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Lectura #7 2020 The Anti-Boyfriend - Penelope Ward

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Mensaje por Eadlyn Shaw Jue 8 Oct - 9:42

4
Carys
Promete no reír

 
El débil ruido del tráfico de la calle de abajo era el único sonido en la sala mientras esperaba nerviosamente a Cynthia Bordeaux, la directora del City Ballet, para comenzar la entrevista. Cynthia y yo nos conocimos hace años cuando bailaba para su competidor.
Finalmente se sentó frente a mí y cruzó las manos.
—Entonces, vayamos al grano, Carys. ¿Por qué crees que eres la mejor opción para el puesto de relaciones públicas que tenemos vacante?
Forzando la confianza, me senté más erguida.
—Porque conozco el negocio por dentro y por fuera, no sólo como artista, sino que trabajé en la administración durante un par de años después de mi lesión. Esa experiencia completa, así como mis buenas habilidades de escritura y oratoria, me hacen un gran ajuste.
Movió su bolígrafo entre sus dedos.
—Pero no tienes ninguna experiencia específica en relaciones públicas. Así que puedes entender mi vacilación al contratarte para este trabajo en particular.
—Bueno, nunca trabajé en relaciones públicas. Pero meses de tener que responder a la prensa con respecto a mi lesión mientras mantenía una cara valiente, ciertamente ayudó a prepararme para cualquier cosa que pudiera surgir. Y cosas como escribir un comunicado de prensa son bastante sencillas. De hecho, ya me he inscrito en una clase en línea que enseña lo básico en anticipación a este puesto.
—Bueno, es bueno saber que has sido proactiva. Eso muestra un verdadero interés en el trabajo.
—Estoy muy interesada, Cynthia.
—Tengo que decir que me impresiona que puedas pasar del traumático cambio de vida de tu lesión, aceptando otro puesto en tu empresa. Elegiste mantener un pie en la industria, lo cual me gusta.
—Bueno, he bailado toda mi vida e hice todo lo posible para hacerlo profesionalmente. Así que incluso cuando eso terminó de repente, no estaba lista para irme. El hecho de estar lesionada no me quitó mi amor por el ballet.
—¿Qué hizo que finalmente te fueras? ¿Fue sólo tu embarazo, o algo más?
—Dejé de trabajar para cuidar de mi hija, sí.
Inclinó la cabeza.
—¿Por qué quieres volver a trabajar ahora?
—Me he sentido un poco inquieta últimamente. Me encanta estar en casa, pero creo que es hora de volver a salir. También está el componente financiero. Pero, sobre todo, siento que el haberme alejado de la fuerza de trabajo por un tiempo, me dará una nueva energía para lo que sea que me embarque a continuación. Estoy muy emocionada por la próxima fase de mi vida.
Ella suspiró.
—Me doy cuenta de que tienes muchas cosas en marcha, así que tengo que ser honesta al decir que mi mayor duda al considerarte para este puesto es que podrías no estar tan disponible como necesitaríamos que estuvieras. —Cruzó sus brazos—. Sí, una buena parte de los deberes se pueden realizar desde casa, pero hay varios eventos en los que te necesitaríamos a mano. A veces no tenemos mucha anticipación, dependiendo de la situación, por ejemplo, para entretener a un nuevo inversor. ¿Crees que serías capaz de manejar el conseguir quien cuide a tu niña en el último minuto?
En el fondo, sabía que ese iba a ser mi mayor desafío. Pero no iba a dejar que me cerrara la puerta. Estaba decidida a encontrar una manera de hacer que funcionara.
—Soy una experta en improvisar, Cynthia. Cuando me lesioné, saqué lo mejor de ello. Cuando me quedé embarazada de repente, no sabía nada sobre cómo criar a un niño. Quiero tanto este puesto que estoy dispuesta a hacer lo que sea para que funcione. ¿Puedo prometerte que seré capaz de hacer el cien por cien de las apariciones? No. Pero puedo prometerte que haré todo lo posible para estar donde necesitas que esté. Y si tengo que perderme algo, trabajaré diez veces más duro para compensarte, para asegurarme de que sepas que estoy dedicada al trabajo. —Dejé salir un largo aliento.
Ella asintió en silencio.
—No hay duda de que contratar a alguien que ha sido tan respetado en esta industria sería un buen movimiento de relaciones públicas para nosotros. Sin mencionar que trabajaste para nuestro competidor, por lo que tenerte con nosotros sería una especie de comodín. Siempre he buscado una manera de pegarle a Charles.
Sonreí. Si eso ayudaba a justificar que me ofreciera el trabajo, estaba a favor.
Golpeó su bolígrafo en el escritorio.
—Te diré algo. Déjame reflexionar sobre esto. Tengo un par de personas más por entrevistar y quiero darles una justa oportunidad. Te llamaré cuando hayamos tomado una decisión.
La idea de que entrevistara a gente que probablemente tuviera más experiencia me dio ansiedad. Aun así, traté de mantener mi cara de póquer.
—Eso suena genial. —Asentí mientras me levantaba de la silla—. Y si hay algo más que pueda responder, por favor no dudes en enviarme un correo electrónico o llamarme. Espero que me des la oportunidad de probarme a mí misma.
Extendió su mano.
—Carys, fue increíble verte de nuevo. Eres tan encantadora como siempre lo recordé.
Después de dejar el City Ballet, fui a recoger a Sunny a casa de Simone. Como vivía cerca, se había ofrecido amablemente a cuidar a mi hija. Pero dada su falta de experiencia, no quería perder el tiempo en caso de que algo saliera mal.
De camino a casa de Simone, revisé mi correo electrónico mientras caminaba. Para mi sorpresa, varias respuestas a mi pregunta sobre una trabajadora de cuidado de niños a tiempo parcial habían llegado. Pensé que no sería fácil encontrar a alguien interesado en un horario variable. Pero parecía que había subestimado el número de personas que no querían estar atadas a una rutina fija.
La esperanza me llenó. Tal vez esto iba a funcionar después de todo.
 
*
 
Más tarde, después de que Sunny y yo volviéramos a casa, llamaron a la puerta.
Mirando a través de la mirilla, sonreí. Deacon estaba allí de pie con dos vasos de Starbucks en sus manos. Últimamente, ni siquiera me había enviado un mensaje de texto antes de la hora del café. Me traía un Latte si pasaba por aquí.
—Eres mi persona favorita en este momento —le dije, alcanzando el café—. Muchas gracias. No tienes ni idea de lo mucho que necesitaba esto.
Sus ojos se abrieron mucho mientras me miraba de arriba a abajo.
—Mírate. Te ves muy bien.
Todavía llevaba mi vestido de vaina negra de la entrevista. Mi cabello estaba suelto y con rizos. Esto era definitivamente lo más arreglada que Deacon me había visto.
—Me arreglo bien cuando tengo que hacerlo.
—¿A dónde fuiste?
No respondí inmediatamente, sino que me acerqué para tomar mi cartera, aunque sabía que volvería a rechazar mi dinero.
Deacon extendió la palma de su mano.
—Detente. No lo tomaré.
—¿Por qué estás pagando por mi café otra vez?
—Porque no lo pediste. Elegí conseguirlo. Ahora bébetelo y guarda el dinero.
—Me malcrías, Deacon. Y dado que no tengo ingresos, es muy apreciado. —Tomé un sorbo y luego sonreí—. Pero eso puede cambiar pronto —añadí con una voz cantarina.
Se animó.
—¿Conseguiste trabajo?
—Todavía no. Pero es por eso que estoy bien vestida. Hoy tuve una entrevista.
—¿Sin mentiras? ¿Cuál es la posición?
—Es un trabajo de relaciones públicas en una compañía de ballet diferente a la que solía trabajar.
Se alegró.
—Eso es fantástico. Sería perfecto para ti.
—Bueno, no puedo celebrar hasta que me ofrezcan el trabajo. Y tendré que resolver una situación para Sunny si lo consigo. Probablemente podría trabajar más de la mitad de la semana desde casa, pero habría algunos eventos a los que tendría que asistir, a veces con poco aviso. Por eso tengo que poner en fila a un par de personas.
—¿Tienes alguna pista?
—En realidad, sí. Hay una empresa que empareja a las familias y las niñeras. Una amiga de una amiga la recomendó. Me enviaron unas cuantas personas para que las revisara. Tendré que entrevistarlas a todas, pero la compañía las investiga, revisa sus antecedentes y se asegura de que tengan la experiencia adecuada. Solicité específicamente a personas que han trabajado con niños con necesidades especiales. —Tomé un sorbo—. Sólo rezo para que funcione.
—Bueno, mi abuela siempre dice que, si piensas positivamente hasta creer que todo saldrá bien, lo hará. No tenemos ni idea de cuánto afecta nuestra perspectiva a las cosas.
—Definitivamente tengo que trabajar en eso.
Deacon se sentó en mi sofá y levantó un ovillo de hilo que tenía allí desde la noche anterior.
—¿Qué estás haciendo?
—Oh. He estado tratando de enseñarme a hacer ganchillo, pero no va bien. Quería hacer un sombrero para Sunny.
—Promete no reírte, ¿de acuerdo? —dijo.
—¿De qué estás hablando?
—No te rías de lo que te voy a decir.
Antes de que pudiera decir algo más, mi teléfono sonó.
Agitó la mano.
—Tómalo. Te lo diré después.
Cuando fui a recogerlo, Deacon se acercó a donde Sunny se balanceaba. Se arrodilló y le murmuró algo.
La llamada era de un número que no reconocí.
—¿Hola?
—¿Carys? Es Cynthia.
Aclaré mi garganta.
—Oh... hola, Cynthia.
Con los ojos abiertos, miré a Deacon. Me dio un puñetazo en el aire.
—Pensé mucho después de que saliste de mi oficina hoy —dijo—. Siempre he sido un gran creyente de que tienes que seguir tu instinto.
Mi corazón comenzó a latir.
—De acuerdo...
—Mi instinto me dijo que no perdiera el tiempo de los otros dos entrevistados. Debería ofrecerte el puesto. Con tu historia, dudo que alguien pueda poner su corazón en ello de la manera que tú puedes.
Se me cayó la mandíbula.
—¿Hablas en serio?
—Así es. Felicitaciones. El trabajo es tuyo si lo quieres.
—Sí. Lo hago... ¡gracias!
Deacon me dio un pulgar hacia arriba y sonrió mucho.
—Ahora, asumo que necesitarás tiempo para poner a alguien en la fila para tu hija, así que ¿por qué no elegimos una fecha de inicio en, digamos, tres semanas? Puedes avisarme si necesitas un poco más de tiempo.
Parpadeando, respondí:
—Claro. Suena increíble. —Tuve que evitar saltar arriba y abajo.
—Te enviaré un correo electrónico con la fecha exacta. Planea trabajar en la oficina por lo menos los primeros tres días de entrenamiento.
—Bien. Ya lo tienes.
—Estaremos en contacto.
—Cynthia... —dije antes de que pudiera colgar.
—¿Si?
—Gracias por darme una oportunidad.
—Estoy segura de que no me decepcionarás.
—No lo haré.
—Felicitaciones.
—Gracias.
Después de colgar, agité las manos y grité:
—¡No puedo creer que lo haya conseguido!
—¡Diablos, sí! —gritó Deacon mientras se acercaba y me daba un abrazo.
Vaya.
No me lo esperaba, pero me sentí bien al estar envuelta en sus brazos. Ahora sabía de primera mano por qué a mi hija le gustaba tanto.
Se retiró.
—Estoy tan feliz por ti, Carys.
—Espero que esto sea lo mejor de los dos mundos, si puedo hacer que funcione.
—No si... sino cuando. Lo harás funcionar. Tienes que creerlo.
—Así es. Juré creer, y lo haré. —Sonreí—. Gracias por el recordatorio.
—Bien hecho, chica.
—¿Querrías celebrar esta noche conmigo? —pregunté, sintiéndome mareada—. Yo invito. Insisto.
Su sonrisa se desvaneció.
—Mierda. Me encantaría. Pero le dije a alguien que iría a ver un espectáculo esta noche. Ella ya compró las entradas y...
—¡Oh, Dios mío! —Agité mi mano—. No tienes que explicarte.
—No, sí tengo. Porque me hubiera encantado celebrarlo contigo esta noche. Esto es algo importante.
Me sentí estúpida por haberlo sugerido. Quizás esta oferta de trabajo me había dado una falsa sensación de confianza.
—No debería haber asumido que no tenías nada mejor que hacer que celebrarlo conmigo por capricho.
—¿Por qué? Somos amigos, ¿no? Los amigos celebran con los amigos.
Y ahí estaba. Había sido oficialmente enviada a la zona de amigos. No era como si no lo supiera ya. Pero supongo que una parte de mí tenía un pequeño rayo de esperanza de algo más que platónico. ¿Por qué quería eso con —como él se llamó una vez—el promiscuo de al lado? Eso no sería bueno para mí.
—En otra ocasión, ¿de acuerdo? —insistió.
Como tenía que prepararse para su cita, Deacon se fue unos minutos después.
Cuando la puerta se cerró detrás de él, me acerqué a Sunny, que aún disfrutaba en silencio de su columpio de bebé.
—Parece que sólo somos tú y yo para la celebración de esta noche. Estoy pensando en sushi para llevar para mí, y puré de patatas dulces para ti... ¿Qué me dices? ¿Suena bien?
Ella pateó sus piernas y me mostró una gran sonrisa.
Entonces recordé que Deacon iba a decirme algo antes de que llegara la llamada de Cynthia. Me había pedido que no me riera. Pero ahora me reía sólo de pensarlo, sin saber de qué diablos me reía.
 
*
 
Más tarde esa noche, después de que Sunny se durmiera, me senté con mis rollos de maki para llevar y abrí una botella de champán rosa que tenía en la nevera desde antes de que naciera mi hija.
Encendiendo la televisión, seleccioné On Demand y decidí ver algunos episodios de Flip o Flop en HGTV —las viejas temporadas de antes de que las estrellas, Tarek y Christina, se divorciaran. Esa fue mi emocionante celebración. Pero no me quejaría. Al menos tenía algo que celebrar.
A mitad de mi cena, recibí un mensaje de texto. Era una foto de una copa de champán.
 
Deacon: A tu salud.
 
Le envié una foto mía bebiendo mi champán.
 
Carys: Salud!
Deacon: Super!!! Me alegra ver que estás celebrando.
Carys: ¿Cómo estuvo el espectáculo?
Deacon: Estuvo bien. Sin embargo, tengo ganas de ir a casa y dormir.
Carys: ¿Ir a casa solo esta noche?
Deacon: Sí. No lo siento.
Carys: Ah. Ganas algo, pierdes algo. Es una lástima. Pero al menos sé que voy a dormir un poco ;-)
Deacon: Eso es muy cierto.
Carys: Lo siento, no pude evitarlo.
Deacon: Puedo soportarlo.
Carys: Esto explica por qué me estás enviando mensajes de texto desde tu cita. Espero que no esté justo delante de ti.
Deacon: No. El champán era de antes (pero en tu honor). Estoy en un descanso para ir al baño ahora mismo.
Carys: Muy amable de tu parte pensar en mí ahí dentro.
Deacon: No estoy en el cagadero. No te preocupes.
Carys: Bueno, eso es bueno.
Deacon: ¿Qué comiste con tu champán?
Carys: Tengo rollos de sushi de Miku.
Deacon: Ese lugar es bueno. ¿Pero has probado Ichigo?
Carys: No.
Deacon: Ohhh. ¡Necesitas hacerlo! Recogeré algo esta semana y te llevaré.
 
Ya estaba esperando ese día un poco demasiado. Entonces pensé en algo.
 
Carys: Oye, ¿qué ibas a decirme antes? ¿Cuando me pediste que no me riera de ti? Recibí esa llamada sobre el trabajo y nunca tuviste la oportunidad de decírmelo. LOL
Deacon: ¿Ves? Ya te estás riendo.
Carys: Lo siento.
Deacon: ¿De verdad quieres saber?
Carys: Sí.
 
Los puntos se movieron mientras escribía.
 
Deacon: Yo solía hacer ganchillo.
Carys: ¿Qué? ¿Lo hiciste?
Deacon: Te dije que no te rieras.
Carys: No me estoy riendo realmente. Lo juro. No en voz alta. No esperaba que dijeras eso.
Deacon: Es una historia jodida cómo aprendí. Me vi obligado a hacerlo. Te lo contaré la próxima vez que tomemos un café. Tengo que volver a la mesa o ella pensará que me estoy masturbando aquí.
 
 
Bueno, eso me dio una buena imagen.
 
Carys: Sí. Te dejaré volver a tu cita.
Deacon: Y yo te dejaré volver a tu burbujeante.
Carys: Gracias por reportarte.
Deacon: Disfruta el resto de tu noche.
Carys: Mi imaginación se desbocará, pensando en que te obligaran a hacer ganchillo a punta de pistola.
Deacon: No es tan malo. Pero casi.
 
Mi dedo se quedó sobre el teclado. Tenía tantas ganas de decirle que se pasara por aquí cuando volviera. Pero lo pensé mejor.
Luego volvió a enviar un mensaje de texto.
 
Deacon: Está bien. Te lo diré muy rápido. Cuando tenía dieciséis años, estaba portándome mal, metiéndome en problemas. Mis padres me hicieron vivir con mi abuela durante el verano. Todo lo que se me permitió hacer fue ir a la práctica de fútbol y volver a su casa. En ese momento, ella estaba tejiendo a crochet ropa para familias necesitadas. Suéteres, bufandas, cosas así para el próximo invierno. Me hizo aprender a hacerlo. Me obligó a sentarme con ella todas las noches y ayudarla.
 
No podía contener la sonrisa en mi cara.
 
Carys: Caray. Eso es muy dulce.
Deacon: En ese momento, yo era bastante miserable. Pero cuando entregamos los artículos que hicimos, y pude ver las sonrisas en las caras de esos niños, ya no parecía tan malo.
Carys: Esa es una historia increíble.
Deacon: Llévatelo a la tumba, Kincaid. No puedo dejar que un rumor sobre mí haciendo ganchillo con una anciana arruine mi juego.
Carys: Seguro. 
Deacon: De acuerdo. Ahora sí me voy.
Carys: Que tengas una buena noche.
Deacon: tú también.
 
Cerró nuestro intercambio con tres pequeños emojis con sombreros de celebración, y quería darme una bofetada por estar feliz de que "no sintiera" a su cita. Había estado pensando en mí esta noche.


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Mensaje por Loam Jue 8 Oct - 11:52

En serio que estos dos me encantan, harían una linda pareja.
Gracias por los capis!!


-Tú eres mi perfección. Soy todas esas cosas por ti. -dijo sacudiendo su cabeza a lo que él consideró como una seria confusión-. Existo por ti, Nina. Este ser mortal tan precioso para el Creador del Universo que permitió mi existencia. Dime que eso no es increíble.
--Jared Ryel--


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Mensaje por yiniva Jue 8 Oct - 19:43

Siiii, los dos son super lindos, que bueno que consiguio el trabajo


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Mensaje por Yani Jue 8 Oct - 21:18

Aaaaahhh, es obvio lo que les pasa, está en una cita y piensa en brindar por ella y se va a la baño para escribirle?? Se me hace que Deacon a partir de ahora no va a sentir nada por ninguna de sus próximas citas jajajaja


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Mensaje por Tibisay Carrasco Vie 9 Oct - 1:02

Ya me puse al dia, Deacon y Carys hacen una pareja linda.


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Mensaje por martenu1011 Vie 9 Oct - 3:10

Me encanta como escriben estas autoras. Presentan un tema difícil como es el síndrome de down y te permiten reflexionar sobre el tema de una manera amena.  
También estoy disfrutando la relación que se ha creado entre Carys y Deacon...empezaron con la típica situación de ruidos en departamentos con paredes muy finas y vecinas totalmente chusmas, seguimos con charlas hasta altas horas de la noche y terminamos con la comunicación por mensajes en momentos fuera de toda lógica.
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Mensaje por evanescita Vie 9 Oct - 12:29

Me sorprendió demasiado que su bebe fuera Síndrome de Down, en serio después de toda esa charla no siento mas que admiración por Carys y de como a manejado el ser mamá de Sunny también me dio muchas tristeza la forma en que describió como la hacia sentir el que vieran a su hija con lastima y compasión como ella dijo no es algo que lamentar. Y en cuanto a Deacon parece que después de conocer el corazón de Carys y de que tienen algo en común cosa que me intriga y ya quiero saber, ha quedado muy interesado en ella tanto que no puede quitársela de la cabeza, después de esos chats en plena cita es obvio. El que caigan estos dos es cuestión de tiempo.
Por cierto me encanto que Carys consiguiera trabajo, así va a demostrarle el imbécil de Charles que ella es capaz de seguir creciendo en la industria y que no lo necesita ni necesitara, pero sobre todo por ella porque necesita volver y por la dulce sunny para que pueda darle todas las herramientas que la hagan crecer y ser feliz.

Hasta mas tarde.


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Mensaje por Eadlyn Shaw Vie 9 Oct - 12:44

A mi también me encanto la manera en como toco el tema la autora sobre el Síndrome de Down y también pienso que Carys es un mamá excelente , pero si dio mucha tristeza ver que las personas veían  con lastima a Sunny cuando no es nada malo  Lectura #7 2020  The Anti-Boyfriend - Penelope Ward - Página 2 1833188340. Deacon poco a poco se esta abriendo con Carys contándole su pasado lo cual me encanta ya que veo que tienen mucho en común  , pero creo que todavía hay algo mas que no sabemos sobre él. Sabia que Carys conseguiría el trabajo , que genial  Dancing crazy


Última edición por Eadlyn Shaw el Vie 9 Oct - 13:04, editado 1 vez


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Mensaje por Eadlyn Shaw Vie 9 Oct - 12:44

5
Deacon
Lo que entra tiene que salir
 
Sabía que hoy era el primer día de Carys en su nuevo trabajo. En las últimas semanas, había entrevistado a un montón de gente para cuidar de Sunny. Finalmente había encontrado una mujer que le gustaba, una trabajadora de guardería jubilada que buscaba algo para mantenerse ocupada, y que no requería un horario fijo.
Me levanté a las 5 a.m. y fui al gimnasio, pasando por Starbucks en el camino de regreso para poder dejarle uno a Carys antes de que se fuera a trabajar. Incluso si ya había tomado su café, un extra podría no hacer daño hoy.
Sosteniendo la bandeja de cartón, llamé a su puerta.
Se abrió, y en su cara se veía claramente que algo estaba mal.
—¿Qué está pasando?
Su voz era temblorosa.
—Sharon, la mujer que se suponía que iba a cuidar a Sunny hoy, acaba de llamar. Su marido tiene problemas para respirar, y tuvo que llevarlo a la sala de emergencias. No va a poder venir. —Una lágrima cayó por su mejilla—. Es mi primer día, y ya estoy faltando. —Se quedó sin aliento—. Estoy acabada, Deacon. Acabada.
Mierda.
—¿La agencia no pudo proporcionarte nadie más?
—No con tan poco tiempo de aviso. Se supone que debo salir en diez minutos. —Sacudió la cabeza—. Tendré que explicarle la situación a Cynthia y ver si puede extender mi fecha de inicio por un día. Pero honestamente, si fuera ella, me diría que no me molestara en venir mañana.
Esto me hizo enojar; no era justo. Carys tenía todos sus patos en fila. Esto no era su culpa. Necesitaba este trabajo de relaciones públicas, y podría no volver a encontrar algo tan perfecto.
Ella no lo sabía, pero ella y yo éramos almas gemelas. Sabía muy bien lo que era tener que redefinir tu vida. Encontrar algo que te diera un propósito después de perder todo tu mundo, significaba todo.
Una voz dentro de mi cabeza me instó a ofrecer ayuda, aunque estaba fuera de mi zona de confort. Me tomó varios segundos para que mi miedo se hiciera a un lado.
Aunque probablemente estaba completamente loco, me negué a dejar que fracasara.
—¿Crees que puedes enseñarme todo lo que necesito saber sobre cómo cuidar a Sunny en diez minutos?
Ella levantó la mirada mientras mis palabras se registraban. Sus ojos se abrieron mucho.
—No puedo dejarte hacer eso, Deacon.
—Vamos. Estamos perdiendo el tiempo. Sabemos que tengo la cosa de cargarla ya cubierta. ¿Qué más necesito saber?
Se quedó ahí parada en estado de shock.
Dependía de mí impulsar las cosas hacia adelante.
—Muéstrame cómo cambiarle el pañal.
—¿Hablas en serio?
—Sí. Vamos. No querrás llegar tarde.
Recogió a Sunny de su corralito y se dirigió al cuarto de la bebé.
Pareciendo confundida, Carys hizo lo mejor que pudo para demostrar el proceso de cambio de pañales.
Sus palabras salieron apresuradas.
—Enrollas el sucio en una pelota como esta y lo pones en la canasta.
—Lo suficientemente fácil —dije con calma, aunque lo del pañal me asustaba.
—Éste era sólo pis, pero si es caca, le levantas las piernas así y usas las toallitas para limpiarla. Aunque sigo usando una toallita para limpiarla después de orinar. —Demostró el proceso de limpiar el trasero regordete de Sunny, de adelante hacia atrás.
Tragué. Si no era caca ahora, las posibilidades de que fuera caca después eran muy altas. Juré preocuparme por eso cuando llegara el momento. Aunque no podía decir que lo estuviera deseando.
—Tomas un nuevo pañal de aquí y lo colocas debajo de ella, luego doblas la parte superior y aseguras los lados con estas lengüetas.
Exhalé.
—Eso parece bastante sencillo.
—Sí, bueno, depende de la situación, pero lo principal es que tengas cuidado de que no se caiga de la mesa. Si no la cambias o limpias perfectamente, no es el fin del mundo.
Después de eso, Carys puso a Sunny en el columpio para bebés y me llevó a la cocina para mostrarme dónde estaba la fórmula.
Señaló.
—Estos envases de una sola porción se vierten directamente en el biberón que uso allí.
Carys colocó los frascos de comida para bebés que necesitaría en el mostrador junto con una cuchara de plástico.
Empezó a escribir un horario de alimentación.
—Ya tuvo su biberón esta mañana, así que la próxima comida puede ser este puré de plátanos a las ocho. Normalmente desayuna cereal de arroz, pero es un poco más complicado de preparar, así que se lo daré para la cena.
Asentí, tratando de asimilarlo todo.
»No te preocupes, está todo en este bloc de papel, qué darle y cuándo.
Me rasqué la cabeza.
—Bien... sí.
—Yo le cambiaría el pañal alrededor de las diez. Así que, aproximadamente cada dos horas.
Tragué, pero traté de parecer indiferente.
Carys levantó uno de los frascos.
—Alrededor de las 11 de la mañana, ella tendrá estas patatas dulces y guisantes. Luego lo sigo con otro frasco de fórmula.
Mi cabeza empezó a dar vueltas un poco.
—Lo tengo.
—Al mediodía, vas a querer intentar ponerla a dormir una siesta. Pero primero cámbiale el pañal. Envíame un mensaje si tienes algún problema para acostarla. Normalmente sólo implica ponerla de espaldas en la cuna y encender su móvil. Está bien dejarla ahí despierta. Eventualmente se duerme si el móvil está encendido.
Tratando de mantener mi cara de póker, asentí.
—Suena bien.
—Algunos bebés tienen dos siestas, pero ella sólo tiene una. Me parece que duerme mejor por la noche con sólo una.
—¿Antes dijiste que sus siestas pueden ser de una hora a tres?
—Sí. Me impresiona que lo recuerdes. —Sonrió—. Pero sí, es muy impredecible.
—Está bien.
—Dependiendo de cuando se despierte, le daría otro biberón después de su siesta o alrededor de las tres. Eso la ayudará hasta la cena, y yo me encargaré de eso cuando llegue a casa.
Miré la hora en mi teléfono. Habían pasado diez minutos desde que llegué. Necesitaba irse.
—Vas a llegar tarde. No te preocupes por nosotros. Vete.
—¿Estás seguro de esto?
—Sí.
—Gracias. Gracias. Gracias. Te debo una grande, Deacon. Muy grande.
Se apresuró a buscar sus cosas.
—No olvides nada —le advertí, tomando una de las bebidas que había sacado de la bandeja—. Llévate el café contigo.
Me quitó la taza y miró por última vez.
—Tengo mi teléfono, mi bolso... —Respiró hondo y corrió a besar a Sunny en la cabeza—. Adiós, nena. Sé buena con Deacon. —Me miró—. No puedo creer que esté diciendo eso, por Deacon.
Yo tampoco.
—Estaremos bien.
—Envíame un mensaje de texto si me necesitas. No me importa con qué frecuencia.
—De acuerdo, pero sólo lo haré si realmente lo necesito, como si el apartamento está en llamas.
—Oh Dios, no digas eso —dijo mientras corría por el pasillo.
Después de cerrar la puerta, el silencio fue ensordecedor.
Sunny me miró fijamente desde su columpio. Me sentí aliviado de que pareciera estar contenta. Al menos uno de nosotros estaba tranquilo.
—De acuerdo... todo eso de “estaremos bien” era sólo una actuación para que tu madre no se preocupara. Estoy enloqueciendo, pequeña. Tienes que ayudarme. Sin sorpresas y estaremos bien.
Ella gritó.
—Muy bien, ¿te parece bien relajarte un poco? Parece que, según el horario de tu madre, no tenemos nada hasta las ocho.
Me froté la barbilla.
»En realidad, necesito ir al lado a buscar mi portátil para poder usarlo cuando estés durmiendo. Te voy a llevar conmigo para ir a buscarla. ¿Te parece bien? —Desenganchándola del columpio, la levanté.
Caminamos hasta mi apartamento, y agarré todo lo que podía meter en mi mano izquierda: mi portátil, un poco de cecina y patatas fritas. No estaba seguro de qué tenía Carys para picar allí.
Al salir, me detuve en el espejo que colgaba de la pared cerca de mi puerta. No sabía si reír o llorar al verme haciendo malabares con el bebé. Cuando se vio a sí misma en el espejo, Sunny mostró una enorme sonrisa sin dientes. Sus ojos almendrados se convirtieron en rendijas ante la alegría de ver su propio reflejo.
Joder, es adorable.
—Te gustan los espejos, ¿eh? Bueno, al menos sé una forma de entretenerte si todo lo demás falla. —Le susurré al oído—: Te contaré un secreto. A mí también me gustan. Me miro demasiado en este espejo antes de salir. Pero no lo admitiré ante nadie más que ante ti.
Se rió como si me entendiera, pero probablemente se divertía mirándose a sí misma.
Cuando volvimos al apartamento de Carys, era la hora del desayuno de Sunny. Cuando la puse en la trona, empezó a llorar.
Mierda. Sabía que era una mala idea.
—¿Qué es lo que está mal? ¿Qué hice? —Le hablé como si fuera a darme una respuesta.
Después de que la saqué, el llanto cesó. Me miró con sus ojos llorosos, y me di cuenta de que era una repetición de aquella noche. Ella quería que la abrazaran.
—Oh. ¿Volvemos a estar aquí otra vez?
No dejó de mirarme hasta que sonrió.
—No, no, no. ¿Para qué es eso? ¿Tratas de manipularme para que te cargue? No va a funcionar.
Ella sonrió aún más.
Una segunda vez, la puse en la trona. Una vez más, empezó a gritar.
—Mierda —dije. Luego me maldije en silencio por maldecir delante de ella—. No escuchaste eso.
Al recogerla, trabajé para abrir el frasco de plátanos mientras la sostenía al mismo tiempo. Terminé alimentándola mientras estaba de pie. Debía estar súper hambrienta, porque abría mucho la boca antes de que pudiera poner el siguiente trozo de plátano en la cuchara.
—Maldición, chica. Tienes hambre, ¿eh?
Entonces se me ocurrió: lo que entra debe salir. Sacudí ese pensamiento de mi cabeza, jurando una vez más que lo haría sólo cuando tuviera que hacerlo.
La cuchara finalmente golpeó el fondo del frasco, y no quedó nada.
Se lamió los labios.
Carys había dejado otro frasco de plátanos en la encimera, así que supuse que seguiríamos con esto. Ella devoró ese tan rápido como el primero.
Aun sosteniéndola, agarré un pedazo de toalla de papel y abrí el agua para mojarla antes de limpiarle la boca.
—Está bien. Paso uno terminado. Deberías ser buena por un tiempo, ¿verdad? Voy a tratar de ponerte en el columpio, para poder revisar mis correos electrónicos.
En el momento en que su trasero tocó el asiento del columpio, comenzó a moverse incómodamente y rompió a llorar.
¡Maldición!
Me dije a mí mismo que aguantara. Dejarla llorar. Pero después de cinco minutos de andar mientras ella gritaba, me derrumbé.
—Bien, de acuerdo. Tú ganas. —La saqué.
Volvimos al sofá y nos sentamos.
—Tenemos que dejar de encontrarnos así, Sunny.
Ahora que estaba tranquila, me miró a los ojos. Había algo tan asombroso en ver a un bebé mirándote con pura maravilla. ¿En qué estaba pensando? O tal vez sólo estaba viendo su reflejo.
Luego volvió a sonreír.
Al menos estaba feliz.
Ya estaba agotado. Sólo habían pasado dos horas del día, y me sentía como si hubiera estado aquí durante meses. Si alguien me hubiera dicho ayer que hoy estaría atrapado en un apartamento con un bebé, lo habría descartado. Pero la realidad no era tan mala, sólo diferente. Cansado, sí. Pero pude ver, en teoría, por qué a la gente le gustaban los niños, especialmente cuando ella estaba contenta.
Cuando el reloj marcó las diez, me di cuenta de que era hora del temido cambio de pañales. Me levanté y caminé con Sunny a su habitación. Por favor, no hagas caca.
Después de acostarla en la mesa de cambio y abrir el pañal por los lados, me sentí aliviado al encontrar sólo pis.
Punto Uno: Deacon.
Tratando de recordar los pasos que Carys me había enseñado, cambié a Sunny por un pañal nuevo lo más rápido posible.
Volviendo a la sala principal, miré el reloj. Jesús. ¿Eran sólo las diez y media?
Se sentía como si fueran mil cien años en este punto.
A las once, le di las patatas dulces y los guisantes, y luego seguí con la fórmula como se me dijo, todo mientras la tenía en mis brazos para que no se asustara.
La fórmula se aplicó sin problemas. Carys no había especificado si hacerla eructar, pero tenía sentido intentarlo. Después de un momento me alegré mucho de haberlo hecho porque salió un eructo del tamaño de Gibraltar.
Un mensaje de Carys llegó justo a las 11:30.
 
Carys: ¿Cómo va todo?
 
Me reí a carcajadas. ¿Te imaginas si fuera honesto?
 
Sunny no me deja bajarla, así que mi brazo está entumecido, y estoy tratando de averiguar cómo se supone que me limpie el culo más tarde cuando llegue el momento. ¿Cómo haces esto todos los días, Carys? ¿CÓMO LO HACES?
 
Respondí usando voz a texto ya que sostener a Sunny hacía que fuera difícil de escribir.
 
Deacon: Todo perfecto. He estado siguiendo tu horario. Acaba de almorzar y tomar su fórmula.
Carys: Impresionante! Te debo una grande por esto.
Deacon: ¿Cómo va el primer día de entrenamiento?
Carys: Va muy bien. Estoy tan contenta de haber sido capaz de hacerlo. Tengo mucho que aprender. Pero me siento optimista de que puedo manejarlo.
Deacon: Bueno, sigue impresionándolos. Tengo todo bajo control aquí.
Carys: Gracias de nuevo!!!
Deacon: En cualquier momento.
 
Me volví hacia el bebé.
—No me hagas un mentiroso aún más grande, Sunny ¿Okey? Vamos a dar la vuelta a esto antes de que ella llegue a casa.
Volviendo al sofá, conté los minutos que faltaban para la siesta del mediodía, sin tener idea de cómo iba a hacer para que se quedara en la cuna sin gritar.
Cuando Sunny me sonrió esta vez, entrecerré los ojos.
—¿Para qué es eso? ¿Disfrutas viéndome sudar? No estoy hecho para esto, sabes. Entre tú y yo, no tengo por qué jugar a ser la Sra. Doubtfire hoy. No te ofendas, pero no quiero tener hijos. —Me incliné y le hablé al oído—, Pero... supongo que puedo ver por qué algunas personas lo hacen. Tu mamá tiene suerte de tener un bebé tan dulce.
Cometí el error de poner a Sunny en mi pecho mientras estaba tumbado y encendí la televisión. A los pocos minutos, ella se había dormido allí, y yo tenía miedo de moverme.
Me preguntaba si había alguna posibilidad de que pudiera transportarla a la cuna. Cualquier tipo de movimiento era un riesgo. Pero realmente necesitaba usar el baño.
Levantándome del sofá, caminé tan despacio como pude hasta su dormitorio. Nunca me había movido con tanto cuidado en mi vida como cuando la puse de espaldas. Fue como un milagro cuando no se movió. Se quedó dormida, su pecho subiendo y bajando con cada respiración.
Salí de puntillas de allí, y lo primero que hice cuando volví a la sala de estar... Bailé. Bailé, puños bombeando, caderas moviéndose. Y tuve que reírme un poco de mí mismo. Era un hombre adulto bailando fuera de la habitación de un bebé porque se sentía como si fuera la primera vez que podía respirar desde las 8 de la mañana.
Pero Carys hacía esto todos los malditos días. Una y otra vez. Me había tomado unas horas y pensaba que merecía algún tipo de premio. Me daba pena pensar que era una hazaña mágica el haber conseguido que un bebé durmiera una siesta. Pero no me importaba. Bailé silenciosamente como si nada.
En tiempo récord, hice todo lo que pude mientras Sunny dormía la siesta. Usé el baño. Pateé mis pies en el sofá y comí carne seca. Me puse al día con mis correos electrónicos. Nunca me había movido tan rápido en mi vida, porque no tenía ni idea de cuánto tiempo tenía antes de que mi libertad terminara.
Mi teléfono sonó, y nunca había querido asesinar un aparato tanto en mi vida. Inmediatamente lo puse en vibración.
Había llegado un mensaje de texto.
 
Katy: ¿Te apetece una cita rápida para comer?
 
Por supuesto que sabía que el almuerzo no era lo que estaba buscando. Katy era una chica con la que había dejado de verme hace unos meses. Me sorprendió que el "almuerzo" siguiera siendo algo que le interesara, considerando que no la había llamado.
La idea de una cita rápida para almorzar en este momento en particular era cómica. Claro, ven. Pero si haces algún ruido, tendré que matarte.
 
Deacon: No puedo. Mi día está atado.
Katy: Tal vez la próxima vez entonces.
Deacon: Lo siento. Si.
 
Sunny durmió casi tres horas esa tarde. Logré descomprimirme, trabajar en un nuevo concepto de diseño para mi trabajo, y abordar algunos correos electrónicos. Me consideré muy afortunado... hasta que ella se despertó.


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Eadlyn Shaw
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Mensaje por Eadlyn Shaw Vie 9 Oct - 12:45

6
Carys
Más en común de lo que sabes
 
Registré inmediatamente el sonido del agua corriendo cuando entré por la puerta. Cynthia me había mandado a casa a las dos y media con un montón de información para revisar. Estaba emocionada de ser capaz de sustituir a Deacon un poco antes.
—¿Deacon? —grité.
—¡Aquí! —Le escuché vocear.
Oh no. Esto no es bueno.
Cuando llegué al baño dije:
—Preguntaría qué es lo que ha pasado, pero lo sé.
Deacon sostenía a Sunny con rigidez lejos de su cuerpo mientras se llenaba la bañera. Tenía caca por toda la espalda.
—De ninguna manera las toallitas iban a limpiar esto —dijo con el sudor derramándose por su frente.
Me enrollé las mangas de mi chaqueta y la tomé.
—Yo me encargo.
Deacon salió de la habitación de inmediato. Creía que había salido corriendo para vomitar o algo, pero regresó poco después con una toalla.
—Ahora sé dónde las guardas, en ese pequeño armario del pasillo.
—Gracias. No tienes que quedarte. Pareces traumatizado. Siento mucho que haya sucedido esto. —Empecé a limpiarla.
—Está bien. Me salvaste justo a tiempo. —Se quedó de pie en la puerta durante un rato mientras bañaba a Sunny—. Quiero escuchar cómo fue tu día y hablarte del de Sunny. Sin embargo, me muero por un poco de aire fresco. ¿Por qué no voy corriendo por un Starbucks y regreso enseguida?
—De acuerdo, eso suena bien.
Después de que Deacon se marchó, bajé la mirada hacia mi hija, quién ahora estaba riéndose y salpicando agua con las palmas de sus manos. Acababa de empezar a sentarse por su cuenta, por lo que la hora del baño era mucho más sencilla.
—Qué le hiciste a Deacon, ¿ah? ¿No podías haber esperado hasta que yo llegara a casa?
Ella arrulló.
Me agaché en la bañera para darle un beso en la cabeza.
—Te extrañé mucho hoy.
Después de secarla y vestirla, la saqué al salón y la coloqué en la alfombra de juego.
Un par de minutos después, Deacon llamó a la puerta.
Cuando la abrí, me pasó mi café.
—Oh, eres el mejor —dije sacando el tapón de la tapa.
Al ver a Deacon, Sunny empezó a llorar.
Este sacudió la cabeza.
—Oh no, no lo hagas. Mami ya está en casa. No necesitas que te cargue en brazos.
Se me abrió la boca.
—¿No me digas que lloró durante todo el día hasta que la cargaras?
Titubeó.
—No todo el día, no durante su siesta.
—Oh Dios mío, ¡Deacon! No puedes dejar que suceda eso. Tienes todo mi permiso para dejarla llorar cuando haga eso. Si no, nunca te dejará en paz.
—Lo sé. Pero hace todo eso de ojos tristes, puchero, y labio inferior tembloroso. Y simplemente…cedo.
—Te la está jugando totalmente.
Deacon se sentó en el sofá y descansó la cabeza hacia atrás.
—En serio… salí ahora mismo y fue como si no hubiera salido en años. ¿Cómo lo haces todos los días?
—Se hace más fácil. La primera vez que cuidas de un bebé es abrumadora. Y al principio, era de esa manera casi todos los días. Pero te acostumbras a ello.
—Bueno, tienes todo mi respeto. —Suspiró—. Ahora cuéntame cómo fue tu día. —Le dio una palmada a mi pierna, y su mano permaneció en mi muslo durante un par de segundos antes de que la alejara de golpe, casi como si se hubiera atrapado a sí mismo haciendo algo que no creyera que debía de estar haciendo.
Y, naturalmente, mi cuerpo reaccionó de inmediato. Sentí los efectos de ese pequeño contacto mucho después de que hubiera terminado. Me aclaré la garganta.
—El día de hoy fue verdaderamente increíble. Cynthia me enseñó la oficina. Tengo mi propio cubículo, y es grande. Revisamos algunos de los comunicados de prensa que el anterior relacionista público había preparado. También me hizo estudiar la compañía; cuántos bailarines, sus nombres, experiencia, sus rangos, cosas así. El día pasó volando y después, de la nada, me dijo que me fuera a casa a las dos y media. Me mandó a casa con más lecturas que hacer. Pero estaba muy contenta de ser capaz de regresar aquí.
—Y yo estuve muy contento cuando entraste.
—¿Fue en buen momento o qué? —Me reí—. Aunque, en serio, hoy me salvaste el culo, Deacon. La buena noticia es que la compañía de niñeras me asegura que Sharon está preparada para venir mañana por la mañana, así que no nos volveremos a encontrar de nuevo con este problema. Al parecer, lo de su marido fue una falsa alarma y está en casa descansando.
—No fue un problema. Por más que ella lo hiciese complejo al insistir en que la cargara, fue agradable llegar a pasar tiempo con ella.
Sabía que solo estaba siendo agradable. Le debía una muy grande.
—Oh…—Deacon chascó los dedos—. Descubrí que le gustan los espejos.
—Sí le gustan. ¿Cómo descubriste eso?
—La llevé a la casa de al lado para poder tomar mi portátil y un par de cosas más y cuando me paré en frente del espejo, empezó a reírse.
—Sí. Se divierte consigo misma. —Los ojos de Deacon permanecieron sobre los míos, incitándome a preguntar — ¿Qué?
—Nada. Te ves muy bien. No sé si te lo dije esta mañana.
Su cumplido me pone la piel de gallina.
—Gracias.
Habría sido fácil tomar el camino incorrecto y pensar que quizás estuviera interesado en mí, en especial con la manera en que su arrolladora mirada estaba fija sobre mí en estos momentos. Pero era sensata. Aunque estuviera atraído por mí, sospechaba que no cruzaría la línea, en especial después de ver de primera mano lo que conllevaba el día a día de mi vida.
Aun así, apreciaba su compañía y amistad.
—¿Puedo hacerte la cena este fin de semana? —pregunté.
Dio otro sorbo de su bebida y la colocó sobre la mesa de sala.
—¿Trabajas toda la semana mientras cuidas de ella y quieres prepararme la cena?
—Literalmente salvaste mi trabajo. Sé cómo eres, que no aceptarás dinero de mi parte. Es importante que te devuelva de alguna manera lo de hoy. Me parece que la mejor manera que conozco es preparándote la cena. Me gusta mucho cocinar. Simplemente no lo hago demasiado a menudo ya que solo soy yo.
Él asintió durante un par de segundos pareciendo pensar en ello.
—De acuerdo. Sí, claro.
Sonreí, tratando de no parecer demasiado entusiasmada.
—¿Sí? Escoge la noche. Viernes o sábado.
Revisó brevemente su teléfono.
—El viernes puedo.
Sonreí ampliamente.
—Entonces está decidido.
—¿Puedo traer algo?
—No. Insisto en que no lo hagas. Pero dado que sé cómo eres, y que probablemente traerás algo de todas formas, una botella de vino servirá.
 
*
 
El resto de la semana pasó sin ninguna complicación. Mi nueva niñera, Sharon, apareció a tiempo los siguientes dos días, y a Sunny pareció gustarle casi tanto como le gustaba Deacon. Después, trabajé desde casa el jueves y el viernes como estaba planeado. Cynthia dijo que quería que fuera a la oficina al menos dos días a la semana durante el primer par de meses si era posible, pero me dejó escoger los días. Parecía que a Sharon le gustaba ese arreglo y decidimos que escogeríamos los días basándonos en su disponibilidad cada semana.
Dado que el viernes trabajé en casa, fui capaz de terminar la mayor parte de mis cosas pronto para poder preparar la cena para Deacon. Mi pedido online de la tienda de comestibles llegó a tiempo, así que empecé a preparar la comida alrededor de las cinco. Había decidido hacer pollo empanado con una guarnición de risotto, ensalada cesar y coles de Bruselas asadas con arándanos, tocino y almendras. Ordené una tarta de chocolate envasada para el postre. Le dije que viniera a las ocho y media, lo que con suerte sería después de que Sunny se durmiera.
Tras trabajar como una esclava en la cocina, decidí meterme en la ducha una vez que puse a Sunny a dormir a las ocho. Probablemente fue la ducha más rápida que había tomado nunca ya que necesitaba tiempo para vestirme y ponerme algo de maquillaje antes de que Deacon llegara.
Aunque sabía que esta era una inocente y amigable cena, no pude evitar las mariposas revoloteando en mi estómago. Deacon me atraía increíblemente, aunque nada saldría de pasar tiempo con él. Mis expectativas tenían que permanecer bajas. Estábamos en lugares diferentes de la vida. Él tenía toda la libertad del mundo y parecía estar aprovechándola al máximo, exprimiendo la vida de soltero. Es lo que probablemente estaría haciendo yo si estuviera en su lugar.
Y me dijo rotundamente que éramos “amigos”. Así que el hecho que de que viniera me pusiera nerviosa, era bastante tonto.
Me puse un ajustado vestido jersey gris que caía varios centímetros por encima de mi rodilla y unas botas altas de cuero. Puede que fuera exagerado para una noche en casa, pero había tenido una semana muy productiva y me apetecía celebrarla con estilo. Me maquillé la cara y acababa de poner la última pincelada de rímel cuando escuché que llamaban a la puerta.
El corazón me martilleó en el pecho mientras caminaba para responderla, prueba de que lo que traté de decirme sobre la naturaleza platónica de nuestra relación, era un montón de mierda.
Deacon agarraba un ramo de flores y una botella de vino.
Sus ojos se movieron sobre mí.
—Vaya. Uh…te ves jodidamente increíble.
Mis mejillas se sintieron calientes.
—Gracias.
Me pasó las flores.
—Estas son para ti.
Tomé los tulipanes multicolor.
—No tenías que hacer eso.
—Bueno, tu tampoco tenías que prepararme la cena.
Olí los capullos de las flores.
—Sigo esperando a que me muestres tu lado idiota, Deacon. Pero a veces eres asquerosamente dulce. Desde luego al principio tuve la idea equivocada sobre ti.
—Los mujeriegos todavía pueden ser dulces. A veces incluso compramos flores para nuestras amigas. —Me guiñó el ojo.
Amigos. Lo escuché alto y claro.
—A veces los mujeriegos hacen incluso ganchillos. —Le guiñé el ojo en respuesta.
—Auch. —Sonrió a través de los dientes apretados—. Recuerda la promesa, Carys.
Mi cuerpo zumbó por el conocimiento cuando le miré. Llevaba un jersey verde oscuro con vaqueros y unas botas de cuero negro. Tenía las mangas arremangadas y, por primera vez, tuve un vistazo completo del tatuaje en su antebrazo izquierdo.
—Nunca antes había visto realmente tu tatuaje. ¿Sube por todo el brazo?
Bajó la mirada hacia este.
—Solo el antebrazo. Me lo hice cuando me mudé a California hace alrededor de unos ocho años. Era un trabajo en progreso. Sigo añadiéndole cosas.
El diseño era una mezcla de rosas, cruces, pájaros y otras floridas imágenes. Y ahora podía leer el nombre escrito en cursiva sobre su muñeca. Kathie.
—Kathie es mi abuela —dijo.
—Ah. —Sonreí, sintiéndome extrañamente aliviada de no tener que estar celosa de la mujer ficticia que había creado—. Me había fijado antes en la palabra, pero nunca pude descifrarla. Siempre supuse que era una ex-novia y no quise husmear.
—No. Solo la abuela.
—Eso es muy dulce.
Su colonia flotó sobre mí. Deacon se veía más sexy de lo que nunca lo había visto. Aunque no estuviéramos saliendo, me encantaba la idea de tenerlo todo para mí esta noche.
Me aclaré la gargantea y dije:
—Espero que no te importe, pero creo que deberíamos comer fuera en el salón para estar lo más lejos posible del cuarto de Sunny.
—Créeme, si esta semana he aprendido una lección, es el lío en el que te puedes meter cuando se despierta un bebé. A veces, incluso, explosiones masivas.
Cerré los ojos brevemente, recordando el desastre con el que me encontré.
—Lo siento. Aunque fue divertido.
—Me alegro de que pienses eso. Te mandaré la factura de la terapia. —Se rió—. Vamos a descorchar este vino ¿de acuerdo? —Levantó la botella de vino tinto que había traído.
—Sí. Vuelvo ahora mismo. —Me dirigí a la cocina.
El corazón me repiqueteó mientras tomaba el sacacorchos y dos copas antes de regresar al salón.
Mi mano se rozó contra la suya cuando agarró el sacacorchos. El calor me atravesó volando ante el efímero toque, prueba de lo desesperada que había estado por el más ligero de los contactos. Era bastante patético que no hubiera estado con nadie desde Charles.
El corcho hizo un leve pop cuando abrió la botella y sirvió el vino. Nos sentamos uno frente al otro en el sofá. Estaba empezando a ponerme un poco mareada mientras me preguntaba más sobre mi nuevo trabajo.
Entonces él olfateó profundamente.
—Lo que estés preparando huele jodidamente increíble, por cierto.
Estaba pensando lo mismo de ti; lo bien que hueles. Me puse de pie.
—¿Comemos?
—Diablos, sí. Me está gruñendo el estómago.
Me siguió a la cocina y sentí cada movimiento de su cuerpo mientras servíamos la comida.
—Mierda, Carys. Esto se ve estupendo. Puede que tenga que seguir creando razones para que me cocines.
Me leíste la mente.
Llevamos los platos de regreso al salón y nos sentamos frente al otro en el suelo, para poder usar la mesa baja.
Deacon y yo estábamos a punto de liquidarnos la botella de vino mientras disfrutábamos del pollo y el risotto que había preparado.
—¿Cómo aprendiste a cocinar así?
Me limpié la comisura de la boca.
—Mayormente, autodidacta. Creo que todo el mundo debería ser capaz de seguir una receta, pero la mayoría creen que no pueden por alguna razón. No es tan difícil.
Se bebió lo último de vino en su copa.
—Yo soy una de esas personas que asume que voy a quemar la casa si lo intento. También necesito comprar sartenes nuevas. Las que tengo son tan malditamente baratas que me queman las manos cuando toco los mangos. Tomo eso como una señal de que debería quedarme fuera de la cocina en general.
Me reí.
—Bueno, es agradable tener alguien para el que cocinar.
—Yo seré tu conejillo de indias. No he tenido una comida casera como esta desde la última vez que fui a casa en Minnesota.
—¿Ninguna de las mujeres que has conocido han cocinado para ti?
—No que pueda recordar. Pero no espero que nadie lo haga.
Sonreí con satisfacción.
—Sí…no necesitan saber cocinar.
Su sonrisa fue renuente.
—Sé lo que estás pensando. Pese a lo que puedas creer, no es todo sobre eso. Tienen que tener medio cerebro y ser seres humanos decentes. Sinceramente, ahí afuera hay más idiotas que no.
—Debe de ser caro salir siempre, ¿no?
—Sí, y cuesta lo mismo tanto si es un exitazo como si no.
—Nunca pensé en lo costoso que debe de ser tener una vida social.
—Si vas a tener citas en esta ciudad, espera pagar una fortuna en copas y recibos de restaurantes. Secretamente, mi cosa favorita para hacer es quedarme en casa. Pero sé que me arrepentiré si no me obligo a salir. Siento que eso es lo que debería estar haciendo a mi edad.
—Envidio tu libertad. No cambiaría mi situación actual, pero extraño ser capaz de entrar y salir cuando quiera.
—Comprendí eso realmente el lunes —dijo.
—Sí —solté una risita—. Mi vida básicamente es lo opuesto a la tuya.
Él hizo una pausa, mirándome a los ojos por lo que pareció mucho más tiempo del normal.
—Dices eso, que nuestras vidas son tan distintas, pero tenemos más en común de lo que sabes. Hay algo de lo que nunca te he hablado.
Parpadeé.
—Ah, ¿sí?
Asintió.
—Me siento muy conectado a ti. Y ni siquiera sabes por qué.
Bajé mi copa y me acerqué un poco a él.
—Bueno, ahora tengo curiosidad.
Vació el resto del vino en nuestras copas antes de volverse a girar hacia mí.
—Una vez dijiste que cuando dejaste de bailar, pareció la muerte del futuro que siempre habías imaginado. Puedo entenderlo… porque mi carrera se interrumpió también por un accidente.
Se me hundió el corazón.
—¿En serio?
—No hablo mucho de ello. De hecho, no hablo de ello en absoluto. No creo que se lo haya contado a más de una que otra persona desde que me mudé aquí.
Me incliné un poco.
—¿Qué sucedió, Deacon?
Se puso rígido, como preparándose para lo que estaba a punto de divulgar.
—Mi padre es Jed Mathers, el entrenador principal de fútbol de Minneapolis. Y yo era el mariscal de campo estrella de Iowa, uno de sus mayores rivales del estado de al lado. Hicimos muchos titulares en esos días por ello.
Exhalé el aliento que había estado conteniendo.
—De acuerdo…guau. ¿Jugabas al fútbol?
—Estaba de camino a una carrera en la NFL. El récord de nuestro equipo era veinte y seis. Pero…todo terminó un día cuando estrellé mi auto.
Se me revolvió el estómago. Oh no. Instintivamente estiré la mano hacia su brazo.
Él bajo la mirada hacia esta y continuó.
—Golpeé un vehículo que venía en dirección contraria en una noche nublada. Tuve suerte de sobrevivir, pero mi pierna estaba machacada y mis días de fútbol profesional se habían acabado.
Sentí su dolor intensamente.
—Lo siento mucho. ¿Hace cuánto tiempo fue esto?
—Poco más de nueve años. Yo tenía veinte, era estudiante de segundo año en la universidad. Toda mi vida había sido sobre los sueños que mi padre tenía para mí, los mismos sueños que yo tenía. Desde una muy temprana edad, todo había girado alrededor del fútbol. —Apartó la mirada—. Tras el accidente, ya no sabía quién era.
Esas palabras resonaron tan fuertemente en mí. Escucharlas salir de la boca de Deacon parecía irreal.
—Comprendo eso hasta la médula.
Él volvió a mirarme a los ojos.
—Sé que lo haces. Es por eso que acabo de interrumpir torpemente nuestra alegre cena para descargar mi equipaje.
—Me alegra mucho que lo hicieras. Cuéntame más sobre lo que sucedió.
Soltó un largo suspiro.
—Mi padre y yo… Nuestra relación nunca se recuperó realmente. No sabíamos cómo entendernos sin el fútbol. Me sentí inútil durante mucho tiempo. Con el tiempo, mi hermano pequeño me reemplazó en los ojos de mi padre, se convirtió en la nueva esperanza. Aunque Alex nunca llegó a la NFL, durante muchos años mi padre escogió enfocarse en él, lo que fuera para olvidar la decepción que yo era.
Eso hizo que me doliese el corazón.
—No fue tu culpa.
Deacon frunció el ceño.
—Bueno, en realidad sí que lo fue. La noche del accidente estaba concentrado en mi aplicación de navegación cuando el auto se estrelló contra nosotros. Sí, había niebla, pero fue en parte mi culpa por no estar más alerta.
—¿Estabas solo?
—No. Esa es la peor parte. —Tragó saliva—. Mi novia en ese momento estaba conmigo.
Me abracé.
—¿Se lastimó?
Titubeó. Sabía que esto tenía que traerle recuerdos dolorosos.
—No fue gravemente herida. Pero… —Sus palabras se fueron apagando y se detuvo. Por un momento, pensé que quizá fuera a explayarse, pero entonces simplemente dijo—. Las cosas nunca fueron iguales después de ese día.
—¿Resultaron heridas las personas del otro auto?
Él cerró los ojos brevemente.
—No.
Asentí, aliviada.
—Lo siento por todas las preguntas.
—No. Es bueno para mi hablar de ello. Normalmente simplemente mantengo esa parte de mi vida reprimida.
—Así que… ¿qué hiciste para levantar cabeza después de eso?
—Bueno, ¿sabes que acabaste trabajando aún para el ballet después de tu accidente? ¿Mantuviste un pie en el mundo que amabas? Fue lo contrario para mí. No quería tener nada que ver con el fútbol si no podía jugar. Estar alrededor de mis compañeros, mi padre y sus jugadores, me deprimía. Por lo que me transferí a una universidad diferente en California, lejos de todo el mundo, y me zambullí en la escuela.
—¿Regresaste alguna vez a vivir al Medio oeste después de ello?
—No. Me sentí muy desconectado de mi familia desde entonces. Soy más cercano a mi madre y abuela, pero ha sido difícil estar alrededor de mi padre y hermano. Los quiero, pero mi relación con todo el mundo cambió después del accidente.
—¿Solo tienes un hermano?
—Sí. Alex es dos años menor que yo. ¿Tienes hermanos?
—Yo también tengo un hermano. —Tomé aliento profundamente, todavía procesando todo lo que me había contado—. Guau. Y yo aquí pensando que no conocía a nadie que pudiera entender mi situación. Y has estado justo en la puerta de al lado todo este tiempo.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—Una locura, ¿verdad?


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Mensaje por Loam Vie 9 Oct - 14:01

En serio estoy ansiosa por qué suceda algo entre ellos.
Gracias por el capi!!


-Tú eres mi perfección. Soy todas esas cosas por ti. -dijo sacudiendo su cabeza a lo que él consideró como una seria confusión-. Existo por ti, Nina. Este ser mortal tan precioso para el Creador del Universo que permitió mi existencia. Dime que eso no es increíble.
--Jared Ryel--


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Mensaje por Yani Vie 9 Oct - 16:49

Gracias!!!! Deacon se está enamorando de dos mujeres jajaja me encanta como lo maneja la bebé...y este tipo de cenas me parece que se van a repetir, tienen una linda química


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Mensaje por yiniva Vie 9 Oct - 17:13

Decon es una excelente persona, no cualquiera se ofrece a cuidar un bebé sin saber nada y lo hizo muy bien, poco a poco va surgiendo algo entre los dos


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Mensaje por bruja_luna_ Vie 9 Oct - 17:30

Es que son tan lindos juntos y Deacon sin duda será un gran padre, Sunny cosita hermosa, ya lo tiene comiendo de su mano

Gracias por los capítulos


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Mensaje por evanescita Vie 9 Oct - 18:55

Deacon a prueba de pañales jajaja bueno es entendible que después de cuidar a Sunny estuviera tan cansado, menos mal que Sunny es un dulce aunque un dulce manipulador y eso de que se haya manchado toda jajajaja concuerdo con él que bueno que Carys haya llegado a salvarlo jajajaja. Deacon realmente fue increíble al querer ayudar a Carys, al final todo salió bien. Y la cena fue una oportunidad para que pudieran seguir conociéndose y ahora podemos entender porque se siente tan conectado a Carys. Es lamentable cuando las familias en vez de superar ciertos momentos difíciles con amor y unión, se dejan llevar por los amargos y sis y lo que no pudo ser.

Hasta mañana.


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Mensaje por Maga Vie 9 Oct - 19:31

Chicas espero que esten disfrutando la lectura


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Mensaje por Maga Vie 9 Oct - 19:39

Luz Guerrero escribió:
¡Hola Chicas!


Les comparto la firma.


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Muchas gracias


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Mensaje por martenu1011 Sáb 10 Oct - 0:23

Me gusta la relación que está iniciando entre Deacon y Carys. Sus charlas son naturales y abiertas. Muestran esos elementos comunes que permiten sentirse parte de la vida del otro. Al haber vivido situaciones parecidas pueden entenderse.
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Mensaje por Tibisay Carrasco Sáb 10 Oct - 2:27

Deacon lo manejo muy bien con Sunny, ahi se gana mucho mas a Carys que ya lo tiene en mente.


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Mensaje por IsCris Sáb 10 Oct - 9:04

Un 10 de 10 para Deacon, cuidó muy bien a Sunny para ser su primera vez
Y realmente estos dos tiene muchas cosas en común, lo bueno es que ambos han superado en la medida de lo posible todas las cosas malas que vivieron


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Mensaje por Eadlyn Shaw Sáb 10 Oct - 11:13

Me pareció muy lindo de parte de Deacon cuidar a Sunny para que Carys puede ir a su primer día de trabajo   Lectura #7 2020  The Anti-Boyfriend - Penelope Ward - Página 2 115428551 , me encantaron los momentos que pasaron entre  Deacon y Sunny   ya que veo que hay mucho cariño de parte de ambos , cuando Sunny quería que la cargara fue muy tierno  Lectura #7 2020  The Anti-Boyfriend - Penelope Ward - Página 2 1124870976  . Por otro lado  , ya sabia que a Carys le iría bien en su primer día de trabajo .En la cena que tuvieron por fin pudimos conocer un poco más de Deacon y ver que que tiene tanto en común con Carys . 


Última edición por Eadlyn Shaw el Dom 11 Oct - 2:41, editado 1 vez


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Mensaje por Eadlyn Shaw Sáb 10 Oct - 11:13

7
Deacon
Cisne negro

 
Se sentía bien el dejar salir todo.
Había querido contarle a Carys sobre mi experiencia durante un tiempo, pero el momento nunca era el adecuado. Cuando me invitó a cenar, parte de la razón por la que acepté fue porque supuse que tendría la oportunidad de por fin explicarlo.
—Desde el momento en el que me contaste sobre tu accidente —dije— me sentí muy conectado a ti, como si quizás estuviera destinado a conocerte, dada nuestra experiencia compartida.
Me arrepentí de inmediato de esas palabras. Demasiado intensas. Eran la verdad, pero no quería que se las tomara de la manera equivocada. Destinado a conocerte.
Me corregí
—No pretendo parecer…
—A la miseria le encanta la compañía. Lo entiendo. —Sonrió—. Me alegro de que me lo contaras.
Colocó su delicada mano en mi brazo. Ojalá que no me tocase, ya que mi cuerpo reaccionaba cada vez que lo hacía. No tenía derecho a sentirme de esa manera sobre Carys. Mi atracción hacia ella hacía las cosas incómodas. Era la primera mujer desde probablemente el instituto a quién consideraba verdaderamente una amiga. Y todo eso de la amistad sería un mucho menos complicado si no imaginara constantemente cómo se sentiría su cuerpo de bailarina debajo del mío.
No era como ninguna otra mujer con la que me hubiera encontrado nunca. Carys era muy elegante. Largo y hermoso cuello. Suave piel de porcelana. Cabello como la seda. No necesitaba ni una gota de maquillaje. Pero no eran solo esas cosas físicas. Su elegancia era más interna que externa. Era la manera en la que se movía. Si había una palabra para describirla, era grácil.
Era difícil no notar su hermosura en un día normal. Pero esta noche, estaba resaltando su sexualidad con esas malditas botas hasta la rodilla y el ajustado vestido gris que abrazaba su cuerpo. No podía dejar de mirarla, y de verdad esperaba que no se diera cuenta de nada, porque eso haría las cosas incómodas.
Carys estaba fuera de los límites. No necesitaba perder el tiempo con alguien que no había sido capaz de mantener una relación en casi una década.
¿Lo entiendes Deacon?
—¿Sabes por qué más estoy contenta de que me lo contaras? —preguntó sacándome de golpe de mis pensamientos.
—¿Por qué?
—Porque ahora sé que no puedo fingir a tu alrededor. A menudo trato de dar la impresión de que estoy bien con lo que le pasó a mi carrera, que ser una madre para Sunny mas que compensa por todo lo que puede que me haya perdido. Pero la verdad es que estoy tratando de hacérmelo creer a mí misma más que nada. Alguien que perdió su identidad de una manera parecida ha aprendido a no convencerse de eso con tanta facilidad.
—Sí —susurré—. Desde luego que sé lo difícil que es.
Me estaba muriendo por abrazarla, por sostener su mano, quitarle el cabello de la cara, cualquier cosa. Pero no podía. Tenía los ojos pegados a los suyos y no sabía cómo manejar esta atracción que me carcomía. No sabía qué hacer con mis malditas manos porque lo único que estas querían hacer era estirarse y tocarla, estar tan conectados físicamente como lo estábamos emocionalmente en este momento. Pero me contuve.
Gracias a Dios ella interrumpió la tensión.
—Me olvidé —dijo de repente—. ¡Hay tarta!
Cuando se puso de pie y empezó a llevar los platos a la cocina, yo también me levanté.
—Deja que te ayude.
Levantó la mano.
—No. Quédate. Cuanta menos gente en la cocina mejor. Si Sunny se despierta, no te dejará en paz nunca, y entonces no llegarás a comerte tu tarta.
Mientras me sentaba en el sofá, me reí para mí mismo. No puedes tener la tarta y comértela a la vez. Ese dicho era perfecto para esa situación. ¿Podía continuar esta amistad con Carys sin darle la impresión equivocada? Quería mantener lo que fuera que estaba sucediendo, pero dado mi creciente atracción hacia ella, ¿era eso realista? Tenía que ser cauteloso, quizás dar un paso atrás.
Carys regresó al salón llevando dos montículos enormes de tarta de chocolate. Me pasó el mío y se sentó. Observé cuando le dio un enorme mordisco al suyo y gimió.
—Lo siento. Me pongo un poco demasiado entusiasta por el chocolate. —Se rió cubriéndose la boca.
Bueno yo me pongo un poco demasiado entusiasta viéndote comerlo. Y, aun así, seguí mirando su boca fijamente, anticipando cada vez que la abriría y disfrutando de cada pequeño sonido que salía.
Cuanto más la inspeccionaba, más deseaba poder haberla visto bailar.
—¿Todavía bailas?
Ella entrecerró los ojos.
—¿A qué te refieres?
—Sé que no bailas profesionalmente. Pero ¿alguna vez… bailas… cuando estás sola… por tu cuenta? Puede que esa sea una pregunta estúpida. Lo siento.
—No. No es estúpida en absoluto. —Se limpió la boca—. De hecho, lo hago a veces. Solo para asegurarme que todavía lo tengo. No es de la manera en la que sería si estuviera subida a un escenario, pero sí, a veces de la nada me pongo las zapatillas de punta y hago un arabesco frente al espejo. —Se puso un poco roja—. No puedo creer que esté admitiendo eso.
—Creo que es increíble. ¿Qué es un arabesco?
Ella señaló hacia la foto enmarcada de su estantería.
—Un arabesco es lo que estoy haciendo en esa foto de allá. Es una de las posiciones más difíciles pese a que pueda parecer sencilla. Debería decir que no es fácil hacerla correctamente. El resultado perfecto… elevada y hacia delante, el codo relajado… la colocación del brazo derecho. No hay dos personas que lo hagan exactamente igual, dado que cada cuerpo es diferente. —Sacudiendo la cabeza, dijo—. De todas maneras, me estoy yendo por las ramas. —Rodó los ojos—. Nerd del ballet.
Es tan malditamente linda.
—Tu pasión es palpable. Solo porque dejes de hacer algo todos los días no quiere decir que no puedas tener ese tipo de amor por ello. Eso está dentro de ti.
Vaciló.
—¿Te gustaría… —Entonces negó con la cabeza—. No importa.
El corazón me latió más rápido. ¿Qué diablos me iba a preguntar? Necesitaba saberlo.
—Di lo que ibas a decir.
Sus mejillas se pusieron más rojas.
—¿Te gustaría ver un video mío bailando?
Un alivio me recorrió. Jesús. Por un instante creí que me iba a preguntar si quería otra cosa. ¿De verdad creí que me preguntaría si quería ir a su habitación? Cristo, Deacon. Saca la cabeza de la puta alcantarilla.
—Me encantaría —dije.
—Tengo uno de nuestras viejas funciones en DVD. No la he visto en años.
—Sácalo. Me muero por verlo.
Se levantó.
—Bien, deja que vaya a por él.
Me limpié las sudorosas palmas de las manos en los pantalones mientras ella salía en búsqueda del DVD.
Cuando regresó, podía haber jurado que vi temblar sus manos cuando lo metió dentro del reproductor de DVD.
—¿Estás nerviosa de mostrármelo?
Carys sonrió tímidamente.
—Un poco.
—No lo estés.
Presionó el play. Al principio, la cámara estaba demasiado lejos y era difícil decir qué bailarina era ella.
—Soy fácil de localizar. Soy esa de negro —dijo señalando hacia la pantalla—. Estábamos representando El lago de los cisnes.
—El Cisne Negro. No sé de ballet, pero se lo suficiente para saber que eres el Cisne Negro.
—Debes de haber visto la película con Natalie Portman. —Se rió.
—De hecho, sí. —Me senté absorto. La música orquestal, la iluminación, esto era algo auténtico.
Un chico en mallas elevó a Carys en el aire, sus piernas estaban separadas con una impresionante flexibilidad. Después de aterrizar sobre sus pies, giró con una hermosa precisión. La sonrisa en su rostro exudaba confianza y orgullo mientras la alzaba sobre los dedos de los pies y levantó los brazos como si estuviera tratando de alcanzar las estrellas. Ella era una estrella. Y ver esto hizo que entendiera la pérdida que había sufrido. Esto no había sido un hobby. Era una vocación. El corazón se me rompió al saber que se lo habían arrebatado.
Su compañero casi parecía una herramienta para resaltar el talento de Carys. Él la guiaba, pero ella era el foco de atención. Ella realmente brillaba cuando bailaba sola. Sin el chico invadiendo su espacio, Carys giraba libre como un pájaro. Perfecta.
—Parece que puedo sentir tus emociones —le dije—. No solo al mirar tus expresiones sino en tus movimientos.
—Ese es principalmente el mayor cumplido que me podrías dar.
—¿En serio?
Asintió.
—Uno de mis profesores solía decir que esa era la diferencia entre un buen bailarín y uno excelente. Decía que nuestro propósito en la función no era simplemente mover nuestros cuerpos o entretener, sino expresar nuestras emociones a través del baile. Entonces idealmente, esos sentimientos también serían experimentados por cualquiera que lo viera. Por lo que siempre traté de mantener eso en mente.
—Es malditamente hermoso. —Mis ojos se encontraron con los suyos—. De verdad. —No me refería simplemente a ello. Me refería a ella.
Sus ojos brillaron.
—Gracias.
Por primera vez en mucho tiempo, sentí ganas de llorar también, y no tenía nada que ver con mis problemas. Que pérdida tan grande había sufrido; el mundo había sufrido el día que esta mujer dejó de ser capaz de bailar. Las emociones que me golpeaban eran demasiado. Era hora de irme antes de que hiciera o dijera algo de lo que me arrepentiría. No quería ser grosero y marcharme antes de que apagara el video. Pero juré salir a la primera oportunidad.
—Estoy deslumbrado por tu talento —le dije cuando acabó el video—. Gracias de nuevo por enseñármelo.
—De nada.
Carys volvió a meter el DVD en la funda y la miró fijamente durante un momento antes de cerrarla de golpe.
—Creo que probablemente debería regresar a casa —dije.
Ella pareció sorprendida.
—Oh…bien. Sí. Supongo que se está haciendo tarde.
—Sí.
Nos levantamos y nos miramos. Pasaron un par de tensos segundos, tensos segundos en los que besarla parecía lo correcto, a pesar de que sabía que eso estaría muy mal.
Carys se frotó los brazos.
—Gracias por venir.
—¿Bromeas? Gracias a ti por invitarme, por preparar esa increíble comida, por escuchar mi tragedia y más que nada por compartir ese video conmigo. De verdad significa un montón lo que hiciste.
—Después de lo que me contaste esta noche, claramente me sentí más cómoda.
—Sí. —Sonreí y tras un par de segundos de incómodo silencio, dije—. Bueno…Que tengas buena noche.
No estaba preparado para que ella se estirara y me abrazara. Me puse rígido. Pero cuando el asombro inicial pasó, me relajé en su abrazo. Sintiendo acelerarse el latido de mi corazón, me retiré antes de que se hiciese demasiado evidente que su toque había causado estragos en mí.
Asentí y no dije nada más, dirigiéndome a mi apartamento con el cerebro nublado.


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Mensaje por Eadlyn Shaw Sáb 10 Oct - 11:14

8
Carys
¿Miraste en mi cara?
 
Pasaron un par de días antes de que volviese a saber de Deacon. Tenía esta rara sensación de que estaba manteniendo la distancia porque las cosas se habían tambaleado en cruzar la línea durante nuestra cena, no necesariamente a nivel físico sino definitivamente en un nivel emocional. Compartir ese video de mi actuación en el Lago de los Cisnes fue como quitarle una bandita a una herida que aún no había curado del todo. Pero de alguna manera, después de airearla, ya no me parecía que necesitara la bandita. Revivir mi pasado, aún por ese breve momento, había sido terapéutico. Y mi confianza en hacerlo había tenido todo que ver con que Deacon se abriera primero a mí.
La historia que me había contado sobre su pasado hizo que me sintiera menos sola. Nunca imaginé que mi despreocupado vecino estaba escondiendo algo tan doloroso.
Recibí un mensaje de él el lunes por la tarde mientras Sunny estaba durmiendo la siesta.
 
Deacon: Hola…Recibí un paquete que era para ti. El repartidor confundió los apartamentos. Lo rasgué antes de darme cuenta de que no llevaba mi nombre. ¿Quieres que lo deje fuera de tu puerta?
 
Parecía extraño que quisiera dejarlo fuera en vez de simplemente venir con él, una evidencia más de que me estaba evitando. Eso me deprimió.
 
Carys: Sí. Claro. Gracias.
 
No podía recordar qué había pedido. Últimamente me había quedado despierta hasta tarde comprando todo tipo de cosas que no necesitaba. Compraba casi todo online ya que era más fácil para mí, por lo que esto podría haber sido cualquier cosa desde comida para bebé hasta champú y tampones.
Pasaron un par de minutos antes de que abriera la puerta y encontrase una caja tamaño medio en el suelo. La parte de arriba estaba abierta. Lo metí en el apartamento y miré dentro.
Un paquete de chupetes.
Fritos de plátano.
Bocaditos de regaliz negro.
Crema para la pañalitis.
Guía femenina del auto-placer.
Me detuve.
Guía femenina del auto-placer.
Se me hundió el estómago.
Oh. No.
Ahora sabía exactamente por qué había escogido no llamar a la puerta.
 
*
Me pasé el resto del día inquietándome por lo que Deacon pudiera haber estado pensando acerca de que pidiera ese libro. No sabía por qué me molestaba tanto. ¿Hacía que pareciera solitaria o desesperada? ¿O solo era la simple vergüenza de necesitar una guía básica para tocarme en primer lugar? El libro pareció una buena idea la otra noche a las 2 de la mañana. ¿Ahora? No tanto.
Ojalá pudiera simplemente no mencionarlo. Pero me conocía. La próxima vez que viera a Deacon mi preocupación estaría escrita en toda mi cara. Actuaría totalmente torpe. Al final, tartamudearía mis sentimientos en un menos que elocuente intento de explicarme.
Era mejor reconocerlo con calma y terminar con la vergüenza ahora. Tomé el teléfono de la mesilla de noche, deslicé hasta el nombre de Deacon y escribí.
 
Carys: Hola.
 
Respondió casi de inmediato.
 
Deacon: Hola. ¿Todo bien? Normalmente no escribes a esta hora. 
Carys: Todo bien. ¿Estás en la calle?
Deacon: De hecho, estoy en la cama. 
Carys: ¿Te desperté?
Deacon: No. Estaba viendo un documental. ¿Qué pasa?
 
Mis dedos permanecieron sobre las teclas antes de que juntara el valor para escribir.
 
Carys: ¿Miraste en mi caja?
 
Eww. Eso no salió bien. O puede que fuera la introducción perfecta para esta conversación malditamente incómoda.
Por supuesto, él se dio cuenta de ello.
 
Deacon: ¿Eh? LOL.
 
Gracias por dejarlo pasar, Deacon. Reformulé.
 
Carys: ¿Supongo que viste lo que estaba en la caja que dejaste antes?
 
El pulso se me aceleró mientras los pequeños puntos saltaban.
 
Deacon: Sí, y tengo que decir que estoy un poco sorprendido.
 
El corazón me martilleó contra el pecho. Pero antes de que pudiera responder, él me mandó otro mensaje.
 
Deacon: No te tomé por una persona de regaliz negro. La peor golosina del mundo.
 
Oh Dios mío.
Carys: Buen intento fingiendo que no viste el libro.
 
Cerré los ojos con fuerza y me acobardé.
 
Deacon: ¿Qué libro? ;-)
Carys: La cara del guiño te delató. Sabes qué libro. 
Deacon: No tenía planes de mencionarlo. No es asunto mío. 
Carys: Quería reconocerlo antes de que lo hicieras tú. Estoy un poco avergonzada. 
Deacon: Yo no lo habría mencionado. Y si lo hiciera, definitivamente no te avergonzaría por leer algo que es natural. No solo estaría mal, sería hipócrita. 
Carys: Hipócrita… ¿porque tienes un libro parecido? LOL. 
Deacon: No. Porque el auto-placer es uno de mis pasatiempos. Soy bastante bueno en ello. 
Carys: Supongo que entonces no necesitas un libro. 
Deacon: Podría ESCRIBIR el jodido libro.
 
Bueno, entonces…
 
Carys: Sé que no tengo nada de lo que estar avergonzada, pero aún me siento extraña de que lo vieras. 
Deacon: ¿Por qué?
Carys: ¡Por que hace que parezca que no sé lo que hago con mi propia vagina! No es que no tenga ni idea. Solo supuse que, ya sabes, dado que soy solo yo… necesito maneras para estar motivada. Pensé en echarle un vistazo. Ver lo que tiene que decir. Parecía una buena idea a las dos de la mañana. 
Deacon: ¿Ya leíste algo al respecto?
Carys: No. 
Deacon: Yo le eché un vistazo.
 
Mierda. Esto es peor de lo que pensaba.
 
Carys: ¿Lo hiciste?
Deacon: Sí. Y no creo que sea lo que necesitas. 
Carys: ¿A qué te refieres?
Deacon: ¿De verdad quieres hablar de esto?
Carys: ¿No lo estamos haciendo ya?
Deacon: De acuerdo. Solo quería asegurarme ya que parecías avergonzada hace un minuto. 
Carys: Ya se me pasó. ¿Qué leíste?
Deacon: Esa mierda es demasiado frío. Los pasos que ella atraviesa… hay demasiada coreografía. Sinceramente, estaba aburrido cuando debería de haber estado excitado. Preocuparte sobre dónde demonios pones la mano no va a ayudarte a venirte. 
Carys: Sí. Eso no parece algo para lo que tenga tiempo. 
Deacon: Estoy bastante seguro de que lo que necesitas es relajarte con una buena copa de vino y algo de porno sexy. El libro que compraste hará que pienses demasiado. Lo que necesitas es NO pensar. Correrse no es mucho sobre la técnica. Es sobre perderte hasta que no puedas evitar tocarte. Cuando eso suceda, no te importa una mierda cómo lo estés haciendo.
 
De repente hace mucho calor en mi habitación. Se me endurecen los pezones mientras releo el último mensaje un par de veces.
 
Deacon: Esa es solo mi opinión. 
Carys: ¿Eso es lo que haces cuando estás solo? ¿Beber una copa de vino y ver porno?
Deacon: A veces. 
Carys: ¿Siempre necesitas porno para correrte?
Deacon: No. Es algo del estado de ánimo. A veces no lo necesito en absoluto. 
Carys: ¿Como cuándo?
Deacon: Cuando estoy excitado por alguien o algo que ha sucedido. O a veces, solo estoy excitado sin ninguna razón. Si estoy estresado, puede que necesite más ayuda. 
Carys: Ya veo.
 
Si tan solo supiera lo excitada que me puso esta conversación. Hasta este mismísimo momento, no creo que me haya dado cuenta lo necesitada que había estado. Los músculos entre mis piernas dolían. Lo cual irónicamente probaba su argumento. Si estabas lo suficientemente excitada, la mecánica no importaba. Sabía que, si me tocaba en estos momentos, podía hacerme venir, todo por esta conversación y el hecho de que ahora me estaba imaginando cómo se veía Deacon cuando se daba placer a sí mismo.
Había mucho más que quería saber: qué le excitaba exactamente, quién era la última que lo había hecho, en qué pensaba en esos momentos cuando se corrió por su cuenta. No necesitaba un maldito libro. Necesitaba más de esto, pero no me atrevería a pedirlo.
En su lugar, me acobardé y me puse en evidencia.
 
Carys: Me voy a la cama. Gracias por la charla.
 
Los tres puntos se mantuvieron activos por mucho más tiempo de lo normal.
 
Deacon: Dulces sueños. 
 
***
 
Un par de días después llegó una caja a mi apartamento. Dada mi reciente afición por el gasto online, nuevamente no tenía ni idea de lo que pudiera contener.
Cuando la abrí y metí la mano dentro, ni siquiera estaba segura de lo que estaba agarrando. Parecía un par de pantalones de cuero de hombre con la parte del culo cortada.
¿Qué diablos?
Entonces noté el nombre en el recibo de facturación. El de Deacon. Aunque la dirección era la mía.
Aún más confundida, saqué mi teléfono. Ni siquiera podía escribir la pregunta sin reírme.
 
Carys: ¿Pediste unas chaparreras sin culo y los enviaste a mi apartamento?
Deacon: Guau. Llegaron rápido. 
Carys: ¿Así que no es un error? ¿Quiero saber lo que harás con estos?
 
Deacon: Son un regalo de broma para mi colega, Adrian. Siempre nos estamos mandando cosas raras como bromas. Él se estaba quejando de que no tenía nada que ponerse para una fiesta de disfraces a la que irá. Así que, voilà.
Carys: ¿Y pensaste en enviármelos a MI por???
Deacon: Solo quería ver tu reacción. Además, supuse que esto haría que estuviéramos en paz. Tu accidentalmente me mandaste un libro sobre masturbación. Y ahora yo te envié unas chaparreras sin culo. 
Carys: Eso fue tan considerado por tu parte. 
Deacon: Gracias. Solo estaba tratando de ser un buen amigo. :-)
 
Entonces sucedió lo peor que podría haber pasado. Quería enviar el emoji riéndose. En su lugar mi dedo golpeó… la lengua.
¡Ugh! Estaba en la parte superior de mis elecciones dado que se lo envié a Simone en respuesta después de que esta me enviara una foto de su postre. Acabo de enviar una lengua en respuesta a las chaparreras sin culo.
 
Deacon: ¿Bien?
Carys: ¡Lo siento! ¡Emoticono equivocado! Se me resbaló el dedo. Se suponía que fuera la cara riéndose. 
Deacon: Así que entonces no eres una lame traseros.
 
Se me cayó la mandíbula.
 
Deacon: No es que haya algo malo con eso. 
 
Estaba mortificada.
 
Deacon: ¿Demasiado?
Carys: SI. Solo un poco, Rey de la demasiada información.
 
Deacon envió el emoticono con la cremallera por boca.
Lancé el teléfono al otro lado del sofá, aún avergonzada, pero riéndome.


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Mensaje por berny_girl Sáb 10 Oct - 11:42

No se porque no me llegaron las notificaciones, ya me pongo al día con los otros capítulos pendiente.

Capítulo 3 / Capítulo 4
En verdad su primer hijo tiene Down?? creo que más que la enfermedad que no deja de ser de cuidos, lo más fuerte es enterarse cuando ya la tienes en los brazos, pensando que vivimos en la misma época, se encuentras los medios para diagnosticarlo desde la gestación, y poder prepararse en muchos sentidos a la llegada del bebe.
Qué bueno que ya tenga trabajo y que esta puede ser compatible con sus deberes de mama...
Estoy esperando que Deacon, se ofrezca para ser el niñero de Sunny, se llevan tan bien que sería lindo que fuera el quien la cuidara.


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Mensaje por evanescita Sáb 10 Oct - 12:53

Bueno estos siguen teniéndose ganas mas no quieren cruzar la línea y no es para menos, pero es inminente que suceda. La conexión que tienen de acuerdo a sus pasados y lo demasiado lindos que son entre si, lo hace así, además de la admiración que siente Deacon por Carys uhmmm la a hecho algo irresistible, si con las justas salió ileso de la cena. Ahora que onda con el libro y las chaparreras jajajajaja fue tan divertido leer esa parte y Deacon tiene razón, debes conocer tu cuerpo y estar de animo para poder disfrutar de un auto orgasmo, después de esa charla se quedaran con mas ganas, y Deacon fue tan considerado con lo de las chaparreras, es un lindo.

Hasta mañana.


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