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Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan

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Mensaje por Yani Mar 7 Feb - 19:46

16
Bree
Volví a casa pedaleando lentamente. En un momento dado, me di cuenta de que había llegado a mi calle, pero no recordaba nada del trayecto. Había avanzando perdida en una neblina, ajena a todo lo que me rodeaba, centrada solo en mis confusos y doloridos sentimientos.
Cuando la casa apareció ante mi vista, vi una pickup aparcada en la parte delantera y una figura de pie en el porche. ¿Quién demonios…?
Al acercarme más, vi que se trataba de Travis. Me bajé de la bicicleta y la apoyé en la valla. Cogí a Phoebe de la cesta antes de acercarme a él, con una confusa sonrisa en la cara.
—Hola, chica rara —dijo él, dando un paso hacia mí.
Me reí por lo bajo.
—Lo siento, Travis. No trato de ser rara, pero no he podido responder a tus mensajes; he estado muy ocupada. —Me reuní con él justo delante de los escalones.
Se pasó la mano por el pelo.
—No es que esté acechándote. —Me brindó una sonrisa algo avergonzada—. Es que me lo pasé muy bien contigo la otra noche, y dentro de algunas semanas se va a celebrar el desfile del departamento de policía en el pueblo. Habrá fuegos artificiales. Después siempre hay una cena para honrar a mi padre, es un acontecimiento importante para los vecinos… Me gustaría que me acompañaras. —Sonrió—. Por supuesto, espero que volvamos a vernos antes de eso, pero quería asegurarme de que te preguntaba por adelantado lo de la cena. Es importante para mí.
Me mordí el labio sin saber qué hacer. Entonces se me ocurrió que su padre era el hombre que había disparado a Archer. ¿Honrarlo? ¿Cómo podría hacer tal cosa?
No quería hacer daño a Travis, me caía bien. Pero me gustaba más Archer. ¡Oh, Dios! Sí, era así, en verdad era así. Pero Archer me había echado de su casa, mientras que Travis estaba haciendo un palpable esfuerzo para pasar más tiempo conmigo. Incluso aunque fuera para ir a un evento al que no me resultaba cómodo asistir. Quise meterme en casa para poder reflexionar sobre ello. Quería estar sola.
—Travis, ¿puedo pensármelo? Lo siento… Es muy complicado para mí…, prefiero…
Un destello de algo que no supe si era irritación o decepción brilló brevemente en su rostro.
—¿Qué te parece si te llamo dentro de un par de días con los detalles y entonces me dices que sí?
Me reí por lo bajo.
—De acuerdo. Hablamos en un par de días.
Él sonrió, bastante apaciguado, y luego se inclinó para besarme, pero volví un poco la cabeza para que sus labios cayeran en mi mejilla. Arrugó el ceño al tiempo que se enderezaba, pero no dijo nada.
—Hasta luego —dije en voz baja.
Me devolvió el saludo con un gesto y luego pasó junto a mí camino de la pickupLo observé desde donde estaba: anchos hombros, espalda musculosa y un buen trasero que llenaba muy bien los vaqueros. La verdad era que estaba como un tren. ¿Por qué no sentía ninguna chispa hacia él? Resoplé y entré en casa con Phoebe.
Fui a mi habitación y me acosté; antes de darme cuenta, me había quedado dormida. Cuando me desperté, todo estaba oscuro a mi alrededor. Miré el reloj. Las diez y dieciocho. Había dormido casi toda la tarde y las primeras horas de la noche.
Seguramente porque no había descansado bien en la cama de Archer, demasiado consciente de que él estaba en el salón, al otro lado de la puerta. Gemí al recordar al Archer, preguntándome qué estaría haciendo en ese momento. Tenía la esperanza de que no se hubiera estropeado lo que había entre nosotros.
Suspiré y me senté. Phoebe entró trotando en la habitación.
—Hola, pequeña —la saludé por lo bajo—. Seguro que quieres salir a hacer tus cosas, ¿verdad?
La acompañé hasta la puerta y me puse las sandalias, para aprovechar y tirar a la basura las rosas marchitas que había en la mesa de la entrada. Cuando abrí la puerta, vi algo en el felpudo. Me agaché, confundida y lo recogí. Contuve el aliento y no pude
reprimir una sonrisa. Era un ramo de chocolatinas Almond Joy unidas por el centro con un trozo de cuerda atado con una lazada.
Le di la vuelta entre los dedos, sonriendo de forma estúpida, con la felicidad hinchándome el pecho. ¿Era una disculpa? ¿Un gesto de amistad? ¿Qué significaba exactamente? Gruñí. ¡Qué hombre!
Solté una carcajada al tiempo que estrechaba las chocolatinas contra mi pecho, y me quedé allí feliz como una idiota durante un rato más. Mi dulce, torpe y silencioso Archer Hale.

Al día siguiente trabajé de seis a dos, y casi entré en la cafetería dando saltitos. Era la segunda mañana que no tenía un flashback. Cuando me había ido a la cama la noche anterior, estaba un poco asustada de que hubiera sido a causa de la anómala situación. Pero no, parecía que no lo era. Me sentía una persona totalmente nueva. Una persona más ligera, más llena de esperanza y libertad.
Cuando el número de clientes que había para desayunar disminuyó, Norm salió de la cocina.
—Maggie —le dijo a su mujer—, tengo que hacer un descanso. Llámame si entra alguien. —Se quitó los guantes de plástico y se alejó de los fogones para dirigirse a la pequeña sala que había detrás de la cocina.
Maggie hizo un gesto afirmativo.
—¿Está bien? —pregunté.
—Está enfermo, pero es demasiado obstinado para contratar a otro cocinero. Sale demasiado caro, y se piensa que es el único que puede cocinar. —Sacudió la cabeza.
Fruncí el ceño, deteniéndome ante el cubo de basura, y miré a Maggie.
—Maggie —dije tras sopesar la situación detenidamente—, si alguna vez necesitas ayuda en la cocina, mi familia tenía una tienda donde dábamos comidas, y solía cocinar. Creo que podría echarte una mano… Es decir, ya sabes, si fuera necesario.
Maggie me estudió.
—Vale, gracias, cariño. Lo tendré en cuenta.
Asentí, conforme, y volví a concentrarme en la limpieza que estaba llevando a cabo.Justo cuando estaba terminando, sonó la campana de la puerta y alcé la vista. Una mujer de unos cuarenta y tantos años entró en la cafetería. Llevaba un traje de color beis que parecía de diseñador, y, aunque no me interesaban demasiado las marcas, sabía que el enorme logotipo de su bolso era de Chanel.
Tenía el pelo rubio recogido en un moño, con algunos mechones sueltos que caían con gracia alrededor de su rostro. El maquillaje era impecable, aunque un poco recargado. Era evidente que su terso rostro había pasado por las manos de un cirujano plástico.
—Hola, señora Hale —la saludó Maggie, corriendo hacia ella como si hubiera entrado la reina de Inglaterra.
—Maggie… —dijo ella, casi sin mirarla mientras se acercaba a mí. Una ráfaga de perfume caro, con aroma a lirios y rosas, me hizo cosquillas en las fosas nasales. Estornudé, subiendo la mano para cubrirme la boca y la nariz.
—¡Perdón! —Me reí por lo bajo.
La mujer me miró como si pudiera tener algo contagioso. Caray, un «¡Jesús!» tampoco era mucho pedir, ¿verdad? ¡Guau! Aquello estaba comenzando a darme mal rollo.—Esperaré mientras te lavas las manos.
—Er… Vale… Ahora le tomo nota.
—No voy a tomar nada.
Me detuve.
—Está bien…
Pero solo asintió con la cabeza antes de que yo corriera hacia la parte trasera, donde me lavé las manos. Volví al comedor, y, mientras caminaba hacia el mostrador, se me ocurrió preguntarme por qué estaba obedeciendo órdenes de esa persona.
—¿En qué puedo ayudarla? —pregunté, poniéndome al otro lado del mostrador para mantener la distancia. Esperaba que eso evitara más estornudos, aunque estaba segura de que era alérgica a ella.
—Soy Victoria Hale, estoy segura de que has oído hablar de mí.
La miré fijamente.
—No, lo siento. No sé quién es —mentí, recibiendo con cierto placer la mirada de ira que brilló en sus ojos. Menuda bruja.
Se recuperó con rapidez.
—Bien, entonces me alegro de haber venido a presentarme. Soy la madre de Travis Hale. Tengo entendido que estás saliendo con él.
—Er…, mmm… —Hice una pausa. ¿Qué coño pasaba?—. Tuve una cita con él —aclaré, enarcando las cejas y estudiando a aquella mujer con descaro. No iba a volver a verlo, pero esa tipa no necesitaba saberlo.
—Sí, eso he oído —dijo ella—. No me parece mal. Travis elige con quién quiere salir y todo eso… Lo que no me parece tan bien es que te hayas hecho amiga de Archer Hale.
La miré boquiabierta y con los ojos como platos. ¿Cómo demonios sabía eso? Crucé los brazos sobre el pecho.
—De hecho —dije secamente—, es más que un amigo. —Alcé la barbilla, observándola. Bueno, no era del todo cierto, al menos por parte de Archer, pero quería ver la expresión de su cara cuando se lo dijera. Su desdén hacia Archer era muy evidente, aunque no logré imaginar cuál era la razón. La mejor manera que se me ocurrió para defenderlo en ese momento fue decirle que teníamos más que una amistad.
Me contempló durante unos segundos y luego se echó a reír, lo que hizo que me pusiera furiosa.
—Bueno, bueno…, ¡qué chica tan familiar! Otra que tiene cogidos a los chicos Hale por los testículos… —Entonces entrecerró los ojos—. Ese muchacho es violento. ¿No te lo ha dicho nadie?
Me quedé con la boca abierta.
—¿Violento? —Me reí—. Se equivoca…
Ella hizo un gesto con la mano para silenciarme.
—Pregúntale a él, niña. He escuchado que conoces el lenguaje de signos y que le estás enseñando. Pregúntale cómo trató de atacarme hace unos años —afirmó con convicción, como si estuviera de acuerdo consigo misma.
No dije nada; me limité a mirarla fijamente sin corregir su suposición de que estaba enseñando a Archer el lenguaje de signos.
—Aléjate de él —continuó—. No saldrá nada bueno de ahí. Y espero que una chica que no es ajena a la violencia como tú le preste atención a mi advertencia. Nunca puedes saber cuándo va a estallar ese chico y a hacerte daño. Acuérdate bien de mis palabras. Lo ha hecho antes. Que tengas un buen día.
Dicho eso, se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, despidiéndose con un leve gesto de cabeza de Maggie, que ahora estaba sentada ante una mesa haciendo que descansaba y que no tenía la antena puesta.
Me quedé anonadada. Aquella mujer me había investigado, se había enterado de quién era y qué hechos había en mi pasado. ¿Por qué? De todas las zorras condescendientes e intrigantes…, ¿quién coño se pensaba que era?
Cuando la puerta se cerró, Maggie corrió hacia mí.
—¿Qué ha pasado? —preguntó con los ojos muy abiertos.
Yo seguía allí de pie con el ceño fruncido.
—Literalmente, no tengo ni idea. ¿Quién se cree esa mujer?
Maggie suspiró.
—Tori Hale siempre se ha considerado la mujer más poderosa del pueblo desde que llegó, e incluso más después de casarse con Connor Hale. Es arrogante y difícil de manejar, pero ¿qué le dices a una mujer que es la dueña de este maldito pueblo, de todas sus empresas, y que tiene más dinero que nadie?
—¿Qué se compre un carácter más agradable? —sugerí.
Maggie se rio por lo bajo.
—No voy a llevarte la contraria, pero… —Se encogió de hombros—. Suele frecuentar otros locales con sus amistades al otro lado del lago. No tengo ninguna razón para relacionarme con ella. Desde luego, no está creándose más amigos con lo que planea hacer en el pueblo.
Miré a Maggie.
—¿A Norm y a ti os afectará?
Ella sacudió la cabeza.
—Todavía no lo sabemos. Nadie ha visto el proyecto definitivo. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que los apartamentos estarán a la orilla del lago.
Miré por la ventana hacia la esquina por la que Victoria Hale había desaparecido hacía un par de minutos.
—Bueno, bueno…, ¿qué es todo eso de que sales con Archer Hale? —preguntó Maggie, interrumpiendo mis pensamientos.
Respiré hondo, mirándola al tiempo que apoyaba la cadera en el mostrador.
—Es posible que haya exagerado un poco, pero… he ido varias veces a su casa a estar con él. Me gusta.
—Siempre he pensado que era un poco retrasado.
Lo negué con la cabeza vigorosamente.
—No, en absoluto. Es un chico muy inteligente, además de divertido y dulce. Es increíble —aseguré un poco sonrojada, bajando la vista cuando Maggie me miró con curiosidad.
—Te gusta de verdad, ¿eh? —preguntó un poco sorprendida—. Vaya, ¿quién se lo podría haber imaginado? Mmm…
—Me gusta —convine—. De hecho, me gusta mucho. Oye, ¿qué es eso que dijo Victoria Hale de que Archer es un hombre violento?
Maggie se encogió de hombros.
—No lo sé. Nunca había escuchado nada parecido. Como te he dicho, siempre he pensado que era un poco retrasado. Aunque, si te digo la verdad, tampoco es que me sorprenda demasiado. Lo lleva en los genes, imagino. Quiero decir que su padre era un borracho. Su pobre madre intentaba ocultarlo, pero todos lo sabíamos…
Separé la cadera del mostrador.
—¿Y nadie hizo nada? —pregunté, sintiendo un profundo pesar por la madre de Archer.
—Connor Hale, su cuñado, siempre estaba cerca de ella. Los hermanos llegaron a las manos un par de veces, al menos por lo que sé. —Sacudió la cabeza.
Me mordí el labio, preguntándome una vez más qué sería lo que realmente había ocurrido entre aquellos dos hermanos hacía tanto tiempo.
—Será mejor que vaya a ver a Norm —dijo Maggie—. Tengo que asegurarme de que no está roncando en la salita. No sería bueno para el negocio.
Me reí por lo bajo y me puse a trabajar, con la mente llena de preguntas sobre aquellos hermanos y sus secretos, sobre la chica que los dos amaban y sobre una viuda con el corazón de hielo. Me pregunté cómo encajaría aquel rompecabezas y qué lugar le correspondería a Archer.


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Mensaje por Yani Mar 7 Feb - 19:50

Listo, chicas, les dejé los capítulos de mañana que no voy a estar, espero los disfruten Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 3297423370 ...esa escena del corte de pelo me resultó súper erótica, pobre Archer, no sabia cómo controlar su cuerpo. Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 2699754136

Victoria Hale es una perra, es evidente que la quiere lejos de Archer por algo...de qué tiene miedo??? Tomarse el trabajo de vigilar a Archer, investigar a Bree y amenazarla personalmente...por algo lo hace  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 2633108618


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Mensaje por eilyno Mar 7 Feb - 20:42

Y apareció la Bruja.......


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Mensaje por LuVelitta Mar 7 Feb - 20:51

Gracias Yani!!

Sip, durante el corte había mucha tensión y deseo acumulados  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 2554851726  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 2554851726 Me daban ganas de estar ahí y gritarles!! Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 1232498007 Bésense ya!!  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 1232498007

Estoy casi segura de que Archer sería quien en realidad debería heredar todo, y Victoria lo sabe pero él no, y no quiere que Bree este con él y lo averigüe!!  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 1236164004


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Mensaje por Macs Miér 8 Feb - 0:14

Capitulo 13 y 14
no puedo creer lo que le pasa a Bree, el tio de Archer si que estaba loco para poner todo eso a los alrededores de su casa, pero Archer tenia que ir a su rescate me encanto, ahora ya se que fue lo que le paso a Bree, un momento malo los ayudo a estar mas unidos y ser mas cercanos...


Capitulo 15 al 16
Cada vez me intriga mas la historia de Archer que le paso?
ese corte de pelos fue único, en algún momento pensé que se besarían o pasaría algo entre estos dos pero no me imagine que terminara de esa forma :3 Victoria no me da buena espina...


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Mensaje por eilyno Miér 8 Feb - 10:22

Macs escribió:Capitulo 13 y 14
no puedo creer lo que le pasa a Bree, el tio de Archer si que estaba loco para poner todo eso a los alrededores de su casa, pero Archer tenia que ir a su rescate me encanto, ahora ya se que fue lo que le paso a Bree, un momento malo los ayudo a estar mas unidos y ser mas cercanos...


Capitulo 15 al 16
Cada vez me intriga mas la historia de Archer que le paso?
ese corte de pelos fue único, en algún momento pensé que se besarían o pasaría algo entre estos dos pero no me imagine que terminara de esa forma :3 Victoria no me da buena espina...
y se pone mejor creeme!!!


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Mensaje por mariateresa Miér 8 Feb - 12:26

por fin me puse al dia 
gracias por los capitulos 

algo muy oscuro hay con victoria 

me encanto el libro


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Mensaje por wordsofthisgirl Miér 8 Feb - 20:06

Gracias por los capis, esto se esta poniendo  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 3586515659.
Ay Archer <3


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Mensaje por Invitado Jue 9 Feb - 0:16

Me gusto que Bree le contara lo que le paso a Archer y mas que no paso una mala mañana eso fue un gran avance.

Me pregunto....... si Archer a estado con alguna chica ????  Me dio ternura al ver que se ponia todo exitado cuando Bree le cortaba el pelo y mejor la mando a casa jajaja coshitooo 

Ese Travis que insistente o sea no entiende el msj ""No me interesas""  
Y por dios la madreeeee como se atreve a invsstigarla !!!!!!!! Es una perra y al igual que el hijo ya la odio.

No entiendo como fue que el tio Coltol le disparar ????  Y mas siendk que cuandk llego al hospital el hablaba, que pasi realmente ???? 

Necesito los siguientes capis !!!!
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Mensaje por Yani Jue 9 Feb - 9:14

No hablaba en el hospital, esos eran sus pensamientos llamando a su madre, por eso cuando empezó a gritar no se escuchó ningún sonido...

Más tarde les subo los capítulos de hoy.


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Mensaje por Invitado Jue 9 Feb - 10:49

Ooooh gracias por la aclaracion, ahora vamos bien Smile
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Mensaje por Vela Jue 9 Feb - 15:48

Que situacion tan difícil vive Bree , pero me encanta que le tenga la confianza necesaria a Aecher para contarle la verdad.

Y bueno Archer nonla tiene facil porque la bruja de la mama de travis es eso!!!

Gracias por los capis!!


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Mensaje por Yani Jue 9 Feb - 16:12

17
Bree
Ese día salí más tarde de la cafetería y me di cuenta de que el ambiente había refrescado de manera considerable para ser finales de verano. Estábamos ya a principios de septiembre y el aire olía a otoño. Las hojas de los árboles empezaban a cambiar de color y vi jerséis y vaqueros en mi futuro próximo. Me detuve al llegar al coche. ¿Significaba eso que me iba a quedar aquí? Llevaba en Pelion un mes, pero comenzaba a considerarlo mi hogar. Tendría que pensar en ello, aunque por el momento no me corría prisa.
Abrí la puerta del coche y, de pronto, noté un contacto en el hombro. Me sobresalté y jadeé al tiempo que me giraba. Me topé con unos ojos dorados. Durante un breve instante, me sentí confusa mientras reconocía los hermosos rasgos bajo el corto pelo oscuro. Archer. Respiré hondo, me reí y me llevé la mano al pecho.
Sonrió.
Lo siento.
Me eché a reír de nuevo.
No pasa nada. No te he oído acercarte. ¿Qué haces aquí?
—He venido a verte —explicó, mirándose los pies durante un segundo y metiendo las manos en los bolsillos antes de volver a sacarlas para hablar por signos—. ¿Te parece bien? —Mantuvo la cabeza gacha, pero alzó la mirada, entrecerrando los ojos un poco. Me dio un vuelco el corazón.
Sí, claro que sí —dije, sonriéndole—. Recibí el ramo que hiciste para mí. Me encantó.
Él asintió, esbozando una sonrisa, pero luego su expresión se volvió preocupada.
Lamento lo de ayer. —Se pasó la mano por su pelo recién cortado—. Quería explicarte que…
—Archer… —le interrumpí, cogiéndole la mano para que dejara de hablar—, ¿qué te parece si te doy esta noche la lección de cocina y hablamos entonces? ¿Te va bien?
Él me observó durante un segundo y luego hizo un gesto de asentimiento. Metió de nuevo las manos en los bolsillos y echó un vistazo a su alrededor con actitud insegura.
Sonreí.
Vale, genial… Ahora voy a casa a ducharme y a coger la bici.
Él volvió a asentir.
—Entra —le dije, señalando el coche—. Te llevo a casa.
Él contempló mi pequeño Escarabajo como si fuera un platillo volante.
No, iré andando.
Fruncí el ceño.
Archer, en serio… ¿Por qué vas a ir andando cuando puedo llevarte yo?
Él retrocedió.
Nos vemos dentro de un rato.
Lo miré hasta que se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Bueno, él mismo…, pensé. Fue entonces cuando me di cuenta de que todo el mundo me miraba con curiosidad, paseando lentamente, como si así pudieran disimular su interés. ¡Caray con los pueblos pequeños! Podían ser irritantes. ¿Es que allí no existía un mínimo de privacidad?
Me metí en el coche y me dirigí a casa.
Una vez allí, me di una ducha rápida y me puse unos pantalones cortos de lino amarillo y mi camiseta blanca favorita. Me sequé a medias el pelo antes de volver a recogérmelo, dejando unos mechones sueltos para que me cayeran alrededor de la cara. Estuve un par de minutos ante el espejo; quería presentar mi mejor aspecto para Archer, y noté otra vez aquellas mariposas en el estómago ante la idea de pasar más tiempo con él.
Veinte minutos después, Phoebe y yo nos detuvimos ante la puerta abierta de Archer. Metí la bici dentro y cerré la puerta de la valla.
Como de costumbre, Phoebe trotó por el patio en busca de Kitty y los cachorros, que ahora seguían a su madre mientras iba de misiones secretas por la propiedad. Sonreí para mis adentros; me hubiera gustado conocer al tío de Archer. 
Él salió de la casa y me sonrió. Le devolví la sonrisa al tiempo que fui hacia él. Me llevaría algún tiempo acostumbrarme a su nuevo aspecto. ¡Dios, era guapísimo! Su ropa seguía siendo un poco extraña para un hombre de ¿veinticuántos años…? Espera, ¿qué edad tenía Archer?
—¿Cuántos años tienes? —le pregunté cuando estaba a unos cinco metros.
Él pareció confundido durante un segundo, luego miró a lo lejos, como si estuviera calculando.
Veintitrés —dijo finalmente.
Me quedé parada, con el ceño fruncido.
¿Por qué has tenido que pensarlo?
Sacudió la cabeza un poco.
Mi tío Nate no celebraba los cumpleaños, así que a veces me olvido de cuántos años tengo. Mi cumpleaños es el dos de diciembre.
No supe qué decir. ¿No había celebrado su cumpleaños durante todo ese tiempo? Parecía una tontería, y, sin embargo, por alguna razón, el corazón se me encogió de forma dolorosa.
Lo siento, Archer —le dije cuando me acerqué hasta él.
Encogió los hombros como si le diera igual.
¿Entramos?
Asentí.
Por cierto —comenté casualmente en voz alta, siguiéndolo al interior—. No sabrás nada del escalón que tenía suelto en el porche, ¿verdad? —Al volver a casa del trabajo, me había dado cuenta de que alguien lo había arreglado. Estaba segura de que no era cosa de George Connick, porque no lo había avisado, y la última persona que pisó mi porche fue Archer.
Él me miró y asintió.
Era peligroso —explicó—. He ido hoy a arreglarlo. Me ha llevado solo unos minutos.
Respiré hondo.
Gracias. Ha sido un detalle por tu parte. —¡Dios! Ese hombre acabaría matándome con sus atenciones.
Él se limitó a asentir, como si no hubiera hecho nada.
Cuando llegamos, me cogió de la mano para llevarme hasta el sofá y nos sentamos. Lo miré expectante. Que aquel hombre tan grande y atractivo, que tenía un cuerpo que, para conseguirlo, muchos hombres pasaban horas en el gimnasio, estuviera sentado ante mí con aquella mirada tan tímida e insegura, era algo que me
parecía inexplicable. Y, sin embargo, hacía que se me acelerara el corazón y que me hirviera la sangre en las venas. Parecía un poco incómodo, pero respiró hondo y comenzó a mover las manos.
Ayer… Yo…
—Archer —lo interrumpí—, no tienes que explicarme nada. Creo que entiendo que…
No, no lo haces —me cortó. Se pasó la mano por el pelo—. Bree, no estoy… —Dejó escapar un suspiro y vi que tensaba la mandíbula—. No tengo experiencia en… —Sus ojos brillantes se clavaron en los míos. La intensidad de su mirada impactó entre mis muslos. No podía evitarlo, mi cuerpo reaccionaba a él, me gustara a mí o no—. ¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo al tiempo que aparecían unos puntos rojos en lo alto de sus pómulos. ¡Dios, qué guapo era!
Lo que quieras.
—¿Querías…? ¿Ayer querías que te besara? ¿Que te tocara? —Separó un poco los labios mientras esperaba mi respuesta. Casi parecía como si su vida dependiera de ella.
—repuse sin dudar. Había coqueteado con otros chicos en el pasado. Juegos de simulación, flirteos, pero con Archer ni se me había pasado por la mente. Sería honesta con él. Nunca haría daño a propósito a aquel muchacho sensible; no pensaba herir a ese hombre más de lo que ya le habían herido.
Él dejó escapar un fuerte jadeo.
Yo quería besarte, tocarte, pero no sabía si tú también querías…
Sonreí mientras lo miraba entre las pestañas.
— Archer… —Cogí su mano y me la puse sobre el corazón, que latía salvaje dentro de mi pecho—. ¿Tú qué crees? —susurré bajito, ya que con las manos sostenía la suya contra mí—. ¿Notas cómo me afectas? El corazón se me ha acelerado porque tengo tantas ganas de que me beses que apenas puedo respirar.
Abrió los ojos; tenía las pupilas tan dilatadas que sus ojos dorados parecían casi negros. Entre nosotros pasó algo palpable. Me miró los labios y de nuevo los ojos.
No me moví. Instintivamente supe lo que significaba para él tomar la iniciativa. Me quedé quieta, con la mirada también clavada en su boca. Se humedeció los labios, y ese pequeño gesto envió una chispa de deseo entre mis piernas. Las apreté, tratando
de aliviar la necesidad que estaba acumulándose en ese punto.
«Bésame… Bésame… », canturreé en mi mente. La tensión sexual creció de manera exponencial cuando comenzó a bajar poco a poco la cabeza hacia la mía, y casi gemí en voz alta.
Se acercó, con los labios separados; su expresión era una mezcla de incertidumbre y lujuria descarada. Nunca podría olvidar en mi vida la belleza pura de su mirada. La próxima vez no sería igual. Una vez que me hubiera besado, que me hubiera dado su primer beso —y estaba segura de eso—, nunca volveríamos a ser los mismos. Grabé en mi memoria aquel momento, lo convertí en una parte de mí.
Después, sus labios rozaron los míos y gemí; un sonido jadeante que procedía del fondo de mi garganta. Abrió los ojos y se detuvo un instante. Su mirada era cada vez más oscura hasta que, por fin, apretó la boca con firmeza contra la mía, y cerró de nuevo los párpados. Yo también cerré los míos, y me empapé de la sensación de sus labios suaves degustando mi boca, experimentando, rozando con suavidad antes de presionar de nuevo. Después de varios segundos, acercó más su cuerpo al mío y recorrió con la lengua la unión de mis labios, que abrí al instante, invitándolo sin reservas. Su lengua entró en mi boca de manera tentativa, y usé la mía para enredarla con la suya. Se acercó todavía más y soltó un suspiro dentro de mi boca, como si
estuviera insuflándome vida. Y tal vez fuera así. Tal vez había sido así todo el tiempo.
Me apoyó la espalda con suavidad en el sofá sin retirar sus labios y se inclinó sobre mí, doblando la cabeza. El beso se hizo más profundo mientras continuaba barriendo el interior de mi boca con la lengua, enlazándola con la mía en una lenta danza erótica.
Y nada había sido tan perfecto en mi vida.
En mi corazón floreció la delirante certeza de lo mucho que deseaba tener a ese hombre sobre mí, besándome siempre…, y casi sentí ganas de llorar de felicidad.
Después de varios minutos, él se apartó, jadeante, tomando aire a bocanadas mientras me miraba a los ojos. Le devolví la mirada sonriente, pero en vez de corresponder a mi sonrisa, volvió a apretar sus labios contra los míos y yo subí las manos para enterrar los dedos en su pelo, que aferré con suavidad. Me sentía tan bien que gemí de nuevo al tiempo que movía las caderas contra su pétreo cuerpo. Sentía su gruesa y dura erección, y me contoneé hasta que me apretó justo donde más lo necesitaba. El calor que irradiaba su miembro traspasó la tela de los vaqueros y el lino de mis pantalones cortos. Soltó otro soplo de aire en mi boca y lo bebí, sabiendo que era un gemido sin sonido.
Presionó su erección con cuidado y apartó los labios de los míos para mirarme de forma inquisitiva, como si quisiera comprobar que me gustaba lo que hacía. Su dulzura y su preocupación por saber lo que yo deseaba me aceleraron el corazón, y esbocé una sonrisa.
—Sí —suspiré—. Sí.
Volvió a besarme, ahora acompañando el beso con un suave balanceo de sus caderas para que su erección se moviera sobre mi clítoris en deliciosos círculos. Me pregunté si sabía que los movimientos que le resultaban placenteros a él también me lo resultaban a mí. Intenté transmitirle que me encantaba lo que estaba haciendo, jadeando en su boca y arqueando las caderas hacia arriba. Él ajustó sus movimientos de acuerdo a mis reacciones, y notar que estaba tan en sintonía con mi propio placer envió otro escalofrío a mi núcleo, provocando que sintiera un hormigueo en el clítoris y que se hinchara, con la sangre palpitando con furia en el inflamado brote. Me di cuenta, aturdida, de en qué medida la danza amorosa entre un hombre y una mujer era puro instinto, pura comunicación tácita de la pareja.
Al moverse sobre mí, frotó mis rígidos pezones con su pecho, haciendo que más chispas salieran disparadas hacia abajo. De su boca salió otra ráfaga de aire, y, al sentirla, me tensé de manera deliciosa, estremeciéndome al alcanzar la liberación. Me solté de su boca y grité, arqueando la espalda.
Sentí que él también se estremecía y que se derrumbaba sobre mí, con la respiración entrecortada. Cuando abrí los ojos, él me miraba con una expresión que solo podía describirse como de puro asombro. Se sentó sin dejar de mirarme y usó las manos para hablar.
¿Es esto lo que debía ocurrir? Quiero decir…, ¿es normal que ocurra solo con besos?
Me reí y asentí al tiempo que levantaba las manos.
—confirmé—. No siempre, pero sí, ocurre a veces.
Me incliné y lo besé con suavidad en la boca. Cuando me retiré, su rostro se iluminó con una enorme sonrisa. ¡Oh, Dios, mi pobre corazón! No podía resistirme a esas sonrisas. Eran demasiado…, demasiado hermosas, demasiado abrumadoras.
Me volví a reír ante la expresión un poco engreída de su cara. No iba a decirle que correrse dentro de los pantalones no era algo como para sentirse particularmente orgulloso, porque lo cierto era que nunca había estado ni la mitad de excitada como lo había estado con él en ese sofá, hacía tan solo unos minutos. Así que podía ser un poco presumido. Me reí de nuevo, feliz, y lo volví a besar antes de echarme hacia atrás.
Ahora no voy a darte una clase de cocina. Voy a cocinar para ti. Quiero cuidarte esta noche. ¿Te parece bien?
Me observó con una mirada cálida y suave antes de hacer un gesto afirmativo.
—repuso, simplemente.
Mientras Archer se duchaba, yo me familiaricé con la pequeña cocina y me puse a preparar la cena. Era la primera vez que cocinaba para alguien desde hacía casi un año, pero me sentí feliz y satisfecha mientras disponía lo que iba a cocinar, tarareando mientras trabajaba. Cuando Archer entró, llenó un bol con patatas fritas de bolsa y otro con salsa de cebolla que guardaba en la nevera.
Un aperitivo —dijo sonriente mientras los ponía sobre la encimera.
¡Genial! —Me reí y luego aparté un par de patatas para llegar a una que se había doblado durante el proceso de fritura. Eran mis favoritas. Acostumbraban a ser más crujientes y resultaban perfectas para que usarlas como una pequeña cuchara para coger la salsa. Me la metí en la boca y sonreí antes de volver a mi faena.
No hablamos demasiado mientras cocinábamos, porque yo tenía las manos ocupadas y él parecía satisfecho observándome. Permaneció cerca de mí con sus estrechas caderas apoyadas en la encimera. Lo miré un par de veces de reojo para recrearme con su imagen: de pie, con los brazos cruzados y una sonrisa de felicidad
en la cara.
En varias ocasiones me atrajo hacia él y me besó a conciencia, sorprendido al ver que no lo detenía. Sonreí, busqué otra patata frita doblada y me la comí. Cuando lo tuve todo preparado, pusimos la mesa y nos sentamos. En el momento en que empecé a servir la comida, Archer me sujetó la mano.
Gracias por todo esto. —Parecía casi un niño que no supiera cómo expresar lo que quería decir en realidad—. Gracias —repitió. Comprendí muy bien a qué se refería. Hacía mucho tiempo que nadie se ocupaba de él.
Probó la comida y se reclinó en la silla, poniendo la misma expresión soñadora que había aparecido en su cara después de nuestro primer beso.
¿Está bueno? —pregunté con una sonrisa.
Asintió, sin dejar de masticar.
Tenías razón, eres muy buena cocinera.
—Gracias —dije, feliz—. Me ocupaba de la cocina en la tienda. Mi padre y yo preparábamos todas las recetas. Solíamos cocinar juntos.
Miré más allá de Archer, imaginando a mi padre lanzándome harina a la cara para luego simular que había sido un accidente. Sonreí ante el recuerdo, notando una cálida sensación en el pecho y no la desagradable tensión que había experimentado durante los seis últimos meses cada vez que me venía a la mente una imagen de mi padre.
¿Estás bien? —se preocupó Archer. Curvé los labios en una amplia sonrisa y le apreté la mano con cariño.
Sí, estoy bien.
De pronto, comenzó a caer la lluvia suavemente al otro lado de la ventana de la cocina, y Archer me observó, preocupado. Volví la vista hacia él cuando percibí que movía las manos.
Esta noche no se espera tormenta —intentó tranquilizarme, leyendo mi mente.
Respiré y sonreí, relajando los hombros. Archer me estudió, me cogió la mano y la mantuvo sujeta entre las suyas.
Me levanté para acercarme a la puerta de entrada y llamé a Phoebe, que ya estaba en el porche. La dejé entrar, y ella se sentó en la alfombra del salón.
Volví después a la mesa, donde me aguardaban Archer y la cena. Ninguno de los dos dijo nada durante un par de minutos, mientras seguíamos comiendo.
Cuando terminamos, ayudé a Archer a lavar los platos.
Archer, quería preguntarte sobre algo que ha ocurrido hoy en el trabajo —le dije mientras secaba un plato recién aclarado.
Él me miró, con las manos metidas en el agua jabonosa, y asintió.
Dejé el plato seco en la alacena antes de comenzar a hablar por signos.
Hoy ha entrado una mujer en la cafetería y… —Hice una pausa, pensando cómo expresar lo siguiente—. No me ha amenazado exactamente, sino que más bien me ha advertido. Me ha dicho que me mantenga alejada de ti.
Archer se fijaba en mis manos, y, cuando acabé, subió los ojos a mi cara con el ceño fruncido. Ladeó la cabeza hacia la derecha como si desconfiara, como si supiera lo que estaba a punto de decir.
Victoria Hale — espeté, e inmediatamente tensó la mandíbula.
Giró la cabeza para mirar el agua jabonosa. Siguió con los ojos allí clavados durante unos segundos antes de sacar lo que había estado lavando y ponerlo al lado, en el otro fregadero vacío, provocando un repentino estrépito que me sobresaltó.
Se pasó por el pelo las manos mojadas antes de quedarse inmóvil, apretando los dientes varias veces.
Le toqué el brazo con suavidad, y, aunque no me miró, se relajó un poco.
Retiré la mano y esperé, examinando su expresión y su cuerpo tenso, pensando que no había visto a Archer Hale enfadado. Lo había visto precavido y tímido, inseguro, pero nunca enfadado. No estaba segura de qué hacer.
Él respiró hondo, pero no dijo nada. Contempló algo por encima de mi cabeza como si su mente se hubiera perdido de pronto en algún lugar lejano.
¿Vas a hablarme sobre ella, Archer?
Volvió a observarme, ahora con una mirada clara. Respiró hondo una vez más e hizo un gesto de asentimiento.
Nos secamos las manos y dejamos los últimos platos en la alacena antes de dirigirnos al salón. Me senté a su lado en el sofá y esperé a que hablara.
Después de un segundo me miró.
Cuando mi tío estaba muriendo, a veces tenía la cabeza un poco… más normal.
Desvió de nuevo la vista por encima del hombro, aunque al momento regresó al presente, buscando mis ojos.
Era casi como si el cáncer hubiera hecho desaparecer a ratos lo que le hacía ser… diferente mentalmente. Tenía momentos de normalidad y cordura que no había visto antes en él, o al menos no durante períodos tan prolongados de tiempo.
»A veces, en esos momentos, me confesaba algunas cosas. Hechos de su vida, cómo había amado a mi madre… —Un breve destello de dolor cruzó su rostro antes de sacudir la cabeza.
»Un día, entré en su habitación y me lo encontré llorando; me detuvo para decirme cuánto lo sentía. Al preguntarle por qué, me dijo que cuando estaba en el hospital, justo después de que me dispararan… —Se llevó una mano inconscientemente hasta la cicatriz para frotársela con suavidad, y luego dejó caer el brazo—. Los médicos le dijeron que yo podía recuperar la voz, pero que había que operar con rapidez. —Hizo una pausa y volvió a apretar los dientes con expresión amarga.
»Luego me contó que había hablado con Victoria para programar la operación, y ella le dijo que quizá fuera mejor que no pudiera hablar. Si no podía hablar, no podían hacerme preguntas. Se aprovechó de la paranoia de mi tío para cancelar la operación, y yo perdí la oportunidad de volver a hablar.
Contuve la respiración, horrorizada.
¿Por qué? —pregunté—. ¿Por qué hizo eso? ¿Por qué no quería que hablaras?
Sacudió la cabeza, mirando hacia otro lado durante un segundo.
Porque sé cosas que no quiere que se sepan. O quizá porque me odia. Quizá por todo a la vez. Nunca lo he sabido. —Movió la cabeza—. Pero no importa.
Arrugué la frente, confundida.
Archer, seguramente sabe que puedes escribir. Que te puedes comunicar, si quieres. ¿Qué es lo que no quiere que compartas?
Respiró hondo.
No importa, Bree. Es algo de lo que jamás hablo. Eso es lo más gracioso. Me privó de la única oportunidad de ser normal, de ser una persona de verdad, de vivir una vida como la de los demás, y todo por nada. Jamás habría contado su maldito secreto.
—Archer. —Sostuve sus manos y las puse contra mi corazón, como había hecho antes—. Eres una persona de verdad, y puedes vivir una vida como la de los demás. ¿Quién te ha dicho que no puedes? —Sentí que mi corazón se resquebrajaba. Aquel hombre tan dulce y gentil se tenía en muy poca consideración.
Bajó la vista, moviendo la cabeza, incapaz de responderme porque yo seguía sosteniendo sus manos contra mi pecho.
No le pregunté qué secreto le guardaba a Victoria. Sabía que Archer me lo confiaría cuando se sintiera cómodo. Había vivido solo y aislado toda su vida, sin nadie con quien hablar durante mucho tiempo. Igual que me ocurría a mí con la cocina y la intimidad, había que dar pasos pequeños. Cada uno a su forma, estábamos aprendiendo a tener confianza.
Sin embargo, yo aún tenía una última pregunta. Solté sus manos.
¿Por qué me ha dicho que eres violento? —pregunté por signos. Era una cuestión ridícula. Archer era el hombre más apacible que conocía.
Vino aquí después de que mi tío muriera, después de verme un par de veces por el pueblo. No supe para qué, y tampoco me importa. Estaba enfadado y me sentía dolido. La eché de mi casa, la empujé y se cayó de culo. —Parecía avergonzado, aunque no tenía necesidad, al menos en lo que a mí respectaba.
Apreté los labios.
Lo entiendo, Archer. Se lo merecía. Eso y mucho más. Lo siento.
Él me miró, estudiando mi expresión. Ladeó la cabeza, un gesto que parecía servir para que se concentrara.
No le has hecho caso. Me has preguntado por ella después de… besarme.
Asentí.
Te conozco —dije con sencillez.
Parecía como si estuviera montando un rompecabezas en su mente.
¿Me crees a mí en vez de a ella?
—Sí, ya te lo he dicho. Por completo.
Nos miramos el uno al otro durante unos instantes, y luego se dibujó en su rostro una de esas sonrisas de infarto. Casi gemí cuando una oleada de calor recorrió mis venas. Esa sonrisa era mía; hubiera apostado que nadie había conseguido que Archer Hale sonriera así desde hacía mucho, muchísimo tiempo. Me sentía egoísta y posesiva con respecto a ella, así que le correspondí con otra.
¿Podemos besarnos un poco más? —preguntó, con los ojos brillantes de deseo. Me reí.
¿Qué? —me presionó.
Nada —repuse—. Nada en absoluto. Ven aquí.
Permanecimos mucho tiempo en el sofá. Fue dulce y suave, con aquella intensa necesidad satisfecha por el momento. Nos concentramos en la boca del otro, memorizando su sabor y disfrutando de la intimidad de los besos, de los labios, de nuestro aliento.
Cuando abrimos los ojos, él me miró, me retiró un mechón de pelo de la cara y me lo colocó por detrás de una oreja, diciéndome con los ojos lo que no podía expresar a viva voz. Nos dijimos mil palabras sin pronunciar ni una sola en voz alta.
Más tarde, después de que la suave lluvia hubiera cesado, Archer me acompañó a casa, andando junto a la bici, con Phoebe acomodada tranquilamente en la cesta.
Me cogió la mano, mirándome con timidez y sonriendo cuando le devolvía la sonrisa. Mi corazón parecía a punto de estallar dentro de mi pecho.
Luego volvió a besarme en los escalones de entrada, un beso tan dulce y suave que me dolió el corazón. Seguí sintiendo sus labios contra los míos mucho después de que se hubiera alejado y hubiera doblado la esquina, desapareciendo de mi vista.


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Mensaje por Yani Jue 9 Feb - 16:12

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Mensaje por eilyno Jue 9 Feb - 16:24

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Mensaje por Yani Jue 9 Feb - 17:30

18
Bree
Al día siguiente, el móvil me arrancó de un sueño profundo. Miré el reloj; eran las cuatro y media de la madrugada. ¿Qué demonios…?
—¿Hola? —dije aturdida, al contestar.
—¿Cariño? —Era Maggie.
—Hola, Mags, ¿qué ocurre? —pregunté, preocupada.
—Cariño, voy a aceptar tu oferta para cocinar. Norm lleva toda la noche vomitando. No va a poder ir a trabajar esta mañana. Si no te apetece hacerlo, dímelo. Pero si no vienes, tendremos que cerrar hoy.
Permanecí en silencio un momento, sabía que si la cafetería cerraba aunque solo fuera por un día, sería un trastorno económico muy grande para Norm y Maggie. Sus hijos eran mayores, pero había escuchado cómo le mencionaban a un amigo que durante los últimos años habían trabajado para compensar el tiempo que no pudieron ahorrar mientras sus hijos estaban en la universidad.
—Claro que lo haré, Maggie.
Ella dejó escapar un suspiro.
—Muy bien, muy bien. Muchas gracias, cariño. ¿Nos vemos allí?
—Sí, y dile a Norm que se mejore.
—De tu parte, cariño. Gracias.
Colgué. Iba a cocinar para otras personas. Permanecí allí sentada durante un par de minutos, pero no me sentía preocupada por ello, sino por si sería capaz de mantener el ritmo y servir las comandas según llegaran. Quizá fuera porque había cocinado ya para Archer, o tal vez porque había llegado a comprender mejor mis emociones y miedos. En cualquier caso, no tenía tiempo para quedarme allí sentada todo el día, pensando en eso. Tenía que ir a la cafetería y prepararlo todo.
Me di una ducha rápida y me puse el uniforme. Me sequé el pelo antes de recogerlo en un moño bajo, asegurándome de que no quedaba un mechón suelto. Luego saqué a Phoebe para que hiciera sus necesidades, le di de comer y corrí hacia la puerta.
Diez minutos después, entraba en la cafetería. Maggie había llegado unos minutos antes.
Te ayudaré a prepararlo todo —me dijo—. Es bastante sencillo. Aunque si sabes hacer huevos, tortitas, beicon y tortillas, todo irá bien. No servimos platos demasiado elaborados.
Asentí.
—Creo que me las arreglaré, Maggie. Diles a los clientes que es mi primer día y que quizá tardes un poco más en servirles la comida —Sonreí.
—Tranquila, yo me encargaré de ellos. —Me dedicó una amplia sonrisa. 
Cogí todos los ingredientes necesarios de la nevera y los puse en recipientes detrás de los fogones para poder acceder a ellos con facilidad. Maggie batió varias docenas de huevos y los metió en la nevera que había debajo, preparados para que yo los utilizara cuando fuera preciso. Media hora más tarde, con todo listo, Maggie se puso a hacer el café y a colgar el letrero de «Abierto». 
La campanilla de la puerta comenzó a sonar un par de minutos después, cuando comenzaron a llegar los primeros clientes. Pasé la mañana haciendo tortillas, friendo lonchas de beicon, croquetas, patatas y vertiendo mezcla de tortitas sobre la plancha. Algunas veces me retrasaba un poco, pero, en general, para ser mi primera vez en aquella cocina y estar sirviendo a mucha gente en poco tiempo, me sentí orgullosa del trabajo que había realizado. Supe que Maggie también estaba contenta por los guiños y sonrisas que me lanzaba por la ventanilla de comunicación.
—Estás haciendo un trabajo magnífico, cariño —aseguró.
Cuando el ritmo se hizo menos frenético, empecé a dar un toque propio en algunos de los platos: un poco de ajo en las tortillas, un chorrito de leche en los huevos revueltos, unas gotas de nata en el agua con que batía la masa de las tortitas…, detalles que me había enseñado mi padre.
Cuando estaba ya con los almuerzos, se me ocurrió hacer una ensalada de patatas con beicon y otra de pasta a la pimienta, que habían sido los platos estrella de la tienda. Sonreí mientras las preparaba, feliz de que no estuviera resultando una tarea triste, sino algo que ayudaba a mantener vivo el recuerdo de mi padre.
Los almuerzos salieron incluso mejor que los desayunos, dado que ya dominaba la cocina y ya sabía cómo funcionaba cada aparato.
Maggie indicó a los clientes que había dos ensaladas especiales, y a las doce y media ya habían desaparecido ambos platos.
—A la gente le ha gustado mucho esas ensaladas, cariño —me indicó Maggie, contenta—. ¿Crees que podrías hacerlas también mañana?
—Claro que sí —repuse con una gran sonrisa.
A las tres de la tarde, cuando la cafetería cerró, Maggie y yo estábamos agotadas, pero chocamos las palmas, satisfechas por el resultado obtenido. Nos sentíamos cansadas, pero felices.
—¿Crees que me necesitarás también mañana?
—Creo que no. Espero que mañana Norm ya esté recuperado, pero ya te lo haré saber. —Me guiñó un ojo—. Has hecho un buen trabajo. —Me miró con aire pensativo—. Incluso después de que vuelva Norm, ¿te interesaría hacer esas ensaladas para incorporarlas a la carta?
Sonreí.
—Me encantaría.
Salí de la cafetería, feliz, y me dirigí al coche. Cuando me detuve junto a él, un coche patrulla aparcó en la plaza de aparcamiento contigua. Travis estaba dentro.
Me quedé junto a mi coche, sin sentarme al volante, esperando a que Travis apagara el suyo y saliera.
Se acercó a mí con una sonrisa en el rostro, aunque no parecía sincera.
—Hola, Bree.
—Hola, Travis. —Yo también le sonreí.
—¿Es cierto?
La sonrisa desapareció de mi cara.
—¿Si es cierto qué? —pregunté, sin saber a qué podía estar refiriéndose.
—¿Que Archer es más que un amigo para ti? —Apoyó la cadera en mi coche y cruzó los brazos con los ojos clavados en mí.
Suspiré, bajé la vista un segundo y luego la volví a subir para mirar a Travis.
—Sí, Travis. Es verdad. —Cambié el peso del cuerpo de un pie al otro, un poco incómoda delante de ese chico al que había besado—. De hecho, ahora voy a…, mmm…, verlo.
Él se rio.
—¿A verlo? ¿Cómo puede ser? —Parecía confundido de verdad.
Me sentí irritada y me erguí, poniendo la espalda recta.
—¿Que cómo puede ser? Pues puede ser porque es un buen hombre, porque es inteligente, dulce y… ¿Por qué estoy dándote explicaciones? Mira, Travis, lo cierto es que… me gusta de verdad, y no es como si estuviera tratando de salir contigo ni nada. No estoy muy segura de qué es lo que está ocurriendo entre nosotros, solo sé que quiero estar con él. Espero que entiendas que no quiero salir con nadie más. Solo con él. Solo con Archer.
Entrecerró los ojos, mirándome fijamente, y la ira nubló su expresión durante un instante. Sin embargo, con la misma rapidez, cambió su actitud y encogió los hombros.
—Mira, no voy a decirte que me guste esto. Me interesas, así que sí, me jode escucharlo. —Frunció los labios—. Pero, mira, si has encontrado la manera de comunicarte con Archer, ¿cómo voy a enfadarme? Ese chaval lo ha pasado muy mal. No soy tan egoísta como para privarle de un poco de felicidad. Así que… os deseo lo mejor a los dos, Bree. De verdad.
Dejé escapar un suspiro. Decidí ignorar que había llamado «chaval» a Archer a pesar de que, en realidad, Archer era un par de meses mayor que él.
—Gracias, Travis —me limité a decir—. Agradezco mucho tu actitud. ¿Amigos? —sugerí con expresión afable.
Él gimió.
—¡Ay…! Solo amigos. —Pero luego sonrió, y no pareció que fuera un gesto fingido esta vez—. Sí, amigos.
—Genial. —Solté el aire que había estado conteniendo.
Nos reímos durante unos segundos y luego lo vi ladear la cabeza como si estuviera pensando.
—Escucha, Bree, toda esta situación me ha hecho darme cuenta de que he sido un idiota, no le he puesto las cosas fáciles a Archer. Quizá lo descarté con demasiada rapidez, pensando que su silencio significaba que no estaba interesado en tener amigos. Quizá no me esforcé lo suficiente.
Asentí, complacida.
—Sí, él quiere que lo traten como a una persona normal. Y nadie lo hace. La gente del pueblo lo ignora, finge que no existe. —Fruncí el ceño.
Travis me observó atentamente.
—Eres una buena persona, Bree. A finales de semana iré a su casa a saludarlo.
—Eso sería genial, Travis. Creo que le gustaría mucho.
—Bien. —Esbozó una sonrisa—. Ahora me voy a ahogar mis penas en el pastel de cereza de Maggie.
—La cafetería está cerrada —le informé, fingiendo una expresión de tristeza antes de sonreír de oreja a oreja.
—Ya, pero Maggie sigue ahí dentro —repuso con diversión—, y en cuanto le eche un vistazo a mi cara, me dará un buen trozo. —Me guiñó un ojo—. Que tengas un buen día.
—Igualmente, Travis. —Me metí en el coche y me dirigí a casa, cantando lo que sonaba en la radio durante todo el camino.
Una hora más tarde, me duché y me puse unos vaqueros oscuros y una camiseta azul claro, luego me peiné, dejándome el pelo suelto. Diez minutos después me detenía ante la puerta de Archer con Phoebe en la cesta. Empujé la puerta, que estaba entreabierta, y solté a mi perrita para que corriera en busca de sus amigos caninos.
Apoyé la bici contra la valla de Archer antes de ponerme a recorrer el largo camino de entrada. Archer apareció por un lateral de la casa, vestido con unos vaqueros rotos, unas botas de trabajo… y nada más. Su pecho brillaba de sudor cuando se pasó un brazo por la frente. Evidentemente, se había dedicado a uno de sus muchos proyectos.
Sonrió al verme, y aceleré el paso al tiempo que las mariposas revoloteaban en mi interior. Acabé corriendo a su encuentro.
Cuando casi había llegado hasta él, di un salto y volé a sus brazos, riéndome feliz cuando él dio vueltas conmigo, con una muda risa en la mirada.
Incliné la cabeza y lo besé apasionadamente, perdiéndome en el dulce gusto a canela de su boca, mezclado con ese singular sabor que le pertenecía solo a él. Pasé los labios por su rostro, sonriendo al notar un punto salado en su piel.
Me observó de una forma que me hizo sentir querida. Su mirada era a la vez maravillada y alegre. Me di cuenta de que era yo la que ponía aquella expresión en la cara de ese hermoso hombre, y mi corazón se derritió. Volví a percibir mariposas en el estómago. Le pasé el pulgar por el pómulo y lo contemplé desde arriba, desde donde me sostenía.
—Te he echado de menos hoy —confesé.
Sonrió, y sus ojos me dijeron todo lo que sus manos no podían mientras me abrazaba. Volvió a capturar mi boca en un beso profundo.
Después de unos minutos, nos separamos en busca de aire.
—Has aprendido a besar con rapidez, ¿verdad? —Me guiñó un ojo, y percibí su risa silenciosa cuando su pecho vibró contra el mío.
Me bajó y comenzó a usar las manos.
—Pareces más feliz hoy.
Asentí mientras caminábamos hacia la casa. Entramos en la cocina, donde él llenó dos vasos de agua mientras yo le contaba mi día en la cafetería.
Archer bebió mientras me miraba; parecía complacido por mi felicidad. ¡Qué hombre más dulce! Me fijé en cómo se movía su garganta al tragar, cómo se le estiraba la cicatriz al beber. Dejé de hablar y me incliné hacia delante para besar ese punto, recordando brevemente lo que me había contado el día anterior sobre Victoria Hale, la bruja. ¿Qué horrible clase de persona tenía que ser aquella mujer para haberle hecho aquello a Archer, para asegurarse de que viviera con aquella desventaja para siempre, aislándolo y haciéndolo sentirse disminuido y limitado? Yo no era una persona violenta, pero cuando pensaba en ello, me notaba capaz de infligirle un profundo dolor físico sin cargar con la más mínima culpa.
Rodeé la cintura de Archer con los brazos y apoyé la cabeza en su pecho, escuchando los latidos de su corazón. Froté la cara contra la cálida piel y la acaricié con la nariz para inhalar su olor almizclado. Comencé a saborearlo con la lengua hasta que noté que se tensaba contra mí; entonces lo estreché con fuerza, y él se
estremeció débilmente. Enredó los dedos en mi pelo hasta que gemí, cerrando los ojos. Los abrí para observarlo, y lo descubrí adorándome con aquella expresión de asombro que hacía que mi corazón quisiera escapárseme del pecho. Nos miramos el uno al otro durante varios segundos antes de que pusiera sus labios sobre los míos e introdujera su cálida y húmeda lengua en el interior de mi boca, que enlazó de forma deliciosa con la mía.
Unos profundos ramalazos de placer bajaron hacia mi sexo, y me apreté contra la erección de Archer para intentar obtener cierto alivio a los intensos latidos que palpitaban entre mis piernas. Pero aquello solo incrementó mi anhelo.
—Archer… —suspiré, liberándome de su beso.
Me soltó y clavó sus ojos en los míos con una expresión nerviosa y hambrienta.
Sé que te gusta que te pase las manos por el pelo. Demuéstrame de qué más formas te gusta que te toque. Enséñame lo que te gusta —dijo.
A medida que sus manos desgranaban las palabras lentamente, se me aceleró la respiración y noté más humedad entre las piernas. A pesar de lo erótica que resultaba esa pregunta, me sentía también un poco insegura. Nunca me habían pedido nada semejante, y no sabía muy bien qué hacer, ni por dónde empezar. Tragué saliva.
Sin apartar sus ojos de los míos, Archer me acompañó hasta el sofá, donde me sentó con suavidad. Lo observé parpadeando, y me mordisqueé el labio. Cuando se quedó de pie delante de mí, con su erección llenando la parte delantera de los vaqueros, parecía una fantasía que nunca había hecho realidad. Pero en mi fantasía no había llegado a ver en sus hermosos rasgos aquella mirada de sorprendida lujuria.
Jamás había imaginado que existía Archer Hale en algún lugar de este maldito mundo lleno de locos, ni que estaba hecho para mí.
Y en ese momento, lo supe. Me estaba enamorando de aquel hombre atractivo que me contemplaba en silencio. Si es que no me había enamorado ya.
Se sentó en el sofá, a mi lado, y se inclinó para besarme con dulzura antes de pasarme las manos por el pelo otra vez haciéndome gemir. Me encantaba que hiciera eso. Para mí sería suficiente que Archer estuviera deslizando los dedos por mi cuero
cabelludo durante toda la noche. Vale, no lo sería…, pero, aun así, era delicioso. Le sonreí, y él me miró de forma inquisitiva.
—El cuello… —susurré—. Me gustaría que me besaras el cuello…
Se inclinó de inmediato, y acercó sus suaves labios a mi cuello. Arqueé la cabeza hacia atrás y suspiré, enredando mis dedos en su espeso y sedoso pelo.
Comenzó a lamerme la piel con suavidad, moviendo los labios de un punto a otro, mientras yo le indicaba con mis gemidos qué era lo que más me gustaba. Y, como en todo lo demás, aprendió con rapidez cómo conseguir que me retorciera debajo de él.
La excitación me volvió más audaz, y empujé su cabeza hacia abajo, hasta mis pechos. Me entendió perfectamente, y se echó hacia atrás para ahuecar las manos sobre ellos, sintiendo su peso.
Sus ojos buscaron los míos, brillantes de deseo, y luego los bajó de nuevo a mi cuerpo al tiempo que me levantaba la camiseta hasta pasármela por la cabeza. Deslizó la mirada sobre mí, allí tendida con un sencillo sujetador de encaje blanco, y respiró hondo.
Me llevé la mano hasta el cierre y lo solté. Archer agrandó los ojos mientras me contemplaba los pechos. En otras circunstancias, podría haberme sentido incómoda, pero la descarada lujuria que veía en sus ojos y la mirada de agradecimiento eran tan intensas que pesaban más que su escrutinio.
Eres la cosa más bonita que he visto en mi vida —me dijo con una pequeña sonrisa.
—Puedes besarme ahí, Archer —susurré, con tantas ganas de sentir su cálida y húmeda boca en los pezones que casi me dolía.
Le brillaron los ojos y se inclinó de inmediato, como si eso fuera exactamente lo que quería hacer y solo hubiera estado esperando mi permiso.
Ahogué un grito y gemí por lo bajo cuando usó la lengua para saborear y lamer un pezón y luego el otro. La sangre me rugía en las venas, y no pude contenerme cuando mis caderas salieron disparadas hacia arriba, buscando alivio al profundo latido que
palpitaba entre mis piernas, pidiendo placer.
Archer continuó jugando con mis pezones, chupándolos hasta que mis gemidos se convirtieron en una combinación de éxtasis y agonía.
—Archer —jadeé al cabo de un rato—. Es demasiado. Tienes que parar.
Él alzó la cabeza y me miró con una pequeña mueca.
—¿No lo hago bien? —preguntó.
Me reí, un leve sonido torturado.
—Lo haces demasiado bien —confesé, mordiéndome el labio.
Inclinó la cabeza, estudiándome, antes de asentir.
Necesitas alivio —dijo—. Dime cómo puedo hacerlo con la mano.
Parpadeé.
—De acuerdo —susurré. Me di cuenta de que estaba usando la voz en lugar de las manos, a pesar de que ahora había espacio entre nosotros, y las moví para hablarle por signos—. ¿Puedes bajarme los vaqueros?
De inmediato se puso a desabrocharme los vaqueros y luego tiró de ellos, bajándomelos por las piernas. Su erección era patente tras la bragueta de los suyos.
Debía de necesitar alivio también. Lo quería ya en mi interior, pero sabía que sería su primera vez, y pensé que sería mejor esperar. No teníamos prisa.
Volvió al lugar donde había estado sentado, a mi lado y me miró de nuevo de forma inquisitiva. Cogí su mano y la puse por dentro de la cinturilla de mis bragas.
Noté que estaban mojadas.
La movió lentamente, y cuando sus dedos llegaron a mis pliegues y se deslizaron sobre mi humedad, comencé a gemir, echando la cabeza hacia atrás. Separé más los muslos y dejé caer una pierna para darle mejor acceso. Entonces comenzó a mover los dedos, introduciéndolos un poco en mi interior.
Después de un minuto, se movió y me quitó las bragas con suavidad y colocó la pierna de nuevo en el sofá. Cuando se incorporó, utilizó un dedo para trazar mis labios, ahora mirando lo que hacía. Yo estaba abierta y expuesta ante él de la manera más íntima posible. Pero, por extraño que resultara, no sentía timidez. En el momento en que rozó el inflamado brote, jadeé, gemí y me impulsé hacia sus dedos. Sus pupilas se dilataron, y me rodeó el clítoris con un dedo mientras yo gemía y movía la cabeza de un lado a otro sobre el cojín del sofá. Sentí que la sangre me hervía a fuego lento en las venas.
—Más rápido, por favor —supliqué.
Archer imprimió más velocidad a su dedo, que trazó pequeños círculos sobre el palpitante nudo, moviéndolo en respuesta a mis gritos y gemidos. Había conseguido excitarme hasta tal punto que solo hicieron falta dos minutos para que me tensara y alcanzara una gloriosa liberación, un placer tan intenso que grité el nombre de Archer al tiempo que arqueaba la espalda. Finalmente me desplomé en el sofá.
Cuando abrí los ojos, Archer me miraba con los labios entreabiertos, con aquella mezcla de adoración y lujuria en la cara.
Se inclinó sobre mí y me besó con ternura, mordisqueándome los labios de forma juguetona. Sentía la sonrisa de su boca, y yo también sonreí contra sus labios.
Pero luego, cuando me moví un poco, contuvo el aliento y recordé que era probable que él también estuviera en una situación necesitada.
Sin hablar, lo empujé hacia atrás y presioné con las manos hasta que estuvo sentado en el sofá con la espalda contra el respaldo. No dejó de mirarme, esperando a ver qué hacía. Me puse de pie y me subí las bragas para que no se me cayeran
alrededor de los tobillos.
Entonces me arrodillé ante él y le desabroché los vaqueros sin apartar la vista de su cara. Él me observaba con impaciencia, no tenía ni idea, literalmente, de qué estaba haciendo yo. ¡Oh, Dios mío! Sabía que Archer había vivido aislado en esa propiedad, pero me pregunté si su tío habría llegado a hablar con él sobre el sexo. Me pregunté cuánto sabría de lo que las mujeres y los hombres hacían en el dormitorio. O en el sofá del salón.
Le bajé los vaqueros y su erección saltó, libre. Me la quedé mirando durante un segundo con la boca medio abierta. Sin duda, estaba bien servido en ese aspecto.
Igual que el resto de su cuerpo, era grande y hermosa. Y parecía muy dura, casi dolorosamente, con el glande hinchado y púrpura.
Alcé la vista hacia él; estaba contemplándome con expresión de incertidumbre.
Eres hermoso —le dije por signos, y él se relajó de forma visible.
Me incliné hacia delante y lamí la inflamada punta con suavidad, haciendo que él se estremeciera y contuviera el aliento. Lo miré con satisfacción; tenía los ojos muy abiertos y las pupilas, todavía más dilatadas.
Volví a echarme hacia delante y pasé la lengua por la parte trasera del pene, desde la base hasta la punta, y luego rodeé el glande de nuevo con la lengua. Su respiración se volvió jadeante, y noté que comenzaba a tomar grandes bocanadas de aire.
Capturé la punta con la boca y usé el puño para sostener el pene por la base mientras lo succionaba hasta el fondo de la garganta. Subí y bajé la boca durante un rato, y cuando me eché hacia atrás para ver si le gustaba lo que estaba haciendo, se arqueó hacia mí, rogándome con la mirada que siguiera adelante. Esbocé una sonrisa y volví a introducírmelo en la boca.
Me puso las manos en la cabeza y comenzó a enredar los dedos en mi cabello al tiempo que me movía de arriba abajo por su dura longitud.
Menos de un minuto después, sentí que se hacía todavía más grande y duro en mi boca y que sus jadeos se volvían más fuertes cuando empezó a impulsarse hacia mi cara. Solo unos segundos después se quedó congelado y su esencia salada inundó mi boca. Tragué saliva antes de girar la lengua sobre la punta del pene una última vez antes de levantar la cabeza.
Ahora él tenía la mano en su propio cabello, sujetándose los mechones que le caían por la frente mientras me miraba como si acabara de descubrir el Santo Grial.
Le sonreí con suficiencia.
¿Y bien? —pregunté por señas.
Se limitó a asentir con la cabeza, con la misma expresión de antes en el rostro.
Me incliné y me senté en su regazo para besarlo en la boca. Él me devolvió el beso durante varios apasionados minutos y luego se retiró.
¿Vas a volver a hacerlo?
Dejé escapar una risa.
Sí. Ahora mismo no—sonreí—, pero sí, lo haré.
Lo besé de nuevo y luego me levantó de su regazo. Tiré de mi ropa mientras Archer se subía los vaqueros por sus estrechas caderas. Ahora podría decir que había visto casi todo su cuerpo. No podía esperar a verlo completamente desnudo. A sentir su piel contra la mía mientras se movía dentro de mí. Me estremecí. A pesar de que había disfrutado de un orgasmo menos de quince minutos antes, una nueva calidez se extendió por mis venas.
Me senté encima de sus piernas y lo besé en el cuello con suavidad, sacando la lengua para probar su sabor; era ligeramente salado por haber estado trabajando en el patio delantero, pero, como todo en él me resultaba delicioso. Aspiré profundamente cuando me rodeó con sus brazos, sosteniéndome con firmeza. Me sentí segura y protegida, rebosante de felicidad.
Después de un minuto, alcé la cabeza.
—Archer, ¿tu tío te contó algo sobre… el sexo? —Me sonrojé un poco, porque no quería avergonzarlo. Qué extraña era aquella situación, estar sentada en el regazo del hombre más sexy que hubiera conocido nunca, un atractivo joven de veintitrés años, y preguntarle si sabía de qué iba el sexo. No es que estuviera demasiado preocupada al respecto; evidentemente, era un alumno rápido y más que aplicado. Me imaginé que conocía los aspectos reproductores del asunto, los aspectos biológicos … Pero ¿conocía la variedad de cosas que hacían juntos los hombres y las mujeres?
Archer se encogió de hombros.
No. Su mente no funcionaba así. Siempre parecía tener algún problema en la cabeza, o estaba preocupado por la protección de nuestra propiedad. Le pregunté al respecto una vez, cuando tenía trece años, y me entregó un par de revistas.Miró hacia otro lado, como si estuviera un poco incómodo—. Había en ellas algunos artículos que… que me indicaron la esencia del tema. —Frunció el ceño y me examinó el gesto durante un minuto—. ¿Te importa que yo nunca…?
No lo dejé terminar.
No, Archer. Eres el hombre más sexy que he conocido nunca. Incluso aquel día, cuando me ayudaste en el aparcamiento, me sentí atraída por ti. A pesar de la barba de loco y el pelo largo. —Sonrió, y yo le devolví la sonrisa—. Creo que estamos muy bien juntos, ¿verdad? —bromeé antes de besarle el cuello.
Él esbozó una sincera sonrisa y asintió al tiempo que inclinaba la cabeza para capturar mis labios.
Estuvimos así durante unos minutos, dándonos besitos como si celebráramos estar juntos, envuelta en su delicioso aroma. Podría haberme quedado allí para siempre.
Alcé la mirada al recordar la conversación que había tenido con Travis.
He visto a Travis hoy en el pueblo, y me ha dicho que se iba a acercar a verte. —Archer arrugó la frente, pero no dijo nada.
No le mencioné el hecho de que había salido un día con su primo. No había querido contárselo nunca, porque no sentía nada por él, y ¿para qué sacar el tema?
De todas formas —continué—, me dijo que se sentía culpable por no mantener una relación contigo. —Archer arqueó una ceja, pero siguió escuchándome—. Que vendría esta semana a visitarte.
Él pareció reticente.
¿Qué pasa? —pregunté—. ¿No te parece bien?
Me bajé de su regazo y me senté a su lado, en el sofá, para poder hablar con las manos con más facilidad. En el poco tiempo que hacía que nos conocíamos, habíamos alcanzado una buena fluidez para comunicarnos con el lenguaje de signos, utilizando una especie de taquigrafía que ambos entendíamos, deletreando parte de las palabras y cosas así. Ahora tardábamos la mitad de tiempo que un par de semanas atrás en hacer una declaración.
Archer había mejorado significativamente en relación a cómo había usado el lenguaje de signos la primera vez, captando matices de mí a medida que avanzábamos. Después de todo, yo había hablado así toda mi vida; era mi segunda lengua. Él lo había aprendido en un libro y esta era la primera vez que lo ponía en práctica. Un par de semanas antes, había explicado cosas cuyos signos no conocía, pero ahora ya no le ocurría.
No, la verdad es que no —dijo—. Travis se mete con la gente, Bree. —Tensó la mandíbula al recordar algo mientras miraba hacia otro lado—. Hace un par de años que no lo veo, salvo cuando me cruzo con él en el coche patrulla.
Lo escruté.
Bueno, creo que ha cambiado. En realidad es un tipo agradable. Quizá deberías darle una oportunidad cuando venga. ¿No te apetece mantener relación con la familia que tienes en el pueblo? —Pensé que yo haría cualquier cosa por poder llamar así a una sola persona, y que haría todo lo que estuviera en mi mano para fomentar esa clase de relación si tuviera la oportunidad. Quería lo mismo para Archer. Odiaba la idea de que estuviera allí solo todo el tiempo, con excepción de mí. Quería que tuviera amigos, familia…, quería que fuera feliz, que formara parte de la comunidad.
Archer parecía seguir reticente, pero debió de fijarse en lo que debía de ser la expresión de esperanza de mi cara.
¿Tú quieres que le dé una oportunidad? —preguntó.
Dije que sí lentamente con la cabeza.
Siguió mirándome durante un minuto.
De acuerdo. Entonces lo haré —anunció con sencillez.
Ahuequé la mano sobre su mejilla antes de inclinarme para besarlo en los labios con suavidad.
—Sé que no es fácil para ti. Muchas gracias —dije sobre su boca.
Él asintió, tirando de mí para estrecharme con fuerza contra su cuerpo.


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Mensaje por Yani Jue 9 Feb - 17:31

Día 1: Capis 1 y 2
Día 2: Capis 3 y 4
Día 3: Capis 5 y 6
Día 4: Capis 7 y 8
Día 5: Capis 9 y 10
Día 6: Capis 11 y 12
Día 7: Capis 13 y 14
Día 8: Capis 15 y 16
Día 9: Capis 17 y 18
Día 10: Capis 19 y 20
Día 11: Capis 21, 22 y 23
Día 12: Capis 24, 25 y 26
Día 13: Capis 27, 28 y 29
Día 14: Capis 30, 31 y 32
Día 15: Capis 33, 34 y 35 + Epílogo


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Mensaje por eilyno Jue 9 Feb - 22:33

Graciassss x los capi


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Mensaje por Macs Vie 10 Feb - 0:16

Capitulo 17 y 18
uff que capítulos... no puedo creer que pasara esto después de un corte de cabello... me imagine que Archer seria inexperto hasta un punto es algo lindo :3
Travis sigue sin darme buena espina la verdad no me cae bien desde el inicio siento que trama algo
me gusta bastante la relación que Archer y Bree llevan....
ooo y ese arreglo que le dio Archer me encanto el gesto, Archer me encanta :3


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Mensaje por Invitado Vie 10 Feb - 0:20

Woooow me encantaron estos capis,  adoro como le enseña Bree todo eso del amor y besos y placer a archer, ya quiero que le enseñe lo bueno que es el sexo jejejeje

Travis como siempre me da mala espina .....
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Mensaje por LuVelitta Vie 10 Feb - 2:42

Me encantaron estos capítulos, no solo por el gran avance que tuvieron  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 3586515659 Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 3586515659 sino por la dulzura de Archer, la manera en que ambos confían y por cómo va progresando el sentir de cada uno...

Lo que hizo Victoria es absolutamente despreciable!! Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 3185561925 Me dan más ganas de que pase lo que creo y espero que pasará!!


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Mensaje por Yani Vie 10 Feb - 14:49

19
Archer
Nunca me había sentido más feliz en mi vida. Todos los días trabajaba en la propiedad mientras los cachorros me seguían allá donde fuera, haciendo de las suyas, chocándose con todo y, en general, provocando el caos.
Y cada tarde, el corazón me daba un vuelco en el pecho al escuchar el rechinar de la puerta que anunciaba la llegada de Bree.
Hablábamos; ella me contaba qué había hecho ese día. Sus ojos brillaban cuando me explicaba las nuevas recetas que realizaba en la cafetería ahora que Norm y Maggie le habían encargado la tarea de renovar algunas partes del menú. Se la veía orgullosa y feliz cuando se reía, incluso cuando me dijo que Norm había admitido de muy mala gana que sus ensaladas eran mejor que las de él. Me comentó que tenía planeado conseguir lo mismo con los platos principales, y me guiñó un ojo al hacerlo, consiguiendo que sintiera una opresión en el pecho al ver lo guapa que era.
A veces yo era consciente de que la observaba demasiado, e intentaba estar mirando para otro lado cuando ella reclamaba mi atención. Aun así, quería clavar los ojos en ella todo el día, porque para mí era la mujer más guapa del mundo.
Me encantaban las vetas doradas que arrancaba el sol de sus cabellos castaños.
Me encantaban la forma en que sus ojos se rasgaban un poco hacia arriba en los extremos y sus labios llenos y rosados, como un capullo. Me encantaba besarlos. De hecho, pensé que podría estar besándola siempre… Sabía a melocotón.
Me encantaba que su cara tuviera forma de corazón, y su sonrisa, y la forma en que le brillaban los ojos cuando su rostro se iluminaba de felicidad. Era tan hermosa y auténtica que el corazón me estallaba en el pecho cada vez que me miraba.
Adoraba su cuerpo delgado y que su piel fuera tan blanca donde la cubría el bañador. Me coloqué los pantalones y alejé la imagen del cuerpo de Bree de mi mente. Estaba trabajando y debía centrarme.
Eché un poco más de cemento entre las piedras que delimitaban los escalones del porche de atrás. Había encontrado aquellas piedras en la orilla del lago, pero se me ocurrió que quedarían bien con el patio que acababa de hacer.
Estaba terminando cuando escuché que la puerta se abría y se cerraba. Fruncí el ceño. ¿Quién podía ser? Bree estaría trabajando en la cafetería hasta las dos de la tarde, y solo eran las doce.
Me incorporé y rodeé la casa hacia el camino de entrada. Travis se dirigía lentamente hacia la casa, de uniforme, mirando a su alrededor como si nunca hubiera estado aquí antes. Aunque la última vez que vio el lugar era un niño y tenía un aspecto muy diferente.
Travis me vio y pareció sorprendido. Seguimos andando hasta encontrarnos frente al porche.
—Hola, Archer.
Me limpié las manos en el trapo que sostenía y lo miré, esperando que me explicara para qué estaba allí.
—Qué bonito está esto.
Asentí con la cabeza, agradeciendo el cumplido. Sabía que el lugar había quedado bien.
—Has trabajado mucho.
Asentí de nuevo.
—Mira, tío… —Suspiró—. Bree me ha contado que pasáis tiempo juntos y eso… —Se pasó la mano por el pelo como para darse tiempo a pensar—. Bueno, imagino que quería venir por aquí a saludarte. Y pedirte perdón por no haberme pasado antes.
Seguí observándolo. Nunca me había resultado fácil saber qué pensaba Travis. Había caído en sus redes con anterioridad, cuando fingió ser mi amigo, y luego, metafóricamente hablando, me apuñaló por la espalda. Incluso cuando éramos niños, incluso antes del accidente. Tampoco confiaba en él ahora, pero imaginé que la gente podía cambiar, y había pasado mucho tiempo. Iba a darle otra oportunidad. Por Bree. Solo por ella. Porque pensaba que eso la haría feliz…, y yo haría lo que fuera por hacerla feliz.
Hice un gesto afirmativo y curvé los labios al tiempo que señalaba la casa, preguntándole si le gustaría entrar.
—Sí, claro —dijo.
Nos dirigimos hasta la puerta, y lo dejé pasar delante. Atravesé el umbral detrás de él para dirigirme a la cocina. Fui directo a la alacena para coger un vaso, que llené de agua para dar un largo trago. Cuando terminé, hice un gesto hacia el vaso y elevé las cejas.
—No, gracias —dijo—. Estoy en la hora del almuerzo y no puedo quedarme mucho tiempo. Lo que venía a preguntarte es si te apetece salir conmigo y unos amigos esta noche. Nada del otro mundo, solo una noche de tíos, cervezas y risas.
Arrugué la frente antes de señalarme la cicatriz y fingir una carcajada muda.
—¿No puedes reírte? —Travis soltó el aire. Parecía sentirse avergonzado; jamás había visto esa expresión en su rostro. Quizá sí había cambiado un poco—. Espera —pareció reconsiderar sus palabras—, claro que puedes reírte. Una risa silenciosa sigue siendo una risa. Venga…, ¿no te apetece divertirte un rato? ¿Alejarte de aquí por una noche? ¿Ser un tío normal?
Quería ser normal. O al menos, quería que Bree me viera como un hombre como los demás, al menos un poco. Nunca lo había deseado antes. De hecho, había buscado lo contrario; que me vieran como lo más anormal posible para que nadie me mirara. Pero ahora…, ahora estaba Bree. Y anhelaba darle lo que merecía, no a un triste ermitaño que apenas abandonaba su propiedad. Estaba seguro de que ella había salido con otros hombres antes que conmigo. Tipos que la habrían llevado a restaurantes y cafeterías. Yo no podía hacer nada de eso, y necesitaba aprender.
Asentí mirando a Travis.
—«Vale» —Formé la palabra con los labios, silenciosamente.
Él pareció un poco sorprendido, pero esbozó una sonrisa que dejó al descubierto sus dientes blancos.
—¡Genial! —exclamó—. Entonces te recogeré esta noche a las nueve, ¿vale?
Encogí los hombros. Me parecía un poco tarde, pero ¿qué sabía yo de a qué hora quedaban los chicos para salir?
Travis me tendió la mano, y yo se la estreché con fuerza.
—Entonces nos vemos luego. —Sonrió—. Ahora tengo que irme. —Dicho eso, salió de la cocina y cerró la puerta a su espalda.
Me apoyé en la encimera y crucé los brazos sobre el pecho, pensativo. Por alguna razón, tenía un mal presentimiento… Sin embargo, me obligué a tranquilizarme y me fui a dar una ducha.
Diez minutos después de las nueve, Travis abrió la puerta, y me levanté de la silla donde había estado esperándolo, en el porche. Recorrí el camino de acceso y cerré la puerta cuando salí. Travis tenía una pickup de color plata con el motor en marcha aparcada en el camino. Respiré hondo. La última vez que estuve en un coche, al menos que yo recordara, porque la ambulancia no contaba, fue el día que perdí la voz.
Apreté los dientes y me subí, obligándome a ignorar los recuerdos sobre ese día.
Travis aceleró y puso el vehículo en marcha.
—Vaya, vaya… —dijo, mirándome—. Se te ve muy bien. Incluso podrías ser más guapo que yo. —Se echó a reír, pero la risa no llegó a sus ojos.
Bree casi había dado saltitos cuando le dije que saldría esa noche con Travis y sus amigos, quienesquiera que fuesen. Luego me había ayudado a elegir una ropa adecuada, aunque tampoco tenía mucho donde escoger.
—Archer —me había preguntado, sosteniendo una camisa—. ¿Cuándo fue la última vez que fuiste a comprar ropa?
Yo me había encogido de hombros.
Me la compraba mi tío. La última vez, cuando yo tenía dieciocho años.
Ella me miró en silencio durante un minuto.
—Déjame adivinar —dijo finalmente—, no estabas tan… —me señaló con la mano, supuse que indicando mis músculos—… desarrollado.
Asentí con la cabeza, y Bree suspiró. Parecía que aquello era un problema, y se puso a rebuscar en mi armario. Por fin, encontró unos vaqueros que dijo que eran adecuados porque podían pasar por unos desgastados, a la moda, y una camisa de la que me había olvidado, ya que me quedaba un poco grande cuando mi tío me la
compró.
Bree parecía satisfecha, y yo también. Pensé que quizá no estaría mal ir al pueblo para comprar ropa nueva si eso hacía que ella me viera mejor.
Travis encendió la radio en una emisora musical, y la escuchamos durante un rato. Cuando me di cuenta de que estábamos alejándonos del pueblo, le hice una señal, indicando la carretera, y alcé los hombros de forma interrogativa.
—Vamos a un club que está al otro lado del lago que se llama Teasers. —Me miró arqueando las cejas y luego desvió los ojos hacia la carretera.
Un minuto después, me miró de nuevo.
—¿Podemos hablar de hombre a hombre?
Arrugué la frente, sin saber muy bien qué pretendía, sintiéndome un poco incómodo.
—¿Ya has conseguido algo con Bree?
Clavé la mirada en él durante un segundo antes de volver la vista hacia la carretera. No quería hablar de eso, aunque, si hubiera confiado en él plenamente, le habría hecho un par de preguntas. Pero no lo haría por el momento. Hasta que me demostrara lo contrario, no pensaba considerarlo digno de confianza.
—Está bien, lo entiendo, no quieres hablar sobre Bree. —Se mantuvo en silencio durante un rato antes de continuar—. ¿Puedo suponer al menos que todavía no habéis llegado al final?
Me encogí de hombros y se lo afirmé con un gesto. Supuse que no pasaba nada por decirle que no lo habíamos hecho.
Él sonrió, y sus dientes brillaron iluminados por la tenue luz de la cabina. Una sombra cruzó por su rostro, haciendo que por un segundo pareciera uno de esos payasos malvados que había en las tiendas por Halloween. Parpadeé y volvió a ser Travis.
—Imagino que tienes ganas, ¿verdad?
Lo escruté con los ojos entrecerrados, y asentí. Por supuesto que tenía ganas. ¿Quién no las tendría? Bree era muy guapa y dulce.
Travis volvió a sonreír.
—Está bien. Bueno, Archer, te voy a decir lo que supone estar con… una chica tan guapa con Bree. Estoy seguro de que ella tiene alguna experiencia, y querrá que sepas lo que haces cuando deis el gran paso. Por eso te llevo a este club. Allí hay mujeres que te permitirán… practicar con ellas. ¿Lo entiendes?
El corazón comenzó a golpear dentro de mi pecho. En realidad no, no lo entendía. Me limité a mirarlo fijamente, entrecerrando los ojos un poco para hacerle saber que necesitaría explicarse más a fondo. Hasta el momento, no me gustaba lo que me decía, no me gustaba nada. Pero, sobre todo, no me gustaba pensar en qué experiencia previa podía tener Bree, no quería pensar con cuántos hombres habría estado en el pasado. De hecho, su comentario había conseguido que se me helara la sangre en las venas y que quisiera golpear algo. Preferí no detenerme en considerarlo. 
Además, Bree ya me había dicho que no le molestaba que no tuviera experiencia en el asunto. ¿Me habría mentido? Aquellas dudas hicieron que me apareciera un nudo en la garganta y que me resultara difícil tragar saliva.
Travis pareció leerme los pensamientos.
—Las chicas te dirán que no importa que no tengas experiencia, pero, créeme, apreciará que sepas lo que estás haciendo cuando vayáis a la cama. No querrás hacer el ridículo con ella, ¿verdad?
Miré por la ventanilla, deseando poder decirle que diera la vuelta y me llevara a casa. No era eso lo que esperaba de esa noche.
—Oye, no te enfades, tío. Todos los hombres lo hacen, de verdad. Solteros, casados… Mi amigo Jason, que lleva casi diez años casado, todavía retoza con las chicas en las habitaciones de atrás. Su mujer hace la vista gorda porque a ella también le beneficia. ¿Entiendes?
Seguí mirando por la ventanilla, pensando en el tío Nate y en cómo salía a veces para volver con olor a perfume femenino y el cuello de la camisa manchado de lápiz de labios. No tenía novia ni esposa, por lo que imaginé que debía de ir a ver a mujeres como las que Travis decía que trabajaban en el club al que nos dirigíamos. Y Nate era un buen hombre. Ojalá estuviera vivo todavía y pudiera preguntarle al respecto.
Yo sabía que no era estúpido, pero también que me faltaba mucho por aprender. Había leído muchos libros, pero el mundo real, la forma en que se relacionan las personas en él, la forma en que actúan y reaccionan, hacía que me sintiera como si estuviera jugando a ponerme al día. No era una sensación agradable.
Nos detuvimos delante de un edificio con ventanas oscuras y un gran aparcamiento en la parte delantera. Había un enorme letrero de neón rosa y negro que decía «Teasers», con letras parpadeantes.
Aparcamos, y Travis se volvió hacia mí.
—Escucha, no tienes que hacer nada que no te apetezca. Pero, créeme, si ves a alguna chica que te guste, ve  por ella. Bree te lo agradecerá. Es lo que hacen los hombres, Archer.
Suspiré y abrí la puerta. Iba a entrar allí con Travis. Si no ocurría nada más, Bree se sentiría feliz de que tuviera esa noche de chicos que tanto la entusiasmaba.
Nos dirigimos hasta la puerta, y un tipo grande con la cabeza rapada y una camiseta en la que ponía «Empleado» nos pidió el carnet. Bueno, pues ya estaba. Yo no llevaba el carnet. Me giré para irme, pero Travis me cogió del brazo, y, cuando miré hacia él, me mostró su placa. Le dijo algo al hombre. El tipo asintió con la cabeza y nos saludó con un apretón de manos.
Una vez dentro del club, la música estaba a todo volumen —sonaba una canción sobre sexo y dulces—, y me llamó la atención la tenue iluminación del lugar. Había pequeñas mesas alrededor de una gran pista de baile que ocupaba el centro del local.
Abrí los ojos como platos cuando una mujer medio desnuda se deslizó por un palo dorado. Durante unos segundos, me quedé allí paralizado, mirando, antes de que Travis me cogiera del brazo y me llevara hacia delante, a una mesa donde estaban sentados otros dos chicos con unos vasos medio vacíos delante de ellos.
—Hola, idiotas —dijo Travis, cogiendo una de las sillas y sentándose en ella.
Me miró y señaló la silla que había al lado. Tomé asiento.
—Jason, Brad, este es mi primo, Archer.
—Hola, tío —me saludó Jason, tendiéndome la mano—. Me alegro de que te hayas unido a nosotros. —Le estreché la mano y vi que Travis había dicho la verdad. Llevaba anillo de bodas.
—Encantado de conocerte —dijo Brad, antes de que también nos diéramos la mano. Se acercó una camarera que llevaba lo que parecía la parte superior de un biquini con una falda a juego, y nos preguntó si queríamos algo para beber.
Travis se volvió hacia ella y le miró la etiqueta con su nombre.
—Hola, Brenda. —Sonrió y ella se rio, observándonos.
—Vaya, qué grupo de chicos tan guapos… —comentó, sonriéndonos. Le devolví el gesto con cortesía cuando establecimos contacto visual.
—¿Qué queréis tomar?
Travis se inclinó hacia delante.
—Una ronda de chupitos de tequila Cuervo Gold y otra de cervezas Yeungling.
La camarera sonrió y se fue a buscar las bebidas. Travis conversó con Brad y Jason mientras yo miraba el espectáculo que se desarrollaba en el escenario. Cuando la bailarina separó las piernas y se deslizó lentamente por el palo, sentí que me ponía duro, y me incliné hacia la mesa para que los otros chicos no lo notaran. Travis me miró y me sonrió con complicidad.
Cuando Brenda dejó nuestras bebidas en la mesa, Travis le pagó. Para ello, se acercó hacia ella y puso los billetes entre sus grandes pechos. Tragué saliva. No sabía qué pensar de todo aquello.
Entonces, Travis cogió uno de los vasos de chupito y lo alzó en el aire.
—Por Archer. ¡Por una noche inolvidable!
Los demás levantaron también sus vasos, riéndose y brindando con él.
—¡Por Archer! ¡Por Archer!
Los observé mientras se bebían el tequila de un trago y luego se metían las rodajas de lima en la boca. Los imité, obligándome a no escupir cuando noté que el líquido bajaba como fuego por mi garganta. Se me humedecieron los ojos y me metí la rodaja de lima en la boca para chupar su amargo jugo. Eso me alivió.
Travis me dio una palmada en el hombro.
—¡Eso es! —me felicitó, y me ofreció una cerveza. La cogí y di un sorbo, reprimiendo también una mueca ante el sabor.
Al tío Nate le gustaba beber. Tenía licores en casa, y yo había intentado beber una vez, cuando tenía quince años más o menos. A él parecía encantarle, pero yo probé el alcohol y escupí el primer trago. No entendí por qué le gustaba tanto.
Después de eso no volví a acercarme a la bebida. Además, mi padre había sido un borracho violento, y todavía recordaba cómo regresaba a casa, sin poder casi mantenerse en pie, pero con fuerza suficiente para golpear a mi madre.
Aparté aquellos pensamientos y desvié la vista hacia el escenario. Había otra chica allí, menuda, con el pelo largo y castaño claro. Me recordó un poco a Bree. La vi comenzar a moverse al ritmo de la música, deslizándose arriba y abajo por el palo, que rodeaba con una pierna. Se inclinó hacia atrás, dejando caer el cabello hasta el suelo al arquearse. Me llevé la botella a los labios y di un trago.
Todo lo que me rodeaba me abrumaba: la música resonaba a todo volumen por los altavoces, se oían chillidos y gritos a mi alrededor, las imágenes y los sonidos me agobiaban y mi cuerpo respondía a ciertas cosas de una manera que no estaba seguro de que fuera correcta. Pero la cerveza estaba ayudándome; conseguía que me envolviera una neblina que lo hacía todo más soportable y que hacía que mi confusión fuera menos importante.
Cuando la chica terminó el baile, todos los hombres que estaban en torno al escenario se inclinaron hacia delante y empezaron a ponerle billetes de un dólar en el tanga. Uno le hizo una señal con uno de veinte y ella se arrastró hacia él. Aparté los ojos cuando vi que deslizaba la mano debajo de la tela que cubría su entrepierna para dejar allí el billete.
No podía más. No tenía ninguna referencia para todo lo que pasaba a mi alrededor, y me hacía sentir mal, como si todo el mundo supiera de qué iba aquello menos yo. No me gustaba. Esa era la razón por la que me quedaba en mi casa, sin interactuar con nadie. Lo último que necesitaba era otra razón para notar que era diferente a todos los demás.
Me volví hacia Travis al tiempo que empezaba a levantarme, señalando la puerta. Él me dio un empujón en el hombro y me hizo caer sentado en la silla. Apreté los dientes.
Se inclinó hacia mí, frunciendo los labios mientras me apretaba el hombro clavándome los dedos. Lo miré con los ojos entrecerrados. Si pensaba que iba a retenerme allí contra mi voluntad, lo llevaba claro. Volvería a casa haciendo autoestop si era necesario.
—Escucha, tío —dijo en voz baja para que los otros chicos no pudieran oírlo, aunque estaban muy ocupados gritando a la chica del escenario—. ¿No crees que Bree podría disfrutar más si tuvieras más idea? De hecho, estoy seguro de ello. —Me miró con complicidad y se inclinó hacia mí todavía más—. Me encanta el sabor a melocotón de sus labios.
Abrí mucho los ojos y sentí que se me anudaban las entrañas. ¿Había besado a Bree? Travis suspiró.
—Solo trato de ayudarte, Archer. No creo que puedas satisfacer a Bree, y ella va a saber muy bien dónde conseguir lo que necesita. —Arqueó las cejas refiriéndose, evidentemente, a sí mismo—. Y, como no podemos permitirlo, te he traído aquí.
Permanecí sentado en la silla, mirando con el ceño fruncido al escenario, donde una morena se contoneaba sobre una silla. ¿Bree iba por ahí besando a otros chicos? ¿Había besado a Travis? Noté que me hervía la sangre. Quizá no podía culparla. Quizá yo estaba equivocado y a ella no le gustaba lo que hacíamos juntos, pero ¿cómo podía saberlo? ¿Cómo podría dejar de ser un novato total? Seguramente se aburría conmigo.
En la mesa apareció otra ronda de cervezas, y di un buen trago de la que me pusieron delante.
Me sentía triste y enfadado al pensar en que Bree podía haber estado con Travis, pero el alcohol y las chicas que bailaban en el escenario hacían que la sangre corriera, caliente, por mis venas; me excitaban. Solo quería ir a casa de Bree. Quería besarla, saborearla por todas partes. Quería que me llevara de nuevo al éxtasis con su boca, pero también quería tener la certeza de que estaba haciendo las cosas bien. No quería seguir siendo un virgen inexperto.
La chica del escenario se pasó las manos por los pechos y luego se agarró al palo e imitó que hacía el acto sexual con él. Por debajo de la mesa, yo estaba completamente excitado. Levantarme y marcharme no era una opción en ese momento.
Los demás chicos tenían la atención dividida entre el escenario y las risas y los comentarios que hacían al respecto. Ya no los escuchaba. Seguí bebiendo, saboreando la sensación.
La rubia que había estado antes en el escenario se acercó a nuestra mesa y se inclinó para hablarle a Jason al oído. Él se rio y se puso en pie para seguirla a través de una puerta junto al escenario. Miré a Travis de reojo, y él arqueó las cejas antes de esbozar una sonrisa.
—Tengo una sorpresa para ti —me dijo al oído—. Creo que te gustará —añadió en voz alta.
Miró por encima del hombro e hizo una seña a alguien. Un minuto después, una chica vino a nuestra mesa. Ella me sonrió, y la estudié con atención; me resultaba familiar.
—Archer, ¿te acuerdas de Amber Dalton? —preguntó reclinándose en la silla—. Ahora trabaja aquí.
Amber Dalton, la chica que me había impresionado tanto cuando tenía catorce años. Travis me había puesto en ridículo delante de ella… La única razón de que no sintiera vergüenza delante de ella debía de ser el licor que me corría por las venas.
Seguí observándola; ahora llevaba el cabello negro cortado a la altura de los hombros, pero seguía teniendo los mismos ojos castaños que tanto me habían impresionado años atrás. Seguía siendo tan guapa como la recordaba.
—¿Archer Hale? —susurró ella abriendo mucho los ojos—. ¡Dios! No tenía ni idea. —Me recorrió con los ojos—. Bueno, bueno…, has crecido mucho, ¿no? —Sonrió, y no pude reprimir el placer que me recorrió. Sentía lo mismo que tantos años atrás, cuando mi apariencia física había puesto aquel brillo en su mirada.
—Amber —la interrumpió Travis—. Creo que Archer está preparado para pasar ese tiempo a solas contigo del que hablamos. —Le hizo un guiño.
Me pareció que se me despejaba un poco la cabeza cuando le tendí la mano en un gesto con el que quería decirle que me alegraba de verla de nuevo.
Ella ignoró mi mano y se plantó en mi regazo, envolviéndome en un abrumador aroma a vainilla dulce. Me puse un poco tenso, sin saber qué hacer con las manos, salvo dejarlas colgar a los costados.
—¡Me parece genial! —canturreó, inclinándose sobre mí para rozarse contra mi erección semidura. Contuve la respiración. Era raro, pero placentero. No sabía muy bien qué hacer.
Mientras la música seguía resonando en el aire, ella se pegó a mí para hablarme al oído.
—¡Joder, Archer! Estás muy bueno…, tienes un cuerpo que… —Me pasó el dedo por el pecho—. Te gustaba mirarme hace años, ¿verdad? Noté cómo me examinabas
en el lago. Quería que actuaras…, pero no lo hiciste.
Vi que el dedo bajaba por mi torso hasta terminar en la cinturilla de los vaqueros. Una vez allí lo deslizó por debajo, y luego volvió a subirlo de nuevo hasta los pectorales. Ahora estaba completamente duro otra vez.
—Vamos, id a divertiros —se rio Travis.
Amber saltó de mi regazo y se incorporó, tirando de mí para que también me levantara. La seguí para ocultar mi estado, balanceándome un poco. ¡Mierda! Estaba más borracho de lo que pensaba.
Amber me condujo por la misma puerta que había desaparecido Jason y recorrimos un largo pasillo hasta detenernos ante una de las puertas de la izquierda.
Entramos, y ella la cerró a nuestra espalda.
Había una silla en el centro de la estancia, y Amber me guio hacia la silla antes de empujarme para que me sentara.
Se acercó a una mesa para hacer algo, y un segundo después la música flotaba a través de los altavoces que había en la pared. Sin embargo, esta vez la melodía era agradable, no resultaba fuerte ni abrumadora. Me encontraba mejor allí. 
Amber caminó hacia mí, y me obligué a mirarla. Sentía que la sangre rugía en mis venas, pero al mismo tiempo me notaba entumecido.
Se sentó a horcajadas en mi regazo, volviendo a envolverme de nuevo con su aroma, que me hizo cosquillas en la nariz. Se contoneó al ritmo de la música durante unos segundos con los ojos cerrados, echándose hacia atrás para que pudiera admirarla. Era guapa, pero no como Bree. Ahora que la observaba de cerca bajo luces más brillantes, no me gustó el maquillaje que cubría su rostro, y pensé que había algo duro en su aspecto. Algo diferente a cuando era una adolescente.
Se tambaleó hacia atrás hasta que estuvo completamente erguida, y se bajó la camiseta. Sus pechos surgieron por arriba, y me cogió las manos para ponerlas encima. La erección me palpitaba dentro de los vaqueros. Le froté los pezones de la forma que le gustaba a Bree, y Amber dejó caer la cabeza hacia atrás, gimiendo. Se los apreté un poco. Tenía los pechos más grandes que Bree, pero su tacto era diferente; no eran tan suaves, y resultaban demasiado tensos, con la piel estirada y brillante.
Amber abrió los ojos y levantó la cabeza para estudiarme mientras se lamía los labios.
¿Sabes? —susurró, desabrochándome los botones superiores de la camisa—, se supone que aquí solo debemos bailar, pero Travis me ha dado una buena propina para que te haga lo que quieras. —Bajó la mano y me frotó la parte delantera de los vaqueros. Cerré los ojos con un jadeo.
—¡Dios mío! ¡Qué grande la tienes, cariño! —respiró de forma entrecortada al tiempo que me pasaba los labios por el cuello. Me chupó la piel, haciéndome estremecer cuando me clavó los dientes allí—. Mmm… —gimió, sin dejar de frotarse contra mí—. No puedo esperar para montarme sobre esa magnífica polla. ¿Cómo te gusta? ¿Rápido y salvaje o lento y profundo? ¿Mmm? —canturreó—. Vamos a averiguarlo, ¿verdad, cariño?
Mi cuerpo reaccionó a sus palabras, pero dentro de mí algo me decía que aquello estaba mal. Ni siquiera conocía a esa chica. ¿De verdad se suponía que iba a mantener relaciones sexuales con ella antes de irme a casa de Bree, la chica que me gustaba de verdad? ¿Era eso lo que Jason le hacía a su esposa? Quería que Bree me
viera como a los demás hombres. No quería que besara a Travis, pero esto… esto me resultaba… ¡Dios! Apenas podía pensar por culpa del alcohol y por la forma que Amber me frotaba por encima de los pantalones. Se me mezclaban los pensamientos, las emociones… Necesitaba salir de esa habitación. Quería que terminara, quería regresar a casa. Y más tarde, a primera hora de la mañana, iría a ver a Bree.
Diez minutos después me encontraba fuera de la habitación, y fui a buscar a Travis. Todavía estaba en la misma mesa donde nos habíamos sentado, con una pelirroja en el regazo. Le di una palmada en el hombro y él me miró con una enorme sonrisa. Le dio un codazo a la chica para que se levantara.
—¿Preparado para marcharte a casa, amigo? —me dijo.
Asentí con la cabeza, frunciendo el ceño. Eso era lo que quería, salir de allí, regresar con Bree. Quería abrazarla. Me deprimí al recordar lo que había pasado con Amber. Traté de pensar que yo no había hecho nada que no hubieran realizado el resto de hombres del club. Y muchos de ellos llevaban alianza. Era evidente que sus esposas aceptaban ese tipo de cosas. Supuse que yo debía de ser un bicho raro, porque no pensaba volver a hacerlo nunca más. Me sentía vacío y triste… y avergonzado.
Regresamos a Pelion en el coche, cruzando el puente. Travis permaneció en silencio durante todo el viaje, con una pequeña sonrisa en los labios. No me importaba por qué razón estaba sonriendo, porque el alcohol me había dado sueño, así que apoyé la cabeza en la ventanilla y cerré los ojos pensando en Bree.
Travis me sacudió lo que me parecieron unos segundos más tarde, y abrí la puerta con ojos somnolientos. Salí y, justo antes de que volviera a cerrar la puerta, Travis me guiñó un ojo.
—Tenemos que volver a hacer esto, tío. —No respondí a sus palabras, porque le di la espalda a la pickup. Fue entonces cuando me di cuenta de que estábamos delante de la casa de Bree. Me giré para regresar al vehículo de Travis, pero él aceleró y me caí de espaldas mientras se alejaba con el motor muy revolucionado.


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Mensaje por Yani Vie 10 Feb - 14:49

Odio a Travis tanto tanto!! Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 5 3185561925


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Mensaje por Yani Vie 10 Feb - 15:32

20
Bree
Me giré en la cama y miré sonriente por la ventana, hacia el oscuro lago que había al otro lado del cristal. Cuando supe que Archer iba a salir con Travis, avisé a Melanie y a Liza y pasamos una noche de chicas.
Fuimos a jugar al billar al pueblo, bebimos unas cuantas cervezas entre risas y charlas, comentando los cotilleos de la gente. Al parecer, una chica del pueblo estaba manteniendo relaciones con, al menos, tres hombres casados. Las mujeres de Pelion estaban alborotadas. Yo pensaba que la chica no era tan culpable como los hombres; al fin y al cabo, ellos habían roto sus votos y ella no. Sin embargo, supuse que era menos doloroso creer que sus maridos se habían sentido atraídos por algún tipo de magia seductora que pensar que eran unos capullos mentirosos.
También hablamos mucho sobre mi relación con Archer; les conté todo lo que había ocurrido. Ellas me escucharon, sorprendidas, pero las expresiones de sus rostros eran de ansiedad.
—¡Santo Dios, Bree! No tenía ni idea —dijo Melanie, antes de quedarse pensativa mientras yo le daba un sorbo a mi cerveza—. Sin embargo —continuó—, eres la única que podría haberlo hecho. Que conozcas el lenguaje de signos y que hayas terminado justo aquí, en Pelion…, sola…, sin nadie con quien hablar, es… es el más hermoso destino.
Sonreí, soñadora, dejando que sus palabras me envolvieran. Era justo eso. Eso era lo que sentía. «El más hermoso destino».
Nos retiramos temprano, y llegué a casa a las once, ya que tenía que trabajar al día siguiente. Me duché y leí un rato. Apagué la luz pensando en Archer, preguntándome qué tal estaría pasándolo con Travis. Me sentía orgullosa de él por haber accedido a salir con su primo. Al principio se había mostrado receloso e inseguro, y yo sabía que solo había accedido porque le alenté. Aun así, seguía siendo un gran paso. Apenas había salido de su propiedad, salvo para algún viaje ocasional al pueblo para comprar comida o materiales para sus proyectos…, y eso desde que tenía siete años. Ir a un restaurante o a un bar suponía para él algo extraordinario.
Tenía la esperanza de que se lo estuviera pasando bien.
Me volví de nuevo cuando escuché que se cerraba la puerta de un coche y lo que parecía el rugido del motor de un vehículo de gran cilindrada. ¿Qué demonios era aquello? Phoebe alzó la cabeza a los pies de la cama y emitió un suave ladrido.
Se me aceleró el corazón y me puse en alerta. Intenté serenarme; si se trataba de alguien con intención de hacerme daño, si se trataba de él, no se anunciaría con aquel montón de ruido.
—Deja de mostrarte paranoica, Bree —murmuré. Pero, de todas formas, me trasladé de puntillas hasta el salón, con Phoebe pegada a mis talones.
Levanté el borde inferior de la cortina y miré por la ventana. Vi que una figura enorme se alejaba con paso inseguro de mi casa. ¿Era… Archer? Sí, sí lo era.
Me apresuré a abrir la puerta y lo llamé en voz baja.
—¿Archer?
Se giró en medio de la carretera y se quedó allí quieto.
Ladeé la cabeza al tiempo que esbozaba una sonrisa. Me sentía confusa.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté—. Acércate, estoy en pijama.
Permaneció allí durante unos instantes, balanceándose ligeramente sobre los talones; parecía… Entrecerré los ojos en la penumbra…, parecía borracho. ¡Oh, vaya! ¿Travis lo había emborrachado? ¡Genial!
De pronto, comenzó a andar hacia mí con la cabeza gacha. Se aproximó a los escalones y los subió para apretarme entre sus brazos. Se aferró a mí con fuerza, enterrando la nariz en mi cuello. Note que inhalaba profundamente.
Me quedé inmóvil. ¡Oh, Dios! Olía al perfume de otra mujer, en realidad apestaba. Un hedor a vainilla de tienda cutre. El corazón se me detuvo en el pecho antes de volver a latir de forma errática. ¿Qué demonios había ocurrido durante esa salida de chicos?
—¿Archer? —dije de nuevo, apartándolo con suavidad. Dio un paso atrás e hizo un movimiento que me llevó a pensar que trataba de apartarse el pelo de la cara. Pero ya no lo tenía largo. Se pasó la mano por el nuevo corte y me miró de forma lastimera.
Al rato, comenzó a hablar en lenguaje de signos.
No me gusta la noche de chicos y no me gustan los clubs de striptease.
—¿Los clubs de striptease? —jadeé. Entonces fue cuando vi el enorme chupetón que tenía en el cuello y la barra de labios rosa que le manchaba el cuello. ¡Oh, Dios! Se me heló la sangre en las venas—. Archer, ¿has estado con otra mujer? —pregunté con el corazón atenazado. No era capaz de mover las manos, por lo que las dejé colgando a los costados.
Durante varios segundos, Archer me miró con aquellos ojos atormentados que me comunicaban todo lo que pasaba por su cabeza. Durante un instante pensó en mentir, lo vi claramente en aquellos elocuentes ojos dorados, pero luego una expresión de derrota cubrió sus rasgos y asintió con la cabeza.
Lo observé fijamente durante al menos medio minuto antes de hablar.
—¿Te sacaron al escenario o algo así? —pregunté, con la esperanza de que fuera una especie de despedida de soltero.
Él frunció el ceño antes de que en sus pómulos aparecieran dos puntos de color.
No, me llevó a una de las habitaciones de atrás —explicó alzando las manos.
—¿A una de las habitaciones de atrás? —susurré.
Archer asintió, y nos quedamos contemplándonos durante algunos segundos.
—¿Has estado en una habitación? —pregunté. Noté que mi cara palidecía.
Cuando lo vi volver asentir, el tormento se apoderó de mí. Bajó la mirada a los pies.
Cerré los ojos durante un par de segundos, tratando de digerir aquello, y luego los abrí.
—¿Por qué? —pregunté, con los ojos llenos de lágrimas.
Archer se metió las manos en los bolsillos y se limitó a mirarme, con una expresión compungida en sus rasgos. Pero, ¿qué se suponía que debía hacer? Tenía que saber que me molestaría que hubiera estado con otra mujer. ¿Acaso sabía tan poco del mundo? ¿De las relaciones? ¿Del amor? No, no podía creerlo.
Tú besaste a Travis —me acusó tras sacar las manos de los bolsillos. Tensó la mandíbula.
Hice una pausa, arrugando la frente.
—Besé a Travis una vez, cuando tú y yo éramos solo amigos —me justifiqué en voz baja—. Pero cuando comenzamos a ser algo más, te elegí a ti, Archer… —Mis palabras se desvanecieron—. Te elegí a ti —repetí.
El dolor, la rabia y la impotencia me atravesaron cuando lo vi balancearse otra vez ante mí. Con el aspecto de un cachorrillo que acabara de ser abandonado. Pero ¿no había sido yo la que se había visto abandonada?
Me aclaré la garganta para no empezar a llorar.
—Estás borracho —dije—. Te llevaré a casa. Necesitas dormir la mona.
Estaba entumecida.
Archer me cogió del brazo, miró sus dedos clavados en mi piel y luego alzó hacia mí una expresión derrotada. Me soltó.
Lo siento —dijo por señas.
Asentí una vez y luego bajé la barbilla hacia el pecho mientras cogía el abrigo del gancho junto a la puerta y la atravesaba. Escuché que Archer cerraba la puerta y me seguía.
Me metí en el coche y él se sentó en el lado del copiloto, cerrando la puerta con suavidad.
Conduje en silencio la corta distancia que nos separaba de Briar Road, y cuando me detuve ante su casa, se volvió hacia mí con una mirada suplicante.
—Tienes que marcharte, Archer —indiqué. Quería irme a mi casa y acurrucarme en la cama. No sabía cómo enfrentarme a los sentimientos que me atravesaban en ese momento.
Archer se quedó mirándome durante unos segundos y luego se bajó del coche.
Cerrando la puerta muy despacio.
Di la vuelta con el coche en tres movimientos y me dirigí de vuelta a casa.
Cuando miré por el espejo retrovisor, Archer seguía de pie al final del camino, con las manos en los bolsillos, sin apartar la vista de mi coche.
Al llegar a casa, un par de minutos más tarde, me quité el abrigo y me dirigí al dormitorio. Me metí de nuevo en la cama, aturdida, y tiré de las mantas para cubrirme la cabeza. Solo entonces dejé que las lágrimas fluyeran, que la devastación se apoderara de mi corazón. Archer había estado con otra mujer, el hombre del que me estaba enamorando había decidido darle su primera vez a una fulana barata en las habitaciones de atrás de un club de striptease. Y sabía que yo misma había desempeñado un papel importante para que ocurriera así.

A la mañana siguiente me arrastré fuera de la cama. Tan solo había dormido dos horas, y la tristeza me hacía sentir pesada cuando comencé la rutina matutina.
Cuando llegué a la cafetería, intenté sumergirme en el trabajo para mantenerme tan ocupada como fuera posible, tratando con poco éxito de tener la mente alejada de Archer. Era una causa perdida, y mientras llenaba los azucareros en cada mesa, pensé en lo mucho que había presionado a Archer para que saliera de donde se sentía cómodo y estableciera relaciones sociales. Quise reírme de la ironía, y luego tirarme al suelo y llorar debajo de la mesa. Sin embargo, respiré hondo y seguí llenando azucareros.
Parte de aquello era culpa mía. No debería haber insistido para que hiciera algo para lo que todavía no estaba preparado. La cuestión era que había pensado que quizá nunca estuviera listo y que un empujoncito de alguien que se preocupaba por él le vendría bien. No podía vivir en su propiedad siempre sin aventurarse más allá del supermercado. No creía que fuera eso lo que quería. Pero tal vez debería haber sido yo la que le ayudara a dar su primer paso por el mundo en vez de aceptar la oferta de Travis. «Travis». ¿Qué papel había desempeñado en todo aquello? Tenía la sensación de que no había sido un espectador inocente. De hecho, tenía la vaga sospecha de que podría haber arrojado a Archer a los lobos en lugar de haberlo ayudado a salir de su capullo de seguridad. Al menos, no había parado lo que ocurrió en el club. Archer era un chico muy retraído y tímido, no se le hubiera ocurrido buscar sexo con otra mujer por sí solo. Una punzada de dolor me atravesó el corazón, y quise llorar de nuevo al imaginármelo follando a una mujer a medio vestir. Cerré los ojos para contener las lágrimas. Me habían engañado antes, lo superaría… Solo que… me sentía como si no me hubieran engañado exactamente…, sino como si hubiera algo más. Detuve mis pensamientos. No, no iba a proporcionarle una excusa por haber hecho una elección que, al fin y al cabo, era suya. ¡Oh, Dios! Me sentía confusa. Y dolida. Y engañada.
Esa tarde, después de hacer un par de lotes de ensaladas, me despedí de Norm y Maggie y me dirigí a casa.
Recordé que tenía que comprar algunas cosas en el súper e hice allí una breve parada. Mientras iba de vuelta al coche, en el aparcamiento, seguía dando vueltas a la situación con Archer; tenía ganas de gritar. De pronto, me pareció escuchar mi nombre.
Me volví y vi a una mujer con gafas y el pelo corto y castaño caminando hacia mí mientras empujaba un carrito.
Dejé mi carro y me volví hacia ella con una sonrisa.
—Hola —dije con un gesto de la cabeza.
—Hola —repuso con una cálida sonrisa—. Sé que no me conoces. Soy Amanda Wright. No te extrañes de que sepa tu nombre, soy del grupo de Anne de pinacle, el juego de cartas… —Soltó una risita.
—¡Ah, genial! —repuse—. Yo soy la vecina de Anne.
Ella hizo un gesto afirmativo.
—Lo sé. Nos habló de ti en la última partida. Cuando te he visto, he pensado que debías de ser la Bree que nos describió.
—Bueno, me agrada conocer a una de las amigas de Anne. Ha sido muy amable conmigo.
—Sí, es estupenda. —Hizo una pausa—. Espero que no creas que me quiero entrometer, pero… mencionó que estabas viéndote con Archer. —Me miró con curiosidad.
Las cosas habían cambiado un poco desde la última vez que charlé con Anne, pero no iba a decírselo a aquella mujer.
—Sí —me limité a responder.
Ella sonrió y dejó escapar un suspiro.
—Yo conocía a su madre. Sí, era la mejor amiga de Alyssa —comentó.
Solté aire, sorprendida.
—¿Conoció usted a su madre?
Ella asintió.
—Sí, y siempre me he sentido… culpable por no haber hecho más por Archer después de su muerte. —Sacudió la cabeza con tristeza—. Traté de ir a verlo un par de veces, pero vi todos aquellos carteles en la valla, advirtiendo de bombas y trampas…, y supongo que me acobardé. —Me miró pensativa—. En esa época, oí en el pueblo que Archer había sufrido cierto daño mental en el accidente, y se me ocurrió que sería mejor que fuera su familia la que hiciera frente a la situación. —Frunció los labios—. Al explicarlo en palabras, me doy cuenta de lo tonto que suena.
—Señora Wright… —empecé.
—Por favor, llámame Amanda.
Asentí.
—De acuerdo, Amanda, si no le importa que le pregunte, ¿sabe qué fue lo que provocó el accidente aquel día? Archer no me quiere hablar de ello, y, bueno… —No sabía muy bien cómo terminar la frase y las palabras se desvanecieron.
Amanda me puso la mano en el brazo.
—Te preocupa ese chico —concluyó sonriendo. Me pareció ver lágrimas en sus ojos.
—Sí —aseveré. Y en ese momento me di cuenta de que no importaba lo que ocurriera entre Archer y yo; él me preocupaba, y todavía quería ayudarlo a vivir plenamente, no solo con unos perros y un montón de proyectos de albañilería.
Amanda miró por encima de mi hombro durante un par de segundos, pensativa.
—Lo único que sé sobre el accidente son los pocos detalles que salieron publicados. Por supuesto, en periódicos de fuera, ya que en el pueblo no tenemos suficientes noticias para que haya un reportero. Aparte de eso, la gente no habla al respecto; si quieres que te diga mi opinión, es así porque Victoria Hale los ha intimidado a todos. Es poderosa, puede despedir a quien quiera de sus empresas, y lo hace cuando alguien se le enfrenta, así que a nadie le interesa tenerla de enemiga. Sin embargo, voy a darte mi parecer: lo que ocurrió ese día fue culpa de Victoria Hale. Nunca ha tenido ningún reparo en jugar con la vida de las personas para su beneficio personal.
Respiré hondo.
—¿De Victoria Hale? —pregunté—. La semana pasada se presentó en la cafetería donde trabajo, para advertirme que debía mantenerme alejada de Archer.
Ella movió la cabeza en un gesto afirmativo; parecía como si estuviera confirmando algún pensamiento personal.
—Nunca he hablado con nadie sobre esto, pero Tori Hale siempre estuvo celosa de Alyssa, era algo casi enfermizo. Siempre ha tratado de manipular a la gente para conseguir lo que quería. En el caso de Alyssa, se podría decir que se salió con la suya. —Su semblante se tornó triste—. Alyssa siempre tuvo complejo de inferioridad, como si no fuera digna de nada ni de nadie. Se crio en un orfanato, y no tenía a nadie en el mundo hasta que llegó a Pelion… —Su voz se desvaneció al recordar el pasado—. Era la chica más dulce que haya conocido nunca, no tenía ni pizca de maldad en su cuerpo, y los chicos Hale se enamoraron de ella. —Esbozó una sonrisa.
—Anne me contó que eligió a Marcus Hale. —Sonreí.
Pero Amanda frunció el ceño y dijo que no con la cabeza.
—No, no lo eligió exactamente. La noche que Alyssa se quedó embarazada, fuimos a una fiesta. Victoria estaba allí. Nunca podré demostrarlo, pero sé que echó algo en la bebida de Alyssa y que Marcus se aprovechó de ella. Fue su manera de hacer valer sus pretensiones y de superar a su hermano, Connor, cuando comenzaba a ser obvio que era él a quien Alyssa amaba. Sin embargo, Marcus no previó el embarazo. Y fue lo que ocurrió. Se casaron tres meses después. Alyssa tenía el corazón destrozado, lo mismo que Connor. Ella se culpaba a sí misma, y aceptó que su castigo era estar casada con un hombre al que no amaba. Tomó muchas decisiones equivocadas, sobre todo porque no se consideraba lo suficientemente buena.
Volvió a quedarse pensativa un rato.
—Siempre he pensado que Tori Hale tiene la facultad de manipular a los demás para que cumplan sus órdenes. De alguna manera, sus manos siempre están limpias…,siempre queda en las sombras, por así decirlo.
Se puso triste una vez más, casi como si fuera a romper a llorar, pero luego volvió a centrarse en el presente. Se llevó la mano al pecho y se rio por lo bajo.
—¡Oh, Dios mío! Aquí estoy, cotilleando sobre el pasado, en el aparcamiento del supermercado mientras los productos congelados se derriten. ¡Por favor, perdóname!
Lo cierto es que solo quería presentarme y pedirte que saludes a Archer de mi parte, dile que su madre era una persona muy especial para mí.
Se lo aseguré, con un gesto. Me sentía muy triste al saber la información que me había dado sobre los padres de Archer.
—Soy la propietaria de la tienda de ropa del pueblo. Mandy —continuó con una sonrisa—. Original, ¿verdad? Ven a verme alguna vez y te haré un buen descuento.
Sonreí.
—Muy amable de su parte. Gracias, me pasaré por allí.
—Bien. Me ha encantado conocerte, Bree.
—A mí también —repuse mientras se alejaba.
Puse las bolsas de la compra en el maletero y me monté en el coche. Allí sentada, en el aparcamiento, me vino el pensamiento de que una dulce chica había llegado nueva al pueblo y los hermanos Hale se habían enamorado de ella; sin embargo, la habían manipulado para que eligiera al que no amaba, y todo terminó siendo una tragedia. Pensé en el niño que había dejado aquella chica y en cómo me dolía el corazón al pensar que no volvería a tenerlo.
Pasé los dos días siguientes trabajando y luego me encerraba en casa, donde me dediqué a leer intentando que el tiempo transcurriera más rápido. Estaba herida. Le echaba de menos, pero, por extraño que resultara, también quería consolarlo. No sabía qué había ocurrido exactamente en ese club, salvo que Archer había ido a una de las habitaciones de atrás con una de las strippers y que allí había mantenido relaciones sexuales con ella, aunque ni siquiera tenía claro que fuera uno de los servicios del club. Lo que sí sabía era que Archer no se sentía feliz por eso. Entonces, ¿por qué lo había hecho? Traté de ponerme en su lugar, de entender lo que debía de haber supuesto para él estar en un club de striptease. Pero pensar en ello hacía que mi dolor se incrementara.
El viernes, al salir del trabajo, vi a Travis al otro lado de la calle, vestido de civil. Mientras lo observaba de reojo, charlando de forma casual con un hombre, me inundó la rabia. Había sido culpa suya, había sido él quien había llevado a Archer a ese lugar. Lo había planeado todo.
Sin pensarlo dos veces, crucé la calle; un coche me pitó. Travis miró y empezó a sonreír al verme. Sin embargo, cambió de expresión cuando se fijó en mis ojos. Se volvió hacia el hombre y le dijo algo antes de salir a mi encuentro; yo me acercaba directamente a él.
En cuanto lo tuve a mi alcance, lo abofeteé con fuerza, y el sonido reverberó en el aire. Cerró los ojos y se llevó la mano a la mejilla mientras movía la mandíbula lentamente.
—¿Por qué demonios has hecho eso? —dijo entre dientes.
Me puse de puntillas para llegar a su cara.
—Eres un idiota egoísta, Travis Hale. ¿En qué demonios estabas pensando para llevar a Archer a un club de striptease? Pensé que podía dejarlo a tu cuidado.
—¿A mi cuidado? —preguntó, riéndose con suavidad—. ¿Es que es un puto crío, Bree?
¿Qué? —farfullé—. Por supuesto que no es un crío. Pero sabías de sobra que tenías que guiarlo un poco. No había salido nunca. Necesitaba que… que…
—¿Es eso lo que quieres? ¿Estar con alguien que tenga que ser guiado todo el tiempo? ¿Es eso lo que le pides a un hombre?
Empecé a ver rojo, la mano volvió a hormiguearme por el deseo de cruzarle de nuevo la cara.
—¡Estás tergiversando las cosas! Quieres hacer que parezca que es mentalmente incapaz de enfrentarse a cosas que no había hecho antes. Solo necesita que…
—¿Qué? ¿Que lo lleve de la mano toda la noche para que no folle con otra mujer?
Abrí la boca y lo miré estupefacta.
Él soltó el aire y se pasó la mano por el pelo.
—¡Dios, Bree! No trataba de crear una situación comprometida. Trataba de enseñarle a hacer las cosas bien, a que se sienta un hombre, darle un poco de confianza para que no pensara que estabas fuera de su alcance. Vale, es evidente que no fue el mejor plan del mundo, pero imaginé que le gustaría estar con la chica que le gustaba cuando éramos adolescentes y lo jodí todo, ¿de acuerdo?
—¡Por dios! No digas eso —le recriminé con los ojos llenos de lágrimas. Estaba enfadada con él, conmigo misma por haberme dejado llevar en plena calle, con Travis Hale.
—No es hombre para ti, Bree. Es… demasiado diferente…, demasiado débil…, acabará haciéndote daño con sus actos. Lamento que lo hayas descubierto así.
Sacudí la cabeza.
—Estás retorciendo la situación.
—No, no lo hago —repuso con suavidad, tirando de mí y rodeándome con sus brazos—. Lo siento, Bree. De verdad, lo siento.
Me aparté de él y me giré para regresar al coche. La cabeza me daba vueltas por el dolor y la ira… contra Travis, contra Archer, contra mí misma. Tenía que llegar a casa.
—Bree —me llamó Travis. Dejé de andar, pero no me di la vuelta—. Estaré aquí si me necesitas.
Seguí caminando, observando que la gente se detenía a mirarnos. ¡Guau! Qué sutiles… Pero habíamos dado un buen espectáculo, al menos lo había dado yo.
Fui con rapidez hasta el coche, me monté y conduje aturdida hasta casa. Entré en el salón arrastrando los pies y me dejé caer en el sofá.
Phoebe se acercó y saltó a mi regazo, moviendo el rabo y lamiéndome la cara. Me reí a pesar del mal humor y la abracé.
—Hola, pequeñita —la arrullé.
Phoebe saltó de mi regazo y corrió hacia la puerta, gimiendo por lo bajo para que la dejara salir a la calle. Se había acostumbrado a saltar a la cesta de la bici para acudir a la casa de Archer todos los días, y echaba de menos a sus amigos, y aquella enorme propiedad donde corría y exploraba con total desinhibición.
—Yo también lo echo de menos, pequeña —susurré, sin saber qué hacer.
Después de unos minutos, me fui a dar una ducha. Mientras me desnudaba en el dormitorio, comenzaron a caer las primeras gotas.


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