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Lectura #2 PUCKED-HELENA HUNTING

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Mensaje por yiniva Jue 28 Mar - 10:47

7


No tengo idea de lo que estoy haciendo


Violet

Alex tiene un feo corte sobre su ojo derecho con una de esas banditas con alas manteniendo junta la piel. Parece que no se hubiera afeitado desde la última vez que lo vi. Mi mente, inmediatamente, divaga a como se sentiría su barba entre mis muslos. Combinado con la leve caída de sus hombros, parece agotado. Quiero abrazarlo y besar su ceja buena. Me las arreglo para controlarme.
—Mmm, hola. ¿Qué le pasó a tu rostro?
—Hola. —Toca la herida, luciendo incómodo—. No es nada. Una pequeña pelea en el hielo.
—No te metiste en una pelea en el último juego. Una pequeña sonrisa aparece. —¿Así que lo viste?
Maldición. Ahora pensará que veo el juego por él. Asiento y me encojo de hombros. —Sí, veo la mayoría de los juegos. Eso luce muy mal.
—Luce peor de lo que es. —Su mirada va hacia mi cuello.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho. Hace frío, y no uso sujetador. —
Buck se fue hace unos minutos.
—Vi que Kirk lo recogió. Se supone que discutiremos la estrategia esta noche. Pensé que sería buen momento para devolverte tus lentes. Llamé anoche, después del juego, ¿recibiste mi mensaje?
No me encuentro segura de que se supone que diga. Sí, sexy y loco acosador, debo ser una especie de estrella de rock en la cama, y me enciende que parezcas un poco obsesionado, no parece apropiado. En su lugar, digo la verdad.
—Me encontraba en casa de una amiga. No recibí el mensaje hasta que llegué a casa, y era tarde.
Su ceño se frunce. —¿Una amiga?
—Mi mejor amiga, Charlene. Vimos el juego en su casa.
—Oh, eso es bueno. —Inclina la cabeza y echa un vistazo—. ¿Puedo entrar?
Es  difícil  creer que  es un mujeriego  con lo dulce que está  siendo.
—Sí, a menos que planees atarme y amordazarme para poder llevarme a tu guarida. Si es lo que tenías en mente, preferiría que te quedes afuera mientras llamo a la policía y, posiblemente, a un centro de salud mental.
—Y ahí va mi boca, lanzando estupideces de nuevo.
—Uh… —Me mira por unos largos segundos.
Baja la mirada a mi pecho, otra vez, incluso aunque cubro a mis chicas. —No es muy tranquilizador, Alex.
—¿Qué? —Sacude la cabeza, levanta la mirada, luego la vuelve a bajar—. Oh, oh bien, no. No planeo amordazarte y llevarte a mi guarida. Ni siquiera tengo una guarida.
—Es bueno saberlo. —Medio sonrío y lo invito a pasar—. Entra antes de que se me congelen los pezones.
Luce momentáneamente avergonzado. No lo puedo culpar ya que, otra vez, me encuentro sin sujetador. Esto es raro, va a pensar que nunca uso uno. Una ráfaga de aire frío lo sigue dentro, haciéndome temblar. Puede verse como si hubiera dormido en su auto el último par de días, pero huele fantástico.
Alex se quita su chaqueta. Su camiseta de manga corta se ajusta a su pecho y abraza sus brazos perfectamente esculpidos. Está tan bien construido que es repugnante. Pude haber soltado un silbido mientras admiro abiertamente su cuerpo.
—Te ves caliente. —Los ojos de Alex se abren—. Mierda, lo siento.
Por favor no me pidas que me vaya.
Me río, somos tal para cual en cuanto a torpeza. —¿Puedo ofrecerte algo de beber? Tengo cerveza; agua; leche y juego de naranja.
—Una cerveza sería genial.
Agarro dos botellas del refrigerador, las destapo y le paso una, luego le hago una seña para que me siga a la sala de estar. Alex se sienta en centro del sofá, obligándome a acercarme más. Los sofás no son seguros en lo que a él respecta. Allí es donde pasamos de conversar a enrollarnos medio desnudos. Aun quiero subirme a horcajadas y frotarme en su polla.
—Estás escuchando a The Hip. —Su sonrisa desaliñada es adorable.
Me toma un par de segundos darme cuenta que se refiere a la música6. —En realidad, encontré un canal dedicado a ellos. Loco,
¿verdad? —Me encuentro muy nerviosa, como una estudiante de secundaria con un flechazo. Con un tipo con la polla del tamaño de Canadá.
—Los escucho todo el tiempo. He visto a The Hip en concierto treinta y siete veces —dice orgullosamente.
—¿Treinta y siete veces? En serio debes amarlos.
Asiente como si fuera normal ver a la misma banda tantas veces. Su mirada se arrastra sobre mí. —¿Sin pijama del hombre araña esta noche?
—Se encuentran en la lavandería.
—Que mal. Me gustan mucho. —Mira mi pecho, otra vez—. Me gusta ésta, también.
—Te gustó sacarme de ellos. —Muerdo el interior de mi mejilla para evitar sonreír.
No debería coquetear con él después de toda la mierda de los medios que he visto, pero se encuentra en mi sala de estar, oliendo asombroso, luciendo caliente y mi castor está excitado.
Saca la lengua para mojar su labio inferior. El corte ha sanado. —
Me gustó esa parte, también.
El silencio se alarga entre nosotros como si un recuerdo de desnudarme con Alex apareciera. Hallarnos a solas es imprudente. Mi castor se encuentra muy interesado en repetir aquellos eventos. La semana pasada, recibí más regalos suyos que de todos mis novios anteriores juntos. Alex tiene dinero y lo gasta, así que tal vez es su comportamiento típico. Me encontraría menos conflictiva si la prensa amarilla no lo hiciera ver tan mal.
—¿Es por eso que viniste? —Espero que no sea la única razón. No creo estar hecha para el sexo casual.
—¿Para quitarte la ropa? No. —Me distrae con sus hoyuelos—.
Quería una excusa para verte.
—Oh. Bien, eso es… bueno.
—Pensé que era obvio.
Hace la cosa que los chicos hacen cuando se encuentran listos para hacer un movimiento. Su mirada cae a mi boca, y luego se inclina hacia adelante. Después mete unas hebras errantes de cabello detrás de mí oreja. 
Juego de palabras con el nombre de la banda y cadera (hip).
Mis manos parecen tener mente propia. Se mueven a lo largo de sus brazos, manoseando sus bíceps.
Olvido mi confusión interior y dejo claro que me encuentro bien con más contacto al subir a su regazo. Sus dedos callosos se enroscan en mi nuca, y nuestras bocas conectan. Amo su boca.
Su gran erección se acuna entre mis piernas, y querido Dios, se siente mejor que nunca. Podría romper la cremallera al ser tan grande. Me la imagino con pequeños puños, empujando para salir, y me río.
Alex muerde mi labio. —¿Estás riéndote?
—No. —Reprimo una risa.
—¿No? —Sus labios viajan por el lado de mi mandíbula, su barba suave hace cosquillas en mi piel. Coge mi trasero mientras levanta sus caderas. Se encuentra tan duro. En todas partes.
—¿Qué es tan gracioso?
Gimo, fuerte y desesperada. Me encuentro tan caliente, esto no es para nada divertido. Me envuelvo a su alrededor como un koala, acercándome más. Furtivamente, meto una mano entre nosotros y lo palpo a través de los pantalones, excitándolo, por el sonido bajo y primitivo que hace. Bajo la cremallera, lista para meter un dedo, o toda mi mano, en la abertura.
Mientras me hallo ocupada haciendo un camino hasta sus bóxers, su palma se mueve bajo mi camiseta. Me alegra no tener sujetador.
Me congelo ante el repentino golpe en la puerta. Solo Buck suena como si estuviera martillándola. A regañadientes, termino el beso. —Vete.
¡Estoy viendo la televisión desnuda!
Alex abre la boca para hablar, su mano sigue en mi teta. Lo callo poniendo mi palma sobre su boca. —¡Mentira! —grita Buck—. Eso es raro incluso para ti, Vi. Abre la puerta. Olvidé mi billetera en tu baño.
—¡Tienes que esconderte! —Bajo de un salto de su regazo y jalo su brazo, pero no se mueve.
Frunce el ceño. —Mi auto se encuentra en la entrada.
—Buck no es lo suficientemente observador como para darse cuenta.
Para demostrar que me equivoco, desde el otro lado de la puerta, Buck pregunta—: ¿De quién es el auto aparcado al lado de tu auto de mierda, de todos modos?
Alex arquea su ceja lastimada. Maldito sea él y su rostro sexy. — Maldición. ¿Qué vamos a hacer? —susurro con pánico.
—No te preocupes. Puedo manejarlo. —Se levanta. Acomoda su monstruosa erección en sus pantalones, sube su cremallera y pasa una mano por su cabello. Totalmente tranquilo.
—Necesito cubrir estos. —Señalo mis pezones duros como rocas.
—Probablemente es buena idea. —Me acaricia uno con su nudillo  a través de mi camiseta.
—¡Oye! —Quito su mano de un manotazo, agarrando mi sudadera con capucha del brazo del sofá y poniéndomela. Corriendo hacia la puerta, ajusto mis lentes y tomo una respiración profunda. Me encuentro tan jodida. Buck va a averiguar que dormí con Alex, y se pelearán en mi sala de estar. Mis muebles se arruinarán. Por lo menos, la mayoría es propiedad de mis padres, no mía.
Abro la puerta de par en par, no tiene caso esconder al jugador de hockey de metro noventa y dos y de noventa y nueve libras parado detrás de mí. Sostengo una mano en mi cadera y me burlo. —¿Dejaste tu aro para el pene?
—Ja, ja. No necesito esa mierda. Mi billetera se encuentra en tu baño. ¿Charlene tiene un auto nuevo? —Buck mira más allá de mí, su expresión cambia de divertida a confundida—. ¿Qué haces aquí?
—Hola, hombre. No recibí el mensaje de Kirk hasta hace unos segundos. Pensé que se suponía que te recoja. —La sonrisa de Alex es relajada—. Imaginé que mientras me hallaba aquí, podría preguntarle a Sidney sobre el chico que ha estado vigilando. Matar dos pájaros de un tiro.
Por un segundo, me pregunto si Buck le creerá. Afortunadamente, no es el más inteligente del mundo. —¿Te refieres al chico Evans? ¿El que rompió todos los récords?
Alex asiente. —Es excelente. Seguro será reclutado este año.
—Seguro. Creo que mi papá va a ir a verlo jugar mañana en la noche.
—Traeré tu billetera —murmuro, ya que no soy parte de la conversación, me dirijo al baño. Mi corazón retumba con adrenalina después de casi ser atrapada por Buck. También se me ocurre que Alex  es parte del grupo para el que Buck llamó a sus conejitas.
La billetera se encuentra sobre el tanque del inodoro. Para evitar el contacto directo, uso un pañuelo de papel para agarrarla. No quiero tocar nada que resida cerca del trasero de Buck.
Cuando vuelvo a la sala de estar, el tema ha cambiado significativamente. Alex se halla de espaldas a mí, y Buck se ríe. —Esta chica se encuentra dispuesta a casi cualquier cosa, así que espero que sus amigas también.
Ninguno me notó. Aguanto la respiración, esperando la respuesta de Alex.
Su risa es fuerte, su tono arrogante. —Hay que amar a las salvajes,
¿eh? Especialmente cuando vienen por más.
Quiero vomitar. Nos enrollábamos y ahora conversa de las “habituales” de Buck. Probablemente soy una parada de camino a su siguiente conejita.
Sostengo la billetera de Buck. —¿Olvidaste algo más? ¿Tu traje de riesgos biológicos?
Alex se da la vuelta. Estoy segura de que mi expresión le dice lo mucho que escuché. No puedo ni mirarlo.
Buck sonríe ampliamente, esperando el insulto. Espero su réplica no tan ingeniosa, pero debe haber estado esperando la oportunidad de utilizarlo porque ni siquiera duda.
—Solo estás celosa, Vi. Eres tan seca como el desierto. También podrías inscribirte en un convento por toda la acción que tienes.
No es una réplica del todo mala. Por desgracia, la dijo delante de Alex, que puede estar mirando para añadirme a su lista de "habituales".
—¡Vete a la mierda, puta bolsa yeti! —Lanzo la billetera a su cabeza y fallo. Golpea a Alex en el hombro en su lugar. La agarra en el aire—.
¡Espero que consigas ladillas y que te pique la polla hasta que se te caiga! Ahora salgan, los dos. Tengo cosas que hacer, y su prostitución está apestando mi sala de estar. —Me giro sobre mis talones y me alejo hacia mi dormitorio.
—¡Fue una broma, Vi! —me dice Buck.
Azoto mi puerta y la bloqueo. Subiendo el volumen en mi equipo de música, hago estallar la música, pero es The Tragically Hip, por lo que no es lo suficientemente enojado o agresivo.
Elijo un álbum con un montón de fuertes solos de guitarra y ruidosos golpes de batería. Pisando fuerte a través de mi habitación, lanzo el castor Waters, que golpea la pared. Entonces me lanzo sobre mi cama y grito en mi almohada como una irritada preadolescente. Me siento mejor, independientemente de cuan juvenil soy.
Dos minutos más tarde, comienza un insistente golpeteo. Grito—:
¡Vete a la mierda! —pero es Buck y es demasiado estúpido para dejarme en paz.
Abro la puerta. —¿Por qué estás aquí? ¿No tienes una prostituta a la que follar?
Patea el marco de la puerta, sus hombros caídos. —No pago por sexo.
No me importa si herí sus sentimientos. Estoy tan enojada conmigo
misma, y con Buck, y Alex por mi situación actual. Estoy enojada y más confundida de lo que me encontraba antes de que Alex se presentara en mi puerta. Fue tan dulce hasta ahora y contrariamente a la representación mediática de él. Tal vez eso es lo suyo. Tal vez le encanta jugar con las mujeres.
—¿Quieres que te lance confeti? —Buck mantiene la puerta  abierta. Me apoyo en ella y me quedo atascada. Odio a Buck y a sus enormes brazos peludos y músculos abultados.
—Creo que a Waters le gustas.
Una flor inútil de esperanza se forma en mi pecho. Aplasto ese pensamiento con imágenes sensacionalistas de otras chicas envueltas alrededor de Alex y su comentario sin censura a Buck.
—No estoy interesada en tus repugnantes amigos. —Ya no, de todos modos—. Si no te importa, me gustaría que me dejes sola. Tengo trabajo que hacer. —Empujo la puerta. Esta vez la deja ir y grita cuando la golpeo en su cara.
Tan pronto como Buck se va, Alex me llama repetidamente. Debe tenerme en remarcado.
Molesta, apago el teléfono y lo lanzo a mi cama. No estoy interesada en nada que Alex tenga que decir.
 
En los próximos días, evito todo contacto con Alex. Hago planes en las tardes y borro mensajes de voz sin escuchar y textos y correos electrónicos sin leer. Sin embargo, no vacío los eliminados del correo electrónico. Mi falta de acción es un problema porque significa que puedo leerlos si quiero.
Los Hawks están jugando un partido en casa esta noche. He intentado todo lo posible para librarme de ir. Bueno, estoy mintiendo. Dije que no quería ir. Buck y mi mamá trajeron a colación al perro cachorro y al gigante pie grande en un viaje de culpabilidad, así que cedí. No tomó mucho tiempo.
Pongo verdadero esfuerzo en estar lista, algo que normalmente no hago. Me pongo mis más viejos pantalones y mi sudadera con capucha más manchada. Mi madre se niega a dejarme entrar en el coche.
—Te dije que me siento como una mierda. Si tengo que ir, quiero estar cómoda.
—No me importa si tienes Ébola. No irás al juego en esto. — Gesticula a mi atuendo.
—Que estricta. No hay nada malo con lo que llevo puesto.
—No, si estás sin hogar. —Me agarra del brazo y me lleva a la casa de la piscina. Entonces me tiende una plancha alisadora de cabello hasta que me maquillo y cambio a algo agradable. Mi madre es muy consciente de todos los regalos que he recibido de Alex. Es lo suficientemente perspicaz para suponer que esto tiene que ver con él.
Considero preguntarle a Sidney que se detenga en la farmacia de camino hacia el juego para poder comprar jarabe para inducir el vómito como respaldo de emergencia. Con la forma en que mi estómago está rodando, dudo que lo necesite.
Nuestros asientos están cerca del hielo de nuevo, sólo a un par de filas de distancia de la banca de los Hawks. No puedo decidir si estoy emocionada o no. Afortunadamente, la cerveza ayuda a calmar los nervios. Las conejitas del hockey cacarean como pollos detrás de nosotros, pero son difíciles de escuchar con mi mamá parloteando a mi lado. Insiste que Alex es un joven encantador y me informa que no debería creer a la prensa sensacionalista, porque están llenos de mierda. Resoplo en mi cerveza y le recuerdo que todo lo que dicen acerca de Buck es cierto. Eso la calla.
Las mariposas en mi estómago crecen exponencialmente cuando los Hawks aparecen en el hielo. Me encorvo en mi asiento cuando Alex se sienta en el banquillo, con el rostro fijo en una mueca. Es un reto prestar atención al juego tratando de no mirarlo. Se afeitó desde la última vez que lo vi, y no luce tan golpeado. Mi castor babea en mi ropa interior.
Algo de drama tomó lugar mientras estuve mirando; todos en el estadio están de pie, la gente ya está animando o gritando. El silbato suena, y Alex salta al juego. Moviéndose con feroz gracia, arrebata el disco de su oponente, girándose y saliendo disparado a través del hielo.
Una nube de polvo sigue a Alex mientras hace una parada brusca. Levanta su palo y lo lleva adelante con rapidez garantizada. Todo se desacelera a medida que el disco se precipita hacia el portero. Mi aliento se congela mis pulmones, agarro los reposabrazos, esperando. Como cualquier otra fan incondicional, salto de mi asiento, gritando con entusiasmo mientras el disco pasa rápidamente al arquero en la portería. Alex anota un montón de goles.
El juego está lleno de acción. En un momento dado, el equipo contrario anota, subiendo su puntuación brevemente. Los Hawks toman la delantera de nuevo al final del segundo período con otro gol increíble. Esta vez, Alex se las arregla para permanecer fuera del lugar de descanso y los Hawks ganan.
Soy un desastre absoluto de nervios a medida que nos dirigimos fuera del estadio al coche. Toma una eternidad llegar al bar, gracias a la celebración de los aficionados de los Hawks. En el momento en que llegamos, mi vejiga está a punto de estallar. Salgo corriendo al baño y me quedo atascada en la lamentable fila de mujeres que necesitan utilizar  las instalaciones también.
Tres conejitas inapropiadamente vestidas se arreglan delante de los espejos, charlando mientras doy rienda suelta a las Cataratas del Niágara. ¿Cómo sé que son conejitas? Están hablando de los Hawks y de con quien lo harían. Una de ellas menciona a Alex. Me tenso, deteniendo el flujo de orina.
Escucho el término tripleta de nuevo. Tal vez determinan quien quiere que anote basadas en las estadísticas de los miembros del equipo. El secador de manos interrumpe la conversación de las conejitas. Tan pronto como termino, abotono mis pantalones y salgo de la cabina para poder espiar de nuevo.
—Bueno, prefiero estar primera en la fila que tercera. ¿Quién no querría estar en primer lugar?  —pregunta la rubia falsa. Hay una raya  de color marrón zorrillo en sus raíces. Ahueca su cabello y pone mala cara a su reflejo.
La morena junto a ella contonea su cabeza de lado a lado. —Lo que sea. Primera, segunda, tercera, si consigo agarrar el palo de Alex Waters, me da igual dónde me encuentre en la fila. —Sus ojos se deslizan a mí y permanecen fijos en mi cara.
—¡Oh Dios mío! Te reconozco. ¿No eres tú la que estaba, como, liándose con Alex Waters, como, hace tres semanas? —grita.
Nunca esperé que nadie me reconozca de esas imágenes. Supuse que el enfoque estuvo en mi lengua en su boca. Horrorizada por lo que  he escuchado, niego. —Debo ser la doble de esa chica porque no eres la primera persona en preguntar. —Bajo mi voz—. Leí en alguna parte que dijo que era un besador de mierda.
Si voy a mentir, también podría hacer algo bueno. Sus ojos se abren. —¿En serio?
—Y la tiene pequeña. —Señalo a mi entrepierna.
—¡No! —Su mandíbula cae, su expresión una de consternación.
—Ese es el rumor.
Limpio mi mano en mis pantalones en lugar de esperar al secador de manos y dejo a las conejitas con sus chismes. Lo que he hecho es vergonzosamente infantil y vengativo, pero estoy bien con ello.
En mi camino a la barra, me encuentro con uno de los compañeros de equipo de Alex. No lo recuerdo, aunque él me recuerda. —Oye, ¿no eres la hermana de Butterson?
—Hermanastra, pero sí. —Escaneo la multitud, buscando a Sidney o a Buck. Deberían ser fáciles de detectar, siendo ambos de más de metro ochenta.
—Soy Kirk. Juego de defensa para los Hawks. Tu nombre es una flor o algo así, ¿verdad? —La forma en que me mira es desconcertante.
—Es Violet.
—Cierto. ¿Vas a venir a pasar tiempo con nosotros?
—Tengo que hacer una llamada rápida primero. —Sostengo mi teléfono como una excusa para alejarme de este tipo. Tiene que ser unos diez años mayor que yo, y es un adulón.
—Te guardaré un asiento. Tal vez podamos llegar a conocernos mejor.
—Uh, tal vez. —Ruedo los ojos mientras se aleja. No puedo creer que las mujeres se enamoren de tal mierda, pero una vez más, mira lo que pasó con Alex. Después de oír los chismes del baño, todo lo que quiero es ir a casa.
Espero hasta que Kirk el imbécil desaparece entre la multitud antes de guardar mi teléfono y reanudar mi búsqueda de Buck. Un gorila levanta una mano para detenerme, controlando el flujo de tráfico en la sección que los Hawks ocupan.
—Ella está conmigo. —La palma de Alex se detiene en la parte baja de mi espalda a medida que avanzamos. Su voz es baja, ardiendo como repelente sobre mi piel—. Quiero hablar contigo.
Todas mis ingeniosas réplicas se pegan a mi garganta. No hay escapatoria; está justo detrás de mí, no dejando espacio.
Con mucho estilo de caballero de mierda, me lleva a la mesa, saca una silla, y toma el asiento a mi derecha.
Mi nuevo amigo Kirk está en el lado opuesto de la mesa, con el brazo colgando casualmente en un asiento libre. —Hola, hermanastra. Te guardé una silla.
Alex le dispara una mirada. —Está bien en donde está.
Una mirada lasciva distorsiona la sonrisa de Kirk. Puedo ver un espacio donde un diente debería estar. —Sabe Butterson que son… — Una camarera con escote excesivo se detiene para tomar su orden, distrayéndolo.
Alex parece aliviado. No digo nada. Buck está en el otro extremo de la mesa, demasiado ocupado charlando con una conejita para darse cuenta de mi llegada. La forma en que estas mujeres se lanzan a estos chicos es vergonzosa. Lo peor es saber que yo también caí en los encantos de un jugador de hockey más de una vez.
Alex me ordena una bebida de la camarera “pechos deliciosos”. Lo dejo porque voy a necesitar alcohol si tengo que sentarme a su lado. Trata de establecer una conversación conmigo, pero está muy ruidoso y estoy demasiado distraída para una pequeña charla.
Finalmente no puedo contenerme por más tiempo. Quiero que desmienta lo que escuché en el baño de mujeres. —Entonces, ¿qué pasa con toda la charla sobre ti siendo mágico?
Su maldita sonrisa aparece. —Lo siento, ¿qué?
—Algunas chicas en el baño hacían referencia a una tripleta.
Alex palidece. El hombre a su lado, que ha estado relativamente tranquilo hasta ahora, se atraganta con su cerveza, y Kirk se ríe. Alex traga, con los ojos en la mesa. Un par de los chicos más cercanos a nosotros parecen divertidos. El único tranquilo junto a él sacude la cabeza.
—No sonaba como si estuvieran hablando sobre puntajes de hockey. Así que tengo curiosidad, ¿qué significa eso exactamente?
No responde de inmediato, dando a Kirk la oportunidad de interponerse. —Es cuando Waters folla a tres conejitas diferentes en una noche.
Las palabras son lentas para filtrar. Me giro hacia Alex para determinar si esto posiblemente pueda ser verdad. Su silencio es una sirena explotando en confirmación.
Lo tapo con una sonrisa. —Oh. No eres especial.
No necesito jarabe para inducir el vómito para salvarme de la película de terror en que esta noche se ha convertido. Mi estómago se revuelve con esta información. Tuve sexo con un súper puto. Salgo de la mesa. Creo que en realidad podría estar enferma.


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Mensaje por yiniva Jue 28 Mar - 10:59

8


Soy el hombre mas estúpido del mundo ( y odio a Kirk)


Alex

Violet, que ya de por sí es pálida, a menos que estemos teniendo sexo, entonces tiene un sexy y grandioso tono rojo, luce tan blanca como un fantasma. Se tambalea y agarra el respaldo de la silla.
Siguiéndola, me pongo de pie y sujeto su codo. —¿Por qué no me dejas ayudarte?
—¡No me toques! —Abofetea mi mano—. No quiero tu ayuda. Butterson  pone  en  pausa  su  conversación  con  la  rubia  teñida.
Entra en escena, evaluando la situación como lo haría con un partido.
Sus ojos se dirigen a mi mano cerca de su brazo. —¿Vi?¿Estás bien?
No me importa si sospecha algo. Esta es la primera vez que veo a Violet desde que pasé por su casa la semana pasada. Butterson lo arruinó todo entonces justo como Kirk lo hace ahora. Necesito hablar con ella sin audiencia. Nunca existió tal cosa como la tripleta Waters. Es una farsa, un rumor exagerado y sin fundamento, al igual que la mayoría de las cosas que los medios dicen sobre mí. Nada de lo que ha visto y oído es cierto. Si no aclaro las cosas, se arruinarán mis posibilidades con ella, si no lo han hecho ya.
Violet se aclara la garganta y habla con esmero—: No me siento bien. Puede que haya contraído alguna enfermedad venérea trasmitida por el aire al estar tan cerca de Waters.
Algunos de los chicos en la mesa se ríen. Butterson va a patearme el culo si se entera de lo que pasó. Eso es genial. Aceptaré el castigo. Me acosté con su hermanastra. Si puedo dejar las cosas claras con Violet, valdrá la pena.
—Si me disculpas. —Violet se aleja de un empujón.
Aprovechando la oportunidad, la sigo, con la esperanza de poder explicarle. Es  mucho más pequeña y rápida, por lo que se desliza entre  la gente de una forma en la que yo no puedo, al menos no sin derribarlos.
Butterson agarra mi brazo. —¿Qué demonios hiciste?
—No hice nada. Kirk hablaba sin parar y de repente Violet dijo que no se sentía bien.
—No sé lo que pasa o por qué estás tan condenadamente interesado en mi hermana pero tienes que dejarla jodidamente en paz. —Buttterson va detrás de ella.
Violet se encuentra a mitad de camino del bar, dirigiéndose a la puerta. Si la hubiera llevado a un lado para hablar más temprano podríamos haber evitado todo esto.
Darren me entrega mi chaqueta. —Vamos a dar un paseo.
Estoy seguro de que descubrió lo que pasó con Violet, incluso aunque no se lo dijera.
Nos dirigimos a la salida. —¿Crees que él sabe?
—¿Qué estás murmurando?
Hay demasiado ruido en el bar, Darren no puede oírme susurrando eso por un lado de mi boca. Fuera del bar, Butterson habla por teléfono en la acera. —No vomites en el taxi. Llámame cuando llegues a casa.
—¿Está todo bien? —Darren me salva de hacer preguntas incriminatorias.
—Demonios, no. Todo no está bien. ¿Y qué le decía Kirk, de todas maneras?
—Su basura habitual. Nada fuera de lo común —contesta Darren.
—Vomitó en la acera. —Señala un charco cerca de los arbustos—.
Tuve que pagarle al taxi el triple para que la llevara a casa.
—Uno de nosotros podría haberla llevado. —Me molesta que la haya enviado en un taxi, sola.
Butterson chasquea los labios. —No confío en ti para nada. No creas que no te vi hablando con ella otra vez esta noche. Fuiste a su casa la semana pasada y ahora esto. Algo pasa. Vi y yo somos cercanos, habla conmigo. No creas que no voy a averiguarlo.
Por suerte, no son tan cercanos. —No seas tan idiota, Butterson. Ella no está bien, y la enviaste a casa en un taxi cuando tenías otras opciones. Vomitó. No es como si alguno de nosotros fuera a coquetear con ella.
Para evitar que se agrave el problema, camino a mi auto al otro lado del estacionamiento. Darren se sube en el asiento del pasajero y se abrocha el cinturón.
—Eso fue un desastre. —Enciendo el auto.
—Estoy de acuerdo.
—¿Crees que fui muy obvio?
—¿Es necesario preguntar? Ha salido con nosotros dos veces y estás pendiente de ella todo el tiempo. Si hombre, es malditamente obvio.
¿En qué demonios piensas?
—No lo sé. Estoy tan perdido.
—Te lo buscaste cuando te metiste en sus pantalones. —Giro a la derecha en vez de la izquierda, en dirección opuesta a mi casa—. ¿A dónde vamos?
—Quiero asegurarme de que Violet llegue bien a su casa.
—¿Qué eres? ¿Su acosador?
—Sólo voy a pasar por ahí, no mirar por sus ventanas. Mira, no quiere hablar conmigo. Nunca he hecho esto.
—¿Qué cosa? ¿Acosar una chica con la que has tenido sexo?
—No estoy acosándola —digo en voz baja. Cualquier parecido con el acoso solo se debe a que quiero explicarme y no me da la oportunidad—
. Necesito tu ayuda. No me escuchará si le digo que las historias que ha oído son mentiras.
—Que astuto de tu parte.
Nunca admití haber tenido sexo con tres chicas diferentes en una noche. Mi agente me enseñó que omitir obra a mi favor. Deja de lado los detalles, y la gente deducirá lo que quiera. Lo que pasó y lo que la gente cree que pasó son dos cosas muy distintas.
La noche en cuestión sucedió varios años atrás. Di una fiesta cuando me mudé a mi casa. Fue salvaje, como son todas las fiestas de hockey. Ya tenía un agente por ser un jugador, la mayor parte sin fundamento. Este evento me dejó firmemente en el estatus de playboy. En el momento, le di la bienvenida; ahora ya no tanto.
Podría haber desacreditado fácilmente el mito, pero al principio de mi carrera enfrenté algunos desafíos. Mi agente, Dick, pensó que no haría daño dejar que la gente pensara lo que quería. La reputación de playboy, aunque injustificada, se mantuvo, y esa clase de cosas son difíciles de borrar.
Estacioné sobre la calle de la casa de Violet, evitando los postes de luz. El único vehículo en la entrada es un viejo SUV. Las luces exteriores iluminan el camino desde el edificio central al patio cerrado. La casa de la piscina está más atrás, por encima una cubierta de árboles y arbustos.
—Ni siquiera pienses en salir del auto, Waters. —Darren aprieta el botón de la consola central, bloqueando las puertas—. La última persona que quiere ver ahora eres tú.
Le doy una mirada asesina por tener razón. —Ella podría…
—¿Darte un puñetazo en la cara?
Pongo el auto en marcha, acelerando mientras me alejo del borde de la acera. Odio no obtener lo que quiero cuando quiero.
Todo lo que quiero es hablar con Violet. Quizá también quiero ver sus senos otra vez y tener sexo con ella. Teniendo en cuenta como están yendo las cosas estos días, es muy improbable que eso suceda.
Darren vive en un barrio residencial cerca de mi casa así que lo llevo hasta allí.
—No hagas otro paseo en auto esta noche. —Cierra la puerta, me mira mal, y camina hacia su entrada.
Ignoro su sugerencia. La casa central se halla oscura y el auto deportivo aún no está, así que estaciono cerca y apagó las luces. Un tenue resplandor proviene de la casa de la piscina. Agarro mi teléfono, le echo un vistazo a un correo electrónico de Dick sobre una pequeña campaña publicitaria, nada tan prometedor como Sports Pro, y busco en mis contactos su número.
No contesta. Dudo en colgar hasta que suena su correo de voz.
—Hola. Soy Alex. No debes pensar muy bien de mí en este momento. Si me dieras la oportunidad de explicarme prometo… lo siento, Violet. Si pudieras llamarme cuando no vomites más, sería genial. —Es un mensaje pobre. Ya presioné finalizar, así que se envía.
Violet no me devuelve la llamada. No es una sorpresa. Puede ignorar correos electrónicos, mensajes y mensajes de voz, pero hay un lugar en el que puedo atraparla y tendrá que escucharme: su trabajo. No será capaz de gritarme o cerrar la puerta en mi cara sin llamar mucho la atención. Nos iremos para jugar una serie de partidos como visitantes el miércoles, y quiero verla antes de irme para arreglar las cosas.
El lunes por la mañana, me levanto temprano para poder interceptarla a primera hora. La chica de la recepción es increíblemente útil. Tomando el elevador al sexto piso, sigo las indicaciones hasta el cubículo de Violet. Es agradable y público. También está vacío.
—¿Puedo ayudarte?
Me volteó para ver a un chico escuálido con una corbata de cachemir amarillo de pie detrás de mí.
—Estoy buscando a Violet.
Pestañea un par de veces, respirando entrecortadamente. —Alex Waters.
—Ese soy yo.
Estira su mano, así que la tomo. —Jimmy Fredricks. Tú eres mi ídolo.
—Gracias Jimmy. Ahora, ¿Violet?
Sacude la cabeza. —Por supuesto, señor Waters. Se encuentra al final del pasillo en la sala de conferencias.
—¿Está en una reunión?
—Sí. No. Lo estará. No comenzará hasta dentro de otros quince minutos. Lo llevaré allí de inmediato. ¿Lo está esperando?
—Es una sorpresa.
—Oh. Claro. Por supuesto. Sígame.
Jimmy me conduce a la sala de conferencias. Antes de que pueda anunciar mi llegada, me adelanto, guiñándole mientras cierro la puerta sin hacer ruido. Violet enfrenta la mesa, así que no me ha visto todavía, que es precisamente el punto de mi entrada en silencio. Me tomo un momento para apreciar su atuendo. Lleva pantalones de vestir gris oscuros y una camisa color crema. El material tiene un ligero brillo. Su cabello caoba cae suelto y en ondas sobre sus hombros. Los zapatos son rojos con un poco de tacón. Es sexi pero profesional.
Le doy la vuelta a la cerradura, atrapándola en la habitación conmigo. Me tomo un momento para llegar a un acuerdo con mi comportamiento acosador, racionalizándolo con la necesidad de defender mi reputación de mierda.
Mi pene se emociona por estar solo en una habitación privada con ella. Sólo hay una pequeña ventana opaca en la derecha de la puerta, dejando la mayor parte de la habitación oculta a la vista. Violet no quiere hacerlo conmigo, aunque mi pene parece no darse cuenta. También me permito darme el gusto con la fantasía sexual de la mesa de conferencias, un poco. O mucho.
Primero, tengo que hacer que me hable de nuevo, y posiblemente tener una cita antes de este tipo de eventos. Violet se voltea y regreso a  la realidad. Suelta un grito.
Su mano palpa delicadamente su garganta. —¿Qué haces aquí?
—Quería expli…
Se abalanza sobre mí y empuja un dedo sobre mi pecho. — ¿Explicar qué, exactamente? —Lanza uno de esos susurros furiosos a pesar de que la puerta está cerrada.
—La tripleta. La historia no es cierta. —Todavía está clavando su uña en mi pecho. El contacto es agradable incluso si es agresivo. Aunque existe la posibilidad de que sea el precursor de algo de violencia real.
—Vi la entrevista que hiciste. Está en YouTube.
—¿Cuál?
Me fulmina con la mirada. —¿Cuál crees?
Trato de no reaccionar. Sé de qué entrevista habla. Es atroz. De hecho, arruinó un montón de oportunidades de patrocinio, a menos que quisiera la campaña de herpes genital. El enfoque en ese vulgar chisme no le hizo ningún bien a mi carrera. —Nunca admití haber tenido sexo con tres mujeres en una noche. —No refuté la suposición, que es lo mismo que confirmarla a los ojos de la mayoría de la gente.
—Y un demonio que no lo hiciste. —Violet se dirige a su ordenador pisando fuerte.
Le toma tres segundos abrir la entrevista y otros veinte encontrar la parte de la tripleta. Debe haberla visto más de una vez. No puedo decidir si es algo bueno o malo. Significa que ha estado pensando en mí, pero probablemente no de la forma en que yo he estado pensando en ella.
La entrevista se puso al aire un par de semanas después del incidente. Me acostumbré a omitir detalles, especialmente en lo referente a mi vida sexual. Al principio, la forma en que los medios malinterpretaban todo, era gracioso. Después de un tiempo, me rendí ante la molestia. Ahora desearía haber manejado las cosas de otra manera.
—Justo aquí. —Golpea la pantalla.
—Deberías escucharla de nuevo. —Sé exactamente lo que dije ya que me he arrepentido de eso tantas veces.
Violet hace una mueca. Es sexy y aterrador. —De acuerdo.
Entrevistador: Se ha hablado mucho acerca de sus recientes hazañas sexuales. Me pregunto si desea darnos más detalles sobre la tripleta Waters.
Puedo sentir la furiosa mirada de Violet.
Yo: Realmente no soy la clase de hombre que revela su vida privada. Entrevistador: Se dice que algunas de las mujeres con las que has
estado no  son  tan reservadas.  He escuchado que  la “tripleta” en  realidad
no tiene nada que ver con tus habilidades en el hielo, ¿es cierto?
Violet se queda mirando la pared y mueve nerviosamente el cuello de su camisa. Quiero hacer lo mismo. La entrevista es terriblemente invasiva. Estaba conmocionado por las preguntas y que Dick las hubiera aprobado.
Yo: Ese es un gran rumor.
Entrevistador: ¿Te gustaría confirmarlo? Estoy seguro de que tus fans femeninas de allá afuera quieren saber.
Yo: Como dije. No hablo de mi vida privada.
Violet pone pausa. —Justo ahí. —A pesar de su triunfo, puedo ver que es todo fanfarronada.
—Eso no es la confesión de nada.
—Claramente no es una negación. —Cruza los brazos sobre sus pechos. Nadie me desafía realmente a menos que esté en el hielo. Me hace querer seguir adelante con la fantasía de la mesa de conferencias,  pero  la entrevista está arruinando mis posibilidades de que siquiera suceda.
—Es una entrevista vieja.
—¿Qué tiene eso que ver? No has hecho ningún intento de corregirlos si se encontraban equivocados, lo que es difícil de creer.
—A los medios les gusta torcer las cosas.
—¿En serio? Eres el único que se presentó en mi habitación de hotel en medio de la noche para que pudiéramos “pasar el rato”. Eres el único con la caja de condones preparada. A juzgar por toda la mierda circulando por internet, no creo que los medios estén muy lejos de la verdad. —Se voltea, señalando la pantalla, luego a mí, y luego otra vez a la pantalla.
—Estoy tratando de expli…
—¿Por qué molestarse? No lo entiendo. Sólo soy otra mujer en la que metiste tu monstruoso pene. No soy tu novia. No necesitas dar explicaciones sobre donde más lo has metido.
Sus ojos brillan, como los de mi hermana cuando se encuentra al borde de las lágrimas. Oh mierda. ¿Y si la hago llorar?
—Quiero una oportunidad para defenderme antes de que me agrupes con todos los demás imbéciles de allá afuera.
—Has hecho un buen trabajo por tu cuenta.
La puerta traquetea, seguido de un suave golpe. —¿Violet? —Es una profunda voz masculina. No me gusta.
Su alivio no es lo que quiero ver. Trata de esquivarme, pero soy más grande y rápido. Una década de hacer patinaje artístico funciona. Violet se tropieza con mi pie, dándome la excusa perfecta para tocarla.
Ocurre en una secuencia de cámara lenta. Mientras cae, envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y atraigo su cuerpo hacia mí, enderezándola. Termina presionada contra mí, con la cara aplastada contra mi pecho. Es tan caliente, pequeña y suave en todos los lugares correctos. Huele fantástico, cómo suavizante de telas y champú dulce. Deja escapar un pequeño gemido, agarrando mis hombros en vez de apartarme. Por supuesto, el tipo al otro lado de la puerta arruina el momento golpeando de nuevo más vigorosamente.
—Tengo que dejar entrar a Dean —dice suavemente, con los ojos fijos en mi barbilla.
—Quiero pedirte una cosa primero. —La sostengo con fuerza, luchando contra una inconveniente erección.
—Tengo que… —Me clavas las uñas profundo y siento el ligero movimiento de sus caderas. La última parte puede ser una ilusión.
—Toma un café conmigo. O té o cerveza, lo que quieras beber.
Incluso podemos tomar leche chocolatada. Sólo quiero hablar.
Me mira detenidamente, su pecho roza mis costillas. Recuerdo con mucha claridad cómo se siente sus pezones en mi boca. Me pongo más duro por segundo. Si lo nota, estoy acabado. Dejarla ir no es una opción hasta que acepte salir conmigo. Es un problema.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué quieres tomar una bebida conmigo?
—Porque me gustas. Eres divertida. Porque quiero conocerte mejor.
Y quiero que veas que no soy el tipo de chico que crees que soy.
Se queda en silencio mucho tiempo. —Una bebida.
—Sí.
Asiente.
—¿Estás libre esta tarde? —No quiero darle la oportunidad de cambiar de opinión.
—Debería estar libre hoy a las cinco.
—Podría llevarte a cenar…
—Nada de comida. Sólo un trago. —Su agarre en mi camisa se suelta, y sus dedos se deslizan por mis brazos—. Hay una cafetería al otro lado de la calle. Te veré allí.
Dean golpea de nuevo. Desbloqueo la puerto, la abro cinco centímetros y levanto un dedo dirigiéndole una mirada de  vete de aquí o   te golpearé con mi palo de hockey. Luego la cierro de nuevo y me volteo hacia Violet.
—¿No vas a deshacerte de mí, verdad?
—No veo el punto. Probablemente irrumpirás en mi casa y te encontraré escondido en mi armario o debajo de mi cama si lo hago — dice secamente, con la ceja levantada como desafiándome a discrepar.
—No creo que fuera tan lejos. —Aún tengo mis límites en el negocio del acoso.
—Me encerraste en una sala de conferencias contigo. ¿Quién conoce tus límites?
Antes de que Dean tenga un infarto, desbloqueo la cerradura y abro la puerta de nuevo. Nos mira.
—¿Alex Waters?
—Lamento si atrasé su reunión.
—¿Puedo ofrecerte algo? ¿Café? ¿Agua? Jugo de naranja recién exprimido.
Juro que escucho una paja detrás de mí. Tal vez mi mente me está jugando un truco.
—Estoy bien. Ya conseguí lo que vine a buscar. —Me dirijo a Violet, empujando un mechón de cabello detrás de su oreja. Incluso sus orejas son hermosas—. Te veré a las cinco.
—Está bien. —Se sonroja y toca su cabello, su sonrisa es de repente tímida.
Un punto para Waters.


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Mensaje por Yani Jue 28 Mar - 14:19

Aaaahhh necesito más, no puedo leer así Sad
Realmente tiene una pésima reputación, está difícil que Violet le crea, me da mucha pena Waters... esperemos no se haga rogar mucho!


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Mensaje por Tatine Jue 28 Mar - 17:10

Gracias
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Mensaje por berny_girl Vie 29 Mar - 1:37

Capitulo 7
Alex se las trae... Aunque creo que Violet está siendo un poco dramática... Ella no llego precisamente virgen cuando se acostó con él y más aún siendo ella quien permitió su noche de lujuria


Capitulo 8
Alex es un poco acosador pero también puede tomarse como una forma de insistencia de lograr lo que quiere... Al final tiene una tregua para aclarar todo.


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Mensaje por Maria-D Vie 29 Mar - 6:20

sunny    Muchas gracias.


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Mensaje por Yani Vie 29 Mar - 14:17

Necesito mi dosis de Alex  Lectura #2 PUCKED-HELENA HUNTING - Página 2 728240221


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Mensaje por beth Dom 31 Mar - 10:06

Me uno, Muchas gracias!
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Mensaje por yiniva Dom 31 Mar - 19:35

9


Todavia no estoy segura de lo que hago


Violet

Dean se queda boquiabierto mientras Alex camina por el pasillo. —Ese era Alex Waters.
—Sí.
Las manos de Alex se encuentran en sus bolsillos y su cabeza está inclinada. Sus hombros son tan amplios que prácticamente ocupa todo  el pasillo. Es un hombre al cual es difícil decir que no. Tomar café en un lugar público parece seguro.
Dean espera hasta que Alex dobla la esquina. —¿Estaba aquí para verte?
—Sí.
—Es aún más caliente en persona de lo que era en esas fotos de ustedes dos besándose.
—¿Qué?
—Uh, uh… Yo, eh… lo siento. No quise decir… te ves caliente, también. —Dean se ocupa de reordenar las carpetas en la mesa de conferencias.
—¿Por qué está todo el mundo tan caliente por Alex Waters? —Me quejo. Estoy molesta por la facilidad con la que he caído en esta trampa.
Se lo atribuyo a lo bien que se ve cuando está bien afeitado y nervioso. Quiero, de una manera muy desesperada, creer que no es un idiota despistado súper mujeriego. Todavía estoy contenta de haber mantenido mi cita con el ginecólogo la semana pasada. Protegido o no, quería asegurarme de no haber contraído alguna enfermedad por masticar madera podrida. Por lo que he leído y visto, me he acostado con un hombre que ha estado con el equivalente de un burdel o dos en mujeres. Estoy agradecida de que todos los resultados fueran negativos.
—Por favor, dime que lo vas a follar.
Me ahogo con una tos. —Vamos a tomar un café.
—Eso es casi una cita. Puedes totalmente tener sexo con él después. —Dean asiente enérgicamente, rebotando sobre las puntas de sus pies.
Charlene y Jimmy se presentan y me salvan de la inanidad de Dean.
—¡Charlene reprendió a Alex Waters! —dice Jimmy, gesticulando a la sala vacía.
Me quedo boquiabierta con incredulidad. —¿Charlene hizo qué?
—No lo reprendí. Le sugerí gentilmente que cuidara su culo o tendría que lidiar conmigo.
—No lo hiciste. —Me llevo las manos a mi cara, mortificada.
—Parecía muy agradable. Todo lo que hizo fue asentir y disculparse. También me pregunté si podía presentarme a Darren cuando ustedes terminaran de reconciliarse. Se ofreció a enviar entradas para el próximo partido local, siempre que tú vayas. —Charlene es toda sonrisas.
No puedo creer que Charlene me vendiera por entradas para un partido. Vio la entrevista de la tripleta Waters, le hablé del sexo, su monstruosa polla, el vómito, los implacables correos electrónicos, mensajes y llamadas telefónicas, así como la montaña de regalos que he recibido por cortesía de Alex Waters.
—No puedes estar hablando en serio.
—Oh, totalmente en serio. No voy a dejar pasar la oportunidad de ver a Darren Westinghouse jugar.
—Charlene, ¿qué pasa si no quiero ir a un juego? ¿Qué pasa si no quiero hablar con Alex nunca más?
Charlene gira mi portátil hacia ella y comprueba la entrevista de nuevo. Probablemente la hice ver eso media docena de veces, discerniendo contenidos o falta de ello. Parece mucho menos ofendida por su falta de respuesta. Con toda justicia, no ha dormido con él.
Apoya la barbilla en su puño, mirándome especulativamente. —Me dijo que acordaste tomar café con él, por lo que debes querer verlo.
—¿Quién dice que lo veré otra vez después de eso?
—Entiendo que la prensa te molesta, pero parece estar sinceramente interesado en ti. Quiero decir, han pasado semanas y está trabajando activamente en eso a pesar de que lo sigues rechazando. — Una sonrisa de suficiencia está pegada en su cara—. Ah, y en ninguna parte de esta entrevista dice que ha hecho esa cosa de la tripleta. Todo lo que hace es dar respuestas evasivas.
—No refuta la afirmación.
—Probablemente estaba entrenado.
—Como si eso fuera mejor.
Hasta mi mejor amiga está del lado de Waters. Culpo a su maldita sonrisa.
Hoy hace que cualquier otro día parezca corto en comparación. Las reuniones se alargan. El almuerzo tarda una eternidad. Estoy distraída toda la tarde trabajando en una de las nuevas cuentas. Sigo soñando con la unidad de Alex, comparándolo con artículos para el hogar.
A las cinco, me refresco en mi baño personal. Uso mi enjuague bucal de emergencia y le doy a mis dientes una cepillada rápida. Es una mala idea ir a una reunión con aliento a café, o aliento a ajo, o cualquier tipo de aliento ofensivo. Estoy aplicando la misma lógica a las citas de café. Aunque voy a perder el aliento fresco tan pronto como pida un café. En cualquier caso, no tengo ninguna intención de besar a Alex. Creo.
Llego al vestíbulo a las cinco y cuarto. Alex está sentado en el brazo de una silla, mirando el ascensor. Se pone de pie, alisando con sus manos la parte delantera de sus pantalones. Sigo el movimiento y, por supuesto, mis ojos van justo adonde no se supone que vayan, a su ingle. No puedo ver nada interesante sucediendo allí. Se ha cambiado desde esta mañana y ahora lleva un par de pantalones de mezclilla oscuros y una camisa de botones. El material se ajusta a su cuerpo caliente, mostrando cada delicioso centímetro de pecho, bíceps y hombros. ¿Por qué tiene que verse tan bien? Estoy tan jodida.
—Pensé que nos encontraríamos en la cafetería.
—Pensé que podíamos caminar juntos.
—¿Y no quieres que te deje plantado?
Su sonrisa es ladeada, uno hoyuelo aparece. —Algo así.
—Todavía puedo correr.
—Podrías intentarlo. Soy bastante rápido si estoy persiguiendo algo que quiero.
Las mariposas revoloteando en mi estómago se revuelven al nivel de un tornado. Imágenes de él moviéndose a través del hielo, con potencia y velocidad impulsándolo hacia adelante, vienen a mi mente. Alex persiguiéndome con el mismo tipo de enfoque singular e intenso es excitante.
Extiende su mano. —No es más que una bebida y un poco de conversación, Violet. Eso es todo lo que pido.
La forma en que lo dice me recuerda la noche en su habitación de hotel cuando me dijo que sólo quería pasar el rato y luego tuve sexo con él. Aparto de golpe esos pensamientos. Tengo que recordarme a mí misma la mala fama que aún tiene que refutar adecuadamente. No quiero ser una de sus putas de hockey.
Está oscuro afuera. Gordos copos de nieve caen perezosamente desde el cielo mientras cruzamos la calle a la pequeña cafetería. Solía venir aquí cuando era estudiante universitaria. Es hora de máxima audiencia para los chicos entre los cursos de tarde y noche. Sigue siendo mi lugar favorito para ir a tomar un café y bocadillos.
Un fuego crepita en la chimenea de leña. La mesa en frente de ella está vacía, con un cartel de reservado. Es el lugar más cómodo en la cafetería y romántico con el fuego y la iluminación baja. Estoy casi contenta de que no esté disponible.
—¿Por qué no te sientas y puedo pedir algo para ti? —Alex extiende su mano hacia la mesa junto a la chimenea.
—Está reservada.
Se inclina y susurra—: Yo la reservé. Por supuesto que sí.
Lo sigo al mostrador para revisar mis opciones. Ya sé lo que quiero.
Alex envuelve sus dedos alrededor de mi muñeca cuando voy a buscar mi billetera. —Lo tengo.
—Puedo comprar mi propia bebida. —Suena más duro de lo que quiero. Está siendo tan atento y considerado. Me pone nerviosa, pero me gusta.
—Te invité. Por favor, déjame esto.
La forma en que me mira me rompe el maldito corazón. —Bueno.
Está bien.
Un atisbo de sonrisa tira de la esquina de su boca. Su palma se ubica bajo en mi espalda, y me acaricia. Es una distracción. —¿Qué te gustaría, Violet?
—Un latte de té verde, sin grasa, sin lactosa, con crema batida extra, por favor.
—Sin lactosa con crema batida, ¿eh? —pregunta Alex.
—Equilibra la lactosa.
—Claro. ¿Algo más?
Evalúo la amplia selección de postres. Incluyendo comida que podría abrir las puertas para la cena y hacer de esta una cita oficial. No estoy preparada para hacer frente a una comida completa.
—Estoy bien. —Observo con nostalgia a la tarta crujiente de caramelo.
—¿Estás segura? Estos pasteles son demasiado buenos para dejarlos pasar. Voy a sentirme mal ordenando uno si no tienes nada delante de ti.
El pastel no es lo mismo que comida real, así que accedo. Alex ordena, y la chica detrás del mostrador es irritante, prácticamente follándolo con su simpatía. Dos pueden jugar a ese juego. Acercándome más, mi seno se presiona contra su brazo. —Gracias —le susurro al oído.
Sus cejas se levantan por la sorpresa, seguida por una pequeña sonrisa. —Es todo un placer. Me alegro de que estés aquí.
Alex insiste en que tome asiento mientras esperamos por nuestras bebidas y postres. Incluso me ayuda a sacarme mi abrigo y lo  cuelga en el estante cerca del fuego. Me hundo en el sillón de felpa y suspiro, pasando mis manos sobre los apoyabrazos cubiertos de terciopelo. Me quedo mirando su culo mientras espera pacientemente en el mostrador nuestra orden. También trago un par de pastillas de lactosa.
No soy la única persona en la cafetería mirándolo. Su presencia es tan grande como lo es él. Los chicos parecen tan interesados en él como las mujeres. Mucha gente parece reconocerlo. Tal vez un lugar de reunión de universitarios no es el mejor lugar para tomar un café con un famoso jugador de hockey.
Trae las tortas a la mesa. Su postre es una especie de mezcla de mantequilla de maní y chocolate. El mío consiste en merengue entre capas de crema batida, cubierto con caramelo.
Esperar hasta que Alex regrese con nuestras bebidas sería lo educado para hacer, pero me estoy muriendo de hambre y se ve delicioso. Corto una parte con el borde de mi tenedor y recojo una fina capa de crema batida y trozos de merengue. Es la combinación perfecta de cremoso y crujiente, disolviéndose en cuanto toca mi lengua. Suspiro en éxtasis sensorial.
—¿Está bueno?
Alex me sobresalta mientras deja mi latte de té verde en la mesa. Está tan cerca que puedo ver una pequeña cortada en la barbilla de su maquinilla de afeitar y las manchas de verde y oro en sus ojos color avellana.
Mueve su silla junto a la mía, así estamos al lado del otro en vez de frente a frente, y se sienta en el suave terciopelo.
—Es el cielo.
—¿Puedo tener una probada del cielo?
No creo que quiera que suene sugerente. Se muerde el labio mientras entierro mi tenedor en el pastel y se lo paso. En lugar de tomarlo de mí, agarra mi mano y levanta el tenedor a su boca. Separa los labios    y cierra los dientes. Dios mío, quiero follar su boca con mi lengua de nuevo.
Saborea la mordida, su expresión pensativa mientras traga. —
¿Quieres cambiar?
—No, gracias.
—¿Estás segura? ¿Tal vez quieras cambiar mitades? ¿Por qué no pruebas el mío? —Mete el tenedor en el pastel, listo para darme un bocado.
—No voy a separarme de mi pastel.
—Has lo que quieras. —Separa una rebanada de pastel de la gran pieza. Es denso, goteando con jarabe de chocolate. Sus ojos se juntan, y hace un sonido bajo en su garganta. Es  casi un gruñido—. Si lo tuyo  es el cielo, entonces esto es un bocasmo.
—¿Bocasmo?
Se inclina, acercándose y baja su voz a un susurro. —Es un orgasmo en mi boca.
En medio de un sorbo de mi latte, levanto mi mano a tiempo para prevenir escupirlo sobre él y la mesa. Cae sobre mi palma y mi manga en su lugar. Toma una servilleta y limpia el lio.
Sus mejillas se enrojecen y niega con la cabeza. —Lo siento. No debería haber dicho eso.
—Está bien. Estoy bien. Fue inesperado. —Recuerdo vívidamente como fue tener un orgasmo en su boca. Fue bastante genial.
Mezcla su cosa de chocolate. Está cubierta con crema batida y rociado con más jarabe de chocolate. Veo una tendencia aquí. —Estoy realmente contento de que accedieras a verme. —Un segundo es todo coqueto y al siguiente es sincero y vulnerable. No sé en qué lado confiar, o ninguno en absoluto.
—Querías la oportunidad de explicarte.
Mi estómago se revuelve, así que dejo el pastel y me enfoco en mi bebida. Se aclara la garganta, mirando su chocolate caliente. La mesa vibra por el zapateo inquieto de su pie contra el suelo. Es un enigma. Quiero que estos destellos de dulzura y torpeza sean auténticos, no una máscara que usa para conseguir que las mujeres se metan a la cama con él. Toma una profunda respiración y levanta la mirada.
—La manera en que los medios me retratan es incorrecta.
—Ajá. —Por supuesto que diría eso.
—Eh, perdón.
La interrupción rompe la tensión. Dos chicos se detienen al frente de nuestra mesa.
—¿Eres Alex Waters?
—Hola. —La frustración se esconde bajo la sonrisa de Alex.
—¡Te dije, hombre! —Golpea a su amigo en el brazo, su emoción ganando impulso y volumen—. ¡Le dije que eras tú! Esto es tan genial. Eres el mejor jugador de la liga, ¡incuestionablemente!
—Gracias, hombre. Escucha...
—¿Puedo tener tu autógrafo, hombre? ¡Nadie creerá esto!
—Sí, seguro. —Alex me da una mirada de disculpa.
Está genuinamente tratando de ser simpático con este chico cuyas habilidades sociales han caducado en el rostro de la idolatría. El chico saca una pedazo de papel arrugado, balbuceando sobre como juega de defensa en una liga junior y como quiere ser profesional. Es un chico delgado y pequeño y claramente en primer año de la universidad. Alex los deja continuar por unos minutos, tomando selfies y preguntando cosas. Les da el discurso “sigan trabajando duro y alcanzarán sus metas”. Entiendo porque es el capitán de su equipo. Una vez que han terminado de adularlo, Alex me da una sonrisa de disculpa.
—Lo siento. —Sumerge el pulgar en la crema batida y desliza el dedo entre sus labios llenos y suaves... y estoy mojada. Quiero saltarme la sesión de besuqueo e ir directo a los desnudos. Chuparé la crema batida de cualquier cosa que sumerja ahí. Incluyendo la polla monstruosa.
—Está bien. —Aclaro mi garganta y me muevo, tratando de ponerme cómoda. Necesito tomar el control de mis hormonas. Se supone que tengamos una conversación, y mi mente está en la alcantarilla.
—¿De qué hablábamos? —Toma un pequeño sorbo de su bebida.
La crema deja un bigote que lame rápidamente.
—No eres la persona que los medios dicen que eres. Aun así, pareces jugar tu parte. —Le doy mi cara de perra esperando: ojos entrecerrados con labios fruncidos. Hace que Buck corra a esconderse, y Sidney generalmente encuentra otro lugar para estar si aparece. Alex se hunde en su silla.
—Cuando comencé a jugar para la NHL, los rumores eran algo justificados. A los medios les gusta agrandar las cosas. No negaré que había algo de cierto. Tenía dieciocho años y era un novato. Había muchas chicas...
Supongo que puedo entender eso. Si eres un jugador hockey profesional soltero y caliente, las mujeres van a tirársete. Yo soy un ejemplo de ello, a pesar de que su atractivo era solo físico antes del comentario Fielding.
—De todos modos, el rumor de la tripleta es un montón de mierda. Di una fiesta cuando compré mi casa, y mi prima vino porque quería que le presentara a alguno de mis compañeros de equipos. Si hubiese sabido entonces lo que sé ahora, nunca me hubiese entretenido con la idea, por cierto. Otra chica estaba interesada en mí, pero... —se encoje de hombros—, solo digamos que no era mi tipo. Como sea, la tercera chica con la que me acusan de haber dormido era mi hermana. Era menor de edad y llegó a la fiesta. Trataba de tenerla bajo control. Algún idiota tomó fotografías tergiversadas y las subió, y el mito de la tripleta Waters nació.
—Nunca lo negaste en la entrevista. —De todos modos, son rumores. Puede decirme todo lo quiera; no puedo desmentirlo de cualquier manera.
—No. No lo hice. —Deja caer su cabeza con un suspiro—. Fue un mal movimiento de mi parte. Todo lo hecho me hace quedar como un completo idiota. —Su susurro es tranquilo—. No tienes idea de cómo es, Violet.
—Tienes razón, no la tengo. No puedo entender por qué quieres ser conocido como un mujeriego.
—¿Sabías que Buck tomó clases de patinaje artístico?
El abrupto cambio de tema me saca de onda. Supe de eso después de que Buck se convirtiera en mi hermanastro. Encontré la idea de Buck en licra hilarante y desconcertante. —¿Qué tiene eso que ver?
—Es algo normal, en realidad. La mayoría de los chicos que juegan profesionalmente toman patinaje artístico para mejorar sus habilidades en el hielo.
—Usualmente es un año o dos, ¿verdad?
Baja la voz para asegurarse que nadie escuche. —Usualmente. Yo estuve en patinaje artístico por diez años.
Casi me ahogo con mi latte. —¿Perdón?
—Comencé cuando tenía siete. Mi madre quería que fuera patinador artístico. Escogí hockey cuando tenía nueve. No quería defraudarla, así que hice ambos por un largo tiempo. Creo que ella pensaba que cambiaría de opinión y lo escogería sobre el hockey. Hasta que me reclutaron en las menores, tuvo la esperanza de que lograría estar en los Juegos Olímpicos.
Me siento mal por Alex. ¿Por qué su madre lo obligaría a hacer algo que no ama por tanto tiempo?
—Me molestaron mucho por eso, especialmente en la secundaria. Los adolescentes no son siempre tolerantes. Los estereotipos eran absurdos.
—Y aun así eliges perpetuar uno totalmente diferente. No veo como eso sea mejor.
—Lo sé. —Sus ojos están en la servilleta que está doblando en un origami. Puedo decir que esto ha causado un montón de frustración innecesaria. Aunque tira de mis fibras sensibles, no entiendo su motivación por el perfil de playboy.
—En cuestión de meses me reclutaron para las mayores, y la prensa me notó. Mis años en patinaje artístico salieron a la luz. Había preguntas sobre si podría aguantar las demandas. Los tabloides consiguieron algunas grabaciones y fotografías de mí en competiciones de patinaje. Tuve que trabajar para probarme a mí mismo dentro y fuera del hielo. No fue sencillo. —Alex levanta la mirada de la pequeña ave que ha hecho con su servilleta. Sus ojos son suaves, rogándome que entendiera.
Trato de imaginar cómo hubiese sido, pero no soy un jugador de hockey o un patinador artístico, así que no puedo identificarme.
—Comencé a jugar para los Flames... lo que me llevó a más bromas malas. —Rueda sus ojos—. Así que hice la única cosa que garantizaba disipar cualquier malentendido, y funcionó. Pasé un montón de tiempo en bares durante las fiestas después de los partidos, rodeado de mujeres. Los medios se lo tragaron, y mi agente incluso me animó. Me consiguió mucha cobertura. En el momento fue beneficioso, incluso si me hacía ver como un jugador.
No está mintiendo; he visto las fotografías.
—La reputación me siguió incluso después de ser transferido a Chicago. Por un largo tiempo, no me importó. Los rumores eran más fáciles de manejar que otra mierda. Hasta ahora, no he tenido una razón para querer cambiar la reputación. —Alex pasa los dedos por su despeinado y descuidado cabello—. No es una excusa, ¿pero puedes entender de dónde vengo?
Puedo. Juzgando por su expresión atormentada y la manera en que no puede mantenerse quieto, hay más de esta historia, estoy segura. Se hizo a sí mismo vulnerable al dejar al descubierto su corazón en el medio de una cafetería llena de gente. Es más, le creo. Los adolescentes son crueles, y los hombres son implacables con los demás. He visto a Buck  en acción con sus amigos. Puedo imaginar las bromas que tuvo que tomar Alex como un novato. Para sus compañeros pudo haber sido puro entretenimiento, pero a los dieciocho sería difícil de aceptar, especialmente con los medios atacándolo también.
—Tiene sentido. —Empujo mi pastel con el tenedor, cautelosamente—. No explica lo que le dijiste a Buck sobre las habituales.
—¿“Habituales”?
—Sí. Cuando estabas en mi lugar y Buck olvidó su billetera.
Los ojos de Alex se agrandan y el color abandona su cara. —Oh, Dios. Esto explica qué pasó en el bar después del juego la semana pasada. —Deja salir una larga respiración—. No me encontraba seguro  de qué sabía Buck, o si nada en absoluto, y no hemos tenido la oportunidad para hablar de verdad. Así que estamos claros... —Se acerca más hasta que su rodilla toca la mía—. No hay habituales. Nunca ha habido. No me importa si Butterson sabe qué ha pasado entre nosotros. Tomaré encantado una patada de su parte si sales en una cita conmigo.
—Oh.
Toca mi mejilla con sus cálidos dedos. Eso inmediatamente desconecta mi cerebro de mi cuerpo. Todo lo que quiero hacer es inclinarme y sentir sus labios en los míos.
—¿Es “oh” un código para sí?
—Um... —Se ve genuino. Era más fácil hacer caso omiso de sus avances cuando creía que era un jugador. Si resulta ser un mentiroso, estaré devastada.
—Si vas a decir que no, podría preguntarle a tus pechos. Ya has dicho que podría llevarlos a ellos en una cita, y ya les conseguí un certificado de regalo de Victoria’s Secret. Probablemente estarían contentos de salir conmigo. —Su sonrisa es traviesa.
Es difícil no responderle. Su sentido del humor es tan loco e inapropiado como el mío.
—Probablemente aceptarían. —Mis pezones se aprietan a su mención. Pechos estúpidos
—Por favor, di que sí —susurra Alex.
—Mis pechos están dispuestos; el resto de mí también irá. No estoy tan convencida sobre ti como ellos parecen estar.
No puedo creer que esté actuando como si mis pechos tienen algo que decir en el asunto.
—Eso es justo. —Los ojos de Alex bajan—. Estoy encantado de que tus pechos estén convencidos de mí. Soy su admirador.
Ruedo los ojos. —Creo que el sentimiento es correspondido.
—¿Estás ocupada la noche de mañana?
—¿Mañana?
—Me marcho el miércoles por casi dos semanas. Me gustaría verte antes de irme si estás disponible. ¿Podemos ir a cenar? Entiendo si es un aviso con muy poca antelación.
—Puedo revisar mi calendario. —No tengo planes para la noche de mañana. Incluso aunque tuviese, los cancelaría. Alex bebe de su chocolate caliente mientras finjo revisar mi agenda—. Parece que estoy libre.
—Genial. —Reclina su asiento, con una gran sonrisa.
Esto no es lo que esperaba en absoluto. Asumí que Alex me diría un montón de tonterías, y justificaría mi desprecio por los jugadores de hockey. En lugar de eso estoy revisando mentalmente mis opciones de ropa interior y juzgando si tengo algo apropiado para una cita. Un viaje a Victoria’s Secret es esencial. Mis pechos quieren lucir bien. Así como el resto de mí.


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Mensaje por yiniva Dom 31 Mar - 19:40

10


¿Por qué salir con alguien es tan difícil, maldición?


Violet

Para el momento en que dejamos el café, son casi las ocho. Alex insiste en llevarme hasta mi auto. No me opongo. A pesar de que durante el día se oye el bullicio de los negocios, por la noche se vuelve el sitio principal de clubes. La universidad de Illinois está a sólo unas cuantas manzanas de distancia, haciendo que el aparcamiento pésimamente iluminado sea el lugar de encuentro perfecto para los delincuentes. A veces me topo con colillas de porros a medio fumar y latas de cervezas vacías los lunes por la mañana.
Alex mantiene una mano en mi cintura mientras caminamos hacia el coche. El contacto me hace consciente de lo mucho que me gustaría que tocara otras partes. Tengo que recordarme que no sucederá esta noche. Aunque mañana es una historia totalmente distinta.
Mi camioneta está aparcada en una de las pocas áreas bien iluminadas en medio del estacionamiento.
—¿Esta cosa es segura? —pregunta Alex mientras coloco la llave  en la cerradura. Se requieren unas cuantas sacudidas antes de que se abra. Los seguros automáticos dejaron de funcionar hace seis meses.
—Pasó la inspección de seguridad el año pasado.
Toca el área oxidada en el tablero. —No puedo imaginarme cómo.
—¡Detente! ¡Lo empeorarás! —Pongo una mano sobre la parte corroída—. Hago que lo revisen regularmente.
—¿Quién lo hace?
—Sidney conoce a un tipo. Es manejable. —Esto es, en su mayoría, verdad. Hay un sonido metálico que mi mecánico parece no poder identificar y algunos problemas con el eje trasero. No se me permite llevarlo en carreteras con baches o la autopista.
Alex frunce el ceño mientras continúa inspeccionando mi vehículo.
—¿Estás segura de que es confiable?
—Sí, estoy segura.
Mi camioneta ha estado en su última etapa por un buen año. La compré con mi propio dinero, y soy sentimental, por lo que no voy a deshacerme de ella. Me niego ante la repetida oferta de Sidney para comprarme un coche nuevo. Es un gasto demasiado extravagante.
—Por lo menos es grande —murmura Alex.
—Más grande no siempre es mejor. —El tanque de esta bestia no tiene fondo.
—¿Ah, sí?
Me toma unos pocos segundos entender el doble sentido. Tal vez piensa que estoy insultando su hombría. Considero su hombría, y lo mucho que odio la palabra hombría. En el caso de Alex, más grande es impresionante. El único inconveniente es lo difícil que es caminar al día siguiente de que dicha hombría haya saqueado mi feminidad. Tengo que cortar con las referencias históricas románticas.
—En algunos casos, más grande no es mejor. Como en este. — Acaricio mi SUV—. Es un verdadero consumidor de gasolina. Intento limitar mi conducción al trabajo y a la tienda de comestibles para no arruinar el medio ambiente. Invertiría en un híbrido si no fueran tan feos y costosos.
Alex lleva una divertida sonrisa sexy-como-el infierno mientras me escucha divagar. Apoya una mano en el vehículo, y se está inclinando. Si se moviera uno o dos centímetros más cerca, podría sentirse como si estuviera pensando besarme. Quiero que me bese. Mi cerebro ha dejado de funcionar, y continúo con el balbuceo sin sentido.
—En cuanto a ti —señalo en dirección a su ingle—, más grande es una especie de mejor. Quiero decir, enorme es agradable, también. Tienes enorme bien cubierto. Me gusta. —Me muerdo el labio para detener las palabras.
—¿Así que lo que estás diciendo es que más grande no es más que una especie de mejor en mi caso?
—¿Qué? No, no. Es fantástico, duro en el... —Hago un gesto a mi entrepierna. Maldita sea. Estoy haciendo que suene mal. No quiero ofenderlo—. Estoy segura de que podría acostumbrarme a él después de un tiempo... con un poco de práctica.
—Soy bueno en la práctica.
Se acerca. Huele a chocolate y madera de sándalo o con lo que sea que lave su caliente y firme cuerpo. Lleva unos de esos gorritos tejidos, como una gorra de esquí, con un logotipo de una banda en él. The Tragically Hip, tal vez. Su cabello ha crecido en el último mes, se enrosca alrededor de los bordes. Quiero presionar mis labios contra los suyos y tocar esas hebras errantes. Él. Yo. Lo quiero.
—¿Puedo besarte? —Su palma está en mi mejilla, sus dedos se deslizan en mi cabello—. Quisiera besarte. Si eso está bien.
Y lee mentes, también. —Está bien.
Se encuentra a un centímetro de mis labios. —He estado muriendo
por probarte desde…
Espero a que termine su oración o sigua adelante y me bese ya.
Espera, ¿dijo probar? Infiernos, voy a dejar que me devore.
Traza mi labio inferior con su pulgar. Sus dedos están fríos. Me estremezco e inhalo una respiración asmática. Nuestros ojos se bloquean. No puedo apartar la mirada.
Hago esa cosa extraña que la gente hace cuando alguien con quien quieren follar coloca uno de sus dedos, a excepción de los dedos del pie, cerca de su boca. Dejo que mi lengua se asome y saboree su piel. Es delicioso, probablemente gracias al residuo de la bebida de chocolate con azúcar en la que lo metió antes. Tengo la tentación de morderlo. Así que lo hago.
Murmura una maldición. Entonces el pulgar se ha ido y su boca está en la mía. Nuestros cuerpos están al ras, me presiona fuertemente en el marco de mi pedazo de mierda. Si no llevara un abrigo de lana gruesa, podría ser capaz de sentir si está duro o no.
Ladea mi cabeza y chupa mi labio inferior. El beso se hace más profundo y frenético. Bueno, estoy desesperada. Agarro su cabello, pero su gorro está en el camino y mis dedos se congelan, cortesía del frío a mediados de marzo. Es muy molesto e incómodo.
Mientras tanto, Alex se convirtió en el MacGyver de las chaquetas. Se las arregla para desabrochar dos botones. Ahora puedo sentirlo y él a mí. Abuso sexualmente de sus labios con mi lengua y descaradamente me restriego en su contra, follándolo con ropa, con todo lo que tengo.
Es fabuloso hasta que alguien grita—: ¡Wuju! ¡Dáselo bien!
Nuestras bocas follando se detienen de inmediato. Alex se gira para enfrentar al aspirante a voyeur. Tomando una postura protectora, me bloquea de la vista. Me escondo detrás de su chaqueta para tener cobertura extra. Follar en público con ropa no es algo por lo que quiero ser reconocida.
Me asomo alrededor de su hombro. Dos chicos, tal vez un año o dos más jóvenes que yo, están de pie a no más de tres metros de distancia.
—¿Qué dijiste? —Su voz es extrañamente tranquila.
Uno de ellos pierde lo engreído. Codea al otro en las costillas. Supongo que esto puede tener algo que ver con ellos siendo flacos y torpes y Alex amplio y enojado. El amigo del chico nervioso no recibe la indirecta. En su lugar, levanta la mano como si estuviera esperando un choque de manos.
—Difunde el amor, hombre. —Debe estar borracho. Es la única explicación para su nivel de estupidez.
—Uh, Gene, es mejor irnos. —El chico flaco mira a Alex nerviosamente.
—Espera. —Gene sostiene un dedo en la cara de su amigo mucho más inteligente—. No puede ser. ¡De ninguna manera! —Mira de reojo y empuja sus gafas de montura negra sobre su nariz—. Oh, amigo, totalmente lo es. ¡Alex Waters!
Para futuras oportunidades, alguien de la Liga Nacional de Hockey no debería pasar el rato cerca de universidades.
—¿No tienes otro lugar en donde estar? —La irritación de Alex es evidente.
—Lo… lo siento. —El tipo que no es un idiota arrastra lejos a Gene.
Una vez que se van, Alex mete las manos en los bolsillos y se gira hacia mí. —Lo siento. No quería dejarme llevar. Es sólo... que ha pasado un tiempo desde que te vi, y sabes muy bien, y me dan ganas... sí, de todos modos... lo siento.
—Oh, eh... está bien. —Agito mi mano como si no fuera gran cosa.
Disfruté el roce tanto como él. Tal vez más.
—¿Así que todavía nos veremos mañana por la noche?
La pregunta me confunde al principio. No es como si fuera su culpa que un par de niños borrachos pasaran mientras nos besábamos. Contra el costado de mi camioneta.
Alex se precipita. —Por favor, no cambies de opinión sobre mí.
Prometo que seré un perfecto caballero.
Nunca pasó por mi mente, ni siquiera por medio segundo, cancelar repentinamente la cita. —No lo haré, siempre y cuando acabes con esa mierda del perfecto caballero. Eso es un motivo de ruptura. Mis pechos no lo tolerarían.
—Me encantan tus pechos, son tan divertidos. —Su sonrisa es moja-bragas—. ¿Las recogeré a las siete?
Somos tan raros. Me gusta. —A las siete es genial.
—Perfecto.
—Perfecto. —Le devuelvo la sonrisa. Estaré contando las horas hasta que podamos reanudar nuestra sesión de besuqueo.
—Debería dejarte ir a casa.
Alex mantiene mi puerta abierta mientras subo. Si hubiera estado pensando, la hubiera encendido mientras nos besábamos. Sin embargo, eso podría haber dado lugar a una invitación al asiento trasero, donde demostraría lo mejor que es más grande. Esos chicos ebrios hubieran conseguido el espectáculo gratuito de su vida.
Enciendo el motor. Alex espera pacientemente en el congelante frío a que baje manualmente la ventana.
—Gracias por el latte y la torta.
—En cualquier momento.
Me muevo más cerca y lo beso en la mejilla, justo donde vive su hoyuelo. Éste sale ante la invitación, y si no estuviera tan oscuro, juraría que se sonrojó. Es tan dulce como el postre que comí en la cafetería. — Hasta mañana.
—Lo espero con ansias.
La camioneta hace un chirrido horrible cuando muevo la caja de cambios. Debería llevarla a revisar.
Más tarde, Alex me envía un lindo texto para asegurarse de que mi SUV no ha explotado dejándome varada en medio de la carretera. Después de cuarenta y cinco minutos de mensajes de texto, le digo buenas noches y apago mi teléfono, de lo contrario estaré tentada de enviarle mensajes toda la noche. Si voy a salir con él mañana, tengo trabajo que hacer. Por trabajo, me refiero a rasurar al castor.
Ha pasado un mes desde que visité a mi depiladora. Actualmente estoy a la altura del apodo peludo por debajo del cinturón. Debo devolverlo a su estado mayormente desnudo en caso de que Alex desee acariciarlo, o besarlo, o enterrar su madera en él.
Revuelvo mi gabinete de baño buscando mi kit de depilación con cera. Por lo general, sólo lo utilizo en mis piernas, pero esto constituye una emergencia. La cita es de último minuto como para programar una cita de depilación con cera.
La caliento en el microondas. Dado que estoy acostumbrada a ponerla en mis piernas en lugar de en mis partes de chica, no sé cómo de malditamente caliente tiene que estar. Tengo que esperar veinte minutos para que se enfríe, y poder trabajar en arrancar el pelaje del castor sin quemarme.
Imito las acciones de mi depiladora, me acuesto en la alfombrilla, aplico la cera, y doy un firme y rápido tirón. Duele como un hijo de puta.
Normalmente mi depiladora deja un pequeño triángulo que recorto cada semana, excepto que ahora está todo raro, así que me veo obligada a rasgar eso también. En la franja final, lo arruino y repito el mismo lugar, lo que resulta en una mancha de color púrpura moteada. Parece como si le hubiera dado un puñetazo al castor. Veredicto: Rasurar al castor es peligroso.
El café es mi mejor amigo por la mañana. Dormí como la mierda, demasiado ansiosa e irritada debido a mi entusiasmo por la inminente cita. Recluto a Charlene para que venga conmigo a Victoria’s Secret en el almuerzo. No planeo tener sexo con Alex de nuevo. Simplemente quiero estar preparada con un nuevo sujetador y bragas a juego en caso de que una loca tormenta de viento vuele toda mi ropa.
Charlene se dirige a los ligueros y corsés. Me niego a comprar cualquier cosa que requiera extrañas cosas atrevidas o que deba atarse con cordones. Necesito algo fácil. Dependiendo de lo mucho que haya en la tarjeta de regalo, podría derrochar y comprar un nuevo par de pijamas, algo más maduro que el Hombre Araña.
Pierdo veinte minutos del tiempo de las compras debatiendo sobre los méritos del acolchado adicional con Charlene. Es publicidad engañosa. Alex ya está familiarizado con mis pechos, así que ¿por qué fingir que han crecido desde la última vez que los vio? Me decido por un sujetador de color rojo con acolchado mínimo y bragas con volantes a juego.
En mi camino a la caja registradora, tomo un pequeño y lindo conjunto para dormir. Charlene no lo aprueba. Argumento que no todo lo que compre tiene que ser sexy.
La cajera registra mis compras. Son más de cien dólares, lo que parece excesivo para unos trozos de encaje. Le doy la tarjeta de regalo, con la esperanza de que cubra la mayor parte.
—Usted tiene ochocientos setenta y nueve dólares con cuarenta y tres centavos restantes en su tarjeta. —La sostiene hacia mí y espera que la tome.
—¿Perdón?
Lo repite para sí misma y me muestra el recibo con la balanza.
Charlene lo agarra. —¿Alex te dio una tarjeta de regalo de mil dólares para Victoria’s Secret?
—Um, eh..
—Está loco por ti.
—Corrección. —Arrebato el recibo y la bolsa de la cajera, cuya sonrisa no ha vacilado. Se ve como si estuviera hecha de plástico—. Está loco por mis pechos. Los invitó a salir en una cita, no a mí.
—Eres tan extraña, Violet.
Me encojo de hombros. Tiene razón.
El resto del día transcurre en una neblina distraída. A las cinco salgo corriendo de la oficina. Necesito elegir un vestido para complementar mis nuevas compras.
El coche de mamá está en el camino de entrada cuando llego a casa. Tengo la esperanza de poder evitarla. Aún no le he dicho que estoy saliendo con Alex, y no estoy interesada en su consejo. Me ha estado preguntando acerca de él últimamente, en referencia a los regalos y las flores. Me vuelve loca. La bolsa de Victoria’s Secret encaja debajo de mi abrigo, así que la meto de contrabando y voy corriendo al baño para prepararme.
Cuando estoy vistiéndome, oigo a mi mamá. Reviso mi teléfono, faltan cinco minutos para las siete. Estar lista me ha tomado más tiempo de lo que esperaba. El delineador líquido no es fácil de aplicar.
Me lanzo fuera del baño, con la esperanza de deshacerme de ella antes de la llegada de Alex. Si no hubiera estado tan cachonda cuando me invitó a salir, hubiera sugerido encontrarme con él en el restaurante  y no dejar que me recogiera. Llevo tacones, comprometiendo mi, ya cuestionable, coordinación. Al rodear la esquina, derrapo en la dura madera y pierdo el equilibrio aterrizando sobre mi trasero en el medio de la sala de estar. No sería tan malo si Alex no estuviera de pie en mi cocina para presenciar la humillante exhibición.
Salto y le resto importancia a la caída mientras se apresura a ayudarme.
—¿Estás bien? —Pasa las manos por mis brazos, en busca de heridas.
Aparte de mi culo y mi ego, estoy bien.
—¡Es una buena cosa que Violet sea tan voluptuosa! ¡El acolchado extra viene muy bien!
Cierro los ojos y tomo una respiración profunda, deseando que mis manos se queden a mis costados y no se envuelvan alrededor de su garganta. Es un milagro que no tenga problemas psicológicos más profundos. —Gracias, mamá. —Agarro mi bolso y el brazo de Alex—. Deberíamos irnos.
Estoy segura de que puedo atravesar esta superficie en particular sin caer de nuevo. Aferrarme al bien definido antebrazo de Alex definitivamente ayuda.
—¿No quieres ver lo que te trajo Alex? ¡Es un muñeco! —Mi mamá hace mímicas agitadas con las manos entre Alex y las flores.
El ramo es aún más extravagante que el que envío previamente. Estoy desgarrada. No quiero que piense que no me gustan o no las aprecio. También tengo que correr lo más lejos posible de mi madre. Si  se le da la oportunidad de una mayor mortificación, va a sacar mis trofeos de la escuela secundaria de matematleta. Cojo el ramo y doy una aspiración rápida.
—Son hermosas. Gracias. —Sonríe brillantemente como un reflector ante el cumplido.
—¿Puedes poner éstas en agua, por favor? —le pregunto a mi mamá.
—¿No quieres invitarle un trago a Alex? Sidney está haciéndome un Manhattan. ¡Es hora de cócteles!
Su cálida respuesta anula mi maliciosa respuesta. —Gracias por la invitación, pero tenemos reservaciones para la cena. Tal vez en otro momento.
—¡Oh! ¡Por supuesto! Que se diviertan. ¡Estoy segura que Sidney estará más que feliz de tenerme todo para él esta noche!
—¡De acuerdo, bueno, no queremos llegar tarde! —Jalo la manga de Alex, rogando que mi madre no diga nada más para aumentar mi humillación. Esto es exactamente porque necesito mudarme a un apartamento lejos de ella.
Alex me ayuda a ponerme el saco y mi madre nos dice adiós con la mano.
—Lo siento por ella —digo mientras recorro el camino de entrada. Está congelado, así que sostengo su brazo—. Las presentaciones de padres no se suponían que sucedieran hasta la cita cincuenta y siete o algo así.
—No te preocupes. Creo que le gusto.
—Es bochornosa.
—¿No lo son todos los padres?
Abre la puerta del pasajero y me ayuda a subir. Me siento como una idiota. Aquí estoy, un mujer madura, todavía viviendo en la casa de la piscina de mis padres. Otro motivo por el que debería haber sugerido encontrarlo en el restaurante. Pone el auto en marcha y nos dirigimos al centro de la ciudad.
—¿Estás bien? Esa caída pareció dolorosa. —Coloca la palma de su mano en mi nuca.
—Mi gigante culo amortiguó la caída.
—Sucede que me gusta tu culo… casi tanto como me gustan tus
otros atributos.
—Hablando de eso, el certificado de regalo para Victoria´s Secret es excesivo.
—¿Lo usaste?
—Tal vez, pe…
—¿Qué conseguiste? —Sus ojos se dirigen a mi pecho. El cual está cubierto con mi chaqueta—. ¿Gastaste todo?
—¿Quieres saber si compré algo para mis tetas?
—Tal vez. ¿Compraste algo? —Golpetea el volante con su dedo.
—Tal vez.
Tararea y asiente, una vez más su atención en la carretera.
No toma mucho tiempo llegar a nuestro destino, lo cual es bueno porque discutir de compras de lencería me pone nerviosa por lo que podría suceder después. Alex gira en el estacionamiento de un restaurante pomposo y estaciona en un lugar cerca de la puerta. —Si compraste algo para tus tetas, no espero verlo esta noche.
—¿No quieres verlo?
Acaricia mi nuca con su pulgar. —No dije eso. No tengo ninguna expectativa más allá de la cena. Me doy cuenta de que la tarjeta de regalo hace dar la impresión de que lo espero.
Es por eso que me gusta. Bueno, una de las razones. Me acerco. Alex imita el movimiento hasta que nuestros labios están a menos de un centímetro de distancia.
—¿Qué estás esperando?
Reduce el espacio. No estoy interesada en besos castos. Tengo que sentarme frente a él durante la cena. Podríamos estar en el restaurante por horas. No se ve como la clase de lugar donde podamos escabullirnos al baño para un rapidito. No es que lo considere como una opción. Ya que el sexo no es una expectativa, de repente quiero que lo sea. Agarro la parte delantera de su chaqueta y la jalo hasta acercarlo. Tal vez así es cómo la psicología inversa se suponía que funcionara.
Con un gruñido bajo, me libera. —Tanto como me gustaría que esto continúe, llegaremos tarde para nuestra reservación si seguimos aquí por más tiempo.
Viene por un último beso. Estoy muy interesada en este asunto del cortejo. Si la cena va bien, siempre podemos retomar donde lo dejamos.
Alex es muy caballeroso. Abre la puerta y me ayuda a quitarme el saco una vez dentro del restaurante. —Te ves preciosa. Me encanta este vestido.
Es rojo y apretado con un escote bajo. Charlene me hizo comprarlo el verano pasado. Nunca tuve una razón para usarlo hasta ahora.
Alex se quita la chaqueta. Se ve sofisticado y sexy en su camisa de vestir negra abrochada y pantalones gris oscuro. Su corbata combina con mi vestido. Casi como si lo hubiéramos planeado.
El maître nos lleva a una mesa privada en un pequeño cuarto, lejos de los otros comensales. Alex me pasa la lista de vinos una vez que nos sentamos.
—No hay ningún precio —susurro después de que el camarero llena de agua nuestras copas.
—Sólo elige lo que te guste. —Su sonrisa hace que la fuente del castor se encienda. Mejor no empapo mis malditas bragas.
Elijo tinto. No me gusta tanto como el blanco, así que beberé más lento. El vino tiende a golpearme duro y rápido, y no quiero actuar como una tonta en un restaurante lindo. Bares y juegos de hockey son una historia totalmente diferente.
No hay precios en mi menú de cena, tampoco. Tengo la sensación de que es a propósito. Ordeno medallón de lomo envuelto en tocino, termino medio. No hay nada mejor que un corte agradable de carne abrazado a un producto porcino. Optó por una ensalada verde en lugar de una César para evitar el aliento a ajo. Alex ordena mariscos-no-sé- qué, y luego estamos solos.
Tomando mi mano en la suya, la levanta a sus labios. Es gracioso cómo puede ser tan suave a veces y otras dar tropezones aquí y allá como yo. —Estoy contento de que estés aquí.
—Yo también.
—No pensé que alguna vez conseguiría que aceptaras salir en una cita conmigo.
—Yo tampoco.
Se ríe.
Cuando el camarero trae mi ensalada y su sopa, Alex coloca su silla más cerca para quedar a mi lado, como en la cafetería.
—Desearía no tener que irme de nuevo mañana.
—¿Te irás por un par de semanas?
—Tenemos una serie de seis juegos. Por lo general, los períodos largos no son tan cercanos. Los juegos están extendidos, así que estamos en la carretera por más tiempo del que me gustaría.
—Habitualmente solo juegas un par de juegos como visitantes a la vez, ¿verdad? En realidad nunca he prestado mucha atención al itinerario de Buck. Aparece en mi sofá un par de veces al mes para jugar Xbox y comer mi comida. Últimamente, me he vuelto más familiar sobre contra quién y cuándo está jugando.
—La mayor parte del tiempo. Hay un par de períodos largos en cada temporada, y tenemos algunos juegos difíciles viniendo contra equipos sólidos.
—Sidney ha estado en el teléfono con Buck últimamente, discutiendo estrategias.
—Ustedes  dos  parecen  llevarse  bastante  bien.  —Hay  algo  en la
forma en que lo dice… casi como si estuviera celoso, lo que parece tonto.
—¿Te refieres a Buck? Supongo. Tiene una vida muy ocupada. Mayormente se detiene si necesita una comida. Tiene a sus putas del hockey para llenar su tiempo.
—¿Putas del hockey? —Alex sonríe inquisitivamente, pero sus ojos se ven preocupados.
—Ya sabes, conejitas del hockey.
Sus hoyuelos permanecen, pero el tic debajo de su ojo izquierdo revela su inquietud.
Por suerte, nuestra cena llega y me pongo a comer, feliz de abandonar el tema. Mi filete se corta como mantequilla y sabe incluso mejor. Entre mordiscos decadentes, le pregunto a Alex sobre Canadá.
—Crecí en una ciudad llamada Guelph. Está en Ontario.
—Es un nombre interesante para una ciudad. —Suena como un personaje de una novela de Tolkien.
—Está a una hora de Toronto.
Asiento como si la localización geográfica ayudara a situar el nombre.
—¿Alguna vez has estado en Canadá?
Sacudo la cabeza, incapaz de responder mientras estoy masticando.
—Deberías venir cuando juguemos en Toronto la próxima vez. Te llevaré a Guelph. Te encantará.
Mi estómago da una voltereta. Estamos a mitad de la cena y ya me está invitando a futuros juegos. Sólo soy capaz de asistir a los juegos locales porque la compañía de Sidney paga los vuelos y el alojamiento, pero el pensamiento es lindo.
La conversación con Alex es cómoda. Mi vida no es ni de cerca tan excitante como la suya, pero se interesa en cada palabra como si fuera la única con la vida de alto perfil, no él.
Comparte cuán difícil es estar lejos de casa todo el tiempo y cómo eso dificulta las relaciones. No estoy segura si es su forma de decirme que esto es algo casual. Tampoco tengo las agallas para preguntarle.
Cuando ordena el postre, traen dos cucharas. Solo usamos una.
Es tarde para el momento en que terminamos. Caballeroso como siempre, Alex me ayuda a ponerme el abrigo en la puerta. Levanta mi cabello y roza con sus labios mi cuello.
Tan pronto estoy segura dentro del auto, mis palmas comienzan a sudar. Tengo el impulso de salir huyendo o arrojarme encima de él. Ninguna parece una buena opción. La última es mejor que la primera.
Alex se desliza en el asiento del conductor y se gira hacia mí. —Mi vuelo no sale hasta mañana por la tarde. Si quieres, puedes venir a mi casa.
—¿Tu casa?
—O puedo llevarte a la tuya, si lo prefieres.
—No quiero ir a mi casa.
—¿No?
Sacudo la cabeza.
—Bueno. Particularmente no quiero llevarte a tu casa, tampoco. —Su voz se vuelve más baja.
Dejo de respirar y espero que me bese mientras se inclina. No me decepciona.
Ninguno de nosotros tiene puesto el cinturón de seguridad, así que nos encontramos a la mitad de la consola y comenzamos a besuquearnos. Vamos de besarnos a follarnos con la boca casi en un instante. Tengo el sentimiento distintivo de que Alex puede muy bien llegar a ver mi compra de Victoria’s Secret incluso sin un maldito huracán.


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Mensaje por yiniva Dom 31 Mar - 19:42

Mil perdones, pero no pude publicar antes  Lectura #2 PUCKED-HELENA HUNTING - Página 2 728240221

Les dejo los de mañana, por que no estoy segura si tendré acceso a la computadora


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Mensaje por yiniva Dom 31 Mar - 19:48

11


Definitivamente quiero hacerlo a Violet esto de nuevo 


Alex

Violet sabe como a chocolate y a vino. Sus labios son suaves, y hace esta cosa con la lengua… ahí va de nuevo. Me recuerdo que estamos en mi auto, en un estacionamiento; no es un buen sitio para desnudarla.
Violet rompe el beso. —Um, hola. —Su mano está en mi pecho, su rostro sonrojado. Estoy casi fuera de mi asiento, montado sobre ella.
—Mierda. Lo siento. Sabes muy bien. —Porque esa es una excusa para saltar sobre ella en mi auto.
Se lame los labios. —Gracias. Tú también.
Me reacomodo, y pongo el auto en marcha. —Déjame mostrarte en dónde vivo.
En los últimos cinco años, tuve un puñado de citas en las que estuve lo suficientemente interesado como para salir una segunda vez. De esas, muy pocas llegaron a la tercera cita. Menos pasaron por mi puerta. Mientras puede que aparezca en los tabloides con frecuencia, prefiero la privacidad en mi vida personal. Me dirijo a las afueras de la ciudad.
—Dijiste que no tenías una guarida —dice Violet mientras giro en la calzada. La casa está casi completamente oculta por una curva en la entrada.
Me río. —No la tengo. Lo prometo.
—Mejor que no. No me gustan las guaridas. —La casa está a la vista—. Oh guau. Esto definitivamente no es una guarida.
Me detengo en el garaje para cuatro coches donde almaceno mis juguetes. Hay un Torino Fastback pintado de un llamativo color naranja con rayas negras, una lancha rápida, dos motos de agua, y un par de cuatrimotos.
—Tienes muchas cosas con motores.
—Esto es solo lo que guardo aquí. Tengo una propiedad frente al lago a una hora de distancia y una cabaña en Ontario con más juguetes acuáticos. Es donde paso mi tiempo en la temporada baja.
—Sidney tiene una cabaña. Siempre las imagino del tipo deteriorado, como una choza o algo así. La suya es más como una casa  en un lago.
—¿Vas alguna vez? —Quizás las fotos de facebook de Butterson vinieron de unas vacaciones allí.
—Tratamos de viajar una vez cada verano. No soy muy buena en los deportes acuáticos.
—El esquí acuático no es difícil. Seguro que yo podría enseñarte.
Violet bufa. —Sí. Apenas puedo arreglármelas con el yoga, ¿y quieres atar tablas a mis pies y arrastrarme a través del agua?
—Lo haces sonar peligroso.
—Todos los deportes son peligrosos. Especialmente el hockey.
Una vez dentro, cuelgo su abrigo. Su vestido me está matando. Es una de esas cosas envueltas con un lazo en la cintura. Trato de no mirar; hace que sus tetas se vean fantásticas. No quiero que piense que la única razón por la que la invité es por sexo. No he pasado el último mes tratando de conseguir que saliera conmigo para meter la pata. Sin embargo, puedo apreciar su impresionante escote.
Para evitar saltar sobre ella inmediatamente, le doy un recorrido por mi casa. No la llevo al segundo piso, ya que mi habitación sería un mal lugar para terminar en este momento. Le muestro la planta principal, luego la sala de juegos en el sótano. Está tan lejos de mi dormitorio como podemos ir.
—Eres tan chico. —Violet bufa y ríe a la vez, cubriéndose la boca con la mano.
Tal vez la pantalla plana de ochenta pulgadas, sillones estilo cine, consolas de videojuegos y sillas acompañantes son demasiado. —No tengo mucho tiempo libre, pero cuando lo tengo, me gusta jugar.
—No me estoy burlando. Esto es genial. Buck estaría en el cielo aquí. Igual que Sidney. —Violet chequea mi pared de trofeos.
Espero que no me hagan ver arrogante. He trabajado duro por ellos; estoy orgulloso de mis logros. Mis trofeos de patinaje, tengo un montón de esos también, están en la casa de mi madre, en el dormitorio de mi infancia.
—No tienes que mirar esos.
Me quedo detrás de su cuerpo, admirando su culo. Es realmente agradable. Suave. Afelpado. Bueno para agarrar. Me gustaría sentir esa curva contra mi polla de nuevo. Más tarde. Tal vez.
Violet se da la vuelta, su tono es bromista. —Sí, estoy segura de que tienes todos estos aquí para que la gente los ignore.
—Van bien con la habitación, ¿no?
—Son impresionantes. Yo sólo he ganado la cinta de participación en el día de pista y campo. Si tuviera estos, me gustaría destacarlos con una flecha de neón parpadeante. En mi opinión personal, estás subestimando tu genialidad.
—¿No crees que el neón parpadeante es demasiado evidente?
—Ni siquiera un poco. —Explora la habitación, deteniéndose en los carteles colgados en la pared—. ¡Guau! Mira todos esos anuncios. Ohhh. Incluso has hecho uno para la cafetería Tim Horton’s. Terminé esa lata como en una semana.
—Debo lucir como un narcisista, ¿eh? —Froto mi nuca, más incómodo acerca de éstos que de los trofeos.
Mira por encima de su hombro. —¿Hay alguno de estos colgado en tu habitación?
—Uh. No.
—¿Ni siquiera el anuncio de la leche? Sonrío. —Ni siquiera el anuncio de la leche.
—Entonces no eres un narcisista por lo que puedo decir. Por cierto, si resulta que tienes una copia del anuncio de la leche por ahí y no estás seguro de qué hacer con él, estaría feliz de quitártelo de las manos.
—Podría ser capaz de conseguir una copia.
Gesticula hacia los carteles. —¿Tienes que hacer un montón de éstos?
—Depende de la temporada. Lo estamos haciendo bien este año, por lo que hay más demanda. Son buenos para la exposición. He tenido un poco de interés por parte de algunas grandes campañas recientemente, así que ya veremos qué pasa.
—¿Qué tipo de campañas?
—Compañías de deportes. Es algo hacia lo que he estado trabajando.
—Espero  que  lo  consigas,  entonces.  —Se  aleja  de  los carteles—.
¡Tienes una mesa de hockey aéreo! Sidney tiene una. Buck la utiliza para intentar molestarme todo el tiempo. —Aplaude con entusiasmo—.¡Vamos a jugar!
—Nadie juega hockey aéreo aquí sin poner algo en juego.
—¿Quieres decir una apuesta? Voy a advertirte, soy buena. —Violet golpetea el borde de la mesa con sus dedos—. Le gano a Buck todo el tiempo.
Suprimo una sonrisa. —¿Ah, sí? En ese caso, si gano, vuelves a salir conmigo después de esta serie de partidos como visitante.
Eso está lejos de ser justo; no hay manera de que Violet vaya a ganar. Pero quiero algo más allá de la gloria de vencer a una mujer que lee durante los partidos de hockey y se refiere al banco de castigo como la “cosa con la caja del tiempo de espera”.
Violet se sonroja. —Y si yo gano, llevaré el auto genial en tu garaje a un paseo.
Al principio, creo que está bromeando. Violet no tiene idea de lo que vale mi coche o el tiempo y la energía que pasé para tenerlo cuidadosamente restaurado. No estoy preocupado. Voy a limpiar el suelo con el culo de Violet. Bueno, me gustaría hacerle algo a su culo, tal vez mientras está en el suelo. En el contexto del juego, voy a ganar.
—Hecho. —Extiendo el brazo a través de la mesa para darle la mano.
La sonrisa de Violet es pura inocencia calculada mientras desliza su mano en la mía y tira, halándome hacia adelante de forma inesperada. Su sonrisa se convierte en una mueca de desprecio, entrecerrando los ojos con algo parecido a la malicia.
—Prepárate para recoger tus bolas del suelo, Waters.
—Eso crees, ¿eh?
Esto va a ser divertido. Me quito la corbata y la arrojo a la silla de la esquina. Luego me desabrocho la camisa y me la quito.
—¿Es esto hockey aéreo nudista? —Sus ojos caen a mi pecho. Todas las distracciones son buenas distracciones si trabajan a mi favor.
—No. Sólo estoy poniéndome cómodo. —Mi camiseta es menos restrictiva que una abotonada.
Violet se prepara. La profunda V de su vestido se desliza ligeramente, y el oleaje voluptuoso de su pecho se presiona para crear un increíble escote. Me encantaría follar sus tetas; maldición, ahora yo estoy distraído.
Mi naturaleza competitiva sale, y prácticamente gruño—: Prepárate para ser azotada, cariño.
Su cuello se enrojece. —Buen intento. Eso no está en la mesa.
—¿No lo crees? Podría ponerte sobre la mesa. —Meneo mis cejas sugestivamente.
Violet se burla. —Revisa tu ego, capitán.
Al principio, lo hago fácil para ella y la dejo creer que va a ganar. Rápidamente se hace evidente que Violet es mucho más experta en este juego de lo que asumí. Anota dos goles en los primeros dos minutos, puntuando cada uno con un ¡Toma eso!
—Dos de tres. —Meto el disco por su portería y sonrío con condescendencia.
—Si sientes la necesidad de ser derrotado dos veces.
—Vas a caer, bebé.
—Si eso era lo que querías —el disco rebota contra el lado de la mesa y se dirige hacia mi portería—, deberías haberlo puesto sobre la mesa.
Empuja el interior de su mejilla con su lengua. La imagen de los labios de Violet envueltos alrededor de mi polla, su cálida y húmeda lengua moviéndose alrededor de la cabeza desvía mi atención del juego.
—¡Toma eso! —grita.
Parpadeo, confundido. ¡Maldición! Volvió a marcar. Derribó mi juego con referencias de mamadas, haciendo imposible que recuperara el triunfo. Violet salta, alzando el puño al aire, sus tetas balanceándose. Aunque estoy irritado porque me haya derrotado, injustamente, todavía es entretenida de mirar.
—¡Soy.     Impresionante!     —Apoya     una    mano    en    su    cadera—.Obviamente no quieres otra cita si vas a jugar como una niña.
—Disfruta el triunfo, nena. No pasará de nuevo.
Elevo mi juego durante la segunda ronda. Entre más fuerte lo intento, más duro lo intenta ella. Es buena. Mejor que buena. Yo podría incluso perder. Tendrá que salir conmigo de nuevo para conducir mi auto, así que supongo que gano de todas maneras.
—¡De rodillas, hijo del puto disco! —grita cuando anota el gol ganador. Agarra el disco y lo besa. Con una gran sonrisa lo restriega por sus senos.
No puedo creer que me ganara. Una vez más. Sus mejillas están sonrojadas y su respiración es jadeante. Incluso estoy sudando.
—Quiero una revancha. —Doy un paso a un lado, rodeando la
mesa.
—Eres un mal perdedor. —Violet se mueve en la dirección
opuesta—. Gané de forma justa.
—Aun así quiero salir contigo de nuevo cuando vuelva a casa. —Doy otro paso hacia ella y retrocede.
—No ganaste. —Se desplaza a la derecha, preparándose para huir.
Finjo que voy a la derecha y voy a la izquierda, reflejando su movimiento. Soy más rápido y más ágil. Pudo haberme derrotado en mí hockey aéreo, pero no puede correr más rápido que yo. Grita cuando la agarro por la cintura y la tiro contra mí.
—Lo sé. —Mi palma se desliza a lo largo de su caja torácica—. Pero hiciste trampa.
—¡No lo hice!
—Este vestido es una gran distracción. —Rozo su clavícula y sigo   la V de la línea de su busto con mi dedo.
Bajo la cabeza y presiono mis labios en su cuello. Chupando ligeramente, dejo un rastro de besos desde su mandíbula a sus labios.
—No hice trampa.
—Discutible. —Mis labios se ciernen sobre los de ella—. Acepto un beso de la victoria en lugar de una revancha.
—Todavía conduciré tu coche.
—Si eres buena con la palanca, seguro.
—Soy muy buena con la palanca.
—No estoy hablando de la que está en mis pantalones.
Su jadeo indignado se convierte en un suspiro cuando nuestros labios se encuentran. Las manos de Violet se mueven hacia arriba por mis brazos y sus uñas se clavan en mis hombros.
Acunando su culo, la levanto sobre la mesa, y luego apago el aire. Su vestido se sube por sus muslos cuando me meto entre ellos y engancha una pierna por encima de mi cadera. Sigo recordándome no tener expectativas para esta noche. No lo hago. Lo que espero y lo que me gustaría hacer son dos cosas muy diferentes.
Sostengo su suave cuerpo contra mí, extendiendo mi mano entre sus hombros. —Dime si me estoy moviendo demasiado rápido.
—Vas bien —dice, metiendo sus dedos en mi cabello.
Beso un camino hacia el escote de su vestido. Su talón se clava en mi culo mientras muerdo su clavícula. Violet jadea. Empujo la tela de su vestido a un lado. Satén rojo y una capa de encaje nunca se vieron tan bien en un par de tetas perfectamente deliciosas. Las acuno y aprieto, profundizando la línea del escote para poder enterrar mi cara entre ellas.
—Me encantan tus tetas.
—A ellas también les gustas.
Bajo el satén y el encaje hasta que se asoma su pequeño pezón sonrosado. Lo rodeo con el dedo, antes de cubrirlo con mi boca.
—Santo infierno. —Los dedos de Violet se aprietan en mi cabello, sosteniéndome como rehén—. ¿Por qué es tu boca tan mágica?
La pregunta parece retórica, así que sigo chupando, besando y mordisqueando. Sus piernas se tensan alrededor de mi cintura y desplaza sus caderas, moviéndose contra mí, buscando su propio alivio.
Enlazo mi dedo en el lazo de su cintura. Un tirón y sabré si está usando ropa interior que coincida con su sujetador.
Busco permiso para continuar. —¿Puedo?
—Por supuesto.
El lazo se suelta, un lado de su vestido se abre. No es tan trascendental como esperaba. Hay un segundo lazo en el interior, lo que impide una revelación completa.
—¿Escogiste el color para mí? —Beso mi camino hacia su seno abandonado, rodando su pezón entre mis dedos.
—¿Te gusta? —Violet empuja su pecho hacia fuera, sus palabras  un gemido entrecortado.
—Oh, me gusta. En serio, no puedo conseguir suficiente.
Me muevo entre sus tetas hasta que los brazos de Violet comienzan a temblar y cae sobre sus codos. Estamos jadeando, frotándonos uno contra el otro, añadiendo fricción para mi solitaria polla. Sus jadeos y suspiros silenciosos crecen progresivamente hasta que toma una áspera respiración.
—Oh Dios. ¿Alex?… Yo-yo-yo… —Suena confundida, tal vez un poco desesperada—. No hay manera…
Nunca llego a preguntar qué está pasando. Se hace evidente, de todos modos. Violet tiembla, sus ojos cerrados, labios separándose en un gemido sexy. Su cuerpo se afloja, y sus piernas caen de mi cintura.
—¿Te viniste en mi mesa de hockey aéreo?
—Ajá.
—¿Por esto? —Rodeo su pezón izquierdo con mi lengua. Me siento muy bien conmigo mismo.
—Y todo el roce. —Violet me agarra por el cabello y tira—. Cuidado.
Está sensible por toda la atención.
—Lo siento. —Estoy excitado, listo para la velocidad y la liberación. Es la misma sensación que tengo en el hielo, sólo magnificada y canalizada a una necesidad singular y muy diferente.
Rozo su costado con mi mano libre hasta que llego al segundo lazo.
—¿Esto está bien?
Violet se muerde el labio y cierra los ojos por un segundo. —S-sí.
Su incertidumbre me hace parar. No importa lo mucho que quiera entrar en ella de nuevo, no voy a empujarla. —¿Estás segura? —No hago ningún movimiento de todos modos.
—Sí.
—He estado tratando de conseguir que salgas conmigo por un mes. No estoy interesado en perder citas futuras, por lo que tú pones las reglas del juego, ¿de acuerdo?
—¿Las reglas del juego?
—¿Quieres instaurar un número mínimo de citas antes de que consiga pasar a la segunda base?
—Ya pasaste a la segunda base.
—Eso no significa que de forma automática vaya allí de nuevo,
¿verdad? —Dios, de verdad quiero.
—¿Por qué eres tan dulce? —Violet pasa un dedo por el puente de mi nariz.
Si supiera lo que pasaba por mi cabeza, no estaría llamándome dulce. La beso, suave y lento, diciéndole a través de acciones que estoy totalmente de acuerdo con esto si es lo más lejos que iremos esta noche. Violet hace el siguiente movimiento, liberando el lazo de su vestido. Satén se desliza por sus brazos y cae en la mesa. Sus bragas coinciden con su sujetador.
Paso mis manos por el exterior de sus muslos. —Eres un sueño húmedo.
Se ríe mientras agarra el dobladillo de mi camiseta y la hala por encima de mi cabeza. —Si tuviera sueños húmedos, tú serías el mío.
Sus palmas se aplanan contra mi pecho y luego las desliza hacia abajo hasta que me está acunando a través de mis pantalones. —Dios, estás duro.
—Mira lo que sucede cuando una hermosa mujer semidesnuda me derriba en hockey aéreo y se viene en mi mesa.
Violet me da un apretón. —¿Qué más te pone duro?
Deslizando mi dedo debajo del elástico de sus bragas, me encuentro con piel suave y húmeda. Sus párpados aletean.
—Mierda. De verdad te viniste.
Voy más abajo, encontrándola más caliente, más húmeda. Torciendo mi palma, deslizo mi pulgar bajo la tela también. Violet se muerde el labio, ahogando un gemido cuando deslizo dos dedos dentro de ella. Se aferra a mis hombros, cerrando los ojos con fuerza mientras monta mi mano.
—Cristo, eres sexy.
Aunque disfruto la sensación de su mano en mi polla, incluso si la sensación está amortiguada por dos capas de tela, impide mi visión.
—Vamos, nena…
—Estoy casi…
—Quiero ver…
Obedece mi petición y usa su mano libre para apoyarse contra la mesa. Todo su cuerpo empieza a temblar. Miro hacia donde mis dedos desaparecen dentro de ella. Sus bragas se han desplazado a un lado, exponiendo más de lo que quiero. Por medio segundo, estoy en mi propio paraíso personal. Luego no lo estoy.
—¿Qué demonios es eso? —Retrocedo.
La cabeza de Violet se inclina hacia adelante. —¿Qué?
Una enorme marca púrpura estropea la cresta de su pelvis. Aprieto la mandíbula para no decir algo que pueda lamentar y busco en mi cerebro una excusa razonable para lo que estoy viendo. No puedo encontrar una. Parece como si alguien más hubiera estado tocando mi jodido coño. No entiendo por qué Violet estaría de acuerdo en salir conmigo si ha dejado que otra persona llegue allí.
Mi voz es un gruñido casi irreconocible. —¿Eso es un chupetón?


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Mensaje por yiniva Dom 31 Mar - 19:51

12


Depilar mi propio castor fue una mala idea


Violet

La expresión de Alex no refleja para nada la serenidad dichosa que me ha estado estremeciendo hasta ahora. Confundida, me toco el cuello, tanteando para encontrar el chupetón. Es una acción inútil; no se pueden sentir los chupetones, solo puedes verlos. Además, si tengo uno, él lo puso allí.
Su mirada está dirigida hacia abajo. Reviso mi pecho. Sin manchas allí aparte del usual enrojecimiento que es un resultado de estar excitada.
Su agarre se aprieta en mis muslos. Gimo, y el sonido lleva la atención de Alex a mi cara. Mierda. Está absolutamente furioso. Su furia, parecida a lo que presencié anteriormente solo cuando derriba a alguien en la pista de hielo, alimenta a la puta de hockey en mí. Estoy goteando sobre su mesa de hockey de aire.
La niebla de mi euforia inducida por el orgasmo comienza a aclararse. Es mi coño desnudo lo que está mirando con rabia. En mi bruma inducida por la lujuria, olvidé la contusión causada por la sesión improvisada de depilación con cera de ayer por la noche. Me doy cuenta de que podría confundirlo con un chupetón.
Señalo la marca horrible en un modo maníaco. —No es lo que parece. —Al decir esto, he hecho que parezca exactamente eso.
El cuerpo de Alex se encuentra rígido excepto por el temblor en la comisura de su boca y la presión de sus pulgares en la unión de mis muslos. Se encuentra a dos centímetros de mi clítoris. Aunque me está matando que se quede quieto, es necesario una explicación.
—No tuve tiempo de hacer una cita con mi depiladora porque me sorprendiste con la cita. Mi coño se puso rebelde, y no estaba segura de cómo iba a resultar esta noche. Quería estar preparada en caso de que esto ocurriera… —Hago un gesto hacia sus manos.
Alex sigue el movimiento con sus ojos. Su pulgar se mueve sobre  la mancha púrpura. Lamentablemente, eso significa que también se aleja de mi clítoris.
—Creí que podía hacerlo por mi cuenta. Ya sabes, ¿depilar mi castor? —Las cejas de Alex bajan. Por supuesto, no lo sabe—. A veces lo hago con mis piernas, y me imaginé que iba a ser fácil. A juzgar por el resultado, me equivoqué. —Termino con un golpecito en mi moretón. Me estremezco; duele.
Ladea la cabeza, con una expresión dudosa. —¿Te depilaste?
—Sólo tú, tus dedos y tu boca, y tu gigante polla, y mis dedos, y mi colección de vibradores han estado cerca de mí en los últimos seis meses. Ah, y el ginecólogo…
Jesús, ¿por qué no puedo callarme?
—¿El ginecólogo?
Asiento vigorosamente. —Uh, sí, es mujer, así que no te preocupes.
—No pregunta por qué fui al ginecólogo. No quiero decirle la verdad. Después de acostarme con él desarrollé una  paranoia  aguda, asustada de haber contraído una enfermedad contagiosa del mujeriego del hockey.
Por suerte, Alex se centra en la otra parte de información que se escapó en medio de mi vómito verbal.
—¿Tienes una colección de vibradores?
Sus pulgares se acercan un poquito más. En realidad, es algo así como un milímetro más cerca. Hago esa maldita cosa de gemir seguido de un extraño sollozo, deseando poder mentirle.
—No es una colección, unos pocos… uno para viajes que pedí a través de uno de esos sitios pervertidos, otro lo compré en una tienda de pornografía, y otro me lo compró Charlene. Creo que se suponía que fuera una broma. Es de un aspecto y textura extraño. ¿Como todas esas bolas fusionadas? No es muy eficaz para un orgasmo, a menos que lo esté usando mal.
Alex se ve alterado y excitado a la vez. Parpadea un par de veces y se lame los labios como si estuviera tratando de decidir qué hacer o decir.
No responde con palabras, pero sus labios regresan a los míos y su lengua está en mi boca. Al mismo tiempo, roza mi clítoris con los pulgares, provocándome otro sonido extraño que parece gustarle. De repente nos ponemos en marcha. Alex agarra mi culo y me levanta de la mesa. 
—Dios, eres sexy —dice y me lleva hasta el sofá de cuero de aspecto caro.
 Tengo  que  preguntarme  si  realmente  escuchó  mis divagaciones sobre mi depilación mal hecha y mi colección de penes de plástico.
Me pone en el sofá; ubica una de sus rodillas entre la mías y la otra golpea el suelo. Llevando una mano detrás de mí, agarra un cojín y lo mete debajo de mi cabeza. Es tan considerado.
Paso mis manos por su pecho hasta la cintura de sus pantalones. Desabrochando el cinturón y el botón, deslizo mis dedos entre el material y la piel. Va sin ropa interior, lo que me parece interesante ya que tiene mucho para contener.
Envuelvo los dedos alrededor del eje duro y húmedo de su polla monstruosa. Los dos estamos haciendo ruidos similares a la banda sonora de una película porno; están saliendo de mí, porque por fin estoy tocando de nuevo su ridículamente enorme polla; y supongo que probablemente también se siente bien para Alex.
Besa un camino hasta mi boca. —No puedo esperar para estar dentro de ti.
No puedo y no quiero decir que no. Una partecita de mí se aferra a la creencia de que tengo que hacerle esperar para tener sexo. Como tal vez hasta la próxima cita. Sin embargo, dos semanas a partir de ahora es mucho tiempo, y ya ha pasado un mes desde que estuvimos juntos y desnudos. Si me abstengo, mi castor podría explotar por falta de uso.
Alex flexiona los brazos. Consigo una vista impresionante de su ancho pecho y el rastro del tesoro que conduce a la tierra de la polla monstruosa. Parece inseguro. —Lo siento. Lo siento. No tenemos que tener sexo. No quiero que hagas nada que de lo que te arrepientas más tarde.
Cuando dice ese tipo de cosas, a la par con su comentario anterior, quiero ser su esclava del amor. Se me viene a la cabeza una imagen de mí en un corsé negro y un collar con una correa. Tal vez la estúpida Lydia tuvo razón al cortar las obscenidades en el club de lectura por un tiempo.
—No voy a arrepentirme. —En realidad, estoy bastante segura de que voy a sentirme bien.
—¿Estás segura? —Alex arrastra los dedos por mi costado.
—Sí. —Sigo sosteniendo su polla; que sigue estando enormemente dura.
—Debería llevarte arriba.
No tengo ningún deseo de dejar de tocarlo el tiempo suficiente para hacer el viaje hasta arriba. —Estoy bien aquí. Me gusta tu sofá. —Parecen amuletos de buena suerte cuando se trata de Alex.
—Mi cama es más cómoda, y hay más espacio. —Pone su cabeza  en el hueco de mi garganta, tocando mi piel con sus labios.
—Segura que tienes razón, pero entonces tendríamos que dejar de hacer lo que estamos haciendo.
—Muy buen argumento.
Alex lleva la mano detrás de mí, y con un movimiento rápido, abre el broche y arroja mi sujetador al suelo. Le siguen mis bragas.
Deslizo sus vaqueros por sus caderas. Su pene sale, casi abofeteándome la cara. Me inclino a un lado para evitar ser golpeada en el ojo por su balanceante polla. Mi falta de coordinación es un asunto lamentable, y le doy un golpe sin quererlo.
Alex se inclina, maldiciendo. Agarro su pene para evitar contratiempos adicionales y le pido disculpas por golpearlo. Está a la altura de mis pechos. Tengo una idea. Parece tener una fascinación extrema con mi pecho. Manteniendo mis ojos en los suyos, rodeo un pezón con la punta.
Un segundo, es suave y tierno y “¿esto está bien?” y “¿estás segura?”, pero al siguiente tiene mi cabello envuelto en su puño. Su cuerpo se tensa más que una serpiente enroscada y lista para atacar, lo cual es apropiado ya que estoy frotando su “serpiente” en mis tetas.
—No puedes…
Llevo la cabeza de su polla a través del valle hasta el pezón opuesto. Ladea mi cabeza y toma mi boca mientras lo acaricio. Alex profundiza el beso hasta que estoy mareada, y la respiración parece una función poco importante. Bajando, cubre mi cuerpo con el suyo. Incapaz de mantener el contacto mano-con-polla, uso mis pies para empujar sus pantalones hasta las pantorrillas. Hay unos cuantos momentos torpes donde lucha por sacárselos, y yo intento ayudar ineficazmente con los dedos de mis pies.
Impaciente, Alex usa su mano libre para quitarlos por completo. Ambos suspiramos con alivio cuando se instala de nuevo entre mis piernas. Se encuentra justo ahí, caliente y grueso, provocando uno de mis gemidos porno. Eso es antes de que comience con los movimientos controlados.
Rozando la longitud de su brazo, tiro suavemente de su muñeca.
Ha estado apretando mi cabello como riendas.
—Lo siento. —Masajea mi cuero cabelludo.
—Está bien. Últimamente he estado leyendo un montón de cosas de dominio y sumisión en mi club de lectura.
Tirar del cabello ni siquiera se le acerca a eso. No es como si me hubiese atado y me obligara a llamarlo señor o amo.
—Lo siento, ¿qué?
—Nada. Olvídalo. No es importante.
Le manoseo el culo para distraerlo; de lo contrario, estoy obligada a terminar las oraciones con señor Waters.
Parece funcionar. Los ojos de Alex revolotean hasta cerrarse y su boca se abre al tiempo que nos rozamos entre sí. Dirijo mis manos por su espalda, apreciando todos los músculos tensos y duros.
Sus labios están cerca de mi oído, su voz es suave. —Te sientes muy bien.
Recuerdo hacerlo con mi primer novio en la secundaria. La progresión de follar en seco a follar desnudos ocurrió en etapas.
Nos desvestíamos en gran parte, los pantalones podían quitarse y las camisas se quedaban puestas, y alineábamos nuestros  cuerpos.  Luego nos deslizábamos uno contra el otro sin tener ni puta idea de cómo llegar al orgasmo. Entre todo el manoseo descoordinado y húmedo, el roce podía pasar. Todo se detendría. Nos mirábamos el uno al otro y hacíamos la pregunta: “¿Sólo la punta?”. Eso casi siempre llevaba a todo el maldito asunto.
Esto es lo que sucede. Excepto que la punta de Alex es tan amplia como la lata de una cerveza. Está bien, no es tan gruesa, pero está cerca. La sensación es una provocación, como una de esas cucharaditas de helado que te dan antes de entregarte todo un cono. Ya he comido el cono de Alex, así que sé exactamente lo bueno que va a estar.
Lo qué hago a continuación es muy irresponsable en muchos niveles. Mi justificación es la siguiente: he estado tomando la píldora desde la secundaria, Alex no es el mujeriego que asumí, y los resultados del ginecólogo regresaron limpios.
Todas las objeciones que puedo tener se mueren en mi lengua al tiempo que clavo mis uñas en su culo sólido y lo impulso con mis talones. Está a mitad de camino, más o menos a un par de centímetros. Su cabeza se levanta de golpe y su rostro muestra una señal de alarma nublada por el deseo. —¡No tengo condón!
Nos miramos el uno al otro, el conflicto mutuo es claro en nuestra falta de acción. ¿Debería Alex usar un condón? Por supuesto. Sin embargo, ya se encuentra casi dentro de mí y se siente increíble. Este es un ejemplo de pérdida de juicio. Parece ser frecuente cuando se trata de Alex.
Me aclaro la garganta. —Estoy tomando la píldora, y siempre he sido responsable hasta ahora. —Genial. He admitido que lo que estamos haciendo es exactamente lo contrario a la responsabilidad.
No retira la polla monstruosa ni me da nada más. —Debería ponerme un condón. —Se supone que es una declaración, pero su voz se eleva al final, convirtiéndolo en una pregunta. Mira sus pantalones en el suelo—. Mierda. Mi billetera está en la encimera de la cocina.
Baja la frente a mi hombro. Toma respiraciones largas y lentas. Hago algo más que no debo cuando aprieto mis muslos contra sus caderas. Tenso al castor.
—Violet… —Es un lamento—. Debería…
—Podríamos…
Levanta la cabeza. —¿Estás segura?
—¿Y tú?
Creo que es seguro decir que ninguno de nosotros está seguro. Estamos comprometidos a llevar a cabo esta mala decisión en nombre de lo bien que se siente. Su respuesta viene en la forma en que sus caderas se hunden contra las mías. Santo infierno, estoy llena. De su polla monstruosa sin filtro. Gimo como una loca y entierro mi cara en su cuello.
Al mismo tiempo, Alex une un montón de palabras que no tienen ningún sentido. Suena como—: jodrohmierdaquívamos.
—¿Qué? —pregunto cuando hace círculos con sus caderas.
Alex presiona sus labios contra mi cuello, rozando mi piel con sus dientes. —Esto es increíble.
—Mmm. Es fantástico.
Su rostro se encuentra sonrojado cuando levanta la cabeza para mirarme con ojos intensos y vidriosos. Una sonrisa perezosa curva la esquina de su boca. —Fantástico no es la palabra. Si el cielo se parece a esto, quiero quedarme para siempre.
Ser comparada con el cielo parece un gran cumplido. —Gracias.
También te sientes increíble.
Tiene que reajustar su posición antes de comenzar con las embestidas. Ahora veo por qué la cama hubiera sido mejor. Toda la fricción hace que me sude la espalda y el cuero debajo de mí ha empezado a chirriar. El piso de madera no es una opción, a menos que quiera un coxis magullado. Empujo el pecho de Alex.
—¿Debo parar? —Sus palabras salen ahogadas por la decepción. Niego con la cabeza y sigo empujándolo. —Siéntate, por favor.
No hace más preguntas. En cambio, se pone de rodillas, llevándome con él para no perder la conexión. Nos acomodamos torpemente, bueno, yo soy torpe, Alex no. Hay un poco menos de elegancia en mis movimientos. Finalmente, estamos en posición vertical, y me pongo a horcajadas sobre sus piernas. Esto me da una vista fantástica de todo. Ambos miramos hacia abajo para verlo salirse casi por completo.
—¿Qué tan bien se ve eso?
No estoy segura de si necesita una respuesta, pero se la doy. —Muy bien. —Excepto por el gigante chupetón-moretón púrpura que estoy fingiendo que Alex puso allí con la boca.
Me baja lentamente, llenándome de nuevo. —Lo sé, ¿verdad?
Sus párpados están caídos, y lleva una dichosa sonrisa sexy. Me aferro a sus hombros, debatiéndome si quiero ver su bonita cara o lo que está pasando de la cintura para abajo. Me libra de cualquiera de las opciones cuando entierra su rostro entre mis tetas en la próxima embestida ascendente.
—No puedo creer lo bien que se siente esto —dice, su voz un poco amortiguada.
—Estoy bastante segura de que yo sí puedo.
—Nunca he tenido sexo sin condón.
—¿Nunca?
—Ni una sola vez.
—Guau. Esto debe sentirse muy bien, entonces.
—No puedo describir… —Besa uno de mis pezones—. ¿Tú sí?
—¿Qué? —Golpea el lugar que me hace ver estrellas y constelaciones.
—¿Tuviste sexo sin condón?
Cambia las cosas e inicia un movimiento de balanceo muy estimulante. Si deja de hacerme preguntas sobre mis experiencias sexuales pasadas, me vendré pronto.
¿Cómo diablos voy a contestar? Sí, con un novio anterior. Salimos durante un año, y fue mi última relación seria antes del idiota de hockey. Nadie quiere escuchar eso mientras lo está haciendo. La charla sexual debe consistir principalmente en frases tales como: más, fóllame, ve más duro, allí mismo, por favor, sí, y me voy a venir.
Le pongo fin a la conversación de sexo y, en su lugar, lo hago sexo con gemidos. Respondo con una de las frases pre-aprobadas. —Se siente increíble. Ve más duro. Por favor, Alex. —Es bastante genuino, a pesar  de que suena cliché.
Tiene el efecto deseado. Un gruñido viene de lo profundo de su pecho y me levanta, hasta que estoy casi vacía y vuelve a bajarme. Es increíble. Incluso espectacular.
—¿Cómo está eso, nena? ¿También lo quieres más rápido?
—Ajá.
Este ritmo nuevo, intenso y duro me envía directamente al abismo. Me aferro a su cabello, haciéndolo aumentar su velocidad y vigor. Entonces, como el antiguo jugador semental de hockey y amante de los pechos que es, tiene que ir a chupar mi pezón. Lo suelta en la siguiente embestida descendente. Es todo lo que puedo soportar. El mundo se convierte en un estallido estelar de blanco y negro mientras trato de meter mi cara en su cuello y ahogar mis sonidos amorosos.
—Los ojos en mí, bebé. Por favor. —Sus labios presionan mi sien—. Quiero ver tu preciosa cara cuando te vengas por mí.
A pesar del borrón de los fuegos artificiales monocromáticos que nublan mi visión, no puedo negárselo, no cuando está siendo tan educado.
Dónde diablos está mi filtro cuando más lo necesito?


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Mensaje por beth Dom 31 Mar - 21:45

Gracias!
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Mensaje por Yani Lun 1 Abr - 20:28

Gracias, se ve que Violet tiene poca fuerza de voluntad, no puede decir que no jajaja...


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Mensaje por Tatine Lun 1 Abr - 22:32

gracias, que chiste los títulos de los capitulos
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Mensaje por yiniva Mar 2 Abr - 15:30

13


Mi boca es un problema


Violet

Gran orgasmo o no, estoy malditamente segura de que dije algo que no debí haber dicho.
Afortunadamente, Alex está montando su propio cohete de orgasmo al espacio exterior. Espero que sea una distracción suficiente y no haya escuchado mi declaración accidental. Tiene la mandíbula apretada fuertemente, labios curvados casi en una mueca, ojos nublados, entrecerrados. Embiste una última vez y entonces toda la tensión se evapora y su cuerpo se afloja.
Parpadea lentamente, sus manos descansando flojamente en mis caderas. —¿Qué dijiste?
Demasiado para ser distraído. —Nada. —Trazo un círculo alrededor de su pezón con mi uña.
—Patrañas.
No estoy enamorada de él. Esta es oficialmente nuestra primera cita. Aparte de un mes de valerosos correos electrónicos, mensajes, y unas cuantas e interesantes llamadas de teléfono, además de un montón de regalos inesperados, no lo conozco bien. Me inclino, sin embargo, para erigir un santuario a su increíblemente súper polla. Incluso puedo tomar hasta cerámica o vidrio soplado para poder crear réplicas perfectas mostrarlos como lo hace con sus trofeos.
—No te hablaba a ti. —Muerdo su hombro para evitar el contacto visual. Estoy segura de que mi cara tiene un color rojo brillante.
—¿Ah, no? —Aun me está moviendo sobre él. Es lento y tortuoso y tan delicioso. Cada lento giro de sus caderas toca mi punto especial desde adentro. Un pequeño orgasmo del tamaño de un bebé impide el habla. Aflojándome contra su cuerpo, me estremezco con la sensación. Cómo está mágicamente duro después de venirse está más allá de mí.
—Eres una máquina de orgasmos.
—Es por eso por lo que le daba las gracias a la polla monstruosa.
Es todo por él.
—Te das cuenta de que mi polla está unida a mí, ¿no?
—¿Esto viene de un hombre que digirió un regalo de certificado a mis senos?
—¿Puedes culparme? —Los ahueca gentilmente—. Son malditamente fantásticos.
—Aprecian el cumplido.
No puedo creer que me las arreglé para salir de mi propia estupidez.
Alex se ríe entre dientes, pero entonces se pone serio. —¿Pasarías la noche?
Quiero. Definitivamente. ¿Mi única preocupación? Tengo que trabajar en la mañana. Miro mi vestido que yace en una pila arrugada en el suelo.
Sigue mis ojos, pero malinterpreta mi falta de respuesta. —No tienes que. Pensé que tal vez…
—Me gustaría, pero no tengo mi carro. —Agacho mi cabeza, sintiéndome tímida. Es absurdo. Aun se halla dentro de mí, y he estado haciéndole mi cara de orgasmo por la última media hora.
—Te llevaré al trabajo en la mañana.
—Tampoco tengo un cambio de ropa.

La hidratación es sexy.
Entonces procede a vaciar la mitad del contenido del refrigerador en un plato y lo mete en el microondas. No tengo hambre, por lo que me siento en su regazo mientras inhala un plato de carbohidratos. Solo tengo puesta su camiseta. Mi vestido está en la lavadora con mi sujetador y bragas. Alex luchó con toda la cosa de ciclo delicado y admitió que tiene un ama de llaves que hace la mayor parte de su limpieza, incluyendo su ropa.
Cuando su plato está vacío, agarra dos botellas de agua de la nevera y me lleva arriba.
Su habitación es enorme y amueblada de forma sencilla. La cama es rústica, elaborada de madera maciza. Las sábanas oscuras se hallan arrugadas, como si hubiera estado apurado esta mañana, o anoche.
—Tu cama es enorme.
—Te dije que habría sido más cómodo. Estoy seguro de que habrá otras oportunidades.
El baño es muy feng shui con baldosas beige, una ducha acristalada y bañera de hidromasaje. No es tan ordenado como el resto de la casa. Su juego de afeitar y algunos productos para el cabello se alinean en el mostrador. La tapa de su pasta de dientes, y una toalla se encuentran en un montón en el suelo cerca de la ducha. Es hogareño pero no es una completa pocilga.
Alex encuentra una nueva pasta de dientes y me deja para refrescarme. Estoy preparada para la posibilidad de que quiera hacer uso de la cama antes de dormir. Usualmente no me quedo despierta hasta tan tarde entre semana, y definitivamente no hago mucho ejercicio. Después de cuatro orgasmos no estoy segura de que mi cuerpo o mi cerebro estén equipados para lidiar con otra ronda de “llenar el agujero del castor”
Una vez que termino con mi higiene oral, me uno a él en su cama extra grande. Es casi como su propio continente; podría dormir aquí y nunca nos tocaríamos. Excepto que al momento que me deslizo debajo de las sabanas, me empuja hacia su cuerpo.
Yazco con mi cabeza en su pecho, escuchando el poderoso y tranquilo latir de su corazón. Me habla de la alineación de juegos para  las próximas dos semanas, los equipos que confía en que vencerán, y las victorias por la que van a tener que trabajar duro. El penúltimo juego es en Toronto, cerca de su ciudad natal.
Alex sigue recorriendo con suaves dedos a través de mi cabello. Lo último que recuerdo son sus labios en mi frente y su risa retumbante cuando le digo que es cálido y tierno como un oso domesticado sin pelo.
Debo haberme dormido profundamente. Cuando despierto, el sol se asoma a través de las cortinas. Compruebo el reloj en la mesa de noche. No es ni siquiera las siete. Tengo un montón de tiempo para alistarme. Alex duerme plácidamente junto a mí. Me coloco de lado para estudiarlo.
He retirado las sabanas, lo que deja su torso expuesto. Bajo mi cabeza hacia su pecho, maravillándome con la suave piel cubriendo la sólida pared de músculo. Incluso relajado, es duro por todas partes.
Continúo mi descenso sensorial, disfrutando la sensación de él debajo de mis dedos. Está profundamente dormido, por lo que pienso por qué no comprobar las cosas. Alzo la banda de sus bóxers y echo un pequeño vistazo. Su polla monstruosa luce mucho más inofensiva en este estado.
Cae en su abdomen, arqueada ligeramente a la izquierda. Casi es bonita, como Snuffleupagus7. Bueno, en realidad no. Es enorme, pero no peluda, y también ni de cerca tan intimidante como cuando está duro. Sin embargo, es mágico. Reprimo una risita porque, maldita sea, nunca he visto un snuffie de tan cerca. La cabeza se encuentra escondida en el interior de la piel suave, un ojo mirando desde la piel recubriéndola.
Alex es ajeno a mi evaluación a su pene, por lo que cuidadosamente bajo sus bóxers. Quiero mirar sin el riesgo de la banda golpeando la cabeza. Necesito mis manos libres para tocarlo. También sería agradable ver si crece como estas cosas que ordenas de un cómic de la vieja escuela. Esas que van de tamaño mínimo a enorme en un vaso de agua. Excepto que asumo que esto pasará mucho más rápido. No he tenido el privilegio de ver la polla de Alex volverse dura aun. Siempre ha estado dura cuando llego.
La empujo ligeramente. Alex expulsa una respiración pesada, y su mano se retuerce a su lado. Siendo muy cuidadosa de no empujar a Alex, me reacomodo lentamente por lo que me cruzo de piernas junto a él. Esta vez, gentilmente, corro mis dedos a lo largo de su longitud. Su piel se arruga a medida que avanzo. Esto es lo mejor.
Es igualmente divertido para jugar cuando está suave y duerme, como cuando está duro. Deslizando mi mano debajo del eje, cierro mi palma alrededor. Mis dedos se tocan entre sí y está blando, como un pepino de mar. Esas criaturas son una demostración de la fijación de Dios con las salchichas.
Personaje de plaza sésamo parecido a un mamut. Hace referencia a su trompa con la polla de Alex.



Alex empieza a despertar, como lo hace su polla monstruosa. Pronto estará despierto y terminará mi tiempo a solas con la PM. Lo acaricio; la piel arrugada se retrae y la cabeza sale. Acariciándolo hacia arriba, desaparece toda la cabeza. Es  como un juego del escondite con  un pene.
Alex gime, y esta vez su pelvis se alza. No se halla totalmente consciente, así que recuesto su polla en su estómago. Entonces tomo la piel que cubre la cabeza y la ruedo hasta la punta. Presionándolas juntas, pretendo que es una boca y la muevo como si me hablara. Una risita burbujea y estalla. Trato de aguantarla, por lo que me sale por la nariz, sonando como un estornudo.
Alzo la mirada para ver a los ojos de Alex abrirse. —¿Qué haces?
Hmm, bueno, esa no es la reacción exacta que esperaba. —Estoy jugando con la polla monstruosa. Bueno, de hecho, estoy jugando con el prepucio —le digo como si la PM es una persona, no una extremidad.
Dejo de jugar y suavizo la piel que lo recubre, acariciando el eje. Los ojos de Alex se cierran, y deja salir un gemido largo y bajo. La polla monstruosa crece perceptiblemente en mi mano. Genial. Lo hago de nuevo. Esta vez, se retuerce y crece un poco más. Es  fascinante ver la piel estirarse y suavizarse hasta que está firme, moviéndose fraccionadamente con cada caricia.
Tan pronto como Alex se halla totalmente erecto, alzo la mirada. Ooooh, juzgando por su expresión, tendré suerte esta mañana. Empuja sus bóxers por sus piernas y se los quita mientras quito mi camisa. Ambos estamos gloriosamente desnudos. Ahueca mi nuca y me empuja hacia él.
Giro mi cabeza, así encuentra mi barbilla en vez de mis labios. Puedo saborear la amargura del sueño en mi boca. No es sexy en absoluto.
—Dame un minuto. —Me libero de su agarre, intentando llegar al baño antes de que él de rienda suelta a la bestia en mí. No emparejo su velocidad, incluso medio dormido. El brazo de Alex se cierra alrededor de mi cintura, y me encuentro bocabajo en la cama, su cuerpo cubriendo el mío. Es un hijo de puta rápido. No literalmente. Se toma su tiempo con las cosas importantes.
Su ahora furiosa erección se apoya contra la parte baja de mi espalda y - oh Dios, no hay manera en el infierno - es justo ahí, entre mis nalgas. Deslizándose y… ahh, no se siente del todo mal. Independientemente, la PM no cabrá allí.
La conexión entre mi boca y mi cerebro está defectuosa, como siempre, y grito—: ¡Salida solamente! ¡Es solo salida!
Oh. Mi. Dios. ¿Cuán mortificante es esto?
Alex se congela y entonces ríe.
—Esta no es el tipo de actividad para la primera pijamada.
—¡Espera! ¿Qué? —Desearía haber sonado menos como un chico en la pre-pubertad con sus bolas atrapadas en una cremallera.
—Estoy bromeando, Violet. Puede que haya pensado en ello, pero no es como que pudiera accidentalmente deslizarme allí.
Las mejillas de mi culo se presionan en desafío mientras pasa más allá de la puerta número dos. —¿Pensaste en ello? —Nadie tiene siquiera un roce con mi Agujero Que No Debe Ser Penetrado.
Puede que éste no sea el mejor momento para tal discusión. La punta de la polla de Alex se halla actualmente presionada contra el Agujero Que Puede Ser Penetrado Muy Pronto, y estoy retrasando el progreso hablando de cosas que nunca sucederán.
—Pensar y hacer son muy diferentes, Violet. —Sus manos se deslizan entre las sábanas y mi cuerpo. Acaricia mi clítoris, entonces se mueve más abajo, desliza dos dedos dentro y empuja suavemente, su erección chocando contra su mano.
Sus dedos desaparecen solo para ser reemplazados por mi extremidad favorita. Creo que podría perder mi mente mientras se desliza dentro; esta posición es como arrojarme violentamente en la Estación de Estimulación.
Mi gemido se pone en marcha en su totalidad. Es agudo, como una gata en celo, así que entierro mi cara en las sábanas. El pecho de Alex está contra mi espalda, sus piernas a cada lado de las mías, manteniéndolas presionadas juntas fuertemente.
—¿Está bien?
Me quejo porque es el único sonido que puedo hacer. Me siento tan llena. Más llena de lo que me he sentido alguna vez. Cada golpe es magnífico, divino.
—¿Es demasiado, nena?
Oh, Dios, me está diciendo nena. Podría venirme en este punto. Está inmóvil excepto por sus labios contra mi hombro. Los huesos de sus caderas presionados contra mi culo. Su aliento acaricia mi mejilla y siento el ligero temblor de su cuerpo mientras sostiene su peso sobre mí.
—No demasiado. Es tan bueno. —Agarro las sabanas junto a mi cabeza. Las manos de Alex cubren las mías.
—¿Estás lista para mí?
He estado lista desde que desperté y compartí tiempo privado con la polla monstruosa. —Por favor. Sí.
Empieza a moverse, y la cabeza de su polla golpea el punto. Lo bueno se vuelve a malditamente fabuloso. No puedo creer que dudé la existencia de este punto elusivo. Es mágicamente orgásmico. El vómito verbal no se detendrá, por lo que mantengo mi rostro enterrado en las sábanas. Solo las almohadas escuchan cuán bien se siente, repetidamente.
Es una de esas posiciones donde estoy justo en la cúspide de la liberación. Mi incapacidad para moverme o llegar a mi interruptor orgásmico me impide alcanzar el objetivo. Alex tiene que ser psíquico, o es posible que pueda decir por el tono y la frecuencia de mis gemidos que me estoy acercando. Separa mis rodillas, me insta a cuatro patas.
Si me hallaba cerca del orgasmo antes, no es nada comparado con lo que estoy sintiendo ahora. Alex saca mis caderas, cambiando el ángulo. Su palma se asienta sobre la base de mi columna vertebral, y suaviza un camino hacia mi nuca mientras sus caderas encuentran mi culo.
—¿Qué tal esto, nena?
Mi ruido sin palabras parece ser una respuesta suficiente. El botón castor está en alerta roja. Su mano acaricia a lo largo de mi costado, moviéndose sobre mi cadera y bajando para burlarse de la piel sensible. He estado montando esa línea desde que empezamos. Frota mi clítoris al mismo tiempo que embiste de nuevo. Ya he terminado; exploto en un estremecimiento, un lio de gemidos.
—Eso es, vente para —dice como si hubiera anotado un gol. Supongo que lo hizo. O yo lo hice, o anotó un gol por mí. De cualquier forma que lo mires, un gol fue anotado gracias a las habilidades de su polla monstruosa y esos ágiles dedos suyos.
Tomo control del agitado clítoris, consciente de que si mantengo la presión puede que me venga de nuevo. Estoy almacenando orgasmos inducidos por Alex como material de bofetadas para el castor cuando esté lejos.
Esta vez, Alex va sobre el borde justo después de mí. Colapsa a su lado, llevándome con él. Está sudado, pero me encuentro demasiada lánguida coma para que me importe. Además, es un testimonio de cuan duro trabajó para hacerme venir. Dos veces.
Yacemos allí por unos minutos, disfrutando el placer de la situación.
—¿Qué quieres de desayuno? ¿Debemos detenernos de camino a  tu trabajo?
A la mención de comida, mi estómago gruñe como si tuviera un jabalí hibernando dentro. Si bien esta ronda particular de sexo no fue agotadora para mí, aparte de los orgasmos, tengo hambre.
—¿Qué pensabas? —Daría mi pezón izquierdo por un tazón de cereal Cookie Crisp o incluso esas tartas de chocolate y mantequilla de maní. Por otra parte, un par de donas Krispy Kreme darían en el clavo, también.
—Hay un excelente bufet no muy lejos de aquí. —Por supuesto que el jugador de hockey quiere ilimitadas opciones de comida.
Observarlo comer una comida sin preocuparse por cosas tales como el tamaño de las porciones sería entretenido, estoy segura.
—A pesar de que suena fabuloso, un bufet probablemente me hará llegar tarde al trabajo.
—Puedo hacerte algo rápido. No tengo mucho ya que me iré por el próximo par de semanas.
—Me gusta casi todo. —Me levanto y estiro, tiesa por todo el sexo—
. ¿Tienes tartas?
—Eh, no. No como tartas durante la temporada.
Alex acaricia mis senos. Luego los acaricia con la boca. Rasco su espalda con mis uñas y presiono mi nariz en su cabello mientras tiene una aventura secreta con ellos.
—Estoy bien con cereal —respondo, sin respiración. Hace un mohín cuando recojo su camiseta del suelo y me la pongo. El resto de mi ropa está en el cuarto de lavado. La camiseta es lo suficientemente larga para cubrir todas las partes importantes.
—Tengo bóxers ajustados que puedes usar. —La polla semi flácida de Alex se columpia y menea en todo su esplendor mientras cruza a su vestidor. Los penes son interesantes. Particularmente el suyo.
Busca a través del cajón de arriba y agarra dos pares de calzoncillos bóxers. Uno lo lanza a mí, y el otro se lo pone. No aparto mis ojos de él mientras los sube por sus piernas y se mete a sí mismo dentro. Los bóxers que me pasa son de tamaño masculino con dibujos animados en ellos. Caen tan pronto como los suelto. Al parecer estaré sin bragas por ahora.
Alex  inclina  la  cabeza  mientras  los  bóxers  caen  a  mis  pies.  —Supongo que necesitas una talla más pequeña, ¿no?
—Así parece.
Alex no se pone ropa adicional, lo que está bien para mí. Estoy más que feliz de tener más tiempo para comérmelo con la mirada.
Una vez en la cocina, me tomo la libertad de revisar sus gabinetes.
Todo es de grano entero. Es bastante decepcionante.
—¿Qué buscas?
Abro lo que parece ser un gabinete de despensa. —Cereales: Cookie Crisp, Fruit Loops, incluso Honey Nut Cheerios estarían bien. —Además de avena, nada más parece remotamente comida de desayuno. Una gran cantidad de garbanzos, varias pastas, salsas y otras comidas sanas y aburridas esperan.
—No tengo ninguno de esos.
—¿Ni siquiera Honey Nut Cheerios? ¿Frosted Mini-Wheats? Ambos sirven en caso de apuro. O waffles Eggo.
—Eh, no, ninguno de esos tampoco.
Abre el refrigerador, busca rápidamente, y sostiene un recipiente que parece como crema. —Hago unas tortillas bastante buenas.
Luego de una inspección más cercana, parecen ser producto de huevo líquido. Me quedo detrás de él mientras saca varias cosas y las deja en el mostrador. Su refrigerador, como sus gabinetes, está lleno de cosas saludables. Incluso la mermelada está hecha de fruta real. El último elemento que saca es una nueva jarra de jugo de naranja. Tampoco es de concentrado. Es recién exprimido y súper pulposo.
Aún no he accedido a la tortilla, sigo en busca de algo mejor, preferentemente con muchas cantidades de azúcar. Alex, sin embargo,  ya tiene fuera la sartén. El último gabinete en que trato, contiene los dulces de Alex. Es patético, por decir mucho; consiste en dos barras de chocolate, ambas de la variedad extra oscura y amarga, y una bolsa de caramelos Swedish Fish.
Me levanto sobre al mostrador y tiemblo cuando mi trasero desnudo toca el granito. Cruzo las piernas para mantener mis partes cubiertas y abro la bolsa.
—¿Swedish Fish para desayunar?
Ignoro su mirada de disgusto y meto un caramelo verde en mi boca, disfrutando del maravilloso sabor artificial y azucarado. —¿No estás haciendo una tortilla? ¿Qué es esto? —Apunto a la sustancia blanca gelatinosa en la sartén.
—Es una tortilla de clara de huevo. Es saludable y sabe bien. — Alex busca alrededor de mí por un contenedor. Lo abre y deja caer una carga de vegetales pre cocidos en los huevos blancos que lucen mucosos. Me pregunto cómo es posible que eso tenga buen sabor.
—¿Dónde está el tocino? Todo lo que veo es vegetales. El tocino es imprescindible, o al menos debes tener jamón para que califique como tortilla. ¿Tiene acaso queso? ¿Y por qué es solo con las claras? La yema es la mejor parte.
Estoy tratando de molestarlo. En realidad no me siento de esta manera; es obviamente alguien que come sano. Además de su amor por los postres de chocolate. Quizás puedo irritarlo lo suficiente para que me tome en el mostrador. Eso sería más divertido que hacer una tortilla.
Alex saca un contenedor de queso rallado del refrigerador y pone una generosa cantidad encima de los vegetales, también una variedad de hierbas frescas. Mientras la tortilla se cocina, sirve dos vasos de su caro jugo de naranja y me pasa uno. —Las claras de huevo están llenas de proteínas.
—También el semen. No me ves cosechando el tuyo para poder tomar un vaso de él.
Alex se encuentra en medio de un sorbo de su jugo de naranja; lo rocía sobre mí y su tortilla. Al menos no estoy usando mi propia ropa.
Su sorpresa es impresionante. Limpia su barbilla con un paño de cocina. —Jesús, Violet.
—¿Qué? Es verdad, ¿no? Tu cabello crece un millón de veces más rápido si tragas en vez de escupir de manera regular.
—Estaría interesado en tomar parte en tu estudio de investigación.
—Alex deja su vaso, toma la espátula y dobla la tortilla cuidadosamente  a la mitad. Parece una gran sonrisa. La sartén en que la cocinó es gigantesca. La corta en la mitad y me ofrece un plato.
Sostengo la bolsa de pescaditos artificialmente coloreados, saborizados y endulzados. —Estoy bien.
—Luego del ejercicio que hiciste anoche y esta mañana, necesitas más que azúcar para desayunar.
—No es como si hubiese corrido una maratón o algo.
—Mmmm. No. El sexo contigo es mucho más agradable.
Alex corta un bocado y me lo ofrece. —Pruébalo. Te prometo que te gustará.
Acepto, solo porque ha puesto esfuerzo y no huele mal. Sorprendentemente, es sabroso. Sospecho que la albahaca fresca y el fuerte queso cheddar tienen algo que ver, y lo que sea que estuviera en esos vegetales. Termino lo que hay en mi plato y reviso la hora. Si no comienzo a moverme, estaré atrasada para el trabajo.
En el cuarto de lavado, Alex me pasa mi ropa pieza por pieza y me observa vestirme. Cuando termino, está luciendo una gran erección. Se pone la camiseta con la que dormí y un par de pantalones deportivos, a través de los cuales se puede evidenciar la PM. Incluso vestido de manera desarreglada, se las arregla para verse increíblemente caliente. Yo parezco una vagabunda con pantalones deportivos.
Fui lo bastante inteligente para no traer mis cosas del trabajo a casa anoche, así que Alex me lleva directamente a la oficina. El viaje es corto, y estoy nerviosa sobre el final de la despedida de esta primera cita. Es loco; tuvimos una pijamada, pero se irá por dos semanas, así que todo este entusiasmo vertiginoso podría disminuir. Especialmente si otra conejita de hockey atrapa su mirada mientras está de viaje.
Se detiene frente a mi edificio. Estoy unos pocos minutos temprano, gracias a su rápida, aunque segura, conducción. Alex se estaciona y gira hacía mí, su brazo colgando sobre mi asiento. —La pasé muy bien anoche y esta mañana.
—Yo también.
—¿Puedo llamarte más tarde? ¿Después de que llegue al hotel?
—Si quieres.
—Definitivamente. No puedo esperar a volver para salir contigo de nuevo.
—¿Y podré conducir tu auto? —Trato de ser indiferente, pero está esta sensación extraña en mi estómago. No creo que sea por la tortilla de clara de huevo. Realmente me gusta. Más de lo que quiero.
—Discutiremos lo del auto después. Aún creo que hiciste trampa.
Alex va por un beso. Da unos toqueteos mientras lo hace, así que  le doy a la polla monstruosa un apretón y una caricia. Serán unos largos catorce días.
Charlene está esperándome en mi cubículo.
Tiene rollos de canela. Están destinados como soborno. Quiere detalles. Extensos. Escojo el rollo de canela más grande y con más glaseado y tomo un gran mordisco.
—¿Entonces? ¿Cómo estuvo tu cita?
Con una boca llena de rollo de canela, respondo—: Bien. Me llevó  a cenar. Estuvo agradable.
—¿Agradable?
—La comida estuvo excelente.
—Violet, no me importa una mierda la comida. Creo que estuvo mejor que agradable ya que estás usando la misma ropa de anoche.
—¿Qué? ¿Cómo lo...?
—Nunca usarías zapatos así para el trabajo. Respiro con alivio.
—Y luego están éstas. —Sostiene su teléfono, mostrándomelo.
Soy saludada por fotos de Alex y yo en el restaurante en algún sitio de cotilleos de internet. Son inocentes, no como las de besos apasionados de nuestro encuentro anterior.


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Mensaje por yiniva Mar 2 Abr - 15:39

14 


Aveces mi neurosis me enfurece


Violet

Durante la próxima semana, Alex me envía mensajes lindos intercalados con algunos sucios. La diferencia horaria hace que sea difícil hablar por teléfono. Nuestros horarios no encajan; entre vuelos y estar en la carretera, nuestras conversaciones no son privadas y resultan breves.
Buck no ha enviado ningún mensaje enojado acerca de mi cita con Alex, así que supongo que no lo sabe o no le importa. Mi madre es una historia diferente. Intenta reunir toda la información que pueda sobre la cita-convertida-en-fiesta-de-pijamas. Incluso pregunta si los rumores son ciertos. Me niego a contestar porque esos no son detalles que voy a compartir con mi madre. Sin embargo, mi incapacidad para permanecer sentada sin hacer una mueca de dolor durante el primer par de días después, es bastante revelador.
A pesar de la falta de oportunidad para hablar, Alex me envía flores y dulces sin cesar. El tipo de las flores ha aparecido dos veces en la primera semana con nuevos ramos. Entre las entregas, el tipo de FedEx deja paquetes. La mayoría de las veces, los consigo antes de que mi mamá los intercepte. A veces no tengo tanta suerte. A pesar de las flores y las atenciones de Alex, la ansiedad ha logrado escabullirse e instalarse. Tener sexo con él, aunque fue divertido, podría no haber sido la idea más inteligente ahora que va a estar fuera por un período prolongado de tiempo.
El lapsus de tiempo entre nuestra última cita y la siguiente está demasiado lejos. Dejando de lado las flores, mensajes de texto y correos electrónicos, todo lo que necesita es demasiadas cervezas después de la victoria y una conejita cachonda para arruinarlo todo.
Charlene y yo vamos por un trago después del trabajo a fines de la primera semana sin Alex. La pared de televisores junto a la barra muestra el juego de hockey. Chicago no juega, así que no estoy tan interesada en verlo. Anoche fue una historia diferente. Chicago derribó a Los Ángeles en un espectáculo impresionante de habilidad y dominio.
El único mensaje de texto que he recibido de Alex desde entonces, es un mensaje borracho sin sentido. Como resultado, he estado al borde todo el día. Una revista sensacionalista y un periódico muy leído se burlan de mí en la mesa vacía junto a nosotras.
Solía ser una de esas personas que se encontraban en la fila del supermercado y se burlaban de todas las personas que gastaban su dinero duramente ganado en esas porquerías. Ahora soy la persona que hojea febrilmente, revisando para ver si la bonita cara de Alex se encuentra en algún lugar dentro. Está ausente de las páginas más a menudo de las que no, pero los sitios web de fans se encuentran llenos  de sus imágenes. También, hoy evité buscar activamente en mis sitios web favoritos por miedo a lo que podría encontrar.
El teléfono de Charlene suena por millonésima vez desde que nos sentamos. Recientemente se creó un perfil en un sitio de citas online. Disminuyó el campo al limitarlo a fanáticos del hockey. Su teléfono ha sonado todo el día; a un montón de chicos les gusta el hockey, la mayoría de los cuales no consideraría material viable de citas.
Incapaz de contenerme, realizo una búsqueda de imágenes de Alex en mi teléfono. Una serie de nuevas imágenes aparecen. A menudo envío las fotos a mi correo electrónico y las guardo en mi carpeta “Botón de Castor”. Éstas no son de ese tipo.
Alex se ve hermoso como siempre, excepto por el brazo que envuelve alrededor del hombro de una rubia. Ella besa su mejilla. Él sonríe, mostrando sus hoyuelos. Es probable que sólo sea una fanática. Me desplazo para encontrar más fotos de ellos. La chica se esconde en su costado con su brazo protectoramente a su alrededor.
Quiero darle un rodillazo en las bolas y golpear su polla monstruosa hasta sacársela. La puta de hockey en mí quiere patearle el culo a ella y sacarle todos los dientes por besarlo en cualquier lugar. La realidad me golpea en la teta, he empezado a pensar en Alex como mi novio. Sólo hemos estado en una cita real. Las flores y los regalos no significan que somos exclusivos; es exagerado con los regalos. Me siento tan tonta.
—¿Violet? ¿Por qué respiras así?
Deslizo mi teléfono sobre la mesa. —Lo está besando, y la está tocando. —Como si no pudiera ver lo que se encuentra delante de ella.
—Estoy segura que hay una explicación razonable.
—Claro que la hay. Es un mujeriego, y yo una estúpida. Debí imaginármelo. —Agarro el teléfono y cierro el navegador. No puedo mirarlo más. Esta situación resulta perjudicial para mi bienestar emocional.
—Deberías llamarlo. Tiene que haber una buena razón para esto.  Si no está enviándote mensajes, correos o llamándote, te envía regalos. No tiene sentido —dice Charlene en su tono más racional y suave.
—Lo tiene si es un jugador. Estoy segura que esa línea que me dio de no-soy-un-mujeriego es la que le da a todas sus habituales, o lo que demonios sea yo. Probablemente es una artimaña elaborada. Mira a Buck; tiene a todas esas chicas envueltas alrededor de su gigante dedo yeti, fingiendo ser agradable cuando en realidad es un perro. Alex probablemente es igual, solo que más encantador.
Debo sonar como una lunática. He estado paranoica toda la semana, y ahora hay una justificación.
—Vi…
—Te veré mañana.
Necesito hacer algo más que sentarme en un bar con hockey en el fondo. Me levanto de la mesa, casi derramando mi cerveza. Char no trata de detenerme. Estoy demasiado profundo en uno de mis episodios neuróticos para ser racional.
Escucho rap enojado de camino a casa. Me siento demasiado molesta para quedarme con los brazos cruzados, así que decido hacer algo productivo. Trotar parece una forma inteligente de quemar un poco de esta energía negativa y conseguir perspectiva. La primera señal de que mi idea es defectuosa ocurre cuando me toma cuarenta y cinco minutos encontrar mis malditas zapatillas para correr. Armada con ritmos más enojados, ajusto mis auriculares, y salgo a la acera.
Hace frío, así que comienzo con un trote ligero. A los dos minutos ya me encuentro sin aliento, pero también decidida a terminar este ejercicio. Necesito hacer algo más allá de llorar o llamar a Alex. Sigo, y para el momento en que he corrido una cuadra, tengo una punzada en  mi costado y respiro como un asmático. Por el lado positivo, puedo ver el cartel de comida rápida brillando a la distancia. Reviso todos mis bolsillos y encuentro un mágico billete de diez dólares en el pequeño bolsillo destinado para un lápiz labial o llaves. Los Arcos de la Indigestión no se hallan demasiado lejos. Puedo lograrlo. Más que este trote, necesito un batido.
Jadeo y resoplo cuando llego a la puerta. El olor familiar a comida frita me saluda cuando entro. Es como volver a casa, excepto que no tengo que cocinar nada por mi cuenta. Ordeno papas fritas y un batido, me siento en una esquina. Sacando la tapa, cubro cuidadosamente cada fritura con el producto lácteo congelado con sabor a vainilla. Joder con Alex, literalmente, es la razón por la que lleno mi cara con esta mierda. Mañana estaré hinchada gracias a la leche falsa y la grasa.
El azúcar y las grasas-trans son destruidos en la fría caminata a casa. Evito revisar mis correos o mensajes en el teléfono. No quiero hablar con Alex esta noche. No lo conozco lo suficiente para discernir si me miente o no. Hablar con él podría confirmar su condición de bastardo mentiroso, y estaré deprimida. Es demasiado para manejar. Una pastilla Nyquil es mi ayuda elegida para dormir, de otro modo nunca callaré mi mente.
El castor Waters me mira desde mi almohada. Lo empujo fuera de la cama y me meto bajo las sábanas. Debo haberlo buscado en medio de la noche porque me despierto aferrándome al peluche.
 
Charlene se encuentra sentada en mi escritorio cuando llego al trabajo a la mañana siguiente. Se está convirtiendo en un accesorio allí.
—Todavía no lo llamas, ¿verdad?
—Buenos días para ti también.
Me pasa una carpeta. —Tienes que ver esto.
—¿Qué es? —La volteo para abrirla; hay un sinfín de imágenes de Alex con la misma mujer rubia. El gran volumen es inquietante.
—Es su hermana.
—¿Qué dijiste? —Tengo un vago recuerdo de Alex mencionando una hermana menor mientras estábamos en nuestra cita.
—Su nombre es Sunny. Tiene veintiún años. Según este artículo — levanta una revista de chismes—, voló para llegar al juego en Los Ángeles la semana pasada porque allá en Canadá está más frío que las bolas de un muñeco de nieve.
—No tenía idea.
—Él me llamó para explicarlo. Al parecer son cercanos. —Empuja su teléfono y me muestra el número del celular de Alex.
—¿Cómo consiguió tu número?
—Buena pregunta. Tal vez deberías regresarle una de sus llamadas y averiguarlo.
Ignoro la indirecta. —¿Qué explicó, exactamente?
—Las imágenes. Se preocupó. No pudo ponerse en contacto contigo y se imaginó que esa podría ser la razón. Podrías haber evitado todo esto si lo hubieras llamado o hecho algo de investigación.
Me siento demasiado avergonzada para admitir que he rastreado imágenes como un adicto en busca de drogas, pero no realicé una búsqueda de esta información vital anoche. Hice una suposición terriblemente ignorante basada en expectativas personales.
Realmente es un buen tipo. Se tomó el tiempo para buscar a mi mejor amiga y transmitir un mensaje a través de ella, lo cual me dice más sobre él que las flores o los regalos.
Reviso el teléfono para encontrar mi buzón de voz completo, y tengo veinte mensajes. Temo su contenido. Los dos primeros correos de Alex simplemente me piden que le regrese la llamada. El tercero es de varios minutos de duración y la razón de que mi correo de voz esté lleno. Me siento horrible. Ha intentado explicar la situación y lo he ignorado.
Le mando un mensaje inmediatamente. No escucho de él en todo el día. Tiene juego esta noche, así que es probable que esté en la práctica o que no tenga el teléfono.
El karma dicta que pase por lo mismo que él pasó las últimas veinticuatro horas. Después del trabajo, me pongo ropa cómoda, agarro una bolsa de pretzels de la despensa y un par de cervezas de la nevera, y camino por la calzada hacia la casa de mis padres. La enorme televisión en la sala de estar es el mejor lugar para ver el juego.
Los equipos se hallan muy igualados en habilidad. Observo con gran atención como Alex anota un gol y logra dos pases en el tercer período, dejando al otro equipo incapaz de recuperarse. Después de eso, el locutor deportivo entrevista a Alex. Está en lo alto de la victoria; me preocupa que mi respuesta tardía vaya a resultar en una profecía auto- cumplida.
Estoy agotada para el momento en que termina la repetición de lo más destacado. El juego terminó hace más de una hora, y todavía no hay mensaje de Alex. Regreso a la casa de la piscina y me preparo para ir a   la cama. Apretando el castor Waters en mi pecho, termino en un sueño inquieto.
Soy despertada un poco más tarde por el sonido de mi teléfono. Lo alcanzo en una confusión frenética, presionando botones equivocados hasta que finalmente respondo a la llamada.
—Hola. ¿Hola? —Estoy tan desorientada. Estuve teniendo sueños sobre Alex acariciando mis pechos.
—Hola. —Su voz es una manta borrosa de calidez.
—Hola —exhalo, al estilo estrella porno.
—Lo siento por despertarte. Traté de llamarte antes pero mi teléfono murió y tuve que esperar que se cargara. ¿Cómo estás?
Dios, lo amo. Espera, ¿qué? No, no, no lo amo. Amo su dulzura.
—Estoy bien. Lo siento por no llamarte hasta hoy… —Me siento culpable por evitarlo, asustada de que estuviera en el castor de alguien más.
—Debí advertirte. Sé cómo se ven las fotos. El vuelo de Sunny no fue planeado.
El remordimiento anula mi capacidad para censurar mi respuesta.
—Me gustas. No esperaba verte con alguien más. Pensé que tal vez mi marca de locura fue un poco demasiado para manejar. —Maldita sea, hacía un… trabajo mediocre en parecer poco afectada. Ahora he disparado toda la mediocridad hasta la mierda.
—Te gusto, ¿eh?
Si pudiera derretirme en un charco, lo haría. Esos modismos canadienses me derriten cada vez.
—Mm-hmm. —Prácticamente sale como un suspiro.
—También me gustas —dice en voz baja—. ¿Puedes tomarte libre  el viernes? Me encantaría que viajaras a Toronto. Puedes venir al juego,  y podemos pasar el rato por algunos días. Te llevaré a Guelph.
Es difícil no ponerse toda sensible con Alex ofreciéndome viajar a un país extranjero. Está bien, no es extranjero, pero los canadienses hablan francés y tienen acentos. Tengo días de vacaciones. El tiempo a solas con Alex sería fantástico.
—¿Violet?
Mierda. Me he quedado en silencio otra vez.
—Por favor, di que sí, nena. Quiero que vengas. —Su voz es baja, ronca.
Debe saber que me vuelve loca de la mejor manera cuando me llama nena. —Quiero ir.
—Podemos conseguir una habitación de hotel la primera noche, luego quedarnos en mi apartamento en la ciudad por el resto del fin de semana. Solo nosotros dos.
—¿Tienes un apartamento?
—Lo tengo. Mis padres se quedan allí cuando tengo juegos en Toronto.
—Cierto. Por supuesto.
La idea de pasar un fin de semana a solas con Alex hace que mis muslos se aprieten. Han pasado días desde que me masturbé, y ahora estoy caliente, húmeda y excitada.
—Tendré que consultarlo en el trabajo para ver si puedo conseguir el tiempo libre. Los boletos de última hora son caros.
Deslizo la mano por mi estómago hasta mis muslos entreabiertos, ahogando un gemido. Mi respiración ya es pesada, así que mantengo el teléfono lejos de mi boca.
—No te preocupes por… ¿qué  haces?
—Uh, yo… uh… —¿Debería o no? Antes de descubrir la foto con su hermana, estuvo enviándome mensajes sucios durante toda la semana, citando las cosas que no podía esperar para hacerme cuando llegara a casa. En uno mencionó pasar una tarde con su rostro entre mis muslos. Excepto que no utilizó esa expresión en particular. Gimo. Una vez que el sonido sale de mi boca, no puedo retirarlo.
—¿Te estás tocando?
—Tal vez. —Deslizo mis dedos en el pequeño bolsillo en la parte delantera. La ropa interior de chico es tan conveniente.
—¿Sí o no, Violet?
—Sí.
—Ah, mierda. ¿Acaricias mi coño?
Oh dulce bebé Jesús, lo llamó suyo. —Ajá.
Me muerdo el labio para no gemir demasiado alto.
—No te reprimas. Dime lo que haces. Dios, ojalá pudiera verte.
—Yo… yo…
—¿Te pondrás tímida conmigo ahora? Sólo somos tú y yo. No hay nadie más que nosotros. Dame algo para sobrevivir los próximos días. — Su voz es suave, alentadora.
—Alex. Yo… —Es apenas un susurro.
—¿Desearías que fuera yo? ¿Mis dedos tocándote?
—Oh, Dios. —Nunca he tenido sexo telefónico. No soy una habladora de sexo consciente. La basura que vomito no es intencional—
. Sí, desearía que fueras tú.
—También yo, nena. También yo. ¿Dónde están tus dedos? Dudo por una fracción de segundo. —Mi clítoris.
—¿Estás tan mojada como lo estuviste para mí?
Debato los méritos de decir la verdad o embellecerla por el bien del sexo telefónico. —No.
—¿No?
—Ni de cerca tan mojada como me puse por ti. —Jadeo y gimo.
Esto es una mierda total. Soy una de esas personas naturalmente lubricadas. Es una maldita bendición. Sin embargo, decido acariciar el ego de Alex mientras nos acariciamos a nosotros mismos.
—No puedo esperar para tener mi boca sobre ti de nuevo. Voy a comerte como si estuviera muerto de hambre y tú fueras mi última maldita comida.
Gimo, porque, ¿qué otra respuesta se da a una declaración así de directa? Alex es realmente bueno en el sexo telefónico.
Me froto con ganas cuando Alex me susurra cosas sucias al oído, acerca de cómo desearía que fueran sus dedos y su boca, lo bueno que será cuando finalmente vuelva a estar en mi interior, y lo mucho que desea que sea mi mano en su polla en este momento.
—Extraño tu polla —susurro.
—Lo haces, ¿eh? —Sigue ese pedacito de ternura canadiense con—
: Dime cómo te sientes por mi polla.
Dios mío, la cabeza de este hombre está a punto de explotar junto con su polla. —Me encanta tu polla, Alex.
Toma una respiración aguda.
—Estoy tan cerca. No te detengas. —No hablo con mi propia mano; hablo con Alex y su boca sucia. Es la fuerza impulsora detrás de mi orgasmo inminente.
Gimo su nombre y algunas maldiciones cuando el calor se forma en el centro de mi cuerpo. El teléfono cae de mi oreja mientras el orgasmo me golpea. Es como dejar caer una menta en una botella de refresco.
La voz de Alex es suave y distante mientras canta desde el otro lado junto a mi almohada. —Eso es, déjame escuchar cómo te vienes. Dios, desearía estar dentro de ti… ah mierda, voy a…
Busco el teléfono. De ninguna manera me perderé esto. Alex gruñe mi nombre de la manera más sexy imaginable. Cierro los ojos y lo imagino desnudo, empuñando su polla, viniéndose en sus perfectos abdominales.
Le doy un momento para recuperar el aliento antes de intentar una conversación. Es una defectuosa. —Entooonces…
—Dios, eso fue caliente. ¿Qué llevas puesto? Te imaginé sin camiseta y con bóxers.
—Tienes razón en la mitad inferior. Visto una camiseta sin mangas. Es blanca, así que serías capaz de ver mis pezones a través de ella si estuvieras aquí. —Me parece interesante que Alex me pregunte por mi atuendo después del sexo telefónico.
—¿Tomarías una foto para enviármela?
—¿Y si pierdes tu teléfono y se filtra en internet? —También luzco terrible en la mayoría de las fotografías, especialmente en las que salgo sola.
—Hm. Buen punto. No quiero que nadie más te vea desnuda. O parcialmente desnuda. Puedo esperar si tengo que hacerlo. ¿Así que vendrás a Toronto? Te enviaré el boleto mañana.
—Déjame comprobarlo con mi jefe primero. Dame hasta mañana por la noche para ver si puedo solucionarlo. Si Sidney y mi mamá quieren ir, él cubrirá el costo así no tienes que hacerlo tú.
—Quiero comprar el boleto.
Me preocupa la reacción de Buck. No me importa lo que piense, pero Alex tiene que jugar con él por el resto de la temporada. Si las cosas no salen bien entre nosotros, podría arruinar su juego. No puedo imaginar a Buck siendo amistoso con Alex si descubre que está metiendo su polla monstruosa en mi guarida de castor.
—Cuando estés en los desempates, puedes hacerme volar a uno de esos juegos. —Falta mucho tiempo para esos. ¿Quién sabe lo que ocurrirá entre nosotros hasta entonces?
—¿Me dejarás hacer eso?
—Sí.
—¿Te quedarás conmigo en Toronto incluso si vuelas con tu familia este fin de semana?
—Definitivamente. —Ahogo un bostezo.
—De acuerdo. Probablemente debería dejarte; es tarde allí, ¿no?
—Lo es. Pero vale la pena ser despertada en medio de la noche por una llamada sexual.
—Te llamaré mañana, chica sexy. —Su voz es suave, como plumas flotando sobre mi piel.
—Buenas noches, Alex.
—Buenas noches, nena.


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Mensaje por Tatine Mar 2 Abr - 22:08

Gracias. Menos mal que era la hermana
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Mensaje por Yani Mar 2 Abr - 23:04

Gracias, estos dos sí que la pasan bien jajaja...estoy esperando el drama.


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Mensaje por yiniva Miér 3 Abr - 10:42

15


Amo las peleas de Hockey


Violet

La noche siguiente, Charlene pasa el rato en mi casa. Tengo un plan para hacer que Sidney nos lleve al juego en Toronto, y Charlene es parte del paquete de persuasión.
Me preparo para la hora feliz de Martinis y espero la llegada de mi madre. Las bebidas son necesarias. Ella es un ciclón en el cual no quieres verte atrapado, especialmente con Charlene alrededor para alimentar su hiperactividad. No obtuve mi nivel de energía de mi mamá.
Con un Martini en la mano, Charlene me sigue a mi habitación mientras busco en mis gavetas por algo cómodo para usar. Necesito lavar la ropa. Todos mis calzoncillos de cómics de Marvel están sucios. Por lo que me conformo con mallas y una camiseta.
—¿Qué es esto? —pregunta Charlene.
Me volteo, preparada para emitir un comentario sarcástico, hasta que veo que está sosteniendo el castor Waters. Mis dedos se contraen con la necesidad de arrancarlo de sus manos.
—Es un animal de peluche. —Recojo mi teléfono del tocador y me desplazo a través de mis mensajes para evitar el contacto visual.
—Veo eso. ¿Dónde lo obtuviste? —Charlene lo voltea, inspeccionando la parte trasera de su mini suéter.
—Alex me lo envió. —Mi piel se pone caliente. Apuesto a que estoy enrojecida.
—Oh, Violet. —Charlene acaricia el castor con su nariz, frotándola en la cima de su cabeza—. ¿Duermes con este castor?
Se está burlando de mí, y no lo aprecio. Además, está tocando mi castor Waters. Soy un poco territorial con mis regalos de Alex. No dejo que nadie se acerque a los libros que me ha enviado. También escondí la caja de chocolates Godiva de mi mamá para evitar compartir.
—No puedes decirme que si tuvieras una almohada de cuerpo completo que se asemeja a Darren Westinghouse, no lo follarías antes de ir a la cama cada noche.
Charlene deja caer el castor en mi cama y limpia sus manos en sus pantalones. —Eres asquerosa.
—No follo su castor. Sólo explicaba un punto, pervertida.
—Oh. Bien. ¿Crees que puedo conseguir una almohada de cuerpo completo de Darren?
—Estoy segura de que puedes mandar a hacer una.
Recojo el castor y lo acurruco furtivamente, o no tan furtivamente, antes de colocarlo de vuelta en la cama, acaricio su pequeña cabeza, y rozo su lindo diente de conejo.
—Así que, ¿qué está pasando? Ahora mismo eres como una adicta al crack con un subidón de azúcar.
Estoy inquieta y animada, las cuales son señales reveladoras de que algo está sucediendo. —Tengo un plan para… —Soy interrumpida por un golpe en la puerta.
Mi chico repartidor de flores está sosteniendo un enorme ramo de flores con una bandera canadiense encaramada entre claveles rojos y blancos, lirios blancos y un montón de otras flores conforme al mismo esquema de colores. El tema es estrictamente canadiense. Charlene está justo detrás de mí, mirando sobre mi hombro.
—Hola, Fred.
—¿Cómo estás, Violet? —Parece nervioso. No puedo culparlo. La última vez que estuvo aquí, me encontraba enojada y me desquité con las flores. También mencioné a putas y mujerzuelas de hockey.
—Estoy bien. Lo siento por la semana pasada. —Tomo las flores. Charlene está prácticamente montada en mi espalda para poder verlas—
. Esta es mi amiga Charlene.
—Hola —saluda Charlene.
—Hola —saluda de vuelta Fred y señala las flores—. ¿Supongo que se contentaron?
—Lo hicimos.
Fred asiente y mira mis pies. Esto es raro.
—Bueno, gracias por traer las flores. Que tengas una feliz noche.
—Lo envío en su camino tranquilo.
—Apuesto a que Alex estaría enojado si se enterara que el chico que entrega sus flores tiene un flechazo por ti.
Coloco el nuevo ramo en un florero. —Fred no tiene un flechazo por mi
 Charlene resopla pero no comenta más. —Oye, hay algo más aquí. Una pequeña caja está en el medio del ramo. Abro la carta primero.
                                        No puedo esperar para mostrarte mi ciudad natal.
~Besos y abrazos, Alex.

Charlene agarra la tarjeta de mi mano. —¿Qué es esto? ¿Su ciudad natal? ¿Besos y abrazos? ¡Oh por Dios! ¿Qué está sucediendo?
—Alex quiere que vaya a su juego en Toronto.
—¿Y?
—Y que pase la semana con él en Guelph.
—Bien por ti. —Charlene me entrega un pañuelo de papel—. Así que, ¿dónde pasarás el fin de semana? Ya dijiste que sí, ¿cierto?
—Guelph y no.
Charlene arranca otro pañuelo de papel de la caja.
—No estoy estornudando. Guelph es el nombre de su ciudad natal, idiota. Necesitaba asegurarme de poder conseguir el tiempo fuera del trabajo antes de aceptar. —Lo hablé con el jefe esta mañana. Le dije que sería bueno para hacer conexiones. No es totalmente una mentira.
—Esto es grande. No puedo creer que te invitó al lugar donde creció. ¿Eso significa que conocerás a su familia? Tienes que ir a este juego.
—Si podemos convencer a mi mamá de que necesitamos ir a Toronto, acosará a Sidney hasta que acepte, y él conseguirá los boletos. Les está yendo bastante bien a los Hawks. Querrá apoyar a Buck.
—Bien pensado.
Le doy una copa de Martini a Charlene. —¿Cierto?
Hacer que Alex me compre el boleto es demasiado extravagante para una segunda cita. Si mis padres van, resuelve todos los problemas. Aún me sentiré un poco culpable por ello, pero sobreviviré.
La otra parte de mi plan es convencer a Charlene para que venga, también. Necesitaré su apoyo moral en el juego. Es mucho pedir, ya que no estoy segura de que pueda hacer que Sidney pague por su boleto de avión también. —¿Vendrás?
—¿Estás bromeando?
—Sidney probablemente pueda conseguir una entrada extra para  el juego y el hotel estará cubierto.
Charlene inmediatamente empieza a buscar vuelos de último minuto en su teléfono. —Y podré conocer a Darren en persona, ¿qué podría ser mejor?
Hago tintinear mi Martini con el de Charlene. La tengo de mi lado.
Todo lo que necesito es convencer a mamá y listo.
El estruendo profundo del Mustang de mi madre y los pesados ritmos de baile señalan su llegada al final de la bebida número dos. Como siempre, no toca. —¿Es ese el vehículo de Char en la entrada?
—¡Hola! —Charlene baja la coctelera para aceptar el abrazo demasiado entusiasta de mi madre.
—¡Te ves genial! —Mamá patea sus zapatos para quitárselos y se pasea hasta la cocina—. ¿Es ese un Martini? ¿De qué tipo? ¿No les importaría si me uniera para una bebida, cierto? Sidney tiene una llamada en conferencia en una hora, y no estoy de humor para un rapidito.
Pretendo que no escucho la última parte y ayudo a Char a hacerle una bebida.
—¡Oh, flores nuevas! —Agita sus manos en el aire como si estuviera lista para empezar a bailar. Olfatea las flores—. ¡Son hermosas! ¿Qué es esto? —Recoge la caja pequeña en el mostrador.
Me olvidé de ello por completo, habiéndome visto atrapada en explicarle la situación a Charlene.
—No estoy segura. —Tengo esperanza de que no sea nada inapropiado o mi mamá probablemente compartirá sus propias experiencias personales.
Empuja el paquete hacia mí. —Bueno, ábrelo.
Lo tomo con algo de renuencia, rezando para que no sea nada pornográfico.
Rompo el papel rojo y blanco para destapar una caja de caramelos con forma de hojas de arce. Huh. Esto está lejos de ser ofensivo. Me he acostumbrado a los regalos, tarjetas y correos electrónicos ligeramente inapropiados de Alex.
Meto uno en mi boca. Se disuelve en el momento que golpea mi lengua. Oh Dios, es celestial. Es como… azúcar de arce. Taaaaaaaaan bueno. Hago la cosa del gemido contenido. No quiero compartirlos porque soy golosa, pero me siento mal gimiendo mi placer por la comida mientras miran.
—¿Quieren uno? —pregunto a regañadientes con la boca llena de azúcar de arce.
Hacen el mismo sonido que yo. Ahora entiendo por qué me observaban. Suenan como si estuvieran en el borde de un orgasmo de azúcar.
—¿Puedes conseguir estos fuera de Canadá? —pregunta Charlene con una mirada de complicidad—. Iría a Canadá sólo para obtener algo como esto. —Arranca otro de la caja.
¿Podría ser menos sutil?
—No lo sé. —Mi mamá toma otro, también.
Es una caja pequeña. No quiero seguir compartiendo, especialmente si sólo puedes conseguirlos en Canadá donde los arboles de arce abundan. Supongo que podría pedirle a Alex que me consiga más. Conociéndolo, me enviaría el suministro para un año. No que me quejaría.
—Deberías preguntarle a Alex. —Agarra un tercero.
—Oye. —Le doy una palmada a su mano, guardando la caja medio vacía en mi pecho.
—¿No juegan en Toronto este fin de semana? —Charlene me da la transición perfecta.
—¡Oh! —Mi mamá se emociona toda y brinca de arriba abajo. Indirecta soltada—. ¡Deberíamos ir! ¿Puedes tener libre el viernes, Violet? Estoy segura de que Sidney querrá ir. ¡Cualquier excusa es buena para    ir a ver jugar a Buck!
Estoy impresionada de lo fácil que es esto. Esperaba completamente que Charlene y yo tuviéramos que trabajar por un mínimo de diez minutos para llegar a este punto. En lugar de eso toma una sola pregunta. Algo del mérito debería ir a los caramelos de azúcar de arce.
—¿Qué hay de ti, Charlene? ¿Te gustaría hacer un viaje con nosotros a Canadá? ¡Quizás podamos encontrarte un jugador de hockey caliente, también! ¡Será tan divertido! —Aplaude y salta un poco más—. Sólo he ido una vez a Canadá. Deberíamos conseguir tanto como podamos de esa cosa de arce.
Mi mamá saca su celular y empieza a enviar mensajes de texto. Sus habilidades para ello son terribles. Siempre está acortando palabras que no puedes acortar.
Su teléfono suena. —¡Hablaré con Sidney y se los reportaré! —Se toma de un trago el resto de su Martini, brinca alrededor a medida que se pone sus zapatos, y desaparece por la puerta.
Veinte minutos más tarde me llega un mensaje de texto de mi mamá confirmando que de hecho iremos a Toronto. Tengo una idea de cómo logró hacer que sucediera tan rápido.
 Mamá está convencida de que será más divertido si no le digo a Alex que iré. Charlene no está tan entusiasmada con el plan, pero soy una fan de las sorpresas, siempre y cuando sean del tipo bueno. A pesar
de su renuencia, Charlene me ayuda a fabricar una falsa excusa acerca  de una reunión de la cual no me puedo librar el viernes y una presentación que tengo que preparar para el lunes en la mañana. Llamo a Alex y le doy las “malas noticias”. Está tan decepcionado que ni siquiera quiere tener sexo telefónico. Me siento muy mal por ocultar la verdad y por la ausencia de la conversación sucia en el teléfono. Estoy esperando que el factor sorpresa valga la pena.
Prepararse para un fin de semana de viaje es una pila de trabajo, especialmente cuando uno está empacando para un montón de sexo con un jugador de hockey súper caliente. Charlene, mis senos, y yo salimos en una expedición de compras a Victoria’s Secret. Compro tres conjuntos de sujetadores y braguitas de la variedad de sexy y con volantes, todas ellas con rojo en algún lugar. Además de la ropa interior sexy, voy a Target y derrocho en una selección de nuevas bragas divertidas ya que Alex parece estar bastante interesado en verme en ellas.
El jueves es el día más lento en la tierra. Estoy ocupada con reuniones y Alex tiene práctica, así que un par de rápidos mensajes de texto son todo con lo que nos la arreglamos en la mañana.
Esta vez estoy mucho más preparada, habiendo empacado la noche anterior; el bolso de Charlene y el mío ya están en la parte trasera de la SUV de Sidney. Ella hace un rápido viaje al baño del personal al final del día de trabajo para cambiarse ya que seremos llevadas directamente desde el trabajo al aeropuerto. Charlene sale del baño vestida como si estuviera lista para una noche de fiesta en lugar de un vuelo.
—¿Es demasiado? —Ajusta su falda de piel artificial.
—No si planeas estar en un video musical.
Charlene me muestra el dedo mientras camina hacia el ascensor.
—Me veo caliente.
Mi mamá ama su vestimenta. No me sorprende.
Nuestros asientos son de primera clase, como siempre. Charlene nunca ha viajado con los titulares antes.
—¡Hay tanto espacio para las piernas! ¡No puedo creer que bebamos gratis! —Frota sus palmas de arriba abajo por el apoyabrazos de cuero.
Tan pronto como estamos en el aire, ordeno chupitos para calmar mis nervios. Todo lo que hace es aflojar sus labios y los míos.
Charlene parlotea acerca del juego y cómo planea presentarse a sí misma a Darren. Como la mala amiga que soy, no le presto atención. Estoy demasiado concentrada en lo que traerá el fin de semana con Alex, además de sexo.
—¿Crees que eso sea una buena idea?
—Definitivamente. —Asiento empáticamente, pretendiendo que he estado escuchando todo el tiempo.
—¿Así que crees que escalar los paneles y saltar al hielo para poder hacerle una mamada a Darren entre una multitud de miles es una buena forma de presentarme?
Reprimo una risita. —Pensándolo mejor, no. No creo que debas hacer eso.
—Violet, necesito algo de ayuda aquí.
—Sólo sé tú misma. Si terminan en su habitación, besándose, no   le digas que lo amas o a su polla ni nada. No la primera vez que hagan… lo que sea.
—¿Le dijiste a Alex que lo amabas cuando lo conociste? —La expresión de Charlene es incrédula y un poco herida, probablemente porque esta es la primera revelación de tal información.
—No. Ni siquiera sabía quién era él. Sin embargo, puede que haya profesado mi amor a su equipo de hombre cuando me venía.
—No lo hiciste.
—Lo hice. —Me prometí a mí misma que me llevaría esa gema a la tumba.
—Guau. Realmente debe ser inmensa.
La cabeza de mi mamá sobresale por encima del asiento frente a mí. —¿De qué estamos hablando?
—Nada.
—Alex —dice Charlene al mismo tiempo.
—He escuchado algunos rumores interesantes de él, pero este es secreto. —Mi mamá inclina su cabeza en mi dirección.
—Aparentemente      son    ciertos     —dice     Charlene     sin    nada     de consideración por mi privacidad.
—¡Char! —golpeo su brazo.
—¿Qué?
—Tuviste demasiados problemas caminando el día después de tu pijamada —comenta mi mamá.
—No discutiré esto contigo, especialmente no en un avión.
—Bien, bien. Charlene y yo podemos hablar más tarde. —Le guiña a Char y vuelve a su asiento. Puedo escucharla hablándole a Sidney. Hay muchas risitas. Desearía que no fuera tan fanática de compartir en exceso, especialmente con Sid.
Vamos directamente al estadio al llegar. El centro de Toronto no es muy diferente del de Chicago, lleno de rascacielos y horrible tráfico. No estoy segura de lo que pensé que sería. Tal vez esperaba elfos, como en   el polo norte, lo cual es ridículo ya que sólo está al norte a una hora  de  la frontera de Estados Unidos. Además de su polla monstruosa, Alex es justo como las personas normales. Si todos los hombres canadienses están así de dotados, puedo entender por qué la gente estaría dispuesta  a lidiar con los inviernos gélidos.
Llegamos al estadio con sólo minutos de sobra. Charlene está impactada por los atuendos, o la falta de ellos, de algunas de las putas  de hockey. Su falda de piel artificial es modesta en comparación.
—¿Debería haberme vestido así?
Charlene mira a una chica usando un suéter de Waters que fue convertido en un mini vestido, complementado por tacones de dos mil centímetros.
—No. Definitivamente no. Tu coño se congelaría y se caería.
Entonces, ¿qué tendrías para ofrecerle a Darren?
Nuestra conversación es puesta en espera mientras los Hawks entran al hielo. Aun con todos los rellenos y el equipo suelto de hockey, Alex es caliente. No puedo esperar para poner mis manos en él después del juego. Voy a abusar de su lindo trasero, que se joda la reacción de Buck. Han pasado dos semanas desde que lo vi; mi castor quiere comer algo de madera.
Los Hawks están arriba para el final del primer periodo, pero algo está mal con Alex. Está irritado. Puedo verlo en el conjunto de su mandíbula y la forma demasiado agresiva en la que lidia con el equipo contrario. En la banca está ansioso, siguiendo la acción del juego con sus labios apretados en una línea fina. Grita cuando uno de los defensa  de los Hawks es golpeado por un delantero de los de Toronto. Es como si estuviera buscando una pelea.
Buck está jugando como si fuera dueño de la pista. Desvía cuatro goles en el segundo periodo, permitiendo que los Hawks se mantengan en la delantera. Darren anota un gol al final del segundo periodo, dándole a los Hawks una ventaja de dos puntos.
Al principio del tercer periodo, Alex enfrenta al centro en el hielo. Justo cuando el árbitro sopla el silbato, su cabeza se levanta. El disco pega en el hielo, los guantes de Alex están fuera. El central de Toronto ni siquiera lo ve venir. Alex agarra su caja torácica con una mano y lo golpea en el estómago con la otra.
Lo derriba y se le monta a horcajadas, halando de su casco. Se sale y rueda a través del hielo. Entonces empieza a golpear con su puño el rostro del central. El hombre de Toronto se las arregla para darle un par de golpes. Son relativamente inefectivos. Alex simplemente está… sacándole la mierda a este tipo.
Finalmente, los árbitros se recomponen y los apartan. Su oponente está sangrando por todo el hielo. No debería encontrar candente este nivel de violencia.
—¿Qué están haciendo? —pregunto a medida que los árbitros escoltan a un Alex furioso fuera del hielo.
Sidney me da una mirada dudosa. —Está siendo expulsado del juego, Violet. Acaba de sacarle la mierda a alguien.
Por supuesto que lo ha hecho, ¿pero qué ocurre ahora? Alex es la encarnación de la furia mientras pisotea incómodamente por el pasillo en sus patines, desapareciendo de la vista. Alguien necesita calmar a Alex. Espero ser yo.
—Necesito orinar, ya regreso.
Camino a través de las gradas hacia los vestuarios, al tanto de que puede que no logre pasar la seguridad. Debo tener una herradura atrapada donde no me brilla el sol porque los guardias están muy ocupados charlando con un par de conejitas para notar mientras me deslizo dentro de los vestuarios.
Puedo escuchar un golpe bajo seguido por Alex maldiciendo. Me asomo por la esquina.
El uniforme de Alex es arrojado a través del piso, junto con sus rellenos y la mayoría de su equipo. Todo lo que tiene es un suspensorio, resaltando su paquete, el cual parece más grande de lo normal. Podría ser producto de mi imaginación causado por dos semanas de su ausencia.
Sus músculos están tensos, su mandíbula rígida y sus fosas  nasales llamean con su ira. Tira sus patines a través de la habitación. Golpean la pared, dejando un hueco en los paneles de yeso.
Estoy nerviosa y mis bragas están empapadas. Mi pensamiento es singular: sexo caliente y enojado en los vestuarios.
—Alex.
Sus ojos están vibrantes de rabia. Su espalda se expande y contrae con cada pesada exhalación de aliento. Rueda sus hombros, su mirada moviéndose sobre mí en un barrido salvaje y hambriento.
Oh. Por. Dios. Es terroríficamente caliente. Como Hulk, pero sexy, no verde.
Voy a follar tanto en un vestuario. Bien por mí.


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Mensaje por yiniva Miér 3 Abr - 10:50

16


A la mierda Butterson y si inoportuna sincronización 


Alex

El central de Toronto debe haberme golpeado más fuerte de lo que pensé porque estoy bastante seguro que estoy alucinando.
—Alex, cariño, ¿estás bien? —Mi alucinación da un tentativo paso hacia mí y me toca el pecho. Su mano calienta mi ya sobrecalentada piel.
No puedes sentir una alucinación. Al menos no creo que se pueda, lo cual significa que Violet está de verdad aquí. Estoy casi desnudo y extremadamente enojado. Espero que no haya presenciado mucho de mi rabieta temperamental.
—Pensé que no venías.
Se muerde su labio inferior. Extiendo la mano para rozar la curva suave. Joder, extrañé su boca. Extrañé todo de ella.
—Quería sorprenderte. Tal vez no fue la mejor de las ideas. —Sus dedos se deslizan por mi hombro sudado hasta mi cuello—. Le sacaste la mierda a ese tipo. Sangraba, y tú difícilmente tienes una marca.
—Me hizo enojar. —Como si no fuera obvio por la pateada de trasero que le di. Eso es lo que ocurre cuando un idiota hace comentarios desdeñosos sobre “follar en grupo a mi próxima conejita”. No lo manejé bien. Especialmente debido a que tenía la impresión de que no vería a Violet por varios días más. Cockburn y yo tenemos una larga aversión por el otro desde que me traspasaron a los Hawks en lugar de a él. Soy mejor jugador, y lo sabe.
—Me di cuenta. ¿Qué ocurrió allí?
—Cockburn era un imbécil. Le dije como me sentía al respecto con los puños.
—¿Cockburn? Su apellido es casi tan desafortunado como Butterson. Debe haber hecho algo muy malo como para molestarte.
—Decía estupideces. Es lo que hace mejor.
—Lamento que te hayan echado del juego. —Apoya su mano en mi pecho, justo sobre mi corazón—. Verte… me puso… —Su cabeza cae, y  me mira por debajo de sus pestañas—. Estabas tan enojado. En  vedad  no debería encontrar eso sexy, ¿no?
La furia que estuvo sacudiendo mi capacidad para tomar decisiones racionales decae en la estela de sus preguntas, solo para ser remplazada con una necesidad diferente y aguda.
—Te extrañé —dice Violet suavemente mientras se eleva sobre las puntas de sus pies, y yo me agacho para encontrarla.
No tengo control. En lo absoluto.
Dos semanas teniendo solo el inconfortable roce de mi mano, es un reemplazo pobre para Violet. El sabor que tiene, la forma en que se siente contra mi cuerpo y en mis brazos, combinado con la frustración de ser sacado del juego y la pelea, es como una bomba emocional, hormonal y de adrenalina.
—Joder, te extrañé.
Agarro su trasero y la jalo con fuerza. Sus labios se abren y busco su lengua con la mía. No hay suavidad en este beso; estoy contenido y sobrecargado. Envolviendo mi brazo alrededor de su cintura, la levanto del suelo. Sus pies cuelgan unos centímetros sobre el suelo mientras cruzo la habitación, lejos de la entrada y la gente de seguridad, quienes claramente no están haciendo su trabajo dado que Violet está aquí.
La bajo frente a los casilleros y empuja las caderas hacia mí. —¡Au!
—Suspensorio.
Palmea entre nosotros. —Por supuesto, buena idea. Protege tu snuffie.
—¿Mi qué?
—Tu snuffie. Tu polla.
—¿Huh?
—Ya sabes. Como Snuffleupagus.
Me muerde el labio, probablemente para distraerme de la comparación de la parte más preciada de mi cuerpo con un personaje de un programa para niños.
—Mi polla de ninguna forma se parece a un elefante peludo e imaginario. —Cuido mis cosas.
—Está sin cortar, así que es un snuffie, y es como una criatura mitológica, siendo tan monstruosa y eso.
—No le pondrás Snuffie de apodo a mi polla, solo para acla… —
Jalo su camisa sobre su cabeza.
Me encuentro con el sostén más increíble que he visto alguna vez. En mi vida. Es impresionante. Es rojo y blanco, con volantes y encaje por lo que puedo verle los pezones a través de la tela. Sus pechos están apretados allí, simplemente esperando a que ponga mis manos y boca sobre ellos.
—También los extrañé —les digo mientras presiono mi rostro en su pecho y pruebo su cálida piel. Violet hace esos fantásticos sonidos que amo—. Me encanta este sostén —digo desde entre sus pechos.
—Pensé que lo harías.
La hago caminar de espaldas hasta que golpea los casilleros. Empuja su pecho hacia afuera, agarrando mi cabello. Tanto como quiero admirar la forma en que luce en ese sostén, la deseo más desnuda. Puedo tomarme mi tiempo más tarde este fin de semana, cuando tenga una cama, la privacidad de mi condominio, y horas ilimitadas en las cuales disfrutar cada centímetro de su cuerpo. Necesito estar dentro de ella. Ahora.
El suspensorio es un problema, y si no me lo quito pronto, voy a terminar con una polla lastimada. No tengo ganas de ser relegado a la tarea de boca y dedos durante el resto del fin de semana. Mi polla no lo tolerará. El suspensorio está asegurado con broches; lucho con ellos mientras sigo intentando besar a Violet.
—Déjame ayudar. —Violet se pone de rodillas, se desabrocha el sostén, lo deja caer al suelo, y quita mis manos de su camino.
Mi polla golpea detrás del suspensorio, intentando liberarse.
Quiero follar. Con muchas ganas.
Violet abre los broches. —Fui una niña exploradora —dice, como si sus habilidades para quitar el suspensorio requiriera una explicación. Ladea su cabeza hacia la derecha mientras me libera para evitar que mi erección súper dura y con espasmos le golpeé el rostro.
Le da a mi polla una suave y lenta caricia. —Te extrañé. — Inclinándose hacia adelante, frota mi polla contra su mejilla. Violet levanta la mirada y roza sus labios sobre la punta.
—Joder. Nena, no hagas eso.
—¿Por qué no? —Me da otra caricia.
—Aprecio el sentimiento, pero…
Pasa la lengua a lo largo de la hendidura. Estoy sudado y soy un asco, pero si eso sabe mal, no lo deja ver. Creo que la amo. Mi polla salta en su mano, y dejo caer mi cabeza contra los casilleros, el pesado golpe haciendo eco en la habitación.
Si pone su boca sobre mí, me correré. No puedo dejar que eso pase. Tener sexo en los vestuarios es mi fantasía número uno. Bueno, tal vez no mi número uno, esa es follar tetas. En cualquier lugar. Es una segunda, pero cercana.
La halo para que se ponga de pie, y me pongo de rodillas. Le desabrocho el pantalón y descubro que sus bragas combinan con el sostén: encaje rojo que se trasluce con los mismos volantes blancos.
—Sé que la tarjeta de regalo era para mis senos, pero no quería que mi castor se sintiera dejado de lado. —Traza la cintura de encaje con el dedo.
—Totalmente entendible.
Le bajo los pantalones hasta los muslos, tomándome un momento para apreciar su piel suave. Pasando las manos por la parte posterior de sus piernas, acuno su trasero con una mano y la parte de atrás de su rodilla con la otra. La madre tierra está frente a mi rostro. Mientras que no puedo esperar para estar dentro, estoy muy consciente de que sin importar cuán excitada está, entrar allí sin un precalentamiento es poco aconsejable. Además, prometí comerla, y mantengo mis promesas.
Enganchando su pierna sobre mi hombro, beso mi camino desde su rodilla hasta el interior de su muslo, mordiéndola un poco en el camino.
Intenta ser silenciosa, pero sus susurros silenciados son mi sonido favorito en el mundo.
—¿Esto está bien, bebé? —Puedo decir que sí. Todavía quiero sus palabras sin aliento y jadeando. Las que me hacen añorar la calidez de  su cuerpo.
Exhala profundamente mientras le doy pequeños besos húmedos justo sobre su coño. —Por favor, Alex.
No necesito ninguna invitación más, la acaricio con la lengua. Y luego lo hago de nuevo, y de nuevo. Se retuerce contra mi rostro, sus ojos cerrados, mordiéndose los nudillos para evitar hacer demasiado ruido. Su palma golpea contra los casilleros mientras se viene en mi boca.
Su otra mano está enredada en mi cabello, jalándolo. Me toma un momento darme cuenta que intenta levantarme para tomar aire. Sus ojos se abren, y me limpia el mentón con su palma. —Oh, Dios. Eso es… estoy goteando mucho.
—Me encanta el sabor que tienes. —Soy lo suficientemente vanidoso como para creer que soy la razón por la que está tan mojada. Me acaricio un par de veces con dedos resbaladizos, y luego le agarro el trasero, sujetándola contra los casilleros.
—Dos semanas es demasiado tiempo para esto.
—Lo sé. Pasé por abstinencia de la Polla Monstruosa.
La bajo sobre mí e intento no pensar en cuan jodidamente fantástico se siente estar dentro de Violet de nuevo o cuánto planeo hacerlo mucho más el par de días que siguen. Busco enfocarme en algo más así no me vengo tan rápido. Las estadísticas normalmente funcionan, pero ser expulsado del juego hace que sea un mal lugar para poner mi mente. Muevo mis caderas y empujo con fuerza. Violet jadea, y su cabeza golpea contra el casillero.
—Mierda. Lo siento.
—¿Por qué?
—¿No fue demasiado fuerte?
Niega. Me besa a lo largo de la mandíbula hasta mi oído y susurra —: Vamos, Alex. Fóllame.
Eso es todo. No puede susurrar cosas como esas y esperar que sea un caballero. Aunque, considerando que estamos teniendo sexo en un vestuario, la caballerosidad se fue volando por la ventana hace rato.
Salgo hasta que solo la cabeza queda adentro y luego empujo hacia dentro de nuevo, rápido y profundo. —¿Así?
Tomo su respuesta incoherente como una afirmación y lo hago de nuevo. Su cabeza cuelga hacia atrás, golpeando el casillero con un golpe metálico seco. Intento luchar contra los orgasmos amenazando con rebasarme. Está viniendo, de todas formas, y no puedo detenerlo. Violet envuelve sus piernas con más fuerza alrededor de mi cintura, y sus uñas se clavan en mis hombros mientras golpeo en ella sin descanso.
Violet no parece importarle mi completa pérdida de control. Me muerde el cuello y murmura fóllame repetitivamente. Cambió el ángulo para tener un mejor agarre en su trasero, y mueve las caderas en círculos. Moviendo mi cabeza, muerdo la piel justo sobre su seno, y suelta el grito más sexy y dulce.
—Te voy a follar hasta que no puedas caminar.
Esa no es forma de hablarme a una mujer con la que actualmente estoy teniendo sexo caliente y agresivo contra un par de casilleros, sin importar si será verdad o no. Espero que me golpee en el rostro.
En su lugar abofetea mi trasero y gruñe—: Malditamente bien, eso espero.
El golpeteo de los casilleros se hace más ruidoso cuanto más fuerte voy. Violet canta cuánto ama mi polla y cuanto más cerca está del orgasmo. Me hace sentir una superestrella. Más allá de las paredes de los vestuarios, oigo el sonido del timbre y ovaciones. Estoy muy enfrascado en las sensaciones como para entender lo que significa.
De repente, me aprieta con tanta fuerza que la circulación de mi polla se siente como si fuera a ser cortada. Violet grita mi nombre, seguido por una sarta de profanaciones coloridas mientras se viene. Con fuerza. Y yo también.
Me siento como el campeón del mundo. Mientras salgo a la superficie desde el abismo de gratificación sexual, oigo voces.
—Eso fue irreal —dice Violet—. Quiero me lo hagas de nuevo.
—Violet, nena…
Me besa ferozmente. —Me encanta cuando me llamas nena.
Violet está tan fuera de sí misma, que no ha registrado que ya no estamos solos. Bueno, tan solos como podemos estar con los guardias de seguridad pasando el rato en el corredor.
Las voces se hacen más fuertes, filtrándose en los vestuarios. Llevo la cabeza de Violet hacia mi cuello y acomodo mi cuerpo para que las únicas partes de ella que se ven sean sus piernas envueltas alrededor de mi cintura. Incluso eso es demasiada exposición. Si no hubiera sido tan volátil esta noche, no estaríamos en esta situación. Simplemente sigo arruinando las cosas en todo lo que concierne a Violet.
—¿Qué rayos, Waters?
La voz de Butterson se hace eco en la habitación. Mientras que particularmente no me importa si sabe sobre Violet y yo, el que entre mientras la estoy follando contra los casilleros no va a terminar muy bien. Algunos de los otros chicos se detienen. La mayoría se da la vuelta, quedándose del otro lado de la habitación, donde Violet y yo estamos mayormente fuera de vista.
—Oh-oh —susurra Violet, enterrando su cabeza en mi cuello—.
Creo que estamos hock-didos.
—Eres increíble, hombre. ¿Te echan del juego y lo primero que haces es encontrar una conejita para follar? —Butterson suena entre incrédulo y envidioso.
—Puede que quieras darnos un minuto —digo, ajustando mi agarre en el trasero de Violet. No tengo idea de cómo voy a hacer para sacarla  de aquí sin que nadie más la vea desnuda.
—¿Ahora estás buscando privacidad? Deberías haber pensado en eso antes de decidir follar una conejita contra los casilleros.
Mientras que totalmente me merezco que me molesten como el infierno por esto, la situación explota.
—Oye, Butterson —dice Kirk—. ¿Esa no es tu hermana?
Si no estábamos hock-didos antes, seguro como el infierno lo estamos ahora.


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Mensaje por Yani Miér 3 Abr - 14:33

Jajaja no puede quedar ahi!!!!! Quiero más! Se viene la noche para estos dos jajaja


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Mensaje por Tatine Miér 3 Abr - 21:05

aaahhh los pillaron jejejjejeje, quiero ver la que se va armar
gracias
Tatine
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Mensaje por berny_girl Jue 4 Abr - 10:43

Capitulo 9
Ambos están un poco loco... Creo que Violet es un poco prejuiciosa, es enfocado casi de la misma forma que "Todos los hombres son iguales".
Alex al final termina siendo un encanto que no quiero desilusionar a nadie.


Capitulo 10
En su forma un poco alocada son encantador... 
La mama de Violet es un poco liberar a mi gusto, capas de avergonzar a todo el mundo, pero de una forma inocente.
 
Capitulo 11
Otro y nuevo mal entendido... Están en un momento en el paraíso y luego todo se vuelve un caos... Son extremo en todo 


Capitulo 12
La calentura de estos dos son épica... En verdad que son una gran pareja que obtiene del otro lo justo... 
Esa última declaración de amor es demasiada extraño aunque creo que para ambos


Capitulo 13
Estos dos tiene energía para mas de una maratón, no se cansan y tiene una resistencia que mas de uno quisiera... me gusta como ambos descubren cosas con el otro en cuanto a lo de lujuria se trata... pero me gustaría un poco mas de interacción personal, dejando de lado al PM y los pechos y mas de quienes son ellos.


Capitulo 14
Violet tiene ciertas actitudes que no me gustan, un poco dramática en cuanto a los mujeres que Alex frecuenta... osea llegar a crear un novela sin ningún argumento es realmente de falta de madures de su parte.  
Alex se la juega a mil... siento que el entrega mucho mas de lo que recibe de parte de Violet. 


Capitulo 15
Violet en ves de ir a ver por qué Alex termina en golpes con el otro jugador, va para tener sexo a lo loco... Un egoísta de mi gusto.
Aún estoy esperando que tengan una conexión un poco más profundo, que las constantes penetraciones...


Capitulo 16
Ooohhh la lujuria les jugo una muy mala pasada, ahora si que va a quedar la grande... 
Violet se olvida de todo cuando anda con el libido activo... desnuda delante de todos los jugadores y mas encima compañeros de su hermanastro no creo que sea la experiencia que mas le llegue agradar... 


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