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Lectura #6 2020 Not a Hero - Cherise Sinclair

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Lectura #6  2020 Not a Hero - Cherise Sinclair - Página 3 Empty Re: Lectura #6 2020 Not a Hero - Cherise Sinclair

Mensaje por evanescita Mar 8 Sep - 9:50

Audrey tiene una suerte? Esos bastardos no tenían derecho a tocarla, que le pasa a esa gente? Menos mal que Gabe estaba ahí aunque Bull también habría hecho algo y aunque no la hirieron más de lo que ya está no merecía ese dolor. 
Y ahora que se están conociendo espero que surja un interés entre ambos porque se ven lindos juntos.

Muchas gracias.


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evanescita
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Mensaje por yiniva Mar 8 Sep - 12:21

Capítulo 7


Gabe la miró y vio que sus ojos brillaban de indignación.
Tenía un corazón tierno, ¿no?
 
Quedarse hasta que se calmara no era la tarea que él había pensado que sería. Julie era silenciosamente inteligente y dulce. Era un placer estar con ella.
—¿Estaba loco Mako? Oh sí. Era un supervivencialista paranoico, imaginando que el fin del mundo o una guerra era inminente.
—Oh, Dios mío —Volviéndose hacia él, puso una mano sobre su hombro, y se acercó lo suficiente, un pecho lleno presionando contra su costado. Sus labios rosados estaban ligeramente abiertos... y parecían suaves— ¿Estaban bien de chicos? ¿Te hizo daño?
¿Hacia cuanto tiempo que no disfrutaba de una mujer, y menos de una que se preocupara por él? La combinación de lo dulce y lo sexy era irresistible.
Antes de pensarlo bien, Gabe dejó su vaso, la levantó y la sentó en su regazo.
Oh, demonios, esto era un error. Su camiseta gastada y sus pantalones de chándal le permitieron sentir cada centímetro de sus exuberantes curvas.
Esa posición puso su cabeza ligeramente más alta que la de él. Sus ojos estaban muy abiertos y confundidos cuando le miró. Ella podría no ser virgen, pero él dudaba que tuviera mucha experiencia con los hombres.
—¿Qué estás…? —Señaló su posición— ¿Por qué hiciste eso? —Joder, le gustaban las mujeres honestas. Y las preguntas honestas.
—Esto es más cómodo para mirarte. Ahora puedes mirarme a los ojos —Pero su idiota testosterona lo estaba volviendo estúpido. La habían maltratado y herido—. Sí, me gusta tenerte en mi regazo, pero no voy a moverme, Julie — Esto era lo más lejos que podía llegar, ahora y probablemente siempre. Aunque maldita sea, era atractiva. Una piel tan, tan clara. Sus grandes ojos grises eran del color de la niebla en la mañana.
Y ella se había preocupado por lo que les sucedió a los niños dos décadas atrás.
—De acuerdo —Su voz era incierta, pero no se movió—.
Mako... ¿Fue bueno contigo?
 
—Lo fue —Tanto como pudo. En retrospectiva, Gabe se dio cuenta de lo perdido que había estado el sargento primero—. El sargento había sido militar de carrera y había dirigido a cientos de nuevos reclutas. Aun así, enfrentarse a cuatro chicos lo aterrorizó más que ninguna batalla.
La preocupación en el rostro de Juliette disminuyó.
 
Gabe observó las brasas rojas en la estufa de leña. —No tenía experiencia de cómo ser padre, o ser amable, pero él era justo. Honesto. Atento. Nos enseñó todo lo que sabía y nos crio para que nos valiéramos por nosotros mismos. Le debo todo.
Cuando levantó la vista, los ojos de Julie estaban húmedos, ofreciéndole a Mako las lágrimas que Gabe no había podido derramar.
Sus labios temblaron ligeramente mientras sonreía. —Me alegro de que lo tengas, entonces.
 
—Sí —Él extendió su mano detrás de su cabeza para atraerla hacia él, y se contuvo. No, idiota, nada de sexo. Eso no va a pasar.
Ella se mordió el labio y sus dedos se curvaron sobre su hombro. Un rubor le volvió mejillas de un rosado delicado.
Su polla se endureció.
 
Ah, diablos. Había tanta tentación que un hombre podía soportar y ceder no sería lo correcto.
—Será mejor que me vaya —Le sujetó sus caderas, planeando dejarla en el sofá.
 
 ***

—No —Audrey parpadeó, sin creer que había protestado, pero lo había hecho. Ella lo decía en serio. Iba a irse, y no quería que lo hiciera.
Por supuesto, el sexo no era especialmente tentador ya que no podía salir con un hombre sin tomar la iniciativa ella misma. Y generalmente estaba demasiado avergonzada para hacerlo.
Pero la presencia de Gabe la hacía sentir increíblemente segura. No quería estar sola. No esta noche. Las pesadillas ya estaban saliendo de los rincones sombríos. Podía escuchar sonidos desconocidos fuera de la cabaña, los que siempre le hacían revisar puertas y ventanas repetidamente.
Si hiciera el amor con Gabe - está bien, usa una terminología directa - follara con Gabe, tal vez él pasaría la noche. E incluso la abrazara.
¿Tener relaciones sexuales con alguien a cambio de afecto era una variante de la prostitución?
Ella le acarició el pecho con la palma de la mano, desconcertada por la sensación de sus músculos. —¿Por qué no... te quedas?
Cuando sacudió la cabeza, la humillación la golpeó como un vendaval. No la deseaba. Había malinterpretado su interés por completo, otra confirmación de lo que Craig había dicho sobre su ineptitud social.
Y, sin embargo, el calor acechaba en los ojos de Gabe, y el color de su rostro bronceado se había acentuado. Debajo de su cadera, sentía su gruesa erección. Eso era interés, ¿verdad?
—No creo que eso sea prudente, Julie.
 
Ante la irresistible ronquedad de su voz resonante, la excitación se apoderó de ella, dejando su piel demasiado sensible a su paso. Incluso el roce de su propio cabello contra su mejilla le resultaba tentador.
Le agarró de las muñecas para evitar que él la alejara y la sacara de su regazo. Era lo suficientemente fuerte como para moverla de todos modos. Si él quisiera.
Su velada invitación al sexo no había funcionado. ¿Qué hacían las mujeres cuando querían atraer a un hombre?
En las películas, las mujeres a menudo daban el primer paso. ¿Cómo? Oh sí. Agarrando el dobladillo de su camisa, se la puso sobre la cabeza, dejándose desnuda de la cintura para arriba.
Por un segundo se sintió increíblemente poderosa y sexy. El momento murió.
Ella no era sexy; era estúpida. Oh Dios, él se reiría de ella y...
En vez de eso, sus cálidas palmas callosas subieron y bajaron por la piel recién descubierta.
La emoción calentó su sangre. ¿Qué había provocado?
 
Ahuecando la parte posterior de su cabeza, la atrajo hacia abajo. Sus labios eran firmes como él mientras mordisqueaba la boca de ella.
Sorprendida, no se movió.
 
Con un sonido bajo, mordió su labio inferior, y cuando ella jadeó, él tomó posesión. Su técnica no tenía nada de gentil. Su beso fue tan directo y dominante como él mismo, y se vio obligada a responder.
Mientras la besaba, capturó un seno. Ella se sobresaltó, y él profundizó el beso, su lengua invadiendo en una demanda seductora, feroz.
Cuando el calor se apoderó de su piel, su cabeza flotó.
Abajo, en su vientre, todo se estaba derritiendo.
 
La palma de su mano en su pecho era dura, áspera, y la abrasión sobre su delicada piel le producía hormigueos.
Cuando gimió, él se detuvo, luego la agarró de los hombros y la movió un poco hacia atrás.
Ante su ceño fruncido, no pudo resistir pasar un dedo sobre sus cejas oscuras. Eran tan rectas con solo el más mínimo indicio de curva, como si dijera, sin pretensiones, sin juegos. La línea entre ellas creció, y él tiró de su cabello, haciéndola parpadear. —¿Escuchaste algo de lo que acabo de decir?
 
¿Había hablado él? —Oh. No.
 
—Joder —dijo en voz baja, antes de acunar su rostro suavemente. Sus ojos eran del azul del lago en el crepúsculo—
. Julie, aunque me encantaría estar muy adentro tuyo, no quiero nada más.
—No entiendo.
 
—No tengo relaciones —Ninguna sonrisa se mostró en sus ojos—. No te precipites pensando que esto es más que una noche. Cualquier cosa entre nosotros será sólo física.
—Oh, ya veo —El alivio ante su calificación estaba ribeteado con ilógica decepción—. Eso está bien, de verdad. No te quiero a ti.
Su mirada burlona la hizo reír. —No, te quiero, ahora mismo, pero yo ciertamente no quiero una relación ni ataduras ni nada.
Apareció el fascinante abanico de líneas junto a sus ojos.
—Supongo que me lo han dicho.
 
—Solo esta vez. ¿De acuerdo?
—Está bien —Le puso un brazo detrás de la espalda, uno detrás de las rodillas y se levantó con ella en sus brazos.
—Espera…
—Ricitos de Oro, no voy a follarte en esta pobre imitación de sofá —Cruzó la habitación, rodeó la cortina que ocultaba la esquina del dormitorio y la tendió en la cama, y la siguió hasta abajo. Sus dedos se enredaron en su cabello mientras le tomaba la boca otra vez, besándola sin pensar.
Después de un rato, se movió para acostarse a su lado. Cuando ella hizo un sonido de protesta, él pasó un dedo por su labio. —Soy demasiado pesado para ti —Se inclinó y la besó de nuevo.
Su corazón dio un toque de advertencia... porque, a pesar de su franco discurso y su cara severa, era más protector que cualquier hombre que hubiera conocido. A través de la cortina, la lámpara de la sala de estar proyectaba un tenue resplandor que agudizaba la aspereza de su ruda cara y oscurecía la sombra de la barba a lo largo de su mandíbula. Pasó su palma por su mejilla, sintiendo el rastrojo de la barba.
Él sonrió con pesar. —¿Te molestará?
Al contrario, se preguntaba cómo se sentiría en ... ciertos lugares. Como entre sus muslos No es que él haría eso, pero... Su rostro se calentó al darse cuenta de que él estaba observándola. —Umm. ¿No?
Sus ojos se iluminaron de risa de una manera que ella no había visto antes. —Vamos a comprobarlo. A ver si es un problema. Él bajó la cabeza y besó la curva entre su cuello y hombro. Sus labios aterciopelados contrastaban con el roce deliberado de su barbilla a continuación.
Oh Dios mío. Un placer desconcertante le puso la piel de gallina.
Sin detenerse, se movió hacia abajo. Su mano se cerró sobre un pecho, aplanándolo, mientras su pulgar rodeaba el pezón. —Qué rosa tan bonito. Como una rosa de Sitka.
Lamió un pezón, luego el otro, cambiando de un lado a otro, antes de que sus dedos arrugaran cada uno hasta un pico voluptuoso.
El hambre pulsaba en su torrente sanguíneo. Se le hincharon los senos y le dolía el coño deseando el mismo toque. Nadie había simplemente… jugado… con ella antes, pero parecía que se estaba divirtiendo. Su protesta murió.
Frotó su mejilla ligeramente sobre un pezón sensible, haciéndola jadear ante el inesperado escozor, tan diferente de su lengua aterciopelada. Cuando sus labios se cerraron sobre el pezón, su boca estaba caliente y húmeda.
Calmante, pero... no. Cuando chupó, una oleada de exquisito placer hizo que arqueara la espalda, empujando sus senos hacia arriba obtener más.
Su risa fue un retumbante estruendo. —No parece que te importe el rastrojo de barba —Cambió de un lado a otro entre sus senos hasta que estaban apretados e hinchados y extremadamente sensible al toque más ligero.
—Eres divertida, Ricitos de Oro —murmuró.
 
 ***

Maldición, ella era hermosa. Algo insegura, pero deliciosamente honesta. Y tan sensible como un sueño.

Sentándose a su lado, se quitó la camisa y sujetó la cintura de sus pantalones de chándal para quitárselos.
Un sonido bajo salió de ella. La consternación llenó su rostro.
Oh. —Tranquila, Julie —Él dejó caer su mano y se recostó a su lado, apoyándose sobre un codo. Acunó su rostro, puso su pulgar debajo de su barbilla y levantó la cabeza para que poder ver sus ojos llenos de lágrimas.
—¿Qué pasa, cariño? ¿Debemos parar ahora?
—¿Qué te pasó? —La voz de ella tembló.
 
—¿A mí? —Él frunció el ceño— ¿Qué quieres decir?
 
Con un dedo tembloroso, trazó las marcas de bala del año pasado en su hombro, luego las más viejas en sus brazos, hombros y torso. Cicatrices de metralla, cuchillos, una mordedura de perro, disparos, alambre de púas. Ella encontró el lugar feo en sus costillas de un tocón de aliso irregular en el que había caído durante una pelea con Bull.
—Estas son... Mira todo esto. ¿Qué te pasó? —El horrorizado y angustiado borde de su voz era extrañamente conmovedor.
Y joder, le encantaba su franqueza. Mucho mejor que las mujeres que fingían no darse cuenta. —Algunas las obtuve en combate cuando estaba en el ejército. Algunos más en la policía —le dio una sonrisa amarga—. Que es otro tipo de guerra.
—Oh, Gabe —Ella sacudió la cabeza con los ojos húmedos—. Yo hubiera renunciado después de la primera herida.
De alguna manera, lo dudaba. Después de todo, ella planeaba regresar a la taberna mañana. La chica tenía agallas.
Y su simpatía le preocupaba muchísimo. Porque a él le gustaba.
Él debería irse.
De todos modos, cuando ella lo bajó para besarlo, él no se resistió. Demonios, se lo permitió, y luego retomó el control, disfrutando la forma en que su respiración se aceleró al acariciar sus senos. Senos perfectamente redondeados.
—Gabe —Ella lo detuvo para poder susurrar—. Yo... eh... no he hecho esto en un largo tiempo.
—Ha pasado un tiempo para mí también —Desde antes de que le dispararan, de hecho. Rodeó una punta rosada con su dedo—. Veamos si puedo recordar cuál es el siguiente paso del proceso.
Su pequeña risa lo hizo sonreír.
 
Su dolorosamente erecta polla sabía lo que quería después. Pero ningún hombre con un el cerebro en funcionamiento seguiría el consejo de su polla.
Sus pantorrillas estaban dulcemente curvadas. Moviendo su pierna izquierda, él se acomodó entre sus muslos y se inclinó.
¿En serio? La miró y levantó una ceja. —No me afeito. A los chicos no les gusta eso.
Joder, ella era linda. —Algunos lo hacen, otros no — Tratando de no reír, retiró los obstáculos de su camino, colocó sus brazos a los costados y le dio la mirada intimidante que un policía dominaba rápidamente—. Quédate así, o sacaré mis esposas.
Su boca se abrió, pero sus brazos permanecieron a sus costados... y se sonrojó.
Pensar en ella con las manos esposadas era muy tentador. Él le apretó las muñecas con aprobación. —Muy bien.
 
Obstáculos eliminados, él se acomodó entre sus piernas y abrió sus pliegues. Las cosas por las que una mujer se preocupaba. Como si un hombre no pudiera apartar algo de su camino, ya sean criminales o manos delicadas... o labios.
En la parte superior de su coño, su clítoris era una perla rosada, brillante y húmeda, ya hinchada y rogando por su boca.
 
Perfecto. —Voy a hacer esto duro y rápido, pequeña cheechako, ya que ha pasado un tiempo para los dos. Más tarde, iremos despacio.
 
 ***

Cuando lamió su coño, la explosión de gloriosa sensación casi envió a Audrey fuera de la cama. —Oh, Dios.
Su inesperada risa masculina derritió cada hueso de su cuerpo, incluso cuando sus burlas tensaron sus músculos. Su lengua comenzó un baile íntimo con su clítoris, dejándola sin aliento. Luego puso su mejilla sobre el interior de su muslo, raspando su sombra de barba sobre su tierna piel. Su pierna se sacudió, y él apoyó su peso contra ella y lentamente estiró su abrasivo mentón por su muslo, hacia su coño.
Sus músculos se tensaron. Y cuando llegó a la cima, la lamió y devolvió el sensible nudo a su boca.
El ruidoso gemido que se le escapó la sobresaltó.
Para cuando repitió el patrón del otro lado, su clítoris estaba apretado y palpitaba de necesidad.
Cuando él levantó la cabeza, ella no pudo reprimir una protesta. Más.
Después de estudiarla por un largo momento, él sonrió. Siguió observándola atentamente, lentamente apretó un dedo dentro de ella.
Su coño ya estaba palpitando, y la penetración despiadada conmocionó sus sentidos con placer. No podía pensar, no podía moverse. Cada célula de su cuerpo se concentró en la sensación de su dedo mientras se movía dentro y fuera.
—Estás apretada, pero puedes llevarme —Añadió otro
dedo.
 
Cuando él empujó sus dedos, ella sintió que su cuerpo
se estiraba ligeramente. Un temblor la atravesó.
 
Agachando la cabeza, cerró la boca alrededor de su clítoris. Cuando su lengua se movió sobre la protuberancia y chupó ligeramente, sus dedos aumentaron la velocidad, empujando más rápido. Ella nunca se corría a menos que usara su propia mano, pero esta vez...
Su coño se apretó alrededor de la intrusión, sus caderas se inclinaron, y la presión interna creció con cada toque, cada empujón, cada deslizamiento de su lengua sobre su clítoris. Iba a hacerla correrse. ¿Quería esto? —Yo no... —No cedió, no frenó.
 
Sensación     sobre      sensación,     tan      imparable, construyéndose más alto.
Y todo dentro de ella estalló.
—Oooooh —Un placer irresistible quemó sus venas en un abrumador flujo de lava, una ola furiosa tras otra.
Mientras ella jadeaba por aire, él sujetó sus caderas hacia abajo, lamió sobre ella, enviando nuevas emociones apresuradas a su sistema.
Poco a poco, los espasmos disminuyeron. El rugido en sus oídos disminuyó.
—Eso fue jodidamente hermoso —Levantándose, presionó un beso firme en sus labios.
Ella podía saborearse a sí misma.
 
—Yo... —¿Qué podría decir ella? ¿Era apropiado dar las gracias?
Recostándose, sacó un condón de su billetera, abrió sus vaqueros y se enfundó él mismo.
Ella tuvo un momento para pensar, él es terriblemente grande, antes de que su polla estuviera en su entrada.
Poco a poco, se abrió camino, lo suficientemente grande como para sentir el ardor mientras su núcleo se estiraba para acomodarlo.
Su coño seguía contrayéndose a su alrededor en nuevas explosiones de placer.
Con cuidado, se bajó sobre ella, apoyando una mano al lado de su hombro para mantener la mayor parte de su peso fuera de sus doloridas costillas.
Deteniéndose, evaluó su expresión. Su sonrisa parpadeó y frotó su mejilla sobre la de ella. —Espera, Rubia—.
Mientras hablaba, presionó, el avance implacable la estiraba imposiblemente completo. La sensación de ser... tomada... la sacudió hasta la médula. Posesión. Sin elecciones, sin preocupaciones, sin decisiones.
Y entonces él estaba dentro. Muy caliente y grueso.
Oh Dios. Ella jadeó cuando nuevas ondas de placer la atravesaron.
—Te sientes increíble —Muy lentamente, él se echó hacia atrás y presionó de nuevo—. Pon tus brazos alrededor de mi cuello, Julie.
La piel sobre sus hombros estaba satinada y estirada sobre rocas de músculos muy duros. Un trozo de tejido cicatrizado con relieve era una prueba palpable de que era un guerrero.
Él se echó hacia atrás, empujando hacia adentro. Cada deslizamiento lento de su eje envió calor a través de sus sentidos.
Los ojos de él estaban ligeramente entrecerrados, su mirada en su rostro.
Con cada empuje controlado, su pelvis frotaba su clítoris exquisitamente sensible, estableciendo una cadencia pulsante en su centro. Impotente, ella se apretó alrededor de él.
—Eso es —murmuró... y aumentó el ritmo.
 
Su cuerpo se tensaba más y más, la presión aumentaba. Oh, oh, oh. La oleada de su inminente clímax fue tan fuerte, tan aterradora que gimió.
Ella lo escuchó susurrar: —Agárrate a mí, dulzura —y mientras se aferraba a sus anchos hombros, llegó.
Ella se corría tan fuerte que cada célula de su cuerpo se unía a los fuegos artificiales del placer.
Cuando sus caderas se levantaron, él se estrelló contra su clítoris en una punzada de placer brutal. Un gemido salió de ella.
Luego, con un gruñido bajo, él presionó, tan grande y profundo dentro de ella, y podía sentir la sacudida de su eje.
 
 ***

Cuando sus músculos se relajaron, Gabe se movió lo suficiente como para acostarse al lado de Julie. La dulzurade la liberación hervía a través de su cuerpo. Sí, había pasado mucho tiempo.
Apoyando la cabeza en su mano, sonrió al ver el color rosado que corría de sus pechos a su cara.
Tenía los ojos cerrados y su respiración aún era rápida, sus labios enrojecidos por los de él. Besos. Maldición, ella era tocable, y él no pudo resistirse a acariciar su piel sedosa.
Debajo de su palma, sus senos todavía se sentían tensos e hinchados, aunque sus pezones se estaban ablandando.
Como su polla. Con una maldición tácita, se levantó de la cama.
Después de usar el baño de ella para limpiarse, frunció el ceño en el espejo. ¿Debería irse ahora?
Debería. Había muchos menos malentendidos si un hombre se iba después del sexo.
Pero… no. Ella había tenido una tarde difícil antes, y, con límites de relación o sin ellos, él no arriesgaría hacerla sentir peor con un “gracias, señora”. Así que se desnudó por completo.
Cuando salió del baño, ella ya se había metido debajo de las sábanas.
Al verlo, le dirigió una sonrisa vacilante y levantó la sábana. Sí, ella era una dulzura.
Arrojó sus vaqueros al suelo y se unió a ella, Con cuidado la acomodó a su lado, para que su cabeza descansase en su hombro. La forma en que se acurrucó más cerca y dio un suspiro de satisfacción y lo hizo sonreír.
Horas después, se dio cuenta de que se había quedado dormido.
Y que su mano estaba ahuecada alrededor de un pecho dulcemente regordete. Vaya manera cojonuda de despertarse.
Bueno, él había dicho que “más tarde” podrían ir despacio. Parece que había hecho una promesa que debería cumplir.
Y todavía tenía dos condones más en su billetera.
 
Estirándose, deslizó un dedo en su humedad y sobre su clítoris. Solo un toque al principio. Muy gradualmente, la despertó, aumentando la presión y los golpes, y era tan receptiva que ya se corría antes de despertarse por completo.
—¿G… Gabe? —Su espalda se arqueó, y sus caderas se doblaron bajo su brazo.
—Hum, eso estuvo bien —frotó su mejilla en su cabello, inhalando la ligera fragancia a limón de su champú... y los aromas de mujer y sexo. Cuando movió su mano para tomar un   seno,  pudo   sentir   su   corazón  martilleando  con   su liberación.
Como jugar con ella lo tenía más duro que una piedra, la hizo rodar, la puso sobre los codos y las rodillas, se enfundó y se deslizó dentro de ella por detrás.
Mierda. Su coño resbaladizo se cerró alrededor de él como un puño caliente, y su agarre en sus caderas se apretó. Deteniéndose para recuperar el control, la rodeó con un brazo y volvió a poner sus dedos sobre su clítoris.
Cuando él comenzó a frotar el paquete de nervios, ella gimió. Sus caderas se movieron irreprimiblemente, haciéndolo sonreír, y maldita sea si su control no se disparó, así como así.
Demasiado lento.
Él levantó sus caderas para una mayor penetración y la tomó con impulsos, sin piedad. Un segundo antes de perderse desaceleró lo suficiente como para volver a provocar su clítoris, empujándola hacia otro orgasmo.
Y cuando su coño lo apretó con pulsos rítmicos, él se corrió violentamente.
Sentir sus estremecimientos post-orgásmicos fue increíblemente satisfactorio por sí solo. Maldición, ella era divertida.
Esta vez, cuando regresó del baño después de deshacerse del condón, se rio entre dientes. Esta vez no se escondía debajo de las mantas. No, yacía flácida y saciada.
Simplemente hermoso.
 
Mientras caminaba hacia la cama, frunció el ceño. Durante el sexo de anoche, había estado concentrado en sus curvas, sus senos, su coño.
Ahora su cabeza estaba lo suficientemente clara como para ver... daños.
Había un leve hematoma en su muslo, el contorno era claramente una marca de bota. Alguien le había pisoteado la pierna.
Su brazo derecho, cubierto por su pecho, mostraba pequeños puntos amarillos, los restos de un apretón de castigo.
Encima de eso había una delgada cicatriz rosa. Sabía muy bien qué aspecto tenía una herida de cuchillo.
¿Sexo pervertido?
 
Improbable, a pesar del hecho de que tenía la sensación de que ella disfrutaría sometiéndose a un amante. Pero dijo que no había tenido relaciones sexuales recientemente. ¿Una mentira? La gente mentía todo el tiempo (el cinismo era un efecto secundario de una carrera policial), pero dudaba que hubiera mentido sobre esto. A menos que su último amante fuera del tamaño de un lápiz, no la habían tomado durante bastante tiempo.
Alguien la había golpeado. Su mandíbula se apretó hasta el punto del dolor. Golpear a cualquier mujer era un error, pero lastimar a alguien tan dulce era… No tenía palabras.
Sentado en el borde del colchón, trazó la marca en su muslo y estudió su torso. En sus costillas, una línea roja del borde de la mesa de anoche cruzaba moretones viejos de color amarillo-marrón. Otra sombra en su vientre suavemente redondeado podría deberse a un puñetazo o patada en el estómago. —Jesús, el bastardo realmente te hizo daño.
Cuando levantó la vista, ella lo estaba mirando con preocupación en sus ojos. Sus músculos estaban tensos.
—Dime que el gilipollas fue arrestado.
 
—Yo... no quiero hablar de eso —Ella miró hacia otro
lado.
 
Gabe frunció el ceño en otro punto de su cadera y luego
cogió su barbilla, obligándola a mirarlo. —Dime que está tras las rejas, Julie.
—Está tras las rejas —Su voz salió bruscamente. Sus ojos decían que le había mentido directamente a su cara.
Respirando por la nariz, Gabe la soltó. La ira se agitaba incómodamente en sus entrañas junto con la decepción. Y él era un idiota. Acababan de tener sexo, sí. Ella lo había recibido dentro de su cuerpo, sí. Eso no significa que confiara en él.
Demonios, no él confiaba en ella.
 
Pero, Dios, odiaba a los mentirosos. Le dolía el hombro bastante como para recordarle lo que les pasaba a los crédulos idiotas. Trató de luchar contra el sentimiento injustificado de traición y se rindió. No hay necesidad de seguir siendo un idiota.
 
Se levantó. —Debería irme.
—Oh. De acuerdo. Por supuesto.
 
Después de vestirse, se volvió para mirarla.
 
Estaba sentada en la cama, mirando hacia la noche negra. Las sábanas estaban envueltas a su alrededor de una manera que indicaba que se protegía de él.
La barrera visible hizo que le doliera el pecho. ¿Qué demonios le había pasado a sus defensas?
Se acercó más. Tal vez podrían hablar. Trabajar a través... lo que sea que fuera —Julie.
Ella no respondió.
Alzó la voz. —Juliette —Ella se sacudió y se volvió. Fue una revelación. —Ese no es tu nombre, ¿verdad? Su rostro le respondió.
Sí, vale, ya había terminado. —Que tengas un buen día... cómo te llames.


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Mensaje por Guadalupe Zapata Mar 8 Sep - 13:30

Acercamiento y desencuentro, ay.
Guadalupe Zapata
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Mensaje por evanescita Mar 8 Sep - 21:53

Chispas! y tan bien que la habían pasado jajaja orgasmos everywhere, que mal con toda esa  situación pero que puede hacer Audrey si recién se están conociendo, ojalá pudiera confiar en Gabe y contarle, le ha demostrado que es un buen tipo, ademas del sexo alucinante jajaja debería darle una oportunidad.

Muchas gracias.


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evanescita
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Mensaje por martenu1011 Miér 9 Sep - 3:35

Qué ganas de arruinar el momento, Gabe!
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Mensaje por yiniva Miér 9 Sep - 11:24

Capítulo 8

Cuando sonó la alarma, Gabe silenció la maldita cosa con una maldición y entrecerró los ojos ante la brillante luz de la mañana. Su habitación en el segundo piso daba a la sala de estar, y no había cerrado las puertas correderas de madera que le daban algo de privacidad. La luz del sol fluía a través de las enormes ventanas de abajo hacia su habitación.
Infierno. Después de estirarse, salió de la pieza. Desnudo, pero no era como si alguien pudiera verlo. Mako había insistido en comprar suficientes acres para que el Hermitage estuviera lo más aislado posible, sin dejar de estar cerca de la ciudad. Costó algunos dólares llevar la electricidad a este lado del lago, pero incluso el sargento había admitido que disfrutaba de la comodidad.
Apoyado en la barandilla, Gabe miró hacia abajo y luego hacia afuera. El lago estaba enterrado en una niebla gris oscura… el color de los ojos de Julie.
Su boca se torció. Bienvenido a una nueva mañana horrible. Pese a que su hombro se sentía mejor, ahora su conciencia tenía un dolor que el masaje no aliviaría.
Claro, la Sra. Juliette Wilson había mentido sobre su nombre y probablemente sobre otras cosas. Las mentirosas lo enojaban hasta el enésima potencia, especialmente cuando se trataba de una mujer. Seguramente podría dar las gracias a su exesposa por eso.
Aun así, podría haberlo manejado mejor anoche. Frunció el ceño ante la urgencia de retirarse al bosque.
Lejos de las personas que hacían todo lo que querían sin preocuparse por a quién lastimaban en el proceso.
Y ahora él había lastimado a alguien, había visto su cara cuando se fue, y, aunque ella era una mentirosa, aun así se sentía como una mierda. Por lo que sabía, la chica de ciudad tenía una muy buena razón para estar en Alaska y mentir.
Demonios, la gente se mudaba a Alaska constantemente y cambiaba de nombre, escondiéndose de su pasado. Empezar de nuevo. Bull, Caz, Hawk y él habían hecho lo mismo.
Sí, había reaccionado de forma exagerada.
 
Con un suspiro, entró en la gran ducha de azulejos del baño principal que había instalado con su primer sueldo de mercenario.
Cuando el agua casi hirviendo golpeó su espalda, los músculos agarrotados comenzaron a relajarse. La civilización tenía algunas recompensas, después de todo. Maldita sea si no había añorado la fontanería interior y el agua caliente el invierno pasado.
Mientras se lavaba, percibió leves notas de un ligero aroma picante. Julie, o como se llamara.
Maldita sea.
 
Después de una afeitada y ropa limpia, bajó a la cocina y preparó una taza de café negro fuerte. Con ella en la mano, salió a la terraza del lago y se apoyó en la barandilla.
La temperatura estaba unos pocos grados por encima de cero, nada mal. Eran casi las 7 am, un par de horas después del amanecer. En las aguas poco profundas del lago, un alce desayunaba los primeros hierbajos. Con lenta gracia, dos cisnes trompetistas se deslizaron más allá del muelle, agitando la niebla, antes de posarse en el agua. Probablemente tenían un nido cerca.
Era primavera, después de todo. Dio un resoplido adusto. Bah, tonterías. Y sin embargo...
Había luchado contra los insurgentes en el desierto, vigilado en el hedor contaminado de la superpoblación de Los Ángeles, y pasado los últimos años dentro y fuera de las junglas húmedas de América del Sur.
La primavera en Alaska tenía que ser la época y el lugar más hermoso del planeta.
Tomando un sorbo de café, se puso de pie y observó cómo la niebla se disipaba mientras el mundo cobraba vida.
A su derecha, podía ver el semicírculo de las otras cabañas, de diseño similar. La suya estaba en el lateral izquierdo, luego las tres casas de sus hermanos, y finalmente estaba la cabaña vacía de Mako en el otro extremo de la U. Los dos acres cerrados contenían un corral, un jardín, un patio y un cenador.
La otra noche, cuando él, Bull y Caz usaron la parrilla, había estado esperando los comentarios bruscos de Mako. Su muerte había dejado un gran agujero. —Maldita sea —dijo Gabe en voz baja—. Te extraño, Sargento.
En el gallinero, el gallo vio a Gabe y cantó en desafío. Caz lo había comprado junto con unas gallinas a un preparacionista que se mudaba a Misuri. Los inviernos de Alaska, no eran para los pusilánimes.
En los últimos días, Gabe había trabajado en la reparación del gallinero para mantener alejadas a las comadrejas. Esta tarde, su día libre, comenzaría en el jardín. Había algo tranquilizador en plantar, tenía que admitirlo. Baumer se ofreció como voluntario para trabajar en los turnos de viernes a domingo, así que Gabe tenía los días entre semana y la policía estatal cubriría el resto.
Hasta que las cosas estuvieran bajo control, Gabe estaría trabajando mucho más que a tiempo completo.
Unos minutos más tarde, Gabe sacó el Jeep del garaje y accionó el control remoto para cerrar la puerta del garaje, luego sonrió. La idea de Mako de la alta tecnología había sido una cafetera, y el paranoico viejo sobreviviente hubiera preferido las cabañas sencillas con pequeñas ventanas del tamaño necesario para un francotirador. Casi se había convertido en una guerra. Gabe hubiera estado maldito si renunciaba a la hermosa vista del lago y las montañas. Para mantener la paz, pusieron persianas que pudieran cerrar las enormes ventanas, cercas eléctricas entre las cabañas para que el complejo fuera a prueba de osos y alces, y utilizaban una bomba solar y a pilas en el pozo.
Cuando se cortó la electricidad hace unos años, habían estado calientes, secos y alimentados... gracias a la previsión de Mako.
Gabe sonrió. Fue entonces cuando descubrieron que Mako había excavado las bodegas debajo de cada cabaña, creando un largo túnel que las unía todas en caso de guerra. Mientras Gabe conducía por el pequeño camino de grava, sacudió la cabeza con cariño. El sargento había sido un bastardo paranoico.


En la intersección de Lake Road y Swan Avenue, disminuyó la velocidad al pasar los alquileres de Dante.
Las luces estaban encendidas en casa de Julie.
 
Maldita sea. Cuando llevó a Julie a su casa la noche anterior, pensó en llevarle las llaves para que pudiera traer su auto del bar. Hasta ahí las buenas intenciones.
Después de abrir la estación de policía y preparar café, revisó el registro.
El oficial Baumer había tomado los informes de los testigos de la gente en el bar, pero no había localizado al imbécil que abofeteó a Julie. Parecía que el hombre se había ido de la ciudad.
Gabe gruñó.
No había nada particularmente interesante en el registro.
Un alce muerto por un camión. Baumer había llamado a la Federación de Alces de Alaska31 para entregarlo al siguiente nombre de la lista. Alguien tendría mucha carne este año.
 
Un borracho se había unido a la serenata de un grupo de gatos a una gata en celo. Aparentemente, el vecino más cercano no estaba impresionado con la música. Tal vez debería haber una infracción llamada ebriedad y disonancia, así como existía ebriedad y desorden público.
Baumer había escrito que unos pocos clientes insatisfechos crearon un alboroto cuando Bull cerró el bar a las 2 a.m. Según la ley de Alaska, el lugar podría permanecer  
abierto hasta las 5 am. Gabe sonrió. A su hermano le gustaba dormir demasiado para permanecer abierto hasta altas horas de la mañana.



31 La Federación de Alces de Alaska (Alaska Moose Federation) recoge los cuerpos de alces atropellados para organizaciones benéficas que luego usan su carne.
 
Los ruidos fuertes de staccato hicieron que Gabe se pusiera de pie, con el corazón palpitante. Agarrando su pistola a tope, exploró la habitación. Espera, no, no son disparos.
Alguien estaba golpeando la puerta de atrás. —Gabe,
¿estás ahí? —Baja el arma. Gabe exhaló, largo y lento, y fue a abrir la puerta.
—Hola, muchacho —Dante entró seguido de dos adolescentes que llevaban una caja larga. El hombre señaló el centro de la oficina—. Ponedlo en el suelo, allí y traed el resto.
Después de que los chicos trajeron varias cajas más, Dante les pasó algo de dinero. y los despidió. Le dijo a Gabe:
—Estaba aquí cuando la comisaría cerró y me hice cargo del material. Supuse que querrías recuperarlo.
Gabe se apoyó contra un escritorio y miró las cajas. Eran del tamaño adecuado para... —¿Las armas?
—Sí.
 
Cuando levantaron las tapas, se reveló una variedad de armas y municiones. Pistolas, rifles, escopetas.
Dante señaló dos escopetas de calibre 12 y dos rifles AR- 1532. —Esos eran asunto del departamento. Los oficiales usan sus propias pistolas personales, no están aquí. Todo lo demás es mierda que el departamento confiscó a lo largo de los años.
—Está bien. Esto ayudará al presupuesto —La munición tendría alrededor de un decenio de antigüedad. Podría estar bien dependiendo de dónde hubiera estado almacenada, pero lo comprobaría y haría un pedido nuevo. Las balas de goma para la escopeta serían útiles para la fauna silvestre—. Gracias Dante. ¿Alguna otra sorpresa bajo la manga?

32 AR-15 es un fusil semiautomático de asalto.

—Una grande, sí —Dante se acomodó en una silla al lado de la cafetera—. Algo que Sarah y yo arreglamos. El consejo nos designó para preparar y supervisar a la policía —El viejo sonrió—. Debes estar agradecido; casi tienes a Parrish vigilando tu hombro. Pero como votó en contra de reabrir la comisaría, no recibió supervisión directa.
—Parrish... ¿El reverendo Parrish? —Dante se sirvió una taza de café—. Sí.
—Lo vi en la cafetería el otro día. Interesante ver un clérigo armado.
Dante tenía una rasposa risa distintiva. —Ese ‟clérigo
es el fundador de los Patriotas Zelotes.
 
Que...? ¿Te refieres a alguien como David Koresh?33
¿Paramilitares religiosos antigubernamentales?
 
—Sí.
 
—Oh, maravilloso —Gabe se frotó la nuca.
 
—Mira, ¿no te alegra que Parrish no esté a cargo de la comisaría?
—Tienes mi eterna gratitud.
 
Fanáticos. Rescue tenía fanáticos armados, incluyendo uno en el consejo municipal. Gabe sacudió la cabeza. — Entonces, ¿Cuál es la gran sorpresa que Sarah y tú preparasteis?
 
33 David Koresh fue el líder del grupo religioso 'La Rama de los Davidianos', quienes le consideraban un profeta de Dios. Murió como consecuencia de una redada.
 
—Debería llegar hoy. Sarah tiene amigos en el Departamento de Policía de Anchorage, y nos ayudaron a alquilar un vehículo policial. Un SUV con tracción en las cuatro ruedas para afrontar con nuestros caminos de mierda. Nada elegante, sobre todo equipo estándar con algunos extras que recomendaron los amigos policías de Sarah.
Gabe comenzó a sonreír. Las cosas estaban mejorando.
—Sin marcar o…
 
—No. Blanco y negro. Luces y sirenas, jaula en la parte de atrás. Cosas divertidas. Dante sonrió.
—Que me parta un rayo. Esas son realmente buenas noticias. Gracias —Los turnos de él y Baumer sólo se solapaban los viernes, así que un coche era suficiente—. Realmente necesitábamos un vehículo oficial.
—Un hombre necesita las herramientas para hacer el trabajo. Vamos a guardar tus armas—. Dante se puso de pie con un gemido. —Por cierto, oí que pintaron con espray la nueva tienda de artesanía.
—Bueno, demonios —Después de que él y Dante guardaron las armas en la cámara acorazada, él sacó al Okie34.
Ni quince minutos más tarde, el nuevo coche patrulla fue entregado.
Y maldita sea, el Ford Police Interceptor35 estaba bien equipado.
Tenía que sonreír porque se sentía como ... como cuando Mako los llevaba a todos a la ciudad para conseguir provisiones. Tan jodidamente emocionante.
34 Un Okie es un residente, nativo de Oklahoma.

35 Los automóviles Ford Police Interceptor son variantes de automóviles policiales de los automóviles fabricados por Ford Motor Company.


 
Además de los suministros normales de los vehículos, el cajón del área de carga tenía equipo policial como chalecos antibalas, kits y bolsas de pruebas, lona amarilla y cinta de policía.
No había ambulancia en la ciudad, así que no le sorprendió ver suministros de primeros auxilios como un kit para abrir un coche, un extintor de incendios, un botiquín de primeros auxilios, mantas de emergencia, guantes de látex y un desfibrilador portátil. Como esto era Alaska, el equipo para el mal tiempo era esencial, y el coche estaba equipado con calentadores de mano químicos, linterna pesada, comida de emergencia y agua. También había suministros para accidentes de carretera: cinta métrica, traje para materiales peligrosos, cortadores de pernos, conos de tráfico, bengalas y chaleco, alcoholímetro y pala.
Buen trabajo, Dante y Sarah. Lo habían hecho bien por
él.
 
Gabe  agregó  munición  extra  y  una  caja  de papeleo,
guardó el AR-15 y la escopeta en el estante interior, y se subió.
 
Jesús, incluso tenía ese olor a coche nuevo, junto con el olor característico del aceite para armas. Le tomó un segundo borrar su gran sonrisa y poner una expresión seria y apropiada de jefe de policía en su cara mientras se retiraba y salía de la ciudad.
Condujo por las carreteras secundarias por un tiempo antes de regresar a Main Street.
Y ahí estaba la pintada.
 
Las llamativas letras rojas “VETE A TU CASA” estaban pintadas en una tienda de color amarillo pálido.
La ira hirvió en sus entrañas.


Mako había comprado este edificio el año pasado, y Bull acababa de arrendarlo a un par de hermanas de Juneau. Planearon abrir una galería de arte y una tienda de artesanías, especializada en productos creados en Alaska. Seguro que no merecían este tipo de mierda.
Gabe colocó el SUV en una plaza de aparcamiento diagonal y se dirigió a la tienda.
Al verlo venir, una mujer robusta de cabello castaño salió a toda velocidad. Una colcha decorada con osos, alces y águilas calvas estaba apretujada en sus brazos. Ella estudió la camisa de su uniforme por un momento. —Oh, excelente. Debes ser el nuevo jefe de policía.
Extendió   su    mano.    —Soy   Gabe    MacNair.   Sra.
Johannsen, ¿no es así?
 
—Señorita. O incluso mejor, Glenda —hizo un gesto hacia la pintura en aerosol— ¿Ves lo que hizo alguien?
—Ya veo —Su mandíbula se apretó. Era mucho esperar que una presencia policial local desalentara el vandalismo.
Por el contrario. Parecía como si el imbécil se estuviera burlando de la policía.
Y de los negocios.
Las dos nuevas propietarias tenían más de cincuenta años, ambas divorciadas, ambos muy trabajadoras. empresarias y artistas también. En Juneau, una tenía una galería de arte, la otra una tienda de artesanía. ¿Qué clase de gilipollas se mete con mujeres como éstas?
La pintura roja era chillona, los sentimientos claros. — Alguien o bien no está contento con el aumento de turistas o bien odia ver el cambio en la ciudad.


Ella dio un resoplido de disgusto. —Demasiado tarde ahora. Deberían haber impedido que la estación de esquí abriera si les molestaba tanto.
—Demasiado tarde para volver a poner el corcho en esa botella. Veré si Bull puede darme un trabajador de la construcción para volver a pintar tu tienda.
—Eso sería maravilloso.
 
Y recomendaría que el fideicomiso de Mako cubriese el costo. No es que él se lo fuese a decir a Glenda. Caz y él querían que Bull siguiera siendo el líder del fideicomiso. Ayudaba que muy pocas personas hubieran conocido a Mako o supieran de sus hijos.
Aunque el ceño de Glenda había desaparecido, una línea apareció entre sus ojos. —¿Crees que el vandalismo seguirá ocurriendo?
Desaparecido su optimismo, miró el graffiti. —Así parece. Sin embargo, planeo instalar algunas cámaras de seguridad —Gabe hizo un gesto hacia la farola frente a la tienda de Dante—. Cubriremos áreas de alto riesgo, incluida su tienda. Nadie supervisará en tiempo real, pero deberíamos poder identificar al culpable.
—Eso es muy tranquilizador. Gracias Gabe.
 
Después de un momento de desconcierto, regresó a la patrulla. Ningún civil en una ciudad lo llamaría por su nombre de pila. Pero le gustaba bastante la informalidad de Glenda.
Una pena que no estuviera tan familiarizado con los pueblos pequeños. Al crecer, no habían sido parte de la vida del pueblo. Mako los había llevado a Seward solo unas pocas veces al año para hacer compras, ir la oficina de correos o exámenes de educación en el hogar.


Cuando comenzó a desbloquear el coche patrulla, un grito llamó su atención.
Volviéndose, se echó a reír.
 
Un alce se paseaba por la avenida Grebe. Después de cruzar Main, se detuvo para mordisquear un árbol joven.
Solo en Alaska...
 
Fuera de la cafetería, tres turistas se movían de un lado a otro con entusiasmo.
—¡Un alce! ¡En la propia la ciudad!
Un par de veteranos que se dirigían al supermercado se detuvieron, probablemente con la esperanza de ver una sangrienta batalla de humano contra alce.
Atraídas por la conmoción, más personas salieron de la cafetería, seguidas por Baumer.
El oficial notó a Gabe y cruzó rápidamente la calle, desviándose ampliamente alrededor del alce. Se detuvo de golpe y miró fijamente al coche patrulla. —Mira eso. ¿Es nuestro?
—Lo es. Quienquiera que esté de servicio se queda con vehículo, de lo contrario estará en el estacionamiento en caso de que llamen a uno de nosotros. Tus llaves están en tu escritorio.
Después de abrir la puerta del maletero, Gabe agarró la escopeta y la cargó con munición de goma.
Los ojos de Baumer se entrecerraron. —Parece que sabes lo que estás haciendo.


Jesús, el oficial actuaba como si Gabe nunca antes había visto un alce, y mucho menos tratado con uno. Por otra parte, Baumer podría saber sólo que Gabe había servido en la policía de Los Ángeles como teniente.
—Oh, oh —murmuró Baumer.
Gabe se volvió para ver a dos jóvenes y una mujer que se dirigían directamente hacia el alce. —Oh, diablos.
—Turistas —Baumer resopló—. Son tontos a más no poder.
—Son de fuera. Probablemente piensen que los alces son tan asustadizos como los ciervos —Gabe alzó la voz—. Eh, los tres. Volved a la acera u os arrestaré por cruzar la calle.
—¿Eso es una amenaza? —preguntó Baumer con incredulidad—. Esto no es la ciudad.
—Supongo que lo sabrías, ¿no? —El comentario no fue… más que… un insulto.
Los tres turistas trotaron obedientemente hacia la acera y se volvieron, con los teléfonos en mano y grabando. Los grandes ojos y expresiones de asombro le hicieron recordar la primera vez que vio alces.
Veinte años atrás en la vieja cabaña de Mako. Hawk y él se habían lanzado directamente hacia el animal antes de darse cuenta de cuán grande era el maldito. Y de que no le gustaban en absoluto. Corrieron aún más rápido en la otra dirección. Gracias a Dios, solo los persiguió una corta distancia.
El sargento se había reído a carcajadas. Probablemente se estaría riendo ahora.


Dejando a un lado el dolor, Gabe volvió su atención al trabajo.
Si el alce seguía avanzando por la avenida Grebe, llegaría al lago. Eso sería bueno. Si se detenía en la ciudad, bueno, la fauna silvestre en Main Street era una invitación al desastre.
—¿Va a dispararle, oficial? —gritó una persona.
 
Mirando el bocazas, el animal se detuvo en el centro de la calle. Sus orejas cayeron. El pelo de su columna vertebral se levantó. Los alces eran extremadamente territoriales sobre su territorio.
Señalando a los espectadores, Gabe gritó: —Ustedes retrocedan media manzana. Ahora, ahora, ahora.
—Buena idea —Baumer se volvió hacia los dos observadores en el lado izquierdo de la calle y gritó las mismas instrucciones.
A medida que la gente se retiraba, las orejas del alce se alzaron.
Mejor.
 
Baumer hizo un gesto hacia la escopeta. —Será mejor que me dejes manejar esto.
Sin molestarse en responder, Gabe salió a la calle hasta que se encontró directamente detrás de la bestia. —Vete, idiota
—murmuró al alce—. Visita el lago.
 
En cambio, la maldita criatura se dirigió directamente hacia los ruidosos turistas.
Mierda. Antes de que se les acercara demasiado, Gabe disparó la escopeta. La bala de goma le dio en la cadera derecha y volvió a disparar. Otro golpe.


Asustado, el alce saltó hacia adelante, girando hacia la izquierda para escapar de los hirientes “insectos”. Una vez que comenzó a moverse, el animal continuó por la Avenida Grebe.
—Que tengas un buen día en el lago, Bullwinkle36 — Cuando Gabe regresó al SUV, se rio entre dientes. Maldita sea si los espectadores no estaban animando como si hubiera hecho un touchdown37.
Todavía al lado del coche, Baumer lo estudió. —Buen trabajo, Jefe.
—Esta vez —Gabe guardó la escopeta—. Esperemos que esta no sea una ruta regular para él.
—Puede ser. Lo he visto aquí antes —Baumer se volvió para mirar calle abajo.
—Idiotas. Deberías haber dejado que pateara a un par de ellos.
Gabe lo miró. —Ese no es el trabajo.
 
—No, supongo que no —La sonrisa del oficial reapareció—. Sabes, quería el trabajo de jefe, pero no si eso significa hacerles la pelota a los de afuera.
—Desafortunadamente, significa hacer la pelota a todo el mundo.
Baumer soltó una carcajada. —Nunca lo pensé de esa manera, pero supongo que sí.
Tal vez la actitud del oficial explicara sus lentos ascensos en el pasado.
 
36 Bullwinkle J. Moose, más conocido simplemente como Bullwinkle, es un personaje ficticio, un alce antropomórfico, de las series animadas de televisión de 1959-1964.
37 Un touchdown o ensayo es la forma básica de anotación en el fútbol americano.

Cerrando el portón trasero, Gabe señaló la pintada de la tienda de artesanía.
—Anoche, ¿notaste a alguien en el centro?
 
—No. Eso debe haber sucedido después de que acabé el
turno.
 
—Probablemente sí —Una pena que Gabe no tuviera
suficiente personal para cubrir la ciudad las 24 horas del día. Las cámaras ayudarían—. Por cierto, planeo conseguir…
Baumer lo interrumpió: —¿Qué haces hoy de servicio?
Pensé que el sábado era mi día de trabajo, tu día libre.
 
—Estoy dedicando horas adicionales hasta que las cosas estén al día.
—Duro para tu esposa e hijos.
—Divorciados, sin hijos —Tres hermanos. Sin padre. La pena seguía siendo un dolor hueco alrededor de su corazón. —
¿Y tú?
 
—Tengo una esposa y un par de niños pequeños. Todavía en pañales —Mientras Baumer se apoyaba en el todoterreno y se acomodaba como un verdadero sureño para una serie de chismes, Gabe se sentía... agobiado. Basta ya. Miró su reloj. Las dos en punto.
—Saldrás en una hora. Después tómate un tiempo para familiarizarte con el SUV y luego vigilar el centro y a los turistas —Baumer parpadeó y se enderezó—. Lo haré.
Cuando se separaron, Gabe se dirigió a la cafetería.
Necesitaba un poco de café.
 
En el interior, algunos lugareños estaban en el mostrador, pidiendo bebidas después del espectáculo. El hippie dueño de la gasolinera levantó la vista mientras elegía un pastel para darle un asentimiento a Gabe.
Y ahí estaba Julie. Su cabello dorado iluminaba el rincón trasero donde estaba sentada. Su computadora portátil.
sobre la mesa y, después de mirarlo, se concentró en su trabajo. La tensión en sus hombros decía que no quería hablar con él.
Mejor así. Este no era el lugar para ofrecer una disculpa. No estaba seguro de cómo expresarse de todos modos. Lo siento, tus mentiras me cabrearon.
Con un gruñido exasperado, se trasladó al mostrador.
 
—Buenas tardes, Jefe —Detrás del enorme aparato para hacer café, Sarah sostenía una taza para llevar— ¿Expreso de nuevo?
—Gracias. Mi última taza fue hace toda una vida.
 
—Algunos días son así —Después de pasarle el café, ella apoyó las manos sobre el mostrador y se enderezó, como un soldado que se preparaba para informar al sargento.
—¿Sí? —la miró mientras tomaba un sorbo.
 
El hombre que abofeteó a Julie anoche. —Se llama Keaton. Es miembro de esa secta, los PZ.
—¿Quiénes?
 
—Patriotas zelotes —Su boca se torció con repugnancia—. Capitán Nabera, el segundo al mando de Parrish también estaba en la mesa. El hombre mayor de pelo negro. No reconocí a los otros dos, pero la población de la granja de PZ cambia constantemente.


—Keaton. Lo tengo. Gracias.
Cuando se dirigió a un nuevo cliente, tomó un pastel y dejó suficiente dinero para cubrir la cuenta. Poniendo su café en una mesa, se apoyó contra una pared y comió mientras veía a la gente ir y venir.
Al ver su placa, la mayoría sonrió y asintió. Dos de las mujeres dijeron: —Bienvenido a Rescue —Un hombre de unos treinta años no se molestó en ocultar su mirada. Otro frunció el ceño.
Entonces,  algunos  estaban  a  favor  de  la  presencia policial, otros no.
Julie nunca levantó la vista. Maldición.
Gabe acababa de terminar su café y pastel cuando el buen reverendo Parrish entró. ¿No fue eso oportuno?
Esta vez, Gabe lo estudió con más detalle. Mediados los cuarenta. Aproximadamente 1,90 de altura, 90 kilos y en buena forma. Cabello castaño corto, ojos azules. Todavía lleva una pistola.
Un hombre joven y dos mujeres lo seguían como pollitos tras una gallina.
Al ver a Gabe, el reverendo hizo un gesto a los tres hacia el mostrador y se dirigió hacia Gabe. —Jefe MacNair. Soy el reverendo Parrish.
Gabe tomó la mano ofrecida. —Es un placer conocerte.
En realidad, quería hablar contigo sobre...

—Ese incidente fue un asalto —Gabe mantuvo su voz suave.
—Por supuesto, y me horroricé. No toleramos la violencia. Por eso la membresía del Sr. Keaton fue revocada, y fue expulsado de la comunidad y de los terrenos. Así lo informé al oficial Baumer anoche.
Hijo de puta. Aunque el asalto sería considerado un delito menor, aun así era un asalto. —¿Adónde se fue?
—Por miedo a ser arrestado, creo que planeaba regresar a los 48 Inferiores. Era de Kentucky —A pesar de una leve sonrisa, Parrish parecía estar diciendo la verdad.
De hecho, probablemente era así. Indudablemente había echado a Keaton para evitar que Gabe entrase en los terrenos de la milicia. Acorralar a un juez para obtener una orden de arresto de Keaton en este momento sería probablemente inútil.
Por eso el registro de Baumer decía que el hombre había abandonado la ciudad.
—Aprecio la información —Gabe mantuvo su nivel de voz, sin dejar que su frustración se filtrara—. Por favor, hazles saber a tus seguidores que el comportamiento violento no es aceptable y los meterá en problemas.
—Haré eso —El reverendo inclinó la cabeza. Su mirada en Gabe no dejó de ser un reto. Después de un largo momento, se volvió y se reunió con los demás.


Mientras Gabe observaba, el hombre habló a los tres, encendiendo su magnetismo, como alguien encendería una luz.
 
Su “rebaño”.
 
Frotándose el cuello, Gabe observó con una sensación de picazón en sus entrañas. El bueno reverendo era un fanático carismático con armas de fuego.
Genial simplemente genial.


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Mensaje por martenu1011 Miér 9 Sep - 16:23

Me gusta Gabe! Tiene conciencia. Después de dormir, al día siguiente logra ver las cosas de otra manera o por lo menos duda de la reacción de la noche anterior. 
 No es nada alentador el ambiente en el pueblo, e imagino que va a ir de mal en peor...
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Mensaje por evanescita Jue 10 Sep - 0:49

Todo va tomando forma en la comisaria, pero teniendo estos sucesos alrededor deberían contemplar contratar un par de oficiales mas creo. Ese reverendo me da muy mala espina Gabe tiene que estar atento y en cuanto a Audrey tiene que dejar de ser tan necia entiendo que este molesta pero debería comprender a Gabe que ojalá se disculpe pronto! 

Muchas gracias.


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Mensaje por yiniva Jue 10 Sep - 13:16

Capítulo 9

 
 
Audrey desvió la mirada. Como era una mujer inteligente, elegiría la opción B.
Y se quedaría lejos, muy lejos.
Audrey suspiró de alivio cuando Gabe finalmente salió de la cafetería.
Antes, cuando los clientes habían salido de la tienda para ver al alce, ella había ido a la puerta a mirar y había visto a Gabe hacerse cargo, ordenando a la gente que se alejara con su voz de mando militar. Luego caminó por la calle, como en esas viejas películas de vaqueros en las que el sheriff salía para enfrentarse a un pistolero.
Ella sonrió. Se había enfrentado a un alce.
 
En realidad, no fue tan divertido. El animal había sido enorme. Tan alto como Gabe. Con astas. Ese no era Bambi.
Gabe había estado tan tranquilo como si hubiera salido a dar un agradable paseo. Simplemente… guau.
Entonces, el jefe había entrado en la cafetería, y ella se había puesto roja.
Le había echado un vistazo a escondidas cuando su memoria revivió lo de anoche. La forma en que la mantuvo en su lugar. El sonido bajo y resonante de su voz cuando la llamó Ricitos de Oro. Qué duro se había corrido.


Había sido comprensivo y paciente, y firme en cuidarla. Ni siquiera podía fingir que se había aprovechado de ella porque el sexo había sido su idea.
Había sido maravilloso. Asombroso. Y un desastre total.
 
¿Por qué el hombre tenía que ser tan perceptivo? Después del sexo, cualquier otro hombre habría medio dormido, sin darse cuenta de que no respondió de inmediato a su falso nombre.
No era como si hubiera matado a alguien; sólo estaba usando un nombre que no era el suyo.
Por supuesto, le estaban pagando en trueque y efectivo, por lo que estaba evadiendo impuestos. Pero, por favor, el Servicio Fiscal estaba bien equipado para ir tras ella si quisieran. Suspiró. Y Bull dijo que había un límite sobre cuánto tiempo le pagaría en efectivo.
No necesitaba levantar la vista para saber que el jefe se había ido. El hombre exudaba un poder que se podía sentir en toda la habitación. La insignia podría darle estatus legal, pero
¿la autoridad intimidante? Oh, la tendría incluso sin la insignia.
¿Por qué eso le parecía tan sexy?
Cerró los ojos. Mi niña, ¿quién eres y qué has hecho con la súper nerd Audrey?
Desafortunadamente, un ratón de biblioteca inteligente es lo que ella era, una introvertida a la enésima potencia, con una incapacidad total para manejar las relaciones con amantes, amigos y familiares. Ni siquiera su madre la había querido.


Oh, sinceramente, estaba lloriqueando como un bebé.
Detente ahora.
 
Era bueno que Gabe se hubiera ido antes de que ella se involucrara demasiado profundamente. Porque si lo hiciera, y Dios, sería fácil enamorarse de un hombre como él, entonces cuando se cansara de estar con una nerd y se alejara, realmente le dolería.
Ella hizo una mueca. Ya duele.
 
Incapaz de concentrarse, revisó sus correos electrónicos y se encogió.
El agente especial Dennison había escrito.
 
Sus dedos casi se cruzan mientras golpeaba las teclas para abrir el correo electrónico.
 
***

 Audrey.
La investigación sobre la compañía farmacéutica y el desarrollo del virus está yendo bien. Creo que todos los involucrados terminarán en la miseria y tras las rejas.
Spyros no ha sido capturado. Hay rumores de que uno de sus objetivos lo hirió gravemente y escapó. Va a querer vengarse y reparar su dañada reputación. Como temías, hasta que él no sea encarcelado, estarás en peligro.
 
***
 
 Se había enterado de que Spyros había escapado de las fuerzas del orden, incluida la Interpol, durante más de una década. ¿Y si nunca lo atraparon?
Le temblaban los dedos mientras pasaba la página.
 
 ***

Entiendo tu vacilación a la hora de notificar tu paradero. Si cambias de opinión, haré todo lo posible para que te mantengas a salvo.
 
 ***

A salvo. Ahora tenía una sensación que no había sentido desde que dejó Chicago. No hasta anoche cuando estaba envuelto en los brazos de Gabe.
Sacudió la cabeza. No voy a ir ahí.
 
Ella no iba a ninguna parte, al parecer. Hasta que, y a menos que Spyros fuera atrapado, necesitaba quedarse quieta y callada. Aquí en Alaska.
Quizás por mucho, mucho tiempo.

Mientras luchaba contra las lágrimas, se encendió el protector de pantalla de la computadora portátil. Los patrones fractales aparecieron, crecieron y disolvieron, un caos en acción. La historia de su vida en estos días.
A la mierda con todo.
Contuvo el aliento. De acuerdo entonces. Era hora de empacar y guardar el contenido de su apartamento en Chicago. Quizás Dennison podría ayudar con eso.
¿Y entonces?
No podía seguir aceptando la caridad de Dante, y enfrentándolo, caridad es lo que era.
El trabajo de camarera le reportaba dinero en efectivo, pero ¿duraría una vez que terminase la temporada turística?
La investigación en línea independiente podría aportar lo suficiente para sobrevivir, pero ella tendría que usar internet durante horas todos los días. No había forma de que pudiera justificar estar sentada aquí, ocupando una mesa todo el día.
Después de guardar su computadora portátil y sus papeles, se puso la chaqueta vaquera y esperó una pausa en el mostrador.
—¿Sarah?
La mujer dejó de rellenar el mostrador de pastelería. —¿Más café?
 
—Oh, no, no necesito más bebidas, y es por eso por lo que quería hablar contigo —Maldición, ¿Por qué era tan fácil responder preguntas de investigación y tan difícil hablar con gente en otros momentos?— Sé que tienes internet gratis, y necesito el acceso a Internet. Pero no puedo estar tomando café todo el día. ¿Hay alguna manera de que simplemente pueda pagar por el uso?
Sarah dejó escapar una risa complacida. —Y Gabe decía que la gente honesta era más rara que las serpientes de cascabel en Alaska.
Audrey se puso rígida. Ella era una de esas personas que le habían mentido.
—Umm...
 
—Estaría encantado de hacer algo en vez de que malgastes un buen café.
Aparentemente, Sarah había notado cuántas tazas medio llenas habían sido abandonadas por Audrey.
Audrey hizo una mueca. —Haces un café maravilloso.
Simplemente no puedo beber más de un par de tazas al día.
 
—Déjame hablar con Uriah y te daré algunas cifras.
 
—Perfecto.
 
—¿Supongo que te quedarás en Rescue por un tiempo?
—Sarah se apoyó en el mostrador, lista para charlar.
 
—Hum. Sí. Rescue es un lugar bastante atractivo. La población es agradable. Amistosa —Y ella sonaba como una idiota, una idiota bien leída. Audrey dio un paso atrás, incómoda. Las charlas triviales estaban fuera de su zona de confort—. Debería ir a… —golpearme la cabeza contra el suelo— …a recoger mi coche. Hazme saber sobre Internet.
—Por supuesto —Las mejillas de Sarah se llenaron de hoyuelos, pero su voz era tranquila. Audrey huyó.


 Fuera, un viento frío y penetrante le abofeteó la cara. Las nubes grises hacia el oeste confirmaron el pronóstico de lluvia más tarde en el día. Del bolsillo de su chaqueta, ella sacó su gorro verde y se lo puso mientras se dirigía hacia Bull’s Moose. Pagar por internet sería un golpe para su efectivo, pero podía permitirse un mes. Después de eso, con suerte, los trabajos de investigación freelance se habrían recuperado. Como tenía que empezar de nuevo con un nombre falso, le estaba llevando tiempo volver a tener una buena reputación. Pero si Spyros tenía gente en el FBI, no podía arriesgarse a que rastrearan su nombre real a través de PayPal, una tarjeta de crédito o una cuenta bancaria.
Estar escondida era ciertamente complicado. Aún más complicado era tratar de socializar.
Cuando Sarah pasó del negocio a la charla, Audrey
había… corrido como una cobarde.
 
Ya no puedo hacer eso. A diferencia de Chicago, a los residentes de Rescue les gustaba pararse y hablar. No podía permitirse el lujo de sobresalir como recién llegada.
De alguna manera, como fuera, tendría que aprender a sentirse cómoda con la gente. Podría hacerlo. Lo haría.
Entonces... sonrió a las siguientes dos personas que vio. Al salir de Main, paseó por la calle de grava de Sweetgale. A su izquierda había una casa más vieja y dos nuevas casas de estilo rancho.
Un patio delantero contenía un viejo coche rojo como el que le regalaron sus abuelos un verano. Le había dado a su muñeca paseos frecuentes... hasta que mamá cortó su tiempo de juego a favor de estudiar.


Audrey sacudió la cabeza. Los niños no deberían ser forzados a ser estrellas intelectuales.
En la universidad, se había dado cuenta de lo poco apta que era para vivir en el mundo real. Qué gris había sido su infancia. Las madres de otros niños habían jugado con ellos, habían pasado tiempo con ellos. No tenían tarea extra de su madre además de lo que la escuela privada requería. No había niñeras que les leyeran textos de física en vez de cuentos para dormir.
Sacudió la cabeza y se abrazó a sí misma. A veces, ella quería tanto un abrazo.
Cuando cambió su especialidad universitaria a biología en lugar de física, la ruptura final había ocurrido.
Su madre había estado furiosa. Audrey debía haber sido su logro, un brillante ejemplo de genética superior y entrenamiento. —Pero debes de haber salido a tu donante de esperma. Débil, emocional. Estúpida. Bien. Me lavo las manos, Audrey. Vete y no vuelvas.
Audrey se echó a reír. ¿Por qué esas palabras todavía dolían tanto? ¿Por qué se había quedado allí, queriendo rogarle a su madre que la amara?
Negó con la cabeza, recordando a los vecinos que cotilleaban sobre Madre, diciendo: —Esa mujer no tiene amor en su alma —Tal vez no era Audrey la que estaba en falta.
La mayoría de los días creía eso. No seré una máquina sin emociones. No lo permitiré. Mordiéndose el labio, frunció el ceño. Porque había estado en ese camino, ¿no?
Bueno, podría cambiar. Echó los hombros hacia atrás, levantó la barbilla y sonrió con determinación al mundo que la rodeaba. Picos de color blanco puro, bosques de color verde oscuro. El destello del impresionante lago turquesa. Tan real e inmediato. No una pintura o foto en un museo.
Podía oler los humedales junto al lago y escuchar a alguien cortando leña.
Y desde un patio trasero llegó una voz de mujer con acento inglés: —Eres una plaga, cojones, repugnante holgazana de mierda. Tú...
Audrey no había escuchado tantas maldiciones desde que asistió a su última obra de Shakespeare, y ella se detuvo con admiración asombrada.
—Ayúdame, villana, asquerosa deformidad de la naturaleza —El juramento isabelino terminó con un gemido amortiguado.
Eso no sonaba bien. Audrey se apresuró por el lateral de la casa.
Dentro de un jardín cercado, una mujer mayor con el pelo blanco hasta la barbilla estaba sobre sus manos y rodillas, luchando por ponerse de pie.
—Espera. Déjame ayudarte —Audrey se apresuró a cruzar la puerta— ¿Estás herida?
Los ojos azul grisáceo brillaron con molestia. —Nunca te hagas vieja, niña. Es un infierno.
Audrey se ahogó en una carcajada.
 
—Podría necesitar ayuda para levantarme, sí —La esbelta mujer sonrió.
—Está bien —Sujetando sus doloridas costillas con un brazo, Audrey se inclinó para darle la mano a la señora.
—Ajá, Ricitos de Oro —Un firme apretón se cerró sobre su hombro. Liberando a la señora, Audrey se giró. Sus ojos se abrieron—. Tú.
—Me temo que sí —La boca de Gabe se tensó. Le puso un brazo alrededor de la cintura y la movió hacia atrás a propósito antes de hablar con la mujer mayor—. La Señora Wilson tiene las costillas rotas y no debería levantar nada. Déjame ayudarte.
Audrey quería discutir, pero su voz no sonó, silenciada por su toque, por su voz de barítono al mando, incluso por su aroma. El hecho de que tuviera razón lo empeoraba todo.
—Jefe MacNair, ¿no? —La señora sonrió, tan segura y digna como si estuviera en la mesa del té—. Agradecería tu ayuda. Soy Lillian Gainsborough Por favor llámame Lillian.
—Encantado de conocerla, señora —Gabe se inclinó, suavemente levantó a la mujer del suelo y la enderezó— ¿Cómo de grave está?
Salió del jardín hacia el largo porche trasero, y Audrey lo siguió.
—No me caí y no estoy herida —dijo Lillian—.Me arrodillé para ver si el suelo estaba suficientemente caliente para comenzar a plantar, pero mi rodilla se negó a cooperar cuando intenté levantarme.
—Ah —Gabe subió los dos escalones del porche trasero y colocó a Lillian en una silla—. Teniendo en cuenta la distancia entre las casas aquí, podrías considerar tener un sistema de alerta médica. En la casa o en el jardín, presionas el botón y consigues ayuda.


—Francamente, ¿qué es lo siguiente, un andador? —dijo Lillian en voz baja—. Por supuesto, tienes razón, Jefe. Conseguiré uno.
Inclinándose hacia adelante, se masajeó la pierna derecha. —Planeaba programar una cirugía de reemplazo de rodilla cuando empezara a helar… para poder disfrutar del verano sin tener que estar en cama. Estaba muy emocionada de que el suelo estuviera listo para plantar —Ella les sonrió tristemente.
—Siempre esperamos para plantar hasta el Día de los Caídos —Gabe se apoyó en la barandilla del porche—. Pero esta, verdad, ha sido una primavera cálida.
Audrey sacudió la cabeza. ¿Había algo que este hombre no supiera?
El movimiento llamó la atención de Lillian. —Esta silla está vacía, querida. Por favor, siéntate.
Después de que Audrey se acomodara, notó que la mayoría de las mesas y sillas de hierro forjado tenían bandejas de plantones.
Aunque la espalda de Lillian era recta y su voz era plana, la tristeza se manifestó en sus ojos mientras miraba las pequeñas plantas. —Parece que no voy a plantar en el jardín este año.
Audrey no podía soportarlo. —Umm. No tengo ninguna experiencia, pero si quieres dirigirme, podría ayudarte.
Gabe le sonrió, luego cruzó los brazos sobre su amplio pecho. —Plantar está bien, rubia, pero sin cavar. No con esas costillas.


 Ella abrió la boca para discutir, captó su expresión inflexible y se volvió hacia Lillian —Me gustaría ayudarte a plantar.
Los ojos azules de la mujer se iluminaron. —Aceptado.
Encontraré a alguien más para usar una pala.
 
—Tengo unos minutos ahora, el tiempo suficiente para voltear el suelo para que puedas meter esos plantones —dijo Gabe.
 
—Eso sería maravilloso, Jefe —Lillian sonrió—. Un par de lugareños, Knox y Chevy, hacen trabajos de mantenimiento. Estarán felices de hacer el resto.
Gabe señaló un pequeño cobertizo al costado del patio trasero. —¿Cobertizo para herramientas?
—Eso es.
 
Mientras Gabe se dirigía al cobertizo, Audrey podía relajarse sin su abrumadora presencia. Sin que todos sus movimientos le recordaran lo que habían hecho juntos.
—¿No tienes experiencia en horticultura? —preguntó Lillian.
—Cuando era más joven, quería un jardín, pero vivíamos en un piso —Frunció el ceño—. En realidad, siempre he vivido en pisos. Ahora, en realidad, puedo jugar en la tierra. Estoy encantada de que me dejes ayudar.
—Las dos nos divertiremos —Lillian levantó una ceja perfectamente arreglada—. Y tengo una oferta para ti. Cuando mi esposo estaba vivo, utilizábamos todo el espacio. Ahora, sin él, solo necesito la mitad. Si deseas plantar, quitar las malas hierbas y cosechar todo el jardín, puedes utilizar la mitad izquierda como si fuera tuya. Te daré semillas y plantas, herramientas y orientación.
¿De verdad? La felicidad bailaba a través del torrente sanguíneo de Audrey. ¿Su propio espacio en el jardín junto con una profesora experimentada para ayudarla con ello? Sus dedos se movieron con la necesidad de empezar. Debería leer algunos libros, ver qué...
—He sido presuntuosa —dijo Lillian—. No pregunté si estarías aquí el tiempo suficiente para disfrutar de la cosecha.
Las palabras fueron como un jarro de agua fría.
 
—Definitivamente estaré aquí durante la cosecha. Probablemente por mucho tiempo después de eso, no te dejaré en la estacada —dijo Audrey lentamente, sintiéndose descentrada. Ella reconoció la sensación de vacío en su estómago como nostalgia. Pero había también un aleteo de anticipación.
Ella quería esta experiencia, incluso si la idea de visitar a alguien todos los días fuese un poco desalentadora.
Qué manera perfecta de cumplir su objetivo de aprender a socializar. —Me encantaría intercambiar trabajo por aprendizaje.
—Excelente —Lillian asintió con aprobación—. Creo que lo haremos bastante bien juntas.
En el jardín, Gabe hizo un gesto con la horquilla. —¿Vas a plantar primero en esta fila?
—Ese es el plan —contestó Lillian. Ella le sonrió a Audrey—. Ahí es donde irán las verduras de ensalada.
Audrey miró a Gabe, preguntándose cómo sabía que debía plantar una cierta fila primero. Y ella no podía apartar la mirada cuando él se arremangó y comenzó a voltear la tierra. La forma en que sus músculos acerados se marcaban debajo de la camisa del uniforme le secó la boca.
—Lo ha hecho una o dos veces, ¿no? —señaló Lillian—. Mako fue un excelente profesor.
 
Audrey  captó  la  tristeza  en  el  tono  de  Lillian.  —
¿Conocías a su padre?
 
Lillian sonrió. —Él y mi esposo eran amigos, y después de que mi esposo falleció, el sargento y yo fuimos cercanos.
Audrey vio la leve curva de la boca de Lillian y entendió exactamente lo que ella por “cercanos”.
—¿Pero no habías conocido a Gabe antes?
 
—No. Cuando sus hijos lo visitaban, se quedaban en casa con Mako. Y Mako, bueno, él prefería tratar con personas en pequeños grupos —La tristeza llenó el rostro de la mujer—
. Estoy segura de que por eso eligió salir del mundo de la manera en que lo hizo. Estar en un hospital habría... No lo habría llevado bien.
¿Salir del mundo? ¿Quería decir que el hombre se había suicidado? El pensamiento era como ser golpeada en el pecho.
—Pero Mako tenía a Gabe... y a sus otros hijos.
 
—Y los amaba mucho. Sabía que vendrían corriendo a ayudar, pero Mako no era un hombre que tolerara la debilidad en sí mismo —Lillian sacudió la cabeza—. Una visión tan estrecha es una forma de debilidad.
—Sus pobres hijos.
 
—Sí —Lillian frunció el ceño—. Debo decir que Mako me hizo creer que Gabriel era un tipo más amigable. Este jefe es bastante reservado. Me pregunto lo difícil que fue para él la muerte de Mako.
—Creo que… muy difícil —Audrey había oído el dolor en su voz cuando habló de Mako. El cuerpo de Gabe tenía tantas cicatrices aterradoras. ¿El suicidio de su padre sustituto agregaría cicatrices en su alma, también? No era de extrañar que su cara estuviera grabada con líneas duras.
Mientras Audrey observaba, Gabe llegó al final de la fila.
 
Después de guardar la horquilla, regresó y su paso tenía una leve cojera. —Listo para plantar, señoras.
—Gracias, Gabriel.
 
Le sonrió a Lillian y se bajó las mangas sobre los fuertes antebrazos. Durante la noche, mientras besaba su cuerpo, sus labios habían rozado esos poderosos músculos. Al mirarlos a la luz del día, el calor la inundó. El aire pareció volverse espeso y sensual.
Cuando levantó los ojos, él la estaba mirando, su expresión ilegible. Ella quería que él la abrazara de nuevo. Y... quería huir.


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Mensaje por evanescita Jue 10 Sep - 19:31

No se como lo logrará, como podrá mantenerse? espero que pueda trabajar con perfil bajo y la solución esta en contarle la verdad a Gabe podría hacer tanto por ella, como conseguir una identificación falsa y así poder ganar su sustento. Por otro lado fue lindo saber que Mako tenía  a alguien quien lo amara en momentos es que pudo haber necesitado porque si bien tenía a sus hijos, a veces uno necesita amor de pareja no? Espero que al menos Gabe y Audrey puedan hablar.

Muchas gracias.


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Mensaje por yiniva Vie 11 Sep - 11:02

Capítulo 10

Un par de días después, el coche patrulla empezaba a sentirse... casi hogareño, pensó Gabe mientras conducía por Sweetgale. Disminuyó la velocidad.
Con Julie a su lado, Lillian estaba parada en su porche, agitando los brazos enojada.
Ahora, eso parecía un problema. Gabe estacionó el auto y saltó. —¿Hay algún problema aquí?
Lillian ni siquiera lo miró. —Eres un asqueroso montón de estiércol metálico.
Gabe parpadeó. Lo que sea que acababa de decir, era un insulto; sin embargo, ella parecía se dirigirse a la puerta. Le dirigió a Julie una mirada perpleja.
Las manos de Julie cubrieron su boca. Sus ojos estaban arrugados por la risa. Tenía que decir que la risa se veía muy bien en ella. —¿Qué está pasando?
—Se ha encerrado fuera.
—No eres apta para ningún lugar que no sea el infierno—. Lillian pateó la puerta y se volvió. —Hola, Jefe MacNair. ¿Cómo estás hoy?
He aquí una actriz que había pasado demasiado tiempo interpretando obras isabelinas. —Bueno. Estoy bien. ¿Oigo que estás encerrada fuera?
La mirada que le dirigió a su puerta fue mordaz. — Creación vil y traicionera. Si tuviera un hacha… —Lillian se volvió hacia Gabe— ¿Puede romper una ventana por mí, por favor, Jefe?
Eso parecía un poco extremo. Pero, espera... El pueblo no tenía cerrajero. —No hay necesidad de violencia. ¿Qué tal si te abro la puerta en su lugar?
Lillian inclinó la cabeza regiamente. —Eso sería lo más conveniente. ¿Acaso tienes una llave de mi puerta, me pregunto?
—Sin llave, señora. Espera un minuto —Intentando no reír, Gabe regresó al coche patrulla. Cuando abrió la puerta de carga, notó el polvo acumulado en el vehículo.
La mayoría de las carreteras en Alaska eran de grava, o tierra, y él había estado conduciendo por todas partes, conociendo la ciudad.
Su ciudad. Para alguien que había venido sólo para limpiar el lugar para sus hermanos, el sentido de posesión era desconcertante pero muy real. Si fuera un perro, habría levantado la pierna y marcado su territorio.
Después de hurgar rápidamente en su mochila personal, sacó sus viejas herramientas de cerrajero.
Cuando se arrodilló frente a la puerta y abrió el kit, las cejas de Lillian se levantaron. —¿Te dedicabas al robo cuando eras niño?
En realidad, después de que Abuelo murió, lo había hecho. —Me acogeré a la Quinta Enmienda38 sobre eso, gracias
—Cuando Julie emitió un sonido de risa sofocado, Gabe sonrió y se puso a trabajar.
Un par de minutos después, el ruido de un tubo de escape en mal estado hizo que mirase por encima del hombro. Una camioneta roja maltratada se detuvo en la acera, y dos hombres de veintitantos años salieron de ella.
Con el pelo pelirrojo tupido y el bigote caído, el larguirucho conductor miraba fijamente el vehículo blanco y negro de Gabe. —Chevy, ese no es un coche de la policía estatal.
—Dice Policía de Rescue. ¿Desde cuándo tenemos coches de policía en la ciudad? —Chevy frunció el ceño. El hombre bajo tenía músculos tan voluminosos que su cuello casi desaparecía en sus hombros.
—Gabriel, estos son Knox y Chevy. Están haciendo el trabajo de jardinería que Julie y yo no podemos manejar. Chicos, este es nuestro nuevo jefe de policía, el Jefe MacNair
—Lillian hizo un gesto hacia Gabe.
 
Gabe se giró lo suficiente como para asentir a los dos. —
Buenas tardes.
 
Sin respuesta. Solo miradas irritadas.
 
Oh, bien. Cuando se abrió la cerradura, Gabe abrió la puerta y se levantó.
 
38 La Quinta Enmienda de la constitución de Estados Unidos consagra el derecho a no declarar contra uno mismo o auto incriminarse.


Julie sonrió. —¿Dónde aprendiste a abrir cerraduras? No hubiera pensado que enseñaban eso en la academia de policía.
Dependiendo de la especialidad, lo hacían. Sin embargo, él ya sabía cómo. —No, mi abuelo era cerrajero en Los Ángeles. Cuando era niño, iba con él cuando lo llamaban.
—Chico de ciudad, nacido y criado —dijo Chevy a Knox. Su voz fue baja… no lo suficiente— ¿Qué hace un maldito policía de Los Ángeles aquí?
Gabe parpadeó y casi se rio. Aparentemente, Chevy había escuchado que Gabe era policía en Los Ángeles. Ahora, sabía que Gabe había sido un niño en Los Ángeles. Dos y dos sumaron una conclusión equivocada porque Gabe había pasado todos los años intermedios en Alaska. El mismo error que Baumer había cometido. Pensó en decirles la verdad.
No.
 
—No necesitamos que un puto poli de ciudad se meta en nuestros asuntos.
La actitud agresiva de Chevy hizo que Gabe pensara en la máxima del sargento de que un hombre bajito podía ser tan presuntuoso como un alce en celo.
Probablemente no fuese un dicho para compartir en este momento. Y darle a Chevy una lección de modales... Bueno, Mako no habría aprobado la violencia frente a las mujeres. Aunque Lillian probablemente no pestañearía, Gabe tenía la sensación de que Julie ya había visto demasiada violencia.
Ignorando a los dos hombres, Gabe guardó su kit de cerrajero. —Jefe, ¿sabe cuándo abrirá la clínica de salud? — preguntó Lillian.
Sacando las herramientas de jardinería de la camioneta, Knox giró la cabeza para escuchar la respuesta de Gabe.
—Un par de semanas. El edificio necesita contratar a una recepcionista. La clínica no quiere abrir sin una.
—Realizando todo tipo de cambios, ¿no? —Intervino
Knox.
 
—En realidad —Gabe mantuvo su voz cortés— Una
recepcionista compartida no es un cambio. Es la forma en que funcionaban las cosas antes del cierre de los servicios. Antes de que llegaras —Mientras la cara del pelirrojo se volvió de color rojo oscuro, Gabe supo que la última parte no había sido la más diplomática.
Jesús, a veces extrañaba ser un mercenario donde podía disparar primero y hablar después.
—Tiene razón, Knox —dijo Lillian—. Creo que disfrutaré tener un centro médico disponible más cerca que Soldotna.
—Sí, bueno, no necesitamos a todos esos forasteros imbéciles que abarrotan nuestras calles —espetó Knox.
Gabe se encogió de hombros. —No todos en la ciudad están interesados en vivir del autoconsumo. Algunos quieren una buena escuela para sus hijos y… —Se detuvo. ¿Por qué perder el tiempo con payasos que no estaban dispuestos a escuchar?
—¿En  qué  deberíamos  trabajar  primero,  señora? —
preguntó Chevy, cargando una azada.
 
—Ven conmigo, y te lo mostraré —Lillian hizo un gesto hacia la puerta lateral, haciendo una pausa para decir—. Muchas gracias por abrir la puerta, Gabriel.
—Un placer, señora —Siempre había disfrutado el desafío de abrir cerraduras.
Después de mirar mal a Gabe, Chevy y Knox siguieron a Lillian hacia el patio.
—Estaban terriblemente gruñones —dijo Julie con el ceño fruncido—. Y sin ninguna razón.
Gabe se encogió de hombros. —Algunas personas ven el uniforme de policía y nada más —Se había enfrentado al mismo problema en Los Ángeles… y esperaba que un pequeño pueblo fuera diferente. Tal vez no.
Girándose, trató de deshacerse de los sombríos pensamientos. Probablemente no se quedaría el tiempo suficiente hacer cambiar de opinión a nadie. —Así son las cosas.
 
—No deberían serlo —Ella lo miró, buscó en su bolso y se acercó.
—Aquí, Jefe —Mientras metía algo en el bolsillo de su camisa, estaba lo suficientemente cerca para oler su fragancia picante de limón y naranja.
—¿Es un soborno, Ricitos de Oro?
 
—No —Ella tenía la risa más tierna—. Por supuesto no.
—Bueno, está bien entonces —Incapaz de resistirse, él le pasó las manos arriba y abajo por los brazos.
Ella se sobresaltó, con los ojos muy abiertos mientras lo miraba. Dio un paso atrás. —Hum, cierto. Que lo disfrutes.
La dejó ir y observó su huida. El jefe malo no debería tocar. Pero, Jesús, cómo quería tocarla.
Se conformó con revisar el bolsillo de su camisa. Maldita sea si ella no le había dado una barra de Snickers39 de gran tamaño. Su favorita, de hecho. Su estado de ánimo mejoró mientras sonreía.


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Mensaje por evanescita Vie 11 Sep - 12:55

No me gustaron para nada esos tipos, que les pasa? el pueblo necesita protección y ayuda. Es bueno que Gabe tenga paciencia y este muy bien educado porque si no ese par de imbéciles ya hubieran sufrido las consecuencias de su falta de respeto. Y Audrey debería forzarse a pedirle a Gabe que necesitan conversar no? aunque fue lindo que le endulzara por un ratito la vida con un snicker  Lectura #6  2020 Not a Hero - Cherise Sinclair - Página 3 106737868

Muchas gracias.
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Mensaje por IsCris Vie 11 Sep - 13:11

Esos chicos no me dan buena espina, seguro forman parte del grupito ese del reverendo 
Audrey y Gab deberían hablar, y dejar de andarse con rodeos 

Gracias por los capis Yiniva


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Mensaje por adricrisuruta Vie 11 Sep - 15:56

Capítulo 7
Ambos tienen claro que esto es algo de una noche, no lo creo pero por ahora han tenido una gran noche con sexo de otro mundo empañada por que la falta de confianza, justificada, de Gabe.

Capítulo 8
Ese reverendo Parrish va a ser un gran problema y no me extrañaría que estuviera detrás del vandalismo.
Las cosas no van a ser fáciles para el nuevo jefe de policía.

Capítulo 9
Aubrey tiene que quedarse necesariamente en Alaska pero me sorprende que no haya pensado que si el tipo no ha sido atrapado durante años tiene capacidad de rastrearla.
Al final tendrá que confiar en alguien con su problema si en verdad desea pasar desapercibida y llevar una vida normal y no destacar.

Gracias....


"A veces nunca se aprecia el valor de un momento hasta que se convierte en un recuerdo."


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Mensaje por martenu1011 Sáb 12 Sep - 1:47

Qué tierna Julie con lo del chocolate!
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Mensaje por yiniva Sáb 12 Sep - 14:15

Capítulo 11

Las ciudades eran jodidamente molestas. Especialmente cuando había que estar en una durante horas. El martes, de vuelta en la comisaría, Gabe se dejó se caer en su escritorio con un largo suspiro Al igual que un cuadro eléctrico en cortocircuito, sus nervios todavía estaban fallando. Por estar en Anchorage. Viaje de ida y vuelta.
Los turistas habían obstruido la autopista Seward con mucho tráfico. Había estado atrapado a cuarenta kilómetros por hora porque un conductor de autocaravana se negó a detenerse y dejar pasar el tráfico más rápido. A pesar de que la ley decía que tenía que hacerlo. Gilipollas.
La voz irritada de un hombre llegó desde la oficina. ¿Hay alguien aquí? ¿Nadie trabaja en este maldito lugar?
Sí, Caz y él definitivamente necesitaban a esa recepcionista. Gabe se levantó, respirando hondo para suavizar sus agotados nervios. No machaques a un ciudadano infeliz, MacNair.
Salió de su despacho para encontrar a un hombre de mediana edad con camisa de golf y Dockers. —Soy el Jefe MacNair. ¿Cómo puedo ayudarte?


—Puedes ocuparte de esto —El hombre agitó un papel en el aire antes de empujarlo en las manos de Gabe.
Gabe echó un vistazo. —Un policía estatal te puso una multa por exceso de velocidad.
—No iba con exceso de velocidad —El hombre cruzó los brazos sobre el pecho—. Ustedes, imbéciles, tienen mal el radar. Por el amor de Dios, podría haber simplemente abierto los ojos y haber visto que yo…
Gabe anotó la ubicación en el boleto. A treinta y dos kilómetros de distancia. —Lo siento, señor, pero el Departamento de Policía de Rescue no tiene ninguna autoridad fuera de los límites de la ciudad. Necesita…
—No me importa qué autoridad tengas. Solo me importa que se anules esta multa. ¿Sabes lo que esto le hará a mi seguro?
Paciencia, MacNair. Parte del trabajo policial eran las relaciones públicas. —Va a tener que discutir el problema con la policía del estado de Alaska. No puedo ayudarle con una multa que pusieron ellos.
—Jesús, intentas pasarles la pelota, ¿verdad? —El pecho del hombre se hinchó—. Escucha, pago impuestos, y eso significa que trabajas para mí.
Vaaaale. Gabe lo intentó, realmente lo intentó. Hizo los ruidos comprensivos apropiados, trató de decirle al buen ciudadano qué hacer, que estaba en el lugar equivocado. Ni siquiera preguntó si esos así llamados impuestos pagados eran de Alaska.
La protesta continuó y se intensificó hasta hacer amenazas al camisa azul que había escrito la multa. A los quince minutos, Gabe había terminado.
—El agente simplemente estaba cumpliendo la ley. Si no le gusta la ley, únase a otros votantes para cambiarla —Gabe se dio cuenta de que su voz había bajado a un gruñido—. Una vez que la ley diga que los gilipollas con exceso de velocidad que ponen en peligro al público pueden dejar de recibir una multa, los departamentos policiales estarán encantadas de cumplirla.
Gabe lo rodeó y se detuvo junto a la puerta de la comisaría. —Hasta entonces, me temo que tengo trabajo que hacer. Que tenga un buen día.
Cuando la cara del hombre se oscureció, Gabe abrió la puerta. El buen ciudadano salió. Sacudiendo la cabeza, Gabe cerró la puerta.
Qué gilipollas.
 
No, no debería estar pensando en él así, incluso si fuera el término apropiado.
Cerrando la puerta, Gabe salió.
En casa, al oír el ruido en el exterior, caminó hacia la terraza trasera. Bull estaba trabajando en el jardín, tarareando. Caz estaba en la parrilla.
Los hermanos de Gabe se encontraban en casa. Mientras la paz lo envolvía y sus músculos se desanudaban uno por uno, se apoyó contra la barandilla.
Caz tenía fuego en la parrilla del patio. Todos habían intervenido en la creación del gran patio que ocupaba el semicírculo de las casas. Hawk había diseñado y hecho la terraza de ladrillo. Gabe había construido la mesa, bancos y sillas gruesas y sólidas. Caz y Bull habían construido la parrilla de piedra y la hoguera.
Al alejarse del fuego abrasador, Caz notó a Gabe. —Una vez que esto se calme, haré hamburguesas de alce y tocino.
¿Te unes?
 
Gabe vaciló. —Ah... —Odiaría molestar a sus hermanos.
 
Caz regresó a su casa y gritó sobre su hombro—. Llegando dos hamburguesas —Con una media sonrisa, Gabe sacudió la cabeza.
Sí, él podría haberse quedado adentro. Pero no, se había dirigido justo allí, donde todos ellos tendían a pasar su tiempo.
Porque... él quería estar con sus hermanos.
 
Lentamente, respiró hondo. El aire era rico con el aroma del lago, de plantas frescas de primavera y de la tierra recién arada.
Con los años, la vieja cabaña de Mako se había convertido en un lugar seguro, uno que el mundo no podía tocar. El refugio donde había encontrado una nueva familia y un hogar en la naturaleza.
Sin embargo, después de que el sarge se mudó aquí y construyeron sus casas, el Hermitage se había vuelto igual de especial. Al igual que las palomas mensajeras, todos regresaban para estar con Mako y para renovar sus lazos de hermandad.
Eso es lo que necesitaba hoy. Sus hermanos. Y la paz del hogar.
En el semicírculo de cabañas, los pollos piaban contentos en su corral. El agua del lago lamía tranquilamente la orilla y el muelle. Tarareando en voz baja, Bull se abrió camino por el jardín.
Sonriendo, Gabe desechó las molestias del día y comenzó a cargar cajas del Jeep a la terraza.
Cuando consiguió tener la primera cámara montada, Bull había terminado en el jardín. Él y Caz subieron los escalones.
—Menudo montón de tecnología —Bull se dejó caer en una silla junto a la mesa.
—Cámaras de seguridad —Gabe sonrió levemente—. Vamos a instalarlas en la ciudad, incluso en tu bar. Hoy después del anochecer.
—Lo haremos, ¿verdad? —Bull levantó una y asintió—.Buen plan.
 
—Alguien se va a llevar una sorpresa —Caz sonrió—. Me gusta.
 
—Eres tan sigiloso como Hawk —dijo Bull. Gabe se rio
entre dientes. Bull y sigiloso no pertenecían a la misma oración.
Después de que montar y de preparar los dispositivos para comunicarse con el teléfono y la computadora de Gabe, comieron hamburguesas y patatas fritas, junto con alubias al horno. Gabe contribuyó con las Oreos y el helado que había comprado en Anchorage.
El sol se ponía tarde estos días, alrededor de las once de la noche. Para matar el tiempo hasta el anochecer, Bull sacó cervezas, unas de su cervecería.
Dos cervezas después, Caz desapareció en su cabaña y regresó con un tambor de mano y una armónica.
—Oh sí. Déjame coger mi guitarra —Cuando Bull fue a buscar su guitarra acústica, Caz miró expectante a Gabe.
La presión de un hermano era una presión con esteroides. Gabe sonrió. Sí, los había extrañado.
Todo el invierno pasado, su guitarra había sonado… sola... sin el acompañamiento familiar de los hombres que siempre habían estado allí.
Con un gruñido de molestia, fue a buscar su guitarra.
 
Tras regresar y acomodarse en su silla, Gabe comenzó a afinarla. —Ha pasado mucho tiempo desde que tocamos juntos.
Sin electricidad en la vieja cabaña de Mako, las opciones de entretenimiento mientras crecían dependían de lo que podían hacer ellos mismos. El sargento había criado a los muchachos con el ritmo de un campo de entrenamiento. Pero, siendo un aficionado a la historia, Mako también conocía canciones interpretadas por los marineros británicos y las cantadas por soldados en la Segunda Guerra Mundial.
Hawk, que amaba el viejo oeste, había exigido música country. A Gabe le gustaba el folk rock. Caz prefería la armónica, y a Bull le gustaba todo, incluso el jazz.
La música podría aligerar la noche más larga y oscura.
 
Mako insistió en enseñar a los niños a cantar en defensa propia. Con cuatro hijos en una cabaña pequeña, si no estaban cantando, estaban peleando. A veces se las arreglaron para hacer ambas cosas, como cantar “We Will Rock You” de Queen mientras se enzarzaban en una sangrienta pelea. Mako se había reído tanto que habían llegado a pelear mucho más de lo normal. Justo hasta que Gabe alcanzó a Bull con una patada circular y lo tiró al río.
Gabe sonrió. Buenos tiempos.

Después de tocar un rápido riff de introducción en la armónica, Caz cantó el primer verso40 de uno de los favoritos de Mako: el “Himno de batalla de la República”, y Bull estaba allí con él. Gabe carraspeó tratando de despejar el nudo de su garganta. Finalmente, se unió, llenado el espacio entre el tenor de Caz y el bajo de Bull con su voz de barítono.
Hawk odiaba el sonido de su propia voz ronca y nunca se unía al canto. Mako había imaginado que sus cuerdas vocales estaban dañadas por los gritos y no lo había obligado. Incluso ahora, Hawk tenía pesadillas del tiempo anterior al ingreso en el hogar de acogida. En cambio, había aprendido el violín. Cuando Hawk no podía dormir, su música iba a la deriva sobre el lago como una niebla triste.
Después de un par de canciones, Caz le preguntó a Bull:
—¿Encontraste más empleados?
 
—Sí, podré abrir la sección de restaurante este fin de semana. Y contraté a otro camarero. Julie y Felix cubrirán el bar. Tengo un par de universitarios más jóvenes para el restaurante. Dos cocineros de mi restaurante en Anchorage quieren trabajar aquí para ver si les gusta vivir en un pueblo pequeño.
—Eso no es suficiente gente para trabajar en la taberna
—dijo Gabe.
 
—Lo sé. Por ahora, solo abriré de miércoles a sábado. Eso me permite cierta flexibilidad hasta que pueda encontrar más personal.
 
40 Battle Hymn of the Republic, escrita en 1861 por Julia Hard Howe con la música de John Brown's Body (una marcha abolicionista). Es una de las más conocidas canciones patrióticas norteamericanas. El primer verso dice: “Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor”.

—¿Qué vas a servir? —preguntó Gabe. El domingo, habían visitado el restaurante de la estación de esquí para ver la competencia de Bull. La comida era muy buena allí.
—Dejaré las elegantes comidas de chef a McNally's y ofreceré el mismo menú que en mis otros restaurantes, comida que combina bien con la cerveza. De precio medio, hamburguesas, filetes y platillos reconfortantes. Un lugar para disfrutar de una comida tranquila con vistas al lago. Debería conseguir gente del pueblo que quiera salir y turistas que no deseen ir a un restaurante de cinco estrellas.
—Bien —dijo Gabe—. Ese es mi tipo de lugar.
 
Caz asintió con aprobación. —Atraerá a los huéspedes del resort y su personal, probablemente.
—Eso espero.
 
—Bueno, la clínica debería estar abierta pronto, aunque, como tú, necesito más ayuda —Caz miró a Gabe— ¿Qué tal con la recepcionista? ¿Cómo está la cosa?
—Contratada —Gabe sonrió—. Cuando me detuve para visitar a Lillian, ella me envió a Regina Schroeder. A mediados de los cuarenta, su marido trabaja en el Slope41, por lo que se va cada dos semanas.
—Tal vez se aburre y se siente sola —Caz asintió—¿Alguna experiencia?
 
—Hace años, fue recepcionista en un consultorio dental en Nebraska. Crio una pareja niños aquí. Trabajan fuera del estado ahora —Gabe hizo una pausa—. Ella es honesta, más directa que discreta, práctica. Parece imperturbable.
 
41 El borough de North Slope (en inglés: North Slope Borough), fundado en 1972, es uno de los 19 boroughs del estado estadounidense de Alaska. En Alaska se llama borough en vez de county (condado) a las subdivisiones del estado.


—No es una mala mezcla. Prefiero a una persona tranquila antes que a una discreta. —Caz inclinó la cabeza.
¿Trabajará de lunes a viernes, de nueve a cinco?
 
—Eso es. El departamento de policía no abrirá hasta que yo llegue las once —Bull levantó las cejas.
—Me enfoco en las horas del mayor número de turistas, y no se levantan temprano. Trabajaré de once a ocho de lunes a viernes. Baumer estará de tres a tres el viernes y el sábado, y de once a ocho el domingo —Gabe se encogió de hombros—. Nos reajustaremos según sea necesario. Si tenemos demasiada demanda consideraré la contratación de personal temporal.
Caz pasó la bolsa de patatas fritas. —¿Qué tipo de llamadas estás recibiendo?
—Hurto en la tienda de comestibles, un borracho desmayado en la calle, pelea en una granja en el bosque, una pelea doméstica en la ciudad —y maldición él odiaba eso—. Un oso pardo cerca de la escuela primaria, alguien intentó romper un buzón de correos, dos robos. Bastante tranquilo.
—Mierda —Bull lo miró fijamente— ¿Eso es tranquilo?
 
—Sí —Mirando hacia atrás, había disfrutado algunas de las llamadas. Le gustaba la descarga ocasional de adrenalina. Le gustaba ayudar. Le gustaba mantener a la gente a salvo.
Maldita sea, se estaba apegando a esta maldita ciudad.
Tomó un poco de cerveza. —¿Alguien ha sabido de Hawk?
 
Sus dos hermanos sacudieron la cabeza. Caz agregó: — Llamé a las oficinas. No darán ninguna información. Ni siquiera tomarán un mensaje, lo que es llevar la seguridad operacional demasiado lejos.
—Sí. Exageran —Anteriormente, el administrador había transmitido mensajes y notificaba a la familia de la muerte de un agente. Con el cambio de propietarios se había incrementado la seguridad hasta el punto de un apagón total de información.
—¿Alguien sabría si está bien? —preguntó Caz.
 
—Ya no conozco gente allí —Gabe sacudió la cabeza—. Sólo otro miembro de mi escuadrón y yo sobrevivimos, y él renunció cuando lo hice. El administrador seguro que no hablará conmigo, no después de lo que les dije—.
—Hawk envió un mensaje de texto en Navidad —dijo Caz—. Sólo que estaba bien y estaría fuera de contacto por un tiempo.
—No contestó cuando respondimos su mensaje de texto
—agregó Bull—. Probablemente un teléfono desechable—. Hawk seguramente pisoteó el teléfono después de enviar su texto—. Dale más tiempo.
Gabe rasgueó en su guitarra la introducción de una canción en español que Caz les hizo aprender en su última visita a casa: —Despacito.
Cuando Caz tomó la delantera cantando, marcando el ritmo con su tambor, Gabe sumó apoyo, con Bull uniéndose al estribillo con su elegante toque de guitarra.
Cuando terminaron, Caz se echó a reír. —¿Qué? —preguntó Bull.
 
—Ah, estuve con una mujer en Columbia y le cantaba esto. A ella… ah… no le gustaban algunas de las letras —Caz sonrió.
Gabe también hablaba español. La canción era bastante explícita. Bull se echó a reír. —Conociéndote, ella lo perdonó todo.
 
Caz solo sonrió y no dijo nada más.
 
El sargento no había sido un oficial, trabajaba para ganarse la vida, pero había sido un caballero hasta la médula. Un hombre protegía a las mujeres, lo que incluía el silencio sobre asuntos íntimos. Mako les había inculcado todas sus costumbres... y golpeaba cuando no aprendían lo suficientemente rápido.
Caz disfrutaba abiertamente de las mujeres, muchas mujeres, pero cada mujer era tratada con respeto y honestidad, y nunca se hablaba de ella después.
Poniendo su tambor a un lado, Caz preguntó: —Viejo,
¿qué tal tu oficial de patrulla? Baumer, ¿verdad?
 
—Earl Baumer. Tiene experiencia. Bastante educado. Quiero ver realmente cómo le va cuando no sabe que estoy cerca —Gabe saboreó la amargura que le quedaba de cuando había trabajado en Los Ángeles y observó a un oficial aceptando un soborno.
Si y cuando Gabe regresara al bosque, Baumer sería el primero en la fila. para el puesto de jefe.
Con los ojos entrecerrados, Gabe contempló las montañas. Baumer se veía bien en el papel.
Tenía experiencia. Tenía un buen temperamento de viejo amigo que encajaba bien con los habitantes de Alaska. Entonces ¿por qué provocaba un sentimiento de inquietud en las entrañas de Gabe?
Rasgueando suavemente, vio una gran luz rectangular aparecer al otro lado del lago. Las cabañas de Dante estaban por allá. De hecho, esa era la cabaña de Julie. Podía distinguir la silueta en la puerta cuando ella salió, y condenado si su cuerpo no se apretaba en reconocimiento. Por el deseo.
Cuando la puerta se cerró y su figura desapareció en la oscuridad, él perdió un acorde. De hecho, ni siquiera podía recordar qué canción habían estado tocando.
En el crepúsculo creciente, la sonrisa de Bull brilló en blanco. —Supongo que la letra picante la atrajo, ¿eh?
Caz resopló. —El otro lado del lago está demasiado lejos para escuchar más que tenue música.
Pero ella se había rendido en sus brazos. Generosa.
Receptiva.
 
Quería escuchar su voz de nuevo. Escuchar su risa.
Tomar su boca y tirar de ella contra él y...
 
Cuando apartó la vista de su cabaña, sus hermanos lo estaban mirando.
—Una cosita muy bonita, ¿verdad? —dijo Bull—. Me gusta ella.
Gabe le lanzó una mirada que hizo estallar en una gran carcajada a su hermano.
—Lo entiendo —Bull levantó los brazos, las palmas hacia adelante, en un gesto de “no intervención”, la forma en que los hermanos reconocían que una mujer había sido reclamada.
Sonriendo, Caz duplicó el movimiento a pesar de que Gabe no había dicho nada.
Maldición Con la experiencia de años de distraerlos, Gabe comenzó a cantar una canción que no pudieron resistir.
—¡Oh, América! —Y... tenía que decir que era agradable estar en casa.
 
***



Al otro lado del lago, Audrey se sentó en su mesa de picnic. Las paredes de la cabaña parecían estar cerrándose sobre ella, por lo que había salido a disfrutar de la tranquila velada.
Todo era tan diferente aquí. En Chicago, la ciudad zumbaba con ruido toda la noche. Nunca estaba realmente oscuro.
En Alaska, la puesta de sol llegaba tan tarde que el cielo nunca se volvía completamente negro. Aun así, las estrellas seguían siendo enormes y brillantes y tan cercanas que parecía que pudieras alcanzarlas y tocarlas.
No había ruido de tráfico o personas o bocinas o sirenas. La quietud a su alrededor le permitía escuchar cada golpe del agua del lago contra la orilla. Había insectos cantando en los pastos de la orilla. El ulular más lejano de un búho.
Parpadeó cuando otro sonido susurró al otro lado del
lago.
 
¿Música? Eso era música. Casi demasiado suave para
escucharla, pero hermosa. Voces de hombres en armonía. Alguien había encontrado una emisora de radio agradable.
Entonces la música se detuvo y escuchó la resonante carcajada de Bull.

Espera… La música comenzó de nuevo, sonó unos segundos y se interrumpió. Eso no era una emisora de radio, sino personas reales. Su jefe y algunos amigos. Cantando juntos. Tocando instrumentos reales. Guitarras y un tambor.
Guau. Las únicas personas a las que había oído tocar música eran las de la iglesia o adolescentes que querían formar una banda.
Estos muchachos estaban... divirtiéndose.
 
Una carcajada profunda hizo que sus nervios prestaran atención. Ese era Gabe.
Él estaba allí también. Sentado y hablando. De vez en cuando cantando con los otros dos. Simplemente pasándolo bien.
 
Se mordió el labio contra el dolor de la soledad, el anhelo de estar con otras personas.
No más que eso. Estar con Gabe, ser quien lo hiciera reír. Verlo sonreír y escuchar el sonido de su voz baja sobre ella. Tal vez tomar su mano y...
Puso los ojos en blanco.


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Mensaje por adricrisuruta Sáb 12 Sep - 16:55

Me gusta ese sentimiento de hermandad que emana Gabe, Bull y Caz. Muchas veces la amistad hace más hermanos que la sangre.

Me da penita Audrey, el aislamiento le hace ver la vida de otra forma.

Gracias por el capi...


"A veces nunca se aprecia el valor de un momento hasta que se convierte en un recuerdo."


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Mensaje por IsCris Dom 13 Sep - 0:34

Me encantan que los hermanos se lleven tan bien, quisiera saber un poco más del otro hermano; en que se basa su vida ahora 

Esperemos que Gabe se anime a ir donde Audrey o viceversa


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Mensaje por evanescita Dom 13 Sep - 17:37

Siempre hay gente que se cree superior y humilla cuando siente que tiene la razón, como ese tipo que fue a reclamar algo ilegal, y aplaudo que Gabe lo pusiera en su sitio, menos mal que estaban sus hermanos para que se relaje y olvide todas sus responsabilidades siendo el jefe. Me encanta también que entre ellos se apoyen tanto, realmente se quieren y no es para menos juntos han pasado por tanto.
A todo esto me preocupa Hawk, donde estará? Que es lo que ha pasado con él? Espero que nada malo y llegue bien cuando termine lo que sea que se fue a hacer como mercenario.
Audrey debería buscar y hablar con Gabe, después de todo ella sabe que ha mentido y que Gabe necesita entender lo que está pasando con ella.

Muchas gracias.
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Mensaje por yiniva Dom 13 Sep - 22:15

Capítulo 12

Se había roto un lazo más con Chicago. Los de la mudanza habían vaciado el apartamento de Audrey.
Después de leer el correo electrónico de Dennison, había regresado a la cabaña y solo... se sentó en la mesa. Un cúmulo de depresión se apoderó de su espíritu y ella trató de detenerlo.
Era solo un piso. Era mi piso. Decorado como ella quería.
 
No, no pienses de esa manera.
 
Había planeado mudarse algún día, de todos modos.
Finalmente.
 
Dejó escapar un suspiro. Se sentía como si tuviera arena movediza bajo sus pies. Sin casa.
Porque, aunque ella vivía aquí en la cabaña, no era suya. El lugar era un préstamo de caridad, simple y llanamente. De alguna manera, ella necesitaba ganar lo suficiente para pagar a Dante el alquiler.
Hablando de ganar dinero, necesitaba moverse. Su trabajo en la taberna comenzaba en unos minutos. Un jueves por la noche debería estar muy concurrida. Ella recibiría propinas.
Mientras recogía las llaves y el abrigo, se dio las instrucciones para la noche. Esta noche, sería extrovertida y sociable. Lo lograría.
Mientras trabajaba en el jardín esta mañana, Lillian le había dado consejos a Audrey acerca de cómo encajar en un pequeño pueblo. No tratar de ser charlatana, como si eso pudiera suceder, pero participar en las conversaciones. Expresar interés. Hacer preguntas. Involucrarse en los grupos y eventos que tenían lugar en la ciudad.
Audrey suspiró. Lillian insistió en que tratar con personas era una destreza tan grande como tocar el piano o batear una pelota de béisbol. Si una actividad no era natural, por supuesto se necesitaba práctica. Ser sociable podía ser como aprender un nuevo deporte
En serio. Práctica, práctica, práctica. Ella agarró sus llaves. Y trata de no llegar tarde al trabajo.
Moviéndose rápidamente, Audrey salió de su cabaña, cerró la puerta y... —Oh, mierda.
Una desgarbada monstruosidad estaba junto a su coche. Mordisqueando un arbusto. Guau, eso era un alce.
Hablando de algo enorme. Su trasero y hombros jorobados eran más altos que el techo del coche.
Y tenía astas. No eran enormes. Cubiertas de pelusa aterciopelada. Y, aun así, con un aspecto terriblemente mortal.
Ella retrocedió, chocó contra su puerta, chilló. Mientras miraba, rápidamente abrió la cabaña y se metió dentro.
Cuando volvió a mirar, la bestia ni siquiera se había movido. Estaba comiendo. Y siguió comiendo.
—No, no, no. ¿No te das cuenta de que tengo que ir a trabajar? Asomó la cabeza. —Vete.
Ni caso.
 
Levantó la voz. —¡Vete!
 
Las orejas se movieron. Miró hacia arriba, mostrando un colgajo que se agitaba por debajo de su barbilla.
Siguió comiendo.
 
Le recordaba a los estudiantes universitarios perpetuamente hambrientos.
Saliendo al porche, ella le gritó. —Vete, cosa estúpida.
¡Fuera!
 
Sus orejas se alzaron.
 
Oh, bien, ella estaba llegando a alguna parte. La había escuchado. Ahora se movería. Con la cabeza baja, la miró fijamente, lamiéndose los labios.
Mierda, esto era ridículo. Era solo un gran ciervo,
¿verdad? Saliendo al rellano en dos pasos, saltó arriba y abajo agitando los brazos y gritando:
—¡Fuera de aquí!
 
Se le erizó el pelo de la espalda y cargó. ¡Directo a ella!
 
Saltó dentro tan rápido que tropezó y cayó sobre su trasero. Frenéticamente cerró la puerta de un puntapié. —Oh Dios, oh Dios, oh Dios.
El alce golpeó el marco de la puerta con tanta fuerza que toda la cabaña se sacudió, y escuchó un crujido.
Ella gritó y luego se tapó la boca con las manos. No lo hagas enojar más. El corazón le latía como loco. ¿Y si derribaba la puerta?
¡Aléjate de la puerta! Se puso de pie y se movió al centro de la sala, saltando de puntillas para poder correr.
¿Correr a dónde?
 
Nada volvió a golpear la puerta. ¿Seguía ahí? ¿Se había ido?
 
Se apresuró hacia la pequeña ventana que daba a la
carretera.
 
Agarrando el alféizar, miró. Sus manos temblaron mientras veía al alce alejarse de su cabaña.
Se le doblaron las rodillas y cayó al suelo. El sudor frío le humedecía la espalda, y jadeaba como un fuelle.
Oh Dios, eso había sido horrible.
 
Tardíamente, recordó que Gabe había dicho algo acerca de media tonelada de irritabilidad. No era una broma.
¿Y la gente venía aquí para ver la vida salvaje? Estaban locos.
Observó como el animal llegaba a la cabaña siguiente. Sigue adelante, por favor. Consciente de los minutos que pasaban, esperó y esperó. Luego, después de salir por la puerta principal, se detuvo. Estaba cerca de la última cabaña. Se lanzó a su auto y saltó dentro.
Mientras giraba la llave, el alce movió su gran cabeza para mirarla, luego dio un paso hacia ella.
Oh, Dios, ganaría en un enfrentamiento con su pequeño auto. Ella giró la llave y pisó el acelerador. Mientras su coche escupía grava, le echó un vistazo por el espejo retrovisor.
Sin aceptar el desafío, el alce había reanudado su paseo hacia el lago.
Sus dedos aún temblaban. Contuvo el aliento y lo miró por el espejo retrovisor. —Gran bastardo —Su voz salió ronca.
Unos minutos más tarde, entró en Bull's, vio lo lleno que estaba y casi gritó de alivio. Nunca se había dado cuenta de lo maravillosa que podía ser una multitud de personas.
Tanto Bull como el nuevo barman estaban detrás de la barra. Una vieja canción de Gordon Lightfoot estaba sonando. La lenta balada calmó sus nervios agitados, y ella empujó sus hombros hacia atrás. Vale, podría hacer esto.
Después de cerrar su bolso y ponerse un delantal, pasó por la barra para avisar a su jefe de que había llegado.
Mezclando bebidas, Bull bromeaba con media docena de personas. No queriendo interrumpir, se paró en la zona de los camareros y se inclinó para que él pudiera verla.
Después de mirar el reloj detrás de él, frunció el ceño y no parecía complacido en absoluto.
Su voz salió más alta de lo normal. —Lo siento, llego
tarde. Yo… Había un alce.
 
Un hombre enorme sentado en el bar se volvió para mirarla. Gabe. Cuando se encontró con su intensa mirada, su pulso realizó un extraño latido por varios segundos desconcertantes.
—¿Estás bien, Julie? —preguntó con su voz profunda.

—Por supuesto que sí, cariño —La morena a su lado le dio unas palmaditas en la mano—. Los forasteros se asustan fácilmente. El alce probablemente estaba a una milla de distancia.
Audrey se puso rígida. —Estaba justo al lado de mi coche y no se movía. Cuando grité y agité los brazos, él me embistió.
Ahora todos la estaban mirando.
 
—Maldita sea, Julie —Bull se volvió para mirarla.
—¿Hiciste enojar deliberadamente a un alce? —La mujer era deslumbrante con enormes ojos de cierva, cabello castaño ondulado, labios carnosos y un bronceado perfecto. Vaqueros ajustados y una aferrada camiseta azul marino mostraban su delgada figura.
Cuando se acurrucó con Gabe, Audrey quiso abofetearla.
La mirada de Gabe recorrió a Audrey. —¿Estás bien, Ricitos de Oro?
Pude haber muerto. Su corazón seguía acelerado. —Bien.
Muy bien.
 
—Me sorprende que el alce no la haya pisoteado —La mujer parecía lamentar que no lo hubiera hecho—. Considerando lo peligrosa que es nuestra vida silvestre, los forasteros deberían ser evaluados en su sentido común antes de ser admitidos en Alaska. Por supuesto, podríamos perder el noventa por ciento del turismo de esa manera.
Todos en el bar se rieron.
 
Audrey se dio la vuelta. La mujer había dado a entender que Audrey era una idiota ignorante.
En este momento, Audrey se sentía como una idiota, además de torpe y fea. —Oh mírate. Estás completamente roja
—La mujer le dio a Audrey una sonrisa azucarada—. No te lo tomes así. Solo bromeaba contigo.
—Brooke —Gabe gruñó con evidente desaprobación.
Brooke echó hacia atrás su largo cabello en un movimiento coqueto y femenino. —No te preocupes. Julie. El alce, sin duda, ya se ha ido.
Y no había una buena respuesta para eso, ni una que no fuera horriblemente grosera. Las camareras no debían ser groseras. Así que imitó los modales ingleses de Lillian.
—Muchas gracias por tu preocupación, Brooke. Es muy reconfortante —La sonrisa que ofreció Audrey era igualmente empalagosa.
El parpadeo de sorpresa de Brooke fue satisfactorio, pero la mujer no había soltado el brazo de Gabe.
Oyó a Bull decir algo, oyó a Gabe decir su nombre, pero recogió la bandeja y se volvió.
Gabe podría tener a la mujer.
 
No es mi problema, no es mi preocupación. Tratando con todas sus fuerzas de no preocuparse, Audrey se fue a atender a los clientes.
Al menos la oleada de ira había acabado con la sensación de temblor en la boca del estómago.
Una hora más tarde, sintió el cansancio de los músculos de sus piernas mientras esperaba que Bull llenara su bandeja. Todavía no estaba en forma, pero estaba mejor que sus primeras noches aquí. Caminar hacia la tienda de comestibles y la cafetería estaba marcando la diferencia.
Sus labios se arquearon ante el pensamiento. Honestamente, mudarse a Alaska era una forma extrema de hacer algo de ejercicio. Podría haberse apuntado a un gimnasio.
Bueno, si no fuera por tener un sicario tras ella.
—¿Estás bien, chica? —preguntó Bull, estudiándola.
 
—Estoy bien, gracias —Le sonrió—. No le gritaré a ningún otro animal grande, confía en mí.
—Es bueno oírlo.
Con la bandeja de bebidas fue a una mesa de tres terapeutas de masaje que trabajaban en el centro de esquí McNally's Ski Resort. Audrey levantó el primer vaso. —Aquí hay un té helado de Long Island.
—Eso es mío —dijo innecesariamente la robusta pelirroja. Su mirada pasó por delante de Audrey y empujó a la rubia a su izquierda— ¿No es Brooke la de la mesa junto a la puerta?
La rubia se volvió y asintió. —Es ella. Veo que ya se ha encontrado un tío bueno.
El pelirrojo resopló. —Por supuesto que sí.
 
Tomando el último vaso, la tercera mujer preguntó: —La he visto por ahí, creo. ¿Quién es?
—Relaciones públicas de resort —La primera mujer sacudió la cabeza—. Ella más o menos nos ignora. Para ella, todo se trata de los hombres.
Audrey recogió los vasos vacíos, secó una zona húmeda y se dirigió a la siguiente mesa. Su humor empeoró cuando se dio cuenta de que el “tío bueno” que estaba con Brooke era Gabe.
 
Peor aún, estaban en su sección.
 
Después de ocuparse de otras dos mesas, se quedó sin razones para entretenerse.
Sentado con Gabe y Brooke había un hombre hispano de cabello oscuro. Él sonrió a Audrey mientras se acercaba.
—¿Están listos para otra ronda? —preguntó Audrey.
 
Brooke le dio una sonrisa fría. —Estupendo, una camarera por fin. Me gustaría un mojito.
—Está bien—. Audrey asintió con la cabeza hacia el hombre hispano. —¿Y usted señor?—
—Soy Caz, y tú eres Julie, según he oído—. La voz tranquila con acento español era como terciopelo cálido. —He oído mucho sobre ti. Es bueno conocerte al fin—.
Ella se congeló, sintiendo que el corazón se paraba en su pecho. ¿La gente hablaba de ella? ¿Eso llamaría la atención? ¿Atraería a Spyros?
Cuando los ojos de Gabe se entrecerraron especulativamente, se obligó a respirar lentamente. Sin pánico. Inclinando la cabeza hacia Caz, dijo: —También es un placer conocerte. ¿Puedo ofrecerte una bebida?—
—Creo que Bull's Moose tiene una cerveza de primavera. Me gustaría una, por favor—. Le sonrió a Gabe. —Y trae la cerveza negra de Bull para el viejo—.
Viejo significa viejo en español42. —No es viejo.
 
42 En el original la frase tiene sentido: “Viejo meant old man in Spanish”.

La risita de Gabe le provocó escalofríos felices en la espalda. Oh, realmente debería reírse más.
Brooke se inclinó hacia Gabe y su sugerente susurro fue demasiado audible. —Tú no eres viejo en absoluto ... y me lo puedes probar más tarde—.
Audrey regresó rápidamente a la barra porque si Gabe besaba a esa odiosa mujer, no quería verlo.
Y ella no quería ese nudo de infelicidad en su estómago.
Ese que crecía cada vez que Brooke lo tocaba.
 
 ***
 
Gabe consideró esposar a Brooke a su silla. No por diversión y juegos, sino simplemente para apartarla de él.
Cuando llegó al bar, se sorprendió de verla. Habían pasado años desde que él había salido con ella en Anchorage, y no tenía idea de que tenía un trabajo en el resort.
Ella no había cambiado nada. Todavía coqueteaba con cualquier cosa con una polla.
Había descubierto al principio de su relación que tenía la fidelidad de un gato en celo y había planeado romper con ella incluso antes de que se liara con Bull.
Luego, mientras salía con Bull, lo había intentado con
Caz.
 
Menos   mal   que   Mako   habló   con   ellos   cuando descubrieron a las mujeres. El sargento les había explicado el lío      que  podría  surgir  si  se  permitía  que  una  mujer  se interpusiera entre compañeros de equipo. Así que, en su adolescencia, inventaron sus propias reglas.
Si no fuera por su código de hermanos, Brooke podría haber causado serios problemas. Ella era del tipo de personas que prosperaban causando estragos. Y al menospreciar a otras mujeres.
Ahora, lamentaba haber sido amigable con ella al llegar esta noche. Era una mujer hermosa, pero a Gabe nunca le habían gustado los juegos. Ni entonces, ni ahora.
Con un coqueto pestañeo, se presionó contra él.
 
—Brooke —advirtió.
 
Ella se inclinó hacia él aún más, empujando su pecho contra su brazo.
—Si te frotas contra mí una vez más, voy a asumir que te pica. Bull probablemente tiene aerosol para pulgas.
Ella se echó hacia atrás. Su cara se puso roja, luego fría.
—Eso fue grosero.
 
—También lo es frotarte las tetas contra alguien — Levantó una mano hacia Caz (el pobre bastardo podría lidiar con las consecuencias) y se alejó.
En el medio de la habitación, vio a Julie llevando bebidas.
Ella había estado sobresaltada al entrar esta noche. Asustada. Y él se preguntó qué más la asustaba. Estaba mintiendo sobre su nombre, su pasado, probablemente, sobre todo. ¿La estaba juzgando demasiado duramente por esas mentiras?
Girándose, se dirigió hacia ella y tomó una cerveza de su bandeja. —Gracias.
—Oh, por supuesto —miró a la mesa y parpadeó.
 
Siguiendo su mirada, Gabe vio que Brooke estaba coqueteando con Caz ahora. Vale.
Caz era más que capaz de liberarse y sin duda lo haría con encanto.
Gabe volvió su atención a Julie. —Brooke tenía razón.
 
La espalda de Julie se enderezó... y Gabe recordó todas las demás declaraciones insultantes que Brooke había hecho. Diablos, al ritmo que iba, pronto tendría a todas las mujeres en el bar apuntando a sus pelotas. —Sobre la vida salvaje, quiero decir. Necesitas lecciones.
—Voy a leer un poco sobre...
 
—Yo trabajo mañana, tú trabajas el sábado. Que sea el domingo por la mañana. Te recogeré a las nueve de la mañana. Ponte zapatos con los que puedas caminar —metió un mechón de cabello detrás de su oreja, disfrutando de la dulce curva de su mejilla—. Mientras tanto, aparca cerca de la puerta y evita a ese alce. Llama a la comisaría si necesitas ayuda.
Él se fue antes de que ella pudiera discutir... porque tan inteligente como era, sin duda no iba a ganar.


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Mensaje por IsCris Lun 14 Sep - 12:18

Que indeseable es esa Brooke, no hacía falta en la historia y que bien que Gabe le puso las cosas claras 
Espero que les vaya bien a Audrey y Gabe en esas lecciones, y a ver si ella le cuenta aunque sea su verdadero nombre


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Mensaje por evanescita Lun 14 Sep - 13:50

Esa zorra de Brooke no podría serlo mas jajaja ojalá Caz la ponga en su sitio además quien querría meterse con un saco de ETS no? Igual que bueno que Audrey la trato con educación porque esa tipa ni siquiera sabe lo que es eso, además de que estaba en su trabajo y cuando pasa eso hay que tener mucha paciencia, sin embargo hay que ver el lado bueno de lo del susto por el alce, podrá ver a Gabe y espero puedan solucionar sus diferencias.

Muchas gracias.


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Mensaje por yiniva Lun 14 Sep - 15:07

Capítulo 13

Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia.

-Desconocido-

***
Bueno, eso no llevó mucho tiempo. A la tarde siguiente en la comisaría, Gabe se echó hacia atrás. y vio un video en su computadora. Las palabras habían aparecido en un edificio.
FORASTERO VUELVE A TU CASA

Bull, Caz y él habían colocado una de las cámaras de seguridad frente a una vieja casa estilo victoriano que un matrimonio había comprado para convertirla en un B&B43. Construida por un millonario en los años 70, la casa era una belleza desmoronada con adornos, torres y torretas, porche envolvente y un mirador.
En la cámara, un hombre bajo sin cuello usaba un bote de pintura en aerosol. Terminando la pintada —FORASTERO VUELVE A TU CASA—, intercambió golpes de puño con su camarada en el crimen: un hombre alto con un distintivo bigote caído.


43 Un Bed and Breakfast o en su forma abreviada B&B, es un establecimiento hotelero que ofrece precios moderados. La expresión inglesa, se traduce como 'cama y desayuno'.

Knox y Chevy, los obreros que había conocido en la casa de Lillian. Gabe se pasó las manos por la cara. Tío, esto iba a ser un desastre.
Desde el vestíbulo, la voz de Regina entró por la puerta abierta de la comisaría. —Earl, llegas justo a tiempo.
—Hola, Regina. He oído que eres nuestra nueva recepcionista. Eso es genial si estás lista para aburrirte. La estación de policía no tiene mucha acción.
Ella rio. —Voy a estar suficientemente ocupada, ya que estoy cubriendo las oficinas municipales y la clínica de salud también.
—Guau —Después de un segundo, Baumer agregó—. Eso es muy inteligente.

—Eso pensé. Antes de que preguntes, el jefe está en su oficina.
—Gracias.

Un segundo después, Baumer entró por la puerta abierta de la oficina. Gabe le dirigió una mirada penetrante. Camisa del uniforme limpia, vaqueros y botas. Cinturón de servicio puesto. Bien.
—Buenas tardes, Jefe. ¿Cómo ha ido la semana?
—No muy bien, pero podría mejorar —Gabe giró el monitor para que el oficial pudiera verlo.
—¿Qué demonios? Oye, eso es una cámara. ¿Alguien los estaba filmando?
 
—Yo. Puse cámaras de seguridad.
—¿Sí? —La cara de Baumer se oscureció— ¿Cuándo planeabas decirme que teníamos cámaras, Jefe?
La ira parecía excesiva, considerando que Baumer no había estado de servicio en toda la semana. Aun así, si se invirtieran las posiciones, a Gabe le habría molestado que lo dejaran fuera de juego. —Estaba pensando decírtelo en nuestra primera reunión del viernes... que empezó hace un minuto.
Baumer se quedó quieto por un momento, luego suspiró.
—Sí, lo siento. No soy bueno con las sorpresas.

—Puede que hayas elegido la carrera equivocada — Avanzando, Gabe tocó la pantalla— ¿Qué sabes de estos dos hombres? —Considerando el tamaño de la ciudad, Baumer conocería a la mayoría de los habitantes después de vivir aquí un año.
—¿Chevy y Knox? Comparten unos pocos acres en territorio virgen. Cada uno tiene una cabaña. En invierno, los muchachos trabajan en Prudhoe Bay para conseguir dinero en efectivo. Chevy tiene esposa y un par de hijos. La mujer de Knox lo dejó hace unos meses.
—¿Alguna idea de dónde los encontraremos hoy? Baumer miró la ventana que daba a la calle principal. —
En realidad, los vi entrar en Dante's hace unos minutos.

—Probablemente querían ver la reacción a su vandalismo.
Baumer se encogió de hombros. —Todo lo que verán es un dueño enojado. A nadie más le importa. Incluso un juez solo les daría una palmada.
 
—Por la pintura, cierto. También rompieron las ventanas
—Y el edificio victoriano tenía muchas ventanas. Me imagino que costará más de quinientos dólares arreglar y lo elevar a delito de clase C44.
—Eso es... eso es un delito grave.
—Sí —Gabe hizo un gesto hacia la pantalla—. Observa que no llevan guantes.
—Mierda —Baumer frunció el ceño—. Ya los tienes grabados. No necesitas sus huellas digitales.
—No, para este delito, no. Sin embargo, nuestros delincuentes se descuidan, así que tengo la pintura en aerosol utilizada en otras pintadas. Y el hacha usada para destruir los suministros de construcción en el bar de Bull. Todo con toma de huellas dactilares y registrado como evidencia.
Hacía tiempo que no procesaba una escena del crimen. La policía de Los Ángeles era lo suficientemente grande como para que los técnicos tomaran las huellas dactilares. En Rescue, él y Baumer lo harían todo.
Le gustó bastante la idea. —Me temo que a estos dos les espera un mundo de dolor. Bull está enojado.
—Sin guantes. Los idiotas —murmuró Baumer.
—Sí. Vamos a buscarlos.

Fuera, Gabe se dirigió a la tienda de comestibles, seguido por el oficial.
Los dos vándalos salían de la tienda de Dante, cada uno con una bolsa de comestibles. Charlando amigablemente, Julie y Bull iban tras ellos.

44 Clase A, B, C es un sistema de clasificación de delitos en EEUU, por orden decreciente de gravedad.
 
—Chevy es tuyo —le dijo Gabe a Baumer antes de alzar la voz—. Knox, me gustaría habla contigo, por favor.
Ambos hombres se congelaron. Cuando Baumer sacó sus esposas, los idiotas atacaron.
Gabe bloqueó un golpe de Chevy y lo pateó hacia Baumer. El oficial fue extremadamente lento al entrar en la pelea.

—Jodido policía —Knox le tiró la comida a Gabe.

Gabe esquivó la lluvia de latas y levantó el brazo a la espera de un nuevo golpe.
Nada.

En vez de eso, vio a Knox tambalearse de lado.
Recuperándose rápidamente, el hombre atacó.

Después de bloquear un derechazo de Knox, Gabe clavó su puño en la barriga del hombre, doblándolo.
Maldición, eso se sintió bien.

Cuando Knox se enderezó, Gabe lanzó un gancho al mentón.
Knox se tambaleó hacia atrás.

Avanzando, Gabe pateó los pies del idiota, lo siguió hacia abajo y le puso las esposas.
Baumer finalmente había empezado y estaba luchando con Chevy, así que Gabe caminó y dio una fuerte patada en la parte posterior de la rodilla del vándalo. El hombre cayó.
Baumer se sacó las esposas.
 
—Te estás volviendo lento, viejo —Caz estaba cruzando la calle desde la clínica—. El sarge te haría hacer simulacros todo el día para agilizarte.
Gabe le dedicó una sonrisa. —Sí, fui lento. Tienes razón.

—¿Eso fue lento? —dijo alguien con voz ronca.
Girándose, Gabe vio que Baumer y los dos vándalos lo miraban fijamente.
Gabe frunció el ceño. En Irak, después de haber matado a un insurgente que portaba un cuchillo, su equipo había usado expresiones similares. Porque había recibido una herida en las tripas y no se había dado cuenta.
Se miró a sí mismo. Sin sangre. Sin cuchilladas —¿Qué pasa con las miradas? —Caz se echó a reír—. Esos dos te han estado llamando puto poli de ciudad.
—Bueno, eso es grosero —Gabe tiró de Knox para ponerlo de pie—. Es cierto que yo era un policía de ciudad, sin embargo.
El resto, no tanto. Pero rara vez hablaba de su pasado. Aterrorizados con que la ley los devolvería a hogares de crianza, los niños de Mako aprendieron a guardar silencio sobre dónde habían vivido. Esa cautela se afianzó. Que había sido un SEAL, no lo voy a compartir. Y seguro que no iba a hablar de trabajar como mercenario.
—Hola, Jefe —Apoyándose contra la pared de la tienda de comestibles, Bull sujetaba a Julie por la parte superior del brazo.

Al ver sus grandes ojos, una punzada de culpa atravesó a Gabe. Mientras él había estado divirtiéndose, ella había estado aterrorizada por la violencia. No era sorprendente teniendo en cuenta su pasado reciente
Debería haberse esforzado más en la pelea.

Luego parpadeó. Maldita sea si ella no estaba sosteniendo una botella de sidra de manzana por el cuello. Como un arma Y el agarre de Bull sobre ella era de contención, no de apoyo.
La constatación de que ella había querido ayudarlo le calentó el corazón. —¿Ibas a matar a Knox por mí?
Bull resopló. —Ella golpeó a Knox por ti. Me sorprende que la botella no se haya roto.
Ah, por eso Knox se había tambaleado.

—Él... podría haberte matado. ¿Estás loco? —Ella farfulló por un segundo—. Estabas sonriendo. Cuando le pegaste, sonreías.
—Sí, bueno, no hay ninguna ley que diga que las fuerzas del orden no pueden sacar una pizca de placer de una buena pelea.

Farfulló un poco más. Joder, era linda. —Gracias, Ricitos de Oro. Agradezco la ayuda.
Mirando a Gabe, Knox tenía una expresión de perplejidad.
Gabe no pudo evitar reírse. —¿Qué? ¿Los polis de la ciudad no pueden divertirse en las calles?
—Desde luego no actúa como un chico de ciudad —se quejó Chevy.
 
Gabe miró a Bull. —Ya que estás aquí, ¿tienes los daños totales para mí?
—Sí —Bull sacó un papel de su bolsillo y se lo entregó—. Todo desglosado al detalle.

—Gracias —Gabe giró el papel para que Chevy y Knox pudieran ver la suma al final—. Esta es la cantidad en dólares de los daños hechos a la taberna durante la remodelación.
Aunque Knox se encogió de hombros, Chevy se puso más blanco que la nieve en las montañas de Chugach.
—Los otros negocios también están sacando las cifras para mí —dijo Gabe.
—Hey, Jefe. ¿Los llevas al depósito de pruebas o lo hago yo? Baumer tenía a Chevy por un brazo.
—Primero, llevemos a nuestros invitados a la oficina para charlar.

Audrey miró a Gabe y al otro oficial mientras conducían a los dos hombres esposados al otro lado de la calle hacia la estación de policía.
En frente del edificio, la nueva recepcionista cruzó los brazos sobre su pecho. Su voz era clara. —Como madre, solo puedo decir que vuestras madres estarían avergonzadas de vosotros.
Los dos hombres se estremecieron.
 
En la puerta de la cafetería, Sarah soltó una carcajada.
—Pensé que serían los turistas que nos darían diversión hoy.

Cuando Sarah regresó al mostrador, Audrey sacudió la cabeza. —No estoy segura de considerar eso diversión — Independientemente de lo que pensara el gran jefe de policía.
—Oh, lo es —Bull se rio entre dientes.

Ella frunció el ceño ante la mano en su brazo. —Puedes soltarme ahora.
—Lo siento, chica. No podía dejar que te metieras en esa pelea; podrías haberte lastimado —comentó.
La ira hirvió mientras miraba al enorme hombre a su lado. —Gabe podría haber salido herido. Ni siquiera me ayudaste.
—Si se hubiera enfrentado a media docena, yo habría intervenido. ¿Pero sólo un par de paletos contra el viejo? No había competencia.
—Viejo. ¿Por qué lo llamas así? Caz lo llamó viejo. Viejo.
—No lo es.

—Es mayor que yo. Eso es todo lo que cuenta —La sonrisa de Bull era blanca contra su piel ligeramente morena y su perilla oscura—. También es un apodo para un oficial al mando. Cuando se negó a elegir un nombre clave, tuvimos que darle uno.
—¿Por qué él te manda? —Gabe lo hacía, se dio cuenta. Dondequiera que el Jefe estuviera, probablemente terminaría mandando.
—Porque cuando él lidera, la gente lo sigue —La mirada de Bull estaba fija en el municipio edificio, y su boca se convirtió en una sonrisa de satisfacción.
 
—Incluso cuando él no quiere que lo hagan. Oh.
Bull miró la botella que Audrey sostenía. —Quédate con eso. Le diré a Dante que lo ponga en mi cuenta.
—Pero…
—Guárdalo como recuerdo del día que volviste a la pelea. Cuando él volvió a desaparecer en la tienda de Dante,
miró la botella, sopesándola. A pesar de Spyros y de su miedo, ella había actuado.
Para salvar a Gabe.

Sintiéndose poderosa, se metió la botella debajo del brazo. Esta noche, se serviría un vaso de sidra... porque se lo merecía.
Dos apagados vándalos estaban sentados uno al lado del otro en la sala principal de la comisaría. Después de ver las imágenes de la cámara y de que les tomaran las huellas dactilares se había disipado la fanfarronería de Knox y Chevy.
Como si se estuviera distanciando, Baumer se sentó en su escritorio al otro lado de la habitación.
Apoyando una cadera en la mesa central, Gabe cruzó los brazos sobre el pecho. —Con la evidencia que tenemos, un fiscal pediría delito en tercer grado45 por destrucción de la propiedad. Eso es un delito grave.
Sus palabras resonaron en la habitación silenciosa, y cuando los dos se encogieron, Gabe... hizo una pausa.

45 Un delito de tercer grado implica una estancia máxima en la cárcel de cinco años y una multa de hasta

$ 15000.
 
Estaba muy enojado por la destrucción deliberada de lo que la gente intentaba construir. Bárbaros versus civilización.
Solo que... estos dos habían elegido un pueblo moribundo y vivir en el monte, obviamente para escapar de la civilización Ahora, la afluencia de personas estaba arruinando su primitivo santuario. Querían que su mundo permaneciera igual. Los tipos estaban asustados y acorralados y, como los animales, se habían defendido.
Desafortunadamente, nadie podría evitar el cambio, por mucho que pintaran y destruyeran.
—Muy bien, así es como lo veo. Puedo entregaros para ser procesados. Probablemente terminéis en prisión, una pérdida de impuestos para nuestra población respetuosa de la ley. O podéis visitar cada negocio afectado, decirles a los propietarios lo que hicisteis y reparar el daño... en el plazo de un mes. Además, quiero vuestra palabra de que se acabará esta mierda.
Cuando Baumer comenzó a hablar, Gabe le lanzó una mirada de advertencia. El oficial se acomodó en su silla.
Knox miró a Gabe. —¿Nos dejarías ir? ¿Después de pelear contigo?
—Esa pelea me dio los mejores cinco minutos que he tenido desde que comencé este trabajo. Sí, estoy arriesgándome aquí, pero a ninguno de los dos le iría bien en la cárcel —Y él se sentiría como si estuviera encerrando al sargento. El TEPT de Mako se habría disparado si lo hubieran puesto entre rejas.
Bajo el largo bigote de Knox, un músculo se contrajo.
Chevy abrió y cerró las manos repetidamente. Tenía hijos. Una esposa.
 
No importaba su odio por Gabe, los nuevos negocios y los turistas, ninguno de los dos quería ir a la cárcel.
—Hablo en serio sobre el pago de los daños —Gabe sacudió la cabeza—. Mi juramento fue proteger los ciudadanos de Recue. Si no sienten que han sido recompensados, tendremos un problema.
La mirada de Knox se encontró con la suya. Estaba abiertamente furioso por haber sido atrapado, furioso por estar detenido, furioso por estar en deuda con Gabe, por no hablar de los negocios que estaban destruyendo su mundo —Haré mi parte.

Chevy parecía un tejón con la pata atrapada en una trampa. —Lo mismo —Sus voces, su lenguaje corporal, sus ojos no tenían mentiras. Bien.
—Les tomo la palabra —Gabe sacó la llave de las esposas—. Dejadme quitaros eso para que podáis empezar.


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Mensaje por martenu1011 Lun 14 Sep - 21:32

Cuánta resistencia al cambio!! El oficial Baumer es falso, no me cae bien
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Mensaje por evanescita Mar 15 Sep - 14:12

De acuerdo contigo @martenu1011 ese oficial esta como raro, las sospechas de Gabe parecen ciertas, espero que pronto lo agarre con las manos en la masa. Y Audrey es tan linda jajaja mira que ponerse a defenderlo jajaja no mide las consecuencias, no puedo esperar a que se encuentren a solas, y esos dos? esperemos que ahora con esta oportunidad que Gabe les esta dando, aprendan su lección y dejen de joder.

Muchas gracias.


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