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Mensaje por micafp_2530 Jue 17 Ago - 14:43

Esto se va a descontrolar !!
Se puso toda loca :O
Haber que nos espera...


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'Sra. Maddox!
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Mensaje por Atómic_Mellark Jue 17 Ago - 15:23

Estos capítulos cuando los leí ufff me dejaban con la con la boca abierta

Locura por todos lados


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Mensaje por jesikap Jue 17 Ago - 18:18

Cada capítulo transpira locura.... Me encanta 
Jolenen ya abrió los ojos y esta sospechando de Fig y Dairus


"No vivas la vida escondiéndote detrás de tu pasado, vive para el ahora, cuando encuentres a alguien con quien quieras pasar el resto de tú vida, no la dejes ir, ya sea si ese para siempre resulta ser un día o un año o cien años. No dejes que el miedo de perderlos te contenga de amarlos"

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Mensaje por Dai Jue 17 Ago - 23:24

45
Dentista


Cosas que piensas cuando estás en el dentista:
Él definitivamente sabe que no he usado el hilo dental desde mi última visita.
Mierda. Me va a hacer sentir culpable.
¿Por qué me está hablando cuando tengo la boca abierta?
¿Qué es la cosa puntiaguda?
Prometo usar el hilo dental cada día.
Jodidamente odio este lugar.
¡Tengo hilo dental gratis!
Que nunca voy a usar.
Que se joda el dentista. En serio. ¿Hay personas que realmente disfrutan tener a alguien con los dedos cubiertos de látex tocando alrededor de tu boca? Probablemente, todo es una cosa en estos días. Mi regla era que, si metes cualquier parte de tu cuerpo en tu boca, debe de haber un orgasmo para mí. ¿Cuándo fue la última vez que tuve un orgasmo de cualquier manera? Darius y yo no nos habíamos hablado desde nuestra confrontación en su oficina. Ya estaba en la cama más tarde esa noche cuando escuché la llave en la cerradura. Me acurruqué más cerca de Mercy, a quien dejé que durmiera en la cama conmigo para que él no pudiera. Cuando él llegó a la habitación despacio unos minutos más tarde, la había visto acostada a mi lado y se había ido. Que librada, pensé. Necesitaba más tiempo. No iba a dejar que él librara su camino fuera de esta. Necesitaba pensar.
Había estado pensando por días. También intenté adivinar la contraseña para su correo electrónico. Nada. Darius estaba en un encierro. ¿Y por qué? Porque algo sucedía, por eso.
La oficina del dentista estaba a un viaje de veinte minutos de donde vivía. Coloqué mi auto en el espacio de estacionamiento cinco maldiciendo a Ryan entre dientes. Era un nuevo dentista. Ryan, de todas las personas, hizo la cita para mí cuando le confesé que no había ido en dos años. Darius hubiera movido su mierda si lo supiera. En todos los años en los que lo conocía, el tipo nunca había hecho ni un solo avance sexual conmigo, pero Darius resentía su presencia en mi vida. De hecho, Darius resentía cualquier presencia masculina en mi vida. Él nunca me hizo una cita con el dentista, aunque sospecho que había veces que él quería que viera a un psiquiatra.
¿Por qué allí? Le envié un texto cuando vi la dirección. Los dentistas están en cualquier esquina y me haces conducir allí. Estaba agitada. Él sabía que odiaba manejar.
Él es un amigo mío. Solo ve, él te va a cuidar bien. Vas al dentista como dos veces al año. Deja de quejarte. Así que, dejé de quejarme. Si Darius me hubiera dicho que dejara de quejarme le hubiera dado algo de lo que quejarse. Para Ryan, dejé de quejarme. Maldita sea con mi vida. ¿Qué estaba siquiera sucediendo?
Henry Wu era un joven asiático, recién salido de la escuela de los dientes, o donde sea que ellos fueron. Él llegó a recolectarme en el área de recepción y me guío a una habitación silbando el tema de Dexter. Un tipo muy reconfortante. Después de que me sentó, me dijo que esta era su primera práctica, y que su tío le prestó dinero para empezar. Me sentí mejor después del viaje de veinte minutos de toda su interpretación, e hice una nota mental para agradecerle a Ryan.
—¿Cómo conoces a Ryan? —preguntó él. Sus ojos brevemente se posaron sobre mi anillo de bodas.
—De la universidad, pero no nos conocimos bien allí. De alguna forma nos hicimos amigos después de que nos graduamos. ¿Y tú?
—Trabajamos en Logan’s Roadhouse juntos. Cerveza, maní, propinas de dos dólares cada noche. —Intenté imaginar a Ryan como camarero. No podía.
—Nunca corría su propia comida, todos lo odiábamos —dijo Henry, y ambos nos reímos. Eso lo podía imaginar.
Una hora y sin cavidades después, él me sentó en la silla y me preguntó qué hacía para vivir.
Dudé.
—Soy una autora. —Aún me sentía terriblemente incómoda al admitirlo. Odiaba hablar de mí misma. Había cierto sentimiento de trasero descubierto cuando le decías a alguien que eras un artista. Era como decirle que habías estado en prisión. Primero te veían raro, luego querían saber qué habías hecho. Después de eso comenzaban a actuar raro, no estaba segura si ellos te tenían miedo, o estaban impresionados. El Dr. Wu bajó su máscara y elevó sus cejas. Ya no podía levantar tanto mis cejas, demasiado Botox.
Pensé que él iba a tener una reacción normal, quizás escribir las preguntas que seguían sobre acerca de lo que escribía. Pero, en su lugar él dijo:
—¡Eres mi segunda autora! ¿Cómo es eso?
—¿En esta área? —pregunté, sentándome derecha. Podía contar el número de autores publicados que vivían en Seattle con una mano.
—Ella también está en Seattle —dijo—. No estoy seguro cómo es que me encontró, no pregunté.
—¿Cuál es su nombre? —pregunté inmediatamente intrigada. Quizás alguien que conocía, o por lo menos mi seudónima. Pocos autores sabían mi nombre real, y prefería mantenerlo en secreto por cuestiones de privacidad.
Sacudió su cabeza.
—No puedo decirte, leyes HIPAA.
Estaba decepcionada.
—¿Es conocida? —probé.
—No lo sé —dijo—. Pero, mencionó ir de gira de libros, así que asumo que sí. Escribe bajo un seudónimo.
—Estás bromeando —dije, incrédula. Hice una lista de autores de Seattle en mi cabeza: Sarah Jio, Isaac Marion e incluso algunos basados a las afueras de Washington como S.C Stephens, y S.L. Jennings.
¿Cómo es que un autor de Seattle había pasado mi radar?
—Es mayor entonces —dije. Una mujer mayo escritora sin una presencia social mediática. Tenía sentido. Aquellos de nosotros que estábamos en los medios sociales tendíamos a encontrarnos, con seudónimo y todo.
—No, no, es de tu edad. También se ve como tú. —Se quitó los guantes y presionó un pedal de metal con su pie en el basurero.
—¿Cómo es que se ve como yo? —pregunté. ¿Estaba haciendo frío aquí o me estaban dando escalofríos?
—Cabello oscuro, mismo estilo de ropa. —Miró a mis botas—. Estaba usando Dr. Martens cuando entró. Debe de ser una cosa de escritoras, esas cosas están extintas.
—Oye, están de regreso. —Sonreí. Intenté una última cosa—. ¿Es nativa de Washington?
Sacudió su cabeza.
—No. Dice que se mudó aquí del medio este.
Me enfríe. Desde la punta de mis pies y todo el camino a mi corazón, que de repente latía al galope. Me moví por el resto de la visita tan rápido como pude, firmando, sonriendo y haciendo una visita de seguimiento. El minuto en el que entré en mi auto arrojé mi cartera al asiento del pasajero y le marqué a Amanda.
—Fig —dijo después de que terminé mi historia.
Respiré un suspiro de alivio. Eso era exactamente lo que había estado pensando, pero me sentía loca incluso diciéndolo.
—Esto es de locos —dijo—. Voy a llamar y a pretender que soy ella para ver si va allí. —Colgó antes de que pudiera protestar. Me senté en mi auto, sintiéndome enferma del estómago. ¿Por qué? ¿Ella quería tanto mi vida que incluso estaba pretendiendo tenerla con el dentista? Para el momento en el que el número de Amanda apareció en mi teléfono, estaba hecha un lío.
—¿Hola?
—Es una paciente allí. Le agendé una cita para su sucia boca. —Tenía que detenerme.
—¿Me estás diciendo que Fig Coxbury va a ese dentista, ese tipo Wu? —Mi dedo se apretó sin ningún uso en el aire.
—Sí.
—Está bien, está bien —dije, estacionando mi auto. Incliné mi frente en el volante—. ¿Puede que todo sea una coincidencia, cierto? Me refiero a que puede que también haya una autora que vaya allí, Seattle es una ciudad grande.
—No, no es en verdad una ciudad grande. No. Tienes que dejar de ser tan jodidamente estúpida, ¿me escuchas? quiere tu vida. Incluso está pretendiendo tener a tu especialista de higiene bucal loca. Despierta, Jo.
—De acuerdo —dije—. Estoy despierta. ¿Ahora qué?
—Vende tu casa. Múdate. No está bien de la cabeza.
—No puedo vender mi casa. Estaba allí primero.
—Probablemente compró la casa de al lado porque ya estaba obsesionada contigo.
Ambas nos quedamos en silencio. Era ridículo, ¿Pero no lo era todo lo que estaba sucediendo? ¿Y qué si era verdad?
—Lo haré… um… hablaré con Darius. Veré lo que él dice. —Colgué sintiéndome culpable. No tenía intenciones de hablar con Darius acerca de esto. Había muchas decisiones que tenía que hacer.


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Mensaje por Dai Jue 17 Ago - 23:30

46 
Sociópata


Algunas veces tienes este sentimiento en las entrañas que algo está mal. Se asienta en tu estómago como si fuera un saco de duras rocas. No puedes olvidar que está allí, pero de alguna forma aprendes a vivir con ello al mismo tiempo. Aún no quieres tener razón. Mejor te dices a ti mismo que estás loco, te vuelves alcohólico, lloras hasta quedarte dormido cada noche. Cualquier cosa menos enfrentar la verdad… que tienes razón. Que él en verdad te está engañando. Desde cuándo se volvió más fácil estar loca que ser engañada, ¿saben? Es solo mejor estar loco que no ser amado.
¿Sobre qué estábamos peleando cuando mi vida se derrumbó? Oh, sí, Ryan. Jodido Ryan. No le he hablado a él en semanas. Él ha visto a una rubia, poniéndole hashtag a todas sus fotos con #citadeestanoche. Un Martini estaba sentado al lado de un vaso con hielo en la barra de un bar. Eso fue lo suficiente para hacerme retroceder. Nunca le dije a alguien que no me escribiera porque estaba en una relación, pero no le enviaría mensajes a alguien que lo estaba. Me gustaban demasiado las mujeres para jugar con sus hombres. Estaba en la cocina haciendo café cuando Darius sacó una foto que Ryan había posteado en su Instagram.
—¿Posteó él esto por ti? —dijo él. Su rostro estaba empapado, verduzco, como si estuviera sudando fiebre. Él mantuvo mi teléfono sobre mi cara y lo sacudió.
—No es un globo de nieve, Darius —dije. Tomé su muñeca y miré más de cerca la fotografía. Ryan estaba sentado al lado de su sobrina, un bebé, en la grama—. Espera —dije—. ¿Estás preguntando si Ryan posteó una fotografía de él y un bebé por mí?
—No pretendas ser estúpida Jolene —dijo él. Me frustré. ¿Esto estaba realmente sucediendo?
—Creo que estoy con un estúpido —dije, girándome. Él tomó mi hombro y me giró de regreso.
—La caja blanca alrededor de la foto —dijo—. Eso es lo que haces con tus fotografías.
—Sí, yo y otros millones de usuarios de Instagram. ¿Qué mierda tiene que ver la foto de Ryan conmigo? ¿Y por qué lo estás acosando?
—Él está enamorado de ti. —Se limpió su sudorosa frente con la parte trasera de su mano. Se veía como un cabeza hueca.
—¿De nuevo, qué tiene que ver eso con su sobrina?
No me detuvo cuando me alejé. Escuché sus pisadas mientras paseaba en la cocina. De ida y vuelta, de ida y vuelta. Él estaba abriendo y cerrando gabinetes, algo que hacía cuando estaba ansioso.
Maldición.
Lo había visto así una vez antes, años atrás cuando estaba dejando a su prometida y mi mejor amiga. Él había actuado como roto, maniático. Lloraba por un minuto y estaba enojado al siguiente, y luego comenzaba a decir mierdas que prefiero no recordar. Cosas que no tenían sentido, sin lógica. Como esto, como la foto que Ryan publicó.
Unas horas más tarde estaba doblando ropa en nuestra habitación. ¿Qué hora era? ¿Medianoche? ¿La una? Estaba minimizando el ruido para minimizar mi temperamento. Era cómico.
—Lo siento —dijo, antes de que pudiera hablar—. Este tipo me vuelve loco. He visto tus mensajes. Los he estado leyendo. —Parpadeé hacia él, y él apartó la mirada.
—Vuélvete loco —dije—. ¿Has estado leyendo mis mensajes? Eso no es extraño para nada. —Metí mi ropa interior doblada en un cajón y lo golpeé para cerrarlo, moviéndome para el armario. Mantuve mi movimiento firme, calmado. Pero, mis pensamientos estaban volando como dardos, golpeando los puntos dolorosos. Él tenía todas mis contraseñas, poseía mi iPad, lo cual sabía. Nunca tomé precauciones para evitar que viera algo. ¿Estaba tan paranoico que había estado espiándome, por cuánto tiempo? Y, sin embargo, no tenía ni una sola de sus contraseñas. ¿Cómo es que eso había sucedido? ¿Era realmente tan confiable, o es que a mí no me importaba mantener un ojo en él? No es como si no supiera de lo que él era capaz.
Me siguió, y yo inmediatamente lamenté haber caminado hacia el armario. Estaba atrapada.
—¿No tienes nada que decir? Acabo de decirte que he visto todo lo que le has dicho a él.
—Me quedo con mi declaración inicial de que eso es extraño.
Su boca cayó abierta.
—¿Eso es todo?
—Sabías que le escribía. No le estaba escribiendo en secreto. Mi Dios, la mitad de las veces denegaba al hombre. ¿Qué estás diciendo exactamente?
—No deberías de estarle escribiendo, estás casada.
—No le escribo —dije—. Le respondo cuando me escribe. Y hablemos de quién te escribe, Darius. Vi un montón de nombres el otro día en tu oficina.
—Creo que eres una sociópata —dijo.
—¿Sí? Probablemente tienes razón. —Lo empujé fuera del closet y de regreso a la habitación. Desearía que se fuera. Ya no tenía nada más que decirle.
—¿Por qué cuando digo algo lo cambias? —dijo él.
No sabía cómo ocultar más mi sorpresa. Estaba perdiendo mi temperamento, y rápido.
—Dices que no debo de enviarle mensajes a hombres mientras estoy casada, sin embargo, tú le escribes a mujeres, y claramente muchas de ellas. Así que, ¿estás admitiendo ser un hipócrita o un completo sociópata?
—Voy a llamar a Ryan —dijo—. Y a decirle todas las cosas de mierda que dices de él de ser superficial.
—Ryan es una buena persona. No sé si él está enamorado de mí. No me he preocupado por preguntarle, porque estoy enamorada de ti. Así que, llámalo si jodidamente quieres, pero no seas un idiota.
El rostro de Darius se suavizó. Bajó su teléfono en la cómoda frente a mí, y él lo hizo, su pulgar rozó el botón de carga de Instagram. Solo un pequeño error, el rozar de un pulgar. Pensé que lo estaba bajando para ponerse bien conmigo, cuando de pronto, su álbum salió y lo vi todo. Tetas, tetas y más tetas. También había coños, pero más que nada tetas.
Por un congelado minuto los dos nos miramos mutuamente. Cuatro pares de ojos asombrados, dos corazones latiendo con tanta fuerza que podías oírlos en el silencio. Traición. Va algo como esto:
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Supe en ese momento que todas mis sospechas eran verdaderas y reales. Las tetas no eran mías. El coño no era mío. Él había estado externalizando. Mientras él buscaba las palabras, sus manos hacia afuera como si tratara de protegerme, lo golpeé en el rostro. Él cayó hacia atrás en sorpresa, golpeó la cómoda. Mis botellas de perfume se esparcieron, rodaron, y se destrozaron en el suelo. Podía oler las flores y musgo mientras una botella que se había roto derramaba liquido en la madera. Una foto de Mercy también se había caído, el vidrio se había quebrado. Él se sostuvo el punto de su rostro donde lo había golpeado, viéndome con algo como miedo. Fue Mercy quien me envió fuera del borde. Porque cuando jodías a tu esposa. También jodías a los niños.
—¿Quiénes son ellas? —pregunté. Y luego lo grité—: ¿Quiénes jodidamente son ellas?
—Nadie —dijo él—. ¡No son nadie!
—¿Cuántas?
—No lo sé —dijo él.
Lo ataqué, mis puños fallaban, palabras volaban.
No despiertes a Mercy, no la despiertes. Necesito hacer esto.
Y luego solo me detuve. Estaba tan cansada, no físicamente. Pude haberlo golpeado toda la noche. Estaba cansada de la vida. Esta era la clase de cosas que les pasaban a otras personas, no a mí. Mi esposo no tenía docenas de mujeres desnudas guardadas en un álbum en su teléfono, al lado de las fotos de mi hija. Mi esposo solo me quería a mí. Él me amaba lo suficiente para negar las partes fracturadas de su vida que podían destruir nuestro amor. ¿Cierto? No. El cobarde. Lo vi con disgusto.
—¿Por qué? —pregunté.
—Tú lo hiciste —dijo—. Con Ryan. Vi la foto que le enviaste el año pasado. ¡Has estado emocionalmente engañándome con él, no lo niegues!
—Oh —dije—. Me engañas por una foto que le envié a Ryan. En mi bikini. Eso tiene sentido. Me refiero, ¿por qué me hablarías acerca de lo que hice? Eso sería estúpido. ¿En su lugar comienzas a follar a otras mujeres?
Me miró, eso fue todo. Solo me miró.
—Tú y yo somos realmente buenos cuando estamos bien. Pero somos terribles de igual manera —dijo.
—¿De qué mierda estás hablando, psicópata? ¡Me engañaste!
—Dices cosas terribles acerca de mi familia. ¡Tienes tanta culpa como yo!
La taza de café estaba justo allí. Solo la lancé a su cabeza. Maldición por mi terrible puntería. Se partió en pedazos al lado de su cabeza.
—Estás loca —dijo—. Eres una sociópata.
—Por supuesto —dije—. Fuera de mi casa. Tienes diez minutos.
Caminé fuera, espalda recta, ojos corriendo, corazón doliendo.


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Mensaje por Isa Vie 18 Ago - 20:39

Al fin Jolene se dio cuenta de la sabandija que tiene por esposo, se deberia de quedar con Fig para que la engañe tambien y deje de creerse tan especial Lectura Agosto 2017 - Página 6 317078825
Gracias por los capitulos esta un poquitin atrasada study


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Mensaje por jesikap Sáb 19 Ago - 12:23

OMG Jolene ya empezó a descubrir todo...y Dairus no tiene sangre en la cara como trata de justificar todo lo que hizo....
Quiero más capítulos ya se acerca el final


"No vivas la vida escondiéndote detrás de tu pasado, vive para el ahora, cuando encuentres a alguien con quien quieras pasar el resto de tú vida, no la dejes ir, ya sea si ese para siempre resulta ser un día o un año o cien años. No dejes que el miedo de perderlos te contenga de amarlos"

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Mensaje por Dai Sáb 19 Ago - 21:37

47 
Cambio de género

Era buena para lamentarme. Algunas personas escondían su dolor, fingían estar bien. Esas personas merecían una medalla. Esa cosa de poner cara valiente. No, yo no. No tenía una cara valiente, pero por Dios, sí sabía cómo sollozar. Venía justo desde mi vientre y me sacudía hasta que no podía respirar. Lloraba en la ducha o tarde por las noches para que Mercy no pudiera escucharme. Cuando se volvía demasiado, le llamaba a mi madre para que se llevara a Mercy. Señal para la siguiente etapa: mirar fijamente las paredes. ¿Cuántos días vi fijamente la pared? ¿Dos? ¿Tres? No comía, ni bebía nada, y no me movía. Observaba los tres últimos años de mi vida, reproducirse en esa pared; los días de cortejo, los mensajes de texto que decían cosas que me gustaban: Quiero darte las cosas que nunca has tenido. Experimentar cosas que nunca has experimentado. Quiere hacerte sentir lo que tú me haces sentir.
El vacilante primer beso, y la delicada vulnerabilidad de los días después. El entusiasmo de la esperanza y el futuro. Recordaba los primeros días de pañales, y mamilas, los dos muy cansados padres primerizos divirtiéndose en medio del caos. Recuerdo la ternura, la forma en que me miraba cuando llegaba a casa de una firma de libros o un viaje, que sus ojos se iluminaban en el reclamo de equipaje, como me sostenía por largos minutos. Recuerdo sentirme segura e instalada. Maravillada por el buen hombre que había encontrado. La pared reproducía una cinta de días de Acción de Gracias, y Navidades, cumpleaños y vacaciones. Cocinar, amaba mi cocina, comer, besos borrachos en la fogata, y la manera tierna y reverente en que me hacía el amor. Uno, dos, tres años de una mentira. ¿Cómo podía ser tan estúpida? ¿Estaba tan rota que me puse viseras para preservar algo que no era real?
Eso era lo que sucedía cuando tu corazón se rompe. Recordabas las cosas buenas primero. Las cosas que extrañabas. Entonces cuando la ira se asentaba, una nueva película empezaba a reproducirse. Tus pensamientosnpasaban de una comedia romántica o un suspenso psicológico. Un cambio de género. Qué buen chiste. Metido entre todos los buenos recuerdos estaban las oscuras astillas: peleas, mensajes de texto, disonancia. Recordabas cuán solitaria te has sentido, y las oscuras astillas se vuelven más pronunciadas. Abriendo espacios entre los buenos recuerdos para poder sobresalir. Y de repente, te encontrarías pensando: Ohhh, por eso es que se alejaba. Está el día que no pudo hacerlo, el día de Acción de Gracias que estaba distraído.
Todo tenía sentido en un carrusel. Era una dura comprensión que la vida que estabas viviendo no era hermosa, sino engañosa y llena de secretos. Y la persona que más amabas estaba golpeándote con toques que ni siquiera podías sentir todavía.
Me llamó en esos días. Escribió largos mensajes de texto rogándome que lo perdonara. No entendía. ¿Por qué rogarías para estar con alguien que trataste con tal indiferencia? Entonces sus ruegos se convirtieron en algo más. No me consolaba. Trató de hacer mi pecado más ruidoso que el suyo. No diría la verdad aun cuando la sostuviera frente a él. Me enteré sobre una demanda, un cliente con quien había dormido, y eso lo enfureció. Había estado follando con esas chicas desde el momento que se mudó a mi casa, incluso desde antes que Mercy naciera. Todas sus historias lo confirmaban. Cuando me le acerqué con eso, me atacó, me dijo cosas, me dijo que era una peor persona de lo que él sería alguna vez.
—¡Estás tratando de encontrar cosas para igualar la balanza por lo que hiciste con Ryan! —gritó al teléfono.
—¿Lo que hice con Ryan, Darius? ¡Nunca toqué al hombre! ¡Tú empezaste esto mucho antes que Ryan apareciera en la escena!
—¡No tienes que tocarlo para tener un amorío con él! —dijo.
Uso a Ryan, me dijo que había hecho eso debido a mi relación con Ryan. Me envió la fotografía en biquini que le envié por mensaje a Ryan el año pasado y me recordó cuán infiel era yo. Cuando traje al tema la presentación de fotografías de coños y senos que había visto en su teléfono, dijo que no admitiría mis propios asuntos. Y luego discutimos sobre Ryan durante los siguientes quince minutos, yo defendiéndome, él acusándome. Hasta que me di cuenta que era parte de un plan. Estaba desviándose del tema y yo estaba cayendo en su juego.
Dejé de contestar sus llamadas, dejé de llamar. También dejé de comer. Cinco kilos en diez días. Vaya, dieta milagrosa. Cuando mi mamá trajo a casa a Mercy, su rostro palideció al verme.
—Sólo iré rápidamente a la tienda por algunas cosas para la cena —dijo ella. La escuché llamando a mi padrastro, diciéndole que estaría quedándose por unos días.
Mercy preguntó por él en su voz grave.
¿Dónde está papi? ¿Cuándo viene papi a casa? ¿Por qué papi no se despidió de mí? ¿Papi me ama? ¿Y qué podía decirle? ¿Cómo podría explicárselo? Sostenía su pequeño cuerpo mientras lloraba contra mí, y maldecía a su padre, maldecía a Darius, maldecía a todos los hombres que la lastimaban tan concisamente. Era un error.
Estaba tan enojada. No sólo me había hecho esta cosa horrible a mí, se la había hecho a mi hija. Fallé en protegerla. Dejé al monstruo en su casa y le di libre albedrío. ¿Por qué? ¿Por qué rompería algo tan hermoso? Lastimó a mi familia.
¿Qué sucedería cuando la ira se terminara? Esperaba la aceptación, esa sería la parte buena. La parte de superarlo y que doliera menos… todavía estoy esperando.


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Mensaje por Dai Sáb 19 Ago - 21:41

48 
Desfile

No había hablado con Fig en meses. ¿Cuántos? ¿Dos? ¿Tres? ¿Y por qué habíamos dejado de hablar? Ah, sí, porque pensé que estaba enamorada de Darius. Todo parecía tan insignificante ahora. Había sabido que sucedía algo con Darius, lo había sentido. Tan solo estaba apuntando a la persona equivocada. Y en todo caso, había necesitado dar un paso hacia atrás, incluso cuando cambié mi mente sobre Fig estando enamorada de él.
Era tan extraña como arrogante. Una vez llegó al punto de que estaba en la casa cinco días a la semana, apareciendo siempre que quería, trayéndole regalos locos a Mercy, y dándole caramelos. Las cosas se habían ido deteniendo como usualmente lo hacen cuando las personas están ocupadas. Fig había obtenido montones de trabajo de mis colegas autores, construyendo sus páginas web. Y luego hace poco comenzó a estacionar su SUV blanca en el garaje en lugar de frente a la acera como la mayoría del vecindario hacía. Hoy en día, nunca podía distinguir entre si estaba en casa o no.
Me maquillé por primera vez en un mes. La ropa me quedaba floja. Había perdido cinco kilos desde que mi matrimonio terminó. Ya ni siquiera tenía senos. Era una encantadora tarde, acogedora e iluminada. Me calcé mis botas y me dirigí a la puerta del jardín, siendo cuidadosa de no dejar que se cerrara. No sabía por qué estaba arrastrándome excepto porque no quería que ella me viera venir y pretendiera no estar en casa. Tenía la impresión de que se estaba escondiendo, y quizás sea porque era tan buena en eso. Cuando trabajabas desde casa, estacionabas en el garaje, cerrabas las cortinas, y nunca hacías contacto visual con los vecinos. Golpeé la puerta trasera, mis nudillos ardiendo por la fuerza. Me los llevé a los labios mientras esperaba. El clima era más cálido de lo que había sido el día anterior, podía ver los capullos de flor creciendo en las ramas de los árboles. Debí de haberla atrapado con la guardia baja porque un segundo después su rostro apareció en la ventana, su boca formando una visible O. Escuché el chasqueo de la puerta cuando giró el cerrojo, y después la puerta se abrió. Un olor familiar vino de adentro, era el de mi casa. Ninguna sorpresa.
—Oye —dijo—. ¿Qué hay? —Estaba en ropa de correr y su rostro lucía sudado como si acabara de estar en la caminadora. Mi Dios, estaba delgada. Más delgada que yo, más delgada de lo que un humano normal debería de ser.
—¿Tú sabías que él me engañaba? —dije bruscamente, manteniendo los ojos fijos en su rostro—. ¿Alguna vez te lo dijo?
Palideció. De repente su piel era del color de la leche, pegajosa y blanca.
—Darius… ¿qué?
Comencé a llorar. Creí haber superado las lágrimas, que tenía las cosas bajo control, y aún aquí estaba salpicando su entrada con mis lágrimas. Fig se movió rápido, haciéndose a un lado para dejarme entrar. Jaló una silla de la isla. Me senté en ella, ocultando la cara en mis manos, tratando de recomponerme.
—¿Qué diablos sucedió? —Mantuvo los ojos bien abiertos, sin creerlo.
—La conoció en una conferencia —dije—. Es una periodista.
—¿Qué? —Se le quebró la voz. Se sentó de repente en la silla junto a mí, causando que nuestras rodillas se chocaran—. ¿Quién? ¿Cuándo?
—Su nombre es Nicole Martin —dije, tomando el pañuelo que me ofrecía. Los ojos de Fig se deslizaron por la habitación y me pregunté si estaba tratando de identificar el nombre. Era así con los nombres, siempre haciéndote repetirlos, y luego diciéndolos ella misma. Darius siempre bromeaba con que se iba inmediatamente a casa a buscarlos en Facebook—. Es independiente.
—¿Cómo averiguaste todo esto?
—¿Qué parte? —pregunté.
—La infidelidad…
—Su teléfono —dije, cubriendo mi boca. Las imágenes todavía aparecían en mi cabeza cada vez que cerraba los ojos. Era como un desfile de senos y vaginas—. Me estaba mostrando algo en su teléfono y presionó el botón equivocado, y su álbum apareció. Vi… fotografías de mujeres.
—¿Más de una? ¿Más que esta… Nicole?
—Sí, otras además de ella —dije.
Por un segundo no dijo nada, tan solo observó sus manos, que estaban sosteniendo el borde de la encimera.
—Oh, por Dios.
Tuve el presentimiento de que si no estuviera ya sentada hubiera necesitado sentarse.
—¿En dónde está ahora?
—Lo eché. Hace unas semanas. No sabía qué hacer. —Me preguntaba si ella ya sabía. El auto de Darius ya no estaba en su lugar usual. Ella era bastante observadora.
—¿Cómo está Mercy? —preguntó.
—No muy bien. —Eso era decir poco. Mercy estaba ida, triste, empezando peleas con los niños de su clase. Preguntaba por él todas las noches, queriendo que leyera su historia.
Toqué mis sienes, en donde una jaqueca comenzaba a surgir.
—¿Te duele la cabeza? —preguntó—. Espera… —Se dirigió al baño y regresó con algunas aspirinas en la palma de la mano—. ¿Por cuánto tiempo ha estado pasando? —preguntó, sirviéndome un vaso de agua.
—Por poco más de un año —dije, tragando las pastillas—. Ella ni siquiera sabía que estaba casado. Él mantenía todo separado… compartimentado.
—¿Cómo sabes eso? —dijo Fig—. Ella miente.
Podía ver por qué cualquiera pensaría eso. La otra mujer era usualmente villanizada más que el hombre infiel.
Estas mujeres no me debían nada; eran extrañas. Tal vez se debían algo mejor a sí mismas que sus acciones, pero Darius era quien me debía lealtad y su vida.
—La llamé —dije—. Estaba llorando. Me dijo todo, le había escrito en Facebook después de buscar su nombre (el que Darius me dijo de mala gana). Me había mandado su número de inmediato. Cuando respondió el teléfono, su voz se había roto y ambas simplemente lloramos juntas por unos minutos. Lo siento tanto, había dicho. Quizás sabía en alguna parte de mi mente que había algo raro sobre su historia, pero no quise verlo. Debí haber sabido.
Él le había dicho que estaba divorciado, y con las pocas redes sociales en las que podía seguirlo, ¿cómo iba a saber?
—Confías demasiado, Jolene —dijo Fig suavemente.
—Ella no es quien se comprometió conmigo, Fig —dije—. Fue él. No me habría importado si ella hubiese sabido que estaba casado y se le hubiera ofrecido. Era su trabajo decirle que NO, de proteger nuestra relación y mantener su polla en sus pantalones.
Fig asintió desinteresadamente.
—Dios, ¿cómo pude ser tan estúpida? Todas esas noches tarde en la oficina… había estado tan distraído. Pensé que era porque estaba retrasada con el trabajo y no había estado tan presente con él.
—No eran buenos el uno para el otro —dijo firmemente—. Me refiero, no me malinterpretes, es desagradable lo que hizo. Cómo pudo engañar a alguien por tanto tiempo. No entiendo por qué. —Y luego, agregó—: Tiene una buena maldita cara de póker.
Fue como una bofetada. ¿Acaso ella acababa de defenderlo? Y qué era eso en su voz… ¿gozo? Me sentí enferma. Fue mala idea el venir aquí. Siempre sucedía así, me diría que estaba imaginando los presentimientos raros sobre Fig, pero tan pronto como estuviera junto a ella querría irme.
—No puedo creer que se haya ido y nunca vaya a volver —dijo.
Sí, mierda. Eso también había pensado yo. Pero ahora, él era mi esposo. Solía pensar que sólo la muerte nos separaría.
Observé alrededor de la cocina, buscando alguna pista, alguna confirmación de lo que estaba sintiendo.
—¿George está aquí? —pregunté—. Lo siento, ni siquiera consideré que ustedes pudiesen estar ocupados…
Sacudió la mano a mi comentario.
—Se mudó. Hace dos semanas. —Ahora fue mi turno de sorprenderme.
—¿Por qué? —pregunté—. Oh, Dios. Lo siento. Olvídalo, no es asunto mío.
Sacudió la cabeza.
—Nah. Tan solo no funcionamos. No estamos enamorados.
George estaba enamorado de Fig. Se notaba en él, la manera en que la veía, lo que estaba dispuesto a sobrellevar. Cedía a todo lo que ella quería. Seguido había sentido lástima por él. Ella tan solo descartaba todo lo que él hacía, pretendía que no estaba allí.
—Tengo que recoger a Mercy de la escuela —dije, poniéndome de pie. Si me apuraba, podría llorar rápidamente antes de tener que irme. Observé la pila de pañuelos que había dejado en la encimera, pero Fig los recogió antes de que yo pudiese.
—Déjalo. Ve —dijo—. Llevaré la cena esta noche, así no tienes que preocuparte por eso.
Sonreí. Saliendo de la cocina y dirigiéndome al jardín. Ambas teníamos los ojos llorosos cuando me abrazó, despidiéndose.


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Mensaje por Isa Lun 21 Ago - 15:46

Pobre Jolene tiene buen corazon no creo que fuera buena idea que fuera con Fig falta que Darius ya viva con ella Lectura Agosto 2017 - Página 6 2208211734
Greg vivia con ella? Pense que lo habia inventaddo, pero parece que Jolene lo conocia


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Mensaje por jesikap Lun 21 Ago - 20:05

Que triste por lo que está pasando Jolene... No fue buena idea que fuera donde Fig.... Quiero saber qué pasa entre Fig y Dairus...


"No vivas la vida escondiéndote detrás de tu pasado, vive para el ahora, cuando encuentres a alguien con quien quieras pasar el resto de tú vida, no la dejes ir, ya sea si ese para siempre resulta ser un día o un año o cien años. No dejes que el miedo de perderlos te contenga de amarlos"

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Mensaje por micafp_2530 Mar 22 Ago - 1:51

Estoy de regresoo !!

Ahora, me entristece por todo lo que está pasando Jolene, no lo sé, me hace soltar una o dos lagrimillas, porque de verdad está feo. Es que... siendo sincera ?? No creo que haya sido buena idea que fuera con Fig, digo, esa mala, muy mala idea, se venía venir desde hace rato, pero bueno. Habrá que esperar a ver que se soluciona.


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Mensaje por Dai Mar 22 Ago - 15:22

49
Wink1986

Pasaba mis mañanas escribiendo. Se suponía que era un libro de amor, pero no sabía exactamente lo que era el amor. Dudaba en escribir las palabras, pero las palabras eran mi tarea… con eso me ganaba la vida. Continué, diciendo cosas que no creía, creando personajes demasiado perfectos: hombres que peleaban por mujeres, hombres que decían las cosas indicadas. ¿Acaso todos los hombres eran unos cobardes? ¿Conocía a algún hombre bueno? Mis amigas me animaban a escribir, me dijeron que escribiera sobre el tipo de amor que deseaba que existiera.
Por la tarde, Ryan me mandó un mensaje preguntándome cómo estaba. No le había dicho nada, en lo absoluto. Por lo que él sabía, yo seguía viviendo en mi cuento de hadas.
Bien, respondí. He estado escribiendo toda la mañana.
¿Cómo está tu relación con Darius?
¿Cómo hacía eso? Siempre se acercaba cuando me encontraba apartada en una esquina, a mitad de una batalla, o cuando me sentía la fracasada más solitaria en el mundo. Es como si hubiera un hilo entre nosotros, y él sintiera la fricción del otro lado. Entrecerré los ojos al leer su mensaje, al tiempo que estiraba la mano para tomar una taza de café que no estaba ahí. ¿No había preparado café? Nunca preguntaba directamente sobre Darius. Le contaba pequeños detalles, pero, en general, nunca tocábamos nuestras vidas personales. Una regla, pero, ¿por qué? Tal vez no nos gustaba escuchar esos detalles.
Bien, respondí. Odiaba mentirle. Si alguien podía darme un buen consejo, ese era Ryan.
¿De verdad?
Me quedé viendo el mensaje por largo tiempo. No lo sabía. ¿De verdad?
¿Qué demonios, Ryan?
Un segundo después, mi teléfono sonó. El número de Ryan apareció en la pantalla, y sentí que me subía el calor por el cuello. Nunca habíamos hablado por teléfono. Ni siquiera recordaba cómo sonaba su voz. Quise no contestarle, pero acabábamos de mandarnos mensajes y si no respondía, él sabría la razón.
—¿Hola? —¿Dónde estaba la maldita taza?
—Hola. —Su voz era sexy. De inmediato enterré el rostro en el hueco del codo.
—¿Desde cuándo hablamos por teléfono? —pregunté.
—Desde ahora. ¿Cómo estás?
—Igual que hace dos minutos cuando estábamos mensajeándonos —respondí.
Se rio, y tuve la necesidad de sentarme en una esquina y mecerme de atrás para adelante. ¿Qué demonios ocurría contigo, Jolene?
—Estoy bien —dije. Puede distinguir el tono sombrío de mi voz e intenté animarlo—. Ya sabes, igual que siempre.
—No es cierto —replicó.
—Así es mi voz —dije, con dureza—. Así soy.
Si tan solo no se me hubiera roto la voz en la última palabra. Ryan podía reconocer la tristeza como un maldito sabueso.
—¿Qué te hizo? —me preguntó.
Le conté. Al terminar, él estaba tan callado que me pregunté si no le había colgado por accidente.
—¿Hola?
—Sigo aquí —respondió—. ¿Quieres saber mi opinión?
—Sí—dije. Había roto en lágrimas. Su tono de voz me hacía llorar, la preocupación la hacía tornarse ronca y profunda.
—Te prometió muchas cosas y se las prometió a una persona que necesitaba creérselas. Había una mala conexión en su relación… No sé dónde inició o el porqué, pero él sabía que, por una vez en tu vida, necesitabas que no te decepcionaran. No fue lo suficientemente altruista como para cumplir eso.
Al demonio. Lloré y sollocé en el teléfono con el chico que prácticamente había sido la razón por la que me había enterado de que Darius me engañaba.
—Tengo que decírtelo —dijo, después de que me hubiera calmado—. Algo muy extraño ocurrió la semana pasada.
—¿Extraño? —pregunté—. ¿Me llamas para contarme algo extraño?
—Bueno, sí. Tiene qué ver contigo.
—¿Conmigo? —repetí.
—Sí. Todo siempre se reduce a ti.
¿QUÉ SIGNIFICABA ESO? DIOS MÍO, ¿QUÉ SIGNIFICABA ESO?
—Te escucho.
Lo escuché cambiarse el teléfono de un hombro al otro. Me pregunté qué hacía.
—Me llegó un correo. La dirección no era legítima: wink1986. También tenía un guion bajo.
—Está bien… —Escuché el sonido del vapor, y luego de metal contra metal. Estaba cocinando.
—Esto es un poco incómodo —dijo—. Espérame un momento. —Cuando volvió a hablar, el vapor ya no se escuchaba y su voz se escuchaba clara y concentrada—. El correo tenía unos videos. Y pienso que los videos son de tu esposo.
—¿Darius? ¿Qué tipo de videos?
Ryan se aclaró la garganta.
—Son videos sexuales.
La sangré se me agolpó en la cabeza. Cerré fuertemente los ojos y sacudí la cabeza a pesar de que nadie podía verme.
No, no, no.
—Mira, puedo enviártelos, pero no creo que quieras verlos. Y tampoco sé por qué alguien querría enviármelos a mí, o cómo es que consiguieron mi correo electrónico.
—¿Cómo sabes que es él? —pregunté, rápidamente.
—Es él.
—Está bien —dije—. Mándamelos.
— ¿Estás se…?
—Mándamelos.
Colgué antes de que me dijera algo más. Luego me metí en todas las redes sociales de Ryan para ver si había puesto su correo electrónico. Sí lo había puesto. Pero, ¿quién hubiera querido enseñarle esos videos a él? ¿A quién le convenía? Definitivamente no era Darius.
Un minuto después me llegó la notificación de que Ryan21 me había mandado un correo. Me serví un trago antes de abrirlo. Había tres archivos en el correo. No había puesto asunto.
Abrí el primero. Tan claro como el día, Darius estaba sentado de espaldas en el baño de invitados, solo se le veía la parte inferior del rostro. Tenía la vista enfocada en su polla. Estaba justo ahí, enfocada. Movía los labios. Decía algo. Subí el volumen.
—Tienes el coño más bonito.
El coño más bonito. Cielo santísimo.
El siguiente video era de él masturbándose. Lo cerré antes de terminarlo. No pude. En el último, le hablaba a la chica —Nicole— o a la que le había mandado el video. Volví a subir el volumen. Se acariciaba su polla de arriba abajo, mordiéndose el labio inferior.
—Ya se fue. Ven —dijo—. Me muero por estar dentro de ti otra vez.
Ya lo veías venir. Todo te lo indicaba. Era infiel. Había violado el juramento que había hecho en su profesión, ¿por qué no traer esas adicciones al hogar? No había líneas; no tenía límites. Era alguien que usaba a las mujeres. ¿Quién me había enviado esto? ¿Quién quería que viera esto? ¿Y por qué arrastrar a Ryan a esto?


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Mensaje por Dai Mar 22 Ago - 15:25

50
Mona la puta


A principios de junio, George me envió un texto, diciendo que quería encontrarse para tomar un café. Lo miré durante unos minutos intentando descifrar cómo consiguió mi número. No tenía recuerdo de habérselo dado jamás. Indecisa, dije que sí. Me encontraba ocupada. No sabía qué esperar. No había visto a ninguno de ellos desde que la cosa con Darius se hizo pública. Cortinas cerradas, y carros estacionados dentro del garaje como si de repente escondieran algo. No podía ser molestada. Necesitaba espacio de cualquier tipo de drama. Estaba lloviendo a cantaros el día que se suponía debía encontrarme con él. Me puse las botas y chaqueta de lluvia y caminé el kilómetro y medio a un pequeño lugar cutre de café llamado el Tin Pin. Llegué antes que él, así que pagué por un té y lo llevé a una mesa marcada en la esquina. Alguien había arañado en la madera Mona es una puta. Agité mi té y miré el mensaje. Otro ejemplo de la forma en que la sociedad veía a las mujeres. Todos los hombres que durmieron con Mona fueron dejados intactos, mientras que nuestra chica Mona era insultada. Saqué del bolsillo el cuchillo que guardaba en mi bolsa y rayé, así como todos los hombres que folló debajo de este.
Una de las camareras me vio y dijo:
—No puedes hacer eso.
—Ya estaba hecho, lo estoy arreglando —dije. Rodó los ojos y se retiró detrás del mostrador.
La libertad de expresión era buena. Solo hazlo bien, cabrones.
George entró diez minutos después y se encontraba mojado. Le dije que se acercara a la mesa de Mona, pateando la silla para él.
—Hola —dijo, quitándose su abrigo.
—Hola a ti.
Se fue a conseguir una bebida, mientras terminaba la mía. Cuando regresó trayendo un café, noté lo cansado que estaba. O tal vez siempre se veía así. ¿Cuántas veces realmente vi a George? Era prácticamente un ermitaño. Habíamos compartido un saludo ocasional cuando entraba en la calzada y yo me encontraba afuera.
—Fig y Darius estaban teniendo un romance —dijo.
El té se cuajó en mi estómago. Envolví un brazo alrededor de mi cintura mientras me desplomaba en mi silla.
—Di algo —dijo George—. Dios, esto es jodido. —Pasó una mano por su cabello ya despeinado mientras se movía en su asiento como un niño pequeño. Lo vi leyendo la inscripción de Mona mientras luchaba con las palabras.
¿Qué se supone que debía decir? ¿Me sorprendía? Sí, sí, en realidad.
—Mierda —dije—. ¿Tienes que estar bromeando?
Parecía aliviado de que finalmente hubiera dicho algo.
—No lo estoy, por desgracia.
—¿Cuándo? —pregunté—. ¿Cómo?
—Cuando te fuiste, cuando ella dijo que se hallaba fuera por una carrera, o que iba al mercado por algo. No lo sé. Encontraron formas. ¿No le gusta a la gente siempre encontrar maneras?
Me encontraba aturdida, mi visión nadando dentro y fuera de foco. Mi casa. Me traicionó en mi propia casa. Al único que dejé pasar y compartir conmigo. La única en que se apoyó económicamente mientras su deuda se acumulaba y se presentaban demandas contra él. Durante meses desde que sorprendí a Darius había buscado maneras de superarlo, perdonar y quemar la amargura que trataba de construir un escenario en mi corazón. No dejaría que un hombre así tomara mi esperanza. Pero, esto… esto era diferente. Trajo su mierda a casa, al lugar seguro que creé para mi hija y para mí. Y ella, esa mujer. Había dejado a un lado las advertencias, dejé a un lado mi libro. Mi hija y mis amigos para… ayudarla. ¿Qué tipo de mundo era este donde la gente que pensabas te amaba más eran los traidores? Miré a George. Estaba demacrado, delgado; no podía quedarse quieto. Se cortó afeitándose. Había un poco de sangre seca en su barbilla.
—¿Cuándo lo averiguaste? ¿En qué mes?
—Marzo —dijo—, del año pasado.
Me encogí. Eso fue sólo unos meses después de que se mudaron a la casa de al lado.
—¿Fue cuando estaba en Phoenix con mi papá? —dije, suavemente—. ¿Fue ese…?
—Fue cuando los atrapé —dijo George. Se pasó una mano por la cara—. Vi su nombre en su teléfono. Pensé que era extraño que le estuviera enviando mensajes de texto tan tarde por la noche.
—Y cuando miraste, ¿qué viste?
Sacudió la cabeza, con los ojos pegados a la mesa. ¿Qué tan malo era que no lo diría? Quiero decir, lo sabía, ¿no? Vi las fotos en el teléfono de Darius. Las partes del cuerpo de Fig podían haber estado entre las que vi la noche que lo eché. A Darius le gustaba mantener sus caras fuera de ellas. No quería mirar a la persona, hacer de ellas una persona. ¿Cuántas veces había escrito las palabras, “Un dolor punzante en su corazón?”. ¿Lo había sentido antes de ese momento? No, seguramente no. Era la cosa más horrible.
—Estaban follando. ¿Mientras me encontraba fuera viendo a mi padre moribundo? ¿Envió a mi hija a casa de su madre y follo a esa mujer en mi casa?
George ya no me miraba más. Miraba a la nada. Me encontraba enojada con él… si me hubiera dicho cuando los atrapó podría haber enfrentado a Darius, dejarlo. Estaría bien en mi proceso de curación en lugar de tener la costra arrancada y quedarme sin respuestas. Él era tan cobarde como ellos. La única pena que sentía por él era el hecho de que se enamoró de alguien como Fig, cayendo presa de la sanguijuela que ella era. Cuando eché a Darius me maravillé de su empatía. Pensé que ella estaba herida por mí, conmigo. Sí, claro. Esa perra acababa de descubrir que Darius también la estaba engañando. Se encontraba jodidamente sufriendo junto a mí.
—Todavía quieres estar con ella, ¿verdad? La atrapaste engañándote y te quedaste. No se lo contaste a nadie. Simplemente lo ocultaste e intentaste arreglarlo.
—No es tan simple —dijo—. Ella era suicida.
—¡Ah, sí! ¿La atrapaste en las vías del tren o tuviste algo especial?
Me miró sin comprender.
—¿Alguna vez pensaste que utilizó el suicidio para distraerte de lo que acababas de descubrir? Te estaba manipulando.
—No es tan simple —dijo.
—No, idiota, es así de simple. Tu ego está magullado porque no te quiere. Se aprovechó de ti, George. No vas a sentirte mejor tratando de convencerte de que todavía te quiere. Dios mío, eres la mierda más tonta. —Me puse de pie, mi silla chillando a través del piso—. ¿Hay algo más que quieras decirme, George? Me temo que necesito irme antes de actuar sobre la abrumadora necesidad de golpearte en la cara.
Me miró sorprendido. Pensé que tal vez quería reírse.
—Creo que eso lo cubre —dijo.
Agarré mi bolso y empecé a caminar hacia la puerta. Pero, entonces pensé en una cosa más.
—Por cierto, George, apestas como mi pedazo de mierda de ex-marido. Esa colonia que compró para ti… Darius la usa.
Palideció.
—Dijo que la encontró en Nordstrom —dijo.
—No venden esa mierda en Nordstrom. La encontró con mi marido.


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Mensaje por Isa Mar 22 Ago - 23:01

Me imagino que Fig fue la que le envio los correos a Ryan para que el le dijiera a Jolene
Al fin aparecio George no es la luz mas brillante Loco


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Mensaje por jesikap Jue 24 Ago - 11:54

Por fin apareció George.... Pensé que era imaginario. Jolenen cada vez descubre peores cosas sobre Dairus y Fig.... Pobre  ya quiero saber cómo terminara todo


"No vivas la vida escondiéndote detrás de tu pasado, vive para el ahora, cuando encuentres a alguien con quien quieras pasar el resto de tú vida, no la dejes ir, ya sea si ese para siempre resulta ser un día o un año o cien años. No dejes que el miedo de perderlos te contenga de amarlos"

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Mensaje por Dai Jue 24 Ago - 18:03

51
Síndrome de estrés postraumático 

Mi madre me puso Jolene por una canción de Dolly Parton. Dolly pudo haber usado un nombre diferente. Pudo haber sido Darlene, o Cailene, o Arlene. En su lugar soy Jolene porque eso es lo que Dolly usó después de que una cajera en el banco coqueteo con su esposo enfrente de ella. E imaginen eso, alguien intentó robarte tu hombre así que lo volviste arte e hiciste dinero. ¿Esa mujer tiene más que tetas grandes, saben? Me gusta su estilo.
Tenía una de esas amigas que era muy densa para ver la verdad. Mi Dios, era frustrantes. ¿Estaba justo allí enfrente de su jodido rostro y ellas se iban como Helen Keller con esa mierda? Nunca pensé que sería yo, especialmente porque podía verlo tan claro en los demás. La hipocresía de la naturaleza humana. Verán, intento ver lo mejor en las personas. Me enamoré de quien podía ser una persona y luego Helen Keller metió sus dedos en mi cerebro y era todo: no escuchar al mal, no ver el mal, la la la la la la. No siempre se escogían lo que debían ser. Eso era lo que pasaba con Fig, eso creo. Estaba aprendiendo. Lentamente, pero ciertamente, como uno de los trenes suicidas de Fig. Traqueteando por las vías, tomando velocidad. Podía ver la verdad en las personas ahora.
Por ejemplo, el papá de Mercy era un burro. Él no venía con la gorra, sin embargo. Me hubiera gustado la gorra. Él solo venía con un gran y enorme “jódete”, y caminó fuera de nuestras vidas. No tenía miedo de estar sola y embarazada. Se sentía más como un alivio una vez que él se fue, como si tenía que hacer esta enorme cosa, con este gran idiota. Así que crié a mi bebé y escribí mis libros. Y antes de que siquiera se notara, apareció Darius, un disparo del pasado, quien decía las cosas correctas, y hacía todas las cosas correctas. Gancho, línea y plomo, lo tragué todo y dejé que él pusiera un anillo en mi hinchado dedo. Y cuando ella llegó, no había duda en mi mente de que él amaba a esa pequeña niña. Ella era nuestra. Pero, al final él no la amaba, ¿verdad? Al menos no más de lo que él se amaba a sí mismo. Darius no amaba a nadie más de lo que se amaba a sí mismo. Y quizás él no podía evitar la forma en la que era, pero pudo haber evitado lo que hizo. Y ella, ella solo era tan asquerosa como lo era él. A ella le gustaba jugar juegos, ver cuánto podía obtener. Ella no tenía cáncer, y no era suicida. Usaba esas cosas para controlar las reacciones de las personas. Ella era quien sea que quisiera ser.
Un día en el otoño del siguiente año, estaba en casa, tratando de quemar tiempo mientras tenía que recoger a Mercy del preescolar. Se había vuelto mi cosa, encontrando cosas con las que ocuparme mientras mi hija de cuatro años estaba comiendo galletas de pescaditos y aprendiendo rimas. Ella dejó de preguntar por Darius después de que mi papá murió. No me había visto llorar hasta entonces, y era como si entendía la gravedad de alguien que había sido forzado a marcharse, y alguien que había escogido irse.
En cualquier momento me estaba moviendo de habitación a habitación, limpiando libros y arreglando muebles, sintiéndome completamente inútil sin un libro que escribir, cuando hubo un golpe en la puerta. Si era el tipo de Fed Ex dejaría el paquete, no quería ver a nadie en ese momento. Pero, el golpeteo no se fue, incrementó en frecuencia y eventualmente caminé hacia la puerta delantera, el plumero aún en mi mano. Vi a través de la mirilla. Fig estaba en la entrada, una gorra de béisbol negra puesta sobre su cabello. Estaba demacrada, su rostro profundamente marcado, y su ropa cayendo sobre sus huesos.
Mi mejor sentido me dijo que no abriera la puerta, pero estaba curiosa de lo que ella tenía que decir.
Ella tenía que saber que yo sabía en este punto.
Cuando abrí la puerta su rostro ya estaba arreglado. Sus primeras palabras fuera de su boca fueron de alguna forma arrojadas hacia mí. No podía decir si su voz era frenética o agresiva.
—Lo siento, ¿de acuerdo? No estoy más allá de decir lo siento.
—¿Qué es lo que sientes? —pregunté. Quizás este era mi momento de golpearla en el rostro, arrojarla afuera, y decirle lo que realmente pensaba, pero como siempre, me encontré atraída a su locura. Queriendo saber si ella estaba procesando todo.
219
—Por lo que hice. Esa no soy yo, no es lo que soy. —Comenzó a ser sonidos de llanto, pero miré buscando las lágrimas y no llegaron. Ella me dijo una vez que antes de que se mudó a Washington con George que tuvo una relación con un hombre de su pueblo natal. Así que, de hecho, era quien ella era. Mentira número uno—. Darius era el único que me hablaba. Estaba sola… George estaba… bueno, ya sabes cómo está él. Él no estaba allí para mí.
Sentí lastima por ella. Tan desesperada de ser alguien que no era. Sus ojos estaban amplios, acuosos. Imagino que ella estaba imaginando todo, pensando en una nueva táctica. La miré entonces, me refiero a que realmente la vi. No de la forma en la que quería verla antes, encontrando solo lo bueno. La forma en la que ella evaluaba, miraba, decía cosas para generar una reacción. Si eras una persona gentil, ella sería una persona gentil. Si creías en salvar el medio ambiente, ella también estaría en eso. Una vez estábamos con ella y George cuando les conté sobre las extrañas enfermedades que había sufrido en los pasados años. Ella había simpatizado conmigo y me había contado sus propias historias de cómo obtuvo la fiebre del cerdo y cuán horrible había sido eso. Le creí hasta que el rostro de George se había fruncido y había dicho:
—¿Cuándo tuviste la fiebre del puerco?
—Recuerda…fue después del crucero. Estuve en cama por semanas…
George había sacudido su cabeza.
—No, no lo recuerdo. Creo que recordaría algo como eso.
Darius se había reído en todo el camino a casa.
—¿Crees que ella se dé cuenta que está mintiendo? ¿O es verdad en su cabeza?
La vi ahora, mientras ella estaba tratando de jugar la carta de lástima. Siempre había sido su lástima más fuerte, ¿verdad? Enferma, frágil, deprimida, sola, lo que sea que funcionara.
—George era abusivo —dijo ella—. No quería decirle a nadie que le tenía miedo. —Me imaginé a George, avergonzado, educado, cabizbajo, George. Imagino que él no era muy bueno en ser agresivo, Pero ¿quién sabe? Fig sacaba lo peor de las personas—. Él no me dejaba decirte lo que había hecho. Me amenazó.
—¿Con qué?
—¿Eh?
—¿Con qué te amenazó? —Esperé su respuesta, incluso la deseé. Si ella me decía algo plausible, quizás… ¿qué?
Sonreí. ¿Cuál era el punto de esto? Incluso si le decía lo que pensaba de lo que ella hizo, no me escucharía. Fig era como Darius en esa forma, solo pensaban en cómo les afectaban las cosas a ellos.
—¿Cuándo comenzó? —pregunté. Lo mejor que podía conseguir de esto era un cierre. Darius había desaparecido después de que se fue esa noche, cambió su número.
—No lo recuerdo —se apresuró a decir—. Creo que tengo Estrés post traumático.
—¿Tienes síndrome de estrés post traumático? —pregunté—. ¿De qué?
—Por todo lo que sucedió. No lo recuerdo —dijo, de nuevo. ¿Cuántas mentiras había hasta ahora? Estaba perdiendo la cuenta.
—Podías haber follado a un extraño. Lo amaba.
—Lo sé. Pienso en eso todo el tiempo. —Ella estaba mirando sus zapatos, evitando mi mirada.
—¿Estabas enamorada de él?
Su cabeza se levantó y se rio.
—No —dijo con firmeza. Ella estaba siendo despectiva pero esa confesión me dolió más que cualquier cosa que había dicho.
—Hubiera sido mucho mejor si hubieras dicho que sí —le dije, suavemente, mi corazón estaba comenzando a doler—. Así que, me heriste, heriste a mi hija, heriste a George, ¿todo por un par de folladas? Ni siquiera significaba algo para ti.
—Me refiero, lo amo, claro, como un amigo —se apresuró a decir—. Somos buenos amigos. Él ya te estaba engañando, mal, Jolene. No era la única.
—No sabías eso entonces. No puedes usar eso como una justificación. No puedes usar nada como justificación.
—¡No lo hago! ¡Vine a decir lo siento!
—¿Qué vengas aquí no tiene nada que ver con las personas averiguando lo que hiciste? ¿Digamos, los autores de las páginas web que diseñas?
Ella fingió sorpresa.
—¡No! ¿Cómo puedes decir eso?
—Puedo decir suficiente acerca de ti, Fig. ¿Por qué no viniste antes? Darius se ha ido por al menos un año.
—Te lo dije, George prácticamente me estaba manteniendo como prisionera. Quise tantas veces. Y esa cosa que le dijiste sobre la colonia, no es verdad. Estoy loca, pero no así de loca.
—Te quiero, Fig —dije—. Tanto. Heriste a la persona que en realidad te quería. No el guardia de tu prisión, George, o mi esposo, quien solía regresar conmigo. Te quería por quien eras.
—Dijiste que nunca me dejarías —murmuró ella. Ella estaba fingiendo llorar de nuevo. Pensarías que una actriz tan buena sería capaz de fingir las lágrimas.
—No te dejé, tú me dejaste. —Me golpeó en ese momento. Era ella, ella había sido quien le envió esos videos a Ryan, Miss Wink1986—. ¿Cómo conseguiste esos videos? ¿Los de Darius masturbándose? —Pude verlo en su rostro, ella estaba girándolo en su mente, tratando de decidir si podía revelarlo o no.
—Él me los envió. Pensé que sería más fácil viniendo de Ryan, que te empujaría hacia él.
Oh mi Dios. ¿Cómo es que no lo había visto? Por supuesto que Fig era la mujer con la que él había estado hablando en el video, la que él le dijo que fuera cuando me fui. Cubrí mi rostro con mis manos, tratando de suprimir mi ira.
—¿Trataste de jugar a la casamentera al usar los asquerosos videos de mi esposo engañándome? ¿Tienes idea de cuán loco es eso?
—Estaba tratando de ayudar —dijo, rápidamente, su rostro era pálido—. No sabía que él se había marchado. Quería que lo vieras por lo que él era realmente.
Tuve la urgencia de clavarle mis uñas en su rostro, abofetearla. Ella en verdad creía las cosas que me estaba diciendo. La loca, perra psicópata.
—Estabas tratando de ayudarte a ti misma —dije—. Querías a Darius, y estabas intentando sacarme de la imagen. Por eso es que terminaste de repente con George. Incluso si no sabías que él ya se había ido, te asegurarías de que lo hiciera después de que viera esos videos.
Ella estaba negando, pero no había convicción. Santa mierda, esto era una locura, un verdadero giro de trama en la vida real.
222
—Mi terapeuta dice que no soy una sociópata. Le pregunté. Ella dijo que yo sentía arrepentimiento, que a mí me importaba.
Quería reírme. Darius era un terapeuta, o al menos lo había sido, y él era un absoluto sociópata.
—Ah, bueno. Cualquier buen terapeuta puede decirte que los sociópatas y los psicópatas pueden engañar a cualquiera, incluso ellos. No eres una sociópata Fig. Eres una psicópata. Hay una diferencia.
Parpadeó hacia mí.
—Tus amigas son malas chicas. Veo lo que ellas dicen en línea. Vi a un abogado acerca de eso. Ellas me están haciendo ciber bullying.
—Oh, vaya. Buena reflexión. ¿Realmente quieres llamar a alguien más una chica mala? Eres la chica más mala Fig. Si mis amigas están enfadadas es por una buena razón.
—Ellas solo están cegadas —dijo, su voz como un hilo—. Todas están cegadas sobre ti. Pero, lo sé, te he visto realmente, no soy una de tus fans que te adoran.
—Perdón, pero, ¿qué?
—Todos te aman —escupió—. Eres un ser humano. Todos piensan que eres tan maravillosa. Ellos te adoran. Eres solo una persona como el resto de nosotros. Es ridículo. ¡Eres solo una persona!
—¿A quién estás tratando de convencer? —pregunté.
Se detuvo en seco.
—Lamento no tener el gen de la adoración como el resto de ellos.
Tomé un paso hacia ella.
—Tienes algo peor que un gen de la adoración Fig. —Sus afilados y pequeños hombros se elevaron, sus ojos en mi rostro—. Se llama un gen de locura. Puedes comprar toda la ropa, y comer en los mismos restaurantes, puedes frotarte mi perfume detrás de tus orejas, infiernos, puedes incluso follarte a mi esposo, pero al final de día, tú aún eres tú. Y ese es el peor castigo que puedo imaginar. Común, desesperada, infeliz tú.
Se veía sorprendida. Supongo que también lo estaría. Pasé el último año de mi vida intentando ser mejor amiga de ella de lo que había sido antes. Ella no estaba acostumbrada a cualquier palabra cruel de mi parte.
—No te mereces a Mercy —dijo ella—. Me la robaste. —Al principio pensé que no la había escuchado bien. Sus dientes estaban apretados, su rostro estaba manchado. ¿Estaba hablando de mi hija o refiriéndose al concepto de Piedad? ¿Se la robé? Oh Dios mío. Estaba hablando de mi hija. Aún estaba formulando las palabras, intentando entender cuando habló—. Eres una persona malvada. Teniéndola lejos de su padre para herirlo. Él era un buen padre. No tienes derecho.
Miré sus puños apretados, incrédula. Ella no sabía, realmente no sabía.
—Vaya, Fig. Nuevo bajo. Después de todo lo que te hizo aún lo estás defendiendo. No sabría si estar asqueada o reírme.
—Él es su padre —dijo, de nuevo.
—No, en realidad no lo es.
Se estremeció, apartó la mirada y luego la trajo de regreso como si no estuviera segura que estaba jugando con ella.
—Permití a Darius en nuestras vidas, tal y como te lo permití a ti. Ninguno de los dos lo merecen. Especialmente no de Mercy. Y ninguno de los dos tendrá permitido estar cerca de mi hija nunca. ¿Me entiendes?
—Estás loca —dijo—. Por eso te ocultas detrás de tu seudónimo, para que nadie pueda ver quién eres realmente.
Saqué mi teléfono, manteniendo un ojo en ella mientras marcaba.
—Voy a llamar a la policía. Tienes que irte.
Sin ninguna otra palabra giró sobre sus talones y se fue rápidamente. Era una huida si es que alguna vez vi una: o una retirada de culpa. La vi desaparecer en su propia casa, imaginándola golpeando la puerta, ojos abiertos y espantados. ¿Qué haría ella ahora? Pensé en las vías del tren y mi corazón comenzó a correr. ¿Y si se hacía daño a sí misma? ¿Había sido demasiado cruel? No sabía qué hacer, a quién llamar. Ella necesitaba…
Me mordí el labio forzándome a detenerme. Fig Coxbury ya no era mi problema. Tenía que dejarla ir. Tenía que dejarla ir.
Para el momento en el que la policía llegó estaba temblando tanto que el oficial deslizó una manta sobre mis hombros. Me sentí patética, débil. No quería tener este tipo de reacción. Era fuerte, pero este no había sido exactamente el mejor de los años. Estaba en duelo. Pero sus palabras se estaban repitiendo una y otra vez en mi mente: Me la robaste. Me la robaste.
Ella había hablado de sus abortos, su lucha por quedar embarazada. ¿Había estado enojada conmigo por tener un hijo y ella deseaba desesperadamente uno? ¿Pensaba que Mercy era suya? Ella obviamente se volvió loca en algún punto. No entendía. ¿Y cómo podías ocultar esos sentimientos por tanto tiempo? Habíamos sido amigas. O en mi mente lo habíamos sido. Todos esos meses había estado follando un enemigo e intentando salvar a otro. En qué espectáculo de locos se había vuelto mi vida.
—Quiero una orden de alejamiento —dije de repente al oficial. Él asintió, como si entendiera.
—Está bien, podemos ayudarla con eso —dijo.
—Contra dos personas. Dos personas que están jodidamente locas.


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Mensaje por Dai Jue 24 Ago - 18:08

52
Capítulo 1

En agosto puse la casa a la venta. Por cuestiones de privacidad pedí que no pusieran el rotulo de En Venta en el patio, y que mantuvieran la casa fuera de la lista, mostrándosela a las parejas que el agente de bienes raíces conocía y que tenían un diseño específico en mente. La primera pareja que vino hizo una oferta en la semana. Los Broyers recién casados cerraron el trato treinta días después. Programé el camión de la mudanza que viniera el jueves por la tarde cuando sabía que Fig estaba fuera de la ciudad visitando a su hermana. No estaba triste de verla irse, más como aliviada. Amé la casa una vez, pero luego se volvió el lugar en donde mi esposo me falló, folló con la vecina, y le envió fotografías de su polla a docenas de mujeres en el medio baño de abajo. Demasiado yuyu malo. Quería que Mercy y yo tuviéramos un lugar limpio en donde empezar.
Compré una casa de dos pisos en un vecindario tranquilo en las afueras de Seattle, una casa de un místico azul grisáceo con un amplio porche. Había espacio, tanto, y una vista que te quitaba el aliento de las cascadas con la punta en nieve. El vecindario tenía un silencio tranquilo que rechazaba la ciudad. No era mi vida ideal, pero era la de Mercy, quien continuó avanzando con los días e hizo siete amigos en el vecindario. Pasábamos en el callejón sin salida con las otras familias, asando hamburguesas y teniendo noches con smores. Usábamos nuestro auto para manejar al mercado ya que estaba demasiado lejos para caminar. Era pacífico, y aburrido, y no me gustaba excepto en los días en los que recordaba quién era nuestro vecino.
No había estado allí dos semanas cuando una casa se puso a la venta en mi calle. De un solo piso con ladrillos y una puerta de color azul y una larga cerca en el patio trasero. Una pena, la pareja que vivía allí antes tenía una niña de la edad de Mercy. Mercy y yo estábamos paseando nuestro perro nuevo un día, un perro husky al que llamamos Sherbet, cuando me detuve a tomar un volante del anuncio de En Venta. Era curiosidad en realidad, quería ver qué mejoras tenía, y cómo se veía el patio trasero. El anuncio se quedó en el vestíbulo por un tiempo, Mercy hizo un avión de papel con este, y luego estaba en el mesón de la cocina marcado con anillos de café por unas semanas antes de que la casa se vendiera, y yo lo tiré. Pasó otro mes antes de que viera la camioneta de mudanza al frente, hombres en trajes azules cargando muebles a través de las puertas de entrada. No pensé nada en ello hasta que había pasado un mes, y estaba corriendo en la lluvia para llegar a mi auto. Hubo un rápido movimiento en el patio, y giré mi cabeza para ver. Una mujer estaba de pie bajo un toldo mirando en mi dirección. Su mano estaba levantada hacia su boca mientras tomaba una calada de su cigarrillo. No la reconocí de inmediato, su cabello estaba más largo, tan largo como el mío, y había subido de peso.
Debí sentir más quizás enojo, o miedo. Había pasado un mes desde que la orden de restricción espiró. Ella no perdía ningún tipo de tiempo. Me detuve mojándome en la tormenta, mi blusa blanca mojándose, mirando a Fig Coxbury con fascinación. Sin duda estaba fumando de mi marca de cigarrillos, el olor de mi perfume en su cuello. Dentro de su casa estaban todas las cosas que había escogido para la mía, cosas que en su mente ella insistía eran suyas en primer lugar. Y si alguien pensaba que era extraño que ella había comprado una casa tan cerca de la mía, ella rodaría sus ojos y diría: Oh por favor, porque lo amo, el vecindario, el tamaño. ¡Una coincidencia! No tenía nada que ver con Jolene Avery. Ella es una psicópata y narcisista.
Pero sabía… todos lo sabíamos. Incluso Fig. ¿Qué podías hacer? La vida era rara; las personas eran retorcidas. Tenías que hacer lo mejor de ello, o rodar y morir. Podrías entretejerlo, o hacer un libro de recortes, o CrossFit. Mi forma era escribirlo.
Me senté en mi escritorio mirando al jardín. Mis dedos sobre el teclado. Estaban ardiendo por escribir, pero no sabía en dónde comenzar. Era silenciosa sobre las cosas que veía, pero veía. Pensé en Miguel Ángel, pintor de la Capilla Sixtina. Había estado allí una vez, de pie silenciosamente bajo una de las maravillas del mundo, mi cuello doblado hacia atrás y mi mente ampliamente abierta. Nuestro guía turístico nos había dicho que Miguel Ángel era conocido por su mal temperamento, y, de hecho, su nariz fue rota al menos una vez por todas las batallas de puñetazos en los que se metía. Su seudónimo era “La Terribilita” o “El Terrible”. Durante sus cuatro años de comisión por una de los trabajos de arte más conocidos por el hombre, se enfrentó a terribles oposiciones por la desnudez en el fresco. Él argumentó contra ello diciendo que nuestros cuerpos desnudos eran una cosa de belleza, algo que Dios había creado. El opositor más grande de Miguel Ángel fue Biagio de Cesena, el maestro de ceremonias del papa, quien fue con el papa para detener del todo la pintura de la Capilla Sixtina. El papa, un amante del arte, y Miguel Ángel, ignoraron a Biagio. Pero, Miguel Ángel no había terminado con él. Él pinto una imagen de Biagio en su pieza maestra.
La primera vez que escuché la historia fue de mi maestro de inglés de la secundaria, quien estaba discutiendo las virtudes de la venganza en el arte. Pensé que era estúpido de parte de Miguel Ángel que le diera a su enemigo una parte, una hermosa y famosa parte por el resto de la eternidad. ¿No sería mejor ignorar a tal hombre, dejar que cayera en la historia como un débil quien falló en su misión de detener la Capilla Sixtina? Se lo dije a mi maestro, quien se rio de mí, y luego me urgió a que encontrara a Biagio en el fresco y le dijera lo que pensara. Fui directo a la biblioteca después de la escuela, y en una esquina polvosa, miré a la fotografía buscando la representación de Biagio. Lo encontré y me reí tan fuerte que la bibliotecaria me reprendió. Pintado como Minos, un rey mitológico del Infierno, Miguel Ángel le había dado orejas de burro y había amarrado una serpiente en su torso. La mejor parte: la serpiente estaba mordiendo su pequeño pene. Pensé en los cientos de personas que hacían el peregrinaje cada año para ver la Capilla Sixtina, todos ellos viendo al enemigo de un artista pintado en uno de los frescos más famosos del mundo. Pintado desnudo como un idiota. Podía ver cómo es que El Terrible había buscado otra forma de venganza. Algo que durara más que un ojo morado, ¿sí? Puedo hacerte parte de algo grande y hermoso y aun así retratarte como la cosa horrible que eres.
Descansé las yemas de mis dedos en el teclado, mi mente corriendo al componer las oraciones. Esto es lo que había estado planeando desde el comienzo. Quizás no tanto como esto. Pero desde el momento en el que había visto las cosas ocultas en los ojos de Fig Coxbury, supe que había una historia allí. Ella era una oscuridad caótica que se vestía como luz. Una engañadora. Se había disparado muy bien. La observé tratando de destruir mi vida, pero no iba a ser una ingenua con ello. Lo escribiría, toda la historia como sucedió, Fig, Darius, George… incluso Ryan. Ya podía ver las críticas, cientos de personas quejándose de cuán retorcida era Fig. Me reí con fuerza. Estaría la obvia comparación con la película clásica, Mujer Blanca Soltera. Cosas como esas no solo sucedían en las películas, me sucedió a mí, y a Mercy. Sucedió, y me rompió el corazón. Necesitaba decirle al mundo sobre Fig. Fig y su vació y celoso corazón. Fig, siempre la victima incluso cuando te traicionaban. Fig, quien hería a las personas porque ella se odiaba a sí misma tanto. Y cómo me llamaría a mí misma: ¿La escritora? ¿La chica que amaba a ambos, el psicópata y la sociópata? Siempre me gustó el nombre Tarryn…
FIN


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Mensaje por Dai Jue 24 Ago - 18:11

¡Llegamos al final!


Lamento haberles alargado tanto la lectura... ¡Espero que la disfrutaran!


Quedé con la duda de saber quien esta más loco, ¿La escritora, la psicópata o el sociópata? 


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Mensaje por Isa Vie 25 Ago - 18:34

Creo que todos estan chiflados, a mi me hubiera dado miedo que Fig la siguiera no creo que fuera una casualidad que sea su vecina de nuevo, me parecio una buena venganza lo del libro. Me hubiera gustado que tuvieran un castigo Fig y Darius por sus malas acciones, pero que se yo solo queria venganza jajaja.
Muhas gracias por la lectura Dai Lectura Agosto 2017 - Página 6 3683771782


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Mensaje por Atómic_Mellark Sáb 26 Ago - 1:56

Todos están jodidamente locos

Me encantó la historia no me esperaba tanta loquera. Es difícil. De sorprenderme en cambios de trama, bien por la autora! !
El final siendo ella misma la escritora anónima me hace pensar esta mujer si que está loca como su historia puede que fuera sólo humor de autor o puede una confesión de su locura.

Lo ame, ya lo dije? Pela ame este libro!


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Mensaje por jesikap Sáb 26 Ago - 15:15

Ame este libro.... Esos giros en la historia me encantaron.... Lo que no me gustó es que quedaron muchos vacíos en la historia.... Pero me encantó el último párrafo


"No vivas la vida escondiéndote detrás de tu pasado, vive para el ahora, cuando encuentres a alguien con quien quieras pasar el resto de tú vida, no la dejes ir, ya sea si ese para siempre resulta ser un día o un año o cien años. No dejes que el miedo de perderlos te contenga de amarlos"

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Mensaje por micafp_2530 Lun 28 Ago - 2:00

Hola !!
Lamento haber estado tanto tiempo ausente, pero aquí estoy y ya leí todos los capis que me faltaban ^^

La verdad es que fue una historia muy interesante, me gustó bastante. Estuvo llena de momentos.
Y el final?! Genial!
La verdad es que está llena de giros la trama, de verdad no sabes que esperar a continuación, y eso es muy bueno! Por lo menos desde mi punto de vista.

Pero bueno, muchas gracias Dai por traernos esta maravillosa historia! Me encantó!


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Mensaje por Dai Dom 10 Sep - 20:20

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Mensaje por Maga Sáb 23 Sep - 21:28

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