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Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard

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Mensaje por Tibisay Carrasco Mar 28 Abr - 0:06

Gracias por los capitulos


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Tibisay Carrasco
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Mensaje por berny_girl Mar 28 Abr - 1:04

El favoritos de todas...
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Mensaje por berny_girl Mar 28 Abr - 4:16

Capitulo 25


Mientras Maven y yo conducimos a través del Puente en dirección al palacio después de un largo día de apretones de manos y planes secretos, deseo que el amanecer empiece esta noche en lugar de mañana por la mañana. Soy intensamente consciente del ruido alrededor de nosotros mientras pasamos por la ciudad. Todo pulsa con energía, desde los transportes en las calles hasta las luces que serpentean en el acero y el hormigón. Me recuerda al momento en el Gran Jardín hace mucho tiempo, cuando vi las Ninfas jugar en una fuente o los Verdinos arreglando sus flores. En ese instante, encontré su mundo hermoso. Ahora entiendo por qué quieren mantenerlo, para mantener sus normas sobre todos los demás, pero eso no significa que vaya a dejarles.
Por lo general hay una fiesta para celebrar el regreso del rey a su ciudad, pero a la luz de los recientes acontecimientos, la Plaza de Caesar está mucho más tranquila de lo que debería. Maven pretende lamentar la falta de espectáculo, aunque solo sea para llenar el silencio.
—El salón de banquetes es el doble del tamaño al del Salón —dice cuando entramos por las grandes puertas. Puedo ver parte de la legión de Cal entrenando en el cuartel, un millar de ellos marchando en el tiempo. Sus pasos golpean como un tambor—. Solíamos bailar hasta el amanecer, por lo menos, Cal lo hacía. Las chicas no me pedían bailar mucho, no al menos que Cal las obligara.
—Yo te pediría bailar —murmuro de espaldas a él, con los ojos todavía en el cuartel. ¿Van a ser nuestros mañana?
Maven no contesta, moviéndose en su asiento hasta que nos detenemos. Él siempre te elegirá.
—No siento nada por Cal —le susurró al oído, cuando salimos fuera del transporte.
Él sonríe, su mano se cierra alrededor de la mía y me digo a mí misma que no es una mentira.
Cuando las puertas del palacio se abren para nosotros, un alarido resuena a través de los largos pasajes de mármol. Maven y yo intercambiamos miradas, sorprendidos. Nuestros guardias se erizan, las manos desviándose a sus armas, pero no son suficientes para evitar que salga corriendo. Maven mantiene las apariencias lo mejor que puede, tratando de coincidir con mi ritmo. El grito suena de nuevo, acompañado de una docena de pies marchando y el familiar ruido metálico de las armaduras.
Rompo en una carrera de muerte, con Maven justo detrás de mí. Entramos a una cámara redonda, una sala del consejo en mármol pulido y madera oscura. Ya hay una multitud y casi choco con el propio lord Samos, pero mis pies me detienen justo a tiempo. Maven se estrella contra mi espalda, casi derribándonos.
Samos se burla de los dos, sus negros ojos fríos y duros.
—Mi lady, príncipe Maven —dice, apenas inclinando la cabeza a cada uno de nosotros—. ¿Han venido a ver el espectáculo?
El espectáculo. Hay otros lord y ladies alrededor nuestro, junto con el rey y la reina, todos mirando hacia el frente. Empujo a través de ellos, sin saber lo que voy a encontrar al otro lado, pero sé que no será bueno. Maven me sigue, su mano nunca dejando mi codo. Cuando llegamos delante de la multitud, me alegro por su mano cálida, una comodidad para mantenerme tranquila, y me mantenga atrás.
No menos de dieciséis soldados están de pie en el centro de la cámara, sus pies con botas ensucian el suelo con tierra sobre el gran sello de la corona. Sus armaduras son del mismo metal negro, ajustadas, a excepción de uno con un brillo rojizo. Cal.
Evangeline se encuentra junto a él, con el cabello recogido en una trenza. Respira con dificultad, sin aliento, pero parece orgullosa de sí misma. Y ahí donde está Evangeline, su hermano no puede estar muy lejos.
Ptolemus aparece de detrás del grupo, arrastrando del cabello un cuerpo gritando. Cal se gira y encuentra mis ojos en el momento en que la reconozco. Puedo ver arrepentimiento allí, pero no hace nada para salvarla.
Ptolemus lanza a Walsh al suelo pulido, su rostro choca contra la roca. Ella apenas me da una mirada antes de girar los ojos llenos de dolor hacia el rey. Recuerdo la sonriente, juguetona criada que me introdujo a este mundo; esa persona se ha ido.
—Las ratas se arrastran en los antiguos túneles —ruge Ptolemus, dándole la vuelta con el pie. Ella se apresura lejos de su toque, sorprendentemente rápida para sus muchas lesiones—. Encontramos a está persiguiéndonos cerca de los hoyos del río.
¿Persiguiéndolos? ¿Cómo ha podido ser tan estúpida? Pero Walsh no es estúpida. No, esto ha sido una orden, me doy cuenta con creciente horror. Estaba observando los túneles del tren, asegurándose de que el camino estaba despejado para que nosotros pudiéramos volver de Naercey. Y mientras lo hacíamos de forma segura, ella no.
El agarre de Maven en mi brazo se aprieta, empujándome contra él hasta que su pecho se encuentra a ras de mi espalda. Él sabe que quiero correr hacia ella, para salvarla, para ayudarla. Y sé que no podemos hacer nada en absoluto.
—Hemos llegado tan lejos como nos han permitido los detectores de radiación —añade Cal, haciendo todo lo posible por ignorar a Walsh tosiendo sangre—. El sistema de túneles es enorme, mucho más grande de lo que pensábamos en un principio. Debe de haber decenas de kilómetros en la zona y la Guardia Escarlata los conoce mejor que cualquiera de nosotros.
El rey Tiberias frunce el ceño debajo de su barba. Gesticula hacia Walsh, haciéndole una señal para que avance. Cal la sujeta por el brazo, tirando de ella hacia el rey. Un millar de torturas diferentes llenan mi cabeza, cada una peor que la anterior. Fuego, metal, agua, incluso mi propio rayo, podrían ser utilizados para hacerla hablar.
—No voy a cometer el mismo error otra vez —gruñe el rey en su rostro—. Elara, hazla cantar. Ahora mismo.
—Con mucho gusto —responde la reina, liberando sus manos de sus mangas colgantes.
Esto es peor. Walsh hablará, nos implicara a todos, nos arruinará. Y luego la matarán lentamente. Nos van a matar a todos lentamente.
Un Eagrie en la multitud de soldados, un Ojo con la capacidad de previsión, de repente salta hacia adelante.
—¡Detenla! ¡Sostén sus brazos!
Pero Walsh es más rápida que su visión.
—Por Tristán —dice, antes de meter su mano en su boca. Muerde algo y traga, dejando que su cabeza caiga hacia atrás.
—¡Un curandero! —Se apresura Cal, agarrando su garganta, tratando de detenerla. Pero su boca echa espuma blanca y sus extremidades se sacuden, se está asfixiando—. ¡Un curandero, ahora!
Sufre unas violentas convulsiones, torciendo su agarre con lo último de sus fuerzas. Cuando golpea el suelo, sus ojos están muy abiertos, mirando pero sin ver. Muerta.
Por Tristán
.
Ni siquiera puedo llorarla.
Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard - Página 4 Pngoce10
—Una píldora suicida. —La voz de Cal es suave, como si estuviera explicándole a un niño. Pero supongo que soy una niña cuando se trata de guerra y muerte—. Se los damos a los oficiales en la línea y a nuestros espías. Sí son capturados…
—No hablarán —le espeto.
Cuidado, me advierto a mí misma. Por mucho que su presencia me haga tener la piel de gallina, tengo que aguantarlo. Después de todo, le he dejado encontrarme aquí en el balcón. Debo darle esperanza. Debo dejar que crea que tiene una oportunidad conmigo. Esa parte ha sido idea de Maven, por mucho que le doliera decirlo. En cuanto a mí, es difícil caminar por la delgada línea entre la mentira y la verdad, sobre todo con Cal. Lo odio, lo sé, pero algo en sus ojos y su voz me recuerda que mis sentimientos no son tan simples.
Él mantiene su distancia, de pie a un brazo de distancia.
—Es una mejor muerte de la que habría recibido de nosotros.
—¿Iba a ser congelada?¿O tal vez quemada para variar?
—No —niega—. Iba a ir al Cuenco de Huesos. —Levanta los ojos de los cuarteles, mirando al otro lado del río. En el otro extremo, ubicado entre los edificios de gran altura, hay una enorme arena ovalada con púas alrededor del borde formando una tremenda corona. El Cuenco de Huesos—. Iba a ser ejecutada en una transmisión, como un mensaje para todos los demás.
—Pensaba que ya no se hacía eso. No lo he visto una en más de una década. —Apenas recuerdo esas emisiones de cuando era una niña, hace años.
—Se pueden hacer excepciones. Los combates en la arena no han detenido a la Guardia de tomar las riendas, tal vez otra cosa lo haga.
—La conocías —susurro, tratando de encontrar una sola pizca de arrepentimiento en él—. La enviaste por mí después de conocernos por primera vez.
Cruza los brazos, como si lo pudieran proteger de alguna manera del recuerdo.
—Sabía que ella provenía de tu pueblo. Pensé que podría ayudarte a adaptarte un poco.
—Todavía no sé por qué te importé. Ni siquiera sabías que era diferente.
Un momento pasa en silencio, solo roto por los gritos de los lugartenientes muy por debajo, todavía entrenando incluso mientras se pone el sol.
—Tú eras diferente para mí —murmura finalmente.
—Me pregunto qué podría haber sido, si todo esto —hago un gesto hacia el palacio y la plaza más allá—, no estuviera entre nosotros.
Déjale que caiga en eso.
Pone una mano en mi brazo, sus dedos caliente a través de la tela de la manga.
—Pero eso nunca podrá ser, Cal.
Fuerzo tanto anhelo como puedo en los ojos, confiando en el recuerdo de mi familia, Maven, Kilorn, todas las cosas que estamos intentando hacer. Quizás Cal confunda mis sentimientos. Dale esperanzas donde nadie debería. Es la cosa más cruel que puedo hacer, pero por la causa, por mis amigos, por mi vida, lo haré.
—Mare —suspira, agachando la cabeza hacia mí.
Me aparto, dejándolo en el balcón para que piense en mis palabras y con suerte, se ahogue en ellas.
—Me gustaría que las cosas fueran diferentes —susurra, pero aún consigo escucharlo.
Las palabras me llevan de vuelta a mi casa y a mi padre cuando dijo lo mismo hace tanto tiempo. Pero pensar que Cal y mi padre, un hombre Rojo roto, puedan compartir los mismos pensamientos hace que me detenga. No puedo dejar de mirar hacia atrás, viendo como se sumerge el sol detrás de su silueta. Él mira hacia abajo al ejército en entrenamiento antes de mirar de nuevo a mí, dividido entre su deber y lo que siente por la pequeña chica rayo.
—Julian dice que eres como ella —dice en voz baja, con los ojos pensativos—. Como ella solía ser.
Coriane. Su madre. El pensamiento de la difunta reina, una persona a la que nunca he conocido, de alguna manera me pone triste. Ella fue apartada demasiado pronto de los que amaba, y dejó un agujero que intentando hacerme llenar.
Y por mucho que me cueste admitirlo, no puedo culpar a Cal por sentirse atrapado entre dos mundos. Después de todo, yo también lo estoy.
Antes del baile estaba ansiosa, un manojo de nervios temiendo la noche por venir. Ahora no puedo esperar al amanecer. Sí ganamos en la mañana, el sol se pondrá en un nuevo mundo. El rey va a tirar su corona, pasando su poder a mí, Maven y Farley. El cambio será sin derramamiento de sangre, una transición pacífica de un gobierno a otro. Si fracasamos, el Cuenco de Huesos es todo lo que puedo esperar. Pero no vamos a fallar. Cal no me dejará morir y tampoco lo hará Maven. Son mis escudos.
Cuando me acuesto en mi cama, me encuentro mirando el mapa de Julian. Es una cosa vieja, prácticamente inútil, pero reconfortante. Es una prueba de que el mundo puede cambiar.
Con ese pensamiento en mi cabeza, me arrastro a un agitado y ligero sueño. Mi hermano me visita en sueños. Está de pie junto a la ventana, mirando a la ciudad con un dolor extraño, antes de volverse hacia mí.
—Hay otros —dice—. Tienes que encontrarlos.
—Lo haré —murmuro en respuesta, mi voz cargada de sueño.
Luego son las cuatro de la mañana y no tengo más tiempo para sueños.
Las cámaras caen como árboles ante un hacha, cada pequeño ojo se apaga mientras camino hacia la habitación de Maven. Salto en cada sombra, esperando que un oficial o un centinela salga al pasillo, pero nadie lo hace. Protegen a Cal y al rey, no a mí, no al segundo príncipe. No importamos. Pero lo haremos.
Maven abre la puerta un segundo después de que toque el picaporte, con el rostro pálido en la oscuridad. Hay círculos debajo de sus ojos, como si no hubiera dormido nada, pero parece tan atento como siempre. Espero que tome mi brazo, y me envuelva en su calor, pero no hay nada sino el frío que sale goteando de él. Tiene miedo, me doy cuenta.
Estamos fuera en unos agónicos minutos, caminando en las sombras detrás del Comando de Guerra para esperar en nuestro lugar entre la estructura y la pared exterior. Nuestro lugar es perfecto; somos capaces de ver la Plaza y el Puente, con la mayor parte del techo chapado en oro del Comando de Guerra bloqueándonos de las patrullas. No necesito un reloj para saber que estamos en el momento justo.
Por encima de nosotros, la noche se desvanece para dar paso al azul oscuro. El amanecer está llegando.
A esta hora, la ciudad está más tranquila de lo que pensaba posible. Incluso las patrullas de guardias están soñolientas, moviéndose lentamente de puesto en puesto. El nerviosismo vibra a través de mí, haciendo que mis piernas tiemblen. De alguna manera, Maven se mantiene inmóvil, apenas pestañeando. Mira a través de la pared de cristal, siempre mirando el puente. Su concentración es impactante.
—Están tardando —susurra, sin moverse.
—Yo no.
Si no lo supiera mejor, pensaría que Farley es una Sombra capaz de cambiar de visible a invisible. Parece derretirse en la penumbra, saliendo de una alcantarilla.
Le ofrezco mi mano, pero ella misma se pone de pie por sí sola.
—¿Dónde están los demás?
—Esperando. —Hace un gesto a la tierra abajo.
Sí entrecierro los ojos, puedo verlos, amontonados en el sistema de alcantarillado, a punto de volver a la superficie. Quiero subir por el túnel con ellos, para estar junto a Kilorn y los míos, pero mi lugar está aquí, al lado de Maven
—¿Están armados? —Los labios de Maven apenas se mueven—. ¿Están listos para luchar?
Farley asiente.
—Siempre. Pero no les llamaré fuera hasta que estés seguro de que la plaza es nuestra. No pongo mucha fe en la capacidad de lady Barrow para encantar.
Ni yo, pero no puedo decir eso en voz alta. Él siempre te elegirá. Nunca he querido que algo sea cierto y sin embargo equivocado al mismo tiempo.
—Kilorn quería que tuvieras esto —añade, estirando la mano. En ella hay una pequeña piedra verde, el color de sus ojos. Un pendiente—. Dijo que sabrías lo que significa.
Me ahogo con mis palabras, sintiendo una gran oleada de emoción. Asintiendo, tomo el pendiente y lo pongo con los demás. Bree, Tramy, Shade, conozco cada piedra y lo que significan. Kilorn es un guerrero ahora. Y quiere que lo recuerde como era antes. Riendo, haciéndome bromas, husmeando alrededor como un cachorro perdido. Nunca olvidaré eso.
El afilado metal me pincha, sacando sangre. Cuando retiro mi mano de la oreja, puedo ver la mancha carmesí en mis dedos. Esto es quien eres.
Miro hacia atrás al túnel, con la esperanza de ver sus ojos verdes, pero la oscuridad parece tragarse el túnel entero, escondiéndole a él y a todos los demás.
—¿Están listos para esto? —Farley suspira, mirando entre los dos.
Maven responde por mí, su voz firme:
—Lo estamos
Pero Farley no está satisfecha.
—¿Mare?
—Estoy lista.
La revolucionaria respira hondo para calmarse antes de golpetear su pie contra el lado de la alcantarilla. Una vez, dos veces, tres veces. Juntos, nos volvemos hacia el Puente, a la espera de que el mundo cambie.
No hay tráfico a estas horas, ni siquiera el susurro de un transporte. Las tiendas están cerradas, las plazas vacías. Con un poco de suerte, lo único perdido esta noche será hormigón y acero. La última parte del puente, la que conecta a Archeon Oeste con el resto de la ciudad, parece serena.
Y entonces explota en plumas brillantes naranjas y rojas, un sol que rompe la oscuridad plateada. El calor aumenta, pero no por las bombas, es Maven. La explosión desata algo en él, encendiendo su llama.
Los sonidos retumban, casi golpeando mis pies y el río debajo se revuelve cuando la parte final del puente se derrumba. Gime y se estremece como un animal moribundo, desmoronándose sobre sí mismo, mientras se desprende de la orilla y el resto de la estructura. Los pilares de hormigón y los alambres de acero se agrietan y se quiebran, chapoteando en el agua o contra la orilla. Una nube de polvo y humo se eleva, cortando el resto de Archeon de la vista. Antes de que el puente siquiera golpee el agua, las alarmas suenan en la plaza.
Por encima de nosotros, las patrullas corren a lo largo de la pared, con ganas de conseguir un buen vistazo de la destrucción. Se gritan unos a otros, sin saber qué hacer con esto. La mayoría solo puede mirar. En los cuarteles, las luces se encienden y los soldados se revuelan, los cinco mil de ellos saltando de la cama. Soldados de Cal. La legión de Cal. Y con un poco de suerte, la nuestra.
No puedo apartar los ojos de la llama y el humo, pero Maven lo hace por mí.
—Ahí está —susurra, señalando algunas formas oscuras que corren desde el palacio.
Tiene sus propios guardias, pero Cal supera a todos ellos, corriendo hacia el cuartel. Todavía tiene puesta su ropa de dormir, pero nunca ha parecido tan temible. Mientras los soldados y oficiales salen en avalancha de la plaza, él da órdenes, de alguna manera haciéndose oír por encima de la creciente multitud.
—¡Armas en las puertas! ¡Pongan Ninfas en el otro lado, no queremos que el fuego se extienda!
Sus hombres llevan a cabo las órdenes con rapidez, saltando a cada palabra suya. Las legiones obedecen a sus generales.
Detrás de nosotros, Farley se presiona contra la pared, cada vez más cerca de su alcantarilla. Ella girará y correrá a la primera señal de problemas, desapareciendo para luchar otro día. Eso no va a suceder. Esto funcionará.
Maven se mueve para ir primero, para hacerle señas de parar a su hermano, pero lo empujo hacia atrás.
—Tengo que hacerlo yo —susurro, sintiendo una extraña especie de calma apoderarse de mí. Él siempre te elegirá.
Estoy más allá del punto de no retorno cuando entro en la Plaza, a plena vista de la legión, las patrullas y de Cal. Los focos brillan encendiéndose en la parte superior de los muros, algunos apuntando al puente, otros sobre nosotros. Uno parece ir justo a por mí y tengo que levantar una mano para protegerme los ojos.
—¡Cal! —grito por encima del sonido ensordecedor de cinco mil soldados. De alguna manera, él me oye, su cabeza se apresura en mi dirección. Cruzamos las miradas a través de la masa de soldados colocándose en sus experimentadas líneas y regimientos.
Cuando se mueve hacia mí, abriéndose paso en la marea, creo que podría desmayarme. De repente, todo lo que puedo oír es mi latido del corazón pulsando en mis oídos, ahogando las alarmas y los gritos. Tengo miedo. Y mucho miedo. Es solo Cal, me digo. El chico que ama la música y las motos. No el soldado, ni el general, ni el príncipe. El chico. Él siempre te elegirá.
—Vuelve dentro, ¡ahora! —Se eleva por encima de mí, usando su severa voz real que podría hacer que una montaña se inclinase—. ¡Mare, no es seguro…!
Con una fuerza que nunca supe que tenía, me agarro al cuello de su camisa y de alguna manera lo mantengo quieto.
—¿Y si ese era el costo? —Echo una mirada de nuevo al puente roto, ahora envuelto en humo y cenizas—. Nada más que unas cuantas toneladas de hormigón. Y si te dijera que aquí, en este momento, tú podrías arreglarlo todo. Tú podrías salvarnos
Por el parpadeo de sus ojos, puedo ver que tengo su atención.
—No lo hagas —protesta débilmente, con una mano agarrando la mía. Hay miedo en sus ojos, más miedo de lo que he visto en mi vida.
—Una vez dijiste que confiabas en nosotros, en la libertad. En igualdad. puedes hacer esto real, con una sola palabra. No habrá una guerra. Nadie va a morir. —Parece congelado por mis palabras, sin atreverse a respirar. No puedo decir lo que está pensando, pero sigo adelante. Debo hacerle entender—. Tú tienes el poder en este momento. Este ejército es tuyo, toda esta plaza entera es tuya para tomar y… ¡y para liberar! Ve al palacio, obliga a tu padre que se arrodille y haz lo que sabes que es correcto. ¡Por favor, Cal!
Puedo sentirlo bajo mis manos, su respiración transformándose en jadeos rápidos y nada se ha sentido alguna vez tan real o tan importante. Sé que está pensando, en su reino, su deber, su padre. Y yo, la pequeña chica rayo, pidiéndole que tire todo por la borda. Algo en el fondo me dice que lo hará.
Temblando, presiono un beso en sus labios. Él me elegirá a mí. Su piel se siente fría bajo la mía, como un cadáver.
—Elígeme a mí. —Respiro contra él—. Elige un nuevo mundo. Haz un mundo mejor. Los soldados te obedecerán. Tu padre te obedecerá. —Mi corazón se aprieta y aprieta todos los músculos, a la espera de su respuesta. El foco en nosotros parpadea bajo mi fuerza, encendiéndose y apagándose con cada latido del corazón—. Era mi sangre en las células. Yo ayudé a escapar la Guardia. Y pronto todo el mundo lo sabrá y me matarán. No les dejes. Sálvame.
Las palabras lo revuelven y su agarre en mi muñeca se aprieta.
—Siempre fuiste tú.
Él siempre te elegirá.
—Saluda al nuevo amanecer, Cal. Conmigo. Con nosotros.
Sus ojos se mueven hacia Maven ahora caminando hacia nosotros. Los hermanos intercambian miradas, hablando de una manera que no entiendo. Él nos escogerá a nosotros.
—Siempre fuiste tú —dice de nuevo, cansado y quebrado esta vez. Su voz lleva el dolor de mil muertes, mil traiciones. Cualquiera puede traicionar a cualquiera, recuerdo—. La fuga, el tiroteo, los cortes de energía. Todo comenzó contigo.
Trato de explicarme, todavía tirando hacia atrás. Pero él no tiene ninguna intención de dejarme ir.
—¿Cuántas personas has matado con tu amanecer? ¿Cuántos niños, cuántos inocentes? —Su mano se pone caliente, lo suficientemente caliente como para quemar—. ¿A cuánta gente has traicionado?
Mis rodillas se doblan, haciéndome caer, pero Cal no me suelta. Vagamente, oigo a Maven gritando en alguna parte, el príncipe metiéndose para salvar a su princesa. Pero no soy una princesa. No soy la chica a la que salvan. A medida que el fuego se extiende en Cal, flameando detrás de sus ojos, el rayo se dispara a través de mí, alimentado por la ira. Colisiona entre nosotros, apartándome de Cal. Mi mente zumba, nublada por el dolor, la ira y la electricidad.
Detrás de mí, Maven grita. Me giro justo a tiempo para verlo gritando detrás a Farley, gesticulando con las manos.
—¡Corre! ¡Corre!
Cal salta de pie más rápido que yo, gritando algo a sus soldados. Sus ojos siguen el grito de Maven, conectando los puntos, como solo un general puede.
—¡Las alcantarillas! —ruge, todavía mirándome—. Están en las alcantarillas.
La sombra de Farley desaparece, tratando de escapar mientras los disparos la siguen. Los soldados corren por la plaza, arrancando las rejillas y alcantarillas y tuberías, dejando al descubierto el sistema debajo. Se vierten en los túneles como una terrible inundación. Quiero cubrir mis oídos, para bloquear los gritos, las balas y la sangre.
Kilorn. Su nombre revolotea débilmente en mis pensamientos, no hay más que un susurro. No puedo pensar en él por mucho tiempo; Cal sigue de pie sobre mí, con todo su cuerpo temblando. Pero él no me asusta. No creo que nada me puede asustar ahora. Lo peor ya ha pasado. Hemos perdido.
—¿Cuántos? —le grito, encontrando la fuerza para enfrentarme a él—. ¿Cuántos muertos de hambre? ¿Cuántos asesinados? ¿Cuántos apartados para morir? ¿Cuántos, mi príncipe?
Pensaba que conocía el odio antes de hoy. Estaba equivocada. Sobre mí, sobre Cal, sobre todo. El dolor hace girar mi cabeza, pero de alguna manera mantengo mis pies, de alguna manera no me caigo. Él nunca me elegirá.
—¡Mi hermano, el padre de Kilorn, Tristan, Walsh!
Lo qué se siente como un centenar de nombres estallan de mí, recitando de tirón todos los perdidos. No significan nada para Cal, pero todo para mí. Y sé que hay miles, millones más. Un millón de errores olvidados.
Cal no contesta y espero ver la rabia que siento reflejada en sus ojos. En cambio, no veo nada más que tristeza. Él susurra de nuevo y las palabras me dan ganas de caer y nunca levantarme de nuevo.
—Me gustaría que las cosas fuesen diferentes.
Espero las chispas, espero un rayo, pero nunca llega. Cuando siento unas manos frías en el cuello y el metal encadenando en las muñecas, sé por qué. El Instructor Arven, el silencioso, el único que puede hacernos humanos, está detrás de mí, empujando hacia abajo todas mis fuerzas hasta que no soy más que una chica llorando de nuevo. Me lo ha quitado todo, toda la fuerza y todo el poder que pensaba que tenía. He perdido. Cuando mis rodillas renuncian esta vez no hay nadie para sostenerme. Vagamente, oigo a Maven gritar antes de que él también sea tirado al suelo.
—¡Hermano! —ruge, tratando de hacer ver a Cal lo que está haciendo—. ¡Ellos la matarán! ¡Me matarán! —Pero Cal ya no nos está escuchando. Habla con uno de sus capitanes, y no me molesto en escuchar las palabras. No podría incluso si quisiera.
El suelo debajo de mí parece temblar con cada ronda de disparos muy por debajo. ¿Cuánta sangre manchará los túneles esta noche?
Mi cabeza es demasiado pesada, mi cuerpo demasiado débil y me dejo desplomar contra el suelo de baldosas. Se siente frío bajo mi mejilla, suave y lisa. Maven se lanza hacia adelante, su cabeza aterriza a mi lado. Recuerdo un momento como este. El grito de Gisa y la destrucción de los huesos se hacen eco débilmente, un fantasma dentro de mi cabeza.
—Llévenlos dentro, a donde el rey. Él los juzgará a los dos.
Ya no reconozco la voz de Cal. Le he convertido en un monstruo. He forzado su mano. Le he obligado a elegir. Estaba ansiosa, he sido estúpida. Me he dejado tener esperanza.
Soy una tonta.
El sol empieza a subir detrás de la cabeza de Cal, enmarcándole contra la madrugada. Es demasiado brillante, demasiado fuerte y demasiado pronto; tengo que cerrar los ojos.


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Mensaje por berny_girl Mar 28 Abr - 4:16

Capitulo 26


Apenas puedo mantener el ritmo, pero el soldado a mis espaldas, sosteniendo mis brazos encadenados, sigue empujando. Otro le hace lo mismo a Maven, obligándolo a ir conmigo. Arven nos sigue, asegurándose de que no podamos escapar. Su presencia es un peso oscuro, embotando mis sentidos. Todavía puedo ver el pasillo a nuestro alrededor, vacío y lejos de las miradas indiscretas de la corte, pero no tengo la fuerza para que me importe. Cal lidera el grupo, con los hombros tensos y erguidos, mientras lucha contra el impulso de mirar hacia atrás.
El sonido de los disparos, los gritos y la sangre en los túneles retumba en mi mente. Están muertos. Estamos muertos. Se ha terminado.
Espero que bajemos, para dirigirnos hasta la celda más oscura del mundo. En cambio, Cal nos lleva hacia arriba, a una habitación sin ventanas ni Centinelas. Nuestras pisadas ni siquiera hacen eco a medida que entramos, insonorizada. Nadie puede escucharnos. Y eso me asusta más que las armas de fuego, o el fuego, o la pura rabia que emana del rey.
Se pone de pie en el centro de la habitación, vestido con su propia armadura dorada, con la corona en la cabeza. Su espada ceremonial cuelga a su lado de nuevo, junto con una pistola que probablemente nunca ha usado. Todo forma parte del espectáculo. Al menos lo parece.
La reina está también aquí, esperándonos en, con nada más que un vestido blanco y fino. En el momento en que entramos, sus ojos se encuentran con los míos y fuerza su camino en mis pensamientos, como un cuchillo en la carne. Trago, tratando de agarrarme la cabeza, pero los grilletes me mantienen firme.
Todo relampaguea ante mis ojos de nuevo, de principio a fin. El carro de Will. La Guardia. Kilorn. Los motines, las reuniones, los mensajes secretos. El rostro de Maven girando en los recuerdos, lo que hace que se destaque contra la refriega, pero Elara lo empuja. No quiere ver lo que recuerdo de él. Mi cerebro protesta ante la embestida, saltando de un pensamiento a otro; hasta que toda mi vida, cada beso y cada secreto, le es revelada.
Cuando se detiene, me siento muerta. Quiero estar muerta. Por lo menos, no tendré que esperar mucho.
—Dejadnos —exige Elara, su voz cortante y aguda.
Los soldados aguardan, mirando a Cal. Cuando asiente con la cabeza, se van, saliendo en un estruendo de botas. Pero Arven queda atrás, su influencia sigue presionando sobre mí. Cuando la marcha de las botas se desvanece, el rey se permite exhalar.
—¿Hijo? —Mira a Cal, y puedo ver el temblor más mínimo en sus dedos. Pero qué podría temer, no lo sé—. Quiero escuchar esto de tu boca.
—Forman parte de esto desde hace tiempo —murmura Cal, apenas capaz de decir las palabras—. Desde que ella llegó aquí.
—¿Ambos? —Tiberias se aparta de Cal, hacia su hijo olvidado. Incluso parece triste, su rostro refleja un gesto de dolor. Sus ojos vacilan, reacios a sostenerle la mirada; pero Maven mira fijamente a la derecha, una vez más. Ni se inmuta—. ¿Sabías sobre esto, muchacho?
Maven asiente.
—He ayudado a planearlo.
Tiberias tropieza, como si sus palabras fuesen un golpe físico.
—¿Y el tiroteo?
—Elegí los objetivos. —Cal aprieta sus ojos cerrándolos, como si así pudiese bloquear todo esto.
Los ojos de Maven pasan de su padre a Elara, que permanece cerca. Se sostienen la mirada y, por un momento, creo que está buscando en sus pensamientos. Con un sobresalto, me doy cuenta de que no lo hará. No puede permitirse mirar.
—Me dijiste que encontrara una causa, padre. Y lo he hecho. ¿Te sientes orgulloso de mí?
Pero Tiberias me rodea, gruñendo como un oso.
—¡Tú has hecho esto! Lo has envenenado, ¡has envenenado a mi muchacho! —Cuando las lágrimas brotan de sus ojos, comprendo que su corazón, sin importar lo pequeño o frío que sea, se ha roto. A su manera, ama a Maven. Pero ya es demasiado tarde—. ¡Has alejado a mi hijo de mí!
—Eso lo ha hecho usted solo —le digo con los dientes apretados—. Maven tiene su propio corazón y cree en un mundo diferente tanto como yo. En todo caso, su hijo me ha cambiado a mí.
—No te creo. Le has engañado de alguna manera.
—No miente. —Escuchar a Elara estar de acuerdo conmigo me deja sin aliento—. Nuestro hijo siempre ha tenido sed de cambio. —Persiste en mirar a su hijo. Suena asustada—. Sólo es un niño, Tiberias.
Sálvalo, grito en mi cabeza. Tiene que oírme. Tiene que hacerlo.
A mi lado, Maven suspira fuerte, esperando lo que podría ser nuestra perdición.
Tiberias mira a sus pies, conoce las leyes mejor que nadie; pero Cal es lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a la mirada de su hermano. Puedo verlo recordar su vida en común. Llama y sombra. Uno no puede existir sin el otro.
Después de un largo momento de calor y sofocante silencio, el rey pone una mano en el hombro de Cal. Su cabeza se sacude de un lado a otro y las lágrimas viajan por sus mejillas hacia su barba.
—Niño o no, Maven ha matado. Junto con esta… esta serpiente. —Me señala con un dedo tembloroso—. Ha cometido graves crímenes contra los suyos. Contra y contra ti. Contra nuestro trono.
—Padre… —Cal se mueve rápidamente, interponiéndose entre nosotros y el rey—. Es tu hijo. Tiene que haber otra manera.
Tiberias se queda quieto, dejando de lado el ser padre para convertirse en rey de nuevo. Se seca las lágrimas con la mano.
—Cuando lleves mi corona, lo entenderás.
Los ojos de la reina se estrechan hasta que son dos grietas azules. Sus ojos, son iguales que los de Maven.
—Afortunadamente, eso nunca sucederá —dice sin rodeos.
—¿Qué? —Tiberias se vuelve hacia ella, pero se detiene a mitad de camino, congelado en el sitio.
He visto esto antes. En la arena, hace mucho tiempo, cuando el Susurrador venció al Brazosfuertes. Elara incluso lo hizo conmigo, convirtiéndome en un títere. Una vez más, es quien maneja las cuerdas.
—Elara, ¿qué estás haciendo? —sisea entre dientes.
Responde con palabras que no puedo oír, hablando en la cabeza del rey. No le gusta su respuesta.
—¡No! —grita mientras lo obliga a arrodillarse con sus susurros.
Cal se enfurece, sus puños explotando en llamas; pero Elara levanta la mano, deteniéndolo en seco. Los controla a ambos.
Tiberias lucha, con los dientes apretados, pero no puede moverse ni un milímetro. Apenas puede hablar.
—¡Elara! ¡Arven…!
Pero mi viejo instructor no se mueve. En cambio, se queda en silencio, lo único que puede hacer es mirar. Parece que su lealtad no está con el rey, sino con la reina.
Nos está salvando. Por la vida de su hijo, va a salvarnos. Apostamos que Cal me ame lo suficiente para cambiar el mundo, deberíamos haber mirado a la reina en su lugar. Me dan ganas de reír, sonreír, pero algo en el rostro de Cal mantiene mi alivio a raya.
—Julian me avisó —gruñe Cal, todavía tratando de romper su agarre—. Pensé que estaba mintiendo acerca de ti, de mi madre, acerca de lo que le hiciste.
De rodillas, el rey aúlla. Es un sonido miserable, uno que nunca quiero volver a oír.
—Coriane —gime, mirando al suelo—. Julian lo sabía. Sara lo sabía. La castigaste por la verdad.
Hay gotas de sudor en la frente de Elara. No puede sostener al rey y al príncipe por mucho más tiempo.
—Elara, tienes que sacar a Maven aquí —le digo—. No te preocupes por mí, simplemente mantenlo a salvo.
—Oh, no te preocupes, pequeña chica rayo —se burla—. No pienso en ti en absoluto. Aunque tu lealtad hacia mi hijo es bastante inspiradora. ¿No es así, Maven? —Lanza una mirada por encima del hombro a su hijo, aún con grilletes.
En respuesta, sus brazos se abren, separando los ganchos de metal con sorprendente facilidad. Se funden fuera de sus muñecas en pegotes de hierro caliente, haciendo agujeros en el suelo. Cuando se pone en pie, espero que me defienda, para salvarme como yo trato de salvarlo. Entonces me doy cuenta de que Arven todavía me sostiene y la sensación familiar de las chispas, de electricidad, no ha regresado. Todavía me frena, a pesar de que ha dejado ir a Maven.
Cuando los ojos de Cal se encuentran con los míos, sé que lo entiende mucho mejor que yo. Cualquiera puede traicionar a cualquiera, hace eco cada vez más fuerte, hasta que aúlla en mis oídos como los vientos del huracán.
—¿Maven? —Tengo que mirar hacia arriba para ver su rostro y, por un segundo, no lo reconozco. Sigue siendo el mismo chico que me consoló, me besó, me mantuvo fuerte. Mi amigo. Más que mi amigo. Pero algo le pasa. Algo ha cambiado—. Maven, ayúdame.
Cuadra los hombros, haciendo estallar los huesos para ahuyentar el dolor. Sus movimientos son lentos y extraños; y cuando se pone de nuevo en pie, con las manos en las caderas, me siento como si lo estuviera viendo por primera vez. Sus ojos son tan fríos.
—No, no lo creo.
—¿Qué? —Mi voz suena como la de otra persona. Sueno como una niña pequeña. Soy sólo una niña.
Maven no contesta pero sostiene mi mirada. El muchacho que conozco sigue ahí, escondido, parpadeando detrás de sus ojos. Si tan sólo pudiera alcanzarlo, pero Maven se mueve más rápido, se aleja cuando me acerco.
—¡CAPITÁN TYROS! —brama Cal, todavía capaz de hablar. Elara todavía no le ha quitado eso. Pero nadie viene corriendo. Nadie nos puede escuchar—. ¡CAPITÁN TYROS! —grita otra vez, suplicándole a nadie—. ¡EVANGELINE! ¡PTOLEMUS! ¡ALGUIEN, AUXILIO!
Elara disfruta dejándolo gritar, gozando del sonido, pero Maven se estremece.
—¿Tenemos que escuchar esto? —pregunta.
—No, supongo que no tenemos que hacerlo —suspira, inclinando la cabeza.
El cuerpo de Cal se mueve con sus pensamientos, girándose para enfrentar a su padre. Cal entra en pánico, con los ojos cada vez más amplios.
—¿Qué estás haciendo?
Debajo de él, el rostro del rey se oscurece.
—¿No es obvio?
No entiendo nada. Éste no es mi sitio. Julian estaba en lo cierto. Este es un juego que no entiendo, un juego al que no sé jugar. Desearía que Julian estuviera aquí ahora, para explicármelo, para ayudarme, para salvarme. Pero no va a venir nadie.
—Maven, por favor —ruego intentando que me mire. Pero me da la espalda, centrándose en su madre y su sangre de traidor. Es el hijo de su madre.
A ella no le importa que él estuviese en mis recuerdos. No le importa que él fuera parte de todo esto. Ni siquiera pareció sorprendida. La respuesta es terriblemente sencilla. Porque ya lo sabía. Porque es su hijo. Porque este era su plan desde el principio. Ese pensamiento duele como cuchillos corriendo a lo largo de mi piel, pero el dolor sólo lo hace más real.
—Me has usado.
Finalmente, Maven se digna a mirarme.
—Te has dado cuenta, ¿verdad?
—Escogiste los objetivos. El coronel, Reynald, Belicos, incluso Ptolemus… no eran enemigos de la Guardia, eran los tuyos. —Quiero despedazarlo, con rayo o no. Quiero hacerle daño.
Por fin estoy aprendiendo la lección. Cualquiera puede traicionar a cualquiera.
—Y esto, esto era sólo otro plan. ¡Me empujaste a esto, a pesar de que era imposible, a pesar de que sabías que Cal nunca traicionaría a su padre! Me lo hiciste creer. Se lo hiciste creer a todos.
—No es culpa mía que fueses tan estúpida como para seguirme la corriente —responde—. Ahora la Guardia está acabada.
Se siente como una patada en los dientes.
—Eran tus amigos. Confiaron en ti.
—Eran una amenaza para mi reino, y eran estúpidos —dispara de nuevo. Se agacha, inclinándose sobre mí con una mueca retorcida—. Eran.
Elara se ríe de su broma cruel.
—Fue muy fácil meterte en el medio. Sólo se necesitó una sirvienta sensiblera. Cómo tales tontos se convirtieron en un peligro, nunca lo sabré.
—Me hiciste creer —le susurro de nuevo, recordando cada mentira que me ha dicho—. Pensaba que nos querías ayudar. —Suena como un gemido. Por una fracción de segundo, sus rasgos pálidos se suavizan. Pero no dura.
—Tonta —dice Elara—. Tu idiotez casi ha sido nuestra ruina. Usando a tu propio guarda en la huida, provocando todos los apagones; ¿de verdad creías que era tan estúpida como para perderme tus pistas?
Entumecida, niego con la cabeza.
—Me dejaste hacerlo. Lo sabías todo.
—Por supuesto que lo sabía. ¿Cómo crees que llegaste tan lejos? Tuve que cubrir tus pistas, tuve que protegerte de cualquier persona con suficiente sentido común para ver las señales —dice, gruñendo como un animal—. No sabes lo lejos que he llegado para mantenerte a salvo. —Se ruboriza con placer, disfrutando cada segundo—. Pero eres Roja e, igual que todos los demás, estabas condenada al fracaso.
Me doy cuenta, cuando los recuerdos encajan en su lugar. Debería haber sabido, en el fondo, que no tenía que confiar en Maven. Era demasiado perfecto, demasiado valiente, demasiado amable. Dio la espalda a los suyos para unirse a la Guardia. Me empujó a Cal. Me dio exactamente lo que quería y me dejó ciega.
Queriendo gritar, con ganas de llorar, miro a Elara.
—Le dijiste exactamente qué decir —susurro. No tiene que asentir, sé que tengo razón—. Sabes quién soy aquí, sabías... —Me duele la cabeza, recordando cómo jugó con mi mente—… sabías exactamente cómo engatusarme.
No hay dolor más profundo que la mirada hueca en el rostro de Maven.
—¿Algo ha sido verdad?
Cuando niega con la cabeza, sé que eso también es mentira.
—¿Incluso Thomas?
El muchacho en el frente de la guerra, el chico que murió luchando una guerra ajena. Su nombre era Thomas y lo vi morir.
El nombre crea un agujero en su máscara, creando grietas en la fachada de fría indiferencia, pero no es suficiente. Se encoge de hombros ante el nombre y el dolor que le causa.
—Otro chico muerto. Da igual.
—Él no da igual —susurro para mí misma.
—Creo que es hora de despedirse, Maven —nos interrumpe Elara, poniendo una mano blanca sobre el hombro de su hijo. He llegado demasiado cerca de su punto débil y no me dejará seguir empujando.
—No tengo a quién —susurra, volviéndose hacia su padre. Sus ojos azules vacilan, mirando a la corona, la espada, la armadura; a cualquier lugar, excepto al rostro de su padre—. Nunca me has mirado. Nunca me has visto. No cuando le tenías a él. —Gira su cabeza hacia Cal.
—Sabes que no es cierto, Maven. Eres mi hijo. Nada va a cambiar eso. Ni siquiera ella —dice Tiberias, echando una mirada a Elara—. Ni siquiera lo que está a punto de hacer.
—Querido, yo no voy a hacer nada —sisea de nuevo—. Pero tu amado hijo —abofetea a Cal en todo el rostro—, el heredero perfecto —le pega de nuevo, más fuerte esta vez—, el hijo de Coriane. —Otra bofetada extrae sangre, partiéndole el labio—. No puedo hablar por él.
Una gruesa gota de sangre plateada gotea por la barbilla de Cal. Los ojos de Maven permanecen en la sangre y el más leve fruncimiento aparece en sus rasgos.
—Nosotros también tuvimos un hijo, Tibe—susurra Elara, su voz desigual por la rabia, mientras vuelve su atención al rey—. No importa cómo te sentías por mí, se suponía que debías amarlo.
—¡Lo hice!—grita, luchando contra su agarre mental—. Lo hago.
Sé lo que se siente al ser dejado de lado, de pie a la sombra de otro. Pero esta clase de ira, esta asesina, destructora y terrible escena está más allá de mi comprensión. Maven ama a su padre, su hermano… ¿cómo puede dejar que haga esto? ¿Cómo puede desear esto?
Pero se queda quieto, mirando; y no puedo encontrar las palabras para hacer que se mueva.
Nada me prepara para lo que viene después, lo que Elara les obliga a hacer a sus títeres. La mano de Cal tiembla, estirándose, empujada por su voluntad. Trata de resistir, lucha con toda la fuerza que tiene, pero no sirve de nada. Ésta es una batalla que no sabe cómo luchar. Cuando su mano se cierra alrededor de la espada dorada, tirando de la funda en la cintura de su padre, la última pieza del rompecabezas se acomoda en su lugar. Lágrimas, por supuesto, caen por su rostro, vaporizándose sobre la piel al rojo vivo.
—No eres tú —dice Tiberias, con sus ojos en el rostro miserable de Cal. No se molesta en rogar por su vida—. Sé que no eres tú, hijo. Esto no es culpa tuya.
Nadie se merece esto. Nadie. En mi cabeza, alcanzo el rayo y viene. Alejo a Elara y Maven, salvando al príncipe y al rey. Pero incluso la fantasía está contaminada. Farley está muerta. Kilorn está muerto. La revolución ha terminado. Incluso en mi imaginación, no puedo arreglar eso.
La espada se eleva en el aire, sacudiéndose en los dedos temblorosos de Cal. La hoja es ceremonial, pero el borde reluce, afilado como una navaja de afeitar. El acero enrojece, calentado bajo el toque de fuego de Cal, y trozos de la empuñadura dorada se derriten entre sus dedos. El oro, la plata y el hierro, gotean de sus manos como lágrimas.
Maven observa la hoja de cerca, con cuidado, porque tiene miedo de mirar a su padre en sus últimos momentos. Pensaba que eras valiente. Estaba tan equivocada.
—Por favor —es todo lo que Cal puede decir, forzando las palabras—. Por favor.
No hay arrepentimiento en los ojos de Elara y tampoco remordimiento. Es algo que se avecinaba desde hace mucho. Cuando la espada brilla, arqueándose a través del aire y atraviesa la carne y hueso, no parpadea.
El cadáver del rey aterriza con un golpe, su cabeza rueda para detenerse a unos metros de distancia. Sangre Plateada baña el suelo en un charco de espejo, llegando a los pies de Cal. Deja caer la espada, dejándola chocar contra la piedra, antes de caer de rodillas, con su cabeza entre sus manos. La corona traquetea por el suelo, dando vueltas sobre la sangre; hasta que se detiene a los pies de Maven, con puntos brillantes con plata líquida.
Cuando Elara grita, lamentando y moviéndose sobre el cuerpo del rey, casi me río en voz alta ante lo absurdo de todo. ¿Ha cambiado de opinión? ¿Está completamente loca? Entonces oigo el clic de las cámaras encendiéndose, volviendo a la vida. Se asoman de las paredes, apuntando hacia abajo al cuerpo del rey y lo que parece ser una reina llorando por su marido caído. Maven grita a su lado, con una mano en el hombro de su madre.
—¡Lo has matado! ¡Has matado al rey! ¡Has matado a nuestro padre! —grita en el rostro de Cal. Un indicio de sonrisa aparece y, de alguna manera, Cal resiste las ganas de arrancarle la cabeza a su hermano. Está conmocionado, sin comprender, sin querer entender. Pero por una vez, yo lo hago.
La verdad no importa. Sólo importa lo que la gente cree. Julian trató de enseñarme esa lección y, ahora, lo entiendo. Creerán esta pequeña escena, este bonito juego de actores y mentiras. Y ningún ejército, ningún país seguirá a un hombre que ha asesinado a su padre por la corona.
—¡Corre, Cal! —grito, tratando de traerlo de nuevo a la vida—. ¡Tienes que correr!
Arven deja que me vaya y el pulso eléctrico regresa, surgiendo a través de mis venas como fuego a través del hielo. No tiene importancia golpear el metal, quemarlo con los rayos hasta quitarlo de mis muñecas. Conozco este sentimiento. Conozco el instinto que se levanta en mí ahora. Corre. Corre. Corre.
Agarro los hombros de Cal, tratando de tirar de él, pero el gran zoquete no se mueve. Le doy una pequeña descarga, sólo lo suficiente para llamar su atención, antes de gritar de nuevo.
—¡CORRE!
Es suficiente y lucha con sus pies, casi resbalando en el charco de sangre.
Espero que Elara pelee conmigo, que haga que me mate o mate a Cal; pero sigue gritando, actuando para las cámaras. Maven está por encima de ella, con los brazos en llamas, listo para proteger a su madre. Ni siquiera trata de detenernos.
—¡No tenéis a dónde huir! —grita, pero yo ya estoy corriendo, arrastrando a Cal—. ¡Sois unos asesinos, traidores y os enfrentaréis a la justicia!
Su voz, una voz que conocía tan bien, parece que nos persigue a través de las puertas y el pasillo. Las voces en mi cabeza gritan con él.
Chica estúpida. Niña tonta. Mira lo que tu esperanza ha provocado.
Entonces es Cal quien me arrastra, obligándome a mantener el ritmo. Lágrimas calientes de ira, rabia y tristeza llenan mis ojos, hasta que no puedo ver nada que no sea mi mano en la suya. A dónde me dirige, no lo sé. Sólo puedo seguirlo.
Resuenan pies a nuestras espaldas, el sonido familiar de las botas. Oficiales, Centinelas, soldados, están rastreando, vienen a por nosotros.
El suelo debajo de nosotros cambia constantemente, de la madera pulida a remolinos de mármol, el salón de banquetes. Largas mesas puestas con porcelana fina bloqueando el camino, pero Cal las lanza a un lado con una ráfaga de fuego. El humo enciende el sistema de alarma y el agua nos cae encima, luchando contra el fuego. Se convierte en vapor en la piel de Cal, envolviéndolo en una nube blanca. Parece un fantasma, perseguido por una vida repentinamente arrancada, y no sé cómo consolarlo.
El mundo se ralentiza para mí mientras el otro extremo de la sala del banquete se oscurece con uniformes grises y pistolas negras. No hay otro lugar al que huir. Debo luchar.
El rayo arde en mi piel, rogando ser desatado.
—No. —La voz de Cal es hueca, rota. Baja sus propias manos, dejando que las llamas desaparezcan—. No podemos ganar esta vez.
Tiene razón.
Se acercan desde las muchas puertas y arcos, e incluso las ventanas están agolpadas con uniformes. Cientos de Plateados, armados hasta los dientes, dispuestos a matar. Estamos atrapados.
Cal busca en los rostros, sus ojos permaneciendo en los soldados. Sus propios hombres. Por la forma que lo miran, observándolo, sé que ya han visto el horror que Elara ha creado. Sus lealtades están rotas, al igual que su general. Uno de ellos, un capitán, tiembla al ver a Cal. Para mi sorpresa, guarda su pistola mientras da un paso adelante.
—Sométanse al arresto —dice, le tiemblan las manos.
Cal mira fijamente a los ojos a su viejo amigo y asiente.
—Nos sometemos a la detención, capitán Tyros.
Corre, grita cada centímetro de mí. Pero por una vez, no puedo. A mi lado, Cal igual de afectado, sus ojos reflejan un dolor que ni siquiera puedo imaginar. Sus heridas son más profundas.
También ha aprendido la lección.


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Mensaje por IsCris Mar 28 Abr - 8:43

A la mierda!

No me esperaba esto, bueno si que Maven tal vez era traidor pero no que buscara matar al rey 

Quiero que Mare mate a Elara, que cruel esa mujer y porque será que habrá matado la mamá de Cal, porque algo me dice que fue ella 

El que Cal no eligiera a Mare no me sorprendió tanto porque a decir verdad, ellos casi ni han interactuando, o sea, como esperaban que el eligiera a una chica que conoció hace prácticamente dos días, antes lo que ha conocido toda su vida que es el reino plateado


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Mensaje por Tatine Mar 28 Abr - 14:38

Gracias... Ahí estaba lo que no me gustaba de Maven, era el hijo de su madre... Chicas, terminó el libro o aun falta?
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Mensaje por IsCris Mar 28 Abr - 14:48

Falta 2 + epílogo


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Mensaje por Tatine Mar 28 Abr - 15:04

Ok, gracias @IsCris
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Mensaje por yiniva Mar 28 Abr - 18:45

Estos capis si que estuvieron buenos, me dio penita Cal, Elara se merece lo peor y Maven también


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Mensaje por Tibisay Carrasco Mar 28 Abr - 23:05

Gracias por los capitulos:study:


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Mensaje por berny_girl Miér 29 Abr - 3:32

Capitulo 27

Maven me ha traicionado. No, nunca ha estado de mi lado en absoluto.
Mis ojos se ajustan, viendo barras en la penumbra. El techo es bajo y pesado, como el aire subterráneo. Nunca he estado aquí antes, pero de todas formas lo conozco.
—El Cuenco de Huesos —susurro en voz alta, esperando que nadie me oiga.
En cambio, alguien se ríe.
La oscuridad continúa ascendiendo, revelando más de la celda. La forma de un bulto está ubicada contra los barras junto a mí, moviéndose con cada carcajada.
—Yo tenía cuatro años la primera vez que vine aquí, y Maven apenas tenía dos. Se escondió detrás de las faldas de su madre, con miedo de la oscuridad y las celdas vacías. —Cal se ríe, cada palabra afilada como un cuchillo—.Supongo que ya no le tiene miedo a la oscuridad.
—No, no lo tiene.
Soy la sombra de la llama. Le creí a Maven cuando dijo esas palabras, cuando me dijo lo mucho que odiaba este mundo. Ahora sé que todo fue un truco, un truco magistral. Cada palabra, cada caricia, cada mirada fue una mentira. Y pensaba que yo era la mentirosa.
Instintivamente trato de contactarme con mis habilidades, buscando cualquier pulso de electricidad, algo que me dé una chispa de energía. Pero no hay nada. Nada más que una ausencia plana y absoluta, una sensación de vacío que me hace temblar.
—¿Arven está cerca? —pregunto, recordando cómo apagó mis habilidades, obligándome a ver como Maven y su madre destruían su familia—. No puedo sentir nada.
—Son las celdas —dice Cal sombríamente. Sus manos dibujan formas en el suelo sucio, llamas—. Elaboradas de Piedra de Silencio. No me pidas que lo explique, porque no puedo, y no tengo ganas de intentarlo.
Levanta la mirada, con los ojos mirando a través de la oscuridad a la interminable línea de celdas. Debería tener miedo, pero no me queda nada que temer. Lo peor ya ha pasado.
—Antes de los enfrentamientos, cuando todavía teníamos que ejecutar a nuestra propia gente, el Cuenco de Huesos acogía todo de lo que están hechas las pesadillas. El Gran Greco, que solía romper hombres por la mitad y comer sus hígados. La Novia Venenosa. Ella era una Animos de la Casa Viper y envió serpientes a la cama de mi tatara-tatara tío en su noche de bodas. Dicen que su sangre se convirtió en veneno, fue mordido muchas veces. —Cal los enumera, a los criminales de su mundo. Suenan como historias inventadas para hacer que los niños se comporten—. Ahora, nosotros. El príncipe Traidor, me llamarán. “Mató a su padre por la corona. Simplemente no pudo esperar”.
No puedo evitar añadir a la historia.
—“La perra que lo obligó a hacerlo”, cotillearán entre ellos. —Puedo verlo en mi cabeza, siendo gritado en cada esquina, desde cada pantalla de vídeo—. Me culparán, la pequeña chica radio. Llené tus pensamientos con veneno, te corrompí. Te obligué a hacerlo.
—Casi lo has hecho —murmura en respuesta—. Casi te he elegido esta mañana.
¿Ha sido esta mañana? Eso no puede ser verdad. Me empujo contra los barrotes, inclinándome a pocos centímetros de distancia de Cal.
—Nos van a matar.
Cal asiente, riendo de nuevo. Lo he oído reír antes, de mí cada vez que trataba de bailar, pero este sonido no es lo mismo. Su calor se ha ido, sin dejar nada atrás.
—El rey se ocupará de eso. Seremos ejecutados.
Ejecución. No me sorprende, ni en lo más mínimo.
—¿Cómo lo harán? —Apenas puedo recordar la última ejecución. Sólo quedan imágenes: sangre plateada sobre la arena, el rugido de una multitud. Y recuerdo la horca en casa, la cuerda balanceándose con un viento áspero.
Los hombros de Cal se tensan.
—Hay muchas maneras. Juntos, uno a la vez, con espadas, armas o habilidades o las tres cosas. —Deja salir un suspiro, ya resignado a su suerte—. Lo harán doloroso. No será rápido.
—Tal vez sangraré por todo el lugar. Eso le dará al resto del mundo algo en que pensar. —El sombrío pensamiento me hace sonreír. Cuando muera, plantaré mi propia bandera roja, salpicándola a través de las arenas de la enorme arena—. No será capaz de ocultarme entonces. Todos sabrán lo que soy realmente.
—¿Crees que cambiará algo?
Debe hacerlo. Farley tiene la lista, Farley encontrará a los otros... pero Farley está muerta. Sólo puedo esperar que haya transmitido el mensaje, a alguien que siga con vida. Los otros todavía están por ahí, y deben ser encontrados. Deben continuar, porque yo ya no puedo.
—Creo que no lo hará —Cal continúa, su voz llena el silencio—. Creo que lo utilizará como una excusa. Habrá más reclutamientos, más leyes, más campos de trabajo. Su madre inventará otra maravillosa mentira, y el mundo seguirá girando, lo mismo que antes.
No. Nunca lo mismo otra vez.
—Buscará más como yo. —Me doy cuenta en voz alta. Ya he caído, ya he perdido, ya estoy muerta. Y este es el último clavo en el ataúd. Mi cabeza cae en mis manos, sintiendo mis afilados y hábiles dedos enroscarse en mi cabello.
Cal se mueve contra los barrotes, su peso envía vibraciones a través del metal.
—¿Qué?
—Hay otros. Julián lo descubrió. Me dijo cómo encontrarlos, y… —Mi voz se quiebra, sin querer continuar—. Y yo se lo conté. —Siento ganas de gritar—. Él me ha usado a la perfección.
A través de los barrotes, Cal se gira para mirarme. A pesar de que sus habilidades están muy lejos, suprimidas por estas horribles paredes, un infierno ruge en sus ojos.
—¿Cómo se siente? —gruñe, casi nariz con nariz conmigo—. ¿Cómo se siente ser utilizada, Mare Barrow?
Una vez, hubiera dado cualquier cosa por oírle decir mi nombre real, pero ahora arde como una quemadura. Pensaba que estaba usándolos a los dos, Maven y Cal. Cuan estúpida he sido.
—Lo siento —consigo pronunciar. Desprecio esas palabras, pero son todo lo que puedo dar—. No soy Maven, Cal. No he hecho esto para lastimarte. Nunca he querido hacerte daño. —Y más suave, apenas audible—. No todo ha sido una mentira.
Su cabeza golpea de nuevo contra los barrotes, tan fuerte que ha debido de doler, pero Cal no parece notarlo. Como yo, ha perdido la capacidad para sentir dolor o miedo. Ha sucedido demasiado.
—¿Crees que matará a mis padres? —Mi hermana, mis hermanos. Por una vez, me alegro de que Shade esté muerto y fuera del alcance de Maven.
Siento una sorprendente calidez que emana contra mí, acomodándose en mis huesos temblorosos. Cal se ha movido de nuevo, apoyándose contra las barras justo detrás de mí. Su calor es suave, natural, no impulsado por la ira o la habilidad. Es humano. Puedo sentirlo respirando, su corazón latiendo. Martillea como un tambor mientras encuentra la fuerza para mentirme.
—Creo que tiene cosas más importantes en las que pensar.
Sé que puede sentirme llorando, mis hombros tiemblan con cada sollozo, pero no dice nada. No hay palabras para esto. Pero se queda ahí, mi última pizca de calor en un mundo volviéndose polvo. Lloro por todos ellos. Farley, Tristan, Walsh, Will. Shade, Bree, Tramy, Gisa, mamá y papá. Luchadores, todos ellos. Y Kilorn. No he podido salvarlo, sin importar cuánto lo haya intentado. Ni siquiera puedo salvarme a mí misma.
Por lo menos tengo mis pendientes. Los pequeños puntos afilados en mi piel, se quedarán conmigo hasta el final. Muero con ellos y ellos conmigo.
Nos quedamos así por lo que deben ser horas, ya que nada cambia para marcar el paso del tiempo. Incluso me quedo dormida una vez, antes de que una voz familiar me despierte de golpe.
—En otra vida, podría estar celoso.
Las palabras de Maven envían escalofríos por mi columna vertebral y no en el buen sentido.
Cal se pone en pie más rápido de lo que penaba posible y se lanza hacia las barras, haciendo repicar al metal. Sin embargo, las barras se mantienen firmes, y Maven, el astuto, asqueroso y horrible Maven, está justo fuera de su alcance. Para mi deleite, aun así se estremece apartándose.
—Guarda tu fuerza, hermano —dice, con los dientes haciendo clic al juntarse con cada palabra—. La necesitarás pronto.
A pesar de que no lleva corona, Maven ya actúa con aires de un terrible rey. Su uniforme de gala está lleno de nuevas medallas. Una vez fueron de su padre, me sorprende que no estén todavía cubiertas de sangre. Está aún más pálido que antes, aunque los círculos oscuros bajo sus ojos ya no están. El asesinato le ayuda a dormir.
—¿Estarás tú en la arena? —Cal gruñe a través de los barrotes, con las manos firmemente sobre el hierro—. ¿Lo harás tú mismo? ¿Por lo menos tienes el valor?
No puedo encontrar la fuerza para ponerme de pie, ni para ir contra las barras, arrancar el metal con mis propias manos hasta que lo único que sienta sea la garganta de Maven. Sólo puedo mirar.
Él se ríe estúpidamente ante las palabras de su hermano.
—Ambos sabemos que nunca te podría vencer con habilidad —dice, lanzando en respuesta el propio consejo de Cal de hace tanto tiempo—. Así que te he ganado con mi cabeza, querido hermano.
Una vez, me dijo que Cal odiaba perder. Ahora me doy cuenta que el que jugaba a ganar siempre es Maven. Cada respiración, cada palabra era en servicio de esta sangrienta victoria.
Cal gruñe en voz baja.
—Mavey —dice, pero el apodo ya no contiene nada de amor—. ¿Cómo has podido hacerle esto a padre? ¿A mí? ¿A ella?
—Un rey asesinado, un príncipe traidor. Tanta sangre —se burla, bailando fuera del alcance de Cal—. Lloran en las calles por nuestro padre. O por lo menos, pretenden hacerlo —añade con un gesto desinteresado—. Los tontos lobos esperan a que yo tropiece, y los inteligentes saben que no lo haré. La Casa Samos, la Casa Iral, han estado afilando sus garras durante años, esperando un rey débil, un rey compasivo. ¿Sabes que babeaban al verte? Piensa en ello, Cal. Dentro de unas décadas, padre moriría lentamente, pacíficamente, y tú ascenderías. Casado con Evangeline, una hija de acero y cuchillos, con su hermano a tu lado. No sobrevivirías a la noche de la coronación. Ella haría lo que madre hizo y te suplantaría con su propio hijo.
—No me digas que has hecho esto para proteger una dinastía. —Cal se burla, sacudiendo la cabeza—. Has hecho esto por ti mismo.
Una vez más, Maven se encoge de hombros. Sonríe para sí mismo de manera cruel y mordaz.
—¿Estás realmente tan sorprendido? Pobre Mavey, el segundo príncipe. La sombra de la llama de su hermano. Una cosa débil, poca cosa, condenado a permanecer a un lado y arrodillado.
Se mueve, rondando desde la celda de Cal para pararse delante de la mía. Sólo puedo mirarlo fijamente desde el suelo, sin confiar en mí para moverme. Él incluso huele frío.
—Desposado con una chica con ojos para otro, para el hermano, el príncipe que nunca nadie podría pasar por alto. —Sus palabras adquieren un borde salvaje, pesado con una furia salvaje. Pero hay verdad en ellas, una dura verdad que he tratado muy duro de olvidar. Hace que mi piel se ponga de gallina—. Has tomado todo lo que debería haber sido mío, Cal. Todo.
De repente estoy de pie, sacudiéndome violentamente, pero aun así en pie. Nos ha mentido durante demasiado tiempo, pero no puedo dejarle mentir ahora.
—Nunca he sido tuya, y tú nunca has sido mío, Maven —gruño—.Y no por él, tampoco. Pensaba que eras perfecto, pensaba que eras fuerte, valiente y bueno. Pensaba que eras mejor que él.
Mejor que Cal. Esas son palabras que Maven pensaba que nadie diría nunca. Se estremece, y por un segundo, puedo ver al chico que solía conocer. Un chico que no existe.
Estira una mano, agarrándome entre las barras. Cuando sus dedos se cierran sobre la piel descubierta de mi muñeca, no siento nada más que repulsión. Me sujeta firmemente, como si fuera una especie de salvavidas. Algo se ha roto en él, revelando a un niño desesperado, algo patético y sin esperanza tratando de aferrarse a su juguete favorito.
—Puedo salvarte.
Las palabras hacen que se me ponga la piel de gallina.
—Tu padre te amaba, Maven. No lo veías, pero él lo hacía.
—Mentira.
—¡Él te amaba, y lo has matado! —Las palabras vienen más rápido, derramándose como la sangre de una vena—. Tu hermano te amaba, y le has convertido en un asesino. Yo… te amaba. Confiaba en ti. Te necesitaba. Y ahora voy a morir por ello.
—Yo soy rey. Vivirás si quiero que lo hagas. Lo haré.
—¿Quieres decir si mientes? Un día tus mentiras te estrangularán, rey Maven. Mi único arrepentimiento es que no estaré viva para verlo. —Y entonces es mi turno para agarrarlo. Tiro con todas mis fuerzas, haciéndolo tropezar contra los barrotes. Mis nudillos conectan con su mejilla, y grita apartándose como un perro apaleado—. Nunca cometeré el error de volver a amarte de nuevo.
Para mi desgracia, se recupera rápidamente y alisa su cabello.
—¿Así que le eliges a él?
Eso es todo lo que esto siempre ha sido. Celos. Rivalidad. Todo para que la sombra pudiera derrotar a la llama.
Tengo que echar la cabeza hacia atrás y reírme, sintiendo los ojos de los hermanos sobre mí.
—Cal me ha traicionado, y yo le he traicionado a él. Y tú nos has traicionado a ambos, en mil maneras diferentes. —Las palabras son pesadas como la piedra pero correctas. Muy correctas—. No elijo a nadie.
Por una vez, siento como que controlo el fuego y Maven ha sido quemado por él. Se tambalea alejándose de mi celda, de alguna manera derrotado por la pequeña chica sin su rayo, la prisionera encadenada, la humana ante un dios.
—¿Qué les dirán cuando sangre? —siseo hacia él—. ¿La verdad?
Se ríe profundamente en su pecho. El chico desaparece, sustituido por el rey asesino otra vez.
—La verdad es lo que yo haga de ella. Podría incendiar este mundo y llamarlo lluvia.
Y algunos lo creerán. Los tontos. Pero otros no. Rojo y Plateado, alto y bajo, algunos verán la verdad.
Su voz se convierte en un gruñido, su rostro, la sombra de una bestia.
—Cualquier persona que sabe que te escondimos, cualquiera con siquiera una pizca de sospecha, será controlado.
Mi mente zumba, volando a todos los que sabían que algo acerca de mí era extraño. Maven me gana allí, pareciendo disfrutar enumerando las muchas muertes.
—Lady Blonos tenía que irse, por supuesto. La decapitación se encarga muy bien de los curanderos de piel.
Ella era un viejo cuervo, una molestia… y no se merecía esto.
—Las sirvientas han sido más fáciles. Muchachas bonitas, hermanas de Oldshire. Madre se ha encargado de ellas por su cuenta.
Nunca siquiera aprendí sus nombres.
Mis rodillas golpean el suelo pesadamente, pero apenas lo siento.
—Ellas no sabían nada. —Pero mis ruegos son inútiles ahora.
—Lucas también se irá —dice, sonriendo con sus dientes brillantes en la oscuridad—. Tendrás la oportunidad de ver eso por ti misma.
Me siento con arcadas.
—¡Me dijiste que estaba a salvo, con su familia…!
Se ríe mucho y fuerte.
—¿Cuándo vas a darte cuenta de que cada palabra que ha salido de mi boca era una mentira?
—Nosotros lo forzamos, Julián y yo. Él no hizo nada malo. —Rogar se siente tan horrible, pero es todo lo que se me ocurre hacer—. Es de la Casa Samos. No puedes matar a uno de ellos.
—Mare, ¿no has estado prestando atención? Puedo hacer cualquier cosa —gruñe—. Es una lástima que no hayamos podido traer a Julián aquí a tiempo. Me hubiera gustado obligarlo a verte morir.
Hago lo que puedo para ahogar un sollozo, presionando una mano contra mi boca. A mi lado, Cal gruñe profundo en su garganta, pensando en su tío.
—¿Lo has encontrado?
—Por supuesto que sí. Hemos capturado a Julián y Sara. —Maven se ríe—. Me conformaré con matar a Skonos primero, terminando el trabajo que mi madre comenzó. Conoces la historia allí ahora, ¿verdad, Cal? Sabes lo que hizo mi madre, susurrando en la cabeza de Coriane para obtener lo que quería, haciendo que su cerebro se arrastrase. —Se acerca, con los ojos desorbitados y aterradores—. Sara lo sabía. Y tu padre, incluso tú, se negaron a creerle. Dejaron ganar a mi madre. Y lo has hecho de nuevo.
Cal no responde, descansando su cabeza contra los barrotes. Satisfecho porque ha destruido a su hermano, Maven se vuelve contra mí, caminando un poco más allá de mi celda.
—Haré a los demás gritar por ti, Mare, hasta el último. No sólo a tus padres. No sólo a tus hermanos. Sino a cada uno como tú. Voy a encontrarlos, y morirán contigo en sus pensamientos, sabiendo que este es el destino que les has traído. Yo soy el rey y tú podrías haber sido mi reina Roja. Ahora no eres nada.
No me molesto en apartar las lágrimas que corren por mis mejillas. Ya no sirve de nada. Maven disfruta verme rota y se chupa los dientes como si quisiera probarme.
—Adiós, Maven. —Me gustaría que hubiera más que decir, pero no hay palabras para su maldad. Él sabe lo que es, y lo peor de todo, le gusta.
Deja caer la cabeza, casi inclinándose ante nosotros. Cal no se molesta en mirar y agarra los barrotes en cambio, agarra el metal como si fuera el cuello de Maven.
—Adiós, Mare. —La sonrisa se ha ido, y, para mi sorpresa, sus ojos están húmedos. Vacila, no se quiere ir. Es como si de repente comprendiera lo que ha hecho y lo que va a pasar con todos nosotros—. Te dije que ocultaras tu corazón una vez. Deberías haberme escuchado.
Cómo se atreve.
Tengo tres hermanos mayores, así que cuando le escupo, mi objetivo es perfecto, golpeándolo directamente en los ojos.
Se gira rápidamente, casi corriendo de nosotros. Cal lo mira durante mucho tiempo, incapaz de hablar. Sólo puedo sentarme, dejando que mi rabia se filtre de nuevo. Cuando Cal se coloca de nuevo contra mí, no hay nada más que decir.
Muchas han conducido a este día, a todos nosotros. Un hijo olvidado, una madre vengativa, un hermano con una larga sombra, una mutación extraña. Juntos, han escrito una tragedia.
En los cuentos, los viejos cuentos de hadas, viene un héroe. Pero todos mis héroes han desaparecido o muerto. Nadie viene por mí.
Debe ser la mañana siguiente, cuando los Centinelas llegan, dirigidos por el propio Arven. Con los muros sofocantes, su presencia hace que sea difícil mantenerse de pie, pero me obligo a hacerlo.
—Centinela Provos, Centinela Viper. —Cal asiente a los Centinelas cuando abren su celda. Lo colocan rudamente pie. Incluso ahora, frente a la muerte, Cal está en calma.
Saluda a todos los guardias que pasamos, dirigiéndose a ellos por su nombre. Ellos le devuelven la mirada, enfadados o confundidos o ambos. Un asesino de reyes no debe ser tan amable. Los soldados son aún peores. Él quiere decirles adiós adecuadamente, pero sus propios hombres se vuelven duros y fríos al verlo. Y creo que eso le duele casi tanto como todo lo demás. Después de un rato, se queda en silencio, perdiendo el último rastro de voluntad que le quedaba. A medida que ascendemos de la oscuridad, el ruido de una multitud crece constantemente. Débil al principio, pero luego un rugido sordo justo encima de nosotros. La arena está llena, y están listos para un espectáculo.
Esto empezó cuando caí en el Jardín Espiral, un cuerpo hecho de chispas, y ahora termina en el Cuenco de Huesos. Voy a irme como un cadáver.
Los asistentes en la arena, todos Plateados de ojos opacos, descienden sobre nosotros como una bandada de palomas. Me llevan detrás de una cortina, preparándome para lo que está por venir con movimientos bruscos y manos duras. Apenas los siento, empujar y tirar, poniéndome una versión más barata de un traje de entrenamiento. Esto está destinado a ser un insulto, hacerme vestir algo tan simple para morir, pero prefiero la tela rayada que el susurro de la seda. Pienso vagamente en mis sirvientas. Me pintaban todos los días; sabiendo que tenía algo que ocultar. Y han muerto por ello. Nadie me pinta ahora ni siquiera se molestan en quitar la suciedad de haber pasado una noche en una celda. Más espectáculo. Una vez, llevé seda y joyas y sonrisas bonitas, pero eso no encaja en la mentira de Maven. Una chica de Roja con harapos es más fácil para que lo entiendan, y asesinen.
Cuando vuelven a sacarme, puedo ver que han hecho lo mismo con Cal. No habrá medallas, ni armadura para él. Pero tiene su brazalete crea-llamas de nuevo. El fuego arde todavía, llameando en el soldado roto. Se ha resignado a morir, pero no antes de llevarse a alguien con él.
Sostenemos la mirada del otro, simplemente porque no hay otro lugar al cual mirar.
—¿Hacia dónde nos dirigimos? —dice Cal finalmente, apartando sus ojos de los míos para enfrentar a Arven.
El viejo, blanco como el papel, mira hacia atrás, a sus antiguos alumnos sin un atisbo de remordimiento. ¿Qué le han prometido, por su ayuda? Pero ya puedo verlo. La insignia sobre su corazón, la corona de lignito, diamante y rubí, que una vez fue de Cal. No dudo de que le hayan dado mucho más.
—Eras un príncipe y un general. En su sabiduría, el rey misericordioso ha decidido que por lo menos morirás con gloria. —Sonríe mientras habla, mostrando pequeños dientes afilados. Dientes de rata—. Una buena muerte, del tipo que un traidor no se merece. En cuanto a la chica Roja, embaucadora. —Dirige su temible mirada hacia mí, concentrándose más. El peso asfixiante de su poder amenaza con doblegarme—. No tendrá ningún arma en absoluto y morirá como la malvada que es.
Abro la boca para protestar, pero Arven me mira amenazadoramente, su aliento apesta a veneno.
—Órdenes del rey.
Sin armas. Siento ganas de gritar. Sin rayo. Arven no me dejará ir, ni siquiera para morir. Las palabras de Maven hacen eco fuertemente en mi cabeza. Ahora no eres nada. Moriré como nada. Ellos no tienen que ocultar mi sangre si pueden reclamar que mis poderes eran falsos de alguna manera.
Abajo, en las celdas, casi tenía ganas de salir a la arena, para enviar mis chispas hacia el cielo y mi sangre a la tierra. Ahora me sacudo y tiemblo, con ganas de huir, pero mi orgullo miserable, lo único que me queda, ni siquiera va a permitirme eso.
Cal toma mi mano. Se estremece como yo, asustado de morir. Al menos tendrá la oportunidad de luchar.
—Te protegeré tanto como pueda—susurra. Casi no lo oigo con el ruido de pasos y el ritmo patético de mi corazón.
—No me lo merezco —murmuro en respuesta, pero aprieto su mano en señal de agradecimiento de todos modos. Le he traicionado, he arruinado su vida, y así es como me paga.
La siguiente sala es la última. Un pasaje inclinado, que se dirige a una pendiente ligera a una puerta de acero. La luz del sol danza a través de esta, cayendo hacia nosotros, junto con todo el ruido de un escenario lleno. Las paredes distorsionan los sonidos, transformando los aplausos y gritos en los aullidos de una pesadilla. Supongo que no está lejos de la verdad.
Al entrar, veo que no somos los únicos esperando a morir.
—¡Lucas!
Un guardia sostiene su brazo, pero Lucas se las arregla para mirar por encima de su hombro. Su rostro está lleno de moretones y parece más pálido que antes, como si no hubiera visto el sol en días. Probablemente es cierto.
—Mare. —Sólo la forma en que dice mi nombre me hace temblar. Él es otro a quien he traicionado, usándolo como lo hice con Cal, Julian, el coronel, como he intentado usar a Maven—. Me preguntaba cuándo te volvería a ver.
—Lo siento mucho. —Iré a mi tumba disculpándome, y todavía no será suficiente—. Me dijeron que estabas con tu familia, que estabas a salvo, o si no…
—O si no, ¿qué? —pregunta con lentitud—. No soy nada para ti. Sólo algo para ser usado y desechado.
La acusación corta como un cuchillo.
—Lo siento, pero tenía que hacerlo.
—La reina me obligó a recordarlo. —Obligó. Hay dolor en su voz—. No te disculpes, porque no hablas en serio.
Quiero abrazarlo, para mostrar que esto no era lo que quería.
—Lo hago; te lo juro, Lucas.
—Su Majestad, Maven de la Casa Calore y Casa Merandus, el Rey de Norta, Llama del Norte —suena el grito en la arena, haciendo eco hasta nosotros a través de la puerta. Los vítores acompañantes me hacen temblar, y Lucas se estremece. Su fin está cerca.
—¿Lo harías de nuevo? —Las palabras sale bruscamente—. ¿Me arriesgarías por tus amigos terroristas de nuevo? —Lo haría. No lo digo en voz alta, pero Lucas ve mi respuesta en mis ojos—. He guardado tu secreto.
Es peor que cualquier insulto que podía lanzarme. Saber que me ha protegido, a pesar de que no me lo merezco, roe mis entrañas.
—Pero ahora sé que no eres diferente, ya no —continúa, casi escupiendo—. Eres igual que todos los demás. Sin corazón, egoísta, fría, justo como nosotros. Te han enseñado bien.
Luego se gira, enfrentando la puerta de nuevo. No quiere más palabras de mí. Quiero ir hacia él, para tratar de explicarme, pero un guardia me detiene. No hay nada más que pueda hacer, sino estar de pie y esperar nuestra perdición.
—Mis ciudadanos. —La voz de Maven se filtra a través de la puerta con la luz del día. Suena igual que su padre, igual que Cal, pero hay algo más agudo en su voz. Sólo tiene diecisiete años y ya es un monstruo—. Mi gente, mis hijos.
Cal se burla a mi lado. Pero en la arena recae un silencio inquietante. Él los tiene en la palma de su mano.
—Algunos podrían llamar a esto una crueldad —continúa Maven. No dudo de que haya memorizado un discurso conmovedor, probablemente escrito por su bruja madre—. El cuerpo de mi padre está apenas frío, su sangre aún tiñe el suelo, y me he visto obligado a tomar su lugar, a comenzar mi reinado en una sombra tan violenta. No hemos ejecutado a los nuestros en diez años, y me duele comenzar esa horrible tradición de nuevo. Pero por mi padre, por mi corona, por ustedes, debo hacerlo. Soy joven, pero no soy débil. Tales delitos, tal maldad serán castigados.
Por encima de nosotros, arriba en la arena, los gritos resuenan, animando a la muerte.
—Lucas de la Casa Samos, por crímenes contra la corona, por connivencia con la organización terrorista conocida como la Guardia Escarlata, te declaro culpable. Te sentencio a morir. Te condeno a la ejecución.
Y luego Lucas camina por la pendiente, hacia su propia muerte. No desperdicia una mirada en mí. No es que la merezca. Morirá, no sólo por lo que le obligué a hacer, sino por lo que soy. Como los demás, sabía que había algo extraño en mí. E igual que los otros, va a morir. Cuando desaparece por la puerta ahora, tengo que volverme y mirar a la pared. Los disparos son difíciles de ignorar. La multitud ruge, complacida por el violento espectáculo.
Lucas ha sido sólo el principio, el acto de apertura. Nosotros somos el espectáculo.
—Camina —dice Arven, empujándonos. Nos sigue a medida que comenzamos el lento ascenso.
No puedo dejar ir la mano de Cal, en caso de tropezar. Cada músculo de él está tenso, listo para la pelea de su vida. Extiendo la mano en busca de mi rayo en un último intento, pero no sale nada. No hay ni siquiera un temblor en mí. Arven, y Maven, se lo han llevado.
A través de la puerta, veo el cuerpo de Lucas ser arrastrado, dejando una franja de sangre plateada por la arena. Una ola de asco me recorre, y tengo que morderme el labio.
Con un gran gemido, la compuerta de acero se estremece y se eleva. La luz del sol me ciega por un segundo, congelándome, pero Cal tira de mí hacia la arena.
La arena blanca, ligera como el polvo, se desliza debajo de mis pies. Cuando mis ojos se acostumbran, casi me olvido de respirar. La arena es enorme, una boca ancha gris de acero y piedra, llena de miles de rostros enfadados. Se quedan mirando hacia nosotros en silencio ensordecedor, vertiendo su odio en mi piel. No puedo ver ningún Rojo en absoluto, pero no lo esperaría. Esto es lo que los Plateados llaman entretenimiento, otro espectáculo con el cual reír, y no lo compartirán.
Las pantallas de video llenan la arena, reflejando mi propio rostro hacia mí. Por supuesto que deben grabar esto, para transmitirlo por toda la nación. Para mostrar al mundo otro Rojo rebajado. La vista me da qué pensar; me parezco a mí misma otra vez. Raído cabello enredado, ropa sencilla, con la suciedad cayendo de mí en pequeñas nubes. Mi piel se sonroja con la sangre que he tratado siempre de ocultar. Si la muerte no estuviera esperándome, probablemente sonreiría.
Para mi sorpresa, las pantallas parpadean, cambiando de la imagen de nosotros a imágenes de seguridad, de todas las cámaras, todos los ojos eléctricos. Con un suspiro tembloroso, me doy cuenta exactamente de lo profundo que era el plan de Maven.
Las pantallas reproducen todo, cada momento robado. Escapándome del Salón con Cal, bailando juntos, nuestras conversaciones susurradas, nuestro beso. Y luego el asesinato del rey en su terrible esplendor. Tomados en conjunto como uno solo, no es difícil de creer la historia de Maven. Todo se conecta, el cuento de la malvada Roja que sedujo a un príncipe, que le hizo matar a un rey. La multitud jadea y murmura, creyendo la mentira perfecta. Incluso mis padres lo tendrían difícil para negar esto.
—Mare Molly Barrow.
La voz de Maven retumba detrás de mí, y me giro para ver al tonto real con la mirada fija en nosotros. Su propio paco lleno de banderas negras y rojas, llenas hasta el borde con lores que reconozco. Todos visten de negro, olvidando sus colores de casa en honor a un rey asesinado. Sonya, Elane, y todos los otros chicos de las Casas Altas miran hacia mí con disgusto. Lord Samos se encuentra a la izquierda de Maven, con la reina a su derecha. Elara se esconde detrás de un velo de luto, probablemente para ocultar su sonrisa maliciosa. Espero que Evangeline se acerque, contenta de casarse con el próximo rey. Después de todo, sólo quería la corona. Pero no está en ningún lugar. Maven parece un fantasma oscuro, su pálida piel afilada contra el brillo negro de la armadura. Incluso lleva la espada con la que mataron al rey, y la corona de su padre está ubicada contra su cabello, brillando al sol.
—Una vez creímos que eras la perdida Mareena Titanos, otra ciudadana asesinada de mi corona. Con la ayuda de tus hermanos Rojos, nos engañaste con trucos tecnológicos y artimañas, infiltrándote en mi propia familia. —Trucos tecnológicos. Las pantallas me muestran de nuevo en el Jardín Espiral, vibrando con electricidad. En las imágenes, parece antinatural—. Te hemos dado una educación, estatus, poder, fuerza, e incluso nuestro amor. Pero, nos has recompensado con alevosía, volviendo a mi propio hermano contra su sangre con tu engaño.
»Ahora sabemos que eres una agente de la Guardia Escarlata derrotada y eres directamente responsable de la pérdida de innumerables vidas. —Las imágenes parpadean a la noche del Sol, al salón de baile lleno de sangre y muerte. La bandera de Farley, la tela roja y el sol roto, destacan contra el caos.
»Junto con mi hermano, el príncipe Tiberias el Séptimo, de la Casa Calore y Casa Jacos, se te acusa de muchos delitos violentos y lamentables contra la corona, incluyendo el engaño, la traición, el terrorismo y el asesinato.—Tus manos no están más limpias que las mías, Maven—. Has matado al rey, mi padre, embrujaste a su propio hijo para cometer el hecho. Eres una malvada Roja. —Dirige sus ojos a Cal, ahora casi encendidos de ira—. Y tú eres un hombre débil. Un traidor a tu corona, tu sangre, y tus colores. —La muerte del rey se reproduce de nuevo, cimentando las retorcidas palabras de Maven.
»Los declaro culpables a ambos de sus crímenes. Los condeno a la ejecución. —Un gran abucheo se eleva en la arena. Suena como cerdos gritando, aullando por sangre.
Las pantallas de vídeo parpadean de regreso a nosotros, esperando que lloremos o supliquemos por nuestras vidas. Ninguno de los dos se mueve un centímetro. No van a conseguir eso de nosotros.
Maven nos mira desde un lado de su palco, de reojo, esperando que uno de nosotros se rompa.
En cambio, Cal saluda, llevando dos dedos a su frente. Es mejor que golpear a Maven en el rostro, y se retira, decepcionado. Aparta la mirada de nosotros, al otro lado de la arena. Cuando me giro, espero ver a los pistoleros que han matado a Lucas, pero me recibe una vista muy diferente.
No sé de dónde vienen o cuándo, pero cinco figuras aparecen en el polvo.
—Eso no es tan malo —murmuro, apretando la mano de Cal. Es un guerrero, un soldado. Cinco contra uno podría incluso ser justo para él.
Pero Cal frunce el ceño, su atención en nuestros verdugos. Se hacen más claros y el miedo me recorre. Conozco sus nombres y habilidades, algunos mucho mejores que otros. Todos ellos vibran con fuerza, con armaduras y uniformes destinados para la guerra.
Un Rhambos Brazosfuertes para desgarrarme, un Haven hijo que desaparecerá y me ahogará como un fantasma en las sombras, y el propio lord Osanos para apagar el fuego de Cal. Arven también, me recuerdo a mí misma. Él está en la puerta, sus ojos nunca abandonan mi cuerpo.
No olvides los otros dos. Los Magnetrones.
Es casi poético, de verdad. En armaduras conjuntas, con ceños conjuntos, Evangeline y Ptolemus miran hacia nosotros, sus puños rodean largos cuchillos crueles.
En algún lugar de mi cabeza, un reloj avanza, contando hacia atrás. No queda mucho tiempo.
Por encima de nosotros, la voz de Maven ruge:
—Que mueran.


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Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard - Página 4 Empty Re: Lectura #3 - 2020 La Reina Roja-Victoria Aveyard

Mensaje por berny_girl Miér 29 Abr - 3:33

Capitulo 28


El escudo explota cobrando vida por encima de nosotros, una cúpula púrpura gigante de vidrio veteado como en el del Jardín Espiral No para protegernos, sino para proteger a la multitud. Las chispas de rayo pulsan a través del monstruoso techo, provocándome. Sin Arven, el poder del rayo sería mío y podría luchar. Podría mostrar a este mundo quién soy. Pero eso no sucederá.
Cal se mueve, extendiendo su brazo. El aire ondula a su alrededor, distorsionado por las olas de calor que salen de su cuerpo. Se gira hacia los demás, protegiéndome.
—Quédate detrás de mí todo el tiempo que puedas —dice, dejando que su propio calor me empuje hacia atrás. Crea-fuego chispea, y el fuego crepita entre sus dedos, al crecer por sus brazos. Algo en su camisa evita que se queme, y la tela no se destruya—. Cuando rompan a través de la pared, tendrás que correr. Evangeline es la más débil, pero el Brazosfuertes es lento. Puedes escaparte de él. Van a tratar de alargar esto, para que sea un espectáculo. —Luego suavemente añade—: No van a dejarnos morir rápidamente.
—¿Qué hay de ti? Osanos…
—Deja que me preocupe por Osanos.
Los verdugos se mueven constantemente, como lobos acechando a sus presas. Se propagan por todo el centro de la arena, cada uno listo para avanzar. En algún lugar, el metal chirría y una pieza del suelo de la arena se desliza, revelando una piscina de agua salpicando los pies de lord Osanos. Sonríe, llevando el agua hasta él en un escudo amenazante. Recuerdo a su hija Tirana en el duelo con Maven en el Entrenamiento. Ella lo destruyó.
Todo alrededor, los abucheos de la multitud. Ptolemus ruge con ellos, dejando que su famoso temperamento tome el relevo. Golpea en su armadura, sonando como una campana. A su lado, Evangeline hace girar sus cuchillos, deslizándolos sobre sus nudillos con una sonrisa.
—Esto no va a ser como antes, Roja —dice—. No hay trucos que puedan salvarte ahora.
Trucos. Evangeline conoce mis habilidades mejor que nadie; sabe que no son trucos. Pero ella cree. Ignora la verdad por algo más fácil de entender.
El hijo Haven, Stralian, sonríe para sí mismo. Igual que su hermana Elane, es una Sombra. Cuando parpadea fuera de la visibilidad, desapareciendo en la luz del sol brillante, Cal se mueve más rápido de lo que pensaba posible, balanceando su brazo en un amplio arco como si estuviera lanzando un puñetazo.
Un rugido de llamas sigue a su brazo, quemando la arena, separándonos de ellos. Pero el fuego es sorprendentemente débil. La arena apenas arde.
No puedo dejar de mirar hacia Maven, con ganas de gritarle, sólo para descubrir que todavía está mirándome con esa insufrible sonrisa torcida. No sólo me ha quitado mis habilidades, sino que también está limitando a Cal tanto como le sea posible.
—Bastardo —maldigo en voz baja—. La arena…
—Lo sé —dice Cal, incendiando más pedacitos del suelo con un gesto de la mano.
Directamente frente a nosotros, la línea de fuego se separa por un segundo, seguido de cerca por un amargo grito de dolor. En el otro lado del agonizante fuego, Stralian se desvanece de nuevo de la vista, bateando llamas de sus brazos. Osanos le rocía con un gesto vago, apagando el fuego con una ola de agua. A continuación, vuelve sus sorprendentes ojos azules hacia nosotros, al muro de Cal, y en un sólo movimiento, dirige el agua a través del fuego débil como el golpe de una ola. El agua sisea y escupe, en un destello hirviendo en densas nubes de vapor. Atrapado por la cúpula de cristal, el vapor se instala a través de la arena, nos envuelve en una niebla blanquecina fantasmal. En remolinos y giros, nos envuelve en un mundo blanco donde cada sombra podría ser nuestra perdición.
—¡Prepárate! —grita Cal, una mano llegando a mí, pero Ptolemus carga fuera del vapor en un rugido de carne y acero.
Golpea a Cal por el medio, tirándolo al suelo, pero Cal no permanece el tiempo suficiente para que Ptolemus lo apuñale con sus cuchillos. Los cuchillos se clavan en la tierra segundos después de que Cal salta, con las manos en la armadura de Ptolemus. El acero se derrite bajo su toque, sacándole un grito al enloquecido Ptolemus. Sólo puedo correr mientras Cal intenta cocinar a un hombre en su propia armadura.
—No quiero matarte, Ptolemus —dice Cal a través de los gritos de dolor. Cada cuchillo, cada fragmento de metal de Ptolemus busca apuñalar a Cal mientras se desvanece por su intenso calor—. No quiero hacer esto.
Tres cuchillos brillantes cortan a través del vapor, apenas exhibiendo una imagen borrosa. Demasiado rápido para derretirse en el aire. Golpean la espalda de Cal, rasgando través de su camisa antes de derretirse. Grita de dolor, perdiendo la concentración por un segundo mientras tres puntos de sangre plateada manchan su camisa. Los cuchillos son demasiado pequeños para cortar profundo, pero lo debilitan más. Ptolemus toma su oportunidad y en un abrir y cerrar de ojos, sus cuchillos se funden en una sola espada monstruosa. Arremete, con intención de cortar a Cal en dos, pero él lo esquiva a tiempo, ganando un rasguño en el abdomen.
Aún con vida. Pero no por mucho tiempo.
Evangeline aparece a través del vapor, con los cuchillos girando alrededor en una demostración reluciente. Cal se inclina y esquiva sus cuchillos, lanzando ráfagas de fuego para dejarla fuera de juego. Pelea con ambos, lanzando un ritmo loco que le permite luchar contra dos Magnetrones, a pesar de su fuerza y poder. Pero la sangre mancha su ropa y nuevas heridas aparecen con cada segundo que pasa. El arma de Ptolemus cambia, de una espada a un hacha a un látigo de metal muy estrecho, mientras que las estrellas dentadas de Evangeline siguen cortando. Lo están agotando. Lento pero seguro.
Mi rayo, pienso con tristeza, mirando hacia atrás a Arven en nuestra puerta. Todavía está ahí, una presencia negra para atormentarme. Una pistola cuelga de su cintura; ni siquiera trato de luchar contra él. No puedo hacer nada.
Cuando un gran trozo de hormigón sale fuera del vapor, dirigiéndose directamente hacia mí, apenas tengo tiempo de esquivarlo. Se hace añicos contra la arena donde yo estaba hace unos segundos, pero antes de que tenga tiempo de pensar, otra viene hacia mí, aullando a través del aire. El cielo está lloviendo hormigón sobre mí. Igual que Cal, encuentro mi ritmo, corriendo por la arena como una rata, hasta que algo me detiene en seco.
Una mano. Una mano invisible.
El agarre de Stralian se cierra en mi garganta, me ahogo. Puedo oírlo respirando en mi oído, aunque no lo vea.
—Roja y muerta —gruñe, apretando su mano.
Mi brazo se abre hacia afuera, hincando un codazo en lo que supongo son sus costillas, pero él se mantiene firme. No puedo respirar y unos puntos negros nublan mi visión, amenazando con extenderse, pero sigo luchando. A través de la bruma, puedo ver al Brazosfuertes Rhambos merodeando, con los ojos fijos en mí. Me destrozará.
Cal todavía lucha contra los hermanos Samos, haciendo todo lo posible por no ser apuñalado. No puedo gritar por él, incluso si quisiera, pero de alguna manera se las arregla para lanzar una bola de fuego hacia mí. Rhambos tiene que saltar hacia atrás, tropezando con sus enormes pies, dándome unos segundos más. Jadeante, asfixiada, araño con mis uñas otra vez, tratando de alcanzar una cabeza que no puedo ver. Es un milagro cuando siento el rostro y luego sus ojos. Con un grito jadeante, sigo arañando, los pulgares en las cuencas de sus ojos, cegándolo. Stralian ruge, dejándome ir. Cae de rodillas, parpadeando de nuevo a la existencia. Caen regueros de Sangre plateada de sus ojos como lágrimas de espejo.
—¡Se suponía que ibas a ser mío! —grita una voz, y giro para ver a Evangeline de pie sobre Cal, su espada levantada. Ptolemus ha luchado con Cal hasta el suelo, los dos ahora rodando por la arena con Evangeline cerniéndose sobre ellos, sus cuchillos salpicando el suelo a su alrededor—. ¡Mío!
No se me ha ocurrido que correr de cabeza hacia un Magnetrón podría no ser una buena idea hasta que choco con ella. Caemos juntas, mi rostro roza toda su armadura. Me duele, pica y sangra, goteando rojo para que todos lo vean. Aunque no puedo ver las pantallas, sé que cada una difunde la imagen de mi sangre a través del país.
Evangeline chilla, arremetiendo con sus cuchillas bailarinas. Detrás de nosotros, Cal lucha en pie, empujando a Ptolemus lejos con una llamarada de fuego. El Magnetrón choca con su hermana, golpeándola segundos antes de que sus cuchillos me corten.
—¡Agáchate! —grita Cal, lanzándome a la arena cuando otra losa de hormigón vuela sobre nosotros, haciéndose añicos contra la pared del fondo.
No podemos seguir con esto.
—Tengo una idea.
Cal escupe en la arena, y creo que veo algunos dientes mezclados con sangre.
—Bien, porque me he quedado sin ellas hace cinco minutos.
Llega otro bloque, obligándonos a saltar separándonos, y justo a tiempo. Evangeline y Ptolemus regresan por venganza, bloqueando a Cal en una danza caótica de cuchillos y metrallas. Sus poderes sacuden la arena alrededor de nosotros, llamando a más metal desde lo más profundo, lo que obliga a Cal a tener cuidado de dónde pisa. Fragmentos de tuberías y cables asoman a través de la arena, la creación de una carrera de obstáculos mortales de metal.
Uno de ellos apuñala a Stralian donde está arrodillado, todavía gritando por sus ojos. El tubo va directamente a través de él, pasando a través de su boca para acallar sus gritos para siempre. A través de los escombros, oigo el grito del público en el estadio y jadeo ante la vista. Para todas sus formas violentas, todo su poder, siguen siendo cobardes.
Mis pies golpean la arena mientras rodeo a Rhambos, desafiándolo a atacarme. Cal tiene razón, yo soy más rápida, y aunque Rhambos es un monstruo de músculos, se tropieza con sus propios pies tratando de perseguirme. Rompe las tuberías dentadas de la tierra, lanzándomelos como lanzas, pero son fáciles de esquivar y ruge en señal de frustración. Soy roja, no soy nada, y aun así puedo hacerte caer.
El sonido del agua corriendo me trae de vuelta, acordándome del quinto verdugo. La Ninfa.
Me vuelvo justo a tiempo para ver a lord Osanos partir el vapor como una cortina, dejando libre el suelo de la arena. Y a diez metros de distancia, todavía peleando fuerte, está Cal. El humo y el fuego explotan de él, haciendo retroceder a los Magnetrones. Pero a medida que avanza Osanos, y el agua se arrastra en un manto de remolino, las llamas de Cal retroceden. Aquí está el verdadero verdugo. Aquí está el final del espectáculo.
—¡Cal! —grito, pero no hay nada que pueda hacer por él. Nada.
Otra tubería pasan por mi mejilla, tan cerca que siento el aguijón frío, tan cerca que me hace girar y caer. La puerta está a unos metros de distancia, con Arven aún en la entrada, medio envuelta por la oscuridad.
Cal envía una ráfaga de fuego a Osanos, pero la sofoca rápidamente. El vapor grita por el choque de agua y el fuego, pero el agua está ganando.
Rhambos avanza, empujándome hacia la puerta. Acorralada. Dejo que me acorrale. Las rocas y el metal rompen contra la pared detrás de mí, suficiente como para romperme los huesos. Rayo, mi cabeza grita. RAYO.
Pero no hay nada. Sólo la humareda oscura de los sentidos muertos, asfixiándome.
A nuestro alrededor, la multitud salta a sus pies, sintiendo el final. Puedo oír a Maven por encima de mí, animando con todo el resto.
—¡Acaba con ellos! —grita. Todavía me sorprende escuchar tanta malicia en su voz. Pero cuando miro hacia arriba, sus ojos encontrándose con los míos a través del escudo y el vapor, no hay nada más que ira, rabia y maldad.
Rhambos apunta, con un tubo largo y dentado en la mano. La muerte ha llegado.
Por encima del estruendo, escucho un rugido de triunfo: Ptolemus. Él y Evangeline dan un paso atrás alejándose de una esfera de agua arremolinada, y la figura borrosa que hay dentro. Cal. El agua hierve, y su cuerpo trata de liberarse, pero no sirve de nada. Se va a ahogar.
Detrás de mí, casi en mi oído, Arven se ríe abiertamente.
—¿Quién tiene la ventaja? —se burla para sí mismo, repitiendo sus palabras del Entrenamiento.
Mis músculos duelen y se crispan, pidiendo que se acabe. Sólo quiero acostarme, admitir la derrota, para morir. Me han llamado mentirosa, tramposa, y tenían razón.
Tengo un truco más bajo la manga.
Rhambos apunta, fijando sus pies en la arena, y sé lo que debo hacer. Arroja su lanza con tal fuerza que parece quemar el aire. Me dejo caer, lanzándome a la arena.
Un silencio repugnante me dice que mi plan ha funcionado y el grito de la electricidad que están volviendo a la vida me dice que podría ganar.
Detrás de mí, Arven se desploma, una tubería le traspasa por la mitad.
—Tengo la ventaja —le digo a su cadáver.
Cuando vuelvo a mis pies, truenos, relámpagos, chispas, descargas y todo lo que posiblemente pueda controlar sale de mi cuerpo. La multitud grita en voz alta, Maven por encima de todos ellos.
—¡Mátala! ¡MÁTALA! —ruge, apuntando hacia mí a través de la cúpula—. ¡DISPÁRALE!
Las balas se clavan en la cúpula, brillando y golpeando contra el blindaje eléctrico, pero se mantiene firme. Se suponía que era para protegerlos, pero es eléctrico, es rayo, es mío, y el escudo me protege a ahora.
La multitud queda boquiabierta, sin creer lo que ven sus ojos. La sangre Roja gotea de mis heridas, y los rayos tiemblan en mi piel, declarando lo que soy para todos. En lo alto, las pantallas de vídeo se apagan. Pero ya me han visto. No pueden detener lo que ya ha sucedido.
Rhambos da un paso atrás temblando, su aliento se queda atrapado en su garganta. No le doy la oportunidad de tomar otro.
Plateado y Rojo, y más fuerte que ambos.
Mi rayo le golpea, hirviendo su sangre, friendo sus nervios, hasta que se derrumba en un montón de espasmos de carne.
Osanos cae después mientras mis chispas le recorren. La esfera líquida salpica el suelo, y Cal se derrumba en la arena, escupiendo agua con una tos áspera.
A pesar de las puntas de metal irregulares perforadas a través de la arena, que intentan atravesarme, empiezo a correr, esquivando y saltando sobre todos los obstáculos. Me han entrenado para esto. Es culpa suya. Han ayudado a crear su propia perdición.
Evangeline ondea una mano, enviando una viga de acero a mi cabeza. Me deslizo por debajo, con las rodillas casi rozando el suelo, antes de llegar a su lado, empuñando rayos en mis manos.
Ella invoca una espada de metal, forjando una cuchilla. Mi rayo rompe contra ella, golpeando a través del hierro, pero aun así ella lucha. El metal cambia y se divide a nuestro alrededor, tratando de luchar contra mí. Incluso sus arañas vuelven para derribarme, pero no son suficientes. Ella no es suficiente.
Otra ráfaga de rayo golpea sus cuchillos alejándolos y la envía lejos, tratando de escapar de mi ira. No lo hará.
—No es un truco. —Respira, tomada por sorpresa. Sus ojos vuelan entre mis manos mientras se aleja, los trozos de metal flotan entre nosotros en un escudo apresurado—. No es una mentira.
Puedo saborear la sangre roja en mi boca, fuerte, metálica y extrañamente maravillosa. Escupo hacia fuera para que todos lo vean. En lo alto, el cielo azul se oscurece por la cúpula blindada. Unas nubes negras se reúnen, pesadas y llenas de lluvia. La tormenta se acerca.
—Dijiste que me matarías si alguna vez me metía en tu camino. —Se siente tan devolverle sus palabras—. Aquí está tu oportunidad.
Su pecho sube y baja, pesado con cada respiración. Está cansada. Está herida. Y el acero detrás de sus ojos casi ha desaparecido, dando paso al miedo.
Arremete, y me muevo para bloquear su ataque, pero nunca llega. En su lugar, corre. Huye de , corriendo hacia la puerta más cercana que pueda encontrar. Voy detrás de ella, corriendo para cazarla, pero el rugido de frustración de Cal me detiene en seco.
Osanos está de nuevo en pie, peleando con renovada fuerza, mientras Ptolemus baila a su alrededor, en busca de su oportunidad. Cal no es bueno contra las Ninfas, no con su fuego. Recuerdo lo fácilmente que fue superado Maven en su propio entrenamiento hace tanto tiempo.
Mi mano se cierra alrededor de la muñeca de la Ninfa, impactando a través de su piel, obligándole a que vuelva su ira contra mí. El agua se siente como un martillo, lanzándome hacia atrás en la arena. Se estrella una y otra vez, por lo que es imposible respirar. Por primera vez desde que he entrado a la arena, la mano fría del miedo se aprieta alrededor de mi corazón. Ahora que tenemos la oportunidad de ganar, de vivir, tengo tanto miedo de perder. Mis pulmones gritan por aire y no puedo dejar de abrir la boca, dejando que el agua me ahogue. Duele como el fuego, como la muerte.
La más pequeña chispa me recorre, y es suficiente, propagándose a través del agua hasta a Osanos. Grita, saltando hacia atrás lo suficiente para que me libere, deslizándome por la arena mojada. El aire abrasa mis pulmones mientras respiro, pero no hay tiempo para disfrutar de él. Osanos está sobre mí otra vez; esta vez con sus manos alrededor de mi cuello, me sostiene por debajo del remolino de agua.
Pero estoy lista para él. El tonto es tan estúpido como para tocarme, para poner su piel contra la mía. Cuando libero el rayo, descargándolo a través de la carne y el agua, grita como una tetera hirviendo y se cae hacia atrás. A medida que el agua se cae, drenándose en la arena, sé que está realmente muerto.
Cuando me levanto, mojada, temblando por la adrenalina, el miedo y la fuerza, mis ojos vuelan a Cal. Está cortado y magullado, sangrando por todas partes, pero sus brazos tiene fuego de color rojo brillante, y Ptolemus se encuentra a sus pies. Levanta las manos en derrota, pidiendo clemencia.
—Mátalo, Cal —gruño, con ganas de verlo sangrar. Por encima de nosotros, el escudo de rayos pulsa de nuevo, sobrecargado con mi ira. Si tan sólo fuera Evangeline. Si tan sólo pudiera hacerlo yo sola—. Ha intentado matarnos. Mátalo.
Cal no se mueve, respirando con dificultad a través de sus dientes. Parece tan destrozado, ávido de venganza, consumido por la emoción de la batalla, pero también volviendo a ser el hombre tranquilo y reflexivo que solía ser. El hombre que ya no puede ser.
Pero la naturaleza de un hombre no se cambia tan fácilmente. Da un paso atrás, y las llamas se desvanecen.
—No lo haré.
El silencio hace presión, un maravilloso cambio de los gritos, una multitud abucheadora que hace unos minutos quería vernos muertos. Pero cuando miro hacia arriba, me doy cuenta de que no están mirando. No están viendo la misericordia de Cal o mi capacidad. Ni siquiera están allí. La gran arena se ha vaciado, sin dejar testigos de nuestra victoria. El rey los ha enviado lejos, para ocultar la verdad de lo que hemos hecho para que pueda suplantarlo con sus propias mentiras.
Desde su palco, Maven comienza a aplaudir.
—Bien hecho —grita, se mueve hacia el borde de la arena. Se asoma hacia nosotros a través del escudo, con su madre junto a su hombro.
El sonido duele más que cualquier cuchillo, haciéndome temblar. Hace eco a través de la estructura vacía, hasta que los pies marchando, botas sobre la piedra y arena, lo ahogan.
Seguridad, Centinelas, soldados, todos ellos llegan a la arena desde cada puerta. Hay cientos, miles, demasiados para luchar. Demasiados para huir. Hemos ganado la batalla, pero hemos perdido la guerra.
Ptolemus se revuelve, desapareciendo entre la multitud de soldados. Ahora estamos solos en un círculo cerrándose de manera constante, sin nada ni nadie.
No es justo. Hemos ganado. Les lo hemos demostrado. No es justo. Quiero gritar, golpear, descargar y luchar, pero las balas me golpearían primero. Unas lágrimas calientes por la ira llenan mis ojos, pero no voy a llorar. No en estos últimos momentos.
—Siento haberte hecho esto —le susurro a Cal. No importa cómo me siento acerca de sus creencias, él es el que verdaderamente pierde aquí. Yo conocía los riesgos, pero él era sólo un peón, dividido entre tantos jugando un juego invisible.
Aprieta la mandíbula, dando vueltas y vueltas mientras busca alguna manera de salir de esto. Pero no hay ni una sola. No espero que me perdone, y no lo merezco tampoco. Pero su mano se cierra sobre la mía, aferrándose a la última persona a su lado.
Poco a poco, empieza a tararear. Reconozco la melodía como la canción triste, con la que nos besamos en una habitación llena de luz de luna.
Los truenos retumban en las nubes, amenazando con estallar. Las gotas de lluvia golpean la cúpula por encima de nosotros. Descarga y arde en la lluvia, pero el agua sigue saliendo en un aguacero constante. Hasta el cielo llora por nuestra pérdida.
En el borde del palco, Maven nos mira. El escudo brillante distorsiona su rostro, haciéndole lucir como el monstruo que realmente es. El agua gotea por su nariz, pero no se da cuenta. Su madre le susurra algo al oído y se sacude, traído de vuelta a la realidad.
—Adiós, pequeña chica rayo.
Cuando levanta su mano, creo que podría estar temblando.
Como la niña que soy, aprieto mis ojos cerrándolos, esperando sentir el dolor cegador de un centenar de balas rasgándome. Mis pensamientos se dirigen hacia el interior, hacia días ya pasado. A Kilorn, mis padres, mis hermanos, mi hermana. ¿Los veré a todos pronto? Mi corazón me dice que sí. Están esperándome, en algún lugar, de alguna manera. E igual que ese día en el Jardín Espiral, cuando pensé que estaba cayendo a mi muerte, siento una fría aceptación. Voy a morir. Siento que la vida se va, y la dejo ir.
La tormenta sobre nosotros explota con un trueno ensordecedor, tan fuerte que sacude el aire. El suelo retumba bajo mis pies e, incluso detrás de los párpados cerrados, veo el destello cegador de luz. Púrpura, blanco y fuerte, lo más fuerte que he sentido alguna vez. Débilmente, me pregunto qué va a pasar si me golpea. ¿Voy a morir o voy a sobrevivir? ¿Me forjará como una espada, en algo terrible y fuerte y nuevo?
Nunca lo averiguo.
Cal me agarra por los hombros, tirando de ambos a un lado cuando un rayo gigante de truenos de luz desciende del cielo. Rompe a través del escudo, enviando fragmentos de color púrpura sobre nosotros como nieve cayendo. Arde contra mi piel en una sensación agradable, un impulso estimulante de poder para traerme de vuelta a la vida.
A nuestro alrededor, los hombres armados se acobardan, esquivando o huyendo, tratando de escapar de la tormenta. Cal intenta arrastrarme, pero apenas soy consciente de él. En cambio, mis sentidos zumban con la tormenta, sintiéndola crepitar por encima de mí. Es mío.
Cae otro rayo, golpeando en la arena, y los oficiales de seguridad se dispersan, corriendo por las puertas. Pero los Centinelas y los soldados no son tan fáciles de asustar, y vuelven a sus sentidos rápidamente. A pesar de que Cal me tira hacia atrás, tratando de salvarnos, nos persiguen; y no hay escape.
Tan buena como se siente la tormenta, me extenúa, agotando mi energía. Controlar una tormenta eléctrica es simplemente demasiado. Mis rodillas se doblan, y mi corazón late como un tambor, tan rápido que pienso que podría estallar. Un rayo más, uno más. Puede ser que tengamos una oportunidad.
Cuando mis pies tropiezan, con los tacones sobresaliendo sobre el abismo vacío que una vez contuvo el arma de agua de Osanos, sé que se ha acabado. No hay otro lugar para correr.
Cal me sostiene fuerte, tirando de mí hacia atrás desde el borde en caso de que me caiga. No hay nada más que oscuridad ahí abajo, y el eco del batir del agua en el fondo. Nada más que las tuberías y cañerías y la oscura nada. Y por delante de nosotros, las practicadas y brutales filas de soldados. Apuntan mecánicamente, levantando sus armas al unísono.
El escudo está roto, la tormenta se está muriendo, y hemos perdido. Maven puede oler mi derrota y sonríe desde su palco, sus labios forman una sonrisa aterradora. Incluso desde una tan grande, que puedo ver los puntos centelleantes de su corona. El agua de la lluvia corre por sus ojos, pero no parpadea. No se quiere perder mi muerte.
Las armas se elevan, y esta vez no van a esperar la orden de Maven.
Los disparos truenan, como mi tormenta, sonando a través de la arena vacía. Pero no siento nada. Cuando la primera línea de hombres armados cae, sus pechos salpicados de agujeros de bala, no lo entiendo.
Parpadeo a mis pies, sólo para ver una línea de pistolas de extraños que sobresalen por encima del borde del abismo. Cada cañón suelta humo y se levanta, aún disparando, derribando a todos los soldados en frente de nosotros.
Antes de que pueda entenderlo, alguien agarra la parte de atrás de mi camisa y me tira hacia abajo para caer por el aire negro. Aterrizamos en agua muy por debajo, pero los brazos nunca me dejan ir.
El agua me lleva, hacia la oscuridad.


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Mensaje por berny_girl Miér 29 Abr - 3:40

Epilogo


El vacío negro del sueño decae, dando paso a la vida de nuevo. Mi cuerpo se balancea con el movimiento, y puedo sentir un motor en alguna parte. Chillidos de metal contra metal, raspando a alta velocidad en un ruido que reconozco vagamente. El Tren Subterráneo.
El asiento bajo mi mejilla se siente extrañamente suave, pero también tenso. No cuero o tela u hormigón, me doy cuenta, sino carne caliente. Se desplaza por debajo de mí, ajustándose cuando me muevo, y abro los ojos. Lo que veo es suficiente para hacerme creer que sigo soñando.
Cal se encuentra en el tren, su postura es rígida y tensa, con los puños apretados en su regazo. Mira hacia el frente, a la persona que me sostiene, y en sus ojos está el fuego que conozco tan bien. El tren le fascina, y su mirada parpadea de vez en cuando, echando un vistazo a las luces, las ventanas y los cables. Está deseoso por examinarlo, pero la persona a su lado le impide moverse en absoluto.
Farley.
La revolucionaria, toda cicatrices y tensión, se encuentra por encima de él. De alguna manera, ella sobrevivió a la masacre bajo la Plaza. Quiero sonreír, llamarla, pero la debilidad sangra a través de mí, manteniéndome quieta. Recuerdo la tormenta, la batalla de la arena, y todos los horrores que vinieron antes. Maven. Su nombre hace que mi corazón se apriete, retorciéndose con angustia y vergüenza. Cualquiera puede traicionar a cualquiera.
Su arma cuelga sobre su pecho, lista para dispararle a Cal. Hay más como ella, custodiándolo con tensión. Están rotos, heridos, y son tan pocos, pero todavía parecen amenazantes. Sus ojos no se apartan del príncipe caído, observándolo como un gato lo haría con un ratón. Y luego veo que sus muñecas están atadas, con grilletes de hierro que él fácilmente podría derretir. Pero no lo hace. Simplemente se sienta en silencio, esperando algo.
Cuando siente mi mirada, sus ojos van a los míos. La vida chispea en él de nuevo.
—Mare —murmura, y algo de la ira caliente se evapora. Algo.
Mi cabeza da vueltas cuando trato de levantarme, pero una mano reconfortante me empuja hacia abajo.
—Acuéstate —dice una voz, una voz que reconozco vagamente.
—Kilorn —murmuro.
—Estoy aquí.
Para mi confusión, el viejo muchacho pescador empuja su camino a través de los soldados de la Guardia detrás de Farley. Tiene cicatrices ahora, con vendajes sucios en su brazo, pero se encuentra de pie. Y está vivo. Solo la visión de él envía un torrente de alivio a través de mí.
Pero si Kilorn está de pie allí, con el resto de la Guardia, entonces…
Mi cuello gira bruscamente, moviéndose para mirar a la persona por encima de mí.
—¿Quién…?
La cara es familiar, un rostro que conozco muy bien. Si no estuviera acostada, sin duda me caería. La conmoción es demasiada para soportarla.
—¿Estoy muerta? ¿Estamos muertos?
Él ha venido a llevarme. He muerto en la arena. Esto es una alucinación, un sueño, un deseo, un último pensamiento antes de morir. Todos estamos muertos.
Pero mi hermano niega lentamente, mirándome con unos familiares ojos color miel. Shade siempre fue el guapo, y la muerte no ha cambiado eso.
—No estás muerta, Mare —dice, su voz tan suave como la recuerdo—. Ni tampoco yo.
—¿Cómo? —Es todo lo que logro decir, sentándome para examinar a mi hermano plenamente. Tiene el mismo aspecto que recuerdo, sin las cicatrices habituales de un soldado. Incluso su cabello castaño está creciendo de nuevo, arruinando el corte militar. Paso los dedos por él, para convencerme de que es real.
Pero él no es el mismo. Igual que tú no eres la misma.
—La mutación —digo, dejando que mi mano apriete su brazo—. Ellos te mataron por eso.
Sus ojos parecen bailar.
—Lo intentaron.
No parpadeo, el tiempo no pasa, pero él se ha movido a una velocidad más allá de mi vista, incluso más que veloz. Ahora se encuentra frente a mí, al lado de Cal que sigue con los grilletes. Es como si se desplazara a través del espacio, saltando de un lugar a otro sin nada tiempo.
—Y fracasaron —termina desde su nuevo asiento. Su sonrisa es amplia ahora, agradablemente divertido por mi mirada boquiabierta—. Dijeron que me habían matado, les dijeron a los capitanes que estaba muerto y mi cuerpo quemado. —Otra fracción de segundo y él está sentado a mi lado otra vez, apareciendo de la nada. Teletransportándose—. Pero no fueron lo suficientemente rápidos. Nadie lo es.
Trato de asentir, trato de entender su habilidad, su simple existencia, pero no puedo comprender mucho más que el círculo de sus brazos a mi alrededor. Shade. Vivo y como yo.
—¿Y los demás? Mamá, papá… —Pero Shade me detiene con una sonrisa.
—Están a salvo y esperando —dice. Su voz se rompe un poco, abrumado por la emoción—. Los veremos pronto.
Mi corazón se hincha con el pensamiento. Pero como toda mi felicidad, toda mi alegría y toda mi esperanza, no dura mucho. Mis ojos se posan en la Guardia cargada de armas, en las cicatrices de Kilorn, en el rostro tenso de Farley y las manos atadas de Cal. Cal, quien ha sufrido tanto, escapando de una prisión a otra.
—Libéralo. —Le debo mi vida, más que mi vida. Seguramente le puedo dar algo de comodidad aquí. Pero nadie se mueve ante mis palabras, ni siquiera Cal.
Para mi sorpresa, él contesta antes que Farley.
—No lo harán. Y no deberían. De hecho, probablemente deberían vendarme los ojos, si realmente quieren ser cuidadosos.
A pesar de que ha sido derribado, expulsado de su propia vida, Cal no puede cambiar quien es. El soldado sigue en él.
—Cal, cállate. No eres un peligro para nadie.
Con un bufido, Cal ladea la cabeza, haciendo un gesto hacia el tren de rebeldes armados.
—Ellos parecen pensar lo contrario.
—No para nosotros, quiero decir —agrego, retrocediendo contra el asiento—. Él me salvó allí, incluso después de lo que hice. Y después de lo que Maven te hizo…
—No digas su nombre. —Su rugido es espantoso, me hace temblar, y no se me escapa la mano de Farley apretándose alrededor de su arma.
Sus palabras se deslizan entre dientes apretados.
—No importa lo que él haya hecho por ti, el príncipe no está de nuestro lado. Y no nos arriesgaré por tu pequeño romance.
Romance. Temblamos ante la palabra. Ya no hay tal cosa entre nosotros. No después de lo que nos hemos hecho el uno al otro, y lo que nos han hecho. Sin importar lo mucho que podríamos quererlo.
—Vamos a seguir luchando, Mare, pero los Plateados nos han traicionado antes. No vamos a confiar en ellos otra vez. —Las palabras de Kilorn son más suaves, un bálsamo para tratar de ayudarme a entender. Pero sus ojos chispean hacia Cal. Obviamente, recuerda la tortura en las celdas y la terrible visión de la sangre congelada—. Podría ser un prisionero valioso.
Ellos no conocen a Cal como yo. No saben que él podría destruirlos a todos, que podría escapar en un instante si realmente quisiera. Entonces, ¿por qué sigue aquí? Cuando encuentra mis ojos, de alguna manera, responde mi pregunta sin hablar. El dolor que veo irradiando de él es suficiente para romper mi corazón. Está cansado. Está roto. Y no quiere seguir luchando.
Una parte de mí tampoco quiere. Parte de mí desea poder someterse a las cadenas, a la cautividad y el silencio. Pero ya he vivido esa vida, en el barro, en las sombras, en una celda, en un vestido de seda. Nunca me someteré de nuevo. Nunca dejaré de luchar.
Tampoco Kilorn. Ni Farley. Nunca nos detendremos.
—Los otros como nosotros… —Mi voz tiembla, pero nunca me he sentido tan fuerte—. Los otros como yo y Shade.
Farley asiente y palmea una mano en su bolsillo.
—Todavía tengo la lista. Me sé los nombres.
—También Maven —respondo en voz baja. Cal se retuerce ante el nombre—. Él va a utilizar la base de datos de sangre para rastrearlos, y cazarlos.
A pesar de los vaivenes y sacudidas del tren, rodando sobre las vías oscuras, me obligo a ponerme de pie. Shade intenta sostenerme, pero aparto su mano. Debo levantarme por mi cuenta.
—Él no puede encontrarlos antes que nosotros. —Levanto la barbilla, sintiendo el impulso del tren. Me electrifica—. No puede.
Cuando Kilorn da un paso hacia mí, su rostro serio y decidido, sus moretones y cicatrices y vendajes parecen desvanecerse. Creo ver el amanecer en sus ojos.
—No lo hará.
Una extraña calidez me inunda, un calor como el sol a pesar de que estamos bajo tierra. Es tan familiar para mí como mi propio rayo, llegando a envolverme en un abrazo que no podemos tener. A pesar de que ellos dicen que Cal es mi enemigo, a pesar de que le temen, dejo que su calidez caiga en mi piel, y dejo que sus ojos quemen en los míos.
Nuestros recuerdos compartidos parpadean ante mí, desfilando cada segundo de nuestro tiempo juntos. Pero ahora nuestra amistad se ha ido, reemplazada por una de las cosas que todavía tenemos en común.
Nuestro odio por Maven.
No necesito ser un Susurrador para saber que compartimos un pensamiento.
Lo mataré.
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Mensaje por IsCris Miér 29 Abr - 9:28

Que loco todo lo que pasó!

Ese estupido de Maven, parece que se volvió loco y la bruja de su mamá siempre presente, el bebé no puede hacer nada si ella

Que batalla, 2 contra 5, eso estuvo estupendo. Y si Mare puede invocar tormentas y imagínense cuando sepa manejar eso, oh es más si esta peleando en una tormenta 

No puedo culpar a Cal por no matar a Ptoleamos el que lo hayan traicionado no significa que el sea igual a ellos, el vive por su reino 

Espero que los Plateados no sean tan estupidos como para no darse cuenta que Mare es especial

Y sabía que Shade estaba vivo! Espero que los otros también lo estén, y que encuentren los otros Rojos-Plateados

Espero que puedan escapar de la ciudad, que recuerden que Maven sabe cómo llegar 

***Me voy a leer el segundo libro, no aguanto con la duda jajajajaja


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Mensaje por Tatine Miér 29 Abr - 14:29

Gracias por el libro! Me gustó mucho, hace años que tengo la serie pero no la habia empezado y este club de lectura fue perfecto para eso!
Quiero que maten a la reina!! No sería poético que Maven matara a su madre? Jajajjajaja, aunque prefiero que sea Cal o Julian quien lo haga. Y que bueno que Shade esté vivo y la familia de Mare esté bien! Este libro me recordó mucho a los juegos del hambre con todo eso de las cámaras y las apariencias de las situaciones
Gracias y nos leemos por ahí
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Mensaje por yiniva Miér 29 Abr - 15:53

Es genial que todos estén bien dentro de lo que cabe, el segundo lo leeré para mi reto de lectura gracias @berny_girl


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Mensaje por Tibisay Carrasco Miér 29 Abr - 23:24

Gracias por la lectura, un poco intensa pero tengo que leer los otros de la serie para aclarar mis dudas


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Mensaje por berny_girl Jue 30 Abr - 0:15

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Continuemos este nuevo camino de forma individual, y comentemos que nos espera en los otros tomos, como se desarrollara este romance o nuevo trío amoroso

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Mensaje por Maga Dom 3 Mayo - 21:45

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Mensaje por Maga Jue 2 Jul - 11:01

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Mensaje por Maga Dom 5 Jul - 22:17

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