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Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
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Book Queen :: Biblioteca :: Lecturas
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Leshka- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 02/05/2019
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Capítulo 11
Wolf en verdad es confuso, no comprendo a donde que quiere a donde va… es el hermano más confuso de todos…
Bee se esfuerza mucho en todo, espero que no le pase la cuenta… su recompensa por uno u otro tiene que aparecer, se lo merece… aunque en ciertas cosas está cometiendo error, el problema que ella aún no se da cuenta de ello.
Wolf en verdad es confuso, no comprendo a donde que quiere a donde va… es el hermano más confuso de todos…
Bee se esfuerza mucho en todo, espero que no le pase la cuenta… su recompensa por uno u otro tiene que aparecer, se lo merece… aunque en ciertas cosas está cometiendo error, el problema que ella aún no se da cuenta de ello.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
13
Wolf
No sueño. Tengo pesadillas.
Si mi reposo alguna vez se ve interrumpido por un sueño, siempre es uno malo. Del tipo que te deja empapado en sudor y jadeando por aire, completamente despierto a las dos de la mañana. Sueño con vagar
en una multitud enorme y la gente destrozándome, miembro por miembro. Sueño con zambullirme en el océano, la sombra de un gran tiburón justo detrás de mí, dientes afilados en mi espalda. Sueño con cosas persiguiéndome, matándome, comiéndome vivo.
Entonces no me gusta dormir mucho. O en absoluto. Me obligo para conseguir cinco horas, pero algunas noches son imposibles. Algunas noches, todo lo que tengo son mis anillos, y la luz de la luna, y la terrible sensación naufragante de que nunca voy a ser capaz de escapar de lo que sea que me está persiguiendo. Algunas veces, los sueños muestran a Mark. Mark observando mientras soy desgarrado. Mark riéndose mientras soy destrozado hasta no quedar nada más que piel. Mark, sosteniendo la antorcha contra mi pila de madera seca, mirándome arder en llamas.
Aunque esta noche, es una noche diferente.
La pesadilla tiene lugar en la escuela, por primera vez. Estoy caminando por un pasillo largo e imposible, y Mark está al final de él. Todo está siniestramente silencioso, su rostro todo sonriente. Camino hacia él, sabiendo que tengo que hacerlo, sabiendo que no puedo escapar, aunque lo intente. Y mientras me acerco a él, Beatrix se interpone entre nosotros. Me está diciendo que me detenga, suplicándome que lo haga. Y entonces Mark se transforma en una bestia, un monstruo, algo enorme y oscuro que se abalanza sobre ella y arranca su cabeza, sangre y huesos rompiéndose, y la he perdido; mis entrañas se congelan, he perdido a la única chica que alguna vez hizo saltar a mi corazón, la única chica que discute conmigo, que empuja en dirección contraria en lugar de rendirse, la única chica que me sostuvo sin cuestionar, aceptando mi miedo sin juicio, ni risas…
La única chica que alguna vez he deseado. La única chica que nunca me deseará.
Y luego hay fuego, fuego por todas partes, el aroma a gasolina y sangre fresca en mi nariz y estoy de cabeza, la tierra en mi cabello, y mamá no se mueve, sigo llamándola por su nombre, pero no se mueve o dice algo, y el charco de sangre debajo de ella sigue haciéndose cada vez más grande y más grande…
Me despierto, el sudor enfriando mi piel húmeda. La luna afuera está llena y grande, pero la luz que desprende se siente fría e indiferente. Me quito las mantas y me pongo una camisa, desesperado por alejarme de mi cama y mis restos de la pesadilla todavía colgando allí.
Esta nueva casa es demasiado silenciosa, demasiado grande y vacía por la noche. Incluso en el día se hace eco, mis pasos son más ruidosos de lo que me gustaría. Las pinturas en la pared son instantáneas imparciales de óleo y acuarela, ni una sola foto familiar allí para saludarme.Deambulo por la cocina y abro el refrigerador, buscando un refresco.
—Estás despierto hasta tarde.
La voz es indudablemente la de papá. Gimo por dentro, y me enderezo. Está sentado a la mesa de la cocina junto a las ventanas francesas, en la oscuridad, lo único que tiene en sus manos es un collar que reconozco al instante: las amatistas de mamá.
—¿Qué es lo que quieres? —pregunto.
—Esa no es forma de hablarme —dice papá con una sonrisa burlona—. ¿Por qué no vienes y te sientas?
—Preferiría no hacerlo.
—¿Las pesadillas te mantienen despierto de nuevo? Entrecerré mis ojos.
—¿Cómo sabes eso?
—Porque también me mantienen despierto. Pero asumo que por diferentes razones. Las mías son sobre tu madre, y las tuyas son sobre, no sé. Ser homosexual o algo así.
Ni siquiera le doy el placer de verme encoger.
—Y la gente se pregunta dónde obtuve mis genes idiotas.
—Es cierto —concuerda—. Tienes todo lo negativo de mí. Tu madre era un ángel.
—Era una persona —lo corrijo—. Era impaciente, era demasiado dura consigo misma, ella…
—No era ninguna de esas cosas —dice papá inmediatamente—. El tiempo ha deformado tu percepción. Era buena, y amable, y no la merecíamos.
—Tú eres el que está deformado por el tiempo —respondo bruscamente—.
Habla por ti. Claro, no la merecías. Pero nosotros sí.
Papá se endereza, sus ojos ardiendo.
—No te mereces nada. Fueron las cargas que la llevaron al descuido, estuvo preocupada toda la mañana por la infección de tu oído, estuvo privada de sueño toda la noche anterior, preocupándose por ti…
—¡Bien! —grito—. ¿Quieres hablar de eso? Bien. Soy la razón por la que murió.
¿Estás feliz? ¿Eso hace sentir mejor a tu lastimero y penoso culo? ¿Te hace sentir bien culparme por haber perdido a la única persona que alguna maldita vez te preocupaste en este mundo?
El silencio después de mi grito es pesado. Papá me mira fijamente, y por un segundo juro por Dios que se está preparando para golpearme.
—¿Así es cómo ustedes tres honran su memoria? —pregunta papá, tan frío que congela hasta los huesos—. ¿Desperdiciando su juventud en... fiestas y drogas? Desperdiciándola en... hombres.Esta vez, no puedo ocultar mi encogimiento. Papá se pone de pie, su altura completa amplificada por la sombra.
—Me das asco —sisea—. Y es en noches como estas que me pregunto por qué todavía me preocupo por ustedes. Es en noches como estas que desearía que hubieras sido tú, no ella.
Miro fijamente hacia la pared, más allá de él. A través de él. Estoy acostumbrado a eso, a estas mismas palabras, dichas una y otra vez de tantas formas diferentes, en tantas ocasiones difrangente desde que ella murió. He aprendido a levantar una barrera entre el dolor y yo. Pero esta noche, estoy en carne viva y sangrando y sus palabras arden como sal en mis heridas.
Se va. No se queda para retractarse de sus palabras. Nunca lo hace. Y después de tanto tiempo, nunca creería en su sinceridad si lo hiciera. Genuinamente cree todo lo que dice. Cree que yo debería haber muerto, en aquel entonces. Desearía que lo hubiera hecho.
Solo cuando se va es que me atrevo a moverme, a respirar. La furia y la impotencia pelean entre sí en mis pulmones, y lanzo la lata de refresco contra la pared, mirándola abollarse. Inútil. Todo se siente tan inútil cuando hablo con él.
Me prometí hace mucho tiempo que nunca volvería a pensar en él como mi
padre.
Pero a veces quiero hacerlo. A veces, desesperadamente quiero hacerlo.
Beatrix
Cuando quiero, hago un gran trabajo al olvidar a las personas.
Me tomó una semana, pero todo lo relacionado con Wolf en mi mente fue a mi cubo de basura mental. La forma en que me miró con el vestido: desapareció. La forma en que me fulminó con la mirada cuando traté de evitar que “intimidara” a ese estudiante de primer año: desapareció. La forma en que arrojó un recipiente con vómito sobre Eric para alejarlo de mí: desapareció.
La forma en que me sostuvo en el garaje, oliendo a aceite y canela y riendo: desapareció.
Wolfgang Blackthorn era oficialmente un cero en mi cabeza; alguien en quien estaba convencida que nunca pensaría de nuevo. Quería que fuéramos enemigos, así que borré cada recuerdo agradable que tenía de él, lo guardé tan atrás en mi cabeza que nunca los recordaría de nuevo. Ayudó que tuviera muchos exámenes importantes aproximándose, y tenía que estudiar para todos ellos. La avalancha de información sirvió como tierra agradable y fértil para enterrarlo debajo.
Iba a estudiar, a aprobar estos exámenes, espiar un poco más a sus hermanos y, una vez que mi beca estuviera segura, vivir el resto de mi tiempo en Lakecrest ocupándome de mis propios asuntos, todo el camino hasta la puerta de la Universidad de Nueva York.
Papá no se había recuperado por completo de su episodio de la habitación cerrada. Se había quedado allí un día antes de salir y hacer un montón de comida para mí, y luego desaparecer de nuevo. La comida fue una mejora, al menos. No sé lo que hacía en su habitación, pero sabía que, a veces, cuando la televisión no era un escape suficiente, comenzaba a escribir de nuevo. Solía ser un novelista, después de todo, antes que la depresión empeorara tanto que ya no pudiera poner dos palabras en una página y su editor y casa editorial lo abandonaran. Si presionaba mi oreja contra su puerta, podía escuchar el constante “clic-clac” del teclado.
Hombre, sería bueno si comenzara a escribir de nuevo. Me encantaba leer las historias que escribía para mí cuando era una niña, llenas de princesas asesinas de dragones y malvadas brujas y duendes. Pero tal vez eso era infantil de mi parte. Desear esas historias era solo eso: desear. Y desear no tenía sentido. Ya había aprendido eso.
Intenté no pensar en cómo mamá regresaba a casa cada vez menos y menos. Intenté no pensar en la palabra “divorcio”, porque todo ya estaba tambaleándose sobre el filo de la navaja, y si la palabra con “d” entraba en juego, sentía que todo se derrumbaría. Tal vez mamá se sentía de la misma manera, razón por la cual se quedaba fuera tantas noches cuando no tenía trabajo. Tal vez también sabía que el divorcio derrumbaría lo que quedaba de nuestra familia en nada más que polvo y huesos.
Tal vez sabía que más que cualquier otra cosa, le haría daño a papá, en formas que podría no ser reparable.
Así que sí, durante una breve semana y media, olvidé todo sobre Wolf Blackthorn. Tenía demasiadas cosas sucediendo. Levantarme más temprano para correr con Burn comenzó a ser más fácil y casi dejé de odiar por completo correr. Jadear y sudar no era tan malo después que lo hacías un montón y tu cuerpo se acostumbraba a ello. Fitz y yo acordamos detener todo el asunto del “tutor falso”, aunque seguí haciéndole creer que tenía un enamoramiento por Wolf. Me llevó a un par de situaciones incómodas, la menor de las cuales fue cuando Fitz trató de darme a la fuerza el número de Wolf.
—Vamos, deja de ser obstinada al respecto. —Suspiró Fitz—. Es solo un número de teléfono.
—¿Qué siquiera diría? —pregunté—. “Hola, soy yo, esta chica que no te importa, te estoy enviando espeluznantes mensajes de texto con tu número que conseguí. De algún modo”.
—No serías la primera chica en intentarlo.
—Fantástico. —Levanté mis manos—. Justo lo que quería escuchar.
Resultó que fingir que me gustaba Wolf fue mucho más fácil que odiarlo. O tal vez mi odio por él fue confundido por Fitz como amor. En cualquier caso, apenas necesité actuar diferente, y Fitz nunca me cuestionó. Fuimos juntos a almorzar, lo que era extraño en sí mismo, pero Fitz insistió en que era para “asesorarme” sobre cómo llamar la atención de su hermano.
—¿Estás lista para los exámenes? —preguntó—. Hay mil siete esta semana. Si necesitas algo… —Enarcó sus cejas—. Para, ya sabes, superarlo, soy tu hombre.—No, gracias. Creo que estoy bien sin tus sustancias ilícitas. —Suspiré—. Pero nunca se sabe. Podría fingir que soy tonta de nuevo por unos dos segundos y arruinar mi carrera académica.
—Ni siquiera bromees sobre eso. Quién empezaría a apreciar mi trabajo si volvieras a jugar a la tonta, ¿eh? ¿Sabes lo aburrido que es ser el más inteligente en este lugar?
—Estoy segura de que es agonizante.
—¡Agonizante! —concordó en voz alta—. Estaba a punto de marchitarme y morir antes de que llegaras.
Tomé un burrito y puse mis ojos en blanco.
—Me siento halagada.
—Oye, solo estoy intentado prepararte para la avalancha de tonterías románticas que se te presentarán cuando Wolf descubra que también te gusta.
Traté de ocultar mi encogimiento. Si tan solo supiera la verdad.
—Y-yo realmente dudo que le guste.
Fitz se movió, sacudiéndome una leche con chocolate en mi rostro.
—Bee, mírame. ¿Me veo como el tipo de hombre que te mentiría?
Su cabello dorado captó la luz del sol y sus pecas se arrugaron con su sonrisa diabólica. Suspiré.
—Sí. Siempre.
—Me parece justo. Pero ¿me veo como el tipo de hombre que no sabe lo que sucede a su alrededor en todo momento con una precisión emocional penetrante?
Posó con la leche y esperó. Gruñí.
—No sé. ¿Tal vez?
—Soy su hermano, Bee. Todavía recuerdo cuando dio su primera tarjeta de San Valentín en el jardín de infantes a Elise Baker. Sé cómo actúa cuando le gusta alguien.
—¿Como idiota? —adiviné.
—¡Aterrorizado! ¡El pobre está tan divorciado de su atracción por otras personas que apenas sabe cómo manejarlo! Entonces lo destierra hacia la parte de atrás y espera a que se vaya, hasta que aumenta y aumenta y luego explota como el Monte Vesubio. Así es como es.
—Así que lo que estás diciendo es que es inútil.
—No es inútil —corrigió—. Es solo... molesto. Me encantaría si pudiera lidiar con su mierda de una manera normal y saludable, pero después de mamá...
Se detuvo, y el aire de repente se puso pesado. Algo yacía debajo de la superficie de sus palabras, tentadoramente cerca de salir. Su sonrisa se desvaneció, poco a poco. Pero lo sacudió para alejarlo y sonrió tan brillante otra vez que casi fui cegada.—Tal vez es bueno que estés estudiando para ser una psicóloga, ¿eh? Dios sabe que él necesita uno de esos.
—Fitz ¿qué pasó con tu mamá? —presioné.
—Ya sabes. —Sus ojos se pusieron nítidos—. No pretendas que no.
—Quiero decir, sé que ella… —Me encogí—. Sé que ella…
—Puedes decirlo —exigió—. Murió.
Algunas personas lo escucharon y comenzaron a mirar fijamente. Me senté en mi mesa habitual y bajé mi voz.
—Lo siento. Sé que murió.
—Cuando yo tenía ocho años —dijo—. En un accidente de auto.
Me sentí como una idiota por presionarlo. ¿En qué estaba pensando?
—Lo siento mucho, Fitz.
—Está bien. No obtuve lo peor de ello. Fruncí el ceño.
—¿A qué te refieres?
—No estaba allí. No como Wolf. Mi pecho se sentía como si se tallara a sí mismo.
—Wolf estaba…
—Ahí, cuando sucedió. Lo sacaron de entre los restos. O intentaron hacerlo.
Pero no soltaba la mano de mamá.
El hielo y el fuego libraron una guerra en mis venas. ¿Es eso a lo que realmente se refirió Wolf en el garaje? “¿La primera vez desde que mamá murió?”. Pensé que era “la primera vez desde Mark”. Pero tal vez me había equivocado. Tal vez la verdad era mucho más triste de lo que había inferido.
—Y tu papá. —Recuperé mi voz—. ¿Tu papá no te envió a la consejería? ¿O al menos buscó consejería para Wolf?
—Oh, lo intentó. —Fitz abrió su leche—. Pero Wolf se negó a hablar con alguno de ellos. Solía ser mucho peor. Solía despertarse gritando. Supongo que el tiempo ayuda, no ha hecho eso en mucho tiempo. Pero por el lado malo, no puede, ya sabes, soportar estrechar la mano de alguien. Así que. Eso es todo.
Sentí que mi cerebro estaba congelado, fallando mientras intentaba procesarlo
todo.
—Deberías haberlo visto. —Se rió Fitz—. La única vez que traté de darle
guantes. Un buen par de Yves Saint Laurent, muy elegantes y con estilo. Cuero negro, con clips. Pensé que ayudaría con todo el asunto de piel con piel. Pero simplemente los arrojó a la chimenea. Dijo que era inútil tratar de esconderse detrás de una prenda de vestir. Ni siquiera les dio una oportunidad.
Fitz apoyó la cabeza en la mano, frunciendo el ceño ante un grafiti grabado en la mesa.
—A veces parece que no quiere mejorar
Esas palabras me alteraron; sonaba exactamente como las cosas que solía pensar, al principio cuando papá fue diagnosticado. En las partes más oscuras de mí, cuando estoy mal y desesperada, todavía pienso así. Leer los libros de psicología me ayudaba, tanto que sabría que estaría perdida en la desesperación si no los leía.
—Fitz. —Puse mi mano sobre la suya—. Escucha, soy la que está intentando ir a la NYU a estudiar psicología, ¿cierto?
Resopló.
—Sí.
—Sabes cuántos libros de eso reviso en una semana.
—Cien millones. Me reí.
—Sí. Unos cien millones. Así que, cuando te digo que no es una cuestión de que Wolf quiera mejorar, me entiendes, ¿cierto?
Fitz se encogió de hombros.
—En realidad no.
—Nadie se despierta un día y dice “quiero mejorar”. —Negué—. Bueno, a veces sí. Pero es algo muy raro. Y mejorar no es fácil como ir a ver a un siquiatra tres veces por semana. No funciona de esa forma. Si una parte de tu cuerpo duele, no simplemente pones un curita en el lugar y eso es todo. Lavas la herida, le pones un ungüento antibiótico y la cubres. Cambias la venda, le pones más ungüento. Una y otra vez, hasta que sana. A veces se infecta y debes ir a que se encarguen de ella, con píldoras y cosas así. Y luego a veces, sin importar qué tanto intentes mantenerla limpia y seca, se vuelve a infectar. Y luego, tal vez después de sanar, la piel que se cicatriza está muy tensa o pierdes toda la sensibilidad en esa área o tal vez duele tanto que no puedes salir de la cama durante días.
Tomé aliento.
—Así es como es. No es fácil, ¿de acuerdo? Y es aún más difícil saber por dónde empezar. Todo lo que puedes hacer es ofrecer un oído atento, un hombro sobre el que llorar. A veces ni siquiera es tan dramático; a veces todo lo que puedes hacer es sentarte y ver televisión con ellos. A veces, todo lo que puedes hacer es lanzar una cena en el microondas y llevársela junto con un vaso de jugo. A veces, no puedes hacer nada en absoluto.
Fitz estaba callado. Me quedé en silencio, repentinamente sintiéndome incómoda por lo mucho que había hablado. Sonaba sermoneadora. Sabía que no había nada peor que alguien tratando de contarte sobre lo difícil que era para otra persona, cuando ellos también sufrían.
—Entonces estás diciendo... ¿que no hay nada que pueda hacer por él?—Solo está ahí para él —dije—. Eso es todo.
Fitz estudió su cartón de leche vacío. Observé las ligeras ojeras colgando alrededor de la mirada verde de Fitz. Me sorprendió entonces que los hermanos Blackthorn estuvieran pasando por mucha más mierda de lo que la gente sabía. Estaba tan convencida que sus vidas eran perfectas y fáciles y, sin embargo, sentada frente a mí estaba una clara evidencia de que no lo eran. A pesar de su dinero y sus conexiones y su popularidad, seguían siendo solo chicos, recuperándose de la pérdida de su madre, confundidos y tan perdidos como cualquiera de nosotros.
—¿Quieres…? —Fitz pasó una mano por su cabello—. ¿Quieres venir y fumar conmigo? ¿Para dejar de pensar en toda esta mierda? Prefiero no estar solo.
—No puedes esconderte en las drogas para siempre, Fitz —dije. Sonrió, aunque algo sobre su sonrisa estaba un poco roto, agrietado en los bordes.
—Lo sé. Lo sé mejor que nadie. Solo déjame tener esto ahora, ¿está bien? Asentí, pero me negué a ir con él. Finalmente se rindió cuando vio a Keri,
trotando hacia ella y forzando su sonrisa a lucir alegre. ¿Siempre había hecho eso?
¿O solo lo estaba notando ahora?
***
Para mí era, y siempre sería, esconderme en la biblioteca.
El olor de los libros era el olor de mi infancia, de viejos amigos imaginarios y nuevos escondidos entre las páginas. Las bibliotecas significaban silencio, suave y relajante silencio, como la tranquilidad de una marea baja. Todo era ordenado también: la clasificación decimal de Dewey, las etiquetas de la A la Z, las secciones de ficción y no ficción y romance de vampiros. Todo tenía su lugar. Cuando la vida se volvía demasiado confusa, iba a la biblioteca, porque nada sobre la biblioteca era confuso. Los bibliotecarios te ayudarían, sin importar lo que estuvieras buscando, siempre tenían al menos una respuesta o algo parecido a una respuesta. Y a veces, eso era mucho más de lo que el mundo exterior podía darme.
Desafortunadamente, Fitz sabía de esto. Sabía que mi escondite era la biblioteca. Desafortunadamente, por desgracia, le había dicho a Burn.
—Bee. —La voz grave de Burn me hizo dejar mi libro, y una vez más, me sorprendió lo malditamente grande que era Burn. Era lo suficientemente alto como para llegar al estante superior, fácilmente.
—Ah, eh, hola. —Cerré mi libro de texto—. ¿Qué pasa? ¿Estás bien…? —Me detuve. Él odiaba esa frase—. Quiero decir, ¿cómo me encontraste? Espera, déjame adivinar: Fitz.
—Fitz —concordó Burn con un asentimiento—. Ven conmigo.
—Si quieres que vuelva a correr después de esta mañana, en la que me explotaste como a un caballo de carreras, voy a tener que declinar.—Es una sorpresa. —Fue todo lo que dijo. Su rostro era plácido, tranquilo como siempre. Sus ojos estaban somnolientos, sin revelar nada de lo que estaba sintiendo o pensando.
—¿Es una sorpresa buena? —pregunté.
—Creo que te gustará.
—Simple y misterioso al mismo tiempo. —Suspiré y me puse de pie, guardando mis libros en mi bolso—. No sé cómo lo haces, Burn.
—Talento —respondió. Lo seguí fuera de la biblioteca, admirando su altura. Era como un gigante caminando entre paredes de libros. Incluso la bibliotecaria se quedó un poco boquiabierta, luego se despidió nerviosamente de mí.
Burn me condujo a través del campus, sobre la hierba corta y alrededor de las estatuas de importantes viejos tipos muertos, hasta que llegamos al estacionamiento. Abrió la puerta de su convertible y vacilé.
—Espera. ¿La sorpresa es fuera del campus?
—Sí.
—¿Vas a venderme en el mercado negro por mi hígado? —pregunté mientras me acomodaba en el asiento del pasajero.
—No.
—Me parece bien. —Me puse mi cinturón de seguridad mientras entraba—. Llévame. Solo. No muy rápido, por favor. Pero también hazlo rápido, probablemente deba estar en casa en una hora más o menos.
—Exigente. —Suspiró. Sonreí.
—No me llaman “Molesta Annie” en esta escuela por nada.
Condujo pasando junto al elegante letrero que decía PREPARATORIA LAKECREST. Le mostré el dedo.
—No te llaman así —dijo.
—Bueno, deberían hacerlo. Preferiría un apodo cruel a todas las miradas raras y rumores a medias.
—Tienes suerte.
Había pasado suficiente tiempo con él en este punto para traducir el Burnese: Tenía suerte de que eso fuera todo. Y tenía razón. Podría ser mucho peor. Pero eso no significaba que tuviera que estar agradecida por ello.
—El hecho que no sea súper malo no significa que no apeste —dije sabiamente. Burn gruñó y giró a la izquierda hacia la carretera y olvidé cómo respirar. O, para ser más exactos, el viento robó la respiración de mis pulmones de esa manera que sucede cuando estás en una cosa que se mueve rápidamente y tu tráquea queda abierta a los invasores. Descubrí cómo respirar de nuevo, y dejé que el viento azotara mi cabello.
Observé cómo el mundo se desvanecía en colores otoñales, los árboles emitiendo un último suspiro de azafrán amarillo y azúcar naranja quemada.Entramos en un suburbio ricachón; lo sabía por la forma en que todas las casas tenían columnas romanas en su porche y elegantemente modernas paredes de vidrio al azar. Solo la gente adinerada tenía vidrio en las paredes.
Burn se detuvo y me dijo que esperara. Lo hice, jugueteando con mis pulgares, solo para gruñir cuando vi a quién traía con él por el espejo lateral; Fitz y Wolf. Juntos. Uno a la vez no era tan malos, ¿pero juntos? Fitz pensaba que me gustaba Wolf. Le dije a Wolf abiertamente que éramos enemigos. ¿Cómo en el siempre amoroso infierno iba a terminar lograr realizar este acto exitosamente?
—Pero si es nuestra adorable mascota. —Fitz saltó dentro del convertible sin abrir la puerta.
—Hola —logré decir. No miré a Wolf, y él tampoco me miró, aunque por el rabillo del ojo lo vi vacilar con sus dedos en la manija de la puerta.
—¿Por qué está ella aquí? —gruñó hacia Burn. Burn se agachó y se deslizó en el asiento del conductor.
—Porque sí. Es mi amiga.
Hubo un silencio. ¿Amiga? Sí, podría decir que Burn y yo definitivamente éramos amigos. Era fácil llevarse bien con él y me ayudaba a sentirme mejor con las cosas. Creo que eso nos calificaba como amigos.
O, no lo hacía. No podía hacerlo. Una amistad no se basa en una persona que trata de obtener información de la otra. Empecé a hablar con Burn por el acuerdo con el señor Blackthorn. Nada de lo que compartimos fue construido desde un punto de vista neutral. Era todo sobre mí, intentado obtener lo que quería, a través de él. Entrelacé mis manos una alrededor de la otra en mi regazo.
Fitz se rió, como si algo fuera gracioso. Wolf se dio por vencido y entró en el asiento trasero.
—No tienes amigos, Burn —corrigió Fitz.
—Lo hago —dijo—. Deberías intentarlo alguna vez.
—¡Tengo muchos amigos! —discutió Fitz.
—Unos que no estén contigo por tus drogas —gruñó Wolf. Fitz se rió de nuevo.
—Oh, no eres quién para hablar, Wolf. Tu última amistad no va tan bien ahora,
¿cierto?
Estaba hablando de Mark. Fue un golpe bajo. Wolf se encogió.
—Es suficiente —espeté—. Dejen de ser desagradables el uno con el otro. Burn tiene una sorpresa para nosotros, por lo que todos debemos crecer e intentar actuar como si lo mereciéramos.
Fitz resopló. Wolf se quedó en silencio. Burn volvió a encender el convertible y condujimos. No pude evitar lanzar miradas furtivas a Wolf en el espejo lateral: el viento azotaba su cabello oscuro. Cerró sus ojos una o dos veces, luciendo sereno y casi pacífico, como si el viento lo arrastrara a un lugar mejor. Mi estómago se revolvió. ¿Quién le dio el derecho de ser tan malditamente atractivo? Pensé que había guardado todos mis pensamientos positivos de él en la caja fuerte a prueba de balas en el fondo de mi mente, pero ahora estaban amenazando con salir por voluntad propia, solo por verlo. Era una porquería.
—No vamos a ir con Seamus de nuevo, ¿cierto? —pregunté a Burn, desesperada por desviar mi atención del perfil de Wolf—. No tengo el dinero por su vestido, así que probablemente rompa mis rodillas. Con una taza de té.
Burn puso los ojos en blanco soñolientos.
—No con Seamus. Un lugar más interesante.
Me desplomé en mi asiento. Su versión de interesante era probablemente otro sendero, aún más difícil y aterrador que el que corríamos todas las mañanas. Pero para mi sorpresa, tomó una salida que llevaba a Baskerville, un pequeño suburbio al este de Seattle conocido por sus desiertas llanuras de... bueno, nada. Solía ser una comunidad agrícola, pero fue cerrada rápidamente con el surgimiento de la industria y todos los chicos mudándose hacia la ciudad para trabajar. Así que ahora pasamos por campos y campos de terreno baldío, pequeños graneros y casas que salpicaban el paisaje. Las montañas Cascade arrojaban sombras en el horizonte, altas y majestuosas y solitarias.
—¿Por qué estamos en mitad de la nada, Burn? Sabes que yo y la Madre Naturaleza rompimos hace años —se quejó Fitz. Wolf no podía apartar sus ojos de las montañas.
—¿Vinimos aquí a cazar fantasmas o algo así? —pregunté. Burn puso sus ojos en blanco. Pudo haber sido por exasperación, pero al menos había más movimiento de lo habitual en su rostro. Lo tomé como una buena señal.
Finalmente, Burn giró el convertible hacia un pequeño camino de tierra que serpenteaba a través de un enorme campo vacío. Entrecerré mis ojos, a la distancia pude ver lo que parecía un viejo hangar militar, del tipo que guardan aviones y cosas.
—Oh, no —gimió Fitz de repente—. No, no, no…
—Vamos a hacerlo —dijo Burn—. Finalmente. Juntos.
—¡No! ¿Estás loco? —gritó Fitz—. ¡Déjame salir de este auto! ¡Déjame salir en
este momento!
—¿Vas a regresar caminando? —cuestionó Wolf. Fitz se dejó caer tan lejos de su asiento que tocó el suelo.
—Burn, no pido mucho como tu hermano. Solo quiero un lugar tranquilo, una buena taza de té, un libro...
—Una computadora para hackear —intervine.
—Un porro para fumar —agregó Wolf.
—Una clase para dormir —dijo Burn. Hubo una pausa. Fitz gimió.
—Me hacen sonar como un monstruo.
—Un monstruo quejumbroso —concordó Burn.
—¿Dónde estamos, de todos modos? —pregunté.—Con un viejo amigo —dijo Wolf—. De nuestra madre.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Fitz dejó de gemir con eso. Burn detuvo el auto a un costado del establo y salió. Lo seguí. Wolf también salió, pero Fitz se cruzó de brazos y se tumbó de costado sobre el asiento trasero, con su pecoso rostro arrugándose.
—No voy a salir.
—Lo harás —insistió Burn. Fitz se sentó rápidamente.
—¡Sabes que odio este lugar! Lo evito específicamente cada año que tú y Wolf vienen. La usaste... —Fitz me señaló—. ¡Como un señuelo distractor! No puedo creerlo, tú, tú... ¡charlatán!
—Palabras sencillas—solicitó Burn.
—¡Significa que eres un asqueroso mentiroso y un gran idiota!
—Lo intento —dijo Burn sin expresión.
—Sería agradable —dijo Wolf—. Si te unieras a nosotros por una vez.
Los ojos de Fitz se movieron de mí a Wolf, luego volvieron a mí. Todavía estaba completamente perdida en cuanto a lo que estaba pasando.
—Saldrás —dijo Burn—. Y lo harás. Al igual que el resto de nosotros.
—¡No soy como el resto de ustedes! —siseó Fitz—. No me gusta arrojarme a mil quinientos metros de altura en el aire...
—¿Aire? —murmuré. De repente, tuvo sentido. El hangar para aviones, el gran
espacio abierto…
—¡Ahí están, chicos! —nos saludó una voz áspera. Un hombre mayor con piel bronceada de color pardo nos sonrió con todas sus arrugas. Inclinó el ala de su gorra de béisbol hacia mí—. Y trajeron una mujer con ustedes, este año. Buenas tardes, querida.
—¿H-Hola? —intenté—. Soy Bee.
—Bee, bueno, si no es ese un nombre bonito. Soy Jakob Petersen, dueño de este excelente establecimiento. —Sonrió, sus ojos abriéndose de par en par—. ¡Y Fitz! Por el demonio, pensé que te habíamos perdido en las arenas del tiempo, mi muchacho. Resulta que esas arenas te hicieron más alto y más guapo, ¿cierto?
Fitz refunfuñó algo que sonó como un “hola”. El hombre asintió a Wolf, y le estrechó la mano con Burn, quien se elevaba por encima de su altura promedio.
—Tienes que decirme tu secreto, Burn —dijo Jakob—. ¿Cómo conseguiste que Fitz regresara después de todos estos años?
Burn asintió hacia mí.
—Señuelo.
—Gracias —dije—. Es genial saber lo mucho que valgo por aquí. Jakob se rió.
—Más que tu peso en oro, Bee. No he visto a Fitz en casi diez años. Debes gustarle ferozmente para presentarse aquí de nuevo.—Es divertida —dijo Fitz bruscamente—. ¡A diferencia de todos los demás aquí!
—Deja de lamentarte por eso —espetó Wolf—. Fuiste engañado. ¿Y qué?
Supéralo.
Fitz se dio una palmada en la frente.
—Nunca pensé que vería el día en el que tú, señor palo-en-el culo, estarías dándome un sermón sobre los méritos de seguir la corriente.
—Esta es una instalación de paracaidismo, ¿cierto? —pregunté. Jakob asintió.
—Puedes apostarlo. Los chicos Blackthorn solían venir con su mamá, que Dios la tenga en su santa gloria, todos los años por su cumpleaños. Amaba la adrenalina. No puedo decir que haya conocido a una mujer que la amara más que ella, eso es malditamente seguro. ¿Sigues cuidando de su motocicleta, Wolf?
Wolf asintió, evitando mis ojos. Ambos sabíamos que había dejado caer esa motocicleta en el garaje ese día, salvándome de una lesión en su lugar. Todavía estaba desconcertada por eso. La apreciaba más que a respirar.
—Pongámonos en marcha, entonces. —Jakob aplaudió—. ¿Cuántos estamos subiendo hoy, cuatro?
—Tres —chilló Fitz.
—Cuatro —insistió Burn.
—Cuatro serán. Esperen en la oficina mientras preparo todo. Hay un dispensador de agua y una máquina de frituras allí si tienen hambre o sed.
—Gracias, Jakob —dijo Wolf. Jakob sonrió.
—No hay problema, Wolf. Es bueno tenerlos a todos aquí de nuevo.
Burn nos condujo a un pequeño remolque que había sido renovado con aire acondicionado y algunos sofás. Wolf se acomodó en uno, apoyando su cabeza en el respaldo. Fitz jugueteó con la máquina de frituras, comiendo Fritos con nerviosismo. Burn se apoyó contra una pared y esperó, y yo pasé mis dedos por los folletos amontonados junto a la puerta: Compañía de Paracaidismo de Petersen.
—¿Le tienes miedo a las alturas, Fitz? —pregunté. Fitz se rió, frágilmente.
—No le tengo miedo a las alturas.
Wolf levantó la vista. Burn lo miró. Ambos fijaron sus miradas en él.
—Está bien —cedió Fitz—. Así que tengo un poco de miedo a las alturas. ¡Pero tú tienes una maldita fobia, Wolf! ¡Sabes cómo es eso! ¿Por qué me obligas a hacer esto?
—Porque sí —dijo Wolf—. Cada vez que lo hacíamos cuando éramos niños, te asustabas tanto antes de que sucediera. Y cuando todo terminaba, te emocionabas y querías volver a hacerlo.
—¡No me acuerdo de eso!
—Probablemente lo bloqueaste. Les sucede mucho a los niños que pasan por experiencias traumáticas —ofrecí amablemente. Eché un vistazo al folleto, ansiosa por asimilar los extensos consejos de seguridad que Jakob había incluido. Las alturas no eran lo mío, cualquier persona en su sano juicio les tenía miedo, pero al menos el paracaidismo no estaba cerca de mi casa, ni de mi familia. Si estaba haciendo paracaidismo por los cielos, no podía estar en casa y no importaba lo mucho que mi conciencia me instara que debía ir a casa y preparar la cena para papá, simplemente no quería hacerlo. Hoy no. Solo por un día, me tomaría un descanso. Me lo merecía,¿cierto?
—Está bien, Señora Loquera, entonces ¿qué sugieres que haga? —preguntó
Fitz.
—Respiraciones profundas —dije—. Una a la vez. Oh y hagas lo que hagas, no
mires abajo.
—Fantástico. —Levantó sus brazos en señal de derrota—. No puedo esperar para morir en el mejor momento de mi vida por caer desde cinco mil metros de altura.
—En realidad, son solo tres mil seiscientos si acaso. —Ojeé el folleto y le mostré todos los datos—. También, hay solo el 0.0007 por ciento de probabilidades de que mueras por paracaidismo, comparado con, por ejemplo, un accidente de auto lo cual es…
Me di cuenta de lo que estaba diciendo y me callé rápidamente. Los Blackthorn no parecieron molestarse, sin embargo. Fitz gruñó y se dejó caer en el sofá junto a Wolf.
—Deja de ser una diva —dijo Wolf.
—¡Deja de ser un idiota-más-santo-que-tú! —espetó Fitz.
—Así que ¿hacen esto cada año? —pregunté a Burn. Burn asintió.
—Es mejor que visitar su tumba.
—¿Por qué?
—Es solo que… no se siente correcto. A ella nunca le gustó estar encerrada.
El sonido de algo ruidoso y retumbante hizo eco en las paredes. Jakob entró unos segundos después, el polvo entrando con él.
—¡Muy bien! El helicóptero está listo. ¡Vamos arriba, chicos!
Wolf, Burn y yo nos levantamos para ir, Fitz gimiendo mientras seguía detrás de nosotros. Me golpeó a medida que nos acercábamos a la fuente del ruido, esto en realidad estaba pasando. Mi estómago estaba ansiosamente revuelto. Iba a saltar de un helicóptero hacia el espacio abierto. Fitz tenía razón, esto era loco.
—¡Es el día perfecto para saltar! —gritó Jakob sobre el ruido. Nos llevó dentro del hangar, donde un helicóptero negro esperaba, del tipo que era lo suficientemente voluminoso para albergar a un montón de personas. Helicópteros militares.
¿Supongo que eso eran? No tenía idea. El sonido era increíble, la masiva hélice
sonando cada vez que pasaba. Wolf habló con Jakob sobre el motor de la cosa mientras Burn entraba por la puerta abierta. Fitz frotó el costado del helicóptero y gritó tristemente:
—Gusto en conocerte, asesino. Soy Fitz. Por favor, si queda algo de bondad en tu frío corazón de metal, no me mates.
—Estaremos bien —dije, caminando detrás de él—. Wolf y Burn han hecho esto una tonelada de veces. Y Jakob es un profesional.
Fitz me disparó una mirada de “si tan solo supieras”.
—Pensé que ya lo habrías notado para este momento, solo porque Wolf y Burn hacen algo una tonelada de veces no significa que sea seguro. O cuerdo.
—Mira, Fitz, estoy en el mismo bote. Eh, avión.
—Helicóptero —ofreció.
—Helicóptero. —Puse una mano sobre su hombro—. Nunca, nunca he hecho esto antes. Tienes más experiencia que yo, y estoy asustada como la mierda.
—Entonces ¿por qué estás de acuerdo en hacer esto? Podrías solo esperar en el auto. Burn te habría dejado escapar de ello. Lo sé.
—Porque sí. —Me encogí de hombros—. El paracaidismo es mejor que lo que estaría haciendo justo ahora.
—¿Y eso qué es?
—Haciendo la cena para papá. Revisar si tomó sus píldoras. Tratar de tener una conversación con él que no lo moleste o lo haga sentir como mierda.
Fitz se quedó callado.
—Además, solía odiar correr. Pero entonces fui a correr con Burn cada mañana, y como que empezó a gustarme. Incluso la primera vez que lo hice, cuando estaba jadeando y en agonía, me mostró algo para disfrutarlo. Así que. Creo que tal vez sabe de sus cosas.
—O tal vez, es un jodido adicto a la adrenalina.
—Eso también. —Reí—. Pero oye, eres el verdadero adicto. Dejó salir un suspiro.
—Ugh. No puedes ser un adicto si es solo yerba.
—Y a veces píldoras.
—Sí, gracias, cómo podría olvidarlo; y a veces píldoras.
Reí. Fitz sonrió irónicamente, luciendo un poco más como el astuto y enérgico chico que solía ver en los pasillos cada día. Por un momento, podríamos bien haber estado de vuelta ahí, provocándonos con ingenio y sarcasmo.
—Está bien. —Fitz inhaló, luego exhaló—. Dijiste respiraciones profundas.
—Sí. Lentamente. Aunque, mientras más alto estemos, podrías necesitar respirar más rápido o te desmayarás.
—Genial. Bien. Estás haciendo esto mucho más fácil.
Me estiré y toqué su nariz.—De nada.
Dejé a Fitz respirar y me paré junto a Burn mientras miraba las hélices rotar.
—¿Nerviosa? —preguntó, su voz profunda cortando a través del ruido sin haberla levantado ni un ápice.
—¿De esto? Un poco.
—No, me refiero a Wolf.
Asintió hacia Wolf, quien todavía estaba hablando con Jakob.
—¡No! —insistí—. No estoy… nerviosa por él.
—Sí lo estás. Siempre.
¿Era en verdad así de obvia? La respuesta me golpeó; no, Burn era solo muy bueno con las personas. A pesar de sus pocas vocalizaciones, era genial mirándolas y averiguando sus pensamientos. Yo no era la excepción.
—Bueno, no es mi culpa —protesté—. Es un poco difícil estar nada menos que nerviosa cuando alguien te mira como Wolf lo hace, como si quisiera prenderme fuego.
Podría haber jurado que Burn sonrió, pero se fue rápidamente cuando Jakob nos gritó.
—¡Está bien! ¡Entren y abróchense, y nos iremos!
Todos entramos por la puerta abierta, cuatro asientos detrás del piloto para los pasajeros. Elegí un asiento junto a Burn y recé para que Wolf no se sentara junto a
mí, pero lo hizo. Fitz estaba en el extremo, murmurando algo que sonó como una plegaria.
—¡Aquí vamos! —gritó Jakob, y el helicóptero se deslizó hacia adelante. Tenía ruedas, lo cual era inteligente, me di cuenta o ¿de qué otro modo un helicóptero saldría de un hangar? El rugido del motor era atronador e hice una mueca. Un par de pesados audífonos de plástico de repente entraron en mi visión. Me giré para ver a Wolf ofreciéndolos.
—Gracias —articulé. Asintió. Me los puse, el sonido se volvió mudo. Todo lo que quedó fue la vista espectacular mientras despegábamos, dejando las planicies de césped lejos debajo de nosotros. La tierra se convirtió en una manta de parches con los colores del otoño y cultivos y suburbios. El sol colgaba bajo en el horizonte, dorado e hinchado. El cielo era tan azul como podría serlo. El viento silbaba a través de la cabina, jugando con el cabello de Wolf y Fitz, y arrugando la camisa de Burn. Hacía estragos con mi cabello, enredándolo en cada dirección y en secreto me sentí mal por Wolf, dado que el viento seguía moviéndolo hacia su rostro. Traté de apartarlo, pero simplemente seguía liberándose una y otra vez.
—Este es su capitán hablando. —La voz de Jakob vino fuerte y clara a través de las bocinas, incluso con mis audífonos puestos—. Voy a cerrar las puertas de aquí en adelante, dado que se vuelve bastante tempestuoso. Después de eso pueden levantarse de sus asientos y comenzar a ponerse su equipo. Wolf, Burn, ¿espero que ayuden a los nuevos?
Las puertas del helicóptero se cerraron, el fuerte aullido del viento pasando a ser apenas un susurro. Me quité mis audífonos y alisé mi cabello. Wolf y Burn inmediatamente salieron de sus asientos, hurgando alrededor de estantes y gabinetes en el fondo del helicóptero. Fitz permaneció firmemente en su asiento, sus ojos cerrados y sus manos apretadas juntas.
—Oye. —Puse una mano sobre su hombro—. Está bien. Estamos en esto juntos.
Fitz me miró, ojos amplios y húmedos. Podría haber jurado que estaba a punto de llorar. Era raro, verlo a punto de las lágrimas cuando había estado tan acostumbrada a su ser confiando y bromista en la escuela. No pude resistir la urgencia de abrazarlo.
—¡Estará bien! Vamos, podemos hacer esto. Terminará antes de que lo sepas.
—De una manera u otra —dijo entrecortadamente. Me reí y lo ayudé a salir de su asiento. Eché un rápido vistazo por la ventana, estábamos definitivamente mucho más alto ahora. Mi interior bailó como una línea de conga.
—Ayúdala a ella —dijo Burn, señalando a Wolf en mi dirección—. Yo veré a Fitz.
Wolf asintió, y ambos se acercaron con puñados de equipo. Fitz inmediatamente se puso ansioso, negándose a ponerse nada de lo que Burn ofrecía, pero Burn eventualmente lo obligó a ponérselo, con mucho alboroto.
—¡Aléjate de mí, gigante peludo! —espetó Fitz.
—Ese insulto ya no funciona —dijo Burn lentamente—. Consigue uno nuevo.
—¡Tú… enorme idiota! —intentó Fitz. Burn negó y abrochó un arnés sobre el pecho temblando de Fitz. Wolf y yo, de algún modo, estábamos un poco más… tensos. Está bien, mucho más tensos.
—Aquí. —Wolf me ofreció lo que parecía un pantalón sintético, del tipo que ves en recolectores de almejas y pescadores. Batallé para ponérmelos sobre mi falda de uniforme, maldiciendo a Burn en secreto por no dejarme volver a casa y cambiarme. Wolf deslizó una chaqueta sobre mis hombros y subió el cierre hasta mi garganta, sus dedos deteniéndose en el extremo y sus ojos quedándose en mi barbilla y… espera, tenía que estar alucinando. No en mis labios, ¿cierto? Definitivamente no estaba mirándolos. ¿Tenía un pedazo de comida ahí? Me puse paranoica y giré mi rostro, frotándolos.
—Escucha, no es mi culpa que tuvieran chili y arroz en la cafetería hoy, ¿está bien? —dije.
—No es eso... —Wolf negó—. Lo que sea. Solo engancha los extremos de la chaqueta en tu pantalón.
Lo hice, Wolf poniéndose sus propios pantalones sintéticos y chaqueta. Supuse que era inteligente: enganchar tus extremos juntos así no saldrían volando por el viento. Cuando Wolf terminó revisó mi trabajo. Algo sobre él entrecerrando sus ojos en mis caderas me puso nerviosa.
—Está demasiado suelto. —Se arrodilló, sus ojos al nivel de algunas partes muy sensibles de mí. Aunque no pareció notarlo—. Dije “enganchar”, no “atarlo casualmente”.—Bueno, diiiiissssscúlpame —respondí, determinada a no sonar nerviosa mientras sus dedos bailaban sobre el dobladillo de mi pantalón—. Pero es un poco difícil lograr hacer bien las cosas la primera vez si no elaboras con tus malditas palabras lo que quieres de mí.
—Quiero que preferiblemente no mueras —dijo—. ¿Cómo suena eso?
—Podría haber jurado que se supone que los enemigos quieran lo contrario.
—Solo porque somos enemigos no significa que voy a dejar de preocuparme por tu seguridad —gruñó, tirando de un broche para apretarlo más—. De hecho, voy a preocuparme más por ello, dado que eres mi única enemiga. Un preciado y raro artículo. Un objeto de gran valor.
—Seguro sabes cómo hacer a una chica sentirse como una persona viva y respirando.
Sonrió.
—Lo intento.
Piadosamente, se levantó. Me entregó una mochila que lucía sospechosamente como que tenía un paracaídas dentro, casi estallando en las costuras. Me la puse y Wolf inmediatamente se agachó alrededor para asegurar los numerosos broches y hebillas que colgaban del frente. ¡Esto no fue mejor que lo de la cadera! Sus dedos estaban peligrosamente cerca de mi pecho y era la única que aparentemente lo notaba o que le importaba. El rostro de Wolf no era nada más que piedra, sus ojos de laser concentrados en asegurar las hebillas.
—Listo —dijo—. Toma un par de lentes de protección del cajón. Y un casco. Y una máscara, si quieres.
—¿Máscara?
—A algunas personas no les gusta sentir la gravedad y el viento soplando en su rostro.
—Touché. —Caminé hacia ahí y me puse los lentes de protección—. ¿Qué pasa si un bicho entra en tus dientes?
—No hay bichos a esta altura.
—Bien, ¿qué pasa si un pájaro entra en tus dientes?
Puso sus ojos en blanco, asegurando su propia mochila. Fitz se retorcía mientras Burn terminaba de poner su mochila también. Todos lucíamos muy naranjas y muy abultados.
—Lucimos como idiotas con estos lentes de protección. —Me reí—. O, yo lo hago. Wolf todavía se las arregla para hacerlos lucir como un accesorio de moda de la temporada.
Wolf puso sus ojos en blanco otra vez.
—Si sigues poniendo tus ojos en blanco, van a caerse —dije. —Finalmente —dijo quedamente—. Entonces no tendré que mirarte más.
—¡Grosero! —canturreé, ajustando los lentes de protección de Fitz que estaban ladeados—. ¿Alguna vez piensas en lo que tu mamá diría si estuviera aquí? Te escucharía hablar y diría: “Vaya, qué chico tan grosero, no puedo creer que mi Wolf creciera para convertirse en semejante canalla”.
—No diría eso —discutió Wolf.
—Lo haría —concordó Burn—. Te llamaba canalla todo el tiempo, especialmente cuando cagabas tus pañales.
Fitz y yo no pudimos evitar estallar en risas. Wolf suspiró y ajustó los tirantes de su mochila.
—Lo que…
—¡..sea! —terminé por él. Burn hizo esa pequeña, medio visible sonrisa otra vez.
—-Muy bien. —La voz de Jakob vino por el intercomunicador—. ¿Ya están listos ahí atrás? Vamos a poner este espectáculo en marcha. Sigan la guía de Burn, ¿está bien? Conoce esto como la palma de su mano.
Burn nos señaló para que nos juntáramos. Fitz y Wolf renuentemente juntaron sus cabezas y seguí el ejemplo.
—Vamos a bajar bastante rápido —dijo Burn—. Nos sostendremos de las manos, asegúrense de no soltarse hasta que yo lo diga. Básicamente no pueden escuchar nada ahí, así que voy a mostrarles un pulgar hacia arriba cuando sea
momento de abrir los paracaídas.
—¿Cómo los abrimos? —pregunté.
—La gran lengüeta para jalar que está colgando de tu hombro derecho. Solo tira de ella y el paracaídas saldrá. Pero no puedes tirar de ella demasiado pronto mientras estemos juntos o nuestras líneas se enredarán. Así que Wolf irá primero y abrirá su paracaídas cuando estemos lejos. Luego tú, Bee. Entonces ayudaré a Fitz con el suyo, e iré de último. De esa forma, si el paracaídas de alguien no sale o fallan, puedo agarrarlos y podemos bajar juntos.
—Oh, vamos a bajar juntos —susurró Fitz—. Directo al infierno.
—Silencio —dije—. Estaremos bien.
—Dices eso ahora, pero cuando abran las puertas…
Las puertas del helicóptero se abrieron justo entonces, y el viento casi me sacó al aire. El cielo era un hermoso cuadro de seda con hinchadas nubes blancas y azul porcelana, el suelo bajo nosotros parecía tan distante. Podrías ver la sombra que las nubes lanzaban hacia el suelo, las casas tan lejos que parecían pequeños y coloridos bloques de construcción.
De repente sentí ganas de vomitar. Casualmente. Vómito casual porque esto realmente y en verdad sucedería y oh Dios mío, si salía mal iba a convertirme en un panqueque…
—Entonces. —Burn se paró en la puerta abierta—. Saltamos uno a la vez. Wolf irá primero, luego Bee, luego Fitz y luego yo. Mismo orden que los paracaídas. Wolf y yo haremos nuestro camino hacia ustedes dos, así que no se preocupen. Solo caigan apretados, traten de disfrutarlo. Si eso es siquiera posible.
Miró a Fitz, quien se había vuelto completamente blanco y se había quedado en completo silencio ante la vista de la puerta abierta. Wolf se acercó a Fitz, sin tocar, pero lo suficientemente cerca que parecía como un toque.
—¿Recuerdas lo que decía mamá? —preguntó Wolf.
Fitz negó secamente, sus dientes apretados y su mandíbula tensa por el esfuerzo de no enloquecer.
—No es la caída lo que es malo —dijo Wolf—. Es el aterrizaje.
—Eso no está ayudando —discutí. Para mi completa sorpresa, Fitz se enderezó, todo su rostro relajándose mientras cerraba sus ojos. Permaneció así por un momento y entonces los abrió de nuevo.
—Está bien —dijo—. Vamos a hacer esto.
Estaba tan confundida, las palabras de Wolf tuvieron un efecto en Fitz como ninguna otra. ¿Qué exactamente significaba esa frase para ellos? Tenía que ser algo importante. Burn levantó su voz otra vez.
—Una vez que abran el paracaídas, les tomará cuatro o cinco minutos aterrizar. Estaremos apuntando hacia la propiedad de Jakob, hay un patrón en el césped, así que debería ser bastante fácil de distinguir.
—¿Patrón? —pregunté.
—Un gigante JP —dijo Wolf—. Sus iniciales. Hay algunos conos de tráfico alrededor también.
—Wolf estará cayendo primero, así que solo síguelo. No puedes controlar la velocidad de la caída, pero puedes controlar la dirección en que caerás. Si tiras de la misma lengüeta a tu derecha de la que tiraste para sacar el paracaídas, te inclinarás hacia la izquierda. Si tiras de la lengüeta de la izquierda, te inclinarás hacia la derecha.
—Derecha, izquierda —murmuré, intentado frenéticamente de procesarlo en mi cabeza—. Izquierda, derecha. Lo tengo.
—Hagan lo que hagan, intenten apuntar a suelo abierto. No aterricen en algún árbol. Para el momento en que sus pies toquen el suelo, irán lo suficientemente lento para correr hasta detenerse. ¿Preguntas?
Negué. Fitz lloriqueó un poco.
—Muy bien, vamos. —Burn señaló la puerta. Wolf dio el primer paso hacia ella, y estaba sorprendida por cuan confiados y determinados lucían sus ojos jade, tan concentrados en el cielo. Jakob gritó a través del intercomunicador.
—¡Primera caída! Tres, dos, uno. ¡Va!
Wolf saltó por el borde y mi corazón se apretó dolorosamente. Fitz y yo nos revolvimos para asomarnos por el borde, ahí estaba, cayendo como un meteorito naranja a través del cielo. Sentí a Burn palmear mi espalda.
—Eres la siguiente, Bee.
—Oh Dios. —Inhalé—. Oh Dios, oh Dios.—Está bien —dijo—. Solo ve. Wolf está ahí, esperándote.
Estábamos tan alto. Cada hueso en mi cuerpo me gritaba para que no saltara, para que permaneciera en la seguridad del helicóptero. Podría cambiar de opinión. No podía hacer esto. Era estúpido, mis instintos gritaban. ¡Era estúpido como el infierno!
Pero Wolf estaba haciéndolo. Mi enemigo estaba haciéndolo. El chico que estaba asustado de tocar a alguien estaba haciéndolo como si fuera la cosa más fácil en el mundo…
De repente caí en cuenta.
—Burn. —Me giré hacia él—. Vamos a sostenernos de las manos, ¿cierto? Wolf…
—Usualmente hacemos esto solos —dijo Burn—. Así que será la primera vez que tengamos que sostenernos de las manos.
—¿Estará…?
—Estará bien —me aseguró—. Si es contigo, estará bien. Sentí mi ceño fruncirse.
—¿Qué significa eso?
—¡No tenemos mucho tiempo, si quieres alcanzar a Wolf! —gritó Jakob por el intercomunicador—. ¡En marcha!
—Está bien. —Hice una pequeña sacudida para quitarme el terror—. Está bien.
Puedo hacer esto.
—Solo salta por el borde —dijo Burn—. Asegúrate que tus pies estén derechos. Cae por un rato para alejarte del helicóptero y entonces pon tu cuerpo en paralelo con el suelo.
—Está bien. —Inhalé tanto que mis pulmones dolieron—. ¡Está bien!
—¡Siguiente caída! —anunció Jakob—. En tres, dos, uno…
No podía hacer esto por mi cuenta. De ningún modo. Pero tenía a Burn ahí y a Wolf y a Fitz, quien estaba tan asustado como yo. Estaría bien. 0.0007 por ciento de probabilidades de morir. Era menos que un accidente de auto. He conducido un auto un millón de veces…
—¡Va! —gritó Jakob.
—Mierda —siseé—. Mierda, mierda, mierda…
Di un paso fuera, rogando a Dios que las hélices no me hicieran carne molida. El viento inmediatamente soltó la respiración que había estado sosteniendo, la sensación de nada debajo de mis pies me hizo estallar en una caliente ola de pánico. Todo mi cuerpo se sentía tan caliente, luego se puso frío mientras el viento luchaba por entrar en mi pantalón sintético y chaqueta. Mis órganos se sentían como si estuvieran en mi garganta. Cada parte extra de piel en mi cuerpo ondulaba con la fuerza de la gravedad arrastrándome de vuelta a tierra.
Puse mis pies derechos por algunos segundos. El viento naturalmente me niveló, mi cuerpo ahora paralelo al suelo. La forma de Wolf estaba acercándose rápido, y fue cuando me di cuenta de cuán rápido estábamos yendo. Estaba ralentizándose, de alguna manera, creo que al aplanar su cuerpo y ser tan grande el viento tenía más para resistirse. Estaba tan asustada que no podía moverme, mis dientes castañeteaban mientras el frío aire golpeaba mi rostro. Cerré mis ojos fuertemente, sin estar lista para creer que esto era real. Era una idiota. Era una jodida idiota por hacer esto…Sentí el cálido abrazo de otra mano tocando la mía, nuestros dedos enlazándose. Abrí mis ojos para ver a Wolf a mi lado, una mirada extrañamente seria en su rostro. Asintió, y alivio me inundó sabiendo que estábamos tocándonos, no era tan malo. Tener a otra persona alrededor mientras caes a tres millones de kilómetros por segundo lo hace no tan horrible. Él sabía lo que estaba haciendo, lo había hecho un montón de veces. Estaba segura, por el momento.
Con la mano de Wolf en la mía, miré alrededor. Unas cuantas nubes colgando bajo se movían debajo de nosotros y nuestros cuerpos atravesaron simplemente el más pequeño fragmento de un borde nublado. Chillé, aunque el sonido se perdió en el aire, mientras mi codo izquierdo se mojaba al instante. El brazo derecho de Wolf pasó por lo mismo. Nunca supe que así se sentía una nube: fría y húmeda y sin embargo ligera como algodón de azúcar. El material sintético hizo un gran trabajo repeliendo la humedad, la gravedad haciendo su parte también. Estuvimos secos de nuevo en segundos.
Sentí el rudo choque de otra mano en la mía y miré a mi lado. Fitz, sus ojos fuertemente cerrados, estirándose ciegamente para llegar a mí. Cerré mi mano en la suya, Burn en su otra mano. Burn y Wolf no se tomaron de las manos, dejando al aire abierto, así que formamos un tipo de herradura en el cielo. Burn me sonrió o lo mejor que podía hacerlo cuando la fuerza le estaba fastidiando sus mejillas.
Todo lo que quedó fue el sonido del viento en nuestros oídos, soplando tan fuerte y rápido que ahogaba todo lo demás. Todo lo que quedó fue mirar alrededor. Bajar la mirada parecía una mala idea para mis nervios, así que en cambio me concentré en la vista hacia el horizonte. Las nubes más bajas continuaban hasta el infinito, una hermosa manta de seda de ellas estirándose hacia el sol. Las montañas Cascade eran enormes bestias púrpuras, escarpadas y punteadas con nieve temprana. Nunca noté cuán grande era la sombra que proyectaban, consumía pueblos, bosques enteros. ¡Y los bosques! Sabía que Washington tenía un montón de árboles viejos, ¡pero no me había dado cuenta de cuántos! Suaves y verdes, los pinos se agrupaban, compartiendo tantos miles de años entre ellos. Si forzaba mi imaginación realmente fuerte casi podía olerlos. La vista era, por decir lo menos, increíble. Y la sensación de todo ello, de ser tan pequeña e insignificante, era mucho como la sensación que tenía cuando Burn y yo nos parábamos en el acantilado en las mañanas y veíamos el sol besar al mundo para que despertara. Me sentía… sin importancia. Me sentía ligera y liviana y libre. Sentí como si nada importaba, no mis calificaciones, no mi futuro universitario, no mi horrible espionaje a los Blackthorn, nada. No había hecho nada malo aquí arriba. No tenía responsabilidades aquí arriba, no con papá, no con mamá, ni siquiera conmigo. Por unos pocos minutos, me sentí intocable. Nada podía llegar a mí en el cielo, ni siquiera mis problemas.
Miré el sol mientras caía. Así que, pensé, ¿si mamá y papá se divorciaban?¿Realmente sería el fin del mundo? Esto era el mundo, esta enorme cosa debajo de mí, reducida a nada más que dioramas de juguete de bosques y pueblos. Había cien millones de problemas esperando por mí cuando aterrizara, pero cuando estás lo suficientemente alto, todos esos problemas parecen tan pequeños e insignificantes. Al sol no le importaba el divorcio. Al cielo no le importaban las calificaciones. A nadie le importaba, excepto a mí y las personas en el mundo debajo.
Aquí arriba no era una becaria; no era la mascota de un profesor, una aspirante a psicóloga, una chica que dejó a sus amigos detrás o un intento de buena hija. Era solo… yo.
Estaba tan perdida en mis pensamientos, que apenas noté a Burn mostrándonos sus pulgares arriba. Mierda. Era hora. Esto era la cosa de hazlo o muere. Hazlo o muere al 0.0007 por ciento, por supuesto. Todo lo que Burn dijo pasó por mi cabeza rápidamente al mismo tiempo: izquierda es derecha, derecha es izquierda. Tirar de la lengüeta derecha justo sobre tu hombro. Apuntar hacia el gigante JP en el suelo, lo cual podía ahora casi ver, grabado en el césped. No golpear los árboles. Por el amor de Dios y de tus piernas, no golpees los malditos árboles, Bee. Wolf se movió para soltar mi mano, dado que era el primero en abrir el paracaídas, pero algo en mí apretó su mano fuertemente, instándolo a quedarse. Instándolo a que se quedara aquí conmigo.
Me miró, y por una vez, el fuego en sus ojos fue cálido. No ardiendo, no fuego hirviente, solo un gentil calor, y aun cuando éramos enemigos, aun cuando prometimos odiarnos uno al otro, no pude evitar sino dejar que ese calor me calentara desde el interior. Me hacía sentir como que todo iba a estar bien. Lo solté, y apartó su mano de la mía y se alejó de nosotros. Abrió su paracaídas y nuestra velocidad de caída rápidamente lo dejó atrás. Burn me señaló con su mano libre y solté la mano de Fitz. Wolf lo hizo lucir fácil, la repentina pérdida de los otros tres cuerpos estabilizadores fue enorme. Estaba por mi cuenta otra vez, en el amplio y cruel cielo, el viento listo para lanzarme alrededor. Si fallaba estaría muerta. Finita. Terminada.
Lengüeta del lado derecho, repetí. La jalé fuerte, pero nada sucedió. El pánico apretó mi garganta, hasta que respiré profundamente.
La mamá de los Blackthorn tenía razón, no era la caída lo que era difícil. Era el aterrizaje.
Podía hacerlo. Tenía que hacerlo.
La cálida mirada de Wolf se reprodujo de nuevo como un eco en mis párpados.
Todo estaría bien.
Jalé otra vez con todas mis fuerzas e instantáneamente sentí el tirón hacia atrás mientras el paracaídas se desplegaba. Mi cuello protestó con un ligero tronar por el latigazo y la sensación de todos mis órganos cayendo de vuelta en su lugar fue bizarro, aunque bienvenida. Ahora solo estaba flotando, haciendo lentamente un arco sobre los bosques y las casas. ¿Ese era nuestro pueblo debajo de mí? Podía ver autos moviéndose en un flujo constante, personas siguiendo con sus vidas.
Seguí respirando, dentro y fuera, mis ojos buscando el patrón enorme de JP en el césped. Lo vi, grabado en un campo distante, el helicóptero estacionado en él y tiré de mi lengüeta izquierda. Mi paracaídas se inclinó un poco, atrapando el viento en un ángulo diferente y conduciéndome hacia él. Pude ver el paracaídas de Wolf mientras tocaba el suelo y la tela se arrugada por la falta de aire. Lo logró. También lo lograría.Lo vi esperándome, recogiendo su paracaídas. Tiré de la lengüeta izquierda más fuerte y el suelo estuvo repentinamente mucho más cerca. Entonces todo a la vez, mis pies golpearon el suelo, y comencé a correr, la fuerza de mi impulso llevándome hacia adelante hasta que finalmente el paracaídas se desinfló y mi carrera se acabó. Sentí a alguien tirando de él y me giré para ver a Wolf ahí, sus lentes de protección removidos y su cabello soplado por el viento hasta el infierno y de regreso.
—Lo lograste —dijo, desatando el paracaídas por mí así podría en verdad moverme sin arrastrarlo.
—No suenes tan feliz —dije—. Significa que sigo siendo una espina en tu costado.
Sonrió engreídamente.
—No lo preferiría de ninguna otra manera.
Era raro, los dos sonriéndonos como algún tipo de idiotas. Pero la adrenalina estaba bombeando a través de mí tan fuerte y rápido que no pude evitar mi sonrisa y aparentemente él tampoco pudo. Le ayudé a traer los paracaídas al hangar, añadiéndolos a una gran pila. De repente el estrés de todo me atrapó y mis piernas se sintieron demasiado débiles para incluso quedarme parada. Colapsé sobre la pila de paracaídas.
—¿Estás bien? —preguntó Wolf.
—Estoy bien, solo… abrumada, supongo. Eso fue increíble.
—Pero estabas tan asustada —añadió.
—Obviamente. —Exhalé.
—¿Valió la pena el miedo?
Miré fijamente hacia las vigas, luego a la forma en que el sol se movía sobre su rostro. Sus ojos jade se volvieron casi traslucidos en el tenue verde dorado como el de las hojas de una delicada planta. El sol siempre hacía que sus rasgos lucieran más atractivos, exasperantemente atractivos, y disfrutaba de ello como lo hace un león; descuidado y real.
—Sí —decidí finalmente—. Creo… creo que las cosas más importantes en la vida, las cosas que vale la pena hacer, siempre dan miedo. Al principio.
—¿Como qué? Me ruboricé.
—¡No lo sé! Como… como competir en algo. O confesarte con alguien. Siempre da miedo, pero entonces lo haces y resulta ser lo mejor que has hecho en la vida.
—¿Incluso si no ganas?
—No se trata de ganar. Se trata de intentar. De vivir al máximo, sin arrepentimientos.Wolf se rió, pasando sus dedos por su cabello.
—¿Qué es tan gracioso? —exigí. No respondió, su risa se fue desvaneciendo. Desde las puertas abiertas del hangar, vi a Fitz aterrizar y colapsar en el césped sobre sus cuatro extremidades. Burn aterrizó suavemente poco tiempo después, ayudando a Fitz a levantarse y a desamarrar su paracaídas. Wolf los miró caminar hacia nosotros, su voz suave.
—Le habrías gustado —dijo.
—¿A quién?
—A nuestra mamá.
El silencio entre nosotros siempre se sentía tan pesado, pero este de algún modo fue gentil.
—Gracias —dije finalmente—. Por dejarme hacer esto con ustedes.
Wolf me ofreció su mano, y me detuve. Si la tomaba, ¿todavía seríamos realmente enemigos? Los enemigos no se ofrecerían a ayudarse unos a otros. Los enemigos no se llevaban a hacer paracaidismo en el cumpleaños de su madre fallecida. Los enemigos no se ríen los unos con los otros. ¿Exactamente qué éramos ahora Wolf y yo? ¿Y por qué lo que fuéramos me importaba tanto?
Tomé su mano, y me levantó con facilidad. Terminé parada un poco demasiado cerca cuando me alzó, y por un momento no pude respirar, nuestros pechos casi tocándose.
—Wolf, tú…
—Se está volviendo más fácil —murmuró—. Tocar a las personas. Todavía es difícil hacerlo con alguien más, pero contigo…
—¡Wolf! —Fitz vino corriendo hacia nosotros, una enorme sonrisa en su rostro—. ¿Me viste? ¡Aterricé como en esa película de James Bond!
Cada gramo de miedo se había ido de Fitz, aunque mientras se acercaba podía ver que estaba temblando. La adrenalina claramente tenía un efecto vertiginoso en él. Puso un brazo alrededor de mi hombro y me atrajo hacia él.
—Me viste, ¿cierto, Bee? Manejé todo eso como el agente especial más tranquilo del mundo.
—Como si hubieras nacido para hacerlo. —Sonreí.
—Tan valiente —dijo Wolf sin emoción, y Fitz lo señaló acusatoriamente.
—Cállate. Al menos intento superar mis miedos, en vez de revolcarme en ellos.
—Wolf lo está intentando, Fitz —hablé—. A su propia manera. Todos lo intentan en formas diferentes, a ritmos diferentes, ¿está bien?
—Bueno, no tiene que hacerlo con una actitud de soy-mejor-que-tú.
—Simplemente así es como es él. —Suspiré—. Eso lo sabes.
—Casi suena como si Bee conociera mejor a tu hermano que tú, Fitz —dijo Burn mientras se acercaba.—Oh déjalo. —Fitz puso sus ojos en blanco y se quitó su pantalón sintético y chaqueta, botándolos en la pila de paracaídas—. Estaré esperando en el auto. Volvamos a la civilización antes de que olvide cómo usar un tenedor.
Burn hizo un falso saludo mientras Fitz salía. De repente, la puerta de la pequeña oficina se abrió y Jakob salió, aplaudiéndonos.
—¡Mírense! ¡Todos en una pieza! —Me sonrió—. Vi tu aterrizaje desde la ventana; eres natural.
—Gracias. —Sonreí—. Fue aterrador al principio, pero entonces una vez que golpeas el cielo abierto, como que…
—¿Olvidas todo lo que está pasando en tu cabeza? —Jakob rió—. Sí. Esa es la razón por la que lo hago. Es por eso por lo que mantengo este lugar funcionando, así otras personas también pueden experimentar esa sensación.
—Bueno, gracias —dije—. Por todo. Fue una experiencia increíble.
—Cuando quieras. Son bienvenidos aquí en cualquier momento, eres mucho más educada que cualquiera de los Chicos Perdidos. —Movió su cabeza hacia Burn y Wolf, y me reí. Nos quitamos nuestras ropas sintéticas y nos dirigimos de vuelta al auto, mi brazo moviéndose locamente mientras decía adiós a Jakob. Wolf se sentó conmigo en el asiento trasero, Fitz se subió al frente jugando con las estaciones de música mientras Burn conducía. Fitz se detuvo en algo de música country cursi y simuló tocar el banyo en un semáforo. La pareja mayor en el auto junto a nosotros disparó miradas desagradables a Fitz, pero eso solo lo hizo imitar con más esfuerzo que estaba tocando. Me uní con otro banyo y Fitz se río mientras Burn aceleraba y los dejaba en el polvo.
La carretera al anochecer era hermosa, la luz rosada hacía al camino lucir como un masivo listón de terciopelo moviéndose sobre las colinas. Solo unos pocos autos estaban en el camino, parpadeando rojo y blanco en el aire del crepúsculo. Estaba el olor de los pinos frescos tan verdes y vivos que casi podía saborearlos. Era una noche hermosa. Todo lucía diferente desde el cielo, pero al mismo tiempo me hacía estar agradecida de ver la belleza de todo ellos desde el suelo, desde cerca.
Miré a Wolf. Tenía un codo en la puerta del auto, su mano acunando su barbilla. El viento jugaba con su cabello, sus ojos clavados en algo en la distancia. Estaba pensando. ¿En su mamá? Tal vez. ¿En su problema? Tal vez. Quería saber lo que estaba pensando, preguntarle. Sabía que no me diría. Y odiaba ser esa persona, la que metía su nariz en los asuntos de los demás.
Pero supongo que era demasiado tarde para eso. Era exactamente quien era.
Bajé la mirada hacia el cuero café de los asientos entre nosotros. Mi mano descansaba en un costado del asiento del medio, la suya en el otro. Solo unos pocos centímetros más y…
Levanté mi mirada para ver a Wolf mirándome mirar nuestras manos. Sentí una ola de calor pasar por mis mejillas.
—No estaba…—¿Solo una vez más? —preguntó, su voz suave. Giró su mano con la palma hacia arriba, como si estaba esperando la mía.
—Pero…
—Lo sé. Dijiste que nunca me ayudarías de nuevo. Y es tu derecho. Pero no he sido capaz de dejar de pensar en… —Se interrumpió y negó—. No. Tienes razón. No importa.
Su mano comenzó a cerrarse, y me apresuré y encontré su palma con la mía. El rostro de Wolf lució sorprendido, completamente confundido.
—Solo una última vez —repetí, fuerte, como si eso lo hiciera real y final. Sonrió.
—Una última vez.
El sol dijo su último adiós y la luna dijo su primer saludo. Wolf curvó sus dedos, vacilando, lentamente, entre los míos, ambos encajábamos juntos como piezas de un rompecabezas. Era cliché. No estaba bien que los enemigos hicieran esto. Había cien cosas mal con ello y, sin embargo, se sentía absolutamente perfecto. El calor de su piel, la sensación de sus dedos, la suave música que Fitz decidió, el frío del viento, su sonrisa, este era un momento que quería recordar por el resto de mi vida. Incluso si solo era para ayudarlo. Incluso si no significaba nada. Incluso si era falso, una forma de hacer que yo le gustara, una forma de mantener mi beca, aun así, podría mantener este momento para mí.
Todos los recuerdos que intenté borrar acerca de él regresaron flotando y este se unió a ellos.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Que cosa con el papá de los chicos, ese hombre está urgente para ir a un psicologo; como culpa que su hijo hubiese estado enfermo y su mamá lo atendiera, era su mamá obvio haría eso
Me alegro que Wolf esté trabajando su fobia con Bee..
Esa descripción del salto del paracaídas me hizo sentir como si estuviera allí jajajajaja noo que miedooo el corazón se me fue a la boca
Me alegro que Wolf esté trabajando su fobia con Bee..
Esa descripción del salto del paracaídas me hizo sentir como si estuviera allí jajajajaja noo que miedooo el corazón se me fue a la boca
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Capítulo 12
En verdad que no tenía una pequeña esperanza de que no fuera gay… aunque no lo es, solo bisexual personalmente me cuesta mucho comprender eso… o te gusta los hombres a los 4 vientos o te gustan las mujeres, pero los dos es un poco extraño…
Puede que Mark se allá suicidado y esa es la carga que trae encima Wolf…. Al no poder ayudarlos, aunque intento hacer todo lo posible… como lo hace actualmente Bee con su papa.
Bee al parecer está al medio de todo el conflicto familia y el problema que ella aún no se da cuenta de ello... Esta tan obsesionada con su meta de llegar a la universidad, que no se da cuenta de lo que pasa en el ahora y lo que en realidad la rodea.
El papá de los chicos ya no me está simpatizado creo que solo utilizado a los demás para evitar acercarse el mismo a sus hijos...
Capitulo 13
Definitivo no me gusta el papa de los chicos, este hombre en verdad no sabe como ser padre... al final de cuenta la perdida de la mama fue por un accidente, nadie tiene la culpa por ellos...
Bee esta viviendo cosas con los hermana que la están haciendo crecer como persona, al conocerlo se da cuenta que el dinero no compra la felicidad y que el ocasiones para ellos eso es mucha las difícil y lejano que no es para ella... Lastimas que los motivos reales no sean los correcto y mas aun creando una relaciones de confianza con los tres... aunque mi preocupación esta mas con Wolf que se esta abriendo a esta nueva oportunidad, de forma ciega.
Como que los capítulos están mas largo...
En verdad que no tenía una pequeña esperanza de que no fuera gay… aunque no lo es, solo bisexual personalmente me cuesta mucho comprender eso… o te gusta los hombres a los 4 vientos o te gustan las mujeres, pero los dos es un poco extraño…
Puede que Mark se allá suicidado y esa es la carga que trae encima Wolf…. Al no poder ayudarlos, aunque intento hacer todo lo posible… como lo hace actualmente Bee con su papa.
Bee al parecer está al medio de todo el conflicto familia y el problema que ella aún no se da cuenta de ello... Esta tan obsesionada con su meta de llegar a la universidad, que no se da cuenta de lo que pasa en el ahora y lo que en realidad la rodea.
El papá de los chicos ya no me está simpatizado creo que solo utilizado a los demás para evitar acercarse el mismo a sus hijos...
Capitulo 13
Definitivo no me gusta el papa de los chicos, este hombre en verdad no sabe como ser padre... al final de cuenta la perdida de la mama fue por un accidente, nadie tiene la culpa por ellos...
Bee esta viviendo cosas con los hermana que la están haciendo crecer como persona, al conocerlo se da cuenta que el dinero no compra la felicidad y que el ocasiones para ellos eso es mucha las difícil y lejano que no es para ella... Lastimas que los motivos reales no sean los correcto y mas aun creando una relaciones de confianza con los tres... aunque mi preocupación esta mas con Wolf que se esta abriendo a esta nueva oportunidad, de forma ciega.
Como que los capítulos están mas largo...
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
@berny_girl Sii, están bien largos los capítulos, el tema es que encuentro que en un solo capítulo la autora pone demasiada información
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
IsCris escribió:@berny_girl Sii, están bien largos los capítulos, el tema es que encuentro que en un solo capítulo la autora pone demasiada información
Totalmente de acuerdo contigo... como que dio muchas vueltas al inicio, y ahora en la recta final quiere abarcar demasiado... aunque aun creo que falta mucho por descubrir de estos chicos.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
Fecha de inscripción : 05/01/2020
Edad : 61
Localización : Broward Florida
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
14
Wolf
Odio competir.
Lo que hace el hecho de que esté nadando en las semifinales del condado hoy un poco raro.
Tengo que estar aquí, es parte de ello. Ese es uno de los requerimientos cuando te unes al equipo de natación. Estiro mi cuello mientras la entrenadora le grita a alguien que deje de estirar mal sus pantorrillas. La piscina entera está ajetreada con actividad; las gradas están llenas y las otras tres escuelas compitiendo además de nosotros, están haciendo todo tipo de calentamientos. Un espíritu particularmente empresarial trota alrededor vendiendo dulces y palomitas y bebidas a las familias animando de los miembros en las gradas. Es un día cálido fuera de lo común… probablemente el último que tendremos por un tiempo.
Todos están al borde. Puedo sentirlo desde aquí; los chicos mirándose de reojo, riendo nerviosamente en sus grupos mientras se apiñan y hablan sobre quién parece el más rápido, el más duro. Reconozco a algunos de ellos… las escuelas públicas tienen tantos atletas talentosos como Lakecrest. Esa es la belleza de los deportes amateur; no importa cuánto dinero tengas, siempre va a haber alguien mejor. Alguien que entrene más duro. Alguien que tenga más talento natural. Reconozco a uno de los chicos de la secundaria Redtree. Es uno de último curso que batió el récord de los cincuenta metros mariposa el año pasado.
—¡Blackthorn! —grita la entrenadora—. James no está en su mejor forma. Te toca hacer los doscientos metros braza.
Genial. Justo cuando dice eso, el locutor empieza con la introducción. Llama para los doscientos metros braza primero, y me levanto y muevo hacia las plataformas. Me pongo mi gorro de natación y gafas. Los otros chicos parecen motivados y concentrados como el infierno, y aquí estoy yo, solo queriendo superar este encuentro con lo menos posible de estrés. Algunos saludan a sus familias en las gradas, que les animan en respuesta. Sería agradable si alguien estuviera aquí así para mí. Pero papá nunca vino a esto. No es que esperaba que lo hiciera, era un hombre ocupado lleno de ocupaciones haciendo dinero. No es que quiera que lo haga. Simplemente observaría altivamente, nunca aplaudiendo o animando, y haría algún comentario hiriente de pasada sobre cuánto debo amar este deporte, ya que hay un montón de hombres sin camiseta.
Me había rendido hace un largo tiempo esperando a que viniera.
Burn y Fitz lo hacen, en cambio. Bueno, Burn lo hace. Le gusta verme competir. Fitz es un poco menos entusiasta al respecto… prefiriendo sus ordenadores al sol y el ejercicio. Pero hoy los miro llegar a las gradas; Fitz con una demasiada gruesa capa de crema solar y unas enormes gafas de sol puestas. Incluso lleva un paraguas negro para protegerse, la reina del drama. Burn es mucho menos quisquilloso… solo una botella de agua.
Mis ojos se amplían cuando una persona más aparece y se sienta con ellos.
Bee, cargando crema solar y pareciendo un poco perdida, sentándose junto a Fitz. Él le hace sostener su paraguas. Por suerte, están en la hilera más alta de asientos, de lo contrario, la gente se quejaría. Como la última vez. Donde sea que Fitz va, resulta en quejas. Pero ella sostiene su paraguas sin alboroto, riéndose de algo que él dijo. Burn le ofrece su agua, pero ella niega. Todos me ven mirando en su dirección y empiezan a animar, pero no puedo entender una palabra de lo que dicen. No ayuda que la sonrisa de Bee me haya hipnotizado.
—¡Nadadores, a sus marcas!
La voz del árbitro me sacude, pero apenas. Mi sangre está resonando en mis oídos, mis latidos tan rápidos que podría haber jurado que ya nadé los doscientos metros dos veces.
—¡Preparados!
Los otros chicos se inclinan, tocando el tablero con sus dedos, y hago lo mismo. No soy competitivo en absoluto.
Entonces ¿por qué de repente siento la urgencia de aplastar a todos y ganar?
—¡YA!
El sonido de la bala de fogueo me impulsa hacia delante. Me sumerjo en el agua, usando todos mis músculos para llevarme al final. El agua salpica por todas partes, mi visión es un borrón de olas y turbulencia. Golpeo el final de la piscina duro y giro bajo el agua, disparándome hacia la siguiente vuelta. Mis pulmones arden, cada inhalación es como fuego en mi garganta. Solo soy yo. No puedo ver a nadie más, o cuán adelantados están. Solo puedo ver el agua. Solo puedo oír el rugido de la multitud cuando giro, el resto del tiempo estoy bajo el agua, con solo el silencio acuático y pequeñas salpicaduras.
Esta es la cosa que más me gusta sobre nadar… se convierte en solo yo. Se siente como si fuera el único en la piscina. Todo lo demás simplemente desaparece; mis preocupaciones, mis miedos, mi pasado persiguiéndome. Todo se derrite en el agua. Solo soy yo, y el ardor de mi cuerpo, y el pensamiento de los ojos de Bee sobre mí.
Tres vueltas menos. Queda una.
Mis pulmones me ruegan que me detenga, pero los presiono más duro. Más rápido. Estoy casi al final, puedo sentirlo. Y entonces mis dedos tocan el metal del sensor, y salgo por aire hacia un sonido ensordecedor. La multitud anima, y salgo del agua. Encuentro los ojos de Bee en la multitud, su sonrisa emocionada bajo el sol de la mañana tan hermosa que de repente me cuesta incluso respirar más. Me está sonriendo. Por mí. ¿Es esta la primera vez que la he hecho sonreír? Porque se siente como la primera.
Los gritos del locutor se difuminan, y el brazo de la entrenadora alrededor de mi hombro es la única cosa que me aparta de la multitud.
—¡Cristo, Blackthorn! ¡Eso fue increíble! ¿Dónde te estabas escondiendo tanto tiempo en la práctica? ¡Rompiste el récord del estado!
Parpadeo el agua de mis ojos.
—¿Qué?
—¡Mira!
Hace un gesto hacia el marcador que muestra 2:13.36.
—¡El récord mundial para juveniles es 2:09! Maldita sea, Blackthorn, ¡podrías tener lo que nos lleve a la final!
Debería estar feliz. Debería estar orgulloso. Pero todo en lo que puedo pensar es en Bee. La entrenadora me sienta para la siguiente ronda. Mi equipo parece menos que emocionado de que lo haya hecho bien, pero no me importan. Mientras bebo agua, Burn y Fitz se levantan de las gradas y corren hacia mí, Bee siguiéndolos.
—¡Mierda, Wolf! ¡Eras como un rayo! No es que haya rayos en el agua, o morirías… —Fitz se interrumpe—. Estoy tan orgulloso de mi pequeño hombre sirena. Mírate, todo crecido.
Burn simplemente me sonríe, sus ojos arrugándose de esa manera especial. Y Bee, tan sonriente como está, de repente parece tímida. Pone sus ojos en mi rostro determinadamente, sus propias mejillas rojas.
—Buen trabajo.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir? —Sonrío.
—Casi parecía como si estuvieras siendo perseguido por tiburones. —Se las arregla para medio insultar. Le doy una mirada de “no está mal”.
—Puedes hacerlo mejor.
—Tú… —Su mirada baja por mi cuerpo, alzándose rápidamente. Una oleada de caliente orgullo cosquillea en mi piel.
—Lo siento, ¿te estoy distrayendo? Deja que me ponga una camiseta.
Su rostro se pone rojo remolacha mientras me pongo mi camiseta. Fitz silba sugerentemente y le dirijo una mirada fulminante.
—¿Qué? ¿Ustedes dos son los únicos que pueden disfrutar de su propio flirteo?
¡Resulta que estoy hambriento por entretenimiento todo el tiempo! —anuncia Fitz. Burn pone los ojos en blanco y toma a Fitz por el codo.
—Estaremos en las gradas —dice. Fitz se queja todo el camino mientras es arrastrado de vuelta a su asiento. Bee resopla.
—Fitz dijo que no esperaba mucho de ti.
—¿Lo hizo? —pregunto, odiando lo mucho que mi voz se rompe.
—Al parecer no ganas nada. Uh. Nunca.
—Me sentía como para ganar hoy —digo. Se ríe en voz baja.
—Solo un poco.
La gente nos pasa, mi equipo entre ellos, y de repente Bee tropieza. Su pie resbala con el cemento mojado y se tambalea hacia el agua. En lo que se siente como cámara lenta, extiendo mi mano por ella, agarrando la mayor parte que puedo encontrar como su cintura, y la atraigo hacia mí. Estamos presionados, pecho contra pecho, por un breve momento, nuestra respiración dura y en sincronía. Está tan cerca que puedo olerla; crema y vainilla.
—Gracias —dice sin aliento—. Pero empiezo a odiar este hábito tuyo en el que me salvas de cosas.
Nos separamos rápidamente… demasiado rápido. Mis manos están temblando, el terror de sostener a alguien tan cerca de golpear. Hago mis manos puños para que no pueda verlo.
—¿Qué sucedió? —pregunto.
—Creo… —Mira alrededor—. Creo que alguien me empujó.
Fulmino con la mirada a mi equipo, todos los cuales nos observan de cerca. Alejan los ojos cuando los miro, y eso confirma su culpa. La mayor parte, de todos modos.
—Es mi equipo —admito—. Están siendo imbéciles.
—¿Por qué?
—Porque le di un puñetazo a uno de los mayores.
—Uh, ¿po…?
—Si preguntas por qué de nuevo…
—De acuerdo, bien. —Se ríe temblorosamente—. Lo entiendo. Probablemente tenías una buena razón.
—¿Cómo supones eso? Se encoge de hombros.
—Tenías una buena razón sobre la tarjeta roja a Eric, así que. He aprendido a no detenerme automáticamente a pensar que todo lo que haces es por tu propia ganancia.
—¿Qué hay sobre Fitz? Le di un puñetazo en la fiesta.
—Bueno, estaba más o menos… incomodando realmente las cosas. Entre nosotros. Uh, deduciendo cosas equivocadas. No voy a decir que me alegró que se pelearan, pero estaba bastante incómoda hacia el final allí.
—¿Te pone incómoda? —Frunzo el ceño. Se ríe de nuevo.
—Sí. Cuando la gente intenta… emparejarte con alguien, ¿sabes?
Especialmente si esas personas no se gustan en absoluto.
—No se gustan en absoluto —repito, mi pecho desinflándose—. Correcto.
—Pu-ta mierda. ¿Es ese quien creo que es?
La voz me congela en seco. Vuelvo mi cabeza lentamente, tan lento, mientras un chico de cabello castaño con gafas y una camisa a cuadros se acerca. Su rostro es un poco mayor, un poco más maduro, un poco más lleno, pero lo recuerdo igual. Lo recuerdo con ardiente claridad. Memoricé ese rostro cuando dormía, cuando hablaba, cuando sonreía. Cuando se enojaba.
No puede ser él.
Con cada paso que da hacia mí, me siento a punto de vomitar, a punto de huir.
Es él.
No puede estar aquí, pero es él.
—Mark. —Exhalo. Los ojos de Bee se amplían.
—¿Ese es Mark?
—Oí que el equipo de natación de Lakecrest estaba compitiendo, pero no tenía idea de que también estabas en ello, Wolf. Solo estoy aquí para animar a mi hermano en su nuevo equipo. Redtree, ¿sabes? —Mark me sonríe. Evito sus ojos hasta que aleja la mirada. Burn y Fitz están en las gradas, discutiendo. No lo han visto aún. Si no se va, lo atacarán. Y no será bonito.
Si no se va, me romperé. Y no será bonito.
Cuando no respondo, Mark mira a Bee de arriba abajo.
—¿Y quién es tu amiga? Es linda, si te gustan del tipo tímido. Bee frunce el ceño.
—Raro. Es casi como si estuviera justo aquí, o algo. Mark se ríe.
—Oh, lo siento. Eso fue grosero de mi parte. Soy Mark. Amigo de Wolf. Ex amigo, si somos completamente honestos. ¿Y tú eres?
—No es asunto tuyo —mascullo. Mark me dispara una mirada de sorpresa.
—Vaya, vaya, vaya, deja a la dama hablar por sí misma. —Extiende un brazo para ponerlo alrededor de su hombro, pero mi cuerpo se mueve por instinto. Me
pongo entre ellos, obligando a mis hombros a dejar de temblar, obligándome a mirarlo a los ojos, solo por esta vez.
No puedo seguir asustado.
No cuando está a centímetros de ella.
—Retrocede —logro decir. Mark parpadea un par de veces, atónito, entonces es todo sonrisas de nuevo. Solo así. Cambiando. Siempre cambiando entre estados de ánimo en el exterior, compensando por el páramo muerto en su interior.
—No has cambiado en absoluto. —Mark me sonríe—. Todavía pretendiendo ser duro, ¿eh?
—Si no hay nada más. —Bee carraspea—. Deberías irte, Mark.
—Oh, hay más, cosita linda. —Mark le sonríe—. No me digas que te ha atado con su rostro de chico lindo. Sabes que es maricón, ¿cierto? Gay. Un enorme jodido maricón al que le gustan las pollas…
Oigo el choque de carne con carne y veo a Mark golpear el suelo, pero cuando me vuelvo para ver quién lo hizo, no puedo creer completamente que sea Bee. No puede ser Bee, con su puño levantado, sus ojos brillando con infame rabia. La multitud enmudece, todos congelados en el momento. Y entonces ataca.
Beatrix Cruz, de uno sesenta de estatura, salta al pecho de Mark y lo golpea con sus puños.
Y entonces Mark hace algo que nunca, ni en un año entero de conocerlo, le oí hacer.
Grita con dolor.
Es el pie para que la multitud empiece a moverse enfurecida, para que el árbitro sople su silbato y Burn y Fitz aparten a Bee de Mark. Mark se levanta temblorosamente, su nariz sangrando y sus ojos disparándome dagas. Conozco esa mirada. Quiere más que nada desquitarse conmigo, de alguna manera, en cualquier manera que pueda.
Incluso después de dos años, no ha cambiado. Todavía soy su chivo expiatorio. En lo más profundo de mi corazón, pensé que cambiaría. Pensé que al menos empezaría a verme como una persona después de defenderme por mí mismo. Pero no. La mirada en sus ojos confirma eso; una mirada que me dice que no soy nada más que basura para él.
Alguien se para delante de mí, con sus brazos extendidos, Bee, tan baja como es, levanta su barbilla.
—No le mires —gruñe—. Lárgate. Lejos de aquí. Nunca quiero verte alrededor de Wolf de nuevo.
—Estoy aquí por mi hermano —espeta él—. Así que puedes joderte.
—¡Suficiente! —grita la entrenadora—. Wolf, estás en el banquillo por el resto de las competiciones de todos modos. Vete, antes de que castigue a tu amiga con detención.
—Él es el que… —Bee lucha con las palabras, señalando acusadoramente a Mark—. Es el que lo llamó…
Si se queda, me quedo, no hay duda en lo que haré. O lo que ella hará, al parecer. Y Burn y Fitz están fulminando con la mirada a Mark tan duro que es como si intentaran prenderle fuego.
Pongo mi mano en su hombro y bajo mi voz.
—Bee, vamos. Déjalo. Se gira para mirarme.
—¡No tenemos que irnos! ¡No es justo!
—Y no estoy a punto de verte ser castigada —digo—. Por defenderme. Ahora vámonos.
—Helado —accede Burn, sin retirar sus ojos ni una sola vez de Mark —Yo invito.
—Sabes que puedo tener tu proveedor de internet en siete minutos, ¿correcto?
—Fitz le dice a Marck mientras nos alejamos—. ¡Espero que te gusten las cuentas bancarias congeladas!
—Fitz —siseo —Es suficiente.
—¡Oh, vamos, Wolf! Apenas estaba empezando. Qué es una inofensiva amenaza electrónica entre amigos, ¿eh?
—No es tu amigo —dice Bee, con dureza—. No es amigo de ninguno de nosotros.
Nunca.
Fitz suspira, girando su sombrilla negra con un ademán ostentoso.
—De acuerdo, Señorita Peleadora de la MMA.
—No soy una peleadora de la MMA, idiota.
—Díselo al golpe que tumbó a ese cabrón homofóbico en su trasero. —Fitz sonríe.
—Espero que ella rompa su nariz —concuerda Burn.
—De acuerdo, es suficiente. —Exhalo—. Solo vámonos.
—¿A dónde? —pregunta Burn.
—A cualquier lado. Cualquier lugar muy lejos de aquí.
—¿Qué tal esa tienda Haagen-Daaz en el norte?
—Bien.
Fitz canturrea un millón de veces mientras entra en el convertible de Burn. Bee parece vacilante, luego se voltea hacia mí mientras me coloco mi casco y zapatos.
—¿Puedo… ir contigo?
Quiero decirle que se vaya con Burn. Que permanezca lejos de mí. Mark la conoce ahora. La ha tocado con sus sucios zarcillos de odio y veneno. Quería mantenerla alejada de eso. Quería mantenerla a salvo de eso.
De mi pasado Asiento.
—Sí.
Le paso un casco, y pronto estamos en la carretera, la moto de mamá devorando el pavimento. En un semáforo, un cálido par de brazos delgados se cierran vacilantes alrededor de mi cintura, y siento la presión y el calor de su pecho contra mi espalda.
—¿Está bien? —pregunta. Espero los temblores en mis manos. Son pequeños, tan pequeños en comparación con lo que eran hace solo unos minutos. Ella no es Mark. Ella no me hará daño. Eso está claro.
Sé eso con seguridad.
Asiento, y descansa su cabeza sobre mis omoplatos, el peso y la calidez de ella es mejor que cualquier repiqueteo en mis dedos.
Beatrix
Una semana después de lo que Burn, Fitz y yo nos hemos estado refiriendo como “la cosa de la alberca” Fitz me piratea.
Supongo que decidió que era una buena recompensa por defender a su hermano de su abusador, pero francamente, no podía entender la lógica. No es que entienda la lógica de lo que sea que salió mal ese día, no podía entender el horrible y discriminador odio de Mark. No podía entender por qué los encargados de la piscina no lo vaneaban por ser tan horrible en lugar de pedirnos que nos fuéramos. No podía entender por qué Wolf me dejó montar en su moto con él de nuevo, esta vez prácticamente abrazándolo.
Pero si hay una cosa que aprendí con la enfermedad de papá, es que tal vez no necesito entender. Tal vez solo necesito estar ahí.
Así que sí, Fitz me hackeó. ¿Y qué hizo con sus poderes algorítmicos sobre mi medio de vida computacional? Hizo de mi fondo de escritorio completamente una imagen de una pizza con un maíz.
Al instante supe que fue él. Le envíe un mensaje de texto.
Lindo.
Contestó un milisegundo después con una cara sonriente.
^_^ sabía que te gustaría.
¿Qué lo inspiró?Le pregunté a Burn con qué hackearte y él me dijo que “algo inquietante” así que hice lo mejor que pude.
Es cierto, es el epítome del horror. Has encontrado mi única debilidad. Maízen la pizza, Mizza.
O porno.
No, gracias. Mizza es ligeramente mejor.Eres un aguafiestas.
Y tu mensajeas como si estuvieras en secundaria.Ahorra tiempo. También, me detiene de verme como un enorme imbécil corrector de gramática como tú.
Justo, justo.Así que tú y Wolf se están volviendo íntimos. ¿Eh?
¿A qué te refieres?Te fuiste con él la semana pasada. Además, Burn dijo que los vio agarrándose de la mano en la parte trasera del auto después de tirarse del paracaídas.
El latido se disparó. Traté de cambiar la imagen de mi escritorio a la imagen de una cesta de gatitos que solía ser, pero no pude acceder a mi panel de control. Todo lo que obtuve fue una pantalla congelada. Dejé escapar un suspiro y mi teléfono vibró de nuevo.Estoy manteniendo tu computadora como rehén hasta que lo confirmes o lo niegues.
Ugh, bien. Si. Nos tomamos de la mano.¡¿No estas súper emocionada por eso?!
Sí, pero. Es solo difícil.Si, dah. Así es el amor.
Puse los ojos en blanco, pero el pozo de terror en mi estómago solo creció. Estuvo bien, dejarlo creer lo que quería mientras hacía todo el reconocimiento para su padre. Pero ¿qué hay después? Me había enterrado tan profundamente en la vida de estos hermanos, que dudaba que fuera capaz de desenredarme tan fácilmente cuando llegara el momento. Ellos saldrían lastimados.
¿Y yo qué? ¿Qué es lo que quiero? Quería mi beca segura. Quería graduarme del prestigioso Lakecrest. Y quería ir a NYU. Pero en algún momento a lo largo del camino, Fitz y Burn, al menos, se habían convertido en mis amigos. Amigos que me convencí de que nunca extrañaría el tenerlos. Wolf era, a pesar de nuestro compromiso de odiarnos, importante para mí. No era así como se suponía que fuera, se suponía que fuera fácil, superficial. Se suponía que no se convertiría en algo... real.
Odiaba a los creídos y malcriados hermanos Blackthorn. Ellos me odiaban Esa era la forma en que se suponía que era.
Una parte de mí daría cualquier cosa por volver al primer momento en que Wolf me dio mi tarjeta roja. Solo hacer todo de nuevo. Pero ese no era el presente. Eso fue el pasado. Y tuve que ponerme mis pantalones grandes y abrocharme el cinturón para el viaje accidentado del futuro.
—¿Bee?
El golpe en mi puerta me hizo alzar la mirada. Apagué la computadora rápidamente, no quería que mi madre me hiciera preguntas de por qué una Mizza era mi imagen de escritorio.
—Adelante —dije, abriendo un libro de texto para parecer ocupada.
Abrió la puerta, entrando con pasos cautelosos y una sonrisa nerviosa. Pude haber recibido mis rasgos físicos de papá, pero mamá y yo éramos iguales en lo que respecta a las emociones, ambas éramos una mierda para ocultar cómo nos sentíamos. Podría decir que se sentía culpable por haber salido tanto, y esto era su pasar tiempo conmigo para aplacarlo.
—Hola —dijo ella—. ¿Cómo estás?
—Genial. —Señalé mi libro—. Acabo de terminar de estudiar para esta última gran prueba antes de las vacaciones de Acción de Gracias.
—¿Y cómo va la escuela?
—Es, ya sabes, lo mismo que siempre. Mamá sonrió.
—Correcto. ¿Ya sabes lo que quieres para tu cumpleaños?
—Mamá, no —gemí. Había visto las facturas en el mostrador, las cosas estaban apretadas como siempre. Sabía que no podíamos pagar nada—. No te preocupes por eso, ¿de acuerdo?
—¡Vamos, cariño, es tu cumpleaños! Cualquier cosa que quieras. Algo.
La culpabilidad matizó su voz, sonando mucho a desesperación. Quería decirle que el dinero no solucionaría el hecho de que estaba desapareciendo de mi vida últimamente. Fuera de la vida de papá.
—Solo quiero que... estés más en casa —dije—. Si eso está bien. Ese podría ser mi regalo de cumpleaños.
—Oh, cariño. —Mamá se mordió el labio. —Deseo. Deseo tanto poder estar en casa, pero con cosas como que están en el hospital, estoy cubriendo los turnos dobles.
Olfateé el aire. ¿Turnos dobles para los que ella tenía que usar perfume?
Suspiré.
—Bueno. Solo un pastel. Un pastel estaría bien.
—Necesitas regalos, cariño. No puedes solo tener un pastel. ¿Hay algo que quieras, nuevos boletos de alguna banda de chicos que pueda comprarte o uno de tus libros de magos que pueda comprarte…?
—No he escuchado a una banda de chicos en años, mamá. Y ya no leo “libros de magos”. Además, no tengo tiempo para ir a un concierto. No con esta prueba acercándose.
—Trabajas tan duro, mereces un descanso…
—Te merezco en mi vida —murmuré. Mamá se quedó quieta.
—¿Qué dijiste? —preguntó.
—Nada. —Negué—. Olvídalo.
—Cariño, si hay algo de lo que quieras hablar, yo... —En ese momento sonó su teléfono, me miró y luego lo miró de nuevo. Ondeé la mano hacia ella.
—Está bien. Contéstalo.
Mamá suspiró y levantó el teléfono, saliendo de la habitación. Su voz se desvaneció con ella.
—¿Jenny? Oye, no esperaba que llamaras tan pronto. ¿Dónde están los otros?
Oh, eso es solo bajando la calle. Seguro, me encantaría…
—¿Vas a salir otra vez? —La voz de papá vino de la sala de estar. Mamá dijo algo, demasiado bajo para escuchar, luego papá se burló—. No me des excusas, Angie. Solo vete. Es lo que quieres hacer. Lejos de mí está evitar que vivas tu vida.
—¡Siempre haces esto! —Mamá alzó la voz—. ¡Siempre me haces sentir como una mierda si trato de hacer algo por mí misma!
—Bueno, ¿cómo se supone que debo sentirme? —le gritó papá—. ¿Cuándo mi esposa no viene por una semana? Qué se supone que debo pensar, ¿eh?
—¡Se supone que me dejas tener mi espacio!
—Oh, eso es hilarante, ¡no es que ya no tengas más que suficiente espacio! Cerré mi libro de texto e hice una mueca. Siempre solían pelear en el garaje,
pero ahora está esparciéndose a la casa. Es como si no recordaran que yo existía. Me sentí enferma, y cada segundo que escuché su discusión me sentí más enferma. Agarré mi teléfono y le envié un mensaje de texto a Kristin.
¿Puedes meterme a una fiesta?
Su respuesta llegó tres agonizantes minutos más tarde.
Claro que sí
Nunca utilicé mi ventana para escabullirme, mi trasero de ratón de biblioteca nunca tuvo que hacerlo. Pensé que era estúpido e inmaduro hacer algo que todo el mundo veía en las cursis películas de adolescentes de los 80 todo el tiempo. Pero ahora tenía que hacerlo. Todo era diferente; mamá y papá eran diferentes, nuestra casa se sentía diferente. ¿Y yo? Yo era un poco diferente. Era diferente de la chica que se sentaba en su escritorio todas las noches, estudiando libros y notas. Había estado en una fiesta. Me tomé de la mano con alguien. Tenía lo que parecían amigos. Así era como la vida era para todos, normal. Y yo quería más. Todo era diferente y necesitaba normalidad como un pez sofocante necesitaba agua.Me puse la chamarra y metí el teléfono en el bolsillo después de verificar la dirección que Kristin me envió. Ni siquiera me importaba cómo me veía, solo necesitaba salir de la casa. Me volví una vez, escuchando un segundo más. La lucha se había convertido en una pelea a gritos.
Me estremecí y abrí mi ventana.
Fue bastante fácil arrastrarme, mi ventana daba al techo del garaje, y con un poco de flexión de pies y una especie de caída muerta de miedo, estaba afuera en la acera. Les di las gracias a todos los dioses que me escucharon mientras encendía el automóvil; era tan silencioso en comparación con muchos otros motores que había escuchado. Mamá y papá no se darían cuenta de que me había ido hasta que fuera demasiado tarde. Si se daban cuenta de que me había ido en absoluto.
Reprimí ese pensamiento deprimente y conduje. El auto no era convertible, pero sí bajé las ventanillas para dejar entrar el aire frío. Tal vez si las mantuviera abajo, me secarían las lágrimas cuando llegara a la fiesta.
Eso fue aún más deprimente.
Pisé el pedal del acelerador con más fuerza, viendo pasar árboles y casas, pero todavía demasiada asustada para hacer algo más allá de los cincuenta. En cierta forma entendí un poco, de repente, por qué a Burn le gustaba conducir tan rápido todo el tiempo. Era difícil pensar en otra cosa más que evitar que el auto se estrellara.
Por un momento, no estaba triste. Solo estaba tratando de seguir con vida.
La dirección que me dio Kristin fue, por supuesto, en la parte de clase alta de la ciudad, mucho más lejos de la fiesta de Riley a la que fui por primera vez, y mucho más elegante. Esta casa estaba en una colina, aislada por sí misma en una jaula dorada de vallas de hierro forjado y setos perfectamente cuidados. Ni una sola hoja de otoño quedaba en el suelo, así es como sabías que tenían dinero; dinero suficiente para pagarle a un ejército de personas para que rastrille sus jardines impecables en pleno otoño. El brillo de una piscina iluminada por la luna atrapado en la piedra blanca de la casa. Wolf estaba allí, lo sabía con certeza. Kristin me lo dijo. Algo se retorció en mi pecho al pensar en él, sobre verlo, sobre conocerlo. Estar en la misma habitación que él. Lo escribí como nervios de segunda mano y presioné el botón del intercomunicador de la puerta. Respondió una voz muy borracha.
—¿Quién está allí?
—Uh. Es Bee. La amiga de Kristin. Ella me invitó.
—Lo hizo, ¿verdad? —La voz sonaba familiar, pero estaba tan acentuada como una abuela victoriana y estropeada por la comunicación del intercomunicador que no podía decir quién era—. Bueno, supongo que te dejaré entrar. Si me das la contraseña. Me estremecí y pisoteé con mi bota.
—¡Oh, vamos! ¡Solo déjame entrar! ¡Hace mucho frío aquí!
—Contraseña, cariño.
—¡No sé ninguna contraseña!
—Oh, solo adivina. Entretenme. Esta fiesta es tan aburrida que prácticamente estoy llorando.
Ahora ESE patrón de discurso podía reconocer.
—¿Fitz? ¿Eres tú?
—¡No sé nada de este “Fitz” del que hablas! —La voz se ofendió—. Soy... la señora Pennyworth, una joven viuda deliciosamente rica y sin absolutamente ninguna pista sobre los colores del sombrero de campana o los estándares morales.
—Fitz, ¿estás bien? —pregunté—. Suenas realmente borracho.
—Pennyworth, cariño, el nombre es ¡Pennyworth!
—¿Esa es la voz de Bee? —Escuché una voz más profunda decir—. Muévete.
—¿Cómo te atreves a molestar a una viuda rica?
La voz de Fitz se desvaneció, reemplazada por una más profunda.
—Está abierto.
—¿Burn, eres tú?
—Sí. Llega antes de que te de hipotermia.
—Gracias.
Estacioné el auto en el pasto con el resto de los resplandecientes BMW y Jaguares, y me dirigí a la puerta principal. Burn me dejó entrar, su suéter, sus brazos anchos y su expresión aburrida una vista bienvenida.
—Oye —dije.
—Hola. —Cerró la puerta detrás de mí—. ¿Por qué estás aquí?
—Fui invitada. —Casi uso el nombre de Kristin, pero lo guardé en el último segundo—. ¿Por qué están aquí?
—Suponiendo que estamos nosotros tres, ¿eh? —Caminó entre la multitud, y seguí su estela. Esta era una fiesta más pequeña que la anterior, pero todavía bastante grande para mis estándares. Y la casa era mucho más lujosa, todos los pilares de mármol frío y pinturas clásicas en las paredes.
—Siempre son ustedes tres —insistí—. Es por eso que los llaman Hermanos Blackthorn, no el Hermano Blackthorn.
Burn asintió, señalando hacia la cocina. Las lujosas encimeras de granito estaban llenas de comidas extrañamente decadentes para una fiesta en la casa, un pavo entero cocinado, por ejemplo, y un pastel de queso de tres capas. Champagne, no del tipo de la cesta de ofertas en la tienda de comestibles. Burn vio mi confusión.
—Banquete —dijo.
—De acuerdo. Tener a otras personas cocinen para ti. Me olvidé de que eso es una situación.
—¿Quieres algo?
—No, gracias. Realmente no tengo hambre en este momento.
—¿Cenaste?
—No.
Hubo un segundo de silencio. Burn no parpadeó mientras me miraba.
—¿Me vas a contar al respecto? —preguntó.
—No.
Él se encogió de hombros de una manera que yo había empezado a interpretar desde hacía mucho tiempo como su “está bien”.
—Fitz está abajo, en el cine. Wolf está fuera, junto a la piscina.
Por supuesto, esta elegante casa tenía un cine en el sótano.
—¿Fitz está bien? Sonaba realmente mal.
—No lo sé —respondió Burn—. No es impropio de él beber tanto. Pero sí es impropio de él mezclarlo con otras cosas.
—¿Cosas? —continué.
—Pastillas —dijo Burn—. Por lo general, es más inteligente al respecto.
—No esta noche —aclaré.
—No esta noche —estuvo de acuerdo.
—Hablaré con él —le dije, y caminé hacia la planta baja.
—¿Bee? —me llamó Burn. Mire hacia atrás—. Sería bueno si también le dijeras hola a Wolf.
De repente me sentí nerviosa.
—Claro, quiero decir, sí. No iba a ignorarlo ni nada.
Burn no dijo nada, y caminó hacia la multitud. Odiaba lo temblorosa que sonaba mi risa. Pero era difícil no temblar cuando Burn sacaba esa mierda de “veo a través de tu alma” con sus ojos. No podía saber sobre la resolución de que Wolf y yo siguiéramos siendo enemigos. No podía saber cómo había pensado en Wolf cuando me quedé parada en la puerta y miraba hacia la casa. Entonces ¿por qué se sentía como que lo hacía? ¿Y por qué se sentía como si él supiera algo que yo no sabía?
El “sótano” era solo un nivel inferior de la casa, y tenía los mismos suelos de mármol y pilares acentuando las habitaciones de huéspedes y las salas de recreación. Había un pequeño gimnasio y una bañera de hidromasaje cubierta, con gente borracha agolpándose dentro y agua caliente. Incluso siendo ricos, todavía usaban esos vasos de plástico rojos, medio arrugados, en todas partes donde volteaba. Algunas cosas trascienden los fondos fiduciarios. Vi la sala de cine, una habitación oscura con ruido de película saliendo de ella. Dos chicas me detuvieron cuando me aproximé.
—¡Oye, tú! Eres Beatrix, ¿verdad? ¿La estudiante becada? —preguntó la chica más alta. La reconocí como una de tercer año. Olía tan fuerte a perfume elegante que me dieron ganas de desmayarme. ¿Por qué estaba usando tanto? ¿A quién estaba tratando de impresionar? Mi mente manchada de Lakecrest saltó para juzgarla como una idiota obsesionada con el aspecto, pero sacudí ese pensamiento de mi cabeza. No. Soy mejor que eso, ahora. He aprendido mejor.
—Uh. Sí. —Asentí—. ¿Y tú eres?
—Anna. —Sonrió y le hizo un gesto a su amiga, una rubia más baja—. Y ella es Taryn. Te hemos visto por aquí, y solo queríamos decirte que creemos que eres increíble.
—Uh, ¿gracias?
—¡Sí! Tener la beca McCaroll es realmente difícil, ya sabes. Dos personas en nuestro año la han suspendido antes.
—Sin embargo, no eran tan inteligentes como tú —interrumpió Taryn.
—Por supuesto. —Asintió Anna.
—Bueno, maldición. Gracias por los elogios. No pueden verlo, pero me estoy sonrojando. En el interior. Esperen, creo que eso podría llamarse meningitis.
Hubo un segundo, y luego las chicas se echaron a reír.
—¡Oh, esa es una buena!
Lo tomé como una señal para salir con una nota alta, pero la mano de Anna me tomó del brazo y me detuvo.
—Oye, sé que parece extraño, pero ¿puedo hacerte una pregunta?
—¿Seguro?
Anna le lanzó una mirada a Taryn.
—Teníamos mucha curiosidad, tú y los Blackthorn son como, algo, ¿verdad?
No me gustaba a dónde iba esto.
—Define “algo”. —Hice comillas en el aire.
—Ustedes pasan el rato en el almuerzo, en clase y esas cosas. Ellos como que hablan contigo.
—Sí… ¿y?
—No creo que realmente lo entiendas. —Anna simuló una practicada voz pacientemente condescendiente—. Ya que eres nueva en esta escuela y todo. Pero los Blackthorn, por lo general, no hablan con nadie.
—Fitz, sí —dije—. Con numerosas damas. Todo el tiempo.
—Sí, pero no es solo que Fitz te hable. Son los tres.
—¿Está bien? ¿Y?
—¿Cómo...? —Ambas se inclinaron, como si estuviéramos compartiendo algún secreto peligroso—. ¿… lo haces?
—¿Hacer qué? —Estaba completamente confundida.
—Hacer que te hablen, dah. —Taryn puso los ojos en blanco.
—¿Dormiste con ellos? —presionó Anna—. ¿O fue solo, ya sabes, darles mamadas?
—¿Qué? —Mi indignada voz hizo eco, y la gente estaba mirando. Respiré profundo para quitarme el rojo de la cara mientras siseaba—. ¡No me acosté con nadie! ¡Ni les di... mamadas! ¡Así no es como hago las cosas!
—Entonces ¿cómo haces las cosas? —preguntó Anna.
—Simplemente… ¡aparecí! Taryn suspiró.
—Vamos, tiene que haber algo. ¿Por qué iban a hablar contigo, de todas las
personas?
Bien podría haberme alcanzado y dado un puñetazo en el estómago.
—¿Qué quieres decir?
—Escucha, lo siento, pero no eres exactamente... —Taryn me miró de arriba abajo—… buen material.
De repente, era muy consciente del poco maquillaje que tenía y cuánto tenían ellas.
—¿Material? ¿Para qué, exactamente?—Taryn está muy enamorada de Wolf. —Sonrió Anna. Taryn le dio un palmada en el hombro, pareciendo escandalizada.
—¡No!
—Ella quiere casarse con él.
—¡No! —Taryn la abofeteó de nuevo, luego se rió locamente.
—Solo quería algunas indicaciones, así, ya sabes, podría conocer mejor a Wolf.
Las dos chicas compartieron una mirada ante la palabra “mejor”. Sentí que iba a vomitar.
—¿Por qué me preguntan a mí sobre todo esto? —pregunté.
—¡Porque eres la única con la que han hablado regularmente en toda la escuela secundaria! —insistió Anna—. Wolf no estará aquí en Lakecrest para siempre, sabes.
En dos años irá a la universidad, y chicos como él, créeme, mi hermana me contó todo sobre esto, chicos como él van a la universidad y se dejan apurar por una chica guapa e inteligente al instante, y antes de que te des cuenta hay anillos en ambos dedos y bebés.
—Y automóviles siendo comprados —agregó Taryn—. Y vestidos. Armarios enteros de ellos.
Me quedé boquiabierta.
—Están... ¡están hablando de él como si fuera una especie de vaca de efectivo!
—Bueno, no hace daño que sea sexy —reflexionó Anna—. Si te gusta toda la cosa de “irritado, arrogante y no sé cómo cortarme el flequillo”.
—Y definitivamente me gusta. —Taryn sonrió.
Hablaban de él como si fuera una especie de... cosa, como un mueble o una instalación de arte que pudiera adquirirse. Negué.
—Escuchen, no tengo ninguna indicación para ustedes, ¿de acuerdo? Así que déjenme en paz.
—¡Oh, vamos! Tiene que haber algo que hayas hecho bien para llamar la atención de Wolf...
—Ella dijo que la dejaran en paz —dijo una voz familiar—. La escucharon. Ahora salgan de aquí, antes de que les muestre cómo hacerlo. Con mi pie. Repetidamente.
Levanté la vista para ver a Keri, la chica que se sentó conmigo en el almuerzo. Ella tenía un top y uñas lo suficientemente largas como para llamarse garras. Anna y Taryn miraron entre ella y yo, y finalmente Anna se burló.
—Bien. No es como si la necesitáramos para Wolf de todos modos. Hay otros dos hermanos, después de todo.
Se apartaron, susurrando y riendo entre ellas. La cara de Keri dejó caer sus duros bordes cuando se acercó y me sonrió.
—Oye. Lo siento por ellas.
—Está bien. —Negué—. Quiero decir, no está bien, son horribles, y...
—Oh, no son las peores del grupo.
—¿No lo son?
Keri puso los ojos en blanco.
—Hay una apuesta completa entre las chicas de tercer año para ver quién será la primera en dormir con Wolf. Prueba requerida.
Arrugué mi nariz y Keri hizo un movimiento de náuseas.
—De todos modos, las vi revolotear sobre ti como buitres y tenía que hacer algo.
Las odio.
—Gracias. Te lo debo.
—Recibo pagos en porciones adicionales de pastel de chocolate de la cafetería, muchas gracias.
Sonreí.
—Es un trato.
Un grito de “¡KERI!” vino del piso de arriba, y Keri suspiró.
—Me tengo que ir. Ven a buscarme más tarde, ¿de acuerdo?
Asentí, y ella se fue arriba. Me dirigí a la sala de cine con cautela, la oscuridad presionaba sobre mí. No era muy grande, lo suficiente para sentar a unas veinte personas más o menos, pero se veía y se sentía exactamente como una sala de cine: asientos de terciopelo, máquina de palomitas de maíz y pantalla gigante incluida. Incluso las parejas besándose, estaban allí. Vi una figura solitaria en la primera fila de asientos; la película parpadeante destacaba su cabello dorado. Fitz. Definitivamente Fitz. Sus ojos estaban clavados en la pantalla en una vieja película de Godzilla que se reproducía con entusiasmo. Me deslicé en el asiento junto a él.
Traté de discernir cómo se sentía a través de los signos físicos obvios; sus ojos tenían párpados pesados, su cuerpo estaba relajado. Debe haber estado bajando del subidón que tenía cuando respondió el intercomunicador de la puerta. Su camisa estaba manchada de bebida y torcida y hecha de pura seda roja, estaba levantada lo suficiente para mostrar su estómago y sus fabulosos bóxeres con corazones rosas.
—¿Qué quieres? —gruñó. Su humor agrio no se parecía en nada a sus habituales sonrisas empalagosas.
—¡Y aquí estaba, esperando un hola, o un es un placer verte, o tal vez incluso un “iuk”!
Él me vio.
—No te ves tan mal.
—A veces lo hago.
—Es cierto. A veces te ves como una mierda. He visto tus atuendos cuando no llevamos el uniforme de Lakecrest, y no tienes sentido del estilo.
—Gracias.
—Hablo en serio, no estarías tan mal con la falda correcta. El vestido de Seamus fue lo mejor que le pudo haber pasado a tu alma hambrienta de moda.
—Bueno, al menos tus prioridades aún están intactas. —Extendí mi mano para sentir su frente. No estaba caliente. Frunció el ceño, todas sus pecas se fruncieron con él.
—No hagas eso.
—¿Por qué?
—Mi mamá hacía eso.
Me quedé en silencio. Godzilla le lanzó un rascacielos a Mothra.
—Lo siento —dije—. No lo sabía.
—Nadie lo sabe —gimió—. Es por eso que está bien.
Inspeccioné el vaso plástico rojo vacío en su portavaso. Olía a ron.
—¿Cuánto bebiste? —pregunté.
—No hagas eso tampoco.
—¿Qué?
—Preocuparte. —Se desplomó más en su asiento—. Es antiestético.
—Bueno, voy a seguir siendo antiestética. —Puse mis manos debajo de sus axilas y lo reacomodé en la silla—. Hasta que me digas cuánto bebiste.
—Algo.
Lo miré significativamente. Él bufó.
—Está bien. Mucho.
—¿Cuánto es mucho?
—Seis tragos, dos vasos del golpe especial de Martin.
—Sí, está bien, mi experiencia de “segunda-fiesta” me dice que eso es mucho.
Vamos a llevarte a un lugar tranquilo y silencioso.
—Esto está bien. ¿Qué podría ser mejor que Godzilla golpeando a una polilla gigante?
—Vamos. —Me puse de pie—. O haré que Burn te lleve. Fitz frunció el ceño y se levantó, tambaleante.
—No tienes que amenazarme.
—Lo hago —dije a la ligera, enlazando mi brazo debajo de él y dejándolo apoyarse en mí—. Porque de lo contrario no harías nada.
—Oye. —Hizo una pausa—. Yo te dije eso.
—Sí. En nuestra tercera sesión de tutoría.
—¿Cómo recuerdas todas estas cosas? —preguntó mientras subíamos las escaleras del cine juntos.
—No lo hago —jadeé—. La mayoría de lo que dice la gente, lo olvido. Solo recuerdo lo bueno.
—Desearía poder hacer eso —dijo, más suave de lo que me hubiera gustado.
—¡Oye! Quédate conmigo. Ya casi llegamos a la cama, y luego te conseguiré un poco agua.
Él no dijo nada. Cojeé hasta el dormitorio más cercano que pude ver. Ya tenía una pareja besándose dentro, que lucían alarmados cuando entré.
—¡Vamos! ¡Váyanse! Este es Fitz Blackthorn al que estoy llevando —les susurré, sabiendo que nada más que el nombre Blackthorn conseguiría que dos adolescentes cachondos se mudaran de su nido de amor elegido. Efectivamente, toda vacilación en sus rostros se evaporó cuando escucharon su nombre, y salieron de la habitación. Puse a Fitz en la cama y cerré la puerta detrás de mí. Había un baño pequeño y un vaso para cepillos de dientes, pero estaba vacío. Lo llené de agua y a él lo senté contra el respaldo.
—Vamos, bebe.
—No. —Frunció los labios.
—No me hagas traer a Burn aquí abajo.
—No me importa. No quiero beber.
—Bien. Entonces iré por Wolf.
Esto lo hizo gemir más fuerte, y finalmente abrió los labios y tomó un sorbo. Tosió, y cuando estaba satisfecha de que había bebido lo suficiente, bajé el vaso. Estábamos en silencio, Fitz enfurruñado y yo mirando el agua en el vaso.
—No lo entiendo —dijo Fitz de repente.
—¿Entender qué?
Cruzó sus brazos sobre su pecho.
—Lo tienes mucho peor que yo. Trabajas duro, realmente estudias. Eres pobre, no me mires así, solo soy realista. Tienes un papá enfermo y apuesto a que eso pone mucho estrés en tu familia. Entonces, ¿por qué no...? Ugh.
—Usa tus palabras —le dije bromeando.
—¿Qué haces para divertirte? —Sus ojos verdes estaban confundidos—. ¿Qué haces para desahogarte? No fuiste de fiesta hasta hace como una semana, e incluso entonces no bebiste ni bailaste, ¡ni nada! ¿Cómo lo afrontas? ¿Toda la mierda en tu cabeza?
—¿Es por eso que te drogas? Él asintió.
—El mundo es como una bola de agujas y yo soy el jodido alfiletero, y es la única forma en que puedo detener el dolor. O, es la única forma en que funciona. Créeme, he intentado todo lo demás, el alcohol solo lo empeora. Las chicas solo lo empeoran.
—Pero haces esas cosas, de todos modos.
—Es solo una conveniencia: están allí, yo estoy allí, los dos estamos borrachos. Podría también. Solo son estúpidas aventuras sin nada significativo detrás. Por eso creo que estoy... estoy tan entusiasmado contigo y Wolf. —Exhaló—. Si ustedes se juntaran sería como... tal vez el mundo no sería tan malo después de todo.
Se sentó derecho, cruzando las piernas y volviendo toda su atención hacia mí.
—Pero todavía no has respondido mi pregunta. ¿Cómo lo afrontas? ¿Eres un robot?
Me reí.
—Desearía. Entonces las cosas serían mucho mejor. Y las matemáticas probablemente serían mucho más fáciles. El único inconveniente es que nunca podría volver a nadar.
—Estás evitando la pregunta. —Sus ojos eran serios. Levanté mis manos.
—Bien. Me atrapaste. Nunca lo he afrontado. Me enterraba en libros de texto de psicología y tareas y eso me entumecía, ¿supongo? Es fácil ocupar tanto tu mente con cosas que se olvida de sentir, ¿sabes?
Él negó, con el cabello rizado ondeando.
—No. No lo sé. Siento todo, todo el tiempo para siempre. Con detalles insoportables.
Puse mi mano sobre la suya.
—Si te hace sentir mejor, vine a esta fiesta para alejarme de la mierda en casa. Supongo que llegué a un punto de quiebre, porque aquí estoy, la becada sin vida, sin ropa elegante, sin habilidades para bailar.
—Sí, en realidad, ahora que lo mencionas, definitivamente destacas un poco. — Sonrió con suficiencia, mirando sarcásticamente mi gigante sudadera gris y mi cabello desordenado. Yo estaba callada. ¿Qué estaba haciendo aquí? Necesitaba estar en casa. Necesitaba negociar la paz. Papá y mamá probablemente se estarían arrancando las gargantas, y cuando todo terminara, papá se sentiría muy mal y mamá se marcharía, y él estaría solo con sus pensamientos de odio hacia sí mismo.
Cerré los ojos con fuerza. No podía regresar. No importa cuánto quisiera, ya no podía ser la solucionadora. Si tenía que poner una sonrisa falsa una vez más y mentirle a papá diciéndole que iba a estar bien, me desmoronaría. Me dolía el corazón, como un espejo con una profunda grieta, listo para quebrarse en cualquier momento. Pero si no volvía, ¿para qué era todo esto? ¿Para qué eran todos mis estudios en Lakecrest, NYU? ¿Para qué era todo este espionaje para el señor Blackthorn y mentirles a los hermanos? Sería desperdiciado. Estaba haciendo todo esto exactamente por momentos como este, para ayudar a papá. Para evitar que su depresión lo consumiera. Si llegaba a casa, y él se había lastimado…
Volví a la realidad solo para ver a Fitz sacando una bolsita pequeña de su bolsillo. Dentro había dos pequeñas pastillas blancas. Él me vio mirando fijamente y sonrió con suficiencia.
—Mi otra pastilla fue hace cuatro horas. Es hora de recargar.
—Fitz…
—No lo hagas, Bee. Por favor. Las necesito. Las necesito esta noche más que nunca. Sé lo que estoy haciendo, he hecho cosas peores que esto antes. Así que solo confía en mí, ¿de acuerdo? Déjame lidiar con mi mierda a mi manera.
—Burn dijo…
—Burn no sabe nada —espetó Fitz—. Sobre cómo es. Él corre al bosque, al océano, a las montañas, a un lugar donde nadie puede encontrarlo o hablar con él...
—Se encogió—. Él nunca está cuando lo necesitas. Nos ha abandonado a mí y a Wolf demasiadas veces como para que me importe una mierda lo que ha dicho. Él piensa que soy adicto. ¡Y tal vez lo sea, pero al menos no soy un solitario que no puede soportar estar para sus hermanos menores!
—Vaya. —Bajé la voz—. Está bien. Oye, está bien. No lo quise decir así. Fitz se masajeó la frente.
—Dios. Lo sé. Sé que no lo hiciste. Solo estoy. solo estoy enojado con él.
Hubo un silencio. No podía evitar pensar en las imágenes del cuerpo roto y sangrando de papá destellándose en mi mente. Las maletas de mamá embaladas cuando se fue, divorciándose de él. Mis padres nunca más volviéndose a hablar. Mi cerebro luchaba contra mi corazón, y mi corazón luchaba contra mi alma, dejando cráteres y tierra quemada a su paso.
Mis ojos se posaron en las pastillas en la mano de Fitz. Lo observé tomarse una con agua, y él me vio mirando fijamente.
—Tú no querrías una de estas, ¿verdad?
—Yo no… yo nunca…
—Bueno, yo lo he hecho mucho —dijo Fitz—. Sé qué buscar, cuáles son las señales de peligro. Y estaré aquí contigo.
Estudié la pequeña píldora.
—¿Qué hace?
—Te relaja. Todos tus músculos. Y olvidas, por un tiempo, todo lo que vino antes. Todas las cosas que te molestan.
—¿Cuánto dura?
—Oh, una hora. Dos horas. Tres si bebes algo con eso y tienes suerte.
—Entonces la tomas y ¿haces qué? ¿Bailar? Eso no suena divertido.
—Podríamos quedarnos aquí, hablar de cosas. Cosas que no sean tristes, para variar.
Mi cerebro era una cámara de eco de dos palabras; “papá muriendo”. Una y otra vez, como un coro de voces incorpóreas que se negaban a liberarme de mi sufrimiento. Mis uñas se clavaron en mi palma.
—Está bien. Pero debes prometer que te quedarás conmigo. Fitz sonrió, tan dorado y encantador que casi me cegó.
—Lo prometo.
Tomé la pastilla con manos temblorosas y rápidamente la bebí con agua antes de poder cuestionármelo. Fitz y yo nos recostamos en la cama, y mi estómago bailó.
—Voy a ir a la cárcel por esto, ¿verdad? —pregunté. Fitz se rió.
—Tal vez. Pero probablemente pueda sacarte. Sus sistemas de seguridad son notoriamente obsoletos. Burn podría ser el músculo. Wolf solo podría mirarlos y hacerlos mearse encima.
—Él tiene ese efecto —acepté. Me sentí como si estuviera esperando que el hacha caiga en una guillotina.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Había mucha menos gente fuera que dentro. Cuando el aire frío del otoño besó mi piel sudada, casi me quedé sin aliento. Se sentía increíble, como broncearse durante horas y luego sumergirse en el frío océano. Sentí mi agradable piel de gallina mientras Fitz se quitaba los zapatos y ponía los pies en la piscina. Hice lo mismo. Por un momento, miramos las estrellas, girando nuestros pies en el agua. La gente de fuera comenzó a entrar cuando alguien gritó “cerveza pong”. Pronto solo quedamos Fitz y yo. Me pregunté brevemente a dónde se había ido Wolf. Burn dijo que estaba aquí fuera antes.
Los ojos de Fitz se pasearon por las piernas de una chica que jugaba cerveza pong adentro. Me dio un codazo.
—Voy a buscar un trago. Quédate aquí, ¿de acuerdo? ¿Quieres algo? Negué. Se movió para levantarse, pero yo agarré su brazo.
—Gracias, Fitz. Por esto.
Él sonrió juguetonamente.
—Cualquier cosa por mi desaliñada becada. Desapareció dentro de la casa, dejándome con un delicioso vacío en mi cabeza.
En cierto modo, era algo así cómo me sentía haciendo paracaidismo, excepto sin la adrenalina. De hecho, probablemente tenía adrenalina negativa, con lo lenta que me sentía. Incluso mis parpadeos parecían demorar siglos. El agua estaba tan fresca en mis pies, y mi cuerpo estaba tan cómodo. El mundo se oscureció.
No recuerdo nada de lo que sucedió después de eso, lápiz y papel. Lo siguiente que recordé eran gritos. Montones de voces altas, todas a la vez. Eran suaves, pero crecían lentamente hasta que me atravesaban los tímpanos.
—¡No puedo creer que hayas hecho esto! —Una voz furiosa, ardiendo desde el interior, consumiendo cada sonido con sus llamas.
—¡Fue un segundo, Wolf! —Una voz melodiosa, enojada, pero fluida y brillante, como una bebida gaseosa. La voz de los incendios forestales estalló de nuevo.
—¿Un segundo? Me estás diciendo que la dejaste sola, intencionalmente, ¿para qué, para bajar tus tranquilizantes con bourbon? ¿Tu jodida fiesta drogada es más importante que ella?
—Perseguía a una chica —dijo una tercera voz, baja y uniforme, como arena gris mojada, aunque los bordes de la misma temblaban.
—Una chica —se burló la voz de fuego—. Me das asco.
—No sabía que ella se caería en...
—¡Era tu responsabilidad! —gritó Fuego tan fuerte que se hizo eco—. Ella confió en ti, y tú la abandonaste, y si está herida para siempre te juro por Dios, seas mi hermano o no, te arrancaré la columna por la garganta...
Había algo suave debajo de mí, no las almohadas, algo más sólido que eso. Abrí los ojos, el aire estaba tan frío. Mi cuerpo se sentía mojado por todas partes, lagunas manchaban las sábanas debajo de mí. Estaba en una habitación, y personas borrosas se reunían alrededor. Alguien se sentó en la cama junto a mí, alguien enorme y ancho, y dos personas se mantenían de pie, gritándose el uno al otro.
—¿B-Burn? —intenté. Mi voz era ronca, y dolía hablar. La figura me miró. Mi visión se aclaró, era Burn; su rostro se suavizó con preocupación.
—Ahí estás. ¿Estás bien? Me reí, aunque dolió.
—Me siento como la mierda.
Sonrió levemente ante nuestra broma interna, y me ayudó a sentarme, lentamente. El cambio en la elevación hizo que mis pulmones se comprimieran y comencé a toser. No pude parar, las toses sacudieron mi cuerpo. Me dio un vaso de agua y bebí con avidez.
—Mi garganta está en llamas —logré decir. Wolf ahora estaba frente a mí, sus ojos verdes ardían.
—¿Te duele en algún otro lado? —exigió. Negué.
—N-no. ¿Qué pasó? Lo último que recuerdo… Miré a Fitz, que no podía mirarme a los ojos. El labio de Wolf se curvó.
—Aparentemente, Fitz te drogó —dijo.
—Lo s-sé. Yo se lo pedí.
Burn pareció sorprendido, por una vez.
—¿Lo hiciste? Asentí.
—No podía… mis padres estaban peleando y tuve que irme, así que vine aquí.
Solo quería olvidar. Por un ratito.
Wolf se estremeció. Burn se levantó, poniendo una mano sobre el hombro de Fitz.
—Estaremos fuera —dijo. Fitz no dijo nada, o incluso trató de pelear cuando
Burn lo sacó de la habitación. La puerta se cerró detrás de ellos, y solo quedamos Wolf y yo. Entrecerré los ojos atontada, no muy segura si estaba viendo la cara de Wolf bien. No hay forma de que pudiera estar tallada con preocupación. No Wolf. No sobre mí. Extendí la mano, lentamente, pensando que tal vez estaría bien tocarlo esta vez, si lo hacía despacio. Mis dedos se desviaron a lo largo de su arrugada ceja, y presioné.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, y juro que escuché todo el fuego en su voz convertirse en brasas con esas palabras.
—Intentando… —Presioné más fuerte—… hacer que las arrugas de preocupación… —Otra presión—… se vayan.
Pensé que él me apartaría. Indudablemente. Eso es lo que Wolf haría. Pero para mi sorpresa, cerró mis dedos con los suyos, guiando mi mano hacia abajo para descansar en la cama.
—Se me permite estar preocupado por ti —dijo. Olía a canela y luz de luna.
—Hueles bien —dije.
—No cambies de tema —presionó, aunque su voz permaneció suave.
—¿Cuál era el tema? —Moví mis dedos contra su palma, como un lagarto feliz, o las patas de una araña—. Oh, cierto. Preocuparse.
—Te caíste en la piscina —dijo Wolf—. Te desmayaste por… no sé por cuánto tiempo. Segundos. ¿Diez? Keri te vio, gritó y yo fui corriendo y…
Su mano se apretó alrededor de la mía.
—Pensé que estabas muerta.
Incluso a través de mi neblina de drogas, sentí la pesadez de esa frase. Muerta. Papá podría estar muriendo. No, no quería pensar en eso. La madre de Wolf murió. Él lo vio. Probablemente gente muerta no era algo que quisiera volver a ver.
—Lo siento —murmuré, la vergüenza me recorría—. Por hacerte pasar por eso otra vez.
—¿Otra vez? —Wolf entrecerró los ojos—. Entonces ya sabes.
—Sí. Fitz me lo dijo.
—Fitz ha hecho muchas cosas terribles últimamente. —Wolf suspiró.
—Por favor, no te enojes con él… yo pedí las drogas.
—Sí, Bee, lo hiciste. Pero eso no cambia el hecho que nunca antes has tomado algo así y Fitz sí. Fitz debería haber sabido que no debía darte algo tan fuerte. No debió dejarte sola, en una fiesta como esta.
Fruncí el ceño, liberando mi mano.
—¿Estás enojada? —preguntó Wolf.
—Estoy enojada —dije—. Porque ustedes siempre están enojados el uno con el otro todo el tiempo. Excepto Burn. Es el único que no está enojado contigo, incluso si se está escapando, pero Fitz está enojado con él, y tú estás enojado con Fitz, y por una vez me gustaría que pudieran hablar sobre eso como adultos en lugar de ignorarlo hasta que se pone malo. Eso son… son tácticas evasivas clásicas 101. El resentimiento va a hacer que la comunicación sea imposible a menos que...
—Estoy enojado con Fitz porque su negligencia te lastimó.
—¿Por qué te importaría? Somos enemigos.
—No somos enemigos. —Exhaló.
—¡Lo somos! ¡Dijiste que deberíamos serlo!
—Dije… —Giró un anillo de plata alrededor de su dedo—. Dije muchas cosas que no debí. Acerca de ti. Lo siento. Por llamarte patética, donde Seamus.
—¿Sientes haberlo dicho o sientes que lo haya escuchado?
—Lo siento por decirlo. Todo. No estaba bien. Y no era verdad.
Estudié su rostro. La droga se estaba acabando, y las cosas comenzaron a sentirse menos bien. Los pensamientos comenzaron a arremolinarse en mi cabeza, amenazando con convertirse en ese tornado horrible y grotesco de los peores escenarios.
—Entonces ¿no crees que sea patética? —pregunté finalmente. Wolf se estremeció.
—No.
—Entonces ¿por qué lo dijiste?
—Porque sí. Porque es más fácil pretender odiarte frente a las personas, que hacerles saber la verdad.
Mi corazón saltó a mi garganta.
—¿Qué verdad?
Wolf hizo girar su anillo más rápido.
—Yo… tengo que decírtelo, sobre Mark. Mereces saber.
—Wolf, si te hace sentir incómodo…
—Estaba enamorado de él —espetó—. Desde el momento en que ingresó a la escuela. Estaba... atraído por él, de una manera en la que nunca antes me había sentido atraído por nadie. Al principio pensé que era amistad, pero cuanto más tiempo estuvimos juntos, más me di cuenta...
Wolf tragó saliva, su anillo era un arco cegador de plata que captaba la luz de la lámpara.
—Lo amabas —le ofrecí. Wolf asintió, solo una vez y con fuerza.
—Pero él no sentía lo mismo. Cuando le dije, él... —Los anchos hombros de Wolf comenzaron a temblar, tan minuciosamente que apenas lo noté—… cambió. Completamente. Se burló de mí al respecto. Me golpeó por eso. Dijo que le diría a toda la escuela que yo era...
Me estremecí, la desagradable voz de Mark de ese día en la piscina hizo eco en mis recuerdos. Wolf se aclaró la garganta.
—Me lo restregó. Lo usó para manipularme y hacer lo que quisiera. Y la peor parte fue que nunca tuve ganas de hacer algo. Todavía lo amaba, sin importar cuánto golpeara, o cuánto gritara. No importa qué tan malo fue, seguí pensando que podría cambiarlo, volver a ser como era. Que, si lo aceptaba, estuviera de acuerdo con él, si hacía lo que quisiera, volvería a ser la persona de la que me enamoré al principio. Estaba tan ciego. En mi punto más bajo, cada vez que terminaba de golpearme, yo pensaba “bueno, tal vez ahora se relaje y se calme”. Así de malo fue.
—Wolf…
—Y luego… —Wolf giró el anillo aún más rápido—. Y luego me cansé de eso. De repente, me di cuenta que nada iba a cambiar. Él iba a seguir siendo así, y no había ninguna cantidad de golpes que pudiera recibir antes que volviera a ser el de antes. Y se dio cuenta que me había dado cuenta de que su dominio sobre mí se estaba debilitando, así que comenzó a decir que se mataría. Que, si lo dejaba, él se suicidaría y su muerte sería mi culpa.
Mi pecho se contrajo tan fuerte que era difícil respirar.
—Y me quedé despierto todas las noches después de eso. —Wolf apretó los dientes—. Acostado en la cama, preguntándome si estaba cortando su brazo en ese momento. Cada segundo que estaba lejos de él era un segundo que se estaba matando a sí mismo. No pude dormir. Dejé de comer.
—¿Fitz, o Burn…?
—No pudieron hacer nada. No los dejaba —dijo rápidamente—. Temía que, si alguien más interfería, enloquecería a Mark y moriría por mi culpa.
El dolor en mi pecho se movió a mi corazón.
—Y luego tú... lo golpeaste.
—No sé lo que pasó —dijo Wolf, con los ojos verdes de repente distantes, y dejó de girar su anillo—. No lo recuerdo para nada, y esa es la parte más aterradora. Solo recuerdo ir a la escuela esa mañana, cansado, muy cansado, y luego dijo algo, y todo lo que sigue es un agujero negro donde deberían estar los recuerdos. —Miró las sábanas, estudiando los hilos como si su vida dependiera en eso—. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en la oficina del director. Y nunca más vi a Mark. Hasta las semifinales.
—Lo… lo siento mucho, Wolf.
—Está bien. Se acabó. Eso es todo lo que importa.
—¡No, eso no es cierto! —Me senté más derecha—. Es un gran paso que le estés diciendo a alguien. A mí.
—Son solo palabras —murmuró.
—Es un indicador realmente positivo —le aseguré—. Significa que has tenido suficiente tiempo entre el evento y el presente para comenzar a formar un punto de vista retrospectivo.
—¿Y se supone que es bueno? —gruñó.
—Es mejor que revivir el pasado y el dolor.
Wolf estaba callado. El aire parecía pesado, como si tratara de sofocarnos a los dos. Tuve que hacer algo. Así que extendí mis brazos.
—Vamos.
Wolf fulminó con la mirada.
—¿Qué?
—Vamos. Dame un abrazo.
—Pensé que habías dicho que ya no me los darías.
—Puedo hacer una excepción esta vez.
Wolf se sentó en la cama, cautelosamente, luciendo como la criatura de su sobrenombre. Murmuró algo, pero era demasiado suave para escuchar.
—¿Qué? —pregunté.
—Dije… —Se aclaró la garganta—. Está bien… está bien si yo... no, mierda, va a sonar estúpido o espeluznante. O ambos.
—¿Qué es? No me dejes en suspenso.
El rojo más leve se deslizó sobre sus pómulos altos.
—¿Estaría bien... si pongo mi cabeza en tu regazo?
Casi me río de lo adorable que se veía, pero luego me di cuenta que sería una mierda escucharlo de alguien a quien le preguntaste algo tan personal. Asentí, en cambio.
—Por supuesto. Si no te importa la ropa húmeda.
Estiré mis piernas, y se acostó sobre la cama de lado, apoyando su cabeza en mi regazo. Fue incómodo por un momento, hasta que mis manos, picadas por algo que hacer, encontraron su cabello. Lentamente, acaricié su cabeza.
—¿Está bien? —pregunté. Un sonido de “hm” fue todo lo que obtuve de él. Mantuve mis caricias lentas y suaves. Su cabello era tan hermoso, como el color de la pluma de un cuervo, y tan suave. El temblor en sus hombros lentamente retrocedió, hasta que estuvo completamente quieto, solo su respiración moviendo su pecho hacia arriba y hacia abajo—. Gracias, Wolf.
—¿Por qué? —preguntó.
—Por contarme sobre Mark.
Abrió la boca, luego la cerró y luego la volvió a abrir.
—Se sintió como el momento correcto. Para decirle a alguien.
—Oh, entonces no soy especial.
—Nunca dije eso. Ahí vas, deduciendo cosas de nuevo. Me reí.
—Estaba bromeando.
—Tu humor apesta.
—También tu cara, pero no me ves quejándome, ¿o sí?
—Constantemente. Todo lo que sale de tu boca es un flujo constante de insultos sobre mi nariz y mis ojos.
—Tienes ojos bonitos —admití. Lo sentí rígido en mi regazo—. ¿Qué? Estoy segura que muchas personas lo han dicho. ¿No puedo decir la verdad?
—No, es solo que… —Exhaló—. Es diferente. Al escucharlo de ti.
—¿Diferente cómo? ¿Bueno o malo?
—Bueno —afirmó—. Lo mejor que he oído alguna vez. Podría escucharte elogiarme por siempre.
—Bueno, eso es solo tu ego hablando —le dije—. Y odiaría alimentar esa cosa.
Ya es enorme.
—Con el peso y la densidad de un agujero negro —estuvo de acuerdo.
El ruido de la música se atenuó a través de las paredes, hasta el punto que casi sonó como un susurro. La fiesta en sí se sentía como un sueño lejano, como si las únicas cosas reales estuvieran en esta habitación, con Wolf y yo. Me sentí como si estuviera en una burbuja con él, un espacio cálido, seguro y amable, algo que aliviaba todos los nervios agitados en mi cabeza mejor que las drogas alguna vez podrían. No importaba que mi ropa estuviera empapada y que respirar fuera un poco difícil. Todo lo que importaba era que estaba viva, aquí, con alguien más cerca de mí para demostrarlo con el calor corporal y la presión de todo su ser. Wolf constantemente giró un anillo en su mano, y me aclaré la garganta.
—Nunca te pregunté sobre esos anillos. ¿Por qué usas tantos? ¿Es como un mecanismo de supervivencia?
Se encogió de hombros.
—Más o menos. Cuando los llevo, parece que, incluso si alguien se acerca a mí, seré capaz de defenderme. Si alguien intenta lastimarme otra vez, al menos mi puñetazo duele más que el suyo con todo este metal.
—Eso... tiene un sentido retorcido.
—Y quita mi mente del presente —dijo—. Si giro un anillo, me concentro menos en qué tan cerca está la gente de mí.
—Entonces son como pequeñas distracciones.
—Sí. Es estúpido, pero... Tragó saliva, y sonreí.
—Oye, está bien. No me voy a reír. Mucho.
—Es estúpido —repitió—. Pero cuanto más tengo de ellos, más seguro me siento.
—Así soy yo —estuve de acuerdo—. Con libros. Libros de texto, en realidad. Acerca de la salud mental. Cuanto más tengo, más siento que mi papá está a salvo. Son solo palabras que te enseñan técnicas, y no son realmente efectivas sin el entrenamiento adecuado, pero aun así...
—Todavía los necesitas para sentirte bien —terminó por mí. Asentí.
—Sí. Algo como eso.
Nos empapamos en el silencio. Estaba empezando a sentir más y más, el asombroso y terrible entumecimiento de la droga saliendo de mi cuerpo, oh, muy lentamente.
—Estaba preocupado —dijo Wolf, con voz ronca—. Que nunca te despertarías otra vez.
—Me quedaron algunas cosas por hacer —bromeé—. Así que decidí regresar. No se rió ni sonrió ante el chiste. Solo me miró.
—¿Sabes por qué traté de quitarte tu beca?
—¿Porque te enojé y eres un idiota por naturaleza?
—Porque tenía miedo —dijo—. Aún lo tengo.
—¿De qué?
Una sombra apareció en su mirada.
—De ti.
Mi mundo se sentía como si estuviera siendo absorbido por él, como si los dos estanques verdes debajo de mí estuvieran sacando toda la luz de la habitación y el aire de mis pulmones. Forcé una risa nerviosa.
—No soy tan temible.
Algo cambió en su rostro, los bordes suaves endureciéndose, como si la lava se enfriara. Fue casi como si se hubiera dado cuenta de algo. Se sentó de repente y se levantó de la cama.
—¿He… dicho algo malo? —pregunté.
—No. —Se ajustó los puños de su camisa a rayas, arrugada por la cama—. Acababa de terminar de tratar de tocar a alguien. Solo hay cierta cantidad de estímulo que puedo soportar antes que se vuelva insoportable.
—C-claro —tartamudeé, desconcertada por lo formal que era su voz. Imparcial.
Indiferente. Completamente diferente de la voz ronca del chico que acababa de confesarme su pasado más oscuro no hace un minuto.
—Gracias —dijo—. Por prestarme tus servicios.
—Mmm. ¿De nada?
Asintió brevemente y salió por la puerta, cerrándola detrás de él y dejándome desconcertada, todavía hecha un desastre mojado. Sintiendo que había hecho algo mal de alguna manera, cerré la puerta con llave y sequé la ropa en un calentador cercano, envolviéndome en el edredón mientras tanto. Alguien sacó mi teléfono del bolsillo y toqué los botones de manera experimental. Tardó unos segundos, pero el teléfono se encendió. Se apagó de inmediato cuando intenté acceder a mis mensajes de texto, pero con un poco de persuasión pude volver a encenderlo y leer el primero rápidamente antes que el teléfono se apagara nuevamente.
Era del señor Blackthorn. Mi estómago dio un vuelco.
Bee, odio contactarte así, por temor a que Fitz lo sepa, pero pensé que teníamos un acuerdo para reunirnos esta noche, tal como lo hicimos la semana pasada y la semana anterior. Por favor, venga a Ciao Bella en cuanto pueda. Estaré esperando hasta que el lugar cierre a las 12.
¡Mierda, mierda! Lo olvidé totalmente. ¡Estaba tan concentrada en salir de la casa, y las drogas, y todo lo que estaba pasando, que lo había olvidado por completo!
¿Estaba bien conducir? Lo probé caminando de ida y vuelta en línea en el suelo, mis pasos constantes. De acuerdo, sí. No tomé ningún trago de alcohol, así que debería haber estado bien. Me puse la ropa y salí corriendo de la habitación, buscando a Fitz. Lo encontré arriba, acurrucado en un rincón de un sofá con Keri y descansando su cabeza sobre su hombro abatido. Burn lo miraba desde el otro lado de la habitación. Corrí hasta Fitz.
—Oye, ¿estoy bien para conducir? —le pregunté.
Fitz enterró más su cabeza en el hombro de Keri para evitar mirarme. Keri puso los ojos en blanco y lo obligó a alejarse.
—Vamos, le debes una frase como mínimo —le regañó Keri.
—No te preocupes por lo de la piscina, ¿está bien? Estoy bien, ¿ves? —Presumí con un giro, pero Fitz solo miró ceñudo a la alfombra a mis pies.
—Ya debió pasar el efecto —refunfuñó.
—¡Genial! —Sonreí y le di unas palmaditas en la cabeza—. Te veré luego entonces. Dile a Burn y Wolf que tengan una buena noche por mí, ¿quieres?
No respondió, Keri me mostró una sonrisa de “lo siento”. Le resté importancia y me dirigí hacia la puerta. Era extraño, los susurros me seguían. Y no el tipo tranquilo.
—Se cayó en la piscina y casi se ahoga.
—¿Nadie llamó a una ambulancia?
—Wolf le dio RCP, así que no lo necesitaba. —Alguien rió.
Mi mano se congeló, flotando sobre el pomo de la puerta delantera. Me obligué a abrir la puerta, salir y actuar de forma natural incluso cuando mi cabeza giraba caóticamente. RCP. Eso significaba, como, golpear mi pecho, ¿verdad? Eso fue todo. Eso fue todo. No hubo ninguna relación de boca a boca, excepto que definitivamente lo hubo, porque era RCP y oh Dios, mi vida había terminado, le sonreí como si nada hubiera pasado entre nosotros, pero definitivamente, definitivamente puso sus labios en los míos…
Hice una mueca en cada paso que di al auto. ¡Fui tan casual en la habitación!
¡No me sorprendía lo incomodo que se vio todo el tiempo que estuvimos juntos! El habría… yo habría… nosotros hubiéramos…
Golpeé mi cabeza contra el volante y me dije que respirara profundamente. Eran solo labios. ¿A quién le importaba? Él básicamente salvó mi vida, eso es mucho más importante que el hecho que fue un casi beso. Hubiera sido la peor persona en la fiesta que me pudiera dar RCP, Taryn o Anna, o quizás otro chico que se rehusara a apartar la mirada de los pechos de una chica, y aun así hubiera estado agradecida de que me salvaran. ¡Había sido estúpida por siquiera entretenerme en el asunto de drogas de Fitz! La desesperación casi me mató esta noche.
Los caminos, vacíos e iluminados con la luna, se veía de algún modo más hermoso que nunca. Quizás fue la experiencia de casi la muerte. Quizás era la vergüenza de tomar decisiones de mierda en una muy pública fiesta. Quizás era el hecho que Wolf y yo técnicamente nos besamos. Quizás era el hecho que dejé que
Wolf Blackthorn colocara su cabeza en mi regazo cuando claramente le dije que nunca más le volvería a ayudar. Quizás era su paga por salvarme. Podía racionalizarlo de cientos de maneras, pero el hecho que importaba más era que había ido en contra de mi palabra. ¿Y la peor parte? No me importaba. Se sintió bien, ayudar. Ser necesitada. Aunque no podía ayudar a mamá y papá, podía ayudar a Wolf Blackthorn, al menos.
Y ahora, estaba a punto de apuñalarlo por la espalda.
No lo haría más. Eso era todo. No podía seguir espiando para el señor Blackthorn. Le diría que no quería hacerlo más, que renunciaba. Y lo que fuera que sucediera por eso, lo manejaría. Yo me había metido en este lío. Lo menos que podía hacer era tratar de sacarme de este.
Aunque eso significara arriesgar NYU. Aunque significara arriesgar todo por lo que había trabajado jodidamente demasiado. No podía seguir haciéndolo. No después de todo.
Encontraría otra forma de ayudar a papá. Encontraría otro modo de mantener mi beca, estaría bien. Me abracé un poco mientras salía del auto en el estacionamiento de Ciao Bella. Todo estaría bien. Tendría que estarlo. Tienes que hacer que esté bien, Bee. Por ti, por papá, y mamá, y por los hermanos Blackthorn. Todos cuentan contigo.
Ciao Bella estaba prácticamente vacío cuando llegué. Revisé mi teléfono, sacudiéndolo un poco para que se encendiera, eran las 11:47. Empujé las puertas sin aliento, mi corazón golpeando contra mi pecho. El señor Blackthorn sentado en la parte de atrás, mirándose perfectamente sereno y calmo. Eso solo me ponía más nerviosa. Este era el hombre más poderoso en la mesa directiva, y estaba a punto de decirle que colocara su cabeza en su trasero. Amablemente.
—Hola, señor Blackthorn. Lamento llegar tarde. Su hermoso rostro se arrugó con una sonrisa.
—Está bien. Escuché de Kristin que estabas en la fiesta. Haciendo un poco de investigación por mí, asumo. Qué amable de tu parte.
—Uh, sí, sobre eso. —Torcí la servilleta en mis manos—. Gracias por, uh, la oferta y todo, pero voy a renunciar.
El señor Blackthorn no reaccionó, solo tomando un lento, sorbo de su café.
Parecía como si no hubiera dicho nada, como si mi voz estuviera en silencio.
—No voy a hacerlo más —insistí—. La cosa de espiar.
—Si tu beca es lo que te preocupa, no lo haga, señorita Cruz. Voy a honrar mi trato. Lo tiene también escrito.
—No es eso…
—¿Entonces qué es? —preguntó el señor Blackthorn, un poco más fuerte que antes—. ¿Son mis hijos? ¿Te están lastimando? ¿Siendo crueles? ¿No puedes poner de lado tus sentimientos por unas semanas y superarlo por el bien de tu futuro? —Se recargó en la cabina y suspiró—. Pensé que eras más fuerte que eso.Él estaba tratando de manipularme. Todas las señales estaban ahí. El hacerme menos, el “tú eres mejor que eso”. Sus guardaespaldas, los dos usuales hombres en traje, ni siquiera parpadearon.
—Escuche, señor Blackthorn —inicié—. Estaba asustada, cuando acepté esto.
—¡Y deberías estarlo! —Él asintió—. Tú padre está muy enfermo, señorita Cruz. Y quien sabe con una enfermedad como esta, él podría empeorar en cualquier momento. Entre más aprendas en Lakecrest, serás más capaz de ayudarle. NYU tiene uno de los mejores programas en el país. Solo piensa, en tres años, vendrás en tus vacaciones de verano y su salud habrá mejorado notablemente. Puedo prometerle eso.
Permanecí en silencio. El señor Blackthorn se movió hacia adelante.
—Señorita Cruz, entiendo que esté bajo el estrés, tanto de mis hijos como de su propia familia. Realmente aprecio lo que ha hecho hasta este momento por mí. Tiene que aceptar un regalo de agradecimiento.
Lo miré, confundida, mientras sacaba su chequera y garabateaba. Me pasó un cheque, mis ojos se abrieron al ver el número.
—De… de ninguna manera...
—Esto va a cubrir exactamente los costos del psicoterapeuta, un buen amigo mío, el doctor Mirelle. Está en la ciudad, pero es bueno, y se especializa en depresión y ansiedad. Esto es suficiente para dos semanas de terapia intensa. Sé que tu familia no puede costearse este tipo de cuidados, así que es propio de mi parte que ayude donde puedo.
Miré el número, la simple tinta brillando contra el papel. Cinco mil dólares. Era la mayor cantidad de dinero que había tomado con mis manos. Su firma estaba justo ahí, no era falsa o una broma. Esto era mucho dinero, que me ofrecía gratis. ¿Gratis? Fruncí el ceño, no, no era gratis, el señor Blackthorn estaba siendo astuto como siempre. Este dinero venía con un precio, si aceptaba, básicamente no me quedaba de otra más que espiar para él. No era ni siquiera una opción si tomaba el dinero, tenía que hacerlo. El cheque comenzó a sentirse pesado como una cadena de metal en mis manos. Con esto, papá podría recibir ayuda que no podía costearme. Quizás facilitar las cosas entre él y mamá, cosas que rápidamente iban en caída libre. Era una posibilidad remota, pero era mejor que dejar que se gritaran hasta que el resentimiento creciera tanto que no pudieran soportarse el uno al otro.
Me sentí más enferma que nunca. No… no podía tomar este dinero. No si costaba el traicionar a los hermanos. Traicionar a Wolf.
Deslicé el cheque de regreso al señor Blackthorn por la mesa pulida de madera.
—Lo lamento. —Tragué—. Pero no puedo aceptarlo. Y no puedo seguir espiando para usted. Así que terminé.
—¿Quién fue? —La mirada del señor Blackthorn se volvió sombría, irritada.
—¿Qué?
—¿De quién te enamoraste? ¿Fue Fitz? No… tú me pareces más del tipo de chica de Wolf.
—Yo no…
—Entiendo que mis hijos sean apuestos, y entiendo que las chicas adolescentes como tú disfrutan poner a chicos apuestos en pedestales y los adoren. —Suspira—. Pero él nunca va a sentir lo mismo por ti. ¿Realmente crees que eres la primera en espiar y enamorarte de uno de ellos? Kristin permitió que sus sentimientos por Burn nublaran su juicio de la misma manera, y lo arruinó todo. No seas una de esas mujeres, señorita Cruz, las que arruinan su futuro por el amor que nunca van a tener.
Me sentí abrumada.
—Me está malinterpretando por completo.
—Por el contrario. Entiendo perfectamente bien. Tienes tus reservas. Pero eso es únicamente porque perdiste tu meta. Puedes tener todo lo que quieras, señorita Cruz. Solo es cuestión que me diga algunas cosas de mis hijos… cosas que cualquiera podría decirme.
—Si cualquiera puede decirle, ¿por qué no les pregunta? —Me pongo de pie—.
Voy a irme.
—Se da cuenta. —Eleva la voz, deteniéndome en mi camino a la puerta—. Que una vez que salga por la puerta, posiblemente voy a aprobar la solicitud de mi hijo de quitarle la beca.
Cierro el puño, pero el señor Blackthorn sigue presionando.
—Él es mi hijo, pero también ha expuesto el pobre comportamiento de algunos estudiantes, todos los que van contra las reglas de Lakecrest. Apoyo esas reglas, al ser mi trabajo como jefe del consejo escolar. Si él recomienda que a un estudiante se le retire una beca, entonces tengo que asumir que tiene evidencia que ha roto una de nuestras reglas, y en ese caso voy a retirarle la beca. Usted, por supuesto, no sería capaz de pagar los costos para entender a Lakecrest, y por lo tanto no asistiría a la escuela.
—Pero no hice nada malo —tartamudeé—. La verdad mostrará que no hice nada.
El señor Blackthorn sonrió pacientemente.
—Sí. El consejo escolar ciertamente solicitará una investigación por su comportamiento. Con video evidencia. Mayormente creo que es de usted acosando a mi hijo.
—¿Acosando? —Me ahogué.
—Lo agrediste verbalmente en la mañana del 7 de octubre. Hay múltiples testigos que te vieron. Además, lo amenazaste a él y a sus hermanos.
Pensé frenéticamente de nuevo. Ese fue el día en que Wolf arrojó café en la cabeza de ese estudiante de primer año. Sé que dije algunas cosas furiosas. ¿Sería eso suficiente para expulsarme? ¿Cómo era eso incluso justo?
—No lo llevaremos a la asistencia, por supuesto. Pero hasta que puedas pagar la matrícula, te escoltarán fuera del campus.
—Es un imbécil —murmuré.
—¿Qué fue eso?
—¡Dije que era un IMBÉCIL! —grité. El señor Blackthorn parecía aturdido. El constante tintineo de los platos que se lavaban en la cocina se quedó en silencio, y sus guardaespaldas se movieron ligeramente hacia adelante, listos para saltar—. ¡Es un idiota baboso y me arrepiento de haber aceptado su estúpida oferta!
La sorpresa del señor Blackthorn se desvaneció, y comenzó a reírse.
—Oh, señorita Cruz. Es una pena que no podamos ser amigos. Eres la primera persona en tener el coraje de decirme en un lenguaje tan vibrante, bueno, siempre.
—No me importa el coraje —espeté—. No me importa si tiene “evidencia”. ¡Lo único que hice mal fue aceptar su estúpido plan!
Él sonrió.
—¿Y qué plan era ese?
—¡Espiar! —Alcé mis brazos—. ¡Espiar a sus hijos e informar toda la mierda que le devuelven! Usted… usted me hizo fingir hacerme amiga de ellos. ¡Me contó todas sus peculiaridades para ponerlas de su lado para que supiera lo que estaban haciendo! Noticia de última hora ¡no es tan malo! ¡Solo son chicos! Son chicos que perdieron a su madre, y están un poco jodidos, pero todos estamos jodidos, ¿está bien? ¡No se merecen un padre idiota, horrible y manipulador!
—Entonces lo admite —dijo Blackthorn fríamente—. ¿Que solo estabas pretendiendo ser su amiga para salvar tu pequeña y lamentable beca?
Aprieto los dientes con tanta fuerza que juro que los escuché romperse.
—¡Por supuesto que sí! ¡Sí! ¡Lo hice! ¡Lo admito! ¡A diferencia de ti, reconozco mis errores!
El señor Blackthorn sonrió a alguien por encima de mi hombro.
—Ah, chicos. Ahí están. Es bueno ver que Kristin hiciera que todos estén aquí. Ella tenía que... embellecer la verdad, como pueden ver. La señorita Cruz está perfectamente bien, no la tengo como rehén. De hecho, estaba a punto de irse, ¿no?
Me volví una piedra. Acero. Sentí como si toda la sangre en mi cuerpo se hubiera convertido en hielo. Lentamente, agonizando lentamente, volví la cabeza sobre mi hombro para ver a Burn, Wolf y Fitz allí de pie. Habían escuchado todo. El señor Blackthorn se aseguró de eso; me engañó para que lo dijera todo frente a ellos. Los ojos de Burn estaban más muertos de lo que nunca los había visto, desprovistos de toda emoción. Parecía que Fitz iba a enfermarse, con el rostro pálido de sorpresa. La expresión de Wolf se encendía, oscura y furiosa, como un incendio.
El señor Blackthorn me tendió una trampa.
—Chicos, escúchenme. —Busqué frenéticamente las palabras—. No quise decir nada de eso…
—Oh, pero lo hiciste ―dijo el señor Blackthorn con aire de suficiencia. Ignoré mi rabia ardiente hacia él, no podía dejar que los hermanos se marcharan pensando lo incorrecto.
—Lo fingiste —dijo Burn simplemente.
—Comenzó como espionaje, ¿de acuerdo? —le supliqué—. Pero cuanto más los empecé a conocer, más me gustaron. Realmente, me gustaron. Todos ustedes. Nada de eso fue falso.
Fitz salió corriendo del restaurante con el rostro contraído.
—¡Fitz! —llamé, y me moví para ir tras él, pero el brazo enorme de Burn se lanzó sobre mi pecho, deteniéndome. Él me miró, más desalmado que una marioneta.
—No. Él ya no es tu problema. Ninguno de nosotros lo es.
—Burn… Burn, te lo juro…
Me soltó antes de que yo pudiera terminar, girando y saliendo después de Fitz. La repugnancia arañó todos mis órganos. Lo había arruinado. Lo he arruinado todo…
Me volví hacia Wolf, y se alzó sobre mí, su postura decidida a ser imperiosa y regia y todo, pero su cara decía lo contrario. Su rostro decía que me odiaba, pero odiaba más la herida que le había infligido.
—Me dejaste creer —dijo—, por un momento, que era normal.
—Wolf…
—Todo este tiempo —me interrumpió, gruñendo—. Toda la amabilidad que me mostraste fue porque querías conservar tu beca.
—Tú eras el único —logré decir—. ¡Fuiste tú quien lo dijo en primer lugar!
—Te lo dije… porque tenía miedo —arremetió.
—¿Miedo de qué? —grité—. ¿De mí? No entiendo, ¿por qué estás tan asustado de mí, Wolf? ¿Qué he hecho para tenerte tan asustado? ¡Tienes que decirme! ¡No puedo leer tu mente!
—Y ahora nunca tendrás que intentarlo —dijo. Giró sobre sus talones y salió de las puertas. Iba a vomitar.
No podía dejar que terminara así.
Corrí detrás de ellos, al estacionamiento. Llegué justo a tiempo para ver a Wolf entrar al convertible de Burn. Bloqueé el camino de entrada con mi cuerpo, los faros encendidos en mí. No podía ver sus caras en absoluto.
—¡Por favor! —grité—. Por favor, chicos. Solo escúchenme…
Burn tocó la bocina, y no se detuvo. Traté de hablar sobre eso, pero era tan fuerte. No podían oírme, incluso si me disculpaba. Las calientes lágrimas me picaron los ojos. Incluso si fuera inútil, incluso si no pudieran oírme, no podía dejar que terminara así. Tenían que saber cómo me sentía realmente, incluso si nunca me volvían a hablar.
—Estaba sola —grité, con la bocina elevándose—. ¡Antes de conocerlos, estaba sola! ¡Completamente! No estaba... no estaba feliz, ¿de acuerdo? Y luego los conocí a ustedes, y...
Inhalé, mis pulmones ardiendo.
—¡Todavía no era feliz! Pero poco a poco…
Burn tocó la bocina aún más fuerte, como si eso fuera posible. Tuve que gritar, pero se ahogó en su propio sonido.
—¡Me gustan! —dije—. Me gustan los tres: Fitz, ¡eres la única persona en el mundo que tiene mejores chistes que yo! ¡Burn, eres la mejor persona que he conocido! Y Wolf…
¿Cuándo empezaría a hacer efecto la pastilla? ¿Lo sentiría? ¿Moriría en el momento en que golpeara mi torrente sanguíneo?
El tiempo comenzó a difuminarse. Fitz y yo volvimos a hablar de la Guerra de las Rosas y de los estúpidos que eran los trajes en ese entonces, y de repente, a mitad de la frase sobre los Lancaster, sentí que todo mi cuerpo se calentaba. Era como si alguien hubiera cambiado los engranajes de mi cerebro por una bicicleta, porque el miedo me dejó de repente. Todas las voces en mi cabeza que me decían que papá se estaba muriendo y yo era egoísta y estúpida por ignorarlo en este momento, simplemente... se evaporaron. Todas mis dudas se ahogaron en pequeñas y suaves olas de paz. Miré a Fitz y él me sonrió.
—¿Ves? Eso no fue tan difícil, ¿verdad?
—Es... agradable —me maravillé—. Mi cuerpo se siente pesado pero agradable.
Permítanme aclarar esto, papel y lápiz; las drogas apestan. Quiero decir, podía entender a Fitz y su asunto de la marihuana; papá fumó hierba cuando era más joven, e incluso cuando yo era una niña, pero se detuvo cuando comenzó a afectar su depresión cada vez más y más. Aceptaba sus viajes personales a la hierba. Sabía que no debía creer en las tácticas de miedo de los medios de comunicación de “¡la hierba puede matar!” o alguna otra tontería. ¿Pero las cosas como estas pastillas? ¿Tomarse medicamentos como si fueran golosinas? Nada bueno salía de eso. Eso era lo realmente malo. Y lo aprendí de la manera difícil, esa noche.
—Vámonos. —Fitz se sentó—. Tengo hambre.
—Yo también —estuve de acuerdo, mi estómago sonó vorazmente.
Nos sentamos y caminamos juntos escaleras arriba. Era extraño; incluso mover mi cuerpo se sentía bien, como si lo estuviera haciendo en cámara lenta, bajo el agua, como si me estuviera moviendo a través de una habitación llena de las almohadas más algodonosas y esponjosas de todos los tiempos. Fitz y yo atiborramos nuestros platos de papel con pavo, sofisticados omelets y tarta de queso antes de colapsar en el sofá disponible más cercano. Alguien había encendido algo de música y la gente bailaba en la sala de estar. Parecía divertido. Si solo mover mi cuerpo se sentía bien, no podía imaginarme cómo se sentiría bailar así. Fitz me vio mirando fijamente, y una vez que terminamos de comer me levantó.
—Vamos. Baila conmigo.
—¡No puedo! —Me reí. El sonido de mi propia voz me sobresaltó. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que me reí así, como si estuviera emocionada y realmente divirtiéndome?
—No tiene otra opción, señora. Puse jugo de baile secreto en esas pastillas — susurró, y me reí de nuevo. Él me condujo a través de la multitud hacia el centro.
—En serio, no puedo bailar —insistí. Fitz me devolvió la sonrisa por encima del hombro.
—Solo escucha la música. No pienses en nada más, solo escucha los tambores.
Podría haber estado drogada, pero no era totalmente ignorante de cómo me veía. Me balanceé nerviosamente. De repente, Fitz sacudió sus brazos y piernas en un baile entusiasta. Nada de lo que yo hiciera se vería tan mal. Me reí tanto que me dolía el estómago, y cuando me levanté por aire todo lo que podía oír era mi sangre corriendo por mis oídos y los tambores golpeando en ellos. Esta música era genial. Levanté los brazos; las almohadas presionando contra mi piel otra vez, eran tan suaves y reconfortantes.
Bailamos hasta que sentí que mi cara estaba en llamas. Fitz me sacó de la mano de la multitud.
—Estoy tan caliente —jadeó.
—¡Y lo sabes! —Le di un codazo. Él se rió entre dientes y señaló las puertas de vidrio que salían de la cocina y hacia la piscina.
—Vamos a tomar un poco de aire.
Tragué saliva, parpadeando furiosamente para aclarar mis ojos.
—Nunca me había divertido tanto... ¡aun así siendo enemigos!
La bocina seguía sonando. Ellos no me escuchaban. Nada que dijera importaba ahora. Era mezquino e infantil evitar que se fueran. Me aparté, mirando el cemento mientras se iban. No me merecía verlos irse. Así que, en cambio, miré el suelo, hacia las oscuras y redondas manchas de agua que se deslizaban de mis pómulos y dejaban huellas allí.
Cuando el convertible desapareció a lo lejos, y mis dedos de manos y pies empezaron a entumecerse por el frío, el señor Blackthorn salió. Escuché su lento, incluso aplauso, como si acabara de ver una obra de teatro.
―Encantadora, señorita Cruz. Nunca he visto a alguien que ofreciera todo lo bueno tirarlo tan fácilmente como tú. No solo lograste perder tu beca esta noche, sino que también lograste que los tres chicos que tal vez confiaban en ti más que en cualquier mujer desde que su madre falleció, te odien. Estoy asombrado con tu habilidad para realizar múltiples tareas.
No podía decir nada. Mi garganta estaba en carne viva y ronca, mi cuerpo estaba helado. Todo estaba mal, frío, y doloroso.
—Estás expulsada. —El señor Blackthorn esnifó cuando no respondí—. Puedes venir a Lakecrest una última vez, la semana que viene el lunes, para recoger tus cosas de tu casillero y devolver tu uniforme. Espero que lo lave y planche. Adiós, señorita Cruz, y le deseo suerte en sus futuros emprendimientos.
El golpeteo descortés de sus zapatos en el pavimento se atenuó, hasta que todo lo que quedaba era el sonido del latido de mi roto corazón.
Los ojos de Fitz se pasearon por las piernas de una chica que jugaba cerveza pong adentro. Me dio un codazo.
—Voy a buscar un trago. Quédate aquí, ¿de acuerdo? ¿Quieres algo? Negué. Se movió para levantarse, pero yo agarré su brazo.
—Gracias, Fitz. Por esto.
Él sonrió juguetonamente.
—Cualquier cosa por mi desaliñada becada. Desapareció dentro de la casa, dejándome con un delicioso vacío en mi cabeza.
En cierto modo, era algo así cómo me sentía haciendo paracaidismo, excepto sin la adrenalina. De hecho, probablemente tenía adrenalina negativa, con lo lenta que me sentía. Incluso mis parpadeos parecían demorar siglos. El agua estaba tan fresca en mis pies, y mi cuerpo estaba tan cómodo. El mundo se oscureció.
No recuerdo nada de lo que sucedió después de eso, lápiz y papel. Lo siguiente que recordé eran gritos. Montones de voces altas, todas a la vez. Eran suaves, pero crecían lentamente hasta que me atravesaban los tímpanos.
—¡No puedo creer que hayas hecho esto! —Una voz furiosa, ardiendo desde el interior, consumiendo cada sonido con sus llamas.
—¡Fue un segundo, Wolf! —Una voz melodiosa, enojada, pero fluida y brillante, como una bebida gaseosa. La voz de los incendios forestales estalló de nuevo.
—¿Un segundo? Me estás diciendo que la dejaste sola, intencionalmente, ¿para qué, para bajar tus tranquilizantes con bourbon? ¿Tu jodida fiesta drogada es más importante que ella?
—Perseguía a una chica —dijo una tercera voz, baja y uniforme, como arena gris mojada, aunque los bordes de la misma temblaban.
—Una chica —se burló la voz de fuego—. Me das asco.
—No sabía que ella se caería en...
—¡Era tu responsabilidad! —gritó Fuego tan fuerte que se hizo eco—. Ella confió en ti, y tú la abandonaste, y si está herida para siempre te juro por Dios, seas mi hermano o no, te arrancaré la columna por la garganta...
Había algo suave debajo de mí, no las almohadas, algo más sólido que eso. Abrí los ojos, el aire estaba tan frío. Mi cuerpo se sentía mojado por todas partes, lagunas manchaban las sábanas debajo de mí. Estaba en una habitación, y personas borrosas se reunían alrededor. Alguien se sentó en la cama junto a mí, alguien enorme y ancho, y dos personas se mantenían de pie, gritándose el uno al otro.
—¿B-Burn? —intenté. Mi voz era ronca, y dolía hablar. La figura me miró. Mi visión se aclaró, era Burn; su rostro se suavizó con preocupación.
—Ahí estás. ¿Estás bien? Me reí, aunque dolió.
—Me siento como la mierda.
Sonrió levemente ante nuestra broma interna, y me ayudó a sentarme, lentamente. El cambio en la elevación hizo que mis pulmones se comprimieran y comencé a toser. No pude parar, las toses sacudieron mi cuerpo. Me dio un vaso de agua y bebí con avidez.
—Mi garganta está en llamas —logré decir. Wolf ahora estaba frente a mí, sus ojos verdes ardían.
—¿Te duele en algún otro lado? —exigió. Negué.
—N-no. ¿Qué pasó? Lo último que recuerdo… Miré a Fitz, que no podía mirarme a los ojos. El labio de Wolf se curvó.
—Aparentemente, Fitz te drogó —dijo.
—Lo s-sé. Yo se lo pedí.
Burn pareció sorprendido, por una vez.
—¿Lo hiciste? Asentí.
—No podía… mis padres estaban peleando y tuve que irme, así que vine aquí.
Solo quería olvidar. Por un ratito.
Wolf se estremeció. Burn se levantó, poniendo una mano sobre el hombro de Fitz.
—Estaremos fuera —dijo. Fitz no dijo nada, o incluso trató de pelear cuando
Burn lo sacó de la habitación. La puerta se cerró detrás de ellos, y solo quedamos Wolf y yo. Entrecerré los ojos atontada, no muy segura si estaba viendo la cara de Wolf bien. No hay forma de que pudiera estar tallada con preocupación. No Wolf. No sobre mí. Extendí la mano, lentamente, pensando que tal vez estaría bien tocarlo esta vez, si lo hacía despacio. Mis dedos se desviaron a lo largo de su arrugada ceja, y presioné.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, y juro que escuché todo el fuego en su voz convertirse en brasas con esas palabras.
—Intentando… —Presioné más fuerte—… hacer que las arrugas de preocupación… —Otra presión—… se vayan.
Pensé que él me apartaría. Indudablemente. Eso es lo que Wolf haría. Pero para mi sorpresa, cerró mis dedos con los suyos, guiando mi mano hacia abajo para descansar en la cama.
—Se me permite estar preocupado por ti —dijo. Olía a canela y luz de luna.
—Hueles bien —dije.
—No cambies de tema —presionó, aunque su voz permaneció suave.
—¿Cuál era el tema? —Moví mis dedos contra su palma, como un lagarto feliz, o las patas de una araña—. Oh, cierto. Preocuparse.
—Te caíste en la piscina —dijo Wolf—. Te desmayaste por… no sé por cuánto tiempo. Segundos. ¿Diez? Keri te vio, gritó y yo fui corriendo y…
Su mano se apretó alrededor de la mía.
—Pensé que estabas muerta.
Incluso a través de mi neblina de drogas, sentí la pesadez de esa frase. Muerta. Papá podría estar muriendo. No, no quería pensar en eso. La madre de Wolf murió. Él lo vio. Probablemente gente muerta no era algo que quisiera volver a ver.
—Lo siento —murmuré, la vergüenza me recorría—. Por hacerte pasar por eso otra vez.
—¿Otra vez? —Wolf entrecerró los ojos—. Entonces ya sabes.
—Sí. Fitz me lo dijo.
—Fitz ha hecho muchas cosas terribles últimamente. —Wolf suspiró.
—Por favor, no te enojes con él… yo pedí las drogas.
—Sí, Bee, lo hiciste. Pero eso no cambia el hecho que nunca antes has tomado algo así y Fitz sí. Fitz debería haber sabido que no debía darte algo tan fuerte. No debió dejarte sola, en una fiesta como esta.
Fruncí el ceño, liberando mi mano.
—¿Estás enojada? —preguntó Wolf.
—Estoy enojada —dije—. Porque ustedes siempre están enojados el uno con el otro todo el tiempo. Excepto Burn. Es el único que no está enojado contigo, incluso si se está escapando, pero Fitz está enojado con él, y tú estás enojado con Fitz, y por una vez me gustaría que pudieran hablar sobre eso como adultos en lugar de ignorarlo hasta que se pone malo. Eso son… son tácticas evasivas clásicas 101. El resentimiento va a hacer que la comunicación sea imposible a menos que...
—Estoy enojado con Fitz porque su negligencia te lastimó.
—¿Por qué te importaría? Somos enemigos.
—No somos enemigos. —Exhaló.
—¡Lo somos! ¡Dijiste que deberíamos serlo!
—Dije… —Giró un anillo de plata alrededor de su dedo—. Dije muchas cosas que no debí. Acerca de ti. Lo siento. Por llamarte patética, donde Seamus.
—¿Sientes haberlo dicho o sientes que lo haya escuchado?
—Lo siento por decirlo. Todo. No estaba bien. Y no era verdad.
Estudié su rostro. La droga se estaba acabando, y las cosas comenzaron a sentirse menos bien. Los pensamientos comenzaron a arremolinarse en mi cabeza, amenazando con convertirse en ese tornado horrible y grotesco de los peores escenarios.
—Entonces ¿no crees que sea patética? —pregunté finalmente. Wolf se estremeció.
—No.
—Entonces ¿por qué lo dijiste?
—Porque sí. Porque es más fácil pretender odiarte frente a las personas, que hacerles saber la verdad.
Mi corazón saltó a mi garganta.
—¿Qué verdad?
Wolf hizo girar su anillo más rápido.
—Yo… tengo que decírtelo, sobre Mark. Mereces saber.
—Wolf, si te hace sentir incómodo…
—Estaba enamorado de él —espetó—. Desde el momento en que ingresó a la escuela. Estaba... atraído por él, de una manera en la que nunca antes me había sentido atraído por nadie. Al principio pensé que era amistad, pero cuanto más tiempo estuvimos juntos, más me di cuenta...
Wolf tragó saliva, su anillo era un arco cegador de plata que captaba la luz de la lámpara.
—Lo amabas —le ofrecí. Wolf asintió, solo una vez y con fuerza.
—Pero él no sentía lo mismo. Cuando le dije, él... —Los anchos hombros de Wolf comenzaron a temblar, tan minuciosamente que apenas lo noté—… cambió. Completamente. Se burló de mí al respecto. Me golpeó por eso. Dijo que le diría a toda la escuela que yo era...
Me estremecí, la desagradable voz de Mark de ese día en la piscina hizo eco en mis recuerdos. Wolf se aclaró la garganta.
—Me lo restregó. Lo usó para manipularme y hacer lo que quisiera. Y la peor parte fue que nunca tuve ganas de hacer algo. Todavía lo amaba, sin importar cuánto golpeara, o cuánto gritara. No importa qué tan malo fue, seguí pensando que podría cambiarlo, volver a ser como era. Que, si lo aceptaba, estuviera de acuerdo con él, si hacía lo que quisiera, volvería a ser la persona de la que me enamoré al principio. Estaba tan ciego. En mi punto más bajo, cada vez que terminaba de golpearme, yo pensaba “bueno, tal vez ahora se relaje y se calme”. Así de malo fue.
—Wolf…
—Y luego… —Wolf giró el anillo aún más rápido—. Y luego me cansé de eso. De repente, me di cuenta que nada iba a cambiar. Él iba a seguir siendo así, y no había ninguna cantidad de golpes que pudiera recibir antes que volviera a ser el de antes. Y se dio cuenta que me había dado cuenta de que su dominio sobre mí se estaba debilitando, así que comenzó a decir que se mataría. Que, si lo dejaba, él se suicidaría y su muerte sería mi culpa.
Mi pecho se contrajo tan fuerte que era difícil respirar.
—Y me quedé despierto todas las noches después de eso. —Wolf apretó los dientes—. Acostado en la cama, preguntándome si estaba cortando su brazo en ese momento. Cada segundo que estaba lejos de él era un segundo que se estaba matando a sí mismo. No pude dormir. Dejé de comer.
—¿Fitz, o Burn…?
—No pudieron hacer nada. No los dejaba —dijo rápidamente—. Temía que, si alguien más interfería, enloquecería a Mark y moriría por mi culpa.
El dolor en mi pecho se movió a mi corazón.
—Y luego tú... lo golpeaste.
—No sé lo que pasó —dijo Wolf, con los ojos verdes de repente distantes, y dejó de girar su anillo—. No lo recuerdo para nada, y esa es la parte más aterradora. Solo recuerdo ir a la escuela esa mañana, cansado, muy cansado, y luego dijo algo, y todo lo que sigue es un agujero negro donde deberían estar los recuerdos. —Miró las sábanas, estudiando los hilos como si su vida dependiera en eso—. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en la oficina del director. Y nunca más vi a Mark. Hasta las semifinales.
—Lo… lo siento mucho, Wolf.
—Está bien. Se acabó. Eso es todo lo que importa.
—¡No, eso no es cierto! —Me senté más derecha—. Es un gran paso que le estés diciendo a alguien. A mí.
—Son solo palabras —murmuró.
—Es un indicador realmente positivo —le aseguré—. Significa que has tenido suficiente tiempo entre el evento y el presente para comenzar a formar un punto de vista retrospectivo.
—¿Y se supone que es bueno? —gruñó.
—Es mejor que revivir el pasado y el dolor.
Wolf estaba callado. El aire parecía pesado, como si tratara de sofocarnos a los dos. Tuve que hacer algo. Así que extendí mis brazos.
—Vamos.
Wolf fulminó con la mirada.
—¿Qué?
—Vamos. Dame un abrazo.
—Pensé que habías dicho que ya no me los darías.
—Puedo hacer una excepción esta vez.
Wolf se sentó en la cama, cautelosamente, luciendo como la criatura de su sobrenombre. Murmuró algo, pero era demasiado suave para escuchar.
—¿Qué? —pregunté.
—Dije… —Se aclaró la garganta—. Está bien… está bien si yo... no, mierda, va a sonar estúpido o espeluznante. O ambos.
—¿Qué es? No me dejes en suspenso.
El rojo más leve se deslizó sobre sus pómulos altos.
—¿Estaría bien... si pongo mi cabeza en tu regazo?
Casi me río de lo adorable que se veía, pero luego me di cuenta que sería una mierda escucharlo de alguien a quien le preguntaste algo tan personal. Asentí, en cambio.
—Por supuesto. Si no te importa la ropa húmeda.
Estiré mis piernas, y se acostó sobre la cama de lado, apoyando su cabeza en mi regazo. Fue incómodo por un momento, hasta que mis manos, picadas por algo que hacer, encontraron su cabello. Lentamente, acaricié su cabeza.
—¿Está bien? —pregunté. Un sonido de “hm” fue todo lo que obtuve de él. Mantuve mis caricias lentas y suaves. Su cabello era tan hermoso, como el color de la pluma de un cuervo, y tan suave. El temblor en sus hombros lentamente retrocedió, hasta que estuvo completamente quieto, solo su respiración moviendo su pecho hacia arriba y hacia abajo—. Gracias, Wolf.
—¿Por qué? —preguntó.
—Por contarme sobre Mark.
Abrió la boca, luego la cerró y luego la volvió a abrir.
—Se sintió como el momento correcto. Para decirle a alguien.
—Oh, entonces no soy especial.
—Nunca dije eso. Ahí vas, deduciendo cosas de nuevo. Me reí.
—Estaba bromeando.
—Tu humor apesta.
—También tu cara, pero no me ves quejándome, ¿o sí?
—Constantemente. Todo lo que sale de tu boca es un flujo constante de insultos sobre mi nariz y mis ojos.
—Tienes ojos bonitos —admití. Lo sentí rígido en mi regazo—. ¿Qué? Estoy segura que muchas personas lo han dicho. ¿No puedo decir la verdad?
—No, es solo que… —Exhaló—. Es diferente. Al escucharlo de ti.
—¿Diferente cómo? ¿Bueno o malo?
—Bueno —afirmó—. Lo mejor que he oído alguna vez. Podría escucharte elogiarme por siempre.
—Bueno, eso es solo tu ego hablando —le dije—. Y odiaría alimentar esa cosa.
Ya es enorme.
—Con el peso y la densidad de un agujero negro —estuvo de acuerdo.
El ruido de la música se atenuó a través de las paredes, hasta el punto que casi sonó como un susurro. La fiesta en sí se sentía como un sueño lejano, como si las únicas cosas reales estuvieran en esta habitación, con Wolf y yo. Me sentí como si estuviera en una burbuja con él, un espacio cálido, seguro y amable, algo que aliviaba todos los nervios agitados en mi cabeza mejor que las drogas alguna vez podrían. No importaba que mi ropa estuviera empapada y que respirar fuera un poco difícil. Todo lo que importaba era que estaba viva, aquí, con alguien más cerca de mí para demostrarlo con el calor corporal y la presión de todo su ser. Wolf constantemente giró un anillo en su mano, y me aclaré la garganta.
—Nunca te pregunté sobre esos anillos. ¿Por qué usas tantos? ¿Es como un mecanismo de supervivencia?
Se encogió de hombros.
—Más o menos. Cuando los llevo, parece que, incluso si alguien se acerca a mí, seré capaz de defenderme. Si alguien intenta lastimarme otra vez, al menos mi puñetazo duele más que el suyo con todo este metal.
—Eso... tiene un sentido retorcido.
—Y quita mi mente del presente —dijo—. Si giro un anillo, me concentro menos en qué tan cerca está la gente de mí.
—Entonces son como pequeñas distracciones.
—Sí. Es estúpido, pero... Tragó saliva, y sonreí.
—Oye, está bien. No me voy a reír. Mucho.
—Es estúpido —repitió—. Pero cuanto más tengo de ellos, más seguro me siento.
—Así soy yo —estuve de acuerdo—. Con libros. Libros de texto, en realidad. Acerca de la salud mental. Cuanto más tengo, más siento que mi papá está a salvo. Son solo palabras que te enseñan técnicas, y no son realmente efectivas sin el entrenamiento adecuado, pero aun así...
—Todavía los necesitas para sentirte bien —terminó por mí. Asentí.
—Sí. Algo como eso.
Nos empapamos en el silencio. Estaba empezando a sentir más y más, el asombroso y terrible entumecimiento de la droga saliendo de mi cuerpo, oh, muy lentamente.
—Estaba preocupado —dijo Wolf, con voz ronca—. Que nunca te despertarías otra vez.
—Me quedaron algunas cosas por hacer —bromeé—. Así que decidí regresar. No se rió ni sonrió ante el chiste. Solo me miró.
—¿Sabes por qué traté de quitarte tu beca?
—¿Porque te enojé y eres un idiota por naturaleza?
—Porque tenía miedo —dijo—. Aún lo tengo.
—¿De qué?
Una sombra apareció en su mirada.
—De ti.
Mi mundo se sentía como si estuviera siendo absorbido por él, como si los dos estanques verdes debajo de mí estuvieran sacando toda la luz de la habitación y el aire de mis pulmones. Forcé una risa nerviosa.
—No soy tan temible.
Algo cambió en su rostro, los bordes suaves endureciéndose, como si la lava se enfriara. Fue casi como si se hubiera dado cuenta de algo. Se sentó de repente y se levantó de la cama.
—¿He… dicho algo malo? —pregunté.
—No. —Se ajustó los puños de su camisa a rayas, arrugada por la cama—. Acababa de terminar de tratar de tocar a alguien. Solo hay cierta cantidad de estímulo que puedo soportar antes que se vuelva insoportable.
—C-claro —tartamudeé, desconcertada por lo formal que era su voz. Imparcial.
Indiferente. Completamente diferente de la voz ronca del chico que acababa de confesarme su pasado más oscuro no hace un minuto.
—Gracias —dijo—. Por prestarme tus servicios.
—Mmm. ¿De nada?
Asintió brevemente y salió por la puerta, cerrándola detrás de él y dejándome desconcertada, todavía hecha un desastre mojado. Sintiendo que había hecho algo mal de alguna manera, cerré la puerta con llave y sequé la ropa en un calentador cercano, envolviéndome en el edredón mientras tanto. Alguien sacó mi teléfono del bolsillo y toqué los botones de manera experimental. Tardó unos segundos, pero el teléfono se encendió. Se apagó de inmediato cuando intenté acceder a mis mensajes de texto, pero con un poco de persuasión pude volver a encenderlo y leer el primero rápidamente antes que el teléfono se apagara nuevamente.
Era del señor Blackthorn. Mi estómago dio un vuelco.
Bee, odio contactarte así, por temor a que Fitz lo sepa, pero pensé que teníamos un acuerdo para reunirnos esta noche, tal como lo hicimos la semana pasada y la semana anterior. Por favor, venga a Ciao Bella en cuanto pueda. Estaré esperando hasta que el lugar cierre a las 12.
¡Mierda, mierda! Lo olvidé totalmente. ¡Estaba tan concentrada en salir de la casa, y las drogas, y todo lo que estaba pasando, que lo había olvidado por completo!
¿Estaba bien conducir? Lo probé caminando de ida y vuelta en línea en el suelo, mis pasos constantes. De acuerdo, sí. No tomé ningún trago de alcohol, así que debería haber estado bien. Me puse la ropa y salí corriendo de la habitación, buscando a Fitz. Lo encontré arriba, acurrucado en un rincón de un sofá con Keri y descansando su cabeza sobre su hombro abatido. Burn lo miraba desde el otro lado de la habitación. Corrí hasta Fitz.
—Oye, ¿estoy bien para conducir? —le pregunté.
Fitz enterró más su cabeza en el hombro de Keri para evitar mirarme. Keri puso los ojos en blanco y lo obligó a alejarse.
—Vamos, le debes una frase como mínimo —le regañó Keri.
—No te preocupes por lo de la piscina, ¿está bien? Estoy bien, ¿ves? —Presumí con un giro, pero Fitz solo miró ceñudo a la alfombra a mis pies.
—Ya debió pasar el efecto —refunfuñó.
—¡Genial! —Sonreí y le di unas palmaditas en la cabeza—. Te veré luego entonces. Dile a Burn y Wolf que tengan una buena noche por mí, ¿quieres?
No respondió, Keri me mostró una sonrisa de “lo siento”. Le resté importancia y me dirigí hacia la puerta. Era extraño, los susurros me seguían. Y no el tipo tranquilo.
—Se cayó en la piscina y casi se ahoga.
—¿Nadie llamó a una ambulancia?
—Wolf le dio RCP, así que no lo necesitaba. —Alguien rió.
Mi mano se congeló, flotando sobre el pomo de la puerta delantera. Me obligué a abrir la puerta, salir y actuar de forma natural incluso cuando mi cabeza giraba caóticamente. RCP. Eso significaba, como, golpear mi pecho, ¿verdad? Eso fue todo. Eso fue todo. No hubo ninguna relación de boca a boca, excepto que definitivamente lo hubo, porque era RCP y oh Dios, mi vida había terminado, le sonreí como si nada hubiera pasado entre nosotros, pero definitivamente, definitivamente puso sus labios en los míos…
Hice una mueca en cada paso que di al auto. ¡Fui tan casual en la habitación!
¡No me sorprendía lo incomodo que se vio todo el tiempo que estuvimos juntos! El habría… yo habría… nosotros hubiéramos…
Golpeé mi cabeza contra el volante y me dije que respirara profundamente. Eran solo labios. ¿A quién le importaba? Él básicamente salvó mi vida, eso es mucho más importante que el hecho que fue un casi beso. Hubiera sido la peor persona en la fiesta que me pudiera dar RCP, Taryn o Anna, o quizás otro chico que se rehusara a apartar la mirada de los pechos de una chica, y aun así hubiera estado agradecida de que me salvaran. ¡Había sido estúpida por siquiera entretenerme en el asunto de drogas de Fitz! La desesperación casi me mató esta noche.
Los caminos, vacíos e iluminados con la luna, se veía de algún modo más hermoso que nunca. Quizás fue la experiencia de casi la muerte. Quizás era la vergüenza de tomar decisiones de mierda en una muy pública fiesta. Quizás era el hecho que Wolf y yo técnicamente nos besamos. Quizás era el hecho que dejé que
Wolf Blackthorn colocara su cabeza en mi regazo cuando claramente le dije que nunca más le volvería a ayudar. Quizás era su paga por salvarme. Podía racionalizarlo de cientos de maneras, pero el hecho que importaba más era que había ido en contra de mi palabra. ¿Y la peor parte? No me importaba. Se sintió bien, ayudar. Ser necesitada. Aunque no podía ayudar a mamá y papá, podía ayudar a Wolf Blackthorn, al menos.
Y ahora, estaba a punto de apuñalarlo por la espalda.
No lo haría más. Eso era todo. No podía seguir espiando para el señor Blackthorn. Le diría que no quería hacerlo más, que renunciaba. Y lo que fuera que sucediera por eso, lo manejaría. Yo me había metido en este lío. Lo menos que podía hacer era tratar de sacarme de este.
Aunque eso significara arriesgar NYU. Aunque significara arriesgar todo por lo que había trabajado jodidamente demasiado. No podía seguir haciéndolo. No después de todo.
Encontraría otra forma de ayudar a papá. Encontraría otro modo de mantener mi beca, estaría bien. Me abracé un poco mientras salía del auto en el estacionamiento de Ciao Bella. Todo estaría bien. Tendría que estarlo. Tienes que hacer que esté bien, Bee. Por ti, por papá, y mamá, y por los hermanos Blackthorn. Todos cuentan contigo.
Ciao Bella estaba prácticamente vacío cuando llegué. Revisé mi teléfono, sacudiéndolo un poco para que se encendiera, eran las 11:47. Empujé las puertas sin aliento, mi corazón golpeando contra mi pecho. El señor Blackthorn sentado en la parte de atrás, mirándose perfectamente sereno y calmo. Eso solo me ponía más nerviosa. Este era el hombre más poderoso en la mesa directiva, y estaba a punto de decirle que colocara su cabeza en su trasero. Amablemente.
—Hola, señor Blackthorn. Lamento llegar tarde. Su hermoso rostro se arrugó con una sonrisa.
—Está bien. Escuché de Kristin que estabas en la fiesta. Haciendo un poco de investigación por mí, asumo. Qué amable de tu parte.
—Uh, sí, sobre eso. —Torcí la servilleta en mis manos—. Gracias por, uh, la oferta y todo, pero voy a renunciar.
El señor Blackthorn no reaccionó, solo tomando un lento, sorbo de su café.
Parecía como si no hubiera dicho nada, como si mi voz estuviera en silencio.
—No voy a hacerlo más —insistí—. La cosa de espiar.
—Si tu beca es lo que te preocupa, no lo haga, señorita Cruz. Voy a honrar mi trato. Lo tiene también escrito.
—No es eso…
—¿Entonces qué es? —preguntó el señor Blackthorn, un poco más fuerte que antes—. ¿Son mis hijos? ¿Te están lastimando? ¿Siendo crueles? ¿No puedes poner de lado tus sentimientos por unas semanas y superarlo por el bien de tu futuro? —Se recargó en la cabina y suspiró—. Pensé que eras más fuerte que eso.Él estaba tratando de manipularme. Todas las señales estaban ahí. El hacerme menos, el “tú eres mejor que eso”. Sus guardaespaldas, los dos usuales hombres en traje, ni siquiera parpadearon.
—Escuche, señor Blackthorn —inicié—. Estaba asustada, cuando acepté esto.
—¡Y deberías estarlo! —Él asintió—. Tú padre está muy enfermo, señorita Cruz. Y quien sabe con una enfermedad como esta, él podría empeorar en cualquier momento. Entre más aprendas en Lakecrest, serás más capaz de ayudarle. NYU tiene uno de los mejores programas en el país. Solo piensa, en tres años, vendrás en tus vacaciones de verano y su salud habrá mejorado notablemente. Puedo prometerle eso.
Permanecí en silencio. El señor Blackthorn se movió hacia adelante.
—Señorita Cruz, entiendo que esté bajo el estrés, tanto de mis hijos como de su propia familia. Realmente aprecio lo que ha hecho hasta este momento por mí. Tiene que aceptar un regalo de agradecimiento.
Lo miré, confundida, mientras sacaba su chequera y garabateaba. Me pasó un cheque, mis ojos se abrieron al ver el número.
—De… de ninguna manera...
—Esto va a cubrir exactamente los costos del psicoterapeuta, un buen amigo mío, el doctor Mirelle. Está en la ciudad, pero es bueno, y se especializa en depresión y ansiedad. Esto es suficiente para dos semanas de terapia intensa. Sé que tu familia no puede costearse este tipo de cuidados, así que es propio de mi parte que ayude donde puedo.
Miré el número, la simple tinta brillando contra el papel. Cinco mil dólares. Era la mayor cantidad de dinero que había tomado con mis manos. Su firma estaba justo ahí, no era falsa o una broma. Esto era mucho dinero, que me ofrecía gratis. ¿Gratis? Fruncí el ceño, no, no era gratis, el señor Blackthorn estaba siendo astuto como siempre. Este dinero venía con un precio, si aceptaba, básicamente no me quedaba de otra más que espiar para él. No era ni siquiera una opción si tomaba el dinero, tenía que hacerlo. El cheque comenzó a sentirse pesado como una cadena de metal en mis manos. Con esto, papá podría recibir ayuda que no podía costearme. Quizás facilitar las cosas entre él y mamá, cosas que rápidamente iban en caída libre. Era una posibilidad remota, pero era mejor que dejar que se gritaran hasta que el resentimiento creciera tanto que no pudieran soportarse el uno al otro.
Me sentí más enferma que nunca. No… no podía tomar este dinero. No si costaba el traicionar a los hermanos. Traicionar a Wolf.
Deslicé el cheque de regreso al señor Blackthorn por la mesa pulida de madera.
—Lo lamento. —Tragué—. Pero no puedo aceptarlo. Y no puedo seguir espiando para usted. Así que terminé.
—¿Quién fue? —La mirada del señor Blackthorn se volvió sombría, irritada.
—¿Qué?
—¿De quién te enamoraste? ¿Fue Fitz? No… tú me pareces más del tipo de chica de Wolf.
—Yo no…
—Entiendo que mis hijos sean apuestos, y entiendo que las chicas adolescentes como tú disfrutan poner a chicos apuestos en pedestales y los adoren. —Suspira—. Pero él nunca va a sentir lo mismo por ti. ¿Realmente crees que eres la primera en espiar y enamorarte de uno de ellos? Kristin permitió que sus sentimientos por Burn nublaran su juicio de la misma manera, y lo arruinó todo. No seas una de esas mujeres, señorita Cruz, las que arruinan su futuro por el amor que nunca van a tener.
Me sentí abrumada.
—Me está malinterpretando por completo.
—Por el contrario. Entiendo perfectamente bien. Tienes tus reservas. Pero eso es únicamente porque perdiste tu meta. Puedes tener todo lo que quieras, señorita Cruz. Solo es cuestión que me diga algunas cosas de mis hijos… cosas que cualquiera podría decirme.
—Si cualquiera puede decirle, ¿por qué no les pregunta? —Me pongo de pie—.
Voy a irme.
—Se da cuenta. —Eleva la voz, deteniéndome en mi camino a la puerta—. Que una vez que salga por la puerta, posiblemente voy a aprobar la solicitud de mi hijo de quitarle la beca.
Cierro el puño, pero el señor Blackthorn sigue presionando.
—Él es mi hijo, pero también ha expuesto el pobre comportamiento de algunos estudiantes, todos los que van contra las reglas de Lakecrest. Apoyo esas reglas, al ser mi trabajo como jefe del consejo escolar. Si él recomienda que a un estudiante se le retire una beca, entonces tengo que asumir que tiene evidencia que ha roto una de nuestras reglas, y en ese caso voy a retirarle la beca. Usted, por supuesto, no sería capaz de pagar los costos para entender a Lakecrest, y por lo tanto no asistiría a la escuela.
—Pero no hice nada malo —tartamudeé—. La verdad mostrará que no hice nada.
El señor Blackthorn sonrió pacientemente.
—Sí. El consejo escolar ciertamente solicitará una investigación por su comportamiento. Con video evidencia. Mayormente creo que es de usted acosando a mi hijo.
—¿Acosando? —Me ahogué.
—Lo agrediste verbalmente en la mañana del 7 de octubre. Hay múltiples testigos que te vieron. Además, lo amenazaste a él y a sus hermanos.
Pensé frenéticamente de nuevo. Ese fue el día en que Wolf arrojó café en la cabeza de ese estudiante de primer año. Sé que dije algunas cosas furiosas. ¿Sería eso suficiente para expulsarme? ¿Cómo era eso incluso justo?
—No lo llevaremos a la asistencia, por supuesto. Pero hasta que puedas pagar la matrícula, te escoltarán fuera del campus.
—Es un imbécil —murmuré.
—¿Qué fue eso?
—¡Dije que era un IMBÉCIL! —grité. El señor Blackthorn parecía aturdido. El constante tintineo de los platos que se lavaban en la cocina se quedó en silencio, y sus guardaespaldas se movieron ligeramente hacia adelante, listos para saltar—. ¡Es un idiota baboso y me arrepiento de haber aceptado su estúpida oferta!
La sorpresa del señor Blackthorn se desvaneció, y comenzó a reírse.
—Oh, señorita Cruz. Es una pena que no podamos ser amigos. Eres la primera persona en tener el coraje de decirme en un lenguaje tan vibrante, bueno, siempre.
—No me importa el coraje —espeté—. No me importa si tiene “evidencia”. ¡Lo único que hice mal fue aceptar su estúpido plan!
Él sonrió.
—¿Y qué plan era ese?
—¡Espiar! —Alcé mis brazos—. ¡Espiar a sus hijos e informar toda la mierda que le devuelven! Usted… usted me hizo fingir hacerme amiga de ellos. ¡Me contó todas sus peculiaridades para ponerlas de su lado para que supiera lo que estaban haciendo! Noticia de última hora ¡no es tan malo! ¡Solo son chicos! Son chicos que perdieron a su madre, y están un poco jodidos, pero todos estamos jodidos, ¿está bien? ¡No se merecen un padre idiota, horrible y manipulador!
—Entonces lo admite —dijo Blackthorn fríamente—. ¿Que solo estabas pretendiendo ser su amiga para salvar tu pequeña y lamentable beca?
Aprieto los dientes con tanta fuerza que juro que los escuché romperse.
—¡Por supuesto que sí! ¡Sí! ¡Lo hice! ¡Lo admito! ¡A diferencia de ti, reconozco mis errores!
El señor Blackthorn sonrió a alguien por encima de mi hombro.
—Ah, chicos. Ahí están. Es bueno ver que Kristin hiciera que todos estén aquí. Ella tenía que... embellecer la verdad, como pueden ver. La señorita Cruz está perfectamente bien, no la tengo como rehén. De hecho, estaba a punto de irse, ¿no?
Me volví una piedra. Acero. Sentí como si toda la sangre en mi cuerpo se hubiera convertido en hielo. Lentamente, agonizando lentamente, volví la cabeza sobre mi hombro para ver a Burn, Wolf y Fitz allí de pie. Habían escuchado todo. El señor Blackthorn se aseguró de eso; me engañó para que lo dijera todo frente a ellos. Los ojos de Burn estaban más muertos de lo que nunca los había visto, desprovistos de toda emoción. Parecía que Fitz iba a enfermarse, con el rostro pálido de sorpresa. La expresión de Wolf se encendía, oscura y furiosa, como un incendio.
El señor Blackthorn me tendió una trampa.
—Chicos, escúchenme. —Busqué frenéticamente las palabras—. No quise decir nada de eso…
—Oh, pero lo hiciste ―dijo el señor Blackthorn con aire de suficiencia. Ignoré mi rabia ardiente hacia él, no podía dejar que los hermanos se marcharan pensando lo incorrecto.
—Lo fingiste —dijo Burn simplemente.
—Comenzó como espionaje, ¿de acuerdo? —le supliqué—. Pero cuanto más los empecé a conocer, más me gustaron. Realmente, me gustaron. Todos ustedes. Nada de eso fue falso.
Fitz salió corriendo del restaurante con el rostro contraído.
—¡Fitz! —llamé, y me moví para ir tras él, pero el brazo enorme de Burn se lanzó sobre mi pecho, deteniéndome. Él me miró, más desalmado que una marioneta.
—No. Él ya no es tu problema. Ninguno de nosotros lo es.
—Burn… Burn, te lo juro…
Me soltó antes de que yo pudiera terminar, girando y saliendo después de Fitz. La repugnancia arañó todos mis órganos. Lo había arruinado. Lo he arruinado todo…
Me volví hacia Wolf, y se alzó sobre mí, su postura decidida a ser imperiosa y regia y todo, pero su cara decía lo contrario. Su rostro decía que me odiaba, pero odiaba más la herida que le había infligido.
—Me dejaste creer —dijo—, por un momento, que era normal.
—Wolf…
—Todo este tiempo —me interrumpió, gruñendo—. Toda la amabilidad que me mostraste fue porque querías conservar tu beca.
—Tú eras el único —logré decir—. ¡Fuiste tú quien lo dijo en primer lugar!
—Te lo dije… porque tenía miedo —arremetió.
—¿Miedo de qué? —grité—. ¿De mí? No entiendo, ¿por qué estás tan asustado de mí, Wolf? ¿Qué he hecho para tenerte tan asustado? ¡Tienes que decirme! ¡No puedo leer tu mente!
—Y ahora nunca tendrás que intentarlo —dijo. Giró sobre sus talones y salió de las puertas. Iba a vomitar.
No podía dejar que terminara así.
Corrí detrás de ellos, al estacionamiento. Llegué justo a tiempo para ver a Wolf entrar al convertible de Burn. Bloqueé el camino de entrada con mi cuerpo, los faros encendidos en mí. No podía ver sus caras en absoluto.
—¡Por favor! —grité—. Por favor, chicos. Solo escúchenme…
Burn tocó la bocina, y no se detuvo. Traté de hablar sobre eso, pero era tan fuerte. No podían oírme, incluso si me disculpaba. Las calientes lágrimas me picaron los ojos. Incluso si fuera inútil, incluso si no pudieran oírme, no podía dejar que terminara así. Tenían que saber cómo me sentía realmente, incluso si nunca me volvían a hablar.
—Estaba sola —grité, con la bocina elevándose—. ¡Antes de conocerlos, estaba sola! ¡Completamente! No estaba... no estaba feliz, ¿de acuerdo? Y luego los conocí a ustedes, y...
Inhalé, mis pulmones ardiendo.
—¡Todavía no era feliz! Pero poco a poco…
Burn tocó la bocina aún más fuerte, como si eso fuera posible. Tuve que gritar, pero se ahogó en su propio sonido.
—¡Me gustan! —dije—. Me gustan los tres: Fitz, ¡eres la única persona en el mundo que tiene mejores chistes que yo! ¡Burn, eres la mejor persona que he conocido! Y Wolf…
¿Cuándo empezaría a hacer efecto la pastilla? ¿Lo sentiría? ¿Moriría en el momento en que golpeara mi torrente sanguíneo?
El tiempo comenzó a difuminarse. Fitz y yo volvimos a hablar de la Guerra de las Rosas y de los estúpidos que eran los trajes en ese entonces, y de repente, a mitad de la frase sobre los Lancaster, sentí que todo mi cuerpo se calentaba. Era como si alguien hubiera cambiado los engranajes de mi cerebro por una bicicleta, porque el miedo me dejó de repente. Todas las voces en mi cabeza que me decían que papá se estaba muriendo y yo era egoísta y estúpida por ignorarlo en este momento, simplemente... se evaporaron. Todas mis dudas se ahogaron en pequeñas y suaves olas de paz. Miré a Fitz y él me sonrió.
—¿Ves? Eso no fue tan difícil, ¿verdad?
—Es... agradable —me maravillé—. Mi cuerpo se siente pesado pero agradable.
Permítanme aclarar esto, papel y lápiz; las drogas apestan. Quiero decir, podía entender a Fitz y su asunto de la marihuana; papá fumó hierba cuando era más joven, e incluso cuando yo era una niña, pero se detuvo cuando comenzó a afectar su depresión cada vez más y más. Aceptaba sus viajes personales a la hierba. Sabía que no debía creer en las tácticas de miedo de los medios de comunicación de “¡la hierba puede matar!” o alguna otra tontería. ¿Pero las cosas como estas pastillas? ¿Tomarse medicamentos como si fueran golosinas? Nada bueno salía de eso. Eso era lo realmente malo. Y lo aprendí de la manera difícil, esa noche.
—Vámonos. —Fitz se sentó—. Tengo hambre.
—Yo también —estuve de acuerdo, mi estómago sonó vorazmente.
Nos sentamos y caminamos juntos escaleras arriba. Era extraño; incluso mover mi cuerpo se sentía bien, como si lo estuviera haciendo en cámara lenta, bajo el agua, como si me estuviera moviendo a través de una habitación llena de las almohadas más algodonosas y esponjosas de todos los tiempos. Fitz y yo atiborramos nuestros platos de papel con pavo, sofisticados omelets y tarta de queso antes de colapsar en el sofá disponible más cercano. Alguien había encendido algo de música y la gente bailaba en la sala de estar. Parecía divertido. Si solo mover mi cuerpo se sentía bien, no podía imaginarme cómo se sentiría bailar así. Fitz me vio mirando fijamente, y una vez que terminamos de comer me levantó.
—Vamos. Baila conmigo.
—¡No puedo! —Me reí. El sonido de mi propia voz me sobresaltó. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que me reí así, como si estuviera emocionada y realmente divirtiéndome?
—No tiene otra opción, señora. Puse jugo de baile secreto en esas pastillas — susurró, y me reí de nuevo. Él me condujo a través de la multitud hacia el centro.
—En serio, no puedo bailar —insistí. Fitz me devolvió la sonrisa por encima del hombro.
—Solo escucha la música. No pienses en nada más, solo escucha los tambores.
Podría haber estado drogada, pero no era totalmente ignorante de cómo me veía. Me balanceé nerviosamente. De repente, Fitz sacudió sus brazos y piernas en un baile entusiasta. Nada de lo que yo hiciera se vería tan mal. Me reí tanto que me dolía el estómago, y cuando me levanté por aire todo lo que podía oír era mi sangre corriendo por mis oídos y los tambores golpeando en ellos. Esta música era genial. Levanté los brazos; las almohadas presionando contra mi piel otra vez, eran tan suaves y reconfortantes.
Bailamos hasta que sentí que mi cara estaba en llamas. Fitz me sacó de la mano de la multitud.
—Estoy tan caliente —jadeó.
—¡Y lo sabes! —Le di un codazo. Él se rió entre dientes y señaló las puertas de vidrio que salían de la cocina y hacia la piscina.
—Vamos a tomar un poco de aire.
Tragué saliva, parpadeando furiosamente para aclarar mis ojos.
—Nunca me había divertido tanto... ¡aun así siendo enemigos!
La bocina seguía sonando. Ellos no me escuchaban. Nada que dijera importaba ahora. Era mezquino e infantil evitar que se fueran. Me aparté, mirando el cemento mientras se iban. No me merecía verlos irse. Así que, en cambio, miré el suelo, hacia las oscuras y redondas manchas de agua que se deslizaban de mis pómulos y dejaban huellas allí.
Cuando el convertible desapareció a lo lejos, y mis dedos de manos y pies empezaron a entumecerse por el frío, el señor Blackthorn salió. Escuché su lento, incluso aplauso, como si acabara de ver una obra de teatro.
―Encantadora, señorita Cruz. Nunca he visto a alguien que ofreciera todo lo bueno tirarlo tan fácilmente como tú. No solo lograste perder tu beca esta noche, sino que también lograste que los tres chicos que tal vez confiaban en ti más que en cualquier mujer desde que su madre falleció, te odien. Estoy asombrado con tu habilidad para realizar múltiples tareas.
No podía decir nada. Mi garganta estaba en carne viva y ronca, mi cuerpo estaba helado. Todo estaba mal, frío, y doloroso.
—Estás expulsada. —El señor Blackthorn esnifó cuando no respondí—. Puedes venir a Lakecrest una última vez, la semana que viene el lunes, para recoger tus cosas de tu casillero y devolver tu uniforme. Espero que lo lave y planche. Adiós, señorita Cruz, y le deseo suerte en sus futuros emprendimientos.
El golpeteo descortés de sus zapatos en el pavimento se atenuó, hasta que todo lo que quedaba era el sonido del latido de mi roto corazón.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Hablando de capítulos largos, este definitivamente lleva la delantera...
Pero bueno, los padres definitivamente deben de buscar alguna solución a sus problemas
Mark es un idiota, y se aprovechó de la vulnerabilidad de Wolf, que bueno que le puso frente
El papá como siempre un idiota también
Ahora que pasará con Bee y los hermanos?!
Pero bueno, los padres definitivamente deben de buscar alguna solución a sus problemas
Mark es un idiota, y se aprovechó de la vulnerabilidad de Wolf, que bueno que le puso frente
El papá como siempre un idiota también
Ahora que pasará con Bee y los hermanos?!
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
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Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
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Edad : 61
Localización : Broward Florida
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Creo que este es el capitulo mas largo... la autora metió todo de una vez...
Mark jugo de formas muy desagradable con Wolf, al final era un chico que estaba auto conociéndose e intentado saber que es lo que le gustaba... no era correcto que Mark se aprovecha de ello de esa forma y aun peor es que el ni se arrepintió del daño causado.
Bee hasta que descubriste un poco mas las dilemas emocionales de estos hermanos... aunque me molesto que sucumbieras a probar las pastillas de Fitz, que terminaron casi matado... Wolf por fin contó su verdad pero lastima que no fuera en un mejor momento...
Kristin al final termina siendo quien traiciono a la pobre Bee, mucha amabilidad no era para nada bueno... a ver si ahora aprende a ser menos confiada...
El papa de estos chicos esta para el siquiatra... pareciera que su finalidad es que sus hijos sean infelices para el resto de su existencia.
Bee termina sin nado... ahora como se enfrentara a este nuevo escenario y como afecta en su casa... especialmente con la relaciones tan mala que están llevando los padres... creo que la mama tiene otra relación.
Mark jugo de formas muy desagradable con Wolf, al final era un chico que estaba auto conociéndose e intentado saber que es lo que le gustaba... no era correcto que Mark se aprovecha de ello de esa forma y aun peor es que el ni se arrepintió del daño causado.
Bee hasta que descubriste un poco mas las dilemas emocionales de estos hermanos... aunque me molesto que sucumbieras a probar las pastillas de Fitz, que terminaron casi matado... Wolf por fin contó su verdad pero lastima que no fuera en un mejor momento...
Kristin al final termina siendo quien traiciono a la pobre Bee, mucha amabilidad no era para nada bueno... a ver si ahora aprende a ser menos confiada...
El papa de estos chicos esta para el siquiatra... pareciera que su finalidad es que sus hijos sean infelices para el resto de su existencia.
Bee termina sin nado... ahora como se enfrentara a este nuevo escenario y como afecta en su casa... especialmente con la relaciones tan mala que están llevando los padres... creo que la mama tiene otra relación.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
15
Wolf
¡No puedo creerlo! —grita Fitz—. ¿Ella… estuvo trabajando para papá todo el tiempo? Pensé, pensé que lo vería venir,
¡pero no de ella! ¡Cualquiera menos Bee!
Burn está mortalmente silencioso, pero sus nudillos en el volante son de un blanco fantasmal. Fitz resopla húmedamente, enterrando su rostro en sus manos.
Y yo miro pasar los árboles.
Estoy tan adormecido que siento que me han inyectado Novocaína por todas partes. No puedo sentir el viento en mi rostro o el asiento debajo de mí. No puedo oler nada, ni el aire de la noche, ni el escape del convertible. Todo está silenciado y sin sentido, una estática dura y zumbante rebotando en mis oídos.
Nos traicionó.
Me traiciono.
—Deberíamos haberlo sabido mejor —digo. Burn me mira por el espejo retrovisor—. Después de Kristin, debimos haber sabido que papá intentaría el mismo truco dos veces, pero con una mejor mentirosa.
—Wolf… —comienza Burn.
—Probablemente le informó de todo —lo interrumpo—. Tus drogas y piratería
informática incluidas, Fitz.
—¡Estás siendo terriblemente frío sobre esto! —resopla Fitz y me fulmina con la mirada—. ¡Pensé que te gustaba!
Ignoro el ardor en mi estómago.
—Gustaba. Tiempo pasado.
—Así de simple, ¿eh? —pregunta Burn.
—Nos traicionó —le gruño.
—Y estoy tan enojado como tú por ello —concuerda Burn—. Pero tal vez tuvo sus razones.
—¿Qué razones? No hay razón lo suficientemente buena para fingir ser nuestra amiga, fingir ser amable con nosotros, fingir sonrisas y fingir risas y...
En todo lo que puedo pensar es en la sensación de ella acariciando mi cabello, y lo odio. Retrocedo ante eso, porque no era un verdadero afecto. No era verdadero cariño, y fui un idiota por pensar que sí lo era. Fitz explota de repente.
—¡Fuiste quien amenazó con quitarle su beca en primer lugar, Wolf!
—¿Así que me estás culpando? ¿A mí, en lugar de la persona que realmente se lo merece?
—Intentaste quitarle su beca —dice Burn—. Sabes cuánto significa para ella.
—Sí —interrumpe Fitz—. Ese era su boleto a NYU. ¡Y trataste de arruinarlo!
—No se merecía estar aquí —respondo bruscamente—. ¡No merecía estar aquí, trabajando duro por la salud mental de otra persona! ¿Qué hay de ella? ¿Qué hay de sus propios objetivos y sueños? Quería escribir, saben. Su ensayo decía que quería ser escritora, ir a la escuela para escribir, pero renunció a todo por su papá. ¿Qué tipo de vida es esa? ¡No iba a quedarme parado y dejar que se hiciera eso!
—Entonces amenazaste con quitarle todo —murmuró Burn—. Y papá ofreció todo de vuelta, a cambio de espiarnos.
—Lo tomaría —dice Fitz de inmediato, limpiando sus ojos—. Si yo fuera ella... también aceptaría ese trato.
—¿Eso es todo? ¿De repente, soy el malo?
—La arrinconaste, Wolf —dice Burn.
—¿Y ustedes dos qué? Me dijiste que había estado corriendo contigo todas las mañanas. ¿Crees que hizo eso porque le gusta? Lo hizo porque papá le dijo que lo hiciera.
Burn se queda en silencio, sus ojos entrecerrados. Señalo a Fitz.
—¿Crees que en realidad iba mal en su clase de Historia? ¿Crees que realmente
necesitaba que la asesoraras?
—Nos divertimos —defiende Fitz malhumorado.
—Sí, porque lo planeó de esa manera —insisto—. Todo, hasta la última risa fue planeada por ella, para ponerse de tu lado bueno. Nuestro lado bueno. Todos los secretos que le dijimos fueron directamente a papá. Todo lo que hicimos con ella fue directo a papá.
Se quedan en silencio. El viaje en auto se siente tan largo y tortuoso, como si estuviera sentado en una doncella de hierro con la tapa cerrada en lugar de un automóvil. Cuando finalmente llegamos a casa, Fitz y yo nos retiramos a nuestras habitaciones. Y como siempre, Burn se pone sus zapatos para poder ir a correr, hacia algún lugar lejos de nosotros; hacia algún lugar donde no tenga que lidiar con nuestras emociones.
—¿En serio? —digo bruscamente—. ¿Realmente vas a salir a correr ahora mismo?
—¿Qué más hay que hacer? —murmura Burn, atando sus agujetas.
—Te necesitamos aquí —digo—. Tenemos que hablar sobre esto.
—Hablar no arreglará lo que se ha hecho.
—¡Bueno, seguro como el infierno nos haría sentir mejor!
—¿Nos? ¿O solo a ti?
Burn mueve la cabeza hacia la puerta de Fitz, que, por una vez, está cerrada, todas las luces apagadas. Por lo general, está el resplandor azul pálido de al menos una computadora brillando debajo de la puerta. Se está escondiendo. Siempre se esconde, en drogas, en chicas, para evitar enfrentar la realidad.
Burn toma mi silencio como una oportunidad para irse, y lo veo irse con indignación; indignación hacia él, indignación hacia Fitz. Hacia Beatrix.
Hacia mí.
Me retiro a mi habitación y saco el ensayo. Busco el encendedor que guardo en mi cajón y sostengo el fuego sobre el papel desgastado, las arrugas que hice y las huellas de los dedos en las hojas son devoradas vivas por las llamas. Sus palabras se consumen, de una vez por todas y miro cómo las cenizas caen en el bote de basura una por una.
Fui un idiota.
Fui un idiota por creer que alguien como yo podría ser amado.
Beatrix
Aquí es donde estoy ahora, lápiz y papel.Estás atrapada. Esa es toda la historia que tengo, llevando hacia esta noche. Hace una hora, llegué a casa. Por supuesto, mamá se había ido y papá miró a lo lejos mientras observaba la televisión. Yo también estaba entumecida, así que me senté y observé una buena hora con él, dejando que los comerciales brillantes y atronadores liberaran mi mente por un momento. Nunca estaría libre de lo que había hecho. Pero los anuncios de yogur y los anuncios de automóviles te permiten fingir por un rato.
—¿Papá?
—¿Mmm? —gruñó.
—¿Mamá y tú se van a divorciar?
Se quedó inmóvil por un momento, luego dejó escapar una cansada exhalación.
—No puedo mentirte, Bee. No sé qué va a pasar entre tu madre y yo. Es difícil pensar en ello.
—Sí.
Vimos otros pocos episodios sin sentido de alguna comedia. El tipo se lamentaba de cómo el matrimonio era un “grillete”, e interiormente me encogí durante todo el rato.
—Terminé mi escrito —dijo papá repentinamente.
—¿Ah sí?
—Sí. Es bastante bueno.
—Eso es genial. Más silencio.
—¿Qué quieres para tu cumpleaños? —preguntó papá. Pensé en ello, mirando fija y duramente las líneas en la esquina de la vieja pantalla.
—Un abrazo.
Papá rió. Fue débil y tan cansado, pero fue agradable escuchar su voz feliz.
—Creo que puedo manejar eso.
Me incliné hacia él y envolvió sus brazos alrededor de mis costados y nos quedamos así, inmóviles, sin hablar. Los dos estábamos demasiado cansados para preguntar al otro sobre lo que sucedió esta noche. Estoy segura de que cuando mamá llegue a casa, si alguna vez llega, me confrontará acerca de tomar el automóvil y salir a escondidas. Pero eso no era lo que estaba sucediendo en ese momento. En ese momento, estaba abrazando a papá. Si cerraba mis ojos podría imaginar que era joven de nuevo, pequeña, como de seis o siete años, antes de que él se pusiera tan enfermo. Antes de Lakecrest. Antes de los Blackthorn. Antes de todo ello.
—¿Recuerdas el viejo parque de juegos? —preguntó papá—. ¿Al que te llevé cuando eras niña?
—¿El que está en el acantilado? Sí. —Asentí—. Me gustaba ese lugar.
—A mí también.
Los anuncios volvieron a sonar, vendiendo una película esta vez. Un escape.
—No digo esto lo suficiente —murmuró papá en mi cabello—. Pero estoy muy orgulloso de ti, Bee.
Luché por contener las lágrimas hasta que me di cuenta de que no había nada más que llorar. Estaba seca desde el estacionamiento.
Sabía que momentos como este nunca duraban. Mañana, al día siguiente,
¿quién sabe? Papá podría encerrarse en su habitación otra vez o no sonreír para nada, nunca. Pero por ahora, estaba aquí. Por ahora, en este momento, realmente se siente como mi papá otra vez, en lugar de un extraño impredecible. Lo sostengo cerca y deseo con todas mis fuerzas que el tiempo simplemente se congele.
Pero no fue así. Siguió corriendo y papá se quedó dormido en el sofá. Me salí de debajo de sus brazos (sus brazos son demasiado ligeros, demasiado delgados) y me dirigí a mi habitación. Abrí mi libreta, conseguí un bolígrafo bonito, mi bolígrafo favorito y aquí estamos.
Escribí todo esto, todo lo que pude recordar. Mis ojos se sienten secos y marchitos y viejos. No sé qué hora es ahora, déjame revisar mi teléfono. Mierda, no se enciende. Voy a encender mi computadora portátil. ¿Cuatro de la mañana? Suena correcto. Tengo una semana entera antes de tener que enfrentar la música fúnebre de volver a Lakecrest por última vez. Papá dijo que estaba orgulloso de mí, pero ¿qué tan orgulloso estará cuando le diga que perdí mi beca? Mamá enloquecerá. Todo está mal, así no es como debería ser. Siento que estoy viviendo en otra línea de tiempo, la mala y la línea de tiempo real continúa en algún lugar sin mí, alegre e ingenuamente.
No puedo dormir. Lo intento, pero los rostros de Burn y Fitz me persiguen, la expresión de Wolf es el recuerdo más doloroso. Lo jodí. Lo jodí y la peor sensación es la impotencia, no puedo hacer nada para recuperarlo. No puedo hacer nada para corregirlo. Nada volverá a ser lo mismo de nuevo. Ninguna cantidad de estudio o preparación puede salvar esto. Ningún libro de texto tiene la respuesta. No hay examen que pueda tomar y hacer que todo vuelva a estar bien.
Mi nombre es Beatrix Cruz y no importa lo que digan, no importa lo que suceda mañana, esta fue la historia de cómo todo se vino abajo.
Así es como Lakecrest arruinó mi vida.
Así es como Wolfgang Blackthorn me destruyó.
***
—Tal vez tiene un hotel en alguna parte —ofrezco. Papá asiente.
—Tal vez.
No lo presiono para obtener detalles sobre la pelea entre ellos; lo último que necesita ahora es alguien interrogándolo. Comemos pizza y vemos televisión y evito mi teléfono medio roto, que, cuando se enciende, se ilumina con una docena de mensajes de texto, todos ellos de Kristin. No puedo soportar responderle, ni hablar con nadie. Solo quiero que me dejen sola.
Papá habla de deshacerse de algunas cosas de su habitación, cosas que ya no usa, así que lo ayudo a cargar cajas de cartón de viejos comics y tarjetas de béisbol, camisetas y palos de golf. Es una especie de repetición de lo que me ayudó a hacer con mis cosas viejas, cuando descubrí que iría a Lakecrest. Lo habíamos empacado todo junto. Algo me molesta. Dejo de colocar cinta adhesiva y levanto la mirada.
—¿Oye, papá?
—¿Hm? —Lucha con una vieja máquina de escribir rota, metiéndola con cuidado en una caja.
—¿Cómo te estás, eh, sintiendo?
Es un tema peligroso, pero tengo que preguntar. Papá no pierde los estribos de inmediato, lo cual estoy agradecida. Solo lanza un suspiro.
—Estoy bien, Bee. Solo quería eliminar algo de esta vieja basura. Empezar de nuevo, ¿sabes? O, tan nuevo como se pueda a mi edad.
Se ríe, e intento reír con él. Realmente lo hago. Pero todos los libros de texto que he leído: todos apuntan que deshacerse de cosas viejas o donarlas es una mala señal. Se llama reconciliación, creo o algo así. Y no importa cuánto diga que está bien, no puedo evitar el inquieto gorgoteo en mi estómago. Parece estar bien durante los próximos dos días: come bien cada vez que hago panqueques o sándwiches y cuando reviso su frasco de píldoras, le falta la cantidad correcta. Tomar sus medicamentos con regularidad y comer bien es un gran paso adelante. Entonces las cosas no pueden estar yendo mal.
No pueden.
En el cuarto día, mamá finalmente me llama. Le toma tres intentos, dado que mi teléfono falla dos veces.
—¡Por fin, cariño! ¿Hay algún problema con tu teléfono? Tragué.
—Yo, eh, lo dejé caer en el fregadero.
—Dios, cariño…
—¡Lo sé, lo sé! No podemos permitirnos otro. No te preocupes, lo puse en arroz.
Solo es un poco más lento, es todo.
Mamá suspiró.
—Bueno, si estás segura. ¿Cómo están las cosas por allá?
—Bueno. Papá está comiendo mucho.
—Eso es bueno —dijo, aunque sonó un poco tenso—. ¿Y tú? ¿Cómo estás?
Estoy como una mierda. Desearía que estuvieras en casa. Desearía que simplemente vinieras a casa y te reconciliaras con papá. Desearía estar en la escuela. Desearía que mis amigos no me odiaran. Desearía, desearía, tantos deseos y no suficientes realidades.
—Estoy bien. Aunque creo que me contagié de algo. Mi garganta se siente rara.
—Está bien, bueno, no tengas miedo de tomarte libre un día de escuela. Dios sabe que te esfuerzas hasta los huesos para permanecer en ese lugar. Si te hacen pasar un mal rato, haz que me llamen. Los pondré en su lugar.
—Gracias, mamá.
—¿Sabías que el director del hospital en donde trabajo también fue a Lakecrest?
Estudió en Yale, y cuando le dije que estabas en Lakecrest estuvo tan sorprendido. Le dije que conservabas una beca allí, y oh, la expresión de su rostro, cariño. Deberías haberla visto. La gente está tan impresionada contigo, ¡personas que ni siquiera conoces!
Cada palabra es un clavo de hierro al rojo vivo directo a mi corazón. Aclaro mi garganta.
—Sí. Uhm. Mamá, acerca de eso...
—¿Qué? —grita mamá en otra dirección. La voz de alguien hace eco, demasiado distante para que pueda distinguir las palabras—. ¡Está bien! Bee, tengo que irme, tomé el turno de Candace y me necesitan en la UCI. Lo siento, ¿podemos hablar más tarde?
—Sí, no, está bien —miento, aunque estoy secretamente aliviada—. Te amo.
—También te amo, Bee.
Cuelga, dejándome en un silencio vacío y una culpa aplastante. No puedo seguir posponiendo decirle para siempre. O a papá. Eventualmente deben saber. Finalmente, mi pequeña fachada se derrumbará. Pero si puedo posponerlo incluso un día más, eso está bien para mí. Esa también parece ser su mentalidad, evadir las cosas. Supongo que tomé una clase magistral para evadirlos mientras todavía estaba en el útero.
Eventualmente, tengo que aventurarme al exterior. Resulta que el refrigerador simplemente no se rellena automáticamente. Me pongo una chaqueta y gafas de sol grandes y viejas y me dirijo a la tienda de comestibles. Cuando termino, miro la bolsa de papel en el asiento trasero, la que traje de la casa. Decido que mientras estoy fuera, bien podría atar algunos cabos sueltos.
Me lleva algunos intentos, pero finalmente encuentro las calles correctas y doy las vueltas correctas. Las casas se vuelven familiares. A diferencia de la primera vez que vine aquí en la parte de atrás de la motocicleta de Wolf, todas las hojas de los árboles se han ido, todas las flores son marrones y están marchitas y muertas. Es sorprendente cómo el mundo simplemente ama golpearme en el rostro con metáforas tristes en estos días. Estaciono en la calle frente a la casa de Seamus.
Tomo la bolsa de papel en mis brazos y camino hacia su puerta. Después de algunos repiques del timbre, espero. Casi doy la vuelta y corro de regreso hacia el auto, dos veces. ¿Qué siquiera estoy haciendo aquí? ¿Qué pasa si los hermanos están aquí por algún golpe de mala suerte? No creo que pueda enfrentarlos. ¿Le dirían a Seamus lo que hice? ¿Me odiaría?
Mis miedos se disipan cuando Seamus responde a la puerta, sus gafas haciendo que sus ojos sonrientes luzcan enormes.
—¡Ah! Señorita Cruz. Es un placer verla de nuevo. Entre, entre.
—Gracias. —Cruzo el umbral. Intenta conducirme hacia la cocina para el té, pero me mantengo firme en el pasillo—. Solo vine a devolverte esto.
Le entrego la bolsa de papel y abre la envoltura interior para revelar el vestido azul celeste. Niega.
—No, no, no. No tomaré esto.
—No hay forma de que pueda pagarte —dije—. Y… y lo eché a perder. Cuidar a los hermanos. Me pediste que lo hiciera y lo eché a perder, así que. No merezco esto.
—No puedo encontrar los ojos de Seamus, los míos clavados en el suelo mientras suspiro—. Decepcioné... a mucha gente.
Seamus se queda en silencio y luego:
—Eres excesivamente joven para sonar tan vieja, cariño.
—Suele suceder —digo—. Cuando arruinas todo de gran manera.
—Oh, estoy seguro de que no fue tan malo…
—Lo fue —insisto—. Fue lo peor. Soy de lo peor. Se queda en silencio de nuevo y entonces:
—Bueno, si eres de lo peor, entonces absolutamente debes quedarte con el vestido.
—¿Por qué? —Parpadeo.
—Así cada vez que lo mires, te recordará tu error y te inspirará para ser mejor.
—Yo…
—Pero para mí —interrumpe hábilmente—. Ese vestido tiene un significado muy diferente. Para mí, ese vestido es un recordatorio de lo bonita y feliz que lucías en él. Y cuando saliste aquí… —Hace un gesto hacia la sala de estar—. Y los hermanos te vieron, también se volvieron un poco más felices. Por qué, no creo que nunca haya visto a Wolf tan estupefacto como lo estuvo en ese momento.
Mi corazón se retuerce.
—Estupefacto no es feliz.
—No. Pero al menos es algo más que triste.
Algo más que triste. Sabía el valor de eso. Algo más que triste era un buen día para papá. Algo más que triste es lo que mataría por estar en este momento. Seamus pone una mano nudosa en mi hombro.
—Por lo que vale, querida, la vida es muy larga y los recuerdos son muy cortos.
—Pero…
—Lo que sea que hayas hecho puede deshacerse —dice—. Puede llevar meses. Puede llevar años. Pero mientras haya aliento en tu cuerpo, existe la posibilidad de compensar lo que hayas hecho. Será lento y difícil. Pero algunos dirían que vale la pena. Si te importan las personas que heriste, no puedes huir. Eso solo te causaría más dolor. Debes ser amable contigo.
—No puedo. Lo arruiné todo.
—Quizás. Pero si eres lo suficientemente poderosa como para arruinar todo, entonces quizás seas lo suficientemente poderosa como para hacer que esté bien de nuevo.
Me quedó en silencio. Tal vez, solo tal vez, tiene razón. Tal vez puedo ver los problemas de los demás con tanta claridad y no los míos. Tal vez todos los libros de texto en el mundo no pueden hacer que utilice mi conocimiento en mí. Cuanto más me obsesiono con algo, más profundo me inflijo culpa y vergüenza. Cuanto más profundos sean los cortes, más difícil será pensar positivamente sobre mí misma una vez más. No soy tan mala. Sé eso. Amo a mi papá. Amo a mamá. Amo…
—Wolf —dice Seamus, sorprendido—. ¿Qué estás haciendo aquí?
El miedo me petrifica, pero salgo de él. No puedo bloquearme. Tengo que avanzar, incluso si es solo un paso doloroso a la vez. Me giro para mirar a Wolf, su chaqueta de cuero de motociclista y sus guantes tan negros como su cabello alborotado por el viento. Sus cejas de águila se fruncen cuando me ve, sus ojos de jade queman agujeros láser en mi frente. Está mirando a través de mí, no a mí, como si no existiera.
—Veo que estás ocupado, Seamus —dice Wolf, su tranquila voz en llamas—.
Volveré más tarde.
Se da vuelta y camina hacia su motocicleta en la acera. Corro detrás de él.
—Wolf, espera...
Sigue caminando, sin detenerse. Trato desesperadamente de alcanzarlo.
—Wolf, lo siento. Lo siento mucho. Acerca de todo.
Se vuelve a poner su casco, baja la visera sin titubear y se acomoda en el asiento de su motocicleta. Bien podría ser el viento, una brizna de hierba, algo intrascendente.
—Sé que no puedes perdonarme —digo rápidamente—. Sé eso. Y no quiero que lo hagas. Pero trabajaré duro, lo prometo. Incluso si lleva uno, cuatro o diez años, seguiré trabajando duro para ser una mejor persona. Y tal vez algún día... —Trago, mi garganta se cierra. No llores. Ahora no. Sé fuerte—. Tal vez algún día, me vuelvas a hablar.
Se inclina hacia atrás, quitando el soporte. Arrancará y se marchará. Y eso está bien. Sonrío.
—Me gustaría eso. Hablar contigo de nuevo.
Pasa un segundo. Solo uno. Y luego enciende el motor y se va rugiendo por la calle. Lo veo irse durante tanto tiempo como puedo, hasta que es un pequeño punto. Siento una mano en mi hombro y miro para ver que Seamus me sonríe.
—Ese fue un buen primer paso. Adelante, toma un poco de té. No soy muy solucionador, pero me gusta pensar que soy bueno escuchando. Si tienes ganas de hablar, acá estoy.
—No quiero molestarte —digo.
—Disparates. Wolf era mi único cliente hoy y dijo que volvería más tarde.
Tenemos algo de tiempo.
Aprieto mis puños. Seamus pone su brazo alrededor de mi hombro.
—Ven. La acera no es lugar para una chica que se ve tan triste como tú.
Seamus tiene una manera de hacerme sentir a gusto. Puede ser el té dulce que sirve o su acento suave o tal vez es cuán viejo y sabio se ve. Sea lo que sea, dos tazas de té de manzanilla y de miel más tarde y me siento mejor. Ligeramente. Pero lo peor no ha terminado todavía. Tengo un largo camino por recorrer antes de siquiera poder mirarme en el espejo de nuevo.
Me vuelco hacia los viejos libros de texto, buscando desesperadamente alguna pista, algún paso. Algo que me diga qué hacer, qué decir, cómo actuar. Pero no hay nada. Nada en los libros me dice cómo disculparme después de una cagada real. Nadie tiene las respuestas para eso.
Lo único que puedo hacer es intentar. Incluso si es estúpido. Incluso si no funciona.
Comienzo, por supuesto, con Fitz. Porque es el más fácil. El más fácil de la mejor manera: el más abierto, el más inteligente, el más honesto. Decido dibujarle algo, algo pequeño y simple y dejarlo en el escritorio de mi computadora. Estoy segura de que va a encontrarlo. No es del tipo que me ignoraría por completo como Wolf y Burn podrían hacer. Querrá saber por qué, por qué lo hice, por qué no se dio cuenta antes y husmeará en mi computadora buscando evidencia.
Puede que no sea mucho, pero es todo lo que puedo hacer en este momento.
La imagen es una mala obra maestra de Microsoft Paint, completa con las terribles figuras de palo que a él y a mí nos gustaba hacer en nuestras sesiones de tutoría. Wolf, con su largo cabello y su rígido uniforme, posado sobre su motocicleta como una gárgola. Burn, con su altura colosal, saltando en paracaídas desde un avión mal dibujado. Y finalmente dibujo a Fitz, sentado en una computadora pirateando y su camiseta dice “El Tipo Más Genial del Mundo”. Intento hacerlo tan irónico y estúpido como sea posible. Chicas hechas con palos y enormes pechos lo rodean y me dibujo detrás de la multitud bien dotada, animando los esfuerzos de pirateo de Fitz con el resto de ellas. Firmo la esquina del dibujo como “Madame Cruz”, como si fuera una elegante pintora renacentista. Es perfecto. O al menos, espero que sea lo suficientemente bueno para hacer sonreír a Fitz. Oculto el archivo detrás de un montón de carpetas, tan profundo en mi computadora que incluso lo pierdo por un segundo. Dejo un rastro de pequeñas pistas en el bloc de notas para la siguiente pista dentro de mi computadora que finalmente lleve a la imagen, todas las pistas etiquetadas como “¡¡¡Para el mejor hacker de todos los tiempos!!!”. Es como una búsqueda del tesoro. Si no lo hace sonreír, al menos podría darle diez minutos de distracción de su propia mente ocupada.
El segundo es, y siempre será, Burn.
Solo hay un lugar donde podré ser capaz de contactar a Burn y eso es en el camino que corrimos todas las mañanas. Fui a buscarlo la primera mañana después de esa horrible noche, pero por supuesto que no estaba allí. Me estaba evitando. Es una posibilidad remota, pero tal vez hubiera regresado al camino, a ese mirador en el acantilado donde vimos tantos amaneceres juntos en un feliz silencio. Es todo lo que tengo para seguir.
Para Burn, solo hay una cosa en la que puedo pensar. Algo para mantenerlo a salvo, mientras está por ahí conduciendo a velocidades vertiginosas y de pie en los bordes de los acantilados y corriendo maratones alrededor de los corredores de maratón. Solía verlos todo el tiempo: pequeños llaveros, palabras suspendidas en una cubierta de plástico resistente que decía algo en el sentido de “mantenlo a salvo”. Algunos eran religiosos. Algunos no lo eran. Algunos tenían estúpidos personajes de dibujos animados en ellos. Pero todos estaban destinados a mantener al portador fuera de peligro.
Así que hago uno. El material barato para un llavero de plástico no es difícil de encontrar, pero me preocupaba que no resistiría el fuerte ejercicio de desgaste al que Burn se exponía, así que utilicé lo que me quedaba y compré el material costoso y resistente, del tipo que no podrías romper en dos si lo atropellabas con un auto. Esa fue la parte fácil. Lo difícil fue descubrir qué escribir dentro. Todo lo que se me ocurrió sonaba demasiado cursi o demasiado agresivo. Pero entonces me di cuenta de que simplemente tenía que reflejar quién es él, alguien que-va-directo-al-punto. Alguien puro y simple. Esbocé cuidadosamente con tinta oscura y rellené las palabras con adecuados colores azules y grises. Colores que me recordaban a él. Deslizo el papel dentro del llavero, las palabras quedando perfectamente. Lo sostuve frente a la luz, mirándolo girar.
“Cuídate”, se leía.
Lo puse en una caja, dentro de una bolsa de plástico para mantenerlo seco. Caminé por el sendero una tarde, dejándolo debajo del banco en que siempre se sentaba. Era estúpido, lo supe en el momento en que dejé la caja allí. Cualquier otra persona podría recogerlo. La probabilidad de que Burn alguna vez lo recibiera era casi nula. Probablemente ya no viniera aquí. Si yo fuera él, me gustaría poner tanto espacio como pudiera entre yo y alguien que me traicionó.
Se sienten como regalos de despedida y en cierto modo, lo son. No sé si alguna vez volveré a hablar con los hermanos Blackthorn. Pero estas pequeñas cosas son mi forma de decir adiós, tengan cuidado, sonrían. Ahora que lo pienso, si alguna vez los encuentran, probablemente se reirán de lo patéticos que son. Hice los regalos con papel, plástico y píxeles, nada como a lo que están acostumbrados. En comparación con la gran cantidad de dinero que tienen, estoy segura de que cosas como estas solo se consideran basura.
El domingo por la noche llega, el lunes es el día en que tengo que ir a Lakecrest y todavía no sé qué darle a Wolf.
¿Qué puedo darle? No tengo nada que se adapte a él. Nada lo suficientemente bueno. Todo lo que tengo es un puñado de “lo siento” y un pozo infinito de dolor.
Y luego, un día, cuando salgo a compras comestibles, lo veo.
Hay una casa de empeño junto a la tienda de comestibles, un pequeño lugar cutre con luces de neón y pocos clientes. Pero en la ventana veo el anillo de plata más perfecto, colocado en la cima de una pila de ellos. No es grueso, pero no es delgado, del tamaño justo para sus elegantes dedos. Está tallado en forma de un lobo que se enrosca en sí mismo, valiente y temible. Es perfecto.
—Hola. —Entro en la tienda de empeños sin aliento—. ¿Cuánto cuesta el anillo
de lobo en la ventana?
El prestamista, un hombre canoso con una barbilla prominente, estrecha sus ojos hacia mí.
—No vendo a adolescentes. Vete ahora.
—Por favor —me mantengo firme—. Necesito saber cuánto cuesta ese anillo. Me miró de arriba abajo.
—No tienes dinero para eso, lo sé. Deja de perder mi tiempo.
—¿Cuánto cuesta?
El hombre, claramente esperando que ya me hubiera ido, levantó sus manos.
—Noventa y cinco. No tomaré un centavo menos.
—Cincuenta —digo una vez que supero mi encogimiento. Se burla.
—No tienes cincuenta. Setenta y cinco y esa es mi oferta final.
—Setenta.
—Lo juro por Dios, si no sales de mi tienda...
Sé una o dos cosas sobre negociación, hay mucho en la psicología.
—Setenta y te lo quito de las manos hoy.
Me miró y hubo un breve momento de silencio. Necesitaba ese anillo, pero no podía demostrarlo o simplemente subiría el precio de nuevo. Mantuve mi rostro de piedra, hielo, acero, algo monótono y frío.
—Bien. Pero cierro a las seis. Si no vienes antes, entonces el trato se cancela. Miro el arreglo de relojes en la pared. Son las cinco treinta. Si conduzco rápido,
puedo volver a casa. Apilé las compras en el auto y corrí por la autopista, rechinando
las llantas al detenerme en la entrada de mi casa y subiendo rápidamente por las escaleras hacia la casa.
—¡Papá! —llamé—. ¡Papá! ¡Encontré algo!
Comenzó a levantarse de su lugar, dormido en el sofá frente al televisor.
—¿E-encontraste qué?
—Algo que puedes regalarme para mi cumpleaños. ¡Pero tenemos que llegar a la tienda antes de las seis!
Papá revolvió su cabello, mirando desconcertadamente hacia el reloj.
—Bee, son las cinco y cincuenta...
—Por favor, papá. —Agarré sus manos, suplicando con mis ojos—. Es perfecto.
Es todo lo que siempre he querido.
Restregó su rostro con sus manos y suspiró.
—Bien. Vamos.
Me sentí mal por arrastrarlo fuera de la casa, luciendo desaliñado, pero no pareció importarle. Nunca parecía importarle en estos días. Se puso un abrigo y estuvimos de regreso en la autopista en minutos. Papá seguía diciéndome que bajara la velocidad, pero solo lo hacía por un segundo antes de volver a acelerar. Llegamos a la casa de empeño con solo un minuto de sobra. Llevé a papá por el estacionamiento tan rápido como pudo, lo cual no era muy rápido en absoluto. El dueño de la tienda nos miró por la ventana, contemplando la apariencia de papá con desdén. Cuando entramos, levantó su voz.
—¿Quién es este? No me vas a hacer venderle a un vagabundo. Cuadré mis hombros.
—Este es mi papá.
El dueño de la tienda se congeló. Miré a papá, pero él estaba mirando hacia el mostrador, sus ojos vacíos. Tal vez no había escuchado. No, por supuesto que lo hizo. Y no mostró ni una pizca de emoción al respecto. Mi estómago se retorció como si fuera a enfermar. Papá debería haber dicho algo. Debería al menos haber fruncido el ceño o hecho una mueca o parpadeado. Pero… nada.
La vista del anillo de lobo me hizo contener la persistente preocupación. Papá suspira.
—Setenta dólares es mucho, Bee.
—Lo sé —espeto rápidamente—. Lo sé. Es solo que este anillo es muy bonito.
Y...
¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo, pidiéndole a papá que gaste tanto en un anillo para un chico que me odia cuando podría estar ahorrando eso para terapia? ¿Para comida? ¿Para nuestra renta que se avecina más grande y más aterradora cada día? ¿Quién soy yo para pedirle que gaste tanto en mí?
Niego y sonrío.
—En realidad, mierda, lo siento. Por arrastrarte hasta aquí. No tenemos que conseguirlo. No... realmente no lo quiero, de todos modos.
Papá está en silencio mientras mira el anillo. Tiro de su brazo, tratando de distraerlo.
—Venga. Vámonos. ¿Tienes hambre? Haré algo cuando lleguemos a casa...
Papá coloca cuatro billetes de veinte en el mostrador y el dueño de la tienda le da cambio. Mi estómago cae.
—Papá, no, por favor, he cambiado de opinión. Es feo y estúpido. No lo quiero... El dueño le entrega el anillo a papá y él me lo da con una mirada suave.
—Mereces recibir un regalo, Bee —murmura—. Por tu cumpleaños. Así que no te preocupes tanto.
Cierro mis dedos temblorosos sobre el anillo, su frío metal choca contra mi palma caliente. Ya no sé lo que merezco. Pero lo aprieto contra mi pecho y luego lanzó mis brazos alrededor de él.
—Gracias, papá.
Sonrío e intenta sonreír lo mejor que puede y eso, hoy, solo rompe mi corazón un poco.
Cuando llegamos a casa, me maravillo ante el anillo de plata sola en mi habitación. Es tan perfecto. A Wolf definitivamente le gustará algo como esto. Cuantos más tiene, mejor se siente, ¿cierto? Sus anillos eran solo parte de la terapia; la otra parte era claramente moda. Y este anillo es ciertamente el más genial que haya visto. Sin mencionar que es su tocayo.
Ahora solo era cuestión de hacérselo llegar. La escuela no es una opción. ¿O lo es?
Estoy tan emocionada por darle el anillo que solo empiezo a ponerme nerviosa una vez que salgo de la casa a la mañana siguiente. Los nervios no me atraparon durante el desayuno, ni cuando me lavé los dientes, ni cuando me vestí, pero en el momento en que el aire frío golpeó mis mejillas, toda la ansiedad reprimida que pensé que había arrojado al mar, cae sobre mi cabeza como un maremoto.
Puedo hacer esto. Tengo que hacer esto.
Programo mi llegada a la escuela mucho antes de la primera campana, unos veinte minutos antes. Casi nadie está en el campus, los pasillos vacíos y el patio están infestados por una neblina lúgubre en lugar de estudiantes. Internamente me despido de los pocos lugares en el campus que recuerdo con cariño: mi casillero que vacío, mi clase de Historia, la cafetería. El señor Brant me saluda con la mano desde su escritorio cuando me ve en la puerta. La abre y me sonríe.
—Hola, Bee.
—Hola, señor Brant. —No puedo mirarlo a los ojos, la pena me abruma—. Yo… solo quería darle las gracias. Por todo.
—¿Qué? ¿Por qué esto suena como una despedida?
—¿No escuchó? Mi beca fue retirada. Sus ojos se iluminan.
—Oh, cierto. Pero pensé que solo era un rumor: ¿por qué están haciendo eso? Claro, bajaste un poco en mi clase, pero luchaste para volver al camino correcto.
¡Eres la estudiante más brillante en tu año!
—No diría eso…
—Yo lo haría, Bee. He visto ir y venir chicos y eres la más inteligente a la que he tenido el honor de enseñar. No pueden quitarte la McCaroll, no con lo duro que trabajas. Voy a hablar con ellos...
—¡No lo haga! —protesto—. Quiero decir, no lo haga. No soy… no soy completamente inocente. Hice algo bastante malo. Así que.
Dios, desearía poder mirar algo que no sean mis pies, pero mi cabeza se siente tan pesada. Todo mi cuerpo se siente pesado. El señor Brant suspira.
—Bueno, si ese es el caso, odio verte partir.
—Sí. Extrañaré su clase, señor Brant. Gracias por todo.
—Cuando quieras, Bee. Si necesitas una recomendación para esa aplicación a UNY, házmelo saber.
—Lo haré. Gracias.
Nos separamos y me dirijo al Auto Shop. El señor Francis está, afortunadamente, en el garaje, soldando un tubo de escape para devolverle su forma. Grito por encima del sonido de la antorcha de plasma.
—¡Señor Francis!
Nada. Fuego y chispas y su cuerpo cubierto con el delantal se dan la vuelta.
—¡¡¡¡¡¡Señor Francis!!!!!
Se da vuelta, finalmente, quitándose la cara de metal y mostrándome una sonrisa.
—Oh, Bee. Llegas temprano. ¿Algo que necesites?
Supongo que tampoco le dijeron que me echaron. De alguna manera cada vez se vuelve más duro y más difícil decirlo en voz alta a cada rostro sonriente que me ha enseñado en los últimos meses.
—Escuche, señor Francis, necesito un gran favor.
—Está bieeeeeeen. —Mancha su mejilla con hollín—. No puedo prometer nada hasta que me digas qué es.
—No voy a ser capaz de venir a clase hoy.
—¿Y eso por qué?
—C-cita con el d-dentista —digo—. Hay algo que tengo que darle a alguien en la clase. Pero no estaré allí.
—¿Y quieres que yo le dé algo a esta persona?
—Sí. —Saco la pequeña caja envuelta en papel donde puse el anillo—. Si pudiera darle esto a Wolf, estaría muy agradecida.
Miró la pequeña caja, luciendo aliviado de que no fuera tan grande como pensó que iba a ser.
—Muy bien. Puedo hacer eso. ¿Quieres que le diga algo junto con esto?
—¡No! —Bajé mi voz—. Quiero decir, no. Solo, si pudiera no decir mi nombre, probablemente sería lo mejor. De lo contrario podría arrojarlo a la basura.
El señor Francis frunció el ceño.
—No es nada ilegal, ¿cierto?
—No, lo juro. Puedo abrirlo ahora mismo y mostrarle y volver a envolverlo, es un anillo. Sacúdalo.
Lo hace, el tintineo metálico es lo suficientemente claro para nuestros oídos.
Asiente.
—Bueno. Me aseguraré de que lo reciba y de que permanezcas siendo un
misterio.
—Gracias, señor Francis. Significa mucho para mí. Y gracias... por aceptarme en su clase. Fue divertido.
—Me alegra. —Sonríe—. Muy bien, vete de aquí. Tengo muchas tuberías para soldar y habrá chispas por todas partes.
Asiento, y empiezo a subir las escaleras hacia el patio interior. En mi camino de regreso al estacionamiento, un edificio me llama la atención: un edificio hermoso y reluciente. La biblioteca.
No puede hacer daño si entro una última vez. Solo una vez más. Y luego me despediré de ella para siempre.
Entro, la bibliotecaria no se ve por ningún lado. Su carrito está posicionado en la parte posterior de la sección de no ficción, así que debe estar archivando libros. Inhalo el olor de la biblioteca: el olor reconfortante de las páginas viejas y la alfombra desgastada y la madera blanqueada por el sol. Subo silenciosamente por las escaleras hasta la silla afelpada junto a la ventana en la que pasé la mayor parte de mi tiempo después de la escuela. Diría que este era el lugar donde pasé la mayor parte del tiempo en esta escuela, punto. Me dejé caer en la silla y contemplé el césped desparramado y los preciosos árboles besados por la mañana una última vez.
—Es extraño —susurro a nadie en particular—. Lo mucho que solía odiar esta escuela. Quiero decir, no que me guste o algo así. Pero al menos ahora no me molesta tanto.
Los árboles y el cielo color durazno pálido no me responden. ¿Por qué lo harían? Tienen cosas mucho mejores que hacer que contemplar mis elecciones de vida conmigo. Cierro mis ojos y me recuesto y exhalo. Una última vez. Y rezo porque algún día, alguien encuentre este pequeño oasis de calma y silencio y lo ame tanto como yo.
La bibliotecaria está en su escritorio cuando me voy y me dirige una sonrisa triste.
—Escuché sobre tu beca.
—Sí. —Asentí—. Está bien.
—Así son las escuelas privadas. Caprichosas, ciegas y un poco estúpidas, si me preguntas.
Me guiña un ojo. Todo lo que tengo la energía para hacer es inclinar una esquina de mis labios en una media sonrisa.
—Te irá bien, Beatrix —continúa—. Lakecrest, en mi opinión, es una idiota por dejarte ir. Irás hacia cosas más grandes y mejores en muy poco tiempo y entonces lo sentirán.
—No lo sé. Pero gracias por el sentimiento.
—¡No es sentimiento! Es un hecho. ¿A dónde quieres ir a la universidad, de todos modos?
Sarah Lawrence, dice mi corazón.
—NYU. Pero eso se acabó. Sin Lakecrest no tiene sentido. La tasa de aceptación es tan baja…
Reflexiona sobre esto por un momento.
—Sabes, tengo una hermana que fue a NYU.
—¿De verdad?
—Sí. Y no fue a Lakecrest. Estuvo en una pequeña preparatoria pública en West Virginia, pero trabajó fuertemente. Y déjame decirte, la cantidad de esfuerzo que puso en estudiar fue tal vez la mitad de lo que pones tú.
—No puede saber eso —digo, deseando que mi tartamudo corazón deje de aferrarse a la esperanza.
—Por supuesto que sí. Te he visto arriba todos los días, revisando libro tras libro. Te quedas aquí leyendo mucho tiempo después de que todos los demás estudiantes se han ido a casa. Si hay algo que sé, es que alguien que ama leer tanto como tú, nunca puede ser detenido. No importa a dónde vayas, tendrás mundos enteros en tu cabeza. No importa cuán difícil sea la vida, tendrás experiencia que vale por vidas enteras dentro de ti. No importa cuán duro el mundo intente silenciarte, hay millones y millones de palabras esperando explotar de ti.
Hace una pausa.
—Bien. Tal vez estropeé esa metáfora. Parece que estuviera hablando de granos. Me río.
—No, c-creo que entiendo lo que está diciendo. Lo entiendo. Tal vez. O tal vez me llevará tiempo realmente entenderlo.
—Es un comienzo. —Sonríe—. La escuela puede no tenerte, pero si alguna vez logras escabullirte de regreso al campus, mi biblioteca está abierta.
Le agradezco, me vuelvo una vez más y miro el lugar soleado de mi santuario y me voy.
Esto es todo.
Así es como mi mundo termina.
No con una explosión, sino con una biblioteca.
Todo lo que he hecho hasta este momento se sella dentro de esas puertas de vidrio.
Dejé mi vieja escuela por nada. Vine aquí todos los días y me volqué en cada examen y conferencia por nada. Abandoné a mis viejos amigos por nada. Me quedé despierta tantas noches sin dormir estudiando por nada. Hice a mamá y papá orgullosos por nada.
Mi plan perfecto muere aquí, el impecable, el que salvaría lo que quedaba de nuestra familia.
No, fue estúpido de mi parte pensar que una escuela podría ayudar a papá. No es la escuela la que puede ayudarlo. Soy yo. Lakecrest era la vía rápida y ahora tengo que bajar a la vía lenta. Eso es todo. Puedo trabajar dos veces más duro en las escuelas públicas y llegar a NYU de la misma manera. Nada ha cambiado. Me voy a casa, preparo la cena para papá, comienzo a lavar la ropa y barrer la casa. Me aseguro de que sus pastillas se hayan reducido en dos desde ayer. Busco en internet la práctica de Algebra II para no quedarme atrás. Busco trabajos de medio tiempo para ver si no hay algo que pueda hacer después de la escuela para ayudar a pagar el fondo de la terapia de papá, ahora que no tendré tanta tarea de Lakecrest. Es mejor ahora que los hermanos Blackthorn me odian. Ahora no tengo que eludir mis deberes para ir a fiestas o pasar el rato con ellos. Sin amigos. Sin distracciones.
Soy y siempre seré, la única que puede hacer algo. Soy la única que puede ayudar a mi familia.
Es mejor de esta forma
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
el capítulo 16 es un poco largo, les gustaría que lo deje por partes o completo?
ya cuando pregunto, verdad?
Pues es que era un capi diario, pero si hubo algunos largos
Ya solo faltarían 3, el capítulo 17 y epílogo
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Si es mas largo que el 14, preferiría por partes, asi la lectura no es tan pesada
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
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Edad : 61
Localización : Broward Florida
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Me comentario del capítulo 15
Me gusta que Bee está intentando enmendar sus errores, espero que los hermanos no sean tan duros con ella, me alegró leer que están conscientes que en la posición que ella estuvo no era fácil
Me gusta que Bee está intentando enmendar sus errores, espero que los hermanos no sean tan duros con ella, me alegró leer que están conscientes que en la posición que ella estuvo no era fácil
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
16 parte 1
Wolf
Los rumores siempre me han seguido. Eso es lo que significa ser un Blackthorn.
Había pasado toda mi carrera de la secundaría creando esos rumores, asegurándome que los buenos salieran a la luz y los malos se eliminaran. Fitz ayudó con eso inmensamente; ser capaz de esparcir esos rumores
volviéndose su completa razón de vivir.
O solía ser.
Han pasado dos semanas desde que Beatrix dejó de venir a Lakecrest. Dos semanas desde que la escuchamos admitir que había estado trabajando para papá. Dos semanas desde que escuché de su boca admitir que se volvió amiga de nosotros para mantener su beca.
Nada había cambiado.
—Se los juro, chicos, no lo hice, ¿está bien? ¡Ese bastardo está mintiendo!
La voz de la chica es chillona. Vanessa, creo que es su nombre. Fitz sabría… él hackeo su Facebook para confirmar que estaba engañando a su ex. Si hubiera sido un inofensivo engaño, no me hubiera importado. Pero había intentado llevarlo a un lugar aislado desde hace semanas. Y luego, ella había contactado a otros cinco chicos de la secundaria South Portland, prometiendo favores sexuales y drogas si ellos lo veían ahí y lo golpeaban por un favor a ella.
Sostengo la nota roja entre mis dedos, y se la paso.
—Vas a detenerte —digo—. Lo que sea que estés planeado.
Sus ojos se entrecierran con incredibilidad, no puedo saber. Wolf Blackthorn no puede saber sus secretos, sus oscuros deseos de venganza. Pero lo sé. Y la miro hasta que ella ve que digo la verdad.
—¿Cómo sabes...?
—Si continúas en este camino, voy a descubrirlo —la interrumpo—. Y voy a expulsarte. Considera esta tu primera y única advertencia.
—Eres un maldito imbécil —dice furiosa—. Primero persigues a esa chica de la beca, y ahora a mí, ¿eh?
Siento mi interior hervir. Fitz se burla, frustrado, molesto. Nada como su risa usual con las chicas. Detrás de mí, Burn da un paso hacia adelante para estar a su nivel, imponiéndose frente a ella.
—No sabes de qué estás hablando. —Su voz es baja, y no va dirigida a mí, pero su rostro está un poco irritado, de una manera en que ni yo he visto mucho. La chica brinca hacia atrás, fingiendo valentía.
—Está bien. Como sea.
Los tres la vemos irse. Cuando se va, Burn me mira.—¿Estás bien? —pregunta. Suelto un bufido.
—Por supuesto que lo estoy.
—Raro que comience a importarte —dice Fitz—. Después de todo lo de Bee, no antes.
Burns gira hacia él.
—Me importaba antes.
—Malditamente no lo demostraste —interfiero.
—Es… —Golpea su puño en el casillero más cercano, el sonido rebotando en maneras que sus palabras no lo hacen—. Es difícil para mí. Quedarme, en lugar de correr. He estado intentado. Todo este tiempo lo he intentado.
—Pobrecito. —Trueno mi cuello y me alejo, hacia mi clase de cálculo.
La escuela es un borrón, mi cerebro apenas absorbiendo la información. Los exámenes vienen y van, la tarea llega y se va, la gente me sonríe o susurra sobre mí y apenas lo noto. No soy yo lo que escucho. Es Bee. Cuando su nombre sale de los labios de alguien puedo localizarlos en menos de un segundo, listo para escuchar cada palabra que salga.
—¿…qué hizo la chica de la beca de todos modos?
—…en alguna fiesta. Se drogó y casi se ahogó en la piscina…
—…le dio RCP justo ahí. Estábamos tan asustados, él fue el único que se movió…
—¿…saliendo?
—… ellos se odiaban mutuamente…
—… él hizo que la expulsaran….
—… ella era un poco engreída, eh…
Ellos saben tan poco. Ellos no saben nada, y aun así aman pretender que lo saben. Eso es lo que hacen mejor los humanos. Pretender. Aprendí eso gracias a Bee.
Una ola de enfermedad me baña, y comienzo a girar mi anillo frenéticamente. Déjalo pasar. Dios mío, por favor déjalo pasar. No puedo perder el control en la escuela. No enfrente de los demás. Mis hombros tiemblan demasiado. Puedo sentirlo irradiando por mi mandíbula.
Me permití confiar en alguien más, de nuevo. Confié en un mentiroso, de nuevo.
Amé a un mentiroso, de nuevo.
Ella nunca me golpeó. Ni una vez sus acciones fueron violentas hacia mí. Y, aun así, de algún modo, las heridas que dejó queman más que cualquiera que las que Mark hizo.
Ese poeta muerto tenía razón cuando dijo que la gentileza también mata.
Papá está feliz al respecto, en casa. Me pregunta si “estoy bien”, como si genuinamente le importara. Hoy después de clases, lo encontré sentado en la mesa de la cocina, colocando alguna clase de folletos.—Ahí estas. —Me sonríe, esa sonrisa especial de serpiente que tiene cuando está planeando algo horrible—. ¿Siéntate conmigo?
Selecciona la silla junto a él, y de repente exhausto por la escuela, y los susurros, por todo, me siento.
Me toma un minuto darme cuenta de qué tratan los folletos que está leyendo. Mis ojos se centran, todo ellos son de “centros de rehabilitación”. Para drogadictos. Papá me ve leer los encabezados, y sonríe de nuevo.
—Creo que ya es tiempo de que Fitz obtenga ayuda verdadera para su problema,
¿no lo crees?
—¿Problema? —susurro, ronco—. Él se droga en las fiestas. Y cuando está estresado, a veces. Pero no lo ha hecho en dos semanas.
—No sabes eso. No podemos confiar en él, Wolf. Es duro, pero es verdad. Él puede que sea tu hermano, pero no puedes confiar en la palabra de un adicto.
—Él no me dijo eso —gruño—. Yo sé eso. Me dio su droga. Y la envié por el retrete.
—No puedes saber que te dio toda.
—¿No lo has notado? Él no ha sido él últimamente. Es brusco e irritable. Está
teniendo los síntomas de contención.
—Y por qué motivo —se burla papá—. ¿Por qué motivo tu adicto hermano la dejaría? ¿Un cambio de parecer? No lo creo.
—Él casi provocó que B… —Me congelo—. Él le dio drogas a una chica. Una chica que no estaba acostumbrada a ellas. Y ella casi… casi salió herida.
Papá me mira cuidadosamente, ojos como alcohol.
—Y esta chica… ¿era importante para él?
—Ella era importante para todos —dice una voz baja. Alzo la mirada para observar a Burn de pie en el marco de la puerta de la cocina, con sus puños cerrados. Las cosas nunca resultan bien cuando sus puños están cerrados.
—Ah, Burn. —Papá sonríe—. Por favor, siéntate. Solo estábamos teniendo una discusión sobre qué deberíamos hacer para ayudar a que tu hermano esté limpio.
—Él se está limpiando. Por su cuenta —insiste Brun, sin moverse de su lugar.
—Él va a recaer sin ayuda profesional. Eres el hermano mayor —insiste papá—
. Tienes que hacer lo que sea mejor para ellos. Fitz va a ir a rehabilitación, y si escucho una palabra…
Papá no escucha una palabra de Burn. Escucha el puño de Burn mientras golpea la pared. Papá y yo saltamos sorprendidos. Burn mira a papá, y esta vez es de ira pura. Oscura y desenfrenada ira pura baila sobre su rostro.
No lo había visto ponerse molesto, realmente molesto, en años. Hasta ahora.
—Él no va a ir.Papá permanece en silencio, luego se ríe.
—Ya veo. De pronto decides hacerte cargo. Años de correr de tu responsabilidad con esta familia, y ahora, ¿esperas que te tome en serio?
Burn aprieta la mandíbula, y por primera vez en mi vida, siento miedo. Tengo miedo de él, de lo que pueda hacerle a papá. A mí. A quien sea. Él es tan grande y fuerte, sería tan fácil llegar a la mesa y…
—Tú eres el que se supone va a heredar todo, Burn —dice papá. Recordándole, de verdad, como si la idea del dinero calmara su ira.
—No me importa —dice Burn, su voz temblando—. Fitz no va a ir a ninguna parte.
—Si discutes conmigo en esto, voy a cambiar de parecer. Y si peleas más fuerte, puedes asegurarte de que te voy a quitar de mi testamento y mis bienes por completo. No vas a tener nada de mí tan pronto te gradúes en seis meses. Sin dinero para la universidad, ningún fondo de ahorros. Nada. No vas a tener dinero y serás expulsado a las calles de esta ciudad, y déjame asegurarte, las calles no son muy amables.
—Yo no. Necesito. Tu dinero —dice Burn entre dientes—. No necesito tu ayuda para vivir mi vida de la forma en la que quiero.
—Estoy seguro de que vas a estar bien —se burla papá—. Con un título de la secundaria y sin contacto, o entrenamiento, o referencias.
Burn no se mueve. Levanta el puño, y por un segundo estoy seguro de que va a golpear algo más, pero deja colgando algo. Algo brillantes y de plástico.
—Me tomó un largo tiempo —dice—. Es verdad. Escapé, eso es verdad también.
Fue mi culpa. No estaba aquí para nadie. Y es algo que tengo que arreglar.
Él lanza la cosa de plástico a la mesa, sobre los folletos. Es un llavero, puedo verlo ahora. Letras de burbujas detalladas, dibujadas y coloreadas con cuidado, que dicen CUIDATE. Papá arruga la nariz.
—Y este asqueroso pedazo de basura… ¿se supone que tiene que significar algo para mí?
—Es un regalo —lo corrige Burn—. De alguien que me importa. Lo encontré en el viejo lugar en donde solíamos pasar el rato—. La usaste como un títere —presiona Burn, su mirada haciendo hoyos en papá—. La cazaste, como un tigre caza a su borrego. Ella no tenía idea de lo que eras capaz de hacer. Y usaste su ignorancia y desesperación en su contra. Usaste la preocupación de Wolf en ella, por sus sueños, contra ella. La usaste como tú nos usas… para obtener lo que quieres.
Burn se define, y me mira.
—Ella dejó esto para mí. Porque estaba preocupada. Porque, a pesar de que lo jodió, ella todavía se preocupaba por mí. Por nosotros. Ella todavía lo hace.
Me burlo, sin creerlo.
—Ríete todo lo que quieras —dice Burn—. Pero creo en ella.
—Ella traicionó nuestra confianza.
—Ella cometió un error —responde—. Justo como yo lo hice. Justo como yo lo hice por años.—¿Y vas a arreglar todo eso justo ahora? —se burla papá, cruel y frio, y me hace no querer burlarme nunca más, si así es como sueno. Burn se mantiene fuerte.
—Voy a intentarlo. También quiero una oportunidad. Y eso es lo que ella quiere también. Lo sé.
—¿Quieres que de pronto confíe en ella una vez más? No puedo hacer eso — insisto—. Sabes que no puedo. No después de… no después de todo. No después de Mark. No voy a cometer el mismo error tres veces.
—¿Así que simplemente vas a vivir así? —Burn junta las cejas—. Sentado aquí, deseando que estuviera aquí, ¿pero nunca admitiéndolo?
—No tienes idea…
—Te quedaste con los pedazos. De su ensayo. Los veo en tu bote de basura. No has vaciado esa cosa en dos semanas.
—No tengo nada que tirar.
—Tienes todo que tirar —corrige—. Y todos los motivos para hacerlo. Pero no lo haces. ¿Te has preguntado por qué?
Furiosamente ocupo mis manos con los folletos. Él no tiene idea de lo que está hablando. Él fue fácilmente influido por…
Mis manos se congelan en el folleto. Oculto debajo de todo, está un folleto para “centro de rehabilitación mental para víctimas de trauma y abuso”. Papá me mira y lo arranca de mis manos.
—Ah, sí. Estaba buscando opciones para tu recuperación también, Wolf.
—Recuperación…
—Por lo que Mark te hizo, por supuesto. Este centro es excelente en tratar con abuso adolescente, y como un extra, tienen un buen programa de reorientación.
Todo el aire queda atorado en mi garganta.
—Reorienta….
—No es natural, Wolf. —Papá me mira con ojos llenos de lástima—. Estás enfermo. Créeme, este lugar va a mostrarte cómo se supone que tienen que ser las cosas, cómo el orden natural de las cosas va. Vas a agradecerme, algún día.
Tomo el llavero con dedos temblorosos, y lo tomo fuertemente.
—No estoy enfermo.
—¿Qué?
—Dije —grito— ¡No estoy enfermo! ¡Soy tu jodido hijo!
—Te gustan los hombres, Wolf. Eso es una enfermedad. No estás en el camino correcto.
Quedo atónito hasta el silencio, pero solo por un segundo. Dios, mamá, si pudieras verlo ahora. Si pudieras ver lo que tu muerte le ha hecho. O quizás siempre fue así. Quizás solo era muy joven, demasiado cegado en nuestra perfecta familia, para darme cuenta antes de que te fueras.
—Eres un monstro —siseo.
—Soy tu padre —me asegura—. Y me vas a escuchar cuando te hable.
—No has sido mi padre por cinco años.
Me doy la vuelta y paso a lado de Burn, y puedo sentirlo siguiéndome mientras caminamos hacia nuestras habitaciones, papá gritándonos.
—¡Wolf! ¡Wolfgang William Blackthorn, vas a bajar de esas escaleras en este instante y vamos a discutir como seres humanos civilizados!
Espero hasta que Burn está en mi habitación, y luego azoto la puerta y la cierro.
Burn se sienta en la silla de la computadora, su rostro solemne.
—Él… él está loco —logro decir—. ¡Está loco si cree que voy a ir ese jodido lugar!
—Lo sé —dice Burn, pacientemente. Toda su furia ahora desaparecida, remplazada por resignación.
—¡Él quiere separarnos!
—Lo sé.
Giro mi anillo rápidamente, como si fuera la única cosa que me salvará.
—¿Qué hacemos? No tenemos a dónde ir… la familia de mamá es de Irlanda…
—Tranquilízate —dice Burn—. Respira. Vamos a encontrar algo.
—Tenemos que sacar a Fitz de aquí —insisto—. Antes que él se lo lleve.
—Lo sé. Ya he empezado a buscar.
—¿Lo hiciste? Burn asiente.
—Parte de la razón por la que corrí tanto era papá. Podía verlo en él. Y no quería enfrentarlo. Y cuando Bee dijo que le había estado diciendo cosas, sobre lo que hacíamos… supe que tenía que hacerlo. Vamos a intentar arreglarlo, con dinero. Con fuerza.
—Así que…
—Jakob —dice Burn—. Jakob nos ofreció un lugar para quedarnos en su propiedad. Siempre y cuando le ayudemos a darle mantenimiento al helicóptero, y al equipo.
—Eso no va a funcionar —digo, mi cerebro moviéndose rápidamente—. Papá comprará los terrenos alrededor de él. Obligará a que Jakob se vaya, con impuestos, o regulaciones, o…
—Papá no sabe nada de propietarios de tierras, así que no tiene influencias ahí.
Créeme. Ya revisé.
Estoy en silencio. Escucho a papá pidiéndoles a sus guardaespaldas que contacten a alguien. Burn se ve tan cansado, sentado en mi cama. No lo había notado antes, pero los círculos negros bajo sus ojos son grandes. Él ha debido de estar despierto tarde, tratando de pensar en maneras de sacarnos de las garras de papá. El hecho que esté aquí, hace que mi corazón se hinche un poco.
Me dirijo a él y tentativamente coloco la mano sobre su hombro. No es demasiado, pero es mi manera de hacerle saber que estoy agradecido. Las palabras de algún modo parecen ser muy difíciles, aunque eso sea una simple opción. Pero sé que aprecia el gesto más que las palabras.
Y por primera vez, este gesto no me hace temblar. No siento la urgencia de poner distancia entre nosotros, de girar el anillo en mi dedo. Burn mira mi mano sobre su hombro, casi incrédulo.
—Ella ayudó después de todo, ¿eh? —pregunta. Cuando no digo nada, se pone de pie y toma mi cesto de basura. Ahí, todavía en la cima, están los quemados restos de su ensayo. Él toma un pedazo y se ríe.
—Probablemente hubiera sido mejor que lo quemaras antes que lo leyeras.
Todos los recuerdos de Bee cruzan mi cabeza al mismo tiempo. Si no lo hubiera leído cuando lo hice, nada de esto hubiera sucedido. No hubiera sido capaz de tocar a Burn ahora, si no hubiera leído ese ensayo antes. Sosteniéndola en el garaje, el paracaidismo, el paseo en la parte trasera del auto de Burn con nuestras manos entrelazadas, recostarme en su regazo, verla golpear a Mark, y sentir de cierto modo, de alguna forma, aunque sea un poco, que había sido vengado. La risa en su rostro. Su rostro sonriente. Su rostro preocupado. Todo ello. Incluso ahora, incluso herido y confundido, me aferro a lo que queda de ella con perfecta claridad.
Un fuerte golpe en mi puerta me saca de mis recuerdos. Pienso que es papá, pero luego escucho la voz de Fitz.
—¡Abran! ¡Chicos! ¡Abran!
Fitz no había salido de su habitación, más que para ir a la escuela. ¿Y ahora él quería entrar de repente? Burn camina y abre la puerta, Fitz irrumpe, sosteniendo un pedazo de papel.
—¡Mira! —Lo tiene pegado a mi rostro. Intento ignorar su ropa desaliñada, la apariencia hambrienta de sus mejillas. Él no ha estado comiendo demasiado.
El papel es recién impreso, todavía un poco caliente. Son unas horribles figuras de palitos. Excepto cuando me doy cuenta de que las figuras somos nosotros; Burn, con aspecto dormido, Fitz, hackeando una computadora, y yo, en mi motocicleta, con rostro enojado. Es un terrible dibujo, pero puedo ver el encanto.
—¿Qué es esto?
—¡Ella me lo dejó! —dice Fitz sin aliento—. Al principio pensé que era un archivo basura, pero estaba en su escritorio, así que pensé que era raro, y cuando estaba en hexadecimal que decía que había otro oculto en su directorio, y que ese llevaba a unos archivos de Paint…
—¿Quién es ella? —pregunta Burn—. ¿Hackeaste la computadora de alguien?
—¡Bee! —explota Fitz—. Solo estaba jugando, y pensé que tal vez ella mantenía un diario o algo así en su computadora, algo que pudiera explicar las cosas mejor, pero entonces encontré esto, y ¡ella lo dejó para mí! ¿No es tierno? Este eres tú, y Wolf, y este soy yo, y obviamente soy el mejor…
Fitz continúa balbuceando sobre cuántas capas de archivos tuvo que pasar para encontrarlo, como si le hubiera puesto un juego. Por supuesto que le gusta, le han gustado esa clase de búsqueda de tesoros desde que era un niño.
—Ella me dejó el llavero —reflexiona Burn—. Y a Fitz la imagen. ¿Qué te dejó ella?
Mi corazón se aprieta, pero dejo escapar un bufido.—Nada. No quiero nada de ella.
—Excepto un beso —bromea Fitz, y lo ignoro como siempre. Pero escucharlo bromear conmigo, después de lo que parecían meses, se siente bien.
—¿Qué es esto? —Burn saca algo de la basura, una caja de gamuza de anillos.
Él la sostiene, y me encojo de hombros.
—El señor Finch dijo que alguien le dijo que me lo diera.
Los ojos de Burn y Fitz se iluminan, y yo pongo los míos en blanco.
—No, no es lo que están pensando. Amanda siempre intenta comprarme anillos. Es simplemente ella, de nuevo.
—¿Por qué se lo daría a Finch para que te lo diera?
—Para que fuera obligado a aceptarlo esta vez. —Suspiro—. No lo sé.
—¿Siquiera lo abriste? —pregunta Fitz.
—No. No existe punto en hacerlo.
Burn lo abre, su rostro completamente serio. Lo sostiene frente a mí.
—Ábrelo.
—Te dije, que es un soborno de parte de Aman…
—Ahora —insiste Burn, fuertemente.
Mirándolo, abro la tapa lentamente. Dentro está un anillo de plata de buen gusto, grabado con la cabeza de un lobo. Es vintage, la plata un poco apagada en los bordes, nada como los nuevos y brillantes que Amanda me da. El lobo es bien pensado, deliberado. No puede ser.
Le dije que me sentía más seguro con más anillos.
No puede ser.
La fuerte voz de Fitz de pronto suena sobre mi hombro.
—¡Vaya! ¡Mira esa vieja y empobrecida cosa! Definitivamente es de Bee. Estoy en silencio. Burn se aclara la garganta.
—¿Estás bien?
Estoy lejos de estar bien. Quiero escuchar su voz, conducir a su casa una vez más y pedirle que salga. Quiero verla bajar las escaleras, ver su contorno, sus hombros, la curva de su rostro. Mi confusión y tristeza todavía queman, pero nada quema más que mi deseo de tocarla. Si fuera la última vez, la saborearía. Si hubiera sabido que esa noche en su regazo sería la última vez, me hubiera quedado más tiempo. Le hubiera dicho cómo me sentía realmente, en lugar de huir como un cobarde.
Ambos cometimos errores, ella y yo. Yo más que ella. Pero es muy tarde.
Nos despedimos, sin importar lo amargo que fue.
yiniva- Mensajes : 4916
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Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
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Edad : 61
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Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Capitulo 15
Fitz por lo menos no culpa completamente a Bee por la traición... como el, creo que Wolf también la empujo a ello.
Bee hasta ultimo momento se esfuerza por todo... aun así lamento que perdiera su beca, pero lamentablemente tiene que pasar por ello para darse cuenta que igual puede cumplir sus metas sin la necesidad se estar en una escuela de ricos... es un camino un poco mas largo pero no imposible.
Para mi que la mama tiene otra relación... comprendo que es un poco agotador con la situación de su marida, pero no se comprende que deja botada su casa por 3 o 4 días... osea nadie trabaja tanto, sin descanso.
Fitz por lo menos no culpa completamente a Bee por la traición... como el, creo que Wolf también la empujo a ello.
Bee hasta ultimo momento se esfuerza por todo... aun así lamento que perdiera su beca, pero lamentablemente tiene que pasar por ello para darse cuenta que igual puede cumplir sus metas sin la necesidad se estar en una escuela de ricos... es un camino un poco mas largo pero no imposible.
Para mi que la mama tiene otra relación... comprendo que es un poco agotador con la situación de su marida, pero no se comprende que deja botada su casa por 3 o 4 días... osea nadie trabaja tanto, sin descanso.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
16 parte 2
Beatrix
—¡Gracias por venir! —me despido de la anciana saliendo de la cafetería. Dejo escapar estrés, ajustando los amarres de mi mandil. Dios, ha sido un largo día. Pero no puedo relajarme todavía, me queda otra media hora antes de que termine mi turno. Tengo que salir a tiempo esta vez… me preocupa papá. Él me prometió que se tomaría sus medicinas hoy, pero anoche se había tomado tres en lugar de dos. Quizás fue un error, pero mi instinto me dice también, que fue intencional. Que está tratando de lastimarse una vez más.
—Bueno hola, muñeca.
Alzo la mirada a la voz para ver a Wolf. Mi interior se eleva, de pronto en gravedad cero. ¿Qué está haciendo aquí? ¿Cómo me encontró en mi trabajo? ¿Por qué no está furioso conmigo…?
Parpadeo… no, no es Wolf. Es un chico de cabello oscuro, probablemente en edad universitaria, sonriéndome. Él es muy apuesto, de una forma diferente. A primera vista, podría ser Wolf. Pero solo de reojo. Como si alguna vez Wolf me hubiera dado un apodo.
Como si me fuera a volver hablar.
El hecho que alguien me diga “muñeca” me hace querer gruñir, pero pongo mi mejor rostro y sonrisa de barista.
—¿Qué puedo darte?
—Un pequeño mocha late, y tu número. Me río nerviosamente y decido ser amable.
—Bueno, solo puedo darte una de esas cosas.
Por suerte, se va sin hacer más escandalo una vez que tiene su late. Mi turno termina, y esterilizo la cocineta y cuelgo mi delantal antes de irme a casa.
La casa está en silencio, lo que es normal. Reviso primero el baño, las píldoras de papá siguen ahí. Él no las ha tomado todavía. Lo que posiblemente sea mejor. Reviso su habitación, puesto que está abierta, pero no está ahí. Mi habitación, tampoco está ahí. El garaje está vacío. Él se ha ido.
Mis pulmones empiezan a quemar en pánico. ¿Dónde está? ¿Se fue de la casa? Quizás decidió dar una caminata. Estoy exagerando. Me siento en el sofá y marco a su número. Suena, pero nadie responde. Quizás no pueda escucharlo por el tráfico por el que está caminando.
—Hola, papá, soy yo. Solo quería saber dónde estás. ¿Fuiste a la tiendita de comida de la esquina? Llámame cuando puedas.
Espero.
Diez minutos, y vuelvo a llamar. Veinte minutos. Esta vez no dejo de llamar, dejando mensaje tras mensaje.
—Papá, por favor responde. Estoy preocupada. Me muerdo las uñas, llamándolo de nuevo.
—Por favor —suplico suavemente—. Por favor responde.
Cuando no lo hace, me obligo a mantener la calma. Quizás es una caminata muy larga. Quizás él y mamá están juntos, por más difícil de creer que sea. Le marco, pero no responde tampoco. Ella debe de estar con un paciente. No puedo soportar el silencio de la casa, así que enciendo la televisión. Los comerciales son insípidos y estúpidos, pero son suficiente para la ansiedad que está apareciendo. Todo está bien. Todo va a estar bien.
Mi teléfono suena, y salto para responder… es mamá.
—Hola, cariño, ¿me llamaste?
—Sí, uh, ¿papá está contigo?
—No —dice cuidadosamente—. ¿No está en la casa?
—No. No puedo encontrarlo.
—¿Revisaste…?
—Revisé el sótano, tu habitación, mi habitación… en todos lados. Él no está aquí.
—Está bien, cariño. Solo cálmate. Quizás fue a la tienda al final de la calle.—Eso es lo que pensé también, pero no ha regresado. Y no está respondiendo su teléfono.
—Bueno, deberías dar una vuelta por el vecindario y preguntar si alguien lo ha visto.
—Está bien, sí. —Me vuelvo a poner la chaqueta—. Esa es una buena idea.
¿Puedes seguir intentando en su teléfono?
—Él no va a responderme más, y lo sabes.
—Sí, pero, quizás si lo haces lo suficiente…
—Voy a hacer lo que pueda, cariño. Todavía estaré en el hospital por dos horas más, y luego iré a casa.
—Cierto. Está bien. —Me hundo, todo el consuelo que había tenido pensando que vendría a casa a ayudarme, evaporándose. Solo estoy sobreactuando. Ella no tiene que dejar su trabajo, él está bien. Solo fue a otro lado.
Camino el usual recorrido que toma para llegar a la tienda. Una vecina cortando el césped dice que lo vio caminando, y señala el sur, exactamente la dirección contraria a la tienda. Eso solo me confunde y pone más nerviosa… ¿A dónde fue, si no es la tienda?Le pregunto a un niño en su bicicleta, y me señala la parada del autobús, y siento que voy a vomitar. Papá pudo haber ido a cualquier parte. Podría estar haciendo miles de cosas en este momento… volviendo a lastimarse. Todo lo que puedo ver en mi mente es él, muerto, colgado de algún árbol, con las muñecas abiertas…
Logro no entrar en pánico frente al niño, y me dirijo a un callejón a media luz. Tan pronto estoy sola comienzo a respirar rápida y pesadamente, las lágrimas saliendo. Estoy siendo ilógica. Estoy sobreactuando. Él no se está lastimando. No lo haría. Es mi papá. Me ama. No se mataría, sin importar lo enfermo que esté, si todavía me tiene a mí.
—Es-está bien —dudo—. Va a estar bien, Bee. Tú vas a estar bien. Papá va a estar bien. Solo tienes que… solo tienes que….
Le marco rápidamente a mamá, y ella responde esta vez. Le digo todo lo más calmada que puedo, y ella suspira.
—Oh, cariño, no te preocupes tanto.
—Pero, mamá, él…
—Él solía hacer eso todo el tiempo mientras salíamos —insiste—. SI quería tiempo a solas, él tomaba el autobús y se iba a algún lado por su cuenta.
—Mamá, es más que eso, todo lo que mi libro dice…
—¡No lo sabes todo, Bee! —Su grito me sorprende—. No importa cuántos libros hayas leído, no eres experta en tu padre. Lo conozco mejor que tú. Él está bien. Así que por favor deja de preocuparte y regresa a casa.
—Pero… pero tomó tres píldoras anoche, y hace unas semanas él y yo empacamos sus cosas. ¡Vendió su máquina de escribir, mamá! Él está pasando…
—¡Todos sabemos por lo que está pasando! —dice en un tono agudo—. ¿Qué hay de mí? ¿Qué hay de ti? ¡Estamos pasando por lo mismo que él!
—Mamá… por favor, ven a casa…
—Me rehusó a dejar que ese hombre siga controlando mi vida —insiste mamá—
. No voy a ir a casa, Bee. No hasta que termine aquí. Él está bien. Vas a ver… va a llegar a casa y entonces te vas a sentir como tonta. Ahora, por favor, deja de llamarme. Tengo trabajo que hacer.
Cuelga, y el silencio suena en mis oídos. De pronto sintiéndome tan pequeña, tan sola.
Quizás tiene razón. Quizás él está bien. Pero mi estómago no se tranquilizará con un “quizá”. Tengo que saber. Todo lo que he aprendido me dice que no está bien. Y aunque mamá piense que mi conocimiento es inútil, tengo que creerlo.
Es todo lo que tengo.
Es todo en lo que puedo contar.Pero estoy perdida. No tengo idea en dónde puede estar. Sigo llamando a su teléfono, pero no tengo nada. Me estoy quedando sin tiempo. Puedo sentirlo. Si no lo encuentro pronto, algo horrible va a suceder.
Pero estoy sola.
Solo soy una chica. ¿Qué espereza tengo? Si conduzco y lo busco, nunca voy a encontrarlo. Todo de repente se siente imposible. Colapso contra la pared del callejón, y las lágrimas salen. No puedo detenerlas. No puedo detener lo que le está sucediendo a papá, a mí. No puedo detener la presión aplastante en mi pecho.
A ciegas tomo mi teléfono, y marco al número que he tenido desde hace tiempo, pero nunca marqué. El número que había temido marcar por tanto tiempo. Tres timbrazos, y luego responde.
—¿Hola?
—Wolf. —Hago lo mejor que puedo para poder ser coherente entre mis sollozos—. M-mi papá está desaparecido. Él se fue y… y mamá no quiere creerme, y no pudo encontrarlo, y no sé qué hacer…
—Tranquilízate —dice—. ¿Dónde estás?
—Yo… —Miro al rededor—. No lo sé. Él se fue, y no puedo encontrarlo… Rompo en sollozos, y la voz de Wolf es apenas audible.
—¡Bee! ¡Escúchame… escucha! Necesitas calmarte, ¿está bien? Una vez me dijiste que no podías leerme la mente… es lo mismo que me está sucediendo ahora.
Tiene razón. Trago aire como un pez muriendo.
—E-está bien. Está bien. Estoy bien.
—¿Dónde estás? —pregunta, pacientemente.
—En un callejón en mi vecindario, creo.
—¿Puedes regresar a casa? Te veré ahí.
—Sí. —Inhalo. ¿Qué estaba pensando al llamarle a Wolf de todas las personas? Rápidamente cuelgo arrepintiéndome de todo. Mis brazos y piernas sintiéndose como peso muerto mientras camino a casa. ¿Por qué va a venir a ayudarme? Él no me debe nada, y me odia. ¿Qué tan débil soy que acabo de llamar a la única persona a la que había querido llamar desde el segundo que la mierda explotó?
¿Por qué escuchar su voz, aunque fuera por el teléfono, se sintió como agua fría que era lanzada a la quemadura?
Nada importa. Regreso a casa y espero en los escalones de la entrada nerviosamente. Ninguno de mis sentimientos importa ahora… no mientras papá está por ahí. Si Wolf puede ayudarme, entonces lo aceptaré. Aceptaré lo que sea que pueda, por ahora, no importa qué tan forzado sea.
Cinco minutos pasan. Siete. Finalmente, el sonido de una motocicleta suena en la calle, y Wolf se estaciona. Él se quita el casco y corre hacia mí… yo camino para encontrarlo a medio camino.
—¿Estás bien? —dice, sin aliento. Su cabello es un desastre, su rostro oscuro en preocupación. Preocupación. No por mí. No puede ser por mí.—Es-estoy bien. —Me froto el brazo, insegura a dónde mirar. Me detengo en sus zapatos, aunque cada nervio quiere que mire su rostro por más tiempo—. Pero mi papá no lo está. Busqué en toda la casa.
—¿Y tu mamá? ¿La llamaste?
—Sí. —Asiento—. Ella no cree que sea serio.
Wolf murmura una grosería. Me atrevo a levantar la mirada.
—Tú… tú me crees, ¿verdad? Que algo está mal. Su mandíbula se flexiona, y asiente.
—Estudias demasiado y muy fuerte para que no se te crea.
Alivio me apodera. Escucharlo de él, de quien sea, alivia la presión en mi pecho solo un poco. Otro rugido de motor suena, y el convertible de Burn se estaciona. Fitz y Burn y Keri están saliendo y acercándose.
—Bee. —Burn me asiente. Y yo asiento.
—Hola.
Fitz desliza una mano por su cabello.
—¡Pudiste haber explicado un poco más sobre lo que estaba sucediendo antes de que salieras como un murciélago del infierno, Wolf!
—Lo lamento. —Wolf suspira—. Mira, su papá está desaparecido. Tenemos que
encontrarlo, y rápido.
—¿Cómo es su auto? —pregunta Keri.
—Él no conduce —digo—. Y odia tomar el autobús. Pero se fue desde hace tres horas. Podría haber caminado a cualquier parte.
—No. —Fitz mueve un dedo—. La velocidad promedio de caminar es de cuatro kilómetros por hora. A menos que fuera más rápido, es seguro asumir que está en un radio aproximado de catorce kilómetros. Podemos quitarle, como, tres kilómetros, puesto que las personas suelen tomar descansos. ¿Qué tan en forma está tu papá?
—No sale mucho —admito. Ahora que tengo cuatro pares de ojos sobre mí, conmigo, mi pánico está lentamente convirtiéndose en una tormenta en lugar de un tifón.
—Lugares —gruñe Brun.
—¿Qué?
—¿Qué lugares le gustan?
—La tienda de la esquina, pero alguien dice que lo vio caminando del lado opuesto a la tienda —digo—. Uh, el parque. El pequeño parque cerca de la escuela primaria.
—¿Eso es todo? —pregunta Wolf—. Tiene que haber más que eso.
—Te dije, ¡no le gusta salir!
—Cierto. Te creo. Solo vamos a… separarnos en equipos, y revisar esas dos áreas. Necesitamos que alguien se quede en la casa, en caso de que regrese.Fitz y Burn me miran, pero Keri niega.
—Oh no, absolutamente no. ¡Es su papá! Me quedaré aquí, y tú ve a buscarlo, Bee.
Sonrío.—Gracias.
—Burn y Fitz, revisen el parque —dice Wolf—. Bee y yo iremos a la tienda, ver si alguien vio algo. Llámame cuando terminen de investigar el lugar.
Burn y Fitz asienten, y Burn se dirige a su convertible. Fitz se retrasa, lanzando un brazo alrededor de mis hombros y abrazándome fuertemente.
—Va a estar bien.
Nos separamos, y fuerzo una sonrisa. Los observo irse, luego le doy a Keri las llaves de la casa. Wolf gira hacia mí, ofreciéndome el casco con una mirada de determinación.
—Vámonos.
Nunca pensé que volvería a subirme a la motocicleta de Wolf. Nunca pensé que me volvería a permitir acercarme a él, después de lo que hice. Pero aquí estamos, yo sosteniéndome al asiento con toda mi vida para no caer, y él conduciendo, más rápido de lo que hacía cuando iba atrás. Pero no lo suficientemente rápido.
—¿Podrías ir más rápido? —le pregunto en un semáforo. Wolf me mira sobre su hombro.
—Sí. Si te sostienes en mí.
—Eso está… ¿eso está bien?
—En este momento, sí.
Lo abrazo por el torso, y él inicia el motor. La velocidad que acaba de tomar es cegadora, mi estómago se siente como si estuviera flotando fuera de mí. Solo por un segundo. Solo por un segundo flotando, de sostenerme de Wolf, y luego todo se destruye. Si no encontramos a papá… si no podemos encontrarlo aún con muchas personas…
Me aferro más a Wolf, e intento apagar las voces que lloran sobre el fallecimiento de papá en el viento chillante del camino.
Wolf
Bee me está abrazando porque está asustada.
No porque me necesita. No porque le importe. Tengo que recordarme eso mientras conduzco, mientras le pregunta al vendedor si ha visto a su papá en voz temblante.
Me preguntaría a mí mismo porque estoy aquí, pero ya sé la respuesta a eso. Es ella. Es su voz, escuchándola en el teléfono y bebiéndola como si fuera dulce miel en lugar de sonidos. Era todo lo que quería, pero me rehusaba a aceptar; su voz en mi oído. Pero estaba equivocado. Ella estaba herida. Asustada. Sola.Mi mente se puso en blanco, y lo siguiente que supe es que estaba ahí, frente a ella.
“Te amo”.Quería decirle en el momento en que la vi. Pero no era tiempo para eso. Ella ya estaba lo suficientemente confundida, y asustada. Dejar salir mis propios sentimientos sería incorrecto. Así que me mordí la lengua.
Me muerdo la lengua ahora, mientras estamos en la tienda e intentamos desesperadamente saber a dónde ir desde aquí. El vendedor no lo ha visto. Nadie lo ha visto.
Quizás me morderé la lengua por siempre.
La observo, la manera en que la luz del atardecer juega con su rostro. Es ansioso, pero aun así la cosa más jodidamente bonita que he visto. No sería tan malo, morderme la lengua por siempre. Si pudiera estar a su lado… si pudiera mirar su rostro de la manera en que hago ahora, pero más seguido, si pudiera borrar sus preocupaciones, clamar su acelerado corazón… entonces morderme la lengua por siempre valdría la pena. Estoy seguro de ello.
—¿Qué hacemos ahora? —me pregunta—. Nadie lo ha visto. Él podría estar en cualquier lado, podría estar herido...
Su hombro comienza a temblar. Coloco mi mano sobre la suya y la aprieto.
—Tenemos que pensar. ¿Existen lugares que le gusten? ¿Cualquier lugar que sea especial para él?
—¡No! ¡No existe otro lugar además de este! No puedo pensar en nada, y entre más tiempo estoy aquí, mayor la posibilidad de que se lastime, y podría estar muerto, y yo estoy parada aquí…
La abrazo como lo hice ese día para protegerla de la motocicleta. La abrazo cerca y fuerte, pare recordarle que soy real.
—Necesito que te calmes —digo en su cabello—. Estoy aquí, ¿está bien? Estoy aquí para ayudar. No dejaré que nada malo suceda. Lo prometo.
Es una enorme, y escalofriante promesa. Pero digo en serio cada palabra.
—Tenías razón. Sobre todo. —Solloza. El sonido parte mi corazón en dos.
—¿A qué te refieres?
—No era feliz. Pero pasar el tiempo con ustedes, conocerte a ti y Burn y Fitz… fue la primera vez que me sentí realmente feliz en mucho tiempo. —Niega en mi camisa—. Estaba todo el tiempo asustada de que papá se iría. Quería hacer algo al respecto, intentar detenerlo, intentar ayudar, y todo en lo que pude pensar fue Lakecrest. NYU. Hacer algo para callar el miedo.
Ella me mira, sus ojos rojos e hinchados.
—Tengo tanto miedo.—Pero no estás sola —le digo—. Vamos a encontrarlo. Juntos.
Ella todavía está recargada en mí, luego inhala, respirando profundamente.
—Existe un viejo parque de juegos —dice—. En el acantilado, fuera del pueblo.
Él solía llevarme ahí todo el tiempo.
—Vale la pena intentarlo. —Asiento—. Dime a dónde ir.
Bee señala sobre mi hombro mientras vamos por la autopista, diciéndome que gire. Es más lejos de lo que creí que era. El acantilado es viejo, con vistas al océano, pero los juegos de algún modo se sienten más viejos, con todas esas capas de oxidación en los columpios y el grafiti en las paredes del pequeño baño. El sol casi desaparece.
—Tenemos que movernos rápido —digo—. Antes de perder la luz. Ella asiente, con mirada determinada.
—Vamos a dividirnos. Yo voy a revisar este camino. Tú busca por ahí.
—Buena idea. —Le regalo una sonrisa triste, pero ella gira y comienza a correr. Me dirijo a la orilla del acantilado, un nudo en mi estómago como si supiera dentro de mí, que podría estar buscando a un cadáver en lugar de un ser vivo y respirando.
Han pasado cuatro años desde que vi uno.
Muevo la cabeza. No. No puedo permitir que lo que le sucedió a mamá le suceda al papá de Bee. No puedo dejarla pasar por eso. Si estás escuchando, mamá, ayúdame. Ayúdame a encontrarlo, antes que sea muy tarde.
Busco por el camino del acantilado. Nada. El camino es empinado, y batallo para apresurarme por las rocas. Subo la colina, lo que me queda de aliento sale cuando veo a un hombre sentado en la orilla del acantilado, el viento moviendo su cabello.
Él no está desplomado. Esa es una buena señal.
—¿Señor Cruz? —le hablo. No responde. Es su perfil, sus hombros, el color de su cabello por lo que puedo recordar de la vez que secuestré a Bee—. ¿Señor Cruz?
¿Puede escucharme?
Mira por encima de su hombro, sus ojos cansados y con círculos negros.
—Oh. Eres tú. El pequeño punk de la motocicleta.
Puede reconocerme. Esa es otra buena señal. Me enderezo.
—Sí. Wolf Blackthorn. Vine aquí para…
—Encontrarme —termina por mí, y se ríe—. Lo sé. Bee te arrastró hasta aquí.
Sabía que lo recordaría eventualmente.
—Ella está preocupada por usted —digo.
—Constantemente —responde, luego golpea el suelo junto a él—. Ven. Siéntete. Dudo, y él suspira.
—No voy a matarme. Está bien. Solo toma asiento.
Lo hago, nerviosa y lentamente. Nuestras piernas danzando en el borde. El señor Cruz está usando una camisa almidonada y pantalón. Se ve muy bien, nada que ver con el hombre que vi en casa de Bee ese día.—Ella es terca —dice el señor Cruz—. Nunca se da por vencida.
—No me diga —me quejo. Levantando el celular para llamarle, pero el señor Cruz me detiene, con sus dedos alrededor de mi muñeca.
—No. No todavía. Por favor. Existe algo que quiero decir, sin que esté aquí. Bajo el teléfono y lo guardo en mi chaqueta.
—Está bien.
Respira profundamente.
—No he sido… un buen padre. O una buena persona, últimamente. Enfermedad o no, debí de haberme esforzado lo más mínimo para estar ahí para ella. Y su madre. Pero no fue así. Y no creo que pueda, mientras siga enfermo.
—Podemos conseguirle ayuda —digo—. Existen buenos terapeutas. Se ríe.
—¿Has visto nuestra casa? Apenas y podemos pagar la renta del mes, mucho menos un terapeuta.
Es entonces cuando observo la maleta junto a él. Es pequeña, pero lo suficiente para viajar.
—Señor Cruz…
—Bee es una inteligente y ambiciosa chica —me interrumpe—. Ella es amable y se sacrifica. Pero se ha sacrificado suficiente por mí. Me di cuenta de ello el otro día. Soy un tonto por no verlo antes. Si la enfermedad me tira al suelo, puedo aceptarlo. Estoy bien con ello. Pero eso golpea el espíritu de mi pequeña al suelo. Y eso es algo que no puedo soportar.
Él mira mis dedos, los anillos brillando en la luz del sol.
—Ella te dio ese. —Señala el anillo con la cabeza de lobo—. Por su cumpleaños.
—¿Qué?
—Ella lo vio en la casa de empeño. Le pregunté qué quería para su cumpleaños. Ella dijo que quería ese anillo. No tenía idea que ella… —Se ríe, negando—. No tenía idea que quisiera dártelo. Pensé que de pronto le comenzó a gustar la joyería.
—Ella me dio su regalo de cumpleaños… ¿a mí? —susurro. Él se ríe.
—Te dije. Ella se sacrifica por todo.
Estoy en silencio. Frotando el anillo lentamente, sintiendo cada curvatura.
—Vine aquí —inicia el señor Cruz—. Para pensar. Es difícil, a veces, el pensar cuando estas atrapado en una habitación. En una casa. Ver el cielo siempre fue algo que solía ayudarme. Así que pensé que vendría a verlo. Y este pequeño parque de juegos guarda tantos buenos recuerdos. Me ayuda a tener claridad.
—¿Claridad para qué? —pregunto. S vuelve hacia mí, de pronto completamente serio.—Voy a regresar con mi hermana. Por un tiempo. Hasta que pueda encargarme de este monstruo dentro de mí. Ella conoce a alguien que trabajaría conmigo a bajo costo. Y la distancia... creo que la mamá de Bee y Bee se han ganado un descanso de mí.
—Señor Cruz, no creo que…
—Tienes que prometerme —continúa, sus ojos fijos en los míos—. Tienes que prometerme que vas a ver que Bee sea feliz mientras yo no estoy.
—Señor…
—Oh, ¿es señor ahora? —se ríe—. Nunca te molestó eso antes. Estoy en silencio, batallando con las palabras. Él suspira.
—Le gustas, lo sabes. Mi cabeza se mueve.
—¿Qué?
—Soy su padre. Puedo verlo tan claro como el día. A ella solían gustarle chicos de bandas. Príncipes de los cuentos de fantasía. Ella observaría esos grandes posters que tiene en sus paredes todo el tiempo, con esa mirada chistosa en el rostro. —Se ríe—. Todavía recuerdo al primer concierto que la llevé. Se iluminó cuando salieron al escenario.
Me golpea con un dedo en el pecho.
—¿Pero tú? Ella te mira, y brilla. No se ilumina toda brillante y extática y fuera de la pared. Nada de esas cosas obsesivas. Ella solo… se ve más viva, cuando te ve. Se parece más a mi pequeña, la que no solía preocuparse todo el tiempo. La que solía sonreír y era de verdad.
—Yo…
—¿La amas? —pregunta. Él usa palabras, pero se siente como si físicamente me golpeara en el pecho. Batallo para tener aire.
—Sí. Desde que… desde que leí su ensayo.
—¿Ensayo? —Levanta una ceja.
—Ella escribió uno, para entrar a Lakecrest. Yo… yo me lo quedé. Lo leí una y otra vez. Escribe muy bien.
—Por supuesto que lo hace. —Se señala—. Lo sacó de mí. ¿Pero qué resultó tan especial de ese ensayo? ¿Por qué te gustó tanto?
—No me gustó —lo corrijo—. Me gustó la persona que lo escribió.
—¿Por qué?
—Porque… —Me aclaro la garganta—. Porque me hizo sentir como si no estuviera solo. Me hiso sentir como si hubiera alguien afuera que pudiera entenderme, que era como yo. Y luego la conocí, cara a cara, y yo… y desde entonces yo…
Él me está mirando. Yo miro el atardecer, enderezándome para buscar fuerza y girando mi anillo de lobo.
—Intenté que la expulsaran —digo—. Porque pensé que la conocía mejor de lo que ella se conocía a sí misma. Supe por su ensayo que quería escribir, ir a Sarah Lawrence. No podía soportar verla en una escuela que no le gustaba, obligándose a estudiar para tomar una carga que era demasiado pesada para ella.
—Parte de eso es mi culpa —dijo el señor Cruz suavemente.
—No es la culpa de nadie —digo—. Bee solo decidió volverlo suyo.
Él permanece en silencio, colocando sus manos sobre su regazo. Muevo uno de mis anillos.
—Estuvo mal de mi parte, intentar que la expulsaran. Ella sufrió por ello. Y es exactamente lo opuesto que quería que sucediera.
El señor Cruz niega.
—Y, aun así, estás aquí, ayudándole a buscar a su padre. ¿Por qué, exactamente? ¿Qué significa Bee para ti?
—Ella… me ayudó a trabajar en mi pasado cuando pensé que nadie ni siquiera se molestaría. Ella nunca corrió, no importó lo difícil que era, o lo oscuros que fueran mis problemas. Ella es muy amable. Cuando se ríe es como… es como si todos los pensamientos de mi cabeza desaparecieran, y todo lo que quiero hacer es volverla a hacer reír.
Giro el anillo del lobo más rápido.
—Quiero protegerla. Quiero mostrarle un mundo donde ella no tenga que cargar todo en sus hombros. Ella va a querer seguir cargando todo. Pero quiero ayudarle a sostenerlo, si puedo. Quiero… quiero ayudarla. Quiero que haga lo que ama, por sí misma, en lugar de por los demás. Quiero que disfrute su propia vida.
No puedo mirarlo, mis ojos fijos en el atardecer.
—No estamos… tú hija y yo ni siquiera estamos en los mejores términos ahora.
—Intento decir—. No que alguna vez lo estuviéramos. Así que, si se va, no puedo prometerle que la voy a hacer feliz. No puedo prometerle eso, pero puedo prometerle que la cuidaré. Siempre estaré ahí si necesita algo, o alguien, que le ayude. Yo….
Mi pecho se hunde, el dolor golpeándome las costillas.
—… yo voy a hacer todo lo que pueda por ella. Y quizás, quizás entonces existirá el día en que encontrará a alguien que la haga feliz. Pero hasta entonces… hasta entonces voy a estar aquí.
Un largo silencio. Intento respirar, lentamente, como si ocultara el hecho que estoy sufriendo. De verdad decía esas palabras, pero algo dentro de mí quiere llorar.
No quiero estar hasta que encuentra a alguien que la ame.
Quiero ser ese alguien.
—¿Qué piensas, Bee? —pregunta el señor Cruz como si nada—. ¿De todo esto?Mi corazón salta a la garganta. Giro para ver a Bee de pie ahí, agitada, su cabello salvaje y sus ojos llorosos. Su expresión es dividida. El señor Cruz se pone de pie y ella corre hacia él, abrazándolo.
—E-estaba tan preocupada… —balbucea, amortiguado por su camisa. Él la abraza.
—Lo sé. Lo lamento, cariño, debí de haber dejado una nota al menos, pero te conozco. Sé que lo hubieras ignorado y te hubieras preocupado hasta que me encontraras.
—¿Así que realmente vas a irte? —le pregunta, él asiente.
—Sí. Pero existe mucho tiempo para hablar de ello más tarde. Entiendo que estabas preocupada por mí, pero este joven acaba de derramar su corazón a ti. Creo que merece algo de reconocimiento, al menos.
—Yo… Trago fuertemente, miedo quemando en mi estómago—. Debería irme.
Me alegro de que lo encontraras Bee.
Me apresuro hacia abajo del acantilado, mi sangre en los oídos. ¿Qué tanto escuchó? ¿Por qué no miré detrás de mí antes de decir lo que dije? Lo último que quería es ser una carga más con mis sentimientos, pero lo he hecho, y no puedo retractarme. Ella lo sabe. Sabe cómo me siento por ella. Quiero saltar hacia el más oscuro y profundo hoyo que pueda encontrar y nunca salir.
Me subo a la motocicleta y me coloco el casco cuando escucho su voz.
—¡Wolf!
Bee corre hacia mí, y se detiene frente a la moto. Está respirando pesadamente, teniendo que correr colina abajo, pero no puede mirarme, y eso hace que mi corazón se hunda más.
—Yo voy… uh. Voy a tener una fiesta de cumpleaños —dice al suelo—. Antes de que papá se vaya. El sábado, probablemente. Crees que podrías… ¿quieres venir?
—Sí —logro decir—. Está bien.
Muevo la manija y la dejo atrás, mis pensamientos bailando. Ella no dijo nada sobre lo que escuchó. Quizás dirá algo en la fiesta. Por supuesto… es por eso por lo que me invitó. No podemos vernos más en la escuela, así que ha hecho una última vez. Una última oportunidad para decirme que no siente lo mismo. De despedirse.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Entre la mamá de Bee y el papá de Wolf no se quien me agrada menos...
Me gustó ese momento que tuvo Wolf con el papá de Bee, y lo mejor, que admitiera lo que sentía; esperemos a ver que será lo que dirá Bee durante la fiesta
Me gustó ese momento que tuvo Wolf con el papá de Bee, y lo mejor, que admitiera lo que sentía; esperemos a ver que será lo que dirá Bee durante la fiesta
IsCris- Mensajes : 1339
Fecha de inscripción : 25/10/2017
Edad : 26
Re: Lectura #5 Burn Before Reading - Sara Wolf
Es oficial ese par de padres estan de lo ultimo, Wolf y Bee tienen que hablar sobre sus sentimientos. Gracias por el capitulo
Tibisay Carrasco- Mensajes : 358
Fecha de inscripción : 05/01/2020
Edad : 61
Localización : Broward Florida
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