Lectura #6 2020 Not a Hero - Cherise Sinclair

Gabriel había intentado ser un héroe. Sirvió como Navy SEAL, oficial de policía y como mercenario. Había colgado su capa para siempre.

La gente no quería héroes.

Y había terminado con eso de volver a arriesgar su cuello por alguien.

No, él se mantendría lejos, lejos del trabajo de héroe y también lejos de la gente. Desde luego.

Agarrotado, se levantó de donde había estado arrodillado en el porche. La silla con respaldo de escalera que había hecho con herramientas manuales estaba terminada. Cojeando un poco, la llevó dentro y la colocó al lado de la mesa de la cocina. No estaba mal, pero le había llevado una eternidad. Sonrió tristemente. Si intentara ganarse la vida construyendo muebles, se moriría de hambre.

Sacudiendo la cabeza, se dirigió hacia fuera. Largo invierno, pequeña cabaña. Necesitaba estar en el exterior.

La primavera finalmente había llegado a la península de Kenai en Alaska. Un par de semanas antes, el río cerca de la vieja cabaña de Mako había provocado una impresionante inundación de agua con enormes trozos de hielo. Ahora, el nivel del agua volvía a la normalidad, y la nieve estaba desapareciendo.

De vuelta al porche, se estiró. Su hombro y cadera izquierdos solo palpitaban, mucho mejor que los dolores punzantes que había sufrido cuando llegó el otoño pasado. En aquel entonces, se había movido como un lisiado de bala, porque lo era. Ahora, su cojera solo aparecía cuando era un idiota y se esforzaba demasiado. Como desde que la nieve comenzó a derretirse.

Debería ir a Seward alguna vez. No había estado allí desde el pasado otoño. Probablemente tenía correo amontonado en el apartado de correos.

El correo podría esperar sentado y pudrirse. Después de la desastrosa emboscada a su equipo de mercenarios, la que podría haberse evitado si la compañía no le hubiera mentido, había renunciado y vuelto aquí, a donde había crecido.

El aislamiento total de la vieja cabaña de Sarge le daba lo que necesitaba: alejarse de la gente. Sacudió la cabeza. Nunca podría entender cómo los llamados humanos podían hacer cosas tan indescriptibles entre ellos. Como policía, había visto crímenes cometidos por dinero, sexo y drogas. En los Navy SEAL y como mercenario, había visto a personas pelear por el poder, el territorio, la religión y la raza. Las atrocidades que había visto...

La emboscada a su equipo de mercenarios el otoño pasado había sido el punto de rotura. Su mandíbula se apretó hasta doler antes de que él exhalara. Para, idiota. El pasado era pasado.

No había gente por aquí. La cabaña estaba fuera de la red7. Sin electricidad ni agua corriente. Bastante deteriorada, a pesar del trabajo que le había dedicado durante el invierno. Cuando Mako los había traído a él y a los otros niños aquí, hace más de veinte años, la cabaña de madera había tenido una habitación con un altillo. Ese verano, duplicaron el tamaño y recibieron la primera de sus lecciones. Técnicas de construcción, obediencia, respeto, supervivencia y primeros auxilios.

Hace siete años, Gabe y sus tres hermanos habían convencido al sargento de que dejara esta área y se mudase cerca de Rescue donde tenía un viejo amigo de guerra. Juntos, compraron un terreno enorme y aislado y construyeron cinco cabañas, a pesar de que sólo Mako había vivido allí permanentemente.

Jesús, Gabe lo había visitado con tanta frecuencia como permitía su tiempo libre, todos lo habían hecho, pero no había estado allí cuando Mako realmente lo necesitaba. Cuando murió el otoño pasado.

Dios. La culpa y la tristeza inundaron un lugar alrededor de su corazón. Octubre. Había sido un mes oscuro y feo. Primero, la emboscada en América del Sur. Sus hombres gritando, chillando, cayendo, muriendo. No los había conocido por mucho tiempo, pero habían sido suyos, y les había fallado. Nunca debería haber confiado en la información proporcionada… ni en la empresa.

Después de la cirugía para reparar el daño producido por las balas, lo llevaron de regreso a los Estados Unidos para terminar su recuperación. Se había despertado después del largo vuelo, con los olores astringentes de un hospital, oyendo a gente en el pasillo. Sintiendo el ardor del dolor en el hombro y la cadera.

Cuando abrió los ojos, Caz y Bull estaban allí. Se veían devastados. Y le habían hablado de la muerte de Mako.

Gabe tragó el nudo de su garganta. ¿Por qué todavía sentía como si hubiera perdido una parte de sí mismo? El sargento había muerto en un accidente automovilístico hacía meses.

Accidente automovilístico, y una mierda. Se había suicidado. Dicho tan claramente en la nota que había dejado.

***

No es de extrañar después de esa mierda que nos rociaron en ‘Nam8. Los doctores dicen que no pueden hacer una mierda, y siempre dije que me largaría cuando la vida perdiera su sabor. Ese momento ha llegado. Las pesadillas también están empeorando. El TEPT9 — Jesús, a quien carajo se le ocurrió un nombre tan estúpido — mejoró cuando os conseguí a los cuatro. Cuidaros a todos me dio una misión. Me protegió, sobre todo. Lamento las veces que me venció y te asusté.

***

Pero si no corría y estaba luchando contra un flashback, su temperamento estallaba.

Los sargentos de instrucción tenían lenguas crueles.

Siendo niños ignorantes, no habían entendido, no al principio, excepto Cazador, el más perceptivo con la gente, quien finalmente descubrió que el sargento tenía TEPT de una guerra que había ocurrido incluso antes de que ellos nacieran. Poco a poco, descubrieron cómo evitar los detonadores... y qué hacer cuando esa mierda ocurría de todos modos.

Gabe se frotó la cara y la áspera barba que no se había molestado en recortar. Él tenía sus propias pesadillas de guerra y muerte ahora y mucho respeto por lo bien que Mako se las había apañado.

El sargento sería el primero en entender por qué Gabe se había escondido en la cabaña... y sería el primero en patearle el culo.

Pero Gabe no había encontrado ninguna razón para irse.

Apoyado contra un poste del porche, inhaló. El fresco aroma verde de la primavera olía a anticipación. Era... molesto.

¿Pero su mente? No tanto. Como Grayson, el amigo psicólogo del sargento había advertido, el aislamiento lo había empeorado.

La tierra se estaba derritiendo bajo el sol de primavera; No estaba seguro de que él lo hiciera alguna vez.

Pero también había encontrado algo de paz aquí, en la vieja cabaña de Mako. Parecía que él podía sentir el sargento de vez en cuando. A Mako le encantaba este lugar donde densos bosques de abetos, abedules y álamos rodeaban la cabaña por tres lados. Una pendiente llena de alisos conducía al río donde el sol brillaba sobre el último hielo restante a lo largo de la orilla. Algunos trozos todavía flotaban en el agua turquesa y veloz. Mientras observaba el agua, los pájaros se quedaron en silencio. Escuchó el ruido cercano de uno, no, dos vehículos de cuatro ruedas bajando por el camino de tierra casi impracticable hacia la cabaña.

Al entrar, sacó su vieja escopeta Mossberg del estante y regresó al porche.

Justo dentro del claro, dos hombres desmontaron de sus vehículos todo terreno y se acercaron a la cabaña. Un hombre del tamaño de un oso. Un tipo más bajo y delgado que se movía con la gracia mortal de un lince. Jesús. Mierda.

Echando la capucha hacia atrás, Caz miró la escopeta.

—Buenos días, ‘mano10. ¿Disparas a las visitas ahora?

Bull resopló. —Él siempre se pareció al sarge —Los hermanos de Gabe se acercaron al porche.

Con un gruñido de irritación, Gabe entró para volver a colocar la escopeta en el estante mientras los dos se quitaban las botas y los abrigos en la entrada. —¿Qué demonios quieren ustedes dos?

—Quería asegurarme de que estabas vivo —Bull entró en la cabaña principal.

—Estoy vivo —Gabe hizo un gesto hacia la puerta en una pista no tan sutil. No se fueron.

—Buen intento. No funcionará —Bull lo abrazó con un solo brazo.

Gabe se congeló. Había sido un largo invierno sin gente. Pero bien, bien, amaba a sus hermanos Con un suspiro, le devolvió el abrazo. —Hola, hermano.

—Te extrañé, viejo11 —Su otro hermano también lo abrazó. Primero un paramédico, luego enfermero practicante, Caz tenía el corazón más grande de todos y el temperamento más ardiente. —Ha pasado mucho tiempo.

Sí, desde el otoño hasta... —¿Qué mes es de todos modos? —Caz sacudió la cabeza—. Mayo. Feliz Cinco de Mayo en dos días12.

¿Mayo? Había pasado un tiempo. Resopló. —Me sorprende que Zachary Grayson no se haya presentado. El otoño pasado, dijo que, si no me iba después del deshielo, vendría y me desenterraría.

Bull sonrió. —Me llamó la semana pasada, en realidad, para preguntar si estabas fuera. Su esposa acaba de dar a luz, por lo que no puede venir de inmediato, pero dijo que recibirás una visita en unas pocas semanas, si todavía estás escondido aquí.

—Maldito psicólogo —Sin embargo, era... bueno… en cierto modo, saber que Grayson seguía preocupado por él incluso con un nuevo bebé en la casa.

Espera. ¿Nuevo bebé? Contó hacia atrás con los dedos.

—Jesús, ella debe de haber estado embarazada el otoño pasado —Cuando el acosador de Grayson casi le había disparado. El pensamiento lo sacudió hasta la médula y contuvo el aliento.

Tranquilo, MacNair. Él bebe nació. Todos están bien. Miró a Bull. —Entonces ¿Estás aquí para responder sus preguntas sobre cómo estoy?

—No. Queremos hablar contigo sobre un problema que tenemos —Bull se acercó al área de la cocina.

Los dos hicieron que la cabaña pareciera mucho más pequeña. —No resuelvo problemas. Ya no.

Aun así, la culpa goteaba a través de su glacial entumecimiento, porque resolver problemas es lo que él hacía. O solía hacer. Estaba acostumbrado a tomar la iniciativa... en los hogares de acogida, con sus hermanos, en el servicio militar y policial, con la compañía de mercenarios.

Aunaba esfuerzos con la gente y arreglaba lo que estaba roto.

El problema era... que él era lo que estaba roto ahora.

—Escucha entonces y dinos qué crees que deberíamos hacer —Bull se sirvió una taza de café, luego pasó la palma de la mano sobre la nueva silla de la cocina—. Buen trabajo.

—Si, gracias.

Con la taza de café en la mano, Bull se dejó caer en el viejo sofá marrón y puso sus pies en la otomana.

Gabe frunció el ceño. Maldición. Una vez instalado, su hermano no podía ser movido. No es que Gabe quisiera intentarlo, porque el deseo de la infancia de

Bull de ser un hombre grande se había cumplido con creces.

Afortunadamente, no tenía la personalidad irritable de un alce macho. No le hacía falta. Simplemente aplastaría lo que lo molestara.

Con un suspiro de resignación, Gabe tomó su propio café y se sentó.

Caz llenó una taza y miró los estantes abiertos en la esquina de la cocina. —Tienes poca comida.

—Fin del invierno. Por supuesto que tengo poca. Eligiendo su sillón favorito, Cazador abrió su mochila,

sacó un paquete, y lo arrojó al regazo de Gabe. —Cómelas mientras hablamos.

Gabe miró hacia abajo. Galletas Oreo Doble relleno Su comida basura favorita. Caz entendía a la gente, y nunca olvidaba nada.

La boca de Gabe comenzó a humedecerse. Se había quedado sin azúcar y dulces hacía mucho más de un mes.

Tuvo que aclararse la garganta. —Gracias —El primer bocado fue una sinfonía de gusto y textura, como tener relaciones sexuales después de una larga sequía—. Buen soborno.

Lo que significaba que tendría que escuchar lo que sus hermanos tenían que decir. Tal vez ellos no estuvieran relacionados por nacimiento o adopción, ya que Mako nunca se había molestado con el papeleo, pero eran hermanos, no obstante. Sus lazos se habían fortalecido al enfrentarse a Phillip, crecer juntos, compartir experiencias, muertes, derramar sangre y con el terror, las bromas y los susurros nocturnos.

El sargento había dicho al principio que eran un equipo.

Más tarde, simplemente los llamó hermanos.

Gabe tomó otra galleta y le lanzó una mirada a Bull. —

¿A qué llamas problema?

—Deberías haber ido a la ciudad a recoger tu correo.

—Demasiado trabajo.

—Demasiado amargo, más bien.

Gabe frunció el ceño. No era un caballo que no quería abandonar el establo, maldita sea.

Después de echar un vistazo al café de su taza, Bull

frunció el ceño, tomó un sorbo cuidadoso… e hizo una mueca.

—¿No te gusta el café? —Los labios de Gabe se torcieron.

Había hecho la olla horas atrás.

Bull era un bastardo quisquilloso con la comida y la bebida. Después de dejar los equipos SEAL, había abierto una cervecería en Anchorage, luego un restaurante que se había vuelto tan popular que ya tenía otro en la península.

Gabe hizo un gesto con su taza. —Bébelo. Te saldrá pelo en el pecho.

—Soy polinesio. No tenemos esa mierda de pelo en el pecho.

El toque de diversión fue inesperado y trajo recuerdos. Ellos solían burlarse de Bull por su piel lampiña... cuando Gabe, Caz y Hawk contaban cada cabello recién brotado en sus pechos delgados. Gabe levantaba una ceja. —Solo por curiosidad, ¿notaste que tu cráneo también está desnudo como el de un bebé?

—No, ¿en serio? —Bull se pasó la mano por el cuero cabelludo afeitado y pareció horrorizado. Caz se echó a reír y miró a Gabe—. También me sorprendió.

—Me acuso de tener una crisis de mediana edad — Obviamente despreocupado, Bull sonrió y acarició su perilla recortada.

Gabe notó que la barba negra tenía manchas grises. Canas, ya. En el hospital, Gabe había notado algunas en su propio cabello. Por otra parte, cumplió los treinta un par de años atrás.

Pero treinta no era tan viejo. —Mediana edad, mi culo.

Entonces, ¿qué hay en mi correo?

—Toma, viejo —sonriendo, Caz pasó algunas cartas junto con un sobre de papel manila—. Nos detuvimos en el apartado de correos en el camino.

Después de revisar el correo basura, Gabe abrió el sobre grande y sacó un fajo de papeles. La firma en la primera página le dio una sacudida. —¿De Mako?

—Su abogado tenía órdenes de enviarlo por correo el mes pasado —dijo Bull—. Se trata de Rescue.

Mako había elegido la pequeña ciudad porque tenía un viejo amigo de la Guerra de Vietnam allí. Aunque tener un amigo cerca había ayudado con su TEPT, el sargento nunca había dejado de quejarse de vivir cerca de la gente. Había sido un supervivencialista13 hasta los huesos, un preparacionista14 antes de que se acuñara la palabra.

Gabe se tragó el dolor y leyó la breve carta escrita a mano.

 ***

Ubicado a un par de horas de Anchorage, el pueblo de montaña había comenzado su vida como taberna y tienda para los mineros de la fiebre del oro de la década de 1890. Rescue volvió a crecer cuando la estación de esquí McNally abrió a mediados del siglo XX. Pero, hace una década, el resort cerró, dejando que Rescue muriera.

—¿Cómo exactamente el sargento imaginó que podríamos revivir la ciudad? —Gabe levantó la vista—. Lee la carta del abogado —Caz señaló el paquete—. Parece que un consorcio arrojó una tonelada de dinero para mejorar el antiguo complejo. El lugar volvió a abrir esta primavera.

Bull asintió con la cabeza. —Hay un hotel elegante, medios de elevación, aguas termales. Proyecto de campo de golf. Mierda recreativa de verano.

En los papeles, Gabe encontró un mapa de Rescue. Cuando visitaba a Mako, rara vez había ido al pueblo. Estaba en un ramal de la gran autopista Sterling que se dirigía a Homer, y el camino que travesaba la ciudad hasta el resort de montaña. No había otra forma de llegar a McNally.

—Interesante. Habrá un montón de turistas, incluidos esquiadores, que buscan alojamiento barato —pero, si recordaba bien, el pueblo no tenía mucho más que unos pocos negocios. Ferretería. Oficina postal. El viejo amigo de guerra de Mako, Dante, era dueño de la tienda de comestibles.

—Los empleados del resort también —comentó Bull.

¿Una afluencia de turistas en una ciudad no preparada?

—Va  a  ser  un  desastre.  Maldito sargento primero y sus misiones.

Gabe hojeó el resto de los papeles. Una nota del abogado. Copias de títulos de terrenos y edificios en toda la ciudad. Además de sus hogares, ahora poseían un restaurante, un centro de jardinería, un hotel y bastantes tiendas. Todos habían cerrado en algún momento en el pasado.

Las expectativas de Mako estaban claras.

Las bolas de Gabe se encogieron ante la idea de decepcionar al sargento. Aprendieron desde el principio que dar menos del 110 por ciento del esfuerzo suponía una reprimenda cáustica. Incluso la Semana del Infierno de los Navy SEALs había sido fácil en comparación con su primer año con el Boina Verde retirado.

Frunció el ceño ante la carta. —Extraño a ese bastardo loco, pero Jesús, nadie puede manipular a una persona como un viejo sargento de instrucción.

—Apuesto a que se está riendo a carcajadas ahora mismo —Caz sonrió—. El probablemente pensó que era una venganza adecuada por la forma en que lo obligamos a mudarse a la ciudad.

—Por supuesto que sí —La risa profunda de Bull era como una sirena de niebla—. No puedo creer que tomó el dinero que le enviamos y compró las propiedades —murmuró Gabe. Todos habían enviado una parte de cada cheque de pago a Mako—. Fue para ayudarlo, no…para esto.

—No es como si alguna vez hubiera gastado dinero en algo, excepto tal vez en excedentes militares, refugios antiaéreos y MRE15.

Bull echó un vistazo. —Hablando de militares, no he tenido noticias de Hawk desde el pasado diciembre. La compañía dice que está fuera del país.

Las compañías militares privadas no eran particularmente buenas tranquilizando a las familias. Y esta compañía tenía una dirección de mierda. —Hawk contactará cuando regrese a los Estados Unidos. Entonces recibirá el paquete.

—Supongo que eso es todo lo que podemos esperar — dijo Bull—. Entonces, sobre la ciudad. Caz y yo hemos estado en Rescate hace un mes. Estoy remodelando la vieja taberna.

—¿Qué pasa con tus restaurantes en Anchorage y Homer?

Bull se llevó las manos a la cabeza. —Por eso Dios creó los gerentes.

Sí, ese era Bull, el tipo más tranquilo del planeta. Gabe miró a Caz. —¿Y tú?

—Hubo una clínica de salud, alguna vez. Voy a volver a abrirla.

—Parece que lo tenéis cubierto. ¿Por qué estáis aquí? — Gabe se reclinó en su silla. El placer de ver a sus hermanos se estaba desvaneciendo. Necesitaba estar solo, aislado, rodeado del bosque.

Los árboles no hablaban. Los árboles no lo necesitaban. Caz lo estudió por encima del borde de su taza de café.

—Queríamos que supieras sobre la petición de Mako. Bull resopló. —Petición, mi culo. Son órdenes.

—Y, resulta que estamos teniendo problemas en la ciudad —dijo Caz.

Gabe se puso rígido. —Y eso ¿qué tiene que ver conmigo?

—La remodelación de la taberna está siendo  saboteada

—Bull frunció el ceño—. Se han robado equipos y materiales. Hace dos días, alguien rompió todas las nuevas ventanas.

Caz asintió con la cabeza. —Lo mismo en la clínica.

La preocupación surgió dentro de Gabe tan rápido como la aplastó. —¿Qué hizo la policía?

—Los policías estatales son las únicas fuerzas del orden disponibles, pero no están exactamente en el sitio. O muy interesados. Ya que Rescue sigue funcionando, se supone que tenemos nuestra propia policía.

Infierno. —¿Alguien más está teniendo problemas o sólo vosotros dos?

Bull pasó los dedos sobre la perilla. —No he hablado mucho con los lugareños. He estado demasiado ocupado. Y mi equipo de construcción es de Soldotna ya que Rescue no tiene un contratista general.

Caz sacudió la cabeza. —Yo tampoco lo sé. Estoy enterrado en el papeleo. Y tratando de mudarme.

—¿Pensáis que alguien está apuntando a los hijos del sargento? —preguntó Gabe. Joder, sabía que Mako no habría sido cortés si le desagradaba alguien—. Lo dudo —dijo Caz. Aparte de Dante y un par de personas más, nadie en la ciudad conoció a Mako y nadie más que ellos nos conocen.

Gabe lo consideró. Viejo pueblo soñoliento. Resort abierto. Turistas. Bull y Caz abriendo empresas —Podría ser que alguien no esté satisfecho con los cambios que están ocurriendo.

Tal vez uno de esos tipos de regreso a la tierra16.— Gabe sentía más simpatía que antipatía hacia alguien que quería evitar a un grupo de turistas ruidosos.

—Tú podrías...

La voz de Gabe se apagó al ver las miradas expectantes de sus hermanos. Sí, chuparos eso, cabrones.

—Necesitamos a alguien que haga cumplir la ley en Rescue. Te necesitamos, viejo17 —dijo Caz suavemente.

Porque Gabe siempre había liderado, y sus hermanos siempre lo habían seguido.

Trató de enfriar el muro alrededor de su alma y lo sintió delgado, como el hielo del río antes de la primavera.

Maldición, no era un jodido héroe. No le importaban una mierda Rescue ni sus residentes No quería protegerlos. No valía la pena arriesgar su vida o su muerte por la gente.

Pero sus hermanos valían... todo lo que tenía que dar.

Infiernos.

No estaba dispuesto a rendirse sin luchar. —Lo pensare.