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Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan

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Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 Empty Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan

Mensaje por Macs Dom 12 Feb - 20:00

oh cielos estos dos son geniales juntos, me gustan
no puedo creer que Archer tenga un teléfono y se la pase hablando con Bree, o que Archer aya conocido a los amigos de Bree, si que van en serio, que le abra pasado a Bree porque no le contesta, pobre Archer debe estar desesperado....


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Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 Empty Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan

Mensaje por wordsofthisgirl Dom 12 Feb - 20:03

:NoWay:No me lo dejeis ahii!!!!!!!


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Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 Empty Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan

Mensaje por Invitado Dom 12 Feb - 21:07

Eres malaaaa  :M-M:no podre dormir esperando el sig capi   Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 811583825

Que lindo gesto que Jo le haya regalado un cel a Archer y sus msjs que lindooooo  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 115428551
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Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 Empty Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan

Mensaje por LuVelitta Dom 12 Feb - 21:55

Qué lindos mensajeándose todo el tiempo y Archer convirtiéndose en un as de los mensajes  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 125045622

El que al final sí logren encarcelar a quién mató al padre de Bree es algo genial, ahora estará mucho más tranquila...

Por qué Bree no le contesta!! Sería horrible que justo ahora le pasara algo!! Es maldad pura que lo dejes ahí!!! Jejejej  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 3736586809 Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 3736586809


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Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 Empty Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan

Mensaje por Yani Lun 13 Feb - 9:07

27
Archer, a los siete años
Mayo
—Archer —me llamó mamá. Su voz sonaba un poco asustada—. Cariño, ¿dónde estás? 
Yo estaba sentado debajo de la mesa del salón, escondido tras la falda del mantel mientras jugaba con mis G. I. Joe.
Dudé si salir de allí, pero cuando mamá me llamó de nuevo, ahora con más preocupación en la voz, me arrastré desde debajo de la mesa y me acerqué a ella. No me gustaba que tuviera miedo, aunque supe que estaba pasando algo, y también yo tuve miedo.
Mamá se había pasado la mañana susurrando por el teléfono y la última media hora metiendo ropa y otras cosas en unas maletas.
Fue entonces cuando me escondí debajo de la mesa y esperé a ver qué sucedía. Sabía lo que estaba ocurriendo porque papá había vuelto a casa anoche oliendo al perfume de otra mujer y pegó a mamá en la cara cuando ella le dijo que tenía la cena fría.
Tuve la sensación de que mamá ya no podía más, por fin. Y estaba seguro de que con quien habló por teléfono fue con el tío Connor.
Mamá volvió al salón justo cuando yo salía de debajo de la mesa.
—Archer, cariño —suspiró en voz alta, poniéndome las manos en las mejillas e inclinándose hasta que sus ojos quedaron al nivel de los míos—. Me tenías preocupada.
—Lo siento, mamá.
Su expresión se suavizó, y me sonrió al tiempo que me apartaba el pelo de la frente.
No pasa nada. Necesito que hagas un recado. Es muy importante. ¿Crees que podrás escucharme y hacer lo que te diga sin preguntarme nada?
Se lo aseguré, con un gesto de la cabeza.
—Muy bien. —Sonrió, pero luego la sonrisa desapareció y la mirada de preocupación volvió a sus ojos—. Nos vamos a ir muy lejos de aquí, Archer. Tú, yo y tu… tu tío Connor. Sé que te parecerá extraño en este momento, y sé que te harás preguntas sobre papá, pero…
—Me quiero ir —dije, poniéndome de puntillas—. No quiero seguir viviendo con él. 
Mamá me miró a la cara durante un par de segundos con los labios apretados. Respiró y se pasó la mano por el pelo, con lágrimas en los ojos.
—No he sido una buena madre —aseguró, sacudiendo la cabeza de un lado a otro.
—¡Eres una buena madre! —grité—. La mejor mamá del mundo. Pero quiero vivir con el tío Connor. No quiero que papá vuelva a pegarte, ni que te haga llorar más.
Ella sollozó y se limpió una lágrima de la mejilla antes de asentir con la cabeza.
—A partir de ahora vamos a ser felices, Archer, ¿me has oído? Tú y yo seremos felices.
—Vale —repuse, clavando los ojos en su preciosa cara.
—Vale —repitió ella, sonriendo.
Fue entonces cuando se abrió la puerta y entró el tío Connor a paso rápido. Tenía los rasgos tensos.
—¿Estás preparada? —preguntó a mamá.
Ella asintió.
—Ahí están las maletas. —Señaló con la cabeza las cuatro piezas de equipaje que aguardaban junto a la parte inferior de las escaleras.
—¿Estás bien? —preguntó el tío Connor, mirándola de arriba abajo como si tratara de asegurarse de que no le pasaba nada.
—Lo estaré en cuanto nos lleves lejos de aquí —susurró.
La cara del tío Connor fue la de alguien al que le dolía algo, pero a los dos segundos sonrió y me miró.
—¿Listo, campeón?
Asentí y los seguí por la puerta. Los dos miraron a su alrededor mientras el tío Connor metía el equipaje en el maletero del coche. Sin embargo, no había nadie fuera, y cuando nos subimos al coche, respiré aliviado.
A medida que nos alejábamos, saliendo de Pelion, vi que el tío Connor cogía la mano de mamá en el asiento delantero y que ella se volvía hacia él, con un suspiro y una suave sonrisa.
—Tú, yo y nuestro hijo —dijo el tío Connor en voz baja—. Solo nosotros.
—Solo nosotros —repitió ella, con la misma mirada suave en la cara.
Mamá me miró.
—Te he traído el lego y algunos libros, cariño —me dijo después de un momento. Luego sonrió y apoyó la cabeza en el asiento sin apartar la vista de mí. A cada kilómetro que recorríamos estaba más relajada.
Me limité a asentir. No pregunté a dónde íbamos. No me importaba. Mientras fuera lejos de allí, me daba igual el lugar.
El tío Connor miró a mamá.
—Ponte el cinturón de seguridad, Lys.
Ella sonrió.
—Es la primera vez en años que no me siento atada contra mi voluntad —comentó, riéndose por lo bajo—. Pero bueno, la seguridad en primer lugar. —Ladeó la cabeza y le guiñó un ojo al tiempo que me sonreía. Esa era mamá. Me encantaba mirarla cuando le brillaban los ojos, cuando utilizaba ese tono dulce y juguetón para decir algo que haría que te rieras de ti mismo, pero en el buen sentido, de forma que parecía algo cálido y bonito.
Mamá cogió el cinturón de seguridad, pero, de repente, hubo una gran sacudida y nuestro coche se desvió sin control. Mamá gritó y también lo hizo el tío Connor.
—¡Oh, joder! —exclamó mientras trataba de mantener el vehículo en la carretera.
Nuestro coche giró y luego solo escuché un impacto de metal contra metal, cristales rotos, mis propios gritos ya que el automóvil se dio la vuelta. Por fin, después de lo que parecieron horas, se detuvo con un chirrido.
Me sentí aterrorizado y empecé a llorar.
—¡Ayuda! —chillé—. ¡Que alguien me ayude!
Escuché un fuerte gemido que venía de delante, y luego el tío Connor dijo mi nombre. Me dijo que todo estaría bien mientras le oía quitarse el cinturón y abrir su puerta. Yo no podía abrir los ojos, parecía que los tenía pegados.
Se abrió mi puerta y luego sentí la mano caliente de mi tío en el brazo.
—No pasa nada, Archer. Te he quitado el cinturón…, arrástrate hacia mí. Puedes hacerlo.
Por fin, abrí los ojos y vi la cara de mi tío, su mano tendida hacia mí. Me agarré a su brazo y me sacó al cálido sol de primavera.
—Archer, tienes que venir conmigo, pero necesito que te vuelvas de espaldas cuando te lo diga, ¿vale? —dijo mi tío con la voz rara.
—Vale. —El terror y la confusión me hicieron llorar más.
El tío Connor me dio la mano y anduvimos por la autopista desierta, un poco rezagados por mi culpa. Siguió mirando atrás, hacia el coche contra el que habíamos chocado, pero cuando yo miré atrás de manera fugaz, no vi a nadie. ¿Estaban muertos
los ocupantes? ¿Qué había pasado?
—Date la vuelta, Archer, y quédate aquí, hijo —dijo el tío Connor. Y parecía como si estuviera ahogándose.
Hice lo que me dijo, subiendo la cabeza para ver el cielo azul y sin nubes. ¿Cómo podía ocurrir algo malo bajo un cielo tan claro y limpio?
Escuché un extraño llanto a mi espalda y me di la vuelta, a pesar de que sabía que no seguía las instrucciones. No pude evitarlo.
El tío Connor estaba de rodillas, junto a la carretera, con la cabeza echada hacia atrás, sollozando. Tenía el cuerpo inerte de mamá entre los brazos.
Me incliné y me hundí en la hierba. Me puse de pie un par de minutos después, respirando hondo y tambaleándome.
Fue entonces cuando lo vi, viniendo hacia nosotros… Mi padre. Con una pistola en la mano y una mirada de odio puro en la cara. Se iba para los lados. Estaba borracho. Traté de sentir miedo, pero no podía hacerme nada más. Me sentí entumecido mientras me acercaba al tío Connor.
Él dejó el cuerpo de mamá con suavidad sobre la carretera y se levantó al ver a mi padre. El tío Connor se acercó a mí y me puso detrás de su cuerpo, protegiéndome.
—¡Atrás, Marcus! —gritó.
Mi padre se detuvo a un par de metros de nosotros y nos miró con los ojos inyectados en sangre. Parecía un monstruo. Era un monstruo. Movió el arma sin ton ni son, y el tío Connor me cogió con fuerza, asegurándose de que estaba detrás de él.
—Suelta la puta pistola, Marcus —escupió el tío Connor—. ¿Es que no has hecho suficiente ya? Alyssa… —Emitió un sonido que sonó como el de un animal herido, y noté que las rodillas le fallaban un poco antes de que se recompusiera y se irguiera de nuevo.
—¿Crees que voy a permitir que te largues del pueblo con mi familia? —escupió el monstruo.
—Jamás fueron tu familia, maldito hijo de puta. Alyssa… —Volvió a hacer el mismo sonido asfixiado, y no terminó su parlamento—. Y Archer es mi hijo. Es mío. Lo sabes tan bien como yo.
Sentí lo mismo que si me hubieran dado un puñetazo en la barriga, y emití un gemido cuando Connor volvió a sujetarme con fuerza. ¿Era hijo suyo? Traté de entenderlo, de darle sentido a aquello. ¿Y yo no tenía nada que ver con el monstruo? ¿No era parte de él? Era hijo de Connor. Connor era mi padre. Y mi padre era de los buenos.
Me asomé por un lado para ver al monstruo mientras nos miraba.
—Alyssa siempre fue una puta. Así que no lo dudo. El crío es igual que tú, no se puede negar. —Soltó todas las palabras juntas, como hacía siempre que había estado bebiendo.
Connor apretó los puños y cuando me asomé de nuevo vi que no movía la mandíbula mientras hablaba.
—Si mamá pudiera verte ahora, lloraría al darse cuenta de que te has convertido en un pedazo de mierda.
—Que te den —repuso el monstruo con una mirada de ira mientras seguía balanceándose—. ¿Sabes quién vino a decirme que estabas huyendo del pueblo con mi esposa? Tu mujer. Sí, vino y me dijo que te largabas, que sería mejor que viniera a recuperar lo que es mío. Aunque veo que he llegado un poco tarde —señaló a mamá, tendida sobre la carretera.
Una ardiente ira me inundó. Connor era mi padre. Mamá y yo íbamos a alejarnos del monstruo pero él lo había estropeado todo. Igual que hacía siempre. Rodeé con rapidez las piernas de Connor y corrí hacia el monstruo tan rápido como pude.
—¡Archer! —rugió Connor. Gritaba como si su propia vida dependiera de ello. Escuché sus pies corriendo detrás de mí cuando el monstruo alzó el arma y me disparó. Pero mi grito sonó como un gorgoteo cuando algo afilado y caliente me cortó el cuello como un cuchillo y caí sobre el duro asfalto. Me llevé las manos a la garganta, y cuando las separé, vi que estaban llenas de sangre.
Escuché otro profundo rugido al tiempo que me desvanecía, sintiendo que caía.
Cuando volví en mí, el tío Connor…, no, espera, pensé, mi padre, mi papá de verdad, me mecía entre sus brazos mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
Mis ojos se encontraron con los del monstruo, de rodillas ahora donde había estado de pie unos minutos antes… ¿o habían sido horas? Todo parecía un lento sueño.
Mi niño, mi niño, mi dulce niño… —decía Connor una y otra vez. Me hablaba a mí. Yo era su niño. Una oleada de felicidad inundó mi pecho. Tenía un padre al que gustaba que fuera su hijo.
—Todo esto es por su culpa —gritó el monstruo—. Si no fuera por él, Alyssa no seguiría pensando en ti. Si no fuera por él, Alyssa no estaría tendida en la carretera con el cuello roto. —Parecía una locura, pero la tristeza me inundó, y quise que alguien me dijera que no era cierto. ¿Todo eso era culpa mía? El tío Connor… No, el
tío Connor no, papá, me recordé a mí mismo, no estaba diciendo que fuera así; presionaba algo contra mi cuello con una mirada salvaje en los ojos.
Seguí mirando distraídamente a mi papá de verdad y de repente vi que su rostro se ponía blanco y que se movía para coger algo del costado. ¿No era allí donde llevaba el arma? Creía que sí. Por lo general era allí, incluso cuando estaba fuera de servicio. Le había pedido que me la enseñara un par de veces, pero me dijo que no; que me enseñaría a disparar algún día, cuando fuera mayor. Entonces sería más seguro.
Sacó el arma de debajo de mí y apuntó con ella al monstruo. Mis ojos se movieron a cámara lenta y de pronto supe lo que estaba a punto de hacer mi verdadero padre. El monstruo también levantó su pistola.
Las dos explotaron a la vez y sentí que mi papá de verdad se desplomaba debajo de mí. Intenté gritar, pero estaba cansado, tenía frío… Ya no sentía nada. Moví de nuevo los ojos hacia el monstruo; estaba tirado en el asfalto, y un charco de sangre se extendía lentamente por debajo de él.
Quería cerrar los ojos; notaba el cuerpo de mi papá de verdad pesado contra el mío. Pero ¿cómo era posible eso cuando estaba de pie junto a mí, con mamá a su lado? Se los veía tan felices…
«¡Llevadme con vosotros!», grité dentro de mi cabeza. Pero se limitaron a mirarse el uno al otro y mamá sonrió con suavidad. Por desgracia, también dijeron:
«No, todavía no. Por el momento no, mi dulce niño».
Y luego ya no estaban.
A lo lejos, escuché el frenazo de otro coche y unos pasos corriendo hacia mí. En los diez minutos que había tardado en destrozarse mi vida, no había pasado otro coche junto a nosotros.
Un fuerte grito flotó en el aire, y sentí que mi cuerpo se aflojaba.
—¡Tú! —gritó una voz femenina. Era la tía Tori, reconocí su voz—. ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! ¡Todo esto es culpa tuya! —Abrí los ojos. Me estaba señalando con el dedo y tenía los ojos llenos de odio—. ¡Es culpa tuya! —Y siguió gritando una y otra vez mientras el mundo se desvanecía a mi alrededor y el azul del cielo se volvía negro sobre mí.


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Mensaje por Yani Lun 13 Feb - 9:35

28
Bree


Era muy temprano y el sol apenas asomaba cuando abrí la puerta de Archer silenciosamente. Solté a Phoebe y recorrí el camino de acceso hasta la casa.
Giré el picaporte y descubrí que podía entrar, así que lo hice de puntillas, porque no quería despertarlo. Aspiré una bocanada de aire y me quedé paralizada. El salón era un caos: los libros estaban por el suelo; los muebles y las lámparas, caídos, las fotos, rotas por el suelo… Se me heló la sangre en las venas. ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¿Qué había ocurrido allí?
La luz del cuarto de baño estaba encendida y la puerta, entreabierta, de manera que pude ver el corto pasillo que iba hasta el dormitorio. Lo recorrí con las piernas temblorosas y el estómago revuelto.
Al entrar en la habitación, vi de inmediato su figura acurrucada en la cama, completamente vestida. Tenía los ojos abiertos, clavados en la pared. Corrí hacia él. Su piel estaba fría y húmeda, y se estremecía ligeramente.
—¿Archer? ¿Archer? Cariño, ¿qué te pasa?
Movió los ojos hasta mí, pero no me veía, era como si fuera transparente. Me puse a llorar.
—Archer, estás asustándome. ¿Qué te pasa? ¡Oh, Dios! ¿Voy a buscar a un médico? ¿Qué ha ocurrido aquí? ¡Háblame!
Su mirada pareció despejarse un poco y la clavó en mi rostro. De pronto, con un rápido movimiento, se sentó y me cogió. Desplazó las manos por mi cara, mi pelo, mis hombros. Su expresión se aclaró por completo y, por un instante, fue de puro tormento. Me atrajo hacia él con tanta fuerza que me hizo gritar. Sostuvo mi cuerpo con control férreo, temblando con intensidad. Parecía como si estuviera teniendo convulsiones entre mis brazos.
¡Oh, Dios! Archer pensaba que me había ocurrido algo.
—¡Oh, Archer! Lo siento, lo siento mucho. Se me estropeó el teléfono. Lo siento. Se me cayó en un charco delante del McDonald’s. Lo siento —gemí contra su pecho, aferrada a su camiseta—. Lo siento muchísimo, cariño. No tenía tu número… Soy tonta, lo sé, debería haberlo anotado. Lo siento, Archer, pero estoy bien. Estoy bien. Lo siento.
Nos abrazamos durante lo que parecieron horas, hasta que nuestras respiraciones volvieron a la normalidad. Permaneció inmóvil, pero finalmente me soltó para sentarse y me miró a los ojos. Los suyos estaban todavía llenos de tormento, de algo que parecía pena.
—Aquí estoy —susurré, apartándole el pelo de la frente—. Estoy aquí, Archer.
Levantó las manos.
Casi me había olvidado de lo que se siente —explicó.
De pronto parecía perdido, como un niño pequeño. El corazón latía pesadamente en mi pecho, roto por el hombre que amaba, que se había quedado tan petrificado por la pérdida que no era capaz de enfrentarse al miedo que le atenazaba. ¡Oh, Archer!
Ahogué un sollozo. Lo último que él necesitaba en ese momento era que yo perdiera el control.
—¿Lo que se siente? —susurré.
Lo que se siente al estar completamente solo.
—No lo estás, cariño. Estoy aquí, y no pienso marcharme a ningún sitio. Estoy aquí.
Entonces me miró y, por último, esbozó una triste sonrisa.
Se trata de la carga de la que te hablaba, Bree. De la carga que supone amarme.
—Amarte no es una carga. Amarte es un honor, una alegría, Archer. —Usé la voz para hablar con él porque así podía seguir tocándole los muslos con las manos. El contacto era importante y no solo para él, sino también para mí—. De todas formas, no puedes impedir que te ame. No es una elección, solo la verdad.
Él sacudió la cabeza; parecía perdido otra vez.
Si no hubieras vuelto, me habría quedado aquí hasta morir. No me habría movido.
Hice un gesto de negación.
—No, no habría sido así. Te parece que sí, pero no lo habrías hecho. De alguna manera habrías tenido fuerzas para seguir adelante. Creo en ti. De todas maneras, no va a darse la circunstancia, porque estoy aquí.
Él hizo un gesto de negación.
No. Acabaría convirtiéndome en polvo aquí mismo. ¿Es que no lo ves? ¿Te parezco fuerte? ¿Soy el tipo de hombre que quieres? —Me miró a los ojos, rogándome que le dijera lo que quería oír, pero yo no sabía qué era. ¿Quería escuchar que era imposible amarlo? ¿Que no era lo suficientemente fuerte para ser amado?
¿Que lo que me exigía era demasiado?
Me atrajo hacia él y después de unos minutos se tendió en la cama conmigo entre sus brazos. Me quité los zapatos como pude antes de que me cubriera con las sábanas.
Escuché la tranquila respiración de Archer en mi oído, y después de unos minutos cerré también los ojos. Nos quedamos dormidos frente a frente, con los brazos y las piernas entrelazados, nuestros corazones latiendo a un ritmo lento y constante.
Un rato más tarde, cuando el sol del mediodía entraba por la ventana del dormitorio de Archer, me desperté. Él estaba bajándome los vaqueros y quitándome la camiseta. Cuando movió las manos por mi piel, cerró los ojos y me besó, casi como si necesitara el contacto constante para asegurarse de que estaba allí con él.
Cuando le rodeé las caderas con las piernas, abrazándolo con fuerza, la mirada de alivio que iluminaba sus rasgos era casi desgarradora. Se movió en mi interior con profundos y poderosos empujes mientras yo movía la cabeza sobre la almohada, suspirando de placer.
El goce se elevó todavía más hasta que caí por el borde, jadeando su nombre mientras mi cuerpo se estremecía de éxtasis. Unos segundos después, me siguió con dos empujes espasmódicos y presionó profundamente en mi interior al tiempo que enterraba la cara en mi cuello, respirando allí durante varios minutos.
Le pasé las manos de arriba abajo por la espalda mientras le susurraba palabras de amor al oído una y otra vez.
Después de unos minutos, rodó hacia un lado y me cogió en brazos otra vez. Se quedó dormido casi al instante.
Permanecí tumbada en la penumbra de su habitación, escuchándolo respirar. Tenía que hacer pis, y notaba los muslos pegajosos por su semilla, pero me negué a moverme. Sabía de forma instintiva que estaba justo donde debía. Después de un rato, me quedé dormida de nuevo, con la cara apoyada en su pecho, el aliento contra su piel y las piernas entrelazadas con las suyas.
Cuando desperté era tarde y estaba sola en la cama. El sol había atravesado ya el cielo. La luz que caía ahora sobre la alfombra era apagada y dorada. ¿Habíamos dormido todo el día?
Me senté y me estiré; mis músculos doloridos protestaron ante el movimiento. Pensé que igual no me había movido en todo el rato, envuelta en el adictivo abrazo de Archer.
Levanté la vista cuando apareció en el dormitorio con una toalla alrededor de la cintura y con otra frotándose el pelo, que ya le había crecido un poco y se le curvaba en el cuello y la frente. Me gustaba cómo le quedaba.
—Hola —grazné, sonriendo y cubriéndome los pechos con la sábana. Él me devolvió la sonrisa con timidez y se sentó en el borde de la cama. Siguió frotándose el pelo con la toalla con aire ausente durante un minuto; luego bajó la vista, puso la toalla en la cama y me miró.
Lamento lo que ocurrió anoche. Perdí el control, Bree, estaba muy asustado y no sabía qué hacer. Me sentía solo y desamparado de nuevo. —Hizo una pausa, frunciendo los labios mientras, evidentemente, ordenaba sus pensamientos—. Me asusté…, supongo. Ni siquiera recuerdo cuándo destrocé el salón.
Le cogí las manos.
—Archer, ¿recuerdas cómo reaccioné cuando me caí en la trampa? —Señalé la
ventana con un gesto de cabeza—. Te entiendo. A veces el miedo actúa por uno. Soy la última persona a la que tienes que pedir disculpas por eso. Tú me consolaste una vez, y ahora lo he hecho yo. Así funcionan las relaciones, ¿de acuerdo?
Él asintió, mirándome con aire solemne.
El problema de todo esto, Bree, es que siento que esta relación es cada vez más fácil para ti y más difícil para mí.
—Estoy dispuesta a aceptar el reto —aseguré, arqueando las cejas con una leve sonrisa, tratando de que sonriera también.
Funcionó, y él emitió un suspiro mientras asentía.
¿Tienes hambre?
—Mucha.
Sonrió, pero seguía pareciendo un poco triste. Lo miré durante un minuto y luego me incliné hacia delante para rodearlo con mis brazos.
—Te amo —le susurré al oído. Se tensó un poco, pero luego me rodeó con sus brazos y me apretó con fuerza.
Permanecimos allí sentados durante unos minutos.
—Necesito una ducha ya —dije contra su cuello—. Huelo muy mal.
Por fin, se rio un poco mientras se levantaba y enderezaba la toalla.
Me gusta cuando estás sucia por mi culpa —dijo.
—Oh, ya lo sé. —Le guiñé el ojo, tratando de arrancarle otra sonrisa mientras me dirigía hacia la puerta—. Luego podrás ensuciarme de nuevo —dije, volviéndome hacia él—. Pero ahora voy a ducharme y cuando esté limpia, me darás de comer.
Sí, señora —repuso con otra sonrisa.
Se la devolví antes de salir de la habitación y anduve por el pasillo hacia la ducha. Cerré la puerta del baño a mi espalda y me quedé parada al otro lado durante un minuto, intentando averiguar por qué seguía tan preocupada.


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Mensaje por Vela Lun 13 Feb - 10:33

Pobre Archer al leer su niñez y ver todo lo que paso y ver que su papa le pegaba a su mama que horror. 
Y bueno ahora se entiende un poco mas el que el se excluya de la gente


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Mensaje por eilyno Lun 13 Feb - 10:45

ODIO A VICTORIA, ENTONCES ARCHER ES HERMANO DE TRAVISS OMG!!


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Mensaje por Yani Lun 13 Feb - 15:38

29
Bree


Al día siguiente, cuando me incorporé al trabajo, Maggie me dio un abrazo gigante, apretándome contra su amplio pecho mientras me reía, luchando por respirar.
—Bree —fue el escueto saludo de Norm, pero me brindó una de sus raras sonrisas y asintió con la cabeza antes de regresar a la plancha, donde estaba dando la vuelta a las tortitas. Por alguna razón, aquel abrazo y el saludo de Norm me hicieron sentir bien. Estaba en casa. Charlé con los clientes, a los que había llegado a conocer muy bien durante el tiempo que llevaba trabajando allí, haciéndome más fácil mi tarea en la cafetería, tanto para servirles los platos como para tomar nota.
Pensé en Archer mientras trabajaba, meditando en lo difícil que era para él depender de otra persona. Lo había notado ya antes de irme a Ohio, pero ahora lo entendía mucho mejor. Lo amaba, e iba a hacer lo necesario para asegurarle que no iba a irme a ninguna parte. Pero también entendía su lucha. Yo sabía lo que le hacía sentirse débil, y sabía que él no quería depender de mí.
El día anterior se había comportado de forma casi tímida, apartando la vista cuando lo miraba mientras ordenábamos juntos el salón. Había recogido el ejemplar de Ethan Frome del suelo cuando reconocí el título, y lo abrí para leer un pasaje, poniéndome una mano en el pecho para fingir un entrecortado susurro lleno de dolor.
—Quiero poner la mano sobre ti, tocarte. Quiero cuidar de ti. Quiero estar contigo cuando estés enferma y sola. —Hice una pausa y dejé caer la mano. Coloqué el libro en su lugar y subí las manos—. Es un fragmento precioso —dije.
Él sonrió.
Supongo que si no fuera precioso, y además parte de una tragedia, no sería tan triste.
Pero después había permanecido en silencio, casi como si estuviera avergonzado. Traté de sacarlo de su ensimismamiento bromeando con él y actuando de una forma normal, pero seguía algo retraído cuando al final del día le di un beso de despedida, cogí a Phoebe y volví a mi casa para abrir el equipaje y prepararme para el día siguiente. Supuse que le harían falta un par de días para sentirse mejor.
A lo largo de los días siguientes, volvió a comportarse de manera normal. La única diferencia que aprecié fue que había una profunda intensidad en su forma de hacer el amor que no había notado antes. Era casi como si estuviera tratando de fusionarnos en una sola persona. Casi brutal en su pasión. No me importaba;de hecho, todas las facetas de Archer en el dormitorio eran de mi agrado. No podía explicar en qué consistía exactamente su cambio, pero anhelaba que se abriera a mí y me dijera qué estaba sintiendo. Sin embargo, cuando le preguntaba, se encogía de hombros y sonreía, diciéndome que me había echado de menos cuando no estaba y que trataba de recuperar el tiempo perdido. No me lo creía, pero, como siempre, Archer Hale lo comentaría cuando estuviera preparado y no antes. Lo conocía ya lo suficiente como para saber que presionándolo no conseguiría nada; debía esperar a que él se sintiera lo suficientemente seguro como para abrirse a mí. Y lo haría tarde o temprano, a su tranquila manera. Pensé que debía tener algo que ver con el hecho de que le gustaba comprender sus propias emociones antes de compartirlas conmigo, y él todavía no sabía dónde estaba en ese momento.
Cuatro días después de haber regresado de Ohio, llamé a la puerta de Anne y ella me abrió todavía en albornoz.
—¡Oh, Bree, querida! —exclamó, sosteniendo la puerta—. Vas a tener que disculparme. Tengo un día perezoso; he estado muy cansada durante la última semana.
—Sacudió la cabeza—. No es divertido hacerse viejo, te lo aseguro.
Sonreí y entré en el cálido y acogedor hogar de la anciana. Como siempre, el reconfortante olor a eucalipto flotaba en el aire.
—¿Anciana? ¿Usted? Ni hablar.
Ella se rio y me guiñó un ojo.
—Estás mintiendo, pero hoy me siento tan vieja como las colinas. Quizá esté incubando algo. —Hizo un gesto indicándome que tomara asiento en el sofá. Le entregué la cajita que le había traído—. Le he hecho una tarta de manzana —confesé—. Hoy me he puesto a cocinar, y he disfrutado mucho haciéndolo.
—¡Oh! Genial. Y has vuelto a cocinar, es maravilloso. —Aceptó la tarta, sonriendo—. La tomaré esta tarde con el té. Hablando de té, ¿te apetece tomar una taza?
Decliné su ofrecimiento con un gesto antes de dar unos pasos hacia el sofá y sentarme.
—No, solo puedo estar unos minutos. He quedado con Archer para ver unas cuevas de las que me habló.
Anne asintió y dejó la caja con la tarta en la mesa de café. Se sentó en el sillón a la izquierda del sofá.
—Las cavernas de Pelion. Te gustarán. Hay unas cascadas preciosas. Bill me llevó un par de veces.
—Por lo que él dice, debe de ser precioso.
—Lo es. Y el camino hasta allí también lo es, sobre todo ahora en otoño.
Sonreí.
—Creo que pasaremos un buen día. Lo necesitamos —dije, suspirando.
Anne se quedó callada un momento.
—¿Archer te ha mencionado que lo visité mientras estabas en Ohio?
—No —dije, sorprendida—. ¿De verdad lo visitó?
Ella asintió.
—No he podido quitarme a ese chico de la cabeza desde que me preguntaste por su padre y sus tíos. Debería haber ido a verlo hace años. —Suspiró y sacudió la cabeza ligeramente—. Le llevé algunos muffins de arándanos, los últimos que me quedaban congelados. —Agitó la mano, quitándole importancia a su comentario—. De todas formas, parecía… Al principio parecía cauteloso, y no puedo decir que lo culpe, pero charlé un poco con él; incluso me invitó a pasar. No sabía que su propiedad era tan bonita. Cuando se lo dije, me dio la impresión de que parecía orgulloso.
Asentí con la cabeza; por alguna razón tenía ganas de llorar.
—Trabaja mucho.
—Sí, es cierto. —Me estudió durante un minuto—. Le conté algunas cosas que recordaba de su madre, Alyssa, y creo que también le gustó.
Ladeé la cabeza, invitándola a continuar.
—Le hablé de ti, y le gustó todavía más, lo noté en su expresión. —Anne sonrió con suavidad—. La forma en que me observó cuando mencioné tu nombre…, ¡oh, Bree, querida!, nunca había visto tan claramente el corazón de alguien en sus ojos. —Me miró con calidez—. Me recordó la forma en que Bill me miraba a veces.
Ella sonrió de nuevo y yo también, con el corazón acelerado. 
—Ese muchacho te ama, querida.
Bajé la vista a mis manos.
—Sí, yo también lo amo. —Me mordí el labio—. Por desgracia, el amor es muy complicado para Archer.
Ella esbozó una triste sonrisa.
—Ahora que conozco la vida que ha llevado, imagino que entregarte su amor está lleno de riesgos.
Asentí con la cabeza, ahora con los ojos llenos de lágrimas. Le conté lo que había pasado al volver de Ohio, y ella escuchó con expresión de angustia.
—¿Qué debo hacer, Anne? —pregunté al terminar.
—Creo que lo mejor que puedes hacer por Archer… —se detuvo a media frase.
Puso una expresión de sorpresa y se llevó la mano al pecho.
—¡Anne! —dije, saltando hacia ella. Jadeaba, y se volvió a dejar caer en el sofá—. ¡Oh, Dios mío! ¡Anne! —Saqué el móvil del bolsillo de la sudadera y marqué el 911 con manos temblorosas.
Le indiqué a la teleoperadora la dirección, añadiendo que pensaba que mi vecina estaba teniendo un ataque al corazón, y la chica me aseguró que ya estaba en camino la ambulancia.
Regresé junto a Anne, asegurándole una y otra vez que la ayuda estaba en camino. Ella siguió agarrándose el pecho, pero tenía los ojos clavados en mí, e imaginé que entendía lo que le estaba diciendo.
«¡Oh, Dios mío! —pensé—. ¿Y si no hubiera estado yo aquí?».
La ambulancia entró en nuestra pequeña calle diez minutos después, y no pude contener las lágrimas que me resbalaban por la cara mientras veía cómo los sanitarios atendían a Anne, que estaba tumbada en el sofá. Respiré de forma larga y temblorosa,
tratando de mantener mi propio corazón bajo control.
—¿Se va a poner bien? —pregunté a uno de los sanitarios cuando fue en busca de una camilla para trasladarla. Le habían puesto una mascarilla de oxígeno y parecía un poco mejor, con algo de color en las mejillas.
—Creo que sí —me respondió—. Está consciente, hemos llegado a tiempo.
—Genial. —Me rodeé el cuerpo con los brazos—. No tiene familia. ¿Puedo acompañarla al hospital?
—Puedes ir en la ambulancia con ella.
—¡Oh! Genial. Sí, por favor, espero no molestar —dije, siguiéndolos al exterior y cerrando la puerta de Anne.
Mientras me dirigía a la ambulancia, miré hacia la derecha y vi a Archer corriendo hacia mí con una expresión en la cara que solo podía calificarse de salvaje.
El corazón me dio un vuelco. ¡Oh, Dios! Había venido corriendo. Debía de haber escuchado el sonido de la ambulancia desde su casa. Me acerqué a él con rapidez. Se detuvo de inmediato al verme. No se aproximó más, tenía los ojos muy abiertos y me miraba fijamente, con los puños apretados. Recorrí los últimos metros hasta él.
—¡Archer! Anne ha tenido un ataque al corazón. Está bien, creo, pero voy a acompañarla al hospital. Está bien. Todo está bien. Yo estoy bien.
Se llevó las manos a la cabeza y apretó los dientes. Parecía como si estuviera luchando para detener algo. Dio unos pasos en círculo lentamente y luego se volvió hacia mí, asintiendo con la cabeza de nuevo con aquella mirada salvaje en los ojos, pero no en su rostro. De pronto, su expresión era neutra.
—Iré directamente a tu casa cuando sepa que está bien —indiqué. Miré hacia atrás y vi que las ruedas traseras de la camilla desaparecían dentro de la ambulancia. Me dirigí allí—. Cogeré un taxi.
Archer asintió, todavía sin expresión, y luego, sin decir ni una palabra, se alejó de mí. Solo vacilé un segundo antes de correr hacia la ambulancia, saltando al interior justo antes de que cerraran las puertas.
Me quedé en el hospital hasta que supe con certeza que Anne iba a ponerse bien. Cuando el médico salió por fin a decirme que estaba estable, me comunicó que dormía, pero que ya le habían dicho que yo estaba allí. También habían llamado a una hermana de Anne, cuyo número les facilitó ella misma otra vez anterior que la atendieron, y que llegaría a Pelion por la mañana. Eso me hizo sentir mucho mejor, y cuando por fin me subí al taxi, sentía como si me hubieran quitado un peso de encima.
Sin embargo, estaba preocupada por Archer. Le había enviado algunos mensajes de texto cuando llegué al hospital y también cuando el médico vino a hablar conmigo, pero no me había respondido. Estaba deseando llegar junto a él.
Me mordí el labio durante los treinta minutos que el taxi tardó en llegar a mi casa. Le había dicho a Archer que iría directa a la de él, pero quería recoger antes a Phoebe. Seguramente ya se habría calmado. Él sabía que yo estaba bien, aunque se hubiera llevado un buen susto. ¿Por qué no respondía al teléfono? No estaba segura; sin embargo, sentía una gran opresión en el pecho.
Pagué al taxista y corrí hacia mi casa, llamando a Phoebe, que llegó corriendo, repicando en el suelo de madera con las patas.
Unos minutos más tarde, me detuve ante la puerta de Archer. Solté a Phoebe y golpeé la puerta con suavidad antes de abrirla. En el exterior había comenzado a lloviznar; unas nubes grises ennegrecían el cielo.
La casa de Archer estaba a oscuras salvo por la lámpara de pie que había en la esquina del salón. Él estaba sentado en la esquina opuesta. Al principio no lo vi, así que cuando lo hice me llevé un susto y subí la mano al pecho, riéndome por lo bajo.
Su expresión era sombría y tenía los ojos entrecerrados. Me acerqué a él al instante y me arrodillé para apoyar la cabeza en su regazo con un gemido.
Después de unos segundos, cuando me di cuenta de que iba a permanecer inmóvil, lo miré de forma inquisitiva.
—¿Cómo está Anne? —preguntó.
Alcé las manos.
Se va a poner bien. Su hermana llegará por la mañana. —Suspiré—. Lamento mucho que te asustara la ambulancia. No quería dejarte allí, pero tampoco quería que Anne fuera sola al hospital.
Lo entiendo —dijo levantando las manos, pero con los ojos entrecerrados.
Asentí con la cabeza, mordiéndome el labio inferior.
¿Estás bien? ¿Qué estabas pensando?
Se quedó callado durante tanto tiempo que pensé que no me iba a responder.
Pensaba en ese día —dijo finalmente, moviendo las manos.
Lo miré de lado.
¿En ese día? —pregunté confundida.
El día en que me dispararon, mi tío vino para llevarnos a mi madre y a mí lejos de mi padre.
Abrí mucho los ojos, pero no dije una palabra. Me limité a observar y a esperar a que continuara.
Mi padre estaba en un bar…, se suponía que estaría ocupado un rato.Hizo una pausa, mirando detrás de mí antes de que sus ojos buscaran los míos de nuevo—. No siempre había sido así. Hubo una época en la que era divertido, y estaba lleno de encanto. Pero luego comenzó a beber y todo fue cuesta abajo. Pegaba a mi madre, la acusaba de cosas que él hacía.
»Sin embargo, daba igual, mi madre solo amaba a un hombre, y ese era mi tío Connor. Yo lo sabía, lo sabía mi padre y lo sabía el resto del pueblo. Y la verdad era que yo también lo quería más.
Permaneció en silencio durante un minuto, mirando más allá de mí, antes de continuar.
Así que cuando vino a buscarnos ese día y me enteré de que era su hijo, no el de Marcus Hale, fui feliz. De hecho, estaba eufórico.
Bajó la vista hacia mí, mirándome con poca emoción, como si estuviera oculto en su interior.
Mi tío me disparó, Bree. Marcus Hale me disparó. No sé si fue sin querer o si me atacó cuando corrí airado hacia él. Sea como fuere, me disparó y me hizo esto. —Se llevó la mano a la garganta, pasando los dedos por la cicatriz.
Luego hizo un gesto con la mano señalándose a sí mismo como si dijera: «Esto fue lo que hizo».
Se me rompió el corazón.
—¡Oh, Archer! —suspiré. Él siguió mirándome, parecía entumecido —. ¿Qué pasó con ellos? ¿Qué le ocurrió a tu madre? —pregunté parpadeando mientras trataba de tragar el nudo que amenazaba con ahogarme.
Hizo una pausa un segundo.
Marcus había golpeado el coche desde atrás, intentando echarnos de la carretera. Volcamos. Mi madre murió en el accidente. —Cerró los ojos durante un minuto, tomándose su tiempo, y luego los abrió y siguió—. Después de que Marcus me disparara, hubo un enfrentamiento entre Connor y él en la carretera. —Se quedó en silencio de nuevo durante un minuto; sus ojos eran unas enormes piscinas ámbar llenas de tristeza—. Se dispararon el uno al otro, Bree. Allí mismo, en la calzada, bajo un primaveral cielo azul. Se dispararon entre sí.
Me sentí débil por el horror.
Archer continuó.
Tori se presentó allí, y luego recuerdo vagamente que llegó otro vehículo un minuto después. Lo siguiente que recuerdo es despertar en el hospital.
Me vino un sollozo a la garganta, pero me lo tragué.
Todos estos años… —Era incapaz de comprender el tormento que debía de haber experimentado Archer—. Has vivido con eso durante todos estos años, guardándotelo todo. ¡Oh, Archer! —Tomé aire para intentar mantener controladas mis emociones.
Me miró emocionado y, por fin, parpadeó antes de que se encerrara en sí mismo de nuevo.
Me acerqué más a él y le cogí de la camiseta al tiempo que apoyaba la cabeza en su estómago.
—Lo siento mucho —repetía una y otra vez mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas. No sabía qué más decir al imaginar el horror que había sufrido cuando era un niño.
Pero por fin entendí la profundidad de su dolor, de su trauma, de la carga que llevaba consigo. Y comprendí por qué Victoria Hale lo odiaba. No solo le había robado la voz, sino que había minado su confianza, su autoestima, su identidad. Y todo porque Archer era la prueba de que su marido amaba a otra mujer más profundamente de lo que la amaba a ella, y le había entregado a esa mujer no solo su corazón, sino su primer hijo. Y ese hijo la podía privar de todo.
Continué abrazándolo.
Después de lo que pareció un tiempo muy largo, me eché hacia atrás.
Eres el legítimo propietario de las tierras del pueblo. Eres el hijo primogénito de Connor.
Asintió con la cabeza, sin mirarme; no parecía importarle lo más mínimo.
¿No las quieres, Archer? —pregunté, limpiándome las lágrimas de las mejillas húmedas.
Bajó la mirada hacia mí.
¿Qué demonios iba a hacer con ellas? Eres la única persona con la que puedo comunicarme, ¿cómo voy a dirigir un maldito pueblo? La gente me miraría como si fuera el mejor chiste del mundo.
Lo negué con un gesto.
Eso no es cierto. Todo lo que haces lo haces bien. En realidad, se te daría de vicio.
No lo quiero —dijo con expresión de angustia—. Déjaselo a Travis. No quiero tener nada que ver con eso. No solo estoy incapacitado, además no me lo merezco. Todo lo que ocurrió fue por mi culpa. Murieron por mi culpa.
Me eché hacia atrás y tomé una bocanada de aire.
¿Por tu culpa? Eras solo un niño. ¿Cómo podría alguien echarte la culpa?
Archer me miró con expresión indescifrable.
Fue mi existencia lo que provocó sus muertes.
Fueron sus propias decisiones lo que provocó sus muertes. Solo tenías siete años. Lo siento, pero no me vas a convencer de que tienes la más mínima responsabilidad de lo que ocurrió entre cuatro adultos. — Sacudí la cabeza con vehemencia, tratando de dar más énfasis a las palabras que acababa de decir.
Miró por encima del hombro algo que solo él podía ver durante varios minutos. Yo esperé a sus pies.
Solía pensar que estaba maldito —confesó, curvando los labios sin humor. La extraña sonrisa se convirtió en una mueca antes de que se pasara la mano por la cara. Alzó los brazos—. No parecía posible que alguien pudiera tener tan mala suerte en una sola vida. Pero luego me di cuenta de que seguramente no estaba maldito, sino que estaba siendo castigado.
Volví a negar con la cabeza.
Las cosas no funcionan de esa manera.
Sus ojos se encontraron con los míos, y solté el aire.
Yo también lo pensé en una ocasión, Archer. Pero… me di cuenta de que si realmente creía eso, tenía que creer también que mi padre merecía morir de un disparo en la tienda, y sé que eso no es verdad. —Hice una pausa, tratando de recordar lo que sentía cuando pensaba que estaba maldita—. A la gente no le ocurren cosas malas porque lo merezca. Sencillamente, la vida no funciona así. Simplemente es… eso…, la vida. Y no importa lo que seamos, tenemos que aceptar lo que nos ha tocado, a pesar de que sea malo, y hacer todo lo posible para seguir adelante, para seguir amando. Tener esperanza en que cambiará…, tener fe en que existe un propósito para el camino que estamos siguiendo. —Me sujetó las manos durante un segundo y luego las soltó para que pudiera continuar—. Trato de creer que tal vez los que han sido más vapuleados acabarán recibiendo una recompensa mayor.
Archer me estudió durante unos segundos antes de alzar las manos.
No sé si puedo seguir. Lo intento, pero no sé si puedo.
—¡Puedes! —aseguré con gestos muy firmes para dar más vehemencia a mis palabras—. Claro que puedes.
Se detuvo un minuto antes de responder.
Todo me parece muy complicado. —Se pasó la mano por el pelo—. No consigo dar sentido a mi pasado, a mi vida, a mi amor por ti.
Alcé la vista hacia él y observé durante unos momentos las emociones que cruzaban por su rostro. Luego subí las manos.
No recuerdo mucho de mi madre. Murió de cáncer cuando yo era muy pequeña. —Me humedecí los labios mientras hacía una pausa—. Pero la recuerdo haciendo punto de cruz, esos bordados que parecen fotos.
Archer miraba mis manos y también mi cara entre las palabras.
Una vez, tomé una de sus labores y me pareció horrible, sucia y llena de nudos e hilos desiguales colgando por todas partes. Apenas podía distinguir la imagen que se suponía que era.
Mantuve los ojos clavados en Archer, y apreté su mano con rapidez antes de seguir.
En ese momento, se acercó mi madre y cogió el pedazo de tela de mis manos. Le dio la vuelta y ahí estaba aquella obra maestra. —Respiré y traté de sonreír—. Le gustaban las aves. Recuerdo la imagen, era un nido lleno de polluelos cuya madre acababa de regresar. —Me detuve, pensativa—. A veces pienso en esas pequeñas piezas de tela cuando la vida se vuelve muy complicada y difícil de entender. Trato de cerrar los ojos y creer que a pesar de que no pueda ver el otro lado en ese momento, de que la parte que estoy viendo es fea y confusa, de que lo que se ha tejido no es una obra maestra porque está llena de nudos e hilos sueltos, el resultado puede ser hermoso. Que de algo feo y cruel puede surgir algo precioso, y que llegará un momento en el que vea lo que es. Me ayudaste a ver mi propia imagen, Archer. Déjame ayudarte a ver la tuya.
Archer me miró, pero no dijo nada. Solo tiró de mí con suavidad hacia sus brazos y me sentó en su regazo, pegada a su cuerpo. Me abrazó con fuerza mientras sentía su cálido aliento en el hueco del cuello. Permanecimos allí sentados durante varios minutos.
—Estoy muy cansada —le susurré finalmente al oído—. Ya sé que es temprano, pero llévame a la cama, Archer. Abrázame y déjame abrazarte.
Los dos nos pusimos en pie y caminamos hasta su dormitorio, donde nos desnudamos lentamente antes de deslizarnos debajo de las sábanas. Me acercó a él y me estrechó con fuerza, pero no trató de hacerme el amor. Parecía que estaba mejor, aunque se mostraba distante, como si estuviera perdido en algún lugar dentro de sí mismo.
—Gracias por contarme tu historia —susurré en la oscuridad.
Él se limitó a asentir y me abrazó todavía con más fuerza.


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Mensaje por eilyno Lun 13 Feb - 15:46

Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 2357117439 POBRE ARCHER


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Mensaje por Invitado Lun 13 Feb - 16:17

Hauch..... quiero abrazar a archer ..... como puede ser una total vivora la madre de Travis ???  Todo fue su culpa y todo por egoista, espero que .... le vaya mal jajaja

Que pasara ahora ????  Dira la verdad ??? Se quedara con el pueblo ???

Gracias y rangitos !!!
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Mensaje por LuVelitta Lun 13 Feb - 18:21

Sabía que Archer sería el dueño legítimo de todo!! Así que por eso Victoria lo odia tanto!! Víbora codiciosa!!! Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 3185561925 Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 3185561925

Se merece lo peor!! Pobre Archer!!


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Mensaje por mariateresa Mar 14 Feb - 9:19

pobre archer me da pena su niñez, lo paso muy mal Victoria es una perra celosa

gracias por el capitulo


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Mensaje por Yani Mar 14 Feb - 9:50

30
Bree


Al día siguiente era el desfile del departamento de Policía de Pelion. Me detuve frente a la ventana del comedor de la cafetería y vi pasar con ojos somnolientos los coches y camiones y a las personas que se agolpaban en la acera agitando banderas. Me sentía entumecida, me dolían el corazón y el cuerpo.
No había dormido bien. Y Archer había dado vueltas en la cama durante toda la noche. Cuando por la mañana le pregunté si no había podido dormir, se limitó a asentir, sin ofrecerme más explicaciones.
Él no había hablado demasiado mientras desayunábamos, y yo me preparé para volver a casa a ponerme el uniforme de trabajo y dejar a Phoebe. Archer parecía perdido en sus pensamientos, sumergido en su propia cabeza, y, sin embargo, cuando me marchaba, me estrechó con fuerza.
—Archer, cariño, habla conmigo —le había dicho, sin importarme que se me hiciera tarde para ir a trabajar.
Él sacudió la cabeza, ofreciéndome una sonrisa que no se le reflejó en los ojos, y me dijo que me vería después del trabajo, cuando podríamos hablar un poco.
Y ahora estaba ante la ventana, preocupada. La cafetería se hallaba prácticamente vacía, ya que todo el pueblo había acudido al desfile, y podía perderme en mis pensamientos durante unos minutos sin que nadie me interrumpiera.
Vi pasar coches antiguos de policía; la gente animaba más fuerte a los vehículos de época, y una amargura me inundó. Archer tenía que estar aquí. Debía estar en la cena conmemorativa de su padre. Y ni siquiera lo habían invitado. ¿Qué leches pasaba en ese pueblo? Victoria Hale, aquella bruja asquerosa, ella era el mal de  Pelion. ¿Cómo la soportaban? Había arruinado muchas vidas, y, total, ¿para qué? ¿Para tener dinero? ¿Prestigio? ¿Poder? ¿Quizá por orgullo? ¿Para ganar? Y ahora todos los habitantes del pueblo se inclinaban ante ella por temor a las repercusiones.
Mientras estaba allí, pensando en todo lo que Archer me había contado la noche anterior, se me revolvió el estómago, y pensé que iba a vomitar. La certeza de lo que había supuesto estar aquel día allí era horrible y repugnante para un niño de siete años. Quería retroceder en el tiempo y cobijarlo entre mis brazos, consolarlo y hacer que todo desapareciera. Pero no podía, y eso me dolía.
Mi móvil vibró en el bolsillo, arrancándome de mis pensamientos. Lo saqué y vi que se trataba de una llamada con prefijo de Ohio. Me acerqué a la barra, donde había un par de clientes sentados, y me puse al otro lado para responder.
—¿Sí? —dije en voz baja.
—Hola, Bree. Soy el detective McIntyre. Te llamo porque tengo buenas noticias.
Miré al otro lado de la barra, y, al ver que todo el mundo parecía servido, me di la vuelta.
Percibí involuntariamente que sonaba la campanilla de la puerta, pero no me giré. Maggie podía ocuparse de aquellos clientes.
—¿Así que tiene noticias, detective?
—Sí. Hemos hecho un arresto.
Contuve la respiración.
—¿Un arresto? —susurré.
—Sí. Es un hombre llamado Jeffrey Perkins. Es el tipo que usted identificó. Lo trajimos para interrogarlo porque su huella coincide con una que encontramos en la escena del crimen. Tiene abogado, así que no ha soltado prenda. Su padre es propietario de una gran fortuna en la ciudad.
Hice una pausa, mordiéndome el labio.
—¿Jeffrey Perkins? —repetí—. ¿Es hijo de Louis Perkins? —pregunté al tiempo que cerraba los ojos al reconocer el apellido del hombre que poseía una de las mayores compañías de seguros de Cincinnati.
—Sí —confirmó el detective tras una pausa.
—¿Por qué alguien como Jeffrey Perkins entra a robar en una tienda de comida para llevar? —reflexioné, sintiéndome entumecida.
—Me gustaría poder responderte —dijo—. Sospecho que estaba relacionado con drogas.
—Mmm… —Recordé las brillantes y dilatadas pupilas de Jeffrey Perkins y su nerviosismo. Tenía que tratarse de eso. ¿Niño bien enganchado a las drogas duras? Me estremecí y sacudí la cabeza para volver al presente—. ¿Qué ocurrirá ahora, detective?
—Bueno, está en libertad bajo fianza. La comparecencia será dentro de unos meses, así que solo hace falta esperar.
Me quedé paralizada.
—Ha salido en libertad bajo fianza. Y hay que esperar. —Suspiré.
—Lo sé. Es duro, Bree. Pero tenemos pruebas contra él, y usted lo ha identificado. Tengo muchas esperanzas en que se resuelva adecuadamente.
Respiré hondo.
—Muchas gracias, detective. Por favor, manténgame informada sobre cualquier otra novedad.
—Lo haré, no se preocupe. Que tenga un buen día.
—Y usted también, detective. Adiós.
Colgué y permanecí de espaldas al comedor durante un minuto más. Era una buena noticia. ¿Por qué no me embargaba la felicidad? Me mordisqueé la uña del pulgar, tratando de averiguarlo. Por fin, respiré hondo y me di la vuelta. Victoria y Travis Hale estaban sentados al final de la barra, justo a mi derecha. Abrí mucho los ojos antes de notar la fría mirada de Victoria y el ceño fruncido de Travis.
Me di la vuelta.
—¡Maggie! —grité—. Voy a tomarme un pequeño descanso. No me encuentro bien.
Maggie se volvió hacia mí con una mirada de preocupación.
—Claro, querida —me tranquilizó mientras me dirigía a la parte de atrás. Me quedé allí hasta que Travis y Tori abandonaron el local.
Poco después de que salieran, estaba limpiando una mesa cerca de la ventana cuando vi a Archer al otro lado de la calle. El corazón se me aceleró.
—¡Maggie! —grité—. ¡Ahora vuelvo!
—Oh, de acuerdo —repuso Maggie, confundida, desde la salita de descanso donde estaba sentada leyendo una revista. Seguro que estaba preguntándose qué me pasaba hoy.
Atravesé la puerta principal y llamé a Archer. Se encontraba al otro lado de la calle, mirando pasar los coches de policía, con una tensa expresión en su rostro. ¿Habría estado pensando lo mismo que yo?
Cuando estaba a punto de cruzar a la otra acera, una mano me cogió del brazo y me detuvo. Giré un poco la cabeza y vi a Travis. Me encontraba a la izquierda del punto en el que se hallaba él con su madre, que trataba de fingir que no existía, con los ojos clavados en el desfile, una sonrisa forzada en la cara y la nariz levantada en el aire.
Miré a Archer por encima del hombro; comenzaba a andar hacia nosotros.
—Tengo que irme, Travis —me disculpé, tratando de alejarme.
—Venga, espera —replicó sin soltarme—. He oído la llamada de antes. Estoy preocupado por ti, solo quería que…
—Travis, suéltame, por favor —le pedí con el corazón acelerado. Aquello era lo último que Archer necesitaba.
—Bree, sé que no soy tu persona favorita, pero si puedo hacer algo para ayudarte…
—¡Travis, suéltame! —grité, zafándome de él. La multitud que nos rodeaba pareció alejar los ojos del desfile que recorría lentamente la calzada para mirarnos.
Antes de que pudiera darme la vuelta, un puño impactó contra la cara de Travis y él cayó con fuerza. Un chorro de sangre pareció surcar el aire a cámara lenta ante mí.
Ahogué un grito, lo mismo que Tori Hale y varias personas cercanas.
Observé por encima de mi hombro; allí estaba Archer, respirando con dificultad y con los ojos muy abiertos, abriendo y cerrando los puños a los costados.
Lo miré boquiabierta y luego me volví hacia Travis, que ya estaba de pie. Sus ojos brillaban de ira mientras contemplaba a Archer.
—¡Cabrón, hijo de puta! —dijo entre dientes.
—¡Travis! —exclamó Tori Hale. Aunque relajó sus rasgos, no fue suficiente como para ocultar su alarma.
Puse los brazos entre ellos dos, pero ya era demasiado tarde. Travis me esquivó y atacó a Archer. Cayeron sobre la gente, que retrocedió; algunos tropezaron con la acera y otros se quedaron donde estaban.
Archer recibió un golpe que Travis le lanzó antes de que su espalda impactara contra el pavimento con un ruido sordo. Lo vi soltar el aire, pero apretó los dientes. Travis volvió a pegarle en la cara.
Comencé a sollozar cuando el miedo se propagó por mi cuerpo con la rapidez de un incendio forestal.
—¡Basta! —grité—. ¡Parad! —Travis había alzado el brazo y estaba a punto de clavar el puño de nuevo en el rostro de Archer. ¡Oh, Dios! Lo iba a destrozar allí mismo, delante de todos, frente a mí. La adrenalina me inundó y el corazón me latió con fuerza en los oídos cuando se me disparó el pulso—. ¡Basta ya! —grité—. ¡Sois hermanos! ¡Deteneos! —dije con la voz rota por un sollozo.
El tiempo pareció congelarse cuando el puño de Travis se detuvo en el aire. Archer clavó en mí los ojos y escuché que Tori inhalaba bruscamente.
—Sois hermanos —repetí, con las lágrimas resbalando ahora por mi cara—. Por favor, no hagáis esto. Hoy se recuerda a vuestro padre. Él no querría veros así. Por favor. Por favor…, deteneos.
Travis empujó el pecho de Archer, pero se apartó de él y se puso en pie. Archer también se levantó, frotándose la mandíbula, y miró a su alrededor, a la gente que observaba lo que ocurría boquiabierta. La expresión de su rostro era una mezcla de confusión, rabia y miedo…, y los tres sentimientos se reflejaron en sus ojos dorados.
Otro par de ojos dorados se encontraron con los míos cuando Travis empujó a Archer fuera de su camino, aunque no lo hizo con fuerza.
—No somos hermanos, somos primos —corrigió, observándome como si estuviera loca.
Sacudí la cabeza, con los ojos clavados en Archer, que no estaba mirándome.
—Lo siento, Archer —dije—. No quería que se me escapara. Lo siento —susurré—. Ojalá pudiera volver atrás.
—¿De qué coño va esto? —preguntó Travis.
—¡Vámonos! —chilló Tori Hale—. Es un animal —escupió, señalando a Archer—. Están locos, los dos. No pienso escuchar esta tontería ni un segundo más. —Trató de tirar del brazo de Travis, pero él se deshizo de ella con facilidad.
La contempló de cerca, y debió de leer algo en sus ojos, porque en su rostro apareció una expresión de comprensión.
—Bueno, ese tipo de cosas se pueden demostrar con facilidad con un sencillo análisis de sangre —propuso Travis con frialdad, con los ojos fijos en su madre. Tori palideció y volvió la cabeza. Travis la miró—. ¡Oh, Dios mío! Es verdad…, y tú lo sabías.
¡Yo no sé nada! —replicó ella, aunque sonaba histérica.
—Siempre lo he pensado —dijo otra voz entre la multitud, haciéndome girar la cabeza. Se trataba de Mandy Wright, que se dirigía hacia nosotros—. Desde el momento que vi tus ojos cuando estabas en brazos de tu madre. Son los ojos de Connor Hale —susurró Mandy, que solo veía a Archer.
Cerré los párpados, lo que hizo que más lágrimas me resbalaran por las mejillas. ¡Oh, Dios!
—¡Lo que faltaba! —gritó Tori—. Si no te vas, lo haré yo. ¡Estáis hablando de mi marido! Y debería daros vergüenza elegir este día para manchar su memoria. —Señaló con su largo y huesudo dedo a cada uno de nosotros con aquella gélida mirada en su rostro. Dicho eso, se giró y se abrió paso entre la multitud.
Me fijé brevemente en Travis, pero luego volví a mirar a Archer. Él me devolvió la mirada y luego estudió a Travis y a Mandy y, finalmente a la gente del pueblo.
Todos tenían la vista clavada en nosotros. El pánico inundó su expresión cuando se dio cuenta de que lo observaban boquiabiertos, entre susurros. El corazón me dio un vuelco y di un paso hacia él, pero retrocedió al tiempo que se fijaba de nuevo en la multitud.
—Archer —dije, llegando hasta él. Vi cómo se daba la vuelta y comenzaba a abrirse paso a empujones entre la gente. Me detuve, dejé caer la mano y agaché la cabeza.
—¿Bree? —me llamó Travis.
—Déjame —repuse con los dientes apretados. Me alejé de él y regresé corriendo a la cafetería. Maggie estaba de pie en la puerta.
—Ve con él, querida —me dijo con suavidad, poniéndome la mano en el hombro. Era evidente que lo había visto todo. Como el resto del pueblo.
Sacudí la cabeza.
—Necesita espacio —aseguré. No estaba segura de cómo, pero lo sabía.
—De acuerdo —convino Maggie—; pues vete a casa. De todas formas, esto hoy está muerto.
Asentí.
—Gracias, Maggie.
—De nada, querida.
—Saldré por detrás. Tengo el coche en el callejón. He aparcado ahí para evitar las calles cortadas por el desfile.
Maggie asintió, con una mirada de simpatía en los ojos.
—Llámame si necesitas algo —me dijo.
—Lo haré. —Esbocé una sonrisa.
Volví a casa en modo automático, y, cuando llegué, no recordaba cómo lo había hecho. Me arrastré hasta el salón y me desplomé en el sofá. Phoebe saltó a mi regazo y me empezó a lamer la cara cuando comenzaron a caer las lágrimas. ¿Cómo había conseguido que se torciera todo en solo un par de días?
Me sentía como si Archer fuera una bomba de relojería a punto de estallar en cualquier momento. Quería ayudarlo, pero no sabía cómo. Me sentía impotente, desprovista de todo. Me sequé las lágrimas y permanecí allí sentada un rato, tratando de encontrar la solución.
Quizá teníamos que marcharnos de ese pueblo. Meter nuestras cosas en el coche y largarnos a un lugar nuevo. Dios…, aquello me era familiar. ¿No era esa la idea que se le había ocurrido también a Connor Hale? Y cómo terminó…, no precisamente bien.
De todas formas, ¿cómo afectaría eso a Archer? Ya estaba luchando contra la impresión de que no se sentía un hombre de verdad. ¿Cómo reaccionaría cuando yo consiguiera un trabajo en algún lugar y él se quedara en casa todo el día? Por lo menos aquí tenía su tierra, sus proyectos, su casa, su lago…
Aunque ahora pareciera una buena idea, tal situación acabaría con él. La culpa se apoderó de mí, y arrugué la cara. Le había llevado mucho tiempo estar lo suficientemente cómodo para salir de casa, y ahora volvería a utilizar su propiedad para ocultarse de nuevo, preocupado por qué estaría susurrando la gente, por cómo lo mirarían, juzgando su discapacidad y haciéndolo notarse inferior.
Después de unos minutos, me levanté, cansada, y saqué a Phoebe. Luego regresé para ducharme, sin dejar de pensar en lo que había ocurrido en el desfile. Debía ir a verlo y pedirle disculpas. Yo no albergaba ninguna intención de contar el secreto que Archer llevaba tanto tiempo guardando, pero lo había hecho. Y ahora era él quien iba a tener que vivir con las consecuencias.
Me puse ropa de abrigo; me sentía incapaz de desprenderme del frío. Era como si se me hubiera metido en los huesos. Me sequé el pelo muy despacio.
Me acosté en la cama y dejé que la tristeza me inundara de nuevo. Me sentía débil, no era capaz de sacar ninguna enseñanza positiva a la situación, solo quería ver a Archer, lo precisaba con desesperación. Pensé que quizá fuera porque estaba exhausta. Quizá solo necesitaba descansar unos minutos…
Abrí los ojos lo que pensé que eran unos minutos después y miré el reloj. ¡Oh, Dios! Me había quedado dormida dos horas. Salí corriendo, echándome el pelo hacia atrás. Necesitaba ver a Archer. Se preguntaría por qué no había ido ya. Se había alejado de mí…, pero ya le había dado unas horas para recuperarse. Con suerte, se encontraría mejor. «¡Dios, por favor, que no esté enfadado conmigo!», pensé, mientras me metía en el coche y arrancaba.
Unos minutos después, atravesaba la valla hacia su casa. Llamé a la puerta principal y giré el pomo, pero me saludó un absoluto silencio; la luz del crepúsculo que atravesaba la ventana apenas iluminaba el interior.
—¿Archer? —lo llamé, con una ominosa sensación en el pecho. Encendí la luz y grité su nombre de nuevo—. ¿Archer? —Nada.
Fue entonces cuando vi la carta que había en la mesita de detrás del sofá. Mi nombre estaba escrito en ella.
La cogí con manos temblorosas y la abrí, casi atenazada por el miedo.

«Bree:
No te eches la culpa por lo que ha ocurrido hoy en el desfile. No ha sido culpa tuya, sino mía. Solo mía.
Me voy, Bree. Voy a coger la pickup de mi tío. No sé a dónde iré, pero tengo que marcharme. Tengo que entender las cosas, y tal vez aprender un poco más sobre quién puedo ser en el mundo, si es que puedo ser alguien.
La idea me llena de miedo, pero quedarme aquí, sintiendo lo que siento, me parece una alternativa todavía más aterradora. Sé que es difícil de entender, ni siquiera lo comprendo yo mismo.
Dos veces pensé que te había perdido, y la mera posibilidad me dejó destrozado. ¿Sabes lo que hice cuando estaba yendo hacia tu casa porque oí la ambulancia? Vomité en el césped y luego corrí hacia ti. Estaba aterrado. Y la cosa es que siempre habrá algo, no una ambulancia…, algún día llegarás tarde del trabajo, o un tipo coqueteará contigo… o un millón de situaciones diferentes que ahora no soy capaz de imaginar. Siempre existirá alguna amenaza que pueda llevarte lejos de mí, aunque sea pequeña y solo exista en mi mente. Y, con el tiempo, eso nos destruirá.
Acabaré haciéndote daño porque no serás capaz de tranquilizarme. Al final, te sentirás resentida, porque tendrás que llevar constantemente el peso de los dos. No puedo dejar que ocurra. Te pedí que no me dejaras destruir lo que tenemos, pero no creo que sea capaz de hacer otra cosa.
Anoche, después de que te quedaras dormida, no pude dejar de pensar en la historia que me contaste de los bordados de tu madre. Y he decidido que quiero creer que lo que dijiste del mal es cierto, que toda esta fealdad, todo este desorden y todo este dolor que me han hecho ser como soy pueden traer algo hermoso. Quiero saber qué hay al otro lado. Pero, para hacer eso, necesito encontrarme. Y tengo que seguir estos pasos. Tengo que entender cómo se organiza el mundo. Saber qué sentido tiene la imagen que me he hecho de mí mismo.
No te pido que me esperes, no soy tan egoísta, pero, por favor, no me odies. Nunca, nunca quise hacerte daño, pero no soy bueno para ti. En este momento no soy bueno para nadie, y necesito saber si puedo llegar a serlo.
Por favor, entiéndeme. Por favor, sabes que te amo. Por favor, perdóname.
Archer.».

Las manos me temblaban como hojas y las lágrimas me caían por las mejillas. Emití un sollozo al tiempo que soltaba la carta para llevarme la mano a la boca.
Apilados bajo la nota había unas llaves, su móvil y un vale para comida de perro sin fecha de caducidad. Solté otro sollozo y me quedé en el sofá, en el mismo sofá en el que Archer me había consolado después de salvarme de la trampa de su tío, en el que me había besado por primera vez. Lloré contra el cojín, deseando que volviera.
Quería oír sus pasos entrando por la puerta de atrás con tanta desesperación que me temblaba todo el cuerpo. Pero a mi alrededor la casa se mantuvo en un silencio tan solo roto por los sonidos ahogados de mis sollozos.


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Mensaje por eilyno Mar 14 Feb - 10:44

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Mensaje por Invitado Mar 14 Feb - 13:45

Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 2357117439 no no nooooo por que se fue ???? 
Necesito maaas ...
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Mensaje por LuVelitta Mar 14 Feb - 15:37

Se fue!!?   Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 3222901024 No puede irse!!  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 3542598432
Pobre Bree!! Pobre Archer!!  Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan - Página 7 2357117439


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Mensaje por Yani Mar 14 Feb - 15:58

31
Bree
Los días pasaron lentamente. Sentía como si tuviera el corazón en carne viva, y me pesaba en el pecho. Las lágrimas acudían rápidas a mis ojos. Echaba tanto de menos a Archer que la mayoría de los días parecía como si estuviera bajo el agua, y miraba el mundo a mi alrededor preguntándome por qué no podía conectar con ellos, por qué todo estaba nublado y distante, inaccesible.
Me preocupaba lo que él estuviera haciendo. ¿Dónde estaba durmiendo? ¿Cómo se iba a comunicar cuando tuviera que hacerlo? ¿Estaba asustado? Traté de olvidarme de eso, ya que era una de las razones por las que se había marchado. Él se pensaba menos hombre porque me necesitaba para relacionarse con el mundo exterior. No lo había dicho así exactamente, pero era verdad. No quería sentirse como si yo fuera su madre, sino como mi igual. Quería ser mi protector, que yo dependiera de él a veces.
Lo entendía. Todavía se me rompía el corazón cuando pensaba que dejarme era su solución a ese problema. ¿Volvería algún día? ¿Cuándo? Y, si lo hacía, ¿seguiría amándome?
No lo sabía, pero lo esperaría. De hecho, no me importaría esperarlo siempre si tuviera que hacerlo. Le había dicho que nunca me iría, y no iba a hacerlo. Estaría allí cuando regresara.
Trabajaba, visitaba a Anne —que estaba recuperándose con rapidez—, paseaba junto al lago, mantenía limpia y ventilada la casa de Archer y lo echaba de menos.
Mis días se convirtieron en una larga rueda interminable en el que cada uno se unía al siguiente.
El pueblo fue un nido de cotilleos durante un tiempo, y, por lo que supe después, no le sorprendía demasiado a nadie que Archer fuera hijo de Connor. La gente también especulaba sobre si Archer regresaría y exigiría que le dieran lo que era suyo por derecho, e incluso sobre si iba a volver o no. Pero a mí no me importaba nada de eso; solo lo quería a él.
Para mi sorpresa, después del día del desfile, no se supo nada de Victoria Hale. Pensé que ese silencio distante debería resultar preocupante, porque no parecía el tipo de mujer que se callara y aceptara que había perdido sin más, pero sentía demasiado dolor para hacer algo al respecto. Quizá solo creía que Archer no suponía una amenaza para ella, y tal vez no lo fuera. Eso me dolía en el corazón.
Travis intentó hablar conmigo varias veces después del día del desfile, pero fui brusca con él y, por suerte, no me presionó. No lo odiaba, a pesar de que había perdido muchas oportunidades de ser mejor persona en lo que se refería a Archer: había elegido menospreciarlo en lugar de luchar por él. Jamás podría respetar a un hombre así; sin duda, era hermano de Archer solo por el apellido.
El otoño dio paso al invierno. Las vibrantes hojas de colores ocres se marchitaron y cayeron de los árboles; la temperatura bajó de forma drástica y el lago se congeló.
Un día, a finales de noviembre, varias semanas después de que Archer se marchara, Maggie se acercó a mí por detrás de la barra y me puso la mano en el hombro.
—Bree, querida, ¿no has pensado en ir a casa por Acción de Gracias?
Me erguí y sacudí la cabeza.
—No, me quedaré aquí.
Maggie me miró con tristeza.
—Querida, si vuelve mientras no estás, te llamaré.
Me negué con vehemencia.
—No. Si vuelve, tengo que estar aquí.
—De acuerdo, querida, de acuerdo —me dijo—. Bien, entonces te esperamos en nuestra casa para Acción de Gracias. Nuestra hija y su familia vendrán al pueblo.
También vamos a contar con la presencia de Anne y su hermana; creo que pasaremos un rato muy agradable.
Esbocé una sonrisa.
—De acuerdo, Maggie. Gracias.
—Bien. —Me sonrió, pero, de alguna manera, seguía pareciendo triste. 
Norm se sentó frente a mí más tarde, en la mesa de la salita de descanso, cuando ya estábamos cerrando y todos los clientes se habían marchado. Tomó un gran bocado de la tarta de calabaza que tenía delante.
—Haces la mejor tarta de calabaza que he probado —dijo, y empecé a llorar allí mismo, porque sabía que era la forma que tenía Norm de decirme que me quería.
—¡Yo también os quiero! —gemí, y él se puso en pie con el ceño fruncido.
—¡Maggie! —gritó—. Bree te necesita.
Quizá estaba un poco sensible.
Noviembre dio paso a diciembre y Pelion sufrió la primera nevada del invierno. Todo se cubrió de nieve, dotando al pueblo de un aura mágica que hacía que pareciera todavía más entrañable, como una postal antigua de navidad.
El dos de diciembre era el cumpleaños de Archer. Me tomé el día libre y lo pasé en su casa, ante la chimenea encendida, leyendo Ethan Frome. No fue una elección afortunada; Archer tenía razón, era el libro más triste jamás escrito. Pero era su día y quería sentirme cerca de él.
—Feliz cumpleaños, Archer —susurré esa noche, y luego formulé mi propio deseo—. Regresa a mí.
Una semana más tarde, una fría noche de sábado, me acurruqué en el sofá con Phoebe, una manta y un libro. Al escuchar un suave golpe en la puerta, el corazón me dio un salto en el pecho, y me levanté con rapidez para asomarme a la ventana. La imagen de un chico empapado en la carretera bajo la lluvia inundó mi mente.
Melanie estaba en el porche con una chaqueta enorme, una bufanda rosa y un gorro a juego. El corazón se me detuvo. Adoraba a Melanie, pero por un breve segundo había albergado la esperanza de que Archer hubiera vuelto a mí. La dejé entrar.
Hola —sonrió Melanie.
—Pasa —dije, estremeciéndome ante la explosión de frío helado que entró por la puerta abierta.
Melanie entró y cerró a su espalda.
—He venido a asegurarme de que vengas a ver el encendido del árbol de Navidad de Pelion. Venga, vístete —ordenó.
Suspiré.
—Melanie…
Ella sacudió la cabeza.
—No, de eso nada. No pienso aceptar un no por respuesta. Me niego a dejar que te conviertas en la señora de los gatos de Pelion.
Me reí a pesar de todo.
—¿La señora de los gatos de Pelion?
—Mmm… mmm… —Una expresión de tristeza cubrió sus hermosas facciones—. Lleva fuera más de dos meses, Bree. Sé que lo echas de menos, pero no pienso permitir que te quedes en casa suspirando por él todo el día. No es sano. —Su voz se suavizó más—. Fue él quien eligió irse, cariño. Y sé que tenía sus razones. Sin embargo, tú tienes una vida, tienes amigos; que lo eches de menos no es razón para que dejes de vivir.
Una lágrima me bajó por la mejilla hacia la nariz; la sorbí. Asentí al tiempo que notaba otra en el otro pómulo. Melanie abrió los brazos para acogerme en ellos. Un minuto después dio un paso atrás.
—Hace frío. Vas a tener que abrigarte. Y no traigas pelos de gato.
No pude contener una risita, y me limpié la última lágrima.
—De acuerdo —convine en voz baja. Y me fui a vestir.
Mientras nos dirigíamos al centro del pueblo, vi luces de Navidad por todos lados. Por primera vez desde que Archer se había marchado, sentía algo parecido a la serenidad al mirar el entorno, aquel pequeño pueblo que había llegado a amar tanto, lleno de gente que ahora formaba parte de mi corazón.
Nos encontramos con Liza entre la multitud que recorría el centro del pueblo, y sonreí por primera vez en dos meses. Las dos chicas me premiaron con historias de sus últimas citas y entrelazaron sus brazos con los míos cuando el árbol parpadeó entre aplausos y silbidos.
Aspiré el fresco aire de diciembre y alcé la mirada hacia el cielo, lleno de estrellas. «Regresa a mí», susurré mentalmente. Una sensación de paz se apoderó de mí, y miré a mi alrededor, estrechando a mis dos amigas y sonriendo sin ninguna razón en particular.
La Navidad llegó y se fue. A pesar de que Natalie me rogó que volviera a casa y la pasara con ella, le dije que no, y disfruté aquel día de fiesta con Maggie y Norm.
Estaba intentando vivir mi vida lo mejor que podía, pero necesitaba estar en Pelion. En casa, donde Archer sabría encontrarme. ¿Estaría bien? Me quedé junto a la ventana, mirando en dirección al lago helado, con la nieve cayendo con suavidad, y me pregunté si estaría en un lugar caliente, si tendría dinero suficiente, si la vieja pickup seguiría funcionando. ¿Me echaría tanto de menos como yo a él?
«Regresa a mí», susurré por enésima vez desde que me dejó.
La víspera de Año Nuevo, la cafetería abría solo hasta mediodía. Melanie y Liza me pidieron que acudiera con ellas a una gran fiesta al otro lado del lago, en casa de un tipo que vivía allí durante todo el año. Yo había aceptado, pero mientras me ponía el vestidito negro que había comprado en la tienda de Mandy para la ocasión, estuve tentada de llamar a las chicas y decirles que no asistiría. No estaba de humor para fiestas. Pero sabía que me insistirían y que no aceptarían un no por respuesta, así que suspiré y seguí arreglándome.
Me tomé mi tiempo para peinarme hasta que quedé satisfecha con el resultado; me apliqué el maquillaje con cuidado. Me sentí atractiva por primera vez desde que Archer se había ido, llevándose con él las miradas de deseo y adoración que me hacían sentir la mujer más deseable de la tierra. Cerré los ojos y respiré hondo, tragándome el nudo de la garganta.
Liza y Melanie me recogieron a las ocho y llegamos a la enorme mansión a las afueras del pueblo media hora después. Ahogué un gritito cuando recorrimos el camino de acceso.
—Chicas, no me avisasteis de que veníamos a la casa de una estrella de cine.
—Es preciosa, ¿verdad? Gage Buchanan. Su padre es el dueño del complejo hotelero. Es un poco gilipollas de vez en cuando, pero hace unas fiestas épicas, y por lo general nos invita porque somos amigas de su hermana, Lexi.
Asentí con la cabeza, estudiando la mansión iluminada y todos los coches aparcados frente a ella. Un aparcacoches con levita roja nos abrió la puerta cuando nos detuvimos y Melanie le entregó las llaves.
Pasamos junto a la gran fuente que presidía la fachada y continuamos hasta la puerta, donde fuimos recibidas por un mayordomo que nos hizo un gesto para que entráramos sin apenas sonreír. Liza se rio cuando accedimos al cálido interior.
El interior de la mansión hizo que me quedara todavía más boquiabierta. En el vestíbulo de entrada había una amplia escalera a la derecha, realizada en mármol, y lámparas de araña con brillantes cristales por todas partes. El mobiliario era de estilo clásico y con aspecto de ser valioso, y lo suficientemente grande para llenar las enormes habitaciones. Todo parecía, de hecho, grande. Me hacía sentir como Alicia en el país de las maravillas. Anduve por el enorme pasillo lleno de retratos y con un ventanal del suelo al techo, con puertas que conducían a balcones individuales.
Paseamos por la casa asimilando todo lo que veíamos, mientras charlábamos entusiasmadas de lo que nos íbamos encontrando. Las habitaciones estaban muy bien decoradas con cintas doradas y negras, globos y mesas llenas de matasuegras y confeti que lanzar al aire cuando el reloj marcara la medianoche. La gente se reía y hablaba, pero yo no podía sobreponerme a mi estado de ánimo. Me sentía ansiosa, agobiada, como si necesitara estar en algún lugar en ese momento y no supiera dónde ni por qué. Giré trazando un amplio círculo y miré a mi alrededor en busca de algo…, pero no sabía de qué.
Cuando entramos en el salón de baile, una mujer con una bandeja nos ofreció una copa de champán. Cogimos una cada una, y seguí mirando a mi alrededor de forma distraída.
—¿Bree? Tierra llamando a Bree —bromeó Liza—. ¿Dónde estás?
Le sonreí al volver al presente.
—Lo siento, este lugar es inmenso.
—Bueno… ¡Brindemos! Vamos a bailar un poco.
—Vale. —Me reí, tratando de deshacerme de aquella extraña sensación. 
Terminamos la copa de champán y nos dirigimos a la pista de baile para empezar a movernos entre risas al ritmo de la música. El alcohol inundó mis venas, y pude concentrarme en la realidad.
Salimos de la pista cuando la canción rápida que bailábamos se terminó y fue sustituida por una más lenta.
—¡Oh, mira! Ahí están Stephen y Chris —comentó Melanie mirando a dos jóvenes que había a un lado de la pista charlando. Cuando ellos las vieron, sonrieron y las saludaron.
Puse la mano sobre el brazo de Melanie.
—Id a hablar con ellos. De todas formas, necesito tomar el aire.
Melanie frunció el ceño.
—¿Estás segura? Podemos acompañarte.
Sacudí la cabeza.
—No, en serio, estoy bien. Os lo prometo.
Ellas vacilaron.
—Vale —dijeron finalmente—, pero iremos a buscarte si tardas demasiado. —Sonrió y me guiñó un ojo—. Y si vamos y te encontramos en una habitación vacía acariciando al gato de la familia, no tendrás salvación.
Me reí.
—Os prometo que no tardaré.
Fui desde la sala de baile hacia el balcón más grande de los que vi en el recorrido anterior. Cuando salí al exterior, respiré profundamente. Hacía frío, pero el aire no estaba helado, y después del baile, sentí con agrado aquella frialdad en la piel.
Paseé por el balcón, deslizando la mano por la barandilla de piedra. Era un lugar mágico, con grandes árboles, macetas adornadas con luces centelleantes rodeando la parte exterior de la casa y pequeños bancos íntimos apenas suficientemente grandes para dos personas. Me incliné sobre la barandilla y luego me enderecé, quedándome inmóvil durante unos minutos, respirando hondo y mirando a las estrellas.
Tuve la extraña sensación de que alguien me observaba. Me moví trazando un lento círculo, y la misma sensación que había percibido en el interior de la casa me embargó de nuevo. Me obligué a regresar al presente.
Una pareja salió al balcón; se rieron cuando el hombre buscó a la mujer, y ella lo empujó en broma, lanzándole un beso.
Aparté la vista con el corazón oprimido al ver aquella muestra de complicidad entre ellos.
«Por favor, regresa a mí», dije mentalmente.
Caminé hacia la puerta rodeando a la pareja, respetando su intimidad, y entré de nuevo en la casa. Una vez de vuelta en el pasillo, me quedé quieta y volví a respirar hondo antes de dirigirme hacia el salón de baile. Me sobresalté cuando sentí una mano en el brazo. Jadeé y me giré lentamente. No era un hombre alto, pero sí atractivo, con el pelo negro azabache y unos preciosos ojos azules. Estaba justo detrás de mí.
—¿Quieres bailar? —preguntó con sencillez, y me tendió la mano como si fuera una conclusión inevitable.
—Mmm…, vale —repuse en voz baja, soltando el aire y aceptando su mano.
Me llevó hasta la pista y se detuvo en el medio, tomándome entre sus brazos.
—¿Cómo te llamas? —me susurró al oído con una voz profunda como la seda.
Me eché un poco hacia atrás y miré sus ojos azules.
—Bree Prescott.
—Encantado de conocerte, Bree Prescott. Soy Gage Buchanan.
Volví a echarme atrás.
—Oh, esta casa es tuya. Gracias por la invitación. Soy amiga de Liza y Melanie Scholl. Tienes una casa preciosa.
Gage sonrió y luego me hizo girar sin esfuerzo, moviéndose de manera fluida con la música. Era fácil seguirlo, aunque reconocía que yo no era una buena bailarina.
—¿Por qué no te había visto antes? Me resulta difícil creer que una chica tan guapa como tú no haya sido la comidilla del pueblo. Me he perdido algo. —Me guiñó el ojo. Me reí, inclinándome hacia atrás.
—Vivo en Pelion —expliqué—. Quizá… —Dejé de hablar bruscamente cuando el ruidoso parloteo que nos rodeaba cesaba y las conversaciones se convertían en un murmullo entre la multitud. La canción que sonaba, In my veins, pareció subir de volumen cuando las voces se apagaron. Gage dejó de moverse y miramos a nuestro alrededor, confundidos.
Entonces lo vi. De pie, en el borde de la pista de baile, con sus hermosos ojos de color whisky clavados en mí con una expresión indescifrable.
El corazón se me subió a la garganta; ahogué un grito al tiempo que me llevaba las manos a la boca; la felicidad inundaba cada parte de mi cuerpo. Allí de pie parecía un dios; de alguna manera era más alto, más grande, y parecía transmitir una autoridad que antes no poseía, pero con la misma ternura en los ojos. Parpadeé
hipnotizada. Llevaba el pelo más largo y se le rizaba en la nuca; vestía un traje negro, con corbata, y una camisa de vestir blanca. Sus hombros parecían más anchos, su presencia más grande, su belleza más intensa. Mi corazón iba tres veces más rápido de lo normal.
Noté vagamente que la gente nos miraba cuando di un paso hacia él al tiempo que él daba uno hacia mí, como si fuéramos imanes que se vieran atraídos por una fuerza que no podíamos controlar. Escuché una voz femenina entre el murmullo de la multitud.
—Es la viva imagen de Connor Hale, ¿verdad? —preguntó con tono soñador.
La gente en la pista de baile se movió a un lado para dejarlo pasar, y esperé a que llegara hasta mí. Las luces brillaban a mi alrededor, y la música flotó en el aire cuando Archer llegó junto a mí en la pista de baile y miró a mi derecha.
Sentí una mano en el brazo, y aparté la vista de Archer para mirar. Gage, del que me había olvidado por completo, sonrió y se inclinó hacia mí.
—De pronto se ha hecho muy evidente para mí —me susurró al oído— que ya estás pillada. Me ha encantado conocerte, Bree Prescott.
Dejé escapar un suspiro y le devolví la sonrisa.
—A mí también me ha encantado conocerte, Gage. —Parecía que Gage Buchanan era un tipo agradable al que Liza y Melanie no habían dado el crédito que merecía.
Saludó a Archer con la cabeza y se alejó entre la multitud.
Miré de nuevo a Archer y, durante un rato, no hicimos otra cosa que contemplarnos mutuamente. Finalmente subí las manos.
Has vuelto —dije por signos. Los ojos se me llenaron de lágrimas de pura alegría.
Él suspiró y alzó las manos con una expresión muy cálida y tierna.
He vuelto por ti —dijo.
Entonces, se dibujó en su rostro la sonrisa más hermosa que hubiera visto en mi vida, y me lancé a sus brazos. Lloré y suspiré contra su cuello, aferrándome a él con todas mis fuerzas, aferrándome al hombre que amaba como si me fuera la vida en ello.


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Mensaje por LuVelitta Mar 14 Feb - 16:54

Dancing crazy   Me encanta que volviera, entiendo que necesitara tiempo para pensar y recomponerse pero... 

Ahora quiero explicaciones!!  Crazy Crazy


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Mensaje por Yani Mar 14 Feb - 17:27

32
Archer


La abracé, inhalando su preciado olor, con el corazón acelerado al sentir su dulce peso entre mis brazos. Mi Bree. La había echado tanto de menos que las primeras semanas llegué a pensar que moriría. Pero no había muerto. Tenía mucho que contarle, que compartir con ella.
Me eché atrás y miré sus ojos de color esmeralda con pintitas doradas que me gustaban todavía más bajo la pátina brillante que les daban las lágrimas. Bree estaba impresionante, y esperaba que siguiera siendo mía.
Lo cierto es que no sé bailar —confesé, incapaz de dejar de mirarla.
Ella esbozó una pequeña sonrisa.
A mí tampoco se me da muy bien.
La tomé entre mis brazos de todas formas y la sostuve contra mi pecho mientras nos balanceábamos al compás de la música. No pasaba nada por averiguar cómo lo hacíamos.
Le pasé la mano por la desnuda piel de la espalda y sentí cómo se estremecía contra mí. Nos miramos cuando subí la otra mano para entrelazar nuestros dedos. Me recreé en sus rasgos, notando cómo tragaba saliva y separaba los labios cuando nuestros ojos se encontraron.
La estreché contra mi cuerpo, apretándome a ella y absorbiendo la sensación de serenidad que me envolvió.
Cuando la canción terminó, los dos dimos un paso atrás.
¿Esto es real? —preguntó.
No estoy seguro —repuse con una sonrisa—. Eso creo. Pero parece un sueño.
Emitió una risita y miró hacia abajo para, acto seguido, volver a subir la vista.
¿Cómo has sabido que estaba aquí?
He ido a tu casa —dije por signos—. Anne me ha visto y me ha indicado dónde estabas.
Bree se acercó y me puso la mano en la mejilla, como si estuviera comprobando que estaba allí de verdad, y yo cerré los ojos inclinándome hacia ella. Después de un segundo, dejó caer el brazo.
¿Dónde has estado, Archer? ¿Qué has…?
Puse las manos sobre las de ella para detener sus palabras, y la vi abrir y cerrar los ojos varias veces, sorprendida.
—Tengo que contarte muchas cosas —confesé tras soltárselas—. Tenemos mucho que hablar.
—¿Todavía me quieres? —preguntó con una mirada vulnerable. Parpadeó cuando se le llenaron los ojos de lágrimas. Su corazón estaba allí mismo, en su expresión, y yo la amaba con tanta desesperación que sentía su sufrimiento en mis propios huesos.
Nunca dejaré de amarte, Bree —repuse, con la esperanza de que pudiera ver en mis ojos mi alma, la esencia de lo que yo era.
Estudió mi rostro durante unos segundos antes de bajar la vista para clavar los ojos en mi pecho.
Me abandonaste —me acusó.
Tuve que hacerlo —expliqué.
Subió la mirada a mi cara y me observó con atención.
Llévame a casa, Archer —me pidió. No necesité que lo dijera dos veces. La cogí de la mano y comencé a moverme entre la multitud, a la que había olvidado hacía ya rato.
—Espera… Melanie y Liza… —me dijo cuando salimos al frío aire de la noche.
Me han visto cuando llegué —expliqué—. Imaginarán que te has marchado conmigo.
Asintió.
El aparcacoches trajo la pickup, que parecía totalmente fuera de lugar entre los BMW y los Audi, pero eso daba igual; llevaba a Bree Prescott del brazo, y tenía intención de que siguiera allí.
Le sonreí cuando arranqué el vehículo. Justo cuando metí la marcha y aceleré, el coche petardeó, asustando a las personas que pasaban junto a nosotros; una mujer con una estola de visón pegó un brinco. Debieron de pensar que alguien estaba disparando. Hice una mueca y agité la mano a modo de disculpa.
A medida que nos alejábamos, miré a Bree de reojo; estaba mordiéndose el labio, evidentemente, conteniendo la risa. Nuestras miradas coincidieron, y apartamos la vista. Un par de segundos después, volvió a contemplarme, echó la cabeza atrás y
soltó una carcajada. Abrí mucho los ojos y no pude evitarlo: me encontré sonriendo y riéndome con ella mientras trataba de mantener los ojos en la carretera.
Se rio hasta que unos gruesos lagrimones cayeron por sus mejillas; yo respiré hondo, tratando de controlar la hilaridad que parecía haberse apoderado de nosotros.
Unos segundos después, la miré a la cara, y fui consciente de que cualquier rastro de risa había desaparecido por completo. Dejé de reírme y la miré con nerviosismo, preguntándome qué demonios habría ocurrido.
Le puse la mano en la pierna y ella se puso a hipar al tiempo que lloraba con más fuerza, como si tuviera problemas para controlar la respiración. Una oleada de pánico me inundó. ¿Qué le estaba ocurriendo? No sabía qué hacer.
—Has estado fuera tres meses, Archer. ¡Tres meses! —dijo con la voz entrecortada—. No me has escrito ni me has llamado por teléfono. Ni siquiera sabía si seguías con vida, si pasabas frío. No sabía si lograbas comunicarte con quienes tuvieras que hacerlo.
Se le escapó otro sollozo.
La miré y desvié el coche de la carretera, deteniéndolo en una pequeña parcela de tierra junto a la orilla del río. Me volví hacia Bree justo cuando ella abría la puerta de la pickup y bajaba de un salto para ponerse a caminar con rapidez por la calzada con aquel diminuto vestido negro. ¿Qué estaba haciendo? Salí tras ella y corrí hasta alcanzarla; la grava crujía bajo mis pies, y Bree se tambaleaba delante de mí sobre sus altos tacones.
Una enorme luna llena gravitaba sobre nosotros, iluminando la noche para que pudiera verla claramente ante mí.
Cuando por fin llegué hasta ella, la cogí del brazo para detenerla, y ella se dio la vuelta. Todavía tenía lágrimas en las mejillas.
No huyas de mí —le dije—. No puedo llamarte. Por favor, no huyas.
—Tú huiste de mí —replicó acusadoramente—. Huiste de mí y yo me fui muriendo un poco cada día. Ni siquiera sabía si estabas a salvo. ¿Por qué?
Su voz se quebró en la última palabra, y sentí que el corazón me estallaba en el pecho.
No podía, Bree. Si te hubiera escrito o me hubiera puesto en contacto contigo, no habría sido capaz de mantenerme alejado. Y tenía que estar lejos, Bree. Tenía que hacerlo. Tú eres mi seguridad, y esto era algo que debía hacer sin sentirme seguro.
Permaneció en silencio durante varios minutos, con los ojos clavados en mis manos, ahora inmóviles, sin mirarme a la cara. Los dos nos estremecíamos y nuestras respiraciones formaban blancas bocanadas de vaho.
De pronto lo entendí. Bree había contenido esas emociones durante mi ausencia, durante tres largos meses, y mi regreso había abierto las compuertas. Sabía lo que era que los sentimientos salieran a la superficie, haciendo que te notaras enfermo, fuera de control; lo sabía mejor que nadie. Por eso me había marchado. Pero ya había vuelto… y era mi turno de ser fuerte por ella. Ahora que por fin podía.
Vuelve al coche, por favor. Entraremos en calor y luego hablaremos.
—¿Ha habido otras mujeres?
Dije que no con un gesto y respiré hondo, fijando la vista en mis pies y luego en ella. Me incliné y hablé con las manos contra su cuerpo, mirándola a los ojos mientras ella estudiaba mi cara y mis manos.
Solo he estado contigo. Solo estaré contigo.
Cerró los ojos, y nuevas lágrimas rodaron por sus mejillas. Cuando los abrió, los dos nos quedamos en silencio mientras las nubes que formaban nuestros alientos subían por el cielo.
—Pensé… —Sacudió la cabeza lentamente—. Llegué a pensar que quizá, cuando te sentías solo… —respiró hondo—, te habrías enamorado de cualquier chica que se hubiera cruzado en tu camino, que quizá necesitabas averiguar eso. —Bajó la vista.
Tomé su barbilla entre los dedos y le alcé la cara hacia mí.
No tenía nada que averiguar. Ya sabía que el día que entraste en mi casa perdí mi corazón. Y no, no podría haber sido ninguna otra chica, porque debías ser tú. Mi corazón es tuyo, Bree. Y, por si te lo estabas preguntando, no quiero que me lo devuelvas.
Cerró los ojos de nuevo, y cuando los abrió, noté que su cuerpo se relajaba.
—¿Qué has estado haciendo? —preguntó finalmente en voz baja, abrazándose a sí misma con los brazos desnudos.
Por favor, deja que te caliente —repetí, tendiéndole la mano.
Ella no dijo nada, pero aferró mis dedos y regresamos juntos a la pickup. Cuando llegamos, la ayudé a subir, y luego rodeé el vehículo para sentarme detrás del volante.
Me volví hacia ella y miré por la ventanilla de la puerta del copiloto durante un segundo, pensando en todo lo que había hecho durante los tres últimos meses para responder a su pregunta.
Fui a restaurantes, a cafeterías… Una vez fui al cine. —Sonreí cuando clavó los ojos en mi cara.
Parpadeó para secar las lágrimas.
—¿De verdad? —susurró.
Asentí.
—¿Qué fuiste a ver? —preguntó tras estudiarme la cara durante varios segundos.
— «Thor» —expliqué.
Ella se rio por lo bajo, y el sonido fue como música para mis oídos.
—¿Te gustó?
Me encantó. La vi dos veces. Incluso compré palomitas y un refresco, a pesar de que había bastante cola detrás de mí.
—¿Cómo lo hiciste? —insistió, con los ojos muy abiertos.
Tuve que hacer gestos, pero el chico me entendió. Fue muy amable. —Me detuve un minuto—. Tuve una revelación un mes después de marcharme. Cada vez que iba a algún lugar y tenía que hablar con alguien, veían mi cicatriz y entendían por qué tenía que comunicarme por gestos; cada persona tenía una reacción diferente. Algunas personas se mostraban torpes, incómodas, otras eran amables y serviciales; algunas incluso se mostraron impacientes y con ganas de marcharse.
La mirada de Bree se suavizó mientras me escuchaba embelesada.
Me di cuenta de que la reacción de las personas tenía más que ver con cómo eran ellos, con quiénes eran en realidad, que conmigo. Cuando entendí eso, Bree, fue como si un rayo me golpeara.
Vi que comenzaba a llorar de nuevo, y me tocó la pierna, poniendo la mano encima. Asintió.
—Lo mismo le ocurrió a mi padre. ¿Qué más? —preguntó.
Conseguí un trabajo. —Sonreí cuando apareció una mirada de sorpresa en su rostro. Asentí con la cabeza—. Sí, me detuve en una pequeña ciudad del Estado de Nueva York y vi un cartel en el que se solicitaban chicos para descargar los camiones de reparto en el aeropuerto. Escribí una carta sobre mi situación, explicando que podía oír y que entendía las instrucciones, que era un buen trabajador, pero que no podía hablar. Lo entregué en personal y me con-trataron en el acto. — Sonreí al recordar el orgullo que sentí en ese momento —. Era un
trabajo aburrido, pero conocí a un tipo. Se llamaba Luis y hablaba sin parar. Me contó la historia de su vida mientras trabajábamos… Que había venido de México sin conocer el idioma, que seguía luchando para mantener a su familia, pero que eran felices porque se tenían los unos a los otros. Hablaba mucho. Me dio la impresión de que nadie le había escuchado. — Recordar a mi primer amigo de verdad aparte de Bree me hizo esbozar una sonrisa—. Me invitó a su casa en Navidad, su hija había aprendido algunos signos antes de ese día. Le enseñé algunos más. —Sonreí, pensando en Claudia—. Me preguntó cuál era el signo del amor, y le deletreé tu nombre.
Ella emitió un leve sonido, algo que no era risa ni sollozo.
—Y ahora va por ahí diciendo «Yo te Bree», ¿verdad? —preguntó con una suave sonrisa.
Asentí con la cabeza.
Sí. —Me volví hacia ella y me fijé en su cara—. Sin embargo, tiene su lógica. Creo que el amor es un concepto, y cada persona tiene una palabra propia que lo resume para ellos. Mi palabra para el amor es «Bree».
Nos miramos el uno al otro durante varios segundos. Me empapé en su belleza, en su dulce compasión. Ya conocía estas características de ella, pero no en la medida en que las veía en ese momento.
—¿Qué fue lo que te indicó que era el momento de volver a casa? —preguntó finalmente.
La miré mientras consideraba su pregunta.
Estaba sentado en una pequeña cafetería hace un par de días y vi a un anciano sentado en una mesa, frente a mí. Parecía solo, triste… Yo me sentía igual, pero de pronto se me ocurrió que algunas personas pasan por la vida sin ser amadas y sin amar tan profundamente como yo te amo a ti. Siempre existe la posibilidad de que te pierda en esta vida y ninguno de los dos puede evitarlo. En el momento en que comprendí eso, decidí que estaba más interesado en concentrarme en el gran privilegio que me ha sido concedido de tenerte a mi lado.
—¿Y si no hubiera estado aquí cuando regresaste? —susurró con los ojos nuevamente llenos de lágrimas.
Entonces habría ido a buscarte. Habría luchado por ti. Pero ¿no te das cuenta? Antes tenía que luchar por mí mismo. Tenía que sentir que era digno de haberte ganado.
Me miró un segundo más mientras volvían a llenársele los ojos de lágrimas.
—¿Cuándo te volviste tan brillante? —preguntó, con una risa entrecortada y un suspiro.
Ya era brillante. Pero necesitaba un poco de experiencia sobre el mundo. Necesitaba a Thor.
Ella dejó salir otra risita antes de sonreírme.
¿Estás siendo gracioso?
Le devolví la sonrisa, notando que por fin usaba las manos para hablarme.
No, jamás gasto bromas sobre Thor.
Ella se echó a reír antes de mirarme de nuevo en silencio, aunque mucho más seria.
¿Por qué te quedaste, Bree? —pregunté, también muy serio—. Dímelo.
Suspiró y soltó el aire, mirándose las manos, que tenía apoyadas en el regazo. Por último las subió.
Porque te quiero —dijo por signos—. Porque te esperaré siempre. —Me miró a los ojos; su belleza me hizo contener la respiración—. Llévame a casa, Archer —pidió con suavidad.
El corazón se me aceleró. Arranqué la camioneta y rodé por la carretera.
Recorrimos el resto del camino en cómodo silencio. Cuando casi estábamos llegando, Bree puso su mano en la mía y me la sujetó durante el resto del trayecto.
Me detuve frente a mi casa y atravesamos la propiedad hasta la puerta sin decir palabra.
Has mantenido mi casa limpia —dije cuando entramos y se volvió hacia mí.
Miró a su alrededor como si estuviera recordando; luego asintió.
¿Por qué? —pregunté.
Porque me hacía sentir que ibas a volver —respondió después de considerarlo durante un instante—. Que pronto estarías en casa.
El corazón se me encogió.
Lo siento, Bree.
Ella sacudió la cabeza y me lanzó una mirada llena de vulnerabilidad.
—No vuelvas a dejarme, por favor.
Me acerqué a ella.
Nunca más —aseguré antes de abrazarla. Ella alzó la boca hacia mí, y apreté los labios contra los de ella, gimiendo en silencio al reconocer su sabor cuando deslicé la lengua en su boca. No pude reprimir el escalofrío que me recorrió cuando el sabor afrutado de Bree explotó en mi lengua. Mi pene se puso duro al instante y me
apreté contra ella. Suspiró contra mis labios y eso, por imposible que pudiera parecer, hizo que mi erección creciera todavía más. Me daba la impresión de que había pasado toda una vida desde que estuve en su interior.
Arrancó los labios de los míos.
—Te he echado mucho de menos, Archer. Mucho.
La solté un segundo para responder.
Yo también te he extrañado, Bree. Mucho.
Empecé a bajar la boca hacia la suya de nuevo cuando enredó los dedos en mi pelo.
—Es más, voy a tener que cortarte otra vez el pelo. —Sonrió—. Quizá no me eches de tu casa cuando comience a darte el coñazo.
Me reí en silencio y luego alcé las manos con una sonrisa.
Es probable que no lo haga. Y ahora, Bree, voy a dejar de hablar y a usar las manos para otras cosas, ¿vale?
Abrió mucho los ojos y separó un poco los labios.
—Vale —susurró.
La cogí en brazos, recorrí con ella el corto pasillo hasta el dormitorio y la dejé de pie junto a la cama.
Me quité los zapatos, me deshice de la corbata y comencé a desabrocharme la camisa mientras ella se quitaba los tacones y se daba la vuelta para que le bajara la cremallera del vestido.
La deslicé lentamente, exponiendo su piel centímetro a centímetro. Las marcas del bronceado habían desaparecido y ahora la superficie era más clara que la última vez que la vi. Era muy hermosa. Y mía, solo mía. Me inundó una profunda satisfacción, y el apremio por estar en su interior llevó mi excitación a un nivel superior.
Bree se volvió hacia mí y dejó que el vestido negro cayera al suelo, formando un charco de tela a sus pies. Mi erección palpitó cuando me miró entre las pestañas, con aquellos labios rosados entreabiertos.
Me agaché y me quité los calcetines y luego, al incorporarme, desabroché el cinturón y los pantalones para dejarlos caer al suelo, donde me deshice de ellos de una patada. Bree se pasó la lengua por los labios y clavó los ojos en mi miembro palpitante durante un instante antes de mirarme a la cara. Tenía las pupilas dilatadas.
Me acerqué a ella para desabrocharle el sujetador sin tirantes, y lo lancé a un lado. Sentí que se me humedecía el glande cuando capturé aquellos pechos perfectos, con los pezones rosados ya arrugados y suplicando las atenciones de mi boca.
Miré detrás de ella y señalé la cama con la cabeza. Bree se sentó y se dejó caer hacia atrás cuando me tumbé sobre ella, piel con piel. Su calidez me envolvía, me hacía sentir escalofríos de excitación en la espalda, y sus ojos me decían que me amaba. Aquella hermosa mujer que se ofrecía a mí, preparada para dejarme entrar en su cuerpo, me amaba.
Todas las veces que había hecho el amor con ella siempre había gritado mentalmente «¡Mía!». Había sido un acto de desesperada posesión, pero ahora era un suave reconocimiento, una consoladora verdad. Era mía, mía, siempre mía.
Bajé la cabeza y le aprisioné un pezón con los labios, lamiéndolo mientras ella gemía y arqueaba las caderas hacia mi dureza. ¡Oh, Dios! ¡Qué placentero era! Su sabor, la sensación de su piel cálida y sedosa bajo mi cuerpo, saber que pronto me hundiría en su apretado calor… Aunque no demasiado pronto, quería que durara.
Chupé y lamí sus pezones durante varios minutos mientras ella enredaba los dedos en mi pelo, tirando con suavidad. Mi cuerpo se apretaba contra su vientre por voluntad propia, tratando de aliviar el intenso latido de mi pene.
Bree arqueó la espalda y gimió por lo bajo.
—¡Archer, oh, Dios, por favor! —jadeó.
Busqué sus pliegues y sentí los resbaladizos fluidos que decían que estaba preparada para mí, estaba más que lista. Esparcí un poco de humedad desde su abertura a su clítoris y lo acaricié con suavidad en lentos círculos mientras ella jadeaba.
—¡Oh, Dios, Archer! ¡Por favor! Vas a hacer que me corra y no quiero. Necesito tenerte dentro, por favor.
Me incliné y tomé de nuevo su boca; enredé la lengua con la suya, suave, húmeda e increíblemente deliciosa. Jamás iba a cansarme de su boca, de ella.
Agarré mi pene y busqué su entrada con la punta para empujar dentro. Me hundí por completo con una profunda estocada. Cerré los ojos ante la exquisita sensación de estar rodeado por ella, y permanecí inmóvil durante unos instantes.
Bree se arqueó hacia arriba, pidiéndome en silencio que me moviera. Lo hice; ayudado por su extrema humedad fue muy fácil que me deslizara dentro y fuera. La apretada fricción era un goce más allá de las palabras.
Al principio me moví lentamente. El alivio de estar dentro de ella era tan intenso que no quería que llegara el momento final. Pero después de un minuto, mi propio cuerpo me exigió que me moviera, así que aceleré las embestidas.
Bree gimió.
—Sí —dijo con la voz entrecortada, cerrando los ojos y apretando la cabeza contra la almohada.
«Mía, mía, siempre mía», cantaba mi mente mientras me hundía en ella viendo su hermosa expresión de placer, con el pelo esparcido sobre la blanca almohada, como una diosa, un ángel, con los pequeños pechos blancos rebotando con mis movimientos.
Seguí penetrándola mientras me sostenía en sus brazos, jadeando y gimiendo de placer. Moví una mano hasta ponerla debajo de su rodilla para subirle la pierna y poder sumergirme más profundamente. Ella volvió a gemir y me clavó las uñas en las nalgas. ¡Dios, cómo me gustaba eso!
Después de unos minutos, noté que se le enrojecían las mejillas, señal de un inminente orgasmo, y abrió los ojos.
Puso las manos en mis tensos bíceps y las deslizó de arriba abajo mientras sus ojos se nublaban y sus labios formaban una O silenciosa. Justo en ese momento, sentí que sus músculos internos me ceñían todavía más fuerte, y comenzó a convulsionarse.
Jadeó, arqueándose hacia mí mientras una hermosa expresión de satisfacción se extendía por su cara. Gimió con suavidad cuando su cuerpo se relajó.
Me miró con ensoñación mientras seguía clavándome en ella.
—Te amo —susurró con suavidad.
«Te amo», vocalicé antes de comenzar a sentir los primeros hormigueos en mi espina dorsal. Apoyé las rodillas y agarré las nalgas de Bree para inclinar sus caderas de manera que pudiera llegar más profundamente en su interior. Ahora embestía con intensa rapidez, perdido en una espiral de placer.
—¡Oh, Dios mío! —jadeó Bree con la voz entrecortada, presionándose conmigo, al tiempo que otro orgasmo la atravesaba. Abrió los ojos de golpe y me miró con ellos muy abiertos. Hubiera sonreído ante su mirada de sorpresa, pero el placer había estallado en mi abdomen y había tensado mis testículos para surgir de mi pene en un orgasmo bestial, tan intenso que casi perdí el control.
Me hundí en ella un par de veces más mientras el mundo explotaba en un millón de puntos de luz y el mismo aire parecía brillar a mi alrededor con aquel éxtasis tan profundo e intenso que recorría todo mi cuerpo y hacía que mi miembro se sacudiera
en su interior.
Cuando recuperé el resuello, ella seguía mirándome con asombro. Imaginé que yo ofrecía el mismo aspecto. Me retiré de su interior, y, cogiendo mi pene, ahora menos rígido, con la mano, lo usé para frotar mi semen por su clítoris y sus pliegues.
No estaba seguro de por qué lo hice, fue casi instintivo, algo que no había pensado. Pero me sentía tan fascinado por lo que acabábamos de compartir, por la imagen de ella y yo juntos, que esparcir por ella la prueba de mi placer me excitaba, hacía que me hundiera en una pacífica sensación de posesión que me encantaba.
Miré de nuevo a Bree. Su rostro se había suavizado y parecía somnoliento y feliz, con los ojos entornados y aquella expresión de amor.
Levanté la mano.
—Te amo —escribí.
Ella me sonrió y me rodeó con sus brazos para atraerme hacia ella, acariciándome la espalda con los dedos de arriba abajo hasta que sentí como si estuviera a punto de quedarme dormido encima de ella. La besé en los labios con rapidez y luego me levanté, tirando de ella para que me acompañara al cuarto de baño, donde nos duchamos y nos lavamos el uno al otro. Sin sexo en esta ocasión, pero con la misma ternura.
Cuando terminamos, nos secamos y volvimos a la cama para meternos bajo las sábanas, desnudos. La atraje hacia mí, abrazándola, sintiéndome más feliz que nunca en mi vida.
Le di la vuelta para que me mirara y alcé las manos.
Algún día —le dije—, cuando seamos viejecitos, estaremos tumbados en la cama, igual que ahora, y voy a mirarte a los ojos sabiendo que solo he estado contigo. Y esa será una de las grandes alegrías de mi vida, Bree Prescott.
Sonrió mientras sus ojos se llenaban de lo que supe que eran lágrimas de felicidad. La estreché contra mi pecho y la abracé con fuerza, aspirando su esencia.
Un poco más tarde, durante un breve segundo, percibí fuegos artificiales en la distancia. Adormilado, me di cuenta de que era medianoche, que había empezado un nuevo año, un nuevo comienzo. Estreché a mi hermosa chica con más fuerza contra mí
mientras ella suspiraba entre sueños y cerré los ojos. Estaba en casa.


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Mensaje por Yani Mar 14 Feb - 17:31

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Día 13: Capis 27, 28 y 29
Día 14: Capis 30, 31 y 32
Día 15: Capis 33, 34 y 35 + Epílogo


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Mensaje por Yani Mar 14 Feb - 17:33

Mañana terminamos, chicas, ya se arregló todo entre estos dos, menos mal, tengo la impresión de que Archer regresó muy cambiado, mucho más seguro de sí mismo...al menos valió la pena tanto sufrimiento... cómo va a desaparecer durante tres meses???? Eso no se hace!!! Pobre Bree!


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Mensaje por eilyno Mar 14 Feb - 17:44

Se paso ahi Archer, pero lo importante es que volvió,  ojala reclame el lugar que le corresponde, aunque sea para Cabrear a la Vi-bruja


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Mensaje por LuVelitta Mar 14 Feb - 18:11

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Mensaje por Macs Miér 15 Feb - 0:08

no puedo creer todo lo que ha pasado, no me gusto que Archer se allá ido pero creo que era necesario para que el creyera en si mismo y en que puede haber un futuro entre el y Bree, Bree lo hubiera hecho sufrir un poco por haberla dejado sola, triste y confundida, pero el amor entre estos dos no se puede negar...
que bueno que estén juntos de nuevo y que Archer!


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