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Lectura #2 Octubre 2017
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Book Queen :: Biblioteca :: Lecturas
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Re: Lectura #2 Octubre 2017
6
Los días antiguos
La puerta de la oficina de la directora se abrió en la cara de Bobbie. La luz inundó el pasillo y ella gritó —no pudo detenerse así misma de gritar, pero había estado conteniendo su respiración y luego la puerta se abrió de golpe y luego y luego...
La mano de la directora voló a su pecho antes de que ella se tranquilizara así misma. —¡Oh, Dios mío! ¡Le darás a una anciana un ataque al corazón! Roberta, ¿no? —La Dra. Price salió de su oficina, la
bolsa de su laptop en su hombro como si ya se fuera a dormir por la noche—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Hay algo malo, querida?
—Yo... Alguien corrió con mis lentes. —Bobbie dio un paso hacia
atrás y señaló al final del pasillo, a la ventana de arco.
No había nada allí. Bueno, había un cómodo sillón para que los visitantes utilizaran, y una maceta con una planta artificial, pero ninguna persona estaba en la ventana, desde luego no una espeluznante, extraña, silenciosa chica. —Oh, Roberta, vas a patearte a ti misma.
—¿Qué?
—Están en tu cabeza, querida: tus lentes. Lo hago todo el tiempo también. No te preocupes —añadió con una leve sonrisa—, eso solo significa que estás cansada.
Bobbie comprobó su cabello. Efectivamente sus gafas estaban metidas detrás de sus orejas y descansando en la corona de su cabeza. No puede ser... ella las había puesto en el lavabo. No era una loca atolondrada. —Pero...
La Dra. Price sonrió. Incluso cuando sonreía, la directora era un poco glacial. —No te preocupes, no le diré a nadie si no lo haces. Ahora a la cama, jovencita, es noche de escuela.
—Está bien —dijo Bobbie. Estaba frustrada, pero no al punto de entrar en una discusión con la directora. ¿Qué podría hacer? Estampar
su pie en el piso y jurar que había sido alguna estúpida Inferior que había corrido con sus lentes, pero entonces, ¿quién, de alguna manera, se los puso en su cabeza?—. Lo siento.
—No hay problema. Ahora vete.
Bobbie corrió todo el camino de vuelta a su dormitorio, no quería pasar un segundo más de lo necesario en el pasillo con corrientes de aire. En todo el camino, no se pudo quitar la sensación de unos ojos en la parte posterior de su cabeza. Cerró la puerta del dormitorio detrás ella y se metió en la cama de Naya. —Naya, algo realmente súper raro está pasando.
La copia de Naya de Heat había caído al suelo y ella estaba medio dormida con la luz de la mesilla encendida. —¿Qué?
—Esto va a sonar loco, pero creo que acabo de ver a Bloody
Mary.
—Chica... —Naya rodó sobre si, enterrando su cabeza en la
almohada.
—Es cierto. Alguien tomó mis lentes a fuera del baño.
Naya levantó la cabeza. —Oh, bueno entonces, definitivamente es Bloody Mary. Llama a hotline ahora.
—No —gimió Bobbie—. La seguí porque pensé que era sólo una Inferior, pero había algo mal con ella. Fue realmente aterrador.
—Por supuesto que era. Todo en esta escuela es de miedo por la noche. Ve a dormir. Por la mañana te sentirás como una total idiota, te lo prometo.
Otro pensamiento se le ocurrió a Bobbie. —Naya, ¿eres tú?
—¿Qué?
—Tu dijiste antes de que hiciéramos lo del espejo que querías asustar a Grace... ¿Es todo esto una especie de broma?
Su amiga se apoyó sobre sus codos. —Chica, te juro por los bolsos Louis Vuitton de mi madre, que espero algún día heredar, que esto no tiene nada que ver conmigo. Esto no tiene nada que ver con cualquier cosa —estas volviéndote loca tu solita. Vete. A. Dormir. —Se dejó caer de nuevo sobre la almohada.
Bobbie dio cuenta de que no iba tener ningún sentido seguir con Naya ahora, y su amiga tenía un punto. Todo se sentiría diferente en la mañana. Miró al alrededor de su dormitorio, en los adornos que habían hecho —unas mantas peludas, sus fotos enmarcadas, su Hello Kitty, posters de John Green y Satanville. Se sentía segura. —¿Podemos mantener una luz encendida?
—No me importa. Sólo dejar de hablar.
Bobbie no podía recordar cómo conciliar el sueño. Leyó un poco su historia mientras Naya roncaba suavemente, pero debió haberse
quedado dormida eventualmente. Ella ni siquiera se recordaba cerrando los ojos… por un largo tiempo se quedó viendo cada centímetro del vacío bajo la puerta, para comprobar que no había pies viniendo hacia su habitación.
—¡MARY!
Bobbie estaba en clase. Era en la sala de música —con los mismos ventanales del piso al techo y con la vista al campo de hockey. Sólo que, por alguna razón, todo era diferente. Por un lado, aunque era noviembre, todo era muy apacible y soleado y el aula olía a hierba recién cortada. El mobiliario estaba organizado de manera diferente, por un segundo; todos los atriles e instrumentos se habían disipado. Ahora, había filas y filas de pupitres de aspecto antiguo —del tipo con ruedas, que solamente vio usarlos para los exámenes. Estos estaban realmente pasados de moda, unos con la superficie levantada revelando el compartimento de adentro.
Todo esto se sentía muy extraño. Había una neblina veraniega sobre la sala, como si estuviera viendo el mundo a través de una lente manchada de vaselina. Un par de chicas estaban a su alrededor, distribuyendo los libros de ejercicios, pero ellas se movían en cámara lenta como si estuvieran caminando en la luna.
—¡Mary! —llamó la misma voz.
Bobbie miró hacia atrás, sólo para darse cuenta que ella estaba en la última fila. Llevaba el pelo recogido en una trenza, algo que ella no
se había hecho desde que era muy joven.
—Mary Worthington, ¿estás escuchando lo que dije? —Bobbie no
reconoció a la profesora. Ella llevaba un suéter tejido y una falda larga que Bobbie nunca había visto, con unas medias de lana gruesa arrugadas alrededor de unos zapatos de corte conservador. Le tomó un momento darse cuenta de que la severa mujer la estaba mirando a ella.
—¿Yo?
—Bueno, ¿aquí hay otra Mary Worthington de la que no sepa? — Las chicas se rieron tontamente, todas la miraban. Eran extrañas. Estiradas, niñas blancas, todas vistiendo el uniforme de Piper’s Hall, pero con una ligera variación con la que ella estaba familiarizada. Las faldas eran más largas y los calcetines blancos eran más altos—. ¿Podría por favor responder a la pregunta?
Bobbie sintió que sus mejillas se incendian. —Yo... yo no lo sé, señorita.
—Por supuesto que no… Estabas medio dormida. Señorita Worthington, ¿tienes alguna idea de lo af ortunada que eres? ¿Una chica como tú en una escuela como ésta? —La palabra af ortunada picó como una bofetada.
La campana sonó, la misma campana que aún sonaba para señalar el cambio de clases. Las chicas reunieron sus pertenencias. — No todas a la vez, por favor.
Las otras chicas fulminaron con desdén apenas disimulado a Bobbie, rodeándola, caminando frente a ella fuera del aula. Desconcertada, Bobbie las siguió. Este era un sueño, pero se sentía frágil de alguna manera, como si estuviera al borde de despertar. Un sueño hecho del más fino algodón de azúcar.
El pasillo era casi idéntico a como se encontraba ahora, pero Bobbie sentía que estaba en algún tiempo pasado: por la forma en que la profesora estaba vestida, la falta de carteles, la pizarra de tiza, donde ahora había un pizarrón interactivo. Había diferencias sutiles en todas partes.
Bobbie estaba desorientada, se sentía perdida en su propia escuela. Miradas y susurros en sus costados, todos ellos destinados a ella. No podía estar segura, pero el susurro más fuerte sonaba algo así como—: Miedosa Mary.
Era uno de esos sueños. Donde estaba medio despierta, medio dormida. Pero no era ella misma. No se sentía como Bobbie Rowe, se sentía más triste, como si no tuviera nada que esperar, nada de qué reírse. Sintió una especie de mancha negra, sin esperanza en el interior, del tipo que siempre escribía. Quería estar lejos de las otras chicas, Bobbie se metió en el baño más cercano. Había algo que tenía que hacer.
El baño de la planta baja era casi el mismo que ahora: toda la tubería estaba pintada de un color estéril verde jade, que coincidía con los azulejos verde agua. Bobbie se cruzó con el espejo más cercano.
Se despertó a la vez.
Amanecía afuera de las ventanas del dormitorio, las cortinas apenas contenían la luz. En algún momento de la noche, Naya se había metido a la cama junto a ella. Ya sea que la conversación o una pesadilla la hubiera asustado —Naya a menudo se metía, si ella había tenido malos sueños. Bobbie se acurrucó junto a ella por el calor y, si era honesta, por seguridad. Esta noche, las de los malos sueños, era ella. Y con Naya se sentía más segura.
Bobbie tenía demasiado miedo en cerrar los ojos. No podía recordar que era lo que había visto en el espejo. Pero había sido demasiado horrible.
Los días antiguos
La puerta de la oficina de la directora se abrió en la cara de Bobbie. La luz inundó el pasillo y ella gritó —no pudo detenerse así misma de gritar, pero había estado conteniendo su respiración y luego la puerta se abrió de golpe y luego y luego...
La mano de la directora voló a su pecho antes de que ella se tranquilizara así misma. —¡Oh, Dios mío! ¡Le darás a una anciana un ataque al corazón! Roberta, ¿no? —La Dra. Price salió de su oficina, la
bolsa de su laptop en su hombro como si ya se fuera a dormir por la noche—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Hay algo malo, querida?
—Yo... Alguien corrió con mis lentes. —Bobbie dio un paso hacia
atrás y señaló al final del pasillo, a la ventana de arco.
No había nada allí. Bueno, había un cómodo sillón para que los visitantes utilizaran, y una maceta con una planta artificial, pero ninguna persona estaba en la ventana, desde luego no una espeluznante, extraña, silenciosa chica. —Oh, Roberta, vas a patearte a ti misma.
—¿Qué?
—Están en tu cabeza, querida: tus lentes. Lo hago todo el tiempo también. No te preocupes —añadió con una leve sonrisa—, eso solo significa que estás cansada.
Bobbie comprobó su cabello. Efectivamente sus gafas estaban metidas detrás de sus orejas y descansando en la corona de su cabeza. No puede ser... ella las había puesto en el lavabo. No era una loca atolondrada. —Pero...
La Dra. Price sonrió. Incluso cuando sonreía, la directora era un poco glacial. —No te preocupes, no le diré a nadie si no lo haces. Ahora a la cama, jovencita, es noche de escuela.
—Está bien —dijo Bobbie. Estaba frustrada, pero no al punto de entrar en una discusión con la directora. ¿Qué podría hacer? Estampar
su pie en el piso y jurar que había sido alguna estúpida Inferior que había corrido con sus lentes, pero entonces, ¿quién, de alguna manera, se los puso en su cabeza?—. Lo siento.
—No hay problema. Ahora vete.
Bobbie corrió todo el camino de vuelta a su dormitorio, no quería pasar un segundo más de lo necesario en el pasillo con corrientes de aire. En todo el camino, no se pudo quitar la sensación de unos ojos en la parte posterior de su cabeza. Cerró la puerta del dormitorio detrás ella y se metió en la cama de Naya. —Naya, algo realmente súper raro está pasando.
La copia de Naya de Heat había caído al suelo y ella estaba medio dormida con la luz de la mesilla encendida. —¿Qué?
—Esto va a sonar loco, pero creo que acabo de ver a Bloody
Mary.
—Chica... —Naya rodó sobre si, enterrando su cabeza en la
almohada.
—Es cierto. Alguien tomó mis lentes a fuera del baño.
Naya levantó la cabeza. —Oh, bueno entonces, definitivamente es Bloody Mary. Llama a hotline ahora.
—No —gimió Bobbie—. La seguí porque pensé que era sólo una Inferior, pero había algo mal con ella. Fue realmente aterrador.
—Por supuesto que era. Todo en esta escuela es de miedo por la noche. Ve a dormir. Por la mañana te sentirás como una total idiota, te lo prometo.
Otro pensamiento se le ocurrió a Bobbie. —Naya, ¿eres tú?
—¿Qué?
—Tu dijiste antes de que hiciéramos lo del espejo que querías asustar a Grace... ¿Es todo esto una especie de broma?
Su amiga se apoyó sobre sus codos. —Chica, te juro por los bolsos Louis Vuitton de mi madre, que espero algún día heredar, que esto no tiene nada que ver conmigo. Esto no tiene nada que ver con cualquier cosa —estas volviéndote loca tu solita. Vete. A. Dormir. —Se dejó caer de nuevo sobre la almohada.
Bobbie dio cuenta de que no iba tener ningún sentido seguir con Naya ahora, y su amiga tenía un punto. Todo se sentiría diferente en la mañana. Miró al alrededor de su dormitorio, en los adornos que habían hecho —unas mantas peludas, sus fotos enmarcadas, su Hello Kitty, posters de John Green y Satanville. Se sentía segura. —¿Podemos mantener una luz encendida?
—No me importa. Sólo dejar de hablar.
Bobbie no podía recordar cómo conciliar el sueño. Leyó un poco su historia mientras Naya roncaba suavemente, pero debió haberse
quedado dormida eventualmente. Ella ni siquiera se recordaba cerrando los ojos… por un largo tiempo se quedó viendo cada centímetro del vacío bajo la puerta, para comprobar que no había pies viniendo hacia su habitación.
—¡MARY!
Bobbie estaba en clase. Era en la sala de música —con los mismos ventanales del piso al techo y con la vista al campo de hockey. Sólo que, por alguna razón, todo era diferente. Por un lado, aunque era noviembre, todo era muy apacible y soleado y el aula olía a hierba recién cortada. El mobiliario estaba organizado de manera diferente, por un segundo; todos los atriles e instrumentos se habían disipado. Ahora, había filas y filas de pupitres de aspecto antiguo —del tipo con ruedas, que solamente vio usarlos para los exámenes. Estos estaban realmente pasados de moda, unos con la superficie levantada revelando el compartimento de adentro.
Todo esto se sentía muy extraño. Había una neblina veraniega sobre la sala, como si estuviera viendo el mundo a través de una lente manchada de vaselina. Un par de chicas estaban a su alrededor, distribuyendo los libros de ejercicios, pero ellas se movían en cámara lenta como si estuvieran caminando en la luna.
—¡Mary! —llamó la misma voz.
Bobbie miró hacia atrás, sólo para darse cuenta que ella estaba en la última fila. Llevaba el pelo recogido en una trenza, algo que ella no
se había hecho desde que era muy joven.
—Mary Worthington, ¿estás escuchando lo que dije? —Bobbie no
reconoció a la profesora. Ella llevaba un suéter tejido y una falda larga que Bobbie nunca había visto, con unas medias de lana gruesa arrugadas alrededor de unos zapatos de corte conservador. Le tomó un momento darse cuenta de que la severa mujer la estaba mirando a ella.
—¿Yo?
—Bueno, ¿aquí hay otra Mary Worthington de la que no sepa? — Las chicas se rieron tontamente, todas la miraban. Eran extrañas. Estiradas, niñas blancas, todas vistiendo el uniforme de Piper’s Hall, pero con una ligera variación con la que ella estaba familiarizada. Las faldas eran más largas y los calcetines blancos eran más altos—. ¿Podría por favor responder a la pregunta?
Bobbie sintió que sus mejillas se incendian. —Yo... yo no lo sé, señorita.
—Por supuesto que no… Estabas medio dormida. Señorita Worthington, ¿tienes alguna idea de lo af ortunada que eres? ¿Una chica como tú en una escuela como ésta? —La palabra af ortunada picó como una bofetada.
La campana sonó, la misma campana que aún sonaba para señalar el cambio de clases. Las chicas reunieron sus pertenencias. — No todas a la vez, por favor.
Las otras chicas fulminaron con desdén apenas disimulado a Bobbie, rodeándola, caminando frente a ella fuera del aula. Desconcertada, Bobbie las siguió. Este era un sueño, pero se sentía frágil de alguna manera, como si estuviera al borde de despertar. Un sueño hecho del más fino algodón de azúcar.
El pasillo era casi idéntico a como se encontraba ahora, pero Bobbie sentía que estaba en algún tiempo pasado: por la forma en que la profesora estaba vestida, la falta de carteles, la pizarra de tiza, donde ahora había un pizarrón interactivo. Había diferencias sutiles en todas partes.
Bobbie estaba desorientada, se sentía perdida en su propia escuela. Miradas y susurros en sus costados, todos ellos destinados a ella. No podía estar segura, pero el susurro más fuerte sonaba algo así como—: Miedosa Mary.
Era uno de esos sueños. Donde estaba medio despierta, medio dormida. Pero no era ella misma. No se sentía como Bobbie Rowe, se sentía más triste, como si no tuviera nada que esperar, nada de qué reírse. Sintió una especie de mancha negra, sin esperanza en el interior, del tipo que siempre escribía. Quería estar lejos de las otras chicas, Bobbie se metió en el baño más cercano. Había algo que tenía que hacer.
El baño de la planta baja era casi el mismo que ahora: toda la tubería estaba pintada de un color estéril verde jade, que coincidía con los azulejos verde agua. Bobbie se cruzó con el espejo más cercano.
Se despertó a la vez.
Amanecía afuera de las ventanas del dormitorio, las cortinas apenas contenían la luz. En algún momento de la noche, Naya se había metido a la cama junto a ella. Ya sea que la conversación o una pesadilla la hubiera asustado —Naya a menudo se metía, si ella había tenido malos sueños. Bobbie se acurrucó junto a ella por el calor y, si era honesta, por seguridad. Esta noche, las de los malos sueños, era ella. Y con Naya se sentía más segura.
Bobbie tenía demasiado miedo en cerrar los ojos. No podía recordar que era lo que había visto en el espejo. Pero había sido demasiado horrible.
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Janet, no se si inicia el conteo para Bobbie pero espero que nojaneth escribió:Orale, parece ser que Sadie si invoco a Mary, o como es, algo a sí no?, por como se siente y por el goteo que escucho e inicia la cuenta regresiva para Bobbie, quien caerá primero.
Ana0913 años antes. Capítulo 1 y 2
Wow! Impactante la escena del baño, escrita se forma que sientes que puedes ver los dedos goteantes saliendo del baño. Es eso lo que le espera a nuestros protagonistas.
Buen inicio con la descripción de los personajes, hace que ames a Bobbie y Naya de primera entrada, Grace típica reina abeja y Sadie digna de lástima. Demasiada tensión mientras invocan a Mary.
Goteo, Goteo. Goteo
Veritoj.vacioUh y hasta conteo tienen con The Ring. Me gusta porque es como pelicula de terror, yo creo que primero muere la rubia ja
Emotica G. WPos como que el conteo te hace pensar...
A Naya le salio sangre de la nariz??? asi de la nada???
Y Sadie???
Interesante...
Me cae mucho mas Caine!
Esa forma de desviar la atencion de y hacer sentir bien a Bobbie me gusta!
Esa perra de Grace...! Ni quisiera cruzarmela porque tendria un momentito a solas con ella!
Ana09Capítulos 3 y 4
Si estoy en la ducha, completamente sola y siento que toco cabello de alguien más, me asomo y no hay nadie, les juro que no paro de correr y gritar. Si fuera Bobbie ya estaría buscando a un exorcista !
Salir a pasar el rato en el cementerio... que tienen en la cabeza estos chicos?
Por qué si Sadie no invocó a Mary la está afectando?
Ana, opino igual desde el inicio adoras la personalidad de Bobbie es como un imán para mi carino
Vero, jajajajajaj que puedo decir amo tus comentarios como buena película de terror la rubia muere primero tienes toda la rason. jajajajaja
Emotica, si quieres un momentito a solas, yo la agarro y tu le das con todo!!
Ana, sospecho que te gana la imaginación, se que eres muy miedosa jajajaja ya te imagino corriendo y pidiendo un exorcista.
Gracias por comentar!!
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Sospecho que cierta personita ya esta enganchada con el libro jajajajajaAna09 escribió:Capítulos 5 y 6
Que Sadie esté tan afectada sigue siendo raro. De nuevo, Bobbie me desespera, lo ve todo tan sin malicía, estás cosas no pueden tomarse como coincidencia. Hubiera pedido ayuda en lugar de ir sola detrás de esta chica. Esto es espeluznante!
Oh Dios! Mary está jugando con ella, aunque también podría ser que se identifica con Bobbie porqun dejarle ver su vida es demasiado profundo.
Gracias por comentar, te me adelantaste!
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Atómic_Mellark escribió:Sospecho que cierta personita ya esta enganchada con el libro jajajajajaAna09 escribió:Capítulos 5 y 6
Que Sadie esté tan afectada sigue siendo raro. De nuevo, Bobbie me desespera, lo ve todo tan sin malicía, estás cosas no pueden tomarse como coincidencia. Hubiera pedido ayuda en lugar de ir sola detrás de esta chica. Esto es espeluznante!
Oh Dios! Mary está jugando con ella, aunque también podría ser que se identifica con Bobbie porqun dejarle ver su vida es demasiado profundo.
Gracias por comentar, te me adelantaste!
1000% enganchada... en serio, es como mucho con demasiado!
Invitado- Invitado
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Sabia que te gustaria, a mi me encanto estoy dividida entre Bobbie y Dan tu me entiendesAna09 escribió:Atómic_Mellark escribió:Sospecho que cierta personita ya esta enganchada con el libro jajajajajaAna09 escribió:Capítulos 5 y 6
Que Sadie esté tan afectada sigue siendo raro. De nuevo, Bobbie me desespera, lo ve todo tan sin malicía, estás cosas no pueden tomarse como coincidencia. Hubiera pedido ayuda en lugar de ir sola detrás de esta chica. Esto es espeluznante!
Oh Dios! Mary está jugando con ella, aunque también podría ser que se identifica con Bobbie porqun dejarle ver su vida es demasiado profundo.
Gracias por comentar, te me adelantaste!
1000% enganchada... en serio, es como mucho con demasiado
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Atómic_Mellark escribió:Sabia que te gustaria, a mi me encanto estoy dividida entre Bobbie y Dan tu me entiendesAna09 escribió:Atómic_Mellark escribió:
Sospecho que cierta personita ya esta enganchada con el libro jajajajaja
Gracias por comentar, te me adelantaste!
1000% enganchada... en serio, es como mucho con demasiado
Te entiendo totalmente! Está re dificil decidir!
Invitado- Invitado
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Asi es como los mata, hace que se suiciden? o es que Bobby puede ayudarla? creo que voy a tener que leer el final
Veritoj.vacio- Mensajes : 2400
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Edad : 52
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Verito no hagas trampa!!!! Jajajjaj
me gusta el suspenso que esta originando primero llevarla a ese pasillo y despues mostrarle parte de su vida como se sentia en ese internado y como la trataban espeluznante.
La hemorragia nazal sincronisada deberia darles pista de que algo esta ocurriendo, la enfermedad de Sadie y tomar cartas en el asunto primero pense que habia sido mentira pero por lo visto de veradad Sadie invoco a Mary.
Gracias por los capi
me gusta el suspenso que esta originando primero llevarla a ese pasillo y despues mostrarle parte de su vida como se sentia en ese internado y como la trataban espeluznante.
La hemorragia nazal sincronisada deberia darles pista de que algo esta ocurriendo, la enfermedad de Sadie y tomar cartas en el asunto primero pense que habia sido mentira pero por lo visto de veradad Sadie invoco a Mary.
Gracias por los capi
mariateresa- Mensajes : 1841
Fecha de inscripción : 10/01/2017
Edad : 47
Localización : CHILE
Re: Lectura #2 Octubre 2017
No tengo moral para pedirte que no te adelantes jajajajaja sabes que soy la primera que lo hagoVeritoj.vacio escribió:Asi es como los mata, hace que se suiciden? o es que Bobby puede ayudarla? creo que voy a tener que leer el final
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Por lo visto si invoco a Mary que horror, lo de el sangrado y las tipo visionesmariateresa escribió:Verito no hagas trampa!!!! Jajajjaj
me gusta el suspenso que esta originando primero llevarla a ese pasillo y despues mostrarle parte de su vida como se sentia en ese internado y como la trataban espeluznante.
La hemorragia nazal sincronisada deberia darles pista de que algo esta ocurriendo, la enfermedad de Sadie y tomar cartas en el asunto primero pense que habia sido mentira pero por lo visto de veradad Sadie invoco a Mary.
Gracias por los capi
Gracias por comentar
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Dia 2
7
La Desaparición
Tomó un esfuerzo sobrehumano para Bobbie arrastrarse fuera de la cama a la mañana siguiente. Su sueño había sido tan superficial, tan corto, que apenas contó como un descanso. Sin embargo, en la luz del día parecía más seguro cerrar los ojos, y por eso utilizó el botón de siesta tres veces.
Naya ya no se hallaba a su lado y la otra cama estaba vacía, así que Bobbie supuso que debió haberse deslizado fuera para superar la estampida hacia la ducha. El desayuno era a las siete y las clases no comenzaban hasta las nueve, así que era su llamada en cuanto a si se duchaba y se ponía su uniforme antes o después de comer. Bobbie finalmente salió de la cama faltando diez para las ocho, el último minuto posible para poder unirse a la cola del desayuno. Agarrando un par de leggings, la sudadera con capucha de los Yankees de Naya y zapatillas, Bobbie caminó hacia el baño.
No fue muy lejos cuando se dio cuenta de que algo andaba mal. En vez de comer el desayuno, las chicas correteaban de arriba abajo por los pasillos y dentro y fuera de las habitaciones de cada una como abejas agitadas. El aire se sentía cargado con un zumbido de actividad y charla nerviosa. Caitlin salió de una de las habitaciones en Brontë y se apresuró hacia las escaleras. —Caitlin, ¿qué está pasando?
—Oh, Dios mío, ¿no te enteraste? Algo está mal con Sadie. A nadie siquiera se le permite entrar en Christie. Algunas personas están diciendo que está... está muerta.
El suelo comenzó a girar hasta que Bobbie lo obligó a quedarse quieto, la fábrica de rumores trabajaba claramente horas extras. Se agarró a la barandilla en la parte superior de las escaleras por apoyo. —
¿Qué? De ninguna manera.
—Lo juro. Voy a encontrar a Grace. Sabrá lo que está pasando.
Bobbie bajó por las escaleras de golpe. Sabía cuán rápido podía viajar el chisme alrededor de este lugar. El año pasado Maisie Spence - Guillarme le dijo a una persona que se había acostado con el señor Granger, el profesor de matemáticas vagamente lindo, y dentro de dos horas, los policías se encontraban en la escuela. Ni siquiera era cierto, pero se notaba que tenías que observar tu boca en una escuela que tenía orejas.
Naya se estacionaba en la zona de relajación, actuando como un nodo de información con las chicas amontonándose a su alrededor. Se separaron para dejar pasar a Bobbie. —Naya, ¿qué está pasando?
—Oh, ahí estás. No tenemos ni idea, nadie está diciendo nada.
Sólo que algo está mal con Sadie.
Bobbie soltó un poderoso suspiro de alivio. —Oh, gracias a Dios.
Caitlin dijo que estaba muerta.
—Podría estarlo —dijo Rose Clarkson fisgoneando—. Nadie ha estado dentro o fuera de su habitación. La Dra. Price y la señora Craddock están allí ahora.
—Se realista. —Naya le dio una mirada sucia—. Si hubiera una chica muerta arriba, ¿no crees que hubiéramos visto algunos policías o una ambulancia a estas alturas?
—No necesariamente —se quejó Rose.
La señora Craddock se inclinó sobre el balcón del rellano que daba a la zona de relajación, viéndose estresada. —¡Chicas! La Dra. Price dice que las quiere en uniforme y en el salón principal en quince minutos. Sin discusiones, sin excepciones. —La manada de chicas alrededor de la mesa de ping pong comenzó a disparar preguntas a la encargada de alumnas en el internado—. ¡Sólo hagan eso inmediatamente, chicas! ¡Vayan!
Naya puso mala cara. —No pueden estar haciéndonos ir a clases. Si Sadie ha muerto, por lo menos conseguimos un par de días de descanso, ¿no?
Bobbie levantó una ceja. —Eres toda corazón. —Su apetito para el desayuno era inexistente ahora—. Vamos, consigamos asientos de primera fila en la reunión.
Por desgracia, todo el mundo quería asientos de primera fila. Una vez que tuvieron puesto su elegante uniforme gris con burdeos de Piper’s Hall, Bobbie y Naya se conformaron con un asiento en la tercera fila. El corazón de Bobbie era un bulto sin tragar en la parte baja de su garganta, negándose a bajar. Era algo más que entrometimiento o curiosidad, Bobbie necesitaba saber qué había pasado con Sadie. Había tantas coincidencias que ella estaba dispuesta a no seguir.
Rumores y especulaciones rebotaban en las paredes con paneles de roble de la sala principal. Retratos con gruesos marcos de los ex directores miraban con severa desaprobación. “Meningitis”, “embarazo” y “suicidio” eran sugerencias populares, aunque Bobbie se sentía
particularmente impresionada con “ella se inyectó heroína que le compró a un vagabundo en Oxsley”. Aún así, no sonrió. Apretó su mandíbula y se mordió el interior de la mejilla hasta que la Dra. Price entró en la habitación, tan serena como siempre, pero con un brillo duro en los ojos.
—Tranquilícense AHORA. —No tomaba prisioneros. Todas las chicas se quedaron en silencio. La directora tomó su lugar en el podio y miró a través de un mar de caras con hambre de chisme —. Esto es muy, muy serio. Sadie Walsh no se encuentra en Christie. Nadie la ha visto desde que las luces se apagaron anoche.
Hubo un murmullo entre la multitud. Naya susurró algo al oído de Bobbie pero ella la hizo callar.
—¡Silencio! —continuó la Dra. Price, alisando su melena rubia rojiza—. No me importa lo que esté pasando, lo que se ha dicho, lo que cualquiera ha hecho, legales o no. Todo lo que importa es encontrar a Sadie y asegurar que está a salvo. Si alguien sabe algo sobre su paradero, necesito saberlo en este momento.
Más murmuraciones mientras cada chica preguntaba a su vecina lo que sabían. Bobbie se hallaba sin de aliento. Ella y Sadie no eran amigas del alma ni nada, pero la idea de que algo le suceda era horrible. Había algo más también, una sensación persistente de que había algo que debía recordar.
—Si no dejan de conversar me voy a poner realmente enfadada, señoritas. No quiero escuchar chismes, ideas o especulaciones. Obviamente, Sadie ha ido a alguna parte y no creo ni por un segundo que no le dijo a alguien a dónde iba.
Esta vez, en el punto donde alguien necesitaba ponerse de pie y decir con confianza “se fugó a Nueva Zelanda con su amante lesbiana de internet”, la habitación se encontraba tan tranquila como una capilla.
—No es necesario que digan nada ahora, pero si lo hacen, realmente, saben algo acerca de Sadie, por favor véanme de una vez. Está claro que voy a estar muy ocupada con esto todo el día y la policía está en camino. Eso significa que el resto de ustedes necesita asegurarse de que estén en el lugar correcto en el momento adecuado. Todas irán al primer período a la vez, ¿entendido?
Hubo un zumbido de “Sí, señorita” a modo de respuesta.
Bobbie hizo su camino a clase en piloto automático. El primer período del lunes, cruelmente, era doble Literatura Inglesa e, inusualmente para ella, no había hecho la tarea de lectura. Cuando se presentó en clase, escuchó a Grace hablar con Caitlin, ambas de las cuales, incluso en tiempos de crisis, se veían bonitas sin esfuerzo y hacían que la falda escocesa y chaqueta se vieran como una declaración de moda en lugar de un uniforme. Grace siempre mostraba con orgullo la insignia de oro de Delegada en su chaqueta como si fuera la sheriff
de la maldita ciudad. —Dios, es una puta que le gusta tener la atención
—se quejaba Grace—. Debe estar en Oxsley con alguna chica lesbiana de la secundaria Radley que se parece a Justin Bieber. Te apuesto lo que quieras.
Bobbie las ignoró y se deslizó en su asiento. La lección era sobre Poe: La caída de la Casa Usher, con la cual debería haber estado entusiasmada, pero no podía concentrarse. Un gusano de preocupación penetraba su cráneo. Tamborileó su lápiz HB en el costado de su libro de ejercicios, sus dedos sobrecargados con energía. Fragmentos de ideas, sonidos e imágenes se derramaron alrededor de su cabeza, nada teniendo sentido. Las hemorragias nasales, su sueño, la chica en el pasillo... ¿Cómo se conectaba eso a Sadie...? Luego, otro trozo de restos flotantes de memoria derivó hacia la parte frontal de su cerebro, algo que había olvidado por completo.
El lápiz se deslizó de sus dedos y rodó hasta el suelo con un ruido agudo.
Se puso de pie, casi derribando su silla. Las patas de metal hicieron un feo chillido cuando rasparon a lo largo del suelo. Agarrando sus libros, se dio la vuelta y corrió hacia la puerta, casi chocando con la señorita Foster, su profesora de inglés, mientras entraba en la habitación. —Bobbie, ¿a dónde...?
—Tengo que hablar con la Dra. Price. —La mentira se sentía grumosa en su lengua, pero tendría que hacerse. Bobbie sabía que la señorita Foster asumiría que tendría información sobre Sadie y la dejaría ir sin dudarlo. Con la cabeza gacha, se agachó y pasó a la profesora. Esto era tan impropio de ella, pero sabía que no existía manera de que sería capaz de trabajar hasta que supiera la respuesta a la ruidosa pregunta que rugía en su interior.
La primera misión era encontrar a Lottie Wiseman, mejor amiga de Sadie y compañera de cuarto. Ella tenía muchas clases de lenguaje…
¿Dónde estaría? Bobbie inicialmente se dirigió hacia donde sabía que Naya tenía español, contando con que Lottie estuviera en la lección con ella, sólo para cambiar de opinión a última hora.
En cambio, Bobbie dejó el brillante ala Millar, con sus limpias paredes de piedra arenisca y divisiones de cristal, y se dirigió de nuevo al viejo edificio, hacia la oficina de la Dra. Price. Tenía sentido para Bobbie que los más cercanos a Sadie (incluyendo a Lottie) estuvieran probablemente todavía siendo interrogados.
Había un patio de concreto abierto en el centro de la escuela, y una llovizna fina había vuelto todo de un gris carbón para que coincidiera con la pesada nube que invadía la escuela. Bobbie se lanzó bajo el refugio de lluvia y se deslizó a través de la escalera de incendios en el lado opuesto del patio. Pocas lecciones se impartían en la parte antigua de la escuela; sólo la sala de música, salón, dormitorios, comedores y oficinas se situaban allí. Como tal, se encontraba
extrañamente tranquilo a esta hora del día, con casi todas las chicas ya sea en las aulas o temblando en el campo de juego.
Bobbie se agachó más allá de las señoras de la cena estableciéndose hasta el comedor y entró directamente en el pasillo de entrada, el cual lucía tan diferente a la luz del día. Su búsqueda d e la chica misteriosa parecía mucho más larga que la noche anterior. Ahora, la difusa luz ámbar se difuminaba a través de las vidrieras en las grandes puertas delanteras, brillando sobre el mostrador de recepción. Lorraine, recepcionista de mucho tiempo en la escuela, levantó la mirada para saludarla. —Hola...
—Bobbie.
—¡Eso es! ¿Está todo bien, amor?
—Sí. —Usó la misma mentira de nuevo—. Tengo que ver a la Dra.
Price.
—Bueno, está con la policía por el momento, querida. ¿Se trata de
Sadie?
—Algo así. Sí. —Bobbie se inclinó más allá del escritorio y miró por el pasillo hacia la oficina de la Dra. Price. Efectivamente, Lottie y Kellie, su otra compañera de cuarto, esperaban en el sofá cerca de donde ayer por la noche había visto la extraña figura de la chica. La imposible chica fantasma.
—Está bien, amor. Ve a esperar con las otras.
Bobbie le dio las gracias y arrastró los pies por el pasillo, tratando de pensar en una manera de poder expresar esto sin sonar como una
loca. Pobre Lottie, quien se veía demacrada y débil en el mejor de los casos, se veía horrible, ojos rojos de tanto llorar y su cara húmeda y gris. Si Sadie había estado planeando algo, su mejor amiga, evidentemente, no había estado al tanto de ello.
Kellie la miró. Tenía un largo y negro cabello atrapado en su brillo de labios y, por alguna razón, eso realmente molestaba a Bobbie. — Hola, hola, Bobbie. ¿Sabes algo acerca de Sadie? ¿La viste anoche?
—No —admitió Bobbie—. Necesito hablar con Lottie.
—¿Yo? —Sorbió por la nariz—. ¿Por qué?
Bobbie respiró hondo, de repente no estando segura de qué hacer con sus manos. Las juntó delante de ella para mantener sus dedos quietos. —¿Te acuerdas de la noche de Halloween?
—Sí.
—¿Recuerdas la tonta historia de Sadie sobre Bloody Mary? Los ojos de Lottie se agrandaron. —Sí.
—Bueno, ¿puedes recordar cuando Sadie dijo que ya lo había hecho? Dijiste que estabas con ella.
La delgada chica parecía completamente confundida ahora. —Sí,
¿y qué? Lo hizo frente al espejo en el interior de su armario.
El pulso de Bobbie se sentía demasiado rápido. —¿Lo hiciste también?
—No.
—¿Cuándo lo hizo?
Lottie pensó sobre ello, su frente arrugada. —Fue el mar… no, la noche del miércoles. Sí, fue después del coro.
Bobbie tuvo que alcanzar y mantener su equilibrio contra la pared. Sus pies se sintieron desconectados del suelo. Tal como había temido. Esto no puede estar pasando. —Eso fue hace cinco días. —La última palabra quedó atrapada en su garganta y salió como un susurro ronco.
El mensaje en el espejo. Cinco días.
7
La Desaparición
Tomó un esfuerzo sobrehumano para Bobbie arrastrarse fuera de la cama a la mañana siguiente. Su sueño había sido tan superficial, tan corto, que apenas contó como un descanso. Sin embargo, en la luz del día parecía más seguro cerrar los ojos, y por eso utilizó el botón de siesta tres veces.
Naya ya no se hallaba a su lado y la otra cama estaba vacía, así que Bobbie supuso que debió haberse deslizado fuera para superar la estampida hacia la ducha. El desayuno era a las siete y las clases no comenzaban hasta las nueve, así que era su llamada en cuanto a si se duchaba y se ponía su uniforme antes o después de comer. Bobbie finalmente salió de la cama faltando diez para las ocho, el último minuto posible para poder unirse a la cola del desayuno. Agarrando un par de leggings, la sudadera con capucha de los Yankees de Naya y zapatillas, Bobbie caminó hacia el baño.
No fue muy lejos cuando se dio cuenta de que algo andaba mal. En vez de comer el desayuno, las chicas correteaban de arriba abajo por los pasillos y dentro y fuera de las habitaciones de cada una como abejas agitadas. El aire se sentía cargado con un zumbido de actividad y charla nerviosa. Caitlin salió de una de las habitaciones en Brontë y se apresuró hacia las escaleras. —Caitlin, ¿qué está pasando?
—Oh, Dios mío, ¿no te enteraste? Algo está mal con Sadie. A nadie siquiera se le permite entrar en Christie. Algunas personas están diciendo que está... está muerta.
El suelo comenzó a girar hasta que Bobbie lo obligó a quedarse quieto, la fábrica de rumores trabajaba claramente horas extras. Se agarró a la barandilla en la parte superior de las escaleras por apoyo. —
¿Qué? De ninguna manera.
—Lo juro. Voy a encontrar a Grace. Sabrá lo que está pasando.
Bobbie bajó por las escaleras de golpe. Sabía cuán rápido podía viajar el chisme alrededor de este lugar. El año pasado Maisie Spence - Guillarme le dijo a una persona que se había acostado con el señor Granger, el profesor de matemáticas vagamente lindo, y dentro de dos horas, los policías se encontraban en la escuela. Ni siquiera era cierto, pero se notaba que tenías que observar tu boca en una escuela que tenía orejas.
Naya se estacionaba en la zona de relajación, actuando como un nodo de información con las chicas amontonándose a su alrededor. Se separaron para dejar pasar a Bobbie. —Naya, ¿qué está pasando?
—Oh, ahí estás. No tenemos ni idea, nadie está diciendo nada.
Sólo que algo está mal con Sadie.
Bobbie soltó un poderoso suspiro de alivio. —Oh, gracias a Dios.
Caitlin dijo que estaba muerta.
—Podría estarlo —dijo Rose Clarkson fisgoneando—. Nadie ha estado dentro o fuera de su habitación. La Dra. Price y la señora Craddock están allí ahora.
—Se realista. —Naya le dio una mirada sucia—. Si hubiera una chica muerta arriba, ¿no crees que hubiéramos visto algunos policías o una ambulancia a estas alturas?
—No necesariamente —se quejó Rose.
La señora Craddock se inclinó sobre el balcón del rellano que daba a la zona de relajación, viéndose estresada. —¡Chicas! La Dra. Price dice que las quiere en uniforme y en el salón principal en quince minutos. Sin discusiones, sin excepciones. —La manada de chicas alrededor de la mesa de ping pong comenzó a disparar preguntas a la encargada de alumnas en el internado—. ¡Sólo hagan eso inmediatamente, chicas! ¡Vayan!
Naya puso mala cara. —No pueden estar haciéndonos ir a clases. Si Sadie ha muerto, por lo menos conseguimos un par de días de descanso, ¿no?
Bobbie levantó una ceja. —Eres toda corazón. —Su apetito para el desayuno era inexistente ahora—. Vamos, consigamos asientos de primera fila en la reunión.
Por desgracia, todo el mundo quería asientos de primera fila. Una vez que tuvieron puesto su elegante uniforme gris con burdeos de Piper’s Hall, Bobbie y Naya se conformaron con un asiento en la tercera fila. El corazón de Bobbie era un bulto sin tragar en la parte baja de su garganta, negándose a bajar. Era algo más que entrometimiento o curiosidad, Bobbie necesitaba saber qué había pasado con Sadie. Había tantas coincidencias que ella estaba dispuesta a no seguir.
Rumores y especulaciones rebotaban en las paredes con paneles de roble de la sala principal. Retratos con gruesos marcos de los ex directores miraban con severa desaprobación. “Meningitis”, “embarazo” y “suicidio” eran sugerencias populares, aunque Bobbie se sentía
particularmente impresionada con “ella se inyectó heroína que le compró a un vagabundo en Oxsley”. Aún así, no sonrió. Apretó su mandíbula y se mordió el interior de la mejilla hasta que la Dra. Price entró en la habitación, tan serena como siempre, pero con un brillo duro en los ojos.
—Tranquilícense AHORA. —No tomaba prisioneros. Todas las chicas se quedaron en silencio. La directora tomó su lugar en el podio y miró a través de un mar de caras con hambre de chisme —. Esto es muy, muy serio. Sadie Walsh no se encuentra en Christie. Nadie la ha visto desde que las luces se apagaron anoche.
Hubo un murmullo entre la multitud. Naya susurró algo al oído de Bobbie pero ella la hizo callar.
—¡Silencio! —continuó la Dra. Price, alisando su melena rubia rojiza—. No me importa lo que esté pasando, lo que se ha dicho, lo que cualquiera ha hecho, legales o no. Todo lo que importa es encontrar a Sadie y asegurar que está a salvo. Si alguien sabe algo sobre su paradero, necesito saberlo en este momento.
Más murmuraciones mientras cada chica preguntaba a su vecina lo que sabían. Bobbie se hallaba sin de aliento. Ella y Sadie no eran amigas del alma ni nada, pero la idea de que algo le suceda era horrible. Había algo más también, una sensación persistente de que había algo que debía recordar.
—Si no dejan de conversar me voy a poner realmente enfadada, señoritas. No quiero escuchar chismes, ideas o especulaciones. Obviamente, Sadie ha ido a alguna parte y no creo ni por un segundo que no le dijo a alguien a dónde iba.
Esta vez, en el punto donde alguien necesitaba ponerse de pie y decir con confianza “se fugó a Nueva Zelanda con su amante lesbiana de internet”, la habitación se encontraba tan tranquila como una capilla.
—No es necesario que digan nada ahora, pero si lo hacen, realmente, saben algo acerca de Sadie, por favor véanme de una vez. Está claro que voy a estar muy ocupada con esto todo el día y la policía está en camino. Eso significa que el resto de ustedes necesita asegurarse de que estén en el lugar correcto en el momento adecuado. Todas irán al primer período a la vez, ¿entendido?
Hubo un zumbido de “Sí, señorita” a modo de respuesta.
Bobbie hizo su camino a clase en piloto automático. El primer período del lunes, cruelmente, era doble Literatura Inglesa e, inusualmente para ella, no había hecho la tarea de lectura. Cuando se presentó en clase, escuchó a Grace hablar con Caitlin, ambas de las cuales, incluso en tiempos de crisis, se veían bonitas sin esfuerzo y hacían que la falda escocesa y chaqueta se vieran como una declaración de moda en lugar de un uniforme. Grace siempre mostraba con orgullo la insignia de oro de Delegada en su chaqueta como si fuera la sheriff
de la maldita ciudad. —Dios, es una puta que le gusta tener la atención
—se quejaba Grace—. Debe estar en Oxsley con alguna chica lesbiana de la secundaria Radley que se parece a Justin Bieber. Te apuesto lo que quieras.
Bobbie las ignoró y se deslizó en su asiento. La lección era sobre Poe: La caída de la Casa Usher, con la cual debería haber estado entusiasmada, pero no podía concentrarse. Un gusano de preocupación penetraba su cráneo. Tamborileó su lápiz HB en el costado de su libro de ejercicios, sus dedos sobrecargados con energía. Fragmentos de ideas, sonidos e imágenes se derramaron alrededor de su cabeza, nada teniendo sentido. Las hemorragias nasales, su sueño, la chica en el pasillo... ¿Cómo se conectaba eso a Sadie...? Luego, otro trozo de restos flotantes de memoria derivó hacia la parte frontal de su cerebro, algo que había olvidado por completo.
El lápiz se deslizó de sus dedos y rodó hasta el suelo con un ruido agudo.
Se puso de pie, casi derribando su silla. Las patas de metal hicieron un feo chillido cuando rasparon a lo largo del suelo. Agarrando sus libros, se dio la vuelta y corrió hacia la puerta, casi chocando con la señorita Foster, su profesora de inglés, mientras entraba en la habitación. —Bobbie, ¿a dónde...?
—Tengo que hablar con la Dra. Price. —La mentira se sentía grumosa en su lengua, pero tendría que hacerse. Bobbie sabía que la señorita Foster asumiría que tendría información sobre Sadie y la dejaría ir sin dudarlo. Con la cabeza gacha, se agachó y pasó a la profesora. Esto era tan impropio de ella, pero sabía que no existía manera de que sería capaz de trabajar hasta que supiera la respuesta a la ruidosa pregunta que rugía en su interior.
La primera misión era encontrar a Lottie Wiseman, mejor amiga de Sadie y compañera de cuarto. Ella tenía muchas clases de lenguaje…
¿Dónde estaría? Bobbie inicialmente se dirigió hacia donde sabía que Naya tenía español, contando con que Lottie estuviera en la lección con ella, sólo para cambiar de opinión a última hora.
En cambio, Bobbie dejó el brillante ala Millar, con sus limpias paredes de piedra arenisca y divisiones de cristal, y se dirigió de nuevo al viejo edificio, hacia la oficina de la Dra. Price. Tenía sentido para Bobbie que los más cercanos a Sadie (incluyendo a Lottie) estuvieran probablemente todavía siendo interrogados.
Había un patio de concreto abierto en el centro de la escuela, y una llovizna fina había vuelto todo de un gris carbón para que coincidiera con la pesada nube que invadía la escuela. Bobbie se lanzó bajo el refugio de lluvia y se deslizó a través de la escalera de incendios en el lado opuesto del patio. Pocas lecciones se impartían en la parte antigua de la escuela; sólo la sala de música, salón, dormitorios, comedores y oficinas se situaban allí. Como tal, se encontraba
extrañamente tranquilo a esta hora del día, con casi todas las chicas ya sea en las aulas o temblando en el campo de juego.
Bobbie se agachó más allá de las señoras de la cena estableciéndose hasta el comedor y entró directamente en el pasillo de entrada, el cual lucía tan diferente a la luz del día. Su búsqueda d e la chica misteriosa parecía mucho más larga que la noche anterior. Ahora, la difusa luz ámbar se difuminaba a través de las vidrieras en las grandes puertas delanteras, brillando sobre el mostrador de recepción. Lorraine, recepcionista de mucho tiempo en la escuela, levantó la mirada para saludarla. —Hola...
—Bobbie.
—¡Eso es! ¿Está todo bien, amor?
—Sí. —Usó la misma mentira de nuevo—. Tengo que ver a la Dra.
Price.
—Bueno, está con la policía por el momento, querida. ¿Se trata de
Sadie?
—Algo así. Sí. —Bobbie se inclinó más allá del escritorio y miró por el pasillo hacia la oficina de la Dra. Price. Efectivamente, Lottie y Kellie, su otra compañera de cuarto, esperaban en el sofá cerca de donde ayer por la noche había visto la extraña figura de la chica. La imposible chica fantasma.
—Está bien, amor. Ve a esperar con las otras.
Bobbie le dio las gracias y arrastró los pies por el pasillo, tratando de pensar en una manera de poder expresar esto sin sonar como una
loca. Pobre Lottie, quien se veía demacrada y débil en el mejor de los casos, se veía horrible, ojos rojos de tanto llorar y su cara húmeda y gris. Si Sadie había estado planeando algo, su mejor amiga, evidentemente, no había estado al tanto de ello.
Kellie la miró. Tenía un largo y negro cabello atrapado en su brillo de labios y, por alguna razón, eso realmente molestaba a Bobbie. — Hola, hola, Bobbie. ¿Sabes algo acerca de Sadie? ¿La viste anoche?
—No —admitió Bobbie—. Necesito hablar con Lottie.
—¿Yo? —Sorbió por la nariz—. ¿Por qué?
Bobbie respiró hondo, de repente no estando segura de qué hacer con sus manos. Las juntó delante de ella para mantener sus dedos quietos. —¿Te acuerdas de la noche de Halloween?
—Sí.
—¿Recuerdas la tonta historia de Sadie sobre Bloody Mary? Los ojos de Lottie se agrandaron. —Sí.
—Bueno, ¿puedes recordar cuando Sadie dijo que ya lo había hecho? Dijiste que estabas con ella.
La delgada chica parecía completamente confundida ahora. —Sí,
¿y qué? Lo hizo frente al espejo en el interior de su armario.
El pulso de Bobbie se sentía demasiado rápido. —¿Lo hiciste también?
—No.
—¿Cuándo lo hizo?
Lottie pensó sobre ello, su frente arrugada. —Fue el mar… no, la noche del miércoles. Sí, fue después del coro.
Bobbie tuvo que alcanzar y mantener su equilibrio contra la pared. Sus pies se sintieron desconectados del suelo. Tal como había temido. Esto no puede estar pasando. —Eso fue hace cinco días. —La última palabra quedó atrapada en su garganta y salió como un susurro ronco.
El mensaje en el espejo. Cinco días.
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
8
Cinco días
Bobbie irrumpió en el salón E7, la puerta pegó ruidosamente contra el respaldo de una silla que había quedado demasiado cerca. —
¿Puedo ayudarla? —preguntó el Sr. Carlos con su puchero característico y un arco de sus cejas demasiado depiladas.
Bobbie empujó sus gafas de regreso a su nariz. —Sí. Lo siento... pero la Dra. Price necesita ver a Naya inmediatamente.
Naya la vio a los ojos y supo de inmediato que era una mentira. El Sr. Carlos la despidió con un gesto de su brazo. —De acuerdo. Será mejor que vayas a ver lo que quiere.
—Sí, señor. —Naya acomodó la silla y se echó la bolsa al hombro. Bobbie se dirigió de nuevo al pasillo —uno de los más estériles con olor a plástico por la nueva dependencia. El ala Millar había abierto durante su primer año en Piper's —todo era de ladrillo expuesto y posters de inspiración: ERES EXCEPCIONAL.
—¿Qué está pasando? Parece que como si hubieras sobrevivido a algo —dijo Naya con un movimiento de su cabello ébano.
—Naya, sé lo que le pasó a Sadie.
—O, P y D. ¡Sabía que ocultabas algo!
Bobbie la arrastró fuera del aula, y de cualquier fisgón, hacia el hueco de la escalera. —Creo... Creo que fue Bloody Mary.
Naya esperaba el final del chiste. —¿Que dijiste? ¿Sobre esto es lo que balbuceabas anoche?
Bobbie suspiró, frustrada. —Lo digo en serio. Hace cinco días Sadie dijo “Bloody Mary” cinco veces en el espejo de su dormitorio y ahora se ha ido. Después de que lo hicimos, vi un mensaje en el espejo que decía “cinco días”. Ojalá estuviera bromeando. No lo hago. —La
cara de Naya cambió antes de que la sacudiera. La chica más alta se rio por lo bajo—. ¿Qué? —solicitó Bobbie.
—De ninguna manera. Simplemente... no. Esta debe ser la parte final de la pequeña broma de Sadie. Chica, cuando la vea, voy a...
Bobbie supo de inmediato que había algo más. Naya era muchas cosas, pero una mentirosa eficaz no era una de ellas. —Naya, ¿qué es?
—No es nada.
—Naya...
Naya buscó en su bolso de mano de algodón. Sacó su planificador de clases. —Mira. Algún imbécil hizo un dibujo en él.
Bobbie tomó el diario y se dirigió a la semana en curso. En pequeñas letras de tinta ásperas estaban las palabras cinco días. Estaba escrito en el cuadro para el domingo —el mismo día que había recibido el mensaje en el espejo. Bobbie inhaló como si le faltara el aliento. —Oh Dios.
—Oh, vamos, todo esto podría ser parte de un plan de Sadie...
—¡No! —espetó Bobbie, más fuerte de lo que pretendía. Tenía las mejillas sonrojadas—. ¿Sadie también puede jugar con mis ojos? ¿Y mis sueños? Estoy viendo cosas, Naya.
Naya puso los ojos en blanco antes de tomar el asimiento de la corbata de Bobbie y llevarla por el pasillo del primer piso como un perro. Cuando llegaron a la máquina expendedora, Naya colocó algunas monedas en la ranura antes que una lata cayera en el dispensador. Le pasó a Bobbie una Coca-Cola. —Aquí. Ten esto. Tus ojos están haciendo una cosa extraña como si se hincharan y me está espantando.
Bobbie aceptó la Coca-Cola y tomó un sorbo. No se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba el azúcar. Había algunas sillas acolchadas fuera de la oficina de carreras y Bobbie cayó sobre una, sintiendo las piernas sin fuerza. —Gracias.
Naya se sentó junto a ella. —Vamos a reorganizarnos. ¿Realmente piensas que un fantasma mató a Sadie? Bob…
—No lo sé. Puede ser. La gente no sólo se desvanece. Oh Dios, pobre Sadie... debe haber estado tan asustada.
—Bobs...
—Lo sé. Suena como cincuenta sombras de locura. ¿Pero conoces ese algo en las películas donde sólo quieres que todo el mundo se apresure y acepten que lo aparentemente imposible es una posibilidad? Bueno... es así.
Naya dirigió una risa irónica. —He oído eso. Pero... está un poco distante. Ni siquiera creo en fantasmas.
—Yo tampoco hasta que vi uno. —Bobbie bebió de la Coca-Cola—. Es demasiado. El día después de que dijimos que su nombre ambas
recibimos mensajes. Todos tuvimos hemorragias nasales. Vi a una chica en la planta baja... Mary. Soñé con ella... en el sueño yo era ella. Hablar de fantasmas es bastante estúpido, pero también lo es negar lo que está justo frente a ti.
Naya respiró profundo teatralmente. —Bueno. Supongamos por un segundo que creo en todo esto. ¿Qué quieres hacer al respecto?
—No lo sé. Sólo tenemos hasta el jueves...
—¿Hasta qué?
—No lo sé. —Un bulto puntiagudo se alojó en su garganta—.
Hasta qué lo que sea que le pasó a Sadie nos suceda a nosotros.
La verdad finalmente pareció golpear a Naya. Sus mejillas perdieron su brillo, desvaneciéndose del color del café hasta el color de té muy lechoso. —Oh Dios.
Era el turno de Bobbie ser el apoyo ahora. Ella agarró el brazo de Naya. —No, está bien. Eso significa que todavía tenemos casi cuatro días para detenerla. Espero. Ayer por la noche, si hubiera querido hacerme daño, podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Por alguna razón, nos ha dado cinco días.
—Para decir adiós.
—Ese es el espíritu —reprendió Bobbie—. Creo que quiere algo. Mira, tal vez, si podemos descubrir quién era... es... lo que le pasó. Tiene que haber una manera de detenerla.
—¿Qué? ¿Crees que podemos convencerla de que no rasgue
nuestra piel para quitárnosla o lo que sea?
Bobbie hizo una mueca. —Podría ser un fantasma amistoso... como Casper.
—Cariño, dile eso a Sadie y a cualquiera tan tonto como para hacer lo que hicimos.
Bobbie apretó la Coca-Cola demasiado duro y una fuente se esparció sobre sus medias y la silla entre sus piernas. —Naya, eres una genio.
—¿Lo soy?
—Sí. Esto ha ocurrido antes.
Con la escuela en caos total —chaquetas de policía fluorescentes brillaban dentro y fuera de las aulas y de las casas como avispas— nadie se dio cuenta, o no les importaba que Bobbie y Naya no hubieran regresado a sus clases. Chicas estaban siendo sacadas de lecciones a un ritmo constante para ser interrogadas sobre Sadie, así que tomaron el máximo provecho de la locura.
Se fueron a las salas de lectura de la biblioteca, a sabiendas de que dos Avanzadas no se verían demasiado fuera de lugar —según sabía el bibliotecario, estaban en períodos libres. Bobbie verificó que
nadie estuviera mirando antes de iniciar sesión en el sistema y acceder a internet. —¿Qué estás buscando? —preguntó Naya. Bobbie no le hizo caso y escribió MARY WORTHINGTON PIPER’S HALL. Las primeras búsquedas eran acerca del “instituto más antiguo de Ohio” que al parecer había sido propiedad de una Mary Worthington. Los siguientes diez más o menos hacían referencia a un personaje en la serie de televisión Supernatural. La leyenda de esta chica estaba en todo el mundo. La mayoría de los éxitos de Google eran páginas de Facebook de hoy en día, de Mary Worthington de la vida real—. ¿Algo? —solicitó Naya.
—Nada útil. Oh, espera... mira esto. —Bobbie hizo clic en un enlace. Era uno de esos horribles sitios web de “pregunta cualquier cosa” donde la gente publica preguntas antes de que ingresen los miembros y contesten. Bobbie leyó la entrada original en voz alta—. Vimos el episodio Bloody Mary de Supernatural. ¿Es esto como una cosa real? ¡Bueno, da miedo Jajaja! Hay un montón de respuestas y entonces alguien dijo esto: “He oído de un amigo en el Reino Unido que realmente sucedió en algún internado lujoso.”
—Mierda santa. —Naya llevó su silla más cerca—. Esos somos nosotros.
—Sí.
Naya se inclinó. —¿Qué pasa con la página de ex alumnos en la página web de la escuela? Si ella era una estudiante de aquí...
Bobbie podría haberla besado, ¿por qué no había pensado en eso?
—¿Ves? Por eso te amo. Eres hermosa e inteligente.
—Obvio. —Sonrió Naya.
Bobbie encontró el sitio web de Piper’s Hall y luego hizo clic en el enlace a las páginas de ex alumnos. Estaba dividido e n secciones, década tras década. —Debe haber miles y miles de chicas de aquí.
Naya se mordió el labio. —¿Había algo en tu sueño? ¿Cómo señales de bengala y esas cosas?
—No. —Bobbie se quitó las gafas y frotó los ojos—. En una estimación diría treinta o cuarenta años.
—Vale la pena revisar. —Bobbie hizo así, también comprobando desde los años 1920’s hasta 1950’s como medida de precaución, pero no había constancia de una Mary Worthington entre las listas de los antiguos alumnos.
—Eso es raro. En el sueño, yo… me refiero a ella… era sin duda un estudiante. Usaba uniforme.
—En la historia, ella se suicidó —dijo Naya. Bobbie alteró la búsqueda a PIPER’S HALL SUICIDIO. Esta vez hubo un resultado positivo, pero se trataba de una niña de Piper’s que se había matado en los años noventa, mientras estaba en casa. Bobbie hizo caso omiso de
ella y Naya se encogió de hombros, por la pérdida. Otra idea se le ocurrió a Bobbie.
—¿Te acuerdas? La noche del sábado, Sadie dijo que algo había sucedido mientras que su hermana venía aquí.
—Sí.
—¿Sabes su nombre?
Naya negó con la cabeza. —No… la hermana del medio venía aquí al mismo tiempo que nosotras, pero la mayor se había ido por el momento en que llegamos. Sólo tienes que buscar Walsh… no pudo haber sido hace mucho tiempo.
Bobbie miró a través de las dos últimas décadas. Efectivamente había una Claudia Walsh que se había graduado cuatro años antes y ahora estaba en Oxford, y luego hubo una Tabitha Walsh que se había ido trece años antes. Eso era un poco más viejo que Sadie; Bobbie se preguntó si quizás eran hermanastras. Bobbie hizo subir la lista de ex alumnos para el año de graduación de Tabitha. Recorrió los nombres hasta que algo le llamó la atención. —Oh, eso es raro. Mira.
—¿Qué estoy mirando?'
Bobbie señaló a los dos nombres al final de la lista.
Abigail Hanson y Taylor Keane… siempre en nuestros pensamientos.
—Bueno, ¿Qué se supone que significa eso?
—Vamos a ver. —Ahora en completo modo de detective, Bobbie buscó ABIGAIL HANSON PIPER’S HALL y pulsó enter—. Lotería.
Esta vez habían encontrado oro.
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Cada historia venía con una imagen adjunta de las dos niñas. Abigail fue una morena devastadoramente linda con pómulos para morirse mientras que Taylor parecía una animadora o algo así, toda la piel bronceada y despeinado cabello rubio. —¿Cómo no hemos oído hablar de esto? —preguntó Bobbie en voz alta.
—Si no había cuerpos, supongo que no había caso.
Bobbie abrió uno de los informes de prensa. Había sido noticia nacional, pero en ese momento tenía alrededor de cuatro años y vivía en su limitado mundo infantil. Las dos chicas habían desaparecido de sus hogares: Abigail en Londres y Taylor en la frontera con Gales. Eso no tenía sentido. Aparentemente no había tenido mucho sentido a la policía tampoco. Dos niñas que desaparecen en la misma fecha, a kilómetros de distancia. De lo que Bobbie podía decir, la única pista era
que las dos chicas habían huido juntas, aunque ninguna se llevó ninguna pertenencia.
Se habían desvanecido. Al igual que Sadie. Una áspera sensación helada enfrió a Bobbie de adentro hacia fuera, partiendo de su columna vertebral expandiéndose a través de los huesos. —Literalmente apostaría cualquier cosa en el mundo a que cinco días antes de que se desvanecieran estuvieron delante de algún espejo... —Ella no necesitaba terminar.
—Intenta buscar más chicas desaparecidas —sugirió Naya. Bobbie lo hizo y sólo había un resultado relacionado —otra chica de Piper’s unos ocho años antes de que Abigail y Taylor. La misma historia… otra chica que parecía haber desaparecido de la faz de la tierra. Naya infló sus mejillas—. Apuesto a que hay más… desde antes de que todo estuviera en línea. ¿Por qué no todos sabemos sobre esto? Mi mamá me habría enviado a una escuela diferente...
—¿Quién lo creería? —Los ojos de Bobbie estaban completamente abiertos—. Bloody Mary es una historia de fantasmas. Cientos de niños deben hacerlo todos los días... sólo los que lo hacen aquí se desvanecen en una nube de humo. ¿Y sabes qué es lo realmente gracioso? ¡No podemos decir que no nos advirtieron! Sadie nos dijo exactamente lo que iba a suceder.
—Bobbie, ¿vamos a desaparecer, no? Algo va a venir por nosotros.
Bobbie quería decir Sí, parece bastante probable, pero no pudo… no podía decírselo a Naya y no podía admitirlo en voz alta. Se sentía como renunciar. —No. Todavía tenemos tres días y medio. Podemos... detenerla de alguna manera.
—¿Cómo?
—Yo... no lo sé. Ya se me ocurrirá algo. Estoy segura de que se nos ha dado cinco días por una razón. En mi sueño... yo... ella no se sentía maligna. Principalmente se sentía triste.
—Tal vez si habláramos con la hermana de Sadie o algo...
La búsqueda final de la primera página de Google llamó la atención de Bobbie. —Puede que no tengamos que hacerlo. Mira.
Piper’s Hall Embrujado. La VERDAD sobre Abi y Taylor.
Bobbie hizo clic en el enlace. Era una revista en línea bastante básica. En la búsqueda de una obsesión decidida, ni la creatividad o segundos pensamientos se habían puesto a disposición del diseño del blog. Cada entrada era acerca de Bloody Mary. La más reciente, en la parte superior de la página, era poco más que un torrente de conocimiento.
Cuanto más lo digo menos gente me cree. No sé por qué me molesto o cuántas veces puedo decirlo... Lo que no entienden es que ella está en mi cabeza. Ella me está mirando, también.
La autora del blog era una Bridget Horne, de acuerdo con el banner en la parte superior de la página. Incluso la entrada más reciente era de hace casi diez años. Bobbie deslizó la página hacia abajo. Entre más viejas las publicaciones, más cohesionadas y coherentes parecían. Naya la detuvo. —Mira ese.
Le dije a la policía todo lo que sabía. Les hablé del desaf ío. Les hablé de B.M. Estoy segura de que pueden adivinar cuál f ue su reacción. No sé qué más puedo hacer, salvo advertir a la gente. Nunca, nunca digan su nombre.
—Un poco tarde para eso, ¿no? —Bobbie retiró su cabello de la cara—. ¡Espera! Si esta Bridget era una chica de Piper’s... —Bobbie cambió de pestaña a la página de ex alumnos. Efectivamente había un Bridget Horne en la lista. Un clic aparecieron sus datos de contacto—.
¡Ta-da!
—¿Crees que los contactos se mantienen al día?
—Deberían… ellos envían un boletín y los invitan al almuerzo anual y esas cosas. Sabes el lema...
—Una hermandad que dura toda la vida. —Naya hizo una muy
buena imitación de la Dra. Price.
—Vale la pena intentar.
Fueron a almorzar como siempre, conscientes de que habían perdido toda la sesión de la mañana. Bobbie no fue capaz de pasar la más mínima cantidad de alimento. El único bocado de pasta boloñesa empapada que intentó se volvió cartón en su lengua, requiriendo un trago de agua para forzarlo a bajar. Era como un perro con un trapo. Su pie golpeaba impacientemente debajo de la larga mesa de comedor, esperando que sonara la campana para la sesión de la tarde para que pudiera continuar con su misión.
Esta tarde tenía un período libre adecuado, pero Naya una vez más tenía que faltar clase. Se volvía un poco arriesgado.
Había tantas reglas en Piper’s Hall, y las había obedecido sin discusión por tanto tiempo que Bobbie a menudo olvidaba lo ridículas que eran. Ahora mismo, el hecho de que sólo se permitía utilizar los teléfonos móviles de siete a diez de la noche, y sólo entonces, en sus dormitorios, parecía completamente loco. Pero esta era la institución que tenía caminos especiales y corredores para estudiantes de último año y una prohibición general de calcetines negros. Otra regla era que las chicas no tenían permitido ir a los dormitorios entre clases o
durante las sesiones de estudio, el pensamiento (correcto) era que usarían sus tiempos libres para dormir.
Cuando la campana sonó y todos los demás se dirigieron al cuarto período, Bobbie y Naya tuvieron que ir a la casa de campo para usar el teléfono. —¿Crees que alguien nos vio? —preguntó Naya.
—No lo creo. Pero tal vez deberías ir a Teatro sólo para estar seguras.
—¿Estás loca? No me voy a perder esto para escuchar a la señorita Flemming estallar sobre el maldito Sistema Stanislavski3.
Bobbie se rio entre dientes y comprobó que no hubiera moros en la costa. Sólo Dios sabía dónde estaba la señora Craddock… ella estaba fuera de servicio hasta las cinco. En algún lugar del pasillo una aspiradora ronroneó mientras los limpiadores pasaban por las habitaciones. La actividad que rodeaba la habitación de Sadie en la casa Christie parecía haber disminuido, aunque los coches de la policía en la entrada sugerían que los oficiales aún no habían salido. Con un poco de suerte, su presencia mantendría a los profesores fuera de su camino.
Tomando el trozo arrugado de papel de su bolsillo de la chaqueta, Bobbie comenzó a marcar el último número de la lista de Bridget Horne.
—¿Quieres que yo lo haga?
—No, está bien. —Bobbie escuchó el timbre del teléfono. —Tal vez están todos fuera… es la mitad del día.
—O tal vez el número está mal…
Al sexto timbre, alguien contestó. —¿Hola?
—Oh, hola. ¿Bridget?
—No. ¿Quién es usted?
Bobbie tenía un nombre listo de la lista de ex alumnos. —Soy Clarissa True. Estaba en el año de Bridget en la escuela.
La voz en el otro extremo era tentativa, nerviosa. —Oh. Bueno, querida, soy su madre.
—¿Se encuentra Bridget? —Bobbie sabía que luego de más de diez años de graduarse de Piper’s, era muy poco probable que Bridget todavía viviera en casa, pero esperaba que pudieran llegar a su nuevo número.
—¿Dijiste que tu nombre era Clarissa?
Se sentía como su hubiera burbujas en su corazón. —Sí.
3 Siste ma de Stanislavski sirve para de te rminar cómo una pe rsona pue de controlar e l re ndimie nto e n los aspe ctos más intangible s e incontrolable s de l comportamie nto humano, tale s como las e mocione s y la inspiración artística.
—¿Nos conocimos alguna vez, querida?
—Creo que sí. —Bobbie andaba a tientas—. En ese espectáculo...
—¿Y conocieron bien a Bridget?
No le gustaba el tiempo pasado ni un poco. —Éramos cercanas en la escuela, pero ya sabes, sólo perdimos contacto... después de lo que pasó. —Parecía una apuesta segura que una inexplicable doble desaparición se había interpuesto en el grupo.
Hubo una pausa en el otro extremo de la línea. —Veo. Bueno, muchas gracias por ponerte en contacto. Voy a asegurarme de decirle a Bridget que llamaste.
Bobbie escarbó para mantenerla en el teléfono. —¿No hay una manera de que pudiera hablar con ella?
—¿En el hospital?
—Sí. —Las habilidades para engañar de Bobbie estaban siendo probadas al máximo—. ¿No tienen como un momento en que podría llamar?
Hubo otra pausa: un apenas audible, triste suspiro. Aunque su tono estaba tan lleno de alegría forzada como pintura amarilla, la madre de Bridget sonaba cansada. —Eso es dulce de tu parte, pero Bridget realmente no dice mucho más. Y menos aún en el teléfono.
Bobbie miró a Naya, quien se encogió de hombros. —Ehh... ¿Cuál era el nombre del hospital de nuevo? Voy a enviar una carta.
—¡Oh, eso sería lindo…! Creo que ella realmente lo apreciaría. No ha habido demasiadas cartas o llamadas telefónicas desde que entró en la atención a tiempo completo. Es la Unidad de Atención Psiquiátrica del hospital Royal Seahaven.
Bobbie se encargó de mantener la victoria fuera de su voz. — Gracias, señora Horne, voy a enviar una tarjeta el día de hoy.
—Gracias, Clarissa. Cuídate.
Ella terminó la llamada telefónica y miró a Naya. —Esto se pone cada vez más y más enredado. Bridget está en una institución mental en Seahaven.
—De ninguna manera. Eso es un poco más allá Oxsley. Bobbie asintió. —Lo sé. Creo que tenemos que hacer…
Se detuvo en seco. Una silueta se alzaba alta en el panel de la puerta de cristal esmerilado. La puerta se abrió, la esbelta figura de la Dra. Price de alguna manera llenando el espacio. El corazón de Bobbie se desplomó en su pecho y le disparó a la garganta al mismo tiempo.
Los ojos de la directora se estrecharon, lanzando dagas hacia ellas. —¿Y ustedes dos qué creen que están haciendo?
Cinco días
Bobbie irrumpió en el salón E7, la puerta pegó ruidosamente contra el respaldo de una silla que había quedado demasiado cerca. —
¿Puedo ayudarla? —preguntó el Sr. Carlos con su puchero característico y un arco de sus cejas demasiado depiladas.
Bobbie empujó sus gafas de regreso a su nariz. —Sí. Lo siento... pero la Dra. Price necesita ver a Naya inmediatamente.
Naya la vio a los ojos y supo de inmediato que era una mentira. El Sr. Carlos la despidió con un gesto de su brazo. —De acuerdo. Será mejor que vayas a ver lo que quiere.
—Sí, señor. —Naya acomodó la silla y se echó la bolsa al hombro. Bobbie se dirigió de nuevo al pasillo —uno de los más estériles con olor a plástico por la nueva dependencia. El ala Millar había abierto durante su primer año en Piper's —todo era de ladrillo expuesto y posters de inspiración: ERES EXCEPCIONAL.
—¿Qué está pasando? Parece que como si hubieras sobrevivido a algo —dijo Naya con un movimiento de su cabello ébano.
—Naya, sé lo que le pasó a Sadie.
—O, P y D. ¡Sabía que ocultabas algo!
Bobbie la arrastró fuera del aula, y de cualquier fisgón, hacia el hueco de la escalera. —Creo... Creo que fue Bloody Mary.
Naya esperaba el final del chiste. —¿Que dijiste? ¿Sobre esto es lo que balbuceabas anoche?
Bobbie suspiró, frustrada. —Lo digo en serio. Hace cinco días Sadie dijo “Bloody Mary” cinco veces en el espejo de su dormitorio y ahora se ha ido. Después de que lo hicimos, vi un mensaje en el espejo que decía “cinco días”. Ojalá estuviera bromeando. No lo hago. —La
cara de Naya cambió antes de que la sacudiera. La chica más alta se rio por lo bajo—. ¿Qué? —solicitó Bobbie.
—De ninguna manera. Simplemente... no. Esta debe ser la parte final de la pequeña broma de Sadie. Chica, cuando la vea, voy a...
Bobbie supo de inmediato que había algo más. Naya era muchas cosas, pero una mentirosa eficaz no era una de ellas. —Naya, ¿qué es?
—No es nada.
—Naya...
Naya buscó en su bolso de mano de algodón. Sacó su planificador de clases. —Mira. Algún imbécil hizo un dibujo en él.
Bobbie tomó el diario y se dirigió a la semana en curso. En pequeñas letras de tinta ásperas estaban las palabras cinco días. Estaba escrito en el cuadro para el domingo —el mismo día que había recibido el mensaje en el espejo. Bobbie inhaló como si le faltara el aliento. —Oh Dios.
—Oh, vamos, todo esto podría ser parte de un plan de Sadie...
—¡No! —espetó Bobbie, más fuerte de lo que pretendía. Tenía las mejillas sonrojadas—. ¿Sadie también puede jugar con mis ojos? ¿Y mis sueños? Estoy viendo cosas, Naya.
Naya puso los ojos en blanco antes de tomar el asimiento de la corbata de Bobbie y llevarla por el pasillo del primer piso como un perro. Cuando llegaron a la máquina expendedora, Naya colocó algunas monedas en la ranura antes que una lata cayera en el dispensador. Le pasó a Bobbie una Coca-Cola. —Aquí. Ten esto. Tus ojos están haciendo una cosa extraña como si se hincharan y me está espantando.
Bobbie aceptó la Coca-Cola y tomó un sorbo. No se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba el azúcar. Había algunas sillas acolchadas fuera de la oficina de carreras y Bobbie cayó sobre una, sintiendo las piernas sin fuerza. —Gracias.
Naya se sentó junto a ella. —Vamos a reorganizarnos. ¿Realmente piensas que un fantasma mató a Sadie? Bob…
—No lo sé. Puede ser. La gente no sólo se desvanece. Oh Dios, pobre Sadie... debe haber estado tan asustada.
—Bobs...
—Lo sé. Suena como cincuenta sombras de locura. ¿Pero conoces ese algo en las películas donde sólo quieres que todo el mundo se apresure y acepten que lo aparentemente imposible es una posibilidad? Bueno... es así.
Naya dirigió una risa irónica. —He oído eso. Pero... está un poco distante. Ni siquiera creo en fantasmas.
—Yo tampoco hasta que vi uno. —Bobbie bebió de la Coca-Cola—. Es demasiado. El día después de que dijimos que su nombre ambas
recibimos mensajes. Todos tuvimos hemorragias nasales. Vi a una chica en la planta baja... Mary. Soñé con ella... en el sueño yo era ella. Hablar de fantasmas es bastante estúpido, pero también lo es negar lo que está justo frente a ti.
Naya respiró profundo teatralmente. —Bueno. Supongamos por un segundo que creo en todo esto. ¿Qué quieres hacer al respecto?
—No lo sé. Sólo tenemos hasta el jueves...
—¿Hasta qué?
—No lo sé. —Un bulto puntiagudo se alojó en su garganta—.
Hasta qué lo que sea que le pasó a Sadie nos suceda a nosotros.
La verdad finalmente pareció golpear a Naya. Sus mejillas perdieron su brillo, desvaneciéndose del color del café hasta el color de té muy lechoso. —Oh Dios.
Era el turno de Bobbie ser el apoyo ahora. Ella agarró el brazo de Naya. —No, está bien. Eso significa que todavía tenemos casi cuatro días para detenerla. Espero. Ayer por la noche, si hubiera querido hacerme daño, podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Por alguna razón, nos ha dado cinco días.
—Para decir adiós.
—Ese es el espíritu —reprendió Bobbie—. Creo que quiere algo. Mira, tal vez, si podemos descubrir quién era... es... lo que le pasó. Tiene que haber una manera de detenerla.
—¿Qué? ¿Crees que podemos convencerla de que no rasgue
nuestra piel para quitárnosla o lo que sea?
Bobbie hizo una mueca. —Podría ser un fantasma amistoso... como Casper.
—Cariño, dile eso a Sadie y a cualquiera tan tonto como para hacer lo que hicimos.
Bobbie apretó la Coca-Cola demasiado duro y una fuente se esparció sobre sus medias y la silla entre sus piernas. —Naya, eres una genio.
—¿Lo soy?
—Sí. Esto ha ocurrido antes.
Con la escuela en caos total —chaquetas de policía fluorescentes brillaban dentro y fuera de las aulas y de las casas como avispas— nadie se dio cuenta, o no les importaba que Bobbie y Naya no hubieran regresado a sus clases. Chicas estaban siendo sacadas de lecciones a un ritmo constante para ser interrogadas sobre Sadie, así que tomaron el máximo provecho de la locura.
Se fueron a las salas de lectura de la biblioteca, a sabiendas de que dos Avanzadas no se verían demasiado fuera de lugar —según sabía el bibliotecario, estaban en períodos libres. Bobbie verificó que
nadie estuviera mirando antes de iniciar sesión en el sistema y acceder a internet. —¿Qué estás buscando? —preguntó Naya. Bobbie no le hizo caso y escribió MARY WORTHINGTON PIPER’S HALL. Las primeras búsquedas eran acerca del “instituto más antiguo de Ohio” que al parecer había sido propiedad de una Mary Worthington. Los siguientes diez más o menos hacían referencia a un personaje en la serie de televisión Supernatural. La leyenda de esta chica estaba en todo el mundo. La mayoría de los éxitos de Google eran páginas de Facebook de hoy en día, de Mary Worthington de la vida real—. ¿Algo? —solicitó Naya.
—Nada útil. Oh, espera... mira esto. —Bobbie hizo clic en un enlace. Era uno de esos horribles sitios web de “pregunta cualquier cosa” donde la gente publica preguntas antes de que ingresen los miembros y contesten. Bobbie leyó la entrada original en voz alta—. Vimos el episodio Bloody Mary de Supernatural. ¿Es esto como una cosa real? ¡Bueno, da miedo Jajaja! Hay un montón de respuestas y entonces alguien dijo esto: “He oído de un amigo en el Reino Unido que realmente sucedió en algún internado lujoso.”
—Mierda santa. —Naya llevó su silla más cerca—. Esos somos nosotros.
—Sí.
Naya se inclinó. —¿Qué pasa con la página de ex alumnos en la página web de la escuela? Si ella era una estudiante de aquí...
Bobbie podría haberla besado, ¿por qué no había pensado en eso?
—¿Ves? Por eso te amo. Eres hermosa e inteligente.
—Obvio. —Sonrió Naya.
Bobbie encontró el sitio web de Piper’s Hall y luego hizo clic en el enlace a las páginas de ex alumnos. Estaba dividido e n secciones, década tras década. —Debe haber miles y miles de chicas de aquí.
Naya se mordió el labio. —¿Había algo en tu sueño? ¿Cómo señales de bengala y esas cosas?
—No. —Bobbie se quitó las gafas y frotó los ojos—. En una estimación diría treinta o cuarenta años.
—Vale la pena revisar. —Bobbie hizo así, también comprobando desde los años 1920’s hasta 1950’s como medida de precaución, pero no había constancia de una Mary Worthington entre las listas de los antiguos alumnos.
—Eso es raro. En el sueño, yo… me refiero a ella… era sin duda un estudiante. Usaba uniforme.
—En la historia, ella se suicidó —dijo Naya. Bobbie alteró la búsqueda a PIPER’S HALL SUICIDIO. Esta vez hubo un resultado positivo, pero se trataba de una niña de Piper’s que se había matado en los años noventa, mientras estaba en casa. Bobbie hizo caso omiso de
ella y Naya se encogió de hombros, por la pérdida. Otra idea se le ocurrió a Bobbie.
—¿Te acuerdas? La noche del sábado, Sadie dijo que algo había sucedido mientras que su hermana venía aquí.
—Sí.
—¿Sabes su nombre?
Naya negó con la cabeza. —No… la hermana del medio venía aquí al mismo tiempo que nosotras, pero la mayor se había ido por el momento en que llegamos. Sólo tienes que buscar Walsh… no pudo haber sido hace mucho tiempo.
Bobbie miró a través de las dos últimas décadas. Efectivamente había una Claudia Walsh que se había graduado cuatro años antes y ahora estaba en Oxford, y luego hubo una Tabitha Walsh que se había ido trece años antes. Eso era un poco más viejo que Sadie; Bobbie se preguntó si quizás eran hermanastras. Bobbie hizo subir la lista de ex alumnos para el año de graduación de Tabitha. Recorrió los nombres hasta que algo le llamó la atención. —Oh, eso es raro. Mira.
—¿Qué estoy mirando?'
Bobbie señaló a los dos nombres al final de la lista.
Abigail Hanson y Taylor Keane… siempre en nuestros pensamientos.
—Bueno, ¿Qué se supone que significa eso?
—Vamos a ver. —Ahora en completo modo de detective, Bobbie buscó ABIGAIL HANSON PIPER’S HALL y pulsó enter—. Lotería.
Esta vez habían encontrado oro.
Policía intensif ica búsqueda por colegialas desaparecidas… Petición de los padres del par desaparecido...
No hay evidencia de asesinato en doble desaparición ...
Cada historia venía con una imagen adjunta de las dos niñas. Abigail fue una morena devastadoramente linda con pómulos para morirse mientras que Taylor parecía una animadora o algo así, toda la piel bronceada y despeinado cabello rubio. —¿Cómo no hemos oído hablar de esto? —preguntó Bobbie en voz alta.
—Si no había cuerpos, supongo que no había caso.
Bobbie abrió uno de los informes de prensa. Había sido noticia nacional, pero en ese momento tenía alrededor de cuatro años y vivía en su limitado mundo infantil. Las dos chicas habían desaparecido de sus hogares: Abigail en Londres y Taylor en la frontera con Gales. Eso no tenía sentido. Aparentemente no había tenido mucho sentido a la policía tampoco. Dos niñas que desaparecen en la misma fecha, a kilómetros de distancia. De lo que Bobbie podía decir, la única pista era
que las dos chicas habían huido juntas, aunque ninguna se llevó ninguna pertenencia.
Se habían desvanecido. Al igual que Sadie. Una áspera sensación helada enfrió a Bobbie de adentro hacia fuera, partiendo de su columna vertebral expandiéndose a través de los huesos. —Literalmente apostaría cualquier cosa en el mundo a que cinco días antes de que se desvanecieran estuvieron delante de algún espejo... —Ella no necesitaba terminar.
—Intenta buscar más chicas desaparecidas —sugirió Naya. Bobbie lo hizo y sólo había un resultado relacionado —otra chica de Piper’s unos ocho años antes de que Abigail y Taylor. La misma historia… otra chica que parecía haber desaparecido de la faz de la tierra. Naya infló sus mejillas—. Apuesto a que hay más… desde antes de que todo estuviera en línea. ¿Por qué no todos sabemos sobre esto? Mi mamá me habría enviado a una escuela diferente...
—¿Quién lo creería? —Los ojos de Bobbie estaban completamente abiertos—. Bloody Mary es una historia de fantasmas. Cientos de niños deben hacerlo todos los días... sólo los que lo hacen aquí se desvanecen en una nube de humo. ¿Y sabes qué es lo realmente gracioso? ¡No podemos decir que no nos advirtieron! Sadie nos dijo exactamente lo que iba a suceder.
—Bobbie, ¿vamos a desaparecer, no? Algo va a venir por nosotros.
Bobbie quería decir Sí, parece bastante probable, pero no pudo… no podía decírselo a Naya y no podía admitirlo en voz alta. Se sentía como renunciar. —No. Todavía tenemos tres días y medio. Podemos... detenerla de alguna manera.
—¿Cómo?
—Yo... no lo sé. Ya se me ocurrirá algo. Estoy segura de que se nos ha dado cinco días por una razón. En mi sueño... yo... ella no se sentía maligna. Principalmente se sentía triste.
—Tal vez si habláramos con la hermana de Sadie o algo...
La búsqueda final de la primera página de Google llamó la atención de Bobbie. —Puede que no tengamos que hacerlo. Mira.
Piper’s Hall Embrujado. La VERDAD sobre Abi y Taylor.
Bobbie hizo clic en el enlace. Era una revista en línea bastante básica. En la búsqueda de una obsesión decidida, ni la creatividad o segundos pensamientos se habían puesto a disposición del diseño del blog. Cada entrada era acerca de Bloody Mary. La más reciente, en la parte superior de la página, era poco más que un torrente de conocimiento.
Cuanto más lo digo menos gente me cree. No sé por qué me molesto o cuántas veces puedo decirlo... Lo que no entienden es que ella está en mi cabeza. Ella me está mirando, también.
La autora del blog era una Bridget Horne, de acuerdo con el banner en la parte superior de la página. Incluso la entrada más reciente era de hace casi diez años. Bobbie deslizó la página hacia abajo. Entre más viejas las publicaciones, más cohesionadas y coherentes parecían. Naya la detuvo. —Mira ese.
Le dije a la policía todo lo que sabía. Les hablé del desaf ío. Les hablé de B.M. Estoy segura de que pueden adivinar cuál f ue su reacción. No sé qué más puedo hacer, salvo advertir a la gente. Nunca, nunca digan su nombre.
—Un poco tarde para eso, ¿no? —Bobbie retiró su cabello de la cara—. ¡Espera! Si esta Bridget era una chica de Piper’s... —Bobbie cambió de pestaña a la página de ex alumnos. Efectivamente había un Bridget Horne en la lista. Un clic aparecieron sus datos de contacto—.
¡Ta-da!
—¿Crees que los contactos se mantienen al día?
—Deberían… ellos envían un boletín y los invitan al almuerzo anual y esas cosas. Sabes el lema...
—Una hermandad que dura toda la vida. —Naya hizo una muy
buena imitación de la Dra. Price.
—Vale la pena intentar.
Fueron a almorzar como siempre, conscientes de que habían perdido toda la sesión de la mañana. Bobbie no fue capaz de pasar la más mínima cantidad de alimento. El único bocado de pasta boloñesa empapada que intentó se volvió cartón en su lengua, requiriendo un trago de agua para forzarlo a bajar. Era como un perro con un trapo. Su pie golpeaba impacientemente debajo de la larga mesa de comedor, esperando que sonara la campana para la sesión de la tarde para que pudiera continuar con su misión.
Esta tarde tenía un período libre adecuado, pero Naya una vez más tenía que faltar clase. Se volvía un poco arriesgado.
Había tantas reglas en Piper’s Hall, y las había obedecido sin discusión por tanto tiempo que Bobbie a menudo olvidaba lo ridículas que eran. Ahora mismo, el hecho de que sólo se permitía utilizar los teléfonos móviles de siete a diez de la noche, y sólo entonces, en sus dormitorios, parecía completamente loco. Pero esta era la institución que tenía caminos especiales y corredores para estudiantes de último año y una prohibición general de calcetines negros. Otra regla era que las chicas no tenían permitido ir a los dormitorios entre clases o
durante las sesiones de estudio, el pensamiento (correcto) era que usarían sus tiempos libres para dormir.
Cuando la campana sonó y todos los demás se dirigieron al cuarto período, Bobbie y Naya tuvieron que ir a la casa de campo para usar el teléfono. —¿Crees que alguien nos vio? —preguntó Naya.
—No lo creo. Pero tal vez deberías ir a Teatro sólo para estar seguras.
—¿Estás loca? No me voy a perder esto para escuchar a la señorita Flemming estallar sobre el maldito Sistema Stanislavski3.
Bobbie se rio entre dientes y comprobó que no hubiera moros en la costa. Sólo Dios sabía dónde estaba la señora Craddock… ella estaba fuera de servicio hasta las cinco. En algún lugar del pasillo una aspiradora ronroneó mientras los limpiadores pasaban por las habitaciones. La actividad que rodeaba la habitación de Sadie en la casa Christie parecía haber disminuido, aunque los coches de la policía en la entrada sugerían que los oficiales aún no habían salido. Con un poco de suerte, su presencia mantendría a los profesores fuera de su camino.
Tomando el trozo arrugado de papel de su bolsillo de la chaqueta, Bobbie comenzó a marcar el último número de la lista de Bridget Horne.
—¿Quieres que yo lo haga?
—No, está bien. —Bobbie escuchó el timbre del teléfono. —Tal vez están todos fuera… es la mitad del día.
—O tal vez el número está mal…
Al sexto timbre, alguien contestó. —¿Hola?
—Oh, hola. ¿Bridget?
—No. ¿Quién es usted?
Bobbie tenía un nombre listo de la lista de ex alumnos. —Soy Clarissa True. Estaba en el año de Bridget en la escuela.
La voz en el otro extremo era tentativa, nerviosa. —Oh. Bueno, querida, soy su madre.
—¿Se encuentra Bridget? —Bobbie sabía que luego de más de diez años de graduarse de Piper’s, era muy poco probable que Bridget todavía viviera en casa, pero esperaba que pudieran llegar a su nuevo número.
—¿Dijiste que tu nombre era Clarissa?
Se sentía como su hubiera burbujas en su corazón. —Sí.
3 Siste ma de Stanislavski sirve para de te rminar cómo una pe rsona pue de controlar e l re ndimie nto e n los aspe ctos más intangible s e incontrolable s de l comportamie nto humano, tale s como las e mocione s y la inspiración artística.
—¿Nos conocimos alguna vez, querida?
—Creo que sí. —Bobbie andaba a tientas—. En ese espectáculo...
—¿Y conocieron bien a Bridget?
No le gustaba el tiempo pasado ni un poco. —Éramos cercanas en la escuela, pero ya sabes, sólo perdimos contacto... después de lo que pasó. —Parecía una apuesta segura que una inexplicable doble desaparición se había interpuesto en el grupo.
Hubo una pausa en el otro extremo de la línea. —Veo. Bueno, muchas gracias por ponerte en contacto. Voy a asegurarme de decirle a Bridget que llamaste.
Bobbie escarbó para mantenerla en el teléfono. —¿No hay una manera de que pudiera hablar con ella?
—¿En el hospital?
—Sí. —Las habilidades para engañar de Bobbie estaban siendo probadas al máximo—. ¿No tienen como un momento en que podría llamar?
Hubo otra pausa: un apenas audible, triste suspiro. Aunque su tono estaba tan lleno de alegría forzada como pintura amarilla, la madre de Bridget sonaba cansada. —Eso es dulce de tu parte, pero Bridget realmente no dice mucho más. Y menos aún en el teléfono.
Bobbie miró a Naya, quien se encogió de hombros. —Ehh... ¿Cuál era el nombre del hospital de nuevo? Voy a enviar una carta.
—¡Oh, eso sería lindo…! Creo que ella realmente lo apreciaría. No ha habido demasiadas cartas o llamadas telefónicas desde que entró en la atención a tiempo completo. Es la Unidad de Atención Psiquiátrica del hospital Royal Seahaven.
Bobbie se encargó de mantener la victoria fuera de su voz. — Gracias, señora Horne, voy a enviar una tarjeta el día de hoy.
—Gracias, Clarissa. Cuídate.
Ella terminó la llamada telefónica y miró a Naya. —Esto se pone cada vez más y más enredado. Bridget está en una institución mental en Seahaven.
—De ninguna manera. Eso es un poco más allá Oxsley. Bobbie asintió. —Lo sé. Creo que tenemos que hacer…
Se detuvo en seco. Una silueta se alzaba alta en el panel de la puerta de cristal esmerilado. La puerta se abrió, la esbelta figura de la Dra. Price de alguna manera llenando el espacio. El corazón de Bobbie se desplomó en su pecho y le disparó a la garganta al mismo tiempo.
Los ojos de la directora se estrecharon, lanzando dagas hacia ellas. —¿Y ustedes dos qué creen que están haciendo?
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Capítulos 5 y 6
lo del sangrado en la nariz no creó que sea una coincidencia debe ser por invocar a Mary que tal vez quiere que Bobbie descubra que fue lo que paso, por que la llevo a la oficina de la directora y por lo que soñó no la trataban tan bien que digamos.
lo del sangrado en la nariz no creó que sea una coincidencia debe ser por invocar a Mary que tal vez quiere que Bobbie descubra que fue lo que paso, por que la llevo a la oficina de la directora y por lo que soñó no la trataban tan bien que digamos.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Capítulo 7 y 8
dónde estará Sadie habrá ido por ella Mary???, por lo menos su desaparición sirvió para que a Bobbie se le prendiera el foco y se moviera rápido antes de que les pase lo mismo a ella y a Naya, tienen que hablar con Bridget para que les cuente lo que sabe.
dónde estará Sadie habrá ido por ella Mary???, por lo menos su desaparición sirvió para que a Bobbie se le prendiera el foco y se moviera rápido antes de que les pase lo mismo a ella y a Naya, tienen que hablar con Bridget para que les cuente lo que sabe.
yiniva- Mensajes : 4916
Fecha de inscripción : 26/04/2017
Edad : 33
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Capítulos 7 y 8
Bueno, tenemos a la primera desaparecida, pobre Sadie, nadie la escuchó y ahora es demasiado tarde. Ya sabemos quién se la llevó. Es increíble que con tantas historias al respecto nadie lo crea y Bridget al menos no desapareció en hizo lo posible por advertir a los demás, pero su destino no fue el mejor de todos. Tocará hacer una visita al psiquiátrico.
¡Atrapadas!
Bueno, tenemos a la primera desaparecida, pobre Sadie, nadie la escuchó y ahora es demasiado tarde. Ya sabemos quién se la llevó. Es increíble que con tantas historias al respecto nadie lo crea y Bridget al menos no desapareció en hizo lo posible por advertir a los demás, pero su destino no fue el mejor de todos. Tocará hacer una visita al psiquiátrico.
¡Atrapadas!
Invitado- Invitado
Re: Lectura #2 Octubre 2017
tienes razon la desaparición ayudo a que Bobbie mire que no le pase lo mismojaneth escribió:Capítulo 7 y 8
dónde estará Sadie habrá ido por ella Mary???, por lo menos su desaparición sirvió para que a Bobbie se le prendiera el foco y se moviera rápido antes de que les pase lo mismo a ella y a Naya, tienen que hablar con Bridget para que les cuente lo que sabe.
Invitado,Te interesan más lecturas como esta buscanos en ACUALAND
Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
psiquiátrico no un convento o un exorcista como ya dijisteAna09 escribió:Capítulos 7 y 8
Bueno, tenemos a la primera desaparecida, pobre Sadie, nadie la escuchó y ahora es demasiado tarde. Ya sabemos quién se la llevó. Es increíble que con tantas historias al respecto nadie lo crea y Bridget al menos no desapareció en hizo lo posible por advertir a los demás, pero su destino no fue el mejor de todos. Tocará hacer una visita al psiquiátrico.
¡Atrapadas!
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Uh, si desaparecio la rubia, primero, por lo menos se dieron cuenta rapido antes de que otra desaparezca, espero que no sea como libro de Susan Hill.
Veritoj.vacio- Mensajes : 2400
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Edad : 52
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Caps 6 y 6(? (no se como rayos esta enumerado el libro xD)
Ese sueño de Bobbie... no es para nada coincidencia
Para mi que Mary aparte de querer asustarla o que se yo quiere que experimente lo que le pase para ayudarla o algo asi
Y Sadie sigue enferma... eso es por jugar con su nombre en vano supongo xD
Ese sueño de Bobbie... no es para nada coincidencia
Para mi que Mary aparte de querer asustarla o que se yo quiere que experimente lo que le pase para ayudarla o algo asi
Y Sadie sigue enferma... eso es por jugar con su nombre en vano supongo xD
Emotica G. W- Mensajes : 2737
Fecha de inscripción : 15/11/2016
Edad : 27
Localización : Mi casa :D
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Caps 7 y 8
Esto cada vez se pone mas interesante...
Eso de la desaparicion de Sadie y justo 5 dias despues...
Hasta ahora solo hemos visto a Bobbie y Naya faltaria ver si a Caine tambien le ha pasado lo mismo
Y esa Bridget... hospital psiquiatrico... lejos de Osxley...
Ya quiero saber mas...!
Esto cada vez se pone mas interesante...
Eso de la desaparicion de Sadie y justo 5 dias despues...
Hasta ahora solo hemos visto a Bobbie y Naya faltaria ver si a Caine tambien le ha pasado lo mismo
Y esa Bridget... hospital psiquiatrico... lejos de Osxley...
Ya quiero saber mas...!
Emotica G. W- Mensajes : 2737
Fecha de inscripción : 15/11/2016
Edad : 27
Localización : Mi casa :D
Re: Lectura #2 Octubre 2017
9
Rompiéndose
—¿Y bueno? —El tono frío de la Dra. Price se vio traicionado por la ira en sus ojos.
Bobbie trató de hablar, pero su corazón seguía bloqueando su tráquea y sólo un gemido estrangulado emergió. Naya colocó un brazo alrededor de Bobbie. —Bobbie estaba realmente asustada por lo de Sadie. Creí que se sentiría mejor si llamaba a su madre.
—Oh, por todo lo santo, señorita Sánchez. Esperaría algo así de las Inferiores, pero no de las Avanzadas. Además, el señor Carlos me informó que abandonó la clase de español esta mañana, aparentemente debido a que se lo pedí, ¿cierto?
Bobbie decidió decir algo radical: la verdad. —Realmente lo siento, Dra. Price. Estaba algo loca debido a lo de Sadie. Es mi culpa. Le pedí a Naya que se saltara la clase de Teatro porque tenía una sesión de estudio. —Amplió los ojos tanto como pudo.
Funcionó de maravilla. —La verdad, Roberta, esto no es nada común en ti. En seis años, nunca me has dado problemas, y esta es la segunda vez en dos días que te encuentro en el lugar equivocado.
Más de los ojos de Rowe. —Lo siento, es sólo que… que… estoy muy preocupada por Sadie.
La Dra. Price apretó los labios. —Todos lo estamos, por eso es que necesitamos que las de último año les den el ejemplo a las chicas más jóvenes.
Bobbie asintió solemnemente, sintiéndose un poco culpable. Entonces Naya hizo una pregunta y Bobbie juró que el suelo se tambaleaba, como si hubieran arrancado a la tierra de su eje. —¿Esto fue lo que sucedió cuando esas chicas se desvanecieron hace trece años?
Boom. La Dra. Price hizo una mueca. Incluso la directora desalmada había reaccionado ante esa pregunta. Su mandíbula se apretó y sus ojos brillaron con lo que podría fácilmente haber sido pánico antes de que recobrara el control y respondiera con un—: ¿Cómo sabes acerca de eso? Pasó hace mucho tiempo.
—Todos lo saben —dijo Naya con casualidad, como si no fuera la gran cosa.
—Realmente dudo que ese sea el caso. —Su voz se volvió ligeramente aguda antes de que se calmara. Bobbie podía decir que trataba de quitarle importancia al pasado. Pero, ¿por qué? Por primera vez, Bobbie se preguntó si el evento había sido de alguna forma cubierto—. ¿En serio tengo que explicarte los efectos que tendrían unos cuantos chismes e histeria en estos momentos, Naya?
Bobbie sintió que sus mejillas ardían, avergonzada. Esa necesidad que tenía en la primaria de complacer a sus profesores nunca se había desvanecido.
—Ahora, escúchenme con atención. Esas chicas se desvanecieron a muchos kilómetros de Piper’s Hall. Claramente, lo que pasó, aunque es más que desconcertante, no tuvo nada que ver con la escuela. ¿Está claro? No quiero que vuelvan a mencionarlo o ambas estarán en aislamiento.
Ninguna de las dos discutió. Bobbie ni siquiera se arriesgó a mirarla a los ojos por miedo a convertirse en piedra. En los seis años que llevaba en Piper’s, Bobbie sólo sabía de una chica que fue puesta en aislamiento —una que intentó lastimar a otra con un cuchillo en una pelea en el comedor. La Dra. Price hablaba más que en serio si incluso tocaba el tema.
—Bobbie. Si quieres llamar a tu madre, tienes cinco minutos. Estaré esperando afuera. Naya, te quiero en clase de inmediato y con una disculpa escrita para tu profesor por tu impuntualidad. ¡Ve!
Naya no dijo nada al pasar junto a la directora, su cabeza gacha con vergüenza. Bobbie tomó el teléfono y marcó el número de su madre: con Price afuera, tendría que llamarla. Bobbie calculó que debían ser las ocho de la mañana en Nueva York; con suerte, su madre todavía no estaría de ensayo. Le contestó al segundo timbrazo y Bobbie la saludó.
—¡Bobbie, preciosa! —Su madre sonaba soñolienta, como si acabara de levantarse.
—Hola, mamá.
—Oh, preciosa. Suenas horrible, ¿qué sucede?
—¿Te desperté?
—Sí, pero está bien. Hubo una fiesta tan increíble anoche, cariño, que te habrías muerto. Con una piscina techada en la casa de Soho. Una fiesta privada debido a los cuarenta de Jared. ¡Fue tan completamente decadente que no te lo creerías!
Bobbie saboreó las lágrimas en la parte trasera de su garganta. Ni siquiera sabía el por qué, pero tenía algo que ver con la familiaridad en la voz de su madre. Podía imaginársela: con el cabello expertamente desteñido luciendo como un nido de pájaros en la almohada. Las pestañas de anoche todavía apegadas a sus ojos con ojeras.
La idea de que el tiempo se le acababa la consumió, con un reloj de arena de fantasía cerniéndose por encima de su cabeza, y la arena cayendo a una velocidad alarmante. ¿Qué si nunca veía a su madre de nuevo? —Mamá, ¿puedes regresar a casa? —Las palabras se le escaparon antes de que pudiera detenerlas.
—¿Qué?
—Están pasando cosas raras. No puedo explicarlo.
—No asustes a mamá, cariño. ¿Qué sucede? ¿Estás en problemas? ¿Es por las drogas? Es por eso, ¿no? No debería haber sido tan liberal, ¿cierto?
—No. No. Dios, no son drogas. —Bobbie se quitó los lentes y apretó el puente de su nariz, luchando contra la amenaza de lágrimas. Se podía sentir en regresión, convirtiéndose en esa niña pequeña que sólo necesitaba a su madre—. Mamá, estoy asustada.
Hubo una pausa. —Cariño, ¿alguien te está molestando? Dime quién es y haré que la Dra. Price la expulse. Es bastante simple. Ese es tu problema, cariño, eres demasiado agradable. Confías demasiado en
los demás y toman ventaja de ello. ¿Qué es lo que siempre te he enseñado…?
—Por favor, mamá, es sólo que realmente te extraño. Quiero verte.
—Bobbie, si no me dices lo que sucede, no hay nada que pueda hacer. ¿O sí?
Bobbie cerró los ojos. Su cabeza se sentía como si estuviera llena de imágenes ruidosas y mezcladas, como ideas traqueteando al igual que vidrios rotos y uñas. Se sentía impotente, inútil. —No lo entenderías.
—Claro que lo hago, querida. Todos extrañamos nuestra casa. Extraño mi hogar todo el tiempo. Qué no daría por un poco de tocino ahora mismo. Las vacaciones navideñas llegarán antes de lo que te imaginas.
La primera lágrima encontró su camino hacia el exterior. Era enorme y cálida, y se deslizó por su nariz, cayendo desde su fosa hacia el teléfono. No podía decirle a su madre que no habría nada más luego de los siguientes cuatro días. No habría Navidad —ni siquiera podría llegar a la Noche de las Hogueras. —Mamá, por favor…
—Vamos, Bobbie. Te quedan menos de dos años en la escuela. Estarás bien. Mamá necesita quedarse en Nueva York por el momento. Creí que lo entendías.
Secándose la lágrima, Bobbie asintió. —Lo sé. —Se recompuso, sabiendo que nunca la habría convencido de regresar y, teniendo en cuenta el destino de Taylor y Abigail, escaparse a Nueva York tampoco funcionaría. Bloody Mary la encontraría sin importar qué tan lejos huyera. Respiró profundamente. Por más tentador que fuera el comportarse como una niña pequeña, tendría que buscar profundamente en su interior por su coraje. Sólo fue un pequeño titubeo: podía hacerlo, tenía que—. Lo siento, han sido un par de días difíciles.
—No eres así, cariño.
—Lo sé. —Bobbie cerró los ojos y se imaginó tomando prestada algo de la fuerza de su madre a través de los cables del teléfono—. Estaré bien.
—¿Estás segura? ¿Necesitas dinero?
Si tan sólo fuera tan simple. —No, estoy bien. Solo ignórame.
—Está bien, cariño. Tengo que marcharme. Tengo programado un masaje de shiatsu a las diez con Chloë Sevigny. Dejaré el teléfono encendido… si me necesitas, sólo llámame.
Bobbie puso las rodillas por debajo de su barbilla, sintiéndose decaída. —Claro. Es mejor que vaya a clases.
—¡Besos, linda!
—Adiós, mamá. —Colgó el teléfono.
Bobbie asistió a Filosofía por el resto de la tarde, y luego tuvo que
hacer sincronización de labios para la práctica del coro. Su mente no
pudo enfocarse ni por un segundo; era duro concentrarse con un reloj enorme y ruidoso marcando los segundos. Por primera vez en su vida, cada minuto contaba y se sentía como si los estuviera desperdiciando fervientemente.
Fue a cenar con Naya, pero ni siquiera pudo mirar el trágico tazón de sopa de vegetales. Ni siquiera podía pensar en comer sólidos. Naya parecía tan poco impresionada como ella, jugueteando con alguna clase de gelatina en su plato. —¿Crees que esto tenga carbohidratos?
—Tal vez —respondió Bobbie con languidez.
Sacó la lengua. —Hombre, me siento asquerosa. Incluso el olor me hace querer vomitar.
Bobbie sabía cómo se sentía. El ánimo en Piper’s Hall se sentía incluso más serio de lo normal. Los relojes habían retrocedido la semana antes de que la noche cayera justo antes de las cinco de la tarde, y la bruma parecía escaparse del mar incluso antes. Las áreas de afuera se sentían húmedas, frías e inundadas en una niebla impenetrable.
El ambiente en el comedor no era mejor. Con Sadie aun desaparecida, y todos los chismes escandalosos, lo único que quedaba
era la ansiedad y la preocupación genuina —ambas debido a la chica desaparecida y la idea persistente de que no todo iba bien con su escuela. Piper’s Hall siempre había sido deprimente, pero ahora también se sentía inseguro.
Las chicas comían en una quietud respetuosa, con susurros solemnes en los oídos de sus amigas en lugar de los chillidos y gritos al final de un día de clases. La Dra. Price las vigilaba desde la mesa principal, que se encontraba al alcance del oído de Bobbie. Después de la sesión principal, Grace y Caitlin se acercaron a la directora.
—¿Dra. Price? —dijo Grace, su voz de comentarista seria—. A mí y a algunas de las señoritas —con eso se refería a las élites—, nos gustaría organizar un equipo de búsqueda por lo de Sadie. O tal vez grabar un aviso en YouTube.
Arpía de doble cara , pensó Bobbie. Cualquier cosa para ganarse el reconocimiento. —Qué amable, Grace —respondió Price—. Pero creo que la policía tiene todo en las manos.
—Bueno, déjenos saber si necesita ayudantes. —Grace y Caitlin hicieron una reverencia. Bobbie rodó subrepticiamente los ojos.
Otra regla brillante de Piper’s era que no se permitía el uso de internet en los dormitorios, lo que significó que en la primera oportunidad, Bobbie tuvo que confiar en la recepción vacilante de su móvil una vez que la cena hubo acabado y regresaron al piso de arriba. Eventualmente, buscó en google el Royal Seahaven. Naya se encontraba en su cama, comiéndose las uñas maniáticamente, incluso más de lo habitual.
—Lo encontré —dijo Bobbie.
—¿Qué?
—Las horas de visita de Seahaven. Mañana, de diez a doce o de dos a cuatro.
—¿En serio vas a hacerlo?
—Sip. No voy a quedarme sentada a la espera de convertirme en polvo o lo que sea. Ya sabes, es bastante obvio que Sadie sabía que algo estaba pasando. Tú misma viste lo horrible que se veía ayer.
Naya no discutió, pero sí que dejó de comerse las uñas. —¿Cómo vas a salir? Necesitas un permiso escrito para hacerlo en un día de semana.
Bobbie se encogió de hombros. —No me importa. Lo peor que Price podría hacerme sería expulsarme. Si no descubrimos de qué va todo esto… bueno, será mucho peor.
La esquina derecha de la boca de Naya se curveó hacia arriba. —
¿Sabes qué, Bobbie Rowe? Como que me gusta esto del espionaje. Es muy sexy.
Bobbie se rio. —Yo creo que has estado demasiado tiempo en esta escuela. —Cogió su bolso de lavado de la percha atrás de la puerta—. Voy a ir al baño mientras está lleno. Ese lugar me asusta.
—Buena idea.
A esa hora de la tarde, era normal encontrar una fila y ese día no fue distinto. El ánimo sombrío había afectado incluso los salones de la casa Brontë. Y aunque había dos cubículos de regadera en el baño, había dos chicas esperando afuera de las puertas, inclinadas contra los lados opuestos del corredor como sujeta libros. Perfecto. No tendría que usar la bañera sola.
Las chicas en la fila, dos Inferiores, murmuraban rumores acerca de algún lunático que había entrado al edificio y secuestrado a Sadie. Al ser más grande e inteligente, Bobbie les aseguró que no era el caso, pero se negó a mencionar el hecho de que en serio creía que un fantasma tenía algo que ver con la desaparición. Después de una espera de diez minutos, una chica vestida con un vestido de toalla, y un turbante a juego declaró que la ducha estaba libre.
Una vez en el baño, Bobbie se quitó la ropa y entró al bloque de bañeras. Cuando su vecina derramó champú en su ojo y se quejó en voz alta, Bobbie no pudo evitar sentirse cómoda. Por primera vez en seis años, se sentía atemorizada de tener que bañarse sin sus compañeras de clase.
Bobbie se relajó. Recordó esa época antes de ingresar a Piper’s Hall, cuando pasaba muchas tardes a solas con la niñera mientras su madre trabajaba. Sólo podía dormir tranquila una vez que oía que su madre regresaba a casa. Igual que ahora; con la chica en el otro cubículo, podía tranquilizarse. Se lavó el cabello e incluso lo acondicionó por los cinco minutos sugeridos antes de enjuagarlo. Los nervios tensos en sus hombros sonaban mientras se aflojaban.
Fue sólo cuando cortó el agua que se dio cuenta de que ya no se oía ningún ruido en el otro cubículo. La otra chica debía de haber terminado y haberse ido en silencio de la habitación mientras soñaba bajo la ducha. Bobbie se abrazó a sí misma y se negó a sentirse aterrada. Estaba bien. Se encontraba en un baño iluminado brillantemente y rodeado por una docena de chicas. Nada podría suceder.
Goteo, goteo, goteo.
Había escuchado ese ruido antes. El pesado eco de gotas al caer, resonando como si no estuvieran en todos lados al mismo tiempo. Bobbie se envolvió en una toalla tan rápido como pudo, evitando mirar el espejo. Se hallaba lleno de vapor y no quería ver qué había en él. Recordaba la forma en que el reflejo se había adelgazado como un túnel negro.
Goteo, goteo, goteo.
Las luces titilaron, zumbando y atenuándose. Parpadearon, casi apagándose. Bobbie se desplazó a través de los mosaicos húmedos, intentando alcanzar su ropa con rapidez. Quería salir de esa habitación.
Goteo, goteo, goteo.
Se congeló. La delgada cortina de plástico cubría el cubículo de la derecha, pero no estaba vacío. Aunque la ducha se encontraba cerrada, una silueta permanecía de pie detrás de la cortina. Brazos colgaban a sus costados, con la cabeza ligeramente inclinada hacia la izquierda, el cabello lacio por encima de sus hombros.
Goteo, goteo, goteo.
—¿Hola? ¿Eres tú, Penélope? —La garganta de Bobbie se sentía estrecha. La silueta no respondió, ni siquiera se movió.
Una voz gritó en su cabeza—: ¡Sal de aquí! ¡Corre! Pero sus pies se movieron hacia la ducha. Bobbie ya había tenido suficiente cucú con la figura misteriosa. —¿Qué es lo que quieres? —La voz de Bobbie se oía como el susurro más pequeño de todos—. ¿Mary? —Extendió una mano temblorosa y húmeda hacia la cortina de la ducha.
Detrás de ella, la puerta se cerró de golpe, atrapándola dentro.
Rompiéndose
—¿Y bueno? —El tono frío de la Dra. Price se vio traicionado por la ira en sus ojos.
Bobbie trató de hablar, pero su corazón seguía bloqueando su tráquea y sólo un gemido estrangulado emergió. Naya colocó un brazo alrededor de Bobbie. —Bobbie estaba realmente asustada por lo de Sadie. Creí que se sentiría mejor si llamaba a su madre.
—Oh, por todo lo santo, señorita Sánchez. Esperaría algo así de las Inferiores, pero no de las Avanzadas. Además, el señor Carlos me informó que abandonó la clase de español esta mañana, aparentemente debido a que se lo pedí, ¿cierto?
Bobbie decidió decir algo radical: la verdad. —Realmente lo siento, Dra. Price. Estaba algo loca debido a lo de Sadie. Es mi culpa. Le pedí a Naya que se saltara la clase de Teatro porque tenía una sesión de estudio. —Amplió los ojos tanto como pudo.
Funcionó de maravilla. —La verdad, Roberta, esto no es nada común en ti. En seis años, nunca me has dado problemas, y esta es la segunda vez en dos días que te encuentro en el lugar equivocado.
Más de los ojos de Rowe. —Lo siento, es sólo que… que… estoy muy preocupada por Sadie.
La Dra. Price apretó los labios. —Todos lo estamos, por eso es que necesitamos que las de último año les den el ejemplo a las chicas más jóvenes.
Bobbie asintió solemnemente, sintiéndose un poco culpable. Entonces Naya hizo una pregunta y Bobbie juró que el suelo se tambaleaba, como si hubieran arrancado a la tierra de su eje. —¿Esto fue lo que sucedió cuando esas chicas se desvanecieron hace trece años?
Boom. La Dra. Price hizo una mueca. Incluso la directora desalmada había reaccionado ante esa pregunta. Su mandíbula se apretó y sus ojos brillaron con lo que podría fácilmente haber sido pánico antes de que recobrara el control y respondiera con un—: ¿Cómo sabes acerca de eso? Pasó hace mucho tiempo.
—Todos lo saben —dijo Naya con casualidad, como si no fuera la gran cosa.
—Realmente dudo que ese sea el caso. —Su voz se volvió ligeramente aguda antes de que se calmara. Bobbie podía decir que trataba de quitarle importancia al pasado. Pero, ¿por qué? Por primera vez, Bobbie se preguntó si el evento había sido de alguna forma cubierto—. ¿En serio tengo que explicarte los efectos que tendrían unos cuantos chismes e histeria en estos momentos, Naya?
Bobbie sintió que sus mejillas ardían, avergonzada. Esa necesidad que tenía en la primaria de complacer a sus profesores nunca se había desvanecido.
—Ahora, escúchenme con atención. Esas chicas se desvanecieron a muchos kilómetros de Piper’s Hall. Claramente, lo que pasó, aunque es más que desconcertante, no tuvo nada que ver con la escuela. ¿Está claro? No quiero que vuelvan a mencionarlo o ambas estarán en aislamiento.
Ninguna de las dos discutió. Bobbie ni siquiera se arriesgó a mirarla a los ojos por miedo a convertirse en piedra. En los seis años que llevaba en Piper’s, Bobbie sólo sabía de una chica que fue puesta en aislamiento —una que intentó lastimar a otra con un cuchillo en una pelea en el comedor. La Dra. Price hablaba más que en serio si incluso tocaba el tema.
—Bobbie. Si quieres llamar a tu madre, tienes cinco minutos. Estaré esperando afuera. Naya, te quiero en clase de inmediato y con una disculpa escrita para tu profesor por tu impuntualidad. ¡Ve!
Naya no dijo nada al pasar junto a la directora, su cabeza gacha con vergüenza. Bobbie tomó el teléfono y marcó el número de su madre: con Price afuera, tendría que llamarla. Bobbie calculó que debían ser las ocho de la mañana en Nueva York; con suerte, su madre todavía no estaría de ensayo. Le contestó al segundo timbrazo y Bobbie la saludó.
—¡Bobbie, preciosa! —Su madre sonaba soñolienta, como si acabara de levantarse.
—Hola, mamá.
—Oh, preciosa. Suenas horrible, ¿qué sucede?
—¿Te desperté?
—Sí, pero está bien. Hubo una fiesta tan increíble anoche, cariño, que te habrías muerto. Con una piscina techada en la casa de Soho. Una fiesta privada debido a los cuarenta de Jared. ¡Fue tan completamente decadente que no te lo creerías!
Bobbie saboreó las lágrimas en la parte trasera de su garganta. Ni siquiera sabía el por qué, pero tenía algo que ver con la familiaridad en la voz de su madre. Podía imaginársela: con el cabello expertamente desteñido luciendo como un nido de pájaros en la almohada. Las pestañas de anoche todavía apegadas a sus ojos con ojeras.
La idea de que el tiempo se le acababa la consumió, con un reloj de arena de fantasía cerniéndose por encima de su cabeza, y la arena cayendo a una velocidad alarmante. ¿Qué si nunca veía a su madre de nuevo? —Mamá, ¿puedes regresar a casa? —Las palabras se le escaparon antes de que pudiera detenerlas.
—¿Qué?
—Están pasando cosas raras. No puedo explicarlo.
—No asustes a mamá, cariño. ¿Qué sucede? ¿Estás en problemas? ¿Es por las drogas? Es por eso, ¿no? No debería haber sido tan liberal, ¿cierto?
—No. No. Dios, no son drogas. —Bobbie se quitó los lentes y apretó el puente de su nariz, luchando contra la amenaza de lágrimas. Se podía sentir en regresión, convirtiéndose en esa niña pequeña que sólo necesitaba a su madre—. Mamá, estoy asustada.
Hubo una pausa. —Cariño, ¿alguien te está molestando? Dime quién es y haré que la Dra. Price la expulse. Es bastante simple. Ese es tu problema, cariño, eres demasiado agradable. Confías demasiado en
los demás y toman ventaja de ello. ¿Qué es lo que siempre te he enseñado…?
—Por favor, mamá, es sólo que realmente te extraño. Quiero verte.
—Bobbie, si no me dices lo que sucede, no hay nada que pueda hacer. ¿O sí?
Bobbie cerró los ojos. Su cabeza se sentía como si estuviera llena de imágenes ruidosas y mezcladas, como ideas traqueteando al igual que vidrios rotos y uñas. Se sentía impotente, inútil. —No lo entenderías.
—Claro que lo hago, querida. Todos extrañamos nuestra casa. Extraño mi hogar todo el tiempo. Qué no daría por un poco de tocino ahora mismo. Las vacaciones navideñas llegarán antes de lo que te imaginas.
La primera lágrima encontró su camino hacia el exterior. Era enorme y cálida, y se deslizó por su nariz, cayendo desde su fosa hacia el teléfono. No podía decirle a su madre que no habría nada más luego de los siguientes cuatro días. No habría Navidad —ni siquiera podría llegar a la Noche de las Hogueras. —Mamá, por favor…
—Vamos, Bobbie. Te quedan menos de dos años en la escuela. Estarás bien. Mamá necesita quedarse en Nueva York por el momento. Creí que lo entendías.
Secándose la lágrima, Bobbie asintió. —Lo sé. —Se recompuso, sabiendo que nunca la habría convencido de regresar y, teniendo en cuenta el destino de Taylor y Abigail, escaparse a Nueva York tampoco funcionaría. Bloody Mary la encontraría sin importar qué tan lejos huyera. Respiró profundamente. Por más tentador que fuera el comportarse como una niña pequeña, tendría que buscar profundamente en su interior por su coraje. Sólo fue un pequeño titubeo: podía hacerlo, tenía que—. Lo siento, han sido un par de días difíciles.
—No eres así, cariño.
—Lo sé. —Bobbie cerró los ojos y se imaginó tomando prestada algo de la fuerza de su madre a través de los cables del teléfono—. Estaré bien.
—¿Estás segura? ¿Necesitas dinero?
Si tan sólo fuera tan simple. —No, estoy bien. Solo ignórame.
—Está bien, cariño. Tengo que marcharme. Tengo programado un masaje de shiatsu a las diez con Chloë Sevigny. Dejaré el teléfono encendido… si me necesitas, sólo llámame.
Bobbie puso las rodillas por debajo de su barbilla, sintiéndose decaída. —Claro. Es mejor que vaya a clases.
—¡Besos, linda!
—Adiós, mamá. —Colgó el teléfono.
Bobbie asistió a Filosofía por el resto de la tarde, y luego tuvo que
hacer sincronización de labios para la práctica del coro. Su mente no
pudo enfocarse ni por un segundo; era duro concentrarse con un reloj enorme y ruidoso marcando los segundos. Por primera vez en su vida, cada minuto contaba y se sentía como si los estuviera desperdiciando fervientemente.
Fue a cenar con Naya, pero ni siquiera pudo mirar el trágico tazón de sopa de vegetales. Ni siquiera podía pensar en comer sólidos. Naya parecía tan poco impresionada como ella, jugueteando con alguna clase de gelatina en su plato. —¿Crees que esto tenga carbohidratos?
—Tal vez —respondió Bobbie con languidez.
Sacó la lengua. —Hombre, me siento asquerosa. Incluso el olor me hace querer vomitar.
Bobbie sabía cómo se sentía. El ánimo en Piper’s Hall se sentía incluso más serio de lo normal. Los relojes habían retrocedido la semana antes de que la noche cayera justo antes de las cinco de la tarde, y la bruma parecía escaparse del mar incluso antes. Las áreas de afuera se sentían húmedas, frías e inundadas en una niebla impenetrable.
El ambiente en el comedor no era mejor. Con Sadie aun desaparecida, y todos los chismes escandalosos, lo único que quedaba
era la ansiedad y la preocupación genuina —ambas debido a la chica desaparecida y la idea persistente de que no todo iba bien con su escuela. Piper’s Hall siempre había sido deprimente, pero ahora también se sentía inseguro.
Las chicas comían en una quietud respetuosa, con susurros solemnes en los oídos de sus amigas en lugar de los chillidos y gritos al final de un día de clases. La Dra. Price las vigilaba desde la mesa principal, que se encontraba al alcance del oído de Bobbie. Después de la sesión principal, Grace y Caitlin se acercaron a la directora.
—¿Dra. Price? —dijo Grace, su voz de comentarista seria—. A mí y a algunas de las señoritas —con eso se refería a las élites—, nos gustaría organizar un equipo de búsqueda por lo de Sadie. O tal vez grabar un aviso en YouTube.
Arpía de doble cara , pensó Bobbie. Cualquier cosa para ganarse el reconocimiento. —Qué amable, Grace —respondió Price—. Pero creo que la policía tiene todo en las manos.
—Bueno, déjenos saber si necesita ayudantes. —Grace y Caitlin hicieron una reverencia. Bobbie rodó subrepticiamente los ojos.
Otra regla brillante de Piper’s era que no se permitía el uso de internet en los dormitorios, lo que significó que en la primera oportunidad, Bobbie tuvo que confiar en la recepción vacilante de su móvil una vez que la cena hubo acabado y regresaron al piso de arriba. Eventualmente, buscó en google el Royal Seahaven. Naya se encontraba en su cama, comiéndose las uñas maniáticamente, incluso más de lo habitual.
—Lo encontré —dijo Bobbie.
—¿Qué?
—Las horas de visita de Seahaven. Mañana, de diez a doce o de dos a cuatro.
—¿En serio vas a hacerlo?
—Sip. No voy a quedarme sentada a la espera de convertirme en polvo o lo que sea. Ya sabes, es bastante obvio que Sadie sabía que algo estaba pasando. Tú misma viste lo horrible que se veía ayer.
Naya no discutió, pero sí que dejó de comerse las uñas. —¿Cómo vas a salir? Necesitas un permiso escrito para hacerlo en un día de semana.
Bobbie se encogió de hombros. —No me importa. Lo peor que Price podría hacerme sería expulsarme. Si no descubrimos de qué va todo esto… bueno, será mucho peor.
La esquina derecha de la boca de Naya se curveó hacia arriba. —
¿Sabes qué, Bobbie Rowe? Como que me gusta esto del espionaje. Es muy sexy.
Bobbie se rio. —Yo creo que has estado demasiado tiempo en esta escuela. —Cogió su bolso de lavado de la percha atrás de la puerta—. Voy a ir al baño mientras está lleno. Ese lugar me asusta.
—Buena idea.
A esa hora de la tarde, era normal encontrar una fila y ese día no fue distinto. El ánimo sombrío había afectado incluso los salones de la casa Brontë. Y aunque había dos cubículos de regadera en el baño, había dos chicas esperando afuera de las puertas, inclinadas contra los lados opuestos del corredor como sujeta libros. Perfecto. No tendría que usar la bañera sola.
Las chicas en la fila, dos Inferiores, murmuraban rumores acerca de algún lunático que había entrado al edificio y secuestrado a Sadie. Al ser más grande e inteligente, Bobbie les aseguró que no era el caso, pero se negó a mencionar el hecho de que en serio creía que un fantasma tenía algo que ver con la desaparición. Después de una espera de diez minutos, una chica vestida con un vestido de toalla, y un turbante a juego declaró que la ducha estaba libre.
Una vez en el baño, Bobbie se quitó la ropa y entró al bloque de bañeras. Cuando su vecina derramó champú en su ojo y se quejó en voz alta, Bobbie no pudo evitar sentirse cómoda. Por primera vez en seis años, se sentía atemorizada de tener que bañarse sin sus compañeras de clase.
Bobbie se relajó. Recordó esa época antes de ingresar a Piper’s Hall, cuando pasaba muchas tardes a solas con la niñera mientras su madre trabajaba. Sólo podía dormir tranquila una vez que oía que su madre regresaba a casa. Igual que ahora; con la chica en el otro cubículo, podía tranquilizarse. Se lavó el cabello e incluso lo acondicionó por los cinco minutos sugeridos antes de enjuagarlo. Los nervios tensos en sus hombros sonaban mientras se aflojaban.
Fue sólo cuando cortó el agua que se dio cuenta de que ya no se oía ningún ruido en el otro cubículo. La otra chica debía de haber terminado y haberse ido en silencio de la habitación mientras soñaba bajo la ducha. Bobbie se abrazó a sí misma y se negó a sentirse aterrada. Estaba bien. Se encontraba en un baño iluminado brillantemente y rodeado por una docena de chicas. Nada podría suceder.
Goteo, goteo, goteo.
Había escuchado ese ruido antes. El pesado eco de gotas al caer, resonando como si no estuvieran en todos lados al mismo tiempo. Bobbie se envolvió en una toalla tan rápido como pudo, evitando mirar el espejo. Se hallaba lleno de vapor y no quería ver qué había en él. Recordaba la forma en que el reflejo se había adelgazado como un túnel negro.
Goteo, goteo, goteo.
Las luces titilaron, zumbando y atenuándose. Parpadearon, casi apagándose. Bobbie se desplazó a través de los mosaicos húmedos, intentando alcanzar su ropa con rapidez. Quería salir de esa habitación.
Goteo, goteo, goteo.
Se congeló. La delgada cortina de plástico cubría el cubículo de la derecha, pero no estaba vacío. Aunque la ducha se encontraba cerrada, una silueta permanecía de pie detrás de la cortina. Brazos colgaban a sus costados, con la cabeza ligeramente inclinada hacia la izquierda, el cabello lacio por encima de sus hombros.
Goteo, goteo, goteo.
—¿Hola? ¿Eres tú, Penélope? —La garganta de Bobbie se sentía estrecha. La silueta no respondió, ni siquiera se movió.
Una voz gritó en su cabeza—: ¡Sal de aquí! ¡Corre! Pero sus pies se movieron hacia la ducha. Bobbie ya había tenido suficiente cucú con la figura misteriosa. —¿Qué es lo que quieres? —La voz de Bobbie se oía como el susurro más pequeño de todos—. ¿Mary? —Extendió una mano temblorosa y húmeda hacia la cortina de la ducha.
Detrás de ella, la puerta se cerró de golpe, atrapándola dentro.
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
10
El Intruso
Bobbie había pasado toda su vida burlándose de chicas que gritaban, pero resultó que ella nunca había tenido una razón para hacerlo. Ella gritó. De nuevo. Aunque, al menos esta vez gritó una mala palabra en lugar de sólo gimotear, un poco más fuerte. Se retorció justo a tiempo para ver una figura familiar cerrar la puerta y deslizar la cerradura en su lugar.
—¿Qué de...?
Caine se apoyó contra la puerta, sin aliento. —Hombre, eso fue intenso.
Bobbie regresó a la cabina de la ducha, manojos de pelo mojado oscilando alrededor de su cara.
Ella corrió la cortina a un lado. Como si de alguna manera hubiera sabido que lo estaría, se encontraba totalmente vacía aparte de pelos perdidos y espuma residual de jabón. Su siguiente pensamiento fue, ¿está alguno o mis dos pezones mostrándose? Afortunadamente no lo estaban, pero se apretó más la bata a través de su pecho. —¿Estás loco? ¿Qué demonios estás haciendo?
Las luces zumbaban y volvieron a su brillo habitual. —Tenía que verte. —Él llevaba una sudadera negra con capucha, levantada. Había planeado su irrupción, con cuidado, vistiéndose como un ninja urbano. “Tenía que verte”. ¿Qué se suponía que signif icaba eso? Esto era mucho para asimilar. Seguramente no... Una sensación en algún lugar entre mariposas de dibujos animados y nauseas de pánico vibró en su estómago.
—¿Tienes alguna idea de lo que sucedería si te atrapan aquí conmigo?
—¿Serías expulsada? —Él se encogió de hombros.
—No me refería a la Dra. Price, me refería a Grace. Ella me
desgarraría los brazos y los utilizaría para golpearte hasta la muerte. — Caine rio, pero la sofocó—. Caine, ¿qué es lo que quieres?
Se puso rígido, más serio de lo que ella lo había visto. —Venga ya, tú estabas en el cementerio. Eso fue sólo el comienzo de esto. Está pasando algo de mierda seria de Actividad Paranormal.
La boca de Bobbie cayó abierta mientras un millón de oraciones se apresuraron a salir al mismo tiempo: él también había visto cosas; ella se había olvidado por completo que él estaba allí; ¿que había visto? El tornado en su cabeza se detuvo porque si él se encontraba aquí, diciendo esto, eso significaba que todo fue realmente real. Así de fácil, lo imposible se hizo realidad. —Tú también la has visto.
Él no dijo nada, pero frunció los labios y respiró profundamente por su nariz. Las palabras no fueron necesarias porque solo sus ojos dijeron exactamente lo asustado que estaba. —¿Qué hicimos? — murmuró finalmente.
Bloody Mary era real. Era abrumador. La afirmación fue a la vez brillante y aterradora. No hay tal cosa como f antasmas. El refrán que la había ayudado a dormir en innumerables ocasiones en el pasado, en las noches cuando los tubos crujían o las ramas raspaban contra su ventana, ahora era redundante Había tal cosa como fantasmas, y ambos la habían visto. En ese momento, en ese cuarto de baño, Bobbie se encontró viviendo en un mundo diferente, uno donde la fantasía era la realidad.
—¿Qué? ¿Dónde? —Ella se recompuso—. Lo siento, debí haber estado en contacto. Yo... yo podría haberle pedido a Grace tu número.
—Sí. —Caine le dio una sonrisa irónica—. Eso habría funcionado
bien.
Bobbie le devolvió su sonrisa y el estado de ánimo en el baño se
aligeró. —Dios, ¿cómo incluso llegaste aquí? Debes tener un deseo de morir.
—De la misma manera que llegamos el sábado. Te vi haciendo cola en el pasillo con esas otras chicas y esperé hasta que estuvieras sola.
El pasadizo secreto. —Bueno, respeto tu estilo kamikaze, pero no podemos ser encontrados en un cuarto de baño. Ni que decir tiene, que se harían preguntas. Vas a tener que venir a mi dormitorio.
Otra semi sonrisa. —¿Porque eso es menos arriesgado?
Bobbie levantó una ceja. —No te hagas ilusiones. —Como si él se las hiciera—. Naya se encuentra allí.
—Una vez más... ¿eso es mejor?
—Sácatelo de la mente, joven. —Bobbie chasqueó la lengua cuando abrió la puerta no más de un centímetro. El pasillo se veía solo, pero un par de puertas del dormitorio estaban abiertas. La voz chillona de la señora Craddock hizo eco desde algún lugar en la distancia—.
Vamos a tener que hacer una carrera. Tú sabes que yo acabo de pasar cinco minutos convenciendo a algunas Inferiores de que nuestra escuela tiene una seguridad impenetrable y que hombres extraños que no pueden entrar.
—Yo no soy un extraño.
—Lo eres si alguien nos pilla, ¿lo entiendes? Él se rio entre dientes. —Lo entiendo.
Una chica salió de su dormitorio para entrar en la puerta de al lado. Bobbie cerró la puerta de una vez, dándole un minuto para salir al pasillo. —¿Estás listo?
—Sí.
—Muy bien. —Bobbie asomó la cabeza al pasillo—. Corre. —Ella salió, su bolsa de baño balanceándose a su lado y con Caine sobre sus talones. Había seis puertas y una curva en el pasillo con las que tenían que lidiar. Su pulso latía en su cráneo. Mantuvo sus ojos fijos en su destino, sin atreverse a retrasarse ni un segundo. Casi arrojándose hacia la puerta, presionó hacia abajo la manija, cayendo dentro.
Ella tiró de Caine a través del umbral y, comprobando que nadie los había visto, cerró la puerta. No se le había ocurrido que Naya bien podría estar desnuda. Lo que realmente ocurrió, sin embargo, es que ella estaba cortándose las uñas de los pies sobre el cubo de los papeles desechados.
Al principio su rostro registró sorpresa antes de cambiar a una de pura delicia. —Roberta Rowe, tú pequeña descarada.
Bobbie puso los ojos en blanco. —Él está aquí por el fantasma. Naya pareció inmediatamente menos interesada. —Oh.
—Sí. Oh es correcto. Caine... ponte cómodo. —Él sacó la silla del escritorio y Bobbie se arregló tan modestamente como pudo sobre su cama. Con la toalla de felpa había aproximadamente dos posiciones en las que ella podía sentarse sin enseñarle nada a él. Esto era de lejos lo ideal. Cogió sus gafas de la mesilla de noche y se las puso. Realmente también debería hacer algo con su cabello antes de que se convirtieran en rastas.
Caine abrió la cremallera de su sudadera y dejó que colgara sobre el respaldo de la silla. Llevaba una sencilla camiseta de algodón blanco que parecía saber exactamente dónde aferrarse. En otras circunstancias, circunstancias en las que ella no se sintiera como si su cabeza estuviera explotando, todo esto habría sido muy sexy. Pero los labios de Caine, los bíceps, el pecho y los hoyuelos (demasiado en su dormitorio) eran la menor de sus preocupaciones. En el lado positivo, ya no se sentía incómoda y cohibida. Toda esa timidez parecía muy intrascendente ahora, por no hablar de inmadura. —Entonces, ¿qué está pasando? —preguntó él.
—Tu conjetura es tan buena como la mía. —Bobbie arrastró un
renuente cepillo a través de sus nudos—. Tú vas primero. ¿Qué viste?
—Realmente solo lo noté hoy. Al principio pensé que me lo estaba imaginando, como si mis ojos me estuvieran jugando una mala pasada algo así, ¿sí?
Naya de repente parecía más preocupada ahora que dos personas habían visto algo raro. —¿De verdad hablas en serio? ¿Qué viste?
—¿Tienes un espejo? Te lo voy a mostrar.
—Claro. —Naya se bajó de su cama—. En el armario. —Ella abrió el armario para revelar el espejo en el interior de la puerta. Cada habitación tenía un armario idéntico, un voluminoso mueble de madera lo suficientemente grande para la ropa de dos o tres chicas.
—Ven y lo verás. —Caine cruzó la habitación y Bobbie lo siguió. Los tres estaban reflejados juntos, tal y como lo habían estado la noche del sábado.
—¿Qué estoy mirando? —Naya parecía impresionada. Caine movió en ángulo la puerta, tomando diferentes vistas de la habitación.
—Hum —dijo él—. ¿Puedes abrir la puerta un poco?
—¡No! ¿Y si alguien te ve? —Bobbie recordó a la última chica que había contrabandeado a un chico en Piper´s Hall. La Dra. Price solo se había detenido a marcar una letra escarlata en la frente de la pobre muchacha.
—Sólo un segundo.
Naya exhaló ruidosamente, pero hizo lo que le dijo. Ella mantuvo la puerta abierta. Ahora, el espejo también contenía el reflejo del corredor de la casa Brontë. Era oscuro, pero sus luces lanzaban un enfermizo foco de luz en el descanso. En el espejo, Bobbie podía ver los últimos dos cuartos y la escalera de incendios. —Ahí —susurró Caine, sin moverse, de la forma en que lo haces cuando no quieres asustar a un tímido animal de bosque—. ¿Puedes verlo?
—¿Ver el qué?
—Mira el mismo borde del espejo. En la esquina.
Bobbie entrecerró los ojos. A primera vista no había nada que ver, pero luego miró más fijamente. En el hueco más oscuro del pasillo junto a la escalera de incendios, lo más lejos posible, estaba la chica de pie. Enteramente tiesa, ella esperaba a las afueras de su dormitorio. La más delgada cinta de luz golpeaba su piel. Sostenía sus pálidas manos juntas delante de su cuerpo, su pelo una vez más colgando sobre su rostro. Bobbie se quedó sin aliento y se dio la vuelta, tropezando con Caine mientras lo hacía. El pasillo se encontraba realmente desierto. Miró de nuevo al reflejo. Como si se sobresaltara, la chica con el pelo negro avanzó aún más hacia las sombras. —Oh Dios.
Caine retuvo a Bobbie con fuerza, sus cálidos dedos envueltos alrededor de su brazo. Él la apretó como si necesitara ser creído. —Ella
está en todos los espejos. Si miras lo suficientemente cerca, está allí. — Sus ojos se abrieron—. En serio. Puedo verla al lado de la carretera en mis espejos retrovisores. Está en los escaparates cuando caminas más allá de ellos. Está en todas partes.
—Oh Dios. —Aparentemente era todo lo que Bobbie podía decir. Podía saborear las lágrimas en la parte posterior de su garganta, no lágrimas tristes, sino lágrimas de pánico. La chica en el espejo todavía esperaba.
—¿Qué quieres decir? —Naya caminó con fuerza de regreso al espejo. Lo ladeó hacia adentro, alargando la vista por el pasillo. Mary, si esa es quien era, se alejó de la luz, metiéndose en la oscuridad. Naya soltó la puerta del armario, como si estuviera caliente —. ¡De ninguna manera! ¡De ninguna jodida manera! —Los dedos de Naya se dispararon hacia su pelo como si quisiera arrancar la imagen de su cabeza.
—Naya, tranquilízate —la instó Bobbie, cerrando la puerta del dormitorio.
—¡Pero es imposible! ¿Cómo puede estar ella en el espejo, pero no...? —La chica más alta se apartó el pelo de la cara, estirando la piel en una máscara de alarma—. Quiero decir, ¿cómo? ¿Cómo puede ser esto real?
Bobbie tomó sus manos y dirigió a Naya hacia su cama. Si ella no se calmaba la señora Craddock estaría en su puerta en cuestión de segundos. Los ojos de Naya estaban abiertos, mirando alrededor,
incapaces de enfocar.
—No lo sé —dijo Bobbie—. Lo averiguaremos... estamos cada vez
más cerca, ¿recuerdas?
Naya respiró hondo y levantó un dedo bien arreglado buscando atención. Ella pareció salir de la locura un poco. —Hay un fantasma en el espejo. —Bobbie asintió. Naya continuó—: Supongo que realmente no lo creía hasta ahora. Realmente pensé que Sadie estaba engañándonos.
—No. Todo es cierto. Ella nos está mirando. —Bobbie se volvió hacia Caine. Sus ojos se encontraron y finalmente ella sentía que no estaba sola en la balsa salvavidas—. Es como si nos estuviera siguiendo.
El aliento de Caine salió entrecortado. De alivio. —Por lo menos no lo estoy imaginando. Pensé que me estaba desmoronando.
Bobbie rio, una risa temblorosa, débil. —Me gustaría que lo estuviéramos haciendo.
—¿Qué demonios está pasando? Esto no está bien. Es igual que imposible. Yo no creo en fantasmas.
Bobbie informó a Caine con la cantidad limitada de lo que ella y Naya habían aprendido esa tarde, lo que, cuando lo relataron, sonaba como nada en absoluto. Terminó diciéndole el encarcelamiento de Bridget Horne en el Royal Seahaven.
—Bueno, voy contigo —dijo Caine después de que ella le contara su plan de visita.
—No puedes —dijo Bobbie sin ninguna razón.
—¿Por qué no? Sólo tengo Ciencias del Deporte el martes por la mañana. No sabrán incluso que me he ido. Puedo recogerte.
—¿Tienes tu propio coche?
—Sí, bueno, yo conduzco el de mi madre. ¿Tú no? Pensé que como mucho eras toda adinerada.
—A las señoritas de Piper´s Hall no se les permiten coches en el lugar —dijo Naya en su perfecta burla del acento inglés. Ella todavía estaba sentada rígidamente en el borde de su cama, pero el color había vuelto a sus mejillas.
La mente de Bobbie urdió un plan. —Escucha. Naya, si las dos nos escapamos mañana seremos más propensas a ser capturadas. Si voy con Caine, tú puedes cubrirme por si alguien pregunta. ¿Te importa?
—¿No te importa ir a un asilo mental para preguntar acerca de los fantasmas? Cielos, déjame pensar...
Ella fijó en Bobbie una mirada poco impresionada.
—Eres realmente la mejor.
—Eso no arregla nada, aunque, tú todavía tienes que salir de este lugar, y es un hervidero de policías.
—Ya se me ocurrirá algo. Caine, ¿me puedes recoger al final del
camino del acantilado como a las nueve?
—Claro.
Hubo un golpe en la puerta y los tres nos quedamos inmóviles, mirando con la boca abierta hacia la salida.
—Chicas, soy la señora Craddock. ¿Puedo pasar?
El Intruso
Bobbie había pasado toda su vida burlándose de chicas que gritaban, pero resultó que ella nunca había tenido una razón para hacerlo. Ella gritó. De nuevo. Aunque, al menos esta vez gritó una mala palabra en lugar de sólo gimotear, un poco más fuerte. Se retorció justo a tiempo para ver una figura familiar cerrar la puerta y deslizar la cerradura en su lugar.
—¿Qué de...?
Caine se apoyó contra la puerta, sin aliento. —Hombre, eso fue intenso.
Bobbie regresó a la cabina de la ducha, manojos de pelo mojado oscilando alrededor de su cara.
Ella corrió la cortina a un lado. Como si de alguna manera hubiera sabido que lo estaría, se encontraba totalmente vacía aparte de pelos perdidos y espuma residual de jabón. Su siguiente pensamiento fue, ¿está alguno o mis dos pezones mostrándose? Afortunadamente no lo estaban, pero se apretó más la bata a través de su pecho. —¿Estás loco? ¿Qué demonios estás haciendo?
Las luces zumbaban y volvieron a su brillo habitual. —Tenía que verte. —Él llevaba una sudadera negra con capucha, levantada. Había planeado su irrupción, con cuidado, vistiéndose como un ninja urbano. “Tenía que verte”. ¿Qué se suponía que signif icaba eso? Esto era mucho para asimilar. Seguramente no... Una sensación en algún lugar entre mariposas de dibujos animados y nauseas de pánico vibró en su estómago.
—¿Tienes alguna idea de lo que sucedería si te atrapan aquí conmigo?
—¿Serías expulsada? —Él se encogió de hombros.
—No me refería a la Dra. Price, me refería a Grace. Ella me
desgarraría los brazos y los utilizaría para golpearte hasta la muerte. — Caine rio, pero la sofocó—. Caine, ¿qué es lo que quieres?
Se puso rígido, más serio de lo que ella lo había visto. —Venga ya, tú estabas en el cementerio. Eso fue sólo el comienzo de esto. Está pasando algo de mierda seria de Actividad Paranormal.
La boca de Bobbie cayó abierta mientras un millón de oraciones se apresuraron a salir al mismo tiempo: él también había visto cosas; ella se había olvidado por completo que él estaba allí; ¿que había visto? El tornado en su cabeza se detuvo porque si él se encontraba aquí, diciendo esto, eso significaba que todo fue realmente real. Así de fácil, lo imposible se hizo realidad. —Tú también la has visto.
Él no dijo nada, pero frunció los labios y respiró profundamente por su nariz. Las palabras no fueron necesarias porque solo sus ojos dijeron exactamente lo asustado que estaba. —¿Qué hicimos? — murmuró finalmente.
Bloody Mary era real. Era abrumador. La afirmación fue a la vez brillante y aterradora. No hay tal cosa como f antasmas. El refrán que la había ayudado a dormir en innumerables ocasiones en el pasado, en las noches cuando los tubos crujían o las ramas raspaban contra su ventana, ahora era redundante Había tal cosa como fantasmas, y ambos la habían visto. En ese momento, en ese cuarto de baño, Bobbie se encontró viviendo en un mundo diferente, uno donde la fantasía era la realidad.
—¿Qué? ¿Dónde? —Ella se recompuso—. Lo siento, debí haber estado en contacto. Yo... yo podría haberle pedido a Grace tu número.
—Sí. —Caine le dio una sonrisa irónica—. Eso habría funcionado
bien.
Bobbie le devolvió su sonrisa y el estado de ánimo en el baño se
aligeró. —Dios, ¿cómo incluso llegaste aquí? Debes tener un deseo de morir.
—De la misma manera que llegamos el sábado. Te vi haciendo cola en el pasillo con esas otras chicas y esperé hasta que estuvieras sola.
El pasadizo secreto. —Bueno, respeto tu estilo kamikaze, pero no podemos ser encontrados en un cuarto de baño. Ni que decir tiene, que se harían preguntas. Vas a tener que venir a mi dormitorio.
Otra semi sonrisa. —¿Porque eso es menos arriesgado?
Bobbie levantó una ceja. —No te hagas ilusiones. —Como si él se las hiciera—. Naya se encuentra allí.
—Una vez más... ¿eso es mejor?
—Sácatelo de la mente, joven. —Bobbie chasqueó la lengua cuando abrió la puerta no más de un centímetro. El pasillo se veía solo, pero un par de puertas del dormitorio estaban abiertas. La voz chillona de la señora Craddock hizo eco desde algún lugar en la distancia—.
Vamos a tener que hacer una carrera. Tú sabes que yo acabo de pasar cinco minutos convenciendo a algunas Inferiores de que nuestra escuela tiene una seguridad impenetrable y que hombres extraños que no pueden entrar.
—Yo no soy un extraño.
—Lo eres si alguien nos pilla, ¿lo entiendes? Él se rio entre dientes. —Lo entiendo.
Una chica salió de su dormitorio para entrar en la puerta de al lado. Bobbie cerró la puerta de una vez, dándole un minuto para salir al pasillo. —¿Estás listo?
—Sí.
—Muy bien. —Bobbie asomó la cabeza al pasillo—. Corre. —Ella salió, su bolsa de baño balanceándose a su lado y con Caine sobre sus talones. Había seis puertas y una curva en el pasillo con las que tenían que lidiar. Su pulso latía en su cráneo. Mantuvo sus ojos fijos en su destino, sin atreverse a retrasarse ni un segundo. Casi arrojándose hacia la puerta, presionó hacia abajo la manija, cayendo dentro.
Ella tiró de Caine a través del umbral y, comprobando que nadie los había visto, cerró la puerta. No se le había ocurrido que Naya bien podría estar desnuda. Lo que realmente ocurrió, sin embargo, es que ella estaba cortándose las uñas de los pies sobre el cubo de los papeles desechados.
Al principio su rostro registró sorpresa antes de cambiar a una de pura delicia. —Roberta Rowe, tú pequeña descarada.
Bobbie puso los ojos en blanco. —Él está aquí por el fantasma. Naya pareció inmediatamente menos interesada. —Oh.
—Sí. Oh es correcto. Caine... ponte cómodo. —Él sacó la silla del escritorio y Bobbie se arregló tan modestamente como pudo sobre su cama. Con la toalla de felpa había aproximadamente dos posiciones en las que ella podía sentarse sin enseñarle nada a él. Esto era de lejos lo ideal. Cogió sus gafas de la mesilla de noche y se las puso. Realmente también debería hacer algo con su cabello antes de que se convirtieran en rastas.
Caine abrió la cremallera de su sudadera y dejó que colgara sobre el respaldo de la silla. Llevaba una sencilla camiseta de algodón blanco que parecía saber exactamente dónde aferrarse. En otras circunstancias, circunstancias en las que ella no se sintiera como si su cabeza estuviera explotando, todo esto habría sido muy sexy. Pero los labios de Caine, los bíceps, el pecho y los hoyuelos (demasiado en su dormitorio) eran la menor de sus preocupaciones. En el lado positivo, ya no se sentía incómoda y cohibida. Toda esa timidez parecía muy intrascendente ahora, por no hablar de inmadura. —Entonces, ¿qué está pasando? —preguntó él.
—Tu conjetura es tan buena como la mía. —Bobbie arrastró un
renuente cepillo a través de sus nudos—. Tú vas primero. ¿Qué viste?
—Realmente solo lo noté hoy. Al principio pensé que me lo estaba imaginando, como si mis ojos me estuvieran jugando una mala pasada algo así, ¿sí?
Naya de repente parecía más preocupada ahora que dos personas habían visto algo raro. —¿De verdad hablas en serio? ¿Qué viste?
—¿Tienes un espejo? Te lo voy a mostrar.
—Claro. —Naya se bajó de su cama—. En el armario. —Ella abrió el armario para revelar el espejo en el interior de la puerta. Cada habitación tenía un armario idéntico, un voluminoso mueble de madera lo suficientemente grande para la ropa de dos o tres chicas.
—Ven y lo verás. —Caine cruzó la habitación y Bobbie lo siguió. Los tres estaban reflejados juntos, tal y como lo habían estado la noche del sábado.
—¿Qué estoy mirando? —Naya parecía impresionada. Caine movió en ángulo la puerta, tomando diferentes vistas de la habitación.
—Hum —dijo él—. ¿Puedes abrir la puerta un poco?
—¡No! ¿Y si alguien te ve? —Bobbie recordó a la última chica que había contrabandeado a un chico en Piper´s Hall. La Dra. Price solo se había detenido a marcar una letra escarlata en la frente de la pobre muchacha.
—Sólo un segundo.
Naya exhaló ruidosamente, pero hizo lo que le dijo. Ella mantuvo la puerta abierta. Ahora, el espejo también contenía el reflejo del corredor de la casa Brontë. Era oscuro, pero sus luces lanzaban un enfermizo foco de luz en el descanso. En el espejo, Bobbie podía ver los últimos dos cuartos y la escalera de incendios. —Ahí —susurró Caine, sin moverse, de la forma en que lo haces cuando no quieres asustar a un tímido animal de bosque—. ¿Puedes verlo?
—¿Ver el qué?
—Mira el mismo borde del espejo. En la esquina.
Bobbie entrecerró los ojos. A primera vista no había nada que ver, pero luego miró más fijamente. En el hueco más oscuro del pasillo junto a la escalera de incendios, lo más lejos posible, estaba la chica de pie. Enteramente tiesa, ella esperaba a las afueras de su dormitorio. La más delgada cinta de luz golpeaba su piel. Sostenía sus pálidas manos juntas delante de su cuerpo, su pelo una vez más colgando sobre su rostro. Bobbie se quedó sin aliento y se dio la vuelta, tropezando con Caine mientras lo hacía. El pasillo se encontraba realmente desierto. Miró de nuevo al reflejo. Como si se sobresaltara, la chica con el pelo negro avanzó aún más hacia las sombras. —Oh Dios.
Caine retuvo a Bobbie con fuerza, sus cálidos dedos envueltos alrededor de su brazo. Él la apretó como si necesitara ser creído. —Ella
está en todos los espejos. Si miras lo suficientemente cerca, está allí. — Sus ojos se abrieron—. En serio. Puedo verla al lado de la carretera en mis espejos retrovisores. Está en los escaparates cuando caminas más allá de ellos. Está en todas partes.
—Oh Dios. —Aparentemente era todo lo que Bobbie podía decir. Podía saborear las lágrimas en la parte posterior de su garganta, no lágrimas tristes, sino lágrimas de pánico. La chica en el espejo todavía esperaba.
—¿Qué quieres decir? —Naya caminó con fuerza de regreso al espejo. Lo ladeó hacia adentro, alargando la vista por el pasillo. Mary, si esa es quien era, se alejó de la luz, metiéndose en la oscuridad. Naya soltó la puerta del armario, como si estuviera caliente —. ¡De ninguna manera! ¡De ninguna jodida manera! —Los dedos de Naya se dispararon hacia su pelo como si quisiera arrancar la imagen de su cabeza.
—Naya, tranquilízate —la instó Bobbie, cerrando la puerta del dormitorio.
—¡Pero es imposible! ¿Cómo puede estar ella en el espejo, pero no...? —La chica más alta se apartó el pelo de la cara, estirando la piel en una máscara de alarma—. Quiero decir, ¿cómo? ¿Cómo puede ser esto real?
Bobbie tomó sus manos y dirigió a Naya hacia su cama. Si ella no se calmaba la señora Craddock estaría en su puerta en cuestión de segundos. Los ojos de Naya estaban abiertos, mirando alrededor,
incapaces de enfocar.
—No lo sé —dijo Bobbie—. Lo averiguaremos... estamos cada vez
más cerca, ¿recuerdas?
Naya respiró hondo y levantó un dedo bien arreglado buscando atención. Ella pareció salir de la locura un poco. —Hay un fantasma en el espejo. —Bobbie asintió. Naya continuó—: Supongo que realmente no lo creía hasta ahora. Realmente pensé que Sadie estaba engañándonos.
—No. Todo es cierto. Ella nos está mirando. —Bobbie se volvió hacia Caine. Sus ojos se encontraron y finalmente ella sentía que no estaba sola en la balsa salvavidas—. Es como si nos estuviera siguiendo.
El aliento de Caine salió entrecortado. De alivio. —Por lo menos no lo estoy imaginando. Pensé que me estaba desmoronando.
Bobbie rio, una risa temblorosa, débil. —Me gustaría que lo estuviéramos haciendo.
—¿Qué demonios está pasando? Esto no está bien. Es igual que imposible. Yo no creo en fantasmas.
Bobbie informó a Caine con la cantidad limitada de lo que ella y Naya habían aprendido esa tarde, lo que, cuando lo relataron, sonaba como nada en absoluto. Terminó diciéndole el encarcelamiento de Bridget Horne en el Royal Seahaven.
—Bueno, voy contigo —dijo Caine después de que ella le contara su plan de visita.
—No puedes —dijo Bobbie sin ninguna razón.
—¿Por qué no? Sólo tengo Ciencias del Deporte el martes por la mañana. No sabrán incluso que me he ido. Puedo recogerte.
—¿Tienes tu propio coche?
—Sí, bueno, yo conduzco el de mi madre. ¿Tú no? Pensé que como mucho eras toda adinerada.
—A las señoritas de Piper´s Hall no se les permiten coches en el lugar —dijo Naya en su perfecta burla del acento inglés. Ella todavía estaba sentada rígidamente en el borde de su cama, pero el color había vuelto a sus mejillas.
La mente de Bobbie urdió un plan. —Escucha. Naya, si las dos nos escapamos mañana seremos más propensas a ser capturadas. Si voy con Caine, tú puedes cubrirme por si alguien pregunta. ¿Te importa?
—¿No te importa ir a un asilo mental para preguntar acerca de los fantasmas? Cielos, déjame pensar...
Ella fijó en Bobbie una mirada poco impresionada.
—Eres realmente la mejor.
—Eso no arregla nada, aunque, tú todavía tienes que salir de este lugar, y es un hervidero de policías.
—Ya se me ocurrirá algo. Caine, ¿me puedes recoger al final del
camino del acantilado como a las nueve?
—Claro.
Hubo un golpe en la puerta y los tres nos quedamos inmóviles, mirando con la boca abierta hacia la salida.
—Chicas, soy la señora Craddock. ¿Puedo pasar?
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
11
Charla de chicas
—Ocúltate —susurró Bobbie. Ella se lanzó a la puerta—. ¡Sólo un segundo!
—¿Por qué? —El tono de voz del otro lado de la puerta fue inmediatamente sospechoso. La manija de la puerta vaciló. Bobbie la apretó—. Déjame entrar, por favor.
—¡Entra en el armario! —silbó Naya.
—¡De ninguna jodida manera! ¡Hay un espejo ahí!
—¡Chicas! ¿Qué está pasando? No estoy de humor para alguna travesura esta noche, puedo sentir una migraña viniendo.
—¡Bobbie está desnuda! —gritó Naya.
—Oh, gracias, Nay.
—¡Ya he visto todo eso antes! Ahora, por favor déjenme entrar.
—Caine, tendrás que… hay otro lugar —dijo Bobbie en un susurro. Sus colchones se encontraban en esas camas sin espacio debajo para almacenamiento, por lo que el otro escondite obvio no era una opción.
Él apretó los dientes y frunció el ceño. Murmurando una serie de improperios abrió el armario y dio un paso entre el desorden de los zapatos. —Lo siento... —Naya lo encerró. Caine cerró sus ojos fuertemente cuando la oscuridad lo envolvió. El corazón de Bobbie dolió por él; no había manera de que pudiera estar ahí solo, cara a cara, con ella.
Bobbie asintió y abrió la puerta. —Que montón de tonterías. —La señora Craddock bramó entrando al dormitorio—. Luces apagadas temprano esta noche, señoritas. Órdenes de la Dra. Price. —Naya gimió, pero ella continuó—. Usen el baño ahora, y entonces pueden leer, pero deben permanecer en su dormitorio. Obviamente, no tengo que explicar por qué.
El armario se sacudió ligeramente. Naya fingió tropezar con algo para caerse sobre él, y no fue casi tan casual como a Bobbie le hubiera gustado. Craddock no parecía muy convencida. Pobre Caine, ¿qué estaba pasando dentro de ese armario? ¿Qué podía ver, con su cara a centímetros del espejo?
Sin embargo, había una última cosa que tenía que hacer antes de que pudieran sacarlo. Bobbie se reclinó en su cama con un suspiro. —
¿Está todo bien, Roberta?
—Me siento horrible... Tuve diarrea. —Bobbie había aprendido a una edad muy joven que nadie cuestionaba la diarrea; ¿quién comprobaría el inodoro después de que salieras? Era la última enfermedad de excusa—. Tuvo que ser algo que comí.
La señora Craddock había tratado con más vómito y diarrea del correspondiente y no parecía afectada. —Oh querida. ¿Más de una vez?
Bobbie sabía cómo actuar. —Sí. Fui y luego tuve que ir de nuevo, de inmediato.
—Y, ¿has estado enferma?
—No. Pero me siento mal. —Tuvo cuidado de no ser demasiado sobreactuada.
—Pobrecita, debe ser un virus de estómago. Bebe mucha agua.
Naya, obsérvala y ven a buscarme si empeora.
—Sí, señora. —La encargada del dormitorio dio la vuelta para marcharse.
—Obviamente, si necesitas ir al baño, ve, pero por lo demás,
permanece dentro a partir de ahora, por favor.
—Sí, señora.
Tan pronto como la puerta del dormitorio se cerró, el armario se abrió de golpe y Caine tropezó con sus pies en su prisa por salir. —
¡Shh! —Naya lo atrapó.
—¿Estás bien? —Bobbie saltó de su cama.
—Pude verla. Justo detrás de mí en el armario. —Sus ojos eran salvajes y gotas de sudor brillaban sobre su piel oscura.
—No es real —dijo Bobbie, aunque estaba lejos de convencerse —.
Es sólo un reflejo.
Miró al suelo, como si se avergonzara de su miedo. —Parecía real.
—Caine agarró su sudadera, agarrándola más fuerte de lo que debería. Sus labios eran pastosos—. Viene por nosotros.
Esperaron unos diez minutos para asegurarse de que la señora Craddock había terminado sus rondas antes de que Caine se fuera de su habitación. Bobbie lo regresó al pasaje secreto mientras Naya se mantenía observando. Por suerte, parecía ya sea la advertencia de Price o la amenaza de un psicópata armado con un hacha que mantenía a
todas las señoritas de Piper’s con seguridad en sus habitaciones, y nadie interrumpía su acecho furtivo de vuelta a la escotilla en la escalera.
Caine abrió la puerta del pasaje y se introdujo en ella. —Si esto no estuviera en tan mal estado, sería muy bueno.
—¿Qué? ¿El pasadizo?
—Sí. ¡No tenemos de estos en Radley!
Bobbie susurró—: Hay uno en el teatro también, por el que los funcionarios podían llevar bebidas y salir cuando solía ser un salón de baile. Se supone que son para los de los sacerdotes también.
Caine frunció el ceño. —¿Cuál es el de un sacerdote? Suena extraño.
—¿Es que no les enseñan Historia en Radley? —Bobbie sonrió.
—Soy más un chico de Geografía.
—Cuando era ilegal ser católico. Los propietarios originales de la casa que eran simpatizantes construyeron pequeños escondites para los sacerdotes fugitivos. O eso dicen. Todavía tengo que ver la evidencia de eso. —Ella se encogió de hombros.
—Hombre, su escuela es mucho más genial que la mía.
La tenue luz de luna llenó el lugar, capturando los pómulos y los labios de Caine. De repente, Bloody Mary fue purgada de la mente de
Bobbie. —Muy bien. —Ella tiró de su cinturón de la bata con más fuerza—. ¿Estás seguro de que encontrarás la manera de salir?
—Dejé la puerta de la cocina abierta con una roca.
—¿Te enseñan eso en Croydon? —Bobbie no pudo resistir y Caine sonrió.
—¡Oye! No estás hablando así sobre el grande Croydon! — Sonrió—. Nah. Es un basurero. Hay mejores condiciones de vida aquí.
Hubo un largo silencio. Probablemente no fue tan largo, pero se sintió como una eternidad. Bobbie sabía que momentos como estos, despedidas, necesitaban relleno. No sabía qué hacer. No sabía qué decir. Si esto fuera una de sus historias, su personaje principal, la chica hípster con problemas que los chicos querían rescatar, diría algo profundo o con sentido o incluso simplemente lindo. Nop. Ella no tenía nada, lo que significaba que la verdadera Bobbie Rowe no era ni un poco sexy ni adorable, excéntrica o divertida. Genial. —Entonces, supongo que te veré por la mañana. —Y fue lo mejor que pudo hacer.
—Sí. —Caine suspiró como si hubiera estado atrapado en la pausa del momento también. ¿O era sólo el optimismo en su cerebro trabajando horas extras?—. Dulces sueños, ¿sí?
—Oh, es lo probable. —Bobbie hizo una mueca.
Caine se deslizó en el pasadizo, usando su teléfono para iluminar el camino. —Piensa en cosas felices. O bien, tienes mi número ahora, sólo llámame.
Aunque ella no podía estar segura, Bobbie creyó firmemente experimentar su primer desmayo. Es decir, si un desmayo se sentía como un tsunami de batido de fresa empezando por los pies y recorriéndola toda hasta que llegaba a su cabeza. En realidad tuvo que apoyarse contra la pared. —Voy a dejar mi teléfono encendido en caso de que tengas miedo —respondió ella. Buena esa, pensó. Caine se rio y desapareció por la escalera de servicio.
Ella tuvo pensamientos agradables. Pensó en la despedida todo el camino de regreso a su habitación, repitiendo la escena una y otra vez, guardando hasta la última gota en su memoria, con el tiempo de su lado fue capaz de pensar en unas cincuenta despedidas divertidas- lindas-sexy-ocurrentes. Maldita sea.
Cuando regresó a su habitación, Bobbie encontró a Naya nerviosa en su cama. Tan pronto como entró, Naya saltó de la cama y la agarró.
—Oh Dios, ¿qué te tomó tanto tiempo? ¡No me dejes sola!
—Lo siento, tenía que asegurarme de que Caine salía bien.
Naya puso mala cara. —¡Oh, apuesto a que lo hizo! ¿Sostuvo tu mano todo el camino?
A Bobbie de repente le resultaba difícil mirarla a los ojos. —No... no es... así.
—Mira, normalmente estaría despierta toda la noche hablando del
chico, pero, hola, ¡mujer fantasma del espejo!
Bobbie respiró hondo. —Lo sé.
—Bob, ¿puedo quedarme contigo esta noche?
El temor ardió en sus ojos; Naya estaba desgastándose, a punto de desmoronarse. —Por supuesto. Y tendremos la lámpara encendida. Durante toda la noche si quieres.
Una lágrima brilló en la esquina del ojo del Naya. —Gracias.
Se distrajeron entre sí por un tiempo, quejándose mayormente de Grace, hasta que Naya se quedó dormida primero, sus respiraciones pesadas cayendo sobre la oreja de Bobbie. Bobbie cerró los ojos y se imaginó que era Caine acostado junto a ella. La idea surgió de la nada, pero se sorprendió al descubrir que le gustaba. Mucho.
Pero entonces los pensamientos de Sadie se derramaron en su cabeza y se sintió culpable por sentirse feliz. Bobbie se preguntó lo que sus pobres padres y hermanas pasaban en este momento. Deben estar fuera de sí por la preocupación. Usó los pensamientos de Caine para bloquear los pensamientos de Sadie y eso la hizo sentir más culpable todavía.
Estuvo tan pérdida en sus pensamientos que tardó un momento en darse cuenta de que estaba soñando de nuevo. El sueño sentía tan real, tan vívido, que fácilmente podría haber estado despierta, y ni siquiera notó que se quedó dormida.
El hedor que inducía el desinfectante llenaba el baño de las chicas de la planta baja. Bobbie se sentaba en el asiento de un inodoro con la tapa bajada, con las rodillas metidas debajo de la barbilla. Una vez más se hallaba con el almidonado uniforme viejo. Calcetines de lana que picaban se hallaban estirados hasta sus espinillas, con fe os zapatos terminando sus piernas.
Bobbie no sabía por qué, pero tenía miedo. Se escondía. Estaba escondida en un cubículo del inodoro.
Entonces supo por qué. Hubo una risa inconfundible: la “Risa de Chicas Pesadas”. Fue entonces como si fuera ahora. Risas de chicas crueles y burlonas tratando de superarse entre ellas con malicia. No estaba sola en el cuarto de baño. —¿La has oído hablar?
—¡No creo que ella sepa cómo! Tal vez es sorda y muda.
—No seas tan mala, es nueva —dijo una tercera voz, más amable.
—Oh, no seas una santurrona, Judy. Quiero decir, es claramente una retrasada.
Bobbie se sentó, inmóvil como pudo en el inodoro. Sabía dos cosas: que hablaban de ella, y que prefería morir antes que ser
descubierta.
—Sabes, tiene bastante fama en Oxsley.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó la tercera chica, Judy.
—¡Es un pueblo pequeño, endogámico! ¡Todo el mundo sabe sobre todos! —Bobbie las imaginó retocándose y poniendo mala cara frente al espejo de la misma forma en que Grace y Caitlin hicieron hoy —. Sabes que es una bastarda, ¿verdad? —La palabra ofensiva fue susurrada con asombro y escándalo.
—¡Nunca! —dijo la segunda chica, que sonaba tan estúpida como Caitlin.
—Es cierto. Me sorprendería si la puta de su madre supiera siquiera quién era su padre.
—¡Susan, eso es una cosa terrible que decir! —la regañó Judy.
Un charco se extendió por todo el borde de su falda, las lágrimas de Bobbie empaparon la tela gris carbón. Las palabras la atravesaron, arrastrándose hasta sus huesos.
—¡No seas tan ingenua! —continuó Susan—. Todo el mundo sabe que está aquí gratis, su madre no paga un centavo.
—Porque pasó el examen de ingreso... —argumentó Judy en vano.
—Escuché que es porque no saben qué hacer con ella en Radley Grammar —dijo la chica cabeza hueca.
—Creo que ustedes dos son absolutamente crueles.
—Cielos, Judy. Si te gusta tanto ¿por qué no eres su mejor amiga? —reprendió Susan.
Hubo una pausa. —No, gracias —dijo Judy finalmente—. Es tan rara. Me da miedo.
Las tres chicas se rieron. La Risa de Chicas Pesadas.
Bobbie se despertó, de regreso en su cama. La calefacción no se había encendido aun, así que la habitación estaba fría, su aliento se veía. El amanecer seguía estando a unas horas. Su almohada estaba húmeda por las lágrimas.
Charla de chicas
—Ocúltate —susurró Bobbie. Ella se lanzó a la puerta—. ¡Sólo un segundo!
—¿Por qué? —El tono de voz del otro lado de la puerta fue inmediatamente sospechoso. La manija de la puerta vaciló. Bobbie la apretó—. Déjame entrar, por favor.
—¡Entra en el armario! —silbó Naya.
—¡De ninguna jodida manera! ¡Hay un espejo ahí!
—¡Chicas! ¿Qué está pasando? No estoy de humor para alguna travesura esta noche, puedo sentir una migraña viniendo.
—¡Bobbie está desnuda! —gritó Naya.
—Oh, gracias, Nay.
—¡Ya he visto todo eso antes! Ahora, por favor déjenme entrar.
—Caine, tendrás que… hay otro lugar —dijo Bobbie en un susurro. Sus colchones se encontraban en esas camas sin espacio debajo para almacenamiento, por lo que el otro escondite obvio no era una opción.
Él apretó los dientes y frunció el ceño. Murmurando una serie de improperios abrió el armario y dio un paso entre el desorden de los zapatos. —Lo siento... —Naya lo encerró. Caine cerró sus ojos fuertemente cuando la oscuridad lo envolvió. El corazón de Bobbie dolió por él; no había manera de que pudiera estar ahí solo, cara a cara, con ella.
Bobbie asintió y abrió la puerta. —Que montón de tonterías. —La señora Craddock bramó entrando al dormitorio—. Luces apagadas temprano esta noche, señoritas. Órdenes de la Dra. Price. —Naya gimió, pero ella continuó—. Usen el baño ahora, y entonces pueden leer, pero deben permanecer en su dormitorio. Obviamente, no tengo que explicar por qué.
El armario se sacudió ligeramente. Naya fingió tropezar con algo para caerse sobre él, y no fue casi tan casual como a Bobbie le hubiera gustado. Craddock no parecía muy convencida. Pobre Caine, ¿qué estaba pasando dentro de ese armario? ¿Qué podía ver, con su cara a centímetros del espejo?
Sin embargo, había una última cosa que tenía que hacer antes de que pudieran sacarlo. Bobbie se reclinó en su cama con un suspiro. —
¿Está todo bien, Roberta?
—Me siento horrible... Tuve diarrea. —Bobbie había aprendido a una edad muy joven que nadie cuestionaba la diarrea; ¿quién comprobaría el inodoro después de que salieras? Era la última enfermedad de excusa—. Tuvo que ser algo que comí.
La señora Craddock había tratado con más vómito y diarrea del correspondiente y no parecía afectada. —Oh querida. ¿Más de una vez?
Bobbie sabía cómo actuar. —Sí. Fui y luego tuve que ir de nuevo, de inmediato.
—Y, ¿has estado enferma?
—No. Pero me siento mal. —Tuvo cuidado de no ser demasiado sobreactuada.
—Pobrecita, debe ser un virus de estómago. Bebe mucha agua.
Naya, obsérvala y ven a buscarme si empeora.
—Sí, señora. —La encargada del dormitorio dio la vuelta para marcharse.
—Obviamente, si necesitas ir al baño, ve, pero por lo demás,
permanece dentro a partir de ahora, por favor.
—Sí, señora.
Tan pronto como la puerta del dormitorio se cerró, el armario se abrió de golpe y Caine tropezó con sus pies en su prisa por salir. —
¡Shh! —Naya lo atrapó.
—¿Estás bien? —Bobbie saltó de su cama.
—Pude verla. Justo detrás de mí en el armario. —Sus ojos eran salvajes y gotas de sudor brillaban sobre su piel oscura.
—No es real —dijo Bobbie, aunque estaba lejos de convencerse —.
Es sólo un reflejo.
Miró al suelo, como si se avergonzara de su miedo. —Parecía real.
—Caine agarró su sudadera, agarrándola más fuerte de lo que debería. Sus labios eran pastosos—. Viene por nosotros.
Esperaron unos diez minutos para asegurarse de que la señora Craddock había terminado sus rondas antes de que Caine se fuera de su habitación. Bobbie lo regresó al pasaje secreto mientras Naya se mantenía observando. Por suerte, parecía ya sea la advertencia de Price o la amenaza de un psicópata armado con un hacha que mantenía a
todas las señoritas de Piper’s con seguridad en sus habitaciones, y nadie interrumpía su acecho furtivo de vuelta a la escotilla en la escalera.
Caine abrió la puerta del pasaje y se introdujo en ella. —Si esto no estuviera en tan mal estado, sería muy bueno.
—¿Qué? ¿El pasadizo?
—Sí. ¡No tenemos de estos en Radley!
Bobbie susurró—: Hay uno en el teatro también, por el que los funcionarios podían llevar bebidas y salir cuando solía ser un salón de baile. Se supone que son para los de los sacerdotes también.
Caine frunció el ceño. —¿Cuál es el de un sacerdote? Suena extraño.
—¿Es que no les enseñan Historia en Radley? —Bobbie sonrió.
—Soy más un chico de Geografía.
—Cuando era ilegal ser católico. Los propietarios originales de la casa que eran simpatizantes construyeron pequeños escondites para los sacerdotes fugitivos. O eso dicen. Todavía tengo que ver la evidencia de eso. —Ella se encogió de hombros.
—Hombre, su escuela es mucho más genial que la mía.
La tenue luz de luna llenó el lugar, capturando los pómulos y los labios de Caine. De repente, Bloody Mary fue purgada de la mente de
Bobbie. —Muy bien. —Ella tiró de su cinturón de la bata con más fuerza—. ¿Estás seguro de que encontrarás la manera de salir?
—Dejé la puerta de la cocina abierta con una roca.
—¿Te enseñan eso en Croydon? —Bobbie no pudo resistir y Caine sonrió.
—¡Oye! No estás hablando así sobre el grande Croydon! — Sonrió—. Nah. Es un basurero. Hay mejores condiciones de vida aquí.
Hubo un largo silencio. Probablemente no fue tan largo, pero se sintió como una eternidad. Bobbie sabía que momentos como estos, despedidas, necesitaban relleno. No sabía qué hacer. No sabía qué decir. Si esto fuera una de sus historias, su personaje principal, la chica hípster con problemas que los chicos querían rescatar, diría algo profundo o con sentido o incluso simplemente lindo. Nop. Ella no tenía nada, lo que significaba que la verdadera Bobbie Rowe no era ni un poco sexy ni adorable, excéntrica o divertida. Genial. —Entonces, supongo que te veré por la mañana. —Y fue lo mejor que pudo hacer.
—Sí. —Caine suspiró como si hubiera estado atrapado en la pausa del momento también. ¿O era sólo el optimismo en su cerebro trabajando horas extras?—. Dulces sueños, ¿sí?
—Oh, es lo probable. —Bobbie hizo una mueca.
Caine se deslizó en el pasadizo, usando su teléfono para iluminar el camino. —Piensa en cosas felices. O bien, tienes mi número ahora, sólo llámame.
Aunque ella no podía estar segura, Bobbie creyó firmemente experimentar su primer desmayo. Es decir, si un desmayo se sentía como un tsunami de batido de fresa empezando por los pies y recorriéndola toda hasta que llegaba a su cabeza. En realidad tuvo que apoyarse contra la pared. —Voy a dejar mi teléfono encendido en caso de que tengas miedo —respondió ella. Buena esa, pensó. Caine se rio y desapareció por la escalera de servicio.
Ella tuvo pensamientos agradables. Pensó en la despedida todo el camino de regreso a su habitación, repitiendo la escena una y otra vez, guardando hasta la última gota en su memoria, con el tiempo de su lado fue capaz de pensar en unas cincuenta despedidas divertidas- lindas-sexy-ocurrentes. Maldita sea.
Cuando regresó a su habitación, Bobbie encontró a Naya nerviosa en su cama. Tan pronto como entró, Naya saltó de la cama y la agarró.
—Oh Dios, ¿qué te tomó tanto tiempo? ¡No me dejes sola!
—Lo siento, tenía que asegurarme de que Caine salía bien.
Naya puso mala cara. —¡Oh, apuesto a que lo hizo! ¿Sostuvo tu mano todo el camino?
A Bobbie de repente le resultaba difícil mirarla a los ojos. —No... no es... así.
—Mira, normalmente estaría despierta toda la noche hablando del
chico, pero, hola, ¡mujer fantasma del espejo!
Bobbie respiró hondo. —Lo sé.
—Bob, ¿puedo quedarme contigo esta noche?
El temor ardió en sus ojos; Naya estaba desgastándose, a punto de desmoronarse. —Por supuesto. Y tendremos la lámpara encendida. Durante toda la noche si quieres.
Una lágrima brilló en la esquina del ojo del Naya. —Gracias.
Se distrajeron entre sí por un tiempo, quejándose mayormente de Grace, hasta que Naya se quedó dormida primero, sus respiraciones pesadas cayendo sobre la oreja de Bobbie. Bobbie cerró los ojos y se imaginó que era Caine acostado junto a ella. La idea surgió de la nada, pero se sorprendió al descubrir que le gustaba. Mucho.
Pero entonces los pensamientos de Sadie se derramaron en su cabeza y se sintió culpable por sentirse feliz. Bobbie se preguntó lo que sus pobres padres y hermanas pasaban en este momento. Deben estar fuera de sí por la preocupación. Usó los pensamientos de Caine para bloquear los pensamientos de Sadie y eso la hizo sentir más culpable todavía.
Estuvo tan pérdida en sus pensamientos que tardó un momento en darse cuenta de que estaba soñando de nuevo. El sueño sentía tan real, tan vívido, que fácilmente podría haber estado despierta, y ni siquiera notó que se quedó dormida.
El hedor que inducía el desinfectante llenaba el baño de las chicas de la planta baja. Bobbie se sentaba en el asiento de un inodoro con la tapa bajada, con las rodillas metidas debajo de la barbilla. Una vez más se hallaba con el almidonado uniforme viejo. Calcetines de lana que picaban se hallaban estirados hasta sus espinillas, con fe os zapatos terminando sus piernas.
Bobbie no sabía por qué, pero tenía miedo. Se escondía. Estaba escondida en un cubículo del inodoro.
Entonces supo por qué. Hubo una risa inconfundible: la “Risa de Chicas Pesadas”. Fue entonces como si fuera ahora. Risas de chicas crueles y burlonas tratando de superarse entre ellas con malicia. No estaba sola en el cuarto de baño. —¿La has oído hablar?
—¡No creo que ella sepa cómo! Tal vez es sorda y muda.
—No seas tan mala, es nueva —dijo una tercera voz, más amable.
—Oh, no seas una santurrona, Judy. Quiero decir, es claramente una retrasada.
Bobbie se sentó, inmóvil como pudo en el inodoro. Sabía dos cosas: que hablaban de ella, y que prefería morir antes que ser
descubierta.
—Sabes, tiene bastante fama en Oxsley.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó la tercera chica, Judy.
—¡Es un pueblo pequeño, endogámico! ¡Todo el mundo sabe sobre todos! —Bobbie las imaginó retocándose y poniendo mala cara frente al espejo de la misma forma en que Grace y Caitlin hicieron hoy —. Sabes que es una bastarda, ¿verdad? —La palabra ofensiva fue susurrada con asombro y escándalo.
—¡Nunca! —dijo la segunda chica, que sonaba tan estúpida como Caitlin.
—Es cierto. Me sorprendería si la puta de su madre supiera siquiera quién era su padre.
—¡Susan, eso es una cosa terrible que decir! —la regañó Judy.
Un charco se extendió por todo el borde de su falda, las lágrimas de Bobbie empaparon la tela gris carbón. Las palabras la atravesaron, arrastrándose hasta sus huesos.
—¡No seas tan ingenua! —continuó Susan—. Todo el mundo sabe que está aquí gratis, su madre no paga un centavo.
—Porque pasó el examen de ingreso... —argumentó Judy en vano.
—Escuché que es porque no saben qué hacer con ella en Radley Grammar —dijo la chica cabeza hueca.
—Creo que ustedes dos son absolutamente crueles.
—Cielos, Judy. Si te gusta tanto ¿por qué no eres su mejor amiga? —reprendió Susan.
Hubo una pausa. —No, gracias —dijo Judy finalmente—. Es tan rara. Me da miedo.
Las tres chicas se rieron. La Risa de Chicas Pesadas.
Bobbie se despertó, de regreso en su cama. La calefacción no se había encendido aun, así que la habitación estaba fría, su aliento se veía. El amanecer seguía estando a unas horas. Su almohada estaba húmeda por las lágrimas.
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
Fecha de inscripción : 24/02/2017
Re: Lectura #2 Octubre 2017
Dia 3
12
Manicomio
La tristeza del sueño perduró mucho después de que ella despertó. Era como un pesado manto de plomo sobre sus hombros. Se acurrucó aún más bajo en su edredón, bloqueando la luz del día. Dios, odiaba los martes. Los lunes prometían muchas sorpresas a la semana por venir, Bobbie siempre pensó eso, pero para el martes la novedad desaparecía y el fin de semana aún se encontraba a kilómetros de distancia. Tenía la sensación de que este martes podría ser incluso más una lucha cuesta arriba que la mayoría.
Bobbie cerró los ojos, su corazón aun sintiéndose un poco roto. Si ese tipo de intimidación fue lo que experimentó Mary en Piper’s, tal vez eso en cierto modo explicaba por qué su espíritu no se había movido. Mientras Bobbie entendió eso, mucha gente pensaba que los fantasmas eran espíritus de los muertos con asuntos pendientes: dedos etéreos hundiendo sus uñas desesperadamente en la tela de este mundo sin pasar al siguiente.
Por supuesto, eso abrió una lata entera de gusanos para la que Bobbie def initivamente no tenía tiempo.
Bobbie recordó el cuento original de Sadie sobre cómo Mary se suicidó en el cuarto de baño. La risa cruel de las chicas puso su piel de gallina. Si eso había poco a poco roto en pedazos a Mary a lo largo de los años, no era de extrañar que no quisiera vivir. Bobbie se sentía miserable y desesperada, y ni siquiera eran sus recuerdos. Asumiendo que Mary se suicidó, ¿qué asuntos pendientes pudo dejar? ¿Ellos debían completar los asuntos en su nombre? Bobbie suspiró. Si alguien se suicida, el estallido de la burbuja de potencial no deja nada más que asuntos pendientes.
Los atisbos del pasado de Mary que vio lo decían, pero no había manera de explicar el destino de Sadie, o lo que les sucedería a ellos el jueves. El tiempo se terminaba.
Era casi la hora de encontrase con Caine. Ocho treinta y cinco. Bobbie pateó lejos el edredón. La señora Craddock ya había entrado y le dio permiso para permanecer en cama. Bobbie hizo la necesaria actuación mártir—: No, estaré bien, sólo necesito ducharme y tal vez algo de comer, antes de que Craddock anunciara que se encontraba demasiado débil para asistir a clases.
Dependiendo de si Craddock volvía a revisarla, se hallaba libre. Dicho esto, aún quedaba la tarea más difícil de lograr: salir de Piper’s Hall sin ser vista.
Se vistió rápidamente. El disfraz, tenía que admitir, era genial. Peinó su cabello en un moño desordenado, encontró algunas botas de montar y tomó prestada la chaqueta Barbour de Naya. Las enormes gafas redondas para sol y la bufanda McQueen eran la cereza del pastel. Vio cada centímetro de la momia equina dejando a una inferior en las puertas de la escuela. El veinte por ciento del cuerpo estudiantil de Piper’s Hall era formado por un veinte por ciento de alumnas diurnas. En la jerarquía, eran lo más bajo de lo bajo, y la mayoría se unían para acompañarse. La teoría era que sólo aquel núcleo lo suficientemente fuerte como para renunciar a sus padres y a la cocina casera, fueran verdaderamente dignas de llamarse señoritas de Piper’s.
La campana de registro sonaría a las ocho cincuenta y cinco. Ese era el único momento del día en el que la gente iba y venía con cierta regularidad. Era ahora o nunca.
Unas pocas chicas se encontraban alrededor de Brontë, consiguiendo las últimas cosas que necesitaban para clases o poniéndose el uniforme después del desayuno. Caminar por la escuela con el disfraz era un riesgo demasiado grande. Bobbie lo sopesó, y la escalera de incendios era una mejor opción que el pasadizo secreto, ya que eso la sacaría por la cocina justo cuando el personal limpiaba lo del desayuno. Sólo tenía un problema: la puerta tenía alarma. Sin embargo, las chicas idiotas siempre se estrellaban con las barras de “empuje para abrir” con tanta regularidad, que los profesores y Craddock casi nunca parecían investigar. La alarma se apagaba tan pronto como se cerraba la puerta de nuevo. Al menos, eso es lo que Bobbie esperaba.
Sin sus gafas reales, su visión era un difuso desastre, pero el corredor parecía desierto, por lo que se acercó de puntillas a la salida. Apretó sus dientes. El tiempo era clave; tendría que pasar por tres tramos de escaleras de metal, desvencijadas y ruidosas, antes de que alguien revisara la alarma y la atrapara en el acto. Vamos, Bobbie. Rápido y limpio. Tomando una respiración profunda, se empujó por la escalera de incendios.
La alarma, un desagradable zumbido bajo, como una abeja enojada, sonó por toda la casa Brontë, pero Bobbie no miró atrás. Bajó las escaleras de dos en dos, casi se deslizó por la barandilla de hierro húmeda, dejando que la gravedad la jalara por completo. No se detuvo a pensar en cuántos ojos pudieron verla a través de las ventanas que pasaba. Con un poco de suerte, sería nada más que un borrón.
El sonido se detuvo. Bobbie apoyó la espalda contra la pared. Si alzaba la vista podía ver a través de los agujeros del metal corrugado. Nadie salió a la escalera de incendios. Perfecto. Justo como esperaba, alguien más en su pasillo (probablemente la pobre alma que tenía la habitación junto a la escalera de incendios) debió salir y simplemente cerró la puerta. Bobbie liberó un tembloroso suspiro de alivio. Continuó bajando las escaleras. Cuando llegó a suelo firme, consiguió orientarse: se hallaba en un parche de hierba sin función justo al frente del estacionamiento del personal. Con suerte todos los profesores ya se encontraran dentro. Pegándose a las paredes, pero evitando las ventanas, Bobbie caminó cuidadosamente por el perímetro de la escuela hacia la entrada principal.
Tal vez esas novelas de “internado para espías” no eran una pérdida de tiempo, después de todo.
Al frente de la escuela, se encontraba una calzada en forma de dona, con una fuente en el centro diseñada con el propósito de dejar a las alumnas en la entrada principal. Las alumnas entraban por una puerta sencilla en el extremo del ala antigua, mientras que sólo a los visitantes se les permitía usar las grandes puertas dobles flanqueadas por desgastados leones gruñones de piedra.
La mayoría de los padres o niñeras actuaban como choferes, deteniendo el BMW o Mercedes por sólo un breve momento para que su descendencia bajara, pero algunos también acompañaban a sus hijas a la escuela. Bobbie sabía que esto sería mucho más convincente si
tuviera un perro de algún tipo, ya que muchos padres optaban por combinar el viaje a la escuela con pasear a la mascota de la familia.
Tan casualmente como pudo, se puso a caminar junto a un trío de madres que emergieron por la entrada de los visitantes. Probablemente fueron a pagar una multa de la biblioteca o a conseguir entradas para un concierto de piano o algo igualmente lamentable. De cualquier manera, era el momento perfecto; incluso vestían de manera similar. Mientras se acercaban al final de la calzada, Bobbie se les adelantó, el tétrico edificio detrás de ella cada vez más pequeño con cada paso. Para el momento en que pasó por las puertas de hierro ornamentadas al final de la calzada, Bobbie notó que estaba mareada por contener su aliento.
Lo logró. Ahora era libre.
Muy a lo lejos, las olas se estrellaban contra las rocas, un rugido y luego un estremecimiento mientras la marea rodaba sobre la playa de rocas. Un Fiat abollado, con una puerta de un diferente tono de rojo que el chasis, esperaba al lado de la ruta costera. Ese tenía que ser el auto de Caine. Se apresuró por el camino y vio a dos personas en los asientos delanteros: Caine y Mark. ¿Qué hacía él aquí?
Bobbie golpeteó la ventana, y Caine se giró para abrirle la puerta de atrás. —Lindo atuendo —dijo él, mirándola de arriba abajo—. Sabes que Halloween fue la semana pasada, ¿verdad?
—Muy gracioso. Es un disfraz, y uno que al parecer funcionó.
Hola, Mark. No te ofendas, pero, ¿por qué estás aquí?
El muchacho corpulento rodó sus ojos. Caine contestó—: Mamá necesitaba hoy el auto. Mark dijo que nos llevaría porque tiene hora libre.
—Oh. Bueno.
—Sí, hoy soy el servicio de taxi. Debo estar loco, yendo a un extraño manicomio en mi hora libre. Debería estar en la cama, hombre.
—Revisando sobre su hombro, Mark salió a la calle y comenzó el viaje hacia Oxsley. A esta hora del día, el tráfico era horrible, esto podría durar por siempre.
—De cualquier manera. —Caine se sentó de lado, así podía hablar con los dos. Hoy vestía un lindo jersey que parecía una vestimenta vintage de patinador. El marrón oscuro totalmente combinaba con su piel oscura—. Tienes que ver esto.
—¿Tengo que ver qué?
—Amigo, ¿dónde está el teléfono? —le preguntó a Mark.
—En mi bolsillo. Sólo cuida donde pones tu mano.
—Sigue soñando, compañero. —Con cuidado, Caine sacó el iPhone del bolsillo con los dedos como pinza mientras Mark conducía—. Es el video que hizo Mark mientras hacíamos el desafío.
—¿Le dijiste? —La piel de Bobbie se sintió repentinamente caliente. No le gustaba la idea de arrastrar a más gente en esto, y si era realmente honesta, como que le gustaba tener a Caine para sí misma.
—No lo necesité. Mira. —Él le pasó el teléfono ya listo, sólo tenía que presionar reproducir.
Realmente no quería verlo, pero sabía que tenía que hacerlo. Presionó reproducir, esperando a que el espectáculo comenzara. Fue surrealista ver todo lo que les suceda a ellos. En su cabeza, todo parecía más épico, pero el video mostraba a los tres de pie en un pequeño cuarto de baño con una iluminación terrible. La luz parpadeante de las velas los iluminaba, pero eso era todo lo que podía ver. Había sólo un indicio de que ellos siquiera se reflejaban en el espejo. Aunque, el sonido era mejor. Podía oír sus risas, la primera vez que perdieron su botella.
Luego la cosa real comenzó. —Bloody Mary —dijeron todos, mirando sin expresión al espejo. Hubo una pausa y repitieron la frase.
¿Cómo pudieron ser tan estúpidos? Ahora, sentada en el auto, Bobbie se preguntó quién o que en su vida le hizo creer que era invencible. Pensó en las chicas en su año: bebiendo, fumando, comiendo comida chatarra como si nada de eso importara, simplemente porque eran jóvenes. Todos asumieron que las cosas malas sólo les sucedían a otras personas: a personas viejas. Fue tan tonta. Jugaron a la ruleta rusa y consiguieron la bala.
En el video, mientras terminaban el quinto “Bloody Mary”, Bobbie investigó el video. Las velas parpadearon, y por un segundo el video fue casi negro. La habitación quedó en silencio antes de que estallaran en un ataque de histeria. Bobbie sostuvo el teléfono a unos centímetros de sus ojos, buscando desesperadamente una pista de la chica en el espejo, pero al mismo tiempo con miedo de ver su rostro. —No puedo ver nada.
—No es algo para ver. Escucha —dijo Caine. Él extendió la mano y subió el volumen al máximo. Sus risas y pláticas se hicieron más ruidosas—. ¿Puedes escuchar eso?
—¿A nosotros?
—No. En el fondo. —Bobbie sacudió la cabeza y Caine sostuvo el altavoz en el oído de ella. Fue entonces cuando lo escuchó. Detrás de todas las risas, un bebé lloraba. Era débil, pero inconfundible. El bebé aullaba, el llanto repicó dentro de su cráneo. Había algo único sobre ese sonido, un bebé llorando, un sonido que instintivamente quieres detener; escuchar tal angustia era insoportable.
—Oh, Dios mío. —Bobbie detuvo el video—. Eso es imposible.
—¿Hay alguna manera de que pudiera estar un bebé en la escuela? —preguntó Caine.
—Bueno, tenemos un ala para madres y bebés —dijo Bobbie, inexpresiva.
—¿En serio?
—¿Qué crees? ¡Estoy bromeando! —Bobbie sonrió y Caine le
devolvió la sonrisa. Él era crédulo y eso era lindo—. No hay bebés en Piper’s Hall... este... bebé... no puede ser real. Es ella.
Mark sacudió la cabeza con incredulidad. —Saben qué… creo que se están sugestionando ustedes mismos. No compro todo esta mierda de la Dama de negro.
Bobbie miró a Caine, quien la miró con simpatía. —Todo es real
—dijo ella—. Tuve otro sueño anoche. Sobre ella. Creo que trata de mostrarme por qué se suicidó. —Caine frunció el ceño y se giró para sentarse apropiadamente en el asiento del pasajero—. ¿Qué? — preguntó.
—Nada —dijo él—. Sólo... sólo que también he tenido sueños extraños.
Bobbie se inclinó hacia adelante, aferrándose a la parte trasera del asiento. —¿Sobre qué?
—No sé. Eran... no quiero decirlo.
Mark se balanceó hacia atrás en su asiento, riendo. —¡Oh mis días! ¡Tuviste un adecuado sueño sucio! ¡Tienes que decirnos, hombre!
Incluso con su tono de piel, Caine se sonrojó visiblemente. No dijo nada. —Caine, podría ser importante... —dijo Bobbie, aunque de
repente sintió los celos más irracionales de su vida hacia la chica del sueño.
—¿Sabes qué? —admitió Caine finalmente—. No podría hablar de eso incluso si quisiera. Estaba tan fuera de él... es decir, en el sueño era como si medio f uera yo y medio era el que veía.
—También así es como me sentí.
Mark continuó riéndose. —Amigo... aunque era caliente, ¿cierto?
Caine no dijo nada más, pero una sonrisa tímida se formó en sus labios y Bobbie experimentó su segundo desmayo.
El hospital Royal Seahaven no lucía diferente de Piper’s Hall, excepto que el hospital se encontraba a las afueras de bosque, por lo que el aproximamiento se sienta aún más intimidante de alguna manera. Mientras Mark conducía por el largo camino bordeado de robles, Bobbie recordó El Resplandor y Los Lobos de Willoughby Chace y de repente esto no lucía como una gran idea.
Los árboles se despejaron y el hospital quedó a la vista. Se trataba de un edificio antiguo, con elementos modernos incrustados artificialmente a sus huesos: pasamanos brillantes y puertas corredizas en un hospital antiguo. Eso no hacía nada para que el lugar fuera más acogedor.
Mark pasó por delante de la entrada de ambulancias, siguiendo las señales hacia la unidad de psiquiatría. La Beneficencia Sawyer Ward fue establecida detrás del hospital principal, una e structura cuadrada con ventanas cuadradas cuidadosamente colocadas en líneas paralelas, ningún borde curvo en algún lugar a la vista, así no molestaban a las personas locas dentro, pensó Bobbie.
—Tengo que volver a la escuela para el segundo período. Puedo regresar para el tercer periodo si me necesitan.
—No, está bien, podemos tomar el autobús a Oxsley —sugirió Caine, y Bobbie asintió en acuerdo. En esta etapa, se encontraba tan nerviosa que podía saborear la bilis amarga en la garganta. Esto ya no se sentía como juego o “travesura”; esto era serio, estaban a punto de entrar en un hospital para interrogar a una persona con una enfermedad mental.
Sin embargo, ese era todo el problema. ¿Qué si Bridget Horne no estaba enferma? ¿O qué si ella y ellos también veían cosas? Bobbie deseó haber tomado algo de comer antes de salir de la escuela; todo su cuerpo se sentía exhausto y vacío, como las calabazas de Halloween que quedan del fin de semana.
—¿Estás bien? —Caine sintió su inquietud.
—En realidad no. Podríamos meternos en serios problemas por esto. Como problemas con la policía.
Él negó con la cabeza. —Sólo somos visitantes. No hay ninguna ley contra de eso.
Bobbie asintió, tratando de absorber parte de la calma de él por ósmosis. Caine bajó del coche y ella lo siguió, alisando su vestimenta. Durante el viaje, desató su cabello y cambió las gafas de sol por las suyas. —Solo haremos una visita —dijo Bobbie tanto para ella como para Caine.
Mark se alejó, de regreso a Radley, dejándolos frente al hospital mental. Se hallaba sorprendentemente silencioso. Bobbie medio esperaba que hubiera lamentos, gente enferma agitada y luchando dentro de camisas de fuerza, incluso sabiendo que eso era puramente territorio de la televisión.
Unas primeras gotas de lluvia del tamaño de canicas salpicaron el asfalto. —Vamos, entremos. —Caine pasó un brazo alrededor de ella y la llevó por las escaleras. Las puertas automáticas se abrieron, la zona de recepción era muy parecida a la de un cirujano: un escritorio, un par de sillas azules acolchadas, pósters viejos sobre cómo uno de cada cuatro de nosotros experimentará problemas de salud mental. La única diferencia era que la habitación estaba asegurada. El acceso al resto del edificio se hallaba detrás de unas puertas de seguridad fuertemente cerradas, custodiada por un hombre en uniforme.
Bobbie se obligó a sonreír a la recepcionista. —Hola, venimos a ver a Bridget Horne, por favor.
La recepcionista, una mujer de edad indeterminada y obesa, con rostro rojo y olor a sal, ajo y vinagre, tecleó algo en su computadora. — Muy bien, cariño. Toma el ascensor hasta el tercer piso y ahí hay una sala de espera.
Bobbie casi cayó de rodillas. Seguramente no podría ser así de simple. Hubo un odioso ruido de bocinazos y la luz de seguridad encima de las puertas dobles, cambió de rojo a verde. —Pasen —dijo el guardia—. Tercer piso.
Sin tenérselos que decir dos veces, la pareja se apresuró a entrar. Tan pronto como estuvieron en el ascensor, Bobbie exhaló por lo que pareció la primera vez en cinco minutos. —¿Por qué me sentí tan nerviosa?
—Lo sé —concordó Caine—. Supongo que es sólo un hospital.
El ascensor llegó al tercer piso y salieron a otra habitación del Servicio Nacional de Salud, sólo que ésta tenía Radio 2 reproduciéndose a bajo volumen. Tenía ese horrible olor de hospital: gel de alcohol para manos mezclado con vómito y desinfectante. El aire también era extrañamente dulce, como si alguien hubiera rociado aromatizante.
Esta vez Caine se acercó al mostrador de recepción. —Hola, venimos para ver a Bridget Horne.
El enfermero en la estación, un hermoso chico pelirrojo en sus veinte, parecía sorprendido. —¿Vienen a ver a Bridget?
—Sí —dijo Bobbie—. Amigos de la familia.
El enfermero: David, según su tarjeta de identificación, la miró de arriba abajo con escepticismo. —Bridget no recibe visitas, a excepción de su madre.
—Lo sé. Fue su madre quien nos preguntó si podíamos venir. Creo que quiere que Bridget vea a más gente... —Bobbie se sintió horrible por mentir. Bridget se encontraba sola y sus únicos visitantes estaban aquí por razones egoístas.
—¿Pueden esperar aquí, por favor? —David pasó un pase de seguridad por el lector de tarjetas y entró en la sala. Estirando su cuello, Bobbie miró a través del cristal de la puerta. Él hablaba con otra enfermera o doctora, era difícil de decir cuando todos llevaban esos uniformes pijama. Finalmente, regresó con una mujer con rostro de aspecto asiático, vestida con ropa normal.
—Hola, soy la Dra. Kahn. ¿David dice que les gustaría visitar a Bridget?
—Sí, por favor —dijo Caine.
—Tengo que decir que esto es bastante inusual. Bridget es una paciente muy ansiosa, y realmente no disfruta de las visitas; ni siquiera de las de su madre.
Bobbie podía ver esa falla, pero sólo la hizo más determinada. Habían llegado hasta aquí. —Por Favor. Yo... sólo quiero ayudar. —Eso era cierto. Todo lo que pudieran hacer para detener a Mary podría
ayudar también a Bridget. La Dra. Kahn no parecía convencida, por lo que Bobbie saltó de nuevo—. Por favor. Si sólo le pudiera decir que... que... estamos en el día tres. —Instintivamente sabía que no debía
mencionar el nombre de Mary.
La Dra. Kahn parecía aún más confundida pero, con un suspiro, caminó de regreso a la sala, dejándolos en la recepción. Cuando regresó un momento después, el desconcierto en el rostro de la doctora se hallaba en el siguiente nivel. —Bueno. Esto es muy extraño, pero ella dice que los verá. —Detrás del escritorio, David dejó caer su pluma asombrado—. ¿Alguno de ustedes lleva espejos, o cualquier cosa reflejante? No podemos tener ningún espejo en la sala. Eso desencadena la psicosis de Bridget.
Bobbie rebuscó en su bolso y encontró un polvo compacto con un espejo dentro de la tapa, el cual en realidad pertenecía a Naya. Se lo dio a David, quien lo colocó detrás del mostrador. Caine le pasó su teléfono, que tenía una brillante cubierta de cromo.
Los nervios estaban de vuelta. Mientras la Dra. Kahn los llevaba a la sala, el estómago de Bobbie se retorcía dolorosamente. Sin pensarlo, casi como si su mano buscara su propio consuelo, sus dedos encontraron los de Caine. Él le dio un apretón.
Los pacientes eran un grupo ecléctico. De lo que Bobbie podía decir, esto debía ser una sala mixta: locos mixtos (por qué su cerebro pensó que ahora era el momento de hacer juegos de palabras malos y
ofensivos, era una incógnita). La sala no se veía diferente a un salón de clases: en el centro de un área compartida, se encontraban dos grandes mesas colocadas para las actividades. Había un hombre de unos cuarenta años, con entradas en su cabello alisado sobre su cabeza, cortando letras cuidadosamente de una revista. Las tijeras seguían con precisión el borde de la R que cortaba. Al otro lado de la mesa, una mujer negra con su cabeza rapada escribía en un diario en la más diminuta letra que Bobbie había visto en su vida, casi como si se hubiera desafiado a sí misma a escribir en la letra más pequeña alguna vez vista. Las notas microscópicas llenaban páginas enteras.
En la mesa de al lado, un paciente más joven, un chico no mucho mayor que ellos, tenía una rabieta, una enfermera trataba con calma de razonar con él mientras él pateaba el suelo. —Muy bien. —La Dra. Kahn los detuvo ante la puerta de una habitación lateral—. De hecho, Bridget no sale de su habitación, por lo que tendrán que verla ahí.
—Está bien —dijo Caine, aunque ahora parecía nervioso. Bobbie podía sentir la palma de su mano al rojo vivo contra su piel. La Dra. Kahn abrió la puerta del dormitorio, pero Bobbie sólo vio oscuridad en el interior, las cortinas estaban cerradas. Con la mandíbula tensa, y agarrando con fuerza la mano de Caine como una manta de seguridad, entró en las sombras.
12
Manicomio
La tristeza del sueño perduró mucho después de que ella despertó. Era como un pesado manto de plomo sobre sus hombros. Se acurrucó aún más bajo en su edredón, bloqueando la luz del día. Dios, odiaba los martes. Los lunes prometían muchas sorpresas a la semana por venir, Bobbie siempre pensó eso, pero para el martes la novedad desaparecía y el fin de semana aún se encontraba a kilómetros de distancia. Tenía la sensación de que este martes podría ser incluso más una lucha cuesta arriba que la mayoría.
Bobbie cerró los ojos, su corazón aun sintiéndose un poco roto. Si ese tipo de intimidación fue lo que experimentó Mary en Piper’s, tal vez eso en cierto modo explicaba por qué su espíritu no se había movido. Mientras Bobbie entendió eso, mucha gente pensaba que los fantasmas eran espíritus de los muertos con asuntos pendientes: dedos etéreos hundiendo sus uñas desesperadamente en la tela de este mundo sin pasar al siguiente.
Por supuesto, eso abrió una lata entera de gusanos para la que Bobbie def initivamente no tenía tiempo.
Bobbie recordó el cuento original de Sadie sobre cómo Mary se suicidó en el cuarto de baño. La risa cruel de las chicas puso su piel de gallina. Si eso había poco a poco roto en pedazos a Mary a lo largo de los años, no era de extrañar que no quisiera vivir. Bobbie se sentía miserable y desesperada, y ni siquiera eran sus recuerdos. Asumiendo que Mary se suicidó, ¿qué asuntos pendientes pudo dejar? ¿Ellos debían completar los asuntos en su nombre? Bobbie suspiró. Si alguien se suicida, el estallido de la burbuja de potencial no deja nada más que asuntos pendientes.
Los atisbos del pasado de Mary que vio lo decían, pero no había manera de explicar el destino de Sadie, o lo que les sucedería a ellos el jueves. El tiempo se terminaba.
Era casi la hora de encontrase con Caine. Ocho treinta y cinco. Bobbie pateó lejos el edredón. La señora Craddock ya había entrado y le dio permiso para permanecer en cama. Bobbie hizo la necesaria actuación mártir—: No, estaré bien, sólo necesito ducharme y tal vez algo de comer, antes de que Craddock anunciara que se encontraba demasiado débil para asistir a clases.
Dependiendo de si Craddock volvía a revisarla, se hallaba libre. Dicho esto, aún quedaba la tarea más difícil de lograr: salir de Piper’s Hall sin ser vista.
Se vistió rápidamente. El disfraz, tenía que admitir, era genial. Peinó su cabello en un moño desordenado, encontró algunas botas de montar y tomó prestada la chaqueta Barbour de Naya. Las enormes gafas redondas para sol y la bufanda McQueen eran la cereza del pastel. Vio cada centímetro de la momia equina dejando a una inferior en las puertas de la escuela. El veinte por ciento del cuerpo estudiantil de Piper’s Hall era formado por un veinte por ciento de alumnas diurnas. En la jerarquía, eran lo más bajo de lo bajo, y la mayoría se unían para acompañarse. La teoría era que sólo aquel núcleo lo suficientemente fuerte como para renunciar a sus padres y a la cocina casera, fueran verdaderamente dignas de llamarse señoritas de Piper’s.
La campana de registro sonaría a las ocho cincuenta y cinco. Ese era el único momento del día en el que la gente iba y venía con cierta regularidad. Era ahora o nunca.
Unas pocas chicas se encontraban alrededor de Brontë, consiguiendo las últimas cosas que necesitaban para clases o poniéndose el uniforme después del desayuno. Caminar por la escuela con el disfraz era un riesgo demasiado grande. Bobbie lo sopesó, y la escalera de incendios era una mejor opción que el pasadizo secreto, ya que eso la sacaría por la cocina justo cuando el personal limpiaba lo del desayuno. Sólo tenía un problema: la puerta tenía alarma. Sin embargo, las chicas idiotas siempre se estrellaban con las barras de “empuje para abrir” con tanta regularidad, que los profesores y Craddock casi nunca parecían investigar. La alarma se apagaba tan pronto como se cerraba la puerta de nuevo. Al menos, eso es lo que Bobbie esperaba.
Sin sus gafas reales, su visión era un difuso desastre, pero el corredor parecía desierto, por lo que se acercó de puntillas a la salida. Apretó sus dientes. El tiempo era clave; tendría que pasar por tres tramos de escaleras de metal, desvencijadas y ruidosas, antes de que alguien revisara la alarma y la atrapara en el acto. Vamos, Bobbie. Rápido y limpio. Tomando una respiración profunda, se empujó por la escalera de incendios.
La alarma, un desagradable zumbido bajo, como una abeja enojada, sonó por toda la casa Brontë, pero Bobbie no miró atrás. Bajó las escaleras de dos en dos, casi se deslizó por la barandilla de hierro húmeda, dejando que la gravedad la jalara por completo. No se detuvo a pensar en cuántos ojos pudieron verla a través de las ventanas que pasaba. Con un poco de suerte, sería nada más que un borrón.
El sonido se detuvo. Bobbie apoyó la espalda contra la pared. Si alzaba la vista podía ver a través de los agujeros del metal corrugado. Nadie salió a la escalera de incendios. Perfecto. Justo como esperaba, alguien más en su pasillo (probablemente la pobre alma que tenía la habitación junto a la escalera de incendios) debió salir y simplemente cerró la puerta. Bobbie liberó un tembloroso suspiro de alivio. Continuó bajando las escaleras. Cuando llegó a suelo firme, consiguió orientarse: se hallaba en un parche de hierba sin función justo al frente del estacionamiento del personal. Con suerte todos los profesores ya se encontraran dentro. Pegándose a las paredes, pero evitando las ventanas, Bobbie caminó cuidadosamente por el perímetro de la escuela hacia la entrada principal.
Tal vez esas novelas de “internado para espías” no eran una pérdida de tiempo, después de todo.
Al frente de la escuela, se encontraba una calzada en forma de dona, con una fuente en el centro diseñada con el propósito de dejar a las alumnas en la entrada principal. Las alumnas entraban por una puerta sencilla en el extremo del ala antigua, mientras que sólo a los visitantes se les permitía usar las grandes puertas dobles flanqueadas por desgastados leones gruñones de piedra.
La mayoría de los padres o niñeras actuaban como choferes, deteniendo el BMW o Mercedes por sólo un breve momento para que su descendencia bajara, pero algunos también acompañaban a sus hijas a la escuela. Bobbie sabía que esto sería mucho más convincente si
tuviera un perro de algún tipo, ya que muchos padres optaban por combinar el viaje a la escuela con pasear a la mascota de la familia.
Tan casualmente como pudo, se puso a caminar junto a un trío de madres que emergieron por la entrada de los visitantes. Probablemente fueron a pagar una multa de la biblioteca o a conseguir entradas para un concierto de piano o algo igualmente lamentable. De cualquier manera, era el momento perfecto; incluso vestían de manera similar. Mientras se acercaban al final de la calzada, Bobbie se les adelantó, el tétrico edificio detrás de ella cada vez más pequeño con cada paso. Para el momento en que pasó por las puertas de hierro ornamentadas al final de la calzada, Bobbie notó que estaba mareada por contener su aliento.
Lo logró. Ahora era libre.
Muy a lo lejos, las olas se estrellaban contra las rocas, un rugido y luego un estremecimiento mientras la marea rodaba sobre la playa de rocas. Un Fiat abollado, con una puerta de un diferente tono de rojo que el chasis, esperaba al lado de la ruta costera. Ese tenía que ser el auto de Caine. Se apresuró por el camino y vio a dos personas en los asientos delanteros: Caine y Mark. ¿Qué hacía él aquí?
Bobbie golpeteó la ventana, y Caine se giró para abrirle la puerta de atrás. —Lindo atuendo —dijo él, mirándola de arriba abajo—. Sabes que Halloween fue la semana pasada, ¿verdad?
—Muy gracioso. Es un disfraz, y uno que al parecer funcionó.
Hola, Mark. No te ofendas, pero, ¿por qué estás aquí?
El muchacho corpulento rodó sus ojos. Caine contestó—: Mamá necesitaba hoy el auto. Mark dijo que nos llevaría porque tiene hora libre.
—Oh. Bueno.
—Sí, hoy soy el servicio de taxi. Debo estar loco, yendo a un extraño manicomio en mi hora libre. Debería estar en la cama, hombre.
—Revisando sobre su hombro, Mark salió a la calle y comenzó el viaje hacia Oxsley. A esta hora del día, el tráfico era horrible, esto podría durar por siempre.
—De cualquier manera. —Caine se sentó de lado, así podía hablar con los dos. Hoy vestía un lindo jersey que parecía una vestimenta vintage de patinador. El marrón oscuro totalmente combinaba con su piel oscura—. Tienes que ver esto.
—¿Tengo que ver qué?
—Amigo, ¿dónde está el teléfono? —le preguntó a Mark.
—En mi bolsillo. Sólo cuida donde pones tu mano.
—Sigue soñando, compañero. —Con cuidado, Caine sacó el iPhone del bolsillo con los dedos como pinza mientras Mark conducía—. Es el video que hizo Mark mientras hacíamos el desafío.
—¿Le dijiste? —La piel de Bobbie se sintió repentinamente caliente. No le gustaba la idea de arrastrar a más gente en esto, y si era realmente honesta, como que le gustaba tener a Caine para sí misma.
—No lo necesité. Mira. —Él le pasó el teléfono ya listo, sólo tenía que presionar reproducir.
Realmente no quería verlo, pero sabía que tenía que hacerlo. Presionó reproducir, esperando a que el espectáculo comenzara. Fue surrealista ver todo lo que les suceda a ellos. En su cabeza, todo parecía más épico, pero el video mostraba a los tres de pie en un pequeño cuarto de baño con una iluminación terrible. La luz parpadeante de las velas los iluminaba, pero eso era todo lo que podía ver. Había sólo un indicio de que ellos siquiera se reflejaban en el espejo. Aunque, el sonido era mejor. Podía oír sus risas, la primera vez que perdieron su botella.
Luego la cosa real comenzó. —Bloody Mary —dijeron todos, mirando sin expresión al espejo. Hubo una pausa y repitieron la frase.
¿Cómo pudieron ser tan estúpidos? Ahora, sentada en el auto, Bobbie se preguntó quién o que en su vida le hizo creer que era invencible. Pensó en las chicas en su año: bebiendo, fumando, comiendo comida chatarra como si nada de eso importara, simplemente porque eran jóvenes. Todos asumieron que las cosas malas sólo les sucedían a otras personas: a personas viejas. Fue tan tonta. Jugaron a la ruleta rusa y consiguieron la bala.
En el video, mientras terminaban el quinto “Bloody Mary”, Bobbie investigó el video. Las velas parpadearon, y por un segundo el video fue casi negro. La habitación quedó en silencio antes de que estallaran en un ataque de histeria. Bobbie sostuvo el teléfono a unos centímetros de sus ojos, buscando desesperadamente una pista de la chica en el espejo, pero al mismo tiempo con miedo de ver su rostro. —No puedo ver nada.
—No es algo para ver. Escucha —dijo Caine. Él extendió la mano y subió el volumen al máximo. Sus risas y pláticas se hicieron más ruidosas—. ¿Puedes escuchar eso?
—¿A nosotros?
—No. En el fondo. —Bobbie sacudió la cabeza y Caine sostuvo el altavoz en el oído de ella. Fue entonces cuando lo escuchó. Detrás de todas las risas, un bebé lloraba. Era débil, pero inconfundible. El bebé aullaba, el llanto repicó dentro de su cráneo. Había algo único sobre ese sonido, un bebé llorando, un sonido que instintivamente quieres detener; escuchar tal angustia era insoportable.
—Oh, Dios mío. —Bobbie detuvo el video—. Eso es imposible.
—¿Hay alguna manera de que pudiera estar un bebé en la escuela? —preguntó Caine.
—Bueno, tenemos un ala para madres y bebés —dijo Bobbie, inexpresiva.
—¿En serio?
—¿Qué crees? ¡Estoy bromeando! —Bobbie sonrió y Caine le
devolvió la sonrisa. Él era crédulo y eso era lindo—. No hay bebés en Piper’s Hall... este... bebé... no puede ser real. Es ella.
Mark sacudió la cabeza con incredulidad. —Saben qué… creo que se están sugestionando ustedes mismos. No compro todo esta mierda de la Dama de negro.
Bobbie miró a Caine, quien la miró con simpatía. —Todo es real
—dijo ella—. Tuve otro sueño anoche. Sobre ella. Creo que trata de mostrarme por qué se suicidó. —Caine frunció el ceño y se giró para sentarse apropiadamente en el asiento del pasajero—. ¿Qué? — preguntó.
—Nada —dijo él—. Sólo... sólo que también he tenido sueños extraños.
Bobbie se inclinó hacia adelante, aferrándose a la parte trasera del asiento. —¿Sobre qué?
—No sé. Eran... no quiero decirlo.
Mark se balanceó hacia atrás en su asiento, riendo. —¡Oh mis días! ¡Tuviste un adecuado sueño sucio! ¡Tienes que decirnos, hombre!
Incluso con su tono de piel, Caine se sonrojó visiblemente. No dijo nada. —Caine, podría ser importante... —dijo Bobbie, aunque de
repente sintió los celos más irracionales de su vida hacia la chica del sueño.
—¿Sabes qué? —admitió Caine finalmente—. No podría hablar de eso incluso si quisiera. Estaba tan fuera de él... es decir, en el sueño era como si medio f uera yo y medio era el que veía.
—También así es como me sentí.
Mark continuó riéndose. —Amigo... aunque era caliente, ¿cierto?
Caine no dijo nada más, pero una sonrisa tímida se formó en sus labios y Bobbie experimentó su segundo desmayo.
El hospital Royal Seahaven no lucía diferente de Piper’s Hall, excepto que el hospital se encontraba a las afueras de bosque, por lo que el aproximamiento se sienta aún más intimidante de alguna manera. Mientras Mark conducía por el largo camino bordeado de robles, Bobbie recordó El Resplandor y Los Lobos de Willoughby Chace y de repente esto no lucía como una gran idea.
Los árboles se despejaron y el hospital quedó a la vista. Se trataba de un edificio antiguo, con elementos modernos incrustados artificialmente a sus huesos: pasamanos brillantes y puertas corredizas en un hospital antiguo. Eso no hacía nada para que el lugar fuera más acogedor.
Mark pasó por delante de la entrada de ambulancias, siguiendo las señales hacia la unidad de psiquiatría. La Beneficencia Sawyer Ward fue establecida detrás del hospital principal, una e structura cuadrada con ventanas cuadradas cuidadosamente colocadas en líneas paralelas, ningún borde curvo en algún lugar a la vista, así no molestaban a las personas locas dentro, pensó Bobbie.
—Tengo que volver a la escuela para el segundo período. Puedo regresar para el tercer periodo si me necesitan.
—No, está bien, podemos tomar el autobús a Oxsley —sugirió Caine, y Bobbie asintió en acuerdo. En esta etapa, se encontraba tan nerviosa que podía saborear la bilis amarga en la garganta. Esto ya no se sentía como juego o “travesura”; esto era serio, estaban a punto de entrar en un hospital para interrogar a una persona con una enfermedad mental.
Sin embargo, ese era todo el problema. ¿Qué si Bridget Horne no estaba enferma? ¿O qué si ella y ellos también veían cosas? Bobbie deseó haber tomado algo de comer antes de salir de la escuela; todo su cuerpo se sentía exhausto y vacío, como las calabazas de Halloween que quedan del fin de semana.
—¿Estás bien? —Caine sintió su inquietud.
—En realidad no. Podríamos meternos en serios problemas por esto. Como problemas con la policía.
Él negó con la cabeza. —Sólo somos visitantes. No hay ninguna ley contra de eso.
Bobbie asintió, tratando de absorber parte de la calma de él por ósmosis. Caine bajó del coche y ella lo siguió, alisando su vestimenta. Durante el viaje, desató su cabello y cambió las gafas de sol por las suyas. —Solo haremos una visita —dijo Bobbie tanto para ella como para Caine.
Mark se alejó, de regreso a Radley, dejándolos frente al hospital mental. Se hallaba sorprendentemente silencioso. Bobbie medio esperaba que hubiera lamentos, gente enferma agitada y luchando dentro de camisas de fuerza, incluso sabiendo que eso era puramente territorio de la televisión.
Unas primeras gotas de lluvia del tamaño de canicas salpicaron el asfalto. —Vamos, entremos. —Caine pasó un brazo alrededor de ella y la llevó por las escaleras. Las puertas automáticas se abrieron, la zona de recepción era muy parecida a la de un cirujano: un escritorio, un par de sillas azules acolchadas, pósters viejos sobre cómo uno de cada cuatro de nosotros experimentará problemas de salud mental. La única diferencia era que la habitación estaba asegurada. El acceso al resto del edificio se hallaba detrás de unas puertas de seguridad fuertemente cerradas, custodiada por un hombre en uniforme.
Bobbie se obligó a sonreír a la recepcionista. —Hola, venimos a ver a Bridget Horne, por favor.
La recepcionista, una mujer de edad indeterminada y obesa, con rostro rojo y olor a sal, ajo y vinagre, tecleó algo en su computadora. — Muy bien, cariño. Toma el ascensor hasta el tercer piso y ahí hay una sala de espera.
Bobbie casi cayó de rodillas. Seguramente no podría ser así de simple. Hubo un odioso ruido de bocinazos y la luz de seguridad encima de las puertas dobles, cambió de rojo a verde. —Pasen —dijo el guardia—. Tercer piso.
Sin tenérselos que decir dos veces, la pareja se apresuró a entrar. Tan pronto como estuvieron en el ascensor, Bobbie exhaló por lo que pareció la primera vez en cinco minutos. —¿Por qué me sentí tan nerviosa?
—Lo sé —concordó Caine—. Supongo que es sólo un hospital.
El ascensor llegó al tercer piso y salieron a otra habitación del Servicio Nacional de Salud, sólo que ésta tenía Radio 2 reproduciéndose a bajo volumen. Tenía ese horrible olor de hospital: gel de alcohol para manos mezclado con vómito y desinfectante. El aire también era extrañamente dulce, como si alguien hubiera rociado aromatizante.
Esta vez Caine se acercó al mostrador de recepción. —Hola, venimos para ver a Bridget Horne.
El enfermero en la estación, un hermoso chico pelirrojo en sus veinte, parecía sorprendido. —¿Vienen a ver a Bridget?
—Sí —dijo Bobbie—. Amigos de la familia.
El enfermero: David, según su tarjeta de identificación, la miró de arriba abajo con escepticismo. —Bridget no recibe visitas, a excepción de su madre.
—Lo sé. Fue su madre quien nos preguntó si podíamos venir. Creo que quiere que Bridget vea a más gente... —Bobbie se sintió horrible por mentir. Bridget se encontraba sola y sus únicos visitantes estaban aquí por razones egoístas.
—¿Pueden esperar aquí, por favor? —David pasó un pase de seguridad por el lector de tarjetas y entró en la sala. Estirando su cuello, Bobbie miró a través del cristal de la puerta. Él hablaba con otra enfermera o doctora, era difícil de decir cuando todos llevaban esos uniformes pijama. Finalmente, regresó con una mujer con rostro de aspecto asiático, vestida con ropa normal.
—Hola, soy la Dra. Kahn. ¿David dice que les gustaría visitar a Bridget?
—Sí, por favor —dijo Caine.
—Tengo que decir que esto es bastante inusual. Bridget es una paciente muy ansiosa, y realmente no disfruta de las visitas; ni siquiera de las de su madre.
Bobbie podía ver esa falla, pero sólo la hizo más determinada. Habían llegado hasta aquí. —Por Favor. Yo... sólo quiero ayudar. —Eso era cierto. Todo lo que pudieran hacer para detener a Mary podría
ayudar también a Bridget. La Dra. Kahn no parecía convencida, por lo que Bobbie saltó de nuevo—. Por favor. Si sólo le pudiera decir que... que... estamos en el día tres. —Instintivamente sabía que no debía
mencionar el nombre de Mary.
La Dra. Kahn parecía aún más confundida pero, con un suspiro, caminó de regreso a la sala, dejándolos en la recepción. Cuando regresó un momento después, el desconcierto en el rostro de la doctora se hallaba en el siguiente nivel. —Bueno. Esto es muy extraño, pero ella dice que los verá. —Detrás del escritorio, David dejó caer su pluma asombrado—. ¿Alguno de ustedes lleva espejos, o cualquier cosa reflejante? No podemos tener ningún espejo en la sala. Eso desencadena la psicosis de Bridget.
Bobbie rebuscó en su bolso y encontró un polvo compacto con un espejo dentro de la tapa, el cual en realidad pertenecía a Naya. Se lo dio a David, quien lo colocó detrás del mostrador. Caine le pasó su teléfono, que tenía una brillante cubierta de cromo.
Los nervios estaban de vuelta. Mientras la Dra. Kahn los llevaba a la sala, el estómago de Bobbie se retorcía dolorosamente. Sin pensarlo, casi como si su mano buscara su propio consuelo, sus dedos encontraron los de Caine. Él le dio un apretón.
Los pacientes eran un grupo ecléctico. De lo que Bobbie podía decir, esto debía ser una sala mixta: locos mixtos (por qué su cerebro pensó que ahora era el momento de hacer juegos de palabras malos y
ofensivos, era una incógnita). La sala no se veía diferente a un salón de clases: en el centro de un área compartida, se encontraban dos grandes mesas colocadas para las actividades. Había un hombre de unos cuarenta años, con entradas en su cabello alisado sobre su cabeza, cortando letras cuidadosamente de una revista. Las tijeras seguían con precisión el borde de la R que cortaba. Al otro lado de la mesa, una mujer negra con su cabeza rapada escribía en un diario en la más diminuta letra que Bobbie había visto en su vida, casi como si se hubiera desafiado a sí misma a escribir en la letra más pequeña alguna vez vista. Las notas microscópicas llenaban páginas enteras.
En la mesa de al lado, un paciente más joven, un chico no mucho mayor que ellos, tenía una rabieta, una enfermera trataba con calma de razonar con él mientras él pateaba el suelo. —Muy bien. —La Dra. Kahn los detuvo ante la puerta de una habitación lateral—. De hecho, Bridget no sale de su habitación, por lo que tendrán que verla ahí.
—Está bien —dijo Caine, aunque ahora parecía nervioso. Bobbie podía sentir la palma de su mano al rojo vivo contra su piel. La Dra. Kahn abrió la puerta del dormitorio, pero Bobbie sólo vio oscuridad en el interior, las cortinas estaban cerradas. Con la mandíbula tensa, y agarrando con fuerza la mano de Caine como una manta de seguridad, entró en las sombras.
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Atómic_Mellark- Mensajes : 1172
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Re: Lectura #2 Octubre 2017
Cronograma
Lunes 16....... 12 Años antes Capítulos 1 y 2
Martes 17...... Capítulos 3 y 4
Miércoles 18... Capítulos 5 y 6
Jueves 19...... Capítulos 7 y 8
Viernes 20..... Capítulos 9 y 10
Sábado 21..... Capítulos 11 y 12
Domingos 22.... DESCANSAMOS Y PONEMOS AL DIA
Lunes 23....... Capítulos 13 y 14
Martes 24...... Capítulos 15 y 16
Miércoles 25... Capítulos 17 y 18
Jueves 26...... Capítulos 19 y 20
Viernes 27..... Capítulos 21 y 22
Sábado 28..... Capítulos 23 y 24
Domingo 29..... Capítulos 25 y 26
Lunes 30....... Capítulos 27 y 28
Martes 31...... Capítulos 29 y Una semana despues
Domingos 22.... DESCANSAMOS Y PONEMOS AL DIA
Lunes 23....... Capítulos 13 y 14
Martes 24...... Capítulos 15 y 16
Miércoles 25... Capítulos 17 y 18
Jueves 26...... Capítulos 19 y 20
Viernes 27..... Capítulos 21 y 22
Sábado 28..... Capítulos 23 y 24
Domingo 29..... Capítulos 25 y 26
Lunes 30....... Capítulos 27 y 28
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