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Mensaje por yiany Dom 23 Sep - 7:54

Ohhh mierda, eso fue realmente malo, jamás pensé que el traidor fuera Diormid, maldición. Y cómo dijimos, que juicio más arreglado, pero que pasó con el Rey, porque nadie lo ha visto? Cómo van a salir ahora de esto?

No nos dejes con la angustia Berny


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Mensaje por yiniva Dom 23 Sep - 13:46

llorón llorón que horror, dónde está el maldito rey, gracias


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Mensaje por digno Dom 23 Sep - 15:48

no puede ser  Mad, gracias por los capis!!!


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Mensaje por berny_girl Lun 24 Sep - 0:35

CAPÍTULO 35


Mairin se encontró siendo empujada dentro de la cámara de Duncan Cameron por delante de él. Ladrando órdenes a los que le rodeaban cuando ella tropezó hacia la cama. En el momento en que él se acercó al lecho donde estaba tirada, se apresuró a alejarse, lista para defenderse en cualquier forma que fuera necesaria.
Él se sentó en el borde, con expresión serena mientras la contemplaba. Uno de los criados puso una copa en su mano y luego Duncan los despidió con un gesto. Uno por uno, sus hombres salieron de la habitación hasta que se quedó solo con Mairin.
Ella se subió sobre un codo y retrocedió para poner más espacio entre ellos.
Él dio un exagerado suspiro de resignación.
—Lamento lo que ocurrió entre nosotros la primera vez que nos conocimos. Me doy cuenta de que mis acciones fueron reprochables y mis habilidades para el cortejo brillaron por su ausencia.
¿Cortejo? ¿Habilidades? ¿Reprochable? Sus palabras nadaban por su mente confusa. ¿Estaba loco?
—Sus acciones de ahora son reprobables, —le contestó con voz ronca—. Usted mintió. Uno de los propios hombres de Ewan engañó y traicionó a nuestro clan. Puedo asumir que bajo su instigación.
—Sería beneficioso para ti que sacaras lo mejor de tu situación, —dijo Duncan. En su voz había un toque de sombría advertencia.
—Por favor, —dijo, con voz entrecortada. Odiaba haber sido reducida a la mendicidad ante este hombre. Pero por Ewan, no tenía ningún orgullo. No había nada que no haría por él—. Déjeme volver con Ewan. Estoy realmente casada con él.
Duncan se encogió de hombros.
—No importa si estás casada con él o conmigo. Eso es intrascendente, siempre y cuando reciba tu dote y el control de Neamh Álainn, —transfirió la copa a la mano más cercana a Mairin y la extendió en su dirección—. Ahora aquí, bebe esto, querida. Así se resolverá nuestro problema inmediato. Lamento que vaya a causarte dolor, pero espero que no dure demasiado tiempo.
Se quedó mirando fijamente la copa que se cernía cerca de sus labios. La olió y retrocedió ante el acre olor.
—¿Qué es eso? ¿Por qué me causará dolor?
¿Creía que era tonta?
Él le dirigió una dulce sonrisa que envió un frío estremecimiento por su columna.
—Es necesario librar tu cuerpo de la criatura que llevas. No te preocupes, te daré plazo suficiente para sanar antes de hacerte demandas. Sin embargo, no quiero esperar demasiado tiempo. Es importante que lleves a mi hijo tan pronto como sea posible.
El terror golpeó su estómago. Las náuseas se elevaron, ondeando por su pecho hasta atragantarla y tuvo que alejarse. Sepultó la cara en la almohada.
—Lo siento, —dijo en tono apagado—. No estuvo bien de mi parte, pero me encuentro enferma en los momentos más inusuales, desde que me di cuenta de la criatura que llevo.
—Es como son las cosas, —ofreció Duncan generosamente—. Cuando lleves a mi hijo, no levantarás un dedo. Estarás muy bien servida.
Hasta el parto. Las palabras no fueron dichas pero flotaban pesadas en el aire.
Sí, ella no tenía ninguna duda de que sería tratada como una reina hasta el día en que diera a luz al heredero de Neamh Álainn.
Él tenía la intención de matar a su hijo. El hijo de Ewan. Y sustituirlo por su propia semilla. El sólo pensamiento la hizo tener arcadas de nuevo, e inhaló fuertemente por la nariz para evitar vomitar por toda la cama.
—Vamos, es mejor hacerlo de una vez. Tómatelo de un trago. Llamaré al sanador del palacio para ayudarte con la peor parte. Él dijo que esto puede ser muy doloroso.
Estaba tan tranquilo al respecto. ¿Cómo podía hablar de cometer un crimen con una tierna sonrisa? El hombre era un monstruo. Un demonio del infierno.
—¿Por qué perder un tiempo valioso? —dijo sofocada. Trataba desesperadamente de hacerse con un plan, algo, cualquier cosa para persuadirlo del asesinato.
Él frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Usted trata de deshacerse de la criatura que llevo en mi vientre cuando ya estoy casi a la mitad de mi embarazo. La pérdida de un bebé en esta avanzada etapa puede provocar que una mujer quede estéril. No hay ninguna garantía de que quedaré embarazada inmediatamente o no lo haga en absoluto. Usted ya ha reivindicado ante todos que el niño que llevo es suyo. Si no importa con quien estoy casada, ¿por qué debería importar de quien es el bebé que llevo? Siempre y cuando dé a luz un niño, el control de Neamh Álainn será suyo. ¿Por qué habría de esperar y arriesgarse a que no pueda quedar embarazada otra vez?
Su ceño se profundizó, como si no hubiera considerado tal posibilidad.
—Quiero que mi hijo viva, —dijo en voz baja—. Independientemente de a quién llame padre. Haría cualquier cosa para protegerlo. A este respecto usted lleva ventaja, Laird.
Duncan se levantó y caminó nerviosamente frente a la cama. Se detenía de vez en cuando y la miraba como si tratara de determinar la verdad de sus palabras.
—A menudo se dice que el amor de una madre no conoce límites. Muy bien, Mairin Stuart. Estoy de acuerdo con tus términos. Perdonaré la vida de tu hijo, pero a partir de hoy eres mía. No lucharás contra mí cuando quiera hacer uso de tu cuerpo. Nunca pronunciarás una sola palabra para contradecir la explicación que le he dado a lord Archibald. ¿Estamos entendidos?
Que Dios me perdone.
—Estoy de acuerdo, —se atragantó ella.
—Entonces prepárate para partir del castillo. Saldremos dentro de una hora para volver a las tierras Cameron.
Lectura Septiembre 2018 - Página 5 Captur10
—¡Ewan! ¡Ewan! Despierta por el amor de Dios.
Se vio sacudido violentamente mientras tomaba conciencia de su entorno. Entreabrió un ojo y miró a su alrededor sólo para verse envuelto por la oscuridad.
—¿Caelen? —dijo con voz áspera.
—Gracias a Dios.
El alivio en la voz de su hermano era asombroso.
—Mairin.
La palabra envió astillas de aflicción a través de su cabeza y pecho. La bilis subió por su garganta al saber que en estos momentos su esposa estaba con su torturador.
—Mairin, —dijo de nuevo—. ¿Dónde está ella?
El silencio se hizo opresivo. Oyó la respiración de sus hermanos en la oscuridad, y supo que temían el relato que debían hacer.
—Lo siento, Ewan. Duncan se marchó hace horas, llevándose a Mairin con él, —dijo Alaric con voz sombría.
Ewan se sentó, el dolor desgarrando su cabeza. Sus hermanos lo cogieron por los hombros y lo recostaron nuevamente cuando estuvo a punto de caerse.
—¿Dónde estamos? —requirió.
—En los calabozos del rey, —dijo Caelen, la furia mezclada con cada palabra—. Archibald, ese pequeño bastardo nos arrojó a todos nosotros aquí después de que sus soldados te golpearan en la cabeza.
—¿Cormac y Gannon?
—Aquí, Laird, —contestó Gannon.
Hielo llenó las venas de Ewan cuando todo vino de nuevo a él con celeridad.
—Diormid. ¿Dónde está ahora?
—No estoy seguro, Laird, pero se ha ido de aquí. Sabe que cualquiera de nosotros lo mataría apenas verlo. Es posible que se haya ido con Cameron, ya que parece que estaba trabajando para él desde el principio.
—Los atentados contra mi vida. La flecha. El veneno. Debe haber sido él. Tenía órdenes de Duncan para matarme. Cuando eso no funcionó, hizo su denuncia ante el rey.
—Sospecho que ya había puesto la acusación en marcha incluso antes de que Diormid atentara contra tu vida —dijo Alaric —. Tenía todos los ángulos cubiertos desde el principio.
—La pregunta es, si David está involucrado en esto junto con Archibald, o si éste actúa solo con Cameron, —reflexionó Caelen.
Ewan puso sus manos en el suelo áspero de la mazmorra y se impulsó para sentarse.
—Archibald dijo que David estaba indispuesto y los rumores en el castillo confirmaron que el rey está muy enfermo. No me sorprendería si él estuviera detrás de eso también.
—¿Estás bien, Ewan, —le preguntó Alaric—. ¿Te duele demasiado la cabeza?
Tocándose un lado de la sien, sintió el calor de la sangre, pero ésta era espesa y ya no fluía libremente.
—Estaré bien. Lo más importante es que Mairin no permanezca bajo el poder de Cameron ni un minuto más de lo necesario.
—He enviado un mensaje a nuestros hombres, —expresó Caelen —. Tengo la esperanza de que pronto escucharemos algo de ellos.
Ewan miró alrededor de la oscura mazmorra.
—¿Cómo enviaste un mensaje a los nuestros?
—Yo podría haber amenazado a uno de los guardias que nos arrojó a la celda, —admitió Caelen—. Le dije que si no informaba a nuestros soldados de nuestro destino lo ensartaría en mi espada, lo castraría, y alimentaría a los buitres con sus testículos.
Alaric se rió entre dientes.
—El hombre no podía alejarse de nosotros lo suficientemente rápido para llevar el mensaje de Caelen a nuestros soldados.
—¿Cuánto tiempo hemos estado aquí? —Ewan preguntó mientras se frotaba más de la sangre del lado de su cabeza.
Caelen suspiró.
—Varias horas. Uno de los guardias, quien obviamente siente que es mejor mantenerme en mi lado bueno, me informó de la marcha de Cameron hace unas horas atrás.
—Hijo de puta, —juró Ewan—. No puedo creer que ese bastardo haya permitido que Mairin cayera en manos de Cameron. Todo esto fue una argucia desde el principio. Archibald nunca tuvo la intención de presentar este asunto ante David, y él malditamente seguro nunca tuvo el propósito de escuchar a Mairin ni a mí. El testimonio de Diormid sólo le dio el influjo de la opinión pública para que, cuando ofreciera su sentencia, no hubiera un contragolpe de parte de los otros Lairds, quienes podrían haber pensado que intervino injustamente.
—Lo siento, señor, —dijo Cormac, la devastación se sentía en cada palabra—. Debería haberlo visto. Yo pasaba cada día en compañía de Diormid. Luché con él. Comía con él. Entrenamos juntos. Éramos como hermanos. Nunca habría imaginado que nos traicionaría.
—No es tu falta, apenas tanto como la mía o la de cualquiera, —Ewan dijo con tristeza—. Yo mismo le confié la seguridad de Mairin muchas veces.
Se pasó la mano por la cara con cansancio y trató de apartar el recuerdo de las manos de Cameron sobre Mairin fuera de su mente. Él no podía imaginar a Cameron haciéndole daño porque eso lo conduciría a la locura. El único modo de sobrevivir a esto era sofocarlo. Aplacar sus emociones. Apagar las imágenes que parpadeaban a través de su mente con precisión tortuosa.
—Duncan esperará un ataque a gran escala sobre su propiedad, —señaló Caelen—. Él entiende que Archibald no puede detenernos en el calabozo del rey para siempre, y también sabe que irás por Mairin. Lo sabe y estará esperándote, por lo que se hallará preparado.
—No puedo arriesgar la seguridad Mairin atacando su castillo con la fuerza de todo mi ejército. Si ella no estuviera confinada allí, yo le daría la lucha que él espera y no me importaría un carajo lo que pretendiera. Pulularía sobre sus tierras como la peste y diezmaría todo a nuestro paso. Pero no correré el riesgo de que Mairin quede atrapada en la batalla. Y si Duncan llegara a pensar que todo está perdido, la mataría por resentimiento.
—Sí, —estuvo de acuerdo Alaric—. ¿Entonces qué vamos hacer?
—Entraremos a hurtadillas en su castillo y sacaremos a Mairin de allí.
Caelen dejó escapar un profundo suspiro, el cual resonó fuerte en la quietud de la celda del calabozo.
—Haces que parezca como una misión de simple asalto, Ewan. Cameron se esperará un truco como ese.
—Tendremos éxito. No tenemos otra opción.
Caelen, Alaric, Gannon, y Cormac expresaron su acuerdo. Se hizo el silencio una vez más mientras esperaban.
Una hora más tarde, un ruido fuera de la celda los hizo moverse. Caelen saltó a sus pies y cargó hacia los barrotes de hierro cuando un guardia se acercó por el pasadizo, antorcha en mano.
—Deben darse prisa, —susurró el guardia en una voz urgente—. Sus hombres han proporcionado una distracción. Síganme. Les llevaré a la entrada norte.
Alaric ayudó a Ewan a ponerse de pie y salieron apresuradamente de la celda hacia la escalera de piedra que daba al primer nivel del castillo. El guardia corrió por el pasadizo, cruzando la gran sala, y más allá de las cocinas.
Salieron del palacio a través de la estrecha puerta donde los desperdicios eran desechados y se acercaron a un pequeño portón de madera esculpido en el imponente muro de piedra que sobresalía hacia arriba.
El guardia sacó una llave y abrió apresuradamente un candado grande de metal.
—Adelante, —exhortó.
Los hombres salieron por la puerta, pero Ewan hizo una pausa al final.
—Tienes mi agradecimiento, —le dijo al guardia—. Tienes que velar por tu rey. Archibald conspira contra él. He oído rumores de que el rey no está bien. Examina su comida y bebida.
El guardia asintió.
—Vaya con Dios, laird McCabe. Oraré por el regreso seguro de su señora esposa.
Ewan sorteó la entrada y siguió a sus hombres en la noche. Corrieron a través del terreno, en dirección al distante amparo del bosque.


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Mensaje por yiany Lun 24 Sep - 6:01

Gracias por el cap Berny. Definitivamente Duncan se tiene confianza, creía que Mairin voluntariamente iba a deshacerse de su hijo? Sinceramente espero que guarde un cuchillo de la cena y se lo clave en las bolas sí intenta tocarla. Ewan, por favor, apresurate.


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Mensaje por yiniva Lun 24 Sep - 13:52

Lo bueno que el guardia los ayudo a salir, lo malo que ya se llevaron a Mairin, Duncan esta loco, gracias


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Mensaje por berny_girl Mar 25 Sep - 0:55

CAPÍTULO 36

Ewan emitió un suave gorjeo, el sonido hizo eco en la tranquilidad de la noche. A lo lejos, un llamado en respuesta se escuchó y Ewan se arrastró sigilosamente hacia adelante, sus hermanos le seguían de cerca.
Habían esperado cuatro días por la luna nueva, después de haberles tomado tres días para llegar a las tierras de Cameron y examinar cuidadosamente la disposición del castillo. Ewan no podía esperar un solo momento más. No había habido ninguna señal de Mairin en varios largos días, mientras observaban y esperaban. Duncan la mantenía bajo estricta vigilancia.
Después de señalar hacia la cámara en la que Mairin muy probablemente estaba alojada, Ewan y sus hombres rodearon la fortaleza. Junto con sus hermanos, se deslizó en el interior de la ladera de piedra, pasando por los guardias dormidos hacia la torre que se alzaba encima de su cabeza.
Ahora en la oscuridad, Ewan arrojó una cuerda con gancho hacia la pared. Le tomó cinco intentos antes de fijarla al alféizar. Tiró de la soga para asegurarse de que lo sostendría, y comenzó una rápida escalada por la pared hacia la ventana.
 
Mairin estaba en su ventana con la cabeza inclinada, mientras la vergüenza de sus circunstancias caía sobre sus hombros.
Un pacto con el diablo. La vida de su hijo por la suya. La supervivencia de su hijo por su vida con Ewan. No se arrepentía de la decisión que había tomado, pero lloraba por todo lo que había perdido. Por todo lo que jamás tendría.
La tensión de la semana pasada había sido demasiada para soportar. Estaba al final de su capacidad. Tenía miedo de comer, no fuera a ser que Duncan cambiara de opinión y faltara a su palabra. Temía a cada momento, que hubiera puesto una poción en su bebida o alimento que causara la pérdida de su hijo.
Vivía en constante temor de tener que entregarse al hombre que ahora la llamaba esposa.
Se tambaleó con cansancio y se volvió en dirección a la cama. No podía continuar de esta manera. No era bueno para su hijo, y sin embargo, no tenía elección.
Las lágrimas brillaron en sus mejillas mientras daba paso al dolor abrumador que brotaba desde lo más recóndito de su alma. ¿Cómo podría vivir de ahora en adelante, cuando había conocido un amor tan profundo que le dolía en el recuerdo? ¿Cómo podría alguna vez acostarse voluntariamente con otro hombre después de conocer el toque de Ewan?
Finalmente, en su cansancio, se arrastró bajo las mantas y hundió la cabeza en la almohada para que nadie oyera sus sollozos.
No tenía ni idea del paso del tiempo. Cuando sintió una mano deslizándose sobre su brazo hacia su hombro, se estremeció y dio la vuelta, dispuesta a defenderse del ataque de Duncan.
—Shh, muchacha, soy yo, Ewan, —susurró.
Se quedó mirando a su marido en la oscuridad, incapaz de creer que él estuviera aquí, en su recámara.
Él tocó su mejilla húmeda y le secó el rastro de lágrimas. Su voz sonaba torturada y las palabras parecían arrancadas de su alma.
—Ah, Mairin, ¿qué te ha hecho?
—¿Ewan?
—Sí, muchacha, soy yo.
Ella se levantó y echó los brazos alrededor de su cuello, aferrándose a él como si le fuera la vida en ello. Si estaba soñando, no quería volver a despertar. Quería existir en este mundo de ensueño donde los brazos de Ewan estaban firmemente a su alrededor y podía oler su fuerte fragancia masculina.
La aplastó contra él, su mano acariciándole la cabeza, agitando y haciendo un lío de su ya rebelde cabello.
—Ewan, —se atragantó—. Oh Dios, Ewan. Ewan.
Sus labios encontraron los de ella, y la besó desesperadamente, como si fuera el último beso que jamás compartirían. Mientras sus labios estaban enredados, las lágrimas se deslizaban sobre sus lenguas. Ella lo aspiró, el último aliento que quería tomar. Vivía para este momento, tratando de alcanzar todo lo que había perdido, todo lo que más quería.
—Shh, no llores, muchacha. Me rompes el corazón. No tenemos mucho tiempo. Tengo que sacarte de este lugar.
Sus palabras penetraron la intensa pena que la rodeaba. Lo miró fijamente, con miedo de creer que era real, que estaba allí y no era un invento de sus más anheladas fantasías.
La recogió de la cama y la cargó hasta la ventana. Se asomó y ella se aferró a sus hombros, mientras miraba hacia abajo la distancia vertiginosa entre su alféizar y el suelo.
—Escúchame, cariño, —dijo él con voz suave. Le rozó los labios sobre la sien y la abrazó con fuerza contra su pecho.
—Vamos a bajar por una cuerda desde tu ventana.
Levantó la cabeza, alarmada.
—¡Ewan, yo no puedo! El bebé. Estoy demasiado grande y torpe.
Él le tomó la barbilla y pasó los dedos por su mejilla, mientras la miraba fijamente.
—Estaré contigo a cada paso del camino. Voy a bajarte primero. Alaric y Caelen esperan por nosotros abajo. Si te caes, van a atraparte. Necesito que confíes en mí.
Ella extendió la mano para tocar su cara, su amor y su fe elevándose desde su alma.
—Podría volar si me lo pidieses.
La besó con fuerza y luego la bajó al suelo. Sin perder tiempo aseguró la cuerda alrededor de su pie, de modo que le quedara como un estribo. Entonces, colocó la soga desde éste hacia sus manos, enlazándola alrededor de sus muñecas y palmas, para que ella se agarrara con fuerza. El otro extremo lo ató a su propia cintura y tomó posición justo dentro de la ventana.
—Súbete al alféizar, cariño. Con mucho cuidado, pon tus pies contra la pared del castillo y mantenlos allí, para que no te raspes contra las piedras mientras te bajo. Trata de mantenerte erguida.
Era una locura lo que le estaba pidiendo hacer, y sin embargo se subió a la cornisa, sujetándose a sus hombros como si le fuera la vida en ello. Él agarró la cuerda a escasos centímetros de sus manos y se apuntaló a sí mismo, cuando Mairin comenzó a trepar. Poco a poco ella bajó su pie hasta rozarlo contra la pared de piedra.
—Eso es, muchacha. Ve despacio y con cuidado. Te tengo. No te dejaré caer.
Deslizarse sobre el alféizar fue lo más difícil que jamás había hecho. Y luego simplemente se dejó ir. Cayó en espiral hacia abajo, golpeando sus pies contra la pared mientras trataba de recobrar su equilibrio. Echó la cabeza hacia atrás y vio a Ewan luchando con todas sus fuerzas para frenar su descenso. La cuerda tenía que quemar sus manos, y sin embargo, seguía aferrado a ella.
Trabó ambas extremidades contra la pared y agarró la soga con todas sus fuerzas. A mitad de camino finalmente logró controlar su descenso al bajar por la pared con sus pies.
Cuando por fin se acercó abajo, Alaric y Caelen extendieron sus manos y agarraron su cintura. La deslizaron al suelo y rápidamente desataron la cuerda para que Ewan pudiera tirarla de regreso hacia arriba.
—¿Cómo bajará? —susurró ella con urgencia.
Ellos la ignoraron y se quedaron mirando hacia lo alto, esperando por Ewan. Varios largos minutos más tarde, vio su oscura figura descendiendo por la cuerda, mano sobre mano, con los pies contra la pared como ella había hecho.
Cuando alcanzó una distancia segura, se dejó caer el resto del camino, aterrizando con un golpe suave a su lado. Cogió sus manos y, como sospechaba, estaban desgarradas y en carne viva. Su garganta se hinchó y le besó cada palma, sosteniéndolas con reverencia entre las suyas.
—Vamos, —siseó Alaric—. Gannon está esperando con los caballos.
Se agacharon y corrieron hacia la ladera de piedra a lo lejos. Alaric arrojó otra soga y el gancho golpeó el borde de piedra en la cima con un tintineo. Sin perder tiempo, trepó por la pared y se colocó en la parte superior, con la mano extendida hacia Mairin.
Ewan la izó sobre lo alto de su cabeza y la impulsó para que pudiera alcanzar la mano de Alaric. Sus dedos resbalaron varias veces, antes de que Alaric finalmente la capturara y deslizara sus dedos hasta agarrar su muñeca.
Ewan empujó hacia arriba y su hermano tiró de ella con una fuerza increíble.
—Agárrate a la saliente e impúlsate hacia mí, —siseó Alaric.
Mientras la balanceaba, ella se propulsó hacia la parte superior de la pared y rodó hasta estar cabeza a cabeza con él.
—Escúchame, —le dijo—. Siéntate a horcajadas sobre el muro. Tan silenciosamente como puedas, desplázate hacia atrás hasta hacerle suficiente sitio a Caelen para que pueda escalar. Él bajará y entonces te dejarás caer. Yo me quedaré para ayudar a Ewan. Sus manos están demasiado dañadas para subir por otra cuerda.
Con cierta vacilación, ella balanceó una pierna para poder sentarse a horcajadas sobre el muro y rápidamente se empujó hacia atrás hasta que hubo suficiente espacio para que Caelen trepara por la pared.
Momentos más tarde, él osciló sobre la cima y a continuación, se dejó caer hacia el otro lado.
—Toma mi mano y te bajaré por el borde. Presta atención a Caelen y, cuando te lo diga déjate ir. Él te cogerá, —la instruyó.
Tragando de nuevo su miedo, se aferró a la mano de Alaric y se deslizó por el borde. Se dejó caer, sus pies raspando el lado del muro para frenar su impulso. Alaric cogió su muñeca y casi logra desarticular su brazo.
—Suéltate—llamó Caelen— Te tengo, Mairin.
Cerró los ojos, se apartó de la pared de una patada, y soltó la mano de Alaric. No debería haberse preocupado. Caelen ni siquiera se tambaleó bajo su peso cuando la atrapó contra su pecho. Aun así, le echó los brazos alrededor de su cuello, abrazándolo con gratitud feroz por no permitir que cayera.
Él suavemente apartó sus brazos lejos de su cuello y la dejó sobre sus pies. Sus rodillas se doblaron y ella se aferró a su mano para no caerse.
—Estás bien ahora, —dijo Caelen en voz baja y tranquilizadora. La sujetó a su lado para sostenerla mientras esperaban a que Ewan y Alaric descendieran.
Ewan bajó primero y Mairin se arrojó en sus brazos. Lo abrazó con tanta fuerza que probablemente no podría respirar, pero no le importaba. Estaba en sus brazos. Él la estaba alejando de Duncan Cameron.
—Vengan, —instó Alaric cuando cayó al suelo—. Gannon está esperando con los caballos.
Corrieron bajo la protección de los árboles. Justo a la entrada del bosque, Gannon estaba con sus caballos y Ewan la urgió hacia su montura.
Alaric y Caelen se balancearon sobre sus sillas de montar. Cormac y Gannon ya estaban montados en sus caballos. Ewan se subió a su silla con un movimiento rápido y luego simplemente se agachó, cogió a Mairin del suelo, y la instaló enfrente de él.
Apoyó la cabeza sobre el pecho de Ewan y deslizó su brazo alrededor de su cintura. Las lágrimas caían libremente, pero no hizo nada para distraerlo de su concentración. Si Cameron descubría que se había ido, los perseguiría con la fuerza de todo su ejército, y Ewan se vería refrenado por llevarla con él.
Sólo cuando estuvieron a kilómetros de distancia alzó su cara, para mirar a su marido.
—¿Ewan?
Él dejó caer un beso en la parte superior de su cabeza.
—Ahora no, cariño. Ya hablaremos cuando toquemos tierras McCabe. No nos detendremos hasta llegar a nuestra frontera. Duerme ahora.
Tenía en la punta de su lengua la pregunta de cómo pensaba que iba a dormir, pero antes de que hubieran recorrido otra milla, su agotamiento la alcanzó. Después de tantas noches sin descanso, por temor a lo que Duncan podría hacer, ahora estaba a salvo en los brazos de su marido.
Apoyó la cabeza sobre su amplio pecho y permitió que el movimiento constante del caballo la arrullara hacia el sueño.
Ewan cabalgaba con una mano sosteniendo las riendas, y la otra envuelta firmemente alrededor de su esposa. Impuso un ritmo agotador que sus hombres estaban más que dispuestos a mantener. No podrían detenerse para dormir o comer hasta que llegaran a su frontera.


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Mensaje por yiany Mar 25 Sep - 7:31

Gracias Berny, menos mal pudieron sacarla sin mayores contratiempos y al parecer Duncan no le hizo nada, el problema es la que se vendrá cuando se de cuenta.

edito: no se porq mi celu escribe lo q quiere, jajajajaja.  Lectura Septiembre 2018 - Página 5 1833188340


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Mensaje por yiniva Mar 25 Sep - 15:39

gracias, que bueno que la rescataron, aunque se me hizo super fácil, que Duncan no esperaba que fuera por ella o que, no tenia a sus hombres en alerta


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Mensaje por Maria-D Miér 26 Sep - 0:56

Shocked   Al fin me puse al día. no me llegaron las notificaciones.


   Menuda aventura y cuánta traición y maldad para arrebatarle a Mairin.
   ¿Llegarán a su fortaleza en paz?
   Gracias por los capis.  Lectura Septiembre 2018 - Página 5 115428551


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Mensaje por berny_girl Miér 26 Sep - 1:47

CAPÍTULO 37

Fiel a su palabra, Ewan no se detuvo más que unos pocos minutos hasta que estuvieron justo fuera de la frontera de las tierras McCabe. Se abrieron paso entre las noches, el ritmo que estableció fue inhumano.
Mairin cabalgó con él, y cuando no estaba durmiendo, Ewan la alimentaba del saco de arpillera atado a su silla de montar. Sus hombres tenían un aspecto gris por el cansancio pero nadie manifestó ni una sola queja. El viaje fue inquietantemente silencioso, ni Caelen ofreció conversación, y Alaric tampoco. Estaban demasiado enfocados asegurándose de no ser perseguidos.
—Ewan, tengo necesidad de parar, —le susurró.
—¿Puedes esperar unas pocas millas más? —le preguntó—. Estaremos en tierra McCabe pronto.
Ella hizo un mohín.
—Me temo que no. El niño que llevo hace que sea difícil contenerme.
Su sonrisa fue fugaz mientras llamaba a un alto. La bajó cuidadosamente de la silla, y prácticamente cayó desplomada. Gannon estaba allí para cogerla, y casi lloró de gratitud cuando él le ofreció una reconfortante sonrisa.
Para completa estupefacción de Gannon, echó los brazos alrededor de él y lo abrazó con fuerza. Sus manos subieron y él balbuceó mientras intentaba preguntarle sobre lo que estaba haciendo.
—Gracias, —susurró. Se apartó y le sonrió.
—¿Por qué, mi señora? —le preguntó confundido.
—Por venir por mí.
Se volvió entonces y fue en busca de un área privada para hacer sus necesidades.
Ewan sonrió y miró cómo su esposa se escondía detrás de un árbol a lo lejos. Había sorprendido a Gannon con su gratitud. Si él tuviera que adivinar, todos sus hombres serían los destinatarios de su afecto antes de que esto hubiera acabado.
Un momento después, Mairin volvió y Ewan absorbió la visión de la disposición de la mano protectora sobre su pequeño y redondo vientre.
Le asombró lo aliviado que se sentía de tenerla en su casa, o casi. Había empujado a sus hombres fuertemente, temeroso de que Duncan los persiguiera y que Mairin quedara atrapada en medio de la batalla. Necesitaba que estuviera segura. Quería que estuviera lejos del inevitable derramamiento de sangre entre él y Cameron. Los días del bastardo estaban contados, y no importaba que para ello tuviera que desafiar al mismo rey, él vengaría a su esposa.
Mientras se inclinaba para levantar a Mairin hacia la silla, se dio cuenta de que ya no buscaba venganza por el agravio hecho a su padre y a su clan. Reclamaba venganza para una hermosa muchacha, la cual tenía más dolor en sus azules ojos de lo que él nunca hubiera querido ver en su vida.
—Ya casi estamos en casa, —le susurró al oído.
Ella se volvió y lo miró con tristeza y súplica en sus ojos.
—Tan pronto como crucemos las tierras McCabe, ¿puedes enviar a tus hombres por delante? Tengo que hablar contigo, Ewan. Es importante que lo haga antes de llegar al torreón. Una vez que lleguemos al patio, seremos lanzados de un lado al otro. Tenemos que resolver esto. Debemos hacerlo.
Tocó su cara y trató de suavizar las líneas de preocupación de su frente. ¿Qué demonios la tenía tan afligida? El terror se apoderó de su corazón ante la profundidad de la tristeza en su mirada. Él oró por tener la fortaleza para soportar el relato de todo aquello.
—Sí, muchacha, hablaremos.
Una hora más tarde, detuvo su caballo y luego hizo señas a los demás para que siguieran adelante.
Caelen y Alaric se acercaron en sus monturas y se detuvieron junto a Ewan y Mairin.
Alaric frunció el ceño.
—No me gusta dejarte solo, Ewan.
—Estamos lo suficientemente lejos en nuestra tierra ahora. Necesito un poco de tiempo a solas con mi esposa. Estaremos con ustedes pronto. Sigan adelante y anuncien que la llevaré a casa sana y salva.
De mala gana, Alaric y Caelen cabalgaron por delante. Su ritmo se aceleró cuando empezaron a bajar por la montaña hacia el último tramo al hogar. Pronto, los otros siguieron su ejemplo, espoleando a sus cabalgaduras al galope y luego a una carrera.
Las exclamaciones llenaron el aire. Gritos y clamores de triunfo llenaron los oídos de Ewan, y no pudo evitar sonreír. Pero cuando miró a Mairin, sus ojos estaban entristecidos y llenos de dolor.
Su corazón dio un vuelco y cerró sus parpados mientras se preparaba para hablar de todo lo que Duncan le había hecho. Una parte de él no quería saberlo. Quería olvidarlo —quería que ella lo olvidara—, para que pudieran ponerlo firmemente en el pasado. Pero también sabía que Mairin necesitaba decirlo, para poder librar su sistema del veneno que Cameron le había infligido.
Se bajó de su caballo y luego extendió la mano para deslizarla suavemente desde la silla de montar. La llevó a un parche de espesa hierba calentada por el sol. Se sentó en el suelo y la situó con firmeza entre sus brazos.
Apenas podía dar crédito de que estaban en sus tierras y ella estuviera de regreso en su regazo. La semana pasada había sido una prueba de resistencia para él. En su punto más bajo, se preguntó si alguna vez la vería de nuevo. No quería que su fe fuera puesta a prueba jamás de tal manera de nuevo.
—Hice una cosa terrible, —se atragantó ella.
Ewan se echó hacia atrás, sorprendido, su frente surcada por la confusión.
—¿De qué estás hablando?
—Estuve de acuerdo. Que Dios me ayude, estuve de acuerdo en pactar con ese demonio, a fin de mantener a nuestro hijo a salvo. Fui desleal a ti, Ewan, porque juré que mentiría y apoyaría la reclamación de Duncan a cambio de la vida de nuestro niño.
Ewan se tragó su propio dolor ante la desesperación de su voz.
—Shh, —le susurró—. Nunca creeré ni por un momento que fuiste desleal a mí.
El dolor llenó los ojos de Mairin.
—Quería hacerme abortar a nuestro hijo. Él iba a obligarme a beber un brebaje. Habría dicho y hecho cualquier cosa para salvar a nuestro bebé. Lo convencí de que si yo abortara, por lo avanzado de mi estado, había una posibilidad de que no podría tener otro hijo. Lo convencí de que lo lógico era continuar con la creencia de que era su hijo, mientras diera a luz un bebé, él controlaría Neamh Álainn, independientemente de quién fuera el niño. Estuvo de acuerdo, pero incluso entonces tuve miedo de comer o dormir porque me preocupaba de que se retractara de su palabra y se deshiciera de nuestro bebé.
Ewan la tomó en sus brazos y la meció una y otra vez, sus ojos cerrados ante el terror que ella había vivido. No era de extrañar que estuviera tan delgada. No había comido por miedo a perder al niño. Su hijo.
—Tu agudeza me asombra, muchacha. Haber pensado en una solución tan rápidamente. Me siento humillado por tu valentía y audacia. Ningún niño podría tener una madre más feroz. Nuestro hijo o hija será bendecido sin medida.
Lo miró fijamente, la esperanza iluminando sus ojos por primera vez.
—¿No estás enojado?
—¿Cómo podría estar enojado con una mujer que sacrificaría todo para salvar a mi niño de cualquier daño?
—Oh, Ewan, —susurró. Y entonces sus ojos se nublaron de nuevo y ella apartó la mirada.
Le alzó la barbilla con un tierno ademán.
—¿Qué es?
—Acepté ser su esposa. Consentí en que jamás lo rechazaría, —cerró los ojos mientras las lágrimas resbalaban en senderos plateados por sus mejillas.
Durante un momento Ewan no respiró. No podía imaginar semejante sacrificio. Su pecho dolía cuando finalmente llevó aire a sus pulmones.
Pero si ella podía encontrar el valor para decirle todo, él encontraría el coraje para oírlo.
—Dímelo, cariño. ¿Acaso...? ¿Te hizo daño?
Las palabras se derramaron dolorosamente de sus labios. Su garganta amenazó con cerrarse al imaginarse lo que debía haber sufrido.
—Yo... yo vomité sobre él la primera vez que lo intentó. Le eché la culpa a mi embarazo, pero juro por Dios que la idea de acostarme con Cameron me puso enferma. Después parecía tener miedo de que repitiera mi ofensa, así que permaneció lejos de mí.
El alivio de Ewan fue tan grande que lo hizo sentirse mareado. La tomó en sus brazos y la aferró a él, absorbiendo la sensación de tenerla a su alcance después de estar tantos días sin ella. Y luego se rió entre dientes, la imagen de los vómitos por todas partes sobre Cameron lo divertía en extremo.
Mairin lo miró, sus ojos brillando tan intensamente que se perdió en esos profundos estanques. La luz se atenuó por un momento y ella frunció el ceño.
—Ewan, ¿y la dote? ¿La hemos perdido para siempre?
Ewan suspiró.
—Fue concedida a Duncan. No tengo ninguna duda de que la recibirá, estés viviendo con él o no. Archibald, y posiblemente el mismo rey, están en connivencia con Cameron.
Las lágrimas llenaron sus ojos y ella bajó la cabeza.
—Todo por lo que te casaste conmigo no llegará a cumplirse. Nuestro clan necesita comida y ropa. Nuestros soldados necesitan suministros. Tenemos necesidad de reparaciones. ¿Cómo vamos a sobrevivir, Ewan?
Le agarró la cara entre sus manos y la miró a los ojos.
—Tú eres todo para mí, Mairin. Puedo estar sin alimentos. El torreón puede desmoronarse. Pero no puedo vivir sin ti. Lo lograremos. Siempre lo hemos hecho. De alguna manera lo llevaremos a cabo. Pero yo no puedo vivir mi vida sin ti. No me importa si la dote nunca nos es ofrecida. Aunque jamás reclamemos Neamh Álainn. Mientras te tenga a ti, muchacha. Siempre y cuando te tenga a ti.
Mairin se lanzó a su alrededor y lo abrazó hasta que no pudiera respirar. Su cuerpo temblaba mientras las lágrimas se deslizaban por su cuello. Sin embargo, él no la reprendió por ello, porque por Dios, que él quería llorar también.
—Te amo, Ewan. Gracias a Dios que viniste por mí.
Presionó su frente contra la de ella mientras sus labios bailaban cada vez más cerca el uno del otro.
—Lucharía contra los fuegos del infierno para traerte a casa, muchacha. Ahora vamos a montar. Nuestro hijo extraña a su madre y nuestro clan echa de menos a su señora.
 
El clan entero estaba reunido en el patio cuando Ewan cabalgó a través del puente, con Mairin sostenida firmemente delante de él en la silla.
Su cabeza descansaba sobre su pecho y su pelo caía por la espalda, los extremos alzándose por la ligera brisa.
Los miembros de todo su clan se volcaron hacia delante, su necesidad de ver que su señora estaba bien, era evidente en cada uno de sus rostros.
Ewan se detuvo y retiró la manta que protegía Mairin de la vista. El patio estalló en un coro de ovaciones.
Se enderezó en su abrazo y sonrió a su clan. Las lágrimas brillaron en sus ojos y les ofreció una señal tranquilizadora.
—¡Mamá! ¡Mamá!
Crispen salió disparado de entre multitud y corrió directamente hacia el caballo de Ewan. Éste miró a su hijo y le sonrió.
—Quédate ahí, muchacho. Ayudaré a tu madre a bajar.
Las sonrisas de Crispen y Mairin iluminaron todo el patio. Algo dentro de Ewan se estremeció y estrujó hasta que su pecho dolía. Era el amor.
Alaric y Caelen se adelantaron y Ewan les entregó a su esposa, mientras desmontaba. Como había esperado, ella lanzó sus brazos, primero alrededor de Alaric y lo apretó hasta que él riendo, rogó por misericordia. Luego lo dejó ir, y se volvió hacia Caelen, quien ya tenía las manos en alto para protegerse de ella. Sin hacerle ningún caso, se lanzó hacia él, y su hermano no tuvo más remedio que atraparla, para que no cayera. Lo abrazó con fuerza, balbuceando su agradecimiento todo el tiempo.
—Tú, mujer tonta, —refunfuño Caelen—. ¿De verdad pensaste que te dejaríamos con aquel cerdo? —pellizcó su barbilla y ella le sonrió, antes de abrazarlo de nuevo.
Caelen gruñó y le dio la vuelta en dirección a su marido. Ewan estuvo más que satisfecho de recogerla en sus brazos y oscilarla a su alrededor.
—¡Bájala, papá! Quiero abrazar a mamá.
Riéndose, Ewan la dejó en el suelo y Crispen inmediatamente lanzó sus brazos alrededor de su cintura. Entre lágrimas, Mairin lo estrechó contra sí y procedió a besar cada centímetro de su pelo.
Alaric y Caelen la miraban con indulgencia, pero Ewan podía ver en sus ojos el evidente cariño que sentían por su esposa. Los había conquistado a todos ellos. A Ewan. Sus hermanos. Sus hombres. Su clan.
Levantó la mano para acallar el escándalo en torno a ellos.
—Hoy es un día realmente glorioso, —dijo al clan reunido—. Nuestra señora nos ha sido devuelta al fin. Hizo sacrificios increíbles para mantener a nuestro hijo a salvo y el legado McCabe con vida. Le preocupaba que la pérdida de su dote, de alguna manera opacara el entusiasmo por su regreso, cuando en realidad ella es nuestro mayor tesoro.
Se volvió entonces hacia Mairin y lentamente cayó sobre una rodilla delante de ella.
Tú eres mi mayor tesoro, —susurró.
A su alrededor, sus hombres también se hincaron sobre una rodilla, sus espadas desenvainadas y señalando en su dirección. Alaric y Caelen dieron un paso adelante. Ewan vio la pregunta en sus ojos. Luego ambos cayeron de rodillas delante de ella.
Fue demasiado para el corazón tierno de su esposa. Lloró tan ruidosamente como un recién nacido. A nadie pareció importarle. Sonrisas brillaban en los rostros de sus postrados hombres.
—Oh, Ewan, —exclamó, mientras se lanzaba hacia él.
No tuvo más remedio que atraparla, aun así, aterrizaron en el suelo en una maraña de brazos y piernas. Se cernió sobre él salpicando su rostro y cuello con besos.
Lloraba con tanta fuerza que sus labios resbalaron dos veces de su cara hacia sus orejas.
—Te amo, —gimoteó—. Nunca soñé que encontraría a un hombre como tú.
Ewan la cogió en sus brazos y la miró amorosamente a los ojos.
—Es bien sabido que fuiste un regalo de Dios para este clan, muchacha. Y para mí. Especialmente para mí, —susurró.
Una aclamación contundente casi lo ensordeció. Mairin se llevó las manos a los oídos, pero su sonrisa bastaba para iluminar la más oscura noche de invierno.
Sin importarle quién lo viera o a qué conclusión llegaran, se puso de pie, la balanceó en sus brazos, y se dirigió hacia los escalones del torreón.
—Ewan, ¿qué estás haciendo? —le reclamó.
La silenció con un beso, mientras caminaba hacia el interior de la sala.
—Calla, mujer. No me cuestiones. Tengo una necesidad apremiante de experimentar la indecencia de mi esposa.


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Mensaje por yiany Miér 26 Sep - 7:19

—Tú eres todo para mí, Mairin. Puedo estar sin alimentos. El torreón puede desmoronarse. Pero no puedo vivir sin ti. Lo lograremos. Siempre lo hemos hecho. De alguna manera lo llevaremos a cabo. Pero yo no puedo vivir mi vida sin ti. No me importa si la dote nunca nos es ofrecida. Aunque jamás reclamemos Neamh Álainn. Mientras te tenga a ti, muchacha. Siempre y cuando te tenga a ti.

Qué lindo, Mairin consiguió lo que tanto había buscado alguien que la quisiera por ella y no por su dote y sus bienes. Ya por fin están en casa, siendo muy indecentes, jijiji, pero y Duncan fue que no se dio cuenta de su partida??


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Mensaje por Maria-D Miér 26 Sep - 11:40

Lectura Septiembre 2018 - Página 5 1124870976    Todo el capítulo ha sido conmovedor. Y esa escena final, con todo el clan rindiéndole homenaje...de película.
   Ahora, nos queda pasar aún el trance amargo con Cameron, cuando aparezca a reclamarla. No creo que se quede en su casa. Necesita al heredero para reclamar Neamh Alainn.
 Muchas gracias.  Lectura Septiembre 2018 - Página 5 115428551


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Mensaje por yiniva Jue 27 Sep - 13:53

hay tan lindo Ewan a mi también me encanto esa parte yiany, mil gracias


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Mensaje por berny_girl Jue 27 Sep - 16:37

CAPÍTULO 38


Mairin miraba con nostalgia el terreno montañoso, la tierra rebosante de verde, y aspiró el aire dulcemente perfumado del verano.
Se moría de ganas por salir del torreón, aunque sólo fuera para dar un paseo por el patio, pero Ewan le había prohibido expresamente dejar la seguridad de sus paredes, y él ya tenía suficientes preocupaciones sin su adición a los mismos.
El clan McCabe se preparaba para la guerra. No era un clamor hacia el exterior, sino más bien un tranquilo alistamiento de los hombres y sus armas. Ellos se habían resignado a su destino como enemigos de la corona y de Duncan Cameron.
Mairin se apartó de la ventana y bajó las escaleras hasta el salón, donde encontró a Gannon y a Cormac almorzando con sus soldados. Agitó la mano para que siguieran comiendo.
—Sólo voy a la cocina a ver a Gertie, —dijo mientras caminaba—. No voy a aventurarme más lejos que eso.
Gannon asintió con la cabeza, pero mantuvo un ojo en su avance.
—Quédese donde pueda verla, mi señora.
Sonrió y se acercó a la puerta, pero se quedó donde Gannon pudiera verla desde donde estaba sentado.
Sólo que Gertie no estaba atendiendo el fuego como era su costumbre. Mairin olfateó el aire. No había pan siendo horneado tampoco, lo cual era inusual dado que Gertie siempre tenía una hornada de pan, de día o de noche. Mairin se preguntaba a menudo cuando la mujer tomaba un descanso.
Tal vez había entrado en la despensa. Sí, eso era probable, y de ser así, volvería en un instante. Gertie no dejaría el fuego desatendido por más de unos pocos segundos.
Pero cuando Gertie no regresó, Mairin frunció el ceño. Un ruido que sonaba como un gemido procedente de la alacena, la impulsó a actuar. Corrió a través de la cocina y entró en la pequeña habitación, su mirada buscándola.
Allí, acurrucada en el suelo yacía la anciana, sangre corría por su sien. Mairin se apresuró a arrodillarse junto a la mujer.
Luego se volvió, dispuesta a pedir ayuda a Gannon, cuando una mano le cubrió la boca y un brazo la levantó bruscamente del suelo contra un cuerpo
duro.
—Ni un sonido, mi señora.
Se las arregló para liberar su boca.
—¿Diormid?
—Silencio, —rumió.
Su conmoción desapareció dando paso a una violenta rabia.
—¿Te atreves a presentarte en tierra McCabe? No vivirás para ver otro amanecer. Mi marido te matará.
—Usted es mi paso a la libertad, —gruñó junto a su oreja.
La sensación inconfundible de una lámina cortando su vestido a la altura de su vientre envió un escalofrío por la columna de Mairin. Él sostenía el cuchillo tan cerca que apenas podía moverse por miedo a ser herida.
Diormid tensó su agarre sobre ella y presionó la punta de la hoja contra su ahora desnudo vientre.
—Escuche bien. Si hace algo estúpido, rebanaré su vientre y verteré al bebé en el suelo. Si no cumplo con llevarla de vuelta a Cameron, moriré. Y si soy atrapado en la tierra McCabe, moriré también. No tengo nada que perder lady McCabe, y le aseguro que si llama la atención sobre nosotros, la mataré a usted y a su criatura antes de morir.
Por alguna razón sus palabras la enfurecieron en vez de que el temor golpeara su corazón. Estaba harta del interminable miedo en que todos ellos vivían. Estaba cansada de ver la preocupación en los ojos de Ewan. Él no dormía bien. No comía bien. Todo porque temía las consecuencias de las decisiones que había tomado como Laird.
Tocó la daga atada a su cinturón. Caelen se la había regalado a su regreso a la fortaleza. Su idea era, que no había ninguna razón para que una chica no fuera capaz de defenderse a sí misma si la situación se presentaba.
Reconoció en este momento, que estaba totalmente de acuerdo.
Con cuidado de no alterar a Diormid de cualquier manera, asintió su conformidad.
—Por supuesto que haré lo que quieras. No tengo ningún deseo de que dañes a mi hijo.
—Saldremos por la parte trasera, donde la ladera se hunde. Mi caballo espera bajo los árboles. Si alguien la ve, debe gritar que Gertie necesita de la sanadora.
Mairin asintió. La mano de Diormid se cerró alrededor de su nuca, mientras su otra mano aún empuñaba la cuchilla contra su vientre. Tan pronto como sintió el metal abandonar su carne, se dio la vuelta, con su daga en mano.
Sorprendido, Diormid balanceó su cuchillo, cortándola en la parte superior del brazo. Pero apenas registró el dolor, tan concentrada estaba en su tarea.
Ella estrelló su rodilla directamente entre sus piernas, al mismo tiempo que hundía la daga profundamente en su vientre. Él se tambaleó hacia atrás y
luego cayó con fuerza, sus manos fueron a su entrepierna. Lloraba mucho más lastimeramente de lo que Heath había hecho cuando Ewan le dio el mismo tratamiento.
Queriendo asegurarse de que estaba incapacitado, agarró una de las ollas pesadas del suelo y lo golpeó en la cabeza. Quedó inmediatamente inmóvil, tendido en el suelo, los brazos y las piernas abiertas de par en par. Sólo la empuñadura de su daga brillaba contra su abdomen. Ninguna parte de la hoja era visible. Estaba enterrada demasiado profunda en su carne.
Satisfecha de que él no iría a ninguna parte por el momento, se volvió y huyó, gritando por Gannon mientras lo hacía.
Cuando entró en la cocina, corrió a toda velocidad hacia Gannon y rebotó. Se habría caído si él no la hubiera agarrado por los brazos para estabilizarla. Entonces vio su vestido rasgado, y su expresión se volvió tempestuosa.
—¿Qué sucede, mi señora? ¿Qué ha pasado?
Antes de que pudiera responder, la empujó detrás de él y sacó su espada.
—Hay algo que debo mostrarte, —le dijo con urgencia—. Bien, es decir, te necesito para montar guardia mientras voy a buscar Ewan.
Sin esperar su respuesta, corrió alrededor de él y tiró de su mano, impulsándolo hacia la despensa. Señaló a Diormid tendido en el suelo.
—Tengo que buscar a Ewan. ¿Puedes asegurarte de que no se mueva hasta que yo vuelva?
El rostro de Gannon se ensombreció con furia mientras miraba al hombre en quien había confiado y llamado su hermano de armas. Luego miró a Mairin con asombro.
—Mi señora, ¿qué ha hecho con él?
Ante su pregunta, los acontecimientos de los últimos momentos la alcanzaron duro y rápido. Se instaló en su interior la comprensión en cuanto a lo cerca que ella y su bebé habían estado de ser lastimados. Sus manos comenzaron a temblar y su estómago se rebeló. Se volvió y vomitó violentamente. Se dobló, abrazándose mientras jadeaba en el suelo. Las lágrimas quemaban sus ojos mientras inhalaba regularmente, en un intento por calmar su agitado estómago.
—Mi señora, ¿está herida? ¿Qué ha pasado? —preguntó Gannon preocupado.
Se enderezó y puso su mano sobre el brazo de Gannon para mantener el equilibrio.
—¿Tengo tu palabra, Gannon? ¿Te asegurarás de que no se mueva hasta que vuelva con Ewan?
—Ya estoy aquí, muchacha. Toda la fortaleza oyó tus gritos, —la voz de Ewan sonó detrás de ella.
Se volvió en su dirección, para verlo a él y a sus hermanos posicionados en la puerta e inmediatamente se arrepintió de su acción. Las náuseas se elevaron hasta su garganta y se inclinó una vez más.
Fue Caelen quien pasó un brazo a su alrededor, y la abrazó mientras los espasmos se apoderaban de ella.
Ewan estaba demasiado ocupado observando la escena que tenía delante.
—¿Qué demonios ha pasado? —rugió—. ¿Cómo logró entrar en nuestra despensa? —Se volvió hacia Gannon—. ¿Tienes alguna explicación para esto?
—No, señor, no la tengo.
—Gertie, —se atragantó Mairin—. Ewan, ella está herida.
Ewan hizo señas a Gannon para que viera a Gertie, quien aún yacía en el suelo a poca distancia. Gannon la levantó en sus brazos y la sacó del almacén. Ya estaba volviendo en sí y protestando en voz alta que ella podía caminar por sus propios medios. Ewan se volvió hacia Mairin, quien temblaba como una hoja contra el costado de Caelen.
—Dime lo que pasó, muchacha.
—Él cortó mi vestido, —dijo, mientras sostenía la tela destrozada de sus faldas—. Amenazó con desgarrar al bebé de mi vientre si yo no cooperaba.
Alaric la miraba asombrado.
—Si él puso un cuchillo en tu vientre, ¿cómo en el nombre de Dios terminó inconsciente en el suelo con tu puñal en su panza?
—Seguí el ejemplo de Ewan, —explicó remilgadamente.
Ewan alzó una ceja e intercambió una mirada con Caelen.
—Esto lo tengo que escuchar, —murmuró Caelen.
—Le di un rodillazo... ahí abajo. Y bueno, clavé mi daga en su vientre al mismo tiempo. Cuando cayó, quise asegurarme de que no se escaparía, así que lo golpeé en la cabeza con una olla.
Alaric se estremeció.
—No creo que vaya a ir a ninguna parte, muchacha.
Ella se encogió de hombros.
—La verdad es que quería matarlo. ¡Él amenazó a mi hijo!
Caelen rió entre dientes.
—No creo que Crispen o tus otros hijos tengan que preocuparse alguna vez por ser lastimados, hermano. Tu mujer asumirá por sí sola, cualquier amenaza a tus descendientes.
Ewan atrajo a Mairin contra su costado y le besó la parte superior de la cabeza.
—¿Estás bien, cariño?
—No me hizo daño.
Le apartó la mano de su brazo y frunció el ceño cuando vio la sangre en él.
—Entonces, ¿qué es esto? —exigió.
Se encogió de hombros, recordando ahora que Diormid la había cortado durante el forcejeo.
—No es nada más que un rasguño, Laird. Lo lavare después.
—¿Qué debemos hacer con Diormid, señor?
Cormac preguntó desde la entrada.
La expresión de Ewan se ensombreció, pero luego miró a su mujer, probablemente recordando su aversión de tener a Heath asesinado por su infracción.
—Creo que debería alimentar a una manada de lobos salvajes, — murmuró Mairin—. Tal vez dejarlo atado entre dos árboles y desangrándose para atraer a los depredadores.
Ewan y sus hermanos la miraron boquiabiertos de asombro.
—O podríamos simplemente arrastrarlo detrás de un caballo durante algunos kilómetros, —analizó esperanzada.
Caelen estaba muerto de risa.
—Muchacha sanguinaria. ¡Me encanta! Ella es feroz, Ewan. Me gusta mucho tu esposa.
—No me sorprende, —refunfuñó Ewan.
Miró a Mairin con exasperación.
—Yo iba a sugerir matarlo y acabar de una vez, ya que no sobrevivirá a tu daga en su vientre de todos modos.
—Es una muerte demasiado rápida, —dijo con un resoplido—. Creo que debería sufrir.
Ewan frunció el ceño y ella accedió con un suspiro.
—Oh, muy bien. Mátalo rápidamente. Pero él no debe ser sepultado en tierra McCabe. Puedes alimentar a los buitres con su cadáver, ¿no?
Ewan negó con la cabeza y se echó a reír ante su tono esperanzado. La tomó en sus brazos y la apretó hasta que ella no podía respirar.
—Sí, muchacha, podemos alimentar a los depredadores con su cuerpo. ¿Te hará sentir mejor imaginar sus ojos siendo arrancados de sus órbitas?
Su estómago se revolvió ante la imagen y se llevó una mano a la boca para contener las ganas de vomitar de nuevo. Luego miró a su marido.
—¡Lo has hecho a propósito!
Él sonrió y se volvió hacia sus hermanos.
—Encárguense de su cuerpo. Me llevo a mi esposa de regreso a la sala.
Mairin dejó que Ewan la guiara fuera, pero luego se detuvo y se volvió para exclamar.
—Querré mi daga de regreso, Caelen.


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Mensaje por yiany Jue 27 Sep - 18:37

Grrrr Diormid realmente tiene coraje, volver a aparecerse en el torreo McCabe y amenazar la vida del bb. Grrr. Menos mal Mairin es toda una mamá oso, cuando se trata de proteger a los suyos y un pilin sanguinaria. Jijiji


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Mensaje por Maga Jue 27 Sep - 19:45



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Mensaje por berny_girl Vie 28 Sep - 11:19

CAPÍTULO 39


—¡Laird! Laird! ¡El rey se acerca!
Ewan soltó la mano de Mairin y se apresuró a la sala donde Owain gritaba llamándolo. El joven, obviamente había corrido todo el camino, pues estaba sin aliento, mientras frenéticamente buscaba a su señor en el hall.
Cuando vio a Ewan, corrió, repitiendo su anuncio una y otra vez.
—¡Para! —dijo éste apretando los dientes—. Cuéntame todo. ¿Qué tan lejos está el rey? ¿Acaso cabalga con su ejército?
Antes de que Owain pudiera responder, otro de los soldados de Ewan corrió dentro de la sala.
—¡Laird! ¡McDonald cabalga a través de nuestras puertas!
Ewan avanzó hacia el patio, Mairin pisándole los talones.
Llegó a los escalones, a la vez que el laird McDonald desmontaba de su caballo. Más allá de las puertas de la fortaleza, lo que parecía ser todo el ejército de éste se extendía a lo largo del terreno.
—Ewan —lo llamó McDonald—. Mis hombres trajeron noticias de que la guardia del rey se aproxima.
Apenas un momento después de este pronunciamiento, el ejército McDonald se separó para permitir que laird McLauren pasara sobre el puente, hacia el patio. A lo lejos, el regimiento McLauren se congregó en la parte posterior de los hombres de McDonald.
—Ewan, —McLauren saludó mientras se acercaba a los dos Lairds—. He venido tan pronto como lo he oído.
Ewan miró a los dos hombres con sorpresa.
La visión de tantos soldados a caballo era una vista impresionante, extendiéndose hasta perderse de vista.
—¿Se dan cuenta que por sus acciones, están rebelándose activamente contra la corona? Serán señalados como proscritos, —dijo Ewan.
El laird McLaren frunció el ceño.
—Está mal lo que hizo, Ewan. Si él toma a la mujer de un hombre, ¿qué sigue? ¿Sus tierras? Yo estoy de tu lado, al igual que mis hombres.
El laird McDonald asintió con la cabeza.
Ewan agarró el antebrazo de laird McLauren y luego se volvió para hacer lo mismo con McDonald. Entonces lanzó su puño al aire y dio un grito de guerra que fue recogido por sus hombres y se extendió a los McDonald y los McLauren. Pronto las colinas circundantes a la fortaleza hicieron eco con el sonido de la inminente batalla.
Se volvió hacia Mairin y tomó sus manos entre las suyas.
–Quiero que tomes a Crispen y permanezcan detrás de los muros de la fortaleza. No salgan hasta que los mande a llamar. Prométemelo.
Ella asintió con sutileza, los ojos muy abiertos por la aprensión.
Se inclinó y la besó.
—No tengas miedo, Mairin. Prevaleceremos el día de hoy. Ahora ve a ocuparte de ese corte en tu brazo.
Ella tocó su cara.
—Sé que lo haremos.
Se volvió y llamó a Crispen. Luego emitió una orden tajante para que todas las mujeres de la fortaleza se retiraran detrás de los muros.
—Saludaremos a nuestro rey en la frontera de mis tierras, —declaró Ewan. Ordenó a sus hombres que montaran sus caballos y cabalgaron hacia allí, los McDonald y los McLauren detrás de ellos.
Sentía una gran aflicción, pero estaba resuelto en su posición en contra de la corona.
La vida que se estaba forjando a sí mismo, a Mairin y a sus hijos no sería fácil. Sus nombres siempre estarían asociados con deshonor. Un héroe para algunos, un proscrito para la mayoría.
Si mantener a la mujer que amaba a su lado era motivo de deshonra, estaba dispuesto a llevar ese manto por el resto de sus días.
Cuando llegaron a su frontera, Ewan se sorprendió de ver al rey montado sobre su caballo con una escolta de sólo media docena de hombres. Esperaba más allá del límite, sin hacer ningún esfuerzo para cruzar hacia las tierras McCabe.
—¿Es esto un truco? —murmuró McLauren junto a Ewan—. ¿Dónde está el resto de sus hombres? Es un suicidio venir sin su ejército.
—Permanezcan aquí, —dijo Ewan con gravedad. Les hizo señas a sus hermanos, a Gannon y a Cormac, y cabalgó hasta que estuvo justo delante del rey, pero todavía dentro de sus tierras.
El rey parecía cansado, como si aún sufriera los efectos de su enfermedad. Su cara estaba pálida y demacrada, sus hombros hundidos precariamente.
—Su Majestad, —reconoció Ewan—. ¿Por qué ha venido a mis fronteras?
—He venido para corregir un error. Y darte las gracias.
De todas las cosas que Ewan pensó que su rey podría decir, esa no era una de ellas. Ladeó su cabeza, pero no dijo nada, esperando a su vez que el monarca se explicara.
—Vienes no sólo con el poder de tu ejército, sino con los de los clanes McDonald y McLauren, —dijo el rey—. Dime, laird McCabe, ¿habrías luchado el día de hoy contra mí, si yo hubiera venido con una declaración de guerra?
—Sí, —respondió Ewan sin dudarlo.
La diversión brilló en los ojos del rey.
—Al hacerlo, te estarías marcando a ti mismo como un marginado por el resto de tus días.
—Sólo si pierdo, —dijo Ewan, arrastrando las palabras—. Y no tengo intención de perder.
El rey se movió en su silla de montar.
—Me gustaría conocer a mi sobrina, laird McCabe.
Ewan dirigió una mirada al rey David, sin inmutarse por el brusco cambio de tema.
—No permitiré que Mairin se aleje de mis muros.
El rey asintió con la cabeza.
—Razón por la cual, espero que me invites al interior. Tenemos mucho que discutir, y como ya he señalado, tengo mucho que agradecerte.
—Podría ser un truco, —murmuró Alaric.
—Entrará solo, —dijo Ewan—. Sus hombres se quedarán fuera de los muros.
El rey arqueó una ceja.
—¿Me estás pidiendo que tenga tanta confianza en un hombre que ha admitido que no tiene ningún problema con matarme?
—Si lo único que quisiera fuera matarlo, ya estaría muerto, —dijo Ewan con calma.
David lo observó un momento más y luego asintió lentamente.
—Muy bien, entonces. Cabalgaré contigo hacia la fortaleza. Mis hombres me escoltarán hasta tu puerta.
Ewan se volvió y dio a sus hombres la señal de aguardar. Luego indicó a David que lo siguiera. Los hermanos de Ewan flanqueaban al rey mientras cabalgaban hacia el torreón.
Fiel a su palabra, David indicó a sus hombres que se detuvieran al llegar al puente a través del lago. Los guerreros McDonald y McLauren se quedaron atrás mientras que los hombres de Ewan cabalgaron por el puente detrás de su Laird.
Se apearon, David se deslizó de su caballo y osciló, tambaleándose sobre sus pies.
Ewan frunció el ceño pero no hizo nada para avergonzar a su rey ofreciéndole ayuda en frente de sus hombres.
—¿Laird, debo enviar a buscar a lady McCabe? —Cormac susurró.
Ewan negó con la cabeza.
—No, y de hecho, quiero que vayas con tu señora y te asegures de que permanece en su habitación hasta que yo la llame. Protégela bien, Cormac, hasta saber todo lo que ocurre aquí.
Cormac asintió y se alejó rápidamente.
Los hombres entraron en la sala y Ewan pidió cerveza y refresco. Se sentaron a la mesa principal y David estuvo en silencio mientras bebía su cerveza.
Después de un momento miró a Ewan por encima del borde de su copa y se mordió los labios, en cierta medida, pensativo.
—Necesito hombres de tu calaña, Ewan. Tenías toda la razón para despreciarme y sin embargo, advertiste al guardia sobre tus sospechas, de que estaba siendo debilitado por hombres en quien confiaba. Fue gracias a esa advertencia que estoy vivo y delante de ti hoy. Archibald, en efecto, conspiraba contra mí junto con Cameron. Mi primo lentamente me envenenó durante un largo tiempo, de modo que pareciera que hubiera enfermado y muerto de causas naturales.
El rey bajó su copa y suspiró.
—Quiero pedir disculpas por los daños causados a ti y en especial a tu señora esposa. Me gustaría conocer a mi sobrina con tu bendición.
Ewan miró a su rey por un largo momento, pero sólo vio sinceridad reflejada en los ojos del anciano. Luego se volvió hacia Caelen.
—Ve y escolta a Mairin hasta la sala para que pueda reunirse con su tío.

Mairin aferró el brazo de Caelen cuando llegaron a las escaleras. Había instruido a Crispen para que se quedara en su habitación con Maddie, pero en este momento daría cualquier cosa por tener a alguien más a quien agarrarse.
Caelen se detuvo en lo alto de los escalones y luego sacó su daga de la pequeña funda de cuero que había creado para adjuntar a su cinturón.
—Pensé que te podría gustar tener esto de nuevo, —dijo con diversión.
Cogió la daga y la ató a su cinto.
—Gracias, Caelen. Es muy amable de tu parte.
Él sonrió y le apretó el brazo para tranquilizarla.
—Levanta la barbilla. Una muchacha tan feroz como tú no se inclina ante nadie.
Bajaron las escaleras y doblaron la esquina hacia el salón. Al otro lado de la habitación, Ewan y el rey se levantaron de sus asientos en reconocimiento a su presencia.
Las rodillas de Mairin entrechocaban con terror abyecto. No la clase de terror de que temiera que el rey pudiera hacerle daño. No, Ewan estaba de pie justo al lado del monarca, y él nunca permitiría que tal cosa sucediera.
Ante todo, esta era su familia. Su carne y sangre. Su tío. Y él era el rey de Escocia.
Caelen se detuvo justo delante del rey y aflojó su agarre sobre el brazo de Mairin, dando un paso atrás para permitirle su momento con su tío.
Recordando que debía mostrar respeto por el rey, sin importar lo que Caelen pensara que ella no debía inclinarse ante nadie, se apresuró a hundirse en una amplia reverencia y rezó por no caer a sus pies.
Esperó por su permiso para levantarse, pero para su sorpresa, él se arrodilló frente a ella y le tomó las manos entre las suyas. La atrajo a sus pies, y se asombró aún más al ver un brillo luminoso de humedad en sus ojos. Ojos que le recordaban a los suyos propios.
Se veía demacrado. Pálido y agotado como si hubiera librado una larga batalla contra la enfermedad y no había hecho más que empezar su recuperación. Líneas grabadas profundamente en su frente, y arrugas estropeaban las comisuras de sus ojos.
Él mantuvo un firme apretón sobre sus manos mientras las mantenía en el espacio entre las suyas.
—Si alguna vez tuve alguna duda, no la tengo ahora, —dijo con voz ronca—. Tienes el aspecto de mi madre, que Dios tenga en su gloria.
—¿Lo tengo? —susurró Mairin.
—Sí, ella era una mujer hermosa, de espíritu bondadoso, y dedicada a aquellos que la necesitaban.
Mairin tragó, abrumada por la enormidad de este momento. Después de tanto tiempo en la clandestinidad, de vivir con miedo, al fin era reconocida abiertamente por la sangre de su padre.
Su marido se acercó a su lado y envolvió un brazo alrededor de su cintura. El rey a regañadientes soltó sus manos y dirigió una mirada hacia Ewan.
—Hiciste algo bueno, Ewan. El pensamiento de la muchacha en manos de Duncan Cameron... —se aclaró la garganta—. Trabajaré para corregir los agravios infligidos contra ti y tu esposa. Daré la bendición pública a su unión y tendré su dote inmediatamente transportada bajo fuerte custodia desde Neamh Álainn.
Mairin quedó sin aliento.
—Pensé que había perdido mi dote ante Duncan Cameron.
El rey negó con la cabeza.
—Archibald concedió la dote a Duncan, pero no sabía dónde estaba guardada. Únicamente yo tengo ese conocimiento, ya que sólo a mí me fue confiada la herencia legada por Alexander al primogénito de su hija. Ha estado bajo llave en Neamh Álainn desde que mi hermano hizo su testamento muchos años atrás.
—Oh, eso es maravilloso, Ewan, —exclamó mientras casi bailaba en brazos de él.
Se volvió hacia su tío, preocupada por su palidez y debilidad aparente.
—Nos haría un gran honor si permaneciera aquí hasta que su salud se restablezca.
Los ojos del rey se ensancharon con sorpresa y miró a Ewan por su confirmación. Éste se encogió de hombros.
—Hace mucho tiempo determiné la temeridad de negarle nada a mi esposa. Además, ella tiene el derecho de hacerlo. Hasta que esté a plena capacidad, la amenaza sigue siendo fuerte para usted. Se necesitará tiempo para descubrir a los que colaboraban con Archibald. Nos sentiríamos honrados si pasara algún tiempo con nosotros.
David sonrió ampliamente.
—Entonces, estaría encantado de aceptar su hospitalidad.
Al final, David se quedó durante una quincena, hasta que la dote de Mairin fue entregada. Su marido y el rey, después de un comienzo cauteloso, realmente consiguieron llevarse estupendamente. Cazaban la mayoría de las tardes, salían con los hermanos de Ewan y regresaban para beber cerveza en la sala y discutir acerca de quién traía la mayor matanza.
La salud de David mejoró rápidamente con la cocina de Gertie y la persistencia de Mairin para que descansara. Cuando salió con el contingente de soldados para entregar su dote, ella estaba en realidad muy triste de verlo partir.
Esa noche, en la intimidad de su habitación, Ewan le hizo el amor dulcemente, más tarde ella se rió al recordarse diciéndole al Laird que no estaba calificado en el arte de amar.
—¿Qué te divierte, mujer? Es un pecado reírse justamente después de que un hombre se ha satisfecho en el amor.
Le sonrió y se acurrucó en sus brazos. Como siempre, la acunó junto a él, protectoramente, rodeando su crecido vientre.
—Estaba recordando ciertas evaluaciones inexactas que hice acerca de tu destreza.
—Demonios que sí, te equivocaste, —gruñó.
Ella se rió de nuevo y luego suspiró con satisfacción.
—Es un día maravilloso, Ewan. Nuestro clan se ha salvado. Podemos alimentarlos, vestir a nuestros hijos, y suministrar a nuestros hombres las armas y armaduras que tan desesperadamente necesitan.
—Sí, cariño, es un día maravilloso
Luego se volvió y la besó hasta que ella no podía respirar. La miró con tanta ternura en sus ojos que su corazón se agitó en su pecho.
—Casi tan maravilloso como el día en que pisaste por primera vez la tierra McCabe.
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Mensaje por berny_girl Vie 28 Sep - 11:22

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Sigue leyendo para obtener una emocionante vista previa de la próxima novela de esta saga de Maya Banks.


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Mensaje por berny_girl Vie 28 Sep - 11:23

SEDUCIENDO A UNA MUCHACHA DE LAS
HIGHLANDS

Alaric McCabe miraba hacia la extensión de tierra McCabe y lidiaba con la indecisión que lo azotaba. Respiró el aire frío y miró hacia el cielo. No nevaría el día de hoy. Pero pronto. El otoño había caído sobre las highlands. El aire era más frío y los días se habían vuelto más cortos.
Después de tantos años de lucha para ganarse la vida, para reconstruir su clan, su hermano Ewan había hecho grandes progresos en el restablecimiento de los McCabe a su antigua gloria. Este invierno, su gente no pasaría hambre. Sus hijos no serían privados de la ropa adecuada.
Ahora era el momento de que Alaric hiciera su parte por su gente. En poco tiempo viajaría a la propiedad McDonald donde formalmente pediría la mano de Rionna McDonald en matrimonio.
Era pura ceremonia. El acuerdo había sido hecho semanas antes. Ahora el envejecido Laird quería que Alaric pasara un tiempo entre ellos, un clan que un día se convertiría en suyo cuando se casara con la hija y única heredera de McDonald.
Incluso ahora, el patio estaba lleno de actividad mientras un contingente de soldados McCabe se preparaba para hacer el viaje con él.
Ewan, su hermano mayor y Laird del clan McCabe, había querido enviar a sus hombres de confianza para acompañarlo en su viaje, pero él se negó. Todavía había peligro para la esposa de Ewan, Mairin, quien estaba embarazada con su niño.
Mientras Duncan Cameron estuviera vivo, representaba una amenaza para los McCabe. Él codiciaba lo que era de Ewan —a su esposa, y su eventual control sobre Neamh Álainn, un legado heredado a través de su matrimonio con Mairin, la hija del ex rey de Escocia.
Y ahora, debido a la tenue paz en las highlands y la amenaza que Duncan Cameron planteaba no sólo a los clanes vecinos, sino al trono del rey David, Alaric acordó el matrimonio que habría de consolidar una alianza entre su gente y el clan cuyas tierras colindaban justo entre Neamh Álainn y las propiedades de los McCabe.
Sería un buen enlace. Rionna McDonald tenía una apariencia hermosa, aunque era una muchacha extraña que prefería vestirse y hacer los deberes de un hombre sobre los de una mujer. Y Alaric poseería lo que nunca tendría si permanecía bajo Ewan: su propio clan que dirigir. Sus propias tierras. Y un sucesor quien heredaría el manto del liderazgo.
Así que ¿por qué no estaba más ansioso de montar a caballo y cabalgar en dirección a su destino?
Se volvió al oír un ruido a su izquierda. Mairin McCabe corría por la ladera, o al menos lo intentaba, y Cormac, el guardia asignado para ese día parecía exasperado mientras seguía su estela. Su chal estaba envuelto con fuerza a su alrededor, y sus labios temblaban de frío.
Alaric le tendió la mano, y ella la agarró, inclinándose hacia él mientras intentaba recuperar el aliento.
—No deberías estar aquí, muchacha, —le reprochó—. Vas a morir de frío.
—No, ella no debería, —coincidió Cormac—. Si nuestro Laird se entera, va a estar enojado.
Mairin rodó sus ojos y luego miró ansiosamente hacia Alaric.
—¿Tienes todo lo que necesitas para tu viaje?
Alaric sonrió.
—Sí, lo tengo. Gertie ha incluido suficiente comida para un viaje doblemente largo.
Ella alternó apretando y acariciando la mano de Alaric, sus ojos preocupados mientras se frotaba el incipiente vientre con la otra mano. La atrajo más cerca, así tendría el calor de su cuerpo.
—¿No deberías acaso esperar un día más? Es cerca del mediodía ya. Tal vez te convendría esperar y salir temprano en la mañana.
Contuvo su sonrisa. Mairin no se sentía feliz con su partida. Estaba muy acostumbrada a tener a su clan justamente donde quería. En la tierra McCabe. Y ahora que Alaric se alistaba para marcharse, se había vuelto cada vez más vocal en su preocupación y su descontento.
—No estaré fuera demasiado tiempo, Mairin, —dijo suavemente—. Unas pocas semanas a lo sumo. Entonces volveré por otra temporada antes de que se celebre el matrimonio y resida permanentemente en el castillo McDonald.
Sus labios se curvaron hacia abajo en un gesto infeliz, ante el recordatorio de que Alaric dejaría a los McCabe y, a efectos prácticos, se convertiría en un McDonald.
—Deja de fruncir el ceño, muchacha. No es bueno para el bebé. Ni tampoco lo es, que estés aquí en el frío.
Ella suspiró y le echó los brazos al cuello. Alaric dio un paso atrás e intercambió una mirada divertida con Cormac sobre su cabeza. La muchacha estaba aún más emotiva ahora que estaba hinchada con el niño, y los miembros de su clan estaban cada vez más familiarizados con sus explosiones espontáneas de afecto.
—Te voy a extrañar, Alaric. Sé que Ewan también lo hará. No dice nada, pero está más callado ahora.
—Te echaré de menos también, —dijo Alaric solemnemente—. Ten la seguridad de que estaré aquí cuando des a luz al más joven de los McCabe.
En ese momento, su rostro se iluminó, dio un paso atrás y extendió la mano para darle una palmadita en la mejilla.
—Sé bueno con Rionna, Alaric. Sé que tú y Ewan sienten que ella necesita una mano firme, pero en verdad, creo que lo que más necesita es amor y aceptación.
Alaric se removió inquieto, horrorizado de que quisiera discutir cuestiones de amor con él. Por amor de Dios.
Ella se echó a reír.
—Está bien. Veo que te he hecho sentir incómodo. Sin embargo, presta atención a mis palabras.
—Mi señora, el Laird la ha visto y no parece contento, —dijo Cormac.
Alaric volvió para ver a Ewan de pie en el patio, con los brazos cruzados sobre el pecho y un ceño grabado en su rostro.
—Vamos, Mairin, —dijo Alaric mientras metía la mano debajo de su brazo—. Será mejor que te devuelva con mi hermano antes de que venga a buscarte.
Ella se quejó en voz baja, pero permitió que Alaric la escoltara por la ladera.
Cuando llegaron al patio, Ewan le dirigió una mirada a su esposa, pero volvió su atención a Alaric.
—¿Tienes todo lo que necesitas?
Alaric asintió.
Caelen, el hermano menor de los McCabe, se detuvo al lado de Ewan.
—¿Estás seguro de que no quieres que te acompañe?
—Te necesitan aquí, —le contesto—. Más ahora, que el tiempo de Mairin se acerca. Las nieves del invierno estarán pronto sobre nosotros. Sería propio de Duncan organizar un ataque cuando cree que menos lo esperamos.
Mairin se estremeció al lado de Alaric otra vez, y él se volvió hacia ella.
—Dame un abrazo, hermana, y luego vuelve a la fortaleza antes de que cojas un resfriado de muerte. Mis hombres ya están listos, y no te tendré llorando sobre nosotros mientras tratamos de partir.
Como era de esperar, frunció el ceño, pero una vez más, le echó los brazos alrededor y apretó firmemente.
—Que Dios te acompañe, —susurró.
Alaric frotó una mano sobre su pelo de manera cariñosa, y luego la empujó en dirección a la fortaleza. Ewan reforzó el dictado de su hermano con su propia mueca feroz.
Mairin le sacó la lengua y luego se dio la vuelta, con Cormac siguiéndola hacia los escalones del torreón.
—Si me necesitas, envía un mensaje, —indicó Ewan—. Iré inmediatamente.
Alaric asió los brazos de Ewan y los dos hermanos se contemplaron fijamente durante un largo momento antes de liberarse. Caelen lo golpeó en la espalda cuando éste se disponía a montar su caballo.
—Esto es algo bueno para ti, —dijo Caelen sinceramente, una vez que Alaric estuvo a horcajadas sobre su montura.
Se quedó mirando a su hermano y sintió el primer indicio de satisfacción.
—Sí, lo es.
Tomó una respiración profunda mientras sus manos se apretaban en las riendas. Sus tierras. Su clan. Él sería Laird. Sí, era algo muy bueno.

Alaric y una docena de soldados McCabe cabalgaron a un paso constante durante todo el día. Dado que se habían impuesto un inicio tardío, lo que normalmente les llevaría un día a caballo ahora les obligaría a llegar a tierra
McDonald a la mañana siguiente.
Sabiendo esto, no los presionó, de hecho se detuvo para que sus hombres acamparan justo después del anochecer. Construyeron sólo un fuego y mantuvieron las llamas bajas, por lo que no iluminaba una extensa área.
Después de que comieron los alimentos que Gertie había preparado para el viaje, dividió a sus hombres en dos grupos y fijó a la primera cuadrilla de seis para que montaran la primera guardia.
Se apostaron alrededor del campamento, proporcionando protección para que los seis restantes se acostaran a descansar unas horas.
Aunque Alaric tenía previsto hacer la segunda vigilia, no podía dormir. Yacía despierto en el duro suelo, mirando hacia el cielo lleno de estrellas. Era una noche clara y fría. Los vientos se alzaban desde el norte, anunciando que se
avecinaba un cambio en la temperatura.
Casado. Con Rionna McDonald. Se esforzó, pero apenas podía conjurar una imagen de la muchacha. Lo único que podía recordar era su brillante pelo dorado. Era reservada, lo que él suponía era una buena característica para una mujer, aunque Mairin apenas era una esposa particularmente callada y obediente. Y sin embargo, la encontraba adorable, y sabía que Ewan no cambiaría ni una sola cosa de ella.
No obstante, Mairin era todo lo que una mujer debería ser —suave y dulce—, Rionna era varonil, tanto en vestimenta como en carácter. No era una chica poco atractiva, lo desconcertante era que se permitiera practicar actividades completamente inadecuadas para una dama.
Era algo que tendría que abordar de inmediato.
Una perturbación leve del aire fue la única advertencia que tuvo antes de abalanzarse a un lado. Una espada alcanzó su costado, cortando a través de su ropa y carne.
El dolor quemó a través de su cuerpo, pero lo hizo a un lado mientras tomaba su espada y se impulsaba rápidamente sobre sus pies. Sus hombres cobraron vida y el aire de la noche se llenó con los sonidos de la batalla.
Alaric luchó contra dos hombres, el sonido metálico de las espadas abrasando sus oídos. Sus manos vibraron por los repetidos golpes mientras los esquivaba y atacaba.
Fue retrocediendo hacia el perímetro establecido por sus soldados y casi tropezó con uno de los que había enviado como centinela. Una flecha sobresalía de su pecho, dando testimonio de cuán sigilosamente la emboscada había sido preparada.
Ellos eran superados abismalmente en número, y aunque Alaric enfrentaría a los soldados McCabe contra cualquier persona, y en cualquier momento asegurándose el resultado, su única opción ahora era llamar a una retirada, para que no todos fueran sacrificados. Simplemente, no había pronóstico posible de ganar seis a uno.
Gritó a sus hombres para que se subieran a sus caballos. Luego despachó al hombre frente a él y luchó para alcanzar su propia montura. La sangre manaba de su costado. El olor acre se elevó en el frío y llenó sus fosas nasales. Su visión ya se había atenuado, y sabía que si no se llegaba a su caballo, estaría perdido.
Silbó y su cabalgadura se encabritó justo cuando otro guerrero arremetía contra él. Debilitándose rápidamente por la pérdida de sangre, luchó sin la disciplina que Ewan le había inculcado. Se arriesgó. Fue imprudente. Estaba luchando por su vida.
Con un rugido, su oponente se abalanzó contra él. Agarrando su espada con ambas manos, Alaric se balanceó. Le cortó el cuello a su atacante, decapitándolo completamente.
No perdió ni un solo instante saboreando su victoria. Ya había otro atacante dirigiéndose hacia él. Con lo último de sus fuerzas, se arrojó sobre su caballo y le dio la orden de correr.
Podía distinguir la silueta de los cuerpos mientras su caballo tronaba en la distancia, y con una sensación de hundimiento, Alaric supo que no eran del enemigo. Había perdido a la mayoría, si no a todos, sus soldados en el ataque.
—A casa, —le ordenó con voz ronca.
Se agarró a su costado y trató valientemente de permanecer consciente, pero con cada zarandeo del caballo, mientras volaban a través del terreno, su visión se iba mitigando.
Su último pensamiento lúcido fue que tenía que llegar a casa para advertirle a Ewan. Sólo esperaba como el infierno, que no hubiera habido un ataque en la propiedad McCabe también.
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Mensaje por yiany Vie 28 Sep - 13:09

cap 39: Gracias Berny por la historia, el final un poco apresurado pero bueno, al menos el rey no estaba en todo ese complot y quiere de alguna forma resarcir el daño causado. Gracias a Dios no hubo mayores consecuencias por esos actos, pero, y donde esta el castigo para los culpables???

Avance: Noooooooo!!! como así??? que pasó???? no puedes solo dejarnos así Berny, me voy de una a buscar el siguiente libro.


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Mensaje por yiniva Vie 28 Sep - 13:49

Bueno Mairin no dejo de sorprenderme ella solita pudo contra su atacante, y es cierto el final se me hizo apresurado, pero que bien que tuvo contacto con el rey, muchísimas gracias Berny por el adelanto y por esta lectura yo también me voy a buscar el siguiente.


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Mensaje por Maria-D Vie 28 Sep - 15:55

Lectura Septiembre 2018 - Página 5 3683771782    Ha sido un final muy emocionante, con el nuevo atentado a Mairin y cómo supo defender su vida.
    La llegada del rey para resolver la situación, me ha sorprendido.
    Al menos, por esa parte, ya está solucionado.
   Falta acabar con el malvado, pero con las nuevas alianzas, creo que todo acabará muy bien.
   Me encanta lo cariñosos que son los hermanos con Mairin. Son una verdadera familia.
   En cuanto al avance, querida @Berny, nos has puesto los dientes largos con este comienzo.
   Sé que Alaric no va a morir, pero menuda situación se ha encontrado. Y seguro que serán los de Cameron, cómo no.
   ¿Qué será de él? ¿Le llevará su caballo de vuelta a su tierra?
    Estoy deseando enterarme, porque estos hermanos McCabe me tienen hipnotizada.
    Muchas gracias por seguir la serie.  Lectura Septiembre 2018 - Página 5 115428551


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Mensaje por berny_girl Dom 30 Sep - 23:31

Muchas gracias por acompañarme con la lectura... dentro de esta semana voy a subir la trilogía en la sección de biblioteca, para que pueden tenerlo y saber que pasa con los hermanos McCabe

LECTURA TERMINADA


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Mensaje por Maga Lun 1 Oct - 0:09

Muchas gracias por participar. 



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