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Mensaje por Dai Vie 11 Ago - 13:25

31
Metálico

Por favor, no le pidas que venga mañana —dije.
Estábamos en el dormitorio. Jolene se cepillaba el cabello delante del espejo, su ritual nocturno. Veía el cepillo viajar de la coronilla de su cabeza a las puntas: pasada... pasada… pasada. Normalmente, me parecía relajante verlo, pero esta noche me ponía nervioso. Corrió cinco millas en la caminadora, asegurando su victoria y probablemente enviando a Fig a la furia.
Fig a menudo me enviaba mensajes de texto para quejarse de Jolene. Era en una especie de manera alegre y juguetona, una que no molestaría a un marido, pero sentía que su resentimiento se envolvía bajo el ingenio. Alisé las sábanas sobre mi regazo. Ya me quité mis bóxer, optimista, pero de repente, no me sentía con ganas de follar.
—Está en una situación realmente mala —dijo Jolene, dejando el cepillo y volteándose para mirarme—. Creo que es suicida. Sigue publicando fotos de vías de ferrocarril.
—Hace eso para manipularte. —Mi polla se encontraba blanda. Me masturbé dos veces hoy con una foto que Fig me envió. Supongo que no tenía la resistencia que solía tener.
Jolene no lo discutió ni lo negó. Se puso a arreglar su tocador, ignorándome. Esa era la cosa con ella: tenía su número, e incluso si estuviera loca, todavía hacía el esfuerzo de preocuparse. Bienvenido a estar casado con una facilitadora. Acaricié el espacio de la cama a mi lado y vino a sentarse. Su bata se abrió y tuve la vista de sus largas piernas bronceadas. Sentí a mi polla revolverse. Pasando un dedo por los tatuajes de su brazo, le rogué de nuevo:
—P
133
—Cada vez que la invitas a cenar, se queda hasta las tres de la mañana. —Dejé de lado la parte sobre cómo yo era el que siempre se quedaba con Fig en la sala de estar mientras ella se iba a acostar. A Jolene no le gustaba cuando me quejaba.
»Ella no entiende límites. —Estaba haciendo referencia a algo más que simplemente quedarse hasta tarde—. La última vez que invitamos a todos, Hollis me preguntó a qué hora vamos a la cama todas las noches y Fig respondió por mí.
—¿Estás bromeando? —dijo, con el rostro mortificado y divertido. No bromeaba.
—Le dijo a Hollis que nos acostábamos entre las once y las doce y cuando la miré, añadió que las ventanas de nuestros dormitorios se enfrentan y que siempre ve la luz apagarse.
Jolene sacudió la cabeza.
—También me hace eso. Especialmente cuando recibo a mis amigas. Siempre me hace sentir como si fuera su poste para orinar.
—Compró tu vestido —dije—. El nuevo. La vi usarlo ayer.
—Oh, Dios mío. Eso es perfecto. —Suspiró.
—Deberías decir algo —le dije—. Si te molesta.
Ya estaba sacudiendo la cabeza.
—No. Es mentalmente frágil. Si quiere copiarme, está bien. La mitad del tiempo creo que está en mi cabeza de todos modos. Tal vez tenemos el mismo gusto, ¿sabes?
Sonreí.
—Puedo probar que no está en tu cabeza.
Me miró escépticamente.
—¿Cómo?
—¿Sabes cómo hablabas de pintar el comedor la semana pasada cuando recibimos a todo el mundo?
Jolene asintió.
—¿Siguió preguntando de qué color? ¿De qué color? Y nunca le respondiste.
—Está bien…
—Publica una foto en Instagram con un color loco, algo difícil de conseguir. Haz que parezca que has pintado la pared.
Hizo una mueca y sacudió la cabeza.
—¿Quieres que juegue con ella? ¿Cómo es eso saludable para alguien?
—Quiero mostrarte lo desesperada que está para ser como tú —dije, agarrando su teléfono y empujándolo entre sus manos.
—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué la odias tanto?
—No lo hago. —Suspiré—. Sólo estoy tratando de protegerte.
—¿De verdad? —dijo—. ¿Es a mí a quien intentas proteger?
Dudaba de mí mismo. Tenía que reorientar, convencerla. No se trataba de que me pillaran. Se trataba de que hiciera lo correcto.
—Soy tu marido, es mi trabajo.
—Lo sé —dijo, sonriendo débilmente—. Pero te casaste conmigo porque era el tipo de chica que no necesitaba protegerse. Esa fue la atracción.
Nunca le dije eso a ella, pero era cierto. Mi última relación terminó debido a lo necesitada y agotadora que había sido. A veces olvidaba cuánto veía Jolene.
—Así que, ¿prefieres que no me preocupe? ¿No fue tu mayor queja por Rey? —Era un golpe bajo y lo sabía. Rey era el padre biológico de Mercy. Ella lo dejó antes de que Mercy naciera, y él tenía poco que ver con ella, siendo que vivía en Alaska.
—Sí —dijo simplemente. Sus ojos me taladraban. ¿Qué escuchó? Conocía esa mirada—. Estás haciendo esa cosa que haces cuando estás tratando de distraerme —dijo.
Creo que palidecí, pero quién sabe. Sentí mi sangre huir de mi cabeza. Por eso la amaba: ella veía.
—¿Qué quieres decir?
—Te acuso, me acusas. Es típico Darius. —Caminó al baño y comenzó a cepillarse los dientes.
—Mira —dije detrás de ella—, finge con ella si quieres. Consigan tatuajes que coincidan, no me importa, es tu vida. No le creas al psiquiatra cuando dice que tu nueva mejor amiga no tiene las mejores intenciones.
—Bueno, ¿y si te dijera que ya lo sabía? —Se inclinó sobre el lavabo para escupir. Tenía miedo de mi esposa en este momento. Me puse duro.
Cuando regresó al dormitorio, me dio su teléfono.
—Juega tus juegos —dijo—. Veamos si tienes razón.
Tan libre con su teléfono. ¿Y si ese hijo de puta le enviaba mensajes de texto mientras lo tenía? ¿No le importaba que lo averiguara? Tal vez no lo hacía. No era la primera vez que me daba la impresión de que Jolene no dudaría en decirme que me jodiera si pasaba por encima de una de sus líneas. También estaba el hecho de que no podía darle mi teléfono, aunque quisiera. Era una bomba de tiempo de incriminación.
Tipié en su navegador de Internet y busqué colores de pintura hasta que encontré uno de una brillante pintura metálica verde azulada que habíamos tenido en nuestra primera casa. Jolene lo vio en una revista y fue difícil encontrarlo una vez que anunció que eso era lo que quería. La foto era de una pared a medio pintar, un rodillo apoyado en una escalera. Podría pasar fácilmente como nuestra casa. Tomé una captura de pantalla, la recorté y la posteé en su muro de Instagram con un alegre:
¡Nueva pintura!
Le devolví el teléfono.
—No utilizo signos de exclamación —dijo con voz suave.
Tomé el teléfono de nuevo, eliminé el signo de puntuación excitable y dije:
—Espera y verás. —Entonces la puse en mi regazo y la dejé montarme. No hay necesidad de desperdiciar una buena erección, aunque tuvieras miedo de que tu mujer estuviera más loca que tú.


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Mensaje por Dai Vie 11 Ago - 13:29

32
Los Labios de Ryan


Me hallaba sentado en mi oficina en el trabajo, leyendo una conversación que tenía lugar entre Fig y mi esposa en el iPad. Era como un reality de televisión, nunca sabrías lo que iba a suceder o quién diría qué. Ellas estaban discutiendo los méritos de estar con alguien como Ryan. Cómo era la perspectiva. Cómo de sensitivo y masculino. Cómo de hermosos eran sus labios. Me desplacé a través de las fotografías de un chico, y para ser honesto, no lo vi.
Para el crédito de Jolene, trató de cambiar el tema múltiples veces, pero Fig era implacable. Vi todo aquello con una mezcla de enojo y diversión. Fig Coxbury estaba trabajando a mi esposa apenas tan duro como me estaba trabajando a mí. Una manipuladora profesional. El tema cambió al padre enfermo de Jolene. Se volvió aburrido, pero luego Fig encontró una manera de meter a Ryan en la conversación.
¿Qué harás cuando tu padre muera? Darius no ha estado allí para ti. Necesitas a alguien que te ayude emocionalmente.
Jolene tomó unos pocos momentos para replicar. La imaginé doblando ropa, o haciéndose una bebida. Le gustaba beber en el día cuando nadie se hallaba alrededor para juzgarla.
Pienso que sólo está distraído por el trabajo, ocupado. Él no sabe cómo comprobarme de la manera en la que quiero. Nosotros tenemos nuestros propios lenguajes de amor, ¿sabes?
Él es un jodido psiquiatra. ¿No se supone que tenga los lenguajes de amor memorizados? Esa es una excusa malísima. Puedo ver cómo podrías sentirte. Tienes este otro chico qué siempre te cuida y sabe qué decir. Él es también maravilloso. Por cierto, pienso que Darius está intimidado por ti.
Jolene no contestó por un largo tiempo, y cuando lo hizo fue acerca de algo más. Incluso no mencionó lo que Fig dijo. Eso no me detuvo de estar enojado, enojado de que se hubiera entretenido con ese tipo de conversación. Era mía, maldición. Debería estar mostrando lealtad a mí, demostrar que estábamos juntos. A pesar de su rechazo a la mayoría de lo que Fig dijo, supe que estaba tomando raíces. Mi esposa era susceptible a los susurros sentidos. Si te amaba, asumía que la amabas también, y tenía el mejor interés en su corazón. Una ingenuidad que siempre encontré encantadora. Pero Fig estaba usándola para su ventaja, jugando con las emociones de Jolene. Aunque no conocía a Ryan, las semillas de duda que plantaba en la mente de Jolene crecían, podía verlo en la manera en la que Jolene me miraba. Solía ser con adoración, pero últimamente veía decepción en sus ojos. Luego me preguntaba esas cosas cuando estábamos juntos: ¿Por qué cuando llegas nunca me preguntas cómo estoy? ¿Sólo asumes que estoy bien? Soy vulnerable incluso si lo dejo ver. Y en un momento diferente en mi vida, hubiera sido mejor sobre el cuidado de ella, pero Jolene estaba bien. Estaba distraído, y ella nunca parecía débil, y no estaba buscando eso. ¿Cómo se suponía que supiera lo que quería que buscara? Y mientras Fig decía a Jolene que necesitaba a alguien más adecuado de lo que yo era, jugaba la parte de sexi coqueta amiga conmigo. Hacía bromas sobre Jolen siendo una dictadora, y no la corregía, me gustó, quizá era el tipo de persona que podría ser amiga de ambos. Ver cada única perspectiva de cómo era y no tomar lados.
Cuando sugerí unas vacaciones a París para alejarnos de las cosas, Jolene vaciló. No quería dejar a su padre cuando estaba enfermo.
—Necesitas esto—le dije—. No puedes dar lo mejor para Mercy o tu papá si no tomas un descanso. Sólo cinco días. Te consentiré.
Sonrió ante eso, y nosotros reservamos los boletos esa noche. Cuando Fig descubrió lo que hicimos, me escribió enojada.
¿Francia? ¿Vas a ir a Francia con ella? Ustedes apenas se llevan bien, ¿Cómo lo soportarás?
Lo ignoré, y en los subsecuentes mensajes trató de dar a entender que realmente no estuvo enojada, sólo bromeaba. Cuando nuestro viaje estaba a sólo pocos días, e se dejó ver en casa con ojos salvajes y escupiendo sarcasmo a todo lo que Jolene decía.
Después de que se fue arrinconé a Jolene en su armario.
—¿Por qué la dejaste hablarte así? Si alguien más dijera esa mierda los rasgarías.
Mi esposa tenía una mirada sorprendida… espera… no, era más divertida. Estaba tratando de mirarla atentamente y parecía divertida.
—Sólo es la manera en la que es—dijo—. Es un mecanismo de defensa, doctor.
No me gustó la manera en la que tomó conmigo, insinuando algo que mi educación debería saber.
—Pero es genuinamente mala contigo. Cortante. —Registré su cajón y saqué un camisón. Una cosa de seda rosa que le compré en nuestro aniversario.
Jolene se alzó de hombros.
—Tengo una piel gruesa. ¿Realmente piensas que las pequeñas lengüetas de Fig me lastiman? Es terriblemente insegura, eso es por lo que es tan odiosa algunas veces. —No pude argumentar a eso.
—Es el principio. Eres notoria por no tomar mierda.
—Tomo tu mierda—dijo—. ¿Estás celoso de que algún otro además de ti sea un idiota conmigo?
Mi piel pinchó. ¿Sabía? Estaba mirándome como si supiera algo. No, era sólo Jolene. Jugando juegos de palabras para librarme.
—No me gusta—dije, tocando su cara. La sensibilidad siempre ganaba sobre Jolene. Tocándola alejaba lo que sea que estuviera sintiendo, y lo reemplazaba con suavidad. Eso es por lo que cuando me miró con sus ojos cafés agudos, estuve asombrado.
—Entonces no la dejes—dijo. Alejé mi mano, dejándola caer a mi lado.
—Si no te gusta la manera en la que ella me habla entonces di algo.
Me empujó para pasarme y caminó a la cama sin mirar hacia atrás. Probablemente pensó lo que Ryan haría a eso, saltar a su defesa, eso es por lo que lo dijo. Era un mediador natural, un Libra. Me gustaba mantener las escalas balanceadas sin lanzar mi peso hacia un lado. Ellas tendrían que trabajar sin mí, Jolene y Fig. Estaba siendo envuelto. Fui al garaje para sacar un traje para el viaje. Cronometré todo tan bien, que no estaría aquí cuando los papeles estuvieran listos. Contraté a un abogado la semana anterior, y planeaba decirle a Jolene qué sucedía en Francia. Todo: las mentiras de Macey, su transferencia. Me creería, porque me amaba.


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Mensaje por Dai Vie 11 Ago - 13:32

33
Guiño, guiño

La primera chica que besé tenía aliento a café. Nos besamos en la bodega de la escuela donde le ayudaba a guardar los suministros de clase. Me empujó contra las estanterías de plástico y vi los rollos papel tambalearse sobre nuestras cabezas, justo antes que sus labios golpearan los míos. No me gustaba el café hasta que probé su boca. Cuando terminó de besarme, me llevó a casa. Era mi profesora de inglés de décimo grado. Tres semanas más tarde, perdí mi virginidad en el asiento trasero de su Chevy Suburban. Estaba tan mojada que pensé que se había orinado. Tuvimos sexo tres veces más después de esa: en mi habitación en casa, en su habitación mientras su esposo e hijos se encontraban fuera, y en un parte estatal donde casi nos quedamos sin gasolina en nuestro camino de regreso.
Un terapeuta me dijo que fue erotizado a temprana edad. Como terapeuta, estaba de acuerdo. Su fuera mi propio terapeuta, diría que fui exitoso en relaciones secretas y la manipulación de los vulnerables. Somos productos de nuestras experiencias tempranas, replicando las formas en que se nos fue enseñado a amar, y follar e interactuar con la humanidad. Algunos de nosotros nos liberamos de nuestros pasados; algunos no somos tan listos.
Jolene me está engañando con Ryan. No físicamente, lo que está haciendo es peor, es emocional. Hay una diferencia. Tengo un problema legítimo, una enfermedad. Ella simplemente está cansada de mí y jodiendo por diversión. Duele. Hace cinco meses le envió a Ryan una fotografía suya en bikini. Me la envió a mí primero y me olvidé de responder. Horas más tarde, revisé el iPad y vi que también se la envió a él. No le dije nada, por supuesto, porque entonces hubiera sabido que la vi. Quería mi ventana a su vida secreta. Aquí estaba pelando por nuestra relación, comprando flores, cocinando cenas, escribiendo pequeñas notas, y ella follando con otro hombre.
A pesar de mis súplicas, la noche siguiente cuando llegué a casa, Fig estaba sentada sobre el mostrador de la cocina viendo cocinar a Jolene.
—El doctor Seuss está en casa —anunció ella.
Jolene levantó la mirada de lo que hacía en el horno para darme una débil sonrisa. Le di una mirada, pero simplemente se encogió de hombros. ¿Qué quieres que haga?
Realmente no había nada que hacer. Fig se había invitado a un par de nuestras citas anteriormente. Sin límites.
Una canción empezó a sonar y ellas intercambiaron una mirada
—¿Qué es esta canción? —pregunté casualmente, sirviéndome una bebida. Sabía lo que era. Ryan se la envió a Jolene. Por supuesto que Fig lo sabía; acosaba a Jolene todo el día por noticias sobre Ryan.
—Ah, sólo una canción que nos gusta —dijo Fig, sonriéndole a Jolene. Mi esposa apartó la mirada, incomoda.
—Está bien —dijo ella.
—¿Dónde la escucharon? —Ahora simplemente estaba siendo un idiota.
Jolene se giró. Fig se bajó del mostrador y me quitó la botella de gin, haciendo contacto visual mientras lo hacía.
—Oh, tú sabes… por ahí.
—¿Ah sí…? —Perras mentirosas.
Estaba enojado. Jodían por ahí, pasando el día hablando sobre otro hombre, escuchado las canciones que él enviaba. Era asqueroso.
Después de la cena, Fig ayudó a Jolene a limpiar la cocina mientras la acusaba que era de alto mantenimiento. Cuando Jolene lo negó, me reí disimuladamente.
—La negación es fuerte con ésta —dije.
—Sólo la dejaremos pensar que es como un paseo por el parque. —Fig me guiñó.
Jolene nos dirigió una mirada molesta.
—Por qué no uno de ustedes, idiotas, me sirven una bebida mientras le doy a mi hija un baño —dijo. Se fue para despegar a Mercy de la televisión.
¡No me dejes con ella! ¡No te vayas!
Todos tuvimos un poco demasiado de beber y entonces Jolene se fue a la cama. Le dirigí una mirada suplicante cuando se puso de pie, estirando sus brazos por encima de mi cabeza. Sus senos se levantaron y pude ver las marcas de sus pechos a través del delgado material de su camiseta. Atrapó mi mirada y me guiñó. Era un juego que teníamos, quien sería dejado a solas con Fig al final de la noche. Ambos estábamos vacilantes sobre pedirle que se fuera, así que uno de nosotros se quedaría despierto hasta que decidiera irse a casa. Discutí que tenía que trabajar en la mañana, pero Jolene se despertaba con Mercy incluso antes que yo, lo que en la mayoría de las noches le ganaba irse más temprano a la cama. Después que Jolene se fuera, fui a la cocina para servirme una bebida. También preparé una para Fig, y la lleva a donde estaba sentada enrollada sobre el sillón. Sus ojos sin parpadear mientras me observaba de esa forma cuidadosa en que lo hacía.
Lo que era agradable sobre Fig era que no necesitaba hablar, estar alrededor de otro ser humano era suficiente para ella. Yo hacía la mayoría de la charla, lo que era un cambio de paso para mí. No tenía que ser profunda de la manera en que Jolene demandaba que fueran nuestras conversaciones. Discutíamos los temas estúpidos, haciendo chistes e intercambiando referencias de películas en un tipo de fuego rápido con el que sólo ella podía mantenerme el paso. Hablaba sin sentido, de lo que fuera que llegara a mi mente, y ella se sentaba atenta y escuchaba. Si hablaba con el mismo sin sentido con Jolene, me diría que me callara, pero a Fig le gustaba el sonido de mi voz. Le gustaba que tuviera cosas que decirle.
Una bebida se convirtió en dos, y para el momento en que nos acabamos nuestra tercera, estábamos tan borrachos que cuando su mano se estiró para tocar mi pecho, no la detuve. Era agradable, alguien deseándome tanto. No tenía que hacer nada para ganarlo, incluso si ella me quería porque le pertenecía a Jolene. Me preguntaba si sabía cuán profunda era su obsesión, o si hacia excusas por ella en esa forma adorablemente narcisista. Su mano estaba sobre mí y luego nos estábamos besando, nuestro aliento alcohólico mezclándose, su boca mojada y dispuesta. Era pequeña. Pude sentir sus huesos mientras corría mis manos por su cuerpo. Se montó sobre mi regazo sin incitación y empezó a molerse contra mí, y todo en lo que podía pensar era cuán estrecha dijo que estaba. Vestía pantaloncillos cortos, así que deslicé mi dedo más allá del dobladillo y la encontré mojada y sin ropa interior. Me incliné hacia atrás así pude hacer sus pantaloncillos cortos hacia un lado para verla: un estrecho y cuidado pequeño coño para hacer juego con su estrecho y cuidado pequeño cuerpo. Deslicé mi dedo dentro de ella y lo montó, lo que casi me volvió loco. Levanté su camiseta y chupé sus pezones, mi lengua pasando por encima de los aros de metal de sus perforaciones. Fig tenía los pezones perforados. ¿Quién lo diría?
Jolene podría salir de la habitación en cualquier momento y vernos moliéndonos sobre el sillón. La idea debería haberme asustado, ocasionado que la quitara de mi regazo; en cambio, bajé sus pantaloncillos cortos y levanté sus caderas para que estuvieran a la altura de mi boca. Quería probarla. La chupe mientras se presionaba frenéticamente contra mi boca, mis dos dedos empujándose dentro y fuera de ella. Estaba en silencio, respirando fuerte, sus manos sobre la pared detrás del sillón mientras observaba lo que estaba haciéndole. No hubo nada de la ebria timidez que habría esperado de ella. Era sexual, e incluso mientras lamía, abrió más sus piernas. La trabajé hasta que se vino, luego se deslizó hacia abajo junto a mí, sobre el sillón y se puso sus pantaloncillos cortos.
Ninguno dijo una palabra mientas se ponía sus zapatos y la acompañaba a la puerta. No me miró y no me hallaba seguro si era porque estaba avergonzada de lo que acabábamos de hacer, o si le gustó. Tampoco estaba seguro de ninguna de esas con respecto a mí. Una cosa era follar extraños, otra a la amiga de tu esposa.
—Adiós —dijo, saliendo.
Levanté mi mano débilmente, en respuesta. Eso era lo que era, ¿cierto? No había rima, ni razón para hacer lo que hacía, excepto que simplemente había querido hacerlo. Podría haber entrado en la habitación que compartía con mi esposa, darle la vuelta y follarla sin quejas de su parte. Jolene siempre estaba dispuesta, nuestro sexo siempre era genial. En cambio, metí mis dedos dentro de una mujer a la que acusé de acosar a mi esposa, y la dejé venirse sobre mí. Froté mis manos por mi rostro. Podía olerla en mis dedos. Era el peor pedazo de mierda sobre el planeta.


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Mensaje por Dai Vie 11 Ago - 13:37

34
Poema

¿Me escribiste un poema? De ninguna jodida manera. —Su cabello estaba sujeto, recogido fuera de su rostro para que pudiese ver su cuello. Era un lindo cuello, uno de mis favoritos de todos los tiempos.
Me incliné y le apreté la rodilla.
—Me encanta tu boca sucia.
Estábamos en mi auto; Jolene lo llamaba anticuado, más que todo por el color. Nuestro destino era un restaurante en Fremont, uno al que nunca habíamos ido antes. Nos gustaban esas cosas, probar nuevos lugares, y era noche de cita. Me arreglé para impresionarla, prendas nuevas (para mí), flores (para ella), y sí. Le escribí un poema. Leyó unas cuantas líneas en voz alta.
La oscuridad casi me reclama
Pero tú
Un fuego sin precedentes
Te arriesgaste para salvarme
Todo te lo debo
A ti
Mi amor
Mi vida
Mi todo
Tan cerca estuve
De morir en vida
Pero tú
Un fuego sin precedentes
Prendiste la vida dentro de mi alma
Jolene odiaba sus palabras. Su reacción al ver cualquiera de sus propios trabajos me recordaba a la Bruja Malvada del Oeste. Derretiiirse, me derriiiiito. Dos veces al año debía de aprobar voces para audiolibros y ella tan sólo directamente se negaba. No podía escuchar a alguien leer sus palabras, decía. Me hacía escogerlas a mí. Me gustaba tener esa responsabilidad. Yo mismo tenía una voz de locutor.
—Es bastante bueno, ¿no? —dije—. Trabajé en él por días. Ya sabes que gané un premio de poesía en secundaria, poesía e historia corta, en realidad. Escribí esta historia sobre una cuchara. Mi maestra dijo que era la persona más talentosa que había conocido. —Cuando me volteé a ver su reacción, tan sólo me observaba.
—¿Qué?
—Nada —dijo girándose.
—No, dime. —Le di una mirada de lado. Estaba enojada.
—Es que siempre haces esto. Haces algo que se supone es para mí, pero al final se siente como que era para ti.
—¿A qué te refieres?
—Me escribiste una carta de amor el año pasado. Era hermoso, todo lo que dijiste. Pero, luego de haberla leído, pasaste veinte minutos hablando sobre cuán buena era tu letra.
Recordaba haber estado especialmente contento conmigo mismo. Tenía la mejor letra que alguna vez haya visto.
—¿Qué querías que hiciera? Ya te dije lo que sentía en esa carta. ¿Querías seguir discutiendo el tema? Si me estás diciendo narcisista, tú eres tan culpable por querer hablar más sobre ti misma.
—Supongo —dijo moviendo la cabeza—, ¿o es que me dijiste las cosas que querías que sintiera?
—¿Qué diablos significa eso?
Sonrió. Fue la sonrisa más fría que había visto. Ninguna convicción en sus ojos.
—Nada. No significa nada en lo absoluto. Por cierto, ¿viste esa foto que Kelly publicó en Facebook de su nuevo bebé? La cosa más linda que he visto.
Un cambio repentino de tema. Ya la había visto. La cabeza llena de cabellos oscuros y facciones como las de un pequeño elfo. Estaba a punto de comentar sobre eso cuando noté lo que ella estaba intentando hacer, y comencé a reírme en su lugar.
—Eres una molestia —dije. Ella hizo esa expresión de ¿Qué? Pero podía observar que ella misma estaba intentando reprimir su risa. Siempre me molestaba sobre cuán seguido publicaba fotos de mí de bebé en Instagram.
—Ni siquiera subes fotos de tu hija —diría—. Pero estás claramente obsesionado con tus fotos de bebé.
Siempre que el tema de los bebés salía, encontraba la manera de hablar sobre cuán adorable solía ser yo. Sí, quizás fuese algo extraño, pero también era algo cierto.
Se acercó y acarició la parte trasera de mi cabeza.
—Está bien, el narcisismo corre profundamente con este —agregó. Disfrutaba tanto de su toque que ni siquiera me importó que se estuviera burlando.
Es cierto. Era algo narcisista. No tan al extreme como lo eran algunas personas, pero suficiente como para que cuando Jolene lo mencionara, no pudiese negarlo. ¿Quién era el verdadero psiquiatra aquí, de todas formas? Y era mejor ser un narcisista y saber qué era, que inclinarse hacia la psicopatía y no tener ni idea.
Nos sentamos para la cena y revisé mi teléfono. Me gustaba aparentar como que estaba revisando textos sobre Mercy, pero en realidad tenía que asegurarme de que nadie me enviara cosas que debía evitar que viera mi mujer. No siempre me enorgullezco de quien soy, pero todos tenemos nuestros problemas. Cuando levanté la vista del teléfono, vi que Jolene estaba inclinada sobre el suyo con una ligera sonrisa en su rostro.
—¿Con quién estás hablando? —estallé.
—¿Con quién estás hablando tú? —devolvió.
Todavía estábamos en un duelo de miradas cuando la camarera vino a tomar nuestras bebidas. Su descaro de mensajearse con Ryan mientras estaba sentada cenando conmigo me puso furioso.
—Deberíamos conseguirle un cachorrito a Mercy —dijo de repente—, por Navidad.
—¿Qué hay de una bicicleta? —Todavía estaba enfocado en su teléfono. Tendría que revisar el iPad luego, ver de lo que estaban hablando.
—Darius —dijo, estrechando sus ojos juguetonamente hacia mí—. Nos gustan los perros. Dos amantes de los perritos contra un odiador de perros.
—No los odio. Está bien, sí lo hago.
—Quiero un husky —dice—. Es mi perro soñado. Siempre he tenido solo perros pequeños, pero soy una persona de perros grandes. Lo sé en mi corazón.
—Tuve una reacción física. —Levanté la cabeza y la vi a los ojos por primera vez en los diez minutos que llevábamos allí.
—¿Le has dicho eso a alguien más?
Hizo una mueca.
—Sí, supongo. ¿Por qué?
Me pasé una mano por el rostro, sacudiendo la cabeza. Podría decirle, pero ella no escucha de todas formas.
—¿En serio quieres saber?
—¿Es sobre Fig? —Bajó la mirada hacia la mesa y jugueteó con su tenedor. Esto le aburría. Supongo que ya sería como un disco rayado sobre el tema.
—Olvídalo —dije.
—No. —Acercó su mano y tocó la mía—. Lo siento. Es sólo que todos quieren hablar sobre Fig y su obsesión. Lo sé, lo entiendo. Es extenuante. La única que no sabe sobre la obsesión es la propia Fig.
—Ah, ella sabe —dije—. En algún nivel, sabe.
—¿Qué hizo ahora?
—Dijo justo lo que tú acabas de decir, palabra por palabra, sobre el husky.
—¿A quién?
—Era la fiesta de cumpleaños de Mercy. La escuché decírselo al agente inmobiliario, ese amigo tuyo…
—Ah. —Es todo lo que dijo—. Sí, supongo que sí le comenté eso.
Estaba pensando sobre Ryan otra vez, ese desgraciado. Pretendía ser su amigo, pretendía preocuparse. Tenía el número de este tipo en mi agenda.


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Mensaje por Dai Vie 11 Ago - 13:39

35
Nominados al Oscar

Allí estaba forzando a una de nuestras citas de nuevo, mensajeando sus preocupaciones para hacer que Jolene se sintiera mal por ella. Me hallaba frustrado, mi bebida sudando frente a mí, sin ser tocada. Se suponía que debíamos estar en Bellevue para cenar y tomar unas bebidas, quizás ver una película después. Trataba de convencer a Jolene de ver una película nominada al Oscar, pero ella odiaba a Robert Redford y estaba obcecada en ello. Usualmente podía culparla por ver una película que yo quería ver, no era usual en ella resistirse tanto tiempo. Iba bastante bien, estábamos sentados en el bar en uno de los restaurantes favoritos de Jolene, sus rodillas rozándose contra las mías, y podía oler su perfume —mi favorito. Estábamos riéndonos y besándonos, discutiendo sobre las nominaciones al Oscar de este año, cuando la pantalla de su teléfono se iluminó para notificarle que tenía un mensaje de texto. La vi leerlo, su rostro volviéndose oscuro. Conocía esa mirada.
—¿Fig? —dije.
Asintió, su sonrisa se fue. Igual que el humor. Juro que esa mujer puede succionar la felicidad de una habitación.
—Solo está haciendo esto porque estamos juntos —dije —. ¿Realmente crees que es una coincidencia que se vuelva mortalmente depresiva y alcohólica cada vez que estamos en una cita?
—Siempre piensas lo peor de las personas —dijo. Estaba frunciendo el ceño, mirándome como si fuera el enemigo—. Está teniendo un momento difícil. Estoy intentando ayudar. Solo quiero que vea que la vida puede ser buena. No tiene a nadie y George es tan retraído.
Pude haberle respondido en una mejor forma, mantener mi tono justo y mi voz baja, pero estaba tan lleno de todo ello. Sin poder tener a mi esposa a solas por una noche al mes, sin capaz de poder decir lo que quería decir. Sin poder controlarme.
—Maldición Jolene. Deja de ser tan estúpida. —Lo dije tan fuerte. El barista nos miró del otro lado del bar.
Cuando Jolene me miró sus ojos eran fríos. Crucé una línea. No le gustaba ser avergonzada, así que elevé mi voz con ella en público. Se levantó sin una palabra y caminó fuera del restaurante, dejándome allí solo. Maldije, sacando mi billetera de mi bolsillo y soltando dos billetes de veinte en el bar. Eso no fue de la forma en que lo planeé. Quería tener una buena noche, quizás sacar el tema de la demanda en el camino a casa después de pasar la noche recordándole cuan buenos éramos juntos. Planeaba contarle mi triste historia; la chica tenía un mal caso de transferencia. Se me acercó y cuando la rechacé ella me quería hacer pagar. Y esa era la verdad, ¿no? Jolene tenía una forma de arruinar las cosas con su humor. Planeé esta hermosa noche para nosotros y no me trató con respeto, alejándose de mí y actuando como una niña.
No me iba a molestar en intentar encontrarla. Se perdió en alguna parte en la multitud del centro comercial o quizás se fue a otro restaurante para una bebida. Tomé el autobús a casa y la dejé con el auto. Me detuve por otra bebida en un bar más adelante, uno donde no me miraban por levantarle la voz a mi esposa. Bebí dos, y para cuando me fui, me olvidé de lo que estuve discutiendo en primer lugar. Saqué mi teléfono para enviarle un texto, pero luego la vi cuando pasaba Mariscos Schmick’s, arqueada en el bar con un Martini. La vi por un minuto antes de abrir la puerta y entrar. Las cosas no iban bien. Necesitaba ayuda, o terminaría sin un lugar para vivir y con una licencia suspendida que no me dejaría ejercer.
—Jolene —dije, viniendo detrás de ella—. Lo siento tanto. Tienes razón. Soy un egoísta. Solo te quiero para mí algunas veces. —Se giró alrededor en su banquillo y pude decir que estuvo llorando.
—Eres un imbécil —dijo.
—Lo soy, tienes razón.
Tomé su rostro, besé su frente. Estaba endurecida, sin creerlo. Siempre tenía que trabajarla más fuerte, masajear sus hombros, jugar con su cabello.
—Jo, quiero ayudar a Fig, lo hago. Solo estoy cansado y estresado. Escucha, dile que nos encuentre aquí. —Pensé que iba a comenzar a llorar de nuevo, pero se controló y asintió.
—Está en algún lugar en el parque llorando —dijo. Quería rodar los ojos, pero asentí con simpatía y le froté el cuello.
Me estremecí.
—Conozco tú corazón. Haz lo que creas que es correcto mi amor.
Cuando supe por primera vez que quería a Jolene, aún estaba en una relación con su mejor amiga. Miraba. Los hombres miran cuando dicen que no lo hacen. Somos criaturas sexuales: piernas largas, la silueta de los pezones contra la fina tela, lo apretado de los pantalones contra un trasero, miramos y nuestras pollas se ponen duras. Somos raros en esa forma. Algunos de los hombres más autosuficientes, los jodidos más piadosos, dicen que no miran.
Dicen que evitan la apariencia del mal, o sea el tipo de mujeres que hacen que sus pollas se pongan duras. No son las mujeres las que hacen que mi polla se vuelva dura; es la habilidad de controlar sus emociones.
Jolene era algo más para mí. Trascendía los juegos que yo jugaba. Cuando éramos amigos, me miraba a los ojos y me decía cuando mentía. Me preguntaba cómo estaba y lo decía en serio. Algunas veces me enviaba textos al azar para ver el estado de mi corazón. Esa era su cosa antes: ¿Cómo está tu corazón? Y podías intentar mentirle, intentar pretender, pero siempre sabía. Las confesiones eran como vómito. Jolene era el dedo en tu garganta, tocando hasta que ya no había nada más que hacer que dar arcadas. La verdad vino rápida y dura, y dolía. Creo que me volví adicto al tipo de reacción que ella inspiraba. Tenías que ser tú mismo, decirle tus partes más feas, y ni siquiera movía una pestaña. Era la terapeuta real, yo solo pretendía. Había roto mi relación de diez años y la perseguí con una intensidad a la cual no estaba acostumbrado. No importaba si estaba embarazada con el hijo de otro hombre. No importaba que mi ex prometida la amara. No podías encajar el amor por el ojo de una aguja. Tenías que tomarlo de donde venía. Y venía de una muy embarazada, con mucho tabú, Jolene Avery. La chica que veía todo y nada al mismo tiempo.


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Mensaje por Atómic_Mellark Vie 11 Ago - 20:43

Ese hombre es un desquiciado! !
Fig sigue de loca jajajajaja


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Mensaje por jesikap Vie 11 Ago - 22:08

Fig cada vez está peor.... Tratando de robar la vida de jolene y Dairus no se queda atrás bien escondido se tenía todo..... Ya quiero saber cómo termina todo


"No vivas la vida escondiéndote detrás de tu pasado, vive para el ahora, cuando encuentres a alguien con quien quieras pasar el resto de tú vida, no la dejes ir, ya sea si ese para siempre resulta ser un día o un año o cien años. No dejes que el miedo de perderlos te contenga de amarlos"

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Mensaje por Isa Dom 13 Ago - 0:44

Ya sabia que no me gustaba Darius y si Jolene lo sabe todo? de verdad no quiere ver o se hace la que no sabe nada? Creo que todos estan chiflados Bailarina loca


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Mensaje por micafp_2530 Dom 13 Ago - 2:12

Oh por Dios !!
Una que se desaparece un día por culpa de su internet y cuando regresa hay tantos capis por leer D:
Pero esto se está poniendo cada vez más emocionante.
La verdad, comienzo a pensar que todos está bastante locos en este libro xD
Fig, que no deja sus locuras atrás, y Darius y Jolene... no se ni que decir.

Muchas gracias Dai !! y más capis, por favor :3


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Mensaje por Dai Dom 13 Ago - 19:04

Parte 3


La Escritora


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Mensaje por Dai Dom 13 Ago - 19:08

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Aburrido

No podía escribir. Observé la pared, el teclado, y mis manos, que creía que eran hermosas y delicadas algunos días, y demacradas y dignas de una bruja en otros. Cuando dejara de observar y me concentrara, escribiría una oración y luego la eliminaría. Pellizcaría la piel de mi muñeca y la retorcería—algo que hice desde que era niña. Les dije a todos que estaba escribiendo cuando preguntaron, pero no lo hacía. Estaba casi aliviada cada día cuando mi alarma sonaba a las tres en punto de la tarde para recordarme que debía de recoger a Mercy de la guardería. Era algo qué hacer, además de observar.
¿Cuál era la verdad? ¿Qué el amor me desgastaba? ¿Qué maté mi creatividad? Un poco, sí. Hasta Darius, tenía una vena abierta. No tenía que esforzarme con las palabras, emanaban del corte como una fuente proverbial de creatividad. La tristeza es lucrativa, gente. Peeero ya no estaba triste, ¿o sí? Estaba, por primera vez, envuelta en un manto de seguridad y amor. Un hombre al que amaba y admiraba nos tomó a mí y a mí hija y nos dio un hogar. Manos fuertes y toques suaves, caímos bajo su hechizo. ¡Y un psiquiatra! Un psiquiatra siempre sabía lo que era correcto por hacer. Podía descansar bien, tomar el amor y la confianza. Qué cosa tan seductoramente dulce.
Pero, estaba aburrida.
No con mi vida, la vida era una cosa hermosa y horrible. Y no con mi carrera, estaba en su cima. Y más ciertamente, no con la maternidad, era demasiado tumultuosa como para ser aburrida. Estaba aburrida del amor.
¿Qué es amor, de todas formas? Muchos de nosotros no tenemos una maldita idea porque nuestros padres nos dieron horribles ejemplos de él: orgulloso, no verbal, rígido; o en el lado contrario: caótico, sin compromiso, inconsistente. O quizás simplemente divorciado. Así que, nos dirigimos a la adultez, tomando notas de las comedias románticas… o del porno. ¡El amor son flores! ¡El amor son grandes gestos! ¡El amor son viajes a París de la mano! El amor es cuando ella abre la boca siempre que quieres meter tu pene adentro.
El amor era lo que sea que tú decidieras que era, y si tenías una estrecha ventana por la que espiar, estabas realmente jodido
Pero luego te convertiste en madre, y todo eso cambió. El amor era sacrificar tu naturaleza egoísta por alguien con quien estabas más comprometida que contigo misma. Ser una madre me hizo una mejor esposa. Mi personalidad tuvo un cambio de imagen y Darius cosechó los beneficios.
Darius no era aburrido. Bastante de lo contrario. Pero luego de tres años, estaba bastante segura que nuestra relación era fabricada. No es quien dijo que era. Estaba fascinada y horrorizada. Mi decepción era una piedra de amargura en el fondo de mi estómago. Busqué por todo el internet sobre sociópatas y estaba segura que mi esposo era uno. ¿Tomas a este sociópata como tu amado esposo…?
Una vez le pregunté si se diagnosticó a sí mismo con algo alguna vez, y se rio y dijo que no, pero que creía que era una sociópata. Ese era un comportamiento típico de un sociópata. Alguien sacaba algún tema a colación y tú lo volteabas y los acusabas a ellos en su lugar. ¡Brava! Darius manipulaba la mente de las personas, y yo manipulaba las palabras, y así no podíamos manipularnos entre nosotros. Se cancelaba.
Aún lo amaba. Profundamente. ¿Cómo puedes amar a alguien que, en su esencia, era un desastre miserable y destructivo? Nos amamos a nosotros mismos, ¿no? Estamos obsesionados con nosotros mismos, de hecho. ¿No? Lo que odias también lo atesoramos. Si alguna vez dudas de mí, mide tu odio propio. Pasas el noventa por ciento del tiempo tratando de encontrar nuevas cosas por las que odiarte. Obsesión.
Siguiendo adelante…
Presté ideas sobre cómo recuperarlo: citas, comidas preparadas en casa (sin gluten), un cuerpo más firme, una vagina depilada y siempre húmeda. Ninguna de estas cosas alejaba la distante mirada de sus ojos. Así que, comencé a preguntar un montón de preguntas estúpidas.
“¿Por qué engañaste a Dani?”, “¿fue ella o tú?”, “¿te sentiste culpable?”, “¿alguna vez te has sentido tentado a engañarme a mí?”
Se las arreglaba para nunca responder ni una sola pregunta. Allí fue cuando me golpeó. Estaba escondiendo algo. ¿Fue la semana pasada que tomé su teléfono para ver algo, y me lo quitó justo al momento… tirando hasta que lo solté? Si tenía su teléfono, sus manos estaban justo allí, inmóviles.
Vaya, vaya, vaya. Pero estaba aburrida.
Darius me traía flores, una vez por semana, al menos. Un gesto romántico, no un sacrificio. Y los jueves él cocinaba, tenía que comer, de todas formas. Algunas veces dejaría pequeñas tarjetas en mi bolso. Estaría buscando el paquete de toallitas húmedas que guardaba allí, o alcanzando mi billetera, y lo encontraría, una tarjeta de brillante color rosa, o verde. Algo cursi por fuera, una pareja de niños tomados de las manos, o un corazón flechado. En el interior, escribiría su versión de tarjetas de amor. Antes de ti, estuve deambulando perdido por la vida. Eres la única persona que veo. Eres la única con la que quiere envejecer. Eres el fuego en mi alma. Creía que mi madre era la mujer más hermosa hasta que te vi a ti. Lindo, pero eran palabras.
Me preguntaba si a alguien que tenía fuego en su alma le saldría humo por la boca.
No me creía sus tarjetas, ninguna de las palabras que escribía en ellas, o las flores que se marchitaban y morían en los floreros, sus pétalos cayendo sobre la mesada. Tomaría los restos antes aterciopelados en mi mano, preguntándome que nos pasó. Ninguno de los gestos llegaba a sus ojos. Quería que sus ojos volvieran a mí. No quería sus flores, o sus tarjetas rosadas brillantes, o sus Vieiras sobre quínoa. Estaba mintiendo y ambos lo sabíamos.


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Mensaje por Dai Dom 13 Ago - 19:14

37
Estranguladora


¿Te he hablado alguna vez de la higuera estranguladora? —preguntó Darius.
Hice una mueca. Darius siempre me contaba hechos sobre cosas aleatorias. La semana pasada conseguí un recuento completo sobre gansos. ¡Gansos! En realidad fue realmente fascinante, mucho más que el de la semana anterior cuando estuvo dando vueltas sobre el papado.
—Continua —dije—, estoy escuchando a medias.
Me golpeó en el trasero, luego se inclinó y me besó suavemente en la nuca mientras sus brazos me rodeaban.
—Son llamadas “estranguladoras” porque crecen en arboles portadores, que lentamente ahogan hasta morir. —Apretó un poco y me estremecí—. Prueba viviente de que los oportunistas inteligentes se acomodan muy bien, humanas o vegetales. En el momento en que el árbol portador está muerto, la higuera estranguladora es lo suficientemente grande y fuerte como para sostenerse por su cuenta, generalmente rodeando el cuerpo sin vida, a menudo hueco del árbol portador.
Mis ojos se hallaban cerrados y me encontraba inclinada hacia él, a gusto con la sensación de su calor.
—¿Cuál es exactamente el punto de esta lección? —pregunté.
—Dicen que una persona está a la altura de su nombre. —Su voz era amortiguada contra mi cuello.
—Lo entiendo —dije—. Fig está loca. Fig estrangula la vida fuera de mí. Fig…
Se encontraba obsesionado con Fig Coxbury. Advirtiéndome sobre ella, observando las cosas extrañas que hacía. No creas que no sé quién eres, Darius. Sé que te excita la locura.
La semana siguiente intenté alejarme de nuestra nueva vecina. No estaba acostumbrada a tener una amiga viviendo tan cerca, lo suficientemente cerca donde me sentía obligada a invitarla si se encontraba acechando alrededor de los rosales luciendo triste. No me importaba tanto como lucia para los demás, pero me hallaba cansada de oírlo, la constante advertencia. ¿Qué era exactamente lo que estaban viendo y yo no? Me gustaba la gente, quería ayudarlos, pero no a expensas de mis relaciones. Tenían razón sobre algunas cosas. Se mudó hace seis meses y empezaba a parecerse cada vez más a mí. Incluso se tiñó el cabello negro como el mío. No habría pensado algo sobre ello, excepto que la semana siguiente cuando fui al salón, mi estilista me dijo que Fig entró y le pidió la fórmula de color exacta que usaba en mí. Distancia, eso es lo que necesitaba. Era opresivo tener a alguien viendo cada uno de tus movimientos, ya sea a través de sus persianas o justo en la esquina de la calle. Y luego recibí la llamada. Mi papá no lo estaba haciendo bien. Reservé mi boleto, todos los pensamientos eliminados sobre Fig, Darius y arboles estranguladores.
Mi padre estaba muriendo. Había estado muriendo durante dos años, perdí la cuenta de las veces que me dijo adiós. Volé a Phoenix, alquilé un auto en el aeropuerto y conduje el resto del camino hasta el hospital en Mesa. El cáncer es la cosa más horrible, un monstruo que come lentamente. Lo que antes era un hombre es ahora una sombra. Un cosa difícil de contemplar para un niño.
El primer día allí, agarró mi mano entre un sueño irregular, de repente, abrió los ojos y dijo:
—Darius está equivocado. Malo.
Lo rechacé. Mi padre siempre amó a Darius. Lo atribuí a una pesadilla. Pero, cuando tu mente ya estaba teniendo temblores de duda, algo así se quedaba… parecía profético. Le pregunté acerca de ello cuando se sintió mejor y me dejó colocar una cucharada de sopa en su boca.
—¿Darius? ¿Qué? ¿Qué dije?
Hice una pausa, la cuchara suspendida entre nosotros.
—Que estaba equivocado… malo.
Mi padre alzó las cejas.
157
—Tiene un problema con el sexo. Puedo verlo todo sobre él. Pero, es un tipo agradable. Me conoces, me gustan los degenerados.
Le fruncí el ceño.
—¿Y eso que significa?
—Eh, todo el mundo tiene sus demonios, Jojo, bebé. —Extendió la mano y frotó mi rodilla, luego lucía exhausto por el simple gesto.
—Está bien, Papa —dije—. Está bien.
Cuando me fui dos días después, se encontraba llorando. Alternábamos quien sollozaba más. Pero, eso sucedía cuando no sabías si era la última vez que ibas a ver a alguien. Me estaba acostumbrando a la cosa del adiós. Eso era muy triste.
—No creo que él lo sea —dijo papá cuando le di un beso de despedida.
—¿Quién, papá? —pregunté, confundida.
—Darius.
—Oh —No sabía qué decir. ¿Discutes con un hombre agonizando o lo dejas estar?—. Habrá uno más, pero vendrá después de que muera.
—¡Papá! —dije—. Puedo lidiar con la parte de uno más pero no con la muerte.
—Todos morimos, Jojo —dijo, con tristeza—. Todos nosotros, humanos sucios.
En mi viaje de avión a casa no pude dejar de pensar en lo que dijo. Mi padre estaba loco, eso era un hecho. Le atribuí mi carrera al caos emocional que me infligió cuando era niña. Pero, por lo general también tenía razón. Predecía cosas, veía a través de la gente. Era terriblemente espeluznante. No creía en un sexto sentido y decía que los psíquicos le lamían las bolas a Satanás para ganarse la vida pero siempre pensé que nació con la visión. Cuando el avión aterrizó y me encontraba recogiendo mi equipaje de la cinta, me convencí de que estaba tratando de construir un caso contra Darius. Era infantil y ofensivo. Me imaginé lo herido que estaría. Tenía que parar esto. Era el mejor hombre que había conocido, y me encontraba profundamente enamorada de él. Como un reloj, Ryan me envió un mensaje.
—Vete a la mierda, Ryan —dije, en voz baja. Era como si tuviera un sexto sentido cuando se trataba de mi agitación emociona. Me des-centraba. ¿Era eso incluso una palabra? Pero, nunca husmeaba, Dios lo bendiga. Sabía que decir y como decirlo. Pensarías que mi esposo terapeuta sería bueno en eso, pero no lo era. No conmigo de todos modos.
¿Tu papá?
Qué manera de golpear el punto suave, pensé.
Muriendo, envíe en respuesta.
¿Qué puedo hacer? ¿Estás bien?
No le respondí. Revisé mis textos de Darius. No me preguntó eso. No preguntó nada en las últimas cuarenta y ocho horas a parte de lo obligatorio: ¿Ya has aterrizado? Y luego más tarde: ¿Dónde está la crema de dientes de Mercy? Nunca llamó tampoco.
¿Qué quieres de mí?
Pensarías que estaba enviando textos borracha, y supongo que Ryan me hacía sentir borracha, pero ya era suficiente.
Esa es una pregunta muy inapropiada.
Me reí. Lo hice. Dejé que Ryan me hiciera reír en un momento como este. Guarde mi teléfono y salí afuera al frio.
Darius me esperaba en la acera. Abrió el maletero y cargué mi maleta, luego caminamos hacia el lado del pasajero.
—Hola. —Se inclinó y me beso en la mejilla a pesar de que ofrecí mi boca. Se encontraba distraído, oscuro… no me miraba. Me pregunté si estaba enojado porque fui a Phoenix y él tuvo que cancelar sus citas para estar con Mercy.
—¿Qué pasa? —le pregunté una vez estábamos en la carretera.
—Nada, sólo cansado. —Me dio una media sonrisa y giró hacia el camino. Molí los dientes. No quería una pelea. Me encontraba emocionalmente agotada. Sólo necesitaba alguien que fuera suave conmigo, tal vez que me preguntara como estaba y le importara.
—¿Mercy con tu mamá? —pregunté.
—Sí.
Saqué mi teléfono.
Muy bien, chica dura que no tiene sentimientos y no quiere que nadie la compruebe. Sé que estas sufriendo, y estoy aquí. Y me importa. Hablamos pronto.
Mierda, Ryan.
—Mi papá estaba comiendo cuando me fui —dije—. Solo un poco de sopa, pero aun así. —Lo miré para comprobar su reacción.
—Bien, eso está bien. —dijo
Bueno.
—¿Cuándo llevaste a Mercy a casa de tu madre? —pregunté, mirando por la ventana. El cielo era mi favorito, de un gris profundo. Cuando se encontraba así, la lluvia caía en una niebla, el tipo de cosa que sentías al estar de pie en el fondo de una poderosa cascada.
—Después de que te fueras —dijo.
Quería decir algo. Me encontraba molesta. ¿Por qué la enviaría cuando tenía la oportunidad de pasar tiempo a solas con ella? Había estado imaginándolos en el sofá viendo películas juntos, o teniendo una fiesta de té en su habitación.
—Entonces, ¿Por qué me preguntabas por su crema de dientes? ¿Para enviarla en su bolso de noche?
—¿Qué has estado haciendo? —Traté de mantener mi voz informal, traté de no mirarlo, pero había alarmas lejos en mi cabeza.
—Trabajando, Jolene. ¿Qué crees?
Mentiroso. Era un mentiroso.


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Mensaje por Dai Dom 13 Ago - 19:19

38
Yo quiero, yo quiero, yo quiero

La siguiente semana me hallaba en mi oficina trabajando en mi manuscrito cuando una notificación apareció en mi teléfono de que Fig posteó una nueva foto en Instagram. Tecleé el icono y una captura de pantalla de una canción apareció. ¿Eso era una buena señal, verdad? Las personas que escuchaban música eran de buenos sentimientos. Estuve cerca de cerrarlo cuando me di cuenta del pequeño emoji de tren bajo la foto. Escuché la canción. Era melancólica, triste. Podría haber pensado que sólo le gustaba el sonido en lugar de la letra, pero por eso maldito emoji de tren. Inmediatamente le envié un mensaje con letras mayúsculas.
¿QUÉ ESTÁ MAL?
Sólo tengo más que suficiente mierda sucediendo. Diariamente. Es duro levantarse. Funcionar. Trabajar.
Bien, ¿Qué está sucediendo? Dime.
Miré a mi manuscrito. Eso iba a tomar un tiempo.
Estaré bien. Sólo resoplando. Tratando de ser una buena humana.
Posteaste un emoji de tren. Puedes parar de irte por las ramas y decirme qué sucede.
Creo que está teniendo una aventura. Encontré cosas. En su computadora.
Fui derecha al armario del pasillo y tomé mi suéter. Podía ver mi respiración cuando salí y cerré la puerta tras de mí. Cuatro días. Pensé. Cuatro días hasta que mi manuscrito estuviera listo. ¿Cómo iba a terminarlo? Mi editor iba a tener una mierda si no volvía a tiempo. Nunca llamé a la puerta de Fig antes. Por una razón u otra, ella siempre venía alrededor de nuestra casa. Podría hacer un mejor esfuerzo para ser una buena vecina. Toqué hasta que abrió la puerta, sólo un poco. Ella había estado llorando. Sus ojos se encontraban hinchados y rojos, y su máscara estaba corrida.
—Vamos —dije.
Se frotó su nariz y dejó un rastro de moco en su mano.
—¿Dónde?
—A mi casa. Vamos. Te haré una bebida.
Se alzó de hombros y asintió.
—Bien, sólo déjame ponerme pantalones. Estaré allí.
Mentalmente reprogramé mi semana mientras caminaba a casa. Podría tomar a mis editores otro día. Quizá si les lloraba me darían una semana extra. Fig me necesitaba. Las personas eran más importantes que los libros, o la escritura, u otra cosa. Mientras caminaba a mi propia puerta, sentí resolución. Podría trabajar en torno a lo que sucedía. La madre de Darius podría ayudar con Mercy. O la mía. Odiaba eso, pero oh bien. Sería sólo por una semana. Me paré en el bar y mezclé dos bebidas, ron y coca cola. Ella vino sin tocar diez minutos después. Escuché la puerta abrirse y cerrarse. Había cepillado su cabello y se había puesto labial. Miré su camisa mientras le daba una bebida.
—Dime—dije.
Se rio.
—Tienes, como, ninguna amortiguación social.
—La tengo, sólo que no quiero gastar el tiempo en eso.
Bebió su bebida, encogiéndose al sabor. Los había hecho fuertes.
—Maldición, ¿Echaste toda la botella aquí?
—Sí. Eres como una bóveda a menos que hayas tenido algunas bebidas. —Tomé mi bebida y comencé a hacer otra.
—Esto ha sido desde un tiempo. Él siempre está molesto conmigo. Siempre gritando. A él no le gusta que esté aquí.
Mi cabeza se sacudió.
—¿Qué?
—¿Por qué?—Alzó los hombros.
—Bastardo. Los hombres son como cerdos—dije. Flexionando mi mano, queriendo enviarla directo a su cara. Esperaba más de él. Siempre tuve la impresión de que realmente le gustaba ella. No que hubiera estado alrededor de él demasiado, pero las veces que lo estuve. Él hizo un esfuerzo.
—Seguro que puedo forzarlo, ¿eh?
—No puedo creer que él te hizo eso. Estoy tan molesta.
—Nah, no lo estés. Es sólo como son los hombres. Psicológicamente en guerra, ¿sabes? Nos quieres hasta que ya no. Sólo no les agradamos lo suficiente ellos se aburren y se mueven.
Sacudí mi cabeza a ella. Así no era. No siempre. Mírame. Cuando Darius vino a mi vida no tenía nada para ganar más que una mujer y un niño que no era suyo. Fue allí cuando me di cuenta de la extraña hinchazón roja en su mano, bajo su muñeca. Parecía como que algo había excavado en su piel hasta hacerla sangrar. Cuando ella me vio mirando, jaló su manga y miró a otro lado.
—Eres mi amiga—dije, moviendo mis ojos a su cara—. Te haré una cama en la guarida por esta noche. No deberías estar sola. —Trató de protestar, pero alejé sus excusas—. Podemos ver películas y comer cosas que son malas para nosotras.
—Como siempre —dijo.
—Puedo hacer que Darius lleve a Mercy a casa de sus padres, y que pase la noche allí.
—No, no hagas eso —dijo Fig rápidamente—. Me gusta cuando están alrededor.
No puedo patearlos de su propia casa.
—Todo bien —dije, cautelosamente—. ¿Puedo decirle a Darius lo que sucedió o quieres que lo mantenga en secreto?
Caminó al gabinete de licor y comenzó a mover las botellas.
—Lo que sea, eso sucedió. No tengo nada que esconder. —Me miró de reojo, y por un breve momento tuve la impresión de que quería que le dijera a Darius.
Pasamos las siguientes horas hablando sobre George, quien aparentemente había estado viéndose con chicas que había conocido en uno de esos lugares o en sitios de internet.
—¿Te dijo eso o lo encontraste de otra manera?
Las mejillas de Fig se colorearon y miró a otro lado.
—Estaba espiando —admitió—. Comenzó a poner me gusta y comentar en todas esas fotos de chicas en Instagram, así que hice algo de trabajo de detective y luego lo confronté.
—¿Y lo admitió?
—Sí… no… algo como un rodeo.
Era tan buena en no responder mis preguntas. Redirigía todo, desviándolo. La miré de cerca, deseando que Darius estuviera en casa para que pudiera ayudarme. Hizo esa cosa donde sus ojos trataban de encontrar un lugar escondido: rebotando, rodeando, vagando, ensanchándose, rebotando.
Era el día que Darius tomaba a Mercy de la escuela. Escuché sus chillidos antes de que la puerta estuviera abierta, y Fig sonrió por primera vez ese día. No pude evitar sonreír con ella. Los niños tenían esa magia, su inocencia brillaba en situaciones oscuras. Cuando Darius vio a Fig sentada en el sofá, se detuvo abruptamente. Mercy corrió hacia ella, y Fig la jaló a su regazo. Le lancé una mirada mientras ella estaba distraída, y él asintió discretamente.
—Hola—dijo—. Tendré la cena lista mientras ustedes dos hablan. —Asentí a él en agradecidamente, y me guiñó un ojo.
Fig ya estaba levantada cuando puse el café la siguiente mañana. Podía escuchar su computadora y el sonido amortiguado que provenía de sus auriculares. Cuando el café estuvo listo, le di una taza.
—Gracias —dijo.
—¿Dónde está tu esposo?
—Debería estar listo pronto. ¿Cómo te estás sintiendo?
—Como si tuviera mi cabeza en un horno —respondió riendo.
—Bien, Sylvia Plath. —Levantó su maga y me enseñó un tatuaje que nunca vi antes. Tuve que inclinar mi cabeza para leerlo.
—Yo quiero.
—Sí, ella tiene una línea de The Bell Jar: Yo soy, yo soy. Yo soy. Bien, la cosa que siempre me metía en cada situación era lo mucho que no había experimentado. Quiero viajar, quiero probar comidas que nunca he probado,
quiero besar hombres hermosos, quiero comprar ropas hermosas. Quiero vivir porque todavía quiero cosas.
Sonreí débilmente, pensando en todas las veces que Darius comentó que Fig quería mi vida.
—Oye, ven con nosotros al parque —dije—, es hermosos afuera. —Para ilustrar mi punto, hice la cortina a un lado, dejando a la luz entrar a la sala. Fig se estremeció, pretendiendo que la luz del sol la quemaba.
—No puedes quemar a una perra tan temprano en la mañana. —Mientras arrastraba su camiseta se levantó. Pude ver las protuberancias de su espina. ¿Cuánto peso había perdido? Traté de recordar cómo se veía cuando se mudó.
—Pero primero el desayuno —dije, caminando hasta la cocina. Con mucha mantequilla, tocino, crema agria. Mercy vino por el pasillo con su pijama y la puse a lavar la fruta.
Ella dudó, pero solamente por un momento antes de asentir feliz.


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Mensaje por Dai Dom 13 Ago - 19:37

39 
Tercero en discordia

Solía llevar a Mercy al parque del tren cuando Darius trabajaba hasta tarde. Un pequeño lugar en la base de una colina con árboles a su alrededor. Mercy Moo era demasiado pequeña para jugar en las barras de mono o para subir a las estructuras de colores brillantes como los otros niños. Un día. Por ahora, nos gustaba rodar la colina entre las malas hierbas y la hierba suave. Y había un glorioso pozo de arena en el que podía pasar horas, principalmente comiendo la arena o frotándola en los ojos y luego gritando. Era nuestro lugar sagrado, de Mercy y mío. Encontramos parques más cercanos desde entonces, pero el parque del tren era nuestro favorito. Era la primera vez que llevaba a Darius allí, y estaba emocionado de verlo. En retrospectiva no estoy segura de lo que quería de él ese día. ¿Un amor por el parque con el que no tenía historia? ¿Una reacción? Tal vez pensé que estaríamos unidos todos juntos, en cuyo caso nunca debería haber tomado la foto.
—El parque Ten —dijo Mercy desde el asiento trasero—. Me estremecí. Los trenes tenían un significado totalmente nuevo para mí desde que Fig se mudó. Nunca sería capaz de mirarlos de la misma manera.
—Fue amable de tu parte invitarla. —Darius me dio una mirada de reojo, su dedo tocando el volante mientras jugaba en la radio.
—Pero... —dije.
—Bueno, es el día de la familia. Pensé que teníamos que pasar tiempo con nuestra familia. ¿No son locos que quieren robar a tu familia?
—¿Qué diablos, Darius? —Le di un golpecito en el pecho con el dorso de la mano y se echó a reír. ¿Hablaba en serio o se había convertido en nuestra broma?
—Ella no es tan mala, supongo. —Miró por la ventana trasera para asegurarme de que Fig seguía siguiéndonos en su SUV, blanca y brillante, un pulgar dolorido en la carretera.
—Es un poco intrusiva —admití.
—No tiene fronteras sociales, es una obsesiva pensadora...
—Oye, está bien —dije—. Pero a ella le importa. Tiene buen corazón.
—¿Cuál es tu definición de buen corazón?
—Venga. ¿No se supone que eres el que ve a través de la mierda de la gente?
¿Encontraste la humanidad?
—Sí, pero lo único que hace es usar máscaras. Podrías buscar durante años y aún no podrás saber quién es esa mujer, porque no se conoce a sí misma. Y eso es exactamente por lo que está obsesionada contigo.
Darius siempre decía que las mujeres se sentían atraídas hacia mí porque sabía quién era yo y querían entrar en eso. Como si tuviera una receta secreta que podría darles. Era cierto, sabía quién era yo, pero eso no significaba necesariamente que sabía quiénes eran.
—Está bien —dije—. Puedo aceptar eso. Pero, no me importa de ninguna manera. Necesita algo de mí. Me gustaría tratar de ayudar.
Extendió la mano y apretó mi rodilla.
—Eres la única persona buena que queda en el planeta.
—Casi —dije, a cambio. Pero, estaba zumbando por el cumplido.
Una hora más tarde estaba sentada en la hierba viéndolos... ¿cuál era la palabra? ¿Jugar? ¿Y qué me estaba molestando exactamente? ¿El hecho de que estuvo hablando de mierda sobre ella en el auto, y ahora actuaba como si estuvieran en una cita? ¿O era el sentimiento incómodo en el fondo de mi mente que no podía identificar? Un rasguño que no podías alcanzar. Estiré mis piernas sobre la hierba y le di a Mercy la pala a la que estaba señalando.
—Palabras, habichuelita, nada de señalar.
—Gracias —dijo.
—Tienes grandes modales. ¿Te lo ha dicho mamá?
—Sí —dijo, sin mirarme, demasiado ocupada con la arena. Demasiado ocupada... mirando algo más...
Mis ojos rápidamente volvieron a ellos. Darius lanzaba a Fig una pelota de béisbol. Enrolló el brazo como lo hacían en la televisión, levantó la pierna. Echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír. Insistió en traer el maldito bate para poder enseñarle a Mercy cómo golpear, aunque no la miró una vez desde que salimos del auto. Su química, era extraña. Observé a Fig inclinarse sobre la celebración del bate fuera de su cuerpo. Sonreía, lo cual era raro. Así era el aire de ligereza a su alrededor. Nunca vi un partido de béisbol, pero estaba bastante segura que los jugadores no se movían como si estuviera haciéndolo.
—Oh, uf —dije en voz baja—. ¿Qué está pasando ahora mismo? —No era celosa. Eso fastidiaba a Darius. A veces pensaba que quería que me diera un ataque por las cosas. Como él hacía. Igualando el marcador, ¿sabes?
—Oh, uuuf. —Mercy no me miraba mientras sacaba arena en el cubo,
Repitiendo mis palabras una y otra vez hasta que me reí. Si Darius oyera a Mercy, no me dejaría vivir en paz. Si lo escuchara, lo que no hizo porque se encontraba demasiado ocupado coqueteando con una mujer que decía creer que estaba loca. ¿Qué fue lo que dijo sobre el día de la familia?
¿Y a qué se redujo todo esto realmente? ¿Que Darius amaba a la gente que lo amaba? Que era como un cachorro necesitado la mayor parte del tiempo. No lo veía como una debilidad, pero lo hice. Era patético verlo desmayarse por la atención. La gente que decía odiar cinco minutos antes se convertía en sus mejores amigos una vez que expresaban lo inteligente y guapo que era. Y su elección de carrera, siendo el médico sabio y omnisciente que podía ver con acierto en su alma. Los pacientes lo adoraban, y él se sentaba en la silla de color rojo borgoña que compré para su oficina y lo disfrutaba. Cultivé un par, ¿sabes? Clavado con sus agallas y sin estar por un poco de atención.
Pero Fig, Fig era la inteligente. Parecía recoger su necesidad de ser favorecido. Jugueteó con su lealtad a mí por el revestimiento con él y pintándome como el lobo grande, malo. Empezaba a preguntarme quién estaba en control de nuestras vidas en este momento. Sin duda no nos sentimos como nosotros.
Darius me llamó la atención y me saludó.
—Ven a jugar —dijo, haciendo un embudo alrededor de la boca con las manos. Sonreí y sacudí la cabeza, señalando a Mercy. Fig miró hacia arriba y guardé la sonrisa en mi cara. No dejaría que me viera reaccionar a lo que estaba haciendo. No mostraría debilidad. ¿Qué mierda? Día de la familia, mi culo. ¿Quería que la dejara en la caja de arena solo para poder participar en un trío? Cerré los ojos y tomé algunas respiraciones profundas. Estás exagerando, me dije. ¿Pero lo hacía?
—Avery no hace deporte. —Escuché decir a Fig. Eso casi me hizo levantarme y marcharme, pero no estaba en el negocio de probarme ante nadie. Me dolió el corazón cuando Darius se rio de lo que dijo. Era objeto de burlas. Me enfermó. Yo era de su equipo. No se supone que debes hacer de tu equipo el objeto de tus bromas.
Luchaba contra las lágrimas cuando finalmente les hice un gesto para almorzar. ¿Cuánto tiempo estuvieron jugando al Béisbol juntos? ¿Cuarenta minutos? ¿Una hora? Fig parecía el gato que se comió al canario mientras paseaba. Me di cuenta de lo apretada que estaba su parte superior, cómo sus pequeñitas tetas empujaban contra la tela. No llevaba sujetador. ¿Había más balanceo en sus caderas? Me comió los detalles mientras deshice la cesta de picnic que traje, golpeando contenedores en el suelo mientras fingía estar bien. No, esto no estaba en mi cabeza. Habían estado riendo, tocando, e intercambiando miradas. Era como si estuvieran en una cita y yo era la tercera rueda. Se derrumbaron sobre la hierba, sus bromas dibujando los ojos de aquellos en nuestra vecindad. No podía mirar a ninguno de los dos, así que me concentré en alimentar a mi hija. Necesitaba hablar con mis amigos, tener alguna perspectiva. Si estuviera estropeando esto, haciéndolo algo que no era, me lo dirían. Tenía preguntas. ¿Cuándo me convertí en la tercera rueda? ¿Cuánto tiempo habían estado follando?


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Mensaje por jesikap Lun 14 Ago - 15:58

Wow ahora si se puso buena está lectura.... Fig y Dairus están un poco trastornados y jolene por fin está comenzado a ver todo con claridad 
Ya quiero saber cómo terminan todos.
Me gustó más cuando Fig narra la historia es interesante escuchar como justifica sus actuaciones...


"No vivas la vida escondiéndote detrás de tu pasado, vive para el ahora, cuando encuentres a alguien con quien quieras pasar el resto de tú vida, no la dejes ir, ya sea si ese para siempre resulta ser un día o un año o cien años. No dejes que el miedo de perderlos te contenga de amarlos"

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Mensaje por wordsofthisgirl Lun 14 Ago - 18:55

Esta lectura esta buenisima.
que bueno que Jolene sepa de verdad quien es Darius, que no es ningun santo como quiere hacérselo ver a Fig.


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Mensaje por micafp_2530 Mar 15 Ago - 1:50

Y, señores y señoras, esto se puso bueno !!
Que digo bueno, buenisimo !!

Darius y Fig, medios locos y Jolene queriendo entrar en razón.
Pero bueno, hay que seguir esperando para ver que sucede a continuación.


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Mensaje por Maga Mar 15 Ago - 14:27

40
La Luz del cuerpo


--¿Qué está mal? —preguntó tan pronto como estuvimos en casa. Sacudí la cabeza, llevando a una Mercy durmiendo dentro de la casa y conteniendo las lágrimas. Le di un trato silencioso todo el camino a casa, mirando por la ventana y viendo los autos pasar. Muy maduro, lo sé. Cuando caminé hacia la cocina, esperaba por mí, apoyado contra la encimera de la cocina mirando hacia sus pies. Tiene pies pequeños, lo pensé con amargura. Quería reír sobre cuán infantiles eran mis pensamientos. Por ejemplo, si Fig estaba follándolo, podría hacerlo mucho mejor… a lo largo y ancho. Y ¿dónde carajos estaba George de todos modos? ¿No debería estar de rodillas por ahora? —¿Qué demonios fue eso, Darius? —grité. Quise lidiar con esto calmadamente, sentarlo y tener una reunión matrimonial. El tipo de cosas maduras que los adultos hacían cuando surgían los conflictos. En lugar de ello, mi cara estaba roja y ya me encontraba gritando. Yo, la típica yo. Me imaginaba a Fig acechando bajo una de las ventanas escuchando y suavizando mi tono. Dios, ¿cómo eso llegó a esto? ¿Cómo mi vida se sentía tan invadida? —¿Qué? —Tendió sus manos completamente desconcertado. —¡Tú y Fig! Toda la tarde. Pasaron el día entero coqueteando con el otro. —Estás loca —dijo. Él sabía, sabía que odiaba esas palabras. Lo saqué todo. Lancé la botella de agua que sostenía hacia su cabeza. Se agachó y fallé por un poco. Maldición, necesitaba trabajar en mi puntería. —No me llames loca. Si me llamas así cortaré tu polla mientras duermes y te enseñaré lo que es ser loca. —Su boca quedó abierta—. No estoy ciega. Lo que hiciste fue completamente inapropiado e irrespetuoso. 
—¿Qué? ¿Perder el tiempo con la pelota de béisbol? ¡Te pedí que jugaras! —Y no quería hacerlo. Eso no quiso decir que hicieras a un lado lo de tu familia y pasaras la tarde coqueteando con una mujer la cual insistes es una psicópata. Su rostro se empalideció justo enfrente de mis ojos. Se tornó de un horrible color verde. El color de un podrido cobarde inventa-excusas. —Tienes razón —dijo—. Me atrapó jugar al béisbol. Amo el béisbol. No consigo colgarme así muy a menudo. Inmediatamente me suavicé. Esa era la cuestión sobre mí: la vida era un microondas y yo era una jodida barra de mantequilla. —Lo siento —me apresuré—. Ella estaba coqueteando contigo. Es solo… algunas cosas en su pasado… —Lo sé —dijo—. Pero nunca te lastimaría. Eres mi todo. Nunca te engañaría, Jolene. Colocó sus brazos a mí alrededor y la culpa era tanta que comencé a llorar. ¿Qué estaba mal en mí? Perdiendo el control de esa manera… ¿acusando a Darius? —Estás cansada —dijo—. Exceso de trabajo. Me alegra que ya casi termines con el libro y puedas tomar un descanso. Sí, tenía razón. Estaba cansada. Me coloqué a mí misma bajo mucha tensión. Necesitaba hablar con mi publicista, decirle que tenía que tomarme un descanso antes del siguiente libro, tomar algo de tiempo para mi familia. Acarició mi espalda hasta que dejé de llorar. —Se está enamorando de ti, Darius —dije—. Si es que ya no lo hace. —No sabes cuán incómodo eso me pone. No le escribiré nunca más, Jo, no lo haré. Eso es todo. Estaba intentando ser bueno… por ti. Porque te agrada. Sabía que eso era cierto. No era una mariposa muy social. Hacía un esfuerzo por mí, pero en su interior era introvertido y le gustaba quedarse en casa. Esto no era su culpa; esto era mi culpa. Siempre me metía en estos proyectos y mi familia sufría. Tomé un respiro profundo y asentí.
—No la lastimes. O la hagas sentir abandonada. Pero sí, las cosas tienen que cambiar. —Quería tirar de la piel en mi muñeca, pero me retuve de ello. Era un adulto. Manejaría esto. Darius me soltó, caminando en dirección a nuestra habitación. —¿Crees que George lo sabe? —le pregunté, pero ya se había ido, cerrando la puerta suavemente detrás de él. Puse el café y me senté en la encimera de la cocina me dirigí hacia mi MacBook. El reloj que compré en Londres el verano pasado sonó sobre el lavabo, un metrónomo. Piensa Jolene. Dirigí la mirada devuelta al computador. Mi salvapantallas de Mercy desapareció, reemplazado por un montón de ventanas que había dejado abiertas esa mañana. Tenía trabajo por hacer, pero nunca pude concentrarme. Mi cerebro estaba ahogado, trabajando a sobre marcha, y todavía… algo no se suma. ¿Qué era? La música que escuchaba esa mañana permanecía pausada en mi pantalla a media canción. Apreté reproducir y me serví una taza. Allí es cuando se me ocurrió hacer clic al perfil de Fig. Éramos amigas, pero nunca lo miré. ¿Eso me hacía egocéntrica u ocupada? Ninguna, pensé. Simplemente no haces ese tipo de cosas. Eso era cosa de Darius —espiar a Fig. Me encontraba con mi oído en la habitación escuchando todas sus quejas. Su imagen de perfil era la misma que tenía en Facebook, una corona de Snapchat de flores doradas alrededor de su cabeza, su piel brillando como si estuviese bañada en oro. Incluso tocaba una canción mientras husmeaba en su perfil, mi cabeza apoyada en mi mano, un café enfriándose en mi codo. Algo de Barbra Streisand que no reconocí. Había listas de reproducción que hizo, al menos una docena de ellas. Hice clic en unas pocas de las más recientes —unas que había hecho desde que se mudó con nosotros— y me desplacé por las canciones. ¡Kelly Clarkson! ¿Seguía siendo algo? Pensé que estaría feliz ahora —matrimonio e hijos regordetes. Aparte de Barbra, ella era una adicta al pop, quejidos de chicas sobre ritmos sintéticos. Tenía que buscar algunas letras, canciones con las cuales no estaba familiarizada porque no eran mi estilo. Me estaba cansando de ello cuando algunas letras captaron mi atención. La niebla de ingenuidad se había levantado, y algo se conectó en su lugar dentro de mi cerebro. Era como un cubo de rubik cuando los últimos colores se alinean de repente y todos los colores están donde deberían estar. Cada canción portaba el mismo tema. Un tema que no iba bien conmigo. Estoy enamorada de ti No sé qué hacer desde que le perteneces a alguien más. 172 Déjala, quédate conmigo Mi corazón está destruyéndose viéndote con ella Quizás en otra vida… Etcétera, etcétera-etmalditocétera. Cerré de golpe mi MacBook y levanté mi café frío, sosteniéndolo en mis labios pero sin beber. Imaginé que mis ojos estaban muy amplios, vacíos como las vacías ventanas de un edificio. Así es como las escribiría en un libro para ese momento de oh mierda. Estaba descargando información en mi cerebro que no me encontraba segura que quería, piezas de rompecabezas acoplándose silenciosamente en su lugar. La había visto a su alrededor, ¿no? Las mujeres contaban una historia con sus ojos. Y si observabas lo suficientemente cerca podrías interpretar: el brillo, o el vacío mortal, los parpadeos lentos, y los rápidos. Una historia... una pantalla de emoción. Los ojos de una persona te hacen sentir de la manera correcta, o de la manera equivocada. ¿Qué dijo Darius sobre los ojos de Fig? ¿Alguna vez viste a un psicópata enamorarse? Es un montón de idealismo, embriaguez de emoción, y ellos viendo lo que quieren ver. Estudié la forma en la que ella observaba, y hablaba, y reía cuando sabía que él estaba mirando. Era más que un flechazo, pero era menos que amor —una obsesión. Me sentí culpable, Fig me dijo lo afortunada que era. Podía ver la sinceridad en sus ojos cuando lo dijo, como que en realidad necesitaba llegar a mí con la noticia. Me preocupaba tener algo que ella no tuviera —amor… un cónyuge atento. No le dije incontables veces que George era… No lo sé… ¿desprendido? No quería restregar mi buena fortuna en su cara. Ni siquiera tocaría a Darius cuando estaba cerca y viéndonos como un halcón. Mi propio esposo. No quería lastimarla —verter sal en la herida. Las personas no podían controlar de quién se enamoraban. Algo como, sabía qué estabas pensando y no te culpo por ello. ¿Se lo dije a George? No, no lo conocía lo suficientemente bien. Nunca vino incluso cuando se lo pedí, y no tenía idea de cuál sería su reacción a algo como esto. Fig difícilmente habló sobre él, y si lo traías a colación rápidamente cambiaba el tema. Algunas veces tenía el presentimiento de que intentaba mantener las cosas separadas. Y de todos modos, esto era entre Darius y yo. Si, estaba siendo la esposa con la imaginación hiperactiva. Me reí fuerte de mí misma. Ojos. No podrías aprender la verdadera historia de alguien de sus ojos. ¿Podrías…?


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Mensaje por Maga Mar 15 Ago - 14:29

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Me sentí mal sobre mi reacción en el parque. Darius fue diferente con ella. Cuando ella se acercaba, se iba de la habitación. En términos de su relación, ignoró mi consejo y cortó de tajo las cosas con ella. Inmediatamente me preguntó un día sí hizo algo para ofenderlo. —No —le dije—. Está bajo un montón de estrés. Está tan acostumbrado a aligerar a la gente que no sabe cómo aligerarse a sí mismo. No quería que se sintiera sola. Deseaba que hubiera sido más estratégico sobre todas las cosas. En verdad, Fig necesitaba aprender a confiar en su propia gente. No en la mía. Era jueves en la mañana cuando Fig me invitó a tomar té. ¡Té! Como un apropiado británico. Mercy comenzó un programa de medio día en una pequeña escuela privada en Queen Anne y yo estaba terminando mi edición de mi nueva novela. Nunca estuve en su casa y tenía curiosidad. Me puse mi cárdigan favorito, un tejido de lana gris que me llegaba hasta las rodillas y salí por la puerta trasera. Estuve agradecida por la distracción. Sentía como si estuviera sentada esperado que llegara una llamada sobre mi papá. Quién se había estado deteriorando rápidamente durante las últimas semanas. Había estado repitiéndome sus palabras, una y otra vez, esperando ganar algo de consuelo de ellas. Todos los hombres mueren. La muerte era una parte de la vida, algo que todos enfrentaban. El cerrojo de la puerta que llevaba del jardín de Fig hacia el mío se oxidó mucho. Le di un buen empujón antes de que se abriera. La puerta trasera de Fig era de cristal, y por un segundo antes que me viera, la vi inclinarse contra el mostrador, sus brazos cursados y sus grandes ojos inmóviles mientras observaban fijamente hacia el suelo. Tuve el breve pensamiento que realmente no era humana, sino que era un tipo de alienígena posando como un humano M 174 y luego se reía de mí. Darius me estaba llegando con toda su propaganda antiFig. Fue Darius quien mencionó que cada vez que se encontraba a mí alrededor, me estudiaba con ojos muy abiertos y poco naturales que no parpadeaban. No lo noté hasta que lo señaló, ahora me hacía sentir temerosa, como si estuviera descargando información en su cerebro. Era malvado que habláramos de ella tras su espalda, nos burláramos. Me agradaba, pero Darius hacia observaciones bastante divertidas y verdaderas. Probamente no sabía que estaba siendo extraña, pero tal vez sí lo hacía. Nunca podías saberlo, tratándose de ella. —Hola, hola —dijo ella, abriendo la puerta. —Llegando por el patio como una acosadora. —Me reí, porque… bueno… Su cocina estaba caliente. Me estaba quitando mi suéter antes que siquiera cerrara la puerta detrás de mí, deslizándolo por encima de la parte trasera de la silla. Había dos juegos de cosas de desayuno en el lavadero, tazas y platos y cubiertos de plata. —¿George? —pregunté. —Vegas. Trabajo de nuevo. —Sus palabras fueron cortantes. Decidí dejarlo estar. Me gustaba escuchar a las personas hablar de cosas que amaba. George era el punto más doloroso para ella. Como que simplemente fingía que su marido no existía. Darius también llegó a pensar eso. Cada vez que lo traía al tema, me daban esta mirada en blanco como si no supieran de lo que estaba hablando. Pobre George, realmente parecía ser una persona muy agradable. Estaba a punto de preguntar sobre los sitios en línea en los que estaba trabajando para algunos de mis amigos cuando me congelé. Sólo fue una décima de segundo, pero Fig era perceptiva. Fig podía oler cambio en el viendo como un maldito zorro. Sus ojos se agrandaron y jugueteó con la jarra de leche que estaba sosteniendo. —¿Qué tipo de té tendremos? —pregunté animadamente, girándome para mirarla. Sus afilados y pequeños hombros se tensaron mientras sus ojos se movieron por mi rostro. Lo dejé pasar. Sonreía y elogié su mesa de la cocina, que afortunadamente estaba en el lado opuesto de la habitación, lejos de… Mi bote a rayas y mi libro de cocina Thug Life, y los tres pequeños tarros de flores con una sola margarita rosa en cada uno. ¿Una coincidencia? ¡Ja! Mi corazón palpitaba, pero asentí mientras Fig se ofrecía a darme un recorrido. El viaje fue algo como esto: 175 Mi cursi Aguja Espacial en su sala de estar. Mi silla con estampado de vaca en su vestíbulo. Mi cráneo de piedra con flores sobre su librero. Mi cesta de alambre con mantas saliendo de ella. Mi fular color crema echado por encima de una silla. Mi lámpara. Mi cama. El arte en mi sala de estar sobre su pared. Cuando nuestro recorrido llegó a su baño de invitados estuve a punto de vomitar. Darius tuvo razón sobre la pintura. La pared de su baño se encontraba pintada en un verde azulado metálico, el mismo color que la fotografía falsa de Instagram que publiqué en mi muro. ¿Podía ser una coincidencia? Bueno, ¿cuántas veces podía atribuirlo a la coincidencia hasta que fuera una? No fue hasta que llegué al baño principal, habiendo atravesado su dormitorio para llegar a él, que llegó el golpe final. Primero, vi la cortina de su regadera, una réplica exacta de la mía. La había hecho a la medida y personalizada y, hasta donde sabía, no había otra igual. La exhalación de la ballena flotando por encima de la superficie del agua, apunto de tragarse un barco, sólo fue suavizada por la colonia de Darius en el mostrador de su baño. Eso se robó mi respiración. Vio mis ojos, vio mi pálido rostro y juré que podía sentir sus pensamientos en ese momento, girando fuera de control. Esperé una mentira, una cobertura, algo, pero Fig, en cambio, eligió permanecer en silencio, llevándome fuera del dormitorio, a través del pasillo y de vuelta hacia la cocina donde la tetera estaba hirviendo. Me quedé merodeando en la isla, sin saber qué hacer. ¿Debería fingir enfermedad? ¿Permanecer e intentar fingir que todo era normal? ¿Pedirle explicaciones aquí y ahora? Estaba tan confundida. Estaba ocupada en el lado opuesto de la cocina, su cabeza inclinada sobre las bolsas de té y las tazas. Escuché el repicar de la porcelana durante un momento antes que hablara. —Fig —dije—. ¿Qué está haciendo la colonia de Darius en tu baño? Ella se quedó inmóvil, su mano flotando por encima de la tetera, cuando se dio la vuelta, había una sonrisa fijada en su rostro. —¿La colonia de Darius? —Sí, la botella de 212 que vi ahí arriba. Se volvió de nuevo hacia hacer su té. —Oh, le pertenece a George. La encontré debajo del lavabo. Estábamos en Nordstrom un tiempo atrás y alguien regalaba muestras. La amó, la compró 176 de inmediato. No sabía que Darius también la utilizaba. —Se volvió de nuevo hacia hacer su té mientras ponderaba sus palabras. Sabía con certeza que en Nordstrom no se vendía esa colonia. De hecho, la ordenaba para Darius de un sitio en línea que la enviaba desde Europa. Estaba mintiendo. ¿Por qué? Escalofríos recorrieron mi columna. ¿Era la colonia de Darius? Oh, Dios. Tomé el té con manos temblorosas. Había sido quien la compró para él años atrás. Definitivamente no era algo convencional y era difícil de encontrar. —¿Estás bien? —preguntó Fig, inclinado su cabeza hacia el costado—. Tiempos como yo después de la quimioterapia. —Se rio. ¡Una distracción! Bien. —Sí, estoy preocupado por mi papá. ¿Has tenido una cita con el doctor últimamente? ¿Qué dicen? Hizo lo que hacía cada vez que alguien traía a la conversación su cáncer, no hacía contacto visual. Se quedaba mirado fijamente hacia el suelo y trataba con mucho esfuerzo de no contestar tu pregunta. —Tú sabes… lo mismo… lo mismo… —Bueno, ¿los resultados de tu examen salieron limpios? ¿Encontraron algo sobre lo que deberían estar preocupados? —Siempre hay algo, dijo. Pero estoy bien. Trato con ello. Mayormente no estoy bien, solamente intentando sobrevivir. Pienso mucho sobre la muerte… —Su voz se desvaneció mientras miraba fijamente hacia su té. Si no estuviera acostumbrada a esto habría caído con ellos. Era una brillante táctica de diversión y la utilizaba en casi cada situación. Te distraías tanto sobre ella, que te olvidabas por completo que tu pregunta no había sido respondida. —¿Son benignos los tumores? —Intenté de nuevo, algo más directo. —Tengo más exámenes el mes próximo. —¿Para descubrir si los tumores son benignos? —Ella se encogió. Miré mi reloj—. Tengo que irme —dije—. Gracias por el té.


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Mensaje por Atómic_Mellark Miér 16 Ago - 19:10

A estas alturas de la lectura nos en quien esta mas loco Fig, el enfermo ese o la escritora que se pasa de buena onda
No tenía señal y sigo igual espero no me salgo un . El numero vez del comentario


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Mensaje por jesikap Miér 16 Ago - 20:03

Esta historia está cada vez mejor.... Fig esta imparable, Dairus está igual de loquito que Fig. Jolenen ya está comenzando a darce cuenta de todo...
Ya quiero saber cómo termina todo


"No vivas la vida escondiéndote detrás de tu pasado, vive para el ahora, cuando encuentres a alguien con quien quieras pasar el resto de tú vida, no la dejes ir, ya sea si ese para siempre resulta ser un día o un año o cien años. No dejes que el miedo de perderlos te contenga de amarlos"

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Mensaje por Dai Miér 16 Ago - 23:18

43
Jugador

Me encontré con Darius en Target en su pausa para el almuerzo en una tarde lluviosa de lunes a viernes. Estábamos eligiendo un triciclo para Mercy para Navidad. Era una cosa emocionante de padres, y estábamos maravillados de cómo nuestro pequeño bebé de repente necesitaba ruedas. Podía verlo mientras corría hacia la entrada de la tienda, después de haber olvidado mi impermeable en casa. El cuello del abrigo estaba alrededor de su cuello, mientras permanecía de pie con las manos en los bolsillos estudiando el estacionamiento. Mi corazón se sintió tan feliz en ese momento, tan enamorado. Habíamos resistido muchas tormentas, luchado duro por estar juntos. Nuestro amor se sentía lleno de peso y dignidad. Una vez dentro, caminamos hacia arriba y abajo por los pasillos recogiendo cosas que no necesitábamos y poniéndolas en el carro. Nuestro estado de ánimo era ligero y divertido. Fue una buena tarde. Ya estábamos en la caja registradora para pagar cuando nos dimos cuenta que habíamos olvidado el triciclo.
—Esto es tu culpa —bromeé.
—Sí, así es. Vi los cojines y todo lo demás se fue por la ventana. —Hizo manos de jazz, y me reí.
Estábamos terminando en la caja registradora, agarrando nuestras bolsas y tratando de meterlas todas en el carro. Darius estaba sacando su tarjeta de crédito cuando oí su voz detrás de mí, estridente... emocional.
—¿Vas a fingir que no me has visto?
Me volví para ver a Fig en su propio carro, ya cargado con bolsas. Pensé que estaba bromeando, pero no había ninguna sonrisa en su rostro. No llevaba maquillaje y su cabello era viscoso como si no se lo hubiera lavado en días.
—Te veo ahora —dije, sonriendo—. Hola.
Sus ojos se centraron en Darius. Lo miré por encima del hombro, mi taza de papel de Starbucks apretada en mi mano. ¿La había visto y no la había saludado?
—Me viste —dijo—. Y fingiste no hacerlo.
Ahora ella me estaba mirando.
—No te vi. Lo siento. —Me di la vuelta hacia Darius—. ¿La viste?
Estaba poniendo las bolsas en nuestro carro, sin levantar la vista.
—¿Darius...?
Negó.
Cuando me di la vuelta Fig se había ido, un espacio vacío delante de mí. Miré hacia la puerta justo a tiempo para verla desaparecer.
—¿Qué demonios? —dije.
—Está loca. —Él frunció el ceño.
Troté después de él mientras empujaba el carrito de la tienda.
—¿La viste?
—No —dijo, con firmeza—. Absolutamente no.
—¿Por qué iba a hacer eso? ¿Han peleado?
—No —dijo, de nuevo.
—¡Darius! ¡Para!
Estábamos en el medio de la calle, pero se detuvo.
—¿Qué demonios pasó allí?
—Mira, no puedo explicar las acciones de una mujer loca. Vas a tener que preguntarle. Ella es una bomba de relojería, eso es todo lo que sé.
—Sí —le dije—. Supongo que sí...
Seguí dándole vueltas en mi mente. Las palabras, la pequeña historia que recogí de ella, las opiniones de otras personas. Era mucho que considerar. Al principio me pareció ver agonía en sus ojos. Ella amaba a Plath, dijo que se podía relacionar con ella. ¿Quién se relacionaba con Plath, excepto los maníaco-depresivos? ¿Los suicidas? No había verdadera agonía, me di cuenta. Todo era auto-infligido. El sufrimiento la hacía sentirse importante. Todas las heridas estaban ensayadas con cuidado, como su personalidad. Ella daba flores de plástico. Tan reales y brillantes en color que casi te creías la mentira. Sin embargo, se llevaba cosas pequeñas, hurtos tan pequeños que casi no los notabas: una causa, una lista de reproducción, algo que le diera algo para vincularse contigo.
No es que no viera los patrones. Todo el mundo pensaba que no los veía. Pero, lo hice y quería ver. Eso es lo que hacen los escritores —los buenos de todos modos— observaban y aprendían el paso en falso de la naturaleza humana. Las delicadas maneras en que las personas se deshacían, los diminutos pequeños desgastes en el tapiz. Fig actuaba delicada. Sus dolores de cabeza, por ejemplo, siempre le daban cuando Darius estaba cerca. Podríamos haber estado riendo y siguiendo diez minutos antes, y el momento en que Darius entraba por la puerta frontal su cara se volvía amarga… dolorida, como si la hubieran apuñalado en la sien con un cuchillo de mantequilla. Darius no se daba cuenta, pero se lo decía después.
—¿En serio? —decía—. ¿Por qué crees que hace eso?
—Tú eres el psiquiatra.
Se acarició la cara y luego dijo:
—Es lo suyo. Ella juega a ser vulnerable para captar la atención.
—Funciona.
—Hay que tener cuidado con lo que le dices —dijo Darius con el ceño fruncido—. Ella…
—¿Ella qué? —espeté y casi de inmediato me arrepentí. Él estaba tratando de ayudar. Siempre era dura con él. Él también era un psiquiatra. Si pensaba que Fig estaba llevando todo demasiado lejos, entonces probablemente lo hacía. Pensé en todas las cosas que le había dicho sobre Ryan y me estremecí. ¿Me estaba empujando hacía Ryan porque quería a Darius? Había visto la forma en que lo miraba, la forma en que trataba de crear una brecha entre nosotros cuando estábamos todos juntos.
A veces nos gustaba jugar a juegos de mesa, e incluso con su chico ahí, Fig de alguna manera terminaba en un equipo con Darius, los dos atrincherados en el otro lado de la mesa juntos, planeando su estrategia. Pensé que era lindo en un primer momento. Ellos compartían humor y citas de películas, y sarcasmo. Era casi un alivio al principio no tener que fingir esas cosas con Darius, dar vueltas en mi cerebro para buscar una cita de película que coincidiese con su cita de película. Las bromas eran fáciles para ellos. Si quería sentir una conexión con Darius tenía que ir a su nivel. Él no tenía ni idea de cómo llegar al mío.
Ella era bastante buena creando equipos emocionales y luego reuniendo a sus jugadores en mi contra. Una verdadera y buena jugadora. Hasta ahora me había molestado mayormente a mí, pero al ver su comportamiento en una nueva luz, a la luz de Darius, me hizo sentir mal del estómago. Una vez habíamos ido a comer con Amanda y con Hollis y había sido el blanco de sus chistes, incluso había hecho que Darius se riera, hasta que Amanda me había mirado desde el otro lado de la mesa y había cambiado el tema. Después de cenar, ella me cogió del brazo y susurró: “¿Qué demonios?”, en mi oído.
Más tarde en casa, pensé de nuevo en el primer día que conocimos a Fig. El día en que ella había hablado con Mercy en el jardín, una persona completamente diferente, con sobrepeso —con lacio cabello rubio— ansiosa, tan ansiosa en todo lo que hacía. La había invitado a mi casa por algo que había visto en sus ojos.
Tan pronto como Darius se desmayó en el sofá, como habitualmente, llamé a Amanda.
—Jo, te dije desde el principio que algo pasaba con ella. Ella está extrañamente obsesionada contigo. Incluso Darius lo piensa.
—Sí —le dije, débilmente—. Sólo pensé que necesitaba una amiga, ya sabes... —Me oí poner excusas por ella y arrugué la nariz.
—Ella no es una amiga —dijo Amanda con voz apagada.
—¿Qué quieres decir? ¿Sabes algo? Tienes que decírmelo.
La oí suspirar en el teléfono.
—Mira, no quería involucrarme. Sé que te gustan tus proyectos. Pero, mientras estabas en Francia con Darius, vino aquí.
—Sí... —dije. Vagamente recordaba haber visto fotos de ellas frente al agua cerca de la casa de Amanda. Fig se veía borracha; Amanda le estaba siguiendo la corriente.
—Habló sobre ti. Como, por horas. Pregúntale a Hollis si no me crees. No dejaba de decir que tú y Darius no pegaban. Estaba borracha, así que le daré eso. Pero, después comenzó a hablar sobre una cuchara que había encontrado en el muelle. Algo sobre Darius y una historia que él le contó. Ella piensa que la cuchara es una señal de qué… no lo sé. Esto es una locura.
Me serví una copa de vino, justo hasta arriba de la copa. Estaba tan llena que tuve que agacharme y tomar un poco de la parte superior para que no se derramase cuando lo agarrara.
—¿Qué simboliza la cuchara? —pregunté.
—¿Que todo va a estar bien? Le dice su camino. Quién sabe, esa perra está totalmente loca.
Suspiré en el teléfono. Amanda era mi amiga más sensata. Darius era mi marido. Si ambos estaban decían que Fig era una loca total, probablemente tenían razón. ¿Verdad?
Me bebí el resto de mi vino. Tan elegante.
—Jolene —dijo Amanda—. Prométeme algo.
—¿Qué?
—No vuelvas a dejar a Mercy con ella, ¿está bien?
Me dio escalofríos. No dejaba a Mercy con nadie excepto mi madre, pero Fig había estado pidiendo, rogando. Ella era implacable sobre cuidar a mi hija.
—Está bien —dije, débilmente—. Sin embargo, no sabemos nada a ciencia cierta, ¿verdad?
—Jo, nos mostró un video. De ti y de Darius peleando. Los grabó.
—¿Qué demonios? —Respiré en el teléfono. Me pasé una mano por la cara, de repente me sentía muy cansada. Tendría que despertar a Darius para esto. Tenía que saberlo—. Tengo que decírselo a Darius —dije—. Esto se está poniendo raro. Te llamaré mañana, ¿está bien?
Colgamos, y entré en la sala de estar, donde Darius todavía estaba dormido en el sofá.
—Darius —dije. Se movió, abriendo los ojos y sonriéndome—. Tenemos que hablar. Se trata de Fig.


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Mensaje por Dai Miér 16 Ago - 23:21

44
Serpientes

No podía soportar estar en la casa. Era sofocante. Apagué la calefacción, abrí la ventana. Darius mantenía las cosas demasiado calientes. El frío aire en mi piel ayudó un poco, pero luego estaba ansiosa de nuevo, moviéndome, pasándome de habitación a habitación, masticando mis uñas y esperando que algo sucediera. ¿Pero qué? ¿Estaba incómoda por una vecina que había tomado las cosas un poco demasiado lejos? Eso sonaba tonto incluso para una escritora. Quizás solo necesitaba un escenario fresco, un cambio de paso. Darius sugirió que intentara escribir en una cafetería, así que el jueves deslicé mi MacBook a mi bolso y manejé los siete kilómetros al café Venetian. El tráfico para llegar allí era terrible, pero me gustaban los pisos brillantes y el serio dueño que te castigaba por usar la terminología de Starbucks en su tienda.
Solía escribir allí cuando Darius recién abrió su práctica para poder estar cerca de él. Él caminaba hasta allí en su descanso y compartíamos una fritura de manzana antes de que se fuera con sus pacientes de la tarde. Eso fue cuando la relación era joven, antes de que pudiera encontrar algo más cerca, pero había escrito una novela entera en Venetian y esperaba encontrar mi suerte de nuevo. Me estacioné cerca de la entrada y caminé dentro, anticipando el pálido brillo y la fría atmósfera que siempre me había ayudado a escribir. En su lugar, caminé directo hacia Fig, que estaba cargando su café de la mesa del mostrador. Ella se veía momentáneamente sorprendida de verme también, luego limpió su rostro de emociones y me saludó con su usual:
—Hola allí.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.
Ella señaló hacia la mesa donde estaba instalada su laptop.
—Trabajando. Ellos tienen las mejores frituras de manzana aquí.
—¿Ah sí? —dije, lamiendo mis labios—. Tendré que probar una.
—¿Has hablado con Darius? —preguntó. ¿Había incertidumbre en su rostro, o me estaba imaginando cosas?
—Bueno, sí. Hablo con él todo el tiempo, es mi esposo.
—Él recién estuvo aquí —dijo, rápidamente—. Tomó su café para llevar. —Se quitó un mechón de cabello de su frente, y fue allí cuando noté su brazalete cuando atrapó la luz. Era uno de esos brazaletes que todos estaban usando, pero fue el dije que atrapó mi vista, una pequeña serpiente plateada, enroscada como si estuviera lista para atacar.
A Fig no le gustaban las serpientes. La escuché decirlo cinco, seis, siete veces. ¿Por qué? Porque Darius y yo habíamos estado hablando de su ex prometida quien estaba mortalmente temerosos de esas criaturas. Fig había dicho: no la culpo, nunca me han gustado tampoco.
Sus palabras revotaron en mi cabeza mientras miraba el pequeño dije moverse en su muñeca. Pero, Darius amaba las serpientes. Él las amaba tanto que había libros de serpientes alrededor de la casa. Él me pidió una serpiente de mascota para Mercy hace unos meses, una serpiente de coral de maíz, dijo, sacándome fotografías para que las viera. Tenía un tatuaje de serpiente, un recuerdo de los días de Harry Potter cuando aclamaba la casa Slytherin; era lo que había atraído a Darius a mí en esos años atrás en el colegio. Éramos personas de serpientes, y Fig no lo era. ¿Así que, por qué ella estaba usando una serpiente? Mi primer pensamiento fue: porque ella es una. O quizás, ella estaba enamorada de una.
Froté los escalofríos de mis brazos y miré por la ventana al edificio de oficina de Darius. Quizás lo teníamos todo mal y su obsesión no era conmigo después de todo. Ella obviamente sabía que él trabajaba cerca, ¿vino hasta allí por él?
—Creo que voy a correr con él primero —dije, deslizando mi bolso por mi hombro.
—Él tiene pacientes hasta las cinco —dijo—. No podrá verte.
Presioné.
—No sabía que eras su secretaria ahora —dije.
Su comportamiento cambió en un instante. Ella alejó la mirada, comenzó a tropezar con sus palabras.
—Oh… él solo me dijo lo ocupado que iba a estar hoy. Solo estaba diciendo. Estoy segura que él va a cancelar todas sus citas por ti. Que llegas corriendo… —Ella intentó reírse, pero escuché la posesividad. Salí sin decirle nada más, cruzando el estacionamiento hacia la oficina de Darius.
Darius estaba de pie en el escritorio de la recepcionista cuando entré por las puertas, sosteniendo una taza de café de papel. Él se veía sorprendido cuando me vio, pero luego su rostro se ajustó a una sonrisa. La sala de espera estaba vacía, así que caminé hasta él y le di un beso. Él lo tomó con duda, su sonrisa momentáneamente cayéndose.
—¿Escribiendo al lado?
—Sí. ¿Acabo de ver a Fig? ¿Le dijiste sobre el Venetian? —¿Qué fue eso que cruzó por su rostro?
—Sí, pude habérselo mencionado. —Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta de su oficina, su recepcionista mirándonos con mediano interés.
—¿Así que, dices que no te gusta, me dices que ella es una loca acosadora, y tomas café con ella todos los días? —Él cerró la puerta de su oficina detrás de nosotros, y arrojé mi bolso a la única silla en la habitación además de la que él se sentaba.
—Nunca dije que no me gustaba —dijo él.
—No lo hiciste, ¿verdad? ¿Así que, no quieres que a mí me guste? ¿Hay una razón para eso?
—¿Viniste aquí para conseguir una pelea? ¿Eso te ayuda a escribir?
¿Lo había hecho, no es cierto? Corrí la uña de mi pulgar sobre mi labio mientras lo miraba. De un lado a otro, de un lado a otro.
—No, me ayuda a reunir la verdad, la cual no me has estado dando últimamente, ¿no es cierto?
Darius miró su reloj. Él no me iba a despachar. No se lo permitiría. Caminé hacia el escritorio, y él me siguió.
—Pensé que tenías pacientes hasta las cinco —dije—. Fig me lo dijo.
—Tuve una cancelación —dijo él.
Su teléfono estaba sobre su escritorio. Miré hacia él y puse un dedo en la pantalla, haciendo que la pantalla se iluminara. Había una línea de mensajes. Él estaba ocupado. Todas mujeres. Vi el nombre de Fig entre ellas.
—¿A quién le envías mensajes? —pregunté—. Pensé que no estabas tomando los mensajes de Fig.
Él no me miraba.
—¿Por cuánto tiempo ella ha estado viniendo aquí a… trabajar?
—No voy a hablar contigo cuando estás así.
—¿Así? —Me reí—. ¿Te refieres cuando no estoy sobre ti?
Quizás estaba sobreactuando; quizás estaba empujando por algo. No estar lo suficiente como padre. Él lo estaba intentando a su forma, asegurándose de que Mercy tuviera su baño en las noches, llevándome una copa de vino, solo que no era bueno para mí. Era egoísta de esa forma, queriendo que las personas se doblaran y me dieran el amor que necesitaba, no necesariamente el amor que ellos sabían dar.
—Está bien —dije. Me dirigí a la puerta. Pero, tenía que presionar una vez más. Era la forma como era. Aprendí que la primera reacción me decía la verdad más profunda—. ¿Cuál es tu contraseña de correo? —Él solo me miró.
—Sabes mi contraseña de correo…
Su rostro estaba impasible, una máscara de piedra. Quería arrojarle algo a su rostro para ver si podía moverse. Era loco. Me giré antes de que él pudiera ver mi rostro. Si él no me la daba, la averiguaría yo misma.


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Mensaje por wordsofthisgirl Jue 17 Ago - 0:21

Sera que se destapa la olla?

fig cada día esta mas loca.


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Mensaje por Atómic_Mellark Jue 17 Ago - 1:45

Sospecho que esto ya es un ataque de locura

Está mujer necesita ayuda pero ya !
Ya, es ya!!


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