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Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf

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Mensaje por Maria-D Sáb 13 Jun - 18:44

  Pues lo ha tenido bien fácil con los otros dos hermanos...
  Claro que, su atracción por Wolf, le impide ver la realidad con frialdad.
  Y actúa como una patosa histérica.
  Menos mal que sus hermanos le harán parte del trabajo, espero.
  De todas formas, sigo pensando que se ha metido en un buen lío.
  Y las consecuencias pueden ser desastrosas cuando todo se destape, que se destapará.
   Gracias por el capi.  sunny


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Mensaje por IsCris Sáb 13 Jun - 23:10

definitivamente le cae bien a los hermanos, ellos le facilitaron todo el trabajo de investigación.

Porque será que Wolf tiene la fobia de que no lo toquen?!


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Mensaje por berny_girl Dom 14 Jun - 3:02

Al parecer los hermanos no son tan malo como se cree en el inicio...
Beatrix me cea bien, pero me desespera su actitud con Wolf... al intentar acercarse a él va a ser más difícil, pero no gracias el chico... ella misma se está boicoteando.
Me reí mucho con su encuentro con Burn... su intento de correr con él fue todo un fracaso, lo bueno que se lo tomo bastante bien... y no la dejo botada.
Fitz termina manipulándola sin darse cuenta, pero logrando unos de sus objetivos... ahora solo falta que ella seda un poco y todo le saldrá según lo tiene planeado. 

Chica inteligente.


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Mensaje por yiniva Dom 14 Jun - 19:35

7
Wolf


Todo se siente tan lejos.
El sonido del agua de la piscina chapoteando contra los lados se desvanece. El eco de los gritos de la entrenadora se desvanece.
Observo a Beatrix irse, y trazo las marcas al rojo vivo que las puntas de sus dedos dejaron en mi mejilla. Mi piel se eriza con piel de gallina, mis nervios están de punta con algo de electricidad invisible.
¿Qué demonios está mal conmigo? ¿Estoy teniendo un derrame cerebral? Las puertas se abren y cierran detrás de ella, y en lo único que puedo pensar es en cómo deseo más de su toque. Más de sus ojos persistiendo sobre mis bordes y líneas. Solo… más de ella. Punto.
Frustrado, gruño y meto el billete de veinte dólares en mi mochila.
—¿A dónde crees que vas, Blackthorn? —grita la entrenadora—. ¡Regresa a la piscina!
Estoy tan distraído que la escucho, pero no proceso ninguna de sus palabras.
Hace sonar su silbato en mi oído y me sorprendo.
—Jesús, entrenadora…                                                                                                                
—Creí haberte dicho que le dijeras a tus novias que se mantuvieran alejadas de
la piscina cuando estamos practicando —dice furiosamente—. Y dijiste que te habías echo cargo de eso. No me digas que voy a tener ese problema de nuevo, apenas podías entrar aquí con todas ellas amontonadas en la puerta.
—No, no es nada como eso.
Los ojos de la entrenadora me miran de arriba hacia abajo.
—Está bien. Entonces vuelve a la piscina y haz unas cuantas vueltas más.
Me dirijo al borde de la piscina. Mis compañeros de equipo me ven fijamente desde los bancos en los que están sentados, medio empapados y sorbiendo Gatorade. Murmuran entre ellos, dándose codazos como si estuvieran compartiendo algún secreto. Jason, el estudiante de primer año y abusador de esteroides, es el que susurra con mayor seriedad de todos ellos. Por supuesto que lo hace. Amaría comenzar rumores desagradables acerca de mí como venganza por haber vertido café encima de él. Amaría hacer lo que fuera para estar de regreso en buenos términos con el equipo y la escuela. Y aunque el equipo lo ha rechazado a causa de su tarjeta roja, empiezan a escucharlo. Dirijo mi mirada furiosa directamente a ellos, desafiando a que alguno diga algo. Y por supuesto, siempre hay un chico lo suficientemente estúpido para desafiarme. Uno de último año que ama molestarme cada vez que puede.
—Entonces. —Camina en el agua a mi lado—. Tú y la chica becada, ¿eh?
—No —le advierto.
—¿No qué? —Sonríe—. Vamos, hombre, puedes decirme. Somos un equipo. Mierda, no te culparía por querer algo de eso, es un poco desaliñada, pero si miras lo bastante cerca puedes ver que tiene unas asombrosas tetas debajo de todo eso. Yo también se lo haría. Aunque, solo una vez, y luego la botaría en la calle.
Veo rojo. Antes que pueda controlarme, tiro un puñetazo a su mandíbula y conecta con un desagradable crujido. El de último año sale jadeando por el aire, y arremete contra mí. Nos enredemos debajo del agua, mis ojos y oídos se llenan de cloro mientras me golpea en el estómago, el aire sale rápidamente de mi boca y es reemplazado por dolor fundido. El sonido por encima es débil, pero todavía puedo escucharlo, el equipo empieza a gritar, la entrenadora hace sonar su silbato, sus manos nos buscan frenéticamente debajo del agua. Envía a la mitad del equipo detrás de nosotros, separándonos en el extremo poco profundo.
—¿Cuál es tu jodido problema? —gruñe el de último año. Escupo agua mezclada con sangre debido a mi labio partido. Él no está mejor que yo, la cuenca de su ojo izquierdo está empezando a amoratarse.
—Si hablas de esa manera de nuevo sobre ella —gruño—, arruinaré más que solo tu cara.
—¿Por qué te importa? —grita—. ¡Solo es la becada!
—¡Suficiente! —grita la entrenadora—. Ustedes dos, a mi oficina, ahora. El resto a las duchas. Se terminó la práctica.
El de último año y yo, entramos a su oficina a regañadientes, la única cosa que está impidiendo que mi puño conecte con su cara es el hecho que la entrenadora está viéndonos furiosamente desde el otro lado de su escritorio.
—Caballeros, ¿cuál parece ser el problema? —pregunta.
—Dije algo sobre una chica que entró y ¡él malditamente enloqueció! —protesta el de último año—. ¡De repente se enojó conmigo justo como cuando enloqueció con ese chico Mark!
—No digas su nombre. —Me estremezco.
—¡Diré lo que malditamente quiera decir!
—Lenguaje —advierte la entrenadora, luego me ve—. Esto es lo que vamos a hacer; Harris, mantendrás tu nariz fuera de los asuntos de Blackthorn. Blackthorn, no vas a andar golpeando a las personas, sin importar cuánto te hagan enojar. Si escucho o veo esta situación una vez más, ambos estarán fuera del equipo, y estoy advirtiéndoles a sus padres.
Harris frunce el ceño hacia mí.
—Como si importara para él. Su papá dirige este lugar.
—Nadie está obteniendo ningún favoritismo, Harris —advierte la entrenadora—. Ahora salgan de aquí. Vayan a cambiarse. Y traten de hablar sobre sus problemas como personas adultas, en lugar de arrojarse caca el uno al otro como monos, ¿está bien?
Ambos repetimos “sí, entrenadora”, y nos dirigimos hacia los casilleros. Lo dejo ir primero, solo para asegurarme que no se gire hacia mí e intente empezar algo.
El impulso por mostrarle una tarjeta roja es intenso, pero no tiene sentido, no ha hecho nada “malo” en lo absoluto. Me hizo enojar, eso es todo. Eso no se merece una tarjeta roja. Si le diera una tarjeta roja básicamente sería un dictador, y esa es la última cosa que quiero que las personas me vean.
Cada chico en los vestidores guarda silencio cuando entro. Me cambio tan rápido como puedo y salgo, conduciendo mi motocicleta un poco más rápido de lo normal, como si dejara todas las miradas atrás. Sé lo que estaban pensando detrás de su silencio, Wolf Blackthorn, el que nunca parece preocuparse por una chica, y de repente empieza una pelea por una. Sé que los rumores se esparcirán como un fuego salvaje esta noche, y las miradas que seguirán mañana. Cuando llego a casa y abro mi computadora, está confirmado, Twitter y Facebook están en llamas con lo que sucedió hoy. Las especulaciones vuelan, la becada y Wolf han dormido juntos, está embarazada y Harris es el verdadero padre, cosas estúpidas que solo me hacen enojar más. Energía reprimida arde a través de mí, mitad furia y mitad algo más que no puedo nombrar, algo que me deja dolorido en el pecho y completamente confundido en la cabeza.
No inicio peleas. No he tocado a nadie a propósito desde Mark. Pero ante la sola mención de Beatrix, la idea de alguien como Harris tocándola, mi control salió volando. Todas mis reservas, todas mis evasiones físicas, salieron volando por la ventana. Por una fracción de segundo, me olvidé de mí mismo. Ella eclipsó mi miedo, algo que nadie más en mi vida ha hecho jamás.
Mark estuvo cerca. Por mucho que odie admitirlo, él se acercó. Pero con él fue lento, gradual. Con ella fue instantáneo. Arremetí en un instante, sin pensar, sin vacilación.
Me levanto, incapaz de soportar un momento más de esta energía tormentosa. Toco la puerta de Burn, pero no está en casa. Por supuesto que no está. Parte de mí quiere que lo esté, él escucharía mis problemas. O, solía hacerlo. Desde que mamá murió, realmente nunca ha estado allí para mí, o para Fitz, no como solía hacerlo. Quiero abrir la puerta y verlo allí, sonriendo pacientemente, esperando a que le contara cualquier espantoso secreto que he mantenido dentro de mí. Su consejo era bueno. Sería bueno, si todavía estuviera aquí para mí. Pero no lo está.
Así que me decido por la siguiente mejor cosa.
La bolsa de golpear de Burn cuelga del techo, una pesada columna de arena cubierta por plástico. La golpeo, tan fuerte y tan rápido como puedo, esperando que toda la confusión desaparezca con la fatiga, esperando que mis esfuerzos físicos ayuden a despejar mi mente. Golpeo hasta que sudor gotea hacia mis ojos, hasta que mis nudillos escuecen como cuando alguien derrama jugo de limón en heridas abiertas. Y las palabras; las palabras de todos trepan las unas sobre las otras, como un caótico tornado en mi mente.
Ella es solo la chica becada, por qué te importa…
—¿Crees que sabes algo sobre mi vida?
—… Puedes decir que tiene unas tetas asombrosas debajo de todo eso. Yo también se lo haría.
Me siento estúpido. Me siento débil. Me siento impotente. Solo pensar acerca de la mirada en su rostro cuando le ofrecí los veinte dólares me hace sentir incluso más estúpido. Pensar en lo gentil que fueron sus dedos sobre mi mejilla me hace sentir incluso más débil.
Se supone que las personas no me afectan de esa manera. Pensé que lo había superado. Luego de Mark me juré a mí mismo que nunca permitiría que nadie más me hiciera sentir cosas de nuevo. Y luego Beatrix vino y arruinó todo. Soy impotente de nuevo, y me asusta demasiado.
Así que continúo golpeando, hasta que mis nudillos sangran y mi cuerpo me grita que me detenga.
—¿Wolf?
Veo a través de mi neblina para ver a Burn de pie allí. El agotamiento me golpea como un camión, y siento que me tambaleo. Burn está aquí, sus fuertes brazos sosteniéndome, y por una fracción de segundo, cuando alzo la mirada, lo veo como su ser de nueve años, sonriendo calurosamente y diciéndome que todo estará bien. Y luego regreso rápidamente a la realidad y su cara es mayor y apenas tiene alguna emoción en ella. Pero si miro lo suficientemente cerca, puedo ver una pequeña chispa de preocupación en sus ojos.
—Wolf, ¿estás bien? ¿Qué estás haciendo aquí?
—Tenía que golpear algo —digo—. Y tú tienes una bolsa completa dedicada a eso. Así que me dije “¿por qué no?”.
—Tu labio… —Se detiene—. ¿Tuviste una pelea?                                                                     
No puedo permitir que me haga preguntas. Es demasiado vergonzoso admitir que perdí el control. Me alejo de su soporte y me sostengo por mi cuenta.
—Estoy bien.
—No lo estás —insiste, siguiéndome mientras colapso en la cama de mi habitación—. Jesús, Wolf, tus nudillos…
—Deja de fingir que te importa una mierda —gruño. Burn no dice nada, retirándose después de un rato. Justo cuando pienso que me ha dejado solo de una vez, regresa con peróxido de hidrogeno y gasa—. No necesito nada de eso. Sal de aquí.
Burn me ignora, arrodillándose junto a mi cama y poniendo en mis nudillos algo húmedo. Escuece, y silbo.
—¿Dejarías de tratar de comportarte como el preocupado hermano mayor? Lo dejaste atrás hace mucho tiempo.
—Enójate tanto como quieras —dice suavemente—. Pero no te voy a dejar hasta que haya curado todo lo sangriento.
Considero la idea de levantarme y obligarlo a salir, pero luego recuerdo cuán alto es y su gran complexión como una pared. Miro fijamente el techo mientras envuelve mis nudillos en gasa.
—¿Quién te golpeó? —pregunta Burn.
—Nadie —gruño.
—¿Por qué te golpearon? —pregunta de nuevo, con paciencia. Tan pacientemente que me hace enojar.
—Está hecho, ¿bien? No importa quién o por qué lo hizo. Déjalo.
Estamos callados. Ambos sabemos que simplemente lo escuchará todo mañana. Exhalo, rápido y fuerte.
—Golpeé a uno de último año. Harris. Estaba haciendo comentarios estúpidos sobre una chica.
—¿Qué tipo de comentarios?
—Algo como, “la follaría”. Mierda estúpida.
—¿Quién era la chica?
Muerdo el interior de mi labio.
—La becada.
La expresión de Burn no hace ni siquiera un ligero movimiento. Pero he sido su hermano el tiempo suficiente para saber que está sorprendido.
—Tú… ¿la defendiste? —pregunta. Lanzo mi brazo engasado sobre mis ojos así no tengo que enfrentarlo.
—No. No fue nada como eso. Solo me estaba haciendo enojar.
—Lo golpeaste —afirma Burn.
—Lo sé.
—Odias tocar a las personas.
—Lo sé.
Burn se queda en silencio. Para mi completo alivio, termina de poner gasa en mi otra mano y se levanta.
—Enjuaga tu labio con agua salada antes de acostarte.
—Sí, mamá —gruño.
—Hablo en serio, Wolf. Si se infecta tendremos que decirle a papá que te metiste en una pelea.
—Bien. Está bien. Tienes razón. Ahora solo déjame en paz. —Se siente severo y me siento como un idiota, considerando que acaba de vendar mis heridas. Se mueve hacia la puerta, y le grito—: Gracias.
Burn hace una pausa, asintiendo por encima de su hombro, antes de cerrar la puerta detrás de él.
Dejo que todo mi cuerpo finalmente se relaje. Al fin solo. La energía retorcida en mí se ha ido —agotada— dejando atrás una cáscara vacía. Una cáscara vacía que no puede hacer nada más que yacer en su cama y hacer una mueca de dolor ante la idea de ir a la escuela mañana.
Ante la idea de enfrentarse a Beatrix Cruz.
Es más fácil leer sus escritos. Saco su ensayo de la mesa de noche y leo.
Mi papá no está en las mejores condiciones. Está enfermo de depresión. Pero si hay una cosa que he aprendido de la investigación, es que no es su culpa. Es solo como son las cosas, en su cerebro. Sin importar qué, todavía es mi papá. Sin importar qué, soy su hija y tengo que hacer todo lo que pueda para ayudarlo a mejorar. Eso es lo que significa ser familia. Eso es lo que significa el amor; significa ayudar. Significa apoyar a alguien, defender a alguien, dándoles a ellos el mejor esfuerzo. Poesía florida y cerezas confitadas una vez en el año no es amor.
El amor es sacrificio. Y tengo la intención de sacrificar mucho.
Nosotros, los adolescentes, queremos mucho. Queremos una vida social, queremos amigos. Queremos un novio o una novia. Pero no podemos tenerlo todo. Quiero decir, algunos de nosotros lo tienen todo, pero esos son los afortunados. El resto de nosotros solo nos conformamos, buscando algo a tientas en la oscuridad, cualquier cosa que nos permita seguir adelante. Pero en la realidad, todas esas cosas son temporales. Ser un adolescente es solo una señal en el radar del resto de mi vida. Son unos cuantos años. Unos cuantos años que estoy más que dispuesta a sacrificar.
Tengo todo lo que necesito para continuar, justo aquí, en mi familia.
Por centésima vez que llego a este punto del ensayo, pienso en lo idiota que es. Sus intenciones son tan puras e intensas que prácticamente irradian fuera de la página. Sí, entonces quiere ayudar a su padre, pero ¿qué hay sobre ella? Todo lo que está diciendo es una imagen espejo de mis pensamientos dos años atrás, cuando estaba tratando de ayudar a Mark. Prácticamente escuece leerlos aquí, de nuevo. Otro cordero para la matanza. Otro cordero dispuesto a sacrificarse a sí mismo, con la intención de no obtener nada a cambio.
Me tomó dos años descubrir que valía más que nada. Y, sin embargo, aquí está ella, convencida que su tiempo y energía son mejor usadas para su papá, no para ella. Me quema por dentro.
Quiero decirle, que así no es como se supone que sean las cosas. Está bien ser un niño, por Dios Santo. Pensar en ti misma por una vez, antes de pensar en otras personas. Está bien tener tus propios sueños, e ir en busca de ellos.
Excepto que nunca seré capaz de decirle eso. No ahora. No después de la forma que me tocó, de la forma en que reaccioné.
Así que me conformo con sus palabras. Sus palabras no me fruncen el ceño. Sus palabras no me hacen sentir avergonzado o confundido.
Sus palabras no tocan mi mejilla.


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Mensaje por Tibisay Carrasco Dom 14 Jun - 20:29

Al parecer Wolf sera la persona que protegerá a Beatrix y los hermanos estarán a su lado
Gracias por los capitulos


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Mensaje por Maria-D Lun 15 Jun - 4:41

  Bueno, parece que Beatrix está resquebrajando la coraza de Wolf...
  Y los hermanos estarán allí, apoyándola. Porque verán que es buena para él. 
   Ahora...hace falta convencerla a ella. Aún queda mucho drama, porque, cuando se enteren los hermanos Blackthorn que han sido manipulados... affraid
   Gracias por el capi, @yinivasunny


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Mensaje por yiniva Lun 15 Jun - 11:20

8
Beatrix


Morir de vergüenza no es algo que suelo hacer, lápiz-y-papel.
En general, prefiero todo lo de no-morir a lo de morir. Tengo mucho que hacer con mi vida: convertirme en una psicóloga famosa, una muy buena con un buen título, investigar cómo curar la depresión
o, al menos, cómo tratarla mejor, y ayudar a muchas personas alrededor del mundo. Incluyendo a mi papá. Especialmente a él.
Así que morir realmente no está en mi lista de prioridades, por no decir que no está en mi lista. Estudiar sí. Obtener buenas calificaciones definitivamente sí. Recuerdo una vez, cuando morí de vergüenza; mis amigas de la escuela secundaria y yo fuimos a un concierto de una banda de chicos y perdimos nuestras mentes, lanzando nuestros sujetadores al escenario, y luego el miembro de la banda de chicos con el que estaba obsesionada, miró en mi dirección, luego al sujetador sobre sus pies y arrugó la nariz con disgusto. Morí en ese momento. Soy como un fantasma. Un fantasma muy inteligente y amante de la comida. Me estremezco pensando en lo estúpida que era en ese entonces, pero la sensación es definitivamente la misma. Excepto por el hecho de que Wolf no es un miembro de una banda y definitivamente NO soy su fan y también es muy difícil actuar normal cuando tu cerebro se niega a
dejar de pensar en el mismo momento una y otra y otra vez.                                                      
—¿Bee? —preguntó papá por encima de su desayuno de jugo de naranja—.
¿Estás bien? No has tocado tu cereal.
Contar con papá para estar consiente de cómo me siento cuando lo necesito parece ser lo menos.
—N-no, estoy bien. —Tomo un masivo bocado de cereal—. ¿Ves? Metiendo comida en mi boca como siempre. Jaja.
Papá suspira.
—Está bien. Si tú lo dices. Siempre puedes hablar conmigo, sabes.
Mi corazón se hunde un poco. Es una mentira, y ambos lo sabemos, pero él lo dice de todos modos, así se siente como un papá.
Decir que temía poner un pie en la escuela ese día era como decir que un muñeco de nieve le teme a una fogata. Estaba aterrada. Ayer sucedió algo en la piscina, algo entre Wolf y yo, y no sabía cómo manejarlo. Fue solo un pequeño toque, dice una voz en el fondo de mi mente. ¿Cuál era el alboroto? No lo sabía. Quiero decir, ahora sé lo que era, pero en aquel momento, no tenía idea. Se había sentido... increíble. Ese extraño escalofrío recorrió mi columna, la forma en que mi sangre se sentía como si comenzara a hervir a fuego lento, todo sucedió de golpe por un solo dedo sobre la piel.
Estaba horrorizada. Por mí misma, por lo que había hecho y en cómo reaccioné. Pensé que me importaba un carajo lo que Wolf pensara de mí, pero resulta que sí.
Especialmente si iba y le contaba a toda la escuela al respecto. Me imaginaba los rumores mientras conducía esa mañana: “A la becada le gusta”. Podría manejar los rumores de que soy rara, que soy pobre, que estoy pasada de moda. Pero que, ¿me gusta alguien? No tenía tiempo para eso. No estaba aquí, en esta estúpida escuela, para eso. ¿Y me gustaba Wolf de todas las personas? ¿Después de que públicamente declaré mi odio por él y toda su familia? Parecería que había caído bajo su hechizo como todas las demás en cuestión de días. Como si hubiera sucumbido. Como si fuera como todas las demás. No podría manejar eso. No quería ser como la demás, obsesionada con su aspecto y alta costura y su confianza en el dinero de sus padres para sobrevivir en la vida.
Salí de mi auto, y en el momento en que lo hice pude sentir a la gente mirándome. Ellos lo sabían. Por supuesto que lo sabían. Me picaba la piel y me ardía el rostro. Quería gritarles, a alguien. Diría: ¡No me gusta! ¡Para mí es tan sexy como el chicle extra en la suela de mi zapato!
La única razón por la que no dije nada de eso fue porque Kristin Degal se acercó
a mí.
Describir a Kristin es como describir el sol cuando no tienes un telescopio
genial, sabes que es brillante y caluroso y proporciona vida, pero no ves los detalles, como el hecho que está hecho de plasma, y tiene hermosas erupciones solares en el arco  de  la  superficie,  e  implosionarán  sumariamente  después  de  un  millón  de billones de años. No sabes nada de eso. Simplemente sabes que es hermoso y cálido. Kristin era hermosa y cálida, con un suave cabello rubio y un físico como una diosa amazónica. Alguien así tiene que tener algunos defectos, tú protestas. Por supuesto que tenía. Ella comía con la boca abierta y tenía la risa más sonora y chillona que jamás haya escuchado. Pero obtuvo un promedio general de 4.2 y un puntaje casi perfecto en el SAT que la ponía en las noticias. Era amable con casi todos, y la única persona con la que no fue amable fue ese tipo que intentó agarrar su trasero en el pasillo una vez. Ella lo tiró sobre su hombro. Ese fue el día en que todos supimos que ella también era un cinturón negro en Judo.
Kristin me sonrió.
—Oye, Bee. Soy Kristin.
—L-lo sé. —Me las arreglé—. Te he visto... caminando.
—¿Caminando? Algunas personas dicen que me pavoneo —reflexionó—.
¿Dirías que me pavoneo?
—Uh, ¿algo así?
Ella piensa en eso, luego niega y aplaude.
—Te estoy pidiendo cosas extrañas demasiado temprano en nuestra amistad,
¿no es así? El señor B me dijo que eras muy inteligente, por lo que definitivamente sabes para qué estoy aquí.
—Para contarme acerca de una “fiesta de rock”, supongo.
—¡Así es! Es a las nueve, en la casa de Riley. ¿Te busco a las nueve y media?
—Pero... es a las nueve. ¿Qué hay de las ocho y media?
—¿Temprano? Ay, eres tan linda. No, no, no, siempre tienes que llegar tarde a una fiesta.
—Uh, ¿por qué?
—¡Así puedes hacer una entrada! —Guiñó—. Aquí, dame tu número de teléfono.
Puedes enviarme un mensaje de texto con tu dirección más tarde.
Cuando intercambiamos números, la miré.
—¿Hay algo así como un código de vestimenta?
—Oh, lo de siempre.
—Por “usual” te refieres a Prada.
Esto le provocó una carcajada, esa risa chillona, pero de alguna manera contagiosa.
—Si no tienes nada que ponerte, puedo traer algo de mi ropa.
—No,  está  bien  —protesté—.  Disfruto  usar  jeans  normales.  También  estoy bastante segura de que Prada no fabrica jeans que no sean de talla 2.
Ella se rió de nuevo.
—Por supuesto. De acuerdo, tienes mi número, tengo el tuyo. Envíame un mensaje de texto más tarde: ¡tengo que llegar temprano a la clase avanzada de química!
En un remolino de perfume de vainilla, Kristin me abrazó y luego se fue corriendo, saludando a otros amigos que vio por el campus mientras se iba. Fue extraño, el momento en que me abrazó, la gente en el borde del estacionamiento me miraba. Sabía que Kristin era popular, pero ver su poder en acción era algo aterrador. Con un solo abrazo, ella los sacó de mi espalda. Al igual que con una sola tarjeta roja, Wolf hacía que la gente hiciera lo que él quería. Los dos estaban en una categoría totalmente diferente que yo, una categoría llena de carisma.
Entré en la clase de mecánica muy nerviosa. Mis ojos escanearon la habitación, y suspiré de alivio cuando vi que Wolf aún no había llegado. En secreto, esperaba que no apareciera en absoluto, eso nos ahorraría mucha incomodidad. ¿A quién engaño?
¿Wolf Blackthorn? ¿Incómodo? Ni en un millón de años. Él entraría por esa puerta, me miraría y nunca se detendría. Tendría dos agujeros quemados en la parte posterior de mi cabeza de forma permanente. Y solo sería la parte de atrás de mi cabeza, porque nunca más volvería a mirarle el rostro a Wolf, eso era seguro.
El señor Francis tomó asistencia y me presentó como la última incorporación a su clase. La clase estaba llena en su mayoría por chicos, pero dos o tres chicas se sentaron en la mesa de atrás. Busqué refugio con ellas. Una de ellas me puso los ojos en blanco, la otra sonrió débilmente, pero nunca me habló, ni siquiera cuando el señor Francis agrupó nuestras mesas para trabajar en el etiquetado de un diagrama de un motor V-8. Me deslizaron el papel cuando me tocó escribir en un espacio en blanco y volvieron a hablar entre ellas sobre qué convertible iban a pedirles a sus padres cuando tuvieran su licencia.
—No quiero un BMW. —Suspiró la chica del ceño fruncido—. Mi hermano ya tiene uno y no quiero parecer que lo estoy copiando.
—Siempre puedes conseguir un Saab —dijo la chica sonriente—. Están muy bien hechos.
—¡Oh, ahí está Wolf! —La chica del ceño fruncido señaló hacia la puerta. Se me hizo un nudo en el estómago e incliné mi cabeza sobre mi papel, tratando de desaparecer en la tinta. Las chicas no deben haber oído sobre lo que hice en la piscina, porque no me miraron en absoluto. O tal vez realmente les gustaba Wolf. Supongo que lo último, ya que no podían parar de susurrar.
—Él luce realmente bien hoy.
—Es el uniforme, ¿sabes? Le queda bien.
—Me entiendes, le queda bien.
—Oh, cállate, eres tan imbécil.
—Tienes razón. Es su cabello, estoy bastante segura.
—Sin embargo, te gustan los chicos con el cabello desordenado. Eres parcial.
—¿En serio, Amanda? Sé que te gusta más Fitz, y admito que es lindo, pero Wolf está en otro plano de la existencia. Está el chico lindo, y luego está el demasiado atractivo. Wolf es demasiado sexy.
—Sabes, Lily me dijo el otro día que parece como si perteneciera a un castillo en Francia o algo así y así es exactamente. Como que no debería estar en Estados Unidos, ¿sabes? Debería ser un estudiante europeo de intercambio.
—Si tuviera acento, moriría cada vez que abriera la boca y me gustaría vivir, muchas gracias.
—Eres tan dramática.
Al escucharlas hablar, debería haber tenido ganas de poner los ojos en blanco. Pero no lo hice. No era porque estuviera de acuerdo con ellas, es solo que obviamente eran muy buenas amigas. No recuerdo la última vez que hablé con alguien de mi edad así... tan casual. Tan abiertamente. La culpabilidad brotó en mi corazón. Yo fui quien apartó a mis viejos amigos. Así que, no tenía derecho a sentirme tan triste. No tenía derecho a extrañar hablar así con alguien. Esta era la vida que elegí; esta beca, una buena universidad, la recuperación de papá. Eran mucho más importante que algunos amigos.
Levanté los hombros justo a tiempo para escuchar mi nombre en la voz del señor Francis.
—¿Por qué no te sientas con Amanda, Jackie y Bee? Es el único grupo con tres personas.
—Preferiría… que no. —La voz de Wolf era baja, golpeándome justo en el estómago.
—Preferiría que lo hicieras —insistió el señor Francis—. Por favor, Wolf. Haz que mi vida sea fácil hoy, por una vez.
Hubo una pausa, y luego pasos acercándose. Apreté mi puño alrededor de mi bolígrafo y me centré lo más que pude en etiquetar las partes del motor. Conductos, cárter de aceite, pasadores de cigüeñal, una silla chilló junto a mí cuando fue movida, cigüeñal de plano, tapa de balancín, tren de válvulas…
—Hola, Wolf —dijo Amanda. Junto a ella, Jackie soltó una risita. Wolf no respondió nada. Me atreví a levantar la mirada, solo un poco. Wolf estaba sentado a mi lado. Su brazo sobre la mesa era todo lo que podía ver. Y luego su dedo señaló el papel.
—Mezclaste los pasadores de manivela y el tren de válvulas —dijo. Aparté mi bolígrafo de su dedo, paranoica por volver a acercarme demasiado. Mierda. Él estaba en lo correcto. Borré las respuestas y las cambié. Su mano permaneció en la esquina de mi visión, podría haber jurado que vi algo blanco y vaporoso debajo de los puños de su chaqueta. ¿Se había lastimado a sí mismo? Dios, ¿y qué? ¿Por qué siquiera me importaba si lo hizo o no?
—¿No vas a decir gracias? —preguntó Amanda, claramente irritada.
—¡Sí! Solo está tratando de ayudar. Lo menos que puedes hacer es decir gracias
—insistió Jackie.
Abrí la boca, pero Wolf habló primero.
—Lo menos que podrían hacer —dijo él—, es no decirles a otras personas lo que deben hacer.
Jackie se encogió. Amanda parecía querer derretirse en su silla por vergüenza.
Empecé a reír. Era muy suave y silencioso, pero estalló como una burbuja.
—Eso es irónico —dije—. Cuando todo lo que haces es decirle a la gente qué hacer con esas tarjetas rojas.
No podía creer lo que salía de mi boca. Fue un reflejo, un sistema de respuesta automática que mi cerebro había construido solo para él; insultarlo, devolverle la burla, hacer algo, cualquier cosa, pero no quedarme allí sentada y tomar su mierda.
Esperaba que Wolf se pusiera de pie y se fuera. Pero solo se burló, el sonido era áspero, pero de alguna manera gentil.
—Por una vez, chica becada, tienes un punto.
El nudo de ansiedad en mi pecho se aflojó un poco. De repente, era como iban las cosas antes del incidente de ayer entre nosotros, resentido y cauteloso. Nada había cambiado, y estaba tan increíblemente aliviada que por eso espeté:
—Tengo un nombre, sabes.
—Es uno terrible, como si saliera de un libro de cuentos —replicó.
—¿Disculpa? —Levanté una ceja, todavía demasiado asustada para mirarlo, mis ojos pegados al papel—. ¿Como si Wolfgang fuera mejor?
Frente a nosotros, Jackie sofocó una risa en su garganta. Amanda le lanzó una mirada desagradable, luego trató de ocultarlo con una conversación.
—Tu nombre es Beatrix, ¿verdad? —preguntó Amanda dulcemente—. ¿No es como, Beatrix Potter? ¿La dama que escribió Peter Rabbit? Tal vez deberíamos llamarte Rabbit-lady en su lugar. rió.
—Los lobos se comen a los conejos —dijo Jackie no muy amablemente, luego se
 —No si los conejos son lo suficientemente inteligentes como para esconderse — dije—. Todo el mundo sabe que debes esconderte de los lobos, o arruinarán tu vida.
—¿Proyectando mucho? —preguntó Wolf.
—Al menos no me estoy auto-engrandeciendo —respondí, y presioné mi bolígrafo en mi papel lo suficientemente fuerte como para dejar una mancha de tinta.
—Mírate a ti y a tus grandes palabras —se burló Wolf—. Sí, todos sabemos que te metiste en esta escuela por tu cerebro, chica becada, no tienes que ser engreída al respecto.
—Ella camina como si fuera mejor que nosotros —dijo Amanda—. La he visto en el recreo, nunca habla con nadie. ¿Estamos todos por debajo de ti, Rabbit-lady?
La ira hizo hervir mi estómago.
—¡Y-yo no hablo con nadie porque no conozco a nadie! No pienso que sea mejor que...
—Lo haces —me interrumpió Wolf suavemente—. Simplemente no quieres admitirlo.
Mis orejas se pusieron rojas.
—Bien, ¿y qué si lo hago? ¿Y qué si pienso que todos en la escuela son idiotas por estar hipnotizados por tu mierda? Todo lo que hacen es hablar de autos y ropas y...
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Wolf—. Nunca has hablado con nadie por un largo período de tiempo. Siempre estás ocupada leyendo un libro enorme.
—¿Me estás vigilando como un acosador espeluznante? —dije abruptamente—
. Oh, espera, haces eso con todos a los que les das una tarjeta roja, ¿no?
—No hace falta ser científico para darse cuenta de que no eres de las que hacen amigos fácilmente —dijo Wolf arrastrando las palabras.
—¡Oh, la vi hablando con Kristin esta mañana! —dijo Amanda—. Se pusieron muy cerca. Realmente cerca. Creo que Kristin está enamorada de ella...
—Eso es... —balbuceé—. ¡Eso es ridículo! Nos acabamos de conocer.
—Eso no importa —canturreó Amanda—. Créeme, tengo un gran detector de enamoramiento. Definitivamente puedo decir que ella es una, ya sabes, lesbiana. Harían una gran pareja.
Ella lo dijo como si fuese una mala palabra, algo malo. Mi piel se erizó ante su atrocidad, pero eso solo duró hasta que Wolf habló.
—Suficiente —dijo, tan bruscamente que me dejó con latigazo cervical—. Eres un montón de cosas, Amanda, pero pensé que eras mejor que ignorancia maliciosa.
Amanda cruzó los brazos sobre su pecho, frunciéndome el ceño. Por supuesto que ella me tiene en la mira, cree que todo esto es culpa mía. Si solo fuera más amable con Wolf. Si tan solo fuera menos estirada. Si solo, si solo, si solo no fuera todas estas cosas que la gente piensa que soy.
Cuando sonó la campana para el próximo período, salté de mi asiento. Quería poner tanta distancia tan pronto como fuera posible. Wolf fue más rápido, de alguna manera, se colocó delante de mí antes de que pudiera dar siete pasos por la puerta.
—No vas a cambiar de opinión acerca de tomar mis veinte, ¿o sí? —preguntó, caminando hacia atrás sin esfuerzo mientras yo caminaba hacia adelante. Dirigí mi mirada por encima de su hombro. Su rostro todavía estaba fuera de los límites.
—No. Nunca voy a tomarlo. No quiero nada que tengas que ofrecer, y nunca lo
haré.
Se detuvo, haciéndose a un lado. Pasé por su lado y caminé escaleras arriba.
Tenía demasiado miedo para mirar hacia atrás, demasiada vergüenza. Cuanto más lejos estaba de él, cuanto más se prolongaba el habitual día escolar, más y más me daba cuenta de que tenía razón. No hablaba con nadie. Claro, oía a la gente hablando de cosas estúpidas como carteras de marca y qué drogas iban a usar para la fiesta de Riley, pero nunca escuchaba más de eso. Siempre los desconectaba.
El viernes por la mañana, volví a correr con Burn. Corrió en silencio y yo no tan silenciosamente, resoplé y resoplé mientras trataba de seguirle el ritmo. Me esperó, otra vez, a mitad de camino, y vimos el mismo hermoso amanecer que se extendía por el horizonte. Fue pacífico, centrado. Por mucho que odiara la parte de correr, valió la pena. Valió la pena sentarse aquí y tener todos tus problemas en perspectiva.
Si Wolf tenía razón acerca de que yo era estirada, ¿realmente era algo tan malo?            
—¿Ser estirada es algo malo? —le pregunté a Burn. Bebió un poco de agua de su botella y me la ofreció. Dudé por una fracción de segundo, luego lo tomé y dejé caer el agua en la boca, por si acaso era del tipo que odia la saliva de segunda mano.
—Es malo si lastima a alguien —dijo Burn después de una larga consideración—. La gente me llama estirado.
—¿Por qué?
—Porque no hablo con nadie —dijo Burn—. Y eso hace que la gente piense que no me gustan.
—Sí, solo están asumiendo cosas sobre ti —acepté—. Creo que eres bastante frío.
—Eso también es asumir —dijo—. Has pasado un total de cuatro horas de tu
vida conmigo.
—¡Cuatro horas es mejor que ninguna! —insistí. Asintió.
—Supongo.
—Entonces, ¿qué haces? —pregunté—. ¿Cuando la gente te llama estirado?
—Ignorarlos. —Se arrodilló para atar su zapato, y fue raro ver a alguien tan alto e intimidante doblado en la mitad—. Pero antes de ignorarlos, me aseguro de escuchar. Si escuchas a las personas, las entiendes. Y si las entiendes, entiendes de dónde vienen, no eres estirado, sin importar lo que digan.
Sus palabras se mantuvieron conmigo, incluso después de que nos separamos en la pista.
Así que decidí intentarlo.
Así es, bolígrafo y papel. Yo, Beatriz Cruz, decidí tragarme el orgullo y probar algo nuevo.
Pasé todo el viernes escuchando a los estudiantes charlar en los pasillos, en las conversaciones más pequeñas, en el uno-a-uno en lugar de en los grupos grandes. Hablaron sobre las estrictas expectativas de sus padres, sus preocupaciones acerca de no ser lo suficientemente inteligentes como para ir a la universidad, incluso si tenían la garantía de ingresar con el dinero de sus padres. Noté más cosas en vez de descartarlas; una chica salió de un baño con una prueba de embarazo, con los ojos hinchados por el llanto. Dos estudiantes de primer año que siempre se sentaban en un rincón de mi clase susurraban que no entendían la tarea y tenían demasiado miedo de que se burlaran de ellos como para preguntarle a la maestra. Observé a Jackie, que estaba en otra de mis clases, abrir su bolso para sacar un bolígrafo, y descubrí en el interior la etiqueta de una pastillita con un nombre muy familiar; Axoprol, lo mismo que papá toma para su depresión. Nadie toma antidepresivos por diversión, lo sabía muy bien.
¿Por qué no había notado nada de esto antes? Simplemente consideré a todos los que me rodeaban un caso perdido producto de demasiado dinero, y no me malinterpreten, todavía eran muy ricos. Pero también eran personas, y me negué a ver eso. ¿Por qué? No tenía idea. Estaba preocupada por papá, supongo. Me
preocupaban mis calificaciones. Estaba preocupada por el futuro. Tenía ciento once razones, pero ninguna de ellas era excusa.
Wolf había tenido razón.
Wolf había tenido razón y odiaba eso.
Así que hice lo que cualquier persona con una nueva herida en su orgullo haría; fui a la biblioteca y me enterré en los libros. No los libros de fantasía, sin importar cuánto quisiera. Quería ceder y perderme en otros mundos por un tiempo, aunque solo fuera para escapar de toda esta mierda. Excepto que no pude. Excepto que, si lo hacía, estaría perdiendo un tiempo precioso. Así que fui a mi refugio habitual: la sección de libros de texto de psicología.
Pero eso solo me irritó más. ¿Cómo podría leer tantos de estos libros de psicología y no darme cuenta de que juzgaba duramente a la gente en mi propio cerebro? ¿Cómo podría ayudar a la gente si los juzgaba así? Si alguna vez quería convertirme en una psiquiatra que valiera la pena, tenía que intensificar seriamente mi juego de autoconciencia.
—¡Ahí estás!
Alcé la vista y vi a Fitz acercándose, con el cabello rubio al viento y las manos en los bolsillos. Una gran sonrisa estaba en sus labios. Me protegí el rostro con un libro.
—¿No puede una chica tener una crisis existencial en paz? —gruñí.
—Oh, ¿es eso lo que estamos haciendo en este momento? —añadió—. Porque pensé que tú y yo teníamos una sesión de tutoría. ¿O lo olvidaste?
—Si no recuerdo mal. —Fruncí el ceño cuando puso un dedo en mi libro-escudo y lo bajó—. A mitad de nuestra charla sobre tutoría tuvimos una discusión horrenda y me fui corriendo a enfrentar a Wolf por algo estúpido.
—Y luego lo abrazaste amorosamente —continuó Fitz. Me quedé boquiabierta.
—¿Qué? ¡No! ¿Dónde oíste eso?
—Todo el equipo de natación, quienes, si te recuerdo, estuvieron allí cuando sucedió, insisten en que trataste de besarlo. Es todo lo que han estado hablando durante dos días: capitán del equipo de natación, el único ¡el Estoicamente Desagradable Príncipe Wolfgang permite que una dama le toque el rostro durante un período prolongado de tiempo! ¡Qué escandaloso!
Fitz simuló desmayarse como una dama del siglo XVIII, y de repente me sentí enferma. ¿Ese era el rumor que había estado circulando? Santa mierda, ¿era eso lo que realmente parecía para un observador? Definitivamente, bajo ninguna circunstancia, podría volver a mirar a Wolf. Ni siquiera a su mano, ni sobre su hombro, ni a un solo cabello despeinado. Nada. Nunca más.
Traté de enterrar mi rostro caliente en el escudo de mi libro, pero Fitz acercó una silla a la mesa y tiró unos libros pesados.
—¿Qué estás haciendo? —Entrecerré mis ojos hacia él.
—Teníamos un trato —dijo a la ligera—. Te enseñaría, si te disculpabas con Wolf. Y lo hiciste. Más o menos. Realmente no. Pero es la idea lo que cuenta. Comencemos con la Guerra de las Rosas, ¿de acuerdo? De eso se trata la próxima prueba.
—No quiero...
—Lo quieres —insistió, con los ojos brillantes—. Quieres una buena nota. Sé que tú, más que nadie en esta maldita escuela, quiere buenas notas. Así que vamos. Siéntate. Refrescamos ese ingenuo-pero-ingenioso cerebro tuyo.
Interiormente, una parte vitoreó. Esto era exactamente lo que quería. Esto es exactamente lo que necesitaba si quería que el señor Blackthorn mantuviera mi beca. Pero la victoria todavía se sentía un poco hueca. Era solo un acto, después de todo. Realmente no nos estábamos haciendo amigos. Era solo por la beca.
—No puedo… no puedo pagarte. No tengo nada con lo que pagarte y no quiero tu caridad.
—Sí, soy consciente de que odias la caridad. —Suspiró Fitz—. Si realmente estás empeñada en devolverme el dinero, solo piensa en esto como un vale. Me debes a futuro, ¿de acuerdo? Solo un pequeño favor, o un recado, y estaremos a mano.
Arrugué mi nariz. Estaba fingiendo que tenía dificultad en esa clase, pero
¿deberle a Fitz realmente valdría la pena? Negué. Por supuesto lo valdría. Ya lo estaba haciendo bastante bien con Burn, conociéndolo lentamente. ¡Y ahora que Fitz estaba dispuesto a darme su apoyo, estaba a dos tercios del camino! Todo lo que quedaba era...
Wolf.
Pero eso nunca sucedería. Había hundido ese barco tan hondo que bien podrían haber comenzado a llamarlo el Titanic. Burn y Fitz serían suficientes. Tenían que serlo.
Nunca esperé que Fitz fuera un buen maestro, pero lo era. A pesar de que dormía durante toda la clase, sabía todo lo que habíamos cubierto, de arriba a abajo. Su enseñanza fue fácil de entender, e incluso logró hacerlo divertido. No pude evitar sonreír y reírme de las bromas que hizo de la historia. La parte más difícil de todo fue recordar actuar estúpidamente, no darle la respuesta correcta de inmediato. Dibujó figuras de palitos para representar toda la realeza que tenía que memorizar, y las llamé feas. A continuación, dibujó una figura de palo de sí mismo, que afirmó que era su obra más bella hasta el momento. Nos desviamos, y él dibujó a Burn, enorme y con los ojos soñolientos, y luego a Wolf, con su cara perpetuamente enojada y sus cejas afiladas.
—Y esta eres tú —anunció Fitz. Dibujó una figura de palo con la larga cola de caballo que solía llevar y una brazada de libros.
—¡Demasiados libros! —protesté—. ¡Parece que estoy a punto de caerme!
—No, no, eso es Wolf —corrigió—. Tratando de empujarte con telequinesis.
—Ah, así que ese es el secreto de Blackthorn. Todos son telequinéticos sobrenaturales.
—Y vampiros —dijo—. Vampiros enormes, piadosos y vegetarianos que brillan a la luz del sol constantemente.
—Como una bola de discoteca.
—Eso somos nosotros; tres enormes bolas de discoteca —estuvo de acuerdo—.
Con buen cabello y sin modestia.
Me reí, pero fui interrumpida por el zumbido de mi teléfono. Papá. Hice un gesto para que Fitz esperara mientras me alejaba y contestaba.
—¡Hola, papá! ¿Está todo bien?
—¿Por qué siempre preguntas eso? —Suspiró—. Solo un “hola” estaría bien. Mi garganta se contrajo.
—Correcto. Lo siento. Hola. ¿Sin algún plan para cenar todavía? Podría parar y buscar un pad thai o algo así si no tienes ganas de cocinar.
—Puedo cocinar, Beatrix. —Su voz sonó enfadada—. Soy capaz de cocinar, ¿de acuerdo?
Estaba sucediendo. Esa espiral en la que nada de lo que podría decir ayudaría, apenas estaba comenzando. Si lo dejaba pasar demasiado tiempo, se irritaría cada vez más, hasta que explotara. Y luego, después de que él explotara, se sentiría tan mal por eso que no se levantaría de la cama por días. Tenía que pararlo aquí, al inicio.
—¡De acuerdo! —Forcé mi voz a ser alegre—. ¡Eso es genial! Solo estoy en la biblioteca, pero me iré a casa ahora.
Papá se calmó, y luego:
—¿Qué estás haciendo ahí? ¿Leyendo?
—Estudiando. Con un... —Miré a Fitz, quien me saludó con los dedos y sonrió con todas sus pecas—... un compañero de clase.
—Oh, eso es bueno. ¿Son amigos?
—No estoy segura, todavía es muy temprano para decirlo.
—No debería ser demasiado difícil de entender, Bee. Es tan fácil hacer amigos a tu edad.
Tragué el impulso de corregirlo. No quería comenzar una discusión.
—Sí. Bien, estaré en casa pronto, ¿de acuerdo?
—Está bien. Maneja seguro.
Colgó, y yo también. Miré fijamente la pantalla en blanco del teléfono por un momento, apoyando los brazos en la barandilla de cristal del balcón. Hoy claramente había sido un mal día para él. Una parte de mí quería ir a casa tan pronto como pudiera, para asegurarme de que estuviera bien. La otra parte de mí, la parte egoísta, no quería ir a casa en absoluto.
Pero no había elección. Tenía que hacerlo. Lo que yo quería no importaba, tenía que asegurarme de que papá comiera. No lo haría si fuera por él, solo en la casa. Caminé de regreso a Fitz.
—Gracias por la sesión, profe. Pero me tengo que ir.
—¿Tan pronto? —se lamentó—. Estábamos a punto de llegar a las partes más jugosas: decapitaciones.
—Lo siento. —Empaqué mis cosas—. Pero realmente tengo que irme. Vamos a... hagámoslo de nuevo. Me divertí.
—Sorprendentemente, yo también. —Inclinó la cabeza—. Extraño. Pensé que había dejado esa tontería cuando tenía doce años.
—Justo cuando llegas a la pubertad, ¿eh? —bromeé.
—Oh tú sabes. Me puse lleno de granos, hormonal, me transformé en un adolescente asqueroso que nunca se divierte.
Me reí y comencé a alejarme.
—¡Oye! ¡Becada! —gritó. Me giré.
—Tengo un nombre.
—Cierto. Bee —corrigió—. Kristin me dijo que irás a la fiesta de Riley. ¿Es verdad?
—Síp.
—Te veré mañana entonces.
—¡No griten en la biblioteca! —le siseó la bibliotecaria. Fitz apretó las manos como pidiendo disculpas, negué y me fui.


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Mensaje por IsCris Lun 15 Jun - 13:58

Wolf pueda que tenga raíz y Beatrix deba ser un poco adolescente, ojalá que en la fiesta llegue a disfrutar, pero honestamente me entristece ella, y toda la situación que vive con su papá 

Como ya mee están agradando los hermanos, no quiero leer cuando se enteren que ella hizo un trato con su padre


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Mensaje por berny_girl Mar 16 Jun - 5:12

Capitulo 7
Creí que los hermanos tenían una relación mas cercanas, no creo que la muerte de su mama causada que se alejaran de esa forma... parecen mas conocidos que familia.
Wolf esta sumamente complicado, no entiende sus sentimiento por Beatrix y sus deseos de defenderla ante los demás... en verdad que este chico esta mas perdido que los otros dos...

Capitulo 8
Me gustan los tres hermanos, son muy diferente del otro pero cada tiene su propia personalidad...
Me molesta un poco que Bee esta constantemente atacando a Wolf... Podría intentar llevar a algún momento en paz con el, y acercarse un poco mas... como a logrado hace hasta ahora con Burn y Fitz



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Mensaje por Maria-D Mar 16 Jun - 6:20

   Sí, poco a poco lo va consiguiendo con los otros dos hermanos. Pero con Wolf se comporta muy cría, tenéis razón.
   Bueno, es que son muy jóvenes.  Razz Razz
   El drama viene por la situación del padre y la obsesión que tiene ella de "salvarlo". Le agobia.
   Y lo peor, la decepción que se llevarán los hermanos cuando se descubra todo.  Crying or Very sad 
   Espero que todo se solucione de una forma en la que no se hagan demasiado daño.
   Gracias por el capi.  sunny


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Mensaje por yiniva Mar 16 Jun - 18:53

9

Si supiera lo que sabía ahora sobre lo que iba a suceder en la fiesta de Riley esa noche, nunca habría ido. El solo hecho de pensar sobre eso mientras escribo me hace querer construir una máquina del tiempo, viajar de
regreso y encerrarme en un armario por la noche. Solo esa noche. Cambió todo, y últimamente no puedo evitar pensar que fue para peor.
Pero me estoy saliendo de tema, lápiz y papel. No puedes entender lo que no te he dicho. Así que comencemos de nuevo.
Una hora antes de la fiesta, me aseguré que papá comiera algo. Comí un poco, pero mi estómago estaba demasiado nervioso como para mantenerlo, así que me distraje revolviendo mi armario. Una vez más, todo lo que realmente tenía era ese vestido de verano, pero era demasiado elegante para una fiesta en casa. ¿Cierto? Cierto. Mierda, ¿a quién estaba engañando? Nunca había estado en una fiesta en mi vida. Obviamente habría alcohol, y probablemente drogas para niños ricos, y una serie de otros libertinajes.
Levanté una camiseta de Mujer Maravilla hacia mi pecho en el espejo y respiré.
—Solo verás lo que están haciendo los hermanos Blackthorn —me dije—. Todo lo demás no importa. No beber, no bailar, no hacer nada. Los vigilamos y pretendemos beber. No hay presión.
Miré el reloj cuando sus temidas manecillas se acercaban al nueve. Mi voz se volvió más aguda.
—Sin presión. Oh Dios, no hay presión en absoluto.
El golpe en mi puerta me asustó. Metí rápidamente la mayor parte de la ropa que había sacado al armario y me aclaré la garganta.
—Adelante.
Mamá se asomó por la puerta, toda sonriente. Alguien estaba detrás de ella también.
—¡Hola, cariño!
—¡Oh, hola! Llegaste temprano a casa.
—Solo quería pasar por la casa y cambiarme de ropa —dijo mientras entraba—
. ¡Candace aquí se ofreció a llevarme a un spa! ¿No es lindo?
Asentí a la señora detrás de ella, una mujer morena cerca de la edad de mamá con las mismas ojeras y el aire cansado.
—Candace, conoce a Beatrix. —Mamá extendió su mano hacia mí—. Beatrix, Candace.
Estaba acostumbrada a conocer a sus amigas, así que sonreí.
—Hola.
—Hola. —Sonrió Candace—. Es un placer conocerte en persona. Eres de lo único que habla tu madre, ¿sabes?
—Oh, detente. —Mamá se rió—. ¡A veces también hablo del clima! Candace, ella está yendo a Lakecrest.
—Sí, sí. —Candace soltó una risita—. Lo he escuchado antes. Pero, aun así, es muy impresionante. Debes ser muy inteligente, Beatrix. Ojalá mi hijo fuera como tú; apenas puedo sacarlo del sofá para hacer algo más que jugar videojuegos, y mucho menos hacer que estudie.
—Dile dónde planeas ir a la universidad, Bee —insistió mamá ansiosamente. Me sentí un poco rara, que me hicieran contarle todos mis planes a esta señora desconocida, pero sonreí.
—Eh, NYU.
—Oh, vaya. —Se maravilló Candace—. Bueno, estoy segura que entrarás, si te estás graduando de Lakecrest. Todos entran si van a Lakecrest.
Mamá miró su teléfono.
—Diablos, vamos a llegar tarde. De acuerdo, cariño, Candace y yo nos vamos.
¿Tu papá tenía algo para comer?
Asentí.
—Le hice un sándwich.
Se acercó y besó la parte superior de mi cabeza.
—Gracias. Te veré más tarde. Te amo.
—Fue un placer conocerte, Bee. —Asintió Candace—. Buena suerte en Lakecrest.
—Gracias. También te amo, mamá. —Intenté decir, mientras ella cerraba mi puerta detrás de ella. Sus voces se desvanecieron por el pasillo, y exhalé. Todo eso me hizo sentir como un caballo de exhibición, o algo así. Fue súper incómodo. Pero la noche era joven, e incómodo era aparentemente el tema de este mes de mi vida.
Me decidí por un jean y la camiseta de la Mujer Maravilla, y saqué una vieja chaqueta verde militar de papá. Me maquillé los ojos con mi delineador de ojos habitual, y di un paso atrás para mirarme. Definitivamente solo parecía que iba a ir a la escuela. Mi vieja escuela pública, no la privada que requería un uniforme, obviamente. Pero eso estaba bien, si solo estaba allí para vigilar a los hermanos, no quería llamar la atención.
Y entonces Kristin llamó a mi puerta, y me di cuenta que nunca podría haber sido capaz de llamar la atención. Llevaba un vestido sin mangas azul brillante, sus hombros y largas piernas bronceadas y tonificadas. Papá parecía medio aturdido cuando abrió la puerta. Le había explicado antes que una amiga me estaba recogiendo para una fiesta de pijamas, pero ahora no iba a creerse eso, no con Kristin vestida así. Debería haber pensado en eso.
—Hola, Kristin. —Le sonreí nerviosamente, y luego intenté parecer confiada ante papá—. De acuerdo, bueno. Estaré en casa antes del mediodía de mañana. Te llamaré si me tardo más
Papá movió sus ojos de mí hacia Kristin, confundido.
—Hay restos en la nevera para el almuerzo —le recordé—. Y puedes tomar el último waffle del congelador, si quieres. No voy a estar aquí para desayunar.
Papá desvió la mirada de la brillante sonrisa de Kristin y me miró.
—¿En serio no esperas que crea que vas a ir a una fiesta de pijamas? Mi estómago se hundió.
—Papá, yo...
—Claro que no —coincidió Kristin—. Es una fiesta, señor Cruz. Pero es mucho más pequeña de lo que piensa, y es toda la gente que conozco. La cuidaré, lo prometo.
Papá miró entre nosotras otra vez, luego puso una mano en mi hombro. Algo en su mirada era suave, cansado.
—No tienes que mentirme, Bee. Sé que ha sido... difícil para ti. Te has ganado una fiesta. Solo ten cuidado, ¿está bien? No conduzcas a ningún lado, no bebas nada que alguien te dé. Llámame cuando vuelvas a casa.
Mi corazón se hinchó, y lancé mis brazos alrededor de su cuello y lo abracé.
—¡Gracias, papá! Te prometo que llamaré.
Kristin y yo nos marchamos, y estaba tan aturdida que casi no la veo entrar en su auto, un Prius brillante con ese olor a auto nuevo. Salté en el asiento del pasajero, y Kristin subió el volumen de su música electrónica y se apartó de la acera.
—Tu papá es genial, ¿eh? —gritó.
—Realmente lo es, a veces.                                                                                                          
—Mi papá odia todo lo que hago —continuó—. Eres muy afortunada.
Vi cómo nuestro dúplex desaparecía en la noche. Si solo supiera lo enfermo que estaba realmente papá.
—Sí, lo soy.
Era muy afortunada que todavía estuviera aquí. Era muy afortunada de haber llegado a Lakecrest. Pero si mi suerte se agotaba, si las píldoras de papá reaccionaban mal con la química de su cerebro, si la enfermedad de su propia mente lo convencía de que la vida ya no valía la pena vivirla...
Temía el oscuro futuro que imaginaba en mi cabeza, así que me concentré en la música. Era feliz, optimista. Kristin olía aún más a perfume de vainilla. No me puse nada excepto desodorante. Mierda… ¿Huelo mal? Traté de olerme las axilas, pero Kristin pisó los frenos y casi me golpeé la nariz contra el codo.
—¡Idiota! —gritó a un automóvil que se pasó una luz roja. Salió a la intersección, bufando—. ¡Algunas personas son tan estúpidas! —Me miró y sonrió—. No tú, sin embargo, apuesto a que manejas como una abuela.
—¿Qué te dio esa impresión? ¿Fueron los jeans? ¿Los lentes?
—El peinado. —Kristin se rió y bajó la música—. Las chicas con una ordenada cola de caballo no conducen como maníacos.
—Hay un pequeño refrán que me gustaría presentarte llamado “no juzgues un libro por su portada”. Conduzco como Vin Diesel. Con cocaína.
Se rió.
—Por supuesto.
Estuvimos calladas hasta que llegó a la carretera.
—Entonces. El señor Blackthorn también logró atraparte, ¿eh? —preguntó Kristin.
—Sí, supongo.
—Intentó hacerme espiar a los chicos, hace como un año, pero nunca funcionó. Fitz supo lo que estaba haciendo de inmediato, y Burn nunca me dijo una sola palabra.
—¿Y Wolf? Bufó.
—No iba a suceder. No después de lo que pasó con Mark. La curiosidad me corroe.
—¿Sabes lo que pasó entre ellos?
—¿Mark y Wolf? Oh, quiero decir, todos lo saben, Bee. O, al menos, todos creen que saben.
Estaba callada, esperando que hablara, pero me miró y suspiró.
—Mira, no se siente bien decírtelo. Puede que no me gusten los chicos Blackthorn, pero tampoco quiero arrastrarlos por el barro. Todos dejamos de hablar de eso hace mucho tiempo, y siento que así es como debería quedarse. En el pasado.
—Bien. —Levanté las manos—. Lo entiendo. Tendré que sacárselo a un estudiante de último año muy ebrio en la fiesta.
—¡Y yo aquí pensando que eras solo una nerd silenciosa! —Kristin dio una palmada en el volante—. Eres tan tenaz.
—Cuando tengo que serlo. —Le guiñé un ojo.
—¿Ah, sí? ¿Qué está colgando frente a ti el señor Blackthorn? No puede ser una recomendación universitaria como lo es para mí… te faltan todavía dos años para eso.
—Mi beca —dije—. Quiero conservarla, así que…
—Ajá, entiendo. —Asintió. En unos minutos, estábamos estacionando en un suburbio elegante, y salimos. Señaló una enorme mansión en la distancia, luego me golpeó con el puño—. Vamos a buscar lo que queremos.
Caminamos por la acera, la música amortiguada se hizo más fuerte, otras formas oscuras caminaron hacia la casa iluminada. Kristin entrelazó su brazo con el mío.
—Fitz se pone súper borracho —dijo—. Se queda abajo y la fiesta es arriba. Burn no bebe, pero siempre se dirige al patio, a un lugar tranquilo y con la menor cantidad de gente. Y Wolf... —Hizo una mueca—. Es difícil describir lo que hace. Sé que le gustan los lugares altos de la casa. Balcones. Habitaciones.
—Está bien, gracias. Eso hace que mi trabajo sea un poco más fácil. Kristin sonrió.
—Cualquier cosa que pueda hacer, estoy aquí para ti. Solo ven a buscarme, o puedes enviarme un mensaje de texto.
—¿Vas a estar, eh… borracha?
—Oh, no me gusta beber. Solo estoy aquí para bailar. Y tal vez relacionarme con algunas personas. —Me guiñó un ojo, y sentí que mi rostro se sonrojaba.
—Sí. Olvidé que eso sucede en las fiestas.
Llegamos al porche delantero, y Kristin tocó el timbre. La música vibrante se hizo tan clara como el cristal tan pronto como la puerta se abrió, un chico de último año que había visto alrededor, le sonrió a Kristin. Se abrazaron y ella me condujo adentro. La casa era cien veces más cálida que en el exterior, la decoración de tapices de buen gusto y fotos familiares que estaban un poco torcidas debido a que la gente estaba atestada aquí de pared a pared. “Más pequeña de lo que crees” mi culo, Kristin. La seguí como una oveja siguiendo a un pastor; mis ojos se movían por todas partes mientras luchaba por asimilar lo que sucedía a la vez; la sala de estar estaba atestada de gente bailando, la cocina estaba un poco más tranquila, los litros de refresco medio vacíos y las botellas de vodka alineadas en el mostrador como soldados cansados. El pasillo serpenteaba alrededor de la casa, y la mayoría de las habitaciones estaban, lo adivinaste, ocupadas por personas besándose furiosamente. Kristin señaló hacia la cocina.
—Vi a Fitz allí hace un momento. ¡Ve a decir hola! ¡Voy a bailar!
Y así como así, desapareció en la multitud, y mi salvavidas había desaparecido. Mis palmas comenzaron a sudar mientras luchaba entre oleadas de personas para llegar a la cocina. Reconocí solo la mitad de estas personas, la otra mitad no iba a nuestra escuela. Todos estaban vestidos para impresionar, con sombra de ojos metálica y jeans de cuero negro y cabello rizado. Podía oír los murmullos que me seguían, apenas audibles por debajo de la música que resonaba; “¿No es ella?”, “Intentó enrollarse con Wolf, ¿verdad?”.
Estupendo. Ese horrible rumor se estaba extendiendo aún más. Quería decirles la verdad, pero algo me detuvo, ¿incluso me creerían si lo hiciera? Probablemente no. La gente simplemente cree lo que quiere, y lo que ellos quieren creer es siempre esa mentira que es más interesante que la verdad.
Dios, esta fue una mala idea. Mi primera fiesta, y ya estaba a la deriva en el mar de rostros.
Pero luego vi uno que conocía. Fitz estaba en la cocina, con un sartén en una mano y el brazo colgando alrededor de los hombros de una chica riendo. Vestía una camisa de cuello abierto de colores brillantes que se hubiera visto estúpida para cualquier otra persona, pero combinaba perfectamente con su cabello rubio rizado y su físico de espantapájaros. Volteó el sartén, un panqueque haciendo un arco perfecto, y la chica aplaudió con entusiasmo. Sus ojos encontraron los míos, y sonrió.
—¡Bee! Ya era hora que aparecieras. ¿Quieres un panqueque? Son de chispas de chocolate.
—N-no, estoy bien —le dije.
—Te ves horrible. —Me miró de arriba abajo—. ¿Vas a vomitar? ¿Ya bebiste demasiado?
—¡Estoy bien! —espeté—. Gracias por la preocupación.
—¡Deberías comer algo! —intervino la chica a su lado—. Ayuda con la borrachera.
Fitz colocó el panqueque sobre una enorme pila de ellos, y recogió el plato, señalando con su cabeza hacia mí.
—Vamos de vuelta, tenemos un escondite secreto.
La chica se rió y trotó tras él, y no sabía qué más hacer, así que los seguí. Me llevaron a una sala de juegos de algún tipo, con una mesa de billar. Cinco o seis personas jugaban, otras descansaban en las sillas y el sofá. Era un poco más silencioso aquí, las paredes nos protegían de la música. Fitz se sentó en la mesa de billar y dejó caer el plato de panqueques en el centro del juego de billar. La gente se quejó.
—¡Oh, cállense! —gritó Fitz—. ¿Les hice comida y así es como me pagan? ¡Niños ingratos!
Movió su dedo hacia ellos mientras la gente se reía y se acercaba. Algunos usaban los tenedores que la chica había traído, otros simplemente los agarraban con las manos y los tragaban como si fueran tacos. Fitz se bebió medio vaso de un líquido ámbar y se frotó las manos.
—Entonces, Bee. Camisa y jeans, ¿eh? No puedo decir que no estoy sorprendido.
—Oh, lo siento. —Puse mi mejor voz sardónica—. ¿Se suponía que debía usar algo más, su alteza?
—Al menos una falda —gruñó—. Dale vida a mi vida, un poco.
—Eres un pervertido —lo acusé.
—Desafortunadamente —estuvo de acuerdo, metiéndose un panqueque en la boca.
—Desafortunadamente también —señalé su camisa brillante—. No tienes gusto. Se rió.
—Oh, definitivamente creciste pobre, ¿verdad? Lo horrible es exactamente lo que lo convierte en alta costura.
—Oh, lo entiendo ahora. Hazlo lo más feo posible, y la gente lo comprará pensando que es radical y provocador.
Me señaló.
—Bingo era su nombre. ¿Estás segura que no quieres un panqueque?
—¿Pusiste algo en eso? —Entrecerré mis ojos hacia el plato. Jadeó.
—¡Estoy ofendido! ¿Qué clase de enfermo pondría mantequilla de marihuana en unos panqueques inocentes?
—Nunca dije mantequilla de hierba.
—Oh, ¿no lo hiciste? —Hizo gestos con su mano—. Entonces olvida que dije
algo.
Una risita recorrió la habitación de nuevo. El señor Blackthorn tenía razón: a
uno de sus hijos le gustan las drogas.
—Pero ¿por qué estoy hablando contigo ahora? —se lamentó Fitz dramáticamente—. Estás aquí por Wolf.
El sonido de su nombre prendió fuego en mis pulmones.
—¡No es cierto!
Se rió, girando un palo de billar a su alrededor como un bastón de artes marciales.
—Tan inteligente, tan motivada, y, sin embargo, tan terriblemente transparente. Eres una extraña pequeña paradoja, Bee. Ahora sigue. Ve. Está arriba.
—Hablas como un viejo —lo acusé. Fitz hizo una pequeña reverencia.
—Eso es lo que pasa cuando creces leyendo demasiados libros. Nunca te advierten sobre los peligros de eso en la escuela. —Me ahuyentó—. Date prisa. Sal de aquí. Está esperando.
—¿Wolf? —Arrugué mi nariz—. ¿Por qué lo haría…?
—¡Ve! —Fitz me tomó del brazo y con cuidado me echó fuera de la habitación, dando un portazo detrás de mí. Suspiré. Si alguna vez llegaba a entender cómo funcionaba el cerebro de un Blackthorn, sería demasiado pronto.
Me perdí en la casa muy rápido, los ojos de la multitud y la música pulsante me dieron dolor de cabeza. Arrugué la nariz mientras veía a alguien vomitar directamente en uno de los jarrones demasiado caros que había por ahí. Fantástico. Estoy segura de que la mamá de alguien/ama de llaves/quien sea que haga la limpieza para los ricos, estará encantada con eso.
Abrí la puerta corrediza de vidrio hacia el patio trasero, desesperada por algo de alivio. La gente estaba reunida en las sillas del jardín, en un semicírculo alrededor de una fogata. Reconocí a una persona en el círculo, y sentí mi aliento atraparse en mi garganta. Eric. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Quién lo dejó entrar, especialmente después de que todos supieran lo que había hecho en la última fiesta?
—Bee. —La voz baja detrás de mí me hizo saltar. Me giré para ver a Burn parado allí, con una camisa de franela y jeans rasgados.
—¡Por una vez! —Toqué mi pecho para asegurarme de que mi corazón aún funcionaba—. Solo una vez, ¿podrías tocarme el hombro antes de saludarme directamente en el oído? Me gustaría vivir más allá de los diecisiete años, gracias.
—Los ataques cardíacos no matan a los adolescentes —insistió Burn. Lo miré de reojo.
—¿Alguna vez has visto una película de terror? Morimos todo el tiempo por muchas cosas. ¡A veces por ataques cardíacos! Pero especialmente por cosas como tener sexo. Y consumir drogas. Y motosierras. Las motosierras vienen después del sexo y las drogas, por lo general, así es como Hollywood nos advierte que seamos niños puros y castos, o algo así. No lo sé. Es extraño.
Burn me miró en silencio. Había visto esa expresión en su rostro lo suficiente como para saber que significaba que estaba completamente perdido en mi balbuceo. Le hice señas con la mano y nos quedamos allí, junto a los arbustos, viendo la fiesta en las sillas de jardín comenzar con cervezas y risas.
Burn debe haberme visto mirando a Eric, porque suspiró.
—Llegó después que comenzó, y se niega a entrar a la casa. Inteligente.
—¿Por qué eso te parece inteligente?
—Porque si Wolf lo ve, será su final —dijo Burn.
—¿Quién lo invitó?
—Sus amigos, algunos muchachos del club de debate.
—Vino aquí de todos modos, a pesar de la tarjeta roja —reflexioné—. Como un gran dedo medio para Wolf. No va a intentar nada, ¿o sí?
—Lo estoy vigilando —dijo Burn simplemente. Esas tres palabras conllevaban tanta amenaza oculta que casi sentí lástima por Eric. Casi. Hasta que lo vi inclinarse y comenzar a susurrar al oído de una chica. Ella retrocedió, poniéndose de pie y alejándose, pero Eric la siguió, arrinconándola entre un arbusto y la parrilla de la barbacoa. Eso fue todo, el colmo, estaba harta de él. Estaba harta de recordar el hecho de que alguna vez lo defendí. Estaba harta de estar parada y no hacer nada mientras sucedía algo horrible. Tenía mucha práctica en eso, con papá, y lo odiaba más que nada.
—No sé tú… —Me arremangué las mangas—. Pero yo terminé de vigilar.
En retrospectiva, lápiz y papel, fue estúpido. Demonios, todo lo que hice esa noche fue estúpido. Tal vez fue el aire empapado en alcohol, hierba y cigarrillos. Tal vez fue la contagiosa actitud temeraria que todos parecían llevar. No lo sé. Pero de repente, ya no me importaba nada. No me importaban los ojos que me miraban o las habladurías que me rodeaban mientras atravesaba el círculo de sillas de jardín y agarraba el hombro de Eric, haciéndolo girar.
—¿Qué demonios estás haciendo? —exigí. La chica detrás de él me miró con gratitud, aprovechando la oportunidad de desaparecer de nuevo en la casa. Eric la vio irse con algo parecido a la ira en sus ojos, su cabello oscuro apenas disimulando su irritación.
—Me estoy divirtiendo, Bee. Debes intentarlo alguna vez.
El círculo de sillas de jardín quedó en silencio, haciendo “oooooohh”' al percibir el insulto.
—No puedo creerte —espeté—. ¡Me dejaste defenderte cuando te dieron esa tarjeta roja! Y cuando te pregunté por qué lo hicieron, ¡me mentiste directamente!
Sabías exactamente por qué te la dieron. ¿Y ahora tienes las agallas de aparecer en otra fiesta?
—No hizo nada malo —dijo uno de los observadores desde su silla de jardín—.
Déjalo en paz.
Eric me sonrió.
—Lo escuchaste, apártate, Bee. Si sigues acosándome así, podría empezar a pensar que te gusto. Quizás vaya a buscarte un trago.
Su palabra estaba cargada de implicación: me drogaría como trató de drogar a otra chica. Reprimí un escalofrío.
—Vete a la mierda, cerdo —espeté. El rostro de Eric se oscureció, y cerró el espacio entre nosotros. No era alto, pero era lo suficientemente alto, y de repente me di cuenta lo mucho más grueso que eran sus bíceps de los mío. Podía oler la cerveza en su aliento.
—¿Cómo me llamaste?
—Cerdo —dijo la profunda voz de Burn detrás de mí. Sentí el calor de su pecho contra mi espalda, y de alguna manera me confortó. La sombra de Burn cayó sobre Eric y yo, envolviéndonos fácilmente—. Te llamó cerdo.
Eric retrocedió, y de repente palideció. Entrecerró sus ojos.
—Así que ahora estás coqueteando con los pendejos Blackthorn, ¿eh? ¿Con cuántos de ellos estás durmiendo? ¿Uno? ¿Dos? ¿O los tres, puta?
Antes de que pudiera abrir la boca para arrancarle una nueva, una  cascada de un líquido rosado y grueso cayó sobre la cabeza de Eric. Olía a ácido y horrible,
vómito. No habría escapado del daño por salpicadura si no fuera por Burn halándome en el último segundo. Eric farfulló, limpiándose salvajemente para quitárselo. Levanté la vista y vi a Wolf de pie en un pequeño balcón a dos pisos de altura, con un jarrón antiguo en sus manos y fuego en sus ojos verdes.
—Ups —dijo hacia nosotros—. Lo siento, solo estaba sacando la basura.
Eric se acercó a sus amigos, quienes gritaron e intentaron mantenerse alejados de él. Burn, Wolf y yo lo vimos chocar contra una silla de jardín mientras trataba de quitarse la ropa en un esfuerzo por alejarse del desagradable olor. Finalmente, otro de sus amigos lo jaló, medio desnudo, del brazo y lo guio fuera del patio hacia un auto. Casi me reí, fue tan patético.
Levanté la vista hacia Wolf, quien hizo un sonido de “tsk” y entrecerró un ojo al Eric en retirada, como si lamentara que Eric no se quedara más tiempo para poder atormentarlo más. Me atrapó mirándolo, la llama constante en su mirada un poco menos furiosa, y desapareció de nuevo en la casa.
Burn me dio la vuelta por el hombro.
—¿Algo de eso te salpicó?
—No, estoy bien.
El rostro de Burn rara vez cambiaba, así que cuando miró hacia donde desapareció Eric, me sorprendí.
—Si te molesta otra vez, házmelo saber.
Algo en relación a su simple oferta hizo que mi estómago se calentara. Sonreí.
—De acuerdo. Gracias, Burn.
—Wolf también ayudó —me recordó. Tosí suavemente.
—Sí, supongo.
Pude sentir a Burn mirando mi rostro. Entró en la casa por un momento, luego regresó con una botella de vino añejo de lujo. Me la entregó.
—Llévale esto a Wolf. Levanté la pesada botella.
—¿Ni siquiera un “por favor”?
Burn permaneció en silencio. Suspiré.
—Está bien, de acuerdo. Voy.
Caminé hacia la casa, mirando hacia atrás una última vez. Burn se había acomodado en una silla limpia de jardín, haciéndola plana para poder mirar las estrellas. Era prácticamente el único allá afuera, parecía sereno, imperturbable y soñoliento como siempre.
Finalmente encontré las escaleras y las subí lentamente, saltando fuera del camino de chicas chillando subiendo y bajando, y evitando a las parejas presionadas contra la barandilla y entre sí. Vagamente escuché a Fitz en la sala gritar algo sobre “herejes” y “blasfemos”, con voz muy arrastrada. Sonreí un poco, habíamos pasado por esto en la tutoría y decidimos que ambos eran muy buenos insultos. Pero esto no era tutoría: esta era una fiesta en la que en este momento me tocaba entregarle un vino al chico que todos pensaban que había tratado de besar.
El piso de arriba era tan grande como la planta baja, así que me centré en relación con el patio e intenté localizar la habitación en la que Wolf debía haber estado. Efectivamente, allí estaba él; en la habitación al final del pasillo, sentado en una cama tamaño queen y bebiendo de una botella de vino en la mesita de noche. Vestía un suéter negro y jeans, ambos abrazando sus hombros y caderas demasiado bien para ser cualquier cosa menos de diseñador. Su cabello era un desorden exasperantemente elegante como siempre, y la forma en que se sentaba, relajado, aunque de alguna manera regia, hacía que el interior de la habitación de invitados pareciera una sala del trono.
No podía entrar. Apenas podía pensar en hablar con él, después del incidente de la piscina. ¿Qué iba a decir? “¿Lo siento?”. “¿Quería comprobar si de verdad tenías fobia a ser tocado como un total idiota?”. Sentarse en clase de automotriz con un grupo de personas a nuestro alrededor era totalmente diferente a sentarme cara a cara con él. Antes de que pudiera darme la vuelta y alejarme, me vio, y arqueó una ceja en mi dirección.
—¿Bien? —dijo—. ¿Vas a entrar, o no?
—Burn quería que te diera este vino por ayudar con Eric —dije con rapidez, entrando solo para poner el vino en una cómoda cercana—. Bien, adiós.
—Becada. —Su voz me detuvo en la puerta y me giré. Tomó un trago de su botella de vino ya abierta y se puso de pie, jugando con los anillos de plata en sus dedos—. Tú y yo tenemos cosas que discutir.
La irritación le ganó a la ansiedad por un breve momento, y apreté los dientes.
—Por. Última. Vez. Tengo. Un. Nombre.
—Como yo —dijo—. Y, sin embargo, nunca te escuché usarlo.
—Eso es porque tú… ¡tú tampoco has dicho el mío!
—¿Vamos a estar atrapados en un círculo para siempre, evitando los nombres del otro hasta que uno de nosotros se rinda y lo diga?
Lo miré fijamente. O, más exactamente, a sus zapatos.
—Lo estamos —afirmó finalmente —. Porque soy orgulloso y tú eres infantil.
—¿Infantil? —me burlé—. Eso es gracioso, viniendo del tipo que pone papelitos en los casilleros de las personas.
—Realmente sigues con eso, ¿verdad? —se burló—. Hay más de mí que eso, sabes.
—No lo sabría —dije—. No sé nada de ti, excepto que me odias por algún motivo y quieres tomar mi beca para que me echen.
Permaneció callado. Eso alimentó el estanque de rabia que había estado hirviendo silenciosamente en mi corazón todo este tiempo.
—No… espera. Eso es una mentira. Te conozco. Sé que Fitz ha pirateado la computadora de tu padre para leer mi ensayo. Sé que te gustan las motos. Te conozco...
Evito decir “odias que te toquen” o “tu madre murió”. Esas son cosas privadas que se supone que no debo saber.
—… Sé que peleaste con Mark —terminé—. Y el día después, dejó de venir a Lakecrest.
Esperaba que Wolf se enfadara, gritara, pero el único sonido era el de la botella de vino que subía a sus labios y volvía a bajar.
—No esperaría que alguien como tú lo entendiera —dijo finalmente.
—¿Entender qué? ¿Que peleaste contra un chico y que resultó tan golpeado que se fue?
—No fue así —gruñó Wolf—. No lo entenderías.
—¡Estoy segura que no puedo entenderlo si no me lo dices! —Di un paso atrás, mi mirada finalmente se atrevió a ir hacia él. Sus ojos verde jade brillaban con un fuego furioso, y logré soportarlo por unos segundos. Pero no fui la primera en mirar hacia otro lado. Por una vez, fue Wolf quien rompió nuestra mirada.
—Mira —comencé—. Tienes razón, ¿está bien? Solo voy a decir eso una vez, tenías razón. Juzgo a las personas con dureza. Me da miedo no poder ir más allá de mi propio juicio de las personas. ¡Y apesta! Súper apesta darse cuenta de que tal vez, fuiste el idiota todo el tiempo, pero eso no significa que no pueda cambiarlo. Lo haré. Solo lentamente. A mi propio ritmo. No importa lo que cueste, voy a cambiarlo.
—¿Por qué? —demandó.
—Porque tengo que hacerlo.
—¿Por qué? —respondió de nuevo, más fuerte, como si estuviera tratando de cortarme solo con sus palabras.
—Porque… —Tragué saliva—. Porque si no lo hago, no puedo ser una buena psiquiatra.
—Hay más en la vida que convertirse en un buen psiquiatra —dijo Wolf—. Por ejemplo, ¿convertirse en una buena persona, tal vez?
—Diría que ya soy...
—No lo eres —espetó—. Ninguno de nosotros lo es. No lo logras, como un trofeo, dejándolo a un lado y descansando en los laureles. Tenemos que trabajar en eso. Ser una buena persona requiere trabajo, cada segundo de cada día. Por eso muy poca gente lo hace, porque es agotador.
Se sentó en la cama, con los codos sobre las rodillas y las manos en la barbilla.
—Estás tan concentrada en convertirte en algo para ayudar a tu papá —dijo, de repente parecía cansado—. Que tu vida se te está pasando.
Sentí que se me ponían los pelos de punta.
—No sabes nada de mi vida.
—Leí tu ensayo. —Me lanzó una mirada furiosa.
—¡No es todo lo que soy! ¡Es solo un pedazo de papel!
—Fue tu escritura —insistió—. Escritura muy decidida, muy honesta, escrita para perseguir tus sueños. La leí una y otra vez. Ese ensayo desnudó tu alma. Lo niegues o no, ese ensayo fuiste tú, hasta la última coma.
—No me conoces por un ensayo.
—No —estuvo de acuerdo—. Pero sé que te estás quemando en los dos extremos en un intento equivocado de “salvar” a tu padre. Sé que abandonaste tus sueños de escribir para ayudarlo. Estás sosteniendo el mundo sobre tus hombros, y eventualmente va a aplastarte.
Algo en mi pecho se retorció, duro y doloroso.
—¿Y? —repliqué—. No importa; si funciona, si puedo hacer una diferencia, me importa una mierda si me aplasta.
—Por supuesto que no te importa. —Giró un anillo de plata alrededor de su dedo—. Porque no te preocupas por ti. No piensas que eres valiosa o que vale la pena cuidarte.
De repente, se hizo difícil de tragar.
—¿Por qué estás actuando así? —pregunté—. ¿Por qué te importa una mierda?
Soy solo la becada para ti.
Wolf se levantó de nuevo, y se acercó. Flotaba allí, a centímetros de distancia, su voz baja y grave. Olía a vino, lana y algo claramente masculino: especias y sudor. Los puños de su suéter subieron, mostrando la gasa en sus nudillos.
—Porque yo fui tú. Hace mucho tiempo.
No me atreví a mirarlo. Él se rió, el sonido negro de desesperación retumbando en su pecho. Hizo girar más rápido un anillo alrededor de su dedo.
—Yo también traté de salvar a alguien, sin importar lo que se requiriera. Y lo que ves es todo lo que queda de mí, después de que todo se vino abajo.
Estaba tan cerca, que sentí esa extraña urgencia de volver a acercarme a él, de sentir la suavidad de su suéter, la suavidad de la piel de su clavícula. Ahí estaba de nuevo, esa cosa extraña que se arqueaba entre nosotros como electricidad. Me endurecí y lo miré. Su mirada estaba directamente en mí, tomando cada centímetro como si estuviera tratando de memorizarlo.
—No deberías haber venido —dijo.
—¿A la fiesta? —pregunté.
—A la fiesta. A Lakecrest. A esta habitación. A mí, en realidad.
—No todo gira en torno a ti.
Él rió con esa risa triste otra vez.
—Incluso suenas como él.
—¿Como quién?
Wolf dio un paso atrás y negó.
—Nadie. Nada. Deberías irte.
—No puedes simplemente decir algo así y luego descartarme como si fuera un sirviente. Merezco respuestas.
—Mereces ser egoísta. Mereces perseguir las cosas que te hacen feliz. Mereces vivir tu maldita vida —dijo Wolf—. Pero no lo harás, porque eres terca. Te enterrarás en el deber y en tu complejo salvador hasta que comiences a pensar que la miseria es todo lo que mereces.
—Yo… —Cuadré mi mandíbula—. Soy feliz.
Wolf se mofó, tanto que rebotó en las paredes. Pensé en todas mis cosas viejas guardadas en mi armario, en mi teléfono vacío de mensajes de texto y llamadas de amigos, en tachar a Sarah Lawrence de mi lista de deseos, de mi escritorio atestado de libros de texto y solo libros de texto.
—Yo… yo seré feliz —corregí—. Con el tiempo.
—¿Cuándo? —preguntó—. ¿Cuándo tu padre mejore? ¿Cuándo decidas que ya lo “arreglaste”? ¿Cuándo, Beatrix, harás tiempo en tu apretada agenda para ser feliz?
Me ericé.
—Tú no eres exactamente sol y arcoíris.
—Si insultarme te hace sentir bien, entonces bien. Hazlo. Tomaré todo lo que quieras, si esa es la única forma en que puedes sacar tus frustraciones.
Me golpeó entonces.
—Lo dijiste. —Me maravillé.
—¿Qué? —espetó.
—Mi nombre. Lo dijiste. Abrió la boca y luego la cerró.
—Supongo que mi orgullo no es tan fuerte como tu infantilismo.
—Por última vez, no soy una niña…
Se volvió hacia mí, acercándose nuevamente, sus dedos jugando salvajemente con sus anillos de plata.
—No, tienes razón. Es imposible para alguien que abandonó su infancia por su padre sea infantil. Eres simplemente obstinada, terca e ingenua y...
Estábamos tan cerca, pude ver los rayos dorados en sus ojos, sentir el calor que retumbaba en su piel enrojecida por el vino. Era tan estúpido, tan incorrecto, pero no podía ignorar lo guapo que se veía, incluso frustrado. Especialmente frustrado. Debo haber estado viendo cosas, el humo de la marihuana debe haber hecho algo en mis ojos, porque lo vi levantar la mano, su palma flotando justo debajo de mi mandíbula…
—¡Toc, toc! —anunció Fitz cuando entró, cortando la gruesa cadena de tensión—. ¿Qué está pasando aquí, uh?
En un abrir y cerrar de ojos, Wolf retrocedió y se acomodó en la cama. Fitz se acercó a él y tomó la botella de vino que estaba en la mesita de noche.
—Oh, vaya, realmente bebiste esta noche, ¿eh? Supongo que es un buen cambio de tu habitual “ceño fruncido solo en una esquina". —Fitz me miró con sus ojos sonrientes—. No tendría nada que ver con el hecho de que te dije que Bee vendría,
¿o sí?
—Que te jodan —gruñó Wolf.
—¡Tan irritable! —Fitz se rió y me guiñó un ojo—. No lo tomes como algo personal, se pone de esa manera con la gente que le gusta.
Wolf agarró el cuello de la chillona camisa de Fitz y se puso de pie con un movimiento rápido, pero Fitz nunca perdió la sonrisa.
—Estás empezando a irritarme los nervios, Fitz —gruñó Wolf.
—Estoy tan cansado de verte abatido durante los últimos dos años. ¿Por qué no puedes admitirlo? —Fitz me hizo un gesto—. Te recuerda a Mark, ¿no es así? La chaqueta militar, los lentes, la personalidad de cabeza atrapada en su propio trasero nerd, excepto que esta vez, ella es la que quiere besarse con...
Wolf lanzó el golpe tan rápido que solo escuché el sonido de carne contra carne. Fitz giró la cabeza hacia un lado, con la mejilla rojo brillante, pero se giró y volvió balanceándose, la sonrisa nunca desapareció de su rostro. Los chicos Blackthorn gatearon sobre la cama, pateando, golpeando y bloqueándose. Fitz incluso se rió, como si estuviera teniendo el mejor momento de su vida.
Estaba congelada en el lugar, pero alguien detrás de mí gritó: ¡Pelea de Blackthorn! y la estampida de gente subiendo por las escaleras mientras me empujaban para mirar fue estrepitoso. Fitz dio una buena pelea, el labio de Wolf estaba sangrando, pero su propio rostro ya estaba hinchado y con moretones. Esto era real. Wolf estaba furioso, el fuego en sus ojos ahora era un infierno imponente. La gente aplaudía, pero no pude moverme, mi estómago se sentía enfermo. ¿Por qué estaban peleando? ¿Por mí? Si yo no estuviera aquí, ellos...
Una figura pesada se abrió paso entre la multitud a empujones como un cuchillo caliente cortando mantequilla… Burn. Wolf tenía a Fitz pegado a la pared, pero Burn se acercó y los separó con sus enormes brazos con la misma facilidad que un niño tira de dos muñecas.
—Suficiente —dijo. Fitz arremetió contra Wolf, pero Burn lo detuvo, levantando la voz por primera vez—. ¡Dije que es suficiente!
El sonido hizo eco, todos se callaron, y Fitz y Wolf se relajaron. Burn se volvió hacia la multitud, frunciendo el ceño.
—Fuera.
Los fiesteros no necesitaban que se lo dijeran dos veces, y sintiéndome de alguna manera culpable, salí de la habitación con ellos. Un emocionado parloteo llenó el aire mientras bajábamos las escaleras.
—¿Viste eso? ¡Wolf lo jodió!                                                                                                        
—No tenía idea de que no se agradaran, están como pegados por la cadera.
—Los hermanos también pelean, idiota. Era solo cuestión de tiempo.
—Me pregunto ¿por qué estaban peleando?
—¿Qué pasa si Wolf le da una tarjeta roja a su propio hermano? ¿Qué tan complicado sería eso?
—¿Por pelear contra él? De ninguna manera, las tarjetas rojas son siempre algo peor que eso. Algo que está muy jodido.
Me desplomé en un sofá, sintiéndome en estado de coma. Todo lo que Wolf y Fitz dijeron comenzó a girar en mi cabeza, hasta que ya no pude darle sentido. Le recordé a Wolf de Mark. El dolor de Wolf cuando hablaba de Mark, conocía esa mirada. Era desamor. Eran Wolf y Mark…
—¡Aquí estás, Bee!
Alcé la vista y vi a Kristin parada allí, con los brazos cruzados.
—Caray, te he estado buscando. ¿Estás bien? Me enteré de que estabas allí en la pelea Blackthorn.
—Estoy... estoy bien.
Kristin puso su mano sobre mi frente, mirándome como si estuviera buscando heridas.
—Sí, pareces bien, tal vez un poco aturdida. ¿Quieres hablar al respecto?
—Es solo que… si te parece bien, solo quiero irme a casa.
—Sí, claro. Por supuesto. Déjame traerte algo para beber en el auto, y nos iremos.
Ella me sacó de la casa y entró en la tranquila serenidad de su Prius. Me dio un Sprite frío, y tomé el dulce refresco el resto del camino a casa. No pensé que ayudaría, pero lo hizo. Para cuando se detuvo en el camino de entrada y apagó el motor, me sentía un poco mejor.
—¿Qué pasó? —preguntó.
—Yo... —Negué—. Wolf y yo hablamos, dijo que yo estaba... quemándome de ambos lados por mi padre. Y un montón de otras cosas. Como si me conociera. Piensa que solo porque leyó mi ensayo sabe por lo que estoy pasando.
—¿No lo hace? —Parpadeó.
—¡No! Quiero decir... —La miré—. Por favor, tienes que hablarme de Mark. De lo contrario, todo es un desastre y estoy tan confundida.
Kristin se mordió el labio.
—De acuerdo. Sin embargo, son rumores en su mayoría.
—Está bien —insistí—. Solo necesito algo ahora mismo. Cualquier cosa. Inhaló, apoyándose en el volante.
—Mark y Wolf salían. Cuando eran estudiantes de primer año. Algunas personas dicen que fueron cuatro meses, otras dicen que fue todo el año.
—Entonces —dije lentamente—. Wolf…
—Gay, sí. —Kristin asintió—. Pero, antes de eso, Fitz me dijo que estaba enamorado de Vanessa, en la escuela secundaria, así que ¿tal vez es bi? No sé. No se lo dice a nadie. Lo único que sé es que él y Mark fueron algo por un tiempo. Fue una gran noticia porque nunca salíamos con alguien de fuera de... nosotros, sabes, hemos sido niños de Lakecrest, desde el jardín de infantes hasta la escuela secundaria. Así que, ¿alguien saliendo con el chico becado, el chico nuevo? Era extraño para nosotros.
—¿Así que lo gay no era gran cosa?
—Quiero decir, no. —Se encogió de hombros—. Riley es gay, y ahí están Carter y Dreyon, no es como si Mark y Wolf fueran los únicos. —Se detuvo—. Eran tan opuestos, ¿sabes? Nunca en un millón de años pensaríamos que se llevarían bien, pero lo hicieron.
Moví mi dedo alrededor de las escasas partículas de polvo en el tablero.
—¿Cómo era Mark? ¿Te acuerdas?
—Sí, bastante bien. Difícil no recordar a los chicos becados. Sin ánimo de ofender.
—No me ofende.
—Era como... —Se mordió el labio—. Mark era como, no muy amigable. No hablaba con nadie. Pero era inteligente y estudiaba mucho.
—Como yo.
—Más o menos. —Se rió—. Quiero decir, sí. Exactamente como tú. Recuerdo, en la jornada de Puertas Abiertas, cuando vinieron todos nuestros padres, que los suyos eran raros. Fruncían el ceño todo el tiempo. Y cuando hablaban con Mark, era como... no sé. Fueron muy estrictos con él, hasta el punto que asustó a mi propia mamá. Le dijo a mi papá que quería llamar a Servicios de Protección Infantil, pero él la convenció que no lo hiciera.
Esperé a que continuara. Ella se retorció en su asiento.
—Pero, cuando él y Wolf comenzaron a salir, definitivamente podías ver el cambio.
—¿Cambio? —pregunté.
—Sí. Mark se puso... más feliz. Más amigable. Pero era extraño, porque todo el tiempo que Mark estuvo más feliz, Wolf solo... —Suspiró—. Solía ser agradable. Como muy agradable. Sonreía mucho, y nunca parecía enfadado como lo está todo el tiempo. Pero una vez que empezó con Mark, simplemente se calló. Empezó a hablar cada vez menos, y chasqueando más, hasta que simplemente, no era el mismo.
—Y luego la pelea sucedió.
—Sí. —Asintió—. Mark lo golpeó primero. Lo recuerdo. Lo golpeó justo en frente de todos nosotros, en el patio antes del primer período. Ellos estaban hablando, y luego todos escuchamos el sonido. Y Wolf simplemente... explotó, es la mejor palabra con la que puedo describirlo. Nunca vi a alguien golpear el suelo tan rápido. Mark dejó la escuela ese fin de semana, estoy bastante segura.
—¿Qué crees que pasó entre ellos? —murmuré. Kristin se encogió de hombros.
—Solo puedo suponer. Personalmente, creo que es la razón por la que el señor Blackthorn intentó que los espiaras, específicamente a Wolf. Las únicas personas que realmente saben lo que pasó entre Wolf y Mark son probablemente Wolf y Mark, y tal vez Fitz y Burn. Tal vez.
Reflexioné sobre eso, hasta que Kristin me dio una palmadita en el hombro.
—Oye, no te pongas tan triste, ¿de acuerdo?
—¿Yo? —Sentí mis mejillas arder—. ¿Me veo triste? Asintió.
—Mucho. Es algo así como tu expresión predeterminada.
Todas las cosas que Wolf me dijo en la sala vinieron a mí, como una cámara de reverberación. ¿Realmente me veía tan miserable para la gente? ¿Alguna vez me había visto feliz?
Le di las gracias por el viaje y entré. Papá se sorprendió de verme tan pronto, pero le dije que era una fiesta estúpida. Nos dijimos buenas noches y me metí en el baño para revisar su frasco de pastillas… sí, había tomado dos. Un poco más aliviada, cerré la puerta y me miré en el espejo largo y tendido.
Te enterrarás en el deber y en tu complejo de salvadora hasta que empieces a pensar que la miseria es todo lo que mereces.

***

Mis nudillos agarrados al borde del fregadero se volvieron blancos. Wolf no me conoce. No puede conocerme. Pero entonces ¿por qué todo lo que me dijo esta noche se sentía cierto? Cada palabra suya se sintió terrible y aplastantemente cierto. ¿Por qué siempre era así con él? ¿Por qué podía ver a través de mí, y cortarme el corazón como una espada? ¿Era realmente tan observador?
No, dijo mi yo en el espejo. Es solo como dijo: él fue alguna vez tú.
Mis ojos se fijaron en el frasco de pastillas de papá. ¿Realmente era tan malo? Estaba siendo una buena hija, esto es lo que cualquier hija haría. Amaba a papá. Quería que mejorara. ¿Estaba equivocada por querer eso?
Esa noche, mamá llegó a casa tarde del hospital. Ella y papá tuvieron una pelea, silenciosa, el tipo de pelea que solo pude escuchar a medias. Sus furiosas voces resonaron sordamente a través de las paredes, y luego mamá comenzó a sollozar. Observé el techo de la habitación de mi infancia y escuché el sonido, tomándolo en este momento en lugar de correr a esconder mi cabeza en mi almohada. Mamá lloraba. Estaba harta. Papá estaba callado. Papá se sentía mal. Podía leerlos, aunque no estaba en la habitación con ellos. Sabía lo que estaban sintiendo.
¿O no?
Los mejores psiquiatras probablemente sabían lo que la gente estaba sintiendo. Siempre pensé que era buena en eso. Secretamente pensé que era perspicaz y entendía a la gente. ¿O fue algo estúpido asumirlo? ¿Era eso, como dijo Wolf, infantil de mi parte? ¿Era estúpido de mi parte asumir que entendía lo que cualquier ser humano aparte de mí estaba sintiendo? No era mamá. No era papá. Solo era... yo. Solo era Bee… y Bee ya no sabía qué sentir. Ella estaba confundida, cansada y triste, muy triste. Tan triste que comenzó a llorar también, en su almohada. Quería carteles en sus paredes, amigos en su teléfono, sonrisas en su rostro, libros en su mano y en su corazón. Ella quería una beca, quería una buena universidad que pudiera enseñarle a hacer que la gente estuviera bien de nuevo. Pero no podría tener ambas cosas. Eso era egoísta. Así no era como funcionaba el mundo: sacrificas algo para conseguir algo.
Ella quería que papá fuera feliz, que mamá fuera feliz, lo quería todo. Ella quería que todo estuviera bien de nuevo.
¿Estaba tan equivocada?


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Mensaje por Maga Mar 16 Jun - 20:38

Saludos chicas, espero que estén disfrutando la lectura.


Nueva Lectura en el Club BQ
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Mensaje por IsCris Mar 16 Jun - 22:15

Bueno que capítulo...

El momento cuando la mamá llegó con la amiga no me dio buena vibra, no se, me parece que la mamá se dejó del papá de Bee y tiene a otro

Que valiente fue Bee al hacerle frente al chico ese, y bien por Wolf

Y hablando de Wolf, vaya, nunca imaginé que fuera gay, ya hasta lo imaginaba con Beatrix jajajajaja al menos que sea bi, ahí tendríamos esperanzas; o qué tal y si nunca salió con este chico Mark y fueron chismes de la escuela? Bueno, más adelante sabremos


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Mensaje por Maria-D Miér 17 Jun - 2:06

Twisted Evil   Opino igual que tú, @IsCris.
   A esperar toca.


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Mensaje por yiniva Miér 17 Jun - 11:22

10
Wolf


No recuerdo cómo llegué a casa, después de la pelea.
Recuerdo a Burn separándome a mí y a Fitz, empujando a Fitz por la puerta y dejándome en la habitación. Recuerdo haber descorchado furiosamente la botella que Bee trajo y bebiéndome la
mitad de ella, ¿y entonces? Negrura. Absoluto vacío donde deberían estar mis recuerdos.
Miro el techo blanco de mi habitación y toco mi labio experimentalmente. Todo duele. De nuevo. Todo duele y me estoy muriendo y ¿qué mierda estaba pensando, peleando con Fitz por algo que dijo? Dice tonterías todo el tiempo, ¿qué fue tan diferente esta vez?
Ella.
Sabía la respuesta antes de que pudiera parpadear. Fue ella. De nuevo. Ella siempre estaba ahí cuando perdía los estribos, como una especie de catalizador para una explosión química. ¿Qué hay en ella que me saca de quicio tan mal?
Todo. Todo en ella me pone al límite.

***


Gruñí y me senté, el sol de la mañana como un asesino directo a mis ojos. Odio beber. Sabía que era una mala idea, pero lo hice de todos modos. Mi estómago no paraba de bailar con los nervios, por lo que el músculo brillante que era mi cerebro decidió que tomar alcohol sería la solución correcta para calmarme. Todo lo que hizo fue ponerme caliente y mareado y…
La imagen del rostro de Bee cruza por mi mente, tan cerca y tan enrojecida, tan bonita…
Bonita. Me obligo a salir de la cama, como si pudiera dejar ese pensamiento allí y seguir con mi vida como si nunca hubiera ocurrido.
Tenía que disculparme con Fitz, lo sabía muy bien. Me tambaleé hacia su puerta y toqué. Respondió, todo sonriente.
—Bueno, bueno, si no es la estrella de la noche —dice Fitz alargando las palabras, con la mano en la cadera. Se ve tan fresco y cubierto de rocío como una brizna de hierba, menos el leve moretón púrpura en la cuenca de su ojo.
—¿Cómo no tienes resaca? —gruño.
—No todos nosotros nos echamos tres botellas de vino en dos horas, mi querido hermano.
—¿No estás... molesto?
—¿Por qué iba a estarlo? —Fitz sonríe—. Intenté crear el ambiente para ustedes dos tortolitos sin tu permiso. Por supuesto, te gustaría golpearme. Yo querría golpearme.
Me apoyo contra su puerta, mi cuerpo es demasiado pesado para que pueda sostenerlo solo.
—¿Por qué en nombre de Dios estabas tratando de crear un ambiente? Ella no me gusta así.
Fitz esboza una sonrisa tonta y me golpea la cabeza.
—Wolf, eres lo más querido para mi corazón, pero también eres un idiota gigante. Ahora, si pudieras moverte, tengo un Hot Pocket abajo con mi nombre.
—En serio, no me gusta.
—Ajá. —Él trata de pasar bajo mi codo, pero pongo mi pierna allí.
—Fitz, mírame. No estoy mintiendo.
—Por supuesto. Entrecierro mis ojos.
—No me crees.
—Lo siento, solo tengo mucha evidencia de lo contrario, y soy un hombre de ciencia en mi núcleo.
—¿Qué evidencia? —resoplo.
—¿Te refieres a otros que no sean los interminables rollos de película de ti viéndola fijamente como una lechera con ojos de corderito?
—Yo no…
—Oh sí, lo haces. Constantemente. Literalmente, cada vez que ella y tú están juntos a menos de cien metros. Ahora, por favor, mis pepperoni me necesita.
Estoy demasiado aturdido para detenerlo esta vez, y él se agacha debajo de mi codo y escapa escaleras abajo. ¿La miro? No la miro. ¿Lo hago? Cuando recupero la compostura, lo sigo hacia la cocina.
—No la miro.
—Decir algo en voz alta no lo hace cierto —canta Fitz mientras pone su Hot Pocket en un plato y se sirve un vaso de leche.
—¡No la miro! —insisto y sigo a Fitz de vuelta a su habitación. Fitz se asoma a la habitación de Burn, equilibrando su comida precariamente.
—Burn, por favor dime si Wolf mira mucho a Beatrix o no.
Burn, levantando casi ciento ochenta kilos en su máquina de pesas, alza la mirada, el sudor goteando en sus ojos.
—Mira mucho a Bee —dice, sin un solo signo de esfuerzo en su voz. Fitz se gira hacia mí y sonríe.
—¿Ves?
Él salta de vuelta a su habitación lo mejor que puede mientras carga un plato, y yo lo sigo.
—Esto es una conspiración —decido—. Entre ustedes dos.
—Puedo asegurarte, Wolf, el amor no es una conspiración. Solo son hormonas.
—Fitz se mete la mitad del Pocket a la boca. Él come como una aspiradora en un ático de cincuenta años. Traga con mucha dificultad y suspira—. Oh, vamos, no me mires así. Han pasado años desde Mark, ¿está bien? Yo y Burn solo queremos verte feliz.
—Estar con una chica no me hará feliz. —Cruzo los brazos sobre mi pecho.
—¡Ella no es solo “una chica”! ¡Ella es Beatrix Cruz! ¡Nuestra becada! ¡Escribió ese ensayo sobre el que te obsesionas constantemente!
—No... me obsesiono —siseo.
—Wolf, por favor. Estás actuando como si no supieras que hackeé tu cámara web para espiarte cuatro días de la semana.
—Tú… —Mi piel comienza a piar—. ¿Tú qué?
—No te preocupes. —Levanta las manos—. Primero compruebo mis algoritmos antes de echar un vistazo, por lo que tu privacidad de masturbación está segura.
—Tienes que estar bromeando. —Sobo el espacio entre mis cejas, tratando desesperadamente de detener el irritado dolor de cabeza que se está formando. El sonido de la caída de metales pesados resuena, y luego sale Burn, limpiándose el rostro con una toalla.
—Ella huyó —dice—. Después de la pelea.                                                                                
—Pobrecita. —Fitz hace un puchero—. También huiría, si viera a Wolf perderlo así.
Lo señalo.
—Mira… mantén tu nariz fuera de mis asuntos. No necesito que hagas mi vida más difícil de lo que ya lo haces.
Fitz saluda, y cuando salgo pisoteando lo puedo oír gritar “¡señor, sí señor!”. Agarro la cámara web desde la parte superior de mi computadora y la tiro directamente al basurero. Escucho a Burn, bueno, siento su presencia, realmente, como una nube pesada detrás de mí en la puerta.
—¿Qué es? —digo bruscamente.
—Lo estás perdiendo —dice tranquilamente—. Son dos personas a las que has golpeado.
—¿Y qué?
—Y —induce—. Quizás sí te gusta ella.
—O tal vez solo tengo ganas de golpear a la gente.
—Ambos sabemos que eso no es verdad. Estoy en silencio. Finalmente, abro mi boca.
—Si es ella…
—Si es ella —interrumpe Burn—. Debes dejar de sacar tus frustraciones en otras personas y simplemente decirle.
—No puedo. —Aprieto los dientes—. Me prometí que nunca volvería a suceder.
—Así no es como funciona, Wolf. No puedes elegir. Solo pasa.
—Ella me odia —gruño.
—Yo también te odiaría —dice—. Si sigues actuando raro y distante a mi alrededor.
Me burlo, mi cuerpo reacio a reconocer lo que está diciendo, pero mi mente está alucinando con cada palabra. Sé que he estado actuando raro a su alrededor. Sé que no puedo elegir cuándo sucede. Pero la idea de alguien como yo: roto, temeroso y marcado, admitiendo sus sentimientos a alguien como ella, que necesita a alguien confiable, confiado y normal, es absurdo.
—Ella tiene que irse —digo—. Necesito echarla de Lakecrest antes de que ella pueda arruinar su vida. Es por su propio bien.
—¿O es por el tuyo?
Estoy en silencio. ¿Es por el mío? La vida sería mucho más fácil si ella se hubiera ido. No me sentiría de esta manera todo el tiempo, torturado y dividido entre deshacerme de ella para que pueda dejar de vivir por el bien de su padre, o mantenerla cerca de mí por mis propias razones egoístas.
—Lo primero que debes hacer —dice Burn, como si pudiera escuchar mis pensamientos—. Es deshacerte de ese ensayo. Y hablar con ella. Como lo haría un ser humano normal.
—No necesito tu consejo —espeto. Burn me mira fijamente, llevando toda su expresión en sus ojos, severo y dudoso. Se va, y cierro la puerta y saboreo la tranquilidad. Antes de darme cuenta, el ensayo está nuevamente en mis manos y lo estoy leyendo.
No soy el tipo de persona que es buena hablando de sí misma. Centrarse en mí es un poco abrumador, a veces. Prefiero hablar sobre otras personas. La forma en que sonríen, la forma en que se ríen, la forma en que se enojan. Me gusta mirarlo todo. Solo mirar. Realmente no puedo interesarme en las personas, en este momento. Absorben demasiado tiempo y energía que es mejor utilizar para estudiar. Pero tal vez algún día, una vez que esté fuera de la universidad, como una psicóloga consumada en el mundo, pueda volver a hacer amigos. Esa es mi secreta esperanza, de todos modos. Lo guardo en el fondo de mi mente como un faro para cuando las cosas se pongan un poco demasiado oscuras en mi cabeza. Esa será mi recompensa una vez que haya hecho todo lo que tengo que hacer; conseguir algunos amigos, tal vez enamorarme y desenamorarme y volverme a enamorar. No lo sé. Esa es la mejor parte: no tener idea de lo que vaya a pasar. Cualquier cosa puede suceder. Mi vida es el gato de Schrodinger, y estoy emocionada de ver lo que hay dentro de la caja cuando finalmente logré abrirla.

Entonces, me golpea… por qué leo tanto este ensayo. Ella es quien yo era antes de Mark. Antes de la oscuridad y las dudas. Antes de convencerme de que amar a alguien era imposible. La mera idea de querer otra vez me llevó a atacar a la gente, a beber. No confío en mí mismo con el amor, ya no. No después de lo que sucedió.
Pero las palabras de Beatrix brillan, llenas de esperanza e inocencia. Me aferro a ellas porque no puedo aferrarme a lo que era antes, porque lo he olvidado. Y sus palabras me recuerdan a mí, quitándome las viejas costras sobre mis heridas y dejándolas sangrar frescas, para bien o para mal. Ella me recordó lo que yo podría ser, si dejaba atrás la amargura y el pasado.
Su ensayo es una muleta, y la he estado usando para cojear por mucho tiempo.
La chica que lo escribió es real. Ella respira, piensa y sonríe, lucha por la vida de la misma manera que yo lo hago. Y al menos, aunque ella me odie y no he hecho nada más que alejarla, merece mi gratitud.
Ella merece algo.
Algo mejor que una vida de deber.


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Mensaje por Maria-D Miér 17 Jun - 16:10

Rolling Eyes   Y...¿hará algo al respecto?
   ¡ Que no sea echarla, claro !
   Los hermanos se han involucrado al 100%.
   Sigo pensando en el día después de que todo se descubra... Crying or Very sad 
   Muchas gracias por el capi, @yinivasunny


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Mensaje por berny_girl Miér 17 Jun - 20:18

Capitulo 9
Lo único que no me gusta de Bee es que se cree heroína, para después terminar jodiendo todo de una forma o otra... simplemente debería ser ella y listo.
Wolf no puede ser gay, eso es muy extraño... pero algo esconde con Mark, al final es como la bese de todo.

Capitulo 10
Me tiene demasiada intrigada lo de Mark... por que arco tanto en su vida?? a lo mejor es bi, pero sea lo que sea... ahora su karma es Bee


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Mensaje por IsCris Jue 18 Jun - 0:05

Definitivamente los hermanos son team Beatrix jajajajaja me encantan 

Todo esto de Mark a mi también me confunde, que se aclare ya


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Mensaje por Tibisay Carrasco Vie 19 Jun - 2:50

Gracias por los capitulos


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Mensaje por yiniva Vie 19 Jun - 10:49

mil perdones chicas ayer ya no pude publicar el capítulo
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Mensaje por yiniva Vie 19 Jun - 10:58

11
 Beatrix


Papá no salió de la habitación al día siguiente.
Mamá inventó una excusa para comprar comestibles y se fue temprano en la mañana. No sabía a dónde iba, pero ya eran las cinco de la tarde y todavía no había regresado. Sabía que iba a los bares con sus
amigas, así que tal vez estaba allí para desahogarse. No podía culparla. No podía ni siquiera reunir el coraje para llamar a su teléfono para verificar, ella necesitaba espacio lejos de papá. De mí. De toda su familia. Eso es lo que decían los libros de texto, de todos modos; cuando se enfrenta con una situación estresante, la mayoría de la gente necesita espacio para procesar las emociones relacionadas con ella. No podía arruinar su espacio. Por mucho que quisiera que volviera a casa, para arreglar las cosas con papá y él con ella, ni siquiera podía reunir el valor para enviarle un mensaje de texto y preguntarle sobre ello. Involucrarse solo podría poner las cosas aún peor.
Era un fin de semana de cuatro días, pero se sentía como cien días de nada más que silencio y miseria. Nuestro dúplex se convirtió en una tumba; mamá se quedó fuera casi todo el fin de semana, hasta el lunes, y luego regresó al trabajo. Intenté que papá saliera, pero nunca lo hizo. Pasé la mayor parte del lunes y el martes sentada frente a su puerta en el pasillo, con la espalda pegada a la pared y un plato de sopa en una bandeja a mis pies. Si él salía, quería que al menos comiera. Mi propia voz preguntándole si estaba bien cada pocas horas se sentía débil e inútil. Sabía, desde que esto ocurrió antes, que mendigar o amenazarlo solo lo llevaría más adentro de su caparazón. Había sucedido antes, pero nunca se volvía tan malo. Tal vez unas pocas horas, no unos días.
La mitad de mí odiaba el hecho de que mamá no estuviera aquí, pero la otra mitad estaba avergonzada. Por supuesto que ella no estaría aquí, tenía que ganarse la vida para poder seguir quedándonos en el dúplex. Le envié un mensaje de texto que decía que papá no salía, y ella me dijo que lo dejara en paz. Pero no pude. Simplemente no pude.
El martes por la mañana, comencé a preocuparme por la deshidratación, eso es más rápido que el hambre. Pero luego recordé que tenía el pequeño baño, con un grifo, y me sentí estúpida. El hecho de que él tenga depresión no significa que vaya a ignorar sus necesidades básicas como hidratarse. Mi estómago se retorció. ¿O sí? Sentí mi cerebro trabajar furiosamente mientras trataba de recordar si eso se relaciona con depresión. Todos los libros de texto que alguna vez había leído se mezclaron en un montón de información del que estaba tratando desesperadamente de sacar una aguja. ¿Eso era una cosa? ¿Eso era una cosa, y qué debería hacer si lo fuera?
Me puse de pie, jugando con mis puños. Tenía que asegurarme que él estuviera bien, o me volvería loca. Y si él no abría la puerta, tendría que encontrar otra manera de entrar.

Meses atrás, traté de forzar la cerradura de su habitación. Resulta que abrir cerraduras es súper difícil y nada como el método de wham-bam-permiso-señora que Hollywood hacía. Sabía que nunca entraría por la puerta del dormitorio. Golpear la puerta sería demasiado violento, pero una pequeña voz en mí sabía que, si todo lo demás fallaba, podría sacar el hacha de incendios del garaje y sacarlo. Sería violento, y probablemente una mala idea, pero estaba desesperada en este momento.
Salí al exterior, frotándome las manos en el frío mientras miraba hacia la ventana de papá. ¿Qué si era demasiado tarde? ¿Qué pasaría si, mientras me estaba retorciendo las manos y me preocupaba, se hubiera deshidratado? ¿O haya tomado demasiadas pastillas? O usado las sábanas para…
El rugido de un motor apenas se registró en mis oídos. Tenía que entrar por esa ventana. Tal vez podría tirarle piedras, ¿eso lo sacaría de la cama? Mis pulmones estallaron en llamas al darme cuenta de que no haría nada si ya estaba mue…
—¡Becada!
Me volví para ver nada menos que a Wolfgang Blackthorn cruzando el césped, su motocicleta estacionada en la calle. Tenía una chaqueta de cuero negro y jeans, un ceño fruncido que estropeaba su rostro enrojecido por el viento. La gasa en sus nudillos había desaparecido, la piel rosada sanándose, y su labio estaba casi curado también.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté—. ¿Cómo sabías dónde...?
—Tu ensayo viene con una dirección —dijo, arrastrando las palabras. Sus ojos verdes se movieron de mí a la ventana que había estado mirando—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿En pijama?
Bajé la mirada a mis piernas. Salí con pantalones de pijama y una camiseta grande. No me extrañaba que sintiera tanto frío.
—Estoy... —Me tragué mis palabras. ¿Cómo podría explicarlo? ¿Incluso quería hacerlo? Él nunca lo entendería, y probablemente solo me volvería a ridiculizar. Miré hacia la ventana, conteniendo las lágrimas calientes. No podía decirle a nadie. No podía confiar en nadie, ni en mamá, ni en papá, ni en Wolf. Ni siquiera en mí misma. Me sentía tan impotente, pequeña y avergonzada. Me limpié los ojos y levanté mi barbilla—. Estoy bien. Es que acabo de perder algo aquí, es todo. ¿Por qué, su alteza, condujo todo el camino hasta aquí? ¿Necesitabas algo de moi?
Wolf entrecerró los ojos.
—Eres una terrible mentirosa.
—Bueno, soy una terrible mentirosa que quiere que la dejen sola, muchas gracias —espeté—. Así que, si pudieras irte por el mismo camino por el que entraste con esa ruidosa máquina, sería genial.
Él estaba en silencio, mirándome. Sentí la ansiedad crecer en la boca de mi estómago con cada segundo. Estaba en pantalones de pijama, mi cabello estaba hecho un desastre. No me había duchado durante dos días. Parecía basura, y él se veía perfectamente bien, más que bien, guapo y listo como el infierno. Me hizo irracionalmente enfadar aún más: a mí, a él, a todo el mundo.

—Tengo cosas que hacer —dije—. Así que si pudieras irte…
—¿Es tu papá? —preguntó, cortado. Por un segundo me sorprendió que lo supiera, pero luego recordé lo asombroso que era su comprensión de mí.
—Sí —me burlé—. Es mi papá.
Wolf se colocó a mi lado, mirando hacia la ventana conmigo.
—¿Está allá arriba?
—Sí. Y voy a tratar con eso. Por mi cuenta. —Wolf fijó su mirada en mí—. Eso significa que sin tu presencia. —Le hice un gesto hacia su motocicleta.
Pareció no oírme, se dirigió rápidamente hacia la puerta de entrada, sus largas piernas siendo mucho más rápidas que las mías.
—¡Oye! —grité—. ¡Oye, oye, OYE! ¿A dónde crees que vas?
Wolf se veía tan fuera de lugar caminando por el pasillo de mi casa, su lujosa chaqueta de cuero probablemente más cara que nuestra pequeña televisión. Cada vez que lo veía dentro de una habitación, me sorprendía lo alto que era, era fácil olvidarlo cuando estaba afuera y no rodeado de estantes y cosas que apenas podía alcanzar. Corrí frenéticamente detrás de él, hasta que se detuvo frente a la puerta de papá.
—Es esta, ¿verdad? —preguntó.
—En serio, Wolf —susurré—. Esto no es… ¡no puedes estar aquí! Puedo ocuparme de esto, ¿de acuerdo? No te necesito…
Wolf llamó bruscamente a la puerta. Por una fracción de segundo oré, pero no hubo respuesta.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó Wolf, mirando hacia la puerta con tal fuego que estaba bastante segura de que estaba tratando de quemarla con su mente.
—¡Este no es tu problema! Déjalo. Ahora.
—¿Cuánto tiempo? —repitió—. ¿Un día? ¿Dos?
—Cuatro —gemí—. Ahora, por favor, solo vete… Se aclaró la garganta, anunciando en voz alta:
—Señor Cruz, llevaré a su hija a una cita.
Cada vello en mi nuca se erizó. ¡No no no no! ¡Él no puede decir eso! ¡A papá de todas las personas! Nunca salgo, nunca he salido en citas, papá nunca dejó de advertirme severamente sobre los peligros de los chicos cuando solía hablar sobre los miembros de la banda de los que estaba enamorada, en realidad, no vamos a ir a una cita, ¿verdad? Oh Dios, en realidad no estamos... ¿con Wolf? No, no, no, eso es imposible, esto es estúpido…
La puerta se abrió con un crujido. Mi corazón se disparó cuando papá estuvo a la vista, su rostro mucho más delgado de lo que recordaba. Su barba estaba enmarañada, sus labios estaban agrietados, pero sus ojos estaban vivos, bailando con curiosidad y sospecha mientras miraba a Wolf de arriba abajo.
—¿Quién eres tú? —gruñó él.

Wolf extendió su mano, su voz serena, casi tranquila por una vez.
—Es un placer conocerlo, señor Cruz. Soy Wolf Blackthorn. Soy un junior en Lakecrest. Su hija y yo estamos en la misma clase de automotriz.
Los ojos de papá se movieron hacia mí, e instantáneamente exploté.
—Papá, tienes que comer algo. Hice sopa…
Sabía la oscuridad que nublaba su mirada ante las palabras de mi boca: vergüenza. Me vio e instantáneamente retrocedió dentro de la habitación, pero Wolf colocó su bota en la puerta rápidamente.
—Señor Cruz —dijo rápidamente—. Como dije, llevaré a su hija a una cita. No volveremos hasta la medianoche.
El rostro de papá se arrugó, y enderezó su espalda. Se puso alto y orgulloso repentinamente.
—No. No, Bee no va a salir en absoluto contigo.
—Claro que sí —insistió Wolf.
Hubo un silencio tenso en la habitación antes de que papá frunciera el ceño.
—Volverás antes de las siete o habrá consecuencias. Estaré aquí, esperando toda la noche si es necesario.
—¿Fuera de su habitación, supongo? —Wolf arqueó una ceja.
El ceño fruncido de papá se intensificó, luego se relajó de golpe. Algo cambió en él, algo de lo que se dio cuenta. Un sentido del tiempo borroso para algunas personas con depresión. Papá podría haber perdido la noción, y solo ahora estaba comprendiendo cuánto tiempo había sido para todos menos él.
—Sí. Fuera de la habitación. —Sus ojos se aventuraron hacia mí, esta vez quedándose en mi rostro—. Ten cuidado, Bee. Por favor.
Mi pecho se sintió mucho más ligero, él estaba bien. Toda la preocupación que ahuequé como plomo líquido simplemente... se desvaneció. Iba a salir de su habitación. Y Wolf había... Wolf había sido quien lo hizo. No yo. Trágicamente, horriblemente, no fui yo. Ni una vez hacía algo efectivo. La pequeña mentira de Wolf hizo lo que yo no pude.
—Hay sopa, papá, y pan —insistí—. Prométeme que vas a tomar un poco mientras no estoy.
—Lo haré. Si prometes ser cuidadosa. Asentí, sonriendo.
—Lo prometo.
Sentí un tirón en mi mano, los guantes de piel de Wolf contra mi palma mientras dejaba que me llevara por la puerta. Estaba tan sorprendida, tan aliviada para hacer mucho más que seguirlo escalera abajo. Estaba a medio camino del césped antes de detenerme.
—Espera… —Levanté la cabeza—. Realmente no vamos a tener una cita.

—Soy muchas cosas —dijo Wolf, yendo hasta su moto y sacando un casco de repuesto del compartimiento del asiento. Me lo ofreció—. Pero no soy un mentiroso.
—¿Contigo? Estoy en mi… —Miré mi pijama—. Estoy en pijamas, ¡por favor!
¡No puedo ir a ninguna parte así! Y tú… tú y yo… ¡eso no es nada!
Wolf lanzó la mirada por encima de mí, hacia la ventana de la sala de estar.
—Mira.
Miré. Papá estaba allí, mirando cómo nos íbamos, agarrando una taza de café y pareciendo preocupado. ¡Estaba levantado! Había salido de su habitación, le estaba dando el sol, estaba bebiendo, se sentía muy bien verlo fuera y en marcha otra vez.
¿Pero cuánto iba a durar eso?
—Finge, por una hora, como si esto fuera real —murmuró Wolf, presionando su casco en mis manos—. Ven conmigo. Estará esperándote cuando vuelvas.
Me dividí en dos otra vez; la mitad quería quedarse y cuidar de papá, y asegurarse de que estuviera bien, la otra mitad no quería nada más que alejarse de la casa. Si me iba, papá estaría fuera de su habitación esperándome. Comería, vería la televisión. Haría algo más aparte de sentarse en esa habitación y preocuparse por su culpa y enfermedad.
Tomé el casco de Wolf y lo até debajo de mi mandíbula. Él se quitó la chaqueta y la dejó caer encima de mis hombros.
—Ponte esto, también.
—Pero entonces tú tendrás frío…                                                                                             
—Por el amor de Dios, becada, ¿puedes preocuparte de ti misma solo por una
vez?
Una risa incrédula salió de mí mientras me ponía la cálida chaqueta. Tenía
razón, yo tenía más frío que él. Tenía sentido tomar la chaqueta. Tenía sentido fingir una cita con él, en mi pijama. Todo esto tenía sentido. Si seguía diciéndome eso, sería cierto, ¿no es así?
Wolf se puso su propio casco y encendió la moto. Tocó la silla detrás de él, y con la voz amortiguada por el visor dijo:
—Puedes agarrarte a la parte trasera del asiento. No iré rápido.
Nunca dejaba que nadie se montara en su moto. El señor Blackthorn me había dicho eso. Así que ¿por qué me estaba dejando a mí?
—Tal vez solo te abrace en su lugar —lo amenacé. Todo lo que obtuve de eso fue un ceño fruncido. Él odiaba la cosa de tocar, así que simplemente me agarré al asiento, con cuidado de no presionar mis piernas a las suyas, aunque la moto lo ponía difícil. Miré atrás mientras aceleraba el motor otra vez, papá seguía en la ventana. Me vio en la moto y se puso pálido, luego corrió a la puerta. Iba a salir para detenernos, pero Wolf fue más rápido, salió disparado y se alejó, papá volviéndose una pequeña mota que gritaba en el jardín.
Mi estómago se hizo nudos, luego se aflojó. Si papá estaba enfadado conmigo, tal vez apartaría su mente de la discusión con mamá. Ese era un buen cambio.

El viento apartó el cabello de mis hombros, el olor de la tal-vez-lluvia y aceite de motor y comida rápida grasosa me asaltó mientras conducíamos por la carretera. Vi las familiares tiendas y los sitios de comida china a domicilio y me di cuenta de que estábamos en la avenida, dirigiéndonos al norte. Noté que Wolf no tomó la autopista, prefiriendo en su lugar la ruta residencial, probablemente porque estaba yo. Fue un viaje largo, pero el panorama destellaba con casas, niños jugando en jardines, asadores al lado de la carretera, centros comerciales, todo se emborronaba en un tipo de sonido blanco que limpió mis pensamientos. Mi mente estaba vacía, demasiado ocupada mirando todo pasar para pensar en algo. La forma en que la moto ronroneaba y rugía a diferentes velocidades, la forma en que Wolf la movía con la más ligera inclinación de sus manos, era tan increíblemente fluida. Los árboles dejaban caer sus hojas sobre mis hombros, las flores salpicaban polen cuando la fuerza del viento que creaba nuestro movimiento las agitaba.
No me di cuenta en el momento, pero mirando atrás ahora, fue cuando más en paz me sentí en un tiempo.
Finalmente, Wolf paró en la entrada de una pequeña casa de madera oscura pero muy hermosa. La hiedra colgaba de su tejado, meciéndose en la brisa otoñal. Ambos nos bajamos de la moto justo cuando la puerta principal se abrió.
—¡Wolfgang! —Un hombre anciano con cabello canoso y sonrisa angelical salió—. ¡Reconocería ese estruendo en cualquier parte!
Tenía  acento…  ¿escocés?,  ¿irlandés?  No  era  buena  distinguiendo  acentos.
Caminó hasta Wolf, abrió los brazos como si fuese a abrazarle. Wolf se encogió un
poco, y el hombre rápidamente bajó los brazos.                                                                             
—Oh Dios, me he olvidado de eso otra vez. Lo siento, hijo —dijo.
—Está bien. —Wolf negó. El hombre me vio y sonrió.
—¿Y quién es esta encantadora señorita?
—La he secuestrado —dijo Wolf. El hombre me lanzó una mirada alarmada.
—¿Eso es verdad?
—Oh, no… —De repente me sentí consciente de mi pijama—. Solo somos… compañeros de clase. Estamos trabajando en un, uh, proyecto juntos.
—Necesita algo para ponerse —dijo Wolf—. ¿Tienes algo, Seamus?
—¡Por supuesto! —El anciano me sonrió—. Entra, cariño. Hace demasiado viento para estar fuera.
Fruncí mis cejas mientras Wolf y yo seguíamos al hombre.
—Podríamos haber parado en Target, sabes —susurré. Wolf distraídamente jugaba con la hoja de un helecho en la entrada—. ¿Quién es este hombre, de todas formas? ¿Por qué lo estamos molestando?
—Es el sastre de mi padre —dijo Wolf.
—¿Como… como un sastre profesional? —pregunté sorprendida—. No tengo dinero para eso. Solo llévame a Wal-Mart.

—No vas a pagar —dijo Wolf.
—Escucha ahí, amigo, no voy a hacer que pagues por mí…
—Ah, ¡vengan a la cocina! —Seamus asomó la cabeza por la esquina—. He hecho un poco de té, y podemos tomar tus medidas.
Miré a Wolf, pero simplemente gesticuló para que fuese de primera. Desgraciado. Sabía que no podía negarme a un hombre tan amable. Fui a la cocina y Seamus me sentó en una pequeña mesa, vertiendo una taza de té.
—¡Menta! —exclamó, empujando sus pequeños lentes hacia arriba en su nariz—
. Ahora, ¿qué eres… un diez? ¿Nueve en la cintura? —Wolf entró, y Seamus le echó—
. ¿Qué estás haciendo aquí? Una dama solo le dice su verdadera talla a un sastre…
¡vete!
Me reí ante la expresión de total desconcierto en el rostro de Wolf mientras se alejaba. Seamus se volvió hacia mí, con las manos en las caderas.
—Ahora, volvamos a oírlo, ¿señorita…?
—Bee —dije.
—Señorita Bee. —Asintió—. Necesitaré la talla de tu cintura si voy a conseguirte un conjunto de ropa útil.
—Uh, doce. Creo.
Seamus frunció el ceño, luego sacó una cinta de medir aparentemente de la nada.
—Si no te importa, señorita Bee. Levántate. Espero que no te importe que te mida.
—P-para nada.
Se movió a mi alrededor con la cinta de medir, tomando mis hombros, mis costados. Me inquieté un poco cuando me midió la parte interna de las piernas, pero simplemente cerré los ojos y fingí ser Wolf, estoico e inmóvil. Finalmente, Seamus se puso recto y me sonrió.
—Eres mucho más fácil de medir que ese chico de ahí fuera. Él lo odia. Es justo lo que pensaba, no estas ni cerca de la talla doce, cariño.
—Pero… esa es mi talla de jeans.
—Para producción en masa, por supuesto que lo es. Pero en ti un pantalón adecuadamente a medida sería un diez, como mucho.
—Señor Seamus. —Suspiré—. No quiero quitarle mucho de su tiempo. ¿Tiene como un par extra de pantalones chándal por algún lado? —Busqué en mi cartera y encontré un billete de diez—. Diez es todo lo que tengo, pero puedo pagarle el resto más tarde.
Seamus miró al billete de diez que le estaba ofreciendo, y una sonrisa arrugó sus ojos.
—Oh no, ¿pantalones de chándal? ¿Para una chica tan bonita como tú? No, me temo que eso no funcionará. Entiende que ahora es una cuestión de orgullo.

—No… no creo que lo haga. Uh. Entenderle.
Hizo un gesto para que lo siguiera. Confusa, lo hice. Me llevó por un pasillo a una habitación más grande, llenada de hermosos rollos de tela y suaves planos de piel y encaje. Una enorme máquina de coser yacía sobre un escritorio en la parte de atrás, todo tipo de agujas y herramientas de zurcido y transportadores colgaban de las paredes. Seamus jugueteó con una pila de ropa, buscando algo.
—Conozco a los chicos Blackthorn desde que eran bebés —gruñó, sacando una camiseta gris. Negó, luego lo volvió a tirar y volvió a la pila—. Conozco a su padre desde que era un bebé, desde que su padre emigró a los Estados Unidos. Vinimos a Washington juntos, yo de Gales, él de Turquía. Ajá, ¡ahí está! No, eso es el terciopelo. Dónde lo he puesto…
Seamus sacó un trozo de tela verde.
—Qué te gusta más, señorita Bee… ¿las faldas o los vestidos?
—En serio, solo pantalones estarán bien.
—Señorita Bee, por favor —me suplicó Seamus—. He cosido trajes y ropa de chicos para los Blackthorn durante tanto tiempo. Si me permitieras intentar un vestido, estaría encantado.
Exhalé.
—Está bien. Pero te lo voy a pagar. El precio completo. Seamus se rió.
—Claro, cariño. Por supuesto. Ahora, empecemos.                                                              
Sacó rollo tras rollo de tela de las baldas, ofreciéndome colores y estampados que solo había visto en revistas, cosas delicadas cosidas con hilo dorado, tela azul brillante, cosas con tantas lentejuelas que brillaban como las escamas de una sirena. Estaba abrumada con colores y texturas mientras Seamus me explicaba las cualidades de cada tela. Para cuando me pidió que esperara en la sala de estar para que terminara, me sentía como si hubiera sido absorbida y luego escupida por un tornado. Me dirigí a la sala de estar, solo para ver a Wolf sentado en un sofá, con una rodilla sobre la otra, sus guantes de cuero en sus manos mientras miraba su teléfono. El sol jugaba sobre su cabello negro oscuro, atrapando sus ojos de jade cuando levantó la vista.
—Has sobrevivido —dijo.
—Suenas impresionado. —Me dejé caer en un sillón cercano.
—Cuando tenía cinco años mi padre me llevó allí, y Seamus me mostró su colección. Salí llorando.
Ahogué una risa.
—¿Oh, sí? Entonces, ¿cómo lo hicieron Burn y Fitz?
—Burn simplemente permaneció allí y lo tomó como siempre hace. Seamus los llama “el perfecto maniquí”. Puedes suponer cuánto le gusta Fitz a Seamus.

—Un montón —ofrecí. Wolf me lanzó una sonrisa ladeada, y siendo la que la recibía me dejó sin respiración. Era extraño, pero no desagradable, verlo divertido en lugar de molesto conmigo.
—Toneladas.
Nos sentamos en silencio, el suave sonido del reloj de péndulo el único sonido que se atrevía a existir. Las preguntas me reconcomían, pero una más que el resto.
—¿Por qué viniste a mi casa? —pregunté. Wolf se removió en el sillón, casi…
¿nerviosamente? Pero eso no podía ser. Wolfgang Blackthorn no se pone nervioso.
—Fui para disculparme —comentó—. Fui… maleducado, esa noche en la fiesta. Jugueteé con los dedos en un intento de parecer ocupada.
—Y borracho, al parecer. Resopló.
—Odio emborracharme en ese tipo de cosas. La gente se vuelve idiota rápidamente. Incluyéndome.
—¿Fitz está bien?
—Sí. Siempre disfruta sacándome de mis casillas. Y siempre llega a un punto crítico. Pero no como eso. Culpo al alcohol.
—¿Por qué estabas bebiendo si lo odias?
—Estaba nervioso.
—¿Por qué?                                                                                                                                     Entrecerró los ojos.
—Preguntas por qué con demasiada frecuencia para resultar cómodo.
—Lo siento. No puedo evitarlo… soy demasiado curiosa. O molesta, dependiendo de a quién le preguntes.
Wolf se aclaró la garganta.
—Estaba nervioso… por verte. —Abrí la boca, pero se encogió—. Si me preguntas por qué de nuevo, que Dios me…
—¡Está bien! —Alcé las manos a modo de rendición—. Podemos dejarlo así. No indagaré. Demasiado. Los buenos psicólogos toman lo que pueden, y deducen el resto.
—No, mira… —Se cruzó de brazos—. Eso es exactamente lo que no quiero, que deduzcas cosas sobre mí.
—¿Por qué? —Me detuve—. Uh, quiero decir, ¿porque crees que deduciré mal?
—Estás corriendo el riesgo de decidir cosas por ti misma —indicó lentamente—
. Si te acostumbras a tus deducciones, puedes perder de vista la realidad. Las cosas no son lo que decides que son… son lo que son, puedas entenderlas o no.
Me reí, repentinamente nerviosa.
—No lo entiendo.

—Deducir es fácil. —Se inclinó hacia delante, su mirada fijada en la mía. Yo no podía apartar la mirada, aunque lo intentara—. Si alguien decide en su mente, tenga razón o no, lo que algo significa. En lugar de dejar que eso se mantenga desconocido y aterrador, le dan un significado para sentirse más seguro sobre ello. Pero si lo han interpretado mal, pueden terminar haciéndole daño a alguien con eso.
—Uh, ¿puedo tener un ejemplo? Wolf suspiró.
—Está bien. Yo, por ejemplo. La razón por la que estaba nervioso de verte. De eso vas a deducir que… me gustas, o alguna mierda así. Pero no es así. Estaba nervioso por verte, porque…
Vi su garganta ondear al tragar fuertemente. No habría sido necesario un libro para darse cuenta que estaba inquieto, reticente a decir las próximas palabras. Busqué algo en mi memoria, cualquier cosa que pudiese hacer que alguien tan seguro como Wolf se retorciera. Y luego me golpeó.
—Por lo de la piscina —mencioné—. Intenté… casi… te toqué. Wolf apretó la mandíbula, luego asintió brevemente.
—No quería hacerlo —dije de repente—. Lo siento. No sé qué se apoderó de mí, yo solo…
—Está bien.
—¡No está bien! —Me levanté—. Mira, leo un montón, ¿está bien? Los libros
dicen que las fobias como las tuyas no son para ser tomadas a la ligera.                                   
El sol esculpió su rostro dudoso.
—¿Cómo sabías que tenía una fobia? Me dio un vuelco en el estómago.
—Es obvio. Nunca tocas a nadie. Te alejas si alguien se acerca demasiado. Siempre giras los anillos cuando estás pensando, y cuando alguien se acerca los giras más rápido. La única vez que te he visto tocar a alguien fue esa noche cuando peleaste con Fitz, pero dijiste que estabas borracho. Tus inhibiciones fueron reducidas. Y esa fue la única vez.
Wolf dejó de girar el anillo de su dedo, como si se contuviera en el acto.
—¿A cuánta gente se los has dicho? —exigió, sus ojos justo comenzando a avivarse con el esmeralda abrazador.
—A nadie, lo prometo. No creo que nadie lo haya deducido. Simplemente creen que eres un imbécil.
—Mejor un imbécil que un rarito —murmuró.
—No eres un rarito.
Wolf se rió, el sonido reverberando.
—Somos animales sociales, becada. Los bebés sin ser tocados crecen atrofiados. El toque es vital. Estar asustado de algo tan simple, integral y fácil para otra persona… —Apretó los guantes en su mano—. Es extraño. Estúpido. Inmaduro.

Las tres últimas palabras no sonaron como suyas. Sonaron vacías, como una grabación de memoria.
—Suena como si simplemente estuvieses recitando esas tres palabras. Como si hubieses escuchado que te las decían un montón y solo las estás repitiendo.
Los ojos de Wolf destellaron peligrosamente. No iba a presionarlo por ello. No podía presionarlo… era su pasado para superar, incluso si yo quería saber desesperadamente qué era, cómo obtuvo esas cicatrices.
—Está bien —dije lentamente—. Estoy intentando salvar a mi padre, y tú estás repitiendo las palabras de alguien de tu pasado. Sucede. La mierda sucede. Ambos estamos jodidos y la mierda sucede.
—Tal vez estás deduciendo mal —masculló.
—No. No con tu reacción, no lo hago. Tengo razón, ¿no es así?
El reloj de péndulo sonó de nuevo entre nuestros silencios. Wolf no dijo nada, su silencio toda la confirmación que necesitaba.
—Dijiste mi nombre —habló finalmente.
—¿Qué?
—En tu patio. Dijiste mi nombre. Así que ahora ambos hemos dicho el del otro.
Pensé en ello. Tenía razón. Lo había hecho. Había sido fácil, como debería haberlo sido siempre.
—Tal vez te estás volviendo menos orgulloso —ofrecí.
—Y tal vez tú estás madurando —replicó.
—Dios, espero que no. Me gusta no pagar impuestos. Se reclinó en el sofá.
—Fitz no dejará de quejarse sobre cómo tendrá que pagar impuestos de su fondo fiduciario.
—Hazme un favor y dile que me da mucha pena —espeté. Wolf se rió, el sonido como un buen trueno. Seamus llegó justo entonces, su rostro sonrojado.
—¡Está listo, señorita Bee! Vuelva y póngaselo. Debo ver cómo le queda.
Levanté los pulgares hacia Wolf a modo de “allá vamos”, y me adentré en el cuarto de costura. Un hermoso y acertado vestido azul pálido estaba colocado sobre un maniquí, con sencillas mangas y un elegante escote redondo. Pequeñas amapolas florecían en la tela, de color anaranjado brillante y negro profundo. La falda era amplia y mullida, ceñida a la cintura así se formaban suaves ondas de forma natural. Seamus me mostró con emoción cómo ponerlo y luego cerró la puerta detrás de él para darme algo de privacidad. Me maravillé con la suave tela. Era mucho más bonita y más delicada que nada que hubiese poseído jamás. Casi me sentí fuera de lugar poniéndomelo, pero estaba perfectamente entallado; me abrazaba en los lugares que quería y se soltaba en los lugares que no me gustaban. Me giré, sintiéndome como una clase de estrella de cine. Olvidé que me gustaba vestir cosas agradables como esta. La chica en el espejo de cuerpo entero frente a mí se veía completamente diferente de la que vi la otra noche.

Se veía más feliz.
Salí y se lo mostré a Seamus, aplaudió tan rápido y fuerte que sonó como si lo estuviese haciendo mucha gente.
—¡Vamos! Debemos mostrárselo a los chicos.
—¿Los chicos? —dije ahogadamente, pero Seamus me sujetó la mano y me arrastró a la sala antes de que pudiese protestar. Me congelé, como un ciervo frente a los faros, cuando Fitz y Burn me miraron. Fitz, su rostro todavía hinchado y amoratado, silbó y clamó. Burn asintió, una vez, un signo claro de aprobación. Pero Wolf se había quedado quieto en el sillón, con los ojos abiertos de par en par.
—¡Wolf! —masculló Fitz—. No te sientes simplemente ahí y dejes a nuestra chica esperando… ¡di algo!
Fitz se inclinó para golpearlo en la espalda, pero Wolf lo vio venir, recomponiéndose, y se levantó rápidamente para evitarlo.
—Tú… —comenzó, tragando—. Es…
—¡Está bien! —Me revolví, una parte de mí estaba profunda y extrañamente asustada de lo siguiente que fuese a decir—. Está bien, ¿no es así? Voy a cambiarme. Volveré en seguida.
Volví al cuarto de costura. Seamus lamentándose cuando le pedí un pantalón. Me pasó un sencillo par negro y me cambié. Insistió en que me llevara el vestido conmigo.
—No puedo llevármelo hasta que lo pague —afirmé—. ¿Cuánto vale?                                Seamus se mantuvo ocupado metiendo el vestido en una caja.
—En serio, señor Seamus. ¿Cuánto vale?
—Seiscientos —contestó abruptamente. Sentí mi rostro enfriarse—. ¡Pero no te preocupes por eso! Considéralo como un regalo, señorita Bee. Tuve un momento tan agradable, y con tan pocas oportunidades para hacer un vestido para una preciosa jovencita como tú… difícilmente puedo cobrarte por ello.
—Señor Seamus, no acepto ca…
—Caridad —terminó una voz por mí en la puerta. Me giré para ver a Fitz allí, sonriendo diabólicamente—. Lo sabemos, lo sabemos. Dios, eres como un disco rayado. Uno irritantemente molesto. ¿Estás vistiendo un pantalón de pijama?
Hice una reverencia burlona.
—De diseñador.
—Horrible —añadió Seamus su opinión de mala manera mientras empacaba su máquina de coser.
—No es que no esté agradecida, pero estaría bien con Target —dije, ignorando el jadeo de ofensa de Seamus—. Pero Wolf simplemente me trajo directamente aquí.
Fitz le dio unas palmaditas a Seamus en la espalda y se rió.

—Sí, no. A Wolf no le... gusta hacer las cosas exactamente como la gente normal. Él solo hace lo que está acostumbrado. Y Seamus adapta todas nuestras cosas, entonces, para él, básicamente, es de donde sacamos la ropa.
Me masajeé la frente.
—Qué manera más extraña de vivir.
—Deberías haberlo visto cuando lo llevamos a un autoservicio por primera vez.
Llegó la comida y se le salieron los ojos y él fue “¿ya?”.
Me reí.
—Puede que no sepa los fundamentos básicos de las tiendas, pero definitivamente me ayudó esta mañana. Así que ahí está eso.
—¿Ah? —Fitz arqueó una ceja—. Dime.
—No. —Fruncí el ceño—. Entiendo toda tu cosa ahora, Fitzwilliam.
Simplemente te burlarás de él si te digo.
—Ratas —espetó, y puso un acento—. Ella me descubrió, Seamus. ¿Qué debo hacer?
—¿Puedo sugerir retirarse? Funcionó muy bien para mí —ofreció Seamus.
—¿Cómo sabían que estábamos aquí? —le pregunté a Fitz. Él se encogió de hombros.
—No lo hicimos. Tenía que recoger un nuevo conjunto de uniformes, Burn ha estado creciendo mucho casi todas las semanas durante los últimos cuatro años.
Me puse el pantalón negro casual que Seamus preparó y seguí a Fitz de vuelta a la sala de estar, todavía medio avergonzada por todo el asunto del vestido. Seamus le dio a Burn su uniforme y los hermanos Blackthorn se marcharon, pero yo me demoré.
—Se lo debo, señor Seamus. El anciano guiñó.
—No mucho.
Me obligué a salir, pero Seamus me llamó en la puerta.
—¿Señorita Bee? —Giré. Seamus sonrió—. Por favor cuide a esos muchachos.
Wolf, especialmente. Nunca lo había visto mirar a alguien como él la mira.
De repente se sentía como mil grados en la habitación. Me aclaré la garganta y me apresuré a salir por la puerta, Seamus saludó desde su porche. Corrí detrás de Fitz y Burn, los dos apoyados en el convertible rojo de Burn. Wolf se estaba poniendo su casco. Ninguno de ellos podía verme, todavía.
—¿…incluso sabes lo que es una cita? —Fitz se rió—. Sé que tú y el-que-no-debe- ser-nombrado nunca fueron a una.
—Solo lo dije para sacar a su padre de su habitación —se burló Wolf—. Nunca iba a ser una cita real.

—Porque definitivamente no te gusta —dijo Fitz arrastrando las palabras—. Aunque no puedes dejar de hablar de ella todo el tiempo, y en el momento en que ves su culo desaliñado en algo remotamente femenino, comienzas a mirarla boquiabierto como un idiota.
Me congelé en el lugar. Los ojos de Wolf se clavaron en Fitz. Burn lanzó un suspiro.
—En serio, estás actuando raro últimamente, Wolf.
Wolf se quitó el casco, el oscuro cabello despeinado, casi volando a su mirada.
—No tiene nada que ver con ella —gruñó.
—Oh, lo siento, pero estoy bastante seguro de que en el momento en que me pediste que hackeara la computadora de papá por ese ensayo y leerlo, fue en el momento en que te obsesionaste con ella — argumentó Fitz.
Sus palabras sonaron en mi cabeza como una campana siendo golpeada cinco veces. ¿Wolf Blackthorn? ¿Obsesionado? ¿Conmigo? Wolf cerró la distancia entre Fitz y él, Burn se movía como si se estuviera preparando para ponerse en el camino si la situación se intensificaba.
—No estoy... obsesionado —señaló Wolf en el rostro de Fitz—. Me da lástima. Eso es todo lo que es, lástima. Yo era ella, ¿bien? Ya lo sabes. Me viste en ese entonces. Era como ella, y cada vez que veo su rostro me acuerdo de lo patético que fui.
Lástima. Patética. Todos los buenos sentimientos que había acumulado hacia él o lo que hizo esta mañana se tornaron fríos, inertes. Escuché a Fitz reírse.
—Solo porque ella tiene un padre enfermo…
—No sabes cómo es —siseó Wolf, con tanto veneno que me sentí envenenada solo por escuchar—. No sabes lo que es esperar a que alguien se suicide. No tienes idea de lo que es escuchar a alguien que te importa decir que lo hará, sabiendo que no hay nada que puedas hacer para detenerlo.
Fitz cerró la boca. Wolf no lo hizo.
—Esperas, y el miedo te infecta como un gusano, te come desde adentro. Cada momento despierto que estás separado de ellos, imaginas todas las formas en que podrían estar muriendo. Muerto. Y todo lo que puedes hacer es pararte ahí y decir “estoy aquí para ti”.
—Y eso es suficiente… —comenzó Fitz.
—Pero ¿y si eso no es suficiente? —presionó Wolf—. ¿Y si tu mejor esfuerzo no es suficiente para salvarlos? Entonces ¿qué? ¿Qué pasaría si intentas desesperadamente, todos los días, darles una razón para seguir con vida, incluso si eso significa cortar partes de ti mismo como una ofrenda de sacrificio?
Burn dio un paso al frente.
—Wolf…

—He terminado. —Wolf lo ignoró, girando furiosamente sobre sus talones y poniéndose el casco—. Ustedes nunca pueden entender, y he terminado de tomar su mierda sobre ella. Ella no es nada para mí, y nunca lo será.
Sentí como si una fría estaca de hierro se hubiera enterrado en mi corazón mientras veía a Wolf subirse a su moto y alejarse. Pero ¿por qué demonios dolía tanto escucharle decir esas cosas? Sabía que no se preocupaba por mí, nunca esperé que lo hiciera. Nos odiábamos mutuamente, en la escuela, fuera de la escuela. Hoy fue solo una experiencia extraña, como una luna azul o una aurora en el cielo. Los momentos tranquilos entre nosotros no significaban nada. Yo no significaba nada.
Y él no significaba nada para mí.
Cuadré mis hombros y me lo repetí. Él no significaba nada para mí. Trató de tomar mi beca. Era agresivo y desagradable. Nada sobre él era atractivo.
Si lo decía las veces suficientes, se haría realidad.
—¡Hola, chicos! —Me acerqué a Fitz y Burn, mirando a mi alrededor—. Oh,
¿Wolf se fue?
Burn arqueó una ceja. Él y Wolf compartían un amor por ese movimiento.
—Esa es una forma de decirlo.
—Él como que iba a llevarme a casa —me detuve—. ¿Alguna posibilidad de dar un paseo con ustedes?
La sonrisa de Fitz regresó.
—Claro que sí. Demonios, podemos repasar algunos puntos de tutoría en las              luces rojas, ¿eh? Ni siquiera hemos cubierto toda la cosa del “golpe de Catherine de
Medici”.
—Pides un alto precio —gemí y salté en la parte trasera cuando Fitz abrió la puerta del descapotable. Pasé la mitad del trayecto fingiendo no saber nada de la historia francesa, y la otra mitad dirigiendo a Burn a mi casa. A pesar de su personalidad lánguida, Burn conducía exactamente lo opuesto a Wolf, peligrosamente, acelerando a través de luces amarillas y haciendo pases cercanos. Fue algo tan extraño ver una conducción tan arriesgada por el que yo pensaba que era el hermano más sensato de los tres.
Pero los hermanos Blackthorn ya me habían sorprendido desagradablemente una vez. ¿Qué era una molestia más?
Burn y Fitz me dejaron en mi dúplex, Fitz se despidió con la mano mientras Burn arrancaba desde la acera. Entré solo para encontrar a papá en la cocina, el olor a vainilla y a masa emanando de él. Pero eso no podía ser correcto, papá no había horneado desde antes que estuviera enfermo. Solía hacerlo todo el tiempo, ¿pero ahora? De ninguna manera.
—Ahí estás. —Papá, con su viejo delantal de cocina y su frente cubierta de harina, me abrazó—. Me alegro que hayas vuelto.
—Yo también —dije—. ¿Qué estás haciendo?

—Rollos de canela. —Se encogió de hombros—. Ya teníamos todo en el refrigerador, y pensé en darle una oportunidad.
—¡Huelen genial! —Sonreí—. ¿Puedo ayudar?
Papá me alborotó el cabello y me mostró cómo extender la masa. Trabajamos juntos en el mostrador, nuestras manos se movían al mismo ritmo mientras transformamos la masa grumosa en rollos deliciosos.
—Quería disculparme, Bee —dijo papá, sus manos ocupadas mezclando la canela y el azúcar. Me encogí de hombros.
—No hay nada de que disculparse.
—Lo hay —dijo firmemente—. Yo-yo no debería haber actuado como lo he hecho en los últimos días. No fue muy adulto de mi parte. Lo siento.
Observé su rostro, un poco triste, un poco cansado. Como siempre. Incluso si se disculpaba, probablemente volvería a suceder. Por lo general lo hacía. Lo único que podía hacer era esperar que no durara tanto la próxima vez. Pero podría ser. Eso era lo peor, la depresión venía y se iba sin previo aviso. Si regresaba igual de malo, él lo haría de nuevo. Y solo tendría que lidiar con eso. No, eso sonaba como una mierda de mi parte. Me encargaría de eso, no importa qué.
—Te perdonaré con una condición —anuncié.
—Cualquier cosa —dijo papá.
—Tengo que comer todos estos rollos.
Él se rió, su rostro iluminándose un poco.                                                                             
—Trato. Pero si te da un dolor de estómago, solo tienes que culparte a ti misma.
No quiero escuchar ni una queja.
Gesticulé cerrando mis labios. Terminamos los rollos y los pusimos dentro.
—Tengo que estudiar —dije—. Tengo que ponerme al día con todas las cosas que…
Todas las cosas que, por estar demasiado preocupada por ti, es lo que comencé a decir.
—…olvidé hacer —terminé. Papá asintió.
—Está bien. Te avisaré cuando los rollos estén listos.
Hubo una pausa, y luego lo abracé. Fuerte, como solía hacerlo. Fuerte, como antes, cuando estaba segura de que no se rompería bajo mis brazos. Pero, aun así, se sentía tan ligero, tan delgado.
—¿Comiste algo de la sopa? —pregunté.
—Sí. No te preocupes por mí, ve a preocuparte por tus calificaciones.
Traté de decirle que era lo mismo, preocuparme por él y preocuparme por mis calificaciones. Ellos significaban mucho para mí. Mis notas eran un boleto a su recuperación, incluso si me arriesgaba a tener una o dos preguntas equivocadas. Pero eso era por el bien mayor, por la beca. No tendría que fingir en absoluto si no fuera por Wolf amenazándolo.

Ella es patética.

***

Fruncí el ceño ante mi escritorio. Mi mano inconscientemente había garabateado algo oscuro y brillante en mi hoja de trabajo;

JÓDETE, WOLF BLACKTHORN


Se sintió bien ver mis pensamientos en papel, incluso si tuviera que borrarlos. No tenía que cargarlos, nunca más. Quizás es ahí donde obtuve la idea de que podría empezar a escribir en ti, lápiz-y-papel. Bueno, ese fue el primer indicio. El segundo vino cuando me di cuenta de que había arruinado todo y que nadie querría volver a escucharme nunca más.
Pero espera. Estamos casi en esa parte.


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Mensaje por Leshka Vie 19 Jun - 17:15

Muchas gracias por los capítulos
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Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf - Página 2 Empty Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf

Mensaje por IsCris Vie 19 Jun - 23:56

Para mi la mamá le es infiel al papá 

Tan lindo que empezó Wolf el capítulo, lo dañó por estar en su estado de negación; y ya me carcome la duda de qué pasó con el Mark ese, será que el amenazaba a Wolf de que se suicidaria a cambio de dinero? 

Me alegré mucho con que el papá de Bee al final de capítulo pusiera un granito de su parte


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Mensaje por yiniva Sáb 20 Jun - 11:55

12
Wolf


Conduzco hasta que la ira deja de quemarme vivo. Hasta que el rugido de mi motocicleta se convierte en un lento y cansado rugido.
Aun así, las palabras de Mark me siguen.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Casi tres años? Y aún puedo oírlo insultándome una y otra vez. Todavía puedo sentir cada uno de sus puñetazos, mis costillas y estómago doliendo.
¿Y la peor parte?
Todavía lo amaba. Incluso mientras estaba sucediendo.
Me desvío hacia la cuneta y me estaciono, lanzando mi casco sobre la grava. Mis manos pican por arruinar algo, por hacerle sentir tanto dolor como el que siento.
Esto no está bien. Nada sobre lo que estoy sintiendo está bien.
Me prometí nunca de nuevo y lo dije en serio. No puedo amar a nadie más. No después de que me destruyera la última vez. Ver a Bee en ese vestido, tan hermosa y elegante y tímida, me envió olas de anhelo. Intenté abrir mi boca para decir algo, pero todo mi cuerpo se quedó inmóvil. Estaba jodidamente aterrorizado de cuán repentinamente apareció la urgencia de levantarme y besarla, justo allí en ese momento, delante de todos. A pesar de todos. A pesar de mi pasado o de Mark o de mi miedo a tocar a otras personas.
Ella arrasa con mis defensas, y soy incapaz de detenerlo.
¿Y los idiotas de mis hermanos piensan que provocarme con ella ayudará? No.
Solo lo empeora. Así que los ataqué, a ella, a todos.
Me hundo en el suelo, apoyándome contra mi motocicleta por soporte.
—Si estuvieras aquí, te pediría consejo —digo, aunque la motocicleta no responde. Nunca lo hace. Sé mejor que nadie que solo es un pedazo de metal, pero mis recuerdos de mamá llevándome a montar cuando era un niño todavía me persiguen. Siempre será su motocicleta, no la mía. Siempre me recordará a ella, no importa cuán viejo me haga o cuánto olvide su rostro o su voz.
Me dejó esto y es todo lo que me queda. Así que le hablo.
—Nunca siquiera llegué a decírtelo —digo—. Que soy bisexual. No que te fuera a importar. Pero no me odiarías por ello como lo hace papá. Me harías un pastel y organizarías una pequeña fiesta o algo igualmente vergonzoso y exagerado y paternal.
La motocicleta está en silencio, la calidez del motor filtrándose a través de mi chaqueta.
El amor solo… sucede —gimo—. Y lo odio. Odio cada parte de ello. No sería así si no fuera por Mark. Si estuvieras aquí, habrías pateado su trasero. Sé que lo habrías hecho.
Autos pasan junto a mí, y luego el camino está felizmente silencioso de nuevo. La vista no es mucha, pero están las copas verdes de los árboles y el azul pálido del cielo y empiezo a preguntarme si algún día mi corazón estará tan despejado y pacífico como ese cielo.
 

Beatrix


Mi nombre es Beatrix Cruz y nunca me ha importado una mierda lo que nadie diga sobre mí.
De acuerdo. Eso es mentira. Tal vez si me importa una mierda. Aunque definitivamente sea una diminuta mierda del tamaño de una paloma.
Que es por lo que me puse el vestido que Seamus me hizo para encontrarme con el señor Blackthorn en Ciao Bella. Tuvo el doble efecto de incrementar mi confianza, así que en realidad podría enfrentarlo con algo de dignidad. Sonrió cuando me vio.
—Dios mío, Beatrix. ¿De dónde sacaste ese vestido?
—De su sastre, en realidad. —Me deslicé en el asiento de la cabina.
—¿Oh? —El señor Blackthorn lucía tan elegante como siempre con su cabello canoso y sus arrugados ojos—. ¿Cómo te encontraste con él?
—Wolf me llevó.
El señor Blackthorn parpadeó, atónito.
—Bien entonces. Ordenemos algo de comida y me pondrás al día con toda la cosa mientras esperamos.
Y lo hice. Nunca dudé, ni una vez, mientras le contaba todo lo que sucedió en la fiesta de Riley: el baile, Burn salvándome del ruin Eric, Fitz haciendo panqueques de hierba, Wolf bebiendo, la pelea entre Fitz y Wolf. Le conté sobre Wolf viniendo a mi casa y llevándome con Seamus, aunque dejé fuera la parte sobre mi papá. Algo se sentía mal, diciéndole a un hombre tan recto sobre el triste estado de mi familia. Supongo que la suya no era mejor: una esposa fallecida y tres hijos que nunca le hablaban. Supongo que ni siquiera el dinero podía comprar una familia saludablemente funcional.
Nuestra comida llegó justo cuando terminé. Comimos por unos minutos, el señor Blackthorn claramente digiriendo más que sus rigatoni primavera. Picoteé mi salmón nerviosamente hasta que habló.
—Dijiste que Kristin mencionó a Mark.
—Sí. —Giré mi tenedor e intenté no mirarlo—. Dijo que Wolf y Mark salieron.
Por un tiempo.
El señor Blackthorn estaba inexpresivo. Finalmente, suspiró.
—¿Eso es lo que era? Cuán extraño.
—Ser gay o, uh, bisexual, no es extraño, señor Blackthorn. Lo investigué. El diez por ciento de la población…
—No, eso no —dijo airadamente—. Conocí a Mark. Wolf lo trajo a la casa varias veces. Siempre pensé, Wolf lo presentó como un “amigo”, pero siempre pensé que Mark simplemente lo había acosado para convertirse en amigos. Nunca fueron muy… normales el uno con el otro.
—¿Normales? No lo entiendo.
—Los amigos no se llaman idiota entre ellos.
—Bueno, uh, lo hacen…
—No, no como Mark llamaba a mi hijo idiota. —El señor Blackthorn negó—. Los amigos no vacían las billeteras del otro cada semana. Le daba a Wolf su mesada y para el viernes ya no quedaba nada —dijo—. Wolf nunca gasta mucho, si lo hace, es en una parte para la motocicleta una vez cada pocos meses. Así que cuando todo desaparecía tan rápidamente, tuve que comenzar a preguntarme. Hice que uno de mis hombres los siguiera discretamente; Mark llevaba a Wolf a tiendas de videojuegos, de ropa, de zapatos, de alcohol; incluso confirmé más tarde que estuvieron en la casa de un traficante de drogas. A Mark le gustaban las pastillas, verás.
Tragué mi limonada en silencio, asimilando toda la información. El señor Blackthorn cortó un poco de camarón y continuó.
—Hacia el final de su “amistad”, Mark llamaba a Wolf a horas extrañas y Wolf se escabullía de la casa para verlo.
Me sonrojé.
—Eh, eso podría ser solo…
—Wolf regresaba sangrando —dijo el señor Blackthorn calmado. Demasiado calmado, como si lo hubiera interiorizado hasta el punto de la negación—. Por todo su rostro, sus manos. Le pregunté una vez qué sucedió, y me cerró la puerta en las narices. Escondía sus vendajes muy bien debajo de su uniforme. Se volvió muy bueno en ello. Rompía mi corazón.
Mi pecho se retorció.
—Así que está diciendo que Mark…
—¿…abusaba de mi hijo? Eso creo, sí. Pero Wolf hizo lo que cualquiera hace en una relación abusiva; se quedó. Justificaba las acciones de Mark. Una y otra vez, escuché a Fitz y Burn intentar hablar con él sobre ello, solo para oírlo dar razones terriblemente manipuladas para lo que Mark estaba haciendo. El chico era cruel, y ejercía esa crueldad sobre mi hijo.
Recordé las palabras vacías que Wolf dijo en casa de Seamus. ¿Eran un eco de lo que Mark le dijo hace años?
—¿Por qué no…? —Inhalé, recordando lo que mis libros de texto decían—. Lo siento. Sé que culpar a alguien no ayuda.
En lugar de molestarse como pensé que haría, el señor Blackthorn sonrió gentilmente.
—No, está bien. Verte enojarte en nombre de Wolf es extrañamente reconfortante para mí. Demuestra que te preocupas.
—No sobre él —empecé—. Solo sobre… sobre la gente en situaciones desagradables.
Sonrió más amplio
—Por supuesto. En cualquier caso, hice todo en mi poder para separarlos. Pero Wolf no lo aceptaría. No importaba lo que hiciera, cuanto más duro intentaba mantenerlos separados, más luchaba Wolf por quedarse con él. Hasta que finalmente…
Sus ojos se volvieron distantes.
—¿La pelea sucedió? —pregunté. El señor Blackthorn asintió, regresando a la tierra.
—Sí. Recibí una llamada del director esa tarde. Y poco después, Mark abandonó la escuela. Creo que Wolf finalmente se defendió, y viendo que no podía manipularlo más, Mark se fue.
—Y yo… le recuerdo a Mark —murmuré.
—¿Te dijo eso?
—Dijo que sonaba como él. Y Fitz lo dijo en la fiesta. Eso fue lo que empezó su pelea, así que no puede ser del todo falso.
Bebió su vino lentamente, luego palmeó mi mano.
—Estoy seguro de que eres mucho mejor persona que Mark, Beatrix. Después de todo, accediste a ayudarme, ¿cierto?
—Para mi propia ganancia —corregí.
—Supongo. —Se retiró y se terminó su camarón—. Pero alguien que escribe ensayos tan sinceros sobre preocuparse por su familia seguramente no puede ser tan egoísta.
—¿También usted? —gemí—. ¿Por qué a todos les gusta ese estúpido ensayo? Se rió.
—¡Fue una muy interesante pieza de escritura! ¿Por qué crees que la junta te escogió como la receptora de la beca McCaroll? ¿Alguien más dijo que le gusta?
Dudé sobre decirle acerca de Fitz irrumpiendo en su computadora para Wolf.
—Solo… los profesores. Supongo que algunos de ellos lo leyeron.
—Oh, por supuesto. Lo pasé alrededor muy orgullosamente.
Puse mi mano en mi frente y al instante lo lamenté, la salsa roja era el maquillaje perfecto. La limpié mientras el señor Blackthorn ordenaba el postre.
—Lo has hecho muy bien, señorita Cruz. No es mucho, pero solo saber qué sucede con ellos tranquiliza mi mente. Me ocultan todo.
—¿Usted va a…? —Negué—. No importa.
—No, por favor, habla.
—¿Va usted a… castigarlos? —pregunté—. ¿Por la pelea? ¿La hierba? ¿El alcohol?
—¿Y advertirlos sobre el hecho de que alguien los vigila para mí? No, no arriesgaré tu cubierta por eso. Otras pocas semanas de tus reportes, y entonces decidiré qué hacer con ellos.
—¿Hacer con ellos? —repetí, las palabras colgando ominosamente. El señor Blackthorn parpadeó.
—Bueno, algo tiene que hacerse. El uso de drogas de Fitz es indefendible. Conozco una buena clínica de rehabilitación y luego estudiará en casa, donde pueda vigilarlo.
Fitz, estudiando en casa. Solo, en una habitación con un tutor, sin sonreír y coquetear y reír entre la gente que lo adora. Solo pensar en ello se sentía antinatural, equivocado.
—Burn necesitará una salida para su comportamiento arriesgado y en busca de adrenalina. —El señor Blackthorn limpió su boca con una servilleta—. El ejército le sentaría bien, ¿no lo crees?
Tragué. La falta de consideración por lo que sus hijos tuvieran que decir en la materia, me enfrió hasta los huesos.
—Y Wolf… —El señor Blackthorn suspiró—. Mi pobre y dañado Wolf. Al menos seis meses de psicoterapia en un muy buen hospital psiquiátrico al que hago donaciones, me parece bien.
—Señor Blackthorn, con el debido respeto, eso no es lo correcto por hacerse.
—¿No? —Su rostro se puso frío, como lo vi esa única vez cuando se disgustó con la pareja en la mesa que se había burlado de mi vestido—. Por favor, dime qué es lo correcto por hacerse, señorita Cruz. Dime cómo lidiar con mis hijos.
Agarré mi tenedor en vertical, mis nudillos blancos. El señor Blackthorn continuó.
—Está aquí para darme información, señorita Cruz. No opiniones sobre cómo esa información debe ser tratada.
—Pero…
—¿Quieres mantener tu beca para Lakecrest o no?
Cerré mi boca al instante. Mi interior retumbando con inquietud. El señor Blackthorn me estudió con sus ojos penetrantes, hasta que estuvo satisfecho por algo que vio en mí. Se echó hacia atrás, acabándose su vino.
—Después de todo, señorita Cruz. Lo dijo usted misma cuando nos conocimos por primera vez, no le gustan mis hijos. No tiene razón para estar preocupada por lo que les suceda. Ellos son los que están tomando malas decisiones en sus vidas, y yo soy su padre. Es mi trabajo ayudarles a tomar mejores decisiones. Darles la oportunidad de tomar mejores decisiones.
Me iba a enfermar. Podía sentirlo. El señor Blackthorn me sonrió.
—Puedes irte. A menos que, por supuesto, desees un postre. Te veré la próxima semana, a la misma hora.
Me levanté y me fui, cada paso sintiéndose como si estuviera caminando a través de melaza congelada. En el trayecto a casa, de repente entendí por qué los hermanos Blackthorn no hablaban con su padre.
Y de repente comprendí que había tomado la decisión equivocada al hablar con él, ese día en la parada de autobús.

***

Si hubiera sabido entonces lo que sé ahora, me hubiera detenido. Y sé que sigo diciendo eso, pero esa vez hubiese sido de verdad. Le hubiera dicho al señor Blackthorn que se metiera su beca por su trasero cubierto de seda y hubiera dejado de darle información. Pero en ese entonces estaba asustada por papá. En ese entonces, estaba preocupada por mi familia. En ese entonces pensaba que podía salvar el mundo, si simplemente lo intentaba lo suficiente.
Esa noche me quedé mirando mi teléfono de mala muerte e intenté no pensar en lo mucho que quería uno de los números de los hermanos. Quería llamarles, a Burn, preferentemente y contarles todo: que los había delatado ante su padre. Pero las palabras de Wolf todavía me perseguían. Era lamentable. Él pensaba que era patética. Había tratado de arruinar mi vida quitándome mi beca. Todo se apiló, hasta que sentí mi desagrado por él como un bulto tóxico en mi garganta. Wolf Blackthorn no era alguien bueno. No importaba lo que hubiera pasado con Mark, no tenía derecho a decir esas cosas sobre mí.
No dormí muy bien, así que correr con Burn fue una tortura. Ninguno de los dos dijo mucho más que “toma un poco de agua” y “cuidado con esta raíz”. Apenas me di cuenta de que habíamos ido más allá de nuestro punto habitual en la mitad del recorrido, hasta que Burn nos dio la vuelta. Vimos salir el sol, en silencio. Con todos los pensamientos arremolinándose en mi cabeza, fue un alivio solo tener silencio.
Vi a Burn parándose en el mero borde del acantilado, sus zapatos cada vez más cerca de la orilla. Y más cerca. Tan cerca que me levanté alarmada.
—Burn…
—Si miras directamente hacia abajo —dijo lentamente—. Es casi como si estuvieras volando.
Se tambaleó un poco y alargué mi brazo y tiré de él. Ambos nos tambaleamos hacia atrás hasta el suelo, una maraña de piernas y brazos. Los ojos somnolientos de Burn estaban, por una vez, abiertos con sorpresa.
—¡No puedes s-simplemente hacer algo así! —jadeé.
—Estaba bien —insistió.
—¡Hay mucha distancia hasta abajo! Ponerte en el borde de esa manera, ¡es tan estúpido y egoísta!
—¿Egoísta? —Frunció el ceño.
—Qué pasa si te hubieras caído, ¿eh? Podrías pensar que estás bien, pero ¿qué pasa si el suelo cede? ¿Qué pasa si un fuerte viento sopla y te toma por sorpresa?
—No hubiera pasado. Solo lo estás imaginando.
—Pero ¿qué pasaría si lo hiciera? —espeté—. Te hubieras caído y muerto y entonces qué, ¿eh? ¿Qué le habría dicho a Wolf o a Fitz? ¿Con quién correría en las matutinas? ¿Quién me daría sabios consejos? ¿Quién habría…?
—Solo me gusta mirar hacia abajo desde lugares altos. Hace que mi cuerpo se sienta como si vibrara.
—¡Eso es adrenalina, idiota! ¡Eso es la adrenalina de tu cuerpo acercándose a morir! ¡No puedes… no puedes simplemente pararte en el borde de esa manera cuando hay personas que se preocupan por ti!
—Personas que se preocupan —dijo lentamente, mirándome—. ¿Como tú?
—Sí, yo. ¡Pero también un montón de gente!
Burn limpió la suciedad de sus manos y me ofreció una mano para levantarme.
—A veces —dijo—. Se siente como si solo fueras tú.
No supe qué decir a eso. Caminamos de regreso por el camino sin decir nada, y lo vi meterse en su descapotable y marcharse, más rápido que nunca.
Correr más no dormir bien me agotó, así que cuando entré en la escuela, me tomó hasta la hora del almuerzo notar el cambio en el aire. Las personas ya no me miraban con enfado o pesar. Algunos parecían realmente interesados en mí, en lo que estaba haciendo, en cómo me veía hoy. Me estudiaban, y ya no solo con curiosidad disgustada. Intenté ignorarlos. No sabía lo que estaba pasando, pero estaba dispuesta a apostar que tenía algo que ver con el hecho que continuaba escuchando rumores sobre la pelea de Wolf y Fitz. Levanté la vista del libro que estaba leyendo y me di cuenta de que alguien estaba parada frente a mi mesa en la cafetería.
—Hola. —Una chica sonrió. La reconocí de la fiesta, era la que había estado colgada del hombro de Fitz mientras estaba haciendo panqueques—. ¿Puedo sentarme aquí?
Tragué mi sándwich. Debí haber tomado su mesa por accidente, Dios, me odiaba por dormir solo dos horas.
—¿Tomé tu asiento o algo así? —pregunté—. Lo siento, me moveré.
—Oh no, está totalmente bien, no tomaste nada. —La chica hizo un gesto con la mano—. Solo quería sentarme contigo.
Fruncí el ceño. Eso no sonaba bien.
—¿Estás… segura? —Miré detrás ella. Solía sentarse con sus amigas, y estaban a kilómetros de distancia, intercambiando palitos de zanahoria por nuggets de pollo y riendo—. Ellas se ven mucho más interesantes que, bueno, esto. —Levanté mi libro de texto para que pudiera leer la portada: “Las complejidades de la inteligencia humana”.
La chica solo se rió, su melena de cabello castaño sacudiéndose con el sonido.
—No, no lo son, confía en mí. Además, me pareciste genial en la fiesta, así que.
Solo quise pasar el rato.
—Está bieeeen. —Bajé mi libro y torpemente comí mi sándwich durante unos segundos. ¿Se supone que dijera algo aquí? Piensa, Bee, ¿cómo hacen amigos las personas? Miré su bandeja: ensalada y una hamburguesa—. ¿Te gusta la comida?
Hizo esa sonrisa irónica como una mueca y negó.
—No, odio los alimentos deliciosos y súper importantes. Hice una mueca.
—Soy muy mala para esto, ¿cierto?
—Solo un poco.
Miré hacia sus amigos, quienes estaban mirando por encima de sus hombros. Me vieron y giraron sus cabezas rápidamente, otra risa escapó de ellas. Mi parte juzgadora insistió en que se burlaban de mí, la parte que trabaja en no juzgar insistió que solo estaban tan desconcertados como yo ante este reciente desarrollo de gente que realmente quería pasar el rato conmigo.
—Soy Keri, por cierto —ofreció la chica.
—Bee —dije. Frunció su ceño.
—¿Tus padres te nombraron con una sola letra?
—Cierto, no, es la abreviatura de Beatrix.
—Oh, ese es un nombre genial.                                                                                                
—Solo por la x. La mayoría de las personas piensan que está pasado de moda.
Como, ya sabes, Beatrix Potter.
—¿Quién?
Vi a Amanda al otro lado de la cafetería y suspiré.
—Solo... es una autora. Escribió Peter Rabbit.
—¡Me encantaban esos cuando era niña! —Keri aplaudió—. Tenía todos los de tapa dura, ¿con esos dibujos hermosos en acuarela? Oh, hombre, me pregunto dónde los puso mamá. Tendré que preguntarle cuando llegue a casa.
Sentí una sonrisa tirar de mis labios.
—Es agradable volver a ver las cosas viejas, a veces.
—Sí. ¿Qué te gustaba?
—Las bandas de chicos.
—¡No puede ser! ¿Cuáles?
—Neverwinter Knights, Ten Years of Autumn…
—¡Me encantaba TYA! —Golpeó la mesa—. No me digas, eras fan de Gabriel.
—Jooooder. ¿Qué te lo hizo saber?
—Era el único guapo del grupo, dah.
—¡Oye, Paxton no se veía tan mal!
—Bueno, fue un placer conocerte, pero me tengo que ir ahora, porque los picos de cabello fijados con gel eran horribles y eres horrible porque te gustan.
Me reí. Hablamos así durante toda la comida, recordando viejas bandas estúpidas que solían gustarnos. La única vez que rompimos nuestro flujo de conversación fue cuando los hermanos Blackthorn entraron. Keri observó sus figuras altas atravesar la cafetería. Wolf miraba hacia delante, luciendo más molesto que de costumbre. Pasó junto a nuestra mesa y su rostro ni siquiera giró en mi dirección. Fitz saludó a Keri con una encantadora sonrisa, y ella le devolvió el saludo. Los ojos de Burn miraron los míos brevemente antes de asentir hacia mí y seguir a Fitz y Wolf.
Keri se inclinó cuando pasaron.
—Wolf te mostró una tarjeta roja, ¿cierto? Me burlé.
—Sí.
—Las tarjetas rojas son para cosas realmente horribles. ¿Ma-mataste a alguien o algo así?
—Si solo fuera así de simple. —Suspiré.
—Entonces, ¿qué hiciste?
—Viste todo cuando Wolf derramó café sobre ese chico de primer año e intervine, ¿cierto?
Asintió.
—Bueno, también defendí a Eric un día. Keri hizo una mueca.
—Oh Dios.
—Exactamente. Me sentí como una idiota cuando Fitz decidió contarme qué pasaba entre esos dos.
Keri comió de su ensalada.
—¿Así que Wolf te mostró una tarjeta roja para hacer que dejaras de intervenir?
—Sí.
—Definitivamente eres la primera. Nunca nadie intentó detenerlo antes. Quiero decir, es Wolf Blackthorne, por el amor de Dios. Todos nos sorprendimos como el infierno cuando lo enfrentaste. Ni siquiera me puedo imaginar cómo debió sentirse sobre ello.
Observé la espalda de Wolf mientras desaparecía por la esquina.
—Es un idiota estirado y privilegiado, a quien necesita que le bajen los humos
—murmuré—. Eso es todo.
—¿Ah sí? ¿Y vas a ser quien lo tranquilice?
No, dije en mi cabeza. Su papá sería quien haga eso. Metiéndolo en un hospital mental. Con mi ayuda.
De repente mi comida ya no lucía apetitosa. Por suerte, sonó la campana.
—Bueno, de vuelta a la antigua piedra de molino. —Me puse de pie y guardé mis libros—. Fue un placer hablar contigo, pero entiendo si no quieres hablar conmigo después de esto. Hemos compartido demasiados secretos musicales terribles como para mirarnos alguna vez de la misma manera.
—Oh, detente. —Sonrió—. Solo cubrimos las bandas de chicos estadounidenses.
Todavía tenemos que sortear a todas las bandas de chicos británicos.
Se despidió con su mano e hice lo mismo y por una vez, caminar hacia la clase de historia no se sintió como una ardua caminata sin sentido. Nos regresaron nuestros exámenes ese día e intenté con todas mis fuerzas no mirar el sombrío rostro del señor Brant cuando me devolvió el mío.
—Tienes que esforzarte más, Beatrix. Estoy decepcionado.
—Lo haré —murmuré, tratando de no mirar la C que estaba escrita con marcador rojo en la parte superior de mi examen. Era una mentira descarada. No podía esforzarme mucho más, no mientras necesitara que Fitz siguiera asesorándome. Encontré los ojos de Fitz, aunque lucían planos y aburridos. No pude leer su expresión. No fue hasta el final de la clase que descubrí cómo se sentía. Al él abordarme, por supuesto.
—En serio, no esperes que crea que obtuviste una C —dijo Fitz—. No después de todo lo que hemos estudiado.
—Lo siento. —Agaché mi cabeza—. Supongo que simplemente no lo entiendo tan bien como pensé. No eres tú, eres un gran maestro…
—Y tú una listilla —interrumpió, sus ojos verdes entrecerrados y ni un atisbo de una sonrisa en su rostro—. Entonces ¿por qué demonios fracasaste?
—Yo… Papá está…
—Tu papá no es una excusa, Bee ―dijo, un poco más brusco que de costumbre—
. Lo estabas haciendo bien antes de que yo entrara en la escena.
—No funciona así —discutí—. A veces tengo días malos…
—Solo en la clase de historia —interrumpió Fitz—. Solo en la clase de historia.
La que tienes conmigo.
La forma en que lo dijo fue tan confiada. Demasiado confiada. Sabía que algo estaba pasando.
—No sé de lo que estás hablando —intenté sonar indiferente. Puso sus ojos en blanco.
—Me tomé la libertad de irrumpir en el sistema de calificaciones de la escuela. Estás obteniendo una perfecta y dorada serie de A en todo excepto en esto. Eso es un poco raro, ¿eh?
Pude ver la duda mostrada en su rostro. Estaba tambaleándome en el borde, como Burn se balanceó en el acantilado, como Kristin nunca se había tambaleado porque Fitz sospechaba tanto de ella desde el principio. Y ahora estaba volviendo esa sospecha hacia mí. Tenía que hacer algo, rápido. Una excusa, una buena y sólida
excusa que pareciera razonable y que no estuviera relacionada con papá. Un secreto menor para encubrir mi otro secreto horrible; algo que estaría dispuesto a creer.
—Bien, está bien. —Levanté mis manos—. Fallé a propósito, ¿de acuerdo?
—Así te asesoraría —dijo rápidamente—. ¿Por qué?
Me obligué a mirar mis pies, para conjurar un profundo y oscuro rubor. ¿Cómo se sonrojaban las chicas? Mi cerebro saltó instantáneamente a esa tarde de sol en Seamus, yo en un vestido, los ojos de Wolf en mí. Mi rostro se iluminó como una hoguera en agosto.
—Es... Dios, me siento tan estúpida al decirlo en voz alta.
Lo miré, la curiosidad de Fitz se despertó, su cuerpo inclinándose hacia el mío.
—¿Podemos no hablar de ello abiertamente de esta manera? —siseé. Fitz miró a su alrededor, luego me jaló por el brazo hasta una escalera.
—Escúpelo —insistió.
—Es que… —Tragué saliva y escupí las palabras de una vez—. MegustaWolf.
El rostro lleno de pecas de Fitz se iluminó, y desaparecieron todos los rastros de sospecha.
—¿En serio? —Se echó a reír—. Oh, esto es precioso. Debería haberlo visto antes por la forma en que se lanzan hacia la garganta del otro. No es solo él. Eres tú también. Entonces decidiste fingir ser estúpida, para que yo te asesorara y, ¿qué, acercarte más a él?
Mi pecho se apretó cuando asentí. Se sentía tan mal, mintiendo tan intrincadamente de esta forma. Pero no podía retroceder ahora. No podía dejar que supiera la verdad, descubriría que su padre me había contratado como a Kristin. Le diría a Burn y Wolf que estábamos espiándolos y todo se habría terminado. Nunca me volverían a hablar, y el señor Blackthorn no tendría motivos para mantener mi beca intacta.
No puedo perder Lakecrest. No ahora.
Fitz frotó sus manos con deleite.
—Podrías haber dicho algo antes.
—¡No, no podía haberlo hecho! —espeté—. No puedes decirle. No se lo puedes decir a nadie o me comeré a tu primogénito. Cuando tengas uno. De alguna manera.
—Hubo una pausa—. Inventaré una máquina del tiempo, esperaré a que procrees con una chica desafortunada, y luego iré al futuro y me comeré a tu primogénito.
Fitz me aplaudió sarcásticamente.
—Está bien, doctor Who, lo entiendo. Mis labios están sellados. No eras tan mala como pensé que eras.
—¿Qué? Suspiró.
—Escucha, nuestro papá es... un imbécil. Se volvió aún más imbécil cuando nuestra mamá, ya sabes. Así que. Ella era la única que realmente le importaba, no nosotros. Es difícil, vivir con él. No es un buen tipo. Burn, Wolf y yo simplemente estamos haciendo tiempo hasta que podamos salir de debajo de su nariz de mierda.
—Estoy confundida.
—Ha intentado contratar piratas informáticos para que entren en nuestras computadoras y teléfonos para descubrir qué hacemos —dijo Fitz—. Desde que éramos jóvenes. ¿Dónde crees que aprendí a hackear? Intentando contraatacar a los tipos que contrataba.
¿El señor Blackthorn contrató a piratas informáticos para conocer mejor a sus hijos? Dios, la gente adinerada era extraña.
—Además —reflexionó Fitz—. Estuvo Kristin. Tragué saliva. Él solo sonrió.
—Era un poco perra. Aceptó delatarnos con nuestro papá a cambio de, no sé. Lo que sea que papá le pueda dar a la gente. Muchas cosas, supongo. Pero vi a través de ella, viene con el territorio de ser un buen criminal, ¿sabes? Era una mentirosa con dos caras.
Asentí, tratando de controlar el temblor en mis manos mientras Fitz sonreía.
—Mira, quieres mi ayuda para engancharte con Wolf, y te ayudaré. Sé con certeza que está en el garaje de Auto Shop en este mismo momento. Vamos a saludarlo.
—Pero…
—¡Sin peros! Soy tu entrenador amoroso oficial, empezando... —Miró su costoso reloj—… ¡ahora! Vamos.
¿Cómo podría protestar? Si no iba, volvería a sospechar. Si lo hacía, y me encontraba cara a cara con Wolf después de lo que lo escuché decir de mí, no sé qué tan bien podría fingir que me gustaba delante de Fitz. Pero parecía que no tenía otra opción, porque Fitz tomó mi mano y me llevó al otro lado del campus como una oveja reacia al matadero.
El garaje estaba silencioso, las puertas abiertas. Wolf era el único allí, agachado en las ruedas de su motocicleta, una llave inglesa y una varilla de ajuste a sus pies. Se había quitado su chaqueta del uniforme, tenía la camisa floja y abiertos algunos botones en el cuello, el blanco manchado con aceite y escamas de óxido.
—¡Wolf! —llamó Fitz. Se volvió, su oscuro cabello revuelto y un poco de aceite manchaba su mejilla. Sus ojos color jade se entrecerraron hacia nosotros. Fitz me empujó hacia él y susurró un “buena suerte” antes de irse.
—¿Qué estás haciendo aquí? —La voz de Wolf estaba cargada de llamas.
—Vivo aquí —dije—. En espíritu. Como un fantasma. Acecho este garaje, básicamente, ¡rápido, alguien llame a los cazas fantasmas!
Hice espeluznantes ruidos de “wooo” hasta que Wolf se burló y volvió su atención de nuevo hacia su moto.
—Eres una idiota.
—Una patética —concuerdo—. Algunos incluso podrían decir... lamentable. Wolf dejó de levantar la llave hacia el volante de su moto.
—¿Me escuchaste hablar en Seamus?
—Estaba justo detrás de ustedes —digo ligeramente—. Escuché cada palabra.
Sus manos trabajaron con la llave, obviamente prefiriendo el trabajo silencioso a la confrontación conmigo. Pero no iba a dejarlo zafarse tan fácil.
—Ya sabes, para futuras referencias, aparecerte en casa de una chica, ayudarla con una situación complicada y nefasta alegando llevarla a una cita, y luego llamarla “patética” a sus espaldas con tus hermanos podría no será la mejor manera de hacer que alguien le gustes.
—No necesito ni quiero gustarte —espetó.
—Bien, porque nunca sucederá. —Lo dije tan fuertemente que podría haber jurado que se encogió. Pero Wolf Blackthorn no se encogía. No debido a las palabras de chicas que pensaba eran patéticas, de todos modos. Noté que su trabajo con la llave había disminuido, y mi irritación explotó—. Lo estás haciendo mal.
Agarré otra llave de una mesa cercana y me agaché junto a él. Wolf, como siempre, hizo espacio entre nuestros cuerpos al instante, y tomé su ausencia como una oportunidad para hacer las cosas bien.
—Tienes que quitar la placa posterior si quieres rotar los tornillos en cualquier lugar más allá de 180 grados —dije—. De lo contrario, solo estás quitando la tapa de la transmisión.
—Sé eso. —Giró furiosamente de uno de sus anillos—. ¿Cómo sabes eso?
—No es exactamente difícil abrir un libro y estudiar —dije—. Es lo que me trajo aquí y es lo que me sacará de aquí.
—¿Eso es todo lo que piensas? ¿La universidad?
—La escuela preparatoria no tiene sentido. —Trabajé con la llave con más fuerza—. Nos sentamos, los maestros nos dicen qué hacer, qué espacios en blanco llenar, nos vamos a casa y el ciclo se repite. No tenemos control sobre nuestras vidas, no podemos hacer nada más que lo que nos digan, o nos metemos en problemas. Son tonterías. Nada aquí es real o impactante. Así que sí, no puedo esperar para ir a la universidad, donde puedo hacer lo que quiera, de la manera que quiera.
—Los profesores en la universidad son de la misma manera —insistió Wolf.
—Pero al menos estás trabajando para obtener un título. Al menos estás acumulando toneladas de conocimiento que es útil para lo que quieres hacer cuando te gradúes. La escuela preparatoria es el equivalente a las imágenes con macarrones y pintura con los dedos. Quiero poesía de los grandes, quiero matemáticas de las que nadie haya escuchado, quiero filosofía de maestros griegos y psicología de verdaderos científicos del cerebro. Quiero lo real, no la imitación.
Wolf se burló.
—Hay algo llamado pasos de bebés. Tomándolo un día a la vez. ¿Has oído hablar de eso?
—No tengo tiempo —murmuré—. Y no puedo darme el lujo de dar pasos de bebé. No cuando tendría que haber estado corriendo maratones para este momento.
Wolf frunció el ceño, su cabello oscuro cayendo en sus ojos que apartó inmediatamente.
—No se puede correr maratones sin primero entrenar para ellos.
—Está bien, esta metáfora apesta y la estoy descontinuando.
—Pensé que era aceptable —dijo Wolf—. ¿Ni siquiera vas a enviarlo a bandeja de negociable? ¿Directo a la basura?
—Directo a la basura. Ponme ahí también, mientras estoy en ello —concordé. Metí los dedos en la parte posterior de la cadena de transmisión, buscando la tuerca que tenía que reemplazar. Apreté mis dientes, estaba fuera de mi alcance—. Casi... ahí...
Todo sucedió en una fracción de segundo; puse mi peso en mi otra mano, la que estaba balanceándose en el punto de apoyo de la moto. Algo metálico se rompió, más tarde me di cuenta de que había sido el soporte de pie, y la moto se me vino encima. Tuve el tiempo suficiente para sacar mis manos y lanzarlas para proteger mi rostro. Así era, así era cómo moriría, mi cerebro irracional y temeroso me gritó; aplastada bajo la moto de ciento cuarenta kilogramos de mi peor enemigo. ¿Mi último pensamiento? Esperaba que papá encontrara una hija mejor que yo; una que no espiara a tres chicos sin madre y los delatara con su imbécil padre.
Pero nada dolió. No hubo dolor. Hubo el sonido de la moto cayendo al suelo y luego silencio. Entrecerré mis ojos, una franja borrosa de tela blanca y negra frente a mí. Podía sentir calor a mi alrededor, unos brazos acunándome como una jaula de protección. Mi rostro estaba enterrado en un pecho: camiseta blanca, oliendo a grasa de motor y canela y sudor. La manzana de Adán de alguien se balanceó justo encima de mí, y mis ojos se agrandaron.
Wolf.
Wolf me sostuvo cerca, la motocicleta caída sobre su costado. Con la forma que estábamos inclinados, me di cuenta de que se había colocado entre ella y yo. Debió haber golpeado su espalda de camino al suelo.
—¿Estás bien? —Sentí su voz más que escucharla, retumbando justo bajo mi oreja.
—Estoy b-bien —comencé. Wolf me estaba sosteniendo. ¿El choque me mandó a través de un desgarro en el espacio-tiempo hacia otra dimensión? ¿Una donde él no tenía la fobia de tocar a la gente? Su olor y su voz y la vista de la delicada piel de su garganta me fascinaron, como lo hizo esa vez en el edificio de la piscina. Ese momento se sintió congelado en el tiempo, ninguno de nosotros moviéndose, ambos demasiado incrédulos de nuestro estado entrelazado. Ambos estábamos respirando como conejos: rápido y superficial.
—P-puedes soltarme, ahora —intenté. Sentí sus brazos a mi alrededor apretarse. Le temblaba todo el cuerpo, podía verlo desde las puntas de su cabello oscuro hasta la vibración de sus dedos en mis hombros.
―No —murmuró, con voz ronca—. Ayúdame.
—¿Con qué? —intenté.
—Eres la aspirante a loquera —dijo—. Ayúdame. Esta es la primera vez desde…
Tragó saliva con fuerza, las palabras muriendo en su boca. Tenía razón. Era la aspirante a loquera. Tan extraña como era la situación, podía ayudar. Esta era la primera vez en un largo tiempo, al parecer, que tocaba a alguien así. ¡Piensa, Bee! Recuerda qué decían los libros sobre la terapia de exposición, cómo manejarla, qué decir…
—¿Qué necesitas que haga? —pregunté suavemente.
—Solo… quédate así —murmuró—. Por un momento. Conmigo.
Con todo derecho, debería haberme levantado y marchado. ¡Justo estaba repasando mi odio por él en mi cabeza no hacía más de veinte minutos! Debería haberme ido. Pero no pude, no cuando él estaba temblando con tanta fuerza. Y, a decir verdad, a una parte de mí le gustaba ser abrazada de este modo, eh, si podías llamarlo un abrazo. Era tan desesperado y envolvente que se sentía más como… estar rodeada. Pero era cálido y agradable, tener a otra persona tan cerca de ti que podías escuchar los latidos de su corazón.
Apoyé mi cabeza en su pecho, lentamente, asustada de que pudiese espantarlo. No se sobresaltó, ni se movió, pero los latidos de su corazón se aceleraron, tan rápido que podía haber jurado que una docena de mariposas estaban atrapadas en su caja torácica.
—¿Esto… esto está bien? —pregunté. Lo sentí asentir por encima de mí.
—S-sí.
Una parte de mí fue vagamente consciente de qué parecería esto si el señor Finch, o peor, Fitz, entraran. Pero a otra parte de mí no le importó. Mientras esto estuviera ayudando, mientras Wolf estuviera cómodo, estaba bien. Excepto que no estaba cómodo, claramente. Su cuerpo estaba luchando contra cada centímetro por sostenerme de este modo, podía sentirlo en sus tensos músculos. Pero estaba haciendo su mejor esfuerzo. Las fobias relacionadas con el sentido del tacto normalmente evolucionaban de severos síndromes de estrés post-traumático, o al menos eso es lo que me dijo uno de los libros. Mark debió haber jodido terriblemente a Wolf. Comencé a odiarlo, donde quiera que estuviera, mientras Wolf temblaba a mi alrededor y por encima de mí.
—¿Te ayudaría si hablara? —pregunté—. Podríamos tener una conversación.
Puede distraerte.
—¿Sobre qué? —Luchó por decir a través de sus dientes apretados.
—Simplemente podría decir tonterías. En caso de que no lo hayas notado, soy buena para eso. O podríamos hablar sobre cualquier cosa que tengas en mente.
Hubo un silencio. Levanté la mirada hacia él, sabía que la línea de su mandíbula era afilada, pero así de cerca sentía que podía cortarme con ella.
—El vestido —comenzó—. Nunca llegué a decir que se veía… bien. En ti. Quiero decir, te veías bonita. Con él.
Luchó por exhalar, como si estuviera molesto consigo mismo. Era extraño escuchar al inmaculadamente tranquilo hermano Blackthorn, el chico que mandaba en la escuela con puño de acero y sus tarjetas rojas, hablar tan entrecortadamente. Su halago era tardío, pero floreció como una flor cálida y avergonzada en mi pecho. Había estado tan asustada por ello antes, pero escucharlo en la vida real se sintió bien.
Aunque no podía dejar que me afectara. Definitivamente todavía era Wolfgang Blackthorn, y había dicho que era patética. En todo caso, este era el momento perfecto para practicar mi profesionalismo; incluso si un cliente te insulta, aun así, tienes que distanciarte del insulto e intentar ayudarlos tanto como sea posible. Ser un psiquiatra significaba lidiar con todo tipo de gente, inclusive con los desagradables.
—Dijiste que era la primera vez desde —dije—. ¿Te importa si pregunto qué viene después del “desde”?
Wolf dudó, pude sentirlo en sus hombros.
—No tienes que decírmelo. Es solo, se supone que soy la psiquiatra, ¿cierto?
Ayuda sí sé de lo qué estás hablando.
—Vas a usarlo en mi contra —murmuró.                                                                                 
—Si quisiese usar algo en tu contra —dije intencionadamente—, no estaría aquí, abrazándote.
Sus hombros se tensaron, como si estuviera teniendo alguna clase de lucha interna.
—No me gustas, Wolf. Pero tampoco quiero hacerte daño. No soy esa clase de persona. O al menos, no creo que lo sea.
—No, tienes razón. No lo eres. —Suspiró—. He conocido a esa clase de gente, y no se parecen en nada a ti. Pero no puedo decírtelo. Es algo con lo que tengo que lidiar por mi cuenta.
Obviamente había estado lidiando con ello en solitario durante años. Y obviamente, no había tenido mucho éxito, si todo lo que tenía para demostrarlo era una fobia paralizante y el pequeño gesto de darle vueltas al anillo para mitigarlo.
—Si no me lo dices, tendré que empezar a deducir cosas —dije—. Y sé que odias
eso.
—Prefiero que deduzcas a que sepas la verdad. Mi pasado es… demasiado
vergonzoso para hablar de ello con otra persona.
No iba a presionarlo, presionarlo demasiado tendría malas consecuencias o eso decían los libros de texto.
—Está bien. —Volví a apoyar mi cabeza contra su pecho—. Si todo lo que puedo hacer es estar aquí y ser abrazada, supongo que eso también está bien. Nunca he rechazado un buen abrazo. O un mal abrazo. No es que tus abrazos sean malos, simplemente están un poco, eh, oxidados.
Se rió. Realmente se rió, y pude sentirlo en cada hueso. Wolfgang Blackthorn, el tipo más furioso y malhumorado de la escuela, realmente se rió. No fue una risa malintencionada o burlona. Fue una risa verdadera y honesta. Estaba bastante segura de que no estaba escuchando bien. Pero no estaba temblando tanto como antes, así que lo tomé como una buena señal.
—No soy tan graciosa. —Fruncí mi ceño. Recuperó su aliento rápidamente.
—Date algún crédito. Al menos el cincuenta por ciento de las bromas que haces son pasables.
—Pasables —repetí—. Creo que ese es el mayor halago que he recibido nunca
de ti.
—Y también es el último —comentó—. Porque en el momento en que te suelte,
va a ser muy incómodo, y nunca seremos capaces de volver a estar el uno frente al otro.
—Cierto. —Me retorcí, repentinamente consciente de cuánto tiempo llevábamos haciendo esto—. Está bien.
—¿Está bien?
—Sí. Mientras esto te ayude, está bien si nunca vuelves a mirarme. Creo. Ya que, de todos modos, realmente nunca me miras y si lo haces, siempre es con esa mirada molesta en tu rostro, lo cual es un poco malo para mi moral. Eso es si es que quedaba algo de moral después de que la preparatoria acabara con ella por completo.
Se quedó callado. Me retorcí de nuevo.
—Simplemente… mientras ayude. No importa lo que suceda después de esto, mientras hiciera algo para ayudarte.
—Porque, por defecto, es fácil para ti ser una mártir —se burló.
—Porque… porque consigo mucha felicidad —corregí—. De ayudar a la gente.
—¿Así que realmente no te importaría si nunca volviéramos a hablar?
—No nos llevamos exactamente bien —señalé—. Fitz y yo nos llevamos bien, tan bien como puede llevarse alguien con una serpiente caprichosa, y Brun y yo nos llevamos bien porque él es despreocupado. ¿Tú y yo? De ningún modo. Creo… creo que simplemente somos demasiado diferentes. Mentalidad sensata.
—¿Ni siquiera vas a darnos una oportunidad?
Sentí mi rostro enrojecerse. ¿Por qué era tan insistente en conseguir una oportunidad en primer lugar?
—En cierto modo acabaste con esa oportunidad cuando me llamaste patética. Me soltó, y sin el calor de su cuerpo, el aire frío del garaje atacó mi piel de nuevo.
Casi lo extrañé. Casi. Hasta que recordé quién era él, y quién era yo. Se levantó y levantó su motocicleta, inspeccionando el daño. También me levanté, todavía insegura de qué hacer o qué decir.
—Así que… ¿eso es todo? —pregunté.
—Es mejor de ese modo —dijo brevemente, sus palabras de nuevo enlazadas con fuego—. Tienes razón, perdí mi oportunidad. Si seguimos como enemigos, será más fácil, en el largo plazo.
—¿Más fácil? —Fruncí mi ceño—. ¿Más fácil para quién?
No dijo nada, sus ojos jade tan determinados en permanecer sobre la motocicleta que era como si estuviera intentando hacer un agujero en el metal.
—Deberías irte —dijo finalmente—. Ya no necesito usarte más.
Las palabras picaron como una bofetada en el rostro. No deberían haberlo hecho; solo me había sostenido porque era una extraña ocurrencia, y estaba intentando ponerse mejor. No era nada personal. Y ahí estaba yo, sintiéndome ofendida como si me debiera algo solo por una terapia de abrazo y su comentario sin querer sobre mí viéndome bonita. Estaba enojada en ese momento, irracionalmente. Y dejé que me afectase.
—Suenas justo como tu padre —mascullé. Wolf se congeló.
—¿Cómo sabes cómo suena? Pánico caliente apretó mi garganta.
—P-porque. Habló con mi mamá y papá cuando fui aceptada por primera vez.
Suena tan cruel e insensible como tú.
Wolf, a pesar de su sospecha, siguió sin girarse para mirarme. No podía dejarle que tuviera una idea. No ahora. No cuando apenas me había hecho amiga de sus hermanos.
—¿Quieres que seamos enemigos? —pregunté rápidamente—. Está bien. Somos enemigos, Wolf Blackthorn. Así que no esperes que vuelva a ayudarte de nuevo.
Era mezquino de mi parte. Era algo que un psiquiatra nunca haría: amenazar con dejar de ayudar a un paciente. Pero lo hice porque era mi enemigo, no mi paciente.
Lo hice porque estaba confundida y enfadada y aparentemente para él, bonita en ese vestido.
Bonitamente estúpida, en mi opinión.
Si fuera más lista, lápiz y papel, habría averiguado qué significó su risa. Lo que significaron sus palabras. Lo que significaron sus latidos, ese día.
Pero no lo era.
No lo hice hasta que fue demasiado tarde.


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Mensaje por IsCris Sáb 20 Jun - 14:25

Cuantas cosas en este capítulo.

Bueno, el papá de Wolf yo pensaba que era “bueno” pero ya veo que no;
Esa familia necesita ir a un psicólogo y arreglar sus problemas individuales y familiares

Me agradó la chica que comió con Bee, se leyó sincera

Así que Wolf si es bi, y fue muy manipulable con ese Mark, lo manejaba a su antojo; porque se habrán peleado...? Espero leerlo más adelante para conocerlo 

Bee puede que haya dicho para salvarse que me gusta Wolf, pero yo si creo que si le está gustando


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