañada por otra nota, escrita con su letra desordenada, citando todas sus canciones favoritas. Lo siguiente es una caja de trufas Godiva   y luego una tarjeta de regalo de Victoria’s Secret por una cantidad desconocida. Está dirigida a mis pechos, los cuales Alex invita oficialmente en una cita.
Me envía un correo esa misma noche, disculpándose por el contenido de la tarjeta y pidiéndome una cita, también. Empieza a desgastarme con la ternura. Me lleva una hora redactar una respuesta. Sigo siendo evasiva y diciendo que revisaré mi agenda.
Al día siguiente, recibo una lata gigante de café de una cafetería
canadiense llamada Tim  Horton’s.  Es  llamada así por el famoso jugador de hockey. Sidney me dice que es como Starbucks, pero más barato y que si no lo beberé, él lo hará.
Los regalos no son lo único que recibo de Alex. Los correos y mensajes siguen diariamente, asegurándose de que mis paquetes han sido entregados. Siempre son atentos, explicándome la naturaleza del regalo enviado. Y al final de cada correo, se ofrece a llevarme a cenar cuando regrese de Chicago. No le doy una respuesta definitiva.
El día antes del que Buck tiene previsto volver a casa, abro una caja para encontrar un castor de peluche usando la camiseta de los Blackhawks con el número once y WATERS bordado en ella. Fue entregado accidentalmente en la casa principal, así que mi madre se encuentra a mi lado mientras abro mi nuevo regalo. Se ríe como una adolescente sobre cuán bonito es. Piensa que lo envió porque el castor es el animal nacional de Canadá. No la corrijo.
Me pierdo la llamada de Alex esta noche, porque veo el resumen del juego en casa de Charlene, y el sótano es como agujero negro en cuanto  a señal de celular. El consuelo viene con que Alex regresará mañana a Chicago. Mi emoción es un problema.

La noche siguiente llego a casa del trabajo para encontrar a Buck en mi sofá, bebiendo mi cerveza y comiendo las sobras. Debí haberlo anticipado, lo hace casi cada vez que llega de un juego fuera de casa. Es su forma de conseguir comida mientras espera que una carga de comida sea entregada en su casa, ya que no hace sus propias compras.
—¿Dónde se encuentra tu auto?
—Un amigo me trajo.
Dejo mi bolso en la mesa de la cocina y me dirijo al refrigerador. Si Buck se encuentra en casa, Alex también. Su mensaje de voz de anoche es lo último que oí de él. Es decepcionante que Buck se encuentre ocupando espacio en mi sala de estar y todavía no oír nada de mi casi acosador.
—Guau. No pierdes el tiempo. —Por amigo, asumo que se refiere a una de sus grupies, Buck no tiene “citas” en el sentido tradicional de la palabra. Sin embargo, tiene una rotación de mujeres con las que duerme en Chicago. Les dice sus “habituales”. Uno de estos días va a contraer una enfermedad de transmisión sexual y dejar a sus partes fuera de servicio.
—¿Qué puedo decir? Mis chicas me extrañan cuando me encuentro fuera. —Prende el Xbox con una sonrisa lasciva.
—Eres asqueroso.
—Tengo necesidades.
Me da los mejores detalles de los últimos cuatro juegos mientras jugamos hockey en el Xbox. Juega con un avatar de sí mismo, y yo tengo mi propio e impresionante avatar, el cual creé. Su teléfono suena con interminables mensajes mientras jugamos, así que es más fácil patearle el trasero.
—Eres popular esta noche —digo después de un montón de mensajes.
—Algunos de los chicos van a pasar a recogerme en veinte minutos.
—¿No pasaste las últimas dos semanas viajando con ellos? ¿Cómo es que no están hartos los unos de los otros?
Se encoje de hombros. —Soy nuevo en el equipo. Necesitamos hablar de la estrategia para nuestro próximo juego, ya que nos enfrentamos a nuestro mayor rival en la liga.
—Oh. Bien. —Trato de no emocionarme, curiosa sobre quien podría venir a recogerlo y si ahora Alex es uno de sus amigos.
Diez minutos después,  recibe  una  llamada  de  una  chica  llamada Cariño. Todas las conejitas que lo llaman se llaman Cariño. Probablemente es más fácil decirles así que recordar sus verdaderos nombres. Pausa el juego mientras queda para una segunda ronda de amor más tarde con la conejita, invitando a Cariño al bar. Incluso llega tan lejos como para sugerir que lleve a algunas amigas. Aquí es donde se originan mis creencias sobre las costumbres de los jugadores de hockey. Una vez que cuelga, hace otra llamada, esta vez a un compañero de equipo. Amablemente le informa a quienquiera que sea que tiene a algunas conejitas listas y preparadas para la acción. Realmente es un perro.
Guarda su teléfono. —Los chicos estarán aquí en dos minutos.
¿Está bien si tenemos la revancha después?
—Perdiste, de todos modos. —Apago el Xbox y paso los canales, buscando algún programa de mierda que ver. Muy bien podría convertir mi cerebro en aserrín al ver que no tengo planes, ya que me encuentro muy segura que no voy a esperar a que Alex llame.
—No te olvides de bañarte en cloro después —digo, solo para molestarlo.
—No todas las chicas con las que salgo son desagradables.
Dejo el control remoto y aplaudo lentamente. —Felicitaciones. Lo dijiste con el rostro serio.
Me enseña el dedo medio mientras camina a la puerta.
Después de unos cinco minutos de ver televisión, quiero sacarme los ojos. Navego por los canales de música y doy con uno dedicado a The Tragically Hip. Tendré que decirle a Alex sobre este canal ya que parece encantarle la banda. Cuando me envíe mansajes. Si me envía mensajes.
Molesta por actuar como una chica, decido que es hora de ponerme el pijama y prepararme para mi reunión de mañana. Froto al castor Waters debajo de la barbilla mientras lo paso de camino a mi tocador. De todos los regalos que he recibido de parte de Alex, el castor es el más extraño. Se encuentra en un lugar especial en mi cama, entre mis almohadas. Lamento tener que admitir que anoche me acurruqué con él. La estúpida cosa es adorable.
Una vez que me pongo unos bóxers y camiseta con cuello V, agarro una pila de portafolios de clientes y la caja de Godiva y me vuelvo a instalar en el sofá. Después de dos párrafos del reporte, soy interrumpida por un llamado a la puerta. Probablemente Buck olvidó algo, como una botella de tamaño industrial de desinfectante de manos. Lo necesitará después de que duerma con la conejita a la que llamó esta tarde. Meto el lápiz en mi cabello y subo por mi nariz los lentes mal colocados, lista para gritarle por hacerme levantar.
Abro de golpe la puerta, lista para hacer un comentario mordaz.
Excepto que no es Buck.
Es Alex. Luce como la mierda. Mierda caliente, pero mierda, de todos modos.


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Mensaje por Yani Miér 27 Mar - 14:51

Me encanta Alex, es un dulce, lástima que tenga en contra tanto su reputación como a Buck... está complicada la cosa


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Mensaje por berny_girl Miér 27 Mar - 17:10

Capitulo 1
Demasiado largo el primer capitulo a mi gusto, aunque terminal con un rápido beso entre los dos... Violet aun no se, si me cae bien... pero esa parte de saber lo que le gusta y como me hace que me simpatice

Capitulo 2
No me desagrada la espontaneidad de Violet, pero me cansa un poco que no pueda dejar de decir todo lo que piensa, es un poco absurdo a mi gusto.
Alex parece ser el chico perfecto, en este momento, aunque supo jugar sus cartas para ganar esta partida.

Capitulo 3
Que experiencia para ambos... el, sobre dotado que puede cumplir cualquier fantasía erótica de una mujer y seguir siendo un caballero... ella, que habla hasta por los codos, solo incoherencias pero que ayuda al ego de un hombre... al final una buena experiencia para ambos.

Capitulo 4
Tiene una noche de lujo... Llegó más allá de lo que creí capaz... Pero llega la mañana y sale corriendo como una criminal de la escena...
Está chica en verdad que está loca... Le falta algo de sentido común a mi parecer.

Capitulo 5
Alguien terminó más enganchado que el otro... Puede que el chico sea más correcto de lo que todos creen...

Capitulo 6
Que encanto Alex, llegar a enviar todos los días un detalle ya sea caro o significativo es mucho dedicación para una aventura.


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Mensaje por Invitado Miér 27 Mar - 21:37

me uno, muchas gracias!
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Mensaje por Tatine Miér 27 Mar - 22:49

Gracias. Alex se está involucrando solito
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