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Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
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Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Iba a gritar si Killian no regresaba, odio a su padre y ojalá pague por todo lo malo que hizo
Gracias!!
Gracias!!
carolbarr- Mensajes : 383
Fecha de inscripción : 28/08/2015
Edad : 47
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
El viernes por la tarde, estaba sentada en un taburete en Forever Ink, mirando a Connor tatuar el pecho de su hermano. Vine a ofrecer mi apoyo moral que Killian probablemente no necesitaba de todos modos. Dos horas después de su sesión de tatuajes, y Killian ni se inmutó por las agujas que perforaban su piel. No se inmutó y apenas movió un músculo. No había estado bromeando sobre la piel dura, pero, supongo, había pasado por un dolor peor que esto.
Pasaron unos días antes de que Killian volviera a hablar con Connor. Pero como había llegado a aprender, Killian tenía un gran corazón y una vez que dejaba entrar a alguien, era generoso con ello. A pesar del dolor y la preocupación que Connor había causado a Killian a lo largo de los años, Killian seguía dándole oportunidades de hacerlo bien porque quería a Connor en su vida.
Observé la concentración en el rostro de Connor mientras tatuaba la piel de Killian. Connor no quería estropearlo, pero sabía que no lo haría.
—Tienes tu cara de artista serio —bromeó Killian.
—Eden me golpeará si me equivoco —dijo Connor.
—Ella es bastante feroz —dijo Killian.
Mientras bromeaban, pensé en su madre y me pregunté qué pensaría de los hombres en los que se habían convertido. Buenos hombres, desde mi perspectiva. ¿Cómo podía dejar a sus dos hijos atrás?
Mis pensamientos se dirigieron a Anna Ramírez. Hace unos días, tomé su número del teléfono de Killian y la llamé cuando estaba en el trabajo. Pensé que las nueve y media sería un buen momento, no demasiado tarde, pero el bebé estaría dormido para entonces.
—Hola Anna. Me llamo Eden. No me conoces, pero soy la novia de Killian y...
—¿Killian tiene novia? —preguntó, incapaz de ocultar su sorpresa.
—Um, sí. No sabe nada sobre esta llamada telefónica.
Ella permaneció en silencio, así que me apresuré:
—No puedo pretender saber por lo que has pasado, y tal vez si estuviera en tu lugar, nunca podría perdonar a la persona responsable... pero Killian amaba a Johnny. Se siente tan increíblemente culpable. Fue un horrible accidente, y lamento muchísimo tu pérdida. Y por la pérdida de tu hijo. Pero Killian necesita tu perdón. No tienes idea de cuánto significaría para él si pudieras... perdonarlo.
Una vez más, ella guardó silencio. Revisé mi teléfono para asegurarme de que nuestra llamada seguía conectada.
—¿Anna?
—¿Amas a Killian?
—Sí. Lo amo. Es un buen hombre. Quiero decir, a veces actúa como un imbécil, pero, ya sabes, en su mayor parte... es genial.
Ella rio un poco. Me hizo sonreír y me dio esperanza, así que seguí adelante.
››Te llamé porque me preocupo por él. Mucho. Y si hay algo que pueda hacer para mejorar su vida, lo haré.
—Así me sentía por Johnny.
—Entonces sabes cómo se siente... —Dejé que mi oración se desvaneciera, sin estar segura de sí estaba diciendo todas las cosas correctas o todas las incorrectas—. ¿Al menos lo considerarás? Significaría el mundo para él si tú...
—Tengo que irme —dijo, interrumpiéndome—. Me alegra que Killian haya encontrado a alguien que se preocupe por él.
Anna cortó la llamada y miré a Connor que estaba parado en la puerta abierta de la habitación de Killian.
—Ni siquiera te escuché volver a casa.
—Me muevo como un ninja —bromeó. Se pasó la mano por el cabello y dejó escapar un suspiro irregular—. ¿Qué dijo ella?
No tenía sentido fingir. Obviamente había escuchado el final de mi conversación.
—No estoy segura de que ella lo perdone.
Cruzó la habitación a grandes zancadas y se sentó a mi lado en la cama.
—Creo que necesita encontrar una manera de perdonarse a sí mismo. Las personas no siempre actúan de la manera que queremos. No siempre dicen las palabras que queremos escuchar. A veces... solo necesitas encontrar una manera de hacer las paces con eso.
El rostro de Connor estaba triste, contemplativo. Estaba hablando por experiencia. Estos muchachos nunca lo habían tenido fácil. Abandonados por su madre. Abusados por su padre. Instintivamente, alcancé su mano. Me puso de pie y me abrazó.
—Lo haces feliz y le has dado algo que nunca ha tenido —dijo, soltándome—, no subestimes el poder del amor. Estará bien.
Mi teléfono sonando interrumpió mis pensamientos.
—Calificación de resaca en la escala del uno al diez —dijo Hailey cuando respondí.
—La mía está en el espectro bajo. Iré con un tres. —Anoche, Hailey, Ava y yo tuvimos una noche de chicas. Comenzó con una barbacoa en un garaje convertido y terminó con bebidas en un bar que tocaba hip-hop de los noventa. A las dos de la mañana, Killian nos encontró en el bar y nos llevó a casa. No hubo incidentes importantes que reportar, afortunadamente—. ¿Cómo está la tuya?
—No está mal —dijo, sonando sorprendida.
—Eso es porque fuimos inteligentes esta vez. La clave es comer costillas de cerdo y todas esas partes que comimos. Absorbió todo el alcohol. Somos muy sensibles. Deberíamos ser elogiadas, de verdad.
Killian resopló. Lo fulminé con la mirada.
—Nena, estabas perdida.
—No lo estaba —dije indignada.
—¿Siempre vienes a casa cantando Nasty Girl? —preguntó Connor.
—Por supuesto. Todo el mundo ama a The Notorious B.I.G.
Hailey rio de nuestras bromas.
—¿En dónde estás?
—Forever Ink. Killian necesitaba a alguien para sostener su mano. Sabes qué es un bebé grande.
Eso me ganó más resoplidos por todas partes.
—¿Ya has tenido noticias de Ava? —preguntó.
—Eh, no. —Miré a Connor que estaba demasiado ocupado sudando y concentrándose en su obra maestra para darse cuenta—. Probablemente no esté en el extremo inferior de la escala.
—Sí, estaba bastante borracha —dijo Hailey—. ¿Connor está tatuando?
—Sí.
—Bueno. Hablaré contigo más tarde. Necesito prepararme para el trabajo.
Después de colgar, envié un mensaje rápido a Ava, preguntándole cómo se sentía. Anoche, pasó de borracha feliz a borracha llorona en un nanosegundo, así que tal vez debería repensar la parte de que no hay incidentes mayores. La razón de sus lágrimas estaba sentada directamente frente a mí, su mano firme sosteniendo una máquina de tatuaje.
Dos minutos después, sonó mi teléfono, y esta vez era Ava.
—Hola, Ava. ¿Estás bien?
Gimió. —Deja de hablar tan alto.
—Lo siento —susurré, pero ella probablemente no pudo escucharlo por el zumbido de la máquina de tatuajes y la música rock.
—¿En dónde estás?
—Mmm, Forever Ink.
—Oh. —Ava se quedó en silencio por unos segundos—. En ese caso, hablaré contigo más tarde.
—Puedo salir, si quieres.
—Ava —dijo Connor—, deja de ignorarme.
—¿Escuchaste eso? —le pregunté a Ava.
Ella suspiró.
—Dile que es un imbécil. No tiene idea de lo que nos hizo pasar a Killian y a mí. Nunca volveré a hablar con él.
—Si ella dice que nunca volverá a hablarme, dile que...
—Suficiente —dijo Killian, interrumpiéndolo—, tú y Ava lo solucionan a su propio ritmo. Deja de poner a Eden y a mí en medio de tus problemas.
—Supongo que también escuchaste eso —le dije al teléfono.
Ella suspiró de nuevo.
—Alto y claro. Imbécil.
—No, no lo es —dije, saltando en defensa de Killian.
—Lo siento —murmuró, y pensé que se despediría, pero en el siguiente latido preguntó—: ¿De qué es el tatuaje?
Estaba bastante segura de que estaba allí anoche cuando Hailey preguntó, pero tal vez no lo había escuchado. Miré el pecho de Killian, como si necesitara recordarlo.
—Bueno, son... alas. Con dos hileras de plumas y un contorno de estrella a cada lado de las puntas de las alas... —Era difícil describir el diseño. Era tinta oscura, como alas de ángel oscuras que cubrían su pecho superior, que no era mi plan original. Inicialmente, dibujé un ala para que su lado izquierdo pasara por encima de su corazón, pero Killian dijo que, si iba a hacerlo, estaba todo adentro, así que volví a hacer mi boceto y ahora aquí estábamos, mirándolo venir a la vida—. Sin embargo, es muy varonil. No hay alas de ángel débiles para Killian.
Killian rio entre dientes.
—Es increíble —dijo Connor, lo suficientemente fuerte como para que Ava lo escuchara.
—Connor es un increíble artista del tatuaje —dijo, pero no lo suficientemente fuerte como para que él lo escuchara.
—Sí, es bastante impresionante —conteste. Killian levantó las cejas y yo sonreí—. Igual que tú —dije.
Ava y yo nos despedimos y corté la llamada.
—¿Dijo que era increíble? —preguntó Connor, su voz esperanzada.
Repetí lo que Ava me dijo y él sonrió, sintiendo que había logrado una pequeña victoria, sin duda. Si repitiera todo lo que dijo anoche, él no estaría muy feliz, así que prometí mantener esa conversación para mí.
—¿Qué más dijo ella? —preguntó Connor.
Killian apretó la mandíbula.
—No respondas eso.
No respondí a eso. Killian tenía razón: Ava y Connor necesitaban hablar entre ellos.
Connor levantó la máquina y se recostó.
—Amigo, tienes que quedarte quieto.
—Estoy sentado quieto.
—Estás flexionando tus pectorales.
Me froté los dedos índices.
—Chico travieso. Flexionando tus pectorales. Deberías estar avergonzado.
—Dile a Connor que deje de estresarme.
—Connor, deja de estresarlo.
—¿Cómo te estoy estresando? —preguntó Connor.
Killian levantó la mano.
—Necesitas hablar a través de Eden. Ella transmitirá el mensaje.
Reí. Connor negó con la cabeza.
—Tienes un punto —dijo, volviendo al trabajo.
Killian tomó mi mano y la sostuvo en la suya, y sobre el zumbido de la máquina de tatuaje y Rock and Roll de Led Zeppelin, pude escuchar mi corazón golpear contra mi pecho. Había caído rápido, y había caído con fuerza, y estaba literalmente entintado en su piel de por vida. El tatuaje en su pecho era mi diseño, mi nombre estaba en él y había sido inspirado por el hecho de que me llamara un ángel sucio. Pero también fue porque quería darle alas a su corazón, en lugar de apuñalarlo con una daga. No le expliqué el simbolismo, pero tal vez lo entendió sin que tuviera que decírselo.
Los domingos se habían convertido oficialmente en nuestro día de descanso, aunque Killian y yo salimos a correr esta mañana y él fue al gimnasio, pero solo por una hora. Estaba en el piso de su sala de estar con mi pieza de chica surfista extendida frente a mí. Killian había retirado los muebles y había apilado la mesa de café en el sofá para acomodar mi obra de arte callejero de doce pies de largo. Cuando dibujé esta pieza, fue como si mi cerebro me dijera que hiciera una cosa, pero mi mano estaba haciendo algo completamente diferente. Pero pensé que mi chica surfista cabalgando dentro del túnel de la ola estaba resultando ser algo bueno.
Desde la cocina escuché el zumbido de la licuadora. Oh, oh. No otra vez. No pruebes mis reflejos nauseabundos con otro batido saludable. Estaban locos. No es broma. El delicioso brebaje de ayer fue la col rizada y Dios sabía qué más. Tomé un sorbo y un sorbo fue demasiado.
—¿Cómo está? —preguntó.
Me obligué a tragar, aunque quería escupirlo en el fregadero.
—Terrible. Sabe a... barro... y hierba. Ugh.
Mantuve la cabeza baja y pinté mis ondas psicodélicas, esperando que él bebiera toda la porción.
No tuve tanta suerte.
—Te va a encantar este —afirmó, entrando en la sala de estar.
—Pasaré.
—Lo hice especialmente para ti.
Ugh. ¿Por qué tenía que sonar tan dulce?
Mi mirada recorrió sus pantorrillas esculpidas, sus shorts de camuflaje y su pecho desnudo, mi tatuaje entintado en su piel y hasta su rostro bien afeitado. Me encantaba su rostro con barba, me encantaba liso, me encantaba enmarcado por el cabello corto o el cabello más largo. Especialmente me encantaba con esa adorable sonrisa. ¿Quién podría decir que no a esos hoyuelos? Yo no, al parecer.
Colocó un vaso gigantesco de algo verde y espumoso en mi mano y observó mientras tomaba un pequeño sorbo. Frunció el ceño ante mi patético intento de calmarlo, así que tomé un sorbo más grande. Al menos no activó mi reflejo de arcadas. No estuvo mal. Otro sorbo confirmó que era bastante bueno.
—¿Y bien? —preguntó, incitándome a entregar mi veredicto.
—No es tan bueno como... digamos, panecillos de canela o brownies... pero es bebible. Lo cual es una gran mejora con respecto a las últimas que trataste de imponerme. —Suavicé el golpe con una sonrisa.
—¿Bebible? Admítelo. Te encanta.
Tomé otro gran trago. Encantar era exagerado, pero me gustó y era bebible.
—Mmm. Ya me siento más saludable.
—Es una buena proteína —dijo bajándose de una silla en la mesa de la cocina en la que nadie comía. Probablemente porque estaba en la sala de estar y cubierto con los cuadernos de bocetos de Connor, una pila de libros de bolsillo de Connor, una laptop y un montón de billetes que Killian estaba clasificando.
—¿Qué contiene? —pregunté.
—Col rizada, espinacas, pepino, manzana verde, semillas de cáñamo, mango, aceite de coco... —Lo miré mientras continuaba diciendo una lista de aproximadamente seis mil ingredientes, y recordó mencionar cada uno de ellos.
—Bueno. Te lo compro. —Porque, en realidad, cualquiera que se haya tomado tantas molestias para obtener algo saludable en mi cuerpo merecía un poco de respeto por sus esfuerzos. Lo menos que podía hacer era beber el batido, así que me recosté en el sofá y lo bebí mientras miraba por la ventana el almacén quemado.
Ayer, Killian y yo habíamos recorrido el perímetro, cubriéndolo. El lote adyacente al almacén está cercado con un eslabón de cadena, pero encontramos un espacio entre las dos barras de metal de la puerta con candado como si alguien lo hubiera separado.
—Se supone que debe ser así —dije, emocionada de haber encontrado un punto de entrada que no requería más infracciones de la ley. Pero como nos habíamos ido durante el día y el letrero decía claramente: "Prohibido el paso", no habíamos intentado entrar. Todavía. Una vez que terminara esta pieza, estaríamos entrando al amparo de la oscuridad. Si lo sacábamos, sería una carrera aún mayor que la primera pieza.
Terminé mi batido, deleitándome con el calor y el sol que entraba por las ventanas. Las temperaturas habían rondado los treinta durante los últimos tres días y, aunque era otoño, parecía un día de verano. Mi teléfono sonó con un recordatorio para asistir al festival de frío de Zeke, como él lo llamó. Siguiendo rápidamente eso, mi papá me envió un mensaje para asegurarme de que estaba vivo y bien. Ava envió un mensaje para preguntar si Killian y yo iríamos a la fiesta de Zeke y, de ser así, ¿podría llevarla? Luego, Hailey envió un mensaje para preguntarnos si íbamos a la fiesta de Zeke y, si no era demasiado problema, ¿podría darle un aventón?
Cuando busqué a Killian para informarle sobre nuestros planes, tenía la cabeza atrapada en el gabinete debajo del fregadero de la cocina y estaba haciendo algo que requería una caja de herramientas y mucha flexión muscular.
No era una mala vista, su torso desnudo estaba en exhibición. Salté a la encimera para mirar mientras lo ponía al día.
—Saldremos de aquí a las dos, recogeremos a Ava primero, y luego a Hailey, que está un poco fuera de nuestro camino, pero no mucho, y pasaremos el rato en la fiesta de Zeke y Brody durante un par de horas. Zeke no está trabajando esta noche, pero podemos darles un empujón a Brody y Chris para que trabajen cuando nos vayamos.
—¿Qué? —preguntó, desde el interior del gabinete. Hubo un ruido metálico allí abajo, así que probablemente se perdió cada palabra que dije.
Suspiré.
—A la una cincuenta y cinco, debes ponerte una camisa y zapatos. Te daré más instrucciones entonces.
—Nena, escuché lo que dijiste. Soy multitarea, ¿recuerdas?
—Sí, lo recuerdo. Pero no estabas escuchando porque preguntaste.
—¿Qué?
Su cabeza se asomó, y se puso de pie y abrió el grifo. Aparentemente, había solucionado cualquier problema que no había notado que existía porque cerró el agua y empacó sus herramientas, satisfecho con su trabajo. Llegó a pararse entre mis piernas y pasó sus manos por mis muslos. Observé que sus ojos azules se oscurecían mientras sus manos continuaban su viaje, olvidando toda la plática sobre la fiesta. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y le pedí que repitiera lo que dije. Lo hizo, y lo hizo bien, pero usó menos palabras para transmitir el mensaje.
—Entonces, ¿por qué te hiciste al tonto? —pregunté.
—No lo hice. Nunca me hablaste de esta fiesta. Tampoco Zeke o Brody.
—Es una cosa improvisada. Decidieron anoche. Me dijeron que te dijera.
Levantó sus cejas. —¿Y tú?
Ups. —Oh, oh. Cinco minutos antes.
—Suena como un colapso en la comunicación.
—Mmm. ¿Cómo puedo compensarte?
Acarició mi cuello y murmuró:
—Estoy seguro de que pensarás en algo. —Rozó un beso en mi mandíbula y luego sus labios se encontraron con los míos. Mis piernas se cerraron alrededor de su cintura cuando profundizó el beso, y mi cuerpo respondió de la misma manera que siempre lo hacía con él. Lo ansiaba como una droga de la que nunca podría tener suficiente. Estaba empezando a entender la adicción porque Killian se estaba convirtiendo rápidamente en la mía.
—Finjan que no estoy aquí —dijo Connor. Me aparté de Killian y miré por encima del hombro a Connor, que se pasó la mano por el cabello y bostezó. Connor dormía mucho, me di cuenta, y me preguntaba si tenía algo que ver con renunciar a las drogas. Al igual que Killian, no tenía camisa y no llevaba nada más que shorts de camuflaje. Después de estar en Florida durante cinco meses, su piel estaba bronceada más oscura que la de Killian. Tenía que decir que la vista del torso de Connor tampoco era mala.
Connor asomó la cabeza por el refrigerador, la cerró de golpe, abrió y cerró todos los armarios, y regresó al refrigerador, como si esperara que algo nuevo y diferente saltara sobre él. Podría evitarle la molestia de buscar algo rápido y fácil. Todo en esta casa era saludable y requería cocinar o prepararse. No había comida chatarra, ni carbohidratos vacíos, y nada con azúcar refinada.
Habiendo llegado a la misma conclusión, Connor tomó una botella de agua del refrigerador y la tragó.
—¿Qué están haciendo chicos? —preguntó, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Vamos a un festival de frío improvisado. —Sin pensarlo bien, invité a Connor a unirse a nosotros.
—¿Ava va a estar allí? —preguntó.
Asentí. —Voy a ir.
Oh, oh.
Killian se dio la vuelta para mirar a Connor y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Para que quede claro, no nos arrastres a Eden ni a mí a tu drama. —Connor abrió la boca para hablar, pero Killian levantó la mano para detenerlo—. Trabajo con estos muchachos. Así que mantén la boca cerrada sobre mi vida personal.
Connor adoptó la misma pose de brazos cruzados.
—Nunca le dije a nadie fuera de esta habitación una mierda, y lo sabes. Lo que sucedió con Seamus tardó en llegar y me disculpé con Eden y me disculpé contigo. Pero no lo siento, lo dije. Necesita que le recuerden lo que hizo. Si quieres pasar de algo, no puedes enterrarlo adentro. Necesitas iluminarlo. Necesitas resolverlo antes de dejarlo ir.
Eso era muy cierto, y pensé que Connor era valiente e inteligente por expresarlo. Me quedé quieta, apenas respirando, mientras se enfrentaban. Esto podría ir en cualquier dirección, pero ninguno de ellos retrocedió o se alejó, lo cual era una buena señal. Ninguno de los dos dijo una palabra por unos largos momentos tampoco. Los hombros de Killian estaban rígidos, y pude sentir la tensión alejándose de él.
—¿Aprendes esto en tus reuniones de Narcóticos Anónimos? —preguntó finalmente Killian.
—Sí.
Killian bajó la cabeza y frotó su nuca. —Bien.
Connor asintió. —Bien.
Y ese fue el final de esta. Habían hecho las paces, y Connor sacó una sartén del armario y los huevos del refrigerador. Metió pan de alpiste en la tostadora y nos preguntó si queríamos algo de comida, lo que rechazamos. Subí las escaleras para prepararme, y Killian encontró algunos trabajos extraños que hacer en la casa. A la una cincuenta y cinco, Killian se unió a mí en el dormitorio, se puso una camisa y zapatos, empacó una bolsa de lona con nuestra ropa de trabajo, y era hora de irnos.
Ningún drama importante ocurrió en el camino al festival de frío o en el festival de frío en sí. Pasamos el rato en el patio de Zeke y Brody, bebiendo los slammers3 especiales de sandía de Zeke en un soleado día de septiembre, con una banda sonora de reggae que le dio a toda la atmósfera un ambiente frío y feliz. La camiseta anaranjada de Zeke decía "La vida es buena", y mientras miraba a mis amigos, riendo y hablando, y a Killian, cuyo brazo estaba colgado sobre mi hombro mientras hablábamos con Brody sobre sus viajes por el mundo, no pude no estar más de acuerdo.
La vida era buena.
—¿Cuál es tu lugar favorito para unas vacaciones? —preguntó Killian más tarde, cuando estábamos detrás de la barra, cortando fruta.
—La playa.
—El mío también. ¿Has estado alguna vez en Montauk?
Negué con la cabeza. Había escuchado a gente en el bar hablar de eso, así que sabía que estaba en los Hamptons, pero eso era todo lo que sabía.
—Te encantará. Te llevaré allí —prometió, y supe que sucedería porque las promesas de Killian nunca eran vanas.
3 Bebida saludable hecha con vodka, frutilla de sandía, jugo de naranja, refresco de lima y limón.
Pasaron unos días antes de que Killian volviera a hablar con Connor. Pero como había llegado a aprender, Killian tenía un gran corazón y una vez que dejaba entrar a alguien, era generoso con ello. A pesar del dolor y la preocupación que Connor había causado a Killian a lo largo de los años, Killian seguía dándole oportunidades de hacerlo bien porque quería a Connor en su vida.
Observé la concentración en el rostro de Connor mientras tatuaba la piel de Killian. Connor no quería estropearlo, pero sabía que no lo haría.
—Tienes tu cara de artista serio —bromeó Killian.
—Eden me golpeará si me equivoco —dijo Connor.
—Ella es bastante feroz —dijo Killian.
Mientras bromeaban, pensé en su madre y me pregunté qué pensaría de los hombres en los que se habían convertido. Buenos hombres, desde mi perspectiva. ¿Cómo podía dejar a sus dos hijos atrás?
Mis pensamientos se dirigieron a Anna Ramírez. Hace unos días, tomé su número del teléfono de Killian y la llamé cuando estaba en el trabajo. Pensé que las nueve y media sería un buen momento, no demasiado tarde, pero el bebé estaría dormido para entonces.
—Hola Anna. Me llamo Eden. No me conoces, pero soy la novia de Killian y...
—¿Killian tiene novia? —preguntó, incapaz de ocultar su sorpresa.
—Um, sí. No sabe nada sobre esta llamada telefónica.
Ella permaneció en silencio, así que me apresuré:
—No puedo pretender saber por lo que has pasado, y tal vez si estuviera en tu lugar, nunca podría perdonar a la persona responsable... pero Killian amaba a Johnny. Se siente tan increíblemente culpable. Fue un horrible accidente, y lamento muchísimo tu pérdida. Y por la pérdida de tu hijo. Pero Killian necesita tu perdón. No tienes idea de cuánto significaría para él si pudieras... perdonarlo.
Una vez más, ella guardó silencio. Revisé mi teléfono para asegurarme de que nuestra llamada seguía conectada.
—¿Anna?
—¿Amas a Killian?
—Sí. Lo amo. Es un buen hombre. Quiero decir, a veces actúa como un imbécil, pero, ya sabes, en su mayor parte... es genial.
Ella rio un poco. Me hizo sonreír y me dio esperanza, así que seguí adelante.
››Te llamé porque me preocupo por él. Mucho. Y si hay algo que pueda hacer para mejorar su vida, lo haré.
—Así me sentía por Johnny.
—Entonces sabes cómo se siente... —Dejé que mi oración se desvaneciera, sin estar segura de sí estaba diciendo todas las cosas correctas o todas las incorrectas—. ¿Al menos lo considerarás? Significaría el mundo para él si tú...
—Tengo que irme —dijo, interrumpiéndome—. Me alegra que Killian haya encontrado a alguien que se preocupe por él.
Anna cortó la llamada y miré a Connor que estaba parado en la puerta abierta de la habitación de Killian.
—Ni siquiera te escuché volver a casa.
—Me muevo como un ninja —bromeó. Se pasó la mano por el cabello y dejó escapar un suspiro irregular—. ¿Qué dijo ella?
No tenía sentido fingir. Obviamente había escuchado el final de mi conversación.
—No estoy segura de que ella lo perdone.
Cruzó la habitación a grandes zancadas y se sentó a mi lado en la cama.
—Creo que necesita encontrar una manera de perdonarse a sí mismo. Las personas no siempre actúan de la manera que queremos. No siempre dicen las palabras que queremos escuchar. A veces... solo necesitas encontrar una manera de hacer las paces con eso.
El rostro de Connor estaba triste, contemplativo. Estaba hablando por experiencia. Estos muchachos nunca lo habían tenido fácil. Abandonados por su madre. Abusados por su padre. Instintivamente, alcancé su mano. Me puso de pie y me abrazó.
—Lo haces feliz y le has dado algo que nunca ha tenido —dijo, soltándome—, no subestimes el poder del amor. Estará bien.
Mi teléfono sonando interrumpió mis pensamientos.
—Calificación de resaca en la escala del uno al diez —dijo Hailey cuando respondí.
—La mía está en el espectro bajo. Iré con un tres. —Anoche, Hailey, Ava y yo tuvimos una noche de chicas. Comenzó con una barbacoa en un garaje convertido y terminó con bebidas en un bar que tocaba hip-hop de los noventa. A las dos de la mañana, Killian nos encontró en el bar y nos llevó a casa. No hubo incidentes importantes que reportar, afortunadamente—. ¿Cómo está la tuya?
—No está mal —dijo, sonando sorprendida.
—Eso es porque fuimos inteligentes esta vez. La clave es comer costillas de cerdo y todas esas partes que comimos. Absorbió todo el alcohol. Somos muy sensibles. Deberíamos ser elogiadas, de verdad.
Killian resopló. Lo fulminé con la mirada.
—Nena, estabas perdida.
—No lo estaba —dije indignada.
—¿Siempre vienes a casa cantando Nasty Girl? —preguntó Connor.
—Por supuesto. Todo el mundo ama a The Notorious B.I.G.
Hailey rio de nuestras bromas.
—¿En dónde estás?
—Forever Ink. Killian necesitaba a alguien para sostener su mano. Sabes qué es un bebé grande.
Eso me ganó más resoplidos por todas partes.
—¿Ya has tenido noticias de Ava? —preguntó.
—Eh, no. —Miré a Connor que estaba demasiado ocupado sudando y concentrándose en su obra maestra para darse cuenta—. Probablemente no esté en el extremo inferior de la escala.
—Sí, estaba bastante borracha —dijo Hailey—. ¿Connor está tatuando?
—Sí.
—Bueno. Hablaré contigo más tarde. Necesito prepararme para el trabajo.
Después de colgar, envié un mensaje rápido a Ava, preguntándole cómo se sentía. Anoche, pasó de borracha feliz a borracha llorona en un nanosegundo, así que tal vez debería repensar la parte de que no hay incidentes mayores. La razón de sus lágrimas estaba sentada directamente frente a mí, su mano firme sosteniendo una máquina de tatuaje.
Dos minutos después, sonó mi teléfono, y esta vez era Ava.
—Hola, Ava. ¿Estás bien?
Gimió. —Deja de hablar tan alto.
—Lo siento —susurré, pero ella probablemente no pudo escucharlo por el zumbido de la máquina de tatuajes y la música rock.
—¿En dónde estás?
—Mmm, Forever Ink.
—Oh. —Ava se quedó en silencio por unos segundos—. En ese caso, hablaré contigo más tarde.
—Puedo salir, si quieres.
—Ava —dijo Connor—, deja de ignorarme.
—¿Escuchaste eso? —le pregunté a Ava.
Ella suspiró.
—Dile que es un imbécil. No tiene idea de lo que nos hizo pasar a Killian y a mí. Nunca volveré a hablar con él.
—Si ella dice que nunca volverá a hablarme, dile que...
—Suficiente —dijo Killian, interrumpiéndolo—, tú y Ava lo solucionan a su propio ritmo. Deja de poner a Eden y a mí en medio de tus problemas.
—Supongo que también escuchaste eso —le dije al teléfono.
Ella suspiró de nuevo.
—Alto y claro. Imbécil.
—No, no lo es —dije, saltando en defensa de Killian.
—Lo siento —murmuró, y pensé que se despediría, pero en el siguiente latido preguntó—: ¿De qué es el tatuaje?
Estaba bastante segura de que estaba allí anoche cuando Hailey preguntó, pero tal vez no lo había escuchado. Miré el pecho de Killian, como si necesitara recordarlo.
—Bueno, son... alas. Con dos hileras de plumas y un contorno de estrella a cada lado de las puntas de las alas... —Era difícil describir el diseño. Era tinta oscura, como alas de ángel oscuras que cubrían su pecho superior, que no era mi plan original. Inicialmente, dibujé un ala para que su lado izquierdo pasara por encima de su corazón, pero Killian dijo que, si iba a hacerlo, estaba todo adentro, así que volví a hacer mi boceto y ahora aquí estábamos, mirándolo venir a la vida—. Sin embargo, es muy varonil. No hay alas de ángel débiles para Killian.
Killian rio entre dientes.
—Es increíble —dijo Connor, lo suficientemente fuerte como para que Ava lo escuchara.
—Connor es un increíble artista del tatuaje —dijo, pero no lo suficientemente fuerte como para que él lo escuchara.
—Sí, es bastante impresionante —conteste. Killian levantó las cejas y yo sonreí—. Igual que tú —dije.
Ava y yo nos despedimos y corté la llamada.
—¿Dijo que era increíble? —preguntó Connor, su voz esperanzada.
Repetí lo que Ava me dijo y él sonrió, sintiendo que había logrado una pequeña victoria, sin duda. Si repitiera todo lo que dijo anoche, él no estaría muy feliz, así que prometí mantener esa conversación para mí.
—¿Qué más dijo ella? —preguntó Connor.
Killian apretó la mandíbula.
—No respondas eso.
No respondí a eso. Killian tenía razón: Ava y Connor necesitaban hablar entre ellos.
Connor levantó la máquina y se recostó.
—Amigo, tienes que quedarte quieto.
—Estoy sentado quieto.
—Estás flexionando tus pectorales.
Me froté los dedos índices.
—Chico travieso. Flexionando tus pectorales. Deberías estar avergonzado.
—Dile a Connor que deje de estresarme.
—Connor, deja de estresarlo.
—¿Cómo te estoy estresando? —preguntó Connor.
Killian levantó la mano.
—Necesitas hablar a través de Eden. Ella transmitirá el mensaje.
Reí. Connor negó con la cabeza.
—Tienes un punto —dijo, volviendo al trabajo.
Killian tomó mi mano y la sostuvo en la suya, y sobre el zumbido de la máquina de tatuaje y Rock and Roll de Led Zeppelin, pude escuchar mi corazón golpear contra mi pecho. Había caído rápido, y había caído con fuerza, y estaba literalmente entintado en su piel de por vida. El tatuaje en su pecho era mi diseño, mi nombre estaba en él y había sido inspirado por el hecho de que me llamara un ángel sucio. Pero también fue porque quería darle alas a su corazón, en lugar de apuñalarlo con una daga. No le expliqué el simbolismo, pero tal vez lo entendió sin que tuviera que decírselo.
Los domingos se habían convertido oficialmente en nuestro día de descanso, aunque Killian y yo salimos a correr esta mañana y él fue al gimnasio, pero solo por una hora. Estaba en el piso de su sala de estar con mi pieza de chica surfista extendida frente a mí. Killian había retirado los muebles y había apilado la mesa de café en el sofá para acomodar mi obra de arte callejero de doce pies de largo. Cuando dibujé esta pieza, fue como si mi cerebro me dijera que hiciera una cosa, pero mi mano estaba haciendo algo completamente diferente. Pero pensé que mi chica surfista cabalgando dentro del túnel de la ola estaba resultando ser algo bueno.
Desde la cocina escuché el zumbido de la licuadora. Oh, oh. No otra vez. No pruebes mis reflejos nauseabundos con otro batido saludable. Estaban locos. No es broma. El delicioso brebaje de ayer fue la col rizada y Dios sabía qué más. Tomé un sorbo y un sorbo fue demasiado.
—¿Cómo está? —preguntó.
Me obligué a tragar, aunque quería escupirlo en el fregadero.
—Terrible. Sabe a... barro... y hierba. Ugh.
Mantuve la cabeza baja y pinté mis ondas psicodélicas, esperando que él bebiera toda la porción.
No tuve tanta suerte.
—Te va a encantar este —afirmó, entrando en la sala de estar.
—Pasaré.
—Lo hice especialmente para ti.
Ugh. ¿Por qué tenía que sonar tan dulce?
Mi mirada recorrió sus pantorrillas esculpidas, sus shorts de camuflaje y su pecho desnudo, mi tatuaje entintado en su piel y hasta su rostro bien afeitado. Me encantaba su rostro con barba, me encantaba liso, me encantaba enmarcado por el cabello corto o el cabello más largo. Especialmente me encantaba con esa adorable sonrisa. ¿Quién podría decir que no a esos hoyuelos? Yo no, al parecer.
Colocó un vaso gigantesco de algo verde y espumoso en mi mano y observó mientras tomaba un pequeño sorbo. Frunció el ceño ante mi patético intento de calmarlo, así que tomé un sorbo más grande. Al menos no activó mi reflejo de arcadas. No estuvo mal. Otro sorbo confirmó que era bastante bueno.
—¿Y bien? —preguntó, incitándome a entregar mi veredicto.
—No es tan bueno como... digamos, panecillos de canela o brownies... pero es bebible. Lo cual es una gran mejora con respecto a las últimas que trataste de imponerme. —Suavicé el golpe con una sonrisa.
—¿Bebible? Admítelo. Te encanta.
Tomé otro gran trago. Encantar era exagerado, pero me gustó y era bebible.
—Mmm. Ya me siento más saludable.
—Es una buena proteína —dijo bajándose de una silla en la mesa de la cocina en la que nadie comía. Probablemente porque estaba en la sala de estar y cubierto con los cuadernos de bocetos de Connor, una pila de libros de bolsillo de Connor, una laptop y un montón de billetes que Killian estaba clasificando.
—¿Qué contiene? —pregunté.
—Col rizada, espinacas, pepino, manzana verde, semillas de cáñamo, mango, aceite de coco... —Lo miré mientras continuaba diciendo una lista de aproximadamente seis mil ingredientes, y recordó mencionar cada uno de ellos.
—Bueno. Te lo compro. —Porque, en realidad, cualquiera que se haya tomado tantas molestias para obtener algo saludable en mi cuerpo merecía un poco de respeto por sus esfuerzos. Lo menos que podía hacer era beber el batido, así que me recosté en el sofá y lo bebí mientras miraba por la ventana el almacén quemado.
Ayer, Killian y yo habíamos recorrido el perímetro, cubriéndolo. El lote adyacente al almacén está cercado con un eslabón de cadena, pero encontramos un espacio entre las dos barras de metal de la puerta con candado como si alguien lo hubiera separado.
—Se supone que debe ser así —dije, emocionada de haber encontrado un punto de entrada que no requería más infracciones de la ley. Pero como nos habíamos ido durante el día y el letrero decía claramente: "Prohibido el paso", no habíamos intentado entrar. Todavía. Una vez que terminara esta pieza, estaríamos entrando al amparo de la oscuridad. Si lo sacábamos, sería una carrera aún mayor que la primera pieza.
Terminé mi batido, deleitándome con el calor y el sol que entraba por las ventanas. Las temperaturas habían rondado los treinta durante los últimos tres días y, aunque era otoño, parecía un día de verano. Mi teléfono sonó con un recordatorio para asistir al festival de frío de Zeke, como él lo llamó. Siguiendo rápidamente eso, mi papá me envió un mensaje para asegurarme de que estaba vivo y bien. Ava envió un mensaje para preguntar si Killian y yo iríamos a la fiesta de Zeke y, de ser así, ¿podría llevarla? Luego, Hailey envió un mensaje para preguntarnos si íbamos a la fiesta de Zeke y, si no era demasiado problema, ¿podría darle un aventón?
Cuando busqué a Killian para informarle sobre nuestros planes, tenía la cabeza atrapada en el gabinete debajo del fregadero de la cocina y estaba haciendo algo que requería una caja de herramientas y mucha flexión muscular.
No era una mala vista, su torso desnudo estaba en exhibición. Salté a la encimera para mirar mientras lo ponía al día.
—Saldremos de aquí a las dos, recogeremos a Ava primero, y luego a Hailey, que está un poco fuera de nuestro camino, pero no mucho, y pasaremos el rato en la fiesta de Zeke y Brody durante un par de horas. Zeke no está trabajando esta noche, pero podemos darles un empujón a Brody y Chris para que trabajen cuando nos vayamos.
—¿Qué? —preguntó, desde el interior del gabinete. Hubo un ruido metálico allí abajo, así que probablemente se perdió cada palabra que dije.
Suspiré.
—A la una cincuenta y cinco, debes ponerte una camisa y zapatos. Te daré más instrucciones entonces.
—Nena, escuché lo que dijiste. Soy multitarea, ¿recuerdas?
—Sí, lo recuerdo. Pero no estabas escuchando porque preguntaste.
—¿Qué?
Su cabeza se asomó, y se puso de pie y abrió el grifo. Aparentemente, había solucionado cualquier problema que no había notado que existía porque cerró el agua y empacó sus herramientas, satisfecho con su trabajo. Llegó a pararse entre mis piernas y pasó sus manos por mis muslos. Observé que sus ojos azules se oscurecían mientras sus manos continuaban su viaje, olvidando toda la plática sobre la fiesta. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y le pedí que repitiera lo que dije. Lo hizo, y lo hizo bien, pero usó menos palabras para transmitir el mensaje.
—Entonces, ¿por qué te hiciste al tonto? —pregunté.
—No lo hice. Nunca me hablaste de esta fiesta. Tampoco Zeke o Brody.
—Es una cosa improvisada. Decidieron anoche. Me dijeron que te dijera.
Levantó sus cejas. —¿Y tú?
Ups. —Oh, oh. Cinco minutos antes.
—Suena como un colapso en la comunicación.
—Mmm. ¿Cómo puedo compensarte?
Acarició mi cuello y murmuró:
—Estoy seguro de que pensarás en algo. —Rozó un beso en mi mandíbula y luego sus labios se encontraron con los míos. Mis piernas se cerraron alrededor de su cintura cuando profundizó el beso, y mi cuerpo respondió de la misma manera que siempre lo hacía con él. Lo ansiaba como una droga de la que nunca podría tener suficiente. Estaba empezando a entender la adicción porque Killian se estaba convirtiendo rápidamente en la mía.
—Finjan que no estoy aquí —dijo Connor. Me aparté de Killian y miré por encima del hombro a Connor, que se pasó la mano por el cabello y bostezó. Connor dormía mucho, me di cuenta, y me preguntaba si tenía algo que ver con renunciar a las drogas. Al igual que Killian, no tenía camisa y no llevaba nada más que shorts de camuflaje. Después de estar en Florida durante cinco meses, su piel estaba bronceada más oscura que la de Killian. Tenía que decir que la vista del torso de Connor tampoco era mala.
Connor asomó la cabeza por el refrigerador, la cerró de golpe, abrió y cerró todos los armarios, y regresó al refrigerador, como si esperara que algo nuevo y diferente saltara sobre él. Podría evitarle la molestia de buscar algo rápido y fácil. Todo en esta casa era saludable y requería cocinar o prepararse. No había comida chatarra, ni carbohidratos vacíos, y nada con azúcar refinada.
Habiendo llegado a la misma conclusión, Connor tomó una botella de agua del refrigerador y la tragó.
—¿Qué están haciendo chicos? —preguntó, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Vamos a un festival de frío improvisado. —Sin pensarlo bien, invité a Connor a unirse a nosotros.
—¿Ava va a estar allí? —preguntó.
Asentí. —Voy a ir.
Oh, oh.
Killian se dio la vuelta para mirar a Connor y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Para que quede claro, no nos arrastres a Eden ni a mí a tu drama. —Connor abrió la boca para hablar, pero Killian levantó la mano para detenerlo—. Trabajo con estos muchachos. Así que mantén la boca cerrada sobre mi vida personal.
Connor adoptó la misma pose de brazos cruzados.
—Nunca le dije a nadie fuera de esta habitación una mierda, y lo sabes. Lo que sucedió con Seamus tardó en llegar y me disculpé con Eden y me disculpé contigo. Pero no lo siento, lo dije. Necesita que le recuerden lo que hizo. Si quieres pasar de algo, no puedes enterrarlo adentro. Necesitas iluminarlo. Necesitas resolverlo antes de dejarlo ir.
Eso era muy cierto, y pensé que Connor era valiente e inteligente por expresarlo. Me quedé quieta, apenas respirando, mientras se enfrentaban. Esto podría ir en cualquier dirección, pero ninguno de ellos retrocedió o se alejó, lo cual era una buena señal. Ninguno de los dos dijo una palabra por unos largos momentos tampoco. Los hombros de Killian estaban rígidos, y pude sentir la tensión alejándose de él.
—¿Aprendes esto en tus reuniones de Narcóticos Anónimos? —preguntó finalmente Killian.
—Sí.
Killian bajó la cabeza y frotó su nuca. —Bien.
Connor asintió. —Bien.
Y ese fue el final de esta. Habían hecho las paces, y Connor sacó una sartén del armario y los huevos del refrigerador. Metió pan de alpiste en la tostadora y nos preguntó si queríamos algo de comida, lo que rechazamos. Subí las escaleras para prepararme, y Killian encontró algunos trabajos extraños que hacer en la casa. A la una cincuenta y cinco, Killian se unió a mí en el dormitorio, se puso una camisa y zapatos, empacó una bolsa de lona con nuestra ropa de trabajo, y era hora de irnos.
Ningún drama importante ocurrió en el camino al festival de frío o en el festival de frío en sí. Pasamos el rato en el patio de Zeke y Brody, bebiendo los slammers3 especiales de sandía de Zeke en un soleado día de septiembre, con una banda sonora de reggae que le dio a toda la atmósfera un ambiente frío y feliz. La camiseta anaranjada de Zeke decía "La vida es buena", y mientras miraba a mis amigos, riendo y hablando, y a Killian, cuyo brazo estaba colgado sobre mi hombro mientras hablábamos con Brody sobre sus viajes por el mundo, no pude no estar más de acuerdo.
La vida era buena.
—¿Cuál es tu lugar favorito para unas vacaciones? —preguntó Killian más tarde, cuando estábamos detrás de la barra, cortando fruta.
—La playa.
—El mío también. ¿Has estado alguna vez en Montauk?
Negué con la cabeza. Había escuchado a gente en el bar hablar de eso, así que sabía que estaba en los Hamptons, pero eso era todo lo que sabía.
—Te encantará. Te llevaré allí —prometió, y supe que sucedería porque las promesas de Killian nunca eran vanas.
3 Bebida saludable hecha con vodka, frutilla de sandía, jugo de naranja, refresco de lima y limón.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Cuatro días después de su fiesta, Zeke me pidió que me reuniera para tomar un café.
—Las cosas que hago por ti —le dije a Eden, mi teléfono estaba pegado a mi oído cuando salía del bar para encontrarme con Zeke—. Si está usando esa camisa floreada, me voy.
Eden se echó a reír.
—Creo que es tierno. Tú y Zeke están estrechando lazos.
—Lo veré en el trabajo en menos de una hora —dije, caminando por South Fourth—. ¿Por qué tiene que llevarme a otro lado?
—Sé bueno.
—Sí, sí. ¿Qué llevas puesto?
—Estoy desnuda —dijo, con su voz sexy y sofocante.
—Jesús. No me digas eso. ¿Estás haciendo tu arte desnuda?
—Mmm. Estoy cubierta de pintura. Todos los colores.
—Me voy a casa. Al carajo el café.
Rio.
—Connor está aquí. ¿De verdad crees que andaría desnuda en tu sala de estar frente a tu hermano?
Buen punto. Será mejor que no. Me detuve frente a la oficina de un agente de bienes raíces y eché un vistazo a las fotos y listados. Ya sabía lo que quería, y no estaba en esta ventana.
—¿Estas por terminar con esa pieza?
—Espero terminarlo mañana. ¿Estarás listo para ir y ayudarme a pegar arte ilegal mañana por la noche?
—Creo que sabes la respuesta a eso. —Aunque, si la escalera de incendios del almacén no era lo suficientemente resistente, tendríamos que encontrar un nuevo lugar. Aunque no mencioné eso. Tenía el corazón puesto en pegar esa pieza en la torre sobre la bodega.
Oí a Connor en el fondo preguntándole a Eden si quería pizza esta noche.
—Suena bien. ¿Pepperoni?
—Demonios sí —dijo él—. Incluso te dejaré elegir la película.
—Eres demasiado bueno para mí. Es una cita.
—Oye —dije, llamando su atención—, recuerda para qué hermano te desnudas. El que te ama.
—Oh. Estás sacando la artillería pesada.
—Oh nena, lo sabes. El tamaño importa.
—No me había dado cuenta hasta que te conocí.
—¿Luke tenía una polla pequeña? —pregunté, para ayudarme.
—Bueno... era normal. No... ya sabes, como tú.
Maldita sea, deseaba poder ver su rostro. Apostaba a que se estaba sonrojando en este momento. Por mi parte, estaba estúpidamente feliz de haber ganado el concurso de la polla más grande.
—Solo por eso, voy a tratarte con el especial de Killian esta noche.
—¿Qué hay en ese menú? —preguntó.
—Postre. Un montón de eso. Estoy hambriento.
—No te gustan las cosas dulces.
—Me gusta tu cosita dulce. —Dejé escapar un gemido—. Sabes tan bien.
—Está bien, puedes parar ahora. Hace calor aquí.
Reí. Si no hubiera llegado a la cafetería, seguiría molestándola.
—Estoy en la cafetería. —Vi a Zeke a través de la ventana, ocupado haciendo algo en su teléfono.
—Dile hola a Zeke por mí, y si Daniel está ahí, dile que hoy lo extrañé.
Resoplé. Como si fuera a transmitir ese mensaje. Entré en la tienda, el timbre de la puerta lo alertó de mi presencia y la mirada de Daniel se giró hacia mí. ¿Era el único que trabajaba aquí?
—No soy tu secretaria —dije—. No tengo ese tipo de tiempo.
—Te amo —dijo.
—Igual.
—¿Igual? ¿Qué tipo de respuesta es esa?
—Estoy en la cafetería, parado frente a Daniel.
Daniel, que solo me guiñó el ojo y estaba haciendo un escaneo de todo mi cuerpo. Daniel cuyo nombre jamás conocí después de un año de haberle pedido café. Pero ahora lo sabía porque Eden era muy amistosa con él. Ella probablemente le daba actualizaciones sobre el progreso de nuestra relación.
—Está bien, no es como si tuviéramos que decirlo todos los días —dijo, pero escuché la decepción en su voz.
—Te amo, Eden —dije, alto y claro.
—Me desmayo —dijo Daniel, agarrando el mostrador después de que le dije adiós a Eden. Un poco exagerado, Daniel.
Exhalé fuerte. ÉL no recibió el mensaje. Siguió mirándome mientras hablaba sobre mi relación con Eden.
—Café. —Le recordé, sacudiendo la barbilla al café preparado detrás.
Me disparó con su dedo-pistola y me guiñó un ojo.
—Entendido.
Lo que me pareció un millón de años más tarde, tuve el café en la mano y me senté frente a Zeke.
—Gracias por reunirte conmigo —dijo, con más formalidad que le había oído usar antes. Inmediatamente me puso en alerta—. Quería verte a solas. Hay algo de lo que necesito hablar contigo.
Oh, mierda. Zeke y yo teníamos dos cosas en común: el trabajo y Eden. Solo discutía una de esas cosas con Zeke, y no era Eden.
—¿Eres infeliz en el trabajo?
Negó con la cabeza.
—No. En lo absoluto. Escucha, podría estar fuera de lugar, pero no creo que lo esté. Te conozco desde hace más de un año y...
—Zeke. —Le hice un gesto con la mano para que continuara con eso.
—Correcto. —Respiró hondo y lo dejó salir. Esto no se veía bien. Nunca había visto esta expresión seria en su rostro antes. Su pierna seguía rebotando arriba y abajo. Quería meterme debajo de la mesa y calmarla. En cambio, tomé un trago de mi café—. Está bien, aquí está el trato. Quiero ser socio en el bar.
—¿Perdón?
—Quiero invertir en el bar. ¿Qué piensas sobre eso?
Tenía muchos pensamientos sobre eso, pero expresé el más obvio primero.
—¿Por qué no está aquí Louis? Es mi socio.
—Sí lo sé. Pero si quieres salir, me gustaría comprar tu parte.
Crucé mis brazos y entrecerré mis ojos hacia él.
—¿Qué te hace pensar que quiero salir?
—Solo un presentimiento —dijo Zeke.
Solo un presentimiento. Correcto. En la forma de una conversación con Eden, sin duda. ¿Qué le había dicho a Zeke? Hablaré con ella sobre esto más tarde. Podría haberme advertido de antemano.
—Eden no dijo nada, por si eso es lo que estás pensando.
—¿Se te ocurrió esto por tu cuenta?
—Sí. —Me miró directamente a los ojos, con una rostro abierto y honesto. Nada que esconder. Zeke no me estaba mintiendo.
—Suponiendo que quisiera salir... —Quería salir, pero no tenía idea de lo que haría si no estuviera dirigiendo un bar. Había estado pensando en comprar un almacén en la costa de Greenpoint y convertirlo en un loft. Con dos habitaciones, Eden podría mudarse con Connor y conmigo, y dejar de pagar el alquiler en su lugar. Todavía tenía mucho dinero de mi carrera de luchador, pero siempre había sido un ahorrador. Si gastara el dinero en mi cuenta, me preocuparía no poder reemplazarlo.
—¿En dónde vas a conseguir esa cantidad de dinero? —pregunté, aunque no sabía por qué me molestaba. Su papi estaba forrado
—Mi papá está buscando hacer una inversión —dijo, confirmando mis sospechas.
—Correcto.
—Sé cómo te suena, pero dejó claro que esto sería un préstamo. Yo le devolvería el dinero. Con el tiempo.
Lo dejo pasar. No es de mi incumbencia.
—Pensé que no querías la molestia —dije—. O la responsabilidad.
—No. Pero las cosas han cambiado. Estoy listo para madurar.
No me molesté en señalar que hacer que su papi invirtiera en su último capricho pasajero no era exactamente madurar.
—¿Cuánto fue tu inversión inicial? —me preguntó.
No respondí. Zeke no se dejó intimidar por mi silencio.
—¿Medio millón? —adivinó. Estaba bastante cerca. Estaba próximo, pero no por mucho.
—Lo suficientemente cerca. —Me recliné en mi silla y le di una mirada evaluadora. Zeke todavía parecía un niño rico que había vivido una buena vida y nunca le había faltado nada. Tenía solo dos años menos que yo, pero la vida le había sido fácil, por lo que la diferencia de edad parecía más una década. Zeke era despreocupado y relajado e incluso si considerara dejar que me comprara, no sabía qué tan bien manejaría la responsabilidad.
Una cosa era presentarse al trabajo a tiempo, seguir las reglas y hacer un buen trabajo, pero cuando la noche había terminado, también su trabajo. No tenía que preocuparse por renovar la licencia de licor, pagar los impuestos, hacer todo el trabajo necesario para mantener un bar funcionando día tras día. Louis estaba ahí ahora mismo, tratando con un distribuidor de cerveza que había subido los precios. Le dije al tipo que estábamos llevando nuestro negocio a otra parte. Louis dijo que había sido demasiado precipitado. Me gustaría ver que tan lejos llega "discutiendo la situación con calma". La opción era que, nos gustaría llevar nuestro negocio a otra parte.
Mientras pensaba esto, Louis me envió un mensaje: Al carajo con él. Estoy llamando a otros distribuidores.
Reí entre dientes y le envié una respuesta: Buen plan. ¿Por qué no pensé en eso?
—Hay algo que nunca te dije —dijo Zeke.
Oh Jesús. No necesitaba escuchar las confesiones de Zeke.
—A menos que esté relacionado con el trabajo, no necesito escucharlo.
—Es algo relacionado. He estado en muchas de tus peleas. Incluso te conocí una vez hace unos cinco años. Y te seguí en las redes sociales.
Lo miré fijamente. Qué diablos.
—Quería decirte durante nuestra entrevista, pero... no fue un buen momento para mencionarlo.
Por supuesto que no. Conocí a Zeke un mes después de que me fui. No era un buen momento para nada.
—¿Eres un fanático de MMA?
—La compañía de mi papá fue uno de tus patrocinadores. Tecnologías Sterling.
Fue el primer patrocinio que obtuve, y fue uno grande. Joder, no tenía idea de que el papá de Zeke era el dueño de esa compañía. Pasé mis manos sobre mi rostro. Esta reunión de café estaba llena de sorpresas, y no todas eran buenas.
—¿Qué quieres de mí?
—Tal vez deberías ver esto de manera diferente. Es lo que podría hacer por ti. —Levantó las manos—. Solo escúchame. Mi papá te eligió personalmente. De todos los luchadores que pudo haber patrocinado, te quería. No solo porque has ganado más que perdido. Sino porque tenías presencia dentro y fuera del octágono, e hiciste una impresión positiva en ambos lugares. Cuando nos conocimos, eras una persona diferente a la del tipo en las redes sociales, el tipo que conocí la primera vez y el que solía ser un luchador.
¿Por qué todos intentaban analizarme? Esta mierda se estaba haciendo vieja.
—Lo siento si te decepcioné —dije sarcásticamente.
—Lo que estoy intentando decir es que no perteneces al negocio de bares. Pero yo sí. Y no soy solo una cara bonita. Tengo un título en negocios de Columbia. Me llevo mejor con la gente que tú porque realmente me gustan las personas mientras que tú eres más... selectivo. Me doy cuenta de lo que está pasando a mí alrededor. Sé que tu distribuidor de cerveza te está estafando. Al igual que Chad. Y Ava merece un aumento de sueldo. Ella construyó el negocio a través de su conocimiento de las redes sociales, al igual que construyó tu marca en UFC4.
Levanté mis cejas.
—¿Como sabes eso?
—Acerté. No eres un fanático de la tecnología.
—Y supongo que tú lo eres.
—Supones bien.
Había subestimado a Zeke. De hecho, apenas reconocí al tipo que estaba sentado frente a mí. Si me hubiera dicho algo de esto hace unos meses, lo habría mandado al diablo en los primeros dos segundos. Pero ahora estaba escuchando sus opiniones. ¿Qué había pasado en el mundo? Estaba declarando mi amor en las cafeterías, considerando mudarme a un loft frente al mar para que Eden tuviera buena luz con buena seguridad. Había ido a comprar alfombras con ella y no me había quejado de eso. No me largue de mi casa cuando ella escuchó toda la mierda que había caído en mi vida. Hice las paces con Connor, aunque tuve la tentación de echarlo, darle un puñetazo en la cara o meterle la cabeza en la taza del inodoro para callarlo.
La casa de naipes se había derrumbado, pero todavía estaba de pie, y Eden todavía estaba de pie a mi lado. A pesar de todo, ella amaba a mí jodido yo y me aceptaba tal como era. Ya no tenía nada que ocultar y nunca había conocido este tipo de libertad. Ahora, estaba escuchando a Zeke. Increíble cuánto había cambiado mi vida.
—Solo piensa en ello. Eso es todo lo que pido. Esto podría ser una victoria para ambos. Le agrado a Louis. Estoy seguro que entraría en razón cuando descubriera que hablo en serio y que podría ser un activo para el negocio. No digo que no seas bueno. Eres muy bueno en lo que haces. Pero no es lo tuyo.
—No es lo mío.
Me dio una de sus sonrisas de mierda.
—No. Me estoy ofreciendo para aligerar tu carga. Libérarte para algo en lo que eres mejor.
—¿Y qué es eso? —Jesús. ¿Estaba pidiendo su consejo ahora?
—Todavía tienes todas las habilidades de un luchador y tu nombre es dinero. Úsalo.
Sí, eso es lo que pensé. No va a pasar. Yo era un pony de un solo truco.
¿Cuándo vas a mejorar y volver a luchar? Es lo único en lo que eres bueno.
Pero le prometí a Zeke qué pensaría en su oferta. Mientras preparábamos el bar para abrir, pensé en ello. También pensé en lo que había dicho sobre mis habilidades de lucha. Nunca volvería a meterme en el Octágono, pero eso no significaba que no pudiera enseñar esas habilidades a otras personas. Mientras trabajaba junto a Zeke, sentí que algo se arraigaba, algo que no había sentido hace mucho, que casi no lo reconocía. Esperanza. Posibilidad. Es un nuevo día y un mundo de posibilidades. Estaba empezando a creer en este mundo de posibilidades.
A lo largo de la noche, mi convicción creció. Hasta que recibí la llamada de Eden que lo cambió todo.
4 Siglas en inglés de Ultimate Fighting Championship, la máxima empresa de artes marciales mixtas del mundo.
—Las cosas que hago por ti —le dije a Eden, mi teléfono estaba pegado a mi oído cuando salía del bar para encontrarme con Zeke—. Si está usando esa camisa floreada, me voy.
Eden se echó a reír.
—Creo que es tierno. Tú y Zeke están estrechando lazos.
—Lo veré en el trabajo en menos de una hora —dije, caminando por South Fourth—. ¿Por qué tiene que llevarme a otro lado?
—Sé bueno.
—Sí, sí. ¿Qué llevas puesto?
—Estoy desnuda —dijo, con su voz sexy y sofocante.
—Jesús. No me digas eso. ¿Estás haciendo tu arte desnuda?
—Mmm. Estoy cubierta de pintura. Todos los colores.
—Me voy a casa. Al carajo el café.
Rio.
—Connor está aquí. ¿De verdad crees que andaría desnuda en tu sala de estar frente a tu hermano?
Buen punto. Será mejor que no. Me detuve frente a la oficina de un agente de bienes raíces y eché un vistazo a las fotos y listados. Ya sabía lo que quería, y no estaba en esta ventana.
—¿Estas por terminar con esa pieza?
—Espero terminarlo mañana. ¿Estarás listo para ir y ayudarme a pegar arte ilegal mañana por la noche?
—Creo que sabes la respuesta a eso. —Aunque, si la escalera de incendios del almacén no era lo suficientemente resistente, tendríamos que encontrar un nuevo lugar. Aunque no mencioné eso. Tenía el corazón puesto en pegar esa pieza en la torre sobre la bodega.
Oí a Connor en el fondo preguntándole a Eden si quería pizza esta noche.
—Suena bien. ¿Pepperoni?
—Demonios sí —dijo él—. Incluso te dejaré elegir la película.
—Eres demasiado bueno para mí. Es una cita.
—Oye —dije, llamando su atención—, recuerda para qué hermano te desnudas. El que te ama.
—Oh. Estás sacando la artillería pesada.
—Oh nena, lo sabes. El tamaño importa.
—No me había dado cuenta hasta que te conocí.
—¿Luke tenía una polla pequeña? —pregunté, para ayudarme.
—Bueno... era normal. No... ya sabes, como tú.
Maldita sea, deseaba poder ver su rostro. Apostaba a que se estaba sonrojando en este momento. Por mi parte, estaba estúpidamente feliz de haber ganado el concurso de la polla más grande.
—Solo por eso, voy a tratarte con el especial de Killian esta noche.
—¿Qué hay en ese menú? —preguntó.
—Postre. Un montón de eso. Estoy hambriento.
—No te gustan las cosas dulces.
—Me gusta tu cosita dulce. —Dejé escapar un gemido—. Sabes tan bien.
—Está bien, puedes parar ahora. Hace calor aquí.
Reí. Si no hubiera llegado a la cafetería, seguiría molestándola.
—Estoy en la cafetería. —Vi a Zeke a través de la ventana, ocupado haciendo algo en su teléfono.
—Dile hola a Zeke por mí, y si Daniel está ahí, dile que hoy lo extrañé.
Resoplé. Como si fuera a transmitir ese mensaje. Entré en la tienda, el timbre de la puerta lo alertó de mi presencia y la mirada de Daniel se giró hacia mí. ¿Era el único que trabajaba aquí?
—No soy tu secretaria —dije—. No tengo ese tipo de tiempo.
—Te amo —dijo.
—Igual.
—¿Igual? ¿Qué tipo de respuesta es esa?
—Estoy en la cafetería, parado frente a Daniel.
Daniel, que solo me guiñó el ojo y estaba haciendo un escaneo de todo mi cuerpo. Daniel cuyo nombre jamás conocí después de un año de haberle pedido café. Pero ahora lo sabía porque Eden era muy amistosa con él. Ella probablemente le daba actualizaciones sobre el progreso de nuestra relación.
—Está bien, no es como si tuviéramos que decirlo todos los días —dijo, pero escuché la decepción en su voz.
—Te amo, Eden —dije, alto y claro.
—Me desmayo —dijo Daniel, agarrando el mostrador después de que le dije adiós a Eden. Un poco exagerado, Daniel.
Exhalé fuerte. ÉL no recibió el mensaje. Siguió mirándome mientras hablaba sobre mi relación con Eden.
—Café. —Le recordé, sacudiendo la barbilla al café preparado detrás.
Me disparó con su dedo-pistola y me guiñó un ojo.
—Entendido.
Lo que me pareció un millón de años más tarde, tuve el café en la mano y me senté frente a Zeke.
—Gracias por reunirte conmigo —dijo, con más formalidad que le había oído usar antes. Inmediatamente me puso en alerta—. Quería verte a solas. Hay algo de lo que necesito hablar contigo.
Oh, mierda. Zeke y yo teníamos dos cosas en común: el trabajo y Eden. Solo discutía una de esas cosas con Zeke, y no era Eden.
—¿Eres infeliz en el trabajo?
Negó con la cabeza.
—No. En lo absoluto. Escucha, podría estar fuera de lugar, pero no creo que lo esté. Te conozco desde hace más de un año y...
—Zeke. —Le hice un gesto con la mano para que continuara con eso.
—Correcto. —Respiró hondo y lo dejó salir. Esto no se veía bien. Nunca había visto esta expresión seria en su rostro antes. Su pierna seguía rebotando arriba y abajo. Quería meterme debajo de la mesa y calmarla. En cambio, tomé un trago de mi café—. Está bien, aquí está el trato. Quiero ser socio en el bar.
—¿Perdón?
—Quiero invertir en el bar. ¿Qué piensas sobre eso?
Tenía muchos pensamientos sobre eso, pero expresé el más obvio primero.
—¿Por qué no está aquí Louis? Es mi socio.
—Sí lo sé. Pero si quieres salir, me gustaría comprar tu parte.
Crucé mis brazos y entrecerré mis ojos hacia él.
—¿Qué te hace pensar que quiero salir?
—Solo un presentimiento —dijo Zeke.
Solo un presentimiento. Correcto. En la forma de una conversación con Eden, sin duda. ¿Qué le había dicho a Zeke? Hablaré con ella sobre esto más tarde. Podría haberme advertido de antemano.
—Eden no dijo nada, por si eso es lo que estás pensando.
—¿Se te ocurrió esto por tu cuenta?
—Sí. —Me miró directamente a los ojos, con una rostro abierto y honesto. Nada que esconder. Zeke no me estaba mintiendo.
—Suponiendo que quisiera salir... —Quería salir, pero no tenía idea de lo que haría si no estuviera dirigiendo un bar. Había estado pensando en comprar un almacén en la costa de Greenpoint y convertirlo en un loft. Con dos habitaciones, Eden podría mudarse con Connor y conmigo, y dejar de pagar el alquiler en su lugar. Todavía tenía mucho dinero de mi carrera de luchador, pero siempre había sido un ahorrador. Si gastara el dinero en mi cuenta, me preocuparía no poder reemplazarlo.
—¿En dónde vas a conseguir esa cantidad de dinero? —pregunté, aunque no sabía por qué me molestaba. Su papi estaba forrado
—Mi papá está buscando hacer una inversión —dijo, confirmando mis sospechas.
—Correcto.
—Sé cómo te suena, pero dejó claro que esto sería un préstamo. Yo le devolvería el dinero. Con el tiempo.
Lo dejo pasar. No es de mi incumbencia.
—Pensé que no querías la molestia —dije—. O la responsabilidad.
—No. Pero las cosas han cambiado. Estoy listo para madurar.
No me molesté en señalar que hacer que su papi invirtiera en su último capricho pasajero no era exactamente madurar.
—¿Cuánto fue tu inversión inicial? —me preguntó.
No respondí. Zeke no se dejó intimidar por mi silencio.
—¿Medio millón? —adivinó. Estaba bastante cerca. Estaba próximo, pero no por mucho.
—Lo suficientemente cerca. —Me recliné en mi silla y le di una mirada evaluadora. Zeke todavía parecía un niño rico que había vivido una buena vida y nunca le había faltado nada. Tenía solo dos años menos que yo, pero la vida le había sido fácil, por lo que la diferencia de edad parecía más una década. Zeke era despreocupado y relajado e incluso si considerara dejar que me comprara, no sabía qué tan bien manejaría la responsabilidad.
Una cosa era presentarse al trabajo a tiempo, seguir las reglas y hacer un buen trabajo, pero cuando la noche había terminado, también su trabajo. No tenía que preocuparse por renovar la licencia de licor, pagar los impuestos, hacer todo el trabajo necesario para mantener un bar funcionando día tras día. Louis estaba ahí ahora mismo, tratando con un distribuidor de cerveza que había subido los precios. Le dije al tipo que estábamos llevando nuestro negocio a otra parte. Louis dijo que había sido demasiado precipitado. Me gustaría ver que tan lejos llega "discutiendo la situación con calma". La opción era que, nos gustaría llevar nuestro negocio a otra parte.
Mientras pensaba esto, Louis me envió un mensaje: Al carajo con él. Estoy llamando a otros distribuidores.
Reí entre dientes y le envié una respuesta: Buen plan. ¿Por qué no pensé en eso?
—Hay algo que nunca te dije —dijo Zeke.
Oh Jesús. No necesitaba escuchar las confesiones de Zeke.
—A menos que esté relacionado con el trabajo, no necesito escucharlo.
—Es algo relacionado. He estado en muchas de tus peleas. Incluso te conocí una vez hace unos cinco años. Y te seguí en las redes sociales.
Lo miré fijamente. Qué diablos.
—Quería decirte durante nuestra entrevista, pero... no fue un buen momento para mencionarlo.
Por supuesto que no. Conocí a Zeke un mes después de que me fui. No era un buen momento para nada.
—¿Eres un fanático de MMA?
—La compañía de mi papá fue uno de tus patrocinadores. Tecnologías Sterling.
Fue el primer patrocinio que obtuve, y fue uno grande. Joder, no tenía idea de que el papá de Zeke era el dueño de esa compañía. Pasé mis manos sobre mi rostro. Esta reunión de café estaba llena de sorpresas, y no todas eran buenas.
—¿Qué quieres de mí?
—Tal vez deberías ver esto de manera diferente. Es lo que podría hacer por ti. —Levantó las manos—. Solo escúchame. Mi papá te eligió personalmente. De todos los luchadores que pudo haber patrocinado, te quería. No solo porque has ganado más que perdido. Sino porque tenías presencia dentro y fuera del octágono, e hiciste una impresión positiva en ambos lugares. Cuando nos conocimos, eras una persona diferente a la del tipo en las redes sociales, el tipo que conocí la primera vez y el que solía ser un luchador.
¿Por qué todos intentaban analizarme? Esta mierda se estaba haciendo vieja.
—Lo siento si te decepcioné —dije sarcásticamente.
—Lo que estoy intentando decir es que no perteneces al negocio de bares. Pero yo sí. Y no soy solo una cara bonita. Tengo un título en negocios de Columbia. Me llevo mejor con la gente que tú porque realmente me gustan las personas mientras que tú eres más... selectivo. Me doy cuenta de lo que está pasando a mí alrededor. Sé que tu distribuidor de cerveza te está estafando. Al igual que Chad. Y Ava merece un aumento de sueldo. Ella construyó el negocio a través de su conocimiento de las redes sociales, al igual que construyó tu marca en UFC4.
Levanté mis cejas.
—¿Como sabes eso?
—Acerté. No eres un fanático de la tecnología.
—Y supongo que tú lo eres.
—Supones bien.
Había subestimado a Zeke. De hecho, apenas reconocí al tipo que estaba sentado frente a mí. Si me hubiera dicho algo de esto hace unos meses, lo habría mandado al diablo en los primeros dos segundos. Pero ahora estaba escuchando sus opiniones. ¿Qué había pasado en el mundo? Estaba declarando mi amor en las cafeterías, considerando mudarme a un loft frente al mar para que Eden tuviera buena luz con buena seguridad. Había ido a comprar alfombras con ella y no me había quejado de eso. No me largue de mi casa cuando ella escuchó toda la mierda que había caído en mi vida. Hice las paces con Connor, aunque tuve la tentación de echarlo, darle un puñetazo en la cara o meterle la cabeza en la taza del inodoro para callarlo.
La casa de naipes se había derrumbado, pero todavía estaba de pie, y Eden todavía estaba de pie a mi lado. A pesar de todo, ella amaba a mí jodido yo y me aceptaba tal como era. Ya no tenía nada que ocultar y nunca había conocido este tipo de libertad. Ahora, estaba escuchando a Zeke. Increíble cuánto había cambiado mi vida.
—Solo piensa en ello. Eso es todo lo que pido. Esto podría ser una victoria para ambos. Le agrado a Louis. Estoy seguro que entraría en razón cuando descubriera que hablo en serio y que podría ser un activo para el negocio. No digo que no seas bueno. Eres muy bueno en lo que haces. Pero no es lo tuyo.
—No es lo mío.
Me dio una de sus sonrisas de mierda.
—No. Me estoy ofreciendo para aligerar tu carga. Libérarte para algo en lo que eres mejor.
—¿Y qué es eso? —Jesús. ¿Estaba pidiendo su consejo ahora?
—Todavía tienes todas las habilidades de un luchador y tu nombre es dinero. Úsalo.
Sí, eso es lo que pensé. No va a pasar. Yo era un pony de un solo truco.
¿Cuándo vas a mejorar y volver a luchar? Es lo único en lo que eres bueno.
Pero le prometí a Zeke qué pensaría en su oferta. Mientras preparábamos el bar para abrir, pensé en ello. También pensé en lo que había dicho sobre mis habilidades de lucha. Nunca volvería a meterme en el Octágono, pero eso no significaba que no pudiera enseñar esas habilidades a otras personas. Mientras trabajaba junto a Zeke, sentí que algo se arraigaba, algo que no había sentido hace mucho, que casi no lo reconocía. Esperanza. Posibilidad. Es un nuevo día y un mundo de posibilidades. Estaba empezando a creer en este mundo de posibilidades.
A lo largo de la noche, mi convicción creció. Hasta que recibí la llamada de Eden que lo cambió todo.
4 Siglas en inglés de Ultimate Fighting Championship, la máxima empresa de artes marciales mixtas del mundo.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Gracias por los capítulos! Qué doloroso pasado ha tenido Killian.
Pensé que Sawyer iba a oponerse a la relación. Veremos cómo reacciona el resto de la familia...
Pensé que Sawyer iba a oponerse a la relación. Veremos cómo reacciona el resto de la familia...
martenu1011- Mensajes : 351
Fecha de inscripción : 05/06/2014
Edad : 41
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Ava y Connor necesitan hablar bien y no jugar al dile esto y lo otro, aceptara la propuesta de Zeke. Graciaa berny
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Creo que le va a hacer bien el cambio. Killian debería dedicarse a lo que ama. Para ello tendrá que analizar si esa veta de la enseñanza es lo que realmente quiere.
Qué le habrá pasado a Eden? Seamus estará involucrado? Le habrá hecho daño a Connor?
Qué le habrá pasado a Eden? Seamus estará involucrado? Le habrá hecho daño a Connor?
martenu1011- Mensajes : 351
Fecha de inscripción : 05/06/2014
Edad : 41
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Bueno, bueno, bueno. Me encantó que por fin alguien le dijera sus verdades al padre de Connor y Kill. Todo la situación hizo que nuevamente Kill se cerrara, por un momento pensé que terminarían pero que bueno que se devolvió. Eden de verdad lo hace cambiar.
Genial lo del tatuaje, me gusta que poco a poco Connor y Kill comiencen a llevarse como hermanos.
Seguro la historia de Connor y Ava va tener más drama que esta.
Me encanta Zeke, lástima que no hay libro de él a él le va más lo del bar que a Kill. Tiene que buscar su propia pasión
Genial lo del tatuaje, me gusta que poco a poco Connor y Kill comiencen a llevarse como hermanos.
Seguro la historia de Connor y Ava va tener más drama que esta.
Me encanta Zeke, lástima que no hay libro de él a él le va más lo del bar que a Kill. Tiene que buscar su propia pasión
Maga- Mensajes : 3549
Fecha de inscripción : 26/01/2016
Edad : 37
Localización : en mi mundo
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
No soy de tatuajes pero me gusta verlos, especialmente si tienen significados y estoy intentando imaginar algo con alas muy masculino
Ava y Connor es una pareja muy linda, ya quiero saber su historia
Le llego la oportunidad a Killian de hacer lo que le guste
Ava y Connor es una pareja muy linda, ya quiero saber su historia
Le llego la oportunidad a Killian de hacer lo que le guste
carolbarr- Mensajes : 383
Fecha de inscripción : 28/08/2015
Edad : 47
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Voy atrasadísima aquí a ver si me pongo al día antes del final.
Capítulo 13 y 14
A pesar de lo mierda que fue Kill además de exasperante, con es actitud no va a lograr olvidarse de Eden ni de alejarla y menos con ese comentario final, porque prácticamente le confeso sus sentimientos.
Ahora ese Adam si que resulto todo un jodido enfermo, mira que aprovecharse de una chica que no esta en sus cinco sentidos, menos mal que llego Killian y pudo evitar una tragedia, aunque no el drama y los golpes a pesar de que se resistió pero Adam no lo dejaría estar y al final Eden salió golpeada, que se prepare porque ahora si Kill lo mata. Jajajajaja.
Capítulo 13 y 14
A pesar de lo mierda que fue Kill además de exasperante, con es actitud no va a lograr olvidarse de Eden ni de alejarla y menos con ese comentario final, porque prácticamente le confeso sus sentimientos.
Ahora ese Adam si que resulto todo un jodido enfermo, mira que aprovecharse de una chica que no esta en sus cinco sentidos, menos mal que llego Killian y pudo evitar una tragedia, aunque no el drama y los golpes a pesar de que se resistió pero Adam no lo dejaría estar y al final Eden salió golpeada, que se prepare porque ahora si Kill lo mata. Jajajajaja.
evanescita- Mensajes : 1331
Fecha de inscripción : 01/06/2020
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
-Estos tipos están en la casa... dijeron... si vienen policías, matarán a Con... —Eden se detuvo en un sollozo.
Hielo congeló mi columna vertebral. Presioné el teléfono cerca de mi oreja.
—¿En dónde estás?
—Encerrada en el baño.
—Voy para allá. —Ignoré a los clientes y le tendí la mano a Zeke—. Tu teléfono.
—¿Mi teléfono?
Moví mis dedos. Me lo entregó, con una mirada perpleja en su rostro. No tuve tiempo para ser amable o dar explicaciones.
—Nena, vas a estar bien.
—Está bien —susurró.
Empujé a Louis y salí del bar. En el teléfono, escuché un golpe en la puerta y ella gimió. La voz de un hombre dijo:
—Llama a la policía, y puedes darte por muerta.
Mierda, mierda, mierda.
—Solo estoy usando el baño —dijo ella, con voz fuerte—. ¿Quién eres y por qué estás aquí?
Me subí a mi Jeep y metí mis llaves en la ignición, tratando de pensar rápido. El baño era la peor habitación para quedar atrapado. La única ventana estaba encima de la ducha. Demasiado alto para alcanzar y demasiada pequeño para salir.
—Nena, escúchame... no digas nada. Todo va a estar bien. Voy por ti. Si llegan a ti, usa todo lo que tengas a tu disposición... rocíalos con desodorante... cualquier cosa. Pon tu teléfono en el gabinete. Enciende la ducha y tira de la cadena. —¿Qué diablos estaba diciendo? Nada útil, eso era seguro. Hizo lo que le pedí, y esperé hasta que escuché correr el agua y la descarga del inodoro antes de llamar a Seamus en el teléfono de Zeke.
Era una mierda de padre, pero era un buen policía. Respondió al segundo timbre, y no perdí el tiempo con saludos.
—Te necesito. En mi casa. Tienen a Connor y a... Eden —dije, manteniendo mi voz baja.
No dudó, y por eso, estuve agradecido.
—¿Quién? ¿Cuántos?
—No lo sé.
—¿Armados?
—Sí. —Era una suposición, pero probablemente una buena—. Dijeron que nada de policías.
—Voy en camino. Espérame. No entres sin mí.
Corté la llamada y giré hacia la Avenida Kent, prestando atención a cualquier cosa que pudiera oír en el teléfono de Eden. El sonido era amortiguado, pero la oí gritar. La habían atrapado. Mierda, mierda, mierda. Por favor, Dios, no, no ella.
¿Qué hiciste, Connor?
No era el momento de pensar en el peor de los casos o perdería mi cordura. Necesitaba mantenerme enfocado. Por mucho que quisiera atravesar la puerta por mi cuenta, Seamus tenía razón. Necesitaba esperarlo.
Afortunadamente, no estaba muy lejos. Cuando me subí al asiento del pasajero de su camioneta negra y cerré la puerta, olí el whisky en su aliento. Mierda.
—Póntelo debajo de tu camiseta —vociferó, entregándome un chaleco antibalas.
El chaleco era ligero, Kevlar supuse. Con eso ya puesto, me entregó una Glock 17.
—¿Recuerdas cómo usarla? —preguntó.
—Sí. —Revisé el seguro antes que la metiera en la cintura trasera mientras él vociferaba más instrucciones. Todo se reducía a seguirlo y no perder mi mente.
—Deja tus emociones fuera de la puerta —dijo, y me pregunté brevemente si eso era lo que solía hacer cuando regresaba a casa por la noche, hace tantos años.
—Si los ayudas, haré lo que me pidas. Lo que quieras... lo haré.
No respondió hasta que estuvimos a dos puertas de mi casa.
—Perdóname —dijo con voz ronca.
Le di una mirada. Hablaba en serio. Diría cualquier cosa ahora mismo, hacer un trato con el diablo si eso significara que me ayudaría.
—Hecho.
Seamus asintió una vez para indicar que me había escuchado. No tuve tiempo para pensar en lo que me había pedido o en lo que le había concedido. En la SUV, dijo que teníamos suerte: si los hombres hubieran sido inteligentes, habrían llevado a Connor y Eden a un lugar remoto. Todavía no sabíamos lo que querían, pero ambos sospechábamos que estaba relacionado con las drogas e, independientemente de lo que Connor había estado haciendo en Florida, el problema lo había seguido hasta aquí.
Estos hombres podían ser idiotas, pero eso no los hacía menos peligrosos.
Hielo congeló mi columna vertebral. Presioné el teléfono cerca de mi oreja.
—¿En dónde estás?
—Encerrada en el baño.
—Voy para allá. —Ignoré a los clientes y le tendí la mano a Zeke—. Tu teléfono.
—¿Mi teléfono?
Moví mis dedos. Me lo entregó, con una mirada perpleja en su rostro. No tuve tiempo para ser amable o dar explicaciones.
—Nena, vas a estar bien.
—Está bien —susurró.
Empujé a Louis y salí del bar. En el teléfono, escuché un golpe en la puerta y ella gimió. La voz de un hombre dijo:
—Llama a la policía, y puedes darte por muerta.
Mierda, mierda, mierda.
—Solo estoy usando el baño —dijo ella, con voz fuerte—. ¿Quién eres y por qué estás aquí?
Me subí a mi Jeep y metí mis llaves en la ignición, tratando de pensar rápido. El baño era la peor habitación para quedar atrapado. La única ventana estaba encima de la ducha. Demasiado alto para alcanzar y demasiada pequeño para salir.
—Nena, escúchame... no digas nada. Todo va a estar bien. Voy por ti. Si llegan a ti, usa todo lo que tengas a tu disposición... rocíalos con desodorante... cualquier cosa. Pon tu teléfono en el gabinete. Enciende la ducha y tira de la cadena. —¿Qué diablos estaba diciendo? Nada útil, eso era seguro. Hizo lo que le pedí, y esperé hasta que escuché correr el agua y la descarga del inodoro antes de llamar a Seamus en el teléfono de Zeke.
Era una mierda de padre, pero era un buen policía. Respondió al segundo timbre, y no perdí el tiempo con saludos.
—Te necesito. En mi casa. Tienen a Connor y a... Eden —dije, manteniendo mi voz baja.
No dudó, y por eso, estuve agradecido.
—¿Quién? ¿Cuántos?
—No lo sé.
—¿Armados?
—Sí. —Era una suposición, pero probablemente una buena—. Dijeron que nada de policías.
—Voy en camino. Espérame. No entres sin mí.
Corté la llamada y giré hacia la Avenida Kent, prestando atención a cualquier cosa que pudiera oír en el teléfono de Eden. El sonido era amortiguado, pero la oí gritar. La habían atrapado. Mierda, mierda, mierda. Por favor, Dios, no, no ella.
¿Qué hiciste, Connor?
No era el momento de pensar en el peor de los casos o perdería mi cordura. Necesitaba mantenerme enfocado. Por mucho que quisiera atravesar la puerta por mi cuenta, Seamus tenía razón. Necesitaba esperarlo.
Afortunadamente, no estaba muy lejos. Cuando me subí al asiento del pasajero de su camioneta negra y cerré la puerta, olí el whisky en su aliento. Mierda.
—Póntelo debajo de tu camiseta —vociferó, entregándome un chaleco antibalas.
El chaleco era ligero, Kevlar supuse. Con eso ya puesto, me entregó una Glock 17.
—¿Recuerdas cómo usarla? —preguntó.
—Sí. —Revisé el seguro antes que la metiera en la cintura trasera mientras él vociferaba más instrucciones. Todo se reducía a seguirlo y no perder mi mente.
—Deja tus emociones fuera de la puerta —dijo, y me pregunté brevemente si eso era lo que solía hacer cuando regresaba a casa por la noche, hace tantos años.
—Si los ayudas, haré lo que me pidas. Lo que quieras... lo haré.
No respondió hasta que estuvimos a dos puertas de mi casa.
—Perdóname —dijo con voz ronca.
Le di una mirada. Hablaba en serio. Diría cualquier cosa ahora mismo, hacer un trato con el diablo si eso significara que me ayudaría.
—Hecho.
Seamus asintió una vez para indicar que me había escuchado. No tuve tiempo para pensar en lo que me había pedido o en lo que le había concedido. En la SUV, dijo que teníamos suerte: si los hombres hubieran sido inteligentes, habrían llevado a Connor y Eden a un lugar remoto. Todavía no sabíamos lo que querían, pero ambos sospechábamos que estaba relacionado con las drogas e, independientemente de lo que Connor había estado haciendo en Florida, el problema lo había seguido hasta aquí.
Estos hombres podían ser idiotas, pero eso no los hacía menos peligrosos.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Cuando recobré el conocimiento, estaba tendida en el suelo de la sala de estar, acurrucada de lado, con los tobillos atados, los brazos detrás de la espalda y las muñecas atadas. Mi cabeza demasiado pesada para levantarla del suelo. Intenté enfocar mis ojos. Todo estaba borroso. Connor. Oh Dios Mío. Desearía haber permanecido inconsciente. Tenía el torso desnudo y estaba atado a una silla de la cocina, su rostro era casi irreconocible: carne desgarrada y tanta sangre. Se me revolvió el estómago y vomité en el suelo. Nadie se dio cuenta. Estaban demasiado ocupados golpeando para preocuparse por mí.
—Ya no luces tan guapo, niño bonito —dijo un hombre de cabello oscuro y barba. Otro hombre pelirrojo estaba detrás de Connor—. ¿Sabes lo que le hacemos a los soplones? Los cortamos y con eso alimentamos a los peces.
El hombre con barba abrió de golpe una navaja y le hizo un corte en el pecho a Connor. Oh, Dios mío, no.
La cabeza de Connor se inclinó hacia un lado. No hizo ningún ruido mientras el hombre tallaba su pecho con la hoja de un cuchillo. Recé, por su bien, había perdido el conocimiento y no podía sentir el dolor. Oí pasos en mi dirección. Cerré los ojos y fingí inconsciencia. Estaba acostada en un charco de mi propio vómito.
—¿Qué vamos a hacer con ella? —preguntó la voz de un hombre—. Es una cosa bonita.
—Tiene vómito sobre ella. Odio el vómito —dijo el otro hombre. Reconocí su voz. Fue el que pateó la puerta del baño.
—¿Qué le hiciste a su cabeza?
—La golpeé con la culata de mi arma.
—¿Por qué hiciste eso? Nadie dijo nada de la chica.
—Ella me cegó con un desodorante y me dio una patada en las nueces.
—Perra.
Alguien levantó mi cabeza por el cabello y me arrastró por el suelo.
—Es una pena estar en el lugar incorrecto, en el momento equivocado.
Soltó su agarre, y mi cabeza golpeó el suelo con un golpe.
—Tal vez deberíamos tener nuestra diversión con ella antes...
Abrí los ojos y gruñí—: Aléjate de mí.
—¿O qué? —se burló, agachándose delante. Él no era el tipo que derribó la puerta del baño. Este parecía un gran oso de peluche con cabello castaño claro, barba y cálidos ojos marrones. Tal vez podría apelar a su lado más suave.
—Pareces un buen tipo. No quieres lastimar a nadie. ¿Cómo te metiste en todo esto?
—Cállate, perra —dijo el otro tipo.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Y por qué están aquí?
El tipo delante extendió una mano y metió mi cabello detrás de mi oreja.
—Déjame ir —susurré—. No diré ni una palabra a nadie...
—Te dije que cerraras la boca —dijo el otro tipo. Me levantó. No lo vi venir. Su puño se estrelló contra mi pómulo. Mi cabeza voló hacia atrás y golpeó la pared detrás. Lágrimas brotaron de mis ojos y los apreté.
Me dejé caer al suelo, incapaz de reunir la energía para mantenerme erguida.
—No te saldrás con la tuya —dije, apretando los dientes. Me dio una patada en el estómago, sacando todo el aire de mis pulmones. Gemí y puse mis rodillas en mi pecho. Se me revolvió el estómago y volví a vomitar. Tosiendo y con nauseas por la bilis amarga, lo único que queda en mi estómago.
El tipo se agachó, poniéndose justo en mi rostro.
—¿Te vas a callar ahora?
Usando cada onza de fuerza que quedaba en mi cuerpo, levanté mi cabeza del suelo y escupí en su rostro. Sus manos grandes se envolvieron alrededor de mi garganta y apretaron. Así era como terminaría. Así era como iba a morir, pensé, mientras las estrellas bailaban detrás de mis ojos cerrados.
—Quita tus malditas manos de ella —rugió Killian.
Killian vino por nosotros.
El cuerpo del hombre fue arrancado de mí. Tosí y tomé grandes bocanadas de aire. Connor y yo estaríamos a salvo ahora. Killian se aseguraría de ello.
Los disparos sonaron y me forcé a abrir los ojos.
Una bala golpeó a Killian en el pecho. Se tambaleó hacia atrás, y otra bala le atravesó el pecho. Estaba gritando, pero los disparos ahogaron mi voz.
Cerré los ojos con fuerza y me acurruqué en una bola mientras el mundo explotaba a mí alrededor.
Desde algún lugar lejano, escuché las sirenas de la policía, gritos y pasos pesados.
Dejo que la oscuridad me arrastre.
Killian estaba muerto.
—Ya no luces tan guapo, niño bonito —dijo un hombre de cabello oscuro y barba. Otro hombre pelirrojo estaba detrás de Connor—. ¿Sabes lo que le hacemos a los soplones? Los cortamos y con eso alimentamos a los peces.
El hombre con barba abrió de golpe una navaja y le hizo un corte en el pecho a Connor. Oh, Dios mío, no.
La cabeza de Connor se inclinó hacia un lado. No hizo ningún ruido mientras el hombre tallaba su pecho con la hoja de un cuchillo. Recé, por su bien, había perdido el conocimiento y no podía sentir el dolor. Oí pasos en mi dirección. Cerré los ojos y fingí inconsciencia. Estaba acostada en un charco de mi propio vómito.
—¿Qué vamos a hacer con ella? —preguntó la voz de un hombre—. Es una cosa bonita.
—Tiene vómito sobre ella. Odio el vómito —dijo el otro hombre. Reconocí su voz. Fue el que pateó la puerta del baño.
—¿Qué le hiciste a su cabeza?
—La golpeé con la culata de mi arma.
—¿Por qué hiciste eso? Nadie dijo nada de la chica.
—Ella me cegó con un desodorante y me dio una patada en las nueces.
—Perra.
Alguien levantó mi cabeza por el cabello y me arrastró por el suelo.
—Es una pena estar en el lugar incorrecto, en el momento equivocado.
Soltó su agarre, y mi cabeza golpeó el suelo con un golpe.
—Tal vez deberíamos tener nuestra diversión con ella antes...
Abrí los ojos y gruñí—: Aléjate de mí.
—¿O qué? —se burló, agachándose delante. Él no era el tipo que derribó la puerta del baño. Este parecía un gran oso de peluche con cabello castaño claro, barba y cálidos ojos marrones. Tal vez podría apelar a su lado más suave.
—Pareces un buen tipo. No quieres lastimar a nadie. ¿Cómo te metiste en todo esto?
—Cállate, perra —dijo el otro tipo.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Y por qué están aquí?
El tipo delante extendió una mano y metió mi cabello detrás de mi oreja.
—Déjame ir —susurré—. No diré ni una palabra a nadie...
—Te dije que cerraras la boca —dijo el otro tipo. Me levantó. No lo vi venir. Su puño se estrelló contra mi pómulo. Mi cabeza voló hacia atrás y golpeó la pared detrás. Lágrimas brotaron de mis ojos y los apreté.
Me dejé caer al suelo, incapaz de reunir la energía para mantenerme erguida.
—No te saldrás con la tuya —dije, apretando los dientes. Me dio una patada en el estómago, sacando todo el aire de mis pulmones. Gemí y puse mis rodillas en mi pecho. Se me revolvió el estómago y volví a vomitar. Tosiendo y con nauseas por la bilis amarga, lo único que queda en mi estómago.
El tipo se agachó, poniéndose justo en mi rostro.
—¿Te vas a callar ahora?
Usando cada onza de fuerza que quedaba en mi cuerpo, levanté mi cabeza del suelo y escupí en su rostro. Sus manos grandes se envolvieron alrededor de mi garganta y apretaron. Así era como terminaría. Así era como iba a morir, pensé, mientras las estrellas bailaban detrás de mis ojos cerrados.
—Quita tus malditas manos de ella —rugió Killian.
Killian vino por nosotros.
El cuerpo del hombre fue arrancado de mí. Tosí y tomé grandes bocanadas de aire. Connor y yo estaríamos a salvo ahora. Killian se aseguraría de ello.
Los disparos sonaron y me forcé a abrir los ojos.
Una bala golpeó a Killian en el pecho. Se tambaleó hacia atrás, y otra bala le atravesó el pecho. Estaba gritando, pero los disparos ahogaron mi voz.
Cerré los ojos con fuerza y me acurruqué en una bola mientras el mundo explotaba a mí alrededor.
Desde algún lugar lejano, escuché las sirenas de la policía, gritos y pasos pesados.
Dejo que la oscuridad me arrastre.
Killian estaba muerto.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
La bala salió de mi arma y lo golpeó en el pecho. Sus ojos se abrieron de sorpresa cuando cayó al suelo, aterrizando sobre el cuerpo enroscado de Eden. Por un segundo, me congelé y miré el arma en mi mano.
—¡Dije sin policías! —gritó un hombre. Giré mi mirada hacia él. Sostuvo su arma contra la cabeza de Connor—. ¡Nooo! —rugí. Me abalancé por él y lo desestabilicé, mi arma cayó al suelo. Estaba a punto de terminar el trabajo, pero alguien me agarró por detrás. Me sujeté a su pierna con el pie, me giré y lo tiré al suelo. Los disparos sonaron detrás. El hombre que tenía una pistola en la cabeza de Connor se tambaleó y cayó. Seamus se acercó y se colocó encima, poniendo otra bala en el pecho del hombre.
—Policía. Suelten sus armas.
Las palabras apenas salieron cuando se disparó otro tiro. Y otro. Uno golpeó a Seamus en el cuello, y el otro en la cabeza. Miré al hombre con cabello oscuro y barba, el último de pie, el que había tirado al suelo. Encontró mi mirada y sacó su pistola. Estaba a un metro de distancia, y yo estaba desarmado. Lentamente, levanté mis brazos en el aire. El cabrón me disparó en el pecho. Todo el aire salió de mis pulmones. Asombrado por el golpe, caí al suelo cuando las balas acribillaron el cuerpo del hombre.
Todo a mí alrededor se desarrolló en cámara lenta cuando me puse de pie, respirando con dificultad y agarrando mi pecho. Los oficiales y los paramédicos entraron en acción mientras permanecía inmóvil en medio de la destrucción y el caos. Mis ojos se encontraron con Deacon Ramsey al otro lado de la habitación. Me hizo una pequeña inclinación de cabeza, reconociendo que me había salvado la vida, antes de agacharse detrás de la silla de Connor y cortar las ataduras que lo ataban.
Saqué el cuerpo del hombre muerto sobre Eden y revisé su pulso. Era débil. Presioné mi oído contra su corazón, necesitando escuchar que aún latía. Estrechándola en mis brazos, me senté en el suelo, abrazándola. Mire hacia abajo a su rostro. Moreteado y maltratado. Con el cabello enredado en la cabeza, el vómito se aferraba a sus mechones dorados.
Sus párpados se abrieron de golpe.
—¿Killian? —Su voz era ronca y muy tranquila, me esforcé por escucharla—. ¿Estamos muertos?
A nuestro alrededor había un mar de sangre y cadáveres.
—Nena... —Oh Dios—. Todo estará bien. Todo estará... —Mi voz se quebró. Ella cerró los ojos. Apoyé la cabeza contra la pared y lloré como un maldito bebé. Había llorado dos veces en mi vida antes de esto. El día que mi madre se fue, y el día que Johnny fue declarado muerto. Todas esas veces que Seamus me había golpeado, nunca derramé una lágrima. Pero ahora sentía que nunca dejaría de llorar.
Una oficial se agachó y puso su mano en mi hombro. La conocía. Oficial Healey.
—Killian, vamos a llevar a Connor al hospital. —Observé a los paramédicos poner a Connor en una camilla, su rostro tan ensangrentado y maltratado, que parecía como si hubiera sido el saco de boxeo de Mike Tyson, y la palabra SOPLÓN grabada en su pecho—. Necesitaremos tu declaración... —continuó, pero solo escuché la mitad de lo que dijo mientras cortaba los amarres de Eden. Froté las muñecas y las manos de Eden, tratando de recuperar la circulación—. Los paramédicos se encargarán...
—Yo la cuidaré en la ambulancia.
Ella estudió mi rostro, luego asintió.
Hice una mueca cuando me puse de pie, luchando para que entrara suficiente aire en mis pulmones. Recibir un disparo a corta distancia duele como un hijo de puta. Al principio, la adrenalina había bloqueado el dolor, pero ahora me estaba golpeando.
La oficial Healey miró mi camiseta, llena de agujeros de bala. Me habían disparado tres veces, pero había tenido tanta suerte que habían ido por el pecho cada vez.
—Ellos te revisarán en la ambulancia —dijo—, probablemente te rompiste algunas costillas.
Cuatro, fueron al final. Con moretones por todo el pecho. Aparte de vendarme mis costillas, no había nada que pudieran hacer. En el viaje al hospital, los paramédicos conectaron a Eden con una intravenosa, explicando que estaba deshidratada después de vomitar tanto y le hicieron una prueba de sus signos vitales. Lavé el rostro de Eden con un paño húmedo y traté de sacarle el vómito del cabello lo mejor que pude.
—¿Puedes decirme cuál es tu nombre? —le preguntó el paramédico a Eden. Iluminó una luz en cada ojo, comprobando sus pupilas.
—Eden —murmuró, cerrando los ojos.
—Bien. ¿Puedes decirme qué día de la semana es?
Ella no respondió por unos segundos.
—¿Domingo?
Cerré mis ojos. Joder.
—Fuimos a la fiesta de Zeke el domingo. ¿Recuerdas?
—Sí —dijo, pero salió como si fuera una pregunta.
—Hace cuatro días. —Le recordé.
—Es miércoles. No... jueves. ¿Correcto?
—Correcto. —Miré al paramédico, preocupado de que fuera una mala señal que ella no supiera el maldito día de la semana. Continuó haciendo preguntas, su expresión facial no revelaba la gravedad de su lesión en la cabeza. No dio todas las respuestas correctas. Ni siquiera estaba segura de por qué estaba en una ambulancia.
—Es una amnesia postraumática —me dijo, como si esto me tranquilizara.
—Todavía puedo olerlo —ella susurró—. Me está sofocando.
¿Por qué no le había quitado el cuerpo de ese hombre de inmediato? La habían enterrado bajo el peso de un hombre muerto que pesaba por lo menos noventa kilos.
El moretón en su frente me asustaba muchísimo. Estaba inflamado e hinchado. Gimió mientras presionaba la bolsa de hielo sobre ella. Parecía como que alguien hubiera puesto su puño en su rostro, magullando su pómulo también. Y los paramédicos habían cortado la camiseta, exponiendo otro moretón en su estómago.
—Dígame que va a estar bien —le dije al paramédico cuando se hizo visible el hospital. Mi voz sonaba extraña. Como un hombre desesperado, pidiendo un poco de esperanza. Un rayo de sol en un día sombrío. Ella era mi rayo de sol. ¿No sabían que estaría perdido sin ella?
Abrió las puertas traseras de la ambulancia.
—Le haremos una resonancia magnética.
Eso no me tranquilizó. Los recuerdos de Johnny pasaron por mi cabeza cuando entré en la sala de emergencias, sosteniendo la mano de Eden. Nunca la había visto tan pálida. Todo el color había sido drenado de ella.
—¿Killian?
Le apreté la mano. —Estoy aquí nena.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Te amo. Mucho.
—Yo también te amo.
Se aferró a mi mano como si fuera su tabla de salvación.
—No me dejes.
—No te dejaré.
Desafortunadamente, no pude cumplir mi promesa. Se llevaron a Eden lejos para realizar las pruebas, y me dijeron que a Connor lo habían llevado a una cirugía para reparar su fractura de mandíbula con placas de titanio y tornillos. Me dejaron para completar el papeleo de Connor y Eden. Después de llenarlo, incluida la información del seguro de Eden que había almacenado en mi teléfono, fui relegado a la sala de espera. Que olía a una mezcla entre mal olor y ambientador químico. Dos tipos sentados frente a mí estaban llenando sus bocas con McDonald's. El olor me hizo sentir náuseas en un día normal. Esta noche, quería quitarles la bolsa de las manos y lanzarla por la puerta. Me moví a la esquina más alejada de la habitación y me apoyé contra la pared. Llamé a Louis y luego a Ava. Les conté la misma historia. Que hubo un robo. Connor y Eden estaban ahora recibiendo tratamiento, pero estarían bien. Lo dije porque era lo que necesitaba creer.
—Estoy llamando a un Uber —dijo Ava, su voz temblorosa, al borde de las lágrimas. Ni siquiera le había dado los detalles todavía. Esperaría hasta que la viera en persona para tratar de prepararla para la sorpresa de ver a Connor—. Nos vemos.
Me quedé mirando el teléfono que tenía en la mano, sabiendo que necesitaba hacer otra llamada, pero lo temía. Cerré los ojos cuando sonó el teléfono. Una vez. Dos veces. Y luego su voz en mi oído.
—Killian.
—Hola señor. Es... Eden. —Tragué—. Ella va a estar bien —dije rápidamente, para tranquilizarlo.
Por favor, Dios, no me conviertas en un mentiroso.
—¿Qué pasó? —preguntó Jack Madley.
—Hubo un robo en mi casa. Eden estaba ahí con mi hermano, Connor. Yo estaba en el trabajo.
—¿Un robo?
—Aún no conozco toda la historia. Acabamos de llegar al hospital.
—Dime lo que sabes.
Le dije lo que sabía, manteniendo mi voz baja para que nadie más en la sala de espera de la sala de emergencias pudiera escuchar. Cuando dije las palabras, sentí que estaba hablando de alguien más, no de mí. Había matado a un hombre. Cinco hombres estaban muertos, uno de los cuales era el hombre que me había criado. Jack escuchó sin interrumpir.
—Voy para allá —dijo cuando terminé mi historia—, envíame un mensaje con la dirección del hospital. Estaré ahí tan pronto como pueda.
Pellizqué el puente de mi nariz.
—Está bien.
—¿Y Killian?
—Sí.
—Lo siento por tu padre.
—Gracias.
—Como padre, es mi deber proteger a mi hija.
—Lo entiendo. —Había prometido mantenerla a salvo, pero había fallado. Todo lo que siempre quise era mantenerla a salvo, pero resultó que yo era el mayor peligro. Si nunca se hubiera involucrado conmigo, no estaría en el hospital.
—Bueno. Hablaremos de esto más tarde.
Cortó la llamada. Cerré los ojos y respiré hondo unas cuantas veces.
—Necesito obtener su declaración. —Abrí los ojos y miré a Deacon Ramsey. Nunca sabrías que había estado involucrado en un tiroteo. Ramsey se veía fresco, confiado e imperturbable. Incluso su cabello rubio oscuro parecía que lo había peinado para salir por la noche. Habíamos ido juntos a la secundaria. En ese entonces, él había estado más en fiestas y violando la ley que en hacerla cumplir. Verlo como policía de Nueva York todavía me sorprendía—. Parece que necesitas un café.
—Podría tomar algo mucho más fuerte que el café —dije.
Sonrió. —Dejé mi petaca5 en casa.
Caminamos hacia las máquinas expendedoras en el pasillo, y él introdujo dinero en la ranura. Observé cómo caía la taza y me llenaba de “café gourmet” según la máquina. Me entregó la taza y consiguió una para él.
—Recibir un disparo duele bastante —dijo, mirando mi camiseta rota mientras tomaba un sorbo de café.
Como ser golpeado en el pecho con un martillo.
—He tenido peores.
—Apuesto que sí. Qué lástima por lo de tu viejo —dijo, sin sonar apenado.
Lo miré de reojo. Al escuchar hablar a la mayoría de los policías, uno pensaría que mi padre caminaba sobre el agua.
Dos niños y una mujer se pararon frente a las máquinas expendedoras, estudiando sus opciones. Ramsey sacudió su barbilla, haciéndome un gesto para que lo siguiera por algo de privacidad.
—¿Alguna idea de en qué estaba involucrado Connor? —preguntó cuando salimos, a una distancia considerable de las ambulancias estacionadas.
—No.
—¿En dónde ha estado durante los últimos meses?
—¿Has estado vigilando a Connor?
—Solo cuidando de él.
Antes de esta noche, la última vez que había visto a Deacon Ramsey, había sido en el accidente de motocicleta de Connor. Había sido un choque y huida, y no había sido culpa de Connor. Afortunadamente, no había conducido bajo la influencia de alcohol, pero había estado en posesión de drogas. Ramsey me había llamado, en lugar de acosar a Connor. Había llevado su culo a rehabilitación. Tres días después de que salió de ahí, Connor desapareció. Y ahora, seis meses después, estábamos aquí, fuera de un hospital, por la mierda que Connor hizo en Miami.
—Estaba en Miami —dije.
—¿Crees que estaba trabajando como informante?
—No lo sé. —Era lo que sospechaba. Lo que significaba que había sido arrestado por drogas y hecho un trato con la policía. Lo que también significaba que me había mentido.
—Dime lo que pasó esta noche.
Le conté todo, incluidos los detalles que había omitido cuando le di a Jack Madley un resumen.
—Tenía sus manos envueltas alrededor de su garganta —dijo Ramsey, tratando de aclarar sus hechos—. Y cuando lo arrancaste de ella, sacó un arma.
—Es correcto —dije, mirándolo a los ojos—. Me disparó dos veces. Le devolví el tiro.
Asintió.
—Fue en defensa propia. Pero podría volver para atormentarte.
Maté a un hombre, pero esta vez no sentía ninguna culpa. Lo haría de nuevo si tuviera que salvar a Eden.
—Gracias —dije, frotando la parte posterior de mi cuello—. Por lo que hiciste.
—Solo hacia mi trabajo.
Al hacer su trabajo, me había salvado la vida. Y Seamus había salvado a Connor. Había sido su último acto y ahora me preguntaba, si hubiera tenido la premonición de que iba a morir esta noche. ¿Por qué otra razón habría pedido perdón cuando nunca había mostrado signos de remordimiento? ¿Lo perdoné? Todavía no estaba listo para pensar en Seamus o en nuestra complicada historia. Tampoco estaba listo para desentrañar todas mis emociones enredadas.
En este momento, todo lo que necesitaba era saber que Eden y Connor iban a estar bien. De lo demás... me ocuparía después.
5 Botella plana y de pequeño tamaño que sirve para llevar licor.
—¡Dije sin policías! —gritó un hombre. Giré mi mirada hacia él. Sostuvo su arma contra la cabeza de Connor—. ¡Nooo! —rugí. Me abalancé por él y lo desestabilicé, mi arma cayó al suelo. Estaba a punto de terminar el trabajo, pero alguien me agarró por detrás. Me sujeté a su pierna con el pie, me giré y lo tiré al suelo. Los disparos sonaron detrás. El hombre que tenía una pistola en la cabeza de Connor se tambaleó y cayó. Seamus se acercó y se colocó encima, poniendo otra bala en el pecho del hombre.
—Policía. Suelten sus armas.
Las palabras apenas salieron cuando se disparó otro tiro. Y otro. Uno golpeó a Seamus en el cuello, y el otro en la cabeza. Miré al hombre con cabello oscuro y barba, el último de pie, el que había tirado al suelo. Encontró mi mirada y sacó su pistola. Estaba a un metro de distancia, y yo estaba desarmado. Lentamente, levanté mis brazos en el aire. El cabrón me disparó en el pecho. Todo el aire salió de mis pulmones. Asombrado por el golpe, caí al suelo cuando las balas acribillaron el cuerpo del hombre.
Todo a mí alrededor se desarrolló en cámara lenta cuando me puse de pie, respirando con dificultad y agarrando mi pecho. Los oficiales y los paramédicos entraron en acción mientras permanecía inmóvil en medio de la destrucción y el caos. Mis ojos se encontraron con Deacon Ramsey al otro lado de la habitación. Me hizo una pequeña inclinación de cabeza, reconociendo que me había salvado la vida, antes de agacharse detrás de la silla de Connor y cortar las ataduras que lo ataban.
Saqué el cuerpo del hombre muerto sobre Eden y revisé su pulso. Era débil. Presioné mi oído contra su corazón, necesitando escuchar que aún latía. Estrechándola en mis brazos, me senté en el suelo, abrazándola. Mire hacia abajo a su rostro. Moreteado y maltratado. Con el cabello enredado en la cabeza, el vómito se aferraba a sus mechones dorados.
Sus párpados se abrieron de golpe.
—¿Killian? —Su voz era ronca y muy tranquila, me esforcé por escucharla—. ¿Estamos muertos?
A nuestro alrededor había un mar de sangre y cadáveres.
—Nena... —Oh Dios—. Todo estará bien. Todo estará... —Mi voz se quebró. Ella cerró los ojos. Apoyé la cabeza contra la pared y lloré como un maldito bebé. Había llorado dos veces en mi vida antes de esto. El día que mi madre se fue, y el día que Johnny fue declarado muerto. Todas esas veces que Seamus me había golpeado, nunca derramé una lágrima. Pero ahora sentía que nunca dejaría de llorar.
Una oficial se agachó y puso su mano en mi hombro. La conocía. Oficial Healey.
—Killian, vamos a llevar a Connor al hospital. —Observé a los paramédicos poner a Connor en una camilla, su rostro tan ensangrentado y maltratado, que parecía como si hubiera sido el saco de boxeo de Mike Tyson, y la palabra SOPLÓN grabada en su pecho—. Necesitaremos tu declaración... —continuó, pero solo escuché la mitad de lo que dijo mientras cortaba los amarres de Eden. Froté las muñecas y las manos de Eden, tratando de recuperar la circulación—. Los paramédicos se encargarán...
—Yo la cuidaré en la ambulancia.
Ella estudió mi rostro, luego asintió.
Hice una mueca cuando me puse de pie, luchando para que entrara suficiente aire en mis pulmones. Recibir un disparo a corta distancia duele como un hijo de puta. Al principio, la adrenalina había bloqueado el dolor, pero ahora me estaba golpeando.
La oficial Healey miró mi camiseta, llena de agujeros de bala. Me habían disparado tres veces, pero había tenido tanta suerte que habían ido por el pecho cada vez.
—Ellos te revisarán en la ambulancia —dijo—, probablemente te rompiste algunas costillas.
Cuatro, fueron al final. Con moretones por todo el pecho. Aparte de vendarme mis costillas, no había nada que pudieran hacer. En el viaje al hospital, los paramédicos conectaron a Eden con una intravenosa, explicando que estaba deshidratada después de vomitar tanto y le hicieron una prueba de sus signos vitales. Lavé el rostro de Eden con un paño húmedo y traté de sacarle el vómito del cabello lo mejor que pude.
—¿Puedes decirme cuál es tu nombre? —le preguntó el paramédico a Eden. Iluminó una luz en cada ojo, comprobando sus pupilas.
—Eden —murmuró, cerrando los ojos.
—Bien. ¿Puedes decirme qué día de la semana es?
Ella no respondió por unos segundos.
—¿Domingo?
Cerré mis ojos. Joder.
—Fuimos a la fiesta de Zeke el domingo. ¿Recuerdas?
—Sí —dijo, pero salió como si fuera una pregunta.
—Hace cuatro días. —Le recordé.
—Es miércoles. No... jueves. ¿Correcto?
—Correcto. —Miré al paramédico, preocupado de que fuera una mala señal que ella no supiera el maldito día de la semana. Continuó haciendo preguntas, su expresión facial no revelaba la gravedad de su lesión en la cabeza. No dio todas las respuestas correctas. Ni siquiera estaba segura de por qué estaba en una ambulancia.
—Es una amnesia postraumática —me dijo, como si esto me tranquilizara.
—Todavía puedo olerlo —ella susurró—. Me está sofocando.
¿Por qué no le había quitado el cuerpo de ese hombre de inmediato? La habían enterrado bajo el peso de un hombre muerto que pesaba por lo menos noventa kilos.
El moretón en su frente me asustaba muchísimo. Estaba inflamado e hinchado. Gimió mientras presionaba la bolsa de hielo sobre ella. Parecía como que alguien hubiera puesto su puño en su rostro, magullando su pómulo también. Y los paramédicos habían cortado la camiseta, exponiendo otro moretón en su estómago.
—Dígame que va a estar bien —le dije al paramédico cuando se hizo visible el hospital. Mi voz sonaba extraña. Como un hombre desesperado, pidiendo un poco de esperanza. Un rayo de sol en un día sombrío. Ella era mi rayo de sol. ¿No sabían que estaría perdido sin ella?
Abrió las puertas traseras de la ambulancia.
—Le haremos una resonancia magnética.
Eso no me tranquilizó. Los recuerdos de Johnny pasaron por mi cabeza cuando entré en la sala de emergencias, sosteniendo la mano de Eden. Nunca la había visto tan pálida. Todo el color había sido drenado de ella.
—¿Killian?
Le apreté la mano. —Estoy aquí nena.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Te amo. Mucho.
—Yo también te amo.
Se aferró a mi mano como si fuera su tabla de salvación.
—No me dejes.
—No te dejaré.
Desafortunadamente, no pude cumplir mi promesa. Se llevaron a Eden lejos para realizar las pruebas, y me dijeron que a Connor lo habían llevado a una cirugía para reparar su fractura de mandíbula con placas de titanio y tornillos. Me dejaron para completar el papeleo de Connor y Eden. Después de llenarlo, incluida la información del seguro de Eden que había almacenado en mi teléfono, fui relegado a la sala de espera. Que olía a una mezcla entre mal olor y ambientador químico. Dos tipos sentados frente a mí estaban llenando sus bocas con McDonald's. El olor me hizo sentir náuseas en un día normal. Esta noche, quería quitarles la bolsa de las manos y lanzarla por la puerta. Me moví a la esquina más alejada de la habitación y me apoyé contra la pared. Llamé a Louis y luego a Ava. Les conté la misma historia. Que hubo un robo. Connor y Eden estaban ahora recibiendo tratamiento, pero estarían bien. Lo dije porque era lo que necesitaba creer.
—Estoy llamando a un Uber —dijo Ava, su voz temblorosa, al borde de las lágrimas. Ni siquiera le había dado los detalles todavía. Esperaría hasta que la viera en persona para tratar de prepararla para la sorpresa de ver a Connor—. Nos vemos.
Me quedé mirando el teléfono que tenía en la mano, sabiendo que necesitaba hacer otra llamada, pero lo temía. Cerré los ojos cuando sonó el teléfono. Una vez. Dos veces. Y luego su voz en mi oído.
—Killian.
—Hola señor. Es... Eden. —Tragué—. Ella va a estar bien —dije rápidamente, para tranquilizarlo.
Por favor, Dios, no me conviertas en un mentiroso.
—¿Qué pasó? —preguntó Jack Madley.
—Hubo un robo en mi casa. Eden estaba ahí con mi hermano, Connor. Yo estaba en el trabajo.
—¿Un robo?
—Aún no conozco toda la historia. Acabamos de llegar al hospital.
—Dime lo que sabes.
Le dije lo que sabía, manteniendo mi voz baja para que nadie más en la sala de espera de la sala de emergencias pudiera escuchar. Cuando dije las palabras, sentí que estaba hablando de alguien más, no de mí. Había matado a un hombre. Cinco hombres estaban muertos, uno de los cuales era el hombre que me había criado. Jack escuchó sin interrumpir.
—Voy para allá —dijo cuando terminé mi historia—, envíame un mensaje con la dirección del hospital. Estaré ahí tan pronto como pueda.
Pellizqué el puente de mi nariz.
—Está bien.
—¿Y Killian?
—Sí.
—Lo siento por tu padre.
—Gracias.
—Como padre, es mi deber proteger a mi hija.
—Lo entiendo. —Había prometido mantenerla a salvo, pero había fallado. Todo lo que siempre quise era mantenerla a salvo, pero resultó que yo era el mayor peligro. Si nunca se hubiera involucrado conmigo, no estaría en el hospital.
—Bueno. Hablaremos de esto más tarde.
Cortó la llamada. Cerré los ojos y respiré hondo unas cuantas veces.
—Necesito obtener su declaración. —Abrí los ojos y miré a Deacon Ramsey. Nunca sabrías que había estado involucrado en un tiroteo. Ramsey se veía fresco, confiado e imperturbable. Incluso su cabello rubio oscuro parecía que lo había peinado para salir por la noche. Habíamos ido juntos a la secundaria. En ese entonces, él había estado más en fiestas y violando la ley que en hacerla cumplir. Verlo como policía de Nueva York todavía me sorprendía—. Parece que necesitas un café.
—Podría tomar algo mucho más fuerte que el café —dije.
Sonrió. —Dejé mi petaca5 en casa.
Caminamos hacia las máquinas expendedoras en el pasillo, y él introdujo dinero en la ranura. Observé cómo caía la taza y me llenaba de “café gourmet” según la máquina. Me entregó la taza y consiguió una para él.
—Recibir un disparo duele bastante —dijo, mirando mi camiseta rota mientras tomaba un sorbo de café.
Como ser golpeado en el pecho con un martillo.
—He tenido peores.
—Apuesto que sí. Qué lástima por lo de tu viejo —dijo, sin sonar apenado.
Lo miré de reojo. Al escuchar hablar a la mayoría de los policías, uno pensaría que mi padre caminaba sobre el agua.
Dos niños y una mujer se pararon frente a las máquinas expendedoras, estudiando sus opciones. Ramsey sacudió su barbilla, haciéndome un gesto para que lo siguiera por algo de privacidad.
—¿Alguna idea de en qué estaba involucrado Connor? —preguntó cuando salimos, a una distancia considerable de las ambulancias estacionadas.
—No.
—¿En dónde ha estado durante los últimos meses?
—¿Has estado vigilando a Connor?
—Solo cuidando de él.
Antes de esta noche, la última vez que había visto a Deacon Ramsey, había sido en el accidente de motocicleta de Connor. Había sido un choque y huida, y no había sido culpa de Connor. Afortunadamente, no había conducido bajo la influencia de alcohol, pero había estado en posesión de drogas. Ramsey me había llamado, en lugar de acosar a Connor. Había llevado su culo a rehabilitación. Tres días después de que salió de ahí, Connor desapareció. Y ahora, seis meses después, estábamos aquí, fuera de un hospital, por la mierda que Connor hizo en Miami.
—Estaba en Miami —dije.
—¿Crees que estaba trabajando como informante?
—No lo sé. —Era lo que sospechaba. Lo que significaba que había sido arrestado por drogas y hecho un trato con la policía. Lo que también significaba que me había mentido.
—Dime lo que pasó esta noche.
Le conté todo, incluidos los detalles que había omitido cuando le di a Jack Madley un resumen.
—Tenía sus manos envueltas alrededor de su garganta —dijo Ramsey, tratando de aclarar sus hechos—. Y cuando lo arrancaste de ella, sacó un arma.
—Es correcto —dije, mirándolo a los ojos—. Me disparó dos veces. Le devolví el tiro.
Asintió.
—Fue en defensa propia. Pero podría volver para atormentarte.
Maté a un hombre, pero esta vez no sentía ninguna culpa. Lo haría de nuevo si tuviera que salvar a Eden.
—Gracias —dije, frotando la parte posterior de mi cuello—. Por lo que hiciste.
—Solo hacia mi trabajo.
Al hacer su trabajo, me había salvado la vida. Y Seamus había salvado a Connor. Había sido su último acto y ahora me preguntaba, si hubiera tenido la premonición de que iba a morir esta noche. ¿Por qué otra razón habría pedido perdón cuando nunca había mostrado signos de remordimiento? ¿Lo perdoné? Todavía no estaba listo para pensar en Seamus o en nuestra complicada historia. Tampoco estaba listo para desentrañar todas mis emociones enredadas.
En este momento, todo lo que necesitaba era saber que Eden y Connor iban a estar bien. De lo demás... me ocuparía después.
5 Botella plana y de pequeño tamaño que sirve para llevar licor.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Gracias por los capítulos.
Me sorprendió la actitud de Seamus.
Imagino la angustia e impotencia que debe estar sintiendo Killian. Espero que no caiga en un círculo vicioso de culpabilidad...
Me sorprendió la actitud de Seamus.
Imagino la angustia e impotencia que debe estar sintiendo Killian. Espero que no caiga en un círculo vicioso de culpabilidad...
martenu1011- Mensajes : 351
Fecha de inscripción : 05/06/2014
Edad : 41
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Capis 15 y 16
Pues menos mal que el golpe no causo tanto daño, aparte de las denuncia contra Adam y ella recuperándose las cosas no tuvieron mayor alcance, sin embargo con el dinero de Adam creo que saldrá bien librado y eso es tan injusto, por otro lado su papá fue genial al respecto, no fue ideal la forma en que Kill conoció al papá de Eden pero esperemos que no se vea afectado en el futuro. Me pregunto que dibujara Eden en ese muro?
Y entonces que paso en ese jodido Bar que tiene a killian tan traumatizado? de hecho su padre tuvo que ver, espero que no haya nadie que le haga recordar algo de lo que paso y que la salida con Eden, Zeke y Hailey sea agradable y pueda relajarse, olvidándose por un momento de lo que sucedió ahí.
Hasta tomorrow.
Pues menos mal que el golpe no causo tanto daño, aparte de las denuncia contra Adam y ella recuperándose las cosas no tuvieron mayor alcance, sin embargo con el dinero de Adam creo que saldrá bien librado y eso es tan injusto, por otro lado su papá fue genial al respecto, no fue ideal la forma en que Kill conoció al papá de Eden pero esperemos que no se vea afectado en el futuro. Me pregunto que dibujara Eden en ese muro?
Y entonces que paso en ese jodido Bar que tiene a killian tan traumatizado? de hecho su padre tuvo que ver, espero que no haya nadie que le haga recordar algo de lo que paso y que la salida con Eden, Zeke y Hailey sea agradable y pueda relajarse, olvidándose por un momento de lo que sucedió ahí.
Hasta tomorrow.
evanescita- Mensajes : 1331
Fecha de inscripción : 01/06/2020
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Guao!!!
Que capítulos tan fuertes, no me esperaba este giro y menos con Connor involucrado, la muerte de Seamus y que lo perdonara tan rápido
Gracias!!
Que capítulos tan fuertes, no me esperaba este giro y menos con Connor involucrado, la muerte de Seamus y que lo perdonara tan rápido
Gracias!!
carolbarr- Mensajes : 383
Fecha de inscripción : 28/08/2015
Edad : 47
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Rayos, que fuerte, al fin Seamus hizo algo bueno por sus hijos, solo espero que ni Killian ni Connor cargen con la culpa de lo que paso, gracias Berny
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Me sentí como si estuviera bajo el agua tratando de nadar a la superficie. Abrí los ojos y parpadeé. Las luces fluorescentes hacían daño a mi cabeza. Bajé la mirada, a la intravenosa que tenía en el brazo y a la mano que sostenía la mía.
Giré mi cabeza para mirarlo. Sus ojos estaban enrojecidos como si hubiera estado llorando, y su rostro estaba devastado. Pero era él. Su hermoso rostro, su hermosa persona. Mi mirada se desvió hacia su pecho. La camiseta azul descolorida decía Martha's Vineyard.
—¿Por qué llevas la camiseta de Zeke? —pregunté, mi voz sonaba ronca como si no la hubiera usado en mucho tiempo.
—Porque... —Sus ojos buscaron mi rostro.
Cerré los ojos, recordando. Mis oídos zumbaban por los disparos. Me duele el estómago. Me duele la cabeza. Me duele todo.
—Te dispararon. Pensé que habías muerto.
—Llevaba un chaleco antibalas.
Gracias a Dios.
—¿Por qué estoy en el hospital?
Sus dedos rozaron mi pómulo y alejó el cabello de mi frente. Su toque era suave, pero hice una mueca.
—Tienes una conmoción cerebral.
Empecé a reírme, pero bordeaba lo histérico. Mi risa se convirtió en un sollozo que sacudió mi cuerpo e hizo que todo doliera aún más. Killian se subió a la cama y me sostuvo como lo hizo antes de irnos a dormir. Continuó abrazándome hasta que, finalmente, me calmé y mi respiración se regularizó.
—Estás en shock —dijo en voz baja, acariciando mi cabello—. El cerebro solo puede manejar una cierta cantidad de información… —Estaba tratando de ayudarme a darle sentido a algo que no tenía ningún sentido. Me quedé allí, dejando que acariciara mi cabello y me abrazara. Escuchaba el sonido de su voz, pero no las palabras.
Presioné mi cuerpo más cerca del suyo. Se estremeció, conteniendo el aliento.
—Estás herido. —Recordé que mi padre y Garrett hablaron de eso una vez. Los chalecos resistentes a las balas podrían detener una bala, pero aun así dolería como el infierno.
—Estoy bien —dijo Killian. Sabía que diría eso, sin importar cuánto doliera. Alcanzó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos.
—¿Connor... esta él...? —gemí.
—Estará bien.
—Pero él... qué...
—Señorita Madley, necesitamos hacerle algunas preguntas —dijo una voz de mujer. Dos policías estaban de pie junto a mi cama.
—Ella no está lista para hablar —dijo Killian.
—Lo siento —dijo la oficial—. Pero tenemos que hablar con ella.
—Está bien —dije.
La oficial hizo las preguntas y le conté lo que recordaba... que no era mucho. Pero quería ayudar a Connor, así que hice todo lo posible por recordar todo lo que pude.
—Estaba arriba, poniéndome una camisa limpia cuando llegaron. Había estado pintando... —Lo cual era totalmente irrelevante—. Connor estaba abajo. Estábamos a punto de ver una película... —Más información inútil—. Pensamos que había llegado la pizza. Antes de abrir la puerta, Connor preguntó quién era. Escuché al chico decir el nombre de la pizzería a la que habíamos ordenado... así que Connor abrió la puerta...
—Joder —murmuró Killian en voz baja.
—¿Qué dijeron los hombres cuando entraron? —preguntó el oficial de policía.
—Lo llamaron soplón. Y dijeron... —respiré hondo. Connor estaba vivo. Iba a estar bien—… vinieron a matarlo. Escuché una pelea y ellos estaban… debieron haber estado golpeándolo. Estaba hablando por teléfono con Killian. Lo llamé de inmediato.
—Y, ¿dónde estabas exactamente? —preguntó.
—En el baño. Con la puerta cerrada. No sabía a dónde ir. Es la única puerta de arriba con cerradura.
—¿Y entonces?
—Escuché a alguien subir las escaleras, revisando las habitaciones. Él... —Me detuve y tragué—. Derribó la puerta del baño. Rocié desodorante en sus ojos y eso lo aturdió. Luego le di un rodillazo en las bolas —dije, sintiéndome un poco orgullosa de mi trabajo. Killian rio por lo bajo, pero su humor duró poco. El oficial de policía me incitó a continuar.
Respiré hondo y solté el aire lentamente cuando los recuerdos se apoderaron de mí.
—Salí corriendo del baño, pero me atrapó y... —Todo mi cuerpo estaba temblando.
Los brazos de Killian se apretaron a mí alrededor.
—¿Qué te hizo? —preguntó Killian en un susurro.
—Él simplemente... —El frío metal de la pistola presionó mi frente. “Boom” dijo, y se echó a reír—. Me golpeó en la frente con su arma.
Le conté el resto de lo que había sucedido, lo que recordaba, y la oficial tomó nota de todo y dijo que se pondría en contacto conmigo si necesitaban más información.
—¿Cómo lo estás llevando, Killian? —preguntó ella.
—Excepto por que mi novia está siendo arrastrada por la tormenta de mierda de mi vida... genial.
—Lo siento por tu padre. Todos lo admirábamos.
Sentí que Killian asintió y cuando los policías salieron de mi habitación, pregunté:
—¿Qué le pasó a tu papá? —Ni siquiera me di cuenta de que había estado allí, lo cual demuestra cuánto me había perdido.
—Le dispararon —dijo Killian.
—Pero... también a ti.
—Le dispararon en la cabeza.
Oh Dios mío.
Odiaba a ese hombre, pero vino a rescatarnos, junto con Killian. Ahora estaba muerto. Me parecía extraño que nosotros hayamos sobrevivido, y que el jefe de policía hubiera muerto.
—Y... ¿qué pasa con esos hombres?
Killian tampoco lo sabía o no quería decirme.
—Ya no tienes que preocuparte por ellos.
—Y Connor... ¿no deberías estar con él ahora?
—Ava está con él.
Me sentí mejor sabiendo que no estaba solo. Intenté no imaginarme su rostro, la carne y la sangre, o el cuchillo que cortaba su pecho. ¿Qué hizo para merecer eso? Lo iban a matar cuando terminaran de torturarlo. También me iban a matar, probablemente. Lugar incorrecto, en el momento equivocado
—Te amo, Killian. Te amo mucho.
Dejó escapar un suspiro entrecortado.
—Yo también te amo.
—No me dejes.
—No voy a ir a ninguna parte.
Giré mi cabeza para mirarlo. Sus ojos estaban enrojecidos como si hubiera estado llorando, y su rostro estaba devastado. Pero era él. Su hermoso rostro, su hermosa persona. Mi mirada se desvió hacia su pecho. La camiseta azul descolorida decía Martha's Vineyard.
—¿Por qué llevas la camiseta de Zeke? —pregunté, mi voz sonaba ronca como si no la hubiera usado en mucho tiempo.
—Porque... —Sus ojos buscaron mi rostro.
Cerré los ojos, recordando. Mis oídos zumbaban por los disparos. Me duele el estómago. Me duele la cabeza. Me duele todo.
—Te dispararon. Pensé que habías muerto.
—Llevaba un chaleco antibalas.
Gracias a Dios.
—¿Por qué estoy en el hospital?
Sus dedos rozaron mi pómulo y alejó el cabello de mi frente. Su toque era suave, pero hice una mueca.
—Tienes una conmoción cerebral.
Empecé a reírme, pero bordeaba lo histérico. Mi risa se convirtió en un sollozo que sacudió mi cuerpo e hizo que todo doliera aún más. Killian se subió a la cama y me sostuvo como lo hizo antes de irnos a dormir. Continuó abrazándome hasta que, finalmente, me calmé y mi respiración se regularizó.
—Estás en shock —dijo en voz baja, acariciando mi cabello—. El cerebro solo puede manejar una cierta cantidad de información… —Estaba tratando de ayudarme a darle sentido a algo que no tenía ningún sentido. Me quedé allí, dejando que acariciara mi cabello y me abrazara. Escuchaba el sonido de su voz, pero no las palabras.
Presioné mi cuerpo más cerca del suyo. Se estremeció, conteniendo el aliento.
—Estás herido. —Recordé que mi padre y Garrett hablaron de eso una vez. Los chalecos resistentes a las balas podrían detener una bala, pero aun así dolería como el infierno.
—Estoy bien —dijo Killian. Sabía que diría eso, sin importar cuánto doliera. Alcanzó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos.
—¿Connor... esta él...? —gemí.
—Estará bien.
—Pero él... qué...
—Señorita Madley, necesitamos hacerle algunas preguntas —dijo una voz de mujer. Dos policías estaban de pie junto a mi cama.
—Ella no está lista para hablar —dijo Killian.
—Lo siento —dijo la oficial—. Pero tenemos que hablar con ella.
—Está bien —dije.
La oficial hizo las preguntas y le conté lo que recordaba... que no era mucho. Pero quería ayudar a Connor, así que hice todo lo posible por recordar todo lo que pude.
—Estaba arriba, poniéndome una camisa limpia cuando llegaron. Había estado pintando... —Lo cual era totalmente irrelevante—. Connor estaba abajo. Estábamos a punto de ver una película... —Más información inútil—. Pensamos que había llegado la pizza. Antes de abrir la puerta, Connor preguntó quién era. Escuché al chico decir el nombre de la pizzería a la que habíamos ordenado... así que Connor abrió la puerta...
—Joder —murmuró Killian en voz baja.
—¿Qué dijeron los hombres cuando entraron? —preguntó el oficial de policía.
—Lo llamaron soplón. Y dijeron... —respiré hondo. Connor estaba vivo. Iba a estar bien—… vinieron a matarlo. Escuché una pelea y ellos estaban… debieron haber estado golpeándolo. Estaba hablando por teléfono con Killian. Lo llamé de inmediato.
—Y, ¿dónde estabas exactamente? —preguntó.
—En el baño. Con la puerta cerrada. No sabía a dónde ir. Es la única puerta de arriba con cerradura.
—¿Y entonces?
—Escuché a alguien subir las escaleras, revisando las habitaciones. Él... —Me detuve y tragué—. Derribó la puerta del baño. Rocié desodorante en sus ojos y eso lo aturdió. Luego le di un rodillazo en las bolas —dije, sintiéndome un poco orgullosa de mi trabajo. Killian rio por lo bajo, pero su humor duró poco. El oficial de policía me incitó a continuar.
Respiré hondo y solté el aire lentamente cuando los recuerdos se apoderaron de mí.
—Salí corriendo del baño, pero me atrapó y... —Todo mi cuerpo estaba temblando.
Los brazos de Killian se apretaron a mí alrededor.
—¿Qué te hizo? —preguntó Killian en un susurro.
—Él simplemente... —El frío metal de la pistola presionó mi frente. “Boom” dijo, y se echó a reír—. Me golpeó en la frente con su arma.
Le conté el resto de lo que había sucedido, lo que recordaba, y la oficial tomó nota de todo y dijo que se pondría en contacto conmigo si necesitaban más información.
—¿Cómo lo estás llevando, Killian? —preguntó ella.
—Excepto por que mi novia está siendo arrastrada por la tormenta de mierda de mi vida... genial.
—Lo siento por tu padre. Todos lo admirábamos.
Sentí que Killian asintió y cuando los policías salieron de mi habitación, pregunté:
—¿Qué le pasó a tu papá? —Ni siquiera me di cuenta de que había estado allí, lo cual demuestra cuánto me había perdido.
—Le dispararon —dijo Killian.
—Pero... también a ti.
—Le dispararon en la cabeza.
Oh Dios mío.
Odiaba a ese hombre, pero vino a rescatarnos, junto con Killian. Ahora estaba muerto. Me parecía extraño que nosotros hayamos sobrevivido, y que el jefe de policía hubiera muerto.
—Y... ¿qué pasa con esos hombres?
Killian tampoco lo sabía o no quería decirme.
—Ya no tienes que preocuparte por ellos.
—Y Connor... ¿no deberías estar con él ahora?
—Ava está con él.
Me sentí mejor sabiendo que no estaba solo. Intenté no imaginarme su rostro, la carne y la sangre, o el cuchillo que cortaba su pecho. ¿Qué hizo para merecer eso? Lo iban a matar cuando terminaran de torturarlo. También me iban a matar, probablemente. Lugar incorrecto, en el momento equivocado
—Te amo, Killian. Te amo mucho.
Dejó escapar un suspiro entrecortado.
—Yo también te amo.
—No me dejes.
—No voy a ir a ninguna parte.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Desbloqueé la puerta principal del Trinity Bar y la mantuve abierta para Jack Madley.
—Eden me dijo que lo tomas negro —dijo, dándome una gran taza de cartón de Brickwood Coffee.
—Gracias. —Ya había bebido tres cafés grandes hoy, pero tomé un sorbo del que me ofreció y cerré la puerta con llave—. ¿Cómo está Eden?
—Ava está con ella ahora.
Eso no me sorprendió. En los últimos tres días, Jack no se había movido del lado de Eden. Ella me había mandado un mensaje quejándose de su vigilancia excesiva. Él estaba durmiendo en un colchón inflable en el suelo de su sala de estar, asustado de perderla de vista. No podía culparlo. Si tuviera una hija, sería igual. Esperaba ser yo quien la ayudara a superar esto, pero no había estado ni cinco minutos a solas con ella desde que salimos del hospital.
—Se despierta con pesadillas todas las noches.
Bajé la cabeza y froté mi nuca. Eden no había mencionado eso. No paraba de decirme que se sentía bien y que no entendía por qué todo el mundo hacía tanto alboroto.
—Lo siento.
No respondió. Miró el interior del bar, asimilándolo todo. Él había pedido ver dónde trabajaba Eden, y su mural en la pared del fondo, así que lo llevé al patio exterior y me senté frente a él en una mesa de picnic, bebiendo mi café mientras estudiaba la pared. No sabía lo que estaba pensando. Ni siquiera sabía si le gustaba o pensaba que era bueno. Me molestó que no comentara sobre su mural, pero mantuve la boca cerrada y esperé a que revelara la verdadera razón por la que había venido.
—¿Cómo has estado? —preguntó, centrando su atención en mí.
—Bien. —Como la mierda. Esta mañana, me reuní con el abogado de mi padre para revisar el testamento. Seamus nos había dejado todo a mí y a Connor, para que lo dividiéramos en partes iguales, lo que me había sorprendido. Cuando vi cuánto dinero nos había dejado, casi me caigo de la silla. ¿Cómo es que un policía había acumulado tanto dinero? Era cierto que había estado en la fuerza durante treinta años con un salario de jefe durante los últimos cinco y toda su vida había sido frugal, pero eso aún no explicaba los tres millones de dólares en su cuenta. La casa estaba libre de hipotecas y, aunque era una casa de porquería, el agente de bienes raíces dijo que probablemente recibiríamos un millón por ella. Al parecer, era una buena casa familiar en un vecindario codiciado.
Después de dejar la oficina del abogado, me di cuenta. No sabía nada de Seamus Vincent.
¿Había sido un policía corrupto? ¿Había estado recibiendo sobornos? Su trabajo en la fuerza había sido la única cosa que lo había redimido ante mis ojos. Su sentido del bien y del mal cuando se ponía ese uniforme. Pero ahora, ni siquiera estaba seguro de que hubiera sido un buen policía.
—Eden y yo hablamos esta mañana —dijo Jack—. Me contó sobre tus antecedentes. Solo porque la presioné para que me diera respuestas. Ella no quería traicionar tu confianza.
Mi pecho se tensó. Había estado guardando esos secretos por tanto tiempo, de todo el mundo, y no era algo de lo que me sintiera cómodo hablando o incluso reconociendo. No me emocionó que el padre de Eden supiera de mis antecedentes. Sentí que las probabilidades estaban en mi contra. Después de todo lo que había pasado, y todo lo que sabía de mí, ¿cómo podía ser considerado un novio adecuado para la hija de este hombre?
—Crecí en un barrio difícil de Filadelfia —dijo—. Mi viejo era un estafador y un jugador.
Mis cejas se levantaron. No me lo esperaba. Jack rio de mi reacción.
—Solía estafar a las ancianas con sus ahorros. Todo un ejemplo. Llevaba las ganancias a Atlantic City y las gastaba en la mesa de dados. A veces él ganaba, y comprábamos juguetes nuevos y brillantes, y mi mamá recibía una pieza de joyería. Otras veces perdía. Y cuando perdía, perdía a lo grande. Las joyas de mi madre iban a la casa de empeño. Ella hacía horas extras en el trabajo, limpiaba casas, hacía lo que podía para poner comida en la mesa y un techo sobre nuestras cabezas. Ella siempre amenazaba con dejarlo. Pero nunca lo hizo. —Miró a lo lejos, atrapado en sus recuerdos.
»Toda mi vida quise ser todo lo que mi padre no era. Cuando fui a Penn State, me dije a mí mismo que eso era todo. Un nuevo comienzo. Pero quería divertirme e ir de fiesta, y todas las cosas que quería costaban dinero. Así que, se me ocurrieron todo tipo de planes. Solía conducir hasta Jersey o Nueva York. La edad para beber solo era de dieciocho años en esos estados en esa época. Cargaba la cajuela con licor barato, conducía de vuelta al campus y lo vendía con grandes ganancias. Resultó que también tenía un don para el póquer y el billar. Y yo era un maldito buen estafador. Para cuando estaba en el último año, creía que era una leyenda. Entonces conocí a la madre de Eden. No nos movíamos exactamente en los mismos círculos, pero ella sabía quién era yo por mi reputación y no quería acercarse a mí. Pero, para mí, fue amor a primera vista y no iba a dejarla ir. Así que le dije que me enderezaría. No más tratos turbios. No más estafas. Eso funcionó muy bien durante un tiempo. Me quedé con la chica. En cierto modo yo le gustaba. Hasta su cumpleaños en abril. Nos graduábamos en un mes, y decidí darle un gran anillo de compromiso de diamantes. Pero necesitaba dinero. Así que volví a mis antiguas costumbres. Hice un montón de dinero, le compré un anillo grande y brillante, y la llevé a cenar. Le propuse matrimonio. Ella dijo que no.
Negó con la cabeza y rio.
—Esa mujer era testaruda. Y no te imaginas lo molesta que estaba.
Sonreí, pensando en Eden, que también era testaruda.
—Puedo imaginarlo.
—Sí, supongo que puedes. Eden se parece mucho a su madre.
—Entonces, ¿cómo ganaste a la chica? —pregunté, curioso a pesar de mí mismo. Me preguntaba si Eden había oído alguna vez esta historia. Me sorprendió que Jack Madley no siempre hubiera sido honesto, pero ahora lo respetaba aún más. Había dado un giro a su vida y había salido de la sombra de su padre. Construyó una buena vida para él y su familia.
—Por las malas. Perdí a la chica. Ella me dijo que no tenía dirección en mi vida y que necesitaba hacer las cosas bien. Se fue y consiguió un trabajo de maestra. Volví a Filadelfia y a juntarme con mis viejos amigos. Mi viejo murió. Ataque al corazón. Y pensé que no sentiría nada. Pero meses después, me golpeó como un tren de carga. Después de todo, él seguía siendo mi padre. Pero lo que más me afectó fue que me estaba volviendo como él. Así que puse mi culo en marcha y, milagrosamente, me aceptaron en la Academia de Policía. Ahora bien, uno pensaría que ella recibiría con los brazos abiertos. Pero no. Tuve que luchar para recuperarla. Esa mujer me hizo esperar hasta que me gradué de la academia antes de que, finalmente, decidiera que era digno. Fue lo mejor que pudo haber hecho por mí. Si me hubiera aceptado enseguida, nunca habría terminado lo que empecé.
Se encontró con mi mirada al otro lado de la mesa, y supe por la expresión de su rostro que no me gustaría lo que estaba a punto de decirme.
—Esto no es personal, hijo. Me gustas. Y sé que amas a mi hija y que ella te ama. Pero tienes muchas cosas que resolver en tu vida.
—Me estás diciendo que tengo que ordenar mi mierda.
—Eso es lo que te estoy diciendo.
—Antes de que sea digno de Eden —dije, rellenando las palabras que había insinuado.
—No estoy diciendo que no la merezcas. Estoy diciendo que tienes mucho con lo que lidiar. Y no quiero que mi hija viva sola en Brooklyn. Aún no se lo he dicho, pero después del funeral, se viene a casa conmigo.
Mi estómago se anudó. No sonaba como si estuviera hablando de una visita corta. Sabía que esto iba a pasar. Era lo que temía desde que lo llamé desde Urgencias. Pero, aun así, tenía la esperanza de que me demostrara que estaba equivocado. Que, por una vez, no sucedería algo malo.
—Ella no estará contenta con eso.
—Tendrás que convencerla de que es lo mejor.
—Me estás pidiendo que renuncie a ella. —No me lo estaba pidiendo, me lo estaba diciendo.
—Si está destinado a ser, el tiempo separados hará su amor más fuerte.
Tiempos separados. No quería estar sin ella. Ni por un puto minuto. Los últimos tres días ya habían sido bastante duros para mí. Pero ese era yo siendo egoísta y no poniendo sus necesidades en primer lugar.
—Voy a ofrecerme a pagar por la escuela de arte —dijo Jack, suavizando el trato. Obviamente había pensado mucho en esto, probablemente lo solucionó todo en su viaje de quinientos kilómetros al hospital el jueves por la noche—. Tienen una buena escuela de arte en Pittsburgh. Puede vivir en casa y hacer algo que le guste.
Estuve tentado de darle un puñetazo. Llamar a Eden y decirle que compraríamos un apartamento y pagaría su matrícula en el Instituto Pratt. Ella no necesitaría trabajar más en el bar. Ni siquiera necesitábamos quedarnos en Brooklyn. Nos mudaríamos a las montañas o a la playa. A algún lugar con un buen medio artístico. Podríamos vivir donde ella quisiera. Pero este hombre era su padre. Era un buen hombre que solo quería lo mejor para su hija. Estaba haciendo esto por amor. ¿Cómo podría oponerme a eso? No podía hacerlo. No más de lo que podía mantenerla a salvo cuando le prometí que lo haría.
Asentí, con el corazón apesadumbrado. Quería que se fuera ahora, pero él se quedó, y siguió hablando, diciéndome más cosas que no quería oír.
—Estoy yendo a terapia —dijo Jack—. Y te recomiendo que hagas lo mismo. Has pasado por mucho. Ayuda hablar de ello con un profesional.
Volví a asentir, aunque no tenía intención de ver a un psiquiatra.
—Hablo en serio —dijo. Había estado perdido últimamente. Él había visto el escepticismo en mi rostro. Eso era lo que pasaba cuando le desnudabas tu corazón a la persona que amabas. Necesitaba empezar a cerrar mis emociones de nuevo, bloqueando el rostro para que nadie pudiera leerlo—. Le dije a Sawyer lo mismo. Tiene que lidiar con su estrés postraumático y tú también.
—De acuerdo —dije, para hacerlo feliz. Prefiero hacer nueve rondas con Mike Tyson con las manos atadas a la espalda que sentarme en la oficina de un psiquiatra y dejar que me analice.
—Bien —dijo, como si todo estuviera arreglado y estuviera satisfecho con el resultado—. Cuento contigo para que este plan funcione. Eventualmente, te darás cuenta de que esto es lo mejor que puedes hacer por ella.
Jack Madley era un hombre inteligente. Sabía cómo usar la artillería emocional de su armería contra mí. Estaba apelando a Killian el vigilante, no al novio que sentía que se arrancaría su propio corazón palpitante para dejarla ir. Nos pusimos de pie, nuestra conversación terminó. Jack, al menos, parecía contento con el resultado. Tuve esa sensación de adormecimiento en mi interior, esa nada que solía sentir antes de que Eden entrara en mi vida.
Antes de irse, Jack me dio una palmada en el hombro.
—Si alguna vez me necesitas, llámame. —Escuche la sinceridad de su voz. La oferta era genuina, como si realmente le importara—. No suelo hablar tanto, pero soy bastante bueno escuchando. Y siempre eres bienvenido a visitar Eden en Pennsylvania.
Jodidamente perfecto. Podría visitar a Eden y dormir al final del pasillo de su casa. Y se me había encomendado la tarea de convencerla de que era lo mejor. ¿Cómo puede pedirme tanto, y aun así actuar como si le importara un bledo?
—Gracias. —Traté de sonar como si lo dijera en serio, aunque no sentí ni una pizca de gratitud.
Pero necesitaba recordar por qué habíamos tenido esta charla en primer lugar. Si Eden no se hubiera involucrado conmigo, no habría estado en mi casa esa noche. No habría tenido un arma apuntándole a la cabeza. No habría sido noqueada, atada y golpeada. Y no se despertaría con pesadillas todas las noches. Jack Madley no era el malo en este escenario. Ese honor me correspondía a mí... y a Connor, a quien todavía no podía visitar. Si fuera a verlo ahora mismo, podría sentir la tentación de estrangularlo con mis propias manos.
No me arruines esto, Connor.
Actúas como si no quisiera que fueras feliz.
Si. ¿Por qué habría pensado eso?
—Eden me dijo que lo tomas negro —dijo, dándome una gran taza de cartón de Brickwood Coffee.
—Gracias. —Ya había bebido tres cafés grandes hoy, pero tomé un sorbo del que me ofreció y cerré la puerta con llave—. ¿Cómo está Eden?
—Ava está con ella ahora.
Eso no me sorprendió. En los últimos tres días, Jack no se había movido del lado de Eden. Ella me había mandado un mensaje quejándose de su vigilancia excesiva. Él estaba durmiendo en un colchón inflable en el suelo de su sala de estar, asustado de perderla de vista. No podía culparlo. Si tuviera una hija, sería igual. Esperaba ser yo quien la ayudara a superar esto, pero no había estado ni cinco minutos a solas con ella desde que salimos del hospital.
—Se despierta con pesadillas todas las noches.
Bajé la cabeza y froté mi nuca. Eden no había mencionado eso. No paraba de decirme que se sentía bien y que no entendía por qué todo el mundo hacía tanto alboroto.
—Lo siento.
No respondió. Miró el interior del bar, asimilándolo todo. Él había pedido ver dónde trabajaba Eden, y su mural en la pared del fondo, así que lo llevé al patio exterior y me senté frente a él en una mesa de picnic, bebiendo mi café mientras estudiaba la pared. No sabía lo que estaba pensando. Ni siquiera sabía si le gustaba o pensaba que era bueno. Me molestó que no comentara sobre su mural, pero mantuve la boca cerrada y esperé a que revelara la verdadera razón por la que había venido.
—¿Cómo has estado? —preguntó, centrando su atención en mí.
—Bien. —Como la mierda. Esta mañana, me reuní con el abogado de mi padre para revisar el testamento. Seamus nos había dejado todo a mí y a Connor, para que lo dividiéramos en partes iguales, lo que me había sorprendido. Cuando vi cuánto dinero nos había dejado, casi me caigo de la silla. ¿Cómo es que un policía había acumulado tanto dinero? Era cierto que había estado en la fuerza durante treinta años con un salario de jefe durante los últimos cinco y toda su vida había sido frugal, pero eso aún no explicaba los tres millones de dólares en su cuenta. La casa estaba libre de hipotecas y, aunque era una casa de porquería, el agente de bienes raíces dijo que probablemente recibiríamos un millón por ella. Al parecer, era una buena casa familiar en un vecindario codiciado.
Después de dejar la oficina del abogado, me di cuenta. No sabía nada de Seamus Vincent.
¿Había sido un policía corrupto? ¿Había estado recibiendo sobornos? Su trabajo en la fuerza había sido la única cosa que lo había redimido ante mis ojos. Su sentido del bien y del mal cuando se ponía ese uniforme. Pero ahora, ni siquiera estaba seguro de que hubiera sido un buen policía.
—Eden y yo hablamos esta mañana —dijo Jack—. Me contó sobre tus antecedentes. Solo porque la presioné para que me diera respuestas. Ella no quería traicionar tu confianza.
Mi pecho se tensó. Había estado guardando esos secretos por tanto tiempo, de todo el mundo, y no era algo de lo que me sintiera cómodo hablando o incluso reconociendo. No me emocionó que el padre de Eden supiera de mis antecedentes. Sentí que las probabilidades estaban en mi contra. Después de todo lo que había pasado, y todo lo que sabía de mí, ¿cómo podía ser considerado un novio adecuado para la hija de este hombre?
—Crecí en un barrio difícil de Filadelfia —dijo—. Mi viejo era un estafador y un jugador.
Mis cejas se levantaron. No me lo esperaba. Jack rio de mi reacción.
—Solía estafar a las ancianas con sus ahorros. Todo un ejemplo. Llevaba las ganancias a Atlantic City y las gastaba en la mesa de dados. A veces él ganaba, y comprábamos juguetes nuevos y brillantes, y mi mamá recibía una pieza de joyería. Otras veces perdía. Y cuando perdía, perdía a lo grande. Las joyas de mi madre iban a la casa de empeño. Ella hacía horas extras en el trabajo, limpiaba casas, hacía lo que podía para poner comida en la mesa y un techo sobre nuestras cabezas. Ella siempre amenazaba con dejarlo. Pero nunca lo hizo. —Miró a lo lejos, atrapado en sus recuerdos.
»Toda mi vida quise ser todo lo que mi padre no era. Cuando fui a Penn State, me dije a mí mismo que eso era todo. Un nuevo comienzo. Pero quería divertirme e ir de fiesta, y todas las cosas que quería costaban dinero. Así que, se me ocurrieron todo tipo de planes. Solía conducir hasta Jersey o Nueva York. La edad para beber solo era de dieciocho años en esos estados en esa época. Cargaba la cajuela con licor barato, conducía de vuelta al campus y lo vendía con grandes ganancias. Resultó que también tenía un don para el póquer y el billar. Y yo era un maldito buen estafador. Para cuando estaba en el último año, creía que era una leyenda. Entonces conocí a la madre de Eden. No nos movíamos exactamente en los mismos círculos, pero ella sabía quién era yo por mi reputación y no quería acercarse a mí. Pero, para mí, fue amor a primera vista y no iba a dejarla ir. Así que le dije que me enderezaría. No más tratos turbios. No más estafas. Eso funcionó muy bien durante un tiempo. Me quedé con la chica. En cierto modo yo le gustaba. Hasta su cumpleaños en abril. Nos graduábamos en un mes, y decidí darle un gran anillo de compromiso de diamantes. Pero necesitaba dinero. Así que volví a mis antiguas costumbres. Hice un montón de dinero, le compré un anillo grande y brillante, y la llevé a cenar. Le propuse matrimonio. Ella dijo que no.
Negó con la cabeza y rio.
—Esa mujer era testaruda. Y no te imaginas lo molesta que estaba.
Sonreí, pensando en Eden, que también era testaruda.
—Puedo imaginarlo.
—Sí, supongo que puedes. Eden se parece mucho a su madre.
—Entonces, ¿cómo ganaste a la chica? —pregunté, curioso a pesar de mí mismo. Me preguntaba si Eden había oído alguna vez esta historia. Me sorprendió que Jack Madley no siempre hubiera sido honesto, pero ahora lo respetaba aún más. Había dado un giro a su vida y había salido de la sombra de su padre. Construyó una buena vida para él y su familia.
—Por las malas. Perdí a la chica. Ella me dijo que no tenía dirección en mi vida y que necesitaba hacer las cosas bien. Se fue y consiguió un trabajo de maestra. Volví a Filadelfia y a juntarme con mis viejos amigos. Mi viejo murió. Ataque al corazón. Y pensé que no sentiría nada. Pero meses después, me golpeó como un tren de carga. Después de todo, él seguía siendo mi padre. Pero lo que más me afectó fue que me estaba volviendo como él. Así que puse mi culo en marcha y, milagrosamente, me aceptaron en la Academia de Policía. Ahora bien, uno pensaría que ella recibiría con los brazos abiertos. Pero no. Tuve que luchar para recuperarla. Esa mujer me hizo esperar hasta que me gradué de la academia antes de que, finalmente, decidiera que era digno. Fue lo mejor que pudo haber hecho por mí. Si me hubiera aceptado enseguida, nunca habría terminado lo que empecé.
Se encontró con mi mirada al otro lado de la mesa, y supe por la expresión de su rostro que no me gustaría lo que estaba a punto de decirme.
—Esto no es personal, hijo. Me gustas. Y sé que amas a mi hija y que ella te ama. Pero tienes muchas cosas que resolver en tu vida.
—Me estás diciendo que tengo que ordenar mi mierda.
—Eso es lo que te estoy diciendo.
—Antes de que sea digno de Eden —dije, rellenando las palabras que había insinuado.
—No estoy diciendo que no la merezcas. Estoy diciendo que tienes mucho con lo que lidiar. Y no quiero que mi hija viva sola en Brooklyn. Aún no se lo he dicho, pero después del funeral, se viene a casa conmigo.
Mi estómago se anudó. No sonaba como si estuviera hablando de una visita corta. Sabía que esto iba a pasar. Era lo que temía desde que lo llamé desde Urgencias. Pero, aun así, tenía la esperanza de que me demostrara que estaba equivocado. Que, por una vez, no sucedería algo malo.
—Ella no estará contenta con eso.
—Tendrás que convencerla de que es lo mejor.
—Me estás pidiendo que renuncie a ella. —No me lo estaba pidiendo, me lo estaba diciendo.
—Si está destinado a ser, el tiempo separados hará su amor más fuerte.
Tiempos separados. No quería estar sin ella. Ni por un puto minuto. Los últimos tres días ya habían sido bastante duros para mí. Pero ese era yo siendo egoísta y no poniendo sus necesidades en primer lugar.
—Voy a ofrecerme a pagar por la escuela de arte —dijo Jack, suavizando el trato. Obviamente había pensado mucho en esto, probablemente lo solucionó todo en su viaje de quinientos kilómetros al hospital el jueves por la noche—. Tienen una buena escuela de arte en Pittsburgh. Puede vivir en casa y hacer algo que le guste.
Estuve tentado de darle un puñetazo. Llamar a Eden y decirle que compraríamos un apartamento y pagaría su matrícula en el Instituto Pratt. Ella no necesitaría trabajar más en el bar. Ni siquiera necesitábamos quedarnos en Brooklyn. Nos mudaríamos a las montañas o a la playa. A algún lugar con un buen medio artístico. Podríamos vivir donde ella quisiera. Pero este hombre era su padre. Era un buen hombre que solo quería lo mejor para su hija. Estaba haciendo esto por amor. ¿Cómo podría oponerme a eso? No podía hacerlo. No más de lo que podía mantenerla a salvo cuando le prometí que lo haría.
Asentí, con el corazón apesadumbrado. Quería que se fuera ahora, pero él se quedó, y siguió hablando, diciéndome más cosas que no quería oír.
—Estoy yendo a terapia —dijo Jack—. Y te recomiendo que hagas lo mismo. Has pasado por mucho. Ayuda hablar de ello con un profesional.
Volví a asentir, aunque no tenía intención de ver a un psiquiatra.
—Hablo en serio —dijo. Había estado perdido últimamente. Él había visto el escepticismo en mi rostro. Eso era lo que pasaba cuando le desnudabas tu corazón a la persona que amabas. Necesitaba empezar a cerrar mis emociones de nuevo, bloqueando el rostro para que nadie pudiera leerlo—. Le dije a Sawyer lo mismo. Tiene que lidiar con su estrés postraumático y tú también.
—De acuerdo —dije, para hacerlo feliz. Prefiero hacer nueve rondas con Mike Tyson con las manos atadas a la espalda que sentarme en la oficina de un psiquiatra y dejar que me analice.
—Bien —dijo, como si todo estuviera arreglado y estuviera satisfecho con el resultado—. Cuento contigo para que este plan funcione. Eventualmente, te darás cuenta de que esto es lo mejor que puedes hacer por ella.
Jack Madley era un hombre inteligente. Sabía cómo usar la artillería emocional de su armería contra mí. Estaba apelando a Killian el vigilante, no al novio que sentía que se arrancaría su propio corazón palpitante para dejarla ir. Nos pusimos de pie, nuestra conversación terminó. Jack, al menos, parecía contento con el resultado. Tuve esa sensación de adormecimiento en mi interior, esa nada que solía sentir antes de que Eden entrara en mi vida.
Antes de irse, Jack me dio una palmada en el hombro.
—Si alguna vez me necesitas, llámame. —Escuche la sinceridad de su voz. La oferta era genuina, como si realmente le importara—. No suelo hablar tanto, pero soy bastante bueno escuchando. Y siempre eres bienvenido a visitar Eden en Pennsylvania.
Jodidamente perfecto. Podría visitar a Eden y dormir al final del pasillo de su casa. Y se me había encomendado la tarea de convencerla de que era lo mejor. ¿Cómo puede pedirme tanto, y aun así actuar como si le importara un bledo?
—Gracias. —Traté de sonar como si lo dijera en serio, aunque no sentí ni una pizca de gratitud.
Pero necesitaba recordar por qué habíamos tenido esta charla en primer lugar. Si Eden no se hubiera involucrado conmigo, no habría estado en mi casa esa noche. No habría tenido un arma apuntándole a la cabeza. No habría sido noqueada, atada y golpeada. Y no se despertaría con pesadillas todas las noches. Jack Madley no era el malo en este escenario. Ese honor me correspondía a mí... y a Connor, a quien todavía no podía visitar. Si fuera a verlo ahora mismo, podría sentir la tentación de estrangularlo con mis propias manos.
No me arruines esto, Connor.
Actúas como si no quisiera que fueras feliz.
Si. ¿Por qué habría pensado eso?
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
—Qué amable de tu parte pasar por aquí —dijo Jared cuando abrió la puerta de su apartamento, su voz goteaba sarcasmo.
—He estado ocupado —dije, a pesar de que no sentía que le debía una explicación—. Alguien tenía que limpiar la casa de mi padre. Llamé a las hadas que limpian casas, pero no vinieron.
Me frunció el ceño.
—Ava y yo lo hemos estado cuidando. Él está en una dieta líquida. Pero tal vez ya lo sepas.
Lo sabía porque Ava me lo había dicho. Ella estaba furiosa conmigo por no "dar una mierda por mi propio hermano". Hasta el punto de odiarlo. Ava había estado a su lado desde que había llegado al hospital. Cada vez que la veía, estallaba en llanto. Jared miró la bolsa de traje que llevaba antes de pasar junto a mí.
—Puedes enviar un mensaje si me necesita. Su padrino, Tate, pasará en una hora para ver cómo está. —Estaba a punto de cerrar la puerta cuando Jared se giró y me miró—. ¿Cuál es el problema, hombre? Él te necesita a ti.
Cerré la puerta y puse el cerrojo, dejando fuera su rostro y sus palabras. El problema era que no había confiado en mí mismo para estar solo con Connor. Mi estado de ánimo había recorrido toda la gama esta semana. Enojado. Herido. Triste. Parte de mí quería destrozarlo de extremidad a extremidad y desahogar mi ira por su descuido. Su total desprecio por cualquiera, excepto él mismo. La otra parte de mí quería mejorar esto para él, protegerlo, ayudarlo a sanar. Había estado en guerra conmigo mismo y todavía no estaba seguro de cuál lado estaba ganando.
Tomando algunas respiraciones profundas, mis costillas gritando en protesta, subí las escaleras. Nunca había estado en el apartamento de Jared. Era más grande de lo que esperaba, abierto y ventilado con pisos de madera oscura y paredes blancas. Puse la bolsa del traje en el sofá de terciopelo azul oscuro al lado de Connor y me senté en una silla de cuero frente a él. Su rostro estaba hinchado, manchado de moretones de color amarillo verdoso, sus ojos inyectados en sangre con círculos oscuros debajo como si no hubiera dormido en toda la semana. Aparté la mirada. No podía soportar verlo así. Apuntó con el control remoto al televisor y lo apagó, dejando la habitación en silencio.
—Te he traído un traje, una camisa, una corbata... para el funeral de mañana. —Hice un gesto hacia la bolsa junto a él como si no pudiera darse cuenta por sí mismo. Eché un vistazo a la pizarra y al marcador en la mesa de café—. ¿Puedes hablar?
—Duele —dijo, su voz más áspera de lo habitual. Escribió algo en la pizarra y lo sostuvo para que yo lo viera. Lo siento.
Lo siento, no era lo suficientemente bueno. No esta vez.
—Me mentiste. Pusiste a Eden en peligro... —Dejé de hablar y traté de contener mi ira. Intenté empujar los recuerdos de esa noche a la parte posterior de mi cabeza. Pero siguieron reproduciéndose, como una película en un bucle sin fin. Todavía podía oler el sabor metálico de la sangre. Escuchar las balas explotando. Ver la vida drenarse de los ojos de ese hombre cuando le disparé. Maté a un hombre. Vi morir a mi padre.
Envolví un brazo en mis costillas para protegerlas. Respirar dolía. Pensar demasiado dolía aún más.
—Necesito que me digas lo que pasó en Miami. No me engañes.
Escribió algo en la pizarra y la levantó. Me arrestaron por hierba y éxtasis. Hice un trato con la policía.
No me sorprendió, pero me decepcionó que mi suposición hubiera sido correcta.
—Me dijiste que estabas limpio. Me dijiste que no habías tocado las drogas desde que dejaste la rehabilitación. Háblame. Con palabras.
—No consumí drogas —dijo, obligando las palabras a salir. Hizo una mueca y supe que era doloroso para él, pero en este momento, no me importaba. Debido a sus acciones, demasiadas personas habían sufrido.
—¿Cómo puedes mirarme a los ojos y seguir mintiéndome? —pregunté—. Después de todo lo que sucedió, todavía estás mintiendo.
Negó con la cabeza.
—No miento.
Sí, claro, está bien. Compró drogas, fue arrestado y confiscaron las drogas. ¿Pero hierba y éxtasis? Esas ni siquiera eran sus drogas de elección. Tal vez esa era su idea de limpiarse. Joder si lo supiera.
—¿Quiénes eran esos tipos que vinieron a la casa?
—No lo sé. Nunca los vi. —Borró el pizarrón y escribió otra nota. Se lo quité y leí. La policía mató al traficante de drogas en Miami. Confiscó suficiente coca y armas para darme la libertad. Me dijo que estaría a salvo. Nadie vendría detrás de mí.
—Los informantes siempre pagan el precio. Deberías haberlo sabido mejor. Si me hubieras dicho la verdad, habría intentado ayudarte. Y nunca hubiera dejado que Eden se quedara en esa casa si lo hubiera sabido. Todo esto, todo lo que sucedió, fue por tu adicción. No te importó nadie más. Todo lo que te importaba eras tú. Y las drogas.
—No. Te equivocas.
—Dime por qué me equivoco. Dame algo. Cualquier cosa —supliqué. Quería que dijera algo que mejorara esto. De algún modo. De alguna manera. Necesitaba que se redimiera.
Tragó, sin mirarme a los ojos. No podía darme lo que tan desesperadamente quería: una razón para creer en él.
—Solo necesitas confiar en mí. Nunca quise... lastimar a nadie. O involucrarte...
—¿Confiar en ti? No puedo confiar en ti. Y lastimaste gente.
Me obligué a mirarlo. Detrás de los moretones, vi al niño pequeño que había atendido mis heridas, yendo detrás de mí donde quiera que fuera. El chico dulce e inocente por el que habría hecho cualquier cosa para proteger. Ahuyenté a los monstruos cuando había tenido malos sueños. Lo relegué al armario para mantenerlo fuera de peligro. Vi a Connor a los dieciséis años, tan agradecido de que lo saqué de la casa de nuestro padre. Él solía limpiar el apartamento y cocinar nuestra cena porque yo entrenaba seis horas al día y hacía de barman por las noches para pagar las cuentas. Había conseguido un trabajo a tiempo parcial en la tienda de comestibles, abasteciendo estantes para poder ayudarme con los gastos. En el invierno, Connor compraba bufandas y mantas para las personas sin hogar porque no podía soportar ver sufrir a nadie. Había llenado las páginas de sus cuadernos con sus rostros. ¿Dónde estaba ese chico? ¿El artista que retrataba el sufrimiento humano y convertía lo feo en algo hermoso y digno? ¿El soñador que quería hacer del mundo un lugar mejor?
Frente a mí estaba sentado un hombre que apenas reconocía. Un mentiroso. Un adicto. Una persona cuyas acciones habían causado tanto daño que ni siquiera podía entenderlo. Nunca había sido un santo, pero nunca miraría a mi hermano a los ojos y le diría mentiras. Estaba pidiendo mi fe ciega, pero no podía dársela. Por primera vez en mi vida, necesitaba darle la espalda. Tal vez todos estos años lo había estado habilitando. Limpiando sus líos. Haciendo desaparecer sus malas decisiones.
—Estás solo, Connor. Tendrás mucho dinero en tu cuenta. Seamus nos dejó todo. —Escribí el monto en dólares en la pizarra y lo arrojé sobre la mesa de café. Ni siquiera lo miró. Nunca le importó el dinero, solo las drogas que podía comprar con él—. Puedes despegar e ir a donde quieras. Ya terminé de limpiar tus problemas. Endereza tu propia vida.
Me alejé, ese nudo en mi corazón apretando y retorciéndose. Me dolía tanto que apenas podía respirar. ¿Por qué, Connor? ¿Por qué nos arruinaste? Al crecer, solo nos teníamos el uno al otro y siempre pensé que, si nos manteníamos unidos en las buenas y en las malas, todo saldría bien. Me había equivocado
Lo había perdido todo y a todos los que había amado. Mi madre. Mi carrera. Johnny. Mi hermano. Y estaba perdiendo a Eden. Jack Madley había estado en lo cierto. Necesitaba arreglar mi mierda. Necesitaba dejarla ir. Era lo mejor que podía hacer por ella. No tenía nada que ofrecerle excepto un montón de equipaje. Sentí que me estaba hundiendo bajo el peso de todo.
Señalé mi vaso vacío. Sigue trayendo, amigo. El barman me sirvió otro whisky. Debería ahorrarse el trabajo y dejar la botella. Nos conectamos. Se llamaba Ian. O a Liam. O Craig. Lo que sea. El bar estaba oscuro. Los clientes eran escasos. Y el whisky fluía. Tenía todo lo que necesitaba. La puerta se abrió y entró Louis.
Acercó un taburete a mi lado.
—¿Ahogando tus penas en un pub irlandés?
—Tienen whisky. Y Flogging Molly6 —le señalé—. Tienes que amar a Flogging Molly.
—¿Estás a punto de entrar en una plantilla de baile irlandés? ¿Volviendo a tus raíces?
Bufé y tomé un trago de mi bebida.
—Soy un árbol sin raíces. ¿Qué me hace eso?
—Un tronco muerto —dijo Louis. Me reí tanto que me lloraron los ojos. Esa era la belleza del alcohol. Estaba demasiado insensible para sentir el dolor en mis costillas. Louis negó con la cabeza—. Vine a llevar tu culo a casa.
No tenía un hogar.
—Es temprano. Bebe conmigo.
—Son las dos y media de la mañana y tienes un funeral mañana.
—No seas aguafiestas. —Señalé a mi amigo. Ian-Liam-Craig. Louis pidió una cerveza—. Que sean dos cervezas y dos whiskys más —le dije al barman.
Louis murmuró algo por lo bajo. Podría haber captado la palabra idiota, pero eso no le impidió beber la cerveza y el whisky cuando se lo sirvió. Elevé mi vaso en el aire y canté el coro final de The Cradle of Humankind. Dos chicos al final del bar levantaron sus cervezas y brindaron. Choqué mi vaso contra el vaso de Louis.
—Hasta el fondo. —Bebí mi whisky y golpeé el vaso vacío en la barra. Hice un movimiento giratorio con la mano. Ian-Liam-Craig entendió lo que estaba diciendo. Recarga lista. Este hombre recibiría una gran propina.
—Eden está preocupada por ti —dijo Louis. ¿Por qué siempre estallaba mi pequeña burbuja feliz? ¿No podía ver que era un hombre en una misión? El objetivo: emborracharme tanto que no recordaría el nombre de Eden. Su voz. Su sonrisa. Su... todo—. Dijo que hoy no respondiste sus llamadas.
Bebí un poco de cerveza.
—Es mejor de esta forma. No soy bueno para ella.
—Revolcándote en la autocompasión también. Estás al máximo esta noche.
—Hazlo a lo grande o vete a casa. Agarra unos cacahuetes. —Empujé el cuenco frente a él. Normalmente no los tocaría ni con un poste de tres metros. Todas esas manos con gérmenes cavando allí. Pero esta noche, los cacahuetes habían sido mi cena y habían sabido muy bien.
Louis y yo comimos cacahuates y consumimos nuestra cerveza con whisky. Afortunadamente, bebió más de lo que habló, lo cual agradecí. A las cuatro de la mañana, encendieron las luces del bar y nos echaron. Tropezamos de regreso a la casa de Louis y caí en su sofá. Dormí con un pie en el suelo para evitar que la habitación girara.
Esta iba a ser mi vida ahora. Una vida sin sol.
6 Flogging Molly: Banda irlandesa estadounidense de punk celta.
—He estado ocupado —dije, a pesar de que no sentía que le debía una explicación—. Alguien tenía que limpiar la casa de mi padre. Llamé a las hadas que limpian casas, pero no vinieron.
Me frunció el ceño.
—Ava y yo lo hemos estado cuidando. Él está en una dieta líquida. Pero tal vez ya lo sepas.
Lo sabía porque Ava me lo había dicho. Ella estaba furiosa conmigo por no "dar una mierda por mi propio hermano". Hasta el punto de odiarlo. Ava había estado a su lado desde que había llegado al hospital. Cada vez que la veía, estallaba en llanto. Jared miró la bolsa de traje que llevaba antes de pasar junto a mí.
—Puedes enviar un mensaje si me necesita. Su padrino, Tate, pasará en una hora para ver cómo está. —Estaba a punto de cerrar la puerta cuando Jared se giró y me miró—. ¿Cuál es el problema, hombre? Él te necesita a ti.
Cerré la puerta y puse el cerrojo, dejando fuera su rostro y sus palabras. El problema era que no había confiado en mí mismo para estar solo con Connor. Mi estado de ánimo había recorrido toda la gama esta semana. Enojado. Herido. Triste. Parte de mí quería destrozarlo de extremidad a extremidad y desahogar mi ira por su descuido. Su total desprecio por cualquiera, excepto él mismo. La otra parte de mí quería mejorar esto para él, protegerlo, ayudarlo a sanar. Había estado en guerra conmigo mismo y todavía no estaba seguro de cuál lado estaba ganando.
Tomando algunas respiraciones profundas, mis costillas gritando en protesta, subí las escaleras. Nunca había estado en el apartamento de Jared. Era más grande de lo que esperaba, abierto y ventilado con pisos de madera oscura y paredes blancas. Puse la bolsa del traje en el sofá de terciopelo azul oscuro al lado de Connor y me senté en una silla de cuero frente a él. Su rostro estaba hinchado, manchado de moretones de color amarillo verdoso, sus ojos inyectados en sangre con círculos oscuros debajo como si no hubiera dormido en toda la semana. Aparté la mirada. No podía soportar verlo así. Apuntó con el control remoto al televisor y lo apagó, dejando la habitación en silencio.
—Te he traído un traje, una camisa, una corbata... para el funeral de mañana. —Hice un gesto hacia la bolsa junto a él como si no pudiera darse cuenta por sí mismo. Eché un vistazo a la pizarra y al marcador en la mesa de café—. ¿Puedes hablar?
—Duele —dijo, su voz más áspera de lo habitual. Escribió algo en la pizarra y lo sostuvo para que yo lo viera. Lo siento.
Lo siento, no era lo suficientemente bueno. No esta vez.
—Me mentiste. Pusiste a Eden en peligro... —Dejé de hablar y traté de contener mi ira. Intenté empujar los recuerdos de esa noche a la parte posterior de mi cabeza. Pero siguieron reproduciéndose, como una película en un bucle sin fin. Todavía podía oler el sabor metálico de la sangre. Escuchar las balas explotando. Ver la vida drenarse de los ojos de ese hombre cuando le disparé. Maté a un hombre. Vi morir a mi padre.
Envolví un brazo en mis costillas para protegerlas. Respirar dolía. Pensar demasiado dolía aún más.
—Necesito que me digas lo que pasó en Miami. No me engañes.
Escribió algo en la pizarra y la levantó. Me arrestaron por hierba y éxtasis. Hice un trato con la policía.
No me sorprendió, pero me decepcionó que mi suposición hubiera sido correcta.
—Me dijiste que estabas limpio. Me dijiste que no habías tocado las drogas desde que dejaste la rehabilitación. Háblame. Con palabras.
—No consumí drogas —dijo, obligando las palabras a salir. Hizo una mueca y supe que era doloroso para él, pero en este momento, no me importaba. Debido a sus acciones, demasiadas personas habían sufrido.
—¿Cómo puedes mirarme a los ojos y seguir mintiéndome? —pregunté—. Después de todo lo que sucedió, todavía estás mintiendo.
Negó con la cabeza.
—No miento.
Sí, claro, está bien. Compró drogas, fue arrestado y confiscaron las drogas. ¿Pero hierba y éxtasis? Esas ni siquiera eran sus drogas de elección. Tal vez esa era su idea de limpiarse. Joder si lo supiera.
—¿Quiénes eran esos tipos que vinieron a la casa?
—No lo sé. Nunca los vi. —Borró el pizarrón y escribió otra nota. Se lo quité y leí. La policía mató al traficante de drogas en Miami. Confiscó suficiente coca y armas para darme la libertad. Me dijo que estaría a salvo. Nadie vendría detrás de mí.
—Los informantes siempre pagan el precio. Deberías haberlo sabido mejor. Si me hubieras dicho la verdad, habría intentado ayudarte. Y nunca hubiera dejado que Eden se quedara en esa casa si lo hubiera sabido. Todo esto, todo lo que sucedió, fue por tu adicción. No te importó nadie más. Todo lo que te importaba eras tú. Y las drogas.
—No. Te equivocas.
—Dime por qué me equivoco. Dame algo. Cualquier cosa —supliqué. Quería que dijera algo que mejorara esto. De algún modo. De alguna manera. Necesitaba que se redimiera.
Tragó, sin mirarme a los ojos. No podía darme lo que tan desesperadamente quería: una razón para creer en él.
—Solo necesitas confiar en mí. Nunca quise... lastimar a nadie. O involucrarte...
—¿Confiar en ti? No puedo confiar en ti. Y lastimaste gente.
Me obligué a mirarlo. Detrás de los moretones, vi al niño pequeño que había atendido mis heridas, yendo detrás de mí donde quiera que fuera. El chico dulce e inocente por el que habría hecho cualquier cosa para proteger. Ahuyenté a los monstruos cuando había tenido malos sueños. Lo relegué al armario para mantenerlo fuera de peligro. Vi a Connor a los dieciséis años, tan agradecido de que lo saqué de la casa de nuestro padre. Él solía limpiar el apartamento y cocinar nuestra cena porque yo entrenaba seis horas al día y hacía de barman por las noches para pagar las cuentas. Había conseguido un trabajo a tiempo parcial en la tienda de comestibles, abasteciendo estantes para poder ayudarme con los gastos. En el invierno, Connor compraba bufandas y mantas para las personas sin hogar porque no podía soportar ver sufrir a nadie. Había llenado las páginas de sus cuadernos con sus rostros. ¿Dónde estaba ese chico? ¿El artista que retrataba el sufrimiento humano y convertía lo feo en algo hermoso y digno? ¿El soñador que quería hacer del mundo un lugar mejor?
Frente a mí estaba sentado un hombre que apenas reconocía. Un mentiroso. Un adicto. Una persona cuyas acciones habían causado tanto daño que ni siquiera podía entenderlo. Nunca había sido un santo, pero nunca miraría a mi hermano a los ojos y le diría mentiras. Estaba pidiendo mi fe ciega, pero no podía dársela. Por primera vez en mi vida, necesitaba darle la espalda. Tal vez todos estos años lo había estado habilitando. Limpiando sus líos. Haciendo desaparecer sus malas decisiones.
—Estás solo, Connor. Tendrás mucho dinero en tu cuenta. Seamus nos dejó todo. —Escribí el monto en dólares en la pizarra y lo arrojé sobre la mesa de café. Ni siquiera lo miró. Nunca le importó el dinero, solo las drogas que podía comprar con él—. Puedes despegar e ir a donde quieras. Ya terminé de limpiar tus problemas. Endereza tu propia vida.
Me alejé, ese nudo en mi corazón apretando y retorciéndose. Me dolía tanto que apenas podía respirar. ¿Por qué, Connor? ¿Por qué nos arruinaste? Al crecer, solo nos teníamos el uno al otro y siempre pensé que, si nos manteníamos unidos en las buenas y en las malas, todo saldría bien. Me había equivocado
Lo había perdido todo y a todos los que había amado. Mi madre. Mi carrera. Johnny. Mi hermano. Y estaba perdiendo a Eden. Jack Madley había estado en lo cierto. Necesitaba arreglar mi mierda. Necesitaba dejarla ir. Era lo mejor que podía hacer por ella. No tenía nada que ofrecerle excepto un montón de equipaje. Sentí que me estaba hundiendo bajo el peso de todo.
Señalé mi vaso vacío. Sigue trayendo, amigo. El barman me sirvió otro whisky. Debería ahorrarse el trabajo y dejar la botella. Nos conectamos. Se llamaba Ian. O a Liam. O Craig. Lo que sea. El bar estaba oscuro. Los clientes eran escasos. Y el whisky fluía. Tenía todo lo que necesitaba. La puerta se abrió y entró Louis.
Acercó un taburete a mi lado.
—¿Ahogando tus penas en un pub irlandés?
—Tienen whisky. Y Flogging Molly6 —le señalé—. Tienes que amar a Flogging Molly.
—¿Estás a punto de entrar en una plantilla de baile irlandés? ¿Volviendo a tus raíces?
Bufé y tomé un trago de mi bebida.
—Soy un árbol sin raíces. ¿Qué me hace eso?
—Un tronco muerto —dijo Louis. Me reí tanto que me lloraron los ojos. Esa era la belleza del alcohol. Estaba demasiado insensible para sentir el dolor en mis costillas. Louis negó con la cabeza—. Vine a llevar tu culo a casa.
No tenía un hogar.
—Es temprano. Bebe conmigo.
—Son las dos y media de la mañana y tienes un funeral mañana.
—No seas aguafiestas. —Señalé a mi amigo. Ian-Liam-Craig. Louis pidió una cerveza—. Que sean dos cervezas y dos whiskys más —le dije al barman.
Louis murmuró algo por lo bajo. Podría haber captado la palabra idiota, pero eso no le impidió beber la cerveza y el whisky cuando se lo sirvió. Elevé mi vaso en el aire y canté el coro final de The Cradle of Humankind. Dos chicos al final del bar levantaron sus cervezas y brindaron. Choqué mi vaso contra el vaso de Louis.
—Hasta el fondo. —Bebí mi whisky y golpeé el vaso vacío en la barra. Hice un movimiento giratorio con la mano. Ian-Liam-Craig entendió lo que estaba diciendo. Recarga lista. Este hombre recibiría una gran propina.
—Eden está preocupada por ti —dijo Louis. ¿Por qué siempre estallaba mi pequeña burbuja feliz? ¿No podía ver que era un hombre en una misión? El objetivo: emborracharme tanto que no recordaría el nombre de Eden. Su voz. Su sonrisa. Su... todo—. Dijo que hoy no respondiste sus llamadas.
Bebí un poco de cerveza.
—Es mejor de esta forma. No soy bueno para ella.
—Revolcándote en la autocompasión también. Estás al máximo esta noche.
—Hazlo a lo grande o vete a casa. Agarra unos cacahuetes. —Empujé el cuenco frente a él. Normalmente no los tocaría ni con un poste de tres metros. Todas esas manos con gérmenes cavando allí. Pero esta noche, los cacahuetes habían sido mi cena y habían sabido muy bien.
Louis y yo comimos cacahuates y consumimos nuestra cerveza con whisky. Afortunadamente, bebió más de lo que habló, lo cual agradecí. A las cuatro de la mañana, encendieron las luces del bar y nos echaron. Tropezamos de regreso a la casa de Louis y caí en su sofá. Dormí con un pie en el suelo para evitar que la habitación girara.
Esta iba a ser mi vida ahora. Una vida sin sol.
6 Flogging Molly: Banda irlandesa estadounidense de punk celta.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Impresionante lo que pasó con Connor. De verdad puso en peligro a todos, por suerte salieron a salvo. Pero su padre perdió la vida, al menos hizo algo por sus hijos. Pero pensé que en algún momento se iban a reconciliar. Ahora resulta que les dejo un montón de dinero.
No creo que sea lo correcto separarse, y esa decisión la deben tomar juntos.
No creo que sea lo correcto separarse, y esa decisión la deben tomar juntos.
Maga- Mensajes : 3549
Fecha de inscripción : 26/01/2016
Edad : 37
Localización : en mi mundo
clau0921- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 04/02/2021
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Me sorprendio que les dejara tanto dinero, Connor ahora tiene que enderesarse solito, no me gusta que Killian y Eden se separen pero si con eso superan sus problemas pues ni modo
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Las calles eran un mar azul mientras nuestra limusina avanzaba lentamente detrás del auto fúnebre. Aunque era un funeral y la semana pasada me pareció una pesadilla, todavía podía apreciar lo guapo que se veía Killian con un traje oscuro, camisa blanca planchada y corbata azul marino. Su cabello estaba creciendo y se rizaba un poco en las puntas del cuello. Estaba sentado a mi lado, con mi muslo apretado contra el suyo, pero parecía que estaba a kilómetros de distancia.
Connor y Ava estaban sentados frente a nosotros, el brazo de Ava metido en el de él. Era difícil mirar el rostro de Connor, un recordatorio visual de lo que esos hombres le habían hecho. Sabía que, bajo el saco de su traje oscuro y su camisa de vestir azul, su pecho estaba tallado con letras. Su nariz estaba hinchada, y moretones amarillo verdosos moteaban todo su rostro. Una placa de metal y tornillos mantenían unida su mandíbula rota. No debería estar aquí, pero sentía que era su deber asistir. Más culpa sobre los hombros de los hermanos Vincent.
Killian se negó a mirar a Connor, y Connor no miró en la dirección de Killian. Debido a su distanciamiento y a la ocasión, fuimos hasta la iglesia en un silencio pétreo.
Killian se culpaba por mi presencia. Culpaba a Connor por ocultar la verdad.
Connor se culpaba de todo.
Culpé a esos hombres por ir tras Connor.
A mi padre no le impresionó nada de eso. Me amenazó con llevarme a casa, a Pensilvania, después del funeral. No me iba a ir de Brooklyn, y no había ninguna posibilidad de que dejara a Killian, así que mi padre tendría que lidiar con eso.
Nuestra limusina se detuvo frente a Nuestra Señora de los Ángeles en Bay Ridge. Miles de policías saludaron cuando el ataúd con la bandera fue retirado del auto fúnebre por la guardia de honor que había caminado a su lado.
La puerta de la limusina se abrió, y Killian salió, ofreciéndome su mano. Mientras seguíamos el ataúd, los oficiales se adelantaron, ofreciendo sus condolencias y estrechando la mano de Killian. Miré por encima de mi hombro a Connor. Su cabeza estaba inclinada como para ocultar su rostro, pero recibía los mismos apretones de manos y condolencias que Killian.
Los medios de comunicación no se enteraron de la verdadera historia. Debe haber sido un encubrimiento policial. Seamus Vincent, por supuesto, apareció como un héroe. Supuestamente, fue un robo que salió mal. Drogadictos buscando dinero rápido. Seamus habría apreciado esa historia.
La iglesia estaba repleta, perfumada con incienso y lirios, y la luz del sol entraba por los vitrales arqueados. Nos deslizamos en el primer banco, y me di la vuelta para mirar detrás de mí. Mi papá, que había conducido hasta aquí tan pronto como Killian lo llamó, y Garrett, que había llegado ayer, llevaban trajes oscuros.... y Sawyer ¿con su uniforme azul?
—Sawyer—susurré.
Me dio una pequeña sonrisa.
—Hola, Chicken Little —susurró. Las lágrimas me picaban los ojos ante la ternura de su voz y la expresión de su rostro.
Parpadeé para alejar las lágrimas.
—Te ves tan guapo. —Era verdad, y Ava apoyó eso.
—A las chicas les gusta. Pero me pica como el infierno —se quejó.
Ava y yo nos reímos. Típico de Sawyer. Killian se inclinó sobre el banco y atrajo a Sawyer para abrazarlo mientras las gaitas tocaban Amazing Grace. ¿Hubo alguna vez un sonido más triste que el de las gaitas?
Ava y yo intercambiamos una mirada. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero yo sabía que no eran para Seamus. Sacudió un poco la cabeza y exhaló, tratando de recobrar la compostura. No sabía lo que estaba pasando entre ella y Connor, pero esta semana no había sido el momento adecuado para preguntar. Mi mirada se dirigió hacia Connor. Espalda recta, hombros rectos, cabeza inclinada.
Killian me apretó la mano y yo presté atención mientras el sacerdote comenzaba la misa del funeral. Killian miró hacia adelante. Me preguntaba qué pasaba por su cabeza, cómo se sentía sobre la muerte de su padre. En conflicto, supongo. A pesar de la abusiva infancia de Killian, a manos de su padre, Killian había pedido ayuda a Seamus y él vino porque sus hijos lo necesitaban. Mientras estudiaba la pintura de la Virgen María rodeada de querubines detrás del altar, pensé que su madre vendría al funeral. Sería como algo salido de una película. Lloraría y les pediría perdón. Rogaría ser parte de sus vidas y encontraría una manera de compensar todo el daño y el dolor que había causado.
Pero eso no sucedió.
El funeral pareció durar para siempre, y ahora, Seamus estaba bajo tierra y todos nos habíamos reunido en su casa. Connor y Ava se fueron inmediatamente después del entierro lo que dejó a Killian como anfitrión de nuestros amigos y de lo que parecía ser toda la policía de Nueva York. Yo estaba de pie en la cocina de paneles de madera en el mismo piso de linóleo verde que Killian había fregado con desinfectante el día que su mamá se fue. La mesa y los mostradores de la cocina se doblaban bajo el peso de los jamones y cazuelas. Me recordó al funeral de mi madre. ¿Por qué la gente siempre traía jamón?
Los amigos me rodearon: Zeke, Hailey, Louis, su novia Carmen a quien había visto un par de veces, Brody, Chris. Garrett se había ido hace poco para llevar a Sawyer al aeropuerto. Afortunadamente, mi papá se estaba vinculando con algunos de los policías elite de Nueva York, lo que hizo mi vida más fácil. Mi padre se había pegado a mí como un velcro. Cada vez que hacía un ruido durante la noche, incluso mientras dormía, él estaba al otro lado de la puerta de mi habitación, preguntando si necesitaba algo.
“Deja de ser un padre sobreprotector”, me quejaba. Mi padre no era así, pero supongo que esta situación no era del todo normal.
Louis me abrazó.
—Nos vamos de aquí, preciosa.
—Volveré pronto al trabajo.
Me miró con escepticismo.
—Lo haré.
Louis levantó las manos.
—Discútelo con Killian y tu padre.
¿Killian y mi padre? Ciertamente, ya lo abordaría con ellos. Chris, Brody y Zeke se turnaron para abrazarme y despedirse porque tenían trabajos a los que ir. Al igual que Hailey, que me dio un abrazo extra largo.
—Me alegro de que estés bien. —Hailey me liberó, con la mirada fija en mi frente.
—¿Tengo que retocarme el maquillaje? —Cubrí los moretones de mi pómulo y mi frente con base y pensé que había hecho un buen trabajo. El día que salí del hospital, mi frente estaba hinchada con el tamaño de una pelota de béisbol, pero la hinchazón había disminuido y ahora era de un feo color amarillo verdoso. Como todo el rostro de Connor.
—Te ves bien —dijo Hailey, dándome una pequeña sonrisa. Luego se estaba riendo.
—Bueno, eso no es muy convincente.
Negó con la cabeza.
—Lo siento. Estaba pensando que nunca hay un momento aburrido contigo.
Suspiré. —Soy un imán para los problemas.
Después de que mis amigos se fueron, busqué a Killian a mi alrededor, miré en la sala de estar y en el patio trasero, pero no lo vi en ninguna parte. Subí las escaleras hasta el segundo piso, sintiendo que estaba entrando ilegalmente, y pasé dos puertas cerradas antes de llegar a una ligeramente entreabierta. Asomé la cabeza y vi a Killian sentado en la musgosa alfombra verde, con la espalda apoyada en una cama doble, acunando su cabeza entre las manos. En ese momento, vi a Killian, el niño. Me dolió el corazón por él. Y me dolió por mí también. Lo estaba perdiendo. Podía sentirlo en la boca del estómago. Lo supe ayer cuando no me devolvió las llamadas. Lo supe la semana pasada cuando se despidió de mí en el hospital y me subí a la SUV de mi papá.
Una botella de Jameson y un vaso de whisky estaban posados a su lado, como si fueran los únicos compañeros que necesitaba.
Se me escapó un gemido de los labios. Killian levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los míos. Estaban vacíos. Ausentes. Ni siquiera estaba en esta habitación. Me quedé de pie en la puerta, con la mirada fija en el dormitorio que debe haber sido el suyo cuando estaba creciendo. Limpio y ordenado. Ni fotos en el tocador, ni carteles en las paredes, ni nada que me diera una pista de quién había sido o qué le había gustado cuando era niño. Una cruz colgaba sobre su cama y me pregunté si él la había puesto allí o si Seamus lo había hecho. Borré la distancia entre nosotros y bajé al suelo junto a él, cruzando los tobillos y pasando las manos por encima de la falda de mi vestido negro. Era sin mangas y probablemente demasiado corto para un funeral, especialmente con mis tacones de diez centímetros, pero Ava había salido y me lo había comprado porque mi padre me había encerrado en una torre de marfil.
—No me dejes —susurré. Lo había dicho tantas veces en el hospital, y él siempre respondía de la misma manera. No voy a ninguna parte.
Esta vez, no dijo nada. Envolvió el brazo en mi hombro, se llevó el vaso de whisky a los labios y bebió.
Más tarde esa noche, mi papá, Killian, y yo nos reunimos en mi sala de estar. Hace unos días, Killian trajo una silla de cuero del bar para que mi papá tuviera un lugar donde sentarse y leer su periódico mientras me cuidaba toda la semana. Amaba a mi papá, pero estaba lista para que él volviera a su vida regular y me dejara hacer lo mismo.
Mi papá estaba sentado en la silla, y Killian y yo estábamos en el sofá frente a él. Tenía un mal presentimiento de que no quería escuchar lo que mi padre estaba a punto de decir. Tenía esa mirada en su rostro que solía tener cuando estaba en problemas y necesitábamos tener una charla. Y para empeorar las cosas, Killian estaba en el extremo opuesto del sofá, con un almohadón que nos separaba. También podría haber habido un océano entre nosotros.
—No voy a volver a Pensilvania —dije, antes de que pudiera hablar—. No está sucediendo. Me quedo aquí con Killian y vamos a... no sé... volver a nuestras vidas y...
—Eden. Soy tu padre y eso me da el derecho...
—Soy lo suficientemente mayor para tomar mis propias decisiones. Estoy absolutamente bien.
Killian se inclinó hacia delante y apoyó los codos en los muslos, sus manos se enderezaron, sus dedos índices presionados contra sus labios. Miré el rostro de Killian, pero estaba cerrado.
No. No, no, no, no. No hagas esto, Killian. No después de todo lo que hemos pasado juntos.
—Killian. Dile...
—Deja hablar a tu padre.
Crucé los brazos y me recosté contra el almohadón del respaldo, probablemente pareciendo más un niño petulante que un adulto maduro.
—Hablé con Killian y él está de acuerdo conmigo —dijo mi papá —. Necesitas tiempo para procesar todo lo que pasó. Lo que has pasado ha sido traumático.
—Fue traumático para Killian y Connor. Apenas me lastimé. Me siento bien.
—Tener pesadillas todas las noches no está bien —dijo mi papá—. Despertarse con sudor frío no está bien.
Aunque quería negarlo, no podía porque mi padre dormía con un ojo abierto. Mis pesadillas eran siempre las mismas. No exactamente el mismo sueño. Pero siempre me despertaba justo antes de que Killian muriera. En un auto volando por un acantilado. En una explosión abrasadora. En una zona de guerra, con su cuerpo plagado de balas.
—Killian estuvo de acuerdo en que ambos se beneficiarían con la terapia —dijo mi papá.
Miré a Killian con la boca abierta.
—Estuviste de acuerdo en ir a terapia.
—Insistí en ello —dijo mi padre—. Como dije, hablamos. —La mirada de mi padre se inclinó hacia Killian y se suavizó. No podía creerlo. Habían estado hablando a mis espaldas, charlando como viejos amigos, haciendo planes para mí sin mi consentimiento, e incluso hablando con Louis en mi nombre.
—Bien. Iremos a terapia. —No tenía ninguna objeción y si Killian accedía a hablar con un psiquiatra, podría serle de gran ayuda—. Entonces, estamos bien, ¿verdad?
—No —dijo mi padre—. No estamos bien. Te vas de Brook...
—No. Absolutamente no. Mi vida está aquí. Mis amigos están aquí. Mi trabajo... mi arte... Killian... todo está aquí. Lo siento, papá, pero no puedes tomar esa decisión por mí. Es mi vida, y es mi decisión. La única manera de mejorar es tomar el control de mi propia vida. No estoy desamparada o quebrada, y estoy cansada de que me hagan sentir como si lo estuviera. —Mi padre seguía abriendo la boca para interrumpir, pero yo seguía hablando, no dejándolo—. ¿Le dijiste a Sawyer que no se le permitía alistarse en los Marines? ¿Que no se le permitía volver a alistarse? No, no lo hiciste. —Apenas estaba empezando, calentando realmente para mi discusión. No me iba a hundir sin luchar.
»Eres un policía estatal, así que sabes que las cosas malas pasan en todas partes. Incluso en Pensilvania. He escuchado tus historias sobre tiroteos, violencia doméstica y horribles accidentes de auto. Mamá tuvo cáncer. No podías evitar que eso pasara, sin importar lo que hicieras. Y, Killian, si te sientes culpable, habla con un psiquiatra. Háblame de ello. Pero no te atrevas a descartarnos por lo que pasó. No fue culpa tuya. Papá, no lo hagas sentir más culpable de lo que ya se siente. Killian no necesita más culpa en su vida. —Dirigí mi atención a Killian—. No hagas esto. Yo te amo. Me hiciste prometer que no dejaría que nos arruinaras. No nos arruines. Por favor...
—Eden —dijo Killian, interrumpiéndome. Abrí la boca para protestar—. Estaba pensando que podríamos hacer ese viaje a Montauk.
¿Un viaje a Montauk? ¿Qué?
—¿Hacer... tú y yo?
—Unas vacaciones. —Mi padre enfureció—. Eso no es de lo que hablamos.
—Amo a su hija, y quiero lo mejor para ella. Nunca la pondría en peligro a sabiendas. Con gusto arriesgaría mi vida para salvar la suya. Eden me mostró lo que es el amor. Es fuerte y valiente y defiende a la gente en la que cree. Y, por alguna loca razón, ella cree en mí. Me eligió a mí. Y la elijo a ella. Siempre. No la voy a dejar, y no voy a permitir que se vaya. Soy difícil. Eso ya lo sé. Vengo con un montón de lastre. He hecho muchas cosas en mi vida de las que me arrepiento. Pero amarla no es una de ellas. No puedo prometer que la vida será fácil, pero puedo prometer que haré lo que sea necesario para ayudarla a dejar esto atrás. Haré el trabajo, y lo haré con ella a mi lado. Porque la vida sin ella es impensable. Lo siento si cree que estoy siendo egoísta, pero eso es lo que tengo que hacer. Por ella. Por mí. Por nosotros. Cuando amas a alguien, no huyes, y no lo dejas cuando las cosas se ponen difíciles, complicadas o jodidas. Cuando amas a alguien, luchas por ellos. Y siempre lucharé por Eden.
Me quedé mirando a Killian todo el tiempo mientras hablaba, haciendo votos y promesas. Nunca le había oído decir tantas palabras a la vez, y todas sus palabras eran perfectas. Eran todo lo que quería escuchar y más.
—Me amas. —Suspiré.
—Ferozmente. Eres mía y soy tuyo, así que parece que estás atascada conmigo.
—Me encanta estar atascada contigo. —Me acerqué y me incliné, a punto de besarlo.
Mi padre se aclaró la garganta. Oops, me olvidé de él. Alejé mi mirada de Killian y la dirigí a mi padre.
—No te preocupes por mí, papá. Voy a estar bien. —Y sabía que era verdad. La única forma en que no estaría bien sería si Killian hubiera dejado que mi padre tomara las decisiones. No es que yo hubiera tenido la intención de recibir órdenes de mi padre, pero si Killian no hubiera estado de mi lado, no sería el hombre adecuado para mí. No sería el hombre del que yo dependería y en el que creería. Y eso me habría roto el corazón, de verdad.
Mi padre negó con la cabeza y exhaló.
—No sabes por lo que me has hecho pasar, niña.
Considerando todo el revoloteo que había hecho la semana pasada, tenía una idea, pero lo guardé para mí. Pude ver que estaba luchando, librando su propia batalla interna, pero también sabía que admitiría la derrota. Y lo hizo. Mi padre no nos crio para rendirnos. Tampoco nos crio para que huyéramos de nuestros problemas. Nos enseñó a defender a la gente y las cosas en las que creíamos, y eso es lo que estaba haciendo. Estaba recuperando el control de mi propia vida, y lo estaba haciendo con Killian a mi lado.
Connor y Ava estaban sentados frente a nosotros, el brazo de Ava metido en el de él. Era difícil mirar el rostro de Connor, un recordatorio visual de lo que esos hombres le habían hecho. Sabía que, bajo el saco de su traje oscuro y su camisa de vestir azul, su pecho estaba tallado con letras. Su nariz estaba hinchada, y moretones amarillo verdosos moteaban todo su rostro. Una placa de metal y tornillos mantenían unida su mandíbula rota. No debería estar aquí, pero sentía que era su deber asistir. Más culpa sobre los hombros de los hermanos Vincent.
Killian se negó a mirar a Connor, y Connor no miró en la dirección de Killian. Debido a su distanciamiento y a la ocasión, fuimos hasta la iglesia en un silencio pétreo.
Killian se culpaba por mi presencia. Culpaba a Connor por ocultar la verdad.
Connor se culpaba de todo.
Culpé a esos hombres por ir tras Connor.
A mi padre no le impresionó nada de eso. Me amenazó con llevarme a casa, a Pensilvania, después del funeral. No me iba a ir de Brooklyn, y no había ninguna posibilidad de que dejara a Killian, así que mi padre tendría que lidiar con eso.
Nuestra limusina se detuvo frente a Nuestra Señora de los Ángeles en Bay Ridge. Miles de policías saludaron cuando el ataúd con la bandera fue retirado del auto fúnebre por la guardia de honor que había caminado a su lado.
La puerta de la limusina se abrió, y Killian salió, ofreciéndome su mano. Mientras seguíamos el ataúd, los oficiales se adelantaron, ofreciendo sus condolencias y estrechando la mano de Killian. Miré por encima de mi hombro a Connor. Su cabeza estaba inclinada como para ocultar su rostro, pero recibía los mismos apretones de manos y condolencias que Killian.
Los medios de comunicación no se enteraron de la verdadera historia. Debe haber sido un encubrimiento policial. Seamus Vincent, por supuesto, apareció como un héroe. Supuestamente, fue un robo que salió mal. Drogadictos buscando dinero rápido. Seamus habría apreciado esa historia.
La iglesia estaba repleta, perfumada con incienso y lirios, y la luz del sol entraba por los vitrales arqueados. Nos deslizamos en el primer banco, y me di la vuelta para mirar detrás de mí. Mi papá, que había conducido hasta aquí tan pronto como Killian lo llamó, y Garrett, que había llegado ayer, llevaban trajes oscuros.... y Sawyer ¿con su uniforme azul?
—Sawyer—susurré.
Me dio una pequeña sonrisa.
—Hola, Chicken Little —susurró. Las lágrimas me picaban los ojos ante la ternura de su voz y la expresión de su rostro.
Parpadeé para alejar las lágrimas.
—Te ves tan guapo. —Era verdad, y Ava apoyó eso.
—A las chicas les gusta. Pero me pica como el infierno —se quejó.
Ava y yo nos reímos. Típico de Sawyer. Killian se inclinó sobre el banco y atrajo a Sawyer para abrazarlo mientras las gaitas tocaban Amazing Grace. ¿Hubo alguna vez un sonido más triste que el de las gaitas?
Ava y yo intercambiamos una mirada. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero yo sabía que no eran para Seamus. Sacudió un poco la cabeza y exhaló, tratando de recobrar la compostura. No sabía lo que estaba pasando entre ella y Connor, pero esta semana no había sido el momento adecuado para preguntar. Mi mirada se dirigió hacia Connor. Espalda recta, hombros rectos, cabeza inclinada.
Killian me apretó la mano y yo presté atención mientras el sacerdote comenzaba la misa del funeral. Killian miró hacia adelante. Me preguntaba qué pasaba por su cabeza, cómo se sentía sobre la muerte de su padre. En conflicto, supongo. A pesar de la abusiva infancia de Killian, a manos de su padre, Killian había pedido ayuda a Seamus y él vino porque sus hijos lo necesitaban. Mientras estudiaba la pintura de la Virgen María rodeada de querubines detrás del altar, pensé que su madre vendría al funeral. Sería como algo salido de una película. Lloraría y les pediría perdón. Rogaría ser parte de sus vidas y encontraría una manera de compensar todo el daño y el dolor que había causado.
Pero eso no sucedió.
El funeral pareció durar para siempre, y ahora, Seamus estaba bajo tierra y todos nos habíamos reunido en su casa. Connor y Ava se fueron inmediatamente después del entierro lo que dejó a Killian como anfitrión de nuestros amigos y de lo que parecía ser toda la policía de Nueva York. Yo estaba de pie en la cocina de paneles de madera en el mismo piso de linóleo verde que Killian había fregado con desinfectante el día que su mamá se fue. La mesa y los mostradores de la cocina se doblaban bajo el peso de los jamones y cazuelas. Me recordó al funeral de mi madre. ¿Por qué la gente siempre traía jamón?
Los amigos me rodearon: Zeke, Hailey, Louis, su novia Carmen a quien había visto un par de veces, Brody, Chris. Garrett se había ido hace poco para llevar a Sawyer al aeropuerto. Afortunadamente, mi papá se estaba vinculando con algunos de los policías elite de Nueva York, lo que hizo mi vida más fácil. Mi padre se había pegado a mí como un velcro. Cada vez que hacía un ruido durante la noche, incluso mientras dormía, él estaba al otro lado de la puerta de mi habitación, preguntando si necesitaba algo.
“Deja de ser un padre sobreprotector”, me quejaba. Mi padre no era así, pero supongo que esta situación no era del todo normal.
Louis me abrazó.
—Nos vamos de aquí, preciosa.
—Volveré pronto al trabajo.
Me miró con escepticismo.
—Lo haré.
Louis levantó las manos.
—Discútelo con Killian y tu padre.
¿Killian y mi padre? Ciertamente, ya lo abordaría con ellos. Chris, Brody y Zeke se turnaron para abrazarme y despedirse porque tenían trabajos a los que ir. Al igual que Hailey, que me dio un abrazo extra largo.
—Me alegro de que estés bien. —Hailey me liberó, con la mirada fija en mi frente.
—¿Tengo que retocarme el maquillaje? —Cubrí los moretones de mi pómulo y mi frente con base y pensé que había hecho un buen trabajo. El día que salí del hospital, mi frente estaba hinchada con el tamaño de una pelota de béisbol, pero la hinchazón había disminuido y ahora era de un feo color amarillo verdoso. Como todo el rostro de Connor.
—Te ves bien —dijo Hailey, dándome una pequeña sonrisa. Luego se estaba riendo.
—Bueno, eso no es muy convincente.
Negó con la cabeza.
—Lo siento. Estaba pensando que nunca hay un momento aburrido contigo.
Suspiré. —Soy un imán para los problemas.
Después de que mis amigos se fueron, busqué a Killian a mi alrededor, miré en la sala de estar y en el patio trasero, pero no lo vi en ninguna parte. Subí las escaleras hasta el segundo piso, sintiendo que estaba entrando ilegalmente, y pasé dos puertas cerradas antes de llegar a una ligeramente entreabierta. Asomé la cabeza y vi a Killian sentado en la musgosa alfombra verde, con la espalda apoyada en una cama doble, acunando su cabeza entre las manos. En ese momento, vi a Killian, el niño. Me dolió el corazón por él. Y me dolió por mí también. Lo estaba perdiendo. Podía sentirlo en la boca del estómago. Lo supe ayer cuando no me devolvió las llamadas. Lo supe la semana pasada cuando se despidió de mí en el hospital y me subí a la SUV de mi papá.
Una botella de Jameson y un vaso de whisky estaban posados a su lado, como si fueran los únicos compañeros que necesitaba.
Se me escapó un gemido de los labios. Killian levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los míos. Estaban vacíos. Ausentes. Ni siquiera estaba en esta habitación. Me quedé de pie en la puerta, con la mirada fija en el dormitorio que debe haber sido el suyo cuando estaba creciendo. Limpio y ordenado. Ni fotos en el tocador, ni carteles en las paredes, ni nada que me diera una pista de quién había sido o qué le había gustado cuando era niño. Una cruz colgaba sobre su cama y me pregunté si él la había puesto allí o si Seamus lo había hecho. Borré la distancia entre nosotros y bajé al suelo junto a él, cruzando los tobillos y pasando las manos por encima de la falda de mi vestido negro. Era sin mangas y probablemente demasiado corto para un funeral, especialmente con mis tacones de diez centímetros, pero Ava había salido y me lo había comprado porque mi padre me había encerrado en una torre de marfil.
—No me dejes —susurré. Lo había dicho tantas veces en el hospital, y él siempre respondía de la misma manera. No voy a ninguna parte.
Esta vez, no dijo nada. Envolvió el brazo en mi hombro, se llevó el vaso de whisky a los labios y bebió.
Más tarde esa noche, mi papá, Killian, y yo nos reunimos en mi sala de estar. Hace unos días, Killian trajo una silla de cuero del bar para que mi papá tuviera un lugar donde sentarse y leer su periódico mientras me cuidaba toda la semana. Amaba a mi papá, pero estaba lista para que él volviera a su vida regular y me dejara hacer lo mismo.
Mi papá estaba sentado en la silla, y Killian y yo estábamos en el sofá frente a él. Tenía un mal presentimiento de que no quería escuchar lo que mi padre estaba a punto de decir. Tenía esa mirada en su rostro que solía tener cuando estaba en problemas y necesitábamos tener una charla. Y para empeorar las cosas, Killian estaba en el extremo opuesto del sofá, con un almohadón que nos separaba. También podría haber habido un océano entre nosotros.
—No voy a volver a Pensilvania —dije, antes de que pudiera hablar—. No está sucediendo. Me quedo aquí con Killian y vamos a... no sé... volver a nuestras vidas y...
—Eden. Soy tu padre y eso me da el derecho...
—Soy lo suficientemente mayor para tomar mis propias decisiones. Estoy absolutamente bien.
Killian se inclinó hacia delante y apoyó los codos en los muslos, sus manos se enderezaron, sus dedos índices presionados contra sus labios. Miré el rostro de Killian, pero estaba cerrado.
No. No, no, no, no. No hagas esto, Killian. No después de todo lo que hemos pasado juntos.
—Killian. Dile...
—Deja hablar a tu padre.
Crucé los brazos y me recosté contra el almohadón del respaldo, probablemente pareciendo más un niño petulante que un adulto maduro.
—Hablé con Killian y él está de acuerdo conmigo —dijo mi papá —. Necesitas tiempo para procesar todo lo que pasó. Lo que has pasado ha sido traumático.
—Fue traumático para Killian y Connor. Apenas me lastimé. Me siento bien.
—Tener pesadillas todas las noches no está bien —dijo mi papá—. Despertarse con sudor frío no está bien.
Aunque quería negarlo, no podía porque mi padre dormía con un ojo abierto. Mis pesadillas eran siempre las mismas. No exactamente el mismo sueño. Pero siempre me despertaba justo antes de que Killian muriera. En un auto volando por un acantilado. En una explosión abrasadora. En una zona de guerra, con su cuerpo plagado de balas.
—Killian estuvo de acuerdo en que ambos se beneficiarían con la terapia —dijo mi papá.
Miré a Killian con la boca abierta.
—Estuviste de acuerdo en ir a terapia.
—Insistí en ello —dijo mi padre—. Como dije, hablamos. —La mirada de mi padre se inclinó hacia Killian y se suavizó. No podía creerlo. Habían estado hablando a mis espaldas, charlando como viejos amigos, haciendo planes para mí sin mi consentimiento, e incluso hablando con Louis en mi nombre.
—Bien. Iremos a terapia. —No tenía ninguna objeción y si Killian accedía a hablar con un psiquiatra, podría serle de gran ayuda—. Entonces, estamos bien, ¿verdad?
—No —dijo mi padre—. No estamos bien. Te vas de Brook...
—No. Absolutamente no. Mi vida está aquí. Mis amigos están aquí. Mi trabajo... mi arte... Killian... todo está aquí. Lo siento, papá, pero no puedes tomar esa decisión por mí. Es mi vida, y es mi decisión. La única manera de mejorar es tomar el control de mi propia vida. No estoy desamparada o quebrada, y estoy cansada de que me hagan sentir como si lo estuviera. —Mi padre seguía abriendo la boca para interrumpir, pero yo seguía hablando, no dejándolo—. ¿Le dijiste a Sawyer que no se le permitía alistarse en los Marines? ¿Que no se le permitía volver a alistarse? No, no lo hiciste. —Apenas estaba empezando, calentando realmente para mi discusión. No me iba a hundir sin luchar.
»Eres un policía estatal, así que sabes que las cosas malas pasan en todas partes. Incluso en Pensilvania. He escuchado tus historias sobre tiroteos, violencia doméstica y horribles accidentes de auto. Mamá tuvo cáncer. No podías evitar que eso pasara, sin importar lo que hicieras. Y, Killian, si te sientes culpable, habla con un psiquiatra. Háblame de ello. Pero no te atrevas a descartarnos por lo que pasó. No fue culpa tuya. Papá, no lo hagas sentir más culpable de lo que ya se siente. Killian no necesita más culpa en su vida. —Dirigí mi atención a Killian—. No hagas esto. Yo te amo. Me hiciste prometer que no dejaría que nos arruinaras. No nos arruines. Por favor...
—Eden —dijo Killian, interrumpiéndome. Abrí la boca para protestar—. Estaba pensando que podríamos hacer ese viaje a Montauk.
¿Un viaje a Montauk? ¿Qué?
—¿Hacer... tú y yo?
—Unas vacaciones. —Mi padre enfureció—. Eso no es de lo que hablamos.
—Amo a su hija, y quiero lo mejor para ella. Nunca la pondría en peligro a sabiendas. Con gusto arriesgaría mi vida para salvar la suya. Eden me mostró lo que es el amor. Es fuerte y valiente y defiende a la gente en la que cree. Y, por alguna loca razón, ella cree en mí. Me eligió a mí. Y la elijo a ella. Siempre. No la voy a dejar, y no voy a permitir que se vaya. Soy difícil. Eso ya lo sé. Vengo con un montón de lastre. He hecho muchas cosas en mi vida de las que me arrepiento. Pero amarla no es una de ellas. No puedo prometer que la vida será fácil, pero puedo prometer que haré lo que sea necesario para ayudarla a dejar esto atrás. Haré el trabajo, y lo haré con ella a mi lado. Porque la vida sin ella es impensable. Lo siento si cree que estoy siendo egoísta, pero eso es lo que tengo que hacer. Por ella. Por mí. Por nosotros. Cuando amas a alguien, no huyes, y no lo dejas cuando las cosas se ponen difíciles, complicadas o jodidas. Cuando amas a alguien, luchas por ellos. Y siempre lucharé por Eden.
Me quedé mirando a Killian todo el tiempo mientras hablaba, haciendo votos y promesas. Nunca le había oído decir tantas palabras a la vez, y todas sus palabras eran perfectas. Eran todo lo que quería escuchar y más.
—Me amas. —Suspiré.
—Ferozmente. Eres mía y soy tuyo, así que parece que estás atascada conmigo.
—Me encanta estar atascada contigo. —Me acerqué y me incliné, a punto de besarlo.
Mi padre se aclaró la garganta. Oops, me olvidé de él. Alejé mi mirada de Killian y la dirigí a mi padre.
—No te preocupes por mí, papá. Voy a estar bien. —Y sabía que era verdad. La única forma en que no estaría bien sería si Killian hubiera dejado que mi padre tomara las decisiones. No es que yo hubiera tenido la intención de recibir órdenes de mi padre, pero si Killian no hubiera estado de mi lado, no sería el hombre adecuado para mí. No sería el hombre del que yo dependería y en el que creería. Y eso me habría roto el corazón, de verdad.
Mi padre negó con la cabeza y exhaló.
—No sabes por lo que me has hecho pasar, niña.
Considerando todo el revoloteo que había hecho la semana pasada, tenía una idea, pero lo guardé para mí. Pude ver que estaba luchando, librando su propia batalla interna, pero también sabía que admitiría la derrota. Y lo hizo. Mi padre no nos crio para rendirnos. Tampoco nos crio para que huyéramos de nuestros problemas. Nos enseñó a defender a la gente y las cosas en las que creíamos, y eso es lo que estaba haciendo. Estaba recuperando el control de mi propia vida, y lo estaba haciendo con Killian a mi lado.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
El terreno adyacente al almacén quemado estaba vallado con tela metálica, pero por suerte, nadie se había molestado en arreglar el hueco en las barras metálicas de la puerta cerrada con candado. Empujé el balde de engrudo a través del hueco, metí la bolsa de Eden y el trabajo artístico enrollado cubierto con papel de burbujas y papel madera a través de ella.
—¿Lista? —pregunté.
—Nací lista. —Se deslizó por el hueco fácilmente y, una vez dentro, metió unos rizos rubios en su gorro negro y levantó la capucha de su sudadera negra.
Contuve el aliento y me apreté a través del estrecho espacio. Mierda. Incomodidad, no dolor, me dije, inclinándome para levantar el balde.
—Me olvidé de tus costillas —susurró—. ¿Estás bien?
—Ha pasado un mes. Como nuevo.
—En tu mundo, tal vez —murmuró.
Apoyé la obra de arte en mi hombro y la aseguré con mi brazo. El vidrio crujía bajo nuestros pies mientras pasábamos el montón de chatarra de metal retorcido, bloques de concreto y marcos de ventanas rotos. Debería haber sabido que Eden no renunciaría a su objetivo de pegar obras de arte en esta torre, pero estaba tan orgulloso de ella.
Cuando llegamos a la escalera de incendios de metal que conducía a un techo plano, que nos daba acceso a la torre, incliné la cabeza hacia atrás y miré hacia el edificio de ocho pisos. Eden ajustó las correas de su bolso en el hombro y asintió, su barbilla se fijó con determinación, una apariencia que ya conocía demasiado bien.
—Hagámoslo —dijo.
—Déjame ponerlo a prueba. —Lo ideal sería que subiera los ocho pisos por mi cuenta para probarlo, pero ella estaba justo detrás de mí, y sabía que nada de lo que pudiera decir la disuadiría de seguirme. La escalera de incendios de metal crujió bajo nuestro peso, pero se sentía lo suficientemente fuerte como para sostenernos.
Escalamos en la oscuridad, lentos pero firmes, iluminados por una gran luna naranja. Me detuve a mitad de camino y la miré por encima de mi hombro. Estaba justo detrás de mí, sus mejillas rosadas por el esfuerzo y el frío en el aire.
—¿Estás bien?
—Sí. —Me dio una gran sonrisa para probarlo y miró a la torre—. Ya casi llegamos. Mantén la vista en el premio.
Le guiñé un ojo.
—Eso es lo que estoy haciendo.
Su sonrisa se hizo más amplia, y soltó una risa.
—Has estado pasando demasiado tiempo con Zeke. —Me tocó la espalda para indicar que debíamos seguir adelante—. Recopilando todas sus frases cursis.
Me quejé mientras continuábamos subiendo.
—¿Ahora crees que soy cursi? He alcanzado el nivel más bajo de todos los tiempos.
—Creo que eres dulce y pegajoso. Como malvavisco esponjoso.
—Creo que estás loca. Como la mantequilla de maní.
—¿Cómo está loca la mantequilla de maní?
—Está hecha de nueces.
Se echó a reír a carcajadas.
—Estás loco.
—Por ti —dije, abrazando esas líneas cursis.
Fue su turno de gemir.
—Tienes que parar ahora. Perderás tu reputación callejera.
—Sigo siendo un tipo duro.
—Sí, lo eres —dijo, con tono más serio. En las últimas dos semanas, había visto mis peleas en YouTube. Según la Dra. Eden Madley, era parte de mi terapia verlas con ella. Sentí como si estuviera observando a alguien más, alguien a quien apenas reconocía, y pensé que ella sentía lo mismo. Sin embargo, Eden vio mi última pelea sola, y sabía que también vio algunas de las peleas de Johnny. Pero yo no soportaba verlas.
Cuando llegamos a la cima, inhalé profundamente el aire fresco de otoño varias veces, mientras ella metía la mano en su bolso. Sacando la linterna, la encendió y arrastró la luz a través del techo plano de concreto que parecía estar intacto.
—¿Necesitas ayuda para subir? —pregunté, refiriéndome a la pared de un metro frente a nosotros.
Puso los ojos en blanco ante esa sugerencia, colocó las palmas de sus manos en la pared y se trepó en ella. Le di la pieza de arte y me uní a ella en el techo.
Mientras yo apuntaba la linterna en la pared, mi trabajo asignado, ella quitó el embalaje de su arte y desenrolló la parte superior, dejando el resto enrollado. Se puso un par de guantes de látex y aplicó la pasta a la pared con un pincel de mango largo hasta cubrir toda la superficie.
—Nena, déjame hacer eso —dije, cuando intentó fijar la parte superior de la pieza de arte parándose de puntillas y extendiendo sus brazos lo más alto que pudieran alcanzar. La lucha era real. Le di la linterna y fijé la parte superior en la pared.
Con la parte superior asegurada, nos abrimos camino hacia abajo y por encima de toda la pieza, alisando las burbujas. Cuando estuvo firmemente en su lugar, retrocedí, y ella aplicó una capa de pasta sobre la parte superior para sellarla.
—Lo logramos —dijo cuando terminó, su voz llena de asombro y alegría—. Realmente lo hicimos.
La envolví con mis brazos y la atraje contra mi pecho, dejándola tener este momento. El arte era increíble, y no se lo dije, pero me gustaba más que el primero. Esta chica surfista no parecía que iba a ser golpeada por la ola. Estaba en la cresta de la ola, y parecía tener el control total. Aunque sabía que eso no era posible, que no podíamos controlar cada aspecto de nuestras vidas, la nueva obra de arte de Eden me dio la esperanza de que podríamos encontrar nuestro camino a través de cualquier situación que la vida nos lanzara. Tal vez, de alguna manera, algún día encontraríamos paz en el caos.
Durante el mes pasado, había estado tratando de sacar de mi cabeza la visión de esa noche. Tratando de no pensar en todo lo que podría haber salido mal. Si ella hubiera recibido una bala en mi lugar. Si ese tipo con las manos alrededor de su cuello la hubiera matado. Un millón de cosas invadieron mi cerebro, y seguía tratando de dejarlas fuera. Al igual que traté de dejar fuera los recuerdos de ver a Seamus recibir un disparo en la cabeza, de los cuerpos y los ríos de sangre en el suelo de la sala de estar.
En Montauk, Eden y yo veíamos salir el sol sobre el océano cada mañana y caminábamos por la playa hasta Ditch Plains para ver a los surfistas. Hacía frío, pero tuvimos sol todos los días durante la semana que pasamos allí, y era tranquilo, no estaba lleno de turistas de verano. Alquilé una casa frente a la playa con vista al océano desde las ventanas de nuestro dormitorio. Mientras estuvimos allí, viviendo en nuestro pequeño mundo, comprendí el encanto de huir de todo. Intentamos olvidar todo lo que había pasado, y durante los primeros días no hablamos de ello. Pero la realidad nos alcanzó, y no podíamos escondernos de ella para siempre. Necesitábamos ordenar nuestras vidas y encontrar una manera de seguir adelante.
En las dos semanas que habíamos estado de vuelta en Brooklyn, viviendo en su apartamento, ella pintó su nueva obra de arte. Trabajamos en el bar. Intentamos volver a una vida normal. Y después de discutirlo con Eden, hablé con Louis sobre la compra de mi parte por parte de Zeke. Louis no se sorprendió demasiado y dijo que le parecía bien. Louis y yo nos reunimos con Zeke y su padre, y el trato se hizo hace dos días. Ese mismo día, llevé a Eden a ver un apartamento tipo loft en el muelle de Greenpoint. Le encantaron los techos altos, las paredes de ladrillo descubierto, la luz increíble. La vista de Manhattan, la cocina de chef y la ducha. Así que, lo compré.
—Necesito pagarte el alquiler —dijo.
Como si fuera a aceptar su dinero.
—No estás pagando el alquiler. Así que, supéralo cielo.
—Pero este lugar es súper caro. No puedo vivir aquí gratis.
—No necesito tu dinero.
—No quiero ser una mujer mantenida.
Reí. Ella frunció los labios y cruzó los brazos.
—Pagaré la comida y los servicios —dijo.
Oh Dios. Mujer testaruda.
—Ya veremos. —Eso era un no.
—Deberíamos llamar a Connor. Pídele que venga a vernos —dijo, con voz esperanzada.
Connor no estaría viviendo con nosotros. Eden lo sabía, pero seguía intentando hacerme cambiar de opinión. Tres agotadoras y dolorosas sesiones de psiquiatría bajo mi cinturón, y muchas conversaciones con Eden, pero yo no estaba ni mucho menos listo para perdonar a Connor. Lo único que le pedí fue honestidad. Cuando regresó de Florida, sospeché que estaba escondiendo algo, pero como había estado libre de drogas, lo empujé al fondo de mi mente. Qué estúpido fui.
Todavía no había aceptado la muerte de mi padre. ¿Lo perdoné de verdad? No estaba seguro. Y Johnny, bueno, estaba trabajando en tratar de perdonarme a mí mismo.
Tenía mucho trabajo por delante, pero en muchos sentidos, estaba en un lugar mejor que antes de conocer a Eden. Todo lo que quería ahora era asegurarme de que nunca se arrepintiera de haberme elegido. Después de mi conversación con su padre, estuve a punto de alejarme, pensando que era lo mejor que podía hacer por ella. Llámame egoísta, llámalo como quieras, pero no pude hacerlo. Quise decir todo lo que dije esa noche en su sala de estar. Ella era mía, yo era de ella, y no la dejaría ir.
—¿Lista? —pregunté, echando un último vistazo a su chica surfista.
—Estoy lista para cualquier cosa —dijo mientras bajábamos por la escalera de incendios, conmigo liderando el camino.
—Viviendo conmigo, tendrás que estarlo.
—Acabo de pensar en otra forma de ayudar con el alquiler.
—¿Sexo oral a diario?
—¿Lees la mente?
—Solo cuando estás pensando cosas sucias. Sigue pensándolas y yo seguiré leyendo.
Estalló en carcajadas y luego se puso una mano sobre la boca. Sus ojos se abrieron de par en par al sonido del crujido del cristal. Nos detuvimos en el fondo de la escalera de incendios y ella presionó su cuerpo contra mi espalda. La sentí temblar mientras sus brazos se envolvían alrededor de mi cintura para sostenerse. Odiaba que algo desconocido tuviera el poder de asustarla. Quería que no tuviera miedo de nuevo, pero el psiquiatra dijo que no ocurriría de la noche a la mañana. Mierda como esta lleva tiempo.
—Amigo, tenemos que subir a la cima —dijo una voz.
—Totalmente.
Las voces eran masculinas, pero sonaban jóvenes.
—No pasa nada —le aseguré.
—Lo sé —susurró, pero no soltó su agarre sobre mí.
Los dos tipos eran altos y delgados y estaban cagados de miedo cuando se encontraron cara a cara conmigo.
—Oh... hey... um...—murmuró uno de ellos.
Los fulminé con la mirada.
—No es seguro escalar. —Señalé a la puerta—. Váyanse por donde vinieron.
Intercambiaron una mirada antes de asentir y se fueron corriendo, con nosotros siguiéndolos a una corta distancia detrás de ellos. Cuando estuvimos al otro lado de la valla, y los chicos se habían ido por la calle, atraje a Eden a mis brazos.
—Mañana por la mañana vamos a empezar esas lecciones de defensa personal.
Asintió contra mi pecho.
—De acuerdo.
—No quiero que vuelvas a tener miedo.
Eden respiró profundo y lo dejó salir.
—Advertencia. Mañana por la mañana te voy a patear el trasero.
Reí. —Estoy desando que llegue el momento.
—Después, lo curaré con un besito.
—Estoy deseando aún más que llegue esa parte.
Levantó el rostro para mirarme.
—Estoy deseando que llegue todo contigo.
—¿Lista? —pregunté.
—Nací lista. —Se deslizó por el hueco fácilmente y, una vez dentro, metió unos rizos rubios en su gorro negro y levantó la capucha de su sudadera negra.
Contuve el aliento y me apreté a través del estrecho espacio. Mierda. Incomodidad, no dolor, me dije, inclinándome para levantar el balde.
—Me olvidé de tus costillas —susurró—. ¿Estás bien?
—Ha pasado un mes. Como nuevo.
—En tu mundo, tal vez —murmuró.
Apoyé la obra de arte en mi hombro y la aseguré con mi brazo. El vidrio crujía bajo nuestros pies mientras pasábamos el montón de chatarra de metal retorcido, bloques de concreto y marcos de ventanas rotos. Debería haber sabido que Eden no renunciaría a su objetivo de pegar obras de arte en esta torre, pero estaba tan orgulloso de ella.
Cuando llegamos a la escalera de incendios de metal que conducía a un techo plano, que nos daba acceso a la torre, incliné la cabeza hacia atrás y miré hacia el edificio de ocho pisos. Eden ajustó las correas de su bolso en el hombro y asintió, su barbilla se fijó con determinación, una apariencia que ya conocía demasiado bien.
—Hagámoslo —dijo.
—Déjame ponerlo a prueba. —Lo ideal sería que subiera los ocho pisos por mi cuenta para probarlo, pero ella estaba justo detrás de mí, y sabía que nada de lo que pudiera decir la disuadiría de seguirme. La escalera de incendios de metal crujió bajo nuestro peso, pero se sentía lo suficientemente fuerte como para sostenernos.
Escalamos en la oscuridad, lentos pero firmes, iluminados por una gran luna naranja. Me detuve a mitad de camino y la miré por encima de mi hombro. Estaba justo detrás de mí, sus mejillas rosadas por el esfuerzo y el frío en el aire.
—¿Estás bien?
—Sí. —Me dio una gran sonrisa para probarlo y miró a la torre—. Ya casi llegamos. Mantén la vista en el premio.
Le guiñé un ojo.
—Eso es lo que estoy haciendo.
Su sonrisa se hizo más amplia, y soltó una risa.
—Has estado pasando demasiado tiempo con Zeke. —Me tocó la espalda para indicar que debíamos seguir adelante—. Recopilando todas sus frases cursis.
Me quejé mientras continuábamos subiendo.
—¿Ahora crees que soy cursi? He alcanzado el nivel más bajo de todos los tiempos.
—Creo que eres dulce y pegajoso. Como malvavisco esponjoso.
—Creo que estás loca. Como la mantequilla de maní.
—¿Cómo está loca la mantequilla de maní?
—Está hecha de nueces.
Se echó a reír a carcajadas.
—Estás loco.
—Por ti —dije, abrazando esas líneas cursis.
Fue su turno de gemir.
—Tienes que parar ahora. Perderás tu reputación callejera.
—Sigo siendo un tipo duro.
—Sí, lo eres —dijo, con tono más serio. En las últimas dos semanas, había visto mis peleas en YouTube. Según la Dra. Eden Madley, era parte de mi terapia verlas con ella. Sentí como si estuviera observando a alguien más, alguien a quien apenas reconocía, y pensé que ella sentía lo mismo. Sin embargo, Eden vio mi última pelea sola, y sabía que también vio algunas de las peleas de Johnny. Pero yo no soportaba verlas.
Cuando llegamos a la cima, inhalé profundamente el aire fresco de otoño varias veces, mientras ella metía la mano en su bolso. Sacando la linterna, la encendió y arrastró la luz a través del techo plano de concreto que parecía estar intacto.
—¿Necesitas ayuda para subir? —pregunté, refiriéndome a la pared de un metro frente a nosotros.
Puso los ojos en blanco ante esa sugerencia, colocó las palmas de sus manos en la pared y se trepó en ella. Le di la pieza de arte y me uní a ella en el techo.
Mientras yo apuntaba la linterna en la pared, mi trabajo asignado, ella quitó el embalaje de su arte y desenrolló la parte superior, dejando el resto enrollado. Se puso un par de guantes de látex y aplicó la pasta a la pared con un pincel de mango largo hasta cubrir toda la superficie.
—Nena, déjame hacer eso —dije, cuando intentó fijar la parte superior de la pieza de arte parándose de puntillas y extendiendo sus brazos lo más alto que pudieran alcanzar. La lucha era real. Le di la linterna y fijé la parte superior en la pared.
Con la parte superior asegurada, nos abrimos camino hacia abajo y por encima de toda la pieza, alisando las burbujas. Cuando estuvo firmemente en su lugar, retrocedí, y ella aplicó una capa de pasta sobre la parte superior para sellarla.
—Lo logramos —dijo cuando terminó, su voz llena de asombro y alegría—. Realmente lo hicimos.
La envolví con mis brazos y la atraje contra mi pecho, dejándola tener este momento. El arte era increíble, y no se lo dije, pero me gustaba más que el primero. Esta chica surfista no parecía que iba a ser golpeada por la ola. Estaba en la cresta de la ola, y parecía tener el control total. Aunque sabía que eso no era posible, que no podíamos controlar cada aspecto de nuestras vidas, la nueva obra de arte de Eden me dio la esperanza de que podríamos encontrar nuestro camino a través de cualquier situación que la vida nos lanzara. Tal vez, de alguna manera, algún día encontraríamos paz en el caos.
Durante el mes pasado, había estado tratando de sacar de mi cabeza la visión de esa noche. Tratando de no pensar en todo lo que podría haber salido mal. Si ella hubiera recibido una bala en mi lugar. Si ese tipo con las manos alrededor de su cuello la hubiera matado. Un millón de cosas invadieron mi cerebro, y seguía tratando de dejarlas fuera. Al igual que traté de dejar fuera los recuerdos de ver a Seamus recibir un disparo en la cabeza, de los cuerpos y los ríos de sangre en el suelo de la sala de estar.
En Montauk, Eden y yo veíamos salir el sol sobre el océano cada mañana y caminábamos por la playa hasta Ditch Plains para ver a los surfistas. Hacía frío, pero tuvimos sol todos los días durante la semana que pasamos allí, y era tranquilo, no estaba lleno de turistas de verano. Alquilé una casa frente a la playa con vista al océano desde las ventanas de nuestro dormitorio. Mientras estuvimos allí, viviendo en nuestro pequeño mundo, comprendí el encanto de huir de todo. Intentamos olvidar todo lo que había pasado, y durante los primeros días no hablamos de ello. Pero la realidad nos alcanzó, y no podíamos escondernos de ella para siempre. Necesitábamos ordenar nuestras vidas y encontrar una manera de seguir adelante.
En las dos semanas que habíamos estado de vuelta en Brooklyn, viviendo en su apartamento, ella pintó su nueva obra de arte. Trabajamos en el bar. Intentamos volver a una vida normal. Y después de discutirlo con Eden, hablé con Louis sobre la compra de mi parte por parte de Zeke. Louis no se sorprendió demasiado y dijo que le parecía bien. Louis y yo nos reunimos con Zeke y su padre, y el trato se hizo hace dos días. Ese mismo día, llevé a Eden a ver un apartamento tipo loft en el muelle de Greenpoint. Le encantaron los techos altos, las paredes de ladrillo descubierto, la luz increíble. La vista de Manhattan, la cocina de chef y la ducha. Así que, lo compré.
—Necesito pagarte el alquiler —dijo.
Como si fuera a aceptar su dinero.
—No estás pagando el alquiler. Así que, supéralo cielo.
—Pero este lugar es súper caro. No puedo vivir aquí gratis.
—No necesito tu dinero.
—No quiero ser una mujer mantenida.
Reí. Ella frunció los labios y cruzó los brazos.
—Pagaré la comida y los servicios —dijo.
Oh Dios. Mujer testaruda.
—Ya veremos. —Eso era un no.
—Deberíamos llamar a Connor. Pídele que venga a vernos —dijo, con voz esperanzada.
Connor no estaría viviendo con nosotros. Eden lo sabía, pero seguía intentando hacerme cambiar de opinión. Tres agotadoras y dolorosas sesiones de psiquiatría bajo mi cinturón, y muchas conversaciones con Eden, pero yo no estaba ni mucho menos listo para perdonar a Connor. Lo único que le pedí fue honestidad. Cuando regresó de Florida, sospeché que estaba escondiendo algo, pero como había estado libre de drogas, lo empujé al fondo de mi mente. Qué estúpido fui.
Todavía no había aceptado la muerte de mi padre. ¿Lo perdoné de verdad? No estaba seguro. Y Johnny, bueno, estaba trabajando en tratar de perdonarme a mí mismo.
Tenía mucho trabajo por delante, pero en muchos sentidos, estaba en un lugar mejor que antes de conocer a Eden. Todo lo que quería ahora era asegurarme de que nunca se arrepintiera de haberme elegido. Después de mi conversación con su padre, estuve a punto de alejarme, pensando que era lo mejor que podía hacer por ella. Llámame egoísta, llámalo como quieras, pero no pude hacerlo. Quise decir todo lo que dije esa noche en su sala de estar. Ella era mía, yo era de ella, y no la dejaría ir.
—¿Lista? —pregunté, echando un último vistazo a su chica surfista.
—Estoy lista para cualquier cosa —dijo mientras bajábamos por la escalera de incendios, conmigo liderando el camino.
—Viviendo conmigo, tendrás que estarlo.
—Acabo de pensar en otra forma de ayudar con el alquiler.
—¿Sexo oral a diario?
—¿Lees la mente?
—Solo cuando estás pensando cosas sucias. Sigue pensándolas y yo seguiré leyendo.
Estalló en carcajadas y luego se puso una mano sobre la boca. Sus ojos se abrieron de par en par al sonido del crujido del cristal. Nos detuvimos en el fondo de la escalera de incendios y ella presionó su cuerpo contra mi espalda. La sentí temblar mientras sus brazos se envolvían alrededor de mi cintura para sostenerse. Odiaba que algo desconocido tuviera el poder de asustarla. Quería que no tuviera miedo de nuevo, pero el psiquiatra dijo que no ocurriría de la noche a la mañana. Mierda como esta lleva tiempo.
—Amigo, tenemos que subir a la cima —dijo una voz.
—Totalmente.
Las voces eran masculinas, pero sonaban jóvenes.
—No pasa nada —le aseguré.
—Lo sé —susurró, pero no soltó su agarre sobre mí.
Los dos tipos eran altos y delgados y estaban cagados de miedo cuando se encontraron cara a cara conmigo.
—Oh... hey... um...—murmuró uno de ellos.
Los fulminé con la mirada.
—No es seguro escalar. —Señalé a la puerta—. Váyanse por donde vinieron.
Intercambiaron una mirada antes de asentir y se fueron corriendo, con nosotros siguiéndolos a una corta distancia detrás de ellos. Cuando estuvimos al otro lado de la valla, y los chicos se habían ido por la calle, atraje a Eden a mis brazos.
—Mañana por la mañana vamos a empezar esas lecciones de defensa personal.
Asintió contra mi pecho.
—De acuerdo.
—No quiero que vuelvas a tener miedo.
Eden respiró profundo y lo dejó salir.
—Advertencia. Mañana por la mañana te voy a patear el trasero.
Reí. —Estoy desando que llegue el momento.
—Después, lo curaré con un besito.
—Estoy deseando aún más que llegue esa parte.
Levantó el rostro para mirarme.
—Estoy deseando que llegue todo contigo.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1 - 2021 Beneath Your Beautiful-Emery Rose
Aveces fisgonear no era aconsejable, pero en mi defensa, no lo buscaba. Escuché que la ducha se apagó y puse la cajita de terciopelo en el compartimiento con cremallera del bolso del gimnasio de Killian. Lo guardé en el estante de su lado del armario y deslicé la puerta a lo largo del riel, ocultando las pruebas. Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Oh, Dios mío.
Me olvidé por completo de prepararme para la cena y me desplomé en nuestra cama gigante, mirando las vigas del techo de madera expuesta. Hoy se cumplía el primer aniversario del día en que nos conocimos. Dejé que mis pensamientos retrocedieran en el tiempo. A los primeros días cuando intentó mantenerme a distancia. Pasando por todas las horas y los días en que se convirtió en mío. Corazón, cuerpo y alma. Nuestra vida juntos no era un cuento de hadas. Era real, y a veces dura y dolorosa, pero también había magia en lo cotidiano.
No podía fingir que la noche en que ese hombre me apuntó con un arma en la cabeza no me afectó, pero busqué ayuda profesional y lo superé. Ahora era más fuerte. Killian me dio las herramientas para pelear físicamente mis propias batallas si era necesario. Era un profesor increíble con mucha más paciencia de la que esperaba. Mental y emocionalmente, yo también me sentía más fuerte. Para Killian, la ayuda profesional no ha sido tan fácil. Siempre había creído que necesitaba controlar su dolor, pero ve a su psiquiatra una vez a la semana, y está mejorando. Ya no sale de terapia como si estuviera listo para golpear una pared o encerrarse en una habitación.
Killian se pavoneó en nuestro dormitorio y cruzó el piso de madera, con una toalla blanca de felpa colgada alrededor de sus caderas. Me puse de costado y apoyé la cabeza en la mano. Mi mirada viajó a lo largo de él. Ahora que tenía un gimnasio, Defiance MMA & Fitness, había encontrado su pasión de nuevo y amaba su trabajo e, increíblemente, estaba más delgado y en forma que cuando nos conocimos. Cuentas de agua caían por su pecho desnudo, y levanté mi mirada a su rostro recién afeitado. Lo miré, hipnotizada, como si nunca hubiera visto su rostro. Quería pasar el resto de mi vida con este hombre, y no había duda de que estábamos hechos el uno para el otro.
—¿Vas a ir así? —preguntó, mirando mi túnica verde de seda. No pude formar las palabras para responderle. Todo lo que podía hacer era sonreír tanto que prácticamente me partió el rostro en dos. Vi caer la toalla al suelo y capté el brillo maligno en su ojo—. Comamos el postre primero.
Reí. Killian aún no comía postre. O comida chatarra. Pero guardaba mis propias reservas en un armario junto a sus cereales integrales y semillas.
Rodeé su cuello con mis brazos.
—¿Tenemos tiempo? —El resto de mi oración se la tragó su beso. Resultó que no necesitábamos mucho tiempo. Fue rápido y sucio, y estaba gritando su nombre unos minutos después.
Se desplomó encima de mí y besó mi cuello.
—Te amo.
—Te amo más.
—No es un concurso.
—Si lo fuera, ganaría.
Se echó a reír y apoyó su brazo para soportar su peso. Lo miré a los ojos azules y podría jurar que brillaban. Me deja verlo ahora: su alegría, su dolor, su tristeza, su amor. Estaba escrito en su rostro, reflejado en sus ojos, y me encantaba que me confiara todas sus emociones.
—La respuesta es sí —dije. Qué idiota. Filtros, Eden.
Killian levantó las cejas.
—¿A qué estás diciendo que sí?
—A cualquier cosa que me preguntes, diré que sí. —Sonreí, toda inocencia. No lo engañé ni por un minuto.
Empezó a reírse, un sonido que venía de lo más profundo, su pecho retumbando contra el mío. Se reía tanto que le saltaron lágrimas de los ojos.
—¿Qué es tan gracioso?
Killian rodó fuera de mí y frotó las manos en su rostro.
—¿Qué voy a hacer contigo?
Sí, arruiné la sorpresa. Mi propia y estúpida culpa.
—Deberías haberle puesto una trampa.
—No deberías haber mirado en mi bolso.
—Iba a dejarte una pequeña carta de amor.
Me incliné sobre el borde de la cama, saqué la prueba del bolsillo de mi bata y puse la carta sobre su pecho. Bajó la barbilla y desplegó el papel, sosteniéndolo para poder leerlo. Era cursi, pero le puso una sonrisa en el rostro.
Querido Killian,
Una vez me preguntaste qué haces por mí, así que hice una lista:
Siempre bajas la tapa del inodoro.
Haces todos los trabajos sucios de la casa, como limpiar mi cabello del desagüe de la ducha.
Das excelentes masajes, con un final feliz garantizado.
Tus batidos son un éxito o fracaso, pero no me obligas a beberlos... así que gracias por eso.
Apoyas todas mis ideas locas, incluso cuando insistí en cortar nuestro propio árbol de Navidad (en Indiana, Pensilvania, alias “La capital mundial del árbol de Navidad"). Podría haber subestimado la dificultad de transportar un abeto azul de 3 metros y medio en el techo durante quinientos kilómetros. Pero oye, el árbol se veía increíble en nuestro loft. El año que viene, yo digo que hagamos algo más grande.
No te enojaste después de ese desafortunado accidente con tu nuevo Range Rover.
Por todas estas pequeñas razones y las grandes también, eres mi héroe de la vida real. Mi caballero blanco, mi deseo sobre una estrella, las alas de mi corazón.
Te amo más hoy que ayer.
Tuya,
Eden
—Así que sí —dije, cuando lo dobló—. Iba a poner la carta en tu bolso de gimnasia, para que la pudieras encontrar mañana y... bueno...
Estaba fuera de la cama, buscando en la cómoda sus calzoncillos.
—Vístete. Tenemos que irnos.
Mi boca se abrió de par en par mientras se vestía como si nada importante estuviera pasando.
—¿Qué? Pero...
—Tenemos una reservación.
—Lo sé. Pero, ¿no tienes nada que preguntarme?
—Ya has dicho que sí a cualquier cosa.
Huh. Yo y mi bocaza. Agarré mi ropa y me retiré al baño para vestirme y maquillarme. Vestida y lista con un vestido verde jade de seda con la espalda abierta, me di una mirada en el espejo antes de unirme a Killian en el dormitorio. Estaba acostado en la cama, haciendo algo con su teléfono. Llevaba puesta la camisa de lino blanco abotonada que me encantaba, con vaqueros oscuros y una versión más nueva de sus viejas botas de combate.
Se puso de pie y eliminó la distancia entre nosotros.
—Te ves preciosa.
—Tú también.
Se arrodilló frente a mí, y no importaba que yo hubiera estropeado la sorpresa. Fue una gran sorpresa. No esperaba nada tan tradicional, pero aquí estaba él, agarrando mi mano en la suya mientras se arrodillaba frente a mí. Apenas podía verlo a través de mis lágrimas.
—Te amo, Eden. Todas tus ideas locas. Tu optimismo. Tu obstinada determinación. Tus habilidades estelares de conducción.... trabajaremos en ellas. No importa. Te amo tal como eres. Tú eres mi hogar —dijo en voz baja—. ¿Quieres casarte conmigo?
Tú eres mi hogar. Puse la mano sobre mi corazón y traté de tragarme las lágrimas. Dios, eso fue hermoso. Asentí, incapaz de hablar.
—Sí —dije, mi voz apenas un susurro—. Sí, me casaré contigo.
Deslizó el anillo en mi dedo y luego se puso de pie, sus manos acunando mi rostro, sus pulgares rozando mis lágrimas.
Quince minutos más tarde, todavía estaba en las nubes, y no podía dejar de mirar mi anillo de compromiso, una esmeralda, rodeada de brillantes diamantes. Era perfecto.
—¿Cómo elegiste este anillo? —pregunté.
—Si quieres un diamante, podemos devolverlo...
—¡No! Me encanta. Es perfecto.
Miré por la ventana cuando se detuvo en un estacionamiento a una cuadra del bar.
—Creí que íbamos a cenar a nuestro pequeño lugar francés.
—Tenemos tiempo para un trago. —Me guio por la calle, enviando mensajes mientras caminábamos. Todavía trabajaba en el Trinity Bar, pero ahora trabajo en turnos diurnos. Cuando Zeke compró la parte de Killian, él y Louis hicieron algunos cambios. Uno de ellos había sido abrir el bar durante el día. Zeke y yo todavía éramos buenos amigos, y él había ayudado a Killian a elaborar un plan de negocios de cinco años, así como a ponerlo en contacto con fundaciones que le ayudaron a obtener subvenciones para su programa de jóvenes en riesgo.
Killian me condujo dentro del bar, y me llevó un minuto procesar lo que estaba pasando. Cuando lo hice, estaba al borde de las lágrimas de felicidad otra vez.
—Killian. —Cubrí mi boca con las manos.
Me sonrió.
—Sorpresa.
¡Ha! Me ha engañado, no es una hazaña fácil. Todos nuestros amigos estaban reunidos en el bar: Louis, Zeke, Chris, Brody, Hailey, Ava, Jared, Connor.... incluso Daniel estaba aquí.
Miré a todos, sin palabras.
—Entonces, ¿por qué estamos todos aquí? —preguntó Connor.
—Uh, duh —dijo Ava—. ¿No viste la piedra en su dedo?
Era lo más que Ava le había dicho a Connor en ocho meses, y la única vez que habían estado juntos en una habitación. Connor le echó un vistazo, pero ella lo ignoró cuidadosamente, y siguió hablando con Hailey. Negó con la cabeza y me abrazó, felicitándome.
Cuando me soltó, le di una sonrisa suave que me devolvió. Habíamos pasado por tantas cosas juntos y nos habíamos acercado tanto en los últimos meses. Connor era como un hermano para mí ahora. Solo quería que fuera feliz, pero no era tan fácil. Todavía estaba trabajando en reconstruir la confianza que había destruido. Mi historia con él no se remontaba tanto como la de Killian y Ava, así que supongo era más fácil para mí creer en él que para ellos.
—Te quiero, chica —dijo Connor.
—Yo también te quiero.
Connor me dio otro abrazo y Louis me puso una copa de champán en la mano.
El resto de la noche fue una mezcla de música, champán, tacos y todo el mundo contando historias de cómo ellos fueron los responsables de que nos reuniéramos.
Horas más tarde, estaba brindando por Hailey, que acababa de conseguir el trabajo de sus sueños en San Francisco, donde el chef principal era una mujer.
—Por hacer realidad nuestros sueños —dije.
—Brindo por eso.
Chocamos las copas y bebimos por eso. Me bebí el resto del champán y puse mi copa vacía en la barra.
Unos brazos me rodearon por detrás y me apoyé en el pecho de Killian.
—Te amo en ese vestido... —murmuró en mi oído—. Pero en todo lo que puedo pensar es en quitártelo. ¿Quieres escuchar lo que planeo hacerte más tarde?
—¿Cómo vas a superar esto? —pregunté, enseñándole el anillo.
—Tengo habilidades.
—Mmm. Sé que las tienes.
—Vamos a casa —dijo.
Casa. Esa tenía que ser una de las palabras más bonitas del idioma español. Tal vez la vida no era un cuento de hadas, pero Killian y yo estábamos teniendo nuestro felices para siempre.
Me olvidé por completo de prepararme para la cena y me desplomé en nuestra cama gigante, mirando las vigas del techo de madera expuesta. Hoy se cumplía el primer aniversario del día en que nos conocimos. Dejé que mis pensamientos retrocedieran en el tiempo. A los primeros días cuando intentó mantenerme a distancia. Pasando por todas las horas y los días en que se convirtió en mío. Corazón, cuerpo y alma. Nuestra vida juntos no era un cuento de hadas. Era real, y a veces dura y dolorosa, pero también había magia en lo cotidiano.
No podía fingir que la noche en que ese hombre me apuntó con un arma en la cabeza no me afectó, pero busqué ayuda profesional y lo superé. Ahora era más fuerte. Killian me dio las herramientas para pelear físicamente mis propias batallas si era necesario. Era un profesor increíble con mucha más paciencia de la que esperaba. Mental y emocionalmente, yo también me sentía más fuerte. Para Killian, la ayuda profesional no ha sido tan fácil. Siempre había creído que necesitaba controlar su dolor, pero ve a su psiquiatra una vez a la semana, y está mejorando. Ya no sale de terapia como si estuviera listo para golpear una pared o encerrarse en una habitación.
Killian se pavoneó en nuestro dormitorio y cruzó el piso de madera, con una toalla blanca de felpa colgada alrededor de sus caderas. Me puse de costado y apoyé la cabeza en la mano. Mi mirada viajó a lo largo de él. Ahora que tenía un gimnasio, Defiance MMA & Fitness, había encontrado su pasión de nuevo y amaba su trabajo e, increíblemente, estaba más delgado y en forma que cuando nos conocimos. Cuentas de agua caían por su pecho desnudo, y levanté mi mirada a su rostro recién afeitado. Lo miré, hipnotizada, como si nunca hubiera visto su rostro. Quería pasar el resto de mi vida con este hombre, y no había duda de que estábamos hechos el uno para el otro.
—¿Vas a ir así? —preguntó, mirando mi túnica verde de seda. No pude formar las palabras para responderle. Todo lo que podía hacer era sonreír tanto que prácticamente me partió el rostro en dos. Vi caer la toalla al suelo y capté el brillo maligno en su ojo—. Comamos el postre primero.
Reí. Killian aún no comía postre. O comida chatarra. Pero guardaba mis propias reservas en un armario junto a sus cereales integrales y semillas.
Rodeé su cuello con mis brazos.
—¿Tenemos tiempo? —El resto de mi oración se la tragó su beso. Resultó que no necesitábamos mucho tiempo. Fue rápido y sucio, y estaba gritando su nombre unos minutos después.
Se desplomó encima de mí y besó mi cuello.
—Te amo.
—Te amo más.
—No es un concurso.
—Si lo fuera, ganaría.
Se echó a reír y apoyó su brazo para soportar su peso. Lo miré a los ojos azules y podría jurar que brillaban. Me deja verlo ahora: su alegría, su dolor, su tristeza, su amor. Estaba escrito en su rostro, reflejado en sus ojos, y me encantaba que me confiara todas sus emociones.
—La respuesta es sí —dije. Qué idiota. Filtros, Eden.
Killian levantó las cejas.
—¿A qué estás diciendo que sí?
—A cualquier cosa que me preguntes, diré que sí. —Sonreí, toda inocencia. No lo engañé ni por un minuto.
Empezó a reírse, un sonido que venía de lo más profundo, su pecho retumbando contra el mío. Se reía tanto que le saltaron lágrimas de los ojos.
—¿Qué es tan gracioso?
Killian rodó fuera de mí y frotó las manos en su rostro.
—¿Qué voy a hacer contigo?
Sí, arruiné la sorpresa. Mi propia y estúpida culpa.
—Deberías haberle puesto una trampa.
—No deberías haber mirado en mi bolso.
—Iba a dejarte una pequeña carta de amor.
Me incliné sobre el borde de la cama, saqué la prueba del bolsillo de mi bata y puse la carta sobre su pecho. Bajó la barbilla y desplegó el papel, sosteniéndolo para poder leerlo. Era cursi, pero le puso una sonrisa en el rostro.
Querido Killian,
Una vez me preguntaste qué haces por mí, así que hice una lista:
Siempre bajas la tapa del inodoro.
Haces todos los trabajos sucios de la casa, como limpiar mi cabello del desagüe de la ducha.
Das excelentes masajes, con un final feliz garantizado.
Tus batidos son un éxito o fracaso, pero no me obligas a beberlos... así que gracias por eso.
Apoyas todas mis ideas locas, incluso cuando insistí en cortar nuestro propio árbol de Navidad (en Indiana, Pensilvania, alias “La capital mundial del árbol de Navidad"). Podría haber subestimado la dificultad de transportar un abeto azul de 3 metros y medio en el techo durante quinientos kilómetros. Pero oye, el árbol se veía increíble en nuestro loft. El año que viene, yo digo que hagamos algo más grande.
No te enojaste después de ese desafortunado accidente con tu nuevo Range Rover.
Por todas estas pequeñas razones y las grandes también, eres mi héroe de la vida real. Mi caballero blanco, mi deseo sobre una estrella, las alas de mi corazón.
Te amo más hoy que ayer.
Tuya,
Eden
—Así que sí —dije, cuando lo dobló—. Iba a poner la carta en tu bolso de gimnasia, para que la pudieras encontrar mañana y... bueno...
Estaba fuera de la cama, buscando en la cómoda sus calzoncillos.
—Vístete. Tenemos que irnos.
Mi boca se abrió de par en par mientras se vestía como si nada importante estuviera pasando.
—¿Qué? Pero...
—Tenemos una reservación.
—Lo sé. Pero, ¿no tienes nada que preguntarme?
—Ya has dicho que sí a cualquier cosa.
Huh. Yo y mi bocaza. Agarré mi ropa y me retiré al baño para vestirme y maquillarme. Vestida y lista con un vestido verde jade de seda con la espalda abierta, me di una mirada en el espejo antes de unirme a Killian en el dormitorio. Estaba acostado en la cama, haciendo algo con su teléfono. Llevaba puesta la camisa de lino blanco abotonada que me encantaba, con vaqueros oscuros y una versión más nueva de sus viejas botas de combate.
Se puso de pie y eliminó la distancia entre nosotros.
—Te ves preciosa.
—Tú también.
Se arrodilló frente a mí, y no importaba que yo hubiera estropeado la sorpresa. Fue una gran sorpresa. No esperaba nada tan tradicional, pero aquí estaba él, agarrando mi mano en la suya mientras se arrodillaba frente a mí. Apenas podía verlo a través de mis lágrimas.
—Te amo, Eden. Todas tus ideas locas. Tu optimismo. Tu obstinada determinación. Tus habilidades estelares de conducción.... trabajaremos en ellas. No importa. Te amo tal como eres. Tú eres mi hogar —dijo en voz baja—. ¿Quieres casarte conmigo?
Tú eres mi hogar. Puse la mano sobre mi corazón y traté de tragarme las lágrimas. Dios, eso fue hermoso. Asentí, incapaz de hablar.
—Sí —dije, mi voz apenas un susurro—. Sí, me casaré contigo.
Deslizó el anillo en mi dedo y luego se puso de pie, sus manos acunando mi rostro, sus pulgares rozando mis lágrimas.
Quince minutos más tarde, todavía estaba en las nubes, y no podía dejar de mirar mi anillo de compromiso, una esmeralda, rodeada de brillantes diamantes. Era perfecto.
—¿Cómo elegiste este anillo? —pregunté.
—Si quieres un diamante, podemos devolverlo...
—¡No! Me encanta. Es perfecto.
Miré por la ventana cuando se detuvo en un estacionamiento a una cuadra del bar.
—Creí que íbamos a cenar a nuestro pequeño lugar francés.
—Tenemos tiempo para un trago. —Me guio por la calle, enviando mensajes mientras caminábamos. Todavía trabajaba en el Trinity Bar, pero ahora trabajo en turnos diurnos. Cuando Zeke compró la parte de Killian, él y Louis hicieron algunos cambios. Uno de ellos había sido abrir el bar durante el día. Zeke y yo todavía éramos buenos amigos, y él había ayudado a Killian a elaborar un plan de negocios de cinco años, así como a ponerlo en contacto con fundaciones que le ayudaron a obtener subvenciones para su programa de jóvenes en riesgo.
Killian me condujo dentro del bar, y me llevó un minuto procesar lo que estaba pasando. Cuando lo hice, estaba al borde de las lágrimas de felicidad otra vez.
—Killian. —Cubrí mi boca con las manos.
Me sonrió.
—Sorpresa.
¡Ha! Me ha engañado, no es una hazaña fácil. Todos nuestros amigos estaban reunidos en el bar: Louis, Zeke, Chris, Brody, Hailey, Ava, Jared, Connor.... incluso Daniel estaba aquí.
Miré a todos, sin palabras.
—Entonces, ¿por qué estamos todos aquí? —preguntó Connor.
—Uh, duh —dijo Ava—. ¿No viste la piedra en su dedo?
Era lo más que Ava le había dicho a Connor en ocho meses, y la única vez que habían estado juntos en una habitación. Connor le echó un vistazo, pero ella lo ignoró cuidadosamente, y siguió hablando con Hailey. Negó con la cabeza y me abrazó, felicitándome.
Cuando me soltó, le di una sonrisa suave que me devolvió. Habíamos pasado por tantas cosas juntos y nos habíamos acercado tanto en los últimos meses. Connor era como un hermano para mí ahora. Solo quería que fuera feliz, pero no era tan fácil. Todavía estaba trabajando en reconstruir la confianza que había destruido. Mi historia con él no se remontaba tanto como la de Killian y Ava, así que supongo era más fácil para mí creer en él que para ellos.
—Te quiero, chica —dijo Connor.
—Yo también te quiero.
Connor me dio otro abrazo y Louis me puso una copa de champán en la mano.
El resto de la noche fue una mezcla de música, champán, tacos y todo el mundo contando historias de cómo ellos fueron los responsables de que nos reuniéramos.
Horas más tarde, estaba brindando por Hailey, que acababa de conseguir el trabajo de sus sueños en San Francisco, donde el chef principal era una mujer.
—Por hacer realidad nuestros sueños —dije.
—Brindo por eso.
Chocamos las copas y bebimos por eso. Me bebí el resto del champán y puse mi copa vacía en la barra.
Unos brazos me rodearon por detrás y me apoyé en el pecho de Killian.
—Te amo en ese vestido... —murmuró en mi oído—. Pero en todo lo que puedo pensar es en quitártelo. ¿Quieres escuchar lo que planeo hacerte más tarde?
—¿Cómo vas a superar esto? —pregunté, enseñándole el anillo.
—Tengo habilidades.
—Mmm. Sé que las tienes.
—Vamos a casa —dijo.
Casa. Esa tenía que ser una de las palabras más bonitas del idioma español. Tal vez la vida no era un cuento de hadas, pero Killian y yo estábamos teniendo nuestro felices para siempre.
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