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Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard

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Mensaje por Tatine Jue 16 Abr - 15:12

Gracias, Cal calló como un regalo para Mare, ojalá logre meter a su amigo también
Tatine
Tatine

Mensajes : 1545
Fecha de inscripción : 03/01/2016

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Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard - Página 2 Empty Re: Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard

Mensaje por berny_girl Vie 17 Abr - 4:26

Capitulo 7


Vuelvo a la plataforma de la servidumbre con una sensación de vacío en mi estómago. Cualquier felicidad que he sentido antes había desaparecido por completo. No me atrevo a mirar atrás, a verlo de pie en ropa fina, con cintas y medallas y los aires reales que odio. Como Walsh, él lleva la insignia de la corona en llamas, pero la suya es de un negro azabache, diamante, y rubí. Contrasta contra el negro oscuro de su uniforme. Atrás se quedaron las ropas grises que llevaba ayer por la noche, que utiliza para mezclarse con los campesinos como yo. Ahora cada centímetro luce como de un futuro rey, Plateado hasta el hueso. Pensar que confiaba en él.
Los otros sirvientes se alejan, dejándome al final de la fila mientras mi cabeza da vueltas. Él me consiguió este trabajo, me salvó, salvó a mi familia, y es uno de ellos. Peor que ser uno de ellos. Es un príncipe. El príncipe. La persona a la que todo el mundo en esta monstruosidad de espiral de piedra está aquí para ver.
—Todos ustedes han venido a honrar a mi hijo y al reino, y por eso los honro —dice el rey Tiberias, rompiendo mis pensamientos como si fueran de cristal. Levanta sus brazos, señalando las grandes tribunas de personas. Aunque intento con todas mis fuerzas mantener mis ojos en el rey, no puedo evitar mirar a Cal. Él sonríe, pero no llega a sus ojos.
—Honro tu derecho a gobernar. El futuro rey, el hijo de mi hijo, será de tu sangre plateada, así como será de la mía. ¿Quién va a reclamar tu derecho?
El patriarca de cabello plateado grita en respuesta.
—¡Reclamo La Prueba de la Reina!
En toda la espiral, los líderes de las diferentes casas gritan al unísono.
—¡Reclamo La Prueba de la Reina! —hacen eco, apoyando una tradición que no entiendo.
Tiberias sonríe y asiente.
—Entonces ha comenzado. Lord Provos, si hace los honores.
El rey se gira hacia un lugar el cual supongo es la Casa Provos. El resto del espiral sigue su mirada, sus ojos aterrizando en una familia vestida con rayas doradas y negras. Un hombre mayor, de cabello gris con vetas de color blanco, da un paso adelante. Con su extraña ropa parece una avispa a punto de picar. Cuando retuerce su mano, no sé qué esperar.
De repente, la plataforma se tambalea, se mueve hacia los lados. No puedo evitar saltar, casi golpeando al siervo a mi lado, mientras nos deslizamos a lo largo de una pista que no se ve. Mi corazón se eleva a mi garganta mientras veo el resto del Jardín Espiral dar vueltas. Lord Provos es un Telky, moviendo la estructura a lo largo de la vía pre-reconstruida con nada más que el poder de su mente.
Toda la estructura gira bajo su mando, hasta el césped se ensancha en un enorme círculo. Las terrazas bajas tiran de regreso, alineando los niveles superiores, y la espiral se convierte en un cilindro enorme abierto al cielo. A medida que las terrazas se mueven, el suelo baja, hasta que se detiene casi a veinte metros debajo de la multitud más abajo. Las fuentes se convierten en cascadas, derramándose desde la parte superior del cilindro hasta la parte inferior, donde llenan profundas, estrechas piscinas. Nuestra plataforma se desliza a una parada situada sobre la casilla del rey, lo que nos permite una vista perfecta de todo, incluyendo el suelo muy por debajo. Todo eso toma menos de un minuto, con lord Provos transformando el Jardín Espiral en algo mucho más siniestro.
Pero cuando Provos toma su asiento de nuevo, el cambio todavía no ha acabado. El zumbido de electricidad sube hasta que cruje por todas partes, por lo que los pelos de mis brazos se erizan. La luz blanca-púrpura brilla cerca del piso del jardín, chispeando con la energía de los pequeños, invisibles puntos en la piedra. Ningún Plateado se levanta para dominarlo, como Provos hizo con la arena. Me doy cuenta de por qué. Este no es cualquier Plateado haciendo algo, sino está realizando una maravilla de tecnología, de electricidad. Un relámpago sin trueno. Los rayos de luz se cruzan y entrecruzan, tejiéndose en una red cegadora brillante. Con solo mirarla me duelen los ojos, enviando afiladas dagas de dolor a través de mi cabeza. Cómo los otros pueden soportarlo, no tengo idea.
Los Plateados parecen impresionados, intrigados por algo que no pueden controlar. En cuanto a nosotros los Rojos, miramos boquiabiertos en completo asombro.
La red se cristaliza mientras la electricidad se expande y dobla. Y luego, tan repentinamente como vino, el ruido cesa. Los helados rayos se solidifican en el aire, creando un claro, escudo púrpura entre el piso y nosotros. Entre nosotros y lo que sea que pudiera aparecer por allí.
Mi mente se vuelve loca, preguntándose qué podría requerir un escudo hecho de relámpago. No puede ser un oso o una manada de lobos o cualquiera de los raros animales del bosque. Incluso las criaturas de los mitos, los grandes gatos o los tiburones de aguas o los dragones, plantearían algún daño en contra de los muchos Plateados. ¿Y por qué habría bestias en La Prueba de la Reina? Esta se supone que es una ceremonia para elegir reinas, no para pelear contra monstruos.
Como si me contestara, el suelo en el círculo de estatuas, ahora en el pequeño centro del piso cilíndrico, se abre ampliamente. Sin pensarlo, me empujo, con la esperanza de tener una mejor visión con mis propios ojos. El resto de los criados se amontonan conmigo, tratando de ver lo que esta cámara de horrores puede traer.
La chica más pequeña que he visto en mi vida surge de la oscuridad.
Gritos se elevan mientras una casa en seda marrón y piedras preciosas rojas le aplauden a su hija.
—Rohr, de la Casa Rhambos —grita la familia, anunciándola al mundo.
La chica, de no más de catorce años, sonríe a su familia. Es pequeña en comparación con las estatuas, pero sus manos son extrañamente grandes. El resto de ella parece que podría alejarse con una fuerte brisa. Da un giro sobre el ring de estatuas, siempre sonriendo. Su mirada aterriza en Cal, quiero decir en el príncipe, tratando de seducirlo con sus ojos de gacela o con el ocasional tirón de su cabello rubio miel. En pocas palabras, parece tonta. Hasta que se acerca a una estatua de piedra sólida y sacude la cabeza con un sencillo, simple movimiento.
La Casa Rhambos habla de nuevo.
—Brazosfuertes.
Debajo de nosotros, la pequeña Rohr destruye el suelo en un torbellino, convirtiendo las estatuas en pilas pulverizados de polvo mientras agrieta el suelo bajo sus pies. Es como un terremoto en diminuta forma humana, rompiendo cualquier cosa en su camino.
Así que esto es un concurso.
Uno muy violento, con la intención de mostrar la belleza de una chica, su esplendor y fuerza. La hija más talentosa. Esto es una muestra de poder, para emparejar al príncipe con la chica más poderosa, para que sus hijos puedan ser los más fuertes de todos. Y ha estado ocurriendo por cientos de años.
Me estremezco al pensar en la fuerza del dedo meñique de Cal.
Él aplaude educadamente mientras la chica Rhambos termina su espectáculo de destrucción organizada y retrocede a la plataforma descendente. Las aclamaciones de la Casa Rhambos siguen mientras desaparece.
Luego viene Heron de la Casa Welle, la hija de mi propio gobernador. Es alta, con una cara como su tocaya pájaro. La tierra destruida cambia a su alrededor mientras junta de nuevo el piso.
—Greenwarden —cantan sus familiares. Una Verdina. A su orden, los árboles crecen en un abrir y cerrar de ojos, sus puntas raspando el escudo del rayo. Creando chispas donde las ramas tocan, prendiéndole fuego a las hojas frescas. La chica de al lado, una Ninfa de la Casa Osanos, se eleva ante la ocasión. Usando las fuentes de la cascada, empapa el bosque contenido de fuego en un huracán de aguas blancas, dejando árboles carbonizados y solo tierra arrasada.
Esto sigue por lo que parece horas. Cada chica se levanta para mostrar su valor, y cada una encuentra una arena más destruida, pero están entrenadas para lidiar con cualquier cosa. Se extienden en edad y apariencia, pero todas son deslumbrantes. Una chica, de apenas doce años, hace explotar todo lo que toca como una especie de bomba andante.
Olvido —grita su familia, describiendo su poder. Mientras elimina la última de las estatuas blancas, el escudo de relámpago se mantiene firme. Silba contra su fuego, y el ruido resuena en mis oídos.
La electricidad, los Plateados, y los gritos se mezclan en mi cabeza cuando veo a Ninfas y Verdinas, Veloces, Brazosfuertes, Telkies, y lo que parece un centenar de otros tipos de Plateados mostrándose debajo del escudo. Cosas que nunca soñé posible suceden delante de mis ojos mientras las chicas transforman su piel en piedra o gritan y rompen las paredes de vidrio. Los Plateados son mayores y más fuerte de lo que jamás temí, con poderes que ni siquiera sabía que existían. ¿Cómo podía esta gente ser real?
Llegué hasta aquí y de repente estoy de vuelta en la arena, mirando a los Plateados explayarse en todo lo que no somos.
Me asombro cuando una Animos controla criaturas que invoca y unas miles de palomas bajan desde el cielo. Cuando las aves se zambullen de cabeza contra el escudo de relámpagos, estallando en pequeñas nubes de sangre, plumas, y electricidad mortal, mi asombro se convierte en repugnancia. El escudo echa chispas de nuevo, quemando lo que queda de las aves hasta que brilla como nuevo. Casi vomito con el sonido de aplausos cuando los Animos de sangre fría se hunden de nuevo en el suelo.
Otra chica, espero que la última, se levanta en una arena ahora reducida a polvo.
—Evangeline, de la Casa Samos —grita el patriarca de la familia de cabellos plateados. Habla solo, y su voz hace eco a través del Jardín Espiral.
Desde mi punto de vista, me doy cuenta de que el rey y la reina se sientan un poco más rectos. Evangeline ya tiene su atención. En gran diferencia, Cal baja su mirada a sus manos.
Mientras que las otras chicas llevaban vestidos de seda y unas pocas tenían extrañas, doradas armaduras, Evangeline aparece en un traje de cuero negro. Chaqueta, pantalón, botas, todo tachonado con dura plata. No, no era plata. Era de hierro. La plata no era tan aburrida ni tan dura. Su casa le aplaudió, todos sobre sus pies. Pertenecía a Ptolemus y el patriarca, pero otros gritaron también, otras familias. Querían que ella fuera la reina. Es la favorita. Ella saluda, con dos dedos en su frente, primero a su familia y luego al palco del rey. Ellos le devuelven el gesto, descaradamente favoreciendo a esta Evangeline.
Tal vez esto se parece más a las Hitos de lo que creía. Excepto que en vez de mostrarles a los Rojos dónde estamos, este es el rey mostrándose a sus súbditos, poderosos como son, en dónde pertenecen. Una jerarquía dentro de la jerarquía.
He estado tan preocupada por los juicios que casi no noto cuándo me toca servir de nuevo. Antes de que alguien me pueda empujar en la dirección correcta, me pongo en camino hacia la casilla de la derecha, apenas oyendo al patriarca Samos hablar.
—Magnetron. —Creo que dice, pero no tengo ni idea de lo que significa.
Me muevo por los estrechos pasillos que antes fueron calzadas abiertas, hasta los Plateados que requieren servicio. La casilla está en el fondo, pero soy rápida y me toma muy poco tiempo llegar a ellos. Me parece un clan particularmente gordo, vestidos de seda amarillo chillón y horribles plumas, todos disfrutando de un pastel enorme. Platos y tazas vacías salen de la casilla, y me pongo a trabajar limpiándolas, con las manos rápidas y con práctica. Una pantalla de video resuena dentro de la caja, mostrando a Evangeline, quien parece haberse detenido en el suelo.
—Qué farsa es esta —gruñe uno de los gordos pájaros amarillos mientras mete su rostro—. La chica de Samos ya ganó.
Extraño. Ella parece ser la más débil de todas.
Apilo los platos pero mantengo mis ojos en la pantalla, mirándola caminar a través del gastado piso. No parece como que haya algo con lo que ella pueda trabajar, para mostrar lo que puede hacer, pero no parece importarle. Su sonrisa es terrible, como si estuviera totalmente convencida de su propia magnificencia. No se ve magnífica para mí.
Entonces, los clavos de hierro en su chaqueta se mueven. Flotan en el aire, cada uno de ellos en una ronda dura de balas de metal. Entonces, como disparos de un arma de fuego, salen de Evangeline, se hunde en el polvo y en las paredes e incluso en el escudo del rayo.
Puede controlar el metal.
Varias cajas le aplauden, pero ella está lejos de haber terminado. Gemidos y sonidos metálicos hacen eco desde algún lugar muy profundo donde no encontramos en la estructura del Jardín Espiral. Incluso la familia gorda deja de comer para mirar alrededor, perpleja. Están confundidos e intrigados, pero puedo sentir las vibraciones muy por debajo de mis pies. Sé a qué temer.
Con un ruido estremecedor, tubos de metal astillan el piso de arena, elevándose desde muy abajo. Irrumpen a través de las paredes que rodean a Evangeline en una corona de trenzado metal gris y plata. Parece que ella se está riendo, pero el ensordecedor crujido de metales lo ahoga. Chispas caen del escudo relámpago, y ella misma se protege con un trozo, sin siquiera sudar. Finalmente deja caer el metal con un remate horrible. Lleva sus ojos hacia el cielo, a las cajas que la rodean. Su boca está bien abierta, mostrando pequeños dientes afilados. Parece hambrienta.
Comienza lentamente, un ligero cambio en el equilibrio, hasta que todas las casillas se tambalean. Los platos chocan con las copas de cristal del piso y ruedan, cayendo encima de la barandilla para romperse en la protección del relámpago. Evangeline está tirando de nuestra caja, inclinándola, lo que provoca que nosotros nos inclinemos. Los Plateados alrededor graznan y tiemblan, sus aplausos se convierten en pánico. No son los únicos, cada casilla en nuestra fila se mueven con nosotros. Mucho más abajo, Evangeline dirige con una mano, su ceño fruncido con concentración. Al igual que los combatientes Plateados en el ring, ella quiere mostrarle al mundo de lo que está hecha.
Ese es el pensamiento en mi cabeza mientras una bola amarilla de piel y ropa de plumas choca contra mí, lanzándome en el carril con el resto de los cubiertos.
Todo lo que veo es color púrpura mientras me caigo, el escudo del rayo levantándose a mi encuentro. Silba con electricidad, chamuscando el aire. Apenas tengo tiempo de entender, pero sé que el vidrio veteado de color púrpura me cocinará viva, me electrocutará en mi uniforme rojo. Apuesto a que los Plateados solo se preocuparán por esperar que alguien me limpie.
Mi cabeza golpea el escudo, y veo estrellas. No, no estrellas. Chispas. El escudo hace su trabajo, iluminándome con rayos de electricidad. Mi uniforme se quema, chamuscado y ahumado, y espero ver mi piel igual. Mi cadáver olerá maravilloso. Pero, de alguna manera, no siento nada. Debo estar en tanto dolor que no puedo sentirlo.
Pero… puedo sentirlo. Siento el calor de las chispas, corriendo de arriba abajo por mi cuerpo, incendiando todos mis nervios. No es uno malo, sin embargo. De hecho me siento, bien, viva. Como si hubiera estado viviendo ciega toda mi vida y ahora hubiera abierto los ojos. Algo se mueve bajo mi piel, pero no son las chispas. Miro mis manos, mis brazos, maravillada por el relámpago mientras se desliza sobre mí. Tela quemándose en la distancia, carbonizada y negra por el calor, pero mi piel no cambia.
El escudo sigue tratando de matarme, pero no puede.
Todo está mal.
Estoy viva.
El escudo desprende un humo negro, empezando a dividirse y a romperse. Las chispas son más brillantes, más furiosas, pero se están debilitando. Trato de esforzarme para llegar a mis pies, pero el escudo se rompe debajo de mí y caigo de nuevo, sobre mí misma.
De alguna manera me las arreglo para aterrizar en un montón de polvo no cubierto por el metal dentado. Definitivamente magullada y débil de mis músculos, pero todavía en una sola pieza. Mi uniforme no tiene tanta suerte, apenas está junto en un lío carbonizado.
Lucho por levantarme, sintiendo más del uniforme caer. Por encima de nosotros, murmullos y jadeos se hacen eco a través del Jardín Espiral. Puedo sentir todos los ojos en mí, la chica Roja quemada. El pararrayos humano.
Evangeline me mira fijamente, con los ojos muy abiertos. Parece enfadada, confundida… y asustada.
De mí. De alguna manera, tiene miedo de mí.
—Hola —le digo estúpidamente.
Evangeline responde con una lluvia de fragmentos de metal, todos agudos y mortales, señalado mi corazón, mientras rasgan el aire.
Sin pensarlo, elevo mis manos, con la esperanza de salvarme de lo peor de ella. En lugar de capturar una docena de cuchillas dentadas en mis manos, siento algo muy diferente. Igual que con las chispas de antes, mis nervios cantan, vivos con un poco de fuego interior. Se mueven, detrás de mis ojos, debajo de mi piel, hasta que me siento más que yo misma. Entonces estalla dentro de mí, el poder y la energía pura.
Un chorro de luz, no, de rayos, entra en erupción de mis manos, ardiendo a través del metal. Las piezas chillan y el humo, se derrite en el calor. Caen inofensivamente al suelo mientras las explosiones de rayos resuenan en la pared. Dejan un agujero humeante de un metro de ancho, apenas esquivando a Evangeline.
Su boca cae abierta en estado de shock. Estoy segura de que me veo igual mientras miro mis manos, preguntándome qué demonios me acaba de suceder. En lo alto, un centenar de Plateados más poderosos se preguntan lo mismo. Levanto la mirada para verlos a todos viéndome.
Incluso el rey se inclina sobre el borde de la casilla, su corona llameante recortada contra el cielo. Cal está justo al lado de él, mirándome con ojos muy abiertos.
—Centinelas.
La voz del rey es afilada como una navaja de afeitar, llena de amenazas. De repente, el rojo anaranjado de los uniformes de los Centinelas arde desde casi cada caja. Los guardias de élite esperan otra palabra, otra orden.
Soy buena ladrona porque sé cuándo huir. Ahora es una de esas veces.
Antes de que el rey pueda hablar, brinco, empujando a la aturdida Evangeline a deslizarle sobre sus pies delante de la escotilla aún abierta en el suelo.
—¡Atrápenla! —Resuena detrás de mí cuando caigo en la penumbra de la cámara anexa. El espectáculo de metal volando de Evangeline dejó agujeros en el techo, y aún puedo ver el Jardín Espiral. Para mi desgracia, parece que la estructura se está rompiendo, mientras cada uniformado Centinela es desplegado de sus casillas, todos corriendo tras de mí.
Sin tiempo para pensar, todo lo que puedo hacer es correr.
La antecámara debajo de la arena conecta un pasillo oscuro y vacío. Cámaras negras me miran mientras corro a toda velocidad, girando en los corredores y tras otro. Puedo sentirlos, siendo cazada por Centinelas no tan lejos detrás de mí. Corre, repito en mi cabeza. Corre, corre, corre.
Tengo que encontrar una puerta, una ventana, algo para escapar. Si puedo lograr salir, al mercado tal vez, podría tener una oportunidad. Podría.
El primer conjunto de escaleras que encuentro conduce a un largo pasillo reflejado. Pero las cámaras están allí también, en las esquinas del techo como grandes bichos negros.
Una ráfaga de disparos explota por encima de mi cabeza, obligándome a caer al suelo. Dos Centinelas, sus uniformes con el color del fuego, chocan a través de un espejo y cargan en mí. Son igual que Seguridad, me digo. Solo torpes oficiales que no te conocen. No saben lo que puedes hacer.
No sé qué puedo hacer.

Esperan que corra así que hago lo contrario, dirigiéndome hacia un par de ellos. Sus armas son grandes y poderosas, pero voluminosas. Antes de que puedan llegar para disparar, apuñalar, o ambas cosas, me dejo caer de rodillas en el suelo de mármol pulido, pasando entre los dos gigantes. Uno de ellos grita tras de mí, su voz haciendo explotar otro espejo en una tormenta de vidrio. Para el momento en que se las arreglan para cambiar de dirección, ya estoy lista y corriendo de nuevo.
Cuando por fin me encuentro con una ventana, es una bendición y una maldición. Brinco hasta detenerme frente a un panel gigante de vidrio de diamante, mirando el gran bosque. Está justo allí, justo al otro lado, más allá de un muro impenetrable.
De acuerdo, manos, ahora podría ser un buen momento para que hagan lo suyo. No pasa nada, por supuesto. No ocurre nada cuando lo necesito.
Una llamarada de calor me toma por sorpresa. Me giro para ver una pared de color rojo y anaranjado… y lo sé, los Centinelas me han encontrado. Pero la pared está caliente, parpadeando, casi sólida. Fuego. Y viene hacia mí.
Mi voz es débil, floja, derrotada, mientras me río de mi situación.
—Oh, muy bien.
Me giro para correr y me estampo contra una amplia pared de tela negra. Envuelve sus brazos fuertes alrededor de mí, me sostiene aun cuando trato de zafarme. Golpéalo, enciéndelo, grito en mi cabeza. Pero no pasa nada. El milagro no me salvará de nuevo.
El calor crece, amenazando con aplastar el aire de mis pulmones. Sobreviví al rayo hoy; no quiero tentar mi suerte con fuego.
Pero es el humo el que me va a matar. Grueso y negro y demasiado fuerte, me ahogo. Mi visión se arremolina, y mis párpados se vuelven pesados. Oigo pasos, gritos, el rugido del fuego mientras el mundo se oscurece.
—Lo siento —dice la voz de Cal. Creo que estoy soñando.


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Mensaje por berny_girl Vie 17 Abr - 4:26

Capitulo 8


Estoy en el porche, viendo cómo mi mamá le dice adiós a mi hermano Bree. Llora, aferrándose a él con fuerza, alisándole el cabello recién cortado. Shade y Tramy esperan para atraparla si sus piernas fallan. Sé que también quieren llorar, viendo a su hermano mayor irse, pero por el amor de mamá, no lo hacen. Junto a mí, papá no dice nada, se conforma con mirar al legionario. Incluso en su armadura de acero y tela a prueba de balas, el soldado parece pequeño al lado de mi hermano. Bree se lo podría comer vivo, pero no lo hace. No hace nada en absoluto cuando el legionario agarra su brazo, separándole de nosotros. Una sombra le sigue, cazando tras él en terribles alas oscuras. El mundo gira alrededor, y luego estoy cayendo.
Aterrizo un año más tarde, mis pies chapoteando atrapados en el barro debajo de nuestra casa. Ahora mamá se aferra a Tramy, rogando al legionario. Shade tiene que apartarla. En algún lugar, Gisa llora por su hermano favorito. Papá y yo guardamos silencio, ahorrándonos nuestras lágrimas. La sombra vuelve, esta vez arremolinándose alrededor, tapando el cielo y el sol. Aprieto los ojos y los cierro, esperando que me deje sola.
Cuando los abro de nuevo, estoy en los brazos de Shade, abrazándolo tan fuerte como puedo. No tiene el cabello corto aún, y su cabello castaño largo hasta la barbilla le hace cosquillas a la parte superior de mi cabeza. Presionándome contra su pecho, me estremezco. Mis oídos me pican bruscamente y me retiro, viendo gotas de sangre roja en la camisa de mi hermano. Gisa y yo nos habíamos perforado nuestras orejas otra vez, con el pequeño regalo que Shade nos dejó. Supongo que lo hice mal, ya que todo lo hago mal. Esta vez, siento la sombra antes de verla. Y se siente enfadada.
Me arrastra por un desfile de recuerdos, todas las heridas en carne viva todavía curándose. Algunos de ellos son incluso sueños. No, son pesadillas. Mis peores pesadillas.
Un nuevo mundo se materializa alrededor, formando un paisaje de sombra, humo y ceniza. Choke. Nunca he estado allí, pero he oído lo suficiente como para imaginarlo. El terreno es plano, salpicado por cráteres de un millar de bombas cayendo. Soldados en uniformes rojos manchados están agachados en cada uno de ellos, como la sangre que llena una herida. Floto a través de todos, buscando los rostros, en busca de los hermanos que perdí en el humo y la metralla.
Bree aparece por primera vez, luchando con un Lakelander azul en un charco de barro. Quiero ayudarlo, pero sigo flotando hasta que está fuera de mi vista. Tramy viene después, inclinándose sobre un soldado herido, intentando evitar que se desangre. Sus rasgos suaves, así como los de Gisa, retorciéndose en agonía. Nunca olvidaré los gritos de dolor y frustración. Como con Bree, sin poderle ayudar.
Shade espera en la parte delantera de la línea, más allá incluso de los guerreros más valientes. Está de pie en la cima de una colina sin tener en cuenta las bombas o las armas o al ejército Lakelander que espera al otro lado. Incluso tiene el descaro de sonreírme. Solo puedo ver cuando el suelo bajo sus pies explota, la destrucción una columna de fuego y ceniza.
—¡Alto! —Me las arreglo para gritar, tratando de alcanzar el humo que una vez fue mi hermano.
La ceniza se concreta, re-formándose en la sombra. Me envuelve en la oscuridad, hasta que una ola de recuerdos me adelanta de nuevo. La mano de Gisa. El reclutamiento de Kilorn. Papá viene a casa medio muerto. Lo confunden, un remolino de colores demasiado brillantes que hace que me duelan los ojos. Algo no está bien. Los recuerdos se mueven hacia atrás a través de los años, como si estuviese viendo mi vida al revés. Y luego están los eventos que no me es posible recordar: aprender a hablar, caminar, mis hermanos menores pasándome entre ellos mientras mamá los regaña. Esto es imposible.
—Imposible —me dice la sombra. La voz es tan fuerte, que temo pueda romper mi cráneo. Caigo de rodillas, chocando con lo que se siente como hormigón.
Y entonces se van. Mis hermanos, mis padres, mi hermana, mis recuerdos, mis pesadillas, se fueron. Barras de hormigón y acero se elevan alrededor. Una jaula.
Lucho por levantarme, una mano en mi cabeza dolorida mientras las cosas entran en enfoque. Una figura me mira desde más allá de los barrotes. Una corona sobre sale en su cabeza.
—Me inclinaría, pero podría caerme —le digo a la reina Elara, e inmediatamente quiero poder regresar las palabras. Es una Plateada, no puedo hablar con ella de esa manera. Podría ponerme en el astillero, quitarme mis raciones, castigarme, castigar a mi familia. No, me doy cuenta mientras mi horror crece. Ella es la reina. Solo podría matarme. Podría matarnos a todos.
Pero no parece ofendida. En cambio, sonríe. Una oleada de náuseas me baña cuando me encuentro con sus ojos, y me doblo otra vez.
—Eso se ve como una reverencia para mí —ronronea, disfrutando de mi dolor.
Lucho con las ganas de vomitar y me estiro para agarrar los barrotes. Mi puño se aprieta alrededor del frío acero.
—¿Qué está haciéndome?
—No hay mucho de nada. Excepto esto… —Se estira a los barrotes para tocar mi sien. El dolor se triplica debajo de su dedo, y caigo contra los barrotes, apenas suficientemente consciente para aguantar—, esto es para evitar que hagas alguna tontería.
Las lágrimas pican mis ojos, pero las sacudo.
—¿Como estar de pie? —Me las arreglo para escupir. Casi no puedo pensar en el dolor, y mucho menos ser educada, pero aun así me las arreglo para contener una corriente de maldiciones. Por el amor de Dios, Mare Barrow, guarda tu lengua.
—Como que electrocutes algo. —Asiente.
El dolor mengua, y me da la fuerza suficiente para llegar a la banca de metal. Cuando descanso mi cabeza contra la fría pared de piedra, sus palabras se hunden en mí. Electrocutar.
Los flashes de recuerdos atraviesan mi mente, volviéndose trozos irregulares. Evangeline, el escudo del rayo, las chispas, y yo. No es posible.
—No eres Plateada. Tus padres son Rojos, tú eres Roja, y tu sangre es de color rojo —murmura la reina, rondando ante los barrotes de la jaula—. Eres un milagro, Mare Barrow, una imposibilidad. Aún no puedo entender algo, y los he visto a todos.
—¿Esa fue usted? —casi chillo, estirándome para sostener mi cabeza de nuevo—. ¿Estabas en mi mente? ¿En mis recuerdos? ¿En mis pesadillas?
—Si conoces el miedo de alguien, los conoces. —Parpadea como si fuera una criatura estúpida—. Y tenía que saber con qué estábamos tratando.
—No soy una cosa.
—Lo que está por verse. Pero debes estar agradecida por una cosa, pequeña chica rayo —se burla, poniendo su rostro contra los barrotes. De repente mis piernas se ponen rígidas, perdiendo toda sensación mientras me siento sobre ellas de manera equivocada. Como si estuviera paralizada. El pánico se eleva en mi pecho mientras me doy cuenta de que ni siquiera puedo mover los dedos de mis pies. Esto debe ser lo que papá siente, roto e inútil. Pero de alguna manera me pongo de pie, con mis piernas moviéndose por su cuenta, dirigiéndome hacia los barrotes. Por otro lado, la reina me observa. Su parpadeo coincide con mis pasos.
Susurra, y juega conmigo. Cuando estoy lo suficientemente cerca, agarra mi cara entre sus manos. Grito mientras el dolor en mi cabeza se multiplica. Lo que daría ahora por la simple condena del servicio militar.
—Hiciste eso frente a cientos de Plateados, personas que van a hacer preguntas, personas con poder —sisea en mi oreja, su enfermizo dulce aliento recorre mi rostro—. Esa es la única razón por la que todavía estás viva.
Mis manos se aprietan, y deseo los relámpagos de nuevo, pero no vienen. Sabe lo que estoy haciendo y se ríe abiertamente. Chispas estallan detrás de mis ojos, nublando mi visión, pero oigo un remolino de seda crujir. Mi vista regresa justo a tiempo para ver su vestido desaparecer por una esquina, y me deja bien y realmente sola en la celda. Apenas puedo regresar a la banca, luchando contra el impulso de vomitar.
El agotamiento se apodera de mí en oleadas, desde mis músculos y se hunde en mis huesos. Solo soy una humana, y no se supone que los humanos enfrenten un día como el de hoy. Con una sacudida, me doy cuenta de que mi muñeca está desnuda. La banda roja se fue, me la quitaron. ¿Qué puede significar eso? Las lágrimas pican mis ojos, amenazando con caer, pero no voy a llorar. Tengo mucho orgullo.
Puedo pelear mis lágrimas, pero no las preguntas. No la duda creciendo en mi corazón.
¿Qué me está pasando?
¿Qué soy?

Abro los ojos para ver a un oficial de Seguridad mirándome desde el otro lado de los barrotes. Sus botones de plata brillan a la luz baja, pero no son nada en comparación con la mirada rebotando en la cabeza calva.
—Tiene que decirle a mi familia dónde estoy. —Dejo escapar, sentada tiesa. Por lo menos les dije que los quería, me acuerdo, pensando en nuestros últimos momentos.
—No tengo que hacer nada más que llevarte arriba —responde, pero sin mucho entusiasmo. El oficial es un pilar de calma—. Cámbiate la ropa.
De repente, me doy cuenta de que todavía tengo un uniforme a medio quemar colgando. El oficial apunta a una ordenada pila de ropa cerca de los barrotes. Me da la espalda, lo que me permite cierta semblanza de privacidad.
La ropa es sencilla, pero está bien, más suave que cualquier cosa que haya llevado nunca antes. Una camisa blanca de manga larga y pantalón negro, decorado con una sola raya plateada a cada lado. Hay zapatos también, botas brillantes negras que se elevan a mis rodillas. Para mi sorpresa, no hay una puntada de rojo en la ropa. Pero por qué, no lo sé. Mi ignorancia se está convirtiendo en un tema.
—Muy bien —me quejo, luchando contra la última bota por mi pierna. Mientras se desliza en su lugar, el oficial se da la vuelta. No escucho el tintineo de las llaves, pero entonces, no veo una cerradura. Cómo planea dejarme salir de mi jaula sin puerta, no estoy segura.
Pero en lugar de abrir alguna puerta oculta, su mano se contrae nerviosa, y las barras de metal se arquean y abren. Por supuesto. El carcelero sería un…
—Magnetrón, sí —dice con un movimiento de sus dedos—. Y en caso de que te lo estuvieras preguntando, la chica que casi freíste es una prima.
Casi me ahogo con el aire en mis pulmones, sin saber cómo responder.
—Lo siento. —Suena como una pregunta.
—Siente haber fallado —responde sin una pizca de broma—. Evangeline es una perra.
—¿Rasgo de familia? —Mi boca se mueve más rápido que mi cerebro, y jadeo, dándome cuenta de lo que acabo de decir.
Él no parece hablar fuera de turno, a pesar de que tiene todo el derecho a hacerlo. En lugar de ello, el rostro del oficial da espasmos con la sombra de una sonrisa.
—Creo que lo descubrirás —dice, sus ojos negros suaves—. Soy Lucas Samos. Sígueme.
No tengo que preguntar para saber que no tengo otra opción en el asunto.
Me saca de mi celda hacia una escalera de caracol, a no menos de doce oficiales de Seguridad. Sin decir una palabra, me rodean en una formación bien practicada y me obligan a ir con ellos. Lucas se queda a mi lado, marchando a tiempo con los demás. Manteniendo sus armas en la mano, como si estuvieran listos para la batalla. Algo me dice que los hombres no están aquí por mí, sino para defender y proteger a todos los demás.
Cuando llegamos a los niveles superiores más hermosos, las paredes de cristal son extrañamente negras. Polarizadas, me digo, recordando lo que dijo Gisa sobre el Salón del Sol. Los cristales de diamante pueden oscurecerse con una orden para ocultar lo que no debe ser visto. Obviamente, debo caer en esa categoría.
Con un sobresalto me doy cuenta de que las ventanas no cambian por algún mecanismo, sino por una oficial pelirroja. Ella agita una mano en cada pared que pasamos, y pone algo de poder bloqueando la luz, que nubla el cristal con una sombra delgada.
—Es una sombra, una dobladora de luz —susurra Lucas, notando mi asombro.
Las cámaras están aquí también. Mi piel pica, sintiendo su mirada eléctrica sobre mis huesos. Normalmente la cabeza me duele bajo el peso de tanta electricidad, pero el dolor nunca llega. Algo en el escudo me cambió. O tal vez soltó algo, revelando una parte de mí misma encerrada durante tanto tiempo. ¿Qué soy? resuena en mi cabeza de nuevo, más amenazador que antes.
Solo cuando pasamos por un conjunto de monstruosas puertas pasa la sensación eléctrica. Los ojos no me pueden ver aquí. La cámara interior podría abarcar mi casa diez veces, con zancos y todo. Y justo enfrente de mí, su mirada de fuego arde en la mía, es la del rey, sentado en un trono de cristal de diamante tallado en un infierno. Detrás de él, una ventana llena de la luz del día se desvanece rápidamente a negro. Puede ser que sea el último atisbo de sol que vuelva a ver.
Lucas y los demás oficiales me empujan hacia adelante, pero no se quedan mucho tiempo. Con nada más que con una mirada hacia atrás, Lucas conduce a los demás fuera.
El rey se sienta delante de mí, la reina de pie a su izquierda, con los príncipes a su derecha. Me niego a mirar a Cal, pero sé que debe estar sorprendido. Mantengo mi mirada en mi nuevas botas, centrándome en mis dedos de los pies, así no cedo al temor de girar mi cuerpo como plomo.
—Te arrodillarás —murmura la reina, su voz suave como el terciopelo.
Debería arrodillarme, pero mi orgullo no me deja. Incluso aquí, en frente de los Plateados, frente al rey, mis rodillas no se doblan.
—No lo haré —digo, encontrando la fuerza para levantar la mirada.
—¿Disfrutas de tu celda, chica? —dice Tiberias, su voz real llenando la habitación. La amenaza en sus palabras es clara como el día, pero aun así me quedo de pie. Él ladea la cabeza, mirándome como si fuera un experimento que hay que aclarar más.
—¿Qué quieren de mí? —Me las arreglo para forzar y dejar salir.
La reina se inclina a su lado.
—Te lo dije, es Roja y creo que…
Pero el rey la calla como lo haría con una mosca. Ella frunce los labios y se retira, sus manos estrechadas con fuerza. Los sirvientes a la derecha.
—Lo que quiero de ti es imposible —encaja Tiberias. Su fulgor arde, como si estuviera tratando de quemar.
Recuerdo las palabras de la reina.
—Bueno, siento que no me puedas matar.
El rey se ríe.
—No dijeron que fueras lista.
El alivio me atraviesa. La muerte no me espera aquí. Todavía no.
El rey arroja un montón de papeles, todos cubiertos de escritos. La hoja de la parte superior tiene la información habitual, incluyendo mi nombre, mi fecha de nacimiento, mis padres, y la pequeña mancha marrón que es mi sangre. Mi foto también está allí, la de mi tarjeta de identificación. Me miro, a los ojos aburridos hartos de esperar en la fila para sacarme la foto. Cómo desearía poder saltar a la foto, a la chica cuyo único problema era el servicio militar obligatorio y hambre en el vientre.
—Mare Molly Barrow, nacida el 17 de noviembre de 302 de la Nueva Era, de Daniel y Ruth Barrow —recita Tiberias de memoria, dejando mi vida desnuda—. No tienes ocupación y estás programada para el servicio militar obligatorio en tu próximo cumpleaños. Asistes a la escuela de moderación, los resultados de tus pruebas académicas son bajos, y tienes una lista de delitos que te aterrizaría en la cárcel de la mayoría de las ciudades. Robo, contrabando, resistencia a la autoridad, por nombrar solo unas pocas. Todas juntas eres pobre, grosera, inmoral, poco inteligente, empobrecida, amarga, terca, y una plaga sobre tu pueblo y mi reino.
El impacto de sus contundentes palabras me toma un momento asimilarlas, pero cuando lo hacen, no discuto. Tiene toda la razón.
—Y sin embargo —continúa, poniéndose de pie. Tan cerca, puedo ver que su corona es mortalmente filosa. Los puntos pueden matar—. También eres algo más. Algo que no puedo comprender. Eres ambos, Roja y Plateada, una peculiaridad con consecuencias mortales que no puedes entender. Así que, ¿qué voy a hacer contigo?
¿Me estaba preguntando a mí?
—Podrías dejarme ir. No diría una palabra.
La aguda risa de la reina me interrumpe.
—¿Y qué pasa con las Grandes Casas? ¿Guardarían silencio también? ¿Olvidarían a la chica del rayo en uniforme rojo?
No. Nadie lo hará.
—Sabes mi consejo, Tiberias —añade la reina, con los ojos en el rey—. Y solucionará ambos de nuestros problemas.
Debe ser un mal consejo, malo para mí, porque Cal aprieta un puño. El movimiento atrae mi ojo, y finalmente lo miro totalmente. Sigue estando todavía, estoico y silencioso, como estoy segura de que ha sido entrenado hacer, pero el fuego quema detrás de sus ojos. Por un momento, se encuentra con mi mirada, pero miro hacia otro lado antes de que pueda gritar y pedirle que me salve.
—Sí, Elara —dice el rey, señalando a su esposa—. No podemos matarte, Mare Barrow. —Aún flota en el aire—. Así que vamos a ocultarte de la vista para poder vigilarte, protegerte, y tratar de entenderte.
La forma en que sus ojos brillan me hace sentir como una comida a punto de ser devorada.
—¡Padre! —La palabra de Cal es como una ráfaga. Pero su hermano, el príncipe más pálido, más delgado, lo agarra por el brazo, reteniéndolo de más manifestaciones. Tiene un efecto calmante, y Cal da un paso atrás en la fila.
Tiberias continúa, haciendo caso omiso de su hijo.
—Ya no serás Mare Barrow, una Roja hija de Los Pilares.
—Entonces, ¿quién seré? —pregunto, mi voz tiembla de miedo, pensando en todas las horribles cosas que pueden hacerme.
—Tu padre era Ethan Titanos, general de la Legión de Hierro, murió cuando eras un bebé. Un soldado, un hombre Rojo, te tomó por su cuenta y te crió en la tierra, sin nunca decirte tu verdadero parentesco. Creciste creyendo que eras nada, y ahora, gracias al azar, estás completa de nuevo. Eres Plateada, una lordita perdida de la Gran Casa, una noble con gran poder, y un día, una princesa de Norta.
Por mucho que pudiera, no puedo reprimir un grito de sorpresa.
—¿Una Plateada… una princesa?
Mis ojos me traicionan, volando a Cal. Una princesa debe casarse con un príncipe.
—Vas a casarte con mi hijo Maven, y podrás hacerlo sin poner un pie fuera de la línea.
Juro que oigo mi mandíbula caer al suelo.
Un sonido miserable, vergonzoso escapa de mi boca mientras busco algo qué decir, pero sinceramente estoy sin palabras. Delante de mí, el príncipe más joven parece igual de confundido, tan estupefacto como yo. Esta vez, es el turno de Cal detenerlo, aunque sus ojos están puestos en mí.
El joven príncipe se las arregla para encontrar su voz.
—No lo entiendo —espeta, encogiéndose de Cal. Da pasos rápidos hacia su padre—. Ella es… ¿qué? —Por lo general, estaría ofendida, pero tengo que estar de acuerdo con las reservas del príncipe.
—Silencio —dice su madre—. Obedecerás.
Él mira la mira, cada centímetro del joven hijo se rebela contra sus padres. Pero su madre se endurece, y el príncipe se echa atrás, conociendo su ira y poder, así como yo.
Mi voz es débil, casi inaudible.
—Esto parece un poco... demasiado. —Simplemente no hay otra manera de describirlo—. No querrán hacerme una lordita, y mucho menos una princesa.
El rostro de Tiberias se agrieta en una sombría sonrisa. Igual que la reina, sus dientes son deslumbrantemente blancos.
—Oh, pero yo sí, querida. Por primera vez en tu pequeña vida rudimentaria, tienes un propósito. —La burla se siente como una bofetada en mi cara—. Aquí estamos, en las primeras etapas de una inoportuna rebelión, con grupos terroristas o peleadores de la libertad, o cómo demonios se llamen tontos Rojos idiotas a sí mismos, espetando cosas en nombre de la igualdad.
—La Guardia Escarlata. —Farley. Shade. Tan pronto como el nombre se me cruza por la mente, oro porque la reina Elara esté fuera de mi cabeza—. Ellos bombar…
—La capital, sí. —El rey se encoge de hombros, rascándose la nuca.
Mis años en las sombras me han enseñado muchas cosas. Quién tiene la mayor cantidad de dinero, que ni siquiera te darías cuenta, y lo mentirosos que parecen. El rey es un mentiroso, me doy cuenta, viendo cómo fuerza otro encogimiento de hombros. Está tratando de ser desdeñoso, y simplemente no funciona. Algo lo asustó de Farley, de la Guardia Escarlata. Algo mucho más grande que un par de explosiones.
—Y tú —continúa, inclinándose hacia adelante—, es posible que nos puedas ayudar a pararlo allí y evitar que sean más.
Me hubiera reído alto si no estuviera tan asustada.
—Casándome con… lo siento, otra vez, ¿cuál es tu nombre?
Sus mejillas se ponen blancas en lo que supongo es la versión Plateada de rubor. Después de todo, su sangre es plateada.
—Mi nombre es Maven —dice, su voz suave y tranquila. Igual que Cal y su padre, su cabello es de color negro brillante, pero las similitudes terminan ahí. Mientras que son amplios y musculosos, Maven es delgado, con ojos como el agua clara—. Y todavía no lo entiendo.
—Lo que Padre está tratando de decir es que ella representa una oportunidad para nosotros —dice Cal, cortando la explicación. A diferencia de su hermano, la voz de Cal es fuerte y con autoridad. Es la voz de un rey—. Si los Rojos la ven, Plateada por sangre pero Roja por naturaleza, criada por nosotros, pueden ser aplacados. Es como un viejo cuento de hadas, una plebeya se convierte en princesa. Es su campeona. Pueden mirarla a ella en vez de a los terroristas. —Y luego, más suave, pero más importante que cualquier otra cosa—: Es una distracción.
Pero este no es un cuento de hadas, ni incluso un sueño. Es una pesadilla. Estoy siendo bloqueada del resto de mi vida, obligada a ser otra persona. A ser uno de ellos. Una marioneta. Un espectáculo para mantener a la gente feliz, tranquila, y pisoteada.
—Y si captamos la historia correcta, las Grandes Casas están satisfechas también. Eres la hija perdida de un héroe de guerra. ¿Qué mejor honor les podemos dar?
Me encuentro con sus ojos, en silencio suplicante. Él me ayudó una vez, tal vez pueda hacerlo de nuevo. Pero Cal mueve la cabeza de lado a lado, negando lentamente. No me puede ayudar aquí.
—Esta no es una petición, lady Titanos —dice Tiberias. Utiliza mi nuevo nombre, mi nuevo título—. Seguirás con todo esto, y lo harás adecuadamente.
La reina Elara fija sus ojos claros en mí.
—Vivirás aquí, como es costumbre para las novias reales. Todos los días se programarán a mi criterio, y se te instruirá en todo y cualquier cosa posible para que seas… —Busca la palabra, mordiéndose los labios—, adecuada. —No quiero saber lo que eso significa—. Serás analizada. A partir de ahora vivirás en el filo de un cuchillo. Un paso en falso, una palabra mal, y sufrirás por ello.
Mi garganta se aprieta, como si pudiera sentir las cadenas que el rey y la reina están envolviendo alrededor.
—¿Qué pasa con mi vida…?
—¿Qué vida? —canta Elara—. Chica, caíste de cabeza en un milagro.
Cal aprieta los ojos cerrándolos por un momento, como si el sonido de la risa de la reina le doliera.
—Ella quiere decir su familia. Mare, la chica, tiene una familia.
Gisa, mamá, papá, los chicos, Kilorn; alejada de una vida.
—Oh, eso. —El rey sorbe, dejándose caer atrás en su silla—. Supongo que les daremos una asignación, para mantenerlos callados.
—Quiero que mis hermanos sean llevados a casa de la guerra. —Por una vez, siento como que he dicho algo bien—. Y mi amigo, Kilorn Warren. No dejen que las legiones se lo lleven tampoco.
Tiberias responde en la mitad de un latido. Unos soldados Rojos no significan nada para él.
—Hecho.
Suena menos como un indulto y más como una sentencia de muerte.


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Mensaje por yiniva Vie 17 Abr - 20:23

Orale, no me esperaba que fuera especial. No confío en esos reyes
Gracias


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Mensaje por IsCris Vie 17 Abr - 21:36

Guao guao! Que loco todo lo que le pasó a Mare, esa tal Evangeline no me gustó y creo que no le hará la vida fácil a Mare, eso y junto a la mamá de Cal veo muchos muchos problemas 

Porque no la prometieron con Cal😭😭


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Mensaje por berny_girl Sáb 18 Abr - 1:33

Capitulo 9


 
Lady Mareena Titanos, nacida de lady Nora Nolle Titanos y lord Ethan Titanos, general de la Legión de Hierro. Heredera de la Casa Titanos. Mareena Titanos. Titanos.
Mi nuevo nombre resuena en mi cabeza mientras las criadas Rojas me preparan para el próximo ataque. Las tres chicas trabajan de forma rápida y eficiente, sin hablar la una con la otra. Tampoco me hacen preguntas, a pesar de que deben querer hacerlas. No digas nada, recuerdo. No se les permite hablar conmigo y ciertamente no se les permite hablar sobre mí con nadie más. Incluso de las cosas extrañas, las cosas Rojas, que estoy segura que ven.
Durante muchos minutos de agonía, tratan de ponerme presentable, bañándome, peinándome, pintándome en la absurda cosa que se supone que debo ser. El maquillaje es lo peor, especialmente la gruesa pasta blanca aplicada en mi piel. Me ponen tres potes de eso, cubriendo mi rostro, cuello, clavícula y brazos con el brillante polvo húmedo. En el espejo, parece que la calidez ha sido quitada, como si el polvo hubiera cubierto el calor en mi piel. Con un jadeo, me doy cuenta de que se supone que oculte mi rubor natural, el florecimiento rojo en mi piel, la sangre roja. Estoy fingiendo ser Plateada y cuando terminen de pintar mi cara, realmente interpretaré el papel. Con mi nueva piel pálida; ojos y labios oscuros, parezco fría, cruel, una navaja viviente. Me veo Plateada. Me veo hermosa. Y lo odio.
¿Cuánto tiempo durará esto? Desposada con un príncipe. Incluso en mi cabeza, parece una locura. Porque lo es. Ningún Plateado en su sano juicio se casaría contigo, mucho menos un príncipe de Norta. Ni para calmar la rebelión, ni para ocultar tu identidad, ni para nada.
¿Entonces por qué hacen esto?

Cuando las criadas sujetan y me ponen una bata, me siento como un cadáver siendo vestido para su funeral. Sé que no está lejos de la verdad. Las chicas Rojas no se casan con príncipes Plateados. Nunca llevaré una corona o me sentaré en un trono. Algo pasará, tal vez un accidente. Una mentira me elevará y otro día una mentira me derribará.
El vestido es de un tono oscuro salpicado de púrpura con plateado, hecho de seda y encaje transparente. Todas las casas tienen un color, recuerdo, pensando en el arco iris de las familias. Los colores de los Titanos, mi nombre, deben ser de color púrpura y plateado.
Cuando una de las criadas alcanza mis pendientes, tratando de quitar la última parte de mi antigua vida, una oleada de miedo me atraviesa.
—¡No los toques!
La chica retrocede de un salto, parpadeando rápidamente y las otras se quedan inmóviles por mi arrebato.
—Lo siento, yo… —Una Plateada no se disculparía. Me aclaro la garganta, calmándome—. Deja los pendientes. —Mi voz suena fuerte, dura, majestuosa—. Puedes cambiar todo lo demás, pero deja los pendientes.
Las tres piezas baratas de metal, cada una un hermano, no van a ir a ninguna parte.
—El color te favorece.
Me doy la vuelta para ver a las criadas encorvadas en reverencias idénticas. Y de pie sobrepasándolas: Cal. Repentinamente, estoy muy contenta de que el maquillaje cubra el rubor extendiéndose.
Él hace un gesto rápido, su mano moviéndose en un gesto de quitarse y las criadas se escabullen de la habitación como ratones huyendo de un gato.
—Soy algo nueva en esta cosa real, pero no estoy segura de que debas estar aquí. En mi habitación —digo, poniendo tanto desprecio en mi voz como puedo. Después de todo, es su culpa que esté en este horrible lío.
Da unos pasos hacia mí y por instinto, doy un paso atrás. Mis pies atrapan el dobladillo de mi vestido, haciéndome elegir entre no moverme o caerme. No sé qué es menos deseable.
—Vine a disculparme, algo que en realidad no puedo hacer con una audiencia. —Se detiene, notando mi incomodidad. Un músculo tiembla en su mejilla mientras me mira por encima, probablemente recordando a la chica desesperada que trató de robarle apenas anoche. No me veo para nada como ella ahora—. Lo siento por involucrarte en esto, Mare.
Mareena. —El nombre incluso sabe mal—. Ese es mi nombre, ¿recuerdas?
—Entonces es una buena cosa que Mare sea un apodo adecuado.
—No creo que nada sobre mí sea adecuado.
Los ojos de Cal me dan un vistazo, y mi piel arde bajo su mirada.
—¿Qué te parece Lucas? —dice finalmente, dando un complaciente paso atrás.
El guardia Samos, el primer Plateado decente que he conocido aquí.
—Él está bien, supongo.
Tal vez la reina lo alejará si revelo lo amable que fue el oficial conmigo.
—Lucas es un buen hombre. Su familia lo considera débil debido a su amabilidad —añade, sus ojos oscureciéndose un poco. Como si conociera el sentimiento—. Pero él te servirá bien y justamente. Me aseguraré de ello.
Qué considerado. Me está dando una especie de carcelero. Pero me muerdo la lengua. No servirá de nada interrumpir su misericordia.
—Gracias, su alteza.
La chispa vuelve a sus ojos y una sonrisa a sus labios.
—Sabes que mi nombre es Cal.
—Y tú sabes mi nombre, ¿no? —le digo con amargura—. Sabes de dónde vengo.
Apenas asiente, como si estuviera avergonzado.
—Tienes que protegerles. —Mi familia. Sus rostros nadan delante de mis ojos, ya tan lejos—. A todos ellos, por todo el tiempo que puedas.
—Por supuesto que lo haré. —Da un paso hacia mí, cerrando la brecha entre nosotros—. Lo siento —dice de nuevo. Las palabras resuenan en mi cabeza, haciendo eco en el recuerdo.
La pared de fuego. El humo asfixiante. Lo siento, lo siento, lo siento.
Fue Cal quien me atrapó antes, quien me impidió escapar de este lugar horrible.
—¿Lamentas detener mi única oportunidad de escapar?
—¿Quieres decir si hubieras pasado a los Centinelas, la Seguridad, las paredes, el bosque, para regresar a tu pueblo a esperar que la misma reina te persiguiera? —responde, tomando mis acusaciones con calma—. Detenerte fue lo mejor para ti y tu familia.
—Podría haber escapado. No me conoces.
—Sé que la reina destruiría el mundo buscando a la pequeña chica relámpago.
—No me llames así. —El apodo me molesta más que el nombre falso al que sigo tratando de acostumbrarme. Pequeña chica relámpago—. Así me llama tu madre.
Se ríe amargamente.
—Ella no es mi madre. Es de Maven, no la mía.
Solo por la tensión en su mandíbula, sé que no debo insistir en el asunto.
—Oh —es todo lo que puedo decir, mi voz muy suave. Se desvanece rápidamente, un eco débil contra el techo abovedado. Estiro el cuello, mirando mi nueva habitación por primera vez desde que llegué. Es más elegante que cualquier cosa que haya visto jamás: mármol y vidrio, seda y plumas. La luz ha cambiado al color anaranjado del atardecer. Viene la noche. Y con ello, el resto de mi vida.
—Me desperté esta mañana como una persona —murmuro, más para mí que para él—, y ahora se supone que debo ser alguien completamente diferente.
—Puedes hacer esto. —Le siento dar un paso hacia mí, su calor llenando la habitación de una manera que hace que mi piel hormiguee. Pero no levanto la vista. No lo haré.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque debes. —Se muerde el labio, sus ojos moviéndose sobre mí—. Tan hermoso como es este mundo, es igual de peligroso. Las personas que no son útiles, las personas que cometen errores, pueden ser eliminadas. puedes ser eliminada.
Y lo seré. Algún día. Pero esa no es la única amenaza que enfrento.
—Así que el momento en que arruine algo, ¿podría ser el último?
No habla, pero puedo ver la respuesta en sus ojos. .
Mis dedos juguetean con el cinturón de plata en mi cintura, tirándolo con fuerza. Si esto fuera un sueño, me despertaría, pero no lo hago. Esto está sucediendo realmente.
—¿Qué hay de mí? ¿Acerca de…? —Extiendo mi mano, mirando las cosas infernales—… ¿esto?
En respuesta, Cal sonríe.
—Creo que le pillarás el truco.
Entonces levanta su propia mano desnuda. Un extraño artilugio en su muñeca, más o menos como una pulsera con dos extremos de metal, haciendo clic, produciendo chispas. En lugar de desaparecer en un instante, las chispas brillan y estallan en llamas rojas, emitiendo una ráfaga de calor. Él es un quemador, controla el calor y el fuego, recuerdo. Es un príncipe y uno peligroso debido a eso. Pero la llama desaparece tan rápido como llega, dejando solo la alentadora sonrisa de Cal y el zumbido de las cámaras ocultas en algún lugar, observándolo todo.
Los Centinelas enmascarados en el borde de mi visión son un recordatorio constante de mi nueva posición. Soy casi una princesa, comprometida al segundo soltero más codiciado del país. Y soy una mentira. Cal se ha ido, dejándome con mis guardias. Lucas no es tan malo, pero los demás son severos y callados, nunca mirándome a los ojos. Los guardias e incluso Lucas son vigilantes para mantenerme encarcelada en mi propia piel, roja detrás de una cortina plateada que nunca puede ser removida. Si caigo, si incluso me deslizo, moriré. Y otros morirán por mi fracaso.
Mientras me escoltan hacia la fiesta, repaso la historia que la reina inculcó en mí, la bonita historia que ella iba a decirle a la corte. Es simple, fácil de recordar, pero todavía me hace temblar.
Nací en el frente de guerra. Mis padres murieron en un ataque contra el campamento. Un soldado Rojo me salvó de los escombros y me llevó a casa para una esposa que siempre quiso una hija. Me criaron en el pueblo llamado Los Pilares y estuve desconociendo mi derecho de nacimiento o mi habilidad hasta esta mañana. Y ahora he regresado al lugar que me corresponde.
El pensamiento me pone enferma. El lugar que me corresponde está en casa, con mis padres, Gisa y Kilorn. No aquí.
Los Centinelas dirigen el camino a través del laberinto de pasadizos en los niveles superiores del palacio. Al igual que el Jardín Espiral, la arquitectura es toda curva de piedra, vidrio y metal, girando lentamente hacia abajo. Hay vidrios de diamantes en cada esquina, mostrando impresionantes vistas del mercado, el valle del río y el bosque más allá. Desde esta altura, puedo ver las colinas que no sabía que existían alzándose a lo lejos, destacando contra el sol poniente.
—Los dos últimos pisos son apartamentos reales —dice Lucas, apuntando la pendiente en espiral del pasillo. La luz del sol brilla como una tormenta de fuego, arrojando manchas de luz sobre nosotros—. El ascensor nos llevará hasta el salón de baile. Justo aquí. —Lucas se estira, deteniéndose junto a una pared de metal. Nos refleja débilmente, entonces se desliza cuando él agita una mano.
Los Centinelas nos dirigen a una caja sin ventanas y con intensa iluminación. Me obligo a respirar, aunque preferiría salir de lo que parece un enorme ataúd de metal.
Me sobresalto cuando el ascensor se mueve repentinamente, haciendo que mi pulso se acelere. Mi aliento sale en jadeos entrecortados cuando miro alrededor con los ojos abiertos por el miedo, esperando ver a los demás reaccionando de la misma manera. Pero a nadie parece importarle el hecho de que la caja en la que estamos se está cayendo. Solo Lucas nota mi incomodidad y ralentiza un poco el descenso.
—El ascensor se mueve hacia arriba y hacia abajo, así no tenemos que caminar. Este lugar es muy grande, lady Titanos —murmura, esbozando una sonrisa.
Estoy dividida entre el asombro y el miedo mientras caemos y doy un suspiro de alivio cuando Lucas abre las puertas del ascensor. Marchamos hacia el pasillo de espejos por donde corrí esta mañana. Los espejos rotos ya están arreglados, se ve como si nada hubiera sucedido.
Cuando la reina Elara aparece por la esquina, con sus propios Centinelas a cuestas, Lucas hace una inclinación. Ahora ella viste de negro, rojo y plateado, los colores de su marido. Con su cabello rubio y piel pálida, luce francamente macabra.
Me agarra por el brazo, acercándome a ella mientras caminamos. Sus labios no se mueven, pero igual escucho su voz, resonando en mi cabeza. Esta vez no duele ni me produce náuseas, pero la sensación todavía se siente rara e incorrecta. Quiero gritar, arañar para sacarla de mi cabeza. Pero no hay nada que pueda hacer excepto odiarla.
La familia Titanos fue olvidada, dice, su voz por todas partes. Ellos podían explotar cosas con un toque, como la chica Lerolan lo hizo en La Prueba de la Reina. Cuando trato de recordar a la chica, Elara proyecta una imagen de ella directamente en mi cerebro. Apenas parpadea allí, pero todavía veo a una chica joven vestida en color naranja volando una roca y arena como bombas militares. Tu madre, Nora Nolle, era una tormenta como el resto de la Casa Nolle. Las Tormentas controlan el clima, hasta cierto punto. No es común, pero de su unión resultó tu habilidad única para controlar la electricidad. No digas más, si alguien pregunta.
¿Qué es lo que realmente quieres de mí?
Incluso en mi cabeza, mi voz tiembla.
Su risa rebota dentro de mi cráneo, la única respuesta que obtendré.
Recuerda la persona que debes ser, y recuérdalo bien, continúa, ignorando mi pregunta. Estás fingiendo ser criada por Rojos, pero eres Plateada de sangre. Ahora eres Roja en la cabeza, Plateada en el corazón.
Un escalofrío de miedo me atraviesa.
A partir de ahora hasta el final de tus días, debes mentir. Tu vida depende de ello, pequeña chica relámpago.


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Mensaje por berny_girl Sáb 18 Abr - 1:34

Capitulo 10


 
Elara me deja de pie en el pasillo, reflexionando sobre sus palabras.
Solía pensar que era solo la brecha, Plateado y Rojo, ricos y pobres, reyes y esclavos. Pero hay mucho más en el medio, cosas que no entiendo, y estoy justo en medio de ello. Crecí preguntándome si tendría comida para la cena; ahora estoy plantada en un palacio a punto de ser devorada viva.
Rojo en la cabeza, Plateado en el corazón siguen conmigo, guiando mis movimientos. Mis ojos permanecen bien abiertos, contemplando el gran palacio, que tanto Mare como Mareena nunca habían soñado, pero mi boca se presiona en una línea firme. Mareena está impresionada, pero mantiene sus emociones bajo control. Es fría e insensible.
Las puertas al final del pasillo están abiertas, revelando la sala más grande que he visto alguna vez, incluso más grande que la sala del trono. Creo que nunca me acostumbraré a la magnitud de este lugar. Paso a través de las puertas hacia un descansillo. Las escaleras me conducen hasta el suelo, donde cada casa se encuentra en fría expectación, mirando al frente. Otra vez, ellos mantienen sus colores. Algunos murmuran entre sí, probablemente hablando de mí y mi pequeño espectáculo. El rey Tiberias y Elara están de pie sobre una superficie elevada a pocos metros del suelo, frente a la multitud de sus súbditos. Ellos nunca pierden la oportunidad para sentirse superiores a los demás. O son muy vanidosos o muy conscientes. Para lucir poderoso se tiene que ser poderoso.
Los príncipes se emparejan con sus padres en diferentes trajes de color rojo y negro, ambos condecorados con medallas militares. Cal está de pie al lado derecho de su padre, su rostro tranquilo e impasible. Si él sabe con quién va a casarse, no parece muy feliz acerca de ello. Maven también está allí, al lado derecho de su madre, su rostro un nubarrón de emociones. Su hermano menor no es tan bueno como Cal en ocultar sus sentimientos.
Por lo menos no voy a tener que lidiar con un buen mentiroso.
—El derecho a La Prueba de la Reina es siempre un acontecimiento feliz, que representa el futuro de nuestro gran reino y los lazos que nos mantienen fuertemente unidos frente a nuestros enemigos —dice el rey, dirigiéndose a la multitud. Todavía no me han visto, allí de pie en el borde de la sala, bajando la vista hacia todos ellos—. Pero como vieron hoy, La Prueba de la Reina ha traído más que a una futura reina.
Él se vuelve hacia Elara, quien aprieta la mano del rey entre la suya con una sonrisa diligente. Su cambio de villana diabólica a una reina ruborizada es sorprendente.
—Todos recordamos nuestra brillante esperanza contra la oscuridad de la guerra, nuestro capitán, nuestro amigo, el General Ethan Titanos —dice Elara.
La gente murmura sobre la sala, por afecto o tristeza. Incluso el patriarca Samos, el cruel padre de Evangeline, inclina su cabeza.
—Él dirigió a la Legión de Hierro hacia la victoria, haciendo retroceder a las líneas de guerra que se habían resistido durante casi cien años. Los Lakelanders le temían; nuestros soldados lo adoraban. —Dudo mucho que ni un solo soldado Rojo quisiera a su general Plateado—. Los espías Lakelander mataron a nuestro querido amigo Ethan, pasaron al otro lado de las líneas para destruir a nuestra única esperanza para la paz. Su esposa, lady Nora, una mujer buena y justa, murió con él. En ese fatídico día hace dieciséis años, la Casa de Titanos se perdió. Arrebatándonos a nuestros amigos. Nuestra sangre fue derramada.
El silencio se asienta en la sala mientras la reina hace una pausa para secar ligeramente sus ojos, enjugando lo que sé son lágrimas falsas y forzadas. Algunas de las chicas participantes de La Prueba de la Reina, están inquietas en sus asientos. No les importa un general muerto, y tampoco a la reina, en realidad. Esto se trata de mí, de que de alguna manera pueda meter a una chica Roja en la corona sin que nadie se dé cuenta. Es un truco de magia, y la reina es una ilusionista experta.
Sus ojos me encuentran, llameando hasta mi lugar en la parte superior de las escaleras, y todos siguen su mirada. Algunos miran confundidos, mientras otros me reconocen de esta mañana. Y unos pocos miran a mi vestido. Conocen los colores de la Casa de Titanos mejor que yo y entienden quién soy. O por lo menos, quién pretendo ser.
—Esta mañana vimos un milagro. Vimos a una chica Roja caer en la arena como un relámpago, blandiendo el poder que no debería tener. —Más murmullos se elevan, y algunos Plateados incluso se ponen de pie. La chica Samos parece furiosa, con sus ojos negros fijos en mí.
»El rey y yo entrevistamos extensamente a la chica, tratando de descubrir cómo llegó a ser. —Entrevistar es una forma graciosa de describir revolviendo mi cerebro—. Ella no es Roja, pero sigue siendo un milagro. Amigos míos, por favor denle la bienvenida de nuevo a lady Mareena Titanos, hija de Ethan Titanos. Perdida y ahora encontrada.
Con un movimiento de su mano, hace señas para que me acerque. Y obedezco.
Desciendo las escaleras entre aplausos forzados, especialmente centrada en no tropezar. Pero mis pies están seguros, mi rostro tranquilo, mientras me sumerjo hacia cientos de rostros perplejos, observando y sospechando. Lucas y mis guardias no me siguen, permanecen en el descansillo. Estoy sola delante de esta gente, una vez más, y nunca me he sentido tan desnuda, incluso con las capas de seda y polvo. De nuevo, estoy agradecida por todo el maquillaje. Es mi escudo entre ellos y la verdad de quién soy. Una verdad que ni siquiera entiendo.
La reina hace gestos hacia un asiento libre en la primera fila de la multitud, y me dirijo a ella. Las chicas de La Prueba de la Reina me observan, preguntándose por qué estoy aquí y por qué, de repente, soy tan importante. Pero solo sienten curiosidad, no enojo. Me miran con lástima, enfatizan lo mejor que pueden mi triste historia. Excepto Evangeline Samos. Cuando finalmente llego a mi asiento, está sentada justo al lado, sus ojos mirando a los míos. Atrás quedaron sus ropas de cuero y broches de hierro; ahora lleva un vestido de aros metálicos entrelazados. Por la forma en la que sus dedos se aprietan, puedo decir que no quiere nada más que envolver sus manos alrededor de mi cuello.
—Salvada del destino de sus padres, lady Mareena fue secuestrada del frente y llevada a una pueblo Rojo a no más de dieciséis kilómetros de aquí —siguió el rey, haciéndose cargo por lo que puede decir el gran giro en mi historia.
»Criada por padres Rojos, trabajó como una sirviente Roja. Y hasta esta mañana, creía que era uno de ellos. —El grito de asombro hace rechinar a mis dientes—. Mareena era un diamante en bruto, trabajando en mi propio palacio, la hija de mi difunto amigo bajo mis narices. Pero eso se acabó. Para expiar mi ignorancia, y como retribución a su padre y su casa por sus grandes contribuciones al reino, me gustaría aprovechar este momento para anunciar la unión de la Casa Calore y la resucitada Casa Titanos.
Otro jadeo, esta vez de las chicas de La Prueba de la Reina. Ellas creen que les estoy quitando a Cal. Creen que soy su competencia. Levanto mis ojos hacia el rey, suplicando silenciosamente para que siga antes de que una de las chicas me asesine.
Casi puedo sentir el frío metal de Evangeline atravesándome. Sus dedos firmemente enlazados, los nudillos blancos mientras resiste la tentación de despellejarme frente a todos. Al otro lado, su siniestro padre pone una mano en su brazo para calmarla.
Cuando Maven da un paso hacia adelante, la tensión en la sala se desinfla. Él tartamudea brevemente, tropezando con las palabras que le han enseñado, pero encuentra su voz.
—Lady Mareena.
Intentando con todas mis fuerzas no temblar, me pongo de pie y lo enfrento.
—A los ojos de su alteza real, mi padre y los nobles de la Corte, pediré tu mano en matrimonio. Me comprometo a ti, Mareena Titanos. ¿Aceptas?
Mi corazón palpita mientras habla. Aunque sus palabras suenan como una pregunta, sé que no tengo opción en mi respuesta. No importa cuánto quiera apartar la mirada, mis ojos se quedan fijos en Maven. Él me da la más pequeña de las sonrisas alentadoras. Me pregunto qué chica hubiera sido la elegida para él.
¿A quién habría elegido yo? Si nada de esto hubiera sucedido, si el maestro de Kilorn nunca hubiera muerto, si Gisa nunca se hubiera roto la mano, si nada hubiera cambiado. . Es la peor palabra del mundo.
Reclutamiento. Supervivencia. Niños de ojos verdes con mis pies rápidos y el apellido Kilorn. Ese futuro era casi imposible antes; ahora es inexistente.
—Me comprometo a ti, Maven Calore —digo, martillando los últimos clavos en mi ataúd. Mi voz tiembla, pero no me detengo—. Acepto.
Eso lleva a tal finalidad, cierra una puerta para el resto de mi vida. Me siento como si fuera a desplomarme pero de alguna manera me las arreglo para sentarme con elegancia.
Maven se mueve sigilosamente de regreso a su asiento, agradecido de estar fuera del centro de atención. Su madre le da una palmada en el brazo como consuelo. Ella sonríe suavemente, solo para él. Incluso los Plateados aman a sus hijos. Pero se vuelve fría de nuevo mientras Cal se pone de pie, su sonrisa desaparece en un suspiro.
El aire parece salir de la habitación cuando cada chica inhala, a la espera de su decisión. Dudo que Cal tenga algo que decir en la elección de una reina, pero juega bien su papel, al igual que Maven, justo como estoy tratando de hacer yo. Sonríe alegremente, incluso destellando sus dientes blancos que hacen suspirar a algunas chicas, pero sus cálidos ojos son terriblemente solemnes.
—Soy el heredero de mi padre, nacido con privilegios, poder y fuerza. Me deben su lealtad, al igual que yo les debo mi vida. Es mi deber servir a mi reino lo mejor que pueda y más allá. —Ha ensayado su discurso, pero la vehemencia de Cal no puede fingirse. Cree en sí mismo, de que será un buen rey, o morirá en el intento—. Necesito una reina que sacrifique tanto como lo haré yo, para mantener el orden, la justicia y el equilibrio.
Las chicas de La Prueba de la Reina se inclinan hacia adelante, impacientes por escuchar sus próximas palabras. Pero Evangeline no se mueve, una sonrisa obscena se tuerce en su rostro. La Casa Samos luce igual de apacible. Su hermano, Ptolemus, incluso reprime un bostezo. Ellos saben quién ha sido elegida.
—Lady Evangeline.
No hay grito de sorpresa, ningún impacto o entusiasmo en ella. Incluso las otras chicas, desconsoladas como están, se sientan únicamente con un encogimiento de hombros, abatidas. Todos lo vieron venir. Recuerdo a la gran familia de regreso en el Jardín Espiral, quejándose de que Evangeline Samos ya había ganado. Tenían razón.
Con una gracia fluida y fría, Evangeline se levanta de un salto. Apenas mira a Cal, en su lugar gira sobre su hombro para mofarse de las chicas cabizbajas. Regodeándose del momento de gloria. Esbozando una sonrisa en su rostro cuando sus ojos caen sobre mí. No me pierdo el destello salvaje de sus dientes.
Cuando se da la vuelta de nuevo, Cal repite la propuesta de su hermano.
—A los ojos de su alteza real, mi padre y los nobles de la Corte, pediré tu mano en matrimonio. Me comprometo a ti, Evangeline Samos. ¿Aceptas?
—Me comprometo, príncipe Tiberias —dice ella con una voz extrañamente alta y susurrante, contrastando con su dura apariencia—. Acepto.
Con una sonrisa triunfante, Evangeline se sienta de nuevo y Cal se retira a su asiento. Él mantiene una sonrisa inalterable en su lugar como la pieza de una armadura, pero ella parece no darse cuenta.
Entonces siento que una mano encuentra mi brazo, las uñas se clavan en mi piel. Lucho con el impulso de saltar de mi silla. Evangeline no reacciona, sigue mirando al frente hacia el lugar que un día será suyo. Si esto fuera Los Pilares, golpearía algunos de sus dientes. Sus dedos se clavan en mí, hasta la carne. Si extrae sangre, sangre roja, nuestro pequeño juego terminará antes de que ni siquiera tenga la oportunidad de comenzar. Pero no llega a romper mi piel, dejando moretones que las doncellas tendrán que ocultar.
—Métete en mi camino y te mataré lentamente, niñita del rayo —murmura a través de una sonrisa. Niñita del rayo. El sobrenombre en verdad está empezando a sacarme de quicio.
Para consolidar su punto, el fino brazalete de metal en su muñeca se mueve, convirtiéndose en un círculo de pinchos afilados. Cada punta brilla, suplicando por derramar sangre. Trago saliva, tratando de no moverme. Pero ella lo suelta rápidamente, devolviendo la mano a su regazo. Una vez más, es la imagen de una tímida chica Plateada. Si alguna vez hubo una persona suplicando por un codazo en la cara, es Evangeline Samos.
Un rápido vistazo alrededor de la habitación me dice que la corte se ha vuelto silenciosa. Algunas chicas tienen lágrimas en sus ojos y lanzan miradas fulminantes de lobo hacia Evangeline e incluso a mí. Probablemente esperaban este día, toda su vida, solo para fallar. Quiero entregar mi compromiso, obsequiarlo a las que lo quieren tan desesperadamente, pero no. Debo parecer feliz. Debo fingir.
—Tan maravilloso y feliz como ha sido el día de hoy… —dice el rey Tiberias, ignorando el sentimiento en la sala—…debo recordarles por qué se ha tomado esta decisión. El poderío de la Casa Samos se unió con mi hijo, y todos los hijos que le siguen ayudarán a guiar a nuestra nación. Todos ustedes conocen el precario estado de nuestro reino, con la guerra en el norte y los estúpidos extremistas, enemigos de nuestra forma de vida, tratando de destruirnos desde adentro. La Guardia Escarlata puede parecer pequeña e insignificante para nosotros, pero representan un giro peligroso de nuestros hermanos Rojos. —Más de unas cuantas personas de entre la multitud se mofan del término hermanos, yo incluida.
Pequeña e insignificante. Entonces, ¿por qué me necesitan? ¿Por qué me utilizan, si la Guardia Escarlata no es nada para ellos? El rey es un mentiroso. Pero, ¿qué está tratando de ocultar? Todavía no estoy segura. Podría ser la fuerza de la Guardia. Podría ser yo.
Probablemente ambas cosas.
—Esta rebelde racha debería tomar fuerza —siguió—, terminará en derramamiento de sangre y una nación dividida, algo que no puedo soportar. Debemos mantener el equilibrio. Evangeline y Mareena ayudarán a hacer eso, por el bien de todos nosotros.
Los murmullos pasan a través de la multitud en las palabras del rey. Algunos asienten, otros miran a través de las elecciones de La Prueba de la Reina, pero nadie expresa su desacuerdo. Nadie levanta la voz. Nadie escuchará si lo hicieran.
Sonriendo, el rey Tiberias inclina su cabeza. Él ha ganado, y lo sabe.
—Fuerza y poder —repite. El lema hace eco más allá de él, mientras cada persona repite las palabras.
Las palabras tropiezan en mi lengua, sintiéndose extrañas en mi boca. Cal me mira fijamente, viéndome cantar acompañada de todos los demás. En ese momento, me odio a mí misma.
—Fuerza y poder.
Sufro durante el banquete, mirando sin ver, escuchando sin oír. Incluso la comida, más comida de la que nunca he visto, sabe insípida en mi boca. Debería estar comiendo con glotonería, disfrutando de lo que probablemente es la mejor comida de mi vida, pero no puedo. Ni siquiera puedo hablar cuando Maven me murmura, con voz tranquila y a un nivel de seguridad.
—Lo estás haciendo bien —dice, pero trato de ignorarlo. Al igual que su hermano, lleva la misma pulsera metálica, el generador de llamas. Es un firme recordatorio de quién y qué es exactamente Maven, poderoso, peligroso, un incinerador, un Plateado.
Sentada en una mesa hecha de cristal, bebiendo un burbujeante líquido dorado hasta que mi cabeza da vueltas, me siento como una traidora. ¿Qué están comiendo mis padres para la cena de esta noche? ¿Saben dónde estoy? ¿O mamá está sentada en el porche, esperando a que regrese a casa?
En cambio, estoy atrapada en una sala llena de personas que me matarían si supieran la verdad. Y la familia real por supuesto, me mataría si pudieran, quienes probablemente un día me matarán. Me han dado un vuelco de arriba abajo, intercambiando a Mare por Mareena, harapos por sedas, Roja por Plateada. Esta mañana era una sirvienta, esta noche soy una princesa. ¿Cuánto más cambiará? ¿Qué más voy a perder?
—Ya tienes suficiente de eso —dice Maven, su voz flota a través del estruendo de la fiesta. Apartando mi elegante copa, reemplazándola con un vaso de agua.
—Me gustaba esa bebida. —Pero bebo ansiosamente el agua, sintiendo aclararse mi cabeza.
Maven solo se encoge de hombros.
—Me lo agradecerás más tarde.
—Gracias —espeto tan sarcásticamente como me es posible. No he olvidado la forma en que me miró esta mañana, como si fuera algo en la suela de su zapato. Pero ahora su mirada es más suave, más tranquila, más como la de Cal.
—Siento mucho lo de antes, Mareena.
Mi nombre es Mare.
—Estoy segura de que lo sientes. —Sale en su lugar.
—Realmente —dice él, inclinándose. Estamos sentados lado a lado, con el resto de la familia real en la mesa de honor—. Es solo… generalmente los príncipes más jóvenes pueden elegir. Es una de las ventajas de no ser el heredero —añade con una sonrisa muy forzada.
Oh.
—No sabía eso —respondo, sin saber realmente qué decir. Debería sentirme mal por él, pero no me atrevo a sentir ningún tipo de piedad por un príncipe.
—Sí, bueno, no deberías. No es tu culpa.
Mira hacia la sala del banquete de nuevo, lanzando su mirada como un sedal. Me pregunto qué cara está buscando.
—¿Ella está aquí? —murmuro, tratando de sonar arrepentida—. ¿La chica que habrías elegido?
Titubea, luego niega:
—No. No tengo a nadie en mente. Pero era bueno tener la opción de elegir, ¿sabes?
No, no lo sé. No puedo darme el lujo de elegir. Ni ahora ni nunca.
—No como mi hermano. Creció sabiendo que nunca tendría algo que decir en su futuro. Supongo que ahora estoy teniendo una muestra de lo que se siente.
—Tú y tu hermano tienen todo, príncipe Maven —susurro con voz tan ferviente que podría ser una oración—. Vives en un palacio, tienes fortaleza, tienes poder. No conoces las penurias, ni que traten mal e injustamente, y créeme, se hace mucho. Así que, discúlpame si no siento pena por ninguno de los dos.
Aquí estoy, dejando correr mi boca más que mi cerebro. Mientras me recupero, bebo el resto del agua en un intento por calmar mi temperamento, Maven solo se me queda mirando, sus ojos fríos. Pero el muro de hielo se desvanece, derritiéndose mientras su mirada se suaviza.
—Tienes razón, Mare. Nadie debe sentir lástima por mí. —Puedo oír la amargura en su voz. Con un escalofrío, lo veo lanzar una mirada hacia Cal. Su hermano mayor brilla como el sol, riendo con su padre. Cuando Maven se da la vuelta, se obliga a sonreír, pero hay una sorprendente tristeza en sus ojos.
Por mucho que lo intento, no puedo ignorar la sacudida repentina de compasión que siento por el príncipe olvidado. Pero pasa cuando recuerdo quién es él y quién soy yo.
Soy una chica Roja en un mar de Plateados, y no me puedo dar el lujo de sentir pena por nadie, menos aún por el hijo de una víbora.


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Mensaje por IsCris Sáb 18 Abr - 23:47

Gracias por los capítulos

Honestamente puede que Maven tenga riqueza y poder, pero no quita que sufra, el dolor va más allá de las comodidades que puedas tener cada quien tiene sus problemas, y claramente los de el son el abandono de su padre 

Esa Evangeline no me gusta!! Que horrible que es, ademas estoy segura que Mare es mucho más poderosa que ella 

Espero que Mare pueda ver a su familia pronto!


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Mensaje por berny_girl Dom 19 Abr - 4:52

Capitulo 11

 
La multitud brinda al final de la fiesta, sus copas levantadas hacia la mesa real. Y así van, lordes y lordas en un arcoíris de colores tratando de mover su camino en su favor. Tendré que aprenderlos todos pronto, relacionando color a casa y casa a persona. Maven me susurra sus nombres, a pesar de que no voy a recordarlos mañana. Al principio es molesto, pero pronto me encuentro inclinándome para escuchar los nombres.
Lord Samos es el último en levantarse, y cuando lo hace, un silencio cae. Este hombre impone respeto, incluso entre titanes. Aunque su túnica negra es sencilla, con adornos de seda simple, y no tiene grandes joyas o insignias de las que hablar, tiene un innegable aire de poder. No necesito que Maven me diga que él es el más alto de las Casas Altas, una persona que se teme sobre todos los demás.
—Volo Samos —murmura Maven—. Jefe de la Casa Samos. Posee y opera las minas de hierro. Cada arma en la guerra proviene de su tierra.
Así que no es solo un noble. Su importancia viene de algo más que solo títulos.
El brindis de Volo es corto y va al grano.
—A mi hija —declara él, en voz baja, estable y fuerte—. La futura reina.
—¡Por Evangeline! —grita Ptolemus, poniéndose de pie al lado de su padre. Sus ojos brillan alrededor de la habitación, retando a cualquiera a oponerse a ellos. Algunos lordes y ladies parecen molestos, incluso enfadados, pero levantan sus copas junto el resto, saludando a la nueva princesa. Sus copas reflejan la luz, cada una, una pequeña estrella en la mano de un dios.
Cuando termina, la reina Elara y el rey Tiberias suben, los dos sonriendo a sus numerosos invitados. Cal también se levanta, a continuación Evangeline, luego Maven, y después de un tonto momento, me uno a ellos. Las muchas casas hacen lo mismo en sus mesas, y el raspado de sillas en el mármol suena como clavos en una piedra. Afortunadamente, el rey y la reina simplemente se despiden y dan la corta serie de pasos que conduce lejos de nuestra mesa alta. Se acabó. Lo he hecho a través de mi primera noche.
Cal toma la mano de Evangeline y la conduce detrás de ellos, con Maven y yo siguiéndolos por detrás. Cuando Maven toma mi mano, su piel es sorprendentemente fría.
Los Plateados, se hacen a ambos lados, viéndonos pasar en un silencio pesado. Sus rostros son curiosos, astutos, crueles, y detrás de cada sonrisa falsa hay un recordatorio; ellos están observando. Todos los ojos me analizan, buscando grietas e imperfecciones, me retuerzo, pero no me puedo romper.
No puedo caer. Ni ahora, ni nunca. Soy una de ellos. Soy especial. Soy un accidente. Soy una mentira. Y mi vida depende de mantener la ilusión.
Maven aprieta sus dedos con los míos, alentándome.
—Ya casi termina —susurra mientras nos acercamos al final del pasillo—. Casi allí.
La sensación de ser sofocada pasa cuando dejamos la fiesta, pero las cámaras nos siguen con ojos pesados y eléctricos. Cuanto más lo pienso, más fuerte se vuelve su mirada, hasta que puedo sentir dónde están las cámaras antes de verlas. Tal vez esto es un efecto secundario de mi “condición”. Tal vez nunca había estado rodeada por esta cantidad de electricidad antes, y así es como todo el mundo lo siente. O tal vez solo soy rara.
De vuelta en el pasillo, un grupo de Centinelas espera para escoltarnos arriba. Pero entonces, ¿qué amenaza pueden representar para estas personas? Cal, Maven, y el rey Tiberias pueden controlar el fuego. Elara puede controlar mentes. ¿Qué podrían temer?
Nos levantaremos, Rojos como el amanecer. La voz de Farley, las palabras de mi hermano, el credo de la Guardia Escarlata, vuelven a mí. Ya atacaron a la capital; este podría incluso ser su próximo objetivo. Yo podría ser un objetivo. Farley podía meterme en otra misión de secuestro, revelándome ante al mundo en un intento de debilitar a los Plateados.
Mira sus mentiras, mira esta mentira, diría ella, empujando mi cara en la cámara, haciéndome sangrar rojo para que todo el mundo lo vea.
Pensamientos más locos y aún más locos me vienen a la mente, cada uno más aterrador y extravagante que el anterior. Este lugar me está volviendo loca después de un solo día.
—Eso salió bien —dice Elara, arrebatando su mano del rey cuando llegamos a los pisos de residencia. A él no parece importarle en lo más mínimo—. Lleva a las chicas a sus habitaciones.
Ella no dirige su orden a nadie en particular, pero cuatro centinelas se desprenden del grupo. Sus ojos brillan detrás de sus máscaras negras.
—Puedo hacerlo —dicen Cal y Maven al unísono. Se echan un vistazo el uno al otro, sorprendidos.
Elara levanta una ceja perfecta.
—Eso sería inapropiado.
—Escoltaré a Mareena, Mavey puede llevar a Evangeline —ofrece Cal rápidamente, y Maven frunce sus labios ante el apodo. Mavey. Probablemente Cal lo llamaba así cuando era un niño y ahora está atascado, el emblema de un hermano menor, siempre en la sombra, siempre segundo.
El rey se encoge de hombros.
—Déjalos, Elara. Las chicas necesitan una buena noche de sueño, y los Centinelas le darían pesadillas a cualquier dama —Se ríe, lanzando un guiño juguetón a los guardias. No responden, silenciosos como una piedra. No sé si se les permite hablar siquiera.
Después de un momento de silencio tenso, la reina se vuelve sobre sus talones.
—Muy bien. —Como cualquier mujer, odia a su marido por desafiarla, y como cualquier reina, odia el poder que el rey tiene sobre ella. Una mala combinación.
—A la cama —dice el rey, su voz un poco más enérgica y autoritaria. Los Centinelas se quedan con él, siguiéndolo cuando se va en sentido contrario de su esposa. Supongo que no duermen en la misma habitación, pero eso no me causa mucho impacto.
—Exactamente, ¿dónde está mi habitación? —pregunta Evangeline, mirando a Maven. La futura-reina-que-se-sonroja se ha ido, reemplazada por la diablesa afilada que reconozco.
Él traga saliva ante la vista de ella.
—Uh, por aquí, Señorita… seño… Mi lady. —Tiende un brazo para ella, pero solo pasa junto a él—. Buenas noches, Cal, Mareena. —Suspira Maven, haciendo un punto al mirarme.
Solo puedo asentir al príncipe retirándose. Mi prometido. El pensamiento me da ganas de vomitar. A pesar de que parecía educado, incluso agradable, él es un Plateado. Y es el hijo de Elara, lo que podría ser aún peor. Sus sonrisas y palabras amables no pueden ocultar eso de mí. Cal es igual de malo, elevado para gobernar, para perpetuar aún más este mundo de división.
Él mira a Evangeline desaparecer, sus ojos demorándose en su forma de retirarse de una manera que me hace sentir extrañamente molesta.
—Escogiste una verdadera ganadora —murmuro una vez que está fuera del alcance del oído.
La sonrisa de Cal muere con una contracción hacia abajo, y comienza a caminar hacia mi habitación, ascendiendo por la espiral inclinada. Mis pequeñas piernas luchan por mantenerse a ritmo con sus largas zancadas, pero él no parece darse cuenta, perdido en sus pensamientos.
Finalmente se vuelve, con los ojos como brasas.
—No elegí nada. Todo el mundo sabe eso.
—Por lo menos tú sabías que esto sucedería. Me desperté esta mañana incluso sin tener novio. —Cal se estremece ante mis palabras, pero no me importa. No puedo manejar su autocompasión—. Y, sabes, está la cosa de que vas a ser rey. Eso debe ser un impulso.
Se ríe para sí mismo, pero no se está riendo. Sus ojos se oscurecen, y da un paso hacia adelante, analizándome de pies a cabeza. En lugar de verse crítico, parece triste. Profundamente triste en las piscinas-de-oro-rojizas de sus ojos, un niño perdido, buscando a alguien que lo salve.
—Eres muy parecida a Maven —dice después de un largo momento que hace que mi corazón se acelere.
—¿Quieres decir comprometida con un desconocido? Tenemos eso en común.
—Ambos son muy inteligentes. —No puedo evitar resoplar. Cal, obviamente, no sabe que no puedo lograrlo en un examen de matemáticas para alguien de catorce años de edad—. Conocen a la gente, los entienden, ven a través de ellos.
—Hice un gran trabajo esa última noche. Definitivamente sabía todo el tiempo que eras el príncipe coronado. —Todavía no puedo creer que había sido la noche anterior. Qué diferencia hace un día.
—Tú sabias que no pertenecía.
Su tristeza es contagiosa, enviando un dolor sobre mí.
—Así que hemos cambiado de lugar.
De repente, el palacio no parece tan hermoso o tan magnífico. El metal duro y la piedra son demasiado intensos, demasiado brillantes, demasiado poco naturales, atrapándome dentro. Y debajo de todo eso, el zumbido eléctrico de las cámaras se oye. Ni siquiera es un sonido, sino un sentimiento en mi piel, en mis huesos, en mi sangre. Mi mente se acerca a la electricidad, como por instinto. Para. Me digo. Para. El vello de mi brazo se levanta como si algo ardiera debajo de mi piel, una energía crepitante que no puedo controlar. Por supuesto que regresa ahora, cuando es la última cosa que quiero.
Pero la sensación pasa tan rápido como llegó, y la electricidad se desplaza a un zumbido bajo de nuevo, dejando que el mundo vuelva a la normalidad.
—¿Estás bien?
Cal se queda mirándome, confundido.
—Lo siento —murmuro, negando—. Solo pensaba.
Él asiente, viéndose casi disculpándose.
—¿En tu familia?
Las palabras me golpean como una bofetada. Ni siquiera me habían pasado por la cabeza en las últimas horas, y eso me pone enferma. Unas pocas horas de seda y realeza ya me han cambiado.
—He enviado un comunicado para liberar a tus hermanos y tu amigo, y un oficial a tu casa, para decirles a tus padres dónde te encuentras —continúa Cal, pensando que eso podría calmarme—. No les podemos decir todo, sin embargo.
Solo puedo imaginar cómo pasó eso. Oh, hola. Su hija es una Plateada ahora, y va a casarse con un príncipe. Usted nunca la volverá a ver, pero le enviaremos algo de dinero para ayudar. Trato justo, ¿no le parece?
—Saben que trabajas para nosotros y tienes que vivir aquí, pero todavía creen que eres un sirviente. Por ahora, al menos. Cuando tu vida se haga más pública, vamos a averiguar cómo tratar con ellos.
—¿Puedo escribir para ellos por lo menos? —Las cartas de Shade eran siempre un punto brillante en nuestros días oscuros. Tal vez las mías sean lo mismo.
Pero Cal niega.
—Lo siento, eso simplemente no es posible.
—No lo creí.
Me introduce en mi habitación, la cual rápidamente se enciende a la vida. Luces activadas por movimiento, creo. Al igual que en el pasillo, mis sentidos se agudizan y todo lo eléctrico se convierte en una sensación de ardor en mi mente. Inmediatamente sé que no hay menos de cuatro cámaras en mi habitación y eso me hace retorcer.
—Es para tu propia protección. Si alguien fuera a interceptar las cartas, para averiguar sobre tu…
—¿Están las cámaras aquí para mi propia protección? —pregunto, haciendo un gesto hacia las paredes. Las cámaras apuñalan mi piel, observando cada centímetro de mí. Es desesperante, y después de un día como el de hoy, no sé cuánto más puedo soportar—. Estoy encerrada en este palacio de pesadilla, rodeada de muros y guardias y la gente que me va a hacer pedazos, y ni siquiera puedo conseguir un momento de paz en mi propia habitación.
En lugar de espetar de regreso, Cal parece desconcertado. Sus ojos arden alrededor. Las paredes están desnudas, pero él debe ser capaz de percibirlas también. ¿Cómo puede alguien no sentir los ojos presionando?
—Mare, no hay ninguna cámara aquí.
Agito una mano hacia él, desdeñosa. El zumbido eléctrico todavía rompe contra mi piel.
—No seas estúpido. Puedo sentirlas.
Ahora él realmente parece perdido.
—¿Sentirlas? ¿Qué quieres decir?
—Yo… —Pero las palabras mueren en mi garganta cuando me doy cuenta: no siente nada. Ni siquiera sabe lo que estoy diciendo. ¿Cómo puedo explicarle, si no lo sabe? ¿Cómo puedo decirle que siento la energía en el aire como un pulso, como otra parte de mí? ¿Cómo otro sentido? ¿Incluso lo entendería?
¿Lo haría alguien?
—¿Es eso… no normal?
Algo parpadea en sus ojos mientras duda, tratando de encontrar las palabras para decirme que soy diferente. Incluso entre los Plateados, soy algo más.
—No que yo sepa —dice finalmente.
Mi voz suena pequeña, incluso para mí.
—No creo que nada más en mí sea normal nunca más.
Él abre la boca para hablar, pero lo piensa mejor. No hay nada que pueda decir para hacerme sentir mejor. No hay nada que pueda hacer por mí en absoluto.
En los cuentos de hadas, la pobre muchacha sonríe cuando se convierte en una princesa. En este momento, no sé si volveré a sonreír de nuevo.


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Mensaje por berny_girl Dom 19 Abr - 4:52

Capitulo 13

 
Tu horario es el siguiente:
07:30 Desayuno
08:00 Protocolo
11:30 Almuerzo
13:00 Lecciones
18:00-cena.
Lucas te acompañará a todas. El horario no es negociable.
Su alteza real la reina Elara de la Casa Merandus.

La nota es brevey al punto, por no mencionar grosera. Mi mente nada con el pensamiento de cinco horas de lecciones, recordando lo mal que me iba en la escuela. Con un gemido, tiro la nota de nuevo sobre la mesa de noche. Aterriza en un charco de luz dorada de la mañana, solo burlándose de mí.
Igual que ayer, las tres doncellas revolotean dentro, silenciosas como un susurro. Quince minutos más tarde, después de sufrir para ponerme el pantalón de cuero ajustado, un vestido drapeado, y otra extraña, ropa poco práctica, nos acomodamos en lo más plano que puedo encontrar en el armario de las maravillas. Pantalón negro elástico pero resistentes, una chaqueta púrpura con botones de plata y botas grises pulidas. Además del cabello brillante y la pintura de guerra, casi parezco yo misma otra vez.
Lucas espera al otro lado de la puerta, un pie tocando el suelo de piedra.
—Un minuto de retraso —dice al segundo que entro en la sala.
—¿Vas a cuidarme todos los días o solo hasta que me familiarice con mi camino?
Camina junto a mí, guiándome con suavidad en la dirección correcta.
—¿Qué es lo que piensas?
—Aquí está una larga y feliz amistad, Oficial Samos.
—Igual, mi lady.
—No me llames así.
—Lo que usted diga, mi lady.
Después de la fiesta de noche, el desayuno luce opaco en comparación. El comedor, la habitación más pequeña, todavía es grande, con techo alto y vista al río, pero la larga mesa solo está puesta para tres. Por desgracia para mí, los otros dos resultan ser Elara y Evangeline. Ya están a medio camino de sus cuencos de fruta en el momento en que entro. Elara apenas me mira, pero la mirada perspicaz de Evangeline es suficiente para las dos. Con el rebote del sol fuera del atuendo de metal, parece una estrella deslumbrante.
—Debes comer rápidamente —dice la reina sin levantar la vista—. Lady Blonos no tolera las tardanzas.
Frente a mí, Evangeline se ríe en su mano.
—¿Sigues tomando Protocolo?
—¿Quieres decir que tú no lo haces? —Mi corazón salta ante la perspectiva de no tener que sentarme en las clases con ella—. Excelente.
Evangeline se burla de mí, sacudiéndose el insulto.
—Solo los niños toman Protocolo.
Para mi sorpresa, la reina toma mi lado.
—Lady Mareena creció bajo terribles circunstancias. No sabe nada de nuestras formas, de las expectativas que debe cumplir ahora. Seguramente entiendes sus necesidades, Evangeline.
La reprimenda es calmada, tranquila y amenazante. La sonrisa de Evangeline cae, y asiente, sin atreverse a encontrarse con los ojos de la reina.
—El almuerzo de hoy será en la Terraza de Cristal, con las damas de La Prueba de la Reina y sus madres. Trata de no regodearte —añade Elara, aunque nunca lo haría. Evangeline, por otro lado, se sonroja.
—¿Todavía están aquí? —Oigo preguntar—. ¿Incluso después de no ser elegida?
Elara asiente.
—Nuestros invitados estarán aquí por las próximas semanas, para honrar adecuadamente al príncipe y a su prometida. No se irán hasta después del baile de despedida.
Mi corazón se desploma en mi pecho hasta que rebota alrededor de mis dedos de los pies. Así que habrá más noches como anoche, con la multitud presionando y mil ojos. Harán preguntas también, preguntas que voy a tener que responder.
—Adorable.
—Y después del baile, nos iremos con ellos —continúa Elara, moviendo el cuchillo—. Para volver a la capital.
A la capital. Archeon. Sé que la familia real regresa al Palacio Whitefire al final de cada verano, y ahora iré también. Me tendré que ir, y este mundo que no puedo entender será mi única realidad. Nunca podré volver a casa. Sabías esto, me digo, estuviste de acuerdo con esto. Pero no duele menos.
Cuando escapo de nuevo al pasillo, Lucas me hace pasar. Mientras caminamos, me sonríe.
—Tienes sandía en la cara.
—Por supuesto que sí —espeto, limpiándome la boca con la manga.
—Lady Blonos vendrá aquí —dice, señalando el final del pasillo.
—¿Cuál es la historia acerca de ella? ¿Puede volar o hacer flores crecer de sus oídos?
Lucas me sonríe, siguiéndome la corriente.
—No del todo. Es una curandera. Ahora, hay dos tipos de curanderos: curanderos de piel y curanderos de sangre. Todos en la Casa Blonos son curanderos de sangre, lo que significa que pueden curarse a sí mismos. Podría tirarla a la parte superior de la sala y caminaría lejos sin un rasguño.
Me gustaría ver eso, pero no lo digo en voz alta.
—Nunca había oído de un curandero de sangre antes.
—No tenías que hacerlo, ya que no se les permite pelear en las arenas. Simplemente no tiene sentido que lo haga.
Vaya. Otro Plateado de proporciones épicas.
—Así que si tengo, eh, un episodio…
Lucas se ablanda, comprendiendo lo que estoy tratando de decir.
—Ella estará bien. Las cortinas, por otro lado...
—Es por eso que me la dieron a mí. Porque soy peligrosa.
Pero Lucas niega.
—Lady Titanos, se te fue dada porque tu postura es terrible y comes como un perro. Bess Blonos te va a enseñar cómo ser una dama y si la enciendes un par de veces, nadie te culpará.
Cómo ser una dama... eso será horrible.
Él golpea los nudillos en la puerta, haciéndome saltar. Se abre en silencio, con las bisagras moviéndose suaves, revelando una habitación iluminada por el sol.
—Volveré para llevarte a almorzar —dice. No me muevo, mis pies están plantados, pero Lucas me da un codazo a la temida habitación.
La puerta se cierra detrás de mí, esta vez dejando fuera la sala y todo lo que pueda calmarme. La habitación está bien pero es sencilla con una pared de ventanas, y totalmente vacía. El zumbido de las cámaras, las luces, la electricidad, es vibrante y fuerte aquí, casi quema el aire alrededor con su energía. Estoy segura de que la reina está mirando, lista para reírse de mis intentos de ser adecuada.
—¿Hola? —digo, esperando una respuesta, pero no sale nada.
Cruzo a las ventanas, con vista al patio. En lugar de otro bonito jardín, estoy sorprendida de encontrar que esta ventana no da afuera en absoluto, sino hacia abajo a una gigantesca habitación blanca.
El suelo está a varios pisos debajo, y una pista suena en el borde exterior. En el centro, unos extraños movimientos y giros de artilugios, dan vueltas y vueltas con el brazo de metal extendido. Hombres y mujeres, todos de uniforme, esquivan la máquina de hilar. Toman velocidad, girando más rápido, hasta que solo quedan dos. Son rápidos, entrando y esquivando con gracia y velocidad. A cada paso la máquina acelera, hasta que finalmente se ralentiza, cerrándose. La vencieron.
Esto debe ser algún tipo de entrenamiento, de seguridad o de Centinelas
.
Pero cuando los dos aprendices pasan a dirigir la práctica, me doy cuenta de que no son de Seguridad en absoluto. El par dispara bolas de fuego de color rojo brillante en el aire, explotando objetivos a medida que suben y caen. Cada uno es un tiro perfecto, e incluso desde aquí arriba, reconozco las caras sonrientes. Cal y Maven.
Así que esto es lo que hacen durante el día. No aprenden a gobernar, para ser reyes, ni incluso lord correctos, sino que entrenan para la guerra. Cal y Maven son criaturas mortales, soldados. Pero su batalla no es solo en las líneas. Es aquí, en un palacio, en las transmisiones, en el corazón de cada persona que gobierna. Gobernarán, no solo por derecho de una corona, sino por la fuerza. La fuerza y la energía. Son todo lo que los Plateados respetan, y es todo lo que se necesita para mantener al resto de nosotros como esclavos.
Evangeline da pasos hasta el siguiente. Cuando los blancos vuelan, lanza un ventilador de plata sosteniendo dardos de metal para acabar con cada uno de ellos a la vez. No es de extrañar que se riera de mí en Protocolo. Mientras estoy aquí para aprender a comer bien, ella está en entrenamiento para matar.
—¿Disfrutando del espectáculo, lady Mareena? —canta una voz detrás de mí. Me doy la vuelta, mis nervios hormiguean un poco. Lo que veo no hace nada para calmarme.
Lady Blonos es un espectáculo horrible, y toma todos mis modales evitar que mi mandíbula caiga. Curandera de sangre, capaz de curarse a sí misma. Ahora entiendo lo que eso significa.
Debe ser mayor de cincuenta años, mayor que mi madre, pero su piel es suave y sorprendentemente tensa sobre sus huesos. Su cabello es perfectamente blanco, peinado hacia atrás, y sus cejas parecen fijas en un constante estado de shock, se arquean en su frente sin arrugas. Todo en ella es malo, desde sus labios demasiado llenos hasta la fuerte pendiente no natural de su nariz. Solo sus profundos ojos grises miran con vida. El resto, me doy cuenta, es falso. De alguna manera puede sanar o cambiarse a sí misma en esta cosa monstruosa en un intento de parecer más joven, más bonita, mejor.
—Lo siento —finalmente consigo decir—, entré, y usted no estaba…
—Lo observé —dice, ya odiándome—. Se pone de pie como un árbol en una tormenta.
Se apodera de mis hombros y los empuja hacia atrás, obligándome a ponerme derecha.
—Mi nombre es Bess Blonos, y voy a tratar de hacer de ti una dama. Serás princesa un día, y no podemos tenerte actuando como una salvaje, ¿verdad?
Salvaje. Por un breve y brillante momento, pienso en escupir en la tonta cara de lady Blonos. Pero, ¿cuánto me costaría eso? ¿Qué lograría? Y solo probaría que está en lo correcto. Lo peor de todo, es que me doy cuenta de que la necesito. Su entrenamiento me va a impedir algún deslizamiento y, más importante, me mantendrá viva.
—No. —Mi voz es un cascaron vacío a sus respuestas—. No podemos permitir eso.
Exactamente tres horas y media más tarde, Blonos me libera de sus garras y voy de regreso a la atención de Lucas. Mis espalda me duele de las lecciones de postura sobre cómo sentarme, pararme, caminar, e incluso dormir (sobre tu espalda, con los brazos a los lados, siempre quieta), pero no es nada comparado con el ejercicio mental en el que me puso. Perforó las reglas de la corte en mi cabeza, llenándome de nombres, protocolos, y etiqueta. En las últimas horas he recibido un curso acelerado de cualquier cosa y de todo lo que tengo que saber. La jerarquía entre las grandes casas está entrando lentamente en mi visión, pero estoy segura que voy a estropear algo de todos modos. Nosotros solo arañamos la superficie del Protocolo, pero ahora puedo ir a la estúpida función de la reina con al menos alguna idea de cómo actuar.
La Terraza de Cristal está relativamente cerca, solo un piso más abajo y a un pasillo otra vez, así que no tengo mucho tiempo para recuperarme antes de enfrentarme a Elara y a Evangeline de nuevo. Esta vez, cuando paso por la puerta, soy recibida por un vigorizante aire fresco. Estoy fuera por primera vez desde que me convertí en Mareena, pero ahora, con el viento en mis pulmones y el sol en mi rostro, me siento más como Mare de nuevo. Si cierro los ojos, puedo fingir que nada de esto ha sucedido. Pero lo hizo.
La Terraza de Cristal es tan adornada como el aula de Blonos estaba desnuda y hace honor a su nombre. Una marquesina de vidrio, con el apoyo de claras columnas, artísticamente cortadas, se extiende sobre nosotros, refractando el sol en un millón de colores danzantes para que coincida con las mujeres pululando alrededor. Es hermosa de una forma artificial, como todo lo demás en este mundo Plateado.
Antes de que tenga la oportunidad de tomar un respiro, un par de chicas dan pasos delante de mí. Sus sonrisas son falsas y frías, al igual que sus ojos. A juzgar por los colores de sus vestidos —azul oscuro y rojo en una, negro sólido en la otra—, pertenecen a la Casa Iral y a la Casa Haven.
Silks y Sombras, recuerdo, pienso regresando a las lecciones de Blonos sobre habilidades.
—Lady Mareena —dicen al unísono, inclinándose con rigidez. Hago lo mismo, inclinando mi cabeza de la manera en que lady Blonos me mostró.
—Soy Sonya de la Casa Iral —dice la primera, sacudiendo la cabeza con orgullo. Sus movimientos son ágiles y felinos. Los Silks son rápidos y tranquilos, perfectamente equilibrados y ágiles.
—Y yo soy Elane de la Casa Haven —agrega la otra, su voz apenas un susurro. Mientras la chica Iral es oscura, con la piel muy bronceada y el cabello negro, Elane es pálida, con rizos rojo brillante. La luz del sol baila en las manchas de su piel en un halo perfecto, dándole un aspecto impecable. Sombra, dobladora de la luz—. Queríamos darle la bienvenida.
Pero sus sonrisas puntiagudas y ojos entrecerrados no parecen darme la bienvenida en absoluto.
—Gracias. Son muy amables. —Me aclaro la garganta, tratando de sonar normal, y las niñas no pierden la acción, intercambiando miradas—. ¿También participaron en La Prueba de la Reina? —digo rápidamente, esperando distraerlas de mis terribles gracias sociales.
Eso solo parece prenderlas. Sonya se cruza de brazos, mostrando las uñas afiladas color hierro.
—Lo hicimos. Es evidente que no fuimos tan afortunadas como usted o Evangeline.
—Lo siento… —Sale antes de que pueda detenerlo. Mareena no se disculparía—. Quiero decir, saben que no tenía ninguna intención de…
—Sus intenciones están por verse —ronronea Sonya, más parecida a un gato con cada segundo que pasa. Cuando se vuelve, chasqueando los dedos de una manera que hace que las uñas corten a lo largo de unas con otros, me estremezco—. Abuela, ven a conocer a lady Mareena.
Abuela. Casi doy un suspiro de alivio, esperando que una mujer de edad llegue contoneándose y me salve de estas chicas que pican. Pero estoy muy equivocada.
En lugar de una vieja arrugada, me encuentro con una mujer formidable de acero y sombra. Igual que Sonya, tiene la piel de color café y cabello negro, aunque la suya es asesinada con vetas blancas. A pesar de su edad, sus ojos marrones lanzan chispas de vida.
—Lady Mareena, esta es mi abuela lady Ara, jefa de la Casa Iral —explica Sonya con una sonrisa en punta. La mujer mayor me ve, y su mirada es peor que cualquier cámara y penetra directamente—. ¿Tal vez la conoces como la Pantera?
—¿La Pantera? Yo no…
Pero Sonya sigue hablando, disfrutando de verme retorciéndome.
—Hace muchos años, cuando la guerra se calmó, los agentes de inteligencia se volvieron más importantes que los soldados. La Pantera fue el más grande de todos.
Una espía. Estoy de pie delante de una espía.
Me obligo a sonreír, aunque solo sea para tratar de esconder mi temor. El sudor se desata en mis palmas, y espero no tener que estrechar las manos.
—Un placer conocerla, mi lady.
Ara simplemente asiente.
—Supe de tu padre, Mareena. Y de tu madre.
—Los echo mucho de menos —contesto, diciendo las palabras para aplacarla.
Pero la Pantera parece perpleja, inclinando la cabeza hacia un lado. Por un segundo, puedo ver miles de secretos, duramente ganados en las sombras de la guerra, lo que se refleja en sus ojos.
—¿Los recuerdas? —pregunta, pinchando mi mentira.
Mi voz se atora, pero tengo que seguir hablando, seguir mintiendo.
—No lo hago, pero echo de menos tener padres. —Mamá y papá parpadean en mi mente, pero los alejo. Mi pasado Rojo es la última cosa en la que debo pensar—, me gustaría que estuvieran aquí para ayudarme a entender todo esto.
—Hmm —dice, tipografiándome de nuevo. Su sospecha me hace querer saltar del balcón—. Tu padre tenía los ojos azules, igual que tu madre.
Y mis ojos son de color marrón.
—Soy diferente en muchos sentidos, más incluso de lo que siquiera entiendo aun. —Es todo lo que puedo manejar decir, con la esperanza de que la explicación sea suficiente.
Por una vez, la voz de la reina es mi salvadora.
—¿Nos sentamos, ladies? —dice, haciéndose eco sobre la multitud. Es suficiente para sacarme de Ara, Sonya, y la tranquila Elane, a un asiento donde puedo respirar sola.
A medio camino de las lecciones, empiezo a sentir la calma de nuevo. Me dirigí a todos correctamente y solo hablé tanto como tenía que hacerlo, según las instrucciones. Evangeline hablaba suficiente por las dos, deleitando a las mujeres con su “amor eterno” por Cal y el honor que sentía al ser elegida. Pensé que las chicas de La Prueba de la Reina se unirían y la matarían, pero no lo hicieron, para mi molestia. Solo la abuela de Iral y Sonya parecían preocuparse porque estaba allí, aunque no empujaron más el interrogatorio. Pero sin duda lo harán.
Cuando Maven apareció alrededor de la esquina, estoy tan orgullosa de mi supervivencia en el almuerzo que ni siquiera estoy molesta por su presencia. De hecho, me siento extrañamente aliviada y dejo que un poco de mi acto frío caiga. Él sonríe, acercándose con unos pocos pasos largos.
—¿Aún con vida? —pregunta. En comparación con los Irals, es como un cachorro amigable.
No puedo evitar sonreír.
—Deberías enviar a lady Iral de regreso a los Lakelanders. Se rendiría en una semana.
Se obliga a una risa hueca.
—Es un hacha de guerra. Parece que no puede entender que no estará en la guerra por más tiempo. ¿Te interrogó en absoluto?
—Más bien como que me cuestionó. Creo que está enfadada porque le gané a su nieta.
El miedo parpadea en sus ojos, y lo entiendo. Sí la Pantera está husmeando en mi dirección...
—No debería molestarte así —murmura—. Voy a dejar que mi madre lo sepa, y se encargará de ella.
Por mucho que no quiero su ayuda, no veo ninguna otra manera de evitarla. Una mujer como Ara podría encontrar fácilmente las grietas de mi historia, y luego realmente terminaría aquí.
—Gracias, eso…eso sería muy útil.
El uniforme de Maven ha desaparecido, reemplazado por ropa casual construida para su forma y función. Me tranquiliza un poco, ver que por lo menos alguien viste de manera informal. Pero no puedo dejar que nada de él me calme. Él es uno de ellos. No puedo olvidar eso.
—¿Terminaste por el día? —dice, su rostro claro revela una sonrisa ansiosa—. Podría mostrarte los alrededores sí quieres.
—No. —La palabra sale rápidamente, y su sonrisa se desvanece. Su ceño me desquicia tanto como su sonrisa—. Tengo Lecciones a continuación —agrego, con la esperanza de suavizar el golpe. Por qué me importan sus sentimientos, no lo sé exactamente—. Tu madre ama sus horarios.
Él asiente, viéndose un poco mejor.
—Lo hace de hecho. Bueno, no voy a entretenerte.
Toma mi mano suavemente. El frío que sentí en su piel antes se ha ido, reemplazado por un delicioso calor. Antes de que tenga la oportunidad de alejarme, él me deja parada allí sola.
Lucas me da un momento para mí misma antes de señalar:
—Sabes, conseguiríamos ir mucho más rápido si realmente te movieras.
—Cállate, Lucas.


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Mensaje por IsCris Dom 19 Abr - 9:23

Que lindo Lucas creo que es el único amigo que tendrá Mare en ese castillo de locos 

Maven me está agradando, pero como no hay que fiarse 

Gracias por capis!


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Mensaje por yiniva Dom 19 Abr - 19:24

Púes siento que termino con el hermano bueno entre“ ”, Evangeline no me agrada, y Cal tampoco, Mare  debe estar atenta y preparada por cualquier cosa.
Gracias


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Mensaje por Tatine Dom 19 Abr - 21:59

Gracias...ya me puse al día, la verdad del único que me fio es de Lucas porque todos me dan mala espina, incluso Cal
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Mensaje por berny_girl Lun 20 Abr - 6:28

Capitulo 13

 
Mi próximo instructor me espera en una habitación desordenada, desde el piso al techo con más libros de los que he visto nunca, más libros de lo que jamás pensé que existían. Parecen antiguos y de un valor completamente incalculable. A pesar de mi aversión a la escuela y los libros de cualquier tipo, siento una atracción a ellos. Sin embargo, los títulos y las páginas están escritos en un idioma que no entiendo, un revoltijo de símbolos que nunca podría aspirar a descifrar.
Tan intrigantes como los libros, son los mapas colgados a lo largo de la pared, del reino y otras tierras, viejos y nuevos. Enmarcado contra la pared del fondo, detrás de un panel de vidrio, se encuentra un gran mapa colorido, hecho a partir de hojas de papel. Tiene, al menos, el doble de mi altura y domina la sala. Descolorido y rasgado, es un nudo enmarañado de líneas rojas, costas azules, bosques verdes y ciudades amarillas. Es el viejo mundo, el mundo de antes, con nombres viejos y viejas fronteras para los que ya no sirven.
—Es extraño ver el mundo como lo era antes —dice el instructor, apareciendo desde las estanterías de libros. Su traje amarillo, manchado y descolorido por la edad, lo hace parecer como un pedazo de papel humano—. ¿Puedes encontrar dónde estamos?
El tamaño del mapa me hace tragar, pero, como todo lo demás, estoy segura de que esto es una prueba.
—Puedo intentarlo.
Norta es el noreste. Los Pilares está en el Río Capital, y el río va al mar. Después de un minuto de incómoda búsqueda, por fin encuentro el río y la entrada cercana a mi pueblo.
—Allí —le digo, apuntando al norte, donde supongo que debería estar Summerton.
Asiente, feliz de saber que no soy una tonta total.
—¿Reconoces algo más?
Pero al igual que los libros, el mapa está escrito en un lenguaje desconocido.
—No puedo leerlo.
—No pregunté si podías leerlo —responde, todavía de forma agradable—. Además, las palabras pueden mentir. Mira más allá.
Con un encogimiento de hombros, me obligo a mirar de nuevo. Nunca fui buena estudiante en la escuela y este hombre lo averiguará muy pronto. Pero para mi sorpresa, me gusta este juego. Investigando el mapa, en busca de características que reconozco.
—Esa podría ser la Bahía Harbor —murmuro finalmente, rodeando el área alrededor de un cabo.
—Correcto —dice, su rostro arrugándose en una sonrisa. Las arrugas alrededor de sus ojos se profundizan con la acción, mostrando su edad—. Este es Delphie ahora —añade, señalando una ciudad más al sur. —Y Archeon está aquí.
Pone un dedo sobre el Río Capital, a pocos kilómetros al norte de lo que parece ser la ciudad más grande en el mapa, en todo el país del mundo de antes. Las Ruinas. He oído el nombre, en susurros entre los chicos mayores, y de mi hermano Shade. La Ciudad de Ceniza, Los Restos, la llamaba. Un temblor recorre mi espalda al pensar en un lugar así, todavía cubierto de humo y sombra de una guerra de hace más de mil años. ¿Será este mundo alguna vez así, si nuestra guerra no termina?
El instructor retrocede para dejarme pensar. Tiene una idea muy extraña de la enseñanza; probablemente va a terminar con un juego de cuatro horas en una pared.
Pero, de repente, soy muy consciente del zumbido en esta habitación. O su falta. Todo este día he sentido el peso eléctrico de las cámaras, tanto que he dejado de notarlo. Hasta ahora, cuando no lo siento en absoluto. Se ha ido. Puedo sentir las luces todavía palpitantes con la electricidad, pero no hay cámaras. No hay ojos. Elara no me puede ver aquí.
—¿Por qué no hay nadie mirándonos?
Solo parpadea.
—Así que hay una diferencia —murmura.
No sé a qué se refiere. Y eso me enfurece.
¿Por qué?
—Mare, estoy aquí para enseñarte historias, para enseñarte cómo ser Plateada y la forma de ser, ah, útil —dice, de manera cortante.
Lo miro, confundida. El miedo me recorre.
—Mi nombre es Mareena.
Pero solo agita una mano, ignorando mi débil declaración.
—También voy a tratar de entender exactamente cómo sucedió y cómo funcionan tus habilidades.
—Mis habilidades llegaron porque… porque soy una Plateada. Las habilidades de mis padres se mezclaron, mi padre fue un olvido y mi madre una tormenta —tartamudeo a través de la explicación que Elara me dio, tratando de hacerle entender—. Soy una Plateada, señor.
Para mi horror, niega.
—No, no lo eres, Mare Barrow, y no debes olvidarlo.
Lo sabe. Estoy acabada. Se acabó.
Debo pedir, rogar que guarde mi secreto, pero las palabras se quedan en mi garganta. El final se acerca y ni siquiera puedo abrir la boca para detenerlo.
—No hay necesidad de eso —continúa, señalando mi miedo—. No tengo planes de alertar a nadie de tu herencia.
El alivio que siento dura muy poco, lo cambio por otro tipo de miedo.
—¿Por qué? ¿Qué quiere de mí?
—Soy, por encima de todas las cosas, un hombre curioso. Y cuando entraste a La Prueba de la Reina como una sirvienta Roja y acabaste siendo una dama Plateada perdida hace mucho tiempo, tengo que decir que tuve bastante curiosidad.
—¿Es por eso que no hay cámaras aquí? —Me enfurezco, alejándome. Mis puños se aprietan y deseo que el rayo venga a protegerme de este hombre—. ¿Así que no hay grabaciones examinándome?
—Aquí no hay cámaras porque tengo el poder para apagarlas.
Esperanza se enciende como luz en la oscuridad absoluta.
—¿Cuál es su poder? —pregunto con voz temblorosa. Tal vez es como yo.
—Mare, cuando una Plateada dice poder, significa fiereza, fuerza. Habilidad, por otro lado, se refiere a todas las pequeñas cosas tontas que podemos hacer. —Pequeñas cosas tontas. Como partir a un hombre por la mitad o ahogarlo en la plaza del pueblo—. Quiero decir que mi hermana fue la reina una vez, y eso aún significa algo por aquí.
—Lady Blonos no me enseñó eso.
Se ríe para sí mismo.
—Eso es porque lady Blonos te está enseñando tonterías. Nunca voy a hacer eso.
—Así que, si la reina fue su hermana, entonces usted es…
—Julian Jacos, a tu servicio. —Hace una cómica reverencia—. Jefe de la Casa Jacos, heredero de nada más que un par de libros viejos. Mi hermana fue la difunta reina Coriane y el príncipe Tiberias el Séptimo, Cal como todos lo llaman, es mi sobrino.
Ahora que lo dice, puedo ver el parecido. La coloración de Cal es la de su padre, pero la expresión cálida, el calor detrás de sus ojos tiene que venir de su madre.
—¿Así que, no me va a convertir en un experimento científico de la reina? —pregunto, aún desconfiada.
En lugar de verse ofendido, Julian se ríe en voz alta.
—Querida, a la reina lo que más le gustaría es que desaparecieses. Descubrir lo que eres, ayudarte a entender, es lo último que quiere.
—¿Pero va a hacerlo de todos modos?
Algo aparece en sus ojos, semejante a la ira.
—El alcance de la reina no es tan grande como quiere que pienses. Quiero saber lo que eres, y estoy seguro de que tú también.
Hace un momento estaba asustada, ahora siento curiosidad.
—Lo hago.
—Es lo que pensaba —asegura, sonriéndome sobre una pila de libros—. Lamento decir que también debo hacer lo que se me pidió, prepararte para el día en que des un paso adelante.
Mi cara cae, recordando lo que Cal explicó en la sala del trono. Eres su campeona. Una Plateada volviéndose Roja.
—Me quieren utilizar para detener una rebelión. De alguna manera.
—Sí, mi querido cuñado y su reina creen que puedes hacerlo, si se te utiliza adecuadamente. —Amargura gotea en cada palabra.
—Es una idea estúpida e imposible. No voy a ser capaz de hacer nada, y entonces... —Mi voz se desvanece. Entonces me matarán.
Julian sigue el hilo de mis pensamientos.
—Te equivocas, Mare. No comprendes el poder que tienes ahora, cuánto puedes controlar. —Pone las manos detrás de su espalda, extrañamente apretadas—. La Guardia Escarlata es demasiado drástica para la mayoría, y demasiado rápidos. Pero eres el cambio controlado, del tipo en que la gente puede confiar. Eres el fuego lento que sacia una revolución con unos discursos y sonrisas. Puedes hablar con los Rojos, decirles cuan nobles, cuan benevolentes, cuan razonables son el rey y sus Plateados. Puedes convencer a tu gente de que vuelvan a sus cadenas. Incluso los Plateados que cuestionan el rey, los que tienen dudas, pueden ser persuadidos por ti. Y el mundo seguirá siendo el mismo.
Para mi sorpresa, Julian parece desalentado por esto. Sin las cámaras vibrando, me olvido de mí misma y mi cara se arruga en una mueca de desprecio.
—¿Y no quiere eso? Es un Plateado, debe odiar a la Guardia Escarlata y a mí.
—Pensar que todos los Plateados son malvados es tan erróneo como pensar que todos los Rojos son inferiores —dice, con voz grave—. Lo que mi gente está haciéndole a ti y los tuyos está mal a los niveles más profundos de la humanidad. Oprimirlos, atraparlos en un ciclo sin fin de pobreza y muerte, ¿simplemente porque pensamos que son diferentes a nosotros? Eso no es correcto. Y como cualquier estudiante de historia te puede decir, eso terminará mal.
—Pero somos diferentes. —Un día, este mundo me enseñó eso—. No somos iguales.
Julian se inclina, con los ojos clavados en los míos.
—Estoy buscando probar que están equivocados.
Estás mirando a un bicho raro, Julian.
—¿Dejarás que te demuestre que estás equivocada, Mare?
—¿De qué sirve hacerlo? Nada va a cambiar.
Julian suspira, exasperado. Pasa su mano por su delgado cabello castaño.
—Durante cientos de años, los Plateados han caminado por la tierra como dioses vivientes y los Rojos han sido esclavos a sus pies, hasta tú. Si eso no es cambiar, no sé lo que es.
Puede ayudarme a sobrevivir. Mejor aún, podría incluso ayudarme a vivir.
—Entonces, ¿qué hacemos?
Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard - Página 2 Pngoce10

Mis días adquieren un ritmo, siempre el mismo horario. Protocolo en la mañana, Lecciones en la tarde, mientras Elara me hace desfilar en los almuerzos y cenas. La Pantera y Sonya aún parecen desconfiar de mí, pero no han dicho nada desde el almuerzo. La ayuda de Maven parece haber funcionado, por mucho que me cueste admitirlo.
En la próxima reunión, esta vez en el comedor personal de la reina, las Irals me ignoran completamente. A pesar de mis lecciones de protocolo, el almuerzo sigue siendo abrumador mientras trato de recordar lo que me han enseñado. Osanos, Ninfas, azul y verde. Welle, guardas Verdinos, verde y oro. Lerolan, Olvidos, naranja y rojo. Rhambos, Tyros, Nornus e Iral y muchos más. Cómo alguien realiza un seguimiento de esto, nunca lo sabré.
Como de costumbre, estoy sentada junto a Evangeline. Soy muy consciente de los muchos utensilios de metal sobre la mesa, todas armas letales en la mano cruel de Evangeline. Cada vez que levanta el cuchillo para cortar su comida, mi cuerpo se tensa, esperando el golpe. Elara sabe lo que estoy pensando, como siempre, pero continúa su comida con una sonrisa. Eso podría ser peor que la tortura de Evangeline, saber que se complace en ver nuestra guerra silenciosa.
—¿Y cómo le parece el Salón del Sol, lady Titanos? —pregunta la chica frente a mí, Atara, Casa Viper, verde y negro. Los Animos que mataron a las palomas—. Supongo que no hay comparación con la del pueblo en que vivía antes —dice la palabra pueblo como una maldición, y no me pierdo su sonrisa.
Las otras mujeres se ríen con ella, unos cuantos susurros en voces escandalizadas.
Me toma un minuto responder mientras trato de evitar que mi sangre hierva.
—El Salón y Summerton son muy diferentes de lo que estoy acostumbrada —me obligo a decir.
—Obviamente —afirma otra mujer, inclinándose hacia adelante para unirse a la conversación. Una Welle, a juzgar por su túnica verde y oro—. Recorrí el Valle de capital una vez, y debo decir que los pueblos Rojos son simplemente deplorables. Ni siquiera tienen caminos adecuados.
Apenas podemos alimentarnos, por no hablar de pavimentar las calles.
Mi mandíbula se aprieta hasta que creo que mis dientes pueden romperse. Trato de sonreír, pero en su lugar, termino haciendo una mueca mientras las otras mujeres expresan su acuerdo.
—Y los Rojos, bueno, supongo que es lo mejor que pueden hacer con lo que tienen —continúa la Welle, arrugando la nariz ante la idea—. Están adaptados a ese tipo de vida.
—No es culpa nuestra que nacieran para servir —declara una Rhambos en túnica marrón alegremente, como si hablara sobre el tiempo o la comida—. Es la naturaleza, simplemente.
La ira me agobia, pero una mirada de la reina me dice que no puedo actuar en consecuencia. En su lugar, debo cumplir con mi deber. Debo mentir.
—Es verdad —me oigo decir. Debajo de la mesa, mis manos se aprietan, y creo que mi corazón podría romperse.
Por todas partes de la mesa, las mujeres escuchan atentamente. Muchas sonríen, más asienten de cuando reafirmo sus terribles creencias acerca de mi pueblo. Sus caras me dan ganas de gritar.
—Por supuesto. —Sigo sin poder detenerme—. Ser forzado a vivir esas vidas, sin tregua, sin respiro, sin escapatoria; haría sirvientes a cualquiera.
Las pocas sonrisas se desvanecen, crispándose en desconcierto.
—Lady Titanos tiene los mejores profesores y mejor ayuda para asegurarnos de que se ajusta adecuadamente —dice Elara rápidamente, cortándome—. Ya ha comenzado con lady Blonos.
Las mujeres murmuran con admiración mientras las chicas intercambian miradas. Es tiempo suficiente para recuperarme, para recuperar el dominio de mí misma que necesito para sobrevivir a la comida.
—¿Qué intención tiene su alteza real con los rebeldes? —pregunta una mujer. Su voz ronca silencia el almuerzo, desviando la atención de mí.
Todos los ojos en la mesa se vuelven a la hablante, una mujer con uniforme militar. Algunas otras damas visten uniformes también, pero el suyo brilla con más medallas y cintas. La cicatriz fea en su rostro pecoso dice que puede realmente habérselas ganado. Aquí, en un palacio, es fácil olvidar que hay una guerra en marcha, pero la mirada encantada en su ojo dice que no, que no puede, olvidar.
La reina Elara suelta la cuchara con gracia practicada y una sonrisa igualmente practicada.
—Coronel Macanthos, apenas los llamaría rebeldes…
—Y ese es solo el ataque que aseguraron —responde la coronel, interrumpiendo a la reina—. ¿Qué pasa con la explosión en puerto de la Bahía, o el campo de aviación en Delphie para el caso? ¡Tres jets destruidos y dos más robados de una de nuestras propias bases!
Mis ojos se abren y no puedo dejar de jadear con algunas damas. ¿Más ataques? Pero mientras las demás parecen asustadas, con las manos apretadas contra sus bocas, tengo que luchar contra el impulso de sonreír. Farley ha estado ocupada.
—¿Es usted ingeniera, Coronel? —La voz de Elara es fuerte, fría y determinante. No le da a Macanthos la oportunidad de negar—. Entonces no entiende cómo una fuga de gas en la Bahía tuvo la culpa de la explosión. Y recuérdeme, ¿usted comanda las tropas aéreas? Oh, no, lo siento mucho, su especialidad radica en las fuerzas de tierra. El incidente del aeródromo fue un ejercicio de entrenamiento supervisado por el propio señor general Laris. Le ha asegurado personalmente a su alteza la máxima seguridad en la base Delphie.
En una lucha justa, Macanthos probablemente podía destrozar a Elara con sus propias manos. Pero en cambio, Elara destrozó a la Coronel, con solo palabras. Y aún no ha terminado. Las palabras de Julian, resuenan en mi cabeza, las palabras pueden mentir.
—Su objetivo es hacer daño a civiles inocentes, Plateados y Rojos, para incitar el miedo y la histeria. Son pequeños, independientes y cobardes, escondiéndose de la justicia de mi marido. Denominar a todos los contratiempos y malentendidos de este reino, obra de estos malévolos; únicamente contribuye a sus esfuerzos por aterrorizarnos. No les den esa satisfacción a esos monstruos.
Unas cuantas mujeres en la mesa aplauden y asienten, coincidiendo con la mentira de la reina. Evangeline se une y la acción se propaga rápidamente, hasta que los únicos que nos quedamos en silencio somos la coronela y yo. Puedo asegurar que no cree nada de lo que la reina dice, pero no hay manera de que llame mentirosa a la reina. No aquí, no en su arena.
Aunque quiera quedarme quieta, sé que no puedo. Soy Mareena, no Mare; y tengo que apoyar a mi reina y sus miserables palabras. Mis manos se juntan, aplaudiendo por la mentira de Elara, mientras que la escarmentada coronel baja la cabeza.
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Aunque estoy constantemente rodeada de sirvientes y Plateados, la soledad se establece. No veo mucho a Cal, debido a su apretada agenda de entrenamiento, entrenamiento y más entrenamiento. Incluso cuando sale de la sala, va a hacer frente a las tropas a la base más cercana o acompaña a su padre en los asuntos del Estado. Supongo que podría hablar con Maven, con sus ojos azules y media sonrisa, pero aún desconfío de él. Por suerte nunca estamos realmente solos. Es una tradición tonta de la corte, para evitar que los niños y niñas nobles sean tentados, como lady Blonos lo fue; pero dudo que alguna vez eso se aplique a mí.
A decir verdad, la mitad del tiempo se me olvida que tengo que casarme con él algún día. La idea de que Maven vaya a ser mi marido no parece real. Ni siquiera somos amigos, somos socios solamente. Tan agradable como es, mis instintos me dicen que no le dé la espalda al hijo de Elara, que está escondiendo algo. Sea lo que sea, no sé.
Las clases de Julian lo hacen más soportable, la educación que antes temía es ahora mi punto brillante en un mar de oscuridad. Sin las cámaras y los ojos de Elara, podemos pasar el tiempo descubriendo lo que realmente soy. Pero es un proceso lento y nos estamos frustrando.
—Creo que sé cuál es tu problema —dice Julian al terminar mi primera semana.
Estoy de pie a unos metros de distancia, con los brazos extendidos, luciendo como la habitual tonta. Hay un artefacto eléctrico extraño a mis pies que, ocasionalmente, escupe chispas. Julian quiere que lo aproveche, que lo use; pero una vez más, no he podido producir el rayo que me metió en este lío en primer lugar.
—Tal vez tengo que estar en peligro de muerte —comento—. ¿Le pedimos el arma a Lucas?
Por lo general, Julian se ríe de mis chistes, pero ahora está demasiado ocupado pensando.
—Eres como una niña —dice finalmente. Arrugo la nariz ante el insulto, pero continúa de todos modos—. Así es como los niños suelen ser al principio, cuando no pueden controlarse. Sus habilidades se presentan en momentos de estrés o miedo, hasta que aprenden a aprovechar esas emociones y usarlas a su beneficio. Es un disparador, hay que encontrar el tuyo.
Recuerdo cómo me sentía en el Jardín Espiral, cayendo en lo que pensaba que era mi destino. Pero no fue el miedo corriendo por mis venas lo que me hizo crear el rayo a modo de escudo, fue la paz. Fue saber que mi fin había llegado y aceptar que no había nada que pudiera hacer para detenerlo, fue dejarme ir.
—Vale la pena intentarlo, al menos —me incita Julian.
Con un gemido, me enfrento a la pared. Julian la forró con algunos estantes de piedra, todos vacíos por supuesto, así tengo algo a lo que apuntar. Por el rabillo de mi ojo, lo veo apartarse, mirándome todo el tiempo.
Déjalo ir. Déjate llevar, mi voz susurra en mi cabeza. Mi ojos se cierran cuando me centro, dejando que mis pensamientos se aparten para que mi mente pueda centrarse, sentir la electricidad que anhelo tocar. La onda de energía vive bajo mi piel, se mueve sobre mí otra vez hasta que burbujea en todos mis músculos y nervios. Allí es, por lo general, donde se detiene, justo en el límite de los sentimientos; pero no esta vez. En lugar de tratar de aguantar, de detener esta fuerza, me dejo llevar. Y caigo en algo que no puedo explicar. Una sensación que es todo y nada, luz y oscuridad, frío y calor, vida y muerte. Pronto el poder es la única cosa en mi cabeza, borrando todos mis fantasmas y recuerdos. Incluso Julian y los libros dejan de existir. Mi mente está clara, un vacío negro tararea con fuerza. Ahora cuando empujo la sensación, esta no desaparece y se mueve dentro de mí, desde mis ojos hasta la punta de mis dedos. A mi izquierda, Julian jadea en voz alta.
Mis ojos se abren para ver chispas púrpuras y blancas saltando desde el aparato a mis dedos, como la electricidad entre cables.
Por una vez, Julian no tiene nada que decir. Y yo tampoco.
No me quiero mover, temerosa de que cualquier pequeño cambio pueda hacer que el rayo desaparezca. Pero no se desvanece. Se mantiene saltando y girando en mi mano, como un gatito con una bola de lana. Parece tan inofensivo, pero recuerdo lo que casi le hice a Evangeline. Este poder puede destruir si se lo permito.
—Trata de moverlo —murmura Julian, mirándome con ojos emocionados y amplios.
Algo me dice que este relámpago obedecerá mis deseos. Es parte de mí, una parte de mi alma viva en el mundo.
Mi puño se aprieta en una bola y las chispas reaccionan a mis músculos tensos, cada vez más grandes, más brillantes y más rápidas. Se comen la manga de mi camisa, queman el tejido en cuestión de segundos. Como un niño que lanza una bola, muevo mi brazo como un látigo hacia los estantes de piedra y abro el puño en el último momento. El rayo vuela por el aire en un círculo de chispas brillantes, chocando con las estanterías.
El boom consecuencia de eso me hace gritar y caer en una pila de libros. Me caiga al suelo, con el corazón acelerado en el pecho y la estantería de piedra sólida se derrumba en una gran nube de polvo. Chispas parpadean sobre los escombros un momento antes de desaparecer, dejando nada más que restos.
—Lo siento por la estantería —digo desde debajo de una pila de libros caídos. Mi manga todavía humea en una ruina de hilo, pero no es nada comparado con el zumbido de mi mano. Mis nervios silban, hormigueando con un poder que se sentía bien.
La sombra de Julian se mueve a través del aire turbio, una profunda carcajada le sale del pecho mientras examina mi obra. Su sonrisa blanca brilla a través del polvo.
—Vamos a necesitar un aula más grande.
No se equivoca. Nos vimos obligados a encontrar una habitación, nueva y más grande, para practicar cada día; hasta que finalmente encontramos un lugar en los niveles subterráneos una semana más tarde. Aquí las paredes son de metal y concreto, más fuertes que la piedra decorativa y la madera de los pisos superiores. Mi objetivo es pésimo, por no decir otra cosa, y Julian es muy cuidadoso en mantenerse alejado durante mi práctica, pero se hace cada vez más fácil para mí llamar al rayo.
Julian toma notas todo el tiempo, apuntándolo todo, desde mis latidos hasta el calor de una taza recientemente electrificada. Cada nueva nota trae otra sonrisa perpleja pero feliz en su rostro, aunque no me dice el por qué. Dudo que lo entendiera aunque me lo dijese.
—Fascinante —murmura, leyendo algo de otro artefacto de metal que no puedo nombrar. Dice que mide la energía eléctrica, pero no lo conozco.
Froto mis manos juntas, observándolas apagarse, como lo llama Julian. Mis mangas se mantienen intactas en esta ocasión, gracias a mi nueva ropa. Es tejido ignífugo, como el que llevan Cal y Maven, aunque el mío debería llamarse a prueba de golpes.
—¿Qué es fascinante?
Vacila, no queriéndomelo decir, como si no me lo pudiese decir, pero finalmente se encoge de hombros.
—Antes de encender y freír esa pobre estatua. —Señala la pila humeante de escombros de lo que alguna vez fue un busto de algún rey—. Medí la cantidad de electricidad en esta habitación. De las luces, el cableado, ese tipo de cosas. Y ahora te acabo de medir.
—¿Y?
—Liberaste más del doble de lo que medí antes —dice con orgullo, aunque no entiendo por qué es tan importante. Con un golpe rápido, apaga la caja de chispas, como he empezado a llamarla. Puedo sentir la electricidad yéndose—. Inténtalo de nuevo.
Resoplando, me concentro de nuevo. Después de un momento de reflexión mis chispas regresan, tan fuertes como antes. Pero esta vez vienen desde mi interior.
La sonrisa de Julian divide su cara de oreja a oreja.
—¿Así que... ?
—Así que esto confirma mis sospechas. —A veces me olvido de que Julian es un erudito y un científico. Pero, siempre rápido, me lo recuerda—. Produces la energía eléctrica.
Ahora estoy realmente confundida.
—Bien. Esa es mi capacidad, Julian.
—No, pensaba que tu capacidad era el poder de manipularla, no crearla —dice, bajando la voz con gravedad—. Nadie puede crear, Mare.
—Pero eso no tiene sentido. Las Ninfas…
—Manipulan el agua que ya existe. No pueden utilizar lo que no existe.
—Bueno, ¿qué pasa con Cal? ¿Y con Maven? No veo que ardan muchas llamas a su alrededor que puedan manipular.
Julián sonríe, sacudiendo la cabeza.
—Has visto sus pulseras, ¿verdad?
—Siempre las usan.
—Las pulseras crean chispas diminutas que los chicos puedan controlar. Sin algo que encienda el fuego, son impotentes. Todos los elementos son iguales, manipulan metal, agua o la vida de las plantas existentes. Son tan fuertes como su entorno. No como tú, Mare.
No como yo. No soy como cualquier persona.
—Entonces, ¿qué significa?
—No estoy muy seguro. Eres algo completamente distinto. No Roja o Plateada. Algo diferente. Algo más.
—Algo diferente. —Esperaba que las pruebas de Julian me acercasen a algún tipo de respuesta, pero en lugar de eso solo generan más preguntas—. ¿Qué soy, Julian? ¿Qué hay de malo en mí?
De repente es muy difícil respirar y mis ojos se empañan. Tengo que contener las lágrimas calientes, tratar de ocultarlas de Julian. Todo esto me está agotando, creo. Lecciones, protocolo, este lugar donde no puedo confiar en nadie, donde ni siquiera soy yo misma. Es sofocante. Quiero gritar, pero sé que no puedo.
—No hay nada malo en ser diferente —oigo a Julian decir, pero las palabras son solo un eco. Mis propios pensamientos, los recuerdos de casa, de Gisa y Kilorn, lo ahogan.
—¿Mare?
Da un paso hacia mí, su rostro una imagen de bondad, pero se mantiene a un brazo de distancia. No por mi seguridad, por la suya propia. Para protegerse de mí. Con un suspiro, me doy cuenta de que las chispas han regresado, corriendo por mis antebrazos ahora, amenazando con engullirme en una tormenta brillante y furiosa.
—Mare, céntrate en mí. Mare, contrólalo.
Habla en voz baja, con calma, pero con firmeza. Incluso parece asustado de mí.
Contrólalo, Mare.
Pero no puedo controlar nada. Ni mi futuro, ni mis pensamientos, ni siquiera esta habilidad que es la raíz de todos mis problemas.
Hay una cosa que todavía puedo controlar, sin embargo, por ahora al menos. Mis pies.
Como la miserable cobarde que soy, corro.
Los pasillos están vacíos mientras corro a través de ellos, pero el peso invisible de mil cámaras me aplaca. No tengo mucho tiempo hasta que Lucas o, peor aún, los Centinelas, me encuentren. Solo necesito respirar. Solo tengo que ver el cielo por encima de mí, no el vidrio.
Estoy de pie en el balcón unos diez segundos antes de darme cuenta de que está lloviendo, lavando, limpiando mi ebullición de ira. Las chispas se han ido y son reemplazadas por feas y feroces lágrimas que recorren mi rostro. Un trueno retumba en algún lugar lejano y el aire es cálido. Pero la temperatura húmeda se ha ido. El calor ha menguado y el verano se acabará pronto. El tiempo pasa. Mi vida se está yendo, no importa lo mucho que quiera que permanezca igual.
Cuando una mano fuerte se cierra alrededor de mi brazo, casi grito. Dos Centinelas están encima de mí, sus ojos oscuros detrás de sus máscaras. Ambos son dos veces mi tamaño y sin corazón, tratando de arrastrarme de nuevo a mi prisión.
—Mi lady —gruñe uno de ellos, sin sonar para nada respetuoso.
—Déjame ir —la orden es débil, casi un susurro. Trago aire como si me estuviera ahogando—. Solo dame unos minutos, por favor…
Pero no soy su jefa. No responden ante mí. Nadie lo hace.
—Ya ha oído a mi novia —dice otra voz. Sus palabras son firmes y duras, la voz de la realeza. Maven—. Déjala ir.
Cuando el príncipe da unos pasos hacia el balcón, no puedo evitar sentir una oleada de alivio. Los Centinelas se enderezan en su presencia, los dos inclinan las cabezas en su dirección. El que me sostiene habla primero.
—Debemos mantener a lady Titanos en su horario —admite, pero afloja su agarre—. Es una orden, señor.
—Entonces ustedes tienen una nueva orden —responde Maven, su voz como el hielo—. Voy a acompañar a Mareena a sus clases.
—Muy bien, señor —contestan los Centinelas al unísono, incapaces de rechazar a un príncipe.
Cuando se van pisando fuerte, sus capas de fuego goteando por la lluvia, suspiro en voz alta. No me di cuenta antes, pero me tiemblan las manos y tengo que apretar los puños para ocultar los temblores. Pero Maven es educado y finge no darse cuenta.
—Tenemos duchas funcionando en el interior, ya lo sabes.
Me limpio los ojos con las manos; aunque mis lágrimas se pierden en la lluvia, dejando solo una nariz moqueando y vergonzosamente algo de maquillaje negro. Afortunadamente, mi polvo de plata se mantiene. Está hecho de un material más fuerte que yo.
—Primera lluvia de la temporada —me las arreglo pare decir, obligándome a parecer normal—. Tenía que verla por mí misma.
—Bien —dice, parándose a mi lado. Giro la cabeza, con la esperanza de poder ocultar mi rostro un poco más de tiempo—. Lo entiendo, sabes.
¿De verdad, príncipe? ¿Entiendes lo que se siente al ser apartado de todo lo que amas, obligado a ser otro? ¿Mentir cada minuto de cada día por el resto de tu vida? ¿Sabiendo que hay algo mal contigo?
No tengo la fuerza para hacerles frente a sus cómplices sonrisas.
—Puedes dejar de pretender que sabes de mí o mis sentimientos.
Su expresión se amarga por mi tono, tuerce la boca en una mueca.
—¿Crees que no sé lo difícil que es estar aquí? ¿Con esta gente? —Lanza una mirada por encima del hombro, como si estuviese preocupado de que lo escuchasen. Pero no hay nadie escuchando excepto la lluvia y los truenos—. No puedo decir lo que quiero, hacer lo que quiero… con mi madre alrededor apenas puedo siquiera pensar en lo que quiero. ¡Y mi hermano…!
—¿Qué hay de tu hermano?
Las palabras se pegan a su boca. No las quiere decir, pero las siente.
—Es fuerte, tiene talento, es poderoso… soy su sombra. La sombra de la llama.
Lentamente, exhala, y me doy cuenta de que el aire que nos rodea es extrañamente caliente.
—Lo siento —añade, apartándose, dejando el aire frío. Ante mis ojos, se convierte de nuevo en el príncipe Plateado, adecuado para los banquetes y uniformes de gala—. No debería haber dicho eso.
—Está bien —murmuro—. Es bueno saber que no soy la única que se siente fuera de lugar.
—Eso es algo que debes saber sobre nosotros, los Plateados. Siempre estamos solos. Aquí y aquí —puntualiza, señalando su cabeza y su corazón—. Te mantiene fuerte.
Un relámpago estalla en el cielo, iluminando sus ojos azules, que parecen brillar.
—Eso es estúpido —le digo, y él ríe oscuramente.
—Es mejor que oculte ese corazón suyo, lady Titanos. No te va a llevar a dónde quieres ir.
Las palabras me hacen temblar. Finalmente me acuerdo de la lluvia y el lío que debo ser.
—Debería volver a mis clases —murmuro, con la intención de dejarlo en el balcón. En cambio, agarra mi brazo.
—Creo que puedo ayudarte con tu problema.
Levanto una ceja.
—¿Qué problema?
—No pareces el tipo de chica que llora porque se le ha caído un sombrero. Estás nostálgica. —Levanta una mano antes de que pueda protestar—. Puedo arreglar eso.


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Mensaje por berny_girl Lun 20 Abr - 6:28

Capitulo 14

 
Guardias de seguridad patrullan por mi pasillo en parejas, pero con Maven de mi brazo, no me detienen. Aunque es de noche, mucho después de la hora en que debería estar en la cama, nadie dice una palabra. Nadie manda a un príncipe. Hacia dónde me está llevando ahora, no sé, pero me prometió conseguirme algo allí. Mi hogar.
Está tranquilo pero decidido, lucha contra una pequeña sonrisa. No puedo dejar de sonreírle. Tal vez no es tan malo. Nos detiene mucho tiempo después del que asumí que debía, ni siquiera salimos de los pisos de residencia.
—Aquí estamos —dice, y golpea la puerta.
Se abre después de un momento, revelando a Cal. Su aspecto me hace dar un paso atrás. Su pecho está desnudo, mientras que el resto de su extraña armadura cuelga de él. Accesorios metálicos están entretejidos en la tela, alguno de ellos abollados. No paso por alto el moratón encima de su corazón, o los rasguños leves en sus mejillas. Es la primera vez que lo veo en más de una semana, y lo he encontrado en un mal momento, obviamente. No me nota; se centra en eliminar más de su armadura. Me hace tomar aire.
—Conseguimos establecer el consejo, Mavey —comienza, pero se detiene cuando me ve de pie con su hermano—. Mare, ¿cómo puedo, uh, qué puedo hacer por ti? —Tropieza con sus palabras, perplejo.
—No estoy exactamente segura —le contesto, mirando de él a Maven. Mi prometido solo sonríe, levantando una ceja un poco.
—Para ser buen hijo, mi hermano tiene su propio criterio —dice, y su tono es sorprendentemente juguetón. Incluso Cal sonríe un poco, rodando los ojos—. Tú querías ir a casa, Mare, y te he traído hacia alguien que ha estado allí antes.
Después de un segundo de confusión, me doy cuenta de lo que Maven está diciendo y lo estúpida que soy por no darme cuenta antes. Cal puede sacarme del palacio. Cal estaba en la taberna.... Él pudo salir de aquí, así que puede hacer lo mismo por mí.
—Maven —dice Cal entre dientes, su sonrisa desaparece—. Sabes que no puedo. No es una buena idea…
Es mi turno de hablar, de conseguir lo que quiero.
—Mentiroso.
Me mira con sus ojos ardientes, su mirada me atraviesa. Espero que pueda ver mi determinación, mi desesperación, mi necesidad.
 —Hemos tomado todo de ella, hermano —murmura Maven, acercándose—. ¿Sin duda, podemos darle esto?
Y luego, lentamente, a regañadientes, Cal asiente y me deja entrar en su habitación. Mareada por la emoción, me apresuro a entrar, casi saltando de un pie a otro.
Me voy a casa.
Maven se queda en la puerta, su sonrisa se desvanece un poco cuando me voy de su lado.
—No vendrás. —No es una pregunta.
Niega.
—Vas a tener bastante de qué preocuparte sin mí siguiéndote.
No tengo que ser un genio para ver la verdad en sus palabras. Pero solo porque no venga, no significa que voy a olvidar lo que ya ha hecho por mí. Sin pensarlo, echo mis brazos a su alrededor. No responde por un segundo, pero poco a poco envuelve su brazo por mis hombros. Cuando me muevo hacia atrás, un rubor plata pinta sus mejillas. Puedo sentir mi propia sangre correr caliente debajo de mi piel, golpeando en mis oídos.
—No se tarden —dice, moviendo sus ojos lejos de mí para mirar a Cal.
Cal apenas sonríe.
—Actúas como si nunca hubiese hecho esto antes.
Los hermanos comparten una risa, riendo solo uno para el otro como he visto a mis hermanos hacer mil veces antes. Cuando la puerta se cierra detrás de Maven, dejándome con Cal, no puedo evitar sentir menos animosidad hacia los príncipes.
La habitación de Cal es el doble del tamaño de la mía, pero está tan llena que parece más pequeña. Armadura, uniformes y trajes de combate llenan los huecos de las paredes, todo cuelga de lo que supongo que son modelos del cuerpo de Cal. Estos se elevan como fantasmas sin rostro, mirando con los ojos invisibles. La mayor parte de las armaduras son livianas, de placa de acero y tela gruesa, pero unas pocas son de alta resistencia, aptas para la batalla, no el entrenamiento. Incluso tiene un casco de metal brillante, con una placa frontal de cristal tintado. Una insignia resplandece en la manga, cosida en el material gris oscuro. La flamante corona negra y alas de plata. Lo cual significa, que fueron utilizados los uniformes, lo que Cal ha hecho en ellos, eso no lo quiero pensar.
Al igual que Julian, Cal tiene montones de libros apilados por todas partes, derramados en pequeños ríos de tinta y papel. No son tan antiguos como los de Julian aunque, la mayoría luce recientemente encuadernado, escrito a máquina y reimpreso en hojas revestidas de plástico para conservar las palabras. Y todos están escritos en común lenguaje de Norta, los Lagos, y Piedmont. Mientras Cal desaparece en su armario, quitándose el resto de su armadura, le echo un vistazo a sus libros. Son extraños, llenos de mapas, diagramas y cuadros, guías para la terrible arte de la guerra. Cada uno es más violento que el anterior, detallando los movimientos militares de los últimos años e incluso antes. Grandes victorias, derrotas sangrientas, armas y maniobras, es suficiente para hacer girar mi cabeza. Las notas de Cal dentro de ellos son peores, destacando las tácticas que les favorece, cuáles valen la pena que le cueste la vida. En las imágenes, pequeños cuadrados representan los soldados, pero veo a mis hermanos y Kilorn y todo el mundo en ellos.
Más allá de los libros, por la ventana, hay una pequeña mesa y dos sillas. Sobre la mesa, un tablero de juego está preparado, las piezas ya colocadas. No lo reconozco, pero sé que es para Maven. Ellos deben juntarse todas las noches, para jugar y reír como los hermanos hacen.
—No vamos a tener mucho tiempo para visitas —dice Cal en voz alta, haciéndome saltar. Echo un vistazo al armario, y veo su alta y musculosa espalda mientras saca una camisa. Tiene muchas magulladuras y cicatrices, a pesar de que estoy segura de que tendría acceso a un ejército de curanderos si quisiera. Por alguna razón, ha elegido mantener las cicatrices.
—Siempre y cuando tenga la oportunidad de ver a mi familia —le contesto, moviéndome lejos, así ya no me quedo mirándolo.
Cal sale, esta vez completamente vestido de civil. Después de un momento, me doy cuenta de que es lo mismo que llevaba la noche que lo conocí. No puedo creer que no lo reconocí por lo que es desde el principio: un lobo con piel de cordero. Y ahora soy la oveja que finge ser un lobo.
Salimos de los pisos de residencia rápidamente, moviéndonos hacia abajo. Finalmente, Cal gira en una esquina, y nos dirige a una amplia sala de hormigón.
—Justo aquí.
Parece una especie de almacén, lleno de filas de extrañas formas cubiertas de lonas. Algunas son grandes, otras son pequeñas, pero todas están ocultas.
—Es un callejón sin salida —protesto. No hay otra salida que ir por el camino que vinimos.
—Sí, Mare, te he traído a un callejón sin salida —suspira, caminando por una fila en particular. Las lonas se mueven a su paso, y vislumbro el brillo del metal debajo.
—¿Más armaduras? —Me asomo a una de las formas—. Iba a decir que probablemente deberías conseguir alguna más. No parece como si tuvieses suficiente puestas. En realidad, es posible que desees ponerte alguna. Mis hermanos son bastante enormes y les gusta golpear a la gente. —Aunque, a juzgar por la colección de libros y músculos de Cal, él puede mantenerse por su propia cuenta. Por no hablar de todo el asunto de controlar el fuego.
Solo niega.
—Creo que voy a estar bien sin una. Además, me parezco a un oficial de seguridad en estas cosas. No queremos que tu familia se haga una idea equivocada, ¿verdad?
—¿Qué idea queremos que tengan? No creo que tenga exactamente permitido presentarte correctamente.
—Trabajo contigo, nos dieron permiso para pasar la noche. Simple —dice, encogiéndose de hombros. La mentira viene tan fácilmente de estas personas.
—Así que ¿por qué vienes conmigo? ¿Cuál es la historia?
Con una sonrisa socarrona, hace gestos hacia la forma de lona a su lado.
—Soy tu chofer. —Quita la sábana, dejando al descubierto un artefacto brillante de metal y pintura negra. Dos ruedas reparadas, espejos cromados, luces, y un largo asiento de cuero hacen un transporte como nunca he visto—. Es un ciclo —dice Cal, pasando una mano por encima de la manija de plata como un padre orgulloso. Él conoce y ama cada centímetro de la bestia metálica—. Rápido, ágil, y se puede ir a donde los medios de transporte no pueden.
—Parece… una trampa mortal —digo finalmente, incapaz de ocultar mi turbación.
Riendo, saca un casco de la parte posterior del asiento. Por supuesto, espero que no quiera que me lo ponga, y mucho menos que monte esta cosa.
—Eso es lo que dijo mi padre, y el Coronel Macanthos. No lo van a producir en masa para los ejércitos todavía, pero voy a conseguir más de ellos. Desde que se estrelló una vez he perfeccionado las ruedas.
—¿ lo construiste? —digo incrédula, pero él se encoge de hombros como si nada—. Vaya.
—Hay que esperar hasta que lo lleves —dice, sosteniendo el casco hacia mí. Como si fuera una señal, la pared del fondo se sacude, sus mecanismos de metal gimen en alguna parte, y comienza a moverse, dejando al descubierto la oscura noche.
Riendo, doy un paso lejos de la máquina de la muerte.
—Eso no pasará.
Pero Cal solo sonríe y sube una pierna sobre el ciclo, hundiéndose en el asiento. El motor ruge a la vida debajo de él, ronroneando y gruñendo con energía. Puedo sentir la batería en la máquina, alimentando el encendido. Ruego que funcione, para hacer el largo camino entre aquí y mi hogar. Hogar.
—Es perfectamente seguro, te lo prometo —grita sobre el motor. El faro arde, iluminando la oscura noche. Los ojos rojos-dorados de Cal se encuentran con los míos y extiende una mano—. ¿Mare?
A pesar del horrible hundimiento de estómago, me coloco el casco.
Nunca he montado en un dirigible, pero sé que esto debe sentirse como volar. Como libertad. El ciclo de Cal recorre el camino familiar de elegantes curvas de arco. Es un buen conductor, voy a otorgarle eso. El viejo camino está lleno de baches y agujeros, pero esquiva cada uno con facilidad, incluso cuando mi corazón se eleva en mi garganta. Cuando nos detenemos a medio kilómetro de la ciudad me doy cuenta que me estoy aferrando a él con tanta fuerza que tiene que hacer palanca para separarme. De repente siento frío sin su calor, pero empujo ese pensamiento.
—Divertido, ¿no? —dice, apagando el ciclo. Mis piernas y espalda ya están adoloridas del extraño y pequeño asiento, se baja con un salto adicional en su paso.
Con cierta dificultad, me deslizo fuera. Mis rodillas se tambalean un poco y mis fuertes latidos del corazón todavía zumban en mis oídos, pero creo que estoy bien.
—No va a ser mi primera opción de transporte.
—Recuérdame que te lleve en un transporte de aire en algún momento. Te quedarás con el ciclo después de eso —responde, mientras quita el ciclo de la carretera y lo cubre en los bosques. Después de lanzar un par de ramas frondosas sobre él, se queda atrás para admirar su obra. Si no supiera exactamente dónde mirar, no me daría cuenta de que está allí.
—Has hecho mucho esto, ya veo.
Cal se vuelve hacia mí, con una mano en el bolsillo.
—Los palacios puedan ser... congestionados.
—Y los bares llenos de gente, bares Rojos, ¿no lo son? —pregunto, empujando el tema. Pero comienza a caminar hacia la aldea, marcando un ritmo rápido como si estuviese corriendo más rápido que la pregunta.
—No voy a beber, Mare.
—Entonces, ¿qué, tu solo recoges ladrones y les repartes empleos quieran o no?
Cuando se detiene y se da la vuelta me golpeo contra su pecho, sintiendo por un momento el peso sólido detrás de su figura. Entonces me doy cuenta de que se está riendo profundamente.
—¿Acabas de decir lo quieran o no? —dice entre risas.
Mi rostro se sonroja debajo de mi maquillaje, y le doy un pequeño empujón. Muy apropiado, mi mente reprende.
—Solo tienes que responder a la pregunta.
Su sonrisa se mantiene, aunque la risa se desvanece.
—No hago esto por mí mismo —dice—. Tienes que entender, Mare. Yo no… voy a ser rey algún día. No puedo darme el lujo de ser egoísta.
—Creo que el rey sería la única persona con ese lujo.
Niega, sus ojos tristes me recorren.
—Me gustaría que fuera verdad.
El puño de Cal se abre y cierra, y casi puedo ver las llamas en su piel, calientes y resucitando con su ira. Pero pasa, dejando solo una brasa de arrepentimiento en sus ojos. Cuando por fin empieza a caminar de nuevo, es a un ritmo más indulgente.
—Un rey debe conocer a su gente. Es por eso que me escapo —murmura—. Lo hago en la capital también, y en el frente de guerra. Me gusta ver cómo son realmente las cosas en el reino, en lugar de ser informado por los asesores y diplomáticos. Eso es lo que un buen rey debe hacer.
Actúa como si debería avergonzarse por querer ser un buen líder. Tal vez, a los ojos de su padre y todos esos otros tontos, esa es la manera que debe ser. La fuerza y el poder son las palabras que Cal se ha visto obligado a saber. No bondad. No amabilidad. No empatía o valentía o igualdad o cualquier otra cosa en la que un gobernante debe esforzarse.
—¿Y qué es lo que ves, Cal? —pregunto, haciendo un gesto hacia el pueblo próximo a nuestra vista entre los árboles. Mi corazón salta en mi pecho, sabiendo que estoy tan cerca.
—Veo un mundo al borde de una espada. Sin equilibrio, un mundo que va a caer. —Suspira, sabiendo que no es la respuesta que quiero oír—. No sabes cuan precarias son las cosas, lo cerca que este mundo está de volver a caer en la ruina. Mi padre hace todo lo que puede para mantener a todos a salvo, y también lo haré yo.
—Mi mundo ya está en la ruina —le digo, pateando el camino de tierra debajo de nosotros. A nuestro alrededor, los árboles parecen abrirse, revelando el lugar fangoso que llamo hogar. En comparación con el Salón, debe verse como un barrio pobre, como un infierno. ¿Por qué no puede ver eso?—. Tu padre mantiene a tu gente segura, no a la mía.
—Cambiar el mundo tiene costos, Mare —dice—. Muchos morirán, Rojos por encima de todo. Y al final, no habría victoria, no para ti. Tú no conoces el cuadro completo.
—Dímelo —le suelto, odiando sus palabras—. Muéstrame el cuadro completo.
—Las Tierra de los lagos, son como nosotros, una monarquía, nobles, una elite de Plateados para gobernar el resto. Y los príncipes de Piedmont, nuestros propios aliados, nunca apoyarían una nación donde los Rojos son iguales. Prairie y Tiraxes son lo mismo. Incluso Norta cambia, el resto del continente no dejaría que eso dure. Estaríamos invadidos, divididos, desgarrados. Más guerra, más muerte.
Recuerdo el mapa de Julian, la amplitud del gran mundo más allá de nuestro país. Todo controlado por Plateados y ningún lugar para que nosotros dirijamos.
—¿Y si te equivocas? ¿Qué pasa si Norta es el principio? ¿El cambio que los otros necesitan? No sabes a dónde lleva la libertad.
Cal no tiene una respuesta para eso, y caemos en un amargo silencio.
—Aquí es —murmuro, deteniéndome en el contorno familiar de mi casa.
Mis pies son silenciosos en el porche, al contrario de los fuertes pasos de Cal que hacen que las vigas de madera crujan. Su calor familiar mana de él, y por una fracción de segundo me lo imagino prendiendo la casa en llamas. Siente mi malestar y pone una mano cálida sobre mi hombro, pero eso no hace nada para tranquilizarme.
—Puedo esperar aquí si quieres —susurra, tomándome por sorpresa—. No queremos que por casualidad me reconozcan.
—No lo harán. Aunque mis hermanos te sirvan, probablemente no saben ni cómo es el poste de la cama. —Shade lo haría, pienso, pero es lo suficientemente inteligente como para mantener la boca cerrada—. Además, has dicho que quieres saber por qué no vale la pena luchar.
Con eso abro la puerta, dando un paso a través de la casa que ya no es mía. Se siente como dar un paso atrás en el tiempo.
La casa ondula con un coro de ronquidos, no solo de mi padre, sino de la forma protuberante en la sala de estar también. Bree está desplomado en el sillón, un montón de músculos y mantas delgadas. Su cabello oscuro se encuentra aún muy afeitado al estilo del ejército, y hay cicatrices en sus brazos y rostro, recuerdos de su tiempo peleando. Debió haber perdido una apuesta con Tramy, de que quién se quedaba con mi cama. Shade no está por aquí, pero nunca ha sido del tipo de dormir. Probablemente está fuera rondando el pueblo con antiguas novias.
—Levántate y brilla. —Me río, quitándole la manta a Bree en un movimiento suave.
Se estrella contra el suelo, probablemente dañando al suelo más que a él, y rueda hasta estar cerca a mis pies. Durante medio segundo, parece que se va a volver a dormir.
Luego parpadea, con cara de sueño y confundido. En resumen, el mismo de siempre.
—¿Mare?
—¡Cierra tu boca, Bree, la gente está tratando de dormir! —gime Tramy en la oscuridad.
—¡TODOS USTEDES, CÁLLENSE! —grita papá desde su dormitorio, haciéndonos saltar a todos.
Nunca me di cuenta de lo mucho que echaba de menos esto. Bree parpadea el sueño de sus ojos y me abraza, riendo desde lo profundo de su pecho. Un golpe seco cercano anuncia a Tramy saltar desde el altillo superior, aterrizando junto a nosotros en sus pies ágiles.
—¡Es Mare! —grita, tirando de mí desde el suelo y en sus brazos. Es más delgado que Bree pero no la habichuela verde que recuerdo. Hay nudos duros de músculo debajo de mis manos; los últimos años no han sido fáciles para él.
—Me alegro de verte, Tramy. —Respiro contra él, sintiendo que podría estallar.
La puerta del dormitorio se abre de golpe, revelando a mamá en un albornoz andrajoso. Abre su boca para regañar a los niños, pero al verme sus palabras mueren. En cambio, sonríe y junta sus manos.
—¡Oh, por fin has venido a visitarnos!
Papá le sigue, jadea y rueda su silla hasta la sala principal. Gisa es la última en despertar, pero solo asoma la cabeza por encima de la repisa del desván mirando hacia abajo.
Tramy finalmente me deja ir, me coloca de nuevo al lado de Cal, que está haciendo un trabajo maravilloso luciendo incómodo y fuera de lugar.
—Oí que cediste y conseguiste un trabajo —se burla Tramy, golpeándome en las costillas.
Bree se ríe, erizándome el pelo.
—El ejército no la querría de todos modos, hubiese robado su legión.
Lo empujo con una sonrisa.
—Parece que el ejército no te quiere tampoco. Fuiste dado de alta, ¿eh?
Papá responde por ellos, moviéndose hacia adelante.
—La carta decía algo de una lotería. Ganó una baja honorable para los chicos Barrow. Pensión completa también. —Puedo decir que no cree una palabra de ello, pero no presiona el tema. Mamá, por el contrario, se lo toma con mucha felicidad.
—Genial, ¿no es así? El gobierno finalmente hace algo por nosotros —dice, besando a Bree en la mejilla—. Y ahora, tú tienes un trabajo. —El orgullo irradia de ella como nunca lo he visto, por lo general se lo guarda todo para Gisa. Está orgullosa de una mentira—. Ya es hora de que esta familia tenga un poco de suerte.
Encima de nosotros, Gisa se burla. No la culpo. Mi suerte rompió su mano y su futuro.
—Sí, tenemos mucha suerte —bufa, finalmente moviéndose para unirse a nosotros.
Su marcha es lenta, baja la escalera con una mano. Cuando llega al piso, puedo ver su férula envuelta en tela de color. Con una punzada de tristeza, me doy cuenta de que es un trozo de su hermoso bordado que nunca terminó.
Extiendo la mano para abrazarla, pero se aleja, con los ojos puestos en Cal. Parece ser la única que se fija en él.
—¿Quién es ese?
Ruborizándome, me doy cuenta de que casi lo olvidé por completo.
—Oh, este es Cal. Es otro siervo que está en el Salón conmigo.
—Hola —dice, dando un estúpido movimiento de mano.
Mamá se ríe como una colegiala y mueve su mano en respuesta, su mirada persiste en sus brazos musculosos. Pero papá y mis hermanos no están tan encantados.
—Tú no eres de estas partes —gruñe papá, mirando fijamente a Cal como si fuera una especie de bicho—. Puedo olerlo en ti.
—Eso es solo el Salón, papá —protesto, pero Cal me interrumpe.
—Soy de puerto de la Bahía —dice, asegurándose de dejar caer sus r en el acento habitual del puerto—. Comencé a servir en Ocean Hill, la residencia real, y ahora viajo con el grupo cuando ellos se mueven. —Me mira de reojo, una mirada de complicidad en sus ojos—. Muchos de los siervos hacen eso.
Mamá deja salir su aliento retenido y alcanza mi brazo.
—¿Tú también? ¿Tienes que ir con esa gente cuando salen?
Quiero decirles que no elegí esto, que no me estoy yendo lejos de buena gana. Pero tengo que mentir, por su bien.
—Era la única posición que tenían. Además, es un buen dinero.
—Creo que tengo una idea bastante buena de lo que está pasando —gruñe Bree, cara a cara con Cal. Para su crédito, Cal apenas pone un ojo en él.
—Nada está pasando —dice fríamente, encontrándose con el resplandor del fuego en los ojos de Bree—. Mare optó por trabajar para el palacio. Ella firmó un contrato por un año de servicio, y eso es todo.
Con un gruñido, Bree se aleja.
—Me gustaba más el chico Warren —dice refunfuñando.
—Deja de ser un niño, Bree —le digo. Mi madre se estremece por mi voz áspera, como si se hubiese olvidado de cómo sueno después de solo tres semanas. Extrañamente, sus ojos se nublan con lágrimas. Ella te olvidó. Es por eso que quiere que te quedes. Así no te olvidará.
—Mamá, no llores —le digo, dando un paso adelante para abrazarla. Se siente tan delgada en mis brazos, más delgada de lo que recuerdo. O tal vez nunca me di cuenta de lo frágil que se ha puesto.
—No eres solo tú, querida, es… —Dirige su mirada lejos de mí, hacia papá. Hay dolor en sus ojos, un dolor que no entiendo. Los otros no pueden soportar verla. Incluso papá mira a sus pies inútiles. Un peso sombrío se asienta en la casa.
Y entonces me doy cuenta de lo que está pasando, de lo que están tratando de protegerme.
Mi voz tiembla cuando hablo, haciendo la pregunta de la cual no quiero saber la respuesta.
—¿Dónde está Shade?
Mamá se desploma en una silla en la mesa de la cocina antes de convulsionar en sollozos. Bree y Tramy no pueden soportar verla y se dan la vuelta. Gisa no se mueve, mira al suelo como si quisiera ahogarse en él. Nadie habla, dejando solo el sonido de las lágrimas de mi madre y la dificultad para respirar de mi padre para llenar el agujero que mi hermano una vez ocupó. Mi hermano, mi hermano más cercano.
Caigo hacia atrás, casi perdiendo el paso en mi angustia, pero Cal me estabiliza. Ojalá no lo hubiese hecho. Quiero a caer, sentir algo duro y real, de ese modo el dolor en mi cabeza no lastimaría tanto. Mi mano se acerca a mi oreja, tanteando las tres piedras que siempre llevo. La tercera, la piedra de Shade, se siente fría contra mi piel.
—No queríamos decírtelo en una carta —susurra Gisa, recogiendo su férula—. Él murió antes de que llegara la descarga.
La necesidad de electrificar algo, para derramar mi rabia y tristeza en un solo punto de poder, nunca se ha sentido tan fuerte. Contrólalo, me digo. No puedo creer que me preocupé porque Cal quemase la casa; mi rayo puede destruirla tan fácilmente como el fuego.
Gisa lucha contra las lágrimas, obligándose a decir las palabras.
—Trató de huir. Fue ejecutado. Decapitado.
Mis piernas dan pasos tan rápido que incluso Cal no tiene la oportunidad de agarrarme. No puedo oír, no puedo ver, solo puedo sentir. Pena, shock, dolor, todo el mundo gira alrededor. El zumbido de bombillas con electricidad me grita tan fuerte que creo que mi cabeza podría dividirse. La nevera crepita en la esquina, es vieja, su batería pulsa como un corazón moribundo. Ellos se burlan de mí, me prueban, tratando de hacerme quebrar. Pero no lo haré. No lo haré.
—Mare. —Cal respira en mi oreja, con los brazos calientes alrededor, pero bien podría estar hablándome desde el otro lado de un océano—. ¡Mare!
Exhalo un suspiro doloroso, tratando de recuperar el aliento. Mis mejillas se sienten húmedas, aunque no recuerdo haber llorado. Ejecutado. Mi sangre hierve bajo mi piel. Es una mentira. Él no huyó. Él estaba en la Guardia. Y ellos lo descubrieron. Lo mataron por eso. Lo asesinaron.
Nunca he conocido una ira como esta. No cuando los chicos se fueron, no cuando Kilorn vino a mí. Ni siquiera cuando la mano de Gisa se rompió.
Un zumbido ensordecedor estalla a través de la casa mientras la nevera, las bombillas, y el cableado en las paredes dan una patada por la alta tensión. Electricidad zumba, haciéndome sentir viva, enfadada y peligrosa. Ahora estoy creando energía, empujando mi propia fuerza a través de la casa como Julian me enseñó.
Cal grita, sacudiéndome, tratando de alcanzarme de alguna manera. Pero no puede. El poder está en mí y no quiero dejarlo ir. Se siente mejor que el dolor.
Vidrio llueve sobre nosotros cuando las bombillas explotan, pareciendo maíz en una sartén. Pop, pop, pop. Casi ahoga el grito de mamá.
Alguien me saca de mis pies con áspera fuerza. Sus manos van a mi rostro, sosteniéndome mientras habla. No me consuela, no siento empatía, pero aun así me saca de ello. Reconocería esa voz en cualquier lugar.
—¡Mare, cálmate!
Levanto la mirada para ver sus ojos verdes claros y un rostro lleno de preocupación.
—Kilorn.
—Sabía que volverías finalmente —murmura—. Mantente atenta.
Sus manos son ásperas contra mi piel, pero calmantes. Él me trae de vuelta a la realidad, a un mundo en el que mi hermano está muerto. La única bombilla sobreviviente está por encima de nosotros, apenas iluminando la habitación y a mi aturdida familia.
Pero eso no es lo único iluminando la oscuridad.
Chispas púrpuras y blanco bailan alrededor de mis manos, más débiles a cada momento, pero claras como el día. Mi rayo. No seré capaz de mentir para salir de ésta.
Kilorn me coloca en una silla, su rostro una nube de tormenta de confusión. Los otros solo miran, y con una punzada de tristeza, me doy cuenta de que tienen miedo. Pero Kilorn no tiene miedo en absoluto, está enfadado.
—¿Qué te hicieron? —dice bruscamente, sus manos a centímetros de las mías. Las chispas se desvanecen por completo, dejando solo la piel y dedos temblorosos.
—No hicieron nada. —Me gustaría que esto fuera su culpa. Me gustaría poder culpar de esto a alguien más. Miro por encima de la cabeza de Kilorn a los ojos de Cal. Lo entiende, y asiente, comunicándose sin palabras. No tengo que mentir acerca de esto.
—Esto es lo que soy.
El ceño fruncido de Kilorn se profundiza.
—¿Eres una de ellos? —Nunca había escuchado tanta rabia, tanta repugnancia, en una sola frase. Me hace sentir como si estuviera muriendo—. ¿Lo eres?
Mamá se recupera primero y, sin un atisbo de miedo, toma mi mano.
—Mare es mi hija, Kilorn —dice, clavándole una mirada aterradora que no sabía que era capaz de hacer—. Todos sabemos eso.
Mi familia murmura en acuerdo, reuniéndose a mi lado, pero Kilorn sigue sin estar convencido. Me mira como si fuera una extraña, como si no nos conociéramos de toda nuestra vida.
—Dame un cuchillo y confirmaré esto ahora —le digo, mirándolo—. Te mostraré de qué color sangro.
Esto le tranquiliza un poco y se aleja.
—Solo no lo entiendo.
Ya somos dos.
—Creo que estoy con Kilorn en esto. Sabemos quién eres, Mare, pero… —Bree se detiene, en busca de qué decir. Nunca ha sido bueno con las palabras—. ¿Cómo?
Apenas sé qué decir, pero explico lo que puedo. Una vez más, estoy muy consciente de la presencia de Cal, siempre escuchando, así que dejo fuera a la Guardia y los hallazgos de Julian, para exponer las últimas tres semanas tan claramente como me es posible. Pretender ser Plateada, ser desposada por un príncipe, aprender a controlarme, suena descabellado, pero escuchan atentamente.
—No sabemos cómo ni por qué, solo lo es. —Termino, sosteniendo mi otra mano. No me pierdo el hecho de que Tramy se aleja—. Podríamos nunca saber lo que esto significa.
La mano de mamá aprieta la mía en una muestra de apoyo. El pequeño consuelo hace maravillas. Todavía estoy enfadada, todavía devastadoramente triste, pero la necesidad de destruir algo se desvanece. Estoy ganando de nuevo una cierta apariencia de control, lo suficiente como para mantenerlo a raya.
—Creo que es un milagro —murmura, forzando una sonrisa por mí—. Siempre hemos querido lo mejor para ti, y ahora, lo estamos consiguiendo. Bree y Tramy están a salvo, Gisa no tiene de qué preocuparse, podemos vivir felices, y (sus ojos llorosos encuentran los míos) tú, mi querida, eres alguien especial. ¿Qué más puede pedir una madre?
Ojalá sus palabras fueran ciertas, pero asiento de todos modos, sonriéndole a mi madre y a mi familia. Estoy mejorando en mentir, y parecen creerme. Pero no Kilorn. Todavía hierve, tratando de contener otro estallido.
—¿Cómo es él, el príncipe? —pregunta mamá—. ¿Maven?
Terreno peligroso. Puedo sentir a Cal escuchar, a la espera de oír lo que voy a decir acerca de su hermano menor. ¿Qué puedo decir? ¿Que es amable? ¿Que estoy empezando a gustarle? ¿Que todavía no sé si puedo confiar en él? O peor, ¿que nunca podré confiar en nadie de nuevo?
—No es lo que esperaba.
Gisa nota mi malestar y se vuelve hacia Cal.
—Entonces, ¿quién es él, tu guardaespaldas? —dice, cambiando de tema con un guiño mínimo.
—Lo soy —dice Cal, respondiendo por mí. Sabe que no quiero mentirle a mi familia, no más de lo necesario—. Y lo siento, pero tenemos que irnos pronto.
Sus palabras son como un cuchillo retorciéndose, pero debo obedecerlas.
—Sí.
Mamá está conmigo, aferrándose a mi mano con tanta fuerza que temo que pueda romperla.
—No vamos a decir nada, por supuesto.
—Ni una sola palabra —dice papá de acuerdo. Mis hermanos asienten, jurando guardar silencio.
Pero el rostro de Kilorn tiene un ceño oscuro. Por alguna razón, se ha puesto muy enfadado y ni para salvar mi vida puedo decir por qué. Pero estoy enfadada también. La muerte de Shade todavía pesa como una piedra terrible.
—¿Kilorn?
—Sí, no voy a hablar —gruñe. Antes de que pueda detenerlo, se levanta de su silla y se larga en un torbellino que hace girar el aire. La puerta se cierra detrás de él, sacudiendo las paredes. Estoy acostumbrada a las emociones de Kilorn, sus raros momentos de desesperación, pero esta rabia es algo nuevo en él. No sé qué hacer con ello.
El toque de mi hermana me trae de vuelta, recordándome que esto es un adiós.
—Este es un regalo —susurra en mi oído—. No lo desperdicies.
—Vas a volver, ¿no? —dice Bree, y Gisa se aleja. Por primera vez desde que se fue a la guerra, veo el miedo en sus ojos—. Eres una princesa ahora, tú haces las reglas.
Desearía hacerlas.
Cal y yo intercambiamos miradas. Puedo decir por lo apretado de su boca y la oscuridad en sus ojos cuál debe ser mi respuesta.
—Lo intentaré —susurro, mi voz quebrada. Una mentira más no puede hacer daño.
Cuando llegamos a la orilla de Los Pilares, el adiós de Gisa aún me persigue. No hubo acusación en sus ojos, a pesar de que he tomado todo de ella. Sus últimas palabras se hacen eco en el viento, ahogando todo lo demás. No lo desperdicies.
—Siento lo de tu hermano —espeta Cal—. No sabía que él…
— ¿…ya estaba muerto? —Ejecutado por deserción. Otra mentira. La rabia se levanta de nuevo, y ni siquiera quiero controlarla. Pero ¿qué puedo hacer al respecto? ¿Qué puedo hacer para vengar a mi hermano, o incluso tratar de salvar a los demás?
No lo desperdicies.
—Tengo que hacer una parada más. —Antes de que Cal pueda protestar, pongo mi mejor sonrisa—. No pasará mucho tiempo en absoluto, te lo prometo.
Para mi sorpresa, asiente lentamente en la oscuridad.
Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard - Página 2 Pngoce10

—Un trabajo en el Salón, eso es muy prestigioso. —Will se carcajea mientras tomo asiento dentro de su auto. La vieja vela azul aún arde, echando una luz cambiante que nos rodea. Como sospechaba, Farley es cosa del pasado.
Cuando estoy segura de que la puerta y las ventanas están cerradas, bajo la voz.
—No estoy trabajando allí, Will. Ellos…
Para mi sorpresa, Will agita una mano.
—Ah, ya sé todo eso. ¿Té?
—Uh, no. —Mis palabras tiemblan con shock—. ¿Cómo hiciste…?
—Los monos reales eligieron a una reina la semana pasada, por supuesto que tenían que difundirlo en las ciudades Plateadas —dice una voz desde detrás de una cortina. La figura sale, revelando no a Farley sino a lo que parece una flaca forma humana. Su cabeza roza el techo, haciéndole caminar torpemente. Su cabello carmesí es largo, igualando el fajín rojo que cubre su cuerpo desde el hombro hasta su cadera. Lleva abrochada la misma insignia de sol que Farley llevaba en su vestido. Y no paso por alto la pistola en su cintura, llena de balas brillantes y un par de pistolas. Es un Guardia Escarlata también.
—Has estado en todas las pantallas Plateadas, lady Titanos —dice mi título como una maldición—. Tú y esa chica Samos. Dime, ¿es tan desagradable como parece?
—Este es Tristan, uno de los lugartenientes de Farley —dice Will. Se gira para darle una mirada de reprimenda—. Tristan, sé amable.
—¿Por qué? —me burlo—. Evangeline Samos es una imbécil sedienta de sangre.
Sonriendo, Tristan lanza una mirada de suficiencia a Will.
—No todos son monos —agrego en voz baja, recordando las amables palabras de Maven el día de hoy.
—¿Te refieres al príncipe al que estás prometida o al que espera en el bosque? —pregunta Will calmadamente, como si estuviera preguntando el precio de la harina.
En marcado contraste, Tristan entra en erupción, saltando de su asiento. Le bloqueo la puerta, mis dos manos extendidas. Afortunadamente me mantengo a raya. Lo último que necesito es electrificar a un miembro de la Guardia Escarlata.
—¿Trajiste a un Plateado aquí? —protesta—. ¿El príncipe? ¿Sabes lo que podríamos hacer si lo trajéramos dentro? ¿Lo que podríamos negociar?
A pesar de que se eleva por encima de mí, no cedo.
—Déjalo en paz.
—Unas semanas en el regazo de los lujos y tu sangre es Plateada como la de ellos —escupe, mirándome como si quisiera matarme—. ¿Vas a electrocutarme también?
Eso duele, y lo sabe. Dejo caer mis manos, con miedo de que puedan traicionarme.
—No lo estoy protegiendo a él, te estoy protegiendo a ti, estúpido idiota. Cal es un soldado nacido y criado, y él podría quemar todo este pueblo si realmente lo quisiera. —No es que él lo haría. Espero.
La mano de Tristan se desvía a su arma.
—Me gustaría verlo intentarlo.
Pero Will pone una mano arrugada en su brazo. El toque es suficiente para desinflar al rebelde.
—Es suficiente —susurra—. ¿A qué has venido aquí, Mare? Kilorn está a salvo, y también lo están tus hermanos.
Exhalo, sin dejar de mirar a Tristan. Él acaba de amenazar con secuestrar a Cal y retenerlo por un rescate. Y por alguna razón, la idea de una cosa así me desquicia hasta el núcleo.
—Mi… —Una palabra afuera y ya estoy luchando—. Shade era parte de la Guardia. —No es una pregunta, sino una verdad. Will baja la mirada, disculpándose, e incluso Tristan baja la cabeza—. Lo mataron por ello. Ellos mataron a mi hermano, y yo tengo que actuar como si no me molestara.
—Estarás muerta si no lo haces.
—Lo sé. Voy a decir lo que quieran, cuando llegue el momento. Pero… —Mi voz se traba un poco, en el borde por esta nueva dirección—. Estoy en el palacio, el centro de su mundo. Soy rápida, silenciosa, y puedo ayudar a la causa.
Tristan toma una respiración entrecortada, irguiéndose en toda su estatura. A pesar de su enojo anterior, ahora hay algo como orgullo brillando en sus ojos.
—Quieres unirte.
—Así es.
Aprieta la mandíbula, su mirada penetrándome.
—Espero que sepas lo que estás haciendo. Esta no es solo mi guerra o la de Farley o la de la Guardia Escarlata, es tuya. Hasta el final. Y no para vengar a tu hermano, sino para vengarnos a todos nosotros. Luchar por los de antes y para salvar a los que aún están por venir.
Su mano nudosa alcanza la mía y, por primera vez, noto un tatuaje en su muñeca: una banda roja. Como las que nos hacen llevar. Solo que ahora él la usa para siempre. Es parte de él, como la sangre en nuestras venas.
—¿Estás con nosotros, Mare Barrow? —dice, su mano cerrándose sobre la mía. Más guerra, más muerte, dijo Cal. Pero hay una posibilidad de que se equivoque. Hay una posibilidad de que podamos cambiarlo.
Mis dedos se tensan, aferrándose a Will. Puedo sentir el peso de mi acción, la importancia detrás de ello.
—Estoy con ustedes.
—Nos levantaremos —exhala, al unísono con Tristan. Recuerdo las palabras y las digo con ellos—. Rojos como el amanecer.
A la luz de las velas parpadeantes, nuestras sombras parecen monstruos en las paredes.
Cuando me uno de vuelta a Cal en el borde de la ciudad, me siento más ligera de alguna manera, envalentonada por mi decisión y la perspectiva de lo que está por venir. Cal camina a mi lado, mirándome de vez en cuando, pero no dice nada. Donde yo arremeto y grito y fuerzo una respuesta de alguien, Cal es todo lo contrario. Tal vez es una táctica militar que aprendió en uno de sus libros: que el enemigo venga a ti.
Porque eso es lo que soy ahora. Su enemiga.

Me deja perpleja, al igual que su hermano. Los dos son amables, a pesar de que saben que soy una Roja, a pesar de que ni siquiera deberían verme en absoluto. Pero Cal me llevó a casa, y Maven fue bueno conmigo, ansioso de ayudar. Son chicos extraños.
Cuando entramos en el bosque de nuevo, la actitud de Cal cambia, endureciéndose a algo serio.
—Voy a tener que hablar con la reina para cambiar tu horario.
—¿Por qué?
—Casi explotaste allí —dice suavemente—. Vas a tener que ir a los entrenamientos con nosotros, asegurarte de que algo así no vuelva a ocurrir.
Julian me está entrenando. Pero incluso la pequeña voz en mi cabeza sabe que Julian no es sustituto para lo que Cal, Maven y Evangeline saben. Si aprendiera la mitad de lo que ellos saben, ¿quién sabe qué tipo de ayuda podría ser a la Guardia? ¿A la memoria de Shade?
—Bueno, si me saca del Protocolo, no voy a decir que no.
De pronto, Cal salta de su ciclo. Tiene las manos en llamas y una luz igualmente ardiente quema en sus ojos.
—Alguien nos mira.
No me molesto en interrogarlo. El sentido de soldado de Cal es fuerte, ¿pero qué podría amenazarlo aquí? ¿Qué podría temer en los bosques de una durmiente, pobre aldea? Una aldea que trata con rebeldes, me recuerdo.
Pero en lugar de Farley o revolucionarios armados, Kilorn sale de entre las hojas. Olvidé lo astuto que es, la facilidad con que puede moverse a través de la oscuridad.
Las manos de Cal se apagan con una nube de humo.
—Oh, tú.
Kilorn aparta sus ojos de mí, mirando a Cal. Inclina la cabeza en una reverencia condescendiente.
—Disculpe, su alteza.
En lugar de tratar de negarlo, Cal se pone un poco más erguido, luciendo como el rey que ha nacido para ser. Él no contesta y se limita a continuar liberando a su ciclo de las hojas. Pero siento sus ojos en mí, observando cada segundo de lo que pasa entre Kilorn y yo.
—¿Realmente harás esto? —dice, luciendo como un animal herido—. ¿Realmente te irás? ¿Para ser una de ellos?
Las palabras duelen más que una bofetada. Esto no es una opción, quiero decirle.
—Ya viste lo que pasó ahí, lo que puedo hacer. Ellos pueden ayudarme. —Hasta yo estoy sorprendida de lo fácil que sale la mentira. Un día podría incluso ser capaz de mentirme a mí misma, engañar a mi mente para que piense que soy feliz—. Estoy donde se supone que debo estar.
Niega, una mano agarrando mi brazo como si pudiera tirarme de vuelta al pasado, donde nuestras preocupaciones eran simples.
—Se supone que debes estar aquí.
—Mare. —Cal espera pacientemente, apoyándose en el asiento de su ciclo, pero su voz es firme, una advertencia.
—Me tengo que ir. —Trato de empujar lejos a Kilorn, dejarlo atrás, pero no me suelta. Siempre ha sido más fuerte que yo. Y por mucho que quiera dejarle aferrarse a mí, simplemente no puede ser.
—Mare, por favor…
Una ola de calor pulsa contra nosotros, como un rayo fuerte de luz solar.
—Déjala ir —retumba Cal, de pie junto a mí. El calor sale de él, casi rizando el aire. La calma que lucha por mantener adelgaza, amenazando con deshacerse.
Kilorn se burla en su cara, buscando una pelea. Pero es como yo; somos ladrones, somos ratas. Sabemos cuándo luchar y cuándo correr. A regañadientes, se retira, dejando que sus dedos se arrastren a lo largo de mi brazo. Esta podría ser la última vez que nos veamos.
El aire se enfría, pero Cal no retrocede. Estoy comprometida con su hermano, él tiene que ser protector conmigo.
—Negociaste por mí también, para salvarme del reclutamiento —dice Kilorn en voz baja, finalmente entendiendo el precio que he pagado—. Tienes la mala costumbre de intentar salvarme.
Apenas puedo asentir, y tengo que poner el casco en mi cabeza para ocultar las lágrimas que brotan de mis ojos. Aturdida, sigo a Cal a su ciclo y me deslizo en el asiento detrás de él.
Kilorn retrocede, estremeciéndose cuando la ciclo acelera. Entonces me sonríe, sus rasgos encrespándose en una expresión que utiliza para hacerme querer darle un puñetazo.
—Le diré a Farley que le mandas saludos.
La ciclo gruñe como una bestia, arrancándome de Kilorn y Los Pilares y mi antigua vida. Temor se riza a través de mí como un veneno, hasta que tengo miedo de pies a cabeza. Pero no por mí. Ya no. Tengo miedo por Kilorn, por la idiotez que va a hacer.
Él va a encontrar a Farley. Y va a unirse a ella.


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Mensaje por IsCris Lun 20 Abr - 23:59

Que triste por Shade, honestamente espero que este vivo y que esta fingiendo su muerte por la causa 

Kirlon para mi está enamorado de Mare y esperemos no le pase nada malo

Y una parte donde Mare dice que Cal  miente tan fácil, me dejó pensando que por más amables que sean en ese palacio en nadie se puede confiar


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Mensaje por berny_girl Mar 21 Abr - 5:22

Capitulo 15

 
A la mañana siguiente, abro mis ojos para ver la sombra de una figura de pie junto a mi lado de la cama. Esto es todo. Me fui, rompí las reglas, y me van a matar por ello.
Pero no sin luchar.

Antes de que la figura tenga la oportunidad, salgo volando de la cama, lista para defenderme. Mis músculos se tensan cuando el encantador zumbido cobra vida dentro de mí. Pero en lugar de un asesino, estoy mirando un uniforme rojo. Y reconozco a la mujer que lo lleva.
Walsh está igual que antes, aunque sin duda yo no. Ella está de pie junto a un carrito de metal lleno con té, pan y cualquier otra cosa que pudiera desear para el desayuno. Siempre como la obediente sirvienta mantiene su boca cerrada con fuerza, pero sus ojos me gritan. Se queda mirando mi mano, a las chispas ahora muy familiares arrastrándose alrededor de mis dedos. Las aparto con una sacudida, haciendo que las venas de luz desaparezcan de nuevo dentro de mi piel.
—¡Lo siento mucho! —exclamo, alejándome de ella. Aun así, no habla—. Walsh…
Pero ella se ocupa con la comida. Entonces, para mi gran sorpresa, me vocaliza cinco palabras. Son palabras que estoy empezando a conocer como una oración, o una maldición. Levántate, Rojo como el amanecer.
Antes de que pueda responder, antes de que mi sorpresa pueda registrarse, Walsh presiona una taza de té en mi mano.
—Espera… —Estiro mi mano para alcanzarla, pero la esquiva, inclinándose en una profunda reverencia.
—Mi lady —dice ella, terminando abruptamente nuestra conversación.
La dejo ir, mirándola retirarse de la habitación hasta que no queda nada más que el eco de sus palabras no dichas.
Walsh también está en la Guardia.
La taza de té se siente fría en mi mano. Extrañamente fría.
Bajo la mirada para descubrir que no está llena de té, sino de agua. Y en la parte inferior de la taza, un trozo de papel libera tinta. La tinta se arremolina mientras leo el mensaje, el agua absorbiéndola, borrando cualquier rastro, hasta que no queda nada más que un líquido turbio y gris, y papel en blanco doblado. Sin evidencia de mi primer acto de rebelión.
El mensaje no es difícil de recordar. Es solo una palabra.
Medianoche.
Este conocimiento de que tengo una conexión con el grupo tan cerca de mí debería consolarme, pero por alguna razón, me encuentro temblando. Tal vez las cámaras no son las únicas cosas que me observan aquí.
Y no es la única nota que me espera. Mi nuevo horario está sobre la mesa de noche, escrito en la enloquecedoramente perfecta caligrafía de la reina.
Tu horario ha cambiado.
0630-Desayuno / 0700-Entrenamiento / 1000-Protocolo
1130-Almuerzo / 1300-Protocolo / 1400-Lecciones
1800-Cena.
Lucas te acompañará a todo. El horario no es negociable.
SAR reina Elara.

—¿Así que, finalmente te han ascendido a Entrenamiento? —Lucas me sonríe, una rara pequeña porción de orgullo brilla en su rostro mientras me lleva a mi primera sesión—. O has sido muy buena o muy mala.
—Un poco de ambas cosas.
Más mala, pienso, recordando mi episodio de anoche en casa. Sé que el nuevo horario es obra de Cal, pero no esperaba que trabajase tan rápido. A decir verdad, estoy emocionada por el Entrenamiento. Si es algo como por lo que vi pasar a Cal y Maven, la práctica de la habilidad en particular, estaré irremediablemente muy por atrás, pero al menos tendré a alguien con quien hablar. Y si tengo mucha suerte, Evangeline estará mortalmente enferma y atrapada en la cama por el resto de su miserable vida.
Lucas sacude la cabeza, riendo.
—Prepárate. Los instructores son famosos por ser capaces de romper incluso a los soldados más fuertes. No tomarán bien tu insolencia.
—Yo no tomo bien el ser rota —replico—. ¿Cómo fue tu Entrenamiento?
—Bueno, fui directamente al ejército cuando tenía nueve años, por lo que mi experiencia fue un poco diferente —dice, sus ojos se oscurecen ante el recuerdo.
¿Nueve? —La idea me parece imposible. Con habilidades o no, esto no puede ser verdad.
Pero Lucas se encoge de hombros como si no fuera nada.
—El frente es el mejor lugar para el entrenamiento. Incluso los príncipes fueron entrenados en el frente, por un tiempo.
—Pero ahora estás aquí —le digo. Mis ojos deteniéndose en el uniforme de Lucas, en el negro y plateado de Seguridad—. Ya no eres un soldado.
Por primera vez, la sonrisa seca de Lucas desaparece por completo.
—Eso te agota —admite, más para sí mismo que para mí—. Los hombres no están destinados a estar en guerra por mucho tiempo.
—¿Y qué pasa con los Rojos? —Me oigo preguntar. Bree, Tramy, Shade, papá, el padre de Kilorn. Y otros mil. Un millón de otros—. ¿Pueden soportar la guerra mejor que los Plateados?
Llegamos a la puerta de la sala de entrenamiento antes de que Lucas finalmente responda, pareciendo un poco incómodo.
—Esa es la forma en que funciona el mundo. Los Rojos sirven, los Rojos trabajan, los Rojos luchan. Es en lo que son buenos. Es lo que están destinados a hacer. —Tengo que morderme la lengua para evitar gritarle—. No todos son especiales.
La ira hierve dentro de mí, pero no digo ni una palabra contra Lucas. Perder los estribos, incluso con él, no será recompensado con una sonrisa.
—Puedo seguir sola a partir de aquí —le digo con rigidez.
Él nota mi malestar, frunciendo el ceño un poco. Cuando habla, su voz es baja y rápida, como si no quisiera ser escuchado.
—No tengo el lujo de las preguntas —murmura. Sus ojos negros se clavan en los míos, llenos de significado—. Y tú tampoco.
Mi corazón se aprieta, aterrorizada por sus palabras y su significado oculto. Lucas sabe que hay más en mí de que lo que le han dicho.
—Lucas…
—No es mi lugar el hacer preguntas. —Frunce el ceño, tratando de hacerme entender, tratando de hacerme sentir incómoda—. Lady Titanos. —El título suena más firme que nunca, convirtiéndose tanto en mi escudo como en el arma de la reina.
Lucas no hará preguntas. A pesar de sus ojos negros, su sangre Plateada, su familia Samos, no tirará del hilo que podría desentrañar mi existencia.
—Cumpla con su horario, mi lady. —Se aleja, más formal de lo que alguna vez lo había visto. Con un movimiento de su cabeza, hace un gesto hacia la puerta, donde un asistente Rojo espera—. Te recogeré después del Entrenamiento.
—Gracias, Lucas. —Es todo lo que puedo decir. Me ha dado mucho más de lo que sabe.
El asistente me entrega un traje negro elástico con rayas moradas y plateadas. Me señala una pequeña habitación, donde me cambio rápidamente, deslizándome fuera de mi ropa habitual y poniéndome el mono. Me recuerda a mis viejas ropas, las que usaba en Los Pilares. Desgastadas por el tiempo y el movimiento, pero lo suficientemente apretadas y delgadas para no hacerme desacelerar.
Cuando entro en la sala de entrenamiento, soy demasiado consciente de que todo el mundo me mira fijamente, por no hablar de las decenas de cámaras. El piso se siente suave y elástico bajo de mis pies, amortiguando cada paso. Una inmensa claraboya se eleva por encima de nosotros, mostrando un cielo azul de verano lleno de nubes para burlarse de mí. Unas escaleras de caracol conectan los diversos niveles seccionados en las paredes, cada uno a diferentes alturas con diferentes equipos. También hay muchas ventanas, una de las cuales sé que da al salón de clase de lady Blonos. A dónde van las otras o quién podría estar observando desde ellas, no tengo ni idea.
Debería estar nerviosa por entrar en una habitación llena de guerreros adolescentes, todos ellos mejor entrenados que yo. En cambio, estoy pensando en el carámbano insufrible de hueso y metal conocido como Evangeline Samos. Apenas avanzo hasta la mitad del piso antes de que abra la boca, goteando veneno.
—¿Ya te has graduado de Protocolo? ¿Finalmente has dominado el arte de sentarte con las piernas cruzadas? —se burla, saltando desde una máquina de levantamiento de pesas. Su cabello plateado está recogido en una complicada trenza que me encantaría cortar, pero las hojas de metal mortalmente afiladas en su cintura hacen que me lo piense. Como yo, como todos los otros, lleva un traje adornado con los colores de su casa. En negro y plateado, tiene un aspecto mortal.
Sonya y Elane la flanquean con sonrisas coincidentes. Ahora que no me están intimidando, parece que están adulando a la futura reina.
Hago lo que puedo para ignorarlas y me encuentro buscando a Maven. Está en una esquina, separado de los demás. Por lo menos podemos estar solos juntos. Los susurros me siguen, mientras más de una docena de adolescentes nobles me miran caminar hacia él. Algunos inclinan sus cabezas, tratando de ser corteses, pero la mayoría parecen cautelosos. Las chicas están especialmente en el borde; después de todo, me he quedado con uno de sus príncipes.
—Has tardado bastante. —Maven se ríe una vez que me siento a su lado. No parece ser parte de la multitud, ni que quiera serlo—. Si no lo supiera mejor, diría que estabas tratando de mantenerte alejada de nosotros.
—Solo de una persona en particular —respondo, lanzando mi mirada de nuevo hacia Evangeline. Ella es el centro de atención cerca de la pared de los blancos, donde se exhibe ante sus compinches en un deslumbrante despliegue. Sus cuchillos de metal silban a través del aire, clavándose en el centro mismo de sus objetivos.
Maven me observa mirarla, sus ojos pensativos.
—Cuando volvamos a la capital, no tendrás que verla tanto —murmura—. Cal y ella estarán ocupados viajando por el país, cumpliendo con sus deberes. Y nosotros tendremos los nuestros.
La perspectiva de alejarme de Evangeline es emocionante, pero también me recuerda el reloj que corre constantemente moviéndose en mi contra. Pronto estaré obligada a dejar muy atrás el Salón, el valle del río, y a mi familia.
—¿Sabes cuándo volverás… —Doy un traspié, corrigiéndome—… quiero decir, ¿cuándo volveremos la capital?
—Después del Baile de Despedida. ¿Te han contado acerca de eso?
—Sí, tu madre lo mencionó, y lady Blonos está tratando de enseñarme a bailar… —Mi voz se apaga, sintiéndome avergonzada. Trató de enseñarme algunos pasos ayer, pero simplemente terminé cayéndome sobre mí misma. Robar puedo hacerlo muy bien, pero el baile aparentemente está fuera de mi alcance. —Palabra clave, tratar.
—No te preocupes, no tendremos que lidiar con la peor parte de eso.
La idea de bailar me aterra, pero me trago el miedo.
—¿Quién lo hará?
—Cal —dice sin dudarlo—. El hermano mayor tiene que tolerar demasiadas conversaciones tontas y bailar con un montón de chicas molestas. Recuerdo el año pasado... —Se detiene para reírse del recuerdo—. Sonya Iral pasó todo el tiempo siguiéndolo, interrumpiendo sus bailes, tratando de alejarlo para tener un poco de diversión. Tuve que intervenir y sufrir durante dos canciones con ella para darle un respiro a Cal.
El pensamiento de los dos hermanos unidos contra una legión de chicas desesperadas me hace reír, pensando en las longitudes a las que deben haber ido para salvarse el uno al otro. Pero mientras mi sonrisa se extiende, la sonrisa de Maven se desvanece.
—Al menos esta vez, tendrá a Samos colgada de su brazo. Las chicas no se atreverían a enfadarla.
Resoplo, recordando su agarre, fuerte y penetrante en mi brazo.
—Pobre Cal.
—¿Y cómo estuvo tu visita ayer? —dice, refiriéndose a mi excursión a casa. Así que Cal no le ha puesto al corriente.
—Difícil. —Es la única manera en que sé cómo describirlo. Ahora mi familia sabe lo que soy, y Kilorn se ha lanzado a los lobos. Y, por supuesto, Shade está muerto—. Uno de mis hermanos fue ejecutado, justo antes de que llegara la liberación.
Se mueve junto a mí, y espero que se sienta incómodo. Después de todo, fue su propio pueblo quien lo hizo. En cambio, pone una mano sobre la mía.
—Lo siento mucho, Mare. Estoy seguro de que no se lo merecía.
—No, no lo hacía —susurro, recordando por qué murió mi hermano. Ahora estoy en el mismo camino.
Maven me mira fijamente, como si estuviera tratando de leer el secreto en mis ojos. Por una vez me alegro por las lecciones de Blonos, o de lo contrario asumiría que Maven podría leer la mente como la reina. Pero no, él es un quemador y solo un quemador. Pocos Plateados heredan las habilidades de sus madres, y nadie ha tenido nunca más de una habilidad. Así que mi secreto, mi nueva lealtad a la Guardia Escarlata, es mío.
Cuando extiende una mano para ayudarme a levantarme, la tomo. A nuestro alrededor, los otros calientan, en su mayoría estirando o corriendo alrededor de la habitación, pero algunos son más impresionantes. Elane se desliza dentro y fuera de mi visión mientras dobla la luz a su alrededor hasta que desaparece por completo. Un niño Tejevientos, Oliver de la Casa Laris, crea un torbellino en miniatura entre sus manos, agitando pequeñas partículas de polvo. Sonya perezosamente intercambia golpes con Andros Eagrie, un bajo pero musculoso chico de dieciocho años. Como una seda, Sonya es brutalmente hábil y rápida y debería ser capaz de superarlo, pero Andros coincide con ella golpe a golpe en una danza violenta. Los Plateados de la Casa Eagrie son Ojos, lo que significa que pueden ver el futuro inmediato, y Andros está utilizando sus habilidades en toda su extensión. Ninguno de los dos parece tener ventaja, creando un juego de equilibrio en lugar de fuerza.
Solo imagínate lo que realmente pueden hacer. Tan fuertes, tan poderosos. Y estos son solo los niños. Y justo así mi esperanza se evapora, cambiando a miedo.
—Filas —dice una voz, apenas un susurro.
Mi nuevo instructor entra sin hacer un ruido, Cal a su lado, con un Telky de la Casa Provos detrás de los dos. Como un buen soldado, Cal camina al paso con el instructor, quien parece pequeño y simple al lado del corpulento Cal. Hay arrugas en su piel pálida y su cabello es tan blanco como su ropa, una prueba de su verdadera edad y su casa. La Casa Arven, la casa silenciosa, recuerdo, pensando en mis lecciones. Una casa principal, llena de poder y fuerza y todas las cosas en las que los Plateados ponen su fe. Aún lo recuerdo desde antes de convertirme en Mareena Titanos, de cuando era una niña pequeña. Él se encargaba de supervisar las ejecuciones transmitidas en la capital, sintiéndose superior sobre los Rojos e incluso los Plateados condenados a morir. Y ahora sé por qué lo eligieron para hacerlo.
La chica Haven vuelve a la existencia, de pronto visible de nuevo, mientras que el viento batiendo en las manos de Oliver muere. Los cuchillos de Evangeline caen del aire, e incluso yo siento una manta de calma vacía que cae sobre mí, bloqueando mi sentido eléctrico.
Él es Rane Arven, el instructor, el verdugo, el silencio. Puede reducir un Plateado a lo que más odian: un Rojo. Puede apagar sus capacidades. Puede hacerlos normales.
Mientras miro embobada, Maven me empuja al lugar detrás de él, con Cal a la cabeza de nuestra fila. Evangeline lidera la fila al nuestro lado, y por una vez, no parece preocupada por mí. Sus ojos se quedan en Cal mientras se instala, pareciendo muy a gusto en su posición de autoridad.
Arven no pierde el tiempo presentándome. De hecho, casi no parece darse cuenta de que me he unido a su sesión.
—Vueltas —dice, su voz áspera y baja.
Bien. Algo que en realidad puedo hacer.
Nos ponemos en marcha en nuestras filas, rodeando la sala a un ritmo ligero en una calma dichosa. Me empujo más rápido, disfrutando del ejercicio que tanto extrañaba, hasta que acelero más allá de Evangeline. Entonces solo está Cal a mi lado, marcando el ritmo para el resto de ellos. Me sonríe peculiarmente, viéndome correr. Esto es algo que puedo hacer, algo que incluso disfruto.
Mis pies se sienten extraños en el suelo acolchado, rebotando con cada paso, pero la sangre que golpea en mis oídos, el sudor, el ritmo son todos familiares. Si cierro los ojos, puedo fingir que estoy de vuelta en la aldea, con Kilorn o mis hermanos o simplemente por mi cuenta. Simplemente libre.
Eso es hasta que una sección de la pared se balancea hacia afuera, golpeándome en el estómago.
Me tira al suelo, tumbándome, pero es mi orgullo lo que en realidad duele. El pelotón de corredores se aleja, y Evangeline sonríe sobre su hombro, viéndome quedarme atrás. Sólo Maven ralentiza su ritmo, esperando que me recupere.
—Bienvenida al entrenamiento. —Se ríe, viéndome quitarme de encima el obstáculo.
En toda la sala, otras partes de la pared cambian, formando barreras para los corredores. Todos los demás se lo toman con calma; están acostumbrados a esto. Cal y Evangeline van a la cabeza, moviéndose sobre y debajo de cada obstáculo cuando aparecen ante ellos. Por el rabillo del ojo, noto al Telky de Provos dirigiendo las piezas de la pared, haciéndolas moverse. Incluso parece estar sonriéndome.
Contengo la urgencia de golpear al Telky y obligo a volver a correr. Maven corre junto a mí, nunca más lejos de un paso, y es extrañamente exasperante. Mi ritmo se acelera, hasta que estoy corriendo y saltando vallas con todo lo que puedo. Pero Maven no es como los de Seguridad en casa, es difícil dejarlo atrás.
En el momento en que terminamos las vueltas, Cal es el único que no se ha puesto a sudar. Incluso Evangeline parece hecha polvo, aunque hace su mejor esfuerzo para ocultarlo. Mi respiración sale en pesados jadeos, pero estoy orgullosa de mí. A pesar del duro comienzo, me las he arreglado para mantener el ritmo.
El instructor Arven nos examina por un momento, sus ojos permanecen en mí, antes de girarse al Telky.
—Objetivos por favor, Theo —dice, otra vez en apenas un susurro. Como descorriendo una cortina para revelar el sol, siento que mis habilidades reaparecen.
El Telky asistente ondea una mano, desplazando una sección del suelo, revelando la extraña arma que vi desde la ventana del salón de clases de Blonos. Me doy cuenta de que no es un arma en absoluto, sino un cilindro. Solo el poder del Telky hace que se mueva, no alguna tecnología elevada y extraña. Las habilidades son todo lo que tienen.
—Lady Titanos —murmura Arven, haciéndome estremecer—. Entiendo que tiene una habilidad interesante.
Él está pensando en el relámpago, las chispas de color morado blanquecino de destrucción, pero mi mente se desvía a lo que dijo Julian ayer. No solo controlo, puedo crear. Soy especial.
Todos los ojos se vuelven hacia mí, pero aprieto mi mandíbula, tratando de convencerme de ser fuerte.
—Interesante, pero no inaudita, instructor —le digo—. Estoy muy ansiosa por aprender sobre ella, señor.
—Puede comenzar ahora —dice el instructor, y el Telky detrás de él se tensa.
En el momento justo, una de las pelotas objetivo vuela por el aire, más rápido de lo que pensaba que era posible.
Controla, me digo, repitiendo las palabras de Julian. Concéntrate.
Esta vez, puedo sentir el tirón cuando succiono la energía eléctrica desde el aire y desde algún lugar dentro de mí. Se manifiesta en mis manos, brillando a la vida en pequeñas chispas. Pero la pelota golpea el suelo antes de que pueda lanzarlo, las chispas se esparcen en el suelo, desapareciendo. Evangeline se ríe detrás de mí, pero cuando me doy la vuelta para mirarla, mis ojos se encuentran con los de Maven en su lugar. Apenas asiente, instándome a intentarlo de nuevo. Y junto a él, Cal cruza sus brazos, su rostro oscuro con una emoción que no puedo descifrar.
Otro objetivo sale disparado hacia arriba, dando vueltas en el aire. Las chispas vienen más pronto ahora, vivas y brillantes mientras el blanco alcanza su cenit. Como antes en el salón de Julian, aprieto mi puño, y sintiendo la energía rugir a través de mí, la lanzó.
Forma un arco en un hermoso despliegue de luz destructiva, recortando el lado del objetivo que cae. Se rompe bajo mi poder, humeando y echando chispas mientras golpea el suelo con estrépito.
No puedo evitar sonreír, satisfecha. Detrás de mí, Maven y Cal aplauden, igual que algunos de los otros chicos. Evangeline y sus amigas ciertamente no lo hacen, parecen casi insultadas por mi victoria.
Pero el instructor Arven no dice nada, sin molestarse en felicitarme. Simplemente mira más allá de mí, hacia el resto de la unidad.
—Siguiente.
El instructor pone sobre el borde a la clase, obligándonos a pasar ronda tras ronda de ejercicios destinado a afinar nuestras habilidades. Por supuesto, me atraso en todos ellos, pero también puedo sentirme mejorar. Para el momento en que termina el período de sesiones, estoy chorreando sudor y dolorida por todas partes. La lección de Julian es una bendición, permitiéndome sentarme y recuperar mi fuerza. Pero incluso la sesión de esta mañana no puede drenarme por completo, la medianoche se acerca. Cuanto más rápido pasa el tiempo, más cerca de la medianoche estoy. Más cerca de dar el siguiente paso, de tomar el control de mi destino.
Julian no se da cuenta de mi malestar, probablemente porque está enterrado en una pila de libros recién encuadernados. Cada uno es de aproximadamente dos centímetro y medio de grosor y está cuidadosamente marcado con un año, pero nada más. Lo que posiblemente podrían ser, no lo sé.
—¿Qué son estos? —pregunto, levantando uno. Por dentro es un lío de listas: nombres, fechas, lugares y causas de la muerte. La mayoría simplemente dice pérdida de sangre, pero también hay enfermedades, asfixia, ahogamiento, y algunos detalles más específicos y horripilantes. Mi sangre corre helada en mis venas cuando me doy cuenta exactamente lo que estoy leyendo—. Una lista de muerte.
Julian asiente.
—Toda persona que murió combatiendo en la Guerra Lakelander.
Shade, pienso, sintiendo la comida revolverse en mi estómago. Algo me dice que no obtendrá su nombre en una de estas. Los desertores no reciben el honor de una línea de tinta. Enfadada, dejo que mi mente se extienda a la lámpara de escritorio que ilumina mi lectura. La electricidad en ella me llama, tan familiar como mi propio pulso. Sin nada más que mi cerebro, la enciendo y la apago, parpadeando al paso de mi latido irregular.
Julian se da cuenta de la luz intermitente, con los labios fruncidos.
—¿Algo está mal, Mare? —pregunta secamente.
Todo está mal.
—No soy fan del cambio de horario —digo en su lugar, dejando la luz en paz. No es una mentira, pero no es la verdad tampoco—. No vamos a ser capaces de entrenar.
Él solo se encoge de hombros, con su ropa de color de pergamino girando con el movimiento. Parecen más sucias de alguna manera, como si estuviera convirtiéndose en las páginas de sus libros.
—Por lo que he oído, necesitas más orientación de la que te puedo dar.
Mis dientes se aprietan, masticando las palabras antes de que pueda escupirlas.
—¿Acaso Cal te ha dicho lo que pasó?
—Lo ha hecho —responde Julian de manera uniforme—. Y tiene razón. No lo culpes por ello.
—Puedo culparlo de lo que yo quiera —resoplo, recordando los libros de guerra y las guías de muerte por todo su cuarto—. Es igual que todos los demás.
Julian abre la boca para decir algo, pero lo piensa mejor en el último momento y vuelve a sus libros.
—Mare, yo no llamaría exactamente entrenamiento a lo que hacemos. Además, te veías muy bien en tu sesión de hoy.
—¿Lo has visto? ¿Cómo?
—He pedido verlo.
—¿Qu…?
—No importa —dice, mirando directamente a través de mí. Su voz es de repente melódica, tarareando con profundas y relajantes vibraciones. Exhalando, me doy cuenta de que tiene razón.
—No importa —repito. A pesar de que no está hablando, el eco de la voz de Julian todavía cuelga en el aire como una brisa calmante—. Así que, ¿en qué vamos a trabajar hoy?
Julián sonríe, divertido consigo mismo.
—Mare.
Su voz es normal otra vez, simple y familiar. Rompe los ecos, deslizándolos fuera de mí en una nube que se eleva.
—¿Qué… qué diablos ha sido eso?
—¿Tomo eso como un indicador de que lady Blonos no ha hablado mucho sobre la Casa Jacos en las lecciones? —dice, todavía sonriendo—. Me sorprende que nunca preguntaras.
En realidad, nunca me he preguntado sobre la habilidad de Julian. Siempre he pensado que sería algo débil, porque no parece tan pomposo como los demás, pero parece que eso no es cierto en absoluto. Es mucho más fuerte y más peligroso de lo que pensaba.
—Puedes controlar a la gente. Eres como ella. —El pensamiento de Julián, un simpatizante, una buena persona, siendo en realidad como la reina me hace temblar.
Toma la acusación con calma, llevando su atención a su libro.
—No, no lo soy. No tengo ni de cerca su fuerza. O su brutalidad. —Suspira, explicando—. Nos llaman cantantes. O al menos podríamos serlo, si hubiera alguno más de nosotros. Soy el último de mi casa, y el último, bueno, de mi tipo. No puedo leer la mente, no puedo controlar los pensamientos, no puedo hablar en tu cabeza. Pero puedo cantar, siempre y cuando alguien me escuche, siempre que pueda mirar a sus ojos, puedo hacer que una persona haga lo que quiera.
El horror corre a través de mí. Incluso Julian.
Poco a poco, me reclino, con ganas de poner distancia entre él y yo. Lo nota, por supuesto, pero no parece enfadado.
—Tienes razón en no confiar en mí —murmura—. Nadie lo hace. Hay una razón por la que mis únicos amigos son palabras escritas. Pero no lo hago a menos que absolutamente lo necesite, y nunca lo he hecho con malicia. —Entonces resopla, riendo oscuramente—. Si realmente quisiera, podría hacer mi camino hacia el trono hablando.
—Pero no lo has hecho.
—No. Y tampoco lo hizo mi hermana, sin importar lo que los demás puedan decir.
La madre de Cal.
—Nadie parece decir nada sobre ella. No a mí, de todos modos.
—A la gente no le gusta hablar de reinas muertas —espeta, alejándose de mí en un movimiento suave—. Pero hablaban cuando estaba viva. Coriane Jacos, la reina Cantante. —Nunca he visto a Julian de esta manera, ni una sola vez. Por lo general, es tranquilo, calmado, un poco obsesionado tal vez, pero nunca enfadado. Nunca tan herido—. Ella no fue elegida por La Prueba de la Reina, ya sabes. No como Elara, o Evangeline, o incluso tú. No, Tibe se casó con mi hermana porque él la amaba y ella lo amaba.
Tibe. Llamar a Tiberias Calore el Sexto, Rey de Norta, Llama del Norte, cualquier cosa con menos de ocho sílabas parece absurdo. Pero él fue joven una vez también. Era como Cal, un niño nacido para convertirse en rey.
—Ellos la odiaban porque éramos de una casa inferior, porque no teníamos la fuerza o el poder o cualquier otra cosa tonta que esas personas ratifiquen —continúa Julian, todavía mirando a otro lado. Sus hombros y tiemblan con cada respiración—. Y cuando mi hermana se convirtió en reina, amenazó con cambiar todo eso. Era amable, compasiva, una madre que podría criar a Cal para ser el rey que este país necesitaba para unirnos a todos. Un rey que no tendría miedo del cambio. Pero eso nunca llegó a ser.
—Sé lo que es perder a un hermano —murmuro, recordando a Shade. No parece real, como si tal vez todo el mundo está mintiendo y él está en casa ahora, feliz y seguro. Pero sé que no es verdad. Y en algún lugar se encuentra el cuerpo decapitado de mi hermano como prueba de ello—. Me enteré ayer por la noche. Mi hermano murió en el frente.
Julian finalmente se da la vuelta, con los ojos vidriosos.
—Lo siento, Mare. No me he dado cuenta.
—No lo podías haber sabido. El ejército no informa de ejecuciones en sus pequeños libros.
—¿Ejecutado?
—Deserción. —La palabra sabe a sangre, como una mentira—. A pesar de que nunca lo haría.
Después de un largo momento de silencio, Julian pone una mano en mi hombro.
—Parece que tenemos más en común de lo que crees, Mare.
—¿Qué quieres decir?
—También mataron a mi hermana. Se puso en su camino, y fue removida. Y… —Su voz cae—… Van a hacerlo de nuevo, a cualquier persona que tengan que hacerlo. Incluso a Cal, incluso a Maven, y especialmente a ti.
Especialmente a mí. La pequeña chica rayo
.
—Pensaba que querías cambiar las cosas, Julian.
—Lo hago ciertamente. Pero estas cosas llevan su tiempo, planificación, y demasiada suerte con la que contar. —Me mira de arriba a abajo, como alguien que de alguna manera sabe que ya he dado el primer paso hacia un camino oscuro—. NO te dejes llevar.
Demasiado tarde.


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Mensaje por berny_girl Mar 21 Abr - 5:22

Capitulo 16

 
Después de una semana de mirar mi reloj, esperando la medianoche, empiezo a desesperarme. Por supuesto que Farley no puede comunicarse con nosotros aquí. Ni siquiera ella tiene tanto talento. Pero esta noche, cuando el reloj avanza, no siento nada por primera vez desde la Prueba de la Reina. No hay cámaras, no hay electricidad, nada. La electricidad está completamente cortada. He estado en apagones antes, demasiados para contarlos, pero este es diferente. Este no es un accidente. Este es para mí.
Moviéndome rápidamente, me pongo mis botas, ahora rotas por semanas de uso, y me dirijo hacia la puerta. Apenas llego al pasillo antes de escuchar a Walsh en mi oído, hablando en voz baja y rápida mientras me lleva a través de la oscuridad forzada.
—No tenemos mucho tiempo —murmura, apresurándome hacia la escalera de servicio. Está muy oscuro, pero sabe a dónde vamos, y yo confío en ella para que me lleve allí—. Conseguirán que vuelva la electricidad en quince minutos, si tenemos suerte.
—¿Y si no la tenemos? —Respiro en la oscuridad.
Me apresura a bajar por las escaleras y abre una puerta.
—Entonces espero que no estés demasiado apegada a tu cabeza.
El olor a tierra, suciedad y agua me golpea primero, trayendo todos mis recuerdos de la vida en el bosque. Pero a pesar de que parece un bosque, con árboles viejos y cientos de plantas pintadas de azul y negro por la luna, un techo de cristal se eleva por encima. El conservatorio. Unas sombras torcidas se extienden por la tierra, cada uno peor que el anterior. Veo Seguridad y Centinelas en cada rincón oscuro, esperando para capturarnos y matarnos como lo hicieron con mi hermano. Pero en lugar de sus horribles uniformes negros o de fuego, no hay nada excepto las flores que florecen bajo el techo de cristal de estrellas.
—Discúlpeme si no hago una reverencia —dice una voz, emergiendo de debajo de las copas de árboles de magnolia blancos. Sus ojos azules reflejan la luna, brillando en la oscuridad con fuego frío. Farley tiene un verdadero talento para la teatralidad.
Igual que en su emisión, lleva una bufanda roja en su rostro, ocultando sus rasgos. Pero no oculta una ruinosa cicatriz que recorre su cuello y desaparece bajo el cuello de su camisa. Parece reciente, apenas ha empezado a sanar. Ha estado ocupada desde la última vez que la vi. Pero por otro lado, también lo he estado yo.
—Farley —digo, inclinando mi cabeza en señal de saludo.
No me devuelve el asentimiento, pero de cualquier manera, no esperaba que lo hiciera. Toda negocios.
—¿Y el otro? —murmura. ¿El otro?
—Holland lo está trayendo. En cualquier momento estará aquí. —Walsh suena sin aliento, emocionada incluso, por la persona a quien estamos esperando. Incluso los ojos de Farley brillan.
—¿Qué es? ¿Quién más se ha unido? —No me responden, intercambiando miradas en su lugar. Algunos nombres corren por mi cabeza, sirvientes y chicos de la cocina que apoyarían la causa.
Pero la persona que se nos une, no es un siervo. Ni siquiera es Rojo.
Maven.
No sé si gritar o correr cuando veo que mi prometido aparece de entre las sombras. Es un príncipe, es un Plateado, es el enemigo, y sin embargo, aquí está, de pie con uno de los líderes de la Guardia Escarlata. Su acompañante, Holland, un antiguo siervo Rojo con años de servicio, parece hincharse de orgullo.
—Te lo dije, no estás sola, Mare —dice Maven, pero no sonríe. Su mano tiembla a su costado, está nervioso. Farley lo asusta.
Y puedo ver por qué. Ella da un paso hacia delante, pistola en mano, pero está tan nerviosa como él. Aun así, su voz no tiembla.
—Quiero escucharlo de tus labios, principito. Dime lo que le dijiste —dice, inclinando su cabeza hacia Holland.
Maven se burla cuando dice “principito”, sus labios se curvan en disgusto, pero no retrocede.
—Quiero unirme a la Guardia —dice con su voz llena de convicción.
Ella se mueve rápidamente, levantando su pistola y apuntándolo en el mismo movimiento. Mi corazón parece detenerse cuando presiona el cañón contra su frente, pero Maven no se inmuta.
—¿Por qué? —sisea.
—Porque este mundo está mal. Lo que mi padre ha hecho, lo que mi hermano va a hacer, está mal. —Incluso con una pistola contra su cabeza, se las arregla para hablar con calma, pero una gota de sudor resbala por su cuello. Farley no se aleja, esperando una respuesta mejor, y me encuentro haciendo lo mismo.
Sus ojos cambian, se mueven a los míos, y traga saliva.
—Cuando tenía doce años, mi padre me envió al frente, para endurecerme, para hacerme más como mi hermano. Cal es perfecto, ya ves, ¿por qué no podría yo ser lo mismo?
No puedo evitar estremecerme ante sus palabras, reconociendo el dolor en ellas. Yo vivía bajo la sombra de Gisa, y él vivía bajo la de Cal. Conozco esa vida.
Farley solloza, casi riéndose de él.
—No tengo ningún uso para los niñitos celosos.
—Desearía que fueran celos lo que traen hasta aquí —murmura Maven—. Pasé tres años en los barracones, siguiendo a Cal, a los oficiales y a los generales, observando los soldados luchando y muriendo por una guerra en la que nadie creía. Donde Cal vio honor y lealtad, yo vi locura. Vi desperdicio. Sangre en ambos lados de la línea divisoria, y tu pueblo dio mucho más.
Me acuerdo de los libros en la habitación de Cal, las tácticas y maniobras establecidas como un juego. El recuerdo me hace temblar, pero lo que dice Maven después me hiela la sangre.
—Había un niño, de sólo diecisiete, un Rojo del norte congelado. Él no me conocía de vista, no como todos los demás, pero me trataba muy bien. Me trataba como a una persona. Creo que fue mi primer amigo de verdad. —Tal vez es un truco de la luz de la luna, pero algo parecido a lágrimas brilla en sus ojos—. Su nombre era Thomas, y lo vi morir. Podría haberlo salvado, pero mis guardias me retuvieron. Su vida no valía perder la mía, es lo que dijeron. —Entonces las lágrimas se han ido, sustituidas por sus puños apretados y una voluntad de hierro—. Cal llama a esto equilibrio, los Plateados sobre los Rojos. Es una buena persona, y va a ser un gobernante justo, pero no cree que valga la pena intentar el cambio —dice—. Estoy tratando de decirte que no soy lo mismo que el resto de ellos. Creo que mi vida vale igual que la vuestra, y la daré con mucho gusto, si eso significa el cambio.
Es un príncipe, y lo peor de todo, el hijo de la reina. No quería confiar en él antes por esta misma razón, por los secretos que mantenía ocultos. O tal vez esto era lo que estaba escondiendo desde el principio… su propio corazón.
A pesar de que hace todo lo posible por parecer sombrío, para mantenerse erguido y que sus labios no tiemblen, puedo ver al chico debajo de la máscara. Una parte de mí quiere abrazarlo, consolarlo, pero Farley me detendría antes de que pudiera. Cuando baja la pistola, poco a poco, suelto la respiración que no me he dado cuenta que estaba sosteniendo.
—El chico dice la verdad —dice Holland. Se mueve para estar al lado de Maven, extrañamente protector con su príncipe—. Se ha sentido así desde hace meses, desde que regresó del frente.
—¿Y le hablaste sobre nosotros después de unas noches llenas de lágrimas? —se burla Farley, dirigiendo su temible mirada a Holland. Pero el hombre se mantiene firme.
—Conozco al príncipe desde la infancia. Cualquier persona cercana a él puede ver que su corazón ha cambiado. —Holland mira de reojo a Maven, como si recordara el chico que era—. Piensa en el buen aliado que podría ser. La diferencia que podría hacer.
Maven es diferente. Sé eso de primera mano, pero algo me dice que mis palabras no influirán a Farley. Sólo Maven puede hacer eso ahora.
—Júralo por tus colores —le gruñe a él.
Un antiguo juramento, según la Señora Blonos. Como jurar por tu vida, tu familia e hijos por venir, todo a la vez. Y Maven no duda en hacerlo.
—Juro por mis colores —dice, agachando la cabeza—. Me comprometo a la Guardia Escarlata. —Suena como su propuesta de matrimonio, pero esto es mucho más importante, y más mortal.
—Bienvenido a la Guardia Escarlata —dice ella finalmente, quitándose su bufanda.
Me muevo en silencio sobre el suelo de baldosas hasta que siento su mano en la mía. Arde con un calor ya familiar.
—Gracias, Maven —le susurro—. No sabes lo que esto significa para nosotros. —Para mí.
Cualquier otro habría sonreído ante la posibilidad de reclutar un Plateado, y uno de sangre real para tal caso, pero Farley apenas reacciona en absoluto.
—¿Qué estás dispuesto a hacer por nosotros?
—Puedo darte información, inteligencia, lo que sea que puedas necesitar para seguir adelante con tu operación. Estoy sentado en los consejos de impuestos con mi padre…
—No nos importan los impuestos —le contesta Farley. Me dirige una mirada enfadada, como si fuera culpa mía que no le guste lo que le está ofreciendo—. Lo que necesitamos son nombres, ubicaciones, objetivos. Lo que hay que golpear y cuándo causar el mayor daño. ¿Puedes darme eso?
Maven se mueve, incómodo.
—Preferiría un camino menos hostil —murmura—. Sus métodos violentos no les están ganando amigos.
Farley se burla, dejando que el sonido haga eco sobre el conservatorio.
—Tu pueblo es mil veces más violento y cruel que el mío. Hemos pasado los últimos siglos bajo las botas de los Plateados, y no vamos a hacernos camino siendo amables.
—Supongo —murmura Maven. Puedo decir que está pensando en Thomas, en todas las personas a las que vio morir. Su hombro roza el mío cuando retrocede, poniéndose detrás para protegerse. A Farley no se le escapa eso y casi se ríe a carcajadas.
—El principito y la pequeña chica rayo. —Se ríe—. Son el uno para el otro. Uno, un cobarde, y tú… —Se vuelve hacia mí, sus ojos azul acero me queman—… la última vez que nos vimos, estabas escarbando en el barro en busca de un milagro.
—Lo encontré —le digo. Para cimentar mi punto, mis manos producen chispas, echando luz púrpura sobre nosotros.
La oscuridad parece cambiar, y los miembros de la Guardia Escarlata se revelan con el fin de acabar con la amenaza, saliendo de los árboles y arbustos. Sus rostros están enmascarados con bufandas y pañuelos, pero no ocultan todo. El más alto debe ser Tristan, con sus largas extremidades. Puedo decir por la forma en que está de pie, tenso y listo para la acción, que tienen miedo. Pero el rostro de Farley no cambia. Sabe que la gente que está destinada a protegerla no servirá de mucho contra Maven, o incluso contra mí, pero no parece intimidada en absoluto. Para mi gran sorpresa, finalmente sonríe. Su sonrisa es temible, llena de dientes y un hambre salvaje.
—Podemos bombardear y quemar cada centímetro de este país —murmura, mirando entre nosotros con algo como orgullo—, pero eso nunca va a causar el daño que los dos pueden hacer. Un príncipe Plateado poniéndose en contra de su corona, una chica Roja con habilidades. ¿Qué dirá la gente, cuando los vean con nosotros?
—Pensaba que querías… —empieza Maven, pero Farley le resta importancia.
—Los bombardeos son sólo una manera de llamar la atención. Una vez que la obtengamos, una vez que cada Plateado de este país desamparado esté mirando, necesitamos mostrarles algo. —Su mirada se vuelve calculadora mientras nos mide, sopesándonos contra lo que sea que tenga en mente—. Creo que lo harán muy bien.
Mi voz tiembla, temiendo lo que eso podría significar.
—¿Como qué?
—Como el rostro de nuestra gloriosa revolución —dice con orgullo, echando la cabeza hacia atrás. Su cabello dorado atrapa la luz de la luna. Por un segundo, parece llevar una brillante corona—. La gota de agua para romper la presa.
Maven asiente con fervor.
—Así que, ¿por dónde empezamos?
—Bueno, creo que es hora de que saquemos una página del libro de travesuras de Mare.
—¿Qué se supone que significa eso? —No lo entiendo, pero Maven sigue la línea del pensamiento de Farley fácilmente.
—Mi padre ha estado encubriendo otros ataques por la Guardia —murmura, explicando su plan.
Mi mente parpadea de nuevo hacia coronel Macanthos y su estallido en el almuerzo.
—El campo de aviación, Delphie, Bahía Harbor.
Maven asiente.
—Los llamó accidentes, ejercicios de entrenamiento, miente. Pero cuando apareciste en La Prueba de la Reina, incluso mi madre no podía persuadirles de ello. Necesitamos algo así, algo que nadie pueda ocultar. Para mostrar al mundo que la Guardia Escarlata es muy peligrosa y muy real.
—¿Pero eso no tendrá consecuencias? —Mis pensamientos se dirigen de nuevo hacia los disturbios, a las personas inocentes torturadas y asesinados por una horda sin sentido—. Los Plateados lo volverán en nuestra contra, las cosas se pondrán peor.
Farley mira hacia otro lado, incapaz de aguantar la mirada.
—Y más se unirán a nosotros. Más se darán cuenta que las vidas que vivimos están mal y que se puede hacer algo para cambiarlo. No hemos hecho nada durante demasiado tiempo; es el momento de hacer sacrificios y seguir adelante.
—¿Fue mi hermano tu sacrificio? —espeto, sintiendo una llamarada ira dentro de mí—. ¿Fue su muerte un sacrificio para ti?
Para su crédito, no trata de mentir.
—Shade sabía en lo que se estaba metiendo.
—Y ¿qué pasa con todos los demás? ¿Qué pasa con los niños y los ancianos que no se han enlistado en tu “gloriosa revolución”? ¿Qué sucede cuando los Centinelas comiencen a rodearlos para castigarlos cuando no te puedan encontrar?
La voz de Maven es cálida y suave en mi oído.
—Piensa en la historia, Mare. ¿Qué es lo que te ha enseñado Julian?
Él me ha enseñado sobre de la muerte. El antes. Las guerras. Pero más allá de eso, en un momento en que las cosas todavía podían cambiar, había revoluciones. El pueblo se levantaba, los imperios caían, y las cosas cambiaban. La libertad surgía, subiendo y bajando con la marea del tiempo.
—La revolución necesita una chispa —gruño, repitiendo lo que Julian diría en nuestras lecciones—. E incluso las chispas queman.
Farley sonríe.
—Tú debes saber eso mejor que nadie.
Pero todavía no estoy convencida. El dolor de perder a Shade, de saber que mis padres han perdido a un hijo, sólo se multiplicará si hacemos esto. ¿Cuántos Shades más morirán?
Curiosamente es Maven, no Farley, quien trata de influir en mí.
—Cal cree que el cambio no vale la pena el coste —dice. Su voz tiembla, por de nervios y la convicción—. Y va a gobernar un día… ¿quieres dejar que él sea el futuro?
Por una vez, mi respuesta es fácil.
—No.
Farley asiente, satisfecha.
—Walsh y Holland. —Dirige su cabeza hacia ellos—. Díganme que va a haber una pequeña fiesta aquí.
—El baile —ofrece Maven.
—Es un objetivo imposible —suelto—. Todo el mundo tendrá guardias; la reina sabrá si algo va mal…
No lo sabrá —dice Maven, casi burlándose de la idea—. Mi madre no es todopoderosa, como quiere que creas. Incluso ella tiene límites.
¿Límites? ¿La reina? Sólo la idea hace que mi mente dé vueltas.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Sabes lo que puede hacer…?
—Sé que en medio de un baile, con tantas voces y pensamientos arremolinándose a su alrededor, será inútil. Y mientras nos quedemos fuera de su camino, mientras no le demos ninguna razón para atacar, no sabrá nada. Lo mismo ocurre con los Ojos de Eagrie. No van a estar en busca de problemas, por lo que no lo verán. —Se vuelve de nuevo hacia Farley, su columna vertebral recta como una flecha—. Los Plateados podrán ser fuertes, pero no somos invencibles. Puede lograrse.
Farley asiente suavemente, sonriendo con sus dientes.
—Vamos a estar en contacto de nuevo, una vez que las cosas se pongan en movimiento.
—¿Puedo pedir algo a cambio? —dejo escapar, estirándome para agarrar su brazo—. Mi amigo, el que te mencioné, quiere unirse a la Guardia. Pero no se lo puedes permitir. Sólo asegúrate de que no se involucre en nada de esto.
Suavemente, quita mis dedos de su brazo cuando el arrepentimiento nubla sus ojos.
—Espero que no te refieras a mí.
Para mi horror, uno de sus guardias sombríos da un paso hacia adelante. El trapo rojo alrededor de su rostro no oculta el conjunto de sus anchos hombros o la camisa raída que he visto mil veces. Pero la mirada de acero en sus ojos, la determinación de un hombre del doble de su edad, es algo que no reconozco en absoluto. Kilorn parece a años de distancia ya. Guardia Escarlata hasta los huesos, dispuesto a luchar y morir por la causa. Es Rojo como el amanecer.
—No —susurro, retrocediendo lejos de Farley. Ahora sólo puedo ver a Kilorn corriendo a toda velocidad hacia su perdición—. Sabes lo que le pasó a Shade. No puedes hacer esto.
Se quita el trapo y se acerca para abrazarme, pero doy un paso hacia atrás. Su toque se siente como una traición.
—Mare, no tienes que seguir tratando de salvarme.
—Lo intentaré mientras tú no lo hagas. —¿Cómo es que no puede aspirar a ser otra cosa más que un escudo humano? ¿Cómo puede hacer esto? A lo lejos, algo ronronea a la vida, volviéndose más fuerte cada segundo, pero apenas me doy cuenta. Estoy más centrada en mantener las lágrimas a raya delante de Farley, la Guardia y Maven.
—Kilorn, por favor.
Se ensombrece ante mis palabras, como si fueran un insulto en lugar de la súplica de una joven.
—Has hecho tu elección, y yo estoy haciendo la mía.
—Hice esa elección por ti, para mantenerte a salvo —espeto. Es increíble la facilidad con la que volvemos a caer en nuestro viejo ritmo, discutiendo como siempre. Pero hay mucho más en juego ahora. No puedo simplemente empujarlo al barro y alejarme—. Negocié por ti.
—Estás haciendo lo que crees que va a protegerme, Mare —dice entre dientes, su voz un ruido sordo—. Así que déjame hacer lo que pueda para salvarte.
Mis ojos se aprietan con fuerza, dejando que mi dolor se haga cargo. He estado protegiendo a Kilorn todos los días desde que su madre se fue, ya que casi murió de hambre en mi puerta. Y ahora no me deja, no importa lo peligroso que se haya vuelto el futuro.
Poco a poco, abro los ojos de nuevo.
—Haz lo que quieras, Kilorn. —Mi voz es fría y mecánica, como los cables y circuitos tratando de funcionar de nuevo—. La electricidad va a regresar pronto. Debemos empezar a movernos.
Los otros entran en acción, desapareciendo en el conservatorio, y Walsh me toma por el brazo. Kilorn retrocede, siguiendo a los demás en las sombras, pero sus ojos permanecen en mí.
—Mare —llama detrás de mí—. Por lo menos despídete.
Pero ya estoy caminando, con Maven a mi lado, Walsh nos dirige. No voy a mirar hacia atrás, no ahora cuando ha traicionado todo lo que siempre he hecho por él.
El tiempo se mueve lentamente cuando se está esperando algo bueno, por lo que, naturalmente, los días vuelan mientras el temido baile se acerca. Pasa una semana sin ningún contacto, dejándonos a Maven y a mí en la oscuridad mientras las horas pasan. Más Entrenamiento, más Protocolo, más almuerzos descerebrados que casi me dejan en lágrimas. Cada vez tengo que mentir, alabar a los Plateados y criticar y humillar a los míos. Sólo la Guardia me mantiene fuerte.
La señora Blonos me regaña por estar distraída en el Protocolo. No tengo el corazón para decirle que, distraída o no, nunca voy a ser capaz de aprender los pasos de baile que está tratando de enseñarme para el Baile de Despedida. Por más que sea muy buena para escabullirme, soy horrible con los movimientos rítmicos. Mientras tanto, mi una vez odiado Entrenamiento es una salida para toda mi ira y estrés, lo que me permite correr o desencadenar todo lo que estoy tratando de mantener en mi interior.
Pero justo cuando por fin estoy empezando a cogerle el truco a las cosas, el estado de ánimo en el Entrenamiento cambia drásticamente. Evangeline y sus lacayos no me atacan, en su lugar, se centran intensamente en sus calentamientos. Incluso Maven hace sus estiramientos con más cuidado, como si se estuviera preparando para algo.
—¿Qué está pasando? —le pregunto, asintiendo hacia el resto de la clase. Mis ojos permanecen en Cal, justo ahora haciendo flexiones en perfecta forma.
—Ya lo verás en un minuto —responde Maven, su voz extrañamente apagada.
Cuando Arven entra con Provos, incluso él tiene algo extraño en su paso. No ladra una orden para correr y en su lugar se aproxima a la clase.
—Tirana —murmura el instructor Arven.
Una chica en un traje de rayas azules, la Ninfa de la Casa Osanos, salta al oírle. Se abre camino hacia el centro de la pista, esperando algo. Parece tan emocionada como aterrorizada.
Arven gira, buscando entre nosotros. Por un segundo, sus ojos se fijan en mí, pero por suerte se desplazan a Maven.
—Príncipe Maven, por favor. —Hace un gesto hacia donde espera Tirana.
Maven asiente y se mueve a su lado. Ambos tensos, retorciendo los dedos mientras esperan lo que se viene.
De repente, la sala de entrenamiento se mueve alrededor de ellos, empujando paredes claras para formar algo. Una vez más, Provos levanta los brazos, usando sus habilidades para transformar la sala de entrenamiento. A medida que la estructura toma forma, mi corazón martillea, al darme cuenta exactamente de lo que es.
Una arena.
Cal toma el lugar de Maven a mi lado, sus movimientos rápidos y silenciosos.
—No se van a hacer daño el uno al otro —me explica—. Arven nos detiene antes de que alguien pueda hacer un daño real, y hay curanderos esperando.
—Reconfortante —digo.
En el centro de la arena formándose rápidamente, tanto Maven como Tirana se preparan para su pelea. El brazalete de Maven chispea, y el fuego arde en sus manos, subiendo por sus brazos, mientras las gotas de las gotas de humedad del aire se arremolinan alrededor de Tirana en una demostración fantasmal. Ambos parecen estar listos para la batalla.
Algo sobre mi malestar altera a Cal.
—¿Maven es lo único que te preocupa?
Ni siquiera se cerca.
—Protocolo no es exactamente fácil en este momento. —No estoy mintiendo, pero en mi lista de problemas, aprender a bailar está en la parte inferior—. Parece que soy aún peor en el baile que en memorizar los modales de la corte.
Para mi sorpresa, Cal se ríe a carcajadas.
—Debes ser horrible.
—Bueno, es difícil aprender sin pareja —espeto, un poco molesta con él.
—En efecto.
Las dos últimas piezas se unen, completando la arena de entrenamiento y rodeando a Maven y su oponente. Ahora están separados del resto de nosotros por un cristal grueso, atrapados juntos en una versión en miniatura de un campo de batalla. La última vez que vi pelear a los Plateados, alguien casi murió.
—¿Quién tiene la ventaja? —dice Arven, preguntando a la clase. Cada mano excepto la mía se dispara al aire—. ¿Elane?
La chica Haven sobresale con su barbilla hacia adelante, hablando con orgullo.
—Tirana tiene la ventaja. Es mayor y tiene más experiencia. —Elane dice esto como si fuera la cosa más obvia del mundo. Las mejillas de Maven se vuelven blancas, aunque trata de ocultarlo—. Y el agua vence al fuego.
—Muy bien. —Arven mueve sus ojos de nuevo a Maven, retándolo a discutir. Pero Maven se muerde la lengua, dejando que su creciente fuego hable por él—. Impresióname.
Chocan, escupiendo fuego y lluvia en un duelo de elementos. Tirana usa su agua como un escudo, y para los ataques de fuego de Maven, es impenetrable. Cada vez que se acerca a ella, balanceándose con los puños en llamas, vuelve con nada más que vapor. La batalla parece pareja, pero de alguna manera Maven parece tener ventaja. Está a la ofensiva, acorralándola contra una pared.
A nuestro alrededor, la clase vitorea, incitando a los guerreros. Solía estar disgustada por las demostraciones de este tipo, pero ahora tengo dificultades para mantenerme tranquila. Cada vez que Maven ataca, más cerca de derribar a Tirana, casi no puedo evitar animar con los demás.
—Es una trampa, Mavey —susurra Cal, más para sí mismo que para nadie.
—¿Qué es? ¿Qué va a hacer?
Cal sacude la cabeza.
—Sólo mira. Ya lo tiene.
Pero Tirana parece cualquier cosa menos victoriosa. Está plana contra la pared, resistiendo detrás de su escudo acuoso mientras bloquea golpe tras golpe.
No me pierdo ese momento veloz como un rayo cuando Tirana cambia, literalmente, la marea contra Maven. Agarra su brazo y tira de él, girándolo de modo que intercambian los sitios en un instante. Ahora es Maven el que está detrás de su escudo, atrapado entre el agua y la pared. Pero no puede controlar el agua, y esta se aprieta contra él, reteniéndolo incluso mientras trata de quemarla. El agua sólo hierve, burbujeando sobre su piel ardiente.
Tirana se aleja, viéndole luchar con una sonrisa en su rostro.
—¿Te rindes?
Una corriente de burbujas escapa de los labios de Maven. Me rindo.
El agua cae, vaporizándose en el aire con el sonido de aplausos. Provos agita una mano de nuevo, y una de las paredes de la arena se desliza hacia atrás. Tirana hace una pequeña reverencia mientras Maven avanza con dificultad fuera del círculo, un desastre empapado.
—Reto a Elane Haven —dice Sonya Iral bruscamente, tratando de sacar las palabras antes de que nuestro instructor pueda emparejarla con otra persona. Arven asiente, permitiendo el reto, antes de volver su mirada a Elane. Para mi sorpresa, ella sonríe y camina hacia la arena, su largo cabello rojo se balancea con el movimiento.
—Acepto el reto —responde Elane, tomando lugar en el centro de la arena—. Espero que hayas aprendido algunos trucos nuevos.
Sonya le sigue, con los ojos bailando. Incluso se ríe.
—¿Crees que te lo diría si lo he hecho?
De alguna manera se las arreglan para reír y sonreír justo hasta que Elane Haven desaparece por completo y agarra a Sonya por la garganta. Se ahoga, jadeando por aire, antes de girar los brazos de la chica invisible y escapar. Su pelea recae rápidamente en un juego mortal y violento del gato y el ratón invisible.
Maven no se molesta en mirar, enfadado consigo mismo por su rendición.
—¿Sí? —le dice a Cal, y su hermano se lanza de cabeza a un silencioso sermón. Tengo la sensación de que esto es normal.
—No arrincones a alguien mejor que tú, eso los hace más peligrosos —dice, poniendo un brazo alrededor del hombro de su hermano—. No puedes vencerla con tu capacidad, así que tienes que vencerla con tu cabeza.
—Lo tendré en mente —murmura Maven, envidiando el consejo, pero aceptándolo igualmente.
—Estás mejorando, sin embargo —murmura Cal, palmeando a Maven en el hombro. Tiene buenas intenciones pero suena algo condescendiente. Me sorprende que Maven no le grite, pero está acostumbrado a esto, como yo estaba acostumbrada a Gisa.
—Gracias, Cal. Creo que lo entiende —le digo, en nombre de Maven.
Su hermano mayor no es tonto y toma la pista con el ceño fruncido. Con nada más que una mirada hacia mí, Cal nos deja para ponerse junto a Evangeline. Ojalá no lo hubiera hecho, solo para no tener que ver sus sonrisas y regodeos. Por no hablar de que tengo este extraño retorcijón en el estómago cada vez que la mira.
Una vez que está fuera del alcance del oído, le doy un codazo Maven con mi hombro.
—Tiene razón, sabes. Tienes que ser más astuto que la gente así.
Frente a nosotros, Sonya agarra a lo que parece ser aire y lo estampa contra la pared. Aparecen salpicaduras de líquido de plata y Elane revolotea de nuevo a la visibilidad, con un rastro de sangre fluyendo de su nariz.
—Siempre tiene la razón cuando se trata de la arena —murmura, extrañamente molesto—. Espera y verás.
Al otro lado de la arena, Evangeline sonríe a la asesina demostración entre nosotros. Cómo puede ver a sus amigas sangrando en el suelo, no lo sé. Los Plateados son diferentes, me recuerdo a mí misma. Sus cicatrices no duran. No recuerdan el dolor. Con los curanderos de piel esperando en las otras salas, la violencia ha adquirido un nuevo significado para ellos. Una columna vertebral rota, un estómago dividido, no importa. Siempre hay alguien que vendrá a arreglarlos. No conocen el significado de peligro o el miedo o el dolor. Es sólo su orgullo lo que puede ser realmente herido.
Eres Plateada. Eres Mareena Titanos. Disfruta de esto.
Los ojos de Cal se mueven entre las chicas, estudiándolas como un libro o una pintura en vez de una masa en movimiento de sangre y huesos. Debajo del corte negro de su traje de entrenamiento, sus músculos se tensan, listo para su turno.
Y cuando este llega, entiendo a lo que se refiere Maven.
El instructor Arven enfrenta a Cal contra otros dos, el Tejevientos Oliver y Cyrine Macanthos, una chica que convierte su piel en piedra. Es una pelea solo en nombre. A pesar de ser superado en número, Cal juega con los otros dos. Los incapacita a uno a la vez, atrapando a Oliver en un remolino de fuego, mientras intercambia golpes con Cyrine. Ella parece una estatua viviente, hecha de roca sólida en lugar de carne, pero Cal es más fuerte. Sus golpes astillan su piel rocosa, dejando grietas a través de su cuerpo con cada golpe. Esto es sólo un entrenamiento para él; casi parece aburrido. Termina la pelea cuando la arena explota en un infierno agitado del que incluso Maven retrocede. En el momento en que el humo y el fuego se difuminan, tanto Oliver como Cyrine se han rendido. Su piel está agrietada en trozos de carne quemada, pero ninguno grita.
Cal los deja atrás, sin molestarse en ver cómo un curandero de piel parece arreglarlos. Me salvó, me trajo a casa, rompió las reglas por mí. Y es un soldado despiadado, el heredero de un trono sangriento.
La sangre de Cal podría ser plateada, pero su corazón es negro como la piel quemada.
Cuando sus ojos se desvían a los míos, me obligo a apartar la vista. En lugar de dejar que su calor, su extraña amabilidad me confunda, me gravo ese infierno en la memoria. Cal es más peligroso que todos ellos juntos. No puedo olvidar eso.
—Evangeline, Andros —dice Arven, asintiendo hacia ellos. Andros se desinfla, casi molesto ante la perspectiva luchar, y ser derrotado, ante Evangeline, pero obedientemente camina penosamente a la arena. Para mi sorpresa, Evangeline no se mueve.
—No —dice con valentía, plantando sus pies.
Cuando Arven se gira hacia ella, su voz se eleva por encima de su habitual susurro y corta como una navaja.
—¿Cómo ha dicho, señorita Samos?
Ella vuelve sus ojos negros hacia mí, y su mirada es tan afilada como un cuchillo.
—Reto a Mareena Titanos.


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Mensaje por yiniva Mar 21 Abr - 15:15

Que bueno que pudo visitar a su familia y que mala onda lo del hermano, creó que Julian la ayudará, esperó que pronto logre controlar su poder.
¿Quien ganará ese duelo? ¿ Lo aceptará Mare?


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Mensaje por Tatine Mar 21 Abr - 15:32

Gracias. Obvio que la estúpida de Evangeline iba a retar a Mare, ojalá la rostice jajaajaj
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Mensaje por IsCris Mar 21 Abr - 20:08

No me termina de convencer que Maven sea un traicionero,

Y realmente Kirlon tiene un punto, de canso de estar tras bambalinas y siendo la damisela en apuros, Mare no debería enojarse con el por querer ser algo más Y esta vez ayudarla

Yo esperaba que Maree peleara con Cal xD veamos quien gana en esta pelea contra Evangeline tengo fe en Mar, pero hay que recordar que sigue siendo novata


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Mensaje por Tibisay Carrasco Mar 21 Abr - 21:26

Por fin me puse al dia, gracias por los capitulos


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Mensaje por berny_girl Jue 23 Abr - 4:21

Capitulo 17


Absolutamente no —murmura Maven descontento—. Ella solo lleva entrenando dos semanas; la cortarás en pedazos.
En respuesta, Evangeline solo se encoge de hombros, dejando que su despreocupada sonrisa satisfecha aumente en su rostro. Sus dedos se mueven contra su pierna y casi puedo sentirlos como garras a través de mi piel.
—¿Y qué si lo hace? — interrumpe Sonya y creo que veo un destello de su abuela en sus ojos—. Los curanderos están aquí. No habrá ningún daño. Además, si ella va a entrenar con nosotros, bien podría hacerlo correctamente, ¿verdad?
No habrá ningún daño, me mofo en mi cabeza. Ningún daño quitando mi sangre expuesta para que todos la vean. El latido de mi corazón golpea en mi cabeza, acelerándose con cada segundo que pasa. Por encima, las luces brillan intensamente, iluminando el ring; mi sangre será difícil de ocultar y ellos me verán como realmente soy. La Roja, la mentirosa, la ladrona.
—Me gustaría observar durante un tiempo antes de entrar al ring, sin no te molesta —contesto, tratando lo mejor que puedo de sonar como una Plateada. En cambio, mi voz tiembla. Evangeline lo nota.
—¿Demasiado asustada para luchar? —me provoca, sacudiendo una mano perezosamente. Uno de sus cuchillos, una cosa pequeña como un diente de plata, rodea su muñeca lentamente en una amenaza abierta—. Pobre pequeña chica rayo.
, quiero gritar. Sí, estoy asustada. Pero los Plateados no admiten cosas como esa. Los Plateados tienen su orgullo, su fuerza y nada más.
—Cuando peleo, tengo intención de ganar —digo a cambio, devolviéndole sus palabras—. No soy tonta Evangeline y todavía no puedo ganar.
—Entrenar fuera del ring solo te puede llevar hasta un punto, Mareena —ronronea Sonya, aferrándose a mi mentira con regocijo—. ¿No está de acuerdo, Instructor? ¿Cómo puede esperar ganar alguna vez si no lo intenta?
Arven sabe que hay algo diferente en mí, una razón para mi habilidad y mi fuerza. Pero qué es, eso no puede entenderlo y hay un destello de curiosidad en sus ojos. Él también quiere verme en el ring. Y mis únicos aliados, Cal y Maven, intercambian miradas preocupadas, preguntándose cómo proseguir sobre suelo tan movedizo. ¿No esperaban esto? ¿No pensaron que llegaría a esto?
O tal vez esto es a lo que me he estado dirigiendo todo el tiempo. Una muerte accidental en el Entrenamiento, otra mentira que puede contar la reina, una muerte apropiada para la chica que no pertenece. Es una trampa en la que voluntariamente he entrado.

El juego habrá terminado. Y todo el mundo a quien amo habrá perdido.
—Lady Titanos es la hija de un héroe de guerra muerto y no podéis hacer nada más que molestarla —gruñe Carl, lanzando dagas con la mirada a las chicas. Ellas apenas parecen notarlo, casi riéndose por su pobre defensa. Él puede ser un guerrero por nacimiento, pero está perdido en cuanto a palabras.
Sonya está incluso más enfurecida, su naturaleza astuta toma las riendas. Mientras Cal es un guerrero en el ring, ella es un soldado del habla y tuerce sus palabras con aterrorizante facilidad.
—A la hija de un general debería irle bien en el ring. En todo caso, Evangeline debería tener miedo.
—Ella no ha sido criada por un general, no seas tonta —se burla Maven. Él es mucho mejor en este tipo de cosas, pero no le puedo dejar ganar mis batallas. No con estas chicas.
—No lucharé —digo de nuevo—. Reta a otro.
Cuando Evangeline sonríe, con sus dientes blancos y afilados, mis viejos instintos suenan en mi cabeza como una campana. Apenas tengo tiempo de bajar cuando su cuchillo arde a través del aire, cortando en el lugar donde estaba mi cuello segundos antes.
—Te reto a ti —espeta y otro cuchillo vuela a mi rostro. Más se elevan de su cinturón, listos para cortarme en pedazos.
—Evangeline, para —grita Maven y Cal me levanta, sus ojos vivos con preocupación. Mi sangre trina, llena de adrenalina, mi pulso suena tan fuerte que casi me pierdo sus susurradas palabras.
—Tú eres más rápida. Mantenla corriendo. No tengas miedo. —Otro cuchillo resplandece, esta vez clavándose en el suelo a mis pies—. No dejes que vea tu sangre.
Por encima de su hombro, Evangeline merodea como un gato depredador, con un reluciente estallido de cuchillos en sus puños. En ese instante, sé que nada ni nadie la detendrá. Ni siquiera los príncipes. Y no le puedo dar la oportunidad de ganar. No puedo perder.
Un rayo de luz sale de mí, disparado a través del aire a mi orden. La golpea en el pecho y se tambalea hacia atrás, chocando contra la pared exterior de la arena. Pero en vez de parecer enfadada, Evangeline me mira con alegría.
—Esto será rápido, pequeña chica rayo — gruñe, limpiando una gota de sangre plateada.
Todos alrededor, los otros estudiantes, se echan para atrás, mirando entre nosotras dos. Esta podría ser la última vez que me vean viva. No, pienso otra vez. No puedo perder. Mi concentración se intensifica, profundizando mi sentimiento de poder hasta que es tan fuerte que apenas noto las paredes cambiando alrededor de nosotras. Con un clic, Provos modifica la arena, encerrándonos dentro juntas, una chica Roja y una sonriente monstruo Plateada.
Ella sonríe abiertamente hacia mí y unas piezas finas metálicas, como navajas, se desprenden del suelo, formados a su voluntad. Dan vueltas, se balancean y se disparan hacia adelante como en una pesadilla viviente. Sus cuchillos normales se han ido, tirados a un lado por una nueva táctica. Las cosas metálicas, criaturas de su mente, se arrastran por el suelo para parar a sus pies. Cada una tiene ocho patas de navajas, afiladas y crueles. Se agitan como si esperan a ser liberadas, para cortarme en pedazos. Arañas. Una horrible sensación cosquillea en mi piel, como si ya estuviesen sobre mí.
Unas chispas cobran vida en mis manos, bailando entre mis dedos. Las luces parpadean mientras la energía en la habitación me inunda como el agua empapando una esponja. La energía me recorre, dirigida por mi propia fuerza y necesidad. No moriré aquí.
Al otro lado de la pared, Maven sonríe, pero su rostro está pálido, asustado. A su lado, Cal no se mueve. Un soldado no pestañea hasta que la batalla esté ganada.
—¿Quién tiene la ventaja? —pregunta el instructor Arven—. ¿Mareena o Evangeline?
Nadie levanta la mano. Ni siquiera los amigos de Evangeline. En su lugar, miran entre nosotras, viendo cómo crecen nuestras habilidades.
La sonrisa de Evangeline se desvanece en una mueca. Está acostumbrada a ser favorecida, ser a la que todos temen. Y ahora está más enfadada que nunca.
De nuevo, las luces parpadean encendiéndose y apagándose, mientras mi cuerpo zumba como un cable sobrecargado. En la intermitente oscuridad, sus arañas escarban sobre el suelo, sus patas metálicas repican en terrible armonía.
Y luego todo lo que conozco es miedo, poder y el repentino aumento de energía en mis venas.
La oscuridad y la luz explotan de acá para allá, sumergiéndonos a ambas en una extraña batalla de parpadeante color. Mi rayo explota en la oscuridad, reluciendo púrpura y blanco mientras hace añicos las arañas con cada giro. El consejo de Cal hace eco en mi cabeza y sigo moviéndome, nunca quedándome en un mismo lugar lo suficiente como para que Evangeline me hiera. Ella se mueve entre sus arañas, esquivando mis chispas lo mejor que puede. El metal dentado desgarra mi brazo, pero el traje de cuero se mantiene firme. Ella es rápida, pero yo soy más rápida, incluso con las arañas rasguñando mis piernas. Por un segundo, su irritante trenza de plata pasa por la punta de mis dedos, antes de que esté fuera de alcance de nuevo. Pero la tengo huyendo. Estoy ganando.
Escucho a Maven a través del chillido de metal y el entusiasmo de los compañeros de clase, gritándome para que la termine. La luz parpadea, haciéndola difícil de encontrar, pero por un breve momento, siento como es ser uno de ellos. Sentir una fuerza y un poder absoluto, saber que puedes hacer lo que millones no pueden. Evangeline se siente así todos los días, pero ahora es mi turno. Te enseñaré lo que es sentir miedo.
Un puño me golpea en la parte baja de mi espalda, disparando dolor por el resto de mi cuerpo. Mis rodillas se doblan por la agonía, enviándome al suelo. Evangeline se detiene sobre mí, su espalda rodeada por una cortina desordenada de cabello plateado.
—Como he dicho —gruñe—. Rápido.
Mis piernas se mueven por sí solas, balanceándose en una maniobra que he usado cientos de veces en los callejones posteriores de Los Pilares. Incluso hasta con Kilorn una o dos veces. Mi pie conecta con su pierna, derribándola y se estrella contra el suelo a mi lado. Mis manos crujen con energía caliente, incluso mientras chocan contra su rostro. El dolor abrasa mis nudillos pero sigo, queriendo ver su dulce sangre plateada.
—Desearás que sea rápido —gruño, presionándola hacia abajo.
De alguna manera, a través de sus labios magullados, Evangeline se las arregla para reír. El sonido se desvanece, sustituido por un chirrido metálico. Y a nuestro alrededor, las caídas, electrizadas arañas cobran vida. Sus cuerpos metálicos se reforman, tejiéndose juntos uniéndose, en una ruinosa y veloz bestia.
Se arrastra con sorprendente velocidad, sacudiéndome de ella. Soy la que está atrapada ahora, mirando arriba hacia los agitados y retorcidos fragmentos de metal. Las chispas mueren en mis manos, ahuyentadas por el miedo y el cansancio. Ni siquiera los curanderos serán capaces de salvarme después de esto.
Una pata afilada se arrastra por mi rostro, sacando sangre roja y caliente. Me escucho gritar, no por dolor, sino por derrota. Este es el final.
Y luego un brazo de fuego ardiente golpea al monstruo de metal quitándomelo de encima, consumiéndola en nada más que a una carbonizada pila de cenizas. Unas manos fuertes me levantan y luego van a por mi cabello, poniéndolo sobre mi rostro para esconder la marca roja que podría traicionarme. Me giro hacia Maven, dejándolo sacarme de la habitación de entrenamiento. Cada centímetro en mí tiembla, pero él me mantiene firme y en movimiento. Un curandero viene hacia mí, pero Cal se pone en su camino, bloqueando mi rostro de su vista.
Antes de que la puerta se cierre detrás de nosotros, escucho a Evangeline gritando y la normalmente calmada voz de Cal gritándole en respuesta, rugiendo sobre ella como una tormenta.
Mi voz se quiebra cuando finalmente hablo de nuevo.
—Las cámaras, las cámaras pueden ver.
—Centinelas fieles a mi madre controlan las cámaras, confía en mí, ellos no son por lo que deberíamos estar preocupándonos —dice Maven, casi tropezando con sus palabras. Mantiene un agarre en mi brazo, como si estuviese asustado de que pueda ser alejada de él. Sus manos pasan por mi rostro, limpiando la sangre con su manga. Si alguien ve…
—Llévame donde Julian.
—Julian es un tonto —murmura.
Unas figuras aparecen en el final del lejano pasillo, un par de nobles paseando y él nos empuja por un pasadizo del servicio para evitarlos.
—Julian sabe quién soy —susurro respondiéndole, aferrándome a él. Cuando su agarre se aprieta, también lo hace el mío—. Julian sabrá qué hacer.
Maven baja la mirada hacia mí, contrariado, pero finalmente asiente. Para el momento en que alcanzamos los aposentos de Julian, el sangrado se ha detenido, pero mi rostro todavía es un desastre.
Abre la puerta al primer golpe, pareciendo desordenado como siempre. Para mi sorpresa, le frunce el ceño a Maven.
—Príncipe Maven —dice, doblándose en una rígida, casi insultante reverencia. Maven no responde, solo me empuja pasando a Julian más allá en la sala de estar.
Julian tiene un pequeño conjunto de habitaciones, que parecen más pequeñas por la oscuridad y el ambiente rancio. Las cortinas están corridas, bloqueando el sol de la tarde y el suelo está resbaladizo con pilas sueltas de papel. Una tetera hierve a fuego lento en la esquina, sobre una pieza eléctrica de metal destinada a reemplazar una estufa. No me sorprende que nunca lo vea fuera de las Lecciones; parece tener todo lo que necesita aquí.
—¿Qué está pasando? —pregunta, señalándonos un par de sillas empolvadas. Obviamente tiene muchos visitantes. Tomo asiento, pero Maven se niega, aún de pie.
Echo a un lado mi cortina de cabello, revelando la roja marca de mi identidad.
—Evangeline se ha dejado llevar.
Julian se mueve, incómodo sobre sus propios pies. Pero no soy la que le hace estar inquieto; es Maven. Los dos se observan entre ellos, en desacuerdo por algo que no entiendo.
Finalmente, vuelve su mirada hacia mí.
—No soy un curandero de piel, Mare. Lo mejor que puedo hacer es limpiarte.
—Te lo he dicho — dice Maven—. Él no puede hacer nada.
Los labios de Julian se curvan en un gruñido.
—Encuentra a Sara Skonos —espeta, su mandíbula se tensa mientras espera a que Maven se mueva. Nunca he visto a Maven así de enfadado, ni siquiera con Cal. Pero en realidad, no es enfado lo que emana de Maven o Julian, es odio. Se desprecian totalmente.
—Hazlo, mi príncipe. —El título suena como un insulto viniendo de los labios de Julian.
Maven por fin cede y se desliza por la puerta.
—¿Qué ha sido todo eso? —susurro, señalando entre Julian y la puerta.
—Ahora no —dice y me tira un paño blanco para que me limpie. Se mancha con un rojo oscuro cuando mi sangre arruina la tela.
—¿Quién es Sara Skonos?
De nuevo, Julian vacila.
—Una curandera de piel. Ella cuidará de ti. —Suspira—. Y es una amiga. Una amiga discreta.
No sabía que Julian tuviera más amigos aparte de sus libros y yo, pero no lo cuestiono.
Cuando Maven se desliza de nuevo en la habitación unos momentos después, he conseguido limpiar mi rostro apropiadamente, aunque aún se siente pegajoso e hinchado. Tendré algunos moretones que esconder mañana y ni siquiera quiero saber cómo luce mi espalda ahora. Cautelosamente, toco el creciente bulto donde Evangeline me ha dado un puñetazo.
—Sara no es… —Maven hace una pausa, reflexionando sobre las palabras—. Ella no es a quien hubiese elegido para esto.
Antes de que pueda preguntar por qué, la puerta se abre, revelando a la mujer que asumo es Sara. Ella entra silenciosamente, y apenas levanta la vista. A diferencia de los otros, los curanderos de sangre Blonos, su edad se exhibe con orgullo en su rostro, en cada arruga y sus hundidas y huecas mejillas. Parece tener la edad de Julian, pero sus hombros están caídos en una manera que me dice su vida ha parecido mucho más larga que esto.
—Encantada de conocerte, lady Skonos.
Mi voz es tranquila, como si preguntara sobre el tiempo. Parece ser que mis clases de protocolo están surtiendo efecto después de todo.
Pero Sara no responde. En vez de eso, se deja caer sobre sus rodillas frente a mi silla y toma mi rostro en sus ásperas manos. Su tacto es frio, como el agua en una quemadura de sol y sus dedos pasan por encima del corte en mi mejilla con sorprendente ternura. Trabaja esmeradamente, sanando sobre las otras magulladuras en mi rostro. Antes de que pueda mencionar mi espalda, ella desliza una mano bajo la herida y algo como un reconfortante hielo se diluye atravesando el dolor. Todo desaparece en unos pocos minutos y me siento como cuando llegué aquí por primera vez. Mejor, de hecho. Mis viejos dolores y moretones han desaparecido por completo.
―Gracias ―digo, pero de nuevo, no obtengo respuesta.
―Gracias, Sara. ―Julian suspira y los ojos de ella se mueven como un rayo a los suyos en un destello de color gris. Su cabeza se inclina ligeramente, con un movimiento diminuto. Él estira la mano, rozando su brazo mientras la ayuda a ponerse de pie. Los dos se mueven como pareja en un baile, escuchando música que nadie más puede oír.
La voz de Maven rompe su silencio.
―Eso será todo, Skonos.
La calma tranquila de Sara se funde en ira apenas disimulada mientras sale del agarre de Julian, apresurándose por la puerta como un animal herido. La puerta se cierra detrás de ella con un golpe, moviendo los mapas enmarcados en sus prisiones de cristal. Incluso las manos de Julian tiemblan, mucho después de que ella se haya ido, como si todavía pudiera sentirla.
Intenta ocultarlo, pero no bien: Julian estuvo enamorado de ella una vez y tal vez incluso lo sigue estando. Mira a la puerta como un hombre atormentado, esperando a que ella regrese.
―¿Julian?
―Cuanto más tiempo estés desaparecida, más gente empezará a hablar ―dice entre dientes, haciendo un gesto para que nos vayamos.
―Estoy de acuerdo. ―Maven se mueve hacia la puerta, listo para abrirla y empujarme hacia afuera.
―¿Estás seguro de que nadie lo ha visto? ―Mi mano se mueve a mi mejilla, ahora suave y limpia.
Maven se detiene, pensando.
―Ninguno que vaya a decir algo.
―Los secretos no permanecen secretos aquí ―murmura Julian. Su voz tiembla con una extraña ira. ―Usted lo sabe, su alteza.
deberías saber la diferencia entre secretos ―espeta Maven—, y mentiras.
Su mano se cierra alrededor de mi muñeca, tirando de mí para salir al pasillo antes de que pueda molestarme en preguntar qué está pasando. No llegamos lejos antes de que una figura familiar nos detenga.
―¿Problemas, querido?
La reina Elara, una visión en seda, se dirige a Maven. Extrañamente, está sola, sin Centinelas para protegerla. Sus ojos se detienen en su mano aún en la mía. Por una vez, no siento que trate de meterse en mis pensamientos. Está en la cabeza de Maven ahora mismo, no en la mía.
―Nada que no pueda manejar ―dice Maven, apretando su agarre en mí como si fuera una especie de ancla.
Ella levanta una ceja, sin creer una palabra de lo que le dice, pero no lo cuestiona. Dudo si realmente cuestiona a alguien; conoce todas las respuestas.
―Mejor date prisa, lady Mareena, o vas a llegar tarde al almuerzo ―ronronea, finalmente volviendo sus ojos fantasmales a mí. Y entonces es mi turno de aferrarme a Maven―. Y ten un poco más de cuidado en tus sesiones de Entrenamiento. La sangre Roja es muy difícil de limpiar.
―Tú deberías saberlo bien ―espeto, recordando a Shade―. Porque sin importar cuánto te esfuerces en ocultarlo, la veo cubriendo tus manos.
Sus ojos se abren, sorprendida por mi ataque. No creo que nadie le haya hablado así nunca, y eso me hace sentir como un conquistador. Pero no dura mucho.
De repente mi cuerpo se retuerce hacia atrás, lanzándose hacia la pared del pasadizo con un golpe contundente. Me hace bailar como una marioneta con cuerdas violentas. Cada hueso repiquetea y mi cabeza chasquea, golpeando atrás hasta que veo heladas estrellas azules.
No, estrellas no. Ojos. Sus ojos.
―¡Madre! ―grita Maven, pero su voz suena muy lejos―. ¡Madre, detente!
Una mano se cierra alrededor de mi garganta, sosteniéndome en el lugar mientras el control de mi propio cuerpo se desvanece. Su aliento es dulce contra mi rostro, demasiado dulce para resistirlo.
―No me hables así de nuevo ―dice Elara, demasiado enfadada para molestarse en susurrar en mi mente. Su agarre se intensifica y no podría ni siquiera estar de acuerdo con ella aunque quisiera.
¿Por qué simplemente no me mata? Me pregunto mientras jadeo por aliento. Si soy una carga, un problema, ¿por qué simplemente no me mata?
―¡Suficiente! ―ruge Maven, el calor de su ira late por el pasadizo. Incluso a través de la brumosa oscuridad que se está tragando mi visión, le veo apartarla de mí con sorprendente fuerza y audacia.
Su habilidad de sujetarme se rompe, dejando que me desplome contra la pared. Elara casi se tropieza, tambaleándose con sorpresa. Ahora su mirada se dirige a Maven, a su propio hijo de pie frente a ella.
―Vuelve a tu programación, Mare ―dice él furioso, sin romper el contacto visual con su madre. No dudo que ella está gritándole en su cabeza, regañándolo por protegerme―. ¡Vete!
El calor surge por todas partes, irradiando de su piel y por un momento recuerdo el temperamento oculto de Cal. Parece que Maven también esconde un fuego, incluso uno más fuerte y no quiero estar cerca cuando explote.
Mientras me escabullo, intentando poner tanta distancia como puedo entre la reina y yo, no puedo evitar mirar atrás hacia ellos. Se miran el uno al otro, dos piezas enfrentándose en un juego que no entiendo.
De vuelta en mi habitación, las sirvientas esperan en silencio, con otro vestido dorado en sus brazos. Mientras una me desliza en un espectáculo de seda y piedras preciosas de color morado, las otras arreglan ni cabello y maquillaje. Como de costumbre, no dicen una palabra, a pesar de que estoy frenética y agobiada después de tal mañana.
El almuerzo es un asunto mixto. Normalmente las mujeres comen juntas para discutir las próximas bodas y todas las cosas tontas de las que hablan las señoras ricas, pero hoy es diferente. Estamos de nuevo en la terraza con vistas al río, los uniformes rojos de los sirvientes se mueven a través de la multitud, pero hay desde luego más uniformes militares que nunca antes. Parece que vamos a comer con una legión completa.
Cal y Maven también están ahí, los dos brillando con sus medallas y sonríen en una conversación agradable mientras el propio rey saluda a los soldados. Todos los soldados son jóvenes, con uniformes grises cortados con las insignias de plata. Nada como la andrajosa ropa militar roja que mis hermanos y cualquier otro Rojo reciben cuando son reclutados. Estos Plateados van a ir a la guerra, sí, pero no a la lucha real. Son hijos e hijas de gente importante y para ellos, la guerra es otro sitio para visitar. Otro paso en su entrenamiento. Para nosotros, para mí una vez, es un callejón sin salida. Es la muerte.
Pero todavía tengo que cumplir con mi deber, sonreír y estrechar sus manos y agradecerles por su valiente servicio. Cada palabra tiene un sabor amargo, hasta que tengo que escapar de la multitud a un rincón medio oculto por las plantas. El ruido de la multitud sigue elevándose con el sol del mediodía, pero puedo respirar otra vez. Por un segundo, al menos.
―¿Está todo bien?
Cal aparece a mi lado, con cara de preocupación pero extrañamente relajado. Le gusta estar rodeado de soldados; supongo que es su hábitat natural. Aunque quiero desaparecer, mi columna vertebral se endereza.
―No soy un fan de los concursos de belleza.
Él frunce el ceño.
―Mare, ellos van al frente. Creo que tú de todas las personas querrías darles una despedida apropiada.
La risa se me escapa como un disparo.
―¿Qué parte de mi vida te hace pensar que me importen esos mocosos que van a la guerra como si fuera una especie de vacaciones?
―Sólo porque hayan escogido ir no los hace menos valientes.
―Bueno, espero que disfruten de sus barracones, suministros, indultos y todas las cosas que a mis hermanos nunca les dieron. —Dudo que esos dispuestos soldados vayan a desear tanto algo como un botón.
A pesar de que parece que quiere gritarme, Cal contiene el impulso. Ahora que sé lo que su temperamento es capaz de hacer, me sorprende que pueda mantenerse bajo control.
―Esta es la primera legión completamente Plateada que va a las trincheras ―dice sin emoción―. Van a luchas con los Rojos, vestidos como Rojos, sirviendo con los Rojos. Los Lakelanders no sabrán quienes son cuando lleguen a Choke. Y cuando las bombas caigan, cuando el enemigo intente romper la línea, van a tener más de lo que esperaban. La Legión Sombra les ganará a todos.
De repente siento calor y frío al mismo tiempo.
―Original.
Pero Cal no presume. En su lugar, parece triste.
―Tú me diste la idea.
―¿Qué?
―Cuando caíste en La Prueba de la Reina, nadie sabía qué hacer. Estoy seguro de que los Lakelanders sentirán lo mismo.
Aunque trato de hablar, no sale ningún sonido. Nunca he sido un punto de inspiración para nada, mucho menos para maniobras de combate. Cal me mira como si quisiera decir algo más, pero no habla. Ninguno de los dos sabe qué decir.
Un chico de nuestro entrenamiento, el Tejevientos Oliver, le da una palmada en el hombro a Cal mientras la otra sostiene una bebida. Él también lleva uniforme. Va a luchar.
―¿Por qué te escondes, Cal? ―Se ríe, señalando a la multitud a nuestro alrededor―. Al lado de los Lakelanders, ¡este grupo va a ser fácil!
Cal encuentra mis ojos, un rubor plata tiñe sus mejillas.
―Prefiero a los Lakelanders ―responde, sus ojos nunca dejan los míos.
―¿Vas a ir con ellos?
Oliver responde por Cal, sonriendo demasiado para un chico que va a ir a la guerra.
―¿Ir? ―dice―. ¡Cal nos dirigirá! Su propia legión, todo el camino hasta el frente.
Lentamente, Cal se libera del agarre de Oliver. El Tejevientos borracho no parece darse cuenta y sigue con el balbuceo
—Él será el general más joven en la historia y el primer príncipe en luchar en las filas.
Y el primero en morir, susurra una voz malhumorada en mi cabeza. Contra mis mejores instintos, alcanzo a Cal. No se aparta de mí, permitiéndome sostener su brazo. Ahora no parece un príncipe o un general o incluso un Plateado, sino ese chico en el bar, el que quiso salvarme.
Mi voz es baja pero fuerte.
―¿Cuándo?
―Cuando te vayas a la capital, tras el baile. Tú irás al sur ―murmura―, y yo iré al norte.
Un golpe de miedo frío se propaga atravesándome, como cuando Kilorn me dijo que iba a luchar. Pero Kilorn es un chico pescador, un ladrón, alguien que sabe cómo sobrevivir, cómo deslizarse a través de las grietas; no cómo Cal. Él es un soldado. Él morirá si tiene que hacerlo. Sangrará por su guerra. Y por qué esto me asusta, no lo sé. Por qué me importa, no lo puedo decir.
―Con Cal en las líneas, esta guerra finalmente habrá terminado. Con Cal, podemos ganar ―dice Oliver, sonriendo como un tonto. Y otra vez, toma a Cal por el hombro, pero esta vez él se aleja, volviendo a la fiesta, dejándome atrás.
Alguien presiona una bebida fría en mi mano, y la tomo de un simple trago.
―Despacio ―murmura Maven―. ¿Sigues pensando en lo de esta mañana? Nadie vio tu cara, lo he comprobado con los Centinelas.
Pero esa es la cosa más lejana de mi mente mientras veo a Cal estrechar la mano de su padre. Coloca una magnífica sonrisa en su rostro, poniéndose una máscara a través de la cual sólo yo puedo ver. Maven sigue mi mirada y mis pensamientos.
―Él quiso hacer esto. Fue su elección.
―Eso no significa que nos tenga que gustar.
―¡Mi hijo el general! ―explota el rey Tiberias, su orgullosa voz resuena por encima del estruendo de la fiesta. Por un segundo, cuando acerca a Cal, poniendo un brazo alrededor de su hijo, me olvido de que es un rey. Casi entiendo la necesidad de Cal para complacerlo.
¿Qué habría dado por ver a mi madre mirándome así cuando no era más que una ladrona? ¿Qué daría ahora?
Este mundo es Plateado, pero también es gris. No hay blanco y negro.
Cuando alguien llama a mi puerta aquella noche, mucho después de la cena, estoy esperando a Walsh y otra taza de té con mensaje secreto, pero en su lugar aparece Cal. Sin su uniforme o armadura, parece el chico que es. Apenas diecinueve años, en el borde de la muerte o de la grandeza o las dos cosas.
Me encojo en mi pijama, deseando mucho una bata.
―¿Cal? ¿Qué necesitas?
Se encoje de hombros, sonriendo un poco.
―Evangeline casi te mata en el ring hoy.
―¿Y qué?
―Que no quiero que te mate en la pista de baile.
―¿Me he perdido algo? ¿Vamos a luchar en el baile?
Se ríe, apoyado en el marco de la puerta. Pero sus pies nunca entran en la habitación, como si no pudiera. O no debería. Vas a ser la esposa de su hermano. Y él va a ir a la guerra.
―Si sabes cómo bailar correctamente, no tendrás que hacerlo.
Me recuerdo mencionando cómo no puedo bailar ni aunque mi vida dependa de ello y mucho menos bajo la terrible orden de Blonos, pero ¿cómo puede ayudarme Cal aquí? ¿Y por qué iba a querer hacerlo?
―Soy sorprendentemente un buen profesor ―añade, sonriendo torcidamente. Cuando tiende una mano hacia mí, mi cuerpo se estremece.
Sé que no debería. Sé que debería cerrar la puerta y no ir por este camino.
Pero él se va para luchar, puede que para morir.
Temblando, pongo mi mano en la suya y dejo que me saque de la habitación.


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Mensaje por berny_girl Jue 23 Abr - 4:23

Capitulo 18


La luz de la luna cae sobre el suelo, lo suficientemente brillante para que veamos. En la luz plateada, el rojo rubor en mi piel es apenas visible, me veo igual que una Plateada. Las sillas chirrían a través del suelo de madera mientras Cal reorganiza la sala de estar, despejando el espacio para que practiquemos. La cámara está retirada, pero el zumbido de las cámaras nunca está lejos. Los hombres de Elara nos están viendo, pero nadie viene a detenernos. O más bien, a detener a Cal.
Él saca un extraño artefacto, una caja pequeña, de su chaqueta y lo pone en el centro de la pista. Lo mira expectante, esperando algo.
—¿Eso puede enseñarme a bailar?
Sacude su cabeza, aun sonriendo.
—No, pero te ayudará.
De repente, estalla un vibrante ritmo desde la caja, y me doy cuenta de que es un altavoz, como los que hay en la arena allá en casa. Solo que este es para la música, no para el combate. Vida, no muerte.
La melodía es ligera y rápida, como el latido de un corazón. Frente a mí. Cal sonríe más ampliamente, y golpea su pie a la vez. No puedo resistirme y mis propios pies se mueven con la música. Es tan alegre y animada, no tiene nada que ver con la fría y metálica música del aula de Blonos o las canciones tristes de casa. Mis pies se deslizan, tratando de recordar los pasos que lady Blonos me enseñó.
—No te preocupes, solo sigue moviéndote.
Cal se ríe. Un golpe de tambor vibra sobre la música, y gira, tatareando a buen ritmo. Por primera vez, parece como si no tuviera el peso de un trono sobre sus hombros.
Siento también cómo mis miedos y preocupaciones se disipan, aunque sólo sea por unos minutos. Este es un tipo diferente de libertad, como volar en la misma orbita de Cal.
Cal es mucho mejor en esto que yo, y aun así parece un tonto; puedo imaginar lo idiota que debo parecer yo. A pesar de eso, estoy triste cuando la canción termina. Mientras las notas se desvanecen en el aire, se siente como si estuviera volviendo de nuevo a la realidad. Una desagradable idea se desliza por mi mente; no debería estar aquí.
—Esta probablemente no es una buena idea, Cal.
Él ladea su cabeza gratamente confundido.
—¿Por qué?
Realmente me va a hacer decirlo.
—Ni siquiera se supone que pueda estar a solas con Maven. —Tropiezo con las palabras, ruborizándome—. No sé si bailar contigo en una habitación oscura está exactamente bien.
En lugar de discutir, Cal solo se ríe y se encoge de hombros. Otra canción, con una melodía más lenta y persistente, llena la habitación.
—De la manera en que lo veo, le estoy haciendo un favor a mi hermano. —Luego sonríe con malicia—. ¿A menos que quieras pisar sus pies toda la noche?
—Tengo un excelente equilibrio, muchas gracias —digo, cruzando mis brazos.
Lenta y suavemente, toma mi mano.
—Quizás en el ring —dice—. En la pista de baile, no tanto. —Miro abajo para ver sus pies, moviéndolos a tiempo con la música. Tira de mí hacia delante, forzándome a seguirlo, y, a pesar de mis esfuerzos, tropiezo contra él.
Sonríe, feliz de demostrar que estoy equivocada. Es un soldado en el corazón, y a los soldados les gusta ganar.
—Este es el mismo paso de la mayoría de las canciones que oirás en el baile, es un baile sencillo y fácil de aprender.
—Encontraré alguna manera de estropearlo —me quejo, permitiéndole empujarme por la pista. Nuestros pies trazan un cuadrado irregular, y trato de no pensar en su cercanía, o los cayos en sus manos, para mi sorpresa, se sienten como los míos; ásperos con años de duro trabajo.
—Quizá —murmura, desapareciendo toda su alegría.
Estoy acostumbrada a que Cal sea más alto que yo, pero parece más pequeño que yo está noche. Quizás sea la oscuridad, o tal vez el baile. Parece como cuando nos conocimos; una persona, no un príncipe.
Sus ojos permanecen en mi rostro, siguiendo sobre donde estaba mi herida.
—Maven te curó muy bien. —Hay una extraña amargura en su voz.
—Fue Julian. Julian y Sara Skonos. —Aunque Cal no reacciona tan fuerte como Maven, aprieta su mandíbula de la misma forma—. ¿Por qué no os gustan?
—Maven tiene sus razones, buenas razones —farfulla—. Pero no es mi historia para contarla. Y no le tengo aversión a Sara. Simplemente no… no me gusta pensar en ella.
—¿Por qué? ¿Qué te ha hecho?
—No a mí —suspira—. Ella creció con Julian, y mi madre. —Su voz baja al mencionar a su madre—. Era su mejor amiga. Y cuando ella murió, Sara no sabía cómo llorar su muerte. Julian era un desastre, pero Sara... —Se calla, preguntándose cómo continuar. Nuestros pasos se ralentizan hasta que nos detenemos, congelados mientras la música hace eco a nuestro alrededor.
—No recuerdo a mi madre —dice bruscamente, tratando de explicarse—. No tenía ni un año cuando murió. Solo sé lo que mi padre me cuenta, y Julian. Y a ninguno de ellos les gusta hablar sobre ella en absoluto.
—Estoy segura de que Sara podría hablarte de ella, si fueron buenas amigas.
—Sara Skonos no puede hablar, Mare.
—¿Nada?
Cal continúa suave y honestamente, usando la voz calmada que su padre:
—Dijo cosas que no debería, terribles mentiras, y fue castigada por ello.
El horror se filtra a través de mí. No puede hablar.
—¿Qué dijo?
En un segundo, Cal se vuelve frio bajo mis dedos. Retrocede, saliendo de mis brazos mientras la música finalmente termina. Con movimientos rápidos, guarda el altavoz y no queda nada más que el latir de nuestros corazones para llenar el silencio.
—No quiero hablar más de ella. —Respira fuertemente, sus ojos parecen extrañamente brillantes, oscilando entre mí y la ventana llena de la luz de la luna.
Algo se retuerce en mi corazón; me duele el dolor en su voz.
—De acuerdo.
Con rápidos y deliberados pasos, se mueve hacia la puerta como si estuviera tratando con todas sus fuerzas no correr. Pero cuando se da la vuelta y me enfrenta a través de la habitación, tiene el mismo aspecto que de costumbre; tranquilo, sereno y distante.
—Practica tus pasos —dice, sonando mucho como lady Blonos—. A la misma hora mañana. —Y entonces se ha ido, dejándome sola en una habitación llena de ecos.
—¿Qué diablos estoy haciendo? —murmuro a nadie más que a mí misma.
Estoy a medio camino de mi cama antes de darme cuenta de que algo está muy mal con mi habitación: las cámaras están apagadas. Ni una sola zumba hacia mí, observando con ojos eléctricos, grabando todo lo que hago. Pero a diferencia del apagón de antes, todo lo demás alrededor de mí todavía zumba. La electricidad todavía vibra a través de las paredes, por cada habitación salvo la mía.
Farley
Pero en lugar de la revolucionaria, Maven sale de la oscuridad. Lanzando las cortinas a un lado, dejando entrar suficiente luz de la luna para ver.
—¿Un paseo nocturno? —dice con una sonrisa amarga.
Mi boca queda abierta, buscando algo que decir.
—Sabes que no debes estar aquí. —Fuerzo una sonrisa, esperando calmarme—. Lady Blonos se escandalizará. Nos castigará a ambos.
—Los hombres de mi madre me deben un favor o dos —dice, señalando hacia las cámaras que están ocultas—. Blonos no tendrá pruebas para condenar.
De alguna manera eso no me reconforta. Por el contrario, siento escalofríos correr sobre mi piel. No de miedo sin embargo, sino de expectación. Los escalofríos se profundizan, electrificando tanto mis nervios como mi rayo mientras Maven da pasos calculados hacia mí.
Me observa sonrojarme con lo que parece satisfacción
—A veces lo olvido —murmura, dejando su mano tocar mi mejilla. Persistiendo, como si pudiera sentir el calor que corre por mis venas—. Ojalá no tuvieras que pintarte cada día.
Mi piel vibra bajo sus dedos, pero trato de ignorarlo.
—Ya somos dos.
Sus labios se retuercen, tratando de formar una sonrisa, pero simplemente no llega.
—¿Qué pasa?
—Farley ha hecho contacto otra vez. —Se retira, metiendo sus manos en los bolsillos para esconder sus dedos temblorosos—. No estabas aquí.
Vaya suerte la mía.
—¿Qué ha dicho?
Maven se encoge de hombros. Camina hacia la ventana, mirando el cielo nocturno.
—Se ha pasado la mayor parte del tiempo haciendo preguntas.
Objetivos. Ella le debe de haberle presionado de nuevo, pidiendo información que Maven no quería dar. Puedo decirlo por la caída de sus hombros, el temblor en su voz, que ha dicho más de lo que quería. Mucho más.
—¿Quién? —Mi mente vuela a los muchos Plateados que he conocido aquí, los que han sido amable conmigo, a su manera. ¿Alguno de ellos será un sacrificio para su revolución? ¿Quién va a ser marcado?
—Maven, ¿a quién le has dado?
Se da vuelta, con una ferocidad que nunca he visto destellar en sus ojos. Durante un segundo, temo que pueda estallar en llamas.
—No quería hacerlo, pero tiene razón. No podemos quedarnos quietos; tenemos que actuar. Y si eso significa que voy a darle gente, voy a hacerlo. No me gusta, pero lo haré. Y lo he hecho.
Como Cal, suspira débilmente en un intento de calmarse.
—Participo en los Consejos con mi padre, por impuestos, seguridad y defensa. Sé quiénes serán echados de menos por mi… por los Plateados. Le he dado cuatro nombres.
¿Quiénes?
—Reynald Iral. Ptolemus Samos. Ellyn Macanthos. Belicos Lerolan.
Un suspiro se me escapa, antes de asentir. Esas muertes no se ocultarán. El hermano de Evangeline, el coronel, se les echarán de menos, por supuesto.
—El coronel Macanthos sabía que tu madre estaba mintiendo. Ella sabía sobre los otros ataques…
—Ella dirige la mitad de una legión y dirige el Consejo de guerra. Sin ella, el frente será un desastre durante meses.
—¿El frente? —Cal. Su legión.
Maven asiente.
—Mi padre no enviará a su heredero a la guerra después de esto. Un ataque tan cerca de casa, dudo que incluso lo deje alejarse de la capital.
Así que su muerte salvará a Cal. Y ayudará la Guardia.
Shade murió por esto. Su causa es ahora la mía.
—Dos pájaros de un tiro —respiro, sintiendo las cálidas lágrimas amenazar con caer. Tan duro como esto pueda ser, cambiaría su vida por la de Cal. Lo haría unas mil veces.
—Tu amigo es parte de esto también.
Mis rodillas tiemblan, pero me las arreglo para mantenerme en pie. Alterno entre la ira y el miedo mientras Maven explica el plan con un pesado y endurecido corazón.
—Y ¿qué pasa si fallamos? —pregunto cuando termina, diciendo finalmente en voz alta las palabras que ha estado eludiendo.
Apenas niega.
—Eso no va a suceder.
—Pero ¿qué si lo hacemos? —No soy un príncipe, mi vida no ha sido encantadora. Sé esperar lo peor de todos y todos—. ¿Qué pasa si fallamos, Maven?
Su aliento resuena en su pecho cuando inhala, luchando por mantener la calma.
—Entonces seremos traidores, ambos. Juzgados por traición, condenados y ejecutados.
Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard - Página 2 Pngoce10
Durante mi siguiente lección con Julian, no puedo concentrarme. No puedo enfocarme en nada que no sea lo que está por venir. Tantas cosas pueden salir mal, y es tanto lo que está en juego. Mi vida, la de Kilorn, la de Maven, estamos arriesgando nuestros cuellos por esto.
—Esto realmente no es asunto mío, pero —comienza Julian, su voz me sorprende—, pareces, bueno, muy apegada al príncipe Maven.
Casi me rio con alivio, pero no puedo evitar sentirme molesta al mismo tiempo. Maven es la última persona de la que debería desconfiar en este pozo de serpientes. Solo la sugerencia me cabrea.
—Estoy comprometida con él —respondo, haciendo todo lo posible por no explotar.
Pero en lugar de dejarlo estar, Julian se inclina hacia adelante. Su actitud plácida normalmente me tranquiliza, pero hoy no es más que frustrante.
—Solo estoy tratando de ayudarte. Maven es hijo de su madre.
Esta vez realmente exploto.
—No sabes nada de él. —Maven es mi amigo. Maven está arriesgando más que yo—. Juzgarle por sus padres es como juzgarme por mi sangre. Solo porque odias al rey y a la reina no significa que puedas odiarlo a él también.
Julian me mira, su mirada se nivela y está llena de fuego. Cuando habla, su voz suena más como un gruñido.
—Odio al rey porque no pudo salvar a mi hermana, porque la reemplazó con esa víbora. Odio a la reina porque ella destrozó a Sara Skonos, porque tomó a la chica que amaba y la rompió en pedazos. Porque le cortó la lengua a Sara. —Y luego más bajo, casi un lamento—: Tenía una voz tan hermosa.
Me envuelve una ola de náuseas. De repente el doloroso silencio de Sara, sus mejillas hundidas tienen sentido. No es de extrañar que Julian le hiciera curarme; ella no puede decirle a nadie la verdad.
—Pero… —Mis palabras son pequeñas y roncas, como si estuvieran arrebatándome mi voz—… es una curandera.
—Los curandera de piel no pueden curarse sí mismos. Y nadie se atrevería a impedir el castigo de la reina. Así que Sara tiene que vivir así, avergonzada, para siempre. —Su hace eco con los recuerdos, cada uno peor que el anterior—. A los Plateados no nos importa el dolor, pero somos orgullosos. El orgullo, la dignidad, el honor, esas cosas que ninguna habilidad puede sustituir.
Tan terrible como me siento por Sara, no puedo dejar de tener miedo por mí. Le cortaron la lengua por algo que dijo. ¿Qué podrían hacerme a mí?
—Te olvidas de ti, pequeña chica rayo.
El apodo se siente como una bofetada en la cara, devolviéndome de vuelta a la realidad.
—Este mundo no es el tuyo. Aprender a hacer una reverencia no ha cambiado eso. No entiendes el juego que estamos jugando.
—Porque esto no es un juego, Julian. —Empujo su libro de registros hacia él, metiendo la lista de nombres muertos en su regazo—. Esto es la vida y la muerte. No estoy jugando para ganar un trono, una corona o un príncipe. No estoy jugando en absoluto. Soy diferente.
—Lo eres —murmura, pasando un dedo por las páginas—. Y es por eso que estás en peligro, de todo el mundo. Incluso de Maven. Incluso de mí. Cualquiera puede traicionar a cualquiera.
Su mente se va a la deriva, y sus ojos se nublan. En esta luz parece viejo y canoso, un hombre amargado y atormentado por una hermana muerta, enamorado de una mujer rota, condenado a enseñar a una chica que no puede hacer nada sino mentir. Por encima de su hombro, vislumbro el mapa de lo que fue, del antes. Todo este mundo está perseguido.
Y luego, me viene la peor idea que he tenido nunca. Shade ya es mi fantasma. ¿Quién más se unirá a él?
—No te equivoques, mi niña —finalmente suspira—. Estás jugando el juego como el peón de alguien.
No tengo el corazón para discutir. Piensa lo que quieras, Julian. No soy el tonto de nadie.
Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard - Página 2 Pngoce10
Ptolemus Samos. El coronel Macanthos. Sus rostros bailan en mi cabeza mientras Cal y yo giramos por el suelo de la sala de estar. Esta noche la luna se está encogiendo, desapareciendo, pero mi esperanza nunca ha sido más fuerte.
El baile es mañana, y después, bueno, no estoy segura de dónde podría ir ese camino, pero será un camino diferente, una nueva ruta para guiarnos hacia un futuro mejor. Habrá daños colaterales, lesiones y muertes que no podremos evitar, como Maven expuso. Pero conocemos los riesgos. Si todo va según lo previsto, la Guardia Escarlata habrá levantado su bandera donde todos puedan verla. Farley emitirá otro video después del ataque, que detalla nuestras demandas. Igualdad, libertad e independencia. Junto a una rebelión total, suena como un buen trato.
Mi cuerpo se hunde, dirigiéndose hacia el suelo con un arco lento que me hace aullar. Los fuertes brazos de Cal se cierran a mi alrededor, empujándome hacia atrás tranquilamente en un momento.
—Lo siento —dice, medio avergonzado—. Pensaba que estabas lista para esto.
No estoy lista. Estoy asustada. Me obligo a sonreír, para esconder lo que no puedo mostrarle.
—No, culpa mía. Mi mente se ha alejado de nuevo.
Él no es fácil de ahuyentar y baja su cabeza un poco, mirándome a los ojos.
—¿Todavía preocupada por el baile?
—Más de lo que imaginas.
—Paso a paso, eso es lo mejor que puedes hacer. —Entonces se ríe de sí mismo, moviéndonos de vuelta con más pasos simples—. Sé que es difícil de creer, pero no siempre he sido el mejor bailarín tampoco.
—Que sorprendente —respondo, igualando su sonrisa—. Pensaba que los príncipes nacían con la habilidad para bailar y tener una conversación ociosa.
Se ríe de nuevo, acelerando nuestro ritmo con el movimiento.
—Yo no. Si por mí fuera, estaría en el garaje o en los cuarteles, fomentando la capacitación y la formación. No como Maven. Él es dos veces más príncipe de lo que nunca voy a ser yo.
Pienso en Maven, en sus amables palabras, modales perfectos, impecable conocimiento de la Corte, de todas las cosas que finge ser para ocultar su verdadero corazón. Dos veces el príncipe de hecho.
—Pero él solo será un príncipe —murmuro, casi lamentando la idea—. Y tú serás rey.
Su voz se reduce encontrándose con la mía, y algo oscuro sombrea su mirada. Hay una tristeza en él, creciendo cada día más fuerte. Tal vez a él no le gusta la guerra tanto como yo creo.
—A veces me gustaría que no tuviera que ser de esa manera.
Habla en voz baja, pero su voz llena mi cabeza. Aunque el baile se cierne sobre el horizonte del futuro, me encuentro pensando más en él y sus manos y el tenue olor a humo de madera que parece seguir a Cal dondequiera que va. Me hace pensar en el calor, el otoño, el hogar.
Culpo mi rápido latido del corazón a la melodía, la música que rebosa tanta vida. De alguna manera, esta noche me recuerda a las lecciones de Julian, sus historias del mundo antes del nuestro. Ese era un mundo de imperios, de corrupción, de guerra y más libertad de la que nunca he conocido. Pero la gente de ese tiempo ha desaparecido, sus sueños arruinados, existen solo en humo y cenizas.
Es nuestra naturaleza, diría Julian. Destruimos. Es la constante de nuestra especie. No importa el color de la sangre, el hombre siempre caerá.
No entendí esa lección hace unos días, pero ahora, con las manos de Cal en la mías, guiándome con gentileza, estoy empezando a ver a qué se refería.
Puedo sentir desmoronarme.
—¿De verdad vas a ir con la legión? —Incluso las palabras me dan miedo.
Apenas asiente.
—El lugar de un general es con sus hombres.
—El lugar de un príncipe es con su princesa. Con Evangeline —añado apresuradamente. Buena esa, Mare, grita mi mente.
El aire alrededor de nosotros se espesa con el calor, aunque Cal no se mueve en absoluto.
—Ella va a estar bien, creo. No está exactamente encariñada conmigo. No la echaré de menos tampoco.
Incapaz de mirarlo a los ojos, me concentro en lo que está justo en frente de mí. Por desgracia, pasa a ser su pecho y una camisa muy, muy delgada. Por encima de mí, respira entrecortadamente.
Luego sus dedos están bajo mi barbilla, inclinando mi cabeza para que pueda mirarlo a los ojos. Una llama dorada parpadea en sus ojos, reflejando el calor que hay debajo.
—Te echaré de menos, Mare.
Por mucho que quiero estar quieta, de detener el tiempo y dejar que este momento dure para siempre, sé que no es posible. Lo quesea que pueda sentir o pensar, Cal no es el príncipe al que estoy prometida. Más importante aún, está en el lado equivocado. Es mi enemigo. Cal está prohibido.
Así que con vacilantes y renuentes pasos, retrocedo, fuera de su alcance y fuera del círculo de calidez a la que me he acostumbrado.
—No puedo —es todo lo que puedo decir, aunque sé que mis ojos me traicionan. Incluso ahora puedo sentir las lágrimas de ira y pesar, lágrimas que juré no derramar.
Pero tal vez la perspectiva de ir a la guerra ha vuelto audaz y temerario a Cal, cosas que nunca antes ha sido. Me toma de la mano, tirando de mí hacia él. Está traicionando a su único hermano. Yo estoy traicionando a mi causa, a Maven, y a mí misma, pero no quiero parar.
Cualquiera puede traicionar a cualquiera.
Sus labios están en los míos, duros, calientes y urgentes. El tacto es electrizante, pero no como estoy acostumbrada. Esto no es una chispa de destrucción, sino una chispa de vida.
Por mucho que quiero apartarlo, simplemente no puedo hacerlo. Cal es un acantilado, y me lanzo sobre el borde, sin molestarme en pensar en lo que esto podría hacernos a ambos. Un día se dará cuenta de que soy su enemiga, y todo esto va a ser un lejano recuerdo extinguido. Pero todavía no.


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Mensaje por IsCris Jue 23 Abr - 12:09

Una pequeña parte de mi esperaba que Mare le ganara a Evangeline en la pelea 

Que lindo terminó este capítulo Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard - Página 2 959896712 

Quienes realmente serán traidores, definitivamente en nadie se puede confiar solo en Mare y es porque leemos su punto de vista


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