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Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
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Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
5
Bree
Al día siguiente libraba en la cafetería. Cuando me desperté y miré el reloj, eran las ocho y diecisiete minutos. Me sorprendió un poco. Hacía meses que no dormía tanto, pero supuse que era de esperar, porque la noche anterior apenas había pegado ojo.
Me incorporé poco a poco, mirando la habitación. Me sentía pesada y aturdida cuando bajé las piernas por un lado de la cama. Apenas había empezado a despejárseme la cabeza cuando un sonido proveniente del exterior, quizá una rama al caer o el rugido del motor de un barco en la distancia, hizo que mi cerebro se concentrara en él y me sumergiera en la pesadilla que atormentaba mis vigilias.
Me quedo inmóvil mientras el terror se apodera de mis músculos y mi mente grita. Miro a través de la pequeña ventana que hay en la puerta que me separa de mi padre. Él me ve de reojo y comienza a decir «Ocúltate» una y otra vez en el lenguaje de signos mientras el hombre le ordena que baje las manos. Mi padre no puede oírle, y continúa moviendo los dedos solo para mí. Me estremezco cuando el arma estalla. Grito y mi mano vuela hasta mis labios para ahogar el sonido mientras retrocedo en aquel instante lleno de sorpresa y horror. Tropiezo con el borde de una caja y caigo hacia atrás, sentada sobre las piernas, y trato de hacerme lo más pequeña posible. No llevo el teléfono encima. Abro mucho los ojos y miro a mi alrededor, buscando un lugar donde esconderme, a donde poder gatear.
Entonces se abren las puertas y…
La realidad regresó de golpe, y cuando se aclaró el mundo que me rodeaba, sentí la colcha aferrada entre los puños. Dejé escapar un suspiro entrecortado y me estremecí. Intenté llegar al cuarto de baño a tiempo. «¡Dios! No podré soportar esto durante el resto de mi vida». Tenía que parar. «No llores, no llores». Phoebe se sentó en el suelo, a mis pies, y comenzó a gemir con suavidad.
Después de unos minutos, volvía a ser yo misma.
—Está bien, pequeña —dije, acariciando la cabeza de Phoebe de forma tranquilizadora no solo para ella, sino también para mí.
Me metí en la ducha, y veinte minutos más tarde —ya vestida con bañador, pantalones cortos y una camiseta azul— me sentía un poco mejor. Respiré hondo, cerré los ojos y apreté los pies contra el suelo. Estaba bien.
Después de desayunar con rapidez, me puse las sandalias, cogí un libro y una toalla, llamé a Phoebe y salí a disfrutar del aire caliente y un poco húmedo. Los mosquitos zumbaban a mi alrededor y una rana croaba en algún lugar cercano.
Respiré hondo para inhalar el olor a pino y al agua del lago, llenándome los pulmones. Cuando me subí a la bicicleta, después de meter a Phoebe en la cesta delantera, fui capaz de exhalarlo.
Me dirigí de nuevo hacia Briar Road y me senté en la pequeña playa que había visitado un par de días antes. Me concentré en el libro de tal forma que antes de darme cuenta lo había terminado y habían pasado volando dos horas. Me puse en pie y me estiré, mirando la inmóvil superficie del agua. Entrecerré los ojos para intentar distinguir la otra orilla, donde los barcos y las motos de agua campaban a sus anchas.
Mientras doblaba la toalla, pensé que sin duda había sido un golpe de suerte haber acabado en esta orilla del lago. Paz y tranquilidad eran justo lo que necesitaba.
Volví a poner a Phoebe en la canasta y empujé la bici hacia la carretera ligeramente inclinada. Pedaleé despacio al pasar frente a la valla de Archer Hale.
Me eché a un lado cuando una furgoneta de correos pasó junto a mí, y saludé al conductor. Los neumáticos levantaron un poco de polvo, formando un aire arenoso que me hizo toser cuando me incorporé de nuevo a la carretera.
Avancé otros cincuenta metros antes de volver a detenerme y miré la valla. Ese día, debido a la inclinación del sol en el cielo, podía atisbar unos rectángulos más claros en la madera, como si hubiera habido unos letreros que se habían retirado.
Cuando comencé a moverme de nuevo, me di cuenta de que la puerta estaba entreabierta. Me detuve y la miré fijamente durante unos segundos. El cartero debía de haber entregado algo y la habría dejado así.
Me bajé de la bici, y la apoyé en la valla para acercarme a la puerta. La abrí un poco más y asomé la cabeza.
Contuve el aliento al ver un hermoso camino de piedra que conducía a una pequeña casa blanca, que se encontraba a unos cincuenta metros del lugar en el que estaba yo. No sabía qué era con lo que esperaba toparme exactamente, pero sin duda no era eso. Todo estaba limpio y ordenado, bien cuidado; había un pequeño espacio
verde de hierba recién cortada entre los árboles, a un lado del camino, y un huerto no muy grande a la izquierda.
Comencé a retroceder, dispuesta a cerrar la puerta, cuando Phoebe saltó de la cesta y se coló a través de la estrecha abertura.
—¡Mierda! —escupí—. ¡Phoebe!
Empujé un poco la puerta y volví a asomarme. Phoebe estaba justo al lado de la entrada y me miraba jadeante.
—¡Perra mala! —susurré—. ¡Vuelve aquí!
Phoebe me miró, dio media vuelta y trotó más lejos. Gemí por lo bajo. «¡Mierda! ¡Mierda!». Atravesé el umbral, dejando la puerta más abierta a mi espalda, y seguí a Phoebe, que pasaba de mí de una manera increíble y no se molestaba en hacerme caso.
Al acercarme, vi un gran patio de piedra y el paseo frente a la casa, que continuaba a ambos lados y estaba decorado con grandes macetas llenas de vegetación.
Recorrí el patio con la mirada y, de pronto, registré un rítmico golpeteo que se
repetía cada pocos segundos. ¿Se trataba de alguien cortando madera? ¿Qué era si no aquel sonido? Phoebe rodeó la casa trotando y desapareció de mi vista.
Ladeé la cabeza, escuchando, entre paso y paso. ¿Qué debía hacer? No podía dejar allí a Phoebe. No podía volver hasta la puerta y anunciar mi presencia a gritos, porque Archer no podía oír.
Tenía que seguirla. Archer estaba allí. Yo no era la típica chica dispuesta a ponerse en peligro. No es que lo hubiera sido nunca, pero, sin embargo, el peligro me había salido al paso. Entrar en un territorio desconocido no era algo que me gustara.
«¡Maldito chucho desobediente!». Pero mientras estaba allí, sopesando si debía o no ir a buscar a Phoebe, pensé en Archer. Mi instinto me decía que estaba a salvo, y eso tenía que contar algo. ¿Acaso debía permitir que un delincuente malvado me hiciera dudar de mí misma durante el resto de mi vida?
Recordé la forma en que se me había erizado el vello de los brazos en el momento en que escuché el timbre de la puerta aquella noche. Había sido una advertencia instintiva. Ahora, sin embargo, sentía en mi interior que no corría peligro.
Avancé…
Recorrí el camino lentamente, inhalando el olor acre de la savia y de la hierba recién cortada, sin dejar de llamar a Phoebe en voz baja.
Tomé el camino de piedra que rodeaba la casa, pasando el dorso de la mano a lo largo de la fachada de madera pintada. Me asomé al patio trasero de la casa y allí estaba él. Me ofrecía la espalda desnuda mientras alzaba un hacha por encima de la cabeza, con los músculos en tensión cuando la bajó para cortar un tronco en posición vertical justo por el centro en perfectos pedazos que cayeron a los lados, aterrizando en la tierra.
Se inclinó, los recogió y los puso en un montón de leña apilada ordenadamente bajo un árbol, junto a una gran carpa.
Cuando se volvió de nuevo hacia el tocón donde estaba cortando los trozos, me vio y se quedó paralizado por la sorpresa. Nos miramos el uno al otro, con la boca y los ojos abiertos. Un pájaro gorjeó en un lugar cercano y su respuesta resonó entre los árboles.
Cerré la boca y sonreí, pero Archer siguió mirándome durante varios segundos antes de que me recorriera de arriba abajo con los ojos entrecerrados y volviera a clavarlos en mi cara.
Yo también deslicé la mirada sobre él; el pecho desnudo y bien definido, con una piel de aspecto suave cubriendo los marcados abdominales. La verdad era que no había visto nunca al natural una tableta como aquella, pero allí estaba, justo delante de mis ojos. Supuse que incluso los silenciosos y extraños ermitaños podían poseer un físico excepcional. «¡Bien por él!».
Vestía un pantalón de color caqui cortado por encima de las rodillas y asegurado a la cintura con un… ¿con una cuerda? Interesante. Bajé los ojos hasta las botas de trabajo y volví a subirlos hasta su rostro. Había ladeado la cabeza mientras nos estudiábamos el uno al otro, pero su expresión seguía siendo cautelosa.
Lucía una barba tan descuidada como la primera vez que lo vi. Al parecer, su habilidad para cortar el césped no era extensible al vello facial. Sospeché que lo hacía parecer mayor. Mientras lo miraba, pensé que debía de llevar años sin afeitarse.
Me aclaré la garganta.
—Hola. —Sonreí, acercándome para que pudiera leer mis labios con claridad—.
Siento…, er…, molestarte. Mi perrita se ha colado aquí. La he llamado, pero no me ha hecho caso. —Busqué a mi alrededor, pero Phoebe no estaba a la vista. Archer se retiró el pelo, demasiado largo, de los ojos y frunció el ceño ante mis palabras. Giró el cuerpo, levantó el hacha y la clavó en el tocón antes de volverse hacia mí. Tragué saliva.
De pronto, una pequeña bola de pelo blanco corrió hacia nosotros. Finalmente, Phoebe trotó hasta Archer y se sentó a sus pies, jadeando.
Archer la observó antes de inclinarse para acariciarle la cabeza. Phoebe le lamió la mano con adoración y gimió pidiéndole más mimos cuando él se retiró y se incorporó.
«Pequeña traidora».
—Es esa —dije, indicando algo obvio. Él siguió mirándome—. Er…, no he podido evitar fijarme en el lugar… —continué, señalando con la mano el espacio que nos rodeaba, su propiedad—. Es muy agradable. —Por fin, lo observé de medio lado—. ¿Me recuerdas? Nos hemos visto en el pueblo. La de las chocolatinas —sonreí.
Él continuó observándome.
Dios, tenía que irme de allí. Aquello era demasiado humillante. Me aclaré la garganta.
—Phoebe —llamé—. Ven aquí, pequeña. —Phoebe se quedó contemplándome, todavía sentada a los pies de Archer.
Desplacé la mirada desde la perra a Archer. Ambos permanecían completamente inmóviles, con los ojos clavados en mí.
De acuerdo.
Fijé la vista en Archer.
—¿Me entiendes? ¿Entiendes lo que estoy diciendo? —pregunté.
Mis palabras parecieron captar un poco su atención. Me escrutó durante un instante y luego arrugó los labios, dejando escapar un suspiro, como si hubiera tomado una decisión. Pasó junto a mí en dirección a la casa, con Phoebe pegada a sus pies. Me volví a observarlo, confusa, cuando se giró, me miró y me hizo una seña con la mano para que lo siguiera.
Supuse que estaba dirigiéndose hacia la puerta. Corrí tras él, trotando en vez de andando para poder seguir el paso de sus largas zancadas. Aquella pequeña traidora conocida como Phoebe correteaba a su lado todo el tiempo, aunque se volvía de vez en cuando para ver si yo los seguía, ladrando con entusiasmo.
—No serás el asesino del hacha o algo así, ¿verdad? —pregunté cuando llegué al punto en el que se había parado, esperándome. Lo decía en broma, pero se me ocurrió una vez más que, si gritaba, nadie me oiría.
«Confía en tu instinto, Bree», me recordé una vez más.
Archer Hale arqueó las cejas y señaló el tocón donde había dejado su hacha con una ligera inclinación de cabeza. Bajé la mirada.
—Cierto —susurré—. No puedes ser el asesino del hacha si no tienes hacha.
La misma contracción minúscula del labio superior que había visto en el aparcamiento decidió por mí. Le seguí hasta la parte delantera de su casa.
Abrió la puerta y miré boquiabierta una enorme chimenea de ladrillo flanqueada por dos librerías llenas de volúmenes del suelo al techo, tanto de bolsillo como de tapa dura. Di dos pasos hacia ellos como un robot amante de los libros con la mente obnubilada, pero sentí la mano de Archer en el brazo y me detuve. Alzó el dedo para indicar que esperara un minuto y entró en el interior. Cuando volvió a salir un par de segundos después, llevaba una libreta en las manos y estaba escribiendo algo en ella.
Esperé, y cuando se volvió hacia mí, me mostró un mensaje escrito con letras mayúsculas muy cuidadas.
«SÍ, TE ENTIENDO. ¿QUIERES ALGO MÁS?».
Lo miré a los ojos con la boca abierta antes de responder, pero la cerré para responder a su pregunta. Una pregunta bastante grosera, por cierto. Pero ¿quería o no algo más? Me mordí el labio pensativa, cambiando el peso del cuerpo de un pie al otro mientras él me miraba, esperando mi respuesta. La expresión de su rostro era cautelosa, alerta, como si no tuviera ni idea de si le iba a responder o a morderle y estuviera preparado para cualquier cosa.
—Er…, quería decirte que… me sentí mal el otro día. No sabía que no hablabas y quería… quería que supieras que no dije a propósito lo que dije. Es solo que… soy nueva en el pueblo y… —Bueno, aquello no iba demasiado bien. ¡Dios!—. ¿Quieres que pidamos una pizza o algo así? —solté de sopetón, con los ojos muy abiertos. No era algo que hubiera decidido conscientemente, pero allí estaba. Lo observé con esperanza.
Él me devolvió la mirada como si yo fuera un problema de matemáticas que no lograra resolver.
Frunció el ceño y luego acercó el bolígrafo a la libreta sin romper el contacto visual. Por último, bajó la vista para escribir y luego alzó el papel.
«NO».
No pude evitar que se me escapara una risa. Él estaba serio, y mostraba recelo, lo que hizo que mi risa muriera.
—¿No? —susurré.
Una breve expresión de confusión pasó por su cara mientras me miraba. Cogió la
libreta y escribió algo más. Cuando la sostuvo en alto, había añadido una palabra a la primera.
«NO, GRACIAS».
Contuve el aliento mientras sentía el calor que inundaba mis mejillas.
—De acuerdo. Lo entiendo. Bien, una vez más, siento el malentendido en el aparcamiento. Y… también lamento haberte molestado hoy…, mi perra… —Cogí Phoebe en brazos—. Bueno, ha sido un placer conocerte. Aunque, bueno, en realidad no te conozco. Sé tu nombre. Yo soy Bree. Bree Prescott. Y ya me marcho. —Señalé
la salida con el pulgar por encima del hombro y di un par de pasos atrás antes de girarme muy deprisa y recorrer con rapidez el camino hacia la puerta. Escuché sus pasos a mi espalda, en dirección opuesta. Imaginé que en dirección al montón de leña.
Traspasé la puerta, pero no la cerré del todo. Me quedé de pie al otro lado, con la mano todavía sobre la cálida madera. Bueno…, había sido una situación rara. Y embarazosa. ¿En qué había estado pensando para invitarlo a comer pizza conmigo?
Alcé la vista hacia el cielo con una mano en la frente e hice una mueca.
Mientras estaba allí, pensando en lo ocurrido, me vino una idea. Había querido preguntar a Archer si conocía el lenguaje de signos, pero en mi torpeza me había olvidado. Después, él había sacado aquella estúpida libreta. Pero acababa de darme cuenta de que Archer Hale no había mirado mis labios ni una sola vez mientras le hablaba. Me había mirado a los ojos.
Me giré y volví a traspasar la puerta para regresar al lugar donde estaba amontonada la leña detrás de la casa todavía con Phoebe entre los brazos. Él estaba allí, sosteniendo el hacha entre las manos, con un trozo de madera sobre el tocón. Pero no se movía, estaba mirando la madera con una mueca en el rostro, como si estuviera absorto en sus pensamientos. Y cuando me vio, una expresión de sorpresa surcó su cara antes de que asomara a sus ojos la misma desconfianza anterior.
Cuando Phoebe lo vio, comenzó a ladrar y a jadear de nuevo.
—No eres sordo —espeté—. Oyes muy bien.
Él permaneció inmóvil durante un minuto, luego volvió a clavar el hacha en el tocón, pasó junto a mí para dirigirse a la casa como había hecho antes y me hizo un gesto para que lo siguiera.
Atravesó la puerta de su casa y volvió a surgir con la libretita y el bolígrafo en las manos.
«NO HE DICHO QUE SEA SORDO».
Hice una pausa.
—No, no lo hiciste —respondí en voz baja—. Pero ¿es cierto que no puedes hablar?
Me miró fijamente antes de concentrarse en la libreta y escribir durante medio minuto. Luego la volvió hacia mí.
«PUEDO HABLAR, PERO ME GUSTA ENSEÑAR MI CALIGRAFÍA».
Me quedé mirando las palabras, digiriéndolas con el ceño fruncido antes de clavar los ojos en su cara.
—¿Pretendes ser gracioso? —pregunté, todavía arrugando el ceño.
Él arqueó las cejas.
—Bien —dije con la cabeza ladeada—. Es posible que tengas que aplicarte un poco más.
Nos quedamos allí, mirándonos el uno al otro durante unos segundos antes de que él suspirara pesadamente, cogiera de nuevo el bloc y escribiera otra vez.
«¿QUIERES ALGO MÁS?».
Alcé la vista hacia él.
—Conozco el lenguaje de signos —dije—. Podría enseñarte. Es decir, no vas a poder presumir de caligrafía, pero es una manera más rápida de comunicarte. —Compuse una sonrisa, esperando poder arrancarle una a él. ¿Sabría sonreír? ¿Sería capaz de hacerlo?
Me miró durante varios segundos antes de dejar la libreta y el bolígrafo en el suelo, a su lado. Se irguió, alzó las manos y comenzó a moverlas.
—Ya conozco el lenguaje de signos.
Aquello me sorprendió un poco, y noté un nudo en la garganta. Nadie me había hablado en lenguaje de signos durante seis meses, desde que mi padre había muerto, y su presencia pareció casi palpable.
—Ah. —Respiré hondo. Usando la voz porque tenía a Phoebe entre mis brazos—. Ya veo. Imagino que te comunicarías así con tu tío.
Él se extrañó, sin duda preguntándose cómo sabía de la existencia de su tío, pero no preguntó nada.
—No —dijo finalmente.
Lo miré parpadeando y después de un minuto me aclaré la garganta.
—¿No? —pregunté.
—No —repitió.
Un nuevo silencio.
—Bueno —solté el aire—. Quizá te suene un poco estúpido, pero se me había ocurrido que podríamos ser… amigos. —Me encogí de hombros, dejando escapar una risa incómoda.
Archer entrecerró los ojos otra vez, pero solo me miró, sin escribir nada.
Lo observé antes de bajar la vista a su libreta.
—Todos necesitamos amigos —susurré cuando se hizo evidente que no iba a añadir nada.
«¿“Todos necesitamos amigos”? ¿En serio, Bree? Por Dios, suena patético».
Él siguió mirándome.
Suspiré, notándome de nuevo avergonzada, pero también decepcionada.
—Está bien, como quieras. Me voy. —¿Por qué debía sentirme así? Travis tenía razón:, aquel tipo no respondía a las sutilezas, punto.
Me observó sin moverse; sus profundos ojos de color whisky ardían, haciéndome retroceder. Quise arrancar todo aquel vello hirsuto de su cara, deshacerme de la barba para ver sus rasgos. Parecía tener un rostro agradable bajo aquella masa de pelo.
Suspiré.
—Está bien. Entonces, creo que seguiré mi camino y… —«Bree, ¡cállate ya y lárgate! Es evidente que este hombre no quiere tener nada que ver contigo».
Sentí sus ojos siguiéndome cuando me di la vuelta. Recorrí el camino hasta la puerta y, esta vez, la cerré con firmeza a mi espalda. Me apoyé en ella durante un minuto y rasqué distraídamente a Phoebe en la barbilla, preguntándome qué me pasaba. ¿A qué había venido todo eso? ¿Por qué no había cogido a mi maldita perra y me había largado sin más?
—Eres una perrita mala —le reproché a Phoebe, sin dejar de rascar su pelaje.
Ella me lamió la cara, feliz. Me reí y le devolví el cariño.
Me subí en la bicicleta y me alejaba ya cuando escuché nuevamente el sonido del hacha.
6
Archer, a los siete años
Mayo
¿Dónde estaba?
Me sentía como si estuviera buceando en la piscina del club de campo, intentando salir a la superficie con metros y metros de agua por encima. Me pitaban los oídos y me dolía el cuello, era parecido al dolor de garganta, solo que me dolía a la vez en el interior y en el exterior. Traté de recordar cómo me había hecho daño, pero solo intuía sombras moviéndose alrededor de mi cabeza. Las aparté.
¿Dónde estaba?
«¿Mami? Quiero a mi mamá».
Sentí que las lágrimas, cálidas y pesadas, se escapaban de mis ojos cerrados y caían por mis mejillas. Traté de no llorar. Los hombres fuertes no lloran. Los hombres fuertes protegen a los demás, como hacía el tío Connor. Solo que él había llorado.
Había llorado con fuerza, gritando al cielo y cayendo de rodillas allí mismo, en el pavimento.
«¡Oh, no! ¡Oh, no! No pienses en eso».
Traté de moverme, pero me sentía como si alguien me hubiera atado unos pesos a los brazos y las piernas, incluso sentía pesados los dedos de las manos y los pies.
Pensaba que podría moverlos un poco, pero tampoco estaba seguro.
—Shhh…, que despierta —escuché que decía una voz femenina—. Dejad que lo haga lentamente…, por sí solo.
«Mami…, mami… Por favor, que esté aquí también. Por favor, que esté bien. Por favor, que no siga tirada en la carretera».
Surgieron más cálidas lágrimas.
De repente, sentí como si tuviera clavados alfileres y agujas por todo el cuerpo, atrapados en mi piel. Traté de gritar pidiendo ayuda, pero creo que ni siquiera separé los labios. ¡Oh, Dios! Parecía que el dolor despertaba en todas partes, como si un monstruo regresara a la vida bajo la oscuridad de mi cama.
Después de seguir respirando durante unos minutos más, quizá acercándome más y más a lo que me parecía que era la superficie, abrí los párpados. Entrecerré los ojos porque tenía una luz muy brillante justo encima.
—Baja la luz, Meredith —escuché a la izquierda.
Abrí los ojos de nuevo, dejando que se acostumbraran a la luz, y vi a una enfermera mayor, con el pelo corto y rubio, que me miraba.
Separé los labios.
—Mami… —traté de decir, pero no salió nada.
—Shhh… —dijo la enfermera—. No trates de hablar, cariño. Has tenido un
accidente. Estás en el hospital, Archer, y te estamos cuidando muy bien, ¿vale? Yo me llamo Jenny, y ella es Meredith. —Me sonrió con tristeza y señaló a otra enfermera más joven, que estaba un poco más atrás, comprobando algo en la máquina que había junto a mi cama.
Asentí con la cabeza. ¿Dónde estaba mamá? Nuevas lágrimas cayeron por mis mejillas.
—Tranquilo, cariño —dijo Jenny—. Tu tío, Nathan, está en el pasillo. Deja que vaya a buscarlo. Se pondrá muy contento al saber que has despertado.
Me quedé allí contemplando el techo durante unos minutos antes de que la puerta se abriera y se cerrara y el tío Nathan me mirara a la cara.
—Bienvenido de nuevo, soldadito —me dijo. Tenía los ojos rojos y parecía como si llevara tiempo sin ducharse. Pero el tío Nate siempre parecía un poco raro.
Había días que llevaba la camisa del revés o dos zapatos diferentes. Yo pensaba que era muy divertido. Él decía que era porque su cerebro estaba tan ocupado en cosas importantes que no tenía tiempo para pensar si llevaba bien la ropa. Me parecía que era una buena explicación. Además, me daba cosas buenas, como dulces o billetes de diez dólares. Me había dicho que guardara un alijo con mi dinero en un lugar donde nadie pudiera encontrarlo, añadiendo que ya se lo agradecería más adelante, mientras me guiñaba el ojo, como si quisiera decir que «más adelante» sería cuando él regresara.
Abrí la boca de nuevo, pero Jenny y el tío Nate sacudieron la cabeza y Jenny buscó algo que había en la mesita, a su lado.
Se giró con una libreta y un lápiz y me los entregó.
Cogí el papel y escribí una palabra.
«¿MAMÁ?».
Jenny clavó los ojos en las letras el y tío Nate miró al suelo, a sus pies. Justo en ese momento, las imágenes del accidente inundaron mi cerebro y las palabras resonaron en mi mente hasta que comencé a dar golpes en la almohada con la cabeza al tiempo que apretaba los dientes.
Separé los labios y grité, grité una y otra vez, aunque la habitación permaneció en silencio.
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
Capitulo 5 y 6
oh cielos!! que triste la historia de Archer cada vez me gusta mas sin importar que no hable o que sea un solitario y peludo jejeje
bueno hay que agradecerle a la perra de Bree el que estos dos hallan compartido palabras, no fueron muchas pero por algo se empieza ¿no?, me va gustando este libro....
oh cielos!! que triste la historia de Archer cada vez me gusta mas sin importar que no hable o que sea un solitario y peludo jejeje
bueno hay que agradecerle a la perra de Bree el que estos dos hallan compartido palabras, no fueron muchas pero por algo se empieza ¿no?, me va gustando este libro....
Macs- Mensajes : 450
Fecha de inscripción : 11/09/2016
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
5 y 6
Jajajaja me dio mucha risa Bree, siendo toda una aventada, y Archer viendola como si fuera una extraterrestre jajaja
Me dio penita lo del accidente, pero que le paso ? Tal vez se lastimo en la cara y tiene cicatrices y por ella la barba y el cabello largo ???
Aaaa quiero respuestas !!!!!
Jajajaja me dio mucha risa Bree, siendo toda una aventada, y Archer viendola como si fuera una extraterrestre jajaja
Me dio penita lo del accidente, pero que le paso ? Tal vez se lastimo en la cara y tiene cicatrices y por ella la barba y el cabello largo ???
Aaaa quiero respuestas !!!!!
Invitado- Invitado
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
Sabía que no era sordo!! Supongo que cuando sienta que pueda confiar y pueda creer en el amor y que este no lastima podrá curarse y volver a hablar...
Que pícara y astuta la perrita de Phoebe, me gusta!!
Casi se me escapa una lágrima con el sufrimiento de Archer al despertar y querer a su mamá, muy muy triste...
Que pícara y astuta la perrita de Phoebe, me gusta!!
Casi se me escapa una lágrima con el sufrimiento de Archer al despertar y querer a su mamá, muy muy triste...
LuVelitta- Mensajes : 3002
Fecha de inscripción : 28/08/2016
Edad : 35
Localización : Perdida en el medio de la nada...
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
A mí me causó mucha gracia el encuentro de ellos dos, el desconcierto de él, se ve que está acostumbrado a que nadie le dirija la palabra, no sabe como socializar...por eso no acepta la pizza, qué difícil sería para él compartir un momento con alguien que no conoce y tratar de ser social, no sabe cómo serlo.
Y Bree, qué curiosa, ese Archer le picó fuerte porque no puede sacárselo de la cabeza.
Vienen los otros capis!
Y Bree, qué curiosa, ese Archer le picó fuerte porque no puede sacárselo de la cabeza.
Vienen los otros capis!
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
7
Bree
El sábado, cuando estaba saliendo de la cafetería, recibí una llamada de un número desconocido.
—¿Hola? —respondí.
—¿Qué tal, Bree? Soy Melanie. Nos conocimos en la cafetería la semana pasada, ¿me recuerdas?
—¡Ah, hola! —repuse, despidiéndome de Maggie con la mano mientras caminaba hacia la puerta—. Sí, claro que me acuerdo de ti.
Maggie sonrió y me devolvió el saludo.
—¡Oh, genial! —dijo ella—. Bueno, espero no haberte pillado en un mal momento, pero Liza y yo vamos a salir esta noche, y te llamaba para saber si te gustaría acompañarnos.
Salí al sofocante sol de la tarde y me dirigí hacia el coche. Me acordé del propósito que había hecho de tratar de comportarme de nuevo como una chica normal, de hacer cosas normales.
—Mmm…, bueno, vale. Suena bien. Me encantaría.
—¡Genial! Te recogeremos nosotras. ¿Te va bien a las nueve?
—Sí, perfecto. Estaré lista. —Le di mi dirección, conocían la zona, así que nos despedimos y corté la llamada.
Justo cuando estaba metiendo la llave en la cerradura, percibí a un grupo de niños de unos diez o doce años al otro lado de la calle, riéndose a carcajadas. El mayor empujaba a otro crío más pequeño, con gafas y los brazos llenos de libros.
Cuando el de más edad le dio al muchacho un empujón especialmente brusco, el niño se tambaleó hacia delante y los libros se esparcieron por la acera. Los demás comenzaron a reírse y salieron corriendo, gritando «¡Aprende, friki!». Incluso desde
el otro lado de la calle pude ver la expresión de vergüenza del niño antes de que se pusiera en cuclillas para recoger los libros.
Imbéciles. ¡Dios!, odiaba a los matones.
Crucé la calle para ayudar al pequeño.
Cuando llegué a su lado, me miró con cautela; le temblaba un poco la barbilla. Vi enseguida la leve cicatriz de cirugía para arreglar un labio leporino.
—Hola —dije en voz baja, sonriendo suavemente al tiempo que me inclinaba para ayudarlo a recoger los libros—. ¿Estás bien?
—Sí —dijo en voz baja, clavando los ojos en mí, con las mejillas rojas.
—Te gusta leer, ¿eh? —pregunté, señalando los libros con la cabeza.
Él asintió, sin dejar de mirarme con timidez.
Miré el título del que tenía en la mano.
—Harry Potter… Mmm… Este es muy bueno. ¿Sabes por qué me gusta?
Nuestros ojos se encontraron y sacudió la cabeza, pero no apartó la mirada.
—Porque cuenta la historia de un perdedor en el que nadie creía, solo era un chico con gafas del que parecía fácil burlarse y que vivía debajo de las escaleras de la casa de sus tíos. Pero ¿sabes qué? Termina haciéndolo muy bien a pesar de que lo tenía todo en contra. No hay nada mejor que ver salir adelante a alguien que nadie piensa que va a ganar, ¿no te parece?
El niño abrió los ojos como platos, e hizo un gesto de asentimiento.
Me levanté, y él hizo lo mismo.
—No dejes de leer. A las chicas les gustan los chicos que leen —añadí cuando le entregué los libros que había recogido al tiempo que le guiñaba un ojo. Esbozó una enorme sonrisa, y yo se la devolví. Mientras lo veía alejarse, percibí la presencia de Archer Hale en una puerta, a solo unas tiendas de distancia, mirándonos con una expresión intensa e indescifrable en el rostro. Le sonreí también a él, ladeando la mirada, y me dio la impresión de que algo volvía a crepitar entre nosotros. Parpadeé, y Archer desplazó la vista hacia otro lado al tiempo que se ponía a caminar por la
calle. Volvió a mirarme sin dejar de andar, pero, al ver que seguía observándolo, se volvió de nuevo al instante y siguió su camino.
Permanecí allí durante un par de segundos, estudiando a Archer mientras se alejaba, aunque luego volví la cabeza para mirar al niño, que iba en dirección opuesta. Solté un suspiro antes de darme la vuelta para acercarme al coche.
Al salir del centro del pueblo, me detuve en el vivero local y adquirí algunas flores, tierra y macetas de plástico a juego.
Cuando llegué a casa, me puse unos pantalones cortos y una camiseta, y pasé un par de horas plantando las flores, colocándolas en el porche y haciendo una limpieza general en el jardín, incluyendo arrancar las malas hierbas y barrer las escaleras. Uno de los escalones estaba flojo, pero se me daban de pena los arreglos del hogar, así que tendría que llamar a George Connick.
Cuando me incorporé y pude admirar mi trabajo, no logré contener una sonrisa.
Mi hogar era adorable.
Entré y me di una larga ducha, limpiándome la tierra que se me había metido bajo las uñas y afeitándome por todas partes. Luego encendí la radio que había en la casa y escuché la música que emitía una cadena local mientras me secaba el pelo, en el que después utilicé un rizador para dejarlo suelto y ondulado. Me maquillé con cuidado y luego me hidraté la piel de las piernas antes de ponerme un vestido negro con brillos plateados. Resultaba cómodo y sexy a la vez, y esperaba que fuera una elección adecuada para el lugar al que iríamos esa noche. Lo convertí en una prenda todavía más informal al ponerme unas sandalias negras.
La última vez que usé aquel vestido fue en la fiesta de mi graduación, en la que había bebido bastantes cervezas mientras me divertía con las chicas de la residencia, y me había enrollado con un tipo que siempre me había gustado, aunque nunca había
hablado con él. No besaba demasiado bien, pero estaba lo suficientemente borracha como para que no me importara.
Mientras estaba allí, recordando, pensé en la chica que era. La echaba de menos.
Añoraba mi vieja personalidad. Entonces no estaba marcada por la tragedia y era una ingenua con respecto a la vida. Sabía que no siempre era justa y que no se podía dar nada por supuesto, pero mi padre y yo habíamos sobrevivido a la tragedia que supuso la enfermedad de mi madre, y éramos fuertes. Ni una sola vez había pensado que podrían arrebatármelo en un instante, en un momento sin sentido, quedándome sola y perdida. Sin poder siquiera despedirme de él.
Quizá este viaje iniciático mío no estaba dándome las respuestas que esperaba.
Tampoco había sido una elección consciente.
En Ohio, todo me recordaba a mi padre: mi dolor, mi miedo, mi soledad…
Después de haber pasado varios meses entumecida después de esa noche, había preparado la maleta, había metido a Phoebe en el trasportín y me había largado en el coche. Me pareció que era mi única opción. La tristeza que sentía me resultaba asfixiante, claustrofóbica… Necesitaba escapar.
Me obligué a dejar de pensar en eso antes de hundirme de nuevo en el miedo y la melancolía. Era sábado por la noche, fin de semana. Y las chicas normales salían los fines de semana con sus amigas y se divertían un poco. Me merecía un poco de desahogo, ¿verdad?
Melanie y Liza se detuvieron frente a mi casa unos minutos después de las nueve, y cuando vi sus faros, salí y cerré la puerta.
Cuando se abrió la puerta del pequeño Honda, Justin Timberlake sonaba en el interior, rompiendo el silencio de la noche.
Sonreí al meterme dentro.
—¡Hola! —saludé animadamente a Melanie y Liza.
—¡Estás increíble! —me halagó Liza, mirándome por encima del hombro mientras Melanie arrancaba.
—¡Gracias! —sonreí—. Igualmente. —Las dos llevaban también vestidos sin mangas, y me alegré al ver que había elegido un modelo similar.
Durante los treinta minutos que tardamos en llegar al otro lado del lago, charlamos sobre mi trabajo en la cafetería, qué me parecía Pelion hasta el momento y qué habían hecho ellas como socorristas durante el verano.
Nos detuvimos frente a un bar llamado The Bitter End Lakeside Saloon, una pequeña estructura junto a la carretera con un amplio aparcamiento. Cuando nos bajamos del coche de Melanie, observé que la fachada estaba decorada con cañas de pescar, jaulas para langostas, señales de navegación, cajas de aparejos y otros artículos relacionados con el lago.
Entramos en el local, donde el olor a cerveza y palomitas de maíz, el sonido de las risas y las conversaciones, así como el golpeteo de las bolas de billar flotaban en el aire. El lugar era más grande de lo que parecía por fuera. El interior seguía la misma tendencia del exterior, y estaba decorado con más artículos de pesca, y pósters
en las paredes.
Tuvimos que mostrar nuestros carnets de identidad antes de sentarnos en una mesa. En el momento en el que nos sirvieron la primera ronda, se había formado una cola ante la puerta.
Durante los primeros veinte minutos, charlamos y reímos. Melanie y Liza comenzaron a fichar a los chicos que les gustaban, aunque trataron de no ser demasiado obvias. Melanie eligió a alguien casi de inmediato, y se dedicó a mirarlo.
Su estrategia funcionó, y unos minutos después, él se acercó para invitarla a bailar.
Ella lo siguió, lejos de nuestra mesa, mirándonos por encima del hombro y guiñándonos un ojo al tiempo que sacudía la cabeza, riendo. La camarera vino con otra ronda. Estaba pasándomelo bien.
Como propina por la nueva cerveza, un hombre llamó mi atención. Tenía la cabeza girada, pero observé sus anchos hombros, las piernas largas y musculosas embutidas en unos vaqueros gastados. «¡Oh, oh, guau!». No solo fue su tamaño, su
constitución y el cabello castaño ondulado lo que me hizo parpadear y tener clavados en él mis ojos cuando se volvió hacia mí, riéndose de algo que había dicho el chico que tenía al lado, y nuestras miradas se encontraron. Travis Hale. Abrió los ojos al
verme y su sonrisa se extendió de oreja a oreja cuando avanzó hacia nuestra mesa.
Dos chicas que lo seguían se detuvieron con expresión abatida al ver adónde se dirigía, y se volvieron con su grupo.
—Bree Prescott —dijo él, mirándome los pechos un instante antes de volver a mi cara.
—Travis Hale —respondí, sonriendo al tiempo que daba otro sorbo a la cerveza.
Él me devolvió la sonrisa.
—No sabía que estarías aquí esta noche. —Miró a Liza y la saludó—. Liza.
Ella bebió de su copa.
—Hola, Trav —respondió Liza antes de ponerse en pie—. Voy un momento al cuarto de baño. Ahora vuelvo.
—¡Oh! ¿Quieres que vaya contigo? —pregunté, empezando a levantarme.
Travis me puso la mano en el brazo.
—Estoy seguro de que puede arreglárselas sola.
—Sí —dijo Liza, clavando los ojos en los dedos que Travis cerraba en torno a mi antebrazo—. Vuelvo ahora. —Se dio la vuelta y se alejó.
Travis me miró.
—Pensaba que era yo quien iba a darte el tour de bienvenida.
Me reí y me encogí de hombros, mirándolo entre las pestañas.
Él sonrió de nuevo. Tenía una bonita sonrisa; sí, era algo lobuna, pero ¿era eso malo? Imaginé que dependía de varias cosas. En ese momento llevaba dos cervezas encima y me sentía bien.
Travis se inclinó hacia mí.
—Entonces, Bree, ¿cuándo terminará… este viaje tuyo?
Consideré su pregunta.
—No tengo planes fijos, Travis. Imagino que con el tiempo volveré a casa. Cuando sea el momento. —Tomé un sorbo de cerveza.
Él asintió con la cabeza.
—¿Crees que te quedarás por aquí?
—Depende —repuse, frunciendo un poco el ceño.
—¿De qué?
—De si sigo sintiéndome segura —espeté. No era una declaración muy diplomática, pero el alcohol había actuado en mi estómago vacío y en mi sangre como un suero de la verdad.
Suspiré y comencé a rascar la etiqueta de la botella de cerveza como si me sintiera expuesta.
Travis me estudió durante un par de segundos y luego esbozó una lenta sonrisa.
—Eso está bien, porque da la casualidad de que la seguridad es mi especialidad.
Alcé los ojos a su cara y no pude contener una risita al ver su expresión arrogante.
—Oh, me da la sensación de que eres cualquier cosa menos seguro, oficial Hale.
Él fingió sentirse herido y se deslizó en el asiento que había dejado libre Liza unos minutos antes.
—Eso me ha dolido mucho, Bree. ¿Por qué me dices eso?
Me reí.
—Bueno, para empezar —susurré, inclinándome hacia delante—, si esas rubias que te acompañaban pudieran disparar dardos envenenados con los ojos, estaría muerta desde hace más o menos quince minutos. Y la pelirroja que hay a la izquierda no ha dejado de mirarte desde que llegaste. Incluso creo haber visto cómo se limpiaba un poco de baba del labio. Tengo la sensación de que todas tienen planes contigo para esta noche. —Arqueé una ceja.
Mantuvo los ojos fijos en mí, sin mirar a ninguna de esas chicas. Se recostó en el asiento y ladeó la mirada al tiempo que apoyaba un brazo en el respaldo.
—No puedo acallar lo que piensen otras personas. Y, de todas formas, ¿qué pasa si mis planes son diferentes? ¿Y si mis planes solo te implican a ti? —añadió con una sonrisa perezosa.
Dios, ese chico era bueno. Rezumaba encanto y confianza en sí mismo. Pero me sentía tan bien al coquetear de manera inofensiva con alguien que me alegré de no haber olvidado por completo cómo se hacía.
Le sonreí antes de dar otro sorbo a la cerveza, sin retirar mis ojos de los suyos.
Noté que clavaba la mirada en cómo cerraba los labios en el borde de la botella y que se le dilataban las pupilas.
—¿Juegas al billar? —pregunté un minuto después, cambiando de tema.
—Juego a lo que tú quieras —concedió con facilidad.
Me reí.
—De acuerdo, entonces, puedes empezar impresionándome con tus habilidades especiales —sugerí, comenzando a levantarme.
—Muy bien —respondió, cogiéndome la mano.
Nos dirigimos hacia las mesas de billar y pedimos otra ronda mientras esperábamos nuestro turno. Poco después, Melanie y Liza, así como el chico que había invitado a Melanie a bailar, se acercaron también. Pasamos el resto de la noche jugando al billar y riéndonos. Travis era demasiado bueno, y nos ganó a todos con
facilidad, disfrutando al demostrar sus habilidades.
Liza había bebido agua desde el principio para poder conducir el coche, y yo la imité después de medianoche. No quería pasarme el día siguiente recuperándome en la cama; era mi día libre y quería disfrutarlo.
Cuando apagaron las luces de la barra, indicando que era la hora de cerrar, Travis me estrechó contra su cuerpo.
—¡Dios! Bree, nunca había conocido a una chica tan guapa como tú —me aduló con voz sedosa—. Ven a cenar conmigo algún día.
El efecto de la cerveza que había tomado durante las primeras horas había desaparecido y, de repente, me sentí un poco incómoda ante la suave aproximación de Travis y sus coqueteos.
—Mmm… —intenté disculparme.
—¿Estás preparada, Bree? —nos interrumpió Liza, ganándose una mirada irritada de Travis.
—Tendrás que cenar —insistió Travis al tiempo que me brindaba una encantadora sonrisa. Me reí y escribí vacilante mi número en una servilleta, tomando nota mental de que debía recargar el móvil. Había dejado mi número habitual en Cincinnati cuando me marché y había adquirido una tarjeta prepago. Me serviría por
el momento, pero no podía olvidarme de recargarla.
Me despedí de todos y seguí a Liza y a Melanie. Nos reímos de vuelta al coche.
—¿Travis Hale? —comentó Melanie una vez que nos pusimos en camino—. Caray, Bree, has ido a por el premio gordo de Pelion, ¿verdad? Qué digo, a por el premio gordo del condado de Maine.
Me reí.
—¿Travis Hale está considerado un premio gordo?
—Sí. Es decir, es el centro de atención, y no lo culpo. Por lo general, todas las chicas intentan atraparlo. Quizá seas tú la que finalmente lo consiga. —Me guiñó un ojo y Liza se rio.
—Oye…, ¿y vosotras alguna vez…?
—Oh, no, no —dijeron las dos a la vez. Luego continuó Liza—. Muchas de nuestras amigas se han liado con él y luego han pensado que estaban enamoradas.
Hemos visto la destrucción que deja a su paso. Ten cuidado con él.
Sonreí, pero no dije nada. «Prudencia» era mi segundo nombre esos días. Sin embargo, a pesar de que el coqueteo de Travis me había hecho sentir un poco incómoda al final de la noche, me sentía orgullosa de mí misma por haber dado algunos pasos en la dirección adecuada. Me había divertido.
Charlamos un poco más de los demás chicos que habían conocido y, antes de darme cuenta, estábamos delante de mi casa.
—¡Adiós! —me despedí cuando salí—. Y muchas gracias por todo —añadí bajito para no despertar a los vecinos.
—Volveremos a llamarte —se despidieron, dando la vuelta con el coche antes de alejarse.
Me lavé la cara y los dientes. Cuando me fui a la cama seguía sonriendo…, pensando…, esperando que quizá cuando me levantara aquella sonrisa seguiría en mi cara.
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Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
8
Bree
Me desperté jadeando. Antes de que pudiera incorporarme, me vi catapultada a la madre de todos los flashbacks. Poseía fuerza y transmitía la sensación de realidad que habían tenido los que sufrí justo después del asesinato, con mi padre tendido sobre un charco de sangre, sus ojos sin vida mirando al techo. Aferré las sábanas y me cubrí con ellas hasta que cesó aquel sonido chirriante que inundaba mi cerebro, hasta que la realidad por fin se afianzó a mi alrededor y el mundo se aclaró.
Unos minutos después, me incliné sobre el inodoro con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Por qué? —gemí, compadeciéndome a mí misma, poseída por el dolor y la pena que habían traído consigo los recuerdos.
Me incorporé y me metí en la ducha. A pesar de que me estremecía sin control, me negaba a pasar el resto del día en la cama como quería, como había hecho durante meses después de aquella noche.
El nuevo flashback había matado la feliz sensación de euforia que me envolvía la noche pasada.
Me duché con rapidez y me vestí con unos pantalones cortos y una camiseta. Por alguna razón, pensar en no hacer nada tendida en la playa de Briar Road, a orillas de lago, me proporcionaba una particular alegría. Sí, había soñado con mi padre, pero a pesar de la tristeza por su pérdida y aquella pesadilla, la había superado con cierta esperanza. Me gustaba estar allí.
Moví la bicicleta y puse a Phoebe en la cesta delantera. La mañana había traído un cielo brillante y comenzaba a hacer calor. Estábamos a finales de agosto; no sabía cuándo comenzaban las señales del otoño en Maine, pero por ahora seguía siendo verano.
Mientras me dirigía hacia Briar Road, dejé que la bici rodara sola levantando las manos y los pies durante unos breves segundos. Las ruedas chocaron con las pequeñas piedras del camino, haciéndome reír. Phoebe ladró varias veces como si quisiera decirme: «¡Ten cuidado, loca!».
—Lo sé, preciosa. No te preocupes, Phoebs, no nos caeremos.
Cuando llegué al lago, extendí la toalla en el lugar habitual y me introduje en el agua fría mientras Phoebe me observaba desde la orilla. Aquello era delicioso, pensé al sentir las pequeñas olas lamiendo con suavidad mis muslos mientras avanzaba. Por fin, me sumergí por completo y comencé a nadar, dejando que el agua fluyera contra mi cuerpo como una fresca caricia.
Cuando di la vuelta y regresé a la orilla, escuché a un animal —seguramente un perro de buen tamaño— aullando como si sufriera mucho dolor. Phoebe se puso a ladrar eufórica, corriendo de un lado a otro de la playa. Salí del agua y me detuve a escuchar. El aullido continuaba hacia mi izquierda, por donde estaba la propiedad de Archer Hale.
Me pregunté si sus cultivos se extenderían hasta el final de la playa. Supuse que era posible. Me acerqué hasta el límite del bosque y empujé algunas zarzas para poder echar un vistazo entre los árboles, pero solo alcancé a ver más árboles. Sin embargo, a unos cincuenta metros, había un montón de zarzas. Contuve la respiración, llena de emoción. Mi padre también había tenido aquella insana afición por las moras, y ver aquella abundancia frente a mí me hizo la boca agua. Comencé a acercarme a los arbustos, pero cuando una rama me arañó la barriga desnuda, resoplé y me retiré. No estaba vestida para coger moras. Tendría que dejarlo para otro día.
Regresé a la toalla, me sequé y volví a sentarme. Pasé allí varias horas leyendo y tomando el sol antes de coger a Phoebe para volver a casa. Como de costumbre, me detuve un instante ante la puerta de Archer, preguntándome de nuevo a qué responderían aquellas manchas más claras en su valla.
—¿Acosándolo de nuevo, Bree? —me dije en un susurro. Mientras me alejaba, volví a escuchar el mismo angustioso aullido perruno. Esperaba que, fuera lo que fuera, Archer estuviera ocupándose de ello.
Llegué a casa y me cambié de ropa para dirigirme al centro del pueblo, a la biblioteca pública. Pasé una hora seleccionando nuevos libros. Por desgracia, me había dejado el lector digital en Cincinnati y tenía que volver a cargar con los libros en papel. No
me di cuenta de lo mucho que había echado de menos el olor y el tacto de un libro en mis manos. Además, sin internet, no había descargas. Hacía más de seis meses que no me conectaba a Facebook, y tampoco lo echaba de menos.
Dejé caer el montón de libros en el asiento del pasajero y luego me dirigí al supermercado para hacer la compra semanal.
Estuve bastante tiempo recorriendo los pasillos, leyendo las etiquetas de los productos y llenando el carro. En el momento en que estaba pagando, vi por los grandes ventanales frente a las cajas que ya era de noche.
—Hola —saludé a la joven cajera.
—Hola —repuso, haciendo un globo con el chicle—. ¿Tienes cupones?
—Oh, no —dije al tiempo que sacudía la cabeza—. Jamás he podido conseguir nada bueno con ellos. Cada vez que los juntaba, acababa con doce cajas de algo incomestible o jabón para la ropa que… —Mi voz se apagó al darme cuenta de que la chica estaba pasando mi pedido con una mano y respondiendo a mensajes del móvil con la otra. No prestaba atención a ninguna de mis palabras. Genial.
—Sesenta y dos con ochenta y siete —me informó, volviendo a hacer estallar otro globo.
Saqué el dinero de la cartera. Solo tenía sesenta dólares. ¡Mierda!
—¡Oh, Dios! —dije con las mejillas rojas—. Pensaba que había cogido más dinero, pero solo tengo sesenta dólares; tengo que devolver algo.
La vi suspirar profundamente y poner los ojos en blanco.
—¿Qué quieres devolver?
—Mmm… —empecé a revisar los artículos que ya estaban metidos en bolsas—. ¿Qué tal esto? No lo necesito. —Entregué la nueva esponja, que había comprado para reemplazar la anterior.
—Eso vale solo sesenta y cuatro centavos —me informó.
Parpadeé y alguien de la cola se quejó.
—Oh, vale. Bien, veamos… —rebusqué un poco más—. ¿Qué tal esto? Tampoco las necesito —Entregué el paquete de maquinillas de afeitar. Ella lo cogió y las descontó—. Espera, en realidad sí las necesito. Estoy a medio depilar. —Solté una risita nerviosa. La chica no se rio—. Mmm… —volví a meter la mano en las bolsas, lo que hizo que alguien gruñera a mi espalda.
—Oh, gracias —escuché que decía la cajera, y le lancé una mirada confusa—. Él lo ha pagado —dijo lentamente, señalando a la derecha con la cabeza. Confundida, me incliné y miré detrás del viejo amargado con cara de pocos amigos. Archer Hale estaba tras él, con los ojos clavados en mí. Llevaba una sudadera con la capucha puesta, aunque no hacía frío.
Sonreí y le hice una señal de agradecimiento. La empleada carraspeó, reclamando mi atención. Cogí el tiquet de su mano y avancé hasta situarme en la cabecera de la caja.
—Muchas gracias, Archer —dije.
Archer tenía los ojos clavados en mí. La cajera y el viejo nos observaron alternativamente con idénticas expresiones de confusión en sus rostros.
—Te lo pagaré, por supuesto. —Sonreí, aunque él no lo hizo. Me di cuenta de que los clientes en las otras cajas también nos miraban.
El anciano pagó sus artículos y pasó junto a mí. Archer dejó una gran bolsa de pienso para perros sobre la cinta transportadora.
—¡Oh! Cuando estuve esta tarde en el lago, me pareció oír a un perro aullando en tu propiedad. Parecía herido. —Me miró mientras entregaba unos billetes a la cajera.
Observé que alrededor los ojos seguían fijos en nosotros. Archer Hale no parecía consciente de ello.
Resoplé y dejé escapar un suspiro.
—Esta gente es un poco cotilla, ¿verdad? —dije en lenguaje de signos.
Él curvó los labios un poco, pero los curvó.
Recogió su compra y pasó junto a mí. Me giré y moví mi carro detrás de él, sintiéndome muy tonta y demasiado consciente de mí misma. Sacudí la cabeza y me dirigí hacia el coche. Lancé una última mirada en dirección a Archer y vi que estaba mirándome también.
—Buenas noches, Bree —dijo con signos, dejándome boquiabierta. Se dio la vuelta y, unos segundos después, había desaparecido. Me apoyé en el coche, sonriendo como si fuera idiota.
Yani- Mensajes : 5497
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Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
Capitulo 7 y 8
esto cada vez se pone mas interesante, que le habrá pasado al perro? cada vez Bree y Archer se hacen mas amigos, creo que tiene su propio mundo con el lenguaje de señas ya que ahí nadie les puede entender, me dio mucha risa Bree en la caja queriendo devolver sus cosas jajaja no hallando que regresar lo bueno que ahi estaba Archer para salvar el día jejeje
esto cada vez se pone mas interesante, que le habrá pasado al perro? cada vez Bree y Archer se hacen mas amigos, creo que tiene su propio mundo con el lenguaje de señas ya que ahí nadie les puede entender, me dio mucha risa Bree en la caja queriendo devolver sus cosas jajaja no hallando que regresar lo bueno que ahi estaba Archer para salvar el día jejeje
Macs- Mensajes : 450
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Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
Archer es un caballero, está un poco oxidado en la parte de hacer sociales, no sabe cómo hacerlo pero al menos lo intenta...Ya van dos veces que la ayuda.
Trevor es un picaflor me parece, no me gusta
Trevor es un picaflor me parece, no me gusta
Yani- Mensajes : 5497
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LuVelitta- Mensajes : 3002
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Sabischl- Mensajes : 124
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Localización : Cordoba
eilyno- Mensajes : 582
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Edad : 45
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
Capu 7 y 8
Awwwww me encanto Archer !!!!!! Que lindo al despedirse
Yo creo que el perro llego de la nada a casa de archer y por ello fue por comida y gracias a dios por que si no quedaria toda belluda Bree jajajajaja
Me da pena ver como sufre Bree, que do demasiado traumatizada.
Travis travis traviiis simplemente no me vae bien
Este libro es de esos que quieres desvelarte para seguir leyendo y saber que pasa
Awwwww me encanto Archer !!!!!! Que lindo al despedirse
Yo creo que el perro llego de la nada a casa de archer y por ello fue por comida y gracias a dios por que si no quedaria toda belluda Bree jajajajaja
Me da pena ver como sufre Bree, que do demasiado traumatizada.
Travis travis traviiis simplemente no me vae bien
Este libro es de esos que quieres desvelarte para seguir leyendo y saber que pasa
Invitado- Invitado
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
9
Archer, a los catorce años
Caminé por el bosque, pasando por encima de los lugares que conocía de memoria por haberme torcido el tobillo, rodeando las ramas que podían ser peligrosas si pasaba demasiado cerca. Conocía esos terrenos de memoria. No me había alejado de ellos durante siete años.
Irena trotaba a mi derecha, manteniendo el ritmo, pero explorando cosas con la nariz que un perro podía encontrar interesantes. Chasqueaba los dedos o la llamaba palmeándome la pierna para que se mantuviera cerca de mí. Sin embargo, era una
perra vieja y solo respondía la mitad de las veces; no sabía bien si porque tenía problemas de audición o porque era terca.
Encontré la trampa que me había enseñado a instalar el tío Nate un par de días antes y me puse a trabajar en ella. Sabía que ayudarlo en este tipo de cosas hacía que se acallaran las voces que mi tío oía dentro de su cabeza, e incluso apreciaba que este tipo de proyectos me mantuviera ocupado. Lo único que no soportaba era escuchar a los pequeños animales que quedaban atrapados en medio de la noche. Así que recorría la propiedad desmontando lo que habíamos instalado unos días antes y buscando las trampas que el tío Nate había puesto por su cuenta. Justo cuando estaba terminando, escuché voces, risas y chapoteos provenientes del lago. Dejé a un lado las piezas que cargaba en los brazos y me dirigí hacia los sonidos que emitían las personas que jugaban en la orilla.
La vi en cuanto llegué al límite de los árboles. Amber Dalton. Quise gemir, aunque, por supuesto, no salió ningún ruido de mi garganta. Llevaba un biquini negro y salía del lago, empapada. Sentí que me ponía duro dentro de los pantalones. Genial…
Parecía que me ocurría todo el rato, pero, de alguna forma, que me pasara como respuesta a ver a Amber me hizo sentir raro y avergonzado.
A pesar de lo mortificante que resultaba aquello, había intentado preguntar al tío Nate al respecto el año anterior, cuando cumplí trece años, pero se limitó a darme algunas revistas en las que aparecían mujeres desnudas y se dirigió hacia el bosque para poner más trampas. Las revistas no me ofrecieron ninguna explicación, pero me gustaba mirarlas. De hecho, me pasé mucho tiempo buscando en ellas. Y luego metía la mano en los pantalones y me acariciaba hasta que suspiraba de placer. No sabía si eso estaba bien o mal, pero era demasiado agradable para dejar de hacerlo.
Estaba tan concentrado en Amber, viéndola reírse y escurrir su pelo mojado que no lo vi llegar.
—¡Mira eso! —soltó una voz masculina—. ¡Hay un mirón espiándonos desde el bosque! ¿Por qué no dices nada, mirón? ¿No tienes nada que decir? —Y luego, bajando la voz para que solo lo escuchara yo, añadió—: Monstruo de mierda.
«Travis». Mi primo. La última vez que lo vi fue justo después de perder la voz.
Todavía seguía postrado en la cama en casa del tío Nate cuando Travis y su madre, la tía Tori, vinieron a visitarme. Era consciente de que ella estaba allí para saber si iba a decir algo sobre lo que había visto aquel día. No lo haría. De todas formas, no importaba ya.
Travis había hecho trampas mientras jugábamos a las cartas, pero luego se quejó a su madre diciendo que las había hecho yo. Me sentía demasiado cansado y dolido —en todos los sentidos— para prestar atención. Me volví hacia la pared y fingí dormir hasta que se fueron.
Y ahora estaba allí, en la playa con Amber Dalton. Una ardiente vergüenza tiñó mis mejillas ante sus burlonas palabras. Todos los ojos se volvieron hacia mí mientras mi primo me exponía y me humillaba. Me llevé la mano hasta la cicatriz para tapármela. No supe por qué lo hice, pero no quería que vieran la fea prueba de mi culpabilidad.
Amber bajó la mirada al suelo; parecía también avergonzada. Sin embargo, luego alzó la vista hacia Travis.
—Venga, Trav, no seas malo. Él no cuenta. Ni siquiera puede hablar. —La última frase casi la susurró, como si fuera una especie de secreto. Algunos me miraron con lástima. De esos, unos apartaron la vista cuando clavé en ellos la mirada; otros tenían los ojos brillantes de emoción, pendientes de lo que a continuación ocurriría.
Me notaba el rostro rojo de la humillación mientras todos me seguían mirando. Me quedé paralizado. La sangre comenzó a palpitar en mis oídos y me sentí mareado.
Por último, Travis se acercó a Amber, le rodeó la cintura con las manos y la apretó contra su cuerpo para besarla con lengua. Ella parecía tensa e incómoda cuando él apretó la cara contra la suya, con los ojos abiertos fijos en mí, mirándome de forma penetrante.
Aquel fue el catalizador que hizo que mis pies se movieran. Me di la vuelta con rapidez pero me tropecé contra una pequeña piedra escondida en el suelo y caí cuan largo era. Las agujas de pino se me clavaron en las manos y una rama me arañó la cara en la caída. Un coro de risas explotó a mi espalda y me persiguió mientras me ponía en pie y comenzaba a correr hacia la seguridad de mi casa. Temblaba de vergüenza, de ira y de algo que resultaba muy doloroso. Aunque no estaba muy seguro de qué era lo que me dolía en ese momento.
Era un bicho raro. Estaba solo y aislado por una razón: era el culpable de la tragedia, del dolor que esta provocó.
«No vales nada».
Seguía corriendo por el bosque cuando las lágrimas brotaron de mis ojos. Dejé escapar un grito silencioso y cogí una piedra, que arrojé a Irena; la fiel perrita que no se había apartado de mi lado cuando la gente comenzó a burlarse de mí.
Irena aulló y saltó a un lado cuando la roca golpeó su flanco trasero, pero de inmediato regresó a mi lado.
Por alguna razón, que aquella perra idiota regresara a mi lado después de que hubiera sido cruel con ella fue lo que hizo que las lágrimas comenzaran a fluir sin descanso por mis mejillas. Mi pecho subía y bajaba, absorbiendo la humedad que manaba de mis ojos.
Me dejé caer al suelo y atraje a Irena hacia mí, abrazándola al tiempo que acariciaba su pelaje mientras decía «Lo siento, lo siento, lo siento… » una y otra vez en mi cabeza, con la esperanza de que los perros poseyeran el poder de leer la mente.
Era todo lo que podía ofrecerle. Enterré la cabeza en su pelo y esperé que me perdonara.
Después de unos minutos, mi respiración se tranquilizó y mis lágrimas se secaron. Irena continuó lamiéndome la cara al tiempo que emitía pequeños gemidos.
Escuché el crujido de unos pies sobre las agujas de pino y supe que se trataba del tío Nate. Seguí mirando al frente mientras se sentaba a mi lado, doblando las rodillas como yo.
Durante varios minutos permanecimos así, sin decir nada, mirando al frente mientras Irena jadeaba y soltaba suaves gemidos de vez en cuando. Eran los únicos sonidos que se oían.
Después de un rato, el tío Nate se acercó y me cogió una mano entre las suyas para apretarla. Su palma era áspera, seca, pero también cálida, y yo necesitaba el contacto.
—Ellos no saben quién eres, Archer. Ni se lo imaginan. Y no tienen derecho a saberlo. No dejes que te afecten.
Asimilé sus palabras y las desmenucé en mi mente. Imaginé que había sido testigo del intercambio. Aun así, aquellas frases no tenían sentido para mí —lo que decía el tío Nate rara vez lo tenía—, pero me consolaron. Siempre parecía estar sumergido en algún lugar profundo, un sitio en el que solamente él comprendía sus pensamientos. Asentí con la cabeza, sin volverme.
Seguimos allí un rato más, luego nos levantamos y entramos en casa para cenar y para curarme el arañazo de la mejilla.
Las risas y los chapoteos distantes se hicieron cada vez más débiles hasta que por fin se desvanecieron por completo.
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Yani- Mensajes : 5497
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Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
10
Bree
Una tarde, poco después de que Archer Hale se despidiera de mí en el aparcamiento del supermercado, al salir del turno de mañana en la cafetería, llegué a casa y vi que Anne estaba sentada en el porche de su casa. Me acerqué y la saludé con alegría.
—¿Un té helado, querida? —preguntó, correspondiéndome con una sonrisa. Abrí la puerta de su valla y atravesé el jardín hasta los escalones del porche.
—Me apetecería mucho, si puede usted soportar el olor que despido a fritanga.
—Creo que me las arreglaré —se rio—. ¿Qué tal la mañana?
Me desplomé en la mecedora, que incliné hacia atrás, moviéndome para recibir el aire que impulsaba el ventilador que giraba a su lado. Suspiré de satisfacción.
—Bien —repuse—. Me gusta este trabajo.
—Oh, eso está bien —aseguró, entregándome el vaso de té que acababa de servir. Tomé un sorbo agradecida y volví a reclinarme contra el respaldo.
—La otra noche vi que vinieron a recogerte las chicas Scholl. Me alegro de que hayas hecho amigos. Espero que no te importe tener una vecina tan cotilla. —Compuso una amable sonrisa cuando lo dijo, y yo se la devolví.
—No, en absoluto. Sí, las acompañé al otro lado del lago. Nos encontramos con Travis Hale y pasamos un buen rato con él en The Bitter End.
—Oh, así que vas conociendo a todos los chicos Hale.
Me reí.
—Sí, ¿hay más?
Ella sonrió.
—No, solo Archer y Travis. Imagino que Travis es ahora el único capaz de producir una nueva generación Hale.
—¿Por qué?
—Bueno, no veo que Archer Hale salga mucho de su propiedad. Si no tiene citas, no creo que se case con nadie. De todas maneras, no sé demasiado sobre él, solo que no habla.
—Habla —informé—. Yo he hablado con él.
Anne me miró sorprendida de medio lado.
—Vaya… No tenía ni idea. Jamás le he oído decir una palabra.
Sacudí la cabeza.
—Habla con signos —aclaré—. Yo también lo hago. Mi padre era sordo.
—Ah, entiendo. Ni se me había ocurrido. De todas maneras, da la impresión de ser alguien que no quiere tener que ver con nadie, al menos, eso ha parecido las pocas veces que baja al pueblo. —Frunció el ceño.
—Yo creo que nadie ha intentado acercarse a él de verdad —añadí al tiempo que me encogía de hombros—. No le pasa nada malo, solo que no posee muchas habilidades sociales y que es mudo. —Miré por encima de su hombro, recordando el aspecto de Archer—. Y quizá debería adquirir algunas nociones de moda.
Ambas sonreímos.
—Sí, presenta un aspecto interesante, ¿verdad? Imagino que, si se arreglara, estaría más presentable. Viene de una buena estirpe. En realidad, todos los Hale han sido siempre muy guapos, casi como actores de cine. —Se carcajeó como una niña.
Tomé un largo trago de té y le pregunté con la mirada ladeada:
—¿No recuerda qué fue lo que ocurrió exactamente con los dos hermanos el día del accidente de Archer?
Ella dijo que no con un gesto.
—No, solo lo que he oído en la ciudad. No sé qué fue lo que pasó entre ellos para desencadenar la tragedia. Estuve pensando en ello, recuerdo que cada chica en cien kilómetros a la redonda bebía los vientos por ellos. Y ellos aprovechaban las oportunidades; incluso Connor, que era el menos ruidoso de los tres. Pero, por lo que sé, la única chica que les interesó de verdad fue Alyssa McRae.
—¿A los tres? —pregunté con los ojos muy abiertos. Aquello parecía esconder una buena historia.
—Mmm… —dijo, observando algo a lo lejos—. Fue todo un culebrón…, sobre todo en lo que respecta a Connor y Marcus Hale. Esos dos chicos siempre parecían competir por algo. Si no era en el deporte, era por chicas, y cuando Alyssa llegó a la ciudad, fue como si solo existiera ella. Nathan Hale no ocultó en ningún momento que estaba interesado en ella también, pero supongo que los otros dos no le dieron oportunidad. Como he dicho anteriormente, era un poco diferente.
—¿Quién ganó al final? —susurré.
Anne parpadeó y me miró con una sonrisa.
—Marcus Hale. Alyssa se casó con él, fue una boda de penalti, como se decía entonces. Ella entró a formar parte de la familia. Pero perdió el bebé y tardó varios
años en volver a quedarse embarazada, de Archer. Después de casarse con Marcus, esa chica siempre estaba triste, y también parecía estarlo Connor Hale. Siempre he pensado que ella tomó la decisión equivocada. Marcus Hale se lo dejó claro a todo el pueblo cuando siguió dándole a la bebida y yendo con otras mujeres incluso después de casarse con Alyssa.
—¿Fue entonces cuando Connor Hale se convirtió en el jefe de policía?
—Sí, así es. Se casó también, tratando de seguir adelante, supongo. Y tuvo a Travis.
—¡Guau! Y luego todo terminó en tragedia.
—Sí, sí…, fue muy triste. —Me miró—. Querida, me has dado una alegría. Es maravilloso que seas capaz de hablar con Archer. —Asintió varias veces muy despacio—. Me he dado cuenta de lo poco que ayudamos a ese chico. —Parecía triste y perdida en sus pensamientos.
Las dos permanecimos sentadas en silencio durante un par de minutos, degustando el té.
—Bueno, me marcho a ducharme y a cambiarme —me disculpé un rato después—. Voy a ir en bici hasta el lago.
—Oh, bien. Me alegro de que la bicicleta te sea útil. Disfruta del lago todo lo que puedas. Pronto cambiará el tiempo.
Sonreí y me puse en pie.
—Muchas gracias por la bici. Y gracias por la conversación.
—Gracias a ti, querida, por poner una sonrisa en la cara de una anciana.
Le sonreí y me despedí con la mano mientras bajaba los escalones, camino de mi casa.
Una hora más tarde, me dirigía hacia Briar Road en la bicicleta llevando en la cesta una botella de agua, una toalla y a mi traviesa perrita.
Cuando pasaba ante la casa de Archer, detuve la bici y planté los pies en el polvo. La puerta estaba entreabierta. Me quedé mirándola, completamente inmóvil.
No me había cruzado con ninguna furgoneta de correos por el camino. ¿Había dejado Archer la puerta abierta a propósito? Me quedé considerando la situación. Me toqué los labios con un dedo, pensativa. ¿Sería una barbaridad entrar de nuevo en su propiedad sin haber sido invitada? ¿Habría dejado la puerta abierta a modo de invitación? ¿Era ridículo que lo pensara siquiera? Seguramente.
Giré la bici y la apoyé en la alta valla antes de coger a Phoebe en brazos y asomar la cabeza por la rendija, con intención de echar un vistazo rápido. Archer se alejaba hacia la casa, pero cuando escuchó el chirrido de la puerta, se volvió y clavó los ojos en mí, sin mostrar ni pizca de extrañeza en ellos.
Entré.
—Hola —dije mediante signos tras dejar a Phoebe en el suelo para poder usar las manos—. Espero que la puerta abierta significara que podía entrar y no que acabo de meter la pata. Sería humillante. —Hice una mueca y me cubrí las mejillas con las manos mientras contenía la respiración esperando su respuesta.
Sus profundos ojos ambarinos permanecieron clavados en mí durante unos segundos mientras el calor inundaba mi rostro, y su expresión se suavizó.
Llevaba unos vaqueros que parecían a punto de desintegrarse de tantos agujeros como tenían, una camiseta blanca demasiado ceñida, e iba descalzo.
—Quería enseñarte algo —dijo.
Dejé escapar el aliento, y no pude contener la sonrisa que se extendió por mi rostro. Pero luego ladeé la cabeza, confundida.
—¿Sabías que iba a venir?
Asintió lentamente.
—Pensé que a lo mejor venías. Vi las huellas de tu bicicleta.
Volví a sonrojarme de nuevo.
—Oh. —Respiré hondo, sin hacer signos—. Mmm…
—¿Quieres verlos o no?
Lo miré durante un segundo.
—De acuerdo. Espera un segundo…, ¿dónde has dejado el hacha?
Levantó una ceja y me observó durante un rato.
—¿Intentas ser graciosa?
Me reí, feliz al ver que recordaba nuestra última conversación.
—Touchée. —Sonreí—. ¿Qué quieres enseñarme?
—Ven, están por aquí.
—¿Quiénes? —pregunté, andando hacia él para seguirlo por el camino, entre los árboles.
Hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, pero no dijo nada. Phoebe vio un ave que volaba sobre el césped y salió corriendo tras ella tan rápido como le permitían sus cortas patas. Llegamos a la casa, y Archer subió los escalones del porche, en el que había una mecedora y una caja pequeña.
Apartó la mecedora a un lado, y lo que vi me hizo contener el aliento.
—¡Oh, Dios mío! —Suspiré antes de seguir hablando.
—¿Recuerdas los gemidos que escuchaste hace unos días? Era Kitty al dar a luz.
Sonreí mientras miraba dormir a los tres pequeños cachorros marrones acurrucados de manera perezosa contra el vientre de su madre, claramente satisfechos y saciados. Pero luego fruncí el ceño, procesando lo que acababa de decir. Lo miré.
—¿Tu perra se llama Kitty(1)?
Se apartó el pelo de la cara sin dejar de observarme.
—Es una larga historia. Mi tío me confió que los animales de la propiedad son espías que estaban a sus órdenes, y les puso nombres en consonancia. Su nombre completo es Kitty Storms. Fue entrenada por la Agencia de Inteligencia rusa. Ahora trabaja para mí.
¡Oh, oh…! Eso no pintaba bien.
—Entiendo… —dije—. ¿Y qué opinas tú al respecto? —pregunté con cautela.
—Bueno, sus operaciones están concentradas sobre todo en el seguimiento de las ardillas, y, al parecer —señaló con la mano el lugar donde dormían los cachorros—, mantuvo ciertas reuniones secretas con varones fértiles. —Percibí en sus ojos algo que podía ser diversión.
Solté una carcajada.
—Por tanto, tu tío era un poco…
—Paranoico —añadió—. Pero inofensivo. Era un buen tipo. —Me pareció leer una expresión de dolor en sus rasgos antes de que girara de nuevo la cabeza hacia los cachorros.
Le rocé el brazo, y él se estremeció antes de volverse hacia mí.
—Me han dicho que tu tío falleció hace unos años. Lo siento.
Deslizó los ojos por mi cara. Asintió casi imperceptiblemente antes de mirar a los cachorros una vez más.
Me fijé en su perfil durante unos segundos, observando lo guapo que era. Al menos lo que podía ver de él. Luego me incliné para estar más cerca de los perritos.
Le sonreí cuando se puso en cuclillas a mi lado.
—¿Puedo coger uno? —pregunté.
Asintió con la cabeza.
—¿Son chicos o chicas?
—Dos chicos y una chica.
Cogí uno de aquellos pequeños cuerpos calientes y lo atraje contra mi pecho, acunando su peso dormido y rozando con la nariz el suave pelaje. El cachorro gimió y hociqueó en mi mejilla, haciéndome reír con su nariz húmeda.
Estudié a Archer, que me observaba de cerca con una sonrisa en los labios. Era la primera vez que lo veía tan relajado, y me sorprendió un poco. Me quedé absorta, dejando que nuestros ojos se enredaran, como en aquella ocasión en el aparcamiento, cuando lo conocí. Tenía el corazón acelerado y me sentía confusa. Mantuve la mirada mientras frotaba mi mejilla de forma distraída contra la aterciopelada suavidad del vientre del cachorrito.
Después de un rato, bajé al perrito para poder hacer signos.
—Gracias por enseñármelos.
Extendió el brazo y detuvo mis dedos; no dejamos de mirarnos a los ojos, yo de forma inquisitiva, y luego bajé la vista a la enorme mano que había apoyado en las mías. Las suyas eran hermosas y poderosas, elegantes y fuertes. Alcé la mirada.
—Puedes hablarme de la manera convencional —dijo, moviendo los dedos—.Puedo oír, ¿recuerdas?
Lo escruté fijamente antes de levantar los brazos.
—Si te parece bien, me gustaría hablar con signos. —Esbocé una sonrisa.
Me examinó el rostro con una expresión indescifrable antes de ponerse en pie.
—Tengo que volver al trabajo —dijo.
—¿Al trabajo? —pregunté.
Asintió, pero no me dio más detalles. Entonces podía trabajar …
—Supongo que debo irme.
Él se limitó a mirarme.
—¿Puedo volver? —pregunté—. ¿Para ver a los cachorros?
Arrugó la frente durante un momento, aunque finalmente me dijo que sí con la cabeza.
Respiré hondo.
—De acuerdo. Si la puerta está abierta, sabré que te parece bien que entre.
Asintió de nuevo; esta vez fue un leve movimiento, apenas perceptible. Nos miramos el uno al otro durante unos segundos. Luego esbocé una sonrisa, me di la vuelta y me dirigí a la entrada. Llamé a Phoebe, que se acercó corriendo, y la cogí en brazos. Cuando llegué a la puerta me giré; él seguía de pie en el mismo lugar, observándome. Le hice una señal de despedida con la mano y cerré la puerta a mi espalda.
1 «Kitty» en inglés significa «gatita». (N. de la t.)
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Yani- Mensajes : 5497
Fecha de inscripción : 14/02/2015
Edad : 44
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
Entre más creo que me acerco, me voy alejando... voy recién en el capítulo 5 y acaban de publicar el 10... Atrasada al máximo...
Archer para mi sigue siendo un misterio, chico lindo pero anti social al máximo...
Bree con constantes pesadilla, imagino que el asesinato de su padre… pero aun ignorante por la causa de su huida.
Personalmente me a costado un poco meterme en este libro… espero que cuando llegue a la interacción directa entre los personajes mejore mi concentración en ello.
Archer para mi sigue siendo un misterio, chico lindo pero anti social al máximo...
Bree con constantes pesadilla, imagino que el asesinato de su padre… pero aun ignorante por la causa de su huida.
Personalmente me a costado un poco meterme en este libro… espero que cuando llegue a la interacción directa entre los personajes mejore mi concentración en ello.
berny_girl- Mensajes : 2842
Fecha de inscripción : 10/06/2014
Edad : 36
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
Por Dios, qué despreciable que era Travis de adolescentes, definitivamente no me gusta!!
Archer por otro lado, me encanta!!
La perra Kitty Storm con operaciones concentradas en el seguimiento de ardillas jajajaj que mantuvo ciertas reuniones secretas con varones fértiles jajajaj Genial!!
Archer por otro lado, me encanta!!
La perra Kitty Storm con operaciones concentradas en el seguimiento de ardillas jajajaj que mantuvo ciertas reuniones secretas con varones fértiles jajajaj Genial!!
LuVelitta- Mensajes : 3002
Fecha de inscripción : 28/08/2016
Edad : 35
Localización : Perdida en el medio de la nada...
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
YA odio a alguien,!
Presiento que este va a generar problemas
Presiento que este va a generar problemas
eilyno- Mensajes : 582
Fecha de inscripción : 07/01/2016
Edad : 45
Re: Lectura #1F Archer's Voice-Mia Sheridan
El es una hermosa persona es una historia intensa, bella.
Sabischl- Mensajes : 124
Fecha de inscripción : 14/10/2016
Edad : 42
Localización : Cordoba
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