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Mensaje por yiniva Mar 15 Sep - 14:17

Capítulo 14

El domingo por la mañana, Audrey frunció el ceño ante el fuerte golpe de staccato en su puerta. Gabe habían dicho las 9 de la mañana y fastidiosamente a tiempo.
Y si ella se quejaba, probablemente le diría que el sol había salido hacía horas. Lo había hecho. En este estado enloquecido. Anoche, el sol aún brillaba a las 11 de la noche, y ¿quién podía ir a la cama antes del atardecer?
Pero cansada o no, no pudo dormir hasta tarde en la madrugada. Simplemente no le fue posible. Porque Gabe era hermoso y aterrador, y solo con verlo, o incluso escucharlo, le temblaban las rodillas.
Y porque se había acostado con él. Eso no era algo que hiciera. No era una mujer que tuviera relaciones de una noche con jefes de policía. Eso sería propio de alguien como Brooke.
Audrey era una nerd, brillante, cierto, pero… una nerd. Socialmente inepta, algo torpe... uf, mira lo bien que había ido su encuentro con el alce. Esa era ella. Estar con Gabe hoy, sin duda, la dejaría tan pisoteada como si hubiera tratado de acariciar a ese alce.
Sin embargo, si él quería enseñarle sobre Alaska, ella debería aprovecharlo. Echó los hombros hacia atrás y abrió la puerta. Brillante luz de la mañana entró en la cabaña cegándola. Entonces algo bloqueó la luz: un cuerpo. Entrecerrando los ojos, todavía medio cegada, se dio cuenta de que estaba mirando a Gabe.
Su camisa de franela roja desteñida estaba lo suficientemente abierta como para ver el borde de sus clavículas. sobre los fuertes músculos de su pecho. La base de su cuello tenía un tentador hueco.
Oh, guau. Tragando saliva, dio un paso atrás y levantó la vista.
Bueno, hum. Había exigido esta cita, pero no estaba lleno de entusiasmo, ¿verdad? Su rostro cincelado no tenía expresión. Sus oscuros ojos azules eran ilegibles.
Ella miró más allá de él. Sin alces ¿Qué pensabas?
 
Al notar que ella fruncía el ceño mirando los coches, él negó con la cabeza. —Lo comprobé. Estamos libres de alces en este momento.
—Bueno.
 
La miró. Asintió con aprobación por sus botas ligeras, una de las primeras cosas que había comprado en Alaska.
Frunció el ceño al ver sus vaqueros.
—¿Qué pasa con mis vaqueros?
 
—Has perdido peso. Mas peso.
 
Hombres. Una chica simplemente no podía ganar con ellos. Había pensado que sus caderas se veían mejor. —No estoy enferma, simplemente no estoy acostumbrada a un trabajo tan activo.
—Ah —Su aguda mirada se levantó para apuñalarla en los ojos— ¿Qué hacías antes?
—Me sentaba mucho —sonrió. Él ya sabía que estaba mintiendo sobre su nombre. ¿Por qué darle más munición?
Un pliegue apareció en su delgada mejilla. —Eres una muchacha frustrante —reanudó su escrutinio—. La camiseta y la sudadera con capucha sirven. ¿Tienes una chaqueta impermeable?
—¿Impermeable? —frunció el ceño ante el cielo azul.
—El clima en la península cambia rápidamente. Mete una chaqueta en tu mochila.
—¿Mi qué?
 
La empujó dentro. —Te he visto llevando una pequeña mochila. Llévala.
Pero había puesto la billetera y las llaves en los vaqueros para no tener que llevar nada. Y podía ver por su cara que discutir no era la respuesta correcta.
—De acuerdo.
 
Ella había comprado una mochila ligera para llevar su computadora portátil cuando iba al pueblo. Después de vaciarla, metió dentro su chaqueta impermeable
Al regresar de su Jeep, Gabe le dio una bolsa de plástico con varios artículos. —Agrega esto. De ahora en adelante, te pones tu mochila cada vez que vayas de excursión.
Agregó la bolsa de plástico a la mochila. —¿Qué hay ahí?
 
—Un montón de cosas. Protector solar. Fósforos y bolas de algodón engrasadas. Una multiherramienta —pensó por un segundo—. Botiquín de primeros auxilios. Manta isotérmica, calentadores de manos, calcetines. Brújula, linterna y silbato.
Ella lo miró fijamente. —¿Tienes todas estas cosas por ahí?
 
—Son extras que tenía. Pensé que no tendrías mucho, y necesitas esto para mantenerte a salvo.
 
Mantenerse a salvo. Bajó la mirada y sus ojos se llenaron de lágrimas. Él era tan protector.
—Ven, Ricitos de Oro. Vámonos —Le tomó la mano y la puso de pie. Cuando la miró, su expresión se suavizó por un segundo.
Y ella se derritió en interior.
 
Más tarde ese día, Audrey estaba recostada en la orilla del río al lado de Gabe. Mientras el sol bañaba sus hombros, le dolían y quemaban las pantorrillas. Subir y bajar por los senderos era muy diferente a caminar en un bar.
Y, Dios, Gabe le hacía caminar… Y hablaron.
De hecho, su cerebro se sentía sobrecargado de información. Precauciones con los alces. Asustar a los osos negros, pero proteger las partes vulnerables del cuerpo de los osos pardos que no se asustaban. Y un oso pardo se llamaba oso grizzly si vivía tierra adentro. Hablando de miedo.
Le mostró la desagradable chirivía de vaca46 que quemaría a una persona que se tropezase con ella. Y contrarresta eso con las impresionantes vistas de las montañas de Kenai. El río también era encantador, de un color azul verdoso imposible.
46 La planta, heracleum maximum, contiene diversas sustancias responsables de un sarpullido que produce vesículas eritematosas (ampollas similares a quemaduras).

 Ahora podía reconocer un aliso (Bueno para ahumar salmón.), los abetos y el urogallo de abeto. Una perdiz nival había surgido casi por debajo de sus pies, y ella había caído sobre su trasero.
Entonces, un pájaro carpintero que golpeaba fuertemente un árbol sobre ella la había asustado y su grito hizo reír a Gabe.
Nunca se había dado cuenta de que los pájaros carpinteros eran tan grandes.
Hablando de grande, nada comparado con el tamaño del águila calva que había aterrizado en la orilla del río para pescar un pez. Su cabeza estaría a la altura de su cintura.
A su lado, Gabe estaba sentado con la espalda contra un árbol, jugando con un mechón de su cabello. ¿Por qué le gustaba tanto?
—Ahora que has vivido aquí un tiempo, ¿estás disfrutando de Alaska? —preguntó.
¿Cómo podría responder a eso? —No es lo que esperaba
—dijo finalmente—. Es...
 
Un crujido detrás de ellos la hizo ponerse rígida. —Oso
—Ella agarró la mano de Gabe, lista para correr.
 
—No un oso, un toro —dijo—. Escucha. El ruido sordo indica un animal de dos patas. Un humano.
¿En serio? Su oído era tan bueno. —Entonces...
 
—Es Bull —dijo—. No mucha gente es tan pesada, y tiene un pequeño problema en su paso.
Ella lo miró fijamente. Apenas podía escuchar los pasos, y él podía decir quién era.
Bull salió del espeso bosque por el camino que conducía a la carretera. A pesar del frío, solo llevaba una camiseta cubierta por una camisa de franela. Al igual que Gabe, tenía una mochila. —Hola.
Con un suspiro de alivio, Audrey se sentó con las piernas cruzadas sobre la manta. —¿Cómo sabías que estábamos aquí?
 
—Gabe dejó un mensaje de dónde planeaba llevarte, y vi el Jeep al lado de la carretera.
—Oh.
 
—Deja siempre dicho dónde vas a ir de excursión —La sonrisa de Gabe parpadeó—. Ya sabes, para que alguien pueda rescatarte... o recuperar tu cuerpo.
Los hombres tenían un sentido del humor tan retorcido.
—Eso no es gracioso.
 
—Sólo la verdad —Bull le sonrió—. Pero aparte de ayuda, a veces se consiguen cosas buenas cuando la gente sabe dónde estás. Ya sabes, como sobornos.
—¿Sí? —Gabe levantó una ceja.
 
—Sí —Su jefe dejó su mochila, sacó una botella de cerveza y se la pasó a Gabe antes de guiñarle el ojo a Audrey—¿Quieres una?
 
¿Cómo podría resistirse? —Una cerveza estaría bien, gracias.
Le entregó una botella, tomó una para sí mismo y se apoyó en un árbol. —Por cierto, Jefe, tus dos artistas del graffiti aparecieron en el bar y están trabajando como locos. Tú no eres su persona favorita en este momento, ni yo tampoco, pero lo están intentando. Me recuerda cuando Mako nos hizo reconstruir el almacén de carne después de haber calculado mal al talar aquel árbol.
Sonriendo a Audrey, añadió: —Cuando estábamos cortando un abeto muerto, el tronco se enganchó en otro árbol, algo que debíamos haber previsto. El abeto cayó y rompió la caseta donde almacenábamos la carne en invierno.
—Esos fueron buenos días —Gabe se rio.
 
Espera un minuto. Audrey miró a Bull, luego a Gabe. —Dijiste: 'Mako nos hizo'. ¿Eso significa que crecisteis juntos?
 
—Supongo que nunca te lo dije, ¿verdad? —Gabe le dio unas palmaditas en la rodilla—. Sí, Bull es mi hermano. Caz también El hispano escuálido que conociste en la taberna la otra noche.
¿Se refería al hispano devastadoramente hermoso y musculoso? Por otra parte, Caz y Bull llamaban a Gabe viejo. Los hermanos eran raros. —¿Alguien en la ciudad sabe que sois hermanos?
—Sólo unos pocos —Bull mostró su sonrisa característica—. El sargento solo tenía un par de amigos en Rescue, y cuando lo visitábamos, no nos gustaba ser muy sociables. yo estaba construyendo un negocio en Anchorage, y Caz estaba en la escuela de posgrado y era enfermero practicante. Gabe estaba en Los Ángeles, luego en Sudamérica. Y Hawk, demonios, como siempre, estaba fuera recibiendo un disparo.
—Ya veo —Tomó un largo trago de cerveza. Dante y Lillian sabrían que los chicos eran hermanos, y tal vez también Sarah, ya que la dueña de la cafetería parecía saber todo sobre todos.
Pero estos tipos habían llevado la privacidad a un nuevo
 
Gabe tomó un trago de cerveza y luego agitó la botella.


—¿Por qué no me dices para qué es el soborno?
 
—Se supone que debo recordarte la reunión del consejo municipal de esta noche. Como jefe de policía, se espera que estés allí.
—Es bueno tener expectativas —dijo Gabe suavemente.
 
—Escucha, viejo...
¿Por qué Bull parecía tan preocupado? —Estará allí —le dijo Audrey a Bull.
Gabe alzó una ceja. —¿Lo haré?
 
—Bueno, sí, por supuesto. Es tu trabajo, tu deber, y sé que te lo tomas en serio, incluso cuando te hace infeliz.
La sonrisa de Bull era amplia. —Hiciste una buena lectura de él, mujer. Parece que os veré a los dos esta noche.
—¿Yo? —Su boca se abrió—. No necesito…
—Si yo tengo que ir, tú también —Gabe le dirigió una muy mala mirada.
Oh, oh. Ella realmente había sobrepasado sus límites.
 
—Oh, se está haciendo tarde, y debería prepararme. Si te vas ahora, Bull, ¿qué tal si te acompaño?
Cuando comenzó a levantarse, Gabe la agarró de la mano y la atrajo hacia la manta. —No creo que hayamos terminado aquí, Ricitos de Oro.
—Pero...

Gabe se despidió de su hermano. —Hasta luego, Bull.
La risa retumbante de Bull sonó antes de desaparecer en el bosque.
Audrey miró a Gabe frunciendo el ceño. —Pensé que habías dicho que habíamos terminado la excursión.
—Casi. Podría haber otras cosas más para terminar —
pasó un dedo sobre su labio inferior.
 
Un hormigueo se extendió a causa de su ligero toque en una ola sobre su piel. —Otras cosas —Su voz salió ronca.
—Podría estar equivocado… —Él se inclinó. Su boca rozó la de ella. Seductora. Tentadora.
Oh, la forma en que la besó… Al necesitar más, se
inclinó hacia él.
 
sujetando su camisa, ella se resistió cuando él comenzó a enderezarse.
Él se echó a reír.  —… o no.
 
—Sí —Su boca se posó sobre la de ella otra vez, más firme, reclamando una respuesta.
Su boca se abrió bajo la de él. Y cuando todo dentro de ella se derritió, él la presionó de vuelta a la manta. Su peso cayó sobre ella, su mano detrás de su cabeza.
Incapaz de evitarlo, le rodeó los hombros con los brazos. Sus labios se inclinaron hacia arriba contra los de ella mientras sonreía.
—Planeaste esto, ¿no? —susurró.
 
—Esto, no. Quería hablar contigo —Con los dedos enredados en su pelo, le tiró de la cabeza hacia un lado y le mordisqueó un lugar debajo de la oreja—. Pero esto también es bueno.
Se le puso la piel de gallina.
 
—Realmente debería torturarte un poco —murmuró—.
Por empujarme a esa maldita reunión del consejo.
 
—Pero eres bueno con la gente. Al menos no te asustan.
 
Levantó la cabeza, sus ojos del azul del cielo crepuscular. —¿La gente te asusta?
—Un poco —Se mordió el labio—. Mucho. Prefiero encontrar a mis amigos en los libros. Los personajes no esperan que diga nada.
—Entonces, ¿no es realmente la gente, es la conversación? —asintió—. No soy una persona... sociable…
Sus dientes se cerraron sobre el músculo en la parte superior de su hombro, dejando una sensación embriagadora. Sus senos se sentían más llenos, más apretados.
—Pareces lo suficientemente sociable para mí —le mordisqueó la mandíbula—. Demonios, trabajas en un bar.
—Eso es diferente. Cuando estoy trabajando, sé qué decir. No hay tiempo para una charla tonta.
Su cabeza se levantó mientras lo consideraba. —Eso tiene sentido.
Ella suspiró. —Me prometí a mí mismo que trataría de ser más... Lillian dice que se necesita práctica.
Gabe se apoyó sobre un codo a su lado y jugó distraídamente con un mechón de su pelo. —La práctica ayudará. Después de pasar el invierno en una cabaña aislada, llegar a la ciudad fue difícil. Demasiada gente —Una esquina de su boca apareció—. Pero se hizo más fácil. Ya no gruño tanto.
 
Ella se rio porque lo había oído gruñir una o dos veces.
—Sabía que habías estado fuera de contacto por un tiempo. Pero... ¿solo? —Tanto Bull como Dante habían actuado como si no hubieran estado seguros de que si él viniera a  Rescue— ¿Por qué una cabaña aislada?
 
Las arrugas junto a sus ojos se profundizaron con su sonrisa. —¿Te das cuenta de que cuando tienes curiosidad, no eres tímida en absoluto?
—Oh, tal vez —No, en realidad no lo había notado—. Hacerme una pregunta no te permitirá escapar sin una respuesta.
—Terca, también —murmuró. La risa desapareció de sus ojos para ser reemplazada. por... pena?— Es una historia fea, Ricitos de Oro.
Su mano se había cerrado alrededor de su cabello.
Poniendo su mano sobre la de él, ella esperó.
 
Levantó la mirada y se concentró en el río que fluía. — Dirigí un equipo de profesionales de seguridad para una compañía militar privada. Cuando Hawk y yo nos unimos, era un lugar decente para trabajar, pero la propiedad cambió y las misiones cambiaron. En mi último trabajo, proporcionamos seguridad a un CEO que inspeccionaba sus fábricas en un país del tercer mundo.
Audrey frunció el ceño. Las fábricas en los países del tercer mundo no siempre eran buenos lugares.
—En la cuarta fábrica, fuimos emboscados. Por los trabajadores de la fábrica y los aldeanos también —Su boca se apretó—. Perdí a tres hombres en los primeros segundos. A los dos últimos nos dispararon, pero sacamos con vida al director general, junto con un aldeano. Necesitaba saber quién había ordenado el asesinato.
—¿El CEO tenía un rival o algo así?
—No —Su agarre se apretó sobre su cabello—. Mientras nos alejábamos, le pregunté al aldeano por qué nos atacaron. Resulta que el CEO tenía la costumbre de satisfacerse con cualquier mujer bonita que trabajase en las fábricas, especialmente a las jóvenes. El mes anterior, había violado a las hijas gemelas del director.
Oh Dios. Gabe era un protector hasta los huesos. —¿Qué hiciste?
 
—El CEO estaba balbuceando asustado, y lo admitió — Los ojos de Gabe tenían una oscuridad que no había visto antes. —Nos dimos la vuelta, lo dejamos a él y al aldeano fuera de la fábrica, y nos fuimos.
Después de una pausa, dijo en voz baja: —La fábrica se quemó esa noche; su cuerpo fue encontrado dentro.
Su piel se sentía fría. Pegajosa. El mundo parecía un lugar más feo que hace unos minutos. Y ella sabía lo fea que podía ser la vida. Mira su propio pasado. —¿Tu empresa dijo algo?
 
—Lo dejé. No me habían dicho que el CEO podría requerir mucho más que una protección estándar porque habría preguntado por qué. Ellos sabían sobre su... hábito y sabían que ninguno de nosotros habría aceptado el trabajo, ni siquiera el peor de mis hombres.
Su compañía lo había traicionado. —La emboscada. ¿De ahí son algunas de tus cicatrices?
—Cadera y hombro, sí.
Por  eso  cojeaba  a  veces  cuando  estaba  cansado. —
Agrega la muerte de Mako, y ya no querías estar cerca de gente
—Ella cerró los ojos, sintiéndose aún enferma—. No te culpo.
 
Estaba callado, su mirada en el agua. Finalmente, él comenzó a jugar con su cabello de nuevo.
Cuando abrió los ojos, vio que las sombras habían desaparecido de su rostro.
—Me siento como una cobarde —dijo—. Siempre he estado nerviosa con la gente, pero no por alguna razón en particular. No como tú.
—Lo estás intentando, Ricitos de Oro. Eso cuenta —le dio a su cabello un ligero tirón.
—Podría aventurarme, pero no pasa mucho tiempo antes de que quiera volver corriendo a mi cabaña y lejos de todos.
 
—Sí, conozco el sentimiento —sacudió la cabeza—. Pero tienes razón, la gente no me asusta y puedo llevarme bien con ellos si quiero.
Ella suspiró. —Ojalá yo pudiera.
 
Sus cejas se juntaron. —Tenía hombres como tú a mi mando. Algunos tipos, como Bull, prosperan en compañía. Unos pocos en el extremo opuesto necesitaban espacio a solas, o se ponían nerviosos.
Espacio a solas. Así era exactamente. —Supongo que eso significa que no debería tratar de tener compañía.
—Incorrecto —acarició su mejilla—. El aislamiento no es saludable para los animales del rebaño. Pero en tu caso,
también querrás disfrutar de un momento de tranquilidad, o sentirás como si la gente se metiera dentro de tu piel.
Su consejo tenía sentido.
 
Él se inclinó y la besó en la mandíbula antes de tomarle la boca lentamente en un beso lento y gentil. Mientras le mordisqueaba el labio inferior, la emoción le calentó la sangre. Se dio cuenta de que él había abandonado su cabello y estaba jugando con los botones de su camisa.
Ella agarró su muñeca.
La estudió, su mirada atenta. Controlado. —Podemos parar en este punto si quieres.
Ella no quería detenerse, y él lo sabía. Todo su cuerpo zumbaba de deseo. Pero no lo soltó. Estaban afuera, por el amor de Dios. —¿En qué estás pensando?
Él se soltó solo para acunar su barbilla, obligándola a encontrarse con su mirada fija. —Yo estaba pensando que me gustaría desnudarte, justo aquí, y tomarte, duro, rápido y muy, muy a fondo.
Oh, el pensamiento de él tocándola, estando dentro de ella, hizo que su corazón se acelerara y pisoteara el interior de su caja torácica.
—Pero ¿aquí? ¿Ahora?
 
—¿Ah, tener sexo está bien, pero estar afuera es lo que te molesta? —Ella asintió.
Él desabrochó un botón. Otro.
 
Movió su mano hacia abajo entre los botones abiertos y pasó sus nudillos por encima de la parte superior de sus pechos. —Esta es una pregunta de sí o no. Sí para continuar, no para parar.
La palabra se escapó. —Si.
 
Fue recompensada con un beso devastador. Lento y sensual, lengua y labios, mordisqueando y chupando. Luego besó su garganta, entre sus senos.
Sin pausa, él desabrochó el cierre delantero de su sujetador para poder acariciarle los pechos.
Oh, la sensación de su mano callosa en su pecho era increíble. La lujuria se agrupó en su vientre
Lentamente, con la mirada en su rostro, él rodó sus pezones entre sus dedos, presionando hasta que la sensación fue todo lo que sintió, el dolor carnal la envió a otro lugar.
Sus labios rozaron su estómago, luego le desabrochó los pantalones y tiró de ellos hasta sus pantorrillas.
Sintió un segundo de preocupación. —¿Qué pasa si algo viene: un oso o.?
—Lo escucharemos. Y no te quitaré los pantalones, Julie. Solo los quiero fuera de mi camino.
—¿Es eso posible?
 
—Sí —Sosteniendo su mirada con la suya, se desabrochó el cinturón y se desabrochó la bragueta. Su polla estaba completamente erecta, una gota de líquido en la cabeza. Sacó un condón de su billetera y se enfundó.
—Por encima de ti —La giró y la colocó sobre sus manos y rodillas.
Los escalofríos hambrientos cobraron vida cuando su camisa y sujetador se abrieron, dejando sus senos colgado. Sobre la manta, sus rodillas se hundieron en el suelo esponjoso.
Y él estaba detrás de ella, sus rodillas a horcajadas sobre sus pantorrillas, su erección presionando contra su coño
—Ya mojada y lista para mí —La satisfacción estaba en ronroneo masculino. Sus dedos corrieron sobre ella, extendiendo la humedad y empujando entre sus piernas para acariciar su clítoris. Empujó, lentamente, con firmeza, sin detenerse hasta que estuvo completamente dentro de ella.
Su pulso se volvió errático. Sus pezones se contrajeron en brotes pequeños, apretados y doloridos. —Maldición, te sientes bien —Pero él no se movió.
¿Por qué no se movía? Bien, se movería ella. Se movió un poco, y luego se balanceó hacia delante.
Él comenzó a deslizarse hasta que, con una risita baja, agarró sus caderas y la sostuvo en su lugar. —Quédate quieta, Rubia.
—Pero...
 
Presionando de nuevo, se inclinó sobre ella, una mano se cerró sobre su pecho y la otra moviéndose entre sus piernas y encontrando su clítoris.
—Oooh.
Su risa fue un ruido sordo en su oído. —Vamos a cuidarte primero, cariño.
Lentamente, movió su dedo resbaladizo hacia arriba por un lado y hacia abajo por el otro, frotando firmemente, nunca demasiado tiempo en un solo lugar.
Su eje era grueso dentro de ella, e inmóvil mientras jugaba con ella. Él pellizcó un pezón suavemente e hizo lo mismo con su clítoris hasta que la electricidad chisporroteó entre los dos sensibles sitios.
Involuntariamente, sus caderas se meneaban, tratando de hacer que él empujara, pero su polla permanecía inmóvil, incluso mientras ella palpitaba a su alrededor.
Su dedo nunca se detuvo, dando vueltas, golpeando, frotando, provocando. Llevándola justo al borde del clímax. La presión interna creció, deseando un pulso insistente entre sus piernas. Sus manos apretadas sobre la manta.
—Gaaabe…
 
Le apretó el pecho, haciéndola jadear y apretarse a su alrededor.
Finalmente se movió. Deslizándose, presionando suavemente. Luego estableció un ritmo, uno que sacudió sus caderas. Cada empuje frotaba su clítoris contra los dedos que todavía tenía entre sus piernas, y cada vez, él frotaba con firmeza antes de que su polla se retirara.
La necesidad se apoderó con garras exigentes, apretando todos sus músculos y cada deslizamiento despiadado dentro de ella se volvió insoportable y maravilloso. Cada ligero toque, cada penetración profunda aumentaba su urgencia, hasta que temblaba y estaba a punto de llegar.
Con una risa baja, él empujó más fuerte y movió su dedo hacia la parte superior de su clítoris.
El placer inundó sus sentidos, ola tras ola vertiginosa vertiéndose a través de su cuerpo, alimentado por el implacable golpeteo de su eje.


Sus manos se cerraron sobre sus caderas, y la atrajo hacia atrás para penetrarla más completamente. Un leve gemido sonó al llegar.
Su respiración aún era rápida, su corazón latía con fuerza mientras intentaba recuperarse. Su pecho musculoso y fuerte estaba caliente contra su espalda, y ella podía sentir el golpe de su corazón. Él frotó su mejilla contra su cabello. — Mira, no hay osos. Probablemente escucharon tus gritos y huyeron.
Ella se congeló. —Yo... ¿grité? —No lo había hecho. No, ella habría—. Me estás tomando el pelo.
Su risa masculina envió un hormigueo a lo largo de su piel. —Uuumm. Tendré que trabajar en ti antes de que me des un buen grito.
¿Trabajar en ella? ¿Más de lo que lo había hecho? Cuando su coño se apretó alrededor de él, él se rio y lentamente se retiró.
Cuando ella rodó sobre su costado, demasiado agotada para moverse, él se ocupó del condón y abrochó sus vaqueros.
Y, para su deleite, él se tumbó y la puso encima de él. Sus vaqueros estaban todavía alrededor de sus rodillas, pero de alguna manera no importaba. No cuando sus brazos estaban alrededor de ella. Ella frotó la mejilla contra su camisa y descansó la cabeza contra su hombro.
—Umm —le acarició el pelo—. No había planeado que nuestra caminata terminara de esta manera, pero no puedo decir que no estoy contento.
La infelicidad era lo más alejado de su mente.


 Sin embargo, recordó que ambos habían dicho una sola vez. Esa noche y nada más.
A ella no le importaba. La dulce satisfacción de ser abrazada, de escuchar el lento golpe de su corazón bajo su mejilla, de inhalar su aroma limpio eliminaba cualquier otro pensamiento.
Su mano dejó de moverse, y ella sintió que su cabeza se inclinaba.
—Se acabó el tiempo, supongo —Suavemente, la hizo rodar, se puso de pie y la levantó también—. Mejor vístete, cariño. Alguien está en el camino.
—¿Qué? —Mierda.
 
Riendo, Gabe se dejó caer sobre una rodilla para poder subir y cerrar sus vaqueros.
A toda prisa, ella se abrochó el sujetador y se abrochó la camisa. Podía escuchar gente en el camino ahora.
Para cuando los dos hombres salieron del bosque, ella estaba vestida decentemente. Y sintió como si su cara sonrojada dijera: —Acabamos de tener sexo.
—Gente —El primer hombre era el hippie dueño de la estación de servicio. Tenía el pelo largo, una barba corta e irregular, una camiseta teñida y un emblema de la paz en un collar.
 
—Supongo que cerraste el negocio para venir a pescar — preguntó Gabe.
 
—Demonios, sí. No hay nada mejor que dejar caer el sedal en un día soleado.

El otro hombre probablemente tenía aproximadamente la misma edad, pero parecía... más duro. Definitivamente no era un tipo hippie.
—Julie, no sé si conociste oficialmente a estos dos, aunque probablemente les hayas servido cerveza. Ese es Tucker —Señaló al hombre de aspecto rudo.
Luego al hippie. —Y Zappa.
 
Solo un nombre cada uno. ¿Era una costumbre de Alaska o de Gabe?
—Es un placer conoceros a ambos —Julie se detuvo y luego se pateó mentalmente. Aporta algo a la conversación, niña.
 
—¿Vais a pescar salmón?
—No, señorita —dijo Tucker—. La temporada del salmón no comenzará hasta dentro de un mes. Este es sólo un día de trucha.
¿Trucha? A ella le gustaban las truchas. Ella vio como Zappa preparaba su equipo. Eso parecía... complicado. ¿Cómo se aprendía a pescar?
Cuando levantó la vista, se dio cuenta de que los hombres se habían callado, y Gabe y Tucker la estaba mirando.
—¿Tiene interés en la pesca, señorita? —preguntó Tucker.
—Yo... ¿Sí? —Se echó el pelo hacia atrás, sintiendo ramitas y hierba—. Dante dijo que me enseñaría cómo hacerlo si conseguía una licencia. Pero ha estado ocupado.
Las cejas de Gabe se alzaron. —¿Tienes una licencia?

—En mi billetera.
Zappa levantó la vista con una sonrisa dentada. —Nada más divertido que enseñar un nuevo pescador. ¿Tienes tu equipo contigo ¿Jefe?
¿Gabe también sabía pescar? —¿Sabes cómo hacer cualquier cosa? —Tardíamente, se dio cuenta de que su tono sonaba totalmente molesto.
Él solo se rio y la rodeó con un brazo. —Si digo que sí,
¿me vas a golpear?
 
—Con mi suerte, me arrestarías —murmuró, y los dos pescadores se rieron.
—Claro que sí —Gabe le pasó los dedos por el pelo, escogiendo un par de ramitas—. Pero tengo mi equipo de pesca, y puedes tomar una clase de pesca ahora mismo, si quieres.
—¿En serio? —El deleite se levantó como espuma sobre las olas— ¿Realmente me enseñarías?
Los penetrantes ojos azules de Gabe se suavizaron. —Seguro.
 
—Practicar —dijo Zappa—. Esa es la mejor manera.
Coge tus cosas, jefe.
 
Una hora después, Audrey atrapó su primer pez.
 
En el camino de regreso a casa de Julie, Gabe no podía dejar de mirar a la pequeño cheechako. Sí, estaba un poco insegura con la gente. Había visto momentos en los que ella empezaba a retroceder y luego se obligaba a volver a hablar. Tenía coraje.
Y había aprendido todo lo que enseñaban con una velocidad aterradora, sin necesidad de que le enseñaran nada mecánico dos veces. Joder, era inteligente. Sin embargo, sus habilidades físicas no estaban a la altura de sus habilidades mentales. Pasaría un tiempo antes de que se volviera buena con el lanzamiento.
Sin embargo, eso no había atenuado su entusiasmo.
 
No era una persona que gritara y aclamara. No, era mucho más tranquila, pero los ojos se le iluminaban, su rostro se enrojecía y se enfocaba como una mira láser. Había tenido algún SEAL bajo su mando como ella. Inteligente, valiente, decidida.
Sí, le gustaba y por más que su cuerpo curvilíneo y sus labios dulces y generosa respuesta. Por más que sus lindos jadeos cuando se corría.
Todavía no podía creer que le hubiera hablado sobre la emboscada.
Había escuchado. Había esperado que se horrorizara por lo que había hecho, pero no había huido. Simplemente asintió, su expresión mostraba la misma infelicidad que él había sentido.
Había sido… una amiga.
 
Parecía que a ella le vendría bien uno a cambio.
 
Él la miró y no pudo evitar preguntar: —¿Alguna vez me vas a decir que te trajo aquí y dejarme ayudar?
La forma en que ella se puso rígida le dio su respuesta antes de que abriera la boca. —Lo siento, pero no es asunto tuyo.
Detuvo el Jeep frente a su cabaña y se giró para mirarla.
—He estado dentro de ti, Ricitos de Oro. No puedo acercarme mucho más.
Se puso roja, primero con vergüenza, luego él vio que sus ojos brillaban de ira. —Pensé que eras un tipo de no más de una noche. Sin relaciones ni lazos, ¿recuerdas?
Su frustración murió cuando su ira se encendió. Cuando ella saltó de su Jeep, él empezó a sonreír. —Creo que dijiste lo mismo. Sólo una vez, ¿verdad? ¿Dos veces significa que tenemos una relación?
—¡No! —Ella cerró la puerta del Jeep tan fuerte que el vehículo se balanceó.


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Mensaje por Guadalupe Zapata Mar 15 Sep - 16:48

No me llegaban los avisos. Me pongo al día.
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Mensaje por martenu1011 Miér 16 Sep - 9:39

Me encanta la manera de Gabe para pedir disculpas! En algún momento Audrey va a tener que abrirse y confiar...
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Mensaje por yiniva Miér 16 Sep - 13:09

Capítulo 15

Seguir a la multitud es una buena estrategia si eres una oveja.
 
¿Eres una oveja, muchacho?
 
-Primer sargento Michael “Mako” Tyne-
 
 ***

Una llamada doméstica le hizo llegar tarde a la reunión. En el edificio municipal, Gabe pasó junto al mostrador de recepción, entró en la gran sala de reuniones y miró.
El lugar estaba lleno. El número de vehículos en la calle debería haberle servido de aviso, pero ¿quién ha oído hablar de que los ciudadanos realmente asistiesen a una reunión municipal.?
Al frente de la larga sala rectangular, los seis comisionados y el alcalde se sentaban detrás de una larga mesa, cada uno con una placa de identificación en la parte delantera. Gabe miró los nombres y títulos.
Dante, Sarah y su esposo, Uriah, eran miembros del consejo municipal. También lo era el líder patriota zelote, el reverendo Parrish. Dos no le eran familiares. Joe Kolbeck era un hombre barbudo y fornido que parecía un tipo fuera de la red. El otro, Eugene Jones, era un hombre alto, delgado, de cincuenta años de edad, con vestimenta informal de negocios.
La amiga de Julie, Lillian, era la alcaldesa. Interesante.
 
Cuando Gabe entró, Sarah estaba hablando en el micrófono sobre las metas del consejo. Que esperaban conciliar la calidad de vida rural, la protección del medio ambiente y el apoyo a la economía de la zona. Que, con la apertura de la estación de esquí, la ciudad necesitaba prepararse para el creciente número de turistas y decidir cómo dirigir ese crecimiento.
Ella era optimista, ¿no? Cínicamente, Gabe estudió a la audiencia.
La esquina trasera izquierda estaba llena de hombres, algunos de apenas veinte años y otros de sesenta. Predominaba la ropa de campo: camisas de trabajo, vaqueros y botas.
¿Dónde estaban sus mujeres?
 
La mayoría de los preparacionistas y los fuera de la red estaban dispersos por el lado izquierdo. En la mitad derecha de la sala se encontraban la gente con negocios en la ciudad y muchas familias.
Cuando Gabe se acercó a la pared derecha, vio a Julie en la última fila al lado de Regina.
Si se trataba de mirarla a ella o a la oradora, él sabía a cuál elegiría... así que se detuvo dónde podía ver su perfil. No había visto nada tan bonito en mucho, mucho tiempo.
Su cabello estaba húmedo por la ducha y formaba ondas elásticas mientras se secaba. Las pecas salpicaban su nariz y sus mejillas quemadas por el sol.
También notó que cada vez que alguien gritaba, ella se encogía. Maldita sea, quería ayudarla. ¿Cuándo se daría cuenta de eso?
Sentado con Tucker en el lado anti-negocios, Guzmán se levantó y señaló a la mesa del consejo. —¿Visteis todos los negocios nuevos? Estáis convirtiendo este lugar en alguna maldita trampa para turistas—.
—Oye, Guzmán —dijo Uriah, luego se detuvo como si no estuviera seguro de qué decir.
Cerca del frente de la sala, Bull se levantó y miró hacia el grupo del movimiento de regreso a la tierra. —¿Qué empresas hacen de este lugar una trampa para turistas? ¿Es mi bar un problema? He notado que has estado disfrutando de la cerveza.
La multitud se rio, y Guzmán sonrió con tristeza.
 
Bull continuó: —¿Has notado que la nueva galería de arte también tiene una sección de artesanía para la gente a la que le gusta hacer manualidades? No sé tú, pero me aburro en invierno. Incluso puedes elegir un bastidor de bordado y un patrón para evitar que tu esposa te mate antes del solsticio de invierno.
La gente intercambiaba miradas. Cualquier cosa para aliviar los largos y oscuros inviernos era bienvenida.
—Si eres hábil con tus manos, es posible que encuentres la manera de ganar unos cuantos dólares extra. La tienda solo vende artesanías y obras de arte hechas en Alaska.
Un zumbido de interés recorrió la habitación.
Bull cruzó los brazos sobre el pecho. —El hotel en McNally's Resort es caro y no todos los esquiadores pueden permitirse quedarse allí. Vamos a necesitar plazas de cama y desayuno. Un nuevo local a las afueras de la ciudad abrirá en dos semanas. Más gente en la ciudad significa que habrá suficientes clientes para mantener una pizzería. Sucede que me encanta la pizza, así que estoy feliz de que alguien quiera comenzar ese negocio.
Los comentarios interesados recorrieron la sala. Bull no era la única persona a la que le gustaba la pizza.
Bull sonrió. —Una mujer quiere abrir un alquiler de videos junto a Dante's, y yo estoy de acuerdo porque no me gustan esos edificios vacíos. Resultan espeluznantes.
Antes de que Bull pudiera continuar, el creciente ruido lo interrumpió. Los habitantes de Alaska no tenían problemas en expresar sus opiniones… en voz alta.
El concejal con atuendo de negocios trató de hablar por encima de la multitud. —No planeamos cambios drásticos y queremos mantener un ambiente de pueblo pequeño. No se concederá licencia a ninguna cadena o franquicias.
Eso recibió un rugido de aprobación de ambos lados, y Gabe casi sonrió. Los residentes de Rescue podrían ser un fastidio, pero se involucraban. Eso era impresionante.
—Sí, el aumento del turismo significa que necesitamos una presencia policial —dijo Uriah—. Pero también significa dinero para nuestra escuela primaria. Oíd, se trata de nuestros hijos, e incluso la educación en el hogar requiere dinero.
Gabe recordó las pruebas y materiales de la escuela por correspondencia. Dudaba que el proceso se hubiera vuelto menos costoso para la ciudad y los vecinos.
Unas filas detrás de Bull, Caz se levantó. —El aumento proyectado de la población significa que la clínica de salud recibió suficiente dinero de subvención para reabrir.
Eso ganó algunos vítores.
 
En la mesa del consejo, el reverendo Parrish frunció el ceño. Su mirada cambió de Caz a la masa de hombres en la parte posterior izquierda.
Gabe siguió su mirada y reconoció a algunos de los hombres en ese rincón. El hombre que había seguido a Parrish a la cafetería. Un hombre mayor que había estado en la mesa con el imbécil que había abofeteado a Julie.
Los hombres de los Patriotas Zelotes habían aparecido con fuerza. Cuando Parrish dio un asentimiento infinitesimal, uno de los PZ se levantó con un beligerante ceño fruncido. —
¿Por qué contratar a un montón de policías, de todos modos? No tenemos ningún crimen aquí.
Sarah no... se rio... mucho.
 
Todas las mañanas, Gabe tomaba café y se enteraba de los chismes locales. A cambio, le daba un informe policial verbal.
Sarah sabía exactamente lo que la policía hacía en esta ciudad. —Jefe MacNair, ¿Podrías darnos una sinopsis de tu primera semana?
El sargento había enseñado a sus muchachos a estar preparados, ya fuese para una pelea o una marcha… o para responder preguntas incómodas.
Con indiferencia, Gabe sacó la lista que había hecho y comenzó a leer. Primero, las horas de servicio en la comisaría. Los números y tipos de llamadas que él y Baumer habían respondido: varios asaltos y altercados domésticos, y un intento de asalto sexual a una menor, lo que lo había cabreado, muchísimo. Habían cubierto problemas con la fauna silvestre cuando los agentes forestales del estado no pudieron responder a tiempo: osos, alces o una manada de perros de trineo que se habían soltado.
Se explayó sobre los diversos robos con allanamiento de morada. Mencionar el vandalismo incluso sin el uso de sus nombres propios provocó las miradas de Knox y Chevy. Continuó con las infracciones de tránsito, accidentes automovilísticos y atención de emergencias médicas hasta la llegada de un helicóptero ambulancia aérea.
—Varios residentes intoxicados fueron asistidos en casa después de una visita al bar —El ceño de Gabe ante Bull hizo reír a la gente.
—Estamos aquí para ayudar, amigos. Incluso si eso nos hace llegar tarde a una reunión municipal. Mostró los largos y vívidos rasguños en el dorso de su mano y dijo con voz irónica:
—Incluso si el trabajo es rescatar a un gatito de un árbol.
 
Junto con la risa llegó una ola de aplausos.
 
En verdad, devolverle el gatito a la niña había coronado un día muy agradable.
 
***
 
Ser sociable no era tan malo, pensó Audrey. Y sentada en la parte de atrás significaba que nadie la estaba mirando.
Se había sorprendido mucho cuando se dio cuenta de que Gabe se apoyaba contra la pared... muy cerca de donde estaba sentada.
¿Y eso no le provocaba un poco de emoción?
 
No, no vayas ahí. No podía darse el lujo de involucrarse con él, sin importar cuán amable hubiera sido al enseñarle a vivir en Alaska. Aunque... bueno... no es lo que ella lo había llamado cuando él comenzó a desabotonar su camisa. Devastadoramente peligroso sería una mejor descripción.
¿Cómo la hacía sentir así, bella y sexy? Y como si sus huesos se hubieran derretido. Como si no tuviera voluntad propia. Pero sabía que él respetaría cualquier preocupación que tuviera. También podía discernir si era sincera con él y con ella misma sobre lo que quería.
Era a la vez aterrador y embriagador estar con alguien que la leía tan fácilmente.
Lo que también significaba que una persona con una identificación falsa no debería acercarse demasiado a él. A un policía. En realidad, no debería tratar de tener una relación, ni siquiera una amistad.
Pero, oh, había sido divertido estar con él. Aprender sobre Alaska. Simplemente mirarlo.
Era asombroso en el bosque. Cuando se adelantaba en el sendero, él desaparecía silenciosamente en la vegetación, y no podía oírlo moverse. Ella misma, sonaba como un búfalo dando vueltas por ahí.
Notó e identificó las huellas más pequeñas. Ella arrugó su nariz. Él incluso sabía qué animal había dejado excrementos en el camino. Los de oso eran asquerosamente enormes. Después de que ellos... cuando Tucker y Zappa llegaron, se dio cuenta de que Gabe nunca sería uno de esos tipos que gritaban en los partidos de fútbol o se volvían estúpidos y borrachos. Incluso relajado y pescando con otros hombres, se veía mortal. Esa oscura y peligrosa intensidad nunca disminuyó.
Frunció el ceño. ¿No era extraño que, después de Spyros, pudiera encontrar consuelo en que Gabe fuera letal?
Porque protegería a una mujer. Sonrió. Y a los gatitos.
 
Escuchó mientras dos ciudadanos solicitaban nuevas farolas, reparaciones en la calle principal. pavimento y aceras, y embellecimiento del centro. Sus peticiones sonaban razonables, especialmente arreglar los baches en la calle.
Había notado que la mayoría de los pequeños pueblos de Alaska no tenían calles pavimentadas. Fuera de la carretera principal, Seward y Sterling, las calles de gravilla eran la norma. Rescue debería estar orgulloso de que tuviera algo mejor.
La mayoría de los miembros del consejo parecían estar abiertos a las peticiones, pero dos de ellos se oponían vehementemente a gastar dinero. Miró las placas de identificación. El reverendo Parrish y Joe Kolbeck.
Mientras la discusión continuaba, el color de Sarah aumentó junto con su temperamento.
Dante puso su mano sobre su brazo y dijo suavemente:
—Me imagino que nosotros, los empresarios, podemos trabajar juntos para embellecer la ciudad. Sin embargo —su barbilla se levantó—. Calles inseguras, aceras e iluminación bien podrían provocar demandas, especialmente de forasteros descontentos.
Eso originó un murmullo infeliz.
 
—Los extraños no son los únicos descontentos —dijo una mujer mayor—. Yo casi me rompí el cuello cuando tropecé con la grieta frente a la oficina de correos.
—Sí, esa es peligrosa —intervino otra persona.
 
—Eso suena como un buen compromiso. Arreglaremos el pavimento y las aceras. Incluso podemos obtener el dinero para arreglar las farolas también.
Uriah sonrió. —Hay ocho luminarias en total. Por ahora, los negocios embellecerán el lugar por su cuenta.
La votación se llevó a cabo.
 
Se mencionaron otros temas, cada vez más pequeños, y la reunión se volvió más enconada cuando las voces se alzaron, Audrey se encogió en su silla, deseando estar casa. Pero la gente se daría cuenta si se levantara para irse. Alguien le tocó el brazo y ella saltó.
Gabe estaba de rodillas junto a ella. —Parece que necesitas salir de aquí —murmuró.
—Pero… —Ella se sonrojó y miró a todas las personas en la habitación.
—Están ocupados discutiendo. Vamos. Él se levantó, la puso de pie y con un firme agarre en su brazo, la guio fuera de la habitación.
Para su sorpresa, él no la soltó una vez que estuvieron fuera del edificio.
—Gracias, pero puedo llegar a mi coche por mi cuenta. Todavía hay luz —Una mirada a su cara le dijo que protestar era inútil.
Un dolor creció por dentro. Extrañaba la fácil camaradería de antes. Antes de que él le preguntara sobre su pasado. Mierda. ¿por qué seguía buscando información?
Pero era un agente de la ley de pies a cabeza. A los policías probablemente les molestaban los misterios de la misma manera que a ella una consulta de búsqueda que devolvía respuestas incorrectas. Con un silencioso suspiro, simplemente caminó junto a él hasta su coche.
Soltando su brazo, abrió la puerta del coche. —Conduce con cuidado.
—Lo haré —Levantó la vista— ¿Vas a volver?
 —Sí. La asistencia es parte del trabajo como alguien señaló más temprano hoy.
—Es cierto —Ella le dio una media sonrisa.
—Al menos la cuestión de la financiación de la policía está resuelta. Hiciste un gran informe.
Las líneas en su rostro se relajaron. —Es bueno oírlo.
 —Gracias por sacarme.
—Julie —Se paró lo suficientemente cerca para que ella pudiera sentir el calor de su cuerpo. Otro centímetro más cerca, y sus senos se frotarían sobre su pecho. Su piel se sentía demasiado tensa, como si se había puesto ropa demasiado ajustada.
Todo dentro de ella quería esos brazos a su alrededor.
Quería conocer su pasado. No podía contárselo. —No.
No más.
 
Cuando se alejó, él estudió su rostro por un segundo y asintió. —Está bien —Dio su propio paso hacia atrás.
Mierda. Ella se metió en el auto... y él cerró la puerta. Soltando un suspiro triste, miró por el espejo retrovisor.
Sí, cumplido el deber, se dirigía hacia el edificio municipal.
 
Todas las mujeres sabían que el helado de chocolate las llenaría de endorfinas y mejoraría el mundo. Estar con Gabe era incluso mejor que el helado de chocolate.
Ella no podía.
 
Y por la expresión de su rostro, no intentaría seducirla de nuevo. Saberlo puso un nudo en su garganta y llenó sus ojos de lágrimas.


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Mensaje por Tibisay Carrasco Miér 16 Sep - 18:26

Me estoy poniendo al dia, no tenia avisos de la lectura, pero me encanta el tema, creo que hablar del sistema de acogida es muy interesante ya que al parecer hay muchas denuncias y no son tomadas en cuenta por las autoridades.


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Mensaje por evanescita Jue 17 Sep - 3:07

Capis 14 y 15

Había escrito tanto y se borro Sad , lo resumiré. Como dije del paseo para enseñarle Alaska y sus peligros, resulto mas que bueno, Audrey aprendió mucho, además también un poco de la vida privada de Gabe, supo que tenía hermanos que conocía, Bell y Caz y otro que no Hawk,también le contó de su última incursión como mercenario, para luego tener sexo muy candente y terminar después pescando donde en este caso Gabe pudo conocer mas sobre la personalidad de Audrey, para arruinarlo con su temor a que sepa de su pasado pfff mas terca imposible.  Mad
Pasando al siguiente, solo diré que no soporto ya a Audrey, me desespera  scratch le importa un pepino si hiere o no a Gabe con su actitud cojuda, entiendo que su situación es complicada y grave, pero porque no darse tiempo para conocer a Gabe hasta que pueda conocerlo y ganarse su confianza para decirle, de seguro que si le pide tiempo se lo dará, sabe que es tan capaz de protegerla, por todo lo que ha hecho, no ella solo se cierra  y ya. Y de esa reunión consejal solo diré que ese reverendo Parrish es un problema con quien sabe cuantos mas que saldrá de todo eso cuando ellos no quieren que la ciudad prospere.
Muchas gracias.
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Mensaje por yiniva Jue 17 Sep - 11:16

Capítulo 16

A las cinco de la tarde del martes, Gabe cruzó la calle hacia la tienda de Dante. Estaba sin leche y queso. Sería bueno tener una vaca lechera o una cabra, pero no. Mako había intentado tener ganado en el pasado, pero era muy difícil tener pastos del tamaño necesario a prueba de pumas.
Cuando entró en la tienda, vio a Dante al final de un pasillo. Como la tienda se cerraría en los próximos minutos, Julie ya se había ido.
Esperando su momento, Gabe había evitado el bar, el supermercado y la cafetería durante los últimos dos días.
A Julie le gustaba. Lo buscaba. Ella se había alejado solo porque él era demasiado inquisitivo para su nivel de comodidad.
Se rio entre dientes. Teniendo en cuenta lo curiosa que era, debería tener más empatía. Cogió un trozo de queso cheddar y un litro de leche. Bueno, le daría otro día más o menos para relajarse antes de acercarse de nuevo.
Mujer frustrante. Si confiara en él, podría ayudar con cualquier cosa que la asustara.
Por supuesto, si fuera una asesina en serie y huyera de la ley, podrían tener un problema. Pero, él sonrió, la conocía ahora. A Julie le gustaban mucho las reglas y el orden para ser una delincuente. Y era demasiado tierna para lastimar a nadie.
Era raro extrañar a alguien que realmente no conocía bien, pero así era. Demonios, solo vislumbrarla podría detenerlo por completo. Tal vez porque recordaba muy bien cómo se sentía su cuerpo curvo debajo de él, lo suaves que eran sus labios, el terciopelo de sus pezones contra su lengua, la forma en que su coño se cerraba alrededor de su polla. Los pequeños sonidos que hacía cuando llegaba.
Gabe gruñó con exasperación porque ahora tenía una erección. Cabrón.
Seguro que no pensaba en enredarse con una mujer al llegar a Rescue. Después de su divorcio durante sus días de SEAL, había tenido un par de relaciones largas. Como la que lo había llevado a Los Ángeles. Pero ninguna mujer había alterado realmente su equilibrio.
Pero ahora... Maldita sea si podía sacarse a Julie de la cabeza.
En el mostrador, esperó a que Dante se dirigiera al mostrador.
—¿Cómo te va, Jefe? —Dante se acercó a la caja registradora y se ocupó de las compras.
Gabe le entregó el dinero. —Bastante bien. Tranquilo .
¿Y tú?
 
—Bien. Tal vez pueda animar tu vida —Dante sonrió—.
Lillian quiere que tú y Caz vengáis a cenar esta noche.
 
¿Una  comida  que  no  tenía  que  cocinar?  —Seguro.
¿Cuándo?
 
—Ahora, chico. Ahora —Dante le indicó a Gabe que saliera de la tienda y apagó las luces y giró el cartel de la puerta a CERRADO.
Gabe sonrió cuando se metió en su Jeep. Al vivir en un pueblo pequeño, todos sabían que no tenía nada planeado.
Echó un vistazo a la bolsa del supermercado. Menos mal que la temperatura de finales de mayo era fría hoy, la comida se mantendría por unas horas. Unos minutos después, estacionó detrás del coche de Dante. El SUV de Caz se detuvo detrás.
—Veo que Dante te encontró, viejo —Caz le dio una palmada en el hombro a Gabe y siguió a Dante hasta la casa de Lillian.
Con una informalidad fácil, Dante abrió la puerta principal y gritó: —Estamos aquí, mujer —y entró.
¿El dueño de la tienda de comestibles y la inglesa? Gabe intercambió una mirada con Caz.
Los ojos de Caz se iluminaron... por supuesto. A pesar de la forma en que Caz se relacionaba con las mujeres, siempre le había gustado el romance, al menos cuando se trataba de otros.
 
Y oye, la mejor de las suertes para Dante. Era de la generación de Mako y mucho más sociable de lo que el sargento había sido. Gabe se pasó la mano por la mandíbula. Un hombre así necesitaba amigos. Una amante.
Gabe, no era tan retraído como Mako. Le gustaba tener algunos amigos. Sus hermanos. Una mujer, de vez en cuando.
Hubo un tiempo en él no hubiera querido algo más de una mujer, pero... ahora, ahí estaba Julie.
La casa de Lillian se adaptaba bien a la británica. Su sala de techo alto estaba llena con antigüedades, alfombras orientales, plantas altas y vidrieras.
Dante atravesó la sala y un comedor, y entró en una cocina luminosa. A la derecha, Lillian estaba poniendo una bandeja de galletas en el horno. Galletas. La boca de Gabe comenzó a salivar.
Girándose, Lillian le dio la bienvenida. —Dante, mi amor
—Un beso rápido confirmó las suposiciones de Gabe sobre su relación. Acercándose a Dante, ella tomó sus manos y las de Caz—. Bienvenidos, los dos.
—Gracias por la invitación —dijo Caz suavemente—. Lo que sea que estés cocinando, huele de maravilla.
—Julie se divirtió mucho pescando, así que estamos comparando nuestras recetas de trucha favoritas —Mientras Lillian hablaba, Julie entró por la puerta trasera con una bandeja de trucha asada.
Aparentemente, su política de evasión tenía una nueva fecha de vencimiento. Gabe no pudo esconderse su sonrisa. — Julie —O como te llames.
Sorprendido deleite brilló en sus ojos antes de que apareciera la cautela. —Gabe.
Mientras saludaba a Dante y Caz más fácilmente, él la estudió. Las sombras del moretón finalmente habían desaparecido. Ella se movía más rápido. Su piel sedosa tenía un bronceado claro, y sus mejillas se habían llenado lo suficiente como para que ya no pareciera salida de una novela de Dickens.
Se volvía más sexy cada vez que la veía. Maldición. Buscó los modales que había adquirido de Abuelo, seguro que no de Mako. —Veo que te has convertido en una buena pescadora.
Su expresión se iluminó. —Estoy mejorando. Lillian me dio su viejo equipo. Tucker y Zappa me invitaron ayer para recibir más instrucciones.
Era lamentable sentir envidia de su presencia.
 
—¿Qué cebo usaste? —preguntó Caz.
 
Cuando ella se volvió hacia él, Gabe le preguntó a Lillian:
—¿Qué podemos hacer para ayudar?
 
—¿Con la cocina? —Ella movió la trucha a una fuente de porcelana blanca.
—Sí. Fui criado en un régimen de no trabajas, no comes.

Lillian se rio. —Sí, eso suena como el sargento.
—¿Conocías a Mako?
 
—Con los años, nos hicimos buenos amigos —Sonrió—. Los inviernos aquí son largos y fríos. Es agradable tener una manera de mantenerse caliente.
—Eh —Gabe había pensado que Mako había seguido siendo un ermitaño, a pesar de mudarse a Rescue. Parecía que el sargento había tenido amigos... y amigos con beneficios, también.
Gabe frunció el ceño. Le dijo a Julie que la gente no debía vivir en soledad. ¿Por qué había asumido que Mako era una excepción?
Mako se había hecho parte de esta ciudad, no tan visible como Dante, pero considerando el tipo de propiedades que el sargento compró, sabía muchísimo y se había preocupado por ella.
 
Cuando Caz fue a revisar el pescado que todavía estaba en la parrilla, y las dos mujeres se sirvieron la comida, Gabe se acercó a Dante. —Mako habló de Rescue contigo y con Lillian, ¿no? ¿Cómo hacer que la ciudad crezca de nuevo?
—Sí, nosotros tres y, a veces, Uriah y Sarah hablábamos sobre lo que queríamos para la ciudad.
¿Y los negocios que compró Mako?
 
Dante movió los hombros. —Eh, eso era lo suyo. Compró el viejo hotel solo para ayudar al propietario que se mudaba fuera para un tratamiento de cáncer de primera. Luego se volvió un poco loco.
Ese era Mako. El sargento daba todo de él. Y sin embargo... —Compró un montón de negocios.


—Viviendo todos esos años en esa vieja cabaña, acumuló los ahorros y dijo que el dinero solo estaba acumulando polvo. Quería dejaros algo más, chicos, que montones de papel verde —Dante miró hacia otro lado por un momento—. Quería que la ciudad tuviera a alguien digno de confianza protegiendo su futuro.
—Y él quería ver a sus hijos construyendo algo —Los ojos de Lillian eran suaves—. Le preocupaba que hubierais visto demasiada muerte. Especialmente tú, Gabe. Y Hawk.
Cuando el dolor lo sacudió, Gabe miró hacia otro lado.
Maldita sea, sargento. —Será mejor que pongamos la mesa.
¿Dónde están los platos?
 
Lillian señaló un armario alto, y él captó el brillo de las lágrimas en sus ojos. Julie se volvió para limpiarse los ojos también. Tierno corazón, cariño.
El estado de ánimo se aligeró cuando todos trabajaron para poner la mesa, y Caz trajo el último de los pescados de la parrilla.
Fue una buena comida.
 
Y el pescado estaba condenadamente bueno. Gabe sonrió ante los argumentos sobre qué receta era la mejor. En su opinión, ambas versiones eran excelentes.
Anotó las recetas para su hermano. A Bull le encantaba coleccionar nuevos platos.
—¿Capturaste más truchas que Tucker? —preguntó Dante a Julie.
Ella rio. —Difícilmente. Pero me divertí mucho, no importa quién pescó más. Nunca me di cuenta de lo satisfactorio que es proveer comida para mí y para los demás.


Gabe no pudo evitar sonreírle. —Es una buena sensación.
—Normalmente  —Caz  le  dio  una  mirada  irónica—.
Excepto las veces que no tienes éxito.
 
Gabe se echó a reír. —Algunos de nosotros fuimos menos efectivos que otros ese año.
—¿En qué año? —preguntó Julie.
 
—Cuando el sargento decidió que no nos tomábamos en serio la caza y la pesca.
Dante se recostó en su silla. —Ahora, un hombre tiene que preguntarse qué hizo el viejo sargento cuando sus hijos no dedicaron a sus lecciones de caza sus mejores esfuerzos.
Gabe miró a su hermano. —¿Cuántas veces nos fuimos a la cama sin cenar?
—Demasiadas —dijo Caz con tristeza.
 
Un indignado color rojo coloreó las mejillas de Julie. —
Él no os daba comida a menos que la captura seis?
 
—Siempre recibimos el desayuno y el almuerzo. La cena, sin embargo… Bueno, el hambre puede enfocar bien la atención —Gabe se encogió de hombros—. Lo hicimos bien la mayor parte del tiempo.
—El año siguiente fue peor. Repartió sólo dos balas o dos flechas y no nos dejaba compartir nuestras presas —Caz frunció el ceño a Gabe—. Tú y Hawk comisteis bien. Bull y yo, no tanto. No hasta que se nos permitió poner trampas y redes.
—¿Robabais la comida? —La expresión de horror en el rostro de Julie era realmente linda. Tierno corazón contra la injusticia.
Sí, él quería a esta mujer.
—No, no —La boca de Caz se curvó—. Pura habilidad. Gabe puede dar a cualquier cosa que apunte, no importa el arma. Con un rifle, Hawk es aún mejor.
—Oh —dijo Julie—. Por supuesto.
Gabe sacudió la cabeza. —No puedo creer que me hayas acusado de robar la comida de mi hermanito. Pensé que te gustaba. Que éramos amigos.
—Lo... lo siento —El color se elevó en sus mejillas, y su expresión se llenó de remordimiento—. No quise decir... Por supuesto, somos amigos.
La risa de Caz detuvo sus disculpas y se volvió.
 
El traidor gilipollas señaló a Gabe. —Ten cuidado, chica. Que uno puede tomarle el pelo a una persona con una cara perfectamente seria.
Sus ojos grises se entrecerraron antes de que lo clavara con una mirada. —Tú... eres una mala persona. Me sentí muy mal por dudar de ti.
—Como deberías —Él le rodeó los hombros con el brazo y se inclinó para susurrar—. Algún día, me ganaré tu confianza, Ricitos de Oro.
Un suspiro infeliz elevó y bajó sus hombros.
 
Algún día no era hoy, aparentemente. No obstante, Gabe dejó su brazo donde estaba, disfrutando el contacto.
Divertido, Caz arqueó las cejas hacia Gabe antes de volverse hacia Dante. —Hoy exploré el segundo piso del edificio municipal. Las oficinas están encima de la comisaría, pero las habitaciones del otro lado están cerradas. Las que están sobre mi clínica.
—Ah, esas. La de puertas azules es la pequeña sala de conferencias. Cuando quieras usarla para reuniones de personal, resérvela escribiendo tu nombre y las horas en el calendario. Regina tiene la llave —Dante se reclinó en su silla—
. Nuestra biblioteca está detrás de la puerta verde. Se cerraron al mismo tiempo que la comisaría de policía y la clínica.
Julie parecía... horrorizada. —¿Teníais una biblioteca y la dejasteis cerrar?
Gabe se rio entre dientes. Ella realmente era tan nerd como decía.
—Me temo que sí —dijo Dante.
Lillian le sonrió a Julie. —Me había olvidado de la biblioteca, y era uno de mis lugares favoritos. Solía leerles a los niños pequeños en el horario infantil.
—También se me olvidó —Dante se rascó la barbilla barbuda—. Con la comisaría y la clínica abiertas, todo el edificio tiene electricidad e internet nuevamente. No hay razón para no abrir la biblioteca.
—Podríamos —Lillian se levantó y comenzó a juntar platos—. Si pudiéramos conseguir personal.
Mientras Gabe, Caz y Julie se hicieron cargo de limpiar la mesa, Dante llenó el lavavajillas. y Lillian guardó las sobras.
Julie se aclaró la garganta. —Puedo trabajar unas pocas horas en la biblioteca.
—¿Sabes algo sobre bibliotecas, señorita? —preguntó Dante.


Ella se levantó orgullosamente. —Por supuesto. Tengo un Master en… —Su boca se cerró de golpe. Cuando sus ojos se encontraron con los de él, sus hombros se encogieron.
Dante soltó una carcajada. —Demasiado tarde, Julie.
Tienes un Master en...
 
—Probablemente en Biblioteconomía —intervino Caz amablemente y captó una mirada de ojos grises que lo hicieron sonreír.
—Julie —Gabe la tomó de la mano—. Todos sabemos que estás huyendo de algo. Pero no compartiremos tu información fuera de esta sala.
Lillian, Dante y Caz asintieron.
 
Cuando el color volvió a la cara de Julie, Gabe quiso abrazarla.
—Gracias —susurró.
 
—¿Quieres encargarte de la biblioteca? —preguntó Dante—. Sería otro trabajo de medio jornada para ti. Podemos hablar sobre darte un presupuesto para actualizar las computadoras.
Ver la alegría que se apoderó de su rostro fue… impresionante.
Y desgarrador.
 
Por alguna razón, había dejado todo atrás, incluida una carrera que amaba.
Bueno, si ella no podía hablar sobre lo que la trajo aquí, entonces él simplemente haría lo posible para ayudarla a construir una nueva vida aquí.


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Mensaje por Tibisay Carrasco Jue 17 Sep - 22:25

De a poco ella esta comenzando a confiar. Gracias por el capitulo


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Mensaje por yiniva Vie 18 Sep - 11:15

Capítulo 17


Con un café en la mano, Gabe cruzó la puerta abierta de la biblioteca y buscó a Julie.
No estaba a la vista, aunque la enorme sala estaba llena de actividad. Tucker y Guzmán pintaban las paredes de un azul acero. Uriah estaba conectando las tres computadoras.
Dos mujeres aspiraban la corta alfombra azul acero. En una escalera alta, un hombre reemplazaba las luces fluorescentes en las lámparas largas del techo. Otras mujeres limpiaban el polvo y aspiraban tanto las alfombras como las telarañas en las esquinas altas.
—Bienvenido a la biblioteca, Gabriel —A la derecha, en el rincón infantil, Lillian pintaba el marco de la ventana de un color blanquecino.
—Está quedando muy bien —Después de que Dante y Lillian convencieran a Julie para que se hiciera cargo de la biblioteca hace una semana, ya habían conseguido el visto bueno del consejo. Al principio, Gabe había ayudado a preparar el lugar, pero las temperaturas habían subido, y había estado ocupado con el aumento del tráfico turístico y los delitos.
—Está muy bien, ¿no? Hemos tenido una cantidad sorprendente de ayuda —La británica delgada y de cabello plateado hizo un gesto con su pincel hacia la gente dispersa por la gran sala—. Creo que estaremos listos para la reapertura del viernes.
—Qué bien. Entonces, ¿está Julie aquí?
 
—Por supuesto —Lillian sonrió—. Estoy muy impresionada con ella. No ha descuidado sus horas de jardinería conmigo, la tienda de Dante ni la taberna. Y cada momento libre lo pasa aquí.
—Una trabajadora incansable —Gabe no estaba sorprendido.
—Lo es. Y honesta también.
 
Ante la mirada burlona de Gabe, Lillian sacudió la cabeza. —Cuando el consejo intentó entregarle los fondos de la biblioteca, se negó. Dice que, ya que no podemos verificar sus referencias, sería mejor si ella hace los pedidos de lo que necesita y que cada uno sea aprobado y pagado en ese momento.
Gabe parpadeó. No había pensado en ella manejando grandes cantidades de dinero.
Por supuesto, la biblioteca tendría fondos operativos. Y Julie no le había dicho a nadie su historia Aparentemente, Gabe no era el único que instintivamente confiaba en ella, a pesar de su aversión a hablar.
Lillian bajó la voz. —No sé qué le ocurrió en el pasado.
Espero que algún día nos deje ayudar.
 
—Lo hará —Obtendría ayuda se dejase o no. —¿Dónde está ?
 
—En alguna estantería. Está actualizando el inventario de libros.
Sabiendo que no debía vagar por los estantes de los libros con bebidas, Gabe puso su café en el mostrador y fue a buscarla.
 
*** 

Hasta que supiera lo que les gustaba leer a los residentes, tendría que mantener sus compras de libros al mínimo. El programa de préstamos interbibliotecarios ayudaría.
Miró al electricista que estaba poniendo más enchufes. En el mundo de hoy, todo el mundo tenía dispositivos que necesitaba cargar.
El hombre la miró con interés.
 
Con una sonrisa fría pero amigable, ella pasó. Lo último que necesitaba era comenzar cualquier cosa con un hombre.
Bueno, con la mayoría de los hombres. No si un hombre se negaba a salir de su cabeza y de sus sueños.
Peor aún, Gabe trabajaba abajo. Cada vez que ella entraba en el edificio municipal, sentía que se le aceleraba el pulso. Sabía que estaba escuchando el sonido de su voz.
Había sido él quien le buscó una nueva impresora. Había arreglado las mesas rotas en la sección de investigación.
Ella no lo había visto en un par de días. ¿No era extraño cuánto lo echaba de menos?
Como si lo hubiese llamado, él apareció al final de una fila y caminó en silencio hacia ella. Merodeando hacia ella.
Las altas estanterías interrumpían el paso de la luz del techo, dejando los pasillos en penumbra, proyectando sombras en su rostro severo.
—Ahí estás —El placer iluminó sus ojos—. Te traje café.
 
—¿De verdad? Eso sería perfecto. Él no se movió, solo le sonrió.
Ella se miró a sí misma. Camisa abotonada, vaqueros con cremallera, nada notable. —¿Qué?
—Pareces... feliz—. Con un dedo, le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja, dejando una sensación de hormigueo sobre su piel. —No creo haberte visto tan contenta.
—Me gustan las bibliotecas —Ella aspiró su distintivo aroma a madera, queriendo inclinarse más cerca—. Mamá pensaba que la ficción era frívola, y si quería leer, teníamos libros de texto y manuales de preparación para la universidad.
—¿La ficción es frívola? —Gabe frunció el ceño—. Antes de la secundaria, podías permitírtelo, ¿verdad?
—No. Pero a veces en las clases de inglés estudiábamos literatura clásica —Suspiró, recordando la alegría de Dickens y... aún mejor... las hermanas Bronte.
Gabe   miró   alrededor   de   la   biblioteca.  —Ah.   Las bibliotecas tienen ficción.
Ella sonrió. Él lo había entendido. —Exactamente. Si tenía que investigar, necesitaba visitar una biblioteca. Luego terminaba mi tarea lo suficientemente rápido como para acurrucarme en una silla y leer historias el resto del tiempo.
Había mundos enteros en los que escapar.
Se dio cuenta de que estaba sonriendo cuando Gabe pasó un dedo sobre sus labios hacia arriba. —Una biblioteca es tu lugar feliz —murmuró.
—Si. Siempre —Y la razón por la que había entrado en la ciencia de las bibliotecas, para poder compartir su amor con los demás— ¿Supongo que no tienes el mismo cariño a las estanterías de libros?
Su risa fue un ruido sordo. —No, Ricitos de Oro. No vi una biblioteca hasta la Universidad.
Ella lo miró fijamente. —Pero... ¿de dónde sacabas tus libros?
—Todo venía por correo. Por supuesto, Mako tenía una pared de libros en la cabaña —Sonrió—. Su sección de cómo construir y reparar era enorme, y aprendimos desde el principio a buscar la forma correcta de realizar una reparación—. Sonrió. —A Mako no le importaba si leíamos ficción mientras el trabajo del día estuviera hecho.
—No parece correcto que tu padre sargento fuera menos restrictivo que mi madre.
—Tendría que estar de acuerdo —sus ojos cambiaron. Endurecido— ¿Son tus padres... ¿Saben dónde estás? ¿Qué está pasando?
Él estaba tratando de asegurarse de que ella estuviera bien sin preguntar realmente, ¿no? Su preocupación la llenó de ligereza. —Solo tengo madre. Fui concebida artificialmente
—La infelicidad que había sentido cuando era niña al darse cuenta de que nunca sabría nada de su padre había disminuido a un dolor leve.
Sonrió levemente ante la expresión de sorpresa de Gabe.
—Ella no quería molestarse con un esposo. En vez de eso, simplemente eligió al donante de esperma más inteligente del listado o como se haga.
—Ya veo. ¿Y tu madre sabe dónde estás?
 
—No. No hemos hablado en años, ya que me negué a seguir sus pasos y especializarme en física. Está en algún lugar de Alemania, creo.
Gabe frunció el ceño. —Lo siento, pero suena como un robot. La idea de que fueras privada de ficción, algo tan esencial para los humanos, me molesta.
—No fue…
 
Poniendo dos dedos debajo de su barbilla, inclinó la cabeza hacia arriba y la besó. La sorpresa la silenció.
Él hizo un sonido masculino bajo y luego la inmovilizó contra la estantería. Curvó su gran mano detrás de su cabeza, entrelazando sus dedos en su cabello, sosteniéndola en un beso largo y devastador.
Cada hueso de su cuerpo se convirtió en gelatina. Su otro brazo rodeó su cintura, sosteniéndola contra él.
Le rodeó el cuello con los brazos y, mientras se acercaba, sus senos se aplastaron contra su musculoso pecho. Él se endureció.
El sonido de unos pasos lo hizo retroceder y el electricista pasó de largo.
Gabe le sonrió mientras usaba su pulgar para limpiar la humedad de su labio inferior.
—Gabe —susurró. El anhelo la atravesó, un deseo de derrumbarse y contarle todo. Destruir todas las barreras entre ellos—. No puedo contarte, no puedo estar contigo.
—Está bien, Ricitos de Oro —Sus ojos azul medianoche transmitían paciencia infinita. Él la besó con suavidad de nuevo—. No olvides que tienes café en el mostrador.
Mientras él caminaba en silencio hacia el frente, se apoyó contra las estanterías. Oh Dios, ¿qué iba a hacer? El hombre había decidido esperar a que confiara en él.
Y oh, quería hacerlo.


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Mensaje por yiniva Vie 18 Sep - 11:21

Capítulo 18


El viernes, una semana y media después de la cena de Lillian, la biblioteca abrió sus puertas. Bueno la puerta. Escaleras arriba en el edificio municipal.
Arrodillándose junto a los estantes de la sección infantil, Audrey suspiró de placer.
No importaba si la biblioteca era simplemente una gran sala de estanterías de libros y una pequeña oficina detrás del mostrador de caja.
Lo esencial estaba aquí.
 
La sección de computadoras: una mesa con tres computadoras. La sección de investigación: unas pocas mesas con sillas plegables. Un área para niños con sillas pequeñas para ellos y otras más grandes para madres. Sillones para una lectura tranquila.
Hablando de eso, necesitaba reiniciar las suscripciones de prensa. Sí, la biblioteca era pequeña. Pero era de ella.
Nunca se había sentido tan complacida o posesiva con ninguna biblioteca en la que hubiera trabajado antes.
Todo el pueblo la había ayudado a abrirla, especialmente
Gabe.
Ella  sacudió  la   cabeza.  La   estaba   volviendo  loca.
Realmente loca.
 
Corría escaleras arriba con café y sus galletas o pasteles favoritos, luego se quedaba y simplemente hablan. Como amigos. Sobre pesca y senderismo, sobre algún trabajo policial que había hecho ese día, aunque nunca le daba nombres o detalles. Hablaban de cualquier trabajo que ella estuviera haciendo para un cliente.
Ella sabía que él la deseaba, ¿y no era simplemente asombroso? Sin embargo, reprimía su deseo lo suficiente como para que nunca se sintiera presionada. No la invitó a salir ni trató de verla en ningún otro lugar que no fuera en público.
El imbécil. Ahora, estaba más que lista para golpearlo en la cabeza y arrancarle toda la ropa.
Ah bueno. Ella fue quien le dijo que no a él más de una vez. Dependía de ella cambiar eso por un sí.
¿Por qué el mundo tenía que ser tan complicado?
Por ahora, sin embargo, era día de apertura de la biblioteca.
Dos personas ya estaban en las computadoras. Tres estaban mirando las estanterías.
Detrás de Audrey en la sección de niños, Sarah estaba sentada en un sillón de gran tamaño con su hija en su regazo, leyendo un libro que la niña había elegido.
Audrey sonrió al encontrar el libro que había estado buscando: El gato en el Sombrero47.
 
47 The cat in the hat es libro infantil escrito por Dr. Seuss. El personaje principal es un gato antropomórfico, alto, travieso, vestido con un sombrero de copa a rayas rojas y blancas y una corbata de lazo rojo.
Todavía de rodillas, se volvió y entregó el libro. —Puedes probar este. Es perfecto para alguien que puede pronunciar palabras cortas.
—Tuve ese cuando era una niña —dijo Sarah. Sus ojos se abrieron— ¿Sarah?
—Estoy bien —La dueña de la cafetería se limpió las lágrimas—. Solo hormonas. Y felicidad. Ya ves, en unos meses Rachel ya no será hija única.
Oh. —Felicidades. Y felicitaciones a ti también, Rachel.
La niña se movió encantada. —Voy a ser una hermana mayor. Y tenemos que escoger nombres, nombres de niño y niña, los correctos. ¿Cuál es tu nombre?
—Audr… —Dios, ¿qué estaba diciendo?— Oh, Julie. Mi nombre es Julie —girándose, se puso de pie y se dio cuenta de que Gabe y el otro agente de la ley estaban al otro lado de la estantería baja.
Por el estrechamiento de los ojos del Jefe MacNair, los dos hombres la habían oído cometer un error. Mierda.
 
Su nombre comenzaba con Audr. Gabe sonrió, disfrutando de la expresión de consternación en la cara de — Julie —Qué amable de su parte darle una pista.
—Buenos días, caballeros —saludó cortésmente... y huyó hacia la parte de atrás.
Pobre dulce amorcito. Ahora bien, ¿cuál podría ser el resto de su nombre? Había conocido una chica llamada Audra. Audre, tal vez? Audria, Audris. No, probablemente solo Audrey. Eso se adaptaba a su naturaleza tranquila mucho más que el nombre de Julie. Audrey. Sí.
—Suena como si estuviera usando un nombre falso—.
Baumer frunció el ceño tras ella.
 
—Tal vez. No sería la primera persona en Alaska en dejar atrás su pasado. O tal vez es una mujer a la que le gusta cambiar de vez en cuando. Mi ex pasó por una racha de escribir su nombre de diferentes maneras —Gabe sonrió a medias—. Así que nunca supe cuál usar cuando le daba una nota.
Baumer rio por lo bajo. —Mujeres. No pueden…
—¿Qué estás haciendo? —Llena de ira, la voz de Julie resonó en las paredes— ¡Detente!
¿Qué demonios? Gabe rodeó a Baumer y se dirigió hacia atrás a tiempo para ver a Knox yendo hacia la salida. —Espera, Knox.
 
El hombre se dio cuenta de que había sido atrapado y se detuvo. Vio a Julie y sus hombros se desplomaron.
—Tú —Su rostro sonrojado tenía una furia impresionante— ¿Qué estabas pensando? ¿Cómo podrías hacerle eso a un libro? —Parecía un sacerdote al ver a alguien escupir en el altar.
—¿Qué hizo? —Gabe se interpuso entre Knox y la puerta.
—Estaba arrancando páginas de libros. Encontré dos más que él destruyó. ¿Por qué? —La última palabra fue prácticamente un lamento.
Knox lo miró sorprendido por su ira y angustia. Él arrastró sus pies antes estirar sus hombros hacia atrás. —No quiero una bliuteca48 aquí. No hay necesidad de eso. Es un desperdicio del dinero de mis impuestos para comprar un montón de historias inútiles.
—Una biblioteca tiene más que solo historias. Los libros te ayudan a decidir a dónde ir de vacaciones o cómo iniciar un negocio. Puedes venir aquí para usar internet o leer los periódicos, y prestamos películas y audiolibros. Una biblioteca sirve a todos en la comunidad —Por la forma en que sus ojos se iluminaban con pasión, Gabe sabía que este era su lugar.
Su especialidad.
 
—No me sirve —La mirada de Knox captó algo detrás de Gabe, y él se estremeció—. Nadie me preguntó si quería una bliuteca.
Gabe se volvió para mirar por encima del hombro. Un adolescente y un hombre mayor se sentaban frente a los ordenadores. Baumer estaba detrás del adolescente, mirando la pantalla.
Irrumpiendo la queja de Knox, Gabe dijo en voz baja: —
Me diste tu palabra.
 
Las palabras detuvieron a Knox como si Gabe lo hubiera pateado. La cara del hombre se puso roja. —Yo lo hice. Yo solo... solo me enojé. Estoy pagando buen dinero por algo que ni siquiera puedo…
Su brusca parada dejó a Gabe confundido, pero la expresión de Julie se llenó de comprensión y, al mismo tiempo, simpatía. Se acercó a Knox, su voz baja. —No sabes leer.
 
48 en el original liberry: una pronunciación errónea de “library” (biblioteca), a menudo dicho por aquellos con un escaso conocimiento del inglés.
 
—Yo sí puedo —Knox la fulminó con la mirada... y se desinfló—. No puedo. Ya ni siquiera puedo fingir ahora que mi esposa se ha ido.
Diablos. Gabe frunció el ceño. Enviar al hombre a prisión no resolvería nada. Pero Knox había roto su palabra y...
 
—Pagaré por los libros que arruiné —dijo Knox.
 
—Sí —dijo Julie con firmeza—. Y te reunirás conmigo aquí durante dos horas dos veces a la semana.
Knox se quedó boquiabierto. —¿Por cuánto tiempo?
 
—Hasta que hayas aprendido a leer.
 
Cuando la esperanza se encendió en los ojos de Knox, Gabe supo que la bibliotecaria había ganado.
Unos minutos más tarde, Gabe bajó a la estación de policía.
Baumer lo siguió. —Esa es una mujer bonita. La bibliotecaria, quiero decir.
—Lo es —Brillante. Y no amada de niña. Su madre no le había dejado leer ficción. Él todavía enojaba con eso. Tal vez porque las novelas habían sido esenciales para sobrevivir a los largos inviernos de Alaska en la cabaña de Mako.
Gabe asintió con la cabeza a Regina mientras caminaban hacia su escritorio de recepción. —Una llamada, Jefe —La mujer le tendió una nota adhesiva—. Todo tranquilo.
—Eso es bueno. Gracias.
 
Cuando cruzaron la puerta de la comisaría, Baumer insistió. —¿Tú y la hermosa bibliotecaria tienen algo entre manos? Parece que he oído rumores... —Jesús, ¿era este el precio de vivir en un pueblo pequeño?
Ante la mirada irritada de Gabe, Baumer levantó las manos. —Sólo preguntaba. No quisiera arrestar a tu novia por cualquier cosa.
—¿Por qué demonios arrestarías a Julie?
 
—Ya sabes, nombre falso. Nadie sabe de dónde vino. Ella nunca habla de su pasado ni de nada —Baumer se encogió de hombros—. Solo soy un tipo suspicaz, y tienes que admitir que las mujeres son taimadas.
—Suena como si te hubieras quemado una o dos veces.
 
—Mierda, mi primera esposa fue una verdadera feminazi y me jodió desde el segundo mes de matrimonio. Eso quema, hombre, ¿sabes?
Demasiado familiar. Gabe se sirvió una taza del café que había hecho esa mañana. Negro como el pecado, pero mejor que nada. —Lo sé. Cuando me destinaron, mi esposa pensó que nuestros votos tenían vacaciones—. Le dolía que mientras arriesgaba su vida por el país -y siendo fiel a pesar de la tentación- se acostaba con cualquier soldado que recogía en el bar. Había sido un divorcio feo.
Baumer asintió con la cabeza. —Lo entiendes.
 
Sin embargo, decidir que no se podía confiar en una persona por su género, raza, religión o lo que sea que fuera, era puramente estúpido. —Julie no ha hecho nada ilegal aquí, y es de Chicago. No hay nada sospechoso en eso. No es la primera persona que viene a Alaska para empezar de nuevo y dejar atrás el pasado.
—Tal vez —La boca de Baumer se torció—. Con los problemas que tenemos aquí, debemos tener cuidado. Por lo que sabemos, puede ser buscada por algo y tiene acceso a este edificio.
—Solo durante las horas que el edificio está abierto y Regina está aquí. Nuestro presupuesto no da para calentar el edificio solo para la biblioteca.
—Oh. Sí, está bien. Supongo que eso es diferente.
 
—Pero no estás convencido.
—Ella dispara mis instintos, y me preocupa que no mires más allá de un par de pechos, Jefe.
Baumer era policía; los policías escuchaban sus instintos. Pero Gabe no había sido guiado por su polla desde que era adolescente. Demonios, después de un desastre o dos, la mayoría de los chicos se daban cuenta de que la cabecita no tenía mucho cerebro.
Y había terminado con esta conversación. —Ya que tu turno ha empezado, tengamos nuestra reunión. Quiero hablar contigo sobre mis expectativas para patrullar —Porque el oficial no estaba a la altura.
Gabe abrió el camino hacia su oficina y centró la conversación en los problemas en la ciudad y charla policial


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Mensaje por yiniva Vie 18 Sep - 11:22

Les dejo dos capítulos porque estaban cortitos, según yo  Lectura #6  2020 Not a Hero - Cherise Sinclair - Página 4 728240221


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Mensaje por IsCris Vie 18 Sep - 19:43

Gracias por doble capi!!

Audrey ya debería confiar en Gabe, ya es seguro que la estima mucho, El otro oficial como que no me da buena espina, siento algo raro en él

Me preocupa que no hayamos escuchado todavía nada de Spyros en cualquier momento se aparece por el pueblo


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Mensaje por martenu1011 Vie 18 Sep - 23:15

Qué bueno que el lugar le de una oportunidad a Audrey para sentirse util con lo que sabe y puede ayudar a los demás. 
Baumer no es bueno...
Gabe se merece que confíen en él.
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Mensaje por Tibisay Carrasco Sáb 19 Sep - 2:05

Que fastidio con Baumer, creando desconfianza con esos comentarios. Gracias por los capitulos


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Mensaje por yiniva Sáb 19 Sep - 16:10

Capítulo 19

Alrededor del lunes al mediodía, Gabe había abandonado el papeleo acumulado en la oficina para lidiar con una pelea entre un nativo de Alaska y un imbécil por un guardabarros.
Luego recibió una llamada de la tienda de comestibles. Dos adolescentes habían pensado que los viejos ojos de Dante no notarían que uno de los chicos deslizaba una pizza congelada en la mochila del otro.
Una mujer mayor llamó por un presunto intruso, que resultó ser una ardilla en el ático.
Problemas menores, pero... sí, se estaba divirtiendo.
 
De vuelta en la ciudad, dejó el coche patrulla estacionado en la calle y se dirigió hacia el edificio municipal.
—Jefe Mac… ¿MacNair? —Un chiquillo delgado con cabello castaño hasta el cuello, muy desgastados vaqueros y camiseta roja se movía de un pie a otro. El niño no podía tener más de diez años.
—¿Qué puedo hacer por ti, hijo? —mirando al niño, Gabe tuvo una repentina visión de lo frágiles que él y sus hermanos debieron haberle parecido a Mako.
—Umm, hay un perro. Él… no puedo rescatarlo, pero necesita ayuda.
 
Gabe sonrió. La vida de un policía de pueblo, ¿verdad?
—Muéstrame.
 
Mirando por encima de su hombro para asegurarse de que Gabe le seguía, el niño lo llevó al callejón detrás de la tienda de Dante. Se arrodilló para mirar debajo de un coche aparcado.
—¿Ves? No quiere salir. Está asustado.
Gabe se unió a él. Un cachorro, tal vez de cuatro meses. Lo suficientemente peludo como para ser parte husky. Costados hundidos y en mal estado. Medio muerto de hambre. El pequeño quejido y el medio meneo aterrorizado indicaba que el perro no era salvaje.
Con una mano sobre el hombro del niño, Gabe lo apartó del coche. —¿Cómo te llamas?
—Niko.
—Corre a la tienda de comestibles, toma un poco de carne de pavo y dile a Dante que lo ponga la cuenta del jefe.
¿Puedes hacer eso?
 
—Sí señor.
Cuando el niño daba vuelta a la esquina, Gabe se puso cómodo de rodillas y comenzó a hablar en voz baja. —Qué bueno para ti, cachorro, que la grava no esté mojada ni embarrada. Parece que encontraste a un buen chico....
Compórtate y tendrás la oportunidad de... —El cachorro se acercó mientras hablaba.
Antes de que Gabe se quedara sin nada que decir, Niko había regresado. —¿Qué vas a hacer? —El niño le pasó la carne.
 
Tiempo de enseñanza. —¿El perro parece bien alimentado?
—Uh. No. Está… Tiene mucho pelo, pero parece flaco.
¿No debería estar más redondo?
 
—Debería. Nadie llamó a la comisaría avisando de perro perdido, así que supongo que alguien lo abandonó. Ha estado llevando una vida dura y probablemente está aquí para asaltar los cubos de basura —Gabe no agregó que el cachorro tuvo suerte de no haber sido el tentempié de un depredador más grande.
Niko miró los contenedores y asintió.
 
—Como sabemos que tiene hambre, lo atraeremos con comida fácil —Abriendo el paquete de comida, Gabe cortó una tira de pavo y la arrojó debajo del auto.
Un segundo después, la grava sonó. Hubo un sonido de masticar. Niko se arrodilló para mirar debajo del coche. —¡Lo tomó!
 
—Ahora, intentaremos acercarlo —El siguiente pedazo de carne no fue arrojado tan lejos.
Con cada oferta, el cachorro se acercó y finalmente salió de debajo del auto para conseguir la carne junto a la rodilla de Gabe.
 
Gabe agarró al pequeño perro y lo sujetó en un frenético intento de escapar. Cuando el perro se calmó, Gabe le ofreció otro trozo de carne.
Eso fue todo lo que hizo falta.

Gabe le dio el resto de la carne a Niko. —Tu turno —La sonrisa del niño casi le partió la cara.
—¿Tus padres te dejarán quedarte con él?
 
Para alivio de Gabe, el niño se detuvo a pensar antes de responder. —Uum. Perdimos nuestro perro durante el invierno porque era muy viejo. Y papá estaba hablando de conseguir otro.
 
Gabe miró al cachorro que se había acomodado en el regazo de Niko... donde estaba la comida. A pesar de su hambre, el perro tomó las tiras de pavo cortésmente. Probablemente se convertiría en un perro muy bueno.
Tenía el presentimiento de que Niko se convertiría en un buen hombre. —¿Puedes llevar al perro a vuestro coche, o quieres que lo lleve yo?
—Umm —Niko se mordió el labio, pareciendo incómodo por primera vez—. Yo puedo hacerlo.
Gabe lo miró. ¿Podría ser que sus padres no fueran partidarios de la policía? Se encogió de hombros. No sería la primera vez que se topaba con eso. —Está bien entonces. Por favor, vigílalo para que no tengamos que volver a atraparlo.
—Lo haré. ¡Gracias, Jefe!
Sonriendo, Gabe salió del callejón, cruzó la calle y entró en el edificio municipal.
—Hola, Jefe. Sin mensajes, sin desastres —informó Regina con una sonrisa.
—Eso es bueno —Levantando una mano, Gabe pasó y entró en la comisaría.
Baumer estaba sentado en su escritorio.

—¿Qué haces aquí en tu día libre? —preguntó Gabe—
¿No  puedes  soportar  estar  lejos  de  la  acción?  —Hurtos, borrachos, atropellos, choques…
Baumer sonrió. —Eso no. Pero tengo algo que deberías ver.

—¿Sí? —Gabe se acercó. Baumer hizo un gesto.
La foto de Julie llenaba la mitad de la pantalla del ordenador.
 
No, no Julie. Audrey Hamilton. Bibliotecario de referencia y coordinadora. Universidad de Illinois.
Frunciendo el ceño, Gabe hojeó el informe.
 
Un sicario llamado Spyros implicado en el asesinato de un escritor. Asalto a una mujer quien había investigado para dicho escritor.
De ahí venían los moretones de Julie. Un escalofrío le llenó las tripas. Ella era afortunada de estar viva. —¿De dónde sacaste esto?
—Ayer, pregunté a la policía de Chicago si había habido algún incidente con una Audrey en el mes anterior a que apareciera aquí.
La ira se disparó. —¿No pensaste comentármelo primero?
Baumer se puso rígido. —No creí que necesitara permiso para investigar sus antecedentes.
—Ella no ha hecho nada que justificara una investigación sobre su pasado.
—Alguien tenía que comprobarlo y tú no lo estabas haciendo.
—Porque pensé que tenía una razón para estar asustada y esconderse.
Porque había querido que confiara en él lo suficiente como para decírselo. Gabe leyó más abajo y encontró la hoja de antecedentes penales de Spyros.
Asesino profesional. —Parece que tenía razón. Baumer se sonrojó.
—Te pasaste de la raya, Baumer —Gabe mantuvo su voz uniforme. —Me doy cuenta de que se necesita tiempo para aprender las reglas de la comisaría y los límites del jefe —. Se fue sin dar la advertencia: No lo hagas de nuevo.
La forma en que Baumer se puso rígido mostró que había recibido el mensaje.
—Sí, bueno, lo siento —Baumer golpeó el teclado, borró la información y empujó su silla hacia atrás—. Supongo que volveré a disfrutar mis días libres.
La puerta no se cerró... del todo... de golpe detrás del oficial.
A última hora de la tarde del lunes, Audrey estaba en su lugar habitual en la parte posterior del café. El aroma del café se mezclaba con la fragancia de los pasteles recién horneados.
Se le hizo la boca agua.
El desayuno había sido cereal seco y leche. El almuerzo un yogurt.
Uriah había hecho galletas con chispas de chocolate.
Maldita sea.
 
De eso nada, chica. El presupuesto no permitía golosinas sabrosas... y tampoco sus vaqueros. Aunque había estado tan ocupada aquí que no había recuperado el peso perdido.
Una galleta no haría ningún daño.
 
Abandonando el análisis de los patrones peatonales en Nueva York que estaba haciendo para un cliente de una empresa de kioscos, sacó su correo electrónico.
Lo que sea para no pensar en las galletas de mantequilla con chocolate...
Oh, mira, Dennison ha escrito.
 
Con la esperanza de buenas noticias, Audrey abrió el correo electrónico. Y leyó el correo electrónico del agente del FBI.
 
Lo leyó de nuevo.
 
***

Ayer el Departamento de Policía de Rescue, Alaska, preguntó por ti al departamento de policía de Chicago.
 
 ***

 
Ella miró el correo electrónico hasta que las letras comenzaron a bailar en la pantalla. Un sentido de traición la atravesó en una fea ola negra. Cerrando de golpe el portátil, se puso de pie de un salto.
Gabe sabía que estaba huyendo. Sabía que estaba asustada. Y no le importaba. Él quería que sus preguntas fueran respondidas y aparentemente haría cualquier cosa para obtener respuestas.
¿Los informantes de Spyros en el departamento de policía de Chicago le habrían notificado la consulta de Rescue?
Oh Dios. ¿Cuándo vendría el asesino a por ella?
 
Un fuerte gemido llenó su cabeza, el comienzo del pánico. Empujó su ordenador portátil y metió los papeles en la mochila, se la puso y corrió hacia la puerta.
Detrás del mostrador, Sarah llamó —¿Julie?
 
Al abrir la puerta a toda velocidad, Audrey se topó con
Bull.
 
—Hola, chica —Mientras trataba de esquivarlo, su mano
enorme se cerró sobre ella brazo— ¿Qué pasa?
 
—¿Qué pasa? —Rompió en una risa amarga y fea—. Tu hermano Gabe es lo que pasa. Él... él... —Su boca se cerró y ella se giró.
El coche patrulla estaba estacionado frente a la comisaría. Él estaba allí.
Alejándose de Bull, cruzó la calle corriendo, pasó a Regina en la recepción, y entró en la comisaría.
Gabe estaba en su oficina, archivando papeles en un gabinete. —¿Julie?


—Eres un asqueroso bastardo —Ella se acercó, queriendo hacer que él sufriera tanto como ella. Porque a ella le gustaba. ¿Por qué le había caído bien?
—¿Qué?
 
—Probablemente has hecho que me maten, tú cabrón
engreído. Sabías que me estaba escondiendo. Sabías que me habían herido, y aun así fuiste e hiciste preguntas sobre mí en Chicago.
Sacudió la cabeza. —No fui yo.
¿Qué clase de estúpida pensaba que era? —Oh, claro que fuiste tú. Me escuchaste decir mi nombre. Eres el único que sabe que soy de Chicago —La frustración y la ira se volvieron tan abrumadoras que las lágrimas llenaron sus ojos—. Confié en ti.
No, no, ella no lloraría. No delante de este bastardo. Un sollozo salió de ella y corrió hacia la puerta.
Él la tomó del brazo, su agarre tan inflexible como su voz. —Umm. Esta vez sí que vamos a hablar.
—No.
 
Agarrando sus hombros, la giró para que lo mirara de frente.
—No, no, no —Ella empujó con una mano y usó la otra para golpear su pecho duro como una roca. Ciegamente, estúpidamente, solo queriendo... queriendo hacerlo sufrir.
—Julie, no fui yo, cariño. Le dije a Baumer que eras de Chicago: soy culpable de eso. Pero envió la consulta sin mi permiso. Acabo de descubrir que lo había hecho hace una hora y planeaba hablar contigo sobre eso hoy —Su voz era calmada. Directa.
E indudablemente era honesto. No había sido él quien consultó a la policía de Chicago sobre ella.
Con los músculos laxos, sus brazos cayeron. Las lágrimas llenaron sus ojos cuando la sensación de traición desapareció.
—Oh, demonios, Julie. Lo siento —le quitó la mochila y la atrajo firmemente a sus brazos.
Comenzando a llorar, trató de alejarse.
 
—Shhh —Él solo la atrajo más cerca, sosteniéndola mientras sollozaba. Su palma se movió arriba y abajo por su espalda en movimientos lentos y relajantes.
Había estado tan asustada y sola. Y ahora, se sentía segura.
Cuidada.
 
Su camisa olía a jabón de lavar y a bosque, y ella podía escuchar su corazón, un lento toc-toc… porque había dejado de llorar.
Él todavía la sostenía, una roca sólida en un océano de lágrimas. A pesar de la forma en que le había gritado.
Se estremeció. —Lo siento mucho. Tengo que irme. Déjame ir, Gabe, no quise actuar como... —No había ninguna palabra para su comportamiento.
—¿Como alguien que se sintió traicionado? — Manteniendo una mano en su brazo, tomó un par de pañuelos de papel de una caja en su escritorio y se llevó su mochila—. Vamos, salgamos de aquí.


Mientras la sacaba, se detuvo en el mostrador de recepción. —Regina, para emergencias estoy en el busca. Cualquier otra cosa, me ocuparé de mañana.
—Sí señor.
 
Audrey frunció el ceño. No, esto no estaba bien. —No deberías…
—Ricitos de Oro, no vas a ganar esta discusión. Ah, sí, eso era obvio.
En silencio, dejó que él la guiara por la puerta trasera y hacia su Jeep. ¿Su vehículo? —Puedo conducir.
—No. No puedes —Su mandíbula se apretó.
 
Cuando él pasó el desvío a su cabaña, ella se incorporó.
—Gabe, ¿a dónde vamos?
 
—A mi casa. Vamos a aclarar esto —la miró y una esquina de su boca se inclinó hacia arriba—. No te preocupes tanto. Dejé la porra de goma y esposas en la comisaría.
Ella se ahogó con una risa medio histérica.
Disminuyendo la velocidad, giró hacia un pequeño camino de tierra casi invisible. Unos minutos más tarde, el denso bosque se abrió en un área despejada. Cuatro... no, cinco... cabañas de madera de dos pisos colocadas en un semicírculo con el lado abierto hacia la larga extensión del lago. —Pensé que Bull vivía aquí —dijo sin comprender.
—Lo hace. Yo también... y Caz —Gabe entró en el garaje de la casa de la izquierda.
Después de que salieron, se detuvo en la puerta interior, se quitó las botas y esperó hasta que ella se quitara los
zapatos. Luego la condujo tres escalones hacia un estrecho pasillo entre dos dormitorios pequeños. Cruzando debajo de las escaleras que subían al piso arriba, salieron a una gran sala que se abría se abría hasta el techo abovedado. Las inmensas ventanas frontales tenían una vista increíble del lago.
 
—Tienes una casa hermosa.
 
—Gracias —esperó mientras ella miraba a su alrededor.
 
El resto de la casa también era hermosa. Paredes terminadas en blanco hueso contrastadas con las vigas de madera oscura del techo. El marco de las ventanas estaba formado con troncos.
A la izquierda, un sofá modular de cuero y ante color chocolate se enfrentaba a una enorme chimenea de piedra con un inserto negro. Se imaginaba noches acogedoras frente a un fuego que crepitaba.
Una televisión de pantalla plana colgaba sobre la chimenea. Las robustas mesas auxiliares talladas y una mesa de centro igualmente grande indicaban la casa de un hombre grande.
A su derecha, una isla marrón con encimera de granito separaba la cocina del comedor bajo las ventanas frontales.
—Tu casa es encantadora, Gabe —Si los pesados muebles marrones hubieran estado en un lugar más pequeño la habitación, habría sido opresiva. En cambio, los colores equilibraban la espectacular vista del lago y las montañas y daba una sensación de confort hogareño.
—Es un buen lugar —Gabe la sentó en el sofá modular, tomó dos refrescos de la cocina, y se instaló a su lado.
Justo a su lado.
Un chisporroteo de calor comenzó en su abdomen porque recordaba lo que había pasado la última vez que compartió un sofá con este hombre.
Él se rio y enredó sus dedos en el cabello de ella. —
Primero hablar. Después veremos qué sucede.
 
Dios, ¿leía los pensamientos directamente en su cabeza? Sin embargo, no podía evitar inclinar la cabeza para presionarla contra el calor de su gran palma.
—No podías contarme tu pasado porque... —le preguntó.
 
—Debes saber por qué —Ella enrolló sus dedos alrededor de su mano y la sostuvo contra su pecho, como un osito de peluche. Necesitando la conexión—. Nombre falso, papeles falsos. Me imaginé que eso era probablemente ilegal.
—¿Tu nueva identidad no vino de la protección de testigos?
—No. Compré todo yo misma. Nadie sabe, o no lo sabían, dónde me escondo.
Sus cejas se juntaron. —¿Ni siquiera el FBI?
 
—Spyros tiene informantes en nómina tanto en la policía como en el FBI. Pensé que confiarme a ellos haría que me mataran. Así que hui —El recuerdo de aquella época le envió un temblor de consternación... porque tendría que volver a huir.
 
—Corriste —Con los ojos entrecerrados, miró por las amplias ventanas por un momento— ¿Cómo supiste que Baumer le había preguntado a la policía de Chicago por ti?
—Un agente especial del FBI. Él es mi único contacto, y me mantiene informada sobre la investigación. Ha sido maravilloso No le gustó que me fuera, no saber dónde me iba, pero entendió mis razones.
—¿Lo entendió? ¿Aunque no le dijiste dónde estabas? —
Las cejas de Gabe se alzaron.
 
—No quería que lo pusieran en una mala posición si sus superiores le preguntaban dónde estaba —suspiró—P. or eso tampoco te lo dije a ti.
 
 ***
 
Jesús. Gabe estudió a Julie.
Mientras miraba a sus dedos entrelazados, sus largas pestañas eran de un tono más oscuro que su pelo dorado, haciendo sombras en sus pálidas mejillas. Su mano temblaba en la de él.
Estaba asustada, y con razón.
 
En el tiempo transcurrido entre la revelación de Baumer y la aparición de Julie en la oficina, Gabe había estado ocupado. Había llamado a un viejo amigo de los SEAL que trabajaba para la Interpol.
El agente le dijo que la tranquila bibliotecaria no solo se había defendido, sino que la pelea le había le costó un ojo al sicario. Las pocas veces que Spyros había sido visto después, él había usado un parche en el ojo. La Interpol estaba segura de que el asesino buscaría venganza.


La mandíbula de Gabe se apretó. Su amigo también había dicho que las fuentes de Spyros tenían fama de ser excelentes Si Spyros tenía un informante en la policía de Chicago, el asesino podría saber la ubicación de Julie.
—Hablé con un amigo en la Interpol —dijo Gabe—. Dice que vigilarán si Spyros entra en Alaska, pero ya los ha burlado antes.
 
—Eso he oído —Ella todavía no había levantado la mirada, así que él puso un dedo debajo de su barbilla. El miedo que había visto en sus ojos cuando se conocieron había regresado.
Joder, quería matar a ese Spyros.
 
Y quería asegurarle a Julie que estaba a salvo aquí en Rescue. Pero ella no era una mujer que apreciara las mentiras.
Él le pasó los nudillos por la mejilla. —Cada vez que veo a un héroe en una película prometer a una mujer que estará a salvo, me molesta. Nadie, no importa cuán hábil sea, puede garantizar la seguridad. Pero, Julie, haré todo lo posible para asegurarme de que lo estés.
—En vez de eso, ¿puedes ayudarme a salir de aquí sin que nadie sepa adónde fui?
Podría hacerlo.
 
—¿Estás segura de que eso es lo que quieres? —Un dolor creció dentro de él. No habría preguntado sin sopesar todas sus opciones. Sí, ella se iría, y él no podía decirle que era una mala decisión.
Ella asintió.
 
—Sí, te ayudaré, Julie.


Sus labios se curvaron ligeramente. —Es Audrey, como sabes. Me gustaría que lo usaras.
—Audrey —inclinó la cabeza y la besó suavemente. El suspiro que ella dio contenía la misma tristeza que él sentía. Cuando sus brazos se enroscaron alrededor de su cuello, él sabía que no era el único que se sentía como si la vida hubiera arruinado algo que podría haber sido muy bueno.
Bueno, le daría la tradicional despedida del guerrero, aunque fuera una mujer la que iría a la batalla.
Luego, declararía la temporada abierta de sicarios y cazaría él mismo.
Levantándose, la tomó en sus brazos, la subió por las escaleras y la puso sobre su cama.
Ella se sentó para mirar alrededor.
 
Siguió su mirada, intentando ver su habitación con los ojos de una mujer. Alisada con un acabado brillante, la cabecera, el estribo y las mesillas de noche eran de madera dura y pesada. Las vigas y las paredes del techo de madera vista estaban teñidas de un color dorado claro. Alfombras de pelo beige al lado de la cama saludaban a los pies descalzos en las frías mañanas. La colcha hecha a mano era una mezcla colorida de rojo oscuro, blanco y crema.
Había elegido deliberadamente colores más claros para la habitación que los de la planta baja. Levantarse de la cama ya era bastante difícil durante los oscuros inviernos de Alaska; una habitación parecida a una cueva lo empeoraría.
Aunque despertarse al lado de Audrey alegraría el día de cualquier hombre.
Se veía bien sentada allí mismo.


 —Ricitos de oro, diría que encontraste una cama49 que te queda bien.
—Lo hice —Acarició la colcha, y su voz se había vuelto ronca. Excitada.
—¿Estás planeando lo que llaman sexo de despedida?
Sí, ella estaba sintiendo lo que él sentía. —Solo si no vuelves —Maldita sea, mejor que vuelva.
Su sonrisa apareció aun cuando las lágrimas llenaron sus ojos.
Sin decir más, la desnudó: camiseta, sujetador, calcetines, vaqueros y los prácticos calzones de corte masculino. Bonito.
Se enderezó. —Es tu turno de desnudarme, perezosa—.
—Oh. Está bien. —Cuando se bajó de la cama sus senos se tambalearon de una manera irresistible.
Mientras le quitaba la camisa, él jugaba con sus senos, ahuecando, acariciando, provocando sus pezones hasta llegar a picos rígidos.
Su respiración cambió. Se profundizó.
 
Empujándolo un paso hacia atrás, buscó a tientas los botones de sus vaqueros. Al soltarlo, surgió la erección y la rodeó con las manos.
Muy bien, eso sería una buena diversión para los dos. Así que simplemente disfrutó el momento en que se arrodilló frente a él.
 
49 Ricitos de Oro y los tres osos es un cuento infantil.



Era adorablemente torpe, lo suficiente como para que él supiera que no había dado mamadas a menudo. Pero su lengua estaba caliente y húmeda, y tenía cuidado con los dientes, algo que un hombre podría apreciar. Cuando cerró su boca alrededor de él y comenzó a menear la cabeza, el calor lo atravesó y su pene se hinchó con la urgencia.
Un hombre sabio no dejaba que su polla gobernara el gallinero50.
Gabe enredó sus dedos en su cabello, deteniéndola firmemente, y dejándose saborear por el lento deslizamiento de su boca, los golpes de su lengua resbaladiza, el puro calor. Sí, le encantaba cómo se lanzaba a complacerlo.
Antes de llegar al punto de no retorno, suavemente se apartó, la levantó, y la acostó en su cama.
No había cerrado las puertas de madera, y la luz entraba desde las ventanas frente al lago. Mientras la miraba, sus mejillas se sonrojaron. Ella instintivamente comenzó a cubrirse.
—No, cariño —le cogió las manos y le enrolló los dedos alrededor de los gruesos barrotes verticales de la cabecera.
Ella se sonrojó aún más. Joder, le gustaba ese color en sus mejillas. Entonces, sabiendo que se pondría nerviosa, dijo suavemente —Abre tus piernas para mí.
Su protesta murió bajo su mirada severa. Su mirada de policía. En la academia, nadie mencionó todos los usos potenciales.
Él se sentó a su lado, ahuecando un hermoso pecho para acariciarlo mientras sus piernas se separaban... lentamente.

50 En la traducción se pierde el juego de palabras: “his cock rule the roost”. Cock significa tanto gallo como polla.


 
Un caracol se habría movido más rápido, pero no tenía prisa. Bajo su toque, los pezones de ella se apretaron más.
Inclinándose, la besó, jugando con sus senos mientras lo hacía. Luego movió su palma bajando por su estómago, disfrutando de la sensación de la piel sedosa. Una mirada le mostró que ella había dejado de abrir las piernas demasiado pronto. Entonces él acarició su montículo, nunca más abajo, sintiendo los temblores a medida que crecía su necesidad.
—Gabe...
Ella le rodeó los hombros con los brazos cuando él la
besó.
 
—Manos arriba, cariño —volvió a poner sus manos en el cabecero, tratando de no sonreír mientras ella gemía.
 
—Eres una persona controladora, mandona... — murmuró, obviamente habiendo pensado mejor de la palabra más desagradable como bastardo o gilipollas.
—Sí, lo soy —¿Y no era agradable que ella disfrutara de ese lado de su naturaleza?
—¿Por qué? ¿Querías estar a cargo? Su boca se abrió. —Oh, no.
Eso creía él.
Él bajó los dedos para rozar la parte superior de su clítoris hinchado —Si quieres más, tus piernas deben estar más separadas.
Su bajo gemido lo puso más duro que una roca. Sus piernas se abrieron.


 —Muy amable —Levantándose, se quitó los vaqueros. De un cajón de la mesita de noche, sacó una pastilla de menta que se él metió en la boca. Solo por diversión.
La colcha estaba fría debajo de sus rodillas cuando él se acomodó entre sus piernas y la miró apreciativamente. — Maldición, eres hermosa.
La sorpresa, luego el deleite en su rostro hirió su corazón. Si no desaparecía de su vida, él haría todo lo posible por decírselo a menudo.
Porque todo en ella era encantador. Pequeñas pecas salpicaban la parte superior de sus senos, hombros y brazos. Sus brazos y hombros se habían reafirmado llevando bandejas en el bar. Sus pechos altos tenían pezones rosados que estaban rojizos por sus caricias. Su cintura se curvaba hacia adentro y luego hacia las exuberantes caderas. Realmente le gustaba la dulce redondez de su vientre.
Los rizos dorados que cubrían su coño estaban húmedos con su excitación, y sí, él quería un poco antes de que se pusieran a follar en serio.
Ella movió una mano de la cabecera. —Yo también quiero tocarte —Sus ojos grises estaban tormentosos con la apelación.
¿Quizás no se sentía cómoda recibiendo y no dando? Sí, eso sería propio de ella. —Pero solo manos y lengua. Sin boca.
Porque quería que esto durara mucho más tiempo que si esa boca talentosa comenzara a tomarle la polla.
—Umm... lo tengo.
 
—Vuélvete hacia tu lado.


Cuando se acomodó sobre su lado derecho, él se tumbó frente a ella en una posición de sesenta y nueve, moviéndose hasta que su cara estaba en su coño, y la de ella cerca de su ingle. Él sopló una bocanada de aire y la sintió temblar. Sí, esto sería divertido…
Cuando sus cálidos dedos acariciaron su eje, él casi gimió. Divertido y una pura prueba de su control.
Para poder usar sus manos, él colocó su pierna izquierda sobre él, apuntando con la rodilla hacia el techo, y su pie plano sobre la cama detrás de su cabeza. Agradable y abierto.
Descansando su cabeza sobre su suave muslo interno, lamió su clítoris. Los músculos de sus muslos se tensaron, balanceando su cabeza y haciéndolo sonreír.
Su lengua caliente recorrió su erección, haciéndolo saltar a su vez, y ella se movió más cerca. Cuando su boca se cerró alrededor de él, casi se echó a reír.
Debió saber que ella no obedecería. Bibliotecaria terca. Bueno, sería su trabajo hacer que jadeara demasiado fuerte para chuparle la polla.
 
***
 
Audrey apoyó la cabeza sobre el muslo izquierdo de Gabe y trató de mantener su atención acariciando y lamiendo sobre su eje de piel aterciopelada.
Pero sus dedos, sus labios...

Dios mío, seguía perdiendo la noción de lo que quería hacerle. Mientras acariciaba su clítoris, su lengua estaba muy caliente, y sin embargo... cada lamida dejaba una extraña sensación de frío. Cuando sopló sobre el sensible nudo, su aliento se sintió helado. La combinación de calor y frío en su área más íntima fue abrumadora.
Un segundo después había envuelto el área en el calor de su boca. Mientras ella gemía, él la penetró con dos dedos, bombeando suavemente. Las sensaciones increíbles expulsaron cada pensamiento de su mente.
En la parte baja de su vientre, los músculos se tensaron cuando su interior apretó sus dedos. Cada larga lamida de su lengua caliente aumentó la lujuria que latía en su torrente sanguíneo.
Intentaba acordarse de acariciarlo, chuparlo, y entonces su lengua acariciaba sobre ella con una precisión infalible.
Ella trató de tirar de las caderas hacia atrás para poder mantener el control y hacer su parte, pero él puso una mano inflexible detrás de su trasero, atrayéndola más cerca. Sus dedos se hundieron más rápido, más profundamente.
Un gemido salió de ella mientras la despiadada sujeción la hacía temblar y la presión crecía.
Su lengua rodeó su sensible nudo, mientras le apretaba los glúteos y deslizaba un dedo por el pliegue.
La bola de fuego de un orgasmo ardió de adentro hacia afuera, disparándola más y más alto, y aun así, él no la soltó. Su lengua seguía moviéndose ligeramente, sin cesar. exprimiendo los últimos destellos de placer.


Un ligero beso en su coño la hizo volver a tener espasmos antes de que él se sentara, sacando su rígido eje de sus dedos flácidos.
—Yo... lo olvidé. No conseguiste…
 
Sus ojos brillaron con diversión. —Esa era la idea — Después de cubrirse con un condón de la mesita de noche, la tumbó sobre su espalda y se agachó encima de ella.
Ella envolvió sus brazos alrededor de sus anchos hombros. La sensación de su peso sobre ella, presionándola contra el colchón, empañó su cerebro y electrificó su sangre.
Con una mano, colocó la gruesa cabeza de su eje, y ella contuvo el aliento ante la excitante emoción.
Luego empujó, entrando tan fuerte y rápido que ambos jadeaban por aire.
—Hum. Justo aquí es donde quería estar — Profundamente dentro de ella, se apoyó sobre sus codos, moviendo sus manos para sujetar su cara.
Y atrapó su mirada cuando comenzó a moverse.
 
Oh, qué sensación, el eje pesado y grueso la llenaba por completo. Mientras su coño palpitaba a su alrededor, sus ojos se cerraron ante la abrumadora sensación.
—Hum, mírame, cariño —susurró—. Quiero ver tus ojos.
 
Sus ojos eran un azul sin fondo, ardiendo sobre ella. La tomó sin piedad con empuje, poseyéndola, alma y cuerpo.
Él deslizó una mano debajo de su trasero para levantar sus caderas para una penetración aún mayor mientras su cuerpo se ponía rígido, los tendones de su cuello sobresalían al llegar...


 Su cuerpo se estremeció mientras respiraba lenta y largamente.
Apoyando su frente contra la de ella, soltó una carcajada. Sus labios eran gentiles mientras la besaba suavemente. —Había planeado hacer que te corrieras de nuevo, pero eres demasiado hábil con esos dedos tuyos. No obtendrás un 69 muy a menudo—.
No, ella no lo haría. Nunca más.
 
Un dolor se instaló en su corazón ante la idea de perderlo. Por no volver a hacer el amor con él. Nunca lo veré después de mañana.
Sin embargo, no tenía otra opción. Para salvar su propia vida necesitaba alejarse de aquí.
Aún más importante, necesitaba estar lejos de Gabe. Porque la posibilidad de morir era mucho, mucho menos aterradora que la idea de que este hombre fuera herido o muerto mientras la protegía de Spyros.


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Mensaje por IsCris Sáb 19 Sep - 19:48

Que miedo con spyro, ya seguro que la encuentra todo por ese Beurman tonto


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Mensaje por Tibisay Carrasco Dom 20 Sep - 1:46

Gracias por el capitulo


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Mensaje por yiniva Dom 20 Sep - 11:34

Capítulo 20

A la mañana siguiente, Audrey salió del Jeep de Gabe y él la acompañó hasta la cafetería.
Aunque era martes y tenía que trabajar, se había ofrecido voluntario para llevarla a Anchorage. Ella le había dicho que esperaría hasta que él saliera del trabajo.
Pensó que la cafetería era segura, ya que era poco probable que Spyros y su equipo hubieran llegado ya a Rescue. Por si acaso, Gabe la quería en un espacio muy público. Spyros querría una venganza cercana y personal.
Mientras tanto, ya que ella tenía un lugar seguro con Internet aquí, pediría una nueva identificación, averiguaría dónde esconderse en Anchorage y dónde conseguir un coche nuevo.
Una vez en la ciudad, podría esconderse hasta que llegara su identificación. Después de eso, tal vez ella regresaría a los estados del sur o a un pueblo en el interior.
Mientras Gabe mantenía la puerta de la cafetería abierta para ella, miró su rostro cincelado, y parpadeó para contener las lágrimas. ¿Cuándo se había encariñado tanto con el letal jefe de policía?


¿Y por qué tenía que ser tan increíble, dentro y fuera de la cama?
El sexo con él era... bueno, como todos los libros de romance lo hacían parecer.
Pero lo que realmente la había convertido en papilla fue cuando la metió en su gran ducha cerrada y la bañó. Le lavó el pelo.
¿Cómo podrían ser tan gentiles esas manos tan poderosas?
Cuando ella protestó, él se rio y dijo: —Entonces puedes lavarme, Ricitos de oro, ya que crees que no pudiste jugar con mi polla lo suficiente en la cama.
Oh, lo que siguió fue increíble. Porque cuando ella había lavado su eje, se alargó. Se engrosó. Después de salir para recoger un condón de un cajón, la inclinó sobre el largo banco de baldosas y la tomó, rápido y duro, usando sus dedos sobre ella para asegurarse de que llegaba junto con él.
Sus piernas habían estado tan débiles después que tuvo que ayudarla a salir de la ducha.
Y esto no es en lo que ella debería estar pensando ahora mismo. Bien hecho, chica.
Ahora su mitad inferior estaba hormigueando y necesitada, queriendo arrastrar a Gabe a casa por más.
En cambio, enderezó los hombros y entró en la cafetería.
 
La siguió y le pasó una palma por el pelo. —¿Estás segura de que quieres irte? —preguntó en voz baja.
Ella asintió. —Será más seguro —Para mí y para todos los que me rodean. Pero, Dios, duele.
Mientras estaba allí de pie, él la rodeó con sus brazos en un abrazo que lo abarcaba todo. Y su corazón simplemente se derritió en un charco cálido.
No se conocían desde hacía mucho tiempo, pero… estaba totalmente enamorada de él.
Ella se iba. Dejándolo. El aire matutino lleno de niebla tenía un frío que coincidía con el de las entrañas de Gabe.
Después de avisar a Uriah y Sarah de que podría haber a alguien malo buscando a Audrey, Gabe caminó por Rescue, asintiendo a las pocas personas que lo saludaron. El resto salió corriendo de su camino. Estaba asustando a los lugareños... y no le importó particularmente.
Ella se iba.
No había querido involucrarse con ella, ni con nadie, pero lo había hecho. Un error del demonio.
Solo que no podía llamar al tiempo que había pasado con ella un error. Más bien un regalo.
Aun así… se iba. Su mandíbula se apretó. Realmente le gustaría golpear algo.
 
Él no era así en absoluto.
 
—El jefe está seguro de mal humor —oyó decir a un par de mujeres—. Mejor que te mantengas fuera de su camino.
Eso lo sorprendió. Por el amor de Dios, se suponía que él era el buen tipo aquí. Con un suspiro, se pasó las manos por la cara. Contrólate MacNair. Tienes gente que proteger, y no debería ser de ti mismo.
Respirando lentamente por la nariz, guardó sus sentimientos, una técnica que había dominado al principio de su carrera SEAL. Permitirse emociones en la batalla mataba a personas. Pensaría en Audrey cuando no estuviera de servicio. Más tarde.
Cuando restableció su equilibrio, saludó a las mujeres.
—Lo siento, señoras. Creo que no tomé suficiente café.
 
Le dieron sonrisas y “buenos días” y reanudaron su paseo por la acera.
Listo. Se dio dos puntos por las buenas relaciones con la comunidad y continuó. Todavía preferiría darle una paliza a alguien.
El día transcurrió lentamente. Saber que Audrey estaba en la cafetería era una forma única de tortura. Estaba a salvo allí, mucho más segura que si estuviera encerrada en una cabaña solitaria o incluso tratando de esconderse en Anchorage. Pero aun así...
Fue a revisar a Audrey cada vez que volvió a la ciudad.
Había habido demasiadas llamadas hoy.
 
Gabe aparcó el coche patrulla frente a la comisaría, salió y se estiró. Un ciudadano preocupado había telefoneado sobre perros de trineo abandonados. Jesús. Con sueños de grandes ganancias o de conseguir patrocinadores, los potenciales mushers51 compraban perros, y luego descubrían que se necesitaba trabajo y dinero para desarrollar equipos competitivos. Y mataban o abandonaban a los perros.
Hablando sobre comportamientos gilipollas.
 
 51 Mushers: persona que participa en carrera de trineos tirados por perros. Aunque actualmente se considera un deporte, ha sido una forma de transporte nórdica que servía para desplazarse por superficies nevadas con rapidez.


Aunque Gabe había llamado a una organización de rescate para recuperar a los perros desnutridos, pasaría un tiempo antes de que su ira se calmara.
En el transcurso del día, la niebla se había disipado, pero el cielo seguía estando plomizo. La lluvia ocasional manchaba los parabrisas y humedecía la ropa.
Pronto estaría fuera de servicio. Mientras miraba calle abajo, los turistas seguían vagando por la ciudad, entrando y saliendo de las pocas tiendas.
Una empresa de alquiler de equipo deportivo estaba pensando en instalarse en Main Street. Si lo hiciera, el siguiente paso sería otro restaurante, ya que los pescadores y excursionistas devolverían el equipo alquilado al final de la tarde y por la noche.
Gabe asomó la cabeza en la comisaría para ver si pasaba algo.
 
Regina estaba ordenando su escritorio preparándose
para irse. —Buenas noches, Jefe. Tus mensajes están en tu escritorio. Nada necesita tu atención hasta mañana.
—¿Cómo sobreviví antes de que llegaras?
 
—Mal, Jefe. Mal.
Sonrió, disfrutando de cómo ella se había adaptado al trabajo. Su actitud y postura habían cambiado en tan poco tiempo. Era como si finalmente se viera a sí misma como realmente era: una mujer inteligente, competente y un miembro valioso del equipo.
—Voy a hacer una rápida patrulla a pie y me retiro — Cuando la había llamado, Audrey dijo que no había terminado los preparativos que había estado haciendo.
—Sí señor.
Gabe dio marcha atrás y se dirigió hacia la calle principal, desviándose por los callejones traseros para comprobar si los nuevos dueños de los negocios habían obedecido sus órdenes de asegurar su basura. No había nada que le gustara más a un oso negro que un almuerzo gratis.
Hasta aquí todo bien.
 
Mientras paseaba por Sweetgale, vio que Lillian no estaba en casa. Ella probablemente estaba en una de sus numerosas actividades sociales.
Al llegar al final del camino, entró en la taberna. Había un buen número de clientes... y ningún problema. Perfecto.
Antes de irse, levantó la mano hacia Bull y recibió una amplia sonrisa a cambio.
En el aparcamiento, una voz alzada desde la parte trasera del edificio llamó su atención.
Gabe se dirigió hacia allí.
En  el  aparcamiento  sólo  había  unos  pocos  coches.
Varias personas se estaban mirando algo.
 
Probablemente un animal salvaje. Los turistas se agrupaban como las moscas en la carroña al detectar cualquier forma de fauna silvestre.
Pero a medida que se acercaba, se dio cuenta de que la gente era del pueblo. Y todos hombres.
—Quítatelo, nena —dijo uno en voz alta.
 
—Guau —gruñó otro—. Veamos esos pechos.


—Oíd, tal vez esta no sea una buena idea —La protesta del hombre flaco fue ahogada por el resto
Gabe se acercó.
 
Dos mujeres estaban en el centro de la muchedumbre. Ambas llorando. Una de rodillas, la otra tratando de ponerse de pie. Maldita sea.
—¿Qué está pasando aquí? —dijo Gabe en voz alta.
 
—Mierda, es el policía —Como las cucarachas cuando se enciende una luz, todo el grupo se dispersó y corrió hacia el frente del aparcamiento.
Mientras las camionetas y los autos se alejaban, Gabe se acercó a las dos mujeres y se arrodilló.
Ambas a mediados de los veinte, aterrorizadas y aferradas la una a la otra. La camisa de una estaba medio arrancada. La otra tenía un labio hinchado y una huella roja de mano en la cara.
Cuando se encogieron, tocó la placa en su pecho. —
Policía. ¿Estáis malheridas?
 
—No... no realmente —dijo una.
 
Gracias, joder. Estaba tan enojado que tuvo que esforzarse para mantener su voz suave. —¿Qué pasó?
—Nosotras... salimos de la taberna para irnos, pero vi...
—La rubia lloraba demasiado fuerte para continuar.
 
—Marcy vio un oso detrás del edificio, así que lo seguimos. Para hacer una foto —La mujer se puso las gafas en la nariz, miró a su alrededor y recogió su teléfono de la grava—
Supongo que nos vieron, nos siguieron y nos rodearon.


Gabe se las arregló para mantener la calma.
—No hicimos nada, ni siquiera estábamos hablando con ellos. Intentamos irnos —dijo la rubia—. Pero nos llamaron y comenzaron a rasgarnos la ropa. Yo intenté gritar, y uno me abofeteó —Ella sostuvo su mejilla hinchada con la aturdida expresión de alguien que nunca había sido golpeado en su vida.
 
Que su pueblo le hubiera enseñado sobre la violencia hizo que Gabe se enfermara. Extendió sus manos y las ayudó a ponerse de pie. —¿Creéis que podrías identificar a alguno de ellos de nuevo?
La rubia sacudió la cabeza apresuradamente.
 
La que tenía gafas en cambio dudó. —No, no, me temo que no. Y nos vamos mañana. Tenemos que volver al trabajo.
Jesús, qué manera de terminar unas vacaciones. Rescue seguro no sería lo más destacado de sus vacaciones — Entiendo. Tenemos una clínica médica. Podemos hacer que un profesional os revisa y se asegure de que no estáis heridas.
—La bofetada fue lo peor —dijo la de las gafas—. Al menos físicamente lo fue —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Estoy muy contenta de que hayas venido.
 
—¿Os vais a quedar en el hotel resort? ¿Qué tal si os llevo allí?
Ella sacudió su cabeza. —No, estoy bien —Su brazo rodeó a su amiga—. Marcy nunca había estado cerca de este... tipo de cosas. Desafortunadamente, ya lo ha hecho.
Eso hacía que un hombre se sintiera como una mierda, que una mujer estuviera lo suficientemente familiarizada con el asedio general de los hombres como para haberlo experimentado más de una vez en su vida. ¿Qué carajo le pasaba a su género?
En su coche, abrió la puerta, les ayudó a entrar y le dio a la morena un cuidado escrutinio. Sí, ella se había recuperado. Podía conducir.
Ella le hizo un gesto con la cabeza y se fue de la ciudad.
De su ciudad.
 
Solo que no lo era, ¿verdad? No quería ser parte de un lugar donde los hombres actuaban como una jauría de perros detrás de la presa. Solo un tipo había tratado de protestar.
Frunciendo el ceño, se dirigió hacia el centro. No conocía a ninguno de los hombres, pero seguro que reconocería a la mayoría de ellos si los viera de nuevo.
Echó un vistazo a la cafetería y recordó que Audrey se iba.

La ira frustrada tenía un sabor amargo en su boca. Audrey estaba en su cómodo rincón de la cafetería. El bajo sonido de los clientes era una especie de música de fondo. El negocio había mejorado cuando la gente se detenía a comprar los pasteles no vendidos a precios de ganga.
Oh, cómo echaría de menos este lugar: oler los pasteles y el café, escuchar a Sarah y a su marido burlándose de ella, recibir saludos amistosos del creciente número de personas conocidas.
A la gente parecía gustarle, ¿y no era eso asombroso?
 
A menos que Gabe recibiera una llamada, debería venir a buscarla pronto. Para llevarla a Anchorage. Sería mejor que guardase sus cosas.
Abrió su correo electrónico para verificar rápidamente si tenía una hora de entrega para su nueva identificación y encontró, en cambio, un correo electrónico de Dennison.
¿Qué desastre había sucedido esta vez? Mordiéndose el labio, lo abrió.
 
***

¡Éxito!

Spyros fue arrestado hoy mientras abordaba un vuelo a Alaska y ahora está a salvo tras las rejas. No habrá fianza.
Me complace decir que debería ser seguro para ti regresar a Chicago, Audrey Llámame cuando llegues a la ciudad. Me gustaría conocerte en persona. D.
 
***

 Un chillido se le escapó, luego otro y otro. Cuando se puso de pie de un salto, su silla se cayó.
Lo atraparon. No iba a morir. Nadie vendría por ella.
Dios mío, era libre.
 
—Julie, ¿estás bien? —Sarah se acercó, su mano extendida. Se detuvo, y su preocupado ceño fruncido se aclaró—. Espera... ¿Buenas noticias?
—Las mejores. Las mejores posibles.

Al darse cuenta de que todos estaban mirando, Audrey se sonrojó y levantó la voz. —Lo siento. Sólo esto... feliz.
Las sonrisas aparecieron junto con algunos movimientos de cabeza. Probablemente pensaban que era una forastera idiota
—Bueno, bien —Sarah le dio unas palmaditas en el hombro y regresó al mostrador.
Cuando Audrey volvió a su asiento, releyó la frase de Dennison. —Me complace decir que debería ser seguro para ti regresar a Chicago, Audrey —Podría irse a casa, donde sabía cómo funcionaban las cosas. Donde los alces no la atacaban. Donde era un miembro respetado y valioso de la universidad.
Sus dedos acariciaron el teclado mientras miraba el protector de pantalla giratorio. Sí, podría volver al trabajo.
En su tercer día de fuga, llamó a su jefe para pedirle una licencia por crisis familiar. Su superior había sido comprensivo, después de todo, Audrey nunca la había pedido una baja por enfermedad, y le dijo que se tomara todo el tiempo que fuera necesario.
Sí, tendría un trabajo. Pero no un apartamento.
Eso se había ido, y sus pertenencias estaban almacenadas. No es que hubiera querido volver a su antiguo apartamento. Había... sangre en el dormitorio. Un escalofrío la atravesó. El más mínimo ruido le haría pensar que alguien estaba entrando de nuevo.
No, era bueno que tuviera que encontrar una nueva casa. Una con mucha mejor seguridad.
Llamando su atención, Urías hizo un gesto hacia el agua embotellada, preguntándole silenciosamente si necesitaba otra. Ella agitó la cabeza.
Suspiró. Dios, echaría de menos venir aquí todos los días. Y echaría de menos a Gabe.
No, no, no, no pienses en él. Sacudió la cabeza y trató de cambiar sus pensamientos por otros que no la hicieran llorar.
 
Como cuánto le gustaba trabajar con Lillian en el jardín.
Lillian, oh no. Audrey había prometido cuidar el jardín hasta la temporada de la cosecha. Habían plantado todas las verduras de ensalada, y los tomates de rápido crecimiento en el solárium y pronto necesitaría...
No podía irse ahora. No quería irse ahora.
 
¿Y la biblioteca? Tenía que terminar de decidir qué libros
pedir.
 
Knox la necesitaba. Si ella no seguía enseñándole, él nunca aprendería a leer.
 
Los programas de horario infantil también tenían que desarrollarse y programarse.
Realmente, necesitaba terminar lo que había comenzado. Dejar sus tareas a medias... no son maneras, como diría Lillian.
Además, sería menos estresante regresar después de que Spyros hubiera estado tras las rejas un par de meses.
Agosto. Se quedaría hasta agosto.


—¿Problemas, Ricitos de Oro? —Una cálida palma ahuecó su barbilla y la levantó, obligándola a mirar a los penetrantes ojos azules.
Gabe.
 
Si se quedara un par de meses más, ¿qué pensaría él?
¿Y si él no quería que lo hiciera? ¿Y si se volvía incómodo?
 
Él frunció el ceño y tomó la silla a su lado, con un brazo alrededor de su espalda. —¿Qué pasa, cariño? —Su voz baja y resonante tiró de ella.
—Yo... me voy a quedar hasta agosto. Necesito quedarme.
—Está bien —Sus cejas se juntaron, mientras limpiaba una lágrima de su mejilla— ¿Necesitas mi permiso?
Oh, ella sonaba como una idiota. —No. Yo…
 
—Jefe, estaba bailando por aquí hace un minuto. Hasta que apareciste —Sarah le frunció el ceño—. Ahora está llorando.
La crítica le resbaló por la espalda como la lluvia en un coche recién encerado. —¿Bailando? ¿Ha pasado algo?
Su sonrisa regresó. —Atraparon a Spyros. Ha sido arrestado. Ella puso sus palmas sobre su pecho y rebotó en su asiento. —Lo atraparon.
Un pliegue apareció en su cara delgada mientras sonreía. —Ya era hora, carajo.
Inclinándose hacia adelante, plantó un beso en sus labios. Luego sus cejas se juntaron. —Déjame entenderlo.
¿Planeas regresar a Chicago, pero no hasta agosto?


La incertidumbre hizo que sus manos se apretaran. — Umm... sí. Le prometí a Lillian que me quedaría hasta cosecha, y tengo que encargarme de Knox y de la biblioteca. Yo tengo…
—Tienes responsabilidades —Se giró para mirar por la ventana, hacia la comisaría. Sintió que su pecho subía y bajaba con una lenta exhalación.
—Como yo, maldita sea.
 
—¿Gabe?
 
—Agosto, ¿eh?
—Tendré las cosas terminadas para entonces —Había mencionado sus propias responsabilidades. Ella lo estudió—
¿Estás planeando irte también?
 
—Tal vez. Pero como tú, no puedo en este momento, no importa lo que quiera. Tengo que quedarme durante la temporada turística como mínimo.
Gabe se va. No podía imaginar Rescue sin su jefe. Era como si él fuera el corazón del pueblo. Ella frunció el ceño. —
¿Una estación de esquí no significa que también hay una temporada turística de invierno?
Su mandíbula se apretó. —Sí, pero para entonces, el pueblo puede contratar a otro para mi puesto.
—No a Earl Baumer.
 
Sus ojos se entrecerraron. —¿No te gusta Baumer?
 
—Yo... eh... no lo conozco. Pero no creo que sea tan bueno como tú.
Su rostro severo se suavizó y frotó sus nudillos contra su mejilla. —Yo creo que tienes un cierto prejuicio a mi favor.
—Tal vez —Tenía razón en que ella no se había acostado con Earl Baumer. No es que lo quisiera. Pero si se quedaba, tal vez... tal vez ella y Gabe... Las palabras salieron de su boca—
¿Quieres pasar dos meses teniendo una aventura?
 
Se tapó la boca traicionera con las manos.
—¿Aventura? —La diversión en su mirada cambió volviéndose demandante—. Oh, sí, pequeña cheechako, eso me suena bien.
Dios mío, ¿acababa de aceptar?
Su boca se curvó en una sonrisa satisfecha.
 
¿Qué había hecho? Sí, ella no quería nada más que estar con él, pero... ¿Sería capaz de dejarlo después de enamorarse más durante el verano?
—Jefe —La llamada vino de la puerta—. Hay una pelea frente al bar.
Gabe gruñó de exasperación —Ya voy.
 
Levantándose, él le sonrió y repitió con una sonrisa —
Una aventura.
 
—Yo...
 
Él la interrumpió con un beso. —Me alegro de que estés a salvo de Spyros. Te recogeré en tu cabaña esta noche cuando salga del trabajo. Porque pasarás la noche en la mía.
Salió de la cafetería y la dejó mirándolo de lejos.
 
La había besado, ahí delante de todos. Como si la estuviera reclamando. Como un amante.
Un amante. Oh, Dios, ella no podía tener un amante. Incluso si lo amaba, realmente no debería. Hablando de hacer algo estúpido.
Una silla arañó el suelo cuando Sarah se sentó a la mesa. —Parece que te abofeteó en lugar de besarte ¿Estás bien?
 
Audrey tragó saliva cuando se encontró con la mirada preocupada de la mujer.
—Yo…
—Hemos estado preocupados por ti, pero parecía que estabas bien. Hasta hoy —Sarah tomó su mano y la apretó—. Algo está mal. Deja que nosotros ayudemos, Julie. Cualquier cosa que necesites, podemos ayudarte.
Dios. Amistad. Sin siquiera darse cuenta, realmente había hecho una amiga.
Las lágrimas llenaron sus ojos y la hicieron parpadear.
 
—No, no, no llores. Solo dime qué está mal —El agarre de Sarah se volvió doloroso.
Audrey sonrió y se limpió la humedad de los ojos. — Nada está mal, algo salió bien. Tengo una historia que contarte. En primer lugar, mi nombre no es Julie. Es Audrey.


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Mensaje por Guadalupe Zapata Dom 20 Sep - 17:28

"¿Y por qué tenía que ser tan increíble dentro y fuera de la cama?" 

Es el protagonista de una novela romántica.  Lectura #6  2020 Not a Hero - Cherise Sinclair - Página 4 1f602
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Mensaje por martenu1011 Lun 21 Sep - 1:00

Me encanta la idea de una aventura, pero no creo que sean los planes del Jefe!
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Mensaje por Tibisay Carrasco Lun 21 Sep - 1:31

Gracias por el capitulo


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Mensaje por yiniva Lun 21 Sep - 11:11

Capítulo 21

Dejando a Audrey en la cocina, Gabe salió a la terraza para controlar la parrilla.
La belleza del atardecer lo detuvo por un momento. El lago estaba tranquilo, un reflejo brillante del cielo azul y sin nubes. Los árboles y la hierba a lo largo de las orillas eran de un verde brillante. Un par de águilas calvas volaban sobre el agua.
 
Los días secos y claros de finales de la primavera eran el momento más hermoso en Alaska.
Entonces se echó a reír. Le encantaba la aparición del polvo de terminación52, las primeras nevadas que blanquean las montañas y señalan el final del verano.
¿Qué hay de la tranquilidad de una noche de  invierno?
¿El resplandor de la luna llena en un bosque cubierto de nieve?
¿El frío intenso que podría robarle el aliento a un hombre?
 
O el verano cuando las franjas de alga de color rosa púrpura reinaban sobre los prados y bordes de carreteras.
 
52 Termination dust: En Alaska , una nevada ligera a gran altitud que indica el final del verano.


 
Cuando las primeras carreras de salmón53, atraen a los osos con sus cachorros.
Sí, le gustaban todas las estaciones.
 
Especialmente en la vieja cabaña de Mako donde el bosque lo rodeaba por todos lados. Sin embargo… él era feliz aquí.
 
Le llegó el olor de la parrilla. La madera de aliso se había convertido en las brasas perfectas para cocinar.
Con un suave sonido, Bull cruzó el patio interior con Caz. Esperando sobras, los pollos piaron cuando los hombres pasaron. Bull sostenía un plato de filetes de salmón que había estado adobando. Siendo un loco de la salud, Caz había preparado una gran ensalada verde.
Sus hermanos. Era bueno vivir aquí junto a ellos en lugar de verlos solo durante las vacaciones. Juntos, habían arreglado la leñera, limpiado los escombros del invierno y reparado los daños causados por la nieve. Y todos ellos habían llorado en silencio a Mako.
Trabajar a su lado había reparado la desconexión provocada por largas ausencias
Frunció el ceño. Si volviera a la cabaña de Mako, ¿Bull y Caz verían su partida como una especie de traición?
Ante el chisporroteo de la carne en la parrilla, Gabe se dirigió hacia adentro para preparar la guarnición de patatas asadas.
 
53 La carrera de los salmones es el período en que el salmón migra desde el océano, remontando el río en el que nació hasta la parte alta donde desova en lechos de grava.

Audrey ya tenía todo en una bandeja. Ella se la pasó a él.
 
—Perfecto.  Gracias.  Tan pronto  como  el salmón  estév listo, podemos sacarlas del horno.
 
—Está bien —Miró por la ventana y se frotó las manos en los vaqueros— ¿Estás seguro de que están de acuerdo con que yo esté aquí? Quiero decir, en una comida familiar y todo eso.
 
Puso la bandeja sobre el mostrador y la atrajo hacia él.
—Ricitos de oro, somos un grupo de hombres. La adición de una mujer inteligente y hermosa es siempre una ventaj.
La expresión confusa en su rostro le hizo fruncir el ceño.
—¿Hermosa?  No  soy...  yo…  Es  decir,  estoy  bien,  pero no hermosa. No, no lo soy yo.
 
La atrajo hacia sí, le dolía el corazón. Ella realmente creía eso.
No era la primera vez que notaba esta rareza en las mujeres. Cuando era más joven, él pensó que tal vez atraía a mujeres inseguras, pero con más experiencia, descubrió la mayoría de las mujeres dudaban de su atractivo.
Durante una discusión nocturna, Caz había señalado que la sociedad, y las modas, hacían sentir a cada mujer inadecuada. o era demasiado curvilínea o delgada. Su cabello nunca era lo suficientemente grueso o brillante. Sus ojos no eran lo suficientemente grandes. Su piel no brillaba lo suficiente. Sus labios no estaban lo suficientemente rojos o llenos.
Honestamente, si los hombres fueran machacados con ese tipo de mierda, sacarían los picos y destrozarían la industria de la moda.
Levantó la barbilla de Audrey. —Eres hermosa —dijo con firmeza—. Tienes los ojos más grandes y hermosos que he visto. Son del color de la niebla d matutina sobre el lago.
Cuando vio el rastro de lágrimas en sus ojos, entró en pánico. Y agregó: —Especialmente justo después de que te hayas corrido.
Las comisuras de su boca se inclinaron hacia arriba.
 
Sonriendo, le acarició el pelo. —Tu pelo es sedoso y largo... y perfecto para mantenerte en tu lugar durante el sexo.
Ella se ahogó de risa.
 
Pasó el pulgar sobre el satén de su labio inferior. —Esta boca suave es simplemente perfecta para chuparme la polla.
Cuando sus ojos se entrecerraron, él sonrió. —Tus senos son del tamaño perfecto, para mis manos, y cada vez que veo tu trasero, me pongo duro.
Al sujetarla contra el mostrador, presionó esa polla muy dura contra ella. Se echó a reír. —Creo que has estado inhalando Viagra o algo así.
—No necesito Viagra; Te tengo a ti —Él le mordisqueó el cuello. Sí, sus pechos eran realmente del tamaño perfecto para sus manos.
Ella se inclinó hacia él, sus dedos se enredaron en su cabello.
—Gabe, ¿tenemos tiempo para...?
—Hola, hermano —gritó Bull—. Tráenos las patatas.

—Infierno —Él se apartó y sonrió a sus ojos desenfocados. Sus mejillas estaban sonrojadas por la excitación.
Ella le guiñó el ojo.
 
Él sonrió. —Terminaremos esta discusión más tarde. Por ahora, ¿puedes llevar la bandeja mientras yo llevo las papas?
—Claro. Sí. Por supuesto.
 
Levantó la bandeja y se dirigió hacia la puerta, golpeando el marco de la puerta con el hombro. Tuvo que sonreír. Lo quería y todavía no estaba segura de cómo lidiar con eso.
De hecho, lo sorprendió completamente sugiriendo una aventura. Nunca había visto nada más bonito que cuando ella se puso las manos sobre la boca, horrorizada por lo que había dicho.
 
Incluso si hubiera querido decir que no, su reacción había sellado el trato.
Tirando las patatas calientes en una cesta, se llevó un par de cervezas y se dirigió al patio.
Nada sabía tan bien como una parrillada, ya fuera de salmón, alce o vaca. Y Gabe se alegró de ver que Audrey comía tan a gusto como todos los demás.
Cuando terminaron de comer, recogió las sobras y le mostró cómo dar a las gallinas las sobras.
Incapaz de resistirse a su deleite por la tarea, Gabe la atrajo en un largo beso. ¿Había algo más sexy que la forma en que se concentraba en cada nueva “aventura”, plenamente en cada momento?
Cuando regresaron del gallinero, Bull y Caz habían limpiado el patio se marchaban por el césped.
—Oíd —llamó Bull mientras golpeaba a un mosquito—. La brisa se ha ido. Es hora de mudarse a un terreno protegido.
Sujetando sus bebidas, Gabe tomó la mano de Audrey y siguió a sus hermanos hacia el pabellón proyectado en la orilla del lago.
—Entonces, viejo, ¿qué tal tu día? —preguntó Caz.
 
Antes, Audrey les había contado a sus hermanos todo sobre Spyros. Luego Caz y Bull habían hablado sobre lo más destacado del martes para ellos.
Ahora, era el turno de Gabe... porque era una tradición de Mako. Mientras crecían, cada niño tenía que hacer un resumen del día. Hawk se había visto obligado a usar más de un par de palabras. Caz tenía que hablar en inglés.
Acomodándose en una silla junto a Audrey, Gabe contó sobre el acoso a las dos turistas. —No reconocí a los hombres involucrados.
No conocía a todos en la ciudad, pero ahora estaría atento a ese grupo. Bull se acarició la perilla. —¿Cómo estaban vestidos?
—De campo, no de ciudad. Vaqueros, botas…
 
—¿Camisetas o camisas de botones?
 
Gabe repitió la escena en su cabeza. —No llevaban camisetas—. Eso era extraño. Los hombres habían sido menores de treinta años, la edad de las camisetas. —Ninguno de ellos.
—Podrían ser Patriotas Zelotes. Su ilustre líder, el reverendo Parrish, no aprueba las camisetas. Demasiado modernas. La ropa de mujer es aún más anticuada.
—He visto a sus mujeres en el supermercado, siempre acompañadas por un hombre, por supuesto —Audrey sacudió la cabeza—. Blusas abotonadas hasta el cuello. Faldas a la altura del tobillo. Parece como si hubieran salido de un episodio de La casa de la pradera.
Gabe la miró. ¿La había visto alguna vez en una falda? Pero... ella probablemente solo usaba ropa con la que podía correr y escapar. La idea de cuánto tiempo había vivido con miedo era como una piedra áspera contra su corazón. Se acercó y le cogió la mano.
—¿Cómo tratan las PZ a las mujeres? —preguntó Gabe. El hombre que había abofeteado a Audrey en la taberna era un PZ. Los de hoy podían ser PZ. ¿Provocaría esa gente más agresiones sexuales?
—No sé cómo tratan a sus propias mujeres, pero los pocos que visitan mi bar, actúan como si las mujeres solteras fueran prostitutas—. Bull frunció el ceño. —Félix se encarga de servirles, no importa dónde se sienten los bastardos.
Obviamente, Bull los estaba observando.
 
Gabe casi se rio. Pobres bastardos. Ninguna persona cuerda querría molestar a Bull.
Gabe había aprendido desde el principio cuánto dolor podía causar su gran puño.
—Me alegra que los vigiles —Significaba que Audrey estaría más segura. Gabe le levantó la mano y besó sus dedos.
—Sabes, es un alivio escuchar que los imbéciles de esta tarde pertenecen a esa estúpida milicia de culto —De hecho, el feo sentimiento que había tenido desde que encontró a los hombres acosando a las mujeres había disminuido.
Bull y Caz parecían perplejos.
—Las PZ no son realmente parte de la ciudad —explicó Gabe—. Cuando pensé que los lugareños permitían que pasara algo así, me enojé.
—Lo entiendo —Caz asintió— ¿Quién quiere trabajar para crear algo bueno si los residentes no son...
—¿No valen la pena? —preguntó Audrey.
 
—Sí —Gabe se frotó el pecho. Se sintió como si una herida hubiera sido abierta.
—¿Quién puede decir quién es realmente digno, sin embargo? —Caz les dio una sonrisa irónica—. Yo dudo que mereciera la ayuda que recibí. Especialmente de Mako.
Gabe lo consideró. El sargento se había arriesgado con ellos, ya que todos actuaban más como ratas callejeras que como humanos. —Buen apunte.
—Eres igual que Mako, Gabe —dijo Audrey suavemente—. Le diste una oportunidad a Knox, a pesar de que dice que actuó como un imbécil.
Gabe besó la parte superior de su cabeza. Aparentemente, Knox confiaba en ella durante sus lecciones de lectura, ¿no? Gabe pudo haber soltado a Knox, pero era Audrey quien dirigía al hombre hacia un nuevo camino. Uno mejor
 
—Vamos a tener problemas con esa secta —dijo Bull—. No sé qué hace Parrish detrás de esas vallas, pero se asegura de no atraer la atención. Por eso no quiere nuevos negocios en el área.
—Lo siento por él —dijo Gabe.
 
—Hablando de negocios, ¿cómo va el alquiler? —preguntó Caz a Bull.
 
Disfrutando la forma en que Audrey apoyó la cabeza en su hombro, Gabe bebió su cerveza.
Al final de la ladera cubierta de hierba, el lago lamía su pequeño muelle. Antes Caz había sacado dos kayaks del almacén y los había atado en el lado izquierdo. El espacio para el hidroavión de Hawk todavía estaba vacío, lo que le dio a Gabe una punzada.
Su reunión tenía un agujero del tamaño de un halcón.
Cuando volvió su atención a la conversación, Bull y Caz estaban discutiendo. sobre el edificio vacío a dos puertas de Dante's. Bull tenía una oferta de un tipo que quería abrir una tienda de licores.
—No me gusta —dijo Caz—. No se lo alquiles, mano.
 
Con el ceño fruncido, Audrey inclinó la cabeza hacia atrás para susurrar: —¿Cómo puede Caz decir que no si el edificio pertenece a Bull?
Gabe besó sus dedos. —Mako nos dejó los edificios a todos en un gran paquete.
—¿Lo hizo? —Sus cejas se juntaron, luego se rio—
¿Dejas que todos en la ciudad crean que Bull es el único dueño para que reciba todas las quejas? —Se había dado cuenta rápidamente, ¿no? Gabe le guiñó un ojo.
—Es porque es el mejor con las finanzas —Caz sonrió—. Es verdad.
 
—Eres un mentiroso —dijo Bull—. Tienes razón, Ju…
Audrey. Ellos querían que yo lidiara con todas las molestias.
 
Gabe se rio entre dientes. —Demonios, sí.
A medida que la tarde crecía, sacaron sus instrumentos y la conversación dio paso a un intervalo de música.
Necesitó un poco de persuasión, pero Gabe hizo que Audrey cantara con ellos. Tenía una hermosa y clara soprano. Aún mejor, una vez que ella se relajó, él pudo ver el deleite en sus ojos.
Y el placer en las expresiones de sus hermanos. De vez en cuando traían a casa mujeres, no con frecuencia, pero ninguna encajaba como Audrey.
Caz hizo un rápido redoble de tambores para terminar la canción y se recostó. —Vi que Knox y Chevy están reparando las ventanas que rompieron en el B&B.
—Sí, están trabajando duro —Gabe resopló—. Sin embargo, estoy de vuelta en su lista de capullos desde que les advertí que haría cumplir los reglamentos de vertidos y de caza.
 
Ante la mirada burlona de Audrey, agregó: —Escuché rumores de que los dos no están interesados en seguir las reglas, especialmente cuando se trata de licencias de caza y pesca.
Ella sonrió. —¿Por qué no estoy sorprendida?
 
—Al menos el vandalismo se ha detenido. Buen trabajo, hermano —dijo Bull.


—Entonces, ¿cuál es el siguiente paso para atraer turistas a Rescue?
Audrey abrió la boca y luego la cerró.
 
Seguía siendo tímida, ¿no? La ternura se alojó en el corazón de Gabe. —¿Tienes algunas ideas para nosotros, Ricitos de Oro?
Caz y Bull pusieron sus instrumentos a un lado.
 
—Yo... sí. Entre el trabajo en la tienda y en la taberna, hablo con muchos turistas. Comentan lo que les gustaría ver o lo que les parece que falta.
—Perfecto. Oigámoslo, chica —dijo Bull.
 
La timidez se fue, ella expuso lo que había escuchado, punto por punto. Lógicamente. Concisamente.
Gabe la miró fijamente. Después de un segundo, se aclaró la garganta. —Eres asombrosamente buena para analizar estas cosas de negocios.
Ella se encogió de hombros. —Es lo que hago para vivir.
—De acuerdo entonces. La mayor demanda parece de ser más opciones de comida y alojamiento.
Bull se frotó las manos. —Las personas que quieran abrir restaurantes y B & B serán mi prioridad. He tenido consultas sobre el pequeño edificio del hotel, también. Suavizar el acuerdo para que eso se mueva.
—Audrey dijo que Rescue necesita alternativas recreativas además de ir de compras. Podríamos arreglar el parque junto al lago —dijo Caz.


—Eso sería genial —Ella frunció el ceño ante el lago—. He notado que los pescadores no siempre son hombres, y a menudo tienen a sus familias con ellos. ¿Quizás poner en un área de juegos?
—Perfecto —dijo Gabe—. Eso beneficiaría a los turistas y los residentes. Es bueno para todo el mundo.
—¿Qué tal publicidad para atraer a la gente? preguntó
Bull.
 
Caz frunció el ceño. —Sería mejor postergar el gasto
hasta que tengamos más infraestructura.
 
—De acuerdo —dijo Gabe.
 
—Sin embargo, los medios sociales son gratuitos. Podríamos intentar publicitar el nombre de la ciudad de esa manera —Audrey sacó su teléfono del bolsillo y lo sostuvo frente a ella.
—La gente se toma selfies todo el tiempo. Podríamos darles un sitio para selfies. Como los que tienen una estatua de un animal para tomar una foto.
—¿Cómo nos ayuda una persona fotografiada con un oso? —preguntó Caz.
—Si el oso tiene un letrero de —Ciudad de Rescue —a sus pies, tienes publicidad gratuita cada vez que aparecen fotos en Facebook e Instagram. Mientras embelleces Main Street, no pierdas de vista la creación de fotografías interesantes y etiquetadas.
—Maldición, eres buena —Bull sonrió—. Conseguiré una estatua de alce y pondré un cartel junto al lago con el logo de Taberna Bull's Moose.
—¿Supongo que no hay ningún edificio histórico? —
preguntó Audrey.
 
Caz sacudió la cabeza. —Lo más parecido sería la taberna Pearl's, pero se quemó en la Segunda Guerra Mundial. Bull's fue construido en el sitio original.
Bull se acarició la perilla. —Puedo dedicar un mural a la historia de la ciudad, especialmente a Pearl's.
—Buen plan —dijo Gabe—. Veamos si el consejo y las empresas quieren celebrar un festival o dos. Nos vendría bien algo para atraer a la gente de Anchorage entre las temporadas de pesca y esquí.
—Esperen, chicos. Hay mucho que recordar. Audrey desapareció en la casa y regresó con un bolígrafo y papel. Rápidamente enumeró sus ideas.
Gabe la miró atentamente. A él ya se le habían olvidado algunas de ellas. —Tienes una impresionante memoria, Ricitos de Oro.
—Sí, lo sé —Ante su respuesta indiferente, él sonrió. Llamarla hermosa la ponía nerviosa. ¿Señalar su inteligencia? Ningún problema.
Se inclinó sobre su hombro para mirar la lista que se alargaba, y cuando puso su brazo detrás de su espalda, ella se relajó contra él.
Y él sonrió porque, sin importar lo tarde que terminara la noche, ella estaría después en su casa, en su cama.
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Mensaje por evanescita Lun 21 Sep - 22:09

Joder cuanto avanzo...  Lectura #6  2020 Not a Hero - Cherise Sinclair - Página 4 202271086 mínimo me sacan tarjeta roja, y solo  lo deje por unos diítas?  jajaja bueno avanzare con algunos hasta que me ponga al día  Bye


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Lectura #6  2020 Not a Hero - Cherise Sinclair - Página 4 Empty Re: Lectura #6 2020 Not a Hero - Cherise Sinclair

Mensaje por martenu1011 Lun 21 Sep - 23:02

Creo que a muchas nos sucede eso, hablan de nuestra belleza y nos sentimos mal, dudamos, no creemos lo que nos dicen. Me encanta que en contraposición, cuando hablan de la inteligencia de Audrey, ella lo tome naturalmente.
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Mensaje por Tibisay Carrasco Lun 21 Sep - 23:16

Cuando hablan de inteligencia se siente orgullo, pero hablar de belleza si la persona es insegura se siente incomoda. Gracias por el capitulo


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