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Lectura #2 Octubre 2017
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Re: Lectura #2 Octubre 2017
22
Embarazo fantasmagórico
Naya se levantó la camisa del pijama ahora estirada y la mandíbula de Bobbie se redujo aún más. Era real. La piel oliva de Naya estaba hinchada en su estómago, su ombligo protuberante. Bajo la piel tensa, algo se movió, como si algo dentro de su amiga se retorciera alrededor, pateando para liberarse. Algo vivo.
—¡Oh Dios! —gritó Naya, agitando sus manos—. ¡Oh Dios!
Bobbie se liberó de su lapsus mental. Ahora, más que nunca, Naya la necesitaba para mantenerla junta, incluso si tenía que fingir. Se disparó de la silla de escritorio y tomó las muñecas de su amiga. — Naya. Mírame. Trata de permanecer calmada.
—Bobbie… Bobbie… yo…
—¡No lo estás! —gritó fuertemente Bobbie—. ¡No lo estás! — Bobbie recordó a Naya molesta por su pequeña ganancia en peso. Oh Dios, se había estado sintiendo enferma toda la semana también,
¡nauseas matutinas! Todo este tiempo, Bobbie pensó que Naya se había desconectado ligeramente, pero claramente ese no era el caso. ¿Qué si estaba…? No, no había f orma.
—¿Estás segura que no…? —preguntó Caine un tanto tímidamente. Ambas chicas se giraron hacia él con desdén. Esa pregunta muy mundana les trajo un par de muescas.
—¡No puedo estar embarazada! —gimió Naya—. ¡Definitivamente no puedo estar así de embarazada!
—Lo sé, lo sé —Bobbie trató de calmarla. Forzándose a dar otra mirada a la protuberancia anormal, Bobbie juraba que estaba más pequeña de lo que había estado un segundo atrás. La cosa dentro pateó de nuevo y Bobbie se estremeció—. Naya, esta es Mary… haciéndolo.
Naya no parecía confortada por esta noticia. —¡Tus cortes son reales!
No. De ninguna manera. No había f orma de que hubiera un bebé real dentro de Naya, pero ese pensamiento se leyó sobre toda la cara de
Naya. Bobbie trató de estabilizarla, pero ella se apartó, reacia a ser confortada. —Esto no es lo mismo.
—¡Sácalo de mí!
—Oh Dios. —La cara de Caine era ahora horriblemente pálida. Bobbie suspiró, no podía lidiar con una Naya completamente en pánico y un aprensivo Caine.
—¡Caine, no enloquezcas ahora mismo!
—Lo siento… pero esto —señaló al vientre de Naya—, esto es otro
nivel.
—Bobbie, por favor… —Lágrimas caían por la cara de Naya. Bobbie respiró profundamente. Su cabeza estaba palpitando,
como si su sangre estuviera llegando a su cerebro demasiado rápido. Realmente se sentía como si su cabeza podía estallar. ¿Cuánto más podía aguantar? Mary las estaba torturando. —Naya, siéntate. Nadie en tu condición debería estar de pie.
—Bobbie. Esto no es divertido. —El chiste fue en realidad de alguna forma para calmarla; en vez de ponerla histérica, Naya ahora lucía molesta.
—Lo sé, pero todos necesitamos descomprimir. Esto —hizo señas alrededor del cuarto como si su pánico era una entidad tangible —, no está ayudando. Esto no es real.
—Se siente real.
—El sueño se sintió real. Cuando pensé que Mary se hallaba en mi cama, eso pareció real… pero no había nada debajo de las sabanas. Esto es justo lo mismo. Literalmente un embarazo fantasmagórico. No hay manera de que haya un bebé real dentro de ti. —Naya limpió sus mejillas, esta vez escuchando. La hinchazón parecía bajar rápido—.
¿Ves? Ella solo quiere que sepamos. Nos está diciendo su historia.
—Hombre, esto es tan retorcido —dijo Caine, parpadeando como un ser humano normal una vez más.
—Creo que lo he descubierto. —Bobbie se arrodilló a los pies de Naya, sin soltarle las manos—. Por qué se toma cinco días. No está esperando… está construyendo su fuerza.
Naya olfateó. —¿A qué te refieres?
—En el día uno, solo tuvimos las hemorragias nasales. Desde entonces, se ha vuelto peor y peor, como si estuviera ganando poder… consiguiendo un mayor agarre en nosotros. Mírame. Estoy cubierta de cortes. Puede hacer que parezcas embarazada.
—Creo que yo he estado fuera de foco últimamente. —Caine sonaba compungido.
—Lo diría. —Bobbie se encogió de hombros. Recordó la forma en que Mary había visto dormir a Caine y se preguntó si él volvió a
promulgar el papel de Millar, alguien que Mary adoraba. O tal vez ella tenía más trucos bajo la manga antes de que el día terminara—. Pero no hablemos demasiado pronto. Todavía tenemos todo un día entero.
Caine no lucía demasiado emocionado ante esa perspectiva. — Esto significa que Judy tenía razón, sin embargo. Mary debe haber estado machacada.
—Encantador —Naya examinó su bulto de nuevo. Estaba subiendo y bajando con su respiración, expandiéndose y decreciendo como un balón en su interior.
—¿Estás ahí, Mary? —Bobbie ahora le habló a ella directamente, alzando su voz hacia el techo—. ¡Lo descubrimos! ¡Estabas embarazada con el bebé de Kenton Millar! ¿Entonces ahora qué? —Como era de predecir, no hubo respuesta. Bobbie se preguntó si las otras señoritas de Piper’s, las de antes, habían llegado tan lejos. Si incluso trataron.
¿Mary les habrá dado puntos por tratar? Un nuevo pensamiento cruzó la menté de Bobbie. ¿Qué si Mary había dado a luz a un hijo o hija?
¿Era a quien se suponía que tenían que rastrear? Si es así, en dieciséis horas no iban a conseguir nada.
Naya saltó de repente y pasó las manos por la protuberancia disminuyendo. —Creo que se ha ido.
—¿Ves? Te lo dije… quería que supiéramos, seguramente, sobre el bebé, creo. —En este punto, después de todo lo que les había hecho pasar, Bobbie no estaba segura de poder dar fe por más tiempo de la
naturaleza benigna de la chica muerta.
—Bien. —Caine respiró un suspiro de alivio—. Esto realmente no
cambia nada, aún tenemos que descubrir dónde está el bebé de Mary. Antes de que sea demasiado tarde.
Bobbie asintió.
—Necesito una ducha. —Se estremeció Naya—. Me siento en gran parte sucia y extraña.
—No —insistió Bobbie—. No puedes ir al baño. Hay un espejo ahí.
Naya consideró eso por un momento. —Los baños de los prefectos tienen una bañera y no tienen espejo.
—Pero no eres un prefecto.
Naya se secó las mejillas húmedas, su ánimo regresando. —A) ellos no están aquí, ¿no? B) Estoy llevando un bebé fantasma, creo que entenderán mi necesidad de un poco de tiempo de mimos.
Bobbie abrazó a su amiga. Si ella pudiera hacer una broma de ello, se hallaba en el camino de ser genial. —Bien. Tú vas primero luego iré a refrescarme antes de regresar a St. Paul’s.
—Genial. —Naya agarró su bolsa de baño y aseguró una manta alrededor de su cintura, aunque la gran protuberancia de tres meses
había descendido ahora a casi nada más que un bebé de comida. Pasó la mano sobre ella, pero no dijo nada. No era real, recordó Bobbie.
—Mantente lejos de cualquier espejo… incluyendo el que abandonamos en la zona de relajación. Estaré en un segundo, debemos mantenernos unidas
—Sí, señora. Gracias, Bob, por, tú sabes… —Bobbie suponía que se refería al apoyo—. Eres increíble. Te amo, chica. —Naya la abrazó y Bobbie sintió sus mejillas sonrojarse. No se sentía increíble, se sentía como una hipócrita, alguien jugando el papel de una chica que podría hacerle frente. Que Caine y Naya creyeran que su intención era mantenerlos juntos era todo lo que importaba. Naya le dio un beso en la frente y se fue, dejando que la puerta se cerrara detrás de ella.
Bobbie se hallaba sola de nuevo con Caine por primera vez desde el beso en el pasillo. Levantó la mirada hacia él y la apartó, de repente tímida. Otro gran misterio resuelto, ¿por qué tantas señoritas de Piper’s Hall trotan a Oxsley cada fin de semana para estar al acecho fuera de las tiendas con chicos? Respuesta: Porque es adictivo. Todo lo que quería hacer era besarlo de nuevo, parcialmente para ver si era tan bueno como recordaba, pero también porque la puso en un estado diferente a cualquier otro que jamás había sentido antes.
Quería recapturar lo que había sentido en el pasillo: el galopar en su pecho.
Bobbie mentalmente se sacudió. Pasar su último día en la tierra besando al chico hermoso era la mejor o peor idea que había tenido. — Bueno, no estaba esperando eso. —Se dejó caer en su cama, ya aniquilada a pesar de sólo haber estado despie rta diez minutos.
—Lo sé, ¿cierto? Eso fue un desastre. —El cuarto de repente parecía más grande, como si estuvieran demasiado lejos. Como si lo sintiera, Caine se quitó la bolsa de dormir y se unió a ella—. ¿Está bien esto?
—Sí. —De alguna forma Bobbie sabía que él no haría un movimiento. Por cualquier razón, solo realmente, realmente quería tocar su piel. Acarició su cuello, sintiendo la línea del cabello difusa donde se había afeitado la cabeza. Esta vez, ella lo besó. Era tan bueno como lo había recordado, mejor.
Caine se apartó. —¡Aliento matutino!
—¿Yo? —Bobbie se sentía horrorizada.
—¡No! ¡No! ¡Me refiero a mí!
—Estás bien. —Bobbie le sonrió de vuelta antes de darle un beso menos riesgoso y fugaz en los labios. Él la puso en un abrazo, sosteniendo su muslo. Se sintió más segura de lo que se había sentido en años; atrapada seguramente en fuertes brazos. ¿Cuándo alguien la había sostenido por última vez? Oh, Grace lo hizo, pero eso era totalmente diferente. Y Naya era tan sentimental como venía, pero su madre no la había abrazado desde que era pequeña, habían pasado
ños. Se dio cuenta cuanto había extrañado el contacto y por qué la gente hacía esto; por qué dedicaban todas esas horas para encontrar novios y novias. Es para que alguien los abrace. Descansó su cabeza en su ancho hombro. Se le salió una lágrima y le humedeció la delgada camisa de algodón.
—¿Estás llorando sobre mí? —Su voz sonaba como si estuviera sonriendo, burlándose de ella.
Apartándose de él, se secó los ojos. —No. Es solo mi ojo con una fuga. Lo siento. No masivamente constructivo, lo sé. Es sólo que no quiero que esto se vaya.
Caine acarició su espalda, su pulgar acariciándola como si fuera un arpa. —Sí. Lo sé.
Bobbie tomó sus manos. No sabía por qué, pero expresó uno de sus mayores temores. —Crees que soy rara, ¿no?
Esta vez él la miró. —Solo en una buena forma.
Otra lágrima luchó para hacer una aparición. Ella la retuvo. Esto era algo bueno. Si era tomada por los espíritus inquietos al menos podía decir que había encontrado a alguien que la aceptaba. Eso era muy lindo. —¿Quieres algo para desayunar? —preguntó—. Podría conseguirnos algo.
—Sí. Eso sería genial. ¿Puedes pasarme algo de agua?
—Seguro. —Sus vasos de anoche estaban ordenados en el escritorio—. ¿Cuál era el tuyo?
—El más grande. —Sostuvo el vaso, aún medio lleno con agua de
la noche anterior.
—Gracias.
Bobbie miró alrededor de la habitación por algunas ropas que pudiera ponerse para buscar el desayuno. La timidez estaba de vuelta, tanto para ambos y no quería desnudarse delante de Caine.
—¡Guau! —El grito de Caine vino cerca de un segundo antes de que el vaso se estrellara en alfombra raída.
—Qu…
—Estaba en la copa. —Caine quitó sus piernas del suelo.
—¿Qué?
—La pude ver en el agua. ¡Mira!
Bobbie miró el charco en el suelo. La alfombra era tan delgada que apenas era absorbente y el agua avanzaba en un círculo negro. Por un momento, Bobbie solo se vio a sí misma en el charco, pero otra cara apareció detrás, como si estuviera justo detrás de ella . Bobbie gritó y se lanzó hacia atrás, chocando con el armario.
Entonces algo más pasó.
La punta blanquecina de un dedo muerto emergió desde el charco: desde el reflejo hacia la realidad. Bobbie gritó de nuevo. Ahí estaba, ella se encontraba viniendo por ellos.
Incapaz de quitar sus ojos de los dedos cadavéricos, no vio a Caine agarrar su edredón, pero un segundo después aterrizó en la zona húmeda, la tela absorbiendo el agua en un instante. Bobbie saltó a la acción, golpeando la humedad. Se apartó de la ropa de cama. El charco, y los dedos fantasmales, se habían ido.
Miró hacia Caine. Las palabras no eran necesarias. El juego terminó. Ella venía en camino. —Ya ni siquiera necesita un espejo. Es lo suficientemente fuerte para venir a través de cualquier reflejo.
Caine dejó caer la cabeza en sus manos, solo para levantarla de golpe otra vez. —¿Qué pasa con Naya?
Bobbie frunció el ceño y entonces algo que sintió como si un yunque se estrellara contra el fondo de su estómago. —¡Oh Dios! ¡El baño!
Ambos irrumpieron en la casa Brontë, sin importarle ya a Bobbie quien los veía. Ni siquiera pasó su mente cuantos problemas tendría si descubrían a Caine. Nada más importaba aparte de esto.
—¿Dónde está este baño? —gritó Caine, un par de escalones por encima de ella. Las puertas de Brontë convirtiéndose una mancha mientras pasaban a toda velocidad.
—¡Próximo piso! Al final de Dickinson.
—¿Dónde?
—¡Sígueme! —Bobbie tomó la delantera y se dirigió a la escalera principal. En ese momento habían hecho suficiente conmoción para que algunas chicas que se quedaban atrás asomaran la cabeza por alguna puerta en casa Austen.
Bobbie se estaba moviendo demasiado rápido para ver quiénes eran, pero definitivamente oyó a una de ellas decir—: ¡Oh Dios mío! ¡UN CHICO! —Hace un par de días, esa hubiera sido ella entre las masas escandalizadas.
Subió los escalones de dos en dos, con Caine pisándole los talones. No a Naya…por f avor Naya no. Su garganta se sentía tan seca y apretada que era doloroso. Llegaron al rellano entre Christie y Dickinson.
—¡Naya! —gritó Bobbie. Tiró de la puerta doble de Dickinson, sus calcetines derrapando por el suelo fresco de baldosa.
Los baños prefectos estaban junto a los baños principales de Dickinson, y era la única bañera real que los alumnos llegaron a usar. Esa ventaja era prácticamente la única razón para convertirse en un prefecto. Bobbie cayó en la puerta y tiró de la manija. Estaba cerrada.
—¡Naya! —Bobbie golpeó la puerta.
—¿Bob? ¿Qué pasa? Estoy bien, la hinchazón disminuyó. —La voz de Naya vino desde el interior. Bobbie oyó el sonido de chapoteo del agua mientras Naya se sentó en la bañera.
—¡Naya, sal de la bañera!
—¿Qué? ¿Por qué? Estás desesperada por hacer pis o… —La oración se cortó.
Bobbie presionó su oreja en la puerta. —¿Naya? Caine golpeó la puerta. —Naya, ¡sal! No es broma.
—¡Naya! —Bobbie tiró y sacudió la manija de la puerta. Puesto que no era un prefecto sólo se había asomado dentro de la habitación una vez o dos veces y no podía recordar qué tipo de bloqueo era. Lanzó todo su peso contra la puerta, pero la cosa no se movía.
—¡No! —gimió. No podía perder a su mejor amiga; no se podía detener a pensar la vida sin ella—. Caine —suplicó—. ¡Haz algo! —No no no no no no no.
Él estrelló la puerta con su hombro, provocando que más puertas se abrieran en la casa Dickinson. La puerta se abolló, pero no se abrió.
Hubo un intenso chapoteo y un grito ahogado desde dentro, como si Naya hubiera traspasado la superficie, luchando por respirar.
—¡Bobbie! —su suplica fue un gorgoteo. Alguien la estaba hundiendo.
Bobbie cayó de rodillas, luchando para respirar a través de las lágrimas. Había una brecha diminuta entre el mango y el marco de la puerta. Una rendija de luz brillaba a través del hueco. Con un ojo cerrado, Bobbie se asomó por la rendija.
Vapor llenaba el cuarto. Una cutre cortina opaca estaba colgaba fuera del esmalte desconchado de la bañera. La habitación estaba quieta y en silencio, sin sugerencia de la lucha que acababa de escuchar. —¿Naya? —susurró. Su amiga se había ido.
Silencio. Sólo un constante goteo, goteo, goteo.
De la bañera, dedos se curvaron sobre el borde de esta. Fríos, grises, dedos muertos. Sus uñas como pizarra. Agua teñida de sangre de color rosa se resbaló por el esmalte hacia el suelo. Surgió una cabeza empapada de pelo negro.
Mary se arrastró fuera de la bañera.
Embarazo fantasmagórico
Naya se levantó la camisa del pijama ahora estirada y la mandíbula de Bobbie se redujo aún más. Era real. La piel oliva de Naya estaba hinchada en su estómago, su ombligo protuberante. Bajo la piel tensa, algo se movió, como si algo dentro de su amiga se retorciera alrededor, pateando para liberarse. Algo vivo.
—¡Oh Dios! —gritó Naya, agitando sus manos—. ¡Oh Dios!
Bobbie se liberó de su lapsus mental. Ahora, más que nunca, Naya la necesitaba para mantenerla junta, incluso si tenía que fingir. Se disparó de la silla de escritorio y tomó las muñecas de su amiga. — Naya. Mírame. Trata de permanecer calmada.
—Bobbie… Bobbie… yo…
—¡No lo estás! —gritó fuertemente Bobbie—. ¡No lo estás! — Bobbie recordó a Naya molesta por su pequeña ganancia en peso. Oh Dios, se había estado sintiendo enferma toda la semana también,
¡nauseas matutinas! Todo este tiempo, Bobbie pensó que Naya se había desconectado ligeramente, pero claramente ese no era el caso. ¿Qué si estaba…? No, no había f orma.
—¿Estás segura que no…? —preguntó Caine un tanto tímidamente. Ambas chicas se giraron hacia él con desdén. Esa pregunta muy mundana les trajo un par de muescas.
—¡No puedo estar embarazada! —gimió Naya—. ¡Definitivamente no puedo estar así de embarazada!
—Lo sé, lo sé —Bobbie trató de calmarla. Forzándose a dar otra mirada a la protuberancia anormal, Bobbie juraba que estaba más pequeña de lo que había estado un segundo atrás. La cosa dentro pateó de nuevo y Bobbie se estremeció—. Naya, esta es Mary… haciéndolo.
Naya no parecía confortada por esta noticia. —¡Tus cortes son reales!
No. De ninguna manera. No había f orma de que hubiera un bebé real dentro de Naya, pero ese pensamiento se leyó sobre toda la cara de
Naya. Bobbie trató de estabilizarla, pero ella se apartó, reacia a ser confortada. —Esto no es lo mismo.
—¡Sácalo de mí!
—Oh Dios. —La cara de Caine era ahora horriblemente pálida. Bobbie suspiró, no podía lidiar con una Naya completamente en pánico y un aprensivo Caine.
—¡Caine, no enloquezcas ahora mismo!
—Lo siento… pero esto —señaló al vientre de Naya—, esto es otro
nivel.
—Bobbie, por favor… —Lágrimas caían por la cara de Naya. Bobbie respiró profundamente. Su cabeza estaba palpitando,
como si su sangre estuviera llegando a su cerebro demasiado rápido. Realmente se sentía como si su cabeza podía estallar. ¿Cuánto más podía aguantar? Mary las estaba torturando. —Naya, siéntate. Nadie en tu condición debería estar de pie.
—Bobbie. Esto no es divertido. —El chiste fue en realidad de alguna forma para calmarla; en vez de ponerla histérica, Naya ahora lucía molesta.
—Lo sé, pero todos necesitamos descomprimir. Esto —hizo señas alrededor del cuarto como si su pánico era una entidad tangible —, no está ayudando. Esto no es real.
—Se siente real.
—El sueño se sintió real. Cuando pensé que Mary se hallaba en mi cama, eso pareció real… pero no había nada debajo de las sabanas. Esto es justo lo mismo. Literalmente un embarazo fantasmagórico. No hay manera de que haya un bebé real dentro de ti. —Naya limpió sus mejillas, esta vez escuchando. La hinchazón parecía bajar rápido—.
¿Ves? Ella solo quiere que sepamos. Nos está diciendo su historia.
—Hombre, esto es tan retorcido —dijo Caine, parpadeando como un ser humano normal una vez más.
—Creo que lo he descubierto. —Bobbie se arrodilló a los pies de Naya, sin soltarle las manos—. Por qué se toma cinco días. No está esperando… está construyendo su fuerza.
Naya olfateó. —¿A qué te refieres?
—En el día uno, solo tuvimos las hemorragias nasales. Desde entonces, se ha vuelto peor y peor, como si estuviera ganando poder… consiguiendo un mayor agarre en nosotros. Mírame. Estoy cubierta de cortes. Puede hacer que parezcas embarazada.
—Creo que yo he estado fuera de foco últimamente. —Caine sonaba compungido.
—Lo diría. —Bobbie se encogió de hombros. Recordó la forma en que Mary había visto dormir a Caine y se preguntó si él volvió a
promulgar el papel de Millar, alguien que Mary adoraba. O tal vez ella tenía más trucos bajo la manga antes de que el día terminara—. Pero no hablemos demasiado pronto. Todavía tenemos todo un día entero.
Caine no lucía demasiado emocionado ante esa perspectiva. — Esto significa que Judy tenía razón, sin embargo. Mary debe haber estado machacada.
—Encantador —Naya examinó su bulto de nuevo. Estaba subiendo y bajando con su respiración, expandiéndose y decreciendo como un balón en su interior.
—¿Estás ahí, Mary? —Bobbie ahora le habló a ella directamente, alzando su voz hacia el techo—. ¡Lo descubrimos! ¡Estabas embarazada con el bebé de Kenton Millar! ¿Entonces ahora qué? —Como era de predecir, no hubo respuesta. Bobbie se preguntó si las otras señoritas de Piper’s, las de antes, habían llegado tan lejos. Si incluso trataron.
¿Mary les habrá dado puntos por tratar? Un nuevo pensamiento cruzó la menté de Bobbie. ¿Qué si Mary había dado a luz a un hijo o hija?
¿Era a quien se suponía que tenían que rastrear? Si es así, en dieciséis horas no iban a conseguir nada.
Naya saltó de repente y pasó las manos por la protuberancia disminuyendo. —Creo que se ha ido.
—¿Ves? Te lo dije… quería que supiéramos, seguramente, sobre el bebé, creo. —En este punto, después de todo lo que les había hecho pasar, Bobbie no estaba segura de poder dar fe por más tiempo de la
naturaleza benigna de la chica muerta.
—Bien. —Caine respiró un suspiro de alivio—. Esto realmente no
cambia nada, aún tenemos que descubrir dónde está el bebé de Mary. Antes de que sea demasiado tarde.
Bobbie asintió.
—Necesito una ducha. —Se estremeció Naya—. Me siento en gran parte sucia y extraña.
—No —insistió Bobbie—. No puedes ir al baño. Hay un espejo ahí.
Naya consideró eso por un momento. —Los baños de los prefectos tienen una bañera y no tienen espejo.
—Pero no eres un prefecto.
Naya se secó las mejillas húmedas, su ánimo regresando. —A) ellos no están aquí, ¿no? B) Estoy llevando un bebé fantasma, creo que entenderán mi necesidad de un poco de tiempo de mimos.
Bobbie abrazó a su amiga. Si ella pudiera hacer una broma de ello, se hallaba en el camino de ser genial. —Bien. Tú vas primero luego iré a refrescarme antes de regresar a St. Paul’s.
—Genial. —Naya agarró su bolsa de baño y aseguró una manta alrededor de su cintura, aunque la gran protuberancia de tres meses
había descendido ahora a casi nada más que un bebé de comida. Pasó la mano sobre ella, pero no dijo nada. No era real, recordó Bobbie.
—Mantente lejos de cualquier espejo… incluyendo el que abandonamos en la zona de relajación. Estaré en un segundo, debemos mantenernos unidas
—Sí, señora. Gracias, Bob, por, tú sabes… —Bobbie suponía que se refería al apoyo—. Eres increíble. Te amo, chica. —Naya la abrazó y Bobbie sintió sus mejillas sonrojarse. No se sentía increíble, se sentía como una hipócrita, alguien jugando el papel de una chica que podría hacerle frente. Que Caine y Naya creyeran que su intención era mantenerlos juntos era todo lo que importaba. Naya le dio un beso en la frente y se fue, dejando que la puerta se cerrara detrás de ella.
Bobbie se hallaba sola de nuevo con Caine por primera vez desde el beso en el pasillo. Levantó la mirada hacia él y la apartó, de repente tímida. Otro gran misterio resuelto, ¿por qué tantas señoritas de Piper’s Hall trotan a Oxsley cada fin de semana para estar al acecho fuera de las tiendas con chicos? Respuesta: Porque es adictivo. Todo lo que quería hacer era besarlo de nuevo, parcialmente para ver si era tan bueno como recordaba, pero también porque la puso en un estado diferente a cualquier otro que jamás había sentido antes.
Quería recapturar lo que había sentido en el pasillo: el galopar en su pecho.
Bobbie mentalmente se sacudió. Pasar su último día en la tierra besando al chico hermoso era la mejor o peor idea que había tenido. — Bueno, no estaba esperando eso. —Se dejó caer en su cama, ya aniquilada a pesar de sólo haber estado despie rta diez minutos.
—Lo sé, ¿cierto? Eso fue un desastre. —El cuarto de repente parecía más grande, como si estuvieran demasiado lejos. Como si lo sintiera, Caine se quitó la bolsa de dormir y se unió a ella—. ¿Está bien esto?
—Sí. —De alguna forma Bobbie sabía que él no haría un movimiento. Por cualquier razón, solo realmente, realmente quería tocar su piel. Acarició su cuello, sintiendo la línea del cabello difusa donde se había afeitado la cabeza. Esta vez, ella lo besó. Era tan bueno como lo había recordado, mejor.
Caine se apartó. —¡Aliento matutino!
—¿Yo? —Bobbie se sentía horrorizada.
—¡No! ¡No! ¡Me refiero a mí!
—Estás bien. —Bobbie le sonrió de vuelta antes de darle un beso menos riesgoso y fugaz en los labios. Él la puso en un abrazo, sosteniendo su muslo. Se sintió más segura de lo que se había sentido en años; atrapada seguramente en fuertes brazos. ¿Cuándo alguien la había sostenido por última vez? Oh, Grace lo hizo, pero eso era totalmente diferente. Y Naya era tan sentimental como venía, pero su madre no la había abrazado desde que era pequeña, habían pasado
ños. Se dio cuenta cuanto había extrañado el contacto y por qué la gente hacía esto; por qué dedicaban todas esas horas para encontrar novios y novias. Es para que alguien los abrace. Descansó su cabeza en su ancho hombro. Se le salió una lágrima y le humedeció la delgada camisa de algodón.
—¿Estás llorando sobre mí? —Su voz sonaba como si estuviera sonriendo, burlándose de ella.
Apartándose de él, se secó los ojos. —No. Es solo mi ojo con una fuga. Lo siento. No masivamente constructivo, lo sé. Es sólo que no quiero que esto se vaya.
Caine acarició su espalda, su pulgar acariciándola como si fuera un arpa. —Sí. Lo sé.
Bobbie tomó sus manos. No sabía por qué, pero expresó uno de sus mayores temores. —Crees que soy rara, ¿no?
Esta vez él la miró. —Solo en una buena forma.
Otra lágrima luchó para hacer una aparición. Ella la retuvo. Esto era algo bueno. Si era tomada por los espíritus inquietos al menos podía decir que había encontrado a alguien que la aceptaba. Eso era muy lindo. —¿Quieres algo para desayunar? —preguntó—. Podría conseguirnos algo.
—Sí. Eso sería genial. ¿Puedes pasarme algo de agua?
—Seguro. —Sus vasos de anoche estaban ordenados en el escritorio—. ¿Cuál era el tuyo?
—El más grande. —Sostuvo el vaso, aún medio lleno con agua de
la noche anterior.
—Gracias.
Bobbie miró alrededor de la habitación por algunas ropas que pudiera ponerse para buscar el desayuno. La timidez estaba de vuelta, tanto para ambos y no quería desnudarse delante de Caine.
—¡Guau! —El grito de Caine vino cerca de un segundo antes de que el vaso se estrellara en alfombra raída.
—Qu…
—Estaba en la copa. —Caine quitó sus piernas del suelo.
—¿Qué?
—La pude ver en el agua. ¡Mira!
Bobbie miró el charco en el suelo. La alfombra era tan delgada que apenas era absorbente y el agua avanzaba en un círculo negro. Por un momento, Bobbie solo se vio a sí misma en el charco, pero otra cara apareció detrás, como si estuviera justo detrás de ella . Bobbie gritó y se lanzó hacia atrás, chocando con el armario.
Entonces algo más pasó.
La punta blanquecina de un dedo muerto emergió desde el charco: desde el reflejo hacia la realidad. Bobbie gritó de nuevo. Ahí estaba, ella se encontraba viniendo por ellos.
Incapaz de quitar sus ojos de los dedos cadavéricos, no vio a Caine agarrar su edredón, pero un segundo después aterrizó en la zona húmeda, la tela absorbiendo el agua en un instante. Bobbie saltó a la acción, golpeando la humedad. Se apartó de la ropa de cama. El charco, y los dedos fantasmales, se habían ido.
Miró hacia Caine. Las palabras no eran necesarias. El juego terminó. Ella venía en camino. —Ya ni siquiera necesita un espejo. Es lo suficientemente fuerte para venir a través de cualquier reflejo.
Caine dejó caer la cabeza en sus manos, solo para levantarla de golpe otra vez. —¿Qué pasa con Naya?
Bobbie frunció el ceño y entonces algo que sintió como si un yunque se estrellara contra el fondo de su estómago. —¡Oh Dios! ¡El baño!
Ambos irrumpieron en la casa Brontë, sin importarle ya a Bobbie quien los veía. Ni siquiera pasó su mente cuantos problemas tendría si descubrían a Caine. Nada más importaba aparte de esto.
—¿Dónde está este baño? —gritó Caine, un par de escalones por encima de ella. Las puertas de Brontë convirtiéndose una mancha mientras pasaban a toda velocidad.
—¡Próximo piso! Al final de Dickinson.
—¿Dónde?
—¡Sígueme! —Bobbie tomó la delantera y se dirigió a la escalera principal. En ese momento habían hecho suficiente conmoción para que algunas chicas que se quedaban atrás asomaran la cabeza por alguna puerta en casa Austen.
Bobbie se estaba moviendo demasiado rápido para ver quiénes eran, pero definitivamente oyó a una de ellas decir—: ¡Oh Dios mío! ¡UN CHICO! —Hace un par de días, esa hubiera sido ella entre las masas escandalizadas.
Subió los escalones de dos en dos, con Caine pisándole los talones. No a Naya…por f avor Naya no. Su garganta se sentía tan seca y apretada que era doloroso. Llegaron al rellano entre Christie y Dickinson.
—¡Naya! —gritó Bobbie. Tiró de la puerta doble de Dickinson, sus calcetines derrapando por el suelo fresco de baldosa.
Los baños prefectos estaban junto a los baños principales de Dickinson, y era la única bañera real que los alumnos llegaron a usar. Esa ventaja era prácticamente la única razón para convertirse en un prefecto. Bobbie cayó en la puerta y tiró de la manija. Estaba cerrada.
—¡Naya! —Bobbie golpeó la puerta.
—¿Bob? ¿Qué pasa? Estoy bien, la hinchazón disminuyó. —La voz de Naya vino desde el interior. Bobbie oyó el sonido de chapoteo del agua mientras Naya se sentó en la bañera.
—¡Naya, sal de la bañera!
—¿Qué? ¿Por qué? Estás desesperada por hacer pis o… —La oración se cortó.
Bobbie presionó su oreja en la puerta. —¿Naya? Caine golpeó la puerta. —Naya, ¡sal! No es broma.
—¡Naya! —Bobbie tiró y sacudió la manija de la puerta. Puesto que no era un prefecto sólo se había asomado dentro de la habitación una vez o dos veces y no podía recordar qué tipo de bloqueo era. Lanzó todo su peso contra la puerta, pero la cosa no se movía.
—¡No! —gimió. No podía perder a su mejor amiga; no se podía detener a pensar la vida sin ella—. Caine —suplicó—. ¡Haz algo! —No no no no no no no.
Él estrelló la puerta con su hombro, provocando que más puertas se abrieran en la casa Dickinson. La puerta se abolló, pero no se abrió.
Hubo un intenso chapoteo y un grito ahogado desde dentro, como si Naya hubiera traspasado la superficie, luchando por respirar.
—¡Bobbie! —su suplica fue un gorgoteo. Alguien la estaba hundiendo.
Bobbie cayó de rodillas, luchando para respirar a través de las lágrimas. Había una brecha diminuta entre el mango y el marco de la puerta. Una rendija de luz brillaba a través del hueco. Con un ojo cerrado, Bobbie se asomó por la rendija.
Vapor llenaba el cuarto. Una cutre cortina opaca estaba colgaba fuera del esmalte desconchado de la bañera. La habitación estaba quieta y en silencio, sin sugerencia de la lucha que acababa de escuchar. —¿Naya? —susurró. Su amiga se había ido.
Silencio. Sólo un constante goteo, goteo, goteo.
De la bañera, dedos se curvaron sobre el borde de esta. Fríos, grises, dedos muertos. Sus uñas como pizarra. Agua teñida de sangre de color rosa se resbaló por el esmalte hacia el suelo. Surgió una cabeza empapada de pelo negro.
Mary se arrastró fuera de la bañera.
Última edición por Atómic_Mellark el Dom 29 Oct - 19:56, editado 1 vez
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
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Re: Lectura #2 Octubre 2017
23
Aislamiento
Bobbie saltó lejos de la puerta, estrellándose contra Caine. Cayó de espaldas sobre su trasero, derribándolo con ella. —¡Ella viene! —Las palabras rasgaron su garganta.
—¿Qué?
Se arrastró hacia él. —¡Mary! ¡Está ahí! ¡Se llevó a Naya!
Las puertas dobles al final del pasillo se abrieron de golpe, una ráfaga de viento flotando dentro del pasillo. —¿Qué en la tierra pasa aquí? —La señora Craddock pisó fuerte por el pasillo, llevando una rebanada de pan tostado a medio comer—. ¡Roberta Rowe!
¿Exactamente qué crees que estás haciendo?
Bobbie tropezó con sus pies y se giró hacia ella, consiguiendo un bocado de cabello en el proceso. —Señora Craddock, tiene que ayudarnos. Ella tiene a Naya.
Confusión arrugó el rostro de la anciana. —¿Qué? ¿De qué
hablas?
Tirando de su manga, Bobbie la arrastró lejos de la puerta del baño. —Mary. Mary Worthington. Se llevó a Sadie y ahora viene detrás de nosotros también.
La expresión de la señora Craddock cambio de molestia a una de preocupación. —Bobbie, querida, tienes que calmarte. ¿Estás bien? Y,
¿quién es este joven?
Caine dio un paso hacia adelante. Gotas de sudor brillaban en su frente. —Te dice la verdad. Hay un fantasma ahí dentro. —Señaló a la puerta con un dedo tembloroso.
Y la molestia regresó. —¡Oh por el amor de Dios! ¡Paren con estas tonterías de inmediato! ¿Dónde está Naya?
—¡Deje de hacer preguntas! —espetó Bobbie—. ¡No hay tiempo!
—Esa NO es forma de hablar a los miembros del personal. —La delgada y angular silueta de la Dra. Price se situó en el marco de la puerta. Sus brazos cruzados y labios fruncidos—. Roberta, tienes exactamente un minuto para explicar por qué hay un chico en Piper’s Hall y por qué gritas por los pasillos a las ocho de la mañana. —Su voz era tan plana como siempre.
Bobbie no pudo contenerse por más tiempo. Perder a Naya perforó un agujero en la presa y ahora el torrente de emociones que había estado conteniendo, se derramó por completo. —Dra. Price. Por favor, por favor ayúdenos. Tiene que hacerlo. Tiene que ayudarnos. — Su nariz goteaba. No le importaba.
—Bobbie, para esto ahora. Contrólate.
—Pero se llevó a Naya. Se llevó a Sadie.
—¿De quién demonios hablas?
—Mary Worthington. —Bobbie tuvo que detenerse de gritar el nombre, y luego—: ¡Bloody Mary!
La directora rodó los ojos, con una frágil sonrisa en sus labios. — Oh por Dios, Roberta, no tengo tiempo para historias tontas.
—Tiene que creernos —gruñó Caine.
Price le golpeó con una explosión de frialdad ártica, tratándole con disgusto poco disimulado. —Está violando propiedad privada. No quiero una palabra de su parte.
Bobbie se aferró salvajemente a su directora, todo su autocontrol
desaparecido. —¡Es cierto! Hace cinco días dijimos su nombre en frente
de un espejo. Al quinto día ella viene por ti. ¡Está ahí ahora! ¡Se llevó a Naya! —La terrible verdad se hundió. Si hubiera tenido algo en su interior lo habría arrojado; mientras su estómago solo padecía dolorosas arcadas—. Se llevó a Naya.
Price se pellizcó el puente de la nariz y suspiró. —Justo cuando crees que has escuchado todas las excusas del mundo. Quiero decir que esto realmente es el colmo, Bobbie. —Sus tacones repiquetean sobre las baldosas mientras se acerca al baño de los profesores.
—¡No! ¡No abra la puerta! ¡Mary está ahí!
—Está cerrada desde el interior —le recordó Caine.
La Dra. Price golpeó sobre la madera. —¿Naya Sánchez? ¿Estás ahí? Soy la Dra. Price, déjame entrar inmediatamente . —No hubo respuesta. Price tomo la manija.
—¡No! —gritó Bobbie.
La Dra. Price giró el pomo y, sin ninguna resistencia, la puerta se abrió, el vapor rodando dentro del pasillo. —Ni siquiera está cerrada con llave.
—¿Qué? De ninguna manera. —Caine frunció el ceño—. Juro que estaba…
—¿Pensé que le dije que no quería ni una palabra? —Price entró a la habitación. Bobbie se obligó a mirar. Mary, por supuesto, se había ido. Se preguntó si físicamente no podía manifestarse a quienes no la invocaban. Eso de alguna manera explicaba por qué Kellie y Lottie no fueron perturbadas la noche que Sadie desapareció. Se limpió la cara mojada. Por ahora, se encontraban a salvo. El agua aún se balanceaba de un lado al otro en la bañera, asentándose—. Roberta, ¿qué pasa?
—Ya se lo dije —dijo, sintiéndose más fuerte.
—¿Dónde está Naya?
Era demasiado tarde. Llegaron demasiado tarde. Naya se había ido. No parecía posible. ¿Cómo podía algo tan importante como Naya desaparecer con tan poca ceremonia? La tristeza la inundó. No sabía qué era lo que le deparaba el futuro a Naya, pero cualquier cosa que hiciera, hubiera sido espectacular. La visión de Bobbie se volvió borrosa.
—Mary se la llevó —susurró—. Nos va a llevar a nosotros también.
Una pequeña congregación de las chicas que se quedaron , se reunieron para ver de qué se trataba la conmoción. Trinaban como gorriones malintencionados, susurrándose las unas a las otras. Bobbie estaba demasiado nerviosa para importarle que Grace y Caitlin estuvieran entre los espectadores.
—¡Esto es suficiente! —Price levantó la voz por primera vez—.
Esto es serio. Roberta Rowe, ¿dónde está Naya?
—¡Se lo dije! ¡Mary se la llevó! —La voz de Bobbie se volvió más aguda y fuerte.
La Dra. Price arqueó una ceja. —Bueno, esta es la última advertencia. No se me hablará así. ¿Dónde. Está. Naya?
Bobbie se sentía como una banda de goma, siendo estirada a su límite. Y entonces se rompió. —¿Cuál es el punto? ¡Usted no nos va a creer! Estoy diciendo la verdad. Mary mató a Naya y ahora nosotros — Caine y yo— vamos a morir también si no nos escucha, ¡será su culpa!
—Se giró hacia su pequeña audiencia—. ¡Grace! ¡Grace, tú estabas con nosotros! Dile lo que hicimos, ¡dile sobre el reto!
Grace hizo una pausa antes de levantar sus manos vacías. Una sonrisa casi imperceptible en sus labios. —Dra. Price, no tengo idea de lo que está hablando.
—¡Perra! —chilló Bobbie.
—¡Miente! —añadió Caine.
La Dra. Price se ubicó entre Bobbie y Grace . —¡Suficiente! Hablaremos de nuevo cuando pueda comportarse como una señorita de Piper’s Hall. —Buscó ayuda—. Señora Craddock, Grace, ¿me ayudarían a acompañar a la señorita Rowe a la habitación de aislamiento?
—Por supuesto. —Grace no podría haber estado más ansiosa de ayudar.
—¡No me puede poner ahí! —Bobbie retrocedió, adentrándose más en la casa Dickinson, pero Grace y Craddock se movieron a su lado—. No voy a ser capaz de salir si ella…
—No la toques. —Caine dio un paso en la trayectoria de Grace, pero ella no parecía perturbada por su altura en lo más mínimo y lo empujó lejos como una mosca.
Price tomó a Caine por el brazo y lo guio hacia la puerta. Él arrancó su brazo. —Si no sale de las instalaciones de mi escuela en los próximos dos minutos llamare a la policía, ¿está claro?
—¡No puede!
—Pruébeme —La Dra. Price dirigió el camino hacia la escalera principal—. Roberta, se calmará en la habitación de aislamiento hasta que pueda hablarme con madurez, ¿entendido?
Grace y Craddock comenzaron a arrastrarla hacia las escaleras.
—¡Por favor… no! ¡Por favor no me ponga ahí!
—No te estoy dando una opción al respecto.
La habitación de aislamiento era un poco más grande que un armario junto a la enfermería en la planta baja. Empujaron a Caine fuera de la entrada principal y la puerta se cerró en sus narices. Bobbie todavía podía oírlo golpeando la madera mientras la llevaban a la celda.
—Por favor —suplicó—. ¡No me dejen sola!
—Tienes que calmarte —repitió la Dra. Price, dirigiendo el camino.
—¡Si me dejas sola, me atrapará!
—¿Tal vez deberíamos llamar al Dr. Robinson? —sugirió la señora Craddock.
—Vamos a ver. Si no deja de despotricar y delirar tendremos que ver cómo podemos sedarla.
Bobbie dejó de luchar de inmediato. Si era sedada no había manera de que fuera capaz de luchar cuando Mary viniera a por ella. — Por favor. Solo… ¿puede alguien vigilarme?
La Dra. Price la miró con algo parecido a compasión. —Le aseguro que vamos a estar vigilándola. —Entró en la habitación de aislamiento y mantuvo la puerta abierta—. Ahora entra. Quítate las gafas por favor. Es evidente que ha estado haciéndose daño a sí misma.
En medio del caos, se olvidó de que su rostro se hallaba cubierto de marcas. Resignada Bobbie entregó sus gafas y de inmediato estuvo desorientada. Grace innecesariamente disfrutó empujándola dentro de la habitación en forma de caja. Era un estrecho cuboide con solo dos altas y delgadas aspilleras en lo alto de la pared del fondo. Debajo de ellas había una sola cama de hospital sin mantas. —Entra —dijo la Dra. Price.
Bobbie arrastro los pies entrado más en la habitación. En un día brillante, estaría húmeda. En un día frio y húmedo era opresivamente oscura.
—Volveré para comprobar cómo estás en una hora. —Se giró hacia la señora Craddock—. Tenemos que buscar a Naya. Si está desaparecida necesitamos a la policía aquí lo antes posible.
La puerta se cerró, encerrándola en la caja de concreto. Bobbie no era buena con los espacios pequeños —incluso los ascensores la hacían sentirse claustrofóbica y, mientras la cerradura en la puerta crujía, se sintió peor. La policía, pensó, buena suerte con eso. No encontrarían a Naya. Nadie lo haría. Ella se había ido.
Al pensar en Naya, un dolor agudo estalló en el esternón de Bobbie. Se mordió la lengua para contener un grito.
Se desplomó sobre la cama, los resortes resistiéndose con un chirrido malhumorado. Cerrando los ojos, Bobbie se centró en tomar largas y profundas respiraciones —exactamente lo que le diría su madre que hiciera si estuviera aquí. Eso le trajo escaso consuelo. Caine se encontraba afuera, solo, en un mundo lleno de espejos. No solo espejos, cualquier cosa reflectante. Era como si estuviera muerto. Escaneando la habitación, la única cosa positiva de su celda era que no había nada reflectante en absoluto.
Eso significaba que era la única que quedaba: Sadie, Naya, Caine en cualquier momento, y ella permanecía en cautiverio. Fueron vencidos. Bobbie nunca se sintió tan inútil. Lo único que podía hacer era esperar.
La única cosa que tenía en el calabozo era tiempo para pensar. Por más que intentó mantener los recuerdos de Naya fuera de su cabeza, no podía: la fiesta en que se fueron disfrazadas como Bellatrix y Dobby; Naya manoseando los traseros desnudos de las estatuas en el museo británico antes de ser escoltadas fuera del sitio por un guardia de seguridad, la “anónima” tarjeta de San Valentín que Naya le enviaba cada año sin falta. Bobbie la iba a extrañar tanto. Sofocó una resignada sonrisa; había un poco de consuelo en saber que solo sentiría ese hueco en su corazón por máximo doce horas. Quien sabía, tal vez todos volverían a reunirse.
También pensó en Caine. Él hizo realidad su cuento de hadas: la despertó con un beso. Vivió más en cinco días que en sus dieciséis años. Ahora se había ido y lo quería como nunca quiso otra cosa (incluyendo la antigua máquina de escribir por la que rogó cuando tenía doce).
En la habitación de aislamiento no tenía forma de saber cuánto tiempo había pasado. Aún se encontraba en pijama, sin reloj y sin teléfono. Afuera escuchó las olas rompiendo contra los acantilados y el golpeteo constante de la lluvia en el patio. Una canaleta o algo debían tener una fuga también, porque un continuo goteo salpicaba en la senda fuera de su ventana.
No… espera. Por supuesto, pensó. Mary… goteando sobre las baldosas de la sala; el cuarto de baño; el baño de los profesores. Había estado oyendo ese goteo toda la semana… apenas fuera del alcance del oído. Ahora llegó a su punto culminante.
Bobbie permaneció en la cama, hasta que sus piernas y nalgas estuvieron tan entumecidas que recurrió a pasear para mantener la circulación fluyendo —no es que hubiera mucho espacio para pasear. La habitación se hizo más y más oscura, y aparentemente más y más pequeña, mientras la tormenta afuera empeoraba. Un trueno comenzó a retumbar como si el cielo tuviera hambre y un relámpago brilló en nerviosos intervalos.
De vez en cuando una cara borrosa aparecía en el panel de plexiglás esmerilado en la puerta. Bobbie supuso que era Price revisándola, pero no podía estar segura. Mientras los minutos se convertían en horas (probablemente), Bobbie podía sentir su agarre aflojándose. Caine y Naya, Naya y Caine. El pánico se convirtió en rabia, sus manos se retorcían con energía nerviosa.
Finalmente, explotó y se lanzó hacia la puerta. No podía esperar ni un segundo más. Obligando su voz a mantenerse uniforme y sensata, llamó a través del cristal—: ¡Hola! ¿Hay alguien ahí? ¡Estoy tranquila ahora! Estoy lista para hablar. —No hubo respuesta. Presionó su rostro contra la ventana, pero no podía ver ni oír nada en el pasillo—. ¿Puede alguien decirme que está pasando?
Nada. Estaba fría. Se frotó los brazos para entrar en calor y se inclinó de nuevo en la cama plegable. Apoyó la espalda contra el yeso fresco y fijó sus ojos en la puerta. Se sentía tranquila ahora, pero no mentiría. Si era necesario, empezaría desde un principio y contaría toda la historia: el reto, Sadie, Bridget, Judy. Tan loco como todo sonaba, nadie podía negar que algo imposible, la definición de diccionario para paranormal, estaba sucediendo. Dios, si tenía que hacerlo, Bobbie obligaría a Price a llamar a Judy o al hospital. Todas las pistas se hallaban allí si las mirabas lo suficientemente fuerte —alguien vería un patrón extraño.
Bobbie cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared.
Fuera de la ventana, el hilo de agua se redujo a un preciso goteo, goteo, goteo.
Goteo, goteo, goteo.
Sus ojos se abrieron. Por el rabillo del ojo, en los bordes de su visión periférica, algo se movió.
Bobbie gritó y rodó fuera de la cama al suelo.
Donde la pared una vez fue lisa y plana, ahora había una impresión de un rostro mirando —un rostro de una chica. La pared se estiró y flexionó como si estuviera hecha de látex, dedos presionando a cada lado de la cara, como si estuviera intentando forzar su camino a través de la pared.
Sin atreverse a mirar hacia otro lado, retrocedió por el suelo sobre su trasero. La cara se hundió de nuevo en el yeso y era solo la pared una vez más —Oh Dios…
La pared a su izquierda, la más cercana a ella, onduló y una mano trató de empujar una vez más su camino a través de ella, como si estuviera ciega. Bobbie gritó y se puso de pie, presionando su espalda contra la pared opuesta. Dos delgados brazos lograron atravesarla, arañando por ella. Las manos fantasmales no la podían alcanzar. Se retiraron.
Un segundo después, la impresión de la cara de Mary surgió justo al lado de la suya. Bobbie se giró de regreso hacia la puerta. —¡Déjenme salir! —gritó, golpeando la madera—. ¡Intenta entrar! ¡Por favor! —Era consciente de que esto no ayudaría a su suplica de cordura, pero mejor loca que muerta—. ¡Por favor! ¿Alguien puede oírme?
El rostro de Mary, con su boca abierta, se zambulló a través de la pared, alargando toda la superficie, estirándola mientras intentaba abrirse paso a través de ella. Bobbie giró para enfrentarse a la chica muerta. —¡No hay espejos aquí, Mary! No va a funcionar.
El contorno de la cara se detuvo y se giró con curiosidad hacia ella. —¿Qué es lo que quieres? —murmuró Bobbie, aterrorizada—. He hecho todo lo que querías… Traté y traté de ayudarte… ¿Por qué no me dejas en paz? —¿Por qué ella? ¿Por qué, de todas las chicas en todo el mundo que han dicho su nombre? ¿Por qué Mary se aferró a ella como un parásito?
La cara se retiró, lentamente, casi como en trance. Bobbie se aferró al marco de la puerta como si fuera su tabla de salvación. El poder de Mary era más fuerte que nunca, pero al parecer aun necesitaba una superficie reflectante para cruzar propiamente a la realidad.
—Déjenme salir. —Bobbie apoyó la cabeza contra la puerta, sabiendo que nadie la escuchaba—. Por favor —añadió débilmente.
La lúgubre habitación se hallaba en silencio. Las paredes eran solo paredes. El único sonido era el de su propia respiración entrecortada. Bobbie, con la espalda pegada a la puerta, escane ó la celda. Mary no se rendiría tan fácilmente, no cuando tenía un público cautivo. —¿Mary? —susurró Bobbie—. ¿Dónde estás?
Goteo.
El ruido era más fuerte que nunca. Más cerca.
Goteo, goteo.
Bobbie lo vio. Por encima de su cabeza, tubos de calefacción cruzaban el techo —desapareciendo en la pared a ambos lado. Había una pieza oxidada en el centro de la anticuada tubería y vio una gruesa y gran gota fugándose de la pieza defectuosa. Se resbaló por esta, agrupándose como una lágrima, colgando por un segundo antes de caer al suelo con un húmedo plaf.
La boca de Bobbie se abrió. Eso era Mary. Estaba haciendo que eso sucediera.
Goteo, goteo, goteo.
Las gotas comenzaron a acumularse en el centro del linóleo. Mary creaba una manera de entrar. Las gotas se volvieron un hilo, la fuga empeoraba.
Bobbie se giró hacia la puerta y la golpeó con ambos puños. —¡Oh Dios mío, sáquenme de aquí!
Una mano blanca como la tiza logró atravesar el charco.
Aislamiento
Bobbie saltó lejos de la puerta, estrellándose contra Caine. Cayó de espaldas sobre su trasero, derribándolo con ella. —¡Ella viene! —Las palabras rasgaron su garganta.
—¿Qué?
Se arrastró hacia él. —¡Mary! ¡Está ahí! ¡Se llevó a Naya!
Las puertas dobles al final del pasillo se abrieron de golpe, una ráfaga de viento flotando dentro del pasillo. —¿Qué en la tierra pasa aquí? —La señora Craddock pisó fuerte por el pasillo, llevando una rebanada de pan tostado a medio comer—. ¡Roberta Rowe!
¿Exactamente qué crees que estás haciendo?
Bobbie tropezó con sus pies y se giró hacia ella, consiguiendo un bocado de cabello en el proceso. —Señora Craddock, tiene que ayudarnos. Ella tiene a Naya.
Confusión arrugó el rostro de la anciana. —¿Qué? ¿De qué
hablas?
Tirando de su manga, Bobbie la arrastró lejos de la puerta del baño. —Mary. Mary Worthington. Se llevó a Sadie y ahora viene detrás de nosotros también.
La expresión de la señora Craddock cambio de molestia a una de preocupación. —Bobbie, querida, tienes que calmarte. ¿Estás bien? Y,
¿quién es este joven?
Caine dio un paso hacia adelante. Gotas de sudor brillaban en su frente. —Te dice la verdad. Hay un fantasma ahí dentro. —Señaló a la puerta con un dedo tembloroso.
Y la molestia regresó. —¡Oh por el amor de Dios! ¡Paren con estas tonterías de inmediato! ¿Dónde está Naya?
—¡Deje de hacer preguntas! —espetó Bobbie—. ¡No hay tiempo!
—Esa NO es forma de hablar a los miembros del personal. —La delgada y angular silueta de la Dra. Price se situó en el marco de la puerta. Sus brazos cruzados y labios fruncidos—. Roberta, tienes exactamente un minuto para explicar por qué hay un chico en Piper’s Hall y por qué gritas por los pasillos a las ocho de la mañana. —Su voz era tan plana como siempre.
Bobbie no pudo contenerse por más tiempo. Perder a Naya perforó un agujero en la presa y ahora el torrente de emociones que había estado conteniendo, se derramó por completo. —Dra. Price. Por favor, por favor ayúdenos. Tiene que hacerlo. Tiene que ayudarnos. — Su nariz goteaba. No le importaba.
—Bobbie, para esto ahora. Contrólate.
—Pero se llevó a Naya. Se llevó a Sadie.
—¿De quién demonios hablas?
—Mary Worthington. —Bobbie tuvo que detenerse de gritar el nombre, y luego—: ¡Bloody Mary!
La directora rodó los ojos, con una frágil sonrisa en sus labios. — Oh por Dios, Roberta, no tengo tiempo para historias tontas.
—Tiene que creernos —gruñó Caine.
Price le golpeó con una explosión de frialdad ártica, tratándole con disgusto poco disimulado. —Está violando propiedad privada. No quiero una palabra de su parte.
Bobbie se aferró salvajemente a su directora, todo su autocontrol
desaparecido. —¡Es cierto! Hace cinco días dijimos su nombre en frente
de un espejo. Al quinto día ella viene por ti. ¡Está ahí ahora! ¡Se llevó a Naya! —La terrible verdad se hundió. Si hubiera tenido algo en su interior lo habría arrojado; mientras su estómago solo padecía dolorosas arcadas—. Se llevó a Naya.
Price se pellizcó el puente de la nariz y suspiró. —Justo cuando crees que has escuchado todas las excusas del mundo. Quiero decir que esto realmente es el colmo, Bobbie. —Sus tacones repiquetean sobre las baldosas mientras se acerca al baño de los profesores.
—¡No! ¡No abra la puerta! ¡Mary está ahí!
—Está cerrada desde el interior —le recordó Caine.
La Dra. Price golpeó sobre la madera. —¿Naya Sánchez? ¿Estás ahí? Soy la Dra. Price, déjame entrar inmediatamente . —No hubo respuesta. Price tomo la manija.
—¡No! —gritó Bobbie.
La Dra. Price giró el pomo y, sin ninguna resistencia, la puerta se abrió, el vapor rodando dentro del pasillo. —Ni siquiera está cerrada con llave.
—¿Qué? De ninguna manera. —Caine frunció el ceño—. Juro que estaba…
—¿Pensé que le dije que no quería ni una palabra? —Price entró a la habitación. Bobbie se obligó a mirar. Mary, por supuesto, se había ido. Se preguntó si físicamente no podía manifestarse a quienes no la invocaban. Eso de alguna manera explicaba por qué Kellie y Lottie no fueron perturbadas la noche que Sadie desapareció. Se limpió la cara mojada. Por ahora, se encontraban a salvo. El agua aún se balanceaba de un lado al otro en la bañera, asentándose—. Roberta, ¿qué pasa?
—Ya se lo dije —dijo, sintiéndose más fuerte.
—¿Dónde está Naya?
Era demasiado tarde. Llegaron demasiado tarde. Naya se había ido. No parecía posible. ¿Cómo podía algo tan importante como Naya desaparecer con tan poca ceremonia? La tristeza la inundó. No sabía qué era lo que le deparaba el futuro a Naya, pero cualquier cosa que hiciera, hubiera sido espectacular. La visión de Bobbie se volvió borrosa.
—Mary se la llevó —susurró—. Nos va a llevar a nosotros también.
Una pequeña congregación de las chicas que se quedaron , se reunieron para ver de qué se trataba la conmoción. Trinaban como gorriones malintencionados, susurrándose las unas a las otras. Bobbie estaba demasiado nerviosa para importarle que Grace y Caitlin estuvieran entre los espectadores.
—¡Esto es suficiente! —Price levantó la voz por primera vez—.
Esto es serio. Roberta Rowe, ¿dónde está Naya?
—¡Se lo dije! ¡Mary se la llevó! —La voz de Bobbie se volvió más aguda y fuerte.
La Dra. Price arqueó una ceja. —Bueno, esta es la última advertencia. No se me hablará así. ¿Dónde. Está. Naya?
Bobbie se sentía como una banda de goma, siendo estirada a su límite. Y entonces se rompió. —¿Cuál es el punto? ¡Usted no nos va a creer! Estoy diciendo la verdad. Mary mató a Naya y ahora nosotros — Caine y yo— vamos a morir también si no nos escucha, ¡será su culpa!
—Se giró hacia su pequeña audiencia—. ¡Grace! ¡Grace, tú estabas con nosotros! Dile lo que hicimos, ¡dile sobre el reto!
Grace hizo una pausa antes de levantar sus manos vacías. Una sonrisa casi imperceptible en sus labios. —Dra. Price, no tengo idea de lo que está hablando.
—¡Perra! —chilló Bobbie.
—¡Miente! —añadió Caine.
La Dra. Price se ubicó entre Bobbie y Grace . —¡Suficiente! Hablaremos de nuevo cuando pueda comportarse como una señorita de Piper’s Hall. —Buscó ayuda—. Señora Craddock, Grace, ¿me ayudarían a acompañar a la señorita Rowe a la habitación de aislamiento?
—Por supuesto. —Grace no podría haber estado más ansiosa de ayudar.
—¡No me puede poner ahí! —Bobbie retrocedió, adentrándose más en la casa Dickinson, pero Grace y Craddock se movieron a su lado—. No voy a ser capaz de salir si ella…
—No la toques. —Caine dio un paso en la trayectoria de Grace, pero ella no parecía perturbada por su altura en lo más mínimo y lo empujó lejos como una mosca.
Price tomó a Caine por el brazo y lo guio hacia la puerta. Él arrancó su brazo. —Si no sale de las instalaciones de mi escuela en los próximos dos minutos llamare a la policía, ¿está claro?
—¡No puede!
—Pruébeme —La Dra. Price dirigió el camino hacia la escalera principal—. Roberta, se calmará en la habitación de aislamiento hasta que pueda hablarme con madurez, ¿entendido?
Grace y Craddock comenzaron a arrastrarla hacia las escaleras.
—¡Por favor… no! ¡Por favor no me ponga ahí!
—No te estoy dando una opción al respecto.
La habitación de aislamiento era un poco más grande que un armario junto a la enfermería en la planta baja. Empujaron a Caine fuera de la entrada principal y la puerta se cerró en sus narices. Bobbie todavía podía oírlo golpeando la madera mientras la llevaban a la celda.
—Por favor —suplicó—. ¡No me dejen sola!
—Tienes que calmarte —repitió la Dra. Price, dirigiendo el camino.
—¡Si me dejas sola, me atrapará!
—¿Tal vez deberíamos llamar al Dr. Robinson? —sugirió la señora Craddock.
—Vamos a ver. Si no deja de despotricar y delirar tendremos que ver cómo podemos sedarla.
Bobbie dejó de luchar de inmediato. Si era sedada no había manera de que fuera capaz de luchar cuando Mary viniera a por ella. — Por favor. Solo… ¿puede alguien vigilarme?
La Dra. Price la miró con algo parecido a compasión. —Le aseguro que vamos a estar vigilándola. —Entró en la habitación de aislamiento y mantuvo la puerta abierta—. Ahora entra. Quítate las gafas por favor. Es evidente que ha estado haciéndose daño a sí misma.
En medio del caos, se olvidó de que su rostro se hallaba cubierto de marcas. Resignada Bobbie entregó sus gafas y de inmediato estuvo desorientada. Grace innecesariamente disfrutó empujándola dentro de la habitación en forma de caja. Era un estrecho cuboide con solo dos altas y delgadas aspilleras en lo alto de la pared del fondo. Debajo de ellas había una sola cama de hospital sin mantas. —Entra —dijo la Dra. Price.
Bobbie arrastro los pies entrado más en la habitación. En un día brillante, estaría húmeda. En un día frio y húmedo era opresivamente oscura.
—Volveré para comprobar cómo estás en una hora. —Se giró hacia la señora Craddock—. Tenemos que buscar a Naya. Si está desaparecida necesitamos a la policía aquí lo antes posible.
La puerta se cerró, encerrándola en la caja de concreto. Bobbie no era buena con los espacios pequeños —incluso los ascensores la hacían sentirse claustrofóbica y, mientras la cerradura en la puerta crujía, se sintió peor. La policía, pensó, buena suerte con eso. No encontrarían a Naya. Nadie lo haría. Ella se había ido.
Al pensar en Naya, un dolor agudo estalló en el esternón de Bobbie. Se mordió la lengua para contener un grito.
Se desplomó sobre la cama, los resortes resistiéndose con un chirrido malhumorado. Cerrando los ojos, Bobbie se centró en tomar largas y profundas respiraciones —exactamente lo que le diría su madre que hiciera si estuviera aquí. Eso le trajo escaso consuelo. Caine se encontraba afuera, solo, en un mundo lleno de espejos. No solo espejos, cualquier cosa reflectante. Era como si estuviera muerto. Escaneando la habitación, la única cosa positiva de su celda era que no había nada reflectante en absoluto.
Eso significaba que era la única que quedaba: Sadie, Naya, Caine en cualquier momento, y ella permanecía en cautiverio. Fueron vencidos. Bobbie nunca se sintió tan inútil. Lo único que podía hacer era esperar.
La única cosa que tenía en el calabozo era tiempo para pensar. Por más que intentó mantener los recuerdos de Naya fuera de su cabeza, no podía: la fiesta en que se fueron disfrazadas como Bellatrix y Dobby; Naya manoseando los traseros desnudos de las estatuas en el museo británico antes de ser escoltadas fuera del sitio por un guardia de seguridad, la “anónima” tarjeta de San Valentín que Naya le enviaba cada año sin falta. Bobbie la iba a extrañar tanto. Sofocó una resignada sonrisa; había un poco de consuelo en saber que solo sentiría ese hueco en su corazón por máximo doce horas. Quien sabía, tal vez todos volverían a reunirse.
También pensó en Caine. Él hizo realidad su cuento de hadas: la despertó con un beso. Vivió más en cinco días que en sus dieciséis años. Ahora se había ido y lo quería como nunca quiso otra cosa (incluyendo la antigua máquina de escribir por la que rogó cuando tenía doce).
En la habitación de aislamiento no tenía forma de saber cuánto tiempo había pasado. Aún se encontraba en pijama, sin reloj y sin teléfono. Afuera escuchó las olas rompiendo contra los acantilados y el golpeteo constante de la lluvia en el patio. Una canaleta o algo debían tener una fuga también, porque un continuo goteo salpicaba en la senda fuera de su ventana.
No… espera. Por supuesto, pensó. Mary… goteando sobre las baldosas de la sala; el cuarto de baño; el baño de los profesores. Había estado oyendo ese goteo toda la semana… apenas fuera del alcance del oído. Ahora llegó a su punto culminante.
Bobbie permaneció en la cama, hasta que sus piernas y nalgas estuvieron tan entumecidas que recurrió a pasear para mantener la circulación fluyendo —no es que hubiera mucho espacio para pasear. La habitación se hizo más y más oscura, y aparentemente más y más pequeña, mientras la tormenta afuera empeoraba. Un trueno comenzó a retumbar como si el cielo tuviera hambre y un relámpago brilló en nerviosos intervalos.
De vez en cuando una cara borrosa aparecía en el panel de plexiglás esmerilado en la puerta. Bobbie supuso que era Price revisándola, pero no podía estar segura. Mientras los minutos se convertían en horas (probablemente), Bobbie podía sentir su agarre aflojándose. Caine y Naya, Naya y Caine. El pánico se convirtió en rabia, sus manos se retorcían con energía nerviosa.
Finalmente, explotó y se lanzó hacia la puerta. No podía esperar ni un segundo más. Obligando su voz a mantenerse uniforme y sensata, llamó a través del cristal—: ¡Hola! ¿Hay alguien ahí? ¡Estoy tranquila ahora! Estoy lista para hablar. —No hubo respuesta. Presionó su rostro contra la ventana, pero no podía ver ni oír nada en el pasillo—. ¿Puede alguien decirme que está pasando?
Nada. Estaba fría. Se frotó los brazos para entrar en calor y se inclinó de nuevo en la cama plegable. Apoyó la espalda contra el yeso fresco y fijó sus ojos en la puerta. Se sentía tranquila ahora, pero no mentiría. Si era necesario, empezaría desde un principio y contaría toda la historia: el reto, Sadie, Bridget, Judy. Tan loco como todo sonaba, nadie podía negar que algo imposible, la definición de diccionario para paranormal, estaba sucediendo. Dios, si tenía que hacerlo, Bobbie obligaría a Price a llamar a Judy o al hospital. Todas las pistas se hallaban allí si las mirabas lo suficientemente fuerte —alguien vería un patrón extraño.
Bobbie cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared.
Fuera de la ventana, el hilo de agua se redujo a un preciso goteo, goteo, goteo.
Goteo, goteo, goteo.
Sus ojos se abrieron. Por el rabillo del ojo, en los bordes de su visión periférica, algo se movió.
Bobbie gritó y rodó fuera de la cama al suelo.
Donde la pared una vez fue lisa y plana, ahora había una impresión de un rostro mirando —un rostro de una chica. La pared se estiró y flexionó como si estuviera hecha de látex, dedos presionando a cada lado de la cara, como si estuviera intentando forzar su camino a través de la pared.
Sin atreverse a mirar hacia otro lado, retrocedió por el suelo sobre su trasero. La cara se hundió de nuevo en el yeso y era solo la pared una vez más —Oh Dios…
La pared a su izquierda, la más cercana a ella, onduló y una mano trató de empujar una vez más su camino a través de ella, como si estuviera ciega. Bobbie gritó y se puso de pie, presionando su espalda contra la pared opuesta. Dos delgados brazos lograron atravesarla, arañando por ella. Las manos fantasmales no la podían alcanzar. Se retiraron.
Un segundo después, la impresión de la cara de Mary surgió justo al lado de la suya. Bobbie se giró de regreso hacia la puerta. —¡Déjenme salir! —gritó, golpeando la madera—. ¡Intenta entrar! ¡Por favor! —Era consciente de que esto no ayudaría a su suplica de cordura, pero mejor loca que muerta—. ¡Por favor! ¿Alguien puede oírme?
El rostro de Mary, con su boca abierta, se zambulló a través de la pared, alargando toda la superficie, estirándola mientras intentaba abrirse paso a través de ella. Bobbie giró para enfrentarse a la chica muerta. —¡No hay espejos aquí, Mary! No va a funcionar.
El contorno de la cara se detuvo y se giró con curiosidad hacia ella. —¿Qué es lo que quieres? —murmuró Bobbie, aterrorizada—. He hecho todo lo que querías… Traté y traté de ayudarte… ¿Por qué no me dejas en paz? —¿Por qué ella? ¿Por qué, de todas las chicas en todo el mundo que han dicho su nombre? ¿Por qué Mary se aferró a ella como un parásito?
La cara se retiró, lentamente, casi como en trance. Bobbie se aferró al marco de la puerta como si fuera su tabla de salvación. El poder de Mary era más fuerte que nunca, pero al parecer aun necesitaba una superficie reflectante para cruzar propiamente a la realidad.
—Déjenme salir. —Bobbie apoyó la cabeza contra la puerta, sabiendo que nadie la escuchaba—. Por favor —añadió débilmente.
La lúgubre habitación se hallaba en silencio. Las paredes eran solo paredes. El único sonido era el de su propia respiración entrecortada. Bobbie, con la espalda pegada a la puerta, escane ó la celda. Mary no se rendiría tan fácilmente, no cuando tenía un público cautivo. —¿Mary? —susurró Bobbie—. ¿Dónde estás?
Goteo.
El ruido era más fuerte que nunca. Más cerca.
Goteo, goteo.
Bobbie lo vio. Por encima de su cabeza, tubos de calefacción cruzaban el techo —desapareciendo en la pared a ambos lado. Había una pieza oxidada en el centro de la anticuada tubería y vio una gruesa y gran gota fugándose de la pieza defectuosa. Se resbaló por esta, agrupándose como una lágrima, colgando por un segundo antes de caer al suelo con un húmedo plaf.
La boca de Bobbie se abrió. Eso era Mary. Estaba haciendo que eso sucediera.
Goteo, goteo, goteo.
Las gotas comenzaron a acumularse en el centro del linóleo. Mary creaba una manera de entrar. Las gotas se volvieron un hilo, la fuga empeoraba.
Bobbie se giró hacia la puerta y la golpeó con ambos puños. —¡Oh Dios mío, sáquenme de aquí!
Una mano blanca como la tiza logró atravesar el charco.
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
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Re: Lectura #2 Octubre 2017
24
Perdiéndote
Bobbie escuchó la llave girar en la cerradura. La puerta abriéndose la golpeó y la impulsó hacia adelante, casi hacia los dedos pacientes de Mary. Sintió que un par de manos la agarraban de los hombros y la jalaban hacia atrás, sacándola de la habitación. Bobbie cerró la puerta con fuerza, con suerte atrapando a la chica muerta dentro.
Se giró para encontrarse cara a cara con Caine. Cayendo en sus brazos, él la movió hacia la seguridad del corredor. Enterrada en su pecho, sólo podía oír suavemente el continuo estruendo monótono de la
alarma de incendios. —Estás bien —le susurró él al oído—. Estás bien.
Levantando la mirada, lo besó con fuerza en los labios. Esto fue por varias razones. Uno, nunca había estado más encantada de ver a alguien en su vida —habría considerado besar a la señora Craddock. Dos, era Caine. Tres, en verdad había pensado que no iba a volver a verlo, y si ese fuera el caso, de no haber más besos, ella quería un final realmente bueno. Se alejó, pero él no le soltó los brazos, como si no pudiera soportar el dejarla ir. —Estás vivo —dijo ella, sin aliento.
—Lo estoy.
—¿Cómo…? ¿Cómo volviste a entrar?
—Hice sonar la alarma de incendios… ¿No pudiste oírla?
—Allí dentro, no… pero no estaba sola.
—¿Qué? —Caine giró la cabeza para mirar dentro de la habitación—. ¿Estás bien?
—Lo estoy ahora. Tenemos que alejarnos de aquí; no sé si las puertas la pueden detener. —Aferrándose el uno al otro comenzaron a avanzar por el corredor—. ¿Qué hora es?
—Casi las tres.
—¿Estuve ahí todo el día?
—Casi. Este lugar ha estado lleno de policías. Tuve que esperar que se fueran antes de arriesgarme a volver a entrar. —Le dio los lentes a Bobbie—. Toma, estaban afuera en el estante.
Era tan considerado que casi lo besó de nuevo, pero eso tendría que esperar. —Supongo que están buscando a Naya. —Bobbie intentó volver a enfocarse en el juego—. Tendrán que comprobar que no huyó o lo que sea antes de anunciar algo.
Caine le tomó la mano y la llevó hacia el comedor. —Vamos. No tenemos mucho tiempo. Se darán cuenta que es una falsa alarma rápidamente y alguien va a recordar que estabas encerrada allí.
Bobbie lo siguió hacia la salida de las cocinas. Ella sabía que durante los simulacros de incendio, el personal y los estudiantes tenían que reportarse en los campos de hockey. Eso les daba al menos unos minutos, pero no el tiempo suficiente como para que se cambie o incluso agarre unos zapatos. Ella le tiró de la mano para detenerlo. — Gracias por venir por mí.
Se veía desconcertado. —¿Estás bromeando? —Parecía estar buscando las palabras correctas—. Cuentas conmigo.
Ella sonrió, sabiendo que eso era lo máximo que él podría decir tan temprano en su relación, si es que eso era lo que era. —Gracias. —Y sólo para que ambos estuvieran seguros del estado de su relación, ella
lo besó. Iba a aprovechar cada minuto que les quedaba.
Él se ruborizó. —Vamos. Excitándome no va a ayudarnos a huir…
Bobbie se dio cuenta a lo que se refería y estaba a punto de hacer un comentario pero él ya la jalaba hacia la salida. La alarma de incendios continuó sonando mientras corrían hacia el patio que conectaba el edificio viejo con el ala Millar. El cielo era de un violento moretón, tan oscuro como la mitad de la noche. La lluvia bullía desde el cielo, rebotando en las losas de concreto. Extensos charcos se formaron como lagos en todo el patio.
Bobbie lo soltó y sostuvo las manos sobre su cabeza. —Espera. ¿A dónde estamos yendo?
Caine se detuvo y se quedó de pie en el ce ntro del patio, la lluvia corriendo por su rostro. —No lo sé. Sólo lejos de aquí antes de que me arresten por secuestrarte o algo.
—Vayamos al cementerio. Tal vez podamos encontrar… —Ella vio lo que iba a ocurrir demasiado tarde. Lo primero que pensó cuan do vio que Caine estaba en el mismísimo centro de un charco gigante fue “Se va a mojar los pies”. Lo segundo fue…—: ¡Caine!
Una mano blanca como el mármol salió del agua y se aferró alrededor de su tobillo. Mientras él se daba cuenta lo que ocurría, los ojos de Caine se ampliaron y su boca se abrió en un grito sorprendido y silencioso.
Sus pies desaparecieron en el charco como si una puerta trampa se hubiera abierto debajo de él, la mano llevándolo hacia allí. Para el momento en que Bobbie lo alcanzó, ya lo había tragado hasta la cintura. —¡Caine! —Le agarró la mano derecha con ambas manos suyas y lo jaló con tanta fuerza como pudo. Él pesaba mucho más que ella y lo que sea que lo sostenía era más que fuerte.
—Bob… —Caine apretó los dientes, su mano izquierda buscando algo para agarrarse. Sus uñas arañaron los adoquines mojados intentando conseguir agarre. Estaba sumergido hasta el pecho.
Bobbie tiraba con todas sus fuerzas, lanzándose hacia atrás, usando los pies para anclarse. No era suficiente. Sus rodillas se doblaron y cayó sobre su parte trasera, siendo jalada junto con él. —¡No te sueltes!
Él se hundió hasta el cuello. Caine inclinó la cabeza hacia atrás para evitar que se hundiera. Bobbie tiró de su brazo, sintiendo a su hombro saltar. No era bueno. —Bobbie —dijo él—. Yo…
Caine cerró los ojos mientras se hundía, sólo su brazos sobresalía del agua. —¡No voy a dejarte ir! —siseó Bobbie entre dientes. Sus calcetines mojados rasparon a lo largo de las losas y luchó para encontrar un agarre. Sus manos estaban mojadas y sus dedos se deslizaron por su piel como él estuviera cubierto en grasa. No te sueltes. Con un grito, Bobbie sintió que la arrancaban de Caine. No lo voy a dejar ir.
Perdiendo el equilibrio, Bobbie cayó de cabeza en el charco.
oscuridad
oscuridad total, oscura y ciega
Caine… no te sueltes… Caine… por f avor… Caine… CAINE
¿Dónde estoy?
¿Caine? nulo vacante vacío
vacío interminable e inf inito
Bobbie Rowe
Bobbie Rowe
cayendo desapareciendo
sin forma
¿Dónde estás? ¿De dónde viene su voz?
Mis brazos… no puedo sentir las manos
disolviéndose evaporándose
ingrávida
viento f uerte y huracanado. Una tormenta. Una tempestad.
Bobbie Rowe
Caine, Caine, estoy cayendo. No me puedo detener.
Derrumbándome… deteriorándome… hueca… humo… cascarón
Bobbie Rowe
vacío, desesperanza, pena, dolor, suf rimiento, dolor, miseria, tormento
la veo… la veo
Bobbie Rowe
una luz una ventana
Perdiéndote
Bobbie escuchó la llave girar en la cerradura. La puerta abriéndose la golpeó y la impulsó hacia adelante, casi hacia los dedos pacientes de Mary. Sintió que un par de manos la agarraban de los hombros y la jalaban hacia atrás, sacándola de la habitación. Bobbie cerró la puerta con fuerza, con suerte atrapando a la chica muerta dentro.
Se giró para encontrarse cara a cara con Caine. Cayendo en sus brazos, él la movió hacia la seguridad del corredor. Enterrada en su pecho, sólo podía oír suavemente el continuo estruendo monótono de la
alarma de incendios. —Estás bien —le susurró él al oído—. Estás bien.
Levantando la mirada, lo besó con fuerza en los labios. Esto fue por varias razones. Uno, nunca había estado más encantada de ver a alguien en su vida —habría considerado besar a la señora Craddock. Dos, era Caine. Tres, en verdad había pensado que no iba a volver a verlo, y si ese fuera el caso, de no haber más besos, ella quería un final realmente bueno. Se alejó, pero él no le soltó los brazos, como si no pudiera soportar el dejarla ir. —Estás vivo —dijo ella, sin aliento.
—Lo estoy.
—¿Cómo…? ¿Cómo volviste a entrar?
—Hice sonar la alarma de incendios… ¿No pudiste oírla?
—Allí dentro, no… pero no estaba sola.
—¿Qué? —Caine giró la cabeza para mirar dentro de la habitación—. ¿Estás bien?
—Lo estoy ahora. Tenemos que alejarnos de aquí; no sé si las puertas la pueden detener. —Aferrándose el uno al otro comenzaron a avanzar por el corredor—. ¿Qué hora es?
—Casi las tres.
—¿Estuve ahí todo el día?
—Casi. Este lugar ha estado lleno de policías. Tuve que esperar que se fueran antes de arriesgarme a volver a entrar. —Le dio los lentes a Bobbie—. Toma, estaban afuera en el estante.
Era tan considerado que casi lo besó de nuevo, pero eso tendría que esperar. —Supongo que están buscando a Naya. —Bobbie intentó volver a enfocarse en el juego—. Tendrán que comprobar que no huyó o lo que sea antes de anunciar algo.
Caine le tomó la mano y la llevó hacia el comedor. —Vamos. No tenemos mucho tiempo. Se darán cuenta que es una falsa alarma rápidamente y alguien va a recordar que estabas encerrada allí.
Bobbie lo siguió hacia la salida de las cocinas. Ella sabía que durante los simulacros de incendio, el personal y los estudiantes tenían que reportarse en los campos de hockey. Eso les daba al menos unos minutos, pero no el tiempo suficiente como para que se cambie o incluso agarre unos zapatos. Ella le tiró de la mano para detenerlo. — Gracias por venir por mí.
Se veía desconcertado. —¿Estás bromeando? —Parecía estar buscando las palabras correctas—. Cuentas conmigo.
Ella sonrió, sabiendo que eso era lo máximo que él podría decir tan temprano en su relación, si es que eso era lo que era. —Gracias. —Y sólo para que ambos estuvieran seguros del estado de su relación, ella
lo besó. Iba a aprovechar cada minuto que les quedaba.
Él se ruborizó. —Vamos. Excitándome no va a ayudarnos a huir…
Bobbie se dio cuenta a lo que se refería y estaba a punto de hacer un comentario pero él ya la jalaba hacia la salida. La alarma de incendios continuó sonando mientras corrían hacia el patio que conectaba el edificio viejo con el ala Millar. El cielo era de un violento moretón, tan oscuro como la mitad de la noche. La lluvia bullía desde el cielo, rebotando en las losas de concreto. Extensos charcos se formaron como lagos en todo el patio.
Bobbie lo soltó y sostuvo las manos sobre su cabeza. —Espera. ¿A dónde estamos yendo?
Caine se detuvo y se quedó de pie en el ce ntro del patio, la lluvia corriendo por su rostro. —No lo sé. Sólo lejos de aquí antes de que me arresten por secuestrarte o algo.
—Vayamos al cementerio. Tal vez podamos encontrar… —Ella vio lo que iba a ocurrir demasiado tarde. Lo primero que pensó cuan do vio que Caine estaba en el mismísimo centro de un charco gigante fue “Se va a mojar los pies”. Lo segundo fue…—: ¡Caine!
Una mano blanca como el mármol salió del agua y se aferró alrededor de su tobillo. Mientras él se daba cuenta lo que ocurría, los ojos de Caine se ampliaron y su boca se abrió en un grito sorprendido y silencioso.
Sus pies desaparecieron en el charco como si una puerta trampa se hubiera abierto debajo de él, la mano llevándolo hacia allí. Para el momento en que Bobbie lo alcanzó, ya lo había tragado hasta la cintura. —¡Caine! —Le agarró la mano derecha con ambas manos suyas y lo jaló con tanta fuerza como pudo. Él pesaba mucho más que ella y lo que sea que lo sostenía era más que fuerte.
—Bob… —Caine apretó los dientes, su mano izquierda buscando algo para agarrarse. Sus uñas arañaron los adoquines mojados intentando conseguir agarre. Estaba sumergido hasta el pecho.
Bobbie tiraba con todas sus fuerzas, lanzándose hacia atrás, usando los pies para anclarse. No era suficiente. Sus rodillas se doblaron y cayó sobre su parte trasera, siendo jalada junto con él. —¡No te sueltes!
Él se hundió hasta el cuello. Caine inclinó la cabeza hacia atrás para evitar que se hundiera. Bobbie tiró de su brazo, sintiendo a su hombro saltar. No era bueno. —Bobbie —dijo él—. Yo…
Caine cerró los ojos mientras se hundía, sólo su brazos sobresalía del agua. —¡No voy a dejarte ir! —siseó Bobbie entre dientes. Sus calcetines mojados rasparon a lo largo de las losas y luchó para encontrar un agarre. Sus manos estaban mojadas y sus dedos se deslizaron por su piel como él estuviera cubierto en grasa. No te sueltes. Con un grito, Bobbie sintió que la arrancaban de Caine. No lo voy a dejar ir.
Perdiendo el equilibrio, Bobbie cayó de cabeza en el charco.
oscuridad
oscuridad total, oscura y ciega
Caine… no te sueltes… Caine… por f avor… Caine… CAINE
¿Dónde estoy?
¿Caine? nulo vacante vacío
vacío interminable e inf inito
Bobbie Rowe
Bobbie Rowe
cayendo desapareciendo
sin forma
¿Dónde estás? ¿De dónde viene su voz?
Mis brazos… no puedo sentir las manos
disolviéndose evaporándose
ingrávida
viento f uerte y huracanado. Una tormenta. Una tempestad.
Bobbie Rowe
Caine, Caine, estoy cayendo. No me puedo detener.
Derrumbándome… deteriorándome… hueca… humo… cascarón
Bobbie Rowe
vacío, desesperanza, pena, dolor, suf rimiento, dolor, miseria, tormento
la veo… la veo
Bobbie Rowe
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
25
La verdad
Con las manos extendidas, Bobbie atravesó el espejo y aterrizó en el centro de una muy usada alfombra. Rodando sobre su espalda, se quedó sin aliento, como si hubiera estado ahogándose en la oscuridad. Sentía como si el vacío llenara sus pulmones. Revisándose, Bobbie se miró para asegurarse que regresó en una sola pieza. Dos brazos, dos piernas... estaba bien. ¿Qué era ese lugar? Sentía como... como el olvido. Se había sentido tan perdida y sola. En ese desierto, no había tenido alguna forma, ni sensación física, solo una débil conciencia siendo arrastrada sobre olas tormentosas.
—¿Caine? —chilló con voz ronca—. ¿Caine? —No hubo respuesta. Era su voz. Su voz la había guiado hacia el espejo, así que , ¿dónde estaba? ¿Se encontraba todavía en esa... pesadilla?
Bobbie se obligó a respirar de manera constante y tomó nota de sus alrededores. Se hallaba en una habitación sucia, llena de humo. Había aterrizado frente a una mesa de café alrededor de la cual se situaban cuatro sillones mullidos, pasados de moda, de cuero color verde oscuro con tonalidades de gris, con clavos atornillados al material alrededor de la estructura. Un cenicero lleno en el centro de la mesa.
Bajo la oscura ventana, brillaba una pequeña lámpara verde sobre un escritorio repleto de libros de ejercicios, listos para revisar. Sintiéndose fuerte, Bobbie se alejó de la alfombra, todavía con sus piernas temblorosas, pero al menos podía sentirlas. Espera un momento... conocía esta habitación. Era la oficina de la Dra. Price. El espejo del que había caído era el gran espejo dorado. El poderoso escritorio de la Dra. Price no estaba allí, pero el llamativo espejo dorado aún colgaba como siempre lo hizo.
Bobbie se contempló y vio que regresó en la versión áspera del antiguo uniforme de Piper’s. Era Mary otra vez.
La puerta se abrió y Bobbie se encogió detrás de uno de los sillones, casi esperando a que Mary entrara sin anunciarse. En su lugar, un familiar cuerpo masculino ocupó la puerta. Kenton Millar. La notó y su boca se abrió con horror. —Mary, ¿qué demonios estás haciendo en la sala de profesores? —Ah, así que en 1954, la oficina del Director era una sala de profesores—. ¿Qué estás pensando? Se suponía que íbamos a reunirnos en el cementerio a las once, como siempre.
—Lo siento —dijo Bobbie, incapaz de contener las palabras. Mary tenía el control de ella. Las palabras eran suyas, incluso la voz. Mary era f uerte ahora. Con Mary manipulándola como un invisible titiritero, se puso de pie. Esto no era un sueño; estaba viviendo el recuerdo de Mary y se encontraba impotente para detener su avance.
Su profesor sonrió y miró por encima del hombro para comprobar que la costa estuviese despejada. —No hay que preocuparse. Ahora estás aquí, y se está poniendo un poco fresco para el cementerio, ¿no es así? De todos modos no creo que haya nadie más alrededor para escuchar. —La tomó en un abrazo y la besó con fuerza en los labios. Sabía a cigarrillos y café fuerte. Con el brillo de ensueño despojado de nuevo, era asqueroso. Ella se echó hacia atrás—. ¿Qué pasa, mi flor?
Bobbie sintió una lágrima caer por su mejilla. No sus lágrimas, sino las de Mary. Bobbie podía adivinar la siguiente frase antes de que Mary moviera su boca para decirla—: Señor, creo que podría estar embarazada.
Él se estremeció como si lo hubiera golpeado. —¿Qué? —Exhaló largo y lento—. ¿Eso crees?
—Yo... lo hago, señor. Debo estarlo. Por favor, no se moleste conmigo. —Bobbie no podía detener las palabras. La historia se reproducía a través de su cuerpo y ahora su mano descansaba sobre su abdomen.
Kenton Millar se aferró a la parte posterior del sillón más cercano, amenazando con volcarla. —¿Esto es una especie de broma?
—No... no, señor.
Se volvió hacia ella, sus ojos fríos y crueles. —Y... y ¿cómo sé que este niño es mío?
Más lágrimas cayeron. La cabeza de Bobbie se llenó de la confusión de Mary. ¿Por qué él se comportaba así? —Usted... usted es el único hombre con que he...
Él se burló. —¿Qué se supone que debo pensar? He oído todas las historias... todos los chicos de Radley. Quiero decir, que sin duda parecías saber lo que hacíamos.
Bobbie sintió con vivacidad la perplejidad de Mary, su incredulidad. Este hombre amable y tierno: era como cuando un perro se rebela contra su dueño… rápido, feroz y violento. —Juro que no hay nadie más. Este bebé es tuyo, lo prometo. —Apenas podía respirar por
las lágrimas. Sosteniendo los brazos abiertos hacia él—. Por favor, abrázame. Tenía tanto miedo de contártelo.
Kenton Millar se acercó a la ventana, alisándose su cabello con sus manos. Se dio la vuelta y de mala gana la sostuvo contra su pecho, acariciando su cabello sin entusiasmo. —No, no. No es el fin del mundo; está bien. Tenías razón para venir a mí. Vas a estar bien. Todavía me queda mucho dinero y voy a... voy a pagar para que desaparezca.
Bobbie sollozó, sintiendo cada parte del dolor de Mary. Él me ama, entonces, ¿por qué está diciendo estas terribles cosas? Se apartó de él, mirándolo horrorizada. —Pero... ¡pero eso ni siquiera es legal!
—¡Por todos los cielos deja de lamentarte, chica! —gritó, olvidándose claramente de que podía despertar a toda la escuela—. ¿No lo entiendes? ¡Ya tengo un bebé en camino!
—¿Qué?
—Mary, estabas al tanto de la situación. —El cómo había escapado de su atención hasta ahora era un miste rio, pero había una sencilla alianza de oro en su dedo anular. Tal vez no había querido darse cuenta—. Mira. Aquí tengo una oportunidad real de convertirme en el nuevo subdirector del colegio. Difícilmente dejaré que algún error tonto se interponga en el camino de todo eso.
—¡Por favor! —rogó Bobbie—. ¡Dijiste que me amabas!
—Oh, Mary. Un día vas a entender de qué se trataba esto. Solo un poco de diversión. Está bien tener un poco de diversión, todo el mundo lo hace, pero eso es todo lo que esto puede ser —murmuró, tratando de calmarla—. Te divertiste, ¿no? ¿Lo entiendes?
—¡No! No, ¡no lo hago! Este es nuestro bebé. —Bobbie sintió una oleada de amor… el amor puro y abrumador que Mary sentía por su futuro hijo.
Sus ojos se oscurecieron de nuevo. —Oh, ¿ese es tu plan?
¿Quedarte embarazada así dejaría a mi mujer? Bueno, no va a funcionar, Mary, ¿me oyes? ¿Qué? ¿Pensabas que podíamos jugar a las familias felices? ¿Qué íbamos a fugarnos a alguna parte? Eso no es posible, Mary. Tú eres mi alumna, solo una chica.
Bobbie se limpió su mejilla con el dorso de una manga. Él la había traicionado. La única cosa buena en su vida había muerto con ella ahora. No hay razón para continuar, no hay razón para probar. Todo el amor en su corazón se oscureció, veneno en sus venas. Iba a causarle dolor. —¡No me puedes hacer esto! Y... voy a decirle a la gente lo que hiciste.
Él casi se rio en su cara. —No harás tal cosa.
—¡Lo haré!
—Ah, ¿y quién le va a creer a una vagabunda común como tú? Una gitana. De tal palo tal astilla. —Él se acercó y sintió su respiración sobre su cara.
Bobbie se mantuvo firme, quería hacerle tanto daño como él le había hecho. —Lo haré. Voy a tener este bebé y le diré a todos los que quieran escuchar. ¡Diré que te aprovechaste!
Al llegar a la puerta, él la agarró por los brazos y la arrastró lejos.
—Escúchame, perra. —Bobbie luchó contra él, retorciéndose fuera de su alcance. Corrió hacia la puerta, pero él agarró un puñado de su cabello para arrastrarla nuevamente. Bobbie aulló de dolor—. No hay manera de que tengas a ese... ese bastardo, ¿me oyes? No me importa si tengo que sacártelo yo mismo.
Bobbie gritó tan fuerte como pudo, el grito sacudió las paredes. Millar trató de sujetar una mano sobre su boca, pero ella se retorcía lejos. —¡No te muevas!
—¡Ayúdenme! —exclamó. La adrenalina corría por su cuerpo e hizo una poderosa suplica final, por la libertad, pero Millar tiró de su brazo, balanceándola como un lanzador de martillo olímpico. Dos veces su tamaño, la envió tambaleándose por la habitación. Incapaz de detenerlo, sin tiempo ni siquiera para cubrir su rostro, Bobbie corrió rápidamente al espejo dorado. A medida que su nariz se puso en contacto con el vidrio, al mismo tiempo que lo sitió, se escuchó un doloroso crujido. No estaba segura qué se rompió en primer lugar; sus huesos o el espejo.
Aturdida y mareada, Bobbie se desplomó en el suelo, tratando de utilizar el marco gigante para mantenerse erguida. Su cabeza le daba vueltas, estrellas negras bailando en su visión borrosa. Hubo un fuerte chasquido, como una cuerda de violín rompiéndose. El suelo debajo de ella se sentía como si diera vuelta.
—¡Mary! —gritó Kenton Millar.
No era el suelo inclinándose hacia arriba, era la pared ladeándose. No, no la pared, el espejo. La pared se encontraba intacta. No había nada que se pudiera hacer.
El espejo se desplomó encima de ella, y la última cosa que Bobbie vio fue la sangrienta cara de Mary Worthington, aterrorizada.
La verdad
Con las manos extendidas, Bobbie atravesó el espejo y aterrizó en el centro de una muy usada alfombra. Rodando sobre su espalda, se quedó sin aliento, como si hubiera estado ahogándose en la oscuridad. Sentía como si el vacío llenara sus pulmones. Revisándose, Bobbie se miró para asegurarse que regresó en una sola pieza. Dos brazos, dos piernas... estaba bien. ¿Qué era ese lugar? Sentía como... como el olvido. Se había sentido tan perdida y sola. En ese desierto, no había tenido alguna forma, ni sensación física, solo una débil conciencia siendo arrastrada sobre olas tormentosas.
—¿Caine? —chilló con voz ronca—. ¿Caine? —No hubo respuesta. Era su voz. Su voz la había guiado hacia el espejo, así que , ¿dónde estaba? ¿Se encontraba todavía en esa... pesadilla?
Bobbie se obligó a respirar de manera constante y tomó nota de sus alrededores. Se hallaba en una habitación sucia, llena de humo. Había aterrizado frente a una mesa de café alrededor de la cual se situaban cuatro sillones mullidos, pasados de moda, de cuero color verde oscuro con tonalidades de gris, con clavos atornillados al material alrededor de la estructura. Un cenicero lleno en el centro de la mesa.
Bajo la oscura ventana, brillaba una pequeña lámpara verde sobre un escritorio repleto de libros de ejercicios, listos para revisar. Sintiéndose fuerte, Bobbie se alejó de la alfombra, todavía con sus piernas temblorosas, pero al menos podía sentirlas. Espera un momento... conocía esta habitación. Era la oficina de la Dra. Price. El espejo del que había caído era el gran espejo dorado. El poderoso escritorio de la Dra. Price no estaba allí, pero el llamativo espejo dorado aún colgaba como siempre lo hizo.
Bobbie se contempló y vio que regresó en la versión áspera del antiguo uniforme de Piper’s. Era Mary otra vez.
La puerta se abrió y Bobbie se encogió detrás de uno de los sillones, casi esperando a que Mary entrara sin anunciarse. En su lugar, un familiar cuerpo masculino ocupó la puerta. Kenton Millar. La notó y su boca se abrió con horror. —Mary, ¿qué demonios estás haciendo en la sala de profesores? —Ah, así que en 1954, la oficina del Director era una sala de profesores—. ¿Qué estás pensando? Se suponía que íbamos a reunirnos en el cementerio a las once, como siempre.
—Lo siento —dijo Bobbie, incapaz de contener las palabras. Mary tenía el control de ella. Las palabras eran suyas, incluso la voz. Mary era f uerte ahora. Con Mary manipulándola como un invisible titiritero, se puso de pie. Esto no era un sueño; estaba viviendo el recuerdo de Mary y se encontraba impotente para detener su avance.
Su profesor sonrió y miró por encima del hombro para comprobar que la costa estuviese despejada. —No hay que preocuparse. Ahora estás aquí, y se está poniendo un poco fresco para el cementerio, ¿no es así? De todos modos no creo que haya nadie más alrededor para escuchar. —La tomó en un abrazo y la besó con fuerza en los labios. Sabía a cigarrillos y café fuerte. Con el brillo de ensueño despojado de nuevo, era asqueroso. Ella se echó hacia atrás—. ¿Qué pasa, mi flor?
Bobbie sintió una lágrima caer por su mejilla. No sus lágrimas, sino las de Mary. Bobbie podía adivinar la siguiente frase antes de que Mary moviera su boca para decirla—: Señor, creo que podría estar embarazada.
Él se estremeció como si lo hubiera golpeado. —¿Qué? —Exhaló largo y lento—. ¿Eso crees?
—Yo... lo hago, señor. Debo estarlo. Por favor, no se moleste conmigo. —Bobbie no podía detener las palabras. La historia se reproducía a través de su cuerpo y ahora su mano descansaba sobre su abdomen.
Kenton Millar se aferró a la parte posterior del sillón más cercano, amenazando con volcarla. —¿Esto es una especie de broma?
—No... no, señor.
Se volvió hacia ella, sus ojos fríos y crueles. —Y... y ¿cómo sé que este niño es mío?
Más lágrimas cayeron. La cabeza de Bobbie se llenó de la confusión de Mary. ¿Por qué él se comportaba así? —Usted... usted es el único hombre con que he...
Él se burló. —¿Qué se supone que debo pensar? He oído todas las historias... todos los chicos de Radley. Quiero decir, que sin duda parecías saber lo que hacíamos.
Bobbie sintió con vivacidad la perplejidad de Mary, su incredulidad. Este hombre amable y tierno: era como cuando un perro se rebela contra su dueño… rápido, feroz y violento. —Juro que no hay nadie más. Este bebé es tuyo, lo prometo. —Apenas podía respirar por
las lágrimas. Sosteniendo los brazos abiertos hacia él—. Por favor, abrázame. Tenía tanto miedo de contártelo.
Kenton Millar se acercó a la ventana, alisándose su cabello con sus manos. Se dio la vuelta y de mala gana la sostuvo contra su pecho, acariciando su cabello sin entusiasmo. —No, no. No es el fin del mundo; está bien. Tenías razón para venir a mí. Vas a estar bien. Todavía me queda mucho dinero y voy a... voy a pagar para que desaparezca.
Bobbie sollozó, sintiendo cada parte del dolor de Mary. Él me ama, entonces, ¿por qué está diciendo estas terribles cosas? Se apartó de él, mirándolo horrorizada. —Pero... ¡pero eso ni siquiera es legal!
—¡Por todos los cielos deja de lamentarte, chica! —gritó, olvidándose claramente de que podía despertar a toda la escuela—. ¿No lo entiendes? ¡Ya tengo un bebé en camino!
—¿Qué?
—Mary, estabas al tanto de la situación. —El cómo había escapado de su atención hasta ahora era un miste rio, pero había una sencilla alianza de oro en su dedo anular. Tal vez no había querido darse cuenta—. Mira. Aquí tengo una oportunidad real de convertirme en el nuevo subdirector del colegio. Difícilmente dejaré que algún error tonto se interponga en el camino de todo eso.
—¡Por favor! —rogó Bobbie—. ¡Dijiste que me amabas!
—Oh, Mary. Un día vas a entender de qué se trataba esto. Solo un poco de diversión. Está bien tener un poco de diversión, todo el mundo lo hace, pero eso es todo lo que esto puede ser —murmuró, tratando de calmarla—. Te divertiste, ¿no? ¿Lo entiendes?
—¡No! No, ¡no lo hago! Este es nuestro bebé. —Bobbie sintió una oleada de amor… el amor puro y abrumador que Mary sentía por su futuro hijo.
Sus ojos se oscurecieron de nuevo. —Oh, ¿ese es tu plan?
¿Quedarte embarazada así dejaría a mi mujer? Bueno, no va a funcionar, Mary, ¿me oyes? ¿Qué? ¿Pensabas que podíamos jugar a las familias felices? ¿Qué íbamos a fugarnos a alguna parte? Eso no es posible, Mary. Tú eres mi alumna, solo una chica.
Bobbie se limpió su mejilla con el dorso de una manga. Él la había traicionado. La única cosa buena en su vida había muerto con ella ahora. No hay razón para continuar, no hay razón para probar. Todo el amor en su corazón se oscureció, veneno en sus venas. Iba a causarle dolor. —¡No me puedes hacer esto! Y... voy a decirle a la gente lo que hiciste.
Él casi se rio en su cara. —No harás tal cosa.
—¡Lo haré!
—Ah, ¿y quién le va a creer a una vagabunda común como tú? Una gitana. De tal palo tal astilla. —Él se acercó y sintió su respiración sobre su cara.
Bobbie se mantuvo firme, quería hacerle tanto daño como él le había hecho. —Lo haré. Voy a tener este bebé y le diré a todos los que quieran escuchar. ¡Diré que te aprovechaste!
Al llegar a la puerta, él la agarró por los brazos y la arrastró lejos.
—Escúchame, perra. —Bobbie luchó contra él, retorciéndose fuera de su alcance. Corrió hacia la puerta, pero él agarró un puñado de su cabello para arrastrarla nuevamente. Bobbie aulló de dolor—. No hay manera de que tengas a ese... ese bastardo, ¿me oyes? No me importa si tengo que sacártelo yo mismo.
Bobbie gritó tan fuerte como pudo, el grito sacudió las paredes. Millar trató de sujetar una mano sobre su boca, pero ella se retorcía lejos. —¡No te muevas!
—¡Ayúdenme! —exclamó. La adrenalina corría por su cuerpo e hizo una poderosa suplica final, por la libertad, pero Millar tiró de su brazo, balanceándola como un lanzador de martillo olímpico. Dos veces su tamaño, la envió tambaleándose por la habitación. Incapaz de detenerlo, sin tiempo ni siquiera para cubrir su rostro, Bobbie corrió rápidamente al espejo dorado. A medida que su nariz se puso en contacto con el vidrio, al mismo tiempo que lo sitió, se escuchó un doloroso crujido. No estaba segura qué se rompió en primer lugar; sus huesos o el espejo.
Aturdida y mareada, Bobbie se desplomó en el suelo, tratando de utilizar el marco gigante para mantenerse erguida. Su cabeza le daba vueltas, estrellas negras bailando en su visión borrosa. Hubo un fuerte chasquido, como una cuerda de violín rompiéndose. El suelo debajo de ella se sentía como si diera vuelta.
—¡Mary! —gritó Kenton Millar.
No era el suelo inclinándose hacia arriba, era la pared ladeándose. No, no la pared, el espejo. La pared se encontraba intacta. No había nada que se pudiera hacer.
El espejo se desplomó encima de ella, y la última cosa que Bobbie vio fue la sangrienta cara de Mary Worthington, aterrorizada.
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
26
Ellen Price
Bobbie se caía. Con los brazos cruzados sobre el rostro, se estrelló contra el escritorio de la Dra. Price, dispersando plumas, papeles y tazas de café vacías. Sintió el impacto en su cadera, codos y rodillas; el borde del escritorio la golpeó justo en el estómago y le quitó el aliento por completo. Bobbie se deslizó al suelo, adaptando sus ojos a la penumbra de la oficina vacía.
En el exterior, el cielo lucía casi tan oscuro como la boca del lobo.
¿Cuánto tiempo había estado en el dominio de Mary? Se sintieron como minutos, pero el cielo oscuro decía lo contrario.
El eco del goteo era más fuerte que nunca. Empujando del camino a la silla de escritorio de Price, Bobbie se levantó, dolorida por el impacto de la caída. —Ay —se quejó, bajándose el arrugado pijama. Así que eso fue lo que ocurrió con Mary Worthington. La pieza final del rompecabezas encajó. Murió en este mismo lugar hace sesenta años. Un accidente, pero uno que fue culpa de Kenton Millar.
Algo osciló en su visión periférica, y Bobbie sabía lo que era. Qué error tan de principiante...
Tenía su espalda hacia el espejo. No había terminado.
Oh, tan lentamente, se giró. De pronto, no se movió. Allí se encontraba ella en el reflejo, avanzando a través de la habitación hacia la imagen del espejo. Bobbie finalmente vio a Mary correctamente. Judy tenía razón. Ella era hermosa de cierta manera, con labios llenos y definidos, altos pómulos y ojos azules como el hielo. Sin embargo, tenía una firme nariz romana, la cual, en vez de linda, la hacía casi guapa.
Aunque para llegar a esa conclusión, Bobbie tuvo que ver más allá de la sangre. El espejo caído y cristal destrozado dejó decenas de cortes en su rostro y cuerpo, y, a diferencia de los cortes superficiales de Bobbie, los de Mary sangraban. Viva sangre color escarlata le corría por todo el rostro en gruesos gusanos como riachuelos. Su uniforme se
hallaba saturado de carmesí y su lacio cabello negro estaba enmarañado en su cabeza.
Los ojos de Mary, quemaban a través de la sangre, sin dejar nunca los suyos. Con cada paso, se le acercaba más, e intentaba alcanzarla con las manos. Bobbie sabía que había llegado su hora. Actuando por instinto, hizo lo único que se le ocurrió. Agarrando la pequeña silla al lado del gran escritorio, la balanceó al mismo tiempo que los dedos rojos de Mary alcanzaban la superficie del espejo.
Con un grito, la estrelló contra el espejo. Hubo un ensordecedor crujido y sintió sus brazos tensarse cuando la silla rebotó. Sin embargo, fue suficiente. Triángulos irregulares se derramaron del marco ornamentado, tintineando y destrozándose en el piso. Sin dejar nada al azar, Bobbie la volvió a balancear, atacando lo que quedaba en los bordes. Tan pronto como el cristal se encontraba apilado alrededor de sus pies, dio un cauteloso paso hacia atrás. —Buena suerte pasando a través de ahí.
Con las manos temblorosas, dejó que la silla cayera al piso. Si la habitación dejaba de girar, tal vez sería capaz de averiguar qué hacer a continuación. Bobbie se aferró a la mesa para apoyarse. Todo lo que podía sentir era tristeza y desesperanza dando vueltas a su alrededor, pero no podía permitirles ganar cuando todavía tenía que arreglar las cosas. Caine y Naya. Los perdió. Les falló. El vacío que sintió en la oscuridad detrás del espejo, ¿era la muerte? ¿Solamente nada? Un eterno vacío, pero uno del que eres consciente; era demasiado horrible
para comprender. Pensar en que Naya y Caine cayeron a través de ese vacío para siempre...
¿Lo podrían sentir? ¿Estarán despiertos? Por su bien esperaba que no; prefería pensar que dormían, soñando algo agradable.
Hubo un chirrido agudo a su espalda y se giró, medio esperando que al otro lado de la habitación, Mary saliera del espejo. Se apretó el pecho. Nada más era la puerta de un armario con una bisagra que necesitaba una gota de aceite. Por un espantoso momento, se preguntó si tenía un espejo en el interior de la puerta como en los dormitorios, pero recordó que no, ya que le ayudó a ordenar a la Dra. Price.
Espera un segundo, Bobbie ya no creía en las coincidencias.
—Otra vez ese armario —dijo para sus adentros, encendiendo la lámpara de la mesa para una mejor visión. Comprobó por última vez la pila de vidrio destrozado, antes de salir de atrás del escritorio. Recordó a Mary persistente por ese armario la última vez que estuvo aquí y que en ese entonces, también se abrió. Ahora que lo pensaba, la primera vez que siguió a Mary (cuando tomó sus gafas), la condujo a esta habitación. Por alguna razón, quería que Bobbie viera el interior.
Bobbie decidió que si de alguna manera pasaba las siguientes horas, ya estaba tan expulsada que un pequeño allanamiento del mueble no dañaría. Metiéndose el cabello detrás de las orejas, se puso a trabajar. Este contenía muchos archivos, la mayoría marcados como
una especie de ley: ley de alimentos, de religión, de política. Los dos estantes superiores se conformaban por registros de alumnos, el de más arriba contenía archivos llamados “Antiguos Alumnos”. Bobbie sabía exactamente lo que buscaba: 1954. Había una carpeta por cada cinco años más o menos (suponía que era el tiempo que le tomaba a una chica cursar la escuela). Sin importarle cuánto desorden hiciera, tiró al piso archivos sin importancia en su busca del correcto. Rápidamente se hallaba de pie en un crujiente y blanco mar de papel.
No estaba, eran todos muy recientes, remontándose a la década de 1990. En el último piso de la escuela había un cuarto de registros, donde pensaba que se mantuvieron la mayoría de los archivos más antiguos. Pero si eso fuera verdad, Mary no la hubiera dirigido aquí. —
¿Dónde está? —siseó a través de sus dientes apretados. Se detuvo y aplastó todos los archivos restantes en un extremo del estante. Detrás de los otros, había una simple carpeta manila atada con una correa de cuero.
Lo sacó. El archivo se marcaba como “Registros Confidenciales de Alumnos: Solo para el Director Escolar”. ¿Qué demonios? Bobbie quitó la banda y se sentó en el suelo en medio de su destrucción de archivos.
Era una carpeta llena de fotografías de chicas. Taylor Keane y Abigail Hanson se encontraban primero, junto con los reportes de la policía y el periódico acerca de sus desapariciones. Había más chicas, todas señoritas de Piper’s Hall, todas desaparecidas. Todas las Mary. Ahora Sadie y Naya podrían ser añadidas a la horripilante lista.
Instintivamente, giró el paquete para encontrar a la primera chica que había desaparecido; a Mary.
Efectivamente, se hallaba todo lo que se no encontraba en línea. Un retrato de la escuela, una fotografía anual de grupo (con Mary parada un poco por separado, parecía que ninguna niña quería estar hombro a hombro con ella) y sus boletas. También su historial; Bobbie persistió en sus formularios de inscripción.
Mary Eloise Worthington, nacida en 1938. Padre: desconocido. Madre: Eliza Worthington (sin domicilio fijo). Había una carta con membrete de Radley Comprehensive, la escuela que un día se convertiría en la secundaria Radley, sin duda: “Mary ha luchado para instalarse en Radley, pero debido a su excelente logro en todos los campos, creemos firmemente que puede florecer en Piper’s Hall. No tenemos duda de que podría sobresalir en estos establecimientos. Es una joven tímida e introvertida que se beneficiará con el ambiente de apoyo más enriquecedor que se le podría proporcionar”. Bobbie se mofó de eso; no había nada como enviar a tus hijos a una escuela lejana para poner fin a cualquier apoyo que podría haber tenido. No odiaba el internado, pero aunque se sintiera a salvo, segura, incluso alentada, nunca sintió el apoyo.
Había una hoja separada, una diferente letra escrita a mano del entonces director, el señor Fisk. “Querido señor Fisk”, leyó. “Le escribo para insistirle que mi hija, Phyllis, sea trasladada de su actual
dormitorio en la casa Brontë. Sus cartas dirigidas a nuestro hogar son cada vez más agitadas desde que la colocaron en una habitación con una mujer llamada Mary. Phyllis se encuentra sencillamente aterrorizada de ella y ha estado luchando para dormir desde que llegó a la escuela...” Fue en gran parte el mismo tono.
La última hoja era una carta mecanografiada a Eliza Worthington del señor Fisk. “A raíz de nuestras conversaciones, hemos querido escribirle para expresar nuestra tristeza por haber sido incapaces de proveer un ambiente seguro para su hija. Todas las evidencias sugieren que la noche del diecisiete de septiembre, Mary se fugó de la casa Brontë. Debe entender que nosotros dirigimos una escuela, no una cárcel, y como podría ser, si una señorita de Piper’s Hall elige abandonar el recinto, hay poco que podamos hacer para detenerla. Hemos cooperado plenamente con la policía y tengo e ntendido que la búsqueda continúa...”
Una lágrima salpicó la página, borrando incluso la tinta vieja. Bobbie se limpió la mejilla. Pobre Mary. Todo tenía sentido, un horrible sentido. Kenton Millar, a propósito o no, mató a Mary Worthington y a su hijo nonato. Dios sabe cómo, pero una parte de ella se quedó en ese y todos los espejos.
Otra lágrima rodó por su mejilla. Mary se perdió en esa espantosa oscuridad, escuchando su nombre. La llamaban, como una especie de faro, guiándola de vuelta del otro lado del océano. Del mismo modo en que Caine de alguna manera la trajo de regreso.
Millar debió haber hecho algo con su cuerpo. Rebuscó a través de las hojas restantes en su regazo, pero sabía que nunca serían tan
estúpidos como para dejar evidencia. No decía nada sobre un cuerpo en las páginas, consolidando su certeza de que la clave para el encantamiento era encontrar el lugar de descanso de Mary. ¡Piensa, cerebro, piensa! Luchó para ponerse en los zapatos del profesor culpable, si fuera ella, ¿qué haría con un cuerpo?
Ni siquiera notó que la puerta se abría. —Ojalá haya una muy, pero muy buena explicación para esto... —Los ojos de la Dra. Price cortaron a través de la penumbra como láseres.
Bobbie dejó caer la carpeta, sorprendida.
—Y empieza con decirme cómo te saliste de la sala de aislamiento.
Se encontraba tan por encima de esto. —O podríamos hablar de cómo me dejaste allí incluso cuando pensabas que la escuela se hallaba en llamas.
—Touché. Sabíamos que no había ningún incendio. Decidimos enfocarnos en la localización de quien activara la alarma. Me imagino que fue tu amigo de Oxsley.
Bobbie la fulminó con la mirada, sin intimidarse por la bruja pelirroja.
—Ahora, dado que todo tu futuro en Piper’s Hall depende de esto, te sugiero que te expliques. ¿Qué crees que haces?
—Mentiste. —Bobbie se puso de pie, luchando para mantener la compostura. Gritar y chillar no iba a conseguir que la tomara en serio—
. Sabías muy bien de las chicas que desaparecieron en Piper’s Hall, y no has hecho nada para impedirlo, y ahora Naya y Sadie desaparecieron y yo seré la siguiente.
—No sabes de lo que hablas.
—Sí sé y tú también. Se trata de Mary Worthington.
—No existe tal chica.
—¡Tengo pruebas! —Alzó la voz y apuntó la gama de papeles a sus pies—. Hay evidencia real, aunque veo que la escuela hizo un buen trabajo para cubrirla.
La Dra. Price se puso las manos en las caderas y sonrió. — Roberta, te lo tengo que conceder, no te rindes. Creatividad, iniciativa, perseverancia. Una perfecta señorita de Piper’s.
Apretó la mandíbula, decidida. —Mary Worthington murió justo donde estás parada.
En la tenue luz de la lámpara, la mirada de la Dra. Price cayó en la pared de su oficina. —Oh, Dios mío, ¿qué le hiciste a mi espejo?
—¡Escúchame! —gritó Bobbie—. ¡Kenton Millar la embarazó y luego la mató aquí! Bueno —admitió—, fue un accidente, pero fue su culpa.
La temperatura del cuarto cayó por debajo de cero. La Dra. Price avanzó y Bobbie no tuvo más remedio que retroceder hacia la esquina.
—¿Qué acabas de decir?
Se debilitó bajo la intensidad de su mirada. —Di... dije que el antiguo director, el señor Millar, tenía una aventura con Mary; no al ser director, sino antes de eso, en 1954. —Retrocedió hasta la maceta de una palmera junto a la pared. No quedaba ningún lugar al que ir, pero Price continuó avanzando hacia ella, arrinconándola.
—¿Cómo te atreves? —exhaló Price—. Kenton Millar fue uno de los directores más brillantes y generosos que esta escuela ha tenido.
—Juro por mi vida que es cierto. Cuando Mary le dijo que estaba embarazada, se pelearon y ella murió. Él... debió de haber escondido su cuerpo.
Price la clavó a la pared, sujetándole los hombros con las manos. Bobbie tenía miedo, mucho más del que le tuvo a Mary; no había nada fantasmal sobre el férreo control. La nariz de la mujer se ensanchó. — Creo que sabría si mi padre mató a alguien, ¿no crees?
La sensación de desplome en el estómago de Bobbie se volvía muy familiar. —¿Q-qué?
—Mi nombre de soltera era Ellen Millar. ¿En verdad tratas de decirme que mi padre asesinó a alguien? Quiero que pienses muy, pero muy cuidadosamente antes de responder...
Los labios de Bobbie se abrieron y cerraron como un pez fuera del agua. Price temblaba de rabia; sus nudillos blancos y venas hinchadas en su frente. Kenton Millar mató a alguien para mantener su secreto enterrado y Bobbie no pudo evitar preguntarse si su hija mataría para que siguiera así.
Ellen Price
Bobbie se caía. Con los brazos cruzados sobre el rostro, se estrelló contra el escritorio de la Dra. Price, dispersando plumas, papeles y tazas de café vacías. Sintió el impacto en su cadera, codos y rodillas; el borde del escritorio la golpeó justo en el estómago y le quitó el aliento por completo. Bobbie se deslizó al suelo, adaptando sus ojos a la penumbra de la oficina vacía.
En el exterior, el cielo lucía casi tan oscuro como la boca del lobo.
¿Cuánto tiempo había estado en el dominio de Mary? Se sintieron como minutos, pero el cielo oscuro decía lo contrario.
El eco del goteo era más fuerte que nunca. Empujando del camino a la silla de escritorio de Price, Bobbie se levantó, dolorida por el impacto de la caída. —Ay —se quejó, bajándose el arrugado pijama. Así que eso fue lo que ocurrió con Mary Worthington. La pieza final del rompecabezas encajó. Murió en este mismo lugar hace sesenta años. Un accidente, pero uno que fue culpa de Kenton Millar.
Algo osciló en su visión periférica, y Bobbie sabía lo que era. Qué error tan de principiante...
Tenía su espalda hacia el espejo. No había terminado.
Oh, tan lentamente, se giró. De pronto, no se movió. Allí se encontraba ella en el reflejo, avanzando a través de la habitación hacia la imagen del espejo. Bobbie finalmente vio a Mary correctamente. Judy tenía razón. Ella era hermosa de cierta manera, con labios llenos y definidos, altos pómulos y ojos azules como el hielo. Sin embargo, tenía una firme nariz romana, la cual, en vez de linda, la hacía casi guapa.
Aunque para llegar a esa conclusión, Bobbie tuvo que ver más allá de la sangre. El espejo caído y cristal destrozado dejó decenas de cortes en su rostro y cuerpo, y, a diferencia de los cortes superficiales de Bobbie, los de Mary sangraban. Viva sangre color escarlata le corría por todo el rostro en gruesos gusanos como riachuelos. Su uniforme se
hallaba saturado de carmesí y su lacio cabello negro estaba enmarañado en su cabeza.
Los ojos de Mary, quemaban a través de la sangre, sin dejar nunca los suyos. Con cada paso, se le acercaba más, e intentaba alcanzarla con las manos. Bobbie sabía que había llegado su hora. Actuando por instinto, hizo lo único que se le ocurrió. Agarrando la pequeña silla al lado del gran escritorio, la balanceó al mismo tiempo que los dedos rojos de Mary alcanzaban la superficie del espejo.
Con un grito, la estrelló contra el espejo. Hubo un ensordecedor crujido y sintió sus brazos tensarse cuando la silla rebotó. Sin embargo, fue suficiente. Triángulos irregulares se derramaron del marco ornamentado, tintineando y destrozándose en el piso. Sin dejar nada al azar, Bobbie la volvió a balancear, atacando lo que quedaba en los bordes. Tan pronto como el cristal se encontraba apilado alrededor de sus pies, dio un cauteloso paso hacia atrás. —Buena suerte pasando a través de ahí.
Con las manos temblorosas, dejó que la silla cayera al piso. Si la habitación dejaba de girar, tal vez sería capaz de averiguar qué hacer a continuación. Bobbie se aferró a la mesa para apoyarse. Todo lo que podía sentir era tristeza y desesperanza dando vueltas a su alrededor, pero no podía permitirles ganar cuando todavía tenía que arreglar las cosas. Caine y Naya. Los perdió. Les falló. El vacío que sintió en la oscuridad detrás del espejo, ¿era la muerte? ¿Solamente nada? Un eterno vacío, pero uno del que eres consciente; era demasiado horrible
para comprender. Pensar en que Naya y Caine cayeron a través de ese vacío para siempre...
¿Lo podrían sentir? ¿Estarán despiertos? Por su bien esperaba que no; prefería pensar que dormían, soñando algo agradable.
Hubo un chirrido agudo a su espalda y se giró, medio esperando que al otro lado de la habitación, Mary saliera del espejo. Se apretó el pecho. Nada más era la puerta de un armario con una bisagra que necesitaba una gota de aceite. Por un espantoso momento, se preguntó si tenía un espejo en el interior de la puerta como en los dormitorios, pero recordó que no, ya que le ayudó a ordenar a la Dra. Price.
Espera un segundo, Bobbie ya no creía en las coincidencias.
—Otra vez ese armario —dijo para sus adentros, encendiendo la lámpara de la mesa para una mejor visión. Comprobó por última vez la pila de vidrio destrozado, antes de salir de atrás del escritorio. Recordó a Mary persistente por ese armario la última vez que estuvo aquí y que en ese entonces, también se abrió. Ahora que lo pensaba, la primera vez que siguió a Mary (cuando tomó sus gafas), la condujo a esta habitación. Por alguna razón, quería que Bobbie viera el interior.
Bobbie decidió que si de alguna manera pasaba las siguientes horas, ya estaba tan expulsada que un pequeño allanamiento del mueble no dañaría. Metiéndose el cabello detrás de las orejas, se puso a trabajar. Este contenía muchos archivos, la mayoría marcados como
una especie de ley: ley de alimentos, de religión, de política. Los dos estantes superiores se conformaban por registros de alumnos, el de más arriba contenía archivos llamados “Antiguos Alumnos”. Bobbie sabía exactamente lo que buscaba: 1954. Había una carpeta por cada cinco años más o menos (suponía que era el tiempo que le tomaba a una chica cursar la escuela). Sin importarle cuánto desorden hiciera, tiró al piso archivos sin importancia en su busca del correcto. Rápidamente se hallaba de pie en un crujiente y blanco mar de papel.
No estaba, eran todos muy recientes, remontándose a la década de 1990. En el último piso de la escuela había un cuarto de registros, donde pensaba que se mantuvieron la mayoría de los archivos más antiguos. Pero si eso fuera verdad, Mary no la hubiera dirigido aquí. —
¿Dónde está? —siseó a través de sus dientes apretados. Se detuvo y aplastó todos los archivos restantes en un extremo del estante. Detrás de los otros, había una simple carpeta manila atada con una correa de cuero.
Lo sacó. El archivo se marcaba como “Registros Confidenciales de Alumnos: Solo para el Director Escolar”. ¿Qué demonios? Bobbie quitó la banda y se sentó en el suelo en medio de su destrucción de archivos.
Era una carpeta llena de fotografías de chicas. Taylor Keane y Abigail Hanson se encontraban primero, junto con los reportes de la policía y el periódico acerca de sus desapariciones. Había más chicas, todas señoritas de Piper’s Hall, todas desaparecidas. Todas las Mary. Ahora Sadie y Naya podrían ser añadidas a la horripilante lista.
Instintivamente, giró el paquete para encontrar a la primera chica que había desaparecido; a Mary.
Efectivamente, se hallaba todo lo que se no encontraba en línea. Un retrato de la escuela, una fotografía anual de grupo (con Mary parada un poco por separado, parecía que ninguna niña quería estar hombro a hombro con ella) y sus boletas. También su historial; Bobbie persistió en sus formularios de inscripción.
Mary Eloise Worthington, nacida en 1938. Padre: desconocido. Madre: Eliza Worthington (sin domicilio fijo). Había una carta con membrete de Radley Comprehensive, la escuela que un día se convertiría en la secundaria Radley, sin duda: “Mary ha luchado para instalarse en Radley, pero debido a su excelente logro en todos los campos, creemos firmemente que puede florecer en Piper’s Hall. No tenemos duda de que podría sobresalir en estos establecimientos. Es una joven tímida e introvertida que se beneficiará con el ambiente de apoyo más enriquecedor que se le podría proporcionar”. Bobbie se mofó de eso; no había nada como enviar a tus hijos a una escuela lejana para poner fin a cualquier apoyo que podría haber tenido. No odiaba el internado, pero aunque se sintiera a salvo, segura, incluso alentada, nunca sintió el apoyo.
Había una hoja separada, una diferente letra escrita a mano del entonces director, el señor Fisk. “Querido señor Fisk”, leyó. “Le escribo para insistirle que mi hija, Phyllis, sea trasladada de su actual
dormitorio en la casa Brontë. Sus cartas dirigidas a nuestro hogar son cada vez más agitadas desde que la colocaron en una habitación con una mujer llamada Mary. Phyllis se encuentra sencillamente aterrorizada de ella y ha estado luchando para dormir desde que llegó a la escuela...” Fue en gran parte el mismo tono.
La última hoja era una carta mecanografiada a Eliza Worthington del señor Fisk. “A raíz de nuestras conversaciones, hemos querido escribirle para expresar nuestra tristeza por haber sido incapaces de proveer un ambiente seguro para su hija. Todas las evidencias sugieren que la noche del diecisiete de septiembre, Mary se fugó de la casa Brontë. Debe entender que nosotros dirigimos una escuela, no una cárcel, y como podría ser, si una señorita de Piper’s Hall elige abandonar el recinto, hay poco que podamos hacer para detenerla. Hemos cooperado plenamente con la policía y tengo e ntendido que la búsqueda continúa...”
Una lágrima salpicó la página, borrando incluso la tinta vieja. Bobbie se limpió la mejilla. Pobre Mary. Todo tenía sentido, un horrible sentido. Kenton Millar, a propósito o no, mató a Mary Worthington y a su hijo nonato. Dios sabe cómo, pero una parte de ella se quedó en ese y todos los espejos.
Otra lágrima rodó por su mejilla. Mary se perdió en esa espantosa oscuridad, escuchando su nombre. La llamaban, como una especie de faro, guiándola de vuelta del otro lado del océano. Del mismo modo en que Caine de alguna manera la trajo de regreso.
Millar debió haber hecho algo con su cuerpo. Rebuscó a través de las hojas restantes en su regazo, pero sabía que nunca serían tan
estúpidos como para dejar evidencia. No decía nada sobre un cuerpo en las páginas, consolidando su certeza de que la clave para el encantamiento era encontrar el lugar de descanso de Mary. ¡Piensa, cerebro, piensa! Luchó para ponerse en los zapatos del profesor culpable, si fuera ella, ¿qué haría con un cuerpo?
Ni siquiera notó que la puerta se abría. —Ojalá haya una muy, pero muy buena explicación para esto... —Los ojos de la Dra. Price cortaron a través de la penumbra como láseres.
Bobbie dejó caer la carpeta, sorprendida.
—Y empieza con decirme cómo te saliste de la sala de aislamiento.
Se encontraba tan por encima de esto. —O podríamos hablar de cómo me dejaste allí incluso cuando pensabas que la escuela se hallaba en llamas.
—Touché. Sabíamos que no había ningún incendio. Decidimos enfocarnos en la localización de quien activara la alarma. Me imagino que fue tu amigo de Oxsley.
Bobbie la fulminó con la mirada, sin intimidarse por la bruja pelirroja.
—Ahora, dado que todo tu futuro en Piper’s Hall depende de esto, te sugiero que te expliques. ¿Qué crees que haces?
—Mentiste. —Bobbie se puso de pie, luchando para mantener la compostura. Gritar y chillar no iba a conseguir que la tomara en serio—
. Sabías muy bien de las chicas que desaparecieron en Piper’s Hall, y no has hecho nada para impedirlo, y ahora Naya y Sadie desaparecieron y yo seré la siguiente.
—No sabes de lo que hablas.
—Sí sé y tú también. Se trata de Mary Worthington.
—No existe tal chica.
—¡Tengo pruebas! —Alzó la voz y apuntó la gama de papeles a sus pies—. Hay evidencia real, aunque veo que la escuela hizo un buen trabajo para cubrirla.
La Dra. Price se puso las manos en las caderas y sonrió. — Roberta, te lo tengo que conceder, no te rindes. Creatividad, iniciativa, perseverancia. Una perfecta señorita de Piper’s.
Apretó la mandíbula, decidida. —Mary Worthington murió justo donde estás parada.
En la tenue luz de la lámpara, la mirada de la Dra. Price cayó en la pared de su oficina. —Oh, Dios mío, ¿qué le hiciste a mi espejo?
—¡Escúchame! —gritó Bobbie—. ¡Kenton Millar la embarazó y luego la mató aquí! Bueno —admitió—, fue un accidente, pero fue su culpa.
La temperatura del cuarto cayó por debajo de cero. La Dra. Price avanzó y Bobbie no tuvo más remedio que retroceder hacia la esquina.
—¿Qué acabas de decir?
Se debilitó bajo la intensidad de su mirada. —Di... dije que el antiguo director, el señor Millar, tenía una aventura con Mary; no al ser director, sino antes de eso, en 1954. —Retrocedió hasta la maceta de una palmera junto a la pared. No quedaba ningún lugar al que ir, pero Price continuó avanzando hacia ella, arrinconándola.
—¿Cómo te atreves? —exhaló Price—. Kenton Millar fue uno de los directores más brillantes y generosos que esta escuela ha tenido.
—Juro por mi vida que es cierto. Cuando Mary le dijo que estaba embarazada, se pelearon y ella murió. Él... debió de haber escondido su cuerpo.
Price la clavó a la pared, sujetándole los hombros con las manos. Bobbie tenía miedo, mucho más del que le tuvo a Mary; no había nada fantasmal sobre el férreo control. La nariz de la mujer se ensanchó. — Creo que sabría si mi padre mató a alguien, ¿no crees?
La sensación de desplome en el estómago de Bobbie se volvía muy familiar. —¿Q-qué?
—Mi nombre de soltera era Ellen Millar. ¿En verdad tratas de decirme que mi padre asesinó a alguien? Quiero que pienses muy, pero muy cuidadosamente antes de responder...
Los labios de Bobbie se abrieron y cerraron como un pez fuera del agua. Price temblaba de rabia; sus nudillos blancos y venas hinchadas en su frente. Kenton Millar mató a alguien para mantener su secreto enterrado y Bobbie no pudo evitar preguntarse si su hija mataría para que siguiera así.
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Re: Lectura #2 Octubre 2017
Cronograma
Lunes 16....... 12 Años antes Capítulos 1 y 2
Martes 17...... Capítulos 3 y 4
Miércoles 18... Capítulos 5 y 6
Jueves 19...... Capítulos 7 y 8
Viernes 20..... Capítulos 9 y 10
Sábado 21..... Capítulos 11 y 12
Domingos 22.... DESCANSAMOS Y PONEMOS AL DIA
Lunes 23....... Capítulos 13 y 14
Martes 24...... Capítulos 15 y 16
Miércoles 25... Capítulos 17 y 18
Jueves 26...... Capítulos 19 y 20
Viernes 27..... Capítulos 21 y 22
Sábado 28..... Capítulos 23 y 24
Domingo 29..... Capítulos 25 y 26
Lunes 30....... Capítulos 27 y 28
Martes 31...... Capítulos 29 y Una semana despues
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
gracias por el maratón Ross Ross, pasaron muchísimas cosas, que susto lo del embarazo de Naya, que horror para ellos, y no pudieron ayudarla se fue, y cuando encerraron a Bobbie, dije noooo, que hacen, pensé que sería todo llegó Caine y la saco de ahí, pero desafortunadamente el también se fue, y ahora Bobbie sabe lo que en realidad le pasó a Mary, aun hay que saber donde quedo el cuerpo, lo que fue para mi una sorpresota es saber que la directora es la hija del maestro gandalla, , que irá hacer con Bobbie.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #2 Octubre 2017
ese embarazo estuvo de miedo!! ya casi terminamos asi que agarrate para lo que sigue Janeth
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
27
El escape de Bobbie
—¿Cómo? ¿Cómo puedes ser la hija de Millar? —Bobbie encontraba tan difícil entender lo que se desarrollaba.
Price frunció el ceño. —No es ningún secreto. No hago publicidad del hecho; quiero construir mi propio legado aquí, no sólo el rastro después de mi padre. Sin embargo, era un gran hombre y un profesor fantástico, ¡y lo que acabas de decir es una calumnia! —Sus labios se curvaron, la ira disparándose de nuevo en sus ojos.
Pero Bobbie había llegado demasiado lejos y visto demasiado para desmoronarse ahora. —Lo siento, Dra. Price, pero es verdad. ¿Por qué lo inventaría? —Su voz temblaba, pero no se rompió—. Has visto cuántas chicas han desaparecido. ¿No crees que sea extraño? No hay man era de que sea una coincidencia. Es todo lo que tu padre le hizo a Mary. Sé que parece una locura, pero es como si ella no pudiera descansar porque nunca nadie encontró el cuerpo.
La mirada de la Dra. Prince cayó al suelo, con los ojos crispados como si tratara de resolver una ecuación de álgebra avanzada.
—Por favor, suélteme —dijo Bobbie suavemente—. Me hace daño.
Con los hombros encorvados como espaguetis, cayó en la silla giratoria de la oficina, la cual empujó lejos de los cristales rotos y el marco dorado. —Oh Dios. Eso es lo que... Todo este tiempo... —Parecía estar hablando con sí misma. Su cabeza cayó en sus manos.
Bobbie retrocedió a una distancia segura. —¿Qué?
—No lo creo.
—Dra. Prince, por f avor. Viene por mí...
Prince se desinfló como un globo. —Justo antes de morir mi padre, él se hallaba muy, muy enfermo. En su lecho de muerte hablaba tonterías absolutas, pero seguía diciendo una cosa una y otra vez. —Se detuvo, sacudiendo la cabeza.
—¿Y? —Instó Bobbie.
—Pedía continuamente confesarse. Seguía pidiendo un sacerdote, diciendo que tenía que confesar sus pecados antes de morir. —Price ahogó una risa—. ¡Ni siquiera éramos católicos! Pensé que deliraba... pero ahora...
—Mary estaba embarazada. Él f ue el responsable de su muerte — terminó Bobbie.
Price miró a sus ojos muertos. —Oh Dios. También dijo que lo sentía. Una y otra vez. Nunca supimos por qué... —Una lágrima cayó de su pómulo y salpicó su falda.
Bobbie negó con la cabeza. Toda esta situación era horrible, pero no sentiría lástima por el hombre que cazó a una colegiala vulnerable.
—Era un poco tarde para un perdón.
Price no respondió.
—¿Dijo algo que nos podría llevar a su cuerpo? —preguntó Bobbie—. Murió aquí, él no... No podría haber ido muy lejos.
—No tengo ni idea.
—Por favor, Dra. Price, algo tiene que haberse destacado... — Bobbie se detuvo cuando se dio cuenta de un ruido constante de goteo. La lámpara sobre el escritorio de Price parpadeó antes de morir del todo—. Oh no.
Price frunció el caño y trató de encender la lámpara de nuevo. — Extraño...
Detrás de Price, cerca de las ruedas de la silla del escritorio, se hallaba un fragmento roto de vidrio más grande que el resto… un triángulo escaleno vicioso viéndose reflejado en el techo, ya que se hallaba completamente en el piso.
Una mano goteante atravesó el vidrio, seguido de cerca por la parte superior de una cabeza. Bobbie gritó y se alejó de la mesa. Price saltó de la silla. —¿Qué? ¿Qué miras?
—¿No puedes verla?
—¿De qué demonios hablas? ¡No hay nada allí!
Mary apretó un segundo brazo a través del fragmento estrecho, dislocando su hombro con un sonido húmedo para pasar a través del estrecho hueco. Las astillas del espejo sonaron cuando Mary empujó su cuerpo a través de la habitación. Goteando puntos carmesí por toda la alfombra, se movió anormalmente rápido, sus articulaciones y huesos pulsando y chasqueando como si no los hubiera utilizado en un tiempo muy largo. Emergió plenamente del espejo y se irguió en posición vertical.
Bobbie retrocedió, chocando con una silla de oficina. —¡Se encuentra aquí! ¡Justo detrás de ti! ¡Tenemos que salir de aquí!
—Bobbie, no hay nada allí. —La voz de la Dra. Price era fría con impaciencia.
Mary se dirigió hacia ellos, pesadas manchas de sangre se salpicaban mientras avanzaba. Corría de sus dedos. La chica muerta se movió lentamente, en piernas inciertas, como si no estuviera acostumbrada a la tierra firma bajo sus pies. Bobbie recordó la infinita oscuridad detrás del espejo y se estremeció.
—¡Por favor! —Lloró Bobbie—. Viene por mí.
Price agarró su brazo. —Tienes que calmarte. Tenemos que hablar de mi padre. No vas a ir por todas partes diciéndole a la gente lo que hizo. No tienes pruebas. —La profesora la arrastró lejos de la salida y hacia la silenciosa Mary que se aproximaba.
—¡No! —espetó Bobbie. Agarrando su brazo, hizo algo que no habría pensado a sí misma capaz de hacer. Empujó a la Dra. Price en el camino de la chica muerta. La profesora se lo esperaba aún menos, su boca abierta en estado de shock. Al más puro estilo inquietante, Price cayó a través de Mary, como si estuviera hecha de humo y directamente en el nido de papeleo que Bobbie dejó en el suelo. Un paso sobre las hojas sueltas y el calzado de Price se deslizó debajo de ella, enviándola de estrépito hacia el armario abierto. Con un grito estridente, su frente chocó con el segundo estante y luego el tercero mientras caía.
Price yacía en un montón desordenado, medio dentro y medio fuera del armario. Gimió levemente, flotando en algún lugar cercano a
la inconsciencia.
Bobbie retrocedió, sin quitar los ojos de Mary. Sólo quedaba un
problema: Mary ahora se interponía entre ella y la única salida. —
¡Mary, para! —declaró Bobbie, tratando de mantener la calma—.
¿Dónde te puso? ¿Lo sabes? —Chocó con la parte inferior del escritorio, golpeando una taza de café, volcándola hacia el suelo. Bobbie siguió su camino alrededor de la mesa.
El dolor en su pie vestido de calcetín cuando pisó el cristal era insoportable. Se disparó hacia arriba y abajo de su columna vertebral y rojo apareció ante sus ojos. Aullando, Bobbie retrocedió aún más, sólo para pisar sobre más fragmentos. El dolor era agudo, intenso, pulsando todo el camino hasta sus piernas. Se apoyó en el agujero que había hecho en el centro del enorme espejo, con Mary desplazándose hacia ella. Bobbie levantó su pie izquierdo para examinar el daño: una astilla de vidrio del pequeño tamaño de un dedo atrapado fuera de su pie. Su calcetín blanco se transformaba rápidamente en rojo. Apretando los dientes, tiró del vidrio, su propia sangre ahora goteando sobre la alfombra.
La pared debajo de su hombro se sintió extraña, demasiado débil para ser una pared. Era madera. Las paredes de la oficina no eran de madera. Fue entonces cuando Bobbie se dio cuenta del entorno. No era una pared en absoluto, era una puerta: una pequeña trampilla oculta
detrás del espejo. ¡Por supuesto! Otro pasaje secreto, o un agujero de un sacerdote, uno de los legendarios agujeros de sacerdotes.
Fuera lo que fuese no importaba. Con todas sus fuerzas, Bobbie se empujó en el panel oculto y la abrió. El espacio detrás de la puerta era negro, pero Mary sólo se encontraba a centímetros de distancia. Una mano manchada de sangre alcanzó el rostro de Bobbie, y con un suspiro, se agachó para evitarlo, trepando por el agujero.
Ignorando el dolor en sus pies (que ahora parecía arder), Bobbie levantó la mano y cerró la escotilla en el rostro de Mary. Se cerró pero Bobbie no tenía idea de si las puertas secretas podían parar fantasmas. Recostándose contra ella, Bobbie se esforzó por ver en la oscuridad. Luz gris débil sangraba alrededor de los bordes del panel y fue suficiente para reconocer que se encontraba en la cima de una escalera, que tenía que llevar a algún lado. Eso significaba que era más que un escondite; podría ir a algún lado en la escuela.
La moneda cayó. Así fue exactamente cómo Kenton Millar debió haber movido el cuerpo de Mary hacía tantos años. No hay forma de que pudieras tener un pasadizo secreto detrás de tu espejo y no saber nada. Eso la hizo reaccionar. Su única opción era seguir el paso y rezar que no hubiera sido tapiada durante las décadas. Si se metía en un callejón sin salida, se terminaba el juego.
Bobbie cojeó hacia delante, sus pies picando con cada paso. Dejó huellas pegajosas de un rojo kétchup mientras caminaba.
Las escaleras eran empinadas, resbaladizas y frías como el hielo. Con cada paso afligido, el aire se hacía más añejo, mientras iba descendiendo en un sótano. Sintió su camino a lo largo de las paredes ya que la oscuridad se arrastró más cerca. Cuando su pie encontró losas llanas, no podía ver en absoluto; casi pareció estar de vuelta dentro del abismo horrible del reino de Mary.
El eco de las gotas cayendo del techo —esta vez de verdad— sugirió que se hallaba en un espacio reducido: un túnel o una cueva, nada como los pasajes de la servidumbre funcionales. Debía estar debajo de la escuela por la gran cantidad de escaleras que había tomado.
Algo se arrastró sobre sus dedos de los pies. Bobbie gritó y pateó, la cosa dando un chillido enojado antes de que las patas diminutas se apresuraran lejos. El pasaje se hallaba infestado de ratas, Bobbie hizo una mueca y se adentró en las sombras. Tratando de correr, pero sólo consiguiendo una cojera débil mientras se aferra a las paredes, Bobbie esperaba que no hubiera nada en la oscuridad para cortar sus pies. Oh... Espera un segundo... A pesar de todo se echó a reír. ¿Era realmente divertido o estaba histérica? De cualquier manera la risita de muñeca-del-mal que hacía era más que un poco espeluznante. Detente. Tienes que controlarte. Sigue adelante.
Bobbie se congeló. Se apoyó en la pared, que, aquí abajo, era mucosa por la humedad. Incluso sobre sus respiraciones inestables y
jadeantes y el castañeo de sus dientes, oyó pasos vacilantes raspando por las escaleras detrás de ella.
Esas no eran ratas... Mary se hallaba en la escalera.
La risa histérica se convirtió en un sollozo. Bobbie se apartó de la pared y continuó su carrera insoportable. Al menos, el túnel de piedra congelada en cierto modo adormecía sus pies. Trató de mantenerse en puntas de pie para mantener la presión alejada de los cortes en sus plantas y talones. Cojeando tan rápido como pudo, Bobbie ni siquiera miró hacia atrás.
Mary avanzaba en la oscuridad. No volvería a verla hasta que sintiera sus dedos.
El túnel parecía interminable. No tenía curvas, ni esquinas, la oscuridad extendiéndose por siempre. Bobbie se preguntó si ya había terminado y este era el Infierno… un infinito, túnel negro.
Ella resolló mientras corría y su respiración cambio a jadeante. Haciendo una pausa por un momento, oyó pies arrastrándose detrás de ella. Demasiado cerca. Corrió, sus manos extendidas. En cuestión de segundos se dio cuenta que podía ver ladrillo adelante. El hecho de que pudiera ver algo significaba que la luz entraba en el túnel. Con renovado vigor cargó hacia adelante, sólo para que se marchitara su espíritu: había un callejón sin salida por delante. No, no era un callejón sin salida, era una pared. Una pared con una escalera.
Bobbie se arrojó hacia ella y miró por encima del hombro. Si algo se movía por el largo pasillo no se encontraba lo suficientemente cerca para verlo. Mirando hacia arriba vio la luz filtrándose a través de un
orificio de ventilación en la parte superior de un estrecho pozo. Una manera de salir. Se sentía como el amanecer saliendo al final de su noche más larga.
Agarró el peldaño de la escalera a nivel del ojo. Los peldaños de madera se sentían húmedos y grasientos, cubiertos de musgo o moho. Temía que la madera estuviera podrida, pero todavía se sentía lo suficientemente resistente. Agarrando la escalera con la punta de los dedos del pie, empezó a subir. Sacudidas de dolor atravesaron su cuerpo cada vez que trataba de poner el peso en sus pies, por lo que trató tan duro como pudo para empujarse hacia arriba en la escalera, utilizando toda la fuerza que tenía en sus brazos. Dolió mucho, mucho, pero todo lo que tenía que hacer era llegar a la ventilación y al menos estaría fuera del túnel y (con suerte) en el aire fresco.
Hubo pasos desde la parte inferior de la escalera y con el rabillo del ojo Bobbie vio un cambio de sombra en la luz escasa. Subió más rápido.
La oxidada ventilación se encontraba a poca distancia, aunque Dios sabía lo que se hallaba en el otro lado. Se extendió por el último peldaño y se lanzó.
Se oyó un chasquido repugnante y el escalón se rompió en su mano. Lo dejó caer, escarbando algo más para agarrar. Al segundo el peso fue sobre sus pies, aulló de dolor y por reflejo, se dejó ir.
Cayó. Cayó rápido, como una piedra cayendo en un pozo. Lo único que podía hacer era prepararse para el aterrizaje. El final fue misericordiosamente rápido. Bobbie cayó al suelo con un ruido sordo, sus pies (sus pobres pies) tomando la mayor parte del impacto. Al principio se sentía demasiado conmocionada para registrar ningún tipo de dolor. Yacía de espaldas, mirando hacia el eje, parpadeando como una idiota. Entonces el dolor realmente impactó. Si pensaba que pies cortados habían sido malos, no era nada a la agonía que comenzó a extenderse a través de sus tobillos como lava.
Le dolía tanto que no podía respirar. Tampoco podía moverse.
Algo caliente goteó sobre su mejilla. Como una lágrima. Hubo otra, y luego otra.
Goteo, goteo, goteo.
Bobbie se movió lo suficiente para inclinar la cabeza hacia atrás un centímetro en las losas de piedras frías.
Mary se encontraba parada sobre ella, la sangre corriendo de sus dedos a su cara. —No —murmuró Bobbie. Después de todo lo que hizo. Después de luchar tan duro... No sirvió de nada.
El frío rostro impasible de Mary se inclinó hacia Bobbie. Bobbie sintió sus respiraciones superficiales, ásperas contra su piel, como si los pulmones de la otra chica se llenaran de líquido. —Por favor — suplicó.
Congelándose, una mano cubierta de rocío le tocó la mejilla. Un sangriento mechón de su cabello rozó los labios de Bobbie. El hedor de su aliento era abrumador, como si las entrañas de la chica estuvieran podridas. Bobbie gimió y trató de zafarse, pero la inmovilizó; Mary se hallaba justo encima de ella, inclinándose. Todo lo que podía hacer era cerrar los ojos y esperar el final.
El escape de Bobbie
—¿Cómo? ¿Cómo puedes ser la hija de Millar? —Bobbie encontraba tan difícil entender lo que se desarrollaba.
Price frunció el ceño. —No es ningún secreto. No hago publicidad del hecho; quiero construir mi propio legado aquí, no sólo el rastro después de mi padre. Sin embargo, era un gran hombre y un profesor fantástico, ¡y lo que acabas de decir es una calumnia! —Sus labios se curvaron, la ira disparándose de nuevo en sus ojos.
Pero Bobbie había llegado demasiado lejos y visto demasiado para desmoronarse ahora. —Lo siento, Dra. Price, pero es verdad. ¿Por qué lo inventaría? —Su voz temblaba, pero no se rompió—. Has visto cuántas chicas han desaparecido. ¿No crees que sea extraño? No hay man era de que sea una coincidencia. Es todo lo que tu padre le hizo a Mary. Sé que parece una locura, pero es como si ella no pudiera descansar porque nunca nadie encontró el cuerpo.
La mirada de la Dra. Prince cayó al suelo, con los ojos crispados como si tratara de resolver una ecuación de álgebra avanzada.
—Por favor, suélteme —dijo Bobbie suavemente—. Me hace daño.
Con los hombros encorvados como espaguetis, cayó en la silla giratoria de la oficina, la cual empujó lejos de los cristales rotos y el marco dorado. —Oh Dios. Eso es lo que... Todo este tiempo... —Parecía estar hablando con sí misma. Su cabeza cayó en sus manos.
Bobbie retrocedió a una distancia segura. —¿Qué?
—No lo creo.
—Dra. Prince, por f avor. Viene por mí...
Prince se desinfló como un globo. —Justo antes de morir mi padre, él se hallaba muy, muy enfermo. En su lecho de muerte hablaba tonterías absolutas, pero seguía diciendo una cosa una y otra vez. —Se detuvo, sacudiendo la cabeza.
—¿Y? —Instó Bobbie.
—Pedía continuamente confesarse. Seguía pidiendo un sacerdote, diciendo que tenía que confesar sus pecados antes de morir. —Price ahogó una risa—. ¡Ni siquiera éramos católicos! Pensé que deliraba... pero ahora...
—Mary estaba embarazada. Él f ue el responsable de su muerte — terminó Bobbie.
Price miró a sus ojos muertos. —Oh Dios. También dijo que lo sentía. Una y otra vez. Nunca supimos por qué... —Una lágrima cayó de su pómulo y salpicó su falda.
Bobbie negó con la cabeza. Toda esta situación era horrible, pero no sentiría lástima por el hombre que cazó a una colegiala vulnerable.
—Era un poco tarde para un perdón.
Price no respondió.
—¿Dijo algo que nos podría llevar a su cuerpo? —preguntó Bobbie—. Murió aquí, él no... No podría haber ido muy lejos.
—No tengo ni idea.
—Por favor, Dra. Price, algo tiene que haberse destacado... — Bobbie se detuvo cuando se dio cuenta de un ruido constante de goteo. La lámpara sobre el escritorio de Price parpadeó antes de morir del todo—. Oh no.
Price frunció el caño y trató de encender la lámpara de nuevo. — Extraño...
Detrás de Price, cerca de las ruedas de la silla del escritorio, se hallaba un fragmento roto de vidrio más grande que el resto… un triángulo escaleno vicioso viéndose reflejado en el techo, ya que se hallaba completamente en el piso.
Una mano goteante atravesó el vidrio, seguido de cerca por la parte superior de una cabeza. Bobbie gritó y se alejó de la mesa. Price saltó de la silla. —¿Qué? ¿Qué miras?
—¿No puedes verla?
—¿De qué demonios hablas? ¡No hay nada allí!
Mary apretó un segundo brazo a través del fragmento estrecho, dislocando su hombro con un sonido húmedo para pasar a través del estrecho hueco. Las astillas del espejo sonaron cuando Mary empujó su cuerpo a través de la habitación. Goteando puntos carmesí por toda la alfombra, se movió anormalmente rápido, sus articulaciones y huesos pulsando y chasqueando como si no los hubiera utilizado en un tiempo muy largo. Emergió plenamente del espejo y se irguió en posición vertical.
Bobbie retrocedió, chocando con una silla de oficina. —¡Se encuentra aquí! ¡Justo detrás de ti! ¡Tenemos que salir de aquí!
—Bobbie, no hay nada allí. —La voz de la Dra. Price era fría con impaciencia.
Mary se dirigió hacia ellos, pesadas manchas de sangre se salpicaban mientras avanzaba. Corría de sus dedos. La chica muerta se movió lentamente, en piernas inciertas, como si no estuviera acostumbrada a la tierra firma bajo sus pies. Bobbie recordó la infinita oscuridad detrás del espejo y se estremeció.
—¡Por favor! —Lloró Bobbie—. Viene por mí.
Price agarró su brazo. —Tienes que calmarte. Tenemos que hablar de mi padre. No vas a ir por todas partes diciéndole a la gente lo que hizo. No tienes pruebas. —La profesora la arrastró lejos de la salida y hacia la silenciosa Mary que se aproximaba.
—¡No! —espetó Bobbie. Agarrando su brazo, hizo algo que no habría pensado a sí misma capaz de hacer. Empujó a la Dra. Price en el camino de la chica muerta. La profesora se lo esperaba aún menos, su boca abierta en estado de shock. Al más puro estilo inquietante, Price cayó a través de Mary, como si estuviera hecha de humo y directamente en el nido de papeleo que Bobbie dejó en el suelo. Un paso sobre las hojas sueltas y el calzado de Price se deslizó debajo de ella, enviándola de estrépito hacia el armario abierto. Con un grito estridente, su frente chocó con el segundo estante y luego el tercero mientras caía.
Price yacía en un montón desordenado, medio dentro y medio fuera del armario. Gimió levemente, flotando en algún lugar cercano a
la inconsciencia.
Bobbie retrocedió, sin quitar los ojos de Mary. Sólo quedaba un
problema: Mary ahora se interponía entre ella y la única salida. —
¡Mary, para! —declaró Bobbie, tratando de mantener la calma—.
¿Dónde te puso? ¿Lo sabes? —Chocó con la parte inferior del escritorio, golpeando una taza de café, volcándola hacia el suelo. Bobbie siguió su camino alrededor de la mesa.
El dolor en su pie vestido de calcetín cuando pisó el cristal era insoportable. Se disparó hacia arriba y abajo de su columna vertebral y rojo apareció ante sus ojos. Aullando, Bobbie retrocedió aún más, sólo para pisar sobre más fragmentos. El dolor era agudo, intenso, pulsando todo el camino hasta sus piernas. Se apoyó en el agujero que había hecho en el centro del enorme espejo, con Mary desplazándose hacia ella. Bobbie levantó su pie izquierdo para examinar el daño: una astilla de vidrio del pequeño tamaño de un dedo atrapado fuera de su pie. Su calcetín blanco se transformaba rápidamente en rojo. Apretando los dientes, tiró del vidrio, su propia sangre ahora goteando sobre la alfombra.
La pared debajo de su hombro se sintió extraña, demasiado débil para ser una pared. Era madera. Las paredes de la oficina no eran de madera. Fue entonces cuando Bobbie se dio cuenta del entorno. No era una pared en absoluto, era una puerta: una pequeña trampilla oculta
detrás del espejo. ¡Por supuesto! Otro pasaje secreto, o un agujero de un sacerdote, uno de los legendarios agujeros de sacerdotes.
Fuera lo que fuese no importaba. Con todas sus fuerzas, Bobbie se empujó en el panel oculto y la abrió. El espacio detrás de la puerta era negro, pero Mary sólo se encontraba a centímetros de distancia. Una mano manchada de sangre alcanzó el rostro de Bobbie, y con un suspiro, se agachó para evitarlo, trepando por el agujero.
Ignorando el dolor en sus pies (que ahora parecía arder), Bobbie levantó la mano y cerró la escotilla en el rostro de Mary. Se cerró pero Bobbie no tenía idea de si las puertas secretas podían parar fantasmas. Recostándose contra ella, Bobbie se esforzó por ver en la oscuridad. Luz gris débil sangraba alrededor de los bordes del panel y fue suficiente para reconocer que se encontraba en la cima de una escalera, que tenía que llevar a algún lado. Eso significaba que era más que un escondite; podría ir a algún lado en la escuela.
La moneda cayó. Así fue exactamente cómo Kenton Millar debió haber movido el cuerpo de Mary hacía tantos años. No hay forma de que pudieras tener un pasadizo secreto detrás de tu espejo y no saber nada. Eso la hizo reaccionar. Su única opción era seguir el paso y rezar que no hubiera sido tapiada durante las décadas. Si se metía en un callejón sin salida, se terminaba el juego.
Bobbie cojeó hacia delante, sus pies picando con cada paso. Dejó huellas pegajosas de un rojo kétchup mientras caminaba.
Las escaleras eran empinadas, resbaladizas y frías como el hielo. Con cada paso afligido, el aire se hacía más añejo, mientras iba descendiendo en un sótano. Sintió su camino a lo largo de las paredes ya que la oscuridad se arrastró más cerca. Cuando su pie encontró losas llanas, no podía ver en absoluto; casi pareció estar de vuelta dentro del abismo horrible del reino de Mary.
El eco de las gotas cayendo del techo —esta vez de verdad— sugirió que se hallaba en un espacio reducido: un túnel o una cueva, nada como los pasajes de la servidumbre funcionales. Debía estar debajo de la escuela por la gran cantidad de escaleras que había tomado.
Algo se arrastró sobre sus dedos de los pies. Bobbie gritó y pateó, la cosa dando un chillido enojado antes de que las patas diminutas se apresuraran lejos. El pasaje se hallaba infestado de ratas, Bobbie hizo una mueca y se adentró en las sombras. Tratando de correr, pero sólo consiguiendo una cojera débil mientras se aferra a las paredes, Bobbie esperaba que no hubiera nada en la oscuridad para cortar sus pies. Oh... Espera un segundo... A pesar de todo se echó a reír. ¿Era realmente divertido o estaba histérica? De cualquier manera la risita de muñeca-del-mal que hacía era más que un poco espeluznante. Detente. Tienes que controlarte. Sigue adelante.
Bobbie se congeló. Se apoyó en la pared, que, aquí abajo, era mucosa por la humedad. Incluso sobre sus respiraciones inestables y
jadeantes y el castañeo de sus dientes, oyó pasos vacilantes raspando por las escaleras detrás de ella.
Esas no eran ratas... Mary se hallaba en la escalera.
La risa histérica se convirtió en un sollozo. Bobbie se apartó de la pared y continuó su carrera insoportable. Al menos, el túnel de piedra congelada en cierto modo adormecía sus pies. Trató de mantenerse en puntas de pie para mantener la presión alejada de los cortes en sus plantas y talones. Cojeando tan rápido como pudo, Bobbie ni siquiera miró hacia atrás.
Mary avanzaba en la oscuridad. No volvería a verla hasta que sintiera sus dedos.
El túnel parecía interminable. No tenía curvas, ni esquinas, la oscuridad extendiéndose por siempre. Bobbie se preguntó si ya había terminado y este era el Infierno… un infinito, túnel negro.
Ella resolló mientras corría y su respiración cambio a jadeante. Haciendo una pausa por un momento, oyó pies arrastrándose detrás de ella. Demasiado cerca. Corrió, sus manos extendidas. En cuestión de segundos se dio cuenta que podía ver ladrillo adelante. El hecho de que pudiera ver algo significaba que la luz entraba en el túnel. Con renovado vigor cargó hacia adelante, sólo para que se marchitara su espíritu: había un callejón sin salida por delante. No, no era un callejón sin salida, era una pared. Una pared con una escalera.
Bobbie se arrojó hacia ella y miró por encima del hombro. Si algo se movía por el largo pasillo no se encontraba lo suficientemente cerca para verlo. Mirando hacia arriba vio la luz filtrándose a través de un
orificio de ventilación en la parte superior de un estrecho pozo. Una manera de salir. Se sentía como el amanecer saliendo al final de su noche más larga.
Agarró el peldaño de la escalera a nivel del ojo. Los peldaños de madera se sentían húmedos y grasientos, cubiertos de musgo o moho. Temía que la madera estuviera podrida, pero todavía se sentía lo suficientemente resistente. Agarrando la escalera con la punta de los dedos del pie, empezó a subir. Sacudidas de dolor atravesaron su cuerpo cada vez que trataba de poner el peso en sus pies, por lo que trató tan duro como pudo para empujarse hacia arriba en la escalera, utilizando toda la fuerza que tenía en sus brazos. Dolió mucho, mucho, pero todo lo que tenía que hacer era llegar a la ventilación y al menos estaría fuera del túnel y (con suerte) en el aire fresco.
Hubo pasos desde la parte inferior de la escalera y con el rabillo del ojo Bobbie vio un cambio de sombra en la luz escasa. Subió más rápido.
La oxidada ventilación se encontraba a poca distancia, aunque Dios sabía lo que se hallaba en el otro lado. Se extendió por el último peldaño y se lanzó.
Se oyó un chasquido repugnante y el escalón se rompió en su mano. Lo dejó caer, escarbando algo más para agarrar. Al segundo el peso fue sobre sus pies, aulló de dolor y por reflejo, se dejó ir.
Cayó. Cayó rápido, como una piedra cayendo en un pozo. Lo único que podía hacer era prepararse para el aterrizaje. El final fue misericordiosamente rápido. Bobbie cayó al suelo con un ruido sordo, sus pies (sus pobres pies) tomando la mayor parte del impacto. Al principio se sentía demasiado conmocionada para registrar ningún tipo de dolor. Yacía de espaldas, mirando hacia el eje, parpadeando como una idiota. Entonces el dolor realmente impactó. Si pensaba que pies cortados habían sido malos, no era nada a la agonía que comenzó a extenderse a través de sus tobillos como lava.
Le dolía tanto que no podía respirar. Tampoco podía moverse.
Algo caliente goteó sobre su mejilla. Como una lágrima. Hubo otra, y luego otra.
Goteo, goteo, goteo.
Bobbie se movió lo suficiente para inclinar la cabeza hacia atrás un centímetro en las losas de piedras frías.
Mary se encontraba parada sobre ella, la sangre corriendo de sus dedos a su cara. —No —murmuró Bobbie. Después de todo lo que hizo. Después de luchar tan duro... No sirvió de nada.
El frío rostro impasible de Mary se inclinó hacia Bobbie. Bobbie sintió sus respiraciones superficiales, ásperas contra su piel, como si los pulmones de la otra chica se llenaran de líquido. —Por favor — suplicó.
Congelándose, una mano cubierta de rocío le tocó la mejilla. Un sangriento mechón de su cabello rozó los labios de Bobbie. El hedor de su aliento era abrumador, como si las entrañas de la chica estuvieran podridas. Bobbie gimió y trató de zafarse, pero la inmovilizó; Mary se hallaba justo encima de ella, inclinándose. Todo lo que podía hacer era cerrar los ojos y esperar el final.
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Re: Lectura #2 Octubre 2017
28
Cuentos de la Cripta
—¿Bobbie?
Se atrevió a abrir los ojos una fracción y se encontró frente a frente con un cráneo que la miraba maliciosamente desde un lado. Se echó hacia atrás, sólo para recordar que cada centímetro de su cuerpo se sentía apaleado e irritado, como si las heridas le llegaran hasta la médula. Sus dedos rozaron algo liso y duro: parecido a un hueso. Tan parecido, que se dio cuenta de que eran, de hecho, huesos. Y más
huesos. Se limpió la mano, disgustada, mientras notaba que alguien se inclinaba sobre ella en la oscuridad.
Sentándose, lo primero que vio fue a Caine. Se hallaba arrodillado
a su lado, ayudándola a levantarse. Sus tobillos dolían , por ese momento, era lo único que sabía al haberse sentado.
Tenía que ser un espejismo. Si no estuviera tan mugriento y sucio, Caine podría ser un ángel. Él acunó su cabeza con una mano fuerte y la besó con dureza en los labios. No necesitaban palabras. No había ninguna lo suficientemente grande como para lo que sentía, y sabía que él se sentía exactamente de la misma forma. Probablemente era la gran reunión en el cielo, aunque a Bobbie le gustaba imaginarse que, en el cielo, no sentiría tanto dolor. —Estás vivo —susurró Bobbie.
—Por los pelos —dijo otra voz familiar. ¡Naya! Lágrimas, del buen tipo, fluyeron repentinamente de la cavidad detrás de su nariz. Naya se hallaba viva. Todos lo estaban. Era demasiado bueno, más de lo que podría haberse atrevido a esperar. Mareada, la cabeza de Bobbie se volteó de golpe, retazos de un brillo plateado arremolinándose en su mirada periférica.
Naya se encontraba sentada en alguna clase de peldaños de piedra que daban a una puerta de metal ornamentada, una puerta que Bobbie había visto antes. Bueno, al menos el otro lado de ella. Era del mausoleo abandonado en el cementerio de St. Paul’s. En los brazos de
Naya se hallaba Sadie, apenas consciente. Oh, cuán estúpidos habían sido. Hacía dos días estuvieron a metros de Sadie y la dejaron allí.
—Oh, Dios mío. —Fue todo en lo que pudo pensar Bobbie. Trató de levantarse para acercarse a su amiga, pero el dolor en sus tobillos era demasiado—. Naya… yo…
Naya le hizo un gesto; claramente, ese no era el momento adecuado. —Va a morir, Bob. Ha estado aquí por días. —Sadie lucía mal, su rostro por lo general alegre, hundido y sus ojos vacíos.
Bobbie examinó sus alrededores. Estaban en una cámara fría y musgosa, teñida con una luz verde donde las vides y los árboles habían sofocado la tumba. La lluvia daba contra el techo. Había un gran sarcófago de piedra en el centro de la habitación junto los féretros más pequeños alineados contra las paredes, además de los nichos más hermosamente tallados.
—Cuando llegué aquí y encontré a Naya —dijo Caine—, grité tu nombre…
—Te oí. —Bobbie sacudió una telaraña de su cabello—. Te oí decir mi nombre.
Los ojos marrones de Caine se iluminaron. —Pensé que estabas perdida en ese… lugar.
—Y yo creí que tú estabas…
—¡Ejem! —Los interrumpió Naya—. Esto es súper lindo, chicos, pero, ¿qué vamos a hacer?
—¿Tienes algún teléfono? —le preguntó Caine a Bobbie.
—No, lo dejé en mi cama esta mañana. No pensé en cogerlo. Caine asintió. —El mío también está en tu habitación.
Bobbie le echó otro vistazo a la tumba. El suelo se hallaba cubierto con huesos. Huesos humanos. Como alguna clase de cementerio, con tal vez media docena de cráneos sonriéndose entre sí, desparramados a través del suelo como estudiantes borrachos en una fiesta. Naya llevaba la ropa de alguien más. Una vieja sudadera de educación física de Piper’s que no había sido el uniforme por más de diez años.
Y todo tuvo sentido. —¿Puedes ayudarme a levantarme? —le preguntó Bobbie a Caine. Él le ofreció una mano, e incluso aunque sus tobillos, espalda y caderas ardieron con dolor, le permitió ponerla de pie.
—¿Estás bien?
Bobbie ignoró el dolor y sólo dijo—: Estoy bien, pero tenemos que encontrar a Mary.
Caine frunció el ceño. —¿Qué?
Bobbie miró el lugar horripilante. Le daba la misma sensación horrible y macabra que las catacumbas en París a las que la había llevado su madre en un viaje inoportuno cuando tenía como ocho; las paredes de cráneos le dieron pesadillas por semanas. —Está aquí, en alguna parte. —Cuando Caine siguió mirándola sin comprender, dijo—: Kenton Millar mató accidentalmente a Mary y ocultó su cuerpo.
—De ninguna manera —saltó Naya.
—En serio. Hay un pasaje secreto en el estudio de Price que llega hasta aquí. Debe estar… ¡Ya sé! —Bobbie escaneó el suelo de la cripta—
. ¡Allí! —En efecto, debajo de la estatua de la Virgen María en la esquina, había una rejilla de metal oculta; la misma por la que escapó.
Tenía tantas ideas iluminando su cabeza, que era como estar frente a los tabloides. —Millar debe haber utilizado el mismo pasaje; ese es el por qué él y Mary siempre se encontraban aquí. El túnel va desde el patio hacia la iglesia. Era como el agujero de los sacerdotes, o el pasadizo de los sacerdotes, lo que sea. Permitía que los pastores que se ocultaban fueran de la escuela a la iglesia sin que nadie los viera.
—¿Esté es el lugar que soñamos? —dijo Caine mientras Bobbie comenzaba a remover los huesos.
—Sí. Supongo que el bosque era su lugar. Kenton debe haber traído su cuerpo por el túnel y ocultarlo aquí. ¡Mary no quería matarnos! ¡Lo sabía! Sabía que ella sólo quería ayuda. En el quinto día, te trae a donde fue escondida. ¡Aquí! —Un toque de Mary y te veías
transportado hacia su lugar de descanso.
Naya escaneó los restos humanos. —Pero todas murieron, Bob.
—No creo que pudiera evitarlo; no es como si ella hubiera sellado la tumba, ¿no? Y las otras chicas no sabían lo que buscaban. Nosotros sí.
Caine negó con la cabeza. —Así que, todo este tiempo… todas esas chicas desaparecidas, ¿han estado aquí todo el tiempo?
Bobbie suspiró, agotada por lo del túnel; casi de masiado cansada para continuar. Aún así, trató de entenderlo. —Sí. Piénsenlo. Abigail y Taylor se desvanecieron a kilómetros y kilómetros de distancia. Tal vez también los otros. ¿Por qué la policía buscaría en el cementerio? Y tú lo viste. Ha estado abandonado por años. ¿Quién viene aquí además de los niños? —Entre más pensaba en ello, más sentido tenía—. Sabemos que Millar traía a Mary aquí para liarse… Supongo que tenía acceso a una llave; tenía que haber una para los sacerdotes, ¿cierto? ¿Tiene sentido? Y Naya… tú soñaste que Mary se encontraba en un lugar oscuro. ¿Qué lugar es más oscuro que un ataúd? —Mirando a su alrededor, Bobbie se preguntó cuál esqueleto era el de Taylor Keane, cuál le pertenecía a Abigail Hanson y de quién era la ropa que Naya tenía puesta—. Vamos, Mary tiene que estar aquí.
Caine levantó las manos. —¡Bobbie, cualquiera podría ser ella! Y estamos encerrados. Incluso si la encontramos…
—¡No! —soltó Bobbie, rehusándose a retractarse—. Tenemos que permitirle descansar en paz. —Miró los esqueletos—. No hay forma de que la hubiera dejado en cualquier sitio. Habría querido ocultarla en caso de que alguien viniera a buscar. Revisen los ataúdes. Apuesto a que alguno de ellos tiene dos cuerpos dentro. Naya, ayúdanos.
Naya puso la cabeza demacrada de Sadie en las escaleras. Había estado por tres días allí sin comida y sólo la lluvia se colaba. ¿Cuánto se podía sobrevivir sin comida y agua? Bobbie supuso que, por cómo lucía, no demasiado. Con poca delicadeza, Bobbie sacó el ataúd más cercano de su nicho y lo puso de golpe en el suelo de piedra. Era pesado, pero la madera lucía agrietada y vieja. El pánico inicial al ver el ataúd sellado se convirtió en alivio cuando se dio cuenta de que los clavos podían sacarse de la madera empapada. Bobbie quitó la cubierta y dejó que cayera en el suelo. Sólo un habitante sonriente yacía dentro.
Al otro lado de la cripta, Caine y Naya abrieron sus propios ataúdes. —¿Encontraron algo?
—¡No! —gritó Naya, una mano sobre su boca—. ¡Dios, esto es enfermo!
—Sigue buscando.
—No puedo sacar la tapa de este —gimió Caine.
—Bueno, entonces tampoco pudo Millar —dijo Bobbie, y luego se detuvo—. Espera. Seríamos capaces de ver si alteró algunos de los ataúdes, ¿no?
Caine y Naya dejaron de buscar. —Sí. —Caine se limpió el polvo
de los muslos—. Supongo.
—Bueno, eso significa… —Todos los ojos cayeron en el enorme sarcófago en el centro de la habitación.
—No hay arañazos en ese —dijo Caine, lo cual era precisamente lo que ella pensaba.
—Ayúdenme. —Bobbie sabía, sólo sabía que era este. Ella podía verlo ahora: sudando, en pánico y desesperado, Kenton Millar había cargado el cuerpo de Mary a través del túnel. De alguna forma la hizo subir la escalera y la llevó al mausoleo. Antes que arriesgarse a sacarla para enterrarla donde podría verla, la puso en la más segura de las tumbas; la más antigua.
Caine y Naya se apuraron a su lado del ataúd de piedra. —A la cuenta de tres —sugirió Caine, recordándole la última vez que contaron como grupo. Había sido frente al espejo en el baño hace cinco días—. Uno, dos… —Todos empujaron juntos. Era pesado, pero no tan pesado como Bobbie había temido. Había una solapa la losa, así que tuvieron que levantar y deslizar.
No había nada en su cuerpo que no doliera. Bobbie tuvo que dejar que Caine y Naya hicieran la mayor parte de la fuerza para levantarlo,
pero la losa se soltó. —¡Empujen! —gritó, y ellos deslizaron la tapa de granito fuera de la tumba.
La mano de Bobbie voló a su boca. Naya gritó y saltó hacia atrás.
Mary yacía en el sarcófago, perfectamente preservada. Todavía con carne, todavía cubierta en sangre. Los ojos cerrados, lucía casi en paz. Fácilmente podría estar durmiendo. Junto a Mary, de alguna forma luciendo apretado, se encontraba el ocupante original —simples huesos.
Los ojos de Mary se abrieron y ahora Bobbie gritó, aferrándose al brazo de Caine al igual que él se aferró al de ella. Mary levantó la mano hacia ellos. ¡No, pensó Bobbie, ahora se acabó! Un suspiró atravesó los labios de Mary y sus ojos se cerraron, su mano cayendo. Cierta serenidad cayó sobre ella. Alivio y liberación.
Sesenta años finalmente alcanzaron a Mary y, como una de esas cámaras con lapsos de tiempo en los programas de naturaleza, su rostro se hizo más delgado, sus pómulos sobresalieron, la piel alrededor de sus huesos se tensó, oscureciéndose como cuero. Sus labios se retrajeron en una sonrisa perpetua y sus ojos se volvieron vacíos, la piel pudriéndose en la nada. El cabello negro cayó y se marchitó en su cráneo como un halo.
Mary Worthington ahora descansaba.
—Bobbie, tu rostro. —Caine sostuvo sus mejillas con ambas manos—. Las cicatrices desaparecieron.
Bobbie se enterró en el pecho de Caine. Lo habían logrado. En verdad lo habían logrado. Ella nunca, jamás, iba a dejarlo ir, o a Naya para el caso, nunca jamás. Ella le apretó la mano a Naya para hacerle saber.
—Bobbie, mira. —Caine la alejó.
—¿Qué?
—Mira dentro del ataúd.
—Oh, Dios mío.
Naya se acercó tentativamente. —¿Qué es?
Bobbie señaló dentro del sarcófago y las cosas se volvieron un poco peor. Había literalmente algo escrito en la pared. Cerca de los dedos esqueléticos de Mary había un anillo de compromiso, probablemente de su compañero, el cual usó para tallar letras en el costado de la tumba.
—Jesucristo. —Naya se alejó, pálida—. Eso significa…
Bobbie terminó la oración, agarrando el antebrazo de Caine con los nudillos blancos. —No estaba muerta cuando él la puso aquí.
—Eso es horrible. —Los labios de Caine eran un horrendo gris—.
¿Cuánto tiempo creen que estuvo aquí… sin comida o agua? ¿Cuánto tiempo pudo haber sobrevivido?
No había forma de que Mary pudiera haber sido capaz de levantar la tapa sola, con todas sus heridas. Bobbie cerró los ojos para retener las lágrimas mientras la pieza final del rompecabezas caía en su lugar.
—No lo sé, pero suponiendo… diría que cinco días.
Cinco días. Cinco días para morir. Cinco días para encontrarla antes de que fuera demasiado tarde.
Bobbie trazó las letras que talló en sus agónicos días. El último testamento de Mary Worthington. Había escrito en un frenético y discordante lío de letras:
nadie me creyó, Sólo queríA que la geNte en General me quisieRA COMO soy YO
Bobbie deseó que hubiera alguna forma de hacerle saber que, incluso si fue ignorada en vida, después de su muerte, la gente sí creyó en ella. Las personas de todas partes del mundo decían su nombre frente a un espejo, medio esperando que ella apareciera. Miles y miles de personas creyeron.
Tan fantástico como era, Bobbie recordó los cuentos de Judy sobre “maldiciones gitanas”, las cuales desestimó sin pensarlo dos veces, pero quizás, sólo quizás, la pobre Mary estaba maldita. Tal vez fueron las extrañas circunstancias en las que murió o tal vez, como dijo Judy, ella simplemente nació dif erente. Cual sea que fuera la razón, cada vez que alguien en Piper’s Hall decía su nombre ella había sido una esclava de su canto, incapaz de prevenir los horribles efectos secundarios de su invocación. Decir su nombre era como darle cuerda a un reloj: una vez con cuerda e inevitablemente va a marcar la hora hasta el final.
Y ahora el ciclo estaba roto.
Una vez que se las arreglaron para mover la estatua —lo cual no fue fácil— la rejilla debajo de la Madonna se levantó fácilmente, revelando la escalera y el túnel. Bobbie sólo podía pe nsar que Millar había ocultado el pasadizo en caso de que el cuerpo de Mary fuera encontrada algún día; lo último que quería era que la policía supiera que había un túnel debajo de la habitación de empleados. Tuvo suerte de que no lo haya tapado con ladrillos completamente.
La ironía de Abigail, Taylor y las demás tenían una ruta de escape a pocos metros de donde perecieron no se perdió para Bobbie, pero quitó el pensamiento triste de su mente. Tenían que levantar a Sadie lo suficiente como para que se agarrara de la espalda de Caine así él podría cargarla por la escalera. El último peldaño ya fue destruido, pero la escalera en ruinas apenas logró soportar su peso combinado.
Naya fue la siguiente, dejando a Bobbie sola en la cripta. — Volveré pronto —le dijo Bobbie a Mary—. Todos van a saber la verdad y vamos a darte un entierro adecuado, lo prometo. —Bobbie bajó por la puerta trampa.
Su cabeza estaba a punto de desaparecer en el túnel cuando una brillante luz blanca inundó la habitación. La puerta principal crujió al abrirse y la luz del sol la cegó. ¿Había desaparecido por tanto tiempo que la mañana había llegado? La Dra. Price debe haber venido a organizar la búsqueda. Bobbie bizqueó en la aurora, atreviéndose a quitar una mano de la escalera para cubrirse los ojos. No había nadie corriendo para salvarlos, sin embargo —alguien se iba.
Mary se hallaba de pie en el umbral y era hermosa. Toda la sangre había desaparecido y su uniforme estaba ordenado y limpio. Una suave brisa le sopló el cabello del rostro, iluminando los increíbles pómulos y ojos azul cielo. Se giró y miró hacia Bobbie, quien se había congelado en la escalera. Lo que veía no podía ser real.
En ese momento se volvió claro que la ventana hacia el mundo de Mary podía verse de los dos lados. Mary había estado observando, escuchando, aprendiendo y se conocían la una a la otra ahora. Luciendo como lo hacía ahora, sólo una chica, Bobbie se preguntó si, de haber vivido en el mismo tiempo, habrían sido amigas. Mary no la había poseído, había intentado llegar a ella. Dos pequeñas inadaptadas de Piper’s Halla separadas por décadas.
Mary no dijo nada, sus labios ni siquiera se separaron, pero Bobbie sabía en su corazón que la otra chica estaba agradecida. Girándose, una débil sonrisa en los labios, Mary salió del mausoleo y hacia el sol.
Cuentos de la Cripta
—¿Bobbie?
Se atrevió a abrir los ojos una fracción y se encontró frente a frente con un cráneo que la miraba maliciosamente desde un lado. Se echó hacia atrás, sólo para recordar que cada centímetro de su cuerpo se sentía apaleado e irritado, como si las heridas le llegaran hasta la médula. Sus dedos rozaron algo liso y duro: parecido a un hueso. Tan parecido, que se dio cuenta de que eran, de hecho, huesos. Y más
huesos. Se limpió la mano, disgustada, mientras notaba que alguien se inclinaba sobre ella en la oscuridad.
Sentándose, lo primero que vio fue a Caine. Se hallaba arrodillado
a su lado, ayudándola a levantarse. Sus tobillos dolían , por ese momento, era lo único que sabía al haberse sentado.
Tenía que ser un espejismo. Si no estuviera tan mugriento y sucio, Caine podría ser un ángel. Él acunó su cabeza con una mano fuerte y la besó con dureza en los labios. No necesitaban palabras. No había ninguna lo suficientemente grande como para lo que sentía, y sabía que él se sentía exactamente de la misma forma. Probablemente era la gran reunión en el cielo, aunque a Bobbie le gustaba imaginarse que, en el cielo, no sentiría tanto dolor. —Estás vivo —susurró Bobbie.
—Por los pelos —dijo otra voz familiar. ¡Naya! Lágrimas, del buen tipo, fluyeron repentinamente de la cavidad detrás de su nariz. Naya se hallaba viva. Todos lo estaban. Era demasiado bueno, más de lo que podría haberse atrevido a esperar. Mareada, la cabeza de Bobbie se volteó de golpe, retazos de un brillo plateado arremolinándose en su mirada periférica.
Naya se encontraba sentada en alguna clase de peldaños de piedra que daban a una puerta de metal ornamentada, una puerta que Bobbie había visto antes. Bueno, al menos el otro lado de ella. Era del mausoleo abandonado en el cementerio de St. Paul’s. En los brazos de
Naya se hallaba Sadie, apenas consciente. Oh, cuán estúpidos habían sido. Hacía dos días estuvieron a metros de Sadie y la dejaron allí.
—Oh, Dios mío. —Fue todo en lo que pudo pensar Bobbie. Trató de levantarse para acercarse a su amiga, pero el dolor en sus tobillos era demasiado—. Naya… yo…
Naya le hizo un gesto; claramente, ese no era el momento adecuado. —Va a morir, Bob. Ha estado aquí por días. —Sadie lucía mal, su rostro por lo general alegre, hundido y sus ojos vacíos.
Bobbie examinó sus alrededores. Estaban en una cámara fría y musgosa, teñida con una luz verde donde las vides y los árboles habían sofocado la tumba. La lluvia daba contra el techo. Había un gran sarcófago de piedra en el centro de la habitación junto los féretros más pequeños alineados contra las paredes, además de los nichos más hermosamente tallados.
—Cuando llegué aquí y encontré a Naya —dijo Caine—, grité tu nombre…
—Te oí. —Bobbie sacudió una telaraña de su cabello—. Te oí decir mi nombre.
Los ojos marrones de Caine se iluminaron. —Pensé que estabas perdida en ese… lugar.
—Y yo creí que tú estabas…
—¡Ejem! —Los interrumpió Naya—. Esto es súper lindo, chicos, pero, ¿qué vamos a hacer?
—¿Tienes algún teléfono? —le preguntó Caine a Bobbie.
—No, lo dejé en mi cama esta mañana. No pensé en cogerlo. Caine asintió. —El mío también está en tu habitación.
Bobbie le echó otro vistazo a la tumba. El suelo se hallaba cubierto con huesos. Huesos humanos. Como alguna clase de cementerio, con tal vez media docena de cráneos sonriéndose entre sí, desparramados a través del suelo como estudiantes borrachos en una fiesta. Naya llevaba la ropa de alguien más. Una vieja sudadera de educación física de Piper’s que no había sido el uniforme por más de diez años.
Y todo tuvo sentido. —¿Puedes ayudarme a levantarme? —le preguntó Bobbie a Caine. Él le ofreció una mano, e incluso aunque sus tobillos, espalda y caderas ardieron con dolor, le permitió ponerla de pie.
—¿Estás bien?
Bobbie ignoró el dolor y sólo dijo—: Estoy bien, pero tenemos que encontrar a Mary.
Caine frunció el ceño. —¿Qué?
Bobbie miró el lugar horripilante. Le daba la misma sensación horrible y macabra que las catacumbas en París a las que la había llevado su madre en un viaje inoportuno cuando tenía como ocho; las paredes de cráneos le dieron pesadillas por semanas. —Está aquí, en alguna parte. —Cuando Caine siguió mirándola sin comprender, dijo—: Kenton Millar mató accidentalmente a Mary y ocultó su cuerpo.
—De ninguna manera —saltó Naya.
—En serio. Hay un pasaje secreto en el estudio de Price que llega hasta aquí. Debe estar… ¡Ya sé! —Bobbie escaneó el suelo de la cripta—
. ¡Allí! —En efecto, debajo de la estatua de la Virgen María en la esquina, había una rejilla de metal oculta; la misma por la que escapó.
Tenía tantas ideas iluminando su cabeza, que era como estar frente a los tabloides. —Millar debe haber utilizado el mismo pasaje; ese es el por qué él y Mary siempre se encontraban aquí. El túnel va desde el patio hacia la iglesia. Era como el agujero de los sacerdotes, o el pasadizo de los sacerdotes, lo que sea. Permitía que los pastores que se ocultaban fueran de la escuela a la iglesia sin que nadie los viera.
—¿Esté es el lugar que soñamos? —dijo Caine mientras Bobbie comenzaba a remover los huesos.
—Sí. Supongo que el bosque era su lugar. Kenton debe haber traído su cuerpo por el túnel y ocultarlo aquí. ¡Mary no quería matarnos! ¡Lo sabía! Sabía que ella sólo quería ayuda. En el quinto día, te trae a donde fue escondida. ¡Aquí! —Un toque de Mary y te veías
transportado hacia su lugar de descanso.
Naya escaneó los restos humanos. —Pero todas murieron, Bob.
—No creo que pudiera evitarlo; no es como si ella hubiera sellado la tumba, ¿no? Y las otras chicas no sabían lo que buscaban. Nosotros sí.
Caine negó con la cabeza. —Así que, todo este tiempo… todas esas chicas desaparecidas, ¿han estado aquí todo el tiempo?
Bobbie suspiró, agotada por lo del túnel; casi de masiado cansada para continuar. Aún así, trató de entenderlo. —Sí. Piénsenlo. Abigail y Taylor se desvanecieron a kilómetros y kilómetros de distancia. Tal vez también los otros. ¿Por qué la policía buscaría en el cementerio? Y tú lo viste. Ha estado abandonado por años. ¿Quién viene aquí además de los niños? —Entre más pensaba en ello, más sentido tenía—. Sabemos que Millar traía a Mary aquí para liarse… Supongo que tenía acceso a una llave; tenía que haber una para los sacerdotes, ¿cierto? ¿Tiene sentido? Y Naya… tú soñaste que Mary se encontraba en un lugar oscuro. ¿Qué lugar es más oscuro que un ataúd? —Mirando a su alrededor, Bobbie se preguntó cuál esqueleto era el de Taylor Keane, cuál le pertenecía a Abigail Hanson y de quién era la ropa que Naya tenía puesta—. Vamos, Mary tiene que estar aquí.
Caine levantó las manos. —¡Bobbie, cualquiera podría ser ella! Y estamos encerrados. Incluso si la encontramos…
—¡No! —soltó Bobbie, rehusándose a retractarse—. Tenemos que permitirle descansar en paz. —Miró los esqueletos—. No hay forma de que la hubiera dejado en cualquier sitio. Habría querido ocultarla en caso de que alguien viniera a buscar. Revisen los ataúdes. Apuesto a que alguno de ellos tiene dos cuerpos dentro. Naya, ayúdanos.
Naya puso la cabeza demacrada de Sadie en las escaleras. Había estado por tres días allí sin comida y sólo la lluvia se colaba. ¿Cuánto se podía sobrevivir sin comida y agua? Bobbie supuso que, por cómo lucía, no demasiado. Con poca delicadeza, Bobbie sacó el ataúd más cercano de su nicho y lo puso de golpe en el suelo de piedra. Era pesado, pero la madera lucía agrietada y vieja. El pánico inicial al ver el ataúd sellado se convirtió en alivio cuando se dio cuenta de que los clavos podían sacarse de la madera empapada. Bobbie quitó la cubierta y dejó que cayera en el suelo. Sólo un habitante sonriente yacía dentro.
Al otro lado de la cripta, Caine y Naya abrieron sus propios ataúdes. —¿Encontraron algo?
—¡No! —gritó Naya, una mano sobre su boca—. ¡Dios, esto es enfermo!
—Sigue buscando.
—No puedo sacar la tapa de este —gimió Caine.
—Bueno, entonces tampoco pudo Millar —dijo Bobbie, y luego se detuvo—. Espera. Seríamos capaces de ver si alteró algunos de los ataúdes, ¿no?
Caine y Naya dejaron de buscar. —Sí. —Caine se limpió el polvo
de los muslos—. Supongo.
—Bueno, eso significa… —Todos los ojos cayeron en el enorme sarcófago en el centro de la habitación.
—No hay arañazos en ese —dijo Caine, lo cual era precisamente lo que ella pensaba.
—Ayúdenme. —Bobbie sabía, sólo sabía que era este. Ella podía verlo ahora: sudando, en pánico y desesperado, Kenton Millar había cargado el cuerpo de Mary a través del túnel. De alguna forma la hizo subir la escalera y la llevó al mausoleo. Antes que arriesgarse a sacarla para enterrarla donde podría verla, la puso en la más segura de las tumbas; la más antigua.
Caine y Naya se apuraron a su lado del ataúd de piedra. —A la cuenta de tres —sugirió Caine, recordándole la última vez que contaron como grupo. Había sido frente al espejo en el baño hace cinco días—. Uno, dos… —Todos empujaron juntos. Era pesado, pero no tan pesado como Bobbie había temido. Había una solapa la losa, así que tuvieron que levantar y deslizar.
No había nada en su cuerpo que no doliera. Bobbie tuvo que dejar que Caine y Naya hicieran la mayor parte de la fuerza para levantarlo,
pero la losa se soltó. —¡Empujen! —gritó, y ellos deslizaron la tapa de granito fuera de la tumba.
La mano de Bobbie voló a su boca. Naya gritó y saltó hacia atrás.
Mary yacía en el sarcófago, perfectamente preservada. Todavía con carne, todavía cubierta en sangre. Los ojos cerrados, lucía casi en paz. Fácilmente podría estar durmiendo. Junto a Mary, de alguna forma luciendo apretado, se encontraba el ocupante original —simples huesos.
Los ojos de Mary se abrieron y ahora Bobbie gritó, aferrándose al brazo de Caine al igual que él se aferró al de ella. Mary levantó la mano hacia ellos. ¡No, pensó Bobbie, ahora se acabó! Un suspiró atravesó los labios de Mary y sus ojos se cerraron, su mano cayendo. Cierta serenidad cayó sobre ella. Alivio y liberación.
Sesenta años finalmente alcanzaron a Mary y, como una de esas cámaras con lapsos de tiempo en los programas de naturaleza, su rostro se hizo más delgado, sus pómulos sobresalieron, la piel alrededor de sus huesos se tensó, oscureciéndose como cuero. Sus labios se retrajeron en una sonrisa perpetua y sus ojos se volvieron vacíos, la piel pudriéndose en la nada. El cabello negro cayó y se marchitó en su cráneo como un halo.
Mary Worthington ahora descansaba.
—Bobbie, tu rostro. —Caine sostuvo sus mejillas con ambas manos—. Las cicatrices desaparecieron.
Bobbie se enterró en el pecho de Caine. Lo habían logrado. En verdad lo habían logrado. Ella nunca, jamás, iba a dejarlo ir, o a Naya para el caso, nunca jamás. Ella le apretó la mano a Naya para hacerle saber.
—Bobbie, mira. —Caine la alejó.
—¿Qué?
—Mira dentro del ataúd.
—Oh, Dios mío.
Naya se acercó tentativamente. —¿Qué es?
Bobbie señaló dentro del sarcófago y las cosas se volvieron un poco peor. Había literalmente algo escrito en la pared. Cerca de los dedos esqueléticos de Mary había un anillo de compromiso, probablemente de su compañero, el cual usó para tallar letras en el costado de la tumba.
—Jesucristo. —Naya se alejó, pálida—. Eso significa…
Bobbie terminó la oración, agarrando el antebrazo de Caine con los nudillos blancos. —No estaba muerta cuando él la puso aquí.
—Eso es horrible. —Los labios de Caine eran un horrendo gris—.
¿Cuánto tiempo creen que estuvo aquí… sin comida o agua? ¿Cuánto tiempo pudo haber sobrevivido?
No había forma de que Mary pudiera haber sido capaz de levantar la tapa sola, con todas sus heridas. Bobbie cerró los ojos para retener las lágrimas mientras la pieza final del rompecabezas caía en su lugar.
—No lo sé, pero suponiendo… diría que cinco días.
Cinco días. Cinco días para morir. Cinco días para encontrarla antes de que fuera demasiado tarde.
Bobbie trazó las letras que talló en sus agónicos días. El último testamento de Mary Worthington. Había escrito en un frenético y discordante lío de letras:
nadie me creyó, Sólo queríA que la geNte en General me quisieRA COMO soy YO
Bobbie deseó que hubiera alguna forma de hacerle saber que, incluso si fue ignorada en vida, después de su muerte, la gente sí creyó en ella. Las personas de todas partes del mundo decían su nombre frente a un espejo, medio esperando que ella apareciera. Miles y miles de personas creyeron.
Tan fantástico como era, Bobbie recordó los cuentos de Judy sobre “maldiciones gitanas”, las cuales desestimó sin pensarlo dos veces, pero quizás, sólo quizás, la pobre Mary estaba maldita. Tal vez fueron las extrañas circunstancias en las que murió o tal vez, como dijo Judy, ella simplemente nació dif erente. Cual sea que fuera la razón, cada vez que alguien en Piper’s Hall decía su nombre ella había sido una esclava de su canto, incapaz de prevenir los horribles efectos secundarios de su invocación. Decir su nombre era como darle cuerda a un reloj: una vez con cuerda e inevitablemente va a marcar la hora hasta el final.
Y ahora el ciclo estaba roto.
Una vez que se las arreglaron para mover la estatua —lo cual no fue fácil— la rejilla debajo de la Madonna se levantó fácilmente, revelando la escalera y el túnel. Bobbie sólo podía pe nsar que Millar había ocultado el pasadizo en caso de que el cuerpo de Mary fuera encontrada algún día; lo último que quería era que la policía supiera que había un túnel debajo de la habitación de empleados. Tuvo suerte de que no lo haya tapado con ladrillos completamente.
La ironía de Abigail, Taylor y las demás tenían una ruta de escape a pocos metros de donde perecieron no se perdió para Bobbie, pero quitó el pensamiento triste de su mente. Tenían que levantar a Sadie lo suficiente como para que se agarrara de la espalda de Caine así él podría cargarla por la escalera. El último peldaño ya fue destruido, pero la escalera en ruinas apenas logró soportar su peso combinado.
Naya fue la siguiente, dejando a Bobbie sola en la cripta. — Volveré pronto —le dijo Bobbie a Mary—. Todos van a saber la verdad y vamos a darte un entierro adecuado, lo prometo. —Bobbie bajó por la puerta trampa.
Su cabeza estaba a punto de desaparecer en el túnel cuando una brillante luz blanca inundó la habitación. La puerta principal crujió al abrirse y la luz del sol la cegó. ¿Había desaparecido por tanto tiempo que la mañana había llegado? La Dra. Price debe haber venido a organizar la búsqueda. Bobbie bizqueó en la aurora, atreviéndose a quitar una mano de la escalera para cubrirse los ojos. No había nadie corriendo para salvarlos, sin embargo —alguien se iba.
Mary se hallaba de pie en el umbral y era hermosa. Toda la sangre había desaparecido y su uniforme estaba ordenado y limpio. Una suave brisa le sopló el cabello del rostro, iluminando los increíbles pómulos y ojos azul cielo. Se giró y miró hacia Bobbie, quien se había congelado en la escalera. Lo que veía no podía ser real.
En ese momento se volvió claro que la ventana hacia el mundo de Mary podía verse de los dos lados. Mary había estado observando, escuchando, aprendiendo y se conocían la una a la otra ahora. Luciendo como lo hacía ahora, sólo una chica, Bobbie se preguntó si, de haber vivido en el mismo tiempo, habrían sido amigas. Mary no la había poseído, había intentado llegar a ella. Dos pequeñas inadaptadas de Piper’s Halla separadas por décadas.
Mary no dijo nada, sus labios ni siquiera se separaron, pero Bobbie sabía en su corazón que la otra chica estaba agradecida. Girándose, una débil sonrisa en los labios, Mary salió del mausoleo y hacia el sol.
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
orale, todo lo que quería Mary era descansar en paz, Bobbie hizo un buen trabajo al encajar las piezas, no puedo creer que el maldito profesor la dejo en la cripta viva.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #2 Octubre 2017
cuantas cosas! esa Mary mira que darle un embarao a Naya nada mas para que supieran y no estaba muerta ay no. Pobre Mary
Veritoj.vacio- Mensajes : 2400
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Edad : 52
Re: Lectura #2 Octubre 2017
29
Pensándolo mejor
Piper’s Hall reabrió el lunes siguiente. ¿Cómo no podría? La Dra. Price hacía la mayor campaña de relaciones públicas de su carrera. Finalmente había dejado de llover y el rostro pálido del invierno emergió detrás de las nubes. Escarcha color plata endurecía los patios delanteros mientras BMW y Mercedes dejaban a las pupilas, sus alientos colgando como globos de diálogo mientras se despedían.
Un quejido colectivo llenó los pasillos. Cuando los títulos sorprendieron a todos los que esperaban que la escuela cerrara por al menos una semana o dos, pero la Dra. Price y los gobernadores estuvieron firmes en que fuera como si no hubiera pasado nada, y que el descubrimiento macabro en la iglesia de St. Paul’s no tenía nada que ver con ellos.
Bobbie, quien por supuesto, nunca se fue, se sentó en la zona de relajación con Naya. Afortunadamente sus tobillos sufrieron un esguince, y no se rompieron. Se hallaba envuelta como una momia y el dolor no era tan malo, pero todavía tenía una muleta apoyada contra el brazo del sofá.
Al final, a pesar de su promesa a Mary, cambiaron la historia. Tenían que hacerlo. Inicialmente, Bobbie contó toda la verdad, pero como fuera que la dijera, en una estación de policías con un grupo de oficiales muy cansados e irritados mirándola, habría sonado como una locura. Era una locura.
Al final, había algo así: Sabia huyó por el pasadizo secreto, quedó atrapada en el mausoleo y luego Caine y Naya inadvertidamente quedaron atrapados mientras intentaban rescatarla hasta que Bobbie los liberó. Nadie se creyó esa historia tampoco, pero al menos esa versión no tenía como protagonista a una chica muerta que salió de un espejo infernal.
La verdadera investigación ahora se centraba en los otros cuerpos. La idea actual era que un asesino en serie cazó a las chicas de Piper’s Hall por décadas, usando la cripta para esconder sus víctimas.
La historia ahora dirá que Mary Worthington fue la primera víctima de un asesino serial. No es cierto, pero al menos su historia tiene un capítulo final.
Asimismo, la madre de Taylor Keane estuvo en las noticias nacionales. Parecía f eliz, feliz de finalmente tener algunas respuestas sobre la desaparición de su hija. Los Keanes tenían algo que enterrar.
La Dra. Price negaba todo —incluso conocer el túnel. Quizás no mentía. Era posible que su padre se asegurara que el túnel se volviera un “pasadizo secreto” durante su tiempo como director. Price mentiría de todas formas. Bobbie observó su sonrisa del gato de Cheshire mientras sacudía las manos de padres ricos, asegurándoles que no había nada de qué preocuparse. Pero mientras Bobbie le había dicho a la policía sobre Kenton Millar, la participación de su padre no era de conocimiento público. Todavía. Por lo que Bobbie sabía él había sido sospechoso por todo el cuerpo. A Bobbie le gustaba un poco tener ese truco bajo la manga para cuando más lo necesitara —como si alguna vez hubiera consecuencias respecto a Caine o por la lucha en su oficina. Mientras los periodistas rodeaban la escuela como buitres, Bobbie sentía que tenía algo de poder sobre la Directora.
—Oye, oye, oye. —Kellie Huang corrió hacia donde se sentaban, empujando su bolso a un lado como si no tuviera importancia—. ¿Cómo está Sadie? Todos están diciendo que ustedes dos la salvaron.
Algunas otras chicas se reunieron alrededor para escuchar lo último. —Va a estar bien —dijo Naya, amando la notoriedad—. Deshidratación severa, pero está enganchada con su propia goteo y regresará probablemente para el final de la semana.
—¡Oh, gracias a Dios! —Kellie se aferró a su pecho—. ¿Qué hacía en el cementerio? Tiene suerte de estar viva. Si no fuera por ustedes dos siendo como detectives o algo…
Detrás de la pequeña congregación, Grace y Caitlin pasaron por detrás, rodando los ojos.
Bobbie tuvo tres largos días para prepararse para la inevitable lluvia de preguntas. Salió con cincuenta historias falsas, todas ellas apenas plausible (era una escritora, después de todo). Pensó en decir que en realidad era una lesbiana en secreto; un engaño para asustarlas después del desafío; quería anotarse algunos puntos. Todas funcionaría, pero fueron las leyendas urbanas las que las metieron en todo este lío en primer lugar, por lo que Bobbie sólo dijo—: No tengo idea. Tendrás que preguntarle a Sadie cuando regrese.
Una voz alta la interrumpió. —Estás tan llena de mierda. —Era Grace, luciendo menos que complacida de estar fuera—. Estaba sucediendo algo raro. Les sangraban las narices, escabullidas, los
chicos en tu dormitorio. Deberían haber visto a Bobbie la mañana del jueves. Estaba teniendo problemas para salir del baño y tuvimos que ponerla en la sala de aislamiento. Debe haberse dibujado la cara con marcador rojo también. Que loca.
—Oh, cállate. —Naya frunció el ceño.
—Discúlpame, soy la Líder, no puedes decirme que me calle. Es tan obvio que esto es por drogas o algo.
Muy racionalmente, Bobbie tomó su muleta y se levantó del sofá. Se detuvo para alisar la sudadera personalizada Caine le había dado ayer. Sin seguir intimidada, caminó directamente hasta el espacio personal de Grace, sujetó su brazo y lo retorció. —¡Auch! ¿Qué estás haciendo? —chilló la chica más alta.
Ahora ambas enfrentaban el espejo que ella y Naya sacaron de su habitación en miércoles en la noche. El reflejo las tenía a ambas. Un susurró recorrió la multitud. Las chicas más cercanas se alejaron y Bobbie se preguntó cuán exactos eran los rumores en esta ocasión.
Si la llaman, tiene que venir.
Bobbie pensó en eso por un segundo. Quizás Mary le debía una. En su lugar, dijo—: Grace, échate un vistazo. ¿Qué es lo que ves? —Su voz era estable y calma.
—¿Qué? Suéltame, engendro de la naturaleza.
—¿Sabes lo que veo yo? Una princesita necesitada que sabe que su reinado está llegando a su fin. Último año, Grace, ¿y luego qué?
Fuera de Piper’s Halla, no eres nada. —Bobbie enfatizó la última
palabra—. Una vez que te vas de aquí, no era nada más que una chica rubia inteligente promedio con lindas piernas pero sin sentido del humor. Buena suerte. Hazme saber cómo eso funciona para ti.
A grandes rasgos, la multitud reaccionó con risas, alegría mal disimulada o una descarga normal. —Oh, Dios mío, ¿oíste eso? ¡Es tan gracioso! Debe tener ganas de morir —etcétera.
Grace Brewer-Fay estaba sin palabras. Sus mejillas ardían de color escarlata y quitó con fuerza el brazo del agarre de Bobbie. Pero Bobbie no había terminado. —De hecho, creo que tomaré eso. —Bobbie se estiró hacia la solapa de Grace y quitó el broche Líder—. Tengo la ligera sospecha de que la Dra. Price apoyará plenamente mi golpe. No más Élites. Jamás.
—¡Amén a eso! —Naya gritó y aplaudió. Kellie Huang lideró los gritos y algunas otras chicas también se añadieron.
Bobbie Rowe, la nueva Líder de Piper’s Hall, abrochó el broche en la sudadera de su novio y, con una ceja arqueada, retó a Grace a desafiarla.
Más tarde esa noche, Bobbie se escabulló para visitar a Caine. “Escabullirse” probablemente no era la palabra correcta para usar dado
que había salido cojeando bajo las narices de la Dra. Price. Difícilmente ella iba a detenerla, ¿no?
Caine vivía en la casa más normal del mundo y a Bobbie le encantó. Era una casa semi independiente en una de esas nuevas urbanizaciones de arenisca con casas idénticas todas en fila. Había un parche ovalado de color verde en el centro para que los propietarios a sacaran al perro, levantaran su caca y se dirigieran directamente hacia el interior. Casi cada una de las casas tenía un Mini Cooper o, como Caine, un VW en la entrada. Muchos convertibles rápidos, también coches de peluquería.
Esa noche la mamá de Caine volvía a tener el turno nocturno en el hospital, así que sólo eran ellos dos. Mañana en la mañana la mamá de ella llegaría a Londres de Nueva York —pasando un fin de semana completo en Hampstead con Bobbie antes de volar de regreso la noche del estreno— por lo que ella no estaba segura cuándo volvería a ver a Caine después de esta noche y por eso iba a intentar absorber cada gota. Caine había llevado su edredón de plumas al salón y estaban a punto de intentar ver todas las películas de Los Vengadores en el orden correcto, empezando por Hulk. Bobbie predijo no pasarían a la parte de Iron Man, antes de comenzar a besarse.
El microondas sonó y Caine puso las palomitas de maíz en un tazón, maldiciendo cuando se quemó los dedos. Había un ligero olor a humo viniendo de la cocina —él obviamente lo calentó demasiado. Lo trajo avergonzadamente. —Bien, acá están las palomitas de maíz.
¿Estás bien con Coca Cola de dieta?
—Sip.
—¿Necesitas algo más?
—No lo creo. —Bobbie frunció el ceño.
Caine se unió a ella y jaló el edredón sobre su regazo y el de ella.
—¿Entonces qué pasa? Estás callada.
Algo sucedía. Todo el día, tuvo la más extraña de las sensaciones. Una sensación de que olvidó hacer algo, una sensación abrumadora de tenerlo en la punta de la lengua que no podía quitarse. Todo lo que podía pensar era que la persistente y exasperante preocupación de que Kenton Millar de alguna forma podría “salirse con la suya”. — Seguramente sólo estoy cansada —dijo finalmente.
Él vio a través de eso instantáneamente. —¿O…?
Bobbie se encontraba preocupada por poner sus pensamientos en palabras que podrían hacerlo realidad, pero se estaba volviendo loca. La noche anterior apenas pudo dormir. —Oh, no lo sé. No puedo dejar de pensar en Bridget y Judy.
Caine frunció el ceño. —¿Qué pasa con ellas? ¿Hablaste con Bridget?
—No. La persona con la que hablé por teléfono me dijo que Bridget tomó un giro hacia lo peor…
—Oh. ¿Eso es lo que te molesta?
Bobbie jugueteó con el borde de la manta. —¿Puedes recordar lo que Bridget dijo acerca de no dejar salir a Mary de la jaula?
—Sí.
—Y está lo que Judy dijo sobre Mary siendo diferente… incluso antes de que muriera había algo extraño en ella, todo esos rumores. Luego estaba la carta…
—¿Qué carta?
Bobbie se sentó más derecha. —En la oficina de Price había una carta de un padre acerca de cómo, desde que Mary empezó en Piper’s, su compañera no podía dormir por tener pesadillas horribles. —Su garganta se tensó—. ¿Qué si no liberamos a Mary, qué si la dejamos salir? —La miró con escepticismo por lo que ella continuó—: Tú mismo lo dijiste en el hospital… sólo vemos lo que la gente quiere que veamos. Sólo vimos lo que Mary quería que veamos.
Las palabras colgaba entre ellos y, por un segundo, ella vio el pánico en sus ojos. Él lo sacudió y se inclinó por un beso. Sus labios rozaron los de ella. —Bobbie, se terminó. Las personas no son “malvadas”, eso no tiene sentido. Se terminó —repitió.
Bobbie se relajó en su abrazo e intentó enfocarse en la película. Él tenía razón, por supuesto que sí. Tenía que tenerla.
—Voy a buscar un poco más de Coca Cola. —Se levantó del sofá.
Bobbie con cuidado levantó sus tobillos vendado sobre la mesita, tirando el periódico local al suelo. Se hallaba abierto en una página mostrando una imagen muy familiar. La tumba. —¿Estamos en el periódico?
—Sí, bueno, la historia está —respondió desde la cocina—. Lo siento… pretendía tirar eso.
—No. Quiero ver. —Bobbie giró el periódico en su mano. La imagen principal era una del mausoleo de corado con cinta policial, oficiales forenses en batas blancas entrando y saliendo. La imagen anexada era un acercamiento al mensaje de Mary, el que talló en el costado de su ataúd:
nadie me creyó, Sólo queríA que la geNte en General me quisieRA COMO soy YO
Bobbie levantó una ceja. Había algo sobre las letras frenéticas y desordenadas. Parecía extraño de alguna forma, incluso para el estado en que la pobre chica había estado. En la cripta, Bobbie podría sólo
imaginar el miedo de Mary, pero ver las palabras de nuevo, era la escritura de alguien que se encontraba muy, muy enojada. ¿Y quién tenía más razones para estar enojada que Mary Worthington?
Ahí fue cuando Bobbie se congeló. Miró la fotografía. Recordó la carta de Radley sobre el logro excepcional de Mary. No era el tipo de chica que tiene mala puntuación.
Sólo le mostramos a la gente lo que quieren ver. Recordó la débil sonrisa en los labios de Mary.
Las lágrimas picaban en los ojos de Bobbie. No lágrimas de lástimas… lágrimas de miedo. ¿Qué he hecho? Sólo ciertas letras se encontraban en mayúsculas y deletreaban una nueva oración.
SANGRA COMO YO.
Pensándolo mejor
Piper’s Hall reabrió el lunes siguiente. ¿Cómo no podría? La Dra. Price hacía la mayor campaña de relaciones públicas de su carrera. Finalmente había dejado de llover y el rostro pálido del invierno emergió detrás de las nubes. Escarcha color plata endurecía los patios delanteros mientras BMW y Mercedes dejaban a las pupilas, sus alientos colgando como globos de diálogo mientras se despedían.
Un quejido colectivo llenó los pasillos. Cuando los títulos sorprendieron a todos los que esperaban que la escuela cerrara por al menos una semana o dos, pero la Dra. Price y los gobernadores estuvieron firmes en que fuera como si no hubiera pasado nada, y que el descubrimiento macabro en la iglesia de St. Paul’s no tenía nada que ver con ellos.
Bobbie, quien por supuesto, nunca se fue, se sentó en la zona de relajación con Naya. Afortunadamente sus tobillos sufrieron un esguince, y no se rompieron. Se hallaba envuelta como una momia y el dolor no era tan malo, pero todavía tenía una muleta apoyada contra el brazo del sofá.
Al final, a pesar de su promesa a Mary, cambiaron la historia. Tenían que hacerlo. Inicialmente, Bobbie contó toda la verdad, pero como fuera que la dijera, en una estación de policías con un grupo de oficiales muy cansados e irritados mirándola, habría sonado como una locura. Era una locura.
Al final, había algo así: Sabia huyó por el pasadizo secreto, quedó atrapada en el mausoleo y luego Caine y Naya inadvertidamente quedaron atrapados mientras intentaban rescatarla hasta que Bobbie los liberó. Nadie se creyó esa historia tampoco, pero al menos esa versión no tenía como protagonista a una chica muerta que salió de un espejo infernal.
La verdadera investigación ahora se centraba en los otros cuerpos. La idea actual era que un asesino en serie cazó a las chicas de Piper’s Hall por décadas, usando la cripta para esconder sus víctimas.
La historia ahora dirá que Mary Worthington fue la primera víctima de un asesino serial. No es cierto, pero al menos su historia tiene un capítulo final.
Asimismo, la madre de Taylor Keane estuvo en las noticias nacionales. Parecía f eliz, feliz de finalmente tener algunas respuestas sobre la desaparición de su hija. Los Keanes tenían algo que enterrar.
La Dra. Price negaba todo —incluso conocer el túnel. Quizás no mentía. Era posible que su padre se asegurara que el túnel se volviera un “pasadizo secreto” durante su tiempo como director. Price mentiría de todas formas. Bobbie observó su sonrisa del gato de Cheshire mientras sacudía las manos de padres ricos, asegurándoles que no había nada de qué preocuparse. Pero mientras Bobbie le había dicho a la policía sobre Kenton Millar, la participación de su padre no era de conocimiento público. Todavía. Por lo que Bobbie sabía él había sido sospechoso por todo el cuerpo. A Bobbie le gustaba un poco tener ese truco bajo la manga para cuando más lo necesitara —como si alguna vez hubiera consecuencias respecto a Caine o por la lucha en su oficina. Mientras los periodistas rodeaban la escuela como buitres, Bobbie sentía que tenía algo de poder sobre la Directora.
—Oye, oye, oye. —Kellie Huang corrió hacia donde se sentaban, empujando su bolso a un lado como si no tuviera importancia—. ¿Cómo está Sadie? Todos están diciendo que ustedes dos la salvaron.
Algunas otras chicas se reunieron alrededor para escuchar lo último. —Va a estar bien —dijo Naya, amando la notoriedad—. Deshidratación severa, pero está enganchada con su propia goteo y regresará probablemente para el final de la semana.
—¡Oh, gracias a Dios! —Kellie se aferró a su pecho—. ¿Qué hacía en el cementerio? Tiene suerte de estar viva. Si no fuera por ustedes dos siendo como detectives o algo…
Detrás de la pequeña congregación, Grace y Caitlin pasaron por detrás, rodando los ojos.
Bobbie tuvo tres largos días para prepararse para la inevitable lluvia de preguntas. Salió con cincuenta historias falsas, todas ellas apenas plausible (era una escritora, después de todo). Pensó en decir que en realidad era una lesbiana en secreto; un engaño para asustarlas después del desafío; quería anotarse algunos puntos. Todas funcionaría, pero fueron las leyendas urbanas las que las metieron en todo este lío en primer lugar, por lo que Bobbie sólo dijo—: No tengo idea. Tendrás que preguntarle a Sadie cuando regrese.
Una voz alta la interrumpió. —Estás tan llena de mierda. —Era Grace, luciendo menos que complacida de estar fuera—. Estaba sucediendo algo raro. Les sangraban las narices, escabullidas, los
chicos en tu dormitorio. Deberían haber visto a Bobbie la mañana del jueves. Estaba teniendo problemas para salir del baño y tuvimos que ponerla en la sala de aislamiento. Debe haberse dibujado la cara con marcador rojo también. Que loca.
—Oh, cállate. —Naya frunció el ceño.
—Discúlpame, soy la Líder, no puedes decirme que me calle. Es tan obvio que esto es por drogas o algo.
Muy racionalmente, Bobbie tomó su muleta y se levantó del sofá. Se detuvo para alisar la sudadera personalizada Caine le había dado ayer. Sin seguir intimidada, caminó directamente hasta el espacio personal de Grace, sujetó su brazo y lo retorció. —¡Auch! ¿Qué estás haciendo? —chilló la chica más alta.
Ahora ambas enfrentaban el espejo que ella y Naya sacaron de su habitación en miércoles en la noche. El reflejo las tenía a ambas. Un susurró recorrió la multitud. Las chicas más cercanas se alejaron y Bobbie se preguntó cuán exactos eran los rumores en esta ocasión.
Si la llaman, tiene que venir.
Bobbie pensó en eso por un segundo. Quizás Mary le debía una. En su lugar, dijo—: Grace, échate un vistazo. ¿Qué es lo que ves? —Su voz era estable y calma.
—¿Qué? Suéltame, engendro de la naturaleza.
—¿Sabes lo que veo yo? Una princesita necesitada que sabe que su reinado está llegando a su fin. Último año, Grace, ¿y luego qué?
Fuera de Piper’s Halla, no eres nada. —Bobbie enfatizó la última
palabra—. Una vez que te vas de aquí, no era nada más que una chica rubia inteligente promedio con lindas piernas pero sin sentido del humor. Buena suerte. Hazme saber cómo eso funciona para ti.
A grandes rasgos, la multitud reaccionó con risas, alegría mal disimulada o una descarga normal. —Oh, Dios mío, ¿oíste eso? ¡Es tan gracioso! Debe tener ganas de morir —etcétera.
Grace Brewer-Fay estaba sin palabras. Sus mejillas ardían de color escarlata y quitó con fuerza el brazo del agarre de Bobbie. Pero Bobbie no había terminado. —De hecho, creo que tomaré eso. —Bobbie se estiró hacia la solapa de Grace y quitó el broche Líder—. Tengo la ligera sospecha de que la Dra. Price apoyará plenamente mi golpe. No más Élites. Jamás.
—¡Amén a eso! —Naya gritó y aplaudió. Kellie Huang lideró los gritos y algunas otras chicas también se añadieron.
Bobbie Rowe, la nueva Líder de Piper’s Hall, abrochó el broche en la sudadera de su novio y, con una ceja arqueada, retó a Grace a desafiarla.
Más tarde esa noche, Bobbie se escabulló para visitar a Caine. “Escabullirse” probablemente no era la palabra correcta para usar dado
que había salido cojeando bajo las narices de la Dra. Price. Difícilmente ella iba a detenerla, ¿no?
Caine vivía en la casa más normal del mundo y a Bobbie le encantó. Era una casa semi independiente en una de esas nuevas urbanizaciones de arenisca con casas idénticas todas en fila. Había un parche ovalado de color verde en el centro para que los propietarios a sacaran al perro, levantaran su caca y se dirigieran directamente hacia el interior. Casi cada una de las casas tenía un Mini Cooper o, como Caine, un VW en la entrada. Muchos convertibles rápidos, también coches de peluquería.
Esa noche la mamá de Caine volvía a tener el turno nocturno en el hospital, así que sólo eran ellos dos. Mañana en la mañana la mamá de ella llegaría a Londres de Nueva York —pasando un fin de semana completo en Hampstead con Bobbie antes de volar de regreso la noche del estreno— por lo que ella no estaba segura cuándo volvería a ver a Caine después de esta noche y por eso iba a intentar absorber cada gota. Caine había llevado su edredón de plumas al salón y estaban a punto de intentar ver todas las películas de Los Vengadores en el orden correcto, empezando por Hulk. Bobbie predijo no pasarían a la parte de Iron Man, antes de comenzar a besarse.
El microondas sonó y Caine puso las palomitas de maíz en un tazón, maldiciendo cuando se quemó los dedos. Había un ligero olor a humo viniendo de la cocina —él obviamente lo calentó demasiado. Lo trajo avergonzadamente. —Bien, acá están las palomitas de maíz.
¿Estás bien con Coca Cola de dieta?
—Sip.
—¿Necesitas algo más?
—No lo creo. —Bobbie frunció el ceño.
Caine se unió a ella y jaló el edredón sobre su regazo y el de ella.
—¿Entonces qué pasa? Estás callada.
Algo sucedía. Todo el día, tuvo la más extraña de las sensaciones. Una sensación de que olvidó hacer algo, una sensación abrumadora de tenerlo en la punta de la lengua que no podía quitarse. Todo lo que podía pensar era que la persistente y exasperante preocupación de que Kenton Millar de alguna forma podría “salirse con la suya”. — Seguramente sólo estoy cansada —dijo finalmente.
Él vio a través de eso instantáneamente. —¿O…?
Bobbie se encontraba preocupada por poner sus pensamientos en palabras que podrían hacerlo realidad, pero se estaba volviendo loca. La noche anterior apenas pudo dormir. —Oh, no lo sé. No puedo dejar de pensar en Bridget y Judy.
Caine frunció el ceño. —¿Qué pasa con ellas? ¿Hablaste con Bridget?
—No. La persona con la que hablé por teléfono me dijo que Bridget tomó un giro hacia lo peor…
—Oh. ¿Eso es lo que te molesta?
Bobbie jugueteó con el borde de la manta. —¿Puedes recordar lo que Bridget dijo acerca de no dejar salir a Mary de la jaula?
—Sí.
—Y está lo que Judy dijo sobre Mary siendo diferente… incluso antes de que muriera había algo extraño en ella, todo esos rumores. Luego estaba la carta…
—¿Qué carta?
Bobbie se sentó más derecha. —En la oficina de Price había una carta de un padre acerca de cómo, desde que Mary empezó en Piper’s, su compañera no podía dormir por tener pesadillas horribles. —Su garganta se tensó—. ¿Qué si no liberamos a Mary, qué si la dejamos salir? —La miró con escepticismo por lo que ella continuó—: Tú mismo lo dijiste en el hospital… sólo vemos lo que la gente quiere que veamos. Sólo vimos lo que Mary quería que veamos.
Las palabras colgaba entre ellos y, por un segundo, ella vio el pánico en sus ojos. Él lo sacudió y se inclinó por un beso. Sus labios rozaron los de ella. —Bobbie, se terminó. Las personas no son “malvadas”, eso no tiene sentido. Se terminó —repitió.
Bobbie se relajó en su abrazo e intentó enfocarse en la película. Él tenía razón, por supuesto que sí. Tenía que tenerla.
—Voy a buscar un poco más de Coca Cola. —Se levantó del sofá.
Bobbie con cuidado levantó sus tobillos vendado sobre la mesita, tirando el periódico local al suelo. Se hallaba abierto en una página mostrando una imagen muy familiar. La tumba. —¿Estamos en el periódico?
—Sí, bueno, la historia está —respondió desde la cocina—. Lo siento… pretendía tirar eso.
—No. Quiero ver. —Bobbie giró el periódico en su mano. La imagen principal era una del mausoleo de corado con cinta policial, oficiales forenses en batas blancas entrando y saliendo. La imagen anexada era un acercamiento al mensaje de Mary, el que talló en el costado de su ataúd:
nadie me creyó, Sólo queríA que la geNte en General me quisieRA COMO soy YO
Bobbie levantó una ceja. Había algo sobre las letras frenéticas y desordenadas. Parecía extraño de alguna forma, incluso para el estado en que la pobre chica había estado. En la cripta, Bobbie podría sólo
imaginar el miedo de Mary, pero ver las palabras de nuevo, era la escritura de alguien que se encontraba muy, muy enojada. ¿Y quién tenía más razones para estar enojada que Mary Worthington?
Ahí fue cuando Bobbie se congeló. Miró la fotografía. Recordó la carta de Radley sobre el logro excepcional de Mary. No era el tipo de chica que tiene mala puntuación.
Sólo le mostramos a la gente lo que quieren ver. Recordó la débil sonrisa en los labios de Mary.
Las lágrimas picaban en los ojos de Bobbie. No lágrimas de lástimas… lágrimas de miedo. ¿Qué he hecho? Sólo ciertas letras se encontraban en mayúsculas y deletreaban una nueva oración.
SANGRA COMO YO.
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Una Semana Después…
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Lamento de nuevo al demora!!
Terminamos bellas
Terminamos bellas
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
muchas gracias, ahora resulta que liberarla estuvo mal, Grace, que mala onda es.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Veritoj.vacio- Mensajes : 2400
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Edad : 52
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Jajajaja pobres al menos Mary tuvo su venganza con el profesor pervertido se llevo a su hija a si como el mato al bebe de Mary Ojo por ojo...
Gracias por la lectura y mis disculpas por el atraso para terminarla.
Gracias por la lectura y mis disculpas por el atraso para terminarla.
mariateresa- Mensajes : 1841
Fecha de inscripción : 10/01/2017
Edad : 47
Localización : CHILE
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Necesito que me dejes la lista de todas las participaron en la lectura, de quienes iniciaron y llegaron al final, por favorAtómic_Mellark escribió:Lamento de nuevo al demora!!
Terminamos bellas
Maga- Mensajes : 3549
Fecha de inscripción : 26/01/2016
Edad : 37
Localización : en mi mundo
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Enterada disculpa la demora
Invitado,Te interesan más lecturas como esta buscanos en ACUALAND
Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Caps 13 - 16
Wow!
El casi primer beso de Bobbie!!! y con Caine!!!
mmm...
No me gusta para nada lo que dijo Grace! eso me olio a celos!
Y ese encuentro con Bridget... no me dejo tranquila
como que hay algo mas...
Wow!
El casi primer beso de Bobbie!!! y con Caine!!!
mmm...
No me gusta para nada lo que dijo Grace! eso me olio a celos!
Y ese encuentro con Bridget... no me dejo tranquila
como que hay algo mas...
Emotica G. W- Mensajes : 2737
Fecha de inscripción : 15/11/2016
Edad : 27
Localización : Mi casa :D
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Caps 17 - 20
Wow!!!
Bebe??? Aborto??? Romance??? Profesor??? Judy???
Deosss...cada vez mas cerca pero se siente tan lejos!
BOBBIE Y CAINE SE BESARON!!!
El quiere que sean un algo!!!
Deosss
Lo amo!!!
Wow!!!
Bebe??? Aborto??? Romance??? Profesor??? Judy???
Deosss...cada vez mas cerca pero se siente tan lejos!
BOBBIE Y CAINE SE BESARON!!!
El quiere que sean un algo!!!
Deosss
Lo amo!!!
Emotica G. W- Mensajes : 2737
Fecha de inscripción : 15/11/2016
Edad : 27
Localización : Mi casa :D
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Caps 21 - 26
Oh por deos!!!
No puede ser!!!
La dr. price es la hija de millar!
sabia que ese profesor/exdirector tuvo algo que ver!
Claro...! aprovechandose de la vulnerabilidad de Mary!
algunas personas no tienen humanidad!
NO!!! Naya y Caine!!!
Oh por deos!!!
No puede ser!!!
La dr. price es la hija de millar!
sabia que ese profesor/exdirector tuvo algo que ver!
Claro...! aprovechandose de la vulnerabilidad de Mary!
algunas personas no tienen humanidad!
NO!!! Naya y Caine!!!
Emotica G. W- Mensajes : 2737
Fecha de inscripción : 15/11/2016
Edad : 27
Localización : Mi casa :D
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Caps 27 - Fin
Ohhhh!!!
No me lo esperaba!
Maldita sea que juerteee!!!
Muchas gracias por la lectura!!!
Y perdon por ponerme al dia hasta ahora! La u me tiene un poco ocupada ¬¬
Ohhhh!!!
No me lo esperaba!
Maldita sea que juerteee!!!
Muchas gracias por la lectura!!!
Y perdon por ponerme al dia hasta ahora! La u me tiene un poco ocupada ¬¬
Emotica G. W- Mensajes : 2737
Fecha de inscripción : 15/11/2016
Edad : 27
Localización : Mi casa :D
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Maga- Mensajes : 3549
Fecha de inscripción : 26/01/2016
Edad : 37
Localización : en mi mundo
Página 5 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
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