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Mensaje por Yani Dom 23 Mayo - 15:21

Me habían quedado unos párrafos finales del capítulo 4 sin publicar, lo acabo de arreglar, tuve que modificar el archivo para poder copiar los capítulos y no me quedaron muy bien.


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Mensaje por Yani Dom 23 Mayo - 15:24

Capítulo 5


2006

—Pequeña, ¿estás segura de que no quieres ir al baile de graduación? 
Hasta la palabra es estúpida. 
Mirando desde mi libro de texto de Leyes básicas, sacudo mi cabeza.  
—Sí, mamá, estoy segura. Es un estúpido rito de paso para que las chicas se emborrachen y den excusas para olvidar sus virtudes y su ropa interior. —Mi papá se atraganta con su café. 
Sonrío, volviendo a mi estudio, lo que tiene sentido. Que vaya al baile 
de graduación, no lo tiene.
Sé por qué insiste tanto en que vaya. Ella nunca fue al suyo, gracias a mí. Pero ni una sola vez me ha hecho sentir culpable por ese hecho. No quiere que lo pierda, pero prefiero cortarme un brazo antes que ir. 
Estoy a tres semanas de cumplir dieciocho años. La mayoría de las chicas estarían planeando su gran día, pero yo estoy planeando quedarme en mi pijama y ver Dexter todo el día. Lincoln ha insistido en que salgamos, pero sabe lo que siento por... la gente. Bueno, dos personas en particular. 
¿Quién hubiera pensado que mi mejor amiga y mi mejor enemigo conectarían y vivirían felices para siempre? Es una ligera exageración, pero después del “incidente” entre Sin y yo, se ha esforzado por torturarme de manera insondable, fingiendo que no existo. 
Daría cualquier cosa por una chispa de reconocimiento, un “Oye, princesa, ¿ya te has quitado el sujetador de entrenamiento?” pero no obtengo nada. Pasa a mi lado como si fuera una sombra, una que no puede ver. Y para empeorar las cosas, ahora está “saliendo” con Belle. 
Uso el término a la ligera porque alguien como Sin no sale con nadie, pero Belle vive en negación, pensando que es la mujer que cambiará a alguien que será un imbécil para siempre. 
Seguimos siendo mejores amigas, pero las cosas han cambiado entre nosotras. Me odio a mí misma por besar al chico que le gusta, y es difícil tener una doble cita, ya que Lincoln odia a Sin, y Sin odia a todo el mundo. Belle ha sugerido que intentemos ser civilizados, ya que ella y Lincoln son dos chicharos en vaina, pero a menos que haya varios continentes entre nosotros, eso no sucederá en este milenio. 
Así que me siento en silencio, sufriendo, esperando que un día recuerde mi nombre. 
—Llegarás tarde a la escuela —dice mamá, pasándome una manzana, que parece un guisante en comparación con la enorme bolsa de papel marrón que desliza por la encimera de la cocina. 
Mirando el arsenal, arqueo una ceja y la empujo con el dedo. No se mueve ni un centímetro.  
—¿Cuánto hay ahí? 
Se retuerce las manos nerviosamente; es una discusión que hemos tenido antes.  
—Cariño, estás tan delgada. 
—Comeré después de los exámenes. —Pero la verdad es que todo ha 
perdido su sabor desde esa noche.  
No me gusta separar mi vida en AS y DS, antes de Sin, después de Sin, pero así es como me siento. He perdido el sentido de quién era. Quién he sido durante los últimos diecisiete años, y lo odio. Odio que lo necesite para recordar quien era antes. Para recordar lo que se sentía estar viva. 
Alejando esos pensamientos tan deprimentes, le sigo la corriente y agarro la manzana del mostrador, dándole un mordisco. 
¿Qué haré sin ella cuando vaya a Stanford? El pensamiento, aunque triste, es también excitante al mismo tiempo. Me aceptaron en la universidad de mis sueños y también con una beca. 
Saldré de aquí dentro de tres meses, y aunque extrañaré a mis padres con locura, necesito desplegar mis alas y volar. Lincoln está seguro de que entrará en Berkeley, lo que significa que no estará muy lejos de mí. 
Lincoln y yo estamos como saliendo. Todavía es muy difícil de entender. Nunca seré una de las “chicas malas”, lo que me viene bien, pero ahora solo me toleran, en vez de tratarme como un paria social. Es una mierda que para llegar a este tipo de “estatus”, haya tenido que salir con un deportista. Las reglas de la secundaria siempre han sido un misterio para mí, y estaré feliz de decir adiós. 
Adiós. 
Esa palabra sigue siendo un punto delicado para mí. De hecho, me he convertido en parte francesa y he optado por au revoir hoy en día ya que esa palabra ya no existe en mi vocabulario. 
Los pensamientos amenazan con inclinarme hacia el lado oscuro, bebo mi jugo y busco mi almuerzo.  
—Los veré más tarde. Tengan un buen día. 
Mamá me besa en la cabeza, todavía me trata como a una niña.  
—Tú también. Si cambias de opinión sobre el baile de graduación... — Levanto las manos en protesta, pero me da un billete de cincuenta en respuesta—. Ten. Si no lo haces, consíguete algo bonito para ponerte de todos modos. 
—Mamá, no necesito esto. —Intento devolverlo, pero es una batalla perdida. La bocina de Belle suena desde afuera, insinuando que llegamos tarde. 
Normalmente entraba y tomaba café con mis padres, pero hoy no llegamos tarde a clase, sino al horario reglamentario de Belle para organizar su baile de graduación. 
—Discutiremos esto más tarde. —Mis padres se ríen ligeramente cuando pongo los cincuenta en mi bolsillo trasero y salgo corriendo por la puerta. 
El Mercedes de Belle está cerca de la acera, su pequeño cuerpo apenas es visible sobre el volante. Sus enormes gafas de sol se comen su rostro con forma de corazón, pero sus labios rojos podrían hacer girar ojos. Corro por el césped delantero y abro la puerta, a punto de hacer un comentario inteligente sobre el baile de graduación, pero cuando veo su piel pálida y que está en ropa deportiva, en lugar de lentejuelas, sé que algo va mal. 
—¿Estás bien? Te ves terrible —Pongo mi mano en el marco de la puerta y miro dentro, no juego a entrar sin un traje de burbujas y una lata de aerosol de Lysol. 
Se ríe, pero se le atasca en la garganta. Al aclararla, sacude la cabeza.  
—Caramba, eres una gran amiga. Se supone que debes decirme lo hermosa que me veo y que estoy a horas de ser la reina del baile. 
Muevo los labios de un lado a otro, conteniendo mi sonrisa.  
 
El hecho de que lleves dos zapatos de diferente color probablemente contradiga esa afirmación. 
Belle grita, con la cabeza baja para ver a su Chuck rosa contra su Nike amarillo. Gruñendo, se pasa la mano por el rostro, bajando los labios.  
—Oh, Dios mío. Hoy será horrible. 
Saltando en el auto, me giro en mi asiento para mirarla.  
—¿Qué pasa? 
Belle es una de las únicas personas que conozco que no se enferma. No está en su ADN el resfriarse o incluso tener dolor de cabeza. Así que no hace falta decir que estoy preocupada. 
Suspira y alcanza una botella de agua de su bolsa.  
—Creo que comí un burrito malo. Me siento tan hinchada. —Para enfatizar su punto, Se ajusta la cintura elástica de su pantalón deportivo—. Ves, hasta mis pantalones elásticos están apretados. 
No quiero reírme, pero Belle es cualquier cosa menos gorda. Tiene un cuerpo de bailarina gracias a todas las clases de ballet que su madre le hizo tomar cuando era niña. Sin embargo, no importa cuántas veces le diga esto, no lo cree. Gracias a que su madre le dijo que podía perder dos kilos y medio cada vez que pudiera, la inseguridad de Belle sobre su apariencia empeora cada día. 
—No voy a ir esta noche. Mi vestido probablemente ni siquiera me quepa. 
Me tiré hacia atrás con sorpresa.  
—Definitivamente no te sientes bien. —Me acerco a la consola central y toco su frente juguetonamente. Ella se encoge de hombros, sonriendo a medias. 
Nos metemos en el tráfico de la hora punta, ambas gimiendo por el atasco que hay delante. Belle golpea sus dedos contra el volante, golpeteando al mismo tiempo que una canción en la radio. Parece nerviosa, y me pregunto qué pasa. 
—Escúpelo —suelto, levantando una ceja con sospecha. 
Se gira lentamente, con la boca abierta, como si no estuviera segura de sí debe decir lo que piensa.  
—Está bien —dice finalmente, lo que significa que no lo está en absoluto. 
—Belle —presiono. Durante las últimas dos semanas, ha estado rara y no ha sido ella misma. Le he preguntado si todo estaba bien.  Y todo lo que recibo en respuesta es un encogimiento de hombros y ella se perdiéndose en cualquier lugar donde su mente se pierde. 
Suspira profundamente, sus hombros caídos por la derrota.  
—Sé que no quieres hablar de él... 
Me enderezo en mi asiento, mi curiosidad se despertó.  
—Eres mi mejor amiga; puedes contarme cualquier cosa. —Estoy hambrienta de cualquier pequeña información que quiera compartir. Debería sentirme patética, pero no lo hago. 
Sus dientes blancos y rectos tiran de su labio inferior, pero finalmente suelta la sopa.  
—Creo que Sin está perdiendo interés en mí. 
Mis entrañas hacen una doble voltereta hacia atrás, pero rápidamente aplasto las ganas de cantar.  
—¿Por qué piensas eso? Se encoge de hombros en derrota.  
—Es solo un sentimiento que tengo. Apenas parece emocionado de llevarme al baile de graduación. Y ya no nos hablamos. Creo que me va a dejar. 
Cuando le tiembla el labio inferior y lloriquea de forma intermitente, me siento la peor amiga del mundo por no estar tan molesta como debería. Odio que esté sufriendo, y le quitaría el dolor si pudiera, pero una pequeña parte de mí está... feliz. 
Y el premio a la mayor perra es para... 
Puedo lidiar con mi juicio personal más tarde porque todo lo que importa ahora es Belle. 
Alcanzando la consola, acaricio suavemente su mano.  
—¿Has hablado con él de esto? 
—Ese es el problema, no quiere hablar. Está aislado... de todo. Estoy acostumbrada a que no hable mucho, pero pensé que le gustaba. —Una sola lágrima recorre su mejilla de porcelana, pero rápidamente la borra con el dorso de la mano. 
Mi corazón se rompe por ella. Aunque nos tenemos la una a la otra, sé que ella anhela un compañero para llenar el vacío de pertenecer a alguien en mente, cuerpo y alma. 
Te veo a ti y a Lincoln juntos y desearía tener eso con Sin. —Aprieto mis labios con fuerza, temiendo lo que diré si no lo hago. 
Lincoln es agradable, pero eso es todo lo que es. No me da mariposas, o ese pequeño aleteo del que lees en todas las novelas de Jane Austen. Con él, me siento segura. No hay complicaciones, ni altercados, ni nada, y una pequeña parte de mí está tan aburrida que a veces quiero pelear a propósito. 
Algo debe estar muy mal en mí. 
Centrándome en Belle, sin embargo, respondo:  
—Lincoln y yo también tenemos nuestros problemas. No todo son corazones y rosas. —Lo cual es cierto. Culpo a mi estudio por el hecho de que no quiero quedarme o verlo todos los días. Culpo a mi trabajo, a la necesidad de lavarme el cabello cada dos días, a pasear al perro... cualquier excusa que pueda encontrar para no tener sexo todavía. 
Cada vez que nos acercamos, yo solo... me asusto. Todo en lo que puedo pensar es en besarme bajo un sicomoro bajo un cielo estrellado. 
—Lo sé, pero al menos le gustas. Ni siquiera sé si le gusto a Sin —dice Belle, rompiendo mi tren de pensamientos. 
Todo lo que Belle quiere es ser amada. Culpo a su constante  búsqueda de aprobación a sus padres. 
Suspirando, hago todo lo posible por consolarla.  
—¿Cómo puedes no gustarle, Belle? Eres hermosa, divertida, sin mencionar que te burlas de él hablando de mi cuando estoy segura de que preferiría que encontraras una nueva mejor amiga. Apuesto a que eso lo carcome por dentro. —Su molestia me hace sonreír como un payaso de circo trastornado. 
Sin embargo, cuando se queda callada, siento como si hubiera tragado plomo.  
—¿Verdad? 
Juega con el anillo de oro en su índice, como si estuviera buscando palabras.  
—En realidad, no. En realidad, no dice nada sobre ti. Es como si no existieras. 
Y ahí está... la verdad. Duele más de lo humanamente posible. Cada parte de mí se desinfla como un globo perforado. Quiero gritar, llorar, pero, sobre todo, quiero que me llame princesa solo una vez más. 


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Mensaje por Yani Dom 23 Mayo - 15:43

Sigue el histeriqueo, te quiero pero no te quiero, no quiero estar con vos pero quiero que me prestes atención... Bailarina loca y eso de que se meta con la mejor amiga me suena mucho a Bully de Penelope Douglas Rolling Eyes


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Mensaje por berny_girl Dom 23 Mayo - 20:12

Holland en algún momento dejas de ser tan patética??... para mi gusto lo peor es que eres una mala amiga... porque no eres sincera de una vez por todas y dejar de ser la patética chica que se cree mejor que todos los demás...
Lincoln es un monigote en todo esto, igual que Belle... me dan lastima estos dos chicos.
Lamento que de los capítulos que llevamos, no puedo encontrar nada bueno...


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Mensaje por Yani Lun 24 Mayo - 16:01

****
—¿Estás... molesta? —la pausa revela la sorpresa de Belle, y también su arrepentimiento por haber dicho algo. 
Necesitaba meterme en el juego, y me echo para atrás con una burla.  
—Por favor, ¿molesta? No podría estar más feliz. Recuerdas que lo odiaba a muerte, ¿verdad? 
El desliz es pequeño, pero no pasa desapercibido para Belle.  
—¿Odiabas? —pregunta, volviéndose para mirarme. Puede que tenga los ojos tapados, pero puedo sentirla observándome, buscando cualquier movimiento equivocado. 
Mis dedos tiemblan cuando tiro del agujero deshilachado de mis vaqueros.  
—Sí, odiaba, porque al igual que Sin, también he olvidado que existe. 
Si tan solo eso fuera verdad. Mi vida sería mucho más fácil si lo fuera. 
Mi excusa parece apaciguarla cuando vuelve la vista al camino.  
—¿Así que estás segura de que no vendrás esta noche? 
—Cien por ciento —respondo sin pausa. Parece algo aliviada, y de 
repente me pregunto por qué. 
Viajamos el resto del camino en silencio, pero el silencio dice mucho y llena los espacios en blanco. 
 
  
 
—Este es un trabajo realmente bueno, Holland. 
Después de mi mañana de mierda, es agradable recibir esta noticia, especialmente la que me asegura que saldré de Dodge. El diez rojo en mi artículo de literatura es un paso más cerca de Stanford, y a la Sra. Anthony, mi profesora de inglés, es a la que tengo que agradecer. 
La Sra. Anthony es todo lo que uno esperaría que una profesora de inglés de más de sesenta años fuera. No creo haberla visto nunca con un cabello fuera de lugar o con un aspecto menos que refinado. Siempre estaba ansiosa por compartir su sabiduría con sus alumnos, pero tristemente, su experiencia no era buscada por muchos. 
Te voy a extrañar. Has sido una de mis estudiantes favoritas —susurra desde detrás de su mano arrugada. 
Sonrío, honrada de que piense tan bien de mí, porque una vez fue una estrella de rock en el mundo literario. Escribió tres novelas, todas ellas éxitos de ventas internacionales, pero ahora enseña inglés de último año a estudiantes hastiados y desinteresados. 
La Sra. Anthony escribió una brillante carta de recomendación a Stanford en mi nombre, y no dudo que sus elogios me ayudaron a entrar. La echaré mucho de menos. Es uno de los pocos recuerdos felices que me llevaré conmigo. 
—Ya sabes —dice, reuniendo sus libros en una pila ordenada en su escritorio—. Siempre puedes hacer el resto de tu trabajo por correspondencia. Usa el tiempo libre para prepararte para Stanford. 
Hago una pausa al colocar el artículo en mi mochila, ambas cejas levantadas en cuestionamiento.  
—¿Puedo hacer eso? 
Mirando por su nariz sobre el borde de sus gafas de marco de plata, asiente con la cabeza.  
—Sí. No necesitas ningún crédito extra. Todo lo que necesitas es hacer los exámenes. Con esa beca en tu bolsillo, solo tienes que asegurarte de que tus notas no bajen. 
Todo esto es nuevo para mí, pero es fantástico.  
—Definitivamente es algo que voy a pensar. Gracias, Sra. Anthony. Realmente voy a extrañar sus clases. 
Parece genuinamente conmovida por mi admisión.  
—Solo no te olvides de mí. 
—De ninguna manera. —Me despido, aplastando mis lágrimas, porque son personas como la señorita Anthony las que han hecho mi tiempo soportable en Harvard-Westlake. 
Al salir del pasillo, me detengo en la entrada, sosteniendo mis libros contra mi pecho mientras contemplo el bullicio de los corredores y estudio los rostros de las personas que he conocido desde hace más de la mitad de mi vida. Ojalá pudiera decir que somos un grupo mixto, pero no. Con los años no ha llegado la sabiduría. Pero cuando todos nos vayamos de aquí, seremos carne fresca, y la jerarquía cambiará.  Mis compañeros ya no serán reyes o reinas, y una pequeña parte de mí no puede esperar para verlos caer de sus tronos. 
Una pequeña sonrisita me hace preguntarme donde estaremos Bell y yo una vez que la secundaria termine. Ella no ha estado demasiado preocupada por donde terminara porque su papá conoce a cada miembro del consejo de admisiones en Berkeley.  No importan sus calificaciones, entrará. Debe ser agradable conocer personas en puestos importantes.  
La risa continua, y cuando veo a Belle y a Lincoln, con las cabezas enredadas en la charla, sonrío, agradeciendo que se lleven tan bien. Para los espectadores, podría parecer que son más que amigos, pero sé que no. Se que ella está loca por Sin. 
Observo con interés mientras ella susurra detrás de su mano, lo que tiene a Lincoln apoyado contra los casilleros, sonriendo. Belle siempre ha sido coqueta por naturaleza, y aun cuando acaricia sus bíceps, ninguna gota de celos surge. Ignoro por qué es así y en cambio me concentro en el hecho de que confío en ella. Confío en ambos. 
Sin embargo, no confío en mí misma cada vez que él entra en una habitación, justo como ahora. No sé si quiero bofetearlo o abrazarlo, pero London Sinclair ha provocado esa respuesta en mí desde que tengo memoria. 
Se ve distante como siempre y no levanta la ceja cuando mira a Belle  alejarse de Lincoln, con sentimiento de culpa, retira una pelusa invisible de su camiseta de fútbol. Estoy muy lejos para escuchar, pero cuando la boca de Belle de pronto golpea el suelo y Lincoln aprieta el puño, sé que el tema de conversación probablemente sea yo.   
Me aferro a mis libros, las paredes se cierran sobre mí cuando veo cuantas palabras acaloradas son intercambiadas entre ambos chicos antes de que Belle se vuelva de un verde enfermizo. Sus ojos se apartan en mi dirección, cuando he captado su atención. Ella muerde su labio, revelando su remordimiento. La acción parece revelarle mi locación a Sin, porque con una lenta y calculada precisión, da la vuelta sobre su hombro. Nuestras miradas se cruzan por un segundo, pero es el mejor segundo, que he experimentado en muchos meses. 
He olvidado lo que se siente estar atrapada por esos tormentosos, ojos azules pero lo que no he olvidado es la atracción que todavía siento por él. Cada parte de mí se llena con un millón de voltios de electricidad, anhelando por más. Pero me empapo con un chequeo de realidad cuando él perfora un agujero directamente a través de mí, antes de centrarse en un punto justo por encima de mi cabeza. 
Nos conectamos por una fracción de segundo, pero ese miserable momento me ha dejado emocionada y hambrienta de mucho más. Lincoln se ríe, lo que tiene a Sin sonriendo con su sonrisa torcida, antes de continuar su camino tan fresco como una lechuga. 
Belle se muerde el labio, los ojos abiertos a sus zapatillas deportivas que no combinan, incapaz de mirarme. 
Eso activa instantáneamente las alarmas. Excusándome, me abro paso entre la multitud. Lincoln gira, apenas consciente de mi presencia. 
No le doy la oportunidad de hablar. 
—¿Qué quería? 
Suspira, agarrando su cabello castaño claro con los puños. 
—Nena, no te preocupes por eso. 
Sacudo la cabeza obstinadamente. Él ya debería conocerme mejor. 
—Dime. 
—Sabes que cualquier cosa que él haya dicho no es… Lo interrumpo, desinteresada en su caballerosidad. 
—Lincoln, solo dime. Soy una niña grande, y no necesito que me protejas. 
Esperando más pelea de él, así que me quedo completamente muda cuando lo revela. 
—Dijo que debía asegurarme… de que no vinieras al baile de graduación porque no estaba interesado en pelear por lo que es suyo. 
Cuando creo que puedo hablar sin jadear por aire, digo: 
—¿Qué mierda significa eso? —hay tanto veneno detrás de mis palabras, Belle da un paso hacia atrás. 
—Creo que el baile de graduación es una gran cosa para él. Quiere sostener el título de cada tradición secundaria que hay y no quiere compartir su protagonismo con nosotros. —Cuando frunzo la nariz, tan perdida en la traducción que bien podría estar hablando en chino, lo deletrea—. Todos saben que hay un empate entre nosotros para el rey y la reina del baile. 
Sacudo la cabeza. Debe haber algún error. Me importa una mierda el baile de graduación.  
A Sin tampoco le preocupa una mierda tan trivial, pero cuando miro a Belle, sé que a ella sí. Su comentario no es solo dirigido al título intrascendente, está dirigido a Belle también. A sus ojos, Belle es suya, y que ella pierda algo que quiere profundamente es motivo suficiente para buscar pelea. 
No me extraña que no pueda mirarme. 
Ellos pueden meterse su tiara donde el sol no brilla. Quiero creer que Sin se siente de la misma manera, pero obviamente no lo conozco en absoluto. 
Estoy segura de que todo el pasillo puede escuchar mis dientes chirriar. Soy una mujer despreciada, y quiero mi venganza… y la quiero ahora. 
—Holland, no. 
Las súplicas de Lincoln caen en oídos sordos ya que sabe que no debe detenerme. Corro por el pasillo, derribando a cualquiera lo suficientemente estúpido como para interponerse en mi camino. Mis compañeros se apartan como el Mar Rojo porque lo que está a punto de caer es de proporciones bíblicas. 
Sé dónde estará, y aunque esté prohibido para cualquier fémina con cerebro, empujo ambas puertas de los vestidores y persigo a mi presa. Es todo lo que había esperado que luciera el vestuario de chicos, y por lo general, en un día cualquiera, me pondría más roja que un tomate con tanta carne en exhibición, pero mi vergüenza puede pasar a un segundo plano. 
El aire está lleno de una ligera niebla de las duchas, pero no podría entrar aquí a ciegas y aun así encontrarlo. Mi imbécil brújula encuentra mi norte. Él está en toples, parado frente a su casillero. 
No pienso dos veces mis acciones mientras desfilo hacia Sin, ignorando los silbidos de sus compañeros. Se gira para ver cuál es la conmoción, pero es demasiado tarde, empujo su pecho con ambas manos y él se tambalea hacia atrás en su casillero, completamente desprevenido. —¿Quién crees que eres? —escupo. 
Le toma un momento registrar que estoy realmente aquí, a punto de liberar una guerra, pero cuando lo hace, intenta girar. Me aferró a su bíceps, ignorando los voltios de mil millones de corrientes que recorren mis venas. 
Su respiración, pesada y errática presiona el cabello en mis mejillas, pero él no habla. Estamos estancados, y lo odio. En el pasado, sus insultos habían dolido, pero ignorarme… eso duele más. 
No puedo soportar la indiferencia un segundo más.  
—¿Qué derecho tienes para decirme donde puedo o no puedo estar? Me has ignorado durante meses, ¿y ahora piensas que puedes tomar las decisiones? ¡Vete al diablo, arrogante, engreído imbécil! 
Justo cuando intento empujarlo de nuevo, agarra ambos bíceps y me hace girar tan rápido, que el mundo se desdibuja a mi alrededor en un caleidoscopio de color. Golpea mi espalda contra la pared, presionando su torso muy desnudo contra mi pecho pesado para someterme. Intento luchar contra él, pero una pequeña parte de mí cede sin reservas. 
Estamos atrapados entre dos conjuntos de casilleros, protegidos de miradas indiscretas. Eso debería asustarme por estar atada y ser su prisionera potencial, pero finalmente siento… algo después de sentirme muerta por dentro durante tanto tiempo. 
Soy incapaz de controlar mi respiración porque estar tan cerca de él literalmente me deja jadeando. Su piel arde a través del fino algodón de mi camiseta, y la idea de estar tan cerca de él hace que un apasionado gemido se deslice por mis labios entreabiertos. 
Sin embargo, lo amordazo, porque quiero respuestas, y las quiero ahora. Levanto los ojos, armada para intercambiar golpes, pero mis planes son emboscados cuando él levanta febrilmente mis brazos y me traba las muñecas con su enorme palma.  Estoy suspendida, atrapada, sin un lugar a donde ir, mientras soy inmovilizada contra la pared por este ardiente y hermoso chico. 
Estoy temblando de ira, pero también estoy llena de anticipación. Ahora que me tiene, anhelo descubrir lo que planea. 
—Para alguien que dijo que debía mantenerme alejado, seguro que parece que no puedes alejarte —afirma, sacudiendo la cabeza con aplomo.  
Puede que no sean las primeras palabras ideales, pero son mejores que ninguna palabra. 
Quiero responder con algo sarcástico, pero actualmente me estoy ahogando en su olor a vainilla almizclada. 
—No me gusta ser llamado un error —plantea, yendo directo a matar. Él recuerda. 
Pensé que me había olvidado, pero todo este tiempo, parece que nuestro último intercambio nunca estuvo lejos de su mente. Quiero luchar contra él, pero no puedo. Tiene razón. Le dije que se mantuviera alejado, pero está muy equivocado con todo lo demás. 
—Y especialmente no me gustan las mentiras. —La ira explota en él, y luego se esparce como un reguero de pólvora por mis venas. 
Podría discutir, pero, ¿cuál sería el punto? 
Esto es lo máximo que me ha hablado en una eternidad, y haré cualquier cosa para que siga hablando. 
—¿Por qué no me quieres allí esta noche? 
Me agarra con fuerza, un ardor agridulce.  
—Eres una chica inteligente; lo descubrirás sola. 
—¿Descubrir qué? 
Con una velocidad lánguida, baja su rostro hacia el mío, buscando en cada plano. Ha pasado tanto tiempo desde que estuvimos tan cerca; no puedo consumirlo lo suficientemente rápido. Mi memoria ha hecho un mal trabajo recordándolo porque es una sobrecarga sensorial y no sé qué apreciar primero. 
La plenitud de sus labios rosados me atrae de regreso al momento cuando se presionaron contra los míos. 
Él humedece su labio inferior, y suprimo un gemido cuando recuerdo que esa lengua dominó mi boca con un apetito feroz, decidido a devórame completa. 
Mi mente corre a un millón de kilómetros por minuto, pero tomo un momento para disfrutar del hecho de que su corazón está golpeando salvajemente contra el mío. Mis ojos se hunden, impacientes, tomando cada centímetro desnudo de él, pero un jadeo se aprisiona cuando se hunde hacia adelante. Nuestros cuerpos están tan pegados; que no se donde comienza el mío y donde termina el suyo.  
Estoy tan excitada, mi piel está tan encendida. Mis mejillas están de un rojo brillante, y mi centro de repente palpita. Estoy mortificada porque estoy segura de que puede leer mi deseo. 
—Descubre que las cosas no son siempre lo que parecen.  
Casi había olvidado de que estábamos hablando porque mi cuerpo estaba hablando por mí. 
Mis brazos todavía están suspendidos por encima de mi cabeza, aseguradas en su mano, mientras la otra se desliza hacia mi cintura y encuentra la piel donde mi camiseta se encuentra con mis pantalones de mezclilla cortos. Pasa su dedo a lo largo de la cintura y sonríe cuando muerdo mi labio para impedir el gemido. 
—¿Así, princesa? 
Esta vez, mi murmullo de aprobación rompe las compuertas porque acaba de llamarme princesa.  
—¿Por qué te importa lo que q-quiera? —planteo, con la esperanza de fingir confianza, pero el tartamudeo en mi pregunta me delata. 
En una forma indirecta, acabo de confesar que me gusta… mucho, pero de pronto estoy harta de pretextos. Lincoln nunca ha provocado estos sentimientos arraigados en mí. 
Me duele el estómago porque una ola de comprensión me arrastra y jadeo para respirar. Quiero a Sin, lo quiero con cada pizca de mi cuerpo, y aunque me horrorizo por ese hecho, no puedo ignorarlo un segundo más. 
Estoy enamorada, enamorada de mi enemigo, y no sé cómo detenerlo. 
No sé cuándo la línea fue cruzada, o si hubo una línea, pero la idea de dejarlo ir abre un agujero a través de mi pecho. Lágrimas pican en mis ojos. Es capaz de hacerme daño porque nunca he querido nada más que a él. 
Vuelvo la mejilla, avergonzada. ¿Cuándo sucedió esto? ¿Cómo pude ser tan estúpida? Durante toda mi vida, se me ha inculcado en la cabeza que ese chico frente a mí es nada más que problemas, y solo su apellido es un recordatorio de lo que su familia le hizo a la mía. Eso debió haber sido suficiente impedimento, pero todo lo que ha hecho me hace quererlo más.  
—No me importa —susurra, inclinándose cerca, su aliento cálido bañando mi cuello—. Pero me gusta verte, sentirte… —Para remarcar su punto, desliza la punta de su dedo sobre la parte superior de mis pantalones cortos—. Retorcerte. —Y me retuerzo.  
Pero no puedo evitar pensar que está mintiendo. 
Muerdo el interior de mi mejilla para dejar de preguntarle algo de lo que sé me arrepentiré. 
Mi piel se enciende cuando se agacha y desliza su nariz por mi cuello, inhalando mi perfume.  
—Oh, princesa… —Su respiración continúa haciéndome cosquillas en la piel caliente. Me debilita las rodillas, y las estrellas destellan ante mis ojos. Ni siquiera sé que quiere decir con eso porque lo quiero todo. 
—¿Qué mierda? ¡Suéltala! —la voz de Lincoln rompe a través de mi neblina alimentada por hormonas, me dejo caer, agradecida de que Sin esté sosteniéndome porque me habría desplomado sin él. 
Sin se gira sobre su hombro, una sonrisa divertida sale de sus labios. 
—Tu caballero de brillante armadura ha arribado —dice, irónicamente. Rompe nuestra conexión, e instantáneamente extraño la calidez. 
—N-no necesito ningún salvador. Puedo salvarme sola —susurro, impresionada de haber logrado escupir eso sin ahogarme. 
Su atención vuelve hacia mí, ambas cejas arqueadas.  
—Lo sé, princesa. —¿Lo sabe? 
Ambos nos concentramos en Lincoln, quien viene corriendo, con los puños apretados, las fosas nasales dilatadas de rabia. Su imitación de Hulk Hogan refuerza el hilo de pensamientos de Sin. Lincoln no me conoce nada, pero para ser justos, es porque nunca lo he dejado entrar. Nunca quise hacerlo. 
—Diviértete con comando Ken —se burla, caminando hacia atrás e ignorando completamente el ataque de Lincoln. 
Quería decir tantas cosas, pero, sobre todo, no quería que se fuera. 
—¿Estás bien? —dice Lincoln, apresurándose y sosteniéndome con el brazo extendido. 
Se que debería estar agradecida, pero su preocupación es totalmente innecesaria.  
—Estoy bien —contesto más fuerte de lo que pretendía. Cuando intenta tocar mi mejilla, me aparto de su garre. 
—Momento, no soy el enemigo aquí. Él lo es. —Señala con el pulgar hacia Sin, quien se pone la camiseta, indiferente—. Ese hijo de puta. Lo mataré. —Sin silba una alegre melodía, el sonido es burlón y provocador. 
Justo cuando Lincoln se lanza hacia adelante, me aferro a su bíceps.  
—Détente. Estoy bien. No necesito que saltes en mi defensa. Puedo cuidarme sola. 
—No se veía de esa manera hace cinco segundos. 
—Lo tenía bajo control —contrarresté obstinadamente. 
Este acto galante me enojó porque simplemente corroboraba lo que dijo Sin… Lincoln no me conoce nada. 
—Lo que sea, Holland estás temblando. Podemos discutirlo después. 
Cuanto más habla, más loca me vuelvo y Sin se vuelve más divertido. 
—Eres un verdadero imbécil, ¿lo sabías? —escupe Lincoln, las venas de su cuello revientan.  
—Gracias por recordármelo —responde Sin con una sonrisita, cerrando su casillero de golpe. Se está regodeando en esto. Sabe que estoy a punto de decirle a Lincoln que cierre la boca para siempre. 
Necesito terminar esto antes de que se salga de control.  
—Si terminaron de comparar que polla es más grande, tengo tarea que hacer. 
La boca de Lincoln se abre mientras Sin se echa a reír.  
—No hay competencia aquí, princesa. 
—Jódete, hombre. —Lincoln sacude la cabeza, enfurecido por haber sido derribado. 
—No eres mi tipo —responde Sin, añadiendo leña al fuego. 
—¿Qué está pasando aquí? ¡Sepárense! —resuena la voz del entrenador rompiendo el espectáculo, recordándome que probablemente debería irme ahora. 
—Lo siento entrenador. Me estaba yendo —me disculpo, pero el entrenador vuelve su molestia hacia su hijo. 
—Lo sabes bien, Lincoln. ¡Jesucristo! —Su rostro se vuelve rojo como un tomate. 
—¡Entrenador! —protesta Lincoln, pero es rápidamente interrumpido: 
—Puedes sentarte ahí. 
—¿Qué demonios? ¿Qué pasa con el juego este fin de semana? 
La disciplina del entrenador es un poco extremista, pero sé que no puedo intervenir. 
—Puedes sentarte ahí también. —Los vestuarios se quedan en silencio. 
Me siento terrible porque esto es culpa mía. Lincoln me mira antes de dispararle a Sin una mirada ceñuda que gotea veneno puro. Sin simplemente sonríe burlonamente. 
Lincoln sale corriendo de la habitación cuando su padre le da una palmada a Sin en la espalda. Él no parece preocupado, solo avergonzó y castigó a su hijo.  
—¿Listo, hijo? 
—Siempre —responde, mirándome con suficiencia. Esa es mi señal para irme. 
Empujo a los chicos, protegiendo mi visión periférica con las palmas ahuecadas y solo enfocándome hacia adelante. Ahora que no estoy temblando con rabia, me doy cuenta de que mi arrebato ha atraído la atención de todo el equipo de fútbol, algunos de los cuales nunca volveré a mirar de la misma manera. 
—Ven a visitarnos de nuevo —bromean unos cuantos de ellos, solo aumentando mi vergüenza. 
—No en esta vida. He visto lo que hay en el programa y no hay nada que destacar. —Intento poner en escena la confianza, pero grito cuando uno de los chicos sale de la ducha sin una toalla. 
Las risas divertidas de Sin me pisan los talones mientras corro por la puerta. 


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Mensaje por Yani Lun 24 Mayo - 16:09

Capítulo 6
Miro mi libro de matemáticas al suelo y caigo sobre mi espalda, gruñendo. Hoy soy un desastre inútil. Dejé la escuela temprano y vine a casa con la intención de olvidarme de cualquier epifanía 
que pensé haber tenido. Pero hasta ahora, en todo lo que puedo pensar es en cómo me sentí en los brazos de Sin. 
Mientras miró alrededor de mi modesta habitación desde el suelo y contemplo las fotos familiares de mi cómoda, continúo preguntándome donde está mi lealtad. Mis padres nunca me han enseñado odio, pero sé que estarían furiosos conmigo si les digo como me siento.  
Mis ojos aterrizaron en una copia estropeada de Romeo y Julieta en mi pequeño escritorio. Ahora entiendo los infortunios de Julieta. 
¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no dejaría de ser rosa. Y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo... 
Pero esta no es una obra Shakesperiana, Sin tampoco es un Romeo disfrazado. Es una verdadera tragedia, y soy una tonta por siquiera tener esa idea. 
Suspirando, cruzo los brazos sobre mi estómago y miro mi brillo en el oscuro techo lleno de estrellas. Desearía que estas estrellas guiaran el camino, lo iluminaran, y me dijeran qué camino tomar. Pero ninguna brilla más que las demás. Todas parpadean con la misma potencia para cambiar mi vida para siempre. 
—¿Cariño, puedo pasar? —Mi madre toca suavemente, vigilándome por decima vez en la última hora. 
Enderezándome, aprieto mi cola de caballo torcida y alcanzo el libro de texto que había tirado aun lado apresuradamente. 
—Por supuesto. 
La puerta se abre un segundo después, y finjo que estoy demasiado perdida en las ecuaciones matemáticas para escucharla entrar.  
—Te traje algo de jugo. 
—Gracias. Puedes ponerlo allí. —Señalo a los tres vasos intactos en la mesita de noche. Merodea, y aunque lo aprecio, solo quiero que me dejen en paz. 
—¿Estás segura de que estás bien? Tu padre y yo podemos cancelar nuestra reservación. Reservamos esta noche hace meses cuando pensamos que estarías en el baile de graduación. 
Mis padres se quedarán en un hotel lujosos del centro. No es algo que hagan a menudo, y me rehúso a permitir que mi mal humor afecte su noche también.  
—Mamá, ve. —Encuentro su mirada preocupada e instantáneamente soy golpeada con sentimiento de culpa—. Quiero que vayan y lo pasen increíble.  
Ella retuerce las manos, con un aparente dilema.  
—Solo lo cancelaré. Podemos quedarnos en casa y ver Pretty in Pink. ¿Quién necesita el baile de graduación? 
Cuando se dirige directamente a la línea fija, me levanto y suavemente agarro sus delgados hombros.  
—Ve —repito con una sonrisa—. Te ves demasiado hermosa para quedarte. Además, tengo un trabajo que terminar. —Esto es una mentira,pero me cree. 
—Oh, cariño, me siento horrible. —Sus tiernos ojos se suavizan. 
—Mamá, en serio, estoy bien. Por favor no llores; de lo contrario parecerás un mapache. —Ella ríe, y estoy agradecida del cambio en el estado de ánimo.  
Se alisa tímidamente la falda de su vestido rojo y sonríe. 
¿No crees que es demasiado? —Inclinando la cabeza hacia un lado, toco mi barbilla observando. Parece que está a segundos de salir corriendo por la puerta para cambiarse. 
—Te ves impresionante, pero…. —Levanto el dedo. 
—¿Pero? —Palidece, pasando la mano por su cabello rizado y tira nerviosamente de sus pequeños aretes de diamantes. 
Saltó sobre mi guardarropa, me agacho y busco entre los estantes medio vacíos. Cuando encuentro lo que buscaba, se los ofrezco, y sonríe.  
—Pero necesitas estos. 
Ella toca los tacones dorados con tiras, mordiendo su labio.  
—No podría. —Pero puedo ver que quiere. 
—Por supuesto, que puedes. Belle me los dio porque le apretaban los pies. Estoy segura de que los usó por cinco minutos. —Doy palmaditas en la cama, indicándole que se quite los zapatos planos de abuelita y muestre esas piernas asesinas. Finalmente se da por vencida, no que necesitara torcerle el brazo. 
Mientras cruza la pierna para deslizarse los tacones de doce centímetros, decido hacerle una pregunta hipotética antes de que me devore por dentro.  
—Belle irá al baile de graduación con Sin. London —corrijo rápidamente. 
Ella trabaja la hebilla mientras me mira.  
—Pensé que podría. ¿Están saliendo? 
Ha sido una regla general no hablar de los Sinclair y Belle sabe que no debe mencionar a Sin a mis padres. 
—No sé si puede decir que salen. Belle cree que ya no está interesado en ella. 
—Eso no me sorprende. Ese chico no tiene exactamente los mejores 
modelos a seguir. 
Asiento, mirando sus dedos trabajar el cierre, incapaz de enfrentarla.  
—Lo sé, pero… 
Hace una pregunta en medio de abrocharse. 
—Pero, ¿qué? 
Trago el nudo en mi garganta y encuentro su mirada inquisitiva.  
—¿Pero realmente crees que es tan malo? 
Mi pregunta la ha derribado. Parece visiblemente sorprendida y abre y cierra la boca dos veces antes de contestar.  
—Holland… ¿hay algo entre ustedes? 
—¿Qué? —Niego con la cabeza con firmeza, mi cola de caballo se agita por la fuerza—. No, Dios, no, solo… —Tiró del medallón plateado alrededor de mi cuello mientras ella exhala con alivio—. Quiero decir, fue a la cárcel por mí. No puede ser tan malo. 
Ella se toma un minuto para encontrar las palabras. 
—No, él es peor. —Una vez que se ha abrochado los zapatos, pone una mano en mi mejilla—. Solo quédate lejos de él, ¿está bien? Nada más que problemas le siguen. Tienes un gran corazón y sé que quieres ver lo bueno en todos, pero London no se merece un segundo de tu tiempo. después de todo lo que te ha hecho a lo largo de los años… —Toma una respiración profunda, sus mejillas sonrojadas—. Solo prométeme que te mantendrás alejada de él. 
Nunca la he visto tan firme antes. Realmente no me ha dado una razón para mantenerme alejada, pero no discuto. Su resolución es clara y sé que nada la hará cambiar de opinión. 
—Está bien. Lo prometo. 
—Buena chica. —Me besa en la frente, mi respuesta apacigua sus preocupaciones. 
No estoy mejor que hace cinco segundos, pero era estúpido pensar que mis sentimientos hacia Sin serían correspondidos. Solo porque tuve un lapso en mi juicio no significa que mi mamá también lo hará. 
—Ahora si nos necesitas, llámanos. Dejaré el número en el mostrador de la cocina con veinte dólares por si te apetece una pizza. —Sonríe, su hermoso rostro se ilumina. 
—Gracias. Ten una buena noche. 
—Tú también, cariño. —Ella besa mi frente una vez más, acariciando cariñosamente el cabello de mi sien—. Mi pequeña niña es una adulta. —Y por alguna razón, trae lágrimas a mis ojos. 
Estoy segura de que nunca imaginó que su vida cambiaria de la forma en que lo hizo. La manera más fácil habría sido tener un aborto, pero tenerme demuestra su fuerza y el hecho de que nunca me dio la espalada. Planeo hacer lo mismo.  
—Asegúrate de estar en casa antes de la una —me burlo en voz baja, haciendo una pobre imitación de mi padre. Ella se ríe, abrazándome una vez más, antes de salir tranquilamente de mi habitación como una modelo de pasarela con esos zapatos. 
Cuando se cierra la puerta principal y el auto arranca con un chisporroteo, voy a la ventana y veo a mis padres a través de las cortinas de encaje. De alguna forma, este es su baile de graduación tardía. Puedo vivir indirectamente a través de ellos. 
A medida que el auto se echa para atrás por el camino de entrada, los faros se hacen cada vez más y más pequeños, miro hacia el claro cielo nocturno y me concentro en el arco de estrellas. Cuando era más joven, solía sentarme junto a esta ventana y pedir deseos a cada estrella hasta donde podía ver, pero a medida que crecí, me di cuenta de que los deseos se vuelven realidad con trabajo duro y determinación. No hay poción mágica que uno pueda tomar para transformarse milagrosamente en alguien que no sea en sí mismos. Si queremos algo… tenemos que salir a buscarlo. 
Bueno, esa regla se aplica a la mayoría de las cosas… pero algunas, tenemos que olvidarlas y seguir adelante. 
Esa cortina de tristeza me envuelve una vez más, pero la aparto porque le he hecho una promesa a mi mamá. London Sinclair esta fuera de los límites, y no importa lo que crea que siento, esa regla nunca podrá romperse. 
 
*****
Renunciando a la idea de estudiar, decido tomar un baño y que sea una noche tranquila. Los veinte dólares que mis padres dejaron todavía están en el mostrador de la cocina ya que la idea de comer me hace un nudo en el estómago. 
Estoy holgazaneando en mi sofá viendo un maratón de Disney porque los mundos mágicos de fantasía me ayudan a desconectar. Son un poco más de las once, y el baile está sin duda en pleno apogeo. 
Lincoln no ha intentado llamarme después de hoy; no es que lo culpe, considerando que lo traté como si fuera el enemigo. Considerando que tenía buenas intenciones, pero Sin tiene razón, puedo cuidarme sola. Después de todos estos años, debe saberlo porque él es la razón por la que no soy una damisela en apuros. 
Supongo que es la razón por la que amo demasiado la Bella y la Bestia. Mientras los créditos pasan, decido terminar la noche. No he salido de mi bajón, así que espero que un sueño muy necesario ayude a resolver los problemas, y me sienta un poco más como yo mañana. 
Apago las luces y camino por el estrecho pasillo hacia el baño. No tenemos el lujo de tener dos baños, pero después de un tiempo, aprendes a lidiar. Belle aun esta horrorizada de que tenga que compartir con mi papá, pero hay problemas más urgentes en el mundo, como si ella y Sin están registrados en el hotel Beverly Hills como el resto de mis compañeros de clase. 
El vestido color champán de Belle es impresionante, y después de unos cuantos giros, decidió que, no obstante, del hecho de que se sintiera como una ballena encallada, iba a usarlo. La ayudé a prepararse, pero después de una hora, abandoné porque la idea de Sin ayudándola a salir de eso al final de la noche me daba náuseas. 
Ella todavía parecía un poco descolorida cuando me fui, pero supongo que el estado de su relación y la de Sin estaba jugando en su mente. Evitamos lo que pasó esta tarde porque no quería arruinar su noche con mis problemas. 
Estoy cepillando mis dientes, perdida en una competa dimensión diferente, cuando hay un estruendo atronador en lo que suena como mi puerta principal. Hago una pausa para escuchar, esperando que solo sea el escape de un auto. Espero, exhalando un suspiro de alivio cuando está en silencio, pero ese aliento es en vano porque suena de nuevo, solo que más fuerte esta vez. 
No hay forma en el infierno de que abra la puerta. 
Me lanzó hacia la luz y la apago, así mi casa está envuelta en la oscuridad. No me molesto en enjuagarme la boca. Entrando sigilosamente por el pasillo, miro fijamente el camino, la puerta principal a unos metros de distancia. Tal vez quienquiera que sea se había equivocado de casa y se ha ido.  
Mi respiración pesada llena el pasillo, mis rodillas golpean juntas con ansiedad. Sí, no vivimos en la mejor parte de la ciudad, pero nunca he tenido un intento al azar de derribe de la puerta en medio de la noche. 
Cruzando los dedos detrás de mi espalda, no me atrevo a mover ni un músculo, demasiado asustada de que el movimiento alerte al golpeador de que alguien está en la casa. Justo cuando creo que se fueron, los golpes suenan una vez más, pero los golpes son más ruidosos y mucho más desesperados esta vez. Me tapo la boca con las manos para silenciar mis jadeos. 
Al poco tiempo, los golpes son una continua canción, poniéndose cada vez más intensos a medida que pasa cada segundo. Necesito dejar de estar de pie como una idiota y hacer algo porque dudo que un intruso golpee, alertando a los ocupantes de su llegada. 
Quizás alguien está en problemas. 
Eso me hace caminar de puntillas hacia la puerta, la alfombra desgastada silencia mis pasos. No tengo idea de lo que planeo hacer porque para cuando la policía llegue a este vecindario, estaré atada y amordazada, y contrabandeada en la frontera mexicana. 
Alcanzando el bate de béisbol que convenientemente se encuentra en el soporte de paraguas junto a la puerta, desbloqueo la manija tan silenciosamente como un ratón, pero dejo la cadena en su lugar. Justo cuando estoy a punto de exigir quien está allí, una súplica sin aliento cambia el curso de todo. 
—Abre… la puerta. Soy yo… princesa. —La sangre fluye por mis oídos, y mi estómago baja trece pisos. 
Busco a tientas la cadena con dedos temblorosos porque no hay manera de que él este afuera de mi puerta. Pero cuando abro, el bate de béisbol sigue en mi mano, veo que lo está. 
Mierda. 
Él luce un poco diferente a cuando lo vi antes. Esta en un esmoquin, pero no es a lo que me refiero. El hecho de que este bañado en sangre y parece como si hubiera tenido cinco rondas con Mike Tyson es mi mayor preocupación.  
—¿Sin? ¿Qué te pasó? —cubro mi boca, aterrorizada. 
Sus manos ensangrentadas agarrando su costado, y cuando se tambalea hacia adelante, silba de dolor.  
—¿Puedo entrar? —Él no espera mi respuesta, pero en cambio se derrumba a medias sobre mí. Dejo caer el bate y al instante lo atrapo, con 
miedo de que se quede plantado en el suelo.
Cuando se hunde contra mí, casi pierdo el equilibrio porque él es tan malditamente pesado.  
—¿Puedes caminar? —Asiente, mordiéndose el labio hinchado para detener el gruñido de dolor. 
Comenzamos a tambalearnos lentamente en el interior, él apenas avanza dos pasos antes de colocar su mano en la pared para recuperar el aliento. Estoy haciendo lo mejor que puedo para mantenerlo erguido, pero se tambalea y se pone tan inestable, estoy tan asustada que tengo miedo de no llegar a la cocina a tiempo. 
Mi habitación está más cerca, así que lidero el camino, sin dejarlo ir nunca mientras envuelvo mi brazo alrededor de su cintura, persuadiéndolo de que se apoye contra mí como soporte. Él se balancea como si estuviera borracho, pero sé que la inflamación en su ojo es probablemente la razón de que no pueda caminar derecho. 
Estoy corriendo de pura adrenalina porque en un día normal, no hay forma de que pudiera cargarlo a medias por el pasillo y hasta mi habitación. El momento en el que entramos, lo dirijo hacia la cama, donde colapsa y caigo con él. Afortunadamente, el colchón frena nuestra caída. Salgo de debajo de él, estremeciéndome cuando gruñe en dolor. 
Al pie de la cama, muerdo mis uñas, sin saber que se supone que debo hacer. 
—¿Debo llamar a una ambulancia? 
Él se las arregla para rodar sobre su espalda, pero niega con la cabeza con fuerza. Su cabello manchado de rojo se pega a su frente.  
—No. Estoy bien. Solo necesito… recuperar el aliento. 
Eso es una exageración, por decir lo menos.  
—¿Qué sucedió? —pregunto de nuevo, aun de pie como una estatua. 
—Me encontré con una… puerta —jadea, apretándose el costado mientras intenta sentarse. Me apresuro a ayudarlo, sin creer que esté haciendo bromas en este momento.  
Después de tres intentos, este sentado derecho, pero su rostro es un desastre caliente. El limpia su labio reventado con el dorso de la mano, saliendo con una mancha roja. 
—Regreso enseguida. —No espero a que conteste y salgo de prisa hacia el baño. 
Nuestros desordenados cajones no tienen suministros de primeros auxilios, pero agarro lo que puedo y regreso rápidamente a mi habitación. 
Él está inclinado en la misma posición en que lo deje, lo que me preocupa. ¿Quizás tenga una contusión? 
—Ojalá me dejaras hablarle a alguien. 
—No —ladra, negando con la cabeza obstinadamente. 
Sin interés de discutir, recojo de nuevo mi cabello y no tengo idea de donde comenzar.  
—¿Puedo limpiarte el rostro? 
Estoy asustada, no por la sangre, más bien porque él está lastimado. ¿Quién le hizo esto? 
Él me mira, el azul de sus iris emerge ahora con gotas rojas de ira.  
—Lo siento. No debí haber venido. —Cuando hace el intento de levantarse, lo detengo. Inclina la barbilla para mirar mi mano presionando su hombro. Finalmente, asiente. 
Alcanzo la bolsa de las almohadillas de algodón y el líquido antiséptico, froto unas almohadillas con el líquido de olor fuerte y tiro de un rostro dolorido.  
—Esto va a doler. 
Dejando caer el resto de los suministros a mi lado, me arrodillo ante él y vacilante estiró la mano para apartar el cabello enmarañado de su frente. Se aleja a toda prisa, parece que estoy cruzando un límite personal, pero tomo gentilmente su barbilla y lo miro a los ojos.  
—Deja de ser tan llorón y déjame ayudarte. 
Insultarlo tiene el efecto deseado, y deja de pelear conmigo. 
Podría abordar esto con pasos de bebé, pero ¿por qué empezar ahora? con eso como mi lema, presiono la gaza empapada contra su ojo sin ninguna preparación. 
—Hija de puta. ¡Mierda! 
Retrocedo, con miedo de perder un dedo.  
—Lo lamento. Pensé que sería como una tirita. Lo haré rápido — explico, mientras continúa maldiciendo como un marinero. 
—Que tal una advertencia la próxima vez —ladra sin morder. 
—Te ofrecí llamar a una ambulancia, pero te negaste. —Me encojo de hombros, arrugando la nariz. Esta es la única manera en la que puedo atravesar esto. Si no rio, lloraré.
—Oh, estas disfrutando tanto esto —dice, negando con la cabeza con una sonrisa de satisfacción. 
—Solo un poco —confieso, mostrándole cuánto usando mi pulgar y apuntando como una regla. 
Él exhala un profundo respiro y asiente.  
—Bien, estoy a tu merced. 
—Eso es un buen cambio —murmuro en voz baja mientras alcanzo otro algodón. 
Aplico una pequeña cantidad y trato de frotar su ceja, pero luego me alejo, advirtiéndole que estoy cerca. 
—Solo hazlo —instruye, poniendo los ojos en blanco. 
—Vaya, a alguien le creció un par. —Presiono la gasa en su ojo y gentilmente limpio la suciedad, alcanzo otras dos. 
Estamos callados mientras lo atiendo, ambos pareciendo estar perdidos en las palabras. Ni en un millón de años me imaginé cuidando de Sin, considerando que la mayoría de las veces me imaginaba que era yo quien le infligía este tipo de heridas.  
—¿Entonces me vas a decir lo que pasó? 
—No —responde sin pausa, pero silba cuando le doy un toque con demasiada fuerza en el corte sobre su ojo derecho. 
—No puedes solo aparecer en mi puerta en medio de la noche viéndote así y no esperar que haga preguntas. 
—Deberías ver al otro tipo —se burla, intentando silbar, pero sale como un chillido desinflado. 
—¿Sucedió en el baile? 
Su mandíbula se aprieta, respondiendo la pregunta. 
El hecho de que está cubierto de sangre y sucio y que le falté la chaqueta y la corbata insinúa que me perdí una noche de diversión.  
—¿Dónde está Belle? —Aparta su rostro, pero esta vez, no es porque lo haya atendido con demasiada brusquedad—. ¿Está bien? 
Mi corazón comienza a acelerarse. 
Cuando siente mi preocupación, asiente.  
—Está bien. —Pero no me está diciendo algo. Lo he llegado a conocer 
tan bien como él me conoce a mí. Me tomo un momento para recomponerme, pero no puedo detener el temblor en mis manos. 
Su ojo esta tan limpio como puedo, así que decido limpiar la sangre estancada en sus labios. Pero la idea de tocarlos y estar tan cerca de él de repente resalta lo gran mentirosa que soy. Le prometí a mi mamá que estaría alejada de él, ahora él está aquí, en mi habitación. Necesito algo de aire. 
—Te conseguiré algo de agua y, ¿quizás algo de hielo para tus costillas? —pregunto deliberadamente, mirando donde todavía se agarra a su costado. 
—Gracias. —Me mira de cerca, esperando una señal que delate mis pensamientos. Pero he dominado la perfecta cara de póquer gracias a él. 
El aire está cayendo en una vibra incomoda, mientras le paso la gasa y el antiséptico. Los acepta, pero me sorprende cuando suavemente superpone mis dedos con los suyos. Mirando hacia nuestra conexión, me estremezco cuando la luz brilla sobre sus nudillos ensangrentados. 
—Regresaré en un minuto. 
No espero su respuesta, pero en su lugar, prácticamente corro desde mi habitación al borde de un ataque de nervios. Cuando llego a la cocina, apoyo las manos sobre el mostrador y me agacho y respiro tres veces para estabilizarme. 
No tengo idea de que está pasando, pero algo dentro de mí me dice que de alguna forma estoy involucrada. Realmente debería llamar a Belle o a Lincoln, pero prefiero escucharlo de Sin. Es el único que no endulza nada porque sabe que puedo manejarlo. 
Inhalo y exhalo, sintiéndome remotamente mejor. Abro el congelador y busco una bolsa de guisantes. Agarro una botella de agua y regreso a mi habitación. Sin todavía está sentado en el borde de mi cama, pero su rostro luce un poco mejor ahora que no está embadurnado de sangre seca. Sin embargo, en su lugar están los moretones subyacentes empezando a formarse. Él va a estar dolorido por la mañana. 
¿Cuál quieres primero? —pregunto, haciendo malabares con los guisantes y el agua. El señala la botella de agua. 
Mientras camino casualmente hacia él, noto sus ojos haciendo un rápido repaso a mi cuerpo. No tengo idea de porque hasta que también miro hacia abajo y veo mis pantalones cortos de dormir de unicornios y mi camiseta de encaje blanco mirándome fijamente. En mi pánico, olvidé completamente una pequeña cosa llamada brasier. 
Mis brazos instantáneamente suben para cubrir mi muy expuesto pecho, pero eso solo llama la atención hacia mi piel rosada. Él sonríe, pero pide el agua, su sed toma prioridad sobre mi mortificación.
Se la paso con un brazo todavía cubriéndome. 
Desenrosca la tapa y la tira hacia atrás, tragándola con sed. Me pregunto cómo llego aquí. Él no está en condiciones de conducir. Pero la pregunta más urgente de todas es, ¿por qué vino aquí? Estoy de pie en el medio de la habitación, mordiéndome el pulgar, intentando descifrar este desconcertante acertijo. 
—¿Guisantes? —dice simplemente, extendiendo la mano. Su voz rompe las veinte preguntas que rebotan en mi cabeza, y le arrojó la bolsa. 
Su camisa esta fuera del pantalón, así que levanta el dobladillo lentamente y pone los guisantes en sus costillas. Silba, cerrando los ojos por un segundo, pero los abre unos momentos después.  
—Me iré en un momento. Lamento arruinar tu noche. —Mi edredón color crema llama su atención porque se parece a una sangrienta pieza de arte abstracto—. Mierda, y tu edredón. Lo limpiaré en seco. 
—Está bien. No te preocupes por eso. 
El silencio incomodo impregna la habitación una vez más, una niebla con la que ambos estamos obligados a ahogarnos si no dejamos de bailar en torno al tema en cuestión.  
—¿Qué sucedió? —presiono una vez más, esperando que arroje algo de luz esta vez. 
Suspirando, pasa una mano por su cabello, los mechones despeinados se levantan en protesta. Es evidente que está sopesando que decir a continuación.  
—¿Me prometes algo? —asiento temblorosamente. 
Mi corazón suena a una cadencia ensordecedora cuando agarra el extremo de la cama y lentamente se levanta. Parece como si hubiera estado en la guerra, pero no puedo evitar compararlo con un guerrero, peleando hasta su último aliento.  
—Escucha lo que Belle tiene que decir. 
Ladeo la cabeza, rivalizando con Scooby-Doo. ¿Qué infiernos significa eso? 
—Se que no tiene sentido para ti, pero lo hará. —Me quedo congelada, esperando más, pero eso es todo. El acto final—. Gracias por el agua. Envíame la cuenta. 
A medida que avanza cojeando, un silencioso rechazo de que esta conversación ha terminado, mi cuerpo actúa antes de que mi cerebro pueda ponerse al día. 
—¿Qué demonios? No puedes decir eso y luego simplemente irte. — Me aferro a su antebrazo, mis dedos se clavan en su piel. 
—Solo confía en mí, princesa. 
—¿Confiar en ti? —No puedo evitar la risa sarcástica que se me escapa—. ¿Por qué diablos iba a hacer eso? 
—Porque no es mi historia para contar. —Su respuesta golpea mi estómago, y lo dejo ir. 
Me invade una sensación cada vez más oscura de aprensión, y sé que mi pensamiento original era correcto… lo que sea que pasó, pasó por mi culpa. 
—No quise hacerte llorar. — Ni siquiera sabía que lo estaba hasta que él se alza sobre mí limpiando mis lágrimas con sus pulgares. 
—No estoy llorando —resoplo, reprendiendo sus afirmaciones. 
Vulnerable y asustada, me inclino hacia su toque y permito este momento de sinceridad entre nosotros.  El temblor de su caricia me hace levantar los ojos, curiosa de porque está temblando. Pero lo que veo me quita el aliento. 
Sin está despojado de sus capas, y está de pie ante mí desnudo y totalmente expuesto. 
—¿London? —jadeo, sin entender lo que estoy viendo. 
La incertidumbre se mantiene cuando continúa tocándome mucho después de que mis lágrimas se fueron. Con dos dedos, traza mis mejillas, y luego continúa a lo largo de la pendiente de mi nariz, pero cuando esboza el contorno de mi boca, todo se vuelve claro como el cristal. 
Su atención está en mis labios, que mima con deliciosas caricias. Sus dedos trazan la superficie, superponiéndose de izquierda a derecha mientras pinta sobre mi labio superior una y otra vez. 
Me quedo perfectamente quieta. Demasiado temerosa para respirar. 
Él continua su viaje, obsesionado con mi labio inferior hinchado, que tira entre el pulgar y el índice. No puedo evitar el gemido bajo y ronco.  
—Eres tan… exasperantemente hermosa. 
Casi me caigo porque su admisión es extraña. Pero no me permite recuperarme. 
—Nunca había conocido a nadie a quien… amara y odiara… de la misma forma que a ti.
—Tú... ¿qué? —No me detengo por un efecto dramático. Me detengo porque estoy a punto de desmayarme. 
—Eres la causa de mi caos, pero cuando estoy contigo… nada se siente más real. 
Mi cabeza está dando vueltas, mi cuerpo quema, pero de repente, todo se alinea, y pienso en el caos, London y yo encontramos la claridad. Él también lo siente. Estamos hechos para odiarnos el uno al otro, ser enemigos para siempre, pero, ¿cómo puedes odiar lo que más amas en el mundo? Algo que es parte de ti, como lo eres de ti mismo. 
—Dime que es una mala idea —declara, el tono bajo me calienta de la cabeza a los pies. 
—Esto es una mala idea —declaro sin fuerzas. 
Él encuentra mi mirada, y exploto. Me disuelvo, me licuo; cada parte de mi se vuelve papilla. Nada de esto tienen ningún sentido. London Sinclair es literal el chico malo del que mis padres me advirtieron mientras crecía, pero diecisiete años de lecciones de vida son arrojadas por la ventana porque no he deseado a nadie más como lo deseo a él. 
Me recompensa con una sonrisa torcida, pero esta vez, esa sonrisa arrogante está mezclada con deseo y pertenencia. 
No sé quién se arroja primero, pero cuando nuestros labios se conectan, el mundo desaparece y ninguno de nosotros existe. Lloro en su boca, incapaz de controlar el conflicto interno que devora mi alma. Debería alejarlo, pero prefiero arrancarme las uñas y cortarme las manos antes de pensar en hacerlo. 
Su lengua se desliza en mi boca, ordenándole a la mía que se rinda y sucumba a él por completo. Me rindo, rodeando su nuca con ambos brazos y acercando su rostro hacia el mío. Nos besamos como bestias hambrientas, mordiendo y arañando al otro hasta que no puedo respirar. Se que debería ser suave, pero no puedo. 
Él pasa sus dedos en mi cabello, el lazo de mi cabello ya no está cuando de repente me echa la cabeza hacia atrás y deja al descubierto la longitud de mi cuello. Cierro los ojos e inclino la cabeza más atrás cuando baja los labios y muerde mi pulso. 
Nada se ha sentido tan pecaminoso, pero cuando sus labios descienden por mi cuello, chupando y lamiendo, sé que esto solo es una probada de lo que está por venir. Aprieto los ojos, jadeando tan malditamente alto, que estoy segura de que los vecinos pueden oír. 
—Hueles tan bien —canturrea contra mi garganta, apretando su 
agarre alrededor de mi cintura. 
Su lengua circula sobre el hueco entre mis clavículas antes de llegar a mi pulso una vez más. El muerde y chupa, sin duda dejando un moretón del tamaño de Texas, pero lo llevaré con orgullo.  
El continúa besando mi mandíbula, mordiendo mi barbilla antes de aplastar nuestros labios una vez más. Lo devoro como si fuera mi última comida y atrapo su labio inferior con el mío. Se aleja, silbando, y veo que lo he hecho sangrar. soy una completa sádica, porque la señal me complace más allá de las palabras.  
Me acerco a él, golpeando las solapas de su camisa para reconectar nuestros labios, pero se aleja, burlándose con una sonrisa. Resoplo de frustración, pero eso lleva a un suspiro cuando la mano alrededor de mi cintura se desliza hacia la parte delantera de mis pantalones cortos. 
Me observa de cerca, nunca rompiendo el contacto visual mientras frota en un pequeño circulo con dos dedos sobre mi parte más preciada. Grito, desplomándome hacia adelante, descansando mi frente contra su hombro mientras él apresura la velocidad y profundiza más adentro. 
No puedo creer lo bien que se siente, y él ni siquiera está tocándome la piel. Mientras encuentra mi maduro centro, el pellizca ligeramente, haciéndome ver estrellas.  
—Oh, mierda —gimo, muerdo su hombro, necesitando algo para dar. 
—¿Así, princesa? —tararea cuando me encuentro alrededor de su mano, demandando más. Estoy tan excitada, cada parte de mi cuerpo está hormigueando, y me temo que voy a explotar. 
—Más —me las arreglo para superar mi jadeo. 
No necesita más instrucciones y sumerge su mano dentro de mis pantalones cortos, superando cualquier última reserva. Grito cuando desliza dos dedos a lo largo de mi resbaladiza entrada. 
Mi excitación cubre sus dedos, que tienen un rugido de aprobación dividiendo la habitación.  
—Mierda. ¿Quieres venirte ya? —Gimo en respuesta, desesperada por que este ardor termine—. Todavía no. Te lo prometí… esto es solo el comienzo. 
Oh, Dios… 
No tengo tiempo de procesar lo que quiere decir porque lentamente me mete un dedo, borrando todos los demás pensamientos. Mi cuerpo necesitado se aprieta alrededor, ordeñándolo y suplicando por más… más… más. 
La intrusión es dolorosa porque esta es la primera vez que alguien me ha tocado de esta forma, pero el dolor es agridulce. Quiero detenerlo, pero la necesidad de él continúa anulando cualquier dolor. Abro las piernas, con timidez extiendo más, y más. 
El inserta otro dedo dentro de mí, enroscando y estirando hasta que no puedo soportar ni un segundo más.  
—Por favor…  —le ruego, odiando lo débil que sueno.  
—¿Por favor qué? —dice con suficiencia porque sabe lo que quiero. 
Cuando sello mis labios, se hunde más profundo, su dedo revoloteando sobre mi maduro brote.  
—London, por favor, oh, Dios. —Me retuerzo, intentando escabullirme, pero me está sosteniendo literalmente en la palma de su mano sin intención alguna de soltarme. 
Justo cuando pienso que estoy a punto de morir, saca su mano de mi pantalón corto, mi cuerpo chilló en protesta.  
—¿Por…? —Mi pregunta muere en mi garganta cuando envuelve sus manos debajo de mi trasero y me levanta. Instintivamente envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y me agarro fuerte cuando él nos lleva hacia la cama. 
Sé lo que está haciendo, y sé que debería decirle que pare, pero no puedo. 
Me baja sobre el colchón, pero no viene conmigo. Me mezclo en la cama, descansando contra las almohadas, esperando nerviosamente por lo que viene a continuación. Él se sienta en sus talones, mirándome, saboreando cada centímetro. 
Señala hacia mi camiseta.  
—Quítatela. 
—¿Q-Que? —tartamudeo, un sonrojo se extiende sobre mí. 
—Quítatela… por favor —repite con una lenta, y sensual sonrisa. 
Estoy más allá de avergonzada ya que nadie me ha visto denuda. Pero cuando sus dedos comienzan a trabajar en los pequeños botones de su camisa, sé que es ojo por ojo. Estamos en igualdad de condiciones, y lo que es bueno para la gansa es bueno para el ganso. 
Observo con sumo interés como abre cada botón, la extensión lisa de su pecho se vuelve más y más real. Estoy completamente hipnotizada cuando desabrocha el último botón y desliza la camisa de sus hombros. Cae al suelo. 
Todavía le duelen sus heridas, eso está claro, pero parece que otro dolor ha tomado presencia. 
—Tu turno —ordena, todavía sentado en sus talones, mirándome. 
Hasta ahora, estaba completamente hechizada por lo que le hacía a mi cuerpo que no note lo que estaba haciendo con el suyo. Mi atención se vierte en su entrepierna. Trago porque un impresionante bulto está acampando enfrente de sus pantalones. 
Se que, si quiero que el espectáculo continué, necesito quitarme algo de ropa. 
Levantándome lentamente, me siento ante él, mordiendo mi labio con miedo. Pero cuando miro esos ojos tormentosos, sé que esto está destinado a ser. Siempre iba a ser él. 
Dejando mis reservas, agarro el borde de mi camiseta top y me la quito lentamente. En un momento estoy desnuda, tímidamente envuelvo un brazo a mi alrededor, cubriendo mis pechos. No sé a dónde mirar. 
Puedo sentirlo recorriendo cada trozo de piel.  
—Mírame, princesa. —Su orden está mezclada con una ternura que nunca le he escuchado antes. Levantando mis ojos, me encuentro con los suyos. 
—Déjame verte. 
Mi largo cabello cae alrededor de mis hombros y espero que proporcione algo de modestia. Mi corazón está a punto de explotar de su confinamiento, pero lentamente me descubro, desnudando todo lo que soy.  
En el momento en que me expongo, algo cambia en Sin. Casi siempre ha tenido un aire de indiferencia rodeándolo, pero ahora, todo lo que veo es pura adoración. Mis pezones se ponen de piedra cuando me siento como una diosa venerada. De repente dejo ir todas las dudas y solo me pierdo en el momento que nunca volveré a experimentar. 
—Tu turno —susurro, haciendo un gesto con la barbilla hacia sus pantalones. 
Mi voz parece romper cualquier hechizo bajo el que esté, y levanta los ojos de donde están devorando mis pechos. Se lame su labio partido con un asentimiento. 
Con dedos hábiles, desata su cinturón y luego desabrocha el botón superior de sus pantalones. 
Él no retira el cinturón. ¿Por qué eso lo hace parecer más caliente? 
Ahora que no estoy en estado de shock, miro su cuerpo, no creyendo que sea real. 
Sus músculos cincelados y sus abdominales duros como roca le dan al David de Michelangelo una carrera por su dinero. Su cuerpo este tallado en puro granito. 
Prácticamente no tiene vello, a excepción del vello oscuro que le pinta el ombligo y luego baja. Sus músculos están definidos, años como mariscal de campo le han ido bien. Baja su cierre y cada centímetro revela más de los suaves rizos ubicados debajo. 
Nunca rompe el contacto cuando engancha sus dedos a través de la cinturilla de sus pantalones y los baja por sus muslos. 
Parpadeo. 
London Sinclair esta frente a mí... desnudo. 
No está usando ropa interior, así que puedo verlo… duro, caliente, y enorme. La vista me tiene frotando las piernas. 
No sé lo que esperaba sentir cuando vi mi primera polla de cerca y en persona, pero repentinamente creo que tengo fiebre porque mi Dios... él es épico. 
Se levanta de la cama para desvestirse por completo y se queda de pie, totalmente desnudo. 
Me estremezco toda. Estoy segura de que las puntas de mis orejas también están calientes. No puedo apartar mis ojos de él. 
—Eres increíble. 
Una sonrisa tímida tira de sus labios. 
—Gracias, pero palidezco en comparación contigo. No soy tan digno, pero te deseo... tanto.  
—Pensé que me odiabas —le susurro, su confesión me deja sin aliento. 
—Nunca te odié, princesa. —Avanza, colocando una rodilla en el colchón, seguida de la otra. Empieza a merodear sin prisas hacia mí, sus heridas parecen haber sido olvidadas hace tiempo. Instantáneamente me rindo. 
En el momento en que mi cabeza toca la almohada, se sienta sobre sus talones junto a mis pies. Se toma su tiempo para explorarme, su vista aterriza en la unión de mis muslos. 
—Me odiaba a mí mismo por sentir lo que sentía... lo que siento por ti. 
Se arrastra por mi cuerpo, colocando ambas manos a cada lado de mi cabeza, pero mantiene todo su peso fuera de mí. 
—Toda mi vida, mi mamá me dijo que estabas fuera de los límites, que podía tener a cualquier chica excepto a ti… —Baja los labios, besando mi mandíbula y mi cuello—. Pero nunca quise ninguna de ellas. Todo lo que siempre he querido... eres tú. 
Mis ojos ruedan hacia atrás mientras muerde sobre mi pulso antes de lamer su camino hacia abajo. Besa mis pechos, cambiando lánguidamente entre los dos. Cuando se sumerge en el valle en medio de ellos y traza el pliegue interior con su lengua, mis caderas se despegan del colchón, la sensación es demasiado increíble para las palabras. 
Se ríe contra mí, la calidez de su aliento me enciende. Con una mano, ahueca mi pecho izquierdo, mientras se desliza hacia el derecho y toma mi pezón en su boca caliente. En el momento en que chupa con un fuerte tirón, no puedo contenerme y grito con una exigencia desenfrenada. Pellizca mi pezón entre sus dedos y acaricia mi pecho en su gran palma. Mientras tanto, sus labios y boca continúan atormentando a su compañero, haciendo círculos con su lengua alrededor de mi aureola. 
Nunca antes había sentido algo tan poderoso. Lincoln nunca ha despertado estos sentimientos en mí. Supongo que nunca me ha tocado tan íntimamente, pero una vocecita dentro de mí me susurra que nadie podría hacerme sentir así... nadie. 
Un calor devora mi centro y cruzo las piernas, deseando apagar las llamas antes de que explote.  
—Nunca he conocido a nadie a quien quisiera estrangular... o saborear... —Chupa todo mi pecho en su boca, luego lo suelta con un plop—. Tanto como a ti. 
En este momento, haré todo lo que él quiera siempre y cuando me saque de mi miseria. 
—Deja de hablar ya y por favor... hazme venir. 
No es exactamente poético, pero sé que apreciará la franqueza. 
Tararea contra mi carne, inhalando profundamente y gruñendo su aprobación. 
—Semejante princesa —tararea, dando sentido a por qué usa ese apodo cariñoso para mí. 
Con su boca mordiendo y provocando mi pecho, mueve una mano entre nosotros y frota mi carne dolorida. Jadeo, apretando mis ojos. Cuando doblo mis caderas, se ríe antes de finalmente darme lo que quiero. Empuja la mano en mis pantalones cortos y mete dos dedos dentro de mí. 
Comienza a bombear dentro y fuera rápidamente, la fricción desencadena una reacción en cadena de necesidad, deseo y un anhelo indómito de convertirnos en uno. Grito y me retuerzo bajo su agarre, pero él nunca se detiene y no quiero que lo haga. En poco tiempo, estoy tarareando con una energía pulsante y si no lo dejo ir, explotaré. 
Está dando vueltas alrededor de donde quiero que esté, con propósito, moviéndose sobre mi clítoris, pero sin prestarle la atención que necesito tan desesperadamente. 
—Por favor, por favor… hazme venir —grito, frustrada y al borde de las lágrimas. 
—Ah, princesa, eso planeo... —Mi cabeza se levanta de golpe y miro con gran horror mientras libera mi pecho antes de bajar por mi cuerpo. Se detiene entre mis piernas. Mirándome, engancha sus dedos en la cintura de mis pantalones cortos antes de deslizarlos por mis piernas. Levanto el culo para que pueda quitarlos con facilidad. 
Este es el momento en el que debo cerrar las piernas porque Sin está a centímetros de mi centro, pero cualquier reparo se ha olvidado hace mucho y abro las piernas en señal de bienvenida. Se toma un momento para apreciar mi desnudez, el azul de sus ojos tragado por descaradas piscinas de deseo. 
Se inclina sobre un codo, trazando su dedo a lo largo de mi estómago tembloroso y rodeando mi ombligo. 
—Eres una jodida visión. Me he masturbado contigo innumerables veces, pero mi imaginación nunca podría compararse con la realidad. 
Jadeo, su admisión enrojeciendo mi piel.  
—¿Has pensado en mí cuando te has tocado? Tocado este —tararea bajo— ¿coño? —para enfatizar, me ahueca con una mano y yo levanto las caderas y gimo. 
Sé que está esperando una respuesta y me torturará hasta que responda. 
—Sí —confieso, porque es la verdad—. Eres la única persona que puede hacer que me ven… venga. 
Gruñe, lamiendo su labio superior con orgullo. 
—Y me llaman chico malo. Tú, princesa, eres una chica mala, mala. 
Quizás por eso me gustas tanto. Eres sin arrepentimientos... justo como yo. No veo el sentido de discutir. Incluso si quisiera, no podría, porque cuando baja la cabeza y entierra la cara entre mis piernas abiertas, me deja sin aliento. Cada molécula de mi cuerpo late incontrolablemente y creo que estoy al borde de la muerte cuando levanta mi pierna izquierda por encima de su hombro y comienza a lamer y a lamer entre mis pliegues húmedos. 
Su mano sube por mi cuerpo para ahuecar mi pecho mientras continúa comiéndome con una necesidad voraz. Paso mis dedos por su suave cabello, necesitando algo que sostener, como si temiera que me iría flotando. No se detiene y continúa lamiendo y succionando, ahondando su lengua lo más profundo que puede alcanzar dentro de mí. Su barba raspa contra mi piel intacta, pero aprieto más fuerte. 
Grito, mi espalda se arquea mientras mueve su lengua sobre mi clítoris, abriéndome con dos dedos. 
—Oh... Dios —grito, moliéndome contra su rostro, persiguiendo mi liberación. Él tararea contra mí, lo que suma a la sensación. 
Cuando chupa mi capullo hinchado, salgo disparada de la cama y me hago añicos.  
—Joder —gime contra mí, lamiendo más profundo—. Sabes increíble. 
—Aprieta sus dedos alrededor de mi muslo, abriéndome más. 
Quiero una liberación, pero no quiero que eso suceda alrededor de su lengua. Quiero sentirlo... todo él... dentro de mí.  
—Sin… —jadeo, tirando de su cabello, insinuando que quiero más. 
Se aparta, mirándome, mi excitación cubriendo sus labios. 
—¿Estás segura? 
Asiento sin perder un segundo. 
Besa mi entrada por última vez, antes de levantarse rápidamente de la cama y buscar entre sus pantalones para encontrar su billetera. En el momento en que encuentra el paquete dorado y lo abre, las cosas comienzan a hacerse reales. 
Estoy a punto de perder mi virginidad con el chico del que prometí mantenerme alejada. Pero mientras lo veo ponerse el condón, sé que esto le pertenece, siempre lo ha hecho. Él es el primer chico que me hizo sentir algo y es la única persona que comprende cuánto odio amarlo a él y a mí misma. 
Está de pie a los pies de la cama, erecto y de una belleza tan ruda. Me apoyo en ambos codos, incapaz de apartar los ojos de él.  
—Por favor. —No sé qué más decir porque esa simple palabra equivale a mucho. 
Se pasa una mano por su cabello rubio cenizo, como si sopesara la seriedad de lo que estamos a punto de hacer.  
—¿Estás segura? —pregunta de nuevo—. Porque no quiero ser un error. 
Bajo los ojos, avergonzada de haberme referido a él de esa manera. 
—Estoy segura. Yo fui quien cometió el error de no decirte antes cuánto te deseaba. —Su pecho sube y baja y cierra los ojos en una dulce victoria. 
Acomodándome en la cama, lo espero. Mi respiración agitada revela mi terror puro, pero ese miedo es reemplazado por la excitación por lo que estamos a punto de hacer. El colchón se hunde con su peso y trago saliva cuando sus labios besan un rastro desde mi tobillo hacia mi sexo. Continúa besándome, subiendo por mi estómago y desviándose hacia mis pechos. 
Mis ojos están sellados porque estoy perdida en la sensación de él. Es gentil, pero áspero al mismo tiempo. Es perfecto. 
—Abre los ojos —ordena a la ligera y cumplo. Me pierdo en esas profundidades azules y dudo que alguna vez me encuentren. 
Se muerde el labio antes de bajar su boca a la mía. Nos besamos, pero a diferencia de antes, esta unión está acompañada de un dulce anhelo: es mi beso favorito de todos. 
Entrelazo mis brazos alrededor de su nuca mientras él se inclina entre nosotros, metiendo dos dedos dentro de mí para asegurarse de que estoy lista. Lo estoy. Me pierdo en la sensación de su boca, lengua, olor... pero cuando hace una pausa, como si se estuviera castigando antes de inhalar profundamente y empujar dentro de mí, no existe nada más que esto. 
Gimo alrededor de su lengua cuando empuja dentro de mí, pero de repente se congela, sus ojos buscan frenéticamente los míos. 
—¿Qué diablos, Holland? —sisea cuando siente que mi muro de virtud impide su progreso—. Pensé que Li... —deja la frase sin terminar, pero sé lo que está preguntando. 
Golpeando mi mano sobre su boca, sacudo mi cabeza. 
—No digas su nombre. Solo somos nosotros. Siempre lo hemos sido. — Me temo que se detendrá, mi virginidad de alguna manera haciéndolo cambiar de opinión. 
—¿Estás segura de que quieres esto? —Está luchando con su moral, 
pero descarto cualquier duda. 
—Te deseo —susurro, levantando mis caderas arqueándome hacia él. Gruñe, sus ojos se deslizan a media asta y sé que he ganado. 
Se hunde en mí, derribando las paredes entre nosotros. 
—Ah —gimo, sintiéndome más llena que nunca. 
—¿Estás bien? —Una vez más se queda quieto, permitiendo que mi cuerpo lo acepte. 
—Sí, solo ve despacio. —Me estremezco porque me estira mucho, mi cuerpo aullando en protesta. 
Besa la punta de mi nariz y sonríe. 
—Cualquier cosa que quieras, princesa. 
Comienza a moverse, entrando y saliendo lentamente, midiendo cómo se siente, mirándome de cerca. Me duele, me duele mucho y me falta el aliento cuando empuja hasta el fondo.  
—Me detendré. —Intenta salir, pero me aferro a él y aprieto los músculos de abajo. 
—No. No te atrevas. —Sonríe y la vista me relaja. 
Me enderezo para fusionar nuestros labios y él me besa con una velocidad lánguida y deseosa. Cerrando los ojos, me concentro en el placer y no en el dolor y lentamente empiezo a encontrarlo empuje por empuje. Se hunde tan profundo que creo que me atraviesa, pero es exactamente lo que quiero, porque siento que nos convertimos en uno. 
Tararea en mi boca, empujando dentro de mi más rápido, pero la fricción ya no duele porque duele… tan bien. Intento igualar su velocidad, pero no puedo. Estoy paralizada, envuelta en este momento, pero él parece feliz de controlar cómo quiere que me mueva. 
Estoy bastante segura de que estoy acostada como una estrella de mar, pero los gruñidos y los tiernos besos de Sin revelan que está recibiendo tanto placer como dando. Engancho mi pierna alrededor de su cintura para profundizar el ángulo, pero luego grito, al no esperar que se sienta tan bien. 
—¿Estás bien? —jadea, buscando en mi rostro cualquier signo de malestar. 
—Sí, no te detengas —respondo sin aliento, apretándome contra él. 
—No lo soñaría. 
Empieza a penetrarme, más rápido y más fuerte y aunque duele, el dolor se entrelaza con puro éxtasis y placer. Mi cuerpo lo devora, saboreando la forma en que sus labios arqueados están ligeramente separados, su cabello desordenado se mueve hacia adelante sobre su frente y la forma en que mueve dentro de mí como si hubiera sido creado especialmente para mí. 
Encajamos... perfectamente. 
Inclino la cabeza hacia atrás y él lame la base de mi cuello, mordiendo y chupando. Eso, combinado con él empujando y tirando, me está llevando al umbral. Mi liberación comienza a construirse y arder y lloro, las lágrimas me picando en mis ojos. 
—Una vez que esto termine, prométeme... —jadeo, sujetando mis brazos alrededor de su nuca, sin querer soltarlo nunca—. Prométeme que esto nos cambia. 
En este momento, soy de London y él es mío. Sé lo que eso significa, pero me ocuparé de las consecuencias mañana. Con London a mi lado, puedo manejar cualquier cosa. 
—Princesa… —ronronea contra mi cuello—. Esto lo cambia todo. Me perteneces. Siempre lo has hecho. 
La posesión es exactamente lo que necesito escuchar.  
—¿Y tú me perteneces? —sueno necesitada y asustada, pero necesito saberlo. 
Se hunde dentro de mí más rápido... más fuerte... más profundo... pero tomo todo lo que da, mi cuerpo se mueve en el colchón por la fuerza. 
Inesperadamente se sienta y me arrastra con él, colocándome en su regazo. El ángulo se siente tan diferente, pero se siente tan bien. 
Con los ojos cerrados, asiente. 
—Siempre. 
Es exactamente lo que necesito escuchar y empiezo a rebotar contra él, rebotando cuando se agarra a mi cintura para animarme a moverme. 
—¿Sientes esto? —Está tan profundo que veo estrellas. 
—Sí —lloro, envolviendo mis brazos alrededor de él y montándolo rápido. 
—Nadie te hará sentir así. Nadie. Tú y yo siempre seremos algo que no ha terminado. Todos estos años, todo... es todo por ti. 
Estoy demasiado ida para siquiera interpretar lo que eso significa. Mi liberación se acerca cada vez más a la línea de meta. 
—¿Estás cerca? —asiento, mordiéndome el labio—. Tú primero. —No se correrá hasta que yo lo haga—. Vamos, princesa. Déjate ir. Quiero verte. 
Mi corazón está galopando, mi cuerpo está pegajoso y gastado, pero cuando miro los ojos de Sin y veo al chico que he amado desde el momento en que lo conocí, todo se estrella contra mí y exploto con un aullido atronador. Lo ordeño, mordiendo su hombro mientras me desplomo hacia adelante, todo detonando ante mí. 
—Malditamente hermosa —tararea. Con dos golpes rápidos, se estremece con un gruñido bajo y ronco. 
Volvemos a caer sobre la cama, su cuerpo pegado al mío. Nuestros corazones están golpeando uno contra el otro, mostrando que lo que sentimos era enorme. Todavía está arraigado en lo más profundo, pero no intenta alejarse de mí. Me quita el cabello enmarañado de la frente y besa mis labios. 
Nos quedamos así, sin movernos, pero por dentro... nunca me he sentido más viva. 
   


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Mensaje por berny_girl Mar 25 Mayo - 21:33

Enserió así de fácil? ... London llega mal herido, lleno de sangre, y lo extraño que fuera precisamente a su casa a buscar ayuda... pero que importa que chico tenga costillas rotas, si al final eso no impide que termine revorcado en la cama con su enemiga jurada...
Esto esta todo mal... para mi gusto
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Lectura #4-2021 Absinthe of the Heart - Monica James - Página 2 Empty Re: Lectura #4-2021 Absinthe of the Heart - Monica James

Mensaje por Yani Miér 26 Mayo - 16:27

Capítulo 7
Me despierto a la mañana siguiente del sueño más vívido. Soñé que tenía sexo con Sin y me gustó...mucho.
Los sentimientos estándar de repulsión no invaden cada miembro así que abro un ojo y me pregunto por qué. La respuesta descansa en la almohada a mi lado. 
Sentándome rápidamente, me quito el cabello enmarañado de la cara, escudriñando la habitación mientras mi cerebro obstruido por el sueño lo asimila. No hay nadie aquí excepto yo, sin embargo, la nota garabateada dejada atrás revela que ese no fue el caso anoche. 
Visiones eróticas de carne desnuda, miembros enredados y mierda... 
perdí mi virginidad y la perdí con London Sinclair. 
Levantando la sábana retorcida de mi torso, veo que estoy muy desnuda. Mis músculos protestan en el momento en que me muevo, pero la picadura es un recordatorio de las cosas deliciosas que Sin le hizo a mi cuerpo. ¿Pero dónde está? 
Una sensación de terror me llena y miro la nota, esperando por Dios que esta no sea una carta de despedida. 
Sin más preámbulos, la alcanzo. 
Reúnete conmigo esta noche después del trabajo. 
Gané. 
L xx 
Me quedo mirando su nota, sin saber realmente lo que significa. He recibido cartas de Sin en el pasado, pero han sido más como notas de rescate. Pero esto, esta firma es algo nuevo. 
No sé qué hacer con todo esto, pero ahora que la dura luz del día entra a raudales por mi ventana, las cosas nunca han sido más claras. Sí, traicioné a mi familia, a mi casi novio y a mi mejor amiga, pero, ¿me retracto de lo que hice? 
No. 
No recuerdo un momento en el que las cosas se hayan sentido más alineadas, como si todo estuviera donde debería estar. Las cosas no van a ser fáciles, pero vale la pena luchar por Sin. Es probable que mis padres me desconozcan al principio, sin mencionar que Lincoln dejará mi culo infiel y Belle probablemente nunca volverá a hablarme, pero ya no puedo mentirme a mí misma. 
La felicidad tiene un precio. 
La culpa me roe, recordándome que tal vez me parezco más a mi madre de lo que pensaba. ¿No le hizo a la madre de Sin lo mismo que yo le hice a Belle? 
Pero me niego a creer que este es un caso en el que la historia se repite, porque somos diferentes. Estaba destinado a pasar. 
Gimiendo, me quito las sábanas y me pongo de pie, desesperada por escapar del cliché adolescente en el que me acabo de convertir. Espero que esta sensación de vértigo sea temporal, porque odiaría convertirme en una tonta enamorada. Recogiendo mi ropa para el trabajo, miro mi teléfono en la cómoda y me pregunto si debería llamar a Sin solo para saludar. 
Tanto para no convertirme en un cliché, me reprendo en mi cabeza. 
Necesito una ducha, porque cada vez que me muevo, su aroma me golpea el rostro, asomo la cabeza por el marco de la puerta para asegurarme de que mis padres no están en casa. La costa está despejada, pero por si acaso, camino de puntillas por el pasillo y cierro la puerta del baño detrás de mí. 
Tomando una respiración profunda, abro el grifo para que esté caliente mientras mis protestantes músculos están ansiosos por absorber este dolor entre mis piernas. El baño se llena de vapor rápidamente y por lo general, no sería tan acaparadora de agua, pero necesito tiempo para decidir qué voy a hacer. 
Haciendo espuma con el jabón con aroma a vainilla, lavo los rastros de mi traición. Lástima que no pueda eliminar el daño permanente que le ha hecho a mi alma. No me arrepiento de lo que hicimos, lamento que nuestras acciones hayan lastimado a tanta gente. 
No espero que Sin y yo usemos camisetas a juego en público o expresemos nuestro amor eterno, pero espero que anoche signifique tanto para él como para mí. Su nota es típica de Sin: ambigua y difícil de leer, pero el hecho de que dejó una nota y no solamente escapó tiene que significar algo, ¿verdad? 
En momentos como estos, la mayoría de las chicas de diecisiete años podrían pedirle consejo a su madre o mejor amiga, pero viendo que ambas me odiarán por lo que he hecho, estoy sola. Mientras me lavo el cuello, siento un dolor que coincide con el que tengo entre las piernas. Recuerdo a Sin mordiéndome y succionándome como si fuera su postre favorito. 
Instantáneamente cambio el grifo a frío porque si continúo este viaje por el carril de los recuerdos, seré una chica caliente y excitada. Mirando mi cuerpo, veo un leve hematoma, la clara impresión de huellas dactilares en la parte interna de mi muslo. Recuerdo cómo llegaron allí y cómo la boca de Sin me llevó al pináculo de querer morir. 
Esto debe detenerse ahora. 
Cerrando el grifo rápidamente, alcanzo una toalla y me seco. Gracias al hecho de que mi ducha se convirtió en sauna, limpio el espejo y dejo una estela. Mirando mi aspecto ojeroso, encuentro un toque de púrpura que atrapa mi mirada. Acercándome lentamente, salto hacia atrás, mi mano volando para cubrir mi cuello. 
Tengo un chupón del tamaño de Europa. 
Una pequeña parte de mí baila hula hula con orgullo mientras la otra le da patadas en las espinillas y gime. 
¿Cómo se supone que voy a cubrir esto? No hay suficiente maquillaje en el mundo para cubrir mi fornicación. Esto es como agitar una bandera roja frente a un toro enojado. No hay forma de que pueda ocultar esto a mis padres. Lástima que anoche no me di cuenta de que Sin mordisqueando mi cuello como un vampiro hambriento era una mala idea. 
Levantando la barbilla y tirando de la piel alrededor de mi cuello para examinar qué tan grave es el daño solo confirma que necesito usar una bufanda durante los próximos tres a cinco días. Me pongo mi ropa de trabajo, gimiendo cuando el escote en V parece resaltar mi noche de depravación. 
Abro la puerta del baño silenciosamente, agradecida de que la costa todavía esté despejada mientras corro locamente hacia mi habitación. Mirando alrededor de mis escasas posesiones, no tengo idea de cómo voy a salirme con la mía porque no tengo una bufanda. 
Una blusa de cuello alto sin mangas está enrollada en la esquina de la habitación. Debe ser de Belle. Eso tendrá que ser suficiente por ahora. Puedo ir al centro comercial después del trabajo para invertir en algunas bufandas y una base indecentemente pesada. 
Un ligero golpe en la puerta principal interrumpe mi plan de ataque y me detengo a medio camino, preguntándome quién podría ser. Mis padres no llamarían a la puerta, ya que viven aquí, y es demasiado temprano para que Belle se despierte después del baile de graduación. Se me cae el estómago porque sé que no puedo evitarla para siempre. 
Lincoln odia esta parte de la ciudad, por lo que no aparecería sin previo aviso. Un ligero aleteo rebota en mi vientre porque los devotos religiosos saben que es mejor no predicar sobre sus creencias en este vecindario, por lo que solo queda una persona... 
Casi me caigo por correr descalza por el pasillo, solo recomponiéndome cuando me detengo a centímetros de la puerta principal. Mi cabello mojado cuelga flácido alrededor de mi rostro y no tengo maquillaje, pero no me importa. 
La necesidad de ver a Sin prevalece sobre cualquier pequeña pizca de vanidad que pueda tener. Debo mirar esos ojos azul claro para confirmar que anoche realmente sucedió y que no era mi mente jugando conmigo. Me ocuparé de la incomodidad y la charla del día después más tarde porque ahora mismo, solo quiero verlo. 
Sin pensarlo dos veces, abro la puerta de un tirón, pero la luz brillante del sol debe estar jugándome una mala pasada porque no hay forma de que Lincoln esté de pie en mi porche viéndose bastante destruido. Mi corazón comienza a inclinarse mientras protejo mis ojos del sol de la mañana 
e intento diseccionar lo que estoy viendo. 140 
—¿Puedo entrar? —pregunta después de un segundo mirándolo como si le hubiera crecido una segunda cabeza. 
—¿Q… qué le pasó? ¿A tu rostro? —Levanto un dedo tembloroso, pero no necesita responder. Sé qué o quién. 
—Te lo explicaré adentro. —Él mira por encima de mi hombro, en un gesto silencioso de que quiere entrar, pero mi cerebro parece no poder digerir lo que está sucediendo lo suficientemente rápido. 
Lincoln lleva sudadera y una camiseta holgada, su ropa habitual, pero su rostro destrozado es todo menos normal. Su barbilla está cubierta con una sombra de barba, lo que también indica que algo está mal porque por lo general siempre está bien afeitado. Se ve terrible. 
—¿Holland? —Su orden puntual me saca de mi estupor y me muevo hacia un lado, permitiéndole entrar. Me roza al pasar, sin saludarme con su habitual beso, pero supongo que ya nada es normal. 
Me quedo en la entrada, mirando hacia la calle llena de humo de escape, tan tentada a correr que me pican los pies. La Sra. Edelstein pasa cojeando con su Rottweiler, dándome un pequeño saludo. Casi le ruego que me lleve con ella porque, aunque su perro me muerde la pierna en el momento en que me acerco a un metro de ella, su mordisco sería un simple rasguño en comparación con el de Lincoln, que está a segundos de arrancarme la cabeza limpiamente. 
Pero no me criaron para ser una cobarde y es hora de que pague mis deudas. 
Aprecio el sol de la mañana por un minuto más porque sé que el amanecer de mañana no será tan brillante. Todo ha cambiado y no puedo culpar a nadie más que a mí misma. 
Incapaz de escapar de lo inevitable, cierro la puerta y presiono la frente contra la veta de la madera. ¿Qué diablos he hecho? 
—Estuvo aquí, ¿no? —la pregunta de Lincoln es obsoleta porque conoce la respuesta. 
—Sí. —No veo el sentido de mentirle. 
Inhala bruscamente, el sonido me patea donde duele, duele por lo que Sin y yo hicimos. 
—Ese hijo de puta. 
Deseando poder hacer magia con mis talones y terminar en cualquier lugar menos aquí, respiro hondo y me doy la vuelta lentamente. Me tomo un momento para recomponerme antes de levantar los ojos y mirar a Lincoln de pie en medio del pasillo, con los hombros caídos. 
La apariencia de sus moretones me deja desconcertada, pero sé que dio tanto como recibió. 
—¿Qué pasó? —mi voz es un mero susurro, pero me temo que es todo lo que puedo reunir. 
Los labios de Lincoln se tuercen en una mueca desagradable. 
—¿Has hablado con Belle? 
Su pregunta me hizo recordar repentinamente mi promesa. “Escucha lo que Belle tiene que decir”. Eso es lo que Sin me pidió, pero ella no está aquí. Lincoln si y sé que él tiene las respuestas que busco tan desesperadamente. 
—No, no lo he hecho. ¿Qué está pasando? —odio lo débil que sueno. 
Lincoln gira la cabeza, sacudiéndola con una sonrisa siniestra. 
—Lo que pasó es que Sin te ha vuelto a engañar como una tonta. 
—¿Qué? —jadeo, incrédula—. Eso no es... ¿cómo? 
Lincoln parece demasiado tranquilo, pero sé que esto es solo la calma antes de la tormenta.  
—Anoche, Belle… —En el momento en que hace una pausa, sé que este es el principio del fin—. Belle vino a mí. Me besó. Yo, por supuesto, la aparté, pero eso no fue lo que vio Sin. Antes de que tuviera la oportunidad de defenderme, él estaba tirándome al suelo y golpeándome por tocar lo que era suyo. —Su énfasis me revuelve el estómago. 
—No —las lágrimas picado mis ojos, pero las limpio con furiosamente. 
—Es verdad, Holland. ¿No dejó en claro que Belle le pertenecía, como una propiedad, cuando dijo que no ibas air al baile de graduación? 
“Dijo que debía asegurarme... de no ir al baile de graduación porque no estaba interesado en pelear por lo que es suyo”. Las palabras de Lincoln golpean fuertemente contra mi cráneo y presiono la palma de mi mano contra mi frente. 
Voy a vomitar. 
—Una vez que terminó de patearme el trasero, me advirtió que me iba a hacer pagar, me pegaría donde más duele. —Extiendo la palma de mi mano, rogándole que se detenga—. No sabía cómo... hasta, bueno... — Su atención cae a mi cuello, la evidencia escrita tan clara como el día. 
—Por favor detente. —Pero no me da un respiro, porque no merezco uno. Yo traje este desastre y ahora tengo que lidiar con las repercusiones.
Lincoln aprieta su cabello enmarañado, dejando sus dedos entrelazados sobre su cabeza. 
—Me ha quitado todo. Todo. Mariscal de campo, chicas, a mi papá incluso le gusta más que yo... pero ni en mil años pensé que… te ganaría. 
Una lágrima baja mi mejilla, pero mi corazón se ahoga. Soy repugnante. Ya ni siquiera reconozco a la persona que soy. Estoy de pie aquí en mi propia piel, pero nunca me había sentido más desapegada de mí misma que ahora. 
—A Sin no le gusta perder... deberías saberlo —escupe, horrorizado—. Y ha ganado el premio más grande de todos... —Extiende los brazos ampliamente—... Tú. —No sé cómo sabe que tuvimos sexo. Tal vez luzco diferente, tal vez mis pecados estén grabados en mi carne. 
Un sollozo se desliza por mis labios, pero me tapo la boca, temerosa de no parar nunca si empiezo. 
Pienso en la noche anterior y en todas las caricias, besos, palabras robadas que compartimos, todo se sentía tan real, como si él me amara tanto como yo lo amo, pero si lo que dice Lincoln es cierto, entonces no significaba nada. Yo era solo un peón en su retorcido y enfermo juego, pero ¿no lo he sido siempre? 
Mi terquedad prevalece sobre mis miedos, negándome a creer que esto es verdad. No había un indicio de malicia en sus acciones, me acariciaba y me adoraba. Me hizo sentir como si fuera el centro de su universo y que las cosas realmente habían cambiado. 
—No me crees, ¿verdad? —pregunta Lincoln con una burla sarcástica. 
—Yo… yo... no sé qué creer —confieso, sin saber nada más. 
No oculta su dolor, pero echa hacia atrás sus anchos hombros y busca en su bolsillo, sacando su celular. 
—Llámala. Llama a Belle y pregúntale tú misma. 
Retrocedo, ya que el teléfono bien podría ser un arma cargada. Sí, podría llamar a Belle y preguntarle si lo que dice Lincoln es cierto, pero en el momento en que escuche su voz, fortalecerá el hecho de que lo que le hice fue mucho peor. Me acosté con su casi novio, su casi novio que jugó conmigo, pero lo peor es que caí directamente en sus manos. 
Su sonrisa, su fragancia, su cuerpo presionado contra el mío, penetrándome y de repente me siento débil. Golpeo la pared con la mano, temerosa de desmoronarme sin el apoyo. Mis acciones me han destinado a estar sola para siempre. 
Extendiendo temblorosamente mi palma, frunzo los dedos, necesitando averiguarlo de una vez por todas. Lincoln coloca el celular en ella y el hecho de que evita tocarme agrega sal a las heridas. Soy intocable y bien podría coserme una P escarlata permanente en mi ropa. 
Él tiene su número en la pantalla, así que todo lo que tengo que hacer es presionar llamar. Un simple toque puede terminar con algo que nunca debería haber comenzado. Pero un simple toque fue lo que inició todo esto. 
Mis dedos tiemblan, pero después de tres intentos, presiono el botón y contengo la respiración. Nunca he estado más nerviosa que ahora, pero cuando escucho la voz de Belle, todo desaparece y todo lo que queda es esto. 
—Oh, gracias a Dios, Lincoln. He intentado llamarte como quinientas veces. ¿Dónde has estado? 
Cuando mis ojos se cruzan con los suyos, él tira de sus labios, como sabiendo lo que viene después. 
—¿Lincoln? —la desesperación de Belle es palpable a través de la línea telefónica. 
No puedo quedarme en silencio por siempre, aunque desearía poder hacerlo. 
—Soy yo, Belle. 
—¿Holland? —Su sorpresa me tiene conteniendo las lágrimas. 
—Sí, soy yo. 
—Ah. —se aclara la garganta. 
Esto es tan incómodo y una sola vez recuerdo que nos quedáramos sin palabras. Nuestra amistad era fácil, pero ahora nunca volverá a ser la misma. 
—¿Por qué tienes el teléfono de Lincoln? 
—Él está aquí —le explico, apenas manteniéndome unida. Lincoln cruza los brazos sobre el pecho, esperando a que acabe con esto. 
—Ah —repite. 
El silencio lo dice todo y necesito saberlo. No importa lo difícil que sea escuchar, me permitirá aceptar la responsabilidad de que todo esto es culpa mía.  
—Belle... —trago, parpadeando para contener las lágrimas—. 
¿Besaste a... Lincoln? —El chico en cuestión frunce el ceño. 
Silencio. 
El teléfono deja una marca en mi oído, pero lo sostengo apretado, el dolor es una picadura bienvenida. 
—¿Belle? 
—…Sí. 
Una simple palabra tiene la capacidad de cambiar el curso de la vida de una manera tan dramática. Nunca pensé que una palabra que generalmente se asocia con la felicidad y la aceptación se haya arruinado para siempre para siempre. 
—¿Es esa la razón por la que ellos pelearon? —Lincoln asiente, pero necesito escucharlo de ella. 
No necesito aclarar quién es el “ellos” porque lo sabe. Siempre depende de él. 
Inhala, pero todavía puedo oír sus lágrimas. 
—Sí... lo si… siento, Holland. —Estalla en sollozos incontrolables. 
Me quedo muda, entumecida. Quiero consolarla y decirle que está bien porque lo que le hice a ella es mucho, mucho peor, pero todo en lo que puedo pensar es en Sin. La razón por la que quería que escuchara a Belle es porque sabía que le creería. Sabía cuánto más dolería escucharlo de ella. 
Se aseguró de que, al aceptar la verdad, uniría las piezas. Me daría cuenta de que se acostó conmigo para vengarse de Lincoln y tal vez también de Belle. Ya ni siquiera sé qué es real. 
—Holland, por favor, per… perdóname —suplica con lágrimas histéricas. Pero no puedo escuchar esto porque soy yo quien debería estar pidiendo perdón. Soy yo quien debería estar de rodillas, suplicando perdón por lo que hice. 
Pero las imágenes de Sin hundiéndose en mí y recordando cuánto lo amé, cuánto lo amo asaltan mi cerebro y me atraganto. Voy a vomitar. 
Dejando caer el teléfono en la alfombra, salgo corriendo y llego al baño justo a tiempo. Saco el contenido de mi estómago al inodoro, las lágrimas brotan de mis ojos mientras intento purgar la maldad que hay dentro. 
Sin embargo, no es suficiente y me obligo a expulsar más y más. Estoy sollozando, golpeando mi mano contra la pared, deseando poder librarme del problema en el que estoy. 
¿Oh Dios, qué he hecho? 
Me enamoré del personaje de fantasía del libro: el chico malo que se volvió bueno. Pensé que lo había cambiado. Que, al renunciar a mi virginidad, cabalgaríamos hacia el atardecer y viviríamos felices para siempre. Pero ya debería saber que el final feliz de cuento de hadas no está en mi futuro. Nunca lo está para gente como yo. 
Para Sin era solo un juego y finalmente, llegó a su fin. Esta es la venganza por quitarle sus juguetes. 
He ganado. Su nota ahora tiene perfecto sentido. 
Pensé que quería decir que me ganó, pero ahora sé que está hablando de ganar un juego completamente diferente. Ganó porque jugó conmigo. 
—¿Holland? —gimo, enterrando mi cabeza en la taza—. Está bien. Te perdono. 
Pero no quiero su perdón porque nunca me perdonaré a mí misma.  
—Vete. Solo quiero que me dejen en paz —mi voz rebota en la porcelana, pero sé que Lincoln me escuchó alto y claro. 
—¿Cómo soy yo el chico malo? ¡Tú fuiste quien se folló al novio de tu mejor amiga!  
Cierro los ojos, el vacío y la soledad invaden mi alma. Él tiene razón. 
No puedo odiarlo por escribir en el cielo lo que todos sabrán que es verdad. Parece que la manzana no cae lejos del árbol. Está en mi ADN herir y destruir. 
—Por favor… vete. —Apenas me mantengo unida, pero trato de no derrumbarme frente a él. Mi cabeza encajada en el inodoro para ocultar mi vergüenza es el punto de inflexión de perder el honor para siempre. 
—Bien, pero recuerda quién es tu enemigo. Adiós, Holland. —Si solo hubiera escuchado esa advertencia anoche, nada de esto estaría sucediendo. La puerta principal se cierra de golpe, estremeciéndome con una sacudida. La siento hasta los dedos de mis pies. 
No sé cuánto tiempo me quedo llorando en el inodoro, mis gritos de dolor están llenos de sufrimiento y arrepentimiento. Necesito llamar a Belle y decirle que soy yo quien lo siente. Soy yo quien debería disculparse hasta que haya perdido la voz para siempre. 
¿Cómo he podido ser tan estúpida? Todo este tiempo pensé que era diferente y supongo que lo soy. Soy peor que cualquiera de esas chicas que echaron su moral al viento, porque sabía cómo era él. Lo sabía porque también soy una idiota egoísta, mentirosa e infiel. Parece que el dicho suena cierto: los pájaros del mismo plumaje vuelan juntos. O en mi caso, los pájaros del mismo plumaje vuelan juntos y se cagan sobre las personas que amo. 
¿Cómo se recupera uno de esto? No se hace. Todo lo que pueden hacer es vivir y aprender. 


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Mensaje por Yani Miér 26 Mayo - 16:34

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Mirando hacia mi reloj, veo que es casi la hora de la locura. 
Demasiado para vivir y aprender, porque si aprendiera mi lección, no estaría afuera de la parte trasera del trabajo, esperando... esperando que Sin me diga que hay algún error. 
Me reporté enferma, otra primera vez para mí, pero no había forma de que pudiera enfrentarme a la gente. Tenía demasiado miedo de que vieran lo que había hecho. No podía quedarme en casa, ya que mis padres olerían la traición, así que envolví mis sábanas sucias y las tiré junto con mi futuro al basurero en el callejón detrás de mi casa. 
Sin ningún lugar adonde ir, vagué por las calles, esperando que cuanto más caminara, más me alejara del desastre que había hecho. Lo mejor de lo mejor estaba presente y yo compartía la calle con los proxenetas, los narcotraficantes y los pandilleros que no parecían mayores de diez años. Me propusieron sexo más veces de las que podía contar. Simplemente me encogí de hombros, sin atacar como solía hacerlo, porque probablemente podrían oler a la puta en mí. 
Pasé por delante de un sinfín de teléfonos, pero cada vez que insertaba una moneda de veinticinco centavos, marcando a Belle, colgaba antes de que tuviera la oportunidad de contestar. Después de un tiempo, me quedé sin dinero y sin excusas y todo lo que quedó era la culpa que me atravesaba. 
Caminé por las calles de Los Ángeles aturdida hasta que terminé en el trabajo y me senté detrás de la pista, esperando... esperando... No sabía lo que estaba esperando hasta que recordé la carta de Sin. Me pidió que lo encontrara y una pequeña parte de mí creía que lo haría. Pero a medida que el día se convirtió en noche, la claridad de lo que sucede a continuación quedó ensombrecida por mi vergüenza. 
Estoy sentada en el escalón trasero, con la cabeza apoyada en las palmas. Vendrá, me aseguro, pero esa esperanza se desvanece a medida que avanza el reloj. A medida que pasa cada segundo, sorbo mis lágrimas e intento recuperar la compostura lo mejor que puedo. 
Cuando pasos suenan suavemente contra el pavimento irregular, me doy la vuelta tan rápido que mi cola de caballo me golpea el rostro. No parpadeo, demasiado temerosa de perderme un segundo si me muevo. Él vino. Está aquí para decirme la verdad. 
—¿Holland? —Esa voz desinfla mi última pizca de esperanza. 
De pie a unos metros de distancia no está Sin, sino Thomas, mi colega de trabajo. No oculta su sorpresa al encontrarme escondida detrás del trabajo, ya que se supone que estoy enferma. 
—¿Todo está bien? 
Sus dedos se aferran a la parte superior de la bolsa de basura negra que sostiene, probablemente listo para empuñarla como arma si me lanzo hacia adelante y le exijo que me alimente con su cerebro. 
Recomponiéndome, asiento. 
—Estoy bien. Solo... —Pero no me molesto. Me he quedado sin excusas—. ¿Qué hora es? 
Debe haber algo mal con mi reloj. Marca las diez y ocho de la noche. Lo sacudo y lo acerco a mi oído para asegurarme de que sigue haciendo tictac. Lo hace. 
Thomas saca su celular, la pantalla ilumina su rostro. Su confusión es clara. 
—Son poco más de las diez. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? 
—No lo sé —respondo vagamente, esas lágrimas imposibles amenazan con romper las compuertas una vez más. Si pierdo un poco más, estoy segura de que me deshidrataré. 
Thomas es unos años mayor que yo y siempre ha sido lo suficientemente amable. 
—Voy a cerrar y luego te llevaré a casa, ¿de acuerdo? —habla despacio, acercándose a mí como si fuera un animal rabioso acorralado. 
Asiento, pero la idea de volver a casa... no puedo volver allí nunca más. La idea de dormir en mi cama, la misma cama que compartí con él, evoca visiones de mí prendiendo fuego a mi habitación. Necesito apagar esas llamas, de lo contrario, nunca volveré a descansar. 
—¿Puedo pedir prestados veinte dólares? Te los devolveré, lo prometo. —Estoy rogando, pero tengo que hacer esto antes de acobardarme. 
Thomas no discute y busca en su bolsillo para tomar su billetera. El billete atrapa la luna llena, una señal de lo que debo hacer. 
—Gracias. —Salto hacia adelante y se los arranco de los dedos. Grita y salta hacia atrás, tirando la basura con un plop al suelo. 
Supongo que me veo tan mal como me siento. 
Girando rápidamente, me voy tan rápido como mis pies pueden llevarme, hago señas locamente a un taxi que está parado junto a la acera. El pasajero ni siquiera ha salido, pero salto al asiento delantero, rebotando nerviosamente. La señora lanza al conductor un billete de veinte y agarra su bolso apresuradamente. 
Cuando recito dónde necesito estar, el conductor me mira de reojo preguntándose por qué alguien como yo tendría que ir al código postal más lujoso de Los Ángeles. Estoy vestida con mi ropa de trabajo, por lo que probablemente presume que estoy cumpliendo el sueño pervertido de colegiala a algún millonario. 
—¡Vamos! —ordeno, tocando el tablero con fuerza. 
Afortunadamente, pone el auto en marcha y se incorpora al tráfico con un giro brusco. Somos recibidos con una orquesta de bocinas, pero el ruido es bienvenido ya que ahoga el estrépito interior. 
Durante todo el viaje, me pregunto qué pasará cuando lo vea. Estoy más que indignada, no siento mayor satisfacción que borrar esa sonrisa engreída de sus labios, pero debajo de esa rabia, me siento traicionada y herida. London me ha arrancado el corazón y no sé si alguna vez sanará. 
El letrero de Hollywood me llama la atención y pienso en todas las veces que lo miré, preguntándome si alguna vez encontraría mis sueños. No recuerdo un momento en el que me haya sentido tan perdida. No importa que sucediera, solía tener esperanza, pero ahora... me siento tan vacía por dentro. 
Traicioné, pero fui traicionada a cambio. ¿Quizás dos errores hacen un acierto? 
Presionando mi cabeza contra el cristal, bloqueo todo y permito este momento de silencio, sabiendo que será el único que tendré por un tiempo. 
—¿Señorita? Estamos aquí. —Me despierto de golpe, frotándome los ojos cansados. 
Fue solo un sueño... un mal, mal sueño, pero cuando veo el imponente palacio blanco ante mí, sé que mi pesadilla apenas ha comenzado. 
—Gracias —murmuro, pasándole el dinero al conductor antes de abrir la puerta. Me tomo un momento para orientarme y espero dejar de temblar pronto. 
Las luces están encendidas. Alguien está en casa. 
Mis pies golpean el pavimento, pero el suelo nunca se había sentido más tembloroso que ahora. No quiero prolongar esto y no importa cuán asustada esté, persevero, subiendo por el sinuoso camino que conduce a mi perdición. 
Intento suavizar las arrugas de mi ropa y cepillar las marañas de mi cabello, pero no tiene sentido. Nunca arreglaré el daño hecho a mi alma. El timbre vibra bajo, un gemido que crea un ambiente ya sombrío. 
Mis uñas ya están cortas, pero me muerdo el pulgar de todos modos, necesitando algo que hacer antes de vomitar. Sin embargo, una vez que se abre la puerta, nada puede mantener a raya las náuseas. El pilar de la perfección está ante mí, mientras parezco haber asaltado al necesitado y robado su ropa. 
—Ho… ho... —me aclaro la garganta dos veces—. Hola, señora Sinclair. ¿Está London en casa? 
Sus labios se curvan con repulsión o diversión, no puedo decirlo, pero, de cualquier manera, sé cómo terminará esto. 
—No, no está, e incluso si estuviera, ¿por qué demonios te permitiría entrar en mi casa? ¿Tu madre te incitó a hacer esto? —Mira por encima de mi hombro, de puntillas, como si esperara ver a mi mamá escondida en sus rosas. 
—¿Qué? —Sacudiendo la cabeza, vuelvo al juego—. No, no lo hizo. ¿Sabes cuándo volverá?  
Ladea la cabeza, como si por primera vez viese a través de mi desesperación. 
—Ni idea. Probablemente esté fuera con su nueva conquista. Vienen y se van tan rápido que no puedo seguir el ritmo. —Las lágrimas me pican los ojos. Sé lo que está haciendo, pero no puedo parar. Se examina las uñas con manicura francesa, desinteresada—. ¿Crees que eres especial? 
—¿Disculpe? —cuestiono, sin entender a dónde va con esto. 
Levanta sus ojos azul acero y me inmoviliza en el lugar donde estoy. Ella examina la marca en mi cuello, la marca que su hijo puso allí para marcarme como su… su conquista. 
—Eres solo una en una larga lista de muchas, un cuerpo cálido para pasar la noche y si conozco a mi hijo, se enredó contigo para recordarte... que eres una Brooks —escupe disgustada—. Y él es un Sinclair. No lo olvides nunca. 
Muerdo el interior de mi mejilla hasta probar la sangre, ya que me niego a permitir que esta mujer insensible vea mis lágrimas. 
—Nunca lo olvidaré porque estoy orgullosa de quién soy. Puede que no tengamos todo esto. —Muevo mi mano hacia sus riquezas—. Pero lo que tenemos es lo que nunca tendrás, porque la persona que más quieres... no te quiere. 
Ella retrocede, su máscara de perfección se desmorona. Se peina el cabello hacia atrás, pero el movimiento de sus dedos la traiciona. Mis palabras han tenido el efecto deseado.  
—Eres como tu madre —gruñe, levantando la nariz cuando continúa frunciendo el ceño en mi cuello. 
Su disgusto solo me impulsa a seguir adelante. Dando un paso adelante, apoyo mi brazo contra el marco de la puerta, ignorando todos los límites personales. 
—Puede que sea exactamente como mi mamá, pero prefiero eso, que ser alguien como usted. —Su inhalación me hace bombear el puño con orgullo—. London estuvo condenado el día en que usted se estableció con el segundo mejor. —Su boca se abre, sus ojos se abren de par en par—, Adiós, señora Sinclair. Gracias por mostrarme que, independientemente de las riquezas que poseas, eso no te convierte en una mejor persona. 
Giro sobre mis talones, pero me detengo, con la cabeza en alto.  
—Ah y por cierto... no creo que sea especial... sé que lo soy. Soy Holland Brooks-Ferris... y soy fabulosa. —Aprieto mi cola de caballo ladeada, sin sentirme nunca más rica e importante de lo que me siento ahora. 
No me molesto en esperar una respuesta porque no importa lo que diga, no puede derribarme. Puedo ser una mentirosa y una infiel, pero lo acepto e intentaré enmendarlo mientras viva. Vivir significa cometer errores, pero ser humano significa aprender de ellos y crecer. El fracaso es la única forma de empezar de nuevo, solo que más sabio la segunda vez. Y no planeo cometer los mismos errores dos veces. 
La puerta se cierra de golpe detrás de mí, una victoria silenciosa, pero he aprendido que nadie gana en la vida, es una batalla cuesta arriba y todo lo que puedes hacer es hacer tu mejor esfuerzo. 
Mirando hacia el cielo lleno de estrellas, los cielos que he mirado con nada más que desprecio, de repente me doy cuenta de que siempre me ha mirado con nada más que promesas. Tomo una respiración profunda, la primera que tomo desde que comenzó este desastre. No sé lo que depara el futuro, pero el viaje de la vida comienza con un solo paso y no puedo esperar para dar el mío. 
Un movimiento con el rabillo del ojo me llama la atención y levanto la barbilla, enfocada en la ventana del último piso. Sé de quién es la habitación y sé que lo más probable es que me esté mirando desde dentro. Debería importarme, derribar esa puerta y exigirle que me vea, explicar qué diablos está pasando, pero no lo haré. 
En este momento, en este día, dejo ir quién era y me concentro en quién me convertiré. Después de esta noche, nunca volveré a ver esta casa, este vecindario, este chico, porque este es mi pasado y solo estoy concentrada en mi futuro. 
La cortina que cruza el ventanal se cierra, justo como la llamada final se cierra en mi corazón. Mientras camino por el camino de entrada, veo el auto de Belle estacionado a un lado. No tengo ninguna duda de que London le ha contado todo. Sé que nunca me perdonará, pero no espero que lo haga, porque yo nunca me lo perdonaré. 
Sigo caminando con la cabeza en alto, las lágrimas que una vez derramé ahora reemplazadas por una sonrisa. Vivir y aprender, ese es mi nuevo lema y lo que he aprendido es que London Sinclair puede haberme quitado mi dignidad una vez... pero nunca lo volverá a hacer. 
Engáñame una vez… qué vergüenza. Engáñame dos veces... no en tu jodida vida. 


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Mensaje por Yani Miér 26 Mayo - 18:15

No sé si soy yo que estoy negada con esta historia, me cayó mal de entrada, me resulta  tan predecible y los diálogos tan infantiles, no sé jajaja...no soporto a ningún personaje!!!


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Mensaje por berny_girl Miér 26 Mayo - 18:55

Ya no me sorprende lo dramática que es esta chica... y lo cambiante... lo que si me molesta que se crea víctima en algo que ella sola se metió... London espera su aprobación en todo lo que paso, y ella feliz dejo que las cosas avanzarán.
Creo que Belle y Lincol inventaron todo esa historia... y ella insegura creyo todo...
Espero con ansias que su versión adulto sea mejor...


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Mensaje por berny_girl Miér 26 Mayo - 18:57

Yani escribió:No sé si soy yo que estoy negada con esta historia, me cayó mal de entrada, me resulta  tan predecible y los diálogos tan infantiles, no sé jajaja...no soporto a ningún personaje!!!
Me pasa lo mismo, pero debemos terminar es parte de nuestro deber jajaaj
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Mensaje por martenu1011 Jue 27 Mayo - 15:26

Me estoy poniendo al día con la lectura. Pronto haré comentarios sobre los capítulos leídos.
Me demorè em empezar por varios motivos personales, pero también porque no me decidía a leer un libro que tiene segunda parte y no hay miras de que pueda leerla. Espero que pronto lo pueda hacer...
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Mensaje por Yani Jue 27 Mayo - 15:55

martenu1011 escribió:Me estoy poniendo al día con la lectura. Pronto haré comentarios sobre los capítulos leídos.
Me demorè em empezar por varios motivos personales,  pero también porque no me decidía a leer un libro que tiene segunda parte y no hay miras de que pueda leerla. Espero que pronto lo pueda hacer...
Me quiero matar!!!!!!!! No me digas eso  Lectura #4-2021 Absinthe of the Heart - Monica James - Página 2 2748264812 Encima que me estoy bancando esta historia tiene un final abierto...me muerooooooo Lectura #4-2021 Absinthe of the Heart - Monica James - Página 2 2357117439 Y el dos no está hecho???? Lectura #4-2021 Absinthe of the Heart - Monica James - Página 2 3185561925 

Igual dudo que lo lea   Lectura #4-2021 Absinthe of the Heart - Monica James - Página 2 2245525449


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Mensaje por Yani Jue 27 Mayo - 17:19

Chicas, voy a morir de verdad, mi PC se volvió loca y no me abre los archivos, la tuve que llevar al servis, espero que me la devuelvan rápido Lectura #4-2021 Absinthe of the Heart - Monica James - Página 2 2748264812 pero hoy les voy a deber el capítulo, ya sé que se mueren por leer, pero cuando quise copiar el capítulo no hubo forma


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Mensaje por Yani Vie 28 Mayo - 14:47

Capítulo 8
Presente

No Julio, dile a ese imbécil que a menos que tenga una oferta que sea remotamente atractiva, entonces me está haciendo perder el tiempo.
Al bajar la visera de nuestro BMW de alquile, me estremezco cuando veo una repugnante marca del tamaño de Texas en el espejo. Lo ajusto y busco en mi bolso Prada de cuero negro mi polvera y mi desinfectante de manos. 
Julio, el abogado imbécil que representa al padre aprovechado que decidió que quiere asumir la responsabilidad de su hija de siete años ahora que es la estrella infantil más famosa de Tinseltown, tiene cinco segundos 153 para decir algo productivo antes de que lo reciba una la línea muerta. 
—Holland, deja de ser tan dura. Es una buena oferta —suplica con su voz quejumbrosa, ya que sabe cuál será mi respuesta. 
Retoco mi lápiz labial color ciruela en el espejo, toqueteando las comisuras de mi boca sin prisa en mi paso. Cuando estoy satisfecha con mi apariencia, cierro el compacto, golpeándolo como la última cuerda de paciencia. 
—Una buena oferta sería que ese triste saco de mierda volviera al agujero del que salió y dejara de tratar de quitarle el dinero a su hija. Adiós, Julio. No vuelvas a desperdiciar mi tiempo. 
Mientras arrojo mi Blackberry en mi bolso, puedo sentir sus ojos mirándome con humor. Le encanta verme enfadada y ahora no es una excepción.  
—¿Qué? —pregunto sin una pizca de remordimiento mientras me giro en mi asiento para mirar a mi prometido. 
—Nada —responde, sacudiendo la cabeza con una sonrisa, los ojos enfocados en la carretera. Él sabe que no debe discutir conmigo. Es mi trabajo discutir, así que sabe que no tiene ninguna posibilidad. 
—Está bien, te dejaré libre, pero solo porque me compraste este extraordinario.... —Pongo mi mano izquierda frente a mí, la roca en mi dedo rivaliza con el brillante sol de verano de Los Ángeles—. Y completamente exagerado anillo. 
—Lo tomaré de vuelta entonces —contraataca, sus labios carnosos se contraen. 
—¡No te atrevas! —lo amonesto, protegiendo mi mano contra mi pecho. Sí, me parezco totalmente a Gollum, pero todavía me estoy acostumbrando al hecho de que en solo tres semanas seré la esposa de Lincoln O’Toole. 
Su risa ronca llena el auto, recordándome todas las innumerables risas que hemos compartido durante los últimos años. Nuestro camino ha sido rocoso, por decir lo mínimo, pero lo hicimos funcionar porque todo sucede por una razón. 
—¿Estás nerviosa por volver a casa? —Sé lo que realmente está preguntando, pero me niego a entretener ese recuerdo nunca más. 
—Casa es nuestro apartamento en el Upper East Side. Simplemente volvemos al lugar donde crecimos porque tus padres nunca se perderían una fiesta y a mi mamá no le gusta volar. 
Lincoln sonríe, la vista me recuerda mucho al chico que conocí en la secundaria. Pero muchas cosas han cambiado desde entonces. He cambiado. A veces, apenas me reconozco como la pobre intrusa que alguna vez fui. Paso mis dedos por mi cabello, pasando por la horquilla de diamantes que se encuentra en mi moño bajo. Eso y mi traje de pantalón blanco de Chanel son solo algunas de las muchas cosas que me recuerdan que ya no soy la patética niña perdida que alguna vez fui. 
En el momento en que el letrero de Hollywood aparece a la vista, siento un remolino de reminiscencias agridulces dentro y me transporto a la última vez que lo vi. 
Después de despedirme de un chico que cambió mi vida para siempre, me fui a casa y les conté todo a mis padres. No hace falta decir que le rompí el corazón a mi madre y que mi padre tenía la intención de cometer un asesinato en primer grado. Pero después de interminables horas de sermones y lágrimas, convencí a mis padres de que me dejaran mudarme a Florida con mi tía Cora y terminar mis estudios allí. No podía quedarme en esa casa ni un segundo más. Cada centímetro de mi habitación me recordaba a él y me recordaba lo que hice. 
La sugerencia de la Sra. Anthony se hizo realidad porque temprano a la mañana siguiente, estaba en un vuelo con destino a Florida sin intención de regresar hasta que tuviera que hacerlo. Mis padres no querían que me fuera, pero el tiempo alejados era lo que teníamos que hacer para digerir lo que nos había hecho a todos. Nunca había visto a mis padres tan molestos, pero más aún, simplemente estaban decepcionados y se sintieron traicionados. 
Entendí y les di su espacio. 
Otra persona que se vio afectada por mi cagada astronómica fue Belle. Intenté llamarla una semana después de mudarme, acobardándome innumerables veces, pero nunca contestó y después de un tiempo, su teléfono fue desconectado. Tomé su silencio como un jódete, déjame en paz, así que lo hice. 
Mirando hacia atrás ahora, sé que me libré fácilmente, porque nunca hablé ni escuché de Belle o... de él nunca más. Podría haberle enviado a ella una carta, diablos, podría haber aparecido en su puerta con mil ramos de flores rogando perdón, pero no lo hice. 
Sí, me dolió que besara a mi novio, pero esa no es la razón por la que me mantuve alejada. Era más fácil para mí escapar de lo que yo hice, que era mucho peor, si nunca volvía a hablar con ella. No fue mi mejor momento, pero vives y aprendes, ese lema sigue siendo uno al que me aferro todos los días. 
Así que me concentré en mis estudios y superé todas mis pruebas. Era la única forma que sabía de seguir adelante. Una vez que el paquete de bienvenida llegó por correo anunciando mi aceptación oficial en Stanford, nada de lo que hice desapareció, pero las cosas se volvieron más fáciles. 
Stanford no se parecía en nada a lo que esperaba, era mejor. Nadie sabía quién era. Nadie sabía lo que hice. No había ningún estigma asociado con mi nombre. Todos éramos caras nuevas, desesperadas por encontrar una nueva identidad y escapar de los fantasmas de nuestro pasado. 
Y escapé, lo hice. 
Me encontré en la universidad de una manera que nunca pensé que podría. Sobresalí y prosperé en todas mis clases, la libertad de vivir en el campus dio rienda suelta a una nueva y confiada yo. Me hice amiga de chicas que realmente querían ser mis amigas y no susurrar sobre mi ropa de segunda mano a mis espaldas. Afortunadamente, era una locura usar ropa reciclada en la universidad. Era una hípster antes de que fuera genial. 
Trabajé a tiempo parcial en el Starbucks local, donde conocí a muchos de mis compañeros. Durante dos años, las cosas fueron mejor que en toda mi vida. La carga y la culpa que sentía por lo que hice nunca se fueron de mi lado, pero día tras día, no era tan cegadora como el día anterior, hasta una noche cuando fui a una fiesta en el campus y vi a Lincoln. 
Él era la única persona que conocía mi verdadero yo, porque la alegre e ingeniosa Holland Brooks-Ferris que mis amigos conocían nunca engañaría a su mejor amiga y novio casual con un chico que no era más que un problema. Los sentimientos que había intentado con todas mis fuerzas mantener a raya azotaban la superficie, amenazando con sacar a la luz viejos recuerdos que no quería revivir nunca. Pensé que finalmente tenía la oportunidad de vivir una vida normal sin tener que mirar por encima del hombro, pero cuando miré a Lincoln a los ojos, supe que nunca me libraría de la culpa. 
Hizo todo lo posible para ignorarme al principio, lo que me vino muy bien, pero cuando casi lo quemo con una taza hirviendo de té, mi jefe insistió en que el café iría por nuestra cuenta durante el mes siguiente. Ningún estudiante universitario podía rechazar el café gratis así que, aunque me ignoraba todas las mañanas, me acostumbré a volver a verlo. 
Resultó que iba a Stanford en lugar de a Berkeley, así que lo vería mucho. 
Pero el chico que una vez conocí se había transformado en un hombre. Llevaba el pelo corto, enfatizando la calidez de sus profundos ojos castaños. A diferencia de cuando estábamos en la secundaria, él tenía una sombra permanente de barba, lo que se sumaba a su aspecto rudo. Todavía era grande y todavía jugaba al fútbol, pero supongo que ambos nos convertimos en quienes se suponía que éramos. 
Una mañana, cuando estaba limpiando las mesas, se acercó y me habló. Puede que solo haya sido él informándome que alguien había derramado su café en la puerta principal, pero esas palabras y ese café derramado cambiaron nuestras vidas para siempre. 
Comenzamos a hablar, pequeños pasos al principio, pero después de un tiempo, el tirón que sentimos, el que originalmente nos unió, se encendió con fuerza y nos hicimos amigos. Los amigos luego se convirtieron en amantes, luego se convirtieron en novios y luego en prometidos. 
No fue fácil navegar, y desde el principio, aprendimos que para sobrevivir teníamos que discutir lo que sucedió de una vez por todas, y luego dejarlo en manos de la brisa. Lincoln los mencionó una vez, y solo una vez. Me dijo que no habló con ninguno de los dos después de lo sucedido, pero que Hollywood es Hollywood y no guarda secretos, escuchó el rumor de que Belle y London estaban juntos. 
Decir su nombre en voz alta o incluso pensarlo, es como mi Voldemort, así que decidí en ese momento ahorrarme el dolor y olvidar los pecados de mi pasado para siempre. Acepté que era una mierda de venganza por lo que Belle y Lincoln hicieron. Daño colateral, supongo que se podría decir. Me utilizó para su beneficio personal, pero en lugar de llorar hasta quedarme dormida... viví y aprendí. 
El comentario de su madre también allanó la verdad. Yo siempre sería una Brooks-Ferris, y él, bueno, siempre sería un idiota. 
Sin embargo, en un momento de debilidad, después de hablar con Lincoln sobre Belle, llamé a mi mamá y le pregunté si alguna vez había ido a preguntar por mí. Mi mamá me dijo lo que ya sabía, pero necesitaba escucharlo de ella para seguir adelante para siempre. 
Belle no llamó, no escribió, no visitó; era como si ella y yo no existiéramos, y aunque nunca la olvidaría, me olvidé del yo que era cuando estaba con ella, porque crecí. 
Pero a pesar de todo, no pasó un día en el que no pensara en ella y en lo que hice. Las largas horas que dediqué al trabajo y a la escuela, los días y las noches privadas de sueño fueron todos castigos por los pecados que había cometido. Siempre estaba en el fondo de mi mente, y esperaba que tal vez algún día ya no miraría mi reflejo con decepción, culpa y arrepentimiento por lo que hice. Ese día aún no está a la vista. 
Lincoln y yo nunca volvimos a hablar de ellos, y por eso comenzamos nuestra nueva vida juntos. Dos años después de nuestra relación, nos mudamos juntos. Era un diminuto apartamento de un dormitorio encima de una lavandería, pero era nuestro. Aunque Lincoln podía comprar todo el bloque, decidimos construir nuestras vidas juntos y gastar solo lo que ahorramos. 
Estudiamos mucho, trabajamos hasta que nos desmayamos en nuestras portátiles, pero al final de nuestro tiempo en Stanford, me gradué como la mejor de mi clase con una doble maestría en derecho, mientras que Lincoln se graduó con una maestría en administración de empresas. Iba a hacerse cargo del mundo de los negocios y ser el director ejecutivo más joven, sin mencionar el más rico, que Los Ángeles había visto en años. 
Pero la idea de quedarme en California no era lo que quería; no era el lugar donde quería ejercer la abogacía. Solo había un lugar en el que quería estar, y ese era la ciudad de Nueva York. 
Nos mudamos inmediatamente después de la graduación y ambos encontramos trabajos que amamos. Compramos una casa en Brooklyn, para disgusto de la madre de Lincoln, pero ahora éramos personas diferentes. Nueva York nos mostró un lado que Los Ángeles había mantenido bajo llave. 
Hay algo realmente mágico en vivir en Nueva York. El ajetreo y el bullicio mantienen un constante zumbido de emoción bombeando por tus venas. Nunca hay un momento aburrido, pero a diferencia del drama de las estrellas que ofrece la vida de Los Ángeles, vivir en Nueva York te hace sentir vivo. Te bajas del metro y todo tiene su propio pulso. La energía vivaz pone en marcha tu motor y estás listo para afrontar lo que se te presente. Alguien me dijo una vez que te mudas a Los Ángeles para hacer películas y vives en Nueva York para ganar dinero, y dinero es lo que ganamos. 
Amamos Brooklyn y lo hicimos nuestro hogar. Pero nos mudamos al Upper East Side hace aproximadamente un año cuando me nombraron socia de uno de los bufetes de abogados más grandes de Manhattan. Represento a los desvalidos porque sé lo que se siente estar al final de la cadena alimentaria. 
Lo estaba haciendo bien, pero el ascenso le dio a mi saldo bancario demasiados ceros. 
Mis padres se negaron hasta el cansancio, pero finalmente me permitieron comprarles una casa en Beverly Hills. Estaban de regreso en su antiguo terreno, pero nunca olvidaron sus raíces. Puede que sean bienvenidos de nuevo a la tierra de los ricos y famosos, pero no tendrán una feliz reunión en el corto plazo. 
La vida no podía ser mejor: tenía el trabajo de mis sueños, la casa perfecta, pero, sobre todo, Lincoln se arrodilló en nuestro restaurante chino favorito y me pidió que me casara con él. Me atraganté con mi panecillo de cerdo, pero una vez que se soltó y me di cuenta de que hablaba en serio, mi increíble vida estaba completa. 
Llamé a mis padres, que no podían estar más felices. Amaban a Lincoln. Era todo lo que todo padre deseaba para su única hija. 
Al no ver el sentido de tener un compromiso prolongado, decidimos casarnos de inmediato. Si fuera por nosotros, viajaríamos en el metro de las seis de la mañana hasta el ayuntamiento, pero mi madre me suplicó que no le quitara este rito de iniciación y me preguntó si consideraríamos casarnos en casa. 
Por desgracia, eso es lo que nos tiene conduciendo a lo largo de la I10 en este auto de alquiler, animados por la alegría previa a la boda. 
Mi vida es un cuadro perfecto; tengo todo lo que podría desear, pero nada es perfecto, ya debería saberlo. Mi bolso descansa inocentemente junto a mis zapatos de tacón de doce centímetros, pero lo que hay dentro es todo menos inocente. Ha sido una espina clavada en mi costado durante los últimos seis meses y, honestamente, fue parte de la razón por la que acepté regresar a Los Ángeles. Necesito cinco minutos a solas porque últimamente he estado mirando por encima del hombro una vez más. 
—Nena, ¿estás bien? —Lincoln mantiene una mano en el volante mientras extiende la otra para detener mi rodilla que rebota. 
Sacudo el contacto, perdida en el pasado. 
—Estoy bien. Solo... no me gusta volver aquí. —Basta de charla. 
—¿Temores previos a la boda? —pregunta, irónico, pero sé que una pequeña parte de él se pregunta si es verdad. Hemos saltado a lo más profundo sin un chaleco salvavidas, pero se supone que el amor no tiene sentido, ¿verdad? 
Aunque no he visto a Voldemort en diez años, tres meses y catorce días, no es que esté contando, volver aquí se siente como si fuera ayer, solo ayer me rompió el corazón y lo colgó para que se secara. 
Avanzando, mantengo mi mejilla pegada al asiento; miro a Lincoln y niego con la cabeza una vez, dejando de lado sus dudas y las mías.  
—No. Quiero casarme contigo. Si me saliera con la mía, ya sería tu esposa. —Me recompensa con una pequeña sonrisa, pero el hecho de que apriete el volante revela que tiene algo más en mente—. Pero como mis padres están empeñados en verme caminar por el pasillo de blanco del brazo de mi padre, estaremos atrapados aquí durante las próximas tres semanas. Pero será algo agradable. 
Él mira con el ceño fruncido, sin entenderme. Aclaro, acercándome más. 
—Podemos pasar las próximas tres semanas juntos. No recuerdo la última vez que hicimos eso. —Con las agotadoras horas que ambos trabajos nos exigen, es un milagro que a veces estemos en la misma habitación a la misma hora. 
Ha pasado demasiado tiempo desde que tuvimos relaciones íntimas, simplemente nunca hay tiempo. Sin embargo, una voz en el fondo, una voz que asoma su fea cabeza una y otra vez, dice que estas son solo excusas disfrazadas. 
Conducimos el resto del viaje en silencio, el ruido de fondo de la radio de conversación para ambos. 
Todo parece tan extraño, pero se ve exactamente igual. La nube de smog todavía nubla mi visión, y el atasco de los locos conductores californianos todavía me hace encoger y cubrirme los ojos, pero a medida que el letrero de Hollywood se hace más grande y más alto, sé que algunas cosas cambian. 
En el momento en que salimos de la autopista y navegamos por las caóticas calles de Beverly Hills, la gravedad de lo que estamos haciendo, que en realidad estamos de regreso aquí, me alcanza y, de repente, me agarro el cinturón de seguridad, ya que está cortando el suministro de aire. Necesito respirar. 
Entonces, ¿qué pasa si me encuentro con personas que una vez conocí? Ahora soy una mujer adulta. Tengo veintiocho años, casi veintinueve. Soy una de las mejores abogadas de Nueva York. Tengo un prometido que me adora. Necesito recordarme ese hecho cuando las casas, mansiones y malditas fortalezas aparecen a la vista porque de repente me siento como la extraña forastera que una vez fui. 
Respirar profundamente tres veces llama la atención sobre mi mini colapso, pero Lincoln simplemente aprieta mi rodilla. Sabe que no debe asfixiarme. Soy una niña grande y él ha aprendido de la manera más difícil que puedo cuidarme sola. 
Las famosas palmeras bordean los bordes de las calles como soldados 
de un regimiento, erguidas y protegiendo a la élite que llama a este vecindario su hogar. Ver estas casas con otros ojos me hace apreciar la riqueza por la que esta parte de Los Ángeles es conocida, pero sigo pensando que, las imponentes mansiones blancas y los caros y ostentosos autos europeos, son superficialmente lujosos y emiten una sensación de desesperación por querer encajar y pertenecer. 
Esa es la diferencia entre la arquitectura y el estilo de vida de Nueva York y Los Ángeles. Nueva York está absorta en la historia y la belleza, los neoyorquinos están demasiado preocupados por su propio estado de las cosas como para preocuparse por lo que hacen los demás, mientras que la mentalidad de Los Ángeles es cualquier cosa que tu puedas hacer, yo puedo hacerla mejor. 
Es divertido conducir por estas calles siendo adulta. Aunque ahora podría permitirme vivir aquí, mi apartamento en el Upper East Side se siente más como en casa que esta ciudad. Simplemente confirma que estoy donde se supone que debo estar. 
—Está aquí arriba a la derecha —dice Lincoln mientras dobla por una calle estrecha y empinada. 
Nunca antes había visto la casa de mis padres en persona. Se veía increíble en línea, y el agente inmobiliario amigo de Lincoln nos aseguró que era todo lo que decía el anuncio. Sé qué casa es antes de que Lincoln la señale porque, aunque puede ser la más pequeña y menos extravagante de todas, es la más hermosa y querida de todas. 
La casa, inspirada en una villa francesa, se encuentra en una colina, a la sombra de dos mansiones a cada lado de la modesta casa. Lincoln se detiene en las puertas doradas y silba. 
—Escuché que Jackie Chan vive allí —dice, señalando la cúpula de vidrio a la izquierda. 
—Espero que no tenga el hábito de practicar sus artes marciales desnudo —respondo, haciendo que Lincoln se ría. Conduce hasta el intercomunicador y presiona el botón. 
Esperamos y esperamos, pero en vano. Sé que están en casa, así que no tengo ninguna duda de que mis padres, analfabetos tecnológicos, todavía están tratando de averiguar qué hace cada botón. Sí, mi padre creció con mucha riqueza y mi madre la probó por un tiempo, pero eso fue hace una vida, y las cosas han cambiado dramáticamente desde entonces. 
Desabrochándome el cinturón de seguridad, me deslizo por la consola central e inclino el brazo hacia la ventana del conductor para presionar el intercomunicador. 
—Hola, soy tu única hija. 
—¿Holland? —chilla la agotada voz de mi madre por el altavoz del intercomunicador. 
No puedo evitar sonreír. Es tan bueno escuchar su voz. 
—Sí, mamá, soy yo. ¿Tienes otra hija que no conozco?  
Ella se burla juguetonamente a la ligera. 
—Bobby, Holland está aquí. ¿Cómo…? —La línea se corta y me tapo la cara, riendo. 
—Mamá, tienes que mantener presionado el botón para hablar. No puedo escucharte. 
—A este ritmo, deberíamos estar casados en Navidad —dice Lincoln, mirando su Rolex. Ignoro su sarcasmo. De repente, algo lo está molestando, y no puedo evitar preguntarme qué. 
—Holland, ¿cómo abrimos la puerta? —El tono serio de mi padre me hace recordar cómo una vez le rompí el corazón. Pero me concentro en la tarea que tengo entre manos. 
—Debería haber un botón cerca del intercomunicador. 
—¿Qué dice? 
—No lo sé... ábrete sésamo, tal vez. —Se ríe profundamente y es bueno estar en casa. Bueno, hogar lejos del hogar. 
Momentos después, las puertas se abren con un gemido. 
—¿Eso funcionó? 
—Sí, papá. ¿Qué hiciste estos últimos meses? ¿Rechazar a tus visitantes? —pregunto en broma. 
—No hemos tenido la visita de nadie, así que es la primera vez que usamos este intercomunicador. 
Su respuesta cambia el estado de ánimo, y me deslizo hacia el interior del auto, sentándome en mi asiento. Lincoln se aclara la garganta al sentir el cambio en mi disposición. Esto es tan típico de esta ciudad, tan crítico y superficial. Aunque el código postal de mis padres ha cambiado, no cambia el hecho de que el apellido de mi madre siempre será Brooks. Aunque mi padre es un Ferris, es culpa por asociación. Y el nombre de Ferris ha tenido su parte justa de escándalo a lo largo de los años. 
La caída en desgracia de mi abuelo, y las aparentes maneras baratas de mi madre y tener un hijo a los dieciséis años nunca serán olvidadas ni perdonadas. Ella fue vista como una cazafortunas, viniendo de la nada y abriéndose camino hacia la cima, pero lo que todos parecen olvidar es que mis padres experimentaron altibajos, pero su amor mutuo nunca se desvaneció. 
Y eso es un gran hito para vivir en un lugar como L.A. 
—Si te hace sentir más cómoda, podríamos alquilar una habitación cerca de tu antigua casa. 
Me giro con parsimonia, entrecerrando los ojos. Entiendo por qué sugeriría eso, ya que hice algunos recuerdos felices en el “barrio”, pero estar en cualquier lugar cerca de mi antiguo vecindario solo me traerá viejos recuerdos que horas de terapia me ayudaron a olvidar.  
—Lo siento, no quise decir ... 
Pero le corto. 
—Está bien. Se lo que quisiste decir. —El auto se llena de un incómodo silencio y de sentimientos de volver a ser esa torpe de diecisiete años. 
No llevamos ni una hora aquí y ya quiero irme. La Ciudad de los Ángeles puede irse al infierno. 
Lincoln detiene el auto y lo estaciona cerca de un patio redondeado donde la pieza central es una fuente de querubines en un círculo de mosaico de azulejos. El agua cae del jarrón que sostiene el ángel y, aunque es realmente hermoso, me entristece que probablemente sea la primera en ver su elegancia. 
En el momento justo, me sale un sarpullido y empiezo a rascarme debajo de la barbilla. 
—Cariño, necesitas relajarte. Vinimos aquí para escapar y ya estás brotando de urticaria. —Lincoln apaga el motor y se vuelve para mirarme— . Siempre podemos irnos. Fue tu idea venir aquí. 
Nada más que preocupación se refleja en sus ojos amables, pero nunca se va, especialmente porque... los pensamientos se desvían rápida y afortunadamente mientras mis padres salen a su balcón de mármol blanco, saludando felices. 
Solo verlos pone mis problemas en un segundo plano, y me desabrocho el cinturón. 
—¡Cariño! —Mamá rebota en el lugar con mi padre detrás de ella, una mano colocada con amor sobre su hombro. 
Se ven genial. Ambos, a mediados de los cuarenta, la vida ha sido amable con ellos, ya que siguen siendo tan jóvenes y vibrantes como los recuerdo. Los vi hace unos nueve meses, o tal vez haya pasado más tiempo.
A veces, mi vida es como un salto en el tiempo, y cinco minutos en realidad pueden ser cinco meses. Pero así es como me gusta vivir: si voy más despacio, mi mente tiende a divagar. 
—¿Listo? —Sonrío, volviéndome para mirar a Lincoln, quien asiente. 
—Qué empiece la locura. 
Salgo del auto, odiando que una voz que enterré hace años diga que la locura nunca termina, solo estaba huyendo de lo inevitable. 
Mis tacones hacen clic en el pavimento mientras acelero mis pasos para encontrarme con mis padres. No me di cuenta de cuánto los extrañaba. No importa tu edad, tus padres tienen la capacidad de hacerte sentir como un niño nuevamente. Si tan solo pudiera olvidar las responsabilidades que conlleva ser un adulto. 
—¿Me extrañaron? 
Mi madre baja los escalones corriendo y me abraza con tanta fuerza que casi pierdo el equilibrio, pero en lo que respecta a las reuniones, es la mejor que he tenido en mi vida. 
—Oh, cariño, te echamos… —inhala—, de menos. 
—Eh, sin lágrimas —susurro al oído, frotando su espalda. Si empieza, me temo que provocará una reacción en cadena que no se detendrá. 
—Lo sé, lo sé, pero son del tipo feliz —responde, apretándome más fuerte. 
—Yo también te extrañé. —Por un mero segundo, bajo la guardia y soy vulnerable a la única persona que no me juzgará. Durante tanto tiempo, he levantado mis muros de tres metros de altura porque mi trabajo, mi vida, no permite la debilidad. Pero en los brazos de mi madre, puedo soltarme. 
—Espero que haya algo de espacio para mí —bromea mi padre, lo que hace que mi madre se llene de lágrimas de felicidad. 
Ella se suelta, pero mi papá toma su lugar y ambos me abrazan en un sándwich humano, lo que me hace reír. 
—Es tan bueno tenerte en casa —dice papá, tirando de mí con el brazo extendido para mirarme—. Te pareces a tu madre. Mis dos hermosas chicas. —Su comentario hace que mi mamá se eche a llorar una vez más. 
—Vamos, enséñame esta hermosa casa tuya —digo, necesitando cambiar de tema mientras me seco las lágrimas por el rabillo del ojo. 
—¿Cómo estuvo el vuelo? —pregunta papá, ofreciéndose a llevarle una maleta a Lincoln, quien acepta agradecido, ya que es posible que haya empacado demasiado. Sé que hay otras dos maletas en el maletero. 
Mamá pasa su brazo por el mío, llevándome escaleras arriba. 
—El lugar es hermoso, Holland. Muchas gracias. Tu padre y yo... 
Pero la interrumpo, ya que no quiero que piense de esa manera. Ella no me debe nada. Quería hacer esto por ellos porque han hecho mucho por mí. 
—Sshh, nada de eso. Ahora enséñame dónde está mi habitación. 
Cuando entramos en el gran vestíbulo, me detengo, necesito tomarme un momento para absorber su opulencia. 
—Vaya, las fotos no le hicieron justicia a este lugar. 
Girando en círculo, levanto los ojos y aprecio la ventana arqueada que se encuentra muy por encima de la puerta principal, lo que permite que los rayos del sol iluminen el piso de piedra caliza pulida. Dos escaleras conducen al segundo piso, cada escalón decorado con vidrio Tiffany. 
Una vez que termino de mirar boquiabierta los toques dorados decorativos en las paredes y los techos, mamá me lleva a la derecha, donde la sala de estar formal es un entorno elaborado que hace alarde de pisos de madera con incrustaciones, una chimenea y molduras de techo intrincadas. Un candelabro de cristal cuelga del alto techo, lo que resalta la magnificencia. Sofás de cuero blanco y una enorme mesa de centro de vidrio complementan muy bien la habitación. 
—Espera hasta que veas la cocina —dice, guiándome más allá de la sala de estar, que tiene una hermosa alfombra persa sobre la moqueta blanca. 
Silbo y mi estómago gruñe en el momento en que entramos en la cocina gourmet. La zona de desayuno se encuentra en una habitación soleada e incluye puertas de cristal doble que dan a los jardines. Las encimeras de granito y una gran cantidad de espacio de trabajo y almacenamiento me recuerdan a nuestra antigua cocina. A mi mamá le encanta cocinar y aprovechó al máximo el diminuto y anticuado espacio que teníamos, pero esta habitación es su palacio y las lágrimas me arden en los ojos. 
Ella se merece esto. Ambos lo hacen. 
La sigo en silencio, temerosa de romper a llorar si hablo, porque una ola de nostalgia me invade. Aunque sabía que este lugar era hermoso, entrar en él, realmente me hace apreciar lo lejos que hemos llegado. Cuando era adolescente, solo podía soñar con vivir en una casa como esta, no es que quisiera. Pero ahora, mis padres están donde merecen estar.
Caminamos por la gran escalera y me maravillo de los escalones con las vidrieras. 
—Nunca había visto algo así —comento, en la parte posterior de cada contrahuella con un pequeño panel de vidrio. Los enormes ventanales a lo largo de la pared del fondo arrojan rayos de sol, iluminando la escalera como una escalera literal al cielo. 
El nivel superior tiene cinco puertas de madera pesadas que conducen al largo pasillo alfombrado. Obras de arte abstracto, cortesía de mi mamá, sin duda, adornan las inmaculadas paredes blancas. 
—Esta es tu habitación —dice mamá, abriendo la última puerta a la izquierda. 
Ella sonríe cuando paso junto a ella con asombro. La enorme cama cubierta con sábanas doradas y negras me hace preguntarme si ese colchón se siente tan suave como parece. Arrojo mi bolso sobre él y miro cómo se hunde en lo esponjoso. 
El dormitorio de color blanco incluye una sala de estar, un amplio vestidor y un baño de mármol con bañera con patas. La alfombra de felpa se siente como nubes bajo mis talones cuando asomo la cabeza por la puerta. Un tocador con lavabo doble y una ducha de vidrio sin marco completan el diseño elegante y moderno. 
—¿Te gusta? —pregunta mamá detrás de mí. 
Con los ojos todavía pegados a la bañera, asiento lentamente. 
—¿Gustarme? Hace que mi apartamento parezca una lata de sardinas. Es hermoso. —Dándome la vuelta para mirarla, acaricio suavemente su hombro—. Finalmente estás en casa. 
—No importa dónde vivamos; dondequiera que estén tu padre y tú, siempre será mi hogar. —Y esta es una de las muchas razones por las que amo a muerte a esta mujer—. Déjame mirarte —dice, cambiando de tema, colocándome a distancia. 
Sus ojos color avellana comienzan en mi cabeza y se abren camino hacia abajo. Mi largo cabello castaño está retorcido en un elaborado moño, tal como lo uso habitualmente. Mi maquillaje es ligero, pero eso no es diferente a cuando era joven. Apenas uso sombra de ojos, opto por un rímel oscuro y kohl para enfatizar mis ojos verdes. Mi base es solo una ligera capa para cubrir mis pecas y manchas solares, gracias a haber crecido bajo el sol de California. Mis labios siempre están cubiertos con un lápiz labial o brillo llamativo, pero los fines de semana, mi fiel ChapStick es mi imprescindible. 
Ella mira mi traje pantalón blanco, que tiene un amplio escote en V y una blusa sin mangas que conduce a unos pantalones fluidos con bolsillos. Me he atado un fajín alrededor de la cintura en un lazo bajo, lo que le da al atuendo una sensación más informal. 
Ella sonríe cuando ve los tacones negros. 
—Nunca pensé que vería el día en que mi niña usara tacones altos. — Me calienta el corazón que todavía se refiera a mí de esta manera—. Vaya, te ves tan… diferente. Tan mayor. 
Después de que me fui a Florida, mi relación con mis padres fue tensa. Pasaron meses, pero finalmente comprendieron lo que hice. Pero, aun así, nuestra relación nunca fue la misma, lo que hizo que mudarnos a Nueva York fuera aún más fácil. Nos ha costado años volver a cómo era antes, pero todavía puedo ver la decepción en los ojos de mi madre cuando baja la guardia. Ella nunca entenderá por qué me acosté con el enemigo, y yo tampoco. 
Sacudiendo la cabeza y reprimiendo sentimientos que han estado enterrados durante mucho tiempo, sonrío. 
—No puedo presentarme exactamente a trabajar en sudadera ahora, ¿verdad? 
Presiona sus manos unidas sobre su pecho con orgullo. 
—Estamos muy orgullosos de ti, Holland. Estás cambiando el mundo... pero siempre supimos que lo harías. 
No hay nada como escuchar esas palabras de alguien cuya opinión valoras más en este mundo. 
—Gracias, mamá. 
El brillo de mi diamante atrapa el sol, esparciendo pequeños arco iris por toda la habitación. 
—Oh, es hermoso. Muéstrame. —No tengo idea de qué está hablando hasta que señala mi mano izquierda. 
—Me va a costar un poco acostumbrarme —confieso, mostrándole mi anillo. 
Ella lo examina, asintiendo con aprobación mientras toma mi mano. 
—¿Y estás feliz? 
Es la primera vez que me lo pregunta y no puedo evitar preguntarme por qué. 
—Sí. Mucho. Amo a Lincoln. Es un buen hombre. —No tengo idea de por qué de repente siento la necesidad de defender su honor ante mi madre. Ella sabe qué clase de hombre es. 
—Sí, lo es. Tal vez dejes de trabajar tan duro y me des nietos. — Acentúa su sugerencia con un guiño. No puedo evitar reírme. 
—Si quizás. —Eso incluso sonó poco convincente para mis oídos. 
Lincoln y yo estamos en dos planetas totalmente diferentes cuando se trata de niños. Los quiero y él, parece querer evitar el tema como la peste. Siempre que mencioné el tema en el pasado, utilizó nuestras carreras como una excusa para no intentarlo. Sí, mi trabajo es importante para mí, pero también lo es tener una familia con la que compartir ese éxito. Sin embargo, es una pelea que estoy destinada a perder, es la primera vez para mí, y no me gusta; no me gusta ni un poco. 
—¿Te estás cuidando? Te ves tan flaca. ¿Estás comiendo? Comida adecuada, quiero decir. No estas cosas veganas de la dieta del hombre lobo sobre las que leí en línea. 
Frunzo los labios de lado a lado, reprimiendo mi sonrisa. 
—Sí, prometo que como mi carne y tres verduras. 
Ella acaricia con la mano mi mejilla juguetonamente. 
—Bueno. Nos preocupamos por ti. Ese caso Rossi estaba en Internet. 
Ayudaste a la policía de Nueva York a encerrar a un hombre muy peligroso. Imaginar que usaba a su hija de trece años para vender droga… —Su voz se mezcla con el fondo porque de repente, mis oídos se llenan de nada más que ruido blanco. 
Alberto Rossi era el jefe de la mafia más notorio de Nueva York, y ayudé a encerrarlo durante mucho tiempo. Durante años, corrió por las calles de Nueva York, traficando drogas e inculcando el miedo a Dios en cualquiera que se cruzara en su camino. 
Su banda de malhechores aterrorizó, chantajeó y asesinó durante más de una década. Los neoyorquinos no se sentían seguros debido a Alberto y su gente, pero gracias a una operación de un año, la policía de Nueva York finalmente derribó a Alberto. 
Hizo la cosa más despreciable que un padre podría hacerle a su hijo: 
usó a su hija como un peón, sin importarle que tener a una niña de trece años corriendo por las calles, vendiendo sus drogas, significara que ella estaba en peligro una y otra vez y otra vez. 
La policía de Nueva York se enteró de sus tratos y se organizó una operación encubierta. Theresa fue responsable de un envío de heroína por un valor de treinta y siete millones. Alberto ni siquiera era lo suficientemente hombre como para supervisar el trato, sabiendo que, si fracasaba, la matarían y no conectarían los puntos porque era su hija ilegítima. Tenía una tapadera para todo, y aunque todo el mundo sabía que el noventa y ocho por ciento de las drogas de Nueva York las suministraba Alberto Rossi, nadie se atrevía a enfrentarse a él. 
Sin embargo, la policía estaba dos pasos por delante y arrestó a Alberto en su casa de vacaciones en Aspen, armados con todas las pruebas que necesitaban. La madre de Theresa era una pobre mujer a la que Alberto le prometió al mundo, pero en realidad, lo único que quería era formar un pequeño ejército con sangre Rossi. Natalie intentó durante años recuperar a su hija, pero nadie quería hacerse cargo, nadie más que yo. 
Cuando mi bufete se enteró del caso de alto perfil, me ofrecí a representar a Natalie pro-bono. No solo quería encerrar a este idiota de por vida y tirar la llave, sino que también quería que Theresa se reuniera con su madre, a quien no había visto en años. 
Cuando las conocí por primera vez, eran ratoncitos tan asustados, temerosos del lobo feroz que tenía aliados en todas partes. Fueron puestas en protección de testigos, pero la presión llegó a Theresa y finalmente se negó a testificar contra su padre. 
Trabajé durante meses con ella, ganándome su confianza y finalmente, después de nueve meses, estábamos listas para ir a juicio. 
Después de diez agotadoras semanas, el jurado volvió con un veredicto de culpabilidad. Había ayudado a encerrar al criminal más peligroso de Nueva York y, a su vez, a los ojos de la mafia, me convertí en el enemigo público número uno 
La victoria fue lo que me impulsó a convertirme en socio y me ganó el respeto y la notoriedad entre mis compañeros. Fue un frenesí mediático, ofertas de diferentes fuentes de noticias pidiendo información privilegiada, pero no estaba interesada en nada de eso. 
Al final del día, solo estaba haciendo mi trabajo. Reuní a una madre y una hija y ayudé a limpiar las calles de una ciudad que había llegado a amar. Pero lamentablemente, no todos estaban contentos con mi patriotismo porque hace seis meses, el juego cambió y el cazador se convirtió en el cazado. 
—Holland, ¿estás bien? Estás tan blanca como un fantasma. —Ni siquiera soy consciente de mi viaje por el carril de los recuerdos hasta que siento la cálida palma de mi madre presionando mi frente. —Estoy bien. Simplemente cansada del vuelo. Podría acostarme un  poco. 
No parece convencida, sus labios rosados se tensan en una delgada línea. 
—Te prepararé un poco de té. 
No tiene sentido discutir. 
—Gracias, el té suena bien. 
Su preocupación por mí es visible. Debe ser la intuición de mi madre porque creo que he dominado la cara de póquer perfecta, pero no parece convencida. 
—Volveré pronto. —Se inclina hacia adelante y me besa en la frente, su hogareño aroma a cítricos y flores silvestres me abraza con fuerza. Cuando cierra la puerta detrás de ella, me tomo un momento para calmar mi respiración. 
Dejándome caer sobre el final del colchón, acuno mi cabeza en mis palmas. Me prometí que no lo pensaría, pero Alberto Rossi nunca está lejos de mi mente. Suspirando, alcanzo mi bolso y abro la cremallera, una completa masoquista. 
Lo que hay dentro es lo que esperarías encontrar en la mayoría de los bolsos de las mujeres: billetera, llaves, teléfono, pero apuesto dinero al hecho de que soy la única que lleva este sobre amarillo, como un asesino en serie enfermo que necesita quedarse con sus trofeos cerca para revivir sus crímenes. 
Mis dedos cuidados tiemblan cuando deslizo mi uña debajo del sello para abrir la puerta a mis pesadillas. En el momento en que los pequeños trozos de papel ven la luz, me transporto en el tiempo a cuando recibí el primero. 
Acababa de regresar de mi carrera diaria por Central Park. Cómo amaba el verano en Nueva York. El aire latía con energía e irradiaba infinitas posibilidades. Te hizo apreciar estar vivo. 
Saludé con la mano a Gary, el gerente de recepción, mientras recogía mi correo. Ese día no fue diferente a cualquier otro, pero cuando desdoblé ese papel blanco y nítido, todo cambió y nunca volvió a ser la misma desde entonces. 
Eres una puta... y vas a pagar. 
Tuve que leerlo dos veces, sin creer que las palabras que acababa de 
leer estuvieran escritas con tinta roja delante de mí. Pero lo estaban. No importa cuánto quisiera que se fueran, sabía que esto era solo el comienzo. 
Las notas llegaban esporádicamente, el remitente, por supuesto, desconocido. A veces era un silencio durante días, a veces incluso semanas, pero cada vez que pensaba que se habían detenido, recibía otra con un mensaje aún más cruel que el anterior. Siempre estaba escrito con la misma letra. Siempre con esa tinta de color rojo intenso. 
El tema era prácticamente el mismo. Las palabras “puta” y “pagar” eran reincidentes, y cuando finalmente tuve suficiente y fui a la policía, confirmaron lo que temía que fuera cierto. Lo más probable es que las cartas vinieran de la sede de Rossi como venganza por lo que le hice a su jefe. 
Lo dejé pasar, pero la policía me dijo que no fuera descuidada y que, a partir de ahora, tenía que cuidarme las espaldas. Y cuidar mi espalda fue lo que hice. Me sentí como una prisionera una vez más, mirando constantemente por encima del hombro y preguntándome cuándo vendría el próximo asalto. 
Ahora, estoy escapando de Nueva York para ser retenida en otra prisión. No sé qué es peor: el peligro que acecha ahí fuera o el peligro que se propaga por dentro. 
—¿Las trajiste? —Levantando la cabeza con sentimiento de culpabilidad, me muerdo el labio, completamente rota. 
La tensión no solo me ha impactado a mí, sino también a Lincoln. Ha sido breve, conciso e impaciente, rasgos que nunca supe que existían en él hasta hace seis meses. Nuestras vidas se han vuelto aún más estresantes y, debido a esto, nuestra relación ha sufrido. Ésta es una de las razones por las que accedí a casarme con él con tanta prisa. Sé que el matrimonio no es una tirita, pero intentaré cualquier cosa para volver a ser como antes. ¿Estoy lista? Supongo que pronto lo sabremos. 
Metiendo rápidamente la nota dentro del sobre, la meto en mi bolso. 
—Por supuesto que lo hice. Son pruebas, Lincoln. En caso de que lo hayas olvidado, soy abogada; recopilar pruebas es algo de lo que hago. — Me escondo detrás de mi humor, no quiero preocuparlo más. 
—Ja, muy graciosa —dice, entrando en la habitación. Se toma un momento para mirar a su alrededor, claramente impresionado. Exhalo, agradecida de que esté feliz de dejar descansar el asunto. 
Su celular está acurrucado en su palma, así que le pregunto: 
—¿A quién ibas a llamar? —Él arquea una ceja y señalo su mano. 
—Oh. —Sacude la cabeza, como para aclararla—. Un par de viejos amigos querían ver si estaba libre para tomar una cerveza. 
—¿Quienes? —pregunto, cruzando las piernas y apoyándome en mis  manos. 
Lincoln pasa una mano por su cabello corto, revelando sus pecados. 
—Solo Chook y Boof. ¿Los recuerdas? 
Mis labios se curvan involuntariamente. 
—Sí, lamentablemente lo hago. Jesús, las buenas noticias viajan rápido en este lugar. —No puedo evitar el sarcasmo en mi tono. 
—¿Quieres venir? 
Me burlo, sentándome y sacudiendo la cabeza con convicción. 
—No, gracias. Ni siquiera fui amable con ellos cuando se suponía que debía serlo, así que tengo la sensación de que las cosas pueden ponerse un poco incómodas si los acompaño. 
Se ríe, acostumbrado a mi honestidad. 
—Está bien, bastante justo. No tardaré. 
Observo como abre la cremallera de su maleta y se pone una camiseta de los Yankees. Es muy guapo. No puedo evitar arrastrarme hacia él sobre mis manos y rodillas. Agarrando el cuello de su camisa, lo acerco a centímetros de mis labios. 
—¿Estás seguro de que tienes que salir? Hay una bañera con patas. — Abro la boca con entusiasmo, antes de cantar descaradamente—: Podrías lavarme la espalda. 
Quiero que se aclare este estancamiento entre nosotros. Ha estado rondando por nuestras cabezas durante meses, y pensé que venir aquí ayudaría a despejar el aire. Pero todavía parece indiferente, distraído. 
Coloca sus manos sobre las mías y las aprieta ligeramente. 
—En cierto modo prometí que iría. ¿Quizás más tarde? 
—Ciertamente sabes cómo hacer que una chica se sienta amada. — Lo dejo ir y caigo sobre el colchón con un bufido. Estoy bastante segura de que acabo de escuchar que nuestra vida sexual se desvanece para siempre. Nunca he sido buena en esto de coquetear, y en momentos como estos no sé por qué me molesto. 
—Estaré dos horas como máximo. A menos que… —su pausa me hace levantarme y apoyarme en un codo. 
—¿A menos que qué? 
Señala mi bolso. 
—A menos que quieras que me quede. 
Su oferta caballeresca me hizo poner los ojos en blanco porque no quiero que sepa lo asustada que estoy realmente por mis cartas de Querido John o, en mi caso, de Querida Puta. 
—Por favor. ¿Has visto este lugar? Es como una fortaleza. Me daré un baño y me relajaré. 
—Está bien, nena. —Se inclina y me da un beso en los labios. Me entristece que no se esfuerce más por convencerme—. Y, además, estoy bastante seguro de que estás a salvo con todas esas clases de defensa personal que has estado tomando. 
Tiene razón, pero su indiferencia ante esta situación me enoja. Incluso en Nueva York, estaba tan seguro de que no iba a pasar nada, asegurándome que todo saldría bien. No sé si está viviendo en la negación o si no se da cuenta de la seriedad de tener un objetivo Rossi a nuestras espaldas. 
Sin embargo, no quiero molestar, así que asiento con una sonrisa simulada. 
—Qué te diviertas. Saluda a todas tus ex novias. 
Se congela, obviamente sin ver el lado divertido de mi comentario. 
—Te veo pronto. Te amo. 
—Yo también te amo —le respondo, dándole un pequeño saludo. 
Él está fuera de la puerta, su paso es más ligero. Parece que Lincoln ha extrañado Los Ángeles más de lo que dejaba ver. Yo, por otro lado, estoy pensando en todas las actividades que puedo planificar en el interior, porque no tengo la intención de dejar el terreno durante las próximas tres semanas. 
Con ese pensamiento en mente, salto de la cama y busco en mi maleta mis artículos de tocador y mi copia hecha jirones de Emma de Jane Austen. Me quito los zapatos y miro hacia mi bolso, que está inocentemente sobre la cama. Descanso y relajación comienza en tres, dos, uno, así que lo alcanzo y lo guardo en el cajón de la cómoda junto a la cama. 
L.A. ya me ha dado dolor de cabeza, y lo que da miedo es... sé que hay mucho más por venir. 


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Mensaje por berny_girl Dom 30 Mayo - 6:22

Holland se acostó con un chico, no fue la persona más fiel y leal con sus cercanos, pero hasta ese punto... no mato a nadie hasta donde estamos enterados, porque se plantea como su ese fuera si gran secreto... 

Lincol aun continua en su vida y como su prometido ahora, eso es realmente patético para todos, pobre chico con falta de amor propio.
Si mal no estoy los padres de Holland no deberían tener no más de 44 años y para eso no es viejo... porque los relata como su fueran ancianos de 80 años incapaces de poder entender un sistema tecnológico...


Esta mujer ni con el paso del tiempo deja de ser dramáticamente víctima. 


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Mensaje por Yani Dom 30 Mayo - 14:46

Capítulo 9
—Si como un bocado más —Coloco las manos sobre mi vientre hinchado y me encorvo en mi silla—. Me llevarás rodando por el pasillo. —Mis padres se ríen a la ligera, pero solo bromeo a medias.
Después de sumergirme en la bañera hasta que mis dedos parecieron ciruelas pasas, decidí vestirme y explorar los jardines. Mi madre finalmente consiguió su jardín de rosas porque ahora vive en aproximadamente ciento cincuenta y dos metros cuadrados de terrenos perfectamente cuidados con jardines de rosas y vegetales y, por supuesto, las pintorescas palmeras de Beverly Hills. La piscina subterránea tampoco está mal.
Estaba lista para presentar mi solicitud de cena porque tenía ganas de las enchiladas de mi madre, pero me sorprendió cuando reveló que había hecho reservaciones para cenar en un lugar de hamburguesas gourmet en Sunset Boulevard. No podía negarme, ya que esa parte de Los Ángeles era una de mis favoritas, y una hamburguesa sonaba demasiado buena para dejarla pasar.
Intenté llamar a Lincoln, pero fue al buzón de voz, por lo que parecía que solo éramos nosotros tres.
Sentarme en la parte trasera del Mercedes de mis padres y contemplar las vistas que fueron mi telón de fondo durante tanto tiempo fue un poco desconcertante. No importa que hubieran pasado años desde que estuve aquí; todavía se sentía como si fuera ayer.
Se erigieron edificios donde otros fueron demolidos, dando lugar al último hotel de cinco estrellas o de gran altura. Esa es una de las muchas cosas que me encantaban de Nueva York. Sin espacio para construir, se construyen, agregando a la arquitectura existente mientras mantienen la sensación histórica. Es una jungla de asfalto y es fácil perderse en la locura. —Hablando de pasillos... ¿ya te has decidido por un vestido?
La idea de discutir esto con mi mamá y mi papá de repente me hace alcanzar una papa frita cubierta con kétchup.
Lincoln y yo decidimos casarnos solo con familiares y algunos amigos. Mis padres se ofrecieron a organizar la ceremonia en su casa y, después de ver los jardines, no se me ocurrió un lugar más perfecto.
Pero eso es todo a lo que he llegado.
Ni siquiera he pensado en catering, decoraciones, ni siquiera una lista de invitados. Entonces, cuando mi mamá menciona la palabra “vestido”, por supuesto, me sale urticaria.
—Solo iba a usar algo que ya tengo —respondo, rascándome discretamente debajo de la oreja.
Pero mi madre parece como si le hubiera dicho que he optado por ir desnuda.
—Holland, no, este es el día de tu boda. Es un día que siempre recordarás. Sé que tienes ropa preciosa, pero tienes que conseguir un vestido.
Dando vueltas a mis papas fritas sobrantes en el charco de kétchup y mostaza, evito responderle todo el tiempo que puedo. No tengo idea de por qué esto me hace sentir tan incómoda. La idea de probarme vestido tras vestido con infinitos botones, corpiños ajustados y suficiente tul para hacerme ver como un merengue desencadena mis alergias y comienza a picarme en todas partes.
—¿Quizás podríamos ir de compras mañana? ¿Y recoger algunos suministros también?
Las gotas de sudor comienzan a acumularse en la parte baja de mi espalda, y de repente estoy con ampollas. Tomo un montón de servilletas y las uso como abanico improvisado.
—¿Hace calor aquí? —De ninguna manera abordo la pregunta de mi madre, lo que tiene a mis dos padres mirándose preocupados.
—Quieres casarte con Lincoln, ¿verdad? —Ahora es el turno de mi padre para el tercer grado.
—Sí, por supuesto que sí —respondo con un poco más de calor de lo que pretendía. ¿Qué diablos me pasa? —Definitivamente podemos ir a comprar vestidos de novia. —Trago más allá del nudo en mi garganta.
—Cariño. —Mamá se inclina a través de la cabina de estilo retro y me toma ambas manos—. Si tienes miedo siempre puedes posponer. Esto ha sucedido muy pronto y nadie te culparía si necesitaras más tiempo...  
El hecho de que deje su sentencia suspendida en el aire me hace preguntarme qué pretendía decir exactamente. Pero no hay forma de que necesite más tiempo para hacer algo. Amo a Lincoln y quiero casarme con él. Sí, es repentino, pero esto es lo que quiero. Esto es lo que necesitamos.
Sin embargo, no puedes soportar la idea de probarte un vestido. ¿Por qué? dice una pequeña y molesta voz, jugando al abogado del diablo. Esa voz puede irse al infierno.
—Necesito usar el baño —suelto poniéndome de pie, enviando los platos y los cubiertos sobre la mesa unos doce centímetros en el aire.
—Holland…
—Estoy bien, mamá. —Dile eso al sarpullido que se extiende por mi cuello como un incendio descontrolado.
No espero su respuesta. En lugar de eso, paso junto a los comensales y prácticamente corro hacia los baños en la parte trasera del restaurante. En el momento en que entro corriendo, respiro profundamente tres veces, temo estar a punto de desmayarme.
Afortunadamente, nadie está aquí para presenciar mi colapso porque no tengo idea de lo que está mal y cuánto durará este alboroto.
Una vez que mi respiración ha vuelto a un ritmo casi normal, me acerco a los lavabos y abro el grifo plateado para enfriarme. Mi piel todavía está ardiendo, por lo que el agua fría se siente celestial contra mi piel caliente mientras me agacho y me la echo en la cara.
Apoyando ambas manos en el mostrador de mármol blanco, miro mi reflejo en el espejo. Me estremezco cuando mi imagen reflejada revela que me veo tan mal como me siento.
—Contrólate —me susurro a mí misma.
No me he sentido tan ansiosa desde...
Mis manos comienzan a temblar mientras aliso los mechones de cabello ya alisados hacia atrás en mi moño. Me he puesto una falda lápiz negra y una camisola de seda blanca, pero de repente me siento como un extraño en mi propia piel.
Holland Brooks-Ferris, de diecisiete años, me estaría negando con la cabeza y mofándose: me he vendido, decía. Me he convertido en algo que solía odiar. Mi ropa de diseñador es por trabajo, razono con ella, pero en respuesta, me da una sacudida eléctrica.
De repente recuerdo a la mamá del fútbol que me exigió que limpiara el desorden de su hijo cuando trabajaba en Paradisco. En ese momento, pensé que nunca me convertiría en alguien como ella. Y no lo he hecho, ¿o no?
Suspirando, busco temblorosamente en mi bolso y hago todo lo posible para volver a aplicar el maquillaje que me quité. A mitad de un trazo de lápiz labial, una voz chilla a mi izquierda, transportándome al pasado.
—¿Holland? ¿Holland Brooks-Ferris?
Con mi lápiz labial aún en la mano, me giro lentamente y me concentro en la chica bonita que está a mi lado. Me toma un momento recordar su rostro, pero cuando lo hago, de repente tengo dieciséis años otra vez.
Vuelvo a ponerme el lápiz labial, temerosa de desviarme de mis labios y hacer un lío de otra manera.
—Oh, Dios mío, ¿Chloe Helm?
Ella asiente con entusiasmo, sus ojos verde mar se iluminan con alegría.
—Sí, soy yo. ¡Mierda! Mírate. Apenas te reconocí.
Ni tú ni yo, esa voz molesta susurra-grita en mi oído.
Ignorándola, sonrío, feliz de ver a mi amiga de la secundaria.
—Podría decir lo mismo. Te ves increíble, Chloe. —Chloe era un poco gordita en la secundaria, no es que me importara, pero ahora parece una maldita supermodelo.
Pasa una mano por su vestido rojo de verano con orgullo.
—Gracias. Es asombroso lo que puede hacer ser feliz. Hablando de… —Su mirada cae a mi mano que descansa flácida a mi lado—. ¿Estás comprometida?
—Oh, sí, lo estoy —respondo, saliendo de mi aturdimiento.
—¡Muéstrame! —chilla, extendiendo la mano. Le ofrezco mi mano. Examina mi anillo, silbando—. ¿Quién es el afortunado?
—Lincoln O’Toole, —revelo, sin pensar que sea gran cosa hasta que su mandíbula cae al suelo.
—¡Oh, Dios mío!
Retrocedo, un poco abrumada por su emoción. Si tanto entusiasmo se articulara en Nueva York, nos estaríamos cuestionando si el gobierno entrelazó el aire con gas feliz.
—Sí, nos casaremos en tres semanas. —No tengo idea de por qué le acabo de decir eso, pero supongo que es un comportamiento normal para una futura novia, ¿verdad?
La yo de diecisiete años se encoge de hombros.
—¿Qué estás haciendo ahora?
—Yo… um, nada en realidad. —No es mi momento más elocuente.
Ella agarra mi bíceps, sus brazaletes Tiffany tintinean.
—Ven a tomar una copa conmigo. Me encantaría ponerme al día. Ha sido tanto tiempo. —Mi vacilación bien podría estar escrita en el cielo de California—. Por favor. Una bebida. —Para enfatizar, entrelaza los dedos, en la cúspide de la mendicidad.
¿Cómo puedo decir que no?
—Está bien, solo un trago.
Ella aplaude, sacudiéndose en el acto.
—Te he extrañado mucho. Uno de mis recuerdos favoritos es la noche en que nos aventuramos en el bosque, buscando a Belle...  
El recuerdo me golpea, dejándome con una sonrisa incómoda porque creo que estoy a segundos de vomitar.
—Sí, éramos niños estúpidos —le digo, esperando sonar casual y distante—. Solo tengo que decirles a mis padres que vamos a salir. ¿Te veré ahí fuera?  —Chloe asiente, sus gruesos labios rosas se levantan en una sonrisa llena de energía.
En el momento en que salgo del baño, respiro una vez más para liberar mis pulmones. Parece ser todo lo que estoy haciendo estos días. Aunque me golpea una ráfaga de hamburguesas y papas fritas, ayuda a calmar los nervios. El restaurante es moderno y retro, todo lo que esperarías de un establecimiento ubicado en el Strip. Está lleno de lugareños y turistas por igual, todos de buen humor, listos para enfrentar lo que sea que el fin de semana les depare.
Se me ocurre un pensamiento. En realidad, nunca he ido a bares en Los Ángeles. Me fui a Florida cuando tenía diecisiete años, e incluso cuando fui a Stanford, la vida nocturna en el campus me mantuvo más que entretenida. Pero en el fondo, la idea de aventurarme de nuevo en el desierto era mucho más aterradora de lo que quería admitir. Estaba feliz de dejar atrás a la vieja Holland Brooks-Ferris y concentrarme en reinventarme, lo que pensé que hice, hasta que regresé aquí y me di cuenta de que los fantasmas de mi pasado no me dejarían en paz.
Chloe solo tuvo que decir el nombre de Belle, y fue suficiente para transportarme al pasado. Recuerdo su olor, puedo saborear su toque, pero más que nada, mi corazón recuerda lo fácil que fue amarlo, incluso cuando no debería haberlo hecho.
Mi mamá me mira desde el otro lado de la habitación. Su preocupación y miedo son palpables desde aquí. ¿Desearía que las cosas fueran diferentes? ¿Se está preguntando cómo habría sido su vida si yo nunca hubiera nacido?
Las lágrimas me pican los ojos porque una pequeña parte de mí sabe cuánto más fáciles habrían sido las cosas si ella hubiera hecho lo que casi cualquier persona de su edad hubiera hecho. Ella me dio la vida y todo lo que parezco hacer es arruinar la suya.
Echando mis hombros hacia atrás, esbozo una sonrisa, esperando que la tristeza no se muestre detrás de mis ojos. No tengo idea de lo que me pasa, pero debe detenerse y debe detenerse ahora.
—¿Les importaría si salgo a tomar una copa con un amigo?
Mi mamá palidece mientras mi papá se sienta erguido en su asiento, con los puños cerrados.
—¿Quien? —Y así, tengo diecisiete años de nuevo, reviviendo la peor noche de mi vida.
Me han perdonado mis pecados una vez antes, pero no creo que sean tan comprensivos una segunda vez. Pero no tendrán que hacerlo.
Cualquier locura temporal que me afectara ya no lo hace. He venido aquí para casarme con el hombre de mis sueños y olvidar que una pequeña porción de mi corazón todavía pertenece a otra persona.
—Chloe Helm. Fuimos a la escuela juntas. No tardaré.
La disposición de mis padres cambia instantáneamente, su alivio es claro.
—Por supuesto, cariño. Ve a divertirte. ¿Quieres usar el auto?  —Mi papá levanta las llaves.
—No, no, está bien. Tomaré un taxi. Te veré pronto. —Agachándome, beso la mejilla de mi madre—. Oh, y mañana suena genial. Haré una lista de lugares que podemos visitar. Hay una tienda en Bel Air que no me importaría visitar. Mucho tul blanco y esponjoso.
Los ojos de mamá se hinchan y asiente feliz.
—Suena maravilloso. No puedo esperar. Chloe también puede venir. Podemos hacer un día con eso.
Sé lo que está haciendo. Cree que este cambio de opinión tiene que ver con ver a un viejo amigo y recordar. No queriendo decepcionarla más, asiento.
—Claro, le preguntaré.
Chloe emerge del baño, buscando entre la multitud de gente. Le hago un pequeño saludo, mis padres siguen mi línea de visión. Sus hombros se relajan cuando ven que estoy diciendo la verdad. Nadie tiene la culpa de plantar esa semilla de la duda, excepto yo.
—¡Hola! —Chloe siempre ha sido sociable, y parece que incluso en la edad adulta, puede hacer amigos fácilmente.
—Hola, Chloe. Es tan encantador verte de nuevo. ¿Cómo están tus padres?
—Mi mamá está bien, gracias. Ha abierto una boutique en Beverly Hills. En cuanto a mi padre, está casado con la número cinco, alguien veinte años menor que él, así que diría que está cansado y probablemente arruinado.
Resoplo a su lado, rápidamente cubriendo mi boca para silenciar mi arrebato. Chloe siempre estuvo llena de coraje. Parece que algunas cosas nunca cambian.
—Holland y yo iremos de compras mañana. No dudes en acompañarnos.
Chloe gira con los ojos muy abiertos.
—¿Comprar vestidos de novia? 
Asiento, necesitando un impulso en mi paso.
—¡Seguro que lo hacemos! —Sin embargo, lo refreno porque eso es un impulso para Red Bull.
—Oh, Dios mío, entonces debes venir a la boutique de mamá. Debería haber mencionado que la tienda que abrió era una boutique nupcial. —Los dioses que me estén mirando se están riendo ruidosamente a mi costa.
—Sí —respondo con poco o ningún empujón, pero Chloe no parece darse cuenta o no le importa.
—Está arreglado entonces. ¡Día de chicas!  
Tanto mi madre como Chloe aplauden con emoción, mientras reviso discretamente mis ganglios porque tengo fiebre y estoy segura de que he contraído el ébola.
—Diviértanse. —No puedo recordar la última vez que vi a mi mamá tan feliz, pero supongo que nos hemos perdido muchas de las cosas femeninas al crecer. Esto le vendrá bien y supongo que necesito un vestido.
Dos pájaros de un tiro…
—Los veo luego —me despido de mis padres, complacida de que mamá se vea tan feliz ante la perspectiva de pasar todo el día comprando.
Chloe pasa su brazo por el mío, charlando a ciento cincuenta kilómetros por minuto, mientras dejo que me guíe porque no tengo idea de a dónde vamos.
Mientras Chloe detalla su trabajo como higienista dental y la importancia de usar hilo dental, mi mente divaga hacia mi mamá. Realmente no hemos tenido la oportunidad de hacer todas las cosas de madre e hija que hacen la mayoría de las familias porque he vivido muy lejos de ella durante años.
Stanford estaba a más de seis horas de donde solíamos vivir. Nos visitamos, pero mi madre nunca me asfixió. Ella me dejó extender mis alas y volar. No me arrepiento de mi decisión porque a principios de mis veinte fueron algunos de los mejores momentos de mi vida. Viví, aprendí y amé. Pero ahora me doy cuenta de que me he perdido mucho.
No recuerdo haber visto las finas líneas alrededor de sus ojos cuando se ríe. Yo no estaba allí cuando ganó un viaje a Disneylandia, pero decidió dárselo a los Donaldson, nuestros viejos vecinos que tenían un hijo con parálisis cerebral. He crecido, pero siento que ese crecimiento tuvo un precio. Sabía que volver aquí no iba a ser fácil, pero estoy segura de que me ha salido una úlcera y aún no han pasado veinticuatro horas.
—Lo siento mucho. Te estoy aburriendo, ¿no?
—Sí. ¿Qué? Espera, ¿no? —respondo con un aliento apresurado. Apenas escuchaba a Chloe, una vez más perdida en mi cabeza.
Afortunadamente, nuestros brazos todavía están unidos porque si me dejaran sola, habría golpeado a una docena de peatones en mi estupor.  
—Estoy tan feliz de que estés aquí. Simplemente desapareciste. La escuela estaba llena de rumores.
Trago saliva, pero mantengo la calma.  
—Apuesto que sí. De lo contrario, no sería Harvard-Westlake.
Nuestros tacones chocan contra el pavimento, el resplandor de las vallas publicitarias y las luces de neón ilumina nuestro camino.  
—¿A dónde fuiste?
Esta pregunta era inevitable y sabía que tarde o temprano me la haría. Supongo que lo mejor es responder ahora y aclarar las cosas.  
—Fui a Florida para quedarme con mi tía. —Asiente—. Necesitaba salir de Los Ángeles. El aire era tóxico, y lo digo en todo sentido literal.
Los cálidos ojos de Chloe se suavizan. Ella sabe exactamente a qué me refiero. Puede que no sepa la razón, pero en un momento u otro, todos hemos querido perdernos y no ser encontrados nunca.
Justo cuando abre la boca, mi celular suena fuertemente, salvándome de su interrogatorio. Buscando en mi bolso, estoy agradecida por la interrupción.
Es Lincoln.
—Hola.
—Hola, nena —alarga, insinuando que está completamente borracho, tanto como para ponerse al día rápidamente.
—¿Dónde estás? —Mi tono no es acusador, solo curioso.
Mi pregunta es respondida segundos después cuando un rugido desenfrenado resuena a través del teléfono. Lo aparto de mi oído, el grito todavía resonando con fuerza.  
—Solo un bar deportivo. Estamos viendo el juego.
—Está bien, entonces te quedarás un tiempo. —Um, sí. Todos los chicos están aquí...

Lo corto.  
—Está bien. No tienes que explicarme nada. Qué te diviertas.
—Gracias, nena. Te lo compensaré mañana. —La estruendosa charla de fondo me recuerda todos los partidos de fútbol en los que me vi obligada a sentarme.
—¡Linc, vamos, la próxima ronda es tuya! —dice un tacaño bufón.
Chloe me conduce suavemente hacia una puerta oscura mientras intento seguir caminando recto. El gigantesco gorila extiende su palma, una silenciosa demanda de “muéstrame tu identificación”. Mientras hurgo en mi bolso, sostengo el teléfono entre la oreja y el hombro.  
—Mañana me voy a vestir…
Un ensordecedor “¡Touchdown!” seguido de hombres gritando y ululando invade mis noticias.
—Está bien, nena, diviértete, adiós.
Mi boca se mueve en una animación sin palabras porque estoy a mitad de una frase. El teléfono todavía está pegado a mi oído, pero la línea está muerta. Bueno, esto es nuevo.
—¿Señorita? —chasquea el malhumorado gorila, sobresaliendo su palma. Los clientes descontentos detrás de mí anuncian su molestia porque estoy retrasando la fila—. Su identificación. —Pone los ojos en blanco, ya que la necesidad de hablar obviamente no es parte de la descripción de su trabajo.
Rápidamente me recompongo y encuentro mi licencia. Dándosela, el aspirante a Hulk Hogan, con bigote de manillar y todo, me la arrebata de los dedos.  
—Lo supuse. No pensé que estuvieras pidiendo una clave, aunque probablemente podrías usar una, ya que la ley de California dice que no puedes portar un arma oculta. Espero que tengas un permiso, de lo contrario tu jefe se va a enojar. —Su mano se dispara para tocar su pieza mal escondida en la parte baja de su espalda.
Sonrío con aire de suficiencia, extendiendo mi propia mano, exigiendo que me devuelva mi identificación. Me la pasa, las venas de su cuello amenazan con estallar. Ni siquiera se molesta en mirar por encima de Chloe y se mueve hacia un lado, permitiéndonos entrar.
Chloe resopla mientras paso junto a él, sonriendo con aire de suficiencia. Toca su auricular, pronunciando algo en su micrófono, mirándome como el infierno. Agito mi dedo en respuesta.  
—Bien, chica —grita Chloe en mi oído para ser escuchada por encima de Bad Romance de Lady Gaga.
La canción parece apropiada ya que este bar no se parece a nada que haya visto antes. Demasiado atrapada en mi llamada telefónica, no presté atención a dónde me estaba llevando Chloe, pero ahora que estoy adentro, este lugar tiene toda mi atención.
Este lujoso salón es una mezcla de un club nocturno y un bar sexy, sucio y majestuoso, todo al mismo tiempo. Los reservados rojos y las mesas de felpa están esparcidas por la oscura habitación, lo que le da al lugar una sensación íntima. Las paredes de terciopelo dorado y negro se ven lujosas y majestuosas, pero a la izquierda, una pared de ladrillos lo tiene a uno preguntándose si ha entrado en una habitación diferente.  
En el centro de la pista de baile hay un podio con alfombra de terciopelo rojo. En el centro hay un brillante tubo de bailarina.
Mis ojos no pueden captar la vista lo suficientemente rápido. El grupo mixto de clientes que esperan junto a la barra, bailando con la música, vienen en diferentes formas y tamaños. Hípsters, chicas del valle, jóvenes que imitan lo que ven y jóvenes adultos, todos pasándola bien, lo cual es una primera vez. Sin embargo, podrían ser las copiosas cantidades de alcohol que fluyen libremente, porque esa barra es la más grande que he visto.
Su encimera con espejos podría aumentar la ilusión, pero la pared de ladrillos detrás de la barra tiene estantes sobre estantes llenos de todas las botellas de licor imaginables. Los estantes están iluminados por brillantes luces fluorescentes azules y rosas, los extravagantes colores se mezclan con la enorme araña de cristal que cuelga por encima de las cabezas del personal del bar mientras trabajan en la planta baja con facilidad.  
Todas son hermosas, jóvenes y están escasamente vestidas; apuesto a que sus propinas están fuera de la escala.
—¿Qué es este lugar? —Ahueco mi mano y le grito a Chloe al oído. El lugar está lleno. La energía late por el aire.
—Absinthe of the Heart —responde, pero bien podría haberme hablado en suajili.
—¿Eh? —Arrugo mi nariz, volviéndome para mirarla. Ella se ríe y niega con la cabeza. En respuesta, me tira del codo y me lleva a la barra. No protesto porque todavía estoy aturdida por la potencia de este lugar.
Por supuesto, no he sido una gran fiestera, pero este lugar es bastante increíble. Con el equilibrio adecuado de sexo y descaro, este tiene que ser uno de los lugares más calientes de Los Ángeles. La fila se mueve rápidamente gracias a las experimentadas camareras que voltean, sacuden y sirven sus bebidas con habilidad.
Una chica en particular me llama la atención porque es solo una de esas mujeres que tienen un aire de confianza en ella. Su camiseta blanca de Metallica, dos tallas demasiado pequeña, se encuentra con circunstancias desafortunadas porque está muy rasgada y se encuentra justo debajo de sus pechos, que parecen dispositivos de flotación. Su abdomen está completamente expuesto, mostrando un aro en el ombligo y una especie de tatuaje floral en el costado.
Su cabello es negro azabache y se encuentra alrededor de su rostro afilado. Su maquillaje es pesado, y sus labios brillantes e infundidos con colágeno se ven como un panecillo para perrito caliente mientras habla con el cliente que no está revisando tan discretamente sus nalgas, que se derraman de sus shorts negros apenas visibles.
De repente me siento demasiado vestida.
Chloe baila con la música, prosperando con el ambiente enérgico. Cuando es nuestro turno de ordenar, Chloe sonríe.  
—¿Cuál es tu veneno?
Escaneando la pared, toco mi barbilla, sintiéndome atrevida de repente.  
—Martini seco.
Chloe expresa su alegría por mi elección de bebida rebotando en el acto. Esas bombas asesinas no parecen obstaculizarla.  
—¡Tendré lo mismo! —grita, inclinándose sobre el mostrador para que la camarera pueda escucharla. Afortunadamente, la mujer detrás de la barra está un poco más vestida que su compañera de trabajo a su izquierda.
Mientras examino la habitación en busca de una mesa, un repentino manto de inquietud me cubre. Niego físicamente con la cabeza para despejar la niebla porque no tengo idea de lo que me ha sucedido. Hace calor aquí, ya que está lleno a su capacidad, pero esta calidez proviene de lo más profundo.
Chloe me pasa mi bebida. Me lanzo hacia ella como un adicto en busca de su próxima dosis y la tomo de un solo trago. Ella arquea una ceja y frunce los labios.  
—¡Otra, gracias! —le grita a la camarera, agitando su cambio.
Le robo el vaso de la mano y también trago de golpe su martini.   —¡Y dos tequilas!
Ofreciendo el vaso vacío, hago una mueca de disculpa.  
—Lo siento. No tengo idea de por qué hice eso.
Ella se ríe, poniendo su mano alrededor de mi hombro y acercándome.  
—Está bien. Este lugar tiene ese efecto en la gente.
—No es broma —murmuro, el vodka va directo a mi cabeza y mata al menos una docena de células cerebrales.
Un cambio cruje en el aire y me limpio la nuca, que está salpicada de sudor. No puedo evitar este sentimiento de... cambio trascendental de proporciones épicas. Mi estómago se contrae en un nudo apretado de consternación, pero el tono es más fuerte, es deseo.
¿Qué en la faz de la Tierra me haría arder como si estuviera llamando a las puertas del infierno?
La música cambia, las luces se atenúan y el alcohol se me sube directo a la cabeza. Me aferro a la barra para sostenerme, temerosa de estar a punto de caer al piso y no volver a levantarme nunca. La voz preocupada de Chloe suena de fondo, pero mi atención de repente se fija en la puerta cuando me vuelvo para vigilarla por encima del hombro.
Animals de Maroon 5 suena repentinamente por los altavoces, preparando el escenario para lo que está por venir. No puedo quedarme quieta, así que giro y estiro el cuello para mirar por encima de las cabezas de las personas que brincan haciendo un movimiento en la pista de baile, pero se separan como el Mar Rojo, porque lo que sea o quién sea que acaba de entrar por la puerta es de proporciones bíblicas.
La habitación comienza a girar y las paredes se cierran sobre mí. Yo... no puedo... respirar.  
La letra de ser devorado vivo es mi animal espiritual porque estoy segura de que un fuego está a punto de consumirme por completo. Las llamas lamen mi epicentro y mi corazón explota desde los confines de mi pecho.
Cada momento antes de esto palidece de repente en comparación, porque todo en lo que puedo concentrarme es en el hombre que roba cada aliento que tomo y lo reemplaza con nada más que un deseo constante. Ni siquiera sé de qué tengo sed, porque cada parte de mí está desesperada por huir, pero no puedo moverme.
Tal como lo recuerdo, él hace girar todas las cabezas en la habitación, su confianza casi asfixiante, pero su atracción magnética es embriagadora y, como adictos, todos estamos enganchados.
Cómodos jeans azules le caen bajos en las caderas, rasgados en ambas rodillas. Una camiseta gris de Harley Davidson, que complementa sus botas negras de motociclista, muestra el volumen de la parte superior de su cuerpo, ya que es ajustada y se adhiere a él como una segunda piel. Los tatuajes corren a lo largo de ambos brazos tensos, la colorida tinta cobra vida bajo las brillantes luces fluorescentes. Sus hombros siguen siendo anchos, lo que sugiere que debajo de esa camisa hay una mina terrestre bien definida y musculosa.  
Tragando más allá del nudo en mi garganta, levanto la mirada y me dejo caer contra la barra porque ese rostro, su rostro... casi me había olvidado que tenía la capacidad de dejarme sin palabras. Aunque ha cambiado un poco desde la última vez que lo vi, cubierto con una barba oscura y maduro con años de sabiduría y experiencia, cuando miro esos ojos, esos tormentosos ojos azules de promesas y castigos, sé que debajo de esas capas está el hombre al que amo odiar... u odio amar... la línea de repente se vuelve borrosa.
Su cabello es más corto en los lados, los mechones más largos en la parte superior, agitados y peinados en la forma en que caen los mechones rubios. Todavía lleva ese aire de arrogancia sobre sus hombros y despierta el anhelo que creía muerto hace mucho tiempo.
Como si una estrella de rock acabara de cruzar la puerta, todo el mundo se arremolina alrededor de la entrada, esperando su turno para hablar con el héroe local. Él asiente y sonríe, esa sonrisa torcida me patea en el plexo solar y reproduce una imagen en movimiento de cada vez que me sonrió.
Cuando pasa sus largos dedos por su cabello revuelto, otro golpe me deja sin aliento, y recuerdo la forma en que esos dedos se sintieron en mí… dentro de mí.
Mierda... necesito irme... como ahora.
Lamentablemente, él está frente a mi salvación, así que me doy la vuelta tan rápido que me vuelvo hacia la izquierda. Afortunadamente, Chloe está allí y me apoyo en ella, esperando que mi mini colapso pase desapercibido. Mi cuerpo es un jodido traidor porque los recuerdos de lo que me hizo y cómo arruinó mi vida flotan a la superficie, y eso es lo único que debería estar recordando.
—Holland, ¿estás bien? —Chloe retrocede, probablemente
aterrorizada de que mi locura sea contagiosa. Asiento, demasiado asustada para hablar. Alcanzando el tequila, lo bebo de golpe, sin molestarme con el limón—. ¿Quieres sentarte?
Sí, quiero sentarme... en la luna porque no puedo quedarme aquí con él... con London Sinclair... un segundo más. Incluso pensar en su nombre me hace sentir como si acabara de cometer el mayor pecado.
Ella no espera a que responda; en cambio, pasa su brazo por el mío y me guía a través de la multitud. Instantáneamente me hundo, deseando poder deslizarme por el suelo y escabullirme por la puerta. ¿Cómo demonios voy a escapar sin ser detectada?
La multitud de gente no ayuda con mi repentina claustrofobia, y abro los brazos, necesitando espacio. No tengo ninguna duda de que Chloe piensa que me he vuelto completamente loca, pero esto es algo normal porque el hecho de que no me balancee en una esquina es un milagro en sí mismo.
Encontramos un reservado cerca de la parte trasera de la habitación. Me sumerjo en él, hundiéndome. Chloe se toma dos cervezas y ambas me llaman, pero recuerdo mis modales y acepto una amablemente.
—Así que cuéntame todo —dice, apoyando el pie debajo de la rodilla, preparada y lista para los jugosos detalles.
La distracción puede ser agradable, pero estoy en alerta máxima, mirando a mi alrededor como si estuviéramos varadas en un bote rodeado de tiburones hambrientos.  
—No hay mucho que contar. Me gradué, fui a Stanford y me encontré a mí misma. Durante mi viaje, Lincoln y yo nos cruzamos. Hemos estado juntos unos cinco años. —¿O han sido seis? De repente no puedo recordar—. Vivimos en Nueva York. Soy abogada y Lincoln trabaja en Wall Street.  Sé que estoy hablando a un millón de kilómetros por minuto, pero me temo que, si me detengo, tendré que enfrentar el hecho de que estoy sentada en la misma habitación que London.
—Vaya, han vivido una gran vida. —¿Lo hacemos?—. Todavía vivo en Beverly Hills con mi mamá —revela, como si eso palideciera en comparación con mi vida.
—El hogar es donde está el corazón, Chloe —le digo con ternura. No estoy aquí para juzgar. Ambas hemos tenido suficiente de eso en el transcurso de nuestras vidas. Su rostro se suaviza y puedo ver su guardia cambiar. Ya no estamos en la secundaria y nunca quiero que sienta que tiene que ser alguien más que ella misma.
—¿Cuándo se comprometieron, chicos?
Llevando la cerveza a mis labios, tomo un trago rápido antes de responder.  
—No hace mucho. Por eso estamos de regreso. Nuestras familias quieren la gran boda tradicional. —No puedo evitar el sarcasmo en mi voz. Ella asiente con una risa.  
—Mi mamá estaría igual. Todavía no he conocido al Señor Correcto, pero cuando lo haga, no tengo ninguna duda de que la reina y su pariente serán invitados.
El humor de Chloe me saca de la mente el dilema en cuestión, pero cuando suena Marry Me de Bruno Mars, Chloe se levanta de golpe y se lanza a por mi brazo.  
—¡Amo esta canción! Ven a bailar conmigo.
Niego con la cabeza apresuradamente, ya que no hay forma de que me mueva de este lugar, nunca. Esta elección de canción también se suma a los nervios. Ella succiona una frambuesa y se marcha sola, sin molestarse por estar bailando entre extraños.
En el momento en que está atrapada entre dos chicos, dejo escapar el aire que había estado conteniendo y libero mis pulmones.
Lamentablemente, mi corazón no tiene el mismo respiro porque me duele. Lo froto pensativamente.
Sintiéndome un poco más valiente, me incorporo y examino la habitación. Sé que está aquí. Puedo sentirlo. Cada fibra de mi cuerpo está pulsando, incapaz de seguir el ritmo del caos que me está sacudiendo hasta la médula. Todo el mundo está en modo fiesta, las bebidas y las conversaciones fluyen libremente. Está repleto, así que no puedo verlo, pero cuando la música se desvanece y es reemplazada por Mr. Brightside de The Killers, nada ha sido más claro.
De alguna manera, el mar de personas se separa, dejando atrás un camino que conduce al pecado. London está recostado casualmente contra la barra, con ambos codos detrás de él. No parece importarle que esté apoyado en medio de un enjambre de clientes, ocupando un espacio vital, porque todo lo que parece importarle soy yo.  
Muerdo el interior de mi mejilla y agarro el cuero debajo de mí porque
estoy a segundos de deslizarme en un charco sin posibilidad de recuperarme pronto. No me he sentido así en mucho tiempo.
Las letras tamborilean al compás de mi corazón porque suenan verdaderas. Comenzó con un beso, pero ese beso puso las ruedas en movimiento para un abismal choque de trenes, uno que se siente como si estuviera ganando velocidad una vez más.
Quiero romper el contacto visual porque esa lenta y arrogante sonrisa que tira de sus labios arqueados revela que lo sabe... sabe que todavía me afecta de una manera que no debería, pero no puedo apartar la mirada. Aprecio la forma en que su presencia musculosa e imponente es similar a la de un león acechando a su presa.
Estoy inmovilizada por esa mirada tormentosa, pero lo miro inexpresiva, ya que estaré condenada si retrocedo y soy menos que él. No permitiré que me haga sentir así nunca más.
Esto podría continuar durante días, porque ninguno de nosotros parece decidido a romper el contacto visual, pero me niego a apartar la mirada. No soy la chica de diecisiete años de la que una vez se aprovechó. He tratado con bastardos más grandes y malos que él, y preferiría cortarme el brazo antes que dejarlo ganar, de nuevo.
Me incorporo, dándome la vuelta por completo, de modo que nos miramos frente a frente. No oculta que está apreciando la vista frontal completa, y una pequeña parte de mí choca los cinco con mi ego porque sé que me veo bien, pero él también.
Es completamente rudo y caprichoso, pero su aspecto rudo no es escenificado: es el epítome de en lo que todo chico malo se esfuerza por convertirse cuando sea mayor. Siempre lo ha sido. Me lamo los labios repentinamente secos y London sigue el movimiento con una sonrisa.
El aire está cargado de un tirón innegable y también cada parte de mi cuerpo. La parte racional de mí está gritando que me levante y me vaya, y olvide que conocí a este hombre, pero la parte que he mantenido bajo llave durante diez años exige venganza y cree que es hora de ajustar cuentas.
Bebiendo de golpe el resto de mi cerveza, me deslizo por el reservado y me enderezo la falda sin prisa. London nunca se aparta de mí, mirándome con interés mientras me levanto, mi pecho sube y baja, la adrenalina perfora un agujero directamente a través de mí.
Tomando una respiración profunda, camino hacia él, mi ritmo medido, mi cabeza en alto. Se mueve para pararse más alto, pero aún no se mueve ni un centímetro. Se lleva un vaso a los labios, su manzana de Adán rebota cuando el líquido marrón se desliza por su garganta. Sigo acechando hacia él porque el cazador se acaba de convertir en la presa.
La gente de alguna manera se mueve cuando me ven venir, probablemente sintiendo que la Tercera Guerra Mundial está a unos segundos de estallar y no quieren estar cerca de mí cuando lo haga. Paso suavemente junto a una pareja, que me mira y luego vuelve a mirar a London. Instantáneamente se acurrucan a un lado, listos para el golpe del infierno.
En el momento en que estoy a unos pasos de distancia, su familiar fragancia de canela y problemas me golpea directamente, cimentándome en el lugar. He esperado tanto por este momento. Lo he soñado a menudo. Pero nuestro reencuentro nunca sería feliz.
London Sinclair no solo me rompió el corazón; le prendió fuego y tiró las cenizas al viento. Lo amaba y, a cambio, él bailó sobre mi tumba.
La música resuena a mi alrededor y los recuerdos palpitantes me animan, y doy un paso, luego dos, hasta que estamos a centímetros de distancia. Mis tacones me dan algo de palanca, pero todavía se eleva sobre mí. Mirándolo, reprimo el impulso de acariciar su rostro para asegurarme de que es real.
Ha cambiado mucho, pero sigue siendo el mismo.
Examino cada curva de su rostro, maravillándome de la inmensidad de sus ojos azules. Me permite molestarlo visualmente, de pie con frialdad, sin importarme que estemos en el camino de todos.
Quiero decir tantas cosas, pero, ¿por dónde empiezo?
Pero London y yo nunca fuimos buenos con las palabras. Y ahora no es una excepción.
Alcanzando el vaso que descansa libremente entre sus dedos, no presto atención al anhelo absoluto que siento cuando mi pulgar roza el suyo. Llevando el vaso a mis labios, arrojo hacia atrás el amargo contenido, la quemadura es bienvenida porque necesito que el dolor me recuerde que este hombre solo podrá ofrecerme eso.
Él observa cada uno de mis movimientos, esa maldita sonrisa todavía tirando de sus labios. Me pregunto cuántas veces sonrió al pensar en lo que hizo. Ganó... bueno, espero que haya valido la pena.  
Con una velocidad lenta y calculada, me inclino hacia adelante, presionando deliberadamente mi cuerpo contra el suyo mientras coloco el vaso vacío en la barra detrás de él. Una pequeña victoria para mí cuando
sisea bajo
Pero tengo la intención de finalmente recuperar lo que es mío.
Abre la boca, sin duda listo para decir algún comentario inteligente o untar sal en las heridas todavía abiertas, pero he terminado. Terminé con él, y terminé con esta constante necesidad de buscarlo entre la multitud.
Esto es un adiós para siempre.
Años de rabia estallan en mí, y antes de que pueda cuestionarme a mí misma y las repercusiones de mis acciones, levanto la mano y le quito esa sonrisa de suficiencia de la cara. El golpe se puede escuchar por encima de la música rock, pero el dolor en mi mano vale la pena porque nunca se puede comparar con el dolor que me ha causado.
Su cabeza se echa hacia atrás mientras toma su mejilla enrojecida, pero cuando se encuentra con mis ojos, las fosas nasales se ensanchan, respira con dificultad y asiente una vez.
Estamos a mano…
Mi mano tiembla a mi costado y las lágrimas amenazan con romper pronto las compuertas, pero con mi dignidad a cuestas, me doy la vuelta y me voy, y esta vez, es para siempre


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Mensaje por berny_girl Lun 31 Mayo - 10:43

Hasta que se encontraron y que lograron nasa... el final ella es su mundo sigue siendo la víctima... y su forma de vengarse es quitarle el trato, para terminar golpeando... nada realmente épico a mi gusto


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Lectura #4-2021 Absinthe of the Heart - Monica James - Página 2 Empty Re: Lectura #4-2021 Absinthe of the Heart - Monica James

Mensaje por Yani Lun 31 Mayo - 16:46

Capítulo 10
—Oh, cariño, ¿tu mano está bien? —Ni siquiera me doy cuenta de que la estoy acunando hasta que mi mamá me lo pregunta por tercera vez hoy. 
Estamos de camino a Sienna’s, la boutique nupcial de la mamá de Chloe, pero no hace falta decir que ir de compras es lo más alejado de mi mente. Mi corazón todavía está alojado en mi garganta después de anoche, y dudo que se desprenda pronto. 
Después de escapar de Absinthe of the Heart que ahora adquiere un significado completamente diferente, tomé un taxi de regreso a casa de mis padres y en secreto agradecí que Lincoln decidiera quedarse con sus amigos. Me fui a la cama con la esperanza de desmayarme, pero no lo hice. 
Me quedé mirando al techo durante horas, preguntándome qué pasa  ahora. 
Finalmente le di a London una parte de mi mente, entonces, ¿por qué me siento tan vacía por dentro? ¿Podría ser porque anoche fue la primera vez que me sentí... viva... en tanto tiempo? La ironía de esa declaración no se me escapa. 
Lincoln y yo nunca hemos tenido una vida sexual rabiosa, pero entiendo que la base de una relación buena y sólida no es la parte física sino la emocional. Él me entiende y respeta que no estoy interesada en balancearme desde las vigas y llamarlo Big Daddy. 
Al principio, sentí que estaba resentido porque London le robó algo que no pertenecía a nadie más que a mí, pero luego me di cuenta de que estaba paranoica porque no todos sentían como yo. Al principio, el sexo entre nosotros era incómodo, por decir lo menos, porque la única otra persona con la que podía compararlo era alguien a quien deseaba olvidar. 
El sexo con Lincoln es... agradable. No tengo los grandes O que rizan los dedos de los pies, pero aprendí lo suficientemente rápido que no puedes tenerlo todo. Estamos en una relación estable y amorosa, y felizmente sacrificaré el sexo salvaje y las mariposas por lo que tenemos. Lo probé y todo lo que me dejó fue acidez de estómago. 
Me recuerdo ese hecho cuando un aleteo de mariposas toma vuelo incluso pensando en el nombre de London. 
—Estoy bien —respondo, pasando mi brazo por el de mamá. Necesito olvidarme de anoche porque finalmente puedo dejar el asunto en paz—. Ni siquiera he pensado en qué tipo de vestido quiero usar. —Mi mamá me aprieta el brazo, dejando escapar un pequeño chillido emocionado. 
Cuando damos la vuelta a la esquina y nos enfrentamos a un letrero de neón rosa, sé que este dilema pronto se resolverá, porque esta tienda es el sueño de toda novia... con esteroides. 
La campana sobre la puerta suena jovialmente cuando entramos. Mirando alrededor de Sienna’s, mis mejillas se hinchan con mi respiración atrapada. Hay tanto blanco: los pisos, las paredes, los cientos de vestidos suspendidos de perchas alrededor de la habitación. Un pequeño podio rojo en el centro con sofás de cuero blanco a su alrededor. Obviamente, aquí es donde uno debe desfilar por la pasarela nupcial para sus amigas. 
—Oh, esto es asombroso —exclama mamá, todavía aferrada a mi costado. 
—Es algo —murmuro en voz baja, pero carezco de su entusiasmo 
mientras escaneo alrededor de la habitación y absorbo cuánto... encaje  blanco y con volantes está en exhibición. 
—¡Holland! —La vibrante voz de Chloe me saca de mi estupor y me vuelvo para mirarla. 
La abandoné totalmente anoche sin una explicación. Cuando llegué a la casa de mis padres, le envié un de rápido texto mensaje, usando la excusa de la migraña. En lo que respecta a las excusas, fue más tonto que tonto, ya que estoy segura de que vio mi altercado con London,  
Literalmente niego con la cabeza, necesitando expulsarlo de mis pensamientos, especialmente cuando estoy aquí.  
—Hola, Chloe. Este lugar es increíble. 
Chloe se ve hermosa con un vestido color pavo real, el toque de verde resaltado en la habitación por lo demás austera.  
—Solo espera hasta que veas la nueva línea de vestidos de verano que acaba de poner mi mamá. 
Tanto mi madre como Chloe parecen como si acabaran de ganar la lotería nupcial mientras yo me rasco sutilmente el sarpullido que crece debajo de mi barbilla. 
Una llamativa dama abre una cortina de terciopelo rojo en la parte trasera de la tienda, llevando tres vestidos de seda sobre su antebrazo. Con su cabello color chocolate, tiernos ojos verde claro y una sonrisa de bienvenida, no hay duda de que esta es la mamá de Chloe. 
Su rostro en forma de corazón se ilumina.  
—Holland, déjame mirarte. Cómo has crecido. —Ella se apresura y me sostiene con el brazo extendido, inclinando la cabeza de lado a lado mientras me examina de la cabeza a los pies. 
Realmente no la recuerdo, ya que he catalogado mi vida en dos casillas: antes y después de Los Ángeles. El antes me esforcé por olvidarlo. 
—Muchas gracias por darme la primera elección de su nueva línea. Chloe me dijo que ha dejado seleccionado algo para mí. —Bajando la mirada, veo que los elaborados vestidos parecen de mi talla. 
Sacudiendo la cabeza como si saliera de recordar los buenos tiempos, sonríe.  
—Sí, estos son para ti. —Levanta el antebrazo, las cuentas de cristal del primer vestido captan la luz del sol que entra por las ventanas delanteras. Mi mamá da un paso adelante y le da a Sienna un pequeño abrazo.  
—Hola, Sienna. Soy Delores, la mamá de Holland. Nos conocimos una vez cuando las niñas iban juntas a la escuela. —Puedo decir por la vacilación en la voz de mamá que está avergonzada de no asistir a más funciones escolares o de no hacer un esfuerzo mayor con la mamá de Chloe. Pero ella estaba ocupada trabajando en turnos de catorce horas para poner comida en la mesa y mantenerme en la escuela. 
Sienna la desestima, ignorando sus preocupaciones.  
—Sí, lo recuerdo. Eras el único padre al que podía soportar. Y tu hija no era una mocosa malcriada. 
Mi madre tira de su pendiente de perlas, escondiéndose detrás de una sonrisa inclinada.  
—Me siento igual. —Y así, todos parecemos unirnos, una banda de inadaptados que nunca encajan. 
—Ven, siéntate, no puedo esperar para mostrarte estos vestidos. —Los tacones de Sienna suenan a lo largo de los pisos pulidos, abriendo el camino hacia la arena nupcial. 
Trago. 
Mamá y Chloe saltan felizmente detrás de ella, mientras yo me quedo atrás, pasando una mano por mi rostro, mis mejillas infladas con mi respiración ahogada. De repente siento que estoy caminando en una marcha de la muerte, y el vestido de novia que presenta Sienna es mi verdugo. 
Abre la cremallera de la bolsa transparente, el vestido color marfil capta cada rayo de luz en la habitación. El escote se desploma en un estilo corazón, cuentas de cristal Swarovski incrustadas en la seda de felpa. Mientras lo sostiene en alto, emocionada por su gran revelación, calmo mi respiración. 
—Oh, es hermoso —dice mamá, llevándose una mano a su boca. Chloe asiente en armonía, aplaudiendo. Todo el mundo parece emocionado, susurrando ante la belleza del vestido, mientras yo estoy a minutos de salir corriendo por la puerta. Las tres se vuelven hacia mí, dándome cuenta de que no he dicho una palabra. 
De repente siento que me he tragado plomo. 
—¿Lo odias? —dice Sienna, la decepción clara en su tono. 
Mi mamá inclina la cabeza hacia un lado, examinándome de cerca. Si mira lo suficientemente de cerca, sé que descubrirá mi confusión interior, una confusión que no debería estar allí. 
Aclarándome el nudo de la garganta, niego con la cabeza con firmeza. 
—Me encanta, Sienna. Los amo todos, solo estoy... abrumada, eso es todo. —Haciendo con las manos un gesto de agarre, reprimo mis nervios y sonrío—. Lo superaré pronto, porque Dios mío, ¿es esa la nueva línea de verano de Vera Wang? 
Sienna sonríe, impresionada de que conozca de moda. 
—Buen ojo. Ciertamente lo es. Debes probártelo. —Mientras me lo ofrece, no me concentro en nada más que en la tarea que tengo entre manos, porque nada más importa. Me voy a casar con el hombre de mis sueños con este vestido de Vera Wang, y nada, ni siquiera la segunda venida de Cristo, se interpondrá en mi camino. 
Tomándolo feliz, ignoro que se siente como si estuviera cargando el Gran Cañón sobre los hombros y marcho hacia los probadores, una mujer con una misión. Tiro de la cortina para cerrarla, y temblorosamente cuelgo el vestido de un gancho dorado. Las paredes son espejadas, lo que es ideal para cualquier novia ruborizada, pero no para mí, solo enfatiza mi mini colapso nervioso por diez. Literalmente, no tengo dónde esconderme porque detrás de cada vuelta hay un espejo que refleja mi trastorno. 
 ¿Quieres que te ayude a ponerte el vestido? —ofrece Sienna desde afuera de la cortina. 
—No, no, está bien. Gracias. No tardaré ni un minuto. —Me quedo mirando mi reflejo, diciéndome a mí misma que sea fuerte y deje de ser una reina del drama. 
Con eso como mi fuerza motriz, me quito los tacones y me deslizo fuera del vestido. Pararse frente a tantos espejos es abrumador, por decir lo menos. Me paso una mano por la esbelta cadera y hasta mi cóncavo estómago. He perdido alrededor de un kilo desde que comenzó esta terrible experiencia. Mirando mi reflejo, ladeo la cabeza, de repente sin reconocer a la mujer que me devuelve la mirada. 
Para el mundo exterior, parece que tengo mi mierda en orden, y la mayoría de los días, la tengo. Pero volver aquí ha sacudido mi jaula, y no importa cuánto finja que estoy bien, las cosas solo parecen estar empeorando. 
Exhalando con frustración, alcanzo el vestido, esperando que una vez que me lo ponga, vuelva a ser mi vieja yo. Hace una semana, todo estaba bien definido y sabía hacia dónde me dirigía. Pero un minuto, sesenta malditos segundos, fueron suficientes para deshacer los últimos diez años. 
Maldito sea él, pero lo más importante, maldita sea a yo por seguirme importando. 
Mientras me meto el vestido por las piernas, respiro hondo porque el vestido con forma de sirena me aprieta. De repente cada tirón se siente como una llama del infierno lamiéndome la carne caliente. Me sostengo el corpiño contra el pecho porque necesito ayuda para abrochar los diez mil millones de botones de la espalda, pero la idea de siquiera abrocharme miserable un botón hace que mi piel ya aguzada se vuelva una erupción. 
Me rasco la barbilla y luego me abro paso hasta la columna del cuello. Cada pasada parece desencadenar otra ola, y de repente siento como si hubiera rodado en una tina de hiedra venenosa. Partes de mi cuerpo que ni siquiera sabía que podían sentir picazón comienzan a picarme, y en poco tiempo, estoy frotando mi cuerpo con una mano. 
Un ardor me sube desde la punta de los pies hasta la cresta de la cabeza y estoy segura de que tengo fiebre. Mi visión se vuelve borrosa, y para evitar plantar cara, extiendo la mano para apoyarme contra la pared. 
¿Cuál es el problema conmigo? 
—Voy a entrar —canta Chloe. 
Chloe... —Mi voz es apenas audible, así que no la culpo cuando habla sobre mí y felizmente se pone a trabajar en apretar las restricciones de mi destino. 
—¡Este vestido fue hecho para ti! —exclama, sus hábiles dedos trabajando rápidamente para abotonarme. Cada atadura me acerca cada vez más a un borde que ni siquiera sabía que estaba allí—. Te ves tan hermosa. Este color es absolutamente deslumbrante y el estilo, ¡vaya! Es sexy, pero de una manera aprobado por la iglesia. —Se ríe mientras estoy a segundos de desmayarme. 
—Creo que podrías salirte con la tuya usando tacones más pequeños. No quieres que te duelan los pies en tu gran día. —Tira de la tela en mi cintura, un jadeo de dolor se me escapa mientras trato desesperadamente de respirar—. Cualquier cosa que quieras alterada, avísale a mi mamá. Sin embargo, creo que todo encaja perfectamente. Quiero decir, vaya, tus tetas se ven a-sombrosas. Lincoln no sabrá qué lo golpeó. 
De inmediato, las alegres palabras de Chloe se transforman en un zumbido gigante y las paredes comienzan a cerrarse sobre mí. Necesito concentrarme en una cosa porque muchos pensamientos están usando mi cerebro como una montaña rusa, y temo que, si no lo refreno, me voy a desmayar.
—Casi termino —afirma, el pellizco de mi piel confirmando sus palabras. 
Los sonidos más suaves de repente se sienten como un mazo amplificado hasta mil millones de vatios, y me tapo los oídos cerrando los ojos con fuerza. Distingo vagamente a Chloe preguntándome si estoy bien, pero no lo estoy. 
—Quítamelo —gimo, esperando haber dicho las palabras en voz alta y no en mi cabeza. Cuando hay silencio, suplico—: Por favor, quítamelo. 
—¿Holland? 
La picazón que me consume el cuerpo rápidamente se convierte en un infierno, y agarro el vestido, que parece ser la causa de la inesperada tormenta de fuego. 
—¿Qué pasa? 
Con los ojos aún cerrados, siento mi carne ampollarse y arder, el vestido derritiéndose con mi piel, uniéndonos para siempre como uno. Me rasco violentamente la línea del cuello, intentando arrancarlo de mi cuerpo, pero los botones están apretados. 
¡Quítamelo! —grito, sacudiendo la cabeza, como una enloquecida lunática mientras me froto el pecho, que está al rojo vivo y en carne viva. Mi corazón palpita salvajemente por dentro, la sangre me corre por las venas. Necesito cada gramo de autocontrol para no gritar. 
—¡Oh Dios mío! Está bien. Cálmate, Holland. Te lo quitaré. Solo cálmate. —Puedo sentir la urgencia en sus palabras y acciones mientras trabaja apresuradamente para ayudarme a desnudarme, pero no es lo suficientemente rápido. Con cada segundo que estoy en esta prenda, más picazón, más calor y más ansiosa me pongo. 
Intento respirar como aprendí en yoga. Voy a mi lugar feliz. Pero nada ayuda porque cada intento es arruinado por una melancolía que me arrastra hacia abajo y me arruina, tal como lo hizo hace todos esos años. 
—Casi termino. —Cada botón que se abre es como desenroscar un grillete que me quita el suministro de aire, pero cuando Chloe hace una pausa y dice—: Oh, no, mierda, estás atascada. —No puedo aguantar un segundo más. Con la adrenalina corriéndome por las venas solo por luchar y huir, heredo la fuerza de Hércules y arranco el vestido de mi cuerpo. Las cuentas rebotan en los espejos y se esparcen por el piso alfombrado. 
En el momento en que me desnudo, finalmente puedo respirar de 
nuevo. 
Presionando una mano en mi corazón acelerado, calmo mi respiración y le ruego al mundo que deje de girar. Lo hace. 
Ahora que no está inclinado sobre su eje y puedo pensar con claridad una vez más, abro los ojos lentamente, jadeando cuando veo el desastre que he hecho. El vestido que alguna vez fue hermoso ahora se encuentra en un triste montón a mis pies, el piso lleno de cuentas como confeti. Un enorme desgarro en el costado me permitió escapar, pero mi escapada tuvo un precio. 
Ni siquiera sé qué decir, así que decido no decir nada en absoluto. Con la pequeña pizca de dignidad que me queda, me inclino y alcanzo mi vestido. El temblor de mis dedos delata mi estado de sobreexcitación. 
—Pagaré por el vestido. —No puedo mirar a Chloe a los ojos, porque tengo miedo de lo que veré reflejado en las profundidades. 
—No te preocupes por eso. ¿Qué pasó? —No hay ira, solo preocupación. Su amabilidad solo me hace sentir peor. 
Una vez que estoy vestida, me siento un poco mejor, pero nada puede excusar el hecho de que tuve un colapso muy público en una situación que la mayoría ligaría a uno de los mejores días de sus vidas. Sí, 
siempre recordaré el día de hoy, pero no como lo haría la mayoría de las futuras novias. 
No tengo las pelotas para decírselo. Me avergüenza haber dejado que alguien que no merece un segundo de atención se apodere de mí una vez más. 
—Es London, ¿no? —En el momento en que dice su nombre, todo esto se vuelve real. Si alguien más lo dice, significará que no soy la única que lo ve—. Los vi anoche. Mierda, Holland, la química entre ustedes... era explosiva. 
Sacudiendo la cabeza, finalmente la miro a los ojos. 
—¿Explosiva? Sí, como un desastre de bomba atómica. 
Pero niega con la cabeza con firmeza. 
—No, más como un desastre caliente. 
Acunándome el rostro en las palmas, gimo. 
—Lo odio y él a mí. —Desearía que decir esas palabras en voz alta fuera creíble, pero solo confirman la verdad. 
—Estoy bastante segura de que ustedes siempre han tenido una relación más de amor y odio. Y uso el término odio a la ligera. No puedo creer que después de todos estos años todavía estén tan interesados el uno en el otro. 
Su comentario casi me da un latigazo mientras niego con la cabeza de lado a lado. 
—No me gusta. Lo odio. Siempre lo he hecho. —Chloe arquea una ceja incrédula, lo que solo me hace defender más mis afirmaciones—. Amo a Lincoln. Me voy a ca-casar con Lincoln. —La palabra se me atora en la garganta y me golpeo el pecho para desalojarla. 
Sin embargo, cuanto más hablo, menos parece creerme Chloe. Cruza los brazos y sonríe. 
—¿A quién estás tratando de convencer? ¿A mí? ¿O a ti misma? 
Mi boca se abre, amplificada y lista para una respuesta, pero no tengo una. Podría discutir con ella hasta que se me ponga azul el rostro, pero el triste montón retorcido a mis pies dice suficiente. 
—No tengo ninguna duda de que amas a Lincoln, pero hay algo diferente en ti. 
Bajando la mirada, me pregunto si también está viendo la locura que irradia de mí. 
—¿Diferente? 
Asiente. 
—Sí, te ves... viva. 
Y ahí está esa palabra de nuevo. Irónicamente, porque esa es la última palabra que debería asociar con London Sinclair. 
—Necesito irme. No puedo estar aquí. ¿Puedes distraer a mi mamá? Solo necesito... un minuto para pensar. 
Asiente, sus ojos brillando ante la perspectiva de ser mi compañera malvada. 
—Hay una puerta trasera. Me haré cargo de esto. Corre cuando la costa esté despejada. 
Asiento, sintiéndome lentamente mejor ante la posibilidad de salir de aquí y alejarme de mis mayores miedos. 
—Gracias, Chloe. Te la debo.  
Pero me sorprende cuando niega con la cabeza. 
—No, no es así. Te lo debes a ti misma. Averigua si es miedo o tal vez es otra cosa. —No es necesario que dé más detalles sobre el “otra cosa”. Con compasión me frota el antebrazo, luego se desliza fuera del vestuario. 
Puede que sea en vano, pero tomo el vestido y hago todo lo posible por colgarlo del gancho. Es un desastre triste y no hay forma de que se pueda salvar. Lo agregaré a la larga lista de cosas que London ha roto. 
—¿Está todo bien ahí? Escuché gritos. —Pellizcando el puente de mi nariz, me pregunto cuándo terminará esta tormenta de mierda. 
—Sí, bien. Su hija solo está siendo una novia-monstruo y quiere algunas joyas y zapatos antes de hacer su gran revelación. 
—Oh, por supuesto. Eso es mi culpa —dice Sienna, claramente nerviosa porque olvidó este pequeño detalle—. Déjame ver cómo te queda el vestido para saber qué tipo de collar funcionaría. 
—¡No! —la voz aguda de Chloe se puede escuchar dos cuadras más allá, y yo estoy segura de que estoy atrapada. Pero se recupera como una profesional—. Mamá, ¿no escuchaste lo que acabo de decir? No puedes verla hasta que todo esté perfecto. Muéstranos dónde está todo y luego podemos elegir algunas opciones diferentes para ella. Estoy segura de que a la Sra. Brooks le encantaría elegir algunas cosas, ¿verdad? 
Silencio. 
Mi mamá no nació ayer. Sabe que algo huele mal, pero de todos modos entretiene a Chloe, y por eso, la amo. 
—Por supuesto. Suena maravilloso. Ven, Sienna, enséñanos lo que crees que funcionará. 
Exhalando constantemente, separo la cortina un poco para poder ver lo que está pasando. Chloe está manejando el fuerte, de pie detrás de mi mamá y de ella, empujándolas hacia el frente de la tienda. Se gira sobre su hombro y agita la mano frenéticamente, lo que es mi señal para salir de aquí. 
Con los tacones en la mano, camino de puntillas más silenciosa que un ratón, mis ojos nunca se apartan de mi madre. Justo cuando creo que soy libre, Sienna se detiene de repente y se gira. 
—Qué tonta soy. Tengo un hermoso collar y una pulsera de Mikimoto que creo que irán de maravilla con ese vestido. Solo están en la parte de atrás. Déjenme buscarlos. 
Hago una pausa como un ciervo ante los faros delanteros, ya que literalmente no tengo dónde esconderme. Este es el momento de confesarle a mi mamá que su única hija está perdiendo la cabeza. 
—¡No, detente! —Chloe aborda a su madre y entrelaza sus brazos alrededor de su espalda, abrazándola en un torpe abrazo de espalda contra frente. Sienna se congela y niega con la cabeza ante la locura de su hija—. ¿Te he dicho cuánto te amo? —Chloe es un genio malvado y me da el tiempo que necesito para desaparecer detrás de la cortina trasera y salir por la puerta. Una vez que la brisa golpea mis calientes mejillas, instantáneamente me siento mejor. 
Poniendo las palmas sobre las rodillas, me doblo por la mitad e inhalo tres respiraciones para estabilizarme. El aire puede estar un poco contaminado, pero se siente bien respirar. 
No tengo ni idea de qué diablos acaba de pasar. Sí, he estado al límite, pero eso fue otra cosa. Mis pensamientos me recuerdan el comentario de Chloe. Poniéndome derecha, sé que tengo que huir porque Chloe solo puede evadir a nuestras madres durante un tiempo. 
Poniéndome los tacones, deambulo por el callejón lo más rápido que puedo y giro a la derecha, dirigiéndome hacia dónde exactamente, no lo sé. La acera está llena de gente y turistas. La mayoría está mirando las vidrieras, ya que los productos que se exhiben sin etiquetas de precio son una señal segura de que todo en este vecindario está demasiado caro. 
Sigo caminando, mi cabeza llena de un millón de pensamientos. 
Después de anoche, esperaba poder poner a descansar a esta locura, que tener la última palabra de alguna manera borraría milagrosamente esta supuración interna. Pero no es así. Fue mezquino e ingenuo pensar que sería así. El problema es que no sé qué hacer. 
Amo a Lincoln, de verdad, pero no fue la primera persona en la que pensé cuando me fui a dormir anoche o cuando desperté esta mañana. Todo está tan desordenado. 
Sigo caminando sin rumbo fijo, pero la falta de propósito es un cambio agradable. Nunca deberíamos haber vuelto. Los Ángeles nunca me ha traído nada más que dolor. 
En Nueva York, estaba en movimiento todo el tiempo. No tenía tiempo de preocuparme por los fantasmas de mi pasado. Una pequeña y molesta voz susurra que tal vez la razón de mi ajetreado estilo de vida era escapar de la verdad que tenía demasiado miedo de enfrentar. Gimiendo, me pongo las gafas de sol, deseando poder ver el mundo con un filtro teñido de rosa. 
Mientras noto que el estilo y la apariencia de los otros peatones cambian, sé que me he aventurado aquí sin pensarlo dos veces. Soy intrínsecamente atraída aquí, lo que se suma a la pila de mierda. Sunset 
Boulevard está lleno de gente moderna y hastiada, demasiado atada al sexo, las drogas y el rock and roll como para echar un segundo vistazo a alguien como yo. 
Mi corazón comienza a latir intermitentemente cuanto más me acerco, pero persevero. No muchos bares están abiertos a esta hora del día, por lo que una falsa sensación de seguridad me envuelve cuando me detengo y miro la señal que no parpadea. 
Absinthe of the Heart. 
No puedo evitar pensar que quien sea el dueño de este bar probablemente haya experimentado los altibajos que conlleva amar con todo el corazón. La única cura para uno roto parece estar escrita en letras grandes encima de mí. 
Mi teléfono suena, una distracción bienvenida de este maldito día. Mi enorme bolso Coach se veía increíble en la tienda con sus compartimentos separados y ocho bolsillos diferentes, pero ahora solo aumenta la confusión. Busco en cada bolsillo, maldiciendo al anterior porque no tengo idea de dónde está mi teléfono. 
Con un bufido, abro ambas manijas y excavo alrededor del compartimiento del medio. Cuando veo que la pantalla se ilumina con el nombre de Lincoln, suspiro de alivio. Con una manija colgando sin fuerzas de mi mano, la alcanzo, pero nunca llego a contestar la llamada. 
Cuando me doy cuenta de lo que ha sucedido, es demasiado tarde, porque el silbido del aire que pasa junto a mí coincide con el aire que me es arrebatado violentamente de los pulmones cuando caigo de culo. Me toma un segundo, pero cuando me quito el pelo de la frente, veo que alguien acaba de chocarme con rudeza, pero si eso no es suficiente, se ha ido con mi bolso. 
No fue un accidente, ese imbécil acaba de robar mi bolso. 
Un error de novato, pero puedo regañarme más tarde, porque ahora tengo que hacer un buen uso de mis clases de defensa personal. Haciendo caso omiso del dolor punzante que se irradia por mi pierna, salto y lo persigo, porque seguro que no me asaltarán en Los Ángeles. He sobrevivido a las malvadas calles de Nueva York, así que esto es simplemente insultante. 
Las metódicas clases de spinning han dado forma a mis pantorrillas y me han dado la resistencia que necesito para cazar a este bastardo y hacerle pagar. Cuando gira por un callejón paralelo al bar, presiono mis músculos más fuerte para no dejar que se escape. Esa teoría está muy bien, pero cuando doy vuelta a la esquina, con la intención de vengarme en proporciones bíblicas, no tomo en consideración que entrar en esto ciega probablemente no sea lo más inteligente que se puede hacer. Esperando del otro lado hay otros dos hombres, uno de los cuales no tiene problemas en golpear chicas. 
Me quedo sin aliento por segunda vez, ya que este tonto ha visto demasiado UFC  y me detiene con su carnoso antebrazo. No tengo ninguna posibilidad y caigo al suelo como un saco de patatas. Para colmo de males, me tuerzo el tobillo gracias a mis Jimmy Choos. Intento arrastrarme hacia adelante, pero no me muevo ni un centímetro. Los tres hombres no miran hacia atrás mientras suben a un todoterreno negro y corren hacia la puesta de sol. 
—¡Vuelvan aquí, idiotas! —grito, golpeando el cemento, lo que solo se suma al dolor que me envuelve de la cabeza a los pies. Las luces traseras se hacen cada vez más pequeñas, anunciando mi derrota. 
Cada centímetro de mi cuerpo palpita, pero me arrastro hacia un lado y me apoyo contra la pared para recuperar el aliento. No puedo creer esto. Debería estar horrorizada, pero estoy enojada, enojada por haber bajado la guardia tan fácilmente. Parece que ese es el tema común de este lugar. 
Gruñendo, dejo caer la cabeza contra los ladrillos y cierro los ojos. No tengo idea de qué hacer y no puedo moverme. No tengo mi billetera ni mi teléfono, así que parece que tengo que esperar hasta que pase un buen samaritano. 
Es temprano, y tampoco me encuentro exactamente en una edificación privilegiada. Hablando de eso. Bajando la mirada, me estremezco cuando veo que estoy sentada en un líquido no identificable que huele a orina y chucrut. 
—Malditamente genial —murmuro para mí misma, pero grito e intento moverme hacia un lado cuando un animal, que podría ser un gato o una rata gigantesca, se desliza y me huele los dedos de los pies. 
Lanzándome hacia adelante, me revuelvo para agarrar mi zapato descartado, que está más allá de mi alcance, burlándose de mí. Me lamo la comisura de la boca para concentrarme, balanceándome hacia adelante, esperando que por algún milagro pueda alcanzar mi tacón y usarlo como arma hasta que alguien pueda salvar mi lamentable trasero. Cinco minutos después, todavía solo llevo un zapato. 
Mis maldiciones no disuaden al gato cruzado con ratas y hurga en los botes de basura a mi lado. 
Este tiene que ser el peor día de mi vida. No puede suceder nada peor, digo, desearía haber mantenido la boca cerrada. 
Todas las chicas quieren oír que se abre una puerta cuando están sentadas en la suciedad, desarmadas y completamente a merced de esta criatura mutante. Pero cuando miro a la izquierda, levanto los ojos al cielo y maldigo a cualquier Dios que pueda. 
Mi corazón desearía estar ahogándose en absenta porque es la única forma en que puedo lidiar con los próximos treinta segundos. Sus botas de motociclista se detienen a medio camino, y puedo sentir su mirada rozando cada centímetro de mi carne. Cómo desearía haberme dejado inconsciente. 
Cuando sus pasos se acercan cada vez más, intento probar la teoría; fuera de la vista, ojos que no ven, corazón que no siente. Me concentro en cualquier otra cosa que no sea ese cálido olor a canela y esa profunda voz ronca que debería ser ilegal en todos los países del mundo. 
—¿Holland? ¿Qué diablos estás haciendo? 
Me pregunto eso a diario, y hasta ahora, no tengo ni idea de qué. 


Última edición por Yani el Mar 1 Jun - 17:13, editado 1 vez


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Mensaje por Yani Mar 1 Jun - 17:01

Capítulo 11
—¿Qué crees que hago? No estoy aquí para un martes de tacos. —Mis palabras pueden parecer fuertes y valientes, pero por dentro tiemblo como una hoja. London está aquí, en persona, a plena luz del día, y estoy descalza, cubierta de una sustancia viscosa marrón. 
Respira lenta y constantemente por la nariz y exhala en un largo aliento. Es bueno ver que todavía tengo la capacidad de meterme bajo su piel. 
Felicitaciones a mí, pero cuando me muevo, mi victoria es de corta duración. —¡Ay! —Me acuno el tobillo, encogiéndome por el dolor insoportable. 
London finalmente se da cuenta de mi situación y deja caer las dos bolsas de basura que sostiene. Corre en mi ayuda y se agacha a mis pies. 
—¿Qué pasó? 
Su preocupación por mi bienestar me desconcierta porque en el pasado, él solía ser la causa de mi dolor. Pero cuadrando mis hombros, estabilizo mi pulso y lo miro a los ojos. Al instante me pierdo en esas profundidades, y una carga de un trillón de voltios de electricidad pone el corazón en marcha. 
Anoche, realmente no tuve la oportunidad de contemplarlo, pero ahora, bajo el sol brillante, es todo lo que puedo hacer. Su cabello rubio sucio está levantado hacia el cielo, los mechones más largos tienen un estilo de cresta falsa; sus ojos azules parecen más claros, más intensos si eso es posible, pero la barba oscura que tiene puede ser la razón por la que el contraste es tan evidente. 
Sus labios siguen siendo pecadores, constantemente estropeados por esa sonrisa arrogante y torcida. Sin embargo, una pequeña cicatriz trazada sobre el lado izquierdo de su labio superior es una nueva adición, lo que lo hace parecer aún más depravado. 
Siempre ha sido grande, pero ahora parece que ha crecido en esa inmensidad. Es musculoso, tenso en todos los lugares correctos, y sus impresionantes brazos se muestran en la ajustada camiseta blanca que lleva. Una vez que puedo tragar más allá del nudo en mi garganta, admiro la colorida obra de arte entintada en ambos brazos. Los remolinos de color brotan de su piel bronceada, y entre el hermoso caos, puedo distinguir la elegante escritura de una sola palabra, que se encuentra en el centro de su antebrazo derecho. 
Desafiar 
Un arco de estrellas rodea la orden simple pero poderosa, dejándome con más preguntas que respuestas, pero eso no es nada nuevo. Tampoco lo es el hecho de que me estoy quemando por dentro. 
Como si los cielos me recordaran dónde estoy, la luz del sol atrapa mi diamante de cinco quilates, cegándome hasta la sumisión. 
—¿Puedes llamarme un taxi? 
Necesito irme de aquí porque su fragancia característica me trae muchos recuerdos, recuerdos que se sienten como si hubieran sido creados ayer. 
Aunque debería haber sabido que me ignoraría por completo y haría todo lo contrario. Toma mi tobillo y lo aprieta suavemente. Intento no 
estremecerme.  
—No está roto —revela, pasando su pulgar sobre la piel sensible. Al instante se me pone la piel de gallina y la maldigo. 
—No me di cuenta de que eras médico —espeto, saliendo de su agarre y alejándome de él—. Llámame un taxi y nos haré un favor a los dos. —Nuestros ojos se bloquean, ninguno de los dos retrocede. 
Él es el que finalmente cede. 
—No dijiste la palabra mágica. —Se burla, poniéndose de pie en toda su altura, sacudiéndose los pantalones rotos con frialdad. 
—¿Joder y tú? —bromeo, poniendo los ojos en blanco. Siempre me sentí empequeñecida en su presencia, pero ahora me siento más que minúscula, especialmente porque él no tiene ninguna intención de cumplir con mi petición. 
Cuando se da la vuelta, sin apreciar mi sarcasmo, una sábana de pánico me cubre por dos razones. La primera es que, si se va, estaré a merced de la naturaleza, y estoy bastante segura de que acabo de ver una familia de ratas pasar corriendo, y la segunda, que eclipsa cualquier necesidad anterior, es que no, no quiero que se vaya. 
—¡No, espera! —exijo un poco más fuerte de lo previsto. Exhalo cuando hace una pausa, pero aún está de espaldas—. No puedes dejarme aquí. 
Levanta sus anchos hombros y se mete las manos en los bolsillos. 
—No soy tu mayordomo. Llama a un taxi tú misma. La última vez que lo comprobé, tu tobillo estaba torcido. El resto de tu cuerpo funciona bien, especialmente tu boca. 
—Lo haría, pero viendo que me asaltaron, eso podría ser un poco difícil —escupo en respuesta, enojada de que una vez más le estoy permitiendo meterse debajo de mi piel. 
Mis palabras son como fuego debajo de él porque se vuelve tan rápido que retrocedo, atónita por la mirada salvaje que me lanza. 
—¿Qué? ¿Por qué no dijiste nada? 
—Yo sentada en un callejón, sin zapatos, era una especie de delator. —Sacude la cabeza con la mandíbula apretada. Es bueno ver que algunas cosas no cambian. 
Sus mejillas se hinchan mientras exhala un suspiro exasperado, pero ahí es donde termina mi victoria porque antes de que sepa lo que está pasando, se inclina y me toma en brazos. 
—¡Bájame! —exclamo, intentando patear y gritar, pero él se ríe, mi petición parece complacerlo—. ¡Bárbaro! 
En respuesta, me acuna más cerca con un brazo envuelto debajo de mis rodillas mientras que el otro sujeta firmemente alrededor de mis hombros. Mi cabeza da vueltas porque mi cara está a centímetros de la suya, y su cálido aliento envía un escalofrío directamente a través de mí, pero lo reprimo, ya que no tiene por qué estar aquí. 
No presta atención a mis demandas mientras me carga como un bebé indefenso por el callejón y abre con los hombros la puerta trasera por la que salió. No tengo más remedio que rendirme. 
Se aventura por un largo pasillo con una banda descolorida y calcomanías engañosas pegadas por todas las paredes negras. No hay duda de que conoce su camino, lo que me hace preguntarme por qué. 
—¿Ya entraste aquí? —cuestiono, ignorando la forma en que su corazón late con fuerza contra mí. Se ríe entre dientes, pero no responde a mi pregunta. En cambio, me impulsa hacia arriba, lo que me hace gritar porque tengo miedo de que me deje caer de culo. 
Pasamos los baños antes de que gire a la izquierda y llegue a un arco, abriéndose a un lugar que es demasiado familiar porque estuve aquí… anoche. 
—¿Trabajas aquí? —le pregunto, moviendo mi cabeza de izquierda a derecha, mirando a mi alrededor para asegurarme de que no veo cosas. Los sofás de cuero rojo demasiado familiares y la barra larga y bien surtida señalan el hecho de que no lo hago. 
London se ha quedado en silencio, lo que normalmente celebraría, pero si él no trabaja aquí y lo ha invadido, entonces tengo que salir de aquí ahora. 
—No puedo estar aquí si estamos invadiendo. Perderé mi trabajo. 
—Oh, es cierto, eres una abogada de renombre, viviendo en la Gran Manzana ahora, ¿no? No debería sorprenderme que te paguen por discutir con todo el mundo y reventarle las pelotas a la gente a diario. 
Mi boca se abre, no porque me insulte, sino porque estoy completamente sin palabras. No tengo tiempo para cuestionarme cómo sabe lo que hago para ganarme un dólar porque mi trasero es golpeado contra la barra. Sonríe cuando lo miro con malicia. 
Antes de que tenga la oportunidad de regañarlo, presiona su pecho contra el mío y lentamente alcanza detrás de mí. Estamos atrapados en un punto muerto. Apenas respiro mientras él se lame el labio superior arqueado, intacto. Me arrastro hacia atrás, sin importarme que probablemente me caiga por el borde porque esa alternativa es mucho mejor que enterrar mi nariz en la longitud de su cuello. Huele tan bien. Solo quiero darle un mordisco. 
Pero sube la guardia cuando me niego a sucumbir a esta locura un segundo más. 
—Esto es caer bajo, incluso para ti. Manipular a una mujer indefensa y herida. 
Tiene el descaro de reír. 
—¿Tú? ¿Indefensa? Esa es una palabra que nunca asociaría contigo, princesa. —Cuando ese apodo trascendental se desliza de sus labios, ambos nos congelamos, él mirándome a los ojos con cautela. 
Mil emociones se reflejan en el fondo de esas profundidades sombrías, transportándonos a ambos a los diecisiete años. Y así, mis paredes se derrumban. Se aclara la garganta mientras aparto la mirada, concentrándome en una tapa de botella de cerveza solitaria en el suelo. 
Hay botellas tintineando y una especie de crujido detrás de mí, pero no me atrevo a darme la vuelta para ver qué es la conmoción. Cuando finalmente se aleja, respiro, pero es en vano porque cae de rodillas ante mí. 
No tengo ni idea de lo que está haciendo hasta que levanta mi tobillo lesionado y presiona un paño de cocina lleno de hielo contra la carne hinchada. El alivio es instantáneo, así que no lucho contra él. Miro mientras me atiende, de rodillas, ya que es un espectáculo que nunca pensé que vería. Me imaginé a London de rodillas, suplicando perdón más veces de las que quisiera admitir, pero esto es diferente. 
Hay algo que es desinteresado, casi arrepentido en sus acciones, y no puedo sentir placer al verlo de esta manera. Puede que sea una perra, pero no soy una maldita perra. 
—Aquí. —Rompe el silencio cuando me ofrece su celular que saca de su bolsillo trasero. Mi cerebro sufre un cortocircuito. No solo está atendiendo mis heridas, sino que ahora me está dando un salvavidas para salir de aquí. Pero ahora que está a mi alcance, no lo quiero tan desesperadamente como pensaba. 
Independientemente, acepto la oferta. La pantalla se ilumina con la imagen de un adorable labrador negro. No sé por qué, pero me 
desconcierta. 
Esto es parte de la vida de London, y empiezo a preguntarme qué más tiene cerca de su corazón. 
Durante los últimos diez años, exorcicé a London de cada grieta de mi mente y mi cuerpo, sin permitirme nunca volver al pasado. Pero al estar aquí ahora, no puedo evitar sentir curiosidad, especialmente porque se ve diferente… se ve feliz. 
¿Esa felicidad se debe al lbrador que rebota en su teléfono? ¿O podría ser que tiene a alguien especial en casa? ¿Una novia? ¿Quizás una esposa? No me doy cuenta de que estoy doblando mis dedos en garras hasta que la pantalla se ilumina una vez más bajo la fuerza. 
Sacudiendo la cabeza, abro su celular, lista para llamar a Lincoln, pero me detengo a la mitad. ¿Qué se supone que debo decirle? No hay una explicación aceptable para mis acciones hoy. Si Lincoln supiera lo que hice, estoy segura de que no tendría tanta prisa por venir a rescatarme. 
—Así que no respondiste a mi pregunta —le digo, colocando el teléfono a mi lado en la barra. 
London alza la mirada, mirando al celular sin usar, pero vuelve su atención a mi esguince. 
—¿Cuál? 
—¿Trabajas aquí? —repito, ansiosa de castigo parece. 
Mueve la bolsa de hielo improvisada al otro lado de mi tobillo antes de responder. 
—Podrías decirlo. 
Creo que va a dar más detalles, pero por supuesto, me quedo esperando. 
—¿Qué tipo de respuesta es esa? 
—Una honesta. —El tacto nunca ha sido mi fuerte, pero incluso yo misma me sorprendo cuando me burlo con absoluto desprecio. Hace una pausa, mientras yo no me arrepiento de nada. 
Estoy segura de que una pelea está a punto de estallar, pero me sorprende cuando ignora mi insolencia.  
—Este es mi bar. Me pertenece —agrega cuando ladeo la cabeza con incredulidad. 
No tengo ni idea de por qué me sorprende su admisión. Podría deberse al hecho de que nunca pensé mucho en el London Sinclair adulto, el que me está atendiendo, a pesar de que lo estoy insultando cada vez que puedo. Todo en lo que me concentré fue en cómo Sin, de diecisiete años, me rompió el corazón y me cambió para siempre. ¿Quizás debería seguir adelante? Superarlo y aceptarlo como desarrollo del carácter. 
Pero cuando miro esos ojos azules, sé que nunca lo olvidaré. Nunca podré superarlo porque la traición es tan cruda como hace diez años. 
Sorbiendo mis lágrimas, alcanzo el celular. 
—Tengo que irme. 
London no oculta su sorpresa, pero asiente con indiferencia antes de ponerse de pie. Nunca fue de las charlas triviales y me alegro de que eso no haya cambiado. 
Lincoln responde al tercer timbre. 
—¿Hola? 
Odio llamarlo a este número, pero no tengo la intención de decirle de quién es este celular. 
—Hey soy yo. ¿Puedes venir a recogerme? 
—¿Holland? ¿Qué le pasó a tu teléfono? 
Puedo sentir los ojos de London diseccionando cada uno de mis movimientos, esperando que mis nervios me traicionen. Pero no lo hacen.  
—Te lo explicaré cuando vengas a buscarme. —Recito una dirección a unas dos cuadras de aquí. London se lame la mejilla, sacudiendo la cabeza con una sonrisa de incredulidad. No espero a que Lincoln responda. 
London rodea la barra con el puño apretado alrededor del paño de cocina que tiene en la mano izquierda. Volviéndome un poco, me estremezco cuando arroja el trapo empapado en el fregadero detrás de él.  
—Y tú piensas que soy deshonesto —dice, sí, él tiene el descaro decirlo, refiriéndose a cuando cuestioné su honor. 
Pero eludir a mi prometido es un mal mucho menor que lo que hizo London. Ya terminé de jugar bien. 
A pesar de que todavía me duele el tobillo, salto de la barra, enmascarando mi dolor mientras cojeo hacia la puerta. 
—¿Eso es todo? —Sus palabras me detienen en seco. 
Cerrando los ojos por el más breve de los momentos, estabilizo mi corazón galopante. 
—¿Qué esperabas? ¿Que tomemos una cerveza? ¿Ponernos al día con los viejos tiempos? —Mi comentario es poco menos que sarcástico, pero no tengo idea de lo que pensó que pasaría. 
—Huye entonces... como siempre lo haces. 
Girando tan rápido que casi me caigo de culo, me apresuro hacia adelante, corriendo con nada más que pura adrenalina. 
—Cómo te atreves. —Todavía está de espaldas, pero la curva de sus hombros alzados me advierte del hecho de que me ha escuchado alto y claro. 
Cojeo alrededor de la barra, agarrándome a su bíceps, exigiendo que me mire. Es parecido a girar una roca, pero finalmente se mueve cuando le dejo claro que no lo voy a soltar. Se parece a un toro enojado, las fosas nasales se dilataron y los ojos muy abiertos, y estoy muy convencida que soy la bandera roja porque carga hacia adelante, inmovilizándome contra la pared del fondo. 
Nuestras respiraciones pesadas y empapadas de ira se mezclan como una, y en poco tiempo, no estoy segura de dónde termina la mía y dónde comienza la suya. Él es como un pie más alto, pero me mantengo firme, negándome a dar marcha atrás. 
—No soy yo quien se escapó… tú lo hiciste. Puede que me haya ido, pero nunca me escapé. —Todo mi cuerpo está temblando, años de ira burbujeando cerca de la explosión—. Bueno, espero que haya valido la pena. 
—Lo valió —responde, invadiendo mi espacio personal sin ningún reparo. 
Lo empujo hacia atrás, incapaz de tenerlo tan cerca. 
—Bueno, es bueno ver que mi memoria no me ha fallado. 
Arquea una ceja, confundido por mi declaración. Aclaro cualquier confusión un segundo después. 
—Tuve razón todo el tiempo. Tú eres un error. —Sisea, retirándose como si se quemara. 
—Di eso y no podrás retractarte. 
De repente nos transportamos a esa fatídica noche bajo las estrellas. Si tan solo supiera entonces lo que sé ahora, le habría dicho a mi yo adolescente que corriera, que corriera lejos y no mirara atrás. No puedo deshacer el pasado, pero puedo dictar mi futuro. 
—Debo agradecerte porque si no fuera por ti, estaría atrapada en este infierno en un trabajo sin salida que odio. Tal vez sería tu competencia en el Boulevard, gerente de algún bar de mierda también. 
Mi comentario lo golpea donde duele. 
—Pero tu asombrosa habilidad para ser un idiota astronómico me obligó a arreglármelas sola y a crecer de una puta vez. Hice algo de mí misma. La pequeña Holland Brooks-Ferris ya no es tan pequeña e indefensa. Así que gracias por hacerme una mejor persona. 
Me aplaude y me alienta aún más. 
—Nunca pensé que estuvieras indefensa. Eras la persona más valiente que conocí. —Retrocedo, ofendida porque se refiere a mi valentía en tiempo pasado. Revela por qué un momento después. 
Dando un paso adelante, estoy encerrada en una prisión de London, pero no muevo un músculo. 
—Pero ahora —el aire deja mis pulmones cuando presiona su pecho contra el mío—, esa piedra en tu dedo solo confirma que sí, creciste, pero ¿en quién te convertiste? La chica que una vez conocí no sería atrapada muerta con ese peso alrededor de su cuello. Era animada, salvaje y libre. Pero vienes aquí, pensando que eres diferente a las chicas que llegaste a odiar, pero Holland… —Agarra suavemente mi garganta, arqueando mi cuello hacia atrás—. Eres exactamente como ellas. Quizás incluso peor — susurra burlonamente, apretando su agarre. 
Trago contra su palma, su agresión me excita y me cabrea al mismo tiempo. 
—Esta ropa elegante esconde tu verdadero yo, pero veo debajo de las capas, princesa... siempre lo he hecho. 
—Déjame ir —gimo, inclinándome más hacia atrás cuando acuna mi mandíbula con una mano. 
—Puedes irte a cualquier hora. Nadie te detiene. Pero parece que siempre terminas en mi puerta, ¿no? —Las lágrimas me pican los ojos, pero parpadeo para eliminarlas. 
¿Está confirmando lo que siempre pensé que era cierto? ¿Me vio esa noche en que aparecí en su casa, desesperada por que me dijera que todo iría bien? 
—Nunca más —juro, negando con la cabeza una vez—. Puede que hayas tomado la única cosa que nunca podré recuperar, pero vives y aprendes, y yo he aprendido que tú, London Sinclair, eres mi pasado. —
Levantando mi mano, muestro mi anillo con orgullo—. Y Lincoln es mi futuro. 
Es como si una bomba atómica implosionara entre nosotros, y me acaricia el cuello con delirante lentitud. Es una delgada línea entre el placer y el dolor, pero giro mi cabeza hacia la derecha, rompiendo su agarre. 
—¿Te vas a casar con ese idiota? —Inhala bruscamente, entrecerrando los ojos—. Te das cuenta de que su apellido es O'Toole, ¿verdad? Pero supongo que es apropiado. —Su respuesta infantil hace un mal trabajo al ocultar su ira. 
—Parece que ganó el mejor hombre —respondo encogiéndome de hombros, desafiándolo cuando frunzo los labios. 
Muerde el anzuelo. 
—Nunca fue una competencia, princesa —gruñe con la mandíbula apretada—. Buena suerte para ti. La necesitarás. —Su comentario es un despido silencioso, pero ninguno de los dos se mueve ni un centímetro. 
El aire está crepitando con brasas de pura electricidad, listo para electrocutarnos a los dos, pero irme ahora se siente como si me estuvieran engañando de alguna manera. Este es el enfrentamiento que he estado anhelando durante años, pero ¿por qué me siento tan vacía por dentro? ¿Quería que él peleara conmigo? Decirme que casarme con Lincoln es un error. Tal noción es más que absurda, pero ¿por qué todavía tengo los pies pegados al suelo? 
—No la necesito —refuto, mi voz vacilante contradice mi afirmación. 
—No sabes lo que necesitas. —Su respuesta rápida como el rayo me pilla desprevenida, pero me recupero, he terminado con esta conversación. A un pelo de distancia, declaro: 
—Eso pudo haber sido cierto alguna vez, pero ya no. Tengo todo lo que quiero... todo lo que necesito. En tres semanas, saldré de aquí y regresaré a mi vida perfecta en Nueva York con mi esposo perfecto. ¿Dónde estarás? Atrapado aquí, dirigiendo este calabozo y regando los pasillos después de que termina la hora feliz. Es bueno ver que has hecho algo por ti mismo. Tus padres deben estar muy orgullosos. 
Este es el momento en el que debería lanzarme a un baile de la victoria y celebrar el hecho de que he logrado meterme bajo la piel de London, pero no es así. Nunca me he sentido más avergonzada de mí misma que ahora. 
Estoy esperando una respuesta inteligente, un golpe para socavar por completo el mío, pero todo lo que me saluda es el silencio... y el rechinar de la mandíbula de London. 
—¿Crees que solo porque vienes aquí con ropa cara, presumiendo de tu vida perfecta, de alguna manera eres mejor que yo? ¿Más feliz que yo? —Sacude la cabeza, riendo con malevolencia—. No sabes nada, princesa. Vuelve a donde perteneces... porque seguro que ya no perteneces aquí. 
Merezco todo lo que acaba de decir porque tiene razón. ¿Cuál es el problema conmigo? Solía odiar a las chicas que pensaban que su mierda no apestaba, pero no soy mejor que ellas. Estoy peor. 
Este lugar no es una mierda y el nombre me ha dejado aún más curiosa porque sé quién es el dueño. 
Justo cuando estoy a punto de disculparme por ser una perra total, una voz sensual suena a la izquierda.  
Hola, jefe, ¿todo bien? 
Me salen las garras cuando veo a la camarera tetona de anoche. Lleva pantalones cortos y los bolsillos cuelgan de los bordes deshilachados que tienen un corte bastante alto. Un par de botas vaqueras muy queridas se sientan muy bien en sus pequeños pies, compensando la camisa a cuadros que lleva, atada a la cintura, al estilo de Daisy Duke. Su largo cabello se encuentra en una coleta alta, mostrando sus labios regordetes y sus llamativos ojos verdes. 
Una sensación inmediata de posesión llena el pequeño espacio entre nosotros, y no tengo ninguna duda de que si pudiera marcar su territorio, estaría ladeando la pierna al momento en que entró en la habitación. 
—Todo es color de rosa, cariño. 
—¿Ella se perdió? —pregunta, sin siquiera tener la decencia común de mirarme. 
London cruza los brazos sobre su ancho pecho. 
—Ella se estaba yendo. —Dejo medias lunas crecientes en mis palmas, ya que se necesita cada gramo de fuerza de voluntad para no abofetear la insolencia de su cara de plástico arreglada. 
—Conozco la salida. —Lo empujo, aplastando mi ofensiva porque no tiene derecho a estar allí. 
—No dejes que la puerta te golpee al salir. 
Su voz es como clavos clavándose en una pizarra. Sin perder el ritmo, respondo: 
—Estoy bastante segura de que el pato Donald quiere recuperar sus labios, así que ¿qué tal si les haces un favor a todos y te callas? 
Érase una vez, London habría apreciado mis agallas, pero no ahora, ya que estoy bastante segura de que acabo de insultar a su muñeca inflable. Salgo cojeando por la puerta, descalza, pero con la cabeza en alto. 
Mientras cojeo por la calle, ignorando las miradas descaradas de los transeúntes, intento descifrar qué es exactamente lo que estoy sintiendo. Hoy fue la oportunidad perfecta para preguntarle a London qué sucedió hace tantos años, pero en cambio, lideré con mi testarudez y no estoy más cerca de superar esto de una vez por todas. 
La expresión de su rostro, sus palabras, todo me perseguirá por el resto de mi vida. No importa cuán arreglada pensara que estaba mi vida, London Sinclair siempre ha tenido la capacidad de hacerme sentir como si tuviera dieciséis años. 
Un claxon me saca de mi miseria, pero cuando veo el rostro de Lincoln casi pegado al parabrisas, me deslizo en una desesperación más profunda. Debería dejar de caminar, pero no lo hago. ¿Qué se supone que debo decir? 
—Hola, Holland, soy yo. —Nuestro BMW alquilado se arrastra por la acera, igualando mi ritmo al ralentí—. ¿Cariño? 
Levantando la mirada al cielo, le pido fuerza al universo y finalmente me detengo. Volviéndome sobre mi hombro, mi corazón se desmorona cuando veo a Lincoln medio inclinado sobre el asiento del pasajero, mirando por la ventana, preocupado. Sus ojos van y vienen entre el tráfico y yo. 
—Entra —dice, confundido de por qué no lo haría por mi propia cuenta. 
Estoy harta del smog y del dolor en mi pecho, así que cumplo. 
En cuanto me acomodo en el asiento, instantáneamente siento que voy a llorar, pero no lo hago. 
—Gracias por recogerme. 
Espera a que le dé más detalles. Cuando recuesto la cabeza contra el reposacabezas y cierro los ojos, se da cuenta de que eso es todo lo que deseo decir por ahora. 
—¿Dónde están tus zapatos? —Parece ser la más trivial de las preguntas. 
Respondo letárgicamente, ya que es todo lo que puedo reunir por 
ahora. 
—En el callejón. 
—¿Oh? —responde—. Bueno... ¿no es una suerte que hayas traído diez pares? 
Todo lo que puedo hacer es reír porque es eso o estallar en lágrimas incontrolables. 
 
  
 ****
Mis dedos se parecen a las ciruelas pasas, pero no tengo ninguna intención de salir de esta tina pronto. 
Después de que llegamos a la casa de mis padres, subí las escaleras con dificultad, desesperada por lavar la suciedad, tanto física como metafóricamente. Sé que necesito superar esto. Ocurrió hace más de diez años. Han pasado tantas cosas desde entonces, desde él, pero no puedo. 
London fue mi primer amor, y por mucho que lo deteste, creo que siempre quedará grabado en mi alma. 
No puedo mentirle a Lincoln; no es justo. Tengo que contarle lo que pasó hoy. Simplemente trato de averiguar cómo. Sé que está fuera de la puerta, esperando que le explique qué diablos está pasando. No puedo esconderme aquí para siempre, no importa cuán tentador pueda ser ese pensamiento. 
Con un profundo suspiro, levanto mi cansado cuerpo y alcanzo una toalla. Al secarme, no me molesto en vestirme porque si no hago esto ahora, me acobardaré y me odiaré a mí misma incluso más que ahora. Abriendo la puerta con fuerza, me adelanto. Lincoln se lanza de la cama, sorprendido por mi repentina entrada. 
—Me asusté hoy mientras me probaba un vestido de novia. Me asaltaron. Y vi a London. —Dejo escapar en un largo suspiro. Cuando termino con mi purga, inhalo profundamente, con la esperanza de llenar mis pulmones con la fuerza para continuar. Lincoln da un paso literalmente hacia atrás, pasando sus dedos por su cabello enmarañado. 
Ahora que salió, me doy cuenta de que probablemente debería haber dicho algo un poco más sutil, pero no puedo retractarme. Todo lo que puedo hacer es esperar y tener la esperanza de que muestre misericordia. 
Aprieto la toalla a mi alrededor, mi respiración ronca es el único sonido que llena la habitación que de otro modo estaría tranquila.
Lincoln está enojado. Confirma cuánto cuando comienza a caminar por la habitación como un tigre enjaulado. Con las manos entrelazadas detrás de su nuca, murmurando algo en voz baja. Decido salir de la línea de fuego y dejarme caer al pie de la cama, mirándolo caminar hacia atrás y hacia adelante, temerosa de que haga un agujero en la alfombra. 
Abro la boca, pero la cierro poco después cuando finalmente se detiene y se gira para mirarme.  
—¿Lo viste?  
Mis entrañas se desploman.  
—Fue un accidente. Me encontré con Chloe Helm ayer cuando salía a cenar. Empezamos a hablar y acepté tomar una copa con ella. Terminamos en un bar, y resulta que es el bar de London. —Muerdo mi labio, jugando con el dobladillo corto de la toalla, demasiado asustada para mirar a Lincoln a los ojos. 
—Eso no explica por qué estuviste allí hoy. —Su tono es acusador, y aunque tiene todo el derecho a estar enojado, parece haber pasado por alto el hecho de que hoy también sucedieron muchas otras cosas. 
—Por si acaso no me escuchaste, me asaltaron. Así que gracias por la preocupación. —No tengo derecho a ser así, pero si se cambiaran los lugares, habría rechazado mis celos y, en primer lugar, le habría preguntado si estaba bien. 
—¡No le des la vuelta a mí, Holland! No soy yo quien terminó en la puerta de la casa de mi ex. ¡Ni siquiera hemos estado aquí cuarenta y ocho horas, y ya se las arregló para volver a entrar en tu vida! 
Me levanto del colchón y cojeo hasta donde él está parado. 
—¿Siquiera me estás escuchando? Eso no fue lo que pasó. Tuve un colapso total en la tienda de novias y...  
—¿Y qué? Para ayudar a lidiar con tus pies fríos, ¿decidiste ir a ver a tu ex novio? Eso me hace sentir mucho mejor. 
—Basta —le exijo, aferrándome a su bíceps, pero me sorprende cuando me suelta violentamente—. Él nunca fue mi novio. Lincoln...  
—No —interrumpe, sacudiendo la cabeza—. No puedo creer que fueras a verlo. ¿Lo besaste? —Me mira con frialdad, una que no había visto antes. Me aparto, horrorizada, pero más aún, completamente ofendida. 
—¿Qué? Por supuesto no. ¿Cómo puedes preguntarme eso?  
—Oh, no lo sé. ¿Quizás la historia se repita? —Empieza a caminar de nuevo mientras yo miro. La verdad ha hecho todo lo contrario a liberarme. 
—Pensé que habíamos superado esto. Te he dicho un millón de veces que lo siento. Yo era una niña tonta. Cometí un error. No puedes tenerlo en mi contra por el resto de mi vida. —Sé que lo que hice estuvo mal, y él siempre guardará rencor, pero nunca volvería a hacerle eso. Aprendí mi lección. Sin embargo, el hecho de que terminé en el bar de London es diferente. Sin embargo, me trago esa voz molesta y me concentro en mi prometido—. ¡Podrías dejar de moverte y hablarme! —declaro. 
—No sé ni qué decir —revela, lo que duele. 
Lincoln y yo hemos peleado en el pasado, pero esta vez algo es diferente. London siempre ha sido un tema delicado para él, ya que su rivalidad obviamente ha sobrevivido a las décadas, pero esto es ridículo. 
Levantando las manos en señal de rendición, me acerco a él como lo haría con un animal acorralado. 
—Te amo a ti. Me caso contigo. Nadie más importa excepto tú. Tú lo sabes. —Una pequeña parte de mi corazón se eleva en protesta, sacude sus límites, pero lo reprimo porque nunca más podré ver a London. 
No hace nada más que destruir. 
—¿Lincoln? —No estoy acostumbrada a perder una discusión, pero sé que esta es una de la que tengo que dar marcha atrás. Me mira a los ojos, nada más que dolor y traición saliendo a la superficie. ¿No confía en mí? 
La idea me revuelve el estómago porque ni una sola vez cuestioné su paradero anoche. Lincoln era un completo jugador en la escuela secundaria, incluso jugando conmigo al principio, pero el pasado está en el pasado y pensé que habíamos seguido adelante. Obviamente me equivoqué.  
Dándome la vuelta, me dirijo al vestidor para buscar algo que ponerme. Hileras de hilos de diseñador cuelgan de las perchas acolchadas, pero por alguna razón desconocida, alcanzo un par de jeans rotos y una camiseta andrajosa que olvidé que tenía. Una vez que me las pongo, me doy cuenta de que esta camiseta era una que tenía cuando tenía dieciséis años. Mamá debió traerla con ellos cuando se mudaron. 
Tocando con los dedos el material blando, recuerdo haber llevado esta camiseta de Greenpeace hasta morir. Era una de las mejores prendas que tenía, pero mirándola ahora, recuerdo lo pobres que éramos en realidad. No es de extrañar que las chicas populares me miraran con desprecio. Me vieron como nada más que basura blanca. Las lágrimas me pican los ojos, no porque el recuerdo me hunda profundamente, sino porque la yo adulta pensaría lo mismo si me viera hace tantos años. 
“Vienes aquí pensando que eres diferente de las chicas que llegaste a odiar, pero Holland… eres exactamente como ellas. Quizás incluso peor”. Las palabras de London atraviesan ferozmente mi sien, y aprieto ambos ojos con rabia. 
He hecho algo por mí misma, así que al diablo con él. ¿Pero a costa de qué? Apenas veo a mis padres, usando mi ajetreado estilo de vida como excusa. Hubo un tiempo en que mis padres eran mi mundo, pero ahora sé que me miran como si fuera un simple extraño. 
Vivo con mi prometido, pero también puedo vivir sola. Y ahora, la idea de ponerme a cien metros de una tienda de bodas me hace estallar en urticaria. ¿Cuál es el problema conmigo? Sabía lo que quería. Tenía un plan de vida. La vida era simple en Nueva York, pero ahora, esa vida parece una eternidad. 
Deslizándome en mis Chucks, de repente tengo la necesidad de salir de aquí para aclarar mi mente. Lincoln todavía no me mira, lo cual está bien, porque parece que ambos necesitamos tiempo. Su chaqueta azul marino está colgada sobre el respaldo de la silla, así que, sin pensarlo dos veces, busco en los bolsillos para encontrar las llaves del auto. Pero cuando mis dedos pasan por un borde afilado y nítido, sé que tengo más de lo que esperaba. 
—¡Holland, no! —Pero es muy tarde. 
Con un nudo en la garganta, lentamente saco el sobre del bolsillo de Lincoln. El sello de fecha revela que esto fue enviado ayer y fue enviado a la dirección de mis padres. Saben que estoy aquí. 
—¿Qué demonios? —Susurro, negando con la cabeza, parpadeando para contener las lágrimas—. ¿Saben dónde viven mis padres? ¿Saben que estoy aquí? —Deseando el castigo, abro el sello y alcanzo la hoja de papel doblada. 
Flota hasta el suelo cuando leo lo que está inscrito en la tinta roja demasiado familiar. 
Es solo cuestión de tiempo… puta. 
¿Solo es cuestión de tiempo para qué? 
—¿Por qué no me lo dijiste? —lloro, una mano ahuecada sobre mis labios. 
—Para protegerte —responde Lincoln, echando la cabeza hacia atrás con frustración. 
Sabe cuál será mi respuesta incluso antes de que lo diga. 
—No necesito que me protejas. Necesito que me digas la verdad. No puedo creer que hayas tenido el descaro de interrogarme, mientras que todo el tiempo estabas guardando tu propio pequeño secreto. Al menos tuve las pelotas para decírtelo. 
—No te va a pasar nada. Lo prometo. —Pero no puede prometer eso, especialmente ahora. 
—Ojalá pudiera creer eso, pero el hecho de que me hayas ocultado esto me demuestra lo contrario. Sabes que las amenazas se están volviendo más personales, más serias. Necesito ir a la policía. 
—¡No! —casi grita, lo que me tiene enarcando una ceja. 
—¿No? ¿Por qué no? 
Suspira, y de repente parece más que avergonzado, lo que me hace preguntarme por qué. Solo me toma un segundo averiguar por qué. 
—Eres increíble —escupo, negando con la cabeza—. Estás preocupado por lo que un escándalo como este le haría a tu preciosa reputación, ¿no es así? —No necesita responder porque su conciencia culpable casi me ciega con la verdad. 
Nunca me he sentido más traicionada que ahora. 
Ni siquiera me molesto en esperar a que me explique porque su silencio lo dice todo. Cerrando la puerta de golpe detrás de mí, bajo las escaleras, ignorando el dolor en mi tobillo. Estoy agradecida de que mis padres no se encuentren por ningún lado. Necesito estar sola. 
Una pequeña parte de mí espera que Lincoln venga persiguiéndome, disculpándose por ser un idiota, pero no lo hace. El motor arranca con un ruido sordo, y en el momento en que pongo el coche en marcha, despego como si el diablo me pisase los talones. No tengo idea de hacia dónde me dirijo, pero cuanto más conduzco, mejor me siento. 
Estoy agradecida de que todavía conozco estas calles como la palma de mi mano porque estoy conduciendo en piloto automático. Mi mente está a un millón de millas de distancia. ¿Cómo sabían ellos, quienesquiera que fueran, dónde estaba? La dirección de mis padres no se hace pública por esta razón exacta, pero debería haber sabido que no hay forma de esconderse de la mafia italiana. Esto acaba de dar un paso adelante. Sé que tendré que ponerme en contacto con los detectives de investigación que trabajaron en el caso Rossi porque me advirtieron que podría pasar algo así. Yo, por supuesto, lideré con mi cabeza dura, pero ahora que mis padres han sido arrastrados a esto, no tengo otra opción que informarlo. No puedo permitir que les pase nada por ser una idiota terca. Me han protegido toda mi vida y ahora me toca a mí hacer lo mismo. 
Apretando el volante, de repente me doy cuenta de que las calles se han vuelto menos concurridas y que las farolas no brillan con tanta intensidad como antes. Sé hacia dónde me dirijo, pero la pregunta es por qué. 
Necesito dar un giro de 180 grados y volver a donde pertenezco, pero estar aquí en el único lugar que, independientemente de lo pobre que era, me hace finalmente apreciar que nunca me sentí insegura o sin amor. Puede que no haya tenido todo lo que tengo ahora, pero había una belleza ingenua en la simplicidad. Nunca me preocupé por ser una de las chicas geniales o usar las últimas tendencias porque todo eso no importaba. Todavía no lo hace. 
Todo lo que quería en la vida era ser feliz y, en su mayor parte, lo era. 
Mis padres y yo hicimos de nuestra casa un hogar, y lo extraño. Mi apartamento en Nueva York puede marcar todas las casillas correctas, pero le falta un elemento esencial: el amor. 
Las cuatro paredes que nos rodean pueden haber estado inclinadas y la pintura amarillenta se desvaneció con la edad, pero si esas paredes estropeadas pudieran hablar, contarían una historia de risas y amor y una familia que hizo algo de la nada. 
Mi visión es borrosa gracias a las lágrimas que corren por mis mejillas, pero en cuanto doy un giro brusco y torcido a la izquierda, podría conducir por este camino con los ojos cerrados. Bajo la ventana, los olores familiares me recuerdan cuando tenía diez años. Recuerdo andar en mi bicicleta de segunda mano por esta calle llena de baches, cantando Michael Jackson a todo pulmón. Cuando caí sobre un cráter, la señora Tully y sus quince gatos vinieron al rescate, cosiéndome de nuevo para que mi mamá no lo supiera. 
El señor Ito, nuestro vecino cinco puertas más abajo, compraba una docena de huevos en la tienda de la esquina cada semana, pero no estaba casado y no necesitaba tantos, así que todos los martes, cuando alguien llamaba a la puerta, sabía que era él, repartiendo su botín a cambio de una taza de café y una charla sobre los buenos viejos tiempos. 
En ese momento, veía este vecindario como una marca de mi 
posición social ante el mundo exterior, pero ahora veo a esta comunidad como un grupo de personas que se unieron cuando el mundo nos dio la espalda, desterrándonos por no encajar en sus pequeñas vidas perfectas. Pero ahora que soy parte de eso, veo que son las imperfecciones las que hacen la vida hermosa. 
Enjugándome las lágrimas, detengo el auto frente a la casa número quinientos cuarenta y nueve. El exterior todavía se ve exactamente igual que cuando cerré esa puerta de hierro oxidada hace más de diez años. El exterior verde botella complementado con adornos de color amarillo pálido le da a esta casa un toque tierno. Muestra al mundo exterior que, independientemente del código postal, el hogar es donde está el corazón, y mi corazón, bueno, una parte de él, se perdió entre esas paredes en el momento en que me fui a Florida como una mujer cambiada. 
Intenté con todas mis fuerzas olvidar mis raíces porque recordarlas era recordarlo a él, pero en el proceso, me olvidé de mí. Ni una sola vez me avergoncé de en quién me estaba convirtiendo, pero ahora, ¿puedo decir lo mismo? 
Apago el motor, me desabrocho el cinturón y salgo. Estar aquí bajo la luna llena me trae tantos recuerdos, y de repente me siento como una adolescente, una niña pequeña una vez más. Camino hacia mi vieja casa, con cuidado con la acera irregular que aún no ha sido reparada. Una vez que estoy a unos metros de distancia, me detengo, nunca me he sentido más en casa de lo que me siento ahora. Parece mucho más pequeño de lo que recuerdo, pero en ese entonces, el mundo era mi ostra. 
Hay una única luz que brilla desde la ventana delantera: nuestra sala de estar. No hay carteles que indiquen quién reside en el interior. Independientemente, espero que estén tan felices como yo. Los sonidos familiares atrapados en la cálida brisa de verano me transportan a cuando me arrullaban para dormir por la noche. 
Tienes que abrazar el ruido para apreciar el silencio, y en este momento, tengo ambos. Con los ojos cerrados, levanto la cara al cielo y disfruto de la libertad de no tener absolutamente ningún lugar donde estar. Perdida en mi propio oasis privado, casi no sintonizo el mundo que me rodea, pero cuando escucho un maullido, mis sentidos pinchan en el recuerdo porque no hay forma de que nunca olvide ese sonido. 
Mis ojos se abren de golpe, casi incrédulos, pero la bola de pelusa de color naranja brillante que se frota contra mis piernas confirma que la mascota favorita de la señora Tully aún vive. Poniéndome en cuclillas, lo froto debajo de la barbilla y, como hace años, ronronea como una 
cortadora de césped. 
—Oye, Ninja. ¿Cómo estás, amigo? —En respuesta, ronronea más fuerte y golpea mi mano con la cabeza. 
Mirando hacia adelante, la luz del porche de la señora Tully parpadea débilmente. Sé que está en casa e, independientemente de la hora tardía, estaría encantada de verme. Puede que sea la loca de los gatos y terminaré dejando su casa cubierta de pelo de gato, pero no me importa. Tengo buenos recuerdos de ella rescatando a todos los gatos callejeros del vecindario, su amabilidad en plena exhibición cuando, aunque apenas podía alimentarse, nunca le dio la espalda a un gato callejero. 
Con eso decidido, le doy a Ninja una última palmadita antes de ponerme de pie. Sin embargo, cuando una rama se rompe detrás de mí, provocando que el cabello en la parte posterior de mi cuello se ponga de punta, me congelo en el acto. Estoy agachada, demasiado asustada para moverme. 
Mi respiración entrecortada me deja en pequeñas ráfagas porque algo siniestro acecha más allá de las sombras. Un brillo de sudor cubre todo mi cuerpo, y cuando las orejas de Ninja caen hacia atrás contra su cabeza y deja escapar un gruñido, sé que él también siente la amenaza. Sisea antes de despegar en la dirección opuesta, sus pequeñas piernas casi incapaces de seguir el ritmo. 
Eso ahora me deja sola con quienquiera que esté acechando detrás de mí. 
Contando hasta tres, me mantengo erguida y giro lentamente. Todo el tiempo estoy tratando de convencerme de que estoy exagerando, pero cuando veo una figura encapuchada parada a unos metros de distancia, sé que esta persona no es solo un transeúnte, está aquí por mí. Es un juego del gato y el ratón porque no tengo ninguna duda de que, si hago un movimiento, él me perseguirá. 
Tiene la cabeza inclinada hacia abajo, una capucha que cubre sus rasgos. Tiene las manos hundidas en los bolsillos. No hay nada distinguible en esta persona. La única pequeña pista que tengo es un dragón rojo bordado en la esquina superior izquierda de la sudadera. Sin embargo, la pista no tiene sentido, ya que no tengo idea de lo que significa. 
Está esperando a que yo dé el primer paso. Quiero gritarle, preguntarle qué está haciendo, pero nunca en mi vida he estado más asustada. 
Llámalo intuición femenina, pero sé que esta es la persona que me ha estado atormentando durante los últimos seis meses. Finalmente ha 
madurado y ha salido a la luz. Pero ahora que está aquí, no puedo evitar preguntarme qué pasará después. 
Me derrama una oleada de adrenalina. Me las arreglé para mantenerme a salvo al crecer en este vecindario, así que me condenarán si eso cambia ahora. Él está observando metódicamente cada uno de mis movimientos, así que sé que mi ventana para escapar no deja margen para el error. 
Hay diez pasos que me separan de la libertad. Mi asaltante podría atraparme en ocho. Pero independientemente de las probabilidades, tengo que hacer un movimiento, y tengo que moverme ahora. Tomando una última respiración profunda, miro a los ojos a este bastardo. 
Tocando las llaves en mi bolsillo, toco suavemente la que necesito, sin apartar la mirada de la suya. He pensado en este escenario a menudo, pero ahora que mi atacante está a unos metros de distancia, todo lo que quiero hacer es huir. 
Uno… 
Dos… 
Tres… 
Mis pies patean debajo de mí mientras corro locamente hacia el auto. Puedo escuchar sus pasos pesados golpear salvajemente en el suelo, pero sigo corriendo, usando el control remoto para abrir la puerta. Diez pasos de repente se sienten como diez millones, pero cuando estoy a mi alcance, abro la puerta de un tirón y me tiro al asiento del conductor, cerrando las puertas. 
Mi corazón late tan salvajemente que puedo escuchar el ritmo golpear penetrantemente contra mis tímpanos. Es casi una distracción, pero lo juro y meto la llave en el encendido. El auto cobra vida con un chisporroteo y lo pongo en marcha. El freno de mano todavía está puesto, deteniéndome, un movimiento de aficionado total, uno que me costará caro. 
Estoy esperando que la forma oscurecida aparezca en mi ventana, rompiéndola y arrebatándome de una vez por todas, pero nada de lo anterior sucede porque no pasa nada en absoluto. Busco frenéticamente en mis espejos, buscando a dónde fue, pero parece que desapareció en las sombras tan silenciosamente como apareció. 
Muevo la cabeza de izquierda a derecha, girando sobre mis hombros para buscar su ubicación, pero no se ve por ningún lado. 
Debería sentirme aliviada, pero no lo estoy. Sé que esto es solo el comienzo. 
Con mano temblorosa, suelto el freno de mano y me deslizo hacia la noche. Durante todo el viaje de regreso, sigo revisando mis espejos para asegurarme de que no me siguen. No lo hacen. Una parte deseosa explica que tal vez mi mente exhausta me estaba jugando una mala pasada, evocando algo que realmente no estaba allí. Pero todavía puedo saborear el miedo, y el escalofrío constante que no puedo patear revela que él era real, y es solo cuestión de tiempo antes de que salga de las sombras para siempre. 


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Mensaje por berny_girl Mar 1 Jun - 19:41

Capítulo 10
Todo sabemos que Holland no desea casarse, el problema que ella es la única que aun no se da cuenta...
Esta chica es la típica mujer que le encanta el drama y todo es complicado a su alrededor... aun con el paso del tiempo es la misma persona inmaduro y que su pasado pasa más que su presente, el cual a mi gusto es el que vive cual persona.
Lo que pregunto desde el principio, London es personaje principal o secundario, porque hasta ahora tiene menos relevancia que cual otro.



Capítulo 11
Para que agregarle más drama a todo esto... después de un tiempo la mafia aparece y en su barrio de la infancia...
Que más drama nos tiene preparado? ... sinceramente creo que ya es hora que llegue su final...


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Mensaje por Yani Miér 2 Jun - 16:25

Capítulo 12

No hay mejor olor que el café. Especialmente no hay mejor olor cuando has dormido alrededor de una hora, demasiado miedosa de cerrar los ojos en caso de que el hombre del saco esté listo para terminar lo que comenzó. 
Después de anoche, mi cuerpo parece estar en un estado de hiperconciencia, y no veo que eso cambie pronto. Regresé a casa de mis padres, agradecida de que Lincoln estuviera profundamente dormido. La botella de whisky bajo su brazo probablemente fue la razón por la que se desmayó a las once de la noche. Esta ciudad nos ha cambiado a los dos. 
En Nueva York, rara vez peleábamos, pero supongo que era porque apenas nos veíamos. El hecho de que no parezcamos estar de acuerdo no tiene nada que ver con Los Ángeles y sí con el hecho de que estar aquí ha desatado viejos sentimientos y ha expuesto inseguridades ocultas. 
Sé que una pequeña parte de Lincoln nunca me perdonará por acostarme con London. Puede jugar, fingir que no importa, pero su reacción de ayer fue toda la confirmación que necesitaba. Todavía se siente amenazado por él y tiene todo el derecho a estar enojado conmigo por verlo. Aún no sé por qué terminé allí, pero es un misterio que quedará sin resolver porque si quiero que este matrimonio dure, entonces tengo que dejar ir a London. 
Tengo que dejar ir la ira y la traición y seguir con mi vida. 
—¿Cariño? —Abriendo un ojo, veo a Lincoln tímidamente sentado al lado de la cama. Viene en paz—. Te traje café. 
Lentamente me levanto, alcanzo la taza de porcelana antes de inclinarme hacia atrás contra la cabecera. Inhalo el oro líquido, necesito un momento para ordenar mis pensamientos. Sé que le debo a Lincoln una especie de disculpa. Tenía todo el derecho a estar enojado conmigo. Aunque no aprecio que me señale con el dedo, entiendo por qué lo hizo. 
Justo cuando abro la boca, lista para pagar mis deudas, Lincoln se me adelanta. 
—Lo siento mucho por actuar como un completo idiota. Estas cosas de la boda, el trabajo, todo... todo me está afectando. ¿Me perdonas? — Sé exactamente lo que quiere decir. Estos últimos seis meses han sido duros para los dos—. Sé que casarse tan rápido parece una locura, pero no quiero esperar. 
Su confesión es exactamente lo que necesitaba escuchar. Ambos hemos estado bajo mucho estrés; parece que ambos necesitábamos recordar por qué me propuso matrimonio en primer lugar. Todas mis dudas y miedos se desvanecen por ahora. 
—Solo te perdonaré si me perdonas. Lo siento por... todo también. — La pausa es porque sé que es mejor no mencionar el nombre de London. 
Lincoln suspira de alivio y se acerca arrastrando los pies.  
—Reaccioné exageradamente. Yo solo… Lo detengo. 
—Lo sé. —No es necesario que lo explique. 
—Pensé que casarme resolvería todo. —Se agarra el cabello con los puños, mientras mi corazón cae de repente. ¿Resolver qué exactamente? 
—¿No quieres casarte? 
—¿Qué? —pregunta, horrorizado—. Por supuesto que sí. ¿Y tú? 
Espera pacientemente, y odio que necesite un segundo para responder. 
—Sí. 
Su alivio es claro. 
—No te hablé de la carta porque no quería que te preocuparas. Fue estúpido, pero has estado bajo mucho estrés y no quería molestarte. 
—Entiendo, pero de ahora en adelante, tenemos que ser completamente honestos entre nosotros sobre todo, ¿de acuerdo? 
Asiente, mirándome profundamente a los ojos. 
—Lo prometo. 
Un peso se levanta instantáneamente de mis hombros, pero todavía quiero dirigirme al gran elefante rosa en la habitación. Acunando la taza, me pierdo en la verdad inminente.  
—Cuando regresemos a Nueva York, quiero informar de todo lo que sucedió. 
—Por supuesto, nena, lo que quieras. —Esta es una conversación que deberíamos haber tenido hace meses. Las cosas hubieran sido mucho más fáciles si lo hubiéramos hecho. 
Tomando una respiración profunda, confieso: 
—Creo que me están siguiendo. 
—¿Qué? ¿Quién? —Sus ojos se amplian. 
—No lo sé. Anoche fui a visitar mi antiguo barrio. Estúpido, lo sé. Pero cuando me di la vuelta, definitivamente alguien estaba detrás de mí, mirándome. 
—¿Viste quién? —pregunta, con los puños apretados a los costados. 
—No, tenía una capucha. No pude ver su cara, pero sé que era él. La persona que me ha estado atormentando estos últimos seis meses. 
Nunca había visto a Lincoln tan enojado antes. 
—De ahora en adelante, no te apartas de mi lado. 
No puedo evitar sonreír, conmovida por el sentimiento. 
—Eso no es necesario. Seré más cuidadosa a partir de ahora y no deambularé por barrios extraños por la noche. —Se suponía que era una broma, pero Lincoln no parece divertido en lo más mínimo—. Quiero que confíes en mí. 
—Lo hago. —La respuesta de Lincoln está llena de dudas. 
—Me gusta pensar que sí, pero sé que cuando se trata de algunas cosas... ciertas personas, tú no lo haces. —Levantando la mirada, no estoy segura de lo que veré. 
—Bueno. —No es exactamente poético, pero es música para mis oídos. 
—¿Bueno? —pregunto, arqueando una ceja—. Vaya, eso fue fácil. Caso cerrado. 
Me sonríe, inclinándose hacia adelante. 
—Nada es fácil contigo. Pero yo no lo haría de otra manera. —Todavía no puedo dejar de sentir que está escondiendo algo, pero probablemente sea mi naturaleza sospechosa. 
Su honestidad me conmueve y de repente me reprendo por haber dudado de mi compromiso con él. Puede que me haya asustado cuando se trata de la boda, pero eso no significa que no quiera casarme con él. Cada novia tiene un ataque de frialdad, pero es hora de que me detenga y acepte mi destino. 
Después de una tarde de ponerse al día con los correos electrónicos y dormir, Lincoln me dijo que sus padres nos habían invitado a salir a cenar. Mis futuros suegros siempre han sido medio corteses conmigo, pero en el fondo, sé que aún odian que su único hijo se case con una Brooks-Ferris. 
Sylvia y Harold no apreciarán mi prepotencia, pero también invité a mis padres, porque al final, todos tenemos que llevarnos bien. Lincoln está adelante hablando con mi padre mientras que mi madre y yo nos quedamos atrás. 
En realidad no hemos hablado desde mi episodio de novia fugitiva. Sé que me está dando tiempo para acercarme a ella yo misma. Le debo una explicación, pero no sé por dónde empezar.  
—Lamento lo de ayer. 
Mi madre sería una terrible abogada. Tiene la peor cara de póquer.  
—Cariño, no hay necesidad de disculparse, pero estoy preocupada. 
Trago.  
—¿Por qué? 
No importa la edad de uno, nuestros padres tienen la extraña 
habilidad de hacernos sentir como un niño otra vez. 
—No estás lista para casarte. —Levanta su dedo cuando intento objetar. Mi destreza en la corte no me ayudará con mi madre—. Puedes pensar que lo estás, pero no. Te conozco mejor de lo que te conoces a ti misma. Eres parte de mí. 
Escuchar a alguien más confirmar mis peores temores no despeja la niebla. La sincera confesión de Lincoln se repite en mis oídos. ¿Qué es lo que me pasa?  
—Por el bien de la discusión, digamos que tienes razón. ¿Qué debo hacer? 
Pasa su brazo por el mío, inclinándose hacia mi lado.  
—Tienes que descubrir la razón. Sé que amas a Lincoln, pero debes casarte con él por las razones correctas. 
—¿Así que el amor no es la razón correcta? —respondo, de repente tan confundida. 
—El amor es la única razón correcta —se opone sin pensarlo dos veces. 
—Lo amo —enfatizo, bajando mi voz y mirando hacia adelante para asegurarme de que Lincoln no pueda escuchar nuestra conversación. —Bueno, en ese caso, casarse con él no debería hacerte sudar la gota gorda y buscar gente del pasado. —Me tropiezo con mis talones, casi cayendo de bruces. 
No sé cómo lo sabe, pero lo sabe. No hay ni un rastro de decepción o de ira en su tono, solo preocupación por mi felicidad. 
—Volver aquí fue un error. —Sueno como una niña malcriada. 
—¿Por qué? —Cuando estoy en silencio, reflexionando sobre las muchas razones, ella ofrece—: Un lugar no debería afectar tus sentimientos por alguien. Tu amor por esa persona debería ser universal, dondequiera que vayas. 
 Juego. Set. Partido. 
Suspirando, de repente siento que una pesadez se asienta en lo profundo de mis entrañas. Ella tiene razón. Pero la pregunta es, ¿qué voy a hacer al respecto? 
Todos los pensamientos quedan en segundo plano, sin embargo, cuando nos acercamos a Belle Bocca, un restaurante italiano de lujo en las calles secundarias de Bel Air. Me detengo por completo. 
—¿Tienes algo en contra de la comida italiana de repente? —bromea 
Linconl, volviéndose sobre su hombro para ver cuál es el atraso. 
Pero ni siquiera puedo reírme cuando el nombre de este lugar saca aun más esqueletos de mi armario. He hecho todo lo posible por no pensar en Belle, pero ver su nombre deletreado ante mí hace que sea casi imposible ignorarlo. 
Si esto es una señal, entonces quiero saber exactamente qué se supone que significa. Mi mamá me guía gentilmente hacia la entrada, sabiendo muy bien por qué la parada repentina. 
Nos recibe en la puerta un camarero vestido con el mejor traje de seda. Echando un vistazo rápido a mi alrededor, veo que este lugar rezuma riqueza, no es que eso me sorprenda, ya que los padres de Lincoln eligieron el lugar. Harold se pone de pie cuando nos ve y nos saluda con la mano. 
En el momento en que nos dirigimos hacia la mesa larga, Sylvia se gira sobre su hombro y le da a mi mamá una mirada. Claramente no le gusta lo que ve cuando levanta sus labios manchados de rosa y alcanza el vino tinto. Mi mamá se mueve a mi lado, alisando nerviosamente su hermoso vestido azul. Tiene un aspecto increíble y que me condenen si alguien le dice lo contrario. 
—Lincoln. —Sylvia le agarra la mano a su hijo, que se inclina para besarle la mejilla. Independientemente del hecho de que ella puede ser francamente superficial y crítica a veces, Lincoln la ama de todos modos. En cuanto a su padre, busca constantemente su aprobación, tanto dentro como fuera del campo. 
—Hola mamá. Papá. —Después de besarla en la mejilla, estrecha la mano de su padre con firmeza. 
Los O'Toole viven tan lejos del mundo real que, al parecer, han olvidado sus modales, ya que ignoran por completo a mis padres y se centran en mí. 
—Cariño, te ves deslumbrante —dice Sylvia, poniéndose de pie y ofreciéndome un beso al aire en ambas mejillas. 
—Gracias. Tú también —respondo, dándole una pequeña sonrisa. 
—Oh gracias. Es la última tendencia en París en este momento. —Se arregla su desagradable vestido—. ¿Esta tela no está para morirse? 
Me muerdo la lengua y no señalo que un osito probablemente murió, donando su pelaje para su “última tendencia”. 
Sylvia siempre ha tenido buen ojo para la moda y, por lo general, la complacería, pero ahora, su descarada falta de respeto hacia mis padres me hace asentir una vez. 
—Te acuerdas de mis padres. —Es un golpe bajo, pero no puedo lidiar con las pretensiones después de los últimos días. 
Harold se aclara la garganta y se ajusta la pajarita manchada. 
—Sí, por supuesto. Qué gusto verles de nuevo. —Le da la mano a mi padre y le sonríe cortésmente a mi madre. Estoy a segundos de dar la vuelta y marcharme, pero me abstengo cuando mi mamá muestra en la mesa quién es la persona más grande y saluda a Sylvia con un suave abrazo. Todos tomamos nuestros asientos, el estado de ánimo se torna incómodo de inmediato. 
Busco el menú, ignorando la pequeña charla entre Lincoln y sus padres. Esto no es nada nuevo, pero mi reacción a ellos sí lo es.  
—La lasaña suena increíble. —Mi madre asiente, chasqueando los labios en señal de asentimiento, pero el rostro de Sylvia se contrae horrorizado. 
—A dos semanas de la boda, no puedes simplemente comer todos esos carbohidratos. ¿Qué tal una ensalada? 
Muevo mi cabeza hacia la derecha para mirarla, estoy segura de que acabo de tirar de un músculo de mi cuello. Justo cuando estoy a punto de decirle lo que pienso de su sugerencia, Lincoln busca mi puño encrespado debajo de la mesa y aprieta ligeramente. Está rogando en silencio que no haga una escena. 
Tragándome el impulso de refutar, simplemente alcanzo la botella de vino y ahogo mis penas en el Merlot de 1981. 
—Entonces, ¿cómo va el trabajo? —le pregunta Harold a mi papá, quien lo mira desde el otro lado de la mesa. 
—Es genial, muy ocupado. ¿Qué hay de ti? 
Bendito sea mi papá, pero Harold no ha trabajado un día en su vida. Sí, es dueño de una de las empresas de tecnología más grandes de EU, pero tiene muchos secuaces que hacen el trabajo sucio por él. Y fue entrenador de fútbol de la escuela secundaria solo porque quería vivir los mejores tiempos que le pasaban. 
La visión de Sylvia sobre el trabajo duro es tener que estacionar su propio auto cuando el valet está ocupado. 
—El negocio va bien. 
Bebo mi copa de vino, viendo este barco hundirse más y más por segundo. 
El camarero toma nuestros pedidos. Me aseguro de que el mío se escuche alto y claro.  
—Tomaré la lasaña. Parmesano extra, por favor. —Le entrego el menú, ignorando el ceño fruncido que Sylvia me lanza. 
Otra ventaja de vivir a más de doscientos kilóemtros de distancia es no estar sujeta a cenas familiares. Los niños y los padres son dos cosas en las que Lincoln y yo no estamos de acuerdo. De ninguna manera estoy lista para los niños ahora, pero en el futuro, puedo verme siendo mamá. En cuanto a Lincoln, parecería que una lobotomía sería mucho más atractiva. Solo puedo esperar que su opinión cambie pronto. 
—¿Te has decidido por un vestido? —me pregunta, bebiendo de su copa. La mera mención me hace arrastrar los pies incómodamente en mi asiento. 
—Aún no. —Ella toma una indirecta de mi respuesta cortada, y la incomodidad se eleva al máximo volumen. 
Por lo general, las luces tenues y la atmósfera reconfortante serían cómodas después de la locura de los últimos días, pero esta noche, me irrita los nervios. El violonchelista que se sienta en la esquina de la habitación está proporcionando ruido de fondo tocando una pieza de Bach, pero la melodía supuestamente melódica suena como si alguien estuviera pasando sus largas uñas por una pizarra. 
—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —me pregunta Lincoln, pasando suavemente sus dedos por la parte posterior de mi cuello. 
Sé que solo está tratando de hacerme sentir mejor, pero su toque me hace sentir peor.  
—Estoy bien. —Sutilmente me encojo de hombros de su agarre. 
Alzcanzo la botella, pero Lincoln se me adelanta. Él llena mi copa de cristal con vino, pero yo me inclino hacia adelante, inclinando la base, dando a entender que debe llenarla de inmediato. Su madre me mira mientras yo levanto sarcásticamente mi copa. 
—Salud. —Sonrío y me lo trago en un bocado grande, poco femenino. 
Ella trata de ocultar su desaprobación, pero el tirón a su collar alto es un claro indicio de que sus bragas Chanel están girando. 
—Cariño, ¿quizás deberías esperar hasta que comamos? —susurra mientras vuelvo a llenar mi copa vacía. Su petición cae en oídos sordos, sin embargo, cuando la lleno hasta el borde. 
—Entonces, ¿ha visto a la nueva recepcionista del doctor Lombardi? —Harold cambia de tema, tratando de despejar la tensión en el aire. 
Sylvia asiente. No ama nada más que un buen chisme.  
—Oh, Dios mío, sí. ¿Se ha quedado ciego en su vejez? Parece un elefante gigante detrás de ese escritorio. 
Me hundo de alivio, agradecida de que hayan encontrado a alguien más en quien concentrarme además de mí. Parece que estoy a salvo... por ahora. 
 
  ****
 
El resto de la noche se prolonga y sigue, y después de los aperitivos, siento que estoy a punto de tener otra crisis nerviosa. 
La cena olía deliciosa, pero lamentablemente, solo pude soportar dos bocados. La tensión en la mesa se puede cortar con un cuchillo. Parece que nuestros padres parecen no estar de acuerdo en nada; la diferencia entre ambos, sin embargo, es que mis padres saben cuándo dejarlo pasar. No se puede decir lo mismo de los O'Toole. 
—Me gustaría que permitiera que la boda tuviera lugar en nuestra casa. Tiene sentido —argumenta Sylvia, sin necesidad de explicar la razón. 
Su casa es más grande, y a sus ojos, más bonita y más adecuada que la de mis padres, pero la elección es mía, y he decidido que si me veo obligada a caminar por un pasillo, será en la casa de mis padres. 
—Gracias por su generosa oferta, pero ya se han hecho los arreglos. —Esta es una mentira total, pero ella no lo sabe. 
Lincoln, sin embargo, sí. 
—¿Qué arreglos? Ni siquiera tienes un vestido. Si a tus padres no les importa, tal vez podamos cambiar de ubicación. —Mira a su padre, como si buscara aprobación por hablar. Su padre simplemente continúa cortando su bistec, que parece ser mucho más atractivo que su hijo. 
La tristeza que emana de mi madre me golpea en el estómago y aspiro un poco. 
—Puede que no les importe, pero a mí sí. 
La sorpresa de Lincoln es evidente, pero será un día frío en el infierno antes de que me rinda. Mis padres estarían desconsolados y devastados, y me niego a volver a hacerles eso. 
Sylvia se inclina hacia adelante y activa el hechizo. 
—Delores, ¿no lo reconsiderarías? Tanto usted como Bobby están trabajando tantas horas, permítanos aliviar la presión. Pagaremos por todo. No tendrían que hacer nada. —La servilleta en mi regazo parece papel maché cuando la aprieto en una pequeña bola. 
Puedo ver a mi madre concediendo porque no quiere hacer una escena. Está acostumbrada a ceder, a ser mal vista la mayor parte de su vida. 
Miro a Lincoln, reprendiéndolo visualmente por no enfrentarse a su presuntuosa madre. La última vez que lo comprobé, esta era nuestra boda, no la de ella, y no tiene derecho a dictar dónde cree que debería tener lugar. Pero Lincoln simplemente se recuesta en su asiento, en silencio. ¿Está de acuerdo con ella? ¿Él también cree que mis padres no son dignos? 
Justo cuando abro la boca, mi papá, mi héroe para siempre, se abalanza sobre ella y la nivela con esos ojos obstinados, los que veo mirándome cada vez que me miro en un espejo. 
—Gracias por la oferta, Sylvia, pero no necesitamos que nadie pague nuestras cosas. La boda se llevará a cabo en nuestra casa. Es lo que quiere mi hija. Si Lincoln se opone, entonces sin duda me encantaría discutir arreglos alternativos con él, pero si no, entonces no veo el sentido de insistir más en esto. 
Me muerdo el labio, temerosa de estallar en un grito de aleluya. 
Sylvia acaba de escuchar una palabra que estoy segura no escucha con demasiada frecuencia, para colmo de males, fue dicha por alguien a quien ve como una simple molestia. Mi mamá mira a mi papá al otro lado de la mesa, nada más que amor y aprecio brillando en cada poro. Él la respalda, siempre lo ha hecho. Pensé que Lincoln hacía lo mismo, pero aparentemente pensé mal. 
Lincoln no reprime su molestia porque mi padre le dijo a su preciosa madre de una manera indirecta que se callara, pero si decide expresar esa indignación en voz alta, es posible que no haya una boda sobre la que discutir después de todo. Después de hoy, pensé que habíamos hecho las paces y todo había vuelto a la normalidad. 
La mesa se queda en silencio, toda la atención puesta en las miradas de amor entre mis padres. Su afecto debería hacerme querer vomitar, pero no es así. Tengo envidia de que después de tantos años, su amor siga siendo tan inflexible. 
Mientras Lincoln bebe su cerveza, claramente exasperado, no puedo evitar preguntarme si las cosas se complicaran, ¿Lincoln me elegiría a mí por encima de su madre? Nunca le pediría esto, pero no puedo evitar especular. Sé que mis padres tienen un amor especial, pero es imposible no compararlo con de nosotros. ¿Qué tipo de amor tenemos? 
—¿Holland Brooks-Ferris? Dios mío, ¿eres tú? —En una ciudad donde muchos me pasaban por alto, ahora parece que todos conocen mi nombre. Levantando la mirada, una rubia descansa junto a nuestra mesa. Ella cuelga del brazo de alguien que podría ser su bisabuelo. 
Mi mente cataloga todos los rostros que traté de olvidar con todas mis fuerzas, pero recuerda este como Helen Tharp, una de las Sin Skanks. Ella sigue siendo la reina de las zorras. Me sorprende que la hayan dejado entrar con medio vestido. 
—Soy yo, Helen Tharp —aclara cuando sigo mirándola, insegura de lo que espera que le diga. 
—Hola —le respondo, dándole un pequeño saludo. Espero que acepte el gesto como un beso de despedida. No lo hace. 
—Es tan bueno verte. Y tú también, Lincoln. ¿Dónde han estado, chicos? —Su mirada se dirige a Lincoln, quien ordena metódicamente sus cubiertos. Está ansioso. ¿Por qué? 
Cuando nadie habla, decido que cuanto antes termine con esto, antes se va. 
—Nueva York. Vivimos allí ahora. 
—¿Juntos? —pregunta, deslizando su dedo entre nosotros. 
—Sí, juntos. —No controlo mi irritación por su tono. 
Lincoln parece tan interesado en esta conversación como en ver cómo se seca la pintura. Otra razón para darle una palmada en la cabeza. ¿Qué le pasa esta noche? Sé que todavía está molesto de que su padre haga favoritos a todos menos a él en la escuela secundaria. Quizás él estando aquí y los últimos días esté rascando viejas heridas. Pero independientemente, su comportamiento esta noche es inaceptable. 
Helen alisa su atuendo dorado y arregla su melena rubia. 
—Vaya, cómo han cambiado las cosas desde la escuela secundaria. 
—Sí, todos crecimos. Algunos más que otros —agrego, haciendo un 
punto para mirar su falso y considerable pecho.
Frunce los labios, la Helen que una vez conocí asoma su fea cabeza.  —Hablando de eso, ¿todavía hablas con Belle? 
Mis dedos torpes golpean mi copa de tinto, provocando que un gran charco de Merlot manche el mantel blanco. Un camarero está junto a nuestra mesa en un segundo, limpiando mi desorden mientras Sylvia se disculpa profusamente por mi torpeza. Me disculparía, pero mi boca se siente como si estuviera pegada con pegamento. 
El nombre de Belle es como una granada, y todos en la mesa están listos para que la metralla los hiera profundamente. Mis padres se mueven, Lincoln finalmente muestra interés, y Sylvia y Harold palidecen a cada segundo. 
—No, perdimos el contacto después de la escuela. 
Helen se cruza de brazos, tamborileando con sus largas uñas contra sus brazos.  
—Oh, entonces no lo sabes. 
Trago saliva, mientras la mandíbula de Lincoln se aprieta. 
—¿Saber qué? 
Parece como si todas sus Navidades hubieran llegado a la vez, siendo ella la que reveló este gran secreto. —Sepas que Belle tuvo un… —¡Suficiente! 
De hecho, salto en mi asiento, sorprendida por el puño de Lincoln golpeando la mesa con fuerza bruta. La ira se escurre de él en oleadas profundamente arraigadas, y de hecho temo por la seguridad de Helen. El camarero se aleja rápidamente, liberándose de lo que seguramente será una pelea. 
Su enorme cuerpo está a segundos de arder. 
—Has dicho suficiente, Helen, ahora vete —exige entre dientes. Ambos puños están presionados contra la mesa, dando a entender que apenas la tolera. No puedo creer lo enojado que está. Pensé que lo había visto enojado antes, pero esto es otra cosa. 
Helen da un paso atrás. Es evidente que está sorprendida por su rabia.  
—Dije que te vayas. Nadie te quiere aquí. Vuelve a la esquina de donde viniste. 
Mi boca se abre completamente. De hecho, estoy sin palabras. La figura del abuelo a su lado parece confundida por la conmoción. 
A Helen se le humedecen los ojos, pero contiene las lágrimas. 
—Supongo que estaba equivocada. Algunas cosas nunca cambian. —Gira sobre sus talones, dejándome con muchas preguntas, pero actualmente mi boca ha olvidado cómo funcionar. 
Observo con los ojos muy abiertos mientras mi padre saca su billetera y arroja un par de billetes de cien dólares sobre la mesa. 
—Eso debería cubrir nuestra parte. Si debemos más, envíanos la factura. —Nos indica a mi madre y a mí que es hora de irnos. No puedo sentarme aquí un segundo más porque tengo miedo de asfixiarme si lo hago. 
Dejando mi servilleta sobre la mesa, me pongo de pie, pero vuelvo a caer en mi asiento cuando Lincoln tira de mi brazo. 
—No te vas con ellos, ¿verdad? 
El mundo está en drogas locas; esa es la única explicación plausible. Tirando de su agarre, siento que las puntas de mis orejas arden de rabia. 
—¿Con ellos? Si te refieres a mis padres, entonces sí, me voy. 
Se ríe, negando con la cabeza.  
—Déjala ir, hijo —tiene el descaro de decir Sylvia, mirándonos con desprecio. Sé lo que va a decir incluso antes de que lo diga, pero escucharlo no suaviza el golpe—. Ella es una Brooks-Ferris. Nada cambiará eso jamás. Esto es con lo que te vas a casar. Bienvenido a tu futuro. 
Se puede escuchar la caída de un alfiler cuando la perturbación ha provocado que la mayoría de los comensales miren hacia nosotros. Esta gente no ama nada más que un escándalo, y qué mejor escándalo que este. Fui estúpida al pensar que alguna vez estuve en su liga porque finalmente me di cuenta de que no lo estoy, nunca lo estaré. 
Estoy mejor. Y también mis padres. 
—Después de esta noche, no estaría tan segura. —Estoy temblando de furia absoluta mientras estoy de pie. Este es el momento en que Lincoln necesita saltar y luchar por lo que quiere, luchar por mí, pero no lo hace. Simplemente mira al frente, su mandíbula se mueve de un lado a otro. 
—No puedo creer que te vayas a sentar ahí y no digas nada. 
—Creo que has dicho suficiente —espeta en respuesta, todavía sin tener la decencia común de mirarme. Las lágrimas me pican los ojos y me ahogo con el sabor amargo de la traición. 
—Vamos, cariño. —Mi mamá pasa suavemente su brazo alrededor de mi hombro, su reconfortante fragancia me envuelve cuando más lo necesito. 
—¿Eso es todo? —presiono, incapaz de dejarlo ir—. Lo único que te enfureció esta noche fue la mera mención de Belle. ¿Qué pasa con el hecho de que tu mamá nos insultó a mis padres y a mí? ¿Eso no te ofendió en lo más mínimo? 
Sylvia frunce el ceño mientras Harold suspira, acostumbrado a este tipo de drama. Es solo otro viernes por la noche para ellos. 
—¿Lincoln? 
Cuando me mira a los ojos, desearía que no lo hiciera. No hay nada 
allí.  
—Solo vete, Holland. 
Parpadeo una vez, su despido me enfurece más que duele.  
—Con placer. Diría que fue divertido, pero estaría mintiendo. No hagamos esto nunca más. —Echando mis hombros hacia atrás, sonrío con una sonrisa de un millón de dólares, nunca más orgullosa—. Y, por cierto, sí, somos Brooks y somos de Ferris, y estamos muy orgullosos de ello. —Sylvia cubre su boca abierta mientras Lincoln coloca su cabeza entre sus palmas. Solo entonces me marcho, sin intención de volver jamás. 
Mi madre nunca se ha mostrado más encantada, y mi padre se pavonea con aire de suficiencia, con la cabeza en alto. Nunca encajaremos, pero está bien porque hemos encontrado nuestra tribu. 
El aire se siente maravilloso cuando golpea mis calientes mejillas. Me tomo un momento para calmar mis nervios furiosos. Doblándome por la cintura, coloco las manos en las rodillas y respiro profundamente diez veces. Me siento algo mejor, pero la necesidad de matar aún no ha disminuido. 
—¿Estás bien, cariño? 
No puedo creer que mi mamá me esté preguntando eso, pero supongo que eso es lo que hace la familia: se preocupan más por sus seres queridos que por ellos mismos. 
—Estoy bien. Lamento la forma en que Lincoln y sus padres te hablaron. Fue inaceptable. 
Una pequeña parte de mí espera que mis padres salten en defensa de Lincoln, pero no es así. 
—Iré por el auto. —Mi padre me besa en la frente antes de abrazar fuertemente a mi mamá. Comparten un intercambio silencioso, su significado es del que solo ellos están al tanto. Lo observamos, su cuerpo cada vez más pequeña, simbolizando cómo me siento por dentro. 
Frotándome la sien, intento descifrar lo que, en el nombre de Dios, acaba de suceder. ¿Cómo hemos acabado aquí? ¿Lincoln y yo estábamos condenados desde el principio? ¿Están ganando nuestras diferencias al final? 
Los últimos años no fueron en vano, pero el hombre que vi esta noche no fue el hombre del que me enamoré. El hombre que creí conocer lucharía por lo que es correcto. Lucharía por nosotros, pero no lo hizo. ¿Se dio la vuelta, todo por los fantasmas de nuestro pasado? Si es así, no es el hombre que yo creía que era. De repente me siento como si me hubiera acostado con un extraño. 
Algo no cuadra, no lo ha hecho durante mucho tiempo, y sé que la respuesta está en una persona, bueno, dos. 
—Mamá… Tengo que irme. 
—Lo sé —dice, incluso antes de que termine lo que comencé. Volviéndose para mirarme, aparta el cabello de mi mejilla—. Solo recuerda... todos cometemos errores. 
No tengo idea de lo que quiere decir, pero de repente me siento nostálgica. 
Si solo hubiera hablado con mi mamá en el pasado, le hubiera contado mis sentimientos, entonces tal vez, solo tal vez las cosas hubieran resultado diferentes para todos nosotros. Pero eso es lo que pasa con la retrospectiva; no hace la menor diferencia cuando siempre estás destinado a estar en el mismo camino. 
Llamo a un taxi y estoy agradecida de que la calle esté llena de un mar amarillo. Solo puedo esperar que el alivio continúe cuando me aventure por el bulevar en la búsqueda de descubrir la verdad de una vez por todas. 


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Mensaje por Yani Miér 2 Jun - 16:27

berny_girl escribió:Capítulo 10
Todo sabemos que Holland no desea casarse, el problema que ella es la única que aun no se da cuenta...
Esta chica es la típica mujer que le encanta el drama y todo es complicado a su alrededor... aun con el paso del tiempo es la misma persona inmaduro y que su pasado pasa más que su presente,  el cual a mi gusto es el que vive cual persona.
Lo que pregunto desde el principio, London es personaje principal o secundario,  porque hasta ahora tiene menos relevancia que cual otro.



Capítulo 11
Para que agregarle más drama a todo esto... después de un tiempo la mafia aparece y en su barrio de la infancia...
Que más drama nos tiene preparado? ... sinceramente creo que ya es hora que llegue su final...
Muy cierto lo de London, o sea, es el protagonista, ella está enamorado, todavía no logro entender qué es lo que la enamora de ese tipo, las pocas interacciones que tuvieron fueron terribles...me preocupa la salud mental de esa chica, es masoquista o qué.


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Mensaje por berny_girl Jue 3 Jun - 12:22

Holland por fin tiene una gran excusa para no casarse con Linconl... y lo mejor de todo es el gran giro que tuvo, que deja como el malo de la película a este tono chico...
No se porque creo que Belle termino teniendo sexo con Linconl en el mismo momento que ella lo hacía con London... pero la diferencia es que Belle quedó embarazaday ella solo una víctima en su mundo.


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